#pensamientos de almohada
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El NO ser
Siempre he sentido miedo. Desde el momento en el que salí del cuerpo de mi madre hasta en este instante donde estoy siendo leída por miles de ojos curiosos que pasan palabra por palabra y van a juzgar como escribo.
Desearía culpar a alguien de la desgracia -denominada miedo- que cargo en mi espalda, quizá fue mi mamita (abuela) que en su crianza bastante conservadora me tenía prohibido socializar, alzar la voz o incluso mostrar los pies porque según su ¿sabiduría?, del siglo pasado "eso no es de una niña de casa"; o fueron los gritos de Jimmy mientras le pegaba a mi mamá y me maldecía -con tan solo 4 años de haber nacido-, porque claro, una niña que nunca quiso nacer le estaba arruinando la vida; o Emma, que con un montón de odio hacia sí es la primera en causarse miedo... probablemente es una mezcla de todo que termino en una joven de 20 años con delirios de escritora.
Quisiera saltarme la parte de victimización, pero no lo haré, porque estaré mostrando mi yo vulnerable. Aquella Sofía que tanto he querido esconder porque Emma es demasiado diferente a Sofía y ella no ha querido aprender de aquellas cosas que el miedo le ha mostrado. Soy parte de las estadísticas de aquellas mujeres sobrevivientes de la violencia intrafamiliar, desde que nací hasta los 10 años que deje de hablar con Jimmy. No estoy totalmente recuperada de la secuela que me dejó aquella etapa, los ruidos fuertes me generan ataques de pánico, detesto el perfume de hombre y aborrezco mi apellido. Me acuerdo de que en aquellos momentos que compartía en soledad con mi mamá me decía que no le demostrara que era vulnerable a él, porque eso le iba a dar más poder para hacerme daño. Le hice caso y aunque me costó porque tuve que crecer rápidamente y crear una máscara de origami que demostraba algo que no era cierto, los gritos dejaron de ser frecuentes, las veces que me llamaba perra por tener amigos cesaron y así, un sin fin de maltratos hacia mi persona. En la primera etapa de mi vida, comprendí que si me mostraba vulnerable por el miedo que me causaba los problemas de la vida, la gente como él iba a tomar ventaja de mí. Ser vulnerable era malo y solo me iba a traer más lágrimas que alegría, pensaba que ya había sufrido demasiado para ser así y comprendí -erróneamente- que ser humana me iba a quitar ventaja en la vida.
Me volví un recuerdo de lo que era y nunca volveré a ser.
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Le susurro cosas a mi almohada, haciendo de cuenta que tú sigues aquí, ella tampoco me responde nada, y no comparte sus pensamientos conmigo.
#sentimientos#en tu orbita#destino#versos#escritos tristes#cosas tristes#estoy triste#amor#versos de dolor#amor y dolor#ax dilo todo#de mí para mí#almohada#susurros del corazón#pensamientos
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Fuera de Foco - Felipe Otaño
Preludio ♡
+18! SoftDom!Pipe. Begging, (leve) choking, (posible) dacrifilia, dirty talk, (breve) edging, fingering, masturbación, sexo sin protección, sex toys, size diference/size kink, edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
Es de madrugada cuando Felipe se arroja sobre su cama luego de un relajante baño caliente. El aire del exterior es gélido y él se refugia bajo las mantas convencido de que el agotamiento de su cuerpo lo arrastrará hacia un sueño profundo; mientras tanto juega con su teléfono con la esperanza de no olvidar conectarlo antes de dormirse y también chequea sus redes sociales, eventualmente olvidando el paso del tiempo.
El sonido de una notificación lo sorprende y toca el ícono para ver de qué se trata, pero se lamenta inmediatamente cuando la imagen carga y lo primero que ve es tu cuerpo adornado con un delicado conjunto de lencería bajo tu pijama de seda. Se arroja con fuerza sobre la almohada e intenta reprimir todos esos pensamientos que normalmente le quitan el sueño… en vano, porque no puede evitarlos así como tampoco puede evitar su erección.
Normalmente no contestaría tus historias, limita sus interacciones a tu página azul porque allí es donde más probabilidades hay de obtener respuesta –sobre todo cuando acompaña sus mensajes con una generosa propina-, pero no está utilizando su cuenta pública de Instagram y eso le da el valor que necesita para arriesgarse.
Quería dormir y ahora no puedo, escribe y presiona enviar antes de poder arrepentirse. Bloquea la pantalla de su celular e intenta contener la sonrisa mordiéndose los labios, luego desbloquea el dispositivo y su pulso se incrementa cuando descubre que estás escribiendo una respuesta.
“perdón…?” es el mensaje que recibe. Contiene la respiración mientras espera que continúes escribiendo, pero con el correr de los segundos comprende que eso será todo y también que es lógico que no quieras conversar con alguien en plena madrugada. Acepta la derrota y está a punto de darle me gusta a tu mensaje para retirarse en silencio, pero lo interrumpís:
“qué lindos ojos! lo digo por tu foto de perfil :)”
Suelta una risa de puro éxtasis y dirige una mirada a su ventana, el espacio milimétrico entre las cortinas permitiéndole ver la tenue luz proveniente de tu habitación. Se pregunta por qué estás despierta tan tarde, por qué mantenés las luces encendidas y las cortinas abiertas, dudas que refleja en un mensaje antes de reparar en ello.
Vos también tenés lindos ojos :) Y creo que también andás con insomnio…
“tuve un día un poco agitado estaba tan cansada que cuando llegué a casa dormí siesta y ahora no puedo dormir vos qué hacés despierto a esta hora?”
Recién llego de un viaje de trabajo contesta, ignorando la voz en su cabeza que grita para advertirle que no debería mencionar ciertos detalles de su vida. Le gustaría saber qué te llevó a contestar su mensaje y chequear su perfil, lleno de fotografías que tomó con su cámara en algún que otro viaje, pero sin importar la respuesta pretende hacer lo posible para conservar tu atención.
“no me conviene preguntar de qué trabajas, no? ☠️”
Audiovisuales responde con simpleza. No es del todo una mentira, ¿no? El término resume perfectamente sus estudios y su profesión actual y cree que no habrá problema en tanto no se te ocurra pedirle que te enseñe alguno de sus trabajos (¿está soñando que la conversación llegará lo suficientemente lejos? Se reprende mentalmente por ser tan patético).
“ah, como yo ;)”
Se desliza fuera de la cama riendo y camina hacia la ventana sin dejar de ver la pantalla. La nueva habitación todavía le resulta extraña y la falta de iluminación no le permite ver la maleta –la dejó tirada allí antes de bañarse- con la cual tropieza: deja caer el teléfono y cuando intenta tomar su pie adolorido cae sobre la alfombra, que sirve para amortiguar el golpe pero no la vergüenza que siente.
Se sujeta de las cortinas para reincorporarse y sólo repara en la gravedad de su error cuando los soportes en la pared ceden y la barra metálica golpea su frente. Se lleva ambas manos al rostro y masajea con sus dedos la zona adolorida, intentando recordar en qué momento activó el modo auto-destrucción y también preguntándose cómo puede ser tan idiota.
Evita moverse por temor a sufrir otro golpe y contempla a través de la ventana una pequeña franja del cielo nocturno. Es demasiado tarde, tal vez es también demasiado temprano, son escasas las luces que titilan en el firmamento y no encuentra explicación al resplandor que golpea los cristales e ilumina la pared de su habitación con movimientos frenéticos.
-No- escucha el pánico en su propia voz-. No, no, no.
Se estira para tomar su teléfono y desbloquea la pantalla, la cual para su alivio está aún intacta. Teclea lo primero que se le ocurre y luego se arrastra sobre la alfombra para lograr alejarse de la ventana, reincorporándose una vez que está seguro de que la pared cubre por completo su cuerpo y que tu linterna no logrará localizarlo si permanece escondido allí.
Abraza sus rodillas, temblando de frío mientras espera tu respuesta y mordiendo sus uñas para calmarse. Desearía ser mejor vecino y mejor hombre, también ser más inteligente y muchísimo menos torpe, pero de poco sirve arrepentirse luego de prácticamente destrozar su habitación en su afán por ver cómo lucías mientras hablabas con él.
Tu respuesta no llega y Felipe, que sólo lleva puestos una camiseta y un bóxer, muere de frío.
Dirige su teléfono hacia la ventana y ayudándose con la cámara observa a través de la pantalla tus cortinas cerradas: las luces de tu habitación están apagadas, seguro, pero eso no le garantiza que no estés espiando tal como él suele hacer a diario. Lleva una mano a su rostro, frustrado, quejándose cuando su palma le recuerda el dolor del golpe.
Se lamenta profundamente porque por fin tenía un día libre, planeaba dormir hasta tarde y ordenar comida para no tener que molestarse cocinando… Y ahora nada de eso podrá ser, ya que en cuanto despierte tendrá que buscar la manera de arreglar las cortinas e ingeniárselas para no llamar tu atención en el proceso.
Son pasadas las diez de la mañana cuando Felipe despierta en el sofá, desorientado y con las extremidades adormecidas por la incómoda posición en la que durmió. Rescata su teléfono de entre los cojines y aunque juró no continuar con sus malos hábitos, lo primero que hace es entrar a Instagram para chequear tus historias: tu desayuno, tu outfit, flores (cree saber a qué edificio vecino pertenecen) y por último una historia con el link de tu página, acompañada por el texto “Buenos días a todos ♡”.
Hace click sobre el enlace y una vez que el video comienza se recuesta sobre su espalda para mayor comodidad. Sigue tus manos cuando desabotonás lentamente la camiseta de tu pijama y la seda que cae para revelar tus pechos desnudos y tus pezones erectos por el frío, sensibles en extremo a juzgar por los quejidos que se oyen cuando tirás de ellos.
El masaje en tus pechos es acompañado por tus suspiros y respiraciones temblorosas, además de algún que otro comentario sobre cuánto te gustaría tener con quién despertar durante los días más fríos. Felipe no tiene idea de si tus palabras son ciertas o no, pero suenan lo bastante genuinas como para darle ideas de todo tipo y empeorar su estado.
Tira de su ropa interior para liberar su miembro y comienza a masajear su erección con movimientos lentos, casi perezosos, siguiendo el ritmo de tus propias manos sobre tu cuerpo. Jadea cuando ve que tu respiración comienza a acelerarse y que rozás tus muslos, como si llevaras ya una eternidad esperando por una caricia.
Tu contenido tiene siempre pequeños detalles que lo hacen sentir menos como producciones y más como encuentros verdaderamente íntimos, así que no se sorprende cuando en busca de una mejor posición se te escapa una pequeña risa (sólo la mitad inferior de tu rostro es visible esta vez) y comenzás a hablar sobre lo difícil que fue acomodar el trípode sobre tu cama.
-Además tenía mucho sueño- y bostezás-. Ojalá tuviera alguien que me ayude, me vendría bien tener de acompañante a alguien que sepa más sobre ángulos y tomas.
No es posible que recuerdes la conversación que tuvieron en la madrugada, ¿o sí? Porque adoraría ayudarte con lo que sea, por vos solucionaría cualquier problema técnico y también los otros, esos que provocan que te muerdas el labio con fuerza cuando tus dedos trazan una línea desde tu pecho hasta tu ombligo para luego colarse debajo de tu pantalón.
Tus labios se separan en un gesto de aparente sorpresa y dejás salir un gemido casi inaudible. Felipe sabe mucho antes de que muestres tus dedos brillantes ante la cámara que tu sorpresa es debida a la humedad que encontrás entre tus piernas y también sabe que esta no es producto de los escasos minutos que llevás grabándote. Se pregunta si despertaste excitada luego de algún sueño húmedo o si te encontrabas así horas atrás, cuando hablaste con él.
Intenta contenerse y no acelerar sus movimientos cuando te deshacés de toda tu ropa, permitiendo ver tu piel humedecida con tu excitación. Separás tus piernas para regalar una mejor vista de tu centro, tan tentador como para que Felipe quiera perderse en vos cada vez que lo ve, y cuando comenzás a acariciar tus pliegues y tu clítoris te mordés los labios.
Su mano imita el ritmo de la tuya cuando vuelve a ascender hasta tus pechos, masajeándolos y tirando de tus pezones, los cuales parecen suplicar por todavía más atención gracias a las bajas temperaturas. Ahoga un gemido cuando se permite jugar con su punta goteante y sensible, pero sólo lo hace porque no quiere opacar tus sonidos angelicales.
Conducís tus dedos hacia tu entrada y muy lentamente deslizás uno en tu interior, utilizando los otros para separar tus pliegues manchados con tu esencia. Cuando comenzás a mover el dígito entre tus paredes y rozás tu punto sensible gemís; Felipe no puede evitar recordar todas las veces que tuviste que batallar con tus propias manos y las cantidades de lubricante que necesitaste en tantas ocasiones para poder utilizar un dildo, lamentándote por no lograr introducirlo por completo.
Rodea con sus dedos y presiona la base de su miembro cuando nota entre las sábanas el dildo que admitiste usar pensando en él (y todavía le cuesta creer que ese sea uno de los efectos de su fama). Perdió la cuenta de cuántos orgasmos tuvo rememorando la manera en que dijiste su apodo durante aquella transmisión y cómo relataste el escenario que imaginabas con él.
Pronto son dos los dedos que preparan tu entrada y arrancan gemidos de tus labios, un poco hinchados y enrojecidos por tanto morderlos, y no pasa mucho tiempo antes de que tomes el juguete junto a la almohada y lo cubras de lubricante con movimientos que simulan otra cosa.
Utilizás la punta -que muchas veces es lo único que lográs tomar dentro tuyo- para jugar con tu clítoris por unos minutos y luego dejás caer tus manos hasta que esta roza tu pequeña entrada. Estás desesperada y es aún más evidente cuando presionás el dildo con fuerza, en un inútil intento de complacer inmediatamente tu necesidad.
Sollozás, ya sea por el ardor de la penetración o por tu excitación, y tu voz causa estragos en el cuerpo de Felipe. Acelera los movimientos de su mano y se ayuda de su muñeca, oyendo cómo los obscenos sonidos de su miembro comienzan a mezclarse con los sonidos que provoca el dildo en contacto con tu humedad.
Intenta controlarse, hace un esfuerzo prácticamente inhumano para no dejarse ir, pero contenerse es difícil cuando en su mente es él quien está atacando tu cálido y estrecho interior. Imaginó miles de veces cómo se sentiría tenerte bajo su cuerpo, todas las cosas que haría para complacerte y para arruinarte, y el ángulo que escogiste para el video sólo alimenta esa fantasía.
El orgasmo lo golpea repentinamente, corta su respiración y parece detener su pulso por completo, pero continúa acariciándose hasta que su sensibilidad y la sobre estimulación lo superan. Cuando por fin se detiene, jadeando y apretando los párpados con fuerza, todavía siente sus latidos acelerados y es alarmante la rapidez con que sube y baja su pecho.
En la pantalla de su celular tu video está aún reproduciéndose y ve los espasmos de tu cuerpo, pero lo que más llama su atención es el movimiento de tus labios y cómo parecen dibujar dos sílabas en particular. Su miembro palpita y unas últimas gotas de semen caen sobre su abdomen, uniéndose al no tan pequeño desastre que mancha su piel.
Casi de manera cronometrada recibe un mensaje tuyo y sólo entonces recuerda que lo último que te preguntó durante la madrugada estaba relacionado a cámaras y micrófonos.
Cuando relee tu respuesta y comprende lo que significa puede sentir que toda la sangre de su cuerpo vuelve a alojarse entre sus piernas y también su corazón latiendo con fuerza, pero esta última sensación intenta ignorarla.
“si tenés alguna recomendación podemos charlarlo profesionalmente con un café ;)”
Días más tarde entrás a una cafetería y lo primero que notás es que está casi desierta; lo segundo, consecuencia del silencio generado por la ausencia de personas, es la claridad con que se oye la música que resuena en el lugar. Aún en la entrada tirás de la bufanda que protegía tu cuello del frío exterior y te quitás el abrigo cuando la calefacción comienza a agobiarte.
Escaneás el lugar y encontrás un suéter azul –que enmarca de maravilla la espalda ancha de tu cita- en una de las mesas más alejadas de la entrada. Tus pasos suenan sobre la duela brillante cuando caminás con fingida seguridad, procurando esconder los nervios que te consumen y la forma en que tus piernas tiemblan hasta casi hacerte tropezar.
Te aclarás la garganta cuando llegás a la mesa y Felipe voltea rápidamente, pálido y con los labios entreabiertos. Sus ojos son más impresionantes en persona, iluminados por la luz solar filtrándose a través de los ventanales que dan al jardín del establecimiento, y no estás segura de cuál es el color que utilizarías para describirlos.
-Hola- le sonreís, acariciando delicadamente su hombro antes de inclinarte para besar su mejilla. Tomás asiento frente a él y ante su silencio agregás:- ¿Todo bien?
-Bien, ¿vos? ¿Tuviste problema para llegar?
Negás y en un intento de calmar los latidos de tu corazón acomodás el delicado centro de mesa, un pequeño frasco de vidrio con flores frescas. Es la primera vez que visitás el pintorezco lugar que Felipe escogió para que se encontraran y te encanta la decoración, la música reproduciéndose y, por sobre todo, la compañía.
-Vivo cerca- explicás-. Pero eso ya lo sabías, ¿no?
Percibís la agitación en su respiración y te parece tierna la forma en que evita el contacto visual. Toma una bocanada de aire, se relame los labios y cuando los separa para hablar lo interrumpe la mesera que viene a tomarles el pedido, quien parece ignorar que llegaste hace unos pocos minutos y los observa extrañada cuando ambos comparten una risa por la incomodidad.
Te alegra ver en la mejilla de Felipe la huella de tus labios.
-Y vos ya sabías que era yo cuando me respondiste, ¿no?- contesta cuando vuelven a estar solos.
-Y mucho antes de eso ya sabía que eras mi vecino- tus dedos juegan con las flores en la mesa-. Y que te gusta espiarme todos los días, ¿o por qué creés que no cerraba las cortinas?
En pocos segundos la vergüenza hace arder su rostro y sus pecas resaltan como estrellas en sus mejillas ruborizadas. Permanece en silencio y concentra su atención en las flores con las que entretenés tus manos, permitiendo que sus largos dedos rocen los tuyos cuando acaricia los pétalos.
-Entonces supongo que no te interesan mis consejos sobre cámaras y micrófonos.
Soltás una risa y él te imita, más relajado.
-En realidad sí, me gustaría que me aconseje alguien con más conocimiento que yo- confesás-. Además miré varios cortos que dirigiste y me encantaron.
-¿De verdad?
-De verdad- te mordés los labios y te cubrís el rostro con las manos-. Soy tremenda fangirl.
-¿Y yo…?
Cuando volvés a reír te sonríe y te cuesta horrores dejar de mirar sus labios y la forma que toman cada vez que esboza una sonrisa o habla. Parece sentirse más cómodo, se ve mucho menos tímido de lo que lucía durante los primeros instantes del encuentro, y para cuando la mesera regresa con sus pedidos sólo mantiene sus ojos en vos.
La conversación se desarrolla de manera fluida y cuando pregunta es fácil compartirle los detalles sobre tu trabajo: qué te llevó a decidir incursionar en la creación de contenido para adultos, cómo fueron los largos primeros meses cuando todavía no tenías mucho público, cómo te sentiste con la mirada de las personas que sabían a qué te dedicabas.
En todo momento es respetuoso, amable, comprensivo y parece no importarle en lo absoluto la naturaleza de tu profesión. Hablan sobre cámaras y micrófonos, justo como habían acordado, pero luego la conversación toma un rumbo alejado de los aspectos técnicos que pretendían tratar y es así como te enseña su galería repleta de fotos que tomó durante viajes y en otros momentos.
Escuchás con atención cuando habla sobre la película que lo arrojó al estrellato, ofreciendo anécdotas divertidas y otras que no lo son tanto, reflexiones sobre las consecuencias de una experiencia como la vivida durante el rodaje y sus pensamientos respecto a este. Sus manos moviéndose acompañan su voz en todo momento y cuando nota tus ojos siguiéndolas evita comentarlo.
La agradable compañía y la familiaridad nacida en cuestión de minutos provoca que ambos pierdan la noción del tiempo, ignorando el cielo oscureciéndose o el reloj en la pared y sus agujas que caen, caen y caen. Comparten algún que otro dulce, le hacés saber sobre las migas en su rostro y en un momento de atrevimiento borra una mancha de azúcar glass de la comisura de tus labios.
-¿Y esta semana qué tenés planeado?- preguntás mientras tomás tu abrigo de la silla. Luego de ordenar otra taza de café uno de los empleados se acercó para informarles que estaban próximos a cerrar y deslizó sobre la mesa la cuenta, por la cual Felipe y vos pelearon hasta que dejaste de insistir.
-Con suerte descansar un poco- abre la puerta para permitirte salir primero-. ¿Vos…?
-Renegar con mi cámara y el programa de edición que uso para los videos.
-¿Por qué?
-El formato de los archivos- contestás cuando se detienen en una luz roja-. Ya no sé si el problema es la cámara, la computadora, el programa…
Caminan lentamente, deshaciendo el camino que los llevará a ambos a sus respectivos hogares y fingiendo no notar que se encuentran un poco muy cerca el uno del otro, tanto que cuando el viento corre su perfume invade tus sentidos de la manera más placentera y es por eso que decidís no acomodar tu bufanda.
La tarde es casi noche y mientras cruzan el parque del vecindario, repleto de hojas secas e iluminado por los faroles, Felipe finge que no observa tu rostro y tu cabello, tus labios moviéndose mientras hablás de algo que apenas procesa, sin saber que vos estás haciendo lo mismo cuando se te presenta la oportunidad.
-Cuando quieras te puedo ayudar- susurra al detenerse frente a la puerta de tu edificio, jugando con sus llaves y haciéndolas tintinear dentro del bolsillo de su abrigo.
Frotás tus manos, cubiertas con unos delicados guantes pero aún así frías y temblorosas, y observás a Felipe con la intensidad suficiente para memorizar todos los detalles de su rostro. Podés apreciar cada respiración que escapa de sus labios gracias a la temperatura, la cual no deja de descender, y también cómo intenta mantenerse en calor moviéndose sutilmente de un lado a otro.
-¿Ahora estás ocupado?
-No.
-¿Subimos?
Felipe te sigue hacia el interior de hogar y luego a tu habitación sin poder creer lo que sucede: la cama que tantas veces deseó conocer esta deshecha y aún así se ve prolija, el escritorio donde muchas de tus transmisiones inician sólo lo ocupan tu set-up junto con algunos libros, y puede ver a través de tus cortinas su ventana.
Te sentás en la cama y, concentrada en el menú de la cámara entre tus manos, no percibís su figura acercándose hasta que sus piernas entran en tu rango de visión. Dejás de jugar con los botones del dispositivo, un tanto avergonzada, y cuando su mano toma tu mentón para obligarte a mirarlo te forzás a no cerrar los ojos.
-¿Por qué estamos acá?
-Para que me ayudes.
-¿Con qué…?- acaricia tu labio inferior con su pulgar-. Y no me mientas.
Tomás con una mano su muñeca, obligándolo a permanecer en su lugar, y capturás su dedo entre tus labios para luego succionar con fuerza. Mantenés el contacto visual y podés apreciar el efecto que tienen tus acciones cuando tu lengua acaricia su piel y cuando comenzás a mover tu cabeza de arriba abajo.
-Te das cuenta de lo peligroso que es lo que hiciste, ¿no?- asentís y cerrás los ojos-. ¿Y todo por qué? ¿Querías qué…?
Presiona tu lengua con su pulgar y tira de su mano para desocupar tu boca, pero en lugar de alejarse acaricia tu mejilla y suspira cuando recostás tu rostro en su palma cálida. Acaricia tu pómulo con su pulgar aún húmedo y ante la falta de respuesta alza una ceja.
-Te quería a vos.
-¿Por qué?
-Porque me gustás.
-No me conocés- razona.
-Nos conocemos mejor de lo que creés- parpadeás rápidamente, nerviosa-. Me acuerdo de todos tus mensajes y de todas las cosas lindas que siempre me dijiste.
-¿Hace cuánto sabías que era yo?
-Desde que cambiaste la foto de perfil- confesás-. Tu nombre de usuario me parecía obvio y con esa foto de tus ojos…
Antes de terminar la oración Felipe te empuja contra el colchón y te acorrala con su cuerpo, haciéndote sentir indefensa y atacando tus labios antes de que puedas reaccionar. El beso es hambriento pero sus manos sobre tu figura son gentiles y sólo te exploran luego de oírte gemir. Entre besos pregunta:
-¿De verdad soy tu favorito?
-Obvio- sonreís-. Hace mucho, mucho, mucho.
Te responde igualando tu sonrisa y luego comienza un camino de besos en tus labios que baja por tu mentón y se detiene en la piel sensible de tu cuello hasta que tus gemidos se asemejan más a sollozos. Se aparta unos centímetros para chequear tu rostro, asegurándose de no estar ignorando cualquier límite.
Aún bajo el foco de sus atentas pupilas dilatadas arqueás tu espalda para poder sacarte el suéter y también la camiseta, permitiéndole ver el sostén que adorna tus pechos y su color contrastando con tu piel. Su mano rodea tu cintura y su pulgar acariciando la zona de tus costillas amenaza con hacerte reír.
-Si en algún momento querés que pare…
-No quiero que pares- y para dar énfasis a tus palabras alzás la cadera y rozás tu pelvis con su erección, haciéndolo jadear contra tus labios-. Por favor.
Adorna tu piel con besos húmedos, muerde tus clavículas para hacerte temblar y besa tus pechos por sobre el encaje, su lengua jugando con tus pezones visiblemente erectos a través de la tela. Sujeta tu cadera con firmeza para evitar más de tus movimientos provocadores y ante esto tirás de su cabello para rogar por más.
-¿Estás segura?
Acariciás su mejilla y tu voz tiembla cuando -perdiéndote en la seguridad que te brinda su mirada honesta y cálida- en lugar de dar una respuesta decís:
-Tus ojos parecen acuarelas.
La profundidad de tu observación y tu elección de palabras resultan encantadoras y busca refugio en tu cuello para evitar decir algo que lo deje en ridículo e intentar recomponerse, tomando respiraciones profundas. Exhala y su aliento sobre tu piel te hace temblar.
-No me respondiste- te recuerda cuando se aleja-. ¿Estás segura?
-Yo sí, ¿y vos? ¿Estás seguro?- jugás con un mechón de su cabello que cae y roza tu mejilla, intentando ignorar la extraña culpa que sentís con tan sólo pensar en lo que dirán otros-. ¿No te da cosa que...?
Te interrumpe con un beso.
-No.
-Entonces...
-¿Qué querés?
-Que me toques.
El ardor en tu rostro resulta insignificante una vez que sus dedos se deslizan entre tus pechos y por sobre tu estómago, dejando un rastro de fuego que conduce hacia el calor entre tus piernas. Desabotona tu pantalón y cuando llega a tus pliegues te encuentra completamente húmeda, tanto como para humedecer también tu ropa interior.
Gemís cuando te acaricia con movimientos suaves y delicados, dibujando círculos sobre tu punto más sensible mientras estudia las expresiones que transforman tus rasgos. Su tacto quema en el mejor de los sentidos y que sea él quien te toca sólo maximiza tu placer, haciéndote gemir más fuerte y con más frecuencia.
En pocos minutos te permite saborear tu orgasmo y cuando lo mirás, entre sorprendida y atontada, murmura alguna que otra palabra de aliento sobre tus labios. Besa tus párpados, muerde tus pezones sensibles y te sonríe cuando arqueás tu espalda buscando más contacto... Pero entonces sus movimientos cesan y se aparta.
-Estaba por...
-Todavía no.
Te gustaría reclamarle pero la profundidad de sus ojos basta para desorientarte y también para que desees complacerlo. Tira de tu ropa hasta despojarte de ella, prácticamente escaneando cada centímetro de piel que le es revelado, y cuando vuelve a posicionarse sobre tu cuerpo sus manos separan tus piernas con delicadeza extrema, como si temiera herirte.
Felipe finge que el ver tu intimidad en persona no le roba la poca cordura que le queda y vos intentás ocultar que tu excitación sólo empeora bajo su escrutinio; ambos fracasan, por supuesto, porque él no logra apartar su mirada de tu entrada brillante y vos goteás.
Te estremecés cuando vuelve a tocarte y tu mano toma su brazo con fuerza por la intensidad de sus atenciones. Humedece tus pliegues y luego toda tu entrepierna con tu excitación, que no deja de bañar sus dedos cada vez que rozan tu entrada, juega con tu clítoris hasta que tus muslos amenazan con cerrarse y se detiene, retomando luego de segundos el ritmo que –a juzgar por tus reacciones- te enloquece.
Estás tan mojada que no puede evitar tantear tu entrada con su dedo medio e introducir sólo la punta del mismo, moviéndolo sin prisas e insistiendo hasta que tus paredes estrechas permiten que este se deslice por completo en tu interior húmedo y ardiente.
Curva el dígito en busca tu punto dulce y cuando lo encuentra gemís, aferrándote a su cuerpo. Intentás comprender cómo logra acertar con todas y cada una de sus acciones, pero cualquier rastro de claridad en tu mente está desdibujándose y te es difícil pensar.
Entre gemidos y balbuceos Felipe cree distinguir su nombre.
-¿Querés más?
-Sí, por favor- suplicás con voz entrecortada. Sus ojos parecen oscurecerse y de no ser por el contexto creerías que su ceño fruncido y sus labios apretados son un indicio de molestia-. Por favor, más…
Tu interior ahora vacío te hace gemir de angustia y la única solución que Felipe encuentra para silenciarte es atacar tus labios y el interior de tu boca con su lengua. Continúa besándote mientras acaricia tu entrada con dos dedos y cuando presiona con fuerza bebe de tus gritos, producto del ardor.
Golpeás su pecho y sin dejar de jugar con tu sensibilidad rompe el beso para poder observarte, buscando cualquier pequeño indicio que le haga saber que debe parar y encontrando en los sonidos que emitís motivos para únicamente seguir satisfaciéndote.
Redobla el ritmo y cubrís tu boca para ahogar un grito. Tus párpados se cierran con fuerza y dejan caer las lágrimas que hacían arder tus ojos. Tus mejillas y las sábanas bajo tu cabeza se humedecen con rapidez pero Felipe, muy lejos de detenerse, continúa tocándote.
-¿Dónde está?
Estás completamente inmersa en el placer y no lográs descifrar sus palabras, así que optás por ignorar su pregunta y centrarte en llegar al orgasmo. Tirás de su suéter con fuerza, tanta como para rasgar el tejido, los dedos de tus pies se contraen y también los músculos de tu abdomen cuando oís los sonidos de tu humedad.
Tomás aire y estás a punto de dejarte llevar, pero tu clímax nunca llega porque Felipe se detiene nuevamente. Te abandona en la cama, ignorando tus quejidos justo como vos ignoraste la pregunta que él hizo, y rebusca entre los cajones de la mesita de luz hasta hallar el lubricante que siempre utilizás.
Comienza entonces a desvestirse y no logra ocultar su nerviosismo: sus manos tiemblan cuando tira de su cinturón y lo deja caer sobre la alfombra, también cuando desabotona sus jeans y baja la cremallera, dejando entrever su ropa interior manchada con sus fluidos y el contorno de su erección.
Desnuda también su torso y cuando ves sus abdominales trabajados y su pecho tonificado te es imposible no suspirar. Cuando regresa a tu lado tu mano recorre todo lo que alcanza, desde su mejilla hasta su cuello -donde podés sentir su pulso- y también sus pectorales.
Tus dedos siguen el rastro de vello hasta perderse bajo su ropa interior, encontrando allí su miembro cálido y asombrosamente -aunque no sea sorpresa alguna- pesado. Tus movimientos lentos parecen gustarle y muerde su labio antes de tocar tu frente con la suya, permitiéndote apreciar sus largas pestañas rozar su piel.
-¿Te la puedo chupar?
-No voy a aguantar- lamenta-. Y no doy más, necesito cogerte.
Suspirás y la necesidad tira de tus músculos.
-Y yo necesito que me cojas.
Se deshace de su ropa interior y sólo entonces comprendés la gravedad de la situación: Felipe es alto, musculoso, y sus grandes manos tienen una razón de ser que no se reduce a adornar tu cuello. Soñaste e imaginaste mil veces con este momento, pero en todas tus fantasías su tamaño era... bueno, menos peligroso.
Intentás disimular la inquietud que ensombrece tus pensamientos, permitiéndole bañar tus pliegues y tu entrada con lubricante antes de aplicar el producto sobre sí mismo, pero cuando vuelve a buscar consentimiento en tu rostro sólo halla pánico y se detiene.
-No pasa nada- asegura-. Podemos parar o hacer otra cosa...
-No quiero hacer otra cosa, quiero que me la metas.
-Pero...
-Por favor- y masajeás su erección, palpitante y necesitada de atención-. Por favor, Pipe.
Felipe obedece, por supuesto, porque él también soñaba con vivir un momento así a tu lado. Observó mil veces cómo utilizabas tus dedos y tus batallas con dildos de menor tamaño, pensando en todos esos momentos cómo te arruinaría por completo y cómo tu única opción sería rendirte ante él.
Acaricia tu clítoris con su glande y luego lo guía hacia tu entrada, donde se detiene unos instantes mientras espera cualquier señal de arrepentimiento. Cuando tu mano se posa sobre su cadera sus dudas e inseguridades se desvanecen y comienza a penetrarte, siempre atento a las reacciones de tu cuerpo y en tu rostro.
Arrojás la cabeza hacia atrás y escoge ese momento para besar tu cuello en un intento de distraerte del dolor. Parece funcionar porque tus gemidos comienzan a caer de tus labios y te relajás tanto que él logra introducir otros cuantos centímetros entre tus paredes, las cuales se contraen sin cesar.
Lleva su pulgar a tu clítoris y comienza a jugar con el mismo con la esperanza de que te relajes aún más, pero también porque desea llevarte una vez más cerca de tu orgasmo para tal vez volver a privarte de él. Tu respiración es acelerada y tus pechos aún prisioneros de tu sostén llaman su atención.
Arranca la pieza de lencería de tu cuerpo y mientras continúa dibujando círculos en tu centro masajea con su otra mano tus pechos, dedicándole un par de minutos a cada uno y adorando escuchar todos los diferentes sonidos que te arrebata.
Mareada por las sensaciones y por su dedicación a tu placer te reincorporás, descansando tu peso sobre tus codos para poder admirar lo que sucede entre tus piernas. Tu respiración parece detenerse y mirás a Felipe con una mueca de incredulidad, preguntándole silenciosamente si ve lo mismo que vos.
-No va a entrar toda.
Toma el lubricante y arroja otro poco sobre su miembro.
-Vamos a hacer que entre.
Te dejás caer sobre el colchón y él cumple con su palabra. Mueve su cuerpo lentamente contra tu centro, desapareciendo la distancia que los separa y consolándote con las caricias de sus labios o limpiando tus lágrimas cuando el ardor de la penetración te hace temblar y protestar.
Tus ojos nublados no te permiten ver el movimiento de las agujas del reloj, el cual reposa junto a tu cámara sobre tu mesita de luz, por lo que no tenés manera de saber cuánto tiempo transcurre hasta que Felipe logra introducirse por completo en tu interior.
Descansa su peso sobre sus brazos y el movimiento de su cadera lo acompaña con besos en tus mejillas y en tu boca, las caricias de sus labios sobre los tuyos siguiendo el ritmo creciente de sus estocadas.
Abrazás su cuello y lo atraés aún más hacia tu cuerpo, desesperada por obtener más contacto y provocando con la nueva cercanía que su pelvis estimule tu clítoris. Tus gemidos aumentan sumándose al conjunto de sonidos obscenos que resuenan en tu cuarto y entre los cuales se escucha tu humedad.
Felipe jadea y también sisea, todavía más excitado, cuando tus uñas dejan marcas en su piel. Deja de preocuparse por la intensidad y la profundidad con que abusa de tu interior pero no se preocupa, porque tus gemidos son confirmación y guía suficiente.
Su mano se desliza entre tu cuerpo y el suyo pero en lugar de tocarte, como esperabas, la posiciona sobre tu abdomen bajo y ejerce presión para permitirte sentir la profundidad que alcanza en tu interior. Gritás por lo placentero de la sensación y él sonríe, una arrogancia impropia de su persona adornando su belleza.
Tomás su muñeca y tirás para que se detenga, creyéndote incapaz de tolerar el placer que el peso de su mano te otorga, pero él no cede y es así como finalmente te permite disfrutar de tu orgasmo. Rodeás su cadera con tus piernas y llorás bajo su cuerpo, padeciendo el placer que nubla tu mente, anuda tu lengua y te desorienta.
Recuperarte no es un lujo que te puedas dar porque mientras los espasmos aún te recorren Felipe manipula tu cuerpo para dejarte boca abajo, sentándose sobre tus muslos y acariciando tu centro todavía sensible con su punta. Cuando vuelve a penetrarte jurás sentirlo mucho más profundo que antes.
Con sus manos separa tus glúteos para poder apreciar mejor la forma en que su miembro, brillante por el lubricante y tus fluidos, luce contra tu diminuta entrada. Se muerde los labios y siente los músculos de su abdomen bajo tensándose, pero se contiene.
Finge no mirar la cámara que dejaste sobre la mesita de luz y se arroja sobre tu espalda, cada vez más desesperado. Sus largos dedos abrazan tu cuello para alejarte de las sábanas y encuentra tu rostro húmedo por tus lágrimas y tu saliva, que escapa de entre tus labios junto con su nombre.
Siembra besos en tu omóplato, en tu hombro y permite que sus dientes rocen tu oreja sólo para deleitarse con la contracción de tus paredes sobre su miembro, que golpea tu cérvix repetidamente y provoca que arrugues las sábanas bajo tus palmas sudorosas.
Volteás tanto como su mano te lo permite y separás los labios para hablar, frustrada cuando de tu boca sólo salen sonidos patéticos y palabras indescifrables. Felipe cree comprender que querés besarlo y es por eso que se acerca, pero antes de llegar a tu boca te oye decir:
-Adentro.
Felipe es débil y sólo lo comprende luego de procesar tus palabras, porque es entonces cuando sus movimientos se tornan brutales y sacuden tu cuerpo desconsideradamente. Tus gemidos mutan en gritos que se entremezclan con sus jadeos de placer y estos no se detienen en ningún momento, tampoco cuando sus bocas se fusionan.
Unos pocos segundos más tarde sentís la forma en que su miembro palpita, las venas recorriéndolo junto con el constante asalto a tus profundidades estimulándote todavía más que antes, y cuando salpica tus paredes con su semen otro orgasmo te golpea.
Temblás y el placer que contrae tus músculos también roba las últimas gotas de la liberación de Felipe, que llena con su calidez tu interior y amenaza con hacerte perder aún más la cabeza.
-¿Estás bien?- pregunta Felipe. Su voz está cargada de preocupación y ese usual deje de dulzura-. ¿Necesitás algo?
-¿Podemos quedarnos así?
Su confirmación es un abrazo y el calor de su pecho sobre tu espalda te hace sentir protegida. Besa tu cabello, ahora desastroso, tu piel brillante por el sudor y tus mejillas saladas por tus lágrimas.
-¿No necesitás nada, segura?
-A vos.
Sonríe contra tu piel.
-Me tenés- susurra-. Si de verdad me querés, me tenés.
El suspiro que deja tus labios es una mezcla de alivio y satisfacción pero se convierte en un quejido cuando Felipe abandona tu interior, haciéndote sentir vacía y luego molesta cuando los fluidos de ambos escapando de tu entrada, sensible e irritada.
-¿Te querés quedar...?
-¿De verdad?
-Sí.
-Bueno- sonríe y besa tu frente-. ¿Querés que cocine yo?
-Podría ser, pero no sé qué... ¿Qué hacés?- preguntás cuando lo ves tomar la cámara y arrodillarse sobre el colchón.
Separa tus piernas con cuidado y cuando oís el click gemís.
-Esta es sólo para mí.
Si están leyendo esto es porque vencí a Tumblr y... no, mentira, tuve que transcribir la historia no más. Quería publicarla más temprano pero en pleno delirio místico me pareció que era una muy buena idea sacrificar escenas, reescribir otras y editar todo lo que no me gustaba, pero no me arrepiento de nada porque el resultado me gustó :) Espero que hayan disfrutado la lectura y haberle hecho justicia a Pipe ♡
taglist: @madame-fear @creative-heart @delusionalgirlplace @chiquititamia @lastflowrr @recaltiente @llorented ♡
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En la noche, los pensamientos bailan entre las sábanas, mientras el día se convierte en susurros de almohada.
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UNIÓN INDIRECTA
→ Lucerys Velaryon x fem!Targaryen!OC | Alicent Hightower x Rhaenyra Targaryen.
✦ Sinopsis: La vida no deseó que estuvieran juntas, pero sus hijos eran capaces de unirlas en formas más allá de la simple compresión.
✦ Advertencias: Incesto / Matrimonio arreglado / Nacimiento / Fluff.
✦ Palabras: 738
✦ Pedido: @dlwlrmas-world
Alicent jadeó ansiosa y sostuvo con más ímpetu la mano de su hija, quien concentraba toda fuerza existente en pujar. Lanzó la cabeza hacia atrás y gruñó apretando los dientes, la Hightower temiendo que los rompiera mientras las venas del cuello saltaban y sudor caía desde la linea del cabello.
—¡Solo un poco más, Princesa! —exclamó la partera en jefe.
La joven soltó el aire contenido y miró el techo sin un pensamiento coherente, el dolor de una nueva contracción transformándole el rostro y preparándola para repetir el proceso.
—¡Viene, viene, viene! —avisó una ayudante arreglando un gran paño.
—¡Ahí…!
El agudo alarido del bebé penetró profundo en los oídos y sonrisas se formaron, palabras escurridizas rebotando en las paredes mientras las sirvientas se movían de un lado a otro.
—Lo lograste —suspiró Alicent extremadamente aliviada, con la mano libre yendo a quitarle el cabello del rostro.
—Por los Siete —jadeó exhausta, instintivamente acomodando los brazos y recibiendo a la pequeña criatura.
—Es un varón, mi Reina —festejaron las comadronas.
—¿Sano? —preguntaron madre e hija.
—Absolutamente. Respira y no presenta deformidades.
La joven miró al niño y sonrió rozando con cuidado una de las rojizas mejillas, enseguida saltando en el lugar gracias a las desgarradoras puntadas.
—Llamen a mi esposo —ordenó a una de las sirvientas.
La Hightower se puso recta y aguardó manteniendo modales, el Velaryon cruzando las puertas en menos de un parpadeo. Admiró la caótica escena y la sangre en las sabanas, pálido y tenso perdiendo el apuro y dando pasos inseguros al interior de la habitación.
—¿Cómo estás? —indagó, nervioso echando vistazos al pequeño bulto mientras se aseguraba de que ella no estuviera en peligro.
—Agotada y adolorida —reconoció relajando el cuello contra las almohadas—. Acercate, saluda a tu primogénito.
Lucerys cumplió y se inclinó a ver al bebé de rubios cabellos, con labios entreabiertos analizando cada detalle como si fuera irreal que aquello también lo creó él.
—Tan pequeño... —murmuró fascinado, la fijación siendo tal que ignoró la presencia de su madre.
Alicent tensó los hombros y conectó miradas con Rhaenyra, la cual asintió en reconocimiento antes de pasar.
—Felicitaciones —habló sincera colocándose al lado del muchacho.
—Gracias —dijo sonriente sintiendo un gran entumecimiento en las caderas—. ¿Quieres ver a tu nieto?
La oferta le recordó que finalmente era abuela y por unos segundos quedó petrificada, al momento mirando al pequeño tan desconcertada como Lucerys. Alicent ocultó la gracia que le provocaba verlos tan asombrados y se sumió en sus pensamientos, años atrás jamás imaginando estar en una situación como aquella.
Cuando el arreglo del matrimonio fue propuesto ciertamente se había manifestado en contra, pero no podía negar que el trato era beneficioso al los Velaryon ser una casa histórica llena de poder y dinero. Además, por más que prefirió hacer ojos ciegos, no podía negar los sentimientos de amor entre su hija y Lucerys. Empezó a temer las consecuencias de interponerse en el romance, por lo que, luego de mucha consideración, aceptó y aseguró la línea Hightower en Marcaderiva.
La noticia contentó a Viserys y rápido preparó la boda, los jóvenes uniéndose en alegría y poniéndose a trabajar en traer descendencia apenas tuvieron oportunidad. Tomó algunos meses, pero el embarazo pasó increíblemente rápido y ahora estaban ante la prueba irrefutable de la unión de las figuras femeninas más importantes del reino. Alicent jamás esperó que su relación con Rhaenyra llegara a nuevo puerto después del gran distanciamiento, pero aquel momento parecía sacado de un sueño.
La reina inspiró profundo y junto las manos al frente, con cariño admirando la escena hasta que sintió los claros ojos Targaryen posados en ella. Levantó la vista y conectó con la princesa, el sentimiento en aquellos irises hablando más de lo que alguna vez podría salir de sus labios. El corazón inmediatamente se aceleró y sintió los pómulos amenazar con tomar color, por un momento perdiendo noción del alrededor y confiando que estaban solas en los aposentos. De pronto el llanto del bebé cortó el aire y Rhaenyra miró al niño, allí golpeándola la concepción de que habían creado vida a través de sus hijos.
La descabellada idea empalideció a Alicent, pero la sonrisa y aura maternal de su antigua compañera solo la llevó a fantasear irracionalmente. Generar existencia entre dos mujeres era imposible, pero, ante los jóvenes nuevos padres, de alguna manera podía confirmar que lo habían logrado.
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hii!!, eh been imagining a gorou so to speak...submissive/obedient?, and also I LOVE YOUR TYPE OF WRITING!!
So could you make a scenario or headcanons of gorou being a good boy? ( Not in the nsfw sense 😭)
(๑•ᴗ•๑)♡
💖~ Men who treat you like royalty and love you are the best men, bestie✨
Warning: Nope now💖, Gorou is a good doggo, Fem!Reader in spanish, GN!Reader in english | English is not my native language, so if I have made any mistakes in the translation, I am open to corrections | Content in spanish and english!
Spanish:
El general siempre trata de mantener el porte de un hombre serio, pues su posición lo ha hecho un hombre que no se inmuta en batalla. Es fiel, es aguerrido, un guerrero desde su cabello hasta la punta de sus pies. Un líder que motiva y guía a sus camaradas en combate. Gorou era genial en su campo y nadie podía decir lo contrario.
Donde Gorou demostraba más capacidad y destreza, era en la guerra. Su arco siempre disparaba al blanco porque sus ojos eran calculadores, siempre tenía alguna manera de cambiar las tornas de una pelea, incluso si era solo entrenamiento. Él sabía que debía poner el ejemplo para los demás.
Sería una pena si sus subordinados vieran lo mismo que tú.
El general aguerrido se iba ni bien tu novio entraba a casa. Su porte firme vacilaba cuando te veía y podías ver su cola moverse, rebajando al gran General de las tropas de Watatsumi a un simple y lindo perrito que se acercaba para impregnarte con su olor. Siempre fue una buena manera de burlarse del chico, que no podía evitar quejarse. Sonreías mientras él hacía lo que le pedías, sus orejas se aplanan al escuchar tu pedido y casi tropieza con sus propios pies para acatar tu orden, como si tú fueras su superior. Y en ese aspecto, tal vez tengas razón.
Gorou no es alguien más apasionado y devoto solo porque sería imposible. Él besa el suelo por el que caminas, besa tus nudillos y tus pies si te sientes cansada, adora sostenerte de la cintura mientras besa tu hombro y te dice que te ama más que a su propia vida, en sus ojos no hay nada más que tu reflejo cuando entras en la habitación, sonriendo porque notas que él te mira y todo su cuerpo se tensa.
Pídele que se arrodille para anudar tus zapatos, para ponerte tus tacones favoritos o incluso para acomodar tus medias. Él lo hará sin esperar un segundo aviso, se inclinará para ayudarte incluso si no se lo pides, y él siempre es tan lindo cuando su rostro parece explotar, la piel de sus mejillas muestran un tono rojo que se expande hasta la punta de sus orejas que tiemblan cuando te pide permiso para besarte o abrazarte.
Cuando llega a casa al final del día, cansado y las orejas tirando hacia abajo, solo piensa en recostar su cabeza contra tu estómago mientras le rascas las orejas. Los pensamientos de simplemente descansar le dan un puñetazo cuando nota que ya estás muy ocupada leyendo una nueva novela que compraste, y todo simplemente cambia en su cabeza. Quiere saber si deseas algo de té, o si te trae un trozo de la tarta que compraron recientemente y dijiste que te gustó, y su mueca hace evidente que quiere algo a cambio cuando le dices que estás bien.
Lo miras, nada de curiosidad en tus ojos, pues ya sabías que solo quiere descansar sobre su almohada favorita, pero Gorou siempre ha tenido este problema para expresar lo que quiere si se trata de ti. Te necesita en varios aspectos, pero es incapaz de comunicarlo sin sentirse patético, y ahí es donde entras tú, tan bonita mientras dejas el libro en la mesita de noche de la habitación y golpeas tus muslos, el sonido de tu piel y tu llamado dulce lo hacen casi chillar mientras, sin siquiera pensarlo mucho, se acerca a acudir a tu orden de acostarse sobre ti. Tus manos peinan su cabello para que no le moleste en el rostro, tus uñas acarician su piel y suelta un suspiro cansado y satisfecho mientras el general se convierte en alguna sustancia dulce y bonita que se apega al calor de tu cuerpo y menea la cola bajo tus manos. Gorou por fin puede descansar mientras le cuentas tu día y él escucha, levantando la vista cuando se lo pides y recibiendo con una sonrisa tus besos en sus mejillas sonrojadas.
Si sus subordinados vieran a su general en ese estado, tendrían una sonrisa en sus rostros, tal vez burlesca o no, pero nunca será más conmovedora como la sonrisa que tiene Gorou cada que te ve.
English:
The general always tries to maintain the bearing of a serious man, since his position has made him a man who does not flinch in battle. He is faithful, he is brave, a warrior from his hair to the tips of his feet. A leader who motivates and guides his comrades in combat. Gorou was great in his field and no one could say otherwise.
Where Gorou demonstrated the most ability and skill was in war. His bow always hit the target because his eyes were calculating, he always had some way to turn the tables of a fight, even if it was just training. He knew that he had to set the example for others.
It would be a shame if his subordinates saw the same thing as you.
The seasoned general left as soon as your boyfriend entered the house. His firm demeanor wavered when he saw you, and you could see his tail wagging, reducing the great General of Watatsumi's troops to a simple, cute little dog who came to impregnate you with the scent of him. It was always a good way to tease the boy, who couldn't help but complain. You smiled as he did what you asked, his ears flatten at your request, and he almost tripped over his own feet to comply with your order, as if you were his superior. And in that regard, maybe you're right.
Gorou is not someone more passionate and devoted just because it would be impossible. He kisses the ground you walk on, he kisses your knuckles and your feet if you feel tired, he loves to hold you by the waist while he kisses your shoulder and tells you that he loves you more than his own life, in his eyes there is nothing but your reflection as you walk into the room, smiling because you notice him looking at you and his entire body tenses.
He asks you to kneel to tie your shoes, to put on your favorite heels or even to adjust your stockings. He will do it without waiting for a second warning, he will bend down to help you even if you don't ask him, and he is always so cute when his face seems to explode, the skin on his cheeks showing a red hue that expands to the tips of his ears. He trembles when he asks for permission to kiss you or hug you.
When he comes home at the end of the day, tired and his ears pulling down, all he thinks about is laying his head against your stomach while you scratch his ears. Thoughts of just resting hit him when he notices that you're already too busy reading a new novel you bought, and everything just changes in his head. He wants to know if you want some tea, or if he brings you a piece of the cake they recently bought and you said you liked it, and his grimace makes it obvious that he wants something in return when you tell him you're fine.
You look at him, no curiosity in your eyes, because you already knew that he only wants to rest on his favorite pillow, but Gorou has always had this problem expressing what he wants if it's about you. He needs you in several ways, but he is unable to communicate it without feeling pathetic, and that is where you come in, so pretty as you leave the book on the bedside table in the room and slap your thighs, the sound of your skin and your sweet call They make him almost scream while, without even thinking much, he comes to obey your order to lie on top of you. Your hands comb his hair so it doesn't bother his face, your nails caress his skin, and he lets out a tired, satisfied sigh as the general turns into some sweet, pretty substance that clings to the heat of your body and wags his tail under your hands. Gorou can finally rest while you tell him about your day and he listens, looking up when you ask him and receiving your kisses on his blushing cheeks with a smile.
If his subordinates saw his general in that state, they would have a smile on his face, perhaps mocking or not, but it will never be more touching than the smile Gorou has every time he sees you.
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Virginia Woolf, Sobre estar enferma (trad. J. P.) [...] la literatura hace cuanto le es posible para sostener que le concierne solo aquello con respecto al pensamiento; que el cuerpo no es más que una lámina de liso cristal a través de la cual el alma mira directa y claramente y, salvo una o dos pasiones, como el deseo y la codicia, es nula, insignificante e inexistente. Mas, por el contrario, su envés es lo verdadero. Todo el día y la noche entera, el cuerpo interviene; se despunta o se afila, se colorea o descolora, se convierte en cera durante la canícula de junio, se fragua hasta convertirse en sebo en la lobreguez de febrero [...] Se desestiman las grandes guerras que el cuerpo, en la soledad de sus aposentos y con el espíritu como su esclavo, libra por sí mismo, sea contra el asalto de la fiebre o la llegada de la melancolía [...] no sólo necesitamos de un nuevo lenguaje, primitivo, sutil, sensual, obsceno, sino una nueva jerarquía de las pasiones: el amor debe ser depuesto en favor de una temperatura de 104 grados; los celos deben dar paso a los tormentos de la ciática; el insomnio debe desempeñar el rol del villano y el héroe ha de convertirse en un brebaje blanco de dulce sabor [...] Hay, confesémoslo (y la enfermedad es el gran confesionario) una franqueza infantil en la enfermedad; se dicen cosas, se sueltan verdades que la cautelosa respetabilidad de la salud oculta [...] No conocemos nuestras propias almas, y menos aún las almas de los demás [...] En cada uno hay un bosque virgen, enmarañado, carente de senderos; un campo de nieve donde incluso la huella de las patas de los pájaros es desconocida. Y aquí vamos, vamos solos, y es mejor así. Tener siempre compasión, estar siempre acompañados, siempre ser comprendidos sería intolerable. En la salud, empero, es necesario mantener la apariencia de buen humor y renovar el esfuerzo –comunicarse, civilizar, compartir, cultivar el desierto, educar a los nativos, trabajar juntos de día y distenderse de noche. En la enfermedad esta simulación o fingimiento, cesa [...] Normalmente, mirar al cielo durante un tiempo prolongado es imposible. Los peatones se verían impedidos y desconcertados por quien observase al cielo con un carácter público [...] Ahora, convertidos en hojas o margaritas, tumbados, yacentes, mirando fijamente hacia arriba, descubrimos que el cielo es algo tan diferente de esto que realmente es un poco chocante [...] Examinemos la rosa. La hemos visto florecer tantas veces en vasijas, la hemos relacionado tantas veces con la belleza en su plenitud, que hemos olvidado cómo se yergue, quieta y firme, durante toda una tarde en la tierra. Guarda una actitud de perfecta dignidad y posesión de sí misma. La difusión de sus pétalos es de una firmeza inimitable. Tal vez ahora una caiga deliberadamente; ahora todas las flores, las voluptuosas púrpuras, las cremosas, en cuya carne cérea una cucharita ha dejado un remolino de jugo de cereza; gladiolos; dalias; lirios, sacerdotales, eclesiásticos; flores con sus primorosos cuellos de cartón teñidos de damasco y ámbar, inclinan suavemente sus cabezas hacia la brisa –todas, con excepción del pesado girasol, que orgullosamente reconoce al sol al mediodía y tal vez a medianoche impugne a la luna. Allí están; y es de estas cosas, las más apacibles, las más autosuficientes de todas aquellas de las que los seres humanos se han hecho compañeros; ellas, que simbolizan sus pasiones, adornan sus fiestas y yacen (como si conocieran la pena) sobre las almohadas de los muertos. Es maravilloso contarlo [...] las personas viven en el campo para aprender la virtud de las plantas. Es en su indiferencia que son reconfortantes.
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Carta de Damian Wayne para el Hada de los dientes (siendo leída por sus hermanos)
"Respetada Hada de los Dientes:
Sé que no te he escrito antes, y tampoco tenía idea de tu existencia. Pido disculpas por mi ignorancia. Mis hermanos mayores me han contado de ti, y de como llevas a cabo tu transacción monetaria cada vez que encuentras un diente bajo la almohada de un niño.
Sé que muchas veces he manifestado a mis mayores y demás que no soy un infante, pero en confidencia, realmente nunca llegué a ser uno por la forma en la que me crió la familia de mi madre. Era de vital importancia para ellos que yo fuera un ser perfecto, sin fallas ni defecto alguno, por lo que me volví en un adulto en vez de vivir la dulce infancia e inocencia que exudan los pequeños.
Mas no son mis primeros años de vida los que quisiera argüir en esta misiva, no. De acuerdo a mis queridos hermanos mayores, de los que estoy seguro ha visitado en infinidad de veces, (Y mire que me da un poco de celos tener conocimiento de que usted los percibiera en tan tierna edad) yo debería perpetuar el ritual por el cuál se basa su existencia.
Pero no quiero, no quiero hacerlo, y es por eso que le he escrito esta carta para hacerle entender mi razón.
Debido a mi posición, y estilo de vida, no requiero de un estímulo o compensación monetaria, ya tengo demasiado de eso. Así que le pido que se lo dé a otro pequeño que esté en una situación precaria.
Mas, si usted puede condescender un deseo, le pido con gran fervor y conmiseración para mi persona, que me asista a influir un cambio en las demás personas sobre la percepción que tienen de mí. He realizado tantas cosas y acciones que me perpetúan un lugar en el Infierno, lo sé, he estado ahí; que necesito su ayuda, no para librarme de mi destino hasta el final de los tiempos, sino para que en el tiempo que me quede para caminar entre los vivos mis semejantes puedan expresarme un poco de amor, un poco de empatía, un poco de orgullo hacia mi persona. Y que esto sea para soportar mi estancia en el Tártaro.
Por favor, por favor. Ayúdeme, ayúdeme para que las personas que amo abran sus ojos y vean que estoy aquí, que no me abandonen. Mi alma ya estaba perdida desde que nací.
Sé que he impetrado algo díficil, tal vez imposible, pero tengo un poco de fé, un poco de fé de que alguien me mire sin temor u odio a los ojos y me sonría.
Lamento pues, haberle quitado algo de su valioso tiempo que usted se ha tomado para leer esta carta, la cuál espero que reciba y me concediera una respuesta en caso de ser factible.
Me despido esperando volver a saber de usted, viable a causa de que aún tengo una dentadura infantil.
Con sincero decoro, Ibn al Xu'ffasch Damian Thomas Wayne Al Ghul.
P. D. Debido a mi reciente conocimiento sobre su labor en el mundo, me he tomado la libertad de elegir una caja de té de jengibre y ponerla a su disposición, para contrarrestar los efectos de la fatiga.
Jason terminó de leer la carta y se quedó viendo a sus otros dos hermanos, quiénes desviaban la mirada y la clavaban al piso, teniendo pensamientos y sentimientos encontrados. Volvió a meter la hoja al sobre y con cuidado, volvió a meterla bajo la almohada de Damian, que aún seguía dormido bajo los efectos residuales de la anestesia.
- Buenas noches, pequeño demonio.- Le acarició con delicadeza los cabellos y se salió de la pieza del más chico.
Tim se aproximó a la cama e inclinándose, le dio un beso en la frente a su hermano menor.
- Dulces sueños, gremlin.- Le dijo en voz baja, yéndose tras Todd.
Al quedarse solo, Grayson se sentó en la orilla de la cama, sacó el sobre y la muela para meterlos dentro de su pantalón, miró por un momento al chiquillo durmiente, y con el corazón pesado, se recostó a un lado suyo, abrazándolo contra sí.
- Te queremos, Pequeño D, y estoy muy orgulloso de tenerte como mi hermanito menor.- Acarició sus cabellos y le besó la frente.- Pase lo que pase, siempre estaremos contigo, pajarito. Y te prometo que, sin importar cómo, yo mismo iré al infierno y te sacaré de lo más profundo del abismo. No te rindas, Damian. No te rindas.-
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Unos brazos bonitos.
Unos brazos bonitos acunaron mi cuerpo en la noche, unas manos me acariciaron el cabello, luego el alma, y unos besos me contaron historias para poder dormir mejor.
Nunca he sido buena con las palabras habladas, soy una mujer de cartas, notas adhesivas y pensamientos apilados en papeles de diario. Quise expresarte todo lo que sentía cuando me mirabas, tu cabello esparcido por mi almohada, tus besos escondidos en mi cuello y tus manos tan benditas recorriendo mi espalda. Te miraba a los ojos, nos miraba a nosotras mucho más jóvenes, apenas veinte años y como los besos fueron evolucionando.
Te miraba tan serena, expandiéndote en mi cuarto, descansando en mi cama y sonriendo ante las bobadas que de mi boca nacían, te regale mi cuarto favorito, mis caricias y mis abrazos llenos de amor.
Porque unos brazos tan bonitos merecían llevarse todo de mi alma, quería besarte en todos lados y te dejé fumar encima de mi cama, sentí celos por la forma en la que el cigarrillo se apego a tus labios… como él podía tocarte mucho más tiempo que yo, el humo ingresando y escapando como pequeñas fugas por tu nariz.
Me recosté a tu lado, solo para mirarte al hablarme, al reírte, al comentarme cosas de tu vida y luego burlarte por el ex amor que me dejo por tercera vez; yo me burle de tu ausencia y quedamos hechas, llenas de reírnos de nuestras desgracias. La complicidad en nuestras palabras, en nuestra charla nocturna, en tus besos en mi boca, mi cuello y mi clavícula.
Me viste pasear desnuda por los pisos de la habitación, me hiciste vivir la tranquilidad de poder descansar en unos brazos tan bonitos y en tu aroma, me adormeciste la guerra interna; me hiciste olvidar por un momento el dolor.
He descansado en unos brazos tan bonitos, desperté aferra a tu cintura como si mi cuerpo supiera que te tenias que ir en cualquier momento y luego volvería a ser yo, humana y sola.
Pero me hiciste reír a carcajadas, aceleraste mi corazón, cenaste con mis padres y ellos amaron tu compañía, porque sos mágica Maga, sos magnifica. Y todos amamos tu compañía cuando decides aparecer.
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He likes the nights close to dawn, when the city gets ready to quiet down and the moon, together with the dancing stars, shines high in the darkness to help the dreamer to sleep. But he does not sleep nor does he want to, his only desire is to dream and to be filled with the eternal light of that sun that never stops shining, even if he cannot see it when the night comes to offer him its hand to take him to rest. He has to lull himself to sleep with the murmur of his thoughts before sticking his head on the pillow and flying, because he has never had anyone, he is his own song and his eternal lover; the one who dreams himself so as not to vanish.
Le gustan las noches cercanas a la madrugada, cuando la ciudad se alista para aquietarse y la luna, junto a las estrellas danzantes, brilla en lo alto de la oscuridad para ayudar al soñador a dormir. Pero, él no duerme ni quiere hacerlo, su único deseo es soñar y colmarse de la eterna luz de ese sol que no deja de brillar, así no pueda verlo cuando la noche llega a ofrecerle la mano para llevarlo a descansar. Tiene que arrullarse con el murmullo de sus pensamientos antes de pegar la cabeza en la almohada y lanzarse a volar, porque nunca ha tenido a nadie, él es su propio canto y su eterno amante; el que se sueña a sí mismo para no esfumarse.
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Emma no es sin Sofía
Digo no conocer a Sofía, pero nació al lado de Emma. El mismo día, a la misma hora y en el mismo sufrimiento de mamá. Hemos padecido lo mismo durante 20 años, aun así, somos diferentes. Tanto que Emma envidia a Sofía porque tiene más sabiduría y la ha intentado callar de tantas maneras, pero no ha vencido ninguna batalla y sabe que no lo va a lograr. Porque Sofía abraza el miedo de otra manera, ha aprendido de él y habla consigo misma todas las noches intentando comprender el porqué de las situaciones que ha vivido.
Sofía es la dueña de este blog y por primera vez, lo será de mi escritura.
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Lejos del Sol (Quema de Amor) - Esteban Kukuriczka
+18! Dom!Esteban. Biting, (alusión a) belly bulge, choking, (posible) dacrifilia, (breve) degradation, dirty talk, (mención de) marking, sexo sin protección, somnofilia, spitting, edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
Buenos Aires, 17:53
Los últimos rayos de sol iluminando la cocina te permiten ver las infinitas e inevitables partículas de polvo danzando en el aire. El pensamiento te hace arrugar la nariz y, cuando tu expresión llama su atención, tu novio sigue la dirección de tu mirada para encontrar el motivo de tu disgusto.
Él no se fija en el polvo, sólo en la luz, extendiendo su brazo para que lo ilumine como un reflector y moviendo sus dedos.
La acción te saca de tus pensamientos y lo imitás con una pequeña risa que interrumpe el silencio reinante en la cocina. Te sonríe, su mano todavía suspendida en el aire busca la tuya con un gesto que sólo podés catalogar como dramático, y su índice señalándote -probablemente con intenciones de evocar una famosa pintura- te hace reír nuevamente.
-El café- dice antes de que el sonido de la cafetera los sorprenda a ambos-. ¿Servís vos...? Ya vengo.
Es un sábado extremadamente aburrido, tranquilo, pacífico, y la mayor parte del día estuvieron acurrucados entre las sábanas, con tu cabeza descansando sobre su pecho y su respiración acompañándote hasta que el sueño te ganó en más de una ocasión. Cuando por fin abandonaron la cama, cerca de la hora del almuerzo, lo hicieron con movimientos lentos y perezosos.
Moviéndose en silencio, siempre cerca del otro, prepararon el almuerzo y ocuparon sus respectivas sillas en la mesa. El ruido de la televisión en la sala de estar los acompañaba, lejano e incomprensible entre las palabras que intercambiaban, logrando distraerte en algún momento y permitiendo que tu novio arrojara todavía más queso sobre su comida.
Ocultó su sonrisa pícara sin mucho éxito y cuando lo regañaste, argumentando que consumir queso en cantidades industriales no podía ser sano, intentó comprarte con una mueca que debió considerar que sería extremadamente tierna; en realidad -tenías que admitir- lo era, pero su cabello despeinado cayendo en todas direcciones resultaba gracioso y no le fue de ayuda.
-Peinate- suplicaste cuando dijo que tomaría una rápida ducha. Dejó salir un sonido de molestia, una mezcla entre un quejido y un gruñido, pero el esbozo de una sonrisa tiró de sus facciones y antes de marcharse acarició tu brazo por un breve instante.
Cuando abandonó el baño te encontró en la habitación y se arrojó sobre la cama, ataviado únicamente con un bóxer y una camiseta holgada que caía dejando ver uno de sus hombros. Observó en silencio tu indecisión a la hora de escoger ropa, sin comprender por qué dudabas tanto entre dos prendas igual de cómodas.
-Podrías haberme hecho compañía, ¿no?- dijo contra el colchón-. Ahorrábamos agua.
-Sí, seguro- negaste, más que consciente de la manera poco ecológica en que terminaban todas las duchas que tomaron juntos.
Regresaste media hora más tarde y él se encontraba profundamente dormido sobre tu lado de la cama, abrazando tu almohada con fuerza. Su cabello todavía estaba húmedo, algún que otro mechón iluminándose bajo esa franja de luz que atravesaba la habitación desde la ventana. Abrazaste su cintura y descansaste tu mejilla sobre su espalda.
Fue un alivio (y en parte una pena) no caer nuevamente en su trampa, pensás ahora y te ponés de pie lentamente. Todavía pueden compartir despiertos los últimos vestigios de la tarde.
Mientras esperás su retorno te encargás del café y te preguntás que estará haciendo. No recordás en qué dirección se desvaneció una vez que cruzó el umbral y no escuchás ruidos que te permitan saber en qué lugar de la casa se encuentra, pero por la expresión en su rostro estás segura de que recordó algo impostergable.
Esteban es así. Siempre.
Tiene la costumbre de interrumpirse a media oración para explicar algún pequeño detalle, relacionado directa o indirectamente con lo que sea que esté diciendo; si recuerda algo o un pensamiento lo invade tiene que expresarlo en voz alta, esperando el momento oportuno para compartirlo, por no mencionar los momentos en que huyó de una habitación corriendo para buscar algún objeto o pertenencia random.
Cuando estás relatando una anécdota suele perderse en el movimiento de tus labios, sostenerte la mirada como si intentara leer tu mente e invadir tu espacio personal como si tuviera la única intención de fusionar sus átomos con los tuyos. El destello en sus ojos todavía provoca que tropieces con las palabras y él jamás parece saber que es el responsable, pero completa tus frases para ayudarte a retomar el hilo.
Observás en trance las tazas y los hilos de vapor dibujando espirales, esfumándose en el aire, recordando todos esos pequeños detalles mientras la luz del sol continúa derramándose por toda la habitación, iluminando la cerámica blanca y las plantas.. Y entonces llega a tus oídos el sonido de sus pasos acompañados por una melodía que reconocés con facilidad.
Volteás en el momento exacto en que entra en la pequeña cocina y su sonrisa es inmensa, brillante y cautivadora. Comienza a caminar hacia vos con pasos rítmicos y tu expresión de resignación, como si estuviera por torturarte, lo hace soltar una carcajada.
Esteban gira sobre sus talones con una energía impropia del día y de la hora antes de extender una mano en tu dirección. Tu resistencia comienza a desmoronarse y te sentís presa de la fluidez con que su cuerpo en constante movimiento, elegante pero aún así desenfadado y perfectamente sincronizado con la canción, provoca que su ropa se arrugue y su cabello dorado baile.
-Dale- insiste y cruzás tus brazos sobre tu pecho-, no seas mala.
-Estoy cansada- decís para escapar de su invitación-. Y se va a enfriar el café…
Resistirte es cada vez más difícil porque tu cuerpo comienza a seguir la música en contra de tu voluntad y ocultarlo es imposible. Tus manos están ahora entrelazadas, todavía fingiendo estar en una profunda negación, pero el sutil vaivén de tu figura es delator y una sonrisa comienza a crepitar en tus labios.
Esteban extiende su otra mano y, cuando por fin aceptás con una risa, tira hasta que te rendís contra su pecho. Colocás tus manos en sus hombros y toma tu cintura para guiarte, tus torpes movimientos volviéndose más naturales luego de unos segundos y sincronizándose con los suyos, que parecen insistir con guiarte hacia la sala de estar.
Tus movimientos se tornan más seguros y la armonía de sus risas se entremezcla con la canción. Esteban te hace girar, siempre sosteniendo tu mano, y cuando su mirada vuelve a encontrar la tuya estás segura de que no existe en el mundo un mejor lugar que este, repleto de amor y complicidad, intimidad y alegría.
El mundo exterior parece desvanecerse y el tiempo detenerse mientras ambos continúan bailando. Sus sombras se proyectan sobre la alfombra y los muebles, cada vez más largas y también más cercanas la una de la otra por el espacio ahora inexistente entre sus cuerpos.
Sus respiraciones se entrelazan.
-¿Sabías que Bill Withers era tartamudo?- pregunta en un susurro.
Intentás contenerte pero se te escapa una carcajada.
-¿Qué tiene que ver eso?
-Nada- contesta con una risa.
Deshace el abrazo y te deslizás por toda la sala, más segura, más relajada, más perdida en el amor que deja entrever su expresión. Esteban te sigue, prácticamente pisándote los talones, aplaudiendo mientras cuenta tus giros y observa los saltos que te hacen perder el ritmo.
Adaptándose a tus movimientos pero todavía dándote el espacio suficiente vuelve a tomarte de la mano. El impulso de sus pasos te hace girar con él y en más de una ocasión tropiezan, arrastrándose mutuamente pero recuperándose en un parpadeo y retomando el baile.
Cuando te atrapa entre sus brazos sentís su respiración, el subir y bajar de su pecho contra tu espalda, pero te distraen sus labios en tu mejilla y el roce fugaz de estos contra tu oreja. Te dejás llevar por sus pasos lentos, mientras tararea la canción en voz baja, con un susurro que es sólo perceptible para tu oído.
Girás para poder ver su rostro y él descansa su frente sobre la tuya. Repite la letra de la canción sobre tus labios una y otra vez y sin importarle que sus pasos pierdan velocidad, porque sólo puede pensar en los lugares donde su cuerpo hace contacto con el suyo.
-El café- le recordás, lamentando interrumpir el momento-. Ya debe estar frío.
-No creo.
Vos creés en su palabra.
05:47
Lo primero que sentís cuando despertás son los dedos de Esteban deslizándose por tu abdomen y finalmente encontrando hogar en la delicada piel de tu cadera. No importa cuánto tiempo lleven juntos y tampoco cuánto te toque, sus dedos todavía te hacen cosquillas.
Lo segundo que notás son sus labios sobre tu cuello y, por último pero no menos importante, su erección caliente entre tus piernas y acariciando tu centro. Un grito débil deja tus labios cuando sus dientes capturan tu oreja, sincronizados con su punta golpeando tu pequeña entrada.
-Perdón, mi amor, no quería despertarte- se disculpa con voz ronca.
Suspirás y reprimís una sonrisa.
-¿No podías esperar un ratito?
-No- besa tu mejilla-. ¿Querés volver a dormir?
Es una pregunta de doble filo.
-No.
-Ya sabía- ríe contra tu piel y temblás-. Me vas a dejar hacer lo que quiera, ¿no?
Su mano recorre tu costado, su palma dejando un rastro de fuego en cada parte de tu ser que toca, para luego deslizarse sobre tu abdomen hasta detenerse cerca de tu clítoris.
No deja de moverse para utilizar tus pliegues y muslos para satisfacer su necesidad; estás segura de que de bajar la mirada, con ayuda de la escasa luz filtrándose por la ventana, verías su punta –y más, considerando su tamaño- asomándose.
Reprimís un gemido cuando sentís la excitación brotando de tu cuerpo, su miembro ahora brillante esparciéndola por tu piel junto con sus propios fluidos, cada vez más abundantes.
Te dejás caer aún más sobre su pecho, buscando más contacto, y él parece complacido por el gesto porque te recompensa jugando con tu clítoris. Jadeás y empujás tu cadera contra su pelvis.
-Más.
-¿Ya?- pregunta con tono burlón y asentís-. No sé, no contestaste lo que te pregunté.
-¿Qué…?
-¿Me vas a dejar hacer lo que quiera?- repite. Ejerce todavía más presión con sus dedos y dejás salir un sonido similar a un quejido de dolor.
-Sí, sí.
Ignora tus protestas cuando deja de tocarte y acaricia la parte posterior de tu muslo antes de sujetarlo con fuerza, obligándote a levantar la pierna para tener mejor acceso.
Sus largos dedos terminan de empaparse cuando los dirige hacia tu entrada, rodeándola con cuidado, tanteando antes de introducirse con suavidad y delicadeza en tu interior.
Tu cuerpo lo recibe sin más.
-Mirá cómo estás.
No tenés oportunidad de chequear por tu cuenta porque lleva ambos dígitos a tus labios: permitís que los deslice sobre tu lengua y succionás con fuerza para provocarlo, bañándolos con tu saliva ante su silenciosa pero evidente orden.
Luego de unos minutos y un tercer dedo sumándose, estirando tus labios todavía más, los retira y regresan a su habitual lugar.
-Ya está, ya está- intenta calmarte cuando te quejás.
Roza en tu interior los puntos que te hacen estremecerte y pronto tus gemidos son lo único que escucha junto con su respiración cada vez más descontrolada. Arrastra sus dientes entre tu cuello y tu hombro, sobre ese lugar con el que tiene una obvia fijación, mientras continúa tocándote con intención de volverte un desastre.
No estás segura de poder resistir mucho más.
-Dale, amor- suplicás-. Estás…
Estás tardando, querías decir, mucho. Esteban no te permite completar la frase porque comienza a mover sus dedos con, curvándolos hacia arriba y torturándote con la precisión de sus caricias, prácticamente obligándote a olvidar tus pensamientos sobre su tardanza.
En tu desesperación te empujás más contra su cuerpo, caliente y también desesperado por vos, sólo para poder sentir su erección palpitante contra tu piel.
Ataca tu cuello con besos húmedos, suspirando y murmurando palabras que tu cerebro cada vez menos coherente ya no comprende, y cuando buscás su miembro él aparta tu mano para centrarse en tu cuerpo sin distracciones.
Te aferrás a las sábanas, presa de sus dientes marcando tu hombro y de sus dedos abusando de tu interior, hasta que unos minutos más tarde cubre tu boca con su otra mano para silenciarte mientras un violento orgasmo sacude tu cuerpo.
La intensidad de la sensación te hace llorar, cortándote la respiración y deshaciendo los últimos pensamientos que habitaban tu mente.
-Quieta- ordena cuando intentás alejarte.
No tenés la fuerza necesaria para tolerar el placer una vez que se vuelve insoportable, amenazando con regalarte otro orgasmo, y tampoco tenés la fuerza para batallar con él mientras termina de prepararte para recibirlo en tu cuerpo.
Simplemente te dejás hacer y sollozás contra su palma.
En un rápido movimiento reemplaza sus dedos por la punta de su miembro. Tu cuerpo todavía sensible y su tamaño son una combinación que no falla en hacerte delirar, seguro, pero también te hacen morder tu lengua para soportar el ardor de la penetración mientras él intenta consolarte.
Tu mano tira de su cabello en cuanto continúa deslizándose en tu interior, haciéndolo gemir y provocando que sus movimientos hasta ahora delicados pierdan el ritmo. Introduce los últimos centímetros de manera brusca y protestás, tu voz todavía ahogada por su mano, mientras él entierra su nariz en tu cabello para embriagarse con tu perfume.
Estás más que segura de que también intentaba disimular un gemido y, cuando por fin descubre tu boca –arrastrando sus dedos entre tus labios, humedeciéndolos y luego manchando tu mejilla con tu saliva-, intentás burlarte como suele hacer con vos.
-¿Qué pasa?- intentás disimular el temblor de tu voz-. ¿Estás desesperado?
Sus uñas enterrándose en tu cadera son la única advertencia que recibís antes de que te sorprenda con la fuerza de sus embestidas. El impacto entre ambos cuerpos resuena entre las cuatro paredes, opacando el resto de sonidos cotidianos que llegaban a tus oídos.
La mezcla entre tu humedad y su excitación es evidente cada vez que vuelve a enterrarse en vos y tus gemidos descontrolados te resultan en extremo humillantes considerando la pregunta que hiciste. Intentás recobrar la compostura, fingir que sus acciones no te afectan tanto para no darle la satisfacción, pero podés sentir su sonrisa cuando pregunta:
-¿Qué decías?
El tono de su voz te hace temblar e inconscientemente empujás tu cadera contra su pelvis en busca de más.
Su respuesta es rodear tu cuello con su brazo, inmovilizándote y dejándote sentir la tensión en sus músculos, mientras reafirma su agarre en tu cadera para seguir con su brutal ataque. Sabe cuánta fuerza necesita emplear para privarte de oxígeno y lo demuestra presionando de manera experta sobre los lugares justos.
Con cada golpe su punta toca tu cérvix, la sensación en combinación con la presión sobre tu cuello permitiéndote saborear un orgasmo cada vez más cercano, y su respiración bañando tu piel cada vez que jadea sólo empeora la situación.
En caso de mover su mano unos centímetros, Esteban podría sentir en tu abdomen bajo la profundidad de sus embestidas y torturarte utilizando sus largos dedos o su mano.
Eso es justo lo que hace luego de rozar tu piel con sus uñas.
-Mirá- toma tu mano, posicionándola y cubriéndola con la suya-. Acá estoy…
Tus músculos se contraen sobre él y tu visión se nubla. El orgasmo te hace gemir con fuerza, olvidándote por completo de la hora y de los vecinos, los dedos de tus pies se contraen por el placer y el calor que recorre tu cuerpo desde tu centro quema.
Esteban no deja de moverse, prolongando tu clímax sin importarle tu sensibilidad o tus uñas enterrándose en su brazo –todavía sobre tu cuello-, ignorando los espasmos que sacuden tu cuerpo.
Cuando por fin se detiene, unos minutos más tarde y sólo luego de ver que comenzás a desesperarte por la sobre estimulación, te concede unos pocas respiraciones para recuperarte antes de arrojarte sobre tu espalda y terminar de arrancar las prendas de tu cuerpo.
Se posiciona entre tus piernas, separándolas sin importarle tu flexibilidad, y desliza su miembro ardiente entre tus pliegues brillantes.
-¿Querés más?- su expresión es seria y cautivadora. Asentís, todavía sin palabras y perdida en él, en su rostro y en su cuerpo, pero eso no es suficiente-. Decime, ¿querés más?
-Sí, por favor.
-¿Qué querés?- empuja contra tu entrada y cuando no obtiene respuesta golpea con su mano sobre tu clítoris. Entre dientes, repite:- ¿Qué querés? Contestá, dale.
-A vos, Kuku, por favor- otro golpe. El calor de tus mejillas es nulo en comparación con el calor entre tus piernas y, sin importar la vergüenza que sentís, contestás con las palabras que tanto quiere oír:- Quiero tu pija, por favor.
El tormento no cesa allí.
-Sos una putita, ¿no?- jadeás-. Mi putita.
-Sí…
-Decilo- se desliza en tu interior hasta ver desaparecer la punta de su miembro y con su pulgar comienza a dibujar círculos sobre tu clítoris. Tu gemido, más agudo de lo usual y patético, te sorprende. Su miembro palpita-. Decí que sos una putita.
Cerrás los ojos en busca de valor para hablar. Humedecés tus labios.
-Soy una putita.
-¿Y de quién sos?
-Tuya.
Un sonido grave y gutural deja su garganta cuando tus paredes, imposiblemente cálidas y más húmedas que antes, vuelven a cerrarse sobre él. Se arroja sobre tu cuerpo y el nuevo ángulo te hace ver las estrellas, cada centímetro y cada vena que recorre su miembro estimulándote y provocando que las lágrimas caigan en cascada por tus mejillas.
-Mirame.
Tus párpados son pesados y tus pestañas brillan cuando te encontrás con la profundidad de su mirada. Los centímetros que los separan son prácticamente inexistentes y antes de comenzar a contar sus pecas o nombrar los colores que decoran la paleta de sus irises -en un absurdo intento de mantenerte cuerda-, tus dedos rozan su pómulo y su mejilla.
Tu pulgar traza su labio inferior suavemente, como si su miembro no estuviera haciéndote temblar o sacudiendo tu cuerpo sobre el colchón con la fuerza de sus embestidas, pero esta es una acción que dura milisegundos. Mueve su rostro sin precio aviso, obligándote a retirar tu mano, y escupe sobre tus labios entreabiertos antes de besarte.
Mientras te dejás llevar por sus besos hambrientos podés sentir la desesperación emanando de su figura y el constante palpitar de su miembro, siempre tan adictivo y la causa de tu perdición en más de una ocasión.
Tus piernas abrazan su cadera y él suspira contra tus labios para luego recostar su frente sobre la tuya.
-Estás muy apretada- susurra como si fuera una confesión. Tomás su mejilla y se deja caer contra tu mano-. Me encantás.
-Vos también me encantás- contestás entre suspiros.
Un gemido llega a tus oídos en el momento exacto en que su ritmo se vuelve frenético. Deslizás una mano entre su cuerpo y el tuyo, consciente de tus nervios reclamando tu atención, sin reparar en que ese pequeño primer roce es suficiente para tropezarte con un orgasmo desgarrador.
Tus uñas dibujando sobre su hombro lo hacen gruñir, su voz grave y cargada de deseo presa en su garganta, pero es cuando lo tomás por el cuello para obligarlo a besarte que su orgasmo lo golpea y llena tu interior. El calor de su liberación te hace sollozar contra sus labios y él aprovecha el momento para morder tus labios, tu mejilla, tu cuello, sin contenerse.
Besa las marcas que sus dientes dejaron, su huella, fingiendo no notar algún que otro vaso sanguíneo roto decorando tu piel con tonos de rojo y violeta. Recorre la línea de tu mandíbula mientras las últimas gotas de su semen pintan tus paredes, reclamándote como suya una vez más, marcándote permanentemente.
Unos pocos centímetros de distancia le permiten contemplar tu expresión.
-¿Estás bien?- besa tus mejillas juguetonamente.
Respirás profundamente.
-Muy bien. ¿Vos?
-Perfecto- sonríe-. ¿Puedo…?
-No- lo interrumpís-. Quiero estar así un ratito.
Besa tus labios.
-El tiempo que quieras- promete.
Iría a la guerra por este hombre. Moriría por él. Espero que hayan disfrutado la lectura así como yo disfruté escribir (hace muchas lunas) esta historia para ustedes 🤭
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Esto lo escribo por si alguien más también se pregunta (algún día saldré de este laberinto en donde se hunden mis pensamientos), por si alguien busca un poco de sombra entre el diluvio. Creo firmemente que las letras y su expresión son un refugio y cobijo a la vida y el alma, la vida misma, son sueños y a veces también la almohada para la vigilia. Creo firmemente que la literatura es ese lugarcito encantado donde podemos hablar todo eso que se ancla en nosotros, ya sea alegría o tristeza, ya sea un diálogo crudo y crítico, a una campanilla que anda poema. Así que aquí estoy dejando campanillas correr en mis ojos, pocas veces lo he dicho, cuando vienen esas veces tengo un terrible miedo de volver a caer y siento un frío en las manos que me hiela, llevo años dando pasitos a través de mi interior reparando cada grieta, llevo años tratando un equilibrio y aunque sé que es un proceso que a veces se avanza y otras veces se retrocede no deja de pesar el ver tan lejos el abrazo a mis propios brazos, se siente culpa al sentir que estás retrocediendo y que comienzas a hechar sobre ti todo el peso, más aun conocerte a ti mismo y ver tu luz es un logro enorme y querer estar mejor es la voluntad que tiene la vida para vivir. Así que respiro mirando la brisa, el como toca las hojas, el color que tiene cada pétalo y vuelvo a retomar, admiro que vivo minuto a minuto la maravilla del vivir. Y doy gracias por cada sonrisa que está escrita a mi corazón y me hace creer y me ayuda avanzar. De verso a verso, deja el pajarito su canto a la brisa, de verso a verso lo escuchan los niños que juegan, de verso a verso los niños son un par de ojos que no dejan de soñar ...
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☆ mañana silenciosa | beomgyu
beomgyu x fem!lector
୨୧ palabra: 0.6k ୨୧ genero: romance, muy suave, relación establecida, algo sugerente? ୨୧ english ver
Hundiste la cabeza en la almohada con un suspiro, el sueño de la noche a punto de desvanecerse de tus pensamientos. Beomgyu estaba acostado a tu lado, con el rostro relajado mientras permanecía dormido en tus brazos. Sonreíste un poco ante lo bello y frágil que parecía, acariciando su cabello suave y brilloso como si fuera un reflejo natural.
Con los ojos todavía medios cerrados, Beomgyu soltó un sonido de placer cuando sintió tus caricias, te rodeó con más fuerza entre sus brazos y escondió su cara en tu cuello. Durante los próximos minutos, te perdiste en la calidez e intimidad que percibiste en los pequeños detalles de esa interacción; en la forma en la que sus dedos se introdujeron debajo de tu camiseta y rozaron con delicadeza la desnudez de espalda, en las cosquillas que sentiste cuando las hebras doradas de su pelo cayeron sobre tus mejillas, y en su aliento tibio besando la piel de tu cuello, convirtiéndose de vez en cuando en un susurro en tu oído.
La suavidad del mentón de Beomgyu se deslizó poco a poco por tu cuello mientras sus labios rozaban tu piel en un tierno beso, quedandose inmóvil cuado llegó a tu barbilla. Por un instante creíste que se había quedado dormido de nuevo, pero cuando te inclinaste y depositaste un beso en su cabeza, pudiste sentir que sonreía sobre tu piel.
—Puedes seguir durmiendo, aún es temprano —musitaste cuando se inclinó y frotó su nariz contra la tuya.
Beomgyu sonrió gentilmente y asintió con la cabeza mientras daba un ligero apretón en tu espalda, soltando un bostezo silencioso y acercándose más a ti. Reíste de su actitud perezosa y le diste un leve pellizco en su oreja, al que él respondió con un gruñido juguetón.
—¿Soy tu almohada ahora? —preguntaste cuando sentiste casi la mitad del peso de su cuerpo sobre ti.
Beomgyu volvió a asentir y se acercó para depositar un beso corto y suave sobre tus labios, al que luego le prosiguió otros cuantos más. Siguió burlándose de ti hasta que llevaste una de tus manos a su cuello y forzaste la profundidad del contacto de sus labios contra los tuyos; haciendo que soltara un zumbido bajo y sus manos se aferraran a ti con mayor fuerza.
Sus bocas empezaron un baile exquisitamente lento en el que cada uno se tomó su tiempo para saborear, dejando que cada movimiento diera vida a una respuesta diferente, cada vez más húmeda e interesante. Un quejido de satisfacción escapó de la boca de Beomgyu cuando tu lengua acarició su labio inferior y le dio acceso absoluto a su boca. Dejo que tus manos lo acariciaran, casi sintiendo que se derretía en tus manos.
Supiste por la forma en que te abrazaba que empezaba a sentirse nervioso. Cada movimiento ocasionaba que nuevo un sonido escapara de su boca y la pasión en ellos enviaron un escalofrío a tu columna vertebral.
Su tacto, su labios, su aliento... Encontraste aquello tan adictivo.
Cuando rompiste el beso, los ojos de Beomgyu parecían dos ascuas oscuras y resplandecientes. Al mirarlo, no pudiste evitar deleitarte con el torrente de emociones que se reflejaban en su lindo rostro y te sentiste incapaz de apartar tus ojos de él. La forma en que su mirada se iluminó, el brillar de las comisuras de sus labios y el calor que desprendía su cuerpo..., tú corazón empezó a latir con fuerza mientras te maravillabas con todo aquello, preguntándote si era real, o si se trataba de un simple un sueño.
Al ver la intensidad con la que lo mirabas, un ligero rubor cubrió las mejilla y la puntas de las orejas de beomgyu.
—Hola —saludó, con una sonrisa tímida puso una mano detrás tu cabeza y te acercó para frotar su nariz contra la tuya de nuevo, mirándote con ojos llenos de serenidad y amor.
Sonreíste al escuchar su voz por primera vez en el día, consiente de lo sereno y taciturno que había estado hasta ahora.
—Hola.
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"first time sleeping together" sihtric kjartansson x fem! reader
Mantiene sus ojos abiertos con dificultad unos momentos, mientras se acostumbra a la pequeña luz que la vela en la mesa de luz proporciona, sorprendiendose ligeramente al verte despierta. Había pasado un buen rato desde que ambos se habían acostado, esta siendo la primera noche en la que los dos habían decidido comenzar a dormir juntos.
—¿Estás incómoda?—murmura en un tono bajo, sintiendo la boca ligeramente seca. La duda plasmada en su mirada y la ansiedad comenzando a aparecer en su pecho.
—No, no eso...—tu contestación vaga le preocupa un poco, separándose ligeramente mientras el brazo que no usa para apretarte contra su pecho por la cintura lo usa para incorporarse.
¿El colchón era incómodo? ¿Las almohadas no eran lo suficientemente mullidas? ¿Acaso las pieles no te abrigaban los suficiente? Te escuchó suspirar mientras su mente planeaba más posibilidades, comenzando a dejarse alcanzar por viejos fantasmas cuando se consideró a sí mismo como el problema.
—Veo humo salir de tus orejas—tus manos sobre sus mejillas lo devuelven a vos, sabiendo que más que nadie sos la que conoce la forma en la que funciona su cabeza, tus lindos ojos se conectan con los suyos y para él es el mejor momento de su vida, ¿para ti no?—Es solo que no sé si dormir así sea lo que más me parezca cómodo—presta más atención cuando te ve dudar en expresar tus pensamientos, acariciando tu nariz con la suya, incitandote a continuar—¿crees que podamos acomodarnos en otra posición?
Sihtric resopla una pequeña risita por la nariz ante eso, feliz de saber que no era algo realmente grave y que no era un problema sin solución, asintiendo con suavidad antes de besar la punta de tu nariz y tu frente antes de llegar a tus labios; pero antes de profundizar el beso, tu agarre en su cadera se vuelve duro cuando lo acomodas de espaldas a ti, siendo vos la que lo apretar entre tus brazos, como él hizo pocos momentos antes. Una de tus piernas se abre lugar entre las suyas mientras tu mano toma la suya y siente tus pechos apretados contra su espalda, mientras tu mentón descansa en el lugar entre su cuello y hombro.
Quiere decir algo, cualquier cosa, pero honestamente parece paralizado, no va a mentir, le gusta, pero no era algo que había pasado por su mente.
—Yo...
—¿No te gusta?—tu aliento cálido contra su oreja le causa escalofríos, pero vuelve nuevamente en sí cuando nota el tono de tu vos denotando tu preocupación.
—No, no, no—niega rápidamente, apretando tu mano entre la suya mientras se hace hacía atrás, apegándose más a tu cuerpo—e-es cómodo en realidad, muy cómodo—asegura, mirándote sobre su hombro.
—Duerme bien, Sihtric—el beso que dejas detrás de su oreja antes de acurrucarte nuevamente lo hace temblar, mientras se termina acomodando también, soltando una pequeña risita entre dientes mientras se acomoda para dormir, está vez soplando la vela de la mesita de noche, quedando completamente a oscuras.
Sí, esto es algo a lo que definitivamente le gustará acostumbrarse.
#sihtric x reader#sihtric tlk#sihtric kjartansson#sihtric x you#the last kingdom#arnas fedaravicius#tlk sihtric#sihtric kjartansson x reader
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Hoy definitivamente no me he sentido nada bien, escribí en mi diario pero realmente siento que no he podido sacar todo lo que siento.
Mucho se habla de la superación y de el sanar pero la realidad es que es algo sumamente difícil y más si vives con miedos constantes.
El martes fué el último día que supe de él, recibí un mensaje que me dió seguridad y confianza por un tiempo, realmente me hubiera encantado que el efecto hubiera sido más largo, pero lo cierto es que ningún mensaje podrá llenar el vacío que siento dentro de mí y el dolor constante de pensar todo lo que ha pasado durante los últimos meses.
Hoy fue un día dónde la ansiedad me jugó demasiado chueco, porque realmente me hizo descubrir un nuevo fondo, me hizo darme cuenta de lo difícil que ha sido todo esto y de lo fuerte que fuí y que ahorita todo eso me está cobrando factura, porque por miedo a sentir, no viví como tal ninguna de las emociones del duelo, o no de la manera correcta.
Ahora entiendo a qué se referían con el problema que genera el no dejar sentir o procesar las emociones, realmente siento como todo me está cayendo de peso desde que iniciamos el contacto 0.
Cada día me afecta más porque veo las cosas de diferente manera y el recapitular lo que ha pasado, realmente es algo que me dió en la madre porque simplemente pienso en lo insensible que fue conmigo, puedo decir que ahora me duele más que un inicio.
Hoy he llorado mucho, me siento sumamente agotada, y los ojos los tengo hinchados, trato de calmarme o de distraerme y sin exagerar sólo siento como las lágrimas se escurren por mis mejillas hasta tocar la funda de mi almohada, por más que intento dejar de llorar, no puedo.
Hoy recordé tanto de nosotros, recordé aquel día que lo ví por primera vez, que me movió tanto, recuerdo esa vez que nos tomaron nuestra primera foto, los dos nos agarrábamos de la mano y parecíamos niños tontos, sonrojados por estar así, recuerdo nuestra primera cita y lo feliz que estaba cuando me preguntó si quería salir con él, recuerdo los nervios que sentí cuando le confesé que me gustaba, nuestro primer beso, como se desvivía por mí y por querer pasar tiempo conmigo; por mi mente pasaron cada uno de los eventos que vivimos durante 5 años, hasta llegar hasta dónde estamos ahora y simplemente me pregunto, ¿En qué momento dejé de tener un valor o una importancia?, Ya no hablo de lo que pasó hace unos meses, me refiero a ¿Dónde quedó esa emoción de hablar conmigo o querer verme como cuando iniciamos? ¿dónde quedó todo ese amor tan intenso que se desbordaba a tal punto de gritarlo a los 4 vientos? ¿Dónde quedaron esas ganas de cuidarme y darme lo mejor cada día?
Realmente ya no lo sé, ¿Por qué siento que no fuí tan importante como creía? ¿Por qué siento que en realidad estoy rogando por algo que no debería ser así?
Por mi mente han pasado tantas cosas, como que quizá hoy salió con ella y pasaron todo el día juntos, o que quizá estuvieron hablando todo el día por teléfono, quizá ya se olvidó de mí o quizá ya no le importo, realmente hay tantos pensamientos en mi mente que me tienen destrozada y ya no sé que hacer, porque por más que trato de leer sus mensajes, de leer las cartas que me ha dejado, de escuchar las canciones que me ha dedicado, sólo lloro y pienso que perdí tanto.
Decidí alejarme de redes sociales porque pensaba que eso me ayudaría a sentirme mejor, realmente no veo ningún cambio.
Ahora entiendo a lo que se referían cuando me decían, "en el momento en el que realmente apliques contacto 0 entonces ahí sí vas a sentir que te desmoronas porque en ese momento vas a empezar a darte cuenta de muchas cosas" La realidad es que ya no quiero darme cuenta de nada, ya no quiero sufrir más y mucho menos sentir.
Es tan difícil tener que aceptar que quizá no eras tan importante como esa persona lo fue para tí, no es fácil aceptar que mientras tú te veías cada día de tu vida con esa persona quizá esa persona ya no lo pensaba tanto, no es fácil aceptar que mientras tú le eras fiel a una persona hasta en los pensamientos él ya estaba pensando como terminar por querer intentar algo nuevo, no es fácil aceptar que incluso después de la ruptura tú quisiste darle un lugar que quizá ya no tenía, mientras esa persona ya estaba iniciando una vida amorosa y sexual con otra, mientras que te prometía su regreso.
Realmente de lo único que me he dado cuenta es de la poca consideración que él ha tenido conmigo y del poco amor que me ha tenido, que claramente no es el amor que tanto juró que me tendría por toda la eternidad.
Estoy destrozada y quizá todo esto sólo es un proceso más al camino de la sanación y el reencuentro conmigo misma, el camino al verdadero perdón y el camino a la paz que tanto anhelo tener.
Sólo espero dejar de llorar y pensar que todo estará bien, que la vida me depara algo mejor y que al fin podré tener amor, ese amor que sé que tanto merezco, aunque al final sólo espero que el recapacite y que él sea el que me de ese amor y todo eso que yo merezco, de verdad espero que se de cuenta pronto y que no sea demasiado tarde.
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