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Cartas a mi psiquiatra
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Un breve recuento del amor y desamor que me cambió para siempre, y me tiene al borde de la locura.
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Antes de dormir.
Dicen...
Dicen que eres de quien te acuerdas a las 3 de la madrugada.
No me puedo sacar la idea de que disfruto mucho de mi soledad. Ya me acostumbré al monólogo constante que tengo dentro de mi cabeza, cada vez que un pensamiento trascendental se me pasa por la mente. Es inevitable, y más que acostumbrarme, creo que he llegado a disfrutarlo
¿Estaré recuperando mi vida de las manos de J.? ¿O es su vacío hablando desde mi pecho?
Dicen que eres de quien te acuerdas a las 3 de la madrugada...
Debería estar durmiendo.
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Ayuda.
Conversando con F.
- Nadie será feliz por ti, y la ansiedad de la inmediatez te esta consumiendo. Leo cierto aire a querer la respuesta para la felicidad casi mágica, y eso no existe, nadie nadie puede decirte como mágicamente ser plena. Se que me entiendes la idea. Debes vivir tu duelo, dejar que las cosas pasen. No te cuestiones lo que deberías sentir. La vida es más que los recuerdos de un amor finito. Dale el espacio que tiene J. en tu mente, y déjalo reposar ahí.
- Me da miedo. Me da miedo desconectarme completamente de él. Me da miedo eliminarlo de las redes sociales. Debo admitir, que sería perderlo por tercera vez. 
- ¿Por qué por tercera?
- La primera, el día que fue a mi pieza en la pensión, entre navidad y año nuevo, para decirme finalmente que yo tenía razón. Que no estaba loca, y que algo de entro de él si se fue apagando de a poco con el pasar de los días, y que creía que lo mejor y más sano era terminar. La segunda, cuando después de tres semanas pedí hablar con él, de nuevo, para aclarar mis dudas, para saber el motivo de su partida. Ya te conté que me dijo que yo no había sido el problema.
- Lo recuerdo. Fue el típico ‘no eres tú, soy yo’. Pero debes entender que es bipolar.
- Lo sé, pero pensé que ese podía ser el motivo, algún cambio de ánimo repentino que lo hizo desenamorarse, pero que podría entrar en razón en cierto momento y volver a mi.
- No lo sé, C.
- Bueno, y por tercera, sería eliminarlo de mis redes sociales. No tener su foto ahí para psicopatear día a día, saber en que está. Se que mi estado de ánimo no puede depender de lo que él haga o no haga, pero mi ansiedad disminuye considerablemente si veo sus perfiles y me doy cuenta que no hay novedad. Y me da miedo avanzar. Me da miedo avanzar, y creer estar bien, y de repente que él vuelva a mi vida y me vaya a la chucha, que lo que creía reconstruido se desarme de un momento a otro. 
- ¿Estás pensando en él con la intención o la esperanza de que él vuelva contigo algún día?
- No. Pero no sé. Basta con que alguien me diga que se casó, o que está con otra. Me iría a la verga, F. 
-  Ya son personas totalmente independientes, sin ninguna conexión, que merecen avanzar. El no es tuyo.
- Pero es que...
-  ¿Te das cuenta que vives en un mundo falso? En un algo que no existe. Te preocupas de lo que puede pasar, de las infinitas posibilidades, de los intrincados caminos, dificultades y explicaciones que pueden pasar alguna vez en la existencia humana,y por otro lado te centras en lo que pasó, en como lo que tanto te gusta se fue. Esas cosas no existen: ya fueron o serán. No puedes, no debes, no tienes, no necesitas vivir en un mundo falso del futuro o del pasado, porque pierdes todo tu presente. Estás perdida y casi paralizada por lo que puede pasar. No tiene sentido, no es racional. De todas formas, sabemos que la base de todos estos sentimientos, casi compulsiones, son irracionales, más bien de la amígdala, pero tenemos un solo cerebro. Haz que tu corteza le haga entender a tu amigada. No intentes ser feliz:se feliz. Hay un mundo ahí afuera que espera por ser descubierto, y no necesitas de nadie más que tus ojos para verlo y sentirlo, se feliz con algo simple como el olor a tostadas por la mañana.
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Cartas a mi psiquiatra.
Segunda parte
“Hola C.
El espacio que ocupa J. en tu cabeza y en tu corazón, no lo va a ocupar nunca nadie más. Las próximas personas que lleguen a tu vida, sólo se acomodarán a su alrededor, pero jamás podrán reemplazarlo.  Estoy seguro que muchas personas te habrán dicho ya que ‘todo estará bien’, que ‘va a pasar’, y debes estar aburrida de escucharlo, pero es la pura y santa verdad. Lo que la gente no sabe, es el espacio de felicidad que viviste con J. que tanto te duele dejar. Pero debes procurar seguir desarrollándote y cuidándote a ti misma. Quién sabe. En una de esas viene alguien mejor a tu vida. No dejes que la oportunidad se vaya
Cariños, y me escribes cualquier cosa
Atte El Doctor”.
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Adiós.
Es difícil contar las miles de maneras que morí por dentro el día que se fue. Nada ni nadie me podría haber preparado para algo tan...catastrófico. 
Pasé un par de semanas, por no decir ‘varias’, preguntándome qué era lo que andaba mal. Algo en mi intuición me gritaba que las cosas no andaban bien, pero a veces parecían estar perfectamente. Mi cabeza dio vueltas, y divagaba entre teorías conspirativas para aclarar que era lo que pasaba ¿Seré yo, señor? ¿algo realmente anda mal? Pero es mi alma gemela, es el amor de mi vida, es perfecto, y soy perfecta para él, como ha de ser posible. 
Pero lo fue. 
Se encontraba distante, y aquellos microdetalles que solía tener conmigo se fueron perdiendo con los días, con las horas. No pedía verme, no me tocaba. Incluso hubo un incidente en el que sus ojos denotaban franca molestia, cuando logró devolverme un pinche que yo solía dejar en su escritorio -marcando mi territorio-. Después de eso sólo atiné a llorar. 
Las señales estaban claras, pero algo dentro mío no quería convencerse de que algo tan perfecto se estuviera yendo a la verga, aunque en mi fuero interno -muy interno- siempre supe que no ibamos a durar. 
Más de alguna vez le comenté acerca del libro ‘la tregua’, de Benedetti. De como la vida de un hombre había pasado de ser sombría a ser francamente feliz, el día que conoció a una chica: Avellaneda. Siempre pensé, incluso en los momentos de mayor felicidad, que J. iba a ser mi Avellaneda (en una actitud derechamente fatalista de mi parte). Pero así lo fue. 
Estoy segura de sus sentimientos. Confío plenamente en él y su sinceridad, y se que los momentos buenos que pasamos juntos fueron ciertos, y que realmente me quiso. Realmente me amó. Realmente había sentimiento detrás de cada detalle, de cada regalo, de cada post it, de cada pieza de origami que me regalaba. Había cariño detrás de cada historia que me contaba, de toda foto que me mostraba, y de cada video que me enseñaba.  Era calor real detrás de cada beso.  Dios. Aún puedo sentir el calor de sus manos, y el como penetraba mi piel. Aunque, para ser sincera, eso pasaba con sólo mirarme. 
Ni él ni yo sabremos cómo fue que dejó de quererme. Cómo fue que se le acabó el amor. Hasta yo se que los sentimientos no son algo que puedas simplemente prender y apagar, pero algo dentro de él murió, y me fui de su pecho, de su futuro, de sus expectativas, de sus días, de sus sueños, de sus horas. Mi presencia se esfumó de entre sus manos, y ahora estoy en el aire. 
Dios.
Mierda.
Escribo y se me humedecen los ojos. Porque me da pena.  Cómo no me va a dar pena, si fui tan feliz a tu lado. Como nunca lo fui, jamás, y aún, dos meses después, hay una parte de mi que se niega a dejarte ir.
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No puedes permitir que tu estado de ánimo dependa de alguien...
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We were never meant for each other But I’m glad that even for a sheer moment It felt like we were.
J.DG (via iamjomaried)
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Alto al fuego
Aquí vamos
Aún recuerdo los mensajes de whatsapp que nos mandábamos, él estando en su pieza, y yo arriba en la mía. Eran estúpidos, y tiernos, y llenos de indirectas que ninguno de los dos nunca se quiso creer. Él siempre ha sido amigable con las chicas, y simplemente pensé que yo era alguien más del montón, y que me pasaba rollos en mi cabeza. (Soy bastante buena para eso, because anxiety). Sin querer me encontré preocupándome más de lo usual por él. Le compraba remedios cuando se enfermaba, le preguntaba cómo estaba. Él me hablaba en horarios inusuales, del día y de la noche, y hasta concertamos horarios para mirar películas juntos. Como ya había decidido que me gustaba, decidí dar el primer paso, y decirle que miremos una película.
Fue después de un fin de semana, un lunes en la noche, donde fui a su pieza a mirar películas. SI no me equivoco era una de una inteligencia artificial.  Él estaba tendido en su cama, y yo sentada -siempre tuvo problemas a la espalda-, y jugamos con un gel. Me comentó cuanto odiaba las sensaciones cremosas en la piel, y aproveché el punto débil para molestarlo. Eran, creo, las 3 de la mañana. Sin querer puso el gel en su espalda, y sólo atine a abrazarlo, y recostar mi cabeza en su estómago mientras mis mejillas se inyectaban de sangre, y me aferraba con ambas manos a su chaleco color musgo. Sentía los latidos de su corazón, y recuerdo como me abrazó de vuelta.
-Tienes que contarme tu sueño. 
Quedé muda.  Lo había olvidado. Había tenido un sueño con él, donde pasaba de todo, y me había negado a especificar el contenido, o más bien, los detalles. Me insistió tanto.  Me miraba con esos ojos claros, que lograba penetrarme el alma. Se acercó y me dio un beso en la mejilla. Me sonrojé y sentí como mi corazón latía tan fuerte que sentí que iba a quebrar mi esternón. Se acercó, y me dio un beso en la otra mejilla.  No se si yo era muy estúpida, o muy inocente, o muy insegura, pero en ese momento aún creía que podría rechazarme si le revelaba que el sueño era que nos besábamos.
Desistió. 
Fue mi detonante.
-Soñé que nos besábamos, ¿contento? 
Me dijo: ah.
Me indigné
-¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Me tuviste aquí como veinte minutos para sacarme una verdad y es todo lo que vas a decir?
- Bueno, es que ... ¿cómo besaba?
Me sonrojé
- Era un sueño...supongo que bien
Se acercó a mi, y me besó en la boca, y sentí como cada fibra de mi ser se derretía. Estoy segura que todos mis sistemas dejaron de funcionar por un instante, y me robó el aliento.
Tiritaba. Me sonrojaba. Casi me pongo a llorar. 
Estas cosas no me pasan a mi, pensé.
Todo lo que vino después de ese beso, todo lo que desencadenó en mi cuerpo, en mi mente, y el como cambió mi vida en tan poco tiempo, me hizo pensar que era demasiado. Demasiado bueno para ser verdad.
Estas cosas no le pasan a la gente como yo, es inverosímil.
Y en parte, estaba en lo cierto. 
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Punto de quiebre
Cómo lo noté
Me di cuenta que me había enamorado de J. una vez que lo vi muy triste. En la hora de la once no comió casi nada, y se levantó cabizbajo para dirigirse en silencio a su pieza.  Esperé unos momentos, y con una excusa estúpida le dije a la tía que iría a la casa de atrás. Mi intención era ver qué ocurría.  Llegué a su pieza, y escuché silencio. Como soy bastante hipoacúsica, por no decir que no escucho una mierda, apoyé mi oreja sobre la madera, y lo sentí.
Sus sollozos. 
Toqué suavemente la puerta, en son de pregunta y no de orden, pero no escuchó. Volví a hacerlo, hasta que los sollozos pararon, y sentí como la puerta se abría, para dar paso a una pieza de color rojo. - Así es, había pintado bombillas de múltiples colores, y la de ese día era rojo-.  Se tendió en su cama, en la misma posición fetal en la que seguramente estaba antes de que yo llegara, y me tendí a su lado. Tomaba su muslo para no ser tan invasiva, y me dije a mi misma: - Mierda, podría hacer esto para siempre si logro que el dolor se vaya. Hablamos. No recuerdo qué palabras intercambiamos, pero dejó de llorar. Se fumó un tabaco, y me pidió que lo acompañara afuera, al patio, y nos sentamos al lado de la puerta, en el cemento, y conversamos de cuando lo llevaron preso por cuasimatar a su amiga en un accidente de tránsito.  Mis nalgas estaban frías, pero su risa, su voz, y su sola presencia hacían que mi alma comenzara a llenarse de calor, y de luz. 
Eran pasadas las 2 am, cuando decidimos ir a dormir.
El abrazo fue más largo, y esta vez no me dio palmaditas en la espalda. Me dio las gracias, una de las más sinceras que he escuchado, y se volvió a su pieza. Me di vuelta a la mía, y me encaminé en silencio, completamente enamorada del hueón en traje de gato. 
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El inicio
Conociendo a un extraño.
Creo que es un acto de masoquismo extremo el obligarme a mi misma a recordar con detalles lo que pasó durante el año pasado, y ciertamente no entiendo por qué tengo la necesidad tan clara de que tengo que hacerlo. Tal vez una parte de mi quiere vaciar todo lo que tiene dentro en un papel -o en este caso, en un blog-, con la esperanza de que mañana su recuerdo duela menos, o su presencia en mi vida comience - por fin.- a desvanecerse. Tal vez para despertar sin la necesidad de saber qué hace, con quién está.
Siento que pierdo la cabeza, pero sin embargo aquí estoy, reviviendo los recuerdos a pesar de no deber, pero lo haré una última vez. 
Llegué a la pensión a mediados del 2016, después de tener un altercado con la familia de mi mejor amiga, de quien no oigo hablar desde ese entonces. Uno de mis mejores amigos, y más cercanos, me socorrió y logró conseguir una pieza para mi, donde él estaba.  Los días se hicieron largos. Las tardes eran mis noches, y mis noches en día. Tal vez vuelva a recordar en alguna otra entrada aquel episodio que obligó a que mi vida diera un vuelco tan drástico, pero no es lo que me convoca hoy frente a este computador. 
Pasaron las semanas, y vi a J. por primera vez.  Llevaba un pijama enterito, a rayas, blancas y rosadas, y un gorrito. (Era de Cheshire). Tenía una barba recortada, y neta, con bigote. El pelo lo tenía un poquito largo, lo suficiente como para que se le formara un jopito estilo elvis, pero muy discreto y coquetón. Sus ojos.... Sus ojos. Sus ojos eran azules, y a veces verdes, cubiertos por un par de lentes, porque vaya que necesitaban vitrina. Recuerdo que me saludó y noté lo grave que era su voz. Llevaba tres piercings en su oreja izquierda, y no era más alto que yo.  No pensé nada en el momento, sólo lo encontré guapo y sería. Creo que logré hablar más de diez minutos con él, antes de agarrar vuelo, durante las olimpiadas, en un desayuno. Él tomaba té amargo en un tazón bastante grande, de fondo negro y gris, que dibujaba las sombras de un bosque y un oso. 
Pasaron los días, las semanas. La gente nos molestaba. Recuerdo que la tía, dueña de la pensión, conversó conmigo largamente, acerca de quién consideraba atractivo de la pensión. Cuando se enteró de mi respuesta, no pasó mucho tiempo para que comenzara a hacernos gancho el uno con el otro. Descubrí que J. tocaba guitarra -tenía varias-, piano, y cantaba, muy estilo grunge. Había tenido múltiples bandas. Fumaba tabaco y mota. Y al mismo tiempo era un chico bueno. No tomaba -nada-, era un caballero de primera. Entregado con la gente, y por qué no habría de serlo, si había sido scout muchos años, y ahora era líder de manada. Recuerdo que tenía un frasco con dulces en su pieza, y viajaba todos los fines de semana a su ciudad. Dejaba siempre su pieza inmaculada, porque le gustaba regresar y encontrar todo ordenado, para llegar y echarse. 
Su pieza era mágica. Entrar a ella era como estar en una dimensión aparte de la realidad. Las paredes eran beige, y estaban decoradas con muchos cuadros de Calvin y Hobbes que su hermana menor le había regalado, además de un dibujo en carboncillo de él con su sobrina. Tenía un estante lleno con múltilples tés. Otro de sus estantes tenía muchas cosas ‘curiosas’, que en más de una oportunidad me mostró y contó las historias que habían detrás de ellas. -debo admitir, que la mayoría eran robadas, lo cual ciertamente me importaba un rábano-. Tenía un cráneo robado de un supermercado, un payasito con el que sujetaba su puerta. Habían unas bolitas que eran como imanes, con las que jugaba y creaba varias formas. En su velador descansaba su diario, ese que me prohibió leer terminantemente; y un incienso para esconder el olor a ‘maría’ que salía de vez en cuando. En un rincón estaban sus guitarras: tenía una azul, una café llena de dibujos de la gente que le importaba, y que en algún momento me pidió grabar también (Jael); una eléctrica, y una de las últimas que se compró fue una negrita. Tenía los mandamientos scout pegados en papel en una pared, y un armario lleno de ropa que nunca usaba -además de un abrigo de mil kilos, que se ponía para capear la lluvia-. Sus banderines adornaban el techo por encima de la puerta,y todo siempre estaba impregnado por un olor especial. Recuerdo que siempre que yo iba a buscarlo, me quedaba en un sillón afuera de su pieza, para escucharlo cantar sin tapujos, sin nervios ni presión. El living siempre estaba oscuro, y por encima del marco de la puerta se dibujaba una luz. Esperaba unos minutos, y tocaba la puerta. Siempre me retaba tiernamente por no sólo llegar y entrar. 
Habíamos estado conversando más, producto de que intenté -fallidamente- rescatarlo de un encierro por unos de nuestros compañeros de pensión. Decidimos hablar acerca de nuestros pasados, un día, en la madrugada, y nos contamos nuestros secretos más oscuros. Descubrimos que ambos ibamos al psiquiatra, y ambos teníamos secretos a voces que estábamos dispuestos a llevar como espinas en el pecho, pero siempre por el frente. Así como yo, tomaba muchos medicamentos, para controlar sus cambios de ánimo, y yo para controlar mi depresión y ansiedad. Al final de la conversación nos dimos nuestro primer abrazo largo, y unas palmadas en la espalda, y pensé: - Verga, estoy en la friendzone. 
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Soundrtrack del momento en que todo se fue a la verga. 
I died a little bit inside.
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Cartas a mi psiquiatra.
Primera parte. 
“Hola, Doctor. Espero se encuentre bien. Le escribo este correo porque últimamente no me he estado sintiendo del todo bien. La última vez que hablamos, le comenté que habían días en los que me despertaba con ganas de hacer cosas, con ganas de volver a los pasatiempos que solían sacarme sonrisas, y no sólo eso, si no que basalmente me encontraba con buen estado de ánimo; sin embargo, habían días (la mayoría, en realidad) en los que no tenía ganas de nada: sólo de despertar para quedarme acostada, tratando de distraer mi mente mirando series interminables en Netflix. Y sobrevivía. (Desde ya, me disculpo si el siguiente correo llegase a ser largo, y me disculpo de antemano si llegase a parecer como diario de vida de quinceañera) 
Pues bien, el tema es que estos últimos días mis ánimos han estado más que bajos. Me atrevería a decir que el término correcto es que estoy anhedónica. Me he dedicado a pensar a J. (El sólo pensar su nombre hace que se me humedezcan los ojos). Vuelvo a pasar por mi cabeza los recuerdos de cuando estábamos juntos, como si fueran películas, durante la mayor parte del día. (de los días) Lo primero que hago al despertar es meterme a instagram o facebook, y ver si ha tenido alguna actividad reciente. Cada vez su presencia se distorsiona más, debo admitir. Su recuerdo tiene otro sabor, otro color, como si ahora estuviera transformándose más en un recuerdo, como si su presencia estuviera realmente más en el pasado que antes (¿que antes de que? no lo sé). 
((LECTOR, AHORA ES UN BUEN MOMENTO PARA DEJAR DE LEER SI YA TE DIO PAJA, Y SALTAR A LAS SIGUIENTES MAYÚSCULAS))
Me atrevería a decir, que entiendo más o menos como funciona la dinámica del desamor. Se corta drásticamente la fuente de dopamina, y uno queda con síndrome de abstinencia, y sólo es cuestión de tiempo para que el dolor y el vacío decanten -como si de algo sólido se tratara- y uno va mejorando, con altas y bajas, mas siempre con saldo positivo. Todos me dicen que la relación ya terminó, que él decidió marcharse, que no hay nada que pueda -o pude- hacer. Que debo dejarlo ir. Yo le creo a la gente cuando me dice eso de que 'el dolor pasará', 'lo vas a olvidar', 'vas a estar mejor'. blablalblabal ¡¡¡LO SE!!!! En mi cabeza se que es -será- así. (espero). Se que tengo que dar vuelta la página, y corticalmente/frontalmente/voluntariamente (o como neurológicamente se pueda llamar), lo estoy haciendo, y estoy dispuesta -creo-. Pero, lo cierto es, que mi sistema límbico no me acompaña para nada. Sueño con él, al menos, día por medio. Me siento vacía, insulsa, y derechamente la vida para mi no tiene color o sentido.
Como le decía, la mayor parte de mis últimos días los he dedicado meramente a mirar al vacío, como en estado catatónico, y volver a repasar en mi cabeza todos los momentos que viví con J, los buenos y los malos. Cierro los ojos y trato de imaginar la forma de sus labios, el azul de sus ojos, o como se sentía el calor de sus manos en contacto con las mías, o las cosquillas que me causaba su barba en contacto con mis yemas. Me imagino tendida en su cama, con él, mirando películas  y comiendo porquerías. Me acuerdo de las historias que me contó de su familia, de como era la dinámica familiar, y de las anécdotas que me contó de algunas de sus ex (aunque se me revuelva un poco el estómago). También recuerdo esa vez que me llevó a su ciudad. Memoricé, sin querer, los rincones de su casa, y sobre todo, los de su pieza en la pensión. Recuerdo como solía ir a buscarlo y él tocaba la guitarra, mientras yo me quedaba afuera, sin que él supiera, sólo para escucharlo cantar... 
Una parte de mi, creo, que no quiere dejarlo ir. Y no se por qué. Yo siempre he sido muy mala para soportar la nostalgia, los recuerdos siempre me traen más amargura que felicidad, pero es esta última lo que hace que aún así me atreva a viajar al pasado una y otra vez, como inyectando en mis venas, como si de heroína se tratara, algo de lo que fue. Una vez leí que uno siempre vuelve a los viejos lugares donde amó la vida, y lo cierto es que, para mi, J. era mi lugar feliz. Va a sonar un poco triste, pero la verdad es que nunca me sentí tan plena, tan feliz y dichosa como lo fui a su lado, y una parte de mi no quiere dejar que eso se vaya (A pesar de que SE que ya se fue). 
Miro sus redes sociales cada vez que lo recuerdo, y si no lo hago mi ansiedad aumenta vertiginosamente. ¿Por qué? ¿Qué estoy esperando encontrar? ¿Una indirecta para mi? ¿estoy esperando encontrar algo que indique que la está pasando mal sin mi? ¿me gustaría encontrar algo que demuestre que le hago falta, o que me extraña, o que le duele mi recuerdo en alguna parte del cuerpo? ¿me haría sentir eso bien? 
((PUEDES SEGUIR LEYENDO AQUÍ)) 
Hay una parte de mi, que quiere demostrarle que estoy mal. Comparto fotos en facebook de frases depresivas o filosóficas que tienen que ver con el desamor. O subo fotos melancólicas de paisajes que he visitado últimamente, junto con frases de Benedetti o Cortázar de pie de página. Para que las vea, obvio. Aún que ni siquiera se si lo hace. Nunca le ha dado 'me gusta' a ninguna, y tampoco espero que lo haga (no, no lo he bloqueado de ninguna red social).
Hay una parte de mi, que quiere demostrarle que estoy la raja. Que estoy feliz, que su recuerdo no caló en mi tan profundo como se lo demostré más de una vez. Tengo esa necesidad extraña de subir fotos a facebook, a sabiendas de que puede que las vea y algo le haga ruido. 
Suena muy estúpido lo que escribo. No se me ocurre otra manera de describirlo jaja. Me siento muy como una pobre idiota al verbalizar lo que he tenido en mente estos días, pero no puedo dejar de comentárselo, por más infantil que suene al escribirlo, y por más vergüenza que me de admitir que tengo estos anhelos en mi cabeza. Lo cierto es, que me asusta.  
Es como si tuviera esa necesidad de estar bien primero que él. Pero tampoco quiero hacerlo sentir mal, no quiero dañarlo, no quiero herirlo en ningún sentido, o al menos eso me digo a mi misma. Lo cierto es que aún lo amo lo suficiente como para que no pueda no importarme lo que hace o piensa, o no se. Me asusta avanzar, también. Me asusta sentirme bien, estar la raja, y de repente verlo de nuevo, o verlo con una chica nueva, y que mi mundo, que creía reconstruido, se haga pedazos en el suelo, como si fuera de cristal. (el sólo pensar en verlo con alguien más me produce una ansiedad que cruza el sistema solar entero y llega hasta la galaxia andrómeda). Me pongo a pensar que el también la debe estar pasando mal, que también me extraña, y mi ansiedad baja; pero luego me pongo a pensar que en una de esas no. Que está la raja, que está feliz, y está bien, y que yo soy la pobre y triste alma sufriendo por él, y me da entre pena y rabia sólo pensar eso.
Me asusta que se me pasen los días y las semanas pensando en J, y que en vez de dejarlo ir haga perpetua su presencia en mi vida, como una nube encima de mi cabeza.
La verdad es que tenía estas palabras en mi garganta hace varios días, pero no me había dado el ánimo de tomar un computador y escribirle (siempre es más fácil abrir Netflix, o usar otra droga, para escapar de la realidad ¿o no?)
Estoy atenta a su respuesta, Doctor.
Cariños. “
Si alguien me lee, prometo que lo que vendrá no será tan largo. 
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Cartas a mi psiquiatra.
El por qué. 
Me inspiré para comenzar a escribir estos textos, a partir de un correo que le envié a mi psiquiatra hace no muchos días atrás. En él escribo.... bueno, supongo que lo voy a subir una vez que llegue a mi país, pero tiene que ver con mi primer amor, y el como se me escapó de las manos. 
Llega cierto momento de la vida, donde te crees lo suficientemente bueno como para hacer ciertas cosas, y la verdad es que escribir acerca de mi vida en internet, es una de esas cosas que pensé que jamás haría....because, not.  Escribo porque mi cabeza está llena de pensamientos, en estos momentos. Se atoran en mi garganta las palabras que nunca dije, los sentimientos que nunca expresé, y la presencia -o ausencia- de J. en mi vida me duele en varias partes del cuerpo, algunas más que otras, y en ciertos momentos el pecho oprime tanto, que creo que hasta me cuesta respirar. Lo cierto es que no tengo con quien hablar a destajo estos temas, ni siquiera con mi psiquiatra, porque tendría que comprarle como 6 horas de su día para poder verborrear todo lo que se me viene a la cabeza y al corazón en cada momento del día -y no es muy barata la consulta que digamos-.
Tal vez escribo con la esperanza de que alguien me lea. Ni siquiera con la certeza, si no con la esperanza. Hay muchos blogs de almas en pena como yo que deben estar por ahí dando vuelta, y esta es una comunidad nueva para mi, donde creo que mi página no será más interesante que otras para mirar, ni más entretenida. Tal vez igual de solitaria, melancólica y personal, como deben de haber muchas otras. Tengo este espacio -que acabo de crear hace 5 minutos- porque la velocidad de mi lápiz no alcanza a llevar el ritmo de mis pensamientos en mi diario de vida. (Sí, tengo un diario, donde escribo cosas que no debo olvidar en el futuro. No es algo de todos los días, aunque tampoco se porqué me excuso. Tal vez es para que el lector piense que merezco la pena ser leída. No lo sé.)
Ni siquiera se como usar esta cosa. 
Si hay alguien aquí, deséame suerte. 
C.
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