#y quien dice que uste' molesta????
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CAPITULO 32 - NOCHE DE ESTRELLAS
|| Bienvenidas || Exclamo y rápidamente inclino la cabeza y hago una reverencia al recibirlas, tratando de lucir lo más cordial posible.
|| Lady Riley… Te ves... bueno... agradable. Veo que los Beaumont ciertamente se han superado a sí mismos || comenta Madeleine, inclinando la cabeza en señal de respeto.
|| Es verdad, afortunadamente este baile no es tan vulgar como había imaginado que sería || agrega Olivia, cruzándose de brazos y regalándome una pequeña sonrisa.
|| Gracias, tomaré sus palabras como cumplidos || respondo después de soltar un ligero suspiro, intentando que sus palabras me afecten lo menos posible.
|| Y deberías hacerlo. Muy bien, ahora que empiece la fiesta... ¿Dónde está el vino? || pregunta Olivia mientras pasa a mi lado y se dirige a buscar bebidas por la habitación. Mientras tanto, Maxwell conversa con Hana y Drake, y Madeleine se detiene para mirar a Liam, quien está sentado en su mesa en el frente, antes de volver hacia mí.
|| Debes sentirte bastante satisfecha, ¿verdad? || me dice Madeleine con un ligero tono de rabia en su voz.
|| No sé de qué estás hablando, Madeleine || respondo sin comprender el motivo de su molestia.
|| Escuché rumores de que te has convertido en la favorita de la gente para el día de la Coronación... || continúa, mientras yo la observo con pesar. Ella parece considerar todo esto como un simple juego.
|| Tienes razón, estoy dentro de las favoritas, al igual que tú. Pero para aclarar la situación, esto no es una carrera || le digo mirándola fijamente.
|| ¿No lo es? En cierto modo, creo que sí, Riley || responde Madeleine.
|| Pues no lo es, Madeleine. Esto se trata de Liam y de con quién él se quiere casar || exclamo molesta, pero ella se burla de mí.
|| ¿Con quién él se quiere casar? || dice riéndose de mí || Ok, si tú piensas de esa forma, no puedo refutarlo. Por cierto, magistral movimiento el que hicieron ||
|| ¿A qué te refieres? || pregunto confundida.
|| Me refiero a que observo con atención los tonos distintivos de la casa Beaumont tanto en la vestimenta del Príncipe como en la tuya. Es como si estuvieran destinados a complementarse, ¿no te parece? ||
|| Fue un gesto generoso por parte de Bertrand, ese regalo para ambos ||
|| Es reconfortante que sea solo un obsequio, porque lucir como una dama es una cosa, pero ser elegida es completamente diferente. Uno nunca puede prever lo que depara el futuro || me dijo con tal certeza que en momentos me sentí insegura y desvalida a su lado. Sin embargo, rápidamente recuperé la compostura.
|| Que gane la mejor mujer || le afirmé.
|| Así es, estoy convencida de que la verdadera ganadora saldrá victoriosa || replicó ella, escudriñándome de arriba abajo antes de alejarse precipitadamente. Mientras ella se aleja, escucho a lo lejos que Bertrand se dirige al estrado para dirigirse a los asistentes.
|| ¡Bienvenidos a todos! Por favor, tomen asiento. La cena comenzará en breve || anuncia.
|| Ellas no pierden oportunidad de intimidar a la gente || susurra Drake inclinándose hacia mí luego exclama en voz alta || Será mejor que nos vayamos, muchachos. Tenemos un lugar esperándonos. Nos vemos luego, Brown || me dice.
|| ¡Nos vemos, amiga! || exclama Hana con una amplia sonrisa || Disfruta esa cena ||
|| Adiós, mi flor. Disfruta || Me despide Maxwell con un beso en la mejilla. Los tres avanzan hacia las mesas, y yo los sigo de inmediato en busca de mi asiento. Al llegar, ocupo mi lugar en la cabecera de la mesa. Liam está sentado a mi izquierda, y Bertrand a mi derecha. Le sonrío a Liam y le guiño un ojo. Él suelta una risita y me mira con dulzura en los ojos.
**
Poco después, empezamos a disfrutar de la comida, la cual fue servida por los sirvientes, mientras conversábamos y congeniábamos entre todos.
|| La comida es exquisita, y el vino, excelente. Además, el entorno es magnífico. Duque Bertrand, usted hace honor a su casa || exclama el rey, inclinando la cabeza mientras Bertrand sonríe y responde.
|| Es muy amable de su parte decir eso, señor. Lamento que solo pudiéramos hospedarlo una noche... ||
|| Lastimosamente, no podemos evitar que la temporada social llegue a su fin. Debemos regresar al palacio || responde el rey, mientras escapo un suspiro; han sido meses llenos de emoción y ansias. Pero rápidamente coloco mis pensamientos en orden y exclamo a todos:
|| No puedo creer que la Coronación esté tan cerca… ||
|| Estás en lo correcto, Lady Riley, y el Príncipe Liam pronto deberá enfrentar muchas decisiones || dice Bertrand, mirándonos a ambos. Liam me devuelve la mirada y responde.
|| ¿Sabes, Bertrand? Sinceramente, me siento seguro de mis decisiones en este momento || dice sonriendo y mirándome, lo que hace que mi corazón también sonría. La reina Regina se ríe y se inclina hacia Liam con una sonrisa emocionada.
|| ¿De veras? ¿Ya te has decidido por la dama con la que deseas casarte? || pregunta sorprendida mientras mira a Liam, quien la observa por un momento antes de dirigir sus ojos hacia mí.
|| Pues... || exclama Liam, pero el Rey Constantino lo interrumpe rápidamente.
|| No, no, no, Liam, no deberías revelar eso hasta la Coronación... No sería apropiado... ||
|| Está bien, padre, tienes razón || responde Liam con una sonrisa amplia. Luego, Regina nos observa atentamente, notando las miradas que intercambiamos Liam y yo, antes de hacerme una pregunta directa.
|| ¿Lady Riley, digamos que fueras elegida? ¿Crees que estarías lista para casarte y asumir la responsabilidad de ser reina? || pregunta Regina.
|| Bueno, Su Majestad, sé con claridad que no sería pan comido estar casada con Liam || respondo. El Rey suelta una carcajada mientras miro fijamente a Liam.
|| Sin duda, Lady Riley, me encanta su manera de ser || exclama el Rey. Sin embargo, antes de que pueda responder a la pregunta de Regina, Bertrand me interrumpe, visiblemente ansioso.
|| Por supuesto que estaría lista, Su Majestad || interviene Bertrand.
|| Duque Ramsford, creo que no hay necesidad de responder por ella. Creo que Lady Riley es más que capaz de hacerlo por su cuenta || replica la Reina. Sus palabras hacen que todos me miren con atención || ¿Lady Riley ||
|| Con toda sinceridad, estoy segura de que estaría lista || respondo con convicción, dejando que el sentimiento impregne mis palabras || Porque para mí, el matrimonio va más allá del amor; se trata de trabajar en equipo. Aunque el amor es esencial, comprendo que se necesita mucho más para que una unión perdure. Estoy preparada para enfrentar los desafíos que vendrán, sabiendo que, como Príncipe Heredero, Liam y yo tendremos que superar obstáculos juntos. Además || añado, dejando ver mi determinación || Sé que habrá momentos difíciles, pero no me siento débil. Estoy lista para afrontar cualquier situación que se presente || Mis palabras sorprenden al rey y la reina, mientras Liam y Bertrand muestran una sonrisa llena de complicidad y apoyo en sus rostros.
|| Vaya, Lady Riley, qué buena respuesta. Es verdadera y sincera || comenta el Rey.
|| En verdad, Su Majestad, me preocupo mucho por Liam y sé quién es || le digo con sinceridad.
|| Claro que lo haces || responde Liam, sonriéndome una vez más, lo que hace que no pueda evitar volver mi mirada hacia él. De repente, el Rey aclara su garganta, llamando nuestra atención.
|| Bueno, esto realmente me satisface... Pero es hora de brindar, ¿no les parece? || propone el Rey, levantando su copa hacia nosotros. Correspondemos levantando la nuestra hacia la suya. A mi lado, veo a Bertrand sonreír, lleno de esperanzas. Lo miro y sonrío junto con él. Esta noche me siento victoriosa.
**
Después de unas horas de socializar con la familia real, compartiendo vivencias y anécdotas, realmente fue una velada excepcional. Era el momento de que la gran fiesta comenzara y de que los anfitriones realizaran el brindis. Bertrand, Maxwell, Liam y yo estábamos en las gradas del salón principal, listos para que Bertrand pronunciara sus palabras.
|| Duque Bertrand, permíteme felicitarte. La cena estuvo deliciosa || Expresa la reina Regina, asintiendo con la cabeza mientras nos sonríe a Bertrand, Maxwell y a mí.
|| Y el postre hizo que todo fuera aún mejor, ¿no creen? || agrega Maxwell, inclinando la cabeza hacia atrás y mostrando una sonrisa.
|| No hay duda de que la buena compañía fue el secreto del éxito de la cena || exclama Liam, mientras toma mi mano y ambos volvemos a sonreír y reír. El Rey nos observa a ambos antes de dirigir su mirada a la Reina y tomar su mano también.
|| ¡Juventud! Recuerdo bien haber sido joven una vez || exclama el Rey, besando la mano de Regina.
|| Lo bueno es que siempre me siento joven cuando estoy contigo, cariño || responde la Reina con dulzura.
|| Es lo mismo para mí, querida... Sinceramente, cuando todo esté dicho y hecho, espero que Liam tome la decisión correcta || dice el Rey, dirigiendo su mirada hacia Liam.
|| ¡Eso es lo que todos esperamos, señor! || exclama Bertrand, sonriendo al rey antes de dirigirme una sonrisa || Muy bien, creo que es hora del brindis de inicio. Si me permiten un momento, por favor || aclara Bertrand su garganta, captando la atención de todos los presentes mientras los sirvientes comienzan a repartir las bebidas || Ahora que el gran salón está abierto, unámonos al maravilloso brindis para dar inicio a las festividades del ducado de Ramsford || anuncia Bertrand quien sube por la mitad de las escaleras del salón, un lugar representativo donde se exhiben las armas de la familia, para que todos los asistentes puedan verlo || Ciudadanos, nobles, amigos, nos hemos reunido aquí hoy para celebrar el final de la temporada social. Así que me gustaría compartir con ustedes algunas palabras... || comienza su discurso Bertrand, pero mientras él continúa hablando, Maxwell me da un codazo y señala con la cabeza hacia la parte posterior de las escaleras.
|| Es hora de recoger nuestras armas, mi flor. ¡Tú y yo vamos a abrir unas botellas! || exclama Maxwell, llevándome hacia la pared de armas que se encuentra en la parte superior de las gradas, donde agarra un par de botellas de champán. Mientras tanto, yo sostengo delicadamente una daga que llama mi atención || Perfecta elección, elegante y precisa || exclama Maxwell mientras levanta una espada de la misma pared. No mucho después, escuchamos a Bertrand finalizando su discurso.
|| ...Así que junto con toda la casa Beaumont conmigo, ¡propongamos un brindis! || anuncia Bertrand.
|| Esa es nuestra señal, ven, mi flor || me dice Maxwell, tomando mi mano y guiándome hacia la mitad de las escaleras, donde se encuentra Bertrand.
|| … Por nuestra amada familia real... || dice Bertrand a viva voz.
|| Y por todos aquellos que nos acompañan esta noche || añade Maxwell, con emoción en su voz. Los dos hermanos luego me miran, como si esperaran que yo pusiera las últimas palabras para el brindis de inicio.
|| Y, finalmente, pero con igual importancia, brindemos por los hermanos Beaumont. Nuestros anfitriones legendarios, sin los cuales yo, Riley Brown, no estaría aquí en este momento || expreso con una sonrisa, dejando que el sentimiento de gratitud inunde mis palabras mientras mi mirada se encuentra con la de Liam.
|| ¡Es hora de tirar la casa por la ventana entonces! || exclama Maxwell, quien saca inmediatamente la espada y golpea la botella de champán, rompiéndola por completo y haciendo que el champagne se derrame por todas las escaleras.
|| Nunca antes hemos dejado que una botella perdida nos detenga. ¡Tráeme otra! || dice Bertrand, sonriendo y haciendo un gesto para solicitar un reemplazo a Maxwell.
|| ¡WOOOOOH! ¡Ese es mi hermano! || grita Maxwell, alzando las manos y entregándome otra botella || Es tu momento, mi flor. ¡Vuélvenos orgullosos! || me dice con entusiasmo, y yo lo miro con ansias y determinación. Asiento con la cabeza y paso rápidamente la daga por la parte superior de la botella. En cuestión de segundos, logro abrir la botella por completo y hacer que el corcho salga disparado. Un delicioso champán espumante ahora se desborda sobre las escaleras. Maxwell me mira sorprendido.
|| Wow... Me tomó mucho más tiempo dominar ese movimiento. Eres una digna hermana mía || dice dándome un gran abrazo y sonriendo mientras la multitud estalla en carcajadas. Bertrand se dirige una vez más a la multitud.
|| De parte de nuestra casa Beaumont... ¡Gracias por acompañarnos! Es momento de brindar || anuncia Bertrand. Todos los asistentes aplauden mientras el Rey y la Reina se acercan a donde Bertrand y yo estamos.
|| Ha sido una espléndida noche, Duque Ramsford, Lady Riley... Mis más sinceras felicitaciones || dice la Reina Regina, enviándonos una sonrisa de satisfacción, a lo que ambos damos un suspiro de alivio.
|| Ustedes han ofrecido el tipo de velada agradable que siempre se ha esperado de una celebración en el estado de Ramsford || añade el Rey Constantino, asintiendo tranquilizadoramente con la cabeza mientras yo aprieto el brazo de Bertrand emocionada || Tu padre estaría demasiado orgulloso, Duque Bertrand ||
|| Ustedes son demasiado amables, sus Majestades || responde Bertrand haciendo una reverencia, a lo que yo hago lo mismo en señal de respeto.
|| Aunque la celebración parece recién empezar, me temo que, por nuestra parte, deberíamos irnos. Los viejos como nosotros no podemos manejar los eventos nocturnos como ustedes los jóvenes... Es hora de que ustedes comiencen a disfrutar de la noche || comenta el rey Constantino, observando detrás de nosotros donde Maxwell y otros nobles están empezando la fiesta. Bertrand levanta su copa hacia el Rey y la Reina.
|| Señor, sinceramente se lo extrañará mucho cuando se jubile. Ha sido un honor conocerlo todos estos años || expresa Bertrand con afecto.
|| Oh, Bertrand, eso no es necesario || responde la Reina con sentimiento en su voz, limpiándose un poco los ojos, que se llenan de lágrimas.
|| Es justo y necesario, mi señora || Bertrand levanta su copa y aclara su garganta || ¡Brindemos por el Rey! ¡LARGA VIDA AL REY! ||
|| ¡LARGA VIDA AL REY! || exclaman todos los asistentes al unísono, antes de empezar a conversar, beber y algunos a bailar.
|| Gracias, Duque Bertrand || dice la reina Regina, inclinando su cabeza con lágrimas en los ojos.
|| Fue un gusto compartir con ustedes || nos dice el Rey sonriendo || Nos veremos de nuevo en la Coronación. Esperemos que los resultados sean favorables para todos nosotros || añade el Rey mientras aprieta la mano de la Reina y se despiden. Bertrand se vuelve hacia mí con una sonrisa gigante, como nunca antes se le ha visto, y me abraza con fuerza.
|| Bueno, bueno, esto es una maravillosa señal || exclama emocionado, mientras yo me aparto de él y lo miro con sorpresa.
|| ¿Me has abrazado por tu cuenta? || digo sorprendida || No puedo creer que haya llegado este día || le digo, también sonriendo.
|| Lady Riley, es momento de celebrar. ¿Escuchaste al Rey? Espera que sea una decisión 'Favorable para todos'. Veo un futuro brillante en nuestro camino || exclama Bertrand lleno de emoción, mientras yo sonrío ampliamente al recordar las insinuaciones de Liam, que me hacen pensar que esa noche me escogerá. Si Bertrand lo supiera, seguro se emborracharía con el resto.
|| No puedo creer que te estoy viendo feliz y complacido... ¿Esta noche por fin veré al Bertrand divertido? || pregunto, y él simplemente me sonríe, toma una botella de champán abierta y se bebe una gran cantidad de líquido.
|| Pues ha llegado el día, querida || responde Bertrand, quien comienza a golpear la botella con mi daga, atrayendo la atención de todos hacia nosotros || ¡QUE EMPIECE LA FIESTA! || exclama emocionado, y se dirige a la pista de baile. De repente, por las puertas entran bailarines profesionales y acróbatas. Observo a Maxwell saltando de emoción y moviéndose al compás de la música.
De pronto, todos parecen emocionados y felices, disfrutando de la gran fiesta, cada uno demostrando sus mejores dotes de bailarín. A lo lejos, diviso a Liam, Drake y Hana, inmersos en una conversación, por lo que decido acercarme. Sin embargo, al llegar, escucho a Drake quejándose.
|| No puedo creer que hayan pasado tan solo unos minutos y ya me duelen los oídos || se queja Drake mientras se tapa los oídos y pone los ojos en blanco.
|| Vamos, Drake || Liam le da un codazo en el brazo || Normalmente te tomas al menos treinta minutos antes de desaparecer ||
|| Pero, Drake, esta fiesta es maravillosa || exclama Hana, mirando a su alrededor, y de repente me ve llegar || ¡Riley! ||
|| Hola chicos || exclamo sonriendo, mientras Liam se acerca hacia mí, toma mi mano y sonríe.
|| Déjame decirte que fue un gran brindis || se acerca a mi oído y me susurra || Me alegro de poder estar aquí contigo, Riley ||
|| Y yo estoy feliz de poder estar contigo también || exclamé con una sonrisa dirigida a ella. Hana nos observó y, de repente, tomó la mano de Drake con decisión.
|| Drake, es hora de bailar. Ven conmigo || dijo, arrastrándolo hacia la pista sin darle oportunidad de negarse o de responder. Drake nos miró con sorpresa, sus ojos bien abiertos, mientras se alejaban de nosotros. En ese instante, dirigí mi atención hacia Liam, cuya mirada reflejaba una mezcla de emoción y ansiedad.
|| Liam, ¿qué estás planeando? || inquirí con una sonrisa curiosa.
|| ¿Por qué crees que estoy tramando algo? || respondió con una sonrisa cómplice || Está bien, me has descubierto. La verdad es que quiero llevarte a mi lugar favorito en todo el estado ||
|| ¿Tienes un lugar favorito aquí? || pregunté intrigada.
|| Así es. Cuando era niño solía venir mucho con mi madre. Este lugar se convirtió en mi refugio, escapando de las reuniones aburridas o evadiendo a Max || Explicó inclinándose para susurrar en mi oído || Y, por supuesto, deseo compartir ese lugar contigo. ¿Te gustaría acompañarme? || Sus palabras hicieron que mi cuerpo se estremeciera y mi corazón latiera con fuerza. Lo miré emocionada y nerviosa.
|| Claro que si Liam, me encantaría || Exclamé sonriéndole grandemente llena de expectativas ante la perspectiva de descubrir este lugar especial a su lado.
**
Tras navegar entre la multitud, alcanzamos el exterior del salón y ascendimos por una majestuosa escalera que nos llevó a uno de los numerosos pisos de la vasta mansión. Al llegar, mis ojos exploraron ávidamente el entorno, absorbiendo cada detalle. Ramsford era verdaderamente inmenso, revelándome aspectos que Maxwell nunca había mostrado. De repente, Liam nos condujo hasta dos imponentes puertas dobles y las abrió de par en par. Mi boca se abrió automáticamente al contemplar lo que se extendía ante mis ojos.
|| Esta es la biblioteca y el salón de música... || me informó Liam con una sonrisa, mientras mis ojos exploraban las interminables filas de libros que adornaban los estantes.
|| ¡Dios mío, Liam, hay tantos libros! Amo leer || exclamé con una sonrisa, justo cuando mi atención se desvió hacia un magnífico piano de cola || Que precioso || murmuré, dejando que mis dedos se deslizaran inconscientemente sobre las teclas, produciendo las primeras notas de Für Elise.
|| No sabía que sabías tocar el piano || comentó Liam sorprendido, apoyado en el pilar del piano, observándome atentamente. En ese momento, me di cuenta de que me había dejado llevar por la música, y sentí cómo el rubor teñía mis mejillas de un intenso rojo.
|| Lo siento... Me dejé llevar || murmuré con vergüenza, esbozando una sonrisa nerviosa.
|| No, no lo lamentes. Además de ser una maravillosa cantante, eres una artista || exclamó Liam, devolviéndome una sonrisa mientras nuestros ojos se encontraban, provocando que mi corazón comenzara a latir con fuerza. Luego tomo de mi mano y me guio hacia otro pasillo. De repente, se detuvo y me miró con una sonrisa || Ven por aquí... Hemos llegado a mi lugar favorito || anunció. Ascendimos por una escalera en espiral y llegamos a una habitación oscura. Liam presionó un botón y las sombras se disiparon, revelando un techo de cristal || El observatorio || exclamó con una amplia sonrisa. Admiré el entorno con asombro. En el balcón, junto a un enorme telescopio, había un diván al aire libre y dos sillones reclinables. Me acerqué al telescopio y observé el firmamento por un momento antes de volverme hacia Liam, quien estaba apoyado en la barandilla del balcón, sonriéndome.
|| ¡Liam, esto es increíble! || exclamé emocionada, alzando la vista para contemplar el cielo oscuro, salpicado de innumerables estrellas || Voy a reclamarle a Maxwell por no haberme mostrado esto antes || Al bajar la mirada, vi a Liam recostado en el diván, con la cabeza apoyada en la mano. Al encontrarse con mi mirada, palmeó el lugar a su lado, invitándome a unirme a él.
|| ¿Quieres acompañarme? || exclamó, y yo respondí con una amplia sonrisa mientras me acercaba hacia él. Antes de sentarme, levanté la falda de mi vestido y me recosté de lado frente a él || Realmente ese vestido... te queda muy bien || me dijo Liam, sonriendo entre dientes.
|| Gracias... Pero será mejor que lo disfrutes mientras dure, a medianoche me vuelvo a convertir en una calabaza || bromeé, provocando una risa contagiosa por parte de Liam, quien sacudió la cabeza divertido. Pasamos un rato conversando sobre nuestras actividades de las semanas que no nos habíamos visto, antes de comenzar a discutir sobre el baile de coronación || La Coronación se llevará a cabo dentro de un par de semanas... Regresaré al Palacio una vez que todo haya terminado, y durante ese tiempo, no tendremos muchas oportunidades de vernos. Por eso pensé que sería bueno disfrutar de un poco de calma antes de la tormenta. Por eso quise traerte aquí || explicó Liam.
|| ¿De verdad será una tormenta? Es decir, ¿la Coronación será tan intensa? || interrogué con curiosidad.
|| Los preparativos serán agitados, por así decirlo... Habrá tareas que coordinar, discursos que escribir, gente que conocer... Y bueno, ya sabes, lo de mi padre, no es nada fácil... || comentó Liam de repente, con una sonrisa antes de desviar la mirada hacia abajo, jugueteando con la costura del diván || Pero a pesar de todo eso, estoy muy contento de que tengamos este tiempo a solas, Riley. He estado pensando en ti todo el día... || agregó.
|| Yo también he estado pensando en ti... || respondí, captando su atención momentáneamente antes de mostrarle mi dedo índice junto con el pulgar juntos || Pero solo un poco... || añadí con una sonrisa, provocando la risa de Liam.
|| Riley, no sé qué es lo que tienes... pero hay algo que me mantiene con ganas de más || admitió Liam sinceramente.
|| ¿Estás seguro de que no le dices eso a todas las chicas? || pregunté con una segunda intención ya que aún no estaba segura de sí Liam realmente no había tenido nada serio con nadie. ¿Cómo podría ser posible que este hombre tan maravilloso no tuviera a nadie en su vida? Liam me miró rápidamente, arqueando una ceja, mientras un mechón de cabello volaba sobre mi rostro. Sin dudarlo, extendió su mano para apartarlo y colocarlo detrás de mi oreja. Su suave toque envió un escalofrío a través de mi piel mientras lo observaba fijamente. Lentamente, Liam se inclinó y su rostro quedó a centímetros del mío.
|| Como te dije ayer, hubo una vez que pensé que estaba enamorado… Pero la chispa no estaba allí. Y fui muy sincero cuando dije que antes de ti, ni siquiera sabía qué era lo que les faltaba a las demás. Nunca he conocido a nadie como tú, Riley. Y quiero llegar a conocerte, saber qué es lo que hace que tu corazón salte con los latidos. Quiero llegar a conocer tu verdadero yo… || Liam me miró fijamente, buscando mis ojos verdes mientras la luz de la luna rebotaba en mi piel. Su mano rozó mi mejilla y se posó allí, y podía sentir claramente cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho || Cada... Única… Parte de ti… || susurró, acercándose con cada una de sus palabras, cerrando la pequeña distancia entre nosotros. Presionó sus labios contra los míos en un suave beso. Ambos nos fundimos el uno con el otro, mientras nuestros cuerpos se relajaban como si hubiéramos estado esperando este momento. Liam deslizó su lengua a través de mis labios ganando entrada. Su mano se deslizó hacia la parte posterior de mi cuello mientras su pulgar rozaba mi mandíbula y profundizaba mucho más el beso, perdiéndonos por completo en ese momento. Me recosté mientras Liam se inclinaba sobre mí y el beso se volvió más apasionado, más acalorado, más lleno de deseo. Nos separamos por un momento para recuperar el aliento mientras nuestros ojos buscaban los del otro || Riley, no tienes idea de lo mucho que te deseo… Pero… || susurró con ojos llenos de deseo.
|| ¿Por qué te detienes? || inquirí, tirando de él y capturando sus labios nuevamente, lo que provocó un gemido por su parte. Comencé a desabrochar los botones de su camisa, pero Liam suavemente detuvo mi mano, separándose de mala gana y mirándome con anhelo || Liam, ¿no me deseas? ||
@tessa-liam, @kingliam2019, @dutifullynuttywitch, @choicesficwriterscreations, @garrusknight
If anyone else wants to be tagged, just let me know. I hope you enjoy this wonderful love adventure.
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INTERVENCIÓN 11: UN AMIGO DE ORO mona hoffmann, sesión con linda wallace. @lacupulaint
Mona permanece sentada, en una postura perfecta, mientras su bolso permanece sobre su regazo. Señal de que no pensaba dedicar demasiado tiempo a la sesión. No porque fuera inflexible. Simplemente no tenía mucho que decir. Y consejera ya perdió minutos al decidir ser impuntual. Un defecto, nota. Probablemente adrede, pero igual de desatinado.
Es un placer conocerte, Mona. Por favor, cuéntame. ¿Cómo estás estos días? ¿Te estás adaptando bien a la vida en Alabaster?
"Oh, no. El placer es mío, señorita Wallace", sonríe. "Es muy agradable ver que Alabaster se toma tan en serio la salud mental, seguro que es usted una magnífica profesional y estoy en buenas manos" una prueba, aunque no se oye ni una pizca de cinismo en su voz. Mona es buena en eso, en ser educada en todo momento sin importar lo que realmente quiera decir. Su conversación con Dani todavía estaba fresca, posibilidad de que fuera parte de algo más y no por preocupación por su bienestar. "Pero casi me pierdo, tengo que admitirlo. Uno de los alumnos tuvo que traerme aquí o habría perdido la cita. La academia es demasiado grande y puede que mi sentido de la orientación no sea el mejor" se encoge de hombros. Un comentario casual.
Eso sigue sin responder a la pregunta. ¿Cómo estás, Mona? Eres bailarina profesional, ¿verdad? Dejar de lado tu carrera para estudiar parece un gran cambio en tu vida.
La insistencia y el énfasis especial en ella hacen reír suavemente a la rubia. "Le juro que no lo estoy evitando. Estoy bien, adaptándome y aún buscando mi lugar aquí. Me he topado con buenos compañeros, espero conocer más alumnos con el tiempo. La mayoría parecen simpáticos, las clases están bien" añade mirando a la mujer. "Y... Sí. Llevo demasiados años bailando, viajando al extranjero y compitiendo, aunque era divertido… Ya era hora de centrarme en mi futuro aparte de eso" una mentira. Innecesario decir que fue debido a su padre molesto que decidió inscribirse en la universidad. No tenía necesidad de aburrirse con tantos libros, pero allí estaba. Mal tiempo, al parecer, con tantas muertes. "Es solo una pausa. Y no es que tenga una pareja de baile por el momento, de todos modos… supongo, venir aquí me ahorró el tener que tomarme la molestia de solucionarlo" Mona bromea de nuevo. "Estoy en artes, no es como si fuese un cambio tan brusco, de cualquier modo. Podrá verme danzar, imagino, si así lo desea" mueve mano en el aire quitando importancia a cambios. No le molesta esa parte. Lo nuevo era bueno de tanto en tanto.
Vaya ¿Cómo es eso? ¿Sucedió algo con tu anterior compañero?
Sí, rompió conmigo. Pero ella no dice eso. Demasiado escandaloso, Mona estaba acostumbrada a la discreción con quienes aún no se ganan confianza. Contar lo justo, lo que cree conveniente. Se toma unos momentos para responder. "Señorita Wallace" pronuncia entonces, suavemente. Y ladea rostro a un lado. "¿Cree usted que la gente es fácilmente reemplazable?" Mona evita responder con una pregunta real. Comisuras se alzan en sonrisa. "De hecho, mi psicóloga me lo preguntó una vez" hace apenas unas semanas, cuando lidiaba con el hecho de que su ex sí la reemplazó por una mujer mayor. "Le dije que no, pero en realidad todos somos reemplazados. ¿No es así? Quedan los recuerdos, pero aparte de eso, el espacio que antes era nuestro en algún momento pasará a ser de otra persona. Diferente, pero igual" un montón de palabrería que no lleva a mucho. Sólo la cantidad perfecta de verdad mientras se intenta llevar la conversación a otra parte. "Me pregunto si es así como se sienten ahora los estudiantes. Los amigos que solían estar con ellos ahora ya no están, pero el mundo sigue moviéndose como si nada hubiera pasado. Ha llegado gente nueva y un semestre nuevo les saluda, así sin más. Debe de ser duro para ellos" dice con preocupación, visible en su expresión y audible en su tono. "Puede que a algunos inclusive no les haga gracia…" añade, un poco más seria de lo que en realidad siente.
¿Qué quieres decir con eso? ¿Ha pasado algo malo recientemente? Este es un espacio seguro, puedes confiar en mí.
Parpadea, fingiendo sorpresa. La mujer mordió el anzuelo. "No, en absoluto. Nosotros… bueno" hace una pausa, sonriendo torpemente mientras se encoge de hombros. "En el baile, recibí un mensaje raro. Que los nuevos alumnos no son bienvenidos aquí. Vaya novatada más tonta" sacude la cabeza. "No es nada comparado con el verdadero… uhm, incidente que se está investigando. Asumo es normal que quienes han perdido a alguien importante para ellos quizá estén haciendo catarsis de cualquier manera. No les culpo, cada quien lidia con emociones y las deja salir como encuentran mejor" minimiza mensaje amenazante. Es verdad que no lo cree tan serio. No aún.
Nada justifica esas amenazas, Mona. Por favor, que lo sepas. Deberías rellenar una queja a las directivas para que se investigue. En ese sentido… ¿Cómo estás lidiando con todo ello? ¿Qué opinas de los recientes sucesos en Alabaster?
"¿Puedo hacer eso? Oh, lo tendré en cuenta, gracias" contesta alegremente. Su postura sigue siendo tan impecable como al principio, no por nerviosismo o incomodidad. Un hábito adquirido de diligencia en prácticas, una espalda perfectamente erguida para lucirse en danzas. "He oído algo sobre lo que pasó, sí. Imposible no hacerlo… Tantas tragedias. Es espeluznante, pero no sé qué decir, en verdad. Espero que la policía pueda detener pronto al culpable. Esa chica que murió merece justicia" esa era su sincera opinión. "Y nosotros merecemos un ambiente tranquilo para estudiar, por supuesto" por tono, casi que da por finalizada conversación. Como pensaba, no tenía mucho que decir. Y si Linda Wallace buscaba algo específico, vaya uno a saber qué, poco podría encontrar en quien lleva poco tiempo allí.
Todos deseamos lo mismo, es verdad. Pero, ¿Tú te sientes en peligro?
Ah. Parece querer seguir indagando. Aún así, sopesa pregunta. Y llega a una misma conclusión. "No, no realmente" no ve sentido a mentir en ello. No se siente una potencial víctima. Tal vez porque es nueva, porque no lo ha vivido. "Confío en que la policía está haciendo su trabajo. Pero mujer precavida vale por dos, siempre lo he pensado" incluso si a veces no lo pone en práctica. "Todos debemos cuidarnos las espaldas ¿No?"
En fin. Muchas gracias por conversar conmigo y prestarme un poco de tu tiempo, Mona. Espero podamos vernos pronto, cualquier cosa ahora espero sepas dónde está mi oficina.
Bastante para ser que llegó tarde, piensa. Pero se lo guarda. "Por supuesto, ha sido bueno poder conversar un poco de todo" le asegura con media sonrisa. Qué tan cierto, solo lo sabría la Mona del futuro. En pocas cosas cumple promesas, más que nada cuando se lo debe a su madre. "Puede nos volvamos a ver, más aún si no consigo amigos aquí. O si mi psicóloga decide cambiar su número sin creer pertinente compartirme el nuevo " dice ambas cosas con un deje de diversión, mostrándose distendida. Así es que se pone de pie y acomoda bolso al hombro, estirando mano para estrechar la ajena. "Un gusto, Señorita Wallace. Que tenga un buen día."
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Guion Teatral
Acto 1:
Escena 1;
Narrador: De todos los lugares, creo que este esta perfecto, Centre D’Accueli, de verdad luce acogedor.
Después de entrar y ver varias habitaciones, escogió una, donde alado de su habitación, se encontraba un señor que parecía ser consumido por Bamako, el calor y los insoportables mosquitos.
Escena 2:
Narrador; ahora que lo pienso bien, aquí realmente no hay un animal mas peligroso que los mosquitos, están por todas partes, y no desaparecen.
Procede a entrar en la habitación.
Narrador: ¡Oh! ¡Pero que sorpresa, esta habitación si cuenta con mosquitera! Justo con lo que iba pensando, casi fui devorado por los mosquitos.
Escena 3:
Narrador; cuanto calor hace, iré a darme una ducha.
Al llegar a la ducha se encuentra a un noruego en la ducha, ya que esta era usada para las 10 personas del piso.
Noruego: ¿Te molesta volver en 20 minutos? Me mata el calor de este lugar.
Narrador: Estoy en las mismas, ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Noruego: Creo que llevo unas horas…
Narrador: Eso es demasiado tiempo, mira tus manos, están arrugadas como las pasas.
Noruego: Es que es el lugar mas frio y libre de calor de todo el lugar.
Narrador: No te Preocupes, volveré en 20 minutos. -Lo dice con mucho disgusto. - Pero cuando regrese, no quiero verte aquí.
Noruego: Trato.
Escena 4:
Al encontrarse aburrido, procede dar una vuelta por el lugar, hasta que ve la entrada de un ser destacable entre las varias personas que ingresaban, Jorge Esteban quien, tomo una de las habitaciones cercanas a él, y mientras se instalaba, escucha a Jorge Esteban hablar con una de las Monjas del lugar.
Jorge Esteban: Asi es, vengo desde Valencia.
Monja: Siempre he querido ir a ese tipo de cuidade’, se ven increíble’ en fotos, pero, pa’ notro’ eso es imposible.
Jorge Esteban: ¡Que va! Claro que usted puede.
Monja: ¿Por qué está usted aquí?
Jorge Esteban: Tengo la intención de realizar un proyecto humanitario y recorrer un poco África Occidental.
Monja: Le deseo buena suerte.
Jorge Esteban Procede a sacar sus artefactos de fotografía y los esparce en la cama.
Jorge Esteban: Le agradezco.
La monja junto a Jorge Esteban sale de la habitación.
Escena 5:
Narrador: debería ir a mi habitación, creo que estorbo un poco estando en los pasillos rondando.
Regresa a su cuarto.
El se asoma en su ventana y ve como Jorge Esteban formaba un gran escándalo, todos de unían y formaban parte de la fiesta.
Acto 2:
Escena 1:
Al día siguiente, nuestro narrador decide ir a conocer un poco más del lugar.
Aquí el narrador conoce la vida de cada uno de los habitantes del área. Aquí es donde aprende un poco sobre las interacciones sociales, chistes y promesas, el habiente caluroso de la cuida, entre mas cosas de la sociedad.
Narrador: Mira, ¿Qué es esto? Parece ser una festividad, veamos.
Entra en la festividad.
Narrador; ¿Esos no eran los niños de la entrada? Se ven más alegres. Mira como transforman todo el ambiente, ahora todos bailan.
Al momento de volver, en el auto bus conoce a un señor, un comerciante de Mopti.
Comerciante: No eres de por aquí, ¿no?
Narrador: ¿No, usted?
Comerciante; No, tampoco, soy de Mopti.
Narrador; oh, que locura.
Comerciante: ¿A dónde va?
Narrador: Solo exploro un poco el lugar.
Comerciante: Si le interesa conocer culturas, la Tuareg es la mas pura, en todos los sentidos.
Narrador; ¿A qué se refiere?
Comerciante; Son un poco retraídos de la sociedad.
Narrador: ¿No los quieren?
Comerciante: No. No. El problema es que, ellos no están interesados en las figuras intelectuales occidentales y prefieren mantenerse alejados del mundo exterior.
Narrador: ¿Por qué?
Comerciante: Supongo que es para mantener su tribu, o tal vez se basa en su religión, la verdad que no tengo ninguna idea.
Narrador: Eso si que esta extraño.
Acto 3:
Escena 1:
El narrador decide ir a visitar estas tribus. Asi que conoce a Mohamed, un nativo que piensa darle un pequeño tour por Mopti.
Narrador: ha sido un viaje super fuerte hasta Mopti. Cuéntame cosas sobre tu vida en este lugar.
Mohamed: La vida es dura, aquí y en el desierto, pero no se iguala a nada. Los tuaregs somos nómadas, siempre nos movemos a través del Sahara.
Narrador: ¿Cómo logran adaptarse a condiciones tan extremas?
Mohamed: Es parte de nuestra tradición y herencia.
Narrador: ¿Cómo?
Mohamed: Desde que somos pequeños nos padres, abuelos, se encargan de enseñarnos que es vivir, como luchar y ser fuertes a cualquier condición que se nos presente.
*Narrador*: ¿Alguna vez te has preguntado si quisieras explorar más allá del desierto?
Mohamed: No, nunca. Para la comunidad, el desierto es lo único que necesitamos.
Narrador: ¿Por qué?
Mohamed: Siempre es por la cultura, no queremos perderla.
Narrador: Cuidan mucho su cultura y sus tradiciones, al parecer.
Mohamed: Es por que sentimos que nuestra cultura es nuestra identidad, y aun que varias personas se sientan cómodos mezclando, nosotros, sentimos que estos somos realmente nosotros, asi que por nada del mundo queremos perderla. En fin, ¿Te gusto la fiesta?
Narrador: Obviamente. Ver a los niños tan emocionados me hizo darme cuenta en cómo la cultura está pasando de generación en generación.
Mohamed: Ese es uno de los puntos por las que las hacemos. Las fiestas no son solo para pasar un buen momento y ya, son una forma de poder enseñar y recordar quiénes somos, fuimos y quienes queremos ser. Como viste, cada una de las danzas, cada una de las canciones, tiene un significado para nosotros.
Narrador: Con todos los cambios en el mundo, sobre las mezclas, sobre uniones de razas, ¿crees que su forma de vivir podrían mantenerla?
Mohamed: El mundo está teniendo cambios, y la mayoría de las cosas, dejaron de ser iguales a cómo eran las de antes. Pero, tengo fe de que alguien va querer seguir con esto.
Narrador: Y si alguien como yo, viniera y quisiera saber sobre ustedes, ¿que quisieras que aprendieran?
Mohamed: Que somos más que lo que aparentamos. Y mas que nada, que nos respeten.
Narrador: Me encanto poder compartir contigo. Creo que he aprendio cosas nuevas, no solo sobre ustedes, si no, para la vida.
Mohamed: Gracias.
Continuara…
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Se lo compre a la niña por que no quiero que sea la niña estupida de la queso. No mi amor le he enseñado que siempre debe de respetar los gustos de los demas. En que le molesta usted tan bien tienen gistos ratos que a ella no le gustan por eso hay que respetar.
Nayeli
La niña que se sentia de la alta y no tenia
Te voy a contar que cuando era joven habia una morra que segun ella era la mas gupa y no era para tanto. A todos los trataba mal un dia salimos todos juntos y la mendija se empiesa reir de mi por ser de rancho y no conocer la ciudad. Mendiga estaba ella mas godida que si servidor. No le hice caso. El tiempo paso y dejo de estudiar porque no tenia para pagar. Se fue y se caso y no sale. No pues a pesar de bo se de suidad frecuentaba mejores lugares que ella y ella no lo sabia. Y si se burlaba de uno pero ella era la que no tenia. A mi me toco conocer la vida y el dia que la vi mas jodida de que cuando la conoci ya con varios hijos y sin tener para mantenerlos porque le toco golpeador nada mas me vio y hagacho la mira. As i todos los de la usa llegan bien cabrones. igual los guachicoleros no ni hablan pero cuando en unos meses se les va la lana nos saben que hacer y hay vuelven a los mismo.
Para acabarla presumidas y godidas as i.mis es yo nunca les dice que tenia. Y ellas por un negocio de paletas ya se sentia la gran mierda. Cuando quebró el negocio hay se dio cuenta que no era nada y vaya ya era muy tarde. Cuando lo descubrió. Pir un pinche carrito el mas barato se sentia una mierda.
Entre olaticas de hombres. No su novio no. Es un pendejo. Tu. No tanpoco son muy pendejas las de este pueblo tampoco usted. Mire que yo desde la primera mirada me doy cuenta quien si y quien no. Bueno pero no entienden que vamos hacer... Dicho y hecho les fue de la chingada...
ÁNGEL R. O.
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[ Ácratas ]
Cap. 2
París es una de las ciudades más bellas que existen. Puedes tomarte un café y escuchar músicos callejeros tocando un buen blues, un rock o una simple canción romántica mientras los mestizos angoleses paseando por las calles desean ser europeos, tan igual que los argelinos. Es la ciudad que te ofrece por una calle el Palacio de las Tullerías y por otra el Louvre; y por otras ingresas a cabinas de la World Net para degustar espectáculos virtuales.
En los Elyses Champs, Adam sonríe a la guapísima Abril. La conoció en el viaje por avión de Inglaterra a Francia, y le pareció curioso que una chica de Arizona paseara por Europa; y por parte de ella, la alegría de encontrar un compatriota en tierras extrañas, aunque sea de Los Ángeles, una ciudad que no era de su agrado. Ambos tomaban un café y entraban cada vez más en confianza y un sentimiento dulce era compartido, pero no aceptado, por los dos. Para Adam era delicioso ver las muecas de Abril. Entendía mejor a cada momento sus ideas no expresadas en palabras: si se cogía el cerquillo era aburrimiento, si arqueaba las cejas, preocupación... su carrera de periodista iba muy bien con su personalidad. – ¿Siempre viviste en Los Ángeles? – No, digo... sí. Desde mi infancia. – Playas, bikinis... ¿Qué más pueden pedir ustedes los hombres? – Compañías deliciosas como tú. – Abril sonrío mientras la sangre le subía al rostro de vergüenza y halago – Aunque he de confesarte que prefiero más Philadelphia. – Es un lugar muy opuesto a dónde vives.– Sí, es que... ¿Sabes? Me parece que en alguna vida pasada nací, morí y volví a nacer ahí. – ¿Morir y volver a nacer? Pero qué dices... – No me hagas caso... Debe ser la idea de pagar tan caro por un café que no sea tan rico. – ¿No te gusta acaso? – Prefiero un tinto colombiano. – Supongo que estuviste en Colombia... – Sí. Este trabajo de agente viajero te permite conocer muchos lugares, te cuento que un día...
Adam se calla de repente. "Demonios, no puede ser" se dice para sus adentros; pero no podía existir error alguno: esa sensación, esa presencia... ya se había desacostumbrado a esa percepción y le afectaba como la primera vez. "Me está observando" continuaba meditando y recordó lo que fue, y que aún no ha dejado de ser, con mucho desagrado.
– ¿Te pasa algo Adam? – Eh... ah... No. Lo que pasa es que olvidé una cita importante con un cliente aquí en París... ¿Qué te parece si te recojo en tu hotel a las nueve? – Muy bien. – Un beso, preciosa y cuídate.
Adam deja un billete de cien francos en la mesa y sale corriendo. Abril sonríe al verlo tan apurado, sin paciencia, y pensó lo dedicado que es Adam para con su trabajo, y al bajar su mirada se percata de que Adam dejó su preciada agenda y su maletín ejecutivo; levanta la mirada y lo ve detenerse ante un taxi, se queda quieto como recordando algo. "Ya se percató" pensó Abril. "Ahora regresará riendo para no quedar mal...", pero su supuesto es errado. Adam sube al taxi y Abril toma sus cosas y se levanta para dárselas a tiempo pero el taxi parte raudamente. El defecto de los buenos periodistas es su terquedad y persistencia. Y Abril está considerada entre las mejores. Ni corta ni perezosa toma otro taxi y pide seguir al taxi de Adam.
– Americanos, creen que esto es Hollywood. – dijo el taxista. – No es común... – hablaba Abril consigo misma – Que no se percate que faltan sus cosas... a menos que haya recurrido al pretexto de los negocios para deshacerse de mí... ¡de mí! – el chofer la escucha y sólo sonríe – Disculpe chofer, ¿Dónde estamos? – Usted me dijo que siga al taxi de adelante y eso hago señorita, y para su entera satisfacción lo hago a la distancia precisa para que no se den cuenta de que lo seguimos. – Pero ¿Dónde estamos? – Las afueras de la ciudad y creo que su amiguito se está bajando ahora mismo... – Es cierto; tome, cóbrese y guarde el cambio... y muchas gracias.
El chofer después de que Abril baja del auto se percata que sólo queda un franco de vuelto. "Yanqui avara" pensó mientras ponía su taxi en marcha. Abril avanza unos metros y se esconde tras unos árboles. Adam penetra en un pequeño bosque hasta llegar a un claro. Abril no entiende qué hace Adam, quien luego de un prolongado silencio, le escucha gritar furioso:
– ¡Sal maldito oso siberiano! ¡¿O quieres que te busque para patearte el trasero otra vez?!
De entre los robles surge una enorme figura, de más de dos metros de alto y 200 kilos de peso. Abril se tapa la boca para no denunciar su sorpresa ante el hombre que aparecía en escena. De rostro duro, cabello muy corto, y enfundado de blanco con un pantalón ancho y una polera de cuello alto contrastaba enormemente con la esbelta figura de Adam, de cabello castaño largo y rasgos faciales delicados. El extraño se acerca a Adam quien lo mira seriamente y se mantiene estático.
– ¿Crees que te temo 'Halcón'? Al contrario, sólo deseo vengar esta cicatriz. – respondió el extraño quitándose la polera, y al quedarse en bividí dejaba ver una cicatriz en el cuello que rodea todo su maxilar inferior. – Pero yo no te la hice... – La hizo él por protegerte... – Tú hiciste trampa, y si tanto te molesta, pelea con él y no me jodas... – Interrumpió nuestra pelea. – Interrumpió tu masacre; todos vieron cómo te partía el trasero, perdón, tu rostro a golpes y si él no intervenía te apuesto a que no estarías aquí ahora... y ya que tanto lo pides, terminaré lo que empecé, Iván.
Abril los escucha atentamente. ¿Cómo sabía Adam que ese hombre lo buscaba? ¿Tenían ya este duelo pactado? Mientras que ella seguía escondida Adam se concentraba en su oponente. Era Iván pero a la vez no. Era diferente a la última oportunidad en que pelearon: más seguro... y se percibía más fuerte.
– Ven. – decía Adam sin acercarse – ¡Ven hijo de puta! – No. Acércate tú, perro del Dragón.
Adam corre con todas sus fuerzas y empieza a luchar mostrando sus mejores conocimientos en artes marciales; pero ningún golpe afectaba a Iván quien los bloqueaba todos. Adam retrocede mientras que Abril se acerca escondida viendo el 'urgente negocio' del agente viajero.
– ¿Sorprendido yanqui?
Adam no responde, pero en verdad lo está. Desde la última vez que se enfrentaron el nivel de pelea de Iván se había incrementado enormemente..., demasiado incluso. Mira a su alrededor y al no notar la presencia de Abril, deduce que están completamente solos.
– ¿Me buscabas Iván? Bueno, me encontraste... – ¡Al fin! ¡Quiero ver que tan fuertes están las alas del halcón!
Adam cierra sus ojos y respira pausadamente, pero fuerte a la vez, al punto que Abril escuchaba muy bien su respiración; levanta su mano izquierda y empieza a decir palabras que Abril no entendía, casi como el compás de una plegaria, pero en un idioma irreconocible. De pronto una pequeña esfera de luz se forma en el pecho de Adam, y esa pequeña esfera se escinde en dos para elevarse y colocarse cada una en una mano del americano.
– Te estoy esperando... – No lo harás más Iván...
Adam apunta con sus manos cargadas de las esferas de luz a Iván y corre hacia él, quien sonríe confiadamente mientras que su oponente lanza varios golpes con sus manos cargadas de aquella extraordinaria energía que intentan afectar al ruso. Iván levanta su mano derecha haciendo el ademán de detener los ataques, acto que enfurece a Adam, quien descarga con más fuerza sobre Iván sus golpes. Iván sigue sonriente; deteniendo todos los ataques... Adam no lo puede creer.
– Pe... ¿Pero qué mierda sucede? – Espero que éstos no sean tus mejores golpes... – replica Iván jocosamente y con su mano derecha hace gestos de reprimenda – ¿Y tú me ibas a romper el culo a patadas?
Adam aún esta anonadado, y sin darse cuenta ya tiene a Iván frente a sí, asestando en Adam un fuertísimo golpe con la rodilla en la boca del estómago, y sin darle tiempo a recuperarse le da un codazo en su espalda que lo lanza a unos buenos metros de Iván. Una línea de sangre recorre por los labios de Adam.
– ¿Te sorprende algo tan simple? Bueno, al menos yo no tengo que recurrir a mis invocaciones para hacerte abono de este pasto. – Adam lo escuchaba sin terminar de asimilar los golpes recibidos. – ¿Me dirás que te siga esperando Adam? ¡Levántate carajo! ¡Sé que algo así no te ha dañado en verdad!
Adam empieza a levantarse para satisfacción de Iván y horror de Abril, quien desea correr y gritar pidiendo ayuda, pero su miedo y sorpresa le impiden moverse.
– Has mejorado, Iván. – pronuncia Adam mientras se incorpora – He de ser hidalgo en reconocerlo... – ¿Hidalgo? Ese es un término para caballeros que no te queda para nada. ¡Yo soy hidalgo maldito campesino! Por usurpar dones recibirás tu merecido... – ¿Eh...?
Adam ni siquiera tuvo el tiempo suficiente para asimilar las palabras de Iván cuando ya sentía sobre sí, segundo a segundo, los golpes que le propinaba Iván sin poder defenderse de uno siquiera, a la vez que la risa estruendosa del eslavo le aturdía aún más. Abril empieza a desesperarse también y reacciona al fin: coge una piedra mediana en sus manos y la lanza con todas sus fuerzas hacia Iván con intención de ayudar a Adam. Iván, entretenido en la golpiza no se percata en ningún momento del proyectil hasta que éste impacta sobre su espalda, por lo que voltea furibundo, pero al divisar a Abril solo empieza a reír.
– ¡Qué vergüenza! Lo menos que esperaba de ti es que te escudaras en una humana... – Adam levanta la vista y divisa a Abril – Hagámoslo interesante entonces... continuaremos esto con más escudos... Sígueme Adam... – Iván corre con una velocidad sorprendente y toma a Abril a quien la duerme con un golpe preciso en la nuca. Adam quiere detenerlo, pero los golpes lo han vuelto lento. Iván desaparece entre los árboles con Abril en brazos y luego se ve un auto de regreso a París. Adam entiende a la perfección. El duelo continuará en la ciudad. Se queda sentado unos minutos en el suelo, concentrando sus fuerzas luego de la paliza recibida; luego cierra sus ojos y toma un profundo aliento, empieza a incorporarse y se dirige a la autopista, detiene un taxi a quien le ordena dirigirse raudamente hacia París.
– Juro que si la dañas te mato Iván... – murmuró Adam.
Momento después, en la puerta del Louvre se detiene un automóvil, de él bajan Iván y Abril semiconsciente.
– Despierta niña, que él ya viene para acá.
Iván mira hacia el oeste y ve una sombra que corre presuroso hacia él. Era Adam, quien con sus ropas sucias por la pelea previa buscaba desesperado a Abril, y al verla sana y salva se siente más tranquilo para enfrentar a Iván.
– Por lo que veo creíste que la dañaría... – Iván... – Adam jadea al hablar – ¿Desde cuándo tomas rehenes para enfrentarme? – Desde ahora, Es más divertido ¿Sabes? Y ya que tú me mostraste tus hechizos, es hora de mostrarte los míos. – Abril empieza a despertar del todo. – ¡No Iván! ¡Estamos entre humanos! Está prohibido para nosotros... – Estaba...
Iván suelta a Abril y empieza a formar en las palmas de sus manos esferas rojas de energía muy parecidas a las que formara Adam horas antes. Abril se sorprende por el poder del ruso. Iván señala con su mano izquierda a la cara de un edificio en cuya pared un grupo de personas escuchaban a un charlatán y con la derecha un bus escolar. Abril percibe sus intenciones y grita a la gente que se alejen del edifico mientras que Adam intenta dirigirse hacia el bus escolar. La gente tilda de loca la actitud de Abril, quien por más que grita anunciando las esferas en las palmas de Iván, las personas no observan nada.
– ¿Por quién empezaré? Por la señorita heroica o por la basura de Adam... Mejor por ambos.
Adam se coloca en la trayectoria entre Iván y el bus, mientras que Abril no sabe qué hacer para proteger a todos los transeúntes.
– Me divertiré contigo primero, inútil Halcón...
Adam recibe el impacto del poder de Iván a quemarropa. Siente la energía recorrer todo su cuerpo, pero además ese poder no solo era un simple impacto, implicaba recibir una energía destructora que calaba todo el cuerpo y el estado físico de Adam no pudo resistirlo más. Adam se percata que sus costillas empiezan a quebrarse una por una y cae de rodillas en la calle. Iván lo mira y empieza a formar una nueva esfera más grande en la mano derecha mientras mantenía aún en su mano izquierda la otra esfera.
– Esperaba más de ti Halcón. – Adam intenta levantarse – ¿Crees aún que me puedes detener? – No. Él no lo hará.
Iván escucha otra voz, y antes que volteara para ver quien le hablaba recibe un golpe a manera de látigo en toda la espalda. Adolorido se levanta y observa a un oriental acercarse hacia Adam para total sorpresa tanto de Iván como de Abril.
– Hi... Hiro... – balbucea Adam. – Tranquilo Adam–kun..., él está aquí. – ¡Oye tú! ¡Quién mierda te crees! – grita Iván. – No es de mí quien debes preocuparte... – Sino de él... – le respondía el oriental mientras levantaba su mano señalando las espaldas de Iván.
Iván gira y recibe de lleno un golpe en el pecho que lo lanza varios metros hasta empotrarlo en una pared, lo que sí llamó la atención general de los peatones. El extraño que golpeó a Iván se acerca a Adam.
– Que imbécil eres Adam. Hiro, llévalo al auto... ¡Hayaku! [¡De prisa!]. – el aludido actúa con prontitud. Abril se acerca a Adam y el oriental le pide subir dentro de un auto que mantenía el motor encendido. – No te preocupes Abril... – murmura Adam – es amigo mío.
Iván que no podía moverse y a duras penas respirar, reconoce a quien lo atacó y lo ve acercarse:
– Tú... Deberías estar muerto... – Tú lo has dicho... Debería... Pero no intentes moverte por favor, es que tienes rota toda la columna. Disculpa que no me quede para verte morir y no saber explicar las cosas a la policía... – las sirenas empiezan a sentirse a lo lejos – Pero he de ser condescendiente contigo... – saca de su espalda una pistola y pone el cañón en la frente de Iván, quien empieza a sudar frío – Dile a Hans que si quiere mi cabeza, que venga personalmente. – un sonido seco y el olor a pólvora a la vez hacen que la gente corra despavorida. Abril lo mira desde el carro con desconfianza.
– Tranquila... es de confiar. – dice Adam a duras penas – Gracias Hiro.
El extraño guarda su arma en la espalda nuevamente y sube al auto deprisa. El oriental acelera y a unas cuadras ven dirigirse a dos patrullas al Louvre. Abril se pregunta si es un sueño o no. Adam se acerca a ella.
– Disculpa Abril, pero en verdad te debo una explicación y es que tengo tanto que contarte. Pero antes déjame presentarte: él que conduce es Hiro Mikage, es japonés y también vino a París conmigo... – Hiro sonríe amablemente a Abril – y el que no puede dejar de fumar como ves es... – Kare wa hikari no yami. – dice Hiro. Adam sonríe y se dirige a Abril. – Él es Larn Solo, pero Hiro lo define en su idioma natal: 'La oscuridad de la luz'.
[ continuará ]
© Ͼʜʀɪʂᴛɪᴀɴ 木下
┤Lima/Perú • 1998├
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Black Wolves Saga Last Hope Memory 166: Tiempo a solas [Ruta humana]
La protagonista elige quedarse en el fuerte junto a Zara, quien sigue estudiando el zodiva.
Unos días después. Mientras esperábamos a que me recuperara empezamos a hablar sobre lo que haríamos a futuro.
Nesso: Como pensé, lo más seguro sería cruzar la frontera y exiliarnos en algún reino vecino.
Elza: Tienes razón, es lo mejor.
Zara: …Nesso, yo me quedaré en este reino.
Nesso: ¿Zara…? ¿Lo dices en serio?
Zara: Logré terminar la medicina contra el zodiva, pero no podemos producirlo en masa sin la cooperación de los lobos.
Zara: Además, todavía debo investigar si esta medicina funciona en más especies aparte de los humanos.
Zara: Creo que mi deber es quedarme aquí y continuar con la investigación del zodiva.
Zara: Por eso, por favor… perdóname.
Nesso: …Ya veo.
Fiona: Nesso. Yo me quedaré junto a Zara.
Nesso: ¿Fiona?
Fiona: Mi lugar está junto a Zara. Y decidí que seguiré a Zara sin importar qué decisión tome.
Nesso: ¡…! Ya veo… elegiste a Zara.
Fiona: Lo siento. Siempre digo lo que se me da la gana…
Nesso: Si esa es tu decisión, entonces no tengo nada que reprocharte.
Nesso: La verdad es que me molesta de muerte entregarte a Zara, de verdad me desagrada.
Nesso: Pero si es Zara… entonces puedo permitirlo.
Nesso: De haber sido otro hombre lo habría asesinado.
Fiona: Nesso…
Nesso: Jaja. Primero aumentaré las filas del ejército rebelde en el reino vecino y luego iré a rescatar a nuestro padre.
Nesso: Si tienes algún problema, entonces contáctame.
Nesso: Y… asegúrate de venir a verme. Yo también iré a verte.
Fiona: …Sí. Gracias Nesso.
Zara: Muchas gracias Nesso.
Nesso: ¿…—Podrías dejar que te dé un golpe?
Zara: Adelante.
Fiona: ¡¿Eeeh?! ¡¿Nesso?!
Nesso: Solo es una broma. Si es Zara, entonces lo permito.
Nesso: Pero si la haces llorar no tendré piedad.
Zara: Lo sé.
Nesso: Se feliz, Fiona.
Fiona: …Sí.
Pearl: ¡Si Fiona-chan se quedará, entonces yo también lo haré! ¡Me sentiré desolado sin ella!
Fiona: Pearl…
Richie: …Yo iré junto a Nesso-sama.
Pearl: ¡¿Richie?! ¡¿Por qué?! ¡¿No te importa separarte de Fiona-chan?!
Richie: Si nos quedamos aquí solo causaremos problemas.
Fiona: No digas eso Richie.
Nesso: Richie tiene razón. Es demasiado peligroso que nos quedemos en este reino.
Pearl: No puede ser…
Elza: ¡Nesso! Acaba de llegar un informe.
Nesso: ¿Qué sucedió?
Elza: Al parecer sus majestades han fallecido.
Nesso: ¡¿Qué?!
Fiona: ¡¿Eeeh?!
Elza: Encontraron unos esqueletos devorados por los lobos.
Nesso: ¿Fueron los lobos…?
Fiona: Mejojo y Auger han…
Zara: Si sus majestades fallecieron, entonces la situación volverá a cambiar.
Nesso: Es verdad. Lo mejor sería ver cómo avanza la situación.
Pearl: ¿No necesitamos abandonar Weblin en este instante?
Nesso: En vista de la situación, no.
Zara: Lo mejor será analizarlo con calma.
Nesso: Sí, lo lamento Elza. ¿Podrías investigar el castillo?
Elza: Entendido. Vendré a informarte tan pronto pueda.
Zara: Yo seguiré con la investigación del zodiva. Es posible que nos sirva como material de negocio.
Nesso: Tienes razón.
Fiona: Zara, ¿no necesitas descansar?
Zara: Estoy bien.
Zara: Usted asegúrese de descansar. No ha recuperado toda su fuerza física, así que no debe exigirse demasiado.
Fiona: Tú tampoco te exijas mucho.
Zara: Sí.
Un tiempo después—.
Nesso tuvo la oportunidad de explicar su supuesta rebelión y se dirigió al castillo real.
Su majestad creyó en la lealtad de Nesso y levantó todas las acusaciones de rebelión que había contra la familia Galland.
Al parecer la medicina contra el zodiva que Zara desarrolló también sirvió para aumentar nuestra credibilidad.
Gracias a que las sospechas contra Nesso fueron disueltas nuestro padre fue liberado y pudo regresar a Scharlmessen.
Desde aquel entonces Zara se ha quedado en el fuerte investigando la medicina junto a otros médicos.
La medicina de Zara ha sido distribuida por todo Weblin.
Parece que actualmente se encuentran investigando una medicina que pueda curar el zodiva que padecen los lobos.
Por mi parte, en vez de regresar a Scharlmessen elegí quedarme al lado de Zara y apoyarlo.
Fiona: Zara, ¿qué tal si vas a descansar?
Zara: ¿Ya es tan tarde?
Fiona: ¿Cómo va la investigación?
Zara: Como imaginé, necesitaré más muestras. Sería alentador que los lobos cooperaran.
Fiona: ¿Aún no has recibido una respuesta positiva de parte de Arles?
—Arles es el líder de los lobos y el hermano mayor de Rath.
Nesso y los rebeldes lograron huir a salvo del castillo
gracias a que los lobos invadieron la capital real. Eso fue lo que me dijo Nesso.
Zara: Sí, envió a un mensajero, pero aún no hemos empezado a cooperar plenamente.
Fiona: Pero sigue siendo un gran avance.
Zara: Tienes razón. Comparado a cómo era antes incluso nuestras negociaciones han mejorado.
Zara: Puede que sea gracias a Rath ha servido de portavoz. Solo nos queda avanzar pacientemente con las negociaciones e ir ganando credibilidad.
Fiona: Arles y Rath deben de estar felices de saber que el zodiva de los lobos pueda curarse, así que estoy segura de que te entenderán.
Zara: Eso espero.
Fiona: Por cierto, solo los lobos son un caso aparte.
Fiona: Con excepción de los lobos, todas las demás especies pudieron ser curadas del zodiva con tu medicina.
Zara: Sí.
Zara: Incluso los síntomas del zodiva son distintos en los lobos. El resto de especies solo sobrevive una semana como máximo luego de contagiarse, mientras que los lobos son los únicos que pueden resistir durante más tiempo.
Zara: Debido a su fuerte resistencia frente al zodiva es que necesitan un método distinto para eliminar por completo la enfermedad de sus cuerpos.
Fiona: Hablando de síntomas del zodiva, uno de los síntomas de los lobos es que desean sangre, ¿no?
Zara: Eso proviene de un instinto de defensa particular de la especie. Los lobos pueden aliviar los síntomas del zodiva al ingerir la sangre de un lobeira.
Zara: Deben de anhelar sangre por estar siguiendo ese instinto.
Fiona: Yo no tuve ese síntoma.
Zara: Sí, es un síntoma particular de los lobos. Incluso si una especie a parte de ellos ingiriera la sangre de un lobeira, estos seguirían siendo incapaces de curar el zodiva.
Zara: Solo los anticuerpos que poseen los lobos son capaces de reaccionar con la sangre de los lobeira.
Zara: Además, esa es la única medicina que puede contrarrestar su zodiva.
Cuando dice eso siento que los lobos y yo estábamos unidos por el destino.
Fiona: Pero aún no existe ningún medicamento que funcione contra el zodiva de los lobos. Espero que pronto exista uno efectivo en ellos.
Zara: Por ahora. Si las investigaciones continúan tarde o temprano podremos crear un medicamento que funcione en ellos.
Zara: De hecho, yo lo crearé, sin importar qué.
Fiona: Tienes razón. Es por eso que ahora estás trabajando arduamente.
Zara: Sí.
Fiona: Me enorgullece pensar que tus investigaciones salvarán al reino de Weblin.
Zara: Muchas gracias. Es porque usted me dice eso que puedo seguir con mis investigaciones.
Fiona: ¿Gracias a mis palabras?
Zara: Sí. De lo contrario no habría querido salvar a nadie aparte de usted.
Zara: Ya que yo solo quería ofrecer mis servicios a usted.
Fiona: Claro que no. Incluso si yo no te lo decía estoy segura de que habrías querido salvar a los demás.
Zara: Lo hago porque usted está a mi lado.
Zara: De no ser así, estoy seguro de que…
Zara apartó su mirada. Eso me llamó la atención, así que lo observé.
Fiona: ¿Seguro de que?
Zara: Fufu, no es nada.
Zara: Dicho esto, ¿puedo descansar luego avanzar un poco más?
Fiona: No. Esto y aquello son dos cosas distintas.
Fiona: Dices un momento, pero luego te olvidarás comer hasta que ya sea de medianoche.
Zara: Esa no es mi intención, pero no puedo negar que es altamente probable que termine pasando eso.
Fiona: Si serás Zara, cuando te concentras te vuelves incapaz de notar lo que sucede a tu alrededor.
Zara: Ni yo imaginé que terminaría teniendo esta personalidad.
Fiona: Cuando te esforzaste por preparar mi medicamento tuviste un aspecto terrible.
Fiona: Tenías unas ojeras increíbles.
Fiona: Te veías mucho más enfermo que yo.
Zara: Fufu, tienes razón. Al final usted terminó preocupándose por mí.
Zara: En aquel entonces estaba desesperado, diría que más que concentrado me encontraba poseído.
Zara: Temía perderla y no podía evitar odiar el paso del tiempo. Creía que la frustración iba a volverme loco.
Fiona: ¿Y ahora no?
Zara: Ahora creo que lo disfruto.
Fiona: ¿Lo disfrutas?
Zara: Sí. Me relaja tenerla a usted a mi lado, puedo concentrarme plenamente en la investigación.
Zara: Y cuando me concentro realmente me olvido de que el tiempo avanza.
Fiona: Es que cuando trabajabas de mayordomo tenías muchas cosas de las que preocuparte.
Zara: Tiene razón. Debía idear métodos para conseguir que usted se bebiera las amargas medicinas.
Fiona: Oh vamos, no saques ese tema.
Zara: Siento que en aquel entonces me la pasaba todos los días preocupado. Me preguntaba si le daría fiebre o si colapsaría.
Fiona: Gracias a ti ahora estoy completamente sana.
Zara: Tiene razón. Me cuesta creer que sea la misma persona de aquel entonces.
Fiona: ¿Será gracias a que la medicina contra el zodiva funcionó? Me siento mucho mejor que antes.
Zara: Gracias a ello ahora puedo centrarme en mi investigación.
Fiona: Tengo la sensación de que te he reemplazado y ahora yo soy quien te regaña.
Fiona: Si te dejo solo te olvidarás de comer. Eso no es saludable, Zara.
Zara: Entonces reflexionaré sobre eso y usaré mi tiempo en más cosas aparte de investigar.
Fiona: ¿Cómo qué?
Zara: Déjeme ver… Podría usar mi tiempo para estar con usted.
Fiona: ¡¿Eh?! ¿De verdad? Eso me haría feliz.
Fiona: Ya sé, ¿qué tal si vamos a Sharlmessen? Hace tiempo que no vamos. Estoy segura de que todos estarán felices.
Zara: Uhm. Yo estaría satisfecho estando a solas con usted…
Fiona: ¿Eh?
Las palabras de Zara me hicieron parpadear varias veces. En el momento en el que lo entendí mi rostro empezó a calentarse.
Zara: Los dos solos. Durante un día entero.
Fiona: Ah… Sí. Eso me haría feliz.
Zara: Fufu, su cara está roja.
Fiona: ¡Ah! ¡Basta, te estabas burlando de mí…!
Zara: Lo siento, es tan adorable que no pude evitarlo.
Zara: …Pero tiene razón.
Zara: Si la monopolizo demasiado Nesso y Edgar-sama me regañarán. Vayamos a verlos luego de tanto tiempo.
Fiona: ¡Sí! Hagamos eso.
Zara: Pero antes, como pensé, pasemos tiempo a solas por favor.
Fiona: ¿Eh?
Zara: Ya que cuando regresemos a Scharlmessen todos van a apartarla de mi lado, señorita.
Fiona: Tú también me serás arrebatado por todos.
Zara: Ya veo. Entonces como imaginé, debo de monopolizarla antes de regresar a Scharlmessen.
Zara: Hoy lo dejaré hasta aquí.
Fiona: ¿De verdad? ¿Ya te irás a descansar?
Zara: Sí. Regresemos a nuestra casa.
Anterior: [GOOD END 1/2 165 Existencia importante]
~Fin~
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#black wolves saga last hope#black wolves saga#memory 166#zara skeens#nesso galland#fiona galland#elza clifford#pearl & richie#traducción al español#mi traducción#GOOD END
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6 meses han pasado desde que te fuistes te desaparecistes con mis hijos me dolió demasiado 15 años de matrimonio y de la noche a la mañana te fuiste sin decir adiós y sin decir nada después apareces y dos de mis hijos regresan conmigo en cuanto ellos regresan me empiezas a atacar no empiezas hacer cosas en contra mía Pero sabes lo que más me duele es que mis hijos ya están grandes y ellos miran todo y a ti no te importa eso eso dolió sigues haciendo lo mismo aparece sí les hablas a ellos como si nada cuando tú haces cosas a escondidas de ellos y no les has dicho la verdad de todas las cosas que tú me estás haciendo atacando acusándome de cosas que no son ciertas no sabes hay un Dios poco grande y poderoso que todo lo mira y lo bueno que mis hijos ya están grandes y comprenden todas las cosas que tú me estás haciendo y luego dices y apareces como La inocente de la historia pero está bien delanochealamañana recibo en la notificación del divorcio lo acepto pero tú te desapareces por más de 40 días sin hablarle a tus hijos y luego apareces como si nada y no les das ninguna explicación a ellos porque les dejaste de hablar por ese tiempo yo les digo todo lo que ha pasado en ese tiempo que tú te desapareciste fue porque estuviste haciendo planes para atacar mis hijos han visto todo lo que has hecho y el día que les digo que ellos saben todo lo que tú hiciste ya has hecho les vuelves a hacer lo mismo te desapareces cuelgas el teléfono y ni adiós dijiste de nuevo pero no te das cuenta que a mí no es el que me estás haciendo daño se lo haces a nuestros hijos a la niña de 15 años y el niño de 14 años todo por tu juego de no aceptar tus errores ya eres una mujer hecha y derecha de 34 años y así na todavía no aceptas los errores tuyos refieres desaparecer te y no dar explicaciones qué triste eso me molesta un poco pero no a mí no en lo personal sino porque se lo haces a nuestros hijos sí me dolió en la forma que me dejaste me dolió porque porque yo te quería y te amaba en verdad pero tú no te importó ni lo tomaste en cuenta tú viniste a mi vida dos veces jugastes con mis emociones me dejaste mal la primera vez que fuiste y me quedé mal porque no sabía de usted es la segunda vez viniste si me ilusionastes que querías arreglar mi relación y quería regresar luego te desapareces caí en depresión no lo niego me hiciste tocar el suelo pero necesites mirar la realidad de la persona que eres y lo hicistes mirarme a mí mismo con el tiempo para valorarme y mirarme y yo valgo y el poder es mío y de nadie más irme bien conmigo mismo y no estar mendigando amor quien me quiera me va a querer como soy y tal que soy casi nada de ellos lo mismo que dé a la persona tal como es por lo que es gracias por la experiencia que tuve y gracias por hacerme crecer y gracias por hacerme lo que soy ahora y te agradezco por los momentos de felicidad momentos agradables y recuerdos porque eso es lo que es ya agradecido con Dios por lo que tengo y lo que tuve te agradezco por lo bueno y lo malo también que Dios te bendiga Rosalba Castorena Rodriguez
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Glee «A very important dinner» Part V
Diciembre de 2041
-Jamás te causaría un desvelo… -¿No?... -No, te causaría otras cosas como ya dije… -¿De esas poco santas de las que hablaste? —preguntó Kurt mientras le acariciaba el cabello. -De esas… -Y… ¿me puedes dar un ejemplo?... -¿Un ejemplo? -Si, ya sabes, como estoy furioso contigo pensando en el futuro desolador que me acaban de predecir… —dijo Kurt jugando a hacerse el desinteresado. -Bueno… —respondió tomándolo del cinturón— creo que primero, te quitaría esto… —dijo abriendo la hebilla de la correa de diseñador— porque francamente a nadie le interesa. -¡Es un cinturón «Fendi»!, a mucha gente le interesa… -A mi no… —insistió Blaine moviendo sus manos para agarrarle el trasero— además… -¿Que? -Estás vibrando… —dijo queriendo reír. -Es mi teléfono… —contesto Kurt sonriendo, sacó el móvil de su bolsillo y miró la pantalla para ver de quien se trataba— es Julianna... —añadió enseñando la pantalla. -No le contestes...—dijo de vuelta Blaine mientras le desabotonaba el pantalón. -Puede ser algo importante… espera un segundo… —termino por decir Kurt apartándose, Blaine solo un suspiro de fastidio y se tiró hacia atrás en la cama de lo más frustrado. -Veamos Julianna Gilmore… que es lo que necesitas… —dijo Kurt llevándose el teléfono a la oreja, Blaine volvió a blanquear los ojos y se sentó en la cama mirando el actuar de su esposo— vaya... esto si que es raro… —agrego mirando su móvil… -¿Que cosa?... —quiso saber Blaine levantándose para acercarse a él. -Julianna, me corto… mi propia niñera me corto… ¿puedes creerlo? —respondió Kurt mirando la pantalla con cara de impacto, como si no diera crédito a lo que acaba de suceder -Tal vez marco tu numero por error… —opinó su esposo aproximándose más, lo abrazo desde atrás y comenzó a seducirlo empezando por besar su cuello. -¿No te das por vencido? -Creo que no… —respondió Blaine levantándole la camisa. -Me encanta su perseverancia Señor Anderson-Hummel… —dijo de vuelta Kurt ladeando la cabeza para hacer espacio para más besos.
-¿Que?, ¿otra vez?... —dijo Blaine al sentir el teléfono de su esposo vibrar nuevamente— ¿por que no lo apagas?... -Porque puede ser algo importante, ¿que tal si es Noah quien quiere hablar con nosotros? -Pues cuando sea adulto entenderá este rechazo… créeme —señaló Blaine queriendo volver a lo de las caricias. -Y yo no puedo creer lo que acabas de decir… —dijo Kurt apartándose— en serio… —agregó apuntándolo, acto seguido aceptó la llamada y se llevó el teléfono a la oreja nuevamente— Julianna, recién me cortaste, ¿esta todo bien? -Soy yo Papá, Noah Anderson-Hummel… —hizo notar el pequeño al otro lado de la línea— disculpa la «confupsion» con Julianna Gilmore... -¿Noah?, ¿bebé?... porque estas despierto, es bastante tarde cariño… —dijo Kurt como primera cosa -¿Es Noah?... —agrego Blaine preguntado lo obvio, Kurt le respondió con gesto positivo con su cabeza y se apartó el teléfono para poner el altavoz. -¿Papá?... ¿me escuchas acaso? -Te estoy escuchando bebé… es solo que estoy poniendo el altavoz para que te escuche el «Papáblen» también… —dijo Kurt poniendo el teléfono entre ambos. -Hola «Papáblen», siento lo de la «confupsion»… -No hay problema hijo… ahora cuéntanos porque estás despierto tan tarde… -Si… le pedí a Julianna Gilmore que los llamara porque creo que Mister Stephen Whiskers se siente enfermo de nuevo… -Con un demonio… —murmuró Kurt soltando un resoplido de fastidio— ¿por qué crees eso bebé? —agrego para mostrarse interesado. -Porque volvió a hacer así… —contesto Noah fingiendo una arcada como si sus padres pudieran verlo. -Hijo, ¿recuerdas que el doctor nos advirtió que eso podía pasar?, ¿y que no debíamos preocuparnos?... -Si, pero me preocupe igual… -Cariño… ¿esta Julianna contigo? -Si, Julianna Gilmore seta aquí, pensaba que se metería en problemas si los llamaba… -Pues tenía razón cariño… ¿puedo hablar con ella? -Si… —Blaine y Kurt escucharon un par de ruidos y a Julianna diciendo el nombre del pequeño un par de veces. -Señor Hummel… —dijo la niñera con un hilo de voz. -Julianna, linda… —respondió Kurt sacando el altavoz— explicación por favor… -Si… disculpe usted… lo que pasa es que el gato de Noah… -Ese animal del demonio es lo que menos me interesa… —Blaine lo miró con reprobación— necesito saber porque mi hijo esta despierto a esta hora... -Por eso le decía… resulta que el gato —Kurt abrió sus ojos al máximo pensado que si escuchaba una vez más la palabra «gato» podría gritar— estaba en el cuarto de Noah y él se fue a la cama a la hora correspondiente, leímos un cuento y todo, pero luego se despertó pidiendo hablar con ustedes, dijo algo sobre unas instrucciones… -Si el veterinario nos dio unas instrucciones, espera un segundo… —dijo Blaine caminando hacia el otro extremo de la habitación para buscar el papel entre sus cosas, sacó la billetera desde uno de los bolsillos de su chaqueta y luego el instructivo que les había dado el veterinario, lo desdobló y ´procedió a leerlo. -¿Papá?... ¿me escuchas?... ¿hola? -Te estoy escuchando cariño, solo espera un momento que el «Papáblen» esta leyendo las instrucciones… —dijo Kurt mirando a su esposo que sonreía al leer el supuesto instructivo— ¿Blaine?... -¿Que? —pregunto como volviendo en sí. -¿Que dice el papel?... Noah esta esperando una respuesta… —contestó señalando el teléfono. -Si… —dijo guardando el papel en el bolsillo trasero de su pantalón— dice que es normal que si vomita una vez es esperable… —agrego quedándose donde estaba. -Perfecto… ¿estas bien?... -Si… ¿por qué lo preguntas? -Estabas sonriendo y ahora tienes la cara un poco roja… -Debe ser por el momento que nuestro hijo interrumpió.. —añadió acercándose esta vez. -Desvergonzado… Noah… ¿sigues ahí cariño?... —dijo Kurt volviendo a poner el altavoz -Si… Julianna Gilmore y yo estamos aquí.. -Muy bien bebé, escucha… —Kurt repitió lo mismo que su esposo le dijera segundos atrás poniendo calma en el corazón de su hijo, luego pidió hablar con Julianna nuevamente y se aseguró que esta vez Noah si se fuera a la cama sin volver a levantarse— nunca pensé que nuestra niñera se volviera irresponsable con los años… —dijo terminando la llamada, tiro el teléfono a la cama y se quedo pensando un segundo. -Si tu lo dices… aunque me encanta que Noah sea tan determinado… ¿que?... —pregunto al ver que Kurt lo miraba con suspicacia divertida. -Le dije unas cuantas pesadeces a Julianna y ni te molestas en defenderla o en decirme que no debo tratar así a las personas… ¿qué sucede? -Pues creo que esta vez merecía unas cuantas pesadeces…¡¿que?!... —repitió al ver que a la suspicacia divertida de la cara de su esposo se sumaba la ceja inquisidora. -Algo anda mal aquí y quiero saber que es… ¿me muestras ese papel por favor? —pidió estirando su mano. -¿Que papel? -El papel que le dio el hermano de Helen… ¿me lo muestras?... —agrego acercándose a él. -¿Por qué quieres verlo?, ya te dije lo que decía… —contesto Blaine retrocediendo los mismo pasos que su esposo había avanzado. -Llámalo intuición… ¿me lo das?... —Blaine tomó un poco de aire y sacó el papel desde su bolsillo, acto seguido se quedó con el en las manos un segundo antes de entregarlo. -Kurt… juro que no tenía idea lo que había en este papel hasta ahora… de verdad… —dijo pasándolo, Kurt lo tomó con rudeza y lo leyó para sí primero para luego repetir lo que decía en voz alta. -«Gracias Blaine Anderson por convertir mi tarde en la mejor de todas, siempre recordaré este día por el resto de mi vida, te admiro… llámame… 555578295...», ¿qué demonios?... —preguntó con los ojos más abiertos que nunca. -Kurt… como dije, no tenía idea que había escrito, siempre pensé que eran las instrucciones para Mister Stephen Whiskers… -¿Coqueteo contigo?, ¿no es así? ¡y tú de vuelta por cierto!, porque esa es una de las cosas que más te encanta, cuando dejas sin aliento a las personas… —dijo gesticulando con exageración— tu ego sube hasta las nubes y no hay nadie que lo baje… —agregó arrugando el papel para luego lanzarlo en dirección de Blaine— este es el fin de Helen, la despediré en este instante…. —dijo dándose media vuelta con furia para tomar su teléfono. -¿Que?... ¿por qué? —pregunto de vuelta Blaine tomando el aparato antes que su esposo. -¿Como que por que?, seguro y tenía todo planeado junto a su hermano… -Seguro y lo planeó por años ¿no es así?… -No te rías de mí… no te atrevas a reírte de mí… —advirtió apuntándolo. -Kurt… no me rio de ti… nunca lo he hecho… así como tampoco nunca te he mentido… la verdad es esa, con Noah llegamos, él nos atendió muy bien, atendió al gato muy bien y tuve la impresión que me había reconocido, pero como la tengo con cien personas más durante el día… —Kurt blanqueo lo ojos al escuchar eso de las cien personas— luego me dio el papel y lo guarde en mi billetera sin leerlo… vamos… —dijo querido tomarlo por la cintura— hace menos de cinco minutos estábamos disfrutando de esta noche… ¿qué tal si olvidamos este impasse y seguimos?... no le demos a esto la importancia que no tiene... —insistió acercando sus labios a los de él, Kurt corrió la cara y se quedó con la mirada hacia el piso. -Creo que mejor nos vamos...—respondió apretándose. -Kurt… -Escucha… te creo, ¿ok?, creo que no sabías lo que esa persona te había escrito… pero verte sonreír cuando lo leíste… me hace pensar que esto no es solo un impasse y que es algo que sí tiene importancia… cuando coqueteas esta bien, eres guapo y creo que es innato en ti. pero que sonrías y te sonrojes con lo que dice otro… me rompe el corazón un poco... y odio eso… ¡dios!… como lo odio… porque se supone y yo soy quien tiene que hacerte feliz, yo soy quien tiene que sacarte esas sonrisas furtivas… yo soy quien debiera hacerte sonrojar… -Kurt… -¿Puedes llamar a Julianna y pedir el «check out» por favor?, la tarjeta esta sobre esa mesa… —termino por decir Kurt dándose media vuelta para meterse al baño..
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Moteles de pueblo
(2001)
Tirado en la cama de un hotel barato veo mi cuerpo desnudo en los espejos del techo. A mi lado, un cuerpo delicioso. El pelo rojo largo y ondulado cae sobre su espalda dorada, luego unas caderas redondas y un culo perfecto. Pero ya las acaricié, ya las tuve. Igual que esas tetas que ya besé.
Ahora, silencio, pero en pocos segundos ella dirá la frase más detestable de toda esta mierda, algo como -¿Cuándo nos vemos de nuevo?- o -¿Me llamas más tarde? - Y yo ni si quiera tengo su teléfono y tampoco quiero tenerlo. El silencio persiste. Yo sigo esperando poder decir la misma mentira de siempre, -Dame tu teléfono, yo te llamo esta semana, aunque no sé qué día porque tengo una semana muy difícil-.
Pero ella se levanta y se viste sin besos como si estuviéramos enamorados, ni preguntas sobre algún tipo de futuro juntos, o abrazos, nada. Ahora soy yo quien se hace preguntas. No me molesta, es un inconveniente menos pero no dejo de preguntarme.
En la pequeña mesa hay un teléfono azul, encima, muy asegurada a la pared una grabadora barata, igual que el motel. El teléfono suena por tercera vez para avisarnos que el tiempo se acabó y que debemos pagar más o irnos y que nuestros amigos nos esperan. Ella lo descuelga desesperada con el ruido y tras una sonrisa, su primera frase después de tener sexo conmigo es - ¿No le parece desesperante el sonido? Ahora yo me estoy vistiendo y ella está en el baño, desde allá me habla con total naturalidad. Obediente y sumiso tomo el teléfono para saber de sus amigos. Ella sale y es lindísima, no lo había notado, antes sólo vi una vieja buena que le gané a mis amigos en un bar. Me apura mientras sonríe y me dice que quiere comer. Yo termino de tomar mis cosas y salimos del horrible cuarto de tierra caliente.
Toco en la puerta de mi amigo y sale medio desnudo, ahora sólo faltan ellos. Él está medio loco porque la amiga de mi sorprendente cita quiere que la lleve a su casa y un mundo de rollos predecibles desde la primera vez que la miras. Es muy hipócrita, pienso mientras camino a la entrada. Ella sabía lo que quería y lo que tendría con él, pero ahora quiere algo completamente diferente porque no puede aceptar con ella en la situación en la que se puso y se avergüenza de eso. ¿Por qué así? Cuando la verdad es que probablemente sea muy zorra y lo disfrute, si no sabía lo que hacía ¿por qué terminó en un motel de pueblo con un desconocido más bien borracho?
Voy manejando por la vía principal hacia una finca desconocida, como un caballero llevo a la princesa a su casa para regresar con Camilo a la finca con mi familia. Estoy cansado y enguayabado, pero tengo tiempo de sentirme asombrado o confundido o no sé. Hablamos todo el camino de muchas cosas. Le pregunto si yo le gusto y me dice que sí y me da un beso en la mejilla, nada más. Al llegar, le pregunto si quiere que nos veamos en la ciudad, en la realidad. Ella me sonríe preciosa y casi como un consuelo me lanza la frase más inesperada ¿Usted qué cree? -No sé, sólo dígame- Ella me responde sin quitar sus ojos de los míos que no le ve sentido, que sabe que yo tengo novia y que la quiero, aunque no se lo haya dicho, que vernos en la ciudad implicaría otras condiciones y que ninguno quiere eso, que las cosas están bien así y que seremos un bonito recuerdo del otro, que fue sexo y ya. Es extraño. Debería solo decirme que no quiere verme más porque el sexo fue malo, que su novio es mejor y que no debió serle infiel conmigo. Aunque de nada le sirve arrepentirse, el novio está en Alemania y no lo va a ver en meses, mientras él estudia yo estoy aquí comiéndome a su novia, yo voy a ser su recuerdo.
Como un premio de consolación escribe mi teléfono en un tiquete de peaje. Pero yo sé que no me va a llamar, no quiere verme otra vez. Me da un delicioso beso de despedida que me causa otra erección. Le hago prometer que me va a llamar, no reconozco la clase de idiota en que me convertí en 10 kilómetros. Le pregunto por qué no quiere verme de nuevo y sólo me sonríe y me da un beso -bobo- me dice, y sale de mi carro y de mi vida.
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The Dazzlings
CAPITULO 16: PERSECUSION
El banco ha sido robado por 3 chicas misteriosas, la policía acude a la alarma del lugar, al entrar no encuentran nada más que cuerpos perforados por las balas, los oficiales están confundidos, preguntas pasaban por sus cabezas.
Uno de ellos encuentra pequeños charcos de sangre desde el mostrador hacia la entrada, formando un rastro hacia un callejón sin salida, eso les daría pistas a los especializados en este tipo de trabajos.
Un portal de color fucsia aparece en medio de un desierto desolado, las 3 chicas corren hacia el vehículo, entrando en esta y acelerando para llegar a la carretera. Cosa que las hacen sentirse aliviadas.
-ya no tendremos de que preocuparnos, con este dinero no tendremos la molestia de quedarnos en la maldita pobreza, lo hemos logrado- dice Adagio dando una gran sonrisa de satisfacción.
Aria y Sonata se quedan en silencio, no querían decir alguna palabra para no arruinar a la rubia, estaba claro que la temían de nuevo, Aunque la chica del cabello morado sentía odio por ella y la otra se sentía asustada.
Otra victoria se avecinaba a la líder de las Dazzlings al robar el banco con éxito, se sentía en la cima de nuevo y nada podría quitarle ese puesto, o eso creía ella.
Su sonrisa se le borra al notar de nuevo el líquido rosado escurriéndose en su nariz, alcanza a escuchar algo a lo lejos, Sonata también lo escucha, la chica inocente saca su cabeza por la ventana para observar lo que pasaba.
- … ¿chicas? -decía ella con un nudo en la garganta, sorprendida de lo que vio. Cosa que nota Aria.
La misma miro de igual forma, teniendo la misma reacción que su hermana, Adagio las observa confundida y observa por el espejo retrovisor, descubriendo algo a lo lejos, algo muy familiar para ella.
Decidió verlo mejor al sacar la cabeza por la ventana, ella se paralizo por completo, se sentía tan asustada como impresionada.
-no… puede… ser- dijo ella, viendo con sus brillantes pupilas rosadas a lo que se avecinaba.
Varios portales de color fucsia aparecieron por los aires y en la carretera, donde salieron varios helicópteros junto con diferentes vehículos, algunos brindados, el gobierno las había encontrado.
-Objetivo asegurado, esperando ordenes para atacar- decía un piloto, esperando la decisión de la persona al mando, quien estaba observando al vehículo de huida con unos binoculares.
- ¡procedan con el ataque ahora! -exclamo Cindy de forma determinada.
En eso los autos aceleraron, helicópteros se acercan poco a poco, disparando a mano armada al objetivo.
- ¡mierda, mierda, mierda! -gritaba Adagio de forma alarmada, pisando fuerte el acelerador, aunque iban rápido las balas atraviesan las ventanas, rompiéndolas.
Las 2 se cubrían lo más que pudieron mientras que la rubia no se daba por vencida, no aun, acelerando más.
Todo el esfuerzo era inútil, los soldados disparaban desde arriba con ayuda de torretas automáticas, cosa que dejaba a las Dazzlings sin posibilidad alguna.
-desearía que no fueran tan inútiles, si quieren luchar, lucharemos fuego con fuego- grita Adagio, mirando a Aria y a Sonata.
-deberíamos pensarlo mejor, esto ya ha llegado lejos, deberíamos detenernos- propone la chica de cabello celeste nerviosa.
- ¡no quiero excusas! -grita la rubia, dándole armas a las 2 chicas.
Ellas dudan, es arriesgado, pero no tienen elección, la chica de cabello morado procede a abrir la puerta para tener mejor puntería, logrando dispararles a algunos con ayuda de una ametralladora.
Por su parte, la rubia decide arriesgarse más, saliendo un poco por la puerta con pistola en mano, apuntando a los autos brindados.
Ya a punto de disparar, ve a lo lejos a Cindy, quien de igual forma la observa de manera seria, formando un contacto visual, Adagio sonríe un poco.
-veamos que eres capaz- susurra ella, apuntando hacia el conductor del helicóptero que ella aborda.
La mujer lo nota al instante y da la orden para los vehículos en tierra, los cuales aprovechan para dispararle con todo lo que tienen, la rubia se cubre, pero una de las balas le logra dar en el brazo, causando que esta reaccione del dolor.
- ¡maldita sea! - grita ella, cubriendo la herida de su brazo apretando, la cual estaba sangrando.
A los soldados no les importan, procediendo a seguir disparando. Adagio no tuvo otra opción que entrar de nuevo en el auto, sintiéndose furiosa como también humillada.
-Adagio, tu brazo… - dice Sonata de forma preocupada al ver la herida. -déjame ayudarte- continúa diciendo, agarrando de forma calmada su brazo, cosa que molesta a la rubia.
- ¡estoy bien! ¡¿De acuerdo?! - dice la rubia, apartando rápido su brazo de su hermana. -tu conduces ahora- al decir eso, se sale de nuevo del coche, pero esta vez apoyándose de un brazo y de su pierna, estando casi afuera por completo.
- ¡oh no! - grita Sonata, agarrando de forma apresurada el volante, empezando a conducir con todas sus fuerzas.
Ahora con una subametralladora en la mano, esta determinada en acabar con todos los presentes.
- ¡ardan en el infierno, hijos de su puta madre! -grita ella a todo pulmón, disparando sin cesar a todos los conductores de todos los vehículos.
Alguno de los vehículos se desvía debido a que logro matarlos, provocando que choquen de manera repentina con otros, dejándolos atrás.
La mujer observa alarmada todo lo que pasa, en como cada uno de sus soldados mueren, al ver como las dos chicas se defienden con todo lo que tienen le da impotencia, en como Aria logra con esfuerzo derribar el helicóptero, cayendo lentamente a un costado del largo desierto, explotando a sus ojos, en como Adagio logra asesinar a todos, viendo sus ojos rosados brillar.
¿Cómo son capaces de hacer eso? ¿acaso no se rinden? ¿Cómo lograron entrar a Estados Unidos? Preguntas pasan por su cabeza, si así son las cosas, entonces tampoco se podría rendir, abriendo paso hacia un soldado cerca de ella, quien nota su presencia.
- ¡señorita, a sus órdenes! -responde el soldado, poniéndose firme ante ella.
-necesito su arma- ordena ella de manera seria.
- ¿va a pelear contra ellas? Es peligroso señorita, podría morir - dice el soldado, sintiéndose preocupado.
-escúcheme, entiendo su preocupación, pero es hora de acabar con todo esto. -dice Cindy, poniendo su mano en su hombro. -por favor confié en mí, sodado.
-e-esta bien, la apoyare por si hay problemas, no dejare que muera- dice el, dándole una pistola.
Con el arma lista, ordena al piloto que se acerque más, accediendo a esa orden, sin perder el tiempo las observa desde arriba.
Adagio la nota, mirando hacia arriba, alarmándola un poco, sin embargo, no dejara vencerse por una simple mujer, apuntándole con el arma, estaba dispuesta a dispararle hasta que la interrumpen:
-Adagio Dazzle, líder de las Dazzlings, que curioso que después de la batalla de las bandas pases a esos límites, asesinando personas a tu gusto- grita Cindy de manera seria. -y lo peor es que involucraste a Aria Blaze y Sonata Dusk.
Eso ultimo asusta un poco a las dos chicas, Aria la observa desde abajo, con confusión. La rubia se limita a dar una pequeña risa ante esas palabras.
-veo que sabes demasiado de nosotros- dice ella, sonriendo de manera coqueta. -sin embargo, no tengo ni interés alguno en conocerte cariño, así que terminemos con esto rápido- continúa diciendo Adagio, a punto de dispararle.
-que lindo, yo estaba a punto de decirte lo mismo- dijo ella, desafiándola.
Al terminar de decir eso, un soldado tomo de sorpresa a las 3 hermanas, disparándoles a todas sin cesar. Adagio volvió a entrar al auto, tomando el volante de nuevo, pisando el acelerador para que vayan más rápido que el helicóptero, Aria imita su acción, cubriéndose con todo lo que puede de las incontables balas que atraviesan el techo del auto, Sonata se echa para atrás de igual forma intentando protegerse de las balas, las cuales ya agujerearon las bolsas de dinero, causando que la bolsa se rompa poco a poco.
Cindy aprovecha las pocas defensas de Sonata para dispararle, logrando herirla de gravedad.
La chica del cabello celeste grita del dolor, Aria intenta hacer algo para ayudarla, pero algo la detiene:
Adagio tenía el arma apuntada en la cabeza de la chica de cabello morado, dando indicios de que le podría disparar en cualquier momento, eso molesta a la chica.
- ¡¿Qué mierda haces?! ¡Está sangrando! - exclama Aria de forma preocupada, sin embargo, la rubia la interrumpe.
-hay cosas mas importantes que atender- dice la rubia, alarmada por la situación.
- ¿has perdido la cabeza? ¡Si se queda así podría morir desangrada! -explica la chica del cabello morado, intentando convencerla de que la ayuden.
-eso seria mejor, así tendremos un estorbo menos- dice Adagio fríamente.
Esas frías palabras le hirvieron la sangre a Aria, no era justo que le dijeran eso, no a Sonata, no soportaría más eso, esto se acaba aquí.
-me das asco- al decir eso, le aprieta fuerte la mano, impidiendo que ella haga algún movimiento. - ¡no volveremos a seguir tu voz de nuevo, maldita zorra!
- ¡¿Qué acabas de decir!? -la respuesta que le dio su hermana fue una fuerte patada en el rostro, haciéndola caer del auto de manera brusca.
Gracias a la alta velocidad, Adagio se raspa la piel y consigue pequeñas cortadas gracias a las varias fricciones al rodar por el suelo. Varios soldados la observan con impresión en sus rostros, la rubia choca con un auto brindado que estaba cerca, recibiendo un fuerte golpe en la espalda y cabeza, dejándola inconsciente.
Cindy al verla así se siente satisfecha, esperando el posible resultado de esa pequeña discusión que posiblemente tuvieron.
-señorita, podría hacer usted los honores- decía el soldado, mostrándole una granada.
- ¿estás seguro? Podría dejarte con las ganas soldado- decía la mujer, sonriendo un poco.
-oh no, por favor acéptelo, es para usted- decía el con nerviosismo, aunque sonría un poco.
-está bien, no tengo problema con eso- dicho eso, agarra la granada, aceptándolo con gusto.
Aria alza a Sonata para dejarla en el asiento del copiloto mientras que ella retoma el puesto de piloto, algo que anteriormente lo ocupaba Adagio.
-calma, estaremos bien, debemos irnos pronto de aquí, te voy a cuidar- dijo la chica del cabello morado, tratando de calmar a su hermana de cabello celeste, quien sufría del fuerte dolor provocado por la bala.
Dicho eso, procedió a dar la vuelta y desviarse de la carretera, yendo por un camino rocoso, había un problema con ese detalle, su gasolina se les iba a acabar y el helicóptero los perseguía sin descanso.
Todo lo que ha pasado lo observa a lo lejos Pinkie con unos binoculares dentro del camper, quienes se acercaban cada vez más hacia este dichoso campo de guerra.
-dios mío, que increíble ¡parece película! -grita la del cabello de algodón de azúcar emocionada y comiendo dulces.
-te dije que no era momento para juegos, ya nos estamos acercando más- dice Sunset, viendo todo a pesar de que no se puede mover debido a su pierna rota.
- ¡no lo duden más y pisen el acelerador! -ordena Raimbow Dash.
-no creo que eso sea... correcto- dice Fluttershy un poco nerviosa. -se nos acabaría rápido la gasolina.
-eso es verdad, además se arruinaría el bello diseño que esta tiene- agrego Rarity, preocupada más por su camper.
-calma Rarity, eso se puede arreglar después, ustedes son expertos de volverlo a hacer que quede perfecto para tu gusto- dice Applejack en un tono burlón mientras conduce.
- ¡No puedo creerlo! Lo único que hacen con esos estúpidos comentarios es hacer que perdamos el maldito tiempo- exclama Sunset, quien se levanta con esfuerzo y toma asiento de piloto, apartando de manera brusca a la chica de cabello amarillo.
-oye ¿Qué corrales te pasa? -pregunta ella, buscando una explicación a su comportamiento, claro que Twilight no deja que conteste la pregunta.
-pero Sunset, tu pierna no está en buenas condiciones para conducir, seria arriesgado, te lastimarías más la pierna- dijo ella preocupada por su amiga.
-eso jamás me detiene, no ahora- al terminar de decir eso, la pelirroja piso fuerte el acelerador con su pierna lastimada, a pesar de que le duele se mantiene determinada.
El camper va a toda velocidad hacia la zona de persecución, pero no llegarían a tiempo, ya que Aria pierde el control del volante, haciendo que se revuelque debido a las rocas.
El fuerte impacto provoca varias cortadas en la hermana de cabello morado, quien se preocupaba por Sonata, la misma no se sentía bien ya que estaba perdiendo sangre.
Ella decidió irse del auto, ayudando a la chica de cabello celeste a salir también.
-me pregunto cómo saldrán de esta … -susurra Cindy, dejando caer la granada ya activa.
Las chicas salieron del auto con esfuerzo, ya intentando escapar era demasiado tarde, la granada exploto junto con el auto, quemando todo el dinero que habían robado, lanzando lejos a Aria y Sonata, ellas cayeron al suelo, tenían heridas de gravedad y un poco de quemaduras.
-s-sonata... -decía una débil Aria, notando que ella no la escuchaba, estaba inconsciente.
La hermana intento levantarse, pero fue inútil, sus piernas ya no le respondían debido al cansancio, con su último aliento cayó al suelo, rindiéndose.
Algunos autos brindados que lograron sobrevivir llegaron a la zona, diferentes soldados salen de esta para llevarse a las 2 hermanas, con las ordenes especificas de la mujer a cargo de la misión, las metieron al auto y se fueron.
El helicóptero aterriza cerca del cuerpo de Adagio, quien seguía inconsciente, Cindy bajo del vehículo aéreo para checar por completo a la líder de las Dazzlings, al estar viendo su cuerpo se sorprendía.
-es increíble… así que era cierto… de alguna forma eres real… -ella seguía mirándola con asombro, una de las villanas de una caricatura infantil estaba frente a ella. - ¿cómo puede ser posible… tal cosa? -ahí lo ve, el cristal rosa brillaba desde el bolsillo de la rubia.
La mujer observa detenidamente el bolsillo, había algo que lo atrapaba, ese brillo que emanaba era hermoso.
-así que este es la razón de todo esto… -susurraba Cindy, intentando agarrar el cristal rosa.
Eso seria interrumpido de manera brusca por un misterioso arcoíris que pasaba rápido en frente de ella, sin duda era confuso para ella y los demás soldados presentes, mas cuando se enteraron que el cuerpo de la rubia ya no estaba.
Ellos se preocuparon mucho y la mujer solo se limitó a pensar sobre lo que paso en frente de sus narices.
- ¿señorita? -pregunto un soldado un poco nervioso. La mujer voltio a ver a todos los presentes.
-es hora de irnos...-ordena la mujer, subiendo al helicóptero, ya tenían detenidas a Aria y a Sonata, ya no importaba lo que acaba de pasar ya que para ella fue una victoria que poco a poco se hará más grande.
Los soldados aceptan la orden, dando rumbo a su país gracias a un portal color fucsia, las Dazzlings se han separado, Adagio esta aun inconsciente, ella provoco todo esto y seria hora de arreglar todo, no sin antes ser interrogada por las personas que la salvaron de esta intensa situación con el gobierno de los Estados Unidos.
#the dazzlings#adagio dazzle#aria blaze#sonata dusk#fanfic#accion#historias originales#sunset shimmer#my little pony#equestria girls
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“En 10 o 20 años estaremos muriendo por infecciones de bacterias resistentes a los antibióticos”
¿Saben ustedes la frase "el mejor solucionador de un problema es quien lo ha provocado"?
La científica Edith Heard dirige el Laboratorio Europeo de Biología Molecular, con 1.800 trabajadores dedicados a revelar los secretos de la vida
📷La genetista Edith Heard, directora del Laboratorio Europeo de Biología Molecular, en un hotel de Madrid antes de la entrevista.KIKE PARA
MANUEL ANSEDE (ElPais.es)
Edith Heard, a sus 56 años, se ríe al recordar su juventud. Nació y se crió en Londres, pero cuando empezó el colegio con cinco años no sabía hablar “ni una palabra de inglés”, porque hasta entonces había aprendido el griego, la lengua de su madre. Maravillada por la enormidad del cosmos y decidida a ser astrónoma, llegó a la Universidad de Cambridge con 18 años sin haber recibido una clase de Biología en toda su vida. Allí se compró un libro para ponerse al día y al abrirlo alucinó: “Descubrí todo por primera vez. Vi imágenes asombrosas de las células. Ahí tuve mi momento eureka y me di cuenta de que no quería estudiar Física, sino Biología. Tomé la decisión en 30 segundos, literalmente”. La vocación de toda una vida puede esfumarse en medio minuto. Aquella mujer británica que no sabía inglés con cinco años, ni había visto una célula a los 18, es hoy la directora general de la principal institución europea dedicada a revelar los secretos de la vida: el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL). El organismo, con 1.800 trabajadores y sedes en Alemania, Francia, Italia y Reino Unido, abrió en 2017 una nueva instalación en Barcelona, enfocada a estudiar el desarrollo y el funcionamiento de los órganos de los seres vivos. La especialidad de Heard es la epigenética. Si el ADN se imagina como una secuencia de letras con las instrucciones para el funcionamiento de un ser vivo, los cambios epigenéticos serían como tildes, con capacidad para modificar el mensaje y provocar trastornos, como el cáncer. El gran objetivo, dice Heard, es aprender a manejar estas tildes con fármacos, para revertir las enfermedades. La genetista, que acaba de obtener la nacionalidad francesa tras vivir media vida en París, visitó Madrid el pasado martes para reunirse con el ministro de Ciencia, Pedro Duque, y estudiar futuras colaboraciones. Pregunta. Ha dicho que su intención es que el EMBL provoque un “¡guau!” a los ciudadanos, de la misma manera que la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) lo consigue con descubrimientos como el del bosón de Higgs.
Respuesta. Eso es lo que quiero. Y creo que ya ocurre con algunas cosas. El EMBL participó en el proyecto Tara Oceans, una expedición para descubrir la biodiversidad en el océano. Esto provoca un “¡guau!”. Hace dos años publicaron el descubrimiento de 200.000 nuevos virus en el océano, en el Polo Norte. ¿Por qué el Polo Norte es un foco de diversidad viral? No lo sé. Eso para mí es un ¡guau!
P. Usted es la jefa del EMBL desde 2019. Antes de la pandemia, dijo que quería organizar tormentas de ideas con sus mejores científicos para identificar cuáles son las grandes preguntas que hay que responder. ¿Ya sabe cuáles son las grandes preguntas?
R. Organicé las tormentas de ideas nada más llegar. Es muy irónico, porque hice una presentación con una diapositiva en la que hablaba de las pandemias emergentes. Dije que a menudo ocurren en áreas en las que la acción humana destruye los ecosistemas.
P. ¿Justo antes de la pandemia?
R. Hace dos años, antes de la pandemia. Ya sabíamos que había riesgo, porque conocíamos otros virus como el del SARS. Necesitamos herramientas moleculares para entender qué está pasando. Sabíamos que estos asuntos eran muy urgentes. Y entonces llegó la pandemia. Prometo que no soy Casandra [una figura de la mitología griega con el don de la profecía]. Ese es el tipo de grandes cuestiones que queremos entender: cómo emergen las pandemias. Otra pregunta, por ejemplo, es por qué la resistencia a los antibióticos está creciendo tan rápido. No es solo en los hospitales, puedes ver resistencias a los antibióticos en las bacterias del océano. Queremos entender por qué ocurre.“Muchas empresas pararon de desarrollar antibióticos, así que ahora hay pocos fármacos”
P. ¿Cuál podría ser la razón?
R. No lo sabemos, esa es la gran pregunta. Si pudiéramos entender qué ocurre, podríamos prevenirlo. Muchas empresas pararon de desarrollar antibióticos, así que ahora hay pocos fármacos. El próximo asesino será este. En 10 o 20 años estaremos muriendo por infecciones de bacterias resistentes a los antibióticos, que ya no podremos tratar. En los últimos 100 años hemos duplicado nuestra esperanza de vida, gracias a elementos como los antibióticos y las vacunas. Si no hacemos algo, dentro de 20 años los antibióticos que hoy existen no serán capaces de tratar las infecciones que tendremos. Va a ser la siguiente pandemia. El nuevo programa del EMBL cubre estos asuntos.
P. Usted tiene en la foto de perfil de su laboratorio una gata de tres colores: blanco, negro y anaranjado. ¿Qué tiene que ver con su especialidad? [Heard ha descubierto mecanismos epigenéticos gracias al estudio de uno de los dos cromosomas sexuales, el X, del que las hembras tienen dos copias (XX), mientras los machos tienen solo una (XY)]
R. Durante siglos, la gente del campo ha sabido que los gatos de tres colores son normalmente hembras. La razón es que tienen dos cromosomas X, porque son hembras, y existe un gen en el cromosoma X que puede producir o color negro o color anaranjado. Si tienes la versión negra del gen en un cromosoma X y tienes la versión anaranjada en el otro cromosoma X, el color del pelaje dependerá del cromosoma que se exprese. Normalmente, en el resto de cromosomas las dos copias [la del padre y la de la madre] están expresadas, pero eso no ocurre con los dos cromosomas X en las hembras: uno se apaga y el otro está activo. A veces es el cromosoma X de tu madre y a veces es el cromosoma X de tu padre, así que cada célula expresa un cromosoma X diferente durante el desarrollo embrionario. A veces es anaranjado y a veces es negro. Tienes un mosaico, que es lo que vemos en las hembras. En machos nunca lo verás, porque solo tienen un cromosoma X, que o es anaranjado o es negro. El blanco es otra cosa, es por falta de melanocitos.
P. Cuando usted ganó el año pasado el Premio L’Oréal-UNESCO, dijo que hay esperanza en obtener fármacos epigenéticos para tratar algunos tipos de cáncer y otras enfermedades. ¿Qué es un fármaco epigenético y cuándo estarán disponibles?
R. El genoma está hecho de ADN. En un cáncer, si tienes una mutación que afecta al ADN ya está, no puedes deshacerla. Pero ahora sabemos que algunos cambios no están en el nivel del ADN, sino en un nivel epigenético: modificaciones químicas del ADN [las tildes sobre las letras]. Ahora sabemos que en el cáncer hay grandes cambios epigenéticos, no solo genéticos. Y estos cambios epigenéticos son muy interesantes, porque sí puedes deshacerlos. Un fármaco epigenético es un medicamento que cambia estas modificaciones epigenéticas. Ya existen algunos, como la decitabina, que se utiliza para la leucemia mieloide aguda y el síndrome mielodisplásico. Un gen puede causar un cáncer al silenciarse o al hiperactivarse. A veces está encendido cuando debería estar apagado, o viceversa. Este interruptor puede ser epigenético y puedes intentar pulsarlo con un fármaco epigenético. El problema es que para estas formas de leucemia sí hay algunos fármacos, pero en el campo de los tumores sólidos, como el cáncer de pulmón, se ha avanzado menos. Los fármacos epigenéticos ya se están utilizando, pero hace unos años yo pensaba que todo iría más rápido.“La ciencia es sexista. Ni siquiera es una crítica, es una realidad”
P. Usted ha dicho a menudo que la ciencia es sexista, pero también afirmó en una entrevista que usted no es feminista. ¿Qué quiere decir?
R. Una feminista de carnet participa en movilizaciones y yo nunca lo he hecho. Sin embargo, cuando miro hacia atrás en mi vida siempre he defendido a las mujeres. Cuando estaba en la universidad y empezamos las clases de Física, yo era una de las dos únicas mujeres en el aula. Me di cuenta de que la ciencia es sexista. Ni siquiera es una crítica, es una realidad. Así es como funciona la sociedad y está cambiando. Pero la física, por ejemplo, está dominada por los hombres. La biología, menos. Yo no soy una feminista de carnet, pero me preocupan los derechos humanos, la igualdad y la diversidad. Y la posición de las mujeres en la ciencia es algo que me preocupa profundamente. Es una de las razones por las que asumí el puesto. Pensé que aceptar ser la primera mujer en dirigir el EMBL era importante para mostrar a otras mujeres que es posible. No me refiero a ser un modelo a seguir, sino a ser solo un ejemplo de que es posible. No soy una feminista de carnet, pero defiendo la igualdad de derechos.
P. La palabra feminismo significa eso en español. La viróloga francesa Françoise Barré-Sinoussi también afirmó, en una entrevista con EL PAÍS en 2017, que no era feminista. Quizá en Francia el concepto del feminismo es más político.
R. Puede haber algo cultural, sí. Creo que lo que me molesta un poco es que yo tengo una hija y un hijo y veo que las mujeres pueden tener mucho éxito y, al mismo tiempo, para los chicos la vida también puede ser dura. Soy feminista, pero me preocupa que los chicos también puedan tener éxito. La mayoría de los hombres que conozco también son feministas.
P. Usted fundó junto a otros colegas el Programa Nacional de Acogida Urgente de Científicos en el Exilio, una organización francesa para ayudar a investigadores de países en crisis o en guerra.
R. Sí, se puso en marcha hace unos años, cuando había muchos desplazados por la guerra de Siria. Hablamos de personas como yo, pero que de un día para otro tienen que hacer sus maletas, perder décadas de ciencia porque sus instituciones han sido bombardeadas e irse con sus familias sin saber dónde acabarán. Mi hija estudió Relaciones Internacionales y estaba aprendiendo árabe. Los fines de semana tenía intercambios con refugiados que venían a Francia y querían aprender francés. Los estudiantes enseñaban francés a los refugiados y necesitaban más gente, así que me apunté. Conocí a algunos de estos jóvenes y a gente de mi edad. Aquello realmente me concienció de que estas personas habían perdido todo y necesitaban ayuda.
P. ¿Qué hicieron?
R. Con mis compañeros del Collège de France [una institución en la que Heard era profesora] acudimos al Gobierno francés y acogieron muy bien la idea. En unos meses teníamos financiación y los ministerios de Asuntos Exteriores y de Interior estaban listos para poner en marcha el programa. Al principio los investigadores no eran solamente de Siria, también de otros países, como Turquía y Libia. En algunos casos, los científicos simplemente habían firmado un manifiesto y les habían dicho que se fueran del país. Nos llegaban los expedientes de estas personas y los teníamos que evaluar no solo por la ciencia, sino realmente por el grado de emergencia. Leías su currículum y te dabas cuenta de que toda su vida estaba a punto de ser destruida. Son personas con historias increíbles. Una mujer era decana de universidad en un país del norte de África, pero el nuevo presidente era un extremista religioso y decidió que las mujeres no debían trabajar en estos puestos, así que ella denunció la situación y tuvo que huir de un día para otro. Es muy emocionante ser parte de esto. Te hace darte cuenta de lo importantes y frágiles que son la democracia y la libertad: podemos perder todo de un día para otro.
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Vampiro 7
Notas del cap:
¡A huevo! En una sentada pude acabar de escribir desde el principio al fin este capítulo muajajajajajaj ¬u¬ ya saben… una disculpa si se ve medio mal corregido pero wey… estoy enletrada y ya estoy corrigiendo errores XP sorry XD pero lo hago de una aprovechado XD
¡A leer!
7 - ¡No Puedes/Puedo Salir!
La oscuridad reinaba en aquel pequeño pueblo, las farolas antiguas apenas entregaban energía al resto de las oscuras calles ahora vacías de gente; la comunidad se había reunido en su mayoría dentro del edificio municipal donde, después de estar discutiendo entre todos por casi una hora, por fin había llegado el encargado del pueblo, gruñendo, haciendo sonar su voz con ayuda de un megáfono que sorprende a todo el mundo
-¡Cálmense! Señoras y señores… tenemos todo controlado- trata de hablar un hombre de más de cincuenta años, con barba bajo la barbilla y canosos cabellos peinados hacia atrás como si aun fuera aquel pueblo, presa de las épocas antiguas, vistiendo de traje y tratando de controlar a la multitud que lo mira con enfado
-¡¿Cómo se supone que estemos tranquilos?! ¡El vampiro rechazo la ofrenda! ¡Alguien mas es su presa!- grita una mujer molesta. Después de los reclamos de la dama, vienen los de la comunidad reprochando con violencia; el hombre tras el megáfono suspira frustrado y molesto. La chica que debía de ser entregada se encuentra entre el grupo de personas, asustada, abrazándose con fuerza contra su madre quien busca ocultarla del resto, mirando de igual modo como las personas continúan discutiendo entre ellas
-¡Tu hija tiene la culpa mujer! ¡Debió de quedarse con el monstruo! ¡No regresar!- grito otro hombre molesto; la chica pega un brinco, aferrándose a su madre asustada. La mujer solo afila la mirada, sujetado con fuerza su única arma… una pala
-¡Mi hija fue salvada por otro sacrificio! ¡Ha sido el vampiro Alemania quien ha rechazado a mi hija! ¡Haberle obligado a quedarse ahí hubiera sido una ofensa ante el demonio!- grito la mujer en busca desesperada por poder liberar a su hija de las represalias, la chica solo se aferra con fuerza, hasta que es tomada violentamente por un brazo y empujada para que quede tirada en el centro de todo el mundo que le grita y reclama sin fin de cosas que difícilmente puede comprender
-¡Ahora por su culpa todos moriremos!- grita alguien
-¡Ahora el vampiro vendrá y nos matara!- grita otro más, la chica solo se encoje sobre su lugar, echa un pequeño ovillo y cubriendo su cabeza con sus manos
=¡SUFICIENTE!= se escucha un grito aterrador que hace temblar el edificio de madera; la gente grita asustada, las mujeres se aferran a sus hombres, la madre de la doncella corre a socorrerla y abrazarla… ahora, el silencio que se crea apenas se vuelve murmullos cuando, desde la puerta de salida, hombres y mujeres comienzan a hacer camino lentamente para dejar ver a un ser diferente a ellos
-S-Señor- susurra asustado el alcalde, tembloroso y corriendo para estar delante de todos y poder recibir al ser que, delante suyo, lo mira fríamente en silencio pesado
-¿Por qué hay tanto escándalo en el pueblo?- pregunta fríamente aquel hombre, de rostro diferente al de un humano; algunos lo llaman country, pero el mismo se denomina como el guardián y salvador de sus tierras. El alcalde traga nervioso moviéndose a un costado del country que mira a todos de un modo superior, finalmente dejando ver a la chica abrazada a su madre, siendo ahora, ambas mujeres las que tiemblen de miedo ante el country que hay delante viéndolas cual insectos insignificantes
-M-Mi señor… e-estamos en una terrible controversia- habla nerviosamente el alcalde obligándolo a ser el centro de atención del country que, con un mirar frio, solo espera a que se le sea explicada la situación actual
-V-Vera señor… esta niña fue elegida para ser la siguiente presa del vampiro atrapado en el palacio… c-c-como usted había ordenado… n-no hemos fallado ni una sola vez! ¡P-P-Pero! Pero… e-el vampiro señor…- tartamudea asustado el hombre, aquel country solo lo mira cada vez más molesto haciendo al alcalde perder el hilo de sus palabras; la multitud de personas que observan el hecho se congelan de miedo al ver su mirada enfadada
-A-Alguien me ha salvado señor- se arma de valor la dama asustada; el silencio se vuelve aun más pesado, aquel country baja la mirada afilada, la chica tiembla pero, tragando asustada, inclina su pecho hacia el frente, tratado de darse el valor suficiente y ver al country que la sigue viendo de un modo frio
-Era como usted… un rostro r-redondo… de colores verde, blanco y rojo… c-con un ave atrapando una serpiente�� y-yo… yo no entendía que estaban hablando pero… pero el joven me salvo!- tartamudea asustada, notando que ahora, hay un pequeño brillo en la mirada del country que la mira fríamente
Hay un momento de caos cuando el country se mueve velozmente, atrapando a la chica por las ropas de su pecho y elevándola sin problemas por sobre los aires, sosteniéndola con fuerza. Tanto la chica como muchas mujeres y hombres comienzan a gritar asustados; el country solo mira fijamente a la aterrada dama que, sujetando la mano que la asfixia, comienza a forcejear sin mucha fuerza
-No debe existir alguien más con esas características… ¡Debes estar mintiendo!- gruñe el contrario. Haciendo apenas un leve movimiento, termina lanzando a la chica al otro extremo, siendo detenida al menos por el tumulto de personas que caen junto a ella; el country gruñe enfadado, la chica jadea asustada pero, en cuanto siente a su madre corriendo y ayudándola a ponerse de pie, esta también vuelve a ver al country que parece ahora ver con enfado al alcalde
-¡Yo no miento! ¡Ese joven me ayudo! ¡Se entrego a cambio de mi!...- esto detuvo al country de atacar ahora al alcalde, girando muy lentamente su mirada a la chica que, habiendo pasado su momento de valentía, ahora se sentía expuesta ante la mirada del country que, muy lentamente avanzaba hacia ella
-¿Se entrego?- pregunta únicamente al tiempo que avanza a pasos tranquilos a la aterrada mujer que solo asiente de un modo torpe
-Si… s-se quito la camiseta y miro desafiante al vampiro… el vampiro dijo algo de aceptar el trato y me liberó… solo entonces pude escapar y vi como el vampiro iba directamente a atrapar al muchacho y llevarlo al interior de su castillo- suelta lo último de su valor en esas líneas, aquel country mira molesto a la dama y finalmente, desvía la mirada al ventanal que da hacia el cielo nocturno y lluvioso… ahora su gesto molesto se afila aun mas en enfado
-Parece ser que tendré que volver a poner en su lugar a ese asqueroso monstruo- gruñe
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-Mmgg- gruñe el tricolor, abriendo sus ojos con pereza, encontrando un día nublado como de costumbre, aunque al menos, ya se ha comenzado a acostumbrar al frio del lugar; se sienta perezoso y estira su cuerpo; cantando victoria cuando despierta en su habitación sin dolor de caderas de por medio
Había pasado ya una semana, se dijo, mirando perezosamente por la ventana, avanzando hacia ella pero sin abrirla, mira por fuera el paisaje de siempre, lleno de neblina; suspira cansado cuando rememora no solo que lleva ya mes y medio atrapado en la mansión de Alemania, como este se ha negado a dejarle ir y como, al final de todo, termino acostándose con él con tal de salvar la vida de una pobre chica inocente
Su mirada se desvía hacia el suelo, avergonzando y culposo; camina lento volviendo a sentarse sin ganas en la cama, mirando sus manos sobre sus rodillas y recordando la imagen de Rusia riendo a su lado por algún chiste bobo o cuando Rusia trato de enseñarle a hablar en ruso y el, por pendejo, solo hablaba como pendejo sumándole a todas las palabras vsky “tranquilovsky” “comidovsky”… “putovsky”
Una sonrisa divertida aparece en su rostro unos segundos, siendo opacada casi al instante por la soledad de pensar que tal vez no podrá volver a ver a su familia otra vez… ni a sus amigos, ya hasta a la escuela la estaba extrañando un chingo poder volver. Subió la mirada, encontrándose con los grandes ventanales y el cielo lleno de grises nubes… ¿Alguna vez podría volver a su hogar?
Ya había logrado llegar hasta el techo del castillo; le había costado como nada en el mundo… pero no había conexión a internet y su teléfono seguía perdido… se pregunta si Alemania de verdad no sabía del significado del aparato porque, muy curiosamente, ese artefacto, de todo, es lo único que no puede encontrar. Suelta un suspiro frustrado al tiempo que mira hacia el suelo de maderas viejas rechinantes, se deja caer en la cama cansado, mirando al techo como si fuera lo más interesante del mundo… tenía que pensar en algo… no podía quedarse ahí atrapado para la eternidad… su padre, sus hermanos, sus amigos, todo el mundo iría a estar preocupado por el…
*Pero ya hice todo lo que pude… todo lo que se me ha ocurrido… no se que mas puedo hacer…* se dice, girando en la cama, encogido, mirando sus manos, tratando de hacer memoria… ¿Qué otra cosa puede hacer para ser encontrado? Debe de haber un modo “Siempre había un modo” siempre había un camino… no se iba a rendir tan fácilmente pero… pero México siente en su corazón, lentamente que las esperanzas por poder escapar de ese lugar se estaban agotando
*Quiero volver a mi hogar…* suplico en su mente antes de que sus ojos se cerraran lentamente en pos del sueño nuevamente
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Sus ojos se abrieron velozmente, su consciencia llego a él antes que sus ojos; se enderezo en su lugar, encontrando un atardecer ya oscuro debido a las nubes que amenazaban con una tormenta al anochecer nuevamente; se levanto de su lecho y salió de su habitación curioso; el sonido de algo pequeño pero repetitivo como la lluvia lo hizo dirigirse de nuevo hacia el gran comedor donde, lo único que encontró además de una luz prendida, fue a su invitado prisionero, tecleando con velocidad en lo que parecía un documento blanco, una hoja de papel dentro de la pantalla de aquel aparato llamado computadora
-¿Qué haces México?- pregunto interesado el vampiro, haciendo saltar al country que, luego de verse a los ojos unos segundos, sonrió nerviosamente desapareciendo la hoja en blanco y dejando ver la pantalla donde, solo se veía una imagen de dos countrys verdes (Brasil y Jamaica) lado a lado de un dormido mexicano y por arriba letras cual meme (aquí, a unos segundos de la tragedia) siendo, el country de playera de tirantes quien tuviera un globo de agua grande entre manos, colgado encima del mexicano dormido (Brasil) y el que portaba un gorro con rastras (Jamaica) el que tuviera en su mano un alfiler, siendo estos dos, los que rieran divertidos
-Wey… siempre me asustas- se rio nervioso el tricolor hasta poder calmar su asustado corazón, Alemania lo miro intrigado, sintiendo como siempre y finalmente sentándose a su lado para verlo interesado, volviendo a su mente, aquella dama que nunca le tuvo miedo y que, tan tranquila como hermosa, siempre estaba a su lado charlando amenamente y leyendo juntos libros de la enorme biblioteca que, estaba seguro el alemán, ya había terminado al menos dos veces. El silencio reinó un rato en Alemania, mientras escuchaba a México hablar sobre algo llamado programa y Word y Excel y point y otras tantas cosas que Alemania ni siquiera estaba tomando en cuenta en esos momentos… ¿La razón?
Además de haber recordado a aquella dama hermosa y tranquila, también recuerda la imagen en gore, de aquella vez, que a los pies de la entrada principal de su hogar, yacía su sangre esparcida, su piel fría y su cuerpo carente de su corazón pues, en la zona, solo había un agujero enorme del que en algún momento broto la sangre ahora seca. Su rostro tenia rastros de lagrimas, su gesto reflejaba miedo y tristeza y finalmente, aferraba con fuerza en una de sus frías manos el único regalo que pudo haberle entregado Alemania a alguien de tal importancia para el…
Un pequeño y delicado catalejo con el que a veces, cuando las nubes permitían una vista despejada de la noche, Alemania miraba las estrellas disfrutando de su brillo suave
Un desagradable escalofrío le recorrió la columna entera desde abajo hasta la nuca, un gesto que no había pasado desapercibido por México quien, curioso lo observa, como no parece verlo a él, sino que Alemania lucia estar metido en sus recuerdos y su pasado, el tricolor no dijo nada, solo lo observo en silencio, también yéndose un rato a sus recuerdos, cuando estaba con su padre, cuando con sus hermanos y amigos solía jugar videojuegos de terror, competir, apostar… tantas y tantas cosas que el valora ahora como recuerdos pero que sabe, que hasta que sea liberado de esa prisión, no podrá volver a tener… México suspira derrotado, con la mirada baja y volviendo la mirada a su computadora… los extraña a todos
… … …
El silencio que se había instalado en la habitación había durado poco tiempo. Tanto Alemania como México se miraron curiosos cuando escucharon a lo lejos el relinchar de un caballo así como el sonido característico de una carroza; México pego un brinco, saltando ligeramente de su asiento y corriendo en dirección de la puerta, siendo detenido al instante al no poder tocar la perilla… su cuerpo se elevo sobre los aires lo suficiente para que no pudiera llegar a la puerta y se hizo varios metros hacia atrás, dando oportunidad a Alemania de pasar por la puerta dejando “colgado” a México en el aire
-¡Cabron!- grito en reclamo el country latino. Alemania, ignorando los gritos e insultos de parte de México, se encuentra por fin con sus invitados inesperados, su mirada se afila en enfado; ahora, hay un hombre amarrado de manos y pies, con una soga a la boca, temblando asustado y los mismos dos hombres llegando con miradas agachadas y agazapados, como si tuvieran miedo del vampiro delante suyo
-¿Qué hacen ustedes aquí?- pregunta molesto. Los hombres se encojen, el hombre de cabello blanco, el alcalde se para frente al vampiro, temblando y casi hecho una bolita de nervios; el otro, por su lado, arrastra al hombre amordazado para que baje de la carreta y llegar hasta estar delante del vampiro, arrodillado y amarrado para no escapar
-Mi señor… nos hemos enterado que su presa ha escapado y… en deseo de no hacerlo enfadar, hemos traído para usted otra presa- Alemania observa en silencio el hombre que tiembla asustado y que también derrama lagrimas, aunque al menos no grita como la otra chica… observa a los tres hombres en silencio, pensando que hacer
-¡No te atrevas hijo de la chingada!- se escucho el grito de alguien mas; los dos hombres vuelven la mirada hacia el castillo donde, se alcanza a ver sobre saliendo con trabajo de la puerta un country de verde blanco y rojo con un águila como escudo, arrastrándose con la ayuda de un palo para salir de la puerta puesto que no estaba tocando el piso. Se podía ver perfectamente una bruma oscura rodeando su cadera y elevándolo en el cielo imposibilitado a poder caminar. Alemania giro molesto la mirada hacia atrás encontrando al tricolor que mira directamente a los hombres que no había visto jamás en su vida
-¡No chingen cabrones! ¡Dejen de traerles victimas!- los regaña el tricolor, los hombres lucen asustados, Alemania por fin le da la espalda a los tres humanos y mira al mexicano
-Te recuerdo que ellos no te entienden México, deja de intentar algo estúpido- regaña cada vez más molesto, el tricolor solo le muestra el dedo de en medio igual de enfadado
-Pues bien, te jodes porque ellos podrán llevarme al pueblo… ya estoy suficientemente bien para poder caminar por mi cuenta, así que bájame cabron, que me largo ya… ¿Sabes qué? Es más, te dejo todo mi desmadre si quieres, no tengo pedos en dejarlo- gruñe enfadado el tricolor haciendo a Alemania abrir sus ojos en enfado… el cielo comienza a crujir en pos de una tormenta eléctrica, los hombres dan un paso atrás al ver como una bruma negra rodea a Alemania y como la broma que antes solo se encontraba rodeando la cintura del tricolor se envuelve atrapando sus brazos y piernas imposibilitándolo a moverse en completa libertad… hay silencio de muerte y sorpresivamente la voz de Alemania aparece cual voz demoniaca haciendo temblar al suelo mismo
=¿Cómo te atreves a desafiarme México?... te he dado una orden… Regresa al castillo!= gruñe, haciendo avanzar la bruma con el tricolor en ella de regreso al interior tal y como había ordenado el vampiro; sin embargo, México se negó, enterrando con todas sus fuerzas el palo en la tierra y aferrándose a ella con fuerza, cierra sus ojos molesto
-¡No me vas a tener aquí encerrado para siempre! ¡Me rehúso!- grito el tricolor, los hombres, que solo veían la escena suben asustados de suponer algo malo al notar el ambiente oscurecerse más rápido debido a la bruma negra que despide Alemania en esos momentos. El carruaje comienza a moverse con velocidad pues hasta el caballo se muestra aterrado; el hombre amarrado grita y solloza, el tricolor sigue mirando determinado a Alemania pero este, en su cólera, la bruma negra que lentamente lo envuelve cual remolino, termina envolviendo también al hombre que, luego de soltar alaridos desgarradores de dolor, calla de un modo abrupto
Para cuando el mexicano cree tener la fuerza para abrir los ojos, estos solo encuentran la escena del hombre sin cabeza, con su cuerpo tirado y su sangre lentamente esparciéndose. Esto merma la fuerza de México que simplemente se deja hacer entrando sin problemas al interior del castillo; una vez ahí, Alemania lo deja en el suelo con cuidado, solo para ser su mano lo que lo sostenga desde su brazo, cerca de la axila y lo obligue a que el tricolor lo mire a los ojos enfadado
-A partir de hoy… tienes prohibido salir del castillo- demanda molesto. Cuando México se ve reflejado en los ojos rubí de Alemania reacciona, encontrando un brillo de miedo en su propia mirada, el susto desaparece y cambia a un gesto molesto… ¿Le prohibida salir?
-¡Vete a la chingada cabron! ¡Ni tu ni nade me van a prohibir salir! ¡No eres mi dueño!- reclama tratando de liberarse del agarre del alemán que solo hace un poco mas de presión, lastimando el brazo del latino que, aunque muestra un gesto de dolor, se niega a soltar un gemido adolorido que lo pueda delatar; solo mira del mismo modo fiero a Alemania que, con sus ojos brillantes de ira y carmesí, parece cada vez ir perdiendo mas los estribos
-Parece ser que no entiendes tu posición aquí México… tu, me perteneces a mí, desde el preciso instante en que llegaste a estas tierras y te introduje en mi castillo. Tu libertad se vio cortada por mí; ahora yo soy tu dueño y quieras o no, me vas a obedecer- amenaza zarandeándolo levemente, México abre sus ojos, negando un instante y, con todas sus fuerzas, pisando uno de los pies del alemán, permitiéndose, con un movimiento brusco, librarse del agarre del contrario
-¡Yo no te pertenezco pinche animal! ¡Soy libre! ¡Jamás te obedeceré!- demanda, cortando su monologo cuando encuentra bruscamente a alemán delante de su cuerpo; sus ojos apenas colindando con su pecho y al subir la mirada, el gesto molesto del alemán viéndolo con enfado… aun así, solo es sorpresa y desconcierto. Alemania puede ver que en ningún momento México parece verlo con verdadero miedo y eso le parece aun ahora, en estos momentos, intrigante
-Estas atrapado aquí conmigo mexicano… no te dejare ir jamás… ¡No me importa cuánto quieras escapar! ¡Te quedaras aquí a mi lado! ¡Así te tenga que encadenar a mí!- es entonces, por único movimiento veloz de parte del tricolor en verde, que se escucha el sonido con eco de una fuerte bofetada. Alemania abre sus ojos sorprendido, México muestra su mano extendida y abierta a más no poder, del otro lado, clara muestra, de que había abofeteado al alemán con todas sus fuerzas…
El silencio, mortífero y pesado, se hizo presente durante varios minutos… ninguno dijo nada, simplemente estuvieron ahí, mirándose a los ojos fijamente; cada uno con un dilema interno lleno de gritos, dudas y confusiones que no podían ser respondidas tan fácilmente. La mirada molesta de México había desaparecido luego del golpe… ninguno se atrevía a decir lo que pensaba… en principio, tal vez porque ninguno sabia que decir exactamente después de lo que había pasado. México desvió su mirada hacia la puerta de entrada donde, aun a lo lejos, aun se podía ver el cadáver desangrándose… el tricolor enarco una ceja curioso y volvió la mirada a Alemania
… … …
La sorpresa y confusión de Alemania fue bastante cuando, delante de su mirada, una mano fue extendida en silencio de parte del latino. Ambos se miraron a los ojos, el latino aun se miraba serio y molesto, pero, por extraño que le pareciera, su mirada aun le seguía generando una calma bastante notoria
-Salgamos- fue todo lo que dijo luego del silencio por parte de ambos, Alemania lo miro, como si volvieran a hablar cada uno en su idioma y les fuera imposible el comprenderse, México solo trato de mostrar confianza en su mirada, aun cuando no se sentía a gusto de querer mostrar una sonrisa honesta… le sería imposible mostrarla de todos modos, aun estaba molesto con el vampiro por sus berrinches. Y aun así, creía en su interior, que podría llegar a entender el porqué de sus acciones; después de todo, el vampiro llevaba mucho tiempo en soledad, solo conviviendo cuando mucho, con una persona media semana cuando mucho a lo largo de todo un mes. Tal vez. Se dijo el latino. La razón de la posesividad de Alemania sea justamente porque ya habían podido tratarse un mes y medio juntos, sin matarse mutuamente, riendo, conociendo mas del otro
Tal vez hubo un momento en que México le tuvo miedo… tal vez hubo un momento en que México claramente desconfió de Alemania… pero lo había tratado y si el, que gustaba tanto de tratar con tantas personas diferentes, de pronto, era obligado a estar en cautiverio como había sido esta situación, era lógico que llegara a un punto donde se volvía dependiente de alguien y se negara a alejarse de el… además, Alemania había sido, “dentro de lo que cabía” amable con él, no el mejor anfitrión que la historia pudiera apreciar, pero no había sido tan desagradable con el…
No quería dejarlo solo… pero tampoco quería quedarse ahí por el resto de su existencia… ¿Qué podía hacer? Lo primero que le llego a la cabeza y lo que, hasta ahora, sonaba como la mejor de las ideas que pudiera tener en esos momentos…
-Si tu no me quieres dejar ir… ven conmigo entonces. Te llevare a mi hogar y podrás decirle adiós a esta estúpida soledad auto impuesta- si, sonaba bien en su mente y en palabras también… Alemania lo miro con la misma sorpresa a cada una de sus acciones. Al ser siempre tan diferentes, parecía que todas las acciones, todos los pensamientos, cada forma de razonar del mexicano era algo tan raro de entender y de ver, que siempre le miraba como un bicho extraño… pero ya estaba decidido… México se iría de ese lugar aun si para ello, debía de arrastrar a un vampiro que le chupaba la sangre y le jodia el culo… el volvería a su hogar… por las buenas o por las malas
El silencio se volvió a instalar, si bien, tenso; mucho más liviano a hace unos instantes atrás… México miro como, ahora, sorprendentemente era Alemania quien daba algunos pasos hacia atrás; como si ahora, fuera el tricolor el ser peligroso. México enarco una ceja confundido cundo la mirada molesta de Alemania desapareció para dar paso a un rostro cabizbajo y deprimido
-No puedo escapar de esta prisión- susurro por lo bajo. México, confundido como molesto, avanzo lo que Alemania retrocedió, tomándolo de una de sus manos, enredo sus dedos con la mano del contrario sin ser muy consciente de ello, ahora, era el tricolor el que estaba molesto, mirando a Alemania determinado como enfadado
-¡Eres un pendejo! ¡Eres libre de elegir si irte o quedarte en este maldito lugar a vivir recluido!- le reclamo; señalando con su mano libre la puerta
-Esa mamada es lo suficientemente grande para que tu enorme trasero de vampiro pueda entrar y salir sin pedos ¡Así que tu y yo vamos a salir de este deprimente bosque y quieras o no! ¡Te voy a llevar con mi familia! ¡Y quieras o no! ¡VAS A VIVIR!- Le reclamo, cada vez más y más molesto de ver su actitud temerosa hacia la salida. Alemania quiso negarse, pero, por escasos segundos… la idea de ver algo mas, la idea de volver a ver un amanecer mas allá que en las películas del mexicano… poder ver a otra gente, poder tratar con mas personas… poder vivir… la simple idea de vivir… le pareció un sueño de lo más apreciado que pudiera anhelar…
Tanto fue así su deseo, que permitió al mexicano sacarlo del castillo, pasando ambos del cadáver sin vida y poder llegar casi a punto de adentrarse en el bosque ahogado en penumbras que en ese momento nadie prestaba atención y que dirigía hacia el poblado más cercano. Fue ahí cuando Alemania reacciono mas por obligado que por placer. Frenándose de golpe y haciendo a México casi caer de espaldas de no ser que Alemania también lo había sujetado… ambos se miraron fijamente, siendo Alemania, con un gesto molesto, quien miro a México
-He dicho que no puedo salir…- dijo de nuevo, con un poco mas de enfado en su voz, el tricolor solo se molesto, sin comprender mas allá sus palabras, creyendo ciegamente que solo era una rabieta de parte del vampiro y no la verdad
-¡Puedes! ¡Y lo vas a hacer!- aseguro, avanzando de nuevo hacia el bosque; esta vez, sin poder mover a Alemania de su lugar pues, con un gesto aun más molesto, apretando la mano del tricolor inconscientemente lastimándolo de paso, sus ojos se llenaron de sangre y su mirada se ilumino en cólera, acentuado por un nuevo trueno que rezumbó grotesco y aterrador a los alrededores de aquel palacio abandonado de la mano de dios
-¡¿No lo entiendes?!- gruño, liberando el agarre de México y viéndose a los ojos, México, por fin abrió sus ojos temeroso de lo que vio delante suyo… a Alemania con tal odio, que le hizo temblar hasta el corazón, un miedo que nunca había experimentado hacia el contrario
=¡NO PUEDO SALIR DE AQUÍ! NI TU NI YO PODEMOS SALIR DE AQUÍ= amenazo, envolviendo con su bruma, nuevamente al tricolor que, sintiéndose atrapado, solo trata de hacerse hacia atrás. Alemania lo acerca, casi rosando alientos entre ambos, con ese odio en su ser entero ahogando su alma, ahogando su frustración y dolor
=No te iras de este castillo… y si te atreves, ten por seguro que yo mismo te matare= amenazo antes de que la misma bruma los envolviera en completa oscuridad; tirando poco después al latino a su cama. Alemania lo mira superior, con odio y finalmente, mientras México mira con miedo a quien por primera vez se ha salido de control, Alemania desaparece en la misma bruma oscura que lo envolvía
-No intentes nada México… tu vida me pertenece y no escapar de aquí jamás…- fueron sus últimas palabras cual maldición para México…
Y desapareció… dejándolo abandonado en su habitación, asustado, sin saber qué hacer después…
Notas finales:
Y bueno… si mis cálculos son correctos… de aquí, comenzamos ya con el climax para dar fin a esta historia XD… si… tal vez algo chiquita pero siento que va bien en cuanto a contexto… no? Es decir… no vamos adelantando mucho las cosas… ¿cierto? En fin…
Cosas chistosas que me pasan mientras escribo XD… andaba en realidad con ganas de escribir algo de terror, me busque y puse música de una tormenta fuerte (lluvia y truenos) y mas que inspirarme… me dio sueño hahahahahahahaha XD en fin… cosas que a nadie le interesa XD
Datos extras:
*Les recuerdo en principio que Alemania y su castillo están justamente en el punto céntrico y mediador de los tres lugares. La mansión está atrapada entre Rumania, Alemania y Rusia
*Después de los tres días que Alemania no dio descanso al culo de México, se calmo (permitiéndole regenerar la sangre perdida) lo que serian otros dos días (a calculo cronológico del momento en que vemos esto) XD
*El poblado más cercano a los limites (bueno, los poblados) (porque son varios), son del tipo clásico viejito… tipo… el poblado del jinete sin cabeza… así, apartados de la mano de dios y de las tecnologías modernas… si bien, buscan tener algo… errr… bueno, eso se explica más adelante, pero para que se den una idea, por eso los cabrones van a carreta
*México sigue perdiéndose en el castillo XD… pero en una de esas logro llegar al techo; por desgracia, estaba muy lejos de las hondas de internet… no puede contactarse aun con nadie y eso, también se explica más adelante
*¿Datos ocultos de Alemania? ¬u¬ ¿Los vieron todos??? ¬u¬
*A México le dio miedo la forma de actuar de Alemania… ahora sí, le tuvo miedo como nunca
Y ya no diré nada porque luego me dice mi hermana que digo spoilers de mas en estas notas XD así que nada… me callo y a finalizar esto XD
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Ko-fi
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Crónicas del Brujo de la Corte
AO3
Del fallido, pero no menos importante, intento de asesinato al príncipe heredero que el brujo de la corte y el hijo del marqués de Burgos lograron evitar.
Proteger al príncipe y a la corona era tarea de la guardia y los caballeros, pero a sus dieciséis años, al brujo de la corte y a su amigo no les quedó de otra que darles una mano, junto a su particular equipo.
Manuel valoraba el estigma que entregaban las túnicas largas como cualquier otro hechicero. Sin embargo, el aspecto práctico de ellas le generaba dudas, más ahora que, debido a su edad y posición, se esperaba que las luciera más seguido en el día a día y no solo para ocasiones importantes. Las mangas colgantes eran mucho más apreciadas cuando no tenía que soportarlas todos los días, empujando cosas al suelo solo por sus movimientos de brazos. Con tales cosas aleteando al final de sus manos, no era de extrañar que la mayoría de la comunidad mágica adoptara una actitud recatada y contenida en su adultez.
El brujo dividía su atención pensando en eso y en observar a las tres comitivas presentes en la sala del trono. Las personas provenientes de las tres marcas colindantes del reino vecino hablaban entre ellas y con el rey con un aire amistoso, y quería evitar cualquier clase de accidente que pudiera molestar a esas personas. O incluso al rey, que a todos había advertido se mantuvieran en su mejor comportamiento.
Con lo mucho que sirvió.
Siendo solo tres marcas del reino del este con las que iban a firmar el acuerdo, solo tres delegaciones se esperaban. Por eso todo el mundo quedó un tanto perplejo cuando una cuarta caravana, si bien más pequeña que las anteriores, entró al patio de la corte siendo anunciada por las trompetas. El rey y sus acompañantes no pudieron resistir la curiosidad y fueron a mirar al patio, los guardias abrieron las enormes puertas de la entrada principal, y así pudieron observar los carruajes y hombres a caballo que constituían la nueva caravana. Avanzaron con los estandartes ocultos hasta atravesar la ciudadela, pero para cuando pasaron por debajo del arco de piedra las banderas negras se encontraban a la vista de todos, el dibujo en plateado de un rombo con cuatro dagas atravesadas bien claro en el centro.
Manuel no recordaba ninguna casa del reino del este con aquel estandarte, y eso que las había estudiado antes de recibir a los representantes.
- ¿Quiénes serán? –El brujo se volteó hacia Francisco para preguntarle por ellos, solo entonces notó lo tenso y pálido que se encontraba su amigo, mirando sin pestañear a los recién llegados. Su voz pareció despertarlo, y una feroz mueca que nunca le había visto se posó en su rostro.
- ¡Guardias! ¡Aprésenlos! –Gritó su amigo sorpresivamente, apuntando la carroza y los hombres a caballo. Algunos de los caballeros apostados junto a la escalera desenvainaron sus espadas y comenzaron a avanzar, el resto esperaba tenso con las manos en sus empuñaduras. Un murmullo inquieto se apoderó de la gente alrededor del patio, que se preparó para correr por si alguna pelea tomaba lugar. Manuel sintió su piel erizándose, listo para lanzar hechizos a diestra y siniestra si la situación se salía de control.
- ¡Alto! –Gritó el rey por encima de todo el ruido. La gente calló, los caballeros dejaron de avanzar, y Francisco se volteó a mirarlo con una mueca de espanto.
- ¿Majestad? –Preguntó, con un timbre indignado asomándose en su voz.
- Papá… -Murmuró Miguel dando un paso hacia el rey, paseando su mirada entre su padre y la carroza. Aunque no parecía tan confundido como Francisco, sí se veía bastante sorprendido- Pensé que las conversaciones iban a llevar más tiempo…
- ¿Conversaciones? –Manuel miraba confundido a todos allí, si no fuera porque Julio parecía igual de perdido, se habría sentido como un tonto.
- ¿Conversaciones? ¡¿Conversaciones de qué, si se puede saber?! –El joven Burgos parecía listo para encajarle una flecha a alguien, lo que no era muy común- ¡Esa gente no debió cruzar la frontera! ¡Jamás!
- Francisco, tranquilízate muchacho…
- ¡No!
Francisco había perdido completamente la actitud serena que el rey tanto les había pedido que tuvieran.
- Padre… -Miguel los interrumpió, tratando de mantener un semblante calmado por todos, y se ubicó ligeramente frente a Francisco con uno de sus brazos extendido al pecho del joven, listo para contenerlo, y le señaló a su padre que alguien estaba bajando de la carroza. El rey hizo un gesto a sus caballeros, y estos volvieron a sus puestos a un lado de la escalera, aunque continuaron mirándose confundidos unos a otros.
De la carroza descendió una joven doncella vestida con un tupido vestido de cuello alto color carmesí, quien dio un vistazo por el patio con un rápido, pero delicado movimiento de cabeza. Pronto toda su atención se posó sobre la escalera y las cinco personas en ella.
Francisco continuaba desprendiendo unas vibras asesinas mientras observaba el avance de la joven, por lo que Manuel agradecía que el príncipe no se hubiera apartado de su camino. La chica se veía bastante normal al parecer del brujo, un poco altanera, pero eso no era una característica extraña en la nobleza, por eso tenía problemas para entender por qué su querido amigo la miraba como si fuera una víbora arrastrándose entre la maleza.
Finalmente, la joven y su seguidilla llegaron a los pies de la escalera, y dándole una sonrisa dulce al rey, esta y todos los suyos le dieron una reverencia.
- Majestad, es bueno veros en persona, finalmente –Dijo con la voz cándida tradicional de las damas bien educadas de la corte. Todo normal allí, nuevamente.
- Es… una sorpresa, veros a usted –El rey la miró de pies a cabeza, pero se notaba que no tenía ni idea de con quién estaba hablando.
- El marqués de Piedra Negra me envió, como acto de buena fe para continuar las negociaciones con su reino, soy su primera hija, Tatiana.
…
Francisco iba de un lado a otro como una bestia enjaulada. Manuel lo miraba con curiosidad, y hasta un poco de miedo, siendo que la expresión furiosa no dejaba su rostro.
- ¡Debe sacarla del castillo de inmediato! ¡Nunca debió poner pie en el reino para empezar! -Gritó el noble en dirección al rey. Los guardias no lo arrastraron a la mazmorra solo porque era prácticamente de la familia.
- Calma, Francisco, están aquí con mi permiso.
- ¡Pues ese fue un pésimo movimiento de su parte, señor! -Francisco no se mordió la lengua ni se arrepintió de lo que dijo, ni cuando el rey entrecerró los ojos por un momento para mirarlo.
- Sabes, por un momento sonaste igual a Fernando…
- ¡Mi padre sí sabe tratar con esa clase de personas! -Masculló el muchacho. Todos en la habitación sabían que se refería a la habilidad del marqués de Burgos para corretear a los bandidos e invasores fuera de la frontera.
- A mí me pareció muy cortés, digo, estabas apuñalándola con la mirada y ella apenas reaccionó -Miguel observaba algo divertido la situación, reclinado hacia atrás en la silla que había escogido en el salón de planeación. Francisco se detuvo para clavarle dagas con los ojos, y el retumbar de sus pasos dejó de escucharse en el salón de piedra por un momento.
- Esta visita es muy importante para las relaciones con el reino del este. Y, aunque la repentina adición de más huéspedes no estaba contemplada, tengo la esperanza de que sea una oportunidad para finalmente lograr establecer el diálogo entre ustedes -El rey se levantó de su puesto en la mesa, acercándose al joven noble para que lo mirara. Trató de reflejar la seriedad del asunto en su tono de voz- Por eso espero que no hagas nada tonto y la trates con toda la amabilidad que puedas.
- Claro, señor, le daré toda la amabilidad que tendría en Burgos, no hay problema -Respondió Francisco con voz plana.
El rey dejó escapar un gruñido y se frotó la cara visiblemente frustrado.
- Es como escuchar a Fernando…
Miguel se tapó la boca para no reírse. Mientras tanto, Manuel también se cubría la boca, pero porque no entendía qué bestia había poseído a su amigo, no entendía nada.
- ¡Esta bien, entiendo! Solo… mantente alejado y esto podría salir bien, ya pronto se irán -El rey fue hablando mientras caminaba hacia la salida, esperando que cualquier cosa que respondiera el chico no alcanzara a llegar a sus oídos.
- ¡Para entonces será muy tarde! -Francisco se aseguró de que su grito fuera lo suficientemente fuerte para llegar a oídos del rey. El mayor de todas formas no se volteó, y junto al príncipe desaparecieron sin decir nada más.
Manuel pestañeó un par de veces antes de abrir la boca.
- ¿Qué fue eso? -Preguntó, todavía sorprendido porque su amigo, su casi siempre tranquilo y sensato amigo, le había gritado al rey sin reparo alguno. Una mirada molesta se puso en su dirección y Manuel levantó las manos ante tal hostilidad- Oye, yo estoy contigo... bueno, casi, en realidad me gustaría saber qué te pasó justo ahora.
- ¡Tenemos al enemigo en el castillo, Manuel! ¡Eso me pasó! -Francisco golpeó la mesa con su mano, remarcando la gravedad de la situación.
- Pero el rey dice que vienen a negociar.
- ¿Negociar? ¡Bah! -El chico volvió a pasearse a lo largo de la mesa ante la mirada atenta del brujo, quien aún no decidía si levantarse o esperar sentado a que el arrebato del joven terminara.
- ¡La única negociación que conocen esos traicioneros incluye fuego y espadas!
- Amigo...-Dijo Manuel, despacio, acercándose a Francisco con la intención de sostenerlo de un brazo para que dejará de moverse- ¿No crees que estás, tal vez, exagerando un poquito? -Solo alcanzó a rozarlo con sus dedos antes de que el otro joven volviera a estallar.
- ¡Claro que no! ¡Tú no conoces a esa gente, Manuel! ¡No tienen idea lo que es la paz! ¡O el juego limpio! ¡Es un ataque tras otro sin descanso, Manuel! ¡¿Has intentado dormir con el ruido de flechas y piedras chocando contra el muro?! ¡Esa serpiente no vino a negociar!
Manuel se mordió el labio, abriendo una y otra vez la boca, pero sin saber qué decir ante las palabras y actitud de su amigo.
- ¡Ash! ¡Es el colmo! -Francisco se volteó rabioso, y se dispuso a salir del cuarto- Le escribiré a mi padre, ¡Él sí se tomará esto en serio!
- ¡Pancho! -Le gritó Manuel para que volviera, pero el joven no le hizo caso- ¡No te enojes conmigo también! -El brujo se frotó la cara y gruñó cuando su amigo salió dando un portazo. Al rey no le iba a gustar nada tener al marqués de Burgos gritando fuera de los muros en reclamo por la situación, así que fue detrás del chico, para intentar contener los daños colaterales.
Qué extraño era tener que preocuparse de que Francisco no destruyera el castillo.
A fin de cuentas, no pudo evitar que enviara una de las aves con el mensaje para su padre, pero logró sacarle una promesa de que trataría de ser civilizado con Tatiana si es que se la topaba.
…
Por mucho que el rey lo quisiera, por mucho que a Miguel le molestara y por mucho que Manuel esperara mejor de Francisco, el chico no podía ver la presencia de la gente de Piedra Negra como nada más que una amenaza. Los veía caminando por los pasillos del castillo e inmediatamente recordaba todos los asaltos en el borde, todos los cultivos y granjas destrozadas, todos los muertos que dejaban los ataques que el padre de Tatiana ordenaba deliberadamente. Manuel hacía un intento por no juzgarlo demasiado, pero estaba claro que no comprendía el miedo detrás de su actitud, el miedo de que toda esa tragedia y destrucción tomaran lugar allí también.
Honrando su promesa, Francisco de verdad tenía la intención de tragarse sus temores e ignorar la pulsante necesidad de sacar a patadas del castillo a la joven. Hizo lo posible para evitarla, porque sabía que una hora en el mismo cuarto con ella enviaría su resolución al traste. Intentó concentrarse en los otros huéspedes del castillo cuando no se le permitía ausentarse, pues a pesar de no ser realmente de la familia real, se decía que Francisco ya era parte de los niños del rey junto a los príncipes y el brujo, así que su continua ausencia podría interpretarse como rechazo por los representantes del reino del este. Y por muy molesto que estuviera con su majestad, no tenía intenciones de arruinar las negociaciones que sí tenían futuro.
De todas formas, la joven lo encontró en cuanto bajó la guardia, y su conversación no tardó en replicar dos ejércitos apresurándose a una catastrófica pero inevitable colisión.
- Se te nota algo tenso, Francisco, ¿O es que los rumores son ciertos y todos en Burgos son unos estirados? -La chica mayor tenía una mueca para nada agradable en la boca, pero eso solo se distinguía estando cerca, de lejos hasta podría confundirse con una sonrisa.
- Y al parecer en Piedra Negra no tienen modales, ¿Cuándo le dije que podía usar mi nombre… señorita?
Tatiana entrecerró los ojos y mostró un poco de dientes, casi gruñéndole como los perros de caza lo harían con una presa. Francisco estuvo tentado a alejarse cuando la chica dio un paso en su dirección.
- ¿En serio crees que puedes poner a la familia real en mi contra? ¿Crees que esta actitud paranoica que estás mostrando podría serte de alguna utilidad? ¿En verdad esto… -La chica movió la mano, señalando a Francisco de pies a cabeza con una mirada de desdén- … es todo lo que puede esperar Burgos para que los guie en el futuro?
Francisco sintió como si le hubiera asestado un golpe directo al pecho con esa última frase y retrocedió un paso, estabilizándose. De verdad tenía unas ganas enormes de abofetearla de vuelta, pero por respeto al rey se recordó que era una invitada, si bien una muy detestable y peligrosa invitada, y se contuvo lo mejor que pudo. Claro que su mirada asesina no tenía intenciones de esconderla, y tampoco de tragarse todo su desprecio.
- Ten por seguro que, el día en que pises Burgos, tendrás tu propia esquina en la parte más oscura y mugrosa del calabozo esperando por ti.
Antes de que Tatiana pudiera responderle, y antes de que él pudiera decirle algo más desagradable, dio un giro y se marchó.
…
Manuel estaba a mitad de una sesión de meditación, recargando su energía con la ayuda de un puñado de cristales mágicos a su alrededor, cuando Francisco entró despotricando a su cuarto en la torre. Abrió un ojo para mirarlo por un segundo y luego volvió a su meditación, o al menos lo intentó, puesto que escasamente podía concentrarse en mantener su mente en calma cuando escuchaba a Francisco moviéndose por el cuarto sin medir la fuerza de sus pisadas, o la energía con la que sacudía los brazos alrededor de sus pertenencias más frágiles. Y francamente, la ira que desprendía era suficiente para perturbar su círculo mágico sin mucho esfuerzo.
Cuando lo sintió acercarse a las pociones incendiarias decidió que debía intentar calmarlo.
- ¿Quieres hablar de esto, Fran?
- No sé, ¿Vas a tomar el lado de los invasores otra vez? -Le preguntó de vuelta, en tono molesto. El brujo tensó los hombros por instinto ante el aura peligrosa de Francisco.
- Uh, supongo que nuestra sorpresiva invitada te tiene así de exaltado.
- Eso no alcanza a describir para nada lo que estoy sintiendo -Francisco continuó con sus pisadas fuertes hasta la cama de Manuel, en donde se desplomó sin más demora.
- Estoy seguro de que el rey apreciará tu esfuerzo por soportarla aquí -Comentó el brujo con calma, mirando de reojo a su amigo mientras cerraba su círculo mágico y guardaba todos sus cristales en un cofre como resguardo. Tenía que parar de tanto en tanto porque las mangas de su ropa se atoraban con los bordes.
- Y no es que me desagrade la idea, pero ¿Piensas encerrarte aquí toda la semana? -Si era así, no podría recargar ni limpiar su energía mágica hasta que la jovencita se fuera.
- ¡Ugh! Quizás así me evite otra confrontación con ella -Masculló el chico contra la almohada. Manuel comenzó a asentir antes de comprender lo que había dicho.
- ¡¿Otra qué?! -Chilló Manuel, dejó el cofre a un lado y en tres zancadas estuvo al lado de la cama- ¡Francisco!
De un salto, Francisco se arrodilló sobre el colchón, agitando las manos frente a él.
- ¡Ella se lo buscó! ¡Yo estaba dispuesto a seguir caminando como si nunca la hubiera visto!
- ¿Pues por qué no lo hiciste?
- ¡Te digo que ella empezó!
- Dioses… -Manuel se llevó ambas manos a la cara y gruñó- ¿Qué cosas le dijiste?
- ¡Ash! -El joven bufó en desdén y se cruzó de brazos- Nada que no debiera escuchar.
- ¡Fran! -Volvió a chillar Manuel, dejando caer sus manos, logrando que sus mangas se sacudieran en el aire. Al menos la tela extra servía para infundirle dramatismo a sus movimientos.
- ¡Nada, nada! -Francisco apartó su mirada del brujo y sacudió una mano, restándole importancia- Cielos, no es una niña, si tiene el valor para ofenderme no puede más que esperar un par de palabras de mi parte.
Manuel apretó los labios al escuchar aquel detalle. Si la chica estaba aprovechando la hospitalidad del rey para molestar a su amigo, quizás sus intenciones no eran tan amigables. “¿Quién se creía esa ni…?” No.
- ¿Crees que es para preocuparse? ¿Podría ir con el rey por esto?
- Uhm, ¿No lo creo? -Si tenía planes ocultos como pensaba Francisco, no le parecía que su discusión fuera realmente importante como para llamar la atención del rey en aquel momento, pero estaba casi seguro que lo haría pagar por ella de alguna otra forma.
…
- ¡BURGOS!
Los dos amigos oyeron el grito furioso de Miguel a sus espaldas y voltearon de inmediato. El príncipe avanzaba hacia ellos como si fuera a morderles las cabezas en cuanto los tuviera al alcance, sobre todo a Francisco.
La piel de Manuel se erizó en cuanto escuchó el tono colérico del príncipe, y ahora que veía su expresión, temía que quisiera irse directo a los golpes con su amigo. Avanzó un paso y trató de colocar una sonrisa amena en su boca.
- ¿Qué tal? -Comenzó, sin mucha fe en sus resultados, pero siguió con su intención de mantenerse entre el príncipe y Francisco el mayor tiempo posible- ¿Qué se le ofrece a su alteza esta tarde?
A Miguel el uso de su título solo pareció darle más deseos de golpear a alguien. El brujo levantó las manos, tratando de calmarlo, pero de nada sirvió. Miguel solo le prestó atención para moverlo a un lado con el brazo y plantarse frente a Francisco.
- ¡¿PERO QUÉ DEMONIOS PASA CONTIGO?! -Le espetó en toda la cara. Francisco cerró los ojos un momento y se estremeció por la fuerza de sus gritos. Aunque casi enseguida se los regresó.
- ¡¿QUÉ ME PASA A MÍ?! ¡¿Y AHORA QUÉ HICE?!
- ¡Chicos, calmados! -Manuel se separó de la pared en la que lo habían estampado y fue hasta ellos. Llegó justo a tiempo para sujetar las manos de Miguel, antes de que las posara sobre el cuello de Francisco. El príncipe se lo quitó de encima fácilmente con otro empujón.
- ¡Te dijeron que la dejaras en paz! -Volvió a gritar, y Francisco entrecerró los ojos y gruñó, comenzando a atar cabos.
- ¿Y ahora qué dijo esa arpía?
Miguel alzó el brazo para darle un puñetazo, pero Manuel volvió a impedírselo poniéndose entre ambos, con una mano en el pecho de cada uno.
- ¡Suficiente! -Gritó, ya un poco histérico, pero los dos chicos continuaron mirándose a los ojos con rabia sin prestarle mucha atención al brujo.
- “Si estuvieras en Burgos ya tendrías un par de flechas atravesándote la garganta” -Miguel recitó las palabras que claramente le había dicho otra persona- ¡¿Se te hace conocida esa frase?!
Manuel volteó, pasmado, hacia su amigo, preguntándole con los ojos si esas en verdad fueron sus palabras.
- ¡¿QUÉ?! -Exclamó el joven, casi tan sorprendido como el brujo.
- ¡“¿Qué?” es justo lo que me pregunté! -Miguel acercó las manos a su cara, como si todavía no pudiera creerlo.
- ¡Yo no le dije eso! -Quiso decirle Francisco, pero el príncipe no lo estaba escuchando.
- ¡¿Te volviste loco?! ¡¿Cómo se te ocurre hablarle así, carajo?! -Miguel nuevamente intentó acercarse, pero seguía topándose con la mano de Manuel.
- ¡Ya, paren!
- ¡Te digo que es mentira! ¡¿Vas a creerle a esa víbora más que a mí?! -Francisco también estaba a punto de darle una patada al príncipe de pura rabia que sentía.
- ¡SÍ! ¡Porque sé que la odiaste desde el momento en que llegó! ¡Sí le voy a creer!
- ¡Pues por algo será! ¡Tú solo estás tratando de hacerte el galán!
- ¡Cierra la boca! -Miguel inclinó su pecho hacia el frente, tratando de pasar sobre Manuel que, siendo igual de terco que ellos, seguía en medio de su pelea- ¡Has perdido la cabeza, Francisco! ¡Es una chica inocente y le has dicho cosas terribles!
- ¡Es una serpiente esperando morder! ¡Oh, pero sigue congraciándote con ella! ¡Veamos cuánto tarda en tragarte completo! -Francisco comenzó a estirar la mano para agarrarlo de la camisa, y fue entonces que el brujo tuvo suficiente.
- ¡SE ACABÓ! -Manuel empujó con todas sus fuerzas a los dos cuerpos que trataban de aplastarlo. Apoyó toda su espalda contra el pecho de Francisco y con ambas manos empujó a Miguel, logrando que este retrocediera un par de pasos.
- ¡Los dos! ¡Ya fue suficiente! -Les gritó, mientras empujaba con su espalda a Francisco y apuntaba con la mano temblorosa a Miguel para mantenerlos en su lugar- ¡Cállense! ¡O van a arrepentirse después! ¡NO! ¡Quédate ahí, Miguel!
- ¡Argh! -Miguel golpeó sus piernas con las manos y le dedicó una mirada a Manuel- ¡Por qué me sorprendo! ¡De nuevo estás de su lado!
- ¡Manuel sí escucha cuando le hablo! ¡A diferencia de ti! -Francisco le ganó la palabra al brujo, y este tuvo unas inmensas ganas de llorar en aquel momento.
- ¡Shus! ¡Silencio! -Manuel volteó para mirar a su amigo y taparle la boca. Francisco aprovechó eso para pasar por debajo de su brazo, haciendo a un lado la túnica que le caía en la cara con una palmada. Logró avanzar dos pasos antes de que Manuel alcanzara su brazo y lo agarrara con fuerza, plantando sus pies firmemente en el suelo, impidiéndole avanzar más.
Miguel los miró con una mueca más que irritada en el rostro y un poquito de resentimiento colándose en sus ojos.
- ¡Ya da igual lo que pienses! -El príncipe se volteó y comenzó a rehacer sus pasos- ¡Pero deja de hacer payasadas o haré que los encierren en la torre para que no molesten!
Manuel creyó que la pelea había terminado allí, pero Francisco no soportó guardarse un último grito de advertencia.
- ¡Cuando esto acabe vas a desear que le hubiera disparado! ¡Vas a desear haberme escuchado! -Declaró con total convicción. Manuel sintió un temblor recorrer su espalda al escuchar el eco de esa oración y los pasos de Miguel resonando en el pasillo, parecían más que un mal augurio.
…
En la cena, si bien Francisco y el príncipe trataron de olvidar su reciente pelea en favor de la comodidad de los huéspedes, de todas formas se lanzaron una que otra mirada acusadora por detrás de la cabeza de Manuel. El brujo solo podía aclararse la garganta y seguir comiendo para no llamar la atención a su insistente riña.
Tatiana mostró cierta curiosidad por sus posturas rígidas y miradas tensas, Manuel la atrapó mirando en la dirección de Francisco un par de veces, pero su atención estaba puesta principalmente en bromear con el rey y los demás representantes. Estos por su parte estaban más interesados en emborracharse y alabar la majestuosidad del fénix sobre el hombro del soberano, que en los jóvenes sentados a su lado.
Así que, a pesar de todo, la cena transcurría con normalidad. Los platos y tambores de licor eran vaciados gustosamente por las personas sentadas en el gran comedor. Uno de los representantes del reino del este en particular, el más excéntrico y carismático de los tres, estaba haciendo una gran labor vaciando las reservas de vino del castillo, por eso no fue de extrañar que fuese el primero en alzar la voz, llamando la atención de todos los presentes.
- … ¡Pero no hemos llegado con las manos vacías! -Señaló a un par de sus sirvientes para que se acercaran a la mesa principal con cuatro ostentosos, cofres que dejaron frente a la familia real.
- ¡De parte de los mejores artesanos de Tañazco! ¡Les expresamos nuestra buena voluntad a sus majestades! -El señor Guillermo de Tañazco finalizó su discurso dando un buen sorbo a su jarra. Los sirvientes abrieron cada cofre para presentar ante el rey, los príncipes y el brujo de la corte una serie de joyas bien pulidas, destinadas a aumentar su ya extenso número de cachivaches.
Manuel pensó en quejarse en cuanto notó que su cofre contenía dos aretes enormes, algo impropios para su posición, pero viendo que la gente de Tañazco venía ataviada de joyería de pies a cabeza, y que hasta su representante llevaba un extraño adorno que iba por el borde de su oreja, decidió cerrar la boca y no insultarlos por su regalo de buena fe. Miró hacia el lado a Miguel, quien tenía la suerte de recibir un anillo mucho más sobrio que sus colgantes.
- Oh, en verdad son espléndidos regalos, excelencia, mis agradecimientos a sus artesanos -El rey ya estaba colocándose sus dos brazaletes, pasando los dedos sobre los grabados. A su lado, Julio levantaba por los bordes el collar lleno de piedras que le otorgaron, sintiendo su peso y preguntándose cómo aguantaría algo como eso alrededor del cuello.
Miguel quiso seguir el ejemplo de su padre y probar su regalo de inmediato. Manuel estaba abriendo la boca para decirle que si no le cabía en el dedo, podía cambiárselo por los aretes, pero su voz quedó atrapada en su garganta al sentir de repente una fuerte punzada en la cabeza. Una fiebre helada le recorrió la piel y el cabello de su nuca se erizó. Se sintió confundido por su repentino malestar, hasta que siguió el zumbido que atacaba sus oídos al anillo que Miguel inocentemente acercaba a su dedo.
- ¡SUELTA ESO! -Gritó dándole un manotazo, haciendo que el anillo callera sobre la mesa y la multitud volteara hacia él. Miguel lo miró impactado, protegiendo su mano golpeada con la otra.
- ¡Manuel! ¡¿Y ahora qué tienes?! -Cuestionó el príncipe, pero Manuel no le hizo caso. En vez de eso, tomó las puntas de sus largas mangas y doblando la tela las usó para tomar con sumo cuidado el anillo. Recitó un rápido hechizo de revelación y los invitados fueron testigos de cómo un humo negro comenzaba a desprenderse de la joya.
- ¿Qué está ocurriendo? -Preguntó el representante de Tañazco, bastante nervioso al notar un problema con su regalo para el príncipe heredero. El solo susto comenzaba a curarlo de su borrachera mejor que toda una noche de sueño.
Manuel dejó caer el anillo en la mesa, donde siguió desprendiendo ese humo negro y vibrando con una intensa energía. Con un semblante más serio miró al resto de los presentes que esperaban su respuesta.
- ¡El anillo está embrujado! ¡Alguien le ha echado una maldición para atacar al príncipe! -Dicho eso, vio cómo la sala se llenaba de caos.
- ¡Yo no sabía nada de eso! ¡Alguien debe haber metido mano a nuestros obsequios! -Aseguró don Guillermo, con su cara pálida enmarcada por sus collares y pendientes.
- ¿Quién lo habría hecho? ¡Esas cosas nunca salieron de tus cofres! -Gritó el estirado representante de Velez.
- ¡Guardias! ¡Llévenselos al calabozo! -Gritó el rey, bastante alterado por el fallido ataque hacia su hijo mayor. Llamó con un gesto a uno de los sirvientes para que llevaran al fénix que graznaba ferozmente en sus brazos de vuelta a su jaula y lejos del revuelo. El duque de Nueva Granada llegó corriendo junto a él y, tratando de mantener la cabeza fría para manejar diplomáticamente la situación, sugirió que los guardias podrían escoltar a la gente de Tañazco a sus habitaciones y mantenerlos allí hasta aclarar todo.
Mientras tanto, Guillermo seguía defendiendo su inocencia frente a la familia real, pero principalmente frente a sus vecinos de las otras dos marcas.
- ¡Ni siquiera hay brujos entre mi gente! ¡Ustedes los conocen!
- ¡Ah, pero es un largo camino hasta aquí! –Rebatió Demetrio, el hombre estirado de Velez, señalándolo acusadoramente- ¡Pudiste encontrar a alguien que lo hiciera antes de llegar!
- ¡¿Cómo pudiste, Guillermo?! -Exclamó la señora Marcela de Caravantes, bastante escandalizada por toda la situación.
- ¡Yo no hice nada! ¡No mataría ni a una polilla! ¡Menos a un príncipe! -Gritó Guillermo al borde del pánico, apuntando a Miguel, quien seguía en su puesto algo paralizado por el destino que casi sufrió.
Y la cena iba tan bien.
- Manuel, ¡Manuel! -Francisco tiró de las mangas de su amigo para captar su atención. El brujo, aún con los pelos de punta, se giró a verlo, sin quitar su mano del hombro de Miguel- ¿Qué clase de maldición es?
- ¿Ah? -Preguntó el chico, también algo lento debido al efecto que esa magia maligna brotando del anillo tenía sobre sus sentidos.
- ¿Qué clase de hechizo es? ¿Es algo común del este o de aquí? -Siguió Francisco, mirándolo intensamente.
- ¡Ah! -Exclamó Manuel, entendiendo su punto. Si don Guillermo aseguraba que la gente de Tañazco no era responsable, una manera de probarlo era analizar la magia usada para el maleficio.
Rápidamente, Manuel llamó al galeno y los aprendices de magia presentes en la cena. Viendo que el brujo de la corte comenzaba a moverse, el duque de Nueva Granada terminó de convencer al rey de tomar las cosas con algo más de calma. Finalmente, los guardias junto a un buen número de caballeros agruparon a la gente de las cuatro marcas presentes y las llevaron a sus habitaciones.
Manuel fue junto a su grupo de expertos a una de las salitas de experimentación del galeno. Pronto los acompañó el escribano junto a Sebastián, y luego de un tiempo investigando en los libros, haciendo una serie de pruebas, y recopilando declaraciones, estuvo listo para darle su veredicto al rey en la sala del consejo.
- No fueron ellos -Dijo muy serio, con ambas manos detrás de su espalda.
- ¿Cómo es eso posible? -Cuestionó el soberano, bastante intrigado.
- El tipo de magia no concuerda con el estilo de Tañazco, ni de aquí, incluso yo no sé muy bien de qué se trata, pero provoca un raro tipo de sueño del que es muy difícil despertar. Por los libros, parece que es común mucho más al norte, o al menos, está bastante presente en sus cuentos.
La mirada del rey no demostraba su convencimiento, pero le hizo una ceña con la mano para que siguiera, porque estaba seguro de que el brujo debía tener más pruebas que esa.
- Además, hablamos con todos quienes tuvieron contacto con el anillo y aseguran que, el que se le entregó al príncipe no es el que sus artesanos fabricaron -El rey Javier le dedicó una mirada incrédula- Tampoco lo creíamos, pero sus descripciones del verdadero concuerdan. Y una de nuestras propias sirvientas dijo que vio a alguien “bastante sospechoso” cerca de los cofres antes de la cena.
Limpiado el nombre de Tañazco, el rey estuvo dispuesto a seguir con las negociaciones, y liberar a sus invitados de su cómodo, pero ofensivo encierro dentro de sus habitaciones. Los marqueses también pudieron aclarar las cosas entre ellos, y disculparse por las acusaciones en ese estilo tan especial que ni siquiera requería el tener que decir “lo siento” de verdad.
…
Manuel arrastraba los pies por el pasillo camino a su torre, dispuesto a descansar por unas largas horas luego de evitar un desastre diplomático. Llevaba la cabeza colgando en dirección al piso, por lo que no vio a Francisco hasta que chocó con él.
- Manuel, ¿Cómo salió todo? -Le preguntó su amigo en cuanto alzó la vista. El joven también se alegró con la noticia de que no rodarían cabezas de Tañazco en un futuro. Francisco debió notar lo cansado que estaba, pero curiosamente no se alejó, y lo acompañó hasta su habitación en la torre. Manuel supuso que algo importante tenía que decirle, por lo que no le sorprendió que esperara hasta llegar al resguardo de su aislado cuarto para hablar.
- Sobre el hechizo que tenía el anillo… -Comenzó su amigo con un semblante sombrío- Se trata de una parálisis del sueño, ¿Verdad?
Manuel tardó en darle sentido a lo que decía, principalmente porque aquella maldición no aparecía nombrada así en los textos.
- Oh, ¿Quién te contó? ¿Fue Sebastián?
- ¡Así que es verdad! -Gritó de pronto, haciendo saltar al brujo.
- ¿Qué cosa? -Manuel llevó una mano a su pecho, algo preocupado por el rostro intranquilo de Francisco.
- ¡Te lo dije! ¡Yo lo sabía! ¡No podían traer más que problemas!
Y de pronto, entre el griterío exaltado del chico, Manuel entendió qué lo tenía tan inquieto.
- ¡¿Sabes quién hizo esto?! -O al menos, parecía creer que lo sabía.
- ¡Esa es una de las técnicas de Piedra Negra! -Respondió con seguridad. Se acercó al brujo y lo tomó de los hombros en cuanto Manuel comenzó a mirarlo con recelo- ¡No! ¡Es en serio! -Guiándolo a la cama, hizo que se sentaran frente a frente y comenzó a explicar.
- Nos enteramos cuando le enviaron obsequios a mi madre, en un periodo cuando decían estar dispuestos a negociar un alto al fuego. También fue un anillo, mi madre casi se lo pone en el dedo, pero la conoces, es muy sensible, así que de inmediato comenzó a sentirse mal, y lo arrojó lejos como si fuera un carbón ardiendo.
Manuel asintió, recordando que la marquesa había mostrado una gran habilidad para percibir hechizos y energías mágicas las veces que había ido a visitarlos al castillo.
- Los magos disponibles en ese tiempo analizaron el anillo, y descubrieron una extraña maldición que buscaba hacerla caer dormida a tal grado que la creyéramos muerta. Luego de eso, los guardias comenzaron a notar que ocurrían casos similares en el resto de Burgos. Resultó que algunos mercaderes de Piedra Negra introducían joyería maldita en el mercado negro que se forma en la frontera entre las marcas. Debió ser una maldición muy fuerte para que la notaras al instante, habría afectado a Miguel en cuestión de minutos y lo habríamos enterrado pensando que estaba muerto.
Manuel estaba horrorizado. Pensar que ese tipo de cosas sucedían en la frontera y él ni se enteraba. Tuvo ganas de abrazar a su amigo y enrollarlo en las frazadas de su cama. Y a la marquesa también.
- Es… es terrible -Se halló diciendo- Brillante en cierta forma, pero horrible -Miró hacia el piso de forma pensativa- Y muy estúpido si en verdad querían acabar con Miguel en la cena, considerando que hasta un aprendiz podría haber percibido la magia maligna emanando del anillo si se encontrara lo bastante cerca.
- Eso es algo que aún no termino de comprender, o la chica es muy descuidada en su ahincó por dañar a la corona, o es que su plan va más allá de matar a Miguel.
- Fran, tampoco nos precipitemos, puede que sea alguien de su comitiva, no necesariamente Tatiana…
- ¡Su padre dio la orden de hacer eso con mi madre! ¡Claro que ella está dando las ordenes aquí! -A Francisco nadie le sacaba eso de la cabeza.
- Bien… -Manuel suspiró, pero con horribles sospechas comenzando a formarse en su cabeza respecto a la chica- ¿Qué necesitarían para hacerlo? ¿Podríamos encontrar algo que los incriminara?
La energía de Francisco decayó un poco, y de mala gana se encogió de hombros.
- Los brujos de Burgos trataron de replicarlo, pero es conocimiento del norte. Habría que preguntarle al brujo de Britania para saber si requiere de algún ritual o ingredientes especiales.
- No tenemos tiempo para eso si piensan volver a intentar algo con los príncipes o el rey -Manuel comenzaba a angustiarse, no se sentía preparado para manejar algo así entre los dos, y por cómo estaban las cosas, ni el rey ni Miguel iban a tomarlos en serio a tiempo. Si era un complot contra la realeza lo que tenían entre manos, iban a necesitar más apoyo.
…
- Creo haber escuchado que venían a negociar de buena gana, ¿Por qué tengo que vigilarla?
Martín pensó que tendría más tiempo para sacarle besos al brujo antes de que este le encargara un trabajo sucio.
- Eso dice ella, pero Pancho no está muy convencido -Manuel trataba de encontrar un punto intermedio, una forma diplomática pero precavida de manejar la situación. No podía hacer lo que su amigo quería y dar la orden de encerrar a todos los de Piedra Negra en el calabozo, pero tampoco deseaba ignorar las advertencias de Francisco como Miguel o el rey. Así que pensó en usar espías.
- ¿Crees que Luciano y tú puedan vigilar que no haga nada sospechoso hasta que se vaya?
- No me entrenaron como espía de la corona -Comentó en respuesta el rubio con tono divertido. Acabó rodeando la cintura del brujo y rozando la punta de su nariz contra la mejilla sonrojada del moreno- Pero si mi amor me lo pide con cariño -Susurró coqueto en su oído.
En respuesta, Manuel se aclaró la garganta y dio un paso al frente para acabar con la distancia que aún los separaba. Mirando al rubio por debajo de sus pestañas, se paró de puntitas para unir suavemente el borde de sus labios y susurrar junto a la boca del caballero.
- ¿Por favor? -Las mejillas de Martín se encendieron y por un leve instante sus rodillas tambalearon, pero consiguió recuperarse y antes de que al moreno se le ocurriera apartarse, rodeó su espalda con ambos brazos y le planto un beso apasionado.
- De acuerdo, lo que vos querás -Aceptó con una pesada exhalación, mientras trataba de recuperar el aire. Frente a él, Manuel comenzó a acomodar su cabello y túnicas luego de que las manos entusiastas del rubio las arrugaran.
- Trata de no ser tan obvio, no queremos ofenderla si tiene buenas intenciones.
- Y tampoco que sepa que la vigilamos si son malas, comprendo -Martín aceptó su misión sin mucho problema. Nada más que un par de besos bastaron para que fuera en busca de Luciano a contarle el favor que el brujo de la corte les había encargado.
…
No se podía consentir realmente a una comitiva visitante, mucho menos a cuatro, si no se las llevaba a cazar a los bosques cercanos de la corona. O al menos eso pensaba el rey.
- Javier, mi rey, siento que estás siendo muy descuidado con esto, aún estamos bajo ataque.
El duque de Nueva Granada, comandante de la guardia del rey, miraba con aprensión a través de la ventana a los mozos que preparaban los caballos en el patio. Aunque con más aprensión miraba a su soberano y amigo, quien seguía probándose sombreros frente al espejo y usándolo de ropero. El rey había visto a la gente de Tañazco, especialmente a don Guillermo, engalanándose con elaborados tocados y creyó que podría ser una buena idea imitarlos.
- No estamos bajo ataque, Gabriel. Manuel y el galeno ya probaron la inocencia de Tañazco.
- ¡Eso no significa que estemos seguros! El atentado al príncipe sí sucedió y hay que estar preparados para cuando vuelvan a intentarlo.
- Dioses, ahora también suenas como Fernando.
- Pues me sentiría mejor con él aquí -Murmuró el duque, extrañando fieramente el apoyo del marqués de Burgos en aquel instante. El rey finalmente se cansó de los absurdos sombreros, y decidió que saldría sin ninguno, descartando el que tenía en la mano sobre la cabeza de Gabriel.
- Te equivocas al pensar que con él aquí tendríamos paz.
Y con aquel comentario sacó a relucir el otro asunto que tenía inquieto a su viejo amigo el duque, pero que no fue capaz de cuestionarle en público.
- ¿Estás seguro de que podemos fiarnos de la gente de Piedra Negra? Los reportes de Fernando no los pintan con buenos colores.
- Fernando ha pasado tanto tiempo peleando que a veces olvida cuál es la mejor forma de resolver problemas.
- ¿Y cuál es esa? -Preguntó el duque, más que nada para complacer a su amigo.
- ¡Diplomacia! -Exclamó el rey, alzando un dedo frente a la cara de Gabriel. Pronto terminó de colocarse su chaqueta y se dirigió hacia la puerta del cuarto- Ahora alístate que vienes con nosotros.
- ¿Por qué? -Gabriel aún ten��a bastantes cosas que seguir organizando dentro del castillo. Todavía no le daba su aprobación a la siguiente rotación de guardias, y quería volver a discutir cómo debían actuar los caballeros si algo como el fallido ataque volvía a ocurrir. También debía reñir a algunos por tener sus ojos sobre las camareras más que en la familia real.
- Quizás quiera darles el beneficio de la duda, pero si las cosas se ponen feas es mejor tenerte cerca -Sin más que decir, el rey dejó su cuarto, sin saber el alivio que le daban al duque de Nueva Granada esas últimas palabras. Tomando en cuenta esa nueva información, Gabriel corrió a la armería por su mejor espada.
…
- ¿Estás seguro de ir junto a Tañazco, alteza? -Martín podía admitir que estaba nervioso, pero solo para sus adentros, aunque sus insistentes susurros a Miguel no eran lo mejor para esconder su inquietud. Manuel le había encargado la seguridad del príncipe, y la decisión de este de rodearse de los acusados, si bien falsos, del ataque en su contra tan pronto le complicaba un tanto las cosas.
- Mi padre quiere mostrarles buena fe, ¿Qué mejor manera para demostrar nuestro perdón que una muestra de confianza y camaradería? -Miguel también tenía sus dudas, pero estaba dispuesto a poner de su parte para que las negociaciones siguieran sin contratiempos. A diferencia de otros. No pudo evitar dirigir una mirada filosa en la dirección de Francisco, quien se mantenía algo tenso y con cara de pocos amigos sobre Bruma Plateada. O al menos eso le parecía al príncipe. Y al siguiente instante, en un momento de enfado mal controlado, Miguel tiró de las riendas de Sol de Oro para que la yegua se acercara al molesto noble.
- Debió quedarse en el castillo si tan pocas ganas tenía de venir.
- Tal vez, pero con Bruma Plateada decidimos que era un buen día para salir a aplastar serpientes -El joven ladeó su mirada hacia el lugar en donde sabía se encontraba Tatiana, como si creyera necesitar aquel gesto para dejar en claro a quién se estaba refiriendo. Bruma Plateada resopló, para afirmar o negar lo dicho solo el caballo lo sabría, pero, de todas formas, eso hizo enojar aún más a Miguel.
- Un poco paranoico, ¿No le parece? No se han visto muchas serpientes últimamente.
- Mantenemos la guardia por los ilusos o quienes se confían en su arrogancia. Aunque usted no se preocupe, su alteza, lo tenemos cubierto -Francisco acabó de hablar con una sonrisa falsamente cordial y un asentimiento de cabeza. Y se escapó a un lado de Manuel y Astilla antes de que Miguel pudiera siquiera pensar en tirarlo del caballo.
El príncipe acabó con la cara roja, pero eso no tenía nada que ver con el sol y su falta de sombrero, como le quiso explicar luego a don Guillermo.
Francisco, luego de calmarse y con la mente más clara, no tuvo más que maldecir su horrendo manejo de la situación porque, ni modo de ir con el grupo de Miguel después de eso. Así que tuvieron que cambiar un poco los planes y Manuel tomó su puesto como guardia extra del príncipe, y Francisco se quedó con el increíble placer de sumarse al grupo del rey, en donde se encontraba la heredera de Piedra Negra.
- Al parecer no le emociona mucho esto de la caza -Comentó la chica, unos minutos luego de que sonaran las trompetas y los grupos se internaran en el bosque- Uno pensaría que sería distinto, dada su preferencia por el arco y esas armas de cazadores y granjeros.
- Uhm, puede parecer todo un misterio, pero no resulta extraño para los que me conocen mejor -Respondió con voz rasposa, pero cordial- En cambio a mí no me sorprende para nada su entusiasmo, excelencia.
- ¿Ah no? -La chica frunció el ceño, un tanto irritada al no recibir una reacción más violenta.
- No, al fin y al cabo, a Piedra Negra siempre le ha gustado las armas y la sangre mezcladas, ¿No es cierto?
Tatiana le dedicó una mirada gélida, ya sin poder quitar la fea mueca de sus labios.
- Ya veo por qué tardan tanto en arreglar matrimonios para los herederos de Burgos, nadie querría casarse con alguien que le habla así a una dama.
- Cuando esté en presencia de una dama, hablaré como corresponda… excelencia.
…
Manuel sentía en sus huesos que Francisco estaba metiendo la pata, lo que era sumamente raro, pero ya se estaba resignando a ser la cabeza fría por lo que durara la estadía de Piedra Negra en el castillo. Por el momento no tenía más que hacer además de mantener los ojos puestos en Miguel. Otro que estaba con sus casillas a punto de estallar en cualquier momento.
Sobra decir que el brujo no prestaba mucha atención al desarrollo de la cacería, solo le importaba conocer la posición del testarudo príncipe, y el atractivo, pero distractor amor de su vida en todo momento. Fue por mirar demasiado el porte gallardo del caballero sobre su montura, que solo se enteró del ataque cuando escuchó el quejido de sorpresa de Miguel.
- ¡Nos atacan! -Gritó un miembro de los visitantes de Tañazco, cuando vio al príncipe con una flecha en el brazo. Por suerte la cota de malla del príncipe había evitado que la flecha en verdad se enterrara en su hombro. Miguel rodó hacia un costado y descendió del lomo de Sol de Oro, gritándole a sus hombres que buscaran al atacante. Inmediatamente se produjo el caos, los cortesanos sin mucho interés o experiencia en las armas intentaron huir con sus caballos, otros solo saltaban de estos y se tiraban al suelo, así que quedó en manos de los caballeros, el príncipe y Manuel encontrar el origen del peligro.
Manuel alcanzó a ver un punto de color entre tanto árbol, y rápidamente lo señaló a los demás.
- ¡Allí! ¡Sobre esa colina! -Le ayudó Martín, apuntando con su espada a las dos siluetas que comenzaban a huir.
- ¡Son los colores de Velez! ¡Traidores! -Gritó uno de los guardias de Tañazco.
- ¡¿Qué has dicho?! -Gritó don Guillermo, uno de los tantos que había reaccionado arrojándose al suelo. El hombre mayor se levantó con la agilidad de un gato y miró en la dirección de los dos sujetos que escapaban. Sacó las mismas conclusiones una vez atisbó el color de las túnicas que llevaban.
- ¡Demetrio! ¡Ese gusano calculador! ¡¿Cómo se atreve a hacernos esto?! -Gritó al tiempo que les indicaba a sus hombres que fueran detrás de ellos con un par de gestos descontrolados de sus manos.
Los caballeros del reino ya se les habían adelantado, pero muchos perdieron sus caballos y corrían a pie. Sería una suerte que pudieran alcanzarlos con toda la ventaja que les llevaban. De cualquier forma, hasta el príncipe quiso ir tras ellos, se quitó la flecha del hombro de un jalón para hacerlo, pero el brujo se lo impidió poniendo su cuerpo obstaculizando el camino.
- ¿Dónde crees que vas? ¡Te ensartaron una flecha! ¡Quédate quieto, por los dioses!
- ¡Muévete, Manuel! ¡Se escapan!
- ¡Deja que otros se encarguen! ¡A los que no empalaron con metal, por ejemplo!
- ¡No exageres! -Quiso pasar a un lado del brujo, pero Sir Martín se sumó a la pared humana que estaban formando entre el príncipe y sus atacantes.
- Creo que es mejor volver al castillo por tu seguridad, Miguel, es la segunda vez que te atacan, además hay que tratar con la gente de Velez.
- ¡Argh! -Miguel gruñó y pateó el suelo al verse vencido. Le dedicó una mirada molesta al par antes de voltear hacia don Guillermo, quien seguía enumerando las mañas de su vecino.
- Pensé que solo estaban siendo paranoicos, pero de verdad que hay algo raro en todo esto -Murmuró Martín solo para los oídos del brujo. Manuel asintió y tiró de sus mangas nerviosamente, mirando hacia donde los caballeros habían corrido detrás de los extraños atacantes.
Los malhechores escaparon, pero la gente de Velez estaba tan confundida por las acusaciones, que no fue difícil apresarlos. Aunque el señor Demetrio no dejó de intercambiar palabras con sus vecinos en todo el viaje de regreso al castillo.
- Debes estar disfrutando que los dedos apunten hacia mí, Guillermo, ¿Cómo sé que esto no es una trampa de alguno de los dos?
- No me metan en esto, caballeros -Dijo inmediatamente la señora Marcela de Caravantes. Mientras don Guillermo se llevaba una mano al pecho.
- ¡Eran tus hombres, Demetrio! ¡Confiesa ya y tal vez podamos arreglar esto!
- ¡Ni siquiera les viste la cara! ¡Esos no pudieron ser mis hombres! ¡Jamás les ordenaría que hicieran eso contra el príncipe! ¡Estas negociaciones son demasiado importantes para mi gente!
- Eso dices tú… -Murmuró la señora de Caravantes. Lamentablemente, no pasó desapercibido por ninguno de los presentes.
- ¿No querías estar fuera de esto? ¡Ya no hables!
Los caballeros no sabían cómo separar a esos tres, así que dejaron que discutieran todo lo que quisieran mientras los escoltaban dentro del castillo. Una vez allí se las arreglarían para contener e interrogar a la gente de Velez sin que los de Tañazco o Caravantes se entrometieran.
El rey se había adelantado, arrastrando a Miguel con él para llevarlo a que revisaran la herida de flecha que el príncipe seguía asegurando había sido superficial.
Manuel, Francisco y Martín se mantenían en la retaguardia del grupo, con las cabezas inclinadas y hablando en susurros de sus propios asuntos.
- ¿Qué vamos a hacer? No creo que hayan sido los de Velez, esto debe ser una trampa como la primera vez -Dijo Francisco con total convicción, mirando de soslayo a Tatiana, que mantenía un aspecto preocupado y nervioso mientras cabalgaba al lado de otras cortesanas.
- Pero no tenemos forma de probarlo, ¿O sí? -Martín se mantenía más erguido en su montura y con la mirada atenta de un buen guerrero, a diferencia de los otros dos que parecían niños cotilleando. Si iba a mantener vigilada a la señorita de Piedra Negra, era mejor que no lo viera tan involucrado en los planes del brujo y el hijo del marqués.
- Con el anillo tenía magia que analizar, ahora no tengo nada, ni siquiera las flechas que usaron parecen relevantes -Manuel había tomado una del suelo del bosque antes de partir, ahora la tenía en sus manos, medio oculta debajo de sus mangas.
- ¿De qué hablas? -Francisco lo miró con interés, más cuando Manuel le mostró la flecha que cargaba.
- Se ven igual a las que ofrecen en el mercado del pueblo, seguramente las sacaron de allí.
- Eso… eso es algo raro… -Francisco frunció el ceño, sintiendo que estaba frente a un detalle importante, pero no podía determinar cuál era.
- ¿Por qué no hablan más alto? Creo que la primera fila no escuchó lo que están tramando.
La aparición repentida del príncipe Julio hizo saltar a los tres. Martín recobró la compostura rápidamente, pero Manuel quedó con los pelos de punta y un grito atrapado en su garganta.
- ¡Enano del…! -Masculló, tocándose el corazón. Mientras tanto, Francisco tomó el brazo del niño de trece años e hizo que terminara de unirse a su pequeño grupo junto a su caballo.
- Alteza, solo estábamos discutiendo los acontecimientos…
- ¿Saben quién está atacando a mi hermano? -Julio fue directo al punto que le preocupaba, esperando saltarse cualquier excusa o mentira que esos tres quisieran venderle.
- Aahhhhh… -Martín hizo un agudo sonido con su boca, ladeando la cabeza de un lado a otro, sin quitar la mirada de enfrente. Julio no se vio muy impresionado con aquella respuesta, por lo que desvió sus ojos severos hacia los dos amigos, y esperó por algo mejor.
- ¿Qué le hace pensar eso? -Comenzó Francisco, en parte sintiendo que solo estaba posponiendo lo inevitable.
- Las cosas han estado muy raras desde que llegaron los extranjeros, tú en especial has estado muy raro -Dijo, apuntando sin ninguna vergüenza a Francisco- Y tú pareces metido en todo como siempre -Agregó, señalando a la cara al brujo.
- ¡Jum! -Manuel arrugó la nariz, mirando ese dedo acusatorio con molestia.
- Y ahora hasta tu galán parece metido en esto -Julio calló un momento, repasando cada una de sus caras nerviosas, finalmente asintió para sí- Quiero entrar.
- ¿Entrar en qué? -Cuestionó Manuel, tratando de actuar como si no supiera ni dónde estaba.
- Basta con la idiotez, Manuel. Alguien está detrás de mi hermano, está haciendo un pésimo trabajo, es cierto, pero eso no quiere decir que no vaya a salir lastimado, y ustedes claramente saben algo que los demás parecen estar ignorando. Quiero entrar en su tonto grupo de espías por lo que dure esto.
Martín finalmente quitó su vista de enfrente y los tres compartieron una mirada, encogiéndose de hombros al final. Partieron contándole sus sospechas sobre la gente de Piedra Negra, sobre la posible relación entre la magia del anillo y las maldiciones que comparten a través de la frontera, y finalmente su problema con la falta de pruebas para liberar a Velez de la culpa esta vez.
- ¿Tienes la flecha aún? -Preguntó el príncipe, y Manuel le entregó la flecha luego de desenredarla de sus mangas.
- No tiene nada importante, parece que las sacaron del pueblo para atacar -Dijo el brujo con un suspiro.
- Podríamos preguntar a los vendedores, pero aun así sería difícil rastrearlos -Agregó Martín, desviando su vista un momento para mirar el arma.
El joven príncipe frunció el ceño.
- Esto no tiene sentido… -Julio miró un poco más la flecha, hasta que sus ojos se abrieron y la sacudió frente a los otros- ¡Esto no tiene sentido!
- Bueno, solo hay que buscar otras pruebas, alteza… -Comenzó Martín, con voz conciliadora para calmar al chico. Julio no lo miró con buena cara.
- No me refiero a eso, rubio -Dijo un poco frustrado- Esta puede ser una prueba de su teoría, porque si en verdad fuera la gente de Velez, ¿Por qué darse el problema de ocultar sus flechas y no sus uniformes? No tiene sentido.
La cara de Francisco se iluminó luego de escucharlo.
- ¡Así es! -Exclamó, tapándose la boca enseguida. Miró hacia adelante, confirmando que ninguno de los cortesanos lo hubiera escuchado.
- Su alteza tiene razón, no se hacen arcos y flechas iguales en todas partes, Velez debe tener su propio estilo, igual que Burgos y La Plata, y los arqueros se acostumbran a ellas. Si consiguieron flechas del mercado del pueblo es porque no querían que supiéramos de dónde eran, pero en ese caso…
- … ¿Por qué seguir usando los uniformes de Velez para delatarse? -Continuó Martín- Porque solo es una trampa para Velez igual que lo fue para Tañazco. ¡Dioses! Deberíamos decírselo al duque de Nueva Granada, él entendería.
- O quizás lo ignoraría igual que el rey -Comentó Francisco, aún molesto por el hecho, y dispuesto a desconfiar de su tío siendo este tan cercano al rey.
- De todas formas, solo tenemos esto por el momento -Agregó Manuel, señalando la flecha aún en manos del príncipe- No creo que nuestras conjeturas sobre los estilos de flechas sirvan para liberar a Velez de toda la culpa, necesitamos más.
- Concuerdo con manguitas, hay que reunir más pruebas si quieren que los tomen en serio -Julio metió la flecha en el bolsillo interior de su chaqueta con cuidado y se ajustó los botones- Yo guardaré esto mientras tanto, les avisaré qué información consiguen con los interrogatorios y mantendré un ojo en Miguel. También necesitamos sacar una de las flechas de Velez de la armería para tener de comparación, y alguien debería volver al bosque y ver si encuentra algo más.
- ¿Quién podría hacer qué? -Preguntó Francisco, aceptando el plan del príncipe sin muchos reparos.
- Ya que no es tan difícil sacar algo de la armería, creo que tú y el niño mágico pueden con eso -Julio le mostró la lengua a Manuel cuando el brujo se mostró indignado por el apodo- Respecto a rastrear en el bosque… -Llevó su mirada al frente y sonrió un tanto travieso- Dejemos que los peones se encarguen.
Martín sintió tres pares de ojos sobre él. Volteó la mirada y entonces cayó en cuenta de que los “peones”, eran Luciano y él.
- Maravilloso -Murmuró entre dientes.
…
Martín escuchó por tercera vez cómo la bota de Luciano era succionada por un charco de lodo, junto a los gruñidos de su amigo. El rubio cerró los ojos un momento antes de voltear la cabeza para mirarlo.
- ¿No es tiempo ya de que mires donde pisas?
- No me hables con ese tono, Martín, por tu culpa estoy metido aquí -Le recriminó al tiempo que se sujetaba de una rama para sacar su pie de esa trampa mortal.
- ¡Miguel está en peligro! ¿Es que no escuchás nada de lo que te digo? -La voz de Martín se volvía cada vez más irritada. El rubio también estaba cansado de andar por el barro y entre las ramas, pero no lo iba a aceptar frente a Luciano- Como caballeros del reino es nuestro deber proteger al príncipe, más aún…
-… si tu amorcito te lo pide, ya sé -Terminó el moreno, sacando finalmente su bota del insistente agarre del lodo- No quieres defraudar a tu chico mágico, ¡Pero no hay nada aquí! -Luciano extendió los brazos para señalar todo el bosque- Otros caballeros ya trataron de seguir el rastro y no pudieron, ¡Nosotros perdimos las huellas una colina atrás! No dije nada y te seguí para que no te sintieras mal, pero estamos dando vueltas solo porque… -El joven cortó sus quejas de pronto, mirando fijamente hacia un costado. Aunque dentro de poco se puso en marcha en esa misma dirección- ¿Eso es lo que creo que es?
Martín no tenía idea de lo que hablaba, pero de todas formas avanzó junto a él. Unos segundos después entendió qué había captado la atención de su amigo. Colgado de un arbusto y bien escondido entre las hojas, se encontraba un pedazo de tela del mismo color que los uniformes de Velez.
- ¡Ja! Vaya suerte -Comentó Luciano con una sonrisa, antes de acercar la mano para tomar el pequeño trapo.
Martín y Luciano regresaron casi de anochecida al castillo, luego de volver a revisar detalladamente toda esa zona del bosque en busca de alguna otra cosa que los atacantes hayan dejado atrás. No encontraron nada más para su frustración, pero eso no le quitó la importancia a lo que ya tenían. Julio estaba seguro de que el pedazo de tela, junto a la flecha, harían toda la diferencia, si es que podían demostrar que esta no era la misma con la que estaban hechos los uniformes de Velez, pero para eso necesitaban uno de los uniformes, y una experta en telas. Por suerte sabían dónde conseguir una.
…
María guardó la calma hasta salir del castillo por la puerta de servicio. En cuanto puso un pie afuera, su cara comenzó a calentarse y apuró el paso, a pesar de sentir un cosquilleo molesto comenzando a subir por sus piernas, dejando atrás la imponente pared de piedra para internarse en los intricados callejones de la ciudadela. Era una suerte que conociera tan bien todas las esquinas y rincones por los viajes de aquí para allá que había hecho en sus años consiguiendo cosas para Catalina. Gracias a eso llegó en poco tiempo a la taberna más popular entre los caballeros, casi vacía a esas horas, excepto por una que otra persona de paso buscando algo para comer, o algún holgazán escapando del trabajo desde temprano. Evitó la entrada, y cualquier mirada juiciosa de las señoras de la panadería de en frente, y dio la vuelta a la calle hasta la puerta escondida en la parte trasera, allí tocó la puerta al ritmo de la tonta contraseña que un par de ridículos la obligaron a aprenderse.
- Vaya, que por esto no me pagan nada -Masculló la muchacha, segundos antes de que se abriera la puerta, y varias manos la metieran a ella y a su encargo dentro del local. La habitación era un espacio pequeño, escondido hacia el fondo de la bodega con los vinos, un cuarto que la propietaria prestaba de vez en cuando a sus clientes para ciertos “negocios”, que necesitaban mantenerse fuera de la vista de otros comensales. María nunca se habría enterado de aquel detalle si no fuera por su presente trato con los caballeros allí presentes.
- ¿Tienes el paquete? -Preguntó Francisco, en cuanto la puerta se hubo cerrado, y María le dedicó una mirada molesta al primo de su amiga.
- ¿Qué si lo tengo? Pues claro que lo tengo, ¿Quién crees que soy? -Respondió María, sacando el uniforme celeste de Velez desde debajo de su falda, donde lo había escondido para robarlo de la lavandería del castillo. Los dos caballeros y Francisco desviaron la mirada rápidamente, con las mejillas coloreadas. El único que seguía mirándola era el brujo, pero estaba más interesado en entender cómo había doblado la prenda para que no se cayera que en espiar sus bragas, así que lo dejó pasar.
- No fue tan difícil, he metido y sacado cosas más comprometedoras de la casa del duque de Nueva Granada.
- Y tu habilidad para el tráfico de artículos es parte de la razón por la que te queríamos aquí -Dijo el brujo. El grupo pronto hizo uso de la pequeña mesita dispuesta en un rincón de la habitación, y se dieron el tiempo de explicarle mejor la situación a María.
- ¡Oh! ¡Esa víbora maquillada! Ya me decía Catalina que estuviera lejos de la joven esa, con razón no quiere poner ni un pie en el castillo por el momento.
Pronto, Martín le entregó el pedazo de tela que habían descubierto en el bosque para que lo analizara. María lo recibió y frotó curiosamente con los dedos, haciendo lo mismo con el uniforme que había sacado del castillo. Torció la boca y frunció el entrecejo casi al instante, acercando ambas telas a su rostro para poder observarlas con más atención.
- ¿Y? ¿Qué piensas? -La apuró Martín después de unos instantes, cuando ya no podía soportar más la curiosidad. María quitó su atención del uniforme y miró al rubio algo irritada, pero dio por terminada su inspección, dejando ambos objetos sobre la mesa.
- Pienso que no podrían ser más diferentes una de la otra, el uniforme de Velez tiene una mucho mejor fabricación, se usaron más hilos para producirla y el proceso de teñido es claramente superior -La muchacha colocó el pedacito que encontraron en el bosque sobre el uniforme robado, señalando la diferencia de color- Si el traje de los atacantes es falso, y creo que lo es, quien planeó esto intentó conseguir un color similar, pero falló.
- ¿Dirías esto en frente del rey? -Preguntó Francisco, colocando una mano en su brazo. María apretó los labios, pensándolo un momento.
- ¿Tendré que hacerlo frente al resto de la corte o solo para el rey?
- Supongo que podemos arreglar una audiencia solo con el rey y el duque -María no estaba muy entusiasmada con la idea del duque de Nueva Granada presente para descubrir su participación en las andanzas de estos muchachos.
- Está bien -Acabó aceptando, aún algo reticente- Pero trataré de conseguir a alguien que me respalde con esto, alguna de las vendedoras de telas estará dispuesta a testificar ante el rey con las… adecuadas retribuciones.
Todos quedaron de acuerdo en que el príncipe Julio podía encargarse de esa parte.
…
Julio se encargó de ofrecerle una recompensa razonable a la vendedora que accedió a respaldar las conclusiones de María, y también de presentar el caso junto a Martín y Luciano, quienes le entregaron las pruebas al duque y al rey e hicieron pasar a la vendedora y a María.
- ¿Están completamente seguras de lo que dicen? -Cuestionó el rey a las mujeres, apreciando las dos muestras de tela con los dedos como lo hizo María en su momento. El duque de Nueva Granada se hallaba a su izquierda analizando las dos flechas.
- La joven María sabe de lo que habla cuando se trata de telas, podemos confiar en su palabra -Le aseguró el duque.
- Pero si no fue la gente de Velez quien realizó el ataque, ¿Quién lo hizo? -Preguntó Miguel, quien se había rehusado a abandonar el salón y se mantuvo en silencio, observando y escuchando cómo exponían sus argumentos hasta aquel momento. El príncipe sospechaba que dos personas relevantes en este curioso equipo estaban ausentes por asuntos de credibilidad, por eso miraba a su hermanito y sus dos compañeros de caballería con reparo- ¿No pudieron encontrar más pistas? ¿Sir Martín? -Le preguntó directamente al rubio- Siendo que han tomado tanto interés en el asunto.
- Cualquier amenaza contra la familia real es un asunto muy importante -Respondió Martín astutamente, obteniendo la aprobación del duque y el rey.
- Exactamente -Continuó Julio- Y ya que no se estaban encontrando culpables entre los miembros de Velez, les ordené apoyarme en una investigación separada puesto que el duque, aquí presente, ya tenía demasiado entre sus manos.
- Uhm, pues agradezco la ayuda, príncipe. Son argumentos y pruebas razonables las que ha sacado a la luz, considerando que ya trataron de inculpar a una marca visitante previamente.
- Hay uno o más mercenarios buscando arruinar las negociaciones, ¡Atacando al príncipe para lograrlo! -El rey se encontraba muy inquieto con la situación, y el volver a hallarse sin culpables, y con el conocimiento de que esos agitadores seguían sueltos por ahí.
- No han conseguido nada aún, padre -Miguel se acercó al rey, ubicándose solo a unos pasos de él.
- Pero eso no significa que las cosas continuarán de ese modo -Dijo Julio, manteniendo la mirada de su hermano cuando este se volteó a mirarlo con reproche. Y sus palabras le dieron pie a sir Martín para proponer algo de lo que habían hablado previamente con el brujo de la corte.
- Con su permiso, majestad, teniendo en cuenta esta situación, sería prudente colocar más seguridad alrededor del príncipe.
Miguel volteó su mirada cortante hacia el rubio, arrugando la nariz y moviendo la boca, en un inútil intento de que se retractara de sus palabras.
- Me parece una buena idea -Dijo el duque, y no se tardó en recibir la aprobación del rey.
Miguel se retiró del salón del trono con un rostro furioso y dando fuertes pisadas contra la piedra del piso, pero aún con sus protestas, sir Martín caminaba solo a unos pasos detrás de él, con órdenes de ser su sombra hasta que los extranjeros dejaran el castillo.
Restaurado el buen nombre de Velez, las accidentadas negociaciones continuaron, aunque los ánimos se encontraban colgando de un delgado hilo, con los visitantes llenos de nerviosismo y sospecha. Un guardia real se mantenía apostado en cada rincón al que se volteara, lo que impedía a los presentes actuar con la libertad y confianza de los primeros días. O así era para la mayoría, ya que la joven Tatiana se mantenía muy cercana y parlanchina con el mayor de los príncipes a pesar de su ceñuda escolta. Miguel apreciaba su naturalidad y calma, suponiendo que esta demostraba un sincero interés y falta de culpa por los recientes ataques a su persona, aunque estaba consciente que no todos veían su atención con buenos ojos, pero ese no era su problema, se decía.
A Francisco por su parte, no le faltaban ganas de abofetear al futuro rey por su obstinación en no escuchar ninguna de sus advertencias.
- Acabaré lanzándole una flecha yo mismo a ese burro testarudo -Le dijo a Manuel, cuando este le preguntó por su permanente estado de disgusto. Su amigo no se sorprendió para nada con su respuesta.
- Creo que es la primera vez en que Martín y tú se sienten exactamente igual sobre algo -Dijo Manuel, señalando un rincón de la habitación, en donde el rubio se encontraba apostado, con una impresionante mirada de odio hacia donde el príncipe interactuaba con la principal sospechosa que tenían, algo de lo que no habían podido convencer a Miguel, es cierto, y eso solo se sumaba a su descontento.
- Diría que nunca pensé que llegaría el día, pero no sería verdad -Dijo Francisco, apartando la vista del enamorado de su amigo y el desesperante príncipe para mirar al brujo, con el primer atisbo de una verdadera sonrisa desde hace varios días- Estoy seguro de que alguna vez nos has exasperado o asustado a los dos al mismo tiempo.
- ¡Claro que no! -Se defendió enseguida, aunque ni siquiera Manuel parecía muy convencido de sus propias palabras.
- ¿Qué tal la vez en que te transformaste en un dragón? ¿O esa vez con los bandidos? ¿O aquella…?
La cara de Manuel se iba sonrojando, y apretaba los labios en un intento por no decir nada ni hundirse más en las réplicas de Francisco. Por suerte, Julio apareció entre la gente a interrumpirlos.
- Vengan conmigo, ahora, escuché algo que puede ser de importancia -Su cara y su tono de voz en verdad lo hacían parecer algo importante. Así que los tres se escabulleron de la numerosa y tensa reunión.
El pasillo fuera del salón se encontraba vacío, excepto por Luciano, quien los esperaba detrás de una de las columnas de piedra, prácticamente oculto de cualquiera que no mirara con la suficiente atención. El pequeño príncipe los llevó junto al caballero, y los cuatro hicieron lo mejor para quedar cubiertos por la columna de la gente que pudiera salir del salón al pasillo.
- ¿Qué era eso tan importante, alteza? -Comenzó Luciano, cuando los cuatro estuvieron acomodados uno sobre el otro para ajustarse al espacio.
- Bien, saben que estuve escuchando los reportes del duque de Nueva Granada sobre su investigación a Velez antes de que lo resolviéramos -Los mayores asintieron, a pesar de que el príncipe no estaba esperando confirmación- Todos en la comitiva tenían alguien que hablara por ellos sobre donde se encontraban.
-Por eso no había ningún sospechoso -Dijo Luciano.
- Sí, por eso el duque ordenó hacer lo mismo con toda la gente de las otras marcas, y con cada una de ellas ocurrió exactamente lo mismo.
- ¿Qué? -Preguntó Manuel, un poco alterado- ¿Cómo es eso posible? ¿Y los de Piedra Negra también? -El brujo paseó la mirada entre sus tres compañeros, pero puso mayor atención en Francisco. Aquello no sonaba bien.
- A eso voy, manguitas, tranquilo -Julio aclaró su garganta, esperando que todos le estuvieran prestando atención- Teniendo en cuenta eso, el duque estaba planteándole a sus caballeros la posibilidad de que Velez hubiera traído gente de la que no se supiera, gente que no haya entrado al castillo con las comitivas, y ya que todos los visitantes conocidos de Piedra Negra tenían alguien que diera cuenta por ellos, no me queda más que pensar que la teoría del duque puede tener mérito.
- Que Piedra Negra haya traído agentes encubiertos -Francisco lo consideraba muy probable, conociendo lo embusteros que podían ser.
- Sí -Exclamó el niño- El problema es encontrarlos antes de que lastimen a mi hermano otra vez.
- Puedo averiguar si los caballeros encontraron algo antes de que se resolviera lo de Velez, y preguntar en la ciudadela y el pueblo bajo si han visto a gente sospechosa - Luciano se vio con la aprobación y agradecimiento de los nobles, así que dejó su hueco detrás del pilar para empezar a hacer todo lo que dijo.
- A nosotros por el momento solo nos queda tener a Miguel y a la muchacha bien vigilados -Les comentó el niño a los dos amigos, cuando se dirigían de vuelta a la reunión en el salón- Y Manuel, podrías usar tus cosas raras para averiguar dónde piensan realizar el próximo ataque -Julio no esperó una respuesta del muchacho, solo siguió avanzando y volvió a entrar al salón por una de las puertas menos llamativas, ubicadas al fondo del pasillo.
Manuel miró hacia la puerta por un momento, comentando a las espaldas del príncipe que no eran “cosas raras” lo que hacía debido a su título, y después llevo su atención a su amigo.
- Nos está liderando el más pequeño de la familia, ¿Te diste cuenta de eso? -Su amigo solo sonrió y levantó los hombros.
- Han sucedido cosas más extrañas.
…
Manuel no obtuvo muchos detalles de su espejo negro, ni sus hojas de té, aunque eso no fue una gran sorpresa para el brujo, puesto que nunca había tenido mucho éxito con la clarividencia. Pero sí podía decir, con casi completa certeza, que el siguiente ataque también ocurriría en el bosque. Así que, por los siguientes días, el grupo del castillo se encargó de mantener a Miguel lo más alejado posible de las afueras, para disgusto del príncipe. Permanecerían así hasta que Luciano trajera noticias de sus averiguaciones en el pueblo bajo. Aunque mantener al joven vigilado a todas horas, sobre todo cuando estaba pasando tanto tiempo en compañía de la joven de Piedra Negra, era una cuestión complicada, así que acabaron sumando la ayuda de dos súbditas preocupadas.
- ¡Manuel…! Digo, ¡Excelencia! -Martín esquivó ágilmente a la mucama con la cesta de ropa, y atravesó el pasillo en poco tiempo con sus amplios pasos para llegar al lado del moreno. Traía un rostro afligido, lo suficiente para indicarle al brujo que solo podían ser malas noticias las que portaba. Martín lo tomó del brazo, aceptando de lleno los rumores que su actitud “descarada” podrían traerle entre las sirvientas, y lo llevó consigo hasta la puerta más cercana.
- Perdí a Miguel -Le confesó en cuanto estuvieron solos. Manuel olvido inmediatamente a la curiosa sirvienta que dejaron en el pasillo, y llevó ambas manos a su cabeza en respuesta. Sus largas mangas azotaron en la frente al rubio, y luego una de ellas acabó cubriendo su cara.
- ¡Te dije que lo vigilaras bien! -Le gritó, mientras se quitaba la molesta prenda de la cabeza- ¡Era lo único que tenías que hacer!
- ¡Lo sé, lo sé! -Dijo el rubio con angustia- ¡Pero Miguel conoce este castillo mucho mejor que yo! Solo me distraje un momento, y al siguiente ya no estaba, debió usar alguno de los pasadizos que aún no me ha confiado.
El rubio estaba bastante apenado por su fracaso, y con la cabeza gacha le contó al brujo que a pesar de sus esfuerzos no había podido dar con el príncipe. Manuel se preparaba para continuar gritándole, pero la angustia del caballero, tan clara en su rostro, lo hicieron recapacitar. Con cuidado se acercó al otro joven y tomó sus manos entre las suyas.
- Tenía que pasarnos en algún momento -Comenzó diciéndole. Martín siguió rehuyendo su mirada, el caballero apretaba su quijada con fuerza, y Manuel supuso que estaba reprochándose a sí mismo más de lo necesario por haber descuidado al príncipe.
- Siento que será mi culpa si le llegara a pasar algo -Martín habló finalmente, pero continuó con sus ojos en los pies de Manuel. El brujo lo observó unos segundos más antes de levantar sus manos hasta su cara y frotar sus mejillas.
- No, claro que no -Siguió acariciando su rostro, y depositó un pequeño beso en su barbilla antes de guiar la frente del mayor hasta la suya- Hay que confiar en que no será tan tonto como para meterse en más problemas.
Un resoplido se escapó de los labios de Martín, pero al menos el caballero comenzó a sonreír, y por fin juntó su mirada con la de Manuel.
- O al menos que alguno de nuestros espías haya logrado interceptarlo.
…
Catalina deseaba tanto tirar a la doncella frente a ella de su caballo, pero eso no sería muy cortés. También deseaba golpear al príncipe en la cabeza y llevarlo amarrado en su montura de regreso al castillo, pero eso sería aún más descabellado. Sin más opciones, la muchacha solo se concentró en mantenerse cerca, cuidando la retaguardia con su yegua, Orquídea, y observando con suma desconfianza los árboles en las cercanías.
- ¡Qué maravilloso día para cabalgar! ¿No le parece así, excelencia? -Dijo Tatiana, montando a un lado del príncipe, por lo que Catalina tardó en comprender que le hablaba a ella.
- Sí, lo es -Contestó con voz apacible, pero en sus ojos podía apreciarse la poca simpatía que sentía por la chica, un desprecio del que nadie fue testigo, para bien o para mal, ya que sus dos acompañantes se mantenían mirando al frente.
Si era sincera, la acompañante era ella, ya que había logrado sumarse a su paseo improvisado a último momento. Fue una suerte que pensara en revisar los establos, solo para ver si encontraba algo sospechoso donde guardaban a los caballos de Piedra Negra, pues allí se topó con el escurridizo príncipe. Lamentaba no haber podido enviar un mensaje para su primo o el resto de sus amigos, pero consideró más importante ir con los dos escapistas cuando la joven Tatiana la invitó a acompañarlos. Notó que Miguel no estaba muy convencido con la idea, pero no puso queja alguna cuando Catalina aceptó la invitación a cabalgar por el bosque.
La muchacha no veía mucho sentido en la maniobra de Tatiana. Si Catalina fuera a asesinar a alguien, lo que nunca haría sin las motivaciones correctas, probablemente no querría ojos ajenos cerca de la escena. Quizás solo a María, para que le ayudara a desaparecer todo motivo de sospecha. Por ello no sabía muy bien qué papel iba a cumplir en el plan de la chica, si es que el ataque se efectuaba ahora. Solo le quedaba esperar, y arrepentirse de no cargar con su espada a todas partes. O siquiera una daga. Debía hacer que María le consiguiera una daga que pudiera ocultar en sus bragas, sabía que debía existir alguna.
- Es un maravilloso día, de hecho -Añadió el príncipe, cuando se dio cuenta de que Catalina no pensaba continuar la charla- Y es bastante agradable estar afuera, después de tanto tiempo encerrados en el castillo, entre tanta tensión.
Tensión iba a tener el príncipe cuando le atravesaran el pecho con otra flecha, pensó Catalina, con muy poca simpatía.
- Entonces mayor sentido tiene nuestro pequeño paseo, su alteza, le había dicho que sería buena idea -Continuó Tatiana, acercando una mano al brazo del joven, dejando la otra alrededor de las correas para dirigir al caballo. La mirada de Catalina se centró en los dedos flacuchos que tocaban con tanta familiaridad al príncipe, pero que no tardaron mucho en apartarse.
- Acepto mi equivocación, señorita -Miguel se mantenía sonriéndole a Tatiana, ignorando por completo la mirada frustrada que Catalina llevaba a sus espaldas- De hecho, fue fácil eludir a mis guardias una vez me lo propuse.
Tatiana soltó una risa después de escucharlo, pero Catalina no hizo ni el intento de parecer igual de divertida por las escapadas del príncipe y se aclaró la garganta para llamar su atención.
- No creo que sir Martín se esté divirtiendo mucho en este momento, después de todo eran las órdenes de su padre las que seguía. Puede causarle graves problemas si el rey se entera.
El rostro de Miguel se ensombreció ante las palabras de Catalina, y movió las correas del caballo entre sus manos, un tanto incómodo.
- ¡No pasará nada! -Exclamó Tatiana de pronto- Volveremos en pocas horas, los caballeros pueden aguardar a que el príncipe vuelva por su propia voluntad, en vez de ir con el rey por algo tan pequeño.
Catalina se disponía a contradecirla, puesto que extraviar al príncipe no era ninguna pequeñez, sobre todo en estas circunstancias, pero Miguel se le adelantó y con voz reanimada trató de convencerla de lo mismo que decía la otra muchacha.
- La señorita Tatiana tiene razón, Catalina, los caballeros sabrán que me escapé para tener un tiempo a solas, no es nada nuevo.
- Pero…
- Yo pienso que debemos dejar esas cuestiones aburridas en el castillo, y dedicarnos a disfrutar del bosque y nuestros caballos -La interrumpió Tatiana, antes de que pudiera decir cualquier otra cosa.
- No es tan simple…
- ¡Les propongo una carrera! ¡Veamos qué potro es el más rápido para llegar a aquella colina! -El príncipe señaló hacia un punto elevado en la distancia, visible claramente por un espacio en donde las copas de los árboles no se superponían a la vista.
- ¡Es un hecho! -Respondió Tatiana, y de un momento a otro los dos jóvenes ya habían hecho que sus caballos comenzaran a correr.
Catalina cubrió su boca con ambas manos y soltó un grito, pero se apresuró en indicarle a Orquídea que hiciera lo mismo.
No se detuvieron en la primera colina, siguieron a la otra, y a la próxima de esa, pero ya cuando se tornaba difícil ver el castillo entre los árboles, Tatiana admitió que quizás se habían alejado demasiado. Catalina pudo contener sus escasas ganas de darle las gracias. Aunque en vez de volver al castillo, dejaron los caballos pastando y se fueron a caminar entre la maleza crecida y los troncos con musgo, ya que al parecer los príncipes y las marquesas nunca tenían suficiente de eso. Catalina comenzaba a entender mejor a María, y por qué su amiga le decía que a veces era increíblemente desesperante.
Tatiana pronto la llamó a su lado para mostrarle un curioso brote de setas a los pies de un árbol. Miguel se encontraba a varios metros de ellas, analizando lo que creía era el rastro de un zorro u otro animal pequeño cuando finalmente los atacaron.
Los tres hombres salieron de la nada, con la cara cubierta, vestidos como cualquier simple bandido y las espadas apuntando directo al príncipe. Catalina se arrojó en la dirección de Miguel, dispuesta a ayudarlo a combatir a los maleantes con uñas y dientes si era necesario, pero Tatiana la tomó de un brazo y la arrojó al suelo con ella mientras gritaba.
- ¡No! ¡No nos hagan nada! -Gritaba la muchacha desesperada, y sostenía a Catalina entre sus brazos con una fuerza increíble. Catalina se preguntó por qué no hacía un uso más productivo de esa fuerza, tal vez arrojándole rocas a los tres bandidos.
Escuchando las espadas chocar y viendo a Miguel lentamente ser acorralado por los tres hombres, a quienes aún mantenía a distancia, pero que pronto lo superarían, Catalina empezó a comprender lo que se traían entre manos. El padre de Tatiana no pudo haberla dejado sin ninguna clase de entrenamiento para defenderse, tenía la fuerza que lo demostraba, con la que aún lograba mantenerla cerca del piso y fuera del camino de los tres bandidos. Catalina no era un estorbo porque contaba con ella para presenciar el ataque y seguramente la muerte del príncipe. Si fuera cualquier cortesana bien podría haber estado junto a Tatiana gritando en el suelo, esperando que el príncipe las defendiera a ambas de los brutales malhechores. No habría sospechas sobre ninguna de ellas cuando llegaran corriendo al castillo, sucias y con el horrible relato de lo que aconteció. Lo malo de su plan, es que Francisco y su grupo habían llegado a ella antes con sus sospechas, y que Catalina no era cualquier niña de cuna noble que se quedara fuera de una pelea.
Con un certero empujón, se quitó a la joven de encima. Una vez de pie, buscó rápidamente sobre el suelo del bosque algo que pudiera servirle, encontrando una rama caída de buen aspecto.
- ¡Vuelva aquí! ¿Qué hace? -Comenzó a gritarle Tatiana, aún luchando con sus faldas y las hojas resbalosas del bosque para poder levantarse. Catalina la ignoró completamente, y se fue contra el atacante que tenía más cerca. Escuchó otro grito de Tatiana a su espalda- ¡No, vuelva! -Que tampoco tomó en cuenta, y se fue con todo sobre el malhechor.
El llamado de Tatiana llamó la atención de su blanco y este volteó para encontrarse con un grito de batalla y un potente garrotazo en la cara. Catalina continuó golpeándolo hasta que su rama se deshizo por completo en pequeños pedazos. Un par de astillas se incrustaron en sus manos, pero las ignoró para estampar un puñetazo justo en la nariz del sujeto antes de que pudiera recomponerse. El hombre cayó como saco de papas al piso, soltando la espada.
- ¡Bien, ahora aléjese! -Le gritó Tatiana nuevamente, por fin llegando a su lado. La sujetó de los hombros e intentó llevarla hacia atrás, pero Catalina tenía uno de sus pies muy firme en el suelo, así que solo pudo rotar su cuerpo, haciéndola tambalear- ¡Deje que el príncipe se encargue!
- ¡Argh! -Catalina soltó un grito rabioso, y luego de quitarse su cabello revuelto del rostro, manoteó las manos de la chica lejos de sus hombros y con otro buen empujón la mandó de vuelta al suelo- ¡Fuera de mi camino!
Fue de vuelta con el hombre al que derribó y tomó su espada del suelo, dispuesta a lanzarse a la pelea que Miguel aun estaba luchando con los otros dos bandidos, pero su atacante no estaba fuera de la lucha todavía. El hombre había despertado, y antes de que se alejara sujetó su falda con una mano, deteniendo su avance bruscamente.
Catalina no tenía tiempo, ni más paciencia para eso, estaba sucia, rasguñada por las puntiagudas uñas de Tatiana, y Miguel necesitaba su ayuda urgentemente. Volvió a soltar un grito de batalla, y pateó al hombre en la cara con todas sus fuerzas. Antes de ver si aquel golpe había sido suficiente para noquearlo nuevamente, ensartó la punta de la espada en el centro de su pecho, asegurándose de que ya no los molestaría. No era un movimiento honroso, pero Catalina era solo una dama y no un caballero, así que no estaba sujeta de ninguna manera al código de honor de estos en batalla.
El nuevo grito de Tatiana no fue atendido por nadie, Catalina prontamente se unió a los esfuerzos de Miguel para acabar con los dos atacantes que quedaban, y estos no tardaron en darse cuenta que con ambos peleando juntos estaban en desventaja.
De un momento a otro, los dos hombres parecieron ponerse de acuerdo. Aquel que se encontraba enfrentando al príncipe lanzó un certero escupitajo en su rostro, y el contrincante de Catalina aprovechó uno de sus tropiezos con su falda para tomar algo de tierra y lanzarla sobre su rostro. Segundos después, iniciaron su huida, y ni Catalina ni Miguel tuvieron la rapidez para seguirlos.
- ¡Ah! ¡Bastardos! -Gritó Miguel con repudio, repasando su rostro con el dorso de su mano para quitarse la molesta saliva, Catalina hizo lo mismo con la tierra pegada a sus pestañas. Instantes después, y solo cuando todo había terminado, Tatiana llegó junto al príncipe y posó ambas manos sobre su brazo con un rostro afligido.
- ¡Príncipe Miguel! ¡Qué alegría que esté bien!
- ¡No gracias a ti! -Gritó Catalina, sin un ápice de vergüenza o simpatía por la mujer. Comenzaba a compartir los sentimientos de su primo totalmente, la muchacha se merecía que la arrojaran en una celda, a juicio de ella.
- Tranquilas, señoritas, ya se acabó -Miguel, aún sin notar nada extraño, sujetó las manos de la angustiada chica y les dio un gentil apretón a la par de una sonrisa. Giró su rostro para dedicársela también a Catalina, y estiró su otra mano para palmear su hombro con camaradería- ¡Que bueno es tenerte cerca para cuidarme la espalda!
- No sabes cuánto -Le respondió seca, aún con el rostro impasible puesto sobre la muchacha, vigilando como un buitre cada uno de sus movimientos. Fue ante aquella mirada que Tatiana comenzó a tensarse, y su expresión de espanto falló por un corto segundo, demostrándole a Catalina que no era del todo verdadero. Su atención en la muchacha se acabó en cuanto Miguel se separó de ellas. El príncipe fue al cuerpo del tercer atacante para descubrirle el rostro. Ni Catalina ni Miguel recordaban haberlo visto en alguna parte, y Catalina se guardó sus dudas sobre la similar ignorancia que declaraba Tatiana. Miguel siguió registrando al hombre, buscando algo que pudiera decirles si era un delincuente cualquiera o no. No tardó en obtener una daga de su cinto, que tampoco les habría dicho mucho si no estuviera grabada con la insignia de Caravantes. El descubrimiento de aquel objeto terminó por enfurecer al príncipe.
- ¡Debe ser una broma! ¡Esto ya es el colmo!
- Príncipe, debe calmarse, puede ser solo otra trampa… -Catalina se acercó para intentar tranquilizarlo, pero Miguel estaba demasiado molesto como para prestarle atención.
- ¡¿Qué se traen entre manos?! ¡Todo este tiempo les hemos mostrado buena fe y siguen con un ataque tras otro!
- Tal vez no fueron los de Caravantes.
- ¡Oh, estoy llegando a pensar que todos ellos están metidos en esto! -Miguel se guardó la daga, y con pisadas fuertes fue en busca de Sol de Oro.
- Alteza, ¿Qué piensa hacer? -Lo llamó Catalina, bastante preocupada por su discurso y expresión colérica. Fue corriendo tras él, con Tatiana siguiendo sus pasos- ¿Miguel?
- Suban a los caballos, vamos de inmediato al castillo -Les ordenó con impaciencia, mientras se montaba de un salto a su yegua- ¡Es hora de que acabemos con todo este circo!
El príncipe entró al patio del castillo gritando por los guardias, los caballeros y su padre, encontrándose solo con los primeros. Bajó del caballo y comenzó a darles órdenes de que agruparan a todos los visitantes en la sala del trono, mientras él iba por refuerzos.
Entre todo aquel lío, Catalina perdió la pista de la joven de Piedra Negra. Maldiciendo en su cabeza, corrió por los pasillos del castillo, empolvada y magullada, y con el pelo aún hecho un desastre, llamando la atención de varios cortesanos y sirvientes. Quienes no alcanzaron a escuchar los gritos del príncipe, cayeron en cuenta de que algo malo estaba sucediendo tan solo por su aspecto. Detuvo a unas cuantas personas para preguntar dónde se encontraba el brujo de la corte, o su primo Francisco. Acabó corriendo escaleras arriba, hasta la cima de la torre sur, donde encontró a Manuel tratando nuevamente de ver algo en sus hojas de té. Francisco revisaba sus flechas metódicamente en un rincón de la habitación. Ambos jóvenes se sobresaltaron por su repentina llegada. Catalina entró azotando la puerta contra la pared de piedra y con el pecho quemándole debido a su acelerada respiración.
- ¡No tienen idea lo que acaba de pasar!
…
Julio supo que el tiempo para resolver todo el embrollo se les estaba acabando en cuanto fue convocado a la sala del trono. Entró junto a otros confundidos cortesanos y los nerviosos visitantes que, con razón, sospechaban que se trataba de otro asunto que los incluía negativamente.
El pequeño príncipe trató de buscar a sus compañeros entre la multitud, pero su baja estatura y las faldas pomposas de las señoras le impedían visualizar toda la habitación. Acabó rindiéndose, y se dirigió hacia los tronos en el extremo de la habitación, esperando que las escalinatas le permitieran divisar las cabezas de los demás, si es que habían llegado ya.
Estaba cerca de su destino cuando su hermano entró, empujando las puertas dramáticamente, y con una fila de caballeros a su espalda siguiendo sus pasos. Escuchó la voz de su padre entre la multitud pidiendo explicaciones, a las que Miguel respondió con una voz fuerte y una mueca iracunda en el rostro.
- ¡Otro ataque a ocurrido en mi contra! ¡Y ya estoy harto de los juegos y maquinaciones de estas personas! -Miguel hizo una seña a sus caballeros, quienes rápidamente encontraron a los representantes de las tres marcas del reino del este y los llevaron ante el príncipe. Miguel entonces desenvaino su espada, pero no la usó en contra de nadie, solo levantó su otra mano y le mostró a doña Marcela Caravantes la daga grabada- ¡Esto lo poseía uno de mis atacantes! ¿Va a decirme acaso que no la reconoce?
La mujer se tornó pálida mirando la prueba que se le presentaba. A cada lado tenía a sus vecinos, don Guillermo se llevó las manos al pecho, exclamando horrorizado, mientras que Demetrio Velez se cruzaba de brazos, y le dirigía una mirada acusadora.
- ¡No pudieron ser mis hombres! -Respondió inmediatamente la mujer, y los dos hombres se sumaron a sus gritos.
- ¡Ya me parecía que estabas muy callada! ¡No me extraña que hayas tratado de inculparnos antes de esto! -Comenzó don Demetrio, yendo al enfrentamiento directamente.
- ¡Este es un mal sueño que se repite y se repite…! -Lloró don Guillermo, sacudiendo las manos frente a su cara, llevándolas luego a cubrir sus oídos para tapar los gritos de sus vecinos.
- ¡¡Estoy harto de todos ustedes!! -Gritó Miguel, ignorando la mirada de su padre, que le pedía llevar la situación de una manera más civilizada a como lo estaba haciendo en el momento. Ignoró hasta la mano de Martín en su hombro y, ante todos los reunidos, apuntó a los tres representantes con su espada- ¡Basta de pasar la culpa entre ustedes! ¡Van a decirme quién ha estado haciendo esto!
- ¡Ah! ¡No lo sé! ¡Pero no fui yo! -Respondió enseguida don Guillermo, alzando las manos sobre su cabeza. Doña Marcela y don Demetrio declararon lo mismo respecto a su participación, pero Miguel no les creyó nada.
- Si nadie va a hablar, debo suponer que han sido los tres -Agitó su espada, provocando que más de una persona gritara, y que el rey Javier se acercara a sujetar a su hijo de los hombros. Miguel alejó las manos de su padre con una sola sacudida, harto de todo y de todos, y continuó con sus acusaciones- ¡Los tres confabulados para matarme! ¡¿No es así?!
- ¡No! ¡No hemos sido nosotros! ¡No nos beneficia en nada enemistar a este reino! -Continuó la señora Caravantes, tomando del brazo a sus vecinos, intentando acercarlos para cubrirse detrás del cuerpo de los dos hombres.
- ¡Estas son demasiadas calumnias en nuestra contra! -Gritó luego de su vecina el señor Demetrio, tornándose valiente a pesar del filo de la espada frente a él. No soportaría otra palabra en contra de su honor o carácter sin decir algo al respecto- ¿Cómo sabemos que esto no es una treta vuestra para sacar provecho?
- ¡¿Qué?! -Gritaron juntos Miguel y el rey, pero aquella posibilidad no le pareció tan descabellada a la gente de Tañazco, Velez y Caravantes. De un momento a otro, los tres se fueron en contra del rey y Miguel, exigiendo explicaciones y acusándoles de vuelta por todos los arrestos y horas de incertidumbre que los habían hecho pasar en este supuesto complot de la corona en contra suya.
Los gritos y discusiones entre el resto de los presentes no tardaron en empezar, y Julio fue avanzando por los costados de la habitación, tratando de llegar hasta Miguel o su padre. Esta locura debía parar antes de que alguien saliera lastimado de verdad, ya fuera por las desagradables palabras que se estaban intercambiando o por la filosa espada que Miguel aún no guardaba.
Fue entre todo ese caos que Manuel, Francisco y Catalina entraron a la sala del trono. El cabello de la chica se veía un poco más dócil luego de que pasara sus dedos entre las enredadas hebras en un desesperado intento por verse más presentable para hablar con el rey. Aquello no iba a ser posible por el momento. Todos, tanto nobles como caballeros y sirvientes se encontraban discutiendo en distintos grupos, defendiéndose algunos y atacándose otros. Todos gritaban y nadie escuchaba a nadie.
Julio tuvo, nuevamente, que atravesar toda la habitación hasta ellos para que lo vieran.
- ¡Esto es un desastre! -Declaró lo que a simple vista se apreciaba- ¿Cómo vamos a arreglarlo? ¡Se están culpando entre todos! ¡Si no les mostramos a los culpables esto acabará en tragedia!
De eso estaban conscientes los mayores, pero no tenían más pruebas para enseñar.
…
Afuera del salón, María se dirigía al patio del castillo con paso rápido y claras instrucciones de ir por Luciano al pueblo, sin importar lo que estuviera haciendo. Según Catalina, iban a necesitar a todo el equipo junto para tratar de evitar que la situación se saliera de las manos. Iba pensando a qué mucama pedir ayuda para ubicar al caballero cuando este apareció frente a ella por arte de magia. No tardó en verla y ambos apresuraron su andar, encontrándose a mitad del pasillo.
- ¡Está el desmadre allí dentro! -Le dijo María en cuanto estuvieron frente a frente, y sujetó su muñeca para jalarlo hacia la sala del trono.
- ¡Descubrí algo! -Dijo Luciano al mismo tiempo, tratando de llevarla para el otro lado. Al percatarse que deseaban ir en direcciones opuestas, y más aún al comprender lo que el otro había dicho, voltearon a mirarse y volvieron a gritar.
- ¡¿Qué dijiste?!
Luciano rápidamente le contó que fue a investigar a las tabernas nuevamente, ya que sacarle información a un hombre ebrio era mucho más fácil. Tuvo la suerte de encontrarse a la vez con un mercader de joyería, un sastre, y el dueño de una de las posadas cercanas en la misma mesa. Al joyero le mostró el anillo, ya libre de maleficios, que Manuel le había entregado para hacer sus averiguaciones, y el hombre lo reconoció como uno de su repertorio que su sobrino había vendido hace más de una semana atrás. El sobrino justamente se hallaba bailando a tan solo unos pasos, y después de ofrecer comprarle un par de jarras más de cerveza, se acercó para hablarle de los sujetos a quienes se los vendió. Parecía obra de los dioses, pero tanto el sastre como el posadero reconocieron a los hombres de quien hablaba. El sastre había hecho tres túnicas celestes para ellos, y el posadero era quien los recibía en una de sus habitaciones, ninguno tenía cosas buenas que decir sobre los tipos esos. El posadero además estaba preocupado, ya que no habían vuelto aún a la residencia aquel día, y sospechaba que tenían intenciones de irse sin pagarle los últimos dos días de su estancia.
- Atacaron al príncipe hace no mucho, quizás no han tenido oportunidad de volver -Comentó María, mientras caminaban a paso rápido de vuelta al salón.
- O tal vez no piensan hacerlo hasta que terminen el trabajo de hoy -Sugirió Luciano, siguiéndole el paso. Eso hizo pensar a la chica, y dio un traspié del que Luciano la salvó al sujetarle el brazo.
- ¿Cómo dijeron que eran estos hombres?
- Los tres son fornidos y relativamente altos. Uno tiene el pelo muy largo, rubio y trenzado; otro es de cabello castaño, corto, pero con rizos por doquier; y el ultimo tiene una barba negra recortada en las patillas.
- ¡Era ella! -Gritó María, cubriéndose la boca casi al instante, acto seguido, volvió a sujetar la muñeca de Luciano y retomó la marcha, con más apuro que nunca. El caballero no tuvo que preguntar nada, la muchacha comenzó a explicar inmediatamente.
- No sé dónde habrá terminado el de barba, pero los vi, ¡Los vi! -Luciano tuvo que atajarla cuando la chica casi resbala al doblar una esquina, pero ambos continuaron sin detenerse, y María sin dejar de hablar- Atravesé el castillo buscando a alguno de ustedes después de enterarme del ruidoso regreso del príncipe. Vi a una pelirroja que seguramente era Tatiana, casi oculta detrás de una de las paredes del jardín norte, con dos hombres con esa descripción, de un segundo al otro ya no estaban y pensé que fue idea mía, pero al parecer no, ¡Y tal vez aún sigan en el castillo!
…
Martín se encontraba a unos metros de Miguel, viendo y escuchando la discusión que se desarrollaba entre la gente de las tres marcas, el rey y el príncipe, pero sin interactuar en ella. Ya había tratado de calmar a Miguel incluso antes de llegar a la sala del trono, pero nada había surtido efecto con el testarudo e iracundo noble. También estaba consciente de Manuel y su equipo en el otro extremo de la habitación. Había sido espectador de la travesía del pequeño príncipe por llegar junto a sus aliados, sin poder hacer nada debido a su determinación de no alejarse ni perder de vista a Miguel por segunda vez.
Movimiento en el borde derecho de su visión llamó su atención. La joven Tatiana entraba al salón por una de las puertas de servicio, más o menos escondida por uno de los pilares. La chica se veía tensa, pero mantenía cualquier otra emoción muy bien controlada; o así fue por un momento, de pronto su rostro se contrajo en una fugaz mueca que demostró tanto enfado como temor. Martín giró hacia la habitación, buscando qué pudo haberla hecho reaccionar así, y se topó con Luciano y María, que en su distracción habían llegado. Le estaban comunicando algo importante a los demás, si la expresión en sus rostros podía tomarse como pista. Tal vez habían descubierto algo más de la muchacha, pero si tomaba en cuenta la reacción de Tatiana, esta también sabía cosas, cosas como su improvisado equipo de investigación, y que estaban atentos a sus planes.
Los músculos de Martín comenzaban a contraerse, preparándose justo como lo harían antes de una batalla. El tiempo previo al desenlace de todo parecía estar llegando a su final, y no se sentía preparado para ello.
No pasó mucho para que todo se pusiera en movimiento finalmente. El grupo hecho por sus amigos se separó, todos menos el príncipe Julio salieron del salón, a buscar quién sabe qué. Tatiana también dejó su posición en el rincón, y fue corriendo directo junto al príncipe, a quien separó de la discusión que aún se llevaba a cabo, y lo llevó con ella hasta la esquina más cercana a la puerta de entrada. Martín no podía oír lo que le decía, pero lograba divisar el rostro temeroso que había adquirido de un momento a otro, y cómo se aferraba a los brazos de Miguel. El caballero volvió a darle un rápido vistazo al salón, tratando de encontrar al pequeño príncipe. Por su trayectoria, parecía querer llegar con el duque de Nueva Granada, quien contenía la situación entre los fervorosos sirvientes de todas las partes presentes. Si el príncipe iba a encargarse de informar a los mayores de lo que fuera que estuviera pasando ahora, supuso que su trabajo seguía siendo el de vigilar al heredero de la corona. Regresó su atención a Miguel justo a tiempo para ver al príncipe saliendo del cuarto, guiado por la joven de Piedra Negra.
- ¡Demonios, Miguel! -Gritó sin que nadie le prestara ni un poco de atención. Sopesó por un segundo la idea de avisarle al rey de la ausencia de su hijo, pero para el momento en que pudiera despegarlo de los otros visitantes, quizás el príncipe ya habría desaparecido de la escena, así que solo se hizo paso rápidamente entre la multitud, y corrió para alcanzar a Miguel y la joven en el pasillo.
- ¡Príncipe Miguel, espere! ¡Espere, alteza! -Le gritó, y por suerte Miguel sí lo escuchó en esta oportunidad.
- ¡Martín! ¡Ven, ven! -Miguel agitó su mano para que se apresurara, luego se giró hacia Tatiana y posó una mano en su hombro- Vuelva adentro, iré con sir Martín a averiguar si los sujetos que dice haber visto son los mismos que nos atacaron.
- Tenga cuidado, príncipe, estaban armados cuando los vi entrar por la ventana, por ello me oculté y no me acerqué.
- ¿Vio a los sospechosos y no le dijo a nadie más? -Martín no pudo ocultar su desconfianza ante sus actos, y por ello se ganó una mirada venenosa de parte del príncipe, y un gemido ahogado de Tatiana.
- ¡Lo siento! ¡No sabía que hacer! Lucían como los hombres del bosque, los vi merodeando cerca de mis habitaciones y me espanté pensando que vendrían por mí. El príncipe ya los ha enfrentado antes y me pareció la mejor opción.
Tenía que darle crédito, su acto de doncella en apuros era bastante convincente, pero Martín estaba seguro, por todo lo que había escuchado salir de la boca de Francisco, de que la mujer parada frente a él debía ser más que capaz de defenderse a sí misma y maquinar la caída de otros.
Miguel no tenía idea de ello, estaba claro, así que solo apretó el brazo de la joven una vez más, y la mandó de regreso al salón, para que se protegiera con el resto de la multitud y los caballeros que había llevado para vigilarlos.
- ¿Las habitaciones de su gente están en el primer piso del ala oeste, no es así? -Preguntó Miguel antes de separarse.
- Sí, mi señor.
Y con eso partieron. Martín lo siguió en silencio solo hasta estar seguro de que la muchacha no podría oírlos.
- Miguel, esto es demasiado arriesgado, mejor vayamos por refuerzos -Le sugirió, pidiéndole a los dioses que el príncipe lo escuchara, pero sabiendo de antemano que no lo haría. Con toda la presión y rabia que veía en los hombros y ojos de su amigo, estaba seguro de que nada más que un golpe en la cabeza impediría que Miguel fuera a enfrentarse inmediatamente a la gente que no había parado de atacarlo las últimas semanas, ni arriesgarse a que se escaparan una vez más por ir por algo como refuerzos, después de todo, ¿Para qué quería refuerzos el mejor espadachín del reino?
- ¿Y qué serías tú? -Le preguntó el príncipe, señalando la espada del rubio, más o menos validando sus pensamientos- Con nosotros dos basta por el momento, no queremos quitar guardias al desastre de allí adentro. Cuando caigan los sicarios el culpable tratará de escapar y los caballeros deben estar atentos a eso.
Martín se tragó sus gruñidos y alegatos, anticipando que de nada servirían. Para cuando atravesaron los salones de baile, se había resignado a enfrentar cualquier terrible emboscada que les tuvieran preparada. Ni de chiste esperó encontrarse con Francisco justo antes de entrar al ala oeste, pero eso fue lo que pasó.
- ¿Y tú dónde crees que vas, Miguel? -El joven Burgos llevaba su aljaba colgada al hombro, mientras con una mano sujetaba su arco con una flecha ya enganchada, listo para disparar en cualquier momento si lo necesitaba. Pero en cuanto vio al príncipe paseando a simple vista por los pasillos, como si no hubiera dos hombres allí mismo detrás de su cabeza, se guardó la flecha y colgó el arco en su espalda, para tener las manos despejadas y así poder arrastrar al terco príncipe a uno de los salones de reuniones más pequeños y cuestionar su actuar.
- ¡¿Qué, eres bruto o qué te pasa?! -Le preguntó sin tapujos al príncipe, obteniendo una mirada nada placentera de su parte. Miguel agitó el brazo para escapar de su agarre y trató de rodearlo para salir del cuarto, sin muchos resultados. Martín prefirió quedarse en la puerta custodiando el pasillo, alejado de la fuerte tensión que podía sentir incrementándose con cada palabra que los jóvenes soltaban.
- ¿Qué me pasa a mí? ¡¿Qué diablos te sucede a ti?! ¡Hace ya varias semanas que no te reconozco! -Le gritó el príncipe a Francisco, dándole un empujón. En la puerta, Martín se tensó, preparado para interferir entre los dos si al hijo del marqués se le ocurría responderle con golpes, pero el otro noble no hizo más que sujetarlo de una muñeca, queriendo retenerlo en la habitación por un poco más de tiempo.
- ¿Solo porque no me he callado mis opiniones? ¡No puedes esperar que sea tan apacible frente a la amenaza que…!
- ¡No empieces otra vez! -Miguel acabó yendo hasta el fondo de la habitación para alejarse del chico, quien lo seguía de cerca no importa donde fuera o qué tan rápido caminara, no le permitía acercarse a la puerta de ninguna forma. Podría comenzar a ocupar la fuerza bruta para hacerse paso, pero aún no estaba tan fuera de sus casillas como para hacerlo, aunque sí para considerarlo por un segundo- ¡Hay una amenaza real que debo investigar! Ahora, ayúdame, ¡O quítate de mí camino!
- ¡No!
Miguel no lo soportó más, y con un potente movimiento de brazo lo hizo a un lado, caminando junto a la pared del cuarto y dirigiéndose por fin a la puerta, en donde el caballero rubio seguía aguardando el término de la discusión.
- ¡¿Qué no vez que es una trampa?! ¡¿Tan arrogante eres para no sopesar el riesgo antes?! -Le gritó Francisco, en un último intento para retenerlo en el lugar.
- ¡No te escucharé! ¡Solo estás molesto porque no la odio igual que tú!
- ¡No tienes idea de lo que siento! -Sinceramente, Francisco estaba más aterrado que enojado, sabiendo que todos corrían peligro con los dos matones de Tatiana dentro de las paredes del castillo, y que estaban prácticamente solos hasta que el príncipe Julio pudiera hablar con su tío el duque.
- Sé que mi padre tendrá una larga charla contigo cuando todo esto acabe ¡Contigo y con Manuel! -Miguel se volteó para apuntarlo acusadoramente con un dedo, sus ojos refulgían y su cara estaba roja por la ira- ¡Ya basta de ustedes dos haciendo lo que les plazca sin preocuparse por nada! ¡Pensaba que tú eras más cuerdo, el más sensato de todos, pero ahora veo que no eres más que un niño caprichoso! ¡Las cosas no se harán siempre a tu antojo! ¡Gobernar no es tan simple como decidir quién te agrada y quien no! -Estrelló sus manos con un fuerte golpe, queriendo dar por terminada la discusión- ¡Solo quédate aquí mientras yo arreglo todo! -Con eso, el príncipe se volteó, continuando su camino hacia la puerta siguiendo el borde de la habitación.
Mirando su espalda alejándose, la sangre se congeló por un momento en el cuerpo de Francisco, y al segundo después comenzó a bombear con fuerza, sonando estruendosamente en sus oídos, pero también trajo una sorprendente claridad a su cabeza. Sin pensarlo dos veces, tomó una de sus flechas y alistó su arco con movimientos seguros.
- ¡No! ¡Tú te quedas aquí! -Apuntó y disparó en un pestañeo. La punta de su flecha capturó el borde de la túnica del príncipe antes de ensartarse en la pared, en donde quedó atrapada junto a la prenda. Miguel dio un salto al sentir un jalón desde la parte trasera de su ropa. Ladeó la cabeza rápidamente, mirando dónde estaba apresado el borde de su túnica sin creerlo. Hasta Martín dio un respingo, observando lo que pasaba, pero estaba tan sorprendido que su cuerpo se petrificó en su lugar.
- ¡¿Te volviste loco?! -Miguel levantó el brazo, pudo ser para tomar su espada o sacar la flecha de donde quedó enterrada en la pared, no lo supieron, puesto que Francisco volvió a dispararle tres veces más, deteniendo los dos brazos del príncipe al clavar sus mangas a la pared con las flechas- ¡¡Burgos!!
- ¡Algún día me perdonarás! -Le gritó Francisco mientras corría a la puerta, en donde Martín miraba todo con la boca abierta, y una mano congelada sobre el mango de su espada. El joven arquero aprovechó su vacilación para sacarlo fuera de la habitación y cerrar la puerta con los grandes bloques de madera presentes en todas las entradas, dejando encerrado al príncipe dentro, aun forcejeando con las flechas y su ropa para liberarse.
- ¿Pero, qué has hecho? -Fue lo primero que preguntó Martín, cuando pudo hablar nuevamente. Le dio una mirada a Francisco, paseando sus ojos de los pies a la cabeza del chico, incapaz de comprender lo que acababa de pasar, incapaz de creer que él había sido capaz de hacer lo que acababa de ver- ¡Tú…! ¿Le disparaste…?
- ¿Dónde les dijo que fueran? -Francisco lo interrumpió rápidamente, viendo que el rubio comenzaba a exaltarse, y no tenía tiempo para eso. Sentía la cara caliente, y su mano picaba donde habían tocado las flechas y la cuerda. Miguel continuaba gritando y maldiciendo dentro del cuarto, y era cosa de minutos para que se soltara y comenzara a golpear la puerta, exigiendo que lo dejaran salir. No tenía tiempo para hacer que el caballero aprobara sus métodos.
- ¿No ves qué acabas de hacer? ¿Cómo…?
- ¡Sir Martín! -El rubio cerró la boca, irguiendo la espalda en reflejo ante el tono autoritario de Francisco, y lo miró directamente con los ojos bien abiertos- ¿Dónde se dirigía el príncipe?
- Hacia el ala oeste -Le contestó, sintiéndose sumamente extraño ante el desarrollo de los acontecimientos. Los gritos de Miguel seguían escuchándose desde el interior, pero los dos jóvenes hicieron lo mejor para ignorarlo- Tatiana dijo que los vio rondando cerca de los cuartos de Piedra Negra en el primer piso, así que deben estar esperando que Miguel se aparezca por allí.
- Bien -Francisco volvió a sacar una flecha de su aljaba, y señaló a la puerta con un movimiento de cabeza- Quédate a vigilarlo, y si aparece alguno de los demás o los caballeros de mi tío, envíalos en esa dirección también -Sin otra sugerencia, se adentró por el pasillo hacia el ala oeste.
- ¡Espera! ¿No sería mejor que yo fuera? -Martín intentó gritarle, pero el muchacho siguió corriendo y pronto desapareció de su vista- ¡Demonios! -Frotó su rostro bruscamente con sus manos, tratando de calmar su respiración, pero todo estaba ocurriendo tan rápido, que no podía evitar sentirse ansioso y con un muy mal presentimiento.
…
Manuel tenía un mal presentimiento desde que Francisco se separó de su lado para ir por su arco. Sabía que las chicas habían decidido revisar juntas el castillo, y se preguntaba por qué dioses no habían seguido su ejemplo. Se encontraba totalmente solo, revisando cuarto por cuarto en un pasillo del ala oeste. Era un sector de habitaciones, había acabado de inspeccionar las de la comitiva de Caravantes y ni un solo sirviente había pasado para hacer sus tareas sin su molesto señor cerca. El opresivo silencio solo gritaba mal augurio para su sexto sentido cuando llegó a los cuartos de Piedra Negra.
De pronto, escuchó el roce de algo arrastrándose por el suelo en la siguiente habitación. Con las manos temblorosas, pero ocultas bajo sus largas mangas, caminó hasta la puerta. Una vez frente a ella tragó saliva, tratando de despejar el nudo que podía sentir en su garganta producto de los nervios. Puso la mano suavemente sobre el pomo girándolo con lentitud, intentando hacer el menor ruido posible. Lograba escuchar voces de hombre dentro, pero eran demasiado bajas para entenderlas. Cuando una pequeña porción del interior estuvo a la vista, pudo notar a un hombre fornido, con el cabello rubio trenzado, terminando de cerrar la entrada de uno de los tantos pasadizos ocultos del castillo; seguramente se habían escabullido allí para mantenerse ocultos un tiempo. Entonces recordó que el pasadizo de aquella habitación conectaba casi directamente a los jardines norte, si sabías detrás de qué columna se encontraba la puerta oculta. Tomó una corta respiración, embargado un instante por el miedo al pensar que esos hombres tuvieran aquel conocimiento del castillo.
Su pequeño jadeo fue suficiente para llamar la atención del hombre frente al pasadizo, quien volteó la mirada hacia la puerta, conectando casi de inmediato con los ojos de Manuel. El brujo no tuvo mucho tiempo para pensar qué hacer. Empujó la puerta con fuerza para que se abriera, y envió una bola de fuego contra el sujeto, quien la esquivó fácilmente, y esta se deshizo contra la pared.
Tan concentrado estaba en ese hombre, que no notó al otro más cerca de la puerta. Este agarró al brujo por una de sus mangas y lo jaló hacia él, con un puño alzado, listo para golpearlo en la cara. Manuel soltó un grito al notarlo, y en respuesta levantó un dedo frente a su atacante, invocando por instinto un potente destello de luz que los cegó tanto a él como a quien lo sostenía. El hombre lo soltó para cubrirse los ojos, Manuel lo escuchó gruñir mientras pestañeaba rápidamente, tratando de recuperar la vista antes que él.
El sujeto rubio aprovechó su torpeza, y agarró al muchacho del cabello, para empujarlo contra el armario a su espalda. La cabeza de Manuel se estrelló contra las puertas de madera, y se deslizó hacia el costado derecho, cayendo sobre un improvisado tocador. Abrió sus ojos con dificultad, los puntos blancos por el destello y el desenfoque a causa del golpe no le permitían ver con normalidad, pero podía distinguir lo suficiente como para localizar una botella de perfume que la dama dueña de la habitación había dejado sobre la mesita. Estiró el brazo para hacerse de ella, y se volteó justo a tiempo para estrellarla contra la mejilla del hombre rubio, el sujeto cayó al suelo con un fuerte dolor en su quijada. La victoria de Manuel fue muy corta, sin embargo, ya que el otro hombre había alcanzado un candelabro y golpeó al joven atrás de la cabeza con la suficiente fuerza para dejarlo inconsciente al instante.
El hombre rubio finalmente se levantó del suelo, con la intención de seguir golpeando al brujo, pero su cómplice lo detuvo, teniendo una mejor idea. Así, el segundo hombre sacó un pedernal para prenderle fuego a las cortinas alrededor de la cama, y dejaron al brujo dentro del cuarto incendiándose con la puerta semiabierta, esperando que el humo que empezaría a esparcirse por el pasillo sirviera de distracción para el resto de personas que no eran su blanco.
Libres del inconveniente, los hombres continuaron con el plan de internarse en el ala oeste a esperar que el príncipe apareciera, pero ya que estaban ansiosos, contando la interrupción del brujo como un grave imprevisto en los planes, no fueron tan cuidadosos ni silenciosos como su señora se los ordenó, permitiendo que alguien más rastreara su posición.
…
María y Catalina no habían encontrado nada en la parte del castillo que habían elegido, hacia las cocinas y lavandería, pensando que los hombres podrían estar escondidos entre las cajas con raciones o barriles para lavar. Así que decidieron volver y dirigirse hacia el sector de alguno de los chicos para ayudarlos.
Supieron que fue buena idea cuando notaron el humo avanzando por sobre sus cabezas. María soltó un grito asustado, tocándose el pecho con una mano temblorosa, pero Catalina no se detuvo a pensarlo y corrió siguiendo el rastro de humo, María fue detrás de su amiga, temerosa por lo que podrían encontrarse, pero decidida a acompañarla a pesar de todo.
A medida que avanzaban, la nube de humo iba haciéndose más espesa, suficiente para que la garganta comenzara a picar y molestara respirar, pero no al extremo de impedirles la visión. Debieron encorvarse y cubrir sus bocas y narices con el interior de su codo en un intento de aspirar menos de esos gases tóxicos. Llegaron a la habitación del origen del fuego y al abrir la puerta por completo, después de hacerse para atrás cuando el calor de las llamas comenzó a salir del cuarto, divisaron al brujo tendido en el piso.
- ¡Manuel! -Gritó Catalina al verlo, y dio un paso al frente, lista para entrar por el brujo a la habitación, pero María la detuvo. Catalina estaba lista para gritarle, cuando vio que María solo quería que esperara hasta que pudiera desatar su capa. Enseguida entraron las dos, María cubriendo sus cuerpos del calor de las llamas y las chispas que saltaban con su capa, mientras que Catalina se arrodillaba junto al brujo para alzarlo por debajo de los brazos. La muchacha terminó colocando al chico sobre su hombro como los vendedores llevaban los sacos de verduras. Al levantarse, sus rodillas quedaron dobladas por el peso, y su respiración se complicó debido al esfuerzo extra, pero se sujetó con una mano del vestido de María, y siguió la guía de su amiga fuera de la habitación y fuera del pasillo colmado de humo.
Dejaban atrás lo peor de la nube, cuando Luciano llegó a su encuentro gritando “¡Fuego!”. Al verlas junto a su carga, apresuró el paso y el volumen de sus gritos, aunque el sector estaba tan vacío que costaba pensar que alguien lo escucharía.
- ¿Qué sucedió? -Preguntó con urgencia, pero se detuvo para recibir el peso de Manuel en sus brazos. Los tres continuaron alejándose del origen del fuego, con las chicas tosiendo continuamente mientras caminaban.
- Lo encontramos… en un cuarto en llamas… desmayado, y con golpes -Pudo decirle Catalina, antes de apoyarse contra la pared cuando decidieron que estaban lo suficientemente lejos. Para estar seguros, se habían dirigido hacia los jardines interiores.
- Debió toparse con los malos, y lo dejaron allí -María tenía los ojos llorosos y carraspeaba con fuerza, tratando de quitarse el sabor a hollín de la boca.
Luciano dejó al brujo en el piso y con cuidado revisó que siguiera respirando, también buscó alguna herida abierta que pudiera preocuparlos más de la cuenta, pero el brujo solo parecía tener marcas rojas en el rostro y un par de ampollas en las manos. Lo recostó de lado, con una mano y rodilla flexionada al piso igual como le habían enseñado.
- Quédense con él, iré por ayuda para el fuego -Les dijo con prisa, comenzando a rehacer sus pasos hacia la parte del castillo en donde sabía había personas en ese momento- Y estén alerta por si regresan -Lo último se lo dijo especialmente a Catalina, señalando la espada que llevaba amarrada a la cadera.
- ¡Ve! ¡Ve! -Le indicó la muchacha con una mano, volviendo a toser al acabar de hablar. Luciano les dio un último vistazo a los tres, asegurándose que estaban golpeados y sucios, pero fuera de peligro.
- ¡Fuego! -Gritó a toda vos mientras avanzaba. Pronto el resto de la gente del castillo comenzó a escullarlo, principalmente los sirvientes, que se pusieron en marcha en cuanto les dijo la dirección del incendio.
…
Julio no estaba haciendo buen tiempo, tratando de avanzar entre la multitud hasta el duque de Nueva Granada. Tampoco ayudaba que el hombre tendía a moverse de un lado a otro en la habitación, controlando pleitos y dándole una mano a los caballeros para contener a toda la gente dentro del salón. El pequeño príncipe estaba siendo encerrado entre dos frentes hostiles de Velez y Caravantes cuando alguien lo sujetó de una de sus inquietas manos. De un tirón, la persona lo sacó de entre las faldas de las bulliciosas damas, y el príncipe acabó con el rostro apoyado en el pecho de su amigo Daniel, quien rodeó sus hombros con uno de sus brazos, mientras mantenía el otro alzado frente a ellos, abriéndose paso con mayor facilidad.
- ¡Parecía un poco abrumado allí dentro, mi príncipe! -Bromeó el chico con una sonrisa, la que Julio no tardó en devolver.
- ¡Daniel! ¡Ya volviste! -Exclamó el niño, tan feliz y aliviado como se escuchaba.
- Mi madre decidió que tenía suficiente del campo y deseaba volver al castillo, aunque no pensó que las cosas serían tan interesantes a nuestro regreso.
- ¡No vas a creer todo lo que ha pasado! -Julio disfrutó un poco más tener a su amigo de vuelta, pero su cabeza pronto recordó el asunto del cual debía encargarse- ¡Debes ayudarme a llegar al duque! ¡Es importante!
- Ya lo creo -Aseguró el chico más alto, y enseguida buscó al duque de Nueva Granada entre todas las cabezas. En cuanto lo divisó cerca del rey, cambió el rumbo de sus pasos, y fijó su brazo extendido frente a ellos- ¡Allá vamos!
Con la ayuda de Daniel, tardaron mucho menos en cruzar la habitación, y fueron lo suficientemente rápidos para alcanzar al duque antes de que decidiera que su presencia era requerida en otro lado.
- ¡Señor! ¡Señor duque! -Julio soltó la cintura de su amigo, de donde había estado aferrado todo el camino, y se lanzó sobre el hombre mayor, sujetando su túnica y jalando de ella para captar su atención.
- ¡Príncipe! ¿Qué sucede? -Gabriel cortó sus palabras para uno de los consejeros de Guillermo Tañazco, y llevó su atención inmediatamente al hijo menor del rey. El chiquillo lo miraba con ojos grandes, y en su agarre notaba temor, para nada extraño tomando en cuenta la situación. Comenzó a planear cómo retirar al pequeño príncipe del lugar, para que no siguiera presenciando las fieras discusiones que se estaban llevando a cabo.
- ¡Tengo que confesarle algo! -Y como habían decidido, Julio le dijo todo al duque de Nueva Granada. El hombre se horrorizaba más y más con cada palabra que decía el pequeño príncipe, Daniel estaba igual de consternado, escuchando la historia a las espaldas de Julio.
- ¡Temíamos que no nos creyera al igual que mi padre! ¡Pero ahora están en el castillo y mi equipo necesita refuerzos!
El mayor controló su espanto, apretando una de sus manos en el mango de su espada, y se volteó a uno de los caballeros apostados cerca de la puerta de entrada.
- ¡Tú! ¡Ve por más caballeros, y llévalos a buscar en el…!
No había acabado de hablar cuando las puertas se abrieron con un guardia empujando cada costado, y sir Luciano apareció en el centro, parado justo a la entrada del salón, gritando.
- ¡Fuego! ¡Fuego por el ala oeste! ¡Deben salir al patio! ¡Todos!
- ¡¿Fuego?! -Gritaron horrorizados doña Marcela y don Guillermo.
- ¡Lo que faltaba! -Gritó con la cara más que roja el señor Demetrio, volteándose al resto de su gente- ¡Ahora también nos culparan de esto!
Gabriel ignoró a los visitantes, volteando a mirar al príncipe Julio, quien cubría su boca con ambas manos.
- ¡Guardias! ¡Escolten a esta gente al patio! -Gritó sobre el escándalo del resto de la habitación- ¡Los sirvientes vayan por baldes! -Continuó, señalando hacia la lavandería, y finalmente regresó su vista a sus hombres- ¡Los caballeros vengan conmigo!
Julio enterró su rostro en el pecho de Daniel, y el mayor reaccionó abrazándolo con fuerza.
…
Las noticias del fuego pronto llegaron a oídos de Martín. Primero comenzó a sentir una molestia en su nariz, percibiendo un olor a humo que le recordaba a sus pocas excursiones patrullando poblados, donde tuvo el placer de acampar en el bosque con su escuadrón. Por eso le pareció muy extraño encontrarse con ese olor en el castillo. El rubio se separó de la puerta contra la que había estado apoyado, ignorando las amenazas de Miguel, y comenzó a mirar con atención el fondo del pasillo, por si llegaba a percibir algún atisbo de humo, también intentó expandir su audición más allá de los reclamos del príncipe. Fue entonces que captó el murmullo lejano, que cada vez se iba haciendo más cercano, de varias personas gritando “Fuego”.
El cabello de sus brazos y nuca se erizó ante aquella noticia, y soltó un pesado aliento.
- ¡Martín! -Miguel pronto se percató de que algo andaba mal, y reanudó sus esfuerzos para que lo liberaran, golpeando y pateando la puerta mientras llamaba a su amigo- ¡Martín! ¿Qué está pasando? ¡Abre la puerta! ¡Ahora!
Sir Martín lo pensó por un momento, pero al ver a uno de los mozos de cuadra corriendo con un balde de agua a cuestas por uno de los extremos del pasillo, no le siguió pareciendo buena idea retener al príncipe en la habitación. Rápidamente quitó el seguro de la puerta, tirando el tablón de madera a un lado sin mucho cuidado, y abrió una de las alas para Miguel. El príncipe salió del cuarto dirigiéndole una mirada filosa, con las manos cosquilleándole, tanto por los golpes que le propinó a la puerta, como por sus ganas de golpear a uno de los dos traidores que lo habían encerrado tan indignamente en contra de su voluntad.
- ¡¿Dónde está Burgos?! -Rugió, antes de reparar en el caos que podía verse en uno de los extremos del pasillo. Al escuchar los gritos, su cara perdió mucha de la furia que había tenido, e intercambió una preocupada mirada con el rubio.
- ¿Dónde está Francisco?
…
Francisco escuchó a los hombres mucho antes de verlos y los siguió a una buena distancia, tratando de ser tan sigiloso como su padre alguna vez trató de enseñarle en sus pocas salidas de caza, antes de que el marqués se diera por vencido ante su escaso interés en el asunto. En realidad, su experiencia escabulléndose por el castillo junto a Manuel estaba siendo su pauta por el momento, por lo que no se sorprendió cuando en un descuido su bota se deslizó por el suelo creando un acusador chillido y los hombres acabaron descubriéndolo.
Los sujetos desenvainaron sus espadas, pero Francisco no les dio tiempo a que fueran por él, comenzó inmediatamente a dispararles flechas directo al cuello y el pecho, que los hombres no tuvieron de otra más que esquivar, olvidándose de atacarlo con sus espadas. En vez de eso huyeron, corriendo por trechos, ocultándose detrás de los pilares para escapar de sus flechas y luego volviendo a correr. Así los persiguió hasta uno de los cuartos dispuestos para visitantes importantes, con estancias separadas del dormitorio y espacio para sirvientes personales, por lo tanto, con más de una entrada. Francisco fue recogiendo sus flechas cada vez que podía hacerlo, aunque llegó con una importante merma al cuarto, pero de todas formas entró.
Atravesó rápidamente el espacio destinado a un sirviente, y llegó a la estancia en la que las visitas eran recibidas, donde volvió a encontrarse con los hombres.
El tipo con el pelo castaño rizado comenzó a lanzarle todo lo que tenía a mano; floreros, libros, y hasta pequeñas estatuillas de ornamentación, mientras su compañero rubio intentaba acercarse. Francisco hizo lo mejor para esquivar los incesantes proyectiles y apuntar, al mismo tiempo que mantenía al segundo atacante lo suficientemente lejos de él para que no pudiera usar su espada. Consiguió acertar un disparo, unos tres dedos debajo de la clavícula derecha del hombre castaño. Fue suficiente para aturdirlo unos minutos. Lamentablemente, había descuidado a su otro contrincante, y este pudo alcanzarlo, levantando su espada para ensartarla en el muchacho. Francisco alcanzó a usar su arco como protección, la madera reforzada del cuerpo fue suficiente para detener la espada, y Francisco aprovechó el desconcierto del hombre para torcer su arco con fuerza, llevándose la espada con él, consiguiendo que la empuñadura se resbalara de las manos de su oponente. Al arrojar su arco con la espada incrustada a un lado, golpeó por accidente la cara del sujeto con una de las palas del arco, dándole un segundo más de ventaja, la que aprovechó para lanzar su puño contra el rostro del hombre fornido frente a él. Sus nudillos retumbaron al estrellarse contra la quijada del sujeto, y el dolor se extendió al resto de su brazo.
- ¡Ugh! -Se quejó, pero no tuvo tiempo para masajear su mano. El hombre se lanzó sobre él y Francisco hizo lo mejor para retroceder y mantener los brazos frente a su rostro. Recibió varios golpes en sus costados, y otros cuantos por el borde de su cabeza antes de conseguir propinarle un nuevo golpe a su rival. Su puño cayó sobre la nariz del sujeto, hasta escuchó el crujido, pero no estaba seguro si fue la nariz del otro o su mano el origen del sonido. El dolor le dio la idea de usar algo más para golpearlo, y en el pequeño instante en el que su agresor estaba recuperándose de su reciente golpe, Francisco descolgó la aljaba de su espalda, y comenzó a golpearle la cara con ella. Una, dos, tres, cuatro veces golpeó al otro hombre, sus flechas volaron fuera del estuche y se desperdigaron por el suelo. Pronto el rubio las acompañó tirado en el suelo, vivo pero inconsciente por el momento.
- ¡Ahhh! -Francisco escuchó el grito del castaño acercándose, y levantó la mirada para verlo, un hilo de sangre caía por su túnica, pero se aproximaba a él ignorando por completo su herida, con un brazo alzado y sosteniendo una daga en la mano.
Francisco le devolvió el grito, y levantó su maltratada aljaba, lo único con lo que contaba para hacerle frente. El hombre corpulento le cayó encima, resistiendo los pocos golpes que Francisco pudo darle con su aljaba, antes de que consiguiera sujetarla y arrancársela con un fuerte jalón. Cayeron al piso luego de eso, forcejeando con fiereza, en una pelea que el más joven e inexperto de los dos estaba a poco de perder.
- ¡¿Burgos?!
El muchacho escuchó la voz del príncipe cerca, buscándolo, y dio un fuerte grito para atraerlo al cuarto. En su distracción, su atacante consiguió mover la mano que sostenía la daga a su costado, y el muchacho sintió un dolor punzante en el lado derecho del estómago justo cuando dos pares de pies ingresaban al cuarto.
- ¡Francisco! -Gritó el príncipe, llamando la atención del hombre encima del muchacho.
Con su atacante distraído, Francisco usó lo último de su energía para alzar su brazo y golpear la quijada del otro por debajo del mentón. Lo golpeó con tanta fuerza que la cabeza del sujeto se fue como un látigo hacia atrás. Al instante sus brazos dejaron de sostenerlo y todo su peso cayó sobre el chico, quien soltó otro grito de dolor al verse aplastado.
- ¡Fran! -El príncipe se recuperó de la impresión. Sus piernas, que habían quedado inmóviles al toparse con tal escena, volvieron a responderle y fue corriendo al lado del joven en el piso, mientras Martín se encargaba del segundo hombre a unos metros detrás de Francisco, que comenzaba a moverse nuevamente.
Francisco acabó de quitarse al sujeto de encima con movimientos torpes de sus brazos e intentó levantarse, pero al sostenerse del sillón a su izquierda sintió de nuevo ese dolor punzante en su costado. Soltó otro grito ahogado y llevó su mano derecha hasta la zona afectada, rozando con sus dedos la tela húmeda de su túnica.
- ¿Qué…? -Miró hacia abajo, y solo entonces comprendió que el hombre lo había apuñalado antes de que se lo quitara de encima.
- ¡Dioses, no! -Miguel estuvo a su lado en segundos, alcanzando a sostenerlo cuando los brazos del muchacho se rindieron. Con cuidado, lo ayudó a volver a tenderse en el suelo, manteniendo una mano detrás de su cabeza y con la otra comenzó a hacer presión en su herida, sacando otro gemido de la boca de Francisco.
- ¿Qué? ¡¿Qué pasó…?! ¡Fran! -Miguel miraba con ojos perdidos toda la habitación y la herida del chico, sin poder completar ninguna oración.
- Te dije… una trampa… -Francisco estaba sintiendo demasiado dolor en todas partes, y su cuerpo se había vuelto inmensurablemente pesado para él. Miguel soltó un sollozo, sus ojos comenzaban a nublarse de inconvenientes lágrimas, y no podía pensar en nada más que en la sangre de Francisco que comenzaba a filtrarse entre sus dedos.
- ¡No, no, no! Lo siento… ¡Perdóname! -Su voz seguía entrecortada, y mordió con rabia su labio inferior. Así los encontró el duque de Nueva Granada, llegando con varios de sus caballeros, todos con órdenes de revisar el ala oeste en busca de los atacantes del príncipe.
Martín debió sostener de los hombros al tembloroso joven, para apartarlo y que permitiera a un grupo de caballeros llevar a Francisco, inconsciente, a los cuartos del galeno.
- Perdóname…
…
Ni Martín ni Miguel supieron que alguien más se había topado con los dos hombres hasta que pudieron llegar a la enfermería. Primero Miguel quiso asegurarse de que el incendio en el castillo estaba controlado y que los bandidos estuvieran bien custodiados en sus celdas, pero más tiempo no pudo soportar el príncipe antes de ir con el joven Burgos. Se toparon con algunos otros cortesanos retirándose o alrededor de los cuartos del galeno, cargando con botellas de esencias calmantes para usar luego del susto que el fuego en las habitaciones y el estrés de ser evacuados al patio les provocó. Algunas damas y niños se hallaban abrazados y llorando por los costados. Miguel se sintió conmovido, pero no se detuvo a hablar con ninguno de ellos.
Al entrar en una de las habitaciones, se sorprendieron al toparse con María y Catalina, sucias por la ceniza en sus vestidos, aspirando vapores de hierbas en una esquina.
- Alteza… -Comenzó Catalina con la voz temblorosa, a su lado, María miraba un tanto nerviosa hacia atrás. Siguiendo la dirección de sus ojos, Miguel y Martín se toparon con el brujo de la corte, recostado sobre una de las camas para pacientes del galeno. Sir Luciano se encontraba de pie a su lado, su rostro igual de afligido que el de las muchachas. El brujo estaba inmóvil, cubierto de ceniza y con los bordes de sus mangas y túnica chamuscada, al igual que su cabello.
- ¡No! -Martín se tornó un torbellino de emociones al verlo así, se olvidó de su compañía y con la mente imprudente de un enamorado, se arrojó en la dirección del brujo, casi desplomándose a un lado de la cama si no fuera por Luciano que lo atrapó con ambos brazos, impidiéndole que cayera sobre el chico en su desesperación.
- Él está bien, solo está dormido -Le susurró al oído su amigo, sin ceder ni un poco, aunque el rubio estuviera enterrando las uñas en sus brazos para que lo soltara.
- P-pero… ¡Miralo! ¿Qué le pasó…? -Sollozó el rubio, sin quitarle la vista al brujo, y estirando una mano para intentar tocarlo.
- Por favor, no hagas una escena, no somos los únicos aquí -Le dijo Luciano, sintiéndolo por el otro, que al recordar a las chicas y los asistentes que en cualquier momento podrían atravesar de una habitación a otra, hizo lo mejor para recomponerse.
Martín pestañeó con fuerza y se frotó los ojos rápidamente, dándole una palmada al brazo de Luciano cuando estuvo listo para que lo soltara. Pero al ver otra vez el estado de Manuel sobre la cama, volvió a soltar un sollozo, que los demás hicieron lo mejor por ignorar. Aunque María tenía los ojos brillosos, tanto por las lágrimas de angustia, como por fin comprobar la sospecha que tenía desde hace años.
Miguel, aún parado en la puerta, hizo lo mejor para ocultar sus lágrimas al hacer su propia observación del brujo. La cara de Manuel se veía sonrojada por la exposición al fuego, y en general mostraba un deplorable aspecto, tanto por la ceniza como por el efecto del calor. Desvió la vista cuando Martín intentó juntar sus ojos con los suyos, y la culpa que sentía se incrementó gracias a esos segundos en que vio el rastro de llanto en los ojos de su amigo.
Los reparos de Luciano se hicieron justificados en los próximos minutos, cuanto un asistente entró corriendo desde otro sector de los apartamentos del galeno, cargando con varios trozos de vendas y una cubeta de agua. No les prestó más atención que la debida para inclinarse ante Miguel, y continuó hasta la puerta al fondo de la habitación, por la que entró luego de empujarla con su hombro. Del otro lado, Miguel logró divisar al galeno y otro aprendiz, los dos concentrados sobre un paciente de mayor gravedad. Miguel se puso en marcha en cuanto reconoció la túnica ensangrentada de Francisco tirada en el suelo a un lado de la cama.
- ¡Fran! -Llegó a la puerta con pocas zancadas, listo para entrar y pedirle un reporte de su condición al galeno, pero el asistente que acababa de llegar se puso en su camino impidiéndole pasar.
- Lo lamento alteza, pero no puede entrar aquí -Le informó apenado, pero comenzando a cerrar la entrada.
No pudo decir nada más antes de que le cerraran la puerta en la cara. Respiró hondo por un largo tiempo, tratando de controlar su primera reacción de echar la puerta abajo. Sentía la mirada del resto en su espalda, así que se obligó a calmarse, cerrando los ojos con fuerza. Finalmente, cuando estuvo seguro que no lloraría ni comenzaría a gritar por cualquier cosa, se volteó hacia el resto de sus conocidos y amigos. Hizo lo mejor por no mirar en la dirección de Manuel, en vez de eso, concentró su atención en los cuatro jóvenes despiertos y, con toda la humildad y disposición que le habían faltado esas últimas semanas, pidió que le contaran qué sabían de la situación.
…
El duque de Nueva Granada interrogó a los hombres personalmente, sin obtener mucho en primera instancia, pero una vez los caballeros atendiendo el cuerpo del atacante muerto en el bosque descubrieron la marca de Piedra Negra en la parte interior de su muslo, no hubo manera de que siguieran negando estar relacionados. Tatiana también acabó delatándose, intentó huir del castillo entrada la noche, con una de sus doncellas y dos de sus escoltas, pero gracias a las precauciones que el rey había decidido tomar con las rondas nocturnas de los guardias, se consiguió detenerlos antes de que pudieran ir muy lejos. La joven de Piedra Negra fue mantenida en uno de los calabozos junto a sus acompañantes, por insistencia de los dos príncipes a su padre. Miguel habría querido hacer más cosas con Tatiana, recordando el estado en que se encontraban el brujo de la corte y el joven Burgos, pero una mirada de su padre le recordó que no podían actuar como totales bárbaros, aunque ambos lo quisieran.
El brujo de la corte despertó minutos antes de la puesta de sol, con una horrible tos que el galeno solo pudo controlar luego de un intenso tratamiento con hierbas y vapor. Lo dejó bajo el cuidado de la joven hija del duque y sir Martín, para volver a concentrarse en su otro paciente de importancia: el joven Burgos, a quien sobrevino una brutal fiebre casi en el mismo instante en el que su amigo había despertado.
El brujo de la corte pudo contar su parte de la historia, entre carraspeos y aspiraciones al curioso aparato de aluminio que sostenía entre las piernas, donde el galeno había introducido la infusión de medicinas para su garganta. Le informó al duque su sospecha, de cómo los hombres habían ingresado a los cuartos del castillo por uno de los pasadizos que conectaba a los jardines, y que probablemente habían estado escondidos allí por un tiempo antes de salir en donde se enfrentó a ellos e iniciaron el incendio. Manuel aprovechó de hacer un pequeño comentario, sobre cómo en el futuro deberían evitar darle a una comitiva desconocida cuartos con acceso a los pasadizos secretos, por muy sorpresiva que fuera su llegada. El duque estuvo totalmente de acuerdo, al igual que el rey, quien se mostró más que apenado durante su visita a las habitaciones del galeno. Manuel decidió no hacer ningún comentario sobre sus ojos vidriosos al mirarlo, puesto que aún estaba molesto con él, pero no tanto como para avergonzarlo por eso.
Quien no sabía, para nada, cómo sobrellevar lo acontecido era Miguel. El príncipe estaba demasiado tenso, furioso y avergonzado como para pensar en dormir, o ir a hacer de diplomático y hablar con las otras tres marcas, que pedían explicaciones de todo lo que estaba pasando, y se preguntaban si terminarían en los calabozos al igual que los de Piedra Negra, por mucho que el rey les asegurara que no. Por eso se encontraba dando rondas entre los calabozos donde habían ido a parar la gente de Piedra Negra, y la enfermería donde aún mantenían a Manuel y Francisco. En verdad, el brujo podría haber vuelto a su cuarto con sir Martín o sir Luciano de escolta, pero demandó una cama cerca de su amigo. La fiebre del joven Burgos había sido controlada pocas horas luego del anochecer, así que el galeno aceptó las demandas del brujo; además, un compañero de cuarto sería útil para avisarles de cualquier complicación que se pudiera presentar durante la noche.
A la mañana siguiente, los representantes y el rey habían dado por finalizadas las negociaciones de comercio, finalmente, y las tres comitivas se aprestaban para dejar el castillo y volver a sus terrenos lo más deprisa que les fuera posible, en caso de que ocurriera otra calamidad. Fue por eso, que los representantes recibieron las trompetas de aviso como una señal de que otra desgracia se avecinaba sobre ellos.
- ¡No puede ser! -Gruñó Demetrio sobre su caballo, llevando una mano a su espada, decidido a salir de aquel condenado reino aunque tuviera que ir apuñalando a su paso demonios y bestias de tres cabezas.
No fueron demonios ni nada tan sorprendente lo que ingresó al patio, aunque la gente de Tañazco, Velez y Caravantes dirían que la tropa de soldados sobre imponentes caballos que apareció ante ellos, comandada por nada menos que el marqués de Burgos, sí que era lo más sorprendente y aterrador que habían visto en su vida.
- ¡No más! ¡Por favor! ¡No más! -Don Guillermo estaba al borde del colapso, solo quería volver a su fortaleza con su esposo para que él se encargara de los tratados, viajes diplomáticos y todo eso a partir de ahora. Así que hizo el ademán de arrojarse al piso a pedirle clemencia a ese señor de guerra, pero Marcela lo sujetó antes de que pudiera llevar acabo un acto tan vergonzoso, y a empujones lo llevó a su carruaje.
- ¡Vámonos! ¡Mueve tu trasero y salgamos pronto de este infierno! -Le aconsejó entre gruñidos. Subió con él al carruaje, encargándole a su guardia principal que los alcanzaran en los campos al comienzo del bosque, y le dio la señal al chofer de su vecino para que avanzara. Don Demetrio no tardó en seguirlos, aprovechando el camino que el carruaje abría entre el batallón recién llegado.
Fernando ignoró a las asustadas personas, que continuaron a paso redoblado con los últimos detalles para marcharse. Después de darles un rápido vistazo supo que su enemigo no estaba entre ellos, así que desmontó su caballo, dándole una señal a sus hombres para que aseguraran el perímetro, y comenzó a subir las escaleras con pisadas firmes, con la ira que había estado acumulando desde que partió de Burgos a flor de piel.
A su encuentro llegó el duque de Nueva Granada, feliz de ver a su amigo de la infancia una vez más, pero un tanto aterrado por lo que pudiera hacer el marqués al enterarse de todo lo que había pasado, sobre todo con su hijo.
- ¡Fernando! ¡Qué alegría que estés aq…!
- ¡Guárdatelas, Gabriel! ¡¿Dónde están?! ¡¿Y dónde está ese traidor?! -Le gritó el marqués al duque, mientras seguía con su camino hacia el interior del castillo. El duque fue tras él, tratando de retrasar la confrontación del rey y el marqués por el mayor tiempo posible.
- Te complacerá saber que la gente de Piedra Negra ya ha sido apresada -Se apresuró a decirle, sabiendo que aquel detalle era el primero que debía escuchar Fernando, si es que quería contener el próximo desastre al mínimo.
- ¿A sí? -Cuestionó el furioso hombre, y la pizca de suspicacia que se coló en su voz no pintaba bien- ¿Qué tuvieron que hacer para que por fin escucharan razones? ¿Quemaron los cultivos? ¿Sacrificaron una virgen? ¿Desplumaron al pomposo fénix de Javier? -Un sirviente tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino del marqués de Burgos, y ante su sola presencia acabó tirando su cesto de ropa sucia al suelo, pero se hizo a un lado, pegándose a la pared para dejar que el iracundo noble siguiera caminando- Francisco parecía seguro de que tendría que venir alguien de Burgos a encargarse, pues el rey no estaba dispuesto a aceptar que había invitado una serpiente a dormir.
Gabriel no podía negar nada de eso, así que se concentró en informarle sobre los ataques al príncipe heredero, y los intentos por incriminar a las otras marcas visitantes, y que aún no podían hacerlos hablar sobre ciertos detalles, como si su llegada junto al resto de las marcas había sido premeditada o accidental, y si los ataques eran por incentivo propio de Piedra Negra, o la corona del reino vecino era quien movía los hilos.
- No dirán nada sobre eso. Serán unas cucarachas, pero aún le guardan lealtad a su soberano -Le aseguró Fernando, dejando fuera su opinión personal de que el rey del norte era casi tan malo como sus nobles de la frontera; no los ayudaría en nada- ¿Trajeron a sus sicarios? Mis informantes dicen que hay toda una línea de sirvientes encargándose de los trabajos sucios como estos.
- ¿Tienen tatuajes? -Preguntó el duque, solo para asegurarse, y ante el asentimiento del marqués, continuó- Sí, los trajeron -Y cuando Fernando le preguntó dónde los tenían, Gabriel le informó que uno había muerto y los otros dos se encontraban bien vigilados en las mazmorras.
- ¿Quién los atrapó? -Siguió preguntando el marqués de Burgos, y entonces el cuerpo del duque comenzó a tensarse en preparación.
- Pues, del muerto se encargó mi hija -Gabriel no se perdió de la casi imperceptible sonrisa que se formó en la cara de su amigo, y la disfrutó un segundo antes de continuar- Y de los otros dos… tu hijo.
Fernando se detuvo inmediatamente, colocando sus intensos ojos sobre su amigo.
-… ¿Qué?
…
- ¡¡Dejaste que mi hijo saliera herido!! ¡En tu castillo! ¡Bajo tus narices! ¡Solo porque te crees más listo que yo al ser el rey! -Fernando caminaba de un lado al otro mientras gritaba, solo con la mesa interponiéndose entre él y sus instintos que pedían golpear repetidamente a Javier, aunque fuera su rey. Gabriel se mantenía observando en una zona neutral, a la cabeza de la mesa de planeación. Se había quedado en lugar de los guardias, para frenar cualquier pelea a golpes que pudiera surgir, y para que todo lo que se gritara en aquella reunión quedara solo entre los tres.
- Nunca me he creído más listo que tú -Comenzó Javier para intentar aplacarlo, y recibió un resoplido en respuesta. El rey apretó sus labios un momento, respirando hondo por la nariz para mantenerse calmado, o al menos más calmado que su amigo- No teníamos ninguna evidencia para culparla o desconfiar de ella…
- ¡JA! -Volvió a resoplar el marqués, logrando provocar al rey, quien tuvo que empuñar sus manos y moverlas tras su espalda para ocultarlas del otro hombre.
- Pensé en hacerte un favor, negociando un trato con ellos para poner un alto al conflicto de una vez, sin que tú tuvieras que verles la cara…
- ¡No me hagas favores! -Gritó el marqués, interrumpiendo sus explicaciones- Tus buenas intenciones no hicieron más que poner a los niños en peligro, ¡Unos niños tuvieron que encargarse de esto! ¡Sí, Gabriel! -Fernando señaló al duque de Nueva Granada con su dedo, haciéndole saber que no se había olvidado de su lugar en este asunto o, mejor dicho, de su poca participación en los hechos.
- Sir Martín y sir Luciano son caballeros capacitados, y Manuel…
- ¡Son unos jovencitos apenas iniciados en las armas! -Dijo, refiriéndose a los caballeros. Con los ojos puestos sobre el rey, Fernando se acercó a la larga mesa de planeación y apoyó ambas manos sobre la madera, reclinándose hacia el otro hombre- Y el hijo de Rayen no está para encargarse de sicarios o niñas perversas que el príncipe lleve a pasear sin pensar en las consecuencias, pero aun así se encargó de proteger a tu hijo cuando tú no pudiste ver más allá de tu nariz -Y ante la mirada horrorizada del duque, el marqués de Burgos le procuró un último golpe bajo al rey- ¿Qué crees que diría si aún estuviera aquí?
…
Francisco se encontraba enternecido y asqueado a igual partes por la escena que tenía al lado. Su amigo se había mantenido en la habitación de la enfermería haciéndole compañía todo el día, con el resto de sus amigos entrando y saliendo para llevarles cosas y entretenerlos. Ahora era el turno de sir Martín de observarlos. Más que nada, se la había llevado abrazando y acariciando al brujo, mientras le susurraba cosas dulces al oído. Sería mejor si lo hicieran en la cama libre, y no encima de Francisco.
La puerta abriéndose los obligó a parar, Martín se alejó rápidamente, apostándose a varios pasos de la cama, con las manos detrás de su espalda, y Manuel se recargó en la pared, preparando su mejor cara de fastidio por si se trataba del rey o Miguel. Se sorprendió bastante cuando fue el marqués de Burgos quien entró por la puerta, los tres se sorprendieron.
- ¡Papá! -Exclamó Francisco, sintiendo un gran alivio al verlo en la puerta.
- ¡Señor! -Dijeron los otros dos. Martín terminó de erguirse, algo intimidado ante la presencia del hombre, y Manuel se levantó de la cama, sin saber qué hacer con sus manos o su cara.
- Señor Fernando, excelencia -Manuel comenzó a inclinarse, hasta que recordó que su rango era más alto que el del marqués, y que a este nada le interesaban esas cosas de etiqueta.
- Joven Manuel, sir Martín -El marqués de Burgos inclinó la cabeza hacia los dos muchachos, algo sorprendidos al ver que reconocía al joven rubio- Déjenme agradecerles por su buena labor y eficacia en esta tormentosa situación, han excedido las expectativas e ido más allá de sus obligaciones.
Ambos chicos se sonrojaron ante sus palabras, e intercambiaron rápidas y entusiastas miradas.
- Oh, para nada, señor, es mi deber proteger a la corona… -Comenzó Martín, con los ojos brillantes por los halagos del marqués.
-…y yo no iba a dejar a Francisco solo en esto, señor, jamás -Acabó Manuel, sonriendo de oreja a oreja, también animado por la aprobación del padre de su mejor amigo.
El marqués volvió a asentir, y se aclaró la garganta para volver a hablar.
- Ahora, quisiera unos minutos a solas con mi hijo -Lo dijo amablemente, pero los dos chicos lo tomaron como la orden que era, y se precipitaron a la puerta al instante.
- ¡Claro señor!
Martín salió primero, siendo que Manuel se detuvo un momento en frente del marqués para agradecerle su presencia, aunque la amenaza ya hubiera terminado.
- Sé que Francisco se sentirá más tranquilo con usted aquí -Dijo Manuel, superando sus nervios por la penetrante mirada del marqués sobre él.
- Lo sé -Contestó Fernando después de un segundo mirando al muchacho que, cada vez que lo veía, le recordaba más a su antigua amiga. Solo por eso se permitió el placer de darle una palmadita en la cabeza al muchacho, antes de acabar de sacarlo de la habitación.
En cuanto estuvieron solos, avanzó hasta la cama y se sentó junto a su hijo, haciendo una exhaustiva revisión de todos los moretones y pequeñas heridas que podía apreciar, le dedicó un poco más de atención a las vendas en su estómago, pero pronto lo miró directamente a los ojos.
- Lo hiciste bien, Francisco -Le dijo con la voz suave, y el chico dio una larga exhalación, relajándose sobre la cama.
- Gracias papá -Dijo con una sonrisa. Su padre asintió una vez más, y levantó la mano para llevarla a su cabeza como lo había hecho con el brujo, pero esta vez la dejó allí, acariciando el cabello de su hijo por un largo tiempo.
- Estoy orgulloso de ti, muy orgulloso, hijo.
…
Miguel cerró la puerta con cuidado, con la vista en la madera en lugar de la cama donde reposaba Francisco. El joven Burgos en cambio, miraba su espalda atentamente, notando el cansancio del príncipe en sus hombros caídos y en su cabeza baja, pero Francisco estaba más cansado que el príncipe, abatido y adolorido por los moretones y la herida en su costado, así que su simpatía por el otro era mínima.
Al cabo de un tiempo, el príncipe dejó su puesto a un lado de la puerta, y caminó hacia la cama. Aún con los ojos evitando la figura del chico, recorrió el cuarto con la vista, mirando hacia el segundo lecho en la habitación, desocupado en aquel momento, como se había asegurado que estaría. Caminó lentamente hasta llegar a la silla junto a Francisco, y con movimientos rígidos se sentó. Un tenso silencio se mantuvo entre ambos, Miguel se encontraba incapaz de levantar la vista de sus rodillas, y Francisco no podía apartar su mirada acusadora del príncipe, aunque no le interesaba dirigirle la palabra por el momento.
Fue el príncipe quien primero se doblegó ante la presión, y llenó el silencio con detalles sobre el manejo del castillo ahora que los visitantes del reino del este se habían ido, y sobre los prisioneros que se encontraban custodiando.
- Nuestros padres no han parado de discutir desde la mañana, con el duque corriendo de un lado a otro para llevarles el paso. Sería divertido si el marqués no fuera tan aterrador cuando está enfadado -Miguel juntó las manos sobre sus rodillas, apretando los dedos entrelazados, en un intento por calmar sus nervios. Cambió su mirada del suelo hacia la ventana, observando el día claro que no se perturbaba a pesar de todos los conflictos dentro del castillo, y se aclaró la garganta para proseguir.
- Catalina está disfrutando todos los halagos que su participación en nuestro enfrentamiento en el bosque le han traído. Realmente se merece esta buena atención, aunque casi despedaza a palabras a uno de los caballeros más jóvenes, después de que se atreviera a sugerir que “lo había hecho bien, para ser una mujer”, fue bastante inspirador, según Luciano -Miguel sentía una gota de sudor cayendo por su nuca ante el silencio constante de Francisco, por eso acabó reuniendo el valor para mirarlo de una vez. Se encontró con que el joven ya ni siquiera lo estaba viendo, y sus palabras comenzaron a salir más rápido de su boca, tratando de llamar su atención, aunque fuera luego de fastidiarlo con su reporte interminable- Luciano y Martín también están en boca de todos, siendo los caballeros que ayudaron al brujo de la corte, al príncipe Julio y al hijo del marqués para atrapar a los villanos, Julio estaba sugiriéndole al duque alguna clase de recompensa para…
El príncipe volvió a apretar las manos cuando el nudo en su boca no le permitió seguir hablando, sentía la cara caliente, avergonzado y frustrado por el desinterés de Francisco, o su fingido desinterés, pues sabía muy bien que estaba escuchando cada palabra tonta que salía de su boca. Así que respiró hondo un par de veces, tragando saliva para despejar su garganta, y dejó que algo de la frustración que sentía se colara en su voz cuando pudo volver a usarla.
- Si quiera puedes… mirarme -Murmuró gravemente, y cuando eso no le consiguió otra respuesta más que el continuo silencio de Francisco, cambió su postura y se desplomó sobre la silla. También decidió tragarse su orgullo y mostrar un poco de su desesperación-… por favor.
Francisco no respondió inmediatamente, haciendo pensar al príncipe que tendría que suplicar más, lo cual haría, si fuera necesario, pero antes de que Miguel decidiera arriesgarse arrodillándose a un lado de su cama, el joven habló, pero no hizo más que una sola pregunta.
- ¿Por qué?
La habitación volvió a quedar en silencio luego de eso, tanto que Francisco por fin volteó su mirada. Miguel aún se encontraba con sus manos entrelazadas sobre las rodillas, mirándolo como un cachorro confundido, sin entender para nada lo que se estaba pidiendo de él. Francisco dejó escapar un suspiro y sacudió su cabeza, pero decidió explicarle qué cosa exactamente era la que estaba cuestionando.
- ¿Por qué no confiaste en mí?, Después de todos estos años, no podías solo… -Movió una de sus manos alrededor, frustrado por su incapacidad de poner en palabras todo lo que quería decir, y la torpeza de Miguel para entenderlo. Acabó cruzando sus brazos sobre su pecho, llevando su mirada hacia los pies de su cama para no verle la cara al príncipe, y resopló- ¡Ash! No tenías que hacer todo lo que decía, pero al menos pudiste escucharme…
- ¡Claro que te escuché! -Lo interrumpió Miguel, un tanto herido porque el joven pensara lo contrario- Te escuché, ¡Pero ese no eras tú, Francisco! Solo había ira cuando hablabas…
- ¡No! ¡No lo era! -Gritó Francisco, sorprendiendo al príncipe con su repentino arrebato- Te la pasas hablando de Manuel y su falta de experiencia fuera del castillo, ¡Cuando tampoco sabes todo lo que pasa fuera de aquí! ¡Ni tú ni el rey saben todo lo que pasa en Burgos! -Francisco mantenía sus dedos enterrados en las cubiertas de su cama para no sacudirlas junto con sus gritos. El príncipe se mantenía tieso a su lado, mirándolo con los ojos bien abiertos al igual que su boca mientras lo escuchaba desahogándose- Y los dos, ¡Los dos! Decidieron ignorarme, ¿Y por qué? ¿Porque no parecía yo mismo? ¡No! ¡Solo no quisiste tomarte el tiempo para entender! ¡Si lo hubieras hecho te habrías dado cuenta de que no era solo ira! ¡Tenía miedo, Miguel! -La garganta de Francisco comenzaba a doler, igual que su costado, y sus ojos empezaron a humedecerse, pero no quería parar hasta que pudiera acabar con todo lo que tenía para el príncipe- ¡Estaba aterrado! ¡Por todo! Por todo lo que podía pasar en el castillo con ellos aquí, lo que podían hacerles a nuestros amigos, a Julio, a Manuel, al rey, ¡Y a ti! ¿No ves lo cerca que estuvieron de lastimarte? Y se los habrías permitido por tu orgullo y estupidez, mientras desechabas todos mis miedos y advertencias, ¡Así que no digas que me escuchaste, porque no fue así!
Al acabar con todas sus acusaciones y descargos, Francisco tuvo que recargarse contra la pared detrás de su cama, totalmente exhausto y con la garganta adolorida. Se dedicó a mirar al príncipe, quien seguía estático en el asiento, su pecho casi no se movía con su respiración, y aunque volvió a agachar la cabeza, Francisco podía ver que unas pequeñas gotitas se habían escapado de sus ojos humedecidos.
Volvió a hacerse el silencio en la habitación, interrumpida en ocasiones por la respiración entrecortada del príncipe. Fue después de unos minutos que Miguel pudo controlarse y volver a mirar a Francisco.
- Perdón -Logró sacar de su garganta- Perdón, Fran, solo dime… solo dime qué hacer para arreglarlo, lo que quieras, cuando te recuperes podemos…
- Me iré con mi padre -El joven interrumpió las suplicas del príncipe, con la voz más calmada, pero rasposa por su última sesión de gritos- Cuando me recupere, me iré con mi padre de vuelta a Burgos, he estado fuera mucho tiempo -Miró al príncipe con ojos casi tan duros como los del marqués, y finalizó con una voz igual de determinada- No hay nada que discutir sobre eso.
Miguel apretó su mandíbula, evitando soltar todas las quejas que tenía sobre su decisión, y solo asintió. Acto seguido, se levantó de la silla rápidamente, por poco tirándola al piso, y salió de la habitación frotándose la cara con las manos.
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“La envidia y los malos deseos son las peores brujerías”
Parece ser que a través de la historia de la humanidad estos sentimientos han sido factor para ver imperios caer, gente sin sentimiento de bondad alguno tratando de poseer lo ajeno, inclusive hermanos de sangre pelear entre si por acaparar algo por lo cual no trabajaron. ¿En realidad es necesario?
Por más que he buscado detalladamente en el sagrado corpus de Ifá, signo por signo, aún no he podido encontrar dónde diga que es bien visto por Olódùmarè y las Divinidades el envidiar, codiciar, atacar o inclusive hacerle daño a un hermano.
Olódùmarè creo a cada uno de nosotros con diferentes habilidades, cualidades y virtudes, a su vez con defectos y debilidades. No es necesario desear lo ajeno (quien lo hace cree que si); si desarrollamos al cien por ciento aquello para lo que somos buenos, afinamos nuestros dones, si trabajas para ti y tu familia, te aseguro que no existirá la remota posibilidad de querer tener aquello por lo que no haz trabajado. Bien lo dice Ifá: "el hombre haragán siempre será enemigo del hombre trabajador".
No digas ni comentes muchas cosas sobre tus negocios y proyectos a la gente. Un secreto compartido deja de ser un secreto. No todos comparten tu dicha y felicidad, por el contrario muchos quisieran verte infeliz y pasando trabajos, si le dices a la gente donde te duele, sabrán donde lastimarte y se ensañaran; te lo aseguro.
Ifá nos enseña que siempre debemos estar alerta de lo enemigos y de los seres con doble intención en nuestra vida, estos logran desarrollar la habilidad de pasar desapercibidos de tal manera que te hacen creer que son toda bondad y de ayuda en tu vida, estar alerta de estos seres es necesario, tal y como lo habla el sagrado Odù Òyèkún Mejí:
Òyèkún ha hecho un pacto con usted,
Por favor, no me traiciones,
Es la cólera la que mata a los esclavos,
Es la ansiedad la que mata a los esclavos,
Hicieron adivinación para Oofa,
Cuando estaba rodeado de enemigos,
Cuando el mal está dando vueltas,
Que puedas venir a mi lado,
Si la gente va a estar perturbada por malos espíritus,
Que no venga por donde yo esté,
Òyèkún siempre me tratara de manera diferente,
Solo el que hace el mal caerá por sí mismo,
La muerte no podrá matar al sacerdote,
La muerte se ha apartado del camino del sacerdote,
La muerte ya no molesta al sacerdote,
La muerte se ha apartado de la cabeza del sacerdote.
Aquel que cuchichea mira hacia el bosque, pero el bosque no chismea. Aquel al que le dijiste tus secretos es el traidor.
Si quieres que realmente tus cosas salgan bien, será mejor que lo hagas callado. No todo el que se dice tu amigo, realmente lo es.
Nunca le cuentes demasiado de ti o tus proyectos a los demás. Recuerda que en tiempos de envidia, el ciego comienza ver, el mudo a hablar y el sordo a oír.
Tu dicha y felicidad no es la de los demás.
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OneShot Quentony.
Medicine (Basada en la canción de Harry Styles)
Peter era un chico muy sensible, amable, dulce, aunque muy cerrado al tratarse de hablar de sus sentimientos, por lo tanto, le era difícil abrirse ante su padre, hablar de la situación, que estaba viviendo, Peter recién estaba descubriendo que sus sentimientos hacia su mentor, Quentin, no eran sólo meramente profesionales, estaba comenzando a sentirse atraído hacia ese imponente, pero tierno y dulce hombre.
Por otro lado, Tony estaba lidiando con una resiente despedida, no era la gran cosa, nada del otro mundo, solo era una simple ruptura, una casual y típica ruptura. Podría decirse "ruptura amorosa", pero no era así, el y su cómplice sentían de todo, menos amor, era más bien, un encuentro casual que quería convertirse en una relación seria, pero Tony no lo permitiría, el no era de esos.
Pero volviendo al problema interno de Peter.
Él ya estaba decidido a enfrentar a sus demonios internos, afrontar de una vez la situación, él sabía que rea gay, eso era algo que tenía muy bien definido desde que comenzó a tener sus indicios de pubertad, su sexualidad no era elproblema, el problema era el miedo extremo que tenía de expresar sus sentimientos a alguien más que no fuera Quentin, su padre se había encargado de eso, a Tony le incomodaba hablar de sentimientos, de amor o de tristeza, ese sin dudas no era su fuerte.
-Ah... ¿Papá?- soltó el chico con una voz suave que demostraba su miedo.
-¿Qué necesitas chico?- contestó sin dejar de lado lo que estaba haciendo.
Tony se encontraba arreglando la televisión la cual había explotado una noche antes, el tenía el suficiente dinero para comprar una nueva, pero su avaricia era mayor.
-Tengo que decirte algo importante- insistió.
-Sólo dímelo, estoy en algo importante.
Arrogancia, ese es su mayor fuerte.
-¡¿Podrías dejar eso?!- Peter se había armado de valor para levantar la voz por primera vez en su vida, su padre era el primero, pero el joven se calmó para continuar casi susurrando- es muy importante.
Al ver la insistencia del chico, Tony hizo a un lado sus herramientas para centrarse en su hijo.
-Por primera vez te escucho alzar la voz.
-Lo siento padre, pero era necesario- le dijo aún con la cabeza gacha.
-Claro, era necesario, necesitabas imponer respeto, presencia... pero ¡hey!- exclamo tomando al chico por la barbilla y levantar su rostro para mirarlo a los ojos- no te subestimes, tu eres muy fuerte, ¿Qué es o que tu "urge" decirme?
-Es que... es difícil- balbuceó.
-Nada es imposible para ti chico ¡Por Dios! Eres un maldito Vengador, dime, ¿Qué es imposible para el poderoso "Hombre Araña"?
-¡Ese es el problema!- interrumpió el chico - crees que soy todo poderoso, que soy el dueño del universo, pero no es así.
-¡Claro que sí!
-¡Claro que no!- Peter volvió a alzar la voz levantándose de su asiento.
-¡No puede ser!- exclamo el hombre- es una chica... ¡Es una maldita chica!
Tony estaba convencido de que su hijo estaba pasando por la etapa en la que las personas, o se ponen irritantes y excluyen a todo el mundo, o se vuelven tibios.
-Número uno, no digas "maldita chica" se escucha muy grosero, y numero dos, no es una chica si no...- Peter volvió a agachar su cabeza con temor a lo que su padre diría al respecto.
-¡Es un chico!- grito Tony entusiasmado.
-¿No te molesta?
-¿Molestarme? ¿A mi? ¡Por Dios! Claro que no, se lo dices a alguien cuya sexualidad está en boca de todos, ser pansexual en este medio es muy "escandaloso", pero esto no tiene que ver conmigo, hablemos de ti. ¿Quién es? ¿Es guapo? ¿Es mayor?- finalizó con picardía.
-Si papá, es... relativamente mayor- contesto ya más relajado.
- ¡Eso! Te he dicho de los mayores siempre son los mejores, es raro hablar de esto contigo, pero es verdad, si tienes que escoger entre Ned y tu nuevo hombre, ¡Siempre elige al mayor!
-¡Papá! No hables así de Ned, el es mi mejor amigo, bueno, ahora lo es.
- Si, si, lo que digas. ¿Cuál es su nombre?- preguntó mientras se sentaba en un pequeño taburete y acomodando sus manos sosteniendo su rostro demostrando atención. Se miraba como un niño esperando a que le contaran un cuento para dormir.
-¿Qué tal si esperas un poco? Le llamaré por teléfono y le digo que venga a desayunar mañana.
-Ugh, eso en tan cliché- dijo Tony.- pero me gusta, si quieres llevar la típica relación hetero en la que involucras cursilerías y ridiculeces, okay, acepto.
Peter salió de ahí entusiasmado y con una felicidad extremadamente notable, mientras Tony regresaba a lo suyo.
Al día siguiente, Tony y Peter se encontraban en la cocina preparando el desayuno "cada quien cocina lo suyo" es la regla de la casa, aunque Peter añadió una ración más para su visita.
-¿A qué hora quedaste con tu "novio"- preguntó Tony con comillas al aire.
-No es mi "novio", apenas estoy comenzando a gustarle.
-¡¿Comenzando a gustarle?! ¿Osea cómo?... ¿Qué? ¡Por favor! ¡Eres un Stark! Si yo estuviera en tu lugar ya me lo habría llevado a la cama diez veces.
-¡Papá!- aclamó disgustado.
-¿Me vas a decir que no es verdad? Me conoces...
Tony apenas pudo terminar su frase cuando una mujer, su asistente al parecer, irrumpió en la cocina.
-¿Señor Stark? Un hombre lo busca en la entrada.
-No linda, buscan a Peter, es su "novio"- contestó con burla.
-Ammm, ¿Señor?, Juraría que venía a verlo a usted porque...
-¡Quentin! Viniste- interrumpió Peter corriendo hacia su cita.
Tony y la chica se miraban el uno al otro confundidos frente a lo que estaban viendo.
¿Acaso Quentin Beck , el hombre que tantos meses estuvo tras el trasero de Stark, ahora iba tras su amado hijo?
Definitivamente eso no le agradaba.
-Papá, el es Quentin, mi...
-¡Novio!- dijo Tony cortando de tajo las palabras del chico.
-¡Papá!- exaltó Peter.
-No, Peter, deja que tú padre diga lo que quiera, o dime, ¿Acaso el miente?- Beck miró a Peter buscando complicidad en sus ojos.
-No lo sé ¿Lo somos?- preguntó Peter.
-¡Claro! Perdón por no pedirlo formalmente pero ¿Qué se le va a hacer? Señor Stark, yo soy Quentin, novio de Peter- dijo extendiendo su mano, sin embargo, no encontró respuesta.
-Bueno, iré por el desayuno a la cocina, nos vemos en el comedor- dijo Peter para romper el hielo ante la incomodidad.
Tony no podía ocultar su molestia, su rabia, estaba a punto de abalanzarse y romper cada uno de sus huesos, y lo intentó. Por fortuna, Beck tomó su muñeca en el momento que Tony se acercaba a el para comenzar a atacarlo.
-Oh no Tony, no te acerques tanto, por más que quieras besarme no lo harás, no hasta que tu hijo se vaya.
-No salgas con estupideces Quentin- contestó Stark arrebatando su muñeca- ¿No te parece bajo ir tras mi hijo después de lo que pasó entre nosotros?
-Lo siento, pero si mal no recuerdo, tu dijiste que borrara eso de mi mente, que no valía nada, así que lo hice, como si nunca hubiera pasado.
Tony había recibido un golpe con su propio puño, Beck utilizaba las palabras en su contra, y lo peor de todo, el tenía razón.
-Más te vale que...
-¡Que nada! Stark. Tu te encargaste de arruinar esa gran parte de mí, me diste todo y me lo arrancaste como si nada, como si tuvieras el poder de tocar 70 días de mi vida y los borráras fácilmente, no Stark, no más, es mi hora de borrar tus preciados recuerdos.
-¡¿No van a desayunar?!- gritó Peter desde la cocina.
Ambos se miraban esperando a que alguno dijera algo, pero ese silencio era impenetrable, hasta que Quentin cedió.
-¿Recuerdas esto?- le dijo acariciando entre la nuca y la oreja de Stark para después disponerse a besarlo ligeramente en los labios- Ahora imaginame haciéndolo a tu hijo- Quentin palmeó el hombro de Tony mientras se dirigía había la cocina- ¡Allá voy cielo!
Los tres se sentaron frente a una gran mesa rectangular de cristal, la cual siempre estaba sola, sin embargo, ese día, la tensión ocupaba los asientos restantes.
Mientras Peter y Quentin desayunaban tomándose de la mano e intercambiando miradas, Tony recordaba la primera vez que el se enfrentaba a Quentin, pidiendo con fuerzas que el hombre no lo repita con su hijo.
******Tony Flashback******
Tony se encontraba frente a una gran mesa de cristal parecida a la que éste tenía en su comedor, sin embargo, los asientos restantes estaban ocupados por esa tensión sexual que ambos sentían en ese momento.
Ambos se encontraban en cada cabecera de la mesa, ambos se miraban profundamente sin decir una sola palabra, pero como era natural, Beck cortaría la tensión.
-¿Acaso debo hacer todo yo... Señor Stark?- Tony amaba que sus "víctimas" lo llamaran con respeto.
Quentin se paró lentamente de su silla y se subió a la mesa caminando hacia Tony como si fuese una pasarela, Tony se regozaba con su caminar.
Al llegar a el, Quentin se inclinó frente suyo, lo miró unos cuantos segundos a los ojos, él se acercaba poco a poco, podían sentir sus agitadas respiraciones, Beck no se anduvo con rodeos y rápidamente puso su mano en el muslo interno de Stark provocando un rígido reflejo.
Tony no aguantaba más, tomó el rostro de Quentin con ambas manos besándolo frenéticamente, cada vez acercándolo con más fuerza.
Stark se puso de pie pero sin soltar a su hombre, ésto hizo que Quentin se levantara en cuclillas sobre la mesa y rodeando las caderas de Stark. La ropa aún no estorbaba, pero no tardaba en hacerlo, aún así, Quentin podía sentir a Tony.
-No eres una chica Beck, esta no es la forma- interrumpió Tony señalando la posición de éste.
Beck no dudó un segundo y se bajó de la mesa para poner su pecho en cima del cristal quedando en la posición perfecta.
-Justo así- dijo Tony tomandolo por las caderas y comenzando a entrar en Quentin.
************
-¿Quieres jarabe de Maple?- preguntó Peter.
-¿Disculpa qué?- contestó Tony obligándose a salir de ese recuerdo.
-¿Qué si quiere jarabe... Señor Stark?- le dijo Quentin mirándolo fijamente.
-Disculpen, tengo que ir al baño- contestó Tony saliendo rápidamente.
-Bueno, supongo que no quiere- dijo Peter.
Apenas entró al baño, Tony se miró al espejo horrorizado por la situación.
-No puedo... No quiero- se repetía una y otra vez- No debo dejarlo ir.
Tony quería volver a vivir tal experiencia.
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Black Wolves Saga Last Hope Memory 151: Enojo [Ruta Humana]
A la protagonista le parece que la decisión de Nesso de abandonar el reino con su padre todavía cautivo es demasiado irracional, por lo que ella…
Lugar: Consulta médica del fuerte Cowan.
Cuando todos se reunieron, Nesso extendió un mapa.
Muchos países en la frontera e Weblin se encontraban marcados.
Nesso: Este fuerte se encuentra cerca del norte del país. La frontera del norte es la que se encuentra más cerca, pero esta vez tomaremos un desvío y cruzaremos la frontera noreste.
Pearl: ¿Queda muy lejos?
Nesso: Un poco.
Richie: ¿Estarás bien Fiona-chan? Acabas de curarte.
Pearl: Yo te cuidaré, Fiona-chan.
Nesso: Es por esto que estuve esperando que se recuperara. Zara ha garantizado que se encuentra bien en lo que respecta a su condición física, así que tranquilos.
Richie: …Que raro. Nesso-sama, n momentos como este usted sería quien estaría más preocupado.
Pearl: Sí.
Me alivia saber que no soy la única a la que le parecía raro.
Pero al mismo tiempo me desconsolaba saber que aquel Nesso que se preocupaba por mí ha desaparecido.
Fiona: …
Nesso: Debemos priorizar que crucemos la frontera a salvo. Si la condición física de Fiona se desmorona, en ese momento pensaremos en otra ruta.
Richie: Pero…
Pearl: Uhm…
Fiona: Tranquilos, Pearl, Richie, no se preocupen. Zara estará con nosotros.
Zara: Así es. Yo soy quien mejor conoce el cuerpo de la señorita.
Zara: Más importante. ¿Estás seguro de que estaremos a salvo?
Nesso: Hace unos días Elza logró salir.
Elza: Sí, por ahora la seguridad en la frontera sigue siendo igual que siempre.
Elza: Puede que se deba a que la batalla anterior era producto de una rebelión.
Nesso: Pero será cuestión de tiempo. Lo mejor sería salir de este reino lo antes posible.
Fiona: Abandonaremos el reino juntos, ¿no?
Nesso: Así es.
Fiona: ¿Y nuestro padre…?
Nesso: El conde Galland… quedará preso en el castillo.
Fiona: …
¿Podremos ser perdonados… al abandonar el reino… mientras dejamos atrás a papá?
Pearl: Perdónanos. Nosotros… no pudimos salvar a Edgar-sama.
Fiona: ¿Eh?
Richie: Cuando nos infiltramos para robar los materiales de la investigación del zodiva nos encontramos a Edgar-sama en el subterráneo.
Pearl: Pero solo pudimos traer los materiales de la investigación…
Nesso: Con haber logrado traer la investigación ya es más que suficiente.
Fiona: ¿Padre digo algo…?
Richie: Edgar-sama nos dijo que no nos preocupáramos por él y escapáramos…
Richie: Le prometimos que íbamos a salvarte sin importar qué.
Fiona: Padre…
Nesso: Si pudiéramos salvarlo, entonces me gustaría hacerlo, pero actualmente es muy peligroso acercarse al castillo.
Fiona: (Nesso está tranquilo.)
Antiguamente me habría resultado inimaginable que actuara así y sin darme cuenta terminé entrecerrando mis ojos.
¿Realmente perder sus recuerdos lo hizo cambiar tanto? A pesar de que ese es nuestro único padre…
Fiona: Nesso, ¿no te preocupa nuestro padre?
Nesso: Pues…
Fiona: Ah… L-lo siento…
Sabía que no tenía sentido decirle esto a Nesso, puesto que ha perdido sus recuerdos, pero aun así, no pude evitarlo.
Nesso: …No, es cierto que no puedo. Ni siquiera recuerdo su rostro.
Nesso: Pero si todos lo aprecian tanto significa que es un buen padre, ¿no?
Fiona: Sí, es muy amable y nos ama…
Nesso: Entiendo tu preocupación, pero si vamos a ayudarlo, entonces será luego de que ustedes hayan escapado.
Nesso: No solo no tendría sentido que te secuestraran mientas lo rescatamos, sino que el conde Galland… nuestro padre se enojaría, ¿no?
Zara: Es verdad. Pienso lo mismo.
Zara: Conociendo a Edgar-sama, el preferiría que primero garantizáramos la seguridad de la señorita.
Fiona: …Puesto que yo les estorbaría.
Nesso: No me refiero a eso.
Fiona: Sí, está bien. Ya lo sé.
Fiona: Por el bien de nuestro padre debemos de darnos prisa, huir de este reino y escondernos en un lugar seguro.
Fiona: No puedo desperdiciar la vida que todos ustedes salvaron.
Fiona: Estoy segura de que nuestro padre estará bien. Cuando todo esto acabe volveremos a vivir juntos.
Fiona: (Necesito pensar así, de lo contrario no podré avanzar.)
Nesso: Debe de ser doloroso, pero por favor sopórtalo.
Fiona: Gracias Nesso. Pero yo no soy la única que sufre.
Nesso: Buena chica.
Nesso: Entonces, partiremos antes del amanecer. Hoy todos váyanse a descansar temprano.
Pearl: ¡Sí!
Richie: No te quedes dormido, Pearl.
Pearl: ¡No me quedaré dormido!
Richie: Lo dice quien no despierta por más que intente despertarlo. Si no despiertas, entonces te dejaremos aquí.
Pearl: ¡Eres cruel! Fiona-chan, no vas a abandonarme, ¡¿verdad?!
Fiona: Claro que no. Pero ve a dormir temprano para evitar quedarte dormido.
Pearl: ¡Sí!
Nesso: Ustedes encárguense de empacar sus cosas, pero no se excedan. Dicho esto, dispérsense.
Fiona: Ah, Nesso.
Nesso: ¿Qué sucede?
Detuve a Nesso antes de que se fuera y le hablé.
Fiona: Pues…
Zara: Entonces, nosotros nos retiramos.
Elza: Yo también me retiro.
Pearl: Nos vemos, Fiona-chan.
Pearl: ¡Me aseguraré de despertar!
Nesso: ¿Sucede algo, Fiona?
Fiona: Pues… lamento lo de antes.
Nesso: ¿Lo de antes? ¿A qué te refieres?
Fiona: Cuando dije que no te preocupabas por nuestro padre…
Nesso: Aah, no me molesta. Si nuestros papeles estuvieran invertidos, entonces estoy seguro de que yo habría actuado igual.
Fiona: ¿Crees que padre esté bien?
Nesso: Solo podemos creer que sí.
Fiona: …
Nesso: No necesitas estar tan preocupada, todo estará bien. Te protegeré sin importar qué. Y también por el bien de nuestro padre.
*recuerdo*
“Nesso: …Vas a estar bien. Te protegeré sin importar qué.
Fiona: Sí… gracias…”
*fin del recuerdo*
Fona: …Nesso, ¿tú me amas?
Nesso: Por supuesto. Eres mi preciada familia.
Fiona: …
*recuerdo*
“Nesso: Jaja, no te preocupes por eso.
Nesso: De hecho… me hace feliz saber que te relajaste lo suficiente en mis brazos como para dormir.
Nesso: Es algo que como hombre debe de hacerme feliz, ¿no?”
*fin del recuerdo*
Fiona: (Aquel Nesso ha desaparecido.)
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