Tumgik
#paz del castillo
groriatrevi10xx · 1 year
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✨...Mundo Oscuro...✨
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2034- Como lidiar con la distancia, que de mi te separa. Como llorar tu lejanía, cuando kilómetros de indiferencia mi corazón no repara. Como extrañar tus ojos y tú mirada, si mis recuerdos no encuentran tú figura lozana. Como mis dedos extrañan enredarse en tu cabello, más eso se transforma en ansia vana. Como desear abrazarte y consumirte en mi fuego hasta dejar tu alma calcinada. Como quiero tomar tus manos para llevarte a disfrutar de la luna enamorada. Como saber que existes en algún lugar del mundo, para recorrer cada centímetro de tierra, en busca de tu presencia y esencia para fundiera con la mía. Como te quiero ver, como te quiero extrañar. Como quisiera juntar miles de piedras para crear un castillo donde sólo sea llenado de amor y de mucha paz...como quiero... ¡Como quisiera...! 
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soulshines · 2 years
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spanish  surnames   :   a  masterlist   
below  the  cut  you’ll  find  a  list  containing  #  150  spanish  surnames  sorted  alphabetically  .  these  are  some  of  my  personal  favorites  so  please  enjoy  and  consider  giving  this  post  a  like  /  reblog  if  you  found  it  useful  !
acevedo
águila
aguirre
almada
alonso
ángeles
aragón
araiza
arias
arjona
armas
arriaga
atenas
augusto
ávila
ayala
báez
barrera
bautista
beltrán
blanco
bolívar
bonilla
bracho
cabrera
camacho
cardoza
carrera
casillas
castañeda
castillo
cervantes
claudio
cortés
costa
cuervo
dávalos
dávila
de aguilar
de alba
de carvajal
de la vega
de lucena
de narváez
de peralta
del río
escobar
escobedo
espino
espinosa
estrada
farías
fernandino
ferrera
fierro
galindo
gamboa
gavilán
garza
granada
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heredia
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hurtado
ibáñez
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lafuente
leal
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jartita-me-teneis · 2 months
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VENEZUELA: VERDADES INCÓMODAS
He borrado dos notas que había publicado sobre las elecciones en Venezuela, pues creo que no había contrastado suficientemente la información. Reitero lo que dije sobre el régimen de Nicolás Maduro, basándome en los informes de Amnistía Internacional. Según Ana Piquer, directora para las Américas de Amnistía Internacional, "las autoridades que han ostentado el poder estatal desde, al menos, 2014 hasta hoy han cometido graves y masivas violaciones de derechos humanos, incluidos posibles crímenes de lesa humanidad, y han llevado al país a una emergencia humanitaria compleja que ha empujado a más del 25% de la población a salir de Venezuela, dejando atrás sus hogares y familias". Una izquierda verdaderamente democrática no debe apoyar un régimen de estas características. Lamento que un sector de la izquierda española haya elogiado el chavismo, pero no me parece menos detestable que la derecha haya utilizado el caso de Venezuela para atacar al gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez. Equiparar chavismo y "sanchismo" es pura y obscena demagogia.
Varios observadores internacionales señalan que se ha producido un fraude en las elecciones de 2024. Al parecer, el gobierno de Maduro dispone de un mes para enseñar las actas, pero su conducta hasta ahora ha abonado las sospechas de pucherazo. Desgraciadamente, la oposición posee unas credenciales democráticas bastante dudosas. María Corina Machado ha elogiado a Javier Milei y se acusa a Edmundo González Irrutia de haber colaborado a principios de los ochenta con Leopoldo Castillo, embajador de Venezuela en El Salvador, en la actividad criminal de los escuadrones de la muerte. No sé si es cierto, pero es una acusación gravísima que debe investigarse a fondo, pues de confirmarse, le invalida como candidato democrático.
No es un secreto que EEUU ambiciona controlar las reservas petrolíferas de Venezuela. América Latina sigue siendo su patio trasero y se reserva el derecho de intervenir en su vida política para preservar sus intereses. Pienso que Venezuela se merece un futuro de paz, democracia y prosperidad, pero no creo que la actual oposición sea una alternativa capaz de garantizar esa expectativa. En cualquier caso, debe prevalecer la voluntad del pueblo venezolano y su derecho a expresarse libremente en unas elecciones transparentes y con resultados contrastados.@rafael_narbona en X
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beardedmrbean · 3 months
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Bolivia’s capital of La Paz is reeling in the wake of an attempted coup as troops led by a top general rammed the doors of the government palace in tumultous scenes that threatened to drag the South American democracy into chaos.
Military forces led by army chief General Juan Jose Zuniga appeared to take control of president Luis Arce’s government by seizing control of the town square and unleashing tear gas on protesters who flooded the streets.
General Zuniga vowed to “restore democracy”, replae and cabinet and free political prisoners, but was condemned opposition leaders as it became clear he had little political support.
Mr Arce refused to bow to the pressure and named a new army commander, who immediately ordered troops to stand down, ending the rebellion.
The president’s supporters rapidly came to his aid and rushed the square outside the palace, waving Bolivian flags, singing the national anthem and cheering.
Mr Arce said: “Here we are, firm, in the presidential palace, to confront any coup attempt.”
General Zuniga and alleged co-conspirator former navy Vice Admiral Juan Arnez Salvador were arrested by authorities.
Government minister Eduardo del Castillo told journalists: “Their goal was to overturn the democratically elected authority,”
The short-lived rebellion followed months of mounting tensions between Arce and his one-time ally, left-wing former president Evo Morales.
Mr Morales, the country’s first Indigenous president, was forced to resign after 14 years in power in 2019 after mass protests against him.
He has since returned from political exile and is threatening to challenge Mr Arce in the 2025 primaries, which has caused a widening rift in their ruling socialist party.
Further fueling tensions in the country is the ongoing economic crisis, with the country’s foreign currency reserves diminishing, its natural gas exports plummeting and its currency peg collapsing.
As police in riot gear set up outside the presidential palace, Bolivians queued at ATMs, formed long lines outside petrol stations and emptied shelves in grocery stores.
Flanked by the newly appointed military chiefs late Wednesday, defense minister Edmundo Novillo sought to reassure the rattled public and shed light on what had happened.
The turmoil began earlier this week, Mr Novillo said, when Mr Arce dismissed General Zuniga in a private meeting on Tuesday over the army chief’s threats to arrest Morales if he proceeded with his presidential bid in 2025.
In their meeting, Novillo said that General Zuniga gave officials no indication he was preparing to seize power.
Just hours later tailed by armored vehicles and supporters, General Zuniga burst into government headquarters and declared that he was sick of political infighting. “The armed forces intend to restore the democracy,” he said.
Members of the country’s fragmented opposition, which General Zuniga claimed to support, rejected the coup before it was clear it had failed.
Prosecutors will seek the maximum sentence of 15 to 20 years in prison for General Zuniga on charges of “attacking the constitution,” he said.
“This grants control to the military and erodes democracy and is an important signpost that the problems of the 2019 coup have not been addressed,” said Kathryn Ledebur, director of the Andean Information Network, a Bolivia-based research group. “Bolivia’s democracy remains very fragile, and definitely a great deal more fragile today than it was yesterday.”
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nevenkebla · 6 months
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Una nueva era
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Books of Doom #6 Ed Brubaker (Escritor), Pablo Raimondi (Dibujante)
— Doctor Doom: El cohete púlsar era útil para distancias cortas, pero me permitió hacer una cosa… una entrada espectacular. No mueras silenciosamente, viejo necio… te lo ruego. Terminó… y ahora comienza una nueva era. — Hombre: El rey ha muerto… larga vida a Von Doom. Mis fuerzas están a sus órdenes, mi señor.
— Doctor Doom: Después de aquello, las cosas pasaron deprisa… Latveria había estado literalmente muriéndose esperando progreso, y yo se lo llevé como un huracán… Aquella semana mis robots derribaron el castillo del rey Vladímir. El pueblo donde cayó mi madre fue nombrado nueva capital. Y enseguida, sus hogares abandonados volvieron a vibrar con vida. Para el otoño, hice adiciones al modesto castillo donde había comenzado mi rebelión… y así, en un estrado sobre la ciudad y mi pueblo… tantos había que abarrotaron las calles… Victor von Doom fue coronado monarca de Latveria.
Doctor Doom: Que una nueva era de paz y prosperidad se extienda por el país… ¡Lo dice von Doom!
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a-pair-of-iris · 1 month
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Entre muros y silencios (Parte 3)
by Aris
5.432 palabras
Ao3 Wattpad
—Hemos tenido un clima estupendo ¿No te parece? —le comentó Manuel al perro que lo acompañaba caminando distraído por el pasillo, una costumbre que había adquirido hace un tiempo.
Lo decía en serio. Las nubes y la niebla seguían mayormente presentes, claro, pero la prolongada falta de temporales capaces de abrir huecos en los muros era algo que no le pasaba desapercibido. Incluso el diluvio desatado tras la llegada de Francisco había durado apenas unas horas antes de menguar y estabilizarse. Eso tenía a la gente de buen humor, esperanzados en que los frutos alcanzaran a cuajar y los techos a cubrirse antes de que asomara el próximo aguacero.
Él también se encontraba de un humor particularmente bueno. No que acostumbrase a estar molesto, solo pensó que sería diferente con la imprevista adquisición de su nuevo esposo, pero lo cierto era que las cosas con el príncipe iban bien. Inesperadamente bien.
Francisco era fácil de tratar. El miedo que exudaba del joven tras su llegada fue decayendo rápido, o al menos lo suficiente para hacerlo espabilar. Todavía se le veía nervioso y melancólico a ratos, pero se esforzaba por adaptarse a la vida del castillo, mostrar buen humor y ser útil, por lo que Manuel se esforzaba también en hacerle las cosas más llevaderas y atender a sus inquietudes de mejor manera que esa primera mañana en el comedor, cuando estalló en carcajadas como no se había reído en mucho, mucho tiempo. O cuando al día siguiente se despertó con el muchacho instalado en su puerta.
“—¿Ropa nueva? —Repitió Manuel con acidez.”
Reconocía que no había reaccionado de la mejor forma ante la primera solicitud de Francisco. Pero en ese momento le había parecido una petición odiosamente estúpida, como si el otro no fuera capaz de entender que las mantas apolilladas y manchas de humedad no eran simples decoraciones para crear ambiente. O tal vez lo había notado y solo estaba siendo un bastardo malcriado. Como fuera, estaba más que dispuesto a pensar lo peor de él.
“—Sí, es que- bueno, verá… —balbuceaba el chico evitando su mirada y frotando nervioso sus manos. Al menos tenía la sensatez de mostrarse avergonzado—. La que traje no es apropiada para este ambiente.
—¿Demasiado elegante para sus tareas mundanas, alteza? —siseó Manuel, listo para asestarle unas cuantas bofetadas verbales al chiquillo si le daba la oportunidad, pero por suerte Francisco se apresuró en poner paños fríos.
—Le aseguro que no es nada de eso. —dijo con suavidad, alzando las palmas frente a él en son de paz—. Pero la señora Marta me advirtió que podría pensar eso en cuanto se lo mencionara. Me aconsejó que mejor debía enseñarle la magnitud del problema.
Eso apaciguó enseguida a Manuel. Si Marta había considerado el tema digno de su atención, entonces debía de ser así. Ya más calmado, acompañó a Francisco hasta su recámara y comprendió que tenía toda razón.
—¿Se supone que esto es… una camisa? —preguntó Manuel, alzando con la punta de los dedos la supuesta prenda. Era un trozo de tela semitransparente surcada por varios hilos dorados y piedras brillantes. Relucía al contacto de la tenue luz de la mañana como si un firmamento de estrellas estuviera cosido a ella, o como si le hubiesen arrancado las alas a un millar de libélulas para prenderlas a una lujosa red.
Francisco bufó, a la vez avergonzado y divertido por sus reacciones y creciente espanto ante el desventurado guardarropa que abarrotaba sus baúles.”
El muchacho le había explicado que se trataba de la última moda en la corte en cuanto a ajuar de novios: telas finas y delicadas repletas de encajes y suntuosas terminaciones; cortes ceñidos al cuerpo, pero de vaporosas mangas; amplios escotes en pecho, espalda y otro buen tanto de sugerentes transparencias. Se notaba que estaba pensado para un clima mucho más cálido, y para enmarcar bellamente su figura e incitar el deseo de su pareja.
Nada de eso le serviría allí. Así que Manuel enseguida le encargó a Marta hacerse cargo del asunto y asegurarse de que Francisco tuviera ropa adecuada, algo práctico y cómodo para el ambiente y vida en el castillo, no fuera a ser que los demás lo acusaran de traer a su esposo en harapos.
A partir de ese momento, y como consecuencia de esa situación, su predisposición hacia el príncipe cambió y una especie de relación cordial comenzó a florecer naturalmente entre ellos, aunque era Francisco quien buscaba constantemente su compañía, como un patito aferrándose a lo primero que había visto al aterrizar en ese nuevo mundo.
Por lo general Manuel se las arreglaba para despachar pronto a cualquiera que lo importunara por demasiado tiempo, pero resultó que no le molestaba la presencia tranquila de Francisco a su lado.
El príncipe solía instalarse todas las tardes en los futones a la esquina de su taller mientras Manuel trabajaba reparando artefactos dañados o preparando ungüentos en el mesón, y se dedicaba pacientemente a remendar calcetas, pantalones y sábanas, o pulir botas y cacerolas, actividades que jamás hubiera imaginado que realizaría de buena gana. Cuando se aburría de pincharse los dedos con la aguja daba algunas vueltas inspeccionando los estantes. Manuel lo observaba de reojo, notando como los ojos del chico se iluminaban o sus cejas se alzaban al dar con algo interesante. A veces cogía frascos, estatuillas, o uno que otro libro, y pasaba los dedos por las ajadas y amarillentas páginas, hojeándolos hasta que el polvo que se levantaba de ellas lo hacía estornudar.
Era un poco adorable, de una forma sencilla y desarmante, y Manuel no podía evitar sentir cierta ternura creciente hacia él.
Eso lo conflictuaba sobremanera. Hubiese preferido que le diera motivos para rechazarlo, que se comportara con arrogancia y altanería hasta hacerse insufrible, para así poder seguir alimentando el desprecio instintivo que sintió al verse tan inesperadamente enlazado a él. Hubiera querido que le diera la excusa perfecta para poder volcar todo el resentimiento que sentía por esa despreciable familia sin culpas sobre él. En cambio, se veía obligado a lidiar con un frustrante conflicto de emociones, donde una parte de él quería mantenerlo lo más apartado posible, y la otra se hallaba incapaz de negarle el acceso a través de las barreras que inútilmente intentó levantar entre ellos.
También estaba el tema de la magia.
La dinastía de los Burgos había prosperado a costa de su linaje y de su gente, usando artimañas para mantener abierto el flujo de magia que era drenada de sus tierras temporada tras temporada. Sin embargo, hace semanas, desde que trajo al príncipe consigo, Manuel sentía su presencia intensificándose. El cambio era débil todavía, casi imperceptible, pero estaba retornando. Notaba que el aire a su alrededor se volvía un poco más denso cada vez que se concentraba; que la carga en la tierra, en las rocas y en las plantas estaba cambiando; que al despertar tenía un cosquilleo en la punta de los dedos, como si su antiguo poder hubiese vuelto durante sus sueños.
“El trato se ha cerrado y la vida puede seguir su curso…”
No había sopesado realmente las implicaciones cuando pronunció esas palabras, aturdido como estaba por lo reciente de la situación. Pero ya con la mente más clara comenzaba a entenderlo: el flujo se había cortado por fin. Después de siglos, el antiguo equilibrio volvería a sus tierras, y no sabía de qué formas extrañas les afectaría. Cómo le afectaría a él.
Se detuvo a medio pasillo al notar una silueta difusa caminando en el jardín trasero.
—¿Cómo fue que llegó allí? —No tuvo que pensar mucho para darse cuenta que se trataba justamente del joven que últimamente poblaba todos sus pensamientos y reflexiones. Nadie iba por ese sector ya que no había huertos ni nada útil que hacer, era simplemente un antiguo paseo abandonado y olvidado en el tiempo.
Lo observó por un rato en silencio a través de la ventana. Estaba a una distancia considerable, pero incluso desde allí podía notar el semblante triste y melancólico del chico mientras se envolvía a sí mismo con los brazos.
Eso bastó para ponerlo en marcha nuevamente.
-o-
—¡Pero por la miéchica! ¡Córrete bestia! —rezongó Muriel al tropezarse otra vez con uno de los perros que rondaban en la cocina, esperando por caricias o cualquier pedazo de comida que cayera de los mesones al suelo.
Francisco escondió una sonrisa escuchando a la anciana despotricando mientras el enorme perro negro y lanudo solo se estiraba perezosamente en el mismo lugar, haciéndole más difícil avanzar. Ya estaba acostumbrado a los reclamos de la irritable pero inofensiva anciana, así como a las risotadas burlonas y comentarios irónicos del resto. Aunque los había sufrido enormemente los primeros días, temiendo que sus amenazas de convertirlo en un sapo verrugoso o un insignificante ratón de campo cada vez que olvidaba tapar la cacerola del arroz o salar las papas se volvieran realidad, incluso luego de que Manuel le asegurara que ninguna de ellas tenía en realidad la capacidad de usar esa clase de magia.
Hasta los gigantescos perros que se acurrucaban frente a la chimenea en el comedor o allí junto a los fogones le habían parecido unas bestias imponentes y tenebrosas; pero con el tiempo entendió que solo eran cachorros como cualquier otro, ansiosos de que les rascaran la pancita, y que las palabras duras de esas personas casi nunca iban en serio. Solo era su forma habitual de relacionarse y mantenerlo en línea mientras se ganaba su lugar entre ellos.
—Están muy malcriados ustedes —continuaba Muriel, esta vez regañando a toda la camada amontonada frente al puchero hirviente de sopa. La miraban atentamente, sin inmutarse ni un poco por su tono severo—. En mis tiempos se las habrían visto feas, manada de haraganes. Entonces sí que había perros de verdad, cazadores astutos y bravos dignos de respeto. Si no hubiese sido por ellos todos nos habríamos muerto de hambre…
—Ay, no empiece… —protestó por lo bajo uno de los chiquitos sentados al lado de Francisco. El trío de niños había tenido la mala suerte de asomarse a la cocina en busca de golosinas justo durante la guardia de Muriel, quien los obligó a quedarse ayudando a Su Real Caracol -como le había apodado ese día- a limpiar lentejas para ganarse el derecho a un postre.
—¿Cómo así? —preguntó Francisco, genuinamente intrigado, al mismo tiempo que el chico. Los dos niños se llevaron las manos a la cabeza instantáneamente, y la pequeña que se había instalado sobre su regazo desde el momento en que entraron en la habitación se bajó de un salto en cuanto vio aproximarse a la enorme mujer.
Francisco se reprendió a sí mismo que ese breve momento de curiosidad le fuera a costar varios puntos de simpatía con los pequeños. Pero tal vez el brillo en los ojos de Muriel lo valiera. La anciana parecía entusiasmada ante la oportunidad de relatar, una vez más, la misma historia que había contado innumerables veces a lo largo de su vida, pero en esta ocasión a alguien que jamás había escuchado nada al respecto.
—Ah, esos sí que fueron tiempos difíciles, los de mi infancia. —comenzó Muriel, deteniéndose un momento para recordarlo bien—. Pasamos varios años con inundaciones y deslizamientos que sepultaban barrios enteros. Fue entonces que el señor decidió abandonar finalmente toda la zona Este y trasladarnos a los pocos que quedábamos dentro del castillo. Se imaginará que tanta lluvia también arrasó con los campos, ni el arroz aguantó mucho sin pudrirse, así que sobrevivíamos a puro grano y papas del silo, carne seca y las tórtolas que caían congeladas en los tejados. Y de la caza, claro. En ese tiempo había cuadrillas de batidores. Eran más grandes aún que estos, con unos ojos que brillaban como antorchas en la oscuridad y un olfato tan fino que podían encontrar un rastro de presas a kilómetros de distancia.
«Recuerdo una tormenta en particular. Yo era muy niña todavía, pero recuerdo que estuvimos casi un mes completo refugiados aquí dentro y las provisiones se acababan. El viento soplaba tan fuerte que parecía que las murallas se iban a derrumbar, y la nieve lo cubría todo, impidiendo salir a buscar alimento. Pero entonces el señor, terco como una mula, se montó el abrigo y con siete de sus mejores perros se aventuró en la tormenta, desafiando al frío y la oscuridad.
Estuvimos dos días esperando, temiendo lo peor. Al tercer día fue que escuchamos los ladridos a la distancia. Corrimos a las puertas y ahí estaba, con sus perros agotados pero triunfantes, arrastrando tras ellos un gran león de montaña y un buen atado de conejos. Aquella carne nos salvó, y a esos perros los teníamos por héroes. A los siete los enterramos en el Patio del Homenaje, junto a los antiguos nobles y señores, y otros grandes sabuesos y corceles. Algún día le mostraré las placas. —Entonces lanzó una mirada severa al grupo que seguía tumbado perezosamente—. Pero ahora, mírelos, con el clima tan bueno y ahí se los ve holgazaneando junto al fuego esperando sobras.
—Tranquila, Muriel, que todavía son cachorros. Ya espabilarán. —suspiró Carmen, que a medio relato había entrado a la cocina para relevarla de su guardia.
—No si dejan que los niños los sigan tratando como mascotitas… —protestó Muriel, viendo molesta como los chiquillos sacaban dos pancitos cada uno de la bandeja que la recién llegada les alcanzó, y huían raudos por el pasillo.
Francisco vio en ambas esa expresión poco frecuente de que estaban a punto de comenzar una discusión en serio, y se adelantó a Marta en su intento por distraer su atención.
—Manuel debió aprender de sus antecesores esa dedicación por su gente. Dígame ¿Se parece mucho a su abuelo? —comentó, buscando desviar la conversación de regreso al relato de Muriel. Intentó pensar en algo más cuando las mujeres solo se lo quedaron mirando—. ¿O a sus padres? Últimamente me he estado preguntado por su familia.
Todos en la cocina se quedaron en silencio por un largo instante. Las tres mujeres intercambiaron miradas significativas entre ellas, como si estuvieran deliberando sobre lo que debían decir y cuál de ellas debía hablar. Finalmente, fue Marta quien rompió el silencio.
—Se parece mucho a sus padres... —comenzó—. Y a su abuelo. Los señores han hecho siempre lo mejor que han podido. El amo Manuel, sobre todo, ha sacrificado mucho por la dedicación hacia su gente, y por eso todos le guardamos gran respeto y aprecio.
—Puede que a veces no lo muestre abiertamente, pero es un hombre muy atento y afectuoso. —complementó Muriel.
Francisco sintió una sensación reconfortante escuchando esas palabras sobre el que era su marido. Quería seguir preguntando, aprender más sobre la familia de Manuel, el pasado del lugar y sus historias. Pero antes de que pudiera formular otra pregunta, Carmen intervino con brusquedad.
—Tal parece que nos hemos quedado sin papas. —declaró, su tono firme retomando el control de las labores—. Altecita, sea bueno y vaya a buscar más al almacén, que todavía queda mucho por hacer antes de la cena.
Algo desorientado por el intempestivo corte de la conversación, Francisco se levantó dispuesto a cumplir lo que le había encomendado, pero en cuanto lo hizo notó los cuatro sacos de papas descansando junto a las alacenas, y entendió que solo quería sacarlo de la habitación y que dejara de interrogarlas.
-o-
Francisco dejó escapar un largo suspiro mientras se alejaba de la cocina, sus pasos resonando suavemente en los pasillos.
No era la primera vez que pasaba, de hecho, se volvía algo habitual que lo apartaran y le escondieran cosas. Era una sensación de desarraigo, como si siempre estuviera en los márgenes, sin pertenecer del todo a este nuevo mundo. Aunque se esforzaba por aprender y adaptarse, se daba cuenta de que aún lo trataban como a un forastero que no debía estar allí y, si bien sabía que era un proceso que le tomaría bastante tiempo, más que las pocas semanas que llevaba conviviendo con ellos, el recordatorio permanente de ser un intruso lo envolvía como la bruma fría que rodeaba permanentemente el castillo.
Con cada paso que daba, se sentía más pequeño, más aislado, más solo. Perdido en sus pensamientos, apenas notó cómo se desviaba de su camino hacia el almacén. Los pasillos parecían alargarse, las galerías se sucedían una tras otra, hasta que finalmente se detuvo, sin saber exactamente dónde estaba. Al levantar la vista, se encontró en un lugar diferente a todos los que había visto antes.
No era como los huertos, ordenados y bien protegidos de las inclemencias del tiempo. El lugar que se abría ante él se había dejado libre de resguardo para que la naturaleza reclamara lo suyo, así como el sendero por el que Manuel lo había traído al castillo. Los caminos de gravilla y piedras estaban desdibujados, apenas visibles entre las altas malezas y los arbustos que crecían sin contención alguna. Flores silvestres de colores apagados se asomaban tímidamente entre el follaje, mientras una fila de delgados árboles, antinaturalmente alineados, flanqueaban el espacio alzándose como colosos marchitos. Al seguir avanzando, sus ojos se posaron con los restos de una fila de asientos ocultos entre las enredaderas, junto a pilares y estatuas rotas cubiertas por gruesos mantos de tierra, musgo y líquenes. En el centro de todo se hallaba una enorme fuente, sus distintos niveles rellenos por múltiples capas de tierra acumulada, hojas secas y ramas caídas sobre las que generaciones de aves y otros animales habían construido nidos y madrigueras.
Francisco se detuvo frente a la fuente, sintiendo cómo el peso del lugar se apoderaba de su ánimo. Al parecer se había topado accidentalmente con los antiguos jardines de recreo, aunque en su estado actual más parecían un cementerio de lo que una vez fue un pasado brillante y glorioso. Otra vista trágica que hacía más evidente su decadencia actual y se transformaba en un reflejo de su propia melancolía. Era un asunto inquietante, y no podía negar que tenía gran atractivo para él y su curiosidad, pero aún no se sentía con la confianza necesaria para intentar abordarlo con sus nuevos vecinos o Manuel, por temor a ofenderlos y que se cerraran aún más con él.
Una ráfaga de viento frío le hizo estremecer y se envolvió instintivamente con sus brazos, deseando haber traído uno de sus nuevos abrigos. La superficie de su ropa ya estaba cubierta con una fina capa de rocío dejado por la niebla a su alrededor. No era tan espesa como el día en que llegó, desde el centro del patio podía ver la parte de los detalles en la fachada del castillo: los altos techos, las grandes ventanas y finas terminaciones bajo una cubierta de enredaderas que amenazaba con tragarlo y hacerlo parte del bosque circundante.
—No ha sido tan malo. —Se dijo, buscando salir del pozo emocional al que se estaba dejando arrastrar.
No había sido tan malo como se estuvo temiendo en un inicio. La vida que llevaba allí no le resultaba del todo desagradable tampoco. Aunque fuesen labores pequeñas, le gustaba ocupar sus días sintiéndose de utilidad, para variar. Dentro de todo, se sentía a gusto trabajando en la cocina y ayudando a servir la comida; estar con los animales en los corrales y en los huertos sin preocuparse por arruinar su ropa; interactuar con la gente sin tanto protocolo y jerarquías marcadas.
Tampoco le disgustaba el entorno, rodeado de bosques y verdor, respirar el aire fresco que se colaba por las mañanas. Pero seguía extrañando el sol, ese sol dorado de las tardes calentando con dulzura su piel, reconfortándolo. Todavía no se acostumbraba al frío permanente y a las múltiples capas de ropa en las que debía envolverse para soportarlo, aunque en algo se compensaba con la calidez de reunirse todos alrededor de la chimenea en el comedor, compartir con los demás, con los niños, los perros… Y Manuel.
Le agradaba Manuel. Era un hombre serio y terriblemente callado, pero era bueno con él y lo trataba con respeto y consideración. Francisco había empezado a notar los pequeños gestos que tenía con él, como el juego de dedales que apareció en su canasto de costura; las velas o la leña extra dejada para el bracero en su habitación los días que sacaba un libro del estante en el taller para leer de noche; o cómo siempre tenía a mano una manta para deslizar sobre sus hombros cada vez que lo veía temblar ligeramente. Eran detalles discretos, pero que apreciaba enormemente pues daban cuenta de su preocupación y atención.
Solo quisiera que le hablara más. No le molestaban las largas pausas en silencio, pero sí le gustaría poder conversar más seguido y libremente con él. Tenían temperamentos similares y estaba seguro de que se llevarían bien, tal vez incluso llegaran a volverse amigos, si tan solo pudieran conocerse mejor. Se le hacía evidente que a Manuel no le gustaba hablar mucho sobre sí mismo. Sus conversaciones, aunque cordiales, rara vez se desviaban de lo necesario y cuando lo hacían, Francisco notaba cómo el hombre rápidamente cambiaba de tema o encontraba alguna razón para excusarse.
Entendía que debía darle su espacio y acabaría soltándose con el tiempo, pero le estaba resultando demasiado difícil respetar sus ritmos cuando se sentía tan solo y desesperado por un contacto más íntimo. Anhelaba tener otra vez, aunque fuera una sola conexión autentica y profunda. Necesitaba con urgencia volver a sentir esa sensación familiar y de pertenencia que había perdido de golpe. Se sentía tan solo y perdido entre esa gente.
Francisco sintió el peso del grueso manto de piel extendiéndose sobre sus hombros, su tibieza abrasándolo de forma reconfortante, disipando parte de sus lamentaciones. Alzó la vista para encontrar a Manuel acuclillado frente a él, prendiéndole con cuidado el broche de madera para afirmar la capa en su lugar.
—Gracias. —murmuró Francisco, dedicándole una suave sonrisa—. Todavía no me acostumbro al clima de aquí. Pero hasta ahora no ha sido tan malo como me estuvieron advirtiendo.
Manuel soltó un leve suspiro.
—Eso es porque hemos tenido un clima particularmente bueno estas semanas. —comentó, sentándose a su lado. Francisco no se percató que estaba sentado al borde de la pileta destruida sino hasta que vio al otro haciéndose un espacio—. Aunque puede que a usted no le parezca, alteza. —dijo con cierto aire socarrón, sacudiéndose las gotas que se acumulaban en las puntas de su cabello.
Francisco volvió a sonreír. Eso era lo que llamarían mal clima en su casa, pero entendía que las cosas eran muy diferentes allí. Todo era mucho más duro: el clima impredecible; el frío que se colaba en los huesos; la comida, las personas, hasta las carcomidas paredes de ladrillo, que se sostenían en pie a pura determinación y puntales de madera. No había casi lujos, ni siquiera para ellos siendo los señores, cosa que se evidenciaba en los parchados bordes de la capa sobre sus hombros. Cada cosa tenía un fin práctico y no se desperdiciaba nada, hasta las cosas más extrañas tenían alguna utilidad.
Recordaba la primera vez que se había cortado picando pimientos. Manuel estaba con ellos en la cocina en ese momento, moliendo hierbas en una esquina. Luego de tranquilizarlo en su pánico inicial por la cantidad de sangre brotando de su dedo, el hombre detuvo momentáneamente a las mujeres en su intento por enrollarle la mano con un trapo y, en cambio, apretó la herida de tal forma que varias gotas del viscoso azul cayeron sobre el mejunje que había estado preparando. Rato después le explicó la razón de su perturbador comportamiento.
“—Siendo un príncipe, su cabello, uñas, lágrimas, o cualquier otro ingrediente que pueda obtener de usted tienen al menos diez veces más propiedades mágicas que la de cualquier otra persona de aquí. Más aún su sangre. —dijo Manuel, revolviendo el cuenco donde la preparación marrón comenzaba a volverse de un intenso violeta—. Lo había estado pasando por alto, pero a partir de ahora solicitaré más seguido de su cooperación, alteza.”
Entonces se había estremecido, pensando que lo haría sangrar y llorar sobre el caldero a diario, pero únicamente le había entregado varios frascos en donde debía meter cada pestaña perdida o hebra de cabello que quedara en su cepillo, cada lagaña, cada cerumen, y otras asquerosas menudencias de su aseo matutino; así como un pequeño tubito que transportaba a todas partes para cuando volviera a cortarse o se pinchara el dedo. Era algo vergonzoso y repugnante, pero inofensivo, así que no tuvo una verdadera excusa para negarse a hacerlo, y al cabo de un tiempo se volvió un asunto rutinario.
Había aprendido a apreciar esa mentalidad diligente y precavida con la que se manejaban, aunque le resultaba demasiado demandante en comparación con su hogar, donde no existía esa preocupación constante por el futuro y los tiempos de escasez, tan ajenas a la vida cotidiana de su gente.
Fue entonces cuando su mirada volvió a vagar por el lugar en el que se encontraban. Había algo desconcertante en ese rincón del castillo. Presentaba un marcado contraste con el resto de los espacios exteriores, donde cada centímetro de tierra estaba cuidadosamente cultivado o siendo preparado para ello.
—Es curioso. —dijo Francisco, rompiendo el silencio mientras sus ojos recorrían los viejos jardines—. Todo aquí es tan... utilitario, tan enfocado a lo esencial. Y sin embargo, este lugar... —hizo un gesto con la mano, abarcando la extensión de pilas de escombros y estatuas casi tragadas por la tierra y las enredaderas—. Este es uno de los antiguos patios de recreo ¿Verdad? De cuando las cosas iban mejor. —No pudo evitar deslizar una de las tantas preguntas que se agolpaban en su cabeza y en su lengua.
Manuel se puso tenso por un instante, observando el mismo paisaje con una expresión pensativa.
—Disculpe, no era mi intención incomodarlo… —comenzaba a disculparse Francisco.
—Sí. —Fue lo único que dijo Manuel al principio, haciéndole creer que de hecho estaba molesto—. Es otro vestigio de esos tiempos…
Había algo en su semblante que Francisco no logró descifrar, una mezcla de nostalgia y tristeza. A ese primer comentario le siguió una larga pausa, como si estuviera decidiendo qué y cuánto decirle, si es que debía decir algo más.
—Aunque más bien era un jardín privado, destinado para el uso de unos recién casados. —elaboró a continuación.
Francisco se giró enseguida en su dirección, intrigado por la pequeña pieza de información que acabara de soltarle voluntariamente. Ansiaba que no acabara allí, con esas dos escuetas frases. Quería saber más, que le contara más. Así que hizo lo mejor que pudo por inspirarle lástima y hacerlo sentir comprometido, mirándolo directamente con la súplica evidente en los ojos.
Manuel resopló al notarlo, arrepentido de haber abierto la boca, pero tuvo la gentileza de proseguir con el relato que hubiese preferido ahorrarse.
—Era un regalo de bodas, junto con todo este pabellón. —prosiguió, señalando el ala que tenía la fachada más finamente ornamentada de todo el edificio—. La construcción tardó varios años porque cada uno de los árboles, mármoles, flores y piedras que se usarían, así como las sedas, algodón y lana para vestirlo fueron seleccionados personalmente por el novio, que quería traer lo mejor de todos los reinos conocidos hasta entonces para deleitar a su futura pareja y no echara tanto en falta las bondades del mundo exterior luego de trasladarse a este pequeño y aislado confín. Decían que durante ese tiempo se podían ver grandes barcos que cubrían todo el horizonte hasta donde alcanzaba la vista, y la gente se amontonaba en las calles para admirarlos a su paso y las mercancías que traían. Fue el tiempo en que mayor prosperidad se vio en el señorío. La gente estaba contenta y expectante del gran acontecimiento… —Entonces se detuvo un momento, remeciéndose incómodo en su lugar—. Pero la boda no ocurrió, y el jardín nunca llegó a usarse para lo que fue creado. Con el tiempo y las desgracias que siguieron cayó en el olvido y los siglos de constante abandono lo transformaron en estas ruinas.
—Eso es… es bastante deprimente. —Francisco se sintió particularmente conmovido al escuchar ese pequeño trozo del pasado y el destino truncado que cubría con un nuevo halo de melancolía el lugar. Ahora los pilares caídos, troncos secos y curvados y las baldosas tragadas por la maleza y el tiempo le inspiraban más lástima que antes—. Como una flor marchita. El eterno fantasma de un corazón roto.
—No tanto así. No se puede decir que fuera un matrimonio motivado por amor, más que nada un intercambio conveniente. —quiso aclararle Manuel, todavía mirando el exterior del edificio, una nota de abatimiento colándose en su voz.
Francisco lo imitó, observando con nuevos ojos la gris y triste construcción. Intentó imaginar cómo habría sido durante sus días de gloría, con las molduras intactas y coloridos estandartes colgando de los balcones; las vidrieras completas y mármoles lustrosos reflejando la luz del sol y el oro y plata de las finas mercancías traídas para la boda; los caminos y senderos enmarcados por hileras de altos árboles y fragantes flores interrumpidas por hermosas esculturas.
—Tal vez se planteara así —dijo, apenas un murmullo—. Pero si el hombre se tomó tantas molestias para asegurar la comodidad de su pareja, es imposible pensar que no tenía esperanzas puestas en su unión. Grandes ilusiones de una vida que se vieron truncadas de un momento a otro.
Sintió los intensos ojos del otro hombre sobre él y al girarse para comprobarlo lo descubrió mirando en su dirección, pero no parecía mirarlo a él, sino más bien a través de él, a algo mucho más allá.
Manuel guardó silencio por varios instantes, perdido en sus pensamientos y Francisco se mantuvo muy quieto y callado para no importunarlo.
—Sí, ciertamente fue así. —admitió finalmente, volviendo al presente.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no ocurrió la boda? —se atrevió a preguntar Francisco.
—Solo él estaba dispuesto a cumplir con su parte del trato. Los reyes en realidad nunca tuvieron la intención de entregar al príncipe que habían prometido en matrimonio.
«Que esta unión de por concluida la deuda del reino.»
«Finalmente, los reyes han cumplido su palabra y la mano de un príncipe fue entregada en matrimonio.»
Francisco recordó las palabras del erudito, y las de Manuel en el comedor durante su primera mañana, y entonces tuvieron un poco más de sentido. Su esposo pareció notar la realización en sus ojos y asintió ligeramente antes de apartar otra vez la mirada.
—Supongo que finalmente cumplirá su propósito luego de tanto tiempo. No puedo hacer lo mismo con el pabellón porque lo necesito para las funciones del castillo, pero considere el jardín como suyo. Puede hacer cuánto le plazca aquí. Siento que se encuentre en tan pobre estado.
—Me gustaría restaurarlo. —dijo en un impulso. Pensó en arrepentirse de lo que acababa de decir, pero ciertamente no quería hacerlo—. Sé que es un capricho tonto, pero me gustaría intentarlo, saber cómo se veía y recuperar cuanto se pueda se esa antigua belleza. Si me lo permite y no es demasiado inconveniente, claro. Le prometo que no descuidaré mis deberes, ni tampoco le pediré que destine recursos a la empresa. Seguro se le puede dar uso a algunos de los materiales más duros, vaciar la fuente, quitar las malezas, podar los arbustos y volver a delimitar los caminos. Podría ser una buena zona de descanso, y de recreo para los niños cuando el clima sea más favorable…
—De acuerdo. —aceptó Manuel, más fácilmente de lo que habría pensado—. Puedo facilitarle un par de manos para que lo asistan con las tareas pesadas. Y buscaré entre los archivos los planos del diseño original si de algo le sirven.
—Gracias. —Una sonrisa tiró de los labios de Francisco, una verdadera y amplia sonrisa que le llegaba hasta los ojos y enviaba un cálido alivio por todo su cuerpo—. Y gracias por su regalo, en verdad lo aprecio.
—A usted. —Manuel le sonrió tímidamente de vuelta.
Se quedaron un buen rato más allí, lado a lado contemplando el patio en un cómodo silencio. Francisco realmente sentía que podría llevarse bien con ese hombre, desarrollar un mutuo afecto y confianza, y llegar a ser buenos amigos a pesar de todo.
A lo lejos, y varios metros por sobre sus cabezas, un amplio hueco se abrió entre el tupido cúmulo de nubes, dejando pasar un cálido rayo de sol.
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Como lidiar con la distancia, que de mi te separa. Como llorar tu lejanía, cuando kilómetros de indiferencia mi corazón no repara. Como extrañar tus ojos y tu mirada, si mis recuerdos no encuentran tu figura lozana. Como mis dedos extrañan enredarse en tu cabello, más eso se transforma en ansia vana. Como desear abrazarte y consumirte en mi fuego hasta dejar tu alma calcinada.  Como quiero tomar tus manos para llevarte a disfrutar de la luna enamorada. Como saber que existes en algún lugar del mundo, para recorrer cada centímetro de tierra, en busca de tu presencia y esencia para fundiera con la mía. Como te quiero ver, como te quiero extrañar. Como quisiera juntar miles de piedras para crear un castillo donde sólo sea llenado de amor y de mucha paz...como quiero... ¡Como quisiera...!
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moonoftabantha · 1 year
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*maybe spoiler*
I just went to Hateno (Hatelia in spanish) specifically to the Lab and i just headcanon that Link couldn’t go alone to HIS AND ZELDA’s HOUSE for the first time without her, so Robbie decided to accompany him for a while and him entering to the livingroom/kitchen he broke there and needed to say how he felt. Btw i know a lot say that botw time lapse is 6 ish years, but i think three.
I have to write in spanish, cause in my head sounds more from the heart:
“Y-yo…No tengo recuerdo de cuando tuve conocimiento o era conciente que había caído completamente rendido a ella, enamorado de la princesa de Hyrule. No se si fue cuando vi sus ojos por primera vez, al principio llenos de amargura al tenerme ahí, estoico, invasivo según ella, siguiendo sus pasos. O si fue después, con el tiempo, con la amistad que se formó.
Lo que si sé y no olvido, es que años después del cataclismo mi corazón latía por su voz, por ella. Supe que la razón estaba de acuerdo con el corazón cuando una tarde, ella regresaba de la escuela de Hatelia, yo llegué de cazar. Ella vestía un vestido suelto y reflejaba lo dorado de todo, la casa, su cabello, su piel.
Solo me vio ya preparado para hacer la cena de esa noche, no se separó de mi, cocinamos juntos todo. La comida no fue nada especial, unas manzanas al horno y vegetales rostizados, y un buen té de escarchina con miel.
Pero fue ahí, cuando hablando del día vi cómo daba el primer sorbo a su té, cerró los ojos, parecía apreciar el aroma, el sabor, la paz que vivíamos. Fue en ese exacto momento que supe que la amaba, que la amo, y que no dejaré de amarla.
No le dije nada. Solo desee que ese momento nunca acabe.
Debí haberla besado, pedirle que se casara conmigo. Hacerla mía y que ella me haga suyo.¡Ese momento, era ahí, esa tarde! Pero, de qué me sirvió ser valiente y ser el héroe de Hyrule cuando me acobardo en momentos como ese.
Estoy arrepentido, de en estos años, en esta nueva era no haberle dicho cuan loco me tiene.
Hubiera… hubiera sido más veloz. Más fuerte. Más inteligente. No dejar que caiga, lograrla alcanzar. O mejor aún no bajar nunca a lo profundo del castillo!
No puede ser, la perdi nuevamente…”
Robbie no pudo hacer mucho, solo lo consoló dándole palmadas en la espalda mientras Link solo sollozaba y se quebraba más y más. Para cuando el espadahin se calmó un poco más ya era oscuro el cielo. Robbie debía avanzar al laboratorio no sin antes preguntarle
“¿Estarás bien, Link?”
Link solo asintió la cabeza.
“Yo confío en ti, todos confiamos en ti, y Zelda regresará a tu lado. Tengo fe.” Dijo el anciano con media sonrisa.
Una vez el Sheikah se marcho, Link se dispuso a descansar esa noche en casa que compartió con su princesa, lloró hasta perder conciencia por el cansancio del cuerpo y añoranza de poder abrazarla una vez más y pronto.
Al alba del día siguiente dio rumbo hacia su destino, nuevamente.
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foro-golden-blood · 2 months
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Ambientación General
Golden Blood - Foro de rol ambientado en el Torneo de Harrenhal
Si agudizas el oído en los pasillos del castillo o en los bulliciosos mercados, escucharás murmullos sobre el clima más cálido, que parece anunciar la esperada primavera. Sin embargo, aquellos con experiencia saben que el sol sobre sus pieles no presagia tiempos acogedores; el invierno aún nos acompañará por muchas lunas más.
Hace cinco años, en el 276 AC, la Fortaleza Roja se llenó de júbilo con el nacimiento del príncipe Viserys Targaryen, segundo hijo del Rey Aerys II y la Reina Rhaella. Viserys, pareció traer consigo el remedio necesario para recomponer los lazos familiares, otorgando algo de paz a los sirvientes del castillo y a los cercanos al rey, quien, aunque paranoico, estaba menos irritable de lo habitual.
Sin embargo, menos de un año después, estalló la Rebelión del Valle Oscuro, cuando Lord Denys Darklyn se negó a pagar sus impuestos y secuestró al Rey Aerys, en un intento de elevar su casa más allá de sus posibilidades.
Durante seis largos meses, el reino permaneció en vilo hasta que Ser Barristan Selmy, con valentía sin par, rescató al rey. Pero el daño estaba hecho; el trauma sumió a Aerys en una paranoia creciente, desconfiando de todos y recluyéndose en la Fortaleza Roja, arrastrando a su entorno al mismo espiral de miseria.
No hay certezas de por qué Aerys eligió a la princesa Elia Martell como pretendiente para el mayor de sus hijos, pero estando el rey más allá de la razón, en el año 280 AC, se celebró la unión entre el príncipe Rhaegar Targaryen y la princesa Elia en el Gran Septo de Baelor. Este evento debería haber sido una celebración de amor y alianza, pero el Rey Aerys, atrapado en su locura, se rehusó a asistir y prohibió la presencia del joven príncipe Viserys.
A pesar de estas sombras, ese mismo año vio el nacimiento de la princesa Rhaenys, la primera hija de Elia y Rhaegar.
En el tercer mes del año 281 AC, la noticia del segundo embarazo de la princesa Elia llenó de esperanza los corazones de aquellos que anhelaban la continuidad de la dinastía Targaryen. El carisma de Rhaegar era indudable, comenzando a provocar los celos del Rey, quien veía incrédulo el júbilo con el que se recibía a su nieta, aún más que para el nacimiento de su propio hijo Viserys.
Esta racha de festejos se intensificó con la caída de la Hermandad del Bosque Real, bandidos derrotados en el décimo mes. Fue entonces, en este clima de victoria y renovación, que Jaime Lannister fue nombrado miembro de la Guardia Real, un honor que provocó la renuncia inmediata de la Mano del Rey, Tywin Lannister.
La rapidez con la que Lord Owen Merryweather fue nombrado en su lugar dejó en claro que era una jugada cuidadosamente orquestada, una pieza más en el gran juego de tronos.
Año 281, mes XI — Aprovechando el clima benigno de la falsa primavera y el deseo de celebrar, Lord Walter Whent decide organizar un gran torneo en Harrenhal en honor a su hija, con el pretexto de mostrar el poderío de su Casa y encontrarle un pretendiente adecuado. No se ha visto una convocatoria igual en décadas, y no hay noble de Poniente que no haya recibido una invitación. Las huestes comienzan a llegar a Los Ríos, y Harrenhal se prepara para hospedarlos a todos.
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groriatrevi10xx · 9 months
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Las Noches siempre eran silenciosas, Umbra ya se había acostumbrado a ello... A la soledad del Castillo y al Silencio absoluto, aunque el Castillo estuviera lleno de Sirvientes y Guardias, no había ruido... Sólo paz, los fuertes vientos que soplaban afuera también estaban en silencio.../The Nights were always silent, Umbra had already gotten used to it... To the solitude of the Castle and the absolute Silence, even if the Castle was full of Servants and Guards, there was no noise... Only peace, the strong wind that blew outside too It was silent...
Tan habitual... Tan... Tan.../So common... So... So...
Triste.../Sad...
Solo le recuerda su vida anterior, donde siempre reinó el silencio... No le gusta recordarlo, realmente no.../It only reminds him of his previous life, where silence always reigned... He doesn't like to remember it, he really doesn't...
Prefiere hundirse en sus deberes de Reina y Hechicera de ese Mundo... Cuanto más se distrae en esos deberes, montones de papeles, los recuerdos se nublan.../She prefers to sink into her duties as Queen and Sorceress of that World... The more she is distracted by those duties, piles of papers, memories become cloudy...
El pasado queda atrás.../The past is left behind...
Y hoy en esta noche donde brillan las estrellas; y brilla la luna, donde sopla el viento y los pétalos de las flores viajan hacia el horizonte.../And today on this night where the stars shine and the moon shines, where the wind blows and the flower petals travel to the horizon...
Escucha un potente llanto, se escucha por todo el Castillo, como un eco... No sabe qué hacer, es increíble hasta qué punto puede escucharlo, deja su bolígrafo y se levanta de su escritorio, no sabe si está corriendo... Esto no es habitual, no es.../He hears a powerful cry, it can be heard throughout the Castle, like an echo... He doesn't know what to do, it's incredible to what extent he can hear it, he puts down his pen and gets up from his desk, he doesn't know if he's running... This It's not usual, it's not...
Escucha.../Listen...
Escucha.../Listen...
Baja las escaleras, abre puertas, esta vez se siente frustrada porque su Castillo es enorme.../She goes down stairs, opens doors, this time she feels frustrated that her Castle is huge...
Ella no ve ningún Sirviente o Guardia, no le importa.../She doesn't see any Servant or Guard, she doesn't care...
Quiere llegar a ese llanto rápidamente.../She wants to get to that crying quickly...
Ella no sabe por qué.../She doesn't know why...
Pero cuando llega a la puerta principal del Castillo, su corazón parece detenerse, afuera se escucha un llanto.../But when he reaches the main door of the Castle, his heart seems to stop, crying is heard outside...
Abre las puertas.../Open the doors...
Y esta vez escucha lluvia, truenos, llantos.../And this time he hears rain, thunder, crying...
Mira hacia el suelo y encuentra algo en el escalón, un pequeño bulto que se mueve, llora y se moja con la lluvia.../He looks down at the ground to find something on the step, a small lump that moves, cries and gets wet in the rain...
Ella rápidamente se acerca y lo toma en sus brazos, lo aleja de la lluvia.../She quickly approaches and takes him in her arms, takes him away from the rain...
¿Quién sería tan cruel como para dejar un bebé aquí en la puerta de su castillo?.../Who would be so cruel to leave a baby here at the door of his castle?...
No sabe que hacer solo descubre un poco de la tela casi mojada que cubre al bebe en su rostro, pequeños y pocos pelos salen de su cabeza, bonita, rubia ceniza, ojos marrones abiertos y cerrados, llora... Su piel es blanca y bonita... Ella sabe que es una niña, es obvio, por razones obvias.../He doesn't know what to do, he just uncovers a little of the almost wet cloth that covers the baby on his face, small and few hairs come out of his head, pretty, ashy blonde, brown eyes open and close, he cries... His skin is white and pretty... She knows she's a girl, it's obvious, for obvious reasons...
Busca por todos lados, busca algo o alguien, a su madre o una nota con una explicación, pero nada.../He looks everywhere, looks for something or someone, his mother or a note with an explanation, but nothing...
Soledad.../Loneliness...
Arrulla al bebé, oye sus suspiros, lo acerca a su pecho.../He lulls the baby, he can hear her sighs, he brings him close to her chest...
Y sonríe, la Reina sonríe de verdad.../And smile, the Queen really smiles...
Ella no sabe que hace ese bebé allí, pero no piensa dejarlo allí.../She doesn't know that she makes that baby there, but she doesn't plan to leave it there...
--Vamos a cambiarte bebé, lo necesitas urgente...--/--Let's go change you baby, you need it urgently...--
La Reina piensa que no podrá llamar siempre a la niña simplemente "bebé".../The Queen thinks, she can't forever call the little girl just by "baby"...
-Hmmm… Teagan, ese… Ese sería tu nombre…--/--Hmmm... Teagan, that... That would be your name...--
Ella sonríe... Es un bonito nombre, piensa Umbra y mientras canta una canción de cuna, entra al Castillo.../She smiles... It's a nice name, Umbra thinks and while singing a lullaby, she walks into the Castle...
La bebé se mueve, su llanto cesó y sus manos quisieron alcanzar los rizos de la Mujer que la sostenía.../The baby moves, her cries stopped and her hands wanted to reach the curls of the Woman who was holding her...
Y que parecía llevarla a un lugar extraño.../And that he seemed to take her into a strange place...
El frío desaparece ahora que esa Mujer está a su lado.../The cold disappears now that that Woman is next to her...
Y la Oscuridad de la noche desaparece.../And the Darkness of the night disappears...
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Umbra abre los ojos, está en el Jardín... Es de día, ve la manzana en sus manos, a veces tiende a perderse en sus recuerdos... A veces le gustaría volver atrás, cuando Teagan era un bebé o una pequeña niña inocente.../Umbra opens her eyes, she is in the Garden... It is daytime, she sees the apple in her hands, sometimes she tends to get lost in her memories... Sometimes she would like to go back, when Teagan was a baby or a little innocent girl...
No sabe qué hizo mal, pero sabe que falló como Madre... Lo sabe, porque Teagan la mira desde una ventana, con odio ardiente.../She doesn't know what she did wrong, but she knows that she failed as a Mother... She knows, because Teagan looks at her from a window, with burning hatred...
Pero la Reina no llora, después de todo, le enseñaron a no romperse nunca.../But the Queen doesn't cry, after all, she was taught to never break...
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"La Reina Umbra y la Princesa Teagan con sólo 6-7 años.../Queen Umbra and Princess Teagan at only 6-7 years old..."
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Umbra: Es mía... {It's mine...}
Brittany {Teagan} es de {Brittany {Teagan} is from}: @askkassandragf-v-2
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ignacionovo · 2 months
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¡Hola, buenos días, humanidad! 🌍 ¡Feliz domingo! 🌞 Hoy os traigo la imagen de Český Krumlov, una ciudad ubicada en la región de Bohemia Meridional, República Checa, a unos 170 kilómetros al sur de Praga.
Esta ciudad es conocida por su belleza y su rico patrimonio cultural, siendo declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1992. Su centro histórico y el castillo, que incluye un teatro barroco y jardines del siglo XVII, son algunos de los lugares más destacados.
Además, la ciudad cuenta con una iglesia del siglo XV, el centro de arte Art Centrum de Egon Schiele, y el Museo Regional, que muestra la evolución de la región desde la prehistoria hasta el siglo XIX. Los visitantes pueden disfrutar de paseos por el río Moldava, que rodea el casco antiguo, y disfrutar de vistas impresionantes de la ciudad y su entorno.
Vida consciente 🌟
La tranquilidad no se negocia. Con el tiempo aprenderás a frenar la lengua, a no reaccionar cada vez que escuchas o ves algo que no te agrada. Entonces, aprendes a alejarte, a evitar esos lugares o personas que te hacen sentir incómodo. Y comienzas a proteger tu paz, tu círculo se vuelve cada vez más pequeño y, a su vez, más saludable. A esto yo le llamo inteligencia emocional. Hay que aprender a elegir las batallas, no todo el mundo merece tu atención, menos tu compañía. La tranquilidad no se negocia.
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catarsisnocturna · 1 year
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27 vueltas al ☀️ !!
27 ya y sigo aprendiendo cosas, la aventura es buena, encontramos nuestro lugar en el mundo. Tener mejor amigo(as) es una cosa complicada y en todo caso las amistades son temporales, el amor es una alergia que nos da cada cierta temporada, lo bueno es que seguimos construyendo castillos con todas las barreras impuestas. Si estoy enamorado de la vida y del Karma, amo a una chica americana que probablemente no sepa de mi existencia, pero me salvo de muchas maneras, uso sus líricas echas canciones para sobresalir siempre. 27 vueltas al sol y esta última a sido un tanto extraña, dejó de importarme la vida de la gente tanto así que deje de seguir a muchas personas, estoy evadiendo mis redes pues quiero seguir centrándome en mí mismo. Mi forma de pensar a cambiado mucho al respecto de tantas cosas y seguro seguirá cambiando constantemente en este transcurso. Hay planes hermosos que vienen de a pocos. Tal vez estamos heridos un poco del corazón, pero nunca muerto. Mil puntadas no son nada, pues nos volvimos inmunes a las decisiones que duelen. Obviamente seguiremos escribiendo porque es lo que nos ayuda a escapar de nuestro mundo de mierda. Mi escape siempre han sido mi chica americana y mis letras abstractas. Actualmente no estamos en la línea tan fina del amor porque consideramos que es algo de mucha más madurez. Estoy feliz de caminar a solas y ver a gente pasar, cada capítulo de mi vida es una canción de mi playlists. Soy raro lo sé y es lo más original de este mundo. Recuerdo que tuve tantas personas cercanas en 2018 pero hasta la actualidad fueron disminuyendo, porque fuimos inteligentes y selectivos. Eso nos trajo paz mental y tranquilidad. Esta nueva temporada de mi vida será diferente pues estamos apostando por un futuro prometedor, obvio con altos y bajos, pero correremos el riesgo. Ya no tenemos 22 pero somos felices, libres, confundidos y solos todo eso al mismo tiempo, es algo fatal y mágico y va con toda mi personalidad. Agradecido con las constelaciones y al ser supremo que nos a permitido un año más de vida. Y agradecido con todo aquel que se tomó el tiempo de estar conmigo en este momento, según las tradiciones este es un hecho importante cumplir un año más de vida. Yo lo sigo viendo como normal pues a veces quisiera dejar de seguir creciendo y tener mi sensibilidad de antes a veces se extraña un poco de lo que eras antes.
Disfruta de esta nueva versión qué tal vez verás en mi.
Gracias y gracias ✨✨✨
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alxdnyt · 3 months
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SANGRE DE DRAGÓN
Aegon lucía hermoso frente a ella. Su cabello había sido trenzado con esmero, cada mechón perfectamente colocado, y vestía la ropa tradicional para una boda valyria. Los tonos rojo y blancos de su atuendo resaltaban la palidez de su piel. Aegon giró para verla, sus ojos brillando con emoción, y Alicent sonrió, contagiada por la alegría que su hijo emanaba, ignorando la creciente inquietud que sentía.
Las paredes enormes y oscuras del castillo de Rocadragón le causaban escalofríos. La opresiva arquitectura y la sensación de antigüedad impregnaban cada rincón del lugar, recordándole constantemente las historias de dragones y los concilios de guerra que habían tenido lugar allí. La neblina que los había rodeado desde el momento en que pisaron la isla incrementaba su sensación de desasosiego, envolviendo todo en un velo de misterio y peligro.
A pesar de todo, la vista de su hijo feliz opacaba sus temores. Aegon estaba radiante, su felicidad palpable en cada movimiento, y eso llenaba el corazón de Alicent de una mezcla de orgullo y alivio. Había luchado tanto para protegerlo y asegurarse de su bienestar, y ahora verlo así, tan pleno y contento, hacía que se sintiera en paz. La preocupación y el miedo que Rocadragón le causaba se desvanecían ante la visión de Aegon, tan sereno y seguro de sí mismo en ese entorno intimidante.
Alicent se levantó del sillón en el que estaba y se acercó a su hijo. Con la ternura que solo una madre puede mostrar, acarició con cariño la cabellera plateada de Aegon y plantó un beso sobre su frente. Mientras sus labios rozaban la piel de su hijo, sus pensamientos volaron a la conversación que había tenido con Daemon. La ansiedad sobre la seguridad de Aegon no se iba por completo, una sombra persistente que empañaba su felicidad.
Le dolía reconocer que su hijo ahora confiaba más en Daemon que en ella. Hablar sobre sentimientos, sueños y deseos era algo que Aegon hacía con Daemon, no con ella. Esa realidad rompía su corazón, pero por ello, debía creer en la palabra de Daemon. Debía creer que su hijo no quería el trono, que no deseaba la corona. Era una verdad que debía aceptar, aunque su mente se resistiera.
Pensó en su padre, Otto. Estaba segura de que él no estaría feliz con la unión que se llevaría a cabo, ni con el cambio de planes que ella misma se había tomado el atrevimiento de realizar. Su padre había sido siempre un estratega, moviendo piezas en el tablero de la política con una precisión fría y calculada. Sabía que la decisión de Aegon de unirse a Daemon iba en contra de todo lo que Otto había planeado.
Ser consorte no había sido tan malo para ella, pero a menudo pensaba en cómo habría sido su vida sin todas las conspiraciones que ella y su entorno se habían dedicado a crear. La tranquilidad que podría haber tenido sin esas intrigas era algo que anhelaba. Además, habría sido mejor si el título que recibió hubiera sido acompañado por el amor del rey, algo que nunca llegó.
Admitía que su hijo, aunque inteligente, no tenía lo necesario para ser rey. Esa realidad era algo que Alicent siempre había sabido en lo más profundo de su corazón, aunque admitirlo en voz alta era una herida que no cicatrizaba. Era demasiado bueno, demasiado suave con todos. Esa bondad y suavidad eran cualidades admirables en un hombre, pero no en un rey. Aegon carecía de la dureza necesaria para gobernar, la capacidad de tomar decisiones difíciles y, a veces, despiadadas. 
Pero Daemon Targaryen no. Nunca había imaginado a Daemon como rey, y mucho menos había imaginado estar de su lado. Pero fue la conversación que tuvieron lo que la llevó a comenzar a mover de nuevo las piezas en el complejo tablero político. La certeza de que Rhaenyra no tocaría a Aegon si Daemon estaba a su lado, y mucho menos si Daemon tuviera más poder del que tenía ahora, fue lo que la impulsó a cambiar de estrategia.
Ser consorte no sería difícil para Aegon. Él tendría felicidad, y tendría a un esposo que lo amara. Quería eso para él, más que cualquier corona o trono. Las conspiraciones ya habían causado estragos por todo Poniente, y a ella no le molestaría causar más si eso significaba asegurar la seguridad y la dicha de su hijo. Siempre había sido paciente, una cualidad que compartía con Aegon. Sabía esperar, y sabía que las semillas que había sembrado antes de viajar a Rocadragón crecerían fuertes, capaces de resistir cualquier cuestionamiento.
Miró a su hijo a los ojos y vio la esperanza y la confianza que él depositaba en ella. Esa mirada le daba fuerzas para seguir adelante con su plan, para enfrentar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.
Su padre siempre había sido un hombre de visión clara y metas definidas, y Daemon nunca había encajado en su esquema. Otto Hightower había planeado cada movimiento con precisión, buscando siempre el máximo beneficio para su familia. Pero a Alicent ya no le importaban las conspiraciones de su padre. Todo lo que importaba era Aegon. Él valía cualquier sacrificio que tuviera que hacer.
Sonrió con ternura ante la visión que tenía frente a ella. El sacerdote de Rocadragón hablaba en el idioma ancestral de los Targaryen, una lengua que ella no entendía, pero que añadía un aire de misticismo a la ceremonia. Todo le resultaba mágico, como un sueño hecho realidad. Presenciar la boda de su primer hijo era algo maravilloso, y su corazón se hinchaba de amor al verlo tan solemne en ese momento.
Aegon lucía majestuoso. Su semblante irradiaba felicidad y determinación, y Alicent no podía evitar sentir orgullo. Sin embargo, su rostro mostró una mueca de sorpresa y desagrado cuando vio a la pareja hacer cortes en sus palmas y beber de sus sangres. No había imaginado que cuando Daemon dijo que unirían sus sangres sería de una manera tan literal.
Alicent mantuvo su compostura, a pesar de la inquietud que el ritual le provocaba. La magia antigua de los Targaryen, sus costumbres y tradiciones, siempre la habían dejado un poco incómoda. Pero ese día, todo eso quedaba eclipsado por ver que su hijo había encontrado su lugar en el mundo, un lugar donde sería amado y protegido.
Los votos intercambiados en valyrio parecían envolver a Aegon y Daemon en un lazo invisible, uniendo sus destinos de una manera que Alicent solo podía intuir.
Observó cómo ambos se miraban a los ojos, sus manos unidas y las sangres mezclándose en un símbolo de su unión eterna. La devoción y la firmeza en sus rostros le dieron a Alicent una renovada determinación. Tenía que creer en la promesa de Daemon, tenía que confiar en que esta unión era la mejor opción para todos ellos.
Aspiró profundamente el olor a azufre que emanaba de la isla, una fragancia acre que se entremezclaba con el aire salado del mar. La neblina, espesa y escalofriante, se cernía sobre ellos. 
Su deber continuaba, y ahora más que nunca debía iluminar el camino.
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tobalius · 1 year
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«A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento;
subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar, por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?
¡Nada, sí, nada, nada! —O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...—
Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!,
...¡y soy yo sólo el pensamiento mío!»
'Nada', Juan Ramón Jiménez.
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moraenvenenada · 8 months
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Impostor
Impostor..
Daeron había cerrado los ojos por un momento, y después se vió a si mismo pero molesto, parecía ser él, pero había algo diferente, bueno no es que los últimos dos meses hayan sido mejores, en un momento se había estado preparando para la guerra y al otro había despertado en una habitación del castillo, donde todo era demasiado diferente, se había enterado que había sufrido una caída en pleno vuelo sobre Tessarión, además de que tenía poco de casado con Joffrey, quien le había estado cuidando, sin embargo él no le había dado el mejor trato, le había gritado que no se le acercara y no lo tocara, tenía que idear un plan para quitar a Rhaenyra del trono, otra cosa que le dió curiosidad, nadie vestía el verde, la convivencia era en absoluta paz, bueno sin mencionar a los lord's atrevidos que le habían coqueteado discretamente a el, pero con Joffrey habían sido unos descarados que lo hacían frente a todos
— Eres un traidor y un usurpador.
— No se de que hablas.
— Algo hiciste, te exijo que me devuelvas mi vida.
— Tu vida?, Eso ahora es mi vida.
— Jamás!, Joffrey es mi esposo, no tuyo, el reino está bien sin traidores, no como aquí, que en todos lados se encuentran.
— Tu esposo?, Ahora es mío y tal vez ésta noche compruebe si su piel es tan suave como parece.
— No te atrevas a tocarlo, el no dejaría que alguien que no sea yo lo toque.
— Ese es el asunto, yo soy tu.
— No, no eres mejor que yo, acaso crees que dejaría que toques a mi esposo.
— No puedes evitarlo, además quisiera saber cuánto puede estremecerse y cuanto puede durar, tal vez deje algunas marcas sobre su preciosa piel.
— Eres un cabrón, no te atrevas o si no!
— Ahorra tus palabras, no planeo regresarte nada.
— Te arrepentirás, juro por todo el cariño que le tengo a mi esposo que haré que te arrepientas
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