#vestidos de fiesta largos
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vestidos2elegantes · 1 year ago
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vestidos de novia manga larga ,Mangas largas para un día inolvidable
El vestido de novia es una de las prendas más importantes para una mujer en su vida. Es el símbolo de su amor y compromiso, y por eso es tan importante elegir el adecuado.
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Si estás buscando un vestido de novia que sea elegante y sofisticado, pero también cómodo y versátil, un vestido de manga larga es una excelente opción. Las mangas largas pueden agregar un toque de formalidad y glamour a cualquier vestido, y también pueden ayudar a mantenerte abrigada en climas fríos.
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deepinsideyourbeing · 29 days ago
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Celos
Prompt: cómo reaccionarían si la protagonista se queda mirando demasiado a otro hombre que no sea ellos (el por qué se lo quedó mirando demás lo dejo a la libre interpretación de cada una). 
Bueno, la idea principal de mi regalo era utilizar este mismo concepto (celos) para hacer respuestas cortitas y sugerentes involucrando a varios de los chicos del cast. Pero pasaron cosas y por ejemplo, sin darme cuenta, había escrito una respuesta demasiado larga para uno o para otro me había recontra desubicado en la parte que se suponía que solamente iba a ser sugerente. Así que decidí reducir la cantidad de personas (a los que supuse que a vos gustaban más) y hacer respuestas más largas y más explícitas. Resumiendo: ganó el quality over quantity. 
Quise que los escenarios fueran lo más diversos posible incluyendo varias temáticas diferentes para que no quedaran respuestas parecidas. Serían demasiadas tags si las empiezo a enumerar una por una, así que lo voy a resumir todo con un bonito “+18” (no hay nada dark que necesite su propia advertencia). 
En fin. 
Espero que te guste mi regalo para vos como agradecimiento por todo lo que escribiste para nosotras a lo largo del año 🖤. 
También espero que te quedes por un ratito más en el fandom y sigas subiendo tu maravilloso contenido. 
¡Felices fiestas! 
⋆⁺。˚⋆˙‧₊☽ ◯ ☾₊‧˙⋆˚。⁺⋆
Enzo Vogrincic: volteás para preguntarle algo y lo encontrás observándote con las cejas alzadas, el ‘¿es en serio?’ escrito por todos lados en su mirada incrédula. Le preguntás qué le pasa pero él no te responde, sólo se limita a hacer una mueca de ‘mirá vos’ y a dirigir su vista hacia adelante sin dejar de caminar con tu mano en la suya. Lo llamás una, dos, tres veces, apretás su mano para que te mire, tirás de su brazo para evitar que siga caminando, siendo arrastrada por él en el proceso. Nada funciona. La única manera que lográs de que deje de caminar y enfoque toda su atención en vos es colocándote literalmente en su camino. Cuando finalmente sus ojos oscuros se posan sobre los tuyos enredás su cuello con tus brazos para asegurarte de que no pueda huir de vos. “¿Qué hice?” preguntás en voz baja haciendo un pequeño puchero. Te mira poco impresionado ante tu intento de parecer inocente, aunque sabés que tus acciones tienen algo de efecto en él por la forma en que visiblemente aprieta su mandíbula y un pequeño, casi imperceptible, tic aparece en su labio superior. “¿Te gusta mirar a otros tipos mientras estás conmigo? ¿O sólo te comportás como una putita porque querés mi atención?”. Las preguntas te toman totalmente por sorpresa, principalmente porque no tenés idea de dónde vienen esas acusaciones. Abrís la boca para responderle pero él no te da tiempo y empieza a caminar nuevamente, tirando de tu mano para que lo sigas. “¿Pero y la obra?” interrogás confundida. No recibís respuesta alguna. Marcha en dirección al establecimiento más cercano, el cual termina siendo un pequeño café rústico de dos pisos con sus pocos clientes situados en la planta baja. Aprovecha el hecho de que el segundo piso está prácticamente vacío y te mete en uno de los cubículos del baño para darte tu castigo. Una vez que se asegura de haber marcado tu interior con su semilla -y de observarte tratar de arreglar los restos de tu maquillaje arruinado- te obliga a permanecer a su lado en el mostrador mientras él pide dos cafés para llevar. Te negás a despegar tu vista del suelo. Tu cara arde debido a lo sucedido apenas unos pocos minutos atrás y te removés inquieta cuando sentís como su semen empieza a deslizarse lentamente por el interior de tus muslos escondidos debajo de tu vestido. Es mucho, pensás, siempre es mucho con él. Cuando regresan a su casa te vuelve a castigar, pero esta vez por haber provocado que se perdieran la obra. Cruzan el umbral de la puerta y no espera a llegar a su habitación. Te coge ahí mismo contra la pared del pasillo, sosteniendo tu cuerpo con un brazo y su mano libre apoyada contra la superficie plana detrás tuyo mientras vos te aferrás a su cuerpo. Sus movimientos son frenéticos y bruscos -todavía visiblemente molesto por los sucesos de aquella tarde-, concentrándose únicamente en su propio placer. Su rostro se esconde en tu cuello. El aire caliente de sus jadeos choca contra tu piel transpirada hasta que muerde dicha zona con fuerza, aumentando la velocidad de sus movimientos. Sus gruñidos son amortiguados por tu piel. La intensidad con la que utiliza tu cuerpo no te deja más opción que agarrarte de sus hombros con más fuerza, gimiendo su nombre como un mantra y una súplica al mismo tiempo. Cuando está apunto de correrse, te niega la satisfacción de sentir su semen manchando tus paredes por segunda vez en el día y sale de tu interior con un rápido movimiento. Te obliga a arrodillarte frente a él. No podés decidir qué es más doloroso, si el orgasmo que te acaba de arrebatar a último momento o el impacto de tus rodillas cuando chocan contra el suelo. Envuelve su erección con su mano y solamente tiene que acariciarse un par de veces más para que el líquido blanquecino empiece a salir. No sabés cuánto tiempo permaneciste de rodillas mientras él disfruta de su orgasmo hasta que, luego de lo que te pareció una eternidad, suelta un gruñido ronco cuando la última gota de semen cae en tu rostro. Aún con su respiración algo agitada, agarra tu mentón con sus dedos y te obliga a mirarlo directo a los ojos. “La próxima vez va a ser al revés, te voy a acabar en la cara primero y no voy a dejar que te limpies.” amenaza. 
Esteban Kukuriczka: es el peor momento, pensás aferrándote a sus hombros mientras terminás de sentarte sobre su erección, ambos soltando gemidos de satisfacción, pero aún así los eventos de esa misma tarde insisten en cruzar tu mente. ’“¿Está buena la vista?” lo escuchaste preguntar de la nada. Volteaste para verlo con el ceño fruncido, confundida ante sus palabras pero él sólo te miró con sus ojos brillando con travesura y una de sus comisuras levemente elevada. “¿De qué me hablás?” preguntaste desconcertada. “La forma en que te quedaste mirando al tipo ese.” explicó señalando con la cabeza en dirección detrás tuyo. Pasaste de estar confundida a estar ofendida ante su acusación en cuestión de segundos. Definitivamente no estabas haciendo un puchero. “No estaba mirando a nadie, no sé de qué me hablás.” te quejaste y tu bronca aumentó cuando él sólo se rió de tus palabras, claramente encontraba divertida la situación. “No pasa nada, bebé, no soy un hombre celoso.” te prometió dándote un pequeño beso en la frente. Su respuesta te dejó perpleja. Lo miraste mal. “Te dije que no estaba mirando a nad-” te interrumpió con otro beso, esta vez en tus labios. Querías seguir renegándole, pero la forma en que sus labios se tomaban su tiempo en acariciar los tuyos terminó por desconfigurarte por completo. Hiciste una nota mental de que tenías que seguir quejándote… Pero más tarde… No se volvió a mencionar una palabra del asunto durante la cita. Pasearon tomados de la mano mientras observaban los diversos puestos de la feria artesanal y detenían de vez en cuando su recorrido para escuchar a diferentes artistas que tocaban en las calles. No podías evitar notar de vez en cuando que ese brillo pícaro en su mirada y el fantasma de una sonrisa burlona todavía persistían en su labios, y ni siquiera podías estar segura si lo hacía a propósito para obtener una reacción de tu parte o no. Aún así lograba ponerte de mal humor.’ El considerable tamaño de su miembro estirando tus paredes al máximo te obliga a tomarte unos minutos para poder acostumbrarte. Tratás de distraerte contando las múltiples pecas en sus hombros, acariciando con suavidad aquellas manchitas marrones con tus dedos. La fricción de tus pezones erectos contra su pecho es el único alivio que encontrás para lidiar con el ardor entre tus piernas. Empezás con movimientos cautelosos y no medís la fuerza con la que mordés la carne blanda de su hombro para soportar el ligero dolor. Él no emite queja alguna. Se encarga de plantar delicados besos en toda tu piel que tenga a su alcance y sus manos acarician tu figura con cariño mientras tu cuerpo termina de acostumbrarse al suyo. Tus labios se parten ligeramente cuando finalmente el dolor se dispersa y es reemplazado por el placer. Empezás a montarlo con más vigor. Tus uñas se entierran en la delicada piel de su espalda y la forma en que sus manos manipulan el movimiento de tus caderas -más rápido, más profundo- te tiene arañando su espalda sin piedad. El gruñido ronco producto del dolor y del placer que suelta en tu oído provoca que tus paredes se contraigan alrededor de su miembro. “No estaba mirando a otro tipo, basta.” te quejás de la mismísima nada con la voz entrecortada por el esfuerzo que requiere tus movimientos. No sabés si es tu terquedad o el momento inoportuno que elegís para seguir peleando con él, pero suelta una risa incrédula contra tu cuello, su aliento caliente provocándote cosquillas. “Lo que vos digas…” murmura con soltura y vos gruñís sintiéndote frustrada. “Te odio.” te quejás, pero ambos saben que es mentira. “¿Sí?” se separa ligeramente de tu cuerpo para envolver tu cuello con su mano, obligándote a mirarlo. Hay arrogancia y burla en sus ojos. “No se siente como si me odiaras…” comenta casualmente dándote una estocada particularmente fuerte que te obliga a aferrarte con desesperación a su cuerpo. Ahora es tu turno de esconder tu rostro en su cuello para intentar aplacar tus gemidos.
Matías Recalt: te mira fijo con esa cara de orto esperando que reconozcas en voz alta tu error y te disculpes, pero vos solamente los mirás confundida sin entender a qué se debe su repentino semblante serio. Cuando no decís nada empieza la primera parte de tu castigo, la cual es hacerte pasar vergüenza en público. “¿Terminaste de fichar a ese tipo o necesitás unos minutos más?” pregunta tranquilamente aunque podés reconocer un ligero deje de irritación en su voz. “¿Eh? ¿Qué decís? Yo no lo estaba-” “¡Eu, flaco! ¿Podés venir un segundo? Así mi novia termina de relojearte el bulto.” grita sin pudor alguno atrayendo miradas curiosas de las demás personas que se encuentran en el parque. “¡Matías!”. Pasan la tarde tomando mate mientras charlan tranquilos al aire libre, aunque por la forma en que su cuerpo permanece ligeramente tenso sabés que sigue molesto. Te rehusás a reconocer sus acusaciones o a disculparte por algo que no hiciste. Es recién cuando llegan a su casa que él decide hablar sobre el asunto. “¿Me vas a pedir perdón por quedarte mirando a otro chabón como una pajera o te voy a tener que dar motivación para que te disculpes?” pregunta y vos resoplás mientras te sentás en el sillón. “No me voy a disculpar por algo que no hice.” renegás. No escuchás sus pasos acercarse, solamente sos consciente de su presencia detrás tuyo cuando enreda una mano en tu pelo y tira. Sus ojos oscuros te miran desde arriba con una intensidad abrasadora, provocando que te remuevas inquieta en tu lugar. Antes de que puedas articular alguna palabra, suelta su agarre en tu pelo y rodea el sillón, toma asiento en este y de un ágil pero brusco movimiento te coloca boca abajo sobre su regazo. Gritás su nombre pero él te ignora. Sin perder el tiempo, jala hacia abajo tus leggings y tu ropa interior hasta la mitad de tus muslos, dejándote expuesta ante su hambrienta mirada. Cruzás tus brazos sobre el sillón y escondés tu rostro en ellos, sabiendo que mientras más te resistas peor va a ser tu castigo. Las primeras cinco nalgadas te hacen saltar ligeramente, pero no son un problema. ¿Las diez que le siguen? Las soportás aunque tus músculos comienzan a protestar. Cuando está por llegar a las veinte es cuando tu cuerpo empieza a traicionarte. “¿Me querés decir algo?” inquiere con tono de burla cuando te escucha murmurar algo contra la suave superficie del sillón. Te concentrás en tomar bocanadas de aire de manera profunda un par de veces para poder contestarle. “Perdonáme…” decís con voz entrecortada. “¿Y por qué me estás pidiendo perdón?” acaricia la zona enrojecida con delicadeza y hasta te atreverías a decir con algo de cariño. “Perdonáme pero no es mi culpa que flashees cosas que no son, yo-” siseás por el dolor cuando sus uñas se entierran sin piedad en tu piel enrojecida. “Pendeja desubicada.” gruñe. Gritás cuando su mano vuelve a golpear tu cuerpo -cinco veces en el glúteo izquierdo y otras cinco en el derecho- más rápido que antes. Te retorcés y tratás de escapar de su mano cuando sus dedos recogen la prueba de tu excitación entre tus piernas, pero se asegura de que no puedas huir de él cuando pone sus dígitos húmedos justo enfrente de tu rostro. “Mirá lo mojada que estás.” te ordena, pero vos apretás tus párpados con fuerza y girás la cabeza en dirección opuesta a su mano. Querés reclamarle que estás en este estado por culpa de la erección que sentís contra tu estómago, pero ya casi no te queda energía para protestar. Perdés la cuenta de cuántos golpes lleva o hace cuánto tiempo llevás inmovilizada sobre su regazo. Lo único de lo que sos consciente es del sonido de tu propia respiración irregular y del sonido de su mano colisionando contra tu piel. Es solamente cuando registrás su amenaza de cogerte con vos sentada en el borde de la mesa de la cocina, cuya dura y áspera superficie de madera -considerando tu estado actual- te va a provocar más dolor que cualquier placer que él te pueda provocar, que te disculpás entre sollozos.
Santiago Vaca Narvaja: su primer instinto cuando te ve observando a otro tipo con demasiada atención es dejar que su rostro refleje la irritación que siente, pero sabe que existe una gran posibilidad de que su pobre comportamiento sólo le consiga un castigo. Tiene que manejar la situación de una manera más inteligente. Así que, en cambio, te pone sus mejores ojos de cachorrito triste cuando lo mirás. “¿Qué pasa?” le preguntás preocupada cuando ves su semblante decaído. “Estás en una cita conmigo y te ponés a ver a otros hombres…” te recrimina con voz chiquita mientras baja su mirada al suelo. Sabe que te tiene exactamente donde quiere cuando lo mirás entre sorprendida y ligeramente alarmada y le asegurás que no tenés idea a qué se refiere. Sigue pretendiendo estar lastimado por tus acciones mientras que por dentro se regodea cuando le hacés constantes mimitos con el objetivo de convencerlo de que interpretó mal la situación. La cita, que en un principio había consistido en visitar la inauguración de una nueva biblioteca en su barrio, se transformó en una merienda donde vos le invitás cualquier cosa que le tiente. Se sientan en una mesa apartada en el fondo del café. Los rayos crepusculares entran por los enormes ventanales y cubren al rubio con tonos cálidos. Contemplás cómo disfruta de su porción de lemmon pie junto con una gran taza de té. “¿Está rico?” le preguntás luego de darle un sorbo a tu café y él suelta un pequeño sonido de placer como respuesta, claramente disfrutando de su postre. Le sonreís con cariño. Al contrario de lo que el cordobés pueda llegar a creer, a estas alturas de su relación lo conocés lo suficientemente bien como para distinguir cuándo está actuando y cuándo está mostrando sentimientos genuinos. También sos consciente de que hay ocasiones en donde pensamientos intrusivos lo hacen sentirse inseguro sobre muchos aspectos de su vida -incluyendo su relación con vos-, así que de vez en cuando no te molesta pretender que te creés su acto y lo consentís un poco. Un pequeño recordatorio de que no hay nadie más importante para vos que él. ¿Pero este pobre intento de manipulación? No se lo vas a dejar pasar tan fácilmente. Recordás la última vez que te viste obligada a castigarlo, apenas unas semanas atrás. Lo habías sentado en una silla y le habías atado sus muñecas juntas detrás del respaldo. Con tus labios y tus manos te encargaste de estimularlo hasta despojarlo de cualquier pensamiento que no fuera el de correrse, y cuando menos se lo esperó, le colocaste un anillo de silicona en la base de su erección. La mirada horrorizada que te dirigió provocó que la temperatura de tu cuerpo aumentara. Te habías tomado tu tiempo en utilizar su cuerpo para tu propia satisfacción, disfrutando de tus orgasmos con su frente apoyada en tu hombro mientras él sollozaba a causa del dolor. Mientras más disfrutabas, más sufría él. Lo observás llevarse el último pedazo del postre a su boca y relamerse con pereza las migajas de la comisura de sus labios con la punta de su lengua. Múltiples escenarios cruzan tu cabeza, pero hay uno que te tienta más que el resto; el rubio en tu cama boca abajo, aferrándose a los bordes del colchón para poder lidiar con la intensidad de tus embestidas mientras te asegurás de darle en su punto más sensible con la punta de su juguete favorito. Los músculos de su espalda contrayéndose tentadoramente bajo tu mirada hambrienta cuando mueve su cuerpo para encontrarse a mitad de camino con tus caderas, gimiendo con voz ronca y gastada por haber estado pidiéndote perdón casi a los gritos por la escenita que hizo durante su cita. La pálida piel de sus hombros y de su espalda cubierta por marcas -tus marcas- de uñas y dientes, las cuales hacen juego con los pequeños mordiscos de amor que dejaste en ambos lados de su cuello. Tu pulso se acelera. “¿Vamos yendo?” proponés y él asiente, así que ambos se levantan de sus asientos y abandonan el establecimiento tomados de la mano.
Fernando Contigiani: te sujeta de los cachetes con fuerza y te obliga a mirarlo. La sonrisa amable que te regala no combina para nada con su dura mirada. “¿Qué mirás?” te pregunta con un tono apacible. Sabés que la pregunta es retórica por la forma en que sus dedos aprietan tus cachetes, impidiéndote responder. Parpadeás un par de veces y levantás las cejas ligeramente para darle a entender tu desconcierto. Bufa divertido ante el gesto. La mano con la que sostiene tus cachetes libera su agarre y se desliza lentamente hasta colocarse alrededor de tu cuello, mientras que su otro brazo se enreda alrededor de tu cintura y te acerca hacia él. No aprieta tu cuello, sólo te sostiene en el lugar. Una advertencia. “¿Qué tanto mirabas?” te vuelve a interrogar. Mordés tu labio inferior y lo mirás por debajo de tus pestañas. “No sé de qué me hablás, amor.” respondés, tus propios dedos jugando con la cadenita que cuelga de su cuello. Tu cuerpo se tensa cuando sus dígitos aprietan tu cuello levemente. “No me mientas.” exige. “No te miento.” insistís. Se miran directo a los ojos, ambos negándose a ser el primer en romper el contacto visual. Lo observás tensa, esperando su próxima acción, mientras él busca en tus ojos algún indicio que delate que no estás siendo completamente honesta. No sabés qué encontró en tu mirada, pero unos segundos después te arrastra a su auto, el cual se encuentra en un estacionamiento a pocas cuadras. Querés quejarte de que se van a perder la reserva que tanto les costó conseguir en el restaurante que eligieron, pero él no te lo permite. Abre la puerta trasera de su auto y prácticamente te arroja sobre los asientos mientras él se arrodilla en el suelo. Sin darte ningún tipo de advertencia mete sus manos por debajo de tu falda para deshacerse de tu ropa interior -la cual guarda en el bolsillo de su campera de cuero-, y con un movimiento brusco coloca tus piernas por encima de sus hombros. No se molesta en provocarte con toques ligeros y empieza a comerte con impaciencia. Se encarga de llevarte al borde del orgasmo con su lengua en cuestión de pocos minutos, pero cuando estás apunto de correrte se aparta de vos para mirarte con sus ojos oscuros. “¿Vas a volver a mirar a otros tipos como si no estuviera parado al lado tuyo?” pregunta con voz ronca relamiéndose los labios. No tenés idea de qué habla y se lo hacés saber. Te sonríe con crueldad para luego retomar su trabajo entre tus piernas, sus manos asegurándose de mantener tus piernas lo más abiertas posibles en el reducido espacio mientras que sus dedos aprietan sin piedad la tierna carne de tus muslos. Son casi segundos los que pasan para que nuevamente sientas que estás a punto de correrte pero él se vuelve a apartar justo antes de que alcances el orgasmo. “No, basta.” suplicás, tus piernas intentan cerrarse para buscar un poco de fricción pero sus manos te lo impiden. La imagen de su boca brillando por tu excitación hace que la molestia entre tus piernas se intensifique. “¿Vas a volver a mirar a otros tipos como si no estuviera parado al lado tuyo?” te vuelve a preguntar, esta vez con un deje de enojo en su voz. Tratás de controlar tu respiración irregular para responderle de que no estabas mirando a ningún otro hombre que no fuera él, pero parece que no es la respuesta que busca, por lo que vuelve a enterrar su rostro entre tus piernas. Perdés la cuenta de cuántas veces más te llevó al borde sólo para arrebatarte el orgasmo, exigiendo una respuesta a una pregunta que, según vos, ni siquiera debería estar haciendo. Pero todo tiene su límite, incluyéndote. “Tengo toda la tarde, linda.” advierte dibujando lentamente círculos sobre tu clítoris con la punta de su lengua. Muy dentro tuyo sabés que no miente. Sentís toda la parte inferior de tu cuerpo entumecida, la zona entre tus piernas duele por tanta estimulación, todo tu cuerpo está cubierto por una ligera capa de sudor que hace que se pegue a los asientos de cuero del auto y sólo un pensamiento ocupa tu cabeza. Necesitás correrte. Entre lloriqueos, y con tu orgullo olvidado, le decís exactamente lo que quiere oír. Cuando finalmente permite que te corras la sensación es más dolorosa que satisfactoria, provocando que más lágrimas rueden por tus mejillas. No sos conciente de cuando se mete al auto, cierra la puerta detrás de él y maniobra tu cuerpo para sentarte en su regazo, sus brazos envolviendo tu temblorosa figura. 
Juan Ignacio Caruso: “Entonces me di cuenta que el problema estaba en el cable del micrófono y no en-” volteás alarmada para mirarlo cuando abruptamente interrumpe su anécdota al gritar tu nombre con un exagerado tono de horror en su voz. “¿Qué pasó?” le preguntás confundida. “¿Cómo que ‘qué pasó’? ¡Te estoy contando algo que me sucedió el otro día que me hizo pasar por un momento horrible y vos te ponés a fichar a otros tipos mientras te hablo!” te recrimina escandalizado, sus orbes claros brillando con diversión e indignación. Ahora es tu momento de mirarlo horrorizada. “¿De qué me hablás? Si yo no estab-” empezás a decir pero él te interrumpe. “Ah no, no sé, que él te lleve al cine ahora…” decide soltando tu mano y empezando a caminar en dirección opuesta a donde se encuentra el cine. Haciendo oídos sordos a tus palabras continúa con su pequeño acto, fingiendo estar ofendido y tratando de no reírse de la situación en general o de la forma en que lo abrazás por detrás para evitar que siga alejándose de vos. Luego de varios minutos de vos prometiéndole que no estabas viendo a otro hombre decide dejar de fingir que está molesto. O eso es lo que te hace pensar. Una vez que se encuentran envueltos por la oscuridad de la sala del cine, coloca una mano sobre tu pierna de manera casual y comienza a acariciar tu piel con las puntas de sus dedos. No es inusual que compartan este tipo de toque cuando ven una película juntos, así que no reaccionás ante su mimos. Sí reaccionás, sin embargo, cuando sus dedos cesan sus inocentes caricias para viajar en dirección hacía tu entrepierna. Rápidamente agarrás su muñeca para evitar que llegue a dicha zona y lo mirás con una advertencia en tus ojos, pero los suyos siguen fijos en la pantalla grande. Su sonrisa lo delata. Agradecés que están en los asientos ubicados en el fondo de la sala y que hay pocas personas aparte de ustedes dos porque conocés esa sonrisa y lo que esta implica. Sin desviar su mirada de la pantalla, libera su mano de tu agarre y con agilidad deshace el botón y la cremallera de tus shorts para meter su mano y empezar a acariciarte por encima de tu ropa interior. Su sonrisa se vuelve arrogante cuando siente la tela húmeda producto de sus caricias previas. Estás a punto de pedirle que pare, pero cuando sus dedos entran en contacto directo con tu clítoris te ves obligada a apretar tu mandíbula para evitar que cualquier sonido indecente brote de tus labios. Sabés que es una batalla perdida. Te acaricia levemente y se asegura de que sus dedos estén lo suficientemente mojados con tu excitación antes de meter un dedo dentro tuyo. Recién cuando nota que tus paredes se acostumbraron a su dígito, se atreve a meter otro. Unos minutos de sus dedos atacando tu punto más sensible cada vez que entran y salen de tu interior te tienen agarrando los apoyabrazos de tu asiento con desesperación y echando la cabeza hacia atrás, tu respiración agitada provoca que tu pecho suba y baje rápidamente. Estás a nada de alcanzar el orgasmo y tus labios se parten. Rezás que el alto volumen de la película sea suficiente para opacar cualquier sonido que se te llegue a escapar, pero él decide ser el que contesta tus plegarias. Acerca tu rostro al suyo con una mano detrás de tu cabeza y cubre tu boca con la suya en el preciso momento en que tus paredes se empiezan a contraer alrededor de sus dedos. Aprovechás para gemir con fuerza contra sus labios cuando tu orgasmo te golpea sin piedad, una de tus manos agarrando las raíces de sus rulos para tirar con firmeza y la otra clavando tus uñas en tu asiento. Cuando tus paredes aprietan sus dígitos por última vez, se separan con un suspiro pesado y tratás de fulminarlo con la mirada. Sabés que el fuego en tus ojos no tiene efecto alguno cuando levanta sus dedos cubiertos con tu excitación -la luz de la pantalla grande haciéndolos brillar aún más en la oscura sala- y, sin dejar de sonreír, los empieza a limpiar con su lengua. 
Felipe Otaño: no te reclama ni te hace ningún comentario sobre el tema, pero su humor instantáneamente decae a partir de ese momento y su mal genio perdura durante el resto de la tarde. Te das cuenta que algo le sucede por la forma en que tiene el ceño fruncido y sus cejas se juntan levemente. “¿Te pasa algo?” preguntás tirando del brazo que sostiene tu mano para poder llamar su atención. Grandes banderas rojas, blancas y negras se agitan sobre sus cabezas a medida que los hinchas marchan junto a ustedes en dirección a la salida del estadio. “No.” es lo único que dice. La manera cortante en la que te responde provoca que alces una ceja, intrigada. Dejás de caminar abruptamente y volvés a tirar de su brazo, esta vez para obligarlo a que te mire. “Felipe.” su nombre sale de tus labios en forma de advertencia. Sabés que tiene la mala costumbre de cerrarse en vez de hablar sobre el problema y tratar de arreglarlo cuando algo le molesta. Pero también sos consciente de que es algo que tiene integrado desde hace mucho tiempo, mucho antes de que empezaran a salir, y que también es un aspecto de él que se esfuerza en mejorar día a día. Diferentes emociones cruzan por sus ojos claros para finalmente mirarte con inseguridad y con algo de tristeza. “¿Te gusta estar conmigo?” pregunta en un murmuro. Su pregunta te toma por sorpresa. “¿Cómo me vas a preguntar eso? Obvio que me encanta.” prometés acariciando su mejilla con tus dedos y tu corazón se encoge un poquito al ver como él inclina la cabeza queriendo más de tu toque. Tu cuerpo reacciona antes que tu cabeza. Sin pensarlo, tomás su mano y empezás a caminar en dirección de vuelta al estadio, con él dejándose arrastrar pero al mismo tiempo haciéndote preguntas acerca de tus acciones. Lo ignorás. No te toma mucho tiempo encontrar los baños y para tu satisfacción, no hay nadie dentro. Antes de que se dé cuenta, se encuentra sentado sobre la tapa de uno de los inodoros y con vos encima de su regazo, la puerta detrás tuyo cerrada con el seguro puesto. Él no dice nada, por supuesto, solamente permite que hagas con él lo que quieras. No es difícil ponerlo en el humor que querés -su cuerpo siempre está dispuesto a complacerte-, un pequeño detalle que te encanta recordarle de vez en cuando sólo para ver cómo sus mejillas adquieren un bonito tono rosado, provocando que sus pecas se noten con más claridad en contraste con la enrojecida piel de su rostro. Sonreís cuando luego de apenas unos besos y unas caricias suaves de tus manos por debajo de su camiseta sentís el inconfundible contorno de su miembro duro contra tu muslo. Te asegurás de pegar tu torso al suyo para que pueda sentir tus pezones erectos bajo la fina tela de tu corpiño y de tu camiseta. Sin dejar de besarlo, te deshacés de tu cinturón para desabotonar sus jeans y bajar la cremallera. Metés tu mano dentro de su pantalón y lo sujetás. Empezás a mover tu mano lentamente de arriba a abajo, rozando la punta con tu pulgar para recoger las gotas de presemen y volver a acariciar la longitud de su miembro. Jadea sorprendido ante tu toque y se separa para mirarte escandalizado, gesto que te provoca ternura y algo de gracia, teniendo en cuenta que esta no es la primera -ni la última- vez que hacen algo de esta índole en público. “¿Cómo no me vas a gustar? Mirá lo lindo que sos.” admirás su figura con mirada hambrienta. Sus mejillas adquieren aún más color y su respiración se vuelve irregular. Niega con la cabeza, mordiéndose el labio cuando aumentás el ritmo de tus caricias. “Sí, sos lindo y me encantás. Mucho.” afirmás acariciando su mejilla caliente con el pulgar de tu mano libre. Un gemido de sorpresa escapa de sus labios, el sonido retumbando de manera obscena en las paredes del baño. Esconde su rostro ardiente en tu cuello mientras continuás acariciándolo. Sabés que está a punto de correrse por la forma en que su miembro palpita en tu mano y sus brazos abrazan tu cuerpo con desesperación, así que acercás tu rostro a su oído para susurrarle más palabras dulces. Se corre con tu nombre en forma de un gemido roto. Ambos permanecen en la misma posición por unos minutos más, con vos acariciándole el pelo cariñosamente y besando la piel afiebrada de su frente mientras él se recupera de la intensidad de su clímax, pensando en cómo devolverte el orgasmo y en qué posición. 
Agustín Della Corte: volvés a la realidad cuando chocás contra una superficie dura pero contradictoriamente suave al mismo tiempo. Tenés que mirar para arriba para encontrar sus ojos oscuros, los cuales te observan con diversión. Sin decir una sola palabra, envuelve tu figura con sus grandes brazos y te sorprende la fuerza con la que aprieta tu cuerpo contra el suyo. “Se te van los ojos, pajera.” reclama con una risa, entretenido por haberte agarrado desprevenida. Cuando le decís que no tenés ni idea de qué habla, se muerde el labio inferior para contener una sonrisa burlona. Pretende no creerte ni una sola palabra. “Hmm, si vos decís…”. Rodás los ojos ante su actitud infantil. Sabés que están llegando tarde al concierto, por lo que decidís no darle el gusto de seguirle el juego y dejar que el tema muera ahí. A partir de ese incidente, la cita transcurre como cualquier otra excepto por el hecho de que él no se despega de tu figura en ningún momento. Su cuerpo permanece constantemente en contacto con el tuyo, ya sea con un brazo rodeando tu cintura o tus hombros, siempre manteniéndote cerca suyo. Es de los que demuestran su cariño a través del tacto, pero esta vez su agarre en tu cuerpo se siente más posesivo que protector o afectuoso. Decidís guardarte esta pequeña observación para más tarde. No es hasta que ambos se encuentran en su cama, con vos en tus manos y rodillas y con él embistiendo tu cuerpo, que volvés a tocar el tema. Sus movimientos son bruscos, prácticamente tenes que aferrarte al colchón para no terminar con tu rostro enterrado en la almohada. La punta de su miembro acaricia ligeramente tu cérvix, haciendo que la línea entre lo placentero y doloroso se desdibuje cada vez más con cada estocada. Aún así querés más. “Amor, ¿seguís molesto por lo de hoy?” preguntás de forma inocente, como si sus embestidas no estuvieran dificultando tu capacidad para respirar -o pensar- con normalidad. Agachás un poco la cabeza para esconder tu sonrisa complacida cuando sus manos aprietan tu cintura con más fuerza. “Ah, o sea que estás admitiendo que te quedaste babeando por el flaco ese.” afirma y la forma en que su voz -generalmente suave- suena unos tonos más graves te empuja un poquito más cerca a tu orgasmo. “No estaba mirando a nadie, pero vos sos el que se pone celoso sin razón alguna y después quedás con mal humor por el resto del día.” te quejás. Jadeás sorprendida cuando sentís sus manos abandonar tu cintura para pasar por debajo de tus brazos y tirar tu cuerpo hasta que tu espalda choca con la piel ardiente de su pecho. Sin interrumpir el ritmo acelerado de sus caderas abraza tu estómago con un brazo y tu cuello con el otro, inmovilizando tu figura y dejándote a su merced. Tus manos vuelan instintivamente hacia el brazo alrededor de tu cuello para sostenerte. Apoya su cabeza contra la tuya y su respiración errática golpea tu oreja. “Te gusta ponerme celoso, ¿no?” le da una pequeña mordida a tu oreja para luego darte una más fuerte en tu cuello. Se toma su tiempo en succionar suavemente la delicada piel con la intención de dejarte otra marca y te preguntás si su misión personal es cubrir cada rincón libre de tu cuerpo con la evidencia de su lujuria. “Si me volvés a provocar te voy a atar a la cama y te voy a sacar esa actitud de putita que tenés, no me importa cuántas veces ni cómo te tenga que coger, ¿me escuchaste?“ te amenaza directo en tu oído con esa sonrisa tan encantadora que te vuelve loca pintada en su rostro. Volteás tu cabeza para mirarlo y te relamés los labios preparándote mentalmente para las palabras que estás a punto de soltar. “¿Premio o castigo?” tu pregunta se quiebra en la última palabra cuando su brazo empieza a apretar con más fuerza tu cuello, robándote la respiración por unos segundos, para luego aflojar ligeramente su agarre. Tomás una gran bocanada de aire y sonreís complacida cuando escuchás que suelta una carcajada ante tus desvergonzadas palabras. Cerrás los ojos y dejás caer tu cabeza sobre su hombro, tu sonrisa desvaneciéndose para soltar un gemido agudo y roto. Sus caderas empiezan a embestir ahora con menos velocidad pero con movimientos más precisos, como si estuviera tratando de llegar a lo más profundo de tu ser. Sabés que para cuando finalmente se canse de utilizar tu cuerpo, la mayoría de tus músculos van a protestar adoloridos por un buen rato. 
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belencha77 · 1 month ago
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🎄🎅🎄CAPITULO ESPECIAL - NAVIDAD🎄🎅🎄
🔥Ⓜ️
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Durante los días posteriores al atentado, me ocupé de los preparativos navideños en el Palacio. Las luces iluminaban el edificio cada noche, y el árbol de Navidad en la sala principal evocaba cálidos recuerdos de mi infancia, cuando mi abuela y yo adornábamos nuestro hogar. Estos momentos, junto con los Carter, siempre estarán en mi corazón.
En el centro de Cordonia, animamos a la gente a decorar el árbol de la plaza principal. La comunidad recibió la idea con entusiasmo, y me emocionó ver cómo se acercaban al espíritu navideño. Esta celebración, antes reservada para la familia real, ahora une al pueblo con Liam, revelando su lado más humano y cercano.
Liam está demostrando un reinado más humano y accesible. A diferencia de su padre, se acerca al pueblo, comparte alegrías y trabaja para aliviar penas. Aunque su liderazgo está siendo puesto a prueba tras los recientes atentados, Liam continúa esforzándose por ganarse completamente la confianza de su gente.
Juntos, visitamos hospitales y refugios, y organizamos una fiesta en un orfanato donde los niños recibieron regalos. Ver su alegría fue un bálsamo en medio del miedo que aún sentimos. Estas celebraciones ayudan a calmar la ansiedad y a traer una renovada felicidad a Cordonia, aunque la recuperación aún continúa.
24 diciembre, temprano en la mañana.
Hoy es un día especialmente emocionante para mí. Es 24 de diciembre, y estoy esperando ansiosamente la llegada de mi padre y mi hermano para celebrar las festividades juntos. Me levanté temprano, llena de entusiasmo, lista para recibirlos. Sin embargo, al despertar, noté que Liam no estaba en la habitación. Aun así, la emoción no se desvaneció; estoy feliz de ver a mi familia después de tanto tiempo.
Michell y Frank no podrán venir, ya que están reuniendo a sus familias para las fiestas. Su relación se está volviendo seria, y eso me alegra mucho. Michell merece ser feliz, y Frank es el hombre ideal para ella.
Liam, siempre tan considerado, ha ofrecido su jet para traer a papá y a Ethan desde Boston, asegurándose de que lleguen a salvo. Saber que están en camino hace que mi corazón se llene de alegría. Aunque no puedo evitar sentirme un poco nerviosa, la felicidad de tenerlos cerca me inunda.
|| ¿Cómo está mi futura Reina? || exclamó Liam, entrando al vestidor con una sonrisa radiante, interrumpiendo dulcemente mis pensamientos.
|| Hola, guapo. Estoy bien, pero... ¿dónde estabas? Me desperté y no te encontré || le digo mientras me acerco, rodeando su cuello con mis brazos y sellando nuestras bocas en un beso largo y apasionado. || Estás completamente vestido y listo para el día ||
|| Salí a trotar al amanecer, pero cuando volví, te vi tan profundamente dormida, tan tranquila, que no tuve el corazón para despertarte. Quería que descansaras. Después, me puse a trabajar en algunas cosas pendientes, aunque no puedo negar que este recibimiento es lo mejor que me ha pasado hoy || dice con una sonrisa que revela cuánto aprecia este momento. Noto que sostiene algo en sus manos, lo que despierta mi curiosidad.
|| ¿Qué tienes ahí? || pregunto suavemente, con una mezcla de intriga y emoción.
|| Oh, esto… es un pequeño regalo para ti || responde, con una ternura que me derrite.
|| Liam… 'pequeño' y 'regalo' nunca van juntos en tu vocabulario || le digo, mientras él ríe suavemente. || Pero... ¿por qué no esperar hasta la noche? ||
|| Porque no podía esperar para darte mi regalo especial de Navidad. Quería que lo tuvieras ahora, para que supieras cuánto significas para mí. Además, es mi manera de agradecerte por todo lo que has hecho en estos días. || Su voz se suaviza, y en sus ojos veo todo el amor que siente por mí.
|| ¿Agradecerme? ¿Por qué? || susurro, conmovida por sus palabras y por el cariño que emana de él. Liam acaricia mi mejilla con delicadeza, mirándome con una intensidad que me hace sentir como si fuera la única persona en su mundo.
|| Porque en medio de todo lo que hemos pasado, tú has sido mi ancla, mi fuerza. La gente de Cordonia está feliz, a pesar del incidente en el Palacio. Se sienten emocionados por los cambios y están contentos con la manera en que estoy llevando el reino. Y todo esto te lo debo únicamente a ti, Riley. Tú has sido el motor detrás de estos cambios, mi mayor apoyo, mi inspiración. Eres la Reina ideal para mí... Siempre supe que eras la elección correcta, pero cada día que pasa, lo confirmo una vez más. Eres lo mejor que ha llegado a mi vida. Este regalo es solo una pequeña muestra de cuánto te valoro. ||
|| Oh, cariño || respondo suavemente, acariciando su mejilla || La gente finalmente está viendo lo que yo siempre vi en ti: esa esencia que llevas dentro de tu corazón. Eres, y siempre serás, un magnífico Rey || le digo, señalando suavemente el lugar donde late su corazón.
|| Gracias por ser la Reina que necesitaba || susurra antes de acercarse y besarme con ternura. || Y bueno, ¿estás emocionada por ver a tu familia? ||
|| Claro que sí... Estoy muy ansiosa por verlos || respondo, mientras Liam mira su reloj y sonríe.
|| Por cierto, deben estar por llegar al Palacio. El piloto me llamó para avisarme que estaban cerca. ||
|| Perfecto... ¿Sabes algo de Leo y Katie? ||
|| Leo me dijo que Katie está a punto de dar a luz, y no quieren arriesgarse a un viaje tan largo en este momento. Pero pronto los visitaremos o, cuando puedan, ellos vendrán. ||
|| ¡Qué emoción! Finalmente, un bebé en la familia. Estoy deseando conocerlo || exclamo, llena de alegría.
|| Sí, yo también muero por conocerlo || responde Liam. Me pierdo un momento, imaginando lo maravilloso que sería ser madre y tener un pedacito de los dos en una sola persona. Leo y Katie se conocieron en Grecia hace unos tres años. Ella es estadounidense, y su amor fue tan inmediato como el nuestro. Leo abdicó por ella, buscando felicidad en Washington, lejos de Cordonia. || ¿Riley? || Liam me saca de mis pensamientos. || ¿En qué piensas, amor? ||
|| En lo hermoso que sería ser madre y tener un pedacito de los dos en una persona || confieso. Liam me abraza y me besa en la frente.
|| Yo también lo anhelo. Algún día lo haremos realidad. || Con una sonrisa, Liam me entrega una elegante caja azul. || Bueno, ahora quiero que abras esto. || La abro con cuidado y descubro una gargantilla de oro blanco con un zafiro azul en forma de gota. Sorprendida, llevo las manos a mi boca, con lágrimas asomando en mis ojos.
|| Liam… ¡Es absolutamente hermosa! || exclamo, conmovida.
|| No tanto como tú || respondió Liam, su voz cargada de ternura. Con una sonrisa sincera, añadió || Quiero que la uses en la cena. Pruébatela. || Él retiró mi cabello con delicadeza y colocó la gargantilla alrededor de mi cuello. Cuando terminó de ajustarla, Liam me dijo con una mirada llena de amor || Mírate ||
Me acerqué al espejo, y la visión de la joya adornando mi cuello me dejó sin aliento. Era una obra de arte, reluciendo con un brillo que parecía capturar cada chispa de la luz.
|| Es perfecta… Me encanta, Liam. ¡Gracias! || exclamé, con la voz temblando de emoción mientras me giraba para abrazarlo con fuerza.
|| Ver tu felicidad es el mayor regalo para mí, amor || dijo Liam, envolviéndome en sus brazos con una sonrisa que reflejaba su propia alegría.
|| Bueno, ya que estamos en el intercambio de regalos anticipados || le dije con una sonrisa traviesa || Yo también tengo algo para ti. || Tomé su mano con suavidad y lo guie hacia la habitación. Una vez allí, fui a uno de mis cajones y saqué un regalo envuelto con esmero. Lo coloqué cuidadosamente en sus manos y le dije con una sonrisa || Aquí tienes, amor. ||
Liam tomó la caja con curiosidad y comenzó a rasgar el papel lentamente. Sus ojos se iluminaron al descubrir un libro antiguo y majestuoso.
|| ¡Vaya! Este libro se ve increíblemente antiguo y especial… || comentó, admirando el regalo.
|| Lo es || le respondí con una sonrisa amplia || Es un libro escrito a mano que narra la historia de Cordonia. ||
|| ¡Wow! ¿Escrito a mano? Entonces este libro en sí mismo es una pieza de historia || dijo Liam, asombrado.
|| Así es… Pero lo que realmente quiero que veas es el capítulo final || le sugerí con una mezcla de emoción y nerviosismo mientras él pasaba las páginas hasta llegar al final. Su expresión pasó de asombro a confusión.
|| Pero ¿Por qué en blanco? ||
|| El futuro de Cordonia está en tus manos, y el próximo capítulo será completamente tuyo. Espero que esté lleno de paz, prosperidad y, sobre todo, amor. Preferiría más romance que intriga. || Me reí suavemente, provocando que él sonriera emocionado.
|| Mi amor, la única intriga amorosa que me interesa es la que estoy viviendo contigo, mi hermosa prometida, que pronto será mi esposa y reina. || Liam cerró el libro con cuidado y apoyó una mano en su portada. || Es el regalo más considerado que he recibido. Que lo que me has dado siempre me sirva como un recordatorio potente de lo que realmente significa ser rey. Te agradezco desde el fondo de mi corazón. ||
|| De nada, mi Rey. || Le respondí, mientras Liam me sonreía. Depositó el libro sobre una mesa cercana y cerró la distancia entre nosotros, abrazándome y mirándome a los ojos con amor. Luego se inclinó para un beso apasionado. Lo atraje hacia mí, encontrándome con ese beso impaciente y profundo.
|| ¡Me encantas, Riley! || exclamó Liam, mientras el beso continuaba. Su lengua jugueteaba artísticamente con la mía, y sus manos exploraban mi cuerpo con una pasión ardiente. Él me sonreía mientras me guiaba hacia atrás, llevándome hacia la cama. Me tropecé y mis piernas se enredaron con las suyas, pero me negué a romper el beso. Finalmente, mis piernas golpearon el borde de la cama, haciéndome caer sobre las mantas. Liam se arrastró sobre mí, sus cálidos labios encontrando los míos de nuevo en un instante. Luego, sus labios rozaron mi piel, dejando un rastro de besos por mi pecho y cuello antes de volver a encontrar mis labios. Me besó con avidez y pasión, sus dedos deslizando hábilmente debajo de mi ropa, haciendo que mi piel se erizara completamente. Pasé mis manos por su espalda dura, descendiendo lentamente hasta su trasero perfecto. Sentí su sonrisa debajo del beso. Sus manos se deslizaron más abajo de mí, y de repente me detuve. Él intentó desabrochar mi vestido, pero puse una mano sobre la suya para detenerlo, sonriendo con picardía || Riley, ¿por qué paras? Te necesito. ||
|| Voy a desnudarme para ti. || Respondí, deslizándome rápidamente fuera de la cama.
|| Wow… Eso me encantaría ver. || Se apoyó sobre sus codos en la cama, mientras yo le daba la espalda y tarareaba una melodía baja y entrecortada. Moví mis caderas lentamente al ritmo de la música, buscando la cremallera de mi vestido y arrastrándola lentamente por mi espalda. Me burlé de él, mostrando poco a poco mi piel desnuda mientras él sonreía || Cielos, Riley, eres irresistible y … || Su voz se cortó cuando giré para mirarlo, perdiendo el hilo de sus pensamientos. Lentamente comencé a deslizar mi vestido por mi pecho, luego por mis caderas, hasta que cayó completamente al suelo. Mantuve la mirada fija en Liam y me acerqué lentamente, bailando sensualmente para él.
|| ¿Te gusta lo que ves? || le pregunté, y él extendió sus manos, jalándome hacia él.
|| Ven aquí. || Exclamó, besándome con urgencia, mientras sus manos se movían por toda mi piel desnuda. Yo, a su vez, trabajé rápido con su ropa, lanzándola al suelo para que se uniera a la mía en una pila. Mi corazón latía con fuerza mientras rodábamos juntos por la cama, nuestros cuerpos entrelazados. Enterré mi cabeza en su cuello, trazando la curva de su mandíbula con mis labios. Suspiré al sentir sus manos recorriendo mi piel, sus yemas acariciándola. Mi respiración se detuvo cuando sus dedos se movieron entre mis piernas, urgentes y ardientes || Es imposible pensar con claridad cuando te veo así… Me encanta ver cómo te hago sentir. || Sin decir nada, le pellizqué la oreja, tomando el lóbulo entre mis labios. Su respiración se aceleró, y sus jadeos se volvieron más profundos || Mmmm... Me encanta verte desnuda... perfecta... Y saber que eres mía, solo mía... ||
|| Siempre seré tuya, Liam… || Respondí sin vacilación. Él me besó con más fuerza, sus dedos moviéndose de nuevo en mí, haciendo que la pasión floreciera en mi cuerpo como un fuego salvaje. Mis gritos exclamarían su nombre. Liam no me hizo esperar. Suspiré al unirnos finalmente, nuestros cuerpos complementándose. Sus manos tomaron las mías y las guiaron sobre mi cabeza. Capturó mis labios, besándome mientras sus caderas se movían contra mí. Envolví mis piernas alrededor de su cintura mientras él movía las caderas con un ritmo cada vez más intenso, gimiendo mi nombre en mi oído.
El fuego salvaje en mí se descontroló y onduló deliciosamente a través de todo mi cuerpo, desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies. Clavé mis uñas en su espalda mientras un grito entrecortado se escapaba de mis labios.
♕ ♕ ♕
Un poco más tarde, yacemos en la cama, yo envuelta felizmente en los brazos de Liam. El ritmo suave y relajante de su respiración me arrulla, y siento el cálido subir y bajar de su pecho mientras suspira con satisfacción.
|| ¿Fue ese un suspiro de felicidad o uno más melancólico? || Pregunto con curiosidad, acariciando suavemente su pecho.
|| Creo que un poco de ambos... No puedo creer que esta sea nuestra primera celebración de las festividades juntos. ||
|| Es cierto, es maravilloso. Pero cuéntame, ¿cuál es el suspiro melancólico? ||
|| Supongo que vas a insistir hasta que te lo diga, ¿verdad? || Asiento con una sonrisa traviesa, y él me responde con una sonrisa indulgente || Cuando pienso en dónde estaba yo en esta misma época el año pasado, recuerdo claramente cómo mis padres insistieron en que era el momento de elegir una esposa por razones políticas y tradicionales. Yo, fiel a mi deber, me preparé para una vida de responsabilidades, pero sin amor… Y... ||
Rápidamente interrumpo sus pensamientos presionando suavemente un dedo sobre sus labios.
|| Mi amor, eso ya quedó atrás. No nos enfoquemos en el pasado; celebremos el presente, el futuro, y todo lo hermoso que tenemos y lo que vendrá. || Exclamo, mientras él se ríe, abrazándome con ternura antes de besarme suavemente.
|| Tienes razón. Con corona o sin ella, tener tu amor me convierte en el hombre más afortunado del mundo. ||
|| Liam, te amo con todo mi corazón. ||
|| Y yo te amo a ti, Riley... Más de lo que podrías imaginar. || Me besa de nuevo, con una intensidad que hace que me pierda en el calor de sus abrazos y la dulzura de sus labios.
|| Creo que tenemos que prepararnos para salir. || Digo con una sonrisa juguetona. || Pero por tu culpa, tendré que arreglarme de nuevo ||
Él se ríe y me atrae hacia él en un beso profundo y ardiente.
|| ¿Solo mi culpa? || Me responde, y yo sonrío con picardía.
|| Está bien, de ambos... Pero será mejor que nos vistamos pronto. ||
Mientras me levanto de la cama para recoger nuestra ropa del suelo, siento su mirada fija en mí, llena de admiración. Me visto rápidamente cuando, de repente, alguien toca la puerta de nuestros aposentos.
|| Riley, ¿estás ahí? || La voz de Hana llama desde el otro lado, rompiendo el hechizo del momento. ¡Mierda! Exclamo mentalmente, sintiendo la urgencia de prepararnos.
|| ¡Voy! || Grito mientras me apresuro hacia la puerta. || ¡Dame un segundo! ||
Abro la puerta principal y me encuentro con Hana, que me recibe con una sonrisa animada.
|| Amiga ¡Tu familia ya se encuentra aquí! || Anuncia Hana con entusiasmo. Al ver mi aspecto algo desaliñado, sus ojos se agrandan ligeramente. || Oh, lo siento, no quería interrumpir... ||
Un súbito nerviosismo me invadió, y traté de disimularlo lo mejor posible.
|| No, no es nada || respondí, notando que mis palabras salían un poco atropelladas. || Solo estábamos... Bueno… ¿Y dónde están? || pregunté, desviando rápidamente la conversación. Hana, al darse cuenta de mi ansiedad, sonrió ampliamente.
|| Después de dejar su equipaje en sus suites, se encontraron con Maxwell, quien los llevó a un pequeño tour por la casa. Creo que iban hacia el salón de baile || explicó, mientras yo fruncía el ceño.
|| ¿Al salón de baile? || pregunté con incredulidad || ¡Santo cielo, Hana, será mejor ir antes de que Maxwell haga alguna locura! Solo dame un minuto para arreglarme || dije apresuradamente, corriendo hacia mi habitación. Al entrar, encontré a Liam dándose los últimos retoques frente al espejo. || Mi familia ya está aquí, pero necesito retocarme un poquito antes || dije, mientras me miraba en el espejo y notaba el desorden en mi cabello y maquillaje después de nuestro momento íntimo. Mientras arreglaba mi cabello y retocaba mi maquillaje, observé a Liam en el reflejo, ajustándose la chaqueta y pasando una mano por su cabello para darle un toque final || Espero que Maxwell no intente enseñarles a Ethan o a mi papá el tobogán eléctrico || dije riendo, intentando relajarme mientras él se reía conmigo a través del espejo.
|| Con Maxwell, cualquier cosa es posible || responde Liam, sonriendo. || Pero sé que estarán felices de verte, especialmente después de tanto tiempo. ||
Terminé de arreglarme y me acerqué a él para darle un beso suave en los labios.
|| Tienes razón. No tardes mucho, quiero presentarte oficialmente como mi prometido. ||
|| Claro, mi amor… Ve, yo estaré listo en breve. || Responde Liam, con una sonrisa que ilumina su rostro.
**
Al bajar al salón de baile, me encontré con una escena que me hizo reír. Maxwell estaba en medio de un break dance improvisado, mientras mi papá, Ethan y Susan lo observaban, algunos con asombro y otros con evidente diversión.
|| ¡Por fin están aquí! || Exclamé con emoción, corriendo hacia papá y lanzándome a sus brazos. Lo rodeé con fuerza, sintiendo el calor y la seguridad de su abrazo, mientras él me devolvía el gesto, riendo con esa risa profunda y reconfortante que siempre me hacía sentir en casa.
|| ¡No nos hubiéramos perdido las fiestas en Cordonia por nada del mundo! || Dijo papá, acariciando mi cabello con ternura y mirándome con esos ojos llenos de orgullo y amor. Sentí cómo una ola de calidez me envolvía, y no pude evitar sonreír mientras lo abrazaba aún más fuerte, apreciando cada segundo de ese momento. Maxwell se acercó a mi lado de un salto, siempre lleno de energía.
|| ¡Mi Flor! ¡Estaba mostrándole a tu familia mis mejores movimientos para que los probemos durante la cena! || Exclamó Maxwell con su típica alegría contagiosa, haciendo que soltara una risita. Su entusiasmo siempre lograba hacerme sonreír. Hana también sonrió y no tardó en acercarse para abrazarlo con cariño. Decidí entonces dirigirme a mi hermano, con quien solo había podido hablar un par de veces por teléfono. A diferencia del resto, Ethan se veía serio, observando las payasadas de Maxwell con una mezcla de curiosidad y reserva.
|| Hola, Ethan. Estoy muy contenta de que hayas aceptado venir. || Le dije mientras me acercaba para abrazarlo, poniendo todo mi cariño en ese gesto. Por primera vez, sentí que su respuesta era sincera y cercana.
|| Gracias, Riley, por la invitación. Honestamente, Susan fue quien más insistió en que viniéramos. || Respondió con un tono suave, que me hizo sonreír aún más. Mir�� a Susan, agradecida, y no pude evitar sentir una conexión especial con ella. Aunque solo la había conocido esa vez en el consultorio, sentí que compartíamos una química natural.
|| ¡Es un gusto verte de nuevo, Susan, y sobre todo, tenerte aquí! || Le dije, abrazándola con genuino afecto. Ella me devolvió el abrazo con una calidez
|| ¡Es un placer para mí, Riley! || Dijo Susan con una sonrisa cálida y sincera || Por cierto, quiero felicitarte de todo corazón por tu compromiso. Estoy segura de que tú y Liam serán muy felices juntos || Susan me dijo con sinceridad, y me sonrió con afecto || Estoy muy emocionada por tu boda ||
|| ¡Gracias, Susan! eso nos convierte en dos || Le respondí, emocionada por sus palabras.
|| Más de dos en realidad || Exclamó Liam, mientras entraba al salón con una cálida sonrisa. Al llegar a mi lado, me rodeó la cintura con su brazo, acercándome a él y depositando un dulce beso en mi mejilla.
|| Cariño, ya conoces a mi papá || Le dije, sonriendo.
|| Sam, qué gusto verte de nuevo. Me alegra que hayan llegado sanos y salvos || Dijo Liam, dándole un fuerte abrazo. || ¿Cómo estuvo el vuelo? ||
|| ¡El vuelo estuvo increíble! Qué bueno verte, Liam. Fue muy amable de tu parte enviarnos tu jet. Gracias por la invitación || Respondió papá, claramente satisfecho.
|| No fue nada en absoluto. Después de todo, vamos a ser una familia en pocos meses. Es un placer tenerlos con nosotros || Dijo Liam con calidez.
|| Felicitaciones por el compromiso, mi hija está feliz || Comentó papá.
|| Sam, mi plan en la vida es hacerla feliz || Exclamó Liam, abrazándome y dándome un beso en la frente. Yo sonreí ampliamente.
|| Liam, quiero presentarte a mi hermano, el doctor Ethan Beckett, y a su novia, la doctora Susan Grey || Dije, señalando a Ethan y Susan. Liam les dio una cálida bienvenida y luego puso su brazo sobre mis hombros.
|| Es un gusto conocerlo, Su Majestad || Dijo Ethan, extendiendo su mano con seriedad. Susan, visiblemente nerviosa por conocer a un rey, trataba de ocultar su entusiasmo mientras admiraba a Liam. Sus manos temblaban ligeramente al extenderlas para un apretón de mano y sus ojos no podían apartarse del Liam, claramente impresionada por su presencia y su atractivo.
|| Ethan, por favor, pronto seremos cuñados. Deberías empezar a llamarme Liam || Dijo Liam, luego dirigiéndose a Susan || Y lo mismo va para ti, Susan ||
Susan, intentando calmar su nerviosismo, sonrió y asintió con la cabeza, sin responder de inmediato hasta que Ethan la codeó delicadamente.
|| Eh… este… Claro, Liam. Encantada de conocerte || dijo Susan, su voz temblando ligeramente mientras reía nerviosamente, mostrando su emoción al encontrarse con un rey tan carismático.
|| Es maravilloso tenerlos a todos aquí. Bienvenidos a Cordonia || respondió Liam, ajeno al pequeño percance. Vi la oportunidad de suavizar el ambiente y decidí presentar a los demás. Extendí las manos hacia donde estaban Maxwell y Hana, sin demasiados rodeos.
|| Bueno, ya conocieron a Maxwell y a Hana || dije, señalándolos con una sonrisa. Maxwell, fiel a su estilo, hizo un comentario que provocó algunas risas, pero no quise alargar el momento. Ethan parecía querer decir algo, pero lo interrumpí antes de que pudiera hacerlo. Justo entonces, el sonido de la puerta nos hizo girar. Drake y Sara entraron en la habitación, y su llegada fue el momento perfecto para cambiar de tema || Llegaron en el momento preciso || exclamé, aliviada por la interrupción. || Drake, ya conoces a todos, pero familia, quiero que conozcan a Sara. Sara, estos son mi padre, Sam, mi hermano, Ethan, y su novia, Susan. ||
Sara se acercó, extendiendo su mano con una cálida sonrisa.
|| Un gusto conocerlos || Dijo Sara, mientras se acercaba a saludar a los presentes. Papá, emocionado por la llegada de su familia, respondió con calidez. Sin embargo, noté que las miradas de Drake y Ethan se evaluaban con cautela.
|| ¿Sigues siendo tan grosero y gruñón como la última vez que nos vimos? || Preguntó Drake con el ceño fruncido. Ethan, con una mano en la cadera, respondió.
|| Discúlpame, pero no soy grosero ni gruñón. Soy un profesional, que es muy diferente. Y hasta ahora, no tengo claro quién eres tú ||
|| ¡Ethan! || Susan le dio un codazo en las costillas.
|| ¡Muchachos! || Exclamé, tratando de calmar la situación. Sabía que no se llevaban bien al principio. Liam observaba el intercambio, claramente desconcertado.
|| Bueno, por su reacción… ¿Supongo que ellos dos no se llevan muy bien? || Preguntó Liam, curioso.
|| La verdad es que son muy parecidos, amor. ¡Ambos pueden ser amargos como limones a veces! || Exclamé con una sonrisa.
|| ¡HEY! || Respondieron al unísono ambos hombres. Miré a Drake con severidad, esperando que se comportara. Tras sentir el peso de mi mirada, él se volvió hacia mi familia.
|| Muy bien, lo siento. Empecemos de nuevo || Dijo Drake, extendiendo la mano hacia papá || Sam, es un placer verte de nuevo ||
|| Igualmente, Drake || Contestó papá con una sonrisa || Y, por cierto, quiero agradecerte por salvar a mi hija. Fue un acto muy noble ||
Al escuchar esto, Drake pareció visiblemente nervioso. Su mano tembló ligeramente al estrechar la de papá.
|| No... no tienes que agradecerme, Sam. Lo hice por... || Comenzó Drake, tratando de mantener la compostura. || Lo que haría con cualquier amigo ||
|| Me alegra verte mejor || Dijo papá, con una sonrisa.
|| Sí, mucho mejor... Gracias || Respondió Drake, acercándose a Susan para darle un beso en la mejilla || ¿Susan, verdad? Un placer verte de nuevo ||
Susan asintió y respondió con una sonrisa cálida. Luego, Drake extendió la mano hacia Ethan.
|| ¿Hacemos las paces, doctor? || Preguntó, su tono reflejando una mezcla de nerviosismo y sinceridad. Ethan lo miró con seriedad, pero luego asintió.
|| Está bien, hagamos las paces. Solo por el bien de mi hermana || Dijo Ethan, y luego añadió || Y gracias por todo lo que hiciste ||
|| La paz || Afirmó con una sonrisa que intentaba ser relajada || Como dije, no fue nada ||
De repente, se hizo un silencio incómodo, así que decidí intervenir rápidamente para romper la tensión.
|| Bueno, ¿qué les parece si seguimos al comedor? || Sugerí con una sonrisa, buscando disipar la tensión. || El personal ha preparado algo especial para nosotros. ||
Liam asintió, devolviéndome la sonrisa, y con eso, empecé a guiar al grupo hacia el comedor, dejando atrás cualquier incomodidad y centrando nuestra atención en disfrutar de la velada juntos.
♕ ♕ ♕
Por la noche, disfrutamos de una cena exquisita en compañía de todos, donde intercambiamos regalos y compartimos una conversación amena. La atmósfera estaba llena de alegría, y por un momento nos sentimos como una gran familia unida y feliz. Aunque extrañé a mi mamá, me reconfortó tener a mi papá y a mi hermano aquí conmigo. El miedo causado por el atentado quedó temporalmente atrás, permitiéndonos celebrar estas fechas tan especiales juntos.
Casi a la medianoche, decidimos que era hora de descansar. Mientras Liam y yo caminábamos tomados de la mano por los pasillos, él se detuvo bajo un arco y señaló hacia arriba.
|| Eh, mira eso... || dijo, y allí, en la parte superior, colgaba un muérdago. Bajé la mirada y me encontré con la cálida sonrisa de Liam.
|| Vaya, eso significa que debemos seguir las reglas || respondí con una sonrisa.
|| Por supuesto, no queremos romper ninguna tradición navideña || dijo Liam, acercándose lentamente para besarme. Al separarnos, nos quedamos mirándonos.
|| Te amo, Liam. Feliz Navidad || dije con felicidad.
|| Y yo te amo a ti, Riley... Feliz primera Navidad juntos || respondió él, con una sonrisa que lo decía todo.
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rubimoon45 · 21 days ago
Text
Delicious temptation on a cold heart
-Ran Haitani x fem!reader
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/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 14,5k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
First chapter, second chapter, thrid chapter, fourth chapter, fifht chapter _Masterlist_
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El salón brillaba con la luz suave de las lámparas de araña, y el sonido de la música de cuerdas llenaba el aire, mezclándose con el murmullo elegante de las conversaciones. La fiesta estaba en pleno apogeo, con camareros deslizándose entre los invitados, sosteniendo bandejas de champán y aperitivos delicados. Hope estaba de pie cerca de una de las ventanas grandes, mirando hacia el exterior, intentando calmar el torbellino de emociones que la había estado acosando toda la noche.
Se había vestido como le dijeron. Elegante. ¿Qué era eso? Solo había vestido dos estilos en toda su vida. El formal que la obligaban a llevar en la residencia de su familia y del que se deshizo con la boda y luego el que ella llamaba "despreocupado". Este consistía en vaqueros ajustados o sueltos y jerseys y chaquetas. Nada de vestidos ni ropa con sus medidas y que adaptaban cuando cogía o perdía peso. Y, ahora, parecía más un disfraz entre toda ese gente. Un vestido blanco hasta las rodillas, fluido, que había encontrado entre toda la ropa de su armario y tacones que entendió que por el color iban a juego. De joyas había cogido un collar plateado y largo con pequeñas joyas verdes -esmeraldas reales, supuso- y unos pendientes a juego. Por supuesto, llevaba la alianza de matrimonio. En ese mundo para apariencia lo era todo.
Ran se encontraba unos metros más allá, hablando con un grupo de conocidos del trabajo, sus sonrisas y risas ocasionales retumbando en los oídos de Hope como una burla cruel. Estaban ahí, en esa fiesta perfecta, con la gente perfecta, pero dentro de ella todo estaba mal. Se sentía fuera de lugar, atrapada en un mundo donde cada palabra parecía un desafío, cada gesto una acusación velada. Los tacones le hacían daño. La poca gente con la que hablaba eran extraños y acababan hablando de inversiones y beneficencia.
Las miradas que había intercambiado con Ran durante la noche no habían sido las usuales. Ya no eran cómplices ni llenas de lo que fuera que vivieron en Osaka. Eran frías, tensas, como si estuvieran esperando el momento en que todo estallara. Era como vivir en una realidad paralela, lejos de un momento inicial lleno de diversión a su manera de ser y, de repente, nada. Frialdad. Y cuando una de las mujeres del grupo soltó una risa demasiado alta tras un comentario de Ran, algo en Hope se quebró.
Estaba cansada. Le dolía el cuerpo, con la presencia de los daños en el cuerpo y mentales por lo ocurrido en Osaka y días antes, y solo quería regresar a casa y sentarse y descansar. Hablar con Ran, tal vez, sobre lo que pasaba entre ellos. Podía intentar, al menos, convencerlo de que no estuviera tan enfadado si le prometía a cambio no hacer ninguna imprudencia como la de salir a la tormenta.
El corazón le latía fuertemente. Una mujer castaña y con un traje verde de lo más elegante se le había acercado a preguntarle sobre su interés en una asociación. Hope la escuchaba, pero apenas le prestaba atención. Los dedos le temblaban en la copa de champán, del que bebió otro trago. ¿Debía hacerlo en su estado? De todos modos, no sabía nada. ¿Qué diablos hacia ahí? ¿Por qué no estaba en su casa?
-Discúlpeme un momento.
La mujer le sonrió con educación, aunque era capaz de distinguir la tensión en sus facciones cuando empezó a alejarse. Dejó su copa de champán sobre una mesa cercana y caminó hacia Ran, sin pensar realmente en lo que estaba a punto de hacer. Su corazón latía rápido, y su mente estaba nublada por una mezcla de resentimiento y dolor.
-Ran, ¿podemos hablar? -dijo, interrumpiendo la conversación con más brusquedad de la que había planeado.
Los ojos de Ran se encontraron con los suyos, y Hope vio una sombra de incomodidad cruzar su rostro. Las personas a su alrededor guardaron un breve silencio, percibiendo la tensión, antes de volver a sus propias conversaciones, pero la atmósfera ya se había cargado.
-Mi esposa -presentó en voz baja. La mujer que tenía delante asintió, con una sonrisa hambrienta en unos rasgos simétricamente perfectos. Ran le puso una mano en la parte baja de la espalda, inclinándose hacia ella-. Ahora no -respondió Ran en voz baja, sin alterar la calma superficial que mantenía-. Estamos en medio de algo, Hope. Es importante.
Pero Hope no podía esperar. El silencio era lo último que necesitaba. En lo que se había convertido... Sintió la humillación acumulándose en su garganta, una mezcla de inseguridad y frustración que no podía contener más.
-¿No podemos hablar ahora? Estoy muy cansada. De verdad -su voz temblaba, y aunque trataba de no levantarla, estaba claro que había un filo afilado en sus palabras.
Ran soltó un suspiro pesado, y la sonrisa social que había mantenido hasta entonces se tensó visiblemente. Solo para ella. A ojos de los demás, debía de seguir siendo el encantador hombre que amaba la atención. O lo que diablos fuera que pensasen esas personas ridículamente ricas.
-No es el momento ni el lugar -dijo con los dientes apretados, la tensión en su mandíbula evidente. Estaba tratando de mantener el control, pero su mirada revelaba la frustración que intentaba reprimir.
-¿Cuándo es el momento, entonces? -replicó ella, sintiendo cómo la rabia y el cansancio se mezclaban. Sabía que estaba haciendo una escena, sabía que todos a su alrededor probablemente estaban escuchando, pero en ese instante no le importaba demasiado.
Las miradas furtivas de los otros invitados no pasaban desapercibidas. Algunos se alejaron discretamente, pero otros permanecían, fingiendo no prestar atención, aunque era evidente que estaban atentos al desarrollo de la situación. Ran, consciente de las miradas sobre ellos, dio un paso hacia Hope, bajando la voz, pero con una frialdad que la hizo estremecerse.
-Ahora no.
Hope sintió cómo un calor incómodo subía por su cuello, mezclando el enfado con una profunda vergüenza. Estaba allí, frente a él, delante de todos, y lo único que sentía era humillación. ¿Por qué tenía que ser ella la que se sintiera mal? ¿Por qué, si realmente lo estaba mal y él era consciente? O es que tenía que enseñarle la tímida cicatriz al lado de su frente disimulado con el peinado. Pero a esas alturas, ya no podía dar marcha atrás. Había aguantado demasiado, y ahora todo estaba saliendo a la superficie de la peor manera posible.
-Solo te estoy preguntando si podemos irnos -le intentó explicar-. O si yo puedo irme. No me gusta esto.
-Suficiente -exclamó, de forma que sólo ella lo viera. La mano en su parte baja se volvió tenso, como si quisiera agarrarla y alejarla de todo eso, pero se contenía-. Te he dicho que ahora no.
-Solo te estoy pidiendo una cosa.
Después de lo que pareció una eternidad en medio del salón lleno de gente, Ran asintió con la mandíbula tensa y tomó del brazo a Hope, guiándola hacia uno de los rincones menos concurridos de la fiesta, al lado de una elegante columna de mármol decorada con guirnaldas unidas a una cadena de tímidas luces cálidas que la envolvían. Nunca entendería si teniendo una cultura se aceptaba la invasión y dominio de otra al otro lado del mundo. La música y el bullicio continuaban, pero a su alrededor las miradas furtivas no dejaban de seguirlos.
-No puedes hacer una escena así aquí -dijo con voz baja pero firme-. Lo único que estás haciendo es fastidiar una oportunidad como esta. Necesito esto, Hope, y a la larga tú también te vas a beneficiar de esto.
Se quedó muy quieta y con la boca abierta. Nunca lo había visto así. Fuera lo que fuese... Daba miedo. Hope negó con la cabeza. Estaba sorprendida, muy sorprendida, de que de repente toda la furia y el veneno que hubiera en Ran fueran hacia ella. Se quedó inmóvil, viéndole aflojarse ligeramente el cuello de la chaqueta.
-Pero...
-¿Pero, qué? Dijiste que vendrías y actuarías -replicó, apuntando lo obvio. Con el pequeño matiz de que ella no había aceptado del todo, sino que se le había puesto encima una responsabilidad-. Pero lo único que has hecho es aislarte como si no fuera tu mundo.
Tal vez es que no lo fuera.
Que ese mundo lleno de excentricidad y dinero no fuera suyo porque no lo quería ni realmente había tenido la oportunidad de vivir en él. Sin duda, su hermana se pavonearía con el mejor de sus trajes y joyas y se relacionaría con todos. Pero ella… Ella era otra persona. Una más simple.
-Estoy cansada -respondió, con la verdad por delante. Pero a esas alturas, en ese contexto, solo sonaba como una niña mimada en vez de lo que proponía.
-¿Crees que todo es tan fácil? -respondió, casi con veneno en la lengua y la vena de su cuello a punto de estallar-. Ahora, cumple tu papel y habla con los demás como yo sí estoy haciendo. Aquí hay un orden.
Pestañeó un par de veces en el intento de contener las lágrimas vacilantes. Las palabras de Ran eran duras, pero lo peor era que Hope sabía que tenía razón. Lo sabía. En todo había un orden, lo sabía y conocía por el lado malo de la historia, pero que alguien como él se lo echase en cara le dolía y le quemaba en el pecho. El mismo que le había dicho que la respetaba a su manera de ver las cosas en el matrimonio, y que protegería sus votos a pesar de no ser un matrimonio normal.
Hope tragó saliva, las palabras atascadas en su garganta. Lo que más la desgarraba era que Ran tenía razón. Pero tampoco podía ignorar el dolor que la invadía y le machacaba el cuerpo y los pies, ese vacío que él no parecía comprender, esa sensación de que cada vez que intentaba acercarse, algo se rompía aún más.
-¿Tanto te cuesta hacer las cosas? ¿Tanto te cuesta hacer lo que has hecho toda tu vida, viviendo entre lujos y con una educación de las mejores? -le preguntó él, sin mirarla, y dando sorbo a la copa de champán que el camarero se había acercado desfilando con la bandeja-. A veces parece una salvaje.
Solo le había pedido marcharse antes. Solo eso. ¿Y le estaba haciendo una escena diciendo todas esas cosas horribles de ella? Las piernas de Hope temblaron ligeramente. Los pies le dolían, pero se las arregló para mantenerse en pie como pudo. Sentía la cara arder de vergüenza y rabia. Vergüenza porque la estaban regañando como una niña y rabia porque era incapaz de hablar; sentía la lengua pegajosa en la boca y los dedos crisparse en los puños temblorosos de una dama. No. Ella nunca había sido una dama. Aunque la hubiesen criado de esa manera, seguía siendo una persona normal. Una bastarda.
Tal vez él tuviera razón. Con la cara roja y ese aspecto, podía decir que la había cagado de verdad. Que nada de eso era un juego. Nada lo era. Aunque la vistieran y la adornaran a ese nivel, nada iba a cambiar lo que realmente era. Una intrusa en ese mundo. Una persona que fue abandonada por su madre a los pocos meses en la casa de su amante, que resultaba ser una persona de gran estatus y una pésima persona. Una que recibió una educación excelente para el poco valor que tendría. Ni las palizas de su padre y tutores la habían convertido en alguien decente... El peso de todo se echó sobre ella. Tal vez... Tal vez su madrastra tuvo razón el día de su boda:
«-Es una pérdida de tiempo y de dinero esforzarse contigo. Eres una desagradecida. Me he esforzado tantos años contigo y fíjate, no eres más que una pérdida de un tiempo que podría haber dedicado en mi hija -le había dicho, mirándola a través del espejo una vez le pusieron el vestido. Uno que le apretaba y apenas dejaba respirar, y el velo, como si pudiera cubrir algo de valor personal-. El señor Haitani tendría que haber elegido a tu hermana, pero como siempre, tienes que arruinarlo todo. Ahora, más te vale que te comportes a no ser que quieras que tú pequeña jugarreta se tuerza».
Hubiese sido más fácil habérselo jugado como decía ella. Haber hecho una escena que la degradase hasta el punto de que nadie la viera como una figura decente de tradición y elegancia. Que nadie se quisiera casar con ella. Perder su valor y vivir encerrada en una casa maldita. Si no lo hizo fue por huir de ese lugar. Si estaba como estaba ahora, era por sus deseos.
Por su egoísmo.
Por querer algo que nunca conseguiría.
La música y las risas a su alrededor parecían más lejanas de lo que realmente estaban. Para Hope, la habitación parecía encogerse, el peso de las palabras de Ran cayendo sobre ella como una losa. Sabía que tenía razón. Sabía que ella misma estaba contribuyendo al muro que se alzaba entre ellos, pero escuchar a Ran ponerlo en palabras, frente a toda esa gente, la hacía sentir más humillada que nunca.
Porque se había casado con el trofeo que todos ansiaban, mientras que ella era las sobras de una familia que habría dado cualquier cosa por hacerla desaparecer y cederselo a su perfecta hija de rizos y piel claros.
-Ya veo. Lo siento.
Hope intentó controlar su respiración, que comenzaba a agitarse por el descontrol emocional que sentía en su interior. El hambre también influía negativamente, sustituyendo ese apetito por una incapacidad de contenerse. Pensaba que aguantaría, pensaba... No pensaba nada. Le temblaban las manos, y el cuerpo. No sólo por el miedo y los recuerdos exactos que se repetían en su cabeza, sino por el alcohol que la confundía.
-Ni se te ocurra volver a hacer una escena -respondió él sin mirarla-. Parece que lo único que sabes hacer aparte de pintar y comportarte como una niña. Tendría que haber traído a otra persona.
Hope sintió cómo la presión en su pecho se intensificaba, como si una cuerda invisible la estuviera apretando hasta asfixiarla. La sola mención de esa otra persona le dolió como un puñetazo en la boca del estómago, como unas manos estrangulándola hasta dejarla sin sentido… Pero, en el fondo, sabía que Ran tenía razón en eso, sabía que ella había mantenido todo dentro durante demasiado tiempo, pero ahora que estaba allí, frente a él, incapaz de contener sus emociones, todo parecía salir de la peor manera posible.
Hope se dio la vuelta y se marchó. Pero no a otra zona para seguir con aquello, donde las miradas estuvieran sobre ella juzgándola o haciéndola sentir enferma. Se mezcló entre la gente, sí, que todavía los miraban con curiosidad por saber qué hablaban, pero su destino fue otro. Uno muy diferente.
No tendrían que haberla sacado de casa. No tendría que haber salido. Su única función en aquel adorno de matrimonio era no molestarle. Y lo había jodido todo pensando que podría funcionar algo que nunca estuvo en marcha. Tendría que haberse quedado como estaban, sin hablarse e ignorándose como lo que ambos querían; una liberación de aquel papel.
Se tropezó con un par de personas y se disculpó con ellas mientras buscaba la salida. Desaparecer de ahí es lo que necesitaba. Nadie la conocía, así que nadie la echaría de menos. Contuvo las lágrimas hasta el final, y se sentía orgullosa de aquello. De no haberse humillado más de lo justo cuando encontró la salida y bajó los escalones del edificio hacia la calle. Los tacones la estaban matando. Casa. Solo quería llegar a casa, quitarse aquel disfraz que la habían hecho llevar pensando que cambiaría algo y no volver a salir en mucho tiempo. No ver a nadie, también.
Porque estaba segura de que a la perfecta de su hermana pequeña le hubiese quedado mejor que a una pelirroja fea y enferma. Una cuyo futuro estaba marcado por la decadencia tanto laboral como emocional.
Una vez dentro y sola del coche, se quitó los tacones. Tenía los dedos rojos y los talones hinchados con heridas. Hope dejó caer los tacones en el asiento a su lado, centrándose en las heridas recientes y sangrantes. Entonces, se permitió el lujo que hasta el momento había contenido de llorar. Las primeras lágrimas cayeron sobre el vestido intacto de la velada, y las siguientes continuaron el camino hacia sus miembros descubiertos. Intentó limpiarlas sin éxito. Estaba siendo ridícula. Estaba humillándose con eso. Había gente muriéndose de hambre en cualquier parte del mundo y ella estaba llorando porque su pareja le había dicho la verdad a la cara.
La vergüenza y humillación volvieron como una ola que arrasaba todo a su regreso al mar. Las palabras de Ran dolían, pero dolía más la verdad que había en ellas. Que hubiese preferido llevar a esa persona en vez de a ella. Era ridícula y una egoísta, una persona que solo se preocupaba por ella y veía a todos como enemigos. Otra lágrima cayó, pero para ese momento eran un río en descenso sobre su mejilla. Una niña patética que siempre había recibido atención. La amargura se instaló en ella, como una segunda capa. ¿En qué momento pensaba así? Todo eso era mentira. Solo hacía falta verlo en una radiografía. La cantidad de huesos rotos y soldados, los partes médicos en los que se hablaba de inflamación en zonas superficiales y sus continuos sangrados.
Volvió a mirar los tacones. Y al vestido que seguía llevando. El collar y la pulsera se sentía como cadenas alrededor de ella. Se quitó una, seguida de otra que acabaron al otro lado del coche.
-A casa -consiguió decir, con un hilo de voz.
En silencio, el coche se puso en marcha. Lejos del edificio, lejos de la fiesta, lejos de absolutamente todo ese mundo que la detestaba.
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Hope no salió de su estudio en una semana. A Ran Haitani tampoco le importó. Seguramente porque nunca me había importado ella.
La noche en la que regresó a casa descalza y con la cara hinchada de llorar en la parte de atrás del coche, fue cuando lo decidió. Después de comerse un plato recalentado de macarrones y llorar en el suelo del cuarto de baño para quitarse todo aquel disfraz que la adornaba. Luego hubo lanzado el anillo de matrimonio a cualquier lado de la habitación para no volver a verlo. Se encerró en su estudio y pintó. Pintó toda la noche hasta que se durmió en el sofá lleno de apuntes sucios tapada con una manta que apestaba a acetona. Si Ran volvió a casa esa noche, le dio igual.
La criada le dejaba la comida delante de la puerta, y la merienda y la cena. Supo que tenía que hacerlo cuando se negó a aparecer el primer día y la criada le dejó las comida y ropa limpia. Había un baño en esa habitación. Nunca se imaginó tener que usarlo.
Otras veces, en vez de pintar, se quedaba mirando a la nada. La batería se le acabó al segundo dia. Estaba segura de que su tía se iba a preocupar por no llamarla ni ir a verla... Pero de todos modos, no hizo nada por remediarlo. Lloraba la mayor parte del tiempo, y la otra se dedicaba a gasta ríos montones de pintura que había en los armarios en cuadros iracundos y lamentables a la vista.
Ahora, entre pinceles y lienzos a medio terminar, su mente volvía una y otra vez a esa noche. Las palabras de Ran seguían ahí, clavadas como espinas. No es que él no la entendiera, pero había algo en su comentario que tocaba una herida profunda, una inseguridad que Hope nunca le había confesado. Inseguridades, probablemente. Y una fragilidad que él había aprovechado. Sabía que no podía culpar a una persona que perdía los estribos de esa manera por algo que era su culpa, pero sí a una que le había gritado lo inútil y tonta que era continuamente. El perfecto Ran Haitani había decidido humillar a su esposa en vez de así mismo, porque nada iba mal con él. Dejar a salir las imperfecciones de ella era mejor que asumir muchas otras cosas.
El sonido familiar de la puerta del estudio entreabriéndose hizo que Hope levantara la mirada, pero no dejó el pincel. Era la criada, una mujer silenciosa y meticulosa que había trabajado para ellos desde que recordaba esa casa. Hope siempre la apreciaba por su discreción, pero desde la discusión con Ran, incluso la presencia de esa mujer le resultaba incómoda. Era como si su vergüenza se hiciera más palpable cuando había alguien cerca.
Cruzó el umbral con su paso suave, cargando una bandeja con algo de comida que Hope había ignorado en las últimas horas. ¿Qué hora era? Todavía hacía sol. Sin decir nada, la dejó en la mesa pequeña junto a la ventana. Al colocar el vaso de agua, Hope notó el leve titileo del teléfono móvil que Amalia llevaba en la mano, y supo, antes de que ella siquiera abriera la boca, lo que estaba por pasar.
-Es el señor -respondió, con cuidado. Conocía la situación entre ambos mejor que ninguno en esa casa. Probablemente la habría escuchado llorar varias veces.
Hope contuvo la respiración. Los ojos de la mujer eran neutrales, pero Hope sentía el peso del momento, de la decisión que estaba por tomar. Podía sentir el nudo su estómago apretandose y tirando de ella al fondo del largo helado. No estaba lista. No estaba preparada para escuchar de nuevo su voz, su tono, volver a soportarle a él y su carácter. Sus manos temblaron, pero no extendió el brazo para tomar el teléfono que la criada le tendía con tanta amabilidad en su cara.
En cambio, negó con la cabeza lentamente, una expresión firme, pero doliente, y volvió la vista hacia el cuadro. La pintura roja chorreaba como sangre... Hayakawa. Él ya no estaba.
Silencio por parte de ella.
Escuchó de fondo un cuchicheo, un parloteo rápido al otro lado de la línea, con seguridad. Odiaba pensar en que estaba tan acostumbrada a escucharle hablar que lo echaba de menos. «No».
-Insiste, señora.
Hope no se movió. Lentamente, dejó el pincel sobre la paleta en la mesa...y cogió una
-Y yo insisto también.
-Señora...
-¡Dile...! -no pudo evitar alzar la voz. El sonido de la radio quedó opacado en el proceso-. Dile que si tiene tiempo para llamar, tiene tiempo para buscar a otra persona que entretener. Pero yo también tengo cosas que hacer.
La criada asintió en silencio, entendiendo que no podía insistir más. Dio media vuelta, y mientras se dirigía hacia la puerta, Hope sintió una punzada de culpa, una especie de vacío que se expandía dentro de ella. Justo antes de que saliera, Hope habló, su voz quebrada.
-Gracias.
La mujer asintió sin mirarla, cerrando la puerta tras de sí con un cuidado excesivo, como si temiera romper algo más que el silencio de la habitación. Se lo merecía. Por ser una niña arrogante y quejica. Que todos se apartaran de ella.
Tal vez fuera lo mejor.
El estudio volvió a sumirse en la calma asfixiante de los días anteriores. Hope se quedó mirando el lienzo, su mente dando vueltas, pensando en lo que Ran habría dicho si hubiera contestado. Quizás estaba equivocado, quizás también estaba sufriendo, pero ella no podía darle lo que pedía todavía. No sin resolver antes su propia maraña interna. ¿Por qué iba a estar sufriendo? ¿Por qué una mancha no salía de su camisa favorita? Podía comprar otra. Como siempre hacia la gente con dinero. También podría comprarse una nueva esposa, una sumisa y que supiera comportarse.
Cerró los ojos, recordando las palabras de Ran en la fiesta, su tono despreocupado, casi burlón, como si no hubiera considerado el daño que podían causar. Pero la verdad era que no fue solo el comentario lo que la hirió. Fue el subtexto, la sensación de que Ran, la persona que debería entenderla, no valoraba lo que ella hacía, su arte, su dedicación. Su vida se había convertido en una acumulación de grandes sacrificios, pero esa noche... esa noche se sintió como si todo eso no hubiera significado nada para él.
Su atención se posó en la mesa donde había dejado las cosas el primer día que se encerró ahí. El bolso colgaba de un lateral... Su contenido se había desparramado cuando lo lanzó lejos. Tickets, chicles, monedas sueltas, el monedero... Y una bolsita.
Hope abrió la bolsita. Varias cayeron en su palma abierta y con restos de pintura al inclinarla. Pequeños círculos con relieve e inscripciones iguales en diferentes colores, igual que en los folletos que repartían en los hospitales para evitar las adicciones. Parecían golosinas, tal vez fuera eso lo que más le atrajese. Tal vez fuera por eso que los adictos se volvían locos por ellas, no sólo por lo que contenían.
Se tomó una.
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Rindou Haitani estaba en su salón.
Al día siguiente, mientras Hope aún estaba sumida en su rutina de aislamiento, una serie de golpes inesperados en la puerta del estudio la sobresaltó. No eran los golpes suaves de la criada. Eran más firmes, casi autoritarios, y su sonido rompió la calma tensa del estudio. Hope se levantó del sofá con una mezcla de curiosidad y molestia, su mente aún revuelta por la pastilla que había leído la noche anterior. Solo la había hecho sentirse peor.
Cuando abrió la puerta, se encontró con una figura que no esperaba en absoluto.
Rindou, el hermano menor de Ran, estaba de pie en el umbral, con los brazos cruzados y un ceño serio que lo hacía parecer incluso más intimidante de lo habitual. Hope parpadeó, sorprendida. Apenas tenía relación con él; su presencia en la casa era rara, casi inexistente. Por lo menos, mientras ella estaba dentro. Fuera, podria pasar cualquier cosa. Aunque eran familiares, siempre había sentido una distancia entre ellos, lo había demostrado el que le hubiese conocido de la peor manera posible.
-¿Puedo pasar? -preguntó, sin molestarse en suavizar su tono. Por alguna razón, ni eso consiguió enfadarla.
Hope se detuvo en seco.
-¿Vienes a decirme que hable con tu hermano?
Los ojos grises de Rindou se posaron sobre ella. Si le daba asco cómo estaba, no dijo nada y lo camufló muy bien.
-Eh... -dijo, no muy seguro-. No me pagan por ello.
Hope asintió, aún demasiado sorprendida para articular una respuesta. Dio un paso atrás, dejándole espacio para entrar. Él cruzó el umbral con la confianza de alguien que no estaba acostumbrado a pedir permiso. Justo como su hermano... Pero de otra manera que no sabría descubrir.
Una vez dentro, Rindou se detuvo en el centro del estudio y observó brevemente el desorden que lo rodeaba: lienzos a medio terminar, pinceles abandonados y, sobre todo, el aire denso y cargado de días de aislamiento. La mirada de Hope seguía clavada en él, aún tratando de entender qué hacía ahí. Una persona estaba en su lugar sagrado, y era el hermano de la persona que más detestaba en ese momento por debajo del abusador de su padre. Hope no sabía qué le pasaba. ¿Serían los efectos de la pastilla? Probablemente la estaba juzgando. Por el desorden y el sin sentido que era tener un espacio como ese cuando se carecia de un talento en primer lugar.
-¿Y mi hermano?
Las palabras de Rindou, tan directas, le atravesaron. Hablar con él era como enfrentarse a una versión de Ran, pero más cruda, sin la calidez ni la sensibilidad que a veces encontraba para su beneficio. Sin embargo, había algo en su tono que no era solo crítica, sino preocupación, aunque fuera difícil de detectar. Tal vez eso fuera mejor que oculta sus pensamientos, directamente.
-Donde sea -respondió, encogiéndose de hombros-. Con su amante. Matando. Contigo... -sacudió la cabeza-. No lo sé. Pero no aquí.
Hope se apoyó en la encimera sucia del estudio. Estaba todo manchado de pintura ya seca. Había dejado sobre unos periódicos antiguos los botes de pintura vacíos. Los había acabado todos, y en algún momento había decidido usar las manos para esparcir la pintura húmeda que quedaba al fondo sobre el lienzo. Los tres lienzos estaban al lado de la ventana secándose. El caballete sucio estaba vacío, a excepción de la paleta que colgaba de un extremo y los pinceles.
Sentía los ojos de Rindou sobre ella aún con la cabeza clavada en él suelo. Aún tenía las manos en los bolsillos de los pantalones, como si esperase algo más de aquella visita inesperada. Ahora que lo pensaba, era la primera persona que entraba en aquel estudio con su permiso.
-Los problemas maritales de mi hermano mayor no son mi problema -dijo con un tono bajo, pero firme-. Ran es idiota, pero al menos conoce su lugar. Y no está en el trabajo o donde lo pueda encontrar.
Al menos en sentimiento era compartido. Hope no se movió de donde estaba, pero sí que se atrevió a mirarle a la cara.
-Pero está raro -continuó, con su tono monótono-. Ha aceptado viajar a Shanghái con uno de nosotros para... Unas cosas que no deberías saber. Da igual. Quédate con lo primero. ¿Sabes dónde puede estar?
Hope apretó los labios. Otro viaje. No le sorprendía. Su matrimonio había sido así desde el inicio; él viajando y ella en esa ciudad que comenzaba a aborrecer. No era ninguna sorpresa, más allá de que al menos ahora sabía que aquello sí era un viaje de trabajo y no una... Hope sacudió la cabeza.
-¿Y por qué me lo dices?
Vio que Rindou sacaba una mano del bolsillo y se la pasaba por el pelo, un corte mullet atractivo y moderno. Un gesto rápido para quitarse un mechón de la cara.
-Shanghái no tiene una buena relación con nuestros negocios.
Arqueó una ceja, instándolo a continuar.
-En el sentido personal. Uno de sus distritos comerciales en la capital era Roppongi hasta que empezaron con la competencia. Nos los quitamos de encima y ahora nos toca buscarnos las vidas con sus jefes. Si no hacemos un acuerdo, comenzarán una guerra que perderán y que no nos beneficiaría.
Para lo poco que necesitaba saber, le estaba contando más cosas de las que esperaba. Entonces sí que se habían criado en Roppongi y eran cercanos a ese mundo del comercio. Al menos eso resolvía parte de los misterios de Ran Haitani. Una parte de todos ellos.
-¿De verdad te crees que me hará caso? Soy la última persona que quiere ver -acabó por decir, en un tono distante y frívolo que rivalizaría con cualquier persona de su familia-. Además, tú pasas más tiempo con él y le conoces. Sin ofender. A mí no me quiere ni ver en pintura.
-No me ofendo -dijo él con sencillez-. Es la realidad.
Al menos él sí que era sincero. Puede que empezase a caerle bien, aunque fuera por la realidad que era esa relación nefasta y desastrosa. Hope se apartó del mueble arrastrando los pies. Los ojos de Rindou se movieron con ella.
Hope suspiró, frotándose la frente y quitándose el sudor.
-Hablar con su amante sería más fácil. Seguro que está con ella, donde sea que estén.
-Ran no tiene una amante, eso lo sé.
Le dieron ganas de echarse a reír, solo por lo gracioso que sería verle la cara al hermano menor que tan fielmente creía en él. No podía evitar pensar en si una vez fue esa persona, que confiaba ciegamente en Ran a pesar de conocer la realidad del matrimonio. Una vez había pensado en la posibilidad de criar a un hijo que no fuera de ellos solo para ahorrarse el pato y compartir cama con él… Y ahora estaba actuando como todo lo contrario, como si le hubiera importado siempre ese hecho y compartir a su marido.
Estaba confundida. Pero estaba más enfadada que eso, y triste. Dolida y destrozada. A veces era mejor no descubrir la verdad.
-¿Te ha dicho algo de por qué estamos enfadados? -preguntó, seguida de una cierta curiosidad.
-Como he dicho, no me importan mucho vuestros problemas maritales.
Cómo no.
Tal vez se lo hubiera dicho y lo ignoraba, pero dudaba que fuera así. O tal vez supiera más de lo que decía, pero era cierto que no quería meterse en los problemas de su hermano. Preferiría quemarse las manos que la humillación pública. Hope miró los cuadros pegados a los ventanales para que se secaran. Una semana entera dibujando y pintando sin sentido para unos cuantos garabatos y manchas. Por no decir que estaba perdiendo el tiempo en abandonar su verdadera responsabilidad: su trabajo de final de grado. Necesitaba acabarlo para entregarlo y que le dieran el título, pero en ese momento, estaba tan mental y físicamente destruida que no sacaba fuerzas para nada. Solo para expresarse a base de brochazos y gastar pintura que en su momento reservó para su obra de final de carrera.
Vio de reojo cómo Rindou se paseaba por el estudio. Las manos en los bolsillos, en una postura tan dolorosamente similar a la de su hermano que solo le daban ganas de gritarle en el caso de que le estuvieran gastando una broma. La última que lo había visto, fue en la casa de Osaka, antes de que Ran la llamara estúpida y forzara a actuar como una verdadera mujer casada; y ella, en consecuencia, se volviera loca. Lo único bueno que podía decir de esa persona a que tampoco conocía era que al menos, a su manera de ver, no era tan estúpido de insultar a la primera. Si los cuadros al lado de las ventanas le parecían horribles, lo camuflaba bastante bien.
-¿Kandinsky? -fue lo único que preguntó.
-No -respondió, mirando hacia lo que él señalaba. Un cuadro con pinturas rojas y azules, en colores oscuros que representaban… Lo que diablos hubiese sentido. Tristeza, tal vez. O rabia-. Él tenía un don y seguía pautas musicales. Nunca habría pintado esto. Y yo tampoco.
Rindou abandonó el estudio minutos después, después de intentar debatirle un aspecto del arte contemporáneo que, según él, se lo habían enseñado en el instituto, y probablemente el apartamento acompañado por la criada. El estudio se sentía repentinamente frío a pesar de la calefacción encendida. ¿Era así como sería su vida? Hope miró a su alrededor.
Y se quedó sola de nuevo.
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Ran apareció a la una de la madrugada por casa.
Ella estaba sentada en el final de las escaleras. Las luces de la planta de abajo estaban tenuemente iluminadas, pero podía verse más allá de la nariz de uno. Se había duchado una hora antes, pero tenía el pelo húmedo todavía y ropa cómoda.
Tuvo que verle algo en la cara, porque lo primero que dijo fue entre dientes y rodando los ojos. Él levantó la vista, sorprendido de verla fuera del estudio. Sus ojos se encontraron, y Hope pudo ver el cansancio en su expresión, y la molestia de tenerla ahí. Los días de silencios absolutos en casa, de ignorarse de diferentes formas y, puede, que el haber rechazado la llamada, habían dejado huella. En ambos, seguramente. Dejó de mirarse al espejo hacía mucho para no saber cuál era el nivel de daño que supuso esa fiesta. Pero su mirada no era de ira, sino de algo más difícil de descifrar: tal vez decepción, tal vez resignación.
-No. No voy a discutir hoy contigo.
-¿Y yo sí? -preguntó, sin poder evitar la hostilidad.
Ran suspiró, inclinando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos por un momento, como si estuviera debatiéndose internamente. Aquello demostraba todavía más que no la soportaba, que todo fue un paripé. Exactamente como se merecía. El silencio se alargó, y Hope sintió que el aire entre ellos se volvía más denso, como si la distancia emocional que había crecido entre ambos en esa semana fuera más fuerte de lo que esperaba.
-Tenemos que hablar. Sobre Shanghái.
Había esperado resistencia, pero no esa frialdad, casi distante. Ran no solía evitar las discusiones; era el tipo de persona que enfrentaba los problemas de frente. Pero en ese momento, algo en él parecía haberse cerrado.
Hope pudo ver que algo había cambiado en él, algo que la hizo sentir una culpa aún más profunda. E irritación. De todo. Justamente lo que trató de evitar aquella toda esa semana de silencio; pero mientras ella había estado encerrada en su estudio, procesando su dolor, él parecía haber llegado a un punto de alejarse todavía más. Sabía que no pasaba las noches en casa por lo que escuchaba fuera el escritorio cuando la criada hablaba con la otra mujer de la limpieza. Que el cuerpo seguía como si nadie viviera en esa casa.
-¿Quién te ha dicho eso? -preguntó, tensando la mandíbula.
-Rindou.
Ran suspiró una risa llena de sarcasmo.
-Por supuesto que él haría eso.
-Estaba, está, preocupado. Vino hace unas horas para hablar conmigo-respondió ella, ignorando como podía las manchas rojas del cuello de su camisa y su apariencia-. Te ha llamado varias veces.
Ninguno dijo mucho más. Ran sacó del bolsillo su teléfono, con una funda negra, con el ceño fruncido y una expresión seria que le confirmó lo que ella estaba diciendo. Hope distinguió la molestia en su mirada.
-Vete a la cama -dijo él-. Estaré en...
-Te va a decir que eres un imbécil por irte a Shanghái y pensar que puedes solucionarlo. Tú, de entre todas las personas, y la persona que te lleves contigo-dijo ella-. Y yo también te lo diría, pero visto lo visto eso te va a dar igual. Así que por una vez, imagina que soy Rindou quien te lo dice.
Los dedos de Ran se crisparon alrededor del teléfono, pero al menos ni lo rompió ni se lo lanzó a la cara. Siempre había sido alguien que evitaba las confrontaciones directas, pero esta vez la tensión estaba empezando a romper su fachada fría. Comenzaba a saber cómo leerlo. Hope le vio pasarse la mano de nuevo por la cara. De nuevo, sus ojos volvieron a posarse en las manchas rojas de su camisa. No dijo nada, solo apretó los labios y los dedos y esperó una respuesta en silencio.
-No te metas en mis asuntos.
Las palabras no fueron un grito, pero dolieron igual. Hope sintió que su corazón se encogía al escuchar el reproche en su voz, y entendió la situación. Pero había algo en ella que la empujaba a intentarlo, porque sabía que, si no lo hacía ahora, quizás esa distancia entre ellos se volvería insalvable. Sólo por Rindou. Sólo porque su hermano pequeño se preocupaba por él, porque parecía el único de los dos que se preocupaba por los dos.
Hope decidió dejarlo pasar. Justo lo que esperaba. Había aprendido que no servía de nada echar más leña al fuego, pero también no provocarle sin salir una herida. Y no estaba de humor para soportar una discusión con él. Simplemente estaba cansada de todo, quería tumbarse y que el día acabase para volver a la monotonía básica.
Se levantó del escalón, guardando las manos en los bolsillos de la sudadera cerrada, apartándose el pelo con un movimiento de cabeza. Estaba dispuesta a irse sin empezar una pelea. Esta vez. Lo cual ya era de por sí una hazaña para lo que era ella. Una niña mimada y egoísta. Lo recordaba demasiado bien.
-Hazlo por él -le pidió, a la desesperada, pero sin parecer que iba a lanzarse a sus pies para que le hiciera caso. No haría eso nunca más-. Ha venido hasta aquí y me ha dicho que...
Una familia se preocupaba. Una familia se quería. Incluso si ella no tenía, la familia de él sí se preocupaba por él. Tal vez no se mereciera aquello, tal vez tenía más de lo que una persona como él necesitaba, pero era Rindou el que la había visitado y metido entre ellos para él.
-Alguien tiene que resolver esto, Hope. Son asuntos que nunca entenderías -respondió él, con un tono que la cortó-. No todo se revuelve moviendo las pestañas y esperando sin hacer nada. Y tú no tienes que entender nada. No algo tuyo, sino mío y de mi trabajo. Si no puedes aceptarlo, entonces mejor déjalo en paz.
La brutalidad de sus palabras la golpeó como un puñetazo en el estómago. Sintió que le arrancaban el aire de los pulmones. El silencio que siguió fue denso, opresivo, solo roto por su respiración acelerada y el ruido lejano de la calle que se colaba desde la ventana.
-Dijiste que tu hermano era una de las cosas que más te importaban. ¿Era mentira? Ha tenido la molestia de venir y pensar que yo puedo ayudar. ¿Sabes la humillación que eso? Pensar que eres importante en la vida de alguien. ¿En qué más estabas pensando para que tu hermano viniera a hablar exactamente conmigo?
Él no respondió de inmediato, pero en ese silencio, ella entendió todo. No necesitaba que lo dijera en voz alta, pues esa respuesta siempre había sido lo más transparente entre ellos. Lo vio en la manera en que la evitaba con la mirada, en la rigidez de sus hombros, en la manera en que sus palabras se habían convertido en cuchillos. Siempre había sido así. Él siempre había sido así.
-Bonten.
Bonten. Rindou y Bonten, fuera lo que fuese eso. Siempre sería eso, nada más. El dolor en su pecho era insoportable. Como un saco que había tomado todo lo posible de ella hasta reventar y destrozarla. Pero tenía que aguantarlo. Porque acabar destrozada en frente de alguien como él era ser la imagen de la decadencia, de lo que una vez juró que nunca sería ni en su peor pesadilla.
No se trataba solo de la discusión o de Shanghái. Era la certeza de que, en el fondo, él ya había tomado su decisión, independiente de lo que pudiera ocurrir en el futuro y de lo que la persona que más amaba y conocía le hubiera recomendado, y no había vuelta atrás. El rostro de Rindou se le apareció en la mente, en el momento exacto que le pidió que hablara con su hermano. Las lágrimas que tanto había contenido finalmente escaparon, pero no se movió, no intentó detenerlo.
-Siempre quieres más, ¿no? Aunque eso signifique destruir todo a tu alrededor. Entonces vete -murmuró, dándose la vuelta, su voz vacilando. No supo de dónde había sacado fuerzas para responderle con esa frialdad-. Vete a donde te dé la gana, pero no esperes que alguien se quede esperando lo que ocurre.
-Nunca te pedí que lo hicieras -replicó, con la misma frialdad.
Ella lo miró una última vez, sus ojos llenos de un dolor silencioso pero devastador, camuflado en la sombra de la ignorancia y el desdén más absolutos. Las manos en los bolsillos de la sudadera sudaban y temblaban. Quería irse. Necesitaba... Necesitaba salir de ese lugar, respirar aire, sentir la luz del sol, aunque ahora fuera de noche.
-Tienes los restos de la cena en la nevera.
Luego, sin decir más, dio media vuelta y salió de la habitación, el eco de sus pasos resonando en el pasillo vacío. El golpe de la puerta resonó con fuerza en el pasillo mientras ella salía del departamento, sintiendo como si hubiera dejado algo irremediablemente roto a sus espaldas. Tal vez fuera así, por exactamente eso.
Sus pasos eran rápidos, casi frenéticos, mientras intentaba contener la rabia y el dolor que latían bajo su piel, a punto de estallar. Estaba demasiado abrumada por la discusión, por las palabras hirientes que se habían lanzado el uno al otro como dagas todo ese tiempo y el desdén que sentían el uno por el otro. Sus palabras amables se habían acabado desde el momento que ella se perdió en la tormenta y despertó en una nueva realidad matrimonial.
¿Cómo había llegado todo a esto? Se preguntaba una y otra vez mientras apretaba los puños, sus uñas clavándose en las palmas. Siempre había sido así. Desde que nació, se le dio a entender que nunca tendría opción a elegir y menos cuya opinión fuera a tener en cuenta. La educación estricta, las palizas, los dolores en las articulaciones que podía sentir solo con pensar en los momentos dentro de aquella casa lujosa y jaula por dentro... No había cambiado absolutamente nada. Esa constante necesidad de más. De algo más grande, más peligroso, más poderoso. Pero ella siempre había pensado que, al final, en algún momento de su vida podría respirar.
Durante dos años fue así. Los dos se ignoraban y no mediaban palabra, pero al menos podía tolerarse. Y ahora no quedaba nada de eso; solo podía tomar el camino fácil que era irse con la única persona que en ese mundo la apoyaba, por poco que le quedase. Caminó directamente hacia el dormitorio, encendiendo la luz con un rápido movimiento. Hacía una semana que no entraba en ese lugar, a excepción de un momento en el que salió para recoger algunas de sus cosas sabiendo que la casa estaba vacía. El cuarto estaba ordenado, las sábanas intactas, todo en su sitio, pero a ella le parecía un lugar ajeno. Un escenario vacío, sin la calidez que alguna vez sintió para llamarlo como "suyo". Decidió no perder el tiempo en ñoñerías.
Se dirigió al armario, las luces del techo encendidas, y sacó una pequeña maleta, el sonido de la cremallera llenando el aire mientras la abría con determinación. El armario olía a la colonia de Ran. Comenzó a meter ropa en la maleta: un par de camisetas, unos jeans, ropa interior, y un suéter abrigado. No estaba empacando mucho, solo lo esencial para pasar la noche fuera. Pero mientras sus manos doblaban las prendas y las colocaban cuidadosamente en la maleta, sentía que este simple acto tenía un significado mucho más profundo. Era como un acto de afirmación, de reafirmar que podía elegir su propio camino, aunque solo fuera para una noche. Se estaba yendo, al menos por ahora, para poner distancia entre ellos, para aclarar sus pensamientos sin la presencia opresiva de Ran.
A aquellas alturas, lo que le ocurriera no iba a ser responsabilidad suya. Que hiciera lo que quisiese. Ella también lo haría, y a su manera de ser. No iba a dejar que sus tonterías le afectasen durante un segundo más.
A medida que iba llenando la maleta, sus movimientos se volvieron más rápidos, más seguros. Tomó su cepillo de dientes, algunos productos de cuidado personal, y los metió en un neceser pequeño. Intentó convencerse de que era lo correcto, que era lo que se merecía por esas semanas de insomnio y malas experiencias. Que después de haber vivido todo aquello, no había lugar para ella en ningún lado de esa casa y de la vida de él. Cerró la maleta de golpe y la levantó, sintiendo el peso físico y emocional de lo que estaba a punto de hacer. Mientras caminaba hacia la puerta, algo en ella se relajó ligeramente.
Esta noche, al menos, se iba a elegir a sí misma.
Uno de los guardaespaldas estaba ahí. Miraba al a uno de los cuadros abstractos que siempre había visto ahí cogiendo polvo y odiado. Su tía tenía una casa a su nombre, ahora vacía por su estancia en el hospital. Muchas veces le dejaba claro que podía usarla cuando le diera en gana, sin necesidad de avisar… Ese podría ser su escondite, o su mausoleo. Un lugar donde realmente pudiera descansar y pensar; saber qué hacer a continuación.
-Señora -el hombre hizo una reverencia por la mitad al verla. Sus ojos se clavaron en la bolsa que llevaba en el hombro-. ¿Va a…?
-Llévame al hospital. Quiero estar con mi tía.
Al principio, el hombre se quedó quieto y en silencio. Estaba pensando. Era la una de la madrugada, los hospitales no dejaban entrar a las visitas a esa hora. Y él lo sabía, pero a ella le daba igual lo que pensaran de ella a esas alturas.
-El señor Haitani no nos ha dicho nada.
-Lo que el señor Haitani diga me da igual -respondió, y casi se sintió mal por hablarle a alguien que no tenía la culpa de nada, que solo seguía órdenes-. Dame las llaves del coche. Tiene GPS, ¿no? Con eso servirá para que no os despidan.
El hombre la miró en silencio, con los hombros tensos y sin saber bien qué hacer, pero una de sus manos ya estaba hurgando en los bolsillos de su traje. Lo estaba poniendo en un compromiso; si obedecer al hombre que le pagaba el salario con una generosa cuenta u obedecer a la mujer de este, que al parecer no tenía el mismo papel autoritario por ser un objeto conseguido con un contrato. A la mierda de todo. Podía llamar a un taxi y marcharse a donde le diera la gana que nadie la encontraría. Al final, a nadie le importaba lo que dijera.
Hope se marchó esa noche a casi la una y media de la madrugada, y condujo por las calles de Roppongi hasta salir del famoso distrito y adentrarse en un mundo que apenas reconocía. La casa de su tía no estaba en el distrito, sino en un barrio tranquilo pero rico donde muchas celebridades importantes del sector residían o tenían sus segundas casas. Era una residencia amplia, con ese detestable estilo minimalista pero que al menos se compensaban con una decoración cuidada y de color por los cuadros abstractos que recordaba haberle recomendado una vez… Resultaba que su tía era probablemente la única que le prestaba atención, al parecer.
Ahí iba a quedarse. En esa casa tan vacía y silenciosa, pero con una alarma de protección que al menos la acompañaba y hacía sentir segura. La piscina en el patio exterior estaba bien cuidado cuando salió a revisar las cerraduras, y a recoger una segunda llave que había debajo de un jarrón. Decidió al instante que iba a dormir en el cuarto de invitados, más que nada porque aquello no era su casa y no quería resultar una invasora.
Después de una semana, sabría lo que hacer.
Después de una semana, puede que hablase con Ran.
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Pensaba quedarse una semana.
Pensaba que aguantaría solo aguantó cuatro días hasta volverse loca.
El primer día, la primera vez que se despertó pensaba que estaba en una pesadilla. Con la respiración acelerada y el cuerpo empapado en sudor, se había despertado violentamente de una pesadilla. Pero eso fue por la noche. Aquella noche de antes, la noche que decidió marcharse del apartamento de Roppongi, fue la noche que pudo dormir. Una noche tranquila en la que durmió sin interrupción, sin soñar, sin el miedo constante… Hasta que se despertó por el sonido de la alarma que la asustó. Y todo estaba en silencio, uno al que no estaba acostumbrado; a la calma, a estar lejos de las tensiones de la vida cotidiana… Fue como respirar por uno mismo. No duró mucho hasta que llamó a su tía y habló con ella. No iba a ir a verla, pero se pasaría por el hospital cuando se acostumbrase a aquel silencio y soledad.
Llevaba dos años acostumbrada a la presencia de la criada, la amable mujer a la que casi había despedido cuando estuvo a punto de pasarle el teléfono con Ran al otro lado. No debería haberlo hecho, pero estaba enfadada. Solo tendría que haberle hecho pasar un mal momento a la persona en el teléfono, pero no a ella. Y se arrepentía. Ese día no hizo mucho, solamente pasear por la casa, por el patio con la piscina, y respirar. Y pensar en…nada. Realmente no había pensado en nada.
Al día siguiente, fue casi de lo mismo. Empezó a hacer cosas de la universidad, conectada al ordenador de la casa con su cuenta de alumno. Estuvo todo el día trabajando, buscando referencias históricas y pictóricas, buscando ejemplos que sirvieran para lo que estaba haciendo con su lienzo. Todo lo que sirviera para distraerse y avanzar en lo que realmente tenía interés para ella.
Su carrera.
Su carrera y su futuro.
Pero, esa noche, el silencio la volvió loca. Dio otro paseo, y cenó por segunda vez una pieza de fruta al lado de la piscina mojándose los pies, angustiada por toda esa soledad y sobre todo el silencio. Se preguntó cuánto hacía que nadie se bañaba en ella, del por qué la cuidaban un lugar que dentro de poco dejaría de funcionar correctamente. Las fotos de su tía en el pasillo de arriba le recordaban a una parte de su infancia, de cuando la mujer iba a la casa familiar para las celebraciones más por compromiso que por querer, y se quedaba con ella sentada en las escaleras mientras los hombres fumaban y la pesada de su hermana lloraba por la atención que rápidamente las criadas le daban por miedo. Había sido la única persona en apoyarla, dentro y fuera de esa casa, y pensar en perderla… Era como perder su único apoyo en aquella vida. ¿Qué haría sin ella? Tenía que verla graduarse, verla convertirse en lo que había participado.
El tercero decidió dividir el día para tener tiempo para ella misma. Por la mañana, hizo la comida mientras veía tutoriales de comida básica y limpió. Descubrió antiguos bocetos de ropa que su tía había descartado en algún momento de su vida, pero guardado en la calidez de su hogar. También descubrió el retrato de su antiguo marido, un hombre que le fue infiel y ella se divorció por adulterio. Por la tarde, comió y dejó los restos para la cena en la nevera, apenas llena, lo que indicaba que pronto tendría que salir para hacer la compra. Su tía la habría provisto de comida en silencio después de avisarla del tiempo que pasaría en su casa. Continuó con su trabajo, y se atrevió por primera vez a investigar sobre la aplicación de trabajo y las ofertas que más le interesasen para el futuro; descubrió de paso que habían empresas que contrataban becarios todavía en la universidad que fomentaban su futuro y le daban oportunidades para cuando comenzara su vida laboral.
Nada como tener un Plan B en caso de emergencia.
Por la noche, se fue a la cama después de darse un largo baño donde leyó en las noticias que su universidad había aceptado una donación de diversas empresas para financiar el arte y la cultura de las letras.
No pudo dormir bien. De hecho, tardó más entre vuelta y vuelta en coge una postura adecuada para hacerlo.
El silencio en la casa era abrumador, roto solo por el leve zumbido del aire acondicionado. No hacía calor, pero la temperatura interior era calurosa por la calefacción, decente. Hope se despertó de golpe, su garganta seca y la mente aún confusa por los retazos de un sueño inquieto. ¿Desde cuándo soñaba con Anabella rechazando su último trabajo? Eso la hizo pensar fugazmente en que debería quedar con ella para que revisara sus escritos. Con un suspiro cansado, se levantó de la cama, incapaz de soportar la pesadez en el pecho, y salió al pasillo en dirección a la cocina, incapaz de quedarse quieta hasta volver a dormirse, el frío del suelo acariciando sus pies descalzos. Todo parecía normal, como siempre. Terriblemente aburrida, silenciosa, vacía…
¿Su tía se habría sentido en algún momento de esa manera? Después del divorcio, se centró en su carrera laboral y fue el momento de mayor éxito, pero a la vez que se le sumaban los problemas de la enfermedad y la disputa por los bienes familiares.
El apartamento estaba oscuro, pero la luz tenue de la luz entraba por los enormes ventanales hasta el techo. Las luces de la piscina y el exterior guiaban el camino. Al menos los arquitectos fueron inteligentes en el diseño del hogar, sin perder detalle. Las luces, eso sí, creaban sombras de las que hasta el momento no se había percatado, tanto de muebles como del movimiento del agua. ¿Iba a pasar otra vez mirando el movimiento del agua de la piscina? Si lo hacía, esta vez cogería una manta para no helarse. No había cogido un pijama, y dormía ahora con la ropa interior puesta y una camiseta, cosa que el tiempo no le agradecía. ¿Iba a comerse medio tarro de helado como la primera noche después de soñar de nuevo con lo ocurrido en Osaka? No quería recordarlo, solo le daba dolor de cabeza, en la pequeña cicatriz, de cuando se había caído y golpeado contra una piedra en el camino. Cómo el frío le había helado el cuerpo mientras intentaba regresar a la casa.
No encendió las luces; la penumbra ya le era algo familiar. Abrió la puerta de la nevera y sacó una botella de agua, el brillo frío iluminando la pequeña habitación durante un instante. Bebió, sintiendo su garganta y cuerpo refrescarse, y enseguida se dio cuenta de lo exagerada que estaba siendo solo por una pesadilla. Al menos, ya que todavía estaba despierta podría continuar redactando o estudiando todo lo atrasado. Sí, podría ser… Al darse la vuelta, el corazón le dio un vuelco. Mientras giraba para servirse, notó algo que hizo que el aire se le atascara en la garganta. Una figura, inmóvil, sentada en el sofá del salón. El susto fue tan repentino que casi dejó caer la botella.
-¿Qué co…? -se quedó por la mitad al darse un golpe contra la encimera, que la asustó, su voz rompiendo el silencio.
Ran estaba sentado en el sofá, como si hubiera estado allí toda la noche. Sus codos descansaban sobre las rodillas, y las manos entrelazadas colgaban entre sus piernas. Tenía la cabeza inclinada hacia adelante, pero sus ojos estaban fijos en ella, oscuros y serios bajo el cabello desordenado que le caía sobre la frente. Estaba quieto, demasiado quieto, como un muñeco de tienda al que vestía y movían a su antojo. Como un depredador analizando a su presa en silencio, antes de que esta la descubra. Supuso que ese era su trabajo; analizar y saber quién era cada persona.
Pero esa forma de observar… Era aterrador, por quedarse corto. Sus dedos se aferraban a la botella de agua fría, pero el frío en su pecho era más fuerte, tanto que se había quedado congelada en el sitio. ¿Cómo había llegado? ¿Cuánto tiempo llevaba…? Un momento. ¿Cómo había entrado? Lo primero que hizo al llegar a la casa fue asegurarse de su propia seguridad.
-¿Qué haces aquí? -preguntó en voz baja, apenas en un susurro, su voz temblando un poco de lo que le habría gustado. Dejó la botella sobre la encimera, pero no la soltó.
Ran levantó la cabeza lentamente, como si fuera consciente del impacto que su presencia tenía en ella. En su rostro no había ni rastro de la arrogancia habitual, ni de la sonrisa socarrona que muchas veces la desconcertaba. Esta vez, solo la miraba con una intensidad que la hacía sentir vulnerable, desnuda ante sus ojos. Y nada de eso le gustaba. Porque la primera vez que se sintió así, habían acabado en otra discusión entre muchas a lo largo de esas semanas.
-Te fuiste -fue lo primero que dijo, en un tono neutro que aun así se sintió como una pesadez en los hombros-. Sin permiso y sin seguridad.
Ran se recostó hacia atrás, a una lentitud aterradora, pasándose una mano por el cabello en un gesto que ella conocía bien. Estaba intentando contenerse, buscando las palabras adecuadas y que no consiguieran una mala reacción de ella, algo que rara vez hacía. Empezaba a entenderlo, a leer a través de él, aunque a él no le gustara. Era directo, sin filtros, siempre diciendo lo que pensaba, pero esta vez parecía caminar sobre una cuerda floja.
-Pensaba que habrías hecho una locura hasta que ese guardaespaldas me dijo que te había dado las llaves del coche -continuó él, con una sinceridad que rara vez mostraba y una parsimonia envidiable. A la vez, la estaba retando-. ¿Sabes que tiene GPS? Has estado tres días sin moverte del mismo sitio, al menos en coche.
El rostro de Hope se endureció por un instante, recordando cada palabra hiriente que se habían lanzado ese día, aunque no fuera la intención por la que había empezado a hablar con él esa noche, sino en nombre de Rindou. Pero cuando Ran llegó hasta ella, quedó atrapada por sus ojos, esos ojos que lograban derrumbar las defensas que intentaba levantar.
-Necesitaba espacio, y no necesitaba permiso ni de ti ni de nadie para marcharme. Quería, y quiero -remarcó esto último para hacerse entender, aunque sabía que era imposible-, estar sola.
-¿Espacio? -la interrumpió, en un susurro afilado, casi como una advertencia-. ¿Te parece que después de todo puedes simplemente desaparecer y pedir espacio? Podrían haberte secuestrado solo por esta tontería. Hacerte daño. ¿Te parece que es una situación que me agrada vivir?
Se levantó lentamente del sofá, y a pesar de la oscuridad, su movimiento tenía una fluidez que era casi intimidante. Con la agilidad de un felino acechando a su indefensa presa… Sus pasos fueron lentos, deliberados, mientras se acercaba a ella, la mirada fija, penetrante, como un depredador que no había decidido aún si atacar o no.
Lo primero que hizo Hope fue retroceder un paso, sin quererlo, su cuerpo reaccionando antes que su mente. Fue como un instinto, un movimiento instintivo de su cerebro para huir de lo que podría avecinarse. El apartamento que había sido su refugio ahora se sentía demasiado pequeño, demasiado claustrofóbico. Ran no era un hombre fácil de leer, pero la energía que emanaba en ese momento era densa, casi sofocante. Podía conocer algunos de sus gestos, pero no sus verdaderos pensamientos. Había tensión en cada músculo de su cuerpo, en cada paso que daba hacia ella.
-No podía estar en esa casa más tiempo o me volvería loca, y lo sabes -dijo, sabiendo que no le importaba lo que dijera-. De todas formas, ¿qué más te da? Deberías estar en Shanghái. O no. Porque me da igual a estar alturas. Supongo que si estás aquí es porque Rindou ya te habrá llamado imbécil.
-¿No podías soportarlo? -su voz era como una bofetada, pero baja, casi susurrante, haciendo que fuera… Más peligroso-. ¿Pensabas que marchándote de esa manera ibas a salirte con la tuya?
-Lo he conseguido y sin problemas. No ha estallado la guerra, ¿no? Porque estás aquí después de… -miró el reloj encima de la nevera, marcando la hora que era y lo tarde que era. Solo podía pensar en que era demasiado tarde y que llevaba ahí esperando como un verdadero psicópata-… Cuatro días. Ya son las doce.
Él no respondió de inmediato. Se enderezó, separándose unos centímetros de ella. Deslizó las manos por los bolsillos de su chaqueta de cuero, como si aquello fuera la cosa más casual del mundo, pero su mirada no perdió ni un ápice de intensidad o significado.
-Deberías estar en Shanghái, o donde sea. Pero no aquí. ¿Por qué has venido aquí, Ran? ¿Te aburrías? ¿O es tu misión enfadarme o hacerme sentir como si fuera una mierda?
De repente, sin previo aviso, sacó las manos de los bolsillos y las posó en la encimera a ambos lados de ella, encerrándola entre sus brazos. Hope no pudo evitar retroceder un poco más, su espalda chocando con el borde de la cocina. Ahora estaba atrapada, literalmente, con su cuerpo pegado al de él, sintiendo el calor y la tensión que emanaban de Ran.
-Lo que necesitamos -continuó, su voz baja, casi ronca— es que dejes de huir de lo que ocurre. No puedo soportar verte correr cada vez que las cosas se complican. Y tú tampoco deberías quererlo.
Hope se quedó sin aliento, atrapada entre el miedo y la familiaridad de lo que significaba estar tan cerca de él. El peligro en su tono, esa mezcla de posesión y frustración, la hacían sentir una espiral de emociones que no podía controlar. Había querido distancia. Quería pensar. Pero él la había alcanzado. Y ahora, con su cuerpo tan cerca, su mirada penetrante y su presencia envolviéndola, sentía que estaba perdiendo el control de nuevo.
-No entiendes nada -dijo ella-. Nunca lo has hecho. ¿Para qué? Si tu vida era y sigue siendo sencilla cuanta menos atención me prestes o mires a tu alrededor. Seguro que habría sido un alivio dejarme en esa montaña, casado con otra mujer a la que sí quieres.
La observó en silencio por un momento, sus ojos recorriendo su rostro, como si buscara algo que le parecía interesante. Y eso, la ponía de los nervios.
-No he venido aquí para discutir más, pero me estás tentando -susurró, inclinándose lo suficiente para que su aliento rozara su piel-. He venido porque no puedo dejar que esto termine así. Las cosas no funcionan así, Hope. Y deja de hablar como si tuviera una mujer en cada brazo porque sabes, te dije, que no es así. No soy un mujeriego como te gustaría que fuera. Ni siquiera tengo el tiempo que me gustaría para ello.
Tenía valor que le dijera eso después de lo que vivieron. Hacía mucho ya que su mano se había enfriado, y cambió la botella de extremidad. Luego, lentamente, retiró una mano de la encimera y la levantó hasta rozar su mejilla, un gesto que contrastaba con la intensidad de todo lo demás.
-No dejaré que te vayas -murmuró, cargada de una amenaza latente-. Te guste o no, estamos casados.
Hope lo sabía. Sabía demasiado bien que estaban casados, pero que a nadie más le importaba lo que ocurriera de puertas para dentro. Lo único que se buscaba con esa alianza, eran beneficios. Extender el linaje de los Wägner a través de una gran familia y exitosa para dar beneficios a lo que los Wägner perderían por tener dos hijas; una bastarda y una legítima, pero mujeres al final de la noche. Ninguna heredaría, sino que a través de su descendencia daría un buen uso a su género. Hope llevaba atrapada en esa vida años, hasta que se casó con Ran Haitani en un intento se alejarse y al poco tiempo, hacía poco, descubrió que no era más que una herramienta.
Ahora, estaba atrapada entre el calor de su cuerpo y el frío gélido de la amenaza. Su respiración se aceleraba, pero esta vez no era solo por el miedo. Era por la rabia que había estado acumulando durante días, por la frustración de que él quisiera tener el control, de que nunca le permitiera espacio para respirar, para pensar. De volver un enser inútil y la tratase como le viniera en gana. Estaba tan cansada.
-Cállate ya.
Hope cerró los ojos, su cuerpo respondiendo a la mezcla de sensaciones contradictorias: la familiaridad de su toque, el miedo a su intensidad, y la parte de ella que sabía que, a pesar de todo, nunca la dejaría ir por mucho que lo intentase. El silencio de la habitación se hizo aún más notable, casi podía saborearlo. Ran, que siempre tenía el control, aplacado por dos simples palabras.
-¿Qué?
Hope le sostuvo la mirada, sin apartar los ojos, a pesar de que su corazón palpitaba con fuerza y sus oídos comenzaban a escuchar su flujo. Ya no iba a dejar que la callasen. No iba a dejarse intimidar. Estaba cansada de que todos la manejaran a su antojo. Ahora, iba a ser ella la que rindiera cuentas.
-Te he dicho que te calles -repitió, su voz más firme con una fuerza desconocida-. No voy a escuchar más de lo que tengas que decir. Estoy cansada de todo, y tu ni siquiera te das cuenta. Ni siquiera te das cuenta de por qué estoy aquí. ¿Para qué? Es más fácil arrastrarme de los pelos, ¿no? O atarme.
Hope respiró hondo, su pecho subiendo y bajando mientras sentía la furia crecer dentro de ella. No tenía miedo de él en ese momento, no como lo había sentido antes. No iba a ceder más terreno.
-No tienes ni idea de lo que dices nunca, del daño que haces. O tal vez sí, que es lo probable, porque siempre consigues que la gente se sienta mal incluso sin tener la culpa de nada. ¡Y no es justo, joder! -le echó en cara, por primera vez usando un tono serio y duro, sin dejarse achacar por la situación-. ¡Eres un egoísta! Siempre lo has sido. Desde que apareciste por la casa de ese hombre y dijiste que te casarías sí o sí. No sabes ni siquiera lo que…
Su otra mano se levantó y se posó en su cadera, firme, tirando de ella con un gesto suave pero inevitable, su palma apretando la parte de piel cubierta por la ropa interior. Hope sintió el calor de su cuerpo acercándose aún más, una presión que la atrapaba, que la mantenía en ese espacio donde cada fibra de su ser respondía a la cercanía de Ran. Tampoco parecía importarle que su única ropa fuera la de estar en la cama; ropa interior y una camiseta de tirantes. Podía sentir su aliento en su cuello, sus labios peligrosamente cerca de su piel.
-Lo que necesitamos -la interrumpió él, su tono bajo y amenazante- es dejar de huir cada vez que las cosas se complican. Porque no voy a ir detrás de ti como si no tuviera derecho a estar en esto. ¿Crees que voy a dejar que te alejes solo porque estás asustada? -sus ojos se oscurecieron aún más, su mano en su cadera aferrándola con más fuerza-. Eso es de cobardes.
Sentía la presión de su cuerpo sobre el suyo, la manera en que su proximidad la envolvía, atrapándola entre el deseo y el miedo. Ahogándola, amarrándola a un destino del que ella no saldría viva. Como una araña con sus víctimas. Sabía que Ran tenía una forma de no aceptar el “no”, de empujarla hasta sus límites, de volverla completamente loca, y ahora lo estaba haciendo de nuevo.
-Estás huyendo porque es más fácil que enfrentar lo que realmente piensas. Lo que sientes.
Su rostro se inclinó aún más cerca, su nariz rozando la de ella, su aliento cálido sobre sus labios. Hope sintió su pulso acelerarse aún más, el calor de su cuerpo haciéndola sentir vulnerable, atrapada. Sabía que Ran podía leerla (había aprendido en ese corto tiempo pasando tiempo juntos), y lo odiaba por eso. Odiaba cómo siempre encontraba el modo de desarmarla, de hacerla confrontar sus emociones, incluso cuando lo único que quería era huir. Huir del destino, de un futuro incierto que no le gustaba.
Quería ser artista, vivir esa vida bohemia de la que todos hablaban, encontrarse a sí misma en un estilo, y una vez se replanteó hasta aceptar la beca estudiantil para marcharse a Europa a estudiar el tiempo que necesitase, abandonando todo porque a nadie le importaría… Pero no lo hizo. Por miedo a exactamente eso. A abandonar todo, a abandonar una vida que en el fondo disfrutaba de que fuera así; aburrida y simple, lo que ella siempre había buscado. Sin palizas, sin órdenes… Pero ahora, estaba huyendo.
-No puedes alejarme -murmuró él, su voz apenas en un susurro mientras sus labios rozaban los de ella, temblorosos-. Lo que hay entre nosotros es más fuerte que esto. Esa tensión, esas discusiones, nuestras miradas.
Las palabras de Ran se clavaron en su mente, dejando a Hope en una confusión emocional. Una parte de ella no podía soportar la manera en que él manejaba todo, como si el control fuera su derecho. Como si ella no tuviera otra opción de aceptar… Pero también había otra en la que sabía que tenía razón, que lo que había entre ellos dos era algo que no podía ignorarse. Ni huyendo, ni alejándose lo máximo posible.
Y, sin embargo, en ese momento, con su cuerpo atrapado entre él y la encimera, sus dedos aferrándose a su cadera, y su mirada inquebrantable clavada en ella, Hope sintió que cualquier resistencia que quisiera mostrar se desvanecía. Lo odiaba, pero también lo amaba. Lo temía, pero también lo deseaba. Y esa dualidad la estaba destrozando.
-Tal vez sí sea una cobarde, pero tengo motivos -susurró, las lágrimas empezando a acumularse en sus ojos después de un rato de silencio tenso-. No sabes absolutamente nada de mí, ni de cómo me siento ni nada.
-No, no sé nada, pero porque tú tampoco dejas que lo sepa -repitió, casi como un suspiro. Ran exhaló, su aliento cálido acariciando la piel de su rostro. Bajó la mano de su muñeca, dejando que sus dedos trazaran una línea lenta y calculada por su brazo, generando escalofríos, hasta entrelazarse con los suyos. El simple contacto la hizo temblar-. Pero eres la mujer que se negó a ponerse mi apellido. Eres la mujer más necia que me he encontrado nunca. No puedes huir cada vez que te sientas abrumada, porque esa no es la mujer que vi en esa casa pintando y debatiendo sobre qué color debía usarse.
Hope sintió una mezcla de emociones aplastándola, sofocándola. Lo recordaba; recordaba lo que le dijo, la mezcla de pinturas, la breve conversación que tuvieron antes de su compromiso repentino… Pero también sabía que estar con Ran significaba aceptar todo lo que él traía consigo: la intensidad, el peligro, la posesión. Él la quería, pero a su manera, y esa manera la hacía sentirse atrapada, como ahora, con su cuerpo rodeado por el de él, sin escapatoria.
-Yo… -susurró, intentando encontrar las palabras correctas, pero él la cortó antes de que pudiera continuar.
-No. No hay más excusas, más huir -voz se volvió aún más baja-. Soy tu esposo. Y te guste o no, estamos juntos en esto. No te voy a dejar marchar, Hope. No voy a dejar que sigas pensando que solo eres la decoración de una casa vacía.
Sus palabras cayeron sobre ella como una sentencia, y por un momento, el miedo la envolvió por completo. Sabía que Ran no era de los que se rendían, y ahora lo veía más claro que nunca. Había una posesión en su mirada, una determinación implacable que la hacía sentir pequeña, acorralada. Casi como la del día de su boda, cuando le puso el anillo el dedo y dijo sus votos. Pero al mismo tiempo, esa misma intensidad, esa fuerza arrolladora que siempre había sido parte de él, también la atraía de manera irremediable.
-Eres un imbécil.
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Ran Haitani la miraba con cierta adoración.
La tensión en la habitación era palpable, envolviéndolos como una tormenta que amenazaba con desatarse en cualquier momento. Los dedos de Ran seguían entrelazados con los de ella, su tacto firme pero no agresivo, como si tuviera el control absoluto incluso en ese gesto aparentemente inofensivo. Cada milímetro de espacio entre sus cuerpos parecía electrificado, cargado de una energía que era imposible ignorar. Y Hope lo sentía en cada respiración, en cada latido de su corazón acelerado.
-No me mires así -murmuró ella, sin saber si sus palabras eran una súplica o una advertencia. Sus ojos lo evitaban por momentos, pero algo más profundo la obligaba a mirarlo, atraída por la intensidad que él irradiaba-. Lo odio.
Ran no apartó la mirada. Al contrario, sus ojos recorrieron cada centímetro de su rostro, descendiendo lentamente hasta sus labios, como si cada parte de ella fuera un terreno que él reclamaba sin necesidad de palabras. Era esa misma intensidad la hizo tambalearse durante su beso en el ascensor, ese modo en que podía hacerla sentir deseada y vulnerable al mismo tiempo.
-¿Cómo quieres que te mire, entonces? -preguntó él en voz baja, su tono teñido de una provocación peligrosa-. ¿Quieres que pretenda que no me vuelves loco cada vez que estás cerca? ¿Que no me importa que hayas intentado huir de mí desobedeciendo mis órdenes más directas?
Su aliento se hizo más pesado, su proximidad llenando el espacio que quedaba entre ellos. Ran no necesitaba alzar la voz para que sus palabras la alcanzaran de lleno, cargadas de una promesa velada. Y aunque en su mente, Hope luchaba por mantenerse firme, su cuerpo la traicionaba. Sentía el calor de él irradiar hacia ella, una atracción magnética que no podía negar, incluso si quería.
-No estoy huyendo de eso -dijo, pero su voz sonó más suave de lo que pretendía, y sabía que Ran lo notaría.
Ran soltó una pequeña risa. Era más una afirmación de control, como si ya supiera lo que ella estaba sintiendo, lo que intentaba negar.
-¿Ah, no? -susurró, su rostro inclinándose aún más cerca, hasta que su nariz rozó suavemente la de ella-. Entonces dime, Hope, mi querida Hope… ¿qué es lo que quieres ahora? -su tono era bajo, seductor, casi un desafío-. ¿De verdad quieres que me vaya, que te deje sola aquí, cuando sé perfectamente lo que estás pensando, lo que sientes?
Hope cerró los ojos por un instante, luchando contra el deseo que se agitaba en su interior. Podía sentir la calidez de los labios de Ran apenas a unos centímetros de los suyos, el latido constante en su pecho aumentando con cada segundo que pasaba. Él la rodeaba, no solo físicamente, sino con su presencia abrumadora, con la manera en que siempre sabía cómo desmantelar cada barrera que intentaba levantar.
No respondió de inmediato, pero su silencio solo parecía alimentar la seguridad de Ran. Y no podía evitar sentir ese desprecio naciendo de nuevo por su personalidad arrogante. Sus dedos, aún entrelazados con los de ella, se movieron lentamente, trazando círculos suaves sobre su piel, un toque que era a la vez tranquilizador y cargado de intenciones.
-No tienes que decir nada -murmuró él, su voz casi un ronroneo mientras sus labios rozaban la línea de su mandíbula, apenas un roce, pero lo suficiente para hacer que Hope contuviera el aliento-. Puedo sentirlo. Siempre lo he hecho. ¿O es que no recuerdas nuestros anteriores besos?
Sus labios siguieron bajando lentamente, casi rozando su piel, lo suficientemente cerca como para que el calor de su aliento la hiciera estremecer, pero sin tocarla completamente, lo que solo aumentaba la tensión. Hope apretó los labios, tratando de resistir esa atracción que la envolvía, pero su cuerpo reaccionaba antes que su mente. Sus respiraciones se volvieron más rápidas, más profundas, y su piel hormigueaba bajo el contacto de Ran.
-Ran… -intentó protestar, pero su voz sonaba quebrada.
La interrumpió, levantando la otra mano para deslizarla por su espalda, acercándola aún más a él en un gesto inesperadamente placentero y despreocupado. Sus largos dedos se posaron sobre la tela de su espalda baja, acariciando la zona distraídos.
-No tienes que luchar contra esto, Hope. No puedes luchar contra lo que ocurre entre nosotros -sus labios descendieron lentamente, apenas rozando la piel de su cuello, enviando una descarga eléctrica por su cuerpo-. Contra mí -Hope sintió que sus fuerzas flaqueaban.
Su resolución desmoronándose ante la forma en que Ran la tocaba, cómo su voz parecía calmar y encender sus sentidos al mismo tiempo. Sabía que debía poner distancia entre ellos, que este ciclo de atracción peligrosa y discusiones intensas los estaba consumiendo. Pero, al mismo tiempo, cada centímetro de su ser gritaba por esa cercanía, por esa conexión tan poderosa que la dejaba sin aliento.
No podía ser. No podía ocurrir nada entre ellos, porque entonces perdería el control. Solo pensarlo, le recordaba las amenazas de su padre sobre que fingiera que había perdido la virginidad con él en vez de dejar que lo descubriera al momento. ¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo iba a ser tan mentirosa y humillarse de esa manera? Le dejó claro que si no lo fingía, el matrimonio sería anulado porque se siempre buscaba esa inocencia para demostrar que los hijos no fuera ilegítimos.
-Esto no está bien. Me estoy volviendo loca, no puedo pensar con la claridad -murmuró débilmente, aunque su cuerpo traicionaba esas palabras al acercarse más a él, al dejar que la calidez y la firmeza de Ran la envolvieran por completo.
-¿No está bien? -repitió él, su tono cargado de una seguridad absoluta mientras sus labios seguían trazando una línea peligrosa en su cuello-. Entonces, ¿por qué no te apartas? ¿Por qué no me dices que pare?
Su boca llegó a su oído, a las pecas que decoraban las puntas y que ella había odiado a medida que pasaba la adolescencia, y Hope sintió el escalofrío que recorrió su columna vertebral cuando el susurro de Ran la envolvió.
-Porque no quieres que lo haga -terminó él, con una convicción que la dejó completamente expuesta-. Quieres esto tanto como yo, pero desde hace tiempo.
Ran tenía razón, y ambos lo sabían. Sus cuerpos estaban tan cerca que podía sentir su corazón latiendo contra su pecho, y el deseo latente entre ellos era imposible de ignorar. Las manos de Ran, una en su cadera y la otra aún entrelazada con la suya, la mantenían atrapada, pero de una manera que su propia piel ansiaba. Cada roce, cada palabra susurrada, cada mirada oscura y cargada de deseo estaba llevándola al límite.
Hope exhaló un suspiro tembloroso, sus pensamientos enredados en la maraña de emociones que la envolvían. Parte de ella quería resistir, quería recuperar el control de la situación, pero otra parte, una mucho más profunda y poderosa, estaba rindiéndose al magnetismo que Ran siempre había ejercido sobre ella.
-Dime que pare, Hope -susurró él, su voz grave y cargada de desafío mientras sus labios finalmente rozaban los suyos, apenas un contacto superficial, pero lo suficiente para hacerla temblar y jadear-. Dime que no lo quieres, y lo haré.
Hope abrió los ojos lentamente, su respiración acelerada mezclándose con la de Ran. Lo miró fijamente, viendo la intensidad en sus ojos, el fuego que ardía entre ellos, y se dio cuenta de que no podía decir esas palabras. Porque en ese momento, con él tan cerca, lo único que podía sentir era el deseo de estar aún más cerca.
Era tan diferente a ese catastrófico fría. El día que decidió perder la virginidad a modo de venganza personal contra su familia con un chico cualquiera. Hope sintió su pulso acelerarse bajo la mirada penetrante de Ran, sus cuerpos tan cerca que podía percibir el calor irradiando de él, mezclándose con el suyo. El desafío en su voz, el roce apenas perceptible de sus labios, todo estaba diseñado para empujarla al límite, para que cediera completamente a ese deseo que la envolvía. No era lo mismo que con ese chico, que apenas había hecho más que meterse entre sus piernas y decirle cosas bonitas mientras la ligera capa de sangre corría y él buscaba su placer.
Sabía que debería decirle que parara. Que lo que pasase entre ellos no podía continuar. Las discusiones, la intensidad abrumadora, esa pasión extraña que jugaba entre ellos como un partido de tenis, cada un pasándose el relevo... Todo eso la estaba destrozando lentamente. Pero cuando lo tenía tan cerca, cuando sentía cómo él podía reclamarla con esa seguridad implacable, era como si todo lo demás se desvaneciera. Como si el mundo a su alrededor le rogara que por una vez fuera ella quien bajase los muros.
-Eres cruel -susurró de nuevo, su voz temblando entre el anhelo y la resistencia-. Siempre lo has sido. Primero, llamándome niñata sin conocerme lo más mínimo y ahora viniendo a este lugar pensando que voy a volver así porque sí.
-Dilo -insistió él-. Dime que me detenga.
Pero Hope no pudo. En otro momento y en otro contexto, podría haberlo hecho sin dudar un solo segundo. Sus pensamientos eran una maraña de emociones, de deseo, de furia y de miedo. Las palabras no salían. Y Ran lo sabía. Él la conocía demasiado bien a aquellas alturas, sabía exactamente cómo hacerla perder el control, cómo desmantelar cada muro que intentaba levantar entre ellos. Era peligroso, seductor, y en ese momento, completamente imparable. Un maldito psicópata que le había metido una bala en la cabeza a un hombre que fingió ser su guardaespaldas y luego sacó de la ciudad y salvó de la muerte.
Con un suspiro ahogado, Hope levantó la mirada hacia él, sus ojos cargados de una mezcla de emociones que ni siquiera podía desentrañar completamente. Ran la observaba, esperando su respuesta, sus labios aun peligrosamente cerca de los suyos, y el silencio entre ellos era denso, cargado de esa tensión que parecía a punto de explotar.
-No puedo -fue lo único que logró decir, su voz un susurro roto, casi inaudible.
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fraseboleta · 4 months ago
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, a continuación, te presento la historia en un formato más extenso y narrativo, como si fuera parte de un libro.
### Capítulo 1: El Comienzo del Caos
Mi vida cambió para siempre el día que mi mamá falleció en una explosión. Era un día normal, o al menos eso parecía. Hasta que una llamada telefónica lo trastornó todo. La voz al otro lado del teléfono me informó que mi mamá ya no estaba. El dolor que sentí fue indescriptible. Mi mundo se vino abajo y con él, todas mis esperanzas y sueños.
Soy venezolano, y desde aquel fatídico día, mi vida se convirtió en un torbellino de emociones y decisiones equivocadas. La pérdida me llevó a un lugar oscuro. Empecé a frecuentar fiestas, fumar, y a involucrarme en el mundo de las drogas. Comencé a juntarme con personas peligrosas, individuos que sólo me arrastraron más profundo en la desesperación.
### Capítulo 2: Descenso al Abismo
Mi comportamiento se volvió autodestructivo. Asalté a muchas personas en el transporte público, buscando una salida rápida a mis problemas económicos. A pesar de mis intentos por encontrar un trabajo honrado, nadie me daba una oportunidad. Era como si el mundo entero me hubiera dado la espalda.
En medio de este caos, la voz de mi abuelo resonaba en mi mente. Mi abuelo, un hombre sabio y amoroso, llamaba a mi hermana desesperado porque había días en los que no tenía para comer. A veces, ni siquiera tenía para comprar una botella de agua. El saber que mi familia también sufría me llenaba de una tristeza aún más profunda.
### Capítulo 3: La Esperanza en un Mensaje
Un día, recibí un mensaje de mi hermana mayor. Me pidió que memorizara una dirección en Orlando, Florida. Esa noche, tomé la decisión de dejar todo atrás y buscar un nuevo comienzo. Junto con mi hermana, llegamos a Monterrey y cruzamos el río a las 6 de la mañana. Sin embargo, fuimos detenidos por la migración.
Lo que siguió fue un proceso largo y agotador. Pasé por experiencias tanto buenas como malas en la prisión de migración. Viví motines y noches de insomnio, rodeado de incertidumbre y miedo. La prisión era un lugar oscuro y frío, donde las esperanzas parecían desvanecerse con cada día que pasaba.
### Capítulo 4: El Sueño Revelador
Una noche antes de mi corte, tuve un sueño muy vívido con mi mamá. En el sueño, estaba esposado y vestido con un uniforme naranja. Mi mamá estaba frente al juez y le suplicaba que me dejara en libertad, asegurándole que yo era un buen chico. Le decía que merecía una segunda oportunidad. En el sueño, vi una puerta que se abría y todo era blanco, como un portal hacia un nuevo comienzo.
### Capítulo 5: La Libertad
Al día siguiente, fui a mi corte con ese sueño fresco en mi mente. Increíblemente, me dieron la libertad. Salí de ese lugar sintiendo que mi mamá había intercedido por mí desde el más allá. La sensación de libertad era abrumadora, pero también llena de incertidumbre.
### Capítulo 6: Los Verdaderos Amigos
A lo largo de este viaje, me di cuenta de quiénes eran mis verdaderos amigos. Solo tres de ellos se mantuvieron a mi lado, apoyándome en los momentos más oscuros. Los amigos de las fiestas, aquellos con los que solía ligar chicas y pasar el tiempo, resultaron ser falsos. La mayoría me dio la espalda cuando más los necesitaba.
### Capítulo 7: Los Obstáculos en México
Mi situación se complicó aún más cuando, en un país que no es el mío, México, fui secuestrado dos veces. Esas experiencias fueron aterradoras y me llenaron de una tristeza profunda. Estaba solo, en un lugar desconocido, sin saber si sobreviviría para ver otro día.
### Capítulo 8: Un Nuevo Comienzo
Hoy, gracias a Dios, estoy legal en este país y estoy trabajando duro para superarme poco a poco. He aprendido mucho de esta experiencia y estoy agradecido por la oportunidad de un nuevo comienzo. La vida no ha sido fácil, pero cada obstáculo me ha hecho más fuerte. Ahora, con el apoyo de mis verdaderos amigos y la memoria de mi mamá guiándome, estoy decidido a construir un futuro mejor.
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intruzox69 · 6 months ago
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Marlén
Capítulo 19
El amigo de mi hijo 4
Como les conté anteriormente, Héctor, el amigo de mi hijo se hospedó en mi casa, mi esposo no estaba tranquilo con su presencia, pero yo "le aseguraba", que no me interesaba en absoluto, y para tranquilizarlo, y algo contrariada, le pedí a mi hijo que persuadiera a su amigo para que se saliera de la casa, y yo misma le dije a Héctor que era mejor que se fuera pues creía que mi marido sospechaba, prometiéndole vernos en otros lugares. Así que mi panochita y mis nalgas han descansado un poco.
Pero entes de todo esto, nos dábamos gusto todos los días, me excitaba su manera perversa de poseerme, muchas veces me ató al respaldo de la cama o a una silla con las corbatas de mi marido, en otras ocasiones me vendaba los ojos.
Un viernes a la media noche, llegó a mi recámara, sabía que mi esposo no estaría en casa, y que mi hijo al parecer había ido a una fiesta de cumpleaños. El plan era ir a su habitación y como está separada de la casa, no hay posibilidad de que alguien escuche algo, mi hija y el bebé dormían en su respectiva habitación.
Era casi la una de la mañana, él me esperaba ansioso, previamente me había pedido que me pusiera algo muy atrevido, que lo sorprendiera, y busqué entre mis cosas algo que le pudiera gustar. Encontré un vestido transparente, que hacía mucho tiempo usé en un "table dance", en el que trabajé por gusto, es color verde limón, debajo del vestido traía solo una tanga de seda blanca.
Cuando entró a la recámara, suspiró y de inmediato me manoseó, alzaba mi vestido a mis nalgas, me empinaba y lamía mi culo haciendo la tanga a un ladito. Luego se levantó y me puso frente a él, me besaba la cara y los senos desesperadamente.
Mientras me fajaba, observé que había un tubo que atravesaba la habitación, le pregunté para que lo había puesto y sin responder, sacó una especie de listón largo, lo pasó por el tubo, me tomó de las manos, las alzó y me ató, dejé que hiciera lo que quisiera, esa noche yo andaba muy caliente, ya atada se puso detrás de mí, aún estaba vestido pero sentía su rica verga, muy dura, sus manos pasaban por todo mi cuerpo, besaba mi cuello, sin faltar las suaves nalgadas.
Luego vendó mis ojos, escuché que apagó la luz dejándome en completa oscuridad, deseaba mamar su verga pero por la posición en la que yo estaba, era imposible. Seguía fajándome hasta que de pronto me dijo al oído que lo esperara un momento, pensé que era para desnudarse, pero escuché que abrió la puerta y salió sin cerrarla, le pedí que cerrara, pero no me hizo caso.
La espera me pareció larga, cuando al fin llegó, le reclamé su tardanza y el hecho de que dejara la puerta abierta, me tranquilizó abriéndome de piernas para mamar mi panocha que exigía atención, estaba muy mojada y sentir su lengua ya experta en mamadas, me hizo olvidarme de todo para empezar a disfrutarlo.
Mientras gozaba su lengua, escuché que la puerta se atrancaba, pregunté que pasaba y respondió que la había cerrado de una patada para no dejar de mamarme. Luego se detuvo y me dijo que abriría la cortina para ver aunque sea mi silueta con la poca luz que penetraba por la ventana.
Lo volví a sentir detrás de mí, levantó mi vestido a la cintura, bajó mi tanga a las rodillas, como es su costumbre, pues no le gusta quitármelas por completo, dice que se calienta más sentirme con los calzones en las rodillas, puso su verga entre mis nalgas y empezó a frotar sin penetrarme, automáticamente mis nalgas se movían ansiosas de tener algo duro dentro, pero él me hacía esperar y se bajaba de nuevo para lamer mi culo, empinarme un poco y lamer mi panocha, me trastornó haciéndome mil cosas, yo le exigía que me poseyera, levantó mi pierna derecha y se puso delante de mí, penetrándome profundamente, haciéndome gemir de placer al sentir su gruesa verga, sus manos apretaban mis glúteos, sacaba mis senos del escote del vestido porque no me lo podía quitar, entonces lo bajó y me lo dejó en la cintura.
De repente se quitó y se alejaba, entonces sentí sus manos en mis caderas, abrían mis nalgas, sabía lo que venía; su falo se abría camino entre mi trasero para entrar por mi culo, yo me empiné un poco, él solo se limitó a tomarme de las caderas y cogerme, le suplicaba más fuerte la cogida, lo hacía pero de pronto se retiraba, y de inmediato volvía a penetrarme, así estuvo mucho tiempo hasta que ya no soportó y se vino en mi recto, sus dedos, yo aún no me venía, entonces volví a sentir su verga dura, como si no se hubiera venido, de nuevo me penetró, pero ésta vez me masturbaba al mismo tiempo, hasta que logré un orgasmo intenso y largo, grité de placer, parecía una loca, apretó mis nalgas y me besaba el cuello y la espalda, le agradecí la rica "doble " cogida que me había dado.
Entonces escuché una discusión, pregunté a Héctor que pasaba, luego se oyeron pasos de alguien más, me asusté y le pedía que me soltara, me esforcé por desatarme pero en eso, caí bruscamente porque el tubo que me sostenía no resistió mi peso, me golpeé fuertemente en la cabeza con el marco de la puerta y me desmayé.
Desperté en el hospital, traía otra ropa, y a mi lado estaba mi hijo, me dio vergüenza que estuviera ahí, a los médicos les dijo que me había caído en la cocina, me estaba protegiendo, me llevó a casa en taxi, mientras llegábamos me dijo que Héctor se había ido, ya que él mismo se lo pidió y que habían terminado esa amistad.
Solo lo abracé, no sabía que decir, pero desde esa vez, evita encontrarse conmigo, y le doy la razón. Ya en casa, busqué el vestido trasparente que traía esa noche, no lo encontré, me asomé al patio trasero, y entre la casa donde vivía Héctor y la cocina de la casa, estaba la tanga, quise ir a recogerla pero me dio un mareo, pensé en ir por ella mas tarde, pero cuando lo hice, ya no estaba.
No sabía que hacer ni como comportarme frente a mi hijo, pero él me ayudaba evitándome, así que dejé que pasaran los días sin comentar nada de lo sucedido.
©Marlén
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final-fantasy-xiii-fan · 3 months ago
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Les ruego una disculpa por el retraso, tuve varios inconvenientes y además una amiga me pidió que cambiara el rumbo del fic, en lo personal quería hacer una historia más inclinada hacia la aventura y las batallas, pero creo que la idea de Lyra no está tan mal. En fin espero que les guste y en especial a mi estimado seatrisa, espero de todo corazón que te guste este cambio. Aprovecharé también para aclarar algo, este fanfic ira subiendo de tono, me refiero a que tendrá una trama un poco mas cruda y explícita, aun así, procuraré no excederme ni ser demasiado explícita. Después de esto no queda mas que presentarles el siguiente capítulo.
Capitulo 4
Tras el largo camino de ida al castillo, Legend permaneció en silencio, incomodo con el atuendo que llevaba puesto, un traje elegante color lavanda, pomposo e innecesariamente incomodo.
La princesa Zelda de la época del capitán, también apodada Artemis, envió tres carruajes con caballos para recogerlos y llevarlos hasta donde sería el baile de otoño.
Cuando por fin se detuvieron, el castillo estaba lleno de personas, enormes mesas repartidas por el gran salón ofrecían comida extravagante, bocadillos, cerveza y licores exóticos traídos desde los diferentes puntos del continente y más allá.
Los músicos tocaban canciones sobre las hazañas del capitán en la guerra y alguno que otro chisme de los Zora para amenizar la velada, pues pronto la princesa aparecería para abrir el banquete y después bailar con su amado Link en la enorme pista,
Las luces tenues y los perfumes golpearon a Legend con mucha más fuerza que ese pequeño pingüino boxeador de Holodrum .
El grupo se pegó más los unos a los otros, se sentían observados, mujeres y hombres nobles los miraban con lujuria o desprecio y reían al toparse con sus miradas azules, verdes y violetas, "la cadena "como les apodo Wind, estaban nerviosos, excepto Wars, quien parecía estar en su elemento, vestido con un traje azul con bordados color plata, botas negras y una capa de terciopelo fino. Wars se internó en la fiesta, saludando con gracia a las personas que se le acercaban, hablando con ellos y comportándose a la altura del evento.
No lograron ni llegar hasta la mitad del salón, cuando una multitud los rodeó, pero en lugar de seres malditos, eran personas que buscaban charlar, conocerlos y quizás tener algo más.
Como era de esperarse, uno de los platillos predilectos de hombres y mujeres, fue Legend, no tardó ni cinco minutos cuando un grupo de mujeres lo abordaron, separándolo de sus hermanos, quienes igual que el, fueron alejándose unos de otros.
Camino un poco, pero de nuevo le cortaron el paso, esta vez fueron varios hombres, uno de ellos le ofreció una copa que también rechazó. Cumplidos, piropos, incluso flores eran ofrecidas ante los pies del veterano, pero el solo quería salir de ahí y rápido.
Luego de evadir a unas hijas de un coronel, se acercó a Hyrule, quien ya estaba rodeado de hombres y mujeres, varias manos traviesas le tomaban por el cuello de la túnica, bajando despacio hasta su pecho y su cinturón, las damas le pedían que les contara sobre las batallas que un joven de tal belleza pudo haber librado, el pobre chico estaba abrumado, no sabía qué contestar, pero por suerte, su héroe llegó para salvarlo y juntos, se escabulleron a un balcón, donde no había nadie.
Legend: maldito capitán, ya nos la pagará
Hyrule: no sabía que los bailes reales fueran así, creía que eran más…
Legend: todos son iguales, la misma mierda elitista en todos lados
Legend se sentó junto a él, en serio estaba asqueado y molesto. Paso una mano tensa por su frente, estaba mareado, otra vez le costaba respirar, pero por fortuna, no estaba solo.
??: Link! ¡Que alegría verte! Un chico vestido con una túnica purpura con bordes de oro, pantalones oscuros y una media capa negra, salió disparado para abrazar a Legend
Legend: ¿pero que mierda? Ravio? ¿Qué estás haciendo aquí?
Ravio: vine en misión diplomática, la princesa Hilda y yo venimos para mejorar las relaciones con otros reinos. ¡Pero… mírate nada más! ¡Que guapo te ves! ¡Incluso te cortaste el cabello! ¡Al fin dejaste que alguien que no fuera yo lo hiciera, te ves muy bien y tu hermano! Hola Hyrule!-el chico se lanzó a los brazos del otro.
Hyrule atrapado en el incomodó abrazo contesto: también me da gusto verte Ravio
Ravio: bueno porque no vamos adentro, los tragos están buenos, también hay alguien que quiere verte link- refiriéndose a Legend.
Legend aun aturdido, le contestó al mercader: lo siento Ravio, no tengo ánimos para hablar con nadie.
Ravio: ¡oh vamos! No te pongas difícil, además, tengo mucho que contarte
Legend molesto le respondió: escucha no tengo intensiones de estar en esa fiesta, si quieren entrar háganlo yo los espero aquí.
Ravio sabía que cuando Link se comportaba así, era imposible convencerlo, prefirió darle espacio y evitar una reacción peor: está bien, te veremos después. Vámonos Hyrule, están sirviendo unas bebidas muy buenas. Segundos después de que se fueran, Legend se asomó por el borde del balcón, estaban como a unos 40 metros de altura, ni con la vara de somaria lograría crear un punto seguro para escapar, vencido se dejó caer sobre la banca de mármol, furioso, incomodó y con una migraña épica. Se cruzó de brazos y miro hacia las estrellas…
Cuando de repente, alguien se sentó a su lado.
Legend: Ravio ya te dije que te fueras a la mier…
Fable: Hola Link, veo que sigues siendo el mismo de siempre
Como si le hubieran mordido la espalda, Legend se levantó, mirando sorprendido a su princesa, quien usaba un precioso vestido verde, la cintura era ceñida y el escote dejaba ver solo lo necesario, su largo cabello rubio estaba recogido en una trenza con listones y en la frente llevaba una tiara con una bonita esmeralda.
Legend: ¿qué hace aquí? No… no sabía… yo…
Fable: jeje también me da gusto verte querido, se suponía que era una sorpresa, solo tu compañero Wars, Artemis, Hilda y Ravio sabían que estaría aquí, pero mírate! Que guapo te ves, no recuerdo la última vez que te vi sin la túnica roja.
Legend no podía responder, se sentía avergonzado, feliz, furioso e incómodo al mismo tiempo y es que en serio le daba mucho gusto ver a su princesa otra vez, aunque la situación definitivamente no era la más cómoda para él.
Fable: me gusta tu nuevo peinado, te ves encantador- Fable extendió una mano y la paso por la melena de Legend, acomodándole los preciosos hilos dorados y rosas.
Legend: pero ¿qué haces aquí? ¿Qué?…
Fablé: nada, solo vine a buscar algo que le pertenece a nuestro reino, es… un tesoro muy preciado
Legend: ¿de que estas hablando?
Fable lo miraba extraño, aunque no era la primera vez que tenían conversaciones sobre recuperar artículos de la corona, había algo más, la forma en que ella sostuvo su mano y la cubrió con las suyas, el cómo sus ojos se llenaron de luz cuando se acercó a el… Legend ahora sí que estaba preocupado.
Legend: ¿Majestad, que está pasando?
Fable: me gustaría volver adentro, la fiesta es muy agradable...
Legend: espere no lo entiendo, alteza, por favor- el tono de voz le cambio, la duda lo estaba empezando a carcomer y su princesa simplemente no le dijo nada.
Fable: Link acompáñame, no podemos seguir aquí afuera, está empezando a hacer frío
Y como todo buen héroe, obedeció.
Fable por su parte, tomo del brazo a su guerrero y camino con el hacia el salón, donde fue conducido hacia el centro del lugar.
Legend vio que sus hermanos tenían copas en las manos y empezaban a relajarse, incluso el viejo, quien jamás se imaginó que se vería tan bien con esa ropa.
La fiesta estaba en su apogeo, las personas danzaban alegremente y Fable en ningún momento le soltó, luego Ravio y la princesa Hilda se acercaron, ella saludo a Link como si fuera de la realeza, haciendo una reverencia y refiriéndose a él como usted.
Legend no le prestó atención, solo quería que todo terminara, luego de un rato Artemis apareció sobre el escenario junto a Wars, quienes hicieron señas para que se acercaran, pero Legend se resistió, no subiría y era su respuesta final, Fable podría enojarse con él, pero ya era suficiente.
Hyrule por suerte se acercó a él, poniendo una mano sobre su hombro, tenía las mejillas rosadas y una copa llena de líquido dorado, estaba muy borracho.
Legend: ¿mierda que les pasa? En serio no soporto esto- pensó, mientras su princesa daba un discurso sobre los tiempos difíciles y la colaboración entre Lorule y los dos Hyrules, que traerían paz y prosperidad a la gente, y que al fin podría recuperar lo que una vez su padre y el consejo le arrebataron.
Legend:… de que está hablando?-Legend no estaba bien, seguía mareado y poco le faltaba para vomitar, cuando escucho a Fable decir:
Fable: gracias a mi querida Artemis y la bruja Lana, pudimos encontrarlos…
Legend quiso escuchar, pero no aguantaría mucho, necesitaba liberar su estomago
Fable …a mi hermano, Link Daphne Hyrule, príncipe heredero de la corona de Hyrule y héroe de las leyendas!
Los primeros segundos no escucho nada, el mundo se detuvo y sintió frio, luego como si de nuevo estuviera revolcándose en el mar, como cuando llego a Koholint. Hyrule volteo a verlo con una expresión indescriptible, mezcla de sorpresa, negación y tal vez demasiado alcohol, quito la mano de su hombro y dio un paso hacia atrás, Legend en respuesta se alejó de su protegido y vio a Wars sonriendo mientras levantaba un cáliz, las personas a su alrededor aplaudían y le vitoreaban, Wild puso cara como si hubiera matado a un cachorro y Twilight parecía estar ahogándose con su bebida, Time estaba pálido y el trago que tenía en la mano se estaba derramando, Wind estaba en el piso inconsciente y quien sabe en donde estaba el resto.
Ravio se le acercó para empujarlo hasta donde su hermana lo esperaba con los brazos abiertos.
Subió al escenario como pudo, pues ese traje no lo dejaba ni respirar y solo abrazo a Fable tan fuerte como pudo, estaba en shock, su cerebro no alcanzo a codificar lo que había escuchado, luego contra su voluntad, se separó de ella y una sirvienta le dio un cáliz de oro con alguna clase de licor, miro con terror al público y busco a Ravio con la mirada, pero no lo veía, las manos le temblaban, el corazón le latía extremadamente rápido y tras unos cuantos brindis, un chispazo en su cabeza lo hizo bajarse del escenario para buscar la salida, ni siquiera se detuvo cuando su nueva hermana le llamo, anduvo trotando por los pasillos, hasta que al fin llego a un jardín, ahí encontró un sendero hacia la ciudadela.
Camino sin detenerse, estaba fuera de control, su magia soltaba chispas y un fuerte aroma a azufre, pero no se detuvo, aunque ya estaba empezando a verse los primeros destellos de luz en el cielo nocturno, se perdió entre los bosques, sin detenerse, camino por horas, desde el alba hasta el ocaso y de nuevo, otra vez más, hasta que, para su suerte, encontró un portal, que lo llevaría lo suficientemente lejos de ahí.
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fantasyhistoricalworld · 7 months ago
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Los Bridgertons serie Vs Los libros
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Esta claro que esta serie lo único que tiene de asemejanza con los libros son; el titulo, los personajes y una que otra cosa, pero desde la historia (que debo decir manejaron a SU antojo) sin respetar que estamos hablando del siglo XIX en donde todo lo que valía en la alta sociedad era una buena reputación y, (en el caso de las mujeres) un buen matrimonio concertado y, no, no todos los matrimonios eran concertados o por un bien socioeconómico.
Los matrimonios por amor eran muy escasos (no digo que no sucedieran), pero, no obstante, eran dificiles de ver. Porqué quien elegía el futuro de aquella señorita era el padre de familia o, en este caso de los Bridgerton, el primer varon de la familia (Anthony Bridgerton) y vemos como Jass Brownell hizo lo que le vino en gana con la historia del libro. Repasemos la época de 1800 que queda bastante constada en grandes historias escritas por Jane Austen, Julia Quinn, Nuria Rivera entre otras más que han escritos libros romanticos de estas epocas o parecidas, pero queda claro que una de las escritoras más reconocidas era Jane Austen que dejo plasmado en tinta como era los matrimonios, las leyes y politicas de aquella epoca (quien mejor que ella para decir cómo realmente era su época).
1813, Mayfair, Londres
Para las familias de élite, la oportunidad perfecta para encontrar cónyuges adecuados era durante la llamada Temporada de Londres, cuando todos los que eran alguien acudían a la ciudad. La temporada duraba entre el invierno y la primavera, cuando el Parlamento estaba reunido en Londres. La alta sociedad aprovechaba su estancia en la ciudad para ver y ser vista en un torbellino interminable de bailes, asambleas, cenas y entretenimientos. De este modo, la Temporada actuaba como un "mercado matrimonial" para la élite. Según Holloway, la edad media para casarse era de 24 años para las mujeres y 26 para los hombres, aunque algunas las casaban ya a la edad de 18 o un poco más jovenes.
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Las jóvenes de familias adineradas o bien conectadas hacían su debut formal en la sociedad haciendo una reverencia al monarca. Después de esta presentación formal en la corte, las debutantes participaban en la temporada, una serie de ocasiones sociales en las que podían entablar amistades duraderas con otras mujeres jóvenes de élite y conocer maridos igualmente ricos y bien conectados. Una debutante se consideraba especialmente exitosa si se comprometía después de una sola temporada, aunque en el siglo XX la mayoría de las debutantes participaban en al menos dos temporadas sociales y buscaban más logros y obras de caridad que eventuales matrimonios.
El término debutante o ‘deb’ proviene del francés y hacía referencia a las ‘principiantes femenina’. Las edades de las debutantes variaron a lo largo de la historia, pero generalmente se encontraban entre los 16 y los 18 años.
Los preparativos para la Temporada duraban varios meses antes de las presentaciones. Los debutantes tenían que aprender un idioma extranjero y perfeccionar su forma de bailar, su comportamiento y la importantísima reverencia real.
Un nuevo guardarropa era esencial. Cada debutante necesitaba un mínimo de seis vestidos de baile, de los cuales uno debía ser blanco para el Baile de la Reina Carlota en mayo. Dos o tres de los vestidos tenían que ser largos y relativamente formales para los bailes más importantes de Londres; los otros podían ser cortos, para bailes en el campo. También necesitaban varios vestidos de día en seda o gasa, adecuados para Ascot, Henley o el 4 de junio en Eton. Otras necesidades eran zapatos, guantes, bolsos y especialmente sombreros…
Una vez que comenzaba la temporada, había meses de funciones sociales casi constantes, como almuerzos, tés y bailes de debutantes. Las fechas de estos eventos tenían que elegirse cuidadosamente para evitar conflictos entre sí. Cuando la temporada londinense llegaba a su fin a mediados del verano, había fiestas y bailes en las casas de campo, y una temporada escocesa en otoño. No todas las debutantes participaban en toda la temporada. Para quienes lo hacían, había eventos sociales casi constantes desde marzo hasta octubre y oportunidades para hacer nuevos amigos y conocer a posibles esposos.
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La presentación de las debutantes en la corte británica se volvió mucho más forma durante el reinado de la reina Victoria. Un manual de etiqueta de 1859 de James Hogg, The Habits of Good Society, establecía que además de los miembros de la aristocracia: “Se pueden presentar las esposas e hijas de cl��rigos, de oficiales militares y navales, de médicos y abogados. Estas son las profesiones aristocráticas… Las esposas e hijas de los comerciantes o de los hombres de negocios (excepto los banqueros), no tienen derecho a presentación.”
Las herederas estadounidenses más ricas de finales del siglo XIX y principios del XX aspiraban a presentarse en la corte británica, donde podían encontrarse con aristócratas terratenientes que buscaban esposas con fortunas independientes. Dado que solo una mujer que había sido presentada en la corte podía recomendar una debutante para la presentación, las mujeres aristocráticas con títulos, pero con pocos recursos financieros, a veces aceptaban pagos de familias ricas en ambos lados del Atlántico para facilitar la presentación de una debutante en la corte.
Según el ritual de la corte, las debutantes eran convocadas a los salones de la reina Victoria, en el Palacio de St. James, para hacer su entrada en sociedad. El código de vestimenta era el elaborado vestido de corte blanco largo con cola de diez pies (unos tres metros), velo blanco, el tocado de plumas de avestruz y guantes blancos hasta el codo”.
Los debutantes pasaban meses practicando sus reverencias formales, la rodilla izquierda bloqueada detrás de la rodilla derecha y descendiendo lentamente mientras miraban hacia adelante sin el menor tambaleo. Luego debían retirarse sin darle la espalda a la reina y sin tropezar con la cola del vestido. ¡Toda una hazaña!
Podemos ver como era una época rigida por sus tradicciones y costumbres. Las familia se cuidaban muchos de los escandalos en sociedad. ¿A que me refiero? Bueno la incongruencia de muchas historias que han metido en esta serie... para las amantes de esta época como lo soy yo, me parece una total falta de respeto que por querer meter temas que hoy en dia se manejan con total libertad quieran hacerlo en un siglo XIX donde la homosexualidad o incluso las familias de color no ostentaban un titulo como;
Rey o reina. Es el más importante y lo lleva el soberano de la monarquía británica, que en este caso es el rey Jorge III.
Príncipe o princesa. ...
Duque o duquesa. ...
Marqués o marquesa. ...
Conde o condesa. ...
Vizconde o vizcondesa. ...
Barón o baronesa.
No estoy contra la diversidad o inclusión, pero molesta cuando a fuerzas quieren meterle a uno la inclusión forzada. Si van hacer una serie basada en libros respeten la historia tanto del libro como de los personajes, pero es mi humilde opinion y sin animo de ofender la sensibilidad de nadie, pero como siempre digo; las cosas como son. Y me parece una total falta de respeto contra la escritora hacer semejante cambio a la historia. A mi parecer esta serie lo unico que tiene de parecido al libro son dos u tres cosas, pero me queda claro que de ahora en adelante haran lo que le de la gana irrespetando la historia e incluso a sus personajes.
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juliannabygoods · 7 months ago
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Lentejuelas Temperamento Vestido de diario Vestido en V profundo A media cintura Halter Cuello Tirantes Banquete Vestido largo Noche Fiesta Baile de graduación Cóctel Alto Abertura Falda from bygoods
Color: negro, rojo, caqui
Peso: 230 g
MATERIAL: Este vestido sexy para mujer para fiestas nocturnas en discotecas está hecho de poliéster. Es suave, transpirable y elástico. Especialmente si tienes curvas, se adapta a tus curvas como si estuviera cosido y cómodo.
Elemento de moda: escote halter con cintura media y escote en V profundo con lentejuelas
Talla: S, M, L, XL
S: busto: 90 (CM)/35,4"; largo: 160 (CM)/63"; cintura: 70 (CM)/27,6";
M: busto: 94 (CM)/37"; largo: 161 (CM)/63,4"; cintura: 74 (CM)/29,1";
L: busto: 98 (CM)/38,6"; largo: 162 (CM)/63,8"; Cintura: 78 (CM) / 30,7 ";
XL: Busto: 102 (CM) / 40,2 "; Largo: 163 (CM) / 64,2 "; Cintura: 82 (CM) / 32,3 ";
No podemos pensar en un mejor vestido para las fiestas de este año, ¡sabemos que tú también estás obsesionada! ¡Úsalo en cualquier fiesta, club, iglesia o incluso en una boda! Todos te preguntarán dónde lo compraste.
OCASIÓN: El vestido es muy adecuado para clubes, fiestas nocturnas, cócteles, bodas, bailes, citas, bailes de graduación, Navidad y cualquier ocasión formal, hermoso y llamativo. Puedes combinarlo con tacones altos, bolso de mano, hermosos aretes y collar para agregar encanto.
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airi31 · 10 months ago
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Noche inolvidable; Sakusa Kiyoomi
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La noche había caído, Hari se había puesto bella, pues su novio la había invitado a pasar la noche en un Hotel para sólo adultos.
Fiesta, playa, baile y alcohol. Bueno y mucho sexo.
—¿Y bien? ¿Qué tal me veo?— preguntó ella con una sonrisa, llevaba puesto un vestido largo floreado con un lado abierto para que su pierna se asomara y unas sandalias bonitas.
—mmmm, bien— respondió sin mirarla, ella dejó de sonreír, tomó su pequeña maleta y salió de la habitación detrás de su novio.
Después de varios minutos por fin habían llegado. El lugar era espectacular, había demasiada gente y el ambiente ya estaba increíble.
—Es fantástico el lugar— dijo ella, antes de que pudiera dar un paso más adelante para entrar al hotel, se tropezó pero unas manos grandes detuvieron su caída.
—Oh, ¿estás bien?— preguntó, un chico alto, pelinegro, con dos lunares en la frente y demasiado atractivo— ten cuidado.
—Lo siento, muchas gracias— dijo ella con vergüenza, este le sonrió un poco y continuó su camino junto a la chica rubia qué venía con el.
—No seas tonta, debes tener más cuidado— le advirtió su novio, ella frunció el ceño pero no dijo nada.
Hari disfrutó de la comida y el show extravagante, por ser un hotel solo para adultos, la mayoría de las bailarinas iba con poca ropa, hacían juegos eróticos y más.
—¡El que quiera participar en este juego de intercambio de pareja, que se levante!— anunció el qué llevaba el entretenimiento, Hari sonrió al ver que algunas parejas se levantaron, jamás se imaginó que ella fuera jalada y forzada a jugar por su querido novio.
Ahí estaba, con los reflectores golpeando su rostro y enfrente de ella, el chico que la había salvado de caerse. La miró con atención un par de segundos, después miró a su pareja.
—El juego es muy simple, tendrán que cambiar a su pareja con la persona que tienen enfrente de ustedes y pasar una noche sólos y disfrutar de la velada.
—No estoy segura de esto— dijo la castaña.
—¿Por qué no? Será divertido, tienes permiso de hacer lo que quieras— dijo, Hari se quedó sorprendida por lo que había escuchado.
—¿Qué? Pero-
—No seas una amargada.
Su pareja la dejó sola, para irse con la pareja del pelinegro qué estaba delante suyo. Sentía incomodidad por lo que había pasado, ¿acaso haría algo con otra persona? no, ella no cree eso.
—¿Nos vamos?— preguntó el pelinegro, sacándola de sus pensamientos, ella lo miró con timidez sin decir nada, el pelinegro tomó su mano y bajaron del escenario para salir de ahí.
Hari lanzaba conchas de mar con enojo, el chico solo la miraba con una media sonrisa.
—No puedo creer que me haya hecho esto, ¿participar en un juego de intercambio de parejas? Pensé que estaríamos toda la noche juntos.
—Parece que alguien no está tan feliz de venir.
—Por supuesto que no, pensé que seria una noche espectacular, pero me cambio por tu pareja— comentó con frustración— ¿Tu no estas molesto?
—Ni siquiera es mi pareja.
—¿Estaban empezando a salir?
—Estábamos— recalcó mientras jugaba con la arena— también fui arrastrado a este absurdo hotel y también fui forzado a jugar.
—Parece que es la mejor noche de nuestras vidas— añadió ella con sarcasmo.
—¿No quieres ver si tu novio de verdad respetó la relación? Tengo las llaves de la habitación.
Hari frunció el ceño, lo pensó por varios segundos, ir a investigar podría ser bueno y malo, le dolería si su novio le fue infiel, pero se daría cuenta de lo horrible qué es.
—De acuerdo, vamos— Hari tomó al pelinegro de la mano y se lo llevó para verificar la habitación.
Al haber llegado al quinto piso, Hari miró detenidamente como el pelinegro abría la puerta con delicadeza para no interrumpir si algo estaba pasando. El pelinegro empujó la puerta y dos segundos después se detuvo al escuchar ruido adentro.
—Oye, esto fue una pésima idea, no deberías entrar...
—Hazte a un lado.
Hari entró en silencio y solo escuchó una voz reconocida, efectivamente, era su novio siéndole infiel con aquella chica rubia qué acompañaba al pelinegro.
Salió de la habitación con el corazón roto.
—Bueno, fue una noche estupenda— murmuró— iré a mi habitación, ¿vienes?
—No tengo a donde más ir.
El pelinegro escuchaba los sollozos de la castaña, lamentando haber tenido esa idea, pero tampoco se echaba para atrás, porque se dio cuenta que el no valía para nada.
—No tienes por qué llorar, ese tipo no vale la pena— le dijo para calmar su llanto— Si te hubiera amado en primer lugar, jamás te hubiera traído a un lugar como este.
—¿Por qué lo hizo? Incluso me puse linda, este vestido y planche mi cabello a lo estúpido, bueno ya ni siquiera esta lacio.
—Sigues estando hermosa— añadió— Si yo hubiera sido el, te hubiera llevado al mejor hotel, reservado una cena perfecta y después hacerte el amor como locos.
Hari se sentó a su lado, limpiandose las lágrimas.
—Bueno, si yo hubiera sido tu chica, te hubiera besado millones de veces como agradecimiento y más cosas aparte de solo besos...
—¿Si?— preguntó, cambiando el tono de voz
—La chica con la que viniste, fue una tonta al dejarte— añadió, acercándose un poco a él— Eres demasiado atractivo.
Sonrió por el halago.
—¿Cuál es tu nombre?
—Sakusa Kiyoomi— respondió— el tuyo es Hari, ¿no?— ella se sorprendió— lo siento, soy demasiado observador, lo tenías apuntado en la tarjeta que cuelga de tu maleta por si te extravía
Ella asintió, mirando el suelo.
—Bien, Sakusa, gracias por hacerme compañía, creo que eres el único chico bueno que he conocido en la vida— murmuró.
—Sé que esto, lo que pasó, haya sido una sorpresa, pero créeme que hay más chicos afuera, que quisieran estar contigo, eres hermosa y agradable.
—Creo que eso no es suficiente para los demás.
—Pues, para mi si— soltó, ella lo miró, Sakusa le sonrió para acercarse y acomodar algunos mechones de su cabello despeinado, su mirada se desvió a sus labios.
—¿Quieres besarme?
—¿Puedo?— Eso la sorprendió, no contestó, el peli negro se acercó un poco más y ella no se alejó, esa fuera la respuesta de su parte. Sakusa la tomó del rostro para besarla, un beso lento, ambos se sorprendieron por el contacto qué habían hecho, sus labios encajaban a la perfección, Hari se acercó más para poder tocar su rostro y sin darse cuenta, mordió un poco el labio de este, haciéndolo sonreír por tal gesto provocativo— ¿Por qué te dejo tu novio? Besas de maravilla
—Jaja, tu también.
Sakusa se puso de pie, fue al baño a mirarse al espejo y tomó un poco de agua para después volver a la habitación. Se sentía nervioso, en toda su vida ni una mujer lo había puesto así, pero es que ella tenía un aura dominante, tal vez era su belleza o su forma de ser. Simplemente era un sueño.
Se sentó en el sofá para tranquilizar su cuerpo, no quería pasar a más si ella no quería, ni tan poco aprovecharse de la situación
—¿Hice algo mal?— preguntó ella, Sakusa la miró y negó— Hmm, eso parece, pensé que te había gustado el beso.
—Me encantó— respondió— Pero, no quiero que pienses que me estoy aprovechando de la situación para conseguir algo más, eres una chica interesante y hermosa.
—No te estas aprovechando de nada.
Dijo, levantándose de la cama para acercarse a él y sentarse en sus piernas, quedando de frente, provocando qué Sakusa se sienta nervioso, pero muy cautivado.
Miró todo su cuerpo, ese vestido le quedaba bien, ajustado a su cuerpo y su lindo rostros deslumbraba aun con la poca luz qué había en la habitación.
—¿Está mal qué quiera seguir besándote?— preguntó acercándose al cuello del pelinegro
—Maldición, claro que no— Sakusa tomó el cuello de la castaña y la besó, hundiendo más sus labios, gruñó al sentir como ella movía sus caderas, logrando qué se ponga duro al instante. Bajó sus manos a sus nalgas y la ayudó con movimientos lentos. ¿Cómo habían llegado a esto? ¿Sería una buena idea continuar? No lo sabían, pero ambos disfrutaban del momento
—Si quieres que me detenga...
—No, ya no importa— aclaró rápidamente, deshaciendo el listón del vestido, cayó y se lamio los labios al ver que no traía sostén, estaba hermosa, tenía un cuerpo envidiable— joder, estas tan guapa.
El pelinegro besó sus pechos, no de forma desesperada, todo lo hacía lento y con demasiado amor. Como si sus cuerpos se conocieran de antes.
Por otro lado, Hari jugaba con el cinturón de este, logrando quitarlo por completo, Sakusa sonrió entre los besos al ver que ella quería tocarlo, se detuvo, haciéndose para atrás y mirar como ella batallaba con el botón.
—¿Quieres ayudarme?— preguntó molesta, Sakusa sonrió de ternura y se lo desabrocho, llevándose el bóxer, el miembro salió, largo y duro, Hari casi se atragantaba al verlo— wow...
—¿Qué? ¿Vas a decirme que tu jodido ex novio la tiene más grande?— preguntó con una ceja arriba, ella negó rápidamente con las mejillas sonrojadas— ¿Entonces?
—Es demasiado...grande...
—Prometo que podra sacarte unos hermosos gemidos...
—¡Sakusa!— este sonrió por mirarla nerviosa.
—¿Puedo tocarte?— preguntó suplicante, ella asintió, Sakusa llevó el vestido a su cabeza para quitarlo, dándose cuenta que tenía un bonito calzón de seda con detalles de encaje— Lo que se perdió el imbécil— murmuró, haciendo a un lado la prenda, empezando a acariciar el clitoris provocandole varios gemidos.
—Quiero probar algo.
Sakusa se detuvo, Hari tomó el miembro del chico para rozarlo con su entrada. Sakusa se mordió los labios al sentir lo mojada qué estaba, sentía demasiado, estaba llegando al punto de solo querer enterrarse en ella sin ser tan Cariñoso, pero le estaba encantando qué ella estuviera experimentando con su cuerpo.
Hari se volvía loca con los choques qué se provocaba en su clitoris con la punta de este, hasta que alzó las caderas y bajó metiendo el largo miembro de un solo sentón.
—Ahhh, maldición— gimió Sakusa tirando la cabeza hacía atrás— mierda, hermosa, ¿quieres hacerme venir rápido?— preguntó, con una mirada oscura y traviesa.
—estas tan grande, Sakusa.
—Háblame como si fuera tuyo— añadió besando el cuello de la chica, la chica volvió a repetir lo que dijo pero finalizó con un "mi amor". Sakusa movió sus caderas con motivación, Hari empezó a moverse de arriba para abajo o en círculos, haciendo que el pelinegro se volviera loco— Estás tan apretada.
—Mi ex novio no quería hacerlo...— balbuceo
—Qué estúpido, pues yo te follaria las veces que quisieras— añadió, cargando a Hari y llevándosela a la cama para acostarla, tomó sus piernas y se volvió a meterse sacándole un grito, la embestia mientras tocaba y acariciaba su clitoris, a veces lo jalaba para escucharla gemir más— Mírate, estas tan preciosa y toda para mi, que afortunado fui de quedarme contigo en ese estúpido juego.
—Ahhh, quiero quedarme contigo, también.
—Lo haremos, prometo buscarte y hacerte mía, hacerte feliz por siempre.
Hari ponía los ojos en blanco, Sakusa se acerco a ella para embestirla más rápido y fuerte, sintió como lo apretó, obligandolo a venirse dentro de ella.
Se quedó ahí, encima de ella al terminar, Hari aprovecho para sonreír como una tonta y besar sus hombros, como si de una pareja enamorada se tratara
—Qué linda— le susurró.
—¿Qué haremos? Es decir, wow, ¿Qué pasará después?
—No te preocupes, por eso, lo haremos mañana, ¿Quieres comer algo y hablarme de ti?
Ella sonrió y aceptó enseguida.
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Dos días después.
Dos días después de aquel acontecimiento, Hari se preguntaba en donde estaba aquel chico peli negro. Esa noche era inolvidable.
—Ya te dije que no, Mark— añadió con enojo, ya que su ex novio la buscaba con desesperación después de lo que había pasado en aquel hotel— no voy a volver contigo, fuiste un estúpido.
"Fue un error, juro que no volverá a pasar" dijo.
—No, no me busques más, juro que te denunciare— dijo para luego colgar, con frustración y vergüenza, pues algunos compañeros de trabajo habían escuchado algunos gritos por su parte.
—Fiu, creo que llegué en un mal momento— Hari levantó el rostro al escuchar esa voz reconocida, era el, Sakusa, apoyado en un carro negro demasiado elegante, le sonrió al verla sorprendida— Hola, bonita.
—Por dios, tú— alcanzó a decir.
—Lo sé, tardé en contactarte dos días y de verdad lo siento mucho.
—No, pero, ¿qué haces aquí?
—Te lo prometí, ¿no? Te buscaría— Hari sonrió y su corazón latió rápido, era tan dulce y había cumplido su promesa— Sé que vas de salida, porque bueno, investigue tus horarios.
—Qué miedo.
—Cállate, traté de ser romántico— dijo, acercándose a ella para tomarla de las manos y darle un beso en la mejilla— ¿Quieres salir a cenar?— se acercó para darle un beso en los labios, uno lento y lindo— Es una cita.
—No puedo creerlo— respondió con una gran sonrisa— Claro que sí.
Sakusa sonrió, una sonrisa grande, mostrando sus perfectos dientes. Revolvió su cabello y le dio un último beso.
—Me harás tan feliz.
—¿Eh? No te escuche muy bien.
—¡Nada! Es hora de irnos— jaló de su mano para llevarla al asiento del copiloto, abrirle la puerta como todo un caballero, el se metió y encendió su auto— ¿Por qué tan molesta? ¿Sucedió algo?
—Bah, mi ex novio, quiere que regresemos, es un idiota
—Uy, que lástima, ahora ya tienes a alguien que te hará feliz y gritar en la cama— Hari le dio un golpe en el hombro, Sakusa tomó su mano para besarla— Te extrañé, guapa.
Hari sonrió, admitiendo qué esa noche iba a ser inolvidable, pero que también era importante, pues había conocido al amor de su vida.
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vestidos2elegantes · 1 year ago
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Vestidos de novia sencillos y elegantes para tu gran día
1. Si buscas un vestido de novia sencillo y elegante para tu gran día, nuestra colección especial es perfecta para ti. Cada uno de nuestros diseños es cuidadosamente creado para realzar tu belleza natural, con detalles elegantes y sofisticados que marcan la diferencia. Además, nuestros tejidos de alta calidad garantizan la comodidad y la durabilidad que necesitas para disfrutar al máximo de tu boda. 89.35US $ Vestidos De Novia elegantes De satén con cuello en V, Vestidos De Novia sencillos De manga larga con Espalda descubierta, línea A, Vestidos De Novia hechos a medida
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Vestidos de novia sencillos para lucir radiante en tu boda
2. En tu gran día, quieres sentirte radiante y segura de ti misma. Por eso, nuestros vestidos de novia sencillos te ayudarán a lucir espectacular sin perder la naturalidad que te caracteriza. Desde los diseños más minimalistas hasta los adornos más delicados, tenemos el vestido perfecto para ti. Además, nuestro equipo de expertos en moda nupcial te acompañará en todo momento para hacer realidad tus sueños. 39.27US $ Vestido De novia sencillo con cuello en V y manga larga, traje De novia bohemio, barato, 2024
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Elige la simplicidad con vestidos de novia sencillos
3. En vez de optar por un vestido de novia recargado y complicado, ¿por qué no elegir la simplicidad? Nuestra selección de vestidos de novia sencillos te permitirá brillar con luz propia en tu gran día, sin perder la comodidad ni la elegancia. Confeccionados con tejidos de alta calidad y diseños únicos, nuestros vestidos sencillos serán la elección perfecta para una novia moderna y sofisticada. 104.99US $ Vestidos De Novia De satén para mujer, vestidos De Novia sencillos con escote en V, sin mangas, Espalda descubierta, plisado, línea A, 2023
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Vestidos de novia sencillos para una boda minimalista
4. Si estás planeando una boda minimalista, nuestros vestidos de novia sencillos te permitirán lucir radiante sin romper con el estilo de tu evento. En nuestra colección de vestidos minimalistas, encontrarás diseños únicos con detalles cuidadosamente seleccionados. Con tejidos suaves y ligeros, nuestros vestidos te brindarán la comodidad y la belleza que necesitas para disfrutar de tu gran día. 86.79US $ Vestidos De Novia sencillos De playa, línea A, sin mangas, hombros descubiertos, cuello en V, tren De barrido, satén plisado
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Los mejores vestidos de novia sencillos para bodas rústicas
5. En una boda rústica, los detalles marcan la diferencia. Por eso, nuestros vestidos de novia sencillos son la elección perfecta para una novia que quiere lucir espectacular en un entorno natural. Confeccionados con tejidos suaves y románticos, nuestros diseños se complementan a la perfección con el estilo rústico y chic. ¡Descubre nuestros vestidos de novia sencillos y elige el perfecto para ti! 100.68US $ Vestidos De novia sencillos con cuello en V, ropa De novia Sexy con mangas abullonadas, abertura alta, Espalda descubierta, Apliques De encaje, tul, 2023
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La elegancia de los vestidos de novia sencillos
6. La elegancia no está reñida con la sencillez. Nuestra selección de vestidos de novia sencillos te permitirá brillar con luz propia en tu gran día, con diseños cuidadosamente elaborados para realzar tu belleza natural. Tejidos de alta calidad, detalles elegantes y una atención al detalle inigualable hacen de nuestros vestidos una elección segura para cualquier novia. 89.5US $ Vestidos de novia de corte en A para mujer, vestidos de novia sencillos con Apliques de encaje Sexy con cuello en V, tirantes finos para el hombro, plisados de satén sin mangas
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Vestidos de novia sencillos para una boda íntima
7. ¿Tienes planeada una boda íntima y acogedora? Nuestros vestidos de novia sencillos son la elección perfecta para una novia que quiere sentirse cómoda y radiante en ese gran día. Diseños cuidadosamente elaborados, tejidos suaves y detalles elegantes hacen de nuestros vestidos una opción única y sofisticada. 93.56US $ Vestido de novia de gasa con encaje y Espalda descubierta, traje de novia sencillo de corte en A, mangas sin mangas, 2023
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La simplicidad de los vestidos de novia sencillos 2024
Vestidos De novia sencillos De sirena, sin mangas, cuello en V profundo, Espalda descubierta, ilusión, vestido De novia De satén, vestido De tren De corte De Marie, verano 2024 90.33US $ A veces, menos es más. Con nuestros vestidos de novia sencillos, elegir la simplicidad nunca fue tan fácil. Diseños minimalistas con tejidos de alta calidad, detalles cuidadosamente seleccionados y una atención al detalle inigualable. Descubre nuestro catálogo de vestidos sencillos y haz de tu gran día una experiencia única.
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Vestidos de novia sencillos para un look natural
9. Si quieres lucir natural y radiante en tu gran día, nuestros vestidos de novia sencillos son la elección perfecta para ti. Confeccionados con tejidos suaves y ligeros, nuestros diseños destacan por su naturalidad y elegancia. ¿Quieres un toque especial? Añade tu accesorio favorito y haz de tu vestido algo único. 100.1US vestido De novia De tul De encaje para novias, traje De boda con cuello en V, sin mangas, cinturón De tren De barrido, bohemio
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Vestidos de novia sencillos que serán la mejor elección 2024
10. Si buscas una elección segura para tu gran día, nuestros vestidos de novia sencillos son una apuesta ganadora. Diseños elegantes y sofisticados para una novia moderna y vanguardista. Confeccionados con tejidos de alta calidad, nuestros vestidos sencillos son la mejor elección para una novia que busca elegancia, comodidad y naturalidad. ¡Descubre nuestros modelos y enamórate! 79.64US $ Vestidos De Novia elegantes De satén, manga larga, vestidos De Novia De encaje, ilusión, Espalda descubierta, Vestido De Novia Simple para fiesta para mujer 2023
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drunk-rilakkuma · 1 year ago
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Me pediste que confiara en ti…
Al principio realmente confiaba en ti, pensé que eras un hombre diferente y lo sabes, pero cómo confiar? Cómo?
Cómo confiar en ti si tu antes te morías por tu supuesta mejor amiga y hasta me contaste que una vez tuviste la oportunidad de tirartela? A quien se le ocurre contar algo así?
Cómo confiar en ti si a lo largo de nuestra relación te la paseabas mensajeándote con decenas de chicas diferentes? Tengo el nombre de todas. Es una lista larguísima. Ninguna se me fue… a pesar de que jamás tuve la contraseña de tu celular ni te revisé el teléfono, la notificaciones bastaban y eran suficientes para leer lo que ellas te respondían.
Cómo podría confiar en ti si te hacías el presente con quien podías y a mi me ignorabas? Donde peque el chicle, no?
Cómo confiar en ti si a tus supuestas amigas les decías que están “buenas”?
Cómo confiar si me traicionaste infinidad de veces?
Tú simplemente no puedes ni sabes tener amigas mujeres porque con todas tienes una intención secundaria. Ilusa la mujer que confíe y piense que de verdad le quieres como una amiga.
Además, por qué tanta insistencia en conversar con mujeres y hacerte el amable si eres misógino? No hay congruencia. Odias a las mujeres no? Hablas mal de ellas pero cuando te mensajeas con ellas te haces el muy amable y educado.
Cómo confiar si hasta te ofrecías en ir a verlas a escondidas en la bici?
Cómo confiar en ti si siempre que puedes buscas a todas tus ex novias como maniático? A pesar de que hablas mierda de ellas, dices que son unas putas y demás, sigues buscándolas por abajito de la mesa.
Cómo confiar en ti si la única “amiga” que te conocí me mando capturas de como le tirabas el pedo y hasta decías que te la ibas a agarrar a besos en el parque de tu casa, que estaba chichona y que te mamaba como se le veían sus lentes? a pesar de que hacías según tu papel de buen novio ofreciéndole mis productos para que me comprara? Qué descaro. Además claro de decirle que ella era tu “debilidad” porque era una gordita chichona.
Cómo confiar en ti si las viejas que según tu jamás te interesaron al final cediste? Como la cristiana, que al principio hasta te burlabas de cómo te había tapizado de papelitos y de que era una gorda.
Cómo confiar en ti si guardabas nudes de otras en una usb y hasta técnicamente me las mostraste en mi computadora?
Cómo confiar en ti si tus me encanta están en las fotos de medio mundo menos en las mías? Siempre me ignoraste. Pero los comentarios de flamas con corazones o chuleandoles su vestido jamás faltó…
Cómo confiar en ti si halagabas a todas menos a mi?
Cómo confiar en ti si hasta a una de mis mejores amigas la agregaste?
Cómo confiar en ti si en la única fiesta/picnic que te llevé de una amiga al final buscaste cómo defective a una morra y al final hasta le confesaste que te había gustado?
Cómo confiar en ti si ya hasta te marcaron por teléfono estando conmigo?
Cómo confiar en ti si cada mujer que vez en la calle volteas hasta la cabeza para verle el culo o las tetas, valiendo madre que yo esté al lado de ti? Ni si quiera disimulas.
Cómo confiar en ti si a TODAS tus ex las engañaste y hasta lo dices de manera burlona y hasta parece que te enorgulleces?
Cómo confiar en ti?
Si no fuera así, no tendría pedo de que hables con medio mundo, pero simplemente no sabes respetar. Me hiciste perder toda la confianza que tenía en ti al principio.
Si tanto te urge amistad, por qué jamas agregaste hombres? Claro porque no eres nada tonto.
Cómo confiar en ti si a todas les dices nena, chula, mami o demás tonterías?
Cómo confiar en ti si practicante me culpaste de que habías perdido muchas “oportunidades de salir con mujeres mucho mejores que yo” por el simple hecho de estar conmigo?
Cómo creer en alguien tan mentiroso y desleal? Imposible
Simplemente imposible.
Más que enojada, estoy decepcionada, destrozada y sumamente triste.
No puedo más…
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marias07 · 2 years ago
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Parte 2: Uraraka recibe su merecido por tóxica (Termina siendo humillada)
Uraraka: Vaya, es hermoso este lugar y soy la más hermo….
*Ve a Sami, Michiko, Natsuki y A mí entrar al local*
Uraraka: Se ven ridi….
Yo: Cállate, p3rra miserable
Natsuki: Jajajajajaja
Michiko: 🤦🏻‍♀️
Sami: La única que se ve ridícula eres tú. Ese vestido es tan anticuado que das pena ajena. Y olvídate de que Deku se vaya contigo
Yo: Eres tan tóxica que nadie te quiere, Uraraka. Las personas como tú pertenecen al basurero que es ahí dónde debes estar.
Natsuki: Eres una Vergüenza, Eres una celosa necesitada de amor. Entiende que Deku no va a estar contigo.
Uraraka: Eso ya lo vere….
Michiko: Vámonos, chicas. No vale la pena pelear con esta loca.
Sami: Tienes razón, Mich.
*Nos vamos y dejamos a Uraraka sola*
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*Minutos después*
Altavoz: Es hora de iniciar el vals de esta prestigiosa fiesta.
Deku: *Extiende su brazo a Sami* ¿Me concederías esta pieza*
Sami: *Se sonroja*
Yo: *Voz baja* Sí, sí, Hazlo
*Michiko y Natsuki acceden con la cabeza*
Uraraka POV: No no no
Sami: Sí, acepto
*Deku y Sami empiezan a bailar en la pista*
*Michiko, Natsuki y yo la animamos junto con los demás excepto Uraraka los animamos*
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*Atras*
Xiang: ¿Me extrañaste, Uraraka? *Le tira pastel en la cabeza*
Uraraka: AAAYYYYY
Natsuki: *Se muere de la risa*
Uraraka: ¡¿OYE PERO QUÉ TE PASA?
Xiang: Sólo te estoy dando lo que te mereces por tóxica y por bullear a todo el mundo, gata miserable
*Carcajadas atrás por Uraraka humillada*
Uraraka: ¡YA ESTOY HARTA DE TODO ESTO! ¡ME LARGO DE AQUÍ! ¡NO SOPORTO MÁS HUMILLACIONES! *Se va enojada*
Natsuki: Bye, bye
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lilisouless · 2 years ago
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Yo me refería al equipo de vesturario de stranger things 🥺
No buscan comunicar con el vestuario. No creo que a todos deba gustarles eso pero si trabajan no solo en la industria de la moda, sino específicamente en vestuarios de personajes, pensaría que porque quieren contar historias con la ropa.
Y me encanta la ropa que elegiste para Alina, me interesa cómo la elegiste
Ah ya, es que me confundieron los tags
Ok, traté de pensar en el personaje al final de la saga, mientras que en un principio pienso que se vestiría con ropa que no la haga llamar la atención y luego podría empezar a imitar lo que otras personas quieren que use pero finalmente llegaría a su estilo, basándome en lo que se sabe de Alina
1- Lo admita o no, sí le importa su apariencia y no es muy masculina , así que si usaría ropa con colores que la hagan sentirse bonita y femenina . Dado que es algo melancólica a lo largo de la serie, usaría colores alegres para definir el cambio en su vida
2- Está muy conectada y nostálgica con las historias de su infancia y la pequeña Alina de los flashbacks era muy traviesa e inquieta, por lo que pienso que tendría un toque infantil (no demasiado) su estilo final
3- Le gusta pertenecer a algún lugar y ser útil, así que aunque use ropa bonita tampoco sería nada muy llamativo sino algo cómodo que le permita moverse y mezclarse entre la gente
Así que lo que interpreté con eso sería
-Alguna pieza en común que combine con casi todo: mezclilla, es resistente y cómoda
-Overoles para ese toque infantil con rayas de colores o camisas con dibujos , además gorros de mezclilla bordada como accesorio frecuente
-Camisas blancas cuando quiera sentirse más madura y tranquila, un vestido blanco y ligero para ocasiones especiales como una cita o un día de campo
-Joyas de oro pero pequeñas, que no se cambie muy a menudo sino que se pueda dormir y bañar con ellas. Le escogí de solecito porque pues ya sabes y de gatito por oncat (si no le gustara no la adopta)
-De calzado por lo general tenis para poder hacer sus tareas o jugar con ganas y sandalias cuando quiera un día más tranquilo
-Pero para fiestas formales puede olvidarse un rato de la comodidad, están el vestido dorado y el azul con estrellas, zapatos de tacón y joyas un poco más llamativas (las perlas) . En esos elegí los colores como referencias, el azul a la primera kefta, a la kefta dorada y los zapatos a la negro con dorado
De la vestimenta casual de hecho, en lo que buscaba me salían resultados de “estilo de los noventa” y ahí me basé para que el estilo quedara más o menos consistente
Lo voy a poner abajo para que se guie alguien que vea esto y no sepa que onda
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jlen19 · 2 years ago
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Todos los sueños que he tenido con Z de febrero y marzo
1: Era otra invasión zombie el chiste es que estaba a punto de morir cuando alguien me ayuda a escapar resulta que ese alguien era Z y ahora ya no estábamos en la invasión, estábamos vestidos con capuchas infiltrándonos en una secta religiosa, él estaba todo nervioso por si nos descubrían y le decía que se tranquilizara que eran muchas personas, entrabamos a una tipo iglesia en ruinas pero muy grande en eso los principales por así decirlo formaban un circulo y nosotros alrededor de ese círculo y empezaban a rezar no se cosas raras y desperté.
2: Z me proponía casarnos obviamente acepte, el anillo era azul (en sueños recientes me he vito que traigo ese anillo) después de eso de la alegría supongo me ponía a bailar ballet mientras el observaba.
3: El me llevaba a una fiesta elegante, los dos nos sentábamos en una mesa y me empezaba a enseñar modales y que cubiertos utilizar al igual que me hacía bromas por confundirme pero de buena manera jaja, yo llevaba un vestido negro pegado y largo y el llevaba un traje igual negro.
4: Al parecer era una tipo asesina y todo bien hasta que una voz me empezaba a dar órdenes de matar a ciertas personas entre esas personas estaba Z  yo no podía evitarlo era como si fuera su robot, no tenía control de mi cuerpo hasta que le clave una flecha a Z en el cuello mientras él estaba de espalda, el al parecer era el líder de alguna tribu, en cuanto hacia esto sus tipo guardianes me empezaban a perseguir recuerdo que uno de ellos sostenía a Z, yo empezaba a llorar y decirles que yo no había sido en eso me dejaban en paz por que llegaba su mamá creo, al parecer me tenía mucho cariño por que yo en mi mente decía ahora como voy a dar la cara y decirle que yo mate a su hijo, pensé que iba a despertar llorando pero no.
5: La escuela en la que estaba nos lleva a una tipo excursión a un hotel por el día de San Valentín donde nuestras parejas nos preparaban algo, yo me fijaba en las habitaciones de los demás y tenían lo típico rosas en el suelo y cama, cuando entraba a mi habitación solo había una colcha bordada con flores, pensé que Z la había hecho pero de repente alguien llega y me dice que todos tienen esas colchas que son las del hotel yo me ponía a llorar en un rincón cuando de repente su voz me dice si sigues llorando vas a despertar llorando, paraba de llorar y en eso en el techo aparecían tipo cartelitos con corazones y algo escrito que por más que quiero no logro recordar que era mmm era algo como te quiero o algo así.
6: Este es el más raro resulta que yo vivía con Z pero el parecía más grande, bueno pues yo me podía convertir en rata y me robaba las cosas de su tipo estudio cuadros y eso no sé por qué, él se enojaba y me preguntaba si no había visto nada raro o a alguien robarse las cosas yo le decía que no y se iba todo enojado.
7:No recuerdo por que unos tipos me estaban persiguiendo al parecer había robado algo confidencial o algo así, entonces para esconderme me metía a un local donde vendían fruta el encargado era Z el no se como ya sabia que me estaban persiguiendo y me decía que el se encargaba de distraerlos y así fue.
8:Estaba en una feria subiéndome a los juegos y todo normal después de eso me dieron ganas de jugar a los típicos juegos uno de ellos era tirar tipo flechas y si dabas en el centro te llevabas lo que estaba arriba de este, el que atendía este juego era Z yo pasaba junto y el me hablaba para jugar yo le decía que no quería pero al final termine jugando, quería unos tenis pero le preguntaba que que pasaba si no me quedaban y el riendo me dijo que se los diera, nos espesamos a reír y de hay no recuerdo bien.
9: En la ciudad donde estaba recién habían inaugurado un centro comercial, yo iba saliendo de la casa diciendo desde la puerta que iba a ir a verlo en eso me volteo y veo a Z con unas bolsas en las mano, el me vio salir de la casa y se quedo parado esperando a que lo viera cundo lo vi parecía que estaba enojado yo solo baje la mirada y me dirige hacia el para ayudarle pero el me dijo que no necesitaba mi ayuda y me paso de largo, después de que el caminara un poco me dijo que si aun quería ir al centro comercial yo le dije que si y el me dijo que me acompañaría, en todo el camino el nunca me hablo y el ambiente se sentía tenso.
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ochoislas · 2 years ago
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Hay un largo paseo hasta la entrada delantera del arrabal, donde las decaídas ramas de los sauces despiden a los juerguistas y las luces del burdel guiñan en el foso, negro como la laca que tiñe las sonrisas de las bellezas de Yoshiwara. Desde los cuartos del segundo piso de las altivas casas se derrama a los callejones la música y el jolgorio, casi tangibles. ¿Cómo prosperan tales negocios? El caso es que los calesines no paran de llegar día y noche.
Al vecindario detrás del arrabal lo llaman compás del templo Daion. Por muy pío que suene, sus vecinos le dirán que es un lugar muy descocado. Doblando la esquina del santuario de Mishima no se ven residencias señoriales, solo cuadras de diez o veinte casas con aleros vencidos hace mucho y postigos desvencijados que cierran a medias. Aquí no medra el comercio.
Ante las maltrechas casas todos se afanan recortando curiosas piezas de cartón, pintorreándolas de colores y espetándolas en unos extraños palitroques. Familias enteras por todo el barrio están entregadas a la confección de estas raras y abigarradas banderillas. Ponen a secar los recortes por la mañana y a la noche los montan. ¿Qué son estos cacharros en los que todos andan atareados? «¿No lo sabe usted?  —exclamaría un comerciante atónito— ¡Rastrillos de la buena suerte! ¡Tendría que ver cómo se los llevan los señorones en el festival de Otori!»
Cada año sin falta, nada más bajar el ramo de pino de Año Nuevo del portal, todos los comerciantes que se precien se dedican al mismo negocio, y para el verano manos y pies están todos manchados de pintura. Cuentan con la ganancia para comprar ropa nueva para las fiestas. Si los dioses conceden la fortuna a los que compren estos amuletos, los que los confeccionan se imaginan que serán ellos quienes recojan el maná. Lo curioso es que por aquí nadie sabe de ningún vecino que se haya hecho rico.
Casi todos acá, de hecho, tienen algo que ver con el arrabal. Los hombres hacen chapuzas para las casas de menos categoría. Oigan a éste jugueteando con un manojo de tarjas de guardarropa antes de salir a la tarea, poniéndose el tabardo cuando los demás se lo quitan. Su mujer choca pedernales en la puerta para guardarlo de la mala fortuna. ¡Quién sabe si volverá mañana! Es un oficio peligroso. Inocentes circunstantes mueren en las reyertas de los burdeles. ¡Y cuídate mucho de frustrar el doble suicidio de una cortesana y su amante! Pero allá van los maridos cada noche a jugarse la vida, como si fueran colegiales que salen de merienda.
Las hijas de la casa también tienen quehacer con el barrio: aquí una es camarera en una de las grandes casas; allá, otra una trotona, trajinando como lanzadera entre el burdel y la casa de té. Van patullando linterna en ristre, anunciando a todos el nombre del establecimiento. Ahora su trabajo les parece de mucho rumbo y gala, como si actuaran sobre un noble tablado. Pero, a punto ya de acabar su aprendizaje, ¿qué les espera a todas estas chicas? Allá va una, cumplidos los treinta, muy peripuesta con su capa de algodón, vestido a juego y sus prudentes medias azul oscuro. No hace falta decir qué lleva en el atadillo bajo el brazo. Plon, plon, plon, hacen los tacones de sus zuecos —no tiene un minuto que perder— y la frágil pasarela se descuelga sobre el canal. «Aquí se lo dejo —dice poniendo en el suelo su fardo—, hay que dar una vuelta enorme hasta el frente.» Así que es costurera, al parecer.
Las costumbres aquí son muy particulares. No se encuentran muchas mujeres que se aten la faja pulcramente detrás. Una cosa es una mujer de cierta edad que se pirra por los estampados chabacanos o las fajas demasiado anchas, otra muy distinta ver a todas estas descaradas niñas de quince vistiendo las prendas más llamativas, chupando alquequenjes para evitar la preñez. Pero este barrio es así. Una furcia que ayer atendía bajo el nombre de no sé qué heroína del Romance de Genji en una casa de tercera junto al canal, se ha escapado con un hampón. Abren un figón, cuando ninguno tiene la menor idea de cómo llevar un negocio. Pronto se arruinan. La bella empieza a añorar su antiguo oficio. Sus activos fueron a la basura con los huesos del pollo servido anoche, pero la ninfa sí puede volver al nido. La gente por aquí encuentra atractivo el tipo, quién sabe por qué.
¿Cómo no va a influir tal atmósfera en los niños? Las mojigangas de otoño, por ejemplo. La madre de Mencio habría puesto el grito en el cielo si hubiera visto lo pronto que aprenden a imitar a los mimos famosos. ¡Vamos, que no hay uno que no sepa remedar a Rohachi o a Eiki! Oyen cómo los alaban y esa misma noche los despabilados golfillos andan tras sus pasos haciendo la ronda de las casas. Así empiezan con siete u ocho, ¡y para cuando tienen quince…! Miren a éste, que vuelve a la tarde de los baños con la toalla al hombro, graznando groseramente con la boca torcida la última coplilla. En la escuela la clase de música desemboca al primer descuido en las cadencias del barrio. Las tonadas de las geishas animan los encuentros deportivos, ¡sobran los hurras de la escuela! No se puede más que simpatizar con sus profesores de la Ikueisha aquí cerca. Será una escuelilla abarrotada —de hecho es particular—, pero hay hasta un millar de estudiantes y los profesores que triunfan aquí pronto son famosos. Aquí decir escuela es decir la Ikueisha.
Escúchenlos a la salida de clase: «Tu padre no pasa una en la casa de té junto al puente ¿no?», le gritan al hijo del bombero. La sabiduría de la calle; los niños están al tanto de lo que se cuece en el arrabal. Trepan por las cercas de los jardines, imitando a los bomberos: «¡Oye, que has quebrao los pinchos pa que no entren los ladrones!». El hijo de un tinterillo de poca monta inicia el hostigamiento: «Tu viejo es un mulo del burdel ése, ¿no? ¡Di!». El acusado se pone como un tomate. El pobrecillo moriría antes que reconocer que su padre cobra las facturas de cierto burdel. Y luego están los consentidos hijos de los peces gordos del arrabal, que crecen apartados del lugar, para poder pasar por bien nacidos. Lucen gorra de secundaria a la última con aire desenfadado y llevan la indumentaria europea con mucho caché. Divierte ver a los otros hacerles la pelota: «¡Señorito! ¡señorito!», llaman, cuando mejor dirían niñato malcriado.
Entre los muchos escolares de la Ikueisha está Nobuyuki del templo Ryūge. A su debido tiempo la tonsura segará su apretado pelo negro y endosará el hábito de sacerdote. Bien podría haberlo decidido él, pero también puede ser que se haya resignado a su suerte. Su padre era clérigo y, siguiendo sus pasos, Nobu es ya un erudito. Chico callado por naturaleza, sus compañeros lo consideran un muermo y se meten con él. «Mira, esto es lo tuyo: ¡un parroquiano! —gritan izando un gato muerto en un palo— ¡Adminístrale los últimos sacramentos!» Pero todo eso pasó, ya nadie se burla de él, ni por error. Tiene quince años, estatura media y el oscuro cabello cortado a cepillo al modo escolar; con todo tiene un aire que lo distingue de los demás. Aunque todavía lleva el ordinario nombre de Fujimoto Nobuyuki, ya hay algo en su porte que hace barruntar al eclesiástico.
Higuchi Ichiyō
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