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Camazotz, La oscura historia del demonio de la noche
Capítulo 1
Todos recuerdan la noche del 17 de junio del año 404, no solo porque marcó el nacimiento de Yax Nuun Ahiin, el futuro rey de Tikal, destinado a gobernar con puño de hierro y paz, sino porque esa misma noche el terror y la maldad tomaron forma tangible, revelándose en una oscuridad sin igual.
En secreto, los señores de Xibalbá se reunieron, temerosos por su llegada, pero decididos a evitar que el destino del joven rey se cumpliera. No podían ni estaban dispuestos a permitirlo. Por eso enviaron a sus mensajeros más crueles, Patán y Xic, con la misión de desatar el caos, sembrar crímenes y dolor por todo el reino para agitar las aguas y desestabilizar el futuro de Tikal.
—Deberíamos causar aún más muertes —dijo Ahalganá con su voz grave y fría.
—No. Mejor que sean enfermedades —respondieron Chamiabac y Xiquiripat, las voces de la enfermedad y el sufrimiento.
Hun Camé tocaba su calva en movimientos circulares, acariciando cada uno de sus tatuajes, sumido en su meditación, buscando una forma de destruir Tikal. Después de un largo silencio, su rostro se iluminó con una revelación oscura.
—¡Silencio! —gritó—. ¡Lo tengo! Será el arma más mortal que el mundo haya visto jamás: el futuro rey de la noche entre los humanos, Camazotz.
—¡Sí, sí! ¡Camazotz! —vitorearon los señores de Xibalbá, sus voces resonando en la caverna.
Hun Camé se acercó al centro de la sala, donde un altar estaba preparado para el ritual más oscuro que los señores de Xibalbá habían ideado. En ese altar, las sombras parecían retorcerse, esperando ansiosas la llegada de algo terrible.
—Lo haremos esta misma noche, durante el eclipse lunar, cuando el poder de la oscuridad y la sangre se alinee con la luna llena —dijo Hun Camé mientras observaba la oscuridad que comenzaba a envolver el cenote cercano, un ts’onot, como los mayas llamaban a esos pozos sagrados—. Allí, entre las aguas profundas y las sombras, nacerá nuestro monstruo. Camazotz no será simplemente un dios de la oscuridad. Lo haremos mitad demonio, mitad humano, para que pueda caminar entre los hombres sin ser reconocido como una abominación.
Los señores de Xibalbá escuchaban en silencio, conscientes de la magnitud de lo que estaban a punto de desatar.
—Primero, sacrificaremos la sangre pura de un humano, para que su alma se mezcle con las sombras de Xibalbá —continuó Hun Camé, con los ojos brillando de malevolencia—. La sangre humana será la esencia que le otorgue forma, pero no será suficiente. Necesitamos la energía del murciélago, la esencia misma de la noche y la muerte. Camazotz nacerá de la mezcla de la carne humana y las sombras demoníacas, una criatura de alas negras que solo los dioses y las bestias temen.
—Él reinará las sombras; su mirada dominará a los mortales —dijo Xiquiripat con una sonrisa torcida—. Será el terror hecho carne.
—Camazotz será el rey de la oscuridad, pero al mismo tiempo podrá disfrazarse de hombre, caminar entre los humanos sin que lo reconozcan como lo que realmente es —agregó Chamiabac, la voz de la enfermedad—. Su presencia será como un veneno en sus corazones.
Hun Camé levantó la mano hacia el cielo, donde la luna comenzaba a oscurecerse, su luz eclipsada por la sombra de la Tierra. La energía oscura se agitaba en el aire.
—Esta noche de luna roja será su nacimiento —dijo Hun Camé con voz solemne—, y el futuro de Tikal comenzará a desmoronarse. Patán, trae al sacrificio de esta noche.
En el altar, el guerrero elegido yacía atado; su cuerpo aún joven y fuerte, pero sus ojos reflejaban el peso de sus pecados. Había sido un hombre valiente, un líder, pero sus traiciones y arrogancia lo habían condenado a esta oscuridad. Su alma, imperfecta y marcada, era el sacrificio perfecto para el ritual.
Vucub-Camé, el señor de la oscuridad levantó las manos hacia el altar, invocando la esencia del murciélago, la criatura primordial de la noche. En ese momento, el alma de K'an Ek' fue arrancada de su cuerpo, suspendida entre la vida y la muerte. Con un gesto, la dividieron en dos. Una parte cayó en el abismo eterno de Xibalbá, condenada al sufrimiento sin fin. La otra se fusionó con la oscuridad misma, convirtiéndose en algo más que humano, algo que no pertenecía a ninguno de los dos mundos.
El aire se volvió denso, casi tangible. Las sombras tomaron forma, y la figura de Camazotz comenzó a materializarse lentamente. Las alas de murciélago se desplegaron primero, negras como la noche más profunda, y luego una figura humana tomó forma: un hombre imponente, atractivo, con la fuerza de un guerrero, pero con una mirada que reflejaba una oscuridad infinita. Su belleza era la de un ser que nunca podría ser comprendido por los mortales. Camazotz, el cazador de almas, había nacido.
Los señores de Xibalbá observaban con satisfacción el resultado de su creación. Hun Camé alzó la mano hacia el cielo, donde el eclipse alcanzaba su cúspide.
—Es perfecto —dijo Ahalganá—. ¿Cuál será su primera misión?
Hun Camé lo miró con desprecio.
—“¡Tonto! Su única misión será acabar con Yaax Nuun Ahiin y, así, destruir la ciudad de Tikal, para que nosotros emerjamos de las sombras y sembremos dolor y sufrimiento en la humanidad. Nuestro momento llegará, puedo sentirlo.”
Los señores de Xibalbá brindaron gozosos por su momentánea victoria.
Cerca de la medianoche, llevaron a Camazotz a su nuevo hogar: una cueva grande y oscura.
—“¡Ma’ka’ach ja’!” —dijo Camazotz.
—“Cierto, había olvidado darle la capacidad de hablar en distintas lenguas para poder aterrorizar a todo el mundo…” Posteriormente, Hun Camé le tocó la cabeza y murmuró unas palabras en maya.
—“No hay agua.” —repitió Camazotz.
Hun Camé asintió.
—“Tienes razón. Te llevaré a otro lugar donde estarás protegido por las noches y podrás defenderte cuando Chaác se haga presente.”
—“¿Chaác?” —preguntó Camazotz.
—“El dios de la lluvia. ¡Qué tonto soy! Debí hacer tu cerebro del tamaño de los humanos para que entiendas todo lo que hablamos. Hace tanto que no hacía planes como este que estoy perdiendo mi toque” —contestó Hun Camé.
—“Listo. Ahora sí no tendrás ningún problema para destruir el mundo tal y como se conoce hoy” —dijo Hun Camé mientras lo empujaba bruscamente al centro de la cueva del cenote.
Camazotz abrió sus larguísimas y oscuras alas para volar y encontrar un espacio donde dormir en el frío de la oscura noche.
Pasó mucho tiempo solo. Los días eran largos y soleados, mientras que las noches eran lúgubres y aún más largas. Hasta que, por fin, una noche, una bella joven se acercó al cenote para tomar un poco de agua. Ella pudo ver sus ojos entre las sombras y le sonrió. Por un momento, pensó que era un animal que había encontrado refugio en la cueva. Esa mujer acudía todos los días a la misma hora a nadar, meditar y conectarse consigo misma.
Una noche, la mujer tomó el valor de hablarle.
—“¿Quién eres?” —preguntó la mujer.
Camazotz, temeroso por su primer contacto con un ser humano, salió lentamente de entre las sombras. Justo cuando iba a salir por completo, escuchó la voz de un hombre gritar:
—“¡Ixchel!”
Era Yaax Nuun Ahiin, padre de la bellísima Ixchel y el peor enemigo de los señores de Xibalbá. Camazotz había encontrado a la víctima perfecta para llevar a cabo su plan, pero no sería fácil, ya que ella siempre estaba custodiada por sus guardias.
A la mañana siguiente, Camazotz decidió buscar a esa bella mujer. Llegó a Tikal, la ciudad más impresionante que sus ojos habían visto, llena de lujos y grandes pirámides. Todo parecía tan ostentoso.
Curiosamente, Camazotz llegó justo el día en que Yaax Nuun Ahiin organizaba una competencia para determinar qué guerrero sería capaz de domar al gran Ek Balam, un jaguar de tres metros de altura y aproximadamente mil kilos. Quien lo lograra sería merecedor de formar parte de la corte y desposar a la princesa Ixchel.
Todos los hombres del reino deseaban tal honor. Aproximadamente 1,600 guerreros se presentaron en la explanada real, formados en perfecta línea. Camazotz era el último de ellos. Se veía estoico, como si ya hubiera planeado su estrategia. A su lado, estaba un joven diminuto, con ojos tan rasgados que apenas se veían. Sus brazos delgados parecían ramas, y temblaba tanto que apenas podía mantenerse en pie.
Camazotz, fastidiado por su nerviosismo, le dijo:
—“¡Hey! Tranquilo, todo saldrá bien.”
—“¿Acaso no lo sabes? Solo uno de nosotros saldrá victorioso, y los demás servirán como sacrificio para Ek Balam. Casarme con la princesa es la única manera de ayudar a mi familia a salir de la pobreza. Pero al verte, me doy cuenta de que soy un rival fácil de vencer, y eso me desanima mucho” —respondió el joven.
En un giro del destino, la humanidad de Camazotz fue conmovida por las palabras de aquel muchacho. Sentía que, por ser un demonio inmortal, tenía una gran ventaja sobre todos, especialmente sobre él.
Cuando dieron la señal de salida para ir tras Ek Balam, Camazotz fue el primero en avanzar, corriendo a gran velocidad. El joven fue el último en salir.
Mientras tanto, el gran Ek Balam corría de un lado a otro por la selva, burlándose de aquellos que intentaban someterlo.
Camazotz creyó que lo más inteligente sería adelantarse a los movimientos del jaguar, así que arrancó unas hojas de un árbol de cecropia para hacer una soga. Lo vigiló por varios minutos hasta que, finalmente, Ek Balam pasó frente a él. Lanzó las sogas alrededor del gigantesco cuello del felino. Por la fuerza que ejerció Ek Balam, Camazotz fue levantado por los aires de un solo movimiento.
Un choque de adrenalina recorrió sus venas. Camazotz había conseguido algo que muchos humanos nunca podrían: felicidad. Sentía cómo su cabello brincaba con cada paso del feroz felino y cómo el aire puro chocaba con sus mejillas. Los demás guerreros lo miraban con envidia, y eso lo hacía sentir más fuerte. Pero aquel joven lo miraba contento, con orgullo, incluso con cariño. Camazotz lo odiaba. Lo veía como un signo de debilidad.
—“Ven, sube ya” —le dijo.
Todos lo miraron absortos por ese gesto.
—“¿Por qué? Esta competencia solo la gana uno” —respondió el joven.
—“No lo sé. Solo sé que tu mirada de admiración me perturba más que el hecho de saber que puedes morir.”
Ambos se presentaron juntos ante Yaax Nuun Ahiin.
La explanada quedó en silencio absoluto.
El joven se percató de que Camazotz no era de la ciudad, ya que no siguió el protocolo de reverencia al rey. Con sutileza, le dio un golpe en las costillas para llamar su atención y mostrarle cómo debía comportarse.
—“Pocas veces puedo decir que algo me sorprende, y hoy es una de esas veces” —dijo Yaax Nuun Ahiin con orgullo.
La multitud gritó deseosa de saber más.
—“¿Cómo te llamas, valiente guerrero?” —preguntó el rey.
Camazotz dudó antes de revelar su verdadero nombre, temiendo la reacción de la gente. Sin embargo, decidió enfrentar las consecuencias.
—Camazotz.
El público comenzó a murmurar inquieto, pero Yaax Nuun Ahiin levantó la mano para imponer silencio.
—Conozco tu origen, el lugar de dónde vienes y la oscuridad que llevas dentro, pero hoy has demostrado que también existe valor y humanidad en ti. Por eso, a partir de ahora, serás conocido como Ah Puch. Este nombre te será otorgado por haber salvado a tu rival cuando pudiste haberlo abandonado. Hoy, tus actos nos muestran que no siempre tomas el camino fácil.
El rey hizo una pausa, observando a la multitud antes de continuar.
—Estamos de fiesta. Haré una excepción esta vez: además de celebrar el matrimonio de mi hija, otorgaré a este joven la posición de general en mi ejército. Tú, joven, ¿cuál es tu nombre?
—Canek. Mi nombre es Canek —respondió con voz firme.
—Bien, Canek. A partir de hoy, ambos formarán parte de la familia real. Ahora, preparémonos para las festividades. ¡Hoy es un día de celebración!
La alegría se desbordó en el reino. El pulque fluía en las copas, las risas resonaban en las plazas y todo Tikal parecía estar envuelto en júbilo. Mientras tanto, Camazotz reflexionaba, desconcertado por la forma desinteresada en que los humanos actuaban. Le parecía extraño que el rey valorara más su gesto hacia Canek que el hecho de haber dominado al gigante Ek Balam.
—Ven, amigo —le dijo Canek mientras caminaban hacia la plaza principal.
Camazotz notó cómo la hija del rey lo observaba desde lejos, con una mirada curiosa e intensa.
Decidió acercarse a ella.
—Hola —saludó.
—Hola —respondió la princesa con una sonrisa.
—Me pareces familiar. ¿Te he visto por aquí antes? —preguntó Camazotz, nervioso.
—No, no me conoces. Soy Ixchel, la hija de Yaax Nuun Ahiin —respondió con dulzura.
Ambos conversaron durante horas hasta el amanecer. Camazotz quedó fascinado por la inteligencia y la calidez de Ixchel, descubriendo en ella algo más que una simple atracción. No era solo un deseo carnal, era una conexión de almas, profunda y única.
Con el tiempo, el rey percibió la creciente cercanía entre su hija y Camazotz. Decidió llamarlo para conversar sobre sus intenciones.
—¿Estás enamorado de mi hija? —preguntó el rey directamente.
—Sí, lo estoy —respondió Camazotz con firmeza.
—¿Y ella de ti?
—También lo está —replicó, sin titubear.
El rey, sorprendido y complacido, lo abrazó con entusiasmo.
—Creo firmemente que el origen de alguien no define su futuro. Es lo que haces día a día lo que forja tu destino.
Sin embargo, las noticias de que Camazotz desposaría a Ixchel llegaron a los oídos de los señores de Xibalbá, quienes estallaron en furia. Esto no formaba parte de su plan para destruir Tikal.
—Si Camazotz se enamora, ya no será una criatura de oscuridad. Se convertirá en una figura de luz, y eso no podemos permitirlo —gruñó Hun Camé.
—La redención no es una opción para él. Debemos actuar rápido —añadió con firmeza.
Mientras tanto, Camazotz vivía un dilema interno. La humanidad que tanto había despreciado ahora le ofrecía algo que jamás había conocido: amor, aceptación y redención.
Los señores de Xibalbá estaban decididos a destruir la poca humanidad que Camazotz había construido. Tenían que ejecutar un plan maligno que lo hiciera regresar al lado de la oscuridad.
Una tarde, mientras Camazotz recorría las calles de Tikal, fue sorprendido por Canek, quien lo llamó desde lejos con entusiasmo.
—¡Amigo! —gritó Canek mientras corría hacia él.
Camazotz se detuvo, algo desconcertado por el entusiasmo de su amigo.
—Ya me enteré de que en un par de días será tu boda con la princesa —dijo Canek con una sonrisa—. De hecho, tengo un regalo especial para ustedes. Además de ser guerrero, soy chamán, y me honraría ser quien concrete su enlace.
Camazotz quedó atónito. No comprendía del todo el gran honor que Canek acababa de concederle. Aunque Canek no vivía en Tikal, era conocido y respetado en muchas comunidades cercanas por su sabiduría y poder como chamán.
Sin embargo, la alegría de ese momento se disipó un par de noches antes de la boda. Camazotz fue visitado en secreto por los demonios de Xibalbá, quienes llegaron para cuestionarlo sobre el avance de su supuesto plan para ganarse la confianza del rey.
—¿Cómo va tu misión, Camazotz? —preguntó Patán con voz fría y penetrante.
Camazotz, firme y decidido, respondió con seguridad.
—Necesito más tiempo.
Deseaba proteger a Ixchel, quien dormía profundamente en su habitación, ajena a la conversación.
—¿Más tiempo? —replicó Patán con sarcasmo—. ¿Acaso ya no confías en nosotros?
—No —respondió tajante.
Los demonios se miraron entre ellos, sorprendidos por su respuesta. Chamaibac, conocido por su tono burlón, no perdió la oportunidad de provocar.
—Nos ofendes, Camazotz. Nosotros, con la mejor intención, estábamos dispuestos a dejar atrás nuestros malentendidos y perdonar tu deuda.
Antes de que pudiera continuar, Hun Camé levantó la mano para imponer silencio. Su mirada ardía con la solemnidad de un juez implacable.
—Hijo mío, mi más grande creación —dijo Hun Camé, con un tono cargado de desdén—. Aunque no puedo negar la gran decepción que alberga mi pecho, aceptaré tu decisión de unirte a los humanos.
El silencio cayó sobre los demonios. Ninguno podía creer lo que escuchaban. Los murmullos no tardaron en surgir, llenos de incredulidad y confusión.
Hun Camé observó a sus seguidores con la mirada oscura y penetrante que reservaba para sus enemigos más despreciados. Luego, extendió su mano hacia Camazotz, quien, dudando, la estrechó en un gesto de aparente civilidad.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de Camazotz. Sabía que algo estaba terriblemente mal y que las cosas solo empeorarían. Pasó el resto de la noche sin poder conciliar el sueño. El peso de su decisión y las posibles consecuencias lo atormentaban. Su vida estaba a punto de cambiar para siempre, y no había vuelta atrás.
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Camaztoz, La oscura historia del demonio de la noche
Por: Vangi GarVi
Para mi esposo, mi mejor amigo.
Introducción
Se dice que la civilización tal como la conocemos comenzó con la Pangea, el supercontinente primitivo. Sin embargo, esta afirmación está lejos de la realidad. Con el paso de los años, se han encontrado evidencias físicas en países como Brasil, Perú y México, que demuestran que ya existían asentamientos humanos en América desde hace aproximadamente 32,000 años. Este hallazgo ha reabierto el debate sobre el origen de las civilizaciones y nos invita a cuestionar lo que creíamos saber sobre la historia temprana de la humanidad.
Quisiera detenerme un momento para hablar de México, el país de donde soy originaria. Entre las primeras grandes civilizaciones que florecieron en este territorio se encuentran los olmecas y los mayas, dos pueblos que dejaron una huella imborrable en la historia de la humanidad. Ambas civilizaciones destacaron por sus avances en matemáticas, astronomía, agricultura, escritura y arquitectura, cuyas contribuciones siguen siendo fundamentales en muchas áreas del conocimiento actual.
Los mayas, en particular, fueron conocidos por su extraordinario sistema de calendario, su comprensión del universo y su profundo sentido religioso. Pero su legado no solo estuvo marcado por sus logros científicos y arquitectónicos, sino también por sus mitos y creencias sobre fuerzas invisibles que regían tanto la vida como la muerte. Entre estas fuerzas, los mayas temían y reverenciaban a deidades poderosas, como Chaác, el dios de la lluvia, y los temibles señores de Xibalbá, el inframundo. Sin embargo, entre todas estas figuras, había una que destacaba por su oscuridad: Camazotz, el dios murciélago, cuya presencia estaba vinculada al caos, la muerte y la transformación.
México está lleno de maravillas que, por desidia o desconocimiento, solemos ignorar. Lo que busco con este libro es llevar a ustedes solo una pequeñísima fracción de la riqueza que esconde este país. Para que, quizás, al conocer su historia, podamos comprender mejor los misterios que aún permanecen en la sombra, aquellos que esperan ser desenterrados.
“Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla.” — George Santayana
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Cambio de ciclo
El año se va, dejando su huella,
en cada rincón, un eco, un suspiro.
Algunos días fueron como estrellas,
otros, solo sombras en el camino.
Hoy, miramos hacia lo que viene,
sin promesas, solo con la mente abierta,
el tiempo avanza, sin que se frene,
y la vida sigue, siempre en su puerta.
Adiós, 2024, ya estás en el pasado,
un nuevo comienzo nos tiene a su lado.
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donde tus miedos descansan, con el silencio de aquellos que ya no quieren despertar.
Allí, en el rincón olvidado, se duermen las promesas rotas y las voces que nunca callan, te llaman en susurros oscuros.
Lo que no ves sigue creciendo, se alimenta de tu silencio, mejor no mires, mejor no te acerques.
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Últimamente me he sentido sin ánimo de escribir, sin ánimo de nada. Send ganas please!
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Puerto Progreso










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Mérida my love










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La maldición del hombre inmortal
Por Vangi GarVi
En el año dos mil cien, en medio del terror de verse exterminados por otra pandemia, los líderes mundiales se reunieron en secreto. Las naciones, devastadas por la enfermedad, miraban con desesperación a sus líderes, esperando una solución que no llegaba. El miedo al fin de la humanidad se había vuelto tangible, una sombra constante que oscurecía cada rincón del planeta. Conscientes de la magnitud del desafío, los gobernantes del mundo acordaron tomar una decisión drástica, una decisión que cambiaría el curso de la historia en ciento ochenta grados.
Después de semanas de deliberaciones y debates a puertas cerradas, se decidió lo impensable: harían a la humanidad inmortal. No todos los líderes estaban de acuerdo; algunos se opusieron vehementemente, argumentando que la humanidad no debía ser salvada de esta manera, que la muerte era una parte esencial de la vida. Sin embargo, el temor a la muerte, que se cernía sobre muchos de ellos como una guadaña, hizo que la mayoría aceptara el plan sin dudarlo.
Como en todo experimento, necesitaban un sujeto inicial, un hombre que sería el primero en recibir el don —o la maldición— de la inmortalidad. Este individuo debía ser perfecto en todos los sentidos: un ejemplo de rectitud moral, un hombre de intelecto superior, y de una apariencia física que asegurara la perpetuación de su gen. Políglota y estéticamente atractivo, debía ser un estandarte que la humanidad seguiría en esta nueva era. La búsqueda del candidato ideal fue exhaustiva, duró meses, durante los cuales escudriñaron a millones de personas en todo el mundo. Finalmente, lo encontraron: un hombre de nacionalidad australiana, que había elegido México como su hogar, y que tenía una gran afición por el deporte.
Una tarde, mientras caminaba rumbo a su trabajo, con la mente concentrada en sus responsabilidades diarias, una camioneta negra blindada apareció de la nada. Era la PSDPM (Policía Secreta De los Presidentes del Mundo), una organización de la que casi nadie sabía, pero que existía para manejar los asuntos más delicados a nivel global. La camioneta frenó de golpe frente a él, y antes de que pudiera reaccionar, una de las puertas traseras se abrió.
“Suba.” - le ordenaron con una seriedad que no admitía réplica.
El hombre, asustado y desconcertado, obedeció. El interior de la camioneta era oscuro y silencioso, los agentes que lo acompañaban permanecían inexpresivos, con el rostro oculto tras gafas de sol que parecían impermeables a la luz. Mientras el vehículo avanzaba, el silencio se volvía cada vez más opresivo. Ni un solo sonido, aparte del motor, perturbaba el ambiente.
“¿A dónde vamos?” - se atrevió a preguntar después de unos minutos, con la esperanza de recibir alguna explicación. Pero nadie respondió. El trayecto, que parecía interminable, duró aproximadamente una hora y media, hasta que finalmente llegaron a su destino.
El lugar al que lo llevaron era una hacienda alejada de cualquier rastro de civilización. A lo lejos, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de un tono anaranjado, creando una atmósfera tan pacífica como engañosa. El hombre bajó de la camioneta, su confusión aumentando con cada paso que daba. Lo esperaba la presidenta de la república, quien caminó hacia él con una sonrisa perfectamente calculada, esa que los políticos practican frente al espejo para parecer más humanos.
“Gracias por venir,” dijo ella, extendiéndole la mano. “Sé que todo esto es muy confuso, pero le aseguro que es por un motivo más grande que usted y yo juntos. Es por el bien de la humanidad.”
Mientras caminaban por la hacienda, con el sonido de sus pasos rompiendo el silencio, la presidenta le explicó el motivo por el cual había sido elegido. Le habló de la decisión de los líderes mundiales, de cómo habían determinado que él era el hombre perfecto para iniciar esta nueva era. Sus palabras, cargadas de una mezcla de solemnidad y esperanza, lo hicieron sentirse honrado. Sin dudarlo, aceptó la misión que le proponían, sintiendo que estaba a punto de embarcarse en algo que trascendía su propia existencia.
Le dieron unos minutos para despedirse de su familia, un adiós breve y doloroso, lleno de incertidumbre y emociones contenidas. Luego, fue llevado a lo que alguna vez fue Rusia. El viaje fue largo y agotador, y cuando llegó, lo recibió un paisaje desolado y frío, donde el viento cortaba como cuchillas y el cielo gris parecía aplastarlo todo con su peso. Allí, en medio de la nada, se encontraba el laboratorio.
El lugar era austero, casi inhumano en su diseño. Las paredes eran de un blanco impoluto, pero el ambiente estaba impregnado de una sensación de insalubridad, como si el mal estuviera enraizado en cada rincón. Lo llevaron a una sala donde lo esperaba una única silla frente a una inmensa pared de cristal. Nervioso, se sentó, sin saber qué esperar. Al otro lado del cristal, se desplegaba una escena que lo dejó sin palabras.
Cientos de científicos, políticos y miembros de la élite mundial estaban allí, observándolo con atención. El murmullo de sus voces se filtraba a través del cristal, creando un eco que resonaba en su mente. Se sentía como un animal en un zoológico, exhibido para el entretenimiento de aquellos que tenían el poder de decidir su destino. Finalmente, el jefe del proyecto, un hombre de apariencia severa y mirada impenetrable, apareció frente a todos y comenzó a hablar.
“Hoy, estamos presenciando un momento histórico,” dijo el científico, su voz amplificada por la bocina que también resonaba en el cuarto del hombre. “La creación del primer hombre inmortal de la humanidad.” Las palabras resonaron en la sala, y tanto la audiencia como el hombre, no pudieron evitar aplaudir. Había una sensación de euforia en el aire, una esperanza que casi podía tocarse.
El científico entonces le pidió al hombre que permaneciera en calzoncillos, alegando que era necesario observar cualquier posible reacción secundaria que pudiera afectar el experimento. Aunque lleno de temor y dudas, el hombre obedeció. Luego, el científico se acercó con una jeringa que parecía desmesuradamente grande, y el líquido azul en su interior tenía un brillo que lo hacía parecer algo irreal.
Con manos firmes, el científico inyectó el líquido en el cuello del hombre. No hubo ninguna reacción inmediata, solo un silencio absoluto que lo envolvía todo. La multitud, expectante, contuvo el aliento. Pero nada sucedió. Entonces, estallaron en vítores y aplausos. El hombre acababa de convertirse en el primer ser humano inmortal. Sin embargo, pronto surgió la duda en la mente de todos: ¿cómo sabrían que era inmortal si jamás lo habían visto morir?
Fue entonces cuando comenzó la verdadera pesadilla. Los líderes, científicos, y personas más poderosas del planeta, se convirtieron en verdugos. Durante ocho horas interminables, utilizaron las técnicas de tortura más horrendas para probar su nueva creación. Lo apuñalaron, lo ahogaron, lo quemaron y lo descuartizaron. Pero cada vez que moría, su cuerpo volvía a la vida, regenerándose de manera milagrosa. La multitud estaba enloquecida de euforia, pero el hombre, exhausto y desgarrado por el dolor, comenzó a darse cuenta de una verdad oscura y aterradora.
En su interior, el hombre inmortal empezó a cuestionar la moralidad de lo que le habían hecho. La idea de que ningún hombre ni mujer en este mundo debería tener tanto poder, comenzó a crecer en su mente como una oscura sombra. Se dio cuenta de que la inmortalidad no era un don, sino una maldición, una prisión de la cual no había escape. Con la mente llena de dolor y desesperación, tomó una decisión.
En un arranque de furia, el hombre se levantó y, con una fuerza que no sabía que poseía, se abalanzó sobre el científico que lo había convertido en lo que era. Lo tomó por sorpresa y, en un abrir y cerrar de ojos, le quitó la vida, sabiendo que, al hacerlo, evitaría que más dosis fueran esparcidas por el mundo.
Fue así como el hombre inmortal huyó, con la tristeza de que vería a todos sus seres queridos desfallecer, pero sería un peso con el cual él estaba dispuesto a vivir para que el humano tenga su inicio, pero también su fin. Mientras caminaba por tierras desconocidas, su mente no dejaba de repetir una única y amarga verdad: había presenciado lo peor de la humanidad. Se dio cuenta de lo bestial que puede ser el ser humano, de cómo la búsqueda de poder absoluto puede convertir a las personas en monstruos insaciables. Con cada paso, aceptaba que él solo cargaría con la maldición de ser el hombre inmortal, para que el resto del mundo nunca tuviera que enfrentar la oscuridad que él había conocido.
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Chaac contra Poseidón: La Épica Batalla de los Siete Mares
Por Vangi GarVi
Hace cientos de años, cuando la Tierra era mucho más distinta de lo que es hoy, el mítico rey Poseidón se presentó en las costas de la nación maya con la única intención de conquistar más territorios de los que ya tenía en su poder. Los habitantes de la nación maya vivían en armonía con la naturaleza y sus deidades, quienes les protegían y guiaban en su día a día. Las selvas eran frondosas, los ríos caudalosos, y los templos brillaban bajo el sol como guardianes de sus secretos milenarios.
Por supuesto, Hunahpú e Ixbalanqué, los gemelos héroes y protectores del pueblo, convocaron a un consejo real para saber cómo se protegerían ante tal invasión. El consejo se celebró en el Templo del Jaguar, donde los sacerdotes encendieron incienso y cantaron antiguas canciones para invocar la sabiduría de sus ancestros.
Tz’ikin, el dios de los pájaros, Tohil, el dios del fuego, K'awiil, el dios del relámpago, Yum Cimil, el dios de la muerte, y Buluc Chabtan, el dios de la guerra, se reunieron con los hermanos para discutir el tema. Trataron de buscar una solución pacífica ante tal conflicto, ya que no querían exponer a los humanos a pelear contra el rey de los siete mares, pues sabían que no sobrevivirían mucho tiempo debajo del agua.
“¿Y si despertamos a Chaac?” preguntó Yum Cimil, su voz resonando en la sala.
Los hermanos creyeron que sería una buena idea. Qué mejor que una épica batalla entre ambos seres dominantes del agua. La propuesta fue aceptada, y los dioses se pusieron en marcha para despertar al poderoso Chaac, el dios de la lluvia y del trueno.
Chaac, al enterarse de esto, se molestó muchísimo. No podía creer la osadía de Poseidón de querer ahora reinar en territorios ajenos. Con sus ojos llameando de ira, dijo: “Yo me encargo.” Su voz retumbó como un trueno en la sala del consejo.
Al caer la noche, el rey Poseidón salió del mar con su ejército de bestias marinas para dominar a los humanos. Entre su ejército había sirenas de canto hipnótico, krakens con tentáculos poderosos y tiburones de tamaño descomunal. Su avance provocó la ira de Chaac, quien se levantó desde las profundidades de la tierra lanzando rayos tan fuertes que partían la tierra en dos y truenos que la hacían temblar. La tormenta que desató fue tan feroz que los árboles se doblaban y las aguas se agitaban violentamente.
El ejército de Poseidón comenzó a dudar si en realidad era una buena idea enfrentarse ante tal rival. Las bestias marinas retrocedieron ante el furor de los elementos desatados por Chaac. Sin embargo, el rey obstinado dio la señal de continuar avanzando y matando a todo el que se interpusiera en su camino. Pero cada paso que daban era contrarrestado por la furia de Chaac, cuyo poder parecía ilimitado bajo la tormenta.
Finalmente, Poseidón, al verse sobrepasado por la furia de Chaac y la determinación de los mayas, decidió retirarse del lugar. Sus bestias, cansadas y derrotadas, se arrastraron de vuelta al mar, y la calma regresó a la tierra.
Después de la retirada de Poseidón, los mayas celebraron una ceremonia en honor a Chaac y a los dioses que los habían protegido. En el Templo del Jaguar, bajo el resplandor de la luna llena, se ofrecieron ofrendas de frutas y flores mientras los sacerdotes entonaban cánticos de gratitud. Hunahpú e Ixbalanqué dirigieron las ceremonias con solemnidad, recordando a su pueblo la importancia de la unidad y la fortaleza frente a las adversidades.
La estatua de Poseidón se mantuvo en la costa como un recordatorio silencioso de la valentía maya frente a la amenaza extranjera. Cada vez que los pescadores y navegantes miraban hacia el horizonte, veían en ella no solo un monumento de piedra, sino una promesa de que su tierra seguiría siendo invencible. La figura de Poseidón, tallada en piedra oscura con el mar rompiendo a sus pies, se volvió un símbolo de resistencia y determinación.
Con el paso de los años, la historia de la Épica Batalla de los Siete Mares se convirtió en una leyenda venerada por los mayas. Las generaciones futuras escuchaban con asombro cómo Chaac, con su furia y poder, había defendido a su pueblo contra el arrogante Poseidón. La memoria de aquella noche de tormenta y truenos resonaba en sus corazones como un recordatorio de la fuerza de su espíritu y la protección de sus dioses.
Así, la estatua de Poseidón se mantuvo en pie como guardián silencioso de la historia, recordando a todos que aunque los desafíos puedan ser grandes y los enemigos poderosos, el pueblo maya es y será siempre, el pueblo rebelde, inconquistable ante costumbres y ritos ajenos a ellos.
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Un Tampiqueño de altura
Por: Vangi GarVi
En la historia del cine ha habido cientos de gigantes populares de los cuales son frecuentes en nuestras conversaciones, desde el simpático Hagrid, hasta el adorable Hodor de Game of Thrones, pero hoy no les vengo a platicar de ninguno de ellos, sino de un gigante muy particular, de mi natal Tampico. Su nombre es José Calderón, o como muchos lo conocemos “Pepito el terrestre”.
Como ya es costumbre en mis relatos, lo contaré en primera persona con fines literarios.
Desde pequeños nos dicen que los gigantes no existen, que son solo parte de la vivida imaginación del humano, ya se imaginarán mi sorpresa al yo convertirme en uno desde muy pequeño. Tenía múltiples apodos al inicio, claro que me molestaban, pero con el tiempo fui aprendiendo a no escuchar aquellos insultos y apodos.
Les cuento que llegué a medir 2 m con 30, por lo que ya se imaginarán que fui muy popular en aquella época, me invitaron a jugar Basketball, me invitaron al circo para demostrar mis talentos. Un tiempo viví en Guadalajara, pero mi conciencia me remordió al dejar sola a mi madre, por lo cual regresé para trabajar en el sindicato de terrestres. Les cuento que mi zapatero solía jugar con sus clientes diciendo que si mis zapatos les quedaban se los podrían llevar gratis. Y una vez, sólo por diversión, Walter una patrulla sin mayor esfuerzo.
Con el tiempo me enteré de que mi estatura no era algo normal, que tenía una enfermedad llamada acromegalia, lo cual hizo empeorar mi salud notoriamente y me hizo fallecer a los 58 años. Viví una buena vida, feliz, contento y sé lo que quise, pero sobretodo pasé a la memoria de todos los tampiqueños como el gran “Pepito el terrestre.”
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Fantasmas
A los fantasmas del pasado,
ni puerta ni ventana hallan abierta,
en este mundo donde el tiempo ha pasado,
y la memoria se desentierra.
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great weekend!











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La delgada línea entre no querer contarle nada a nadie y necesitar desahogarte. 🗣️
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No te culpo, ya se alejaron de mi una vez por mi silencio. Y no sé que duele más si perderte por la ausencia de mis palabras o tratar de gritar en esta ruidosa ciudad que no te vayas, aún sabiendo que jamás me lograrás escuchar... No te culpo, mi silencio a causado dolores inmensos empezando desde adentro. No te hablo por qué me rompo, no me expreso por miedo, solo callo sabiendo todo el daño que (me) causo. Y ojala entendieras mi silencio y no te fueras como lo ha hecho el resto... Pero no te culpo, al final es mi silencio el responsable de todo esto.
-Dar's :)
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