#perdida en un mundo agonizante
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wonkanerds · 2 years ago
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mmbreceda · 5 months ago
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Ay Cassadra. − Minerva Breceda.
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A Cassandra Jimenez la han encerrado en un manicomio, suena crudo, sus papás igual lo creen y por ello en reuniones cuentan que la han ingresado en una institución para el cuidado donde pueda descansar su mente. Una vacación toda pagada. Seis de sus hermanas aún en casa, algunas casadas, se han visto perturbadas por el pensamiento de que ella no volverá. 
Hace poco el sol escondido le susurro mientras la luna roncaba medio despierta, ella deambulando en los pasillos interminables con tan solo sus pisadas acompañándola estaba obligada a responderle, siguió sus órdenes hasta el jardín y ensuciándose las uñas encontró su bendita maldición: Hojas blancas encerradas en dos perfectos retratos de una virgen desnuda, ojeando este cuaderno un destello la cegó, cayeron estrellas moribundas hacia sus manos, obligada a sostener  cada hijo que del rostro del sol bajó para convertirse en nada, vida agonizante que en su cuerpo no tardó a imitar.  
— Hay algo malo en mi. Ale, mi hermana mayor me dice que ella igual es incapaz de sentir mariposas dentro, cada hombre le genera aburrimiento, está atemorizada del compromiso. De nuevo no me ha entendido ni un poco se ha hecho la sorda desde un inicio. 
Hablaba hacia la habitación pálida sobre un sillón inclinado, cada que llegaba a ponerse cómoda una brisa falsa le rozaba la frente el recordatorio de que el hombre que frente a ella estaba luciendo un traje y calzado extranjero, él, su psicólogo hacía menos que mirarla a los ojos. 
—  Quizás ambas no estén tan alejadas; toda mujer busca rebelión del hombre como parte de su libertad, la diferencia es tu perspectiva, ya has escrito mucho de las atrocidades del hombre. Es miedo lo que tienes. 
— Por supuesto que tengo miedo, todos lo tenemos, miedo a la muerte, a uno mismo, a otros, al pasado, el futuro,  del humano sin importar su sexo, es una guerra que todos pasan por alto, está ahí pero nadie lo va a ver así sean una mujer degollada con su hijo fuera del vientre en plena vereda todos evitan pisarla pero siguen caminando, por el miedo que le tienen a quien no tuvo humanidad para hacerle algo así. Usted igual no me ha entendido nada. 
El cuaderno de Cassandra escribe por su cuenta,  lleno de palabras le contaba a ella sobre un mundo construido en cimientos de cobre, manos percudidas sostenían la tierra condenadas a permanecer debajo.  Amor significaba violencia cuya existencia se llenaba del sentido en tener a un segundo, qué importaba si poco 
sabían del otro o si el odio nacia de ambos,  esos cimientos jamás caerían cuando pertenecían al otro, cuando se hizo el humano propietario de terceros se habían vuelto simple carne de deseo egoísta.  Amor con anillos, papeles firmados que cuando estos sean una burda unión simbólica se haya ido la vida más queden ambos respirando, cada quien se quede con una parte de los bienes esperando que por lo menos ese amargo recuerdo le deje una buena casa. Se ha dicho antes que era una mujer abnegada entregada a los estándares libertarios modernos, sin embargo, en su contra siempre estuvo y por ello amaba, desde el confinamiento cruzaba la creencia del amor como indispensable, se aferraba perdida otra vez en el techo del quirófano en la cita de las seis con la mordaza encima de la lengua, la placa de metal ajustada en la cabeza mientras preparaban la máquina. El vocablo humano era incapaz de tranquilizarla aquel cielo falso lo pintaba de un campo verde, ella usando un vestido de lino hecho en colores vivos esos provenientes de la tierra y el paladar, lo que le arrebataba la incertidumbre era lo que de ella había nacido se acomodaba en sus manos calcinadas un niño con la mirada de su único abuelo. “El amor es el remedio que nos mantiene en ambos pies.” se escribía inmovil tinta y papel. Mientras el mundo tenía un temblor solitario, cimientos fogosos que le caían quebrando todos sus huesos, un pequeño roce mortal, pocas palabras podían formarse apenas supo que pudo haberle ido mejor.  Bastan unos días para regresar a una rutina notándose recuperada bailaba saltando, girando, casi alcanzaba a tocar el foco de su habitación.  El cuaderno le ha dicho que se quedara callada, andaba merodeando un hombre infeliz con ella se llevaría las hojas pero que bailara incluso si los pies le dolían.  
Se preguntaba recostada discutiendo en voz alta durante un confesionario disfrazado de consulta a veces medio despierta recordaba carecer de santidad, lo que leía reflejaba de otros en ella el sentir que le ardía, ¿Por qué sus hermanas se habían casado?, ¿Por qué cuando ellas sin anticipaciones y deseos tuvieron de su vientre un regalo?, aun si de ellas nacían mismas dificultades, las facciones finas, los ojos grandes, era Cassandra atrapada en una torre. Dejada de confianza esperaba que quien la tratara tuviera soluciones. 
—  Usted no sabe lo que es amar, es una mentirosa. 
El último veredicto  dicho mientras la miraba con esos ojos muertos y vacíos. 
 A la hora de dormir Cassandra tomó mariposas a puños, algunas pasaron incómodas de la garganta hasta el estómago empujandolas las alas selladas quedaron sin salida.  El cielo estaba vacío tanto su padre el sol y su madre la luna, dios, ninguno alguna vez le respondió, nada más su eco replicándose en sí mismo formando una voz, pintando las grietas donde después colapso. Unida con las sábanas blancas el verde de sus ojos dejó de asomarse escondidos por hileras arrancadas de pestañas. Un libro teñido en blanco. 
Alguna vez vagando en las palabras donde la mente es el edén, bajo los sufrimientos y felicidades estará Cassandra meciéndose con la brisa tenue que le mueven los cabellos al recién nacido bajo su seno. 
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another-soul-cracking · 7 months ago
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Siendo justa conmigo y el mundo:
Llevo meses en que nada particularmente esta pasando
Y aun así ¿Por qué?
¿Por qué ser feliz me requiere de un esfuerzo consciente y continuo?
Si tuviera que describir mi vida en los últimos meses diría que ha estado bien, no debería quejarme porque sigo bajo un gran privilegio.
Por eso mismo no entiendo que me pasa.
Sinceramente, soy infeliz en muchos aspectos.
Caso todo el día busco ocupar mi mente o buscar que hacer que me haga feliz.
Antes lo conseguía, pero ahora incluso lo que me daba felicidad se ha sumido a un aura de pura monotonía.
Todo es un ciclo de repetitivo aburrimiento y búsqueda de propósito.
No es culpa de nadie la verdad.
Este mismo tiempo he notado algo particular también:
Tanto el olfato como los sueños, aristas de la realidad ligadas desde la raíz a las emociones, en mi están en un estado menguante esporádico.
Ya hay veces que ni distingo cual fue la atrocidad nueva que viví en mis pesadillas, pero por el contrario me encuentro conociendo nuevos olores. A veces es al revés.
He concluido una cosa en mi reflexión interna:
Estoy en un estado de carencia de objetivos, motivaciones y pasiones, atada a cosas tanto banales como justificadas. Sin encontrar creatividad, inspiración ni nada estimulante.
La vida se ha vuelto tan cotidiana que es agonizante.
Me siento como un tiburón que le cortaron las aletas y está muriendo por el hecho de no poder nadar, mas que la mutilación en si.
Me siento sin brújula, ni camino, ni guia, ni visión de un horizonte claro. Todo es simple planitud y ya.
No puedo decir que sea algo como un capricho que se me quitaría una vez se me conceda un viaje corto para menguar mis quejas.
No.
No entiendes.
Me estoy esforzando por ser feliz cada día en lo posible.
Esforzándo.
¿Qué persona sana se esfuerza por estar en paz y alegría?
No conozco ninguna.
Siempre he tratado de mantener mis emociones en control porque usualmente soy la perfecta, la fuerte, la confiada, la inteligente, el pilar que sostiene, la fuerza en mis relaciones sociales... Si flaqueo, todo se irá conmigo al piso.
Lo sé porque estos meses también he dejado de buscar a muchos, el resultado es que a quienes ya no busco, no me buscan. no he sabido de ellos en mucho.
Entonces, ¿qué en mi vida se va a sostener si yo no lo hago?
Encuentro que no tengo a nadie en quien confiar para poyarme en algo así.
Incluso si hay alguien dispuesto, no sabría cómo apoyarme por si misme.
Estoy perdiendo claridad y es agotador.
Estoy perdiendo la fuerza para contener mis emociones, y mientras más salen, más perdida me siento.
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aimeepadilla · 7 months ago
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Cuento corto, Aimée Padilla Alejandro Arroyo no era astrónomo ni científico, sino un informático mexicano con una pasión inquebrantable por los fenómenos celestiales. Su historia comenzó hace tres décadas, en la bulliciosa Ciudad de México. Alejandro observó su primer eclipse solar el 11 de Julio de 1991. La forma en que la luz se transformó y cómo el mundo pareció sostener la respiración, lo dejó maravillado. Desde entonces, su vida giró en torno a perseguir estos eventos celestiales. El eclipse del día 4 de abril fue muy especial, ya que Alejandro había jurado amor eterno a Isabella, con quién recientemente había contraído nupcias. Cuando se conocieron ella le puso el apodo de “Cazador de eclipses”, por su obsesión de estar en primera fila para observarlos. En ésta ocasión, habían viajado a Mazatlán para celebrar su unión. Habían hecho muchos preparativos de antemano para que todo fuera perfecto: el hotel, los lugares que visitarían después del evento. Cuando dio inicio el eclipse, Alejandro estaba fuera de si, disfrutando el momento con su equipo profesional para poder observarlo. Le había explicado muchas veces a su esposa como observarlo para no afectarse la vista. Isabella lo veía divertida y pensaba que no podía ser más feliz que en ése momento. El eclipse solar, como un testigo cósmico, parecía bendecir su amor. Pero cuando la sombra de la luna cubrió el sol, algo cambió. Una vibración en el piso lo sacudió. Alejandro perdió el equilibrio y, en un parpadeo, se encontró en una dimensión desconocida. La luz era pálida, como si el sol se hubiera retirado avergonzado. El aire olía a ceniza y a recuerdos rotos. No había horizonte, solo una vasta extensión de tierra y cielo fusionados en un gris melancólico. El horror se apoderó de Alejandro. Su esposa, Isabella, había desaparecido. Gritó su nombre, pero solo el eco le respondió. Las sombras se retorcían, como serpientes hambrientas. Cada paso que daba lo alejaba más de su realidad anterior. El tiempo se desmoronaba y las estrellas, en lugar de brillar, lloraban lágrimas de plata. En esta dimensión, los espejos eran portales. Alejandro encontró uno, su superficie pulida como un lago de mercurio. Se atrevió a mirarse. Su reflejo no era él mismo; era un doble distorsionado. Los ojos, antes llenos de asombro, ahora reflejaban el miedo. Las manos temblorosas tocaron el espejo, pero solo sintió frío y vacío. La ciudad de Mazatlán también existía aquí, pero en ruinas. Las calles estaban desiertas, las casas derruidas. Los faros de los autos parpadeaban como luciérnagas agonizantes. Alejandro vagó por las avenidas, buscando respuestas. Encontró un cartel desgarrado: “Bienvenido al Valle de los Espejos”. Las almas, atrapadas entre dimensiones, se arrastraban como sombras. Sus ojos sin esperanza lo miraban. Alejandro supo que no estaba solo. Isabella también estaba aquí, perdida en este espejo siniestro. Pero ¿cómo encontrarla? ¿Cómo romper el hechizo? ¿Cómo regresar al punto de partida? ¿Qué sucedió y como había llegado allí? Las noches eran peores. Los eclipses se repetían, una y otra vez, como un reloj roto. Alejandro se arrodillaba, suplicando a la luna y al sol que lo liberaran. Pero solo el silencio respondía. Alejandro ahora atrapado en su propia leyenda, escribió en las paredes con tiza invisible. Mensajes de amor, promesas de regreso. Pero el espejo devoraba sus palabras. Y así Alejandro Arroyo, el hombre que cazaba eclipses, se fundió con el eclipse que lo engulló . Su reflejo en el espejo siniestro seguía buscando a Isabella. Las almas perdidas lo rodeaban, susurrando palabras incomprensibles en sus labios distorsionados. ¿Podría escapar algún día? ¿O sería otro eclipse más en este abismo sin tiempo? Solo el espejo sabía la respuesta, y no estaba dispuesto a compartirla. En el mundo real, Isabella seguía con su vida, al lado del otro Alejandro… su otro yo que ocupó su lugar cuando dio un salto entre dimensiones. Y así, el Cazador de E...
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laazoteainfra · 1 year ago
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ESTE ES EL POEMA QUE DEBÍ RESCATAR DE MI ROSTRO ESTRELLADO POR EL ATARDECER, MIENTRAS DECÍAS QUE CONMIGO NO ESTABA TU VERDADERO HOGAR.
 
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es un tipo de memoria muy pobre
la que solo funciona hacia atrás.
(lewis Carroll)
Vi a Alicia descender por una madriguera
hasta llegar al bolsillo izquierdo de mi camisa de fuerza,
quise seguirla, toqué sus dedos como teclas de piano
sus muslos ardientes
a través del cerrojo de una puerta
por donde yo solo conocía el placer con los ojos afilados en forma de lágrima.
La llevé hasta la Plazuela para contarle la historia de aquella
civilización de estatuas
que sin permiso dominaban al clima.
Alicia arrojaba estrellas cristalizadas en sus palabras
como colecciones esquizofrénicas de imperios con asma,
los cuales hacen del lenguaje, jadeos y orgasmos purísimos.
Alicia sollozaba mientras yo le preguntaba sobre sus alucinaciones,
esos primeros intentos por permanecer oculta
bajo los continentes del pasado,
y sus amores de cometas musicales
entonados para la futura resaca de mi verbo insólito.
Su infancia junto a ese barrio marginado pero maravilloso
cuando ella dirigía al aire sobre una bicicleta.
Sus facciones al reconocer que estaba perdida
a punto de ser decapitada
por confiar en seres imaginarios, insólitamente agradables
quienes la guiaban asegurándole que no había otra Reina para sus Corazones.
Que yo recuerde, Alicia dijo que su país estaba
donde se escribiera un poema largo como caída sin retorno,
que se quedaría conmigo aunque nos faltara poco tiempo;
pero quién quiere seguir siendo una chiquilla ilusionada
cuando se pueden romper todos los espejos.
 Ya era tarde para retenerla.
Alicia dejó de frecuentar los parques, donde embriagado
solía hacerle un caligrama parecido a esta urbe destruida
por tantos hoteles clausurados,
que ahora me la recuerda tanto;
un viejo mapa luminoso sin gravedad entre espasmos y jardines
lejos de cualquier paraíso perdido, como una historia clínica jamás reclamada.
Pero no fue suficiente con dejarme, también debía alejarse
de todos aquellos que la vimos crecer.
(Alicia tenía a alguien más esperándola en casa)
Yo que le regalé jaulas de oro vacías,
entendí demasiado tarde que era necesario encontrar la llave que la hiciera libre,
antes de culpar a las nuevas enfermedades del siglo .
Por eso, que hoy deambulo destrozado y herido
tumbado sobre las aceras desgastadas como el lomo de un animal disecado,
aferrado a contemplar las cosas más humildes,
entre los corredores de esta ciudad universitaria,
y declarado culpable ante el juicio de la ruina.
Exhalando a solas el humo de una vieja oruga agonizante,
para que así, mi memoria sea el último cinema bizarro
capaz de proyectar escenas inéditas.
Como una enorme bestia poseída, vigilando las azoteas del fin del mundo,
mi locura muere si ella deja de pronunciar mi nombre
y mi llanto adormece el pulso de las manecillas
que danzan para la hora final.
Y mi cuerpo, se convierte en un refugio nuclear en llamas,
tallado con silabas nocturnas donde ella nunca más volverá a amanecer.
Porque Alicia al fin ha regresado
y yo, he de resignarme a ser
aquello que no me atreví a reconocer desde el principio.
Con mis delirios, esa pata de conejo blanco en el cuello
y mi sombrero.
Bulla para contextualizar:
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the-ghoust · 3 years ago
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Solo siento el vació aquí adentro (en mi pecho) tratando de comprender, por que sucede esto el sentimiento de querer acabar con todo
La ansiedad elevándome de manera rápida y tirándome al piso de una jalada me siento tan dolida
Solo siento triste(za) a mi corazón quien solo trata de hacerme vivir cada día más
Se siente horrible aquí (adentro) me siento perdida, en un mundo incierto donde el "ya no se que pensar", es mi único pensamiento
Constante, palpitante desesperante, agonizante es tan pero tan asfixiante
Tratar de seguir tratar de vivir trata de sobrevivir.
— The Ghoust
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las-microfisuras · 3 years ago
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Los hombres huecos
El Señor Kurtz- muerto Un centavo para el viejo Guy
I
Somos los hombres huecos, los hombres llenos de aserrín apoyando unos en otros las cabezas rellenas de paja ¡Pobre de mí! Nuestras ásperas voces, cuando susurramos juntos quedas y sin sentido como viento en hierba seca o el trotar de las ratas sobre vidrio roto en nuestros sótanos secos.
Contorno sin forma, sombra sin color; fuerza en detención, ademán inmóvil.
Aquellos que han cruzado con los ojos fijos al otro Reino de la muerte nos recuerdan —si acaso— no como violentas almas perdidas, apenas como los hombres huecos los hombres llenos de aserrín.
II
Ojos que no me atrevo a mirar en sueños en el reino del sueño de la muerte ellos no aparecen: Ahí, esos ojos son rayos de luz en una columna rota, ahí hay un árbol meciéndose y las voces son en el canto del viento más distantes y solemnes que una estrella agonizante.
No dejen que me aproxime al Reino del sueño de la muerte permítanme que use también disfraces convenientes pelaje de ratas, piel de cuervo, palos en cruz en un descampado, meciéndome como se mece el viento No más allá –
No ese encuentro último en el reino crepuscular.
III
Esta es la tierra muerta, la tierra del cactus, aquí se erigen imágenes de piedra, aquí reciben las súplicas de las manos de un hombre muerto, bajo el parpadeo de una estrella agonizante.
¿Es esto así en el otro Reino de la muerte despertar a solas en la hora en que temblamos de ternura? Labios que quisieran besar formulan oraciones en piedra rota.
IV
Los ojos no están aquí No hay ojos aquí En este valle de estrellas moribundas En este valle vacío Esta quijada rota de nuestros reinos perdidos.
En este el último lugar de reunión vamos juntos a tientas y evitamos hablar congregados en la playa del tumefacto río.
Ciegos, a menos que reaparezcan los ojos como la perpetua estrella la rosa multifolia del reino crepuscular de la muerte única esperanza de los hombres vacíos.
V
Aquí vamos dando vueltas al nopal, al nopal, al nopal Aquí vamos dando vueltas al nopal a las cinco de la mañana.
Entre la idea y la realidad entre el movimiento y el acto cae la Sombra porque Tuyo es el Reino.
Entre la concepción y la creación entre la emoción y la respuesta cae la Sombra la vida es muy larga.
Entre el deseo y el espasmo Entre la potencia y la existencia Entre la esencia y el descenso cae la Sombra
Porque tuyo es el reino
Porque tuyo es la vida es Porque tuyo es el
Así es como acaba el mundo Así es como acaba el mundo Así es como acaba el mundo No con un estallido sino con un quejido.
Extraído de T. S. Eliot : Collected Poems, 1909 – 1962, Harcourt, Brace and World, 1963 | Traducción de Rodrigo Arriagada Zubieta | Buenos Aires Poetry, 2020.
Paul Almàsy, Louvre, Paris, 1942
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tuttiflower · 3 years ago
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Por qué te vas: Reseña de Cría cuervos, de Carlos Saura, España, 1975. 
Por Flora Covarrubias 
“Por qué te vas” es una canción compuesta por José Luis Perales, interpretada por Jeanette, la cual se hizo famosa, gracias a la película “Cría cuervos”, escrita y dirigida por el director español Carlos Saura, en 1975, justo en el periodo final del franquismo. Se dice que esta película alude, precisamente, a la muerte de este gobierno y a la incertidumbre de lo que vendría –la transición a la democracia–.
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Con esta canción, la pequeña Ana (Ana Torrent) y sus hermanas, Irene (Conchi Pérez) y Maite (Matye Sánchez), viven, a su manera, el duelo por la muerte de su madre María (Geraldine Chaplin), y la recuerdan mucho, a través de este tema musical, sobre todo Ana, quien desarrolló una conexión especial con su mamá, a quien vio enferma y agonizante, a diferencia de sus hermanas, y por ésta y otras razones, Ana, de adulta, dice que no tuvo una infancia feliz, ya que extrañaba mucho a su madre y odiaba y culpaba a su padre por causar la muerte de ésta, con su infidelidad, abandono e indiferencia. Poco después, muere su padre, según Ana, por un supuesto veneno que ella misma le puso en la leche, pero que, en realidad, era bicarbonato.
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Parece ser que, en este filme, María, la mamá de Ana representa a la madre patria; su padre Anselmo (Héctor Alterio), quien era un importante militar, quizá personifique al mismísimo general Franco y a su opresor gobierno, y Ana y sus hermanas, podrían representar a los ciudadanos inocentes de esta patria, quienes resultaron lastimados, al haberla visto dañada, enferma y muerta, en manos de un tirano, y quienes, también, sufrieron las tristes consecuencias de esta situación.  
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Durante toda la película, vemos cómo Ana, que es una niña introvertida, pero rebelde a la vez, está muy molesta por esto, pero también porque, después de la muerte de sus padres, ahora viven con su estricta tía Paulina (Mónica Randall), quien, al igual que su papá –toda proporción guardada– les quiere imponer su autoridad, por lo que Ana también desea su muerte.  
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Esta niña seguido piensa en la muerte, incluso en la suya, y, para contrarrestar esto, imagina que su madre sigue viva y que, incluso, la puede invocar. Así la historia se narra con saltos al pasado y al presente, donde Ana vive, en un mundo confuso, entre la fantasía y la realidad. 
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Desde la primera vez que vi esta película, me impactó mucho, ya que muestra una gran conexión entre madre e hija, entre la pequeña Ana y su mamá, María, una mujer que dejó su sueño de ser pianista por cuidar a su familia. Ella es interpretada por Geraldine Chaplin, quien también interpreta a Ana de adulta.  
Aquí hago un paréntesis acerca de que el personaje de Ana se llama igual que la actriz infantil que la interpreta, Ana Torrent, quien, cuando participó en “El espíritu de la colmena”, no entendía por qué su personaje llevaba un nombre diferente al suyo, y, tanto en esa película como en “Cría cuervos”, le dejaron su nombre al rol que interpretó; en ambos casos: Ana. 
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Siguiendo con el tema de la conexión madre e hija, creo que muchas personas nos vemos reflejadas en este vínculo filial. En mi caso, yo tenía una conexión muy fuerte con mi mamá, y esta segunda vez que vi “Cría cuervos”, ella ya no está conmigo, y me hizo recordarla, ya que mi madre, al igual que María, falleció por una enfermedad, por lo que esta película realmente me llega al corazón. 
Literalmente, este filme toca y apachurra el corazón del espectador, al ver el sufrimiento de una niña, que piensa mucho en la muerte y que fantasea mucho con una madre que ya no está. No solo nos llega a los que hemos vivido con un padre enfermo o al que hemos perdido; realmente, es una situación muy impactante para cualquiera que la vea, porque un niño debería disfrutar de su infancia, aunque, en muchos casos, no es así, y esto se muestra en esta película. Se dice que Ana tuvo una infancia perdida, al igual que sus hermanas y muchos niños que vivieron en el contexto del franquismo. En esta película, este régimen está visto desde los ojos de Ana, y de su familia.
“Cría cuervos” me parece entrañable, pues, a pesar de la dura situación que muestra, vemos cómo Ana y sus hermanas extrañan a su mamá, mientras viven con su tía Paulina y su abuela, y cómo toda la familia recuerda a sus familiares fallecidos, a través de fotografías, objetos o de la música, por ejemplo, con la melodía que María tocaba en el piano o con la canción “Por qué te vas”, que Ana y sus hermanas escuchaban constantemente, seguro porque les recordaba a su madre, y a mí me hizo reflexionar acerca del vacío que deja una persona que se va de este mundo, en los que nos quedamos y más, si pierdes a tus padres cuando eres niño.  
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Sin embargo, a Ana, a pesar de que al principio de la película descubre que su padre muere en la cama con otra mujer, aparentemente, eso no le duele sino le da coraje y, realmente, a la que extraña es a su madre, a quien recuerda, imagina e incluso siente, casi todo el tiempo, en su mundo de fantasía, lo que demuestra su gran tristeza de haberla perdido. Este universo surrealista también nos recuerda a Ingmar Bergman y a Luis Buñuel, dos grandes influencias de Saura. 
En “Cría cuervos”, las niñas experimentan el duelo por la muerte de sus padres y tienen que aceptar esta situación, viviendo con su tía, pero, como siguen siendo niñas, juegan juntas, sobre todo a ser adultos y recordar lo bueno y lo malo de sus padres, vistiéndose y actuando como ellos. Sin embargo, la mayoría del tiempo, tanto las niñas, como su mascota o su abuela están encerradas en la casa, y pocas veces salen de este ambiente opresivo y claustrofóbico, como cuando van a la finca de los amigos de la familia. Solo cuando están fuera de casa, se sienten libres. 
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En resumen, esta película habla de “la transición” e incertidumbre posterior al periodo franquista y, en este caso, posterior a la muerte de los padres de estas niñas. También habla de la violencia y de la sangre (representada en el color rojo, que abunda en la película), así como de la tristeza y de la muerte que dejó esa dictadura, incluyendo la muerte de María.  
Además, hay nostalgia por el pasado, antes del inicio de dicho gobierno. El tiempo presente, en este caso el verano, es lento y aburrido como el confinamiento que actualmente vivimos por la pandemia. Además, aunque “vivan en el pasado”, están esperando un futuro mejor, representado por las niñas. Sin embargo, al ver a Ana adulta, ella misma nos cuenta que no fue feliz durante su infancia, pero que, a pesar de ello, parece ser una mujer hecha y derecha, quien, pudo resolver los problemas que vivió en esa etapa de su vida, como su obsesión por la muerte. 
“Cría cuervos” también critica la doble moral de una sociedad patriarcal, representada en los personajes adultos, excepto en la abuela (que no habla, como buena mujer sumisa) o, en contraste, Rosa (Florinda Chico), la sirvienta, quien es la única que dice la verdad a las niñas, por ejemplo, dice que Anselmo, el padre de las niñas, era tremendo y se decepcionó de haber tenido tres hijas mujeres, y en esta película se retrata a las mujeres de la época, que solían ser sumisas y se dedicaban a sus funciones como la de ser madre, tía, abuela o criada. Esto lo vemos también en la verdad que revela Ana, por ejemplo, cuando le dice a su abuela que la dejaron sola y que nadie le hace caso, o cuando se siente culpable, en el momento en que le dice a la muñeca que es mala y desobediente por no hacerle caso a su tía y por hacer sufrir a sus hermanas. Sin embargo, a pesar de su edad, Ana, va en contra del patriarcado, por lo que desea la muerte de las personas que lo representan. 
También, hay un momento de la película en el que Maite, su hermana menor, dice: “Cuando mi mamá murió, yo no había nacido”, cosa que le dijo Ana. Irene, la hermana mayor, también tiene una pesadilla relacionada con la muerte, y cuando juegan a las escondidillas en la finca, al encontrar a sus hermanas, Ana les dice que se mueran, ellas se tiran al piso y Ana reza para que resuciten, como, seguramente, deseaba que resucitara su madre… 
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“Cría cuervos” aborda, magistralmente, temas muy importantes y profundos, que ya he mencionado, y vale mucho verla para entender ese momento crítico en la vida de las mujeres españolas de esa época, representado por diversas generaciones de mujeres de esta familia y de personas allegadas a ellas como Rosa, la sirvienta o Amelia (Mirta Miller), la amante. Todo esto es visto desde los ojos de una niña, y creo que no es exclusivo de España ni de esa época, ya que, hasta la fecha, la mujer busca ser más independiente.  
Esto es parte de lo que sucede en la entrañable película “Cría cuervos” de Carlos Saura, que es un clásico del cine español, que ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 1976, además de obtener otros premios y nominaciones y de pertenecer a The Criterion Collection. ¡No se la pueden perder!
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rinconliterario · 4 years ago
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“La música y el silencio” Alejandra Pizarnik, 1970.
Los sonidos de la música pueden acabar con los duros bordes de las cosas. Gracias a ella algo empieza a fluir y el que la compone (y también el que la oye) se vuelve capitán de un RÍO. El silencio es mi voz, es mi sombra, es mi llave. [El silencio] se despliega, me bebe, me consume. Mi enorme sanguijuela se acuesta en mí. Contra el silencio, las palabras. Pero Michaux desconfía demasiado de las palabras, armas melladas, instrumentos rotos. Y más aún: signos con lo hostil que acecha: Palabras, palabras que vienen a explicar, a comentar, a revolcar, a que sea justificable, razonable, real, prosa como un chacal. Es preciso que jamás olvide: yo me asfixiaba. Yo reventaba entre las palabras. Por eso, contra el silencio y contra la palabra: un piano. He de detenerme en lo que Henri Michaux dice del piano pues nunca nadie lo dijo de una manera tan perfecta: Compañero que no me observa, que no me evalúa, que no toma nota, que no conserva huellas, compañero que no exije, que no me obliga a prometerle nada. Con él, todo tan simple. Yo me acerco. Él está listo. Yo traigo la obsesión, la tensión, la opresión: Él canta. Yo traigo la situación irremediable, el vano despliegue de esfuerzos, el fracaso de todo junto con la mezquindad, las precauciones llevadas por el viento, por el fuego, por el fuego, sobre todo por el fuego: Él canta. Yo traigo inundación a la sangre, el rebuzno de los asnos contra la paz, los campos, el trabajo forzado, la miseria, los prisioneros de la familia, las cosas a medias, los amores a medias, los impulsos a medias, y menos que a medias, las vacas flacas, los hospitales, los interrogatorios policiales, los lentos agonizantes de las aldeas perdidas, los amargos vivientes, los dañados, aquellos que derivan conmigo sobre la helada y loca ladera: Él canta. Yo acarreo todo en desorden, sin saber lo que traigo, de quién, para quién, quién habla en la cesta de las llagas: Él canta. Él canta. Para quien sabe buscar todo se vuelve búsqueda. Acercarse al piano y dejar que cante es acercarme al piano y dejarme cantar. Pero sobre todo es transformar el encuentro con el piano en un lugar de aprendizaje: Lo que yo quisiera es música para cuestionar, para auscultar; para acercarme al problema del ser: Michaux no quiere componer como un compositor, en particular no como un compositor occidental: quiere hacer música de gorrión, de gorrión no muy decidido, posado sobre una rama, de gorrión que trataría de llamar a un hombre. Quiere una música para pedir auxilio en el horror, en el no saber, una música no parecida a ninguna a otra sino solamente parecida a él, música para reconocerse, para decir su nombre, una música que señale su lugar, que exprese su carencia de un lugar: Una melodía pobre, pobre como la que le sería necesaria al mendigo para decir sin palabras su miseria y toda la miseria alrededor y todo aquello que responde miseria a su miseria, sin escucharlo. Como un llamado al suicidio, como un suicidio comenzado, como un retorno perpetuo al único recurso: el suicidio, una melodía. Una melodía de recaídas, melodía para ganar tiempo, para fascinar a la serpiente, mientras que la incansable frente siempre busca, en vano, su Oriente. Las ondas pequeñísimas de la música nos consuelan del insoportable «estado sólido» del mundo, de todas las consecuencias de este estado, de sus estructuras. El tiempo, gracias a ella, se vuelve agradable de saborear.
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carolgoalz · 4 years ago
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💀💐Corpse Bride:
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— Entonces ¿qué pasó entre ustedes?
— Solo lo que tenía que pasar. Pero debo de empezar desde el principio, así que toma asiento por favor, que está no es una larga historia solo una muy triste.
El golpe no fue fuerte, fue letal. Nos tomó desprevenidos, no lo vi venir, de un momento a otro mi cuerpo estaba hecho pedazos sangrantes y calientes pero ya no sentía dolor.
Un muy feo accidente para el que no había solución y el tiempo se me escurría de los dedos velozmente, me aterraba mirar abajo... mirarme, ¿que iba a ver?
La estrella de la muerte en plena destrucción, los pedazos volando y los segundos pasando, ni la ayuda más rápida le ganaría al reloj.
¡Lo siento mucho!
Lo comprendí antes de que ocurriese, mucho antes, me estaba yendo y no podía permanecer más tiempo ahí, al fin estaba pasando, estaba siendo expulsada inexonerablemente de la vida.
Todo acababa allí me gustara o no.
No fue culpa de nadie, mi final ya estaba marcado y tampoco existía quien me pudiera salvar de mi destino.
El solo hizo lo que tenía que hacer, lo que cualquier mente razonable y cuerda hubiese hecho, lo que todas las almas precavidas del mundo moderno le hubiesen aconsejado.
La nigromancia no es una opción. Los muertos a lo muerto y los vivos con los vivos. ¡Buen viaje!, nosotros nos dividimos aquí mismo.
Entonces el se levanto y se fue, se rindió y acepto mi pequeña ausencia.
Tranquilo tomo sus cosas y se alejo pacíficamente.
Aquí ya no había nada más que hacer, o ¿que otra cosa se hace con un cadaver?, quizá bonita mientras vivió, quizá cálida mientras tuvo aire en los pulmones, y música en el pecho, y quizá solo quizá remotamente entretenida y adorable.
Pero ahora acabada.
La muerte negra y gélida ha venido por mi.
Convertida en solo un cuerpo, gris, pálido y frío que en cualquier momento empezaría a apestar.
Al no presentar signos vitales me dio por muerta.
Debió pensar que estaba perdida, no tenía salvación, que era así y ya no había vuelta atrás y tenía razón, yo estaba por vivir un cambio en el que nunca retrocedería otra vez, un cambio permanente.
Las mariposas jamás vuelven a ser orugas.
No lo culpo yo también lo hice, yo también pensé que era mi fin.
¡Una estrella agonizante!
Lo que no sabíamos es que cuando las estrellas mueren, explotan e incendian toda la cúpula celeste, inundándolo todo de luz y belleza, se expanden, transmutan.
Solo cambian de forma, seria algo así como un paso más en la evolución.
¡Una graduación!
No estaba muriendo estaba trascendiendo.
Aquel no era mi fin, era un nuevo comienzo.
En realidad nunca estuve muriendo solo estaba creciendo y mi cuerpo debía cambiar, mi forma inicial era demasiado pequeña para la siguiente etapa de vida.
Un pequeño sacrificio, mi cuerpo por mi vida, lo viejo por lo nuevo.
No era una conclusión, era un crecimiento expansivo y exponencial, ahora mis partículas viajarían a la velocidad de la luz en todos los colores a los lugares más insospechados del universo durante eones, creando más vida, y pintando nuevos horizontes, aportando, enriqueciendo, animando.
Yo era magia viva, la chispa de la vida, la partícula de Dios, esa era mi nueva labor.
Autor: Carol is love 💫
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esuemmanuel · 6 years ago
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La Fachada.
Primera Parte
Segunda Parte
Tercera Parte
Cuarta Parte
Quinta Parte.
Sexta Parte.
VII.
Creo que no había dormido tan bien como esa noche, descansé como un bebé, todo era silencio y paz, no había nada que me perturbara; todo era perfecto, hasta el canto de las aves que se paseaban por las ventanas. ¿Hace cuánto que no escuchaba tan claro el murmullo de la vida sin esos pestilentes ruidos que me acosaban cuando había aliento en ellos? No podía ser más feliz. Así, con esa desbordante alegría, me puse de pie y comencé el día. Era lunes, primer día de la semana, debía llegar antes de las siete a la compañía, y lo hice. El viento me parecía diferente, el color del cielo; tan azul y simple, parecía hablarme con esos esbozos blancos que eran las nubes en lo alto. No podía ser más fascinante. Al llegar a la oficina, me dirigí al cubículo de Rebeca, la miré como si fuese la primera vez, con el amor desbordándose por mis ojos y el gozo tremendo de saberla ahí. Me saludó con una sonrisa tan amplia; tan viva y tan exquisita que me fue inevitable suspirar como un adolescente. ¿Qué tenía? ¿Cuál era su secreto? ¿Cómo es que me tenía así, tan loco, tan perdidamente enamorado, tan enajenado de su presencia? Era algo tan incomprensible hasta para mí. Me había vuelto su esclavo, su títere, su hombre, y no me quejaba por ello; al contrario, el poder que tenía sobre mí era lo que me hacía respirar. No pude acercarme a darle un beso, pero nos dijimos con la mirada todo lo que nuestros labios anhelaban y que, en ese momento, por cuestiones de moral y ética laboral, no podíamos expresar abiertamente. Caminé en dirección a mi oficina sin apartar de mi mente esa sonrisa que Rebeca pintó en mis labios sin tocarme, estaba vuelto loco y los compañeros de trabajo lo percibían; me miraban y me saludaban de manera jovial, algunos me hicieron comentarios que rayaban en lo cómico, los cuales me provocaron reír. Fue un muy buen comienzo de jornada hasta pasadas dos horas; ahí comenzó a golpearme la realidad.
Llamadas constantes a mi celular, una tras otra, parecía que se habían vuelto locos mis vecinos, ya que eran ellos los que habían comenzado a marcarme. No respondí, silencié el dispositivo y traté de continuar con mi trabajo, sin embargo fue complicado dejar de mirar a la pantalla del aparato parpadear. Tomé un respiro mientras me puse de pie, caminé de un lado a otro dentro de mi oficina, pidiendo que cesaran las llamadas y, por un momento, pareció que mi deseo había sido escuchado. El celular dejó de vibrar. Me pasé las manos por el rostro tratando de calmar la ansiedad que me estaba haciendo mella. No podía fingir, me sentía atrapado, pero trataba de no aparentarlo. Volví a tomar asiento frente a la computadora e, inconscientemente, volteé a mirar la fotografía que yacía a la izquierda del monitor; helas ahí, enmarcadas en un "para siempre", mis hijas y mi mujer, sonriéndome como si siguiesen con vida. Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza, tragué saliva y apreté los ojos. De repente, deseé que todo fuese una pesadilla; no más llamadas al celular, no más ansiedad recorriéndome las extremidades, no más amargura haciéndose hiel en mi boca, no más temor a cometer un error, no más ficción... ¡no más nada! Pero, no podía cambiar el fluir de las cosas, ya no... Había tomado una decisión y era necesario seguir adelante, por mi libertad y el amor que me consumía.
Llegó el medio día e, ingenuamente, pensé que habían terminado las llamadas. Quise salir a conversar un rato con Rebeca para tranquilizarme, pero el hecho de pensar en ello me ponía aún más nervioso. Fue así que tomé el celular y revisé el número de llamadas que había tenido a lo largo de la mañana, fue en ese preciso momento que recibí la llamada de un número desconocido. No sé qué me pasó, pero respondí de manera automática, como si hubiese estado esperando por ese repiqueteo. Del otro lado, la voz de un hombre se hacía escuchar, lo supe aun antes de que lo dijera; era policía y estaba frente a mi casa, con mis vecinos, cuestionándose preocupados en dónde es que estaba mi mujer ya que ninguna de sus amistades parecía estar al tanto de su paradero, así como tampoco había nadie en mi casa que pudiera dar respuesta. El oficial se portó paciente y comprensivo, pero me exigió me presentara en mi casa para darle, al menos, una razón coherente de lo que estaba pasando; le dije que llegaba en una media hora y colgué. ¿Qué más podía hacer? Me tragué mis propias verdades y di paso a una actuación más, no era algo que no pudiera hacer, estaba acostumbrado a fingir ya.
El tiempo se acortaba, sucumbían los segundos ante el andar de la camioneta en la que iba a mi casa, las luces rojas se olvidaron de aparecer, no había nada que pudiera poner en pausa el suceder de las cosas, y yo que ya no podía desear más que no llegar a mi destino. Al llegar, estacioné casi frente a la casa de mis vecinos, los mismos que vi al llegar; me esperaban con ansiedad, se les miraba al caminar, más a ella, a la buena amiga que no se despegaba para nada de mi mujer. ¿Cómo pude pasar por alto ese hecho? Bajé de la camioneta y fui, directamente, a la portezuela trasera para hacerme de la llave que abría la puerta del garaje. Caminé con relativa calma hacia el oficial y lo saludé con un fuerte apretón de manos; me repitió lo que me había dicho por teléfono, estaba ahí por mis vecinos, ya que mi mujer había quedado de verse con la vecina una vez que dejara a las niñas en la escuela, sin embargo, al no recibir respuesta alguna de ella y al ir a tocar a la casa, después de percatarse de que sus sandalias estaban en la puerta del patio trasero, se les hizo sospechosa su repentina ausencia. Todo parecía decir que estaba ella en casa; su auto y la camioneta que usábamos al salir en familia, ahí estaban, excepto ella y las niñas. Se me vino el mundo encima, pero continúe con el engaño, abrí el portón y, como si hubiese abierto la compuerta de una presa, entraron los vecinos y el oficial a mirar y revisar, respectivamente, el interior de la casa. Ignoro qué fue lo que pensé en ese momento, sólo recuerdo que todo pasó en cámara lenta; el oficial detrás de mí, preguntándome si tenía problemas con mi esposa, si no sabía de verdad en dónde estaba y si se había llevado con ella a las niñas, revisó lo que pudo de las habitaciones mientras, en mi desconfiada indiferencia, me perdía en mensajes de texto entre Rebeca y yo. La vecina lloraba en su angustia al tanto que su esposo miraba por toda la casa buscando algo que le dijera lo que había pasado con mi mujer. Los odié por su imprudencia, por su necedad, por su falta de respeto; ahí estaban, dándose el derecho de preguntar por la que había sido mi mujer como si tuviesen más responsabilidad por ella que yo. El oficial, al terminar de revisar la casa, se puso frente a mí y comenzó con la interrogación. En mi ficción, le fui sincero. Le dije que no sabía a dónde se había ido mi mujer, desconocía su paradero y, en mi aparente desasosiego, le mostré el celular de mi esposa; el cual, le dije, había dejado en casa, quizás, para no ser localizada. Ilusamente, creí que me creyó, pero mis vecinos seguían insistentes, le comentaron al oficial que el vecino de la casa contigua tenía cámaras de vigilancia y le metieron la idea de revisarlas; quizás, ahí podrían encontrar la respuesta. El suelo se me resquebrajó bajo los pies, el corazón me latía en las orejas, la garganta se me cerraba y la respiración se me complicaba y, a pesar de todo, no sudaba, estaba hecho hielo.
Salimos en dirección a la casa del vecino, el mismo que yacía en su puerta mirando lo que pasaba en mi casa; se le veía inquieto. El oficial le comentó el problema y la necesidad que tenía de revisar las imágenes que haya captado su sistema de seguridad. Sin poner objeción alguna, el vecino nos dejó pasar, nos guió por la estancia hasta llegar a la sala de televisión; ahí, encendió la pantalla y comenzó a buscar en los archivos los vídeos de la fecha en la que estábamos. Como era de esperarse, en la grabación que iba de ese día lunes, sólo aparecía yo al salir temprano hacia mi trabajo, de mi esposa ni hablar, no aparecía ni ese día, ni el anterior. Esto orilló al oficial a pedirle que se fuese a la grabación del sábado. Sin titubear, le comenté al oficial que mi esposa había salido de viaje y que había llegado a la media noche del Domingo. Sin pensarlo, le dio la orden al vecino que pusiera, una vez más, la grabación del Domingo, pero empezara por la madrugada. Fueron los minutos más agonizantes de mi vida. Vimos llegar a mi mujer a casa a la 1:30 a.m., no recapacité, la razón me había enmudecido, las emociones se me secaron, nunca me había sentido tan muerto. De pronto, en mis ojos se dibujaron esas imágenes, me estaba viendo desde afuera, esa madrugada del Domingo, sacando maletas de la casa para meterlas a la camioneta. Me llevé las manos a la nuca, respiré profundo, pero el aliento no me alcanzaba. ¿Estaba perdido? ¿Todo había terminado? ¿Ése era el fin de mi sueño con Rebeca? Quise desaparecer, esconderme, refugiarme en algún lugar lejos de ese mundo que parecía arrastrarme, no podía dejar de fingir ni aun con ella muerta, seguía exigiéndome aparentar ser algo que no quería y yo me mantenía cayendo como todo un ignorante. Escuché lejanamente la voz del oficial que me preguntaba qué hacía a esa hora del Domingo y qué tanto cargaba en la camioneta, lo volteé a mirar, pero no lo vi a los ojos; mi mente estaba en el vacío. "Herramientas que requería ese día en el trabajo", le respondí. Era suficiente. El oficial no ahondó más, no podía hacerlo, no había pruebas suficientes para señalarme como sospechoso. Se retiró, no sin antes decirnos que, al paso de 72 horas, si no se sabía nada aún de mi esposa ni de las niñas, iban a comenzar a darlas como perdidas e iban a iniciar la investigación correspondiente. Me miró fijamente, casi pude leer en sus ojos lo que en realidad pensaba de mí, pero no cedí... Asentí y le di las gracias.
— Esu Emmanuel©
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edescalona · 5 years ago
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••LOS HIJOS DE LA MUERTE••
Siempre me he preguntado ¿cuando no tienes buena vida, es mejor la muerte? Dicen que morir es pasar a mejor vida, aunque la incertidumbre de comprobarlo desata el miedo, pero la muerte es tan sensata que sabe el momento en el que debe llegar, el destino la llama y sin poder desobedecer simplemente llega y termina la historia.Se podría decir que es un punto final, nadie sabe qué va más allá de la muerte pero los que aprenden a entenderla comprenden que una vez muerto, nada importa.
Soy un ángel de la muerte y vengo a narrar una historia que para muchos puede ser entretenida y para otros puede recordarles un suceso de la vida. Quiero regalarles esta historia porque de mi tiempo es la que considero que tiene mejor enseñanza. Durante siglos he caminado entre ustedes, nadie puede verme y, sinceramente, no me interesa su mundo tan podrido, lo he visto crecer entre reyes, villanos y conquistadores, he aprendido que todos aprenden a temerme y que las historias más fascinantes jamás se cuentan en un libro de historia.
Todo comenzó una fría mañana de invierno, fui convocado por el destino a recoger el alma de un hombre enfermo, entre llantos y lamentos tomé el alma y la saqué de su cuerpo, ignorando los gritos de todos, que imploraban por su muerto, la puse como siempre en mi bolsa de terciopelo y me di la vuelta. Cuando observé a sus dos hijos en una esquina desconcertados, me parecieron tiernos, era como si pudieran verme, por un momento lo pensé, pero no suplicaron solo me observaron en silencio.
La casa era muy humilde, la familia era pobre y escuché el murmurar de los vecinos señalando a los niños como pobres, decían que la mamá no los atendía y que en ese mismo instante estaba perdida en alguna cantina sin siquiera saber lo que había ocurrido. Salí de la casa y por un momento dudé en llevarme esa alma, pero aunque hubiera querido ya no se podía hacer nada, me fui de ahí sin dejar de pensar en los niños. Durante los siguientes días recorrí esas calles y pude observarlos solos, maltratados y sin comida, su madre no aparecía y los vecinos les daban sobras a través de una ventana rota.
La pequeña de unos siete años y el niño de unos nueve, tenían que enfrentar la hambruna, la pobreza, la humillación y el frío, su madre no aparecía. Eso me hizo pensar que la verdadera crueldad nace en los humanos, porque ni los animales tendrían una conciencia tan fría.
Pasaron los meses y empecé a ver a la madre teniendo amoríos con un tipo que no daba buena espina, vivía con ellos pero maltrataba a los niños obligándolos a hacer trabajos pesados y pegándoles todo el día, la madre apoyaba a su pareja pues decía que ahora él era el hombre de la casa y debían obedecer.
Observé tanta injusticia que en ese momento empecé a reflexionar si lo que esos niños realmente tenían era vida, con los zapatos rotos, ropa sucia y sin lavarse caminaban por la calle haciendo mandados para obtener comida y la tarde se volvía feliz si alguno de ellos conseguía un dulce, eran tan buenos hermanos que todo lo compartían, de alguna manera fueron despertando mi interés.
Los acompañé muchas noches frías, escuché sus sueños, sus ideas y todo lo que tenían planeado en su vida, el niño siempre se portó valiente protegiendo a su hermana, le daba el más grande trozo de pan diciendo que él era un ser mágico que} no necesitaba comida y le contaba historias de princesas pobres a las que premiaba la vida con príncipes azules y caballos blancos. Él la transportaba a un mundo de fantasía, tantas veces ella se durmió en sus brazos con una sonrisa, su hermano sabía distraer su hambre y le daba el cariño que no tenía de sus padres.
El padrastro solía vigilarlos cuando la mamá no los veía y notaba en él sus malas intenciones, no saben cuántas veces acaricié su corazón para alertarlo de que no me tenía muy satisfecho su vida. Pero no puedo llevarme a nadie esa es la regla de oro yo solo soy un lacayo del destino y por mucho que quiera arrancar una vida no debo hacerlo si no se me solicita. Esos niños se fueron convirtiendo en mi pasatiempo favorito, muchas veces saqué la enfermedad de sus cuerpos cuando no había medicinas, era lo más que podía hacer por ellos, tantas veces quise regalarles aquello que tanto querían, helado de fresa le decían, los vi sufrir en silencio el abuso, el maltrato y el abandono, y aun con todo eso su sonrisa y su amor por su madre prevalecía.
Hay madres que no se merecen el amor incondicional de sus hijos. Una tarde el destino solicitó mi presencia en esa casa, llegué tan rápido como pude, ¿eran mis niños? Entré, el padrastro luchaba con mi niño y de una bofetada lo estrelló contra la pared, mi niña agonizaba con las ropas rasgadas, mi niño con su último aliento imploró que no le hiciera nada y de pronto su alma se convirtió en una pequeña esfera brillante que yo podía tocar.
El padrastro caminó hacia la niña desacomodándose el pantalón cuando, desobedeciendo al destino, tomé su corazón y lo hice pedazos, cayó de rodillas a unos metros de la niña, su cara sin aire me miraba, sus ojos se rebelaban ante mí y podía observarme, su miedo se reflejaba en su mirada, lo vi y saqué su alma, la dejé ahí, enmedio de la nada. Mi niña agonizante me dio una sonrisa y me dijo llévame con mi hermano al castillo grande con caballos blancos, la tomé entre mis brazos y en forma delicada saqué su alma y la puse en mi bolso de terciopelo junto con la de su hermano, las entregué al Eterno con la promesa de darles el más hermoso de los cielos, la vida fue su infierno, era hora de tener paz.
Fui al funeral, la madre lloraba a féretros fríos preguntando qué había pasado a sus hijos, gritando al viento no te los lleves, contaba historias tiernas sobre ellos a personas hipócritas que sabían tan bien como yo la historia real, pero a estas alturas los lamentos, los errores y las súplicas ya no servían de nada. Nunca volví a ver a mis niños, donde están ahora es un lugar hermoso a donde yo no puedo llegar. Pero sé que estando juntos en ese lugar verdaderamente pueden llamarlo hogar.
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btscenarios-espanol · 7 years ago
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4 o’clock – K.T.H
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Pedido de este SONG escenario AQUÍ...
Pareja: Taehyung x Lectora
Género: Angst
Argumento: Una noche de desvelo se transforma en un escenario agonizante para Taehyung. ¿Por qué te marchaste? ¿Por qué fue tan imbécil dejándote ir? Taehyung mira el reloj, son las 4 de la mañana.
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Taehyung se volvió a levantar agitado de su sueño. Se despertó nervioso, tomando grandes bocanadas de aire, sin saber dónde estaba. 
Al observar los oscuros muebles de su habitación se calmó un poco pero, no obstante, inconscientemente, giró su cabeza hacia la izquierda.
Sus ojos, instintivamente, se posaron en el lado izquierdo de la cama de matrimonio de su habitación, encontrando de esta manera, un estrepitoso y doloroso vacío. No había nadie a su lado. No estabas tú. 
Su terrorífico sueño era sólo una mera copia de vuestra existencia.Su pesadilla había traspasado los límites de la realidad.
Taehyung bajó la cabeza. 
Seguías sin estar ahí.
¿Dónde estás?
Cogió el móvil que reposaba en una esquina del colchón. Miró la hora. Eran las 4:01 de la mañana.
Volvió a tumbarse, esta vez con las manos en los ojos, no pudiendo aceptar la realidad. ¿Por qué estaba pasando esto?
Frustrado, apartó las manos que reposaban en su vista para quedarse mirando al techo por un momento; pensando en ti, en vosotros, en vuestro pasado, en vuestras dulces sonrisas y adorables murmullos que habían presenciado esas cuatro paredes, que, en forma de música, habían hecho bailar a las estrellas. 
Lo que pareció un destello en vértice de su campo de visión le sacó de sus desgarradores pensamientos. Un poco aturdido, se centró en la lumbre multicolor que ahora estaba centrada en el techo. Taehyung se asentó en la cama para buscar el motivo de aquel fulgor. Nada más mirar al frente se encontró como la incipiente luz de la luna estaba reposando sobre uno de sus colgantes, descansando encima de su cómoda.
Taehyung, embelesado, se quedó observando aquella maravillosa casualidad. 
Poco a poco la luz que irradiaba en su ventana fue haciéndose cada vez más grande y luminosa; cada vez más azul. Su habitación, al instante, se volvió del color de un mar agitado, que contrastaba con los grises pensamientos de Taehyung.
No estabas ahí. Se encontraba sólo, perdido, angustioso, roto. Parecía como si la Luna, al saber que se encontraba despierto, hubiera querido alargarle su mano para indicarle que todo saldrá bien, para indicarle que no estaba solo; ella estaba allí, junto a él, para hacerle compañía.
Sólo puedo recolectar los trozos de mí bajo la luz de la luna.
Con la habitación ahora iluminada, comenzó a visualizar en su mente, en forma de Flashback, momentos de vuestra vida en ese dormitorio, como si, a pesar de haberte marchado, los simples objetos que se encontraban allí siguieran siendo portadores de tu esencia.
Comenzó fijándose en la pared que era contigua a la puerta, y su mente no puedo evitar evocar cómo le encantaba besarte allí: con tu espalda reposada sobre la fría superficie y sus manos sobre tu cuello; cómo te reías, rompiendo involuntariamente el beso, sobre sus labios; cómo tus cálidas manos rodeaban su cara mientras que con una delicada sonrisa le mirabas a los ojos. 
Su mirada ahora se fijó en el armario. Recuerdos de cómo te cabreabas con él por no dejar sitio para su ropa empezaron a inundar su conciencia.
“¡Taehyung! ¡No es justo! ¡Mira! ¡El 80% del espacio del armario es tuyo! ¿Y yo qué?”
Tahyung, ante tus réplicas no podía evitar no sonreír. Eras la persona más adorable cuando estaba enfadada del mundo. 
“Espera que te dejo espacio”
“¿Dónde?”
“Aquí”
Sin pedirlo, Taehyung te plantó un beso en los labios. Al cortar el beso, se te quedó mirando con una tierna y sonora sonrisa. Tú, que aún seguías cabreada, te limitaste a darle una palmada en el hombro.
Poco a poco, a medida a que su memoria acudían más y más recuerdos, Taehyung iba apretando cada vez más su puño derecho. 
Tenerte en su memoria, tenerte presente en forma de recuerdo en su habitación, le hacía mucho, mucho daño.
Por último, se fijó en la parte final del reflejo de la luz de la luna, que, como si no hubiera sido deliberado, acababa en tu almohada. El reflejo era anguloso y recto en forma de flecha, señalando a la figura que dentro de la mente de Taehyung reposaba ahí: tú.
Taehyung, pasó su otra mano por la superficie de la cama, emulando cómo tocaría la línea de tu figura dormida; cómo tu largo pelo comenzaría reposando sobre la almohada para, después caer sobre el colchón; cómo experimentaría sentir otra vez el calor de tu cuerpo dormido; cómo volvería a oler tu aroma; cómo volvería a amarte.
“Taehyung”
Taehyung oyó cómo lo llamabas de repente. Con la mirada perdida comenzó buscar tu figura por la habitación. 
No había nadie. 
Parecía que había sido su imaginación. Su subconsciente le estaba indicando el deseo que tenía por oírte pronunciar su nombre otra vez.
Ahora, despierto de sus pensamientos. Observó como la luz azul que alumbraba el dormitorio se iba desvaneciendo, para volverse de un color carmesí.
Cuando nos adentramos en la profunda noche, el sonido de tu voz atrae al rojo amanecer.
Taehyung deshizo el puño. 
Se levantó en su pijama de seda y se dirigió hacia la ventana. Observó cómo cada vez la silueta de la luna iba evaporándose y difuminándose con el color rojo del cielo.
Rapidamente, se dirigió a su mesita de noche y cogió una libreta pequeña y un bolígrafo. Arrancó una hoja y tiró la libreta en la cama. Continuó caminando hasta la ventana y, apoyándose en la cómoda, al lado de su colgante, comenzó a escribir.
“Antes de que te vayas, por favor”- sus lágrimas empezaron a manchar el papel- “ayúdame a tenerla de vuelta, por favor, es lo único que quiero”
Un día le escribí una larga carta a la luna; 
Cuando la noche termina y la luna se va a dormir, la luz azul que me hizo compañía va desapareciendo.
Basado en: 4o’clock- RM, Taehyung (BTS)
https://www.youtube.com/watch?v=yP1pQ6FigQk
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naren-of · 2 years ago
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El malestar infinito sobre dejarte ir
Porque pensar lo que conlleva
dejar ir un alma inocente
que anhelaste en las noches
más oscuras de tu mente agonizante
De sentimientos aparentemente
perdidos intencionalmente
por culpa de sentir
incesante de los miedos
Del día a día de cada torturante
recuerdo palpitante de un amor
Perdido en la infinidad
De los susurros de los demonios
Que en mi cuarto habitan
Gritando por encima de mi
Consciencia que lo hiciste mal
Dudar de mí sentir hacia alguien
Que claramente se convertiría
En el mundo de donde solo muerto
O agonizando del corazón podría salir
Solo se puede pensar en saber
Como la vida puede ser tan cruel
Para hacer el vivir de esa alma perdida
Puñaladas de inferioridad que no paran
Solo por reprochar la perdida y convertirlo
En un malestar infinito por soltar aquello
que jamás se debió ir
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an-daisy-blog · 6 years ago
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alucinación
Esa noche, esa triste y desolada noche, ya había empuñado la libertad en mis manos, no temblaba, y que miedo me daba lo decidida que estaba. 
Las mejillas húmedas y los ojos rojizos, mientras que un corazón destrozado y dolido aclamaba tranquilidad.  
Un suspiro luego de otro, un alma gritando y la mente no razonando. 
Se desliza su borde filoso a través de su destino, gotas estrelladas en el piso, mientras que el cuerpo se relaja sin previo aviso. 
Extendido sobre el campo yace en completa oscuridad, mientras que la larga espera angustia para que todo llegue a su final. 
Porque tenias que llegar? la conexión sigue igual? yo estaba feliz partiendo y tu vienes con tus delicadas y pequeñas manos a secar esas gotas calientes. tu mirada profundamente cálida, que decían nunca te quiero ver mal. la sonrisa hipnotizante, que con solo verla tus peores miedos se irán. 
Llegaste en el momento justo, pero para que? me salvaste de un estado sin dolor y sin vida, para traerme a donde mas sufro por tu partida. 
Tu voz pronunciando mi nombre, y yo perdida en las facciones de tu rostro. 
Sentí que fue tan real, pero tu para mi nunca fuiste alguien mundano, porque trasciendes de cualquier calificativo de belleza y alma descrita por alguien que no conoce como eres en realidad. 
No odio que me hayas salvado, sino haber despertado y ver como ese sueño se iba despejando como la neblina. Sentir como nuevamente te ibas de mi vida. 
Gracias por devolverme a este mundo, porque a pesar de que fui yo la que detuvo la corriente de la apertura, fuiste tu la que amparaste el alma y corazón de un agonizante ser.         
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discostozier · 7 years ago
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A Guy That I’d Kinda Be Into
Parejas: Bill Denbrough/Stanley Uris, Eddie Kaspbrak/Richie Tozier
Resumen:  —Digamos que-que… —Escupió Eddie antes de que giraran en el pasillo hacia la izquierda y antes de que uno de los dos pudiese decir algo más. Abrió la boca y pareció tragar aire como un pescado fuera del agua. —Digamos que sentías que conocías a una persona, ¿no? Pero ahora ya no sientes lo mismo.
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                                                           I
—Está bien. Sí tengo un… problema.
Stan cerró la puerta de su casillero con más fuerza de la necesaria por error, su atención había sido absorbida por Eddie y por la expresión en el rostro de Bill, supuso que estaba en la misma posición. Tomó una bocanada de aire, como si fuera a iniciar la conversación inminente, pero era más para prepararse para lo siguiente. Dejó a Bill tomar las riendas.
—Ha-hasta qué, Eddie. —Dijo Bill con una pequeña sonrisa. Después, su rostro se volvió más serio.
Eddie tardó un poco en hablar, tanto que Stan volteó a ver al techo de la escuela esperando a que sonase la campana. Cómo tenían clase juntos a la siguiente hora, empezó a caminar hacia el salón que les tocaba sabiendo que los otros dos lo seguirían. Sonrió mentalmente cuando así fue.
—Pues… pues hipotéticamente hablando… a ver. —Eddie abrazó con más fuerza los libros que tenía contra el pecho. Su mirada parecía perdida, claramente buscando como explicarse, pero aun así esquivaba a los otros alumnos en el pasillo con una facilidad que había desarrollado en todo su tiempo como estudiante.
—Solo escúpelo, Eddie. —Dijo Stan con un poco de molestia. No era nada personal, pero ya estaban llegando al aula de clases y en cualquier minuto sonaría la campana detrás de ellos. Además, les tocaba la clase de álgebra y Stan siempre trataba de poner especial atención en la materia.
—Digamos que-que… —Escupió Eddie antes de que giraran en el pasillo hacia la izquierda y antes de que uno de los dos pudiese decir algo más. Abrió la boca y pareció tragar aire como un pescado fuera del agua. —Digamos que sentías que conocías a una persona, ¿no? Pero ahora ya no sientes lo mismo.
Stan y Bill compartieron una mirada de preocupación.
— ¿A-a-alguien te estuh-esta m-molest-tando, Eddie?
— ¿Cuándo no, Bill? —Replicó Eddie, pero rápidamente negó su cabeza. —No me refiero a eso.
— ¿Entonces?
—Pues, ya saben. —Se encogió de hombros, cómo si eso explicara todo el asunto. Parecía hacerse más pequeño conforme la conversación avanzaba, con una ceja ceñida casi de manera permanente. —Cómo cuando conoces a una persona por mucho tiempo y de repente, dejas de verlo con los mismos ojos. Y te das cuenta de que… de que…
Stan fijó su mirada en Bill.
—De que cambió, o tú cambiaste. —Murmuró por lo bajo, y en un momento de pura espontaneidad, empujó a Bill y a Eddie en el baño en cuanto vio la puerta de hombres. Ignoró sus protestas, y después de revisar debajo de las compuertas de las casetas para asegurarse de que estuviera vacío, giró hacia Eddie con un aura casi acusatoria. — ¿Es alguien que conocemos?
El rostro de Eddie se coloreó de rojo casi de inmediato, incluso ante la mirada confusa de Bill se sentía como un libro abierto. Y Stan parecía leer entre líneas a la perfección. Tragó en seco, y asintió con la mirada baja.
—Sí, y el problema es que no sé qué rayos hacer. —Dijo con un tono rendido y sus hombros caídos. Stan sintió pena por él, pero antes de que siquiera pudiese pensar en palabras de aliento para Eddie, Bill posó una mano en el hombro de su amigo.
— ¿Te gusta alguien, Eddie? —Preguntó después de por fin entender de que hablaban los otros dos. Sonrió un poco cuando Eddie volvió a asentir. — ¿Y cuál es el problema?
Stan se mordió un poco labio. Por un lado, entendía a qué se refería Bill, pero para él ya parecía una experiencia natural tener sentimientos y poder hablar y vivir con esos sentimientos cómo si nada. Y por el otro lado, entendía a Eddie, que ni siquiera había explicado el problema y ya se sentía identificado. Se cruzó de brazos, de repente sintiéndose a la defensiva por un problema que no era suyo, y se alejó de los lavabos del baño lo más que pudo, optando por recargar el hombro en la puerta de una de las casetas.
— ¡Muchas cosas, Bill! —Exclamó Eddie. Volteó a ver a la puerta con aire desconfiado, se mojó los labios y continuó: —Es muy complicado, quisiera actuar con normalidad pero no puedo y ugh, es horrible sentirse así por alguien. Lo peor es que la otra persona no puede enterarse de esto, por qué si no sería mi fin, oh Dios, sería mi completo fin, moriría de vergüenza
— ¿Quién es? —Preguntó Stan antes de que pudiese seguir hablado de lo horrible que era que te gustara alguien o que Bill empezara a sermonear a los dos sobre las maravillas del amor, y Eddie lo miró con los ojos como plato. Stan alzó una ceja esperando una respuesta. —Dijiste que lo conocíamos, ¿quién es?
A Eddie se le bajaron los colores, y seguramente la sangre, al piso. Apretó más los libros que no se había atrevido a soltar durante toda la conversación y buscó con sus ojos la puerta. Parecía un animal arrinconado buscando una salida para poder huir, y si escapaba, Stan no lo iba a perseguir. Eso podía dejárselo a Bill.
—Es… eh, es… —Eddie volvió la mirada hacia Bill buscando refuerzos, pero para su desgracia, Bill tenía incluso más curiosidad que Stan en sus ojos. Tragó en seco, y abrió la boca, listo para escupir la sopa y rendirse, pero alguien abrió la puerta del baño y sus ojos de pánico buscaron al culpable velozmente. — ¿Ben?
— ¿Chicos?
— Ben, es Ben.
—Soy Ben.
— ¿Es Ben? —Preguntó Stan, y tocó la campana de la escuela. Por un momento, entró en una especie de pánico al pensar en llegar tarde a la clase de algebra, pero la voz de Bill lo sacó de su trance.
—Deberíamos irnos antes de que llegue el maestro.
Eddie asintió y salió tan rápido del baño que no lo alcanzaron hasta llegar al salón de clases. Stan saludó a Ben antes de salir al pasillo y Bill hizo lo mismo. El muchacho solo devolvió el saludo con una expresión de confusión que se notaba a leguas.
                                                          II
Después de las clases de algebra, Stan no volvió a ver a Eddie hasta la hora de salida. Sinceramente, él hubiese esperado hasta que Eddie quisiera abordar el tema de nuevo, pero Bill era tan buen amigo que no podía esperar hasta que eso pasara, y Stan simplemente no podía decirle que no últimamente. Por lo mismo, acorralaron a Eddie en las escaleras de la escuela, antes de que llegaran los demás. Sentía pena por Eddie, pero una especie de pena empática; no se imaginaba a sí mismo en aquella situación, y rogaba a todo lo bueno que nunca fuese a quedar bajo la luz acusadora de alguien más. Aunque, en primer lugar, él nunca diría por lo que estaba pasando.
Aferró el agarre a su mochila cuando divisó las gradas a lo lejos. Las canchas de la escuela se iban despejando poco a poco, pero incluso después de la campana había mucha gente cerca.
“Seguramente hoy hay entrenamiento de futbol” Pensó vagamente.
Siguió de cerca a Bill y a Eddie en un silencio estruendoso hasta llegar los primeros asientos disponibles que encontraron. Colocó su mochila con cuidado en el piso, contrario a Bill que la dejó caer sin gracia, y Eddie ni siquiera se la quitó al sentarse. Después, nadie rompió el silencio por otros 3, tal vez 4, minutos.
—E-entonces, B-ben, ¿eh? —Bill fue el primer valiente en hablar, aunque no hizo contacto visual con Eddie. Miraba hacia el edificio de la escuela con las manos en el regazo hechas puños. Stan se abrazó a sí mismo y Eddie no levantó el rostro del piso. —N-no me la e-esp-peraba.
Silencio.
—Ben es un b-b-buen chi… ch-chico. —Continuó Bill en un momento agonizante para los tres, evitando el tema de que a Eddie le gustase un chico de manera magistral. Conforme continuó hablando, Stan notó que se ponía nervioso de manera exponencial, pero no sabía cómo pararlo. —M-m-mejor que o-otros en la escu-cuela. Y s-sé qué p-p-parece imp-p-posible, p-p-pero n-no se va a acab-bar el m-mundo.
Stan dejó de mirar a Bill en cuanto se dio cuenta de que lo estaba haciendo antes de que Bill también se diera cuenta. Optó por bajar la mirada hacia Eddie, pero frunció el ceño casi enseguida.
— ¿Eddie? —Murmuró, pero Bill siguió hablando sobre él.
—Es uno d-de tus m-mejores ami-migos…
—Bill.
—…nuh-no cre-creo que B-ben d-d-deje de s-s-serlo puh-por esto…
—Bill.
—…p-p-pero n-no p-p-pienses que el am-mor es c-cuh-cruel, E-eddie
— ¡Bill!
Stan se encogió un poco en su lugar al notar que había llamado la atención, pero no encontró otra manera para detener Bill antes de que siguiera dando un sermón a oídos sordos. Frunció el ceño, ignorando la cara de perro pateado de Bill para mirar severamente a Eddie.
El maldito se estaba riendo en sus narices.
— ¿Eddie? —Preguntó Bill. No entendía que había dicho mal y buscó una respuesta en Stan, pero no encontró apoyo alguno.
— ¿Qué pasa? —Levantó un poco la voz Stan para que Eddie lo escuchase por sobre su risa. Se había agarrado su abdomen y cada vez era más fuerte. Hasta que conectó en la cabeza de Stan. — ¿No es Ben?
Eddie aulló de risa.
— ¡Ben! ¡Oh Dios! —Varias miradas se concentraron en ellos. Stan sintió su rostro arder con fuerza. — ¡No puedo creer que se la creyeron!
—E-e-ent-t-t… —Bill inició, pero no pudo continuar. Su rostro estaba enrojeciendo, aunque Stan no sabía decir si de vergüenza o de enojo. Mejor continuó por él.
—No es Ben, ¿entonces quién es?
Eddie negó varias veces con la cabeza e hizo un ademán de limpiarse las lágrimas de sus ojos conforme su risa iba amenguando. Sin decir nada más, se levantó de su asiento y acomodó el agarre en su mochila.
—No, no es Ben. —Soltó otra risa. —Pero ya me tengo que ir a mi casa.
—E-e-esp-pu
—Gracias por todo chicos. —Dijo, y sin más, se fue.
                                                         III
Volteó a ver al reloj colgado en la pared, faltaban cinco minutos para que sonase el timbre; después a la maestra frente a él, sentada en el escritorio revisando los trabajos que hicieron en clase con lo que parecía ser apuro, y al final volteó a ver a Eddie, sentado contra esquina de él. Abrió su agenda de tarea, tomó una pluma negra, y en la última página escribió:
Ben
Ya había pasado un día desde que Eddie había dicho que le gustaba alguien. A Eddie le gustaba alguien, y a pesar de que él los había buscado por consejo, al final solo los había dejado con la duda y las palabras en la boca. Stan no quería admitirlo en voz alta, pero la curiosidad lo estaba carcomiendo por dentro y ahora que ya estaba metido en el meollo del asunto, al menos quería saber quién carajos era.
Golpeó suavemente la punta de la pluma contra la hoja de papel, apenas dejando manchas de tinta, pensando en qué más escribir.
Ben
Greta Bowie?
Recordaba con dificultad como hacía un año Eddie había dicho algo sobre Greta Bowie. Sí, algo sobre Greta Bowie y el tenis, con lo que le gustaba a Eddie ver los partidos de tenis detrás de la cerca de la casa de Greta Bowie. Stan no recordaba que Eddie dijera que le gustaba Greta Bowie, solo que tenía cabello llamativo, rostro bonito y que jugaba tenis.
Con 1 minuto para que tocara la campana de la escuela, volvió a levantar su pluma para anotar:
Ben
Greta Bowie?
Bev
Bill
Richie
Mike
Y, dudando:
Yo? Stan
                                                        IV
Stan se acercó a Eddie a la hora del almuerzo. Se adelantó tanto como pudo y lo agarró del codo para que los demás se alejasen un poco, ya que no quería que nadie los escuchase hablar.
—Oye, Eddie, quiero preguntarte algo. —Dijo en voz baja, y sin esperar a que Eddie contestase lo arrastró un poco más alejado de la entrada de la cafetería y un poco más cerca de la pared, esquivando a unas cuantas personas y botes de basura en el camino. — ¿Te gusta Greta Bowie?
— ¿Qué? —Eddie se quedó estupefacto antes de soltar una risa por lo bajo y hacer cara de asco. —No, claro que no.
—Oh, qué bueno. —Suspiró Stan y soltó su agarre. Le creía por la mirada que tenía en el rostro. Sonrió un poco, y recordando como Greta Bowie lo había empujado de camino a la cafetería y había molestado a Bev en el transcurso de la semana, dijo: —Porque es una maldita.
                                                            V
Eliminando a Greta Bowie de la lista, quedaban otros cinco prospectos. Lo obvio sería pensar que Beverly sería la finalista, pero Stan tenía miedo de que no fuera así. Bueno, en realidad no, tenía miedo de que él fuera el resultado, ya que no podía corresponder a Eddie. Y tenía miedo de que fuera Bill, por… razones.
No tenía sentido, si lo veía en retrospectiva, y lo sabía muy bien. Si ellos eran, ¿entonces por qué Eddie había ido con ellos en busca de consejo? Bueno, había ido con Bill en busca de consejo y Stan solo estaba ahí de casualidad. Buscar ayuda en una situación romántica con Stan era como buscarle peras al olmo, tenía la misma experiencia que Eddie. Pero, aunque fuese así, si no le había molestado que Stan escuchase sus problemas entonces no era él, ni Bill, ¿verdad?
— ¿A ti antes te gustaba Bill, no? —Dijo bruscamente y de la nada, y sintió como sus mejillas ardieron cuando se dio cuenta de lo que había preguntado. Afortunadamente, a ellos les tocaba salir a comprar las chucherías para ir a la casa de Bill por la tarde, y estaban solos en la tienda. Sintió la mirada de Eddie hacerle un hoyo en la cabeza y pretendió leer con determinada atención el contenido nutricional de un empaque de galletas.
—Sí. —Por fin dijo Eddie. El pasillo estaba vacío y Stan sentía que sus palabras hacían eco, pero tal vez era su imaginación. —Pero ya no, digo, lo quiero mucho como amigo, pero solo eso, como amigo.
—Oh.
—Bueno, voy por las bebidas.
Stan asintió, y debilitó el agarre en el empaque de galletas.
                                                              VI
Stan cerró la llave del lavabo, tratando de no mirar el sumidero, nunca le había gustado prestarle más atención de la necesaria. En cambio, fijó su mirada en el espejo delante de él, pero con una mueca pensó que no había sido la mejor idea. Tenía una fina capa de sudor cubriendo su frente, y aunque había dormido bien la noche anterior, sus ojos parecían estar hundidos. Apenas habían llegado a la casa de Bill, Stan se había excusado para ir al baño, sobre todo para evitar las miradas de los demás por el momento, aunque había llamado más la atención con su extraña actitud.
Chisteó la lengua y volvió a abrir la llave del lavabo, se enjugó el rostro, y tras secarse cuidadosamente con toallitas de papel se atrevió a salir del baño del segundo piso. Los demás seguramente estarían en el cuarto de Bill o en su garaje. Tenían planeado hacer que el sótano de Bill fuera un lugar más habitable para seres humanos, pero eso tendría que esperar hasta las vacaciones de verano. Por ahora, se conformaban con sentarse en el piso del garaje o compartir asientos en el cuarto de Bill.
Primero decidió pasar por el cuarto de Bill tratando de no hacer mucho ruido con sus pisadas. El cuarto estaba vacío, y aun cuando debió de salir del cuarto, se quedó un momento plasmado en el umbral de la puerta observando el pequeño desorden en el que vivía Bill. Sonrió, no un desorden tan grande cómo había presenciado en el cuarto de Richie, solo era lo suficiente para saber que alguien vivía ahí. Después volvió a sentirse un poco inquieto consigo mismo, y en largas zancadas se acercó a su mochila para resolver un asunto antes de buscar a los demás.
Ben
Greta Bowie?
Bev
Bill
Richie
Mike
Yo? Stan
— ¿Stan?
Stan volteó tan rápido en su lugar puntitos grises inundaron su visión. Sintió pánico en su cuerpo, aunque ver en su mochila y escribir en su agenda no era anormal y estaba en su total derecho.
— ¿Georgie? —Respingó Stan.
“¿Qué hace aquí? ¿Qué él no había…?”
—Me asustaste por un momento, Georgie. —Stan soltó en un suspiro, sentía un extraño alivio al verlo ahí en el umbral de la puerta, pero también sentía escalofríos. Después, sonrió un poco y se levantó de dónde estaba agachado. —Vamos con los demás, ¿sí?
Georgie asintió y sonrió como solo un niño de su edad podía. Extendió su mano hacia Stan y él la tomó, a pesar de que ya a los 9 años los niños empezaban a soltar la mano de sus hermanos. Bajaron las escaleras juntos hasta llegar al garaje, dónde estaban los demás. Bill, Ben y Bev parecían discutir sobre qué juego escoger primero, Richie se entrometía de vez en cuando a la discusión con la boca llena de papitas y Eddie y Mike charlaban amenamente un poco más lejos del alboroto. Stan no pudo evitar observar la conversación de lejos, aprovechando que nadie había notado su presencia ni la de Georgie.
— ¡Miren quién se dignó a presentarse! ¡Nada menos qué Stan el Galán! —Stan rodó los ojos cuando Richie rompió su oportunidad. Soltó la mano de Georgie y dejó que el niño corriera con Bill, seguramente a enterarse de lo que estaba pasando. —Por un momento pensé que te habías ido por el retrete.
—Bip Bip, Richie. —Caminó hasta su mejor amigo y tomó papitas de la bolsa. — Por lo que veo todavía no deciden por un juego.
—Nop
— ¿Por qué no jugamos un partida de Monopoli?
—Oh, no. No, no, no. —Richie negó la cabeza varias veces con un puñado de papitas en el aire. Escuchó a Mike y a Eddie reírse.
— ¿Qué? ¿Por qué?
—Porque siempre nos ganas en Monopoli, Stan. —Dijo Eddie. Estaba recargado de lado contra el hombro de Mike en un gesto que a Stan le recordaba cuando Georgie se quedaba dormido alrededor de la segunda película en el hombro de Bill en las noches que los acompañaba, como hoy.
—Tiene razón. —Dijo. —Creo que no es una partida, y no soy el único. Por eso están decidiendo que jugar. —Señaló al trío discutiendo cerca de los juegos, justo como al principio, solo que ahora Bill tenía a Georgie en brazos. Stan quiso protestar, pero tenía que admitir que una de las razones por la que le gustaba jugar Monopoli era porque era tan sencillo ganarles, así que prefirió no comentar nada al respecto.
— ¿Qué les parece King of Tokyo? —Preguntó Beverly 5 minutos de discusión, una intervención por parte de Georgie, y una bolsa de papitas después. — ¿Les parece?
King of Tokyo era un juego de mesa más corto que Monopoli, y uno en dónde Stan estaba al mismo nivel que los demás. Además, era el juego favorito de Georgie y ninguno de los 7 perdedores podía decirle que no.
                                                           V
—Creo que deberíamos dejarlo aquí.
El garaje estaba completamente oscuro, especialmente con el portón cerrado. La única fuente de iluminación provenía de la pantalla del proyector y gracias a la figura de Luke Skywalker en la pared, Stan pudo ver el rostro de Ben en el otro lado del sofá, sus piernas aplastadas por la cabeza de Mike mientras todo su cuerpo caía lentamente al piso. Stan no pudo evitar reír un poco, ya que él mismo era la almohada de un Richie babeante.
— ¿Sabes dónde está el control? —Preguntó Ben en un susurró que Stan apenas pudo escuchar, pero asintió. Habían puesto el control del proyector al lado del sofá, justo a un lado dónde él estaba, pero no podía llegar tan fácil con Richie encima.
—Eres una molestia hasta en sueños… —Murmuró, tratando de voltear su cuerpo. Trató de empujar el cuerpo de Richie un poco, tampoco quería tirarlo al suelo sabiendo que se quejaría sin parar al día siguiente. Escuchó la risa ahogada de Ben a un lado suyo cuando terminó cargando a Richie con sus piernas y tuvo que tomar un pequeño descanso.
Tal vez sí podía tirar a Richie al piso…
Volteó su rostro, hundiéndolo en él posa brazos mientras analizaba la situación. Ben no podía ayudarlo, con Mike inhibiendo sus piernas; Richie era un inútil en ese estado; Bev y Eddie estaban totalmente fuera de servicio en la cama provisional hecha de colchas, abrazándose como si la vida se les iba en ello, y Bill era un ovillo en el puff, envuelto en una sábana llena de dinosaurios. Se veía tan ad-
Hundió su rostro en el posa brazos hasta que le dolió la nariz, tratando de ahuyentar la sangre que se le había subido a la cabeza. Tratando de espantar las imágenes de él, enredado en la sábana de dinosaurios de Georgie junto a Bill. Pero el puff era pequeño para ambos, tendrían que estar apretados para que ninguno se cayera al piso. Juntos. Muy pegados. Sin espacio entre ellos.
Regresó su mirada a Eddie y a Beverly, y tras una revelación que hubiese preferido no tener a las 4 de la mañana, estiró su brazo con brusquedad para alcanzar el control remoto de una vez. Podría aguantar a Richie mañana con facilidad.
                                                           VI
No había duda al respecto.
Stan lo sabía ahora, y lo había confirmado como lo hacía con las aves en el baño de pájaros en la tarde: tras observar a Eddie interactuar con él en el salón de clases, en la cafetería, en el patio escolar, en la escuela de Bill, la de Ben, la de Richie y la propia. No había pasado por alto los rubores y las actitudes de Eddie en ningún momento.
Y ahora que lo sabía, en retrospectiva había sido tan obvio todo este tiempo.
—Es Richie. —Declaró en voz alta. Solo estaban él y Eddie en los Barrens, esperando a que llegaran los demás. Había esperado una semana y media entre observaciones e intrusos, pero ya no se aguantaba mucho más. No desvió su mirada del camino, pero sintió a Eddie tensarse a su lado. — ¿Cierto?
Eddie asintió levemente.
— ¿Cómo lo sabes?
—Observándote. —Dijo, y en vez de explicar toda la historia, Stan sacó su pequeña agenda de tareas de su mochila y se la entregó tras buscar la página de la lista. Se había acostumbrado a echarla en la mochila y llevarla a todos lados, y como era pequeña, no hacía mucho bulto en sus cosas.
— ¿Todo este tiempo? —Preguntó Eddie y después arrugo su nariz. —Dios, Stan, me siento como uno de tus pájaros.
Eddie rio un poco, y Stan no pudo evitar reír junto con él, pero solo duro un momento. Eddie seguía con la mirada fija en la lista, a pesar de que solo contenía seis palabras rayadas y una en un círculo. Suavizó su mirada junto al nudo que empezaba a sentir en su garganta y se sintió mal, pero no por pena.
—Prometo no decirle a nadie. —Susurró para que solo ellos dos se enteraran, a pesar de ser los únicos que estaban ahí. Sin contar los pájaros en las copas de los árboles, pero ellos no conversaban con la gente. No pudo evitar una especie de pena que no sabia definir. Pero no era pena, no.
Era otra cosa.
—Gracias, Stan.
Tal vez…
— ¿Y Eddie?
— ¿Si, Stan?
…Comprensión
—Sé lo que se siente, ya sabes.
— ¿A ti también te gusta Richie?
Eddie soltó una carcajada cuando Stan bufó. Cuando volvieron a hundirse en el silencio de los Barrens, esta vez Eddie lo rompió.
—Lo sé, Stan. —Sonrió, su mirada también estaba fija en el camino. Si ponía suficiente atención, ya podía oír voces a lo lejos. —Tal vez deberíamos hacer un club.
—Como si no estar en el club de los perdedores fuera suficiente. —Ambos volvieron a reír, esta vez con menos ganas que antes. —Si quieres hablar…
—No te preocupes. —Interrumpió Eddie con un ademán de la mano. Las voces estaban cada vez más cerca, casi pisándoles los talones. —Pero puedo decir lo mismo, Stan.
—Gracias, Eddie.
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