#mesas plegables
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elbiotipo · 5 months ago
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Estábamos hablando de espacios liminales con mí amiga ayer y voy a tratar de evocar un espacio:
Un carrito de comida, iluminado, y esto es clave, por un tubo fluorescente amarillento que a veces parpadea, estás esperando una pizza con ajíes verdes al vinagre y un trípode arriba, sentado en una silla plegable y una mesa de plástico de las marcas Coca-Cola o Quilmes, es verano y está lleno de bichos, y en el carrito hay una TV de tubo sin cable que está pasando un partido.
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projectrevolutionff · 10 months ago
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Sombras del Ayer — Dennis III
Copas van y copas vienen. La música a todo por lo alto con los últimos éxitos en su repertorio. Las bebidas le ayudaron a relajar los agarrotados músculos, a dar el primer baile “marido y mujer” y también a bailar tontamente con su esposa. Nicholas, el suboficial que se transformó en su mejor amigo, le acercó una margarita e hizo festejo cuando se la bebió de un solo trago. Miguel le acercó un Cuba Libre, no le duró ni siquiera dos tragos. Jason le tendió una copa de vino blanco y engulló como si no hubiera un mañana. Incluso le dio coraje para acercarse algunas veces más a la mesa treinta y dos, intercambiar algunas palabras con sus antiguos amigos y no sentirse agraviado por la presencia de Ethan. Oh si, escuchó su comentario con todas las luces… A la única que le permitió pisotear su elección de comida fue a Chelsea, a él no. Cuando sintió los irrefrenables deseos de romperle la cara desistió. Sumado a que sus padres lo miraron de reojo, Devin le pidió prudencia y su nuevo suegro se mostró disgustado. Aceptó la implícita regañoñina y decidió aguantarse de pelear como de beber, pasando a la sosa y confiable agua. Suspiró exhausto ya sin la chaqueta y la camisa arremangada hasta los codos. La única elegancia visible en él era el moño, aunque bastante desacomodado y hacia uno de los lados. Kelly le besó la mejilla una vez que tomó asiento, él replicó con una caricia en el rostro.
Sonrió de lado al verla; al menos eligió una mujer con buen sentido del ritmo. Aquello fue lo que lo retrotrajo a su ex mejor amiga, a quien siempre le gustó el bailar. Viró su visión hacia el otro extremo del salón; Chelsea danzaba entre su círculo de confianza con movimientos mucho más comedidos por su gravidez. Le dolió sentirla distante, rodeando a su marido con los brazos para que no se marchara de la pista. De golpe se sintió morir. Un terrible golpe de realidad fue dado al observarla besar a Ethan. El hombre se resignó a un baile más con su esposa, aceptando sí y solo sí le daba una pequeña muestra de cariño. Con actitud despreocupada ella accedió. Su resentimiento creció aún más rápido que en los últimos cinco años. Desde que lo conoció nunca le cayó en gracia. Siempre le pareció el típico imbécil con aires de superado, con “modales de caballero” y la necesidad de ser la voz de la razón. Esa sonrisa condescendiente y su mirada de superioridad lo atormentaron. Le resultó insoportable cómo Ethan parecía siempre estar siempre un paso adelante, como si todo lo que hacía lo hiciera parecer mejor. Nunca se tragó la idea de que Chelsea, la mujer que había sido su mejor amiga, estuviera ahora casada con alguien así. ¿Por qué se quedó? ¿Qué le veía? Las preguntas se arremolinaron en el peor momento posible. Consumirse en sus celos, inseguridades y rencor solo traería desastre. «Dios, necesito prenderme un puto porro o me reventará la cabeza. Nunca pensé que la música tan alta me iba a dar semejante quebradero de cabeza.» Vio que su madre se acercó y bailó un poco con la mujer que dejó escapar. Una sonrisa distinta se dibujó en el rostro de Chelsea, casi como si viese a su propia madre ir por ella. El cariño sin dudas era mutuo. Eleanor Atkins siempre la trató como la hija que nunca tuvo. Su madre volteó de repente, con su vestido largo girando y la falda plateada tomando vuelo. Le señaló con una mano que se acercara; el grupo lo observó con ojos expectantes, casi como si estuviesen rogándole que se arrimarse. En el momento en que se levantó para darles el gusto, el DJ elevó poco a poco la intensidad lumínica e indicó a los invitados tomar asiento. Una grata sorpresa para los novios seguiría. Sin más remedio, volvió a su lugar. La pista quedó vacía para dar paso a las pantallas plegables que se deslizaron hacia abajo, luego de eso los reproductores emitieron una consigna: “De mamá Eleanor, Susy y papá Douglas y Matthew, para Kelly y Dennis”. La muchacha rubia le tomó la mano, sonri��ndole alegre y con ojos brillosos. Un vídeo fue transmitido con una serie de fotos a lo largo de sus vidas, desde los primeros momentos hasta dos semanas antes de la boda. Sintió vergüenza al verse de bebé sobre un urinal; fue peor cuando lo mostraron repleto de acné; mejoró cuando su adolescencia tardía se mostró. Incluso revivió ciertos momentos divertidos: cumpleaños, salidas, escapadas con sus amigos, bailes escolares, etc. No pudo ocultar su felicidad, ni siquiera cuando Chelsea apareció pegada a él en la mitad de las imágenes. Lástima que el maldito verano de fin de curso llegó, con todos sus errores a la vista. Se mordió el interior de las mejillas al ver la última foto que tenían juntos: su graduación. Recordó que semanas antes de ese gran día tomaron una difícil decisión. Pudo ver que ella le estaba mirando, pero no una la forma agradable. Más que tristeza vio reproche y enojo. Frustración volátil: la clase que Chelsea manejó desde la cuna. Por otro segundo más aguantó la vista, ella apartó la suya para pasar a cuchichear con su amiga Delaney. De no haber sido por un apretón de Kelly hubiera roto en llanto; la de orbes celestes señaló el proyector de manera discreta, sonriéndole radiante al ver sus primeras fotos juntos. La vio conmovida, agradecida y sumamente contenta por “su cuento de hadas”. «Al menos hago que alguien sea feliz. Debería bastarme, ¿verdad?»
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scrarie · 11 months ago
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La noche cae sobre el patio. Sofocante, aire denso, pesado, caliente y acuoso. Casi se diría que sientes como se separa al pasar a través la mano, al agitarla para apartar uno de los bisbiseantes mosquitos que entran sin ser invitados a servirse un cóctel de tu sangre. También ellos, ¿por qué no? Estás delante de la mesa, sentada en la silla plegable de polipiel negra agrietada y de la q sobresalen hilachos blancos en cada desgarrón. Te gustaría estar en ropa interior, tal vez estarías más fresca. Pero por experiencia sabes que solo conseguirás ronchas y quedarte pegada a la silla. Prefieres conservar el holgado pantalón y la camisa de mangas largas de hilo de lino, arrugado y oscuro de sudor. Son tu único escudo ante esos vampiros diminutos y promiscuos. A saber de dónde vienen de picar. Al otro lado del patio de tierra apisonada, en la casa grande, han muerto ya tres criados. África es la madre, y como da, quita.
(…)
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jardineriaon · 2 years ago
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Cómo comprar una mesa redonda plegable con acierto
¿Quieres comprar una mesa redonda plegable para tu casa? ¿Quizá para el jardín y así usarla cuando sea necesario? No... http://dlvr.it/SrLVpW
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paulcabins · 2 years ago
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Ataque con misiles en cielos yucatecos.
Estaba en la calle frente al Palacio Municipal de mi ciudad, había un gran evento con mucha gente obviamente (para los que viven en Valladolid, imagínense que fue el Domingo de Carnaval o el Simulacro de la Primera Chispa), aunque no recuerdo el motivo, solo sé que en un momento dado volteé a ver al cielo nocturno, dirigiéndome mi mirada al norte cuando veo aparecer tres luces en formación triangular; “OVNIs” pienso enseguida, y en eso volteó hacia el otro lado del cielo, encima del Palacio Municipal: otra luz avanzando, esta vez en solitaria. Las luces de uno y otro lado se van acercando cada vez más y más hasta que chocan formando una explosión no tan espectacular. No sé cómo me entero (de hecho, es algo que noté esta mañana: no tenía a la mano un celular en el sueño) pero de inmediato supe que esas luces en realidad eran misiles nucleares, la tríada eran de Corea del Norte y la solitaria de Estados Unidos. Se había interceptado un ataque justo arriba de mi tranquila ciudad.
Curiosamente -al final de cuentas, así son los sueños- no hubo ni la más mínima turbación entre la gente, se estaban divirtiendo como si nada. Corte a: estoy ahora en la dulcería y taquilla de una sala de cine, junto a mi madre, y la película a pasarse era Spider-Man: Across the Spider-Verse. Noté que ese cine está justo frente al Parque Principal de mi ciudad, del otro lado de donde estaba (en la vida real, el local es una tienda de artesanías) y que estaba hablando con mi madre sobre los misiles nucleares que estallaron justo encima de nosotros. Salimos del cine y todavía había mucha gente, e insisto, no había ni el menor rasgo de preocupación en las caras muy a pesar de que evidentemente estábamos ya en los inicios de la Tercera Guerra Mundial. Pasamos por la Iglesia Parroquial y había igual mucha gente por algún acto religioso, aunque olvidé si por adoración al Santísimo Sacramento o confesiones, y en eso mi madre me dice que quiere estar un rato en la iglesia, a lo que yo le acompaño. Curiosamente, esos actos sacros no tenían nada que ver con los ataques mencionados.
En eso me desperté, la idea de haber sido testigo de un embate con misiles en la estratósfera visto desde mi ciudad me dio tanto pavor que desperté con muchos nervios, tantos que en serio temí si eso no me iba a provocar diabetes por el susto. Pensaba prender la tele para calmarme, pero me ganó la dormida y sueño está vez con una segunda parte.
Era de noche, estaba en la sala de mi casa y en medio habían puesto una mesa plegable, había varias personas pero solo identifiqué a mis padres y a mi hermano mayor, no pude saber si estaba mi hermanito, mis cuñadas o mi sobrina, solo recuerdo que habían dejado la tele prendida y la luz del cuarto de mis padres y que íbamos a cenar allá, en la sala; me dieron unas empanadas cuando en eso a través de la gran ventana que da a la calle observo las mismas luces y las mismas explosiones de hace rato, enterándome también que otra vez están interceptando misiles norcoreanos en los cielos yucatecos. “La Batalla de Valladolid” pienso yo, cuando en eso pude observar justo arriba de mi casa (estando todavía adentro de la sala, ya saben lo incoherentes que suelen ser los sueños) que un avión es atacado y su parte delantera cae encima de la cochera del vecino de enfrente, sin destruirlo (total, la nariz del avión ni tan grande era). Y en eso me vuelvo a despertar, igual con pavor y un ligero dolor en la espalda, creo que a la altura del hígado, “ay no, un sueño tan feo me provocará diabetes” pensé, pero aunque un poco más tardío, logro dormir bien hasta que la alarma me despertó en definitiva para ir al trabajo.
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you-moveme-kurt · 2 years ago
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Glee «A very important meeting»
Mayo de 2038
-Éstas son las dos últimas sillas señor Hummel, ¿las pongo aquí? -Sí Helen,  por favor… ¿cuántas personas son? -Tres inversionistas, mas sus asistentes se supone… -Entonces creo que un par mas y seria suficiente… —dijo Kurt contando la silla como si hubiese un par de docenas frente a él  y no las 5 que habían— ¿crees que existe posibilidad de que hayan mas atrás? —pregunto Kurt mientras acomodaba las sillas plegables una al lado de la otra, como si quisiera agregar una nueva fila de asientos al teatro,  estaba con Helen sobre  el escenario y organizaba todo para la reunión destinada a  conseguir nuevos inversionistas para el show que  venía en otoño -No lo sé señor Hummel, déjeme chequear, aunque también puedo llamar a la una de la asistente de los inversionistas para saber cuántas personas vienen en la limosina…  —sugirió Helen moviendo su teléfono. -¿Puedes hacer eso? -Por supuesto que sí señor Hummel, lo hare de inmediato…—agregó manipulando su aparato telefónico. -Perfecto, ¿qué hora es? -Las 2:30… -¿Y a qué hora van a llegar? -A las tres,  pero no se preocupe, también le dije a la asistente que me llamara cuando estuviera casi llegando al teatro… -Gracias Helen, eres un sol… ¿almorzaste?...  —preguntó Kurt cambiando de posición las sillas para hacer esta vez un semicírculno. -No, pero no se preocupe… se lo importante que es el día de hoy, así es que tome un desayuno super extra grande, que seguro y me hara llegar directo hasta el fin de semana…—explicó la chica haciendo un ademan con sus manos como describiendo algo muy veloz. -Perfecto… perfecto… ¿qué hora es? -Las 2:35… -¿Te respondieron?
-No, aun no —contestó Helen enseñando la pantalla de su teléfono. -Ok, ¿cómo me veo? —pregunto Kurt a su asistente parándose recto frente a ella, tal y cómo si se prepara para una inspección de «outfits» o algo  parecido. -Muy bien señor Hummel,  como siempre… -Gracias Helen… esta es una reunió muy importante... -¿Que?—pregunto la chica al ver que su jefe se quedaba mirando todo con una mano en el mentón como reflexionando algo. -Nada, es decir… ¿qué estaba pensando en hacer la reunión aquí?, si estuviera en mi departamento, tendría la ventaja de la localia o algo… —respondió volviendo a lo de mover las sillas. -No la hizo en su casa porque usted mismo dijo que si todo salía mal…  pero eso no importa ahora…—se desdijo Helen al ver que Kurt  la miraba con la ceja levantada como diciendo en silencio «no necesito que me recuerdes las cosas que dije al menos no este tipo de cosas»— creo que  que me llegó  un mensaje señor Hummel…— dijo Helen desbloqueando su teléfono y pasando las pantallas correspondientes hasta llegar a la aplicación de mensajería—  dice una de las asistentes que vienen los tres inversionistas dos asistentes y dos personas que no sabe quienes son… -Ok, siete personas y tenemos ocho sillas perfecto— dijo Kurt mirando las sillas no muy convencido del semicírculo que había hecho— ¿los papeles? -Aquí… —respondió entregando una carpeta. -Muy bien… —murmuró mientras revisaba las hojas— ¿ordenaste la comida verdad? -Por supuesto señor Hummel, llegará dentro de 10 minutos,  aquí está la aplicación del delivery…—agregó enseñando la pantalla con un mapa de las calles e New York y un vehículo avanzado por la 77. -Genial, eres un sol… ¿puedes contestar mi teléfono? —añadió señalando el aparato que vibraba sobre una de las pequeñas mesas dispuestas para la comida— no quiero hablar con nadie... -Claro señor Hummel… —dijo Helen acercándose a la mesa, tomó el teléfono  miro la pantalla y luego miro a Kurt. -¿Qué? -Es su hijo señor Hummel… —añadió la asistente entregando el aparato. -OK —dijo Kurt tomándolo presto de vuelta, activo el altavoz y respondió la llamada de su hijo— Henry,  cariño ¿qué sucede? -Hola papá… ¿aún estás en esa súper reunión? -Aún ni comienza cariño… ¿que sucede?,  ¿estás bien? —pregunto mientras revisaba los papeles que había preparado para la importante reunión con los posibles inversionistas. -Si, yo estoy bien…   «Rizzie» en  cambio no tanto... -¿¡Como!?, —exclamó dejando de lado la carpeta para poner toda la atención en lo que su hijo hablaba en ese instante— ¿qué pasó? -No lo sé, estamos aquí en la sala de la enfermera, dice que le duele el estómago,  pero la enfermera dijo que era propio de la parte del mes que ella está viviendo,  ya sabes…  de…  las… mujeres. -OK cariño…—interrumpió Kurt incomodando con el tema como siempre— entiendo… ¿qué lo siguiente a hacer? -Dice la enfermera que tienes que venir a recogerla tú o el «Papáblen», que no puede irse hasta que venga alguien,  le dije que yo puedo irme con ella, tengo práctica de soccer pero puedo faltar… -Por supuesto que no cariño, le diré a Julianna que… -No, también le dije que Julianna podía llevarse a «Rizzie» porque tenía que venir a recoger a mi hermanito al «preschool», pero volvió a  decir que tiene que ser uno de ustedes… -Ok, eso es bien raro… llamare al «Papáblen» y le diré que él vaya a recogerla, ¿puedes estar con ella cariño, hasta que el llegue? -Obvio, la práctica es a las tres… pero te advierto que yo llamé al «Papáblen» y no me respondió… -Pues a mí me responderá cariño, no te preocupes…  —terminó por decir acabando la llamada, manipulo su teléfono y busco el número de su esposo. -¿Todo bien señor Hummel?...  —preguntó Helen mirándolo de medio lado. -Todo bien, sólo mi hija y sus «malestares»…  —respondió haciendo con sus dedos el gesto de comillas cuando decía lo de malestares— voy a llamar a mi esposo… -Yo iré a buscar la comida, el motorista ya esta llegando, permiso…  —dijo Helen retirándose por la escalera que bajaba a la fosa de la orquesta.
-¡OK gente!, ¡que esto salga en una sola toma!…  —exclamó el fotógrafo del sello Sony dando unos aplausos para llamar la atención de todos los presentes, había más o menos una veintena de persona moviéndose por el estudio, entre maquilladores, estilistas, vestuaristas, encargados de las utilería, de las luminarias y uno que otro curioso esperando poder ver a Blaine Anderson mientras se tomaba las fotos para la promoción de la próxima gira— cuando tú quieras… —añadió mirando a Blaine con los pulgares arriba, el aludido en tanto, estaba sentado frente a un espejo con luces y recibía los mimos de la maquilladora, la peinadora y la estilista del sello. -Amo tu cabello Blaine Anderson… —dijo la estilista mientras le definía cada uno de los rizos y los dejaba caer hacia donde le gustaba a él. -Gracias, pero que no te escuche mi esposo… —respondió riendo. -¡Por supuesto!... ¡dios me libre!... —exclamó la estilista levantando las mano al cielo— ¿esto cómo lo prefieres?, ¿así?,  ¿o como lo usas siempre?  —preguntó mientras tiraba algunos rizos hacia atrás como para dar un nuevo look al cabello de la superestrella. -Cómo lo uso siempre por favor, no quiero que la  gente piense que es otra persona a la que van a ver cantar… -Toda la razón… tu teléfono está vibrando…  —dijo al escuchar el zumbido de una llamada entrante -Debe ser un número desconocido… -¿No contestas números desconocidos?...  —quiso saber la estilista mientras le acomodaba último de los bucles. -La verdad es que no… así me evito cualquier tipo de inconvenientes… aunque en realidad el día de hoy, solo contestare si es Kurt… tiene una reunión muy importante y no quiero que se encuentre con la línea ocupada cuando me llame para contar los resultados… ¿que?... —pregunto al ver que la estilista sonreía disimulada y para sí -Disculpa, es que creo que de todos los que estamos aquí… eres el único que aun habla de «líneas ocupadas»… -Lo siento, a diferencia tuya y de todos los que están aquí…  yo si nací cuando aun había líneas que ocupar… ,-No hay problema… además luces como quieres Blaine Anderson…—respondió la chica sonriendo bien coqueta— ok…—agregó carraspeando para salir del momento— esto ya esta… —dijo mirándolo por el reflejo del espejo, Blaine hizo lo propio moviendo su cabeza de lado a lado y haciendo luego un gesto de satisfacción con su boca, la estilista le quitó la capa de peluquería y movió la silla para que Blaine se dispusiera a seguir con la segunda parte que era el vestuario— ¡ahora esta sonando tu teléfono!… —advirtió la estilista tomando el aparato, Blaine se devolvió en sus pasos y contestó la única llamada entrante que le interesaba ese día, la de su esposo. -¿Kurt?...
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dallsc · 2 years ago
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𝐌𝐄𝐌𝐄: "¿Te molesta si me siento aquí?" 𝐏𝐀𝐑𝐀: @mathildetessier // @dianascoott
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'   adelante,   por   favor.   '   señala   la   silla   plegable   que   cuadraba   en   la   mesa.   largo   rato   llevaba   solo,   sus   amigos   parecían   demorar   con   otras   actividades   y   eso,   no   le   molestaba,   su   soledad   era   típica   y   la   disfrutaba.   '   aquí   pega   una   agradable   brisa,   aunque   hace   un   rato   casi   llega   el   agua   hasta   acá,   quizás   en   un   rato   tengamos   que   movernos.   '
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lancezimmermann · 2 years ago
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Cumpleaños.
No vino nadie a la fiesta de mi séptimo cumpleaños. Había una mesa llena de flanes de gelatina y de chucherías, con un sombrero de fiesta en cada sitio, y una tarta de cumpleaños con siete velas en el centro de la mesa. La tarta tenía un dibujo en forma de libro. Mudd (como yo llamaba a mi madre), que se había encargado de organizar la fiesta, me contó que la pastelera le había dicho que era la primera vez que dibujaba un libro en una tarta de cumpleaños, y que normalmente los niños preferían una nave espacial o un balón de fútbol. Aquel había sido su primer libro.
Cuando resultó evidente que no iba a venir nadie, mi madre encendió las velas de la tarta y yo las apagué. Comí un trozo de tarta, y ella comió otro. Mudd había preparado varios juegos para la fiesta que según había leído en una revista en la peluquería de los Hoffman (también judíos), serían perfectos para una perfecta fiesta de cumpleaños. Pero, como allí no había nadie a excepción de ella y yo no pudimos jugar, y yo mismo desenvolví el premio que tenía reservado para el que ganara el juego de la patata caliente, un cromo de Wade Boggs de los Yankees. Estaba triste porque nadie había venido a mi fiesta, pero al mismo tiempo me alegraba de poder quedarme con el cromo. Después desenvolví mi último regalo de cumpleaños que mi madre había comprado en secreto (supe años más tarde) en una librería de Paterson: La isla del tesoro del escocés Robert Louis Stevenson. La organización del cumpleaños (tarta, cromo y libro incluídos) le había costado en total treinta dólares. Cuando mi padre se enteró, castigó a mi madre y no volvimos a celebrar mi cumpleaños.
Me tumbé en la cama y me enfrasqué en las historias. Me encantaba leer. Me sentía más seguro en compañía de un libro que de las personas. Primero pensaron que no hablaba porque no podía. Y después se dieron cuenta de que era tartamudo (en ocasiones lo sigo siendo, cosa que nunca ha parecido avergonzar a mi mujer), así que me llevaron a un logopeda (el Dr. Levi, también judío) para que me enseñase a pronunciar palabras como "preocuparse" u "homogéneo". Me resultaba tan vergonzoso no poder hablar como lo harían los personajes de Robert Louis Stevenson que opté por no hacerlo y mi padre, de nuevo, castigó a mi madre por hacerles perder dinero con un especialista. No volví al logopeda.
El libro era fascinante y fue una buena compañía para alguien cuya fiesta de cumpleaños había consistido en una mesa llena de pastas glaseadas, pudin de almendra, una tarta con siete velas y quince sillas plegables vacías. No recuerdo haberle preguntado nunca a ninguno de mis compañeros de clase por qué no había venido a mi fiesta. No me hacía falta preguntar. Después de todo, ni siquiera eran mis amigos. Solo eran mis compañeros de clase.
Tardaba en hacer amigos, cuando los hacía. Mudd me decía que debía "ser yo mismo" y me daba de vez en cuando algunos consejos que a su vez, su madre le había dado cuando ella era pequeña. Me decía que "era bueno, y válido", y que tenía unos "ojos deslumbrantes". Yo no sabía pronunciar deslumbrantes. Tampoco entendía por qué mi madre me vestía con corbata si nadie llevaba corbata. "Los de nuestro pueblo somos elegantes". No entendía a qué se refería con "pueblo", si Paterson era una ciudad. Teníamos muchas celebridades: Rubin "El huracán" Carter, Larry Doby o el poeta Allen Gingsberg, William Carlos Williams (otro poeta). Se refería a que éramos judíos, y sus palabras, como su cumpleaños compuesto por una tarta, un libro y quince sillas plegables, eran una forma amable de protegerme de la horrible y trágica realidad: estábamos solos.
No fui un niño feliz, aunque en ocasiones estaba contento. Vivía en los libros más que en cualquier otra parte. A menudo mi mujer me pregunta "¿y te sentiste contento?" cuando algo de especial relevancia ocurre en mi día a día, y yo no puedo evitar encogerme de hombros. Hemos llegado a la conclusión de que me siento "neutral". No creo que sea incapaz de alegrarme. Sin embargo, cuando estoy contento aún tartamudeo y creo que en el fondo me preocupa que me vean "siendo yo mismo", con unos ojos que no puedo describir por no saber pronunciar. Me pregunto qué sintió mi madre no volviendo a buscar nunca "quince ideas para un perfecto cumpleaños" y no comprándome nunca más un libro y un cromo. No era tartamuda, pero creo que simplemente, dejó de "ser ella misma". Y prefirió vivir la realidad de estar solos de una forma más austera. Sin corbatas. Ni cumpleaños.
Referencias: El océano al final del camino, Neil Gaiman (2013).
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danielhenao · 1 day ago
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MESA PLEGABLE 1,8 METROS ENVIO GRATIS
La Mesa Portafolio Plegable 180cm Resistente Exterior Jardin Color Blanco de la marca Stay Elit es el complemento perfecto para tu espacio al aire libre. Con un diámetro de 3 cm, esta mesa es plegable, lo que la hace fácil de transportar y almacenar. Su diseño rectangular y su color blanco le dan un toque elegante y moderno a cualquier ambiente. Fabricada en plástico resistente, esta mesa es…
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rokeatucasa · 30 days ago
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10 ideas para Optimizar el Espacio en Casas Pequeñas
Vivir en una casa pequeña no significa sacrificar comodidad, estilo ni funcionalidad. Al contrario, las viviendas de dimensiones reducidas pueden ser perfectas para crear un hogar cálido, acogedor y bien organizado, si se aprovechan los espacios de forma inteligente. Si tienes una casa pequeña o simplemente deseas maximizar el espacio en tu hogar, aquí te presentamos 10 ideas para optimizar cada rincón de tu vivienda.
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1. Muebles multifuncionales
Los muebles multifuncionales son una de las claves para aprovechar al máximo el espacio en una casa pequeña. Opta por sofás que se convierten en camas, mesas de comedor que se pueden extender o escritorios con almacenamiento incorporado. De esta manera, tendrás funcionalidad sin sobrecargar la habitación con demasiados muebles.
2. Aprovecha las paredes
Las paredes pueden convertirse en tus mejores aliadas. Instalar estanterías flotantes, percheros, ganchos y armarios suspendidos ayuda a liberar el suelo y ganar espacio visual. Esto es especialmente útil en habitaciones como la cocina, el baño o los pasillos, donde el almacenamiento suele ser limitado.
3. Camas elevadas
Una cama elevada no solo te dará más espacio debajo para almacenaje, sino que también puede contribuir a crear una sensación de mayor amplitud en la habitación. Usar ese espacio para colocar cajones o incluso una pequeña oficina es una excelente manera de aprovechar cada centímetro disponible.
4. Colores claros y luminosos
Pintar las paredes con colores claros y utilizar muebles de tonos neutros contribuye a crear la ilusión de mayor espacio. Los colores como el blanco, beige o los tonos pastel ayudan a reflejar más luz natural y hacen que las habitaciones se sientan más abiertas y aireadas.
5. Espejos estratégicamente ubicados
Los espejos son un truco simple pero eficaz para ampliar visualmente el espacio. Coloca espejos grandes en pasillos, salas de estar o incluso en las puertas de los armarios para crear una sensación de amplitud y luminosidad.
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6. Usa muebles plegables
Los muebles plegables son ideales para casas pequeñas. Pueden ser fácilmente guardados cuando no los necesites, como una mesa de comedor que se pliega o sillas plegables que puedes guardar en un armario. Este tipo de muebles ayuda a mantener el espacio libre de obstáculos y desorden.
7. Optimiza el almacenamiento en el baño
El baño es una de las áreas donde más se necesita optimización de espacio. Utiliza estanterías flotantes, organizadores verticales y puertas de almacenamiento que te permitan tener todo a mano sin ocupar mucho espacio. También puedes elegir muebles compactos que se adapten a las dimensiones de la habitación.
8. División de espacios con biombos o cortinas
Si necesitas dividir una habitación multifuncional, los biombos o las cortinas son opciones económicas y fáciles de instalar. Puedes separar la zona de descanso del salón o crear un pequeño rincón de oficina sin necesidad de hacer grandes reformas.
9. El almacenamiento oculto
El almacenamiento oculto es una excelente estrategia para casas pequeñas. Usa muebles con compartimentos secretos, como mesas con cajones ocultos o bancos que sirven para guardar objetos. Esta es una forma de mantener el desorden fuera de la vista y aprovechar al máximo el espacio disponible.
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10. Organiza con cajas y cestas
Las cajas y cestas son perfectas para mantener todo organizado y accesible. Puedes almacenarlas debajo de camas, en estanterías o en cualquier rincón libre. Además, los organizadores pueden darle un toque decorativo a tu hogar, ya que existen en una gran variedad de estilos y tamaños.
Maximizar el espacio en casas pequeñas requiere creatividad y organización. Con los consejos mencionados, podrás crear un hogar funcional, cómodo y estilizado sin sentirte agobiado por la falta de metros cuadrados. Recuerda que cada centímetro cuenta, y con los muebles adecuados, colores estratégicos y buenas soluciones de almacenamiento, tu casa pequeña puede sentirse más grande de lo que realmente es.
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camposmarisma · 2 months ago
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Tras las últimas correcciones, hemos realizado un nuevo planteamiento de la disposición del uso de la Comunidad Salinera. Un patio central que alberga de manera oculta, diferentes usos y estancias, como cocina oculta, mesa plegable, etc.
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elbiotipo · 10 months ago
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ALQUILO: Para estudiantes o parejas de cosmonautas, espacio 2x4, cocina y baño incluidos, mesa plegable, cuatro paneles solares, un puerto de acoplamiento. Ubicada en lugar estratégico en LEO. 500.000 más expensas precio a acordar. No se permiten mascotas. Astronave Soyuz no incluida.
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letrocitia · 4 months ago
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Lo que no pudo ser. Cuento corto.
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No pude reprimir un grito tan entusiasta que despertó a mi mujer, ella me lanzó una mirada asesina, eran las 4.00 a.m.
—Lo siento cariño, ¡encontré el medio motor 1600 de reemplazo para la combi! Está en un depósito de autos chocados.
—¡Cierra ese maldito iPad y deja dormir! —dijo, dándome la espalda.
Si algo me enorgullecía especialmente, era esa combi Deluxe 1968. Había sido el auto familiar en mi niñez y mi padre solía llevarnos en ella a acampar. (Una actividad que siempre sufrí y de la que no podía escapar). Mi hermano mayor, Julián, solía burlarse diciendo que yo le tenía «alergia a la naturaleza» o que era «un cobarde» y bueno, razón no le faltaba, siempre preferí la ciudad al campo, este último me daba desconfianza, prefería mil veces quedarme en casa y hojear revistas sobre autos, mi pasatiempo favorito. Mi hermano acabó heredándola, pero en una ocasión en que necesitó dinero, se la compré. Poco a poco me fui deshaciendo de todas las modificaciones que me traían malos recuerdos: techo elevable, sillón cama, mesa plegable, cortinas, etc. Se trataba de un modelo clásico, construido en Alemania y quería dejarla totalmente original, sin rastro de su pasado campista.
Emprendí el viaje a media mañana, prometiendo regresar al día siguiente. Mi deportivo salvó la distancia que me separaba del medio motor en exactamente cuatro horas y media. Llegué al lugar que marcaba el GPS un poco antes de las cinco de la tarde.
El depósito estaba rodeado de un muro rústico de ladrillo asediado por ortigas, cardos y otros tipos de maleza. Estaba algo alejado de la ciudad más cercana y ubicado sobre la carretera. Muy a mi pesar, estacioné el auto en una franja de terreno angosta y peligrosamente pegada al acotamiento. Me bajé y caminé buscando la puerta de acceso. Cada paso que daba producía una desagradable nube de tierra muy fina que se depositaba en mis inmaculados zapatos deportivos blancos. Rodeé el lugar hasta dar con un enorme portón metálico. Toqué varias veces y grité hasta que después de diez minutos, escuché a alguien detrás de la puerta metiendo una llave con parsimonia. La puerta se abrió con un crujido que evidenciaba abandono. Frente a mí apareció un hombre mayor de pelo y bigote completamente blancos y desaliñados, con aspecto soñoliento.
—Vengo por el medio motor 1600 de combi que anuncian en internet. Mandé un mensaje. —No sé nada de eso, amigo. —¿Cómo? ¡Aquí está el anuncio y el mensaje que envié! —saqué el móvil para mostrarle, pero para mi mala suerte en aquellos parajes no había señal. —Puede pasar y buscarlo, creo que hay una al fondo. Siga el sendero principal. —Ok —contesté molesto. —Yo ando siempre por aquí. Soy Anselmo —abrió la boca, como a punto de decir algo más, pero no lo hizo.
El hombre se alejó con paso cansino, y un par de veces volteó a verme, luego se metió en una oficina ruinosa.
El lugar era enorme, reinaba el polvo y una suciedad grasienta lo impregnaba todo. Vehículos de todo tipo, la mayoria siniestrados y en muy mala condición estaban acomodados sin mucho orden. Más de una vez, mientras lo recorría, me pregunté si los ocupantes de tal o cual unidad, habían sobrevivido, claramente en algunos casos, eso parecía imposible. Recuerdo una vieja camioneta Toyota Corona 1969 blanca, muy maltrecha, que parecía haberse volteado. Por un hueco grande en el cristal estrellado de una de sus ventanas me asomé a la cabina. En el interior había manchas ominosas sobre la tapicería y en el techo vi «algo» pegado; parecía un pequeño papel arrugado y seco de color café claro, cubierto de pelos negros. Tardé un poco en darme cuenta de que se trataba de piel humana con cabello adherido. Me alejé muy impresionado.
«Al fondo», había dicho el tal Anselmo, y yo caminaba y caminaba por el sendero principal, rodeado de aquella desolación y el bendito «fondo» parecía inalcanzable. ¿Tan grande era ese sitio? La luz transitaba ya de la tarde a la noche. Con seguridad tendría que echar mano de la linterna del móvil.
Noté que ahora me encontraba en la parte más antigua del depósito y que los autos ahí tendrían muchísimo tiempo, quizá décadas. ¿Por qué nadie los había reclamado? Los espacios entre ellos se habían reducido considerablemente. Deseaba encontrar ya la combi, revisar que el motor me sirviera y largarme.
El silencio se interrumpió por el sonido de un claxon agudo que me sobresaltó. Provenía de un viejo Renault 4 1963, que de por sí había sido un modelo pequeño, pero este, con su parte posterior comprimida como acordeón, se veía diminuto. «Debe ser la batería, quizás un falso contacto» —pensé. El Renault aullaba cada vez más fuerte y a intervalos más cortos, conforme me iba acercando, pero al pasar yo frente a él, enmudeció. Por curiosidad, abrí la cubierta del motor y me invadió el desconcierto, pues no tenía batería, ni máquina, ni nada, era solo un cascarón. Me fui de ahí tratando de pensar en una explicación sin encontrar ninguna que fuera lógica. Me embargó una sensación de desasosiego.
Si quería evitar que me pillara la noche, debía darme vuelta ya, pero no quería irme con las manos vacías. De repente vi a alguien caminando entre los autos, primero supuse que era Anselmo, sin embargo, el hombre iba vestido con un mono azul de mecánico y al viejo lo había visto portando mezclilla y camisa blanca. Quizás sería algún trabajador del lugar.
—¡Ey! ¡Ayuda!
El tipo no se inmutó y fui tras él, aunque eso implicó salirme del sendero principal y meterme de lleno en el laberinto de autos malogrados.
—¡Espere! ¡Necesito ayuda!
Ahora los autos estaban acomodados todavía más juntos y apenas se podía circular entre ellos, podía ver la espalda del hombre, quien se movía con sorprendente facilidad. Yo seguía gritándole y siguiéndole a duras penas, con mi ropa rozando las sucias carrocerías y recogiendo aquel asqueroso y añejo polvo. Vi que adelante estaba ya la pared perimetral de ladrillos. El hombre tendría que detenerse, sin embargo, su cuerpo atravesó el muro y ya no le vi más. Se me heló la sangre. Temblando y sudando frío, intenté regresar al sendero principal, pero ya no lo encontré.
Con la noche encima, mis pasos se volvieron frenéticos, ya no me importaba encontrar la camioneta, solo quería salir de ahí. Se escuchaban ruidos extraños, desde los normales crujidos de los metales al cambiar la temperatura, hasta débiles sollozos y quejidos que salían del interior de las tristes unidades por las que iba yo pasando. Percibí olor a gasolina quemada y algunas chatarras aparecían envueltas en humo. Desde su interior se oía el golpeteo de manos desesperadas, y gritos horripilantes de gente quemándose y queriendo salir. Sentí angustia y mi corazón y respiración se aceleraron. ¡Aquel lugar estaba lleno de fantasmas!
Luego de un giro, me tope con la combi. ¡No podía creerlo! ¡Por fin tenía delante el objeto de mi deseo! Traté de calmarme, respiré hondo aquel aire enrarecido y me concentré. Estaba entera y parecía no haber estado involucrada en ningún accidente. Coincidía en año con la mía, y a juzgar por la poca pintura original que le quedaba, alguna vez tuvo el mismo color azul pálido. No tenía ya la puerta corrediza y desde afuera se podía ver el arruinado interior. Sin pensarlo mucho, subí a ella.
—Papá, no quiero.
La combi familiar recorría lentamente la carretera que serpenteaba en medio del bosque. Yo tenía frío.
—Deja de ser un mariquita —dijo Julián, quien estaba en el asiento del copiloto —no volteó hacia mí, pero yo imaginaba su mirada burlona. Lo odié con todas mis fuerzas en ese momento.
—Detesto estos viajes, prefiero quedarme en casa. ¿Por qué me obligan?
La camioneta llegó al lugar donde solíamos pararnos a acampar. Mientras mi padre y Julián preparaban todo para dormir, mi deber era recoger leña seca para la fogata.
—Asegúrate de que no estén húmedas como la otra vez —dijo mi padre sin voltear a verme.
Por experiencia sabía que de nada servía protestar. Con una linterna en la mano, un saco para guardar la madera y una navaja suiza en el bolsillo, me aventuré en los alrededores. Era noche cerrada y yo tenía miedo, temblaba de pies a cabeza, pensaba en animales salvajes, en caerme o perderme. Alguna vez escuché a mamá cuestionar a su marido sobre aquellos paseos, pues yo tenía apenas 11 años y ningún gusto por el campismo o la vida al aire libre. Él contestó que aquellas excursiones fortalecerían mi carácter.
Traté de darme prisa recogiendo la madera que encontraba. Al levantar un leño noté una humedad pegajosa en mi mano, alumbré con la linterna; era un líquido viscoso y rojizo. Casi de inmediato, sentí que una gota me caía en la frente. Dirigí la luz hacia arriba, de un pino colgaba un cuerpo humano que se balanceaba y chorreaba sangre. Grité como un poseído, solté el saco y traté de regresar a toda velocidad al campamento. Alguien me alzó violentamente mientras corría, perdí la linterna y sentí una mano pesada y rasposa sobre la boca.
Como despertando de un trance, y siguiendo una corazonada, miré el piso desnudo de la camioneta, busqué en un rincón una «X» que alguna vez, ocioso y sin que me vieran, hice, levantando la parte plástica y rasguñando el metal con mi navaja suiza. Ahí estaba, ennegrecida por el tiempo, pero aún se veía. Bajé sintiéndome muy confundido. Encendí la linterna de mi móvil y fui a la parte de atrás para abrir la tapa del motor. Frente a mí tenía un viejo 1600, envuelto en un sudario de óxido. Alguien se me acercó por detrás y extrañamente no me sobresalté. Dirigí la luz hacia él, era Anselmo. Observé con detenimiento su ropa: el pantalón de mezclilla era ahora un guiñapo y la camisa blanca estaba desgarrada y tenía manchas de sangre; su cara, del lado izquierdo, era una masa sanguinolenta.
—¡Lo encontró! ¡Bueno, siempre lo encuentra!— dijo, y su rostro deformado esbozó una media sonrisa. —Sí —dije, recordando que no era la primera vez que me encontraba en ese lugar.
—Yo ya estaba aquí cuando la trajeron —dijo refiriéndose a la combi—. Encontraron gente muerta dentro —hizo una pausa mientras yo digería la información—. Amigo, regrese a «su ciudad» y siga soñando la vida que no tuvo —su respiración era entrecortada y dificultosa—. En una de esas se le «olvida» este sitio tan malo, aunque he de confesarle que aunque usted nunca me recuerda, siempre me da mucho gusto verle.
Autora: Ana Piera.
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construyendo-futuros · 4 months ago
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Cómo maximizar el espacio en casas pequeñas
En el mundo actual, donde las ciudades están cada vez más densamente pobladas y el costo del suelo sigue aumentando, vivir en espacios pequeños se ha vuelto una realidad para muchas personas. Sin embargo, una casa pequeña no tiene por qué sentirse abarrotada ni incómoda. Con un diseño arquitectónico inteligente y estrategias creativas, es posible maximizar cada metro cuadrado y convertir un espacio limitado en un hogar cómodo, funcional y estilizado.
A continuación, te ofrecemos algunos consejos prácticos para aprovechar al máximo el espacio en casas pequeñas.
1. Opta por un diseño de planta abierta
Una de las mejores maneras de crear la ilusión de espacio en una casa pequeña es derribar barreras físicas, como las paredes innecesarias. Las plantas abiertas, donde las áreas de la cocina, el comedor y la sala están conectadas, permiten que la luz natural fluya por todo el espacio, lo que genera una sensación de amplitud. Este tipo de distribución también elimina pasillos y otras zonas de paso que a menudo se convierten en espacios desaprovechados.
2. Muebles multifuncionales
Los muebles inteligentes que cumplen más de una función son aliados clave en espacios reducidos. Un sofá cama, una mesa de comedor extensible o camas con almacenamiento debajo son excelentes ejemplos de cómo puedes optimizar el uso de tus muebles. Un banco en el recibidor que sirva de almacenaje o una mesa plegable que se pueda guardar cuando no esté en uso son opciones prácticas para liberar espacio sin sacrificar funcionalidad.
3. Aprovecha la altura
Cuando el espacio en el suelo es limitado, es crucial mirar hacia arriba. Utiliza el espacio vertical instalando estanterías hasta el techo, armarios elevados y sistemas de almacenamiento en las paredes. Colocar gabinetes o estantes en áreas superiores permite liberar espacio en el suelo para otras actividades, al tiempo que se maximiza la capacidad de almacenamiento.
4. Iluminación estratégica
La iluminación puede marcar una gran diferencia en la percepción del espacio. En casas pequeñas, es fundamental evitar las luces que generan sombras o rincones oscuros, ya que pueden hacer que el espacio se sienta más reducido. Opta por una iluminación general bien distribuida y complementa con luces puntuales en áreas clave, como la cocina o el escritorio. Además, aprovecha al máximo la luz natural instalando ventanas grandes o claraboyas que inunden el espacio con luz.
5. Colores claros y espejos
El uso de una paleta de colores claros, como el blanco, los tonos pasteles o los colores neutros, es una estrategia efectiva para hacer que una habitación pequeña se sienta más grande. Los colores claros reflejan la luz y amplían visualmente el espacio. Además, el uso de espejos grandes puede duplicar esta sensación, creando una mayor profundidad en las habitaciones.
6. Almacenamiento inteligente y oculto
El almacenamiento es uno de los mayores desafíos en casas pequeñas, pero con soluciones creativas, se puede evitar el desorden. Busca opciones de almacenamiento oculto, como camas con cajones, sofás con compartimentos o mesas con espacio de almacenamiento integrado. Los muebles empotrados o a medida también son una excelente opción para maximizar los rincones o áreas menos utilizadas.
7. Minimalismo: menos es más
Adoptar un enfoque minimalista no solo ayuda a crear una sensación de orden y amplitud, sino que también es una filosofía que invita a vivir con lo esencial. Reducir el número de objetos decorativos, muebles y elementos innecesarios permite que el espacio respire y se sienta más abierto. En lugar de llenar cada rincón con cosas, elige piezas que realmente aporten valor funcional y estético.
8. Desliza y esconde
Las puertas correderas o paneles deslizantes son excelentes para ahorrar espacio en comparación con las puertas tradicionales, que necesitan un espacio de apertura. Las cortinas también pueden funcionar como divisores temporales entre áreas, lo que permite una mayor flexibilidad en la disposición del espacio.
9. Cocinas compactas pero funcionales
En casas pequeñas, las cocinas también deben ser compactas sin sacrificar la funcionalidad. Opta por electrodomésticos integrados y busca soluciones inteligentes para el almacenamiento de utensilios de cocina, como colgar ollas y sartenes o utilizar organizadores dentro de los cajones. Una isla de cocina pequeña con almacenamiento debajo puede ser un elemento multifuncional que sirva de área de trabajo y comedor.
10. Áreas al aire libre
Si tu casa pequeña cuenta con un balcón, patio o terraza, considera estas áreas como una extensión de tu espacio interior. Con el mobiliario adecuado, estos espacios exteriores pueden funcionar como salas de estar, comedores al aire libre o zonas de relajación, lo que ampliará las áreas utilizables de tu hogar.
Vivir en una casa pequeña no significa comprometer el confort ni el estilo. A través de soluciones de diseño inteligentes, muebles multifuncionales y una planificación adecuada, es posible crear un espacio funcional, acogedor y visualmente atractivo. La clave está en aprovechar cada centímetro, eliminar el desorden y adoptar un enfoque que priorice la eficiencia sin dejar de lado el gusto personal.
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caminocopalita · 4 months ago
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El Piñuelo
26 de marzo de 2024
“El Piñuelo era el campamento más bonito de toda la ruta. Ahí nos bañábamos en el río y dormíamos todos juntos al aire libre,” nos dijo Meche con un dejo de tristeza. “Lloramos cuando se lo llevó el huracán.”  “¿Cómo que se lo llevó el huracán?” preguntamos. “Si estamos a la mitad de la sierra.” 
Agatha azotó Huatulco y Puerto Escondido el 30 de mayo de 2022 como huracán categoría 2 con vientos por encima de los 100 kilómetros por hora. San José Ozolotepec está aproximadamente a 60 kilómetros en línea recta de la costa, y a unos 1250 metros sobre el nivel del mar. Los fuertes vientos entraron a la sierra por los ríos. Las lluvias torrenciales provocaron inundaciones, deslaves, y erosionaron las laderas de los cerros, zonas con poca vegetación y ensancharon el lecho de los ríos. “Se llevó cantidad de árboles,” continuó Meche, “Mientras logramos reconstruir el campamento, la comunidad nos recibe en el pueblo.”
Pilar y yo entramos por la parte posterior de la iglesia. Algunas de las tiendas de campaña las habían puesto a un costado del templo y otras alrededor del atrio. Unas estaban sobre piso de tierra, otras sobre el cemento. La última que quedaba disponible estaba sobre el piso a un lado de la puerta de la iglesia. La tienda era más larga que el ancho del piso, por lo que unos 30 centímetros quedaban colgando como lona mal puesta en un puesto de un mercado sobre ruedas. “Esto no va a estar muy cómodo,” pensé mientras abría la puerta y me asomaba. Me tranquilicé un poco cuando vi dos catres que parecían estar bastante decentes. No eran los catres tubulares con resortes rechinadores y lona percudida en los que había dormido de chico en Chachalacas. Estos eran unos catres marca Coleman, estilo militar, con marco ultra sólido de acero, superficie para dormir en poliéster extra resistente, y capaces de aguantar hasta 136 kilogramos de peso. Se veían bastante pro. 
Nos instalamos y fuimos saliendo al atrio donde habían acomodado unas mesas largas y unas sillas plegables de plástico. En una esquina habían montado la cocina donde estaban preparando la cena al fuego de leña. Nos habían prometido que en este campamento nos podríamos bañar después de los dos días que llevábamos en nuestro jugo. Baño a jicarazos pero baño al fin. Nos numeramos para definir los turnos. A Pilar le tocó el 8, a Jimena el 10 y a mí el 12.
Había dos salas de baño. Una era una covacha de tres paredes improvisadas con pedazos de lámina y sin techo. La puerta era un pedazo de rollo de plástico negro para construcción. Encima del piso de tierra habían puesto una pieza irregular de cemento agrietado. En una rejilla de alambre descansaba una bolsa de detergente biodegradable multiusos –económico, ecológico y rendidor– marca Roma. De una pared a otra habían amarrado un cordón que servía para colgar la ropa, la toalla y una linterna, pues el cuarto no tenía luz.
La segunda sala era un baño en toda forma que estaba construido a un costado de la iglesia. Tenía un lavabo, un excusado y espacio para una regadera que aún no estaba instalada. Tenía una puerta de metal con ventilación en la parte superior y un foco que colgaba del techo. Afuera del baño había dos tinacos Rotoplás negros en donde llenabas una cubeta para llevar a la sala de baño correspondiente y bañarte a jicarazos con una palangana de plástico. 
Los turnos iban progresando lentamente a medida que empezaba a oscurecer. Pilar y yo decidimos meternos juntos para ahorrar tiempo. Llegó el turno número 8 de Pilar cuando se desocupó el baño de lámina y puerta de plástico. “Yo mejor espero a que se desocupe el otro,” le dijo a Ana que tenía el turno 9 y que tomó el lugar con gusto.
Unos minutos más tarde entramos Pilar y yo por la puerta de metal. El lavabo y el excusado estaban inmundos: todos percudidos y atiborrados de cosas que se veía llevaban ahí meses. Nos desvestimos y colgamos la ropa en la ventanita encima de la puerta. Las paredes de la regadera también estaban asquerosas, pero si nos parábamos en el centro alrededor de la coladera había suficiente espacio para no tener que tocarlas. Agradecí haberme llevado mis chanclas. 
El techo era muy bajo, yo creo que no pasaba de 1.80. El foco colgaba de un cable que despedía bastante calor, me quedaba a la altura de la frente, y lo tenía que estar esquivando con cabeceos de boxeador. La verdad no fuimos muy eficientes. Yo creo que nos tardamos más que si cada quien se hubiera bañado por su lado. Al principio usamos demasiada agua y tuvimos que racionarla al final para que no se nos acabara. Nos secamos, nos pusimos ropa limpia, recogimos nuestras cosas y salimos –sudando por la humedad encerrada y el calor– al fresco de la noche. A pesar de todo, el baño nos vino de maravilla. 
El resto de los turnos pasaron relativamente rápido y al cabo de 40 o 45 minutos ya todo el grupo estaba limpio, perfumado y de buen humor. Estábamos listos para la cena. En armonía con el resto del campamento: estuvo espantosa. Prepararon un consomé de pollo desabrido con unos ejotes con la cáscara fibrosa. Había una cazuela con patas y retazos de pollo que yo me pasé de largo. No me apeteció siquiera echarle una cucharada de salsa para disimular el sabor. 
“Esto está horrible,” le dije a Pilar. “Voy a ver cómo están los baños a ver si me echo una caca.” “Ten cuidado, porque dicen que uno tiene hormigas,” me advirtió. Aquí no había baño seco o letrina ecológica. El mismo equipo que había diseñado y construido la sala de baño de lámina, había fabricado estos WCs. La única diferencia es que sí les habían puesto puerta y techo de lámina. Los excusados contaban con desagüe pero no con tanque de agua. Había que llenar una cubeta y descargarla con fuerza en el inodoro para que los desechos se fueran por el caño.
“¿Estarán ocupados?” le pregunté a un lugareño que fumaba al lado de los tinacos. “Creo sí. Está la cubeta afuera,” observó. “¿Por qué no usa ese?” me dijo señalando el cuarto donde nos habíamos bañado. “Es que nos dijeron que el excusado no funciona,” le contesté. “No, si funciona rebién,” me contestó, “solo le tiene que echar un cubetazo de agua cuando termine.” 
“No, pos ya la hice,” pensaba, mientras iba a la tienda por el rollo facial soft y las lignettes ultra-douces con vitamina E, manzanilla, pepino y aloe vera. Llené mi cubeta en el tinaco y mientras me dirigía al baño, llegó Pilar corriendo, “¡No uses ese baño Luis, no sirve!” “Aquí el jefe me dijo que funciona perfecto, ¿verdad?” le volví a preguntar. El jefe asintió con la cabeza mientras echaba una bocanada de humo. “Pues Ana lo acaba de usar y dice que cuando echas el agua por el excusado, se sale por la coladera de la regadera,” me insistió. “¡Uta, que asco! ¿Dónde nos bañamos?” pregunté. “¡Sí, carajo!” me contestó. 
“Pues no creo,” le dije, “voy a hacer pipí para probarlo.” Cargué mi cubeta de agua, entré, cerré la puerta y empecé a orinar lentamente, cuidando de apretar el periférico para evitar un accidente. Vacié con fuerza media cubeta de agua en el excusado y vi cómo sucedía exactamente lo que había descrito Ana. El agua se regresaba a salpicones por la coladera de la regadera. En ese momento, se me paralizaron el tracto digestivo y el sistema excretor. No volvería hacer, ni pipí, ni popó, hasta bien entrado el día siguiente. 
Regresé cuando abrían la botella de mezcal y empezaban las presentaciones con la comunidad. Cuando me tocó a mí, dije que nunca había tenido la oportunidad de acampar en el atrio de una iglesia, y que me sentía muy afortunado de que hubiera sido gracias a la hospitalidad de la comunidad de San José. Cuando terminaron las presentaciones nos fuimos a la tienda de campaña. El mezcal ni lo probé.
Los catres estaban razonablemente cómodos. Mejor que dormir en el suelo. Sin embargo, casi no pudimos dormir. Parte del grupo se quedó platicando y tomando mezcal un rato más o menos largo. Algunos de los lugareños se quedaron platicando en los escalones de la iglesia, debajo de una lámpara de luz blanca que iluminaba el atrio y toda nuestra tienda. Pensábamos que podríamos dormir cuando finalmente apagaron la luz. No sabíamos que se dirigían a tirar unas canastas a la cancha de basquetbol. La cancha no estaba tan cerca, pero se oía la pelota rebotando en el cemento y pegando en el tablero. 
Por ahí de la media noche se fue a dormir la gente. Al poco tiempo empezaría la algarabía de los animales. El concierto inició cuando un perro que estaba echado a un lado de la tienda de Ana y Jimena se levantó y empezó a ladrar. El resto de los perros de San José Ozolotepec iban contestando por turnos. El final de la serenata de ladridos lo marcó un sonoro y prolongado rebuzno de uno de los burros que habíamos visto en el camino de entrada comiendo totomoxtle. Después de unos minutos, el perro de Ana y Jimena inició la segunda ronda de la serenata… luego la tercera… luego la siguiente. 
“¡Voy a matar a ese pinche perro!” dijo Ana mientras abría la puerta de su tienda de campaña y llegaba de un salto a la del Basave. Con su antifaz y tapones de oído, estaba profundo. Lo despertó de una sacudida. “¡Dame uno de tus cuchillos! ¡Voy a matar al perro!” “Usa el switch blade,” le dijo Basave medio confundido, “es mucho más efectivo.” Salió puñal en mano, agarró al perro del cogote y le cortó la yugular de un solo navajazo, mientras el animal soltaba el último aullido. Lo siguiente que supo, estaba corriendo con una turba de gente persiguiéndola a la luz de linternas y antorchas. Se despertó sudando con el corazón a mil por hora. El perro le seguía ladrando en la oreja. “Pensándolo bien, mejor no lo mato,” suspiró.
Como a las tres de la mañana, unos gallos –que pensaban eran grillos– empezaron a cantar. Y así… estuvimos toda la noche… en medio de una chirriante, confusa y estridente cacofonía. 
El desayuno del día siguiente no estuvo mucho mejor que la cena. Nos dieron unas memelas grasosas y un café tibio con demasiada azúcar. Empacamos las mochilas y nos preparamos para partir. 
“Acaban de hervir esta olla de agua Guapos” le dijo Héctor a sus hijos. “Aprovechen para llenar sus cantimploras a tope.”
No sé en qué momento dejamos de usar cantimplora. Como palenque, también viene del catalán. Es una palabra mucho más bonita y musical que las que usamos ahora. Deberíamos regresar al uso de la cantimplora y de sus no menos musicales variantes: la caramañola y la caramayola. 
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narrativasdealejandro · 5 months ago
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Diario 10
Hoy fue mi primer show oficial en un parque, y aunque no fue la gran cosa, fue un paso importante para mí. Mi agente, Carla, me consiguió este pequeño spot justo al lado de la fuente principal. Cuando llegué, el lugar ya estaba lleno de gente paseando, niños corriendo y vendedores ambulantes ofreciendo sus productos. Me sentí un poco intimidado al principio; no es lo mismo practicar trucos frente al espejo que hacerlo con un público real, pero este era el momento de probar si todo mi entrenamiento valía la pena.
Monté mi pequeño escenario: una mesa plegable, una manta negra para los trucos y mis barajas de cartas, monedas y un par de cuerdas. Carla me dio una palmadita en la espalda y me deseó suerte antes de alejarse para ver desde la distancia. Respiré hondo y comencé. Empecé con unos trucos de cartas básicos para romper el hielo: adivinar cartas, hacer que desaparecieran en mi mano y aparecieran en la suya, cosas simples que pensé que a la gente le gustarían.
Al principio, solo un par de personas se acercaron, curiosas. Una madre con su hija se detuvo a mirar, y me enfoqué en ellas. Le pedí a la niña que eligiera una carta, la barajé en el mazo y luego, con un movimiento dramático de mis manos, la saqué de detrás de su oreja. La sorpresa en sus ojos y la risa de su madre me dieron el empuje que necesitaba. Fue un pequeño triunfo, pero se sintió como un gran éxito.
La gente empezó a congregarse lentamente, formando un pequeño círculo alrededor de mí. Los nervios seguían allí, pero con cada truco, me sentía un poco más seguro. Saqué las cuerdas y comencé a hacer nudos que desaparecían al tirarlas, luego intenté un truco con monedas, haciendo que pasaran a través de una mesa como si la madera no existiera. Hubo unos murmullos de asombro, y cada vez más personas se detenían a ver.
Uno de mis últimos trucos fue uno con anillos metálicos. Se entrelazaban y se separaban a mi voluntad, o al menos así debía parecer. En realidad, estaba a punto de arruinarlo porque los anillos se atascaban, pero con un pequeño movimiento y una sonrisa forzada, logré que se soltaran. La gente aplaudió, y en ese momento sentí un calor en el pecho, una mezcla de alivio y satisfacción.
Al final, recibí algunos aplausos y un par de monedas en mi sombrero. Carla me hizo señas de que estaba bien y, aunque no había sido perfecto, había sido suficiente para mi primer intento. Terminé el día agotado pero contento. Sabía que había muchas cosas que mejorar, pero también que el camino había comenzado. Los pequeños shows en el parque son solo el inicio, y me siento ansioso por ver hasta dónde puedo llegar.
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