#trabajo en chile
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carlos-kco-rrhh · 2 years ago
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EMPLEABILIDAD EN CHILE ¿Es fácil encontrar un trabajo en 2023?
Hoy en día Chile se encuentra en una situación complicada a nivel latinoamericano posicionándose a finales de la tabla en cuanto a crecimiento junto a Haití y Argentina. Este año Chile tiene un prevista una tasa de 2,4% lo que supone problemas a la hora de generar empleos. A finales del año 2022 las estadísticas estaban en un 8% de desempleados según la Encuesta Nacional de Empleo (ENE).
Ahora bien la apreciación popular tampoco es muy alentadora, con los índices de la inflación por los aires los empleos con baja remuneración no son suficientes para solventar el costo de la vida. Trabajos como cajeros o en tiendas comerciales son recurrentes pero aquellos trabajos bien remunerados son cada vez más escasos.
Desde dentro de las grandes empresas pude ver como a pesar de esto los índices de rotación son bastante altos en el área financiera de las grandes empresas, pero ¿Por qué pasa esto?. Para responder esta pregunta debemos observar la tasa de ocupación informal registrada en el ultimo trimestre de 2022, en este se señala un 27,3% según el (ENE). Estos datos demuestran la carencia en los procesos de fiscalización y también del porcentaje no menor de personas que trabajan de forma informal lo que los deja expuestos ante irregularidades.
En síntesis Chile este año tendrá un aumento en la tasa de desocupación ya que las políticas pro mercado se han frenado por el proceso constituyente y el nivel de incertidumbre en el país, esto sumado al poco crecimiento de la economía este año, la inflación, el crecimiento en la automatización haciendo que desaparezcan algunos empleos y la creciente ocupación informal hace que cada vez sea más difícil encontrar un empleo estando muchos ciudadanos obligados a tomar la primera oferta laboral a la que sean convocados. Por ello es fácil encontrar empleos de carácter no formal pero es difícil encontrar empleo en un cargo especifico y lo es más aún en uno que tenga buenas remuneraciones por la cantidad de competencia que hay para estos cargos.
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puklin · 8 months ago
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Cómic que hice para Devir.
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mueblesbrrv · 9 days ago
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naturallyadventured · 2 months ago
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laderasur
#SabadoLS Mujeres y su conexión con el agua: proyecto fotográfico reunió a 80 mujeres en Horcón, Región de Valparaíso
📷El proyecto de fotografía documental de Ana Elisa Sotelo (@anaelisasotelov) convoca a mujeres a participar de un desnudo colectivo con el propósito de que, en sus palabras, expresen su libertad individual y colectiva mientras celebran su conexión con el agua.
💧Tras haber ganado una beca de @leicasociety este año, la fotógrafa realizó “Mujeres del Agua: V Región”, en el que el 13 de julio, en una brumosa mañana de invierno, reunió a 80 mujeres en la playa de Horcón. La convocatoria la hizo en conjunto con Bárbara González de @buceoQuirilluca y Catalina Mekis de @las_chungungas.
💬“Cuando elijo lugares lo hago pensando muy bien en el impacto que puede tener la imagen y la participación sobre la comunidad donde se ubican y me interesa visibilizar que existen comunidades fuertes de mujeres luchadoras, soñadoras y libres en lugares donde tal vez predomina el machismo o el conservadurismo”, comenta la fotógrafa.
“Fue una experiencia muy hermosa, muy nueva. Y esa sensación de libertad, de compañía entre todas fue muy lindo (…)”, comenta Beatriz Salgado-Murillo, participante de la instancia.
🌊La serie se originó el 2022 en Puerto Natales, cuando tres mujeres le pidieron que las fotografiara desnudas y en el lugar en donde se sentían más poderosas: el agua. Desde entonces, cuenta Sotelo, el proyecto se ha expandido a otros cuerpos de agua en Chile, Perú y Estados Unidos.
🌀“La razón por la cual continuo haciendo este proyecto es porque las imágenes cuentan historias similares, pero con fondos distintos. Esto me hace pensar que si bien las mujeres de cada instalación están en países o cuerpos de aguas muy distintos del uno al otro, comparten un mismo espíritu femenino”, reflexiona finalmente Sotelo.
🔎Puedes revisar su galería completa con este y otros proyectos de fotografía documental en su Instagram @anaelisasotelov y página web http://www.anaelisasotelo.com
¿Qué te parece este trabajo? Cuéntanos en los comentarios 👀
CC: Ana Elisa Sotelo.
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monimoni1312 · 2 months ago
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ahora recuerdas a chile
ahora recuerdas la patria
y lo que soñaste
y tu sueño revolucionario que se duerme al igual que tu en el metro de Santiago al trabajo.
tu niñez post todo
esa niñez que ya no habitas
en donde comías pan con aceite
a tu familiar exiliado
a tu abuelo muerto en combate
a tu amigo sin el ojo izquierdo
y por que hoy
¿por que justo hoy y no siempre?
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senig-fandom · 1 month ago
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Hola señorita Senig 👋
Tengo entendido que los paises trabajan en lugares para utilizar sus poderes sin ser descubiertos, podría decirme en que trabajan cada latino
Emmm...
Es complicado porque no me e puesto a poner a todo el mundo en un trabajo XD y otros que en realidad trabajan en donde sea y no es exactamente el trabajo para usar sus poderes
Estas son algunas de mis ideas, pero algunas veces pienso en cambiarlas, allí están por si acaso gustan verlas o darme mas ideas.
Las única definidas en si son 4 que son Cuba, Sur, Norte y USA
Cuba- Doctor y cirujano
Perú- Chef de su propio restaurante y espectáculos con fuego.
Argentina- Estilista, maestro de natación y buceador.
Chile -Arquitecto y escultor.
Colombia- Electricista
Venezuela- Mecánico
USA- Vendedor de armas, Maestro en defensa personal y Maestro de Español (Y aunque no lo crean es el mejor maestro de Español de su pais XD)
México Sur- Sicario, ladrón de información, guardaespaldas y niñero.
México Centro- Político (Por ahora...)
El Salvador- Maestro de deportes.
Nicaragua- Guardaespaldas y maestra de defensa personal con armas.
Costa Rica- Barista (Dia y de noche) y Maestra de surf
Y la mas larga de trabajos es:
México Norte- Propietaria de un hospital infantil, encargada de las relaciones exteriores, costurera, Maestra de ingles, Alemán, Frances y portugués, Zapatera ( A veces ) Beisbolista femenina, Boxeadora ( Lo intenta retomar) Granjera, Florista y Enfermera ( En ciertas circunstancias)
______________
Te puedes dar una idea, pues comúnmente se les relaciona a su don y habilidad, es la idea que tengo, pero no se si siempre quiera hacerlos así XD
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eddy25960 · 7 months ago
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RUTH MILLER KEMPSTER (1904–1978)
"Working Stiff" (c. 1934)
Crocker Art Museum, Sacramento.
Ruth Blanchard Miller Kempster, según la evidencia de muchas de sus pinturas, se puede ver que sentía empatía por las preocupaciones sociales de su época. En "Working Stiff", la tragedia es el desempleo. Las manos de su sujeto llevan gran parte del mensaje: fuerza desperdiciada, vacío y desesperanza.
La calidad de la imagen recuerda algo que Ruth escribió en una carta a su casa durante un viaje a Perú: “A menudo me he preguntado por qué lo humilde siempre atrae al artista. . . No hay una nota superflua por ninguna parte. . . El efecto es hermoso”. Una vez le aconsejó a un joven pariente que, para ver un nuevo país, “debía mirar a los ojos a las personas que vivían allí, no como un turista, sino como un participante”; dijo que eso era lo que hacía cuando pintaba.
Poco después de la guerra, Ruth y Henry hicieron un extraordinario viaje en automóvil, conduciendo una camioneta Ford a través de México, Centro y Sudamérica, hasta partes remotas de Perú y finalmente hasta Chile. Desde el comienzo de su carrera, disfrutó trabajando en grabado y litografía, y produjo algunas imágenes maravillosas, particularmente sobre temas encontrados en el desierto o en sus frecuentes viajes a México.
Durante veinticinco años, Ruth pintó de manera constante, presentando trabajos regularmente a exposiciones con y sin jurado en el sur de California y anualmente en la Feria Estatal de California en Sacramento. Ganó muchos otros premios y fue mencionada en las columnas de arte de numerosos periódicos. Fue miembro del California Art Club y de la Sociedad de Artistas y Pintoras del Oeste de Pasadena.
Fuente:
Emerging from the Shadows: A Survey of Women Artists Working in California, 1860-1960, Maurine St. Gaudens, Editora, 2016
https://www.askart.com/artist/Ruth_Blanchard_Miller/120780/Ruth_Blanchard_Miller.aspx
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the-last-panqueque · 1 year ago
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Te recuerdo Amanda~
Porque llevaba rato queriendo hacer un minicomic de esta canción con Chile y Argentina ewe, aquí esta para que lloren jajajaj.
La canción es del maravilloso artista Víctor Jara, que en paz descanse, y habla de las pésimas condiciones de trabajo de muchos obreros que llevaron a tragedias terribles. Básicamente “Podría ser cualquier pareja de trabajadores”. Esta es tal vez una de las canciones mas recordadas de Jara, y una partecita pequeña del inmenso legado que dejo en la música, cultura y memoria chilena y latinoamericana.  Si me disculpan, me voy a llorar.
Espero que les guste!!!
-PQQ
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notasfilosoficas · 30 days ago
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“La educación es, tal vez, la forma más alta de buscar a Dios”
Gabriela Mistral
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Gabriela Mistral, es el seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, poeta, diplomática, profesora y pedagoga chilena nacida en Vicuña en abril de 1889, recibió el Premio Nobel de literatura por su trabajo poético en 1945.
Fue la primera mujer iberoamericana y la segunda persona latinoamericana en recibir un Premio Nobel.
Nació en el seno de una familia modesta, su padre era profesor y poeta de ascendencia española y su madre también de familia española cuyos abuelos eran descendientes de familias propietarias de tierras en el Valle de Elqui.
Pasó su infancia en diversas localidades del valle de Elqui, llamado antiguamente también como valle del Coquimbo.
Entre los 3 y 10 años, Mistral vivió en la pequeña localidad de Montegrande, siendo éste el lugar en la que Mistral consideraría su ciudad natal, y el mismo en donde pidió que se le diera sepultura.
Por el lado de su madre Gabriela tuvo una media hermana mayor y por el lado de su padre un hermanastro.
El padre de Gabriela abandonó el hogar cuando ella contaba con tres años, y a pesar de esto ella siempre lo defendió. Se dice que revolviendo papeles encontró unos versos “muy bonitos” los cuales dijo; “despertaron mi pasión poética”.
En 1904, trabajó como profesora ayudante en una escuela y eventualmente enviaba colaboraciones literarias a el diario serenense “El Coquimbo” y en “La voz de Elqui” de Vicuña.
Quiso ingresar en una escuela normal pero fue excluida por prejuicios religiosos, y sin embargo obtuvo el titulo de “profesora de estado” al validar sus conocimientos ante la escuela normal No 1 de Santiago. 
Al no haber concurrido al instituto pedagógico y haber obtenido el titulo por covalidación de conocimientos, Gabriela padeció de mucha rivalidad por parte de sus colegas.
Gabriela Mistral fue contratada por el Gobierno de México a petición del ministro de educación José Vasconcelos, con la finalidad de conformar un nuevo sistema educativo, quien ponía especial enfoque en la enseñanza rural.
La reforma rural en la educación tocaba en Gabriela fibras muy intimas en su anhelo de llevar la educación a los campesinos y a las areas rurales, la cual la hizo darse cuenta de la importancia de su encargo, mismo que ella veía como una verdadera “cruzada”.
La vida de Mistral se mueve entonces entre los pueblos indígenas y los altos niveles de la intelectualidad mexicana y de su gobierno, poniendo todo su entusiasmo y alma entera en esta tarea.
A partir de esta experiencia que duró dos años, Mistral se volvió simpatizante del movimiento latinoamericanista pensando en la región como si se tratara de un gran país, reflejando esto en su poema Cordillera en 1957.
En 1925 Gabriela regresa a Chile en donde es nombrada delegada del instituto de cooperación intelectual de la sociedad de las naciones, fundando un instituto encargado de difundir las tradiciones de los textos franceses de los libros mas representativos de Latinoamérica, así como en su labor pedagógica.
El 10 de diciembre de 1945, Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura por parte de la Academia Sueca, donde con el dinero del premio se compró una casa en Santa Barbara California en donde fungió como Consul en esa ciudad.
Años mas tarde Gabriela fue nombrada cónsul en Nueva York en 1953 consiguiendo estar con la escritora estadounidense Doris Dana con quien estableció una controvertida relación y con quien mas tarde terminaría siendo su portavoz, y albacea oficial.
Gabriela Mistral murió el 10 de enero de 1957 a la edad de 67 años, tenía diabetes y problemas cardiacos y sufrió un derrame cerebral pues padecía arterioesclerosis. 
En su testamento estipuló que el dinero producido por la venta de sus libros en América del Sur se destinase a los niños pobres de Montegrande.
Fuente: Wikipedia
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semtituloh · 5 months ago
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Vía El Señor Corchea
🤎Las yeguas del Apocalipsis: Las dls Fridas, 1987
“Francisco Casas y Pedro Lemebel conforman el dúo Yeguas del Apocalipsis entre 1987 y 1997, en el umbral entre dictadura y posdictadura en Santiago de Chile. Ambos artistas iniciaron en ese período, paralelamente, su trabajo como escritores. Ya desde su nombre, el dúo generó una intervención micropolítica, al poner en juego un modo de enunciación travestido que resignificaba un insulto dirigido a las mujeres y al hacer referencia al VIH-sida como epidemia de fin de siglo. Recurrieron a distintos soportes, como la acción de arte, la 📸fotografía, el video 🎥y la instalación, donde el cuerpo, en intersección con distintas técnicas, fue el lugar privilegiado para producir cruces entre el sida como signo de una época y las huellas de la violencia política dictatorial; entre el imaginario colonial y la subyugación de las minorías sexuales, entre travestismo e iconografía cristiana, entre activismo sexo-disidente y posicionamiento de izquierdas.
A fines de 1989, en el estudio del fotógrafo chileno Pedro Marinello, Francisco Casas y Pedro Lemebel posaron frente a la cámara realizando un tableau vivant del cuadro Las dos Fridas (1939), de la artista mexicana Frida Kahlo. Acuden así a un procedimiento ya descentrado del autorretrato de artista, al citar la imagen especular de una Frida Kahlo que se presenta a sí misma duplicada, desdoblada. De este modo, las Yeguas del Apocalipsis se infiltran en la historia del arte bajo el nombre de otra (Frida), instalando una pequeña crisis en los procesos de identificación (autoral).
Como en la pintura de Frida Kahlo, Casas y Lemebel exhiben dos cuerpos acoplados, envueltos en una visualidad quirúrgica. Cada uno expone un corazón pintado en su pecho, y ambos órganos, uno indemne y el otro abierto, se conectan por una transfusión 🩸sanguínea. En los años de la expansión del VIH-sida, la escenificación de Las dos Fridas por dos artistas homosexuales es también la imagen desafiante de cuerpos marcados como peligrosos y, a la vez, expuestos al peligro frente al pánico que despertaba, en esos años, la circulación descontrolada de los flujos corporales.” Vía website del Malba
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flan-tasma · 7 months ago
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The painter and the paint [Albedo x Fem!Reader]
💖~ The idea of him being obsessed with you is cute. But being created simply to be adored, because somehow that's okay? It's great.
I've been trying different spell checkers for the english translation! If you notice any mistakes, I will be delighted to review them.
Warning: Nope now💖 | English is not my native language, so if I have made any mistakes in the translation, I am open to corrections | Content in spanish and english!
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Spanish:
Albedo, que tiene un atractivo bien conocido para quienes lo vean, siempre se ha sentido reacio a empezar una relación amorosa. Las damas y caballeros que lo han intentado apartar para ellos mismos siempre han fracasado, pues el alquimista siempre ha estado muy enfocado en sus estudios y el trabajo.
Oh, pobres personas, que intentan entregar sus corazones a un hombre tan gentil y tranquilo solo para terminar con una herida sentimental. Quienes lloran luego de que el alquimista los deja para que lidien con sus emociones, quienes se emborrachan por el rechazo de quienes amaban.
Pero claro, Albedo considera que las relaciones son difíciles de llevar. Si bien es cierto que no está en contra de hacer nuevas amistades, aún sigue trabajando en sus propios medios de socialización. Una pareja sería mucho trabajo para él, más del que le gustaría llevar ahora que ha estado ocupado en su más reciente creación, su obra maestra.
Pues es así como la creó: del carboncillo que trazó un rostro experimental, cuya extrema belleza lo dejaron atontados durante una hora, que pasó a ser pintada con acuarelas cuando ya no pudo soportar verla tan apagada en matices blanco y negro. Pintó e iluminó sus ojos coquetos, brillantes como joyas lujosas, que lo mirarían solo a él mientras sonreía. Buscó el color perfecto para sus labios delicados, ¿debería usar un tono naranja cuyos besos pudieran saber como las solsettias, o debía inclinarse por el común rojo que haría que sus besos picaran con sabor a chile? Pues terminó pintando de rosado, poniéndole delicadamente un labial de bayas dulces que le secó la garganta al sentir la frialdad de su campamento.
Pues ella estaba allí, con él, sentada y feliz. Recatada y gentil, mirándolo con ojos preciosos, como si la obra maestra fuera él, y su piel se erizó al casi poder distinguir un perfume frutal que le llenó los pulmones. Parpadeó una, dos veces, buscando algún error en su pintura, solo para sonreír con ternura al ver que no era el lienzo quien se había equivocado.
¿Dónde había visto a esta señorita antes? ¿Su cerebro y sus manos la crearon en ese instante que garabateaba frente al fuego? No lo sabía, pero pensó que no sería un gran problema en ese momento, mientras se sentaba frente al lienzo de su amada, quien lo miraba de igual modo. Sintió que algo en su corazón le apretaba el pecho y su respiración.
¿Es posible que solo sus manos hayan podido crear a su único amor?
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English:
Albedo, who has a well-known attractiveness to those who see him, has always felt reluctant to start a romantic relationship. The ladies and gentlemen who have tried to set him aside for themselves have always failed, since the alchemist has always been very focused on his studies and work.
 
Oh, poor people who try to give their hearts to such a gentle and calm man only to end up with a sentimental wound. Who cries after the alchemist leaves them to deal with their emotions, who become drunk from the rejection of that they loved.
 
But, of course, Albedo considers that relationships are difficult to manage. While it is true that he is not against making new friends, he is still working on his own means of socialization. A partner would be a lot of work for him—more than he would like to handle now that he's been busy with his latest creation, his masterpiece.
 
Well, that's how he created it: from charcoal he drew an experimental face, whose extreme beauty left him stunned for an hour, which became painted with watercolors when he could no longer bear to see it so dull in black and white hues. He painted and illuminated her flirtatious eyes, sparkling like luxurious jewels, that would look only at him while she smiled. He searched for the perfect color for his delicate lips: should he use an orange shade whose kisses could taste like sunsettias, or should he lean towards the common red that would make his kisses sting with jueyun chili flavor? Well, he ended up painting it pink, delicately putting on a sweet berry lipstick that dried his throat as he felt the coldness of his camp.
 
Well, she was there with him, sitting and happy. She was demure and gentle, looking at him with beautiful eyes, as if he were the masterpiece, and his skin crawled as he could almost distinguish a fruity perfume that filled his lungs. He blinked once, twice, searching for some mistake in his painting, only to smile tenderly when he saw that it wasn't the canvas he had any.
 
Where had he seen this lady before? Did his brain and his hands create her at that moment when he was scribbling in front of the fire? He didn't know it, but he thought it wouldn't be a big problem at that moment as he sat in front of the canvas of his beloved, who looked at him the same way. He felt something in his heart squeeze his chest and breathing.
 
Is it possible that only his hands could have created his only love?
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vannyqwea · 8 months ago
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Quiero darle un estilo mas marcado a México, así que si me dan datitos de algún estilo gráfico, de moda o musical que predomine me serviría mucho igual cualquier cosa para que pueda moldearlo porque el México que tengo todavía no es el definitivo sigo trabajando en el personaje.
Chile ya tiene su estilo y por eso no hago tanto trabajo en el como antes, es Punky y si me dicen alguna que les gustase ver en México que se mezcle bien con el chilito Punky me serviría igual 🥹
Porque no voy a wearles se me pasó hasta por la mente ver cómo se veía México con el cortesito de peso pluma xDDDD
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mueblesbrrv · 23 days ago
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latinotiktok · 1 year ago
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Mucha fuerza con los estudios, yo tuve que abandonar la universidad para trabajar y apoyar a mi familia, todos los días extraño a los ridículos con los que estudiaba y que ahora están repartidos por el mundo aslkdj mi panita de la uni se fue a Brasil y mira no sé, la magia de Brasil ocurrió y ahora está radiante y mamadísimo y con un novio maravilloso el marico ese, lo envidio y me alegro por él (y me pregunto qué tiene el agua de Brasil). Mi otro amigo se fue a Argentina, sin mayores notas, está como pato en el agua. Yo estoy en Chile actualmente. Adivina la nacionalidad del anon ah.
He venido personalmente a cursearte la mente con el siguiente pensamiento que tuve en medio del trabajo y decidí que era el nivel perfecto de cursed para enviar a les admin de latinotiktok: la canción "María Teresa y Danilo" de Hansel y Raúl, es el opuesto exacto de toda la novela loca de los Jin en The Untamed si la escuchas me vas a entender y te vas a acordar de este anon y me vas a odiar/amar. Los tkm que les vaya bien.
Tengo que irme a Brasil unos meses asi me agarra la magia i guess. Ahora voy a buscar la canción que decis hold up
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eldiariodelarry · 1 year ago
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Clases de Seducción II, parte 17: Alianzas
Temporada 1
Temporada 2: Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16
Olivares tomó un bus comercial de regreso a la ciudad de Antofagasta después de haber ido a dejar a Sebastian hasta el regimiento de Arica.
Al llegar a la Perla del Norte de Chile, al mediodía siguiente, se tuvo que presentar en el regimiento para retomar sus labores.
—Olivares —lo saludó el Capitán Rodriguez apenas Matías cruzó la puerta del galpón principal del regimiento.
—Mi Capitán —se cuadró Olivares frente a su superior, con evidente cansancio en su semblante.
—Lo estuve llamando durante la mañana —le comentó el Capitán—, ¿por qué no le contesta a su superior?
Matías el día anterior le había entregado su viejo celular a Sebastian para entregarle novedades sobre Rubén. Si bien en el momento de tener esa idea no pensó en cómo obtener la información, ya que desconocía cualquier tipo de dato sobre Ruben (nombre completo, dirección, etc), pensó que se las arreglaría en el camino.
—Disculpe, Capi —respondió Matías, recordando que tampoco había considerado que podrían contactarlo cuando le entregó su celular a Sebastian—, perdí mi celular.
—¿Lo perdiste? —preguntó ceñudo el superior.
—Sí —respondió Matias intentando sonar lo más convincente posible—, me quedé dormido anoche en el bus y me di cuenta cuando venía para acá que ya no lo tenía.
—Vamos a la comisaría —le dijo Rodriguez, poniéndose de pie—. Tiene que hacer la denuncia del robo.
—¡No! —dijo rápidamente Matías, de manera bastante sospechosa—, no es necesario, Capi —agregó, con más calma para sonar más despreocupado—, igual tenía pensado comprarme uno nuevo esta semana con mis ahorros.
Rodriguez miró a Olivares en silencio de forma seria por un par de segundos, levantando la ceja derecha.
—Olivares, si no quiere hacer una denuncia es su problema —le aclaró el hombre—, pero nosotros tenemos que ir a la comisaría. Me llamaron porque al parecer tenemos otro fugado.
—¿Otro más? —preguntó desganado Matías, sabiendo que siempre lo mandaban a él de chaperón de los soldados que se arrancaban de sus respectivos regimientos.
—Así es, Olivares —confirmó el Capitán.
Matías y Rodriguez se subieron al sedán negro del Capitán y tomaron rumbo a la tercera comisaría de la ciudad, donde se comunicaron con el Sargento a cargo.
—¿Por qué demoraron tanto en venir? —les preguntó el Sargento tras las presentaciones correspondientes.
—Estábamos atendiendo otro asunto de mayor importancia —respondió Rodriguez—. Además, la espera le enseñará al joven que arrancarse del regimiento no es cosa fácil.
—Tampoco es que sea delito, Capitán —aclaró el Sargento—. Nosotros lo retuvimos simplemente porque no tenía documento de identidad, y no nos quiso dar mayor información de su procedencia.
—Pero nada de eso es delito, sargento —comentó Matías, con algo de indignación—. No querer decirles de dónde viene no es delito, y la identidad la pudieron corroborar pidiéndole su RUN.
—Olivares —el Capitán le llamó la atención discretamente a Matías.
—¿Y por qué lo trajeron en primer lugar? —quiso saber Matías, ignorando la llamada de atención de Rodríguez.
—Recibimos una denuncia anónima de alguien que aseguraba que esta persona se había arrancado del servicio militar.
—Buen trabajo, Sargento —reconoció el Capitán Rodríguez, y el sargento trató de disimular una sonrisa de orgullo.
—¿Cómo pueden asegurar que efectivamente es la persona correcta, si no les ha dicho de dónde viene? —preguntó Matías, algo preocupado.
Efectivamente, el Sargento había admitido que tenían detenido a alguien que no había cometido ningún delito, y tampoco estaban seguros de estar frente a la persona que supuestamente se había arrancado de un regimiento.
—Bueno, la mochila que traía evidentemente era de indumentaria militar, y en el interior cargaba su uniforme —respondió algo molesto el carabinero.
—Gracias Sargento, nosotros continuamos desde aquí —intervino Rodriguez, dando por cerrado el cuestionario de Matías, lanzándole una mirada seria y fulminante al muchacho.
El par de militares ingresaron a la sala de detención y pidieron abrir la celda donde estaba ubicado el joven desconocido que había sido denunciado como un fugado del servicio militar.
El joven levantó la vista y Olivares se dio cuenta que tenía una notoria cicatriz en la frente y otra en el mentón, que le daban un aspecto intimidante, pero a la vez atractivo.
—¡Soldado! —habló con fuerza Rodríguez—, su aventura de fin de semana ha terminado.
—Hoy recién es viernes —murmuró con hastío el joven.
Olivares miraba en silencio la interacción.
—Bueno, como sea soldado, desde hoy en adelante todos sus días serán lunes —respondió Rodríguez—. Un eterno y tedioso lunes.
Rodríguez se acercó a la banca donde estaba sentado el joven, quien se puso de pie sin esperar que el hombre lo tocara de alguna forma, y comenzó a caminar en dirección a la salida de la celda, asumiendo su destino.
—Nos dirigiremos al regimiento, para averiguar de qué castillo se escapó la princesa —le anunció Rodríguez—, y luego Olivares se asegurará de enviarte de regreso, de donde no volverás a salir en mucho, mucho tiempo, ¿entendido?
El joven desconocido simplemente asintió.
Olivares se sentó en el sedán negro en la parte trasera, al lado del soldado en fuga, quien fue todo el camino mirando por la ventana, en silencio, permitiéndole a Matias apreciar la perfecta definición de su mandíbula, que comenzaba a mostrar el crecimiento leve de su barba tras dos días sin afeitar.
Al llegar al regimiento, Rodriguez se dirigió a su oficina a revisar en la base de datos del servicio militar dónde estaba designado el joven desconocido, a quien le había pedido anotar su RUN en un papel.
—Vaya, vaya —murmuró Rodríguez al salir de su oficina—, así que el soldado Javier Gutierrez se arrancó del mismo regimiento en Arica que nuestro querido Guerrero.
Olivares al escuchar la mención a Sebastian miró de inmediato al joven.
Javier mantuvo una expresión neutra en el rostro.
—¡Olivares! —le llamó la atención Rodríguez—, asegúrese que este soldado llegue a su regimiento en buenas condiciones.
A Matías no le encantaba la idea de volver nuevamente a Arica. Esta vez sería peor incluso, ya que tendría que ir en bus comercial, en vez de avión (ya que los pasajes de avión los había asegurado el padre de Sebastian el día anterior).
—¿Es necesario que vaya hasta allá con él —preguntó Matías, notando de inmediato la cara de furia de Rodríguez—… mi Capitán?
—Su labor es asegurarse que llegue al regimiento que le corresponde —insistió Rodríguez, sin cambiar su indicación.
A pesar de que quería hablar con el amigo de Sebastian, Matías no estaba muy convencido de ir nuevamente a Arica.
—¿Alguna posibilidad de que nos envíen en avión? —Matias dudaba que la respuesta fuera afirmativa, pero no perdía nada con intentar.
Rodríguez lo miró con seriedad, lo que fue suficiente respuesta para Matías.
—¿Puedo hablar con don Rolando para que lo lleve en el bus? —insistió Matías, recurriendo a la última alternativa que le quedaba.
El Capitán se quedó pensando unos segundos. Don Rolando era el conductor del bus militar que se había llevado a Sebastian desde Antofagasta hasta Arica (y que había recogido a Javier en el camino) al inicio del servicio militar.
—Bueno, si tiene la disponibilidad, al tener su formación militar debería actuar como escolta —accedió Rodríguez.
Matías sonrió satisfecho, y tomó las llaves del sedán negro que Rodríguez le estaba extendiendo.
—Vamos —le dijo a Javier, poniendo su mano en su hombro como si fueran amigos de toda la vida.
—Olivares —le llamó la atención Rodríguez, por la cercanía demostrada con el muchacho, provocando que Matias se alejara instintivamente.
Matías llevó a Javier hasta el sedan negro, y lo hizo subirse en el asiento del copiloto.
—Soy Matías —se presentó, extendiéndole la mano.
Javier no contestó, pero le dio la mano a modo de cortesía.
Matías se sintió algo estúpido por intentar demostrar una personalidad amigable con aquel desconocido, pero no perdía nada con intentarlo. Encendió el motor del vehículo y salió del estacionamiento, tomando rumbo por la costanera.
—¿Conocías a Sebastian? —le preguntó Matías a Javier, para romper el hielo.
Matías miró de reojo a Javier, quien iba pegado mirando por la ventana del vehículo.
—Te vi cuando lo fuiste a buscar a su casa —respondió Javier con la voz apagada después de un rato—. A ti y al otro viejo culiao.
—¿Estabas ahí? —preguntó Matías sorprendido—, ¿adentro de la casa?
—Estaba en la calle —aclaró Javier—. Los vi cuando llegaron y cuando se llevaron al Sebita. ¿Cómo pueden ser así de conchesumadres?
Matías se sintió interpelado.
—La verdad no tuvimos alternativa —le aclaró—. De hecho, tuve que llevarlo hasta Arica también, hablé harto con él. Me contó que su amigo Rubén había tenido un accidente, y le prometí que iba a averiguar cómo estaba.
Javier por primera vez dejó de mirar por la ventana y miró fijamente a Matias.
—Vamos, entonces —le dijo Javier—, vamos al hospital a ver cómo está el Rube.
Matías lo miró sonriendo, como si Javier acabara de leer su mente.
—Vamos —accedió, y pisó el acelerador para llegar lo antes posible a su destino.
La pareja de soldados se dirigió al hospital primero a ver si podían obtener información, pero no tuvieron nada de suerte.
—No puedo entregarles información de ningún paciente, porque no son familiares directos —le explicó la señorita del mesón de atenciones.
—¿En serio no puede hacer nada? —insistió Matías, empleando sus habilidades blandas para poder acceder de forma amable a la información—. O quizás, no darnos detalles de su diagnóstico ni nada, pero por último saber si todavía está acá en el hospital, o si lo dieron de alta.
Matías le sonrió con amabilidad a la señorita del mesón, quien se mostró dispuesta a ayudar.
—Voy a revisar si me arroja alguna información el sistema, ya que ni siquiera me están dando el RUT del paciente —le dijo con acidez la mujer.
Matías miró a Javier, quien sonreía ilusionado ante la expectativa de obtener respuestas.
—Me aparece que tengo a dos Ruben Castillo atendidos en los últimos cinco días —les informó la mujer—, y ambos aparece que fueron dados de alta.
—¿Alta?, eso quiere decir que se fue a su casa sano y salvo, ¿cierto? —preguntó Javier—, ¿o es posible que lo hayan enviado a otro centro más especializado o algo así?
—Alta significa que se va a su casa, con tratamientos orales, no tienen mayor complicación —le indicó la mujer, tranquilizando a los muchachos.
El par de soldados agradecieron la ayuda de la mujer, a pesar de que no les quiso decir la dirección de Rubén.
—¿Te acuerdas donde vive el Seba? —le preguntó Javier a Matías.
—Sí, me acuerdo, ¿por? —respondió Matías.
—Porque el Seba y el Rubén son vecinos, y el otro día estuvimos con el Seba en la casa del Rubén —le contó Javier—. Vayamos a su casa a verlo.
—¿Cómo no lo mencionaste antes? —le preguntó Matías.
—Porque primero teníamos que venir al hospital a ver qué onda.
—Estás ganando tiempo, ¿cierto? —preguntó a modo de broma Matías, sin esperar respuesta.
El par de soldados se subieron nuevamente al sedán negro y tomaron rumbo a la casa de Sebastian.
Javier le indicó a Matías exactamente cuál era la casa de Rubén, y tocaron el timbre. Después de unos segundos salió un joven de unos veintitantos años.
—¿Rubén? —preguntó Matías, algo confundido porque pensaba que el amor de Sebastian era más joven.
El joven negó con la cabeza.
—¿Quién lo busca? —preguntó el joven.
—Somos amigos de Sebastian —se presentó Matías, venimos a ver a Rubén.
—Lo siento, pero Rubén no está en condiciones para recibir visitas —les dijo el joven.
—¿Está bien? —preguntó Javier—. Sabemos que tuvo un accidente, y queríamos saber si está bien o no, para avisarle al Seba
El joven se acercó a la reja suavizando la expresión.
—Si, está bien —respondió el joven—. Con unas esguinces y moretones, pero bien. El Rube quiere descansar bien, así que pidió no recibir visitas.
—Entendemos —dijo Matías—. Con saber que está bien nos quedamos tranquilos.
El joven se despidió tras agradecer la preocupación, y volvió a entrar a la casa cerrando la puerta tras de sí.
—Misión cumplida —comentó Matías al subirse de vuelta al sedán negro.
Javier asintió.
—Hora de volver a la realidad —respondió Javier con pesar.
—Ahora te toca hacer lo más importante —Matías intentó animarlo—, tienes que entregarle la información a Sebastian.
Matías condujo el vehículo hasta un sector residencial del lado norte de la ciudad y se detuvo frente a una casa específica y tocó la puerta. Al rato salió un hombre al borde de la tercera edad que lo saludó con afecto: era don Rolando, el conductor del bus militar.}
Matías le preguntó si tenía disponibilidad de trasladar a Javier hasta el regimiento de Arica, y Rolando lo sorprendió al decirle que coincidentemente tenía que transportar un cargamento al mismo recinto, pero que saldría a la mañana siguiente.
Javier aceptó a regañadientes su destino, y volvieron ambos en el sedán negro hasta el regimiento de Antofagasta para que Javier pudiera pernoctar.
—Si se queda acá una noche más no me interesa —le dijo Rodríguez a Matías cuando volvieron—. Sería una noche extra fuera de su regimiento, lo que le extendería su castigo solamente.
Matías se despidió de Javier con un afectuoso abrazo cuando Rodríguez no estaba mirando.
—Gracias por ayudar al Seba —le dijo Javier durante el abrazo.
—No todos somos malos acá —respondió Matías separándose de él, dándole unos golpecitos en los hombros a Javier—. A algunos nos gusta hacer el bien cuando podemos.
Matias le guiñó el ojo a modo de despedida y se dio la vuelta camino a la salida del galpón.
Felipe llegó a la casa de Roberto con una amarga sensación de vacío. Notó que la casa estaba en completo silencio, indicando que aún no llegaba nadie. Sentía que estaba completamente solo en el mundo, y tenía la convicción que se merecía estar solo, sin nadie a su alrededor a quien arruinarle la vida.
Tras la visita a su padre en la clínica, donde sus progenitores le dejaron muy en claro que ni en aquella situación de vida o muerte iban a aceptar su naturaleza, quedó con una sensación de rabia, pena y soledad mezcladas, tan fuerte, que le provocaron un profundo dolor de cabeza.
Se había dirigido a la casa de Ruben para hablar con su pololo, contarle lo que le había ocurrido, pero él mismo había pedido no ver a nadie tras su accidente. Pensó que podría haber tenido algún privilegio por ser su pololo, pero la negativa de su suegro le demostró que no.
Sentía que eso último se lo merecía, por haber actuado de tan mala manera con su pololo en el último tiempo, llegando incluso a coartar un posible contacto con Sebastian, al llamar a los carabineros para avisar que el compañero del servicio militar con quien se había fugado se encontraba en el hospital.
Llegó a pensar incluso que ese último acto había tenido algún peso kármico en la reacción que tuvieron sus padres frente a su visita en la clínica: la vida lo estaba castigando por la forma que se había comportado.
Felipe se quitó los zapatos, el pantalón y la polera, y se acostó en su cama, tapándose con las frazadas. Cerró los ojos para despejar la mente e intentar olvidar lo que había vivido ese día, y volvió a abrirlos cuando escuchó la puerta abrirse al entrar Roberto a la habitación.
—¿Y tú?, ¿no tenías turno hoy? —le preguntó Roberto a modo de saludo.
“Conchetumare”, pensó Felipe, mientras se sentaba en el borde de la cama.
Había olvidado por completo que le correspondía trabajar esa tarde, pero prefirió evitar agobiarse la mente con una preocupación más.
—Mañana diré que estaba enfermo —respondió sin ganas Felipe.
—¿Qué te pasó? —Roberto notó de inmediato que algo andaba mal. Felipe no solía faltar a ningún compromiso, laboral o académico.
—Fui a ver a mi viejo a la clínica —le contó Felipe, y Roberto se acercó de inmediato y se sentó a su lado en la cama.
—¿Cómo está él? —preguntó Roberto, temiendo visiblemente que la respuesta fuese la más trágica posible.
—Muriendo —respondió Felipe, intentando sonar lo menos emocional posible. A pesar de su tono, Roberto le dio un abrazo y no lo soltó más—. Mi visita no fue muy bienvenida —continuó—. Estaban con un pastor, que les dijo que si mi viejo quería irse al cielo no podía volver a tener contacto conmigo, aunque se estuviera muriendo.
—Viejo culiao —murmuró Roberto, con total indignación en sus palabras.
—De verdad pensé que su situación actual podía haber cambiado algo en él, en los dos —le contó Felipe—. Pensé que por estar al borde de la muerte iba a querer recuperar el tiempo que había perdido. Lo peor de todo es que después de eso lo único que quería era hablar con el Rubén, estar con él, contarle la hueá, pero no pude.
—¿Por qué? —preguntó extrañado Roberto.
—Porque su viejo me dijo que no quería recibir visitas —explicó, y luego dio un largo suspiro mientras miraba el par de zapatillas que estaban tirados en el suelo a un metro y medio de la cama.
—Entiendo que no quiera recibir visitas, después de lo que le pasó —razonó Roberto—, pero igual uno esperaría que te diera algún tipo de privilegio.
—Bueno, no es como que me lo merezca en todo caso —comentó Felipe, sin ganas.
Roberto no dijo nada, coincidiendo con el comentario.
—Asumo que aún no han podido hablar después de lo de su cumple —dijo Roberto, y Felipe negó con la cabeza.
—Ayer cuando llegó del hospital estaba con una onda como súper optimista, de dejar atrás todo lo malo y la hueá —le contó Felipe—, pero con lo de hoy creo que lo nuestro ya terminó.
—Ya, pero no pienses eso —lo tranquilizó Roberto—. Entiende que tuvo un accidente igual grave, necesita tranquilidad. Quizás ya mañana o pasado puedan hablar con calma.
Felipe asintió, dando un suspiro.
—Necesito desahogarme.
Roberto lo miró, se puso de pie y se paró frente a él.
—Pégame —le ofreció Roberto.
—¿Cómo te voy a pegar, hueón? —rechazó de inmediato Felipe.
—Bueno, si no me quieres pegar a mí, tienes un saco en el patio que podría servirte —sugirió, ahora hablando en serio.
Felipe pensó un par de segundos la idea de Roberto, y luego se puso de pie dispuesto a bajar al patio. Tomó los guantes de box que tenía guardados en el cajón del escritorio y bajó con el objetivo de descargar todas sus emociones en ese saco colgante.
Salió al patio mientras se acomodaba los guantes, y apenas tuvo frente a su cuerpo el saco, le dio un fuerte golpe de puño. Comenzó de forma normal dándole golpes casi de rutina, y luego poco a poco fue aumentando la fuerza de sus golpes, hasta provocar que el saco se soltara de una de sus amarras.
Cuando el saco se tambaleaba colgando de un gancho menos, Felipe se percató que sus guantes estaban rotos de igual forma por la fuerza de sus golpes. Se los quitó y pudo ver que en los nudillos tenía heridas provocadas por los golpes.
Detestaba tener heridas en las manos, y la misma situación de haberse provocado el daño a sí mismo le generó aún más frustración y rabia consigo mismo.
Comenzó a lanzarle patadas al saco de box que seguía meciéndose sostenido por las amarras que le quedaban, y luego volvió a golpearlo con sus puños desnudos, provocando mayor daño en sus nudillos.
Después de unos minutos el saco de box cedió de sus amarras y cayó con un golpe sordo al suelo, y Felipe se arrodilló sobre el saco y siguió golpeándolo con menor fuerza esta vez, solo con la poca energía que le iba quedando en su cuerpo.
Cuando ya no le quedaban fuerzas en sus brazos, pegó un grito desgarrador, liberando toda la angustia que llevaba acumulando en los últimos meses, lo que provocó que empezara a llorar desconsoladamente.
Felipe intentaba frenar el llanto para mantener la compostura, pero no podía. Las emociones que se había esforzado tanto en mantener dentro suyo por tanto tiempo por fin estaban saliendo a la fuerza.
De repente Felipe sintió unas manos que lo tomaban para ponerlo de pie y luego un fuerte abrazo de contención. Era Roberto que había estado probablemente viendo todo su patético espectáculo en el patio de su casa.
—Todo va a salir bien —le dijo Roberto al oído, con la voz quebrada por la emoción, acompañándolo en su llanto.
Felipe estaba seguro de que su amigo no tenía como asegurar eso, pero prefirió creer que así sería.
A Sebastian le correspondía nuevamente dormir en ese pequeño cuarto oscuro lleno de quizás qué tipo de animales e insectos.
Al igual que la noche anterior, no pudo dormir casi nada, pero esta vez, fue producto de los pensamientos que rondaban en su cabeza.
Estuvo constantemente pensando en las palabras de Julio y sus secuaces respecto a Simón, y lo que supuestamente le había pasado.
Si bien no fueron específicos en contarle qué le había pasado a Simón, Sebastian pudo deducir que le habían hecho algo, aprovechando su ausencia y la de Javier.
Ahora era Sebastian el que se encontraba completamente solo, sin el apoyo de Javier ni de Simón, dejándolo completamente vulnerable al igual que su compañero iquiqueño.
Según las palabras de Andrés, el capitán había dicho que Simón tuvo una crisis de pánico simplemente, pero podía estar cubriendo al trío de imbéciles.
“¿Pero por qué haría algo así el capitán de un regimiento?”, Se cuestionaba Sebastian intentando buscar una lógica a sus teorías: Para no exponer que no tenía realmente bajo control a su pelotón de soldados.
Eso tenía sentido.
Se imaginó a Simón completamente desfigurado por los golpes que le propinaron Julio, Luis y Mario, según habían insinuado, y le dio una profunda pena y rabía, pensando que había tenido que pasar por eso simplemente por quedar completamente solo, tras haberse fugado con Javier.
“Ojalá que esté bien”, se repetía en la mente, con angustia, no pudiendo evitar sentir algo de culpa por la situación.
No se dio cuenta cuánto tiempo había pasado cuando escuchó la puerta abrirse de forma sonora, y la voz de Ortega desde afuera dijo con fuerza:
—¡Soldado Guerrero!, puede volver a las barracas para asearse.
Sebastian sin perder tiempo se levantó de inmediato y salió a la intemperie, donde aún estaba oscuro, se cuadró frente a Ortega y corrió rumbo a las barracas. Se lanzó sobre su cama, con la esperanza de dormir al menos unos minutos.
Estaba acostado dando la espalda al resto del dormitorio cuando sintió unas manos presionando con fuerza su boca.
—Bú —pudo identificar sin lugar a duda la voz de Julio en su oído, mientras Luis y Mario lo ataban de brazos y piernas y le ponían un bozal en la boca para que no pudiera gritar.
Sebastian intentaba con todas sus fuerzas soltarse y emitir algún sonido, pero nada salía de su garganta, estaba completamente silenciado.
El trío de abusadores comenzó a darle golpes de puño en el cuerpo y la cara.
—¿Qué se siente recibir el especial Simón? —preguntó con sarcasmo Luis, mientras sacaba una navaja suiza de su bolsillo y se la entregaba a Julio.
—¿Quieres saber por qué la Simona no dijo nada de lo que hicimos? —le preguntó Julio, acercándose a Sebastian.
Sin esperar respuesta, Julio se montó encima de Sebastian, blandió la navaja y la acercó a su rostro.
Posó la punta de la hoja con una leve fuerza, suficiente para cortar la piel, y la deslizó por la frente de Sebastian.
Las lágrimas cayeron por las sienes de Sebastian, y el corazón le latía a mil por horas, sin creer que nadie a su alrededor hubiese despertado con lo que estaba pasando.
Julio tras hacer el corte en la frente, tomó con fuerza la navaja y la enterró en el bozal, y sin dudar un segundo, la arrastró con fuerza hacia donde estaba la comisura del labio de Sebastian, provocando un corte completo hasta casi llegar a la oreja.
Sebastian se retorció de dolor y comenzó a gritar con todo lo que le permitía su cuerpo, hasta que cayó de bruces al costado de la cama.
Tenía los brazos y las piernas liberadas. Se llevó las manos a la cara y no había rastros de ningún corte ni de ningún bozal. Todo había sido un mal sueño.
—¿Estás bien? —la voz adormecida de Andres desde un par de camas a la derecha lo sorprendió.
—Si, todo bien —susurró Sebastian, intentando contener el llanto.
Se percató que el corazón le latía con fuerza y estaba completamente sudado. Se quedó de pie unos segundos al lado de la cama, mirando al resto de la habitación. Todos dormían plácidamente, incluso el trío que lo atormentó en sueños.
Se volvió a recostar en la cama, sin poder volver a dormir hasta que sonaron las trompetas indicando la hora de levantarse.
Rubén despertó el viernes cerca de las nueve de la noche.
El cansancio acumulado, y los medicamentos para el dolor habían actuado de forma sinérgica ayudando a que pudiera dormir con facilidad.
Se levantó con dificultad con el único propósito de ir al baño, ya que en realidad seguía cansado y no tenía hambre ni ganas de hablar con nadie.
Al volver del baño se cruzó con su papá y su hermano que estaban en el living viendo un partido de fútbol en el cable.
—¿Cómo dormiste, hijo? —le preguntó Jorge.
—Bien —respondió Rubén, sin querer entrar en detalles.
—¿Te preparo algo para comer? —ofreció Darío, con demasiado entusiasmo como para estar ofreciendo una comida.
—Bueno —aceptó Rubén, fingiendo una sonrisa amable. A pesar de que no tenía hambre, no quería rechazar un ofrecimiento de su hermano.
Si bien, no lo soportaba la mayoría del tiempo, tenía que admitir que, en el último tiempo tras aceptar su homosexualidad, la actitud de Darío había cambiado en un ciento porciento. Se mostraba más atento que nunca, y al haber viajado desde Santiago solo porque tuvo un accidente, sentía que le debía retribuir sus buenas intenciones.
Dario le preparó un par de huevos revueltos con pan tostado, y se lo sirvió a Rubén en la mesa del comedor.
—¿Quieres compañía? —le preguntó su padre, entendiendo que Rubén ya había manifestado temprano ese día su intención de estar solo.
Rubén se encogió de hombros. No iba a responder que sí, ya que obviamente quería estar solo, y tampoco podía responderle que no, a su padre que había estado obviamente preocupado por él después del accidente.
De todas maneras, Jorge entendió el significado de su respuesta, y volvió al sillón a ver fútbol con Darío.
Rubén se comió las tostadas con huevo revuelto de Darío en menos de diez minutos. A pesar de creer que no tenía hambre, al parecer su cuerpo estaba pidiendo que lo alimentara.
Después de comer se acercó aparatosamente al living para darle un abrazo a su padre y su hermano a modo de buenas noches, y se fue a su habitación a seguir durmiendo.
Esa noche soñó nuevamente con la voz que le decía “vengo por Sebastian”, lo que le dejó una sensación amarga de que su amigo estaba en peligro.
Si bien, estaba sumamente molesto por la forma en que se habían dado las cosas cuando se fue al Servicio Militar, aún se preocupaba por él. De igual forma, se tranquilizó pensando que esa voz era solo un sueño sin ningún significado profético.
Al día siguiente estuvo toda la tarde viendo televisión en el living de su casa. No tenía ganas de ponerse a chatear por MSN ni hablar por celular con nadie, simplemente quería estar solo.
Su padre, que se había ido a trabajar antes de que él despertara, volvió durante la tarde con una grúa que llevaba el Aska que le había regalado para su cumpleaños.
Rubén sintió que se le aceleró el corazón al ver el vehículo al cual su padre le había dedicado tanto tiempo y trabajo, visiblemente dañado por su irresponsabilidad al manejar.
Intentó ocultar la culpa y la pena que le provocaba ver el resultado de su inmadurez, ante su padre que por su parte igual intentaba mantener una actitud positiva frente a la evidencia del accidente.
—¿Lo vas a restaurar? —le preguntó Rubén a su padre.
—Voy a ver si se puede hacer algo con esto —respondió su padre.
—¿No será demasiado esfuerzo para algo que quizás no vaya a funcionar? —Rubén quiso sugerir que no se esforzara en recuperar el vehículo.
—Hijo, entiendo que te pueda resultar algo chocante, o traumante ver el auto así, y seguir viéndolo, pero creo que un vehículo siempre nos va a ser necesario acá en la casa, y no tenemos plata para comprar uno nuevo. Al menos mi jefe del taller me permitió usar todas las herramientas de allá para intentar repararlo —le explicó Jorge, dándole unas palmaditas en el hombro a Rubén, y le sonrió, mientras sus ojos expresaban otras emociones.
A pesar de que Rubén no quería ver más el Aska, porque le recordaba su irresponsabilidad, su fragilidad y el trauma de haber tenido el accidente, aceptó la decisión de su padre. Si era lo que él quería hacer, no se lo iba a impedir después de haber arruinado su trabajo de años.
Durante la tarde, Rubén llamó por teléfono a Catalina, para poder desahogarse.
—¿Estás bien? —le preguntó ella, tras contestar la sorpresiva llamada de su amigo.
Rubén simplemente respondió con un suspiro.
—¿Quieres que vaya a verte? —le preguntó Catalina, preocupada. Si bien le había sorprendido la decisión de Rubén de permanecer sin visitas, no se sentía cómoda manteniendo tanta distancia después del accidente.
—No sé —respondió finalmente Rubén después de unos segundos—. La verdad no sé qué quiero.
—Si no sabes qué quieres, no es necesario que pienses en eso —le dijo Catalina—, quizás sea mejor enfocarte en qué necesitas.
—Necesito salir, dar una vuelta, respirar —comenzó a decir Rubén.
—¿Y qué te detiene? —le preguntó Catalina.
—Apenas puedo caminar —respondió Rubén con sarcasmo en la voz.
—Ya, pero qué te detiene realmente —insistió ella, ignorando el tono de voz.
Rubén dio un suspiro.
—No sé —respondió en primer lugar—. Siento que, si salgo, voy a preocupar mucho a mi papá y mi hermano. Bueno, sobre todo a mi papá.
—Bueno, yo creo que es natural que se van a preocupar, pero no por eso te vas a limitar a vivir tu vida
Se generó un silencio entre ambos, que Catalina interpretó como que había algo que Rubén se estaba guardando.
—¿Hay algo más? —preguntó ella.
—Creo que tengo miedo —admitió Rubén, con la voz temblorosa.
Catalina se quedó en silencio para dejar que Rubén se explayara.
—Ayer fui a buscar al Seba a su casa, y cuando venía de vuelta me saqué la chucha —le contó—, y aparte de la vergüenza que me dio en el momento, después me puse a pensar qué hubiese pasado si justo pasaba un auto mientras estaba tirado en el suelo, o qué pasaría si salgo ahora a la calle y pasa un auto y me atropella…
—Rube, debes entender que los accidentes pasan —lo interrumpió Catalina—, lo que te pasó a ti fue algo súper fuerte, y sí, creo que es súper normal que quedes con algunos miedos asociados a eso, pero no puedes limitar tu vida en base al miedo.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —comentó con ironía Rubén, y Catalina se rió.
—Lo sé —admitió ella—. No me puedo ni siquiera imaginar cómo te sientes realmente. Incluso yo me siento rara con lo que te pasó, y eso que no lo experimenté físicamente —hizo una pausa para respirar—. Tu mente va a estar dándole muchas vueltas al accidente por mucho tiempo yo creo. Podrías considerar ir a un psicólogo, digo, si sientes que tu mente no logra procesar todo lo que pasó.
Catalina hizo una pausa, y Rubén supo que era para que él dijera algo, pero no supo qué decir. Inmediatamente pensó que no tenía dinero para ir a terapia, y mucho menos quería molestar a su padre con más gastos después de haber arruinado el único medio de transporte independiente que tenían.
—¿Te molestaría si te pregunto qué onda con Felipe? —le preguntó Catalina, después del silencio de Rubén.
—¿Qué onda de qué? —Rubén se hizo el loco.
—Ay Rube, no te hagas —Catalina endureció el tono, como una madre retando a su hijo pequeño—. Tuviste el accidente después de conversar con tu pololo que te había ignorado por varios días antes de tu cumple.
—No fueron varios días —la corrigió Rubén.
—Ya, da lo mismo cuanto tiempo fue —aceptó Catalina—. Igual si no quieres contarme nada de esa noche lo entiendo, no te voy a presionar.
—Gracias —le respondió Rubén, y Catalina entendió de inmediato.
—No es que no te vaya a contar nunca —explicó Rubén—, es solo que no quiero contártelo por teléfono.
—Entiendo —aceptó ella—. Siquiera, ¿siguen pololeando, al menos?
Rubén dio un suspiro.
—No sé —respondió finalmente.
Ambos se quedaron en silencio por un par de segundos.
—¿Te puedo decir algo, Rube? —le preguntó Catalina, y Rubén aceptó—. Creo que el principal miedo que te limita a salir de tu casa es enfrentar tu situación con Felipe.
Rubén tuvo una sensación de vértigo al escuchar las palabras de su amiga.
—Te sientes seguro en tu casa porque no puede llegar allá y entrar a incomodarte —continuó ella.
—No me incomoda —acotó Rubén.
—Como digas, incomodidad o no, no lo tienes que enfrentar —continuó ella—. En cambio, si sales de tu casa, a dar una vuelta por ahí, ¿cuál sería tu excusa para no ir a verlo y hablar con él?
—Ninguna —aceptó Rubén finalmente. Su amiga había dado en el clavo—. ¿Podemos juntarnos el lunes? —le preguntó él.
—Por supuesto, donde tú quieras —accedió Catalina.
Rubén accedió por fin suspender su aislamiento para juntarse con su amiga.
—Deberías haber estudiado psicología en vez de enfermería —le comentó en broma a Catalina antes de colgar el teléfono.
—Está en mis planes apenas termine enfermería —respondió Catalina, aunque Rubén no supo si lo decía bromeando o en serio.
Sebastian estaba agotado.
Ya era el segundo día que pasaba sin dormir gracias al castigo, y el quinto sin poder dormir desde su escape del regimiento.
Lo que le había dicho Julio la tarde anterior le seguía dando vueltas en la mente, dándole crédito a su versión de que habían golpeado a Simón, a pesar de que “oficialmente” el joven iquiqueño había tenido una crisis de pánico.
—¿Por qué insistes tanto, Sebastian? —le preguntó Andrés mientras almorzaban—, ya te dije que le dio una crisis de pánico.
—Pero ¿estás seguro? —insistió Sebastian—, ¿lo viste?
—No po, si yo estaba durmiendo —respondió Andrés, visiblemente cansado de la insistencia.
Sebastian se dio cuenta que estaba siendo demasiado insistente, así que no siguió presionando a Andrés.
Si bien no le caía tan mal, Andrés nunca había sido de su total agrado. Tenía claro que no era una mala persona, pero su excesivo entusiasmo por el servicio militar le provocaba un profundo rechazo. A pesar de todo eso, era la única persona con quien podía conversar en ese momento, ya que todos los demás le caían peor.
—Estará bien —le dijo Andrés después de un largo minuto de silencio, para darle un poco de ánimo—. Solo debes tener fe.
Justamente lo que menos tenía en ese momento.
Sebastian continuó ese día con una profunda sensación de soledad, incluso peor que en sus primeros días en el regimiento, ya que en aquella ocasión, al menos había llegado aceptando su destino, habiéndose despedido de Rubén en sus propios términos (de los cuales ahora se arrepentía, pero para él en ese momento tenía todo el sentido del mundo); ahora, en cambio, volvió contra su voluntad, después de que su escapada haya sido completamente en vano, sin poder lograr su objetivo de ver a Rubén, y sin saber su estado de salud después del accidente.
…El accidente.
Había tratado de no pensar mucho en Rubén y su accidente, porque desde ahí adentro no podía hacer mucho para obtener información, pero la imagen ficticia de su mejor amigo atrapado entre los fierros del clásico vehículo de su vecino se le venía a la mente de tanto en tanto, provocándole una sensación de vértigo y ganas de vomitar.
La alternativa no era mucho más optimista: preocuparse de lo que realmente le había pasado a Simón. Pero al menos, ahí en el regimiento podía pretender obtener información al respecto.
Lo único que le faltaba era que Javier estuviera en problemas o algo por el estilo.
“Espero que estén todos bien”, pensó.
—¡Guerrero! —le gritó el Teniente Ortega a Sebastian, cuando se estaba formando para asumir su castigo nuevamente—. Espere aquí unos minutos.
Sebastian se quedó de pie, expuesto a la frescura de la noche, completamente solo después que los demás soldados ya se habían dirigido a sus puestos para realizar la guardia.
Ortega lo dejó unos diez minutos en soledad afuera de su nueva “habitación”, hasta que escuchó acercarse unos pasos: era el Teniente, seguido de un rostro moreno muy familiar: Era Javier, esgrimiendo una sonrisa socarrona.
El corazón se le aceleró a Sebastian de pura emoción, e intentó contener una sonrisa, pero no lo logró.
—¡Guerrero!, encontramos a su pololo —le gritó el Teniente, sonriendo con satisfacción por su propio comentario.
—Te extrañé tanto, amor —fueron las primeras palabras que le dijo Javier, provocándole una risotada a Sebastian al ver la cara de desagrado del teniente.
El comentario burlesco del teniente le había explotado en la cara.
—El par de maricones —murmuró Ortega con rabia—. Por hueones, sáquense la chaqueta y los pantalones.
—¿Qué? —preguntaron Sebastian y Javier al mismo tiempo.
—Acá no formamos maricones —respondió el teniente—, a ver si el frío los convierte en hombres.
La pareja de amigos obedeció a regañadientes, sabiendo que no tenían alternativa, mientras el teniente abría la puerta metálica del lugar que Sebastian ya había asumido como su dormitorio.
Javier apenas se sacó el pantalón, lo enrolló como una pelota y se la tiró en la cara a Ortega, desafiándolo con la mirada.
El teniente enfurecido se acercó a Javier, le dio un puñetazo en el rostro y lo empujó por la puerta hacia adentro, cayendo de bruces al frío suelo.
—¡Javier! —gritó instintivamente Sebastian, pero se quedó inmóvil.
Ortega miró a Sebastian sin decir nada, intimidándolo con su semblante desquiciado, y el puño levantado.
—¿Algo más? —le preguntó a modo de amenaza.
Sebastian le sostuvo la mirada canalizando toda la furia que sentía, pero no dijo nada.
—Muy bien —aprobó el teniente, y empujó con fuerza a Sebastian por la puerta, tropezando y cayendo sobre Javier.
Ortega cerró la puerta con tal rapidez que los muchachos no alcanzaron a verse mutuamente antes de quedar totalmente a oscuras.
—¿Estás bien? —le preguntó Sebastian.
—De maravilla —respondió Javier con sarcasmo.
Sebastian instintivamente buscó el rostro de Javier con sus manos, con la idea de sentir la gravedad del puñetazo que le había dado Ortega.
—¿Cómo estás tu? —quiso saber Javier, intentando sonar compuesto, pero Sebastian notó en su voz que estaba aguantando el dolor.
Le pasó los dedos por el rostro y sintió un líquido espeso brotando de su mejilla, y un quejido sordo proveniente de la boca de su amigo.
Sebastian se sacó la polera, que al menos estaba limpia, la envolvió y la presionó contra el rostro de Javier.
—Conchetumare —se quejó Javier.
—Sorry, pero tengo que hacerlo para detener la hemorragia —le dijo Sebastian con preocupación.
Javier soltó una risita.
—¿Qué? —quiso saber Sebastian.
—Buena po, doctor House —se burló Javier.
—Ándate a la chucha —se rió Sebastian, y presionó con más fuerza el rostro de su amigo, quien se rió entre quejidos.
—¿Pá qué te picai?
—¿Quién se picó? —Sebastian se hizo el loco.
—¡Conchetumare! —exclamó en un grito Javier, poniéndose de pie tan rápido que Sebastian no alcanzó a quitar la mano que hacía presión en su rostro.
Iba a preguntarle qué había pasado, pero luego sintió sobre su pierna desnuda “algo” caminando a toda velocidad.
Se puso de pie de inmediato al igual que su amigo y lo abrazó.
—Sentí una hueá —le dijo Javier.
—Yo igual —coincidió Sebastian, que ya sabía que ese espacio estaba plagado de bichos y ratas.
Javier se rió de improviso.
—¿Qué? —le preguntó Sebastian.
—Nada —respondió rápidamente Javier—. Fui a buscar a tu amorcito.
Sebastian había quedado marcando ocupado con la risita repentina de su amigo, pero lo dejó pasar para saber más respecto a la última frase.
—¿Qué?, ¿Cómo estaba?, ¿Está bien? —quiso saber Sebastian, impaciente.
—O sea, no lo vi a él —aclaró Javier—. Fui hasta el hospital, y lo vi, pero estaba durmiendo, así que no le pude decir nada —omitió la parte de los gritos—. Después me pescaron los pacos y llamaron a los milicos para que me fueran a buscar. Resulta que el hueon que me fue a buscar, fue el mismo hueon que te trajo hasta acá. Me dijo que te había prometido ir a buscar al Rube, así que lo convencí de que me dejara acompañarlo antes de mandarme de vuelta.
Ambos amigos seguían abrazados, y Sebastian escuchaba atentamente la aventura de Javier.
—Fuimos hasta su casa y hablamos con el hermano. Nos dijo que estaba bien, pero no quería ver a nadie —finalizó su relato—. Está bien —repitió, como para asegurarse de que sus palabras se grabaran en la mente de Sebastian—, se está recuperando.
El corazón de Sebastian se detuvo por un segundo, y comenzó a llorar de alegría al saber que Rubén estaba bien, y abrazó con más fuerza a Javier, expresando su emoción.
—¿Fue muy grave? —quiso saber Sebastian.
Javier dudó.
—No sé —respondió finalmente—. Lo importante es que ahora está bien.
El alivio que sentía en ese momento era indescriptible. Estaba tan contento de saber que Rubén estaba bien, que no se había percatado que estaba temblando, quizás de emoción, o quizás por el frío insoportable que sentía al estar casi desnudo.
—¿Vamos a tener que dormir parados como los caballos o hay alguna cama en esta hueá? —preguntó Javier, cambiando de tema.
Sebastian notó que también estaba temblando.
—Hay un catre de metal nomas, sin colchón —le informó Sebastian, soltando su abrazo y tomándolo de la mano para guiarlo en la oscuridad hasta el catre.
—Estoy cagao de frío —comentó Javier, siguiendo a Sebastian en la oscuridad.
—Yo también —coincidió Sebastian—. Oye, el Simón no está —le contó, cambiando de tema.
—¿En serio? —preguntó Javier, demostrando su sorpresa en su tono de voz—, ¿Qué le pasó?, ¿se arrancó igual?
—El Andrés dice que le dio una crisis de pánico.
—Chucha —murmuró Javier—. ¿Habrá sido porque se sintió solo después que nos fuimos? —supuso Javier, y Sebastian pensó que tenía sentido.
—Puede ser, pero el Julio me dijo que él y los otros dos hueones le habían sacado la chucha.
—¿Y tú le crees? —preguntó Javier, medio en serio y medio con sarcasmo.
—No sé, ¿por qué?
—No creo que hayan sido capaces de hacerlo. Esos hueones son re cobardes.
Sebastian a pesar de las palabras de Javier, seguía creyendo en las palabras de los bravucones.
—Oye, estoy cagao de frío —insistió Javier, recostándose en el catre.
—En la madrugada se pone más helado —le contó Sebastian, con desgano—. Nos vamos a morir de hipotermia.
—Ok, doctor House —le dijo Javier, bromeando nuevamente.
—Sigue hueveando y vas a dormir en el piso con las cucarachas —le dijo Sebastian, poniéndose nuevamente su polera y recostándose al lado de su amigo.
—Ya, no te enojes —Javier se acomodó en el catre y Sebastian notó que se acostó de lado en su dirección—. ¿Te molesta si hacemos cucharita?, por el frío, digo.
Sebastian trató se recuperar dominio de su mandíbula que temblaba por el frío, antes de responder.
—Bueno —aceptó, esperando no morir de frío.
—Nos vamos turnando durante la noche quien abraza a quien —le informó Javier—. Yo empiezo.
Sebastian se dio vuelta, dándole la espalda a su amigo, y se dejó abrigar por su calor corporal.
—La hueá —murmuró Javier, divertido, antes de que Sebastian pudiese lograr conciliar el sueño—. El viejo culiao se va a morir cuando abra la puerta mañana y nos vea durmiendo así.
A Sebastian le hizo gracia la idea de que las medidas homofóbicas del teniente le estallasen en la cara.
—Eso si es que logramos quedarnos dormidos —le dijo Sebastian, pensando en que él no había logrado dormir mucho en ese lugar.
—Te quiero mucho amiguito, pero no voy a hacer otras cosas para entrar en calor, así que mejor durmamos nomas —bromeó Javier.
Sebastian no respondió, y sorprendentemente pudo conciliar el sueño al poco rato.
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revistapipazo · 2 months ago
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Vacaciones en Camboya (Vol. 1)
Con Enriqueta somos pobres como ratas, pero estamos empotados como los hueones nos amamos locamente. Tomamos cerveza en la cuneta, bolseamos torta en cumpleaños de desconocidos y nos instalamos a las siete de la tarde en la puerta de la Blondie para que los guardias compadecidos nos dejen entrar gratis a medianoche.
Por eso, cuando su padre se va de viaje con la amante, decidimos pasar nuestras propias vacaciones en el departamentito de soltero que el vejete arrienda en Lo Barnechea. Instalados como recién casados en el volteadero, llevamos una vida plagada de carencias y amorsh.
Un buen día le avisan a Enriqueta que ha sido aceptada para hacer la práctica; de ahí en más, me deja cada mañana para irse a trabajar de goma en un matutino. Durante el día me divierto durmiendo a pata suelta, cocinando sopa de apio y copuchando el porno casero que el degenerado del papi ha grabado en VHS con chiquillas más jóvenes que mi amorcito.
Cuando llevamos dos semanas de convivencia, Enriqueta es designada enviada especial para cubrir el notición del mes: la abnegada labor que los universitarios llevan a cabo en los trabajos de verano. Tras ponerle la mansa cara de pescao al saber del viajecito, la generosa chiquilla se gasta toda la plata del viático en pagarme un pasaje de avión en el cual la acompaño a la pésima región de Los Lagos.
Así que un miércoles amanezco a las 6 AM en Santiago; a las 11 AM tengo mi culo apoyado en el portón de un establo en Los Muermos, espantosa localidad también conocida como Los Muertos. Rodeados de la simpática miseria campesina, los estudiantes pontificios se sienten al borde de la canonización al ocupar sus tardes en cavar letrinas; durante la noche, practican el deporte que en realidad los ha motivado a recorrer medio Chile: follarse a las compañeras más feas, calientes y alcoholizadas.
Mi estancia en el triste pueblecito transcurre en medio del más anodino tedio. Enriqueta -espécimen gótico (una goticulona) muy inusual en zonas rurales- es joteada hasta el cansancio por estupendos capitalinos, huasos brutos y funcionarios de la ley y el orden. A mí, en cambio, no me pesca ni la vieja que despluma pollos.
Al caer esa tarde, los lolos de la PUC siguen su labor de beneficencia presentándole a la gente pobre una obra de teatro costumbrista. Como parte del elenco figura una minoca a la que conocí jugando taca-taca en el Campus Oriente: durante toda la representación contemplo embobado a la guachita, que es más rica que el pan con queso. Total, mi polola sigue reporteando.
Cuando la obrita termina, siento algo en la oreja. Es el puñito de Enriqueta, quien ha adivinado mi infidelidad mental y ha decidido sacarme la chucha. Tras pescarme de un ala, me arrastra hasta un camino empolvado, donde procede a darme una salvaje pateadura que es saludada con vítores por la emborrachada concurrencia. Cuento corto: recién tres días más tarde, tras perseguirla y suplicarle hasta Muerto Montt, logro su perdón (y que me devuelva el pasaje de vuelta a Santiago).
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