#yoko ñim
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Yuchan
Yuchan cruzó el corredor de una casa que no era grande ni pequeña, pero que era toda suya según su entendimiento felino. Durante el día reinaba en el balcón, desde donde miraba a su visitante favorita: Almudena, la amante de su humana Piedad, cruzar descalza el jardín.
La casa era silenciosa pero no solitaria... o no realmente silenciosa. Sobre todo, en la madrugada, cuando era arrullada por el murmullo de la barranca. Durante la noche el agua recorría las rocas silentes. La luz de la luna le confería otro peso y con él el agua rozaba, besaba y abrazaba las rocas que ya vagaron por los continentes. El claro destellaba las piedras y el brillo tenue se descomponía sobre el follaje y el agua. El viento hacía bailar a las ramas. Con claridad precisa Yuchan escuchaba las composiciones de la barranca, entonces dormía y soñaba con los bichos que se amontonaban debajo de las hojas secas. Soñaba mientras era abrigado por el sol y por Almudena, que para él representaba lo mismo: el amor. Despertaba y se desperezaba. Se acallaban las cigarras.
El embelesamiento amoroso es como un baile: quien participa de esa danza sabe que hay un flujo ajeno y vibrante que controla los latidos y que le llevará a un rincón de su interior que jamás imaginó tener. Hermoso y aterrador. Inexplicable y preciso. Y tan sólo es necesario un momento y una postura para apreciar esa verdad que ha ido creciendo en el interior.
La casa era silenciosa, pero no solitaria... o no realmente solitaria. En la habitación retozaban las amantes dentro de una hamaca gigante que parecía un capullo. “Menuda forma de pasar el tiempo”, pensaba Yuchan.
Cuando Yuchan se echaba sobre un cojín parecía representar la imagen de los gatos a través de los siglos. Estiraba sus extremidades y dormía como si trajera la fatiga del mundo encima. A medio día la casa olía a Almudena, porque Almudena olía a sol. Cada gato percibe su cotidianidad a su manera.
Yuchan seguía una rutina que lo llevaba hasta el jardín. Y jugaba con quién sabe qué cosas que sólo él veía. O será que los gatos son tan conceptuales que juegan con el silencio y la transparencia.
El aroma de Almudena impregnaba a Piedad, la inundaba hasta sentirlo en su estómago y luego convertido en calor de aliento. Piedad miraba a Almudena cuando ésta no se percataba y su corazón se inundaba de ternura. En cambio, cuando la miraba a la cara a punto del orgasmo, se desbordaba en pasión. Para Piedad, ese oleaje de contrastes se agitaba en su interior hasta que llegaba la calma que en realidad era la felicidad. Al salir al jardín observaba a su amada apacible mientras tomaba la siesta al lado de Yuchan, que desparramado patas arriba asoleaba su barriga de algodón y volvía a soñar...
Almudena visitaba a Piedad y a Yuchan una vez a la semana. La mayoría de las veces les llevaba fruta de su huerto, pan o algún utensilio de cocina que faltaba. En cada cruce de cada esquina aceleraba el paso, otras veces corría, pero apenas ponía la llave en la puerta actuaba como si estuviera en calma. Salía Yuchan a recibirla con maullidos y poco a poco su corazón acelerado se ajustaba a la cadencia del amor bien correspondido.
¿En qué momento se dispararon dos flechas con la sincronía justa para suspender a dos mujeres en la dicha?
A veces Yuchan se adentraba a la barranca para tener aventuras felinas, pero pese a las fantásticas hazañas que su cuerpo flexible y audaz le permitían, sabía que el hogar era paz... así que alborotado y con restos de hojas esparcidas en su pelaje allá volvía, donde a su llegada un par de corazones se convertían en bombillas.
Aunque lo que aconteció en el corazón de Almudena es un misterio, la razón de su despedida no fue la falta de afecto. Al contrario, partió con ganas de dejar un poco más de todo ese amor que se llevaba. Deseó ser capaz de entregarlo todo y no por librarse de sus sentimientos, sino, porque eso era lo justo. Pero las circunstancias no cambian sólo por quererlo y menos en las cuestiones sentimentales, pues éstas juegan sin revelar nunca sus reglas. Lo decidió una noche en que miraba a Piedad durmiendo sobre un petate con el sudor en la piel por el calor del verano. Con el cuerpo derrotado tras la batalla del frenesí y la ternura. Con el rostro atravesado por el gesto del que se sabe amado. Lo decidió mientras admiraba el cuerpo desnudo e iluminado de la luz de luna. Deseó pintarlo. Quiso comerlo. Fundirse con él. Perseguirlo en una noche de tormenta. Crearlo con sus dedos y sentirlo mientras lo forjaba, mientras delimitaba sus formas. Definir su vulva hasta convertirla en esa carne terriblemente suave, que se vuelve palpitante, caliente y húmeda. Pero para sentir a Piedad no sólo necesitaba el tacto, también el aroma que la volvía jubilosa y que daba paso a que la lengua se desesperara por querer descubrir el sabor de su amada. Para degustarla y olerla. Sentirla y escucharla, por fin, despojada del pudor, y así convertirse en el recipiente de su amor secretado... Tras este vaivén de mar inquieto, la observó recostada. Y la deseó aún más después de haberse deleitado. Con el anhelo de querer pintarla, de querer comerla, de querer fundirse con su cuerpo, de querer perseguirlo en una noche de tormenta, de querer crearlo... Esa noche lo decidió.
El río aumentaba, la corriente de la lluvia arrasaba los brotecitos de plantas que miraban por primera vez la barranca. Yuchan pensó que era mejor así: la belleza y enseguida la muerte. La otra vida, la que no es humana, siempre es más perceptible a los cambios y no opone resistencia. El viento se volvió frío y los bichitos se resguardaban en lugares imperceptibles para los hombres. El cielo se desteñía y daba paso a distintas tonalidades de azul y naranja hasta perderlas todas, para convertirse en un negro sereno que desprendía los brillos que fueron la ruta marítima que siguieron los primeros exploradores que inventaron las canciones cuando se resistieron a vivir la soledad.
Yuchan ya no jugaba en la barranca porque supo que algo que no entendía estaba por cambiar.
Almudena... ¿Cómo el nombre de alguien pasa de ser el amuleto que protege la alegría a ser una combinación de sonidos que llevan a la nostalgia? Cómo cambian los espacios cuando los habitan las ausencias. La casa era silenciosa y solitaria. Realmente silenciosa. Terriblemente solitaria. El olor a sol se lo llevó la lluvia.
Algunos corazones simplemente no pueden confrontar un arrebato amoroso: la violencia de lo bello, la desesperación de los sentidos. Una batalla de silencios que surge entre la ausencia y el recuerdo, una batalla que forzosamente gana la resignación o la muerte. No hay tregua para los que se quedan. Para los que se marchan está la sagrada incertidumbre, que, si bien es un azar, es consecuencia de una elección. Almudena partió a donde más amores la esperarían. Allá a donde fuera llenaría todo de gracia y las casas que habitaría las convertiría en hogares.
La tristeza es el alimento del alma, es contemplar a plenitud la belleza.
A Piedad se le colgaba el pesar en el entrecejo. Los ojos los tenía rojísimos de tanto intentar vaciar la pena. “Alguna vez ella tuvo al sol en sus brazos”, Yuchan lo soñó. Al despertar miró a Piedad y supo que las cosas habían cambiado.
En la barranca el atardecer se desvanecía como un suspiro naranja y quien lo miraba se apaciguaba, pues se convertía en un testigo de la muerte del día.
Tras la partida de Almudena, la felicidad que sosegaba el interior de Piedad se convirtió en la terrible tribulación tan característica del desencanto amoroso. Pensar en su amada día tras día sin su olor a brisa. Noche tras noche en esa lucha por aplacar la ansiedad del deseo. Recorriendo una casa en donde en cada rincón se pierde un recuerdo. Y Piedad con su corazón que se desbordaba se sintió tan ridícula al intentar empequeñecer sus sentimientos porque no había a quien dar, simplemente porque Almudena ya no lo quiso recibir. Como una ola salvaje de lenguas de fuego que se permite existir como alegoría del amor que tiene que dejar de ser, cuya única ayuda para cesar es el llanto... y no tanto por lo perdido si no por saber que después de un tiempo ya no importará demasiado.
El clima era húmedo y el cielo azulísimo. La barranca expidió un olor a tierra mojada. Piedad regresó a una casa silenciosa y solitaria. Lo más silenciosa y solitaria que podría estar, pues a mitad del jardín yacía sin vida el cuerpo de Yuchan. Mirarlo ahí, así, inerte y frío, desplomó a Piedad. Le abrumó la tristeza con un llanto incontenible cuyos quejidos se le atoraban en la garganta hasta formarle un hueco de desolación. No podía comprender cómo era que ese animal maravilloso, lleno de energía y amor, se había reducido a la quietud eterna. Lloró sin consuelo hasta que el cansancio la arropó con un sueño ligero. Durmió a un costado de Yuchan. A media tarde fue despertada por el viento frío. El sueño le trajo resignación. Miró con absoluta tristeza aquel cuerpo felino que tantas veces la inundó de alegría. Se resignó más imaginando que Yuchan simplemente había salido a tomar su siesta al pasto y que así había sido, sin sufrimiento alguno. Entró a la casa por la frazada del gatito y antes de que terminara la luz del día, se adentró a la barranca con Yuchan arropado. Con sus manos tomó la tierra húmeda y cavó una pequeña tumba. Miró a las lombrices retorcerse en la tierra negra. No pensó en nada, sin embargo, la imagen le brindó calma. Colocó al bello felino en la sepultura y sin decir palabra se despidió de él antes de cubrirlo. Tras aplanar, colocó ramas y rocas, de alguna manera quería que aquella cavidad gigantesca que albergaba diversas vidas supiera que en ese montículo se honraba a un pequeño ser.
Ahora Yuchan es la transparencia y el silencio.
Pasaron las estaciones y volvió a ser verano. En todos esos meses Almudena no regresó a la casa de Piedad. Sólo una vez llegó una postal sin remitente. La dirección del destinatario estaba escrita a mano y definitivamente esa mano había sido la de Almudena. La postal era en realidad una foto de un paisaje del viejo mundo en blanco y negro: del fondo luminoso, casi borradas por la neblina, se distinguían las siluetas de algunos árboles que parecían fantasmas que se desvanecían a la vista del testigo. Con una tonalidad más oscura de gris se percibía una cabaña y un pequeño corral sobre una colina. Un pasto salpicado por destellos blancos era la vereda que llevaba a la puerta que posiblemente cruzaba Almudena. Durante días y noches esa imagen impresa atravesó miles de leguas marinas tan sólo por la voluntad de una dirección escrita en su reverso. Llegó a su destino sin ningún mensaje aparente. Pero la sutileza de su llegada significaba que al otro lado del mundo alguien tenía presente aquella casa de la barranca de una ciudad del Trópico. Donde el cemento erigido, un gato adorado y una mujer enamorada fueron su hogar.
Desde cierta perspectiva, más que nunca, la casa fue silenciosa y solitaria. Repentinamente aquel lugar se volvió sólo una estructura de cemento y metal. De los corazones que lo habitaban sólo quedaba uno, así que Piedad partió, pero un atisbo fulgoroso se aferró en su interior, una energía discreta y cálida que con el tiempo le reveló que su corazón debía de ser su hogar.
Es el veintiuno de marzo, oficialmente ha iniciado la primavera. Como esencia, durante las tardes, Yuchan jugará con las mariposas que estornuda la barranca.
#cuento#yoko ñim#anacari beltrán#yuchan#felinos#almudena#piedad#barranco#barranca#miedo#hogares#casa#casadeluxo#naturaleza#literatura#literatura mexicana
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Au revoir Arrosoir
Un día mi hermana me contó que Kefa le había presentado a dos franceses que querían abrir un café en el centro. Tenían la idea de armar un espacio que no sólo fuera de comida y bebida, sino algo más y Kefa pensó que mi hermana podía darles buenos consejos.A mí me pareció que era una locura. La primera vez que los conocí fue precisamente con Bafi en Barecito. Ese día nos enseñaron el primer borrador de cómo sería el menú y cómo se llamaría el lugar. No nos entendimos casi nada porque ellos no hablaban español y nosotros no hablábamos francés y todo mundo sabe que hablar en inglés con un galo es pésima idea. Mi hermana siguió en contacto con ellos. La siguiente vez que los vi fue en la presentación de mi primer libro, Relatos de un mundo depravado, En El Manojo (otro espacio mítico que desaparece en estos días). En aquellos días, los franceses empezaron a aparecer en un montón de eventos culturales, enterándose de qué sucedía en la ciudad, interesándose en todos los proyectos y sentando las bases de lo que años después sería una enorme y cálida comunidad.
Desde que abrieron me volví cliente frecuente. A veces la gente me pedía cosas de la barra porque me veían tanto ahí que creían que trabajaba o que era parte del mobiliario. Por cierto, hubo dos veces que sí atendí en la barra, fueron breves pero divertidas y recuerdo que Benito me enseñó a usar la máquina del café. Fueron casi diez años constantes. Nunca pasó más de una semana sin que visitara “el francés”. Para mí es un lugar absolutamente icónico para la ciudad, para mi generación, para el movimiento artístico y cultural. Intento escribir algo y se me amontonan los recuerdos. Comparto algunos que me vienen ahora (también espero pronto poder escribir algo más sustancioso):
Ahí fueron las primeras sesiones del Taller de Escritores de la Barba Naranja, taller que mutó a lo largo de los años, y sigue vivo con pocos de los miembros originales, pero que acogió en distintos momentos a casi todos los escritores de la ciudad. Ahí nos reunimos por las mañanas a leer y compartir nuestros primeros textos mientras comíamos pan francés y café americano corto.
Ahí presentamos varios números de la revista La Piedra, tuvimos múltiples sesiones de las Tertulias Literarias 4 Letras. En este momento recuerdo la vez que transmitimos en el patio con UFM Alterna y el buen Paco López. Ese día hubo lectura de Edgar Artaud Jarry y Karloz Atl, además tuvimos la fortuna de organizar uno de los últimos conciertos que se armaron en ese espacio, frente a la fuente. Esa noche tocó Neoplen por primera vez con Max Potenza en la batería, además Vite, después de una larga temporada inactivos se presentaron con su alineación original. Otra lectura que recuerdo mucho -y seguro Amaury más- fue la vez que Gerardo Grande se subió al viejo librero que estaba en el escenario, prendió una hoja en fuego y se lanzó desde las alturas lastimándose de por vida la columna.
Ahí presentamos un montón de libros, pero en especial recuerdo Monstruo Constructor de Yoko Ñim, Flores inmundas de Ana Martínez Casas y El misterio de la Marca de Amaury Colmerares que borracho de mezcal escribió en su vieja máquina de escribir finales alternativos para todos los asistentes.
Ahí también tuvimos algunos eventos literarios de Festival Grotesco y en su escenario siempre han acogido a todos los esfuerzos editoriales y ferias del libro que hemos impulsado nosotros y todos los demás escritores, revistas y editores. Ahí tuvimos los homenajes para Francisco Rebolledo y Socorro Venegas, por ejemplo, que me parecen especiales y memorables.
Ahí armamos fiestas de Ruina Tropical -de hecho ahí nació el proyecto- y ellos y Gris de Casa Tikal nos apoyaron para editar Eterna Primavera, libro que nos llevamos a Portugal. Además de que siempre patrocinaron el calendario #Ruinatropical y con ellos organizamos Demencia tropical y montón de pachangas.
Ahí tuvimos míticas y terribles borracheras. Muchísimas e incontables noches comenzamos ahí para terminar en otros lugares cuando sonaba la campana de la última ronda. En especial me llegan a la memoria algunas veces que después de cerrar nos quedamos a compartir con el equipo de la Regadera y nos convidaron Chartreuse y Pastis y nos provocaron las peores crudas posibles. También recuerdo la noche que Amaury y Benito nos retaron y pusieron una canción y dijeron que si alguien decía dónde salía podría beber todo lo que quisieran. Era la banda sonora de Expreso de Medianoche. Esa noche bebí mezcal y cervezas Cuauhnáhuac y todos bailamos hasta el amanecer. Otras grandes noches que recuerdo fueron después del temblor, cuando atendieron provisionalmente abajo y al interior de la galería NM. Entre las sombras nos rencontrábamos todos después de la catástrofe.
Ahí celebramos muchos cumpleaños (mis 30 años fueron ahí patrocinados por Pepé de Scena que dejó mi cuenta pagada), graduaciones, premios, nuevos proyectos, ahí lloramos rupturas, conocimos parejas, amores de una noche, hicimos del Arrosoir nuestro punto de encuentro. Era un ritual que se repetía cada fin de semana ¿Nos vemos en Arrosoir? ¡Va! O simplemente llegábamos y poco a poco se iba haciendo un grupo más grande que ocupábamos la fuente y el patio y pedíamos mezcal, carajillos y cervezas sin parar.
Ahí presenciamos grandes conciertos. Mis favoritos Som Bit, siempre, Andrés Uribe con sus muchas alineaciones y músicos invitados, Calaveras de Azúcar, Gallo Lobo, Chronos y la inolvidable noche que reunió a Chris Van Beuren con Gustavo Nandayapa y Benjamín García.
Ahí planeé miles de cosas con Amaury y nuestra amistad está básicamente construida en ese espacio, ya fuera leyendo y tomando café o bien borrachos un miércoles a lo menso o llevándonos a todo mundo a su casa para seguir bailando.
Ahí desayuné y comí miles de veces con mis amigos, con mi familia, con las visitas que venían de lejos, con mis amores, con mis montones de citas, con mis novias o solo y con un libro. Ahí leí muchísimos libros y presenté los míos y tuve lecturas de poesía muy especiales.
Recuerdo con mucho cariño cómo iba algunas noches a visitar a Valeria que trabajó ahí. De hecho muchas de mis mejores amigas han encontrado trabajo ahí: Yoko, Sam, Ana.
Recuerdo cómo Amaury (Momo), serio y reservado poco a poco se fue acercando a nosotros y aprendimos a respetarlo y quererlo con su carácter y también vimos cómo poco a poco se fue volviendo más mexicano y cálido. Una de las últimas veces que fui, estuve con Regina y Yoko y ante la incapacidad de elegir qué postre queríamos Amaury nos regaló uno de cada uno de los que tenían en el menú. Nunca lo olvidaremos, ni su apoyo incondicional a nuestros proyectos. Se volvió un amigo entrañable, de la misma forma que Dany, que siempre nos recibió con amabilidad, cortesía, franca sonrisa y la mejor actitud de la puta ciudad. Además de que debo reconocer que siempre se viste con las mejores camisas y prepara los mejores tragos.
Recuerdo cómo Benito se sentaba ciertas noches a platicar con Amaury y conmigo y nos preguntaba muchas cosas sobre libros y autores, a veces nos regala mezcal e intentábamos descifrar lo que decía ya borracho.
Recuerdo también con mucho cariño todo el apoyo que tuvimos siempre de Humberto en cualquier cosa que se nos ocurría: eventos, conciertos, fiestas, lecturas, proyecciones, grabaciones, ruedas de prensa, etc. En su trabajo se concentra gran parte de la historia cultural de Cuernavaca.
No puedo en este momento imaginar mi vida sin el Arrosoir. No puedo concebir la ciudad sin ese espacio. Siempre me hicieron sentir bienvenido. Creo que lograron construir una comunidad chingona y siempre se mantuvieron fieles a sus ideales. Al final soportaron mucha mierda y resistimos juntos. Los seguiré a donde sea que vayan y contarán con mi apoyo incondicional y mi amistad, siempre.
Au revoir, amigos, gracias por todo.
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Foto: Ricardo Modi
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(los ninjas) Capítulo II
Querida Ramona dos puntos he escuchado tanto sobre ti coma por interposita persona que me echa su humo en mi cara coma y he llegado a tantas conclusiones falsas coma derivadas de las interpretaciones de dicha persona coma pero yo sé que en el fondo eres un ser de luz punto Mauriki punto posdata Silvana no me mira con buenos ojos punto
Querido Mauriki:
Te contaré algo verdaderamente triste: Mi pantalón negro ha sido mancillado… con cloro. Ahora el mundo descubrirá que no tengo una gran colección de pantalones negros “los cuales” representaban mi buen gusto. Ahora sabrán que no sólo soy una farsante, sino que también soy pobre.
Aún no decido cuál revelación me molesta más.
P.D. Dile a Silvana que la amo
XXXXO - Claro, como ahora te juntas con puro popular.
Río, aunque con cierto pesar. - Ay, deja eso. El tema me deprime. Ayer pensaba seriamente en la relación que tengo con mis amigos.
- ¿Es decir…?
Aníbal me mira atentamente mientras bebe un sorbo de su café. - Te veo con tus amiguitos y es maravilloso. Elegiste a la gente correcta. De hecho, no sé ni por qué les caigo bien, sobre todo a ti.
- Ay, Ramo…
- Espera, tengo que terminar.
- Bien, sigue.
- Entonces están ahí sentados, haciendo sus bromas increíbles, sin tener que hablar de youtube o madres por el estilo, que son horribles. Sólo ustedes siendo listos y bellos. Entonces estoy yo preguntándome ¿qué hago aquí? Por mi corazón roto debido a la mala elección de amigos que más frecuento, grupo en el que tampoco encajo. A veces les cuento cosas en las que realmente creo y enseguida me arrepiento, es como si me hubiera traicionado. Además no puedo seguir intentando llevar su estilo de vida. Es decir, si yo quiero salir el fin de semana debo usar dinero de mi trabajo. Después, en la semana pienso en todo lo que realmente debo comprar. Ellos no tienen ese problema, sus padres les pagan sus pedas, directa o indirectamente. Si necesitan ropa o dinero para cualquier cosa, ahí estarán. Yo no puedo hacer eso. Pareciera idiota todo esto, pero al final ese tipo de cosas joden. Porque soy imbécil y lo resiento, no es como si yo estando en su situación no lo fuera a hacer, pero no lo estoy, ni lo estaré. No puedo seguir. Y tampoco contigo y tus amigos, porque son demasiado buenos y listos y bellos y descubrirán que no soy nada de eso y no puedo dejar que descubran que soy un engaño.
- ¿Sabes qué es lo que pasa?
- ¿Qué?
- Que tu corazón es un traidor. Una risa espontánea sale junto con mi curiosidad.
- ¿Por qué?
- Bueno, es que no le gusta estar en calma. Así que se inventa cosas terribles para sentir mucho, pero es porque es joven y aún no distingue que tener calma es fundamental para cuando le pasen cosas buenas sea lo más emocionante e intenso sin necesidad de drama.
- Sólo sabe estar triste.
- Habrá que trabajar en él.
Aníbal es como la primera flor que abre al final del invierno y se mantiene hasta el termino de la primavera. Llegó con su bigote y sus ojeras. Fue como la señora que vocea el nombre del niño perdido en el súper. Y ahí sigue, a mi lado, esperando a que me encuentre.
Techos Altos y Muros Blancos, eso era L’arrosoir d’ Arthur, mejor conocido como “los franceses”. Solíamos pasar todas las tardes de la semana bebiendo café y cerveza. De vez en cuando un plato de carnes frías. - ¿Tradición? Disculpa, ¿este plato se llama “Tradición”?
Aníbal siempre necesita saber las respuestas, incluso, a sus preguntas más insignificantes. - Sí, así es.
- ¿Y sabes por qué?
Piensa. Sonríe. Responde. - Deja investigo.
La mesera se retira.
A la mesera le caemos bien, la teoría de Aníbal es debido a nuestra grandiosa propina… de diez pesos. Si lo pensamos, damos diez pesos cuando pedimos sólo un par de americanos. Somos tan espléndidos.
- Ésa es la única razón por la cual nos sirven tanta agua. Nadie más lo permitiría.
- Un día deberíamos llegarles con un garrafón. Sería grandioso. - Lo sé, llegaríamos y diríamos: ¿Creían que no nos habíamos dado cuenta, eeeeeh?
- En serio deberíamos de hacerlo. Sería lo correcto.
Un par de cejas negras -sobre piel blanca- se levantan, por encima de ovalados ojos cafés y pestañas suaves y oscuras, un tono morado debajo de ellos, protegidos por un par de anteojos. Cabello negro -sobre piel blanca. Labios rosas. Vellos negros -sobre piel blanca. Nariz mediana y aguileña. Dientes blancos. Bigote oscuro -sobre piel blanca. Risa sincera, cabeza que se inclina hacia atrás. Manos que hablan. Aníbal sentado frente a mí. Reímos.
La mesera regresa. - Dicen que es porque en Francia es un platillo muy común.
Techos Altos y Muros Blancos. Cerveza, café y agua. Leer, escribir, hablar y orinar. - ¿Te conté que se manchó mi pantalón?
- No. Me mostraste un mensaje donde se lo contabas a alguien más. - Es estúpido decir que se “manchó”, ¿no? - ¿Por qué? ¿Qué no fue eso lo que pasó?
- Pero, ¿no en realidad el cloro “desmancha”. - Sí, pero sería un poco idiota decir “El cloro desmanchó mi pantalón”.
- Es gracioso.
- ¿Qué?
-Una mancha es un algo que está ahí. Sin embargo mi pantalón ha perdido ese algo. Mi pantalón tiene un vacío.
- Tus pantalones siempre han tenido un par de vacíos, incluso dos pares de vacíos: tus bolsillos.
- Sí, pero esos “vacíos” están hechos para ser llenados. En cambio, el que ahora tiene carece de función. - Llévalo a una tintorería.
- ¿Qué se supone que harán en una tintorería?
- Quitarle la mancha.
- ¿Cuál mancha?
- La no-mancha.
- Claro, cómo no se me ocurrió: “¿Le puede quitar mi no mancha a mi pantalón?”
- “¿Puede llenar el vacío de mi pantalón?”
- Parece que mi pantalón la está pasando súper mal. - Los vacíos ESTÁN “AHÍ”, ¿no?
- Eso parece.
- ¿Entonces?
- Entonces, ¿QUÉ?
- Ahí lo tienes, el vacío es la ausencia de. Lo cual es la presencia de algo.
- Es como lo de… Toru Takemitsu. Bueno, lo que decían sobre él y el silencio… es decir, la música/sonidos que hacía eran para resaltar el silencio. Lo importante es lo que no está. Porque son espacios.
Es lunes de películas en “los franceses”. Es hora de marcharnos, pues cierran y tenemos que alcanzar ruta. Es octubre y el cielo está muy azul. El clima es fresco y cálido a su vez. La arquitectura de la catedral no deja de impresionarnos, refugiada en la oscuridad y al mismo tiempo resaltada por ese azul sombrío. Alrededor las lámparas de un amarillo cálido alumbran nuestro camino hacia la parada de la ruta.
Una mano se estira. Un camión se detiene. Adentro otra mano se estira. $6.50 cuesta llegar a “La Alameda, por favor”. Se da lo justo, no hay cambio que esperar. Audífonos. Cada uno en una oreja. Hecuba suena. La tarde en los franceses ha concluido placenteramente una vez más. Hay un hogar a donde llegar. En Boulevard Juárez también hay un hogar a donde llegar. En cada casa un ser que espera otra tarde en Techos Altos y Muros Blancos. Ojos cerrados. Silencio. Respiración de seres dormidos.
#sólo los ninjas correrán libres sobre el campo#yoko ñim#gallinagallina#anacari beltrán#escritura#novela#borrador#toru takemitsu#vacío#ausenciaas#amistad
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danza de las flores
Las hojas vibran silenciosas cuando el viento amable intenta esquivarlas. Con sutileza las roza, casi con vergüenza infantil. A lo lejos uno observa como las hojitas consternadas se sacuden. Pero la intensidad de sus interrogantes depende de la especie de la planta. Las más pequeñas, inexpertas, intentan resistir la tentación del baile y se sacuden con ridiculez estoica.
Son las palmeras las que más se divierten, pero también saben ponerse serias e incluso tristes cuando el viento no busca la danza sino encontrar su grito, cuando frustrado choca al intentar traspasar las cosas.
Es que el viento también se pone triste, porque no hay un lugar que lo resguarde, se remueve entre hojas y flores, tallos y ramas y nadie lo abraza. Se pone fúrico y desesperado porque no pertenece a ningún sitio.
Zurca y zurca como silbido y susurro las flores del mundo.
#danza de las flores#hojas#viento#infantil#hojitas#planta#baile#palmeras#danza#grito#cosas#flores#tallos#ramas#silbido#susurro#mundo#yoko ñim#gallinagallina
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Circe
[borrador]
Nariz de mandarina, Nariz de mandarina de nuevo, una vez más: Nariz de mandarina
Oh, Circe eres un caramelo que se derrite bajo el abrazo caluroso del sol que entra por la ventana como si dijera “Hola, ¿cómo estás, animal sagrado?”, para enseguida posarse en ti, cuidadoso y adorable. y tú, con ese aire de melancolía felina y tu barriguita perfecta calentándose.
Circe, tu pelaje es un trigal que existe a media tarde y que se sacude con el viento que es mi mano.
Oh circe, persigues mis piernas con mordiditas inseguras para reclamarme algo incomprensible, como si estuvieras angustiada, mientras yo miro tu rostro y pienso que no me lo voy a aprender nunca. entonces quisiera abrazarte tan fuerte hasta hundirte en mi pecho, y así guardarte en mi corazón para siempre, pero sólo te levanto y pregunto “¿Qué pasa, fiera incontrolable?”, y me sueltas un zarpazo y te arremolinas en mis manos, así que sé que debo soltarte, y lo hago con la seguridad (la única que tengo sobre ti) de que no te entiendo y no me importa.
Circe, a veces pienso que eres un bebé confundido y solitario, a veces pienso que lo soy yo, sólo sé que estamos aquí para acompañarnos, Animal de caramelo.
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Cronos y la Orbe Azul
yoko ñim
Se despedaza a sí mismo en busca de su principio
y mutilado observa sus miembros caer en la tierra húmeda.
Como semillas sus extremidades se alimentan del lodo,
y al crecer se desprenden
convertidos en jinetes que montan bestias sobre las aguas dulces y saladas.
Empuñan guadañas para cortar el viento,
blanden el metal buscando los sonidos ocultos de la tierra,
oscilaciones que enloquezcan a los hombres.
[Sonidos de magnesio y arena,
de osmio y tormenta]
Los cuerpos se sacuden con vigor, casi coléricos,
[la melodía es aleación de platino]
blancuzcos y amarillos se tornan los rostros,
la mirada se cierra,
de la oscuridad emerge Cronos,
musita con su voz de metal doblado,
y extiende su lengua gigante e invisible,
que ha probado el polvo de todos los siglos,
para envolver a los hombres furiosos.
Así Tiempo y hombre danzan en los misterios de la Orbe.
#yoko ñim#cronos#Cronosyaorbeazul#orbe#azul#chronos#musica para el tiempo#jazz#Cuernavaca#tiempo#siglos#hombres#furia#polvo#rostros#texto#escrito#mexico#español#ciudad#pais#flor#o#fruto
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Era otoño en la Ruina Tropical. Era domingo y el silencio se expresaba a través del viento. La noche era púrpura y a mitad de la avenida (en el camellón) las palmeras se balanceaban en un vaivén oscuro. Sacudían sus coronas como gigantes incomprendidos.
Fragmento de poema para Ana. Yoko Ñim Gallina gallina
#gallinagallina#ruina tropical#RuinaTropical#domigo#yoko ñim#poema#silencio#viento#noche#avenida#camellón#palmeras#vaivén#gigantes#coronas
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Ilustraciones digitales de ideas y/o historias cortas fabulosas Pensamientos abstractos de dos eternas adolescentes (Mo Nochrome. Dibujo Casual. / Yoko Ñim gallinagallina.tumblr.com) Escritura e ilustración y viceversa
#Ñññ#ilustración#IlustraciónSalvaje#mónica figueroa#yoko ñim#gallinagallina#digital#ilustración digital#adolescentes#escritura#literatura#tebeo#tira cómica#postales#tarjetas conmemorativas#la vida#pintura#dibujo
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Hoy vi el suelo de la calle Abasolo y me pareció un animal negro y herido que sangraba desmembrado. Pero no buscaba ayuda. Sólo agonizaba y escurría un flujo transparente que torpemente lamía su piel agrietada.
Entonces deseé el silencio, pero no ocurrió. Crucé y desde la banqueta volví la mirada a la criatura sangrante: Sólo era un suelo desgastado y sobre él deambulaba la lluvia matutina y fría.
Me quedé con ese sentimiento de falsa agonía y pensé que eso era el mundo: una herida abierta en la esquina de una calle.
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![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/25021bfee1df7e02fbac54a7dfc719b8/tumblr_nyr22vXSNm1spp8cqo1_540.jpg)
“Eres como una ola. Una maldita ola gigante, pero siendo una ola, no lo eres. Eres los momentos que requiere esa ola para ser una ola. ¡En serio quisiera poder pintártelo! Imagina ese muro salado: toda la perfección que necesita para convertirse en un muro de agua que se sostiene en la nada tan sólo por un instante inimaginable. Toda esa perfección. Toda esa calma. Pero una ola no es sólo eso, necesita derrumbarse y agobiarte con su desplome implacable, con esa espiral extraña: una violencia con un sentido estético, pero sin consciencia, que te cae encima y te abruma con su voluta violenta que segundos, o menos que eso, era un muro perfecto. Después regresa... a formar parte del todo. Y tú, en este caso Yo, no tienes ni idea de qué te acaba de pasar, pero estás empapado. Y ya. La vida nunca volverá a ser igual, una ola te empapó, y ella, en este caso Tú, como si nada, porque simplemente esa es su naturaleza, eso es lo que hace.”
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Tu cabello era un cuervo herido que caía dramáticamente en busca de la muerte.
Texto completo: http://gallinagallina.tumblr.com/post/130147156632/geosmina-nocturna
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Geosmina nocturna
Eras una sombra que yo perseguía entre arbustos y azucenas.
Tu cabello era un cuervo herido que caía dramáticamente en busca de la muerte.
En el cielo los relámpagos no daban paso al sosiego, era la noche perfecta para que yo perdiera el alma.
Danzabas bajo el aguacero con las enaguas levantadas, tus piernas estaban inundadas de lodo negro, todo olía a geosmina.
Como un ladrón me escondí entre las ramas de un árbol, vi como girabas y girabas como si quisieras abrir la tierra. Te creí una bruja en su encuentro con el diablo.
Sentí envidia de todo lo que te rodeaba. Todo en mi interior se incendió, el cielo se convirtió en un océano invertido; mis entrañas ardían, como si ya no me pertenecieran.
Por tus muslos la sangre bajaba, desde tus pies el lodo subía, como si buscara tu cuerpo. Como si quisiera poseerte. Como si perteneciera a ti.
A estruendos la noche te iluminaba, a estruendos mi corazón palpitaba, violento. Asustado.
Sentí que observaba a una bestia, creí que miraba fantasmas.
Entonces tus ojos negros, sin notarme, me vieron, cruzaron las ramas hasta donde yo estaba. Me dolió como un alarido, mi cuerpo tembló, lo supe: Ya no pertenecía a este mundo. Por eso mi alma huyó, me quedé prendada a ti, no podía oír más que tu voz, seguir más que tus pasos, mis palabras se volvieron versos, entonces los odié a todos, odié a cada uno, porque no eran tú.
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Catarina Pimienta
Corríamos en círculos hasta que uno de los dos caía sobre el pasto; cansados del esfuerzo y de la risa nos retorcíamos sobre el verde húmedo, así que dormíamos mareados y plácidamente, uno recargado sobre el otro. Mamá salía y gritaba “¡Augusto, Renata!”, hasta que algunos de los dos la escuchaba y entonces tenía que despertar sigilosamente al otro. Ambos regresábamos dispuestos a cenar lo que ella nos preparaba, mientras en nuestra cabeza el mundo aún giraba y se nos iba encima. Papas hervidas y lasaña era la especialidad de mamá con un poco, poquito del vino que papá nos permitía beber: “Un traguito cada quien. Y después mucha agua. Si así son insoportables no quiero imaginarlos con resaca”. Decía con falsa gravedad. Reíamos. Después de cenar papá nos contaba sus historias de cuando detuvo al ladrón de algodones de azúcar según las pistas que dejaba. De cuando, por fin, lo atraparon lo encerraron en una celda repleta de huevos podridos, reíamos y al terminar, Renata y yo competíamos para ver quién era más rápido al momento de cepillarnos los dientes, pero mamá intervenía pidiéndonos “Si van a competir que sea de quien se los lava mejor, chistosos”. Teníamos ocho y diez años y aún no era tiempo de tener habitaciones separadas. Usualmente, Renata tenía problemas para dormir, así que me pedía que le contara historias sobre cazar escarabajos y catarinas pimienta. Pimienta porque un día un chef chino robó sus lunares para condimentar sus pastas, y entonces se hizo muy famoso. Pero las catarinas se pusieron tristes y un buen día lo secuestraron y le pidieron “Por favor, no lo haga más, porque si no se lo entregáremos a las hormigas, y les tendrá que cocinar el resto de su vida”. Después de un tiempo ya nadie supo del chef chino y, como nunca reveló el secreto de su cocina-, su condimento especial desapareció junto con él. Pero al pasar por los hormigueros de Shangai se puede escuchar: ¡Bàituō, wǒ bù huì zuò fàn! (Vamos, que ya no puedo seguir cocinando) Al terminar con mis historias, me percataba de que Renata dormía y en sus bracitos abrazaba con precaución la libreta donde delineaba con crayolas sus escenas favoritas de mis historias: así, una catarina de un tamaño descomunal era sacudida por un deforme pigmeo chino con bigotes tan largos que podían fungir como piernas y en su cara una sonrisa malvada, en su cabeza un sombrero de cocinero. Detrás un ejército de hormigas con cascos y pistolas le apuntaban, mientras él cocinaba pasta que bien podía confundirse con aquel juego llamado tripas de gato. Así soñaba Renata entre tripas, lunares y hormigas hasta el amanecer. Cuando papá se preparaba para ir a trabajar, Renata me despertaba y se burlaba sobre lo flojo que era sólo por reponer en cama el tiempo que una noche antes mis historias me habían llevado contar.
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Estamos hechos de clichés. 'Eres un cliché'. Eso me dijo María bajo la lluvia, mientras le pedía que por favor hiciera que me enamorara de ella para poder olvidarte. 'Eres un cliché bonito'.
Las cartas que nunca te envíe.
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beibis on fayer
Mi estómago no deja de hacer ruido y no puedo escribir nada que me satisfaga. “Rulas”, diseñador del periódico en el que trabajo, llega cantando "I can'get no satisfaction". Eso y un mal dibujo que hice sobre ti en la esquina de esta página me hace sentir frustrada. ¿Cuán desesperante es no poder concluir las historias que inicié hace un año? Me consuelo falsamente con estas líneas, así como intento engañar el hambre con una manzana amarilla. Sentada sobre la silla reclinable de ruedas, frente a una gran pantalla de Mac, comiendo una manzana amarilla, se encuentra Yoko, nombre falso, por supuesto. Tiene los audífonos puestos y por lo que aparece en pantalla escucha "Declare Independence" de Björk. De vez en cuando deja de escribir estas líneas y mira la presentación en vivo entonces, por un momento, desea ser una de sus coristas. Deja de mirar y escribe mientras piensa “¿Quién diablos me va a creer esta falsa meta-literatura? Ni siquiera tengo claro el término”. Imagina a Davo riendo, no tanto por la prosa -que no ofrece nada- sino por como ella -Yoko- se había atrevido a llevar semejante texto. Mientras que el Doctor Bazán y Amaury, tal vez, serían un poco más reservados en cuanto a sus impresiones, vamos, que no permitirían caer en ¡tan vulgar engaño! Amaury sostendría las hojas u hoja -aún no sabemos cuántas resultarán- con la mano derecha, con la otra tocaría insistentemente las puntas de su bigote, pero Yoko recuerda que es noche de taller y seguro ocuparía ambas manos en el falso texto, sobre el que Amaury escribiría “¡Esto es un engaño!” y con suerte, dibujaría un pene. Si Vianey asistía, reiría más para sí misma, sobre todo- cree Yoko- al momento de ser nombrada en dicho texto, más por el bochorno que por la gracia, todo esto mientras está reclinada sobre su asiento. Con suerte, al final de la lectura, el Doctor Bazán se mostraría condescendiente, en parte por el engaño, en parte porque -tal vez- sus pies se encontrarían descansando cómodamente. Se detuvo un momento y miró pensativa el libro que hace un año Juliana le regaló, un libro sobre guión, se preguntaba "¿Por qué leo un libro cuya portada tiene un teclado de máquina de escribir, un cenicero y un cigarro, todo retorcido por un efecto de algún programa barato de edición de imágenes?" Pero no era tanto la portada lo que la incomodaba, al menos no tanto como la foto del autor al interior de ella: en blanco y negro, abrazando un saco de box -que seguro nunca ha usado-, y lo peor: su maldita cara de marica Sabelotodo (como si se tratara de clasificar especies: la jotilla, el amanerado, el que sí es hombre, el marica sabelotodo, etcétera...). Así que se sentía culpable pensando qué tan homofóbica, superficial o lo que sea en lo que eso la convirtiera, era, y el poco sentido que tenía su deseo de escribir un guión sobre un transgénero y su vida casual. “O tal vez por eso mismo tiene sentido”, mentía para sus adentros y miraba de reojo la tapa del disco que incluía "Baby's on fire" de Brian Eno. Entonces deseaba ser él. “No puedo avergonzarme de lo que siento”, le llegó como una revelación. En el momento no quiso tomar cartas en el asunto, pues sabía que interpretaría todo de mala manera, o más bien -como siempre- sería extremista al respecto, y bueno, ser extremista siempre es una mala manera de tomar las cosas. “¿Esta cantidad de palabras será suficiente para erguir mi engaño el cual ya me he encargado de desmentir?”, pensó. Aquí se dice: Dejó a un lado el estilografo. Cerró la libreta. Se preparó un café y comió el Hershey's de almendras y el plátano que camino al trabajo había comprado en una de esas tiendas que se les denominan "de la esquina”, pero ésta no está en la esquina, así que ni al caso mencionarla.
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