#sociologa del cuerpo
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americanbartextos-blog · 9 years ago
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American Bar de Valparaíso. Una aproximación desde la teoría crítica y el estudio del cuerpo.
Por Carla Aravena Aragón
Resumen
Este artículo pretende analizar las dinámicas en relación al espectáculo en el American Bar de Valparaíso, en un contexto de transformación económica y capitalismo incipiente entre la década del ‘50 y ‘70, en base al desarrollo de entrevistas a actores presenciales del bar. En este sentido, se plantea que la sociedad porteña de ese entonces, en tanto sociedad del espectáculo, contiene a otros micro espectáculos,  como el del American bar, que pueden constituirse como elementos y prácticas de alienación por una parte y de objetivización de cuerpos, por otra.
PALABRAS CLAVES: capitalismo, espectáculo, alienación, sociología del cuerpo
 Abstract
This article studies the dynamics around the spectacle developed around the American bar in Valparaiso, during a context of economic transformation and emergent capitalism, from the fifties through the seventies. The study is based on interviews carried out with American bar performers. It is argued that, during those decades, the Valparaiso society – which will be considered as a “society of spectacle” – contains within itself other sites of micro-spectacles, such as the American bar. These sites may constitute themselves as practices that contribute towards alienation and the reification of bodies.        
KEYWORDS:  capitalism, spectacle, alienation, sociology of the body
  1.       Introducción
 El objetivo de este artículo es analizar las dinámicas en torno al espectáculo en el American Bar, en un contexto de transformación económica y capitalismo incipiente en la ciudad de Valparaíso entre las décadas de los 50´ y 70´. En este sentido, se plantea que la sociedad porteña de ese entonces, considerada en tanto sociedad del espectáculo, contiene en sí espacios de micro espectáculos,  como el del American bar, que pueden constituirse como elementos y prácticas de alienación por una parte, y de objetivización de cuerpos, por otra. Para el desarrollo de este artículo se recabaron  testimonios pertenecientes a actores presenciales del American Bar, incluyendo público y artista, durante las décadas del 50´y 60´.
Ubicado en el barrio puerto de Valparaíso, el American bar es recordado  como un lugar muy importante, sino el más importante, de la ciudad, donde se presentaban los cantantes, músicos, bailarines y artistas más famosos de la época. Era un pequeño local que abría sus puertas de lunes a domingo, y recibía una alta concurrencia cada viernes y sábado por la noche. El espacio era uno de semipenunbra, con olor a encierro y humo de cigarrillo, consistente en una barra, un escenario, mesas sencillas con sillas para 4 o 5 personas, una escalera que llevaba al segundo piso donde se ubicaba el altillo de la orquesta hacia un lado y camarines y oficinas hacia el otro.
El American Bar y el barrio puerto brillaban entre las décadas de los 50´ y 60´ en Valparaíso, como  espacios de encuentro entre distintas edades, clases sociales, ejercicio de oficios y barrios de origen. El poder de compra y gasto permitía que estos sujetos pudiesen sentarse frente a frente en el bar, como iguales.
La abundancia económica de la época, vinculada sobre todo al mercado formal portuario y también a prácticas como el sistema de subempleo  y el contrabando - el que a su vez fortalecía el comercio informal mediante el tráfico de mercaderías extranjeras y su posterior venta en algunos locales (González, 2002) permitían a trabajadores de la Aduana, marinos tradicionales y mercantes, y también a profesionales, políticos,  personajes famosos,  trabajadores del Casino, turistas y  gente de dinero asistir al American Bar, al mismo tiempo que trabajadores portuarios, prostitutas, estudiantes, traficantes de droga y gente de menor nivel socio económico. La época es así recordada como una de menos desigualdad social.
“…en ese tiempo andaban muchos contrabandistas ahí, ahí en la Aduana, muchos contrabandistas, la gente vivía  del contrabando”[2]
 En la década los 70’ se inicia una oleada modernizadora del puerto de Valparaíso, consistente en la tecnologización de las labores de embarque y porteo. Posteriormente, en los 80’, este proceso se acelera con la destrucción de los sindicatos por la dictadura de Pinochet. Este proceso modernizador actualmente se traduce en la monopolización de los servicios bajo los llamados “monooperadores”, hecho que trae consigo la prescindencia y devaluación del trabajo humano (Aravena, 2006).
 “…Toda la gente especialmente en cerro súper pegado ahí, el Cerro Santo Domingo, Cerro Toro, Cerro Cordillera, toda la gente trabajaba en el muelle, los estibadores, tanto sindicato que había, sindicato de embaladores, sindicato de estibadores, amarradores, marineros ahí (…) todos se murieron, por los container. Y cerraron los muelles. Ahora los compañeros tienen estibadores privados. Nadie roba. Los únicos que roban son los grandes, roban por container”
 Considerando a la economía como un gran elemento transformador de las dinámicas sociales[3], el proceso de modernización desarrollado en Valparaíso traerá consigo una serie de consecuencias y efectos que se extienden más allá de lo económico, modificando  las prácticas sociales y culturales. En este caso, y para interés de este estudio, siguiendo lo planteado por Aravena, la bohemia porteña de las décadas estudiadas requería como “infraestructura” del sistema de trabajo portuario y de la abundancia económica asociada a éste.
Se trata de los albores del proceso de modernización que se ha aplicado a Valparaíso: la entrada a la “postindustria”, al turismo, los espectáculos, la gastronomía, la educación, la cultura. Con ellos se da una forma de producción de riqueza en la cual el trabajo humano asalariado tiene cada vez menor cabida. En cambio,  el campo de los servicios y el comercio de intangibles adquiere mayor protagonismo, donde cobra vital importancia la sensación, la pseudo-experiencia  y la aventura (Aravena, 2006).
 2.       Valparaíso y el espectáculo
 Como plantea Guy Debord, toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. El espectáculo se muestra al mismo tiempo como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de unificación. El espectáculo debe comprenderse, a la vez, como el resultado y el proyecto del modo de producción existente. Bajo todas sus formas particulares, sean estas de  información o propaganda, publicidad o consumo directo de diversiones, el espectáculo constituye el modelo presente de la vida socialmente dominante. (Debord,  1992).
La noción de espectáculo de Debord, no sólo hace referencia a la sociedad de consumo, sino que ésta se complejiza cuando se instala en aquello que Marx llama la superestructura, destacándola frente a la infraestructura, y convirtiéndola en el vértice sobre el que se apoya toda fuerza productiva, es decir, el objetivo final hacia el cual se dirige todo esfuerzo humano.
Si por algo se caracterizan las sociedades capitalistas es por la enorme acumulación de mercancías; sin embargo, a lo largo del siglo XX, estas mercancías se han convertido en copias de sí mismas. Allí donde las sociedades de la industrialización naciente querían producir y vender productos, las sociedades post-industriales venden sueños, representaciones de la vida, imágenes del mundo y deseos que han alcanzado tal grado de autonomía que se han constituido como verdaderos “entes”, conformando así un mundo irreal devenido en real (Abad, 2012). Espectáculo y alienación van de la mano consumando la esclavitud definitiva, la que se oculta bajo la aparente felicidad y el bienestar.
 3.       El espectáculo en American Bar
 En la arquitectura de la felicidad, a la que se refiere Debord, el concepto de vedette es usado por el autor para referirse a un “agente del espectáculo puesto en escena”, la corporalización, la representación,  un cuerpo que encarna el poder,  la decisión y el consumo (Debord, 1992).  La eficacia de este discurso depende también de su reiteración, ya que de ello depende su capacidad performativa, es decir, su capacidad para transformarse en discursos normativos a nivel social, pero acompañado de una lógica de la seducción, que juega con lo lejano y lo cercano, la aparición y la desaparición, el ser y el parecer (Benavente, 2007).
En forma de cantantes, bailarinas, vedettes, nudistas, magos, equilibristas y otros, provenientes de Valparaíso, de Santiago, de otras ciudades de Chile y del extranjero, hombres y mujeres jugaron este juego en el escenario, donde tanto el American bar como el oficio de artista  son valorados como espacio y como medios para  obtener trabajo y dinero, permitiendo la movilidad social, y también para obtener reconocimiento tanto a nivel artístico como social.
 “(…) o no faltaba el que llegaba y te lo pedía y ¿pa qué? No, pa’ tal parte. Un contrato pa’ la quinta región ahí en playa ancha. Rock and roll por ejemplo. Ya po’, a qué hora? A tal hora puedo yo, porque un compromiso. Y mi compadre igual, todos po’. Todos salíamos a trabajar afuera po’. A hacer los pitutos que se llaman”
 “yo era un estudiante pobre, era muy grande la familia (…) me dijo yo lo voy  a contratar aquí pagándole 20 pesos diarios, que era un tremendo platal”
 Desde esta perspectiva, la figura de la estrella, el astro, el ídolo, la vedette o la diva, correspondería a la construcción de personajes modélicos principalmente por la industria que propulsa determinadas personalidades al estrellato con fines lucrativos y mercantiles. Este proceso requiere a su vez ajustarse al gusto del gran público e irlo modelando mediante el efecto de verdad que proporciona la reiteración y la producción de personajes situados en la cumbre del espectáculo mediático gracias a su talento, su belleza y su capacidad de despertar fantasías usualmente referidas a una interrupción de la vida cotidiana.
En cuanto se proyecta masivamente, la persona tiende a desaparecer detrás del personaje, favoreciendo así la  proyección-identificación de un conjunto heterogéneo de espectadores que, no obstante, se uniformizan en esta valoración. (Benavente, 2007).
 “Es la gente la que te endiosa. Es la gente la que te pone ídolo po’. Yo llegaba muy tranquilo y de repente llegaba una vieja a pedirme un autógrafo”
 4.       El espectáculo y el placer
 Herbert Marcuse identificara como uno de los grandes mecanismos de control que facilitan la alienación, la localización y el control de la libido. Marcuse plantea que previo al despliegue de los grandes procesos de industrialización y mecanización de la sociedad era posible observar un «paisaje», un medio donde el individuo podía obtener placer; el individuo podía percibir este paisaje como gratificante, casi como una extensión de su cuerpo.
Se trataba de un ambiente que, trascendiendo lo sexual y erógeno, presentaba múltiples posibilidades para sentir placer y desplegar impulsos libidinales. Pero en el paso hacia la sociedad de producción industrial dicho paisaje desaparece, el ambiente se mecaniza y la libido se controla, redireccionándola desde lo ampliamente erótico hacia la pura experiencia de satisfacción genital-sexual. Peor aún, Marcuse sostiene que, como gran consecuencia de este proceso, se genera un relajo de la tensión mental entre lo deseado y lo permitido, donde finalmente el individuo termina adaptándose a un mundo que no parece exigir la negación de sus necesidades más íntimas; un mundo que no parece tampoco ser esencialmente hostil.
Si bien muchas veces se ve a la civilización industrial avanzada como una época con mayor grado de libertad sexual, esta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales. El sexo se integra al trabajo y las relaciones públicas, y de este modo se hace más susceptible a la satisfacción (controlada), la que se vuelve también gratificante para los sujetos. Según Marcuse, se daría un proceso de alienación, consistente en el acceso a libertades en el plano sexual, las que sin embargo se dan dentro del contexto de una sociedad realmente sin libertad. Este hecho facilitaría la aceptación de esta sociedad (Marcuse, 1993)
De modo similar, Foucault analiza los vínculos entre sexo y control social. El autor concibe la sexualidad  como una construcción, la que  varía en el tiempo y de una cultura a otra. A su vez, la sexualidad se establece en relación a posibilidades biológicas, mentales y socioculturales, generando un sentido identitario basado en roles de género o en categorías de normalidad o anormalidad (Weeks, 1997), permitiendo disciplinar el cuerpo y regular la población, asegurando el mantenimiento de las relaciones de producción, mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos, utilizando mecanismos continuos y correctivos, los que permitan calificar, medir, apreciar y jerarquizar, regular y normalizar lo social[4].  
A partir de lo anteriormente señalado, podría decirse que, dentro de la sociedad del espectáculo, la vida pública y la fiesta se organizarían en torno al sexo. En una urbe como Valparaíso en las décadas de los 50´, 60’ y 70’, alumbrado por luces muy tenues, lugares como el barrio puerto, junto con otros bares, restaurantes, quintas de recreo, boîtes y cabarets se constituirían en espacios para acoger las demandas de fiesta, música, baile, alcohol, drogas y finalmente sexo.
 “a la seis de la tarde ya empezaban las cocinerías a calentar los motores ya, las mujeres bajaban, se iban a la peluquería. También había una peluquería ahí abajo, se encachaban, ahí empezaba el griterío por las ventanas, cuestión de los garzones se llevaban las comidas pa’ arriba, la vendían en las piezas, a los gringos. Las prostitutas de ese tiempo cuidaban mucho a los clientes, a los gringos, especialmente al gringo”
 “de esparcimiento pero para los noctámbulos, era más gente que le gustaba salir de noche, farrear con los amigos, divertirse (…) la necesidad de la gente de divertirse, de salir a la noche”.
 Como señala González (2002) “al parecer, la trayectoria de una noche en este sector era la equivalencia a la distancia que había desde estos bares a una casa-prostíbulo”.
 “entre show y show salíamos a la cuadra ahí, a mirar las casas de niñas, porque había muchas casas de niñas y algunas veces nos enamorábamos, nos vestíamos rápidamente y nos volvíamos al show”
 “el 66, el 69, casas donde tocaban muchas cuecas, tocaban tangos, unas prostitutas, pero hermosas, bailábamos cueca y había un par de maricones que tocaban piano y batería, pero eran verdaderos maestros de la cueca”
 5.       El  espectáculo y el cuerpo
 Para analizar el espectáculo sobre el cual se desarrollaba el show del American Bar y locales a su alrededor es necesario ahondar en la noción de cuerpo. Según Pierre Bourdieu, la relación con el mundo es una relación de presencia en el mundo, de estar en el mundo. El cuerpo produce sentidos, y por medio de estos los sujetos se insertan activamente en un espacio social y cultural dado.
Asimismo, como señala Le Breton, “la existencia del hombre es corporal”. En este sentido, la percepción del mundo que nos rodea a través de los cinco sentidos es a la vez el resultado de la educación cultural y de la experiencia personal, donde una  sociedad define maneras particulares ante una infinidad de sensaciones posibles[5].
Bourdieu agrega “el orden social se inscribe en los cuerpos”; es decir, múltiples significados y valores sopesados por los sujetos se entretejen con deseos e identidades subjetivas de acuerdo al nivel y a la posición que ocupan en la sociedad, así como también respecto de las interacciones que se establecen con los otros (relaciones de clase, de género o de raza)[6]. En esta dinámica, el cuerpo está llamado a asumir una determinada identidad social que puede ser interpelada de diversas maneras y hasta transformada, pero nunca ignorada (Briceño, 2011).
Un nuevo imaginario del cuerpo surge a partir de los años 60 en el mundo, el que genera nuevos discursos y prácticas marcadas por los medios de comunicación masiva. El cuerpo aparecerá como una especie de “alter ego”: como el lugar ideal del bienestar (preocupación por todas las formas placenteras que el cuerpo puede obtener del hábitat) y del buen parecer  (belleza, cosméticos, etc.). Podría decirse que el cuerpo ha sido resignificado con una nueva connotación, a saber, la de un objeto más de seducción.
[1] Socióloga de la Universidad Alberto Hurtado, con experiencia en investigación en temáticas de género y cultura.
[2] Todas las entrevistas citadas fueron realizadas específicamente para este estudio durante el año 2015.
[3] la estructura económica y material determinaría el sistema político y cultural (Abad, 2012).
[4] Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Siglo XXI. Buenos Aires, 2001
[5] Le Breton, David. Antropología del cuerpo y modernidad. Nueva Visión. 2002
[6] Bourdieu, Pierre. La distinción, Criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid, 1998
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