#velodelolvido
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diamanteblancoparte1 · 5 months ago
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Capítulo 6: La pregunta y la respuesta
Siempre se consideró rara, quizás la influencia de las películas donde la rareza se transforma en lo diferente y lo diferente en lo especial había calado hondo en ella. Quería ser especial, marcar la diferencia, no se conformaba con el andar ordinario, lo veía tan aburrido como terrorífico; vuestra naturaleza humana nada ha de compararse con las máquinas que veía caminando por las calles desde su ventana. 
Pobre de aquel ser encerrado en un cuerpo sufriente que divisaba en la cuadra contigua, acurrucado en la entrada de aquel fastuoso edificio, con ventanales mucho más caros que lo que él alguna vez va a valer para ese mundo. Le ofreció una manzana y una porción de torta, no tenía dientes y al parecer tampoco apetito porque horas más tarde encontró la vianda en el cesto de basura más próximo. 
¿Cómo aquel hombre pudo pasar a su lado sin dirigirle ni siquiera la mirada? No podía entender cómo en lugar de darle una mano en ella sostenía un maletín zigzagueante. ¿Cómo habían llegado a esto como sociedad? Cerró sus ojos en seña de decepción al formularse esta pregunta. 
“No entendes mamá quien ha visto lo que he visto no puede volver a cerrar los ojos”. Su búsqueda por una verdad más allá del cemento parecía haber dado sus frutos, el sol haber contestado su saludo. Ella no pertenecía, era obvio que no pertenecía, gracias que no pertenecía a los que señalaba como un puñado de gente lobotomizada por las cuotas, la tarjeta, las vidrieras y el consumo. Si había algo de verdad en esa caja de zapatos, era lo que la sostenía, kilómetros de tierra, de vida. Los árboles, a su vista, eran héroes sacrificándose en ese ambiente hostil por ellos, esperando pacientes el diálogo con los recién despertados, oxigenando a los aún dormidos y abrazando a los anestesiados. Adonde se dirigen sus raíces era la respuesta, ellos no se erguían sobre el cemento, su fuerza provenía de profundidades para vosotros olvidadas; ¡cuantas interrupciones los separan de su verdadera casa! En el mejor de los casos una capa de cemento, 1 piso de concreto y unas zapatillas de goma. Que desconectados se encontraban de la fuente… de su fuerza ¿Cómo no se había dado cuenta? Ella pertenecía a aquella tierra olvidada, así como todos aunque no lo puedan ver. No tenía nada más que hacer ahí. 
¿Hacia dónde van todos? Están haciendo fila para pasar por la cuchilla, voluntariamente generación tras generación toman su lugar, o hasta el lugar de otro, en esa baldosa que nos enseñaron a defender y considerar valiosa; si tienes suerte puedes llegar a multiplicar la baldosa hasta tener un piso entero, todo por tu mérito. 
¿De qué le hablaban? No lo podía entender… si la tierra es de todos, les fue dada así como así. Si hay algo verdadero en esa gran ilusión es aquello que les fue dado sin más: la tierra, las plantas, el agua, el viento, los ríos, el mar, el cielo, su lluvia, sus tormentas, la luz, la oscuridad, la tenebrosa oscuridad… la que se apoderó de ellos, la que con sus tentáculos recorrió años luz hasta colmar el espacio, por lo menos el espacio de luz de esa canica flotante. 
Sin embargo por su densidad la oscuridad no puede más que extenderse arrastrando, su expansión ha de ser de forma horizontal y en hilachas. La dimensión de la sombra separada años luz de la fuente no puede llegar a ella. La tierra pareciera ser la puerta rebatible de una hacia la otra, ubicada en un sitio equidistante a cada uno de ellos y compartido por ambos, un sitio de libre albedrío para que los terrestres opten por voluntad propia a qué fuerza han de servir. Las decisiones diarias están teñidas de un secreto mucho más esencial; nada es casual, la sabia luz los espera, ilumina su exterior hasta poder calar por los poros de su piel y encender el regalo que a todos se les fue dado. La oscuridad por su parte se galardona de haber dominado ese mundo, de habérselo apropiado, de haberse despedazado hasta abrazar a los seres que habitan ese plano, transformando la dimensión en un gran prisión para los recién llegados y los ya veteranos. No importa donde vayan, la oscuridad los rodea, siempre van acompañados de ella. Sin embargo, hermoso es poder entregarse a la luz, liviana, refrescante, expansiva sin límite alguno, no le es esfuerzo posarse suavemente sobre sus cuerpos y acunarlos, atravesarlos e iluminarnos. Los árboles son sus soldados, al igual que las flores y sus familias. Los demás seres parecen no poder modificar la ilusión a su antojo, no como ellos. La realidad de los primeros es mucho más salvaje, no lo puede ignorar, pero le ha de parecer más verdadera, como si la que le tocase vivir fuese un póster al que solo hace falta acercarse y rasgarlo para que muestre su verdadera naturaleza. 
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