#ya estábamos bien siendo 4 aunque algunas me caigan bien
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Sounds like a looooot of drama
people that call others friends and said friends having their whole back turned on them.
and they were sat next to each other 😂 that doesn’t look like a friendship
#but hey that body language speaks volumes#whole back turned when you’re sat next to a friend? weird tbh#NWBFADNJDBDNS#a veces no puedo evitar reírme#drama 24x7 y no interesa - a estas alturas cansa#tanto criticar y tanta necesidad de que a uno le echen piropos#yo y una colega tenemos una inside joke#hay cosas que hace la gente que me hacen cogerle asco#una de ellas es las faltas de respeto#tanto robar como mentir como ser hipócrita#ya estábamos bien siendo 4 aunque algunas me caigan bien#a ver cómo dices eso sin herir sentimientos#algunas propusieron cena en junio - nope yo al final no iré#iré con otra gente o si van otras personas#algunas hoy se reían conmigo#claro - no puedes criticar 24x7 y luego querer piropos justo de esa gente que ni te para bola#todo por llamar la atención#la gente así da sida 🫣#madre mía que dios nos dé un respiro#AlqbdlqjsKABDMASN#que pesadilla tío#si que hay una que me cae muy muy bien y cuando tiene problemas pues todas la escuchamos con mucho cariño#pero vamos#de verdad#que dios nos dé un respiro#hasta las narices de escuchar dramas y tonterías por asociación#y es por asociación#por eso les digo a los tíos que se vengan#😂😂😂 a mi me caían todos bien hasta hace unos meses#estar cerca de alguien narcisista es agotador 😂
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Crescendo - Capítulo 4
Me crucé de brazos y esperé a que dijera algo más. Nazarach tenía una asquerosa sonrisa en el rostro, una sonrisa que estaba deseoso de borrar más temprano que tarde. Se acercó un poco más a mí, dando un paso hacia adelante. Desprendía un poder que alguna vez tuve, y que rápidamente superé. Si se creía que podía intimidarme con eso, estaba bastante equivocado.
— ¿Qué pasa? —Inquirí— ¿Para qué me necesitan?
Sus ojos fríos y vacios me evaluaron, intentando intimidarme. Pero no lo haría.
—Tenemos un problema—dijo, luego de unos minutos en silencio—Nathanael ha sido advertido de que cierta secta de Nefilim anda en busca de poder, de regresar a uno de ellos al puesto que tenía anteriormente.
Me quedé en silencio esperando a que continuara, pero no dijo nada más.
— ¿Y yo que tengo que ver con eso? —pregunté.
—Tenemos una leve sospecha de quién puede ser, y necesitamos que lo vigiles. Especialmente porque tiene una hija de la cual puede usar de mala forma en cualquier momento. —Hizo una pausa, y luego agregó: —Queremos que cuides de su hija, también.
Aún no me había dicho de quién se trataba, pero sólo podía haber una persona la cual me obligaran a cuidar. Apreté mis puños e hice todo mi esfuerzo por tratar de mantener mi expresión fría y sin rastro de sentimiento alguno.
—Ya tengo a alguien a quien cuidar—dije.
Él sonrió con frialdad.
—Ya lo sabemos. Esto no durará mucho, no te preocupes. Además, luego de la ruptura Nora necesita un poco de espacio—dijo. Iba a borrar esa maldita sonrisa de su patético rostro. Lo haría—Tal parece que no te ha afectado en nada, Jev. Me parece bien, sigue firme en que no la amas, y no te enviaremos al infierno. Por ahora, claro.
Apreté mis puños con más fuerza, contiendo mi necesidad de golpearlo.
—Tengo derecho a negarme—protesté.
Él negó, divertido ante la situación.
—No, Jev. Perdiste esos derechos cuando caíste. Eres un recolocado, de ahora en adelante tendrás que ganarte tus derechos. Y así como vas, no te has ganado ninguno.
<<Pero tú ya te ganaste una patada en el culo, una arrancada de brazos, una cortada de cabeza y una incineración>> pensé. Rodeé mis ojos y suspiré.
—Está bien. ¿Quién es el posible sospechoso? —pregunté.
—Hank Millar.
Sí, me lo imaginaba. Tendría que cuidar de Marcie, joder. Desvié mis ojos y los fijé en el árbol detrás del arcángel frente a mí.
— ¿Qué pasa, Jev? ¿Estás pensando como eludir la orden? —preguntó.
Sonreí.
—Yo no eludo. Yo enfrento. —Le espeté—Eludir es de cobardes.
—Bien dicho. Casi puedo creer que eres verdaderamente valiente.
Di un paso adelante por puro instinto, recordando en el último momento que no podía atacar a un arcángel. No porque tuviera miedo de que su poder me destruyera, sino porque si mataba a uno, los ángeles vengadores vendrían a matarme a mí. Me encadenarían en el infierno. Y no podría ver más a Nora. Nazarach abrió los ojos levemente, y retrocedió un paso que se equiparaba con el mío. Sonreí.
—Tú no pareces ser lo suficientemente valiente. Tantos años, ¿Y aún sigues temiéndome, arcángel?
Escupió al suelo, sus ojos chispeando la furia que sentía.
— ¿Temerte? ¿A ti, un caído que recién vuelve a tener alas? No intentes… ser gracioso.
Le regalé otra de mis sonrisas frías y calculadoras. Di otro paso adelante.
—Vamos, dilo. “No intentes joderme, Jev” ¿Por qué te cuesta tanto demostrar que en el fondo, deseas ser como yo, liberarte de la presión que sientes al tener tanto poder? No es muy divertido ser arcángel, ejecutar a tus amigos cuando cometen un error—espeté.
—Debes hacerlo, por ello se te concedió el poder. Se le considera débil a todo aquel que no se atreva a hacerlo. ¡Son las reglas!
—Desde mi punto de vista, es débil aquel que no es capaz de romper “las reglas” para defender lo que cree que es justo. El sentido de justicia que tienen ustedes es una jodida mierda. Muchos ángeles han caído debido a errores que cometieron sin darse cuenta, y ustedes los condenaron por ello.
— ¡Tú también condenaste a muchos, Jev! En el mundo angelical, no tenemos permitido cometer errores.
—Sí, lo hice. Pero me cansé de esa mierda.
Se quedó en silencio unos segundos, retándome con la mirada, intentando obligarme a ser yo quien la apartara primero. Pero no lo hice. Estábamos extremadamente cerca, podría estirar mi brazo y estampar mi puño en su mandíbula, pero aún no estaba dispuesto a correr ese riesgo.
—Fue Rixon, lo recuerdo. Caíste porque te negaste a ejecutarlo. Te limitaste a arrancarle las alas, sabiendo que era una de las cosas que él quería—gruñó.
Me encogí de hombros.
—No sólo fue la decisión que tomé con Rixon. A ti también te cubrí una vez, ¿O ya no lo recuerdas? Fue hace más de mil años, pero tengo fe en que no olvidas el enamoramiento que tuviste con aquella pequeña humana.
Su mandíbula se tensó y apretó los puños.
—Era un custodio en ese entonces. No tenía mucho tiempo con las alas, no conocía las reglas con todo detalle.
— ¡Exactamente ese es mi jodido punto! Te hubiese ejecutado con toda facilidad, de no haber visto en ti ese brillo asqueroso que reflejan las personas cuando se enamoran. Yo no sabía en ese entonces qué significaba, pero algo me hizo detenerme.
—Es extraño escucharte decirlo, tú no tenías corazón, sentimientos o conciencia. Y si no has cambiado en nada, sigues siendo el mismo monstruo de siempre. Podrías regresar a tu anterior puesto con facilidad.
Bufé, entrecerrando los ojos, acercándome un paso más, estando tan cerca de su rostro que podría besarlo si quisiera.
—Podría matarte aquí, ahora mismo, si me atreviera—No dije “si quisiera” porque la verdad era que sí quería—Pero no quiero correr el riesgo de que todos los vengadores caigan sobre mí. Sé que puedo regresar al trono, pero no quiero. Ni siquiera quiero seguir siendo un custodio.
—Entonces, ¿por qué has rechazado el sacrificio? Serías un asqueroso humano si te hubieses limitado a dejar morir a la chica.
Recordé la conversación que tuve con Nathanael ese día. Mi amor por ella podía acabar con ambos. Él había guardado mi secreto, y se lo agradecía. Aunque ciertamente no entendía la razón por la cual lo había hecho.
—No quería ser humano, tampoco. Ya no—me limité a responder.
— ¿Por qué no?
—Eso es asunto mío, y de nadie más.
Finalmente su sentido común le avisó de que no era sensato entrometerse más en esta discusión, por lo cual comenzó a retroceder. Sacó un trozo de papel de donde sea que lo haya mantenido oculto y me lo aventó.
—Es el número de la chica. Debes cuidarla por esta noche, hasta que alguien esté dispuesto a cuidarla.
Extendió las alas con fluidez y emprendió el vuelo, dejando tras de sí un montón de hojas caídas de los árboles. El descenso de una de ellas en particular, me había hecho recordar la pequeña pluma que observé caer lentamente mientras estaba de rodillas, frente a los seis integrantes restantes del grupo de los siete.
Apreté mi puño en torno al papel, para luego desdoblarlo e introducirlo en mi teléfono celular.
Ella respondió al tercer tono.
— ¿Hola? —Marcie tenía la voz extremadamente chillona por teléfono.
—Vístete. Pasaré a recogerte en veinte minutos.
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