#(Colonia Acacias)
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Con el objetivo de continuar con las acciones para combatir la rickettsia, personal de la Dirección de Ecología continuará con la aplicación de baños ...
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ACACIAS IV BENIDORM -ACOSO Y MALTRATO PROPIETARIA POR DESTAPAR IRREGULARIDADES DELICTIVAS ENTRE ADMINISTRADORES, PRESIDENTAS Y CAMARILLA - VII
Descripción de Aramburu de como la vienen acosando y maltratando desde que destapó el mangoneo de ACACIAS IV en BENIDORM.
HASTA LA FECHA – DURANTE AÑOS LLENAN EL PATIO DE ENTRADA A MI DOMICILIO DE CONTENEDORES DE OBRA.
Yo vivo en planta baja, en el patio trasero del edificio. En él se encuentra también la vivienda del portero, la guardería Nanets del ayuntamiento y un almacén de encurtidos.
Para no pedir permiso de obra ni pagar tasas al ayuntamiento algunos propietarios dejan allí los contenedores, ya que no se divisan desde la calle, con lo que llenan de basura, ruidos, olores, bichos, etc. mi casa y las otras. Se hace caso omiso de mis protestas.
Video de más de 40 cucarachas que entraron por debajo de mi puerta de resultas de los escombros de los contenedores
youtube
También he tenido colonias de ratones llegados a mi casa por el mismo método, que han devorado todo lo que han encontrado comestible a su paso.
Según LPH y estatutos este patio es comunal y no se pueden realizar actividades que perjudiquen a ningún propietario.
Ni caso, lo continúan haciéndolo hasta la fecha a pesar de que hay dos letreros en el patio prohibiéndolo.
No hace falta decir que tengo todos los videos de los juicios, audios de las juntas, documentos, certificados, fotografías, requerimientos y actas notariales, etc. de todo lo narrado aquí y de bastantes más asuntos no reflejados por falta de espacio.
Este es el sistema para AMEDRENTAR, ESPANTAR Y ABORREGAR a los propietarios; a los que se dejen, claro. Así estamos en este país.
Desgraciadamente no solo estos graves incidentes ocurren aquí, es algo bastante extendido y no solo en esta ciudad. Principalmente en los edificios de gran tamaño donde se mueve bastante dinero.
QUE ALGUIEN SE ATREVA A DECIR QUE ESTO NO ES ACOSO Y MALTRATO
En el próximo post los disparates, calumnias, difamaciones, etc. dedicados a otros propietarios pero especialmente a mi persona, reflejados en las fotocopias de las pseudo actas (que no son copias fidedignas de Libro de Actas, ni están selladas ni foliadas) de las ULTIMAS JUNTAS, juntas presuntamente ilegales e ilegítimas convocadas en cascada a partir de la convocada por un administrador que había sido despedido por irregularidades graves y que no quiso aceptar el despido hasta que se vio obligado por sentencia judicial. Como consecuencia de las juntas ilegales de este individuo y los cargos adjudicados ilegítimamente a miembros de la camarilla se atrevieron estos a querellarse usurpando funciones contra la presidenta legal, Se hicieron con el edificio y no ha habido manera de poder ver, ni por requerimiento notarial, el texto de la querella, la sentencia final, ni ninguna documentación al respecto.
POR FAVOR PÁSENLO
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CIGARRITA AETHALION RETICULATUM
AETHALION RETICULATUM LINNEO, 1776 ORDEN: HEMIPTERA. FAMILIA: AETHALIONIDAE. AMBIENTE: TERRESTRE. ACTIVIDAD: DIURNO. ALIMENTACIÓN: FITÓFAGO. METAMORFOSIS: PAUROMETÁBOLO. DISTRIBUCIÓN, HÁBITAT: ESTE INSECTO SE HA REGISTRADO PARA SUDAMÉRICA. EN URUGUAY SE LO ENCUENTRA EN TODO EL TERRITORIO, FORMANDO COLONIAS SOBRE VARIEDAD DE PLANTAS COMO ACACIAS, HIGUERAS, GLICINAS Y CEIBOS, ENTRE…
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Tras pelea, intenta quemar a su esposa e hijas en vivienda
Ciudad Juárez.-Un hombre le prendió fuego a la casa de su exesposa los hechos ocurrieron en las calles Acacias y Senderos de Navacerrada, de la colonia Senderos de San Isidro. Al parecer el hombre aun no identificado usó un contenedor de plástico rojo con gasolina para rociar de combustible la casa. La mujer y junto con sus dos hijas alcanzaron a salir, mientras que el responsable huyó del…
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Terreno en venta en residencial Las Acacias El Progreso, Yoro
Terreno en venta ubicado a la par de Residencial las Acacias en El Progreso Yoro. A tan solo 5 minutos del centro de la ciudad. Residencial las Acacias es una colonia de alta plusvalía de clase media-alta. El terreno se ubica a pocos metros de la carretera CA-13 y cercano a Megaplaza y a la universidad Tecnologica de Honduras ( UTH) . El terreno se encuentra en una zona centrica con alto crecimiento comercial y residencial. La propiedad es de topografía plana con doble acceso . A sus alrededores encontrarás restaurantes, hoteles, ( casa blanca) escuelas privadas, farmacias, supermercados, ferreterías y tiendas de conveniencia. Es tu oportunidad de poder invertir en El Progreso, Yoro y construir la casa de tus sueños. Es el tiempo perfecto para dejar de rentar. Medidas de Terreno: 3,026.08 Varas Cuadradas / 2,109.86 m² Precio es de LPS. 750.00 la vara Contamos con multiples propiedades en áreas como El Progreso, San Pedro Sula, Tela y Mas! Llame a One West Realty grupo inmobiliario uno de nuestros agentes estará dispuesto a colaborar con usted. Para mas información o agendar una cita para ver una de nuestra propiedades puede lalmar al +504 3376-5800 desde Estados Unidos ó Canada +1(984) 246-2100 Disponemos de financiamiento bancario para compra de casas, terrenos y condominios en San Pedro Sula, El Progreso Yoro, Tela, y otras ciudades . Si deseas vender tu casa con nosotros somo tu mejor opción te asesoramos desde el inicio hasta el cierre. No olvides seguirnos en Facebook! Dale like a nuestra pagina para mantenerte actualizado de nuestras propiedades disponibles Read the full article
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Soñé algo perturbador, muy extraño... al behemot.
Estábamos en una mansión de algún país lejano (¿medio oriente? ¿una colonia inglesa? ¿la sabana africana?) y paseábamos en una sala enorme con muebles antiguos con ventanas grandes que funcionaban como puertas que apenas cerraban, pero eran frágiles y fáciles de abrir. Todo estaba pintado con una seca y desgastada capa ligera de pintura marrón que se descarapelaba, mostrando el interior de su madera antigua. Estos ventanales era lo único que nos protegía de aquel Behemot que estaba afuera, retozando en su patio, un tenue ambiente desértico, el cual estaba limitado por un anillo de enanos y grisáceos cerros y raquíticas acacias que nos rodeaba.
Era un enorme rinoceronte mutante (al menos así pensé que lo era, pero tal vez era un animal prehistórico, quizá mitológico), más alto de lo normal, más grueso del torso, como redondo, y la cabeza era más pequeña, sin el pico característico.
Buscando en internet encontré lo que más se parece a esta criatura:
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Paraceratherium
Era como este Paraceratherium, pero tenía la cabeza aún más pequeña, más metida, y era notoria su piel rígida, entrelazadas las piezas de su caparazón como una impenetrable armadura. Su torso era enorme comparado con el resto del cuerpo. Yo no conozco de animales, ni pienso en ellos.
No recuerdo jamás haberme topado con esta imagen anteriormente. Ni me había cruzado por la mente la idea de que habían mamíferos prehistóricos como este. Nunca había imaginado a una criatura como la que vi en el sueño, ni en un ser de esas dimensiones.
En fin, se percató de nosotros, se agitó la soberbia bestia y quería entrar al espacio elegante —aunque decadente. Nos escondimos para evitar ser vistos por ella, podíamos oír sus bramidos, galopando furiosa. Era de día afuera, pero una vez que nos escondimos, se volvió todo oscuro, nos teníamos que guiar con la luz del celular para escondernos detrás de aquellos muebles victorianos desgastados. Nos quedamos en silencio esperando a que se calmara el titán.
Realmente no sabía si era una verdadera amenaza, tal vez solo estaba jugando en su patio; sin embargo, su enorme tamaño no podía dejar de desconcertarme (me perturbó mucho este hecho, era enorme). Además yo sentía que quería entrar, pero este no lograba hacerlo, a pesar de ser tan frágil la barrera que nos separaba.
¿Qué significa esto? ¿Sabrás tú la interpretación de este sueño?
#sueños#diario de sueños#diario#escritos#literatura#bestia#behemot#enorme#visiones#misterio#monstruo#interpretación#mitologia
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«Aké», Wole Soyinka.
Aké ya no es más que un terreno extendido y ondulante. Fue algo más que una mera lealtad a los terrenos de la vicaría lo que dio origen a un enigma, y a un resentimiento, a que Dios escogiera contemplar desde arriba su propia avanzada de religiosidad, los terrenos de la vicaría, desde las alturas profanas de Itoko. Claro que existía el misterio del establo del Jefe, donde vivían los caballos cerca de la cima del cerro, pero más allá aquel camino mareante seguía subiendo y subiendo, de un mercado ruidoso a otro, y contemplaba desde arriba Ibarapa e Ita Aké, y más allá hasta los lugares más recónditos de la vicaría en sí.
Los días de niebla, la cuesta que subía hasta Itoko se juntaba con el cielo. Si bien era posible que Dios no viviera efectivamente allí, no cabía duda de que donde primero había descendido era a aquella cima, de que después había dado un único paso gigantesco por encima de los mercados tumultuosos —que osaban vender en domingo— hasta llegar a la Iglesia de San Pedro, y que después había llegado a los terrenos de la vicaría a tomar el té con el Canónigo. Quedaba el pequeño consuelo de que, pese a la tentación de llegar a caballo, no se había parado primero a ver al Jefe, que se sabía era pagano; desde luego, al Jefe nunca lo veíamos en la iglesia más que en los aniversarios de la coronación del Alake. Por el contrario, Dios llegaba directamente a la Iglesia de San Pedro a los oficios matutinos, hacía una breve parada durante los oficios de la tarde, pero reservaba su presencia más exótica y formal para los oficios vespertinos, que en honor suyo siempre se celebraban en idioma inglés. En los oficios vespertinos, el órgano adquiría una sonoridad oscura y ahumada, y no cabía duda de que el órgano iba adaptando sus sonidos normales para acompañar a las respuestas sepulcrales del propio Dios, con su timbre de egúngún [Ceremonia ancestral de varias máscaras], a las plegarias que se le ofrecían.
La residencia del Canónigo era la única que podía alojar al Invitado semanal. Para empezar, era el único edificio de un piso de toda la vicaría, cuadrado y sólido como el propio Canónigo, lleno de ventanas negras con marcos de madera. BishopsCourt también era un edificio de un piso, pero en él no vivían más que alumnos, de manera que no era una casa. Desde el piso de arriba de la casa del Canónigo casi se podía mirar directamente a los ojos paganos de Itoko. Estaba en el punto habitado más alto de los terrenos de la vicaría y casi miraba por encima de la puerta principal de éstos. Tenía la espalda vuelta al mundo de los espíritus y de los ghommids [Espíritus de los árboles que, según se cree, también pueden vivir en tierra] que habitaban el denso bosque y que perseguían hasta su casa a los niños que se habían aventurado demasiado lejos en busca de leña, setas y caracoles. El edificio cuadrado y blanco del Canónigo era un baluarte contra la amenaza y el asedio de los espíritus del bosque. Su muro trasero demarcaba el territorio de aquéllos y les impedía tomarse libertades con el mundo de los seres humanos.
Las aulas de la escuela primaria eran las únicas que compartían aquella proximidad al bosque, y por la noche estaban vacías. Encerrada por muros rugosos y encalados, por las traseras sin ventanas de las casas, por túmulos de piedras que en vano trataban de oscurecer los árboles gigantescos, la vicaría de Aké, con sus tejados de plancha ondulada, tenía el aspecto de una fortaleza. A salvo en su interior, bajábamos o subíamos según nos apetecía por planos imbricados, superpuestos, por pendientes de peñascos que caían a pico, entre matojos de monte bajo y por en medio de huertos de frutales que aparecían repentinamente. Por todas partes había plantas de quingombó. El aire se llenaba del perfume de los limoneros, las guayabas, los mangos, se ponía pegajoso con la resina del bum-bum y las secreciones del árbol de la lluvia. Los recintos escolares estaban rodeados por aquellos árboles de la lluvia, con sus anchas ramas que esparcían sombra. Por encima de las acacias se erguían los pinos aciculares, y los bosques de bambú siempre nos ponían nerviosos; si las serpientes monstruosas pudieran escoger, seguro que los matorrales de bambú serían su residencia ideal.
Entre el lado izquierdo de la casa del Canónigo y los campos de juego de la Escuela estaba el Plantío. Era demasiado variado, demasiado profuso para llamarlo jardín, o ni siquiera huerto. Y en él había plantas y frutas que convertían al Plantío en una extensión de las clases de Historia Sagrada, las lecciones o los sermones de la iglesia. Había una planta de hojas moteadas blancas y rojas a la que llamábamos lirio de Cana. Cuando clavaron a Cristo en la Cruz y de sus heridas saltó la sangre, unas cuantas gotas se quedaron pegadas en las hojas del lirio y lo estigmatizaron para siempre. Nadie se molestaba en explicar la causa de las abundantes manchas blancas que también aparecían en cada una de las hojas. Quizá tuvieran que ver con el lavado de los pecados en la sangre de Cristo, que dejaban incluso las manchas más oscuras del alma de una persona blancas como la nieve. También había la fruta de la Pasión, producto de otra parte de la misma historia, y que sin embargo no nos gustaba a ninguno de los niños. Era agradable frotarse la palma de la mano con su turgente piel verde, pero al madurar se ponía de un amarillo marchito, y su tersura se hundía como las caras de los ancianos de ambos sexos a los que conocíamos. Y apenas si era dulce, con lo cual no pasaba por la prueba infalible de lo que era una fruta de verdad. Pero el rey del plantío era el granado, que no era producto de una semilla de la iglesia de piedra sino más bien de la lírica Escuela Dominical. Pues era en la Escuela Dominical donde se contaban las historias de verdad, las historias que vivían realmente por sí solas y que traspasaban la frontera del tiempo de los domingos o de las hojas de la Biblia y penetraban en el mundo de los países, los hombres y las mujeres de fábula. El granado tenía una producción de lo más mezquino. No rendía su fruto, aparentemente duro, sino muy de tarde en tarde, pese a la paciencia con que lo cuidaban las manos y la cara de venas abultadas pertenecientes a alguien a quien sólo conocíamos por el nombre de Jardinero. Jardinero era la única persona en quien se podía confiar para que compartiese aquella rara fruta entre la banda, pequeña y fiel, de observadores del granado, pero aunque nos diera el trozo más pequeño, servía para trasladarnos al mundo ilustrado de la Historia Sagrada. El granado era la Reina de Saba, rebeliones y guerras, la pasión de Salomé, el Sitio de Troya, el elogio de la belleza en el Cantar de los Cantares. Aquella fruta, con su aspecto y su tacto pedregoso, abría las cuevas de Ali Baba, sacaba al genio de la lámpara de Aladino, tocaba las cuerdas del arpa que devolvió la cordura a David, separaba las aguas del Nilo y llenaba nuestra vicaría de incienso procedente del sombrío templo de Jerusalén.
Jardinero decía que sólo crecía en el Plantío. El granado venía de fuera de la tierra del negro, pero algún obispo anterior, un hombre blanco, había traído las semillas y las había plantado en el Plantío. Preguntamos si aquéllo era lamanzana, pero Jardinero se echó a reír y dijo que no. Y añadió que aquella manzana tampoco se encontraría en la tierra del negro. Pensábamos que Jardinero era un ignorante. Era evidente que la granada era la única manzana que podía hacer perder a Adán y Eva las delicias del paraíso. Había otra fruta a la que nosotros también llamábamos manzana, suave pero turgente, con una piel de un rosa pálido y bastante jugosa. Antes de que llegara la granada se le había asignado la identidad de la manzana que acabó con la pareja desnuda. El primer mordisco de granada sirvió para desenmascarar a la impostora, a la cual sustituyó.
En la higuera habitaban bandadas de murciélagos, cuyas deyecciones llenas de semillas cubrían las piedras, las praderas, los senderos y los arbustos antes del amanecer. Había un tilo, suave e inmenso, al borde del campo de juegos del lado del recinto del librero, que desafiaba al harmattan[ viento muy cálido y seco]; llenaba los terrenos de la vicaría con un concierto infatigable de pájaros tejedores.
Algo terrible ha ocurrido en los terrenos de la vicaría de Aké. La tierra está erosionada, las praderas agostadas y de sus techumbres, que antes eran tan discretas, ha desaparecido todo misterio. Antes, a cada nuevo día aparecía un lugar nunca visto, un montoncillo de piedras, un seto y una colonia de caracoles. El esqueleto del automóvil no se ha movido de su punto de partida, donde los niños nos metíamos en él para hacer viajes a lugares fabulosos; ahora no es más que un cadáver, con sus ojos convertidos en huecos oxidados, su cara de dragón hundida por la pérdida progresiva de los dientes. Del incinerador abandonado, con sus malas hierbas tan grandes y sus serpientes relucientes, no queda más huella que un montón de barro. Las casas supervivientes, casas que formaron los baluartes de la vicaría de Aké, se han convertido en cajas de embalar, en medio de un paisaje vacío, lleno de chirridos, desnudo y sin nervios.
Y también han desaparecido las sensaciones de antes. Incluso las praderas abiertas y los anchos caminos, bordeados de piedras encaladas, lirios y matojos de citronela que cambiaban de naturaleza según las estaciones, según que fuera día de semana o domingo y que fuera mediodía o el atardecer. Y los ecos que rebotaban en los muros de la parte baja de la vicaría iban adquiriendo nuevas tonalidades con las estaciones, cambiaban al irse vaciando las praderas cuando las escuelas cerraban por vacaciones.
Si yo me echaba boca arriba en la pradera delante de nuestra casa, mirando al cielo, con la cabeza en dirección a Bishops Court, cada una de mis piernas apuntaba a los recintos internos de la Vicaría Baja. La mitad de la Escuela Anglicana de Muchachas ocupaba uno de aquellos espacios inferiores, y la otra mitad había pasado a ocupar Bishops Court. La parte inferior contenía las aulas para las niñas más pequeñas, una residencia, un pequeño plantío de papayas, guayabas, algo de bambú y malas hierbas. En la estación de las lluvias siempre se encontraban caracoles. En el otro recinto bajo estaba el librero de la misión, un hombrecillo arrugado, casado con una esposa muy tranquila sobre cuya inmensa espalda todos nosotros habíamos, en algún momento, dormido o contemplado el mundo. Su recinto se convirtió en un atajo hacia la carretera que conducía a Ibará, Lafenwá o Igbéin y su Escuela Media, dirigida por Ransome-Kuti quien vivía en ella con su familia. El recinto del librero contenía el único pozo de la vicaría; en la estación seca nunca estaba vacío. Y sus tierras parecían ser las únicas que producían cocoteros.
Bishops Court, de la Vicaría Alta, ya no existe. A veces aparecía allí el Obispo Ajayi Crorwther entre dos arbustos de hortensias y buganvillas, un rostro de gnomo con ojos saltones cuya fotografía oficial habíamos visto por primera vez en el frontispicio de su biografía. El maestro nos dijo que había vivido en Bishops Court, y a partir de aquel momento empezó a contemplarnos entre las plantas siempre que yo pasaba junto a la casa a llevar un recado a nuestra Tía Abuela, la Sra. Lijadu. Bishops Court se había convertido en dormitorio anexo a la escuela de las niñas y en un campo de juego más para nosotros durante las vacaciones. El Obispo estaba sentado, en silencio, en el banco que había bajo el porche de madera sobre la entrada, con las túnicas todas enredadas entre los tallos cada vez más largos de la buganvilla. Cuando los ojos se le convirtieron en meras cuencas me acerqué más a él. Entonces mis ideas se desviaron hacia otra fotografía en la cual él llevaba un traje de cura, con chaleco, y yo me preguntaba dónde mantenía en realidad el extremo de la cadena de plata que le desaparecía en el bolsillo. El me sonreía y decía: «Acércate, que te lo enseño.» Cuando yo avanzaba hacia el porche él iba sacando la cadena hasta extraer un reloj de bolsillo totalmente redondo que brillaba como plata maciza. Apretaba un botón que tenía en la tapa y ésta se abría y no revelaba el cristal y la esfera, sino un espacio profundo lleno de nubes. Después me guiñaba un ojo y éste se le caía de la cara al hueco del reloj. Guiñaba el otro y éste se reunía con su compañero dentro del reloj. Volvía a tapar el reloj, volvía a hacer un gesto con la cabeza y ésta se quedaba calva, le desaparecían los dientes, y la piel se le iba estirando hasta que quedaban al aire los pómulos blancos. Entonces se ponía de pie y tras volverse a meter el reloj en el bolsillo del chaleco, daba un paso hacia mí. Yo huía a casa.
A veces parecía que Bishops Court quería rivalizar con la casa del Canónigo. Parecía ser una casa-barco, pese a su protección de piedras encaladas y de flores relucientes, a su fachada de madera tallada casi totalmente sumergida entre buganvillas. Y también estaba bajo la sombra de aquellos peñascos omnipresentes, entre cuyas hendiduras crecían milagrosamente árboles altos de grandes copas. Iban llegando las nubes, y los peñascos se confundían en la habitual turbulencia gris de ellas, y después los árboles se mecían adelante y atrás hasta quedar suspendidos sobre Bishops Court. Aquéllo sólo ocurría cuando había grandes tormentas. Bishops Court, al contrario que la casa del Canónigo, no daba a las peñas ni a los bosques. Estaba separada de ellos por los campos de juego de las niñas, y sabíamos que aquella separación siempre había existido. Era evidente que los obispos no sentían inclinación a desafiar a los espíritus. Sólo podían hacerlo los vicarios. El que el Obispo Ajayi Crowther me hubiera hecho salir muerto de miedo de aquel recinto con sus extrañas transformaciones sólo servía para confirmar que los Obispos, cuando morían, se iban al mundo de los espíritus y los fantasmas. Yo no podía creer que el Canónigo se fuera a ir deshaciendo así ante mis ojos, ni tampoco el Rev. J. J. que había ocupado antes aquella casa, hacía muchos años, cuando mi madre era todavía una niña como nosotros. De hecho, en sus tiempos J. J. Ransome-Kuti había rechazado a varios ghommids; mi madre lo confirmaba. Era su sobrina nieta, y hasta que vino a vivir a nuestra casa, había vivido con la familia del Rev. J. J. También su hermano Sanya había vivido allí, y todo el mundo reconocía que era un oró, de modo que se sentía en casa en los bosques, incluso de noche. Sin embargo, en una ocasión debe de haber ido demasiado lejos.
—Ya nos habían visitado antes para quejarse —decía ella—. Claro que no entraban de hecho en el recinto, sino que se quedaban en el borde, donde terminaba el bosque. Su jefe, el que hablaba, lanzaba chispas de la cabeza, que parecía ser una esfera toda de ascuas, no (estoy mezclando dos ocasiones) aquello fue la segunda vez, cuando nos persiguió hasta casa. La primera vez no hicieron más que enviar un emisario. Era muy negro, bajito y de gesto adusto. Vino hasta el patio y se quedó allí mientras nos ordenaba que llamásemos al Reverendo.
»Era como si el Tío hubiera estado esperando aquella visita. Salió de la casa y le preguntó qué quería. Nos amontonamos todos en la cocina a mirar furtivamente.»
—¿Qué voz tenía? ¿Hablaba igual que un egún-gún?
—Eso viene ahora. Aquel hombre, … bueno, supongo que habría que decir que era un hombre… No era del todo humano, y se le notaba. Tenía la cabeza demasiado grande y siempre miraba al suelo. Entonces dijo que había venido a acusarnos. No les importaba que fuéramos al bosque ni siquiera de noche, pero no querían que entrásemos en ninguna parte más allá de las peñas y del bosquecillo de bambú junto al arroyo.
—Bueno, y, ¿qué dijo el Tío? Y no nos has dicho qué voz tenía.
Tinu me echó su mirada de hermana mayor.
—Deja que Mamá termine la historia.
—Quieres saberlo todo. Muy bien, hablaba exactamente igual que tu padre. ¿Estás contento?
No lo creí, pero lo dejé pasar:
—Sigue. ¿Qué hizo el Tío Abuelo?
—Nos llamó a todos y nos dijo que no volviéramos a aquel sitio.
—¡Pero volvisteis!
—Bueno, ya conoces a tu Tío Sanya. Se había enfadado. Para empezar, los mejores caracoles son los que hay al otro lado del arroyo. Así que siguió quejándose de que aquellos oró estaban siendo unos egoístas, y diciendo que iba a enseñarles quién era él. Y eso fue lo que hizo. Una semana después, más o menos, nos volvió a llevar allí. Y la verdad era que tenía razón. Llenamos una banasta y media de los caracoles más grandes que habéis visto en vuestra vida. Bueno, para entonces ya nos habíamos olvidado del aviso, había una luna muy grande, y además ya os he dicho que el propio Sanya es un oró…
—Pero, ¿por qué? Parece normal, como tú y como nosotros.
—Todavía no lo comprendes. En todo caso, es un oró. Así que con él nos sentíamos a salvo. Hasta que de pronto empezó a brillar a lo lejos una especie de luz, como una bola de fuego. Aunque todavía estaba muy lejos, no parábamos de oír voces, como si en torno a nosotros hubiera un montón de personas que gruñeran lo mismo. Decían algo así como: «Niños tercos e insolentes, os hemos avisado y avisado, pero no queréis escuchar…»
La Cristiana Salvaje miró por encima de nuestras cabezas, frunciendo el ceño para recordar mejor:
«Ni siquiera se puede decir “ellos”. Lo único que vi yo fue aquella figura de fuego, y todavía estaba muy lejos. Pero la oía con toda claridad, como si tuviera muchas bocas y me las apretara todas contra las orejas. Y la bola de fuego se iba haciendo cada vez mayor a cada momento.»
—¿Qué hizo el Tío Sanya? ¿Se peleó con él?
—¿Sanya wo ni yen? Fue el primero que se echó a correr. ¡Bo o ló o yá mi, o di kítipá kítlpá! [¡Si no queréis correr, apartaos de mi camino!] Nadie se acordó de aquellos caracoles tan grandes. Aquel iwin nos siguió hasta que llegamos a casa. Nuestros chillidos habían llegado antes que nosotros, y toda la casa estaba… bueno, ya os podéis imaginar el jaleo que había. El Tío ya había bajado las escaleras a toda prisa y estaba en el patio de atrás. Pasamos corriendo a su lado mientras él salía a enfrentarse con aquel ser. Aquella vez el iwin llegó a pasar del borde del bosque, y siguió adelante como si quisiera seguirnos hasta dentro de la casa, ya sabéis, que no corría, sino que nos perseguía con toda la paciencia del mundo.
Esperamos. ¡Ahora venía lo gordo! La Cristiana Salvaje se quedó pensativa mientras nosotros permanecíamos en el suspense. Después dio un hondo suspiro y meneó la cabeza con una extraña tristeza:
—Ya ha acabado la era de la fe. Entre nuestros primeros cristianos abundaba mucho la fe, de la de verdad, no sólo de esa que consiste en ir a la iglesia y cantar himnos. La fe. Igbagbó. Y esa fe es la que produce la verdadera fuerza. El Tío se quedó allí como una piedra, sacó la Biblia y ordenó: «¡Atrás! Vuélvete al bosque que es tu casa. ¡Atrás, te digo en nombre de Dios!» Ejém. Y se acabó. Aquel ser sencillamente se dio la vuelta y se echó a correr, y las chispas le salían cada vez más rápido, hasta que ya no quedó más que un débil resplandor que iba desapareciendo por en medio del bosque —dio un suspiro—. Claro que aquella noche, después de rezar, hubo que pagar el precio. Seis correazos a cada uno. Y a Sanya doce. Y nos pasamos toda la semana cortando la hierba.
Yo no pude por menos de pensar que ya el susto era bastante castigo. Sin embargo, la Cristiana Salvaje, mirando a lo lejos en dirección a la casa cuadrada, pareció advertir lo que estaba pensando yo, y añadió:
—Fe y Disciplina. Aquello era lo fundamental para los primeros creyentes. ¡Bah! Dios ya no crea gente como aquella. Cuando pienso en el que ocupa ahora esa casa… —y pareció recordar que estábamos nosotros allí:
—¿Qué estáis haciendo aquí los dos a estas horas? ¿No es hora de que os bañéis? ¡Lawanle!
Desde una parte remota de la casa, la «Tía» Lawanle replicó:
—Ma.
Antes de que apareciese recordé a la Cristiana Salvaje:
—Pero no nos has dicho por qué el Tío Sanya es un oró.
Ella se encogió de hombros:
—Lo es. Lo he visto con mis propios ojos.
Ambos gritamos:
—¿Cuándo? ¿Cuándo?
Nos sonrió:
—No lo comprenderíais. Pero ya os lo contaré alguna vez. O que os lo cuente él la próxima vez que venga.
—¿Quieres decir que lo viste transformarse en oro?
Justo en aquel momento llegó Lawanle y se dispuso a hacerse cargo de nosotros:
—¿No es hora ya de que se bañen los niños?
Imploré:
—No, espera, Tita Lawanle —aunque sabía que era perder el tiempo. Ya nos había agarrado a cada uno de un brazo. Volví a gritar—: ¿Era el Obispo Crowether un oró?
La Cristiana Salvaje se echó a reír:
—Y, ¿qué vais a preguntar ahora? Ah, ya veo. Ya os han hablado de él en la Escuela Dominical, ¿no?
—Yo lo he visto —dije, tirando de la puerta para cerrarla y obligando a Lawanle a detenerse—. Yo lo veo todo el tiempo. Viene a sentarse bajo el porche de la Escuela de Niñas. Lo he visto cuando cruzaba el recinto camino de la Tía Lijadu.
—Muy bien —suspiró la Cristiana Salvaje—. Id a tomar vuestro baño.
—Se esconde entre las buganvillas… —y Lawanle me alejó para que no me siguiera oyendo.
Aquella misma tarde, después, nos contó el resto de la historia. En aquella ocasión, el Rev. J. J. estaba fuera de Aké, en uno de sus muchos viajes a las misiones. Se iba muchas veces, unas a pie y otras en bicicleta, con objeto de mantenerse en contacto con todos los grupos de su diócesis y de difundir la Palabra de Dios. Tropezaba con oposición muy a menudo, pero nada lo disuadía. Tuvo una experiencia aterradora en una de las aldeas de Ijebu. Le habían advertido que no predicase en un día determinado, que era el día de una salida de los egúngún, pero persistió y celebró los oficios. El desfile de los egúngún pasó mientras estaban en marcha los oficios, y uno de ellos, utilizando la voz de los antepasados, exhortó al predicador a que se detuviera inmediatamente, dispersara a su gente y saliera a rendir homenaje. El Rev. J. J. no le hizo caso. Entonces el egúngún se marchó y se llevó consigo a sus seguidores, pero al pasar junto a la puerta principal la golpeó tres veces con su varita. Apenas había salido del local de la iglesia el último miembro de su procesión cuando el edificio se derrumbó. Sencillamente, las paredes se cayeron y el techo se desintegró. Sin embargo, de manera milagrosa, las paredes se derrumbaron hacia afuera, mientras que los soportes del techo cayeron entre los pasillos o salieron volando por cualquier parte, pero no sobre los feligreses. El Rev. J. J. calmó a los fieles, hizo una pausa en su prédica para entonar una plegaria de acción de gracias y continuó con su sermón.
Quizá fuera aquello a lo que aludía la Cristiana Salvaje cuando hablaba de la Fe. Y aquello tendía a confundir las cosas, porque, después de todo, el egúngún había hecho que se derrumbara el edificio de la iglesia. La Cristiana Salvaje no hizo ninguna tentativa de explicar cómo había ocurrido aquello, de manera que la hazaña tendía a ser del mismo género que la Fe que movía montañas o que permitía a la Cristiana Salvaje echar aceite de cacahuete de un cuenco de boca ancha a una botella vacía sin verter una gota. Tenía ella la extraña costumbre de suspirar con una especie de éxtasis, y de atribuir la firmeza de sus manos a la Fe y a que daba gracias a Dios. Sin embargo, si se le resbalaba la vasija y se desparramaban una o dos gotas, entonces murmuraba que sus pecados empezaban a pesar sobre ella, y que tenía que rezar más.
Pero si bien el Rev. J. J. tenía la Fe, también parecía compartir la Terquedad con nuestro Tío Sanya. La terquedad era uno de los primeros pecados que aprendimos a reconocer con facilidad, y por mucho que la Cristiana Salvaje intentara explicarnos por qué el Rev. J. J. predicaba el día en que salían los egún-gún, a pesar de los avisos, aquello se parecía mucho a la terquedad. En cuanto al Tío Sanya, no parecía haber muchas dudas acerca de su caso: apenas si se había ido pedaleando el Rev. J. J. para cumplir con sus deberes pastorales cuando él desaparecía en el bosque con uno u otro pretexto y se largaba hacia la misma zona que el oró había declarado prohibida. Sus objetivos reales eran las setas y los caracoles, y como excusa obligada utilizaba la de ir a recoger leña.
Pero incluso Sanya dejó de aventurarse por el bosque de noche, pues reconoció que era demasiado peligroso; durante el día y al atardecer no había demasiado peligro, porque la mayor parte de los espíritus del bosque no salían más que por la noche. Madre nos dijo que en aquella ocasión ella y Sanya habían estado recogiendo setas y no estaban separados más que por unos cuantos matorrales. Ella podía oír perfectamente los movimientos de él, y de hecho habían tomado la precaución de mantenerse siempre muy cerca el uno del otro.
De pronto, nos dijo, oyó la voz de Sanya que hablaba con alguien en tono muy animado. Tras escuchar durante un rato, llamó a Sanya, pero éste no respondió. No se oía otra voz que la de él, pero parecía estar hablando en tono amistoso y excitado con otra persona. Entonces ella miró por entre los arbustos y vio al Tío Sanya sentado en tierra y hablando muy rápido con alguien a quien ella no lograba ver. Trató de penetrar en los arbustos próximos con la mirada, pero en el bosque seguía sin haber nadie más que ellos dos. Y entonces su mirada se detuvo en la banasta de él.
Según dijo, era algo que ya había observado ella antes. Siempre ocurría lo mismo, independientemente de cuántos fueran los niños que fueran al bosque a coger caracoles, bayas o lo que fuera; Sanya se pasaba casi todo el tiempo jugando y subiéndose a las peñas y a los árboles. Se iba a vagabundear solo, y dejaba su cesto por cualquier parte. Aquella vez fue como de costumbre. Ella se fue acercando y alarmó a nuestro Tío, que dejó de parlotear e hizo como que estaba buscando caracoles por la tierra.
Madre dijo que se asustó. La banasta estaba llena hasta los bordes, a reventar. También se sentía desalentada, de manera que recogió su banasta casi vacía e insistió en que volvieran inmediatamente a casa. Abrió ella el camino, pero al cabo de un rato miró atrás y pareció que Sanya intentaba seguirla, pero no lo conseguía, como si se lo impidieran unas manos invisibles. De vez en cuando, Sanya se soltaba un brazo y gritaba:
—¡Dejadme en paz! ¿No veis que tengo que irme a casa? He dicho que tengo que irme.
Madre se echó a correr y Sanya hizo igual. Fueron corriendo hasta llegar a casa.
Aquella noche Sanya se puso malo. Rompió a sudar, se pasó la noche dándose vueltas en la estera y hablando a solas. Al día siguiente toda la familia estaba asustadísima. Tenía la frente ardiendo, y nadie podía conseguir que dijera una palabra con sentido. Por fin llegó a la casa una anciana, una de las conversas de J. J., que iba a hacer una visita de rutina. Cuando se enteró de cómo estaba Sanya, hizo un gesto de comprensión y empezó a actuar como alguien que sabe exactamente lo que hay que hacer. Tras averiguar en primer lugar lo último que había hecho antes de caer enfermo, llamó a mi madre y la interrogó. Mi madre se lo contó todo mientras la anciana seguía haciendo gestos de comprensión. Después dio sus instrucciones:
—Necesito un cesto de agidi con cincuenta envoltorios. Después me tenéis que preparar algo de ékuru en un cuenco grande. Aseguraos de que el estofado de ékuru esté preparado con bien de alubias grandes y cangrejo. Tiene que tener el olor más apetitoso posible.
Los niños se dispersaron en varias direcciones, algunos al mercado a buscar el ágidi, otros a empezar a moler las alubias para la cantidad de ékuru necesaria para acompañar cincuenta envoltorios de agidi. A los niños se les hizo la boca agua, pues supusieron inmediatamente que se iba a tratar de una fiesta de apaciguamiento, una saará a algún espíritu ofendido.
Pero cuando todo estuvo preparado, la anciana se lo llevó a la habitación en que estaba acostado Sanya, con una cántara de agua fría y unas tazas, cerró la puerta y ordenó marcharse a todo el mundo de fuera.
—Haced lo mismo que todos los días y no os acerquéis en absoluto a esta habitación. Si queréis que vuestro hermano se ponga bueno, haced lo que os digo. No tratéis de hablar con él y no miréis por el ojo de la cerradura.
También cerró las ventanas y se marchó a un extremo distante del patio, desde donde podía vigilar los desplazamientos de los niños. Sin embargo, poco después se fue quedando dormida, de manera que madre y los otros niños podían pegar las orejas a la puerta y las ventanas, aunque no pudieran ver al inválido en sí. Parecía que Tío Sanya ya no estaba solo. Le oían decir cosas como: «portaos bien, hay bastante para todos. De acuerdo, tómate tú este otro envoltorio… Abre la boca… así… no tenéis que pelearos por eso, aquí hay otro cangrejo… Que os portéis bien, he dicho…».
Y oían ruidos como si alguien pegara en la muñeca a otro, ruidos de platos en el suelo o de agua al ir vertiéndose en una taza.
Cuando la mujer consideró que ya había pasado suficiente tiempo, lo cual ocurrió bastante después del atardecer, casi seis horas después de haber cerrado la puerta de Sanya, fue a abrirla. Allí estaba Sanya, dormido como un tronco, pero esta vez muy tranquilo. Le tocó la frente y pareció quedar satisfecha con el cambio producido. Sin embargo, la familia que había entrado en pelotón con ella no se interesaba en absoluto por Sanya. Lo único que contemplaba, con gran asombro, eran las hojas esparcidas de cincuenta envoltorios de ágidi vaciados de su contenido, una gran bandeja vacía que antes estaba llena de ékuru, y una cántara de agua casi vacía.
No, no cabía duda, nuestro Tío Sanya era un oró; la Cristiana Salvaje había visto y oído pruebas de ello muchísimas veces. Evidentemente, sus amigos eran del tipo benévolo, o si no él hubiera tenido graves problemas en más de una ocasión, pese a la Fe protectora de J. J. En aquella época, Tío Sanya pasaba muy poco tiempo con nosotros, de manera que no le podíamos hacer ninguna de la preguntas que la Cristiana Salvaje se negaba a contestar. La vez siguiente que vino a visitarnos en los terrenos de la vicaría, advertí lo raros que tenía los ojos, que casi nunca parecía cerrar, sino que siempre miraba frente a sí por encima de nuestras cabezas, incluso cuando nos estaba hablando. Pero parecía demasiado activo para ser un oró; de hecho, durante mucho tiempo lo confundí con un jefe local de boy scouts al que dábamos el apodo de Actividad. Entonces empecé a observar a los scouts más pequeños, que parecían ser los más próximos al tipo de amigos secretos que nuestro Tío Sanya podía haber tenido de niño. Cuando formaban círculos con sus caritas tensas en las praderas de Alcé, hacían pequeñas hogueras, intercambiaban señales secretas con las manos y con palitos, con piedras especialmente colocadas unas contra otras durante sus reuniones, creí haber detectado a los amigos ocultos que se habían deslizado invisibles en la casa por las hendiduras de la puerta e incluso del suelo, al lado de las narices ofendidas de la Cristiana Salvaje y de los otros niños de la familia de J. J. y se habían dado un banquetazo de cincuenta envoltorios de agidi y un enorme cuenco de ékuru.
La Misión dejó los terrenos de la vicaría con sólo el vicario y su catequista, Aké ya no merecía un obispo. Pero incluso el «patio» del Vicario es una mera ruina de lo que fue. El plantío ha desaparecido, hace mucho tiempo que las cabras se han comido las hileras de citronela. La citronela, la cura para las fiebres y los dolores de cabeza: una o dos aspirinas, una taza de infusión bien caliente de citronela y a la cama. Pero su olor era verdaderamente fragante, y normalmente la bebíamos como variante del té corriente. Está aislado, escogido por la edad, aquel monumento cuadrado blanco que, enmarcado en los peñascos, se erguía sobre los terrenos de la vicaría, obligaba a los visitantes a mirarlo cuando pasaban por la puerta del complejo. El dueño de la casa era como un pedazo de aquellas peñas, negro, enorme, de cabeza de granito y unos pies gigantescos.
Casi siempre lo llamaban Pastor. O Vicario, Canónigo, Reverendo. O, como hacía mi madre, sencillamente, Pa Delumo. Padre prefería llamarlo Canónigo, y lo mismo decidí yo, pero sólo debido a una visita a Ibara. Hacíamos aquellas excursiones con cierta frecuencia: a visitar a los parientes o a acompañar a la Cristiana Salvaje en sus expediciones de compras, o para algún otro objetivo que nunca podíamos comprender. Sin embargo, al final de aquellas excursiones, teníamos como una vaga idea de que nos habían llevado a ver algo, a experimentar algo. Nos quedábamos muy contentos, y naturalmente agotados, pues la mayor parte del camino íbamos a pie. Pero a veces resultaba difícil recordar qué era lo que habíamos visto concretamente. Cuál había sido el objetivo de nuestra salida, con ropa de gala y peinados especiales, y con tantos jaleos y preparativos.
Habíamos subido una cuesta muy empinada y llegado a la imponente entrada: a los pilares blancos y la placa que decía: la residencia. Era evidente que allí vivía un hombre blanco, pues la puerta estaba vigilada por un policía de pantalones cortos y anchos que miraba por encima de nuestras cabezas. La casa en sí estaba bastante más atrás, en un cerro, oculta en parte por los árboles, pero los objetos en que se fijaron mis ojos fueron dos tubos negros de grandes bocas montados en ruedas de madera. Estaban colocados contra los pilares, apuntando hacia nosotros, y al lado de cada uno había un montón de bolas redondas de metal, casi tan grandes como balones de fútbol. Son armas, dijo mi madre, se llaman cañones y se usan para las guerras.
—Pero, ¿por qué Papá llama cañón a Pa Delumo?
Nos explicó la diferencia, pero yo ya había encontrado mi propia respuesta. Era por la cabeza, porque Pa Delumo tenía la cabeza en forma de bala de cañón, y por eso mi padre lo llamaba cañón. Todo el aspecto de los cañones recordaba el de aquel hombre, su fuerza y su solidez. Los cañones parecían inmóviles, indestructibles, y él también. Parecía dominarlo todo; cuando venía a visitarnos él solo llenaba totalmente la salita. Lo único que parecía adecuado para sus dimensiones era la sala grande, pues cuando se hundía en uno de los butacones resultaba más fácil verlo entero. A mí me daban pena sus catequistas y su vicario adjunto o coadjutor —parecía que sus ayudantes también cambiaban de nombre—, pues parecían parodias insípidas y famélicas de él y de un espíritu aparentemente tan pobre que más adelante me recordarían a las ratas de iglesia. De los hombres que venían a nuestra casa y que llevaban cuello eclesiástico sólo nuestro tío Ransome-Kuti —a quien todo el mundo llamaba Daodu— tenía una personalidad comparable e incluso mayor. El aspecto de Pa Delumo me producía un temor reverencial: no dominaba solamente la vicaría, sino todo Alcé, y ello con mucha más eficacia que nuestro Oba, Kabiyesi, a cuyos pies veía postrarse a muchos hombres. A veces me encontraba con clérigos mucho más misteriosos y huidizos, con un aire imponente propio, como el Obispo Howells que vivía jubilado a poca distancia de nuestra casa. Pero el Canónigo era el vicario de San Pedro, y llenaba totalmente los caminos y las praderas cuando bajaba de su cerro a visitar a su rebaño o a pronunciar sus sermones atronadores.
El Canónigo venía a menudo a charlar con padre. A veces la conversación era seria, y otras su risa resonaba por toda la casa. Pero nunca discutían. Desde luego, nunca los oí discutir acerca de Dios como discutía mi padre con el librero o con sus otros amigos. Al principio daba miedo oírlos hablar de Dios de aquella forma. Especialmente el librero, con su voz aguda y su cuello de pavo, parecía estar mal dotado físicamente, para hacer afirmaciones tan despreocupadas acerca de tamaña Fuerza. A veces el Canónigo parecía ser esa Fuerza, de manera que aunque la disputa se realizaba indirectamente, parecía ser muy desigual y peligrosa para el librero. Naturalmente, yo suponía que mi padre gozaba de una invulnerabilidad especial. Una vez que el Canónigo iba paseándose por los terrenos de la vicaría ellos estaban discutiendo de algo que tenía que ver con el nacimiento de Cristo. Hablaban a voz en cuello, y a veces todos a la vez. El Canónigo no estaba separado de ellos más que por la pradera, y cuando se paró de repente me pregunté si había oído e iba a venir a reñirlos.
Pero sólo se había parado para hablar con un niño que iba de la mano de una mujer, que quizá fuera su madre. Se paró a darle una palmadita en la cabeza, con aquella boca enorme abierta en una sonrisa inacabable, y las comisuras de los ojos se le llenaron de arruguitas. También se le arrugó la frente; a veces resultaba difícil saber si estaba contento de algo o le había dado un dolor repentino de cabeza. Llevaba una chaqueta demasiado pequeña, los pantalones sólo le llegaban hasta encima de los tobillos y el cuello clerical parecía estar a punto de estrangularlo. El sombrero de teja, de ala ancha, rebajaba su figura gigantesca, y yo miré rápidamente a ver si era que de pronto había bajado de estatura y me sentí tranquilizado al ver aquellos zapatones que, según me dijo un primo, se llamaban No-Hay-Esa-Talla-en-Londres. Di un rápido vistazo final a su enorme trasero antes de que él volviera a enderezarse y la mano de la mujer desapareciera totalmente de la vista cuando él se la estrechó. Aquellas alternativas entre posibilidades sobrehumanas y una vestimenta corriente y demasiado pequeña me ponían nervioso, y hubiera preferido que fuera siempre vestido con la sotana y la casulla.
La posición favorita de Essay en todas las discusiones era la del abogado del diablo (lo llamaban S. A. por sus iniciales, je o Jefe de Escuela, o Está-Seguro era lo que lo llamaban sus amigos más cachondos). No sé por qué, pero había muy poca gente que lo llamara por su verdadero nombre y durante mucho tiempo me pregunté si de verdad lo tenía. No tardé mucho tiempo en introducirlo en mi conciencia sencillamente con el nombre de Essay, como uno de esos ejercicios de prosa cuidadosamente estilizados que siguen normas fijas de composición, son productos de la minuciosidad y la elegancia y se escriben con una caligrafía preciosa que sería la envidia de casi cualquier copista de cualquier época. El se sentía verdaderamente desesperado de haber engendrado un hijo que, desde un principio, mostró claramente que no había heredado en absoluto su letra. La misma elegancia exhibía en el atuendo. Sus modales a la mesa eran una fuente de asombro para madre, a quien por el contraste pronto atribuí el nombre de la Cristiana Salvaje. Cuando Essay diseccionaba un trozo de ñame, lo sopesaba cuidadosamente, se lo llevaba al plato, hacía una pausa, le daba la vuelta, cortaba un trozo y lo devolvía a la bandeja, y después iniciaba el mismo ritual con la carne y el estofado, ella meneaba la cabeza y preguntaba:
—¿Tanta importancia tiene un trocito más o menos?
Essay se limitaba a sonreír, procedía a masticar metódicamente, cortaba cada trozo de carne y de ñame como si fuera un ejercicio de geometría, levantaba un poco del estofado con el filo del cuchillo y lo trasladaba a la raja de ñame como si fuera un maestro albañil. Nunca bebía entre bocados, ni siquiera un sorbito. Sin embargo, cuando se ponía a discutir, en seguida, se ponía tan excitado que el librero, que era quien más chillaba de todos, con sus ojillos parpadeantes. Parecía que siempre le estuviera dando el sol en los ojos. El librero traía a casa aquel aura de gallinas de guinea, pavos, ovejas y cabras, animales todos que criaba en su extenso recinto. Constantemente había que salir a recoger las ovejas; o bien un visitante había dejado la puerta abierta por un descuido o aquellos tercos animales habían encontrado otra vez un hueco en las paredes de piedra y adobe. Era un hombre delgado y animado, y siempre proyectaba hacia adelante unos pómulos tensos como el cuero y puntuaba su discurso con gestos parecidos a los de un pájaro. Incluso cuando estaba más agresivo iba con la espalda encorvada y sus dedos se negaban a soltar la gorra de paño que, cuando salía, nunca se quitaba, quizá porque era completamente calvo. Podíamos distinguir su risa, aguda y rasposa, que revelaba unos huecos en la dentadura que, a fin de cuentas, le impartían a la cara el aspecto de una vieja silla de junco.
La mujer del librero era una de nuestras muchas madres; si lo hubiéramos sometido a votación, ella sería la primera de todas, incluida la de verdad. Era una belleza de aspecto bovino, piel negra como el azabache y una bondad inagotable, que sin embargo me metía ideas inquietantes en la cabeza, y todo por culpa de su marido. Al contrario que él, era muy grande, y a veces, cuando el librero desaparecía durante varios días, yo estaba seguro de que ella sencillamente se lo había tragado. Me sentía muy aliviado cuando veía la cabeza calva de él moverse animadamente por algún lugar de su casa o en la librería. De todas las mujeres que me llevaron a la espalda, ninguna era tan segura ni tan cómoda como la Sra. L. Tenía una espalda amplia, blanda y tranquilizante, que irradiaba el mismo reposo y la misma bondad que le habíamos observado en la cara.
Muchas veces nos quedábamos a dormir en casa del librero. La señora L. enviaba a una criada a informar en nuestra casa de que aquella noche nos quedaríamos a comer y a dormir en la suya, y se acabó. Cuando nos metíamos en líos nos echábamos a correr para ponernos tras ella, y ella nos protegía:
—No no, a quien hay que pegar es a mí…
La Cristiana Salvaje trataba de alcanzar por detrás de ella con el palo, pero la verdad es que ella era demasiado voluminosa. Salvo que el delito fuera especialmente grave, allí acababa el problema. Bukola, su hija única, no pertenecía a nuestro mundo. Cuando proyectábamos nuestras voces contra las paredes de la escuela de la Vicaría Baja y escuchábamos el eco desde muy lejos, a mí me parecía que Bukola era una de las residentes de aquel otro mundo donde la voz se veía atrapada, filtrada, vuelta a tejer y devuelta en copias cada vez menores. Permanecía en el mundo gracias a una serie de amuletos, pulseras, cascabelillos y anillos de cobre oscuro retorcido que la anclaban a tierra por los tobillos, los dedos, las muñecas y la cintura. Ella sabía que era una ábikú. Las dos diminutas cicatrices que tenía en la cara formaban también parte de las múltiples formas de anular las inducciones de sus compañeros del otro mundo. Como todos los ábikú, era un ser privilegiado, aparte. Sus padres no se atrevían a reñirla mucho tiempo ni muy en serio.
De pronto, volvía los ojos hacia dentro y no se le veían más que los blancos. Lo hacía por agradarnos siempre que se lo pedíamos. Tinu se apartaba, dispuesta a echarse a correr, pues no se sabe cómo preveía que iban a pasar cosas horribles. Yo le preguntaba a Bukola:
—¿Y puedes ver cuando haces eso con los ojos?
—Sólo la oscuridad.
—¿Te acuerdas de algo del otro mundo?
—No. Pero ahí es donde voy cuando caigo en trance.
—¿Puedes caer en trance ahora mismo?
Desde su distancia, bien a salvo, Tinu amenazaba con acusarme a nuestros padres si yo la alentaba. Bukola se limitaba a contestar que sí podía, pero únicamente si yo estaba seguro de que podía hacerla volver en sí.
Yo no estaba muy seguro de poder. Cuando la miraba, me preguntaba cómo se las arreglaba la señora L. con tamaño ser sobrenatural que moría, volvía a nacer, volvía a morir y seguía yendo y viniendo siempre que se le antojaba. Cuando nos paseábamos tintineaban los cascabeles que llevaba en los tobillos para alejar a sus amigos del otro mundo que no hacían más que darle la lata y decirle que fuera a reunirse con ellos.
—¿Es verdad que los oyes?
—Muchas veces.
—¿Qué dicen?
—Nada más que vaya a jugar con ellos.
—¿No tienen a nadie con quien jugar? ¿Por qué te molestan?
Ella se encogía de hombros. Yo me enfadaba. Después de todo, Bukola era nuestra propia compañera de juegos. Una vez tuve una idea:
—¿Por qué no los haces venir a ellos aquí? La próxima vez que te llamen los invitas a venir a jugar con nosotros en nuestro propio recinto.
Ella negó con la cabeza:
—No pueden.
—¿Por qué no?
—No pueden ir de un lado para otro como nosotros. Igual que tú tampoco puedes ir allí.
¡Qué raro era aquel ser privilegiado que, al contrario que Tinu y que yo, e incluso que sus amigos de aquel otro sitio, podía pasar fácilmente de una esfera a la otra! La vi una vez cuando cayó en trance, con los ojos vueltos del revés y los dientes apretados mientras se desmayaba. La señora L. no hacía más que gritar:
—¡Egbá mi, ara é ma ntutu! ¡Ara é ma ntu-tu! [¡Socorro, está quedándose helada!] —mientras le frotaba desesperadamente las extremidades para devolverla a la vida. El librero vino corriendo de la tienda por la puerta de comunicación y le abrió la boca a la fuerza. La criada ya había sacado un frasco del aparador, y los tres juntos le vertieron un líquido en la garganta. La abikú no recuperó la conciencia inmediatamente, pero al cabo de un rato advertí que el peligro había pasado. En la casa disminuyó la tensión, la pusieron en la cama y ella se relajó totalmente, con la cara invadida por una belleza que no era natural. Tinu y yo nos quedamos sentados a su lado, mirándola hasta que se despertó. Después su madre le hizo beber una sopa clara de pescado que había estado preparando mientras la niña dormía. Normalmente, todos comíamos del mismo cuenco, pero aquella vez la señora L. pasó algo de la sopa a un cazo más pequeño, al que después agregó un líquido espeso de otro frasco. Era turbio y tenía un olor penetrante. Mientras nosotros íbamos tomando nuestra sopa de un cuenco distinto, la señora L. echaba atrás la cabeza de su hija y le hacía beberse su propia sopa de un solo golpe. Era evidente que Bukola lo estaba esperando; se bebió su mejunje sin quejarse.
Después salimos a jugar. La crisis había pasado totalmente. Sin embargo, la señora L, insistió en que nos quedáramos en el recinto de ellos. Recordé a Bukola el trance en que había caído:
—¿Fueron tus otros compañeros de juegos los que te llamaron entonces?
—No me acuerdo.
—Pero puedes hacerlo siempre que quieres.
—Sí, sobre todo cuando mis padres hacen algo que fastidia. O la criada.
—Pero, ¿cómo lo haces?, ¿cómo es que lo consigues?Ya sé que primero se te ponen los ojos todos blancos…
—¿De verdad? Lo único que sé es que si… por ejemplo, si quiero algo y mi madre dice que no… no pasa todas las veces, no creáis, pero a veces mi padre y mi madre me niegan algo. Entonces, a lo mejor oigo que los otros amigos dicen: «Ya ves, no quieren que estés con ellos, eso es lo que te hemos estado diciendo». Dicen eso, y entonces me da la sensación de que quiero irme. De que de verdad quieroirme. Siempre digo a mis padres que me voy y me voy si no hacen tal o cual cosa. Si no la hacen, entonces voy y me desmayo.
—Y, ¿qué pasa si no vuelves?
—Pero siempre vuelvo.
Aquello me ponía nervioso. La señora L. era una mujer demasiado buena para cargar con una niña tan difícil. Sin embargo, sabíamos que no era cruel; los abikú eran así, no podían evitarlo. Pensé en todas las cosas que podía pedir Bukola, cosas que sus padres a lo mejor no se podían permitir.
—Imagínate que un día pides algo y no te lo pueden dar. Como el coche del Alake.
—Tienen que darme lo que les pida —insistió ella.
—Pero hay cosas que no pueden darte. Ni siquiera un rey lo tiene todo.
—La última vez que pasó no había pedido más que una saará. Mi padre me dijo que no. Dijo que hacía poco tiempo de la última, así que me desmayé. Me iba a ir de verdad.
Tinu protestó:
—Pero no se puede tener una saara todos los días.
—A mí no me hacen una saara todos los días —persistió Bukola—. Y la saara que pedí aquella vez no era para mí, era para mis amigos. Me dijeron que si no podía ir a jugar con ellos todavía, debería hacerles una saara. Se lo dije a mi madre y ella estaba de acuerdo, pero padre se negó. —Se encogió de hombros—. Eso es lo que pasa cuando los mayores no quieren comprender. Papá tuvo que matar una gallina más, porque tardé más que de costumbre en volver.
Por aquella cara oval y solemne se iban sucediendo los gestos de inocencia y los de autoridad mientras hablaba. La observé muy atento, preguntándome si estaba proyectando otra despedida. Por natural que pareciera todo aquello, también existía una vaga inquietud porque se trataba de un poder excesivo para que lo tuviera una niña sobre sus padres. Recordé todas las caras de los asistentes a la saara, los recorridos que hacían la comida y de las bebidas, las disputas repentinas que surgían mientras comíamos y las voces con que los mayores ponían paz; no parecía que había pasado nada raro. Había sido una saara como otra cualquiera. Estábamos sentados en grupos en esteras extendidas en el jardín, todos con trajes de fiesta, y Bukola llevaba un vestido especialmente bonito. Estaba comiendo en nuestra estera, del mismo plato, y no se le notaba nada de aquel otro mundo; desde luego, yo no la había visto dar comida en secreto a compañeros invisibles, y, sin embargo, la saara era para ellos.
A veces me preguntaba si el señor L. se refugiaba en nuestra casa para huir de la tiranía de aquella niña. Pese a lo aficionado que era padre a las discusiones, sobre cualquier tema del cielo o la tierra, era el librero quien generalmente prolongaba las polémicas hasta que estaba bien entrada la noche. Iba sacando las briznas al esqueleto de las discusiones con unas garras como las del halcón, no cedía en un ápice sino con la mayor renuencia, y sólo para volver a una posición que hacía tiempo había descartado o que había quedado desplazada por nuevos argumentos. Incluso yo me daba cuenta de aquello, y la paciencia exagerada con que hablaba Essay sólo servía para confirmarlo.
Y a veces sus discusiones tomaban un giro aterrador. Un día el librero, Fowokan, que era el subdirector de la escuela primaria, el catequista y otro de los amigos de Essay lo siguieron a casa desde la iglesia. A Osibo, el farmacéutico, le encantaba asistir a aquellas sesiones, pero participaba poco en ellas. Las voces los habían precedido desde hacía rato a la casa, estaban todos sumidos en un ardiente debate, hablaban todos al mismo tiempo y se negaban a reconocer ni una sola cosa. Aquello continuó mientras bebían botellas de cerveza caliente y bebidas refrescantes y agotaban las reservas de chin-chin y galletas de la Cristiana Salvaje, y continuó hasta la hora del almuerzo. Aunque madre meneaba la cabeza desesperada con «esos amigos de vuestro padre» y se preguntaba por qué él lograba tener siempre amigos tan aficionados a las discusiones y a la comida, era evidente que la Cristiana Salvaje disfrutaba con el papel que desempeñaba la casa del Jefe de Escuelas como centro intelectual de Aké y alrededores.
A media tarde repostaban su capacidad oratoria con té y bocadillos y pasteles para la polémica final, pues se acercaba la hora de los oficios vespertinos, y todos tenían que volver a sus casas a cambiarse de ropa. Generalmente era a esa hora cuando el padre de Bukola parecía correr más peligro. Las discusiones iban acercándose al enfrentamiento físico, y el librero, siempre el librero, estaba a punto de convertirse en el chivo expiatorio de algún desacuerdo. Mi lealtad hacia su mujer me creaba un dilema terrible. Me consideraba obligado a ir corriendo a advertirla de que su marido estaba a punto de ser vendido como esclavo, expulsado de Abeokuta, tirado de un aeroplano, defenestrado desde la torre de la iglesia, atado a un árbol en lo más profundo de la noche y a solas con espíritus del mal, enviado a una misión de investigación al infierno o a una misión de paz ante Hitler… lo que siempre era consecuencia peligrosa de una larga discusión y la única forma en que todos decidirían que se podía resolver. Aquel día, los amigos de hecho querían cortarle un brazo al señor L.
—De acuerdo, ¿le digo a Joseph que afile el machete?
La discusión había comenzado a partir del sermón de la mañana. Había recorrido cien caminos diferentes en momentos diferentes y, como de costumbre, los brazos gesticulantes del librero habían reanimado el debate cuando todos los argumentos se habían agotado. Ahora parecía a punto de perder un brazo. Sin embargo, se defendió. Siempre lo hacía.
—¿Os he dicho que mi brazo derecho me había sido ocasión de caer?
En medio de risas (y aquello era lo más raro, que siempre se echaban a reír), Essay llamó a Joseph para que trajera el machete.
El Sr. Fowokan intervino:
—O un hacha. Lo que esté más afilado.
El señor L. movió las manos agitadamente, con gestos todavía más desesperados:
—Esperad, esperad. ¿Os he dicho que el brazo me había sido ocasión de caer?
—¿Vas a decir ahora que están libre de pecado? —replicó el Catequista.
—No, pero, ¿quién puede decir con toda seguridad que fue mi mano la que cometió el pecado? Y, ¿qué brazo me vais a cortar, el izquierdo o el derecho?
—Bueno… —Mi padre reflexionó algo sobre el asunto—. Eres zurdo. De manera que lo más probable es que fuera tu mano izquierda la que cometió el pecado. ¡Joseph!
—No tan aprisa. Vamos a ver otra vez lo que dijo Dios… si tu mano derecha te es ocasión de caer… observad, ocasión de caer… no dice nada de cometer un pecado. Mi mano derecha puede cometer un pecado, o quizá sea la izquierda. Eso lo convierte en una ocasión de caer ante Dios. Pero no significa que yo haya caído. Es posible que Dios me considere caído, pero es a El a quien corresponde hacer lo que quiera.
Essay pareció escandalizarse.
—¿Vas a decir ahora que una caída ante Dios no debe considerarse como una caída ante el hombre? ¿Te niegas a ponerte de parte de Dios y en contra del pecado?
El librero tranquilizó rápidamente a Dios:
—No, no me hagas decir cosas que no he dicho. Nunca he dicho eso…
Todos de acuerdo exclamaron:
—¡Muy bien!, en tal caso no perdamos más tiempo.
Ya había llegado Joseph, que estaba esperando junto a la puerta. Mi padre tomó el machete y los otros agarraron al librero.
—¡Esperad, esperad! —rogó él. Yo me volví a Tinu, con la que estaba escuchando desde el rincón de la sala y le dije:
—Uno de los dos tendría que ir corriendo a buscar a la señora L. —Pero ella nunca se interesaba de verdad en aquellas conversaciones, de forma que no podía ver cuando llegaba una discusión a una fase peligrosa.
Essay probó el filo del machete con la punta del pulgar. El librero gritó:
—¡Pero os digo que no me han hecho caer la mano izquierda ni la derecha!
Mi padre suspiró:
—Hoy es domingo, el día de Dios. Imagínate que estás ante El. Eres su siervo, un ayudante respetable de su iglesia de San Pedro. Insistes en que las instrucciones de Cristo han de entenderse literalmente. Muy bien, ahora Dios te pregunta: ¿te ha sido ocasión de caer alguna vez tu mano derecha?, ¿sí o no?
Era el tipo de lenguaje que me daba todavía más miedo que la violencia que estaban a punto de infligir al librero. Mi padre tenía la costumbre de hablar como si tuviera relaciones de amistad personal con Dios. ¿Por qué, si no, sugerir que Dios iba a venir a nuestra salita sólo para perseguir al librero? Yo esperaba que en cualquier momento llegara un castigo mucho más terrible de lo que jamás pudiera experimentar el librero en aquel combate desigual.
Tinu se marchó a escondidas. El grupo de la salita estaba riéndose del librero, que luchaba furioso, especialmente con la voz. Las risas de los otros hacían que todo aquello resultara todavía más perverso. Essay avanzó un poco hacia adelante con el machete raspando el piso de cemento. El librero se soltó de repente, abrió la puerta de golpe y huyó. Con gritos de: «¡a por él! ¡a por él!» se dispersaron todos, pero no se olvidaron de volver la cabeza atrás para dar las gracias a la Cristiana Salvaje por el banquete dominical. Yo salí corriendo por el comedor y el patio de atrás hasta la puerta, a ver la persecución por los terrenos de la vicaría. Terminó donde se separaban los caminos, uno hacia el recinto del librero y el otro hacia la puerta de los terrenos, por la que los demás se dirigirían hacia sus propias casas. Sus risas resonaron en el recinto cuando se despidieron. Yo no aprecié en lo más mínimo su ligereza, pues me sentía demasiado hondamente agradecido porque la señora L. no tuviera ya que lidiar con un marido manco, además de aquella abikú tan voluntariosa. Autor: Wole Soyinka
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¡Bienvenido a tus años dorados, Jayvin Gravees!
¡Felicidades, Richi! Tu audición ha sido aceptada. Nos alegra mucho tenerte por aquí. Tienes 48 horas para mandar tu cuenta e incorporarte al roleplay. Esperamos disfrutes tu estancia y cualquier duda, estamos para servirte. ¡Gracias por tu interés!
moony.
{ NOTA: I luv u <3. }
→ PERSONAJE OC
✦ DATOS IC
DATOS PERSONALES
Nombre completo: Dante Jayvin Gravees.
Apodo: Jay.
FC: Axel Auriant.
Fecha de nacimiento: 24 de Marzo, 20 años.
Ocupación: Desempleado.
Padres: Desconocidos.
Hermanos: Desconocido.
Mascota: Ninguna.
Alianza: Civil neutral.
Frase con la que se identifica:
“And then I was left alone, with this pain and with this fear, it never left me.”
Historia de vida:
Aquel niño que apareció en las puertas de madera vieja de un orfanato olvidado por todos salvo por personas incapaces de cuidar de sus hijos, con una nota en la que se escribía su nombre, solo eso, el pequeño Jarvin Gravees no tuvo la oportunidad de conocer a sus padres ni otra cosa sobre una vida con familia, ese orfanato fue todo lo que conoció muchos años de vida con todo lo que eso conlleva, los maltratos, el ver a familias venir por los más pequeños y aun siendo él de esos, no lo tomaban a él, lo dejaban como si fuese apestado. Se pudo respetar su nombre pero una mujer del mismo sitio con mucho amor en su corazón le bautizo como Dante, y aunque sus nombres tenían significados muy distintos, esa mujer supo darle la compañía que un niño necesita, apreciando con todo su amor esa figura que imponía en él.
Le enseño a tocar un instrumento para hacer de sus tardes tristes no tan solitarias y con los años dejaban de ser tristes, aquel violín que jamás volvería a tocar cuando dejó el orfanato una mañana gris y fría, se dirigió a aquella tienda donde normalmente los niños iban a buscar cosas para las comidas y volvían pero en el trayecto algo más venía en esa canasta, una carta de una escuela dirigida a Dante, no le puso mucha atención la primera vez, pero llegó doble una tarde bajo sus zapatos y entonces pudo leer con atención, su vida en ese sitio terminaba y comenzaría otra cosa, algo más mágico.
Vida escolar:
La escuela le negó muchas cosas, incluso hizo de su información que solo uno de sus padres fue alumno de la misma escuela, jamás dijeron nombres o quienes fueron y este rasgo mestizó fue causa de muchas situaciones en las que el joven Jay empuñando su varita y tratando de volver los lapices de aquellos bravucones en gusanos, terminaba por no hacer nada parecido, la escuela no lo dejaba tomar clases con magia explicitamente, trató de sobresalir en los deportes pero jamás fue seleccionado a nada. Los clubes, las demás cosas en las que podía implicarse estaba en eso pero jamás había podido destacar incluso su nombre no aparecía en muchos sitios por ser apenas uno más sin relevancia. Lo que no era de su consentimiento era que la escuela trataba de cuidarlo, que su magia podía ser muy poderosa pero también era muy temperamental e inestable y era mejor tenerlo como bajo perfil que en el mundo muggle como una bomba de tiempo.
Vida actual:
Actualmente y tras salir de la escuela de magia sin realmente aportar su nombre a nada y con esta sensación de no saber que hacer con su vida ya que no sabía usar magia, tampoco sabía hacer algo realmente en el mundo donde creció y tampoco lo querían en aquellos trabajos del mundo mágico pues al menos la mayoría requerían que usase cierta destreza en algo respecto a su magia, pero esta no respondía muchas veces y como se vería a alguien sin poder usar magia en una tienda donde se vendían artículos de esta clase. Un desempleado más hasta saber a que dedicar su vida.
Personalidad:
Su personalidad fue antaño nerviosa y tímida, este niño creció con cosas nuevas cada año en toda clase de sentidos y se ponía nervioso con facilidad, ahora hoy día con toda su edad continuaba poniéndose nervioso cuando las cosas lo superaban o la gente tendía a ser más segura que él. Era bastante alegre cuando las cosas iban bien pero tendía a ser pesimista por naturaleza. Se encariñaba mucho con las cosas y las personas lo que lo tenía en una montaña rusa de emociones cuando la gente que conocía se iba o volvía. Casi toda la mayor parte del día se sentía solo, este sentimiento lo reforzaba la música de violin que tanto le gustaba escuchar cuando podía y donde fuese, le traía esta sensación de nostalgia de cuando era feliz y no sabía de nada en la vida sobre magia, peligros, criaturas que podían matarlo o el terror de no tener nada claro.
Tendía a enojarse muy poco pero la mayor parte del tiempo era esta expresión de no saber que hacer, le gustaba reírse y tener amigos aunque estos solían irse cuando llegaban personas mejores a las cuales Jay no podía acceder tan fácil. Le gusta mucho leer y disfruta mucho leer cuentos del mundo mágico, siente que sus padres si hubieran querido le hubiesen leído todos y cada uno de esos cuentos mil veces si es que el pequeño Jay quería, en su mente, no podía guardar rencor a nadie, pero esa traición de cuando alguien en quien debes confiar te miente, es algo que el chico no puede fácilmente asimilar.
Datos extras:
— Su magia es de las mas fuertes y la escuela lo supo, por eso trataron de enseñarle a controlarla pero fue más sencillo mantenerla apagada y dejar que se olvidase por que podía ser muy destructiva sobre todo para el propio Dante, así es como a un gran mago que pudo ser, por seguridad, se decidió negar toda oportunidad.
— Tiene un pequeño sueño en que le gustaría escribir libros para el mundo mágico o tocar el violín para alguna orquesta del mismo mundo, lo mismo para el mundo Muggle.
— Sus padres biológicos son de una familia importante sangre pura (Rowle), pero el chico cree que es mestizo y que su madre fue quien era la que venía a la escuela, de más niño, solía creer que su nombre era uno de aquellos que aparecen en la vitrina de algún trofeo y que era la mas hermosa.
Futuro: En el futuro el gran mago en que se convertiría, un día ese joven adulto tuvo que realizar un encantamiento lo bastante fuerte, su magia poderosa pudo con ello pero continuaba siendo temperamental y esta abandono su cuerpo estallando su varita en mil pedazos y con ello toda clase de errores uno tras otro borrando de toda existencia a este hombre. Se tiene como un trágico accidente de un mago más sin nombre ni apellido, uno más que en el mundo mágico encontraron un refugio pero que como muchos, no pudo contar toda su verdad. O al menos eso fue lo que apareció en un pequeño recuadro en el periódico casi sin tinta, sin importancia.
Estatus de Sangre: Mestizo (En realidad sangre pura).
CARACTERÍSTICAS MÁGICAS
Boggart: Una canasta moisés en medio de la nada, lloviendo, sin nota, sin nombre, y ese niño llora tan fuerte que parece lastimarse la garganta, pero nadie viene.
Patronus: Un mapache ladrón.
Varita: Pelo de cola de Threstral, madera de acacia, 24 cm, rígida.
Amortentia: Vino, chocolate y colonia suave.
Espejo de Oesed: Se ve a si mismo, de niño, de pequeño de la mano de una hermosa mujer que tira de su mano para cargarlo, a su lado viene un hombre alto que abraza ambos, pareciera que no lo soltarán nunca, que siempre es así, que esos adultos quieren mucho a este niño, que nada los separaría por nada del mundo.
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Quando penso al Belgio, penso a Bruges, sì perché per me Bruges è l’emblema del Belgio il luogo che mi è piaciuto di più di quelli visitati nelle Fiandre, il luogo che è valso da solo il viaggio, il luogo che vorrei rivedere, magari in un’altra stagione. L’ho visitata a Gennaio, era freddissimo! Mi ha colpita, per il suo animo romantico, perché è Medievale, perché è magica. Cittadina fiamminga ricca di fascino, dove si respirano atmosfere da fiaba, che sembra essere uscita da un dipinto per mano di un grande pittore, la sua allure è quella di altri tempi e passeggiando tra le stradine appare subito chiaro.
Scorci di Bruges
Non si resta indifferenti al fascino di Bruges. Il suo centro storico, che ha saputo conservare l’aspetto medioevale con i suoi palazzetti in mattoni, i campanili, i vecchi ponti, è patrimonio dell’Unesco; si sviluppa attorno ai due nuclei medioevali: Burg e Markt, dove si trovano i luoghi di maggior interesse.Bruges è definita la Venezia del nord per la presenza di corsi d’acqua, da Veneta, per me è molto diversa da Venezia ma ugualmente bella e va vista almeno una volta nella vita.
Bruges al tramonto
Attraversata da un dedalo di canali navigabili che si snodano tra le affascinanti architetture gotiche in un turbinio di pittoresche viuzze che collegano piazze incantevoli in cui si affacciano chiese in pietra e antichi palazzi. Quei corsi d’acqua tanto caratteristici a Bruges, che si attraversano grazie ai caratteristici ponti e agli archi in mattoni, dove non è raro vedere i cigni danzare.
Colori di Bruges
Bruges è una piccola cittadina che si visita tranquillamente in un week end e quindi vediamo cosa fare e vedere durante la vostra visita a Bruges.
Il cuore pulsante della città
Il giro a piedi non può non portavi in Grote Markt, la Piazza del Mercato, cuore pulsante della città, già commercio in epoca medioevale, indubbiamente oggi una delle prime tappe dei turisti. La piazza è circondata dalle caratteristiche case dalle guglie appuntite alcune colorate altre di mattoni, oggi sono occupate da ristoranti e locali, un tempo sono state sedi delle corporazioni e dai mercati generali, sin dal 1200; il mercoledì mattina è il giorno del mercato settimanale dove è possibile acquistare molti prodotti locali. Dalla seconda metà di novembre, il mercato si sposta in piazza Burg per lasciare spazio ai mercatini natalizi e alle piste di pattinaggio su ghiaccio. Bevete una birra belga per farvi coraggio e affrontate i 366 scalini della ripida scala che vi porta in cima all’imponente torre Belfort, ne vale la pena, godrete di un’incredibile vista della città e sui suoi dintorni.
Markt
Imboccate le viuzze laterali e fate un salto alla vicina piazza Burg altro luogo importante della città. Un tempo vi sorgeva il castello fortificato (burg) costruito per proteggere il centro abitato dagli attacchi dei Vichinghi. La piazza era il cuore amministrativo e religioso di Bruges e i prestigiosi edifici storici che la circondano ne sono la testimonianza. Noterete senza dubbio il municipio (Stadhuis), costruito tra il 1376 e il 1420, straordinario esempio di architettura gotica, con torrette e guglie, la facciata costellata di finestre meravigliosamente decorate, è il più antico palazzo dei Paesi Bassi. Capolavoro assoluto è la Sala Gotica con i suoi dipinti murali del tardo XIX secolo che illustrano gli eventi più importanti della storia di Bruges. Di fianco al Municipio troviamo Brugse Vrijv, dal 1795 al 1984 è stato il Tribunale della città, oggi Museo Storico e infatti ospita gli archivi di Bruges. Nella piazza anche la Cappella del Sacro Sangue. Dalla piazza potete partire per un giro turistico di Brugge in carrozza trainata da cavalli.
Burg
A spasso per Bruges
Perdetevi tra i vicoletti della città, luogo romantico per eccellenza, è piena zeppa di negozietti trendy, di botteghe enogastronomiche e di tantissimi negozi di artigianato, sono infatti un richiamo per il turista i maestri dell’artigianato locale, veri e propri artisti che nei loro negozi di design propongono pezzi unici dal design ultra moderno. Se non siete in vena di shopping, sarà già un divertimento ammirare e fotografare le bellissime vetrine. Scivolate su e giù per i ponti, in un fantastico sali scendi che offre prospettive interessanti e visuali magiche. Entrate nei tanti locali che propongono specialità locali dove non dovete mancare di assaggiare le buonissime birre belghe, magari una Trappista o una Lambic. Imperdibile una tappa golosa presso l’eccellente birrificio artigianale Brewery Bourgogne des Flandres, collocato in un palazzo d’epoca dal cui tetto si gode di uno dei panorami più suggestivi di tutta la città. Qui la birra potete accompagnarla da un’abbondante porzione di patatine fritte, altra specialità locale (esiste anche un museo dedicato alla patatina fritta, io non ci sono stata ma sembra essere davvero divertente).
La città vista dall’acqua
Non potrete dire di aver visto Bruges se non l’avete fatto dall’acqua, attraverso i suoi canali, solo così avrete un vista privilegiata di Bruges, da questa prospettiva è possibile scorgere le abitazioni più antiche della città, risalenti al XV secolo, ancora intatte, infatti la storia è stata particolarmente benevola con Bruges che non è stata minimamente toccata da guerre o altri disastri che hanno colpito ogni angolo di Europa. Dai canali, popolati da colonie di cigni, potrete scorgere giardini nascosti che spuntano tra dimore incantevoli, passare sotto ponticelli romantici e incrociare isolotti incantati. Il giro dura un’oretta e non è molto costoso.
Scorci di Bruges
Altri luoghi imperdibili a Bruges:
Beghinaggio
Una delle zone più celebri di Bruges è senza dubbio Beghinaggio, si tratta di un complesso di pittoreschi edifici, fondato da Margherita di Costantinopoli nel 1245. Un tempo ci vivevano le Beghine, donne che, rimaste vedove in conseguenza delle Crociate, temendo per la propria incolumità, erano solite riunirsi nei beghinaggi; le beghine non ci sono più dal 1928, ora ci abitano le suore benedettine. Il Beghinaggio di Bruges è costituito da trenta casette bianche, una chiesa e parco.
Beghinaggio
Minnewater
È un suggestivo lago canalizzato, per alcuni semplicemente l’ingresso alla città di Bruges, per gli altri, quelli dall’animo romantico, è l’angolo degli innamorati. Minne in olandese significa appunto amore. Si trova nei pressi del Begijnhof, è circondato da un bellissimo parco e attraversato da un suggestivo ponte risalente al 1720 che regala una vista spettacolare sui tetti di Bruges. È un luogo bucolico e rilassante, le sue splendide sponde sono gremite delle tipiche dimore fiamminghe. In tempi remoti, questo corso d’acqua aveva ben poco di poetico e infatti era il bacino dove navi provenienti da tutto il mondo noto anche dalla Russia, arrivavano con carichi di vino, spezie, lana e seta, per poi ripartire con il carico pieno di pregiato panno fiammingo. Il lago ospita una folta colonia di cigni, la cui presenza sulle rive del lago è legata a un’antica leggenda. Si narra, infatti, che nel 1488 fu giustiziato, per mano della la popolazione di Bruges, uno degli amministratori della città appartenenti alla Corte di Massimiliano d’Austria, l’imperatore punì i cittadini obbligandoli a popolare di cigni i laghi e i canali della città, per l’eternità, il cigno bianco era raffigurato nello stemma di famiglia dello sventurato.
Minnewater
Se amate i Musei
Il Museo di Groening, conosciuto anche come Museo Comunale delle Belle Arti, ospita una ricca collezione di opere d’arte dal XV al XX secolo, principalmente di artisti che hanno vissuto e lavorato a Bruges, è, infatti, scopo dell’esposizione: offrire un’interessante panoramica di sei secoli d’arte del Sud dei Paesi Bassi. Una ricca collezione di dipinti dei cosiddetti Primitivi Fiamminghi come Jan Van Eyck, Hans Memling, Gerard David e Hugo Van Der Goes, costituisce il nucleo principale della mostra permanente e, in particolar modo, una delle migliori collezioni di arte medioevale in Europa. Il museo ospita anche un’interessante sezione dedicata ai dipinti dei maestri del Rinascimento e del Barocco e i capolavori neoclassici del XVIII e XIX secolo. Per quanto riguarda i tempi moderni c’è a disposizione una raccolta di dipinti dell’espressionismo fiammingo e qualche opera di arte del dopoguerra. Il Museo Memling, si trova nel vecchio complesso ospedaliero di San Giovanni, quello che un tempo era il ricovero per malati, poveri e pellegrini di Bruges, oggi ospita un Museo Memling, il museo dell’ospedale e l’antica farmacia. Mobili, oggetti, archivi e strumenti medici, raccontano la secolare storia dell’ospedale e l’opera caritatevole delle sorelle e dei fratelli della congregazione del Sint-Janshospitaal che qui curavano i corpi e le anime. La cappella dell’Ospedale ospita sei dipinti di uno dei più noti maestri della pittura fiamminga, appunto Hans Memling che nel XV secolo ha vissuto e lavorato a Bruges.
Dove dormire a Bruges:
Vi consiglio Hotel Acacia, Korte Zilverstraat 5, nel centro storico di Bruges, molto carino, bellissime le aree comuni dal design moderno, offre una colazione ricca con prodotti di ottima qualità, inoltre è comodissimo a tutta la zona centrale, con un ottimo rapporto qualità prezzo. Non dispone di parcheggio ma si trova facilmente in zona. Io ho prenotato attraverso Booking.com
Dove mangiare a Bruges:
Ovviamente un spuntino potete farlo nei tanti localini sparsi per la città, fatevi guidare dal vostro intuito, dal vostri “fiuto”, ma per un pasto più sostanzioso e raffinato che potete concedervi la sera vi consiglio i due ristoranti nei quali sono stata, due ottime scelte:
DE BOTTELLIER, Jakobstraat, 63, Abbiamo trovato questo bistro quasi per caso mentre giravamo per Bruges, uno dei ristoranti più originali che abbia visto, molto particolare e, qui dentro, il tempo è praticamente un’ossessione, in senso positivo ad ogni angolo un’infinità di orologi e sveglie disposte ovunque con estrema originalità e gusto. L’atmosfera è intima, l’ambiente silenzioso, il cibo sublime con un’ottima carta vini. Volevamo tornarci anche la sera seguente, tanto eravamo rimasti contenti, ma era chiuso per turno. Gran cortesia e professionalità del titolare e, il che non guasta, ottimo rapporto qualità/prezzo per quanto mi riguarda.
LE CHEF ET MOI, Dijver 13 Altro ristorante di livello, per palati esigenti, ambiente elegante e raffinato e un’eccellente padrona di casa. Si trova lungo in canale, anche qui atmosfera silenziosa e pacata, il ristorante propone un menu di tre portate oppure un menu à la carte, la scelta del vino non manca.
Non vi resta che programmare un week end romantico, ma anche con qualche amica o amico. Buon viaggio!
Un week end a Bruges: magnifica e sorprendente Quando penso al Belgio, penso a Bruges, sì perché per me Bruges è l’emblema del Belgio il luogo che mi è piaciuto di più di quelli visitati nelle Fiandre, il luogo che è valso da solo il viaggio, il luogo che vorrei rivedere, magari in un’altra stagione.
#bruges#cosa fare a Bruges#cosa vedere a Bruges#dove dormire a Bruges#dove mangiare a Bruges#viaggio nelle Fiandre#visit belgio#visit bruges#week end a Bruges
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En moto hasta las puertas de la Basílica San José de Flores
Marcelo Hidalgo Sola nos lleva a visitar en el barrio de Flores, la Plaza principal y la histórica Basílica en donde el Papa Francisco descubrió su vocación a la vida religiosa.
El camino Real o de los Reinos de Arriba, es hoy la calle Rivadavia, y por ella emprendemos la marcha en moto con el grupo de los moto kulturals para dirigirnos a la Plaza Flores y conocer la Basílica. En los tiempos de la colonia, este camino hoy avenida, era el paso obligado de las carretas que se dirigían hacia Chile o al Alto Perú, y en sus orillas se fue asentando el primitivo poblado, que se extendía hacia “la pampa” en quintas y chacras.
San José de Flores tiene nombre compuesto. El término Flores alude al apellido de Juan Diego, dueño de las tierras de la zona a fines del siglo XVII, y al de su hijo adoptivo que, junto a Antonio Millán, diseñó el trazado del pueblo. San José, en cambio, alude al patrono elegido para velar por la primera capilla del lugar.
Los datos históricos constatan que hacia 1811 el nombre de San José de Flores aparecía en las documentaciones designando al partido que comprendía a los barrios actuales del oeste porteño; y que en 1807, junto a la iglesia funcionó el primer cementerio del barrio. Hoy la calle Rivera Indarte se alza sobre este antiguo camposanto.
Flores también fue eje de la primera línea de ferrocarril en el año 1857. La Compagnie du Chemin de Fer de L’ Quest , incluyó la zona para apostar la estación del mismo nombre : Flores, dentro del conjunto de las seis que conformaban la línea: El Parque (actual Plaza Lavalle), Once de septiembre, Almagro, Caballito, y Floresta. Este fácil acceso que permitía el ferrocarril desde Buenos Aires afianzó al barrio –explica Marcelo Hidalgo Sola– como una villa distinguida y veraniega en sus orígenes
Plaza Flores
La plaza Flores es hoy una plaza trajinada, el bullicio permanente la asemeja a una avenida, más que a una plaza, sin embargo los antiguos bancos invitan a los transeúntes al descanso. Mientras las motos esperan sosegadas a la sombra del estacionamiento, bien cuidadas, los moto kultural recorremos la plaza con detenimiento. Un compañero que oficia de guía de turismo, nos cuenta que el nombre correcto es Plaza General Martín de Pueyrredón y que, en su orígenes fue un potrero, también estacionamiento de las carretas, sitio de fusilamientos políticos en el año 1932 y en muchas ocasiones lugar de celebración de fechas patrias.
El principal monumento que se vislumbra entre acacias, sauces y algarrobos es obra del escultor Rafael Hernández y está dedicado al general Pueyrredón. También se encuentran otras obras de arte para detenerse y admirar: Las tres gracias, realizada en cemento, de Alberto Balietti; Contraviento, hecha del mismo material por el artista Pietro Antonuccio; Canción, de Enrique Suárez Marsal, y La espera, de Francisco Reyes.
La basílica
Frente a la plaza tenemos la vista en primer plano de la Basílica San José de Flores. La historia cuenta que en el año 1800, era apenas una capilla de ladrillo, barro y paja, la que ocupaba este espacio. Treinta años después la iglesia adquirió una nueva fisonomía con campanario, reloj, cuatro columnas y una cúpula. La iglesia cuyos planos fueron elaborados por el ingeniero Felipe Senillosa, se inauguró el 11 de diciembre de 1831 con festejos populares que se prolongaron durante toda una semana.
En abril de 1878 se encara la construcción de un nuevo templo, ya que por su capacidad el edificio de 1831, no alcanzaba para albergar ya a todos los parroquianos y por otro lado desencajaba con las residencias de categoría pertenecientes a las familias adineradas que eran vecinas de la zona en ese entonces.
En 1879, un 4 de mayo, se colocó la piedra fundamental del nuevo templo, y dos meses más tarde cuando sus arquitectos Benito Panunzi y Emilio Lombardo finalizaron los planos, ellos mismo pusieron los primeros ladrillos de la futura basílica. El 18 de febrero de 1883, luego de 3 años y 9 meses, la actual Iglesia de San José de Flores fue inaugurada y bendecida, en medio de una gran celebración popular.
Fue elevada a basílica menor, el 20 de enero de 1912 por el papa Pio X y en 1916, el 1ero de julio, la Basílica fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús. El 28 de octubre de 1956, la imagen de San José que preside el altar mayor del templo, recibió la coronación pontificia, por especial distinción del papa Pio XII.
La iglesia es muy especial para el actual Papa Francisco ya que es la iglesia de su infancia y de su juventud. Aquí a los 17 años mientras realizaba una confesión regular con un sacerdote, sintió el llamado a su vocación religiosa. Hoy en el confesionario donde recibió la inspiración de dedicarse al sacerdocio, hay una placa que relata y recuerda este acontecimiento que ocurrió el día que se celebra la primavera, un 21 de septiembre de 1953. El Papa Francisco en honor a San José, decidió comenzar su pontificado un 19 de marzo fecha en que la Iglesia celebra a este querido santo, quien fuera el padre de Jesús y esposo de la Virgen María.
Francisco mantiene lazos afectivos especiales con su barrio natal al punto que, cuando la posibilidad de un cambio de domicilio hacia el Vaticano era algo remoto, ya había previsto que allí pasaría sus noches después de jubilarse como obispo. Su lugar sería la habitación 13 del Hogar Sacerdotal Monseñor Mariano Espinosa, ubicado en Condarco 581.
En esa casa vivió Francisco cuando fue vicario de Flores. Sobre la habitación elegida, había dicho: “Prefiero que no sea en la planta alta. No quiero estar por encima de nadie; no, mejor abajo”, dijo en el momento en que le indicaban en que habitación debía alojarse.
El barrio de Flores hoy, es un enclave popular lleno de la más rica historia. Sus parques, plazas y monumentos son pasados por alto por la mayor parte de los agitados transeúntes. Por ello, de a poco, con los paseos urbanos en moto, queremos ir descubriendo tesoros y maravillas de nuestra historia para mantenerla viva y latente en el corazón de nuestros lectores.
Originally published at on https://viajeenmoto.com.ar May 18, 2022.
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Explosión en edificio en alcaldía Benito Juárez, hay al menos 3 heridos
Usuarios en redes comparten fotografías de la explosión en edificio sobre Avenida Coyoacán entre Amores y Avenida Universidad, alcaldía Benito Juárez Al menos 3 heridos dejó la explosión por acumulación de gas dentro de un edificio ubicado en el número 1900 de avenida Coyoacán y Amores en la colonia Acacias en la alcaldía Benito Juárez. Ambulancias y bomberos laboran en el lugar.
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ACACIAS IV BENIDORM -ACOSO Y MALTRATO PROPIETARIA POR DESTAPAR IRREGULARIDADES DELICTIVAS ENTRE ADMINISTRADORES, PRESIDENTAS Y CAMARILLA - V
HASTA LA FECHA – DURANTE AÑOS LLENAN EL PATIO DE ENTRADA A MI DOMICILIO DE CONTENEDORES DE OBRA.
Yo vivo en planta baja, en el patio trasero del edificio. En él se encuentra también la vivienda del portero, la guardería Nanets del ayuntamiento y un almacén de encurtidos.
Para no pedir permiso de obra ni pagar tasas al ayuntamiento algunos propietarios dejan allí los contenedores, ya que no se divisan desde la calle, con lo que llenan de basura, ruidos, olores, bichos, etc. mi casa y las otras. Se hace caso omiso de mis protestas.
Video de más de 40 cucarachas que entraron por debajo de mi puerta de resultas de los escombros de los contenedores
youtube
También he tenido colonias de ratones llegados a mi casa por el mismo método, que han devorado todo lo que han encontrado comestible a su paso.
Según LPH y estatutos este patio es comunal y no se pueden realizar actividades que perjudiquen a ningún propietario.
Ni caso, lo continúan haciéndolo hasta la fecha a pesar de que hay dos letreros en el patio prohibiéndolo.
No hace falta decir que tengo todos los videos de los juicios, audios de las juntas, documentos, certificados, fotografías, requerimientos y actas notariales, etc. de todo lo narrado aquí y de bastantes más asuntos no reflejados por falta de espacio.
Este es el sistema para AMEDRENTAR, ESPANTAR Y ABORREGAR a los propietarios; a los que se dejen, claro. Así estamos en este país.
Desgraciadamente no solo estos graves incidentes ocurren aquí, es algo bastante extendido y no solo en esta ciudad. Principalmente en los edificios de gran tamaño donde se mueve bastante dinero.
ESTO ES ACOSO Y MALTRATO PURO Y DURO CONSECUENCIA DE HABERME ATREVIDO A DENUNCIAR LAS IRREGULARIDADES QUE SE VENIAN PERPETRANDO EN ESTE EDIFICIO DESDE HACE AÑOS,
Los disparates, calumnias, difamaciones, etc. dedicados a otros propietarios pero especialmente a mi persona, los han reflejado en las actas de las juntas que buzonean (presuntamente falsas ya que no son fotocopias fidedignas del libro de actas, ni están selladas ni foliadas). Las ULTIMAS JUNTAS son presuntamente ilegales e ilegítimas ya que han sido celebradas en cascada a partir de la convocada por el administrador EUGENIO CORRAL MORAL que estaba despedido por irregularidades graves y que no quiso aceptar el despido hasta que se vio obligado por sentencia judicial. Como consecuencia de las juntas ilegales convocadas por este individuo y los cargos adjudicados ilegítimamente a miembros de la camarilla se atrevieron estos a querellarse, usurpando funciones, contra la presidenta legal, Se hicieron con el edificio y no ha habido manera de poder ver, ni por requerimiento notarial, el texto de la querella, la sentencia final, ni ninguna documentación al respecto.
Infinidad de gente, neuralmente yerma, cree que se haga lo que se haga, todo se lo lleva el viento y al día siguiente pelillos a la mar. Grave equivocación, la vida siempre se cobra, lo hechos quedan troquelados para siempre en el tiempo y uno es responsable para la eternidad. El mejor escarmiento es difundir los hechos; ¡que se sepa! sobre todo cuando no se tiene ni la menor intención de rectificar.
B.Aramburu
POR FAVOR, PASENLO !!
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Reconstruyen banqueta de la calle Acacia
Reconstruyen banqueta de la calle Acacia
En la colonia Paseos del Bosque Para dar mayor seguridad a peatones Zamora, Mich.- Con la intención de ofrecer mayor seguridad a los peatones y atender de forma puntual la gestión realizada por la Diputada Tere Mora, el Gobierno Municipal realiza la reconstrucción de aproximadamente 40 metros lineales de banqueta en la calle Acacia casi esquina con Avenida del Bosque, de la colonia Paseos del…
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Exploción en alcaldía Benito Juárez, CDMX
Exploción en alcaldía Benito Juárez, CDMX
Al menos 3 heridos dejó la explosión por acumulación de gas dentro de un edificio ubicado en el número 1900 de avenida Coyoacán y Amores en la colonia Acacias en la alcaldía Benito Juárez. Ambulancias y bomberos laboran en el lugar. #CDMX
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🏢 *ALQUILERES RESIDENCIALES* 💎 ✔️ *Palaima* 100$ ✔️ *La Colonia* 850$ NEGOCIABLE ✔️ *Acuarelas del sol* 250$ NEGOCIABLES 🏦 *ALQUILERES COMERCIALES* 💎 ✔️Local en *tierra negra* 80m2 160$ 🏦 *VENTA COMERCIALES* 💎 ✔️ *Centro Comercial (Circv. 2) con 8 locales Comerciales* 170.000$ 🏘 *TOWNHOUSES EN VENTA* 💎 ✔️ *Caminos del doral* 51.000$ ✔️ *Acuarelas del sol* 26.500$ ✔️ *Acuarelas del sol* 31.600$ ✔️ *El Bosque* 35.000$ 🏡 *CASAS EN VENTA* 💎 ✔️ *Irama* 39.000 ✔️ *La Trinidad* 23.000$ ✔️ *Mara Norte* 16.500$ ✔️ *Santa María* 75.000$ ✔️ *El Gaitero* 12.000$ ✔️ *Los Modines* 16.000$ ✔️ *Los Puertos* 3.500$ 🏢 *APARTAMENTO EN VENTA* 💎 ✔️ *Las Acacias* 10.000$ #apartamentoenventa #apartamentoenalquiler #casaenventa #casaenalquile #vender #alquilar #comprar #contactame #relax #sueño #business #sale #forsale #hogar #excelente #inversion #oportunidad #followen #realestate #broker #ofertas #oportunidad #exclusiva #maracaibo #asesorinmobiliario #realtor #rentahouse #compromisosgaby #inmueblesgaby #mariagabriela #renta WhatsApp +58 04146379025 @inmueblesgaby [email protected] (en Maracaibo Edo. Zulia .venezuela) https://www.instagram.com/p/CIrTY9ll2Gy/?igshid=7pnq5c18m889
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Tutti i benefici dei prodotti delle api
Tutti benefici dei prodotti delle api
I prodotti delle api sono una risorsa di benessere è bene conoscerli e consumarli in alcuni periodi dell'anno. È sorprendente che una creatura piccola come un'ape possa svolgere un ruolo così vitale nell'equilibrio delnostro pianeta. Molte delle cose che diamo per scontate semplicemente non sarebbero possibili senza il duro lavoro di queste creature.Senza api, circa i tre quarti di piante che producono il 90% delle colture alimentari non sarebbero impollinate. Le api sono fondamentali per la nutrizione dell'interopianeta e per il benessere delle economie agricole. Oltre ad essere necessarie per la produzione di cibo, le api ci donano meravigliose fonti di nutrizione ed energia, di cui l'uomo beneficia sin dall'alba dei tempi. Gli antichi egizi, assiri, greci e romani usavano il miele come cibo e rimedio naturale per ferite e ustioni. Gli egizi veneravano così tanto questa sostanza da offrirla in sacrificio alle divinità. Arriviamo fino ai nostri giorni, dove l'uomo continua a raccogliere il miele insieme ad altre meraviglie naturali dell'alveare, tra cui propoli, pappa reale e polline d'api.
Miele molto di più di un dolcificante naturale
Le api producono il miele raccogliendo nettare dolce dai fiori e trasportandolo fino all'alveare. All'interno dell'alveare, questo nettare viene consumato, digerito e rigurgitato per creare il miele. Il miele viene poi conservato come cibo dalle api. Il sapore e il colore del miele possono variare notevolmente in base alla regione in cui è stato raccolto il nettare e ai tipi di fiori; contiene vitamine e minerali ed è ricco di composti vegetali bioattivi. Uno studio condotto dall'Università dell'Illinois e pubblicato su Science Daily dimostra che il miele più scuro può avere più benefici rispetto al miele più chiaro, in base alle colture da cui le api raccolgono il nettare. Il miele di alta qualità può contenere importanti antiossidanti come composti fenolici e flavonoidi. Gli studi hanno dimostrato che gli antiossidanti giocano un ruolo fondamentale per il benessere del cuore, per una pelle sana e hanno benefici anti-età. È importante ricordare che il miele di alta qualità è molto più ricco di composti vegetali benefici e antiossidanti. Alcune marche a basso costo e di scarsa qualità aggiungono al miele sciroppi lavorati che non hanno lo stesso valore nutrizionale.
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La propoli e le sue proprietà benefiche
La propoli è un composto simile alla resina che le api usano per costruire i loro alveari. Deriva dai germogli delle conifere e ha proprietà che combattono batteri, funghi e virus. Queste proprietà protettive naturali aiutano a mantenere l'alveare libero da pericoli che potrebbero minacciare la salute della colonia. In effetti, è stato dimostrato che la propoli ha oltre 300 composti naturali tra cui aminoacidi, polifenoli e altre sostanze benefiche.La propoli è stata consumata dall'uomo per migliaia di anni, nell'antichità dai greci e dagli assiri che ne avevano riconosciuto le proprietà benefiche. La propoli delle api contiene flavonoidi, lo stesso tipo di nutrizione trovato in frutta e verdura, che può aiutare a sostenere il corpo e le sue difese naturali.
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Un superalimento: il polline
Le api producono il polline con una miscela di polline di fiori, enzimi, nettare, miele, cera e secrezioni. Il polline raccolto dalle piante viene trasportato all'alveare, dove viene miscelato con altre sostanze e conservato come alimento per la colonia. Il polline d'api è sempre di più un elemento di studio per la scienza, soprattutto per le sue proprietà benefiche sulla salute dell'uomo. Contiene centinaia di composti attivi tra cui nutrienti, aminoacidi, proteine, antiossidanti e lipidi. I livelli di queste sostanze attive variano a seconda del tipo di pianta da cui è stato raccolto il polline, così come la stagione in cui è stato raccolto.
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La pappa reale
Le api producono questa sostanza gelatinosa per nutrire le larve nei primi giorni dopo la schiusa. Tuttavia, la pappa reale deve il suo nome al fatto che è il cibo esclusivo dell'ape regina. L'ape regina può essere produttiva fino a due o tre anni, mentre le api operaie vivono solo una media di sei settimane. Si pensa che il segreto della sua longevità risieda proprio nella pappa reale, che contiene un acido grasso unico chiamato 10-HDA, ampiamente studiato dagli scienziati che cercano di determinare quali benefici per la salute potrebbe fornire all'uomo. Credono che possa avere benefici anti-invecchiamento e promuovere una sana funzione cognitiva, ma sono necessarie ulteriori ricerche per confermarlo. L'uso della pappa reale risale ai tempi antichi e rimane popolare oggi, utilizzato in cosmetica, come alimento e come integratore alimentare.
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