#pensé que apenas fueran novias o ya lo fuera
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lemecdlucas · 1 month ago
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▐ ⦙ ❛ *   ♡ ·゚ Ꮺ ࣪˖ ᥫ᭡ 🦢ˎˊ˗ Aidenline&Danette/ 𖥸Para mi Campanita amor: @lemecdeliott❜ ♥
                       🌾 ❛❛ 🧛🏻‍♂️❤️👑Este sentimiento era nuevo para Danette, emocionarse y sonrojarse por algo era casi impensable para ella pero, Aidenline lograba hacerlo.—No, puede ser cierto ¿En serio lo hiciste?—Indago divertida por lo que la loba le contaba. Le gustaba reír junto a ella, había algo que le provocaba en el pecho escuchar su risa, era tan increíble.—Bueno, tampoco me sorprende eres demasiado increíble y valiente—Observó a la loba
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neptunebox · 4 years ago
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En cuanto Zoran se había ido al baño, Phoenix frunció el entrecejo. ¿Qué de sus percepciones era mera paranoia y qué realidad? Históricamente había sido un muchacho que no ignoraba el mínimo detalle. Un poco por naturaleza, otro poco por tener a un policía de padre y a una terapeuta de madre. Sin embargo, había algo que se le escapaba de los dedos. 
—Algo pasó —dijo al acercarse a Mathilda, quien alzó la cabeza extrañada ante sus palabras. No llegó a preguntar a qué se refería que Phoenix volvió a hablar —. Algo le molestó. 
Mathilda, que por más fresca y desenfadada que fuese también era una abocada a los detalles, enseguida entendió. Rompió el silencio que entre ellos había perdurado unos segundos. 
—Quizá sea la foto de tu novia muerta en el cartel —replicó con naturalidad; aunque de muerte inesperada poco tenía superado la artista, que devolvió su vista a lo que estaban haciendo sus manos. 
El pecho de Phoenix se encogió y no supo delimitar cuál era la razón mayor: la crudeza en las palabras de Mathi, la idea de que Zoran sufriese por su pasado o Mary, sencillamente Mary, que bien la tenía enterrada pero había revivido en forma de fantasma en cuanto Zoran apareció en su vida. 
—Si la quieres contigo… —atinó a decir Mathilda algo que acalló pero ambos comprendieron. 
 Cuando sonó la puerta del baño abriéndose, Phoenix carraspeó para destruir la angustia de su garganta y se metió las manos en los bolsillos. Al voltearse para ir al encuentro con Zoran en el ascensor, la observó por obligación más superficialmente. No quería invadirla pero tampoco quería dejar pasar lo que sea que hubiera sentido. El café de él había quedado en el escritorio, en el olvido. 
 El viento de la terraza fue en parte reparador para el moreno, que la escuchó e incluso dibujó una fugaz sonrisa ante el agradecimiento de Zoran. En ningún momento hasta ese instante había despegado las manos de sus bolsillos. Pero enseguida imitó la postura de Zoran, reclinándose sobre la barandilla para apoyar así sus codos. Por un momento que pareció un instante se mantuvo en silencio. En su cabeza transcurrió una eternidad donde los pensamientos se le atiborraron. 
—Con Mary creí tener mucha magia —comenzó a decir de la nada, sin saber cómo le caería pero así lo sintió para cuando su boca había articulado aquellas palabras. Su mirada se paseaba por los edificios de adelante. Ella no lo sabía pero sentía mucho vértigo como para mirar hacia abajo; sin embargo, aún inmiscuido entre sus pensamientos, se lo notó hasta cómodo. Aunque nada de comodidad sintió en ese momento —. Hasta que te conocí a tí y entonces… —no dijo más para cuando hizo una mueca con la boca, un movimiento fugaz donde había estirado una de sus comisuras —. A Mary la conocí en el secundario y creí que iba a pasar mi vida con ella. Pero no teníamos una relación muy saludable. Era… enfermamente celosa. Y yo me enojaba, mucho más, de lo que hoy en día —contó. Relamió sus labios en una pausa —. En el último tiempo yo había terminado con la relación pero ella se las ingenió para hacer que siguieramos, de algún otro modo —narró, negando un poco con la cabeza. Se pasó una mano por el bozo en un tic nervioso —. No compites contra ella —simplificó, lejos de verla a la cara, observando la baranda —. No hay comparación. Dos semanas y no hay comparación —determinante, de todas maneras su voz se quebró apenas a lo último. Porque claramente le daba terror. Y culpa —. Pero la quise. La quise mucho. Compartí muchos años con ella. Y murió bajo mi volante —concluyó, encogiendo un hombro —. Sé que… No fue mi culpa pero aún, a veces, la siento. A la culpa —dijo más bajito al momento de girar la cabeza en torno a Zoran aún sin verla a la cara —. No compites. Pero yo tampoco puedo olvidarme lo que me marcó y lo que me trajo hasta acá —terminó por decir, alzando sus ojos en tres movimientos hasta los de ella, los cuales observó. Él quiso sonreír pero hizo una mueca donde apretó el labio inferior contra el superior —. No puedo sacarla de mi cuadro. No por ahora —susurró para cuando una de sus manos fue hasta una de las de Zoran. Con timidez, casi como si no quisiera ser descubierta, acarició con su dedo meñique el de ella —. Ahora te tengo a tí en la cabeza —finalizó, tragando el exceso de saliva.
El comienzo del relato de Phoenix fue tan inesperado como cada palabra que le siguió, y lo único que pudo hacer la castaña, además de verse absorta en la voz masculina fue dejar el café sobre la barandilla del lado contrario al que estaba él. Sin planearlo aquella taza, balanceando sobre la fina superficie, en aquella altura, era una met��fora gráfica de cómo se sentía. Pudo suspirar cuando el roce del meñique llegó e incluso asomar una diminuta sonrisa a pesar del nudo en su garganta y estómago; encontrarse de nuevo con la mirada verde-amarronada fue tan anestesiante como desesperante. 
—¿Sabes qué pensé cuando vi la foto de ustedes sonriendo? —atinó a preguntar, siendo lo primero que logró articular cuando quería decirle tanto y no sabía cómo. Por eso bajó sus ojos al contacto de sus dedos, siendo que ella no sólo no había roto el roce sino que agregó su anular—. Bueno, una de las miles de cosas que pensé, es que... me hubiera gustado conocerla. Más allá de que crees que no hubiesen durado mucho más tiempo juntos, o que no tuviesen una relación muy saludable... es como dices, te marcó, te trajo hasta aquí y sin dudas no serías el mismo sin todos esos años junto a ella. 
Zoran tomó aire, por la nariz hasta llenar sus pulmones y lo retuvo antes de seguir, incluso sin parpadear en lo que intentaba descubrir cómo seguir. Lo soltó carente de la delicadeza que había tenido para capturarlo, siendo una exhalación repentina y sonora, muy común en yoga y que cumplió parte de su cometido de ayudar. 
—No tengo experiencia en tener sentimientos por alguien, y mucho menos por alguien que perdió a su novia tres años atrás pero… —paseó su mirada por la mano, el brazo, el pecho y finalmente hasta el rostro del moreno, con la intención de que sus ojos conectaran—. Nunca te pediría que la saques de tu cuadro, Phoenix. Ni literal o figuradamente. “Ella está siempre conmigo”, me dijiste esa tarde en tu departamento —su mano tomó más confianza cuando cubrió el dorso de la contraria en un suave pero firme agarre—. Mary es parte de ti y siempre lo será. Lo entiendo y lo acepto, de hecho... me encantaría que con el tiempo, y cuando quieras, me cuentes más de ella. Anécdotas, buenos momentos, qué fue lo que te enamoró o qué hábitos te sacaban de quicio, lo que sea. 
 Sin terminar, pero tomándose una pequeña pausa, la joven Mills tragó saliva y relamió sus labios, incluso echó su cabello hacia la espalda, sin que nada de esos detalles fueran casuales cuando intentaba no dejar que la angustia avanzara sobre sus ojos para humedecerlos. Volvió al diseñador, a buscarle la mirada casi con necesidad. 
—Lamento que aún sientas culpa —murmuró con todo el respeto y la honestidad que calaba cada partícula de su cuerpo—. No puedo siquiera comenzar a comprender lo que debe haber sido, lo que debe ser, haber estado detrás del volante en ese accidente, de haberla perdido y haberla perdido así. Lo lamento muchísimo, Phee —avanzó otro pequeño paso hacia él para cambiar su mano, la que lo tomaba fuera hacia una de las mejillas del moreno y su otra mano hacia la mano masculina sobre la barandilla—. Y entiendo que esto también debe darte culpa, ¿verdad? Conocer a alguien más, ¿sonreír con alguien más? —su mano se deslizó de la mejilla hacia el centro del pecho de Reed, posándose sobre el corazón pero sus ojos azules no habían abandonado su cuartel que eran los iris de aquellos tonos mágicos—. Mereces sonreír sin final, y sé que mereces todo lo bueno en el mundo…   
Para impedir que su vista se humedeciera la bajó y volvió a respirar hondo, hasta que repentinamente se encontró con lo que pareció una risa enlazada de otro profundo suspiro. 
—Eso no fue lo que exactamente me causó la mini crisis mental, por cierto —dijo con más humor, incluso sonriendo de lado por un momento pero frunció su ceño en lo que perdía la mirada en su pie que movió apenas, arbitrariamente, sobre el suelo de la terraza—. Fue mi foto, esa foto —pudo reírse finalmente, de sí misma—. Me asaltó la culpa al preguntarme cómo diablos merezco estar viviendo algo tan increíble contigo... ¿Qué puedo darte yo…?  —negó, impidiéndose continuar por ese laberinto—. Y el miedo. Pero no de lanzarme porque ya estoy cayendo, lo que es… sorprendente, en dos semanas... —se volvió a interrumpir para no desviarse más y sonrió muy fugazmente cuando se animó a devolverle la mirada—. El miedo de perderte.
La mirada de él fue ablandándose a medida que las palabras de Zoran iban tomando espacio. Espacio entre ellos, en la realidad; espacio en su cabeza. Asentía por momentos para darle la positiva y no opuso resistencia a medida que ella iba acortando cada vez más las distancias. “Sonreír con alguien más” le había hecho suspirar incluso, y se llevó todo rastro de cabello hacia atrás de la cabeza, como siempre hacía cuando se ponía ansioso. Casi muy parecido a ella, detalle que tenían en común. Había agachado la mirada para cuando ella comenzó a abrirse respecto a qué le había causado malestar. Mas enseguida alzó aquellos ojos del tiempo e intercaló su mirada en los azulinos de ella de una manera tan íntima que el mundo a su alrededor desapareció. Incluso el vértigo. Porque no se permitiría que ella pensase algo así. Alcanzó a chasquear la lengua contra el paladar antes de lamerse los labios. Deshizo los acercamientos tímidos que se habían dado al tomar una de sus manos con ambas de él, llevándola hasta su boca donde dejó un beso. 
—Tú me das magia —respondió en cuanto ella acalló, con la seriedad propia de una confesión que procuraba penetrase la mente ajena y la contagia con confianza. Con su pulgar acarició la piel de la mano de Zoran y se quedó observándola a la par que negaba un poco con la cabeza. Dio una bocanada de aire corta y algo ruidosa —. No te atrevas a creer que eres poco suficiente, para tí, para mí o para cualquier otra persona —lo que lógicamente era una orden había sonado a pedido, incluso a súplica en la voz de Phoenix, que se delineó suave con aquello. La soltó con una mano para llevarla a la mejilla de ella, aunque pronto se aferró a su cuello, y la unión de sus otras dos manos cayó en altura por culpa de él pero no se desarmó —. Lo que conozco de tí, Zoran… Sea poco o no, es hermoso. Y es más hermoso porque es real —no tuvo pudor en decir, antes de apegar su frente contra la de ella. Por un momento dejó caer sus párpados al momento de dar un bufido que quiso parecerse a risa —. Contigo… Es extraño. Pero me siento querido. Cuidado —dijo lo que le dio temor que suene a disparate, con la voz pendiendo de un hilo. Entonces rió más fuerte, poco a poco, a la par que se despegaba de ella; aunque no sus manos de los dos puntos donde se habían anclado —. Es así, Zoran. Por más alocado que suene así me siento y quiero que sientas… Esta paz que siento cuando estoy contigo —añadió a medida que su sonrisa desaparecía, dado que alzó las cejas con severidad —. Y ya te dije que no me voy a ningún lado —aseguró, antes de acercarse de nuevo hasta Zoran, ésta vez a su mejilla, donde dejó no un beso o dos, sino tres, en una seguidilla ágil pero mullida y cariñosa, antes de soltarle la mano con tal de abrazarla y apegarla a él —. Yo no entiendo nada tampoco —acabó por decir cerca de su oreja, con algo de gracia en su voz. Descansó la nariz en el hombro femenino, de donde inspiró el aroma de su perfume mezclado con el jabón que usaba para lavar la ropa —. Pero sé que no te irás a ningún lado por más miedo que tengas. Y tú tienes que saber exactamente lo mismo de mí parte.
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imagining-supernatural · 7 years ago
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Muy Alejado de la Realidad
Inglés autor: @imagining-supernatural Traducido por: @kclaire1
Drabble pedido por theanniewisegirl: Si aún estas haciéndolos… podría pedirte un drabble? Podría ser con Sam y angst, con un poco de fluff al final? Quizás la lectora tiene miedo de algo o se paraliza durante una caza? ¡Muchas gracias!
Recuento de palabras: 1042
Advertencias: Depresión menor & sentimientos parecidos.
English Version: Far Removed From Reality
“Mira que chica tan bonita,” gruñó el fantasma, flotando a tu lado. “Está asustada hasta la médula.”
¡T/N! ¡Es un jodido fantasma! Puedes luchar, puedes ganar, tú—tu monólogo interior se interrumpió cuando los recuerdos de cada caza que había salido mal durante toda tu vida pasaban por delante de tus ojos. Todas las vidas que no habías sido capaz de salvar. Cada monstruo que aún seguía vivo porque no habías podido matarlo.
“!Mira, mira!” el segundo fantasma grito de alegría. Rebuscó aún más profundamente en tus más oscuros recuerdos que mantenías ocultos. Mientras las escenas cobraban vida como en una vieja película, tus músculos se tensaron. Oh, cómo te gustaría salir corriendo. Oh, cómo te gustaría que eso terminara. Pero no podías moverte. A penas podías respirar. Y los fantasmas se agarraron a eso. “Esta es divertida, ¡sí que lo es! Tantos malos recuerdos.”
“Me atrevería a decir que la ha liado más en su corta vida de lo que yo lo hice estado vivo.”
Uñas arañaron el cristal mientras los fantasmas cacareaban de alegría. “Y tú estuviste viva el doble de tiempo que ella lo va a estar.”
Cualquier otro día, la conversación entre esos dos fantasmas te hubiera hecho reír. Hubieras sido capaz de reconocer lo ridículos que eran. Lo lejos de la realidad que sus mentes estaban. Cualquier otro día, hubieras sido capaz de echar sal y quemar los huesos y seguir adelante.
Por supuesto, cualquier otro día, no te hubieras peleado con tu novio solo unos días antes ni te hubieras ido por tu cuenta. Cualquier otro día, no hubieras dejado que tus emociones se llevaran lo mejor de ti.
Cualquier otro día, hubieras sido capar de manejar esos horribles recuerdos que los fantasmas seguían sacando de tu mente.
“¿La matamos ahora o nos divertimos un poco más con ella?”
“Su mente ha estado marinando esos recuerdos reprimidos durante tanto tiempo. ¡Es absolutamente delicioso! No podemos acabar con la diversión aún.” Otra risita chirriante perforó tu conciencia mientras el fantasma abría la caja de los recuerdos que habías escondido en las oscuras profundidades de tu mente. Los recuerdos de tu familia. 
En cuanto los recuerdos comenzaron a reproducirse en la habitación, los miembros de tu familia moviéndose como si ellos mismos fueran fantasmas, todo se disipó. Apenas fuiste consciente del eco de los disparos mientras caías al suelo. No importaba que las imágenes holográficas de tu familia hubieran desparecido. Aún podías verlo todo, reproduciéndose como si estuviera sucediendo de nuevo.
“T/N, ¿en qué estabas pensando?” Sam aulló. “¡No puedes salir huyendo y meterte en una caza como esta tu sola!.”
“Lo siento,” murmuraste entre lágrimas. No estabas segura de a quien le estabas pidiendo disculpas. ¿A Sam? ¿A la gente a la que no habías podido salvar? ¿A la gente que murió porque no habías sido capaz de hacer tu trabajo y matar al monstruo? ¿A tu familia?
“¿Lo siento? ¡Dean y yo hemos estado enfermos de preocupación desde que te fuiste!”
Las palabras de Sam fueron un clavo en el recuerdo de otra caza más que habías estropeado a lo grande. Otro recuerdo que tirar en la cada vez más grande pila de fallos de tu vida.
“Cuando te fuiste, pensé que volverías al día siguiente con resaca o algo así. ¡Podías al menos habernos llamado o al menos enviado un mensaje! Pero tal y como estaban las cosas, hemos tenido que—“
Sam se detuvo para disparar a uno de los fantasmas que acababa de reaparecer. El segundo fantasma apareció de nuevo, solo para arder en llamas. En un rincón de tu mente, donde la maquinaria que hacía trabajar la lógica aun funcionaba, supusiste que Dean debía haber encontrado los huesos que tú no habías encontrado.
“Hemos tenido que rastrearte y—“
“¡He dicho que lo siento!” le gritaste, incapaz de soportar un segundo enviste de su ira. “¿Vale? Siento ser una horrible excusa de cazadora e incluso una peor novia. ¡Siento haber preferido huir a tratar de arreglar las cosas! Siento haber matado a mi familia y siento que te estés dando cuenta ahora de que no soy una buena persona. ¡Siento haberte hecho perder el tiempo pero ya no soy problema tuyo, Sam!”
Sam comenzó a decir algo, pero desvió la mirada por encima de tu hombro y apuntó al fantasma justo antes de que ardiera en llamas. Soltó un gran suspiro, y respondió a Dean que le llamaba por teléfono. Tras asegurarle a su hermano que todo estaba bien, colgó y se acercó hacia ti. Dejándose caer al suelo a tu lado, Sam se estiró hasta alcanzar tu mano, ignorando tus intentos de poner algo de distancia entre vosotros dos.
“Estas equivocada, T/N. En todo. No estoy enfadado contigo. Estoy enfadado porque pensé que no podría hablar contigo nunca más y no podría hacerte entender que aún te quiero. Incluso después de nuestra pelea. Y no sé que es lo que esos fantasmas te han hecho, pero tu eres una de las mejores cazadoras que he visto nunca. Y estoy orgulloso de poder decir que eres mi novia.”
“Me escapé,” le recordaste, refiriéndote a tu comportamiento infantil de hace unos días.
“Sí, eso fue una mierda.” Sam te concedió. “Pero eso no cambia el hecho de que te quiero. Y sé que tú también me quieres. Podemos hacerlo, T/N. Sé que podemos. ¿Déjame que te convenza a ti también?”
Una nueva oleada de recuerdos recién extraídos te llegaron en cascada, pero a través del horror y la confusion, sentiste los ojos de Sam fijos en los tuyos. Su mano sujetaba la tuya. Podías escuchar su vos diciéndote que te amaba.
Y de repente, la oscura cascada comenzó a hacerse más ligera mientras que los recuerdos felices comenzaban a regresar. Recuerdos de Sam y tu riéndoos. Recuerdos de todas esas cazas que los Winchester y tú habíais podido celebrar. De la gente a la que habíais salvado. Recuerdos que te recordaban por qué aún te levantabas cada mañana.
Recorriste la distancia que te separaba de Sam y te sentaste en su regazo. Sujetándote a él como si fuera tu único salvavidas en el medio un océano atronador, tus lagrimas mojaron su camisa mientras sus brazos te rodeaban y grababan promesas en tu piel.
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wingzemonx · 6 years ago
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 36. Un poco de aire
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Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 36. Un poco de aire 
Carrie llegó al parque público en el que quedaron de verse alrededor de las tres. Se le aproximó por el camino cementado con paso cuidadoso, o incluso parecía algo avergonzada. Matilda no llevaba mucho tiempo esperándola en aquella banca de madera ya algo vieja. Se había sentado ahí, y había usado su tiempo de espera para simplemente mirar a las demás personas que pasaban el tiempo ahí, además de tomar un poco de aire y pensar. Pese a todo, Chamberlain parecía un lugar bastante tranquilo y agradable, propio de las pequeñas ciudades como esa; muy diferente a Boston, sin duda. Pero se había acostumbrado rápidamente a la vida de ciudad, así que no se imaginaba de momento cómo sería vivir en un sitio como ese.
Pero ni Chamberlain ni Boston eran lo que ocupaba su mente en esos momentos, sino la jovencita que poco a poco se le acercaba, o en específico el incidente que habían tenido el otro día en el depósito de chatarra. No sólo le preocupaba lo que había visto en Carrie, sino también la manera en la que ella misma había reaccionado a aquello. Podría ser muy brillante, pero no dejaba de ser una chica que apenas había terminado de estudiar y de cierta forma era un poco novata en esa labor. Ya había ayudado a la Fundación con otros niños Resplandecientes antes, pero ninguno como Carrie; ella definitivamente era un caso que ameritaba mucho de su atención, más de lo que pensó en un inicio. Si eso le hubiera ocurrido a la Matilda Honey de cuatro años después, quizás hubiera encontrado una mejor forma de tranquilizar las cosas. Igualmente, hubiera sabido qué decir aquella misma tarde en ese parque…
—Hola, Dra. Honey —saludó Carrie despacio cuando ya se encontraba delante de ella. Matilda sólo respondió asintiendo levemente con su cabeza; ni siquiera pensó en corregirle y decirle que la llamara sólo Matilda—. ¿Sigue molesta por lo del otro día?
Matilda percibió bastante miedo en la forma en la que Carrie había hecho aquella pregunta. Al parecer lo ocurrido le afectaba igual o más que a ella, pero era difícil saber qué era lo que le molestaba con exactitud: lo que había hecho, o sólo la posibilidad de haberla molestado. Era probable que fuera lo segundo, pero como fuera, una actitud vengativa no ayudaría en nada.
Suspiró levemente, y entonces se hizo hacia un lado en la banca para dejarle espacio. Palpó justo después con una mano dicho espacio para indicarle que se sentara.
—No estoy molesta, descuida —le respondió esbozando una media sonrisa—. Fue mi culpa por no ir preparada.
Carrie asintió. Se retiró su mochila y se sentó en la banca a su lado, colocando la mochila sobre sus piernas y abrazándola un poco contra sí.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Matilda con voz blanda.
—Bien… pero hoy pasó algo… —susurró Carrie, bajado su mirada sonrosada como si le avergonzara que la viera.
—¿Con tu madre?
—No, no —se apresuró rápidamente a responder. Volvió a bajar su rostro, ahora con sus mejillas enrojecidas—. El Baile de Graduación será en dos semanas, y un chico me invitó a que fuera con él.
Matilda se sobresaltó ligeramente con sorpresa al oírla relatar aquello. Se contuvo unos segundos para no reaccionar de una forma exagerada sin proponérselo.
—¿De verdad? Esa es genial, Carrie —murmuró con moderada alegría, aunque Carrie seguía con su rostro agachado, y se veía aprehensiva—. ¿O no lo es?
Carrie exclamó un ligero quejido similar a dolor, aunque quizás representaba algo más cercano a angustia.
—No sé… Es un chico lindo, y siempre ha sido muy amable… a diferencia de otras personas. Pero, yo pensé que ya tenía novia, y aunque no fuera así… ¿por qué invitarme a mí? Yo no soy muy bonita, y nunca he ido a un evento como ese. Además, mi madre de seguro enloquecería si acaso se lo insinuara…
Esos últimos datos no sorprendieron a Matilda, aunque sí la entristeció un poco. Ella misma tampoco acostumbraba ir a bailes, juegos o eventos similares cuando estudiaba. Sin embargo, esa había sido por su propia decisión, y ella sabía muy bien lo frustrante que era que alguien te negara el hacer algo que tanto añorabas; especialmente si lo hacían tus padres.
—Pero, ¿tú quieres ir? —le cuestionó con tono reflexivo.
Carrie dudó un poco al momento de responder, pero entonces asintió levemente con su cabeza.
—No sabía qué tanto hasta que se presentó la posibilidad. Pero… tengo miedo… ¿Qué tal si todo es una mala broma?
—¿Crees que ese chico podría ser capaz de eso?
—No… o no creo. Él es un chico bueno. Pero su novia, o quien pensé que era su novia… fue parte de…
Calló, incapaz de terminar su frase, pero con eso Matilda pudo hacerse una idea de lo que intentaba decir.
—¿Fue una de las chicas que te molestaron en las duchas? —Carrie de nuevo asintió—. ¿Fue quien grabó el video?
—No lo sé… Pero ella también siempre había sido amable antes de eso.
Se viró entonces hacia Matilda, mirándola con cierta suplica en sus ojos.
—¿Qué debo hacer?
—No puedo decidir por ti, Carrie —le respondió Matilda con firmeza—. Tú debes de elegir si quieres o no aceptar esa invitación. —Carrie agachó su mirada de nuevo; ahora parecía decepcionada de escuchar esa respuesta—. Sólo puedo decirte que no debes tenerle miedo a tomar riesgos. La vida está llena de ellos, y si te quebrantas ante todos, puedes perderte de ver muchas cosas hermosas.
Carrie la volteó a ver de nuevo tímidamente, aunque también intrigada por todo lo que le decía. Matilda le sonrió gentilmente.
—Y, sobre todo, debes dejar de permitir que tu madre te impida poder disfrutar de dichas cosas. Te lo dije antes, pero tarde o temprano tendrás que aprender a volar sin ella. Será todo mejor para ti cuando logres hacerlo.
Por supuesto, Matilda estaba hablando desde su propia experiencia y quizás por ello no podía considerarse del todo objetiva en su opinión. Sin embargo, en el caso de Carrie estaba convencida de que todo sería mejor si se apartaba de ese hogar tan agobiante y tóxico para ella. Ir a un baile no sería equivalente a realizar dicho cambio, pero sería un buen primer paso.
Carrie meditó un poco. Sus dedos se frotaban nerviosos entre sí sobre su falda, y sus cabellos le caían sobre el rostro, ocultándoselo. Tras un rato de silencio, una leve sonrisa de alegría se dibujó en sus labios, y la volteó a ver de nuevo, transmitiéndole ese mismo sentimiento a ella.
—Creo que… aceptaré… —susurró despacio, algo dudosa, aunque casi de inmediato tomó una postura mucho más segura—. Creo que iré al baile…
Matilda le sonrió y asintió en señal de apoyo. Adicional a ello, se permitió colocar una mano sobre su hombro, dándole un par de palmadas reconfortantes; a Carrie esto pareció no molestarle.
Durante los años que seguirían después de aquel día, Matilda se arrepentiría siempre de haberla animado a ir a ese maldito baile…
* * * *
Luego de que se fueran de la habitación de Evelyn, Matilda se tomó un segundo para calmarse ella misma y pensar en lo que había ocurrido. Se sentó en una silla, en un pasillo desde el cual se podía ver por las ventanas el jardín interior del psiquiátrico, y de hecho no había muy lejos de su posición una puerta por la que se podía salir a él. El jardín era mucho más amplio y hermoso que el de Eola. Ese lugar, según había leído, era costoso y sólo recibía casos de pacientes en un estado de bueno a moderado, y quizás por ello se podían dar el lujo de tener instalaciones un tanto más flexibles; quizás también por eso Samara y su madre fueron llevadas a Eola y no ahí, a pesar de que Silverdale se encontraba más cerca.
Suponía de antemano que la plática con Evelyn no sería del todo fructífera, pero no estaba preparada para el giro que había tomado tan repentinamente. Y una vez más, le vino el mismo pensamiento que tuvo luego de haber hablado con Anna Morgan: pareciera que todas las personas cercanas a Samara, todos los que se suponía debían amarla y cuidarla, le daban irremediablemente la espalda… o algo mucho peor.
—¿Un café? —Escuchó de pronto entonar a su lado, haciéndola sobresaltarse con algo de sorpresa. Al virarse, vio a Cole, extendiéndole un vaso de café con una mano, mientras sostenía otro más para él. ¿Le había dicho que iría por café? Si lo hizo, Matilda no recordaba haberlo escuchado—. Creo que está mejor que el del otro hospital.
Por extraño que pareciera, no le apetecía del todo un café en esos momentos, pero de todas formas lo aceptó.
—Gracias.
Cole se sentó en la silla a un lado de ella, y tomó poco después un pequeño sorbo de su propio vaso. No pareció ni contento ni molesto por su sabor, así que el café al menos no debía estar malo. Matilda bebió también un poco de él, y en efecto no estaba mal, pero tampoco excelente.
—¿Se encuentra bien? —le cuestionó Cole con algo de curiosidad.
—Sí… —respondió la castaña con voz apagada—. Es sólo que hace unos días hablé con la señora Morgan, la madre adoptiva de Samara, y ella también me dijo que debía matarla. —Se le escapó en ese momento un pequeño gesto de ironía, quizás involuntario—. Y su padre, no lo diría con esas palabras, pero sospecho que no lamentaría demasiado si eso ocurriera.
—Vaya… —Fue la expresión de asombro más sincera que Cole fue capaz de expresar.
—Usted lo ha dicho. —Matida bebió un poco más de café antes de proseguir; el segundo sorbo era un poco mejor—. Lo que más me preocupa es que no sé qué será de esa niña de aquí en adelante. Debo admitir que tenía una muy ligera esperanza de que Evelyn estuviera bien, o al menos lo suficiente para recibir y cuidar de Samara en un corto o mediano plazo. Pero eso obviamente no será posible de ninguna forma. Y volver con sus padres adoptivos parece ya no ser una opción muy viable; es probable que ya no la quieran recibir siquiera. Y aunque lo hagan, no sé qué clase de vida puedan darle. Siento que siempre estará en peligro de que le hagan daño.
Resopló un poco, y agachó en ese momento su cabeza de forma reflexiva.
—Entonces —comenzó a pronunciar Cole—, si algún día logra salir de ese psiquiátrico, ¿qué le espera? ¿Volver al sistema? ¿Ir a un orfanato hasta que sea adoptada de nuevo?
—Eso si acaso logra digerir la verdad de que en realidad es adoptada, y los que fueron sus padres por doce años ya no la quieren ni ver. Y claro, si no se entera además que su madre adoptiva está viva, mentalmente inestable, y también la quiere muerta.
—Eso sí que está jodido —murmuró el oficial con total naturalidad.
—Todo eso la destrozará, y potencialmente provocará un tremendo retroceso en su tratamiento. Además, es una niña demasiado grande; ¿sabe cuáles son las posibilidades de que alguien la quiera adoptar? Especialmente con su historial.
—No muy buenas.
—Exacto. Y como cereza del pastel, aunque lográramos encontrar a una familia que la aceptara y adoptara, su habilidad es tan inestable y peligrosa que no cualquiera podría darle los cuidados que requiere. En conclusión, sí, todo esta jodido; muy, muy jodido…
Cole pareció sorprenderse al oírla a ella, tan correcta y pulcra, hablar de esa forma. Eso sólo podía ser una muestra relativa de la gran frustración que sentía en esos momentos.
Matilda hizo su cabeza hacia atrás hasta pegarla por completo a la pared detrás de ellos. Cerró los ojos, y comenzó a pasar su mano por su rostro, tallándolo como intentando aliviar algún dolor. El qué sería de Samara a futuro ya había sido tema de consideración para ella, desde aquella nada agradable conversación con la señora Morgan. Pero al parecer se había obligado a sí misma a dejar dicho tema de lado, y no prestarle hasta ese momento la importancia debida. Sólo hasta después de hablar con Evelyn, se volvió consciente de lo realmente sola que se encontraba esa pequeña.
—¿Qué voy a hacer ahora? —Murmuró despacio—. Enserio, no tengo idea. Aceptaría cualquier sugerencia…
Cole suspiró un poco, y bebió de su vaso mientras miraba por las ventanas hacia el patio. Casi no había personas afuera, sólo dos o tres pacientes caminando, cada uno escoltado y vigilado por algún enfermero o enfermera. En el centro de aquella área verde, se encontraban cuatro bancas de acero, cada una dándola la espalda a las otras formando un cuadrado, y teniendo en el centro un pequeño árbol de naranjas aún en crecimiento. Las cuatro bancas se encontraban vacías en esos momentos.
—Quizás usted podría adoptarla —sugirió de pronto, tomando totalmente desprevenida a su acompañante. Matilda abrió de nuevo los ojos, y lo volteó a ver con sorpresa.
—¿Qué?
—Sí, ¿por qué no? —murmuró el detective, encogiéndose de hombros—. Cómo Cody también lo dijo, es obvio que se ha encariñado con ella, se preocupa por ella, y usted misma pasó por algo parecido cuando era niña, ¿o no? Su madre adoptiva la recibió cuando más lo necesitaba.
La sorpresa en los ojos de Matilda se hizo aún más grande, rayando en la incomodidad. Toda su expresión le cuestionaba, sin necesidad de usar palabras: “¿cómo es que sabe de eso también?” Cole se dio cuenta de ello y le sonrió un poco nervioso.
—Lo siento, es parte de lo que investigué de usted antes de venir. Pero supongo que no era un secreto, ¿no? Todos saben que fue adoptada… aunque quizás no precisamente bajo qué circunstancias sucedió.
Matilda no podía decir ciertamente que aquello fuera un secreto, pero le sorprendía un poco que alguien que acabara de conocer supiera ese pedazo de su historia. Pero era cierto, Jennifer Honey la había recibido con los brazos abiertos en el momento justo en el que la necesitaba. A pesar de lo repentino de la petición, sin dejarle siquiera mucho tiempo para cuestionarse a sí misma si acaso era una buena idea. Si no lo hubiera hecho, si no la hubiera aceptado en aquel entonces… ¿qué habría sido de ella? De haber seguido con sus padres, y de haber huido con ellos aquella tarde, definitivamente no sería ni cerca la persona que era en esos momentos.
Sabía de antemano que todo lo que había logrado en su vida a partir de los seis años y medio, se lo debía indudablemente a Jennifer Honey, aunque no muchas veces había meditado en lo complicado que debió haber sido para ella tomar esa decisión de un momento para otro.
Pero ella no era su madre. Y su situación en aquel entonces, aunque similar en algunos aspectos, era totalmente diferente a la que vivía Samara.
—¿Yo adoptarla? —Susurró despacio, como esperando que pronunciar la idea con palabras le diera algún tipo de claridad, mas no fue así. Comenzó a negar rápidamente con su cabeza, tensándose un poco—. No, no, eso no tendría sentido. Yo no sirvo para ser madre, no estoy lista para eso.
—¿Y su madre sí lo estaba en aquel entonces? —Cuestionó Cole, casi acusativo—. Además, usted misma lo dijo, es una niña ya grande y con un Resplandor bastante difícil de controlar. No habrá forma de que encuentre otra familia que pueda cuidar de ella como es debido.
—Tal vez, pero… decir que sería poco profesional sería quedarme corta. Es absurdo.
Matilda se cruzó de brazos de forma aprensiva y se viró hacia otro lado, casi como si se sintiera ofendida…. Pero en realidad no lo estaba tanto.
—Correcto, era sólo una idea —señaló Cole, encogiéndose de hombros—. Haga de cuenta que no dije nada.
Ambos guardaron silencio, y casi al mismo tiempo cada uno dio un sorbo de su respectivo vaso de café. Matilda miró también hacia las ventas que daban al jardín, reflexionando profunda y rápidamente en las posibilidades.
—Aunque es verdad —murmuró de pronto tras varios segundos de silencio, casi tomando a Cole por sorpresa. Hablaba mirando al frente fijamente, como si en realidad no le estuviera hablando a él—. Será imposible encontrar a alguien que pueda cuidar de ella como yo. Es a lo que me dedico después de todo, y tengo a toda la Fundación para apoyarme. Y le agrado, ¿no?
Se volteó rápidamente hacia Cole en busca de reafirmación, aunque el oficial en realidad no había convivido tanto con Samara como para responder esa pregunta con absoluta confianza.
—Eso creo —fue lo único que se permitió decir, pero para Matilda fue suficiente.
Un curioso rastro de emoción, casi inocente, se vislumbró brillar en los ojos de la psiquiatra.
—Podría funcionar. Sé todo lo más reciente sobre crianza infantil, gano bastante bien, y tengo una biblioteca enorme de libros que cualquier niño disfrutaría.
—No cualquier niño —susurró Cole despacio, casi entre dientes, aunque Matilda igual no lo escuchó.
La emoción de la castaña se apaciguó un poco, y pudo pasar a revisar otros aspectos.
—Aunque casi no estoy en mi departamento en realidad. Me la pasó trabajando en mi consultorio, o viajando por asuntos de la Fundación, así que no podría cuidarla siempre. —Inclinó su cabeza hacia su lado izquierdo, en busca de que el lado lógico de su cerbero le diera alguna idea—. Supongo que podría mudarme de regreso a Arcadia con mi madre; ella y su pareja podrían echarme una mano cuando no esté. Ella siempre ha sido muy buena con los niños, y siempre ha querido que regrese allá. —De nuevo la ilusión volvió a subir, pero abruptamente bajó de nuevo como si de una montaña rusa se tratase—. Pero, ¿qué pasará si ocurre algo mientras no esté y termina lastimada?
—¿Samara o su madre? —cuestiono Cole, curioso.
—Ambas…
Matilda inclinó un poco su cuerpo al frente, y meditó con un poco más de frialdad. Las habilidades de Samara eran demasiado poderosas, y demasiado incontrolables. En esos momentos era difícil poder darle la independencia que una niña de su edad requiere y se merece. Al menos los primeros años quizás ocuparía cuidado y vigilancia constante, antes de poder poco a poco irla soltando al mundo. Eso, si acaso algún día pudieran realmente aspirar a ello… ¿Estaba ella capacitada para darle ese cuidado y atención que requería? Y si ella no lo estaba… ¿quién lo estaba realmente?
Suspiró pesadamente, y cerró sus ojos dibujando una expresión en su rostro similar a la que haría si sintiera un dolor punzante en el estómago; y en parte, así era.
—No, es demasiada responsabilidad —susurró en voz baja—. Eleven me dijo que debo dejar de tomarme personal todos estos casos o creer que es mi deber solucionarlos todos, como con…
Guardó silencio de golpe al darse cuenta de lo que estaba por decir. No había nada realmente malo en ello, pero el sentir ese pensamiento llegando a ella, y justo en ese momento… hizo más agudo su dolor punzante.
Cole la miró curioso, como si esperara que terminara su frase. Ella no lo hizo, pero Cole no lo necesitó para comprenderla.
—¿Cómo con Carrie White? —le preguntó con voz seria.
Matilda permaneció callada unos segundos, y luego asintió levemente con su cabeza.
—Cómo con Carrie White… —repitió con voz ausente, casi en automático.
Ambos se quedaron callados de nuevo; ninguno parecía querer decir algo más. Habían vuelto al inicio del problema, y eso sólo hacía sentir aún más frustrada a la Dra. Honey.
Cole la miró de reojo; se veía aún más seria y preocupada que antes, y miraba al suelo de forma distraída. De cierta forma se veía hasta algo vulnerable en esos momentos, quizás incluso asustada y confundida; como una persona real, y menos como la chica perfecta y de hielo que todos en la Fundación describían.
El oficial se terminó su café, y justo después de dar el último trago se permitió el atrevimiento de extender una mano hacia ella, y pasarla por su cabello con algo de rapidez, despeinándola un poco. Matilda se sobresaltó confundida ante ese acto casi infantil, y rápidamente agitó sus manos para alejar la de él. Cole lo hizo, y rio divertido, mientras ella lo miraba con una mirada dura y molesta. La respuesta del oficial fue sencillamente encogerse de hombros, con cierto gesto burlón. Matilda lo miró aún más molesta por un rato, y luego se giró ligeramente hacia otro lado. Sin embargo, aunque intentó disimularlo de esa forma, Cole pudo notar que estaba conteniéndose para no reír también. Eso fue más que suficiente para él.
Era algo que su madre hacía en ocasiones para animarlo si lo veía demasiado serio: hacer algo espontaneo y al azar, como despeinarlo, gritar y conducir velozmente el carrito del supermercado por el estacionamiento.
—Descuide, Doctora —murmuró el oficial, dándole una pequeña palmada en su brazo—. Veremos la mejor forma de ayudar a esta niña, se lo prometo. Yo aún no me he rendido, ¿y usted?
Matilda sonrió levemente, y entonces negó con su cabeza.
—Matilda —murmuró de pronto, tomando un poco por sorpresa al Detective. Ella lo volteó a ver de nuevo, y para su sorpresa se veía mucho más animada—. Puedes llamarme Matilda, Cole —pareció serle un poco difícil pronunciar su nombre, pero al final lo hizo—. Lamento cómo me he comportado estos días. Pero no eres tan idiota como pareces —eso último incluso lo había mencionado con tono de broma.
Cole se sintió un poco desconcertado ante ese repentino cambio, y no pudo reaccionar rápidamente. Cuando logró hacerlo, le regresó la misma sonrisa afectiva.
—Tú tampoco, Matilda —respondió irónico.
La psiquiatra se dio unas cuantas palmadas en sus mejillas con ambas manos, como si intentara despertarse a sí misma, y entonces se sentó derecha en su asiento. Se le veía, aparentemente, mucho más tranquila.
—Lamento que no hayas podido obtener lo que buscabas de Evelyn —le comentó—. Quizás cuando se calme podríamos intentar hablar de nuevo con ella.
—No, descuida —le respondió el Detective rápidamente—. Creo que ya la perturbamos lo suficiente. Además tenías razón, creo que no es consciente de lo que sabe o no sabe. No parece que podamos obtener algo útil de ella.
Matilda lo miró fijamente algo escéptica. ¿Lo estaba diciendo en broma? ¿Luego de todo lo que insistió en que fueran hasta allá especialmente a hablar con ella? Cole percibió ese sentimiento emanar de su mirada acusadora, pero su única reacción fue encogerse de hombros, quizás de nuevo un poco nervioso.
—¿Estás seguro? —le preguntó desconfiada.
—Completamente.
Matilda se encogió de hombros, algo resignada.
—Está bien. ¿Entonces cumplirás con tu palabra y ahora me apoyarás para que hagamos las cosas a mi modo?
—Un trato es un trato.
—Te lo recordaré, no lo dudes —señaló Matilda, de nuevo con un poco de humor. Comenzó entonces a revisar su bolso para sacar su teléfono y revisas la hora—. Podemos ir a comer algo antes de ponernos en camino a Salem. ¿Qué dices?
—Suena bien —le respondió con ánimo.
En ese momento, desvió su mirada de nuevo hacia la ventana. A través de ésta, volvió a mirar hacia el patio, hacia el centro de éste, y a las cuatro bancas que se encontraban alrededor de aquel naranjo joven. Hace un momento, las cuatro se encontraban vacías. Sin embargo, ahora había una persona sentada en la banca que daba hacia el edificio. Era un hombre mayor, de poco cabello castaño oscuro y rostro duro, vestido con un abrigo café largo. Se encontraba sentado con un brazo sobre el respaldo de la banca, y miraba directo a la ventana con una sonrisa modesta. Pero al parecer no sólo miraba hacia la ventana: lo estaba viendo directamente a él. El hombre asintió con su cabeza y alzó una mano a modo de saludo, demostrando que se había dado cuenta de que también lo había mirado.
Esto no confundió ni asustó a Cole, ya que de hecho lo reconoció casi de inmediato. Sabía exactamente quién era esa persona… si aún se le podía llamar como tal.
—Pero antes de irnos, ¿me das un minuto? —le comentó a Matilda, intentando sonar lo más natural posible.
—¿Para qué? —le preguntó ella un poco extrañada.
—No tardo.
Antes de que Matilda le pudiera cuestionarle más, se puso de pie, caminó hacia la puerta que daba al patio y salió por ella.
Se aproximó con paso tranquilo hacia la banca en cuestión. El hombre sentado en ella lo miraba, esperando pacientemente a que se le aproximara lo suficiente. El detective se paró justo delante él, y lo observó con la alegría con la que se vería a un viejo amigo, pero con la aprensión que se sentiría ante la inminente llegada de las malas noticias que de seguro lo acompañaban.
—Dr. Crowe —murmuró a modo de saludo.
—Detective Sear —le respondió el hombre sentado, saludándolo con un gesto de su cabeza—. Te ves ben.
—Usted también, para estar muerto —comentó con un tono burlón, que al hombre sentado pareció no provocarle molestia, sino también cierto grado de humor.
El Dr. Malcolm Crowe, psicólogo infantil, era un viejo amigo de su infancia. Lo conoció en un momento en el que se encontraba más que nunca atormentado por los fantasmas, literales, que lo perseguían. En aquel entonces fue su principal motivación para perderles el miedo y comenzar a usar sus habilidades para ayudarlo a los vivos y a los muertos. Le ayudó bastante su guía y sus consejos, a pesar de que cuando lo conoció ya era un fantasma. Aunque, como muchos que había conocido hasta ese momento, no era consciente de su estado. Desde entonces, de vez en cuando volvía a presentarse ante él, aunque nunca era sólo para saludar.    
Cole se sentó en la banca a su lado, y miró pensativo hacia el edificio. No lograba ver a Matilda desde su posición, pero se preguntó si acaso ella lo podía ver a él. Y si lo hacía, ¿qué estaría pensando que hacía?
—Hace unos días vi a mi madre —susurró pensativo—. No la había visto en seis años, y se me apareció de repente para darme una advertencia. ¿Usted también vino para eso?
—¿Ocupas que lo haga? —le respondió Malcolm enigmático. Él también miraba hacia el edificio—. Es una linda chica.
Cole no tuvo que preguntarle de quién hablaba; supuso de inmediato que se refería a Matilda.
—Eso creo.
El Doctor se apoyó por completo contra la banca, y se cruzó de piernas.
—Te gusta, ¿no es cierto?
—No empiece —murmuró el detective, acompañado con una diminuta risa nerviosa—. Apenas la conozco, y ni siquiera le agradó mucho.
—Creo que eso está cambiando. Yo tampoco le agradaba mucho a Anna cuando nos conocimos. Pero cambió de opinión.
—Creo que usted le agradaría.
—Quizás.
Hubo una pequeña pausa en la que ambos guardaron silencio, sólo mirando al frente, perdidos en sus propios pensamientos.
—No has sido sincero con ella —señaló Malcolm de pronto, casi como un regaño—. Incluso hace un momento. Dijiste que no obtendrías nada de esa chica. Pero no sólo sí obtuviste algo: estás aún más seguro de tu sospecha, ¿no es así? Si no es que ya la confirmaste.
Cole no respondió nada de inmediato. En efecto, todo era tal y cómo él había dicho. Esa conversación con Evelyn le reveló mucho más de lo que Matilda pensaba. Pero no podía compartírselo, o al menos no todavía.  
—Ella ya cree que estoy loco por contarle que hablo con los muertos. Si le dijera lo que pienso que está ocurriendo realmente con esa niña… —guardó silencio, como si temiera pronunciar sus ideas en voz alta—. Además de que la quiere mucho; no tomará a bien nada que le intente decir en contra de ella.
—Aun así, le prometiste que encontrarías la mejor forma de ayudarla, cuando en realidad no sientes que exista tal forma, ¿no?
—Creo que me dejé llevar por el momento —comentó Cole, apenado—. Sólo quería animarla… Pero quizás no debí hacerlo…
Cole suspiró agotado, y ciertamente preocupado. Actuaba bastante tranquilo y confiado desde que llegó a ese lado del país, pero la verdad era que se la había pasado casi aterrado conforme se metía más y más a ese caso. Y en esos momentos, Matilda no era la única sin idea de qué hacer a continuación. Quizás lo mejor sería hablar con Eleven al respecto, pero sería hasta que Matilda no estuviera cerca para escucharlo.
—Mi madre dijo que, si seguía en este caso, mi vida y la de Matilda estarían en peligro. —Se viró hacia Malcolm, en busca de un poco de clarificación—. ¿Es cierto?
—No lo sé —le respondió con voz seria—. No funciona de esa forma, tú lo sabes. Pero creo que efectivamente te hasta involucrado en algo realmente peligroso, Cole. Y no hay forma de que te convenza de retroceder, ¿cierto?
—Puede intentarlo —ironizó, provocando que el doctor sonriera divertido—. Pero creo que no. He aprendido a comprometerme con mis casos hasta el final.
—Eso te hace un gran policía. Estaré cerca, por si necesitas ayuda con algo.
—Gracias. Pero espero que no lleguemos a eso.
Cole notó en ese momento que Matilda salía, y ahora caminaba hacia ellos. Pensó que de seguro se había sentido extrañada de verlo ahí sentado, aparentemente solo. Y en efecto, cuando ya estuvo lo suficientemente cerca, pudo notar que lo miraba con cierta confusión.
—¿Qué estás haciendo aquí exactamente? —le preguntó suspicaz.
—Sólo salí a tomar un poco de aire y pensar.
Matilda lo miró fijamente, algo incrédula.
—¿Y ocupas más aire?, ¿o podemos ir a comer ya?
—¿Tú invitas?
—No presiones. Vamos.
La psiquiatra se giró sobre sus pies y se disponía a volver al interior. Cole se paró e igualmente estaba listo para seguirla.
—Cole —le llamó el Dr. Crowe desde la banca. Se detuvo entonces un segundo hacia él—. Buena suerte.
La manera en la que lo había dicho no le agradó demasiado. No sonaba muy optimista o con buenos deseos; sonaba, en efecto, más como una sombría advertencia. Cole sólo asintió con su cabeza como respuesta, y sin decir nada más se apresuró a alcanzar a su acompañante.
Cuando virara hacia la banca una última vez estando ya en la puerta, el Dr. Crowe ya no estaría ahí. Pero no sería la última vez que viera durante esa pequeña aventura en la que se había metido.
— — — —
John Scott llegó al hospital algo tarde esa mañana. No saludó a nadie, sólo se dirigió directo a su oficina con paso bastante calmado. Su gran tamaño y mirada perdida, parecían casi asemejar al paso del monstruo de Frankenstein avanzando por los corredores del hospital, o al menos más de uno de aquellos con los que se cruzó lo pensaron. Esos días se la había pasado yendo al hospital prácticamente cuando le daba la gana, y cuando lo hacía se encerraba en su oficina y casi no hablaba con nadie.
No estaba bien, y todos lo sabían excepto él… o quizás él también lo sabía de cierta forma.
Esa mañana, tras cerrar la puerta de su oficina detrás de sí, toda esa espectral calma que lo acompañaba en el pasillo se fue diluyendo poco a poco. No se sentó en su escritorio; en su lugar, caminaba de un lado a otro, rodeaba el escritorio, se paraba frente a la ventana sin mirar nada en especial, y también pasaba sus ojos por los libros del librero, sin tomar alguno pues en realidad no los necesitaba. La herida de su mano le dolía, y aun así no podía evitar el reflejo involuntario de tocarla, apretarla entre sus dedos, y picarla sobre el vendaje, hasta que se ponía poco a poco rojizo. Era como si esperara que ese dolor de alguna forma lo hiciera despertar de ese letargo en el que se había sumido. Porque en efecto, así se sentía: como si estuviera dormido, o al menos a punto de despertar pero sin conseguirlo.
Y la sed… la endemoniada sed que no se calmaba. Tomaba agua todo el día sin parar, y ésta simplemente no se iba. Y encima de todo, parecían venir acompañada de imágenes turbulentas, e incluso asquerosas, sobre los medio a los que podría recurrir para saciarla. Preocupantemente, la de él encajándole un pedazo de porcelana en el cuello a uno de sus pacientes para beber de su sangre como si de una fuente se tratase, no era la peor de todas.
Su semblante estoico poco a poco se ibas desmoronando, y los pasos que daba por el reducido espacio de la oficina se volvían más desesperados, como si fuera un león enjaulado en busca de alguna salida. Cada vez que pasaba a un lado del escritorio, lo golpeaba con su puño, el de su mano herida, cada vez con más fuerza. Hasta que uno de esos fue tan fuerte que sintió un tremendo dolor en sus dedos, que subió luego por todo su brazo. Gimió con fuerza, y se tomó el brazo adolorido. Miró su mano y se dio cuenta de que el vendaje estaba empapado, y sus nudillos se habían raspado considerablemente.
Su respiración se agitó, y todo su rostro se enrojeció. Su boca hizo una mueca grotesca de desesperación, y acompañado de un quejido doloroso, comenzó a chocar su mano repetidas veces contra el escritorio. Una y otra vez, estrelló su puño contra la superficie dura, abriéndose los nudillos y rompiendo los huesos. Cuando su mano ya no le respondía, se tomó de la muñeca con la otra, sólo para seguirla estrellando más y más. El escritorio se había abollado, y se encontraba rojo por completo por la sangre. Su mano igualmente se encontraba bañada de rojo, y sus dedos ya en esos momentos se estaban torcidos y sin forma.
Se detuvo y cayó de rodillas del suelo, y luego se desplomó del todo en éste. No había sido el insoportable dolor el que lo había hecho detenerse, sino el mero cansancio. Se quedó ahí tirado sobre su costado izquierdo, respirando como si cada inhalación lo hiciera sufrir. Estaba totalmente perdido… ya no se sentía en lo absoluto como él mismo…
Sintió entonces los pasos ligeros de alguien a su alrededor… pero, eso era imposible; la puerta ni siquiera se había abierto. Intentó mirar, pero estaba tan agotado que apenas y lograba mover los ojos. Lo único que fue capaz de ver al inicio, fue la tela blanca de un largo vestido, que se arrastraba por la alfombra de la oficina mientras avanzaba a su alrededor; lento, muy lento. Aquella figura blanca parecía casi brillar, lo que desde su perspectiva borrosa le parecía algo hermoso.
Se paró justo delante de él, y se colocó de cuclillas. Scott logró alzar apenas un poco su rostro, y entonces entre toda esa blancura que la envolvía, vio una muy larga cabellera negra como la noche, que caía como una cascada, cubriéndola por completo. Era la figura pequeña… de una niña… y entre todos esos largos cabellos negros, él sintió que lo estaba viendo.
—¿Sa… mara…? —Murmuró con debilidad, aunque quizás en realidad no había tenido la fuerza suficiente y sólo creyó haberlo dicho.
Aquel ser inclinó su rostro ligeramente hacia un lado, y sus cabellos cayeron en esa dirección. Y fue entonces como parte de su rostro quedó al descubierto, incluido su ojo derecho… su ojo completamente gris y ausente de cualquier rastro de vida, adornando un rostro horrendo, desencajado… y muerto.
Scott respiró con más agitación, e intentó gritar. Sin embargo, no tenía fuerzas ni siquiera para eso. La sed se había vuelto inmovilizadora…
FIN DEL CAPÍTULO 36
Notas del Autor:
—El personaje de Malcolm Crowe está basado en el personaje del mismo nombre de la película Sixth Sense o Sexto Sentido de 1999, respetando los acontecimientos de la película original hasta el momento final de ésta.
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inuag97 · 8 years ago
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[Cap 3: Such A Little Thing Makes Such A Big Difference]
Los cuatro se dirigían en el auto a el colegio, aprovechando a que ellos debían ir a el trabajo, se ofrecieron a llevarlos, era el primer día de Verónica había sido expulsada del anterior colegio, gracias a Joanne quien llevaba buena relación con los directivos del colegio de su hijo, le habían dado una oportunidad para que ambos fueran juntos, a ella no le agradaba la idea, pero no le quedaba más remedio que aceptarlo, no quería causar más problemas a su padre. No tardaron mucho en llegar a este, aunque a esa hora el transito en Paris era un caos, el colegio frente a sus ojos le parecía bastante imponente, tenía ventanales grandes, una placa en bronce que decía < College Royal fundado en el 1940 > era uno de los colegios mas bonitos de París, al que no todo mundo podía asistir por la cuota elevada, muchos deseaban ir, pero era claro que a ella le daba bastante igual.
Bajaron de el coche, pero su padre permaneció en el auto, mientras Joanne los guiaba a ambos a la dirección, como el director le había dado la posibilidad, a la pareja de su padre le había parecido buena idea que fuera a presentarse con el, causar una buena impresión, que dado con sus antecedentes no era lo mejor, atravesaron los pasillos, llegaron a la oficina del director, tocaron la puerta, fue un señor bastante apuesto el que abrió la puerta, Verónica se había esperado a una persona mayor, pero no fue así, aquel hombre no pasaba de los 35 años a su parecer, era alto, debía medir casi 2 metros, tenía un traje negro de vestir, sus ojos eran como de un color miel, su mirada bastante intimidante, su pelo relucía de un color castaño que más bien tiraba a un rubio.
-Buen día Sr. Leblanc, ella es mi otra hija Verónica Hoffman. -Dijo tendiendo la mano Joanne.
-Buen día Señora Fournier..es un placer señorita Hoffman. -Expreso el hombre dándole un apretón a la mano de Joanne, mientras que ella solo le dio una media sonrisa de saludo.
Ambas tomaron asiento frente a el escritorio, el tomo asiento en su silla, los exteriores de la oficina tenían cuadros, algún que otro titulo colgado, pero no había dado la importancia a leer de que se trataban estos.
-No sabe cuanto le agradezco esta oportunidad Sr. Leblanc, y Veronica también, sabe que confío en la enseñanza de este colegio y creo que ella aquí va a poder remediar su situación, no es una mala chica, espero realmente que le puedan brindar aquí lo que ella necesita.
-Sra Fournier, sabe que no soy de dar estas clases de oportunidades, pero creo que las personas merecen segundas oportunidades. Pero como comprenderá también espero que la srta Hoffman respete la normativa del colegio, que esas situaciones no se den en este lugar, tengo consideración esta vez, pero sabe que si no respeta las reglas, este no puede ser su sitio.
-Lo sé Sr Leblanc, no vamos a defraudarlo ¿verdad Verónica?
-No lo haré, me comprometo a  cumplir las normas Sr Leblanc, gracias. -Dijo escuetamente, sin participar más de la conversación, en realidad no estaba comprometida a hacerlo, pero le daría una oportunidad a ese lugar, además sentía que no podía ser tan desagradecida con Joanne después de lo que había hecho, aunque aún dudaba de sus intenciones realmente, ella se despidió de su hijo y de ella, los dos se encaminaron hacía lo que sería su aula.
Entraron a el aula, observo que esta era bastante más amplia que la de su anterior colegio, por lo que tendría más alumnos, algo que no le agradaba realmente, no le gustaba para nada tener que socializar, estar entre bastantes personas, además por lo visto, los bancos tenían dos asientos, lo que implicaba tener un compañero de banco, se quedo paralizada en la puerta sin seguir a Edward, que no tardo en saludarse con otros jóvenes, ella era bastante tímida como para querer presentarse con alguien mas.
-¡Hey! Vero ven aquí, voy a presentarte a unos compañeros.
Veronica negó con la cabeza varias veces. ¡Maldito seas! Mascullo en sus pensamientos, seguramente en el colegio la molestaría aún más que lo que hacía en la casa, donde podía ignorarlo y refugiarse en su habitación, a pesar de su negativa, el se volvió a ella, tiro de su brazo para llevarla hacía donde estaban sus compañeros, estaba muerta de vergüenza, sus mejillas estaban completamente rojas, el calor empezaba a invadirla. 
- Edward te he dicho que no..-Murmuro ella en un tono muy bajo solo para que el la oiga, pero el la ignoro completamente.
-Bien, Vero el es Leonard Regnault, si tienes problemas en matemáticas estoy seguro que estará encantado en ayudarte. -Dijo él propinándole un codazo a el joven.
-Ahh..un gusto. -Dijo en apenas un susurro, aun nerviosa.
-Y ella es Sophie Dominé es muy buena en física, por si necesitas ayuda con algo también.
-Encantada..-susurro también, pero esta chica al menos le regalo una media sonrisa.
"Espero que seamos buenas amigas, Ed deja de presentarnos a todos con nuestros dotes en las materias..Eres terrible." -Dijo la chica rodando los ojos, mirándolo con diversión.
-Calla Sophie, deja que siga a presentando a los demás. -La regaño Ed, a lo que vero no pudo evitar soltar una carcajada.
- Y el es..Matthieu el no es bueno en nada, así que no pierdas el tiempo.
-¡Oye Ed! -Se quejo aquel chico, que se acerco a ella, atreviéndose a tomar su mano, depositar un beso sobre esta.
Encantada…-Susurro con igual pena que con los anteriores, pero el chico la miro con una sonrisa, que la hizo sonrojar.
Si yo soy el encantado. -Dijo el chico con coquetería.
¡Eh! tontos ya viene el profe, no se distraigan..tú Vero siéntate conmigo o estos buitres no van a dejarte. -Dijo la única chica del grupo, tirando de la mano de Vero.
Verónica se encamino con aquella chica que acababa de conocer, que realmente parecía ser agradable, ambas se sentaron en una de las filas de el medio, casi a el fondo de esta, agradeciendo en esos momentos no terminar sentada con Ed que seguro la molestaría, realmente comenzaba a incomodarla cada vez mas.
El profesor hizo acto de presencia en el aula haciendo que todos quedaran callados, escribió su nombre en la pizarra, comenzó a dar la clase que constaba de Fisica, algo que a ella no le costaba demasiado realmente. Luego el timbre sono, todos se retiraron del aula, excepto ellas dos, nunca era de salir al recreo, siempre solia quedarse en el aula, a menos que la obligaran, pero en ese caso Sophie había insistido en que la acompañara a comprar unas golosinas, que le contara algo de su vida, pero ella sentía que no tenía nada interesante que contarle realmente, pero ella insistía, pero como no sabía que decir comenzó a hacerle preguntas.
-Vero..tú apellido no es de aquí..aunque hablas muy bien el francés ¿de donde eres realmente?
-Soy Alemana, nací en un pueblo que se llama Cochem, era chico, así que no había cosas interesantes.
-¡Wuau! Eres la primera alemana que conozco, debe ser un país hermoso..¿no extrañas nada de allí?
-No..nada, me gusta París.
-Entiendo, a mi también me gusta París, pero no conozco otro sitio para comparar, me gustaría poder viajar por todo el mundo algún día.
-Suena bonito, a mí me gustaría poder vivir siempre aquí.
-Vaya..y dime..¿Que relación tienen Edward y tú? Parece tonto mirándote.
-No tenemos ninguna, solo es el hijo de la novia de mi papá, ¿si? creo que ves mal,solo me mira normal.
-Comprendo, y quizás no te des cuenta pero así es, pero parece que no te interesa.
-No lo creo, y no no me interesa.
-Que directa eres…
-¿Por qué mentir o ocultar lo evidente?
-Ya, pero bueno en fin no dije nada, volvamos al aula antes de que los chicos nos molesten. –Dice Sophie luego de comprar un paquete de galletitas, dos jugo de manzana para ambas.
Vuelven a el aula, la cual estaba desierta, toman asiento en sus respectivos lugares, Sophie abre el paquete de galletitas, le convida una, la agarra gustoso, la come mientras abre su jugo, toma un sorbo de esta, la chica le sigue contando cosas de ella, mientras la escucha en silencio, parecía que siempre tenía algo que decir, o contar, todo lo contrario a ella, o simplemente era alguien muy reservada, el timbre vuelve a sonar en señal de que el recreo había terminado, vuelve el resto de la clase a el aula.
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¡Hey Vero espera! –Dijo Ed corriendo para alcanzarla mientras ella avanzaba de forma apresurada.
-Ella ni siquiera se dio vuelta, pero sintió su mano sobre su hombro, haciendo que parara, se dio media vuelta y lo miro.
-¿Qué quieres? –Mascullo con molestia
-No te apresures, vamos juntos a casa.
-Puedo ir sola, no hace falta que vayamos juntos
-Anda no seas tonta, vamos.
-Esta bien. –Dijo rodando los ojos.
Ambos caminaron hasta llegar a la parada del autobús, el que llego en escasos minutos, subieron a este, sin dirigirse la palabra, hasta que llegaron a la parada de la casa, tocaron el timbre, descendieron del autobús, caminaron unas pocas cuadras, llegaron en la casa, en donde los dos estaban solos, ya que sus padres no volverían hasta la tarde.
Ambos fueron a sus habitaciones, se cambiaron, se fueron a la cocina a calentar la comida que le habían dejado en la nevera preparada, Vero se encargo de poner la mesa, mientras que Ed calentó los platos con la comida los llevo luego a la mesa, tomaron asiento dijeron buen provecho, para comenzar a comer, el ruido de la tele sonaba de fondo, pero ninguno de los dos la miraba, comieron en silencio hasta que terminaron de comer entonces Ed tomo la palabra.
-Vero..¿tu me odias?
-¿Eh? Claro que no, pero me gusta pasar mi tiempo sola.
-Uff que alivio..es que me evitas todo el tiempo, pensé que lo hacías, pensaba todo el tiempo en si había hecho algo que te enojara.
-No lo has hecho tranquilo, pero me gustaría que solo respetes mi espacio. ¿Es tan difícil entenderlo?
-Entiendo..pero no por eso tienes que evitarme todo el tiempo, no quiero empezar mal contigo, creo que como tú, yo no quiero causarle dolor de cabeza a mi madre, ni tu a tu padre ¿o no?
-No no quiero eso, tampoco empezar mal, pero no estoy acostumbrada a esto.
- Entonces te ayudare..
-Es que no necesito ayuda. –Expresa incorporándose de la silla, levantando los platos, el resto de la mesa, Ed la imita y sigue con la conversación.
-Yo creo que sí, parece que vives enojada, o con miedo, no se distinguirlo, pero de verdad no tienes porque estar así conmigo.
-Estas equivocado yo no estoy así. –Dice haciéndose la tonta, pero el tenía cierta razón, pone el detergente sobre la esponja, lava los platos, luego deja que Ed los seque.
-Entonces dame una oportunidad, no podemos evitarnos toda la vida, y ya llevamos un tiempo viviendo en la misma casa.
-Lo sé.
- ¿Entonces..?
-Lo intentare, pero mañana, hoy necesito descansar, ¿esta bien?
-Esta bien. –Dice extendiendo el su mano hacia ella.
-¿Qué? –Dice confusa por aquel movimiento.
-Es un trato ¿o no? Si tomas mi mano no vas a poder faltar a él.
-Podría faltar a mi palabra, pero como quieras. –Dice tomando su mano, pero la suelta de forma rápida, sellando el trato que el decía, pero de todas formas no aseguraba nada.
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nigromante-black · 7 years ago
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CAMINO DIFERENTE. Yo la he matado, lo confieso y me río delante de tí. ¿Cómo empezar una historia? ¿Sería bueno confesar un asesinato inexistente? O tal vez... Tal vez, simplemente sea necesario poner una letra seguida de otra y continuar así hasta que sea necesario. Si, creo eso es la mejor forma que uno puede hacer para escribir contando su historia ¿Que? ¿Cuál es el motivo de este texto? La verdad no sé, alguna vez te conté que fui profesor, si, no fue mucho tiempo ya que me echaron por la ideología que implante, aunque no creo que mi forma de hacer las cosas fueran malas ¿Que? ¿Que hice? Ahn... Bueno, para que me entiendas mejor sera mejor que te cuente todo desde el comienzo, eran los primeros días de marzo del año 2005 cuando aún era estudiante en un colegio particular. Esos días andar con el botón del cuello de la camisa suelto así como la corbata era algún tipo de acto de rebeldía, si, rebeldía que lleve siempre y luego de los primeros meses, muchos dijeron a pesar de ser el nuevo nunca me importó la opinión de los demás, curioso recuerdo esos pequeños actos de bullying que intentaban contra mi persona, el director prácticamente estaba acostumbrado a verme todos los días con el rostro golpeado, siempre estaba acompañado con una pareja diferente en el mismo estado que yo, la verdad no entiendo porque los que dicen ser abusivos necesitan ayuda de uno o varios para poder prevalecer su supremacía. Hay veces que creo que esas personas que tienen poder usan este poder para implantar miedo, miedo que ellos sienten, miedo que les obliga a suprimir a otros, la verdad simplemente me parecen patéticos. Cierto día estaba molesto de no recuerdo que y en el camino encontré a uno de los cuales me había agredido sin razón, me acerque a él y es ahí cuando me di cuenta que este golpeaba a uno de mi salón. Me acerque en silencio — hola, ¿Te puedo ayudar? —Lárgate, no jodas — dijo mientras continuaba pateandolo sin voltear a verme. —Vale— dije antes de acercarme. La verdad este tipo era muy bueno golpeando, ya que apenas me acerque lanzó un golpe con la mano derecha, creo que sí este me daba, solo por la velocidad me mandaba al suelo. Si, fue una pelea intensa mi nariz término doblada para un costado, mi ojo estaba hinchado al punto que no podía ver con mi ojo izquierdo, era curioso ya que mi rostro estaba a colores tenía verde por aquí, morado por allá y el negro en pequeñas proporciones que rodeaba algunas partes, si, mis muñecas estaban muy adoloridas y que decir de mis nudillos, en fin no era nada que no podría cubrir poniéndome un polera grande con capucha para que me tape todo y gracias a unas vendas con un pomada para el dolor hicieron que al día siguiente asista a clases normalmente. Sentir el sabor de la sangre en mi boca es algo mientras las horas pasan, llega a ser agradable, si, también te acostumbras a que todos te miren como un bicho raro por ser el nuevo del grupo, si, es una situación común para esos conocidos como turistas que siempre paran cambiando de colegio a cada momento. Escribir esto ya me hace sentir como si contará la historia de un errante destinado a estar solo a donde vaya. En el receso de la nada apareció una bebida delante de mí — Hola, gracias por lo de ayer. — Tranquilo, no lo hice por tí yo solo estaba molesto y buscaba como quitarme toda la basura de ideas de mi cabeza. — ¿Basura de ideas? — Si, tengo una mente que imagina momentos y escenas que no tienen sentido. — ¿Cómo que? — Me es complicado explicarlo. —Entonces escríbelo. Lo miré de reojo, cogí un bolígrafo y arranque una hoja de mi cuaderno "y el vencedor se paró erguido sobre el vencido mientras la sangre fluía de sus heridas, el hombre en el suelo balbuceaba algo mientras se ahogaba con su sangre y sus dientes rotos, el suelo de cemento con varias porciones de tierra que estaban cubiertas de sangre de ambos peleadores. El vencedor se paraba herguido y vacío así como el perdedor se arrastraba por el suelo consumido por el miedo." —Si, como te dije pensamientos basura. —No para nada, esto incluso parece una historia. Eres bueno haciendo esto. —No, yo solo pienso cosas raras ya te lo dije — conteste mientras cogía la bebida y me la tomaba de a pocos para evitar que se mezcle con la sangre de mi boca. Sí, ese fue el inicio de algo que se puede considerar amistad, fue extraño ver como ese tipo de cabello castaño y ojeras cambiaba día a día, no sé, de alguna forma se le veía ¿Feliz? Luego de dos meses de aquella pelea, la misma que se originó por mi molestia y alguien que, en fin, cierto día él vino con un cuaderno nuevo y me dijo que si podía copiar mis apuntes ¿Mis apuntes? Okay, sabía que era bueno y que estudiaba solo para pasar ya que no le encontraba sentido competir con los limitados del salón, aludían ser los genios aunque ignoraban muchas cosas, cosas que simplemente los obligaba a pedir ayuda. Cierta vez consumido por la curiosidad cogí ese cuaderno en el cual el copiaba todo y encontré muchas cosas. ****** El se sentó en silencio dejando caer una de sus manos y con la otra luego de mucho esfuerzo escribió "gracias y perdón por escapar" justo antes de dar su último aliento en medio de aquella guerra. Él se acercó agitado y con el corazón acelerado la beso apasionadamente, beso que no tuvo respuesta ya que ella yacía muerta en ese lugar por esperarlo. Ella corrió hacia él, él la observó y le sonrió antes de abrazarla; luego de unos segundos ellos se besaron pensado fervientemente en sus amantes. ****** Levante la mira — Hey bicho ¿Que es esto? — Son tus escritos, es que eres realmente bueno escribiendo. — ¿Es en serio? Creo que debiste decirme antes. — Cierto. ¿Quieres ir a un lugar más tarde? Lo miré extrañado —¿Me estás pidiendo una cita? — No, solo que voy a salir con mi novia y ella está obligada a salir con su hermana. — ¿Okay? Entonces la misión del día es que rapte a la hermana de tu novia para que puedas hacer lo que quieras con ella. No sabía que fueras de ese tipo de personas, en fin, esto te va a costar ¿Lo sabes? —Si, tranquilo yo pago los gastos de hoy. —Vale, entonces será más tarde. Las banquetas de ese parque estaban vacías, la madera estaba algo corroída por el tiempo, la tierra era fofa en ciertas partes, pero entre el camino pude ver un tipo de sendero poco recorrido, ya que los árboles estaban cubriendo el camino, cerca de ese lugar había un tipo de casa abandonada, la puerta estaba rota así como las ventanas, era un lugar muy interesante. Antes de entrar ahí, regrese a casa traje una mochila y regrese a esperar otra vez, si, fui dos horas antes al lugar acordado para anticipar cualquier cosa que podría ocurrir. Puntualmente llegó el con una camisa a cuadros, jean rasgado y unos zapatos marrones, se notaba el gel que usaba en el cabello, la brida del viento no podía mover ninguno de sus cabellos, creo que con eso lo digo todo. Luego de despeinarlo y aproximadamente casi una hora de espera llegaron ellas, ambas tenía ojos claros, cabello similar aunque me quedaría más por es chica de lentes mirada triste y con una tímida sonrisa en los labios, esa que trataba de ocultar su estado emocional, nerviosismo, miedo, ira, etc, hay tantas cosas que pueden pasar por la cabeza de una mujer cuando la fuerzan a hacer algo que no desea, más cuando te ponen una cita a ciegas. — Hola, llevan mucho esperando. Cuando la vi quien habló entendí que realmente había acertado — Hola, eres la novia del bicho. — de un momento a otro el oxígeno me fue abandonado, sentía como un codo se hundía en mis costillas. —No es mi novia — dijo mi amigo mientras trataba de ordenar su cabello — aún no… — susurro finalmente. Ella sonrió luego de escuchar ese susurro — eso es cierto, aún no— dijo sonrojándose. Vamos, eso ya era un cliché de historias románticas, porque diablos tienen que complicarse tanto si se nota a la vista de todos que ambos quieren lo mismo. Okay, no sé porque hice lo que hice — bueno, es un gusto conocerlas a partir de ahora yo seré su guía. —¿Que? — los dijeron los tres al mismo tiempo, ¿Quien imaginaría que eso podría ocurrir? —Como dije, hoy seré su guía. Ellos no dijeron nada y me siguieron estaba adelante de todos,  mientras la pareja hablaba tímidamente, y la chica de le lentes mantenía silencio escuchando una estúpida conversación rutinaria. — Bien señoritas y bicho, llegamos a los juegos mecánicos, la competencia será de parejas y quien logre más puntos al final pagará la cena en aquel restaurante, y os aseguro que no es nada barato — dije mientras los miraba esperando no perder ya que si perdía me quedaría sin sustento casi todo el mes. La parejita sonrió mutuamente antes de cogerse de la mano y empezar con el primer tiro al blanco, creo que sí en ese tiempo hubiera sabido que los cañones de los rifles de precio estaban desviados un poco a la mira la historia me hubiera dado un triunfo, aunque mi pareja no fue fácil de vencer, si, en cuanto a los carros chico es ganaba puntos quien golpeara en la parte de atrás a su adversario, hubo un momento en el que pensé que se habían puesto de acuerdo para ganar, el reto de la montaña rusa fue que perdía quien gritara más, así que gane totalmente algo… y cuando llegamos al carrusel solo era parejas, era que la pareja que se besara ganaría. Estaba perdido viendo a la nada — Oye, eso no fue justo. —¿Que no fue justo? — Lo del último retó, sabías que nosotros no nos besaremos. —Si, la vida no siempre es justa — respondí sin dejar de ver a la nada. —No, hoy fue todo justo menos lo último — contestó mientras miraba por la ventana. Luego de una cena cara, la misma que estaba pensando cobrar luego, entre risas de la competencia del día ella salieron con él a esperarme afuera mientras pagaba la cuenta, al salir lo vi parado delante de las dos chicas golpeándose con dos tipos, si sonreír con malicia pero no porque lo estaban golpeando, si no porque era la primera que lo veía defendiéndose, el bicho parecía hombre así que sin más remedio tuve que entrar a la pelea con una patada voladora, y luego de empujarlo me encargue de los tipos eso que la verdad es que no sabían pelear, tener una navaja de tu lado no significa que tienes la pelea ganada y eso lo descubrió uno de esos tipo ese día. Sin pensar más cogí la mano de una de ellas y con un gesto hice que me siguieran por el parque que nos habíamos encontrado y los guíe por ese camino poco recorrido, con una rama borre las huellas hasta llegar a esa vieja casa, la oscuridad ya había llegado, fue bueno saber que lo que lleve en la mochila sirvió, no es que lo haya tenido preparado solo que, bueno, tenía intenciones de inspeccionar las casa luego de que la cita doble terminé. Nadie protestó ni sé negó a entrar a ese lugar, al parecer todos se sentían responsables de lo ocurrido, así que no dijeron nada y me siguieron mientras buscaba algún tipo de lugar donde pudiéramos sentarnos y descansar, luego de pasar por un par de pasadizos llegamos a un tipo de sala de recepción, había varios sillones cubiertos por una tela o mantas cubierta de una gruesa capa de polvo, el olor a madera era evidente aunque, era atípico encontrar un lugar así en una ciudad de concreto. — ¿Dónde estamos? — dijo la novia de mi amigo y esta situación era increíble ya que, a pesar del tiempo que empezamos a hablarnos nunca me tomé la molestia de preguntarle su nombre. — Esa es una muy buena pregunta. — conteste mientras miraba con ayuda de la linterna el lugar. — ¿Que? Y porque nos hiciste entrar. — La verdad es que no lo pensé, hoy cuando nos fui a la cita llegue dos horas antes, y como estaba algo aburrido empecé a recorrer todo el lugar y es así que encontré este lugar. —Si, te voy a creer. Seguro que ya lo tenías preparado — contestó la chica de bellos ojos, si las misma que los ocultaba de esos lentes grandes. —Bueno, si desean pueden irse yo no los detengo — conteste mientras miraba al borde de un tipo de chimenea a pesar de estar distraído pude notar como ellos se miraban haciendo gestos y señas para irse. En ese momento se escucharon escucharon los ruidos de las sirenas en la calle, esto hizo que ellos abandonen toda esperanza — lo había olvidado, estamos aquí para ocultarnos ¿Cierto? — Pero porque nos ocultamos, si no hicimos nada — dijo la chica de los lentes. — Cierto — contestó su hermana mirando al bicho de mi amigo. — ¡Cierto! — dije en voz baja — ¿pero? No creo que sea bueno que tu padre conozca a tu novio en una comisaría. Cierto, también les digo que ustedes comenzaron esto, ya esto fue cuando yo estaba pagando la cuenta, saben que cuando salí no podía dejar que dos tipos golpeen a mi amigo, waou, acabo de darme cuenta que me metí en una pelea en la cual pude ser acuchillado. —Nosotros no lo empezamos… — dijo la de lentes sentándose en un costado del sillón que había limpiado con su mano. — Vale, les creo ya que no es normal ver pelear al bicho — conteste mirándolos mientras buscaba un lugar para sentarme. — ¡Ya! Deja decirle bicho, tiene un nombre… — dijo la chica que cogió de la manos a mi amigo, el bicho. —Si, todos tienen derecho a un nombre. Aunque hay dos tipo de nombre, el primero es el que te dicen tus padres y el segundo el que te ganas en la calle. — Oh, que profundo… — dijo la chica de lentes. —Vale, entonces, si les parece bien empecemos de nuevo, presentarnos yo soy conocido como pacific. — ¿Y donde te dicen eso?  Si en clases nadie te habla a excepción de mi y los profesores que solo te dicen alumno.— dijo el bicho. — Ese es el sobrenombre que tengo en la red, si vas a alguna cabina de jugadores en red verás que todos saben quién es pacific, aunque admitió que nadie sabe que soy yo. La risa fue conjunta luego de escuchar mi confesión —Esta bien, creo que estaremos aquí un rato hasta que se vayan las patrullas — dijo la de lentes. — No sé, eso suena como si fuéramos cómplices de un asesinato o algo así. — dije mientras sacaba una gaseosa y unas galletas que llevaba en la mochila. — Vaya, tú sí que estás preparado. —Si, siempre tengo que estar un paso adelante. Ahora, como haremos, ¿como nos presentamos? Disculpen que no sepa sus nombres, pero aquí, alias bicho no tuvo la decencia de presentarnos y creo que tuve algo de culpa al no preguntar sus nombres. —¡Que no es un bicho! Es mi novio y se llama David. ¿David? Juro que si no me lo hubiera dicho nunca lo habría adivinado, no sé porque pensé que se llamaba Jorge o algo así, realmente fue curioso saber el nombre de mi amigo de esa forma — Si, ya sé, pero más le pega bicho. — dije en forma de broma, tratando de ocultar la expresión de sorpresa de lo que acaba de ocurrir. — Cierto — dijo David — los presentó, Smith te presento a Ximena y Claudia mi novia. —¿Smith? Eso suena  más a apellido que a nombre. — dijo la chica de lentes, las misma que ahora tenía el nombre de Ximena. — No me lo recuerdes, no es culpa que el difundo de mi padrino quería de cualquier forma que lleve uno de sus apellidos. —conteste antes de levantarme y coger un pequeño cuaderno de apuntes. —¿Que es eso?— Preguntaron Luego de cogerlo y abrirlo — No sé, parecen poemas — dije mientras miraba las hojas. — A ver — dijo Ximena antes de quitarme los apuntes y la linterna para recitar el escrito en voz alta. CIERRA LOS OJOS. Hoy quiero llevarte a un lugar Donde la luz baila hermosa sobre los lagos Un lugar donde los pinos ofrecen su dulce aroma. Permíteme llevarte a un lugar de cielo azul Un lugar donde el sol te abraza con su calidez Un lugar donde el viento susurra tu nombre En dulces melodías, como un amante. Permíteme llevarte a un lugar donde las rosas Los jazmines y girasoles bailan dejando salir su aroma Haciendo que tu mente se relaje en su frenesí Mientras bailamos en silencio y con una sonrisa. Hoy en este lugar, tienes alas para volar Si deseas puedes flotar en suaves y tibias brisas Y así podrás ver miles de colores Que refulgen a la distancia Ahí… puedes encontrar paz para tu alma Es por eso que es mi lugar tan especial, Recuerda que puedes visitarlo cuando quieras tan solo cierra tus ojos y regresa. Ven volando y a tu alrededor verás Como te acompañan las luciérnagas Que van iluminando tu camino... te seguirán cadenciosas, dando su luz en silencio. Mientras una transluciente esfera permanece prendida en lo alto del cielo con la mística luz que irradia su palidez.. con un rayo tenue y de constante belleza es esa luna...pálida mente resplandeciendo en el agua será nuestra permanente guía y compañera Ven, cierra tus ojos… Toma mi mano. Vamos, cierra los ojos ¡Que hoy quiero llevarte a disfrutar de un sueño! Todos se miraron anonadados luego de escuchar el poema — eso fue bello — dijo Claudia, mientras miraba a David. — Apaga la linterna, y vengan por aquí en silencio — dije luego de escuchar ruidos  afuera de aquel lugar. Nadie dijo nada me siguió en silencio y así nos quedamos, por minutos, por horas hasta que los que hacían ruido se fueron. Las horas pasaron sin decir nada hasta que al fin logramos salir de ese lugar, camino hacia a casa el parque presento dos caminos y yo terminé eligiendo el camino menos transitado, el camino que yo cree entre mi ramas y pasto a pesar de la burla de mis acompañantes yo solo seguí mi camino mientras ellos caminaban por la ruta ya marcadas por todos los otros. Un día y luego otro pasaron mientras hacías mis recorridos solitarios, nocturno entre aquella casa común sin misterios los cuales busque por dias y algunos cementerios cercanos, hasta que otra vez nos encontramos en una calle vacía Ximena y yo, ella sonreía misteriosamente mientras se me acercó. —Ya se tu secreto — susurro mientras me miraba a los ojos con una sonrisa traviesa. Las odiseas empezaron desde ese día, cada noche, cada tarde, cada día. Caminé con ella de la mano, enamorado, perdidamente enamorado hasta que ella se aburrió, se perdió en la locura de la noche, en medio de copas, en medio de locos, ella me abandonó mientras yo abandonaba mis sentimientos… Luego de un tiempo ella murió por un accidente ocasionado por el alcohol, si, yo la he matado lo admito, yo la mate por enseñarle los placeres de la noche y por no retenerla ni cuidarla como debió ser, este secreto lo dejaré en estas líneas como una historia mas. Si, es por eso que hoy aquí en este puente doy un paso al vacío y si la muerte me quiere bienvenida sea, y si no, continuaré mi camino.
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