#soldado inmortal
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flash56-chase05 · 8 months ago
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Viejos hermanos
Francia se encontraba sentado en el borde de la fuente de piedra caliza, con uno de sus brazos cruzado sobre el pecho. Llevaba desabrochada su librea azul, con remates rojizos, lo que le permitía atisbar su camisa especialmente arrugada en torno al cuello, carente de pañuelo.
El color blanco de sus pantalones del día anterior había quedado corrompido por las múltiples manchas de barro, en contraste con sus calcetines y zapatos prístinos.
Los cabellos pálidos que cubrían la mayor parte de su rostro mostraban vetas doradas con el impacto del sol naciente, junto a los detalles de las fachadas, y se sacudían ante la ligera brisa mañanera, que se filtraba a través de la ventana entreabierta.
A España no le había sorprendido aquella visión cuando, nada más levantarse del colchón, se había acercado al alféizar para cerrarla.
Sin embargo, al apoyar su mano sobre el marco, su atención se había visto capturada por la espada apoyada a un costado de Francia. La empuñadura se encontraba prácticamente escondida tras una lámina de metal doblada en torno a ella.
Había arqueado la ceja sin siquiera darse cuenta.
Y, justo en ese entonces, Francia había alzado su rostro en su dirección.
Había sido algo tan fugaz que, si España no hubiese tenido sus ojos fijos en él y no lo conociese tan bien, probablemente hubiese creído que se lo había imaginado.
—¿Puedes cerrar la maldita ventana de una vez? —siseó Irlanda, sobresaltándolo ligeramente.
Él apenas se giró en su dirección antes de asentir con la cabeza y juntar los dos marcos, interrumpiendo el flujo de frío.
Le pareció escuchar un murmullo de agradecimiento de parte de Irlanda, aunque apenas le dio importancia.
Sus ojos seguían fijos en la figura de Francia que, si era lo que sospechaba, continuaría junto la fuente toda la mañana.
España inspiró hondo mientras se forzaba a girarse hacia el interior de la estancia. Sus pies recorrieron la habitación con lentitud, acompañados por pequeños crujidos de las tablas bajo ellos, hasta llegar junto a la cajonera, a un costado de la puerta.
Recogió el cinturón de cuero y, una vez lo hubo colocado en torno a su cintura, lo cubrió con la casaca azul oscuro sobre sus hombros, junto a su camisa y pantalón. También aprovechó para enfundarse las botas. A continuación, sus ojos se desviaron hacia la espada con empuñadura de latón, escondida en una funda de terciopelo rojo que no tardó en calentar sus dedos en cuanto la recogió.
—¿A dónde vas?
España se giró rápidamente sobre sus talones hacia la cama. Desde ella, Irlanda lo miraba con el ceño fruncido, incorporada con ligereza sobre uno de sus costados. Sus cabellos anaranjados caían a modo de cascada sobre uno de sus hombros pecosos, que se había zafado de la tela blanquecina de su camisón.
Él tragó saliva. Al contrario de lo que había pretendido, el sonido pareció rebotar por las cuatro paredes.
—Voy a... hacer una cosa.
Irlanda apenas se inmutó.
—¿No se supone que nos vamos hoy?
España asintió ligeramente con la cabeza.
—Y nos vamos. Pero antes necesito hacer algo.
Sus ojos verdes se posaron sobre la espada, que España encontró necesario enganchar en el cinto y cubrir con la casaca. Después de varios minutos de silencio, ella terminó por resoplar y apoyar de nuevo su cabeza en la almohada.
España salió de la habitación y aprovechó una de las ventanas del pasillo para apreciar sus cabellos, cuyos rizos hacía tiempo que habían alcanzado su mentón. Se detuvo un instante para peinárselos con los dedos, mientras que con la otra mano extraía una gruesa cinta carmesí del bolsillo de la librea.
Una vez logró retener el máximo de mechones bajo un nudo firme, él suspiró y se permitió sacudirse las solapas a la vez que retomaba la marcha.
Apenas fue consciente de cuántos pasillos, de grandes ventanales, paredes blancas y con aquellos horribles crujidos de la madera cada vez que avanzaba, tuvo que cruzar antes de alcanzar las escaleras hacia el patio.
En cuanto llegó al último escalón, pudo atisbar que Francia seguía en la misma posición que antes, aunque de sus labios colgaba una pipa humeante que sostenía con la mano libre. España ni siquiera tuvo que salir de debajo del soportal para que él alzase su rostro y sus ojos azules se fijasen en los suyos.
Sus comisuras se alzaron ligeramente mientras se quitaba la pipa de la boca y dejaba escapar una pequeña columna de humo.
—Ah, España. —Alzó una mano en su dirección—. Pensaba que te habías quedado dormido después de cerrar la ventana.
España apretó sus labios.
—La habitación seguía estando demasiado fría como para hacerlo.
Francia recogió su espada por la funda y se arrastró hacia un lado de la fuente, para después dejar el arma en el lado contrario y tamborilear con sus dedos la superficie que había dejado libre.
—Podríais haber encendido la leña —respondió, a la vez que los golpecitos se hacían cada vez más insistentes. Entre tanto, aprovechó para volver a aproximar su pipa a sus labios y darle otra calada—. Venga, España, te puedo asegurar que el borde está perfectamente seco. Siéntate conmigo.
Él prefirió mantener la distancia y cruzarse de brazos.
—¿Qué quieres, Francia?
Este parpadeó antes de arrugar ligeramente el ceño y ladear su rostro. Sus mechones rubios cayeron hacia el costado por puro efecto de la gravedad.
—¿Por qué dices eso, España? ¿Acaso no podemos compartir un pequeño momento como en los viejos tiempos, sin segundas intenciones?
Aquello fue suficiente para que España hiciese una mueca y señalase la espada que descansaba a su lado.
—Hace mucho que tú no haces nada sin segundas intenciones.
Él simplemente se encogió de hombros, con aquella sonrisa de media luna sobre su rostro. Una de sus manos se apresuró a sostener el puño de su espada y extraerla de su funda.
Dirigió la punta del filo en su dirección.
España dirigió su mano hacia su cinto, cercano a la empuñadura de latón.
—Vamos, España.
Él inspiró hondo, sintiendo cómo su mandíbula se tensaba. Apenas se dio cuenta del momento en el que su mano libre quedó cerrada en un puño.
Tuvo que esforzarse mucho para que sus dedos se relajasen y pudiese alzar la mano para apartar la hoja que apuntaba en su dirección. Ignoró el escozor que surgió en la zona.
Francia aprovechó ese movimiento para levantarse de la fuente y quitarse la librea. La tela cayó sobre las losetas de piedra, y el filo de la espada volvió a estar frente a él.
España chasqueó la lengua.
—Estoy aquí por una reunión con motivos políticos, Francia, no para...
Francia lo interrumpió con un bufido y un espasmo de su mano libre alzada.
—¿Por qué has bajado, entonces? ¿Y por qué con la espada? —Francia sacudió el arma antes de que España pudiese responderle—. Sabes que quieres hacerlo, España. Desenfunda la espada. Un pequeño duelo para liberar tensiones. Como en los viejos tiempos.
Él cerró sus ojos y soltó un suspiro mientras se quitaba la casaca de los hombros. El silbido de la espada deslizándose por la funda fue suficiente para que sus hombros se relajasen.
Despegó sus párpados justo para apreciar cómo ambas hojas chocaban y Francia se veía obligado a retroceder para afirmar su agarre y recolocar sus pies. Era muy consciente de que las comisuras de sus labios se veían tentadas a imitar la sonrisa que su homólogo tenía en su rostro.
De hecho, era incapaz de negar que lo hubiesen hecho ya.
Se vio obligado a suspirar a la vez que se preparaba para bloquear la hoja que se dirigía en su dirección.
—Esto no es como en los viejos tiempos —murmulló, a pesar de la chispa que el tintineo del impacto entre ambas espadas envió a través de su columna.
Francia ya no era como en los viejos tiempos.
Habían pasado demasiadas cosas.
.
Y, dado que esta pieza está inspirada en el siglo XVIII, permíteme decirte que todavía faltan muchas por pasar, España. En fin...
Debido a que ya he representado el 2 de mayo de 1808 en Punto de fricción, me he permitido tomarme este día para representar la relación entre Francia y España (un placer culpable, la verdad). Además, tengo el headcanon de que, ya que se pasaron la mayor parte de la época romana pegados —y en la Edad Media también tuvieron sus momentos—, ambos aprendieron a luchar con una espada a modo de juego entre ellos. Por supuesto, luego pasaron a ser algo más que juegos.
Pero eso ya es otra historia.
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dolceminerva97 · 24 days ago
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Tienes hc sobre como se define el rol de una nación? I mean recuerdo que Agustina nace a finales de 1500 pero realmente el virreinato del Río de la plata se crea hasta siglos después y no es que ella pueda representar, por ejemplo, a la audiencia de Buenos Aires porque ya existía el que es Buenos Aires. (Creo)
Entonces la pregunta sería, cómo definió su año de nacimiento? Y dentro de su lore, cómo es que ella era una nació inmortal? En el sentido de que los humanos supieran que ella era Argentina y no un pueblito random que se estaba formando, o quizá ella en algún punto si represento una provincia en particular? Los eternos en sus hc saben que lugares representan y ellos solitos se asignan tierra o son los humanos lo que les asignan un rol? 👀
(Muchas preguntas perd0n)
qué güena pregunta dios
Por lo general, muchos inmortales tienen roles poco definidos durante su temprana infancia y a veces incluso la niñez. ¡Esto puede durar siglos! Como son niños pequeños aún no tienen mucha autonomía en sus acciones y decisiones, y necesitan estar al cuidado de los demás, preferentemente otros inmortales. (Un aeternus que no tenga estas "figuras guardianas" tenderá a crecer mucho más de golpe)
No suelen ser los humanos los que les asignan sus roles, sino otros inmortales. Esto puede darse de dos maneras:
•Por herencia sanguínea (ser una nación nacida de uno o dos padres inmortales, como Arthur, Antonio, etc.) •Por conquista (como la gran mayoría de las colonias americanas, que en algunos casos son nacidos de seres humanos y otras puede que tengan al menos un padre inmortal que se unió con un humano para engendrarlo) No son términos mutuamente exclusivos; por ejemplo, la mamá de Arthur era la hija de dos pueblos inmortales pero fue Roma quien le asignó su rol de representar la provincia de Britania.
En el caso de Tina, definí su nacimiento a partir de los primeros asentamientos españoles estables y permanentes en territorio argentino, que sucedieron en Santiago del Estero y Tucumán a partir de los años 1550s en adelante. No hay un año en específico, pero más o menos calculo que a finales de 1560s ya ha nacido.
Ella simplemente nació como la bebé de una pareja como cualquier otra. Su condición de nación inmortal? es un milagro, algo inherente a ella desde el momento en que nació. La vida de los padres humanos de estos niños queda marcada por el destino desde el instante en que los han engendrado. Por lo general, mueren poco tiempo después del nacimiento del bebé y no alcanzan a verlos crecer. Los papis de Tina habrán disfrutado de su bebé por lo menos en su primer año de vida
La madre de Tina murió desamparada, escapando sola y buscando un refugio luego de perder a su marido tras una herida infecciosa mortal. Un grupo de soldados españoles encontraron su cuerpo inerte y se sorprendieron del milagro que se presentaba ante sus ojos: la niña estaba viva, alimentándose del pecho de su madre. Un milagro de la Providencia, ni más ni menos.
Tina es rescatada y enviada a un convento donde se le cuida en sus años más tiernos. Cuando los pequeños inmortales no tienen a una persona nación guardiana que advierta su naturaleza, los humanos se dan cuenta de su condición especial cuando pasan los años y se evidencia el lento o nulo crecimiento de los niños y su extraordinaria salud. Los españoles, en estas épocas de conquista, estaban al tanto de que podrían encontrar niños con estas cualidades milagrosas, y tan pronto como descubriesen alguno, se informaba a las autoridades españolas.
Entonces pasan los años (supongamos que por lo menos, una década) y Antonio es informado del hallazgo de una nueva niña inmortal.
¿Por qué a Tina no se le asigna representar al Tucumán, si ella había nacido allí?
Porque ya había nacido un hijo de un inmortal indígena con el derecho a heredar esas tierras. Tucumán, Santiago del Estero, Salta, La Rioja, Catamarca, Córdoba, San Juan, Mendoza, San Luis.... todos ellos tienen un padre indígena inmortal que los ha engendrado y para los españoles fue mucho más fácil encontrarles y asignarles el rol de representar las nacientes ciudades españoles que se asentaron en esos lugares.
Tina no tenía ese privilegio. Ella no venía de nadie. Su existencia era mucho más frágil y no tenía el derecho de heredar ninguna tierra en particular. Pero si seguía allí, viva, era porque estaba destinada a representar algo, en algún momento. Tal vez algo más grande que lo que podría representar cualquiera de los niños que ya tenían su territorio por derecho sanguíneo.
Fátima (Andalucía) es la española que se encarga de administrar las colonias españolas durante esta época. Advierte la naturaleza de la niña, y ordena que se le debe cuidar y proteger hasta tanto surja un rol apropiado para ella.
En 1601, Martín del Barco Centenera publica el poema "La Argentina" que populariza ese vocablo para hacer alusión, de manera genérica, al conjunto de tierras del sur y la cuenca del Plata.
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El vocablo "Argentina" para hacer alusión a las tierras de nuestro país se evidencia por primera vez en un mapa realizado por el portugés Lopo Homem, en 1554.
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Teniendo en cuenta la naturaleza indefinida de Agustina, Fátima la bautiza con el nombre de "Argentina" sin asignarle aún una jurisdicción en específico, para indicar sus tierras de origen.
Así, entonces, chikitina será referida genéricamente como "la Argentina" durante toda su niñez hasta que, en 1776, se convierte oficialmente en el Virreinato del Río de la Plata.
El hecho de que su nombre hiciera alusión a un territorio tan amplio e indefinido fue el factor determinante para adjudicarle ese nuevo rol, que abarcaba un conjunto de territorios tan amplio!
TL;DR No fueron los humanos los que le asignaron su rol sino Antonio y Fátima cuando la descubrieron.
espero haber respondido todas tus dudas!
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supernova-rsrcs · 1 year ago
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Es que leo ese meme y yo lo veo como perspectiva de humanos compitiendo contra elfos. Que se la pasan metiéndose en este foro con criaturas que para ellos son chiquillos y mientras con sus siglos encima, es como para los humanos con sus miseros 20s o 30s un "jueputa déjame algo a ti se te muere y te agarras la siguiente yo duro tanto como ella en esta tierra, déjame algo"
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Los chavalillos de Kaelkoth la llevan clara
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waltfrasescazadordepalabras · 8 months ago
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Estoy tan loco como para un día hacer una gran cena e invitar a todos los indigentes del pueblo, y ni a un hombre prestigiado, famoso o adinerado, los indigentes tienen grandes historias para contar caer tan bajo los ha llenado de humanismo y no sienten apego ni a esta vida ni a lo material se conforman con migajas porque el estómago es lo único que les molesta, sé que si invito a 100 indigentes a mi mesa todos serán agradecidos estarán contentos con lo que se les dé y al irse hablarán por las calles y exaltaran mi nombre, en cambio un hombre de prestigio, que se yo algún abogado, algún arquitecto o un empresario esta deshumanizado apegado a su propia vida creyéndose inmortal y  soldado a sus propios bienes como si nunca los fuera a soltar este tipo de hombres quizás ni acepten la invitación a cenar y yo no soy rico, pero soy un pobre orgulloso y no estoy para soportar rechazos y mucho menos de gente vacía"
-~El escritor renacido.
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00blackbird · 1 year ago
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Hoy en, «Posts que duele escribir», parte 414687:
«Niego con la cabeza con despreocupación ante tu disculpa. Y admito que, por un segundo, mi sistema entra en pánico al escuchar esas siguientes palabras. Hasta que me doy cuenta de que no, no lo sabes. No, Anker. No tienes ni idea de cuánto la quiero. De lo mucho que la amo. De que la amo tanto, pero tanto, que la llevo enterrada bajo la piel. Solía calmar mi espíritu saber que la tenía cerca sin importar la distancia que nos separara. Incluso cuando sabía que ella no me amaba, cuando no tenia la menor esperanza de que ella se fijara en mí. Y ahora es una tortura que me acompañe siempre, me quema en las venas desde que sé la verdad.
«De parte de ella, gracias», me dices. Enterrando la hoja sin darte cuenta. «De parte de ella». Te perdono, Anker. Te perdono por hacerme daño porque no lo sabes y porque, realmente, yo soy quien merece sufrir de los dos por lo que te he hecho. Trataría de convencerte de que nunca pretendí enamorarme de tu esposa, si tan sólo pudiera confesártelo. Decirte mi pecado en voz alta y pedirte disculpas. Pedirte disculpas porque es verdad que lo siento, pero también porque mentiría si dijera que me arrepiento. Así es, a pesar de que Chhaya me haya mentido y no me ame, no volvería atrás. Atesoraría de igual manera cada segundo compartido con ella.
—La acompañaría al infierno todas las veces que hicieran falta, Anker —te confieso. Como su soldado, como su amigo, como el hombre que la lleva en su corazón sin importar lo que haga—. Aunque desearía que dejara de ir allí —termino.
Y en mis labios se dibuja la fina curva de una sonrisa.»
Mi pobre niño inmortal Yao-Ch'en sufriendo en loop en @kaelkoth pls </3
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fanwritting · 2 years ago
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!Reader
Obra sin fines de lucro, solo para aliviar estrés.
(18+) La siguiente obra contiene escenas de violencia y material sexual.
Golden Kamuy, ni Dead by Daylight es de mi pertenencia, cualquier atribución a su respectivo creador.
(Se que nadie va hacer caso, pero ya advertí 🫡)
Faltas de Horrografia, bienvenidas sean.
No se seguirá el curso cronológico del manga por que…me da flojera 🫶🏻
Capitulo 2
Después del jaleo del incendio del almacén. Ana acompañó al Teniente a una importante reunión con un traficante de armas.
Sinceramente, la idea en sí del plan del Teniente Tsurumi le parecía una flojera, demasiado complicado. Pero no era su trabajo opinar. Ella misma sentía que las intenciones del hombre iban más allá de simple impotencia hacia su propio gobierno.
Pero las palabras de Tsurumi resonaban en su mente cada vez que miraba hacia atrás.
«—No tienes que preocuparte por nada, concéntrate en tener una buena vida. Mientras hagas lo que diga, seré tus ojos hasta donde tú lo desees.»
Ahora iba de camino al océano, Tsurumi solía vestirla con ropas elegantes. Así que el dueño de la casona de arenques le recibió cálidamente.
Cuando la personas le preguntaban por su máscara, Tsurumi se inventaba un historia tan convincente como su persona. Incluso le había inventado un personaje para cuando no estuviera en una misión.
A los ojos de los demás no era Ana. Era Oyuki Tsurumi, la hija de adoptiva de Tokushirou Tsurumi. Una muchachita víctima de la guerra, bien portada y gentil que cautivaba a cualquiera.
Cómo Oyuki, Ana se presentaba como una hija muda, pero talentosa. Y lo demostraba mientras tocaba con agilidad en el piano de la sala común de la mansión de un viejo dueño de un negocio de arenques.
—¡Su hija es bastante habilidosa, Sr. Tsurumi!
Aplaudía el anciano, bastante impresionado.
—Mi hija lo pidió por capricho, pero nadie puedo tocar esa cosa, estoy seguro que el piano debe estar feliz de al fin ser útil.
Tsurumi comienza el show.
—Hubo una vez en la que mi familia tuvo riqueza a su nombre, logré aprender un par de trucos y le enseñé a mi hija, un verdadero reto—Ana le saca la lengua a espaldas del viejo—. Obviamente todo tiene sus altibajos en esta vida y todo fue momentáneo. Estoy seguro que usted me entiende.
Y Ana se pierde, no hallándole más interés a su conversación. Su mirada se pierde en la ventana, la costa llamándola con su balanceó.
El olor a sal lograba escabullirse en su nariz.
El mar…pescado…tenía hambre. Una pequeña baba se resbaló de sus labios, imaginándose un pescado bien frito cubierto de especias y limón.
Iría con Tsukishima a que le diera algo de comer.
Se levanta del pequeño banquillo, y se pierde en los pasillos dispuesta a buscar al hombre nariz aplastada.
Pero un olor se escabulle en su nariz, un olor familiar.
El olor de la sangre, la tierra y el sudor.
Ah, ya lo encontró.
Pensó deteniendo la hoja del cuchillo con sus manos a escasos centímetros de su rostro. Inmutable ante la presencia del asesino.
Mira detrás de él a dos soldados caídos. Y luego observa la herida en su costado. Con una mano sostiene sus ropas, y las mueve lo suficiente para ver su pecho.
No sobrevivirá.
—тату.
Henmi Kazuo se pone pálido ante la fuerza de Ana. Jamás habiendo presenciado como una mujer detenía un cuchillo de esa magnitud con su propias manos.
No chillaba, no lloraba, no peleaba.
No era bella.
Pone una cara de profundo disgusto.
—Haa…realmente eres horrenda.
Parecía que le entendió, pues Ana lo levanta sobre su cabeza y lo lanza hacia el soldado Inmortal.
[…]
Ana es cargada como un saco de papas por el Teniente Tsurumi hasta la costa de piedras, la sienta en la canoa junto a otros soldados. Comenzando a perseguir al grupo del inmortal.
—¡Rema, Ana! ¡Rema!
La de la máscara de liebre, hace una seña de que paren. Los soldados sueltan los remos confundidos. Ana se arremanga las mangas del kimono, toma los remos y con una velocidad monstruosa comienza a remar.
Asirpa no lo creía. El bote se movía con la velocidad de 10 hombres. Casi rozándole la nuca.
La niña ainu chasquea la lengua. Apuntando con el arpón a la orca.
—¡Nos arrastrará! ¡Sosténganse!
El arpón se incrusta en la piel de la orca, que comienza a nadar en dirección contraria.
Ana sigue remando hasta que el Teniente le hace una seña de que era suficiente.
—Detente Ana —dice—. ¿Con que trabaja con los ainus, eh? Si quiere colocarse en la cima de la cadena alimenticia tendrá que volverse en un ser repugnante, ¿no lo crees Ana?
La mujer se limita en dejar llevar sus brazos por la corriente. Medio cuerpo suyo rozando el mar.
—�� голоден…—murmura agotada, sintiendo las manos de los soldado evitar que meta la cabeza al mar.
Extra:
—La mujer que acompañaba al Teniente…no es normal.
Comenta Asirpa después de un rato. Su estómago lleno de carne de orca.
Sugimoto se queda callado.
—Tu también lo notaste ¿no? Pensé que me volvería loco al volverla a ver. Ella fue mi carcelera cuando me capturaron.
—Según lo que he escuchado, es la hija adoptiva del Teniente. Se hablaba mucho de ella en Abashiri. Oyuki Tsurumi, la Liebre Invernal.
—¿Liebre? —inquiere Asirpa.
—Por la máscara que lleva, los soldados solían comentar que jamás se la quitaba. Nadie sabe cómo es su rostro, pero las familias militares están obsesionadas con ella. A pesar de no poder hablar.
»Dicen que Tsurumi la recogió de un manicomio, y fue tanto su encanto que la adoptó como suya.
—En Otaru la llamaron Ana, y te aseguro que no es muda, hablo en un idioma foráneo.
—Dicen que Tsurumi la recogió de un manicomio, y fue tanto su encanto que la adoptó como suya.
Sugimoto suelta una risa sin gracia—. Debió estar tan encantado con su fuerza que lo hizo mentirle a todos, yo vi con mis propios ojos cuando lanzó a dos hombres que le doblaban la altura como si fueran papas. A mi me alzó y zarandeó de aquí para allá—dijo Sugimoto—. No es alguien con quien quisiera encontrarme en una pelea.
—Alguien así no puede ser humano. La máscara la hace ver cómo un cadáver manejado como marioneta, como si ya estuviera muerta.
Sugimoto frunce el ceño.
—No se si es alguien de fiar o no. A pesar de la paliza que me dio, sano mis heridas y me protegió de esos gemelos. Pero pase lo que pase, si llegas a enfréntarla, dale las pieles.
El grupo se queda callado, la imagen de la muchacha presente en sus mentes, preguntándose quién era en realidad.
Mientras tanto, Ana saboreaba felizmente una brocheta de calamar frita que el dueño de la mansión le había regalado. El plan de Tsurumi había fallado estrepitosamente en conseguir fondos para armas. Pero al menos Ana había sido recompensada con una caja de finas joyas por haber tocado para él y su familia.
—Estos te quedan bien—comentaba el Teniente, midiendo unos pendientes de jade decorados en oro. Claramente decepcionado por la negación del dueño de los arenques.
Un soldado se les acerca, asiendo una reverencia hacia Ana antes de continuar.
—Primer Teniente Tsurumi, señor. Traigo noticias de Otaru.
»El soldado Ogata Hyakunosuke se ha esfumado del hospital.
Ana entreabre los labios, su expresión por fin mostrando una emoción nueva.
Preocupación.
Traducción por Google:
тату—Tatuaje
Я голоден…—Tengo hambre...
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kamaradasnuff · 2 years ago
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No olvides las victorias pasadas. ¡Donde hay memoria, no hay muerte! Cruzó el Dniéper, liberó Kiev y, finalmente, acabó con el fascismo en su guarida. Sobrevivió, pero estaba listo para morir, por el bien de una vida pacífica y sin preocupaciones de sus descendientes. Daría todo hasta el final, si sus seres queridos no tuvieran que tomar las armas. El destino decretó lo contrario, y ahora el bisnieto del Ejército Rojo repite el camino de su antepasado. Pasando el mismo camino en el suelo, sembrado de huesos de los héroes de una época pasada.Somos nuestros antepasados, su visión de la vida y la capacidad de tomar la decisión correcta. Lo que estamos haciendo hoy es una manifestación de la memoria genética, de la conciencia de nuestro pueblo sobre su destino histórico.Este clip, filmado por el estudio de cine de la Guardia Rusa para la canción "Regimiento Inmortal" del grupo de rock "Lampasy", es un manifiesto artístico de nuestra lucha por el pasado y el futuro del país, afirmando la inseparabilidad de la conexión de veces como garantía de la próxima victoria. La trama se basa en la historia de un soldado de la Guardia Rusa, tras recibir un bombardeo, que vio a su abuelo, un soldado de primera línea.
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osturbain · 2 years ago
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Cerca del 2015, Paulo me dió a fumar de su pipa. Ascendimos por las Margaritas hasta llegar a la casa de Ulises, sitiada en la cima del barrio, enterrada casi, dónde se abría un jardín con un castaño, perales e higueras adornadas por un centenar de esculturas abstractas hechas de metales soldados en composiciones experimentales, como si las hubiera hecho un aficionado de esos que tienen un talento inherente en cualquier forma de arte, matando el rato se llevó mucho tiempo y en algunas era notable su progreso. Aunque no soy quién sepa algo sobre esculturas y mucho menos si esas eran abstractas. Abstracto se usa de forma indiscriminada, desde cierta ignorancia para referirse a cosas desfiguradas o sacadas de un orden estético común etc.
Llegados a ese lugar repleto de animales, piezas de arte, libros amontonados y empolvados conocimos a un Ulises de algo así como 16 años. No los conocía bien, hubo una interacción burda que nos unía. Se nos hizo chistoso que Paulo y yo nos casaramos en una de esas ferias de pueblo donde hay un falso fiscal que avala un matrimonio falso. Nos daba mucha risa esa mierda y nos habíamos hecho buenos amigos.
Nunca había probado la hierba y le pareció que era un buen lugar para que yo la probara. No recuerdo cuanto fumé ese día, pero fue demasiado. Todo tenía un efecto onírico y ensordecedor, las hojas del castaño se movían lentamente, como si te dejaran adivinar el ritmo con las que se empujaban sus ramas. Sentados en círculo bajo él, fumamos y hablábamos lo de siempre, más o menos. Porqué solo estaba diciendo incoherencias de lo que sentía, sumamente difícil de explicar incluso ahora.
Entre muchísimos detalles como su gato inmortal Moloko que maullaba como un pájaro milenario y con su compasión inagotable me cuidó durante todo ese dulce y memorable viaje casi lisergico. Cómo creí que el Moloko en cuestión era una especie de dios encarnado, entre el efecto slomo reverberado que me provocaba esa hierba extraña y las cagadas de risa infinitas.
La pasé de verdad bien, fue una tarde memorable, es de esas cosas que mi memoria no ha matado del todo. Tardé años en entender lo que se guardaba en ese lugar, la casa de un abogado que ayudaba a los comunistas en un tiempo donde ser comunista te podía costar la vida, dónde echaron raíces un montón de árboles y gatos que perecieron en el mismo patio, hoy los cuida una figura del Buda apacible y sonriente, las esculturas erguidas como totems que resguardan a los que ahí aún moran, como Isaac, como yo.
Este último año hicimos mucha música ahí adentro, encierros dónde nos embriagamos entre saturaciones de sonidos y olores, de conflictos etílicos, de lágrimas y una lucha constante contra nuestras mentes afligidas y deterioradas, llevamos a incontables personas a colaborar o escuchar, y trabajamos religiosamente así como nos embriagamos religiosamente, y entre esta serie de devociones al final lo hicimos sin beber.
Nunca había probado la hierba cuando llegué ahí, tampoco había abierto los ojos entre lágrimas en medio de una canción solo para ver cómo Isaac y Ulises también se derretían en sus caras, el salado y las voz cortada. Ese día había muerto Zapata y lo único que pudimos hacer fue tocar para él una noche entera, aunque probablemente no le hubiera gustado como le gustaba el jazz, Sé que lo habría apreciado como la gran persona que era, (y es, aún después de su muerte) con el enorme amor que sentía por sus camaradas. Tocamos para él, para nosotros, para la rabia y tristeza que sentimos.
Está casi listo y aunque aún nos enfrentamos a la distancia, a las intermitentes sesiones de escritura y los trabajos que odiamos, hay una sensación como de un hilo que no se rompe, de un hiel en el pecho que no ha salido, que arde por salir para desquebrajarse.
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flash56-chase05 · 1 year ago
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Forjador
Él recordaba aquel día con bastante detalle.
Pese a los años que habían pasado desde entonces, en la piel de sus brazos aún podía percibir el familiar cosquilleo del viento y el roce de la corteza del árbol tras el que había intentado esconderse.
Aún podía rememorar cómo la voz de su padre había retumbado por el campo, interrumpiendo el silencio que tanto se habían esforzado en mantener. Desafortunadamente, el apresurado ritmo de su corazón en aquellos momentos también le había impedido comprender sus palabras.
Los segundos de silencio que lo prosiguieron le habían parecido eternos.
Y más cuando, a pesar de que el árbol ocupaba la mayor parte de su campo visual, era plenamente consciente de que la figura de su padre continuaba al otro lado.
La segunda vez que su padre había hablado, él había sido capaz de reconocer su nombre y había tragado saliva antes de reunir el valor suficiente para salir de detrás del árbol y caminar en su dirección.
Aunque la vegetación a sus pies jamás le había resultado tan interesante.
El pesado suspiro de su padre no se había hecho esperar.
(Estaba bastante seguro de que, si al tragar saliva no hubiese hecho tanto ruido, era muy probable que hubiese podido escuchar alguna que otra risa de los que proseguían escondidos).
Su padre le había reclamado que lo mirase a los ojos tras haber recorrido poco más de la mitad del trayecto. Él había tragado saliva antes de obedecer, aunque su atención se había visto atraída de inmediato por un destello a la altura de su pecho, aislado del que emitía la armadura de por sí.
El brillo, según había podido apreciar, provenía de una serie de ornamentos metálico acoplados en la superficie de una pequeña vaina de madera. Un pequeño pomo alargado sobresalía de uno de sus costados, con una capa de barniz tan brillante y suave que ni siquiera parecía del mismo material que la carcasa.
Apenas se había dado cuenta de que tenía la boca abierta hasta que su padre le había puesto una mano bajo el mentón y había juntado sus dientes.
—E-Esto... —Había alzado su rostro hasta encontrarse con los ojos almendrados de su padre—. ¿E-Es...?
Las comisuras de los labios del hombre se habían alzado.
Y, a continuación, había hincado una rodilla para quedar a su altura y extender la funda en su dirección.
—Ya es hora de que tengas una propia y dejes de destrozar las de madera. —Su padre había rodeado su fina muñeca con sus dedos y le había obligado a sujetar la vaina.
En cuanto su padre la había soltado, el peso le había obligado a utilizar ambas manos. Y, aun así, había necesitado apoyar la punta en el suelo para evitar que se le escapase de su agarre.
Había sentido sus mejillas enrojecer ante la sonora carcajada de su padre. Sus labios se habían presionado entre sí mientras se esforzaba para que el picor de sus ojos no fuese a más.
Una presión en su hombro le había obligado a alzar de nuevo su rostro hacia él.
—Adelante, pruébala. Sácala para acostumbrarte a ella.
Él había parpadeado antes de agachar su rostro de nuevo hacia la carcasa. Había retirado con lentitud una mano temblorosa de la vaina y la había apoyado sobre la empuñadura.
Sus dedos se habían presionado en las pequeñas hendiduras que podía percibir, prácticamente imperceptibles a simple vista, y se había sentido con la necesidad de inspirar hondo.
Con un simple tirón, el filo de la espada se había encontrado libre de la vaina. El retroceso en respuesta había hecho que su agarre sobre la empuñadura se aflojase, aunque los dedos callosos de su padre sobre los suyos habían evitado que la espada se le escapase por completo.
También le habían permitido captar con mayor exactitud cada uno de los detalles del mango, incluyendo una pequeña inscripción a un costado.
Su padre había sujetado su mano y había guiado su brazo en una estocada; un gesto demasiado familiar si no hubiese sido por el peso de la hoja. Y aquella sensación no había hecho más que empeorar cuando su padre le había soltado y había vuelto a apoyar el filo en el suelo.
Él no se había visto capaz de apartar sus ojos de la punta, cuya superficie reluciente había quedado enturbiada por el barro.
—Solo tienes que limpiarla. —La voz de su padre le había hecho sobresaltarse, aunque no lo suficiente como para alzar su rostro. Tampoco las manos que había depositado sobre sus hombros—. Te acostumbrarás a utilizarla con el tiempo. Confío en ti.
A continuación, se había puesto en pie y le había dado la espalda. Apenas había podido escuchar cómo sus pasos habían ido perdiendo fuerza; sus manos estaban presionadas con tanta fuerza en la empuñadura que sus nudillos se habían quedado blancos.
Y había intentado levantarla.
Hasta que lo había conseguido.
Y después había tratado de controlar sus movimientos con ella.
Hasta que lo había conseguido.
Después de todo, era un regalo de su padre.
Y la había llevado consigo incluso después de su muerte, aunque, con el tiempo, la empuñadura había quedado tan desgastada que había tenido que cambiarla por una de latón. No mucho tiempo después, había tenido que fundir la integridad de la hoja para asemejar sus dimensiones a las de los siglos posteriores.
Pero la había mantenido junto a él la mayor parte del tiempo.
Hasta el momento en el que había tenido que entregarla como herencia.
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lilietherly · 1 year ago
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[Fanfic! Gentlebeard]
Spoilers S2.
Arreglando el final.
Izzi vive.
Izzy es increíble.
Izzy es hermoso.
¡Izzy no merecía morir!
Izzy es un unicornio inmortal.
Solo una escena.
La autora esta dolida y puede y va a usar palabras altisonantes 🔞.
¡Odio con todas mis fuerzas el terrible final de OFMD S2! 😭 Esta todo lleno de incongruencias, el argumento es una caca y no se respeta la física del resto del programa; también es horriblemente OoC y... 💔 y... 💔 Tengo como cien quejas al respecto. Sé que no cambiará nada, pero DEBÍA escribir algo para arreglar esa mierda. Porque el canon es un pendejo y llegó la hora de ignorarlo. ¡Es que tenían 1000 formas para que eso no sucediera! E Izzy estaría vivo y el imbécil todo idiota de Ed pudo haber arreglado mejor las cosas con su estúpida y sensual esposa. Mira, cariño, AMO a Ed y a Stede, pero ellos fueron una basura que no avanzaron realmente en la serie, ¡¿y al final, Izzy tiene que ser el que lo condone todo a cambio de su vida?! ¡Váyanse mucho a la chingada! 😡 Esta fue solo la primera idea que se me ocurrió para no modificar tanto el resto de incongruencias, pero juro por mi corazón roto que voy a reescribir desde la primera gran estupidez: ¡¿Me estas diciendo que la mujer que derrocaría en cualquier momento a Sherlock Holmes no descubrió que había algo raro en esos relojes?! 🖕🖕🖕 ¡La tuya en vinagre, DJ! ¡¡No, no voy a calmarme!! 👿👿👿
* * *
—Entonces, ese es el plan. Vivimos para pelear otro día. —La tripulación y el resto de quienes lo escuchaban tenían en sus rostros diferentes niveles de desconfianza. Especialmente Edward que, suspirando, respondió al fin:
—O es una misión completamente suicida. —A excepción de Stede, todos asintieron—. Además, ¿crees que voy a dejar que hagas eso? Morirás en cuanto ellos tengan la menor sospecha.
—Sí, y eso es suicida.
—Suena a que moriremos.
—¿Qué?, ¡no! Iré al frente contigo y con Izzy, Jim será nuestra sombra y el resto estará justo detrás. Oh, pero aún tendrán que ponerse los uniformes, ya saben, en caso de que algún soldado solitario los vea. Y será más simple escapar de los grupos, así que... Aunque igualmente Izzy y tú tendrán que volver a sus ropas antes del último pelotón.
—¿Y en qué parte de tu plan esta él? —cuestionó Auntie con rabia contenida en su voz; cada mirada apuntó al desmayado Rick.
—Oh, sí…, no lo está, solo pensé que lo estaría… Supongo que ahora puedes tomarlo como un obsequio de mi parte —dijo Stede, sonriendo nerviosamente y sin tener la menor intención de averiguar lo que ella le haría.
No obstante, apenas tuvo que esperar para saberlo, ella tomó la pistola más cercana y disparó sin ninguna pausa al hombrecillo. Los sesos salpicaron y provocaron ellos, por encima del asesinato, las quejas y los gemidos de asco. Auntie dejó caer el arma, girándose de regreso hacia Stede, cierta relajación imperceptible se advertía en su ceño fruncido.
—No me gusta tu plan —acusó.
—¿Eso significa…?
—¡Vamos por esos hijos de puta! —gritó Zheng, evocando gritos de guerra.
Sonriente, Stede comenzó a buscar entre los soldados a quien pareciera tener el uniforme más bonito; puede que no estuviera ni en el tiempo ni con el humor correcto para elegir, sin embargo, ¿quién le pediría al sol dejar de brillar? De cualquier modo, no le tomó demasiado y, al cabo, enfundado en azul brillante, portando el respectivo sombrero, se giró hacia Edward. Aún había gente vistiéndose y amoldado la ropa según sus estándares, ya que en este caso solo importaba la apariencia vista de lejos, evitaría pedirle a Black Pete, por ejemplo, que no cortara las mangas de su nuevo atuendo.
—¿Y bien? Tiene un poco de vuelo a pesar de que es muy rígido, y no tan… suave —murmuró Stede. Edward se le acercó despacio, llevando las grandes manos a su cintura.
—No es agradable, pero tú lo haces decente, cariño. —Stede sonrió, acariciándole los hombros y el nacimiento del largo cabello en la nuca. Se preguntó cuánto romance podría tener hasta que los demás terminaran de vestirse, él simplemente no se veía capaz de alejarse de los labios de su Edward por demasiado tiempo—. ¿Recuerdas ese lindo atuendo rosado? Era uno de mis favoritos, parecías un atardecer o una fruta madura, lista para ser devorada. —Stede se derritió contra el pecho de su amado. Sonriente y dispuesto a tomar el beso que prometían los hermosos ojos de Edward, algo en la esquina de su visión lo detuvo.
—Izzy, por favor, ni siquiera estás haciendo el esfuerzo, ponte una camisa.
—Voy a seguirte en tu misión suicida, ese es mi esfuerzo. —Stede decidió guardar silencio cuando una oleada de ‘sí’ y ‘es verdad’ le sobrevino, inundando el bar. Su querido Edward le mimó la espalda para tranquilizarlo—. ¿Alguna queja? —Las risas y el apoyo del equipo volvieron a resonar. Izzy le sonrió, descarado.
—Bien —se rindió Stede—, de igual manera será más fácil quitártelo… No, no quise decirlo así. —Mas la aclaración sobraba considerando que los presentes ya vociferaban sobre cómo Stede planeaba asaltar a Izzy. El Caballero Pirata se limitó a resoplar y fingir que las burlas no le afectaban—. Oh, sí, muy maduros. —Miró a su dulce Edward, y reconociendo que su traviesa sonrisa no era para tranquilizarlo sino para burlarse de él, no intentó buscarlo como refugio. Aun así, aceptó su beso.
Al terminar, Stede tomó un par de sogas y largos pedazos de tela antes de salir, liderando el camino junto a su infame Edward, Izzy y Jim; justo detrás, Jackie la Española y Zheng, a quien le había costado un poco convencer a Auntie de que mantenerse al rezago, si bien fuera por algunos segundos, valdría la pena al final. En caso de que ninguno de ellos muriera, por supuesto.
La primera brigada inglesa con la que se toparon constaba de apenas diez oficiales, nada que la propia sanguinaria y enfurecida Zheng no hubiera podido terminar con sus propias manos, de cualquier modo, para mantener las fuerzas —mismas que Stede pensaba infinitas, dado el sentimiento de venganza— casi todos se unieron para segarlos. Stede tomó uno de los fusiles que ninguno de ellos ocuparía jamás.
En su camino, se enfrentaron también con pequeños grupos de tres o cinco soldados, de los cuales, ninguno tuvo la oportunidad de ver al menos los rostros de sus asesinos. La espesura de la floresta les sirvió para enmudecer los gritos y ocultar los cuerpos; la naturaleza, indiferente a bandos y banderas, a pensamientos y filosofías humanas, servía ahora al favor de su empresa. A sabiendas de que ningún bando sería favorecido, nunca se detuvieron, no podían detenerse.
Así, alcanzaron finalmente el último asentamiento inglés. La suma de soldados estaba en su contra, sus posiciones a leguas se anunciaban igualmente desalentadoras, sin embargo, he ahí lo que significaría su rendición; ellos eran predecibles. Nunca se alejaban del camino de sus rondas y, si bien atendían los sonidos o movimientos que no captaban como los propios de su bando, terminaban catalogándolo con facilidad de fauna inconveniente.
Stede no necesitó repetir las posiciones y, confiando ciegamente en que ninguno de ellos se permitiría ver antes de la redada que esperaba no resultara tan sanguinolenta, los observó desperdigarse entre las ramas de nítido verde; Jim se alejó un par de pasos y se perdió entre los arbustos con una rapidez envidiable. Detrás del milenario árbol, Stede aguardó a que su Edward e Izzy se quitaran las prendas que cubrían sus cueros. Su querido Edward le sonrió, el brillo especial en sus ojos canela le anunciaba la clase de pensamientos que le surcaban por la mente; pronto, Stede lo comprendió, devolviéndole la sonrisa.
—No habrá más de eso si siguen ahí parados —gruñó Izzy, maldiciendo en voz baja, obligándolos a corregir el camino. Resoplando, aún Stede lo aceptó. Desenredó las cuerdas que cargaba y esperó a que Izzy se diera la vuelta, con los brazos en la espalda. Lo ató de una manera que pareciera firme y tal vez dolorosa, pero que el feroz hombre no tuviera ningún problema para desatarse—. ¿Te diviertes, Bonnet?
—¿Desde cuándo eres gracioso? Porque no estoy seguro de si eso me gusta. —Stede mentía, naturalmente, ¿de qué se trataba esa veta humorística?, él quería averiguarlo. Existían todavía asuntos acerca de los cuales discutir con Izzy, explorarlos a fondo y sanar lo que debían sanar de la manera correcta, y además, eso; la mera posibilidad de que había algo por descubrir, Stede ansiaba verlo—. Solo dime si es demasiado, ¿de acuerdo?
—Esta bien, capitán. —Al oír el tono que pretendía ser sarcástico, Stede casi sonrió.
—Listo, entonces. Ed, tu turno, cariño. —Aprovechando cada oportunidad para acariciar la piel de sus brazos y enredar ‘por accidente’ sus dedos, Stede terminó rápidamente de atarle las muñecas. De inmediato, extrajo las largas tiras de tela, levantando una de ellas a la altura de esa hermosa boca—. Lo siento mucho, Ed. Abre —pidió. Tuvo el mayor de los cuidados al hacer el nudo, tratando de no llevarse consigo ninguno de los cabellos salpimentados. Luego de hacer lo propio con Izzy, tomó los extremos caídos de las sogas en su diestra, y el largo fusil en su mano izquierda. Suspiró—. ¿Estamos listos? —Asintiendo, los hombres de cuero negro avanzaron.
Conforme se acercaban al regimiento y las voces se hacían nítidas, Stede trataba de encontrar su voz, el tono malvado que apenas tuvo la oportunidad de practicar. Carraspeó un par de veces para asegurarse de reducir su natural aterciopelado. Su corazón, latiéndole fuerte contra el pecho, de poco ayudaba en su misión, especialmente a limitar cualquier pensamiento intrusivo que le hiciera imaginar lo que pasaría si algo salía mal. Antes de toparse con el primer enemigo, su precioso Edward se giró para entregarle un poco de su estabilidad a través de sus confiados ojos. Stede le sonrió.
Previo a cruzar la última barrera de plantas, Stede dirigió la punta del fusil a la espalda de su amante. Frunció el ceño y gritó:
—¡Oigan, muchachos, miren a quienes atrapé intentando escapar!
La noticia atravesó al pelotón en un minuto, cada soldado acudió a ver el espectáculo con el que uno de los suyos rompía la fastidiosa monotonía. Stede los tuvo de espaldas a sus amigos más rápido de lo previsto, e igual de inesperado resultó la cantidad de ellos. Algunos hombres le preguntaban cómo logró tal hazaña, otros iban directo al punto, pidiéndole la oportunidad de golpear al famoso Barbanegra. Por su parte, los ‘capturados’ no tenían ningún problema en amenazarlos con gruñidos salvajes y silenciosas amenazas de muerte. En conjunto, creando el sonido y llamando la suficiente atención para que ninguno de los soldados advirtiera el peligro que los asechaba.
Eso, hasta que las dudas y el sentido común se sobrepuso a la emoción.
—¿Cómo dices que los capturaste?
—¿No se ven ellos demasiado intactos?
—Estos salvajes siempre van armados, ¿cómo es que incluso tú vienes impecable?
Sin embargo, ah, ya era muy tarde.
Para cuando la última pregunta se formuló y las primeras espadas y fusiles comenzaron a ser desenvainados, la sonrisa perversa de Stede no tuvo el menor reparo en hacerse presente. Una detonación se oyó claramente a la espalda de los ingleses, y en el tiempo en que uno de ellos caía y el resto admiraba la estela de cadáveres a sus pies, Jim terminó con tres de ellos. El largo del arma le permitió a Stede no fallar el tiro al soldado que dispararía antes que nadie. Frente a él, su habilidoso Edward y el implacable Izzy dejaron caer las cuerdas como si de seda se tratara; extrajeron sus cuchillos y degollaron al tiempo a cuatro hombres.
Haber reunido a ese punto a los uniformados limitaba las armas que podían desenvainar sin necesitar alejarse unos de otros para evitar lastimarse, haciéndoles perder valiosos segundos. Segundos que significaban la vida o la muerte. Segundos que el corazón partido y el amor devoto de una auténtica reina pirata no les iba a conceder; que una inteligente y tenaz Jackie no desperdiciaría; que toda una tripulación de aguerridos piratas con una misión, evitarían, por sus vidas, desaprovechar.
El viento no alcanzaba para llevarse el polvo ni el aroma de la sangre o la pólvora. Los gritos insondables, el llamado a la guerra y el clamor de la venganza competían por levantarse sobre el choque del metal, de las pieles al ser atravesadas y la estampida de voluntades que dispuestas estaban a sobrevivir; a salir victoriosas.
Stede admiró la manera en que su grupo se cubría las espaldas, luchando codo a codo como un verdadero equipo, buscando arremeter y proteger a los suyos. En comparación, los ingleses se limitaban a atacar, embravecidos, sin rumbo, buscando siempre el punto débil de quienes tuvieran enfrente y dudando de quién les atacaría por detrás, casi aceptando que nadie estaría ahí para defenderlos. Ese un hecho que se efectuó casi inevitablemente.
Con el último soldado abatido, se tomaron acaso un minuto para asegurarse de que ninguna herida mortal los derribaría en su camino a la playa. Las heridas, por fortuna, resultaron ser menores. La sangre esparcida en sus ropas no les pertenecía y los quejidos de alientos erráticos provenían de un cansancio que amenazaba derribarlos. Se miraron, en cambio, para dar la confirmación de que podían avanzar, tan salvos y tan sanos como se encontraban.
Corrieron hacia la fila de árboles que los separaba de la selva y se arrastraron doloridos, casi en cuclillas, hacia la pequeña cima que podría ocultar a su revés otro pelotón. Cada tanto, Stede miraba atrás, escrutando la yerba y rogando no encontrar una horda de ingleses que, ya hubieran descubierto la cruenta escena en el bar de Jackie la Española o ya la masacre en el claro, de alguna forma lograron también saber el rumbo que tomaron, y ahora, totalmente embravecidos, les perseguían.
Mientras Zheng divisaba por encima del bordo de tierra y césped, el aliento y el pulso de Stede resonaban contra sus oídos. Observó a su tripulación y al resto de sus compañeros, asegurándose nuevamente que no perdería a nadie por alguna estúpida herida que alguien intentara esconder; no es que ninguno se quedara haciendo nada en una situación así, de igual manera, Stede no se relajaría. En su estado, se sobresaltó y apenas logró contener un grito al sentir que una mano áspera y cálida rodeaba la suya.
Su adorado Edward le dedicó una mueca parecida a una sonrisa, Stede hizo el intento de imitarlo, y supuso que logró un gesto similar. Eso le bastó, sin embargo. Dándole el ánimo suficiente para que, una vez la reina pirata les advirtiera del camino despejado, asiéndose a la fuerza que su amado le entregaba y evitando soltarse de él, sorteara la cima y hallara el camino hacia abajo.
Una vez descendieron la pendiente, el gran grupo se dividió en tres. Los más rápidos corrieron a los botes, empujándolos hacia las olas y los de mejor puntería se adelantaron a los que mantuvieron el paso de Izzy, quien no se detuvo de maldecirlos por el obvio error que cometían al no dejarlo atrás. Como una jodida tripulación, ninguno de ellos pensó en hacer caso a tal locura.
Archie, que tomó de Oluwande sus pistolas, los avistó primero, disparando y eliminando a dos del grupo de cinco ingleses que los perseguían. Auntie culminó al cuarto y Jim al quinto, quedándose finalmente sin cuchillos. Ya no hacían falta, para su suerte, todos llegaron a los botes.
Con la premura que exigía una situación así, tan pronto el grupo de Izzy alcanzó el bote, Stede le dio al hombre una disculpa silenciosa, luego le rodeó las costillas y lo levantó, llevándoselo consigo al subir. Hubo algunas quejas vulgares por parte de Izzy, no obstante, fue también muy claro el fiero sonrojo que le manchó rápidamente las mejillas, la frente y la nariz. Lamentablemente, nadie tuvo tiempo de burlarse como se debía de la situación.
La horda que Stede temía se hizo presente ahí en donde no hace mucho su equipo estaba. Docenas de rabiosas bestias azules y doradas corrían desde el bosque a la playa, gritando y agitando sus armas, disparando a quienes ya se encontraban camino a la libertad. Stede no recordaba que un bote pudiera ser remado a tal velocidad, ni que tan pronto, aun con esa distancia, hubieran alcanzado el Revenge.
Al subir a la nave, Stede tardó menos en aceptar las amenazas de Izzy para que le dejara subir al barco por su propio maldito pie. Stede subió detrás de él y, finalmente, su amado Edward. Ya a salvo, Frenchie e Izzy comenzaron a dictar las órdenes apresuradas para largarse de ahí; marcaron sus voces no un final, sino un inicio.
Stede se abrazó a Edward con su fuerza menguante, sin creer aún la hazaña de la que habían sobrevivido. Edward le acarició tiernamente en la piel herida, suspirando en su oído, le repartía a su vez cálidos besos. Sabían apenas lo que harían de ahora en adelante, sin embargo, seguro que tenían ya la ocasión de platicarlo mejor y hacerlo realidad.
—Te amo —susurró Edward.
—Te amo.
Una nueva aventura comenzaba.
* * *
¡¡¡Tampoco voy a disculparme!!! ¡Chúpame la 🍆 inexistente, DJ!...
Pero a ti, mi amorcito corazón 🥺, muchas gracias por leer esto, te adoro y te mando muchos besitos en la frente 💖💖💖
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elmartillosinmetre · 1 year ago
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La Sinfónica Conjunta crece
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[Un momento de la presentación de la temporada de la OSC esta mañana en Ingenieros / U.S.]
En su XIII temporada, la orquesta juvenil de Universidad y Conservatorio presenta para el curso 23-24 un programa con ocho conciertos
En tiempos de contracciones sinfónicas, la Conjunta crece. Ha programado ocho conciertos que se celebrarán entre este mismo viernes 17 de noviembre y el 21 de junio de 2024. Crece pues en número (de los siete del año pasado), pero también porque sale de los límites oficiales de Sevilla para ofrecer uno de sus conciertos en la Ciudad del Conocimiento de Dos Hermanas. “El año pasado tuvimos algunos problemas para programar ensayos –comenta Juan García Rodríguez, director y alma mater del conjunto–. Buscamos por toda Sevilla sitios idóneos y nos costó encontrarlos. Este año hemos hallado ese, y nos parece que está muy bien. De hecho, el concierto que hacemos en el Central también lo ensayamos ahí”. Porque la OSC también va (casi) por primera vez al Teatro Central: “Hicimos en formato camerístico hace años una Historia del soldado en la Sala B. Lo cierto es que el espacio para la orquesta tiene una acústica un poco seca, pero para la banda está fenomenal”. De los ocho conciertos programados, tres lo son en efecto para esta Banda de vientos que de la mano del clarinetista Camilo Irizo lleva años ganando espacio.
De todos modos, el Auditorio de Ingenieros sigue siendo la principal sede del conjunto (tres de los ocho conciertos se celebrarán allí), pero también se visita el Auditorio de Arquitectura, la Sala Manuel García del Maestranza y el Patio del Conservatorio Superior, este último en un concierto programado para las conocidas Noches del Carmen, y que ofrecerá la Banda justo un día antes de la clausura.
Como suele ser habitual, el conjunto universitario centra su campo de actuación en la música del siglo XX. De hecho, de las 25 obras programadas, sólo hay dos escritas en el XVIII (dos sinfonías de Haydn, la muy conocida 101 y la 1, una curiosidad), cinco en el actual siglo y las dieciocho restantes pertenecen al XX, diez de ellas a la segunda mitad de la centuria. Frente al incomprensible olvido de la ROSS, la OSC sí participa en el año Ligeti, celebrado por todo el mundo: de hecho será con Atmósferas –la legendaria partitura que el maestro húngaro escribió en 1961 y Kubrick utilizó en su 2001– con la obra con la que abrirá el próximo viernes su temporada. También se programa la música de otro compositor fundamental en el desarrollo de la modernidad, por completo olvidado igualmente por la ROSS, Edgar Varèse, de quien volverán a tocar Ionisation, una de las partituras para percusión más fascinantes y absorbentes del repertorio.
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[La Orquesta Sinfónica Conjunta con Juan García Rodríguez en el podio / US]
Entre las obras más populares se cuentan el Concierto para violonchelo nº1 de Shostakóvich y la 2ª sinfonía de Rajmáninov, que cerrará el curso. Dentro del repertorio más o menos convencional, García Rodríguez ha programado además obras no demasiado interpretadas, como el Concierto para oboe de Vaugham Williams, las Danzas sacra y profana para arpa y orquesta de Debussy, el Concierto para piano en fa de Gershwin y se ha atrevido con la 4ª de Sibelius, una de las sinfonías más desafiantes de la primera mitad del siglo XX, muy poco programada por su supuesta dificultad para espectador e intérpretes (en realidad, es una obra llena de bellezas, en espera de ser desveladas). Sin salir del ámbito nórdico, el director de la OSC ofrecerá igualmente un par de piezas de Poul Schierbeck, colaborador de Dreyer, quien utilizó esta música en su inmortal Ordet.
Los conciertos de la banda sinfónica reúnen el plantel de compositores menos conocidos: hay una obra que César Camarero escribió este mismo año para la Banda Municipal de Sevilla, hay piezas de Virgil Thomson, Leo Brouwer, Salvador Brotons y Eugène Bozza, que suelen pasar de vez en cuando por los escenarios cercanos, pero también habrá música de James Curnow, Karel Husa, Louis Franz Aguirre, Daniel Sprinz, Henri Algadafe, James Barnes y José Luis Represas Carrera, nombres de escasa circulación.
De los siete solistas que participan en la temporada (sólo en el concierto del Conservatorio no hay ninguno), dos son profesores del Superior y el resto alumnos o exalumnos escogidos de una bolsa creada a partir de audiciones específicas: “Se nos van acumulando, pero es que no tenemos capacidad para programar más”, comenta García Rodríguez. Eso también sería subsanable. Con más recursos. La apuesta lo merece.
[Diario de Sevilla. 14-11-2023]
El Programa
1) Viernes 17 de noviembre de 2023. Auditorio Ingenieros. 19:00.
Hugo Domínguez Moreno, piano. Juan García Rodríguez, director
György Ligeti (1923-2006): Atmosphères (1961)
George Gershwin (1898-1937): Concerto en Fa para piano y orquesta (1925)
Joseph Haydn (1732-1809): Sinfonía nº101 Hob.I/101 "El Reloj" (1793-94)                              
2) Miércoles 20 de diciembre de 2023. Ciudad del Conocimiento (Dos Hermanas). 19:00.*
Diego Lagares Lepe, bombardino. Camilo Irizo, director
Virgil Thomson (1896-1989): A Solemn Music (1949)
James Curnow (1943): Symphonic Variants para bombardino y banda (1984/1998)                
Salvador Brotons (1959): Sinfonía nº 7 "Ausiàs March" (2018)
3) Viernes 26 de enero de 2024. Auditorio Arquitectura. 19:00.
Rubén Alonso, oboe; Juan García Rodríguez, director
Poul Schierbeck (1888-1949): Largo Op. 33 (1954)
Ralph Vaughan Williams (1872-1958): Concierto para oboe y orquesta (1943-44)
Poul Schierbeck: Andante doloroso Op. 57 (1942)
Joseph Haydn (1732-1809): Sinfonía nº1 Hob.I/1 (1759)
4) Miércoles 5 de marzo de 2024. Teatro Central. 20:00.*
José Gómez Macías, saxofón. Camilo Irizo, director
Leo Brouwer (1939): Canción de gesta (1975-79)
César Camarero (1962): Órbitas, aristas y desintegraciones, para saxo y banda (2023)
Karel Husa (1921-2016): Music for Prague 1968 (1968)
5) Martes 30 de abril de 2024. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza. 20:00.
 Antonio Moreno, vibráfono; Juan García Rodríguez, director
Edgar Varèse (1883-1965): Ionisation (1929-1931)
Louis Franz Aguirre (1968): Bembé (2008)
Daniel Sprinz (1961): Sombra de una Iconografía, para vibráfono y ensemble (2013)
Henri Algadafe (1966): Les cahiers de V. Nijinski (1997; estreno en España)
6) Viernes 10 de mayo de 2024. Auditorio Ingenieros. 20:00.
Mario Camargo, violonchelo. Juan García Rodríguez, director
Dmitri Shostakóvich (1906-1975): Concierto nº1 para violonchelo y orquesta Op.107 (1959)
Jean Sibelius (1865-1957): Sinfonía nº4  en la menor Op.63 (1910-11)
7) Viernes 20 de junio de 2024. CSM Manuel Castillo. Noches del Carmen. 21:00.*
James Barnes (1949): Symphonic Overture (1991)
José Luis Represas Carrera (1970): A pedra da serpe (2010)
Eugène Bozza (1905-1991): Children's overture (1964)
James Barnes: Fantasy Variations (1988)
8) Viernes 21 de junio de 2024. Auditorio Ingenieros. 20:30 [Concierto de clausura de la US]
Ike Christine Zwaan, arpa; Juan García Rodríguez, director
Claude Debussy (1862-1918): Danse sacrée et danse profane, para arpa y orquesta (1904)
Serguéi Rajmáninov (1873-1943): Sinfonía nº2 en mi menor Op.27 (1906-07)
[* Conciertos de la Banda Sinfónica]
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kingblueyellowbird · 1 year ago
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Get Thee Behind Me, Assbutts (Traducción)
Capítulo 14: All For You
Historia de @ladyknightskye
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Castiel observó cómo Dean manejaba el auto con facilidad. La conversación con Gabriel y Jo de esta mañana seguía pesando sobre ellos, persiguiéndolos fuera de la casa de Bobby y dentro del Impala. Ninguno de los dos se cuestionaba por qué no habían acudido a sus hermanos; había sido instintivo acudir el uno al otro. Dean hizo lo que cualquier buen Winchester y reprimió sus sentimientos. Cas... no lo hizo.
Gabriel y Jo estaban bloqueados en el chat grupal. Gabriel la quería toda para él y Castiel no podía culparlo. Lucifer y Sam también se escondían dentro de sus propias mentes, escudos como mantas envueltos alrededor de ellos. Dean irradiaba una pequeña cantidad de nerviosismo, y Cas sabía que probablemente él estaba igual. Ambos habían llegado a depender del constante consuelo de sus hermanos y amigos en el chat grupal. Sin ellos, eran infelices.
Castiel aún se estaba acostumbrando a que le permitieran expresar sus emociones y su individualidad. A él... Le gustaba. Le gustaba poder expresar sus preferencias y opiniones sin la amenaza de la violencia sobre su cabeza. Le gustaba estar cerca de los humanos del coro, le gustaba estar en un coro lleno de luz y risas. La noche en el espectáculo drag había sido una de las mejores experiencias de su vida inmortal. 
—Jo y Gabriel han comenzado una relación.
Dean resopló, con una pequeña sonrisa en su rostro. 
—Lo atrapé.
Las palabras que había querido decir toda la mañana salieron. 
—Estoy celoso.
—¿Por qué?
—Porque me enamoré de ti.
La sorpresa inundó el chat grupal y Castiel rápidamente los bloqueó. Había aprendido el truco de Gabriel y Lucifer, y sabía que Dean estaría absolutamente mortificado si alguien pudiera sentirlo en este momento. 
—¿Qué... Cas, qué quieres decir? —Dean se atragantó.
Cas respiró hondo. Necesitaba decir esto. Tenía que decir esto. 
—Si no fuera por ti, todavía sería un obediente soldado del Cielo. No permitiría que mis dudas se expresaran en voz alta. No me permitiría imaginar un mundo en el que pudiera volver a disfrutar de vivir. Me cambiaste y, sin embargo, apenas somos amigos.
—Vamos, Cas —Empujó Dean—, ¡Somos amigos! No, apenas.
—Entonces quiero más —Presionó Cas—, yo… Yo quiero tomar tu mano.
Dean se sonrojó, pero le tendió la mano. Cas solo parpadeó. 
—¿Qué estás haciendo?
—Quieres tomar mi mano, toma mi mano. —Dean lo miró—. ¿Ahora vas a agarrarla o no?
Castiel no necesitaba que se lo dijeran dos veces. Agarró la cálida mano de Dean y envió felicidad al chat grupal. Quería que Dean sintiera cuánto disfrutaba el contacto. 
—Yo... —Castiel respiró hondo— me preocupo por ti, Dean.
Una vorágine de sentimientos se apoderó de Castiel como una ola. 
—¿Por qué? —preguntó Dean, su voz tensa.
—¿Por qué qué?
—¿Por qué yo? —dijo Dean, saliendo de la carretera. Cuando hubo arrojado el Impala al parque, se volvió hacia Castiel, sin soltar la mano que sostenía— ¿Por qué yo?
De repente, los sentimientos contradictorios tenían más sentido.
—Porque de todas las cosas que el Cielo y el Infierno intentan usar en tu contra, siempre es tu amor.
Dean se congeló, sus emociones asentándose como el ojo de un huracán. Castiel tragó saliva, pero siguió adelante. 
—Tu orgullo y rabia son fuertes, y no siempre tomas las decisiones correctas, pero... Es tu deseo de amar y ser amado lo que te guía. No tienes fe en un poder superior o en ti mismo, pero tienes fe en aquellos que atesoras. Yo... Yo desearía ser una de esas personas
—Cas —susurró Dean—. Tú-
Castiel lo miró, pero Dean estaba mirando sus manos. 
—¿Sabías que yo era la Espada de Michael cuando me sacaste del Infierno?
—Sí. —No le mentiría a Dean sobre la razón por la que había estado en el Infierno en primer lugar a pesar de que sentía que su corazón se desplomaba—.  Me ordenaron salvarte, pero una vez que te conocí, yo... —Apartó la mirada.
Una explosión de felicidad estalló en el chat grupal. Eran Gabriel y Jo. Castiel cerró los ojos, retirando su mano de la de Dean. Se obligó a reprimir su esperanza rota y su desesperación, y extendió la mano para enviarle su felicidad a Gabriel.
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Dean lo sintió en el momento en que Cas se alejó, no solo en el Impala sino también en el chat grupal. Dean estaba tan desgarrado, quería estar más cerca de Cas, quería seguir sosteniendo su mano, pero... Dean no valía la pena. Su único trabajo en la vida era proteger a Sam, proteger a los demás. No valía la pena el dolor o la privación.
Pero Cas creía que sí. 
Cas había hecho todo esto... por él. Por él. Joder, ¿Qué dijo él a eso?
—Dean —Gabriel le dio un codazo en el chat grupal.
—¿Si? —respondió brevemente.
—Le prometí a Cas que no interferiría, pero esto me está matando —dijo Gabriel, su voz mental brillaba con felicidad y cuidado—, Y si los dejo a ustedes dos, cabezas de chorlito, resolverlo, estarán bailando uno alrededor del otro hasta la muerte por calentamiento del universo. Así que escúchame, y escúchame bien, padawan.
Dean contuvo la respiración, esperando que cayera el martillo.
—Los ángeles caen fuerte y rápido. Conozco a Jo desde hace menos de tres semanas, y la amaré hasta que la Muerte me coseche. Castiel renunció a todo porque cree en ti. ¿Todo esto? Es porque tú se lo pediste. ¿Él rebelándose, tú siendo capaz de atraparme, hablarme, yo yendo a Lucifer? Todo. Por. Ti
Castiel estaba mirando por la ventana del pasajero, obviamente ajeno a la conversación que Gabriel estaba teniendo con Dean.
—Pero qué…
—No. ¡Alto ahí, vaquero! Quieres libre albedrío, ¡eso significa que no puedes saber lo que te depara el mañana! Así que deja de ser un marica y decide si quieres o no que Cassie sea tu maldito novio. O lo decepcionas suavemente o jodidamente vas a por ello. ¿Capice?
Gabriel se marchó, volviendo a su pequeño rincón del chat con Jo. Dean se dio cuenta entonces de que él mismo estaba detrás de un muro, su mente escudada por las mismas cosas que cubrían a Jo y Gabe en su pequeño canal. Volvió su mirada a Cas, dándose cuenta de que había hecho eso. 
—¿Cas? —preguntó en voz baja.
El ángel se volvió hacia él, con los ojos pesados y tristes. A Dean se le apretó el corazón. Gabriel tenía razón. Deseaba desesperadamente escupirle en el ojo al destino, pero eso significaba aceptar que podría meter la pata. Podría terminar lastimando a Cas, y... tal vez ése era el objetivo de la charla de Gabe. Porque Dean no sólo quería que Cas lo sujetara y lo follara. Quería hacer sonreír a Cas. Quería estar cerca de Cas.
Dean se acercó y tomó la mano de Cas. 
—Pregunté si sabías que yo era la Espada de Michael, porque... Esperaba que me rescataran por mí, no por lo que se supone que soy. Pero eso es estúpido, supongo. Admitiste que temías que te lastimaran si hablabas, así que ¿por qué te preocuparías por un humano que no conoces? Es injusto que te lo eche en cara.
Cas solo parpadeó. Dean siguió adelante, decidido a hablar de sus sentimientos. Era incómodo y quería encogerse hasta el fondo de su alma, pero estaba decidido a hacerlo. 
—Te atesoro. Estar a tu alrededor... es liberador. No eres Sammy, con toda la mierda que hay entre nosotros. Lo amo, pero... tenemos más equipaje que un puto aeropuerto.
—También tenemos equipaje. Es por mí que tú y Alistair...
Dean se encogió un poco. 
—Lo sé. Pero fuiste sincero acerca de lo mucho que no te gustaba pedirme que lo hiciera. No trataste de manipularme o mentirme para hacerlo. Y sé que Uriel es la razón por la que falló la trampa. Cuando la mierda se volvió real, estuviste ahí para mí.
—Siempre estaré ahí para ti —murmuró Cas con los ojos fijos en los de Dean.
Sintió que sus labios se separaban y Dean deseó con todas sus fuerzas inclinarse hacia Cas y darle un beso. En algún momento entre su sueño sexual y vestirse de travesti, había decidido que a la mierda, su padre podía seguir girando como un pollo asado en su tumba porque Dean quería a Cas.
—Sabes que voy a coquetear contigo como el demonio, ¿verdad?
Cas se sonrojó un poco y apartó la mirada. 
—Me gustaría eso. 
Dean sonrió y dijo: 
—¿Qué quieres para el almuerzo?
—Me gustan las hamburguesas con queso —respondió Cas.
Dean asintió y condujo hasta la ciudad. Conocía un sitio no muy lejos de Bobby y se alegró de llevar a Cas a la pequeña cafetería. Una vez que les dieron la comida, Dean sonrió y volvió a agarrar la mano de Cas, haciendo que el ángel se quedara helado. 
—Eh... puede que no sea rebelarse contra el Cielo, pero esto es... todo por ti.
La sonrisa de Cas era tan grande que Dean se quedó deslumbrado. 
—No todos pueden ser tan increíbles como yo —respondió Cas, su alegría era una supernova en el chat grupal.
Dean se rio y robó una de las papas fritas de Cas.
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Esta es una traducción autorizada. Recuerden apoyar la historia original.
Divisores de  cafekitsune
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00blackbird · 2 years ago
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«Chhaya. Probablemente, ésta sea otra carta que no me atreveré a enviarte. Pero necesito sacarme esto del pecho. Soy inmortal, mis días en esta tierra no pueden ser contados. Desde que vi la bruma negra en aquel cuadro no he podido quitármelo de la cabeza. Si es cierto lo que dicen, y esos marcos muestran la persona a la que más podremos amar jamás, ¿cuán inmenso es este amor que te tengo? ¿Cuán inconmensurable es, que aún teniendo la inmortalidad para vivir, vi tu imagen en ese cuadro? Estoy aterrado por ello. Temo que este amor sea tan infinito que me acabe devorando. Tengo miedo de llevarte bajo la piel, para siempre. ¿Y si te traigo tan dentro de mí que me pierdo a mí mismo? ¿Y si te entierras tan profundo que soy incapaz de vivir sin ti? Vi tu reflejo, Chhaya, sólo el tuyo. ¿Realmente puedes ser así de egoísta como para hacerme amar a una única mujer por el resto de mis días? Eres una descarada. Una desconsiderada, una... Una... Eres eso, una. La única, aunque tiemble al admitirlo. No puedo luchar contra esto, es más fuerte que yo. He decidido aceptarlo y amarte con todas las consecuencias. Aunque jamás vaya a ser correspondido, aunque nunca tenga tu atención. No amarte no es una opción para mí. No voy a pedirte que me correspondas, ni siquiera que lo intentes. Sólo te pediría que lo aceptes, porque mi amor es un regalo y no pretendo lastimarte en forma alguna. Pero seguramente no te lo confiese una segunda vez; sólo me queda amarte en silencio. Tu soldado enamorado, Y-C.»
Carta no eviada. Yao-Ch’en en @kaelkoth.
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fanwritting · 2 years ago
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HARE || Golden Kamuy x Huntress!Reader
Obra sin fines de lucro, solo para aliviar estrés.
Golden Kamuy, ni Dead by Daylight es de mi pertenencia, cualquier atribución a su respectivo creador.
(18+) La siguiente obra contiene escenas de violencia y material sexual.
(Se que nadie va hacer caso, pero ya advertí 🫡)
Faltas de Horrografia, bienvenidas sean.
Capitulo 1
Pequeños copos de nieve danzaban en cielo frente a sus ojos, hacía frío, pero eso no le importaba, le gustaba el frío. Le ponía feliz estar a fuera por horas, casi hasta que sus dedos se ponían azul. A su «padre» le asustaba que estuviera afuera por mucho tiempo y le diera hipotermia. Le daba gracia, pues él mismo sabía que ella no iba a morirse por unos cuantos centígrados menos.
Una bala si lo haría. Y los hombres también, los de la Primera División claro que lo habían intentado.
Pero ella no les tenía miedo, ellos sí que le tenían miedo.
Era por eso que el Teniente Tsurumi le encargaba la misiones más difíciles, ya saben cuando se es necesario...fuerza física.
Ah, se le había olvidado la razón de su visita a Otaru. Tenía una misión.
—¡Maldito bastardo! ¡Se escapó!
La nariz de uno de los gemelos se rompió bajo la bota de Sugimoto. Se estrelló contra los soldados dispuesto a escapar.
Más no pudo. Se asustó una bestia se le había lanzado encima, estaba seguro, un maldito oso se había escapado de la montaña y lo había tecleado. Un humano normal no podía hacer eso.
Se estremeció al escuchar un bufido por encima de su cabeza, a la vez que un pie se colocaba encima de su cabeza.
Esperen, ¿un pie?
Lentamente elevó la mirada. Si era una pierna, no cualquier pierna, era una pierna de mujer. Era pequeña, pero voluptuosa, lo sabía debido al grosor de su pierna, parecía la de un luchador experimentado. Pero aún así se veía suave y tenía un color blanco como la leche.
Elevó más la vista. Un kimono color negro decorado de flores lleno su vista y cuando miró a través de sus atributos, se encontró con una máscara de Liebre mirándole desde lo alto.
Sip, estaba alucinando pensó ahogándose con su sangre cuando la chica lo levantó como un trapo y lo cargó hasta su «padre».
—Buen trabajo, Ana —felicitó sonriente dándole unas palmadas en la cabeza, la muchacha con máscara de Liebre asintió inexpresiva. Sentando a la fuerza al auto-proclamado Sugimoto El Inmortal.
El soldado observó como la muchacha se sentaba en una pequeña silla que los soldados le habían traído, quedando en el medio del escritorio que los separaba a los dos.
—Oigan, oigan, no sé por qué me han arrestado. Fui al local a investigar a pedido de un cliente, su prostituta fue atacada por un hombre con tatuajes, por eso le pregunté a la señora —explicó—, no tengo idea por qué demonios sus soldados y ese monstruo me atacaron.
Su cabeza fue estampada contra el escritorio con una fuerza que le abrió la frente. Los gemelos sé rieron victoriosos viendo cómo el teniente tomaba de los hombros a Ana y la sentaba lentamente en su sillita.
—Yo no sería tan grosero si estuviera en tu lugar, no es de buena impresión insultar a la hija de quien bien puede, firmar tu muerte.
Sugimoto tragó en seco, limpiándose la sangre de los ojos.
Uno de los soldados acercó una caja de dangos a la mesa, a Ana se le resbaló un poco de saliva de la boca.
—¿Así que...Inmortal, eh? —le temblaron los ojos— uno de mis hombres fue encontrado aferrándose a la vida en el río, con la mandilbula rota incapaz de hablar escribió una palabra con las fuerzas que le quedaban.
«Inmortal»
Ana se tragó tres dangos de un solo mordisco, con la boca llena observó a Sugimoto.
Maldición, en esta situación no podía concentrarse, le dolía la frente y esa maldita chica le estaba sacando los nervios. A pesar de su apariencia tierna, emanaba un aura que simplemente sacaba la mierda de si mismo.
Mastico varias veces, tenía mucha comida en la boca.
—...Por eso huiste, ¿no es así? Tenías miedo que atáramos clavos por qué tienes pieles tatuadas escondidas contigo, ¿no es así?
Debía hacerse el tonto, rápido.
—¿Oigan, están seguros que su comandante esta bien de la cabeza? Ja ja ja...
Con las cuatro bolas dulces aún en su boca, Tsurumi saca el palo de madera y lo clava en las mejillas del soldado.
—Los tienes bien puestos, ni siquiera te inmutas —sonríe—. Realmente eres Sugimoto el Inmortal.
»Únete a mi unidad, por la guerra ando corto de hombres, y las armas tampoco son suficientes. Hemos perdido más de lo que hemos ganado, ¡es nuestro turno de tomar lo que nos corresponde! Alguien con los cojones bien puestos como tú es lo que necesito ahora.
Sugimoto se queda callado. Su mirada claramente fiera y listo para atacar.
Ana hace una mueca triste, se habían acabado los dulces.
—Nah, yo paso.
Tsurumi sonríe con los dientes blancos brillándole—No tienes que pensarlo ahora, tendrás bastante tiempo para darme una respuesta. Ana.
La mujercita se levanta de su asiento, lista para su orden.
—Enciérralo en el almacén, confió que le cuidarás bien a…nuestro invitado.
La de mascara de Liebre asiente y pasa sus brazos bajo las piernas de Sugimoto, una sosteniendo firmemente su espalda. Y lo levanta, su peso no siéndole un problema.
El soldado se aferra a sus ropas, atónito de la fuerza de la muchacha. ¡Le había levantado! ¡A él! ¡Un hombre adulto!
—Esta mujer…no es humana.
Piensa mientras es depositado en la del almacén con delicadeza. Le amarra con fuerza.
La mujer coloca una lona detrás de su cabeza y con trapo que saca de su bolsillo comienza a limpiarle el rostro con una delicadeza que antes no había mostrado.
Casi parecía una verdadera mujer. Sugimoto sigue sus movimientos con atención, sintiendo el frío del trapo desinflamar su hinchando rostro.
Cuando termina, saca un pequeño compartimiento que tenía crema adentro. Sugimoto frunce el ceño y entreabre la boca un poco.
—¡No, espera!
Arranca los palillos de un tirón. El soldado suelta un quejido de dolor, ajena a ello, unta su dedo en la crema y lo esparce por la herida.
Sugimoto mueve un poco la mandíbula. Adormecida. Y observa como la mujer se sienta en una caja. Mirando al vacío.
Después de un rato, nota que la de la máscara de Liebre no se ha movido un centímetro.
—Oye —la llama—¿de donde vienes? Pareces japonesa, pero jamás he conocido a una mujer con un cuerpo como ese.
Ana se le queda viendo, inclinando la cabeza. Urga algo en su bolsillo, saca una galleta y se la extiende.
—Eh, no tengo hambre, gracias, te pregunté de donde vienes…
Ana se queda quieta un momento y se la vuelve a extender.
—No tengo hambre, ¿entiendes lo que digo?
Y como respuesta Ana le vuelve acercar la galleta.
—¡Que no quiero galleta! ¡¿Parezco un muerto de hambre para ti?!
Otra vez la galleta. El soldado tira la cabeza para atrás. Esto sería largo.
[…]
Había pasado dos horas, cuando el crujido de la puerta alertó a ambos.
Ana estaba sentada en las piernas del soldado, pintando en su rostro un bigote con un pedazo de carbón.
Se puso en guardia. Tomando de una esquina de la habitación un hacha reluciente. Un hacha de la cual hasta ahora veía.
Dos rostros se asomaron por la rendija de la puerta, uno parecido al anterior. Los gemelos.
Ana bajo el hacha un poco, pero no la soltó. Eran subordinados de su «padre» pero no eran uno de sus «Ojos».
—Hey, Ana…el teniente Tsurumi nos ha pedido relevarte, ¿por qué no vas a descansar un poco?
Dijeron con una sonrisa maliciosa en sus rostros idénticos.
—У них нет власти надо мной —por primera vez escucha su voz, muy diferente cómo pensó que sería. Era una voz delicada y suave, con un pequeño timbre melodioso, agradable de escuchar.
Pero no era tiempo de pensar en eso. Esos dos no venían con buenas intenciones.
—¿Que demonios estás diciendo? Tsukishima dijo que hacía caso a cualquier cosa que viniera del Teniente. —Kouhei murmura, molesto.
—¡¿Estás sorda?! ¡Que esperes afuera!
Antes de que siquiera pusiera un dedo sobre ella, Ana arremete contra él como una bestia, golpeándole el rostro con el mango del hacha. Reventándole los dientes en el proceso. El otro gemelo trata de agarrarla por el kimono, pero es tomado por el brazo y lanzado contra la puerta, rompiéndola en el proceso.
Con la cara rota y un diente roto, Youhei toma su rifle apuntándole. Pero Sugimoto logra saltar con la silla, estrellándose contra él. Bramando como un hombre loco.
El ruido resuena en la planta baja alertando a varios soldados, que suben con rapidez.
Se encuentran con la escena de los gemelos Nikaido recibiendo una paliza por parte de Ana. Justo cuando iba soltar su hacha con sus cabezas, uno de los soldados se apresura a quitársela, tomarla de los hombros y hacerla caminar en círculos.
No había manera en el infierno que se enfrentará a la Liebre Invernal.
Una vez calmada la situación. El Teniente Tsurumi ordena que los gemelos se mantengan distancia con Sugimoto.
Mientras tanto Ana era asistida por los soldados de la Séptima División como una princesa, masajeando sus hombros y sirviéndole dulces en grandes cantidades.
Traducción por goggle 🤓:
no tienen poder sobre mi
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diabeticmemoryloss · 1 year ago
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Abandona esos pensamientos que dejan tu corazón vacío como un desierto; son más ardientes que el fuego. Tu espíritu está tan enfermo que no lo advierte y piensas hallarte en tu estado natural cada vez que de tu boca brotan palabras insensatas, aunque llenas de infernal grandeza. !Infortunado!, ¿qué has dicho desde el día de tu nacimiento? Oh, triste resto de una inteligencia inmortal, que con tanto amor había creado Dios. !Sólo has engendrado maldiciones, más horrendas que la visión de hambrientas panteras! Preferiría tener soldados los párpados, que mi cuerpo careciera de piernas y brazos, haber asesinado a un hombre, antes que ser tú. Porque te odio.
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astidaf · 2 years ago
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En el caldero del infierno millones se enlistaban en las ya guarnecidas filas del ejército de aquél inmenso reinado. Millones, de toda clase de criatura. Desde simples demonios hasta poderosos hombres de magma, todos cumplían roles importantes en la armada. Pero nadie era más codiciado que un elemental de fuego; aquél cual cuerpo era fuego ardiente, sin contención alguna. Ástidaf conocía el poder que contenía en sus manos. El poder, al menos, que la armada creía que él tenía. Fuera de ser virtualmente inmortal, apenas podía provocar chispas. No era más que fuego viviente. Soltó un suspiro, encaminándose hacia las barracas, listo para enlistarse. Luego de todo, no tenía mejor propósito en la vida. Su vida era un completo misterio. Nadie sabía exactamente cómo había nacido; ni él mismo. Dicen que, cada cierto tiempo, y con algunas condiciones, la vida da a luz a un elemental. Otros dicen que el mismo elemental simplemente se materializa en distintos tiempos. Ástidaf, no recordaba nada. La milicia, obviamente, lo aceptó. Era obvio. Nadie querría desperdiciar una oportunidad así. Pensó que lucharía batallas sin sentido; enfrentar enemigos sin razón. Pero el rey ígneo tenía otras cosas en mente. Rápidamente, el rey se hizo de la confianza de Ástidaf, y viceversa Las tensiones entre reinos enemigos escalaban cada vez más, y el rey ígneo necesitaba nueva tecnología. Había encontrado un antiguo portal, el cual conectaba con un mundo nunca antes visto. Caía en los hombros del elemental en investigar y conquistar tales territorios, o traer tecnología que les pudiese dar una buena mano. Ástidaf aceptó, dándole un puñado de fieles soldados a su mando. Y se adentraron en el portal, esperando lo peor. Los recibió una hermosa pradera; el fresco viento golpeando contra sus rostros. Agarraron información vital y volvieron. El rey saltaba en una pata. No podía alegrarlo más; aunque se viese bastante preocupado e incluso apurado. Apuró en enviar más expediciones; Ástidaf y sus guerreros no presentaron queja. Las expediciones siguieron, cada vez más largas. Pero no fueron muchas. Las tensiones se habían roto. Había guerra; o eso parecía. El Rey simplemente no lo sabía, ya que iban a atacar de sorpresa. Ástidaf y su escuadrón se encontraba de camino al portal, cuando fue fruto de una emboscada. Algunos pocos perecieron, unos pocos más huyeron y los más fieles quedaron espada y escudo junto al elemental, el cual había elegido la más sabia opción: cruzar el portal. Eran muchos, y no había tiempo ni lugar. Tuvo que sostener la palanca que activaba el portal por su propia cuenta, defendiéndose como podía de las flechas enemigas. Vio cruzar uno a uno a sus compañeros, hasta que se quedó solo. Le dio un buen golpe a la palanca, asegurándola en posición por un tiempo, para correr hacia el portal. Y allí fue, que, mientras lo cruzaba, podía ver como disparaban una flecha contra el marco. La explosión sobrepasó por el otro lado, empujando a Ástidaf unos metros para cortarse abruptamente. Se levantó, algo débil, a observar el portal derrumbarse en sí mismo. Observó los alrededores. No conocía ese lugar. Se encontraba absolutamente solo, y perdido. Observó su ya ígneo cuerpo. Lo que una vez fue equipado en hermosas y doradas túnicas y armaduras, se encontraba totalmente al desnudo; solo unas pocas argollas sobreviviendo. Habría elegido esperar, pero decidió que era mejor moverse en la tierra. Ese portal tenía pocas chances de ser reactivado, incluso si lo arreglaba. Juró recordar siempre donde estaba, y siempre lo recordó. Zarpó pues, en busca de nuevo reino, desconociendo el fatal destino que le había alcanzado al suyo. Ástidaf, última chispa de un interminable imperio; Ástidaf, último suspiro. Ástidaf, Fuego del Águila, quinta división. Ástidaf, Fuego.
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