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mitos-leyendas-tuxtla-blog · 7 years ago

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La carreta de San Pascualito

Era una tarde de invierno y el viento fresco se colaba entre los espacios de las tejas de las casas del barrio San Roque. Don Luis Morales observaba desde la puerta de madera, cómo la tercera avenida sur oriente se iba quedando solitaria y los locales comerciales del centro de Tuxtla comenzaban a levantarse o cerrarse… cuando su esposa, Doña Chatita, le dijo

– ¡Luis, Vení!, metéte y cerrá bien la puerta que está entrando el aire, además ya es tarde y luego vos decís que ves espanto –. Don Luis hizo caso a Doña Chatita y después de cerrar la puerta y atrancarla se sentó en el sofá individual de la sala. –Oí vos Chata– dijo Don Luís, –No vayás a pensar que tengo miedo, pero cerré la puerta porque cuando estábamos chamacos nos contaban los vecinos que por estas calles se escuchaba la carreta de San Pascualito–.

A lo que Doña Chata respondió. –Pues si yo fuera vos si me andaba cuidando… –¿Por qué lo decís mujer? –Pues no me hagás mucho caso, pero yo escuché de los indios zoques, que cuando uno anda enfermo y escucha la carreta de San Pascualito, significa que va uno a morir, mientras no la escuchés ta bien, ¡porque esa tos no se te quita desde hace dos semanas! Y ¡vos! No hacés nada pa curarte, ahí andás de mirón dejando que te pegue el fresco–.

Don Luis un poco molesto, entre cerró los ojos y de manera escéptica dijo, – Y a todo esto… ¿Vos donde escuchaste a los zoques? ¡chismosa! –¿Pues donde más va a ser? En la iglesia de San Pascualito, cuando nos íbamos a ramear con mi mamacita. Y no me digás chismosa que los mismos feligreses de la iglesia de San Pascual son los zoques, y además, de quienes hablan español oí decir que los restos de San Pascual se encuentran detrás del atrio y por eso llegan los brujos y curanderos a pedirle favores en la iglesia–.

–Mirálo pué… yo no más sabía que se paseaba con su carreta, pero pensaba que solo pa espantar, perdonáme pué Chatita, ya no te vuelvo a tachar de arguendera. Pero, ¿a poco el San Pascualito pasa ahorita a estas horas? –. ¿Cómo vas a creer que vaya recogiendo a los difuntos a tan temprana hora?, no, San Pascualito pasa a las doce, dicen. –Fijáte que me gustaría saber más de ese santo, Chata –Velo, si te mochás con los centavos de la albaca y la propina para la rameada, mañana tempranito vamos pa saber más, ¡pero donde no te levantés… un tu cocotazo te voy a dar, me oís!-. Un poco decepcionado por las condiciones don Luis le dijo, – ¡Bueno, bueno… Ya no me grités! Ya te oí. – Doña Chata: Si vos sos el que me está gritando, fiero tu modo.

Al amanecer Don Luis, muy bien peinado, aguardaba sentado en la sala de la casa mientras movía rápidamente su dedo índice en señal de impaciencia. Doña Chata dejó encargadas algunas tareas a su hija mayor Chepita, a la vez que tomaba de la mano derecha a Malenita, la chunca de la familia con tan solo cinco años de edad, para que los acompañase a misa. Usualmente, los Morales asistían a misa en la iglesia de San Roque, pues eran devotos a “San Roquito”, como lo llamaban; sin embargo, por esta ocasión y en virtud de las curiosidades que había despertado San Pascual en Don Luis, decidieron ir a la misa en la iglesia católica ortodoxa situada en la sexta poniente, entre tercera y cuarta sur… obviamente, dedicada a San Pascual.

Al estar dentro Malenita miraba asombrada las paredes, las diversas imágenes, los rostros de las gentes y escuchaba también palabras que eran distintas a las de sus padres o los adultos de su casa, parecía entender algunas de las palabras que decían estas personas pero en la mayor parte del tiempo usaban palabras en otra lengua. Doña Chata le dio un jalón a su pequeño brazo en señal de que se estuviera quieta porque el padre iba acercándose hacía ellos.

–Buenos días padre-, saludó doña Chata, –No quisiera atrasarlo en sus quehaceres pero le agradecería si mi esposo y yo pudiéramos conversar un rato con usted al terminar la misa, verá, hemos estado platicando del santo patrono de esta iglesia y quisiéramos saber más de él ¿tendía la amabilidad de atendernos? – . El padre asentó con la cabeza y la misa se llevó a cabo sin ninguna particularidad, Don Luis portaba una mirada animada, estaba contento e impaciente por saber más sobre San Pascual. Mientras Don Luis veía como rameaban con manojos de albaca a Malenita y después a su esposa para cuidarse de los males, el padre se le acerco diciendo… Entonces, hijo, contáme que es lo que te trajo por acá. – Verá, mi esposa ya me contó más o menos sobre San Pascual, pero yo quisiera saber cual es su origen y por eso estoy aquí.

– San Pascualito está asociado con San Pascual Baylón, pero no son el mismo; porque San Pascual Baylon es un santo con forma de hombre y San Pascualito se representa en forma de esqueleto y lleva una capa y una corona. Mirá hijo, a San Pascualito se le rinde culto desde el siglo diecisiete, para serte más exacto desde 1650. –¿pero por qué o qué pué?–. Preguntaba don Luis.

–Una vez… se le apareció a un indígena que agonizaba de cucumatz, el cucumatz era una terrible fiebre, ¡mala!, ¡mortal! Cuando el pobrecito estaba ya a punto de morir ya, se le apareció un esqueleto con ropa refulgente. Dicen, que el que se le había aparecido era San Pascual, un indio zoque que había sido curandero, y él le prometió que el cucamatz desaparecería si a cambio se le nombraba santo patrón del pueblo, a los nueve días el milagro sería cumplido, aunque el enfermo moriría irremediablemente. Entonces, el enfermo le hizo caso y así fue pué, a los nueve días terminó la epidemia junto con la vida del pobrecito indio. Desde entonces se le veneró y eso que la Santa Inquisición lo prohibió, pero la fé de los zoques se mantuvo. Bueno, tampoco me creás todo, hay muchas versiones y entre tanto contarlas se distorsionan.

– Oh que la canción! Y entonces, ¿todo este montón de velas de colores qué? –Pues mirálo hijo, los fieles dicen que las velas rojas sirven para milagros de amor, las rosas para recuperar la salud, las amarillas para obtener protección, las azul cielo para que llegue dinero, las verdes para que los negocios progresen, las negras para vengarse de alguien que nos haya hecho un mal, las blancas para proteger a los niños del mal de ojo o de las enfermedades, y las púrpuras para protegernos de los vicios.

– Pues qué bonito, me alegra saber más de estas cosas, desde ahora visitaré más esta iglesia. Doña Chata se acercó con la chunca ya cuando la conversación llegaba a su fin. –¿Entonces ya te quedó claro Luis?, porque ahorita de regreso me lo vas a contar todo, y ni se te vaya a olvidar rembolsarme los centavos que me acabo de gastar. –¡Oh! Que si, como serás jajaja… Bueno padre, muchas gracias, no le quito más su tiempo, que tenga bonito domingo-.

El padre se rió por un momento y les dio la bendición a los tres Morales antes de que atravesaran la puerta de la iglesia. –¿Para qué me habías dicho que sirve la rameada? – Preguntó don Luis a su esposa. –Para muchas cosas, principalmente mi mamacita Elisa no enseñó que pal mal de ojo, dice que antes cuando la gente se enfermaba, acudían a este tipo de terapias y que estos zoques creían en estas cosas por sobre todas las formas de la medicina moderna, ella escuchaba como los indios decían “San Pascual quita el mal o da la muerte”.

–mamá Chatita– dijo la chunca, – yo no quiero que san Pascualito se llevé a mi papito en su carreta. – jajaja, no mijita, tu papito ya se va a portar bien y va a tomar sus medicinas porque ya sabe sobre el poder que tiene San Pascualito, ¿verdad Luis? Decíle a Malenita para que se esté tranquila. –Si Malenita, ya no voy a andar de mirón en la puerta cuando esté corriendo aire para que se me quite la tos y a vos te voy a comprar una lotería pa que juguemos al rato-. Don Luis tomó a Malenita en sus brazos y junto con Doña Chata caminaron contentos para el mercado a tomarse un sabroso pozol de cacao.

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