#tatuajes de campanilla
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mybbxielian · 2 years ago
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⚠️SPOILER GLOBAL EXAMINATION - CAPÍTULO 34
En su tobillo expuesto derecho, había un pequeño tatuaje de una campanilla. Las luces en el corredor eran lo suficientemente brillantes como para permitir que los demás lo vieran claramente. Era exactamente igual al patrón en la pierna de la muñeca.
Yu Yao estaba en su lugar con una expresión pálida y fantasmal.
Las expresiones de los demás eran aún más pálidas.
"... ¿Hermana?" La voz de Yu Wen se sacudió, "Tú ... ¿Qué está pasando contigo?"
Yu Yao bajó los ojos. Sus hombros temblaron.
Después de mucho tiempo, ella levantó la cabeza y miró a You Huo. Con un par de ojos enrojecidos que la hacían ver como si acabara de llorar, preguntó: "Tú ... ¿cuándo te enteraste?"
Incluso en este momento, su voz era muy gentil.
You Huo permaneció calmado. Todavía conservaba su habitual mirada perezosa y somnolienta: "¿Yo? Noté algo en el primer examen y solo lo confirmé hace un momento".
Yu Wen estaba aterrorizado: "¿Primer examen? ¿Qué tenía de malo el primer examen?
You Huo: "La pregunta mencionó que hay trece personas cenando. Intenta contar cuántas personas hay".
Yu Wen contó en silencio: "¡Son trece!"
Tan pronto como dijo eso, se dio cuenta de algo:
"No. Hay trece examinados, pero la gente que cena también incluye al cazador, por lo que serían catorce ... ¿Uno de nosotros no era humano?
Todos miraron a Yu Yao. Su rostro cambió de blanco a verde.
MIS SOSPECHAS NO FUERON EN VANO, VAMOS!!!
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tatuajesdefamosos · 5 years ago
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Ana Fernández | Por Paulo Benevides, hecho en Five Points Tattoo NYC, Manhattan. http://ttoo.co/p/147929
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pequenostatuajes · 5 years ago
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Por Doy, hecho en Inkedwall, Seúl. http://ttoo.co/p/241260
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tatuajespequenos · 6 years ago
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Por Doy, hecho en Inkedwall, Seúl. http://ttoo.co/p/175624
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tatuajeshombres · 5 years ago
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Por Drag, hecho en Bang Bang Tattoo, Manhattan. http://ttoo.co/p/236777
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solnacienteunavez · 2 years ago
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—Vas a ser un maravilloso doctor —dijo Ivana.
Valentino caminó por la habitación y antes de responderle apuntó su diploma de excelencia en la universidad de Harvard.
—Lo sé.
Ajustó la corbata con un nudo perfecto alrededor de su cuello. Su prometida le hizo voltearse para entregarle un reloj que llevaba su nombre grabado en la parte trasera de ��sta. Ambos sellaron aquel momento con un beso.
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El primer día como médico nunca lo olvidas. En definitiva, parece que todo lo que has aprendido en la universidad te va a destilar por los poros en cualquier momento. Llevas años involucrándote con las asignaturas, aprendiéndote el nombre de todos los huesos y los recorridos arteriales; pero, hay algo que en la universidad no te enseñan y es que hacen falta sólo cinco minutos para destrozar por completo a una persona, y quizás arrastres a su familiar.
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𝐇𝐨𝐬𝐩𝐢𝐭𝐚𝐥 𝐮𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐢𝐭𝐚𝐫𝐢𝐨 𝐒𝐚𝐧 𝐑𝐚𝐟𝐟𝐚𝐞𝐥𝐞.
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—Wow, es él. Míralo —dijo Alberto, quien alcanzaba a zancadas largas la caminata de Valentino. Ambos admiraban a Lorenzo Marino, el jefe de cirugía y el hombre de las publicidades exitosas o como lo conocían dentro del hospital: manos de muerte y destrucción. Pero eso no importaba, el hombre lucía perfecto para hacer publicidad, entre sus años de carrera y que todos sus fracasos tuvieran el nombre de alguien más.
Valentino Bianchi, un italiano de tes pálida. Digna quizás de hacerle una autopsia en la morgue, ojos verdes y cabello perfectamente peinado hacia atrás con laca. Una bata blanca recién planchada y vestimenta digna de un niño recién graduado de Harvard: la típica corbata que te aseguraba el diez en las presentaciones. Los internos son una cosa dulce, o al menos eso pensaba Hugo quien se movía con completa confianza por todas las alas del hospital.
Los teléfonos móviles de los internos vibraba acompañado de la molesta campanilla. Un mensaje de texto había llegado para Alberto uno amistoso de Cara, la residente en pediatría. Pero para Valentino su día no comenzaba con el pie derecho: «Te espero en la la estación de enfermería. Intenta no ser un idiota. —H.»
Hugo era todo lo contrario a Valentino. Llevaba un pijama quirúrgico holgado, dejando a la vista su tatuaje en el antebrazo izquierdo vara de Asclepio y una pulsera de cuero. Hugo no era muy distinto en su día a día, a excepción de cuando bebía alcohol y era la razón por la cual lo evitaba.
El interno golpeteó el brazo de un médico en la sala de urgencias con completa confianza, confundido pensado que era un camillero cualquiera por su forma de vestir. Después de todo, los médicos y residentes buscan ir de punta en blanco luciendo sus credenciales; sin embargo, Cervantes a esas cosas le tenía manía.
—Disculpa, ¿Dónde encuentro al doctor Hugo Cervantes?
—Namasté, lo encontraste. Quítate la corbata, ya no estás en Harvard. —Hugo dirigió la mirada a la gama de enfermeras que les rodeaba —¿Cómo te gustan? ¿Blancas? ¿Morenas? ¿Pelirrojas? ¿Hombres?
—Disculpa, no sé de lo que hablas.
—Oh, eres de discriminación positiva. Leí tu expedientes amigo. A los diecisiete tus primeras publicaciones, luego sacaste 267 en el examen. Yo saqué 280 —comentó Cervantes mientras lo dirigía al lugar de trabajo.
Valentino iba con cara de pocos amigos. Hugo le daba una charla de como había fastidiado a cada uno de sus internos. Diciéndole como es que ellos si eran médicos y él no. Por esa pulcra bata blanca, el estetoscopio y la corbata con la que había llegado bien ajustada. Hugo lo detuvo cuando Bianchi soltó una risita sarcástica.
—No, no. Tu y yo no nos reímos juntos —murmuró Hugo antes de voltearlo para que lo mirará directo a los ojos y añadió —: Tienes que desaprender más de lo que sabes. Todo lo que sabías de medicina hasta ahora está mal.
—¿Eh?
—Todas las reglas que sigues las rompemos. Sólo tengo una regla, nunca me equivoco. Tú haces todo lo que te diga sin cuestionar nada.
Valentino arrugó el entrecejo.
—¿Quieres que hable ahora?
—No, me estarías cuestionando.
Bianchi se dio la vuelta caminando en dirección hacía la salida. No entendía como alguien que lo guiaría camino a su residencia podía tener esa actitud tan pedante y ser un verdadero desgraciado. Fue entonces cuando Cervantes tomó cartas en el asunto.
—No, no. No hagas eso. Él último que hizo eso está enseñando anatomía. Puedo arruinar tú carrera chasqueando los dedos, y si te cambio de residencia, con éste motivo tengo suficiente para que nadie te quiera aceptar y todo lo que te quedará de tu escuela de medicina en Harvard serán deudas.
Valentino refunfuñó. No se atrevía a decir ni media palabra, aunque su rostro amargado lo decía todo.
—Sí, soy un cabrón. Pero tendrás tiempo para cambiar tu perspectiva cuando te explique porque cinco minutos hace la diferencia. Ahora vamos por tú primer paciente.
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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤtodo lo que sabes de medicina está mal.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤmilán, italia. (2022)
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blacksvans · 5 years ago
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Tanto él como Baekhyun habían salido hace una hora, los dos con destinos diferentes. El más bajo había decidido ir a buscar algo para cenar en el estudio de tatuajes antes de cerrar y volver a casa, mientras él había ido a recoger a Saeran de su hora semanal con la psicóloga de unas cuadras abajo. Sus vidas habían dado un giro enorme cuando el pequeño había aparecido, pero todo era para algo mucho mejor y un bien que tanto Baek como él, deseaban en secreto. Saeran no era un niño cohibido con ellos, pero ahora las cosas y su relación con él era mucho mejor que hace un par de meses atrás. Se notaba en como corría a su encuentro, en como tomaba sus manos, en como disfrutaba sus baños y el ponerle a dormir luego de un día cansado. Juyeol por fin y luego de días donde el corazón se le rompía al imaginar todo lo malo que le había sucedido, ahora podía asegurar que Saeran era un niño feliz. El tatuador observa al pequeño girar descontroladamente sobre la silla de recepción, arrancándole una risa encantada. La campanilla del lugar anuncia la llegada de alguien más, siendo efectivamente el otro “padre” del pequeño. ❝ Mira Saerannie, quien volvió con algo yummy para cenar. ❞ La psicóloga le había comentado que el niño había hecho algo increíble y grandioso ese día, pero que si él se sentía cómodo se los mostraría sin que le presionaran. Honestamente, estaba un poco ansioso y curioso de saber de qué se trataba.
+ @dicnysxs​ + @microcosmcs​
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moonlightangelprincess · 6 years ago
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Este oneshot lleva medio año cogiendo polvo en una de las miles de carpetas de proyectos inacabados que hay en mi ordenador. La idea surgió cuando leí un prompt: una floristería al lado de un estudio de tatuajes. Los primeros personajes que me vinieron a la cabeza fueron Ino y Sai, aunque no soy una shipper de esa pareja en especial (Sai es un personaje que nunca he llegado a apreciar realmente de Naruto) pero decidí jugar conmigo misma creando la oportunidad. En consecuencia os advierto que Sai ha quedado bastante OoC.
El núcleo de la historia en sí era bastante sencillo y se ha mantenido pero su desarrollo ha ido variando bastante. En cierto punto, de hecho, fue un minific de tres capítulos. Al final se ha quedado en un oneshot de casi seis mil palabras. De haber sido una verdadera shipper SaiIno el argumento habría dado, fácilmente, para un fanfic de veinte capítulos o más. Este one incluye, además, la primera aparición del OC del que más orgullosa me siento, la señora Kuragi. Espero hacerla aparecer en futuros drabbles, oneshots, fanfics, haikus o lo que sea porque es una crack.
Espero que os guste
Fandom: Naruto
Pareja: Sai e Ino [AU: Tatuador y florista]
Trigger warning: Mención a un encuentro sexual
21. Arise from the ashes
Ino llegó de vacaciones de madrugada. Las ruedas de su maleta hacían un ruido de lo más irritante en la acera, pero estaba demasiado cansada como para llevarla en vilo. Tan sólo pensar que al día siguiente tendría que madrugar para abrir la floristería lograba que le diesen los siete males. Se debería haber tomado un día extra para descansar de sus vacaciones. O quizá no debería haber bebido aquellos tres daiquiris la noche anterior a modo de despedida.
“Bueno, a lo hecho, pecho”, resolvió. Su casa estaba a tan sólo unos metros, encima del local donde se encontraba su floristería, y pensaba meterse en la cama en cuanto pusiese un pie en el apartamento.
Estaba tan cansada que le tomó unos instantes registrar que había un negocio nuevo en su calle. Tan en su calle, de hecho, que ocupaba el local anejo a la floristería. Después de haber estado cerrado durante casi un año, en apenas las dos semanas que había estado Ino de vacaciones parecía haber encontrado un nuevo dueño, y ahora era un salón de tatuajes. Ino hizo un ruido gutural al contemplar la fachada negra adornada con un elaborado graffiti de un dragón blanco, rojo y azul. Ino odiaba los tatuajes. Si aquella clase de negocio empezaba a atraer a quinquis y moteros, se arriesgaba a que le espantasen a su propia clientela, que tratándose de una floristería, se conformaba sobre todo de ancianitas.
Cuando se dio cuenta de que por algún motivo había pasado un par de minutos plantada ante el local cerrado, resolvió que no había demasiado que pudiese hacer a aquellas horas y subió a su apartamento. Mañana sería otro día.
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Aunque consiguió levantarse cuando le sonó el despertador, el madrugón para recibir las flores y ponerlo todo a punto puso a Ino de un humor de perros toda la mañana. Cuando llegó la hora de abrir todavía no se había tomado ni un café y sin duda Suwa, el dueño de la cafetería de enfrente, se dio cuenta, ya que le silbó a través de la calzada y le ofreció un latte gratis. Ino le correspondió con una de sus sonrisas más irresistibles.
-¿Conoces ya a tu nuevo vecino? –Preguntó Suwa.
Ino echó una mirada de refilón al estudio de tatuajes y admitió:
-No tengo el placer, no.
Suwa soltó una risotada.
-Si las miradas matasen… Bueno, mi sobrina me estuvo echando una mano la semana pasada y me informó de que Sai está de muy buen ver, así que igual te llevas una sorpresa. Desde luego, mis parroquianos están de acuerdo en que las posibilidades de que los hombres de la calle nos echemos novia se han reducido drásticamente desde que él llegó.
Ino hizo una caída de ojos.
-Ya veo –fue lo único que dijo antes de despedirse y volver a su floristería.
La joven se encontraba colocando una serie de pequeños tiestos con cosmos cuando vio por el rabillo del ojo que alguien se detenía ante el estudio de tatuajes y se rebuscaba los bolsillos hasta dar con las llaves. Con muy poca discreción, Ino se giró para averiguar de quién se trataba. Aquél debía ser el tal Sai: alto, fibroso y de cabello negro y brazos cubiertos de tatuajes que mostraban carpas nadando entre las olas hasta donde las mangas de su camiseta negra le dejaban ver. Al sentirse observado, Sai se giró hacia Ino y esbozó una sonrisa:
-Ah, Yamanaka-san, ¿no? Por fin nos conocemos. Soy Sai.
Ella enarcó una ceja:
-“¿Por fin?”
La sonrisa de Sai no vaciló:
-He oído hablar mucho de ti desde que abrí el local.
Ino exhaló un suspiro. Rogó para sus adentros que Suwa no hubiese estado hablando acerca de ella con algún otro viejo verde. No faltaban en aquella zona.
-Ya, bueno… espero que no hayas oído sólo burradas.
Sai rio:
-No, no han sido sólo burradas.
-Genial.
-¿Necesitas ayuda?
Ino había terminado con los cosmos y cargaba una pesada jardinera con claveles de vibrantes colores.
-No, estoy bien, gracias. Soy más fuerte de lo que parezco.
-¿Ves? Ésa es una de las cosas que había oído.
El comentario casi logró que Ino volcase la jardinera. Sai se volvió hacia la persiana metálica del estudio para abrir, y al entrar en el local Ino le oyó desconectar la alarma. Hizo un esfuerzo para concentrarse en sus flores, porque la verdad era que el cerebro se le escapaba en dirección a Sai cada doce segundos. Suwa, o mejor dicho su sobrina, tenía razón: Sai estaba muy bien. Una pena que Ino ya hubiese decidido que le odiaba. Bueno, no le odiaba, pero seguía preocupada por el futuro de su clientela, que era mucho más importante que el tatuador macizo de la tienda de al lado.
Ino había heredado la floristería cuando sus padres, los dueños del negocio, resolvieron jubilarse y mudarse a la costa. Su padre había desarrollado una enfermedad pulmonar, y en vez de vivir dependiendo de medicaciones en el corazón de la ciudad, había decidido que le había llegado el momento de llevar una vida tranquila de una vez por todas. El aire marino le estaba sentando de maravilla, como observaba Ino cada vez que iba a visitarles. A veces se encontraba por la ciudad con su hermano mayor, Shun, que a diferencia de ella había querido estudiar y llevaba una vida de lo más cómoda dando clases de Ingeniería Informática en la universidad a la que él mismo había asistido. Ino había soñado con ser modelo en su adolescencia, pero había acabado claudicando ante su propia falta de autodisciplina, tan necesaria para aquella clase de carrera. La fama que no había obtenido por esos medios la había conseguido gracias a la cuenta de Instagram de la floristería, gracias a la que le estaba dando una segunda vida al negocio. Después de todo, las cosas iban bien. Tan sólo esperaba que siguiese siendo así.
Las campanillas de la puerta lograron que Ino levantase la vista de su teléfono móvil.
-¡Ah, Ino-chan! Me alegra ver que has vuelto de vacaciones.
Se trataba de la señora Kuragi, una de sus clientas más fieles. Ino la había visto acudir a la floristería desde que era niña y había observado su transformación en anciana salida con el pelo teñido de un color sospechosamente parecido al azul y una agresiva manicura de puntiagudas uñas rojas que rara vez no sostenía un pitillo. La madre de Ino aseguraba que la señora Kuragi era la asaltacunas primigenia.
-Me alegra estar de vuelta, señora Kuragi –respondió Ino.
La mujer se acodó en el mostrador.
-¿Has visto a esa monada de vecino que tienes? Yo le daba.
Ino no pudo evitar ruborizarse un poco ante el siempre procaz vocabulario de la señora Kuragi. Sus amigas, que siempre le decían que no tenía pelos en la lengua, deberían oír a aquella señora.
-No está mal –concedió.
-¡Que no está mal! Chica, tienes hielo en las venas. Yo estoy pensando hacerme un tatuaje sólo para acercar posiciones.
Ino miró a la señora Kuragi de arriba abajo tan disimuladamente como pudo. Desde luego, se la imaginaba pidiéndole a Sai que le tatuase el texto completo de En busca del tiempo perdido sólo para tener la oportunidad de desnudarse en la misma habitación en la que estuviese él.
-¿De veras? –Ino se puso a recolocar las hojas de una de las plantas que tenía encima del mostrador sólo para tener algo en las manos.
-Bueno, no es más que una idea. A mi edad no debería quedar sitio para arrepentirse de las cosas que no se han hecho. Además, si mi madre, que en paz descanse, me viera con un tatuaje, se volvería a morir. La muy bruja.
-…Ya.
-¿Y qué hay de ti, querida? ¿Tienes tatuajes, o planeas hacerte alguno?
-La verdad es que no. No me entusiasman –se sinceró Ino.
La señora Kuragi chasqueó la lengua y echó un vistazo muy poco disimulado al escote de la camiseta de Ino.
-Una pena. Disculpa si no lamento no tener que competir contigo. Serías una digna rival.
Ino ahogó una risita.
-Me lo tomaré como un cumplido, señora Kuragi.
-Más te vale, Ino-chan. En fin, voy a salir a fumarme un cigarro. He visto esos tiestos tan bonitos que tienes en la puerta. ¿Están de oferta?
-Sí, son cosmos. Son mis flores favoritas.
-Um, puede que me lleve uno mañana. Hoy tengo planes. Volveré, de todas formas. ¡Adiós!
Al salir, la señora Kuragi se cruzó con una joven pareja que entraba en la floristería. Enderezándose, Ino les saludó:
-¡Bienvenidos! ¿En qué puedo ayudarles?
-¡Hola! –La pareja tendría la misma edad que Ino. La joven miró a su alrededor con expresión emocionada, y se disculpó- ¡Ah, perdona que haga caras raras! Sigo tu Instagram. Soy muy fan.
-Vaya, gracias.
-Nos gustaría encargar un ramo de flores –intervino el chico.
-¡Por supuesto! –Ino sacó un desvencijado cuaderno de espiral de debajo del mostrador-. ¿En qué clase de flores habían pensado? ¿Es para una ocasión especial?
-Bueno… -La joven se puso colorada-. La verdad es que pensaba dejarte a ti la elección de las flores y todo eso. Me encanta cuando pones lo del significado en la descripción de las fotos en Insta, y pensé que podrías hacer lo mismo… si no es problema.
-¡En absoluto! –La verdad era que se trataba de una oportunidad excelente. Los ramos para los que recibía instrucciones muy precisas no le parecían, ni de lejos, tan interesantes como aquéllos en los que tenía la oportunidad de poner a prueba su creatividad.
-Verás, el ramo es… para mi padre. Se acaba de recuperar de un cáncer cuando pensábamos que no lo haría. Me gustaría que transmita alegría y esperanza.
Ino anotó los datos con aire ausente. Su mente empezaba a bullir de ideas.
-…Ajá. Voy a necesitar sus datos para decirle cuándo puede venir a recogerlo. Debería estar en un par de días. ¿Le va bien?
-¡Es perfecto! Gracias.
El resto del día fue tranquilo, e Ino pudo centrarse en diseñar el ramo en cuestión. Comió allí mismo, en el mostrador, y mientras daba buena cuenta de su sándwich y su té frío estuvo cotilleando el Instagram del estudio de tatuajes de Sai. Como ella, Sai utilizaba la red social para dar a conocer su trabajo, pero al contrario de Ino, no había fotos de sí mismo en ningún sitio. Se imaginó que debía tener una cuenta personal, y casi sin darse cuenta, se puso a buscarla.
Las campanillas de la puerta volvieron a sonar. Ino se puso en pie de un salto, medio ocultando el móvil detrás de una maceta. Sai se encontraba en mitad de su tienda. Su mirada se paseó por el mostrador, y pareció un tanto decepcionado al advertir el sándwich a medio comer de Ino.
-Ah, vaya –se le escapó.
Ella siguió su mirada y, al ver que el comentario se debía a su comida, preguntó:
-¿Qué pasa?
-Venía a invitarte a comer, pero veo que llego tarde. Lamento la interrupción.
Sai se giró para marcharse, pero Ino reaccionó:
-¡Espera! –Sai se volvió de nuevo hacia ella-. Eh… te agradezco el detalle, pero no puedo irme de la tienda a la hora de la comida. No tengo horario partido.
Sai se rascó la parte posterior de la cabeza.
-Ya veo.
-Podemos ir a cenar… esta noche… ¿si quieres?
El rostro del joven se iluminó con una sonrisa.
-Claro.
-Con una condición –Ino levantó el dedo índice.
-¿Sí? –Preguntó Sai.
-Tenemos que ir al centro. Si nos quedamos en esta zona, mañana seremos la comidilla de todo el barrio.
Sai soltó una carcajada.
-Está bien.
En cuanto Sai salió de la tienda, Ino se metió en la parte de atrás discretamente para golpearse la cabeza contra la pared. Le resultaba muy difícil resistirse cuando le tiraban los trastos, y dada su disposición coquetona, eso le pasaba bastante a menudo. Ni siquiera era capaz de mantener las promesas que se hacía a sí misma. No es que hubiese llegado a prometerse nada en lo relativo a Sai, pero lo que acababa de hacer, que era básicamente pedirle una cita, iba totalmente en contra a su propósito de considerarle algo así como un enemigo. Acabó resolviendo que quizá no fuese tan mala idea: después de todo, quizá descubriese algo que usar si sus temores se veían confirmados. Decidió ponerse manos a la obra con el ramo que le habían encargado para quitarse a Sai de la cabeza, y cuando quiso darse cuenta, era la hora de cerrar y su vecino tatuador estaba bajando la persiana mientras ella retiraba los tiestos de la entrada. Sus miradas se cruzaron y él le sonrió. Ino le sonrió de vuelta. Sai volvió a ofrecerle su ayuda sin más, ella la rechazó de nuevo, y acordó recogerla cuarenta y cinco minutos después, lo que les daría tiempo a ambos para cambiarse para la cena. Sai le explicó, sin que ella le hubiese preguntado, dónde vivía, e Ino no pudo sino figurarse que Sai sólo quería explicar por qué necesitaba tanto tiempo para ir a su casa y volver.
Una vez en su casa, Ino se dio una ducha y se secó el pelo con el secador para darle volumen, pero al escoger la ropa se quedó con unos vaqueros con pedrería y un top interesante, diciéndole que no con la cabeza a aquel vestido tan mono que se había comprado antes de las vacaciones. Se puso un brillo de labios color melocotón y sombra de ojos color bronce y bajó a esperar a Sai frente a la floristería, porque no habían intercambiado números de teléfono. Cuando llegó Ino observó que llevaba la misma camiseta negra o al menos una muy parecida, aunque se había cambiado los pantalones y lucía unos vaqueros oscuros, y se calzaba con unas zapatillas Converse de color negro. Resultaba muy atractivo, y eso, para alguien con aversión a los tatuajes como ella, era decir bastante.
Sai escogió un restaurante italiano en el que se combinaban una decoración clásica de manteles de cuadros y velas en botellas de vino con luces de Navidad, aunque era verano, y ramos de dalias de múltiples colores en casi todas las superficies. Uno de los camareros le saludó chocando los puños y fue así como Ino se enteró de que era un antiguo cliente suyo. Tenía el brazo derecho cubierto de tatuajes entre los que distinguió calaveras y máscaras hanya. Les recomendó una botella de vino de la casa y tomó nota de lo que querían tomar. Al quedarse a solas, Ino le preguntó:
-¿Cómo decidiste hacerte tatuador?
Exactamente al mismo tiempo, él quiso saber:
-¿Desde cuando tienes la floristería?
Se miraron y rieron, azorados. Ino se aclaró la garganta y Sai hizo un gesto:
-Por favor, tú primero.
Ella se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y le empezó a contar cómo fue crecer en la floristería y la manera en que quedó en sus manos cuando sus padres se mudaron fuera de la ciudad. Al terminar animó a Sai a que hiciese lo propio. Éste apoyó los codos en la mesa mientras les servían la comida y explicó:
-Crecí en un sistema experimental creado por el Gobierno para evitar la existencia de los orfanatos en el sentido tradicional. La manera en que estaba organizado permite a huérfanos como yo tener algo parecido a una familia: vives con otros chicos y chicas en una casa y hay un adulto, un cuidador, que ejerce el papel de padre o madre. Uno de los mayores en nuestra casa era Yamato, que para mí era todo un modelo a seguir. Cuando cumplió los dieciocho y pudo salir del sistema se hizo tatuador, y cuando salí yo me convertí en su aprendiz. Viví con él una buena temporada.
-Ajá –respondió Ino dando un sorbo a su copa de vino.
Esbozó una sonrisa nerviosa y siguió comiendo en silencio. La mirada de Sai había adquirido un brillo amable al hablar de Yamato, así que a Ino no le costó sacar sus propias conclusiones. Sin embargo, él ladeó la cabeza unos centímetros y dejó caer:
-Crees que soy gay.
Ella dio un respingo en la silla, pillada en falta. A falta de algo mejor que hacer frotó el mango del tenedor con la yema del dedo índice.
-No tiene nada de malo –repuso.
-Claro que no –apostilló Sai-, pero no es el caso. Me gustan las chicas. Me gustas tú.
Ino le sostuvo la mirada con decisión y dejó de toquetear el tenedor.
-Nos acabamos de conocer –respondió.
-Es verdad –concedió él-, pero nuestros vecinos me dijeron que eres guapísima y no se equivocaban. Tienes todo mi interés.
Se miraron durante un instante más antes de inclinarse sobre la mesa a la vez para besarse.
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Entraron en el apartamento de Ino a trompicones con los brazos enredados. Sai repetía cada vez que se separaban a tomar aire:
-Eres una belleza…
Pasaron junto al taller, donde Sai echó un breve vistazo a la mesa de trabajo que utilizaba Ino, y aunque ella intentó dirigirle a su habitación, él la llevó al interior del  taller aún con las luces apagadas. No tardó en dar con el espejo en el que Ino se tomaba los selfies que subía a Instagram. Se colocó detrás de ella y le besó el cuello mientras le metía una mano en las bragas delante del espejo. Ino echó la cabeza hacia atrás y Sai le susurró al oído:
-¿Te has visto alguna vez la cara al llegar al orgasmo? Todo el mundo debería hacerlo al menos una vez.
La acarició entre las piernas y con su otra mano le cubrió el pecho por encima del top. Ino sintió, al principio, cierto reparo en mirar su reflejo, pero al hacerlo se vio tal y como lo hacía Sai: ardiendo de deseo y envuelta en sus brazos. Se sintió poderosa de una forma que nunca antes había experimentado. Le sujetó la muñeca derecha y le guio mientras con la otra mano buscaba su rostro para besarle instantes antes alcanzar el clímax arqueándose hacia él. “Tiene razón”, pensó Ino.  “Todo el mundo debería verse llegar”.
Dos orgasmos después Sai se abrochaba los pantalones, resollando todavía. Echó un vistazo a la mesa de trabajo de Ino en la penumbra del taller. El ramo que le habían encargado esa misma tarde estaba a medio hacer en una de las mesas. Ino encendió la luz y volvió a dirigirse al espejo para arreglarse el pelo.
-¿Estás trabajando en esto? –Se interesó Sai.
-Sí, es un encargo –respondió ella.
La superficie de madera de la mesa estaba cubierta de arañazos y pequeñas manchas que habían dejado muchas flores a lo largo de mucho tiempo. En torno al ramo descansaban las herramientas que empleaba Ino para cortar tallos y rematar formas. Un sencillo cuaderno de espiral que había visto días mejores atrajo la atención de Sai. Estaba lleno de esbozos y completaba otros papeles en los que pudo ver guías de colores y bocetos con formas.
-Qué interesante –comentó Sai-. Trabajas mucho en la preparación antes de hacer el ramo en sí.
-Claro. La intuición no es fiable –respondió Ino-. Creo que lo tendré listo mañana. Lo pondré en Instagram. Ya tengo hasta el nombre: “Alzarse de las cenizas”.
Sai enarcó las cejas.
-Que dramático -dijo.
Ino soltó una carcajada.
-Si me conocieras sabrías que el drama es mi vida –declaró al girarse de nuevo hacia el espejo.
Observó en el cristal cómo Sai daba unos pasos hacia ella.
-Eso me gustaría.
-¿El qué?
-Conocerte.
Sai estaba justo detrás de ella y le había puesto las manos en la cintura. Ino puso los ojos en blanco.
Se había pasado media vida luchando contra el estereotipo de que las mujeres eran quienes desarrollaban sentimientos primero. No era su caso. En la mayoría de sus aventuras era ella quien quería pasar un buen rato y salir corriendo, y los tíos con los que se acostaba los que le iban con el rollo de “salgamos juntos” y “quiero conocerte”. Al parecer Sai no era diferente. Le miró con gesto escéptico a través del espejo y dijo:
-A buenas horas. Ya hemos follado.
Fue el turno de Sai de reír:
-Me he dado cuenta. Ha estado muy bien –se inclinó unos centímetros para que su barbilla quedase tan sólo un poco por encima del hombro de Ino devolviéndole la mirada.
Ino no logró evitar que se le escapase una mirada hacia los labios de Sai. Se sentía tentada de pararle los pies con un comentario sarcástico, pero tenía suficiente experiencia en los rollos de una noche para saber que a veces al César había que darle lo que era del César.
-Es verdad –admitió.
Se quedaron así, él detrás de ella ante el espejo, e Ino no tardó en deducir que Sai estaba esperando que le invitase a pasar la noche con ella. Sin embargo, ese no era su estilo.
-¿Trabajas mañana? –Preguntó ella.
-Sí –respondió Sai.
-Yo también, así que me voy a ir a la cama.
Hizo un ademán para guiarle hasta la puerta y él se dejó hacer. Seguía sonriendo plácidamente, como si no le estuvieran echando. Ino encontró su actitud un tanto perturbadora, pero si conseguía su propósito, no iba a quejarse.
-Hasta mañana –se despidió Sai una vez en el rellano.
-Adiós –contestó Ino antes de cerrar la puerta.
“Mejor así”, se dijo. “Cada mochuelo a su olivo.”
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Ino se levantó temprano para terminar el ramo. Consiguió completarlo instantes antes de abrir la floristería y, satisfecha ante su creación, lo puso junto a la ventana, a través de la que entraba un haz de luz que resaltaba tanto los colores de las flores que no sería necesario filtro alguno. Tomó un par de fotografías, seleccionó su preferida y la subió a Instagram. A continuación escribió la descripción:
“Alzarse de las cenizas: un ramo muy especial para un héroe muy especial, que ha superado una enfermedad y vuelve a casa con los suyos. He utilizado narcisos, que simbolizan el respeto, irises, que implican buenas noticias, y peonías, símbolo del valor #flowergram #arisefromtheashes #nofilter”
Tras colgar la foto echó un vistazo a su feed mientras desayunaba. Estuvo a punto de ahogarse con el café al ver que Sai había colgado una foto de un diseño para un tatuaje que mostraba un enorme ave fénix; el nombre de la ilustración era, según la descripción de la foto, Alzarse de las cenizas. Comprobó cuándo la había colgado y se le descolgó la mandíbula al ver que lo había hecho media hora. Airada, se puso de pie. Le costaba creer que ese cabrón le hubiese copiado pero la prueba estaba ante sus ojos. Empezó a teclear un comentario furibundo bajo la foto, pero lo borró al recordar que eran vecinos y tenía una manera mucho más directa de comunicarle lo cabreada que estaba. Incapaz de terminar el desayuno, terminó de vestirse a toda prisa para bajar a cantarle las cuarenta.
Sai estaba subiendo la persiana metálica de su estudio cuando Ino se acercó a él dando grandes zancadas. La recibió con una sonrisa afable. Ella la ignoró y le espetó allí mismo, en la acera:
-¡¿Cómo te has atrevido a robarme la idea?!
Suwa se asomó a la puerta del bar al oír a Ino dando voces, pero Sai ni se inmutó.
-¿Qué idea? –Preguntó con aire inocente.
-No te hagas el loco –le recriminó-. Hablo de tu ilustración. De mi ramo. “Alzarse de las cenizas”, ¿te suena?
Sai dejó que la persiana subiera hasta lo alto y a continuación se metió las manos en los bolsillos.
-Es una frase como cualquier otra –respondió sin perder la calma-. No es que te la hayas inventado tú.
Volvió a sacar las llaves y abrió la puerta. Ino le sigo al interior mientras él desconectaba la alarma. Notaba la mirada de Suwa pegada a la espalda al desaparecer en el interior del estudio.
-Sí, pero sabias que yo la iba a usar en mi ramo –insistió.
-Y aun así sigue siendo una frase como cualquier otra, aunque te agradezco la idea. Tenía un tatuaje importante que diseñar y ese comentario tuyo antes de que me largases de tu casa me trajo la inspiración que necesitaba.
Ino se detuvo en seco en mitad del estudio mientras él encendía las luces.
-¿Lo hiciste por eso? –Preguntó, incrédula-. ¿Estabas molesto porque no quise que te quedaras?
-Sí que te gusta el drama –Sai se apoyó en el mostrador, cubierto de pegatinas de locales alternativos y grupos de música que Ino no conocía-. Insisto en que no te copié la idea, como dices tú, sino que me inspiré, y de todas formas no lo hice por eso. Es cierto que me molestó, pero es tu casa al fin y al cabo.
No esperaba que lo admitiera tan abiertamente. Ino despegó los labios para replicar pero se dio cuenta de que no se le ocurría qué decir. Finalmente preguntó:
-¿No podrías al menos haber colgado tu foto después? –Sabía que sonaba lastimera y no es lo que quería, pero estaba dicho.
Sai sonrió sin alegría.
-Soy más madrugador que tú. Eso es todo.
Frustrada, Ino enderezó la espalda.
-Muy bien –respondió entre dientes antes de darse la vuelta e irse.
Parecía que no se había equivocado con Sai después de todo. Como si hubiera sabido lo que Ino había pensado de él al ver su estudio por primera vez, se había arrojado tras el rol de rival. Lo que no sabía era lo formidable que podía llegar a ser Ino como enemiga.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
No volvieron a hablar más allá de los saludos de rigor si coincidían en la calle, pero Ino empezó a poner mucho cuidado en tener el frontal de la floristería completamente montado cuando Sai llegaba para abrir cada mañana, de manera que estaba dentro de la tienda cuando el levantaba la persiana de su estudio. El ramo fue un éxito y le consiguió un buen montón de nuevos seguidores en Instagram, entre ellos Sai a través de la cuenta del estudio. Un día tuvo incluso la desfachatez de tomar una fotografía de algunas de las flores que tenía Ino en el frontal y escribir en la descripción:
“En busca de la inspiración #flowers”
Incluso le dio un Like al selfie que subió Ino unos días después de eso. Se preguntó qué nivel de sarcasmo se gastaba Sai para que demostrase que le gustaba aquella foto tomada ante el espejo delante del que la había masturbado en su noche juntos. Por su parte, ella evitó darle Likes a cualquiera de sus fotos, aunque casi le dio uno por error a la foto que mostraba el tatuaje que se llamaba como su ramo terminado sobre las clavículas de una atractiva joven. Acabó dando con la cuenta personal de Sai, pero estaba bloqueada para no seguidores, así que lo dejó estar.
Pasaron un par de meses y el verano dio paso al otoño. El ultimo tiesto de cosmos se lo quedó Ino y lo coloco a modo de adorno en su taller. Le tomo una poética fotografía bajo la luz dorada de un atardecer y la subió a Instagram añadiendo un tag al de Sakura, su mejor amiga, deseándole buena suerte en los estudios que seguía cursando en la otra punta del país. El primer Like fue de Sai, e Ino se enfurruñó porque debería haber sido su amiga quien pulsase el corazoncito rojo antes que nadie. Salvo por detalles como aquel, llevaba un par de semanas sin verle. Había oído a Suwa comentar que le habían visto salir del estudio con una chica en varias ocasiones, pero Ino prestó oídos sordos, pues conocía la querencia de Suwa y sus parroquianos por los cotilleos.
Fue a finales de septiembre cuando Ino se durmió por la mañana por primera vez. Cuando desbloqueó el teléfono para mirar la hora se dio cuenta de que había apagado la alarma en sueños y la floristería debería llevar más de una hora abierta. Se puso en pie de un salto y se vistió a toda prisa, recogiéndose el pelo en una coleta que tuvo que detenerse a deshacer para no parecer una indigente tras el mostrador. Bajó a la floristería en ayunas y llegó a tiempo para ver a la señora Kuragi charlando con alguien junto a su puerta. Ino abrió a toda velocidad y saludo a la mujer:
-¡Buenos días, señora Kuragi! ¿Me esperaba?
-Más o menos. –Dio una calada a su pitillo y añadió-. Le comentaba a Sai lo raro que me parecía que no hubieras abierto todavía.
Frente a la señora Kuragi, Sai se apoyaba junto a la pared exterior del estudio. Echó una mirada a Ino que ella le devolvió sin detenerse demasiado en él.
-Se me han pegado las sábanas –reconoció sin ambages.
La señora Kuragi soltó una risa jactanciosa antes de llevarse el cigarrillo que sostenía en la mano derecha a los labios. Afiló la mirada al dirigirla a Sai y comentar:
-Tu vecino me decía que estaba preocupado por ti.
Sai ahogó una risa que trataba de sonar casual. Los ojos de Ino se detuvieron en él al fin.
-Gracias por preocuparte –claudicó al fin la joven-, pero como puedes ver, estoy bien.
-Me alegra comprobarlo –fue la respuesta de Sai.
La señora Kuragi les miró alternativamente y expulsó el humo de sus pulmones en una nube pálida. Se dirigió a Sai:
-Bueno, ahora que está resuelto el misterio, ¿podemos pasar al estudio? –Se volvió hacia Ino y explico, muy ufana-. Me voy a hacer un tatuaje.
Ino alzo las cejas. Así que al final aquella vieja verde se había atrevido.
-Nunca es tarde, o eso dicen –replicó.
-Así es.
La señora Kuragi apuró el pitillo antes de dirigirse al estudio. Sai la siguió en silencio pero lanzó una expresiva mirada a Ino tras la espalda de su nueva clienta. Quiero enterrar el hacha de guerra, leyó en sus ojos. Quiero volver a hablar contigo. Ino se puso a montar el frontal de la tienda sin dejar de pensar en esa muda súplica.
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Aquel acabó siendo un buen día. Un cliente la entretuvo más allá de la hora del cierre dándole detalles de un centro de mesa que necesitaba para una ocasión especial; por el rabillo del ojo vio cómo Sai cerraba el estudio y entraba en la floristería. Fingió interesarse por una hilera de pequeños cactus mientras ella tomaba nota de las especificaciones del cliente, que al terminar pidió expresamente que no publicase ese trabajo en Instagram. A regañadientes, Ino aceptó. Cuando el hombre se hubo marchado, Ino se dirigió a Sai:
-¿Qué tal el tatuaje de la señora Kuragi? –Se interesó.
-Agónico –admitió el.
Ambos rieron. Acto seguido se hizo un tenso silencio.
-Tengo que… cerrar la floristería –dijo al fin Ino dirigiéndose al exterior.
Sai la siguió y la ayudo a desmontar el frontal. Trabajaron en silencio hasta que Sai comentó:
-Sales muy bien en el selfie que pusiste ayer en Instagram.
-Gracias –Ino se aclaró la garganta.
-Todavía me gustas, ¿lo sabes? -Ino echó la llave de la floristería por dentro. Se giró hacia Sai-. ¿Sigues molesta por lo del nombre del tatuaje?
Ino quiso responder que sí, pero ni siquiera ella lo bastante rencorosa como para seguir enfadada por algo así. Fue sincera:
-No era sólo el nombre, ¿sabes? Me encantó hacerlo contigo y de hecho no me importaría repetir, pero cuando abrí Instagram y vi la frase que te había dicho… No le habría dejado ver mis bocetos a cualquier rollo de una noche. Sentí que habías abusado de mi confianza y que eso no estaba a la altura de haber hecho que te fueras aunque estaba bastante claro que no querías. No entiendo cómo puedes seguir estando interesado en mí después haberte echado de mi casa…
Él se apoyó en el mostrador de la floristería.
-Te gusta el drama, tu misma me lo dijiste y me lo acabaste demostrando. -Ino sonrió al fin, en una especie de disculpa muda que no era tal, y Sai le devolvió la sonrisa. Finalmente concluyó-. No he dejado de pensar en ti ni un solo momento.
Ella entornó los párpados.
-Bueno, vi tu foto de mi floristería. ¿Encontraste la inspiración que buscabas?
Sai cruzó una mirada con ella y se quitó la zapatilla derecha. En el empeine del pie tenía un nuevo tatuaje, el de un cosmos de color amarillo. Ella despegó los labios, sorprendida al ver su flor favorita grabada en la piel de Sai, pero él se adelantó al explicar:
-El nombre científico de esta variedad es Cosmos sulphureus. No es de las que has tenido en la tienda pero la vi en Internet poco después de tomar esa foto y me hizo pensar en ti. Casi todos mis tatuajes tienen un significado muy específico. Creo que no me he equivocado al dedicarte uno.
Ino se mordió el labio inferior antes de declarar:
-Es una apuesta muy arriesgada, dado nuestro historial.
-Es verdad –reconoció él-, pero se me da bien adivinar cuándo alguien va a dejar huella en mi vida y estoy convencido de que es tu caso.
Volvió a calzarse ante la mirada de Ino. No podía negar que después de todo lo que había pasado empezaba a despertarse en ella un interés por Sai que no había sentido cuando le conoció. Quizá fuese el momento idóneo para volver a acostarse con él, invitarle a dormir y dejar que las cosas sucediesen como tuviesen que suceder. Se le dibujó una sonrisa en el rostro.
-Estás de suerte. Si me invitas a ir a cenar de nuevo voy a responder que sí –anunció.
Sai alzó la vista hacia Ino. Intercambiaron una mirada cómplice.
-Es la mejor noticia que he recibido en mucho tiempo. ¿Te paso a buscar en cuarenta minutos? –Ella le interrogó con la mirada, por lo que Sai se apresuró a declarar-. Tengo que prepararme.
-Lo único que necesitas llevar encima es tu atracción por mí –Ino acortó el espacio que mediaba entre Sai y ella.
-Eso hace tiempo que no puedo quitármelo –dijo él.
Le rodeó la cintura con los brazos. Ella tanteó su camiseta, haciéndose de rogar, hasta que finalmente se puso de puntillas para besarle en la boca. Se le había olvidado lo bueno que era.
-Olvídate de la cena –susurró al separarse de él-. Pasemos directamente al postre.
A Sai le pareció bien. Sin apenas separarse se dirigieron al apartamento.
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nhoaamigo · 4 years ago
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Tatuaje brazo
Tatuaje Atrapasueños de flores, tatuaje mándala, tatuaje brazo, tatuaje mujer, tatuaje margarita, tatuaje campanillas, tatuaje rosa, tatuaje flores silvestres http://www.nhoamigo.com
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zonatattoos · 7 years ago
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Tatuaje hecho por Fatima, de Granada (España). Si quieres ponerte en contacto con ella para un tatuaje o ver más trabajos suyos visita su perfil: https://www.zonatattoos.com/fatitattoo Si quieres ver más tatuajes de campanilla visita este otro enlace: https://www.zonatattoos.com/tag/255/tatuajes-de-campanilla
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uroboros-k-blog · 8 years ago
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El verdadero significado de sus tatuajes
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Banda: DIR EN GREY Género: AU, drama Capítulos: Drabble (6/6) Clasificación: Todos los públicos Resumen: Conjunto de relatos cortos basados en distintos elementos icónicos de la cultura japonesa.
Escribió un par de palabras en la tablilla y la colgó junto a todas las demás. Los deseos variaban, al igual que el pulso de quien las hubiese escrito; sin embargo, se notaba que en cada oración estaban volcados los trazos de la esperanza. A Toshiya le gustaba ponerse a leer los mensajes cada vez que iba a visitar al dueño del templo, pues lo encontraba, además de pacífico, purificador. Kaoru siempre se reía cuando lo encontraba ensimismado en la lectura, pero nunca le preguntaba qué era lo que pedía: respetaba su privacidad como la de todos los que acudían a venerar a los dioses.
No obstante, a simple vista, Kaoru no condecía con la imagen que se tenía de los monjes o los cuidadores. La primera vez que lo vio dudó que fuera el encargado, su cabello ondulado hasta por los hombros, su forma de vestir y, por supuesto, los tatuajes que adornaban tanto sus brazos como sus manos, eran casi ofensivos. Pero al comenzar a tratarlo, después de varias charlas sentados en la galería del templo, comprendió por qué la gente seguía eligiéndolo.
Algo poseía que incentivaba a uno a regresar. Y en su caso fueron, además de las tablillas, las historias que le relataba por las tardes, después de que se cerraran las puertas al público, frente a un estanque cubierto de flores de loto.
Así fue que se enteró de la existencia de Tooru, un amigo de la infancia de Kaoru que permaneció atrapado por más de diez años en un tōrō (luego de haberse suicidado cuando él se mudó por un pleito entre su padre y su abuelo), hasta que finalmente lo liberó. A Ryutaro, el hombre con apariencia de joven que aún buscaba en la lluvia al espíritu del único ser al que amó. A Hiroto, el niño ardilla que se quedó con el kiseru de su abuelo, la tarde en la que se leyó el testamento y se enteró que era el único heredero del templo. Al muchacho poco comunicativo que le compró un daruma con la esperanza que fuera el primero de muchos otros pasos con su pareja. Y al modelo que escribió un mensaje en la cuerda del fūrin ante la desesperación de perder a su novio en un accidente de tráfico: todas y cada una de las historias que Kaoru le contaba poseían algo especial que las hacía únicas a su manera, quizás, por la variedad de sentimientos que habitaban en ellas. Fueran tristes o con finales casi felices, eso no importaba, porque adquirían un matiz mágico al verlos reflejados en los dibujos de sus brazos.
Cuando le preguntó por el significado, Kaoru comenzó desde el principio, utilizando una frase que marcaría el comiendo de todas sus charlas; tal y como hacía su abuelo en su infancia: «Érase una vez…».
De ese modo Toshiya dejó de ser alguien escéptico.
Suspiró y fue donde Kaoru siempre estaba. La única diferencia era que esta vez no se encontraba solo, sino con otro hombre, el que se encargaba de «eternizar» todo lo que no quería olvidar. Porque al contrario de Ryutaro, él no había dejado de ver ni sentir cosas, pero ante el temor de ir envejeciendo y olvidarse de esos rostros y figuras, a modo de recordatorio las dejaba impresas en su piel.
«Tanto las cosas buenas como malas… así me aseguraré de atesorarlas hasta el día que deje de respirar.»
Miró el espaldar de Kaoru mientras el hombre se concentraba en ultimar algunos detalles del dibujo. Luego siguió las líneas de sus brazos y sus dedos, cubiertas de color, de marcas que el común de la gente nunca llegaría a comprender. Porque las personas no sólo se tatuaban para pertenecer —como el caso de un yakuza—, sino también para homenajear a aquellos que fueron parte de la vida. De los recuerdos. Vivos o muertos. Sólidos o etéreos.
Ni bien el otro hombre se fue, Toshiya se sentó al lado de Kaoru y contempló, muy por encima del papel transparente que le colocó, el trazo de la tinta y los restos de sangre: estaba demasiado hinchado para distinguirlo.
—Has vuelto a dejar un ema, ¿verdad?
—¿Eh?
—Tienes las yemas llenas de tizne.
Toshiya se miró las manos y enrojeció. ¡Siempre que escribía en la tablilla de madera terminaba con los dedos manchados de pintura! Se cruzó entonces de brazos y miró el atardecer: desde ese lado del templo lucía mucho mejor.
—¿A quién has decidido retratar esta vez? —preguntó—. ¿Me contarás también su historia?
—Ya la conoces —contestó Kaoru, a la vez que encendía un cigarrillo.
—No importa cuántas veces las cuentes, me gusta escucharte… así y hagas pausas o sonidos extraños.
Ambos rieron. Sus voces retumbaron junto al sonido de los pájaros y las cigarras que, en pleno cortejo, vibraban en la corteza de los árboles: aquél era un verano bastante caluroso, seco, con alguna que otra lluvia pasajera. Muy diferente al verano en el que ellos se conocieron, húmedo e inestable.
Toshiya se tumbó en el suelo, con los brazos abiertos. Comenzaba a sudar.
—En todo este tiempo que te frecuento, ¿nunca deseaste averiguar qué es lo que pido? —quiso saber.
—A veces.
—¿Y por qué no me lo preguntas?
Kaoru no respondió.
—Bueno, da igual. Mi deseo era bastante estúpido, así que los dioses no deben habérselo tomado con seriedad.
—Pero qué cosas dices…
Durante bastante tiempo escribió cosas superficiales, idiotas, que deberían haber sido ignoradas por cualquier divinidad. Sin embargo, desde que descubrió cuán feliz era pasando las tardes entre historias de yōkai y humanos en ese templo de Hyōgo, las dejó de lado y empezó a desear otro tipo de cosas:
Que Tooru hubiese encontrado finalmente su camino entre las luces.
Que Ryutaro y el hombre de la máscara con forma de lechuza pudieran usar el tiempo como su aliado para volverse a encontrar. En esta vida o en otra.
Que el niño ardilla pudiera volar cada vez más alto con sus saltos y que nunca olvidara el verdadero significado de su nombre. Ni el de Kaoru.
Que el chico de la mudanza pudiera pintarle también el ojo izquierdo al daruma.
Que el modelo y su novio escucharan por siempre el sonido de la campanilla cada vez que quisieran regresar el uno al otro.
Y que, por sobre todas las cosas, pasara lo que pasara, Kaoru jamás se olvidara de él.
—Oye, Toshi…
Volteó hacia un lado y vio cómo Kaoru se quitaba el film transparente que cubría el tatuaje. Se incorporó y, con un extraño ardor en los ojos, contempló el mismo dibujo que acompañaron todos sus deseos en las tablillas.
—Por esto es que ya no necesitas saber su historia —dijo—. Ahora también formas parte de mis recuerdos.
—Aquí en verdad… No, tú seguro eres un yōkai y nunca me has dicho —murmuró como pudo, reprimiendo las ganas de tirársele encima y llenarlo de besos—. ¡Es justamente lo que acabo de escribir en el ema!
Ninguno de los dos dijo nada. Toshiya simplemente apoyó la cabeza en el hombro ajeno, mirando el estanque y el verdor que les rodeaba. Las estatuas, donde estaba seguro que vivían los espíritus que no era capaz de ver ni sentir, adquirían un matiz diferente al ser abandonadas por los rayos del sol. Caía la noche, pero no tenía intención alguna de regresar a casa.
Entonces levantó el rostro. Estaba tan cerca de la manzana de Adán de Kaoru que escuchó cómo tragaba saliva; el murciélago de tinta que yacía al lado de la carótida también se movió gracias a ello: era la imagen de una historia que esperaba poder conocer pronto.
Extendió la mano y le quitó el cigarrillo que pendía de sus labios.
—¿Qué dirás cuando pregunten por ese nuevo tatuaje?
—Ya lo sabes.
—Dímelo, por favor —pidió, pasándole el cigarrillo luego de haberle dado una calada—. Apuesto a que será la historia más bonita del mundo.
—¿Porque estás tú?
—Naturalmente.
Kaoru sonrió, se llevó una vez más el cigarrillo a la boca y lo apagó. Después le pasó el brazo por encima de los hombros, le dio un beso en el cabello y susurró: «Érase una vez, en verano…».
Toshiya se acurrucó a su lado, escuchando cómo Kaoru relataba el comienzo de sus días. Y aunque ya conocía el desenlace de aquella historia, para él sería, sin dudas, la más importante y bonita de todas. Porque había conseguido que una persona que lo había visto todo se fijara en él, un simple humano más, al que no sólo escogió para grabar en su piel hasta el final de sus días, sino que también le permitió sondear su corazón.
Los veranos ya no serían iguales para ninguno de los dos, estuvieran juntos o no. Nunca más.
— ♣ —
Ema: tablilla de madera donde se suelen volcar los deseos.
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Terapia. Animales Fascinantes Flores Bellas
Dibujos Flores a la venta on line. Más de diez.000m2 de superficie dedicados a las flores y las plantas, la jardinería, el bricolaje, el moblaje de jardín, las mascotas y la decoración. La parte más atractiva del tulipán es su flor, singularmente apreciada por la gran cantidad de colores en que existe. A continuación vas a localizar distintas imágenes con dibujos complejos de flores para colorear, incluso hasta diseños de flores en mandalas. Flores gamosépalas cuando el cáliz está unido total parcialmente y las dialisépalas que es cuando hallamos el cáliz separado con total claridad más abajo hallarás una serie de imágenes de flores con sus partes. Cuando ya tengas el dibujo de flores listo para pintar, deberás pensar en los colores y tonalidades que le darás. Dibujar una campanilla La campanilla es una flor que tiene una especial forma de trompeta. Cuando nuestros artesanos floristas confeccionan una corona de flores funeraria para mandar a un tanatorio, ramo de flores un centro funerario para ofrecer sus condolencias frente a la perdida de un ser querido, tenemos muy presente antes de enviar su arreglo de flores al tanatorio, camposanto iglesia la calidad de las flores que se prestan para el funeral. Flores - ya sea para un cumpleaños, para el día de San Valentín, para una boda, para el Día de la Madre, simplemente para decorar un rincón de la casa: ¡un bonito ramo de flores siempre nos alegra el día! Si estabas en pos de dibujos de flores para diseñar tatuajes femeninos, para decorar tarjetas de invitación, para crear postales románticas, para bordar en prendas, para estampar en manteles para lo que las precises, haz llegado al blog post indicado. Acostumbran a encontrarse al sur de Rusia, en Azerbaiyán, en Siberia Oriental, en China, en India en el país nipón si bien hoy día se encuentran por todo el mundo en tonos blancos, rosas fuertes rosas pálidos. Los dos conjuntos podrían valorar la llegada del Edison Flores en el futuro, cuando el cuadro valencianista se quede, desde el 30 de junio, sin Andreas Pereira, e incluso sin Gonçalo Guedes, como miembros de su banda. Su tesis es que esta clase de dibujos espontáneos, cuando se llevan a cabo de forma simultánea con otras tareas, permiten absorber más contenido pues activan diferentes canales: el visual, el auditivo, el kinestético-espacial, el de la escritura y el emotivo. Para el abogado de Flores lo sucedido se debió a las «deficiencias estructurales de un edificio radicalmente ilegal cuya pista central era inevacuable en caso de un incendio y cuyos problemas nunca fueron subsanados». Admirar una Flor, puede dejarnos maravillados no solo por su belleza, sino también por su agradable aroma, sin embargo, hay una gran pluralidad de ellas, y es más que probable que nuestros venerados pequeños las adoren más hasta, para colorear. Las imágenes de flores nos rodean, ya sean de rosas, de tulipanes, de margaritas, de girasoles, de claveles… El mundo mismo se decora con ellas y les da vida para la mejora de nuestro estado de salud físico y mental. El androceo presenta seis estambres preparados en 2 verticilos también trímeros, los filamentos se encuentran separados entre sí y libres de las demás piezas florales. Ahora bien, vamos a centrarnos solo en el color que tengan las imágenes de flores que queremos crear buscar para hacer algo DIY como por servirnos de un ejemplo una tarjeta para felicitar, dar ánimo para cualquier cosa que se te ocurra.
La flor del rosal (género Rosa) es tal vez la más conocida y buscada del mundo. Este ramo está elaborado con rosas amarillas, paniculata blanca, hojas pequeñas y hojas grandes en color verde. Algunos años después, el fósil de otra angiosperma, Sinocarpus , fue asimismo descubierto en esta formación. Lo mejor es que esta es una flor muy grande y de colores vibrantes, que es versátil para pintar, recortar y pegar ya sea en la cocina, living dormitorio, y trasformar el espacio radicalmente con los vinilos.
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pequenostatuajes · 5 years ago
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Por Happy Tattooer, hecho en Seúl. http://ttoo.co/p/234467
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tatuajespequenos · 6 years ago
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Por Doy, hecho en Inkedwall, Seúl. http://ttoo.co/p/103159
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slaughtersaurio · 7 years ago
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Aún lloro a tu ausencia, a tu vacío, a tu partida
Aún extraño el repicar de las campanillas en tú garganta cuándo eras feliz.
Aún añoro tus abrazos cálidos, ojos pequeños y ese pecho que me reconstruía pieza a pieza.
Añoro verte cruzar la puerta, tirar los libros y sumir tú lado del colchón.
Añoro tus tatuajes, esas marcas tan tuyas en la piel que me hacían imaginar.
Añoro tus palabras, tu pensar, añoro tu ser muerto y vivo.
Añoro los silencios, los ruidos, las montañas y las fosas.
Añoro tu esencia, tu latido.
¡Cuanto añoro que estés vivo!
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someonetellmeishouldtake · 8 years ago
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15/2/17
Llevo posponiendo este momento desde que me fui a escocia, porque si, al final me fui, y en verdad tengo muchas cosas que contar. El viaje estuvo bien, hacia un frío de la hostia y tenia los dedos congelados mientras hablaba con al que le tengo que cambiar el nombre por la calle, realmente del viaje no tengo mucho que contar, vimos vacas y ovejas, el hotel era súper precioso por fuera pero por dentro era normal y todos absolutamente todos eran guapos, que triste. Al final le dije que me gustaba al que le tengo que cambiar el nombre y si que estamos como antes, exagere bastante cuando conté eso el día nueve, tengo a ella diciendo que somos repugnantes pero monos, y ahora el que tiene muchos nombre dice que no me va a dejar en paz hasta que salga con el, y dice que tengamos una cita y que le meta la lengua hasta la campanilla pero me da que no xd, igualmente no podía quedar solo con un chico sin mente así que nada. Todavía me siento desplazada por la ex-squad que la prefiere a ella pero ya lo llevo mejor, o sea, obviamente sigo teniendo envidia, me la pela que sea un pecado capital. Bueno, mañana tengo un examen de castellano y voy a estudiarmelo todo en mates y música y a tope, por cierto, hoy mi hermano se ha hecho el tatuaje y se ha puesto a llorar, que risa tio. Al que le tengo que cambiar el nombre esta intentando dejar de fumar, ya me ha dicho que no le esta costando y que seguro que no lo hace mas, pero no me lo creo. Adiu.
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