#sopa de frijoles
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furiouscrusadeavenue · 2 years ago
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Sopa de frijoles con arroz frito, aguacate y queso fresco. (red bean soup with fried rice, avocado and fresh cheese)
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cocinandoconernesto · 7 months ago
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SOPA DE LENTEJAS. https://youtu.be/GQla5F4rzPc
recetas faciles y deliciosas. paso a paso. https://bit.ly/3jDlXCF EN LA COCINA CON ERNESTO.
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callmeanxietygirl · 1 year ago
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"Si a una tortilla le pones comida, es un taco. Y si lo metes en aceite caliente, es un taco dorado. Ah, pero si lo metes enrrollado en el aceite, se llama flauta. Y si antes lo bañas en Chile guajillo, es una enchilada. Ahora, si al taco le pones queso por dentro, se convierte en una quesadilla. Y si le pones la salsa y el queso gratinado por fuera, se convierte mágicamente en enchilada suiza. Y cuando esa tortilla la partes en pedacitos, la metes en aceite y después le pones queso y chile, se transforma en chilaquiles. Sin embargo, cuando la metes en el sartén y la bañas con fríjoles, tienes unas enfrijoladas. Pero si en lugar de frijoles le pones salsa de jitomate, la has convertido en entomatadas!!!!
Si cortas tiritas y las metes en un caldillo de jitomate con pasilla crema, queso y aguacate, entonces es una deliciosa sopa de tortilla!!!
Si las enrollas y las bañas de crema y encima pones rajas de poblano y chorizo, te quedan unas maravillosas enjococadas... al cortarlas en triángulos y meterlas al aceite hirviendo, serán totopos...
Pero también puedes freírlas hasta endurecerlas, ponle encima todo lo que se te ocurra para que disfrutes de ricas tostadas..."
Y así, esto se llama "La Super posición cuántica de la tortilla"
*¡¡VIVAN MÉXICO Y LA TORTILLA!!*. 🇲🇽 🇲🇽
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undyinglantern · 3 months ago
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do you know how often I dump a giant spoonful of rice into my sopa de frijol for dinner and call it a day
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honeypottedrot · 4 months ago
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Sopa de frijoles negros is a healing elixir -
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bengesko · 5 months ago
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Sopa de frijoles is one of my broke go tos. At its simplest, its red or black beans, water, garlic, salt. Spices are obviously reccomended. Cilantro too. Bonus, if you get tired of the soup, you can take the cooked beans and turn them into like refried beans. If you have spoons for it, tortillas are super simple to make. Its just maseca hot water and salt. So you can make tortillas and then have frijoles. If you dont like beans, lentils are also a good staple and protein-y. Red lentils cook the fastest and become the softest. Or plain white rice with soya sauce. I apologize if this isn't helpful. I dont know your dietary restrictions but you mentioned salt so. Best of luck. Also also oatmeal. You can make savoury oatmeal if sweet isnt your thing. You can also make breakfast oatmeal bars in a cookie pan and then freeze the bits you dont eat and then thaw them as needed. Also idk if your walmart does this but mine has almost expired produce on mega sale so sometimes i can get like very ripe veggies for very cheap. Ill freeze what i can. Sorry again for the infodump. Goodluck
This is actually very helpful! I can't eat a lot of beans because my ibs has a Vendetta against them, but I love lentils and never thought of using them like that!
I'll definitely look into using red lentils in place of beans. Sounds like they'd be a GREAT replacement for beans and rice, a dish I really miss bc I can't have beans! (I feel silly I didn't think of that sooner!)
Thank you for the tips! 💚💚
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cyhaino · 9 months ago
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Top 5 food!!
Suddenly forgetting everything I've ever eaten...
Don't worry, I got it, and I'll post pics too! These are my comfort foods, aka foods I will never turn down because while there are other foods I like, sometimes the texture of it will ruin it for me.
5. Peanut butter and jelly baby!!! It's such a basic food but so easy to make and sometimes you just want simple. Peanut butter is smooth and jelly doesn't really matter. I like grape, strawberry, and guava. And like wow it doesn't look appetizing at all but I love it and will never give it up.
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4. Enchiladas, but like the Mexican version and the Americanized version of it, too. Like yeah this version that most American's are used to is good, I love the sauce and I usually get chicken it's fine it's one of the things I ask for if I'm in a Mexican restaurant
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But I grew up on the Mexican version and love it with frijoles (refried beans) or queso
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3. Lasagna. I probably should turn it down more often because I always feel so full but I can't resist!! I think it's the cheese lol
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2. sopa de fideo my beloved if i ever turn this down assume i am sick because what other reason would i turn it down???
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ok this last one is going to sound weird but i promise it's good and i'm trying to find a good photo of it but its a torta de frijoles con huevo (maybe queso too) But it's refried beans and scrambled eggs on this specific type of bread called bolillos. The beans look like the ones in the first photo for enchiladas ok it has to look like that no it is not beans on toast
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stephloverrrr · 1 year ago
Note
What's a seasonal winter snack or dessert you really like to eat?
Oh some things that come to mind (not necessarily desserts):
Sancocho
Coquito
Arroz con leche
Hot chocolate (even better if it’s spiked)
Sopa de frijoles (Honduran style)
Tamales (had to edit and add this- my grandmothers were my favorite)
Thank you for the ask :)
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caminocopalita · 1 month ago
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La idea
17 de marzo de 2024
“¡¡Qué pinche chinga me paraste Nathalia!!”
Nathalia –así, con te hache– soltó una carcajada. “Yo sólo te sugerí el paseo,” se defendió. “Tú fuiste el que decidiste hacerlo.” “Pero ya… platícame. ¿Valió la pena?”
Por ahí de octubre del 2023, Nathalia, mi maestra de pilates, me dijo: “Tengo un paseo que te va a encantar. Se llama el Camino Copalita. Caminas a lo largo de seis días de la ciudad de Oaxaca a la costa del Pacífico. Llevo años queriéndolo hacer, pero no convenzo a mi novio.”
“¡Wow!” pensé. “Atravesar la sierra caminando de Oaxaca al mar suena increíble.” De pronto me transporté más de 40 años atrás. Estaba en un tejabán al lado de la carretera, tomando un café de olla hirviendo, con el frío del bosque de pinos en lo alto de la sierra pegándome en la cara, después de seis largas horas manejando en una carretera angosta y sinuosa. Nos detuvimos a tomar un respiro para evitar desencadenar una vomitada multitudinaria. Olía a resina de pino, a leña, a humo y a piloncillo. Olía –ahora lo reconozco– a pitiona. Había hecho un viaje memorable con mis papás y mis hermanos al estado de Oaxaca. Manejamos a Acapulco donde pasamos unos días en el departamento que recién habían comprado mis papás, antes de tomar la carretera vía Pinotepa Nacional hacia Puerto Escondido donde pasamos una noche. Visitamos Puerto Ángel y las bahías de Huatulco, a las que en ese entonces sólo podías llegar en lanchita. Desde Santa Cruz Huatulco cruzamos la sierra hasta la ciudad de Oaxaca donde estuvimos una semana antes de regresar a la Ciudad de México. Hacer el recorrido de Oaxaca a Huatulco caminando tenía que ser toda una experiencia. 
Les mandé la liga a Ana y Alberto, mis colegas de trabajo en StepStone. “Deberíamos hacer este viaje,” les escribí. “A ver si se animan.” Más tardé en picarle send cuando los dos respondieron: “¡Puestos!”. “Hagámoslo el siguiente año como ejercicio de team building para StepStone México,” contesté. 
Se acercaba diciembre y, para variar, no teníamos plan para las vacaciones, a pesar de que mis hijos venían a pasar las fiestas con nosotros: Diego de Nueva York y Álvaro de Londres. Todos nos habíamos comprometido a plantear y organizar un viaje. Ninguno habíamos hecho nada. Un fin de semana ya en noviembre, decidí poner manos a la obra para no quedarnos chiflando en Las Lomas.
Acababa de pasar el huracán Otis en Acapulco y todos los destinos de playa estaban, o llenos o carísimos. Me metí a explorar Oaxaca, que pronto me convenció. Podríamos ir manejando, desayunar cemitas en Puebla de ida y comer mole poblano de regreso para completar la colección de los siete moles oaxaqueños. Nos quedaríamos en el barrio de Jalatlaco; visitaríamos varios palenques ancestrales de mezcal en Santa Catarina de Minas y San Baltazar Chichicápam; haríamos la ruta de las artesanías, los alebrijes en San Martín Tilcajete y el barro negro en San Bartolo Coyotepec. Para redondear el viaje haríamos una caminata por la Sierra Norte visitando los Pueblos Mancomunados con parada obligada en San Pablo Guelatao.
El viaje estuvo fantástico. La caminata de tres días y dos noches por la Sierra Norte: intensa. 
Oaxaca es una maravilla. 
Cenamos la noche de fin de año en Alfonsina. Taco de col morada crujiente, sopa de frijol blanco con acelgas y setas, tamal de berenjena con aguacate criollo sopleteado, y robalo en mole almendrado. Ya en el postre de mango y cacahuate garapiñado, en jugo de caña, con espuma de cacao, les dije a Pilar y a mis hijos: “¿Cómo ven si regresamos en Semana Santa a hacer el Camino Copalita?” “¿Camino Copalita? ¿Qué es eso?” preguntaron mientras brindábamos con una jicarita de madre cuishe.
“Atraviesas la Sierra Sur caminando. Desde la ciudad de Oaxaca hasta el mar.” 
Pilar casi escupe el mezcal: “¡Estás loco si crees que yo me voy a echar esa caminata tres meses después de la madriza que nos acabamos de poner ayer!” “Pero lo queremos hacer como una experiencia de cohesión para el equipo de StepStone México,” empezaban mis argumentos. “Y además lo va a pagar la empresa.”
“¡Pues hazlo tú con el Basave! Yo me voy con mis papás a descansar y tomar el sol a Cuernavaca. Me da lo mismo si lo paga StepStone o el pinche papa,” sentenció Pilar. “¡Oye! Más respeto con el poteito,” le dije molesto. “Yo lo que quiero es ir a Japón,” remató. Diego, Alvaro y Jimena nada más se rieron. Parecía que Copalita nacía muerto.
Como la esperanza es lo último que muere, en enero reservé 10 lugares. Cinco para nosotros y cinco para Alberto, Ana, Víctor, Esteban y Arely: el equipo de StepStone México. Cuando le pregunté a Alberto si le reservaba a su esposa Paty, me contestó muerto de la risa: “Bueno… no hay forma de que Paty se apunte. Aunque hubiera un Ritz Carlton en cada una de las paradas del recorrido, me costaría un huevo convencerla.”
Mi proceso de convencimiento fue arduo, pero finalmente Pilar accedió a ir. Conforme la fecha se acercaba, hicimos unas cuantas caminatas de entrenamiento en las que invariablemente acabamos agarrados del moco por una razón o por otra. 
Dos semanas antes nos lanzamos a Decathlon para preparar el viaje. Compramos tres mochilas, cuatro bastones para caminar y tres pares de zapatillas para surfear. Estábamos listos para la aventura.
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Los organizadores armaron un grupo de WhatsApp para ir dando indicaciones y resolviendo dudas previo al inicio del viaje. De por sí, hablo con el Basave por lo menos cuatro o cinco veces diarias para ver temas de la chamba. La comunicación se empezó a intensificar con los preparativos del viaje.
“¿Oye, piensas llevar cuatro o cinco pantalones?” me preguntó con cierta aprehensión. “Me voy a llevar unos pantalones para los primeros dos días que va a hacer frío y puros shorts para el resto del viaje,” le contesté con gran seguridad. “Güey… ¿No leíste la lista de recomendaciones? ¡Te dicen que lleves pantalón largo todos los días!” “Mmm… pues quizá empaque un pantalón más además de mis shorts,” contesté empezando a dudar un poco. Viendo que no era de mucha ayuda, el Basave empezó a hacer sus preguntas en el chat. 
“Hola! Valdrá la pena llevar una colchoneta para abajo del sleeping bag? En volumen es la mitad del de el sleeping,” fue la primera pregunta, a la que siguió una foto de un Therm-A-Rest® Prolite™ Self-Inflating Sleeping Pad, que se veía bastante pro. “Dependiendo del campamento en el que estemos habrá colchonetas o catres, no es necesario llevar colchones,” contestó Emilio, el coordinador del grupo que a la postre sería nuestro guía. “Lo que sí podría ayudarles es una almohada,” añadió.
“Hola de nuevo,” volvió a preguntar Basave, “¿Crees que sea conveniente ponerle permetrina a la ropa para los insectos?” “Es permetrina diseñada justo para ponerle a la ropa,” aclaró. “Realmente nunca hemos tenido problema con insectos, considero que con pantalones, playeras de manga larga y repelente es suficiente,” contestó Emilio. “Ok, gracias. ¿Y no hay tema con garrapatas en el bosque?” siguió preguntando el Basave. “No, no me preocuparía mucho por eso,” contestó Emilio con la paciencia que desplegaría a lo largo de todo el viaje.
“¿Se necesita llevar cubiertos para campismo?” siguió preguntando el Basave. “No, no es necesario llevar cubiertos. En todos los campamentos hay. ¡Ahí nos darán de desayunar y comer!” respondió Emilio. “Lo que sí recomiendo, es llevar sandalias deportivas que puedan mojarse,” añadió.
“Este Basave está cagadísimo,” comentamos entre risas Jimena y yo mientras cenábamos en casa. “Se ve que le está empezando a entrar el nervio.” A Pilar le habían robado el teléfono, por lo que no se estaba enterando mucho de los preparativos y recomendaciones, pero igual le dio mucha risa la preocupación del Basave.
A partir del día siguiente, al que le empezó a entrar la preocupación fue a mí. ¿Habían mencionado “catres” y “colchonetas” en el chat del grupo? ¿Recomendaban llevar almohada? ¿Qué pedo con los cero grados centígrados y los sacos de dormir para baja temperatura? ¿Qué era eso de una mochila de ataque? ¿Las zapatillas para surfear que compramos servirían como sandalias deportivas que pueden mojarse?
El tema del catre me volvió a regresar a la infancia. Estábamos mis hermanos y yo escurriendo de sudor, metidos en una choza en la playa de Chachalacas en Veracruz, intentando dormir en unos catres. No me acuerdo qué hacía más ruido, si el zumbido de los moscos adentro del cuarto, el abrir y cerrar de las tenazas de los cangrejos afuera en la playa, o el rechinido estridente y disonante de los resortes y bisagras de los catres. 
Un catre se compone de un tubo de aluminio que forma un rectángulo de esquinas redondeadas, dividido en dos partes que se unen por sendas bisagras de cada lado para que se pueda doblar a la mitad. El tubo tiene perforaciones de las que se enganchan unos resortes de alambre que sujetan una lona de color rojo o verde olivo. La lona usualmente está sucia y percudida con manchones de círculos irregulares. El catre tiene unas patas plegables en cada extremo, también de aluminio perforado, que se despliegan cuando se abre por la mitad para formar un camastro de 30 a 40 centímetros de altura en el que puedes –si te atreves– recostarte –si lo logras– a dormir. 
El asunto no pintaba bien. Yo había revisado muy de pasada la descripción del viaje en la liga que me había mandado Nathalia con te hache. Sí había visto que una noche la pasabas en un campamento que me pareció un glamping como los que ves en las fotos de los safaris de súper lujo en África. Había asumido que el resto de las noches dormíamos en cabañas como a las que habíamos llegado en nuestra caminata por la Sierra Norte en diciembre. Rústicas, pero con su baño con agua caliente; su cama con colchón, sábanas, cobijas y cabecera; su hamaca y mecedora afuera del cuarto; y hasta con una chimenea que te prendían en la noche. 
Le llamé a Ana para ver cómo iba a estar la dormida. Nos metimos a la liga y me fue enseñando los lugares donde pasaríamos cada una de las cinco noches. Tienda de campaña con techo a dos aguas. Tienda de campaña tipo cúpula. Campamento al aire libre con mosquiteros individuales –para nada parecía un glamping de súper lujo. Tienda de campaña tipo iglú. Y… tienda de campaña tipo voy-a-dormir-de-la-puritita-mierda-del-toro. “En la madre…” le dije a Ana, “Pilar me va a matar.”
La tensión se acumulaba en la semana previa al inicio del viaje. A Pilar le habían robado su celular y su computadora desde el lunes anterior cuando pasó a comprar postre para llevar a una comida con sus amigas. En esa misma semana le habían metido un gol a una cuenta de su papá que administra ella. Además, llevaba más de un mes sin coche porque había metido su camioneta a hojalatería y pintura para reparar algunas averías que había sufrido en el viaje de diciembre a Oaxaca.
El fin de semana antes de partir fuimos Pilar y yo a Cuernavaca a pasar el puente del 21 de marzo con sus papás. Jimena se quedaría en la Ciudad de México porque el sábado cumplía años su prima Natalia y el domingo Juan Pablo, el chavo con el que está saliendo y que todavía no nos presentaba.  
Por coincidencia, Juan Pablo pasó por Jimena justo cuando llegó por nosotros el Uber que habíamos pedido para ir a recoger la camioneta y seguirnos a Cuernavaca. Jimena lo estaba esperando en el lobby para evitar cualquier tipo de encuentro: cercano o lejano. No le quedó más remedio que presentarlo. Nos saludamos en aproximadamente 90 segundos y cada quien agarró por su lado. 
La camioneta la entregaban a las 2 pm. Con el tráfico del sábado, llegamos a las 2:13. El asesor ya se había largado a su casa y no había quien entregara el auto. Nos fuimos mentando madres a casa de mis suegros a tomar prestado un coche. Llegamos a Cuernavaca sin mayor eventualidad salvo por el tramo en construcción en la maldita carretera a la altura de la desviación a Cuautla, donde los ineptos de Capufe reducen el flujo a un solo carril. Todavía llegamos a tiempo para la comida cena que disfrutamos con una botella de Abadía Retuerta Pago Negralda que habíamos traído de España.
Al día siguiente, después del desayuno, hicimos nuestra llamada familiar de los domingos. Platicamos un par de cosas, mis hijos saludaron a mis suegros, a mi cuñado Santiago, a mi comadre Miriam y a nuestra ahijada Alejandra que estaban también en Cuernavaca. 
Pilar, que no se aguantaba las ganas, fingió un tono casual y comentó: “Pues ayer conocimos a Juan Pablo.” “¿Quién es Juan Pablo?” preguntaron los demás, tanto en la mesa como en el otro lado del teléfono. “Pues el chavo con el que está saliendo Jime,” dijo Pilar. 
Acto seguido, tuvo el buen tino de comentar una de sus habituales indiscreciones. Me le quedé viendo con cara de no-manches-lo-qué-acabas-de-decir-Pilar. La llamada terminó con un torpe: “Bueno… pues ahí hablamos la próxima semana. Bye… besitos…”
Así empezaba la semana previa a nuestra partida. Yo, furioso con Pilar. Jimena, furiosa conmigo por lo que había dicho su mamá. Pilar, nerviosa por el viaje y angustiada por su teléfono, su computadora, el fraude a la cuenta de su papá, y por dejar a su mamá que había salido del hospital hacía apenas una semana. Lo que nos esperaba…
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toplifespot · 2 months ago
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Sopa de frijoles negros - Sopa de Frijoles Negros Saludable y Rápida: ¡Deliciosa Receta que Transformará tus Comidas!
Sopa De Frijoles Negros Saludable Y Rápida: Una Opción Deliciosa Para Tus Comidas Ingredientes Necesarios Para El Platillo La Sopa De Frijoles Negros Es Un Plato Reconfortante Que Requiere Solo Unos Pocos Ingredientes Frescos. A continuación, te presentamos los ingredientes necesarios para preparar esta deliciosa sopa: 1 taza de frijoles negros secos 2 cucharadas de aceite de oliva 1 cebolla…
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pollofelizvallarta · 4 months ago
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donpollazo · 4 months ago
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manifiestotamaulipas · 5 months ago
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Recomendaciones del Alcalde Carlos Peña Ortiz y de Protección Civil de Reynosa
- En temporada de huracanes es necesario disponer de agua, alimentos y resguardar documentos importantes.
El Presidente Municipal, Carlos Peña Ortiz, te invita a estar pendiente de las actualizaciones del clima que emite la Coordinación de Protección Civil y Bomberos de Reynosa, y seguir las recomendaciones que la dependencia indica ante la llegada de fenómenos hidrometeorológicos.
Revisa tu vivienda y ubica algún punto vulnerable para reparar antes de la llegada de algún fenómeno atmosférico; coloca cinta aislante de dos pulgadas de ancho, o más, a tus ventanas para reforzarlas y evitar que en caso de quebrarse, sus astillas vuelen y causen heridas.
Calcula guardar suficiente agua, así como alimentos enlatados, sopas, verduras, frijoles y otros, además de pan y galletas, que puedan ser consumidos sin necesidad de fuego o energía eléctrica, puesto que normalmente una tormenta interrumpe los servicios públicos, por lo cual también debes contar con un radio, una o más linternas y baterías de repuesto.
Es muy importante que guardes los documentos de valor, entre estos de la propiedad familiar, autos, de tu identidad y estudios, en una bolsa plástica y concentrados en una mochila fácil de identificar.
El Alcalde de Reynosa, se preocupa por tu seguridad y la de tu familia y te recomienda contar con al menos un kit de emergencia y si crees que tu vivienda no es suficientemente segura, estar atento de la ubicación y apertura de los refugios temporales para resguardarse.
#JuntosVolamosMásAlto
#GobiernoMunicipalDeReynosa
#ProtecciónCivilSomosTodos
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r0ssl4ndd · 5 months ago
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Holaaa.
Día 3.
Hoy me sentí un poco mal, sin energías y cada que me movía era horrible porque sentía que me caía, ayuné 19h pero comí más porque tenía que hacer ejercicio y no tenía fuerzas para hacerlo.
Desayuno:
Bistec de pollo..........................................91kcal
Ejotes a la mexicana...............................96kcal
Zanahoria y jícama..................................30kcal
2 tortillas de maíz....................................106kcal
Café con leche..........................................80kcal
Comida:
Bistec de res.............................................81kcal
Frijoles.......................................................105kcal
Jícama.......................................................15kcal
Sopa de fideos.........................................73kcal
1 tortilla......................................................53kcal
Cena:-
Total: 730kcal
La verdad me sentí un poco culpable porque consumí mucha más comida que en días pasados, pero trato de verlo del lado positivo. Lo que comí me ayudó a tener energías para poder hacer ejercicio y mantenerme en movimiento.
De ejercicio hice de nuevo 30min de pilates de Lidia Mera y tmb hice 50min de cardio de bajo impacto. Me sentí muy bien al terminar, así que sin problema.
Lo que me mantuvo motivada en el día es que me pesé y estoy en 61.2kg, sé que no es mucho, pero para alguien que lleva estancada mucho tiempo es como una bendición.
Bueno eso es todo, les deseo muy buenas noches y sigan esforzándose para lograr lo que quieran.
(th1nspo)
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Bai:)
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rlrbuy · 6 months ago
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Vima Frijoles Negro 1 Kg
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Vima Frijoles Negros 1 Kg son perfectos para: Preparar tradicionales frijoles negros refritos: Disfrútalos con tortillas, huevos, salsas y tus guarniciones favoritas. Crear deliciosas sopas y guisos mexicanos: Añaden un toque de sabor y nutrición a tus recetas. Acompañar tus tacos, enchiladas y burritos: Son un relleno perfecto para tus platillos mexicanos favoritos. Experimentar en la cocina: Son un ingrediente versátil que puedes usar en una gran variedad de recetas. Cada kilo de Vima Frijoles Negros rinde hasta 8 porciones, lo que los convierte en una opción económica y deliciosa para alimentar a toda tu familia. Además de su delicioso sabor y textura, Vima Frijoles Negros 1 Kg también son: Una excelente fuente de proteína vegetal: Son una opción ideal para vegetarianos y veganos. Ricos en fibra: Te ayudan a mantener una digestión saludable. Una fuente de hierro: Son esenciales para mantener una buena salud sanguínea. Read the full article
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caminocopalita · 1 month ago
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Agua Fría
24 de marzo de 2024
Después de los chilaquiles con huevo estrellado y de conocer de vista al resto de nuestros 17 compañeros de viaje, nos repartimos en dos camionetas. Cuando nos subimos a la nuestra, los Aguilar, una familia de 5 que hablaban francés entre ellos, ya habían apañado toda la parte de atrás y la mayoría de los espacios para acomodar bolsos y mochilas de mano.
Nos presentamos. “Héctor, Mónica, Camila, Claudio, Pablo,” dijeron ellos. “Luis, Pilar, Jimena, Alberto, Ana,” contestamos nosotros. “¿Todos son de la ciudad de México?” preguntó Héctor. “Sí,” contesté, nosotros tres del Defecante.” Los tres chavos se me quedaron viendo con cara de ¿qué-dijo? Ya no les expliqué que uno de los dizque gobiernos de dizque izquierda que llevamos padeciendo desde finales del siglo pasado decidió cambiar el nombre del Distrito Federal por el de Ciudad de México, y el acrónimo DF por el de CDMX, y que con ello habíamos perdido gentilicios simpáticos como defeño, defecante y defectuoso. “Yo también,” dijo el Basave, “aunque vivo en Dallas.” “Yo soy de Ensenada y vivo en San Diego,” contestó Ana.
Salimos rumbo a nuestro primer destino, San Juan Bautista Ozolotepec. El recorrido era de poco más de 170 kilómetros, pero el tiempo estimado, incluyendo una parada para comer era de 6 horas. 
En el camino le dio hambre al Basave y se abrió la primera bolsa de beef jerky que había comprado en un Whole Foods en Dallas. Escogió el de sabor teriyaki. Apenas rompió el sello de garantía de frescura cuando apestó toda la camioneta. “¿Por qué huele así?” preguntó Pablo, el más chico de los Aguilar. “Es beef jerky sabor teriyaki y está buenísimo,” contestó el Basave, “¿Quieres?” “No. Gracias,” contestó Pablo. 
A medida que avanzábamos, nuestra velocidad promedio disminuía. La carretera estaba llena de hoyos al principio y de curvas y hoyos a medida que nos adentrábamos en la Sierra Sur de Oaxaca. El paisaje fue cambiando de semi desierto a bosque de coníferas al tiempo que la temperatura iba disminuyendo de calurosa a agradable.
Después de tres horas de viaje, nos detuvimos a comer en el mismo tejabán que había visitado con mis papás y mis hermanos hace más de 40 años. Lo reconocí de inmediato. Nos acomodamos en varias mesas que estaban acomodadas en ele a lo largo de dos de las paredes de la pequeña cabaña. Dos señoras estaban preparando nuestra comida en un comal de barro y una parrilla que calentaban con leña. Comimos sopa de verduras, unos frijoles caldosos exquisitos, que ya Emilio nos había advertido eran los mejores de la región, tasajo, y té de guayaba. 
El tasajo es un corte delgado de carne de res, que puede ser de la pulpa de la pierna o de la costilla, y que se sala y se seca al aire o al humo de leña para conservarlo. El que nos sirvieron lo cocinaron directamente sobre las brasas blancas de la leña. Difícil de comer así recién salido porque estaba muy duro y muy salado, pero cuando le echabas un par de cucharadas de los famosos frijoles, el platillo se transformaba en un pequeño manjar.
Abordamos nuevamente las camionetas y seguimos admirando el cambio de paisaje. El conductor traía una limitada selección musical compuesta por dos playlists: una de cumbias y una con una selección de lo más cursi de José Luis Perales. En lugar de programar una reproducción aleatoria, las tocó durante las seis horas del trayecto en estricto orden. Cuando sentíamos que la cumbia nos taladraba el oído, empezó el Morrissey de Castejón. Al principio fue bienvenido el cambio y con gusto acompañamos a los niños en el coro de Dime, pero al poco rato ya no podíamos con el de Cuenca. Sentimos alivio, aunque no mucho ni por mucho tiempo, cuando volvió a empezar la cumbia, y así fuimos alternando géneros musicales durante todo el viaje. 
Antes de llegar al mirador de San Juan Bautista nos tocó un bellísimo atardecer que pintó el cielo, las montañas, las cañadas y el bosque. El cielo en tonos de amarillo, anaranjado y rosa; las montañas en distintos tonos de azul; los árboles de negro.
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Poco después llegamos a la comunidad cuando ya era de noche. Aquí nos despedimos de las camionetas. El resto de los trayectos motorizados los haríamos en transportes de las comunidades.
Descargaron las mochilas al lado de las gradas de la cancha de basquetbol mientras nosotros entramos al palacio municipal donde las autoridades comunales se presentaron y nos dieron la bienvenida. El presidente municipal y el presidente de bienes comunales habían tenido que salir por lo que nos recibieron diversos miembros del cabildo. El cabildo se compone de 12 personas que desempeñan su puesto durante 3 años. El cargo es por elección, es obligatorio y honorario, es decir, no tiene remuneración alguna. Se presentaron, nos dieron la bienvenida, nos desearon suerte en el trayecto que comenzaríamos al día siguiente y nos invitaron a ver el nuevo amanecer.
Afuera del palacio municipal ya nos esperaba el nuevo transporte. Consistía de un camión de redilas para los pasajeros y una pick-up para las mochilas. “En la cabina del camión caben tres personas, en la de la pick-up caben seis. Los demás súbanse a la caja de carga del camión,” nos indicó uno de los choferes. Pa pronto el Basave se metió con Ana y otro de nuestros compañeros en la de tres. Pilar, Jimena y yo nos clavamos en el asiento de atrás de la de seis; Mónica se subió en el asiento de adelante; con el conductor sumábamos cinco e íbamos bastante cómodos. 
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Los otros 17, más los guías y algunos miembros de la comunidad que iban también al campamento, se acomodaron como pudieron en el camión de redilas. El primero en arrancar fue el camión. 
En nuestra pick-up se subió doña Cristina, la tesorera suplente, con su hijo Arié, en el asiento de adelante junto a Mónica que amablemente se bajó para cederles el lugar de enmedio. Ya éramos siete, cuando atrás se nos subió doña Epifania que le gritaba a su tío Evelio que todavía había lugar. Jimena se subió a las piernas de Pilar para que cupieran. “¡Espéralo Aquilino!” le decía doña Epifania al conductor, “¡Todavía cabemos!” Gracias a Dios, el tío Evelio no se subió y Aquilino arrancó con los ocho pasajeros en la cabina de seis. 
Pasamos por la iglesia, que estaba en reconstrucción porque la había dañado un reciente temblor, antes de salir del pueblo y agarrar un camino de terracería que nos seguiría subiendo a la montaña. Si nosotros, que íbamos bien empacados, dábamos tumbos en la cabina de la pick-up, no me quiero imaginar cómo iban los del camión de redilas.
Llegamos al campamento de Agua Fría cerca de una hora después para encontrar que todas las tiendas de campaña estaban ocupadas. Era la primera de varias veces que Pilar y yo llegábamos los últimos a escoger alojamiento. El Basave me quiso convencer de que durmieran las tres mujeres en una tienda para que compartiéramos una él y yo. No me dejé. De inmediato me aparté unos pasos con Pilar para aleccionarla. “Este güey es capaz de convencer a cualquiera de cualquier cosa,” le advertí. “Por ningún motivo caigas en la trampa de irte a dormir con Ana y con Jimena. Además, seguro le apestan las patas. Ya pedí que nos montaran otra tienda.”
Mientras tanto, pasamos a la cabaña donde tenían preparada la cena. El tasajo con frijoles lo habíamos comido hace no tanto, por lo que decidimos ahorrarnos la cena. Bueno, todos menos el Basave que lo único que se ahorró fue el tamal, pero se marraneó bien y bonito varias tostadas de chapulines con salsa molcajeteada, puños de cacahuates con ajo y chile de árbol, y varias tostadas de requesón con miel que preparaba y dispensaba a los compañeros de la mesa. Yo había llegado un poco deshidratado y cometí el error de beber dos tazones de agua y dos de poleo, que acompañé con un pequeño trozo de tostada de requesón con miel que estaba francamente bueno. Lo lamentaría durante la noche.
Después de la cena, mientras disfrutábamos del primer mezcal del recorrido, un tobalá muy bueno, nos fuimos presentando uno por uno. Emilio nos pidió que platicáramos cómo nos habíamos enterado del Camino Copalita y por qué habíamos decidido venir. Al final se presentaron los miembros de la comunidad que nos acompañaban. Las cocineras, los que serían nuestros guías en la primera caminata, y los choferes que transportarían nuestro equipaje.
Emilio nos dio las indicaciones para el día siguiente. “Chicos y chicas…” empezó. “Los que quieran subir a ver el amanecer tienen que estar listos afuera de las tiendas en punto de las 5 de la mañana, con botas, pantalón largo y ropa abrigadora. Va a hacer mucho frío. La primera parte de la subida la vamos a hacer en el camión y luego haremos la primera caminata del viaje. Unos 30 minutos más que nos llevarán al mirador en la parte más alta de la sierra a casi 3,800 metros sobre el nivel del mar. Si el día está claro y tenemos suerte, podremos ver a lo lejos el mar.”
Después de la cena salimos para encontrar una gran fogata prendida en el centro del semicírculo que formaban las tiendas blancas con techo a dos aguas, debajo de un cielo estrellado, iluminadas por la luna llena. 
“Bueno, ¿entonces cómo nos acomodamos?” volvió a insistir el Basave. Nadie lo peló. Habían montado dos tiendas más, una para Pilar y para mí, y una muy grande donde dormiría solo el Basave. Como ya no tenían más de las tiendas blancas, monas, con techo a dos aguas, nos tocó una tienda con cuatro paredes altas y techo tipo torre de castillo. Me recordó la que habíamos comprado en 1985 en Pablo’s Productos para Campismo, que estaba en Patriotismo y Extremadura, cuando me fui con mis tres amigos de viaje a Europa. 
Dormimos, es un decir, de la puritita mierda del toro. No. Peor. 
Cuando llegamos a Agua Fría hacía algo de viento, pero mientras nos preparábamos para dormir, se empezó a desatar un fuerte ventarrón de montaña. “Qué padre,” pensé, “nos va a arrullar el sonido del viento.” Extendimos los sleepings sobre las colchonetas que nos habían dejado dentro de la tienda y puse mi despertador a las 4:15. Quería aprovechar para echar el primer popó –del recorrido y de mi vida– en un baño seco, y no quería presiones externas.
El viento empezó a arreciar conforme avanzaba la noche. El ruido, el frío y el zarandeo de la tienda de campaña, también. No habíamos dormido nada. Gracias al agua y al poleo me tuve que parar cuatro veces a orinar. 
Como a las 4 de la mañana se soltaron unas ráfagas tan fuertes, que la tienda nos empezó a agarrar a sapes. El agresivo movimiento ondulatorio –como el que provocan esos güeyes que se sienten muy mamados en los gimnasios con esas cuerdas para amarrar trasatlánticos que les dicen battle rope– empezaba por el techo de la torre de castillo, recorría toda la pared de la tienda, y chicoteaba justo donde teníamos la cabeza Pilar y yo. “Qué pedo con esto,” dijo Pilar. Cuando nos paramos para evitar la madriza, la onda que regresaba del piso al techo me puso un soplamocos que me tumbó boca arriba en el piso. A Pilar, que se destornillaba de risa, le propinó una cachetada guajolotera y acabó encima de mí. Nos dimos un largo beso. Estábamos bien.
“Voy al baño a ver si puedo hacer popó,” le dije a Pilar. “Suerte,” me contestó, “Yo voy a girar 90 grados los sleepings, creo que de este lado la tienda no pega.”
Un baño seco, también conocido como letrina ecológica, consta de los siguientes elementos.
Dos cámaras inferiores de ladrillo, piedra o adobe, que se construyen sobre una losa de cemento y deben ser impermeabilizadas. Cada cámara tiene un volúmen aproximado de un metro cúbico y debe tener una compuerta por la cual se vacía la materia fecal cuando esta se llena. Las dos cámaras se cubren con una losa de cemento en la que se perforan dos agujeros que deben coincidir con el centro de cada una. Encima de uno de los agujeros se coloca un excusado o taza sanitaria con separador de orina. El otro se cubre con una tapa de madera. Encima de la losa superior se construye una caseta que puede ser de ladrillo, adobe o madera y que debe estar bien ventilada. Debe contar con una puerta, una ventana con malla mosquitero y un techo de teja o madera. Como el baño queda a una altura aproximada de un metro sobre el nivel del suelo, debe tener una escalera de tres o cuatro peldaños para acceder cómodamente al recinto. Antes de empezar a utilizarlo a la cámara donde se coloca el excusado se le debe añadir un poco de tierra con lombrices. 
El baño seco funciona de la siguiente manera. Es importante que tanto hombres como mujeres se sienten en el excusado para hacer tanto pipí como popó. Esto ya nos lo había adelantado el Biólogo en la plática introductoria en el Café Ciudadanía. También nos había exhortado a sentarnos de manera franca y no hacer de aguilita. Los desechos sólidos, o semisólidos según sea el caso, caen directamente a la cámara. La orina se captura en el separador de orina, un recipiente tipo bacinica que tiene un pequeño orificio en el fondo y que forma parte integral de la taza sanitaria, y se desvía a un pozo de drenaje separado de las cámaras. Después de defecar, se debe echar un puñado de cal, ceniza o aserrín para que la materia se seque, pierda peso y volumen, y se eliminen olores desagradables.
Cuando se llena una de las cámaras, se intercambian la taza sanitaria y la tapa de madera, de modo que el baño se puede seguir usando de manera continua. La cámara llena se vacía con una pala por la compuerta. El contenido removido se lleva a otro lugar a terminar de compostar para que sirva como abono. 
Anduve nuevamente el camino al baño. Decidí no usar la linterna porque el camino estaba iluminado por la luna y además ya me lo sabía de memoria. Estaba solo. De inmediato me puse a hacer mis naulis. Nauli es un método yóguico de limpieza digestiva que consiste en hacer diversos movimientos abdominales para estimular el intestino grueso. Yo creo que estaba un poco presionado y los apuré, porque no cumplieron cabalmente su función de ablandar y acercar la materia fecal al recto. Entré al baño, cerré la puerta y rápidamente limpié la tasa con papel de baño –se me habían olvidado los lingettes ultra-douces–  y me senté a tratar de zurrar. Después de un esfuerzo importante que casi provoca la salida de la almorrana, logré expulsar un solitario tronco. Resultó ser una caca fantasma. La busqué con la linterna en el fondo del depósito y no encontré nada. De todos modos eché media pala de cal en el centro donde tenía que haber aterrizado. Me limpié una vez y examiné el papel. Sin rastro. Repetí la operación con el mismo resultado. Confirmé que, en efecto, había sido una caca fantasma. Tenía que regresar a la tienda por el paquete de lingettes ultra-douces. 
El protocolo marca dos opciones cuando te das cuenta de que no hay papel una vez que ya concluiste con el acto. La primera es gritar una vez: “¡¡NOHAY PAAPEEEEEL!!” esperar unos segundos y gritar una segunda vez: “¡¡NO HAY PAAAA PEEEEEL!!” A las 4:15 de la mañana nadie me iba a hacer caso, y si sí, si acaso, me llevarían un rollo de papel de baño que no me serviría para nada. Deseché la opción uno. 
La segunda opción es caminar, con paso de pingüino, al baño más próximo, tomar el rollo de papel, y regresar, también con paso de pingüino, al lugar de los hechos a concluir el proceso. El paso de pingüino, ya se sabe, es cuando uno camina con los pantalones en los tobillos y con las piernas abiertas a la extensión que ello permite, dando pasos cortos y rápidos. Esta segunda opción tampoco me pareció viable. Caminar 150 metros a la tienda de campaña y de regreso dando pasos de pingüino no era una alternativa por sí sola descabellada. No sería la primera vez que hiciera algo parecido, aunque esta vez el grado de exposición sería mayor. La tradición de hacer un paseo en toalla o paños menores por un campamento se inició en el viaje a Europa que hice con mis tres amigos al terminar la prepa. Lo que me preocupaba en este caso, es que con el viento y el frío pasando por la entrepierna, sufriera un fenómeno de encogimiento, que alguien me viera, y que se quedara con una mala –y equivocada– impresión de mi persona.
Preferí violar el protocolo, subirme los pantalones y regresar a la tienda por las toallas húmedas. Lo que sí hice fue regresar al lugar de los hechos a concluir con la operación. Tomé una de las toallas, la doblé por la mitad e hice, con movimientos sucesivos de rotación, una limpieza profunda del tachito. ¡Éxito! Logré atrapar una solitaria calatraca que se encontraba ahí alojada. Para los que no conocen el término, calatracas son esas pelotitas de caca que se cuelgan de los pelos de la cola cuando no te limpias bien. Incómodas y provocadoras de comezón, son las principales responsables –junto con los pedos mojados– del proverbial calzón flameado.
Regresé contento a la tienda de campaña a vestirme para salir a ver el amanecer. Era mi séptimo camino de regreso. Todavía no empezaba nuestra caminata y ya llevaba más de dos kilómetros acumulados. 
Estaba abriendo el zipper de la puerta cuando uno de los guías se me acercó a informarme que se cancelaba la caminata a la punta de la sierra por el fuerte viento y que nos podíamos regresar a dormir. Un poco decepcionado, le comenté a Pilar las malas noticias. “¡Uff! Qué bueno,” me dijo. “A ver si podemos dormir un poco.” 
Caímos profundos. Me desperté cuando Pilar alrededor de las 6:20 am se quejó, “¡Uta! ¿Ahora quién prendió el pinche campamento?" Empezaba a amanecer.
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