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biglisbonnews · 2 years ago
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Nokia is changing its logo to move away from its mobile manufacturer image Nokia is changing its logo for the first time in 60 years.Read more... https://qz.com/nokia-new-logo-phones-5g-1850162280
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gingkahagane · 8 months ago
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palavradigital-blog · 5 months ago
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Protocolos para proteção de dados são aperfeiçoados na 2ª edição do ‘Security Day Bahia’
A Secretaria da Segurança Pública (SSP-BA), por meio da Superintendência de Gestão Tecnológica e Organizacional (SGTO), realizou ontem (10), no auditório do Centro de Operações e Inteligência (COI), a 2ª edição do ‘Security Day Bahia’. O evento discute a segurança cibernética, com temas contemporâneos e essenciais para a segurança pública e a integridade das operações. Foto: Alan Dantas/Ascom…
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panchulo2080 · 5 months ago
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Busco satisfacción mutua, me desplazo en Sgto. centro [email protected]
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toferman28 · 6 months ago
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El día domingo a las 05.50 me robaron mis retrovisores y ambos @#©®¥£ perdida de tiempo , de sueño , de compartir y me dijeron que era la mujer que vive en sgto aldea con 21 .
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wingzemonx · 7 months ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 150. Combate en dos frentes
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 150. Combate en dos frentes
—¿No oyeron eso? —comentó Lucy con aprensión, deteniéndose y volteando a ver hacia atrás sobre su hombro���. Sonó como una explosión…
—No te quedes atrás, Lucy —exclamó Cody como reprimenda; él y los otros ya se habían adelantado varios pasos, por lo que la rastreadora tuvo que apresurarse para alcanzarlos.
El grupo se adentró a un largo pasillo de luces blancas, que al parecer terminaba en perpendicular a otro corredor. De momento todo parecía bastante más calmado en esa zona, en comparación con las demás partes que habían cruzado. Tendrían bastante suerte si todo se mantenía de esa forma hasta llegar a su objetivo final.
Y claro, suerte era lo que menos tenían en esos momentos.
Al girar en la esquina del siguiente corredor en dirección a los ascensores, tuvieron que frenar de golpe pues justo al otro extremo del pasillo ya los esperaba un grupo numeroso de hombres armados, que apuntaron sus armas directo en su dirección en cuanto los tuvieron en mira.
—¡Fuego! —exclamó con potencia la voz de alguien detrás de los hombres armados, y a su orden todos presionaron los gatillos de sus armas al mismo tiempo.
Los sonidos de detonación cubrieron el pasillo entero, y las balas volaron por los aires en su contra. Rápidamente Francis empujó a los demás para que se refugiaran de nuevo tras el muro, mientras Gorrión Blanco se esforzó por desviar la mayor cantidad de disparos con sus poderes, y luego ponerse en cobijo junto con los demás. Todos se quedaron quietos, con sus espaldas contra la pared hasta que el sonido de los disparos cesó.
—Los ascensores están del otro lado —susurró Gorrión Blanco, jadeando entre respiro y respiro—. Tendremos que cruzarlos…
Se giró en ese momento a mirar al sargento en busca de la siguiente indicación. Sin embargo, notó de inmediato con horror como Francis se presionaba firmemente el costado derecho con una mano, y como la sangre comenzaba a mancharle los dedos. Gorrión Blanco supo en ese momento que no había logrado desviar todas las balas, y una de éstas la había pasado de largo, alcanzándolo a él.
—¡Sargento! —exclamó la muchacha, alarmada.
—Estoy bien —respondió Francis. Y aunque su voz sonaba firme y segura, su mirada no lo parecía tanto.
—Se los dije —murmuró Lucy con voz áspera.
—Ahora no, Lucy —le prendió Cody, mirándola sobre su hombro.
Francis comenzó a retirarse rápidamente la chaqueta azul de su uniforme, quedándose sólo con su camiseta negra sin mangas que usaba debajo. Le indicó a Gorrión Blanco que rasgara las mangas de la chaqueta, y ésta lo hizo lo más rápido que pudo con la ayuda de la fuerza adicional que le proporcionaba su telequinesis. Francis amarró ambas mangas, y comenzó a atarlas alrededor de su torso, presionando con fuerza la parte herida.
En todo ese rato, los hombres en el pasillo se mantuvieron en silencio, posiblemente aguardando a ver qué hacían a continuación.
—¿Y ahora qué? —cuestionó Cody, inquieto.
Antes de que Francis o cualquiera pudiera responder, una voz desde el pasillo se hizo presente primero, hablando con fuerza ayudada del eco de los altos techos.
—Sgto. Schur, esto no tiene que terminar mal para usted. Entréguenos a la chiquilla resucitada, y usted, y también los que lo acompañan, podrán irse en paz. Se lo prometo.
—¿Resucitada? —susurró Cody confundido, mirando a Lisa y a Francis. Ninguno dijo nada o lo miraron siquiera. Sin embargo, un pequeño vistazo de soslayo que Lisa hizo en dirección a Gorrión Blanco, fue suficiente para dejar en evidencia lo que pasaba por sus mentes.
—No es cierto —exclamó Lucy con fuerza—. Está mintiendo, no dejará salir a nadie con vida de esta base.
—¿Leíste su mente? —le preguntó Francis, acompañado justo después de un pequeño jadeo de dolor.
—No… Sólo es un presentimiento.
—¿Se refieren a ella? —preguntó Cody directamente, mirando a la joven mujer de cabellos rubios, que en esos momentos parecía también algo confundida—. ¿A qué se refieren con “resucitada”, Lisa? ¿Qué fue lo que hicieron?
—Ahora no —le susurró Lisa despacio, con un tono que no dejaba lugar a que le insistiera más.
Lisa miró de reojo hacia Gorrión Blanco, y ésta igualmente parecía tener preguntas dibujadas en su rostro. Lamentablemente, ella no era quién tenía las respuestas que buscaba. Y no las obtendría de ningún lado, si no lograban salir vivos de ahí.
— — — —
Mientras el ascensor bajaba rápidamente hacia el nivel -20, Mabel aprovechaba para revisar cada una de sus armas, y ver que estuvieran cargadas y listas para lo que vendría, pues presentía que no podría abrirse paso hasta donde necesitaba ir utilizando únicamente sus nuevos trucos. Se había ya retirado la chaqueta que había robado de aquel soldado, para poder moverse con mayor libertad; además de que le quedaba grande, para esos momentos ya había cumplido su propósito de pasar un poco más desapercibida.
Mientras colocaba de nuevo la munición en el interior de su rifle, miró de reojo hacia su acompañante. Russel reposaba prácticamente hecho un ovillo, sentado en una esquina del ascensor, cabizbajo y ensimismado en sí mismo, como si deseara imaginarse en un sitio muy lejano a ese.
—¿Con qué tipo de seguridad me encontraré ahí abajo? —le cuestionó Mabel con severidad, pero Russel no respondió; ni siquiera reaccionó en lo absoluto—. ¡Responde! —insistió Mabel, obteniendo el mismo resultado—. Te recuerdo que en estos momentos no puedes confiar en que allá abajo haya alguien que aún esté de tu lado y quiera salvarte. De momento, la única persona en toda esta base que le interesa que salgas con vida de aquí, soy yo. Así que más te vale que cooperes conmigo por las buenas.
Russel soltó un largo y pesado suspiro. Recorrió una mano nerviosa por toda su calva, apoyándola al final sobre su nuca.
—Para entrar al área a la que quieres ir, tienes que pasar una gruesa puerta de acero blindado, custodiada por dos soldados bien armados que tienen la orden de no moverse en lo absoluto de su lugar, sin importar qué ocurra; y por supuesto, no dejar pasar a nadie sin autorización. La puerta sólo se abrirá con un identificador facial y de voz, que sólo dará acceso al personal autorizado.
—Y supongo que tú eres parte de ese personal autorizado, ¿no? —inquirió Mabel con tono burlón.
—Supongo que sí —respondió el científico con voz apagada—. Pero aunque puedas matar a los dos soldados de la puerta y atravesarla, en el interior habrá más, con órdenes de custodiar cada una de las salas en uso; incluyendo la 217.
—¿De cuántos estamos hablando? —preguntó Mabel, percibiéndose ligera inquietud en sus palabras.
—No lo sé —exclamó Russel, casi gimoteando—. Tal vez unos quince.
Mabel guardó silencio, y meditó detenidamente en ese número. Sí, definitivamente no sería sencillo. Toda esa muerte a su alrededor dejaba pequeños rastros de vapor que la fortalecían, pero no tanto como para poder encargarse ella sola de quince hombres armados. Si tan sólo James estuviera con ella, quizás sería más fácil, pero no valía la pena lamentarse por lo que no era.
El ascensor se acercaba ya peligrosamente a su destino, y era hora de actuar.
— — — —
Arriesgándose a recibir un disparo en la sien, Francis se atrevió a aproximarse hacia la esquina, asomando el rostro lo suficiente para echar un vistazo rápido. Los hombres alzaron sus armas en su dirección, pero por suerte nadie le disparó. Y tras unos segundos logró divisar mejor a la persona detrás de ellos, que al parecer los dirigía: hombre alto y delgado, de cabello rojo y ojos verdes, de abrigo y boina verde que solían usar los hombres de confianza de la Capt. Cullen. Y a ese en específico lo reconocía, pues era la mano derecha de ésta: el Tte. Johan Marsh.
Una vez que tuvo la información que requería, Francis se ocultó de nuevo con rapidez. Si el segundo al mando de la Capt. Cullen estaba dirigiendo este ataque, ¿indicaba entonces que ella estaba también al tanto de todo esto? Se le informó que la capitana había llegado de improviso con sus hombres esa mañana, justo a tiempo para el inicio de toda esa locura. Difícilmente podía ser una coincidencia…
Pero, ¿ella? ¿Ruby Cullen? ¿Una agente de la Agencia con tantos años de carrera y logros? ¿Una amiga tan cercana del Capt. McCarthy y su familia? ¿Cómo podía ser que ella estuviera detrás de eso?
—Su tiempo y mi paciencia se acaban, Schur —pronunció Marsh en alto, ahora sonando un tanto exasperado.
—¿Qué quieren con Gorrión Blanco? —inquirió Francis con severidad.
—¿Tú qué crees? —soltó Marsh con voz burlona—. Es demasiado peligrosa para dejarla con vida. Pero eso no debe extrañarle, ¿o sí? En el fondo sabía que tarde o temprano tendría que elegir entre cumplir su deber, y seguir protegiendo a esa asesina. Siéntase afortunado que en vez de eso lo que tenga que cambiar sea su vida; eso hace todo más simple, ¿no le parece?
—¿Asesina? —exclamó Gorrión Blanco pasmada, mirando al sargento con sus ojos grandes bien abiertos—. ¿Por qué dice eso, sargento?
Francis no respondió, pero ella supo de inmediato que en efecto sabía algo… ¿Tenía algo que ver con eso que había prometido decirle más tarde? ¿Qué era lo que todos en esa base sabían menos ella?
No habría forma de saberlo, si no lograban salir todos de ahí. Así que sobreponiéndose a su impresión inicial, decidió dar un paso al frente y tomar la iniciativa de la situación.
—Quizás pueda distraerlos mientras ustedes escapan —propuso con voz apagada.
—Nada de eso —le contestó Francis, cortante—. Yo los distraeré, ustedes regresen por donde vinimos.
—Pero sargento, su herida…
—No es nada —indicó Francis, negando con la cabeza—. La chica gritona tenía razón: éste es mi deber. Ustedes no tienen por qué arriesgarse por esto.
—Bueno, gracias —masculló Lucy—. Aunque no me agrada mucho eso de “chica gritona”. Además de cómo ya dije, esos sujetos no nos dejarán irnos así nada más.
A Francis le daban igual sus quejas. Ya había tomado una decisión, y no necesitaba que ninguno de ellos lo convenciera de lo contrario. Así que sostuvo un arma cargada en ambas manos, y se dispuso a salir.
—Aguarde —intervino Cody en ese momento, aproximándose hacia los dos militares—. Quizás haya otra alternativa.
Francis y Gorrión Blanco lo voltearon a ver, expectantes de ver qué era lo que ese profesor de biología podía aportar a la situación.
— — — —
De entre los artículos de combate que Mabel había traído consigo, tomó un objeto en forma de lata color verde, con una manija y un seguro en la parte superior. Russel se estremeció, pegándose instintivamente más a la pared.
—¿Eso es una granada? —inquirió con voz temblorosa.
—No exactamente —fue la respuesta simple de la Doncella.
En cuanto el ascensor llegó a su destino y las puertas se abrieron, la verdadera retiró rápidamente el seguro y arrojó la lata a través de las puertas hacia el recibidor que los esperaba del otro lado. Antes de que los dos soldados de guardia frente a la puerta blindada pudieran reaccionar, la lata comenzó a girar en el suelo, y a soltar un grueso humo blanco que comenzó a cubrir todo rápidamente.
—¡¿Qué es esto?! —exclamó uno de los soldados, y rápidamente su compañero y él alzaron sus armas.
Mabel para ese momento ya había tomado a Russel con brusquedad de un brazo y lo jalaba hacia las puertas.
—Más te vale identificarte adecuadamente, doctor —exclamó Mabel con sorna, y de inmediato lo empujó con violencia hacia la nube de humo del exterior.
Russel trastabilló aturdido tras el empujón, y de un segundo a otro fue incapaz de ver cualquier cosa a su alrededor, salvo la blancura de todo ese humo.
—¡¿Quién está ahí?! —gritó con agresividad uno de los soldados, y no esperó ni un segundo su respuesta antes de disparar hacia la silueta que se movía entre la neblina. Russel sintió como la bala pasaba cortando al aire a unos centímetros de su cabeza, haciéndolo saltar atemorizado. Un segundo disparo, quizás del otro soldado, cruzó ahora peligrosamente cerca de su brazo derecho.
—¡No disparen!, ¡por favor no disparen! —gritó Russel con todas sus fuerzas, casi sollozando—. Soy yo, el Dr. Shepherd. No disparen, por todos los cielos…
Los soldados parecieron atender a sus súplicas, y no hubo ningún otro disparo en esos momentos. La neblina se fue aplacando poco a poco, y conforme Russel fue reconociendo las siluetas y los rostros de los dos soldados frente a él, estos lo reconocieron a él de regreso.
—¿Dr. Shepherd? —murmuró uno de ellos, bajando su arma para que apuntara al suelo—. ¿Se encuentra bien?
Russel respiró aliviado por primera vez desde que comenzó toda esa locura; ellos no eran el enemigo. Quizás al fin estaría a salvo.
Sin embargo, dicho alivio le duró muy poco, pues antes de que el humo se disipara por completo, y que Russel pudiera decir cualquier cosa, Mabel surgió justo desde atrás de él, disparando con asombrosa precisión dos disparos de su rifle, dando cada uno en una de las piernas de los dos soldados. Estos gimieron de dolor, totalmente confundidos, y se desplomaron al suelo en el acto. Y ante la mirada horrorizada de Russel, Mabel sacó su cuchillo de caza y se lanzó hacia los dos hombres en el suelo, rebanándole su cuello de un sólo tajo a cada uno, antes de que cualquiera pudiera reaccionar. Su sangre brotó a chorro de sus heridas, manchando las paredes, y Russel sólo pudo ver impotente como ambos hombres se desangraban y ahogaban en el suelo. Y su asesina, sin embargo, ni siquiera pestañeó.
«En verdad no hay nada de humanidad en ella» pensó Russel, atónito. Como científico, debía procurar siempre ver todo de una forma más fría y pragmática, y el mismo pensamiento lo había aplicado en sus investigaciones, incluyendo el estudio de los UX. Pero no había nada en ese día que lo animara, ni siquiera un poco, a ser frío y pragmático en esos momentos.
Mabel se alzó lentamente luego de haber terminado con sus últimas dos víctimas, y limpió la hoja de su cuchillo contra la manga del abrigo azul que portaba. De pronto, escuchó una puerta azotarse con fuerza, obligándola a girarse de lleno hacia un lado. Desde la cabina de control de acceso a un costado del cuarto, surgió un tercer soldado con pistola en mano.
—¡Maldita! —exclamó el tercer hombre con fuerza, comenzando a disparar con rapidez en su contra.
Mabel y Russel se tiraron al suelo de inmediato, y las balas cruzaron el aire muy cerca de sus cabezas. Estando en el piso, la verdadera se giró y apuntó con su propia arma desde un ángulo bajo en dirección a su atacante. La bala de Mabel entró directo por la cara del hombre, por debajo de su ojo, saliendo por la parte de atrás y manchando la pared a sus espaldas. El soldado no tardó en soltar su arma y desplomarse al suelo.
Mabel respiró hondo, intentando calmarse. Se paró en cuanto pudo, claramente furiosa, y se dirigió hacia Russel. Éste seguía tirado en el suelo, pero ella lo levantó de un fuerte tirón.
—¡Dijiste que sólo eran dos! —le gritó llena de coraje, zarandeándolo un poco.
—¡Sólo dije que había dos soldados cuidando la puerta! —respondió Russel, nervioso—. Eso no fue una mentira…
—Mucho cuidado, doctor. No intentes jugar conmigo, porque no te va a agradar lo que ganarás.
Lo jaloneó entonces con nada de delicadeza hacia el panel de autenticación, y lo empujó contra él con fuerza, haciendo que prácticamente se estrellara de narices contra éste.
—Ahora abre la maldita puerta —le ordenó, apuntándole además con su rifle para dejar más claras sus opciones.
—¿Qué harás con los quince hombres que están ahí dentro? —masculló Russel nervioso, volteando a verla sobre su hombro—. Sólo conseguirás que nos maten a los dos…
—Yo me estreso por eso. Tú sólo abre la puerta.
Mabel alzó más su arma de manera amenazante. Russel dudaba que lo fuera a matar en serio, al menos no mientras lo necesitara. Pero era claro también que no tenía el menor pudor al momento de causarle dolor a la gente, así que eso no le impediría volarle una mano, herirle un brazo, o cualquier otra cosa que no lo matara, pero lo hiciera pasarla aún más mal de lo que ya estaba pasando. Y por encima de todo, lo que él más deseaba era poder salir con vida de ese lugar.
Quizás estaba siendo egoísta, pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No era un soldado, ni un peleador. Lo único que siempre había tenido a su favor era su inteligencia, y ésta le gritaba con ahínco que debía sobrevivir sin importar qué.
Se inclinó entonces sobre la pantalla y el micrófono en la pared, para que la cámara integrada enfocara por completo su rostro. Y entonces pronunció en voz baja, pero bastante claro:
—Dr. Russel Shepherd, Jefe de Investigación, sala 217.
El reconocimiento facial y de voz hizo su trabajo sin ningún problema, identificando de inmediato al jefe de la División Científica del Nido. Las puertas blindadas comenzaron a abrirse.
Mabel respiró hondo, jalando aire a sus pulmones, pero también cualquier rastro de vapor que hubiera podido quedar en el aire de la muerte de esos últimos tres soldados, aunque fuera poco. Tomó dos bombas de humo más que traía consigo, y centró su atención en las puertas abriéndose. Volvió a respirar profundamente, relajando todo su cuerpo y, en especial, su mente. Y entonces sus ojos comenzaron a brillar con fuerza.
— — — —
Mientras los segundos pasaban, y no había movimiento o respuesta por parte del Sgto. Schur y sus acompañantes, Marsh y sus hombres se iban impacientando. El teniente sabía bien que mientras más cabida les diera para actuar, más pronto podrían hacer uso de esa pequeña bruja y sus trucos. Así que tras darles más del tiempo suficiente para meditar en su propuesta, decidió mejor cortar el asunto por lo sano; por decirlo de un modo.
—Al demonio con esto —masculló molesto, y luego le ordenó a sus hombres con voz potente—: ¡Avancen y acaben con todos de una vez!
Los soldados se dispusieron al instante a avanzar por el pasillo con armas en mano con la intención de acatar la orden.
—¡Esperen! —pronunció en alto una voz femenina cuando apenas acababan de dar un par de pasos. Marsh dio rápidamente la indicación a sus hombres para que se detuvieran, y así lo hicieron.
Aguardaron un instante, expectantes pero sin bajar ni un momento sus armas. Tras un rato, aquella joven de cabellos rubios y ojos azules a la que llamaban “Gorrión Blanco” salió de su escondite con las manos alzadas a cada costado de su cabeza, y avanzó unos pasos hasta ponerse en el centro del pasillo, delante de ellos. Lo soldados alzaron y prepararon sus armas para disparar al menor indicio de que intentara algo sospechoso. Eran al menos diez rifles de asalto, cuyos cañones se perfilaban sólo en su dirección. Posiblemente podría desviar varias de esas balas con sus telequinesis, pero por más hábil que fuera con sus trucos, nadie sería capaz de desviarlas todas. Marsh lo sabía, y estaba seguro de que ella también.
—Aquí me tienen —murmuró Gorrión Blanco con voz seria—. ¿Qué es lo que quieren? Haré lo que me pidan, sólo dejen ir a los demás.
Marsh sonrió complacido.
—No importa a dónde vayan, toda la base está bajo nuestro control de todas formas —declaró el teniente con voz presuntuosa—. Si no mueren en este pasillo, lo harán en cualquier otro. Y lo mismo va para ti —indicó al tiempo que la señalaba con un dedo—. Lastimaste a nuestro señor, perra. No hay forma de que te dejemos con vida.
—¿Su señor? —masculló Gorrión Blanco, confundida. Pero Marsh no estaba dispuesto a responderle y aliviar su confusión. Él tenía una misión clara, y la iba a cumplir en ese mismo instante.
—¡Disparen!
Todos los soldados comenzaron a disparar al mismo tiempo, y antes de que Gorrión Blanco pudiera reaccionar, las balas la impactaron de frente en diferentes partes de su cuerpo. Sin embargo, para sorpresa de todos los observadores, las balas la atravesaron enteramente de lado a lado, como si pasaran a través de una cortina de humo. El impacto de los proyectiles apenas distorsionó un poco su forma, pero a los segundos ésta volvió a la normalidad, como si fueran piedras chocando contra la superficie de un lago. Los soldados dispararon una decena de veces cada uno, antes de que se dieran cuenta de lo que ocurría y uno a uno detuvieran su ataque.
—¿Qué rayos…? —masculló Marsh, confundido.
La imagen de Gorrión Blanco les sonrió confiada, y de la nada desapareció en el aire como la imagen de un proyector al apagarse. Un instante después, y antes de que alguno de los soldados procesara lo ocurrido, la verdadera Gorrión Blanco salió de detrás de la pared, y aprovechó ese momento de desconcierto por parte de los hombres delante de ella para empujarlos a todos con sus poderes. Los cuerpos de los soldados se desplomaron hacia atrás, pero Marsh y uno cuantos más se hicieron a un lado hacia un pasillo adyacente, para así esquivar los proyectiles humanos de sus propios compañeros.
Francis salió justo después, con un arma en cada mano con las cuales comenzó a disparar repetidas veces hacia los atacantes, que luchaban por reponerse e intentar contraatacar. Gorrión Blanco y él comenzaron a avanzar por el pasillo, la primera desviando lo mejor que podía los disparos de los enemigos, y Francis abatiéndolos de regreso.
Desde su escondite Cody observaba atento lo que ocurría. Su ilusión había funcionado, incluso mejor de lo que él mismo se imaginó.
—Bien hecho —escuchó que comentaba Lisa, asomándose detrás de él sólo un poco por la esquina—. Es increíble. ¿También puedes hacer cosas tan realistas como esa?
—Y muchas más —le respondió Cody despacio, no sonando precisamente como si dijera algo bueno.
—Me gustaría verlo todo —le susurró Lisa despacio con tono reflexivo—. Todo lo que eres capaz de hacer.
Cody no pudo evitar sonreír al escuchar aquellas palabras. ¿En verdad Lisa había superado el miedo inicial que le había causado ver sus poderes? En serio quería creer que sí.
—Cuando salgamos de aquí te lo enseñaré todo, ¿de acuerdo? —le propuso con voz confiada, a lo que Lisa respondió simplemente asintiendo.
Mientras tanto, Francis y Gorrión Blanco lograron avanzar por el pasillo, aunque sus atacantes no daban su brazo a torcer tan fácil. En un momento, las armas de Francis se vaciaron, por lo que rápidamente se colocó detrás de Gorrión Blanco, espalda contra espalda, para que ella lo cubriera mientras recargaba.
—¿Cómo está su herida, sargento? —musitó en voz baja la muchacha, mientras gran parte de su concentración estaba enfocada en desviar los disparos. Por suerte una porción importante de sus atacantes había optado por ponerse a cubierto en lugar de seguir disparando, lo que volvía todo mucho más sencillo.
—Estoy bien —masculló Francis con voz apagada—. Sin importar qué pase, tienes que llegar a los ascensores y encontrar al director y al capitán. ¿Entendiste?
—No lo dejaré atrás —declaró Gorrión Blanco con bastante convicción—. Saldremos todos juntos de aquí…
—Prometiste que a partir de ahora harías todo lo que te dijera sin chistar, ¿lo olvidas? Tu misión…
—Me importa una mierda la misión —exclamó la chica con voz malhumorada, tomando por sorpresa a Francis, e incluso a sí misma. No sabía de dónde había salido eso, pero por algún motivo le gustaba.
De pronto, tras desviar un disparo que iba directo a su cara y hacer que la bala atravesara en su lugar una puerta del pasillo a su lado, Gorrión Blanco se quedó repentinamente paralizada, con su mirada desorbitada, turnándose al instante un poco nebulosa. Un fuerte dolor en la parte frontal de su cabeza la atacó de pronto, haciéndola tambalearse y caer contra la pared a su lado para no caerse.
—¿Gorrión Blanco? —masculló Francis, inquieto, girándose hacia ella.
La chica presionó una mano contra su frente con fuerza, y luego la bajó por sus ojos, llegando hasta su nariz. Se talló ésta con sus dedos, y entonces los colocó frente a su rostro para echarles un vistazo: estaban cubiertos de sangre. Había comenzado a sangrar por la nariz, similar a como le había ocurrido en Los Ángeles.
«No, no ahora» pensó llena de angustia.
Para Marsh, que vigilaba todo desde su punto seguro, aquel momento de titubeo no pasó desapercibido. Así que sin pensarlo mucho, se asomó rápidamente al pasillo con su arma en las manos, y disparó una sola vez directo hacia la chica. Esto tomó totalmente por sorpresa a Gorrión Blanco, que no pudo evitar que la bala la alcanzara justo a la altura del hombro derecho, atravesándola hasta salir por su espalda.
—¡Ah! —exclamó con dolor la muchacha al aire, y al instante siguiente se desplomó al suelo con un sonido sordo. Estando ahí tirada, aferró su mano fuertemente a su herida, y comenzó a sollozar y gemir en voz baja. El dolor que le recorría era aún más intenso de lo que se hubiera imaginado.
Francis, al verla en el suelo, se le acercó rápidamente, cubriéndose de sus enemigos con más disparos. Llegó hasta ella e intentó ponerla de pie, pero las piernas de la chica flaquearon. Por lo que un segundo antes de que otra ráfaga de disparos los acribillara, Francis pateó con fuerza la puerta más cercana a ellos, cosa que la herida de su vientre resintió, e hizo que ambos brincaran hacia el interior del cuarto a oscuras.
—La bruja está herida —informó Marsh con orgullo, al tiempo que se colocaba un cigarrillo en los labios—. Matenla, y tráiganme su cabeza. Será un bonito regalo para nuestro señor.
Los soldados a su mando, o al menos los que quedaban de pie, comenzaron a avanzar rápidamente con sus armas en mano en dirección al cuarto en el que se habían escondido.
—Necesitan ayuda —indicó Cody con seriedad, que había visto todo desde su posición. Rápidamente se apresuró a salir de su escondite, pero unas manos lo tomaron rápidamente de su brazo para detenerlo.
—Cody, ¡no! —exclamó Lisa, casi suplicante.
—Estaré bien —masculló el profesor, volteándola a ver con una media sonrisa—. No te preocupes.
—No digas estupideces —le recriminó Lucy, desde más atrás—. ¿Te parece que es el mejor momento para jugar a ser héroe? Nosotros tenemos que irnos, ¡ya!
—Ustedes dos háganlo —le respondió un tanto tajante—. Las veré afuera.
Y antes de que pudieran decirle algo más, corrió presuroso hacia el pasillo.
—¡Cody! —espetó Lisa, un poco exasperada—. ¡Maldición!
—Tu novio es un idiota —comentó Lucy con molestia—. Lo que puede hacer con esas ilusiones tiene sus límites, y no creo que él los tenga claros.
Lisa no respondió nada, pero la angustia obviamente la agobiaba en esos momentos. Aun así, lo que le había dicho hace un rato a Cody era cierto: quería ver todo de lo que era capaz. Y por ese motivo permaneció en su sitio, observando expectante lo que ocurriría.
— — — —
En el nivel -20, los alrededor de quince soldados que custodiaban el pasillo al otro lado de la puerta blindada se percataron de los disparos provenientes del otro lado, y de inmediato se agruparon para recibir a la posible amenaza. En cuanto las puertas comenzaron a abrirse, se colocaron en fila, apuntando con sus rifles directo a la entrada. Pero antes de que pudieran vislumbrar a cualquier persona, lo primero que notaron fueron las dos bombas de humo lanzadas hacia el interior, que de inmediato comenzaron a arrojar el vapor blanco al aire y cubrirlo todo. Los soldados dispararon al mismo tiempo por reflejo, y una ráfaga de balas cruzó la nube de humo, pero sin lograr tocar a su verdadero objetivo.
—¡No disparen! —ordenó uno de ellos, gritando con fuerza para intentar que su voz se escuchara por encima de los disparos. Todos se detuvieron poco a poco, permaneciendo quietos en su posición mientras eran envueltos por completo por el humo, siendo incapaces de ver mucho más allá de sus narices.
De pronto, algunos notaron como algo se movía entre la neblina. Era una silueta oscura… no, eran dos, o quizás tres; eran varias, difíciles de contar en realidad, siluetas humanoides que se abrían paso contra ellos. Y aunque no lograban distinguirlas con claridad y eran más como borrones confusos, hubieran jurado ver que estaban armados, y los apuntaban directamente con sus armas. Su temor se acrecentó cuando el estruendo del primer disparo les taladró el oído, sin darse cuenta de que se trataba de hecho de uno de ellos. Y al escucharlo, presas del miedo, los demás comenzaron a disparar de nuevo.
—¡Qué no disparen! —gritó el mismo soldado de hace un momento—. ¡¿Qué les ocurre?!
Él no lo comprendió, pues no veía lo mismo que sus compañeros; sólo unos cuántos lo hacían, pero eso fue suficiente.
Aquellas siluetas negras se lanzaron en contra de ellos, y algunos de los soldados se tiraron al suelo intentando esquivarlos. Para cuando alzaron sus miradas, a su alrededor entre la neblina ya no distinguieron a ninguno de sus compañeros, sino más de esas mismas siluetas, rodeándolos, mirándolos fijamente con ojos resplandeciendo como llamas.
Los soldados comenzaron a disparar sin miramiento, acompañados de un aguerrido grito, sin darse cuenta de que abrían fuego contra sus propios compañeros, y estos respondían por reflejo sin comprender tampoco lo que ocurría. Las balas comenzaron a cruzar de un lado a otro por el pasillo, acribillando uno a uno a los soldados. Para cuando el humo se fue disipando y su visibilidad mejoró, lo que se abría paso ante ellos era un montón de sus compañeros heridos en el suelo, incluso algunos ya claramente muertos, y apenas unos cinco aún de pie.
—¿Qué rayos…? —masculló uno de ellos, respirando con agitación y confusión.
Ninguno tuvo tiempo de pensar o detenerse a dar ninguna teoría, pues los disparos se reanudaron en ese instante desde el umbral de la entrada. El primero fue tan certero que entró por la nuca del soldado más próximo a la puerta, saliéndole por la parte delantera de su cuello. El segundo le dio a otro más en un brazo, derribándolo, y sólo entonces el resto se giró y notó a la hermosa mujer armada en la puerta, con un rifle en una mano y una pistola corta en la otra.
Antes de que la misteriosa atacante pudiera volver a disparar, los tres soldados en pie se giraron hacia ella y dispararon al mismo tiempo primero. Mabel se ocultó rápidamente de nuevo tras el muro a un lado de la puerta, y las balas le pasaron rozando. Respiró muy hondo, llenando de nuevo sus pulmones con los pequeños rastros de vapor que dejaba la muerte en el aire. Luego, mientras los soldados disparaban, acercó una mano a su cinturón, tomando un objeto redondo y oscuro; esa sí era una granada.
Le retiró el seguro, y sin más la arrojó como una pelota al interior del pasillo. El objeto rebotó en el suelo hasta los pies de los soldados.
—¡Granada! —gritó alarmado uno de ellos, y rápidamente intentaron retroceder, pero no lo suficientemente rápido antes de que la explosión hiciera retumbar el pasillo entero, y lanzara sus cuerpos hacia atrás por el fuerte impacto.
Mabel se agachó y se cubrió sus oídos para protegerse de la explosión. Esperó unos segundos, y escuchó con atención para ver si había algún otro movimiento. Cuando estuvo segura de que todo estaba en calma, pegó su espalda a la pared y se dejó caer de sentón al piso, claramente agotada. Proyectar aquellos pensamientos en diferentes personas a la vez no había resultado nada sencillo; ni siquiera con los poderes adicionales que le había proporcionado el vapor de Rose. Pero al parecer había funcionado. Sin embargo, dudaba tener la energía suficiente para volver a hacer algo como eso en lo que restaba del día; no sin recibir una buena dosis de vapor para reponer las energías que había estado gastando.
Y aún le quedaba por delante todo el recorrido de salida…
Pero era mejor no angustiarse por eso aún.
Se forzó a recuperarse y ponerse de pie. Revisó rápidamente la carga de sus armas, y se preparó para ingresar. Russel reposaba en el suelo a su lado, tembloroso y lloroso. Mabel resopló molesta, y lo levantó de un jalón, obligándolo a acompañarla hacia adentro.
El pasillo era angosto, y era en ese momento un revoltijo de cuerpos y heridos; algunos por las balas, otros por la explosión de la granada. Pero conforme avanzaron y ella veía a alguno de esos incautos aún moviéndose en el suelo, Mabel no tuvo reparó en acabar con su sufrimiento metiéndoles una bala directo en sus cabezas. Russel respingó y gimió con cada disparo que le retumbaba sus oídos.
—Deja de llorar —le reprendió Mabel—. Si no era yo, serían los demás traidores de arriba en cuanto bajaran a encargarse de ellos. Sólo les adelante el viaje.
Siguieron avanzando por el pasillo, hasta encontrar la sala que buscaban: la 217. Tirado en el suelo contra la puerta, se encontraba otro soldado, que presionaba con fuerza una herida en su costado con su brazo sano, mientras el otro le colgaba a un lado con un feo agujero en su antebrazo que le sangraba abundantemente. Estaba consciente, y respiraba con agitación. En cuanto los vio acercarse, usó las pocas fuerzas que le quedaban para retirar la mano de su herida, tomar su arma y extenderla directo al rostro de la mujer.
Mabel, que en cuanto lo vio ya había previsto sus intenciones, ya tenía su cuchillo en mano desde antes de que él levantara su arma, y lo arrojó hacia él un segundo antes de que pudiera disparar. El cuchillo se clavó de lleno en su mano, haciéndolo soltar su arma al suelo. El soldado gimoteó con dolor, cayendo hacia un lado sobre su costado. Mabel se aproximó presurosa hacia él, tomó el cuchillo del mango y lo retiró de un jalón, rasgándole la mano entera en el proceso. Y prácticamente en el mismo movimiento, extendió el arma hacia el cuello del hombre, clavándolo hasta la empuñadura. La sangre comenzó a brotar con fuerza de la herida y de la boca del soldado, mientras la Doncella lo observaba fijamente con sus ojos fríos como hielo.
Una vez el soldado dejó de moverse, Mabel retiró rápidamente el cuchillo de su cuello y lo soltó para que cayera con su propio peso hacia el suelo. Respiró profundo por su nariz; de nuevo la muerte que impregnaba ese pasillo la alimentaba un poco.
Librado el último obstáculo, o eso pensaba ella, se giró hacia la puerta de la sala 217. No le sorprendió mucho ver que estaba cerrada, y no había ningún picaporte, pero sí un sensor en el muro justo a un lado de la puerta.
—Ábrala —ordenó con fiereza, girándose hacia Russel. Éste la miró de soslayo, nervioso.
—Para abrir… la puerta desde afuera… necesitas su tarjeta —pronunció tartamudeando, señalando tímidamente hacia el soldado caído a los pies de Mabel. Ésta resopló con fastidio, y se agachó para rebuscar en el cadáver, hasta dar con la tarjeta de acceso roja.
—¿Y qué me espera allá adentro? —cuestionó con severidad, volteándolo a ver sobre su hombro estando aún de cuclillas en el suelo—. ¿Más soldados? ¿Alguna trampa o alguna otra medida de seguridad?
Russel no contestó, pero se le notaba claramente incómodo. Algo estaba ocultando, y no necesitaba leer mentes para saberlo.
—Bien, lo descubriremos juntos —amenazó Mabel, y rápidamente se irguió y lo acercó hacia ella con agresividad.
Mabel colocó a Russel delante de ella, rodeándolo con un brazo para mantenerlo firme en su sitio, como su escudo humano. Con la otra mano acercó la tarjeta de acceso al sensor, que de inmediato la aceptó. Antes de que la puerta se abriera del todo, Mabel tomó su rifle y apuntó con él hacia adelante, apoyando el cañón sobre el hombro de Russel, más que lista para abrir fuego contra lo que se fuera a encontrar.
Lo que los recibió al otro lado de las puertas, fue una habitación cuadrada, relativamente pequeña, con algunos escritorios con computadoras, gavetas cerradas, y los rostros pálidos y asustados de tres hombres y dos mujeres en batas blancas de laboratorio, que se pusieron rápidamente de pie y se giraron hacia la puerta, retrocediendo temerosos ante la mujer extraña que los apuntaba con un rifle.
Mabel los inspeccionó rápidamente con la mirada, y se percató de inmediato de que ninguno de esos individuos estaba armado, ni parecía tener la predisposición a pelear. Bien, eso haría su eliminación mucho más sencilla.
—¡No! —exclamó Russel con fuerza, y rápidamente logró soltarse del brazo de Mabel y colocarse delante de ésta, interponiendo su cuerpo entre el cañón de su arma y los demás presentes en el cuarto—. Por favor, no lo hagas —murmuró exasperado, casi al borde del llanto—. Ellos no son soldados, son sólo científicos como yo. Deja que se vayan.
Mabel lo observó con molestia, más que dispuesta a hacerlo a un lado a la fuerza, aunque tuviera que golpearlo para hacerlo. Sin embargo, antes de dar ese primer golpe, su atención se fijó en más allá de Russel, en aquello que se encontraba en el centro de la habitación, y era lo que más resaltaba de ésta, aunque por algún motivo no había reparado en él al inicio.
Era lo que parecía ser un enorme y grueso tubo transparente de vidrio, que iba desde el suelo hasta el techo. Y en su interior se encontraba lo que parecía ser alguna clase de camilla colocada en vertical, con una persona sujeta a ella de sus muñecas, tobillos y cintura con gruesas correas de cuero. Dicha persona vestía únicamente una delgada bata blanca, como la de los hospitales, y tenía su cabeza completamente inclinada hacia el frente, y sus largos y desalineados cabellos negros caían sobre su rostro como una cortina.
Era una imagen que le resultó extraña y desconcertante en un inicio. Sin embargo, sólo le tomó observar a dicha persona en el interior del tubo unos cuántos segundos para que todo su ser la reconociera…
Un espasmo de confusión y asombro le recorrió el cuerpo entero como un choque de electricidad, y su rostro cambió enteramente de forma de un segundo a otro.
—No puede ser —susurró atónita.
Empujó entonces con algo de fuerza a Russel hacia un lado para quitarlo de su camino, y avanzó lentamente los pasos que la apartaban de aquel tubo. Todos los demás miembros del equipo científico se hicieron a un lado, separándose lo más posible de ella. Mabel se paró justo delante del tubo, y colocó delicadamente la yema de sus dedos sobre el frío cristal. Contempló entonces en silencio el cuerpo inerte al otro lado de éste, como si fuera la pieza de alguna morbosa exposición.
—¿Annie? —susurró despacio, apenas logrando que su voz surgiera con claridad de su garganta—. Annie, ¿eres tú…?
La persona dentro del tubo no reaccionó a sus palabras. Sólo un pequeño espasmo ocasional que le cruzaba el cuerpo de repente, fue el único indicativo que tuvo de que se encontraba con vida. Si es que acaso eso que veían sus ojos podía considerarse vida…
— — — —
Cody se paró con firmeza en el centro del pasillo, encarando sin temor a los soldados armados que avanzaban por éste. En cuanto estos notaron su presencia, rápidamente alzaron sus armas y lo apuntaron con ellas. Cody, sin embargo, no se doblegó por esto, y de inmediato enfocó su mente para hacer el mismo truco que había hecho en el bosque: hacer aparecer a su alrededor miles de mariposas azules y brillantes, que volaron como proyectiles directo hacia los atacantes. Estos, desconcertados, no reaccionaron a tiempo antes de que aquellas ilusiones los golpearan de frente, cubriendo su visión, y comenzando a pegarse a sus cuerpos con pequeñas patas que se convertían en cuchillas y se encajaban a sus ropas y pieles.
Los soldados comenzaron a agitarse y a manotear intentando quitarse aquellas cosas, pero sin éxito pues era como si sus manos las atravesaran sin más. Algunos incluso empezaron a disparar al aire en desesperación, intentando darles a los pequeños insectos, pero obteniendo el mismo resultado.
Cody avanzó agachado para evitar todos esos disparos al aire, y se dirigió al cuarto en donde Gorrión Blanco y Francis habían entrado. En cuanto se asomó por la puerta, éste último rápidamente alzó su arma y lo apuntó directo a la cara con ella.
—Hey, soy yo —exclamó Cody rápidamente, alzando sus brazos. Gracias a su entrenamiento, Francis no le disparó por reflejo, y alcanzó a bajar su arma.
Cody volteó hacia un lado, en donde Gorrión Blanco estaba sentada contra la pared, con los ojos fuertemente apretados, mientras sujetaba su cabeza con ambas manos. A la altura de su hombro, aquella horrible herida que le habían hecho se asomaba de forma grotesca, pero por suerte parecía no estar sangrando demasiado; no como el caso de Francis.
—¿Qué le ocurre? —preguntó curioso y preocupado.
—Está bien —exclamó Francis de forma cortante. Cody notó rápidamente como pasaba una mano por su propio costado. Ese vendaje improvisado que se había hecho con sus propias ropas, ya se veía para ese punto bastante impregnado de rojo.
Notó además los rastros de sangre en la nariz de Gorrión de Blanco. Eleven le había dicho en alguna ocasión que eso le pasaba a algunos resplandecientes cuando abusaban mucho de sus poderes; ella misma lo sabía por experiencia, según le había dicho. Era verdad que aquella chica había estado desviando bala tras bala desde hace buen rato, pero antes de aquel pequeño mareo no parecía agotada en lo absoluto; de hecho, parecía estarlo haciendo con bastante facilidad.
—Vamos, salgan mientras yo los cubro —les indicó Cody con seriedad, asomándose de nuevo al pasillo. Sus mariposas seguían haciendo lo suyo, y por si acaso hizo que aumentaran en su número, y además comenzaran a morder a los atacantes en cada parte expuesta de su piel que pudieran.
Francis tomó a Gorrión Blanco y pasó un brazo de ella alrededor de sus hombros para ayudarla a levantarse. Ésta no opuso resistencia, y de hecho parecía haberse sobrepuesto lo suficiente a su dolor para ponerse de pie sin mucho problema.
Por su parte, desde su posición, el Tte. Marsh observaba la escena casi cómica ante él, de sus hombres siendo atacados por pequeñas mariposas. Pero, por supuesto, no le causaba la más mínima gracias.
—Un ilusionista —masculló con voz áspera, expulsando algo de humo de cigarro por su boca al hacerlo—. Odio a los putos ilusionistas. Tú, tráeme esa cosa —le ordenó con severidad a uno de sus hombres de pie a su lado, señalando con su cabeza a un maletín largo que reposaba en el suelo a su lado—. Veamos cómo les va contra esto.
El soldado se apresuró a cumplir su encargo.
Para cuando Francis salió del cuarto ayudando a Gorrión Blanco a caminar, y Cody retrocedía delante de ellos con su atención fija en su propia ilusión, Marsh ya tenía armado y listo en sus manos el lanzacohetes portátil. Y sin espera, lo colocó sobre su hombro, salió de detrás del muro que lo cubría, y apuntó la mirilla de su arma directo a Cody. Ninguno de los que escapaban se dio cuenta de aquel peligro inminente; sólo Lisa desde su posición al inicio del pasillo, logró divisar la silueta de Marsh a lo lejos.
—¡Cuidado! —gritó la bioquímica con fuerza para alertarlos. Cody, Francis y Gorrión Blanco se sobresaltaron, y por reflejo se giraron a mirarla, un instante antes de que Marsh presionara el detonador y el letal proyectil cruzara el pasillo directo hacia su objetivo.
Gorrión Blanco fue la única que logró reaccionar al escuchar la detonación, y alcanzar a ver aquello se dirigía en su dirección. Usando toda la agilidad mental y física que pudo, concentró de inmediato todos sus sentidos, y jaló su mano con violencia hacia arriba, usando su telequinesis para empujar lo más rápido que pudo el proyectil hacia arriba. Éste en efecto se elevó como empujado por una fuerte ráfaga de viento, y se estrelló directo contra el techo sobre sus cabezas, creando una fuerte explosión que sacudió todo el pasillo entero.
El techo voló en pedazos por la explosión, y escombros de éste comenzaron a desplomarse, no sólo contra Cody, Francis y Gorrión Blanco, sino también contra los propios hombres de Marsh, sepultándolos a todos.
—¡No! —exclamó Lisa horrorizada, y tuvo el impulso de correr hacia ellos. Sin embargo, Lucy alcanzó a tomarla, y jalarla hacia atrás. Ambas se lanzaron al suelo, antes de ser alcanzadas por un nubarrón de polvo y pedazos de techo.
— — — —
Mientras se movía escurridiza por los pasillos desolados de la base en busca de alguna salida, Charlie McGee fue sorprendida por la sacudida de aquella explosión. Se encontraba vestida con las ropas que había logrado quitar del cuerpo de Grish Altur, las cuales no habían sido nada fáciles de retirar. Eso incluía una camiseta negra holgada, unos pantalones verdes, botas anchas de combate, y su gabardina verde, cuya manga derecha tuvo que terminar de arrancarle pues aquel pedazo de pl��stico térmico la había prácticamente cercenado junto con el brazo de su antigua dueña.
Charlie se puso rápidamente en alerta tras el estruendo, en busca de la presencia cercana de algún enemigo. Sin embargo, en el momento en el que el retumbar de la explosión se apaciguó, todo se sumió en una inhóspita calma.
—¿Y ahora eso qué fue…? —susurró en voz baja para sí misma, por supuesto sin recibir ninguna respuesta.
Y aunque el reflejo más natural hubiera sido avanzar en la dirección contraria de dónde había escuchado aquella explosión, ella hizo justo lo contrario y comenzó a caminar con cautela justo hacia allá. No sabía con qué o quién se encontraría, pero su instinto, o algo más, le decía que aquel era justo el sitio en el que debía estar en ese momento.
FIN DEL CAPÍTULO 150
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perdida-en-tu-sonrisa · 1 year ago
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Soy de Sgto centro y tú?:o ay que rico!! yo también acostadita, escuchando como se cae el cielo jaja menos mal no se me hace río afuera de la casa jajsjsjjsjs 🏄🏽‍♀️
oye no estamos lejos kdjdksjs soy d ñuñoa (LOL)
jjajajajajs mientras no pase ná la lluvia es lo mejorrrr
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gilbertogarces · 5 years ago
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Aprendiendo un poco de tencnología en logística #SGTO #InnovationDay #WestinLimaHotel (at The Westin Lima Hotel & Convention Center) https://www.instagram.com/p/B0EWMzwh3uC/?igshid=i67kr8ecudlz
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annavedder · 3 years ago
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Com o policial gostoso
Sabe aquele sexo gostoso que merece ser compartilhado, então, vim contar o que rolou comigo e o Sgto.
Sgto é um policial, pele clara, 1,70, corpo definido, cabelos escuros, barba por fazer, corpo esculpido e um pau gostoso.
Nos conhecemos de vista, ele sempre passava com sua viatura próximo a minha casa, sempre nos olhávamos, até que com a ajuda do Facebook, começamos a conversar e decidimos tomar um suco.
A conversa era agradável, mas só de olhar aquela boca, eu já queria ela chupando a minha bucetinha, era inevitável disfarçar o tesão.
Ele certamente percebeu, devido a marca do bico dos meus seios na blusa branca em que eu usava. Percebendo esse e todos os outros sinais, me convidou parar irmos para sua casa assistir um filme.
Sentei-me no sofá, tudo nele era convidativo, seu cheiro, seu corpo, o modo como tirava minha roupa com os olhos. Ele se aproximou, segurou meu rosto e com a boca muito próxima a minha perguntou qual filme eu gostaria de assistir.
Meu coração parecia sair pela boca, minha calcinha encharcou, não consegui me conter e beijei sua boca enquanto minha mão passeava por sua nuca, costas, peito e barriga.
Suas mãos percorriam meu corpo, até chegar em meus seios, quando dei o primeiro gemido em meio ao seu beijo, ele me apertou.
Nossas línguas se cruzavam, o beijo ficou quente, eu queria sentir aquele homem em mim, estava com muito tesão, era incontrolável.
Ele me pegou pela mão, me levou até seu quarto, luzes apagadas, o beijo ainda mais ardente, beijou meu pescoço, arrancou minha blusa, foi descendo suas mãos e a boca até meu seios.
Beijou meus seios, acariciou e lambeu em volta dos mamilos. A cada toque em meu corpo, mais excitada eu ficava, lambeu o bico dos meus seios, minha buceta pulsou, escorria mel de tanto desejo.
Tirei sua blusa, sua calça, senti o volume de seu pau duro, em minhas mãos, beijei sei pescoço, desci com a boca por seu tórax, sentindo o gosto de cada pedaço daquele homem, até chegar em seu pau.
Comecei a chupar, babar todo aquele pau delicioso que enchia a minha boca, enquanto ele segurava meus cabelos, gemia e me fazia engolir cada vez mais. Passava a língua pela cabeça rosada, engolia novamente, sugando todo, acariciava com as mãos para chupar suas bolas e ouvir seus gemidos enquanto seu corpo estremecia.
Ele me puxou, me deitou na ponta de sua cama enquanto me beijava, tirou minha calcinha que já estava molhada, e começou a me chupar.
Louca de desejo, sentindo sua língua em meu grelinho, esfregava minha buceta em sua cara. Gemia, puxava seus cabelos, enquanto ele me torturava com sua boca. Era delicioso, eu estava explodindo de tesão.
Percebendo que eu não aguentaria mais, ele me beija e eu sinto meu gosto em sua boca, enquanto abro as pernas e o puxo em minha direção, prontamente sinto seu pau entrando na minha buceta.
Começa um gostoso vai e vem, com ele se esfregando em mim, eu estava amando ser preenchida por aquele pau grosso.
O deitei na cama, sentei por cima e cavalguei gostoso de costas para ele, enquanto ele apertava e acariciava minha bunda.
Socava aquele pau maravilhoso cada vez mais fundo e mais rápido, quando percebeu que eu iria gozar, pediu que parasse, minhas pernas tremiam.
Novamente ele caiu de boca na minha buceta, me levando a loucura, eu não aguentava mais, ele sabia exatamente onde tocar para me deixar maluca.
Mamava em meu grelinho que já estava latejando de prazer, louca para gozar, pedi que metesse em mim de quatro. Empinei a bunda, ele passava o pau no meu rabo para me deixar ainda mais doida, minha buceta escorria mel, até que ele começou a meter novamente, só que ainda mais forte e fundo.
Gritava de tesão, rebolava em seu pau, ele me puxava pelos cabelos, pedi que me desse tapas na bunda, ele fez, me deixando ainda com mais vontade.
Ele socou fundo na minha buceta, até que eu gozei no seu pau, gritando, com meu corpo tremendo e pulsando de prazer.
Ele enlouqueceu, socou ainda mais, até que gozou gostoso que fiquei cheia do seu leite.
Ficamos abraçados, nos acariciando, conversando, trocando carinhos. Foi uma das minhas melhores experiências, logo vamos repetir, só que com direito a realizar alguns fetiches. Aguardem, beijinhos.
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betofontes-blog · 5 years ago
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#Acampamento142 - A VERDADE 
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Explico exatamente o que ocorreu.
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🔴 Os colaboradores querem saber: Quanto arrecadou e para onde foi o dinheiro. Onde minha imagem (Beto Fontes) está envolvida não existe dois mais dois igual a três. Exijo que Wagner Cunha e Sgto. Anilo digam quanto entrou na conta e para onde foi o dinheiro.
Indignação dos que colaboraram (doaram) com o #Acampamento142 em Brasília/DF com a promessa de transparência que não foi cumprida. O vídeo abaixo deixa claro que o dinheiro arrecadado não foi destinado ao acampamento e sim para destino pessoal e político. EU, BETO FONTES, AFIRMO:  NUNCA em Brasília Wagner Cunha abrigou 100 (cem) patriotas no acampamento e custeou R$4.000,00 por dia, conforme ele afirma no vídeo: MENTIRA!.
 Fica a pergunta: caracterizado estelionato, ou não?
ASSISTA...
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O Brasil precisa de uma faxina geral nos poderes que trabalha contra o governo que o povo elegeu democraticamente. Mas, temos de iniciar a faxina primeiramente no quintal de casa: indo às ruas este ano 2020 com pautas decisivas, sem mi.mi.mi. Temos também de desmascarar os líderes de movimentos políticos que não dizem de onde vem o dinheiro que os bancam como VemPraRua, NasRuas, MBL e, principalmente, falsos ativistas que são descaradamente apenas arrecadadores de doações se fazendo de patriotas - na realidade são desarticuladores.
Temos de desmascarar todos falsos patriotas - traidores da Pátria. 
2020 não será fácil; ou o povo se une contra os falsos ativistas e o Crime Político Organizado, incluindo a Mídia Lixo, ou a esquerda socialista asquerosa voltará ao poder. 
COMPARTILHEM PARA QUE POSSAMOS LIMPAR NOSSO PAÍS e vamos ficar atentos neste ano eleitoral. Vamos desmascarar muitos candidatos e apoiadores de candidatos. Graças a internet TUDO vir à tona no momento certo.
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moopiocom · 6 years ago
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espectrinsstuff · 7 years ago
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Anthrax !!! #forallkings #anthrax #anthraxenchile #mosh #chile #santiago #sgto #metal (en Teatro Caupolicán)
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noticiassomosponce · 2 years ago
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Cargos criminales fueron radicados en la tarde de ayer, contra un hombre por violencia doméstica en Arecibo
Cargos criminales fueron radicados en la tarde de ayer, contra un hombre por violencia doméstica en Arecibo
El agente Joel D. García, adscrito a la división de Violencia Doméstica de Arecibo, bajo la supervisión de la Sgto. Jessica Pérez Vélez, en unión al fiscal Ramón W. Ayende Sánchez, radicaron cargos por maltrato de la Ley 54, contra Marcos A. Román Fuentes de 47 años y residente de Arecibo.   De acuerdo con la investigación, para la fecha del 23 de noviembre, en Hatillo, el imputado, alegadamente…
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diario-vespertino · 2 years ago
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Avances en importantes obras
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La Comuna detalló el progreso de diversas intervenciones tanto de fortalecimiento en el sistema de desagües como en la trama vial del distrito. En el Rocío, ejecutaron el llenado de hormigón de la calle Mercedes, entre Puan y Lugones, labores vinculadas a la puesta en valor de la red vehicular del barrio. Del mismo modo, prosiguieron con el desmonte en Cabildo, entre Río Dulce y Río Pilcomayo, que contempló el proyecto de reparación en la infraestructura de la R.P. Nº 53 en articulación con el gobierno bonaerense. En cuanto a los nuevos asfaltos y obras hidráulicas para la localidad de Gobernador Costa, financiados por el Programa de Mejoramientos Barriales -PROMEBA IV-, comenzaron con sondeos y movimientos de suelo canal hacia el arroyo Las Piedras en San Jorge. El Municipio habilitó al tránsito la calle Boccuzzi, arteria intervenida como parte del plan para potenciar los accesos a la Estación “Florencio Varela”. En la misma zona del Centro, colocaron las rejas perimetrales en el Monumento a la Bandera, emplazado en avenida Gral. San Martín y 9 de Julio. En sintonía, desde la Secretaría de Obras, Servicios Públicos, Ambiente y Planificación Urbana comunicaron el inicio de pavimentación de Bucarest, entre Holanda y avenida Novak, para el próximo lunes 22 de agosto. Por último, en un tramo de la Ruta Pcial. N°4 (Sgto. Cabral), sentido Cruce Varela, construyeron dársenas y banquinas. Servicios Públicos Realizaron tareas viales en Ingeniero Allan, sobre 1124, entre 1155 y 1151. En tanto, efectuaron labores de limpieza en el sistema de desagües en Luján -calle Portela-; y Villa Arias -en Soler-. Read the full article
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wingzemonx · 11 months ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 148. Ataque a Traición
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 148. Ataque a Traición
—…Es momento de mirar al cielo para contemplarlo mejor —pronunció aquella voz de mujer desde la radio en el cinturón del Sgto. Schur—. Buenas tardes.
Y justo entonces, todo volvió a quedar en silencio. Lisa, Cody y Lucy miraban fijamente al soldado, esperando algún tipo de explicación, si es que acaso había alguna que pudiera (o quisiera) compartirles. Francis, por su parte, sólo miraba la radio en su mano, a todas luces tan confundido como ellos.
—¿Y eso qué fue? —se atrevió Lisa a preguntar, parándose de su silla y dando un paso hacia él—. ¿Algún tipo de código? ¿Ocurrió algo?
Francis negó con la cabeza, pero fue la única seña que se permitió mostrar que indicara que no tenía idea de lo que había sido ese extraño mensaje. Desde el inicio había reconocido la voz de Kat, la secretaria del Capt. McCarthy, pero fuera de eso no tenía idea de qué podían significar esas palabras que había pronunciado. No concordaba con ninguno de los códigos que solían usar.
Si se trataba acaso de algún tipo de broma, alguien estaría en graves problemas, pues ese tipo de mensajes masivos debían ser usados únicamente en una situación de emergencia general. Sin embargo, le era difícil imaginar a la señora Kat prestándose para algo como eso.
Lo único que podía hacer de momento era buscar a alguien que pudiera darle cualquier tipo de explicación.
—Aquí el Sgto. Schur —pronunció con firmeza a la radio por el canal abierto—. ¿Alguien podría explicarme qué fue ese mensaje de hace rato? Cambio.
Aguardó unos segundos, a la expectativa de escuchar la voz de cualquiera al otro lado. Sin embargo, lo único que pudo percibir fue el silencio.
—Aquí el Sgto. Schur, ¿alguien me escucha? Cambio —volvió a intentar, obteniendo el mismo resultado. Aquello estaba tornándose aún más extraño.
Mientras tanto, desde la otra habitación, Gorrión Blanco los observaba a través del cristal, igualmente esperando que el sargento obtuviera alguna explicación, pues ella misma se sentía perdida. El mensaje también se había transmitido por las radios de los dos soldados que la acompañaban en la habitación, y tampoco tenía la menor idea de qué podría tratarse.
—¿Qué estará pasando? —musitó con preocupación, cruzándose de brazos—. ¿Alguno de ustedes lo sabe? —preguntó junto después, girándose sobre su hombro hacia los otros dos soldados.
Estos, sin embargo, sólo la miraron de soslayo con expresiones duras y desdeñosas, sin proporcionarle ningún tipo de respuesta. Esto por supuesto no agradó ni un poco a Gorrión Blanco.
—De acuerdo… —susurró la chica de malagana, y se giró de nuevo hacia el otro cuarto.
Aquello le molestó, pero en el fondo sentía que no tenía derecho a quejarse del mal trato de sus supuestos compañeros. El Sgto. Schur mismo le había advertido tras lo ocurrido en el bosque que sus acciones tendrían consecuencias, y no era que antes de eso la trataran mucho mejor.
Sin embargo, la verdad era que la situación iba a mucho más que eso.
Mientras Gorrión Blanco miraba hacia el otro cuarto, los dos soldados se miraron el uno al otro de reojo. Sin pronunciar palabra alguna, se dijeron que sus solas miradas lo suficiente, y cada uno lo dejó aún más claro con un discreto asentimiento de sus cabezas.
De pronto, de un movimiento rápido, uno de los soldados alzó su rifle, lo apuntó directo a la cabeza de Gorrión Blanco, y jaló el gatillo…
No obstante, desde el momento justo en el que dicha acción se convirtió en un pensamiento consciente en la mente de aquel hombre, Gorrión Blanco sintió como dicha idea la golpeaba con fuerza desde atrás, mucho antes de que la bala saliera del cañón. Durante las primeras facciones de tiempo, no logró entender con claridad qué era aquello, e incluso pensó por un momento que sería atacada por otra de esas violentas visiones. Pero en lugar de eso, su cuerpo se estremeció y se tensó, y una parte inconsciente de ella tuvo la claridad suficiente para reaccionar antes de que la consciente lo hiciera.
Gorrión Blanco se giró rápidamente en el instante mismo que la dedo del soldado presionaba el gatillo. Y antes de que el estruendo del disparo llegara a los oídos de cualquiera, sus poderes ya se habían encendido. Y la bala, que en un momento se dirigía directa hacia su cabeza, se desvió abruptamente, dibujando una curva y pasando a escasos centímetros del rostro de Gorrión Blanca. El proyectil siguió su curso, atravesando el vidrio, desquebrajándolo y dejando detrás un agujero.
La bala siguió hacia el otro cuarto, estrellándose contra el muro justo detrás de Cody y Lucy, aunque casi un metro por encima de sus cabezas. Lucy soltó un chillido de espanto al escuchar el estruendo del disparo y el vidrio, mientras que Cody y Lisa tuvieron el reflejo de agacharse, alarmados. Francis, por su parte, reaccionó rápidamente dirigiendo una mano hacia su arma para desenfundarla de un tirón.
Los cuatro desconocían lo que había ocurrido en el otro cuarto, y que en realidad aún estaba ocurriendo.
Gorrión Blanco se volteó atónita hacia los soldados, notando como el primero se disponía a volver a disparar, y el segundo igualmente alzaba su rifle. Gorrión Blanco reaccionó, y por reflejo empujó con violencia al primero de los soldados hacia atrás, haciéndolo chocar contra el muro con tanta fuerza que al momento siguiente cayó al suelo, al parecer inconsciente.
El otro soldado no perdió el tiempo y de inmediato disparó. Gorrión Blanco volvió a desviar la bala hacia el vidrio, haciendo que gran parte de éste volara en pedazos. Y antes de que pudiera dar un segundo disparo, Gorrión Blanco le arrancó con sus poderes el arma de las manos, lanzándola hacia un lado. El soldado, sin embargo, no se rindió ni perdió el tiempo, y de inmediato sacó de su cinturón un cuchillo y se lanzó hacia ella, acompañado de un grito de guerra. Gorrión Blanco se sobresaltó al ver esto, y su reacción inmediata fue similar a lo que había hecho con las balas, desviando al soldado con todo y su impulso hacia un lado lejos de ella, y haciendo que atravesara lo poco que quedaba del vidrio que separaba ese cuarto del de interrogatorios.
El cuerpo del soldado cayó en la habitación contigua y rodó por el suelo. Cody rápidamente se paró y atrajo a Lisa hacia sí, e hizo que ambos se apartaran del soldado. Lucy, por su parte, se había escondido por reflejo debajo de la mesa luego del segundo disparo.
—¿Qué rayos…? —exclamó Lisa atónita, mirando sobre el hombro de Cody al hombre en el suelo.
Francis, sin embargo, no tardó en alzar su pistola y apuntarla directo a la aparente atacante, que ya sin prácticamente nada de vidrio entre ellos la tenía directamente en la mira.
—¡No te muevas, Gorrión Blanco! —gritó el sargento con fuerza, su dedo listo para disparar a la menor provocación.
Gorrión Blanco se sobresaltó y se giró a mirar a Francis en cuanto escuchó su grito. No tardó mucho en entender lo realmente sospechoso que podía verse todo aquello desde su perspectiva.
—No, sargento —susurró la joven mujer con preocupación, alzando sus manos en señal de paz—. No es lo que cree…
—¡Nos atacó sin motivo! —espetó de pronto el soldado en el suelo, aún consciente pero adolorido al parecer—. ¡Dispárele!
—¡No!, ¡no es cierto! —exclamó Gorrión Blanco rápidamente con fuerza—. Ellos quisieron dispararme a mí de repente, y no sé por qué.
—No la escuche —insistió el soldado en el suelo, haciendo ademán de querer levantarse un poco—. Ha perdido el control como lo hizo en aquel quirófano. Nos matará a todos si no la detiene ahora.
—No es cierto —recalcó Gorrión Blanco, su palabras resonando casi como un sollozo—. Sargento, por favor… Tiene que creerme.
Francis se mantenía firme y quieto en su posición, sus manos fuertemente aferradas a su arma, y su dedo tenso contra el gatillo. Apenas y giraba los ojos para intercalarlos entre el soldado y Gorrión Blanco. Algo muy raro estaba pasando ahí, eso más que claro. Pero lo importante era: ¿quién decía la verdad? Gorrión Blanco parecía sincera, y la forma en la que lo miraba con sus ojos bien abiertos y consternados así se lo hacía sentir. Pero, ¿por qué mentiría uno de sus hombres? ¿Era una venganza por lo ocurrido en el bosque?, ¿o en el quirófano? ¿Serían capaces de llegar tan lejos por eso?
O, quizás, ¿se trataba de otra cosa…? ¿Tenía algo que ver ese extraño mensaje de hace un rato?
Todo ocurría muy rápido, y Francis sabía que tenía que reaccionar y hacer algo. Mientras se debatía, su mirada se fijó detrás de Gorrión Blanco, donde el primero de los soldados se ponía de pie lentamente, manteniendo su cuerpo agachado como no queriendo llamar demasiado la atención. Y sin decir nada, levantó su arma y apuntó de nuevo con ella directo hacia la muchacha.
Francis reaccionó por mero reflejo, casi como si su cuerpo hubiera tomado por su cuenta la decisión de moverse. Desvió rápidamente su arma de Gorrión Blanco hacia aquel otro soldado, y en menos de un segundo lo tuvo en la mira y jaló el gatillo. El disparo fue certero y directo, cruzando el aire directo contra la frente del soldado. Gorrión Blanco no tuvo el reflejo de desviar la bala, pues supo por algún motivo que no iba dirigida a ella, y ésta atravesó limpiamente la cabeza del hombre a sus espaldas. El soldado se desplomó hacia atrás, dejando una explosión de sangre en el muro a sus espaldas. Gorrión Blanco se giró a mirarlo, entendiendo rápidamente lo que había ocurrido.
Al instante siguiente, el soldado en el suelo se puso rápidamente de pie, al parecer mucho menos afectado por el golpe de lo que aparentaba hace un momento, y se lanzó contra el Sgto. Schur con su cuchillo en mano. Éste se giró rápidamente hacia él para dispararle también, pero no fue necesario. Gorrión Blanco se encargó de él, empujándolo con su telequinesis contra el muro con una tremenda fuerza. El cuerpo del soldado se estampó de cabeza contra la pared, rompiéndole el cuello al instante.
Su cuerpo se desplomó al suelo, a sólo unos cuantos metros de Lisa y Cody; éste último se apresuró a desviar el rostro de su novia hacia otro lado para que no lo viera, aunque ya fue tarde para ello.
—¡¿Pero qué carajos está pasando aquí?! —exclamó Lucy aterrada, saliendo temblorosa de debajo de la mesa.
La respuesta inmediata de Francis a su cuestionamiento fue volverla la siguiente en la mira de su pistola, lo que dejó a la rastreadora totalmente helada en su posición.
—¿Alguno de ustedes es responsable de esto? —cuestionó con voz firme y aguerrida, y turnó su arma de Lucy hacia Cody—. Más vale que no me mientan.
—Si se refiere a si alguno hizo que esos hombres los atacaran, le aseguro que ninguno de nosotros puede hacer algo así —respondió Cody con la mayor seguridad que le fue posible.
—Ellos no fueron, de eso estoy segura —intervino Lisa con aprensión, apoyada aún contra el pecho de su novio.
—Yo también les creo —replicó Gorrión Blanco, notándosele ligeramente agitada—. Esos soldados se pusieron raros luego de que ese mensaje se escuchara en las radios.
Francis guardó silencio, mientras meditaba en todo lo que le decían. Ese extraño mensaje de nuevo, definitivamente tenía que ver con todo eso, sólo que no tenía claro cómo. No significaba nada para él, pero definitivamente significaba algo para esos dos, si con tan sólo escucharlo habían decidido atacarlos.
Y entonces una preocupante revelación le cruzó por la mente en ese momento. Si mandaron ese mensaje por la línea de emergencia, no sólo habría sonado en sus radios, sino en todos los de la base. ¿Y si había más atacantes allá afuera…?
—Algo muy raro está pasando —concluyó con seriedad, al tiempo que bajaba y guardaba de nuevo su arma—. Debemos buscar al Capt. McCarthy o al Dir. Sinclair.
Sacó entonces de su bolsillo unas llaves y se aproximó a Lucy y Cody para retirarles las esposas que aprisionaban sus muñecas.
—Ustedes tres, vengan conmigo y no se separen —ordenó con severidad.
—¿Ir?, ¿ir a dónde? —inquirió Lucy con angustia—. ¿No sería mejor quedarnos aquí?
—Si quieres quedarte aquí sola con dos cadáveres, adelante —señaló Cody, al tiempo que se dirigía a la puerta abrazado de Lisa.
—Buen punto —susurró Lucy con resignación, y entonces no tardó en ponerse en camino también.
—Quédate cerca de mí —le susurró Cody a Lisa, pegándola un poco más contra él. Ella sola asintió, incapaz de decir mucho más. Su cabeza daba bastantes vueltas tras ese giro tan repentino y extraño de las cosas. ¿Qué estaba pasando realmente?
Gorrión Blanco también salió de la sala contigua, y los cinco se reunieron el pasillo, comenzando a marchar juntos en dirección a los elevadores.
— — — —
El mal presentimiento de Francis no sólo resultó ser acertado, sino que la realidad era incluso peor de lo que el sargento había imaginado.
El quirófano 06 y la sala de interrogatorios no eran los únicos sitios del Nido en el que se había disparado aquella locura. El mensaje de Kat en los radios y altavoces había sido captado por toda la base entera, y en diferentes puntos de ésta el tiroteo se había desatado en un abrir y cerrar de ojos. De la nada, hombres y mujeres sacaban sus armas, y sin aviso ni ceremonia alguna le disparaban a su compañero a su lado. En la salas de entrenamiento, en los hangares, en incluso en la cafetería… Los traidores, activados por aquel aviso, comenzaron a abrir fuego contra cualquiera que no estuviera con ellos.
Sus órdenes eran claras: no dejar a nadie con vida.
Desde su posición aguardando en la colina, Mabel la Doncella fue también testigo de esto. Por supuesto, ella no tenía como escuchar aquel mensaje, y mucho menos saber la dimensión de todo lo que ocurría ahí dentro. Lo que observaba detenidamente por la mira de su rifle en el momento que todo comenzó, fue a los dos guardias de pie frente a la entrada lateral de aquel monte, firmes e inmóviles como estatuas hasta que algo en sus radios pareció captar su atención. Luego se miraron el uno al otro, y se encogieron de hombros.
Mabel arqueó una ceja, intrigada. Algo estaba pasando, lo presintió aunque no tuviera claro qué de momento.
Uno de los soldados se alejó unos pasos de su compañero y acercó su radio a su boca para hablar con él. Mientras lo hacía, Mabel notó como a sus espaldas el otro soldado desenfundaba su pistola, apuntaba con ella hacia la parte posterior de la cabeza de su compañero, y jalaba el gatillo sin miramientos. El cuerpo del soldado abatido se desplomó al frente, soltando su radio al suelo.
—¿Qué? —exclamó en voz baja, estupefacta.
El soldado que había disparado guardó de nuevo su arma, y sin más caminó con calma hacia el interior de la base, dejando afuera el cadáver del otro.
—¿Y eso qué rayos fue? —susurró Mabel aún aturdida por aquel suceso tan abrupto. Su primer pensamiento fue que había sido algún tipo de control mental, pero había visto a bastantes paletos actuando por obra del control mental de alguien, ella misma incluida, como para reconocer que aquello había sido hecho como completa consciencia.
Permaneció en su sitio un rato, indecisa entre si debía acercarse o no.
«Si esa no fue la distracción, no sé qué será» concluyó tras unos momentos. «Pero mejor me muevo con cuidado»
Rápidamente se paró, se colgó su rifle al hombro, y comenzó a descender con cuidado por la ladera hacia la entrada, mirando seguido a su alrededor esperando ver a cualquier otro soldado más que listo para dispararle. De momento todo parecía despajado.
Avanzó hasta el soldado caído, se agachó a su lado y lo revisó. En efecto, estaba bastante muerto, aunque no era que le hubieran quedado muchas dudas. Tomó su arma corta y le retiró como pudo su chaqueta y su boina, para así intentar camuflarse un poco; hacerse del uniforme de alguno de los soldados había sido una de las sugerencias que Verónica le había dado. También le Esculcó además sus bolsillos y los comportamientos de su cinturón, buscando lo otro que Verónica le había sugerido conseguir en cuanto pudiera: una tarjeta de acceso, que le permitiría usar los elevadores.
Cuando ya tuvo todo lo que ocupaba, se puso de pie, y en ese instante el eco de disparos viniendo del interior la hizo estremecerse, e intentar ocultarse un poco tras el muro de piedra a sus espaldas. Respiró hondo y tomó su rifle con firmeza en sus manos. No entendía aun lo que se encontraría ahí adentro, pero era claro que no sería nada agradable.
Los disparos se disiparon tras unos segundos, por lo que se dispuso a introducirse de inmediato. Un instante antes de hacerlo, sin embargo, algo sobre su cabeza la distrajo. Al mirar hacia arriba, pudo notar como por encima de los árboles se materializaban las figuras de al menos tres helicópteros negros, que se abrían paso con rapidez en dirección a la montaña.
—¿Y ahora qué? —exclamó Mabel, aturdida y quizás algo frustrada.
Lo que fuera, no tenía tiempo para eso, así que lo ignoró y corrió con todas sus fuerzas hacia el interior de la base. Tenía una misión que cumplir.
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Los tres helicópteros desconocidos se aproximaron a la base sin que nadie se percatara de ellos hasta que estuvieron en el rango de visión del personal de pista. ¿Por qué nadie había dado aviso? ¿Y por qué no se habían activado las armas antiaéreas ante su proximidad?, ¿acaso alguien las había desactivado?
¿Acaso aquel raro mensaje que había sonado en las radios tenía algo que ver con aquello?
Intentaron contactar con alguien que pudiera darles cualquier tipo de información, pero ni el Capt. McCarthy ni nadie más les respondía. Ante este silencio, los soldados en la pista de aterrizaje no tuvieron más remedio que dejar de preguntar y en su lugar actuar. Desde su perspectiva aquellas eran tres naves desconocidas invadiendo el espacio aéreo de la base, y sólo había una respuesta posible a ello.
—¡Atención todos!, ¡abran fuego! —ordenó el cabo en la pista, y de inmediato todos los hombres alzaron sus rifles y comenzaron a disparar hacia los helicópteros. Las balas rebotaron en el fuselaje oscuro, causando pequeñas chispas. Y cuando los helicópteros estuvieron lo suficientemente cerca, no tardaron en responder el fuego apuntando las ametralladoras que tenían postradas en su parte inferior hacia la pista.
Una tremenda lluvia de balas comenzó a caer a trompicones, agujerando el suelo de concreto, destruyendo cajas, y abatiendo al instante a la mayoría de los soldados y personal en la pista. Los que lograron sobrevivir esa primera oleada, entre ellos el cabo que había dado la orden, lo hicieron refugiándose bajo el cobijo de la entrada principal de la base, cerca de los elevadores. Desde su escondite, vieron como un número considerable de hombres armados en trajes y máscaras negras comenzaban a descender de los helicópteros ayudados de cuerdas, agrupándose en la desolada pista entre los cadáveres de sus compañeros caídos.
—¡Necesitamos ayuda! —insistió con agitación el cabo en su radio—. ¡Nos están invadiendo! Repito, nos están…
En ese momento escuchó como los elevadores a sus espadas sonaban, y dos de ellos se abrían casi al mismo tiempo. De estos salieron presurosos un grupo de al menos siete soldados, encabezados por un hombre pelirrojo de ojos verdes, a quien el cabo reconoció como el Tte. Johan Marsh, la mano derecha de la Capt. Cullen, vistiendo ese distintivo abrigo y boina verde.
«Bien, refuerzos» pensó aliviado el cabo. No eran muchos, pero en conjunto de seguro podrían hacer algo hasta que llegaran más.
Al virarse a ver a los invasores, estos ya estaban en tierra, y avanzaban hacia ellos con sus armas en alto.
—¡Rápido!, ¡tenemos que evitar que entren a la base! —gritó el cabo con fuerza, alzando su arma para comenzar a disparar.
—Descuiden —escuchó que el Tte. Marsh pronunciaba a sus espaldas, con insólita tranquilidad—. Ya estamos aquí para encargarnos de todo.
Y antes de que el cabo, o cualquiera de sus compañeros, pudiera decir o preguntar algo más, el Tte. Marsh y los hombres que lo acompañaban abrieron fuego, pero no hacia los invasores. En cuestión de segundos, el resto de los guardias y personal de la pista fueron abatidos por disparos de los que creyeron que serían sus refuerzos, siendo el cabo uno de los primeros en caer por un disparo directo en su sien salida del arma del teniente. Los invasores de negro se encargaron del resto, hasta que los únicos que quedaron en pie fueron sus aliados; todos de alguna forma parte de la misma misión.
El Tte. Marsh introdujo su arma de nuevo en su funda y pasó por encima de los cuerpos, dirigiéndose hacia los hombres de negro, todos parte de la milicia privada de Armitage bajo el mando de Lyons, que habían venido a reforzarlos.
—Ya era hora de que llegaran —indicó de forma irónica cuando pasaron frente a él—. Tomen las tarjetas de seguridad de los cuerpos. Les darán acceso a los elevadores y áreas restringidas. Recuerden, no podemos dejar ningún testigo.
Los mercenarios comenzaron sin espera a esculcar los cuerpos de los soldados caídos, sacando de estos lo que necesitaban. Uno de ellos, que claramente era el líder de ese escuadrón, se aproximó hacia Johan. Se levantó su máscara, dejando a la vista un rostro malhumorado y reacio.
—¿Dónde está el muchacho? —preguntó con severidad.
—Mi jefa ya debe estarlo trayendo en este momento —respondió Johan con una sonrisita despreocupada que claramente al mercenario de negro no le agradó mucho.
—El tiempo es esencial. Necesitamos sacarlo de aquí de inmediato, antes de que alguien logre comunicarse con el exterior por ayuda y ya no podamos salir.
—Tranquilo —indicó el teniente, negando con la cabeza—. No tardará mucho. La capitana siempre cumple con su parte.
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Justo como el Tte. Marsh había indicado, Ruby Cullen se dirigía en ese momento a los ascensores, escoltando junto con los otros tres soldados a Damien Thorn. En su camino por los pasillos, se habían cruzado con más de un soldado del DIC caído en el suelo, muerto por las balas de sus propios compañeros.
El lugar era ciertamente un escenario desolador. Cuerpos regados en el piso, sangre en las paredes, olor a pólvora y humo en el aire, y el reconocible eco de disparos lejanos resonando. Evidentemente los combates continuaban hasta ese momento.
Damien observaba todo aquello con curiosidad, y también cierta fascinación. Era claro que aquello no se trataba únicamente de rescatarlo: tenían pensado asesinar a cualquier que podría haber sido testigo de su presencia en ese sitio. Típica táctica de la Hermandad, intentando limpiar su rastro lo mejor posible, aunque tuvieran que dejar un desastre a su paso para lograrlo. Pero esa situación en específico era tan grande, que ameritaba al parecer un desastre igual de grande.
—¿Cómo es que lograron todo esto? —cuestionó Damien, dirigiéndose a la mujer de cabellos rubios caminando delante de él—. ¿Cuántos de ustedes se infiltraron aquí para lograrlo?
—Bastantes, mi señor —respondió Ruby con media sonrisa, volteando a mirarlo sobre su hombro—. Pero no se preocupe, recibiremos también un poco de ayuda adicional.
Damien caviló aquellas palabras, aunque no tardó mucho en dar con una respuesta que explicaba de forma sencilla a qué se refería.
—¿Los mercenarios de Lyons? —murmuró curioso, a lo que Ruby se limitó a responder únicamente ensanchando aún más su sonrisa—. Por supuesto. Es encantador que se tomaran tantas molestias sólo por mí.
—No habrá pensado que lo dejaríamos aquí a su suerte —exclamó Ruby, casi como si la insinuación le ofendiera.
Damien se giró hacia un lado, contemplando el cuerpo de un soldado a un lado del pasillo, que evidentemente había sido acribillado por la espalda.
—Dejaron que cayera aquí en primer lugar, ¿no es cierto? —soltó de pronto, resonando como una potente acusación.
Ruby se estremeció al escucharlo.
—Mi señor… —susurró despacio, aunque su lengua no pareció ser capaz de pronunciar más.
—No te asustes, que no es un reclamo hacia ti —indicó Damien con humor en su tono, mirándola de reojo—. Sólo eres una obediente y boba sierva al final de cuantas, ¿no? Poca o nula voz tienes en esto. Pero tendré que tener una charla incómoda con tus maestros en cuánto salga de aquí.
Ruby pareció querer decir algo más, pero se abstuvo al último momento, y en su lugar se viró de nuevo al frente. Quizás concluyó, de forma acertada, que lo más inteligente sería aceptar sus palabras, y no intentar justificarse en un asunto que no le correspondía.
Unos cuántos metros más adelante, la comitiva entera se vio obligada a frenar su avance en cuanto una serie de disparos cruzó el aire del pasillo en el que darían vuelta, astillando la pared a unos cuantos centímetros del rostro de Ruby. La capitana retrocedió, e hizo que todos los demás lo hicieran igual. Dos de los soldados que los acompañaban avanzaron con sus armas en mano, y abrieron fuego sin miramiento en la dirección en que aquellos disparos habían provenido.
Mientras sus hombres la cubrían, Ruby se asomó sólo un poco por la esquina, lo suficiente para ver cómo desde su escondite en otro pasillo perpendicular, se asomaba fugazmente el rostro del Dir. Sinclair, regresándoles el fuego sin menor titubeo. Luego todos se refugiaron de nuevo detrás de su posición, escapando de los disparos enemigos.
«Vaya, sigue vivo» pensó Ruby, sinceramente sorprendida. Esperaba que alguno de los otros se hubiera encargado ya de él para esos momentos, pero claramente no había sido el caso.
—Al parecer Lucas no me quiere dejar ir tan fácil, ¿eh? —musitó Damien con tono burlón, ganándose una desaprobatoria mirada de soslayo por parte de Ruby, aunque ésta fuera más un reflejo involuntario de su parte—. Me gustaría ayudarlos con eso —añadió el muchacho—, pero me temo que lo que sea que me inyectaron aún tiene mis poderes un poco entorpecidos.
—No se preocupe —respondió Ruby con firmeza, y al momento sacó su arma de su funda, le colocó un cartucho completo en su cámara, y liberó el seguro; todo con bastante agilidad y maestría, cabía mencionar—. Llévenlo al helicóptero, de inmediato —le ordenó con firmeza a los otros soldados—. Y protéjanlo con sus vidas. Yo los cubro.
Los otros tres soldados asintieron, y un instante después Ruby salió de su escondite, comenzando a disparar de manera consecutiva hacia donde Lucas se encontraba. Éste tuvo que cobijarse de nuevo tras la pared del pasillo adyacente para evitar los disparos.
Los demás hombres de la hermandad no perdieron tiempo, y de inmediato comenzaron a avanzar con paso veloz, llevándose a Damien consigo.
—Hasta luego —se despidió el chico con un tono jovial, mirando hacia Ruby mientras se alejaba. Ésta no lo miró, pues su atención seguía fija en disparar hacia el escondite de Lucas, evitando que pudiera salir de éste, y así dejarles el camino libre.
Cuando el cartucho de su arma se vació, Ruby se lanzó rápido hacia un lado, ocultándose ahora ella. Para ese momento los tres soldados y Damien ya habían avanzado lo suficiente por el pasillo, así que sólo quedaban el Dir. Sinclair, ella, y todos esos otros cadáveres pertenecientes a los hombres caídos del DIC.
—Director —pronunció Cullen en alto con voz chispeante, al tiempo que dejaba caer el cartucho vacío y se apresuraba a colocar uno nuevo—. Sé que está ahí. No se esconda, que es inútil.
La respuesta inmediata a su comentario fue una serie de disparos de rifle en su dirección, que agrietaron el muro a su diestra, haciendo que pedazos de yeso y polvo volaran por el aire, y la hicieron apretujarse más en su escondite.
—¿Quién se esconde? —gritó Lucas con voz potente desde su posición.
Ruby sonrió, hasta cierto punto contenta con la situación. Había pensado que el director sería tan fácil de liquidar como McCarthy, pero era evidente que representaría un reto un poco mayor de lo esperado. Sin embargo, eso no le atemorizaba.
En el momento justo en el que los disparos de Lucas cesaron, aunque fuera por un segundo, Ruby salió presurosa de su escondite y corrió directo hacia Lucas, disparando consecutivamente en su dirección. Éste saltó fuera de su escondite, también disparando hacia atrás. Ruby sintió como una bala le rozaba la cara, abriéndole un largo tajo en la mejilla izquierda y volándole parte de su oreja. El dolor fue repentino y fuerte, pero lo resistió y siguió adelante.
Ruby logró herir al director rozándole su muslo izquierdo, haciéndolo caer al frente a trompicones y soltar su arma. Ruby sonrió confiada, y rápidamente se le aproximó dispuesta a terminar con el trabajo con un disparo directo a la cabeza, al igual que con McCarthy. Sin embargo, cuando estuvo lo suficientemente cerca, Lucas extendió su pierna sana rápidamente hacia ella, pateándole su mano para arrebatarle su arma de las manos. Ésta voló por los aires lejos de ella.
El verse desarmada no le preocupó, pues aún tenía consigo el arma de McCarthy. No obstante, antes de poder sacarla, Lucas logró levantarse y lanzarse hacia ella, tacleándola y haciendo que ambos cayeran al suelo. Lucas intentó someterla en el suelto, pero su pierna recién herida y un fuerte golpe que se había dado en el codo al caer, no se lo dejaron fácil, y Ruby logró zafarse con un fuerte codazo que se clavó en las costillas del director.
Ambos rodaron por el suelo lejos del otro, voltearon a mirarse y se alzaron de cuclillas, quedándose al instante paralizados, a la espera de que el otro hiciera algún movimiento. Se quedaron en esa posición un largo rato.
—Sólo está prolongando esto más de lo necesario —susurró Ruby con aprensión. Los dedos de su mano derecha se movían ansiosos por tomar el arma de McCarthy que ocultaba a sus espaldas debajo de su gabardina—. ¿En verdad cree que saldrá vivo de aquí? ¿Es que acaso no ha visto bien el hermoso caos que he desatado en su querido Nido?
La mirada de Lucas se endureció aún más, exteriorizando todo el odio e ira que lo inundaba en esos momentos.
—Así que nunca fueDouglas ni nadie de su equipo —espetó Lucas en alto, resonando en el eco del pasillo—. Siempre fuiste tú, ¿no es cierto? Quién ocultó la identidad de Thorn todos estos años.
Ruby dejó escapar una sonora y casi estridente risa burlona.
—Es menos inteligente de lo que pensaba, director —pronunció en alto con presunción—. Sigue sin ver siquiera la punta del iceberg. ¿Aún cree que podríamos haber logrado algo como esto con una sola persona protegiendo al muchacho? Su organización entera fue infiltrada por nosotros desde hace ya muchos años.
—¿Por ustedes? —inquirió Lucas, confundido—. ¿Y quiénes son ustedes?
—Su pequeña cabecita de burócrata no lo entendería —escupió Ruby con desdén, y al instante aproximó su mano hacia su espalda para sacar su arma. Sin embargo, Lucas hizo exactamente lo mismo para extraer la que guardaba en su tobillo.
Ambos desenfundaron, se lanzaron hacia un lado y dispararon al mismo tiempo. Las balas surcaron el aire, encajándose en los gruesos muros, pero sin tocar a su verdadero objetivo de momento.
Ruby rodó hasta donde había caído su arma luego de que Lucas se la pateara lejos de sus manos. Y ahora con una pistola en cada mano, su estilo favorito, se paró rápidamente y alzó ambas en dirección a donde esperaba ver al director. Sin embargo, éste había desparecido; o, más bien, había aprovechado ese pequeño momento para esconderse en algún sitio entre los pasillos y columnas.
Comenzó a avanzar lentamente, con paso extremadamente cuidadoso, con los cañones de sus armas apuntando en cada centímetro del pasillo que le era posible captar con sus ojos.
—Por supuesto que no lo entiendo, Cullen —escuchó de pronto que la voz de Lucas pronunciaba en alto justo a su derecha, por lo que rápidamente se giró en esa dirección. Lo que había ahí era un largo corredor, con al menos tres filas de altas y gruesas columnas—. Siempre fuiste un soldado leal y recto apegado a las reglas —prosiguió el director desde su escondite—. ¿Cuánto pudieron haberte pagado los Thorn como para justificar una locura como ésta?
Ruby reanudó su avance, ahora en la dirección de la que le parecía procedían aquellas palabras, revisando meticulosamente detrás de cada columna.
—Las personas como usted creen que siempre se trata de dinero, ¿no es cierto? —declaró con fiereza en su voz—. Lamento decepcionarlo, pero a mí me mueve algo mucho más profundo que eso.
Esperaba alguna respuesta astuta de su parte, pero lo único que recibió fue el silencio sepulcral de aquel pasillo, sólo atenuado ligeramente por el resonar de sus propias botas sobre el suelo. Siguió avanzando entre las columnas, sin tener algún contacto visual de su objetivo. Pero estaba ahí a su alrededor, en alguna parte; podía sentirlo.
Percibía vívidamente los latidos de su propio corazón retumbar en sus propios oídos, y como una gota de sudor le recorría su frente y bajaba por la comisura de su ojo, pero no se atrevió a bajar ninguna de sus armas para así poder limpiarla con el dorso de su mano.
—Ríndase de una vez, director —pronunció con tono de provocación, esperando hacerlo reaccionar de alguna forma—. En menos de una hora, todo esto se convertirá en un enorme cementerio, y usted encabezará la pila de cadáveres. ¿Por qué no hace esto más simple para todos y me permite meterle una bala en la cabeza por las buenas? Le prometo ser rápida y certera… como lo hice con Davis.
La repentina mención del fallecido Capt. McCarthy, y en especial la forma tan burlona en la que lo había hecho, pareció bastar para obligar a Lucas a reaccionar. Salió rápidamente de su escondite gritando con furia, y abriendo fuego en su dirección sin tregua alguna. Ruby se sobresaltó, y pegó rápidamente su espalda contra la columna más cerca, protegiéndose detrás de ésta.
Una vez que se quedó sin balas, Lucas tiró su arma a un lado y corrió despavorido hacia ella. Para cuando Ruby logró salir con la intención de lanzar su contraataque, fue recibida directamente con un puñetazo por parte de Lucas directo contra su cara que la lanzó hacia atrás, trastabillando.
A ese primer golpe le siguió uno más en su quijada, y un gancho directo a la boca del estómago que la dejó completamente sin aire. Con todos esos golpes desestabilizándola, Lucas logró ahora sí tomarla, y derribarla al suelo de un movimiento de lucha que repercutió dolorosamente en sus heridas, en especial en la de su pierna, pero logró sobreponerse hasta que la espalda de su subordinada azotara contra el piso.
Lucas cayó de sentón al suelo tras su arriesgada maniobra, adolorido y agotado. Estuvo a punto de dejarse vencer por estas sensaciones y caer ahí mismo desfallecido, pero se forzó a recuperarse lo suficientemente para levantarse, y cojear hacia donde había caído una de las armas que Ruby traía consigo antes de derribarla; el arma de McCarthy.
Tomó rápidamente la pistola, revisó la cámara, a la que le quedaban al menos cuatro balas, y la regresó de nuevo a su sitio. Para cuando se giró a ver a Ruby, ésta hacia el esfuerzo de intentar ponerse de pie, pero Lucas no se lo permitió. Avanzó hacia ella y puso un pie con fuerza contra su espalda, presionándola con dureza contra el suelo.
—Ni se te ocurra moverte —balbuceó con voz ronca, agachándose al momento siguiente para pegar el cañón del arma contra la parte trasera de su cabeza.
Para su sorpresa, Ruby dejó escapar una pequeña y burlona risotada, asomándose entre algunos dolorosos gemidos.
—¿Qué espera? —inquirió la capitana con voz risueña, mirándolo de reojo desde su incomoda posición—. Dispare ya, director. Cumpla con su deber, como el buen soldado que es.
—No será tan simple, traidora —escupió Lucas con desbordante rabia—. Tendrás que responder varias preguntas; a mí, y a una corte marcial al final.
Cullen dejó escapar una vez más una risa estridente e irónica.
—Y sigue sin comprender el alcance de esto —musitó con sorna—. ¿Corte marcial?, si lo más probable es que ninguno de los dos salga vivo de este sitio.
Lucas estaba listo para replicar, pero no tuvo la oportunidad, pues el estridente sonido de varios pasos aproximándose por el pasillo jaló de inmediato su atención y la de Ruby por igual. Al doblar en la esquina, ambos vieron al menos a cinco hombres de atuendos negros y armas negras en alto, aproximándose hacia ellos con rapidez.
El director del DIC se sobresaltó al ver esto. Esos trajes oscuros no eran de sus soldados. ¿Eran acaso algún tipo de refuerzos? Si lo eran, tuvo claro de inmediato que no eran para él.
Tenía que pensar rápido. Antes de que los alcanzaran, Lucas tomó con violencia a Ruby de un brazo, y la jaló con fuerza para obligarla a ponerse de pie. Ésta fue incapaz de resistirse, y de un segundo a otro se encontraba ya de pie, colocada entre los recién llegados y Lucas. Éste último rodeó su cuello con un brazo, apretándolo con bastante fuerza, mientras con su mano libre pegaba su pistola contra la lateral de su cabeza.
Los cinco hombres de negro se pararon delante de ellos, sosteniendo sus armas en alto, apuntando a ambos, pero sin disparar aún.
—¡Atrás! —exclamó Lucas en alto, apretando más a Ruby contra él, y presionando el cañón más contra su cabeza—. O le vuelo la cabeza.
Los hombres de negro parecieron dudar. Se quedaron quietos en su sitio, pero ninguno bajó tampoco su arma. Lucas intentó aprovechar esto para retroceder junto con Ruby, pero ésta se resistía a pesar de su debilidad.
—No sea ingenuo, director —exclamó Ruby, de nuevo riendo de esa misma forma altanera—. ¿Cree en verdad que yo importo algo en todo esto?
La capitana giró entonces su vista hacia los hombres de negro, observándolos con intensidad en sus ojos. Dejó de forcejear y extendió sus brazos hacia los lados con solemnidad.
—Recuerden sus órdenes —les dijo con potente voz de mando—. Nadie sale de aquí con vida, en especial él. Así que cumplan con su deber.
Lucas se quedó atónito al escuchar aquello. ¿No estaría insinuando acaso…?
Los hombres parecieron comprender más rápido que él sus palabras, y para sorpresa y horror de Lucas, fue claro por sus posturas que se preparaban para disparar sin importar qué.
Ruby sonrió complacida. Cerró los ojos, alzó su rostro a lo alto, y gritó entonces hacia el cielo:
—¡Salve Satanás! ¡Qué Su Reino sea Eterno!
Su proclamación fue seguida justo después por el estridente sonido de los disparos de las cinco armas, que se dirigieron directo contra ella y el hombre que la sujetaba. Lucas la soltó, corrió y saltó hacia un lado para cubrirse, al tiempo que varios de los letales proyectiles alcanzaban el cuerpo de la Capt. Cullen, y su cuerpo ensangrentado e inmóvil se desplomó rápidamente al suelo.
Lucas cayó con fuerza al suelo, golpeándose fuerte en el brazo izquierdo. Miró hacia atrás, y pudo visualizar a Ruby en el piso, con la sangre brotando de sus heridas y manchando sus ropas y el piso. Y, quizás lo más aterrador, esa amplia y casi grotesca sonrisa congelada en su rostro.
No podía creer que en serio les hubiera ordenado a sus hombres que le dispararan, y que además estos la hubieran obedecido sin chistar. Y eso que había gritado antes de los disparos… ¿qué rayos significaba?
No podía tomarse ni un segundo para pensar en ello. Intentó ponerse de pie, pero un punzante dolor en su hombro, acompañado por otro más en su costado derecho, hicieron que su primer intento fuera fallido y se desplomara al piso. Dirigió su mano izquierda hacia ambas áreas, y no le sorprendió mirar a continuación sus dedos enrojecidos. Hubiera sido una suerte no haber sido alcanzado por ninguna de aquellas balas. Ahora sus ropas comenzaban a empaparse de rojo, y el dolor le paralizaba gran parte de su cuerpo.
Soltó una maldición por lo bajo, pero rápidamente se arrastró como pudo hacia un pasillo adyacente. Sin necesidad de mirar, pudo sentir que los cinco hombres de negros venían detrás de él con la clara intención de acabar el trabajo. Estaba herido, su arma se había zafado de sus manos al saltar, y parecía improbable que alguien acudiera socorrerlo.
La situación era más que desesperada. Si no hacía algo de inmediato…
De pronto, divisó el cuerpo de un soldado caído justo delante de él en el pasillo. Le habían disparado directo en la cara, y yacía ahora sobre sus espaldas en un charco de su sangre. Parecía un chico muy, muy joven; quizás incluso podría haberse tratado de un nuevo recluta. En otras circunstancias se tomaría un momento para lamentar y maldecir tan innecesaria y cruel muerte, pero de momento requería enfocar sus energías en sobrevivir.
Se forzó a levantase sólo un poco, y así poder lanzarse hacia él en busca de cualquier arma que el soldado podría haber traído consigo.
—¡No se mueva! —escuchó que espetaba uno de los soldados a su espalda, y justo después escuchó una serie de disparos que marcaron su camino en el muro justo a su lado.
Lucas cayó a un lado del soldado, manchándose aún más de rojo en el charco de sangre del muchacho. Alzó su mirada y divisó su rifle en el suelo a lo lejos, lo suficiente para no poder alcanzarlo aunque estirara su brazo. Sin embargo, su atención en su lugar se enfocó en algo más. Mientras el grupo de hombres de negro se aproximaba a paso veloz por el pasillo, él miraba atento el cinturón del muchacho muerto, y la granada de mano color negro que colgaba de éste.
Los invasores se seguían acercando; en cuestión de segundos estarían justo a su lado, en la posición más que adecuada para acribillarlo en el suelo. No podía alcanzar el rifle, pero sí la granada.
Sin pensarlo ni un instante más, tomó de inmediato el proyectil, se giró sobre su espalda, retiró el seguro, y la arrojó con toda la fuerza que su brazo herido le permitió en dirección a los hombres de negro. Estos pararon en seco, y contemplaron atónitos la granada girando en el aire hacia ellos.
—¡Retrocedan! —gritó uno de ellos, y rápidamente todos se dieron la vuelta para alejarse por el pasillo, pero ya estaban demasiado cerca. Lucas aprovechó para también pararse lo más rápido que pudo, e intentar lanzarse al frente.
La intensa explosión sacudió a todos, mandando a los hombres de negro y al propio Lucas a volar por los aires, aunque en diferentes direcciones. El cuerpo de Lucas cruzó el pasillo, se estrelló contra el suelo, abriéndose la frente, y rodó por el suelo hasta quedar boca arriba. La inconsciencia amenazó peligrosamente con apoderarse de él, por más que intentara luchar contra ella. Y lo peor era que ni siquiera podía mirar y ver si la granada había acabado con esos sujetos.
Esperaba al menos poder haberse llevado a uno de ellos con aquella explosión. Y esperaba que desde algún sitio, Davis McCarthy estuviera conforme con cómo había luchado y defendido su base.
Antes de desmayarse, en lo último que pensó fue en Eleven, Mike y sus demás amigos, y lamentó enormemente el hecho de que, a simple vista, ya no podría protegerlos por más tiempo como lo había hecho tantos años.
Y entonces sucumbió al fin, sumergiéndose en la oscuridad.
FIN DEL CAPÍTULO 148
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tiradoresprecision · 2 years ago
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Por SGTO. HIDALGO ITP / RCPAC LUSITANIA 8 Pincha en estas imágenes de ejemplo para descarga  
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