#no tengo la menor idea de qué ropa ponerles
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—Pero el oftalmólogo dijo que no…
—El oftalmólogo no sabe dibujar. Además los ojos son míos y no hay ninguna ilustración de Korra y Kuvira bailando ¡Y quiero ver a Korra y Kuvira bailando, dije! Además es viernes y solo trabajé medio día
—Pero mañana tienes que madrugar a las seis…
—¡Anumasicierto! Bueno, nomás deja boceto la idea tantito. Solo haré un par de líneas de la idea general, nada que me lleve mucho tiempo y ya me voy a dormir para no seguir desgastándome la vista
Una hora y media después…
—Sombra aquí y sombra allá…
#no tengo la menor idea de qué ropa ponerles#se aceptan sugerencias de vestuario#va a quedar chido#viernes en la noche y la wacom lo sabe#nomás iba a hacer un bocetito y ya hasta le estoy poniendo sombras xd#me voy a quedar ciega#no le digan a mi oftalmólogo#no se cuando lo termine pero al menos ya tengo la idea en general#dicen que lo que de noche se hace de día aparece#solo espero seguir viendo chido el boceto mañana#fragmento de ilustracion#ilustración en proceso#boceto#sketch#illustration#korra#kuvira#korvira#lok#fanart#ilustración digital#photoshop#por estar haciendo esta publicación ya se me hizo sábado
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Cabaña nevada- Mpreg
-... ¿Dónde está?
La cuestión angustiada apenas se dejó oír sobre el sonido abrasador del fuego chisporrotear en la chimenea, el cual interrumpía el tranquilo ambiente que se mantenía suspendido en aquella cálida sala de estar.
Un suave suspiro le siguió, mientras el muchacho descendía la mirada al suelo a su derecha, donde yacía su fiel canino; haciéndole compañía como siempre.
-Helmuth- el animal levantó la cabeza frente al llamado de su amo, atendiendo a su nombre-... ¿Crees que esté bien?...
Volvió la mirada al amplio ventanal frente suyo.
-... Estoy preocupado por él.
El enorme cachorro le observó unos segundos, antes de incorporarse sobre sus patas delanteras y dirigirse hasta él. Le olisqueó un poco, y suavemente, apoyó la cabeza sobre una de sus piernas, analizando su semblante.
El joven bajó los ojos de nuevo, sonriendo ante el gesto de su príncipe, como solía llamar a su hijo cánido; y tomando en una sola mano el vaso de chocolate tibio, acarició con mimo su cabeza.
-No hay porqué preocuparse, ¿verdad, pequeño?... A lo mejor sólo andará bobeando por ahí como siempre- musitó dulcemente, apoyando una mano sobre su vientre al sentir algo de movimiento dentro-... El bebé se mueve.
El perro agitó la cola, lamiendo dulcemente su mano.
-Tu hermanito llegará pronto- exclamó ilusionado, acariciando lentamente su abundante melena tricolor-... Verás que jugará contigo y seréis los mejores amigos. Pero tendrás que esperar a que crezca. Cuando nazca va a ser muy pequeño y delicado... pero tú nos ayudarás a cuidarlo, ¿verdad, mi príncipe?
Un sonido en la entrada de la casa distrajo la atención de ambos, el perro levantó la cabeza del regazo de su amo, dirigiendo su atención hasta esta, al tiempo que él hacía lo mismo.
La puerta de madera se abrió de un golpe; y mientras el muchacho se levantaba apurado, y con dificultad del mueble, un cuerpo se hizo paso por entre la ráfaga de viento helado y nieve que se adentró junto con él en la cabaña.
-¡Amor!- llamó algo preocupado, mientras dejaba el vaso en sus manos sobre una mesa cercana; con el animal a su lado dando pequeños saltos de emoción al ver a su otro papá. Abrazándose levemente a sí mismo cuando cruzó por entre la brisa gélida, le ayudó como pudo a cerrar la puerta-... ¿Dónde estabas?
El contrario se sacudió un poco la nieve sobre la ropa, y comenzando pacientemente a despojarse de su abrigo, levantó los ojos para mirarle.
-¿Cómo estás?- inquirió de inmediato, pasando completamente por alto la interrogante de su pareja.
Este le miró molesto.
-¿Dónde estabas?- recalcó la pregunta, cruzando los brazos sobre su vientre.
Él rió ante su reacción. Pasando la mano por la cabeza de su querido Helmuth, dejó los guantes junto con la bufanda sobre el sofá más grande.
-Fui a comprar esto- exclamó suavemente, sacando de entre su chaqueta un paquete de regalo.
Su pareja se quedó mirándole.
-¿Me trajiste un obsequio?- cuestionó incrédulo, arrebatándoselo de las manos.
-Nadie dijo que fuera para ti- gruñó en voz baja, ganándose una mirada fulminante-... Pero claro que puedes abrirlo.
Él no necesitó más.
-¿Y para quién entonces, pringa'o...?- musitó socarrón, arrancando el colorido papel de una sola vez, y conservándolo en la mano. Sus ojos se abrieron de sorpresa al ver lo que era.
Y de inmediato, su mirada volvió a subir a buscar la de su compañero.
-... Guillermo...
Una sonrisa orgullosa pintó su rostro sonrojado por el frío.
-No creo que te queden- exclamó socarrón, caminando hasta él para tomar de entre sus manos una de las pequeñas prendas que sostenía- Ya estábamos tardando en comprar esto, mañana iré a por más.
La vista del mayor volvió hacia abajo, quitándole la pieza de ropa y observándola él.
Una azul.
Una verde.
Y una violeta.
Sonrió levemente, dejando el paquete en las manos de Guillermo y dándole la espalda para comenzar a caminar hasta el mueble junto a la ventana, donde había estado esperándole hacía apenas unos cuantos minutos.
-¿Cómo has estado?- volvió a cuestionar el menor, poniendo el objeto sobre la mesa y dirigiéndose a Samuel.
Un suspiró de esfuerzo se oyó por parte del mayor, mientras se dejaba caer en el mueble; mirándole a la cara.
-He estado algo incómodo, sí; considerando que ahora peso ochenta kilos. Aparte de eso, y unos pequeños dolores- fingió pensar un momento, notificando indiferente y poniendo una mano sobre su abdomen-... Nada. Este pequeño no quiere salir.
Volvió la vista al vaso que había dejado abandonado hacía unos minutos.
El menor se sentó junto a él, con el perro a su lado y sonrió de nuevo al oírle.
-Me imagino que no- apoyó divertido, mirando sin disimulo su tripa- Debe ser cómodo ahí dentro, no creo que esté muy emocionado por tener que salir.
El mayor suspiró profundamente.
-Pues créeme que yo sí lo estoy por que salga, y mucho- asintió en un susurro, enfatizando la afirmación y recostándose al respaldo de su silla- Si no quiere venir por su cuenta, tendré que sacarlo yo de alguna manera. No aguanto seguir así.
Sinceró fastidiado, cerrando los ojos y acomodándose en la silla.
-Dios, empiezo a dudar si realmente es uno sólo- confesó, entreabriendo los ojos un segundo para mirar su vientre, aunque que este no fuese lo suficientemente grande para albergar a más de un bebé a término.
-Mira el lado bueno, podemos estar completamente seguros de que será un niño fuerte y sano- rió, tratando de animarle un poco.
Guillermo le miró divertido un momento, suspirando suavemente al verle cerrar los ojos de nuevo, y acomodarse un poco más en la silla. Se impulsó para levantarse de su asiento y caminó los pocos pasos que les separaban.
-Samuel- le llamó una vez llegó a su lado, depositando una mano en su hombro y sacudiéndole suavemente, a lo que él, claramente protestó.
-Déjame, tengo sueño.
-No vayas a dormir ahí; esa postura es muy incómoda, puede hacerle daño y luego te dolerá la espalda. Vamos a la habitación- susurró, inclinándose sobre él y ofreciéndole su brazo como impulso.
El mayor liberó un quejido, resignándose a obedecer y aceptar la ayuda del menor.
-Ese chocolate que compraste es terrible- se quejó fastidiado, al tiempo que se enderezaba, sujeto al brazo del menor- Aprovecha y ve a comprar otro mañana.
-¿No te gustó?- cuestionó desconcertado, pensando en lo mucho que le había gustado a él mismo.
-Sí, sabe bien.
El menor le miró extrañado.
-... ¿Entonces...?- interrogó confuso.
Samuel suspiró profundo, usando un segundo para asegurar su estabilidad.
-¿Recuerdas para qué lo compramos?
El menor meditó un momento.
-Oh...- exclamó al recordarlo.
Según el mayor, el chocolate, de alguna manera estimularía a ese pequeño, y le ayudaría a decidirse por fin a salir. Pero aparentemente, no hacía otra cosa que ponerle aún más activo, y claro; menos deseoso de nacer.
-Creo que deberías dejar de beber chocolate por un rato- sugirió el menor, recibiendo una mirada interrogante por parte de Samuel- Sabes que tanto dulce no es bueno para vosotros, le hará crecer demasiado, además de que puede complicar las cosas cuando nazca.
Advirtió preocupado, mirándole a la cara. El menor no era más sobreprotector con su bebé sólo porque no podía serlo. Y eso que no había llegado al mundo aún; la que le esperaba a ese niño cuando naciese.
Pero la cosa empeoraría si acaso fuese una niña. Sobreprotección paterna asegurada de por vida, y garantía de nada de novios.
Por otro lado; el mayor tenía la vista en el suelo, asimilando lo que decía su pareja.
-No te preocupes; lo de crecer demasiado ya lo hizo- exclamó, comenzando a caminar- Ha pasado como un mes más de la fecha; tendremos que ir al hospital. Creo que habrá que recurrir a una cesárea.
Claro que; ahora el mayor estaba exagerando con la fecha. Sí habían sido unos pocos días más de lo normal, pero con el tamaño que había cogido el bebé en aquellos días, sentía como si hubiese pasado años con el crío dentro.
Por suerte (o más bien desgracia) aparentaba ser que no existía la claustrofobia para los fetos en el vientre, o al menos, no para este; porque a ese punto, el chaval estaba tan gordo, que ya casi no se podía ni mover. De lo contrario, esa criatura hubiese salido por sus propios medios hace tiempo. Suponían sus padres.
El más joven miró atónito al mayor.
-¿Seguro?- cuestionó cauteloso. Aquella era la opción que más aborrecía el mayor. Y en caso de tomarla en consideración; significaba que sí estaba muy desesperado.
Desde que tocaron por primera vez el tema, él le dejó muy en claro su punto de vista; de cómo los bebés sabían cuándo estaban listos, que sabían cuándo era el momento correcto para hacer su aparición. Pero aparentaba ser que su propio crío quería comenzar su rebeldía desde muy temprano; puesto que no apoyaba esa mentalidad: a menos de que ellos interviniesen, él se quedaría donde estaba; durmiendo y engordando.
El menor volvió la vista a Samuel, mientras él asintió.
-Actualmente, me da miedo esperar más. Temo que vaya a pasarle algo, o a mí- admitió, sonando un poco nervioso, y suspirando profundamente- Esto no puede ser bueno para él; ya debe pesar como cuatro kilos, si no es que más.
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos después de eso.
-Entonces, ¿qué haremos?
-Esperemos hasta esta hora mañana. Si aún no se ha decidido; nosotros lo haremos por él- amenazó, bajando los ojos hasta su abdomen, sintiendo a su criatura removerse- Porque si aguardamos a que lo haga por su cuenta, primero tendremos que celebrar su cumpleaños.
El más joven rió ante el comentario, y el mayor suspiró como respuesta.
-Bueno; ya vamos a dormir, que se hace tarde- replicó en voz baja, recostándose levemente en su pareja.
El más joven le miró un segundo.
-... O ... ¿qué te parece si mejor hacemos otra cosa en lugar de dormir...?- exclamó de pronto, y con un deje de picardía, mirando con una sonrisa a Samuel.
El mayor sonrió también al asimilar su propuesta, sintiendo una mano posarse en su cadera y acariciarle suavemente.
-No me parece una mala idea- correspondió en tono travieso, parando su andar y aproximándose lentamente al más joven para susurrar sobre sus labios -... Vamos a molestarle un poco; a ver si logramos que salga por fin.
La risilla pícara de Samuel provocó que el menor sonriese aún más. Otra cosa quizás no; pero algo que odiaba ese pequeño, era los momentos cuando sus padres se querían entre ellos. Se agitaba tanto con ello, que a veces incluso debían detener sus asuntos para que se calmase un poco; con la preocupación de que en serio lograse salirse antes de tiempo. En ocasiones, Guillermo temía que su pequeño en realidad le estuviese rechazando; desde que cumplió los seis meses y medio, cada vez que intentaba interactuar con su pequeño, este se removía vigorosamente, como si tratara de alejarle (o eso sentía el menor)
Aunque, a saber cómo se percibiría "eso" allá dentro; que a lo mejor el pobre se sentía atacado y lo que buscaba era defenderse como podía.
-Vamos a la cama- sentenció el menor; comenzando a caminar más rápido en dirección a las escaleras, arrastrando al mayor con él.
-Eh; tranquilo, fiera- rió ante su impaciencia, jalándole levemente del brazo para que calmase un poco su marcha-... Que tu chaval no me deja correr. Ya tendremos toda la noche.
El menor volvió la mirada hacia él, viéndole sonreír cómico.
-Cierto. Perdón- se disculpó con una sonrisa, apaciguando su andar.
Así atravesaron la mitad de la sala, con el cachorro mirándoles atentamente, sentado en el sofá.
El mayor sintió una punzada en la espalda baja, que le hizo detenerse un poco.
-Guillermo...- le llamó, parándose en seco.
Él le miró fijo, esperando por lo que fuese a decirle.
Clavó suavemente las uñas en su espalda, donde reposaba su mano izquierda.
-... Creo que...- el cuerpo del mayor se dobló levemente hacia el frente, provocando que Guillermo alarmara y le sujetara con firmeza, mientras él gemía sorprendido-... Oh Dios.
Ambos descendieron la vista hasta el suelo, viendo como un líquido escapaba del cuerpo del mayor, comenzando a crear un charco bajo su cuerpo.
-... Oh, gracias a Dios- musitó al tiempo que dirigía la vista a su pareja, con la voz temblando y un atisbo de sonrisa en el rostro.
Guillermo no atinó a hacer otra cosa que mirarle aterrado, luchando por pensar en qué hacer.
No.
Tenía la mente nublada. No se le ocurría nada.
-... ¡Mierda!- exclamó, entrando en un ataque de pánico- ¿Quieres sentarte?... o ¿te d-duele mucho?
Samuel sonrió un poco.
-Joder, hay que ir al hospital- masculló alterado, soltando inconscientemente a Samuel y corriendo a buscar sus llaves, tomando en el camino el abrigo que se había quitado hacía unos minutos-... ¿Dónde están mis llaves?
El mayor cerró los ojos, apoyándose en una silla y suspiró profundo; al tiempo que depositaba su mano en el lugar donde el bebé comenzaba a removerse, intentado acomodarse para poder dormir. ¿Qué más puedes hacer cuando estás a punto de nacer?
-Amor- llamó suavemente, atrayendo de inmediato la atención del menor, que corrió hasta él-... No vayamos al hospital.
Guillermo le miró desorientado.
-¿Por qué?- inquirió preocupado, inclinándose un poco para pasar una mano por su espalda.
Samuel respiró lento antes de responder.
-Ya viste cómo está afuera- los ojos del menor se dirigieron automáticamente hacia el ventanal, viendo los incontables copos caer- Lo más probable es que esta noche caiga una tormenta de nieve; no vayamos a arriesgarnos.
Apenas terminó de decir eso sus ojos se cerraron con algo de fuerza y un suave gemido escapó de sus labios, al tiempo que cambiaba de sitio la mano que reposaba en su vientre, para dejarla un poco más abajo.
-¿Te duele mucho?- se apresuró a indagar el menor, mirando fijamente su rostro, levemente contraído por la incomodidad.
Inhaló profundamente, sonriendo ante la preocupación exagerada del más joven.
-Descuida- tranquilizó sereno, levantando los ojos hasta los de Guillermo- No es nada.
El menor le miró un segundo, y asintiendo levemente, procedió a su siguiente cuestión.
-¿Necesitas sentarte o...
-No- le interrumpió de pronto; tomando su mano y presionándola con algo de fuerza-... Trae una toalla, ¿quieres, amor?
Guillermo lo meditó un instante, pero rápidamente, se apresuró a cumplir su petición; corriendo hasta el baño. El perro se fue tras suyo al verle tan eufórico.
Caminando paciente hasta el sofá más ancho; el mayor fue a recostarse a lo largo de este, respirando profundo. Repentinamente, sintió una contracción atacar su cuerpo; haciéndole cerrar los ojos y quejarse en voz baja, mientras se sentaba lentamente, para terminar recostado sobre el mueble.
-¡Tengo la toalla!- notificó exaltado el menor al ingresar de nuevo a la sala, levantando el objeto en el aire, con el perro intentado arrebatárselo- ¡No! ¡Helmuth, para!, ¡no vamos a jugar!
Reprendió severo, empujando lejos al animal.
-No maltrates a mi pequeño- regañó suavemente el mayor, usando la mano para indicarle que se acercase-... Ven.
- Helmuth, fuera.
El perro no necesitó de más, y obedeciendo a la orden de su amo salió de la habitación
El menor obedeció de inmediato, dirigiéndose hacia él.
-Dámela- exigió en un susurro, extendiendo su mano para que pusiera la toalla en esta.
El menor de inmediato lo hizo; entregándosela con cuidado.
-Ayúdame a levantarme- solicitó, estirándose hacia él.
Se dirigió de inmediato hacia él, atendiendo a su petición y ofreciéndole ambos brazos como soporte.
El mayor suspiró al tiempo que se incorporaba lento; sin importarle el haber estado acostado hace apenas unos segundos. Ahora que el pequeño venía; lo que menos podría hacer sería quedarse quieto.
-... A-ahora, tenemos que preparar todo- musitó casi más para él que para el menor-... Creo que no tenemos mucho tiempo.
El más joven le observó un segundo, y luego repasó con la mirada la habitación.
-... ¿Q-qué hay que hacer?- interrogó, volviendo los ojos a él, mientras volvía a quejarse por la incomodidad.
-... Pues...- el mayor se quedó en silencio-... no lo sé.
El más joven suspiró.
-Voy a...- un espasmo le hizo detenerse, cerrando los ojos e inspirando con mucha fuerza; apoyándose en una pared antes de continuar-... ah... agua caliente.
Esperó unos segundos mientras terminaba de pasar el dolor, tras los cuales, caminó como pudo hasta la cocina, y por supuesto, el más joven le siguió de cerca. Ahí tomó una olla y la llenó con agua del grifo.
-Amor... ¿podrías ayudarme?- le pidió al muchacho; señalando la olla que acababa de llenarse y obviamente, él no podía levantar. El más joven se apresuró a hacerlo, tambaléandose un poco al cargar el pesado objeto-... Ponla en la estufa.
Después de que él lo hubiera hecho, encendió el fuego, sin dejarlo demasiado alto y caminó de nuevo hacia la sala.
-... ¿Cu-cuánto va a tardar?- inquirió tras su espalda el menor.
Él dirigió los ojos hasta su posición, elevando las cejas en una expresión incrédula, y algo irritada.
-Por tu bien, espero que no más de dos horas.
El menor le miró confundido, y asustado por sus palabras.
-... ¿Cómo que por mi bien?
El mayor asintió, con una mano sobre su abdomen.
-Si tu obstinado chaval se lo piensa mucho para salir, yo mismo te arrancaré los...- pero su amenaza fue cortada en seco, y reemplazada por un quejido bastante fuerte.
El menor le observó aterrado, y estático desde su posición.
-... Siéntete feliz, parece que nuestro hijo no quiere verte menos hombre - exclamó, recuperándose de la contracción y exhalando una risa al ver su cara de empanado-... creo que ya está viniendo.
-¿Q-qué?
Pero no respondió nada más. Por el contrario le ignoró y dando unos torpes pasos, llegó hasta una de los muebles de una persona, apoyándose sobre sus manos en uno de los brazos de este.
-... ¡Mierda!- gimió, alargando la 'a' y cerrando con fuerza los ojos-... ¡Mis caderas!
Lo último lo dijo casi en un sollozo, depositando una mano sobre su pelvis.
El menor no podía hacer otra cosa que observarlo. Aunque el mismo Samuel le hubiera dicho en ocasiones anteriores uno que otro consejo sobre qué hacer en una situación así; no lograba acordarse de ninguno, él ahora mismo estaba bloqueado.
El mayor volvió a erguirse, tras unos minutos en aquella posición; y después de inhalar y exhalar un par de veces, comenzó a caminar lentamente por la sala, con ambas manos sobre las caderas, y la espalda baja.
-¡Dios!, ¡cómo duele esto!
El más joven pensó en ir hasta él, y darle un abrazo para tratar de distraerle un poco o algo así, pero rápidamente renunció a aquella idea. Lo mejor sería que el mayor siguiera haciendo lo que hacía; el estar caminando parecía aliviarle un poco, y si así era, entonces que continuara haciéndolo hasta que sintiera que debía parar.
Pasaron varios minutos, en los que ambos se limitaron a permitir que la naturaleza hiciera su trabajo. Al menos hasta que el mayor volvió a sentir humedad entre sus piernas y espasmo exageradamente fuerte le hizo apoyarse sobre sus rodillas en el suelo, casi cayendo sobre estas.
-¡Guillermo!
Le llamó con la voz rota, y este saltó de su asiento, corriendo para llegar a su lado.
-... Gui-llermo- exclamó, con la cabeza gacha, sujetándose el vientre con una mano y con la otra aferrándose al antebrazo del menor.
-¿Sí, amor?- se apresuró a contestar, arrodillándose junto a él, e intentando ver su rostro-... ¿Te duele mucho?
El mayor asintió lento, sin levantar la cabeza para verle.
Jadeó levemente, procurando no agitarse más.
-... Joder...- gimió en voz baja, cerrando con fuerza los ojos-... Parece que este niño ya se decidió a venir.
Acomodó la cabeza en su hombro, sonriendo ante lo que iba a decir.
-Las amenazas sí sirvieron- exclamó socarrón, comenzado a respirar lento.
El menor estaba demasiado exaltado para reír.
-¿Qué te pasa?- inquirió el mayor, levantando el rostro de su hombro para ver la expresión de Guillermo. El color había abandonado su faz-... Estás pálido.
Él le miró unos segundos antes de responderle.
-Yo... e-estoy nervioso- confesó en un susurro, llevando una mano hasta su bebé y sintiendo cómo de inmediato intentó alejarle con sus movimientos-... Sólo no... no me puedo creer que... ya vaya a nacer.
Apartó la mano de su vientre, a lo que su retoño se tranquilizó.
-... ¿Y si él no me quiere?- exclamó, con los ojos comenzando a nublarse de lágrimas-... Y si... ¿si no soy un buen padre?
El mayor le observó atentamente; sin poder evitar una sonrisa de ternura por lo dicho.
-Cariño- musitó en tono comprensivo, pasando los dedos por su cabello sin dejar de mirarle a los ojos-... Por supuesto que no será así; nuestro pequeño te va a amar tanto como yo, porque vas a ser el mejor... padre del mundo.
La voz de Samuel se cortó con las últimas palabras, volviendo a contraer el rostro y jadear levemente.
-... ¿Amor?- llamó preocupado el más joven; viéndole fijo-... ¿Qué sucede...?
De nuevo; él no respondió, comenzando a respirar un poco más agitado.
-... Ya... ya- gimió adolorido, inhalando con fuerza y reteniendo el aire en sus pulmones por varios segundos; sin abrir los ojos-... ¡oh, Dios!
El menor se quedó únicamente mirándole, sin saber qué hacer.
-¡Dios!, ¡mierda!- volvió a quejarse, abrazando con fuerza a su pareja, usando una mano para bajar sus propios pantalones-... ¡Joder!
El más joven se limitaba a oírle, y soportar la forma en que desquitaba su dolor con él mismo. Después de todo, suya era la culpa de que el mayor estuviese pasando por eso en aquel momento; y de hecho le sorprendía que él todavía no se lo hubiera echado en cara.
-... A-algo está mal- avisó agitado el mayor, removiéndose un poco para ocultar el rostro en el cuello del chico-... ¡Guillermo!, ¡mira qué sucede!
El muchacho sintió pánico al oír aquello, y más sabiendo lo que tendría que hacer. Sólo rezaba por no desmayarse junto a su pareja.
Tomó aire profundamente, separándose del mayor y agachándose un poco para ver lo que ocurría en la parte baja de su cuerpo. Tragó saliva pesadamente, volviendo la mirada al rostro del contrario, quien apoyaba ambas manos sobre su espalda, para usarle como apoyo.
-Hay...- comenzó indeciso, aclarándose la garganta antes de continuar-... hay un pie.
El mayor de inmediato entreabrió los ojos tras oír aquello, mirándole fijamente unos segundos.
-¡¿Q-qué?!- exclamó alarmado, poniendo una mano entre sus piernas, a la espera de confirmar lo que decía el menor- ¡Esto no me puede estar pasando!
Gimió con agobio, sintiendo los pequeños dedos del pie del bebé; para seguido retirar la mano y cubrirse la vista con el antebrazo.
-... Joder.
-... ¿Qué vamos a hacer ahora?- inquirió tímidamente el más joven, levemente preocupado por la situación.
El mayor suspiró profundamente, empujando con fuerza antes de responderle.
-... Tiene que nacer rápido; de lo contrario va a sofocarse- explicó con la voz temblando, mientras sentía como lágrimas de angustia comenzaban a caer por su rostro y sollozaba desesperado-... ¿cómo se supone que voy a hacer esto?
"Cuando un niño viene en una posición incorrecta, las posibilidades de que sobreviva al parto disminuyen en gran manera"
Recordó Guillermo haber oído eso de algún lado, pero no lograba acordarse de dónde. No quería eso para su pequeño; pero tampoco había mucho que él pudiera hacer, más allá de darle su apoyo al mayor. Volvió la vista a su rostro, mirándole alarmado, y muy, muy agobiado por la situación.
-Tranquilo... no te preocupes- musitó, abrazándole con apenas un poco más de fuerza- Yo estaré a tu lado; tú puedes hacerlo.
El mayor sonrió levemente al oírle. Estaba tratando de hacerle el valiente por ellos, cuando ambos claramente sabían que se encontraba igual o más aterrado que él mismo. Pero de todos modos, quiso confíar en ese apoyo que le daba el menor.
Se sujetó firmemente a sus hombros, relajando su cuerpo todo lo que le era posible y comenzó a empujar de nuevo al sentir una contracción.
-... Ay, Dios- le sintió tensarse contra su cuerpo, y soltar exclamaciones y maldiciones ahogadas entre dientes.
La situación continuó de esa manera durante los aproximadamente, quince minutos siguientes; que para los muchachos se sintieron como horas.
El menor de los dos era, a simple vista, el más exaltado por la situación. Y también el más aterrado.
Temía por el bienestar de ambos. En especial de su criatura.
-¿Necesitas algo?
-Mierda, creo que se me va a romper la espalda- sollozó, reteniendo el aliento durante algunos segundos tras mencionar aquello-... Necesito que... le hales hacia fuera... No.. No tengo suficiente fuerza para hacerlo solo.
El más joven sintió que se le iba el estómago a los pies al escuchar eso.
¿Tendría que tocar al bebé? O mucho peor, ¡¿jalarlo?!
Cierto era, que aunque sonaba mal, él quería intervenir en el proceso lo menos posible.
¿Y si hacía algo mal, y lastimaba al mayor?, o incluso peor, ¿al bebé?
Él jamás se perdonaría algo así.
No quería hacerlo, por Dios que no quería hacerlo. Pero esto ya no dependía de, si quería o no hacerlo. Su criatura estaba en una posición demasiado riesgosa, y había que hacer lo que fuera para acabar lo más pronto posible con aquella situación.
-... Sí- y procedió a inclinarse un poco, poniendo ambas manos alrededor de la diminuta cintura, que se encontraba apenas afuera-... A-ay, Dios mío...
Oyó un incómodo quejido al momento de aplicar algo de fuerza hacia abajo, y al instante quiso abandonar aquella labor, y y solo echarse a llorar en alguna esquina.
Quizá ambos se estaban arrepintiendo de haber decidido no ir antes al hospital.
En un momento, un grito por parte del mayor le distrajo de su labor; y de inmediaro dejó de aplicar cualquier tipo de fuerza.
-¿Q-qué ocurre?
-Duele mucho- gimió, con el rostro presionado en su hombro, jadeando antes de contestar- p-pero no podemos deternernos ahora. Solo... sostenlo.
-Sostenla.
-¿Q-qué?- exclamó confundido, levantando la mirada hacia él.
-Es... es una niña.
Samuel no tuvo tiempo de reaccionar ante la noticia cuando una nueva ola de dolor le golpeó y Guillermo casi chilló cuando el cuerpo del bebé finalmente cayó lánguido (y pesado) entre sus manos.
El mayor se apresuró a ocuparse de la criatura, tomándola en sus manos y apoyándola contra su pecho, pudiendo además confirmar que se trataba de una niña y no un varón, como había pensado.
-Ve a lavarte las manos, y trae el agua. Viértela en un recipiente grande y asegúrate de que no esté demasiado caliente- instruyó, frotando la espalda de la pequeña y esperando que Guillermo hubiera captado bien todas las indicaciones, y no estuviera demasiado ensimismado viendo a la bebé, que aún no había llorado.
Antes de pensar repetirle todo de nuevo, el menor se levantó y se dirigió con prisa hacia la cocina. Allí apagó el fuego e hizo todo lo que Samuel le había dicho, llevando además el botiquín de primeros auxilios que estaba guardado en un cajón.
Volvió a la sala y dejó el agua y el botiquín junto a él, viendo cómo el mayor ponía su boca sobre la nariz y boca del bebé, succionando con algo de fuerza y luego escupiendo hacia un lado. Hizo esto unas cuantas veces, y el menor no pudo evitar la mueca de desagrado y ligera confusión; hasta que el tan esperado llanto llegó y la niña comenzó removerse y aferrarse al suéter de su madre.
Nuevamente, el mayor le indicó qué objetos tomar y le entregó a la niña, procediendo a tomar las tijeras cortarle el cordón. Guillermo trató de no pensar en cómo sus manos temblaban teniendo a su hija sobre estas, y no pudo evitar apartar la mirada cuando las amenazantes tijeras se acercaron al vientre de la bebé. Inhaló agudamente sin poder evitarlo cuando el sonido que hizo el cordón al ser atravesado por las tijeras llegó a sus oídos. Sentía que iba a desmayarse en cualquier momento.
-Ahora, límpiala con cuidado. Métela en el agua y báñala bien.
El menor volvió la mirada inmediatamente, tomado por sorpresa ante la orden.
-¿Q-qué? ¿No vas a hacerlo tú?- preguntó, aún con las manos extendidas y la bebé aún removiéndose y quejándose incómoda.
-Tengo que ocuparme de esto- respondió tomando el largo cordón y halando levemente lo que aún seguía dentro de su cuerpo- Aprésurate, tiene frío y no quiero que vaya a enfermarse.
Guillermo decidió que no tenía se todo discutir con alguien que tenía razón, y menos si acababa de parir. Así que, tragándose sus nervios (o al menos tratando de hacerlo) se inclinó hacia la pequeña tinaja y con suma precaución empezó a limpiarla.
-Hola- saludó con una sonrisa nerviosa al ver que ella se había detenido a verle.
-Ya es suficiente, no quiero que le dé frío- intervino el mayor, sacando la toalla de debajo de su cuerpo y enrollándola sobre sí misma, procediendo a pasarle una toalla nueva a Guillermo y enjuagar sus manos con el, ya no tan limpia agua, u que ya empezaba a enfriarse.
El menor no se atrevió a hacer contacto visual con la ensangrentada toalla y los residuos en ella, pensando que lo más sensato sería tirarla directamente a la basura (más tarde, claro); de ninguna manera quería tener que lavar eso.
Terminando de vagar en sus pensamientos, comenzó a envolver a su hija con la no desagradable toalla y posteriormente se la entregó a Samuel, quien no esperó para recibirla con ligero afán.
Guillermo le oyó tararear suavemente para la niña y pensando con cierta gracia (y para sí mismo) en cómo los instintos maternos de su pareja habían comenzado a aparecer apenas apareció su hija; finalmente le ayudó a llegar hasta el sofá y recostarse sobre este, con la criatura apoyada en su pecho.
-Oh Dios...- exclamó Samuel en un profundo suspiro, cerrando los ojos.
-... ¿La próxima será en el hospital?- preguntó el menor con una sonrisa nerviosa, observándole a él y a su bebé con ternura.
El mayor levantó los ojos, dedicándole una mirada fiera y tras inhalar profundamente, respondió con calma.
-La próxima serás tú. ------------------
Recién me acordé de que nunca llegué a publicar esto aquí en tombler, meper donan?
#wigetta mpreg#mpreg#vegetta uke#willy seme#wigetta#willyrex#vegetta777#sally#mis escritos#mis cosas#mis mierdas#thewillyrex
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En Línea, parte 15: La Primera Vez
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14
Cerca de las diez de la noche, Daniel se puso a buscar todas las cosas que necesitaría llevar. Preparó un par de sandwiches para Jaime y para él, y los empacó junto a un paquete de galletas de chocolate, un par de jugos en caja y un termo con agua hervida.
Por otra parte preparó en un bolso cosas para preparar el “ambiente”. Lo primero que hizo fue guardar las mantas para abrigarse, y una bandeja para dejar la comida. Luego pensó en empacar las luces de navidad, que le darían un toque romántico al lugar, pero no estaba seguro de haber visto algún enchufe en el invernadero.
—Abuela, ¿tienes velas? —le preguntó a la dueña de casa, después de pensar en una solución alternativa.
—¿Velas?, ¿para qué? —le preguntó de vuelta, extrañada.
—Para... algo —respondió inseguro Daniel. No sabía si podía confiar en su abuela y decirle que eran para preparar un ambiente íntimo.
—Tengo velas de cumpleaños —respondió ella finalmente, cruzándose de brazos.
Daniel se sintió estúpido por acudir a ella y que le ofreciera velas de cumpleaños.
—¿No tienes algo mas... bonito? —no quiso revelar mucho.
La abuela Gladys sonrió con picardía, sabiendo exactamente a qué se refería su nieto.
—¿Va a venir alguien? —preguntó curiosa.
—No —respondió Daniel, intentando no reirse.
—¿Será al aire libre entonces? —exclamó una risa divertida—. ¡Ay la juventud!
—¿Qué tiene? —Daniel se sorprendió pensando que estaba haciendo algo mal.
—Nada —respondió ella, intentando ponerse seria—. Solo asegúrate que no haya nadie mirando. Y por favor no quemes nada —Daniel asintió—. Las velas están en el último cajón del mueble de la cocina —le indicó.
—Gracias abuela —Daniel la abrazó en agradecimiento.
—Supongo que no necesitas que te haga la charla de sexualidad.
—No, por favor —respondió aliviado Daniel.
—¿No vendrás con un nieto en nueve meses más?
—Le tengo cuatro en Santiago que quieren conocerla —respondió bromeando Daniel, y Gladys estalló en carcajadas.
Daniel se dirigió a la cocina y buscó las velas, aunque pensó en que cabía el riesgo de quemar algo. De todas formas, al encontrar dos sets de treinta velas, las empacó junto a una caja de fósforos y se dirigió al armario donde habían guardado las luces de navidad después de desarmar el arbolito hace un par de días, y sacó la caja con las luces.
“Ojalá fueran a pilas”, pensó, pero las empacó de todas formas, así tenía un plan A y un plan B, aunque aún no decidía cual era cual.
Una vez tuvo todo listo, se fue a la ducha, y luego se puso su mejor tenida, no muy casual, no muy formal: una camisa blanca de mangas cortas y un short de tela celeste. Guardó en la mochila su caja de condones, lubricante y toallitas humedas, se la puso en la espalda y salió de su habitación. Se despidió de su madre y de su abuela, quienes no hicieron muchas preguntas, y una vez en la calle, sacó el bolso con el resto de las cosas por la ventana abierta, y luego la cerró.
Con el corazón latiéndole con fuerza, inició su camino hacia el invernadero.
Jaime no podía pensar con claridad después de apagar el computador. Se recostó en su cama un rato, intentando calmar la ansiedad que le provocaba la idea de juntarse con Daniel en un par de horas. Escuchaba a sus padres comentar la agradable tarde que habían compartido en familia, mientras le indicaban a los menores de la casa que se fueran a acostar.
Jaime se levantó de la cama, con decisión, y se dirigió a la sala de estar, donde estaban sus padres.
—Voy a salir —les informó, intentando sonar casual.
—¿Para donde vas? —quiso saber el padre.
—Donde el Rorro —respondió Jaime.
—¿Y a quién le pediste permiso? —preguntó seria la madre.
—A ustedes, ahora —Jaime les sonrió con fingida inocencia, intentando apelar a sus emociones.
—Dejemos que vaya, si igual tiene que aprovechar las vacaciones —opinó su padre.
—Bueno, pero tienes que volver antes del mediodía —decidió su mamá, después de pensarlo unos segundos—, porque tu papá almuerza y se va.
—Si, estaré aquí a esa hora —prometió Jaime, con una sonrisa, esta vez genuina, y se dirigió de inmediato a la ducha.
Mientras el agua recorría su cuerpo, estuvo pensando en lo que pasaría en unos minutos, en todas las posibilidades de lo que harían con Daniel, y el pensamiento lo hacía sentir raro, ansioso y nervioso, con una sensación de vértigo y euforia.
Salió de la ducha, y se esmeró en buscar una tenida que le diera una buena imagen. Finalmente se decidió por una polera naranja lisa, con un short blanco, que por un poco de casualidad, y un poco a propósito, traslucía levemente el boxer rojo que llevaba puesto.
Se lavó bien los dientes, y para finalizar se aplicó perfume en exceso. Sabía que estaba cometiendo errores de principiante, pero no podía evitarlos, los nervios lo estaban dominando y la inseguridad ganaba terreno en su interior.
Se sentó brevemente en su cama, para tranquilizarse.
—¿Estas bien? —le preguntó Marcelo, su hermano del medio, que aún no se quedaba dormido.
—Si, enano. Estoy bien —respondió Jaime, fingiendo tranquilidad.
—¿Vas a salir? —Marcelo quizás no notó su ropa, pero ciertamente sintió el perfume. Jaime asintió—. No uses tanto perfume. A las mujeres no les gusta.
—¿Y que sabes tu lo que les gusta a las mujeres? —Jaime no pudo contener la risa, lo que le sirvió para relajarse.
—Mi amigo Rafa me contó que su papá le da esos consejos. Dice que a las mujeres les gustan los hombres con olor a hombre, peludos y bien machos, aunque aún no entiendo a qué se refiere —comentó confundido.
—Bueno, dile a tu amigo Rafa que su papá vive en la edad de piedra —se burló Jaime—. Y ya duérmete, que mañana hay que levantarse temprano para desayunar con el papá —se puso de pie y le alborotó el pelo a su hermano.
Tomó su billetera del velador, y salió de la pieza, rumbo al baño. Se miró en el espejo, comprobando que estuviera impecable su apariencia. Aparte de su evidente nerviosismo, estaba todo bien.
Pasó al living, donde estaban sus padres aún, viendo televisión. Se despidió de ellos con un ademán de la mano, y salió rápidamente a la calle, para evitar que notaran sus nervios y que comenzaran a hacer preguntas.
Miró el celular después de ponerle llave a la puerta de entrada, y vio que faltaban quince minutos para la medianoche. Estaba atrasado en algunos minutos, pero suponía que Daniel no pondría problemas por la puntualidad.
Caminó, temblando de pies a cabeza, a pesar de que la temperatura ambiental era bastante agradable a esas horas de la noche.
Tomó una ruta más directa que la que conocía Daniel, así que se ahorró unos valiosos minutos. Salió del bosque y quedó de pie frente al invernadero cuando eran diez minutos pasado la medianoche.
Al ver la gran estructura de vidrio y metal, no pudo evitar recordar lo que había pasado en el lugar la última vez que estuvo ahí. Estaba tan ansioso que ni siquiera lo había recordado hasta entonces.
Se acercó lentamente, y comenzó a sentir miedo. Genuino miedo, cuando un pensamiento terrible se le pasó por la mente y se quedó ahí, insistente: que quizás Daniel se había confabulado con Juan y Jimmy para tenderle una trampa en el lugar, y él había caído redondito.
“Daniel no haría eso”, se dijo, para tranquilizarse y alejar ese pensamiento horrible.
“¿O si?”.
Sintió que el aire se ponía más denso y le costaba respirar. Los nervios de verdad se estaban apoderando de él y ahora su mente y su cuerpo lo traicionaban.
Se sintió estúpido por ser así, tan débil de dejar que sus inseguridades tomaran el control, así que con todas las fuerzas que le quedaban, y con los ojos llorosos, inspiró profundo y exhaló con fuerza. Caminó hasta la entrada trasera del invernadero, para poder por fin encontrarse con Daniel cara a cara.
La puerta que conectaba ambos invernaderos estaba abierta de par en par, y apenas entró a la estructura de vidrio, vio que las escaleras que habían caído bajo su peso hace unos días, ya estaban levantadas y en proceso de instalación, gracias a los andamios que las sostenían en ese momento.
Debajo de los andamios, vio a Daniel ordenando unos cojines, sobre las bancas que había dispuesto de forma frontal, igual como había hecho él cuando lo llevó la primera vez. Alrededor de las bancas, Daniel había instalado el juego de luces de navidad, que con un alargador, llegaba hasta donde la vista no le permitía ver, tiñendo el espacio cercano a las bancas con los colores navideños.
Jaime se acercó despacio hasta donde estaba Daniel, quien aún no se percataba de su presencia. Lo miró mientras acomodaba los cojines, y se aseguraba que la sábana que había puesto para cubrir las colchonetas estuviera bien estirada. Notó que su cita se había vestido para la ocasión especial, y no pudo evitar pensar que se veía más hermoso que nunca. Se detuvo un par de metros detrás de Daniel, y mientras las piernas aún le temblaban por los nervios, se aclaró la garganta para llamar la atención.
Daniel se volteó al oír a Jaime, y sonrió de oreja a oreja al verlo, y rápidamente se sonrojó, como si lo hubiera pillado haciendo alguna maldad.
—Viniste —le dijo con la voz levemente temblorosa, dejando entrever que al igual que Jaime, estaba nervioso.
Se acercó a Jaime lentamente, sin decir palabra. Solo con una sonrisa genuina en el rostro.
Jaime asintió tras la palabra de Daniel, y al igual que él, comenzó a caminar lentamente para acercarse.
Al encontrarse frente a frente, se dieron un abrazo largo, apretado, como si quisieran sentir sus cuerpos por primera vez en la noche, para tener una especie de reconocimiento. Separaron sus rostros, y quedaron mirándose a los ojos. Jaime se acercó lentamente a Daniel, quien solo le sonreía, invitándolo a hacer lo que ambos querían hacer.
Finalmente Jaime lo besó en los labios. Un beso tierno, inocente, y Daniel lo agradeció con una risita de agrado, la que luego contagió a Jaime.
—No podía dejarte plantado —respondió finalmente Jaime.
—Gracias por la consideración —respondió Daniel con ironía—. Ven, te preparé algo —le dijo, tomándolo de la mano y llevándolo hasta donde estaban las bancas.
Jaime pudo ver que en un borde de las colchonetas, Daniel había puesto una bandeja con un termo, juguitos en caja y sandwiches. No contuvo la sonrisa que le provocó ver la dedicación que había puesto Daniel en llevar a cabo esa noche.
—Esto es todo para ti —le dijo Daniel, hablando cerca de su oído y cruzando sus brazos por la cintura de Jaime.
Al sentir el contacto físico de Daniel, Jaime comenzó a temblar nuevamente por los nervios.
Daniel notó el nerviosismo de Jaime, y disimuladamente se separó de él. Se sacó las zapatillas y los calcetines, y se sentó sobre las colchonetas.
—Ven, siéntate —le indicó, intentando hacer más cotidiana la situación.
Jaime se alivió al ver que Daniel no lo estaba presionando, y lo imitó, sacándose las zapatillas y calcetines, y se sentó a su lado, cruzando las piernas.
—Gracias —le dijo, una vez se sentó a su lado—, por todo —bajó la vista, con un poco de vergüenza. Sentía que no se merecía toda esa dedicación, que estaba siendo demasiado complicado para aguantar.
—¿Por esto? —preguntó Daniel, señalando la bandeja con la mano—, son cincuenta lucas —bromeó, para que Jaime se relajara.
Jaime se rió y volvió a levantar la mirada, un poco sonrojado. el rostro de Daniel se veía aún más hermoso teñido de verdes, rojos y azules por las luces de navidad.
—Me siento un poco cacho —comentó Jaime, estirando el brazo para tomar uno de los sandwiches, y lentamente comenzó a quitarle el plástico que lo envolvía.
—¿Por qué? —preguntó extrañado Daniel.
—Porque hiciste todo esto, por mi —explicó—. Y a mi ni siquiera se me ocurrió traer alguna cosa —soltó una risita, para no sonar tan penoso.
—No te preocupes —le dijo Daniel, dándole unas palmaditas en la rodilla para tranquilizarlo—. Entiendo que estabas ocupado con otras cosas.
—Estoy súper nervioso —admitió con sinceridad.
—¿Por qué? —preguntó Daniel.
—Por lo que pueda pasar esta noche —respondió Jaime, sonrojándose aún más.
—¿Te cuento un secreto? —le dijo de repente Daniel. Jaime asintió—. Yo igual estoy nervioso.
—¿En serio? —Jaime se sorprendió—, pero si tu ya lo has hecho antes —dijo, dando por hecho algo que no sabía.
—Si, pero ahora es distinto —explicó Daniel—. Nunca he estado con otro hombre, así que de alguna manera, ambos estaremos teniendo nuestra primera vez, ambos estaremos explorando y descubriendo esto, y la verdad que no me veo iniciándome con alguien mas —se sonrojó al decirlo.
Con las palabras de Daniel, Jaime por fin se pudo relajar un poco.
—¿Y por que te ves tan relajado siempre? —le preguntó, sorprendido por su tranquilidad.
—No lo sé, supongo que sé disimularlo bien. Así como yo tengo talento para eso, tu tienes talento para otras cosas.
—No tengo otros talentos —dijo riéndose Jaime.
—Si tienes —Daniel le dio un empujoncito, y luego sacó el otro sandwich que estaba en la bandeja.
—¿Cómo estas tan seguro? —preguntó Jaime.
—Porque si — respondió rápidamente Daniel, pero luego pensó bien su respuesta y agregó—. Te metiste a mi casa, en medio de la noche, y amenazaste con degollarme —dijo a modo de broma—, y aun así, con esa sonrisa hermosa y con tus ojos llenos de vida hiciste que me enamorara de ti.
Jaime sintió que su corazón se remecía en su pecho con las palabras de Daniel. Dejó a un lado el sandwich que había tomado, y sin pensarlo dos veces se acercó a su compañero y lo besó. Lo besó como si no hubiera un mañana; como dos enamorados que llevan años sin verse; lo besó con toda la pasión que llevaba acumulada en sus años de adolescencia, y que nunca había podido liberar con plenitud.
A Daniel lo tomó por sorpresa el ataque de besos de Jaime, pero rápidamente dejó el sandwich que había tomado en la bandeja, sobre el pan de Jaime, y se acomodó para tomar el control de la situación. Primero se levantó levemente, arrodillándose en la colchoneta, y obligando a Jaime a hacer lo mismo, y luego, pudo hacer, con delicadeza, que jaime quedara acostado de espaldas en la banca, y él se acomodó encima de él, todo eso sin detener casi el beso apasionado.
Cuando Daniel se levantó levemente, Jaime se dio cuenta de la posición en la que estaba, y no recordaba haberse movido tanto para quedar acomodado de esa forma, pero de todas formas, notó que los nervios se habían esfumado casi por completo, y que en ese momento, solo quería compartir la noche con Daniel, quien lo miró a los ojos, serio, pero con calidez, esperando por una señal, una autorización para continuar.
Jaime de alguna forma supo interpretar la mirada de Daniel, y simplemente con un leve movimiento de su cabeza, asintió.
Daniel sonrió y se acercó nuevamente a besar a Jaime. Acarició su mejilla y su mentón mientras lo besaba, sintiendo el contraste de la piel suave de sus pómulos, con la piel más áspera de su barbilla. Si bien, ya había besado anteriormente a Jaime, nunca se había percatado de esa diferencia al tacto con su piel. Al sentir el roce de una barba en una situación tan íntima como en la que se encontraba, se sintió raro, como si lo que estuviera haciendo fuera algo prohibido, pero a pesar de eso (o a causa de eso), una sensación de euforia se apoderó de él, y continuó disfrutando el roce con esa zona del rostro de Jaime, comúnmente asociada a lo varonil, con mayor ahínco.
Pasó su mano derecha por debajo de la polera de Jaime, y acarició su abdomen y subió hasta sus pectorales. Sintió la piel suave y lampiña con la yema de sus dedos, y volvió a sentir vértigo al no tocar lo que siempre había tocado anteriormente al hacer dicha acción.
Daniel se enderezó, e hizo que Jaime lo imitara, para poder así quitarle la polera. Lo vio a torso desnudo, completamente vulnerable y entregándose por completo a él. Le sonreía con timidez, y Daniel no podía estar mas encantado con el hombre que tenía enfrente.
Jaime sintió un impulso de adrenalina provocado por su desnudez de torso. Se acercó a besar a Daniel y mientras lo hacía, desabotonó su camisa y dejó que esta cayera por sus hombros con suavidad. Apoyó su frente en la de Daniel, y bajó la mirada, observando el abdomen del muchacho desde un ángulo interesante.
Vio el bulto de Daniel en su short de tela, y se dio cuenta que su compañero no lo había tocado ahí abajo en ningún momento hasta ahora. Supuso que no lo había hecho porque estaba nervioso igual que él.
Jaime bajó su mano desde el abdomen desnudo de Daniel, hacia la tela de su short. Apenas tocó con sus dedos la zona donde se ubicaba su miembro, notó que Daniel se estremeció levemente, y exhaló una risita inocente. Jaime lo miró a los ojos, y Daniel le respondió con una sonrisa juguetona, y luego lo imitó, pasando su mano por la tela blanca del short de Jaime, y sintiendo la presión que ejercía su excitación.
Jaime empujó suavemente a Daniel, haciendo que se recostara sobre la sábana, y así poder sentirse más cómodo con él. De alguna forma sabía que él tenía que ser quien diera el primer paso en lo que iba a hacer a continuación, porque estaba seguro que Daniel no lo haría.
Lo besó con pasión, mientras con sus manos intentaba soltar el cinturón y el botón de su short. Daniel simplemente se dejaba llevar, agradecido de ver a Jaime en una posición de liderazgo.
Jaime sintió una confianza en sí mismo que nunca antes había tenido. Se sentía deseado por el hombre que estaba bajo suyo, y eso le daba más ganas de continuar. Bajó por el cuerpo de Daniel, besando su abdomen, hasta que llegó a su cadera, donde la ropa aún obstruía el camino.
Miró a Daniel a los ojos, y con una sonrisa le quitó todas las prendas. Daniel levantó las piernas para facilitarle el trabajo, y quedó completamente desnudo frente a Jaime.
Jaime observó el miembro de Daniel, con una mezcla de sentimientos. Estaba ansioso, pero nervioso. Ahí estaba, a punto de hacer sexo oral por primera vez. Quiso disculparse con Daniel por si lo hacía mal, pero prefirió no hacerlo para no matar el momento. Levantó la mirada y le sonrió con nerviosismo, antes de bajar la cabeza y comenzar con la acción.
Daniel se estremeció con el primer contacto de los labios de Jaime con su piel. Un ligero espasmo de placer recorrió su cuerpo, haciendo que un calor sexual lo llenara por completo. Se asombró por lo bien que Jaime le hacía sexo oral, a pesar de no tener experiencia. Apoyó los codos en la colchoneta, para poder ver bien a su compañero. Teñido con colores navideños, vio como la cabeza de Jaime subía y bajaba, de forma rítmica, y notó cómo los rizos del muchacho rozaban suavemente su pubis, causándole cosquillas.
Estiró la mano y acarició su cabello suave, aún levemente húmedo por la ducha de su hogar, o por el calor del lugar, no lo sabía; y acompañó el movimiento que Jaime hacia, hacia arriba y hacia abajo. Recorrió con sus dedos la nuca del muchacho, hasta que llegó a su mentón, y con una ligera presión le indicó que parara.
Jaime lo miró confundido, pensando que estaba haciendo algo mal, pero Daniel nuevamente, con un suave movimiento de su mano, le indicó que se acercara a su rostro.
Quería besarlo. Demostrarle lo mucho que lo quería a pesar de que lo conocía hace poco más de una semana. Se sentía extremadamente dramático por sentirse así, sobre todo porque lo sentía hacia un hombre. Jamás hubiera pensado que ese verano que proyectaba aburrido en la casa de su abuela, se convertiría en esto, en un encuentro con una persona que le había dado vuelta el mundo y que no quería dejar ir nunca más.
—¿Hice algo mal? —preguntó Jaime, acercándose a Daniel.
—No —respondió él—. No has hecho nada mal —lo tranquilizó, y lo besó. No con la fuerza y pasión de antes, si no con delicadeza y cariño. Un beso lento, para disfrutar cada segundo de él, para sentirlo realmente, y comunicarle, solo con el contacto, lo mucho que lo quería.
Jaime se sintió raro. Realmente tenía una idea muy absurda de como sería su primera vez, alimentada por las falsas expectativas que tenía gracias a la industria del porno. Pero en verdad lo prefería así, con calma y delicadeza. Desarrollando una conexión que no pensó sería capaz de lograr con alguien, al menos no en Liquime.
Daniel usó sus manos para desabrochar el short de Jaime, y al igual que su compañero, se lo bajó de inmediato.
Jaime se sintió muy vulnerable al encontrarse completamente desnudo por primera vez frente a Daniel. Atinó a taparse los genitales, por vergüenza, antes de volver a recostarse encima de su compañero, y sintió una suave excitación al notar como sus genitales se tocaban por primera vez.
Daniel lo volvió a besar, de la misma forma tierna que antes, mientras con sus manos acariciaba la piel suave de los glúteos de Jaime.
Se acomodó, mientras de besaban, haciéndose a un lado, y dejando a Jaime acostado en la sábana, y comenzó a posicionarse detrás de él.
Jaime se asustó y se volteó rápidamente quedando frente a frente con Daniel.
—¿Qué pasó? —preguntó preocupado Daniel.
—Es que... —comenzó a decir Jaime, sintiéndose avergonzado—, yo creía que tu ibas a... —buscó las palabras, pero al final no terminó la frase. De todas formas Daniel lo entendió perfecto.
—Soy un imbécil —se tapó la cara, con vergüenza.
—No, no lo eres —dijo rápidamente Jaime.
—Si, lo soy. No debí haber asumido que en tu primera vez querrías hacer de pasivo —se lamentó.
—Yo tampoco debí haber asumido que me dejarías ser activo —agregó Jaime, para compartir la culpa—, sabiendo que, bueno, sabiendo qué eres.
—¿Y qué soy? —quiso saber Daniel, confundido por las plabras de Jaime.
—Bueno, eres hetero, ¿no? —dijo sonrojándose Jaime, como sintiendo vergüenza de decir en voz alta que se estaba ilusionando con una especie de amor imposible.
Daniel soltó una risita, y se sentó junto a Jaime.
—Que yo sepa un hombre hetero no se enamora de otro hombre —le dijo mirándolo a los ojos, y dándole un besito en el hombro.
Jaime sintió como si esas palabras fueran propulsores que lo mandaron de un salto a las nubes. Sonrió y se sonrojó más que nunca.
—Me sorprende que seas tan resuelto con todo esto —comentó Jaime, aliviado.
—A mi igual —concordó Daniel—. La verdad no tengo idea qué soy. Solo sé que ahora, en este momento quiero estar contigo —miró a los ojos a Jaime y le tomó la mano—. Y no me refiero a este momento aquí y ahora, sino que a este momento de mi vida. Quiero estar contigo, conocerte, abrazarte, besarte.
Jaime sintió que el estómago le daba un vuelco. Escuchar las palabras de Daniel le provocaba una felicidad que creía nunca haber sentido anteriormente.
—Yo también quiero lo mismo —respondió ilusionado Jaime—. Pero al terminar el verano tendremos que volver a nuestras realidades —agregó con pena.
—Pero eso no nos va a separar —dijo Daniel—, podemos seguir en contacto —propuso con entusiasmo.
Jaime deseaba con todas sus fuerzas que lo que decía Daniel fuera verdad, que pudieran seguir juntos a la distancia, pero sabía que era imposible. Daniel, al igual que él, era una persona de carne y hueso, y sabía que al tiempo de estar distanciados, iba a necesitar el contacto físico, afectivo y sexual.
—¿Cómo estas tan seguro que funcionaría? —preguntó Jaime—, ¿seguiríamos hablando por MSN como amigos? —le daba pena pensar que después de tanto avance pudieran seguir simplemente como amigos a la distancia.
—No como amigos —lo corrigió, y lo miró serio a los ojos—. Como pololos.
El corazón de Jaime se detuvo por una milésima de segundo, y luego volvió a latir, mas fuerte que nunca. No pudo reprimir la sonrisa que le provocó escuchar la palabra “pololos”, y menos podía hacer para ocultar su rubor.
—¿Estás seguro? —le preguntó Jaime, cambiando el tono triste de antes por uno alegre, casi infantil, aunque cauto.
—¡Si! —respondió de inmediato Daniel, riéndose. Miró a los ojos a Jaime, y le tomó las manos—. Pololiemos, ¿te tinca? —preguntó con entusiasmo.
—Si, me tinca —respondió, con una sonrisa de oreja a oreja, y Daniel selló el compromiso con un largo beso, en el momento en que el entorno pasaba de los tonos verdes al rojo por las luces de navidad que los rodeaban.
El beso, inocente en principio, dio paso luego a un beso apasionado, y las manos de ambos, que acariciaban el rostro del otro, bajaban cada vez mas sintiendo la piel de sus cuerpos.
Daniel se detuvo antes de tocar los genitales de Jaime, dudó unos segundos, pero luego continuó, tocando por primera vez el miembro de otro hombre. Esperaba que Jaime no hubiera notado ese momento de duda, pero se sentía orgulloso, y excitado, de haberlo hecho.
—¿Y ahora?, ¿qué hacemos? —preguntó Jaime, en voz baja, buscando en Daniel una guía de como proceder a continuación, debido a la diferencia de interpretaciones que habían tenido hace un rato.
—No sé, lo que tú prefieras —respondió Daniel, entregándole toda la responsabilidad. Si bien, él quería ser activo, no quería imponerle su visión a Jaime, que estaba recién iniciándose.
—Primero tu me enseñas —comenzó diciendo Jaime, después de pensarlo unos segundos—, y luego cambiamos.
Daniel asintió aliviado, aceptando la propuesta de Jaime. Acomodó a su pololo, de espaldas sobre las sábanas, e hizo que levantara las piernas.
—Lo haré lo más despacio posible, para no dañarte —le prometió, y Jaime confió en él.
Se acomodó delante de Jaime, y comenzó a estumilar esa zona para preparar su ingreso.
Jaime intentó relajarse, y lo logró después de varios minutos, hasta que finalmente Daniel decidió que era el momento.
Jaime cerró los ojos, y respiró profundo, mientras Daniel hacía lo posible para no causarle mucho dolor, pero no estaba funcionando. Jaime se quejaba por el dolor, pero intentaba aguantarlo, hasta que sintió la respiración de Daniel a centímetros de su cara.
—Ya está —le indicó, y luego lo besó para calmarlo.
Jaime se habituó a estas nuevas sensaciones, mientras se daba cuenta que los cuerpos de ambos se acoplaban perfectamente, a medida que Daniel comenzaba a mover su pelvis muy lentamente, y continuaba besando sus labios.
Poco a poco el dolor fue desapareciendo y sintió cómo el placer se desplazaba por su cuerpo como un río que lo recorría por dentro.
Se entregó por completo a Daniel, dejándose llevar por el placer que le provocaba, haciéndolo sentir cosas que hasta entonces solo había imaginado.
Después de varios minutos en que Daniel le entregó toda su experiencia sexual a Jaime, se recostó sobre su pololo a modo de descanso. Continuaron besándose, y sin decir ninguna palabra, intercambiaron de lugar. Ahora era el turno de Jaime para finalmente terminar con el último paso para perder su virginidad.
Jaime siguió los mismos pasos que había hecho Daniel anteriormente, y de la misma forma, se acercó a besarlo para darle calma en medio de todo el dolor.
Daniel comenzó a sonreir después de unos minutos, producto del agrado que le producía lo que estaba sintiendo, y Jaime lo tomó con orgullo, como señal de que estaba haciéndolo bien.
Cuando terminaron, se quedaron recostados, abrazados en la colchoneta. Después de unos minutos, Jaime sintió frío, y tomó la manta que había llevado Daniel y los cubrió a los dos.
—Eres lo mejor que me ha pasado —comentó Jaime, sintiéndose avergonzado al admitir lo mucho que lo quería.
—No lo digas así, como con culpa —le reprochó Daniel, apretando levemente el abrazo—. Tu también eres lo mejor que me ha pasado —le dijo en voz baja al oído.
—Ojalá pudiéramos quedarnos así, aquí, para siempre.
—Ojalá —estuvo de acuerdo Daniel, y fue lo último que recordaba Jaime antes de quedarse dormido.
—Tenemos que irnos —le dijo Daniel al oído a Jaime al despertarlo.
Jaime abrió los ojos, y a través del vidrio del techo del invernadero, vio el cielo de un color azul oscuro. Estaba amaneciendo, y en pocos minutos cabía la posibilidad de que llegara alguien. Recibió un beso rápido de buenos días, antes de que Daniel continuara ordenando las cosas.
Su pololo tenía puesta la camisa, sin abotonar, y la ropa interior, mientras enrollaba las luces de navidad a su alrededor. Jaime rápidamente se puso su boxer rojo y ayudó a Daniel a ordenar todo.
Después de terminar de empacar, se vistieron bien, y se sentaron en una de las bancas a descansar. Jaime se dio cuenta que estuvieron casi todo el tiempo en silencio, pero a pesar de eso, no era un silencio incómodo, era más bien, un silencio cómplice, como si entre ellos sobraran las palabras.
—¿Vamos... —dijo finalmente Daniel, poniéndose de pie y parándose frente a Jaime. Le tomó la mano para ayudarlo a levantarse, y una vez estuvieron ambos de pie, cruzó su brazo por la espalda— ...Señor Pololo?
—Vamos —respondió Jaime, con una sonrisa, y aceptó con gusto el beso que le dio Daniel.
Daniel le tomó la mano a Jaime, y así, juntos, salieron del invernadero, cerraron la puerta tras ellos, y caminaron por el pasto hasta adentrarse en el bosque, mientras los primeros rayos del sol se colaban por entre las ramas de los árboles.
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Los trips de los sueños
De repente estaba ahí en el estacionamiento de alguna plaza comercial, bajando del auto directa a la tienda a punto de comprar la despensa, pasando por el pasillo de ropa para bebé ¡Pum! Apareció un extraño sujeto parecido a Van Helsing con un perro doberman gigante buscando algo extraño en la tienda; a mis espaldas caminaba un chico extremadamente delgado con un perro gran danés parecido a Scooby Doo (no sé porqué rayos dejaban entrar a las personas con perros tan grandes a la tienda jaja) cuando el sujeto de la gabardina negra (hay que ponerle un nombre, como Ernesto ¿Les parece bien?) Bueno inmediatamente Ernesto se percató de la presencia de Mike (el chico del gran danés) comenzó a perseguirlo por toda la tienda. Al darme cuenta de la masacre que se llevaría a cabo si Ernesto atrapaba a Mike decidí subir al techo de la plaza por las escaleras de servicio indicándole discretamente a Mike el camino para poder saber qué estaba pasando (porque al parecer sólo yo podía verlos, nadie más) Mike logró esconderse y llegar a la azotea, todo ocurrió muy rápido, sólo pudo decirme que a la que en realidad buscaba Ernesto era a mí, ya que "el tesoro" me había elegido. Obviamente no sabía de qué estaba hablando o qué quería decirme, cuando me dijo "Voltea hacia tu auto". Efectivamente había una cosa rara gigante en la cajuela abierta (no sé cómo pudieron abrirla) algo así como un meteorito gigante. Mike también me dijo que tenía que llevarla directo a mi departamento, viendo que era una situación de vida o muerte decidí correr hacia el coche mientras Mike distraía al Ernesto, logré encender el auto y escapar de ahí llegué al departamento y mis roomies tuvieron que ayudarme a subirlo, cuando vimos la gran roca (que además de cubierta de humos morados y verdes y una capa de resina brillante) tenía algo así como el espacio para un sello, necesitábamos poner la pieza que faltaba para poder saber que pasaría con todo este asunto, así que decidí regresar a la plaza comercial.
Con mucho cuidado entré y detrás del área de atención a clientes, había un muro falso con forma de pirámide, lo cuál llamó mi atención, detrás de él había una especie de puerta y al abrirla había una atmósfera de colores y luces como si me encontrará dentro de una nebulosa, entré y había una vaca (sí literalmente una vaca muy extraña) con los ojos saltones, piel extra blanca con manchas negras muy grandes y una campana extra ruidosa ideal para atraer a Ernesto, en la habitación sin fin estaba la pieza pero para poder llegar a ella necesitaba hacer algo con la vaca, y con Ernesto que estaba cada vez más cerca. Decidí saltar abrazando el cuello de la vaca para quitarle la campana, es como si la hubiera sedado, se quedó dormida, tomé la pieza y cuando estuve a punto de salir Ernesto estaba en la puerta con su fiel acompañante, me escondí rápidamente detrás del muro y cuando ambos entraron escapé corriendo directo al coche semi destruído y volví al departamento, al abrir la puerta, Mike ya estaba ahí (no tengo la menor idea de cómo sabía cuál era mi dirección) saqué la pieza, la puse en el meteorito y se escuchó un crujido en toda la roca, el sello dió vuelta y la roca espacial se abrió completamente por la mitad. Dentro de ella, tenía piezas de oro, barro y un montón de cuarzos raros que emanaban luz que al parecer habían sido pertenecientes a los mayas (cultura prehispánica) Mike me explicó que tenía que guardar muy bien los cuarzos juntos, que el oro y el barro eran sólo tributo o adornos, lo importante eran los cuarzos extraños, que debía guardarlos bien y no dejar que supieran de ellos, ya que podía controlar muchos tipo de vibras y energías. Estaba completamente asombrada con toda esa situación pero pregunté que Ernesto que tenía que ver con todo esto l qué es lo que quería de mí y fue precisamente que quería los cuarzos para quitarse una maldición que llevaba encima de por vida (no podía morir), quería poder ayudarlo pero a decir verdad, no iba a entregarme a un sujeto que quiso matarme en la tienda comercial, así que sólo junté los cuarzos, mientras Mike seguía presente, medité y le pedí a las piedras mágicas que Ernesto y las personas que tuvieran la misma maldición descansaran y estuvieran en paz. Frente a mis ojos, Mike y su amigo cuadrúpedo se esfumaron como el polvo, diciendo a lo lejos un "gracias" muy suave. Decidí mudarme de ese lugar, aunque a decir verdad, no pude llegar a mi destino, me despertó el olor a hot cakes que preparaba mi mamá y volví a la realidad, desperté en la casa, sin roomies, sin cuarzos mágicos que me solucionaran la vida, sin nada, pero no sin la magia de creer que algún día volveré a ver a mi amigo Mike.
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AMOR DE LAMIA
CAPÍTULO 21
Sabía que necesitaba hacer algo, pero no lograba descubrir que, era muy desalentador ver por las mañana a su amigo levantarse aún más cansado de lo que se había ido a dormir el día anterior, luego ver cómo se iba al trabajo para regresar con la misma falsa sonrisa que desde hace un tiempo le mostraba, claro que lo notó!, ¿cómo no hacerlo? definitivamente no era la misma sonrisa que le daba cada vez que se veían en el bosque ni mucho menos, Sans estaba demasiado lejos de ser la brillante y grandiosa persona que conoció.
Luego de dos días de el fallido intento de intervención con Red, el menor de los hermanos le servía la cena a un muy adormilado Sans; durante esos días, se dió cuenta que desde un tiempo atrás ambos no realizaban actividades juntos, además tenía ganas de acercarse más al otro sin incomodarlo mucho, así que después de pensarlo un poco tuvo una idea que esperaba no fuera rechazada por su amigo.
-Sabes Sans... eh notado que ya casi no hemos salido juntos.
-uh? ¿si?...- el pequeño se sentía confundido, esperando que Edge le explicara lo que estaba pensando.
-Si, veras, hay un Parque de Diversiones a las afueras de la ciudad, como a 30 minutos en auto, ¿no te gustaría ir mañana que es tu día de descanso?
Sans lo pensó por un momento, nunca había ido a un lugar como ese y si tenía la palabra Diversión en su nombre seguro no estaría nada mal, hasta él tenía ganas de hacer algo diferente, alejarse de la rutina.
-Suena bien, y nunca he estado en uno antes, claro, ¿porque no?
-Muy bien, mañana después del desayuno nos iremos en el coche al Parque de Diversiones.
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A la mañana siguiente era obvio que Sans apenas y había dormido, pero fiel a su palabra se levantó con mucho esfuerzo y se vistió con unos pants negros, playera gris y su inseparable chaqueta azul; por su parte Edge también había escogido ropa menos formal, Jeans negros y un suéter de tortuga rojo.
Ya desayunados y listos se encaminaron al lugar previsto en el lujoso auto del más alto, Sans estaba haciendo un gran esfuerzo por no quedarse dormido, algo que no pasó del todo desapercibido por el otro, por lo que puso algo de música suave mientras comenzaba a conducir.
-Si quieres puede descansar un poco mientras llegamos, yo te despierto cuando ya estemos en el lugar.
Sans lo miró por un instante pensando en que debería hacer, pero terminó por asentir con la cabeza para luego acomodarla en la ventana del auto y comenzar a roncar suavemente casi de inmediato.
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-Vamos huesos flojos... despierta que ya llegamos.
El pequeño esqueleto abrió sus ojos para ver que el auto ya estaba totalmente estacionado entre muchos otros y que Edge estaba en la puerta de su lado con la mano en su hombro para despertarlo.
-uh?... oh claro!... ya voy- de inmediato se quitó el cinturón de seguridad y bajó del auto para que su amigo pudiera poner la alarma.
Después de pasar por una taquilla ambos esqueletos estaban formados en la entrada del parque de diversiones, el más bajo sinceramente no sabía qué esperar pero al menos lo que sí sabía era que después de muchos días esto le hacía sentir un poco de emoción.
Al otro lado de los torniquetes lo que vió Sans lo dejó realmente sorprendido, aunque era un día entre semana, había una buena cantidad de gente, adultos y sobre todos jóvenes, adolescentes la mayoría; todos entusiasmados... entonces escuchó algo que parecían gritos, ¿porque la gente gritaría en un lugar que parecía tan lleno de felicidad?
-¿Esos son gritos?
-Sí, pero tranquilo, ya veras porque es así.
El más alto guió al otro por un camino que llevaba al lugar donde se concentraban las mayoría de las atracciones y entonces el esqueleto de magia azul pudo ver porque la gente gritaba tanto, estaban todos subidos en esos extraños aparatos que daban vueltas y giros en el aire... su cara de desconcierto era única.
-No tienes que subirte a todo y menos si te da miedo pero creo que deberías probar al menos uno de los más conocidos- le dijo Edge al ver su expresión.
-B-bueno... acepto sugerencias, esto es demasiado nuevo para mi.
-Mmm... lo primero que debes probar es la montaña rusa supongo, es lo más conocido que hay y la de aquí es... bastante aceptable.
-Ok, lo intentaré.
...
La verdad es que aún se preguntaba si había sido bueno aceptar la sugerencia de Edge, luego de hacer algo de fila y de apenas alcanzar la estatura necesaria, ambos se encontraban sentados en un carrito de la montaña rusa, sintiendo como este se movía lentamente por los rieles, viendo como con cada centímetro se aproximaba más a la primera curva... solo un poco más y caerían... la vista era increible, entonces...
...
-Y bien ¿qué te pareció?- el rostro de de Sans era... sus cuencas estaban bien abiertas, y una ligera sonrisa podía verse en su rostro y sus huesos temblaban pero esta vez debido a la adrenalina.
-Eso fue extraño, fue divertido y algo aterrador... el movimiento, el aire en el rostro... ¿qué más hay para subirnos?!
Y ahí estaba, un ligero rastro del antiguo Sans, del que solo él había conocido, siempre dispuesto a conocer más y experimentar cosas nuevas a su lado, si, esto era lo que ambos necesitaban.
-Bueno, no solo estan los juegos mecánicos, pero por ahora ¿que te parece si vamos a los carros chocones, esta vez tu podrás manejar, en esos si alcanzaras los pedales al menos.
-Hehe, al menos en este me dejaras manejar, porque el tuyo no tengo ni esperanzas de conducirlo algún día.
Ambos rieron un poco porque eso era real, Edge no le confiaba su carro a nadie, ni a Red o a los empleados del autolavado; entonces los dos fueron a los autos chocones donde Sans provocó una gran cantidad de choques; lo siguiente en la lista fue la casa de los espejos donde al fin Sans pudo verse tan alto como había soñado en uno de los espejos que alargan la forma, lo más divertido fue ver a Edge tan bajo como lo es el pequeño pero no le molestó, de todas formas seguía siendo alto como una garrocha.
Algunos de las atracciones simplemente prefirieron evitarlas, como El Martillo o La casa de los sustos, eran claramente demasiado para el más bajo pero eso no quería decir que no pudieran divertirse en otros.
Luego de haberse subido a otros juegos ambos esqueletos pasaron por un juego que consistía tirar pequeñas figuras de metal disparandoles con una pistola de balines, quien lograra tirar tres sin acabarse las 10 municiones en la pistola podía llevarse cualquiera de los juguetes y peluches en el juego; a Sans le llamó la atención ver tantos animales esponjosos en un solo lugar.
-¿Que pasa Sans?... oh ya veo, ¿quieres uno?
-¿eh?... y-yo solo estaba viendo las serpientes que tienen, esos colores son... algo raros, hehe, aunque supongo que no me corresponde decirlo- su cara se puso ligeramente azul y es que la mayoría de los ofidios de felpa eran de colores muy llamativos.
-Espera, el Gran Edge P. Kunstler ganará una serpiente para ti- mientras lo decía ya pagaba a la chica que atendía el juego, para luego recibir la pistola cargada con sus municiones.
El alto esqueleto tomó el arma y se paró detrás del pequeño muro de madera, se colocó en posición de tiro y cerró una de sus cuencas para apuntar con más facilidad... un tiro, y la primera figura de metal en forma de oso cayó... el segundo tiro y ahora uno en forma de lobo sucumbía ante el poder de los balines... finalmente el tercer disparo y un pequeño corazón de metal era derribado gracias a la buena puntería.
-Bravo buen señor!! usted puede escoger el premio que desee!!- decía una chica humana de cabello castaño y rizado.
Edge observó cada una de la serpientes de peluche colgadas en exhibición y pidió a la chica una de color rojo, era bastante bonita y era al menos del mismo largo de su antebrazo, tenía pintado un patrón de diamantes en color naranja y sus ojos falsos totalmente negros con una pequeña lengua de fieltro fuera de su hocico.
-Muy bien- enseguida se acercó a Sans y le puso el animal de felpa en las manos- para mi Lamia favorita- pero en cuanto vio la reacción del otro se arrepintió de su comentario tan tonto.
El rostro del más bajo enseguida se tiñó de azul y bajo la mirada a la serpiente, por lo que no vió la expresión atormentada de su amigo, pero por dentro sus emociones estaban totalmente fuera de sí, estaba confundido porque ya no era una lamia y al parecer el otro seguía viéndolo de esa forma, estaba molesto porque recordar todo aquello que había perdido no era lo que esperaba para este día y por último también era triste pensar en que Edge le daba un regalo, el cual sin duda atesoraría, pero no deja de ser una amor no correspondido desde su punto de vista.
-Esa Lamia ya no existe- pero ni bien las palabras salieron de su boca alzó la mirada para ver que Edge una tenía cara desencajada, pero se compuso rápidamente.
-La forma que tengas no importa, tú sigues siendo Sans, el Sans que siempre ha estado a mi lado... si quieres puedo pedir que me cambien el premio.
-No! e-esta bien, la verdad es que es muy bonita... gracias.
-Esta bien, deberíamos... ir a buscar algo de comer, ven, te llevaré a donde venden unos deliciosos Hot cats, seguro te gustarán porque es esa clase de comida rápida qué tanto comes en ese restaurant.
-Sí puede ponerseles Ketchup será aún mejor.
-Agh, no sé cómo es posible que puedas comer esa cosa casi a tragos... y si, si podrás ponerle toda la que quieras.
...
Los dos ahora se encontraban sentados en una mesa en el área de comida del parque y en efecto los Hot cats eran realmente deliciosos y del agrado de Sans, aunque Edge prefirió algo de pizza, ya que la comida Italiana era sus favorita; ya estaba algo entrada la tarde y no tardaría mucho en que el lugar cerrara por el día, pero Sans estaba sentado en su lado de la pequeña mesa cuadrada y aunque todo había sido de su agrado ahora era notorio que algo le pasaba, se veía como adormilado y algo distante en sus propios pensamientos.
-¿Estas bien Sans?
-Supongo... me siento cansado, eso es todo.
Su amigo lo miró un poco, las ojeras eran algo que sin duda le seguía preocupando, todo el tiempo era lo mismo, siempre esa respuesta "estoy cansado", el arquitecto comenzaba a preguntarse si no era hora de hablar con Grillby y decirle que debía darle menos horas a Sans o darle un tiempo para descansar...
-Edge, gracias... por traerme y por todo en general, fue... muy divertido- y ahí estaba una vez más esa sonrisa falsa, por lo que el mencionado simplemente dió un suspiro antes de responder.
-Claro Sans, de nada, creo que será mejor volver a casa para que puedas descansar un poco, hoy ha sido un día demasiado agitado para ti.
El más bajo jaló su pequeña serpiente y Edge recogió la basura de la mesa, luego ambos salieron del parque para subir nuevamente al carro para volver a casa.
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En cuanto llegaron al departamento Sans se sacó los zapatos como ya se había acostumbrado a hacerlo y ponerse de inmediato sus pantuflas y darle algo de alivio a sus pies.
-¿No te apetece tomar un poco de té antes de ir a la cama?
-Supongo que está bien- el pequeño dejó su serpiente en el sillón y fue a la mesa del comedor donde después de unos minutos le era servida su propia taza de té.
Los dos esqueletos bebieron tranquilamente su bebidas y comentaban alguna que otra cosa de lo sucedido en su viaje al parque, Sans estaba realmente fascinado con las atracciones y le dijo a su amigo que esperaban que pudieran repetir la experiencia otro día; cuando terminaron de beber el más bajo simplemente se levantó y se disculpó para ir a dormir, quería descansar lo más posible ya que al día siguiente tendría que trabajar, así que tomó el juguete que Edge le regaló y se fue a su habitación.
Una vez más ese pequeño esqueleto se convertía en un enigma para él, pero nada le impediría acompañarlo mañana y tener una seria charla con Grillby sobre los horarios de trabajo o sobre algún descanso, diablos, si era necesario pagarle con tal de que Sans obtuviera unas vacaciones lo haría, solo quería verlo tal y como solía ser cuando lo conoció tantos años atras.
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Hola!!! soy Hanabi!!!
Awwwww los dos tuvieron una cita y son tan tontitos que ni cuenta se dieron jajajajajaja
el próximo capítulo será todo un suceso se los aseguro y no tienen ni idea de lo que sucederá pero lo que sí es seguro es algunas cosas saldrán a la luz, pero quizá no la que más están esperando, para eso aún falta bastante.
por el momento me despido, coman frutas y verduras y no se metan el dedo... por la nariz XD bye!!!
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Olga Torselli, haciendo brillar sus sueños
La Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (INE), por medio del ENEI 1-2018, demostró una tasa de desempleo baja con un 2.8 por ciento, mientras que la tasa de subempleo incrementa a 10.0 por ciento.
Guatemala cuenta con la tasa más baja de desempleo a nivel latinoamericano; sin embargo, esto solo refleja la tendencia de alta que ha mostrado la informalidad laboral; dentro de los últimos años y la cual sigue en aumento.
12:31 PM
Hacía media hora que estaba esperando a que Olga Torselli, mujer emprendedora que elabora jabones para manos y desinfectantes de piso, fuera a nuestro encuentro en el Centro Comercial Metronorte, en zona 17, donde me había citado.
De repente, recibí su llamada, pidiéndome disculpas por la tardanza, pues su pareja había tenido un inconveniente en llegarla a traer, pero que estaba a 10 minutos del lugar acordado.
Algunos minutos después llegué a su encuentro afuera de la entrada del lugar pues me pidió que saliera. Se detuvo enfrente de mí y se bajó de una panel viejita, me saludó y me dijo:
-Súbase adelante- mientras que abría la puerta corrediza de atrás
-No, no tenga pena me voy atrás- le dije
-Se va a ir muy incómoda, porque atrás va todo el producto y mis hijos porque tenemos que ir a hacer una entrega. Igual se va a tener que llevar a Steven con usted adelante. ¿No hay problema?
-No, para nada. Qué pena, pero muchas gracias.
Me subí en el asiento del copiloto, y Steven (sobrino de ella de 11 años) se sentó en mis piernas. Su pareja iba manejando y en la parte de atrás de la panel iban 25 cajas empaquetadas con jabón para manos; ella y sus tres hijos. Antes de emprender el viaje hacia zona 7, su hija mayor me saludó y se bajó de la panel.
Durante el trayecto para dejar el pedido, me iba platicando sobre su fin de semana ajetreado y cansado, ya que tuvo que realizar varios pedidos, producir el jabón, empaquetarlo, sellarlo y entregarlo.
-Ahorita ya estoy cansada, pero esta es la época en la que más jabón me piden entonces tengo que aprovechar a vender- me comentó.
Sudando, acalorados y un poco asfixiados llegamos a la Quinta Samayoa, en zona 7. Jose, su pareja, se estacionó frente a una librería, y todos se empezaron a bajar, yo por imitación hice lo mismo. Ella, Jose y su hijo José Luis (el mediano de 15 años), empezaron a llevar de dos en dos los paquetes que contenían cada uno 12 unidades, mientras su hijo Josué (de 12 años) les colocaba los paquetes en los brazos.
Olga, no me pidió ayuda, pero no me podía quedar solo viendo y tomando fotos, por lo que después de unas cuantas tomas, me puse en fila frente a su hijo menor Josué para que me pusiera unos cuantos paquetes en las manos.
-Les voy a ayudar, dame un paquete por favor- le dije
-Está bien- me respondió
José Luis, apareció a mis espaldas y le dijo a su hermano:
-Dale solo uno porque pesan
-No, dame dos yo aguanto- le respondí
Al poner un paquete en mis brazos me creí capaz de llevar dos, pero al momento de que me pusieran el segundo paquete realmente sentí que el peso aumentaba. Sin retroceder a mi petición, con fuerza lleve los paquetes dentro de la librería por un corredor. José Luis venía de regreso y me quitó los paquetes de encima; ahorrándome un gran tramo antes de llegar a la bodega. Volví por más y mentalizada que tenía que hacerlo. Nuevamente sucedió lo mismo, solo que esta vez fue Olga que al verme me dijo:
-Démelos, usted no esta acostumbrada y eso pesa bastante.
-No tenga pena los quiero ayuda, le dije- al mismo tiempo en el que le entregaba los paquetes.
Después de hacer varios recorridos cada uno por traer paquetes; cansados, acalorados, y aún más sudados, “con la lengua de fuera”, terminamos de llevarlos todos. Esperamos a que le pagarán y luego nos fuimos caminando hacia la esquina, pues Jose había cambiado de lugar la panel.
Ya en la esquina, nos sentamos en la banqueta y aprovechamos a recuperar el aliento, bajo la sombra que nos proporcionaba la esquinera de una casa. Fue cuando me animé a peguntarle:
-¿Cuánto tiempo lleva haciendo esto?
-Empecé hace 3 años, pero gracias a Dios todo va mejorando
-y ¿cómo fue que empezó todo el negocio? ¿cómo surgió la idea?
-Bueno, es que yo siempre he creído que no soy buena para seguir ordenes y yo estaba trabajando en la arrocera y hubieron cambios en el trabajo que no me gustaron y yo me aburro fácilmente de los trabajos, entonces renuncié. Y pues, por lo mismo que me aburro, yo he trabajado por temporadas en las empresas unos 3 años y luego trabajo vendiendo cosas, ropa de bebe, comida o de lo que salga. Y en una de esas me recordé que tenía un amigo, Geovany que había trabajado para él vendiendo jabones y le escribí para que nos asociáramos, me vendiera al formula o algo así; y él accedi�� a compartirme la formula y a explicarme el negocio si yo le daba parte de la ganancia.
Samuel Pérez, economista, explica: “El problema no es el desempleo per-se, sino el desempleo formal y que no cuenta con los beneficios y protección social mínima que establece la ley. Hay gente trabajando, pero no gana lo suficiente para vivir decentemente, algunos ni siquiera para sostener sus necesidades básicas y otros trabajan menos horas o debajo de sus capacidades y conocimientos, es decir, están sub-empleados-as, por lo que empiezan a buscar otras alternativas para suplir sus necesidades”.
- ¿es complicado elaborar los jabones?
-No tanto, lo que sucede es que requiere más tiempo y esfuerzo hacerlo porque digamos que se hace de manera artesanal. El producto pasa por un proceso bastante largo, hay que ponerlo digamos que a remojar y cosas así, ponerle aromatizante y colorante; ponerlo en el envase, enroscar. Quiera que no algo tan simple pero luego duele mucho y lastima las manos. (Mientras me mostraba sus manos. Manos que reflejaban trabajo arduo, asoleadas, algo callosas y ásperas). Ya va a ver cuando lleguemos a la casa.
Se enderezó y me dijo:
-Vamos, ahora tengo que ir a hacerle visita a mis clientes de acá. Espero venga preparada porque en este trabajo sí se camina bastante.
Me incorporé y la seguí rumbo al mercado de allí (Mercado San José), caminamos dos cuadras y llegamos. Entramos y en todo el trayecto iba saludando a los locales donde vendían sus productos, y preguntándoles cómo estaban con productos. A lo que muchos le dijeron que aún tenían y otros cuantos le hacían más pedido. Tardamos varios minutos en el mercado. Cuando terminó de pasar por todos los locales y saludar a todos sus clientes nuevamente nos dirigimos a la panel para reunirnos con sus hijos.
-Tiene varios clientes, ¿verdad? En cuantos mercados tiene presencia su producto.
-Sí, gracias a Dios, ya tengo mis clientes. Al inicio iba de casa en casa vendiendo mis jabones en los lugares que me recordaba que me compraban cuándo trabaje con Geovany, y ya ahora por favor y gracia de Dios, ya tengo los míos. Mis productos están en los mercados de: Ciudad Quetzal, La Florida, El Trébol, en la Maya, La Parroquia, San Martín, El Guarda, la Terminal, Bethania, Fraijanes, San José Pinula. En Villalobos, San Rafael y Villa Nueva estuvimos presentes, pero a los que eran mis clientes los empezaron a extorsionar y dejaron de vender y se fueron de sus locales y ya no intentamos conseguir más clientes por allí. Ahhh y también en Cuilapa y Amatitlán. Y en Palencia, donde yo vivo venden mi jabón en los mercados, farmacias, abarroterías y negocios locales de allá.
-A la gran, tiene presencia ya en varios lugares y ¿va muy seguido a Cuilapa y Amatitlán?
-Pues en Amatitlán vamos una vez al mes a dejar producto y ahora en Cuilapa, ahí vive la mamá del que fue el papá de mi hija mayor, y para todos mis hijos ella ha sido como una abuela, entonces aprovechamos a visitarla y pasear, aunque todos sabemos que vamos a trabajar, pero por lo menos cambiamos de ambiente.
Pérez, al preguntarle sobre el crecimiento en la informalidad laboral comenta: “La pirámide poblacional explica el fenómeno. Hay más jóvenes que adultos entrando al mercado laboral que personas retirándose. Hay pocos incentivos para iniciar empresas formales, hay poca capacidad del Estado para absorber personas a pesar de que hay necesidades sociales que debiera cubrir el Estado mismo. Hay un problema estructural de falta de competencia porque muchos mercados son concentrados y eso hace que los mercados no sean dinámicos. La economía crece muy lentamente y la capacidad de consumo sigue estando concentrada en pocas manos y la mayoría de la población vive en situación precaria”.
Devuelta en la panel, sus hijos y su pareja nos esperaban. Josué y Steven jugaban alrededor, cuando nos visualizaron, Josué corrió y le dijo a su mamá:
-Mama, me das dinero para una granizada de las de la esquina.
Olga, se revisó los bolsillos y contó su dinero, pero no le alcanzaba para comprarlas. A lo que le respondió:
-No, porque ya vamos a comer y luego me dejas toda la comida.
Es importante mencionar que el hecho de que Guatemala tenga un porcentaje de desempleo bajo; no es algo bueno o estable, porque solo demuestra la gran informalidad laboral en la que vivimos. Una gran cantidad de personas han optado por trabajar en la calle, en pequeños comercios o realizando actividades de subsistencia que les generan pocos ingresos.
2:40 PM
Llegamos a Metronorte y entramos al centro comercial. Olga y Jose se dividieron el dinero y se separaron para ir a los distintos bancos, mientras José Luis se encargaba de cuidar a Josué y Steven. Acompañe a Olga.
-Han sido unos meses difíciles, entonces ahora que tenemos dinero tenemos que ponernos al día con nuestras cuentas- me dijo.
-¿Cómo le hace cuando tienen meses difíciles?
-Pues, le prestamos dinero al hermano de Jose , a mi hermana o alguno de nuestros amigos. Pero siempre tratamos de pagarles en 3 o 4 días para seguir teniendo la puerta abierta. Y si en todo caso, así nadie, nadie, nadie puede, entonces salimos todos a las calles a vender jabones y los damos a Q10.00 para que nos compren y nosotros poder comer.
Luego de unos 40 minutos aproximadamente, salimos de pagar las cuentas y nos reunimos por los restaurantes con los demás para almorzar.
4:35
Devuelta a la panel, todos ya muy cansados; seguimos el viaje Josué y Steven teniendo como almohada mi mochila y lonchera, mientras que José Luis y yo íbamos algo incomodos por el duro suelo de la panel, al mismo tiempo que intentábamos agarrarnos de las paredes cuando giraban.
Tras un largo, cansado y duro viaje llegamos a una lotificación en Palencia, (lugar donde viven y crean los productos). Todos descendimos del auto, y entramos a la casa. Una casa sencilla, minimalista, sin lujos pero que contenía lo necesario; una sala, una cocina, un baño, dos habitaciones y patio adelante y detrás de la casa. La casa contaba con unos 8x10 metros cuadrados.
Todos por inercia comenzaron a realizar el producto, ya que ya tenían algunos otros en procesos finales. “J.T. Clean” la marca de Olga, produce jabón líquido para manos, limpiador de pisos, cera para pisos, y gel antibacterial para manos; todos con una considerable variedad de olores.
Cuando nos quedamos algo aisladas de los demás; empezamos a charlar, ella se interesó sobre lo que yo hacía y poco a poco fue surgiendo la plática hasta convertirse en amena, tanto que parecía que nos conocíamos hacia muchísimo tiempo. Mientras le ayudaba a enroscar los bajones y vertilos en los respectivos recipientes, le pregunte:
-¿Qué es lo más pesado del trabajo?
-Es cansado todo, pero lo malo del trabajo es que no todos los meces recibimos la misma cantidad de dinero. Jose, se quedó sin trabajo hace 6 meses y no ha encontrado otro, entonces ahora todo nuestro tiempo esta invertido en vender el producto porque es la única entrada de dinero que tenemos.
Las estadísticas en su mayoría, se enfocan en la población juvenil, el desempleo en la población adulta tiene repercusiones igual de importantes; en las que resalta, que las personas mayores de 40 años se incrementa el desempleo y el tiempo en el que pasan buscando un empleo. En muchas ocasiones, por el desajuste entre la formación y los cambios tecnológicos, que cada vez son más.
"Muchas personas no pueden darse el lujo de estar desempleadas. Necesitan trabajar para sostener a sus familias. Y eso, muchas veces se traduce en trabajos precarios, trabajos informales, sin acceso a la seguridad social, o trabajos muy poco productivos y con bajos salarios”, comentó Claudia Galán, directora de la unidad económica del CACIF.
-Y ¿lo bueno del trabajo?
-Ahhh (suspira) que por fin puedo pasar tiempo con mis hijos. Por mucho tiempo, estuve trabajando muy duro y casi no me mantenía en la casa, era cansado, venía de noche, y casi no veía a mis hijos. Era un sacrificio que hacía, con tal de que tuviéramos que comer y un techo donde dormir. Mi hija mayor Dulce, ella me ayudaba a cuidar a sus hermanos, ella (solloza y se le llenan los ojos de lágrimas) ella realmente crio a sus hermanos. Entonces, ahora, aunque sea un trabajo podemos compartir como familia, andar juntos, y también cuando conocí a Jose hace 5 años, pues él me ayudo bastante, invirtió en esta casa y ahora con el dinero de los jabones pudimos comprar la panel, esta viejita pero nos sirve porque antes me iba en camioneta o pagaba taxi para ir a dejar mi producto y hacia varios viajes.
-¿Ha realizado varios sacrificios, verdad?
-Sí, desde los 15 años yo me salí de mi casa por malas decisiones y desde esa edad no he dejado de trabajar. Mi vida ha sido un constante de “ahora estoy mejor que antes”, pero ahora veo mi pasado y entiendo que no hice lo correcto, pero en su momento creí que hacia lo correcto.
De acuerdo con los datos del INE, la población económicamente activa es de 7,021,690 millones de personas. Entre ellos, se encuentran jóvenes de entre 15 años en adelante. Según el Ministerio de Trabajo, aproximadamente 180 mil y 200 mil jóvenes se gradúan anualmente, solo el 20 por ciento tiene un empleo formal.
-¿Hace 10 años atrás se imaginó estar como está actualmente?
-(Se queda callada un momento, piensa y suelta unas lágrimas) No, jamás pensé estar como el día de hoy, pasaron muchas cosas malas en mi vida, hice muchas cosas malas, y no pensé llegar a estar en este momento en mi vida. En toda mi vida, hasta ahora me siento en paz conmigo misma, estable con mi familia, que puedo estar presente en la vida de mis hijos.
Me llena de orgullo ver a mis hijos ser unas personas buenas y lejos de todo lo que yo hice. Ver a mi hija con 19 años y que esta estudiando, yo a su edad ya la tenía a ella y no tuve la oportunidad de estudiar, hasta ya grande que me puse a estudiar mi bachillerato y me gustaría volver a estudiar en la universidad, pero no puedo por el momento. Ella ha sido la que me ha dado fuerza para seguir, ha sido la que me sostiene aún en las épocas en las que yo ya no le encontraba sentido a la vida y solo me quería morir y llegue a buscar la muerte, ella se ha hecho cargo de sus hermanos, por eso ahora yo la apoyo con lo que le gusta. (Su hija participa en desfiles de moda, fue Flor de la Feria de Palencia y le gusta participar en certámenes de belleza).
Pérez, agrega: “Tenemos que hablar de políticas integrales del país. Hay que dotar a las personas de acceso a recursos productivos para que puedan desarrollarse porque puede haber un premio Nobel de química trabajando en el campo porque no tuvo acceso a la posibilidad de que se le reconociera. Ese es un gran problema, porque el Estado no genera el acceso a estos recursos que todos merecemos como: la educación, la salud, créditos, tierras y un mercado exponencial. Por lo que, hay que brindarles esos accesos y recursos a las personas a través de todo un sistema y ese sistema se llama el Estado de Guatemala”.
-Después de todo lo que ha pasado y vivido, sus sacrificios y dedicación ¿en donde se visualiza en 10 años?
-Ahora le puedo decir que sueño con algo mejor, ahora pienso en grande. Quiero llegar a estudiar la universidad, qué bonito seria que me digan licenciada. Siempre he querido tener un mi comedor, tal vez más adelante cuando mi marca ya esté más estable, pueda invertir en ese negocio. Quiero que mis productos se conozcan a nivel nacional y centroamericano, porque quiero poder ofrecerles trabajo a personas como yo. Quiero ver a mis hijos ser unas personas de bien, porque yo nunca lo fui hasta ahora. Esto me ha hecho sentir que soy buena por lo menos en una cosa.
-No conozco su pasado, pero creo que no solo en esto sea buena. Creo que debe de empezar a creer más en usted y dejar los comentarios negativos que posiblemente ha escuchado a lo largo de su vida. Su negocio va a prosperar aún más, ya lo verá primero Dios.
Olga me sonrió conmovida. Me ofreció tomar una taza de café, con pan dulce y con gusto acepté. Después de descansar un momento y sentarnos en la sala frente a la televisión y rodeada de productos. Me levant�� del sillón, amablemente me despedí de cada uno de ellos y le agradecí el haberme permitido entrar a su vida por un día. Nos despedimos con sonrisas y abrazos; y haciéndole la promesa que le haría un catálogo online de sus productos para que se le facilitara mostrarlos.
Me subí al auto y me fui.
Guatemala, tiene un largo camino por recorrer para lograr una buena estabilidad económica y regular el desempleo en el país y la informalidad laboral, pues actualmente, ni siquiera se cuenta con una herramienta para medir la informalidad a grandes detalles. Los ciudadanos tienen el derecho de satisfacer sus necesidades básicas, de vivir una vida digna y ecuánime, en la que todos y todas tengan la misma oportunidad para salir adelante, que todos tengas los mismo recursos y accesos. Es un trabajo en conjunto, pero el primer paso es salir de la burbuja de la comodidad y entender que no todos tienen las mismas comodidades que algunos tenemos, lograr vivir en una sociedad en otredad y empática con los demás.
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Glee «The double date»
Febrero de 2035
-7 con 15… —dijo Kurt asomándose por la puerta del baño. -¿No eran las 7 con 15 hace media hora? —respondió Blaine apagando el televisor y levantándose de la cama, todo de mala gana. -No, son las 7 con 15 en este instante… —repitió volviendo a asomarse. -¿Eso quiere decir que me engañaste Kurt Hummel-Anderson? —pregunto quitándose la camisa que vestía para cambiarla por una nueva. -Si… —respondió sin más— porque bien sabes que si no lo hacía, aun estarías sin alistarte, con mi treta al menos estamos cumpliendo con el plazo establecido… —agrego encendiendo el secador de cabello. -Si esta cita doble es para divertirse, no veo la razón de «cumplir con plazos establecidos» —murmuro Blaine aprovechándose del ruido para pasar inadvertido, termino de cambiarse de ropa y entro a baño para terminar de atar su corbata de moño frente al espejo, Kurt lo miro de reojo y se hizo a un lado para hacerle espacio. -Te ves muy guapo… —dijo mirándolo por el reflejo. -Gracias… y debo decir que tú también… -Lo se… —contesto Kurt mirándose de todos lo ángulos. -Recuérdame de nuevo… ¿por qué accedí a esto? —pregunto mientras intentaba que el nudo de su corbatín quedara perfecto. -¿Cómo? -Lo que escuchaste… ¿por qué accedí a salir un sábado en la noche?, ¿si el mejor de los panoramas esta aquí en nuestro cuarto? -Porque… —respondió Kurt volteándose hacia él, se acercó un poco y tomo el control de la corbata de moño— acordamos que necesitábamos frecuentar gente como nosotros, que estábamos hartos de las historias de senos y ropa interior femenina que cuentan nuestros amigos heterosexuales, y porque eres un dulce que siempre termina por complacer lo que le pido —dijo ajustando la corbata al cuello de la camisa.
-OK… -¿Qué hay con esa cara?... ¿no quieres ir? —pregunto apartándose. -No… si quiero ir… me parece divertido y necesario conocer a esas personas… es solo que… como dije… de un tiempo a esta parte… mi idea de diversión en una noche de sábado requiere solo tres cosas… -¿Qué cosas? —pregunto dando un respingo al pensar que cosas eran esas. -Una película, nuestra cama y tú… —respondió Blaine dando un beso cuando pronunciaba el «tu» -Romántico… —dijo sonriendo— pero… ¿no crees que aun somos jóvenes para que ese sea el final y comienzo de nuestro fin de semana? -A mí me gusta… —agrego haciendo una mueca medio infantil. -No seas consentido… ese panorama déjalo para cuando tengamos unos treinta años más… ahora… —agrego saliendo del baño— Julianna debe estar por llegar, como te dije, su esposo se lesiono y no podrá jugar no sé qué final de no sé qué cosa, así es que no tendrá problemas en quedarse con nuestros pequeños el tiempo que sea suficiente. -¿Y cuánto tiempo será ese? —quiso saber Blaine tomando su botella de perfume desde el tocador. -¿No escuchaste?... ¡el suficiente!… —Blaine hizo una mueca de disconformidad— ¡vamos!... si no te diviertes te prometo que nunca, nunca, nunca más… insistiré con algo… —dijo Kurt haciendo un puchero, su esposo lo miro con los ojos empequeñecidos sabiendo de ante mano que aquella promesa no era cierta— ¡de verdad! — insistió acercándosele — y si no cumplo mi promesa… puedes pedirme lo que quieras allá arriba… —agrego señalando la cama con la mirada, mientras jugaba con los botones de su camisa. -¡Papás!.. ¡Papás!... ¡PAPÁS! —grito Lizzie desde el otro lado de la puerta, ambos sonrieron al escuchar el tono como de película de terror que daba al último «Papás» -Pasa princesa… -¿Ven que puedo anunciarme antes de entrar? —dijo la chica como primera cosa, como si mereciera una felicitación por hacer algo que sus padres le habían rogado e hiciera desde el día uno. -Pues me parece un gran avance cariño… ¿qué necesitas? -Nada… —contesto encogiéndose de hombros antes de tirarse en la cama— solo venía a decir que ya llego Julianna y está subiendo en este instante —agrego dándose unas vueltas como de gimnasta olímpica sobre el colchón de sus padres. -Y revolcarte en una cama que no es la tuya, tiene que ver con eso ¿por qué…? —dijo Kurt queriendo atrapar sus pies para quitarle las zapatillas. -Nada... es solo que su cama es la mejor de la casa… ¿por qué la mía no es así de grande?... ¡hola! -¿No estas conforme con tu cama Princesa? —quiso saber Blaine aplicándose perfume en el cuello y en las muñecas. -No… lo estaría si tuviera una como la ustedes… —contesto acomodándose. -Pues tu cama es perfecta… ahora di lo que realmente quieres… —dijo Kurt logrado quitar una de las zapatillas. -No quiero nada… ¿a qué hora van a volver? -No lo sabemos cariño… —respondió su Papá chequeando el contenido de su billetera. -¿Cómo qué no?... tienen tres hijos, no deberían dejarlos a su suerte tanto rato… ¡hola!... contactare a los de protección al menor del gobierno. -No te dejaremos sola… —agrego Kurt dejando el otro pie de su hija sin calzado— estarás con tus hermanitos y con Julianna. -¡Mentira!... Henry también va a salir, lo vi peinándose en su habitación… apuesto que saldrá con al tal Amelia… —dijo Lizzie haciendo muecas cuando mencionaba a la novia de su hermano. -¿De verdad?... ¿te dijo algo a ti Blaine? -No… bueno mencionó algo sobre que Liang hablaría con sus padres… de… ya sabes… —respondió haciendo unos cuantos gestos de complicidad. -¿De qué iba hablar Liang?... ¿qué es ese «ya sabes»? —dijo Lizzie irguiéndose despacio como si emergería de un lago extra profundo. -No seas entrometida Lizzie Anderson… no tiene nada que ver contigo —advirtió Kurt poniendo ambas zapatillas sobre la alfombra. -¿Para qué lo mencionan delante de mi entonces?… ¡hola! —contesto cruzándose de brazos— yo no les pienso contar que Alaska está enamorada de Henry… -¿Cómo?... —dijeron sus padres al unísono. -¡Ay!, ¡me encanta cuando hacen eso!... son como el perfecto par de padres… —agrego mirándose los calcetines. -¿Qué dijiste Princesa? -¡QUE ME ENCANTA CUANDO HACEN ESO! —exclamo en un tono más alto de lo normal y extra pronunciando cada palabra, como si sus padres sufrieran de un trastorno agudo en la audición o algo parecido. -No cariño… eso de Alaska… y por cierto, si vuelves a tratar a tus padres como dos ancianos decrépitos y sordos… estarás sin salir una semana por lo menos…—Lizzie hizo un par de muecas y luego les lanzo un beso a cada uno, para después explicar todo lo de Alaska y su interés por Henry, insistiendo un par de veces en que aquello le parecía incestuoso y en que no entendía como a su amiga le gustaba su hermano si tenía la nariz más grande de lo normal. -Cariño, ¿no le diste esperanzas a tu amiga?, ¿o sí? -No… yo no tengo que darle esperanzas a nadie, además… ¿porque no debería de hacerlo? -Porque Henry está enamorado de Amelia Princesa, desde que al conoció en el Kindergarten y Alaska debería saber eso… -¡Ay!, ¡pero puede que terminen algún día!… como siempre lo hacen y ahí Alaska… puede tratar de conquistarlo con su locura… aunque sería bien raro verla aquí besándose con Henry… —dijo poniendo cara de asco. -No creo que eso suceda cariño, y para que esa atracción que tiene tu amiga por tu hermano no se convierta en algo más que la haga pasarlo mal, deberías ponerle fin de inmediato… nada de querer hacer de celestina entre ambos… ¿de acuerdo? —Lizzie repitió todo lo que su Padre le dijera en una burla silenciosa. -¡Lizzie! -¡Ay esta bien!… la disuadiré de eso… insistiré en lo de la nariz de Henry... —dijo bajándose rodando de la cama— ¡que les vaya vienen su súper salida!… —agrego besando a cada uno— ¡ay!, ¡me encanta tu olor «Papáblen»!, ¡te juro que me ire con el primer chico que encuentre que huela como tu…! —exclamo dándole una porción extra de besos— ¡tráiganme un regalo! —añadió antes de salir. Kurt blanqueo los ojos pensando si algún día habría coto en la locura de su hija, sonrió pensando que tal vez nunca, luego se acercó a su esposo sorprendiéndolo al ponerse casi encima, le olio el cuello y con su nariz le rozo la barbilla y parte de la quijada, luego se retiró y lo miro con un sonrisa pícara en la cara. -¿Que fue eso? —pregunto Blaine mirándolo con cara de necesitar una explicación. -Solo quería saber si lo que dijo Lizzie era verdad… —respondió sonriendo. -¿Y? -Su olor es incomparable «Papáblen»… -Solo me halagas porque crees que me arrepentiré de ir a tu súper cita doble… —dijo Blaine tomando su teléfono y billetera. -Sabes que no… lo digo porque es verdad… ¿vamos?, me gustaría decirle unas cosas a Julianna y otras a Henry antes de irnos —sentencio Kurt abriendo la puerta de la habitación. -¿Y qué le dirás a cada uno? —pregunto su esposo saliendo tras él. -A Julianna le diré algunas cosas de la comida de Noah, no recuerdo si le dije las nuevas cantidades que nos indicó la «Doctora Marshmallow» y a Henry le preguntaré donde ira que ni siquiera se molestó en avisar. -En un par de meses se ira, ya no necesita darnos explicaciones… -Tú lo has dicho, en un par de meses, mientras este aquí tendrá que darlas… -Kurt… -¡Seré amable!… siempre lo soy…—susurro al llegar a la puerta de la habitación de su hijo— ¿Henry? —agrego golpeando y abriendo al mismo tiempo— Henry cariño… -Papás… ¿ya se van? —pregunto el chico mientas revisaba su teléfono. -Ya casi… cariño, ¿vas a salir? -Si… ¿no les dije? -No… —respondió Kurt alargando la «o» y cruzándose de brazos, se aproximó a su hijo e irguió un poco su cuello para espiar con quien estaba hablando. -¿De verdad?... estoy seguro y si…—insistió el chico como pensando— en fin… voy a salir con Liang, ayer hablo con Papás y está un poco triste. -¿No lo entendieron hijo? —pregunto Blaine desde la puerta. -Si… pero le dijeron algunas cosas que lo hicieron llorar, después se disculparon, luego lo volvieron a ofender y después él termino discutiendo algo nada que ver… ¿creen que se pueda quedar aquí algunos días? —quiso saber Henry mientras terminaba de arreglarse. -¿Tan grave es la situación?… -No sé si grave «Papáblen», pero creo que no es como él esperaba… ¿se puede quedar? -Solo si tiene el permiso de sus padres cariño… -Está bien… entonces le diré… —dijo mientras se despedía con un beso de cada uno. -Cariño, ¿dónde vas?... -¡Ah!... claro… me voy a juntar con Liang y Amelia, parece que ella tiene un amigo que puede gustarle —agrego poniendo cara de travesura. -¡No llegues muy tarde! —alcanzo a decir Kurt antes que su hijo terminara por irse, soltó un poco de aire blanqueando los ojos, luego miro a su esposo como si no terminara de entender a su hijo. -¿No debería de existir una regla que diga que los hijos no deben dar problemas a sus padres cuando estos van a salir? -No veo un problema aquí… pero debería de existir… —dijo Blaine confortándolo con un beso. -Mejor vamos a ver Noah, ¡tal vez nos salga con quizás que! — exclamo levantando sus brazos.
-¿Este es el restaurante?... —pregunto Blaine mirando la fachada del “Elmo restaurant and lounge” en la 7th Av. -Este es… asumo y estarán adentro… —contesto entrando de los primeros. -Vaya si querías acercarte a nuestra comunidad… —murmuro al ver a los clientes que llenaban las mesas de la terraza. -¿Te vas a quejar por todo? -No me estoy quejando… solo hago un comentario… —agrego abriendo la puerta para su esposo. -Te estas quejando, pero lo atribuiré a lo consentido que estas… y este lugar es más de lo que ves, la carta es fenomenal y Lewis me dijo que en el subterráneo hay un lugar para fiestas… por lo tanto, si no hay ninguna privada, podemos bailar un poco… ¿ves que es más de lo que ves? —agrego sonriendo. -Lo es… -¡Por supuesto que lo es!… ahora terminemos de entrar o esas personas nos seguirán mirando raro… —dijo Kurt señalando de manera disimulada a una pareja de mujeres que, en efecto, los miraban raro, Blaine pensó que era por el frio que estaban dejando pasar al tener la puerta abierta. Kurt miro a los presentes buscando a su colega, pasaron la barra que estaba casi a la entrada y caminaron entre las mesas del centro causando algunos murmullos en los comensales que comenzaban a reconocerlos. -Tal vez deberías llamarlos… -Tienes razón… —respondió Kurt sacando su teléfono, se quitó uno de los guantes con los dientes y comenzó a buscar el número de Lewis. -Buenas noches… —interrumpió uno de los meseros parándose en frente de ambos— ¿necesitan una mesa?, los veo un poco perdidos… -La verdad es que si… lo de perdidos, no lo de la mesa… -¡Oh por dios!… usted es Kurt Hummel… —dijo tapándose la cara con la bandeja que cargaba, el aludido miro a su esposo sin saber si aquello era una reacción positiva o negativa. -Lo soy… -Que honor señor Hummel… bienvenido a «Elmo»… —agrego el hombre estirando su mano con timidez, Kurt se la estrecho de vuelta como correspondía — tenemos un sector VIP para personas como usted, si gusta… —dijo indicando hacia adelante. -No, no gracias…. no necesitamos nada de eso… lo que si necesito es encontrar a dos personas con las que quedamos en reunirnos mi esposo y yo… si pudiera ayudarnos, esto está bastante concurrido. -Lo normal un sábado en la noche… si me dice el nombre de las personas, los buscare de inmediato —respondió sacando un dispositivo móvil desde el bolsillo delantero de su delantal, Kurt le dio el nombre de su colega primero y del novio de este después, por si es que la reservación estaba a nombre de alguno de ellos. -Creo que están… están… disculpe señor Hummel —dijo el hombre bajando el aparato— sé que es totalmente inapropiado, pero… ¿podría tomarse una foto conmigo antes de que se vaya a su mesa?, por la ubicación de sus amigos, no seré yo quien los atienda… -Claro… —accedió Kurt un tanto descolocado, se paró junto a él y sonrió mientras tomaba la «selfie»— ¿ahora puede decirnos donde están estas personas? -… - ¿Señor…?.. —insistió mirándolo fijo. -¿Qué?... claro… ¡claro!... disculpe… —respondió luego de quedarse observando la imagen por casi un minuto seguido— síganme… —añadió haciendo la seña respectiva, Kurt se volteo hacia su esposo con cara de divertida y este le guiño un ojo como lo hacía cada vez que alguien le reconocía con admiración su talento, le puso una mano gentilmente en la espalda y lo siguió de cerca hasta donde el mesero los condujo. Pasada la barra y las mesas del inicio, había un espacio más tranquilo donde convivían en la decoración sillas de madera y metal con sillones de restaurant de los 70, Kurt reconoció de inmediato a Lewis y le hizo una seña de saludo a la distancia. -¿Él es?... —pregunto el mesero mirando con desconfianza, como si no pudiera dejar a «Kurt Hummel» con cualquier persona del mundo. -Aunque deberían ser dos.. pero si, él es.. gracias… -Raúl… mi nombre es Raúl Castillo… —respondió queriendo estrecharle la mano nuevamente. -Gracias Raúl… —repitió Kurt despidiéndose para acercarse a quien lo esperaba, Blaine hizo lo propio para luego unirse a su esposo. -¡Finalmente! —exclamo Lewis dando unos aplausos— creí y nos dejarías plantados, ¡lo que por dios!... es lo peor que existe… -No, la verdad es que nos costó saber que mesa habías elegido —explico Kurt mientras se quitaba la ropa de abrigo. -Es que esta es la mejor parte del restaurante, aunque este restaurante es lo mejor que existe en su conjunto… -Lo puedo ver… ¿y tu novio? -En el baño y haciendo llamadas… no ambas cosas al mismo tiempo por cierto… —aclaro Lewis para evitar mal entendidos— y vaya… por fin puedo ver a tu esposo en otro lugar que no sea tras bambalinas… donde por cierto, «no se puede hablar»…—agrego queriendo imitar la voz de Kurt, este dio un pequeño respingo de advertencia. -No recuerdo haber dicho eso… pero bueno… Lewis, él es mi esposo Blaine Anderson-Hummel, Blaine, él es Lewis Colston un apreciado colega del teatro —agrego presumiendo del esposo que tenía. -Mucho gusto… —dijo este estrechándole la mano. -¡Por dios!… ¡Kurt Hummel!... —exclamo Floyd llegando desde el baño— ¡eres tan guapo en persona como Lewis me había dicho! —agrego dándole una especie de abrazo, lo miro de arriba abajo y se le quedo contemplando con cara de impacto extremo— te juro que si Lewis me dejara salir del camerino estaría en primera fila en todas las funciones…—señalo Floyd sin soltarle la mano. -Gracias… —respondió Kurt sintiéndose el mejor del mundo. -No por favor… solo digo la verdad… pero siéntense… este restaurant es súper concurrido, si no volvemos a ocupar nuestro lugares algún otro cliente lo hará —agrego el novio de Lewis soltando una risa enorme, Blaine lo miro ceñudo e hizo el ademan de sentarse donde se suponía, al lado de su esposo— ¡pero no te sientes allí!— exclamo Floyd impidiendo aquello— vamos… se ven todos los días… siéntate allá —agrego apuntando las sillas de enfrente— así, Kurt Hummel se sienta aquí conmigo, porque además de ser estos los mejores asientos, puedes hablarme de más cerca de lo que tienes planeado para hacer este año, tal vez consiga un trabajo en tu próxima obra —dijo Floyd volviendo a lo de la risa exagerada— Blaine miro a Kurt como esperando que revirtiera aquel orden y se sentara junto a él, sin embargo estaba tan embobado por los halagos que seguían saliendo de la boca de la pareja de su colega, que ni siquiera noto su molestia, se sentó en una de las sillas de enfrente y sonrió tratando de disimular las ganas que tenia de mandar a buena parte aquella cita doble y a toda la comunidad LGTB, partiendo por Floyd «el grillete» Taing.
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Serie: Dedicaciones, Arte.
Por Deborah R.
Ok, quiero tratar de este tema más que todo por mi misma y necesito sacarlo de mi cabeza pero también a lo largo de eso hacer un bonito post y que otras personas tengan una idea o pensamiento, también que sepa que no están solos en esto.
Mi primer gran tema que quiero explicar es el ¿por qué el arte?
¿Por qué no?
Le puedo decir que no es bueno por muchas razones y créanme, sé de eso, pero no viene al caso porque no lo quiero ver de ese punto de vista, así que sigamos adelante.
Siempre he sido una persona con tendencias a lo racional, aunque no lo parezca, prefiero ver qué me sirve a la vida más que solo “hacerlo porque sí” y eso se ve reflejado hasta en las amistades. Si al invertir mi tiempo en algo que no vale la pena, no lo hago por el sencillo hecho que mi tiempo no lo vale lo cual en parte es algo muy feo de decir pero es que esa es la manera en la que me programé.
Usualmente a todo le busco lo malo y lo bueno, tengo que encontrarle el sentido a todo sino no entiendo el porqué del que lo esté haciendo y me pierdo en mi propias lineas de pensamiento, o me aburre debido a que no me es atractivo a mi cerebro lo cual me hace dejarlo en el olvido.
Vengo de una familia que siempre ha tratado de buscar la “Fortuna y ser millonarios” lo cual para mi no está mal ya que cada persona puede aspirar lo que quiere y ser lo quiere pero no siempre han sido mis ideales o los de mis hermanos. Somos una familia bastante grande podría decirse, somos 7 hijos, yo siendo la menor, la he pasado mejor que mis hermanos mayores pero, me ha tocado ver también las consecuencias de los errores de ellos.
A mi madre por lo mismo, le da miedo que yo cometa los mismos errores y es por eso que es tan estricta en las decisiones que yo tome para mi vida, lo cual ha generado en mi un poco de inseguridad ya que no deseo que me desapruebe en las cosas que yo haga.
Eso nunca ha dejado que yo me abstenga a pensar qué está bien y qué está mal, en realidad me alienta a...
Se dice que sin probar todo no sabremos que es lo mejor y pues es verdadero en cierta forma.
He pasado de querer ser chef a estudiar la química y sus grandezas, de querer trabajar en la bolsa de valores viendo como cambia hora con hora los valores de las divisas que nos rige el coste de la vida a tener alquileres y bienes inmuebles para tener un “colchón” de dinero para poder seguir haciendo lo que siempre he querido.
Y se preguntarán qué he estado haciendo en estos últimos meses? Pues, he estado estudiando programación y viendo el valor real de lo que usamos diariamente como “entretenimiento”, sí, el Internet.
Vaya cosa es esta herramienta, desperdicio, arma mortal o como quieran llamarla, la cuestión es que todos la usamos.
Y pues, si tenemos esta gran herramienta,¿por qué no deberíamos de usarla más que para mera satisfacción del ocio?
¿Por qué todas estas personas que veo tienen mejores cosas que hacer o tienen dinero para no tener que estar en el esclavismo del siglo XXI ( que es trabajar 60 horas semanales por dos días libres ) lo cual lo creo absurdo y muy muy siglo pasado. Con lo que una persona debe de estudiar para ganarse esa suma tan limitada para perder su valioso y estudiado tiempo me es sinceramente muy escandaloso, como podría una persona con toda su capacidad tener esas limitaciones de tiempo. No lo creo y no puedo pensar.
Peeero bueno, ya después de dejar eso que quería sacar de mi pecho, podemos tratar el tema bien.
El arte tiene todo el punto de vista que le querrás poner, así de simple. Unos dirán que es una perdida de tiempo, otros que es esencial para la vida y algunos que sin ello no podrían vivir. Yo digo que es un punto de vista muy subjetivo lo cual no me incumbe en lo más mínimo ni me interesa las opiniones de los demás. Yo siento que sí debemos de ponerle el respeto que se le debe de dar. Desde un graffiti ( de los buenos no una mugrosa letra de mierda que hasta yo puedo hacer eso y poner el amor de su vida que lo conocieron la semana pasada o una amenaza de muerte, pendejadas así mejor llamar a la policía pero tampoco le interesa a la poli atrapar un pendejo ni llegan así que absténganse por favor) hasta una presentación en una área pública o un teatro.
Y todo es muy cierto, porque no le damos la atención necesaria y lo infravaloramos. ¿Por qué le llamamos arte a una pintura que pudo haber tomado menos tiempo que un graffiti en la pared de una escuela? ¿Por qué le llamamos “músicos” a los que están en una orquesta sinfónica pero no a un señor que se está ganando los frijoles en la calle?
Creo que cada uno de nosotros es un verdadero hipócrita porque no deberíamos de ser tan consumistas como nos quiere hacer el mundo.
La publicidad te deja ver que solo aquellos que se nos presentan con cierto tipo de ropa o cierto ritmo, cierto ambiente es “el verdadero arte”
Creo que eso es pura mierda.
Porque es más fácil seguir lo que la gente piensa, es mas sencillo decir esto feo si todos lo decimos. Es más fácil tildar de malo lo que nos es nuevo que lo que ya sabemos.
Y creo que lo dejaré aquí, me cansé y no llegaré a nada hoy, en la siguiente nota escribiré sobre el valor del arte en la actualidad,mi punto de vista monetariamente hablando y si la verdad vale la pena sacar dinero de ahí y como es que lo hacen las personas más “grandes” del mercado.
#serie#serie arte#arte#opinion#opinion sobre arte#que es el arte#opiniones#discurso#musica#dinero#dibujo#escritura#séptimo arte
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▐ 「𝐃𝐎𝐍´𝐓 𝐁𝐑𝐄𝐀𝐓𝐇𝐄」 ▐ • ● •
❝ 𝚃𝚑𝚎𝚢 𝚑𝚊𝚟𝚎 𝚌𝚘𝚖𝚎 𝚝𝚘 𝚠𝚒𝚝𝚗𝚎𝚜𝚜 𝚝𝚑𝚎 𝚋𝚎𝚐𝚒𝚗𝚗𝚒𝚗𝚐, 𝚝𝚑𝚎 𝚛𝚎𝚋𝚒𝚛𝚝𝚑 𝚘𝚏 𝚙𝚊𝚛𝚊𝚍𝚒𝚜𝚎, 𝚍𝚎𝚜𝚝𝚛𝚘𝚢𝚎𝚍 𝚋𝚢 𝚝𝚑𝚎 𝚑𝚞𝚖𝚊𝚗 𝚛𝚊𝚌𝚎. ❞ ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ ━ [ Oldtown | 05/03/18 | 13:00 hrs ] ━ 「#SHH_DB」
➞ 𝑺𝒕𝒂𝒕𝒖𝒔: Abierto a reacciones. ➞ 𝑷𝒂𝒓𝒕𝒊𝒄𝒊𝒑𝒂𝒏𝒕𝒔. · #SHH_LichtL
En Secret Hollow Hill reinaba el silencio, un silencio distinto para quién sabía escucharlo. El primero era el más obvio; la calma inmensa y resonante constituida por los espacios abiertos, la naturaleza intocable y aún imprescindible que ocupaba cada espacio de la ciudad, diferenciando su mundo al del humano. A éste, se le añadía otro tipo de silencio, pequeño y furtivo, resonante y mayor. Se trataba de aquel constituido por los secretos encerrados en cada una de las paredes de sus habitantes; aquellos sórdidos actos que se cometían una vez cerrada la puerta y se guardaban en lo profundo de las mentes o corazones.
Licht conocía muy bien ambos silencios; los había escuchado en cuánto piso la frontera y participaba muy bien en el segundo. Sin embargo, por aquellos días había surgido uno nuevo; aquel que le pasó inadvertido durante un corto lapso de tiempo.
Este tercer silencio no era fácil de reconocer. Si se pasaba largo rato escuchando, quizá se comenzara a notar en el frío invernal del clima y en la ausencia de cualquier rastro de criaturas salvajes que habían desaparecido de pronto. Se hallaba en aquel sentimiento incómodo que traía el viento, en las huellas extrañas que aparecieron al rededor de Hollow Woods y en la tétrica atmósfera que envolvía la cuidad. Este silencio era profundo y ancho como el final del otoño. Era grande y pesado como una gran roca alisada por la erosión de las aguas del río. Era el mayor de los tres silencios, y envolvía a los otros dos con una capa de sangre, desesperación y miedo. Pues éste estaba compuesto de eso; miedo. Y Licht comenzaba a notarlo.
La demonio estaba apoyada en una de las ruinas de la vieja cuidad, cautivada por la idea de una bocadillo en el estómago. Paseó la mirada por el paisaje vacío y contuvo un enorme suspiro de impaciencia. Su cabello, rojo como el fuego, ondeaba cual bandera al aire, por la brisa pesada de la atmósfera, mientras sus ojos, bicolor y distantes, encerraban cierto sentimiento de incomoda ansiedad. Algo sucedía y no podía entender qué era; las cosas parecían estar fuera de lugar pero no hallaba la fuente de aquel desorden. Sus instintos no dejaban de palpitar, con aquella sensación de ataque que solía envolverla en su estadía en el infierno; estaba a la defensiva y no era un sentimiento que le agradara.
Ella solía ser el cazador, no sentirse la presa.
━ Tengo hambre ━ Soltó fastidiada, mordiéndose el labio inferior hasta hacerlo sangrar. Parecía que todos los animales habían perecido por la nieve ━ Quizá pueda sacarle comida a Morke ...
Sus palabras, sueltas en el aire e interrumpidas por la imagen frente a ella, se alejaron junto a su mirada. Al fondo de lo que parecía ser la antigua avenida principal se veía un rastró carmín que le abrió aún más el apetito. El camino de sangre se alejaba de su vista al doblar la calle en la primer esquina, por donde aumentaba su intensidad. Parecía ser un juego infantil en el que no dudaría en participar; tendría que seguir el rastro.
●●● ━ Sí que no te fue nada bien ━ Murmuró, llevándose ambas palmas a los labios para contener una severa e irresistible carcajada.
Su aventura había encontrado fin cerca del cementerio. Ahí, a pocos metros de dónde nacía la primer lápida, se hallaba el "cadáver", si aún podría llamarse así, de lo que parecía había sido una mujer. ¿Cómo lo sabía? Aunque por completo destrozada y carente de la imagen normal que debía tener; se podía diferenciar la vagina del resto del cuerpo.
A dos metros de lo que ya sólo eran restos de órganos y prendas, quedaron piezas dentales y parte de la mandíbula. Los intestinos, apenas clasificados como tal, yacían a un costado con otros vestigios nauseabundos de excremento y demás líquidos corporales; parecían haber sido licuados a medio proceso, pues la consistencia se antojaba viscosa, masuda y con pedazos semi-sólidos. Corazón, hígado, pulmones; ya nada parecía ser lo que era, más bien un conjunto de todo regado por el paisaje. Incluso, partes del cuero cabelludo vagaban en la ladera buscando el cráneo que había desaparecido.
La escena era de lo más retorcida; causaría el vómito de cualquiera. Mas para ella no figuraba ni de cerca a lo peor que había visto, o más bien, hecho. El cuerpo había sido despellejado y, por los pocos indicios que quedaban, la víctima aún estaba viva cuando lo hicieron. ¿Animales salvajes? ¿Algún lobo hambriento?
━ No, hasta Morket es más limpio para comer ━ Murmuró para sí, armando el rompecabezas en su mente. Aquella sensación que había estando agobiándola, tenía que ver con el acto frente a ella. Y además, el causante de la obra no debía estar lejos.
❝Crack❞
El crujido, parecido al de huesos romperse, llegó por detrás suyo. La piel de Licht se erizó a un nivel escalofriante; aquella presencia distaba a cualquiera que hubiese conocido antes. El olor, penetrante y putrefacto, le llenó los pulmones, y el silencio ... aquella criatura era la dueña del tercer silencio.
━ ¿Pero qué caraj ...? ━ El ente la había tomado por sorpresa. La cabeza pelirroja aún no había terminado de girarse para cuando éste logró ensartarle el primer golpe.
Las garras, tan afiladas como cuchillos, le rasgaron parte de la cadera y arrancaron de su garganta un bramido profundo que le obligó a enseñar los dientes; volviendo a atacar en seguida, ahora dirigiéndose al toráx, sin embargo, Licht logró evadirlas de un preciso y suertudo salto. Todo sucedió en un par de segundos.
Durante un momento, la demonio logró visualizar a su atacante. La criatura parecía un busto gigante andando sobre brazos largos y retorcidos. Poseía dos rostros en la parte inferior del tronco. Sus caras, horriblemente deformadas, compartían un cuerpo parecido al de una masa de carne cruda, aglomerada y viscosa, que andaba desnuda y se tambaleaba sin piernas. No había rastro de anatomía que pudiese indicarle dónde comenzaba el cuello o dónde terminaba el estómago. Simplemente era algo que jamás había visto.
━ Se ve que no te hicieron con amor ━ Bromeó furiosa, cubriendo la herida sangrante de sus caderas con la palma de la mano, y esquivando el siguiente ataque de la criatura.
El monstruo parecía carecer de inteligencia, mas sus movimientos eran lo suficientemente rápidos como para provocar un zumbido cada vez que tiraba a matar; acercándose peligrosamente con cada intento. Ciertamente, enfurecía cada vez más cuando la pelirroja hacia ruido al caer sobre sus pies, luego de esquivar sus movimiento; y esto no pasó desapercibido para ella.
━ No voy a seguirte el juego ━ Gruñó con fuerza, manteniendo el ego herido por haber permitido que aquel ser repugnante lograra tocarla.
La furia corría por cada extensión de su cuerpo, provocando que su cabellera se encendiera de un rojo vivo y encandilarte; no dejaría que volviese a ponerle ni un pelo encima. De un chasquido, Licht logró crear la chispa necesaria para encender el aire, creando una línea de fuego que simulaba un látigo de llamas anaranjadas. Éste, rodeó uno de los brazos de la criatura y logró derribarlo de un fuerte tirón; dejándola revolcada en el suelo y soltando alaridos desesperados.
Mediante el uso del poder psíquico, la menor expandió las brasas por cada extremo del cuerpo putrefacto que no hacía más que soltar zarpazos y trataba de pararse con un sólo brazo. Se veía tan patético y desesperado, su carne ardía con tanta facilidad y ella poseía tanto fuego ... mas la idea de victoria cesó por completo al escuchar lo siguiente.
❝Crack. Crack. Crack.❞
Cuatro nuevos enemigos saltaron desde las ruinas, propinándole más que simples arañazos al tiempo en que la pelirroja encendía por completo al primero de ellos. El ardor de sus cortes, el hedor de sus cuerpos y el sonido de más seres acarreados por el ruido, le nublaron la vista y llenaron su boca del delicioso sabor metálico que sólo la sangre portaba.
Licht era orgullosa, más no idiota. Sabía de sobra que no podría ganar, sus extremidades ya no respondían correctamente y su velocidad había logrado disminuir al igual que su fuerza. ¿Cuanto más podría resistir? Su fuego había alcanzado dos criaturas más, pero las restantes no dejaban de atacarla. Su rango de movimiento disminuía al esquivar un golpe sólo para recibir otro.
❝Crack. Crack. Crack. Crack.❞
De reojo, logró ver cómo una tercer figura caía rendida ante su fuego, más la sombra de otras varias amenazaba con aparecer en cualquier momento. No resistiría más, tendría que actuar ahora o nunca.
━ ¡Maldita sea!! ━ Exclamó, bañada en sangre propia, mientras se concentraba lo suficiente para hacer levantar los cuerpos enterrados a la distancia más próxima, y sonreía en el proceso ━. Juguemos entonces ━ Exclamó fuera de sí, satisfecha por la distracción que los muertos propiciaban para su escape; ni estando en la tumba se salvarían de ella. ●●●
La ropa, totalmente rasgada, dejaba al descubierto parte de su seno izquierdo, espalda y muslos, mientras de cada una de sus extremidades se derramaban hilos de sangre. Licht había comenzando a arrastrarse cuando el corte en la pierna le prohibió seguir, obligándola a recargar la espalda contra un roble de tronco torcido.
El incendio a sus espaldas le hizo mostrar una sonrisa afilada; aquel podía visualizarse desde la distancia. La locura disuelta en sus ojos no encerraba más que diversión y profunda excitación por lo acontecido; al final había logrado acabar con tres de aquellas criaturas, y algunas otras, distraídas por el sonido de los cuerpos al salir de la tierra, sufrieron quemaduras significativas en ciertas zonas del "cuerpo". Tan sólo había logrado sobrevivir al usar los cuerpos como cebos y desaparecer en el primer intento.
La adrenalina corriendo por sus venas, el roce contra los brazos de la muerte y la sensación de peligro ... ¿Hacía cuánto que no se sentía de aquel modo?
━ Joder ... ━ Murmuró, escupiendo las palabras con aparente alegría, casi riendo si no supiese lo mala idea que era ━. Juguemos de nuevo, queridos míos. Hagámonos de nuevo ... ━ Y cayó sin reparos en un profundo y reconfortante sueño.
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