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lectordemaldiciones · 1 year ago
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Oct 02 - Mandrágora
Jesse ha tratado de esconderse del mundo, otra vez. Las guerras nunca terminan mientras existe alguien que las luche, y por desgracia, en aquel mundo sobraban los idealistas a los que no les importaba morir en los frentes de la batalla.
Sino pregúntale a cualquier héroe.
A Jesse no le importa la batalla, tampoco le importan los poderes, aunque en ese momento le son bastante útiles. Él nunca podría llegar a ser como su madre, pero algo en su interior se tranquilizaba cuando sus manos se desplazan por los mesones del vivero de Pamela, y siente, que las plantas pueden curarlo.
Tal vez por fin tenga un objetivo.
Empieza despacio, tocando el sustrato de algunas macetas, rociando agua a los bulbos que lo necesitan. Él es metódico y tranquilo, las plantas y la vida lo entrenaron para serlo. A ellas no les interesan los problemas con los monstruos, ellas viven por ciclos, florecen cuando pueden, agradecen con semillas y cobijan animales cuando se les necesita. Así que ellas no son criaturas a las que debas apurar, ellas lo dan todo hasta que no pueden más; y él las dejará vivir como les dé la gana.
Sus manos sangran por los cortes que hacen las raíces y las espinas, pero él no pone mucho cuidado, ellas no quieren herirlo realmente cuando Jesse corta hojas secas que ya no tienen salvación, así que a Jesse no le molesta sangrarles un poco. Ellas nunca han querido su sangre, ellas nunca le han pedido más nada más de lo que les ha ofrecido.
– ¿Qué tarareas?
Casi corta una raíz al escuchar aquella voz. Su voz.
– Zyonn, así no se saluda a las personas.
No tiene que voltearse para saber que está sonriendo. Le sorprende el no haberlo sentido antes.
¿Cuánto tiempo llevaba viéndolo y cómo entró?
– No quería interrumpirte, tienes una voz muy linda. –le responde el muchacho, su voz es como la madera, prolija y fuerte. Entonces dice:– ¿Eso fue Katy Perry? Te creía más de Sam Smith o John Lennon, tesoro.
Antes de qué puedo hacer nada, unos labios fríos se posan sobre su mejilla. A Zyonn no le detiene nada, ni las maldiciones, ni los años, ni su bastón.
Sin poder evitarlo, Jesse comienza a sonreír. – Zici, ¿qué haremos contigo?
. . .
Amarme, odiarme, golpearme, quererme, tenerme… haz lo que quieras conmigo, corazón.
A Zyonn no le importaba qué pudiera hacer Jesse, no le importaba mientras lo hiciera, mientras lo viera, mientras se acordará de él.
– Podrías salir conmigo, el martes a las ocho a jugar ajedrez, o cualquier otro día. Excepto los miércoles, odio perder contra ti los miércoles.
Jessi levantó una ceja.
Aquella visita no tenía por qué prolongarse demasiado. No había razón, pero tampoco lo había para irse. Zyonn había esperado encontrarse con Ivy. Luego de enviarle un mensaje pidiendo algunos favores y no recibir respuesta, él había supuesto que encontraría a la mujer curando alguna planta en su isla, demasiado distraída para atenderle.
Pero Ivy no estaba en la isla, Ivy no estaba en la playa, el bosque o algún lugar en el segundo Esen. No la había sentido, pero había escuchado algo, a alguien, una voz dulce que parecía llamarlo como los cantos de las sirenas desde el corazón de ese lugar alejado de la civilización.
Jesse podía ahogarlo si quería, podría romperlo y escupirlo. Él moriría feliz, sabiéndose muerto, pero extasiado de haber escuchado tan bella melodía.
– Así que… – Empezó, deteniéndose, perdiéndose en las palabras. Nunca fue alguien corto de ellas, pero siempre fallaba en presencia del hombre ante él–, buscaba algunas mandrágoras, en la tienda han llegado una serie de personas preguntando por pociones, y no me ha gustado nada. Me han pedido baba de mandrágora y les he dicho que no existe. Que se vayan a la mierda, ya no trabajo así. No voy a vender ingredientes para una futura guerra. No confío en ellos, ni lo que harán con esas pociones. Pero quisiera estar preparado, quisiera estudiarlo, reducir la posibilidad de que encuentren lo que buscan.
Él sabía que el chico que tenía enfrente odiaba el mundo. Jesse no era un héroe y él tampoco, pero eso no los hacía iguales, mientras Jesse había perdido la esperanza, Zyonn la había construido, la había robado, la había guardado y jamás la pudo desechar.
Así que no importaba realmente, a Jesse no le hubiese importado que Zyonn siguiera siendo el contrabandista del diablo, no le hubiese importado que vendiera ingredientes prohibidos, no le hubiese importado qué harían aquellas manos.
– Y viniste a buscar la baba de una de las mandrágora de Pamela – completó Jesse, sus ojos se oscurecieron. Él no preguntaba, él sabía, y poco tenía que ver con su capacidad de leer los sentimientos ajenos (aunque Zyonn sabía que Jesse jamás lo había leído).
– Sí, no me respondió, así que pensé que estaba ocupada.
Asintió varias veces.
– Lo está, pero no te respondió no por eso. Las mandragoras son sagradas para ella, no te verderá su baba.
– ¿Por qué? Las hacía como en Harry Potter. Pensé que con regalarle unos suspensorios de ruido, Ivy cedería a venderme un par de frascos…
Jesse trató de ocultarlo, pero sus labios se curvaron ante su comentario.
Zyonn ya no era un niño, pero seguía creyendo que una risa era una victoria.
– Zyonn, Harry Potter no existe y esas mandrágoras son leyendas.
– ¡Insolente!
– No, solo digo la verdad.
– Tú verdad, bombón. No hables así de Harry nunca más. Pero hablemos de la baba…
– No puedes tomar la baba de mamá, te matará. Las mandrágoras son regalo de Harley.
Oh.
– Merda.
– Sí, exacto.
Se miraron el uno al otro. Jesse negó un par de veces.
– Puedo ayudarte con la poción, las mandrágoras no se dejan mezclar por alguien que no las conozca. Tengo un poco de baba, pero antes tengo que terminar algunas cosas-
– Pues te ayudo. – Le dice sin dejarlo terminar. Zyonn camina rápidamente hacia él haciendo a su lado, su bastón repiqueteando con cada paso. Jesse no le mira distinto, pero en él quiere gritar al notar su mirada siguiéndole.
Amor, amigo, hermano, maestro.
Te amo, te amo, te amo, te amo.
Zyonn se enamoró de Jesse de forma poco ortodoxa, se conocieron en tiempos de hambre y escasez de amor. Nadie está para juzgarlos, cada cual conoce al amor de su vida como puede.
Él pocas veces se calla y hoy no no es un día donde lo haga. Interrumpe a Jesse a cada tanto, ríe cuando rompe unas hojas de eucalipto por error, y se inclina para besar el hombro del otro chico cuando lo descubre sonriéndole a las flores. Él se atreve a cortar varias gardenias y decorar el cabello de Jesse con ellas y si el rubor en sus mejillas le dice algo, es que ha salido victorioso. Zyonn pocas veces se calla, pero le encanta detenerse cada tanto a observar al que siempre ha sido su amor. A Jesse nunca le ha importado ensuciarse las manos, nunca le ha importado protegerse del sol, nunca le ha importado los besos que le han dejado mil pecas en el rostro, a Jesse no le gustan sus ojos, le parece antinatural que cambien tanto de color, odia que sean azules y luego lilas. Jesse odia sus cicatrices, las cubre con tatuajes, y esconde las más grandes en el fondo de su alma. ¿Y Zyonn? Zyonn cree que sus manos pueden reconstruir bosques enteros, que el sol es un bendito sinvergüenza por besarle sin preguntar, cree que sus ojos son pozos donde podría perderse de por vida, que sus cicatrices son historias que merecen méritos, retribuciones, canciones y demás.
– ¿Estás seguro que no gritan? – Pregunta por octava vez.
Las mandrágoras, ahora conocidas íntimas suyas, reposan en sus macetas a plena vista en la entrada del laboratorio en donde se encuentra.
Ha dejado abandonado su bastón y ahora regresa a donde se encuentra Jesse para abrazarlo por detrás. Apoya su quijada en su hombro, han pasado mucho tiempo ahí, Zyonn quiere atención.
– No, Zici.
– Que mal, aunque creo que muchas cosas en Harry Potter están mal.
– ¿Te parece? – Pregunta Jesse, sarcasmo destilando entre las sílabas. Aquello es típico del muchacho, aún con las manos ocupadas, no deja de responderle.
La baba es colocada en un recipiente, Zyonn alcanza a ver cómo esta empieza a convertirse en una masa de color negro.
– Bueno, es que a los Huff es a los que se le asocia con las plantas. ¿Pero quién diablos iría a esa casa? Eres Slytherin hasta la médula.
– Eres insufrible.
– ¡¿Yo?! ¡Pero si vamos a la misma casa! Dios, pobres los que están en nuestra sala común. Deben escucharnos cuando-
– ¡Zyonn!
La primera vez que Jesse lo salvó, eran extraños. Ambos seguían teniendo dueños. Zyonn era un niño encargado de probar venenos, pero Jesse no se lo permitió. Se tomó hasta la última gota y le dijo que aquello era su secreto.
La primera vez que Zyonn se enamoró de Jesse, ambos eran niños, a Jesse le brillaban los ojos al hablar de otro, pero a Zyonn jamás le importó la causa de su brillo.
Una de las veces en las que Jesse salvó a Zyonn, fue cuando este había decidido que ya no tenía destino. Jesse le había susurrado que lo perdonara por no dejarlo ir, que tratara de perdonarlo por haberle estropeado el intento. Fue la primera vez que Zyonn lo había visto llorar.
Una de las veces en donde Zyonn se enamoró de Jesse fue cuando el chico le ayudó a crear una poción que podía salvar a miles. Jesse odiaba al mundo, no creía en la esperanza, pero se dejaba abrazar por Zyonn mientras le contaba secretos de botánica. A Jesse no le importaba el mundo, si por él fuera podría acabarse ahora mismo, pero sonreía cada que Zyonn lo hacía sonrojar.
Una de las veces en donde se enamoraron, Zyonn dejó de pensar en los finales de su vida. Ellos no tenían epílogo, él sabía que sus almas eran infinitas y que su amor daba para mucho más.
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allyribeiro · 3 years ago
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Personagem inspirada no cogumelo venenoso Verdigris Agaric pro Funguary desta semana! ✨🍄 Dê um pulo nos stories pra ver a versão completa desta ilustração 💚☠️ . 🖌🎨 Aquarelas Winsor & Newton, lápis de cor Polychromos e guache acrílica Holbein em papel Canson para aquarela :) . A Verdigris Agaric-inspired chatacter fornthis week’s #funguary challenge entry! ✨🍄 Check out my stories to see the full illustration 💚☠️ . 🎨🖌 #winsorandnewtonwatercolors #polychromospencils and #holbeinacrylagouache on #cansonwatercolorpaper . . . . . #funguarychallenge #funguarychallengeweek3 #funguary2022 #feefalfunguary #watercolorillustration #characterillustration #mushroomcharacter #verdigrisagaric #mushroomwitch #poisonouswitch #holbeinacrylagouache #fantasyillustration #fantasycharacterdrawing https://www.instagram.com/p/CaIhDwlpZtA/?utm_medium=tumblr
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hamberry-art · 5 years ago
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It’s that time of year again~ 💜
(Original by @poisonouswitch)
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I drew some holly jolly mean girls! This is actually my first time drawing digital so I hope you like it. :0
@poisonouswitch I love it! I’m so glad the joke about Evergreen’s hair didn’t go over people’s head.
@poisonouswitch I love it! I’m so glad the joke about Evergreen’s hair didn’t go over people’s head.
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lectordemaldiciones · 1 year ago
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Oct 01 - Poison Ivy
Jesse no era amigo y mucho menos conocido del miedo, pues jamás lo había sentido. Jesse fue criado por Trigon, vendido, violado, marcado y usado. Vivió, se enamoró, mató a millones de hombres mientras otro le daba muerte poco a poco, resucitó… y no, Jesse jamás conoció al miedo
Pero lo entendía.
Allá en el fondo de su cerebro, este muchacho hijo de demonios aún conserva una habitación reservada para sus sentimientos más ocultos, y ahí recostado en un gran sillón, el miedo comenzaba a desperezarse, esperando ser escuchado.
Su madre biológica era una mujer de las sombras, cautelosa y tranquila, educada en el Templo de Azarath y la vida. A aquella chica, los años de lucha en la tierra le habían formado como heroína, pero los años de lucha contra los demonios le habían dado una oportunidad de vivir.
El miedo era caliente un veneno dulce que se cocina a fuego bajo por horas y horas, y no es hasta que está casi listo cuando uno puede subirle la llama para dejarlo hervir. El miedo es peligroso, es paralizante y ladrón de suspiros, aquel enemigo que lame sonriente el cuchillo con el que está apunto de matarte.
Y Jesse lo entendía, entendía a los humanos, a los demonios y al miedo. Si aquella fuera otra vida y aquel fuera otro hombre, tal vez el miedo sería más que un invitado de sus habitaciones ocultas, tal vez sus piernas temblaran al ver reír a una mujer que le había dado la vida, pero que no lo recuerda. Tal vez en otra vida el miedo le hubiese robado la voz y el llanto y lo hubiese convertido en la nada.
– ¿Crees que sea feliz?
– Carajo, ¿qué?
Jesse tiene que retroceder varios pasos, pues tiene la impresión que, de seguir subido al bordillo del edificio; comenzaría a pensar en el suicidio como la escapatoria como tantas veces antes. Las terrazas nunca han sido sus amigas.
– Pregunté que si crees que ella es feliz.
Cuando giró para enfrentar al hombre que lo había perseguido, se encontró con un encapuchado. Red Hood era bien conocido en el mundo, un supuesto héroe caído en la desgracia, así como mil otros. Solo y en las sombras, uno no podía hacer mucho, pero el subestimar al anonimato y el trabajo individual, nunca fue una prácticas a las que Jesse acostumbrara.
– ¿Y bien, Jason? ¿o Robin queda mejor? – El clic del seguro de las pistolas rompió aquella noche; el cañón ahora lo apuntaba.
– ¿Quién coño eres, y qué haces siguiendo a Raven?, tienes pocos segundos antes de que te vuele la cabeza.
Jesse levanta ambas manos. – Nadie, soy nadie, un amigo de un linterna que tenía curiosidad.
Desvió la vista hacia los departamentos de enfrente. Un ventanal dejaba curiosear en la vida de dos personas que ahora se prepararon para ver una película. ¿Desde cuándo Raven veía películas con Nightwing? ¿Desde cuándo la villana de sus pesadillas brillaba al sonreír? ¿Desde cuándo los humanos acróbatas se sentían a gusto entre demonios? ¿Desde cuándo Jesse empezaba a cuestionar cuánto sabía de la verdad?
– Odio a los crípticos. –respondió el enmascarado, suspirando.
Jason Todd no lo entendía, al miedo, aún cuando sus venas latieran al sentirlo, el ex chico maravilla no lo entendía, así que le disparó.
Y entonces, Jesse comenzó a sonreír.
. . .
Visitar a Raven fue un error, Jesse no necesita una madre, pero sí respuestas. Sin embargo; una niña que fue obligada a tenerlo y no tenía conocimiento de su existencia, no podría dárselas. Tal vez en algunos años, pero hoy no.
Luego de dejar a Jason inconsciente en su apartamento, el chico demonio decide tomar la planta que decoraba la sala de estar. Si tenía que estar en el mismo apartamento en el que vivía un chico maravilla, al menos tendría que salvar una vida.
Ahora era momento de volver al santuario de su madre.
La hiedra venenosa se apropió de gran parte de la isla o al menos así se vería para cualquier humano que tratara de penetrarla. Troncos, suelo y flores son cubiertas por hojas verdes letales. El muchacho sonríe al pisar sobre todo aquello, apartando un par de ramas al adentrarse entre la densidad del bosque que oculta el domicilio de su madre.
– Oh, querido, ¿qué te hicieron? – Su voz es miel de arce y viento de mar. Unos brazos lo abrazaron desde atrás y así el calor cobró vida en su cuerpo. No sabía qué tanto frío tenía hasta ahora.
Él se recuesta contra su madre, se voltea para abrazarla y suspira y suspira, esperando atenuar su corazón.
– Hueles a pólvora, cariño, – le dice Pamela con un ceño en su frente. Le mira desde abajo, pues la mujer es más pequeña, pero eso nunca la hizo parecer inferior. – sabes que odio la piquiña que me causa. Ven, te traigo una toalla, ah, ah, no me mires así, ve a bañarte.
Él no duda en darle la mano y ella no duda en recibirlo. Cuando el mundo colapso, los infelices se encuentran para sostener los escombros juntos y así protegerse.
La planta hurtada es dejada en la mesa de la cocina, las flores antes secas brillan en hermosos colores vivos, las hojas deprimidas ahora cuelgan y adornan orgullosas la habitación.
Jesse no conoce el miedo, no son conocidos, amigos o amantes, él ha sufrido demasiado para tener miedo, ha ocultado demasiado para poder albergar a alguien más en sus habitaciones.
Jesse no conoce a Raven Roth, ellos solo comparten un apellido y poderes que cada uno aprendió a maneja su modo. Ella suena como una mujer comprometida y feliz, en otra vida podría odiarla, en esta no le importa lo suficiente, pero le alegra que tenga unos amigos que se preocupen y otros que la hagan reír.
Jesse Roth ya no huele a pólvora, ahora puede ayudar a su madre, Pamela, aquella mujer que realmente lo trajo de la muerte, a cuidar de su isla que ahora está llena de bosques y risas que perdurarán por todo la eternidad.
Jesse no conoce al miedo, a superheroínas llamadas por su apellido, a demonios que lo usaron, a los amores del pasado, pero sabe que el miedo es peligroso para los que lo conocen, y que nadie hace un té más dulce que el que el de su mamá.
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