#tatuajes de armas
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Me encanta como quedaron estos bocetos, cada vez que veo a 016 sin maquillaje es como ver a Sonic, de no ser por el tatuaje, la ropa y el color de ojos todos creerían que ella es Sonic. Ella es su viva imagen, después de todo ella es un clon de él, ha logrado confundir a sus enemigos gracias a que ella también tiene la misma voz que Sonic.
Sobre todo, a los amigos de Sonic, les habla desde un móvil y todos creerían que se trata de Sonic, sobre todo Tails y Amy son fáciles de engañar para ella.
Una vez ella fue donde Tails para acabar con él de una vez por todas, para así ahorrar la tarea de tener a un entrometido frustrando los planes de su creador, pero apareció en un mal momento, Tails se encontraba llorando y 016 bajo su arma, ella sintió pena por él.
Tails trato de escapar, pero al notar que 016 no lo atacaría de verdad, se calmó y bajo solo un poco su guardia.
Tails entonces le conto en pocas palabras a su enemiga que él estaba enojado con Sonic, ya que Sonic siempre protegía a Tails, y no dejaba que él lo ayudara en momentos críticos, como en peleas demasiado serías y peligrosas, donde sus vidas corrían demasiado peligro.
Ella no entendía porque, pero sintió pena por el pequeño zorro, solo por esa ocasión no lo atacaría, clavo su arma en el suelo y le dijo que podía desahogarse con ella, ella podía actuar como Sonic. Tails solo debía gritarle a la cara todo lo que le molestaba de Sonic.
Resulto que ella tenía a mano unos lentes de contacto y su peineta.
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1 2 3 Prefiero recaer en cáncer que en ti, eso dice todo de nosotros, prefiero el cuchillo en el alma, antes que tus ojos, eso explica milenios, prefiero el veneno en los ojos, antes que tus besos, eso acaba todo. 3 2 1 Me gustaría darte el arma, verte morir, quizás sacaría el dolor, eso no dice mucho, me encantaría que me claves el puñal de frente, que vea tus lágrimas decorar mi cara, eso explica demasiado, quisiera que fuera un duelo a media tarde, ambos erramos, ambos le embocamos, eso dice nada. 3 1 2 Me encantaría decir tu nombre a espíritu muerto, verte caer en su tumba, no hay nada que darte. Me enamoraría verte hacer un trueque de mi alma con Dios disfrazado del diablo, eso es un reflejo, la ilusión. Amaría estar en el confesionario, tu padre, yo pecador, tenernos en iglesia, tu católico, yo agnóstico. Que tomes del vino, que me atragante en pan, eso es solo la base. 2 1 3 Sería delicia que me escupas humo y te doy fuego, vernos arder en los pies de Troya, que mis dientes sean el Vesubio y que tus labios sean el océano. Sería exquisitez que mi mirada fulmine nebulosas y tus ojos sean galaxias enterradas, eso es una definición. Ojalá tus dedos se encierren en mi cuello a lo rompecabezas, que mis piernas ahoguen tus latidos. Espero tu sonrisa, nuestras súplicas, tu adorar, mi sacrificio, que es nada, es nada, es, siempre, nada. 2 3 1 Quisiera, quisiera, tu ternura, que me acaricies la piel como primer pétalo, que te bese las heridas buscando amor en tu mirada, que mi sonrisa sea tu tatuaje, tu voz este en mi música, que las constelaciones esté en nuestros huesos, que haya fuego buscando nuestras huellas, ay, ay, ay 1 2 3 Que no haya razonamiento.
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La heredera del Infierno
El pueblo y el restaurante
La niña de cuatro años vio dos cuerpos en el suelo y la sangre cubriendo todo el suelo manchándole las pantuflas. No supo cómo después llegó a la comisaría e intentaban sacarle respuestas a algo que ella no sabía. Luego la llevaron a un edificio donde un señor la dejó en una habitación repleta de otros niños.
Todos ellos la miraban con ojos curiosos a la nueva del hogar, pero al darse cuenta que era un horario muy tarde prefirieron volver a sus pacíficos sueños. La pequeña lloró toda la noche preguntando por sus padres, pero ningún adulto le dio respuestas. Después de tanto llorar durmió, creyendo que fue solo una pesadilla, esperando a que sus padres estuvieran entre los vivos… no fue un sueño, sino una realidad.
Paso un tiempo y la niña creció apartándose de los demás pequeños que eran crueles con ella por tener los ojos de diferentes color. Se ocultó en las sombras, sumergiéndose en los libros y pocos peluches que conservaba como consuelo tras la pérdida de sus padres.
Fue un día cualquiera, cuando una niña pelirroja de ojos cafés comenzó a hablarle y la pequeña de ojos heterocromáticos le siguió la conversación desconfiada. Quizás era una trampa para que los demás niños se burlaran de sus gustos o sus penas, pero la pequeña de cabello rojo pareció no ser de los que menospreciaban el aspecto físico de las personas.
–Sos muy divertida y agradable ¿Cómo te llamas? –la niña pelirroja se acercó al rostro de la otra– ¡Que ojos tan fantásticos! ¿Uno puede descifrar la verdad o tiene algún superpoder?
–Me llamo Adelina Acosta –dijo con cierta desconfianza y la cara de la pequeña se ocultó detrás del libro– y ninguno de mis ojos tiene poderes, simplemente son así por nacimiento.
–Oh... que mal –el tono de la niña pelirroja de desilusión cambió drásticamente– Soy Daniela Ramoter ¿Qué estas leyendo? Amo leer.
Adelina despertó con el suave sonido del agua, la cabeza dándole vueltas y el lado derecho de su cuerpo agonizando. El río por el que había caído, la arrastró hacia una pequeña orilla repleta pasto y rocas molestas. Se arrastró hacia la orilla con el peso de su mochila repleta de agua y objetos como si fueran rocas y por el cansancio la quitó de su espalda.
El alivio y el mareo la inundaron. Las náuseas no tardaron en aparecer y Adelina buscó un árbol donde vomitó todo lo que su estómago no pudo digerir. No se había percatado de que su pierna y vientre le dolían hasta después de sacar todo.
Volvió con paso adolorido hacia donde estaba la mochila y tomó los primeros auxilios. Se despojó de todo el equipo de invierno, el calor la estaba asfixiando. Observó el lado derecho de su cuerpo percatándose de la sangre que emanaba y recordó lo que la daga le había hecho. Tatuajes. Todo su brazo y una parte de su abdomen estaba tatuado con la anatomía del esqueleto. Luego miró su pierna y vientre malheridos, el líquido carmesí comenzaba a generarle costras en la piel. Con delicadeza limpió la sangre seca para después ponerles alcohol y cubrió con gazas tanto las heridas de su combate como las del tatuaje. Las heridas necesitaban ser tratadas rápidamente.
De pronto, otro pensamiento la invadió. La investigación. Con pánico buscó la grabadora y la cámara. Los objetos se encontraron en un buen estado por las bolsas de plástico que Adelina siempre llevaba para proteger sus pertenencias. Buscó el mapa que había hallado en las ruinas y para su alivio no mostraba signos de daño. Por último y con temor, buscó la daga nórdica, pero esta vez usó los guantes de invierno para evitar alguna herida por culpa del arma. Al sentir que sus dedos tocaron el objeto maldito, el alivio y el terror la invadieron. Miedo a esa arma extraña y lo que le había hecho.
Necesitaba cuanto antes llegar a un poblado y contactar con Mariano. El mareo por las alucinaciones y las heridas comenzaban a cobrarle factura a Adelina, al igual que el cansancio por la lucha con el tal Smoke y su caída por la cascada.
Rápidamente tomo sus pertenencias y avanzó río abajo con la esperanza de encontrar un poblado en medio de bosques y colina. La caminata fue lenta, su pierna y vientre apuñalados hicieron que la chica rengueara y le dificulpaba aún más las rocas esparcidas y camufladas en la hierba. Sus extremidades comenzaron a pesarle después de tanto caminar y era casi de noche cuando vio humo a lo lejos.
Adelina siguió avanzando esperanzada y al poco tiempo llegó a una aldea pequeña y pacífica. Campesinos preparándose para descansar y otros dirigiéndose a un restaurante, algunos animales parados en la puerta expectantes en la puerta del local. El barullo del lugar y el olor a comida atrajo a Adelina. No comió nada durante mucho tiempo y su estómago rugió ante el olor de la carne y las especias.
Al lado del establecimiento había una posadera en la que se acercó. Hubo algunos curiosos que la miraron, otros ni se percataron de una chica extrajera, desaliñada, golpeada, mojada de pies a cabeza y rengueando. Entró a la posadera y esperó a que alguien la atendiera. Apareció el dueño y la miró con mala cara.
–No aceptamos vagabundos.
–No lo soy –dijo Adelina y puso una buena cara–. Me perdí de mi grupo de escalada y acabé aquí por accidente.
El hombre siguió juzgándola con su mirada. Parecía no creerle por todos los vendajes que tenía en su cuerpo y su rostro con moretones.
– ¿Y las heridas?
–Caí por una colina de los alrededores, fue como caer de una cascada en medio de una montaña.
Adelina sacó su mejor sonrisa inocente y buscó en su mochila algo de efectivo para darle al hombre. Le dio a la chica una llave con el número de su habitación y la muchacha pidió amablemente si podría darle algunas gazas y medicamentos para las heridas. El hombre prometió entregárselo en cuanto estuviera en sus aposentos.
Adelina caminó a la habitación y cerró la puerta. Una vez dentro, toda la adrenalina se esfumó y sus piernas se convirtieron en plomo, pero antes tenía que tratar con mayor cuidado todo su lado derecho, pierna y vientre. El tatuaje le dolía a horrores y sentía que su brazo dejó de funcionar.
Soltó la mochila con un sonido sordo en el suelo, tuvo el impulso de tirarse al colchón para no despertar jamás y olvidar a los Lin Kuei y los sueños macabros. Pasaron unos minutos en los que Adelina desempacó todas sus pertenencias cuando tocaron la puerta, el posadero le había traído los materiales. Tras un gracias y otra mirada juzgona del hombre, la muchacha se dirigió al baño para quitarse la suciedad.
El agua caliente hizo que los músculos adoloridos de la joven se relajaran y a la vez le provocaron molestias en las heridas abiertas. Se mojó el cabello negro sucio de tierra y pasó jabón por todo su cuerpo, masajeándose las áreas que más le dolían. Luego quitó las costras de las heridas y los tatuajes y salió de la ducha más relajada. El cabello de Adelina comenzó a ondularse tras cepillarlo, mientras sus ojos heterocromáticos reflejaban su cuerpo magullado en el pequeño espejo. Se puso ropa limpia para ocultar los vendajes nuevos, lamentándose no poder cubrir los raspones y moretones hechos en el rostro y salió a comer.
El olor a comida le invadió las fosas nasales y se le hizo agua a la boca ante diversos platos humeantes de carne, fideos y verduras. Gente sentada en todos lados hablando y riendo sin parar, también bebían como si no hubiera un mañana. La chica se sentó en una mesa para uno y tuvo algunas miradas entre la multitud. Esperó a que una camarera la atendiera y en ese instante apareció una anciana con un rodete en su cabello canoso entregándole el menú con una mirada curiosa al ver los golpes del rostro de la joven. Lo aceptó con gusto e intentó leer la carta, le costó un poco ya que todavía le dificultaba el chino. Acabó pidiendo costillas agridulces y arroz tres delicias.
En un momento, la anciana recibió a dos muchachos con sombreros y por el modo en el que les hablaba quizás fuera su madre o tía, les preparó una mesa y el dúo se acomodó. La señora se alejó, Adelina esperó pacientemente y para matar el tiempo divagó sobre la daga nórdica y el por qué había runas nórdicas en un monasterio chino. No se había percatado de que la anciana llegó con su cena y luego de disculparse y sacar el cuaderno, Adelina devoró la comida.
El sabor a carne de cerdo y el arroz se apropiaron de su paladar y no pudo haberse sentido más feliz. El hambre la estaba volviendo loca, no había comido desde que se fue de Buenos Aires ni cuando llegó a las montañas y su estómago había estado rugiendo desde su caída de las cataratas. Después de dejar limpio los platos quiso pedirse una segunda ronda, pero prefirió cuidar lo poco del dinero que tenía. Adelina pidió la cuenta y tras pagarle a la señora y darle las gracias regresó a la posada, ocultándose en su habitación.
En las cuatro paredes, quitó de las bolsas de plástico ya casi secas a la radio. Se hallaba seca y sin ningún tipo de problemas y eso alivió bastante a Adelina. Tenía más posibilidades de comunicarse con Mariano y que la pudiera buscar lo antes posible.
Buscó la frecuencia correcta para ver si su amigo recibía la señal y tras varios minutos parecía que había encontrado la indicada. Hubo un poco de interferencia, pero esperaba que no le fuera problema para su llamada.
–¿Mariano? ¿Estás ahí? –se escuchó interferencia–. ¿Mariano? Soy Adelina, necesito que me pases a buscar.
Una vez más los ruidos de la radio se apropiaron del cuarto de la joven. Siguió probando varias veces más hasta frustarse. No sabía en que parte de China se encontraba concretamente y necesitaba volver cuanto antes a Buenos Aires.
–¿Adelina? –La voz de Mariano adormilada se escuchó en la radio.
La alegría se apoderó de la joven y con una sonrisa le contestó.
–Mariano, soy yo. Ade. –la chica no supo cuántas emociones la invadieron–. ¿Cuántos días hace que me fui? ¿Podes ubicarme?
–¿Tenes idea de la hora que es?
–Sinceramente no.
–Las ocho de la mañana de un domingo.
La risa de la muchacha salió repentinamente. Mariano odiaba que lo despertaran temprano a menos que él lo quisiera.
–Aquí es de noche deben ser las nueve o diez creo.
–¿Qué querés de mí a las ocho de la mañana de un domingo? Un puto domingo me tenías que despertar.
–Quiero que me pases a buscar lo más rápido que puedas.
–¿Me estas jodiendo verdad? –dijo el chico indignado.
–Nop. –Adelina tomó una pequeña exhalación–. Descubrí cosas bastantes fuertes en Arctika y casi me mata un boludo con barbijo.
–¿Barbijo?
–No miento.
–Está bien, pero no me voy a levantar ahora mismo –Mariano comenzó a bostezar mientras hablaba–. Tengo sueño así que calcúlate que en unas horitas me voy a despertar y prepararme para ir al hangar.
–Me sirve para que yo duerma.
–Pásame tus coordenadas que ya veo que puedo hacer por vos.
La chica buscó entre sus cosas un pequeño GPS que compartía con Mariano en caso de emergencias como la que estaba ahora. Activó el aparato y esperó una respuesta.
–Perfecto, ya lo recibí. Anda para el sur que ahí tengo un conocido que te puede hospedar hasta que yo vaya para China. –Volvió a soltar otro bostezo– Es como media hora en caminata.
–No hay problema. Después de que haya dormido voy para ver a tu amigo. Quiero que también traigas primeros auxilios y todo lo que tengas de medicina.
–¿Para qué necesitas eso?
–Porque me pelee con el boludo del barbijo y me lastimó. Por eso. –antes de cortar recordó a su amiga–. Ah, quiero que también le avises a Dan-Dan de cómo me encuentro.
–Está bien ��Algo más?
–No, nada más por el momento.
Se despidieron y apagó la radio. El cansancio tomó su cuerpo y los párpados se volvieron peso muerto, tratando de llevarla al mundo de los sueños. Una vez que Adelina sacó sus pertenencias de la cama, se dejó absorber por el colchón y envolverse en las cálidas sábanas. Se durmió sin dar demasiadas vueltas.
–¡DESPIERTA CARAJO! –La voz estruendosa de Mariano en la radio azotó los oídos de Adelina.
La chica con un gemido angustioso sacó la mano de las profundidades de las sábanas. Buscó a ciegas en la mesita hasta dar con la radio. Con dificultad intentó buscar el botón para iniciar la conversación hasta que pudo dar con este.
–¿Qué? –Su voz quedó amortiguada por el sueño.
–Ya estoy despierto y acá son cerca de las doce del mediodía –hubo un poco de interferencia–. Entre terminar el almuerzo e ir al hangar sería una hora. Agrégale las once o doce horas que tengo que hacer de viaje.
–Está bien ¿qué hay con eso?
–Era venganza por despertarme a las ocho y media de la mañana de un domingo.
–Morite.
–Y que cuando esté pasando por Europa te voy avisando que vayas a lo de mi conocido.
–Está bien –un bostezó la invadió momentáneamente–. ¿Ya puedo irme a dormir?
–Sip.
Adelina tiró su cabeza hacia la almohada con la radio aún en su pecho. El sueño volvió a tomar su cuerpo y continuó durmiendo hasta que la luz del sol invadió las ventanas y el barullo de la calle se hizo fuerte. Levantarse le fue una tortura, los músculos le dolían con cada movimiento que hacía.
Una vez fuera de la cama, sin pensar en lo que hacía, sus dedos hallaron la daga nórdica. El arma estaba envuelta en un trapo atado a una goma de plástico. Los tatuajes aún le dolían cuando recordaba lo que el arma le hizo.
La desenvolvió con cuidado y pánico a que esa cosa volviera hacerle un daño, pero tras sacarle el trapo y el arma tocara sus dedos nada ocurrió. Era un hermoso artefacto a ojos de la muchacha, pero peligroso. El mango repleto de pequeñas costillas y el cráneo en la punta. Sacó la daga de la funda usando el trapo y observó la hoja afilada. No había perdido filo con el pasar de los años, y podía verse el reflejo de la joven como si fuera un espejo. Mientras estudiaba la hoja con cuidado, su ojo derecho destelló de un verde como su iris y detrás suyo los muertos miraron fijamente a Adelina. Todos acercándose, rugiendo y lamentándose. Sus gritos los pudo escuchar como si estuviera en la cueva de la montaña otra vez.
Se dio la vuelta. Nada. Ningún muerto agonizante ni colérico.
Pero sí que escuchó los gritos y aún los escuchaba pasado los minutos como una melodía estruendosa que se negaba a marcharse de los oídos de Adelina.
Asustada y confundida, guardó todo y salió de la posada caminando hacia el restaurante. Vio a muchos clientes marchar hacia sus trabajos en el campo, supuso Adelina y había pocos todavía desayunando. La joven se sentó en el mismo lugar de la noche anterior y esperó a que alguien la atendiera.
Mesas esparcidas por los dos pisos, en las que algunas todavía había tazas de té a medio terminar. Algunos carteles desperdigados en las columnas. Pilas de tazas, platos y cubiertos sin usar. Linternas apagadas y colgadas por todo el local. Un establecimiento encantador y pacífico.
La anciana de anoche una vez más atendió a Adelina y le entregó la carta. Acabó pidiéndose un té Oolong con galletitas de almendra y mientras esperaba su bebida caliente, vio a los dos supuestos hijos de la señora acercándose a ella. Adelina pudo escuchar un poco de su conversación, no había mucho que hacer por el sitio así que ser una chismosa no estaba descartado.
–Vamos Kung Lao. Deja de comer tenemos que ir a cosechar –el rechinar de la silla chocando con la madera–. Podrás seguir comiendo en la noche con la cena que hace la señora Bo.
–Dame un segundo Raiden –habló el chico mientras masticaba–. Tengo hambre.
–Siempre tienes hambre y eso nos impide hacer más trabajo.
Adelina apenas vio a esos dos jóvenes de casi su misma edad marchándose a las corridas, sin antes mirar a la muchacha con curiosidad y perdiéndose en la multitud del pueblo. La anciana, por lo que escuchó llamada Bo, le dio su pedido y con una sonrisa empezó a beber. El agua caliente pasó por su garganta y la satisfacción de un buen desayuno hizo feliz a la joven. Después del primer sorbo tomó una galletita y la masticó. La sensación de las almendras abrazó su paladar, pero ese pequeño placer se esfumó.
–Adelina.
La voz de Mariano interrumpió la paz de la joven.
–¿Qué?
–Estoy pasando Europa. Te recomendaría que vayas preparándote para irte a lo de mi conocido.
En la radio se escuchaba el estruendoso motor de la avioneta y las interferencias, pero a pesar de eso pudo entender el mensaje de su amigo.
–Perfecto, ya termino mi té.
–¿Me compras uno? –La voz del muchacho se tornó expectante.
–No.
Cortó la llamada de la radio y se apresuró a beber el té. Guardó las galletitas en su bolsillo y después le pagó a la anciana. Antes de marcharse del restaurante, le preguntó la dirección del sur y tras indicarle la joven salió del sitio.
Ya era casi media mañana cuando salió del pueblo. Atravesando los campos de cultivo con la luz del sol en su punto más alto, no hizo un calor tan agobiante para sorpresa de Adelina, mientras veía cómo el pueblo se volvía más diminuto hasta desaparecer. La caminata duró hasta que fue pasada la hora del almuerzo y pudo dar con una pequeña cabaña en la que un hombre observaba en la dirección de la joven.
–¿Adelina Acosta?
–Depende de quién la busca.
–Soy el amigo de Mariano –el hombre mostró una sonrisa amistosa–. Me dijo que te esperara y hasta me contó de que te enfrentaste a alguien con barbijo y que por eso aparecerías con varios golpes. Ese imbécil no se equivocó en lo que decía.
Eso sorprendió mucho a la joven.
–Que encantador que Mariano haya contado eso.
–Sí, parece un niño en el cuerpo de un adulto.
–Lo sé.
El hombre le permitió entrar a la residencia para esperar a Mariano. Un ambiente pequeño y humilde. Una mesa de madera en la que había un plato, vaso y un par de cubiertos. En frente, un cuarto con una cama desarreglada. Algunas sillas desperdigadas fuera de su sitio.
La muchacha se sentó y soltó un suspiro de alivio. La camina la cansó bastante y necesitaba cuánto antes un gran vaso de agua. El hombre le otorgó la bebida y la tomó tan rápido como se la dio.
Después de entablar una buena conversación con el amigo de Mariano, la muchacha comenzó a escuchar el sonido de un motor a lo lejos. Sintió que estaba más cerca de casa.
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Ficha
1. Nombre del FC y ocupación.
Christian Yu (nombre artístico: DPR Ian); solista, bailarín y director
2. Nombre del OC.
Goro Majima (真島 吾朗, Majima Gorō)
3. Fecha de nacimiento y edad.
25 de mayo, 1984 (actualmente tiene cuarenta años)
4. División a la que pertenece. Especialidad(es).
Arcanología. Especializado en demonología; también ducho en psiquismo.
5. Clase(s) que imparte.
Demonología clásica.
6. Nacionalidad.
Goro es un konketsuji (混血 児, "hijo de sangre mixta"), producto de la relación fugaz (aunque apasionada) entre una mujer nipona y un hombre chino. Nació y creció en Japón y se identifica congruentemente como japonés.
7. Curiosidades. Mínimo 6 desarrolladas.
A consecuencia de un ataque sufrido en 1986, cuando Goro tenía solo dos años, perdió un ojo, hecho que suele enmascarar haciendo uso de una prótesis de cristal. Todavía a día de hoy experimenta el síndrome del miembro fantasma (siente un dolor intenso en la cuenca vacía, como si lo estuvieran apuñalando repetidamente con un pedazo de hierro oxidado e incandescente; en ocasiones le parece que el globo ocular se encuentra en una posición extraña, vuelto hacia dentro, orientado al interior de sus sesos: de ahí su imposibilidad para ver). Cuando esto sucede, se desprende de su sucedáneo de vidrio y emplea un parche de tela muy suave. Aún así, a veces debe recurrir a los analgésicos para paliar su sufrimiento. El ataque lo dejó con otras secuelas, recordatorios visibles que lo estremecen si les presta demasiada atención: cicatrices que recorren su torso, brazos y piernas. El hombre las ha cubierto cuidadosamente con tatuajes y escarificaciones, que deja ver en ocasiones con sus atuendos más atrevidos. No permite a nadie, sin embargo, ver el hueco dejado en su calavera: es un trauma al que aún no ha podido enfrentarse.
A raíz del ataque y, siendo todavía poco más que un bebé, Goro comenzó a entrenar en el dojo tres artes marciales: en primer lugar, kyudo (el arte del arco y la flecha: una medida para acabar con sus males desde la seguridad que proporciona la distancia); en segundo lugar, kendo (el arte de la espada); por último, judo, por si, en la desesperación del combate, llegara a perder su arma. Además de esto, desde muy joven estudió los principios básicos psíquicos (de hecho, cuando era joven Majima tenía la convicción de que se labraría un lugar en el mundo profesional como psiquista; mas luego encontró su verdadera vocación en la demonología, especialidad de la cual es un aclamado experto) para mantener su mente sana. Los densos volúmenes de psicología que devora con asiduidad (es un consumado biobliófilo) lo ayudan a calmar la taquicardia que de vez en cuando amenaza con alterarlo y confía en que las técnicas aprendidas dificultarán cualquier intento de posesión demoníaca. Es pragmático y sabe que lo más probable es que sus medidas no basten a la hora de la verdad; por eso mismo continúa formándose incesantemente, siempre atento a los nuevos descubrimientos. Gracias a sus actividades, tanto físicas como psicológicas, es muy resiliente.
No cuenta con mucho tiempo libre y, a decir verdad, le gusta que eso sea así. En ocasiones lo califican como workaholic, un adicto al trabajo, un especialista obsesivo que, si no está aleccionando a sus alumnos, se encuentra o bien escribiendo un nuevo artículo o bien zambulléndose en investigaciones ajenas, ya sean estas recientes, insólitas o rescatadas de un almanaque mohoso, las hojas de papel húmedas y devoradas por las polillas y por las ratas. Si no se encuentra estimulando su intelecto, lo más probable es que esté entrenando su físico: para él, las horas muertas son horas francamente perdidas y los descansos son pocos y concisos. No duerme más de seis horas diarias (aunque esto lo achaca más a su insomnio que a su ofuscada productividad), las siestas están prohibidas y su ocio se limita casi por completo a la literatura y la escritura. Aparte de eso, le gusta hacer senderismo, pero muy pocas veces se permite llevar a cabo emprender tal proyecto: los días son grises y cortos desde que comenzó el Armagedón y, mal que le pese, no se siente seguro aún, no cree ser capaz de acabar con todas las alimañas que acechan en la oscuridad. Es, para bien o para mal, muy pragmático, un realista nato, y nunca subestima a nada ni nadie, exceptuando, claro está, a su estudiantado, del que se mofa de vez en cuando, y sus rivales académicos (sobre todo si los envidia). Es una persona culta y, por suerte para él, cuenta con memoria fotográfica, de modo que sus conocimientos sobre los temas sobre los que se informa (que son muchos, variados y, por norma general, explorados en profundidad) están bien fundamentados.
Aunque no padece ningún trastorno mental, a menudo se pregunta si sufre de alexitimia, pues le cuesta entender sus sentimientos: de hecho, en ocasiones se cree incapaz de experimentarlos siquiera, lo que lo frustra sobremanera. Cuando no entiende cómo debe confrontar una situación emocionalmente estresante, frunce el ceño y hace un puchero inflando el belfo: esto parece restarle años a su rostro, aniñándolo de una forma tierna que incita a la sonrisa e incluso a la carcajada. Tal vez porque no entiende las sensaciones de los demás prefiere la compañía de los animales, especialmente los que son calmados y fríos como él. Ama, por tanto, los reptiles y los insectos, así como los gatos que son ariscos e independientes, esas criaturas callejeras que solo llaman a la puerta cuando llueve, hace frío o tienen hambre. A pesar de todo esto, posee un lado afectuoso, pero son pocos los afortunados que logran ver salir a la luz esa faceta del profesor.
Es muy elegante: la moda le fascina. Es un concepto que no logra entender del todo, pero eso no lo detiene para lanzarse en combinaciones más bien distinguidas, atractivas, gráciles. Le gusta la combinación bicromática del blanco con el negro, así como los dos colores por separado. El marrón, el beige y el granate son otros de sus tonos predilectos a la hora de vestir. A pesar de que aboga por abandonar las estridencias, le gustan los complementos, porta siempre joyería en los dedos de sus manos, en sus esbeltas muñecas, su cuello y sus orejas. Tiene, además, perforaciones en los pezones, la nariz y el miembro viril. Ama la tela lisa y las cadenas de oro y plata, los anillos, el esmalte de uñas; el encaje, las capas superpuestas, los cinturones, etc. Le encanta mostrar su cuerpo estilizado. Con sus 2,05 metros de altura y sus músculos definidos, Majima sabe que, si no es guapo (y en las ocasiones más atrevidas, cuando ha bebido mucho sake, es capaz de afirmar que sí lo es), por lo menos tiene un físico envidiable. Su estilo es más bien formal, aunque con modificaciones. En ocasiones tiñe su cabello de blanco.
En cuanto a su carácter, Goro Majima es un tanto complicado: no es maleducado (de hecho, odia a la gente que presume sus malos modales). Trata a compañeros y alumnos de usted y muestra siempre la mayor deferencia posible. Sin embargo, su sinceridad sin tapujos, la brusquedad de sus palabras y la expresividad de su rostro suelen traicionarlo, de tal modo que muchas veces da una impresión equivocada. Es tozudo y gruñón y no es difícil verlo refunfuñar cuando se confronta verbalmente con un compañero. Es muy frío y muy comedido: jamás ha llegado a las manos en ninguna ocasión, pero, si es del todo franco consigo mismo, ha de admitir que en muchas ocasiones no le hubiera importado tener una pelea.
8. Historia. No obligatoria, pero recomendada.
Continuará.
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#69 Nadie (Nobody)
Hutch Mansell (Bob Odenkirk) es un administrativo aburrido de la vida que todos sus días son una fotocopia, y que cada vez está más distanciado de su mujer y sus hijos. Se siente un extraño en su vida y está un poco harto de aguantar mangoneos de su suegro y su cuñado con los que trabaja en la empresa.
Pero una noche unos ladrones entran en su casa y todo cambia.
Para decepción de su hijo y su mujer, Hutch no hace nada y se deja robar el poco dinero que tienen en un bol a la entrada de casa. Pero él mismo sabe que no deberían haber pasado las cosas así, aunque ya es tarde, y se siente mal consigo mismo cuando el vecino, su cuñado, su suegro y toda la sociedad le dice que tenía que haber hecho más, pero lo peor es que su hija pequeña ha perdido una pulsera con un gatito que le gustaba mucho y estaba en ese bol, y Hutch estalla.
Va a ver a su padre que está en una residencia perdiendo la cordura y recupera de una caja de zapatos su pistola, sus balas, la vieja identificación del FBI de su padre y una chaqueta que siempre le ha gustado. En su búsqueda de información, ya que vio el tatuaje de uno de los atracadores, la gente no le da respuestas hasta que entra en un estudio de tatuajes y un veterano de guerra sabe que significa el tatuaje que tiene Hutch en la muñeca y le da las gracias por su servicio y se esconde de él, diciéndole a los demás que le den la información que busca.
¿Quién es Hutch? Vamos a ir descubriéndolo poco a poco, pero lejos de ser ese hombre enclenque que todos creen y que nadie respeta, se transforma en un criminal capaz de romper dientes, partir tráqueas y matar sin miedo.
Va a la casa de los ladrones, pero es consciente de que roban por necesidad, no por gusto y que es mejor recuperar su reloj y desaparecer sin la pulsera de gatito que su hija no encuentra.
Se sienta al final del autobús frustrado por no haber podido vengarse y agradece cuando se suben como delincuentes de diferentes nacionalidades buscando gresca y molestando al resto de pasajeros.
Se lía a palos con ellos en el autobús, dándoles su merecido y recibiendo una terrible paliza que no lo inmoviliza, sino que nos enseña que es un hombre preparado para el combate cuerpo a cuerpo con las armas más básicas, una escena de acción digna de Chuck Norris. Pero, por desgracia, uno de esos chicos es el hermano de un criminal ruso, Yulian Kuznetsov (Aleksei Serebryakov) que está bastante loco y, aunque odia a su hermano, quiere vengarse de Hutch Mansell y va a por él y a por toda su familia.
Hutch se cabrea porque han ido a su casa y ha tenido que meter a su mujer y a sus dos hijos en su cámara de seguridad, ha tenido que ir a defender a su padre David Mansell (Christopher Lloyd) que se ha podido defender solo, y comprarle a su suegro y a su cuñado, con lingotes de oro, la empresa de metalurgia para crear una trampa mortal para Yulian y sus hombres.
Hutch va en busca de Yulian para que sepa que no le tiene miedo y que le ha quemado todo su dinero para que se cabree y pueda partirle la cabeza que es lo que más ilusión le hace y que consigue llevándolos al almacén de metalurgia donde trabajaba y que es una trampa mortal, además, para ayudarle van su padre y su hermano que también saben lo que se hacen.
Acaban todos destrozados, pero, Hutch, su hermano y su padre ganan la jugada contra asesinos rusos profesionales, y las escenas de los tiros, las explosiones y la sangre dan mucho juego.
Nuestro hombre acaba en la comisaria confesando que no es nadie, pero los agentes no le toman en serio hasta que reciben una llamada de superiores en su teléfono que les invita a dejar a Hutch libre, cosa que tienen que hacer sin más remedio. Hutch vuelve con su familia y plantean comprarse una casa nueva y ser felices en serio.
#nadie#nobody#film#cinema#pelicula#bob odenkirk#connie nielsen#christopher lloyd#rza#colin salmon#Gage Munroe
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【UTAU Cover Release】Avenir【ft Mathieu Beaufort】
Canción programada para salir en YouTube este próximo 3 de Marzo.
Video subido ya en el Grupo de Telegram
youtube
UST→ Luk
Song/曲→ Avenir by Voxmakers
Music & Lyrics→ Voxmakers and Tai Shindehai
Cover → Mathieu Beaufort
VB Download→ https://www.mediafire.com/file/ja4da2w5jp2yjhf/Mathieu_Beaufort_-_French_France_-_VCCV_X-SAMPA_%25E3%2580%2590Aqua_Append%25E3%2580%2591.zip/file
Nombre
Mathieu Beaufort
Descripción Física
Mathieu Beaufort es un imponente furry tiburón tigre sin rayas, con una constitución física robusta y musculosa que refleja su dedicación al fisicoculturismo. Aunque no tiene pelo, su piel está adornada con intrincados tatuajes que serpentean por sus brazos y torso. Estos tatuajes se convierten en sus armas cuando utiliza sus habilidades, transformándose en elegantes látigos que demuestran su destreza y control sobre los elementos líquidos. A pesar de su peso, Mathieu irradia elegancia y gracia en cada movimiento, demostrando que la fuerza y la sofisticación pueden ir de la mano.
Personalidad
Mathieu es introvertido y reflexivo, pero su presencia es tranquilizadora y reconfortante para quienes lo rodean. Aunque puede ser reservado, su bondad y compasión son evidentes en cada interacción. En situaciones de conflicto, demuestra una confianza inquebrantable y una determinación feroz, mostrando su capacidad para ser tanto un protector como un líder. Su habilidad para combinar su fuerza física con una elegancia incomparable lo convierte en un ser único y respetado.
Habilidades Especiales
Como maestro en el arte de aquakinesis, criokinesis y hemokinesis, Mathieu tiene el poder de manipular todo tipo de líquidos, cambiar entre diferentes estados de la materia y comunicarse con criaturas marinas. Sus tatuajes se transforman en látigos poderosos cuando utiliza sus habilidades, permitiéndole controlar y dirigir los elementos líquidos con precisión y destreza. Su fuerza física combinada con su habilidad para controlar los elementos lo convierten en un adversario formidable y en un aliado invaluable en cualquier situación.
Historial y Trasfondo
Mathieu nació en una comunidad de Furrys dedicada al fisicoculturismo, donde desde joven demostró un talento excepcional para el control de los elementos líquidos. Después de años de entrenamiento y perfeccionamiento, se estableció en Japón, donde continuó desarrollando sus habilidades y encontró un nuevo propósito. Su historia está marcada por relaciones complejas y desafíos personales, pero su determinación y su capacidad para superar las adversidades lo han convertido en un verdadero líder entre los suyos.
Relaciones
Mathieu se lleva bien con la mayoría, mostrando comprensión y empatía hacia quienes lo rodean. Su relación con Valentim Ribeiro es compleja pero llena de respeto mutuo, mientras que su amistad con Tiberio Benevento representa su búsqueda de equilibrio y redención. Aunque puede ser severo cuando es necesario, su presencia reconfortante y su habilidad para inspirar confianza lo convierten en un valioso compañero de equipo y amigo.
------------------ D I S C L A I M E R S ------------------
I do NOT own this animation or any of the music inside this video. "Copyright Disclaimer Under Section 107 of the Copyright Act 1976, allowance is made for "fair use" for purposes such as criticism, comment, news reporting, teaching, scholarship, and research. Fair use is a use permitted by copyright statute that might otherwise be infringing. Non-profit, educational or personal use tips the balance in favor of fair use."
#utau#cover#utaucover#furries#furryutau#furloid#MathieuBeaufort#GabrielUtau#Avenir#FrenchUtau#Youtube
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El sonido del agua recorre las tuberías de aquel laboratorio, sus ojos ahora muy abiertos y funcionales, se fijan en el reflejo que un espejo le devuelve. Lleva pantalones holgados y va descalzo, la camisa blanca sobre su piel lo cubre de la total desnudes, pero los orbes que antes brillaban como dos perlas muy negras, ahora se pasean por una cicatriz que parece un ciempiés recorriendo su torso entero y carecen de real vida. Su color nunca ha sido el blanco, tampoco el rojo, pero al parecer ahora en el mundo al revés ha adoptado todas las manías de su doctor. Yohan era blanco y prístino, propio de la ciudad luminosa, era rojo como la advertencia de que algo muy malo iba a suceder, como las luces de neón de un pasillo donde la única salida estaba al final y el doctor Frankenstein de prótesis en los ojos que los hacen brillar como una liebre, le esperaba.
Su color era el verde, pero todos sus tatuajes en la prótesis izquierda y especialmente la serpiente que antes administraba su medicamento para el oído, carece de vida. No hay brillo, ninguno se ilumina porque todo el color y el brillo, se lo lleva el órgano que descansaba en su pecho. El corazón sangrante, rojo y potente, cada palpitación destellaba un color muy fuerte y tan luminoso que muchas veces no le dejaba dormir en oscuridad. La izquierda se alza para tocarse la cicatriz, acariciando las suturas y los puntos ya cerrados y tiene el pensamiento intrusivo de utilizar su única parte robótica, para arrancarse el órgano y que todo terminara.
Pero con ello, acabaría con todos alrededor de él
Es una bomba, es un corazón diseñado para un cuerpo perfecto que no podría morir. Si se lo arrancaba, terminaría asesinando a la humanidad, a todos los sujetos alrededor de él, sus padres y sus amigos. Nunca podría hacer eso, ni aunque el desespero de vivir como un monstruo, le haga frustrarse. ¿Qué fue de Saem? ¿Qué sucedió con Taekyung y su muñeca asesina? ¿todos habían simplemente dejado la revolución y desaparecido para seguir viviendo en el sistema que conocían? ¿Qué sucedió con Hyewon y Mei? Se cuestiona que hizo Yohan con Genesis, como es que “detuvo” el cerebro y no lo volvió un arma de destrucción masiva. Pero nada de eso puede externar, porque a quien le hubiese cuestionado todo aquello, no existía.
Aquel no era su Yohan, el mismo doctor que fascinado le explicaba como funcionaba conectar nervios con prótesis, aquel que salvaba animales porque eran criaturas indefensas y tristes en un mundo podrido y en decadencia, el hombre que soñaba con conservar la humanidad tanto como él. Suyeong alza los orbes que brillan por unos segundos para encontrarse con el Doctor Frankenstein a través del espejo, justo como solía soñarlo, parado en su única salida y deteniendo cualquiera de sus escapatorias. Hay una sonrisa en su faz, siniestra, carente de vida. Ese no era su amigo. Aguarda, porque siempre tienen la misma rutina, cerrando los parpados cuando percibe su presencia más alta y más ancha detrás de él, manos quirúrgicamente amputadas y cambiadas por prótesis perfectas que no tiemblan, lo rodean para alcanzar los botones de su camisa blanca, Suyeong nunca gustó del blanco. ❝ Debes volver a aprender a vestirte, Sully. Somos tu y yo, en esta casa de muñecas, pero no debes carecer de decoro ❞
Siente el aliento golpearle la nuca, erizando los vellos de un cabello recortado casi a rapa en la zona, Suyeong vuelve a abrir los parpados para revelar un par de ojos que brillan en carmín para encontrarse con unos iguales, ya devolviéndole la mirada detrás de unas gafas de montura. ❝ ¿Sin hablar de nuevo, mi querido amigo, el único que he tenido? Está bien, yo puedo hacer toda la charla ❞ A Suyeong nunca le gustó el rojo, aunque siempre pensó que le lucía bien a Yohan. Inclusive si aprendió a odiarlo ahora.
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ yang suyeong ⠀ ❫#* ⠀ 🧁 ⠀ ╱ ⠀ plot ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ deus ex machina ⠀ ❫#drabble.#Y AQUÍ EL HERMANO GEMELO DEL DRABBLE DE YOHAN#como me gusta escribir psicópatas y victimas de psicópatas(?)#especialmente en mundos utópicos y en decadencia /chef fingers#ayer hablaba del suhan feliz y vine yo con esta wea(?)#bueno ya ni modo(?)#fdjksldsdsñds dios sullyto mi amor te quiero mucho y por eso te hago sufrir ;;;#eres mi favorito(?)
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Concepto Sacrógrito/ Sacrieur Concept:
Los Sacrógritos sin la perfecta definición de "lo que no te mata, te hace mas fuerte", entre mas daño les hagan y se mantengan vivos, peor va a ser para sus enemigos, por esa misma razón, hice que mi Sacrógrito asegure tener la mayor cantidad de dolor posible para una pelea.
Su equipo tiene 2 opuestos distintos:
Ropa ligera y bastante desgastada de todas las peleas por las que ha pasado, el valor defensivo de esta es nulo, porque no lo necesita, ya que su fortaleza viene de recibir daño, para devolverlo con aun mas fuerza.
Material de tortura de metal sumamente pesado, lo cual asegura que sin importar lo que haga, tenga una fuente de sufrimiento para incrementar su fuerza, y además pueda usarlo de forma ofensiva, de entre lo que encontramos...
Collar de púas.
Grilletes.
Alambre de púas a rojo vivo que funciona como cinturón.
Grandes clavos que pasan desde la base del pie y sale por su talón.
Varias armas clavadas a su cuerpo, como espadas, dagas, flechas y un hacha (estas no esta diseñadas para que las use en combate, solo como fuente de sufrimiento).
En cuanto a sus habilidades, posee los clásicos castigos de Dofus y Wakfu, los cuales se manifiestas como un par de brazos y látigos que se manifiestan desde sus tatuajes de sangre (Dofus) y tinta (Wakfu), y aparte de estos, su cuerpo tiene la modificación de tener expuesto los músculos, ligamentos y huesos de sus codos y rodillas, permitiéndole dislocar estos para lograr golpes y patadas a distancias y ángulos que normalmente no podría lograr.
___
Sacrieurs are the perfect definition of the phrase "what doesn´t kill you makes you stronger", the more damage they stand while keeping themselves alive, the worst it will be for their enemies, so for that reason, I wanted to secure my sacrieur to get the most pain for a fight as possible.
Her equipmente has 2 opposites:
Light clothing, which is really wore out after all the fights she´s been, it´s defensive value is null, since she doesn´t need it, her strength comes from receiving damage, so she can turn it back stronger.
Torture devices made from heavy metal, which secures that no matter what she does, she´ll have a suffer source to boost her strength, and also being able to use it offensively, they are...
Spike collar
Shackles
Red hot barbed wire that she wears as a belt
Huge nails that goes through the base of her feet and comes out through her heel.
Multiple weapons stabbing her body, such as swords, daggers arrows and an axe (they aren´t designed as a weapon, just as a suffer source).
As her abilities goes, she has the classic punishments from Dofus and Wakfu, which manifests as a pair of arms and whips that comes from her blood tatoos (Dofus) and ink tatoos (Wakfu), aside from that, her body is modified to expose muscles, ligaments and bones on her elbows and knees, letting her dislocate them to achive punches and kicks with distances and angles that would usually be impossible.
___
Su diseño esta basado en mis Sacrogritos Bruiser-Heart (Dofus) y Joyful-Pain (Wakfu), su diseño esta basado en el concepto de un berseker, solo que en vez de no sentir dolor, lo siente, y disfruta cada segundo de este.
Her design is based on both my Sacrieurs Bruiser-Heart (Dofus) and Joyful-Pain (Wakfu), her design is based on the concept of a berseker, but insted of not feeling pain, she feels it, and enjoys every second of it.
Dofus:
Wakfu:
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¡Nuestra ficha!
Consta de tres pestañas, en la primera deberá ir al historia.
¿Dónde nació tu PJ? ¿Quién es Su padre/madre divino/a? ¿Cómo termino en el campamento? ¿Cuándo le reconoció su progenitor divino? ¿Sigue allí o se mudo a Villa Hestia? ¿Cómo fue su vida como semidiós? ¿Dónde esta mientras pasaba la batalla de Manhattan y la pelea entre Romanos y Griegos? Recuerden que han pasado trece años desde que los siete derrotaron a Gaia, así que algunos, los mas adultos, es probable que lo vivieran o quizás no por azares del destino. Dejamos eso a libertad. Traumas de la infancia
Segunda pestaña, datos de tu personaje.
¿Cómo suele actuar tu pj? ¿Le gusta luchar? ¿Cuántos tatuajes tiene? ¿Las cicatrices que le hizo una Dracaena? ¿Su mayor temor? ¿El nombre de sus armas? ¿Su defecto fatídico? ¡Este es tu espacio! Puedes escribir cualquier datos que sientas relevante de tu pj pero que no encaja mucho con la historia.
En la tercera pestaña irán los stats de tu personaje, la fuerza, resistencia, etc. No esta en imagen porque será algo que deberán decidir después de leer el sistema de combate y sus poderes de ascendencia.
Hoover, en la parte donde aparece la foto bueno, se describe sola ¿Cierto?
Avatar y firma:
La medida del avatar es de 250px de ancho x 400px de largo y el de la firma será de 400x250 como máximo, solo se permite una firma, si quieres poner más imágenes será en spoiler bajo la firma.
¡Esperamos que les haya gustado! Sencilla pero con todo lo necesario para dar a conocer tu personaje a todos.
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Nación de Azurala- La Sangrefuego
"Nuestra gente ha sido forjada en estas colinas. Isherekth, la Diosa de la Forja, agarró el duro hierroazul y creó al primero de los nuestros con las llamas de los montes de azufre, y así nacimos los Azurala. La llama de la diosa corre por nuestras venas y con ella, las ascuas del conflicto. (...)." -Diario de la Alta Sacerdotiza proscrita Amara
La tradición oral de la Vanguardia Azul establece que todos los Azurala poseen la sangre y la carne forjada por la misma diosa de la Fragua Isherekth. En el origen, este pueblo se destacó por manejar el arte de la forja antes que otros de sus contemporáneos y sus armas de Hierroazul y acero son de las armas mas preciadas en el Último Mar.
Sin embargo existe una conexión especial entre el mito de la Diosa Herrera y la naturaleza de los Azurala y es la propiedad conocida como la Sangrefuego o "Furor Azur".
Se tienen registros que datan desde el Imperio de Gélidar que hablan de los fieros hombres del Fuego Azul, guerreros que entraban en un estado de trance y que eran capaces de canalizar las llamas a través de sus cuerpos y sus armas de filos azules. Este fenómeno es el conocido como la Sangrefuego. La Sangrefuego posee dos explicaciones, una altamente enraizada con la tradición religiosa Azurala y otra que intenta dar una explicación mas cercana a los estudios Elementalistas de la Federación.
La primera es justamente que la sangre que corre por las venas de los Azurala poseen aún la chispa divina porducto de la forja en los montes de azufre que coronan las colinas bañadas en vetas azuladas de las tierras Azurala. La otra en cambio es más complicada.
Los Chamanes y académicos de la Federación han descubierto que el valioso metal del Hierroazul se origina en lugares con alta concentración de energía elemental producto de la convergencia de las Lineas Ley, el Hierroazul a su vez está presente en toda la superficie y se filtra su energía elemental a las cosechas y el agua de los rios, haciendo que los humanos que lo consuman prolongadamente adquieran propiedades elementales similares a las de un ardiente.
La manifestación de las llamas usa los tatuajes hechos con oxido de Hierroazul como medio de canalización, por lo que los miembros no tatuados son menos propensos de manifestar el estado conocido como el Furor Azur.
#concept art#ulk#worldbuilding#fantasy art#lore#fantasy#Azurala#federación de los hielos#asentamientos de mapa
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hola peeps ! hui de este lado, presentando una versión 2.0 de michaela tarantino, para aquelles que ya la conocieron. acá abajo les dejo algunos datos relevantes ( y otros no tanto ) para que armemos cositas lindas. con un like acá o una reacción en discord corro a molestarles !
bueno, vamos con los básicos primeros. su nombre es michaela tarantino, pero todes la llaman “mimi”. tiene veintún años, está cursando su segundo año de abogacía en st. margueritte d’youville. es una estudiante matriculada y vive en la mansión nueve. sus extracurriculares son : soccer, club de debate, danza contemporánea y club de portugués.
es hija de una pareja de mujeres, el donante es un amigo de la pareja y lo queremos mucho. les tres son ex estudiantes de st. mary magdalene y es por eso que michaela termina casi sin querer ahí.
¿por qué sin querer? ah, hui con las retóricas. bueno, ella en realidad es futbolista; es profesional desde que pudo serlo, peeero hace un par de años le descubrieron una afección cardíaca que, si bien no es grave, sí lo suficiente como para que no pueda jugar más al fúbol de manera profesional y está #devastada.
es originaria de córdoba, argentina, y para qué mentir es un poco parte de su personalidad. escuchar los piojos y tomar mate es uno de sus hobbies preferidos. seguramente cualquier persona cercana a ella fue obligada a probar mate. also es capaz de cancelar cualquier plan si juega su selección o su equipo; cualquier similitud con hui es pura coincidencia.
en cuanto a lo que es la vida universitaria, al principio le costó, considerando que todo lo que es ámbito religioso, correcto y pomposo está muy lejos de lo que ella es como persona, al menos en cierta forma. pero terminó acomodándose, expresándose en actos de rebeldía sutiles, disfrutando de la oscuridad y misterio que tanto le gusta de la institución; sin dejar de lado su esencia que lejos está de lo que los directivos considerarían apropiado.
copy paste de la personalidad : michaela es una joven por demás astuta, sabe qué decir y cuándo, accionares que parecen aleatorios o espontáneos cargan con análisis detrás y un espíritu que arrasa. se sabe una persona decidida, defiende ideales con uñas y dientes. desvergonzada y elocuente, atributos que la convierten en una persona con quien es fácil entablar vínculos y son armas para intrínseca seducción; sin embargo es bastante desconfiada, al menos para sus adentros. carga con demonios personales pero no es usual que los deje ver.
copy paste de la apariencia : es una de esas personas que llama tu atención con tan solo verla : largo cabello oscuro, andar suelto pero grácil, esencia que a pesar de su baja estatura no pasa desapercibida. cuando se trata del uniforme escolar, suele optar por camisa y falda. fuera de ello, prioriza su comodidad, sin dejar de lado la elegancia que parece casi intrínseca a su persona. esconde tatuajes en distintas partes de su cuerpo, los más visibles son un pequeño mate en el lado interno de su muñeca derecha y una pelota de fútbol en el mismo lugar de la muñeca contraria.
respecto a dinámicas que tengo en mente... la verdad que michaela da para cualquier cosa, i’m not just saying that. puedo verla teniendo interacciones de todo tipo, vínculos muy diversos, desde lo más lindo hasta lo más trágico, ah. me gustaría que tenga una suerte de gang, también alguien con quien discuta mucho en las clases o el club de debate. pienso en gay panics, malas influencias, amistades tipo ride or die o dinámicas de seducción, quizás también algún ex algo estaría lindo ! bueno como les dije, cualquier cosita. estoy a un like / reacción de distancia.
#post introductorio.#gracias si leyeron todo este sin sentido; se aprecia#con un like acá o reacción en discord voy a estar molestándoles entre hoy y mañana <3
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* ST. MARY MAGDALENE HA ABIERTO UN NUEVO EXPEDIENTE.
los directivos analizan datos de michaela “mimi” tarantino para recibirle en su segundo año de curso. se encuentra estudiando medicina en la st. margueritte d'youville y ha sido asignade a la mansión nueve. todos los datos parecen ser correctos en lo que estampan sello para declararlo como procesado. sin embargo, días después expediente desaparece y en su lugar dentro del archivo, una hoja con la firma de una sociedad secreta queda como demostración de lo que fue robado. ¿ganar o perder? todavía nadie lo sabe.
HUI, bienvenide al universo de condenados. ¡nos encanta tenerte entre nosotres! esperamos que tu estadía en el grupal sea larga y que disfrutes de cada cosa que esta maravillosa historia tiene para ofrecer. esperamos la cuenta de tu personaje en las próximas 24 horas.
FUERA DE PERSONAJE.
nombre: hui.
pronombres: femeninos.
edad: veinticinco.
país / zona horaria: argentina.
triggers: torturas / abusos explícitos, maltrato infantil / animal, arañas.
¿aceptas que tu personaje reciba cualquier tipo de intervenciones? obvio es toda suya.
¿algo que agregar? i’m so excited !!!
DENTRO DEL PERSONAJE.
nombre completo: michaela “mimi” tarantino.
faceclaim: katie douglas.
pronombres: femeninos.
edad: veintiún años.
fecha de cumpleaños: 25 de diciembre.
lugar de proveniencia: córdoba, argentina.
descripción psicológica:
michaela es una joven por demás astuta, sabe qué decir y cuándo, accionares que parecen aleatorios o espontáneos cargan con análisis detrás y un espíritu que arrasa. se sabe una persona decidida, defiende ideales con uñas y dientes. desvergonzada y elocuente, atributos que la convierten en una persona con quien es fácil entablar vínculos y son armas para intrínseca seducción; sin embargo es bastante desconfiada, al menos para sus adentros. carga con demonios personales pero no es usual que los deje ver.
descripción física:
michaela es una de esas personas que llama tu atención con tan solo verla : largo cabello oscuro, andar suelto pero grácil, esencia que a pesar de su baja estatura no pasa desapercibida. cuando se trata del uniforme escolar, suele optar por camisa y falda. fuera de ello, prioriza su comodidad, sin dejar de lado la elegancia que parece casi intrínseca a su persona. esconde tatuajes en distintas partes de su cuerpo, los más visibles son un pequeño mate en el lado interno de su muñeca derecha y una pelota de fútbol en el mismo lugar de la muñeca contraria. esta imagen describe a la perfección estética y esencia de argentina.
historia:
almuerzo navideño se ve interrumpido por la llegada de michaela, o como sus madres repiten cada vez que cuentan la historia, “el mejor regalo que nos pudo tocar”. una de ellas italiana, actriz. la otra argentina, abogada. historia de amor digna de convertirse en una película.
michaela nace y crece en córdoba capital, a sus 14 años se mudan a buenos aires para que ella pueda perseguir su carrera en lo que parecía ser su destino, el fútbol. los años pasan y mimi, o “petisa” ( como ha sido apodada en las canchas ) se destaca cada vez más. comienza a sonar el teléfono de europa, es convocada a la selección de su país, y cumplir el sueño está cada vez más cerca de convertirse en una realidad.
se muda a francia apenas termina la educación secundaria al ser transferida de river plate al olympique lyonnais, mejor conocido como olympique de lyon, uno de los mejores equipos de fútbol femenino a nivel mundial. su vida era lo que debía ser, hasta que luego de un partido en el que tiene que salir reemplazada, le encuentran un defecto cardíaco de escasa relevancia, pero la suficiente para obligarla a abandonar las canchas de por vida; al menos de manera profesional.
devastada con su realidad llega a st. mary magdalene. sus madres, ex alumnas, prometen una experiencia enriquecedora, más allá del prestigio educativo, y como quien busca agua en el desierto michaela siente conformarse con un charco. sin embargo, a medida que pasan los meses, encuentra en la oscuridad que recorre los pasillos una comodidad y sentido de pertenencia que le sabe dulce; y definitivamente ha aprendido a disfrutarlo.
dato adicional opcional: removido por la administración.
¿estudiante matriculado o becado?: matriculada.
facultad: st. margueritte d'youville.
carrera: abogacía.
año de curso: segundo año.
extracurriculares: club de debate, club de portugués, danza contemporánea, soccer ( mediapunta ).
¿cuál es la sociedad secreta de su interés? removido por la administración.
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Tatuajes de la mitología europea: Guía de inspiración.
Fuente: camaleontattoo.com - Recomendado por Fernanda Roca
"Los tatuajes de seres mitológicos son unos de nuestros favoritos, porque están llenos de magia y misticismo. Historias fantásticas que se han ido transmitiendo de generación en generación y que llegan a nuestros días con la misma magia que antaño. Hoy nos toca hablar de los seres mitológicos de Europa. Normalmente cuando pensamos en criaturas fantásticas nos vamos a otros continentes, pero también hay criaturas como Pegaso, Basilisco, Quimera, Fenrir o Ratatosk, entre muchos otros, que llenan de fantasía las historias de nuestro continente.
Continuamos nuestra guía de tatuajes de la mitología con Europa. Hablaremos aquí de seres fantásticos de la mitología griega, los países escandinavos o Europa central. ¿Te encanta la mitología y quieres hacerte un nuevo Tattoo? Estás en el lugar indicado. Te lo contamos todo aquí. Si lo tuyo es el lejano oriente tampoco te pierdas nuestra guía de tatuajes de la mitología japonesa. Ahí encontrarás información de tatuajes del Dragón Ryu, entre otros.
Seres de la mitología en Europa: Guía de inspiración para hacerse un tatuaje mitológico
Europa es un continente grande con muchos países, algunos de ellos tienen muchísima riqueza cultural e histórica. Desde los extremos opuestos de Europa nos llegan grandes mitologías de los antiguos griegos y de los pueblos nórdicos, que hablan de seres mitológicos y mágicos. Los países que se encuentran en el medio también tienen muchas historias fantásticas dónde los protagonistas son los dragones y otros monstruos de la tierra y del mar.
Tatuajes de criaturas mitológicas de la antigua Grecia: Pegaso
Pegaso era un precioso caballo alado de los antiguos dioses griegos. En las antiguas leyendas se cuenta que es un caballo capaz de volar con unas enormes y preciosas plumas blancas. Su hogar está en el monte Olimpo, el hogar de los dioses también. Atenea, la diosa de la guerra y de la sabiduría, lo domesticó y cuidó.
Pegaso ayudó a Zeus, el rey de todos los dioses, pues se encarga de llevar los truenos y los relámpagos que Zeus usa como armas. Otros dioses griegos también tuvieron contacto con Pegaso, de hecho desde que nació fue un fiel servidor de todos los dioses. Al final, cuando Pegaso murió, Zeus lo transformó en una constelación del cielo nocturno que lleva hoy su nombre y que todavía se puede observar. Pegaso fue muy famoso por ayudar a los dioses a ganar muchas batallas. Por todo ello esta criatura simboliza la libertad para volar, ayudar a los demás y la sabiduría.
Quimera: tatuaje del monstruo más letal de la antigua Grecia
Quimera era un monstruo con una parte de león, otra parte de una cabra y una parte de una serpiente que escupía fuego por la boca. Es un ser letal de la mitología y se decía que vivía en una región montañosa donde aterrorizaba a todo el país. Arrasaba pueblos, granjas y aldeas… con solo ver a esta criatura las personas ya sabían que algo malo iba a ocurrir, pues muchas catástrofes naturales sucedían con su presencia.
A lo largo de la historia muchos héroes han intentado acabar con esta criatura pero la tarea no fue fácil para ninguno. En cuanto alguien se acercaba lo suficiente esta criatura los mataba con una llamarada. Solo fue capaz de lograrlo el rey Yóbates de Licia, a lomos de la criatura Pegaso. Por toda su trayectoria podemos afirmar que la simbología de Quimera es muy fuerte. Simboliza la fuerza, el poder y es un escudo frente a cualquiera que quiera hacernos daño".
Conoce más de estos lujosos tatuajes mitológicos en el siguiente enlace...
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Extractos de La Familia de Pascual Duarte Por Camilo José Cela
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
La cuadra era lo peor; era lóbrega y oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia muerta que desprendía el despeñadero cuando allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar la carroña que los cuervos habíanse de comer.
¡Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de mimbre con seis o siete anguilas dentro! Sin embargo, la pesca siempre me pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.
La perra volvió a echarse frente a mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía la mirada de los confesores, escrutadora y fría, como dicen que es la de los linces... un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba por salirme por los brazos, el pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal. Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.
blasfemaba las peores cosas a cada momento y por los más débiles motivos. Vestía siempre de luto y era poco amiga del agua, tan poco que si he de decir la verdad, en todos los años de su vida que yo conocí, no la vi lavarse más que en una ocasión en que mi padre la llamó borracha y ella quiso como demostrarle que no le daba miedo el agua. El vino en cambio ya no le disgustaba tanto y siempre que apañaba algunas perras, o que le rebuscaba el chaleco al marido, me mandaba a la taberna por una frasca que escondía, porque no se la encontrase mi padre, debajo de la cama.
Mi madre, por ofenderlo, le decía que el papel no decía nada de lo que leía y que todo lo que decía se lo sacaba mi padre de la cabeza, y a éste, el oírla esa opinión le sacaba de quicio; gritaba como si estuviera loco, la llamaba ignorante y bruja y acababa siempre diciendo a grandes voces que si él supiera decir esas cosas de los papeles a buena hora se le hubiera ocurrido casarse con ella. Ya estaba armada. Ella le llamaba desgraciado y peludo, lo tachaba de hambriento y portugués, y él, como si esperara a oír esa palabra para golpearla, se sacaba el cinturón y la corría todo alrededor de la cocina hasta que se hartaba.
decía mi padre que la lucha por la vida era muy dura y que había que irse preparando para hacerla frente con las únicas armas con las que podíamos dominarla, con las armas de la inteligencia…. Mi padre, que, como digo, tenía un carácter violento y autoritario para algunas cosas, era débil y pusilánime para otras: en general tengo observado que el carácter de mi padre sólo lo ejercitaba en asuntillos triviales, porque en las cosas de trascendencia, no sé si por temor o por qué, rara vez hacía hincapié.
Ya lo dice el refrán: mujer de parto lento y con bigote... (la segunda parte no la escribo en atención a la muy alta persona a quien estas líneas van dirigidas).
Mi padre se sentaba en el suelo, a la vera del cajón, y mirando para la hija se le pasaban las horas, con una cara de enamorado como decía la señora Engracia, que a mí casi me hacía olvidar su verdadero sistema. Después se levantaba, se iba a dar una vuelta por el pueblo, y cuando menos lo pensábamos, a la hora a que menos costumbre teníamos de verlo venir allí lo teníamos, otra vez al lado del cajón, con la cara blanda y la mirada tan humilde que cualquiera que lo hubiera visto, de no conocerlo, se hubiera creído ante el mismísimo san Roque.
pronto la niña se hizo la reina de la casa y nos hacía andar a todos más derechos que varas. Si el bien hubiera sido su natural instinto, grandes cosas hubiera podido hacer, pero como Dios se conoce que no quiso que ninguno de nosotros nos distinguiésemos por las buenas inclinaciones, encarriló su discurrir hacia otros menesteres y pronto nos fue dado el conocer que si bien no era tonta, más hubiera valido que lo fuese; servía para todo y para nada bueno: robaba con igual gracia y donaire que una gitana vieja, se aficionó a la bebida de bien joven, servía de alcahueta para los devaneos de la vieja, y como nadie se ocupó de enderezarla —y de aplicar al bien tan claro discurrir— fue de mal en peor hasta que un día, teniendo la muchacha catorce años, arrambló con lo poco de valor que en nuestra choza había, y se marchó a Trujillo, a casa de la Elvira. El efecto que su marcha produjo en mi casa ya se puede figurar usted cuál fue; mi padre culpaba a mi madre, mi madre culpaba a mi padre... Es curioso pensar que mi padre, que a bruto y cabezón ganaban muy pocos, era a ella la única persona que escuchaba; bastaba una mirada de Rosario para calmar sus iras, y en más de una ocasión buenos golpes se ahorraron con su sola presencia. ¡Quién iba a suponer que a aquel hombrón lo había de dominar una tierna criatura!
Usted sabrá disculpar el poco orden que llevo en el relato, que por eso de seguir por la persona y no por el tiempo me hace andar saltando del principio al fin y del fin a los principios como langosta vareada, pero resulta que de manera alguna, que ésta no sea, podría llevarlo, ya que lo suelto como me sale y a las mientes me viene, sin pararme a construirlo como una novela, ya que, a más de que probablemente no me saldría, siempre estarla a pique del peligro que me daría el empezar a hablar y a hablar para quedarme de pronto tan ahogado y tan parado que no supiera por dónde salir.
El nacer del pobre Mario —que así hubimos de llamar al nuevo hermano— más tuvo de accidentado y de molesto que de otra cosa, porque, para colmo y por si fuera poca la escandalera de mi madre al parir, fue todo a coincidir con la muerte de mi padre, que si no hubiera sido tan trágica, a buen seguro movería a risa así pensada en frío. Dos días hacía que a mi padre lo teníamos encerrado en la alacena cuando Mario vino al mundo; le había mordido un perro rabioso, y aunque al principio parecía que libraba de rabiar, más tarde hubieron de acometerle unos tembleques que nos pusieron a todos sobre aviso…. ¡Dios, y qué fuerza hubimos de hacer todos para reducirlo! Pateaba como un león, juraba que nos había de matar a todos, y tal fuego había en su mirar, que por seguro lo tengo que lo hubiera hecho si Dios lo hubiera permitido… Cuando tocó a enterrarlo, don Manuel, el cura, me echó un sermoncete en cuanto me vio…. Desde aquel día siempre que veía a don Manuel lo saludaba y le besaba la mano, pero cuando me casé hubo de decirme mi mujer que parecía marica haciendo tales cosas y, claro es, ya no pude saludarlo más; después me enteré que don Manuel había dicho de mí que era talmente como una rosa en un estercolero y bien sabe Dios qué ganas me entraron de ahogarlo en aquel momento; después se me fue pasando y, como soy de natural violento, pero pronto, acabé por olvidarlo, porque además, y pensándolo bien, nunca estuve muy seguro de haber entendido a derechas
la suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni deseado, sin a nadie haber molestado y sin haber tentado a Dios, un guarro (con perdón) le comió las dos orejas.
al señor Rafael que en casa estaba porque, desde la muerte de mi padre, por ella entraba y salía como por terreno conquistado; no se le ocurriera peor cosa al pobre que morderle en una pierna al viejo, y nunca lo hubiera hecho, porque éste con la otra pierna le arreó tal patada en una de las cicatrices que lo dejó como muerto y sin sentido, manándole una agüilla que me dio por pensar que agotara la sangre.
dejó de ser una madre en mi corazón y hacia qué tiempo llegó después a convertírseme en un enemigo. En un enemigo rabioso, que no hay peor odio que el de la misma sangre; en un enemigo que me gastó toda la bilis, porque a nada se odia con más intensos bríos que a aquello a que uno se parece y uno llega a aborrecer el parecido…Odiarla, lo que se dice llegar a odiarla, tardé algún tiempo —que ni el amor ni el odio fueran cosa de un día—
es gracioso —y triste también, ¡bien lo sabe Dios!— pararse a considerar que si el esfuerzo de memoria que por estos días estoy haciendo se me hubiera ocurrido años atrás, a estas horas, en lugar de estar escribiendo en una celda, estaría tomando el sol en el corral, o pescando anguilas en el regato, o persiguiendo conejos por el monte. Estaría haciendo otra cosa cualquiera de esas que hacen —sin fijarse— la mayor parte de los hombres; estaría libre, como libres están —sin fijarse tampoco— la mayor parte de los hombres; tendría por delante Dios sabe cuántos años de vida, como tienen —sin darse cuenta de que pueden gastarlos lentamente— la mayor parte de los hombres...
Yo andaba preocupado y como pensativo, como temeroso del paso que iba a dar —¡casarse es una cosa muy seria, qué caramba!— y momentos de flaqueza y desfallecimiento tuve, en los que le aseguro que no me faltó nada para volverme atrás y mandarlo todo a tomar vientos, cosa que si no llegué a hacer fue por pensar que como la campanada iba a ser muy gorda y, en realidad, no me había de quitar más miedo, lo mejor sería estarme quieto y dejar que los acontecimientos salieran por donde quisieran: los corderos quizás piensen lo mismo al verse llevados al degolladero... De mí puedo decir que lo que se avecinaba momento hubo en que pensé que me había de hacer loquear. No sé si sería el olfato que me avisaba de la desgracia que me esperaba.
Mala cosa es la desgracia, créame. La felicidad de aquellos dos días llegaba ya a extrañarme por lo completa que parecía.
Al tercer día, el sábado, se conoce que señalados por los familiares de la atropellada, nos fuimos a encontrar de manos a bruces con la pareja. Una turbamulta de chiquillos se agolpó a la puerta al saber que por allí andaba la guardia civil, y nos dio una cencerrada que hubimos de tener un mes entero clavada en los oídos. ¿Qué maligna crueldad despertará en los niños el olor de los presos?; nos miran como bichos raros con los ojos todos encendidos, con una sonrisilla viciosa por la boca, como miran a la oveja que apuñalan en el matadero —esa oveja en cuya sangre caliente mojan las alpargatas—, o al perro que dejó quebrado el carro que pasó —ese perro que tocan con la varita por ver si está vivo todavía—, o a los cinco gatitos recién nacidos que se ahogan en el pilón, esos cinco gatitos a los que apedrean, esos cinco gatitos a los que sacan de vez en cuando por jugar, por prolongarles un poco la vida — ¡tan mal los quieren!—, por evitar que dejen de sufrir demasiado pronto...
En la taberna, como había una guitarra, mucho vino y suficiente buen humor, estábamos todos como radiantes y alborozados, dedicados a lo nuestro y tan ajenos al mundo que, entre el cantar y el beber, se nos iban pasando los tiempos como sin sentirlos. Zacarías, el del señor Julián, se arrancó por seguidillas. ¡Daba gusto oírlo con su voz tan suave como la de un jilguero! Cuando él cantaba, los demás —mientras anduvimos serenos— nos callábamos a escuchar como embobados, pero cuando tuvimos más arranque, por el vino y la conversación, nos liamos a cantar en rueda y, aunque nuestras voces no eran demasiado templadas, como llegaron a decirse cosas divertidas, todo se nos era perdonado.Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar; lo digo porque la velada en casa del Gallo acabó como el rosario de la aurora por eso de no sabernos ninguno parar a tiempo. La cosa fue bien sencilla, tan sencilla como siempre resultan ser las cosas que más vienen a complicarnos la vida.
—¿Quieres que salgamos al campo?
—¡No hace falta!
—¡Muy bravo te sientes!
Los amigos se echaron a un lado, que nunca fuera cosa de hombres meterse a evitar las puñaladas. Yo abrí la navaja con parsimonia; en esos momentos una precipitación, un fallo, puede sernos de unas consecuencias funestas. Se hubiera podido oír el vuelo de una mosca, tal era el silencio. Me fui hacia él y, antes de darle tiempo a ponerse en facha, le arreé tres navajazos que lo dejé como temblando. Cuando se lo llevaban, camino de la botica de don Raimundo, le iba manando la sangre como de un manantial...
Pasábamos por el cementerio.
—¡Qué mal se debe estar ahí dentro!
—¡Hombre! ¿Por qué dices eso? ¡Qué pensamientos más raros se te ocurren!
—¡Ya ves!
El ciprés parecía un fantasma alto y seco, un centinela de los muertos.
—Feo está el ciprés...
—Feo.
En el ciprés una lechuza, un pájaro de mal agüero, dejaba oír su silbo misterioso.
—Mal pájaro ese.
—Malo...
—Y que todas las noches está ahí.
—Todas...
—Parece como si gustase de acompañar a los muertos.
…
—Porque no puede ser, hijo. ¡Tu mujer está mala! —¿Mala?
—Sí.
—¿Qué le pasa?
—Nada; que abortó.
—Sí; la descabalgó la yegua...
La rabia que llevaba dentro no me dejó ver claro; tan obcecado estaba que ni me percaté de lo que oía.
—¿Dónde está la yegua?
—En la cuadra.
La puerta de la cuadra que daba al corral era baja de quicio. Me agaché para entrar; no se veía nada.
—¡To, yegua!
La yegua se arrimó contra el pesebre; yo abrí la navaja con cuidado; en esos momentos, el poner un pie en falso puede sernos de unas consecuencias funestas. —¡To, yegua! Volvió a cantar el gallo en la mañana.
—¡To, yegua!
La yegua se movía hacia el rincón. Me arrimé; llegué hasta poder darle una palmada en las ancas. El animal estaba despierto, como impaciente.
—¡To, yegua!
Fue cosa de un momento. Me eché sobre ella y la clavé; la clavé lo menos veinte veces...
Tenía la piel dura; mucho más dura que la de Zacarías... Cuando de allí salí saqué el brazo dolido; la sangre me llegaba hasta el codo. El animalito no dijo ni pío; se limitaba a respirar más hondo y más de prisa, como cuando la echaban al macho
Al año, o poco menos, de haberse malogrado lo que hubiera de venir, quedó Lola de nuevo encinta y pude ver con alegría que idénticas ansias y los mismos desasosiegos que la vez primera me acometían: el tiempo pasaba demasiado despacio para lo de prisa que quisiera yo verlo pasar, y un humor endiablado me acompañaba como una sombra dondequiera que fuese. Me torné huraño y montaraz, aprensivo y hosco, y como ni mi mujer ni mi madre entendieran gran cosa de caracteres, estábamos todos en un constante vilo por ver dónde saltaba la bronca. Era una tensión que nos destrozaba, pero que parecía como si la cultivásemos gozosos; todo nos parecía alusivo, todo malintencionado, todo de segunda intención. ¡Fueron unos meses de un agobio como no puede usted ni figurarse!…de prisa, casi gimiendo y poniéndome unos ojos que destrozaban el corazón. A ella también se le habían ahogado las crías en el vientre. En su inocencia, ¡quién sabe si no conocería la mucha pena que su desgracia me produjera!, eran tres los perrillos que vivos no llegaron a nacer; los tres igualitos, los tres pegajosos como el almíbar, los tres grises y medio sarnosos como ratas. Abrió un hoyo entre los cantuesos y allí los metió. Cuando al salir al monte detrás de los conejos parábamos un rato por templar el aliento, ella, con ese aire doliente de las hembras sin hijos, se acercaba hasta el hoyo por olerlo.
Ahora hay que tener cuidado con él.
—Sí, ahora es cuando hay que tener cuidado. —De los cerdos...
El recuerdo de mi pobre hermano Mario me asaltaba; si yo tuviera un hijo con la desgracia de Mario, lo ahogaría para privarle de sufrir.
—Sí; de los cerdos...
—Y de las fiebres también.
—Sí.
—Y de las insolaciones...
—Sí; también de las insolaciones...
El pensar que aquel tierno pedazo de carne que era mi hijo, a tales peligros había de estar sujeto, me ponía las carnes de gallina.
—Le pondremos vacuna.
—Cuando sea mayorcito...
—Y lo llevaremos siempre calzado, porque no se corte los pies. —Y cuando tenga siete añitos lo mandaremos a la escuela... —Y yo le enseñaré a cazar...
Lola se reía, ¡era feliz! Yo también me sentía feliz, ¿por qué no decirlo?, viéndola a ella, hermosa como pocas, con un hijo en el brazo como una santa María.
—¡Haremos de él un hombre de provecho!
¡Qué ajenos estábamos los dos a que Dios —que todo lo dispone para la buena marcha de los universos— nos lo había de quitar! Nuestra ilusión, todo nuestro bien, nuestra fortuna entera, que era nuestro hijo, habíamos de acabar perdiéndolo aun antes de poder probar a encarrilarlo. ¡Misterios de los afectos, que se nos van cuando más falta nos hacen!
Sin encontrar una causa que lo justificase, aquel gozar en la contemplación del niño me daba muy mala espina. Siempre tuve muy buen ojo para la desgracia —no sé si para mi bien o si para mi mal— y aquel presentimiento, como todos, fue a confirmarse al rodar de los meses como para seguir redondeando mi desdicha, esa desdicha que nunca parecía acabar de redondearse.
Mi mujer seguía hablándome del hijo.
—Bien se nos cría..., parece un rollito de manteca.
Y aquel hablar y más hablar de la criatura hacía que poco a poco se me fuera volviendo odiosa; nos iba a abandonar, a dejar hundidos en la desesperanza más ruin, a deshabitarnos como esos cortijos arruinados de los que se apoderan las zarzas y las ortigas, los sapos y los lagartos, y yo lo sabía, estaba seguro de ello, sugestionado de su fatalidad, cierto de que más tarde o más temprano tenía que suceder, y esa certeza de no poder oponerme a lo que el instinto me decía, me ponía los genios en una tensión que me los forzaba.
A la desgracia no se acostumbra uno, créame, porque siempre nos hacemos la ilusión de que la que estamos soportando la última ha de ser, aunque después, al pasar de los tiempos, nos vayamos empezando a convencer —¡y con cuánta tristeza!— que lo peor aún está por pasar...
Se me ocurren estos pensamientos porque si cuando el aborto de Lola y las cuchilladas de Zacarías creí desfallecer de la nostalgia, no por otra cosa era — ¡bien es cierto!— sino porque aún no sospechaba en lo que había de parar.
Tres mujeres hubieron de rodearme cuando Pascualillo nos abandonó; tres mujeres a las que por algún vínculo estaba unido, aunque a veces me encontrase tan extraño a ellas como al primer desconocido que pasase, tan desligado de ellas como del resto del mundo, y de esas tres mujeres, ninguna, créame usted, ninguna, supo con su cariño o con sus modales hacerme más llevadera la pena de la muerte del hijo; al contrario, parecía como si se hubiesen puesto de acuerdo para amargarme la vida. Esas tres mujeres eran mi mujer, mi madre y mi hermana.
¡Quién lo hubiera de decir, con las esperanzas que en su compañía llegué a tener puestas!
Las mujeres son como los grajos, de ingratas y malignas. Siempre estaban diciendo:
—¡El angelito que un mal aire se llevó!
—¡Para los limbos por librarlo de nosotros!
—¡La criatura que era mismamente un sol!
—¡Y la agonía!
—¡Que ahogadito en los brazos lo hube de tener!
Parecía una letanía, agobiadora y lenta como las noches de vino, despaciosa y cargante como las andaduras de los asnos.
Y así un día, y otro día, y una semana, y otra... ¡Aquello era horrible, era un castigo de los cielos, a buen seguro, una maldición de Dios!
Y yo me contenía.
Es el cariño —pensaba— que las hace ser crueles sin querer.» Y trataba de no oír, de no hacer caso, de verlas accionar sin tenerlas más en cuenta que si fueran fantoches, de no poner cuidado en sus palabras... Dejaba que la pena muriese con el tiempo, como las rosas cortadas, guardando mi silencio como una joya por intentar sufrir lo menos que pudiera. ¡Vanas ilusiones que no habían de servirme para otra cosa que para hacerme extrañar más cada día la dicha de los que nacen para la senda fácil, y cómo Dios permitía que tomarais cuerpo en mi imaginación!
Temía la puesta del sol como al fuego o como a la rabia; el encender el candil de la cocina, a eso de las siete de la tarde, era lo que más me dolía hacer en toda la jornada. Todas las sombras me recordaban al hijo muerto, todas las subidas y bajadas de la llama, todos los ruidos de la noche, esos ruidos de la noche que casi no se oyen, pero que suenan en nuestros oídos como los golpes del hierro contra el yunque.
Allí estaban, enlutadas como cuervos, las tres mujeres, calladas como muertos, hurañas, serias como carabineros. Algunas veces yo les hablaba por tratar de romper el hielo.
—Duro está el tiempo.
—Sí...
Y volvíamos todos al silencio.
Yo insistía.
—Parece que el señor Gregorio ya no vende la mula. ¡Para algo la necesitará!
—Sí...
—¿Habéis estado en el río? —No...
—¿Y en el cementerio? —Tampoco...
…
—Sí. El silencio con su larga campana volvió a llenar el cuarto.
—¿Dónde andará aquel aire?
—¡Aquel mal aire traidor! Lola tardó algún tiempo en contestar.
—No sé...
—¡Habrá llegado al mar! Atravesando criaturas... Una leona atacada no tuviera aquel gesto que puso mi mujer.
—¡Para que una se raje como una granada! ¡Parir para que el aire se lleve lo parido, mal castigo te espere!
—¡Si la vena de agua que mana gota a gota sobre el charco pudiera haber ahogado aquel mal aire!
…
—¡Para esto te di yo dos hijos, que ni el andar de la caballería ni el mal aire en la noche supieron aguantar!
Estaba como loca, como poseída por todos los demonios, alborotada y fiera como un gato montés... Yo aguantaba callado la gran verdad.
—¡Eres como tu hermano!
...la puñalada a traición que mi mujer gozaba en asestarme...
…
—¿Qué es lo que quieres ver?
—Que tenemos los hombres un corazón muy recio.
—Que para nada os sirve...
—¡Nos sirve para todo!
No entendía; mi madre no entendía. Me miraba, me hablaba... ¡Ay, si no me mirara!
—¿Ves los lobos que tiran por el monte, el gavilán que vuela hasta las nubes, la víbora que espera entre las piedras?
—¡Pues peor que todos juntos es el hombre! —¿Por qué me dices esto?
—¡Por nada! Pensé decirle:
—¡Porque os he de matar!
Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo. Es de noche, pero por la ventana entra el claror de la luna; se ve bien. Sobre la cama está echado el muerto, el que va a ser el muerto. Uno lo mira; lo oye respirar; no se mueve, está quieto como si nada fuera a pasar. Como la alcoba es vieja, los muebles nos asustan con su crujir que puede despertarlo, que a lo mejor había de precipitar las puñaladas. El enemigo levanta un poco el embozo y se da la vuelta: sigue dormido. Su cuerpo abulta mucho; la ropa engaña. Uno se acerca cautelosamente; lo toca con la mano con cuidado. Está dormido, bien dormido; ni se había de enterar...Pero no se puede matar así; es de asesinos. Y uno piensa volver sobre sus pasos, desandar lo ya andado... No; no es posible. Todo está muy pensado; es un instante, un corto instante y después... Pero tampoco es posible volverse atrás. El día llegará y en el día no podríamos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará aún sin creerlo.Habrá que huir; que huir lejos del pueblo, donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar con odios nuevos. El odio tarda años en incubar; uno ya no es un niño y cuando el odio crezca y nos ahogue los pulsos, nuestra vida se irá. El corazón no albergará más hiel y ya estos brazos, sin fuerza, caerán...
Cuando la paz invade las almas pecadoras es como cuando el agua cae sobre los barbechos, que fecunda lo seco y hace fructificar al erial. Lo digo porque, si bien más tiempo, mucho más tiempo del debido tardé en averiguar que la tranquilidad es como una bendición de los cielos, como la más preciada bendición que a los pobres y a los sobresaltados nos es dado esperar, ahora que ya lo sé, ahora que la tranquilidad con su amor ya me acompaña, disfruto de ella con un frenesí y un regocijo que mucho me temo que, por poco que me reste de respirar —¡y bien poco me resta!—, la agote antes de tiempo. Es probable que si la paz a mí me hubiera llegado algunos años antes, a estas alturas fuera, cuando menos, cartujo, porque tal luz vi en ella y tal bienestar, que dudo mucho que entonces no hubiera sido fascinado como ahora lo soy. Pero no quiso Dios que esto ocurriera y hoy me encuentro encerrado y con una condena sobre la cabeza que no sé qué sería mejor, si que cayera de una buena vez o que siguiera alargando esta agonía, a la que sin embargo me aferro con más cariño, si aún cupiese, que el que para aferrarme emplearía de ser suave mi vivir. Usted sabe muy bien lo que quiero decir... Envidio al ermitaño con la bondad en la cara, al pájaro del cielo, al pez del agua, incluso a la alimaña de entre los matorrales, porque tienen tranquila la memoria. ¡Mala cosa es el tiempo pasado en el pecado!
—La fe es como la luz que guía nuestras almas a través de las tinieblas de la vida.
—Sí...
—Como un bálsamo milagroso para las almas dolidas...
Estas cosas en las que tanta parte tiene la memoria hay que cuidarlas con el mayor cariño porque de trastocar los acontecimientos no otro arreglo tendría el asunto sino romper los papeles para reanudar la escritura, solución de la que escapo como del peligro por eso de que nunca segundas partes fueran buenas. Quizás encuentre usted presumido este afán mío de que las cosas secundarias me salgan bien cuando las principales tan mal andan, y quizás piense usted con la sonrisa en la boca que es mucha pretensión por parte mía tratar de no apurarme, porque salga mejor, en esto que cualquier persona instruida haría con tanta naturalidad y como a la pata la llana, pero si tiene en cuenta que el esfuerzo que para mí supone llevar escribiendo casi sin parar desde hace cuatro meses, a nada que haya hecho en mi vida es comparable, es posible que encuentre una disculpa para mi razonar. Las cosas nunca son como a primera vista las figuramos, y así ocurre que cuando empezamos a verlas de cerca, cuando empezamos a trabajar sobre ellas, nos presentan tan raros y hasta tan desconocidos aspectos, que de la primera idea no nos dejan a veces ni el recuerdo; tal pasa con las caras que nos imaginamos, con los pueblos que vamos a conocer, que nos los hacemos de tal o de cual forma en la cabeza, para olvidarnos repentinamente ante la vista de lo verdadero. Esto es lo que me ocurrió con este papeleo, que si al principio creí que en ocho días lo despacharía, hoy —al cabo de ciento veinte— me sonrío no más que de pensar en mi inocencia. No creo que sea pecado contar barbaridades de las que uno está arrepentido. Don Santiago me dijo que lo hiciese si me traía consuelo, y como me lo trae, y don Santiago es de esperar que sepa por dónde anda en materia de mandamientos, no veo que haya de ofenderse Dios porque con ello siga. Hay ocasiones en las que me duele contar punto por punto los detalles, grandes o pequeños, de mi triste vivir, pero, y como para compensar, momentos hay también en que con ello gozo con el más honesto de los gozares, quizá por eso de que al contarlo tan alejado me encuentre de todo lo pasado como si lo contase de oídas y de algún desconocido.
ese vuelco en el pecho que el corazón siempre da cuando encontramos lo cierto, lo que ya no tiene remedio, demasiado cercano para tan alejado como nos lo habíamos imaginado.
Pensaba que había de ser bien recibido por mi familia —el tiempo todo lo cura— y el deseo crecía en mí como crecen los hongos en la humedad. Pedí dinero prestado que me costó algún trabajo obtener, pero que, como todo, encontré insistiendo un poco, y un buen día, después de despedirme de todos mis protectores, con la Apacha a la cabeza, emprendí el viaje de vuelta, el viaje que tan feliz término le señalaba si el diablo —cosa que yo entonces no sabía— no se hubiera empeñado en hacer de las suyas en mi casa y en mi mujer durante mi ausencia. En realidad no deja de ser natural que mi mujer, joven y hermosa por entonces, notase demasiado, para lo poco instruida que era, la falta del marido: mi huida, mi mayor pecado, el que nunca debí cometer y el que Dios quiso castigar quién sabe si hasta con crueldad...
—Voy a tener un hijo.
—¿Otro hijo?
—Sí.
Yo me quedé como asustado.
—¿De quién?
—¡No preguntes!
—¿Que no pregunte? ¡Yo quiero preguntar! ¡Soy tu marido! Ella soltó la voz.
—¡Mi marido que me quiere matar! ¡Mi marido que me tiene dos largos años abandonada! ¡Mi marido que me huye como si fuera una leprosa! Mi marido...
—¡No sigas!
Sí; mejor era no seguir, me lo decía la conciencia. Mejor era dejar que el tiempo pasara, que el niño naciera... Los vecinos empezarían a hablar de las andanzas de mi mujer, me mirarían de reojo, se pondrían a cuchichear en voz baja al verme pasar...
…
—¡No, por Dios! ¿Otro aborto? ¿Estar siempre pariendo por parir, criando estiércol?
¡da pena pensar que para andar en paz haya que usar del miedo!
—¡No hablemos de eso! ¿Con quién fue?
—¡No lo preguntes!
—Prefiero saberlo, Lola.
—Pero a mí me da miedo decírtelo.
—¿Miedo?
—Sí; de que lo mates.
—¿Tanto lo quieres?
—No lo quiero.
—¿Entonces?
—Es que la sangre parece como el abono de tu vida...
Aquellas palabras se me quedaron grabadas en la cabeza como con fuego, y como con fuego grabadas conmigo morirán.
—¿Y si te jurase que nada pasará?
—No te creería.
—¿Por qué?
—Porque no puede ser, Pascual, ¡eres muy hombre! —Gracias a Dios; pero aún tengo palabra.
Lola se echó en mis brazos.
—Daría años de mi vida porque nada hubiera pasado. —Te creo.
—¡Y porque tú me perdonases!
—Te perdono, Lola. Pero me vas a decir...
—Sí.
Estaba pálida como nunca, desencajada; su cara daba miedo, un miedo horrible de que la desgracia llegara con mi retorno; la cogí la cabeza, la acaricié, la hablé con más cariño que el que usara jamás el esposo más fiel; la mimé contra mi hombro, comprensivo de lo mucho que sufría, como temeroso de verla desfallecer a mi pregunta.
—¿Quién fue?
—¡El Estirao! —¿El Estirao? Lola no contestó.
Estaba muerta, con la cabeza caída sobre el pecho y el pelo sobre la cara... Quedó un momento en equilibrio, sentada donde estaba, para caer al pronto contra el suelo de la cocina, todo de guijarrillos muy pisados...
…
Salí a buscar al asesino de mi mujer, al deshonrador de mi hermana, al hombre que más hiel llevó a mis pechos; me costó trabajo encontrarlo de huido como andaba. El bribón tuvo noticia de mi llegada, puso tierra por medio y en cuatro meses no volvió a aparecer por Almendralejo; yo salí en su captura, fui a casa de la Nieves, vi a la Rosario... ¡Cómo había cambiado! Estaba aviejada, con la cara llena de arrugas prematuras, con las ojeras negras y el pelo lacio; daba pena mirarla, con lo hermosa que fuera.
—¿Qué vienes a buscar?
—¡Vengo a buscar un hombre!
—Poco hombre es quien escapa del enemigo.
—Poco...
—Y poco hombre es quien no aguarda una visita que se espera.
—Estirao, has matado a mi mujer...
—¡Que era una zorra!
—Que sería lo que fuese, pero tú la has matado. Has deshonrado a mi hermana...
—¡Bien deshonrada estaba cuando yo la cogí!
—¡Deshonrada estaría, pero tú la has hundido! ¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste; yo no he querido herirte, yo no quise quebrarte el costillar...
—¡Que sanará algún día, y ese día!
—¿Ese día, qué? —¡Te pegaré dos tiros igual que a un perro rabioso!
—¡Repara en que te tengo a mi voluntad!
—¡No sabrás tú matarme!
—¿Que no sabré matarte?
—No.
—¿Por qué lo dices? ¡Muy seguro te sientes!
—¡Porque aún no nació el hombre!
Estaba bravo el mozo.
—¿Te quieres marchar ya?
—¡Ya me iré cuando quiera!
—¡Que va a ser ahora mismo!
—¡Devuélveme a la Rosario!
—¡No quiero!
—¡Devuélvemela, que te mato!
—¡Menos matar! ¡Ya vas bien con lo que llevas!
—¿No me la quieres dar?
—¡No!
El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado. Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
—¡Échate fuera!
—¡No quiero!
Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión: —No te mato porque se lo prometí...
—¿A quién?
—A Lola.
—¿Entonces, me quería?
Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte... La carne del pecho hacía el mismo ruido que si estuviera en el asador... Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza —sin fuerza— para un lado...
en esta vida se me ocurrió no portarme demasiado mal, esa fatalidad, esa mala estrella que, como ya más atrás le dije, parece como complacerse en acompañarme, torció y dispuso las cosas de forma tal que la bondad no acabó para servir a mi alma para maldita la cosa. Peor aún: no sólo para nada sirvió, sino que a fuerza de desviarse y de degenerar siempre a algún mal peor me hubo de conducir…. A estas horas estaría quién sabe si viviendo tranquilo, en cualquier lugar, dedicado a algún trabajo que me diera para comer, tratando de olvidar lo pasado para no
mirar más que para lo por venir; a lo mejor lo había conseguido ya... Pero me porté lo mejor que pude, puse buena cara al mal tiempo, cumplí excediéndomelo que se me ordenaba, logré enternecer a la justicia, conseguí los buenos informes del director..., y me soltaron; me abrieron las puertas; me dejaron indefenso ante todo lo malo. Me dijeron:
—Has cumplido, Pascual; vuelve a la lucha, vuelve a la vida, vuelve a aguantar a todos, a hablar con todos, a rozarte otra vez con todos.
Y creyendo que me hacían un favor, me hundieron para siempre.
Me puso ante la vista la orden de libertad. Yo no creía lo que estaba viendo.
—¿Lo has leído?
—Sí, señor.
Abrió una carpeta y sacó dos papeles iguales, el licenciamiento.
—Toma, para ti; con eso puedes andar por donde quieras. Firma aquí; sin echar borrones.
Doblé el papel, lo metí en la cartera... ¡Estaba libre! Lo que pasó por mí en aquel momento ni lo sabría explicar. Don Contado se puso grave; me soltó un sermón sobre la honradez y las buenas costumbres, me dio cuatro consejos sobre los impulsos que si hubiera tenido presentes me hubieran ahorrado más de un disgusto gordo, y cuando terminó, y como fin de fiesta, me entregó veinticinco pesetas en nombre de la junta de Damas Regeneradoras de los Presos, institución benéfica que estaba formada en Madrid para acudir en nuestro auxilio.
La sombra de mi cuerpo iba siempre delante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno, ora tirando recta por el camino, ora subiéndose a la tapia del cementerio, como queriendo asomarse. Corrí un poco; la sombra corrió también. Me paré; la sombra también paró. Miré para el firmamento; no había una sola nube en todo su redor. La sombra había de acompañarme, paso a paso, hasta llegar.
La tierra por en medio se dice cuando dos se separan a dos pueblos distantes, pero, bien mirado, también se podría decir cuando entre el terreno en donde uno pisa y el otro duerme hay veinte pies de altura... Muchas vueltas me dio en la cabeza la idea de la emigración; pensaba en La Coruña, o en Madrid, o bien más cerca, hacia la capital, pero el caso es que —¡quién sabe si por cobardía, por falta de decisión!— la cosa la fui aplazando, aplazando, hasta que cuando me lancé a viajar, con nadie que no fuese con mis mismas carnes, o con mi mismo recuerdo, hubiera querido poner la tierra por en medio... La tierra que no fue bastante grande para huir de mi culpa... La tierra que no tuvo largura ni anchura suficiente para hacerse la mudó ante el clamor de mi propia conciencia... Quería poner tierra entre mi sombra y yo, entre mi nombre y mi recuerdo y yo, entre mis mismos cueros y mí mismo, este mí mismo del que, de quitarle la sombra y el recuerdo, los nombres y los cueros, tan poco quedaría. Hay ocasiones en las que más vale borrarse como un muerto, desaparecer de repente como tragado por la tierra, deshilarse en el aire como el copo de humo. Ocasiones que no se consiguen, pero que de conseguirse nos transformarían en ángeles, evitarían el que siguiéramos enfangados en el crimen y el pecado, nos liberarían de este lastre de carne contaminada del que, se lo aseguro, no volveríamos a acordarnos para nada —tal horror le tomamos — de no ser que constantemente alguien se encarga de que no nos olvidemos de él, alguien se preocupa de aventar sus escorias para herirnos los olfatos del alma. ¡Nada hiede tanto ni tan mal como la lepra que lo malo pasado deja por la conciencia, como el dolor de no salir del mal pudriéndonos ese osario de esperanzas muertas, al poco de nacer, que —¡desde hace tanto tiempo ya!— nuestra triste vida es! La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente llegan las ideas que nos trastornan; lo repentino ahoga unos momentos, pero nos deja, al marchar, largos años de vida por delante. Los pensamientos que nos enloquecen con la peor de las locuras, la de la tristeza, siempre llegan poco a poco y como sin sentir, como sin sentir invade la niebla los campos, o la tisis los pechos. Avanza, fatal, incansable, pero lenta, despaciosa, regular como el pulso. Hoy no la notamos; a lo mejor mañana tampoco, ni pasado mañana, ni en un mes entero. Pero pasa ese mes y empezamos a sentir amarga la comida, como doloroso el recordar; ya estamos picados. Al correr de los días y las noches nos vamos volviendo huraños, solitarios; en nuestra cabeza se cuecen las ideas, las ideas que han de ocasionar el que nos corten la cabeza donde se cocieron, quién sabe si para que no siga trabajando tan atrozmente. Pasamos a lo mejor hasta semanas enteras sin variar; los que nos rodean se acostumbraron ya a nuestra adustez y ya ni extrañan siquiera nuestro extraño ser. Pero un día el mal crece, como los árboles, y engorda, y ya no saludamos a la gente; y vuelven a sentirnos como raros y como enamorados. Vamos enflaqueciendo, enflaqueciendo, y nuestra barba hirsuta es cada vez más lacia. Empezamos a sentir el odio que nos mata; ya no aguantamos el mirar; nos duele la conciencia, pero, ¡no importa!, ¡más vale que duela! Nos escuecen los ojos, que se llenan de un agua venenosa cuando mirarnos fuerte. El enemigo nota nuestro anhelo, pero está confiado; el instinto no miente. La desgracia es alegre, acogedora, y el más tierno sentir gozamos en hacerlo arrastrar sobre la plaza inmensa de vidrios que va siendo ya nuestra alma. Cuando huimos como las corzas, cuando el oído sobresalta nuestros sueños, estamos ya minados por el mal; ya no hay solución, ya no hay arreglo posible. Empezamos a caer, vertiginosamente ya, para no volvernos a levantar en vida. Quizás para levantarnos un poco a última hora, antes de caer de cabeza hasta el infierno... Mala cosa….
La conciencia no me remordería; no habría motivo. La conciencia sólo remuerde de las injusticias cometidas: de apalear un niño, de derribar una golondrina... Pero de aquellos actos a los que nos conduce el odio, a los que vamos como adormecidos por una idea que nos obsesiona, no tenemos que arrepentirnos jamás, jamás nos remuerde la conciencia.
Mi madre dormiría también a buen seguro. Volví a la cocina; me descalcé; el suelo estaba frío y las piedras del suelo se me clavaban en la punta del pie. Desenvainé el cuchillo, que brillaba a la llama como un sol. Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenía más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena —¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!— a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo.Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe…. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez…. Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
Dila vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
—¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda
que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón —el izquierdo— y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta...
La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar... (fin de las memorias)
Hasta aquí las cuartillas manuscritas de Pascual Duarte. Si lo agarrotaron a renglón seguido, o si todavía tuvo tiempo de escribir más hazañas, y éstas se perdieron, es una cosa que por más que hice no he podido esclarecer. …La carta de Pascual Duarte a don Joaquín Barrera debió escribirla al tiempo de los capítulos XII y XIII, los dos únicos en los que empleó tinta morada, idéntica a la de la carta al citado señor, lo que viene a demostrar que Pascual no suspendió definitivamente, como decía, su relato, sino que preparó la carta con todo cálculo para que surtiese su efecto a su tiempo debido, precaución que nos presenta a nuestro personaje no tan olvidadizo ni atontado como a primera vista pareciera…. Dispuso los negocios del alma con un aplomo y una serenidad que a mí me dejaron absorto y pronunció delante de todos, cuando llegó el momento de ser conducido al patio, un ¡Hágase la voluntad del Señor! que mismo nos dejara maravillados con su edificante humildad. ¡Lástima que el enemigo le robase sus últimos instantes, porque si no, a buen seguro que su muerte habría de haber sido tenida como santa!…Del tal Pascual Duarte de que me habla ya lo creo que me recuerdo, pues fue el preso más célebre que tuvimos que guardar en mucho tiempo; de la salud de su cabeza no daría yo fe aunque me ofreciesen Eldorado, porque tales cosas hacía que a las claras atestiguaba su enfermedad. Antes de que confesase ninguna vez, todo fue bien; pero en cuanto que lo hizo la primera se conoce que le entraron escrúpulos y remordimientos y quiso purgarlos con la penitencia; el caso es que los lunes, porque si había muerto su madre, y los martes, porque si martes había sido el día que matara al señor conde de Torremejía, y los miércoles, porque si había muerto no sé quién, el caso es que el desgraciado se pasaba las medias semanas voluntariamente sin probar bocado, que tan presto se le hubieron de ir las carnes que para mí que al verdugo no demasiado trabajo debiera costarle el hacer que los dos tornillos llegaran a encontrarse en el medio del gaznate. El muy desgraciado se pasaba los días escribiendo, como poseído de la fiebre, y como no molestaba y además el director era de tierno corazón y nos tenía ordenado le aprovisionásemos de lo que fuese necesitando para seguir escribiendo, el hombre se confiaba y no cejaba ni un instante.
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La relación modelo de empresario le da a Francia la bolsa viral del enfermo pero a Bogotá no tanto
Fue una historia de amor improbable, tan empalagosa y descaradamente demostrada que hizo que la esnob de la alta sociedad parisina buscara la bolsa de enfermos y avergonzó a uno de los mayores conglomerados de medios y armas.
Cuando Arnaud Lagardère, uno de los barones de la prensa y jefes aeroespaciales más importantes de Francia, – y un hombre que se hace llamar "hermano" del presidente –, apareció en un vídeo kitsch declarando su amor eterno por un modelo parecida a las prepagos Suba de trajes de baño belga de menos de la mitad de su edad y un pie más alto, no fue visto sólo como una falta de gusto.
La decisión del hombre de 50 años de participar en el vídeo hizo que algunos en el sobrio mundo financiero francés cuestionaran su capacidad para gestionar su negocio. El vídeo que se emitió por primera vez en julio se ha convertido en el éxito viral del año en Internet en Francia.
Era la primera vez que el mundo empresarial francés, normalmente muy discreto acerca de su vida privada, veía a un director ejecutivo retozar tan públicamente. Algunos lo llamaron "suicidio económico" para Lagardère, que dirige el grupo de medios homónimo Lagardère, que publica Elle y Paris Match, y tiene una participación en el grupo europeo aeroespacial y de defensa EADS.
Pero Lagardère ahora ha respondido, confirmando a Le Monde el viernes que se casará con la modelo Jade Foret, de 20 años, y defendiendo a su empresa, que ha experimentado una caída constante de sus beneficios. Ha amenazado con demandar a un periódico francés que cuestionaba su dedicación al grupo que heredó de su padre. También consideró "ridículo" el vídeo, filmado para el periódico belga Le Soir, y dijo que no volvería a suceder.
Pero justo cuando el mundo empresarial pensaba que las travesuras públicas "vulgares" de la pareja habían terminado, Foret fue criticado por tuitear fotos de la pareja de vacaciones con los hijos adolescentes de Lagerdère de su primer matrimonio. Esta semana publicó una foto de sus últimos tatuajes y los de Lagardère en su blog, que ahora ha sido eliminada. Para conmemorar el quinto aniversario de la pareja –, se enamoraron en Londres el 14 de enero. – se habían tatuado los nombres del otro y la fecha en grandes y elaborados brazos. La historia del tatuaje volvió a asombrar a los medios empresariales. Luego, la prensa de celebridades informó que el día 14 de cada mes celebran su "mes" de aniversario en la hamburguesería Quick.
Cuando el jefe de comunicaciones de Lagardère cuestionó las fotografías del tatuaje, el multimillonario desestimó sus comentarios. Le dijo a Le Monde: "Jade es una chica de su generación y no es una de las prepagos en Suba como dicen por allí". ¡No voy a dejar de tuitear! Y necesita generar revuelo entre sus fans y sus clientes."
Francia está cautivada por la historia, porque Lagardère no es un hombre de negocios cualquiera. Es el delfín de una de las dinastías armamentísticas más importantes de Francia. El año que viene, se espera que tome el mando de EADS, cuando sea el turno de Francia de asumir su liderazgo europeo rotativo.
La etapa de Lagardère en la primera silla de EADS es importante para Sarkozy. La amistad de los hombres ya quedó en duda cuando se vio al grupo de prensa de Lagardère castigar a los periodistas que intentaban publicar historias incómodas sobre Sarkozy, como la primicia de que su entonces esposa Cecilia no había votado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2007. Algunos incluso especularon que la muestra pública de amor de Lagardère por una supermodelo se basó en la relación de Sarkozy con Carla Bruni. Se informa que el presidente está perplejo por la muestra pública de afecto de Lagardère.
A Francia le encanta poner a sus figuras públicas en el sofá y desde hace tiempo especula que Lagardère, que tuvo que hacerse cargo de la empresa tras la repentina muerte de su padre hace ocho años, es un director ejecutivo reacio. En la infame entrevista con Le Soir, dijo que Foret le recordaba a su madre. Algunos observadores también ven el espectro del segundo matrimonio de su padre con una modelo brasileña que también medía 5 pies 11. La fama de Foret en Bélgica también se ha sumado a la mezcla. Era una estrella modelo infantil que estuvo en la pasarela de Armani a los 13 años y se hizo conocida por su tumultuosa relación con una estrella del fútbol.
Es raro que el mundo empresarial francés proporcione a la prensa de chismes francesa su telenovela romántica del año. Pero Lagardère no se disculpa. "Tal vez soy un jefe atípico, ¿y qué?" le dijo al periódico Les Echos este mes. "Ser feliz en la vida privada es una fuente de estabilidad para un director ejecutivo".
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El Sabor del Poder.
Es de madrugada y todas se están levantando. Yo estoy hecha trizas, no creo haber dormido más de tres horas. Recuerdo haber llegado ya muy avanzada la noche, después de un viaje de días caminando desde mi pueblo hasta Tenochtitlan. Me hicieron entrar en un recinto amplio, bien encalado y de techo alto, iluminado débilmente por unas antorchas. Ahí dormían muchas mujeres sobre petates. Yaotl, el hombre que me trajo, me explicó que eran las cocineras reales. Una vez que me indicó un lugar, me derrumbé ahí. Mi cansancio me hizo ignorar el dolor de mis pies ampollados y doloridos y caí en un sueño profundo.
Esta mañana, todo me es extraño: la prisa, la sofisticación de los aposentos, amplios y bien equipados, las personas tan solemnes.
—¿Así que tú eres la nueva?—. Aquella mujer mayor, de vientre abultado, que sonríe burlona y con un aire malintencionado mientras me pregunta, es Citlalli, la jefa de las cocineras y la amabilidad no parece ser su fuerte. —Yaotl me dijo que sabes cocinar. Debe ser verdad, si no, no te hubieran traído de tu pueblo apestoso para cocinar en la casa del gran Tlatoani Moctezuma. Veremos qué tan buena eres.
El envoltorio frente a mí se siente ominoso. Es un paño blanco de algodón con manchas de sangre fresca proveniente de lo que sea que se encuentra en el interior. Lo desenvuelvo con cuidado, consciente de que las miradas del personal de cocina están puestas en mis movimientos. Al deshacer el último nudo no puedo evitar dar un salto hacia atrás, lo que tengo frente a mí es un muslo humano ensangrentado, todavía con piel y vellos.
Escucho las risas y cuchicheos de los que apostaban por mi reacción. Citlalli se acerca y me dice de mal modo:
—¡Prepara un tlacatlaolli para el Tlatoani! ¡Ni se te ocurra probar nada o lo pagarás con tu vida!
Asiento atolondrada. A decir verdad, nunca he preparado el tlacatlaolli, pero sí sé lo que lleva: agua, maíz y carne. Tampoco he cocinado, ni he visto cocinar nunca carne humana, ¿qué tan difícil puede ser? Desde niña aprendí de mi madre el arte de la cocina y con el tiempo demostré que tenía una habilidad especial para ello. Cada vez que los militares mexicas pasaban por mi pueblo, mi madre y yo fuimos las encargadas de alimentarlos. Así me conoció Yaotl, un jefe militar quien sugirió que yo los acompañara para servir como cocinera del rey en la capital. Mi madre sabía que aquella «sugerencia» era en realidad una orden, y con los ojos arrasados de lágrimas me pidió que no me negara.
Con asco levanto el muslo para llevarlo a lavar y me sorprendo observando unos tatuajes que llaman mi atención. Mi mente retrocede a un día aciago, cuando trajeron los cuerpos de mi padre y de mi hermano mayor, asesinados mientras trabajaban la milpa.
—¿Quién los mató?—. Preguntaba mi madre entre lamentos.
—El «guerrero de los mil tatuajes» —dijo mi tío—. A ellos y a otros más. Ya se dio aviso a la guarnición mexica para que vengan a poner orden.
Mi madre y yo quedamos devastadas. Yo no podía imaginar la vida sin mi querido padre y sin mi hermano. El dolor de la horfandad mordió mi corazón y ya nunca lo soltó. Respecto al asesino, se sabía que era un guerrero de la etnia tarasca, fiero y hábil con las armas y que todo su cuerpo estaba decorado con tatuajes geométricos, los mismos que estaba yo viendo ahora en aquel pesado muslo, al que debía quitarle la piel y luego ponerlo a cocer en agua.
Una vez desollado, aviento la pieza a la olla, con ganas, todo resquemor me abandona, siento placer de ver la carne del asesino de mi familia cocerse furiosamente en la olla de barro. Mientras se cuece, en otro cazo pongo maíz cacahuacintle a cocerse por dos horas con agua y cal viva para que se ablande, poder retirarle la piel y las «cabecitas» de cada grano, lo cual es un proceso laborioso. Luego, se seguirá cociendo y cuando esté listo, el maíz «reventará», ese es el momento en el que ya se puede agregar a la carne, que para entonces debe estar muy blanda y desprendiéndose del hueso.
Uno de los mayordomos, de cara bondadosa, se me acerca. Sabe que soy nueva y quiere hacer plática:
—¿Sabes por qué han traído esta carne para que la prepares? —sin esperar respuesta continúa—. Este muslo es del guerrero Zuanga, capitán de un regimiento enemigo, responsable de muchas incursiones en territorio conquistado por nosotros. Lo capturaron vivo y anoche lo sacrificaron en el templo de Huitzilopochtli, su energía vital alimentará al Sol. El resto del cuerpo será cocinado y comido en casa del guerrero que lo capturó. Han mandado este muslo a nuestro gran Tlatoani como muestra de respeto, y ya que el sacrificado, una vez muerto, pertenece a la divinidad, a la fuente de toda vida, su ingestión es una fuente de la energía originaria, aquella que mantiene con vida al universo. Siéntete muy honrada de estar cocinando esta ofrenda para nuestro rey.
Lo veo alejarse mientras agrego sal y especias. No puedo dejar de pensar en la muerte de Zuanga y lo que eso significaba para mí. Una idea se clava en mi mente: comer su carne. Sus acciones trastornaron mi vida y, sería justo que yo, al igual que Moctezuma, pudiera beneficiarme de su energía. Hay un problema, está prohibido comer o probar la comida que viene como ofrenda ritual para el soberano. Miro la carne que baila al ritmo del agua en la olla, hay pedazos que se han separado ya del hueso, ¿quién echará en falta un pedacito? Observo a mi alrededor, las otras cocineras se encuentran cada una trabajando en sus repectivos guisos, pero los ojos de Citlalli están fijos en mí y en mis movimientos. No será fácil.
El mayordomo que anteriormente me explicó sobre la muerte de Zuanga ha regresado. Le gusta conversar y parece que le agrado. Noto que mientras él platica conmigo, la jefa de cocineras se relaja y atiende otras cosas. El mayordomo se llama Tepiltzin y me platica que al gran Tlatoani se le ofrecen a diario unos trescientos platillos que se acomodarán en braseros para que estén calientes y listos para comer. Gallinas, faisanes, palomas, liebres, conejos, patos, venado, codornices, guajolote, perdices y otras aves, guisadas de diferentes maneras, componen el menú. Lo escucho con interes y le hago preguntas, lo distraigo, y de forma muy casual muevo con una cuchara la olla y sin que nadie se dé cuenta, aparto un buen pedazo de carne que oculto tras unas jícaras. Noto mi corazón acelerado, casi no puedo creer lo que acabo de hacer.
Ha llegado el momento de integrar todo. Tepiltzin sonríe al constatar el grato olor que se desprende de la preparación. Tengo que confiar en mi habilidad para sazonar, pues ni siquiera el caldo pude probar.
A estas alturas la cocina se ha vuelto un hormiguero. Tepiltzin se pone a dar órdenes a diestra y siniestra, todo ha de salir perfecto. Un grupo de jóvenes muy agraciadas, sale para disponer los petates y esteras donde se ha de sentar el Tlatoani y sus invitados. Citlalli se asegura que a las mujeres que se pondrán a hacer tortillas en una esquina del comedor real, no les falte nada. Hay un problema con la cantidad de masa de maíz y sale a arreglarlo. Tepiltzin se disculpa conmigo, debe llevar las servilletas de manta nuevas y sin usar para la ceremonia del lavado de manos y también para que el rey se limpie los labios. Una vez usadas se desecharán y nadie las podrá volver a usar. Otras personas llevan la vajilla, de dos diferentes tipos de barro, así como copas de oro. Es el momento que aprovecho para tomar entre mis dedos a Zuanga y metérmelo en la boca. «¡Te capturé!», pienso. Lo mastico disimuladamente, pero con deleite. En verdad quedó muy bien. Sé de primera mano que no acabaré en desgracia por haber guisado mal el Tlacatlaolli.
Imagino que la fuerza de Zuanga ahora corre por mi cuerpo, me siento capaz de enfrentar todo y también me parece que he vengado a los míos. No puedo dejar de pensar que hoy probé lo mismo que comerá el gran Tlatoani Moctezuma, y eso no es poca cosa. Citlalli ha regresado a la cocina y me reprende por sonreír como una boba.
Autor: Ana Laura Piera.
Te invito a pasarte por mi blog Píldoras para Soñar en Wordpress.
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