#mesa de madera con vidrio arriba
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Quieres jugar? Parte 2
Esa noche nos volvimos a ver , pero no en mi oficina , esta vez en sus dominios ; en donde resulta que había una mesa enorme de madera con sillas dispuestas a su alrededor; como de juntas. Una mesa bastante sugerente, bueno solo para los que tenemos imaginación.
Nos encontramos (casualmente?)
-Ya conoces mi oficina?- preguntó
-No-
Con decisión tomo mi mano y me condujo hasta ella; yo lo seguí como un perrito obediente sin pensar lo que estaba punto de pasar (de nuevo).
Era una estructura amplia con subdivisiones separadas por paredes de vidrio ; estar ahí daba la sensación de estar en un cubo de cristal aislado del resto. Pero justo al fondo era donde estaba esa enorme mesa , a penas tenerla enfrente me sujetó por los hombros y me empujó contra ella haciendo que me recostara boca arriba mientras me besaba. De inmediato y con la mayor velocidad y precisión posibles me bajó el pantalón dejando mi tanga a la vista y él se bajo el pantalón de modo que su erección quedara en libertad , hizo de lado el puente de mi tanga y con la otra mano sujetó su verga para tallar el glande en mis labios.
-Qué rica la tienes… así suavecita y apretadita como me gusta-
Mi respiración comenzó a agitarse al escuchar su voz tan llena de morbo y excitación.
Acomodó la punta en la entrada de mis labios y me jaló por la cintura, mi espalda se deslizo por la mesa en dirección hacia él hasta que su verga acabo en el fondo de mí, así , de un solo movimiento.
Arqueé la espalda y gemí desde la profundidad de mi garganta.
Me vuelve loca verlo así, tan agresivo conmigo, tan insensible.
Después de embestirme unos minutos me jaló hacia abajo de la mesa , quedé de pie frente a él , me puso de espaldas y empujó mi espalda haciendo que me inclinara; jaló mi tanga rasgándola esta vez, voltee a verlo sorprendida, mantuvimos el contacto visual tres segundos y me volvió a penetrar, mis uñas arañaban la mesa con desesperación mientras intentaba ahogar cualquier gemido o grito.
Me trataba como un contenedor, como un juguete ; como siempre busco ser tratada . ¿Cómo podía? ¿Cómo podía tener tan poca cautela de que alguien pudiera escuchar los gritos que se me escapaban cada que me jalaba , me penetraba bruscamente o me daba nalgadas muy fuertes? ¿Cómo podía casi olvidarse de que yo era una persona y no una muñeca ? ¿Cómo podía hacerme sentir tan usada, como si lo único que le preocupaba fueran las sensaciones que llegaban a su verga y esa urgencia por aliviar la tensión acumulada en esa parte de su cuerpo ?
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FERNANDO
Un cuerpo timado en un hueco de experiencias titubea, en los demás, las más grandes destezas que sobrevivió. Iba con gran conmoción a contarles a sus allegados las grandes estrategias que realizaba en sus viajes terroríficas.
Recitaba, en tono impertinente, que sus manos se convertían en largos bastones amarillos, que no tenía movilidad, incluso sus voces conseguían emitir sonidos que lo empujaban, con valentía, a despertar.
No era suficiente.
Entre mezclas de contaminación, energia y sueño, Fernando, acude a despedir a sus amigos imaginarios para contarle a sus amigos supervivientes que sabía como servir un vino barato en un recipiente de vidrio, con cuidado, arriba de una mesa de madera; pues quería compartir, entre todos, lo aprendido. Mirabamos de reojo su infortuneo. Un simple parpadeo y creíamos que era egoísta, un ególatra, siempre hablaba de él mismo.
Entre sus historias principales narraba, con tristeza y pesadez, lo que había dejado atrás. Habia dejado sus vicios para crear una imágen más poderosa, fuera de nuestro círculo.
Quizás ser un centro circular lleno de experiencias extraordinarias para llenar un vacío sólido, del que queria escapar.
Fernando no tenía familia, tampoco una casa segura, ni una mascota, mucho menos el afecto de una mujer. Pero si tenía un pasado, recuerdos y a nosotros.
¿Podría Fernando, entonces, ser una víctima?
A nosotros nunca nos importó quién era mejor, quién merecía el último cigarrillo pero ese día. Fernando, quiso llamar la atención, ser diferente, demostrar un show, su obra, su más grande obra maestra.
Fernando se quitó la vida con un revolver enfrente de todos.
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Vitrina giratoria
Utilizar una vitrina giratoria para presentar artículos más pequeños y caros es una excelente manera de ofrecer visibilidad a los clientes; Sin embargo, una vitrina giratoria eleva una estrategia de comercialización minorista. ¡En lugar de que los clientes interesados estiren el cuello para ver los productos hacia la parte posterior del estante, los estantes motorizados giran con solo presionar un botón! Además, se ofrece una iluminación uniformemente distribuida con esta vitrina giratoria iluminada con 4 focos LED. Los paneles de vitrina giratoria de vidrio templado y las extrusiones de aluminio proporcionan una caja de mostrador segura con una puerta con bisagras con cerradura con llave. Girando por diseño, los 2 interruptores de alimentación permiten que las luces LED y los estantes giratorios motorizados funcionen en tándem o individualmente. Muestre productos minoristas, antigüedades o artículos de colección en este gabinete de exhibición que se envía ensamblado y es adecuado para uso en mostradores o mesas. ¿Está en el mercado un escaparate residencial o comercial pero necesita hacer una gran declaración? Nuestras vitrinas altas proporcionan la solución ideal. Los coleccionistas y los minoristas no solo pueden colocar más artículos dentro de estos recintos más altos; Sino que también pueden organizar los artículos para que estén más arriba para una mejor visibilidad. Estas vitrinas altas para tiendas minoristas cuentan con estantes de vidrio, muchos de los cuales son ajustables. La versátil estantería de vidrio puede acomodar una variedad de objetos de colección, recuerdos o mercancías. El uso de una vitrina giratoria alta mantiene los artículos seguros al tiempo que garantiza que su colección sea muy visible. ¿Qué características puedo obtener con mi carcasa delgada de torre?
Vitrina giratoria Las vitrinas altas con puertas con cerradura son ideales para aplicaciones comerciales. Asegúrese de pedir un modelo con cerradura si tiene la intención de exhibir sus objetos de valor en lugares públicos u otras áreas de alto riesgo. Las vitrinas seguras también protegerán las colecciones preciadas contra el robo y la manipulación. Nuestras vitrinas con iluminación están disponibles con opciones de iluminación superior y lateral. Aunque las vitrinas con bombillas halógenas son más asequibles, los accesorios con luces LED modernas utilizan la energía de manera más eficiente. Las carcasas con iluminación de dosel generalmente cuentan con accesorios empotrados; Pero los modelos que incluyen iluminación lateral generalmente son ajustables: se pueden subir y bajar según sus preferencias. Es fácil crear una presentación profesional y elegante con solo unos pocos ajustes pequeños. Elija vitrinas con estantes ajustables para aprovechar al máximo su espacio. Algunos modelos solo tienen estanterías extraíbles, lo que permite a los minoristas presentar mercancías más grandes. Otras cajas de la torre tienen estantes totalmente ajustables en altura que se mueven hacia arriba o hacia abajo. Esto significa que tiene la misma cantidad de estanterías que simplemente está ajustada para acomodar su colección. Los gabinetes de la torre con espacios de almacenamiento cerrados tienen un área separada para almacenar herramientas y suministros fuera de la vista. Estas áreas ocultas están protegidas por una puerta con cerradura y los clientes no pueden verlas. Los gabinetes delgados con ruedas son mucho más fáciles de mover cuando se ensamblan. Las vitrinas enrollables facilitan mucho la limpieza y la reorganización de los muebles. Las ruedas están ocultas en la mayoría de los modelos.
Vitrina giratoria Las cajas de torre están disponibles con una variedad de acabados. Elegir el color adecuado para su escaparate es una cuestión de preferencia personal, por eso ofrecemos las opciones más populares y funcionales. Busque acabados neutros en negro y plata, así como acabados en madera natural, como cerezo, roble y arce. ¿Cómo se reducen las opciones? Simplemente use los filtros en el costado de la pantalla para seleccionar las características y el color que necesita. Esta es una excelente manera de encontrar rápidamente el modelo adecuado para su negocio o colección personal. ¿Busca una vitrina giratoria comercial delgada con un diseño muy atractivo? Nuestros pedestales de exhibición digital cuentan con señalización electrónica detrás de productos de alto interés para una presentación imperdible. Estos accesorios elegantes promueven productos y artefactos con video y audio con gráficos personalizados opcionales. Su diseño plug-and-play facilita la presentación de marketing oficial o su propia creación. ¿Tiene su tienda minorista artículos a la venta que luchan por captar la atención de los clientes con poca luz? Quizás una línea de productos merece más atención, y le gustaría poner esta mercancía en el centro de atención para mostrar mejor las características específicas. Use vitrinas iluminadas para resaltar artículos de alta calidad en su tienda minorista o especializada. Estos accesorios brillantes son excelentes para exhibir joyas, objetos de colección y otros artículos; De una manera que atraiga a sus clientes y les brinde suficiente luz para observar incluso los detalles menores del producto. Una vitrina giratoria iluminada viene equipada con bombillas LED o halógenas; Lo que aumenta significativamente la visibilidad en cualquier entorno minorista. Los grandes comerciantes colocarán un valioso stock en estos estantes y se sentirán seguros sabiendo que no solo está protegido con cerradura y llave; Sino que los clientes podrán comprar fácilmente productos que de otro modo habrían pasado por alto. ¡Lo creas o no, este tipo de vitrina iluminada tiene un verdadero poder de venta! Pero los entornos minoristas no son el único lugar donde los accesorios iluminados realmente pueden brillar. A menudo verá estos gabinetes de vidrio en museos, escuelas y galerías que se utilizan para presentar ciertos artefactos, trofeos o piezas de arte. ¡Las vitrinas iluminadas vienen en gabinetes, vitrinas, torres, mostradores y muchos más estilos! Estas vitrinas iluminadas tienen el poder de llamar la atención sobre su mercancía desde el momento en que un cliente entra por su puerta. Estos gabinetes están construidos de manera duradera con tableros de fibra de densidad media (MDF) o marcos de aluminio; Que están diseñados para soportar áreas de alto tráfico mientras mantienen una apariencia atractiva. Construido con vidrio de seguridad templado resistente a roturas, si ocurriera un accidente; Los paneles se romperían en piezas redondas manejables. Utilizamos todos los materiales duraderos de alta calidad al construir todas nuestras vitrinas; Por lo que puede estar seguro de que cualquier accesorio comprado en nuestro sitio atraerá a los clientes; Y asegurará los productos en los próximos años.
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¿Cómo componer los elementos decorativos en una mesa ratona?
Uno de los elementos de mobiliario fundamentales en un living, además del sillón, sin lugar a dudas, es la mesa ratona o de centro. Su uso no se reduce simplemente al aporte de su estética en el diseño, sino que su contribución es también funcional.
Al ser centro de atención de aquel ambiente es importante que refleje los gustos personales y el estilo que se desea transmitir allí. Y no solo se deben cuidar los materiales con los que está fabricada, sino también sus formas con las que se va a acentuar el aire que respirará el ambiente. Una mesa circular o mesas nido ayudarán a que el ambiente se sienta más relajado y moderno, mientras que una mesa cuadrada o rectangular hará que luzca más clásico.
Sin embargo, para que la mesa ratona guarde coherencia con el resto del espacio es sumamente clave prestar atención a los elementos decorativos que elijamos para que se exhiban en ella. De esta manera, lograremos un ambiente en el que cada pieza que se encuentre en ese lugar estará en armonía con los otros elementos, y así tendremos como resultado un lugar que nos ofrezca calma y relax.
Colocar una bandeja
Una excelente idea para decorar una mesa de centro es sumar una bandeja. Ella nos da la posibilidad de agrupar, y que varios elementos se vean como una sola unidad, logrando que haya más orden y que no sean simplemente piezas desparramadas sobre su superficie.
Además, cuenta con la ventaja de que cuando se precise despejar la mesa para armar una picada con amigos, por ejemplo, simplemente solo se deba levantar.
Existen varios modelos que ya son un elemento decorativo por sí solo, como las de mármol, las espejadas, de madera tallada, de ratán o de mimbre.
Usar el triángulo visual
Para romper con la monotonía de los objetos, tanto si se encuentran sobre la mesa de centro, o contenidos en una bandeja, es aconsejable hacer uso de la técnica del triángulo visual.
Esta herramienta realiza composiciones de elementos decorativos impares, asegurándose que cuenten con distintas alturas para generar una ilusión óptica muy interesante. De esta manera se logran agrupar objetos como jarrones, velas, u objetos de arte para que se vean como un conjunto.
Sumar cajas
Existen algunos objetos de nuestra rutina diaria que no resultan particularmente estéticos, pero sí necesarios para tener a mano en cualquier momento. El control remoto para la tv o el equipo de música, y los posavasos, son algunos ejemplos de elementos que deseamos esconder cuando no se encuentran en uso.
Para ello es realmente útil contar con cajas con tapa en las que se puedan depositar esas piezas, y que cuenten con un diseño que añada más estética a la decoración de la mesa ratona.
Al igual que las bandejas, según el estilo predominante, se podrán elegir de madera, espejadas, mercurizadas, de vidrio, y de fibras naturales como el ratán o el mimbre.
Hacer una selección de libros
Otro de los elementos decorativos que se utilizan mucho para decorar una mesa de centro son los libros de decoración. En realidad, puede tratarse de cualquier temática que sea de tu interés, ya que es una buena manera de demostrar cuáles son tus preferencias.
Ya sea un libro sobre arte, fotografía, arquitectura o viajes, lo que se debe cuidar es que las tapas resulten atractivas como para dejarlas a la vista, mas allá de que su contenido nos identifique.
Que no falten plantas
Pequeñas macetas con plantas, o jarrones o floreros con flores frescas o secas, siempre serán un gran acierto para contribuir a que los espacios luzcan más naturales y para traer un poco de la frescura y la alegría que nos brinda la naturaleza.
Ramas de flor de cerezo en un jarrón, o una orqu��dea en maceta, son las opciones que más se pueden ver actualmente decorando las mesas de centro.
Añadir objetos de arte
En una mesa ratona seguramente habrá varios de los elementos arriba mencionados, pero se aconseja también agregar algún objeto con forma escultural que llame la atención.
Un candelabro, o una pequeña escultura de madera o de cerámica, seguramente causarán un gran efecto y atraerán todas las miradas con lo llamativo de sus figuras.
Y otra pieza hecha artesanalmente, como puede ser una vasija, resulta también una buena alternativa al regalarnos la belleza que ofrecen los objetos perfectamente imperfectos, que tanto se veneran hoy en día.
No exagerar
Es necesario que se realice una selección de todos estos elementos y no pretender tener todos exhibidos ya que no es conveniente que la mesa de centro se encuentre repleta de objetos.
Es mejor elegir los que más nos gusten, según lo que sentimos que más nos representan, y jugar con ellos para hacer una combinación ideal.
Además, siempre hay tiempo para ir cambiando los elementos de lugar y elegir otra ubicación dentro de la casa, para poder ir renovando el sitio y la energía del lugar. Aunque nos sintamos atraídos por una composición que hayamos logrado está bueno jugar con los componentes con los que contamos en el hogar e ir probando nuevas combinaciones.
Originally published at on https://thedecolife.com/ May 04, 2023.
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[Fanfic! Victorianlock]
Tensión.
(Un poco de) Drama.
Amor unilateral.
Amor correspondido.
Mención a consumo de drogas.
Contacto
«Para cada solución hay una traba, para cada traba hay un silencio acomodado que está siempre dispuesto a revelar la verdad. Aceptarlo es, en realidad, el problema.»
Holmes desvió su mano justo a tiempo, reprimiendo un insulto hacia su persona concluyó su agradecimiento a Watson antes de dejarlo marchar a su habitación. Lo miró subir, esperaba que el anhelo en sus ojos pudiera pasar por cansancio en el igualmente cansado doctor tras, como siempre sucedía, el hombre volteara a él una vez llegara a la mitad de las escaleras. Verlo esforzarse en darle una suave sonrisa lo golpeó en el pecho, el último ‘buenas noches’ le hizo corresponder con más entusiasmo del debido, si bien Watson simplemente no lo sabía.
Oyó la puerta de arriba y él pudo al fin cerrar la de la sala. Arrastró sin mucha gracia los pies a través del suelo hasta alcanzar su habitación, mientras se deshacía de la corbata. Sus dedos perezosos lo desnudaron al haberse encerrado, después no tardó mucho en caer rendido contra la cama, el frío le recorrió la piel, pensándolo como una especie de penitencia se permitió un par de minutos bajo su agudo ataque. No es que pudiera hacer otra cosa.
Había tenido suerte, en realidad, esta vez consiguió redirigir el camino de su mano lejos de la de su biógrafo, que descasaba inocente y ligeramente enrojecida en la barandilla luego de una pesada noche e inicio de la madrugada,en donde se vio obligada a lanzarse un par de ocasiones a los rostros, costados y estómagos de un par de hombres que intentaron hacerles ver que ni Holmes ni Watson eran bienvenidos. Detrás de un asalto así de contundente, fue toda una lucha para el detective mantearse lejos. Precisaba tocar, no limitarse ver, que su querido compañero realmente salió indemne del peligro.
Advertirel saludable aunque cansado ritmo de sus pasos, la fluidez de sus gestos, la normalidad con la cual se manejaba o escuchar el rico tono de su voz, el resoplido de una risa fatigada en respuesta a la pregunta sobre su bienestar, requería de un complemento, una solución tácita. No solo una hipótesis o una deducción que podría ser errónea al sumarle el deseo de Holmes porque su biógrafo no haya sufrido gracias a él. Y sabía, en la misma medida en que podía apuntar con el dedo el primer momento en que esta emoción se convirtió en tal, cuánto un simple toque nunca le bastaría.
Pero si es lo que podía tener, estaría dispuesto a tomarlo.
Siendo el caso, pues ya que ni siquiera se le daría acceso a tan halagadora situación, el ansia de algo en apariencia sencillo colocaba en él cierto deje de desesperación implícita en cada oportunidad. Ah, por supuesto, el roce ocasional sería ineludible, tanto si se apiñaban en algún callejón como si debieran someter por cuenta propia a algún delincuente especialmente enérgico, de igual modo el sutil contacto de sus manos o pies al compartir la pequeña mesa en la sala durante cualquier comida, moverse alrededor de la ella buscando documentos, enciclopedias, haciendo experimentos o verse empujados el uno contra el otro en el abarrotado Scotland Yard, en las atestadas calles, por algún ataque imprevisto… Holmes los amaba en toda su valía, mas al ser estos completamente accidentales y por tanto inevitables, sin mayor carga que esa, desde ninguna perspectiva podría dejarlo satisfecho. Caminar del brazo tenía su mérito, en realidad de manera insuficiente si se limitaba a ser uno de dos quien le agregaba un mayor peso a la acción.
Rodó de la cama y se levantó, cada rincón de su piel ya erizado, la sensación en la punta de sus dedos comenzaba a perderse, el resto de él temblaba. Frustrado se puso ropa interior y el camisón,regresó a la cama al echar atrás las mantas, de nada valdría su penitencia si la víctimade su pecado no era quien dictaba la condena. Asimismo, si tuviera suerte, el muy necesario sueño se encargaría de otorgarle una infinidad de recordatorios sobre lo que improbablemente llegaría a poseer.
Tardó un corto lapso en clasificar a Watson como un hombre táctil, sin embargo nada se comparaban la expectativa de Holmes contra la amistosa palmada en el hombro, la pose de su mano contra la espalda, el golpecito sutil en el brazo para llamar su atención. No al menos con las libertades que el propio cuerpo del detective, comprobándole cada vez se trataba de un simple humano que podía con relativa facilidad ceder a una ambición tan arraigada y tan antigua, le obligaba a hacer. Ahí asiendo su muñeca, allá atrayéndolo del brazo, en algún momento susurrándole lo más cercano posible a la oreja que el roce de sus labios en la suave concha se hacía ineludible, sin mencionar el oscuro tono que su voz tendía a adquirir durantelas ocasiones en que en medio de tantos, le hablaba exclusivamente a él.
Demasiado descarado, demasiado bajo. Demasiado cerca, el doctor podría saber al detective un hombre falible, precediendo de algo tan diferente a los casos, ¿qué tanto podría condonarlas fallas de su naturaleza? Tendría por fuerza de razón un límite, ser hombre amable, valeroso y fiel, para Holmes; cuasi perfecto, no admitía en absoluto borrar ese “casi”. Estaban los reclamos contra su uso de la cocaína, a su descuidada alimentación, a sus extrañas horas de sueño, el autonombramiento como su biógrafo, el romanticismo hacia su lógica pura, la tendencia de no corregir a las mujeres y señoritas de que su cortesía afable no significaba un coqueteo.
Pretendiendo omitir que muchos de esos puntos derivaban por su causa, de nuevo Holmes echó a un lado las mantas, no, nunca lograría ignorarlo. Bien. En automático se colocó las pantuflas y la bata, la sala lo recibió en su pacifico silencio, al adentrarse, en última estancia recordó conscientemente que dejó un par de pilas de periódicos cerca de su puerta o que a falta de espacio movió la mesita entre su sofá y el de Watson, dejándola a mitad del camino. Ignoró de igual forma la ausencia de mayor luz que la proveniente del exterior, opacada gracias a las pesadas cortinas, lo mismo consideró innecesario encender un fuego a pesar de la baja temperatura.
El cansancio le cerraba los pesados párpados, el anhelo en apariencia irrevocable en su pecho alimentaba su insomnio. Quiso insultarse de nuevo, al ser la milésima ocasión, pensó acabarlo; no sirvió antes, no serviría ahora. Si la Providencia lo ayudaba, la extenuante actividad del caso resuelto lo obligaría a dormir, ciertamente la insistencia de su mente testaruda, aliándose con su corazón,dejaba las cosas muy claras, la balanza iba en contra de dormir. ¿Por qué no rendirse? Nada en Watson lo alentaba, nada le daba una señal, ni siquiera podía toparse algún detalle en los casos donde las opciones se volvían ilusorias y compartir una cama se convertía en el único camino. Su amigo, quizá gracias a su poca capacidad de observación o ayudado de sus formidables niveles de conservación, lo ignoraba.
Cayó en un ruido seco en el diván que miraba hacia las ventanas luego de dar un incontable número de vueltas alrededor, el frío lo encontró de inmediato, la bata nunca lo frenaría lo suficiente y estirar la mano al respaldo para recogerla manta provocaría un movimiento que no se hallaba inclinadoa realizar. Su cuerpo se negaba a la acción, pensar que tal vez esta sería una de esas noches en las que el único camino era el que conducía hacia la habitación de un profundamente dormido Watson, le hizo forzar a su cerebro a creer que el estremecimiento recorriéndole la piel fría se debía a la baja temperatura. Lo carcomía la sed de verlo, rodearse de su aroma impregnado en las cuatro paredes.
Renegó de la ilusión, claro, se instó a serfirme, o al menos resistir hasta las horas cercanas al amanecer y tener la fácil excusa —en caso de ser descubierto— sobre un siguiente caso. Ya lo hizo antes, si bien el pretexto todavía no había sido quemado, se obligaría a que en esta ocasión tampoco lo fuera. Los casos sobraban, aun así deseaba dejar al doctor en su merecido descanso.
Su corazón latió apresurado, desgarrándole el pecho en la ansiedad febril de subir las escaleras y llegar a Watson, sus pies ya entumecidos lo hacían memorablemente bien, si no caminaba no iría a él. Dejó una mano sobre su pecho, el pulso acelerado iba tan rápido que dolía. Afortunado Holmes, sabía de alguna forma cómo manejarlo, se giró despacio al respaldo acolchado y pretendió ignorar su existencia a base de pensamientos en los que nada tenía que ver.
Pisadas suaves descendiendo la escalera pronto cortaron de un tajo el recuento de crímenes sangrientos ocurridos durante los meses de mayo, en los últimos setenta años con una terminación non. Totalmente obvio, el dolor regresó. El andar apresurado por el frío en su mayoría fue silenciado gracias a las pantuflas, lo que al abrirse la puerta de la sala le dio a Holmes la oportunidad de enfocarse en el roce de las telasdel camisón, la ropa interior y la bata, una pantorrilla desnuda frotándose a cada paso contra su compañera, el roce de los calcetines caídos a la altura de los tobillos. Atento al golpe sordo en la madera de la puerta acompañado de algunos objetos de metal rozándose y de inmediato el agudo murmullo de un par de frascos de vidrio chocando, seguido de una inconfundible maldición de los delgados labios, le advirtió al detective de los posibles próximos problemas. Sin haber mejor momento para escapar como el ahora, dio la ordeninmediata a sus pies… Oh.
Bueno. Perfecto.
—¿Hay alguna herida que no me mostró? —preguntó Watson con un tono adormilado. Holmes se estremeció al escucharlo, sintiéndose el doble de mal al saber la poca importancia de lo que soltara esa hermosa boca, seguía amando su voz.
—No.
—¿Mareo?
—No
—¿Nauseas?
—No. —Tal cual se tratara de un objeto inanimado, giró plácidamente al suave empuje de Watson, recostando la espalda de vuelta al sofá.
—¿Dolor de cabeza?
—No.
—¿Fiebre? —Watson tomó su brazo. Holmes se estremeció al notar que el corto viaje a la sala poco hizo en disminuir el calor acumulado de su biógrafo. Tembló ligeramente, usando la misma cantidad de dulzura y firmeza, el doctor elevó una de sus manos en tanto con la otra le bajaba en conjunto las mangas del camisón y la bata. Quiso detenerlo al sentir los entrenados dedos comenzando a cerrarse en su muñeca.
Lo sabía, el más efímero de los esfuerzos de fingir enfermedad o simplemente negarse a recibir sus cuidados bastaría para alejarlo, evitar así que detectara su pulso acelerado aun cuando le faltaba razón que lo desencadenara. Y Watson lo conocía muy bien, si no preguntó o acusó en un inicio sobre la cocaína o la morfina es que no veía argumentos que respaldaran el empezar con ello, de algún modo, el hombre se convirtió en la única persona que lo memorizó lo suficientemente bien para diferenciar su estado… aun con el mínimo de luz. ¿Existía un modo en que pudiera escapar de él? ¿De verdad quisiera hacerlo?
—No.
—¿Debería preguntar por… eso? —Le susurró el médico, sin lugar a dudas dándose cuenta de sus acelerados latidos. Holmes imitó el bajo tono al responder.
—No. Nada el resto de la noche o los próximos días—agregó Holmes, sin siquiera molestarse en algún ridículo regaño a su adición, es decir, haría realmente feliz a Watson que lo dejara, pero si el hombre bajo sus propios medios no descubría que lo tomaba cada vez menos, él nada añadiría.
—Hmm —dijo Watson en sustitución de toda respuesta. Holmes se imaginaba ya un par de razones que justificaran esa clase de sonidos.
Inhaló despacio, la parte todavía coherente y medianamente responsable que aún esquivaba someterse bajo el peso del cansancio, el insomnio, la comida desagradable del tren o el tacto cálido de su biógrafo, resplandecía en advertencia. Contrólate, se regañó, esta no sería la primera ni la última ocasión en que el doctor lo revisara o le hiciera esa clase de cuestionario, sin embargo… esos dedos, esa calidez, ese dulce aire somnoliento que lo cubría. Cometería el peor de los errores si continuaba permitiéndole tocarlo, no importa cuánto lo codiciaba o todo el escozor que recorría su piel frente a la urgencia de devolver el toque. Las duras almohadillas de las huellas dactilares aumentaron la dureza de su agarre y Holmes solo se consumía por corresponderle. Contuvo el aliento un instante antes de soltarlo en silencio.
—¿Lo estoy molestando? ¿Es uno de esos humores negros? —El detective lo atendió a medias, casi perdido en ese único e infame toque. Intentó golpearse o hacerse reaccionar de alguna forma, y aunque había mil de ellas, deambulaban en su mente preguntas exclusivas hacia Watson sobre su voz susurrante, su contacto casi en exceso firme. Su extraña manía de estar con él incluso si poco quedaba de remuneración—. ¿Debería irme o tomar su temperatura? Holmes, por favor, necesito un poco de ayuda de su parte. —Al hombre postrado le faltó un segundo, un segundo que hizo la diferencia entre levantarse, soportar el dolor del entumecimiento, inventar una excusa por su doblemente extraño comportamiento, y girar al punto de estar frente a Watson, quien a pesar del movimiento, no lo soltó.
Lo observó hincado, la mano que no sostenía su muñeca puesta inocentemente en el borde del diván, cerca de su hombro. La tenue luz le permitió enfocar sus rasgos atractivos, los resplandecientes iris, el volumen apenas controlado de su bigote tras dos días en donde apenas tuvo la oportunidad de atenderlo, el rastro de la barba detectada en el tren, invisible entre la oscuridad. Enfocaron sus miradas, orgullosos o alentados, ninguno hizo amago de separase. Holmes contuvo la siguiente inhalación sabiendo que regresaría en forma de suspiro, siendo que de algún modo contuvo el centenar anterior, ahora, si bien decididamente complicado, no lo convertiría en la excepción.
—Es su decisión permanecer… —expuso en una amortiguada voz, fue sin embargo, una centésima parte de lo que estaba dispuesto a decir de recibir la señal correcta. Watson mantuvo firmes sus ojos, aun negándose a abandonar su pulso acelerado. Holmes nunca dejó de instarse a base de gritos internos que aún tenía tiempo, que aun podía escapar, que todavía existía la posibilidad de encontrar una excusa y salvarse de perder cuanto logró conseguir de su querido amigo.
No obstante, Watson no se alejaba, seguía irradiando esa ridícula tibieza, mantenía la conexión en sus orbes, su aura amodorrada convertida en un despertar empapado de los residuos de su sueño. Nada hacía para alentar al detective, de acuerdo, ¿en qué momento entonces comenzaría a hacer algo que lo desalentara? Dentro de ese detalle tan simple residía la ya paralizada cordura de Holmes, quien latido a latido perdía su lucha contra el atrevimiento y el abandono. Puede que él fuera el único en quien toda la carga tensa y febril recayera, eso todavía no justificaba el detenerse.
Cede. Cae. Ríndete.
¿Qué significaba una eternidad junto a John Watson si se veía incapaz de dar ese paso? No hizo amago de deshacer la conexión de su muñeca con los dedos del doctor, nunca sabría si un segundo de satisfacer su deseo valdría el regreso a una vida de soledad o el encarcelamiento, al comenzar a girar su mano, aquella pregunta amenazó sustituir el resto de sus pensamientos. Dedos y brazos cubrían una tercera parte de sus miradas, por lo que aun si no desviaron sus ojos, ambos advertían claramente la intención de Holmes, dándole a Watson la posibilidad de retirarse en cuanto la escena se tornara incomoda. Su nula movilidad aumentó la mínima convicción del detective.
La palma de Watson, hacia arriba, liberó milímetro a milímetro a Holmes, quien en un arrastre sutil, colocó su propia palma a una casi inexistente distancia de la de su biógrafo. Lentamente Holmes fue bajando, tocando con apenas la punta de los dedos la base de la cálida y firme mano, cortó en ese simple toque su siguiente respiración, observó al doctor enfocado en su totalidad al extraño acto. El detective trazó cuatro caminos a lo largo de la palma, nunca permitiéndose algo que sobrepasara esa debilitada caricia. Se mordió por dentro el labio inferior, contuvo su otra mano haciéndola aferrarse a la bata, envalentonado gracias a la inexistenteréplica y el examen minucioso de esos ojos verdes, prosiguió.
Una vez alcanzó, a continuación de una torturante perpetuidad, el extremo de los todavía interesados —oentumecidos— dedos de Watson, sin despegarse un ápice llevó su toque hacia abajo, raspando las recortadas uñas antes de en igual lentitud ser él quien lo acunara. Atravesó sus dedos hasta anclarse con ellos alrededor del meñique y parte de la muñeca, sintió al doctor agitarse, elevar su temperatura, le dio al fin un motivo a Holmes para levantarse. El detective se negó a soltarlo mientras en un felino movimiento se sentaba frente a él, los pies entumecidos clavados entre las rodillas de Watson. Lo escuchó tragar y eso lo terminó.
Quiso apresurarse, provocar más reacciones, tener más demostraciones físicas de lo que no obtuvo en años, en cambio afirmó su agarre. Cerró los párpados, impidiéndole a su afán obligar a la tentación hecha hombre acortar la imperdonable distancia. Condujo esa bendita mano hacia su rostro, cortando los centímetros forzándose a cuidar esa imperiosa languidez, enredando entre su diestra la muñeca y su izquierda guiando el camino, con la punta de su nariz rozó la cálida palma. Envolvió sus sentidos en el aroma, el suave olor de las mantas recién cambiadas por la señora Hudson, el jabón usado para lavarse el rostro, el perfume único e inigualable de Watson. Su tacto se rindió a la calidez, la piel ligeramente áspera, los rasguños apenas notorios provocados esa noche, las cicatrices de una batalla cuyas garras apenas lo dejaron marchar.
Limitándose a la punta de su nariz y la mínima sujeción, todavía le tentaba el hambriento capricho de estrechar en sus brazos al doctor, acoplar su rostro en el hueco del hombro y cuello, el resto del fuerte cuerpo apresando contra el suelo o el sofá y Holmes. Con los latidos acelerándose al punto de la preocupante, descubrir aun así motivos loables para dominarse fue imposible. Al llegar a la muñeca de Watson no se contuvo de frenar la siguiente profunda inhalación, el sobresalto del doctor no pasó desapercibido.
—Puede irse en cualquier momento —murmuró Holmes, justo sobre la delicada piel en la cara interna de la muñeca, sus labios casi rozándola al hablar, persistía en conservar los ojos cerrados, guiándose de las reacciones captadas a través de su oído para avanzar. Sonrió un ápice cuando luego de una considerable pausa, Watson se quedó en su sitio. Terminado el tiempo de escape, el detective notó el camino de retorno a la normalidadser completamente destruido. Jamás encontraría arrepentimiento en ello.
Al hacer descender la manga, su boca no tuvo mayor impedimento que la detuviera. Dejó, sin embargo, apenas la sombra de un beso en el apremiante pulso, sus labios temblaron por el afán contenido, devanados los nervios ante las puertas que pretendía mantener cerradas. Watson le correspondió con un suspiro casi mudo, tan callado que incluso estando frente a él, Holmes pensó haberlo imaginado. Dado el sutil aumento en la temperatura que irradiaba, la incertidumbre se solucionó pronto. Se mordió la lengua, pero ya menguado su ímpetu resultó insuficiente al impedirle lamerse los labios, probó el calor residual, el fantasma de los latidos acelerados, la silenciosa aceptación.
—Solo tú puedes detenerme —volvió a susurrar el detective, rozando una vez más la fina piel.
—No quiero hacerlo.
Holmes exhaló.
Abrió los ojos, lo miróy dejó de contenerse.
(Muchas gracias por leer, escribí esto estando al punto del colapso, desesperada por distraer mi mente y encontrarme de nuevo con estos dos hombres que tanto amo, así que es tan romántico como una papa :’v, lo siento, sabes que normalmente sería muy rosa, pero esta vez no pude, aunque ciertamente cumplió su cometido y me distrajo, así que reanudaré la progamación rosa habitual pronto ^^
Perdón por los errores ortográficos o de alguna otra cosa, prometo intentar arreglarlos cuanto antes. De nuevo gracias por leer, te amo <3 <3 <3)
#victorianlock#sherlockholmes#john watson#acd canon#holmes and watson#Sherlock Holmes x John Watson#victorian johnlock#fanfic en español
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MALAS DECISIONES
Le dije a Guille que se quedara en la escalera y que silbara, con los dedos en la boca, si venía mamá. Guille, mi hermano chiquito, no se trepa al techo, que está después de la terraza, donde está el palomar. Alma, mi hermana grande, que termina el secundario, me hubiera retado igual que me retó el viejo de al lado. Pero ya había pasado la cornisa sin caerme. Tenía a ese ovillo de plumas apiladitas y abiertas, que es como se ponen las palomas cuando se enferman, metida adentro de la camisa y rayándome la piel con su patalear de uñas .¡Bájese de ahí o llamo a su madre! dijo el viejo .Hice como si no lo escuchaba y volví despacito agarrándome de las rejas con una mano mientras hacía equilibrio marcha atrás .Guille subió corriendo y le di la paloma .¡Agarrala , no la aprietes!, dije y busqué el remedio anaranjado, que con un palito envuelto en algodón , tenía que ponerle en la garganta.¡ No cierres los ojos Guille!, dije mientras le abría el pico, cuándo las palomas se enferman se quedan quietitas y tiemblan y esto es como el jarabe de frutilla .Después la puse en una caja y la llevé a mi pieza junto con otras dos y dejé la ventana abierta para que tuvieran aire .Cuando volví de la escuela , ya no estaban .¡Viste Guille, volaron , volaron! y los dos nos quedamos mirando el cielo. No eran de las mensajeras que el tío Oscar nos regaló cuándo lo fuimos a visitar con mamá en el tren, por eso no las vimos más. El tío sabía mucho de palomas y cada vez que me veía decía que yo tenía piernas de boxeador y tiraba unas trompadas al aire. No, creo que lo que decía era que él hubiera sido un buen boxeador si de chico hubiera tenido mis piernas. Eso me decía y lo miraba a Guille que se escondía, agarrado de las polleras, atrás de mamá. El tío Oscar tenía un palomar en el que entrabamos parados, no como el que hizo después papá en la terraza, cuándo volvimos con las mensajeras.´´ Colombófilo, colombófilo´´ me había repetido el tío y yo lo decía en la escuela,´´ Yo soy un colombófilo´´ y nadie sabía de qué hablaba. Cuándo sea más grande y tenga un palomar para entrar parado, voy a correr carreras, voy a tener un reloj que marque la hora que llegan y un buchón que apure a mis palomas campeonas. Guille no había visto al buchón .Le dio miedo entrar por el revoloteo de plumas y un poco de asco por el olor a zoológico. El tío me contó cómo darles de comer y como curarlas con el frasco de líquido anaranjado. Una vez, cuándo yo con una tijera cortaba algunas plumas y Guille cerraba los ojos le dije. ¡No duele Guille!, es como el pelo ves y le corté un mechón. No te dolió¿ viste? es por unos días después crecen , las palomas se acostumbran a este palomar y entonces vuelven. Otro día las llevé en un canasto atado en la parrilla de la bici hasta el río .Vino Alma con un amigo de su grado, si no mamá no me dejaba. Ya en el río el pecho se me salía y levanté despacio la tapa del canasto y volaron tan alto que no se veían .¡Van a llegar campeonas! Dije , pero me dio un poco de miedo. Para que Guille no llore le había dicho que se quedara en la terraza esperándolas con la lata que había sido de dulce de batata, llena de mezcla de maíz y otras semillas. A él le gustaba zarandearla por el ruido a lluvia que hacía .Cuando llegamos con Alma y su amigo, las dos mensajeras estaban paradas en la reja, que era el lugar que a mamá no le gustaba que se pararan porque la caca caía justo en el patio en frente de la cocina. Pero además de las mensajeras, que eran mensajeras de veras, porque tenían como un pochoclo sobre el pico que les servía para no perderse, habían bajado a comer la negrita, la gris oscura ,que tenía una pata dada vuelta y le faltaban dos dedos y una rara de cola abierta y muy blanca. ¡Mamá mamá volvieron ,volvieron !no parábamos de gritar .Las palomas nuevas venían de una palmera de la plaza a comer las semillas tiradas por el suelo y después se acostumbraron al sonido de la lata .Era moverla y aparecían todas juntas. Decía mamá que ensuciaban mucho y lo dijo varias veces y cuando mamá decía las cosas varias veces y como separando las letras de las palabras era porque algo no le gustaba y cada vez le gustaría menos porque separaba más las letras. Mamá seguía diciendo que ensuciaban y ya era cuando la negrita y la gris oscura habían tenido pichones y habían aparecido para quedarse cuatro marrones con las alas marrones y blancas. La colipavo se había encontrado otra igual con la cola abierta y para distinguirlas Alma le tejió una pecherita con lanas rojas y verdes que se la atamos por detrás del cuello, como un babero. Pero no resultó y Alma se enojó .¡Después de tanto trabajo, dijo, que desagradecida !la colipavo blanquita se volvió loca tratando de desprenderse con las uñas de las pata y casi se ahorca pero la sacó .No era grande el palomar que hizo papá con maderas clavadas a la pared y pronto las palomas se peleaban por ocupar sus lugares .Yo volvía cada vez más rápido con la bici y mis campeonas me esperaban en la reja, entonces me ponía un pan en la boca y paradas en mis hombros lo picaban y yo podía mirarlas a los ojos, brillantes como un espejo .En el suelo era difícil porque ellas caminan moviendo la cabeza , paran, te miran con un ojo y después con el otro. Escuché que mamá le decía a papá que haber hecho un palomar había sido una mala decisión y papá le contestó que la mala decisión había sido de´´ tu hermano ´´y cuando papá llamaba al tío Oscar ´´Tu hermano ´´ era porque también estaba enojado. Por eso creí que si los padres y los tíos podían tomar malas decisiones, también las palomas, que se empezaron a ir de una en una sin despedirse . Cuando solo quedaban las dos mensajeras, antes de salir para la escuela, porque siempre se iban en esas horas , nos arrodillamos con Guille frente al palomar y rezamos. Al volver no estaban. ¡Guille las palomas pueden tomar malas decisiones ! dije y fui a tirar la bolsa de mezcla en el tacho de la basura que está siempre al lado de la parrilla y vi un cajón de madera que usa papá para prender el carbón, con algunas plumas blancas apretadas en las hendijas. Yo conocía gallinas coloradas pero nunca vi una blanca .Esa noche, en la cena Guille imitaba la vos de las palomas y me miraba¡ Gu cuuu Gu cuuu! hacía y me miraba. Alma estaba callada y yo no le sacaba los ojos de encima . Ella muchas veces decía que iba a lo de Cecilia y tomaba la decisión de ir a la plaza. Y yo le quería pedir que viera si las mensajeras rondaban por la palmera, pero como ella había tomado la decisión de no decir que iba a la plaza yo creí que tenía que tomar la decisión de no preguntarle en la mesa. Cuando terminó ,se levantó y sin mirarme se fue rápido a su cuarto. ¡Terminá de comer ,querés! dijo mamá , Que me duele la panza dije. Papá se levantó también de la mesa y volvió con una caja de vidrio llena con agua y con dos pescaditos anaranjados con boquitas de besar. Guille les fue a hacer caras con la nariz contra el vidrio.. Este es´´ bur´´ y esta es ´´buja´´, dijo papá , ¿vieron que lindos colores? Si, dije mejor me voy a dormir con el abuelo que cuando me duele la panza me tapa y pone arriba su sobretodo y su saco para que este más calentito . Mi papa dijo ¿Querés llevarlos para que los vea el abuelo? y yo dije que no.Me cambié y en piyama me fui al departamento de mi abuelo en el fondo de casa y pensé que Guille no los iba a poder acariciar ni darles de comer de su boca. Cuándo ya estaba acostado, el abuelo se acercó con una silla , me toco la cabeza y me preguntó si me gustaban los libros de piratas y de islas y de barcos que andaban por lugares peligrosos . Dijo que eran piratas buenos y entonces pensé que no tomarían malas decisiones y que seguro tenían palomas.
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Cicuta
Se miró fijo en el espejo, las ojeras violetas y profundas parecían querer comerle los ojos. Las rozó suavemente con el dedo mayor. Primero la izquierda, desde la punta hasta el lagrimal, y luego a inversa del lado derecho. Como si intentara con ese acto perdonarse a sí misma. Hacía tiempo que no dormía bien, tenía que chequear casi paranoicamente los relojes para poder diferenciar un día de otro. Suspiró. Y comenzó el minucioso trabajo de tapar con corrector ese recordatorio violáceo.
Arabella tenía el pelo color castaño y la piel apenas morena, medía un metro sesenta y cinco y su pelo formaba unas ondas que no se terminaban de definir. Si alguien se detenía a mirarla podría haberle parecido una piba linda (y lo era realmente), pero su mayor cualidad era pasar desapercibida; más aún ahora que su rostro no denotaba rasgo alguno de felicidad, ni de tristeza, ni de ningún tipo. La gente que la conocía murmuraba entre las sombras que era inconcebible que estuviera acaso sintiendo algo. Simplemente existía, de a momentos incluso dudaban que siguiera respirando aunque la tuvieran parada enfrente. Era problema de ellos, no le había importado jamás lo que dijeran, menos podría importarle ahora que Carolina ya no estaba.
Habitar la casa que habían compartido le pesaba, la aplastaba consumiéndole el aire. Pensó en salir a caminar, fumarse un cigarrillo, sentarse a leer en un parque… Pero al segundo de tener cualquier idea volvía a desganarse. Enajenada, se puso un jean, una remera algo desgastada que estaba tirada sobre la cama y salió para su trabajo.
—Llegaste temprano hoy.
—Estaba harta de estar en mi casa.
—Ara, no quiero meterme en tu vida pero…
—No lo hagas entonces. Nos harías un favor a ambos.
Para no dejar posibilidad de réplica, Arabella se metió en la cocina. Era consciente de estar aprovechándose de que Sebastián la quería, seguramente no le hubiera contestado así a ningún otro jefe, pero ya estaba cansada. Cansada de las complacencias, de los consejos, de esos brazos que se tendían engañosos para sostenerla. Nadie quería realmente ayudarla, solo les pesaba su moral de no poder dejarla libre si ella andaba así por la vida, arrastrando los pies. Ara sabía que no era su deber andar limpiando la conciencia de los demás y no hacía ningún tipo de caso a los falsos intentos sacrosantos de ayudarla.
Pero además había otra cosa que esas últimas semanas le molestaba de compartir espacio con su jefe. Sebastián era de esas personas que dan bronca de tan felices, de esas que te responden “todo pasa” cuando les sucede algo terrible. Ara soñaba con que alguna vez él se enoje en serio, rompa una botella, le grite a algún cliente, incluso, hasta esperaba que le susurrara un comentario desubicado al pasar por detrás de ella sólo para poder destronarlo de su título de buen tipo. Nada, nunca había pasado nada de todo eso más que en sus fantasías.
Arabella trabajaba en un bar de Devoto, era parte de esa camada de cervecerías que parecían abrirse de un día para el otro a lo largo de la ciudad porteña. Ella atendía la barra, es decir, su única acción consistía en empujar con un vaso de vidrio el pico de las canillas de cerveza tirada y sostenerlo en 45 grados hasta que estuviera lleno. No le molestaba particularmente su trabajo, le gustaba que fuera un lugar tranquilo. Cuando no había muchos clientes se ocupaba de limpiar la cocina, o se sentaba a tomar unos mates con Sebastián. No la fascinaba el alcohol, los excesos, la eterna noche de Buenos Aires. No se creía superior, pero tampoco se sentía tan fácil de sorprender. Ella había conocido todo tipo de placer extrasensorial y, en contraposición con eso, lo que la gente que la rodeaba acostumbraba a disfrutar le daba una sensación de trivialidad. Todo un poco más de lo mismo: un intento desesperado por callar las voces internas. A ella no le molestaba que le hablen, excepto claro, que desde lo de Carolina parecían más bien estar gritándole todas a la vez.
Sebastián entró a la cocina interrumpiendo sus pensamientos. Esta vez intentó una actitud que daba la impresión de ser más acorde al estado anímico de Ara.
—Che, Monica Geller, si seguís limpiando me vas a desgastar los muebles.
Ara intentó una media sonrisa que no funcionó gran cosa.
—No me cuesta nada.
—¿Querés que haga unos mates y vamos a la terraza? Falta todavía un rato para abrir y la verdad que vos no me dejas posibilidad de trabajar en nada.
—Dale, sí.
La terraza del bar era su lugar preferido, desde ahí arriba se podían ver varias manzanas. Devoto no era un barrio de altos edificios como esas monstruosidades de microcentro, con subir un poco ya se divisaban las calles y los árboles que parecían dibujar sus contornos. Las luces de los vehículos giraban en distintas direcciones antes de que empiece la noche, antes de que la proximidad entre las veredas y los autos estacionados los mantuvieran detenidos en filas parpadeantes.
—¿Cómo estás?
Le sorprendió la pregunta, la gente normalmente evitaba hacerla de manera tan directa.
—He estado mejor…
Ara se quedó un segundo mirando la nada sintiendo una culpa que no le era propia. Ella podía odiar muchísimo la personalidad de Sebastián y su forma optimista de ver el mundo, pero también sabía que no le preguntaba por el mero acto egocéntrico de salvar su alma, así que intentó no ser tan dura. No con él, al menos.
—Mirá, Seba. No es que yo no quiera contarte o no quiera hablar del tema, el principal problema es que no sé qué decir. Carolina se fue dando explicaciones vagas y confusas que sirvieron menos que si no hubiera dicho nada. Me cuesta entender. No porque me sorprenda su reacción, hace largo tiempo que no espero que las personas actúen de manera previsible, y menos aún lo espero de la gente con la que elijo compartir la vida. Lo que siento es que se llevó consigo mi capacidad de sentir. No estoy triste, la verdad es que realmente no lo estoy, pero ahora todo me parece tan aburrido que no encuentro el sentido de “hacer cosas”.
—Pero vos tenías un montón de proyectos.
Arabella lo miró como se mira a un niño pequeño que hace una pregunta que va mucho más allá de sus propias capacidades de compresión.
—Tenía, sí. Ya los retomaré.
Solo quería conformarlo, cosa que Sebastián probablemente notó ya que no indagó más.
—Mirá Ara, hoy va a estar tranquilo seguramente. Los cocineros ya deben estar por llegar y van a encontrarse con todo limpio. No me hace falta retenerte abajo al menos que se empiece a llenar de gente, si querés quedate acá un rato más, estate atenta al celu por si necesito algo.
—Gracias.
Mientras veía a Sebastián terminar de cruzar la puerta, algo le rozó a Ara los dedos de las manos, por lo que se asustó dando un salto hacia atrás. Cuando los ojos le hicieron foco otra vez, notó que había estado a punto de hacer volar por el balcón a un gato negro prácticamente minúsculo.
Se acercó despacio, intentando no asustarlo, hasta que notó que al gato le daba exactamente igual su presencia.
Creía reconocerlo de algún lado, pero no recordaba haberlo visto en esa terraza que había concurrido tantas veces. Sin embargo le resultaba familiar y, de una manera que para nada podía explicar, percibía que el gato también la estaba reconociendo a ella. Se sorprendió a sí misma cómoda con su presencia, lo que era lo más parecido a sentir algo, así que sonrió (esta vez de manera sincera) y lo dejó trepar a sus piernas para acariciarlo.
…
Se miró fijo en el espejo, sin tener valor todavía para abrir la carta que Carolina le había dejado en ese espacio que, tan sólo la noche anterior, ocupaba su cuerpo. La manipulaba temblando con la mano izquierda, mientras con la derecha hacía un esfuerzo inútil por sostenerse del lavamanos.
Había conocido a Carolina en la universidad. La primera vez que la vio casi se cae de lleno por las escaleras de la FADU. Carolina tenía el pelo lacio y un poco rojizo combinado con unos ojos marrones preciosos y algunas pecas que teñían débilmente su rostro pálido. Cuando Ara la vio entrar a la misma aula en la que ella se encontraba acomodando sus cosas, comenzaron a sudarle las manos.
—¡Idiota! —pensó, hablando de alguna manera con ella misma. —Aprovechá tu don de pasar desapercibida y por favor no hagas ningún papelón.
Carolina se sentó en la mesa de adelante. Arabella estaba completamente convencida de no haber hecho el menor ruido, pero por alguna razón la chica colorada se dio vuelta y la miró a los ojos. Fue solo un segundo, pero alcanzó para sentir cómo el calor le inundaba las mejillas. Nunca recordó ni una solitaria palabra de que lo que se habló en esa primera clase.
La semana siguiente Carolina llegó tarde y se sentó directamente al lado de Arabella. Ara se encontraba ahora un poco más tranquila, pero su presencia no dejaba de distraerla. Quería cogerla, hacerla toda suya arriba de esa mesa de madera lastimada por los estudiantes descuidados que pasan día y noche sus trinchetas sobre las tablas. Pero también, a la vez, quería verla tomar un té y correrle el mechón que se le caía sobre los ojos para acomodárselo detrás de su oreja.
Quería el mundo. El pan y la torta. Todo con ella.
Se refregó los ojos intentando representar cansancio, cuando en realidad lo único que necesitaba era poder salir de sus pensamientos para volver a prestar atención a la clase.
Nunca le había gustado una mujer. No podía explicarse todas las cosas que le estaban pasando con aquella chica de la que aún ni siquiera conocía el nombre, Carolina simplemente respiraba y su mundo quedaba devastado. Pero no le daba miedo ni pudor estar gustando de ella. Siempre había dudado de no ser heterosexual más por costumbre que por deseo, pero de lo que estaba segura era de nunca haber sentido tal atracción. Por nadie.
Cuando la clase terminó, Arabella se disponía a salir en el mismo momento que Carolina la paró en seco:
—Hola, perdoná que te joda. Estoy recursando esta materia y necesito una mano, no sé si vos estas disponible o tenés ganas de ayudarme…
Carolina no estaba recursando. Lo que no sería ni por lejos la última mentira que iba a salir de los labios y, aunque Arabella se enteró de ello mucho tiempo después, también estaba convencida de haberla elegido creer.
El día siguiente la encontraba tocando el timbre de la casa de Carolina.
Carolina vivía en una suerte de galpón que había alquilado por pocos pesos. Parecía bohemio pero no del todo una mugre. Era bastante distinto a cualquier casa que Ara hubiera conocido. Lo primero que le pasó por la mente fue la paradoja de que, en ese lugar que se mostraba tan ajeno a todo lo que para ella era habitual, se sentía por primera vez en su vida realmente cómoda.
Apoyó la carpeta en el piso y la mochila arriba, se sentó en el sillón con una tranquilidad que no había mostrado nunca. Carolina se paseaba de un lado a otro acomodando unas pinturas que había dejado tiradas, mientras Arabella comenzaba a sentir un cosquilleo entre las piernas.
Cuando terminó de acomodar (o lo más parecido a acomodar que podía lograrse en ese lugar) prendió un fino sentándosele bien cerca. En el sillón sobraba espacio. No lo iban a necesitar.
Le pasó el porro a Ara mirándola fijo a los ojos. Mientras ella fumaba, comenzó a acariciar su rodilla. Arabella abrió sin disimular unos centímetros las piernas, dejando caer la tela liviana de la pollera que tenía puesta por entre sus muslos. Carolina acercó su cuerpo, mientras subía lentamente la mano. Arabella le agarró con fuerza el pelo atrayéndola hasta su cara. La tensión sexual las asfixiaba, pero tan sólo se quedaron respirando una a centímetros de la boca de la otra. Carolina se levantó.
—¿Conoces la cicuta? —le dijo, mientras se acomodaba ese mechón de pelo que a Arabella enloquecía de deseo.
—Es una flor, ¿no?
Carolina pareció un poco decepcionada ante la respuesta.
—Es mucho más que una flor. “Conium maculatum”. Entre sus propiedades se encuentran tanto las curativas como la mismísima posibilidad de la muerte. Es increíble, ¿no? La representación cabal del ser humano. Por un lado, nuestro instinto de supervivencia nos lleva a resoluciones extremas cuando sentimos la necesidad de preservar nuestra vida mientras que, sin embargo, constantemente la estamos arruinando. Llenando nuestros pulmones de humo, nuestras narices de polvo, rompiendo cualquier posibilidad de una relación que nos acobije.
»Pero ni siquiera es eso lo más interesante que tiene. En la antigua Grecia, el veneno de la cicuta se repartía entre la gente que la quisiera para suicidarse.
En ese momento hizo una pausa, mirándola fijo. Arabella no llegó a reconocer que reacción esperaba de ella. La veía tan entusiasmada que creía que cualquier palabra que dijera en ese momento la haría quedar como una idiota. Aguardó en silencio algún otro tipo de señal, pero Carolina siguió hablando como si nunca se hubiera detenido, aunque, cuando retomó su monólogo, parecía gritar.
—¿¡Entendés lo que significa?! No hay escándalo moral. No hay una puta decisión democrática que defina tus elecciones. Tu vida, en la antigua Grecia, podía tener la fecha de caducidad que quisieras. Ninguna necesidad de envejecer, ninguna necesidad de sentir dolor.
Ahora esa primera conversación y casi todos los recuerdos parecían borrosos. Pero estaba segura de que ese había sido el momento en que se declaró enamorada.
Carolina no iba a suicidarse, tan sólo estaba fascinada con el hecho de tener en sus manos el poder para hacerlo. Le excitaba lamerle la guadaña a la muerte sin que esta pudiera tocarla. Experimentaba con todo tipo de drogas pero siempre era minuciosa y lograba exactamente el efecto que buscaba sentir sin jamás excederse. Arabella se convirtió en otro conejillo de indias. Y no le molestaba.
Pasaba semanas encerrada en el galpón de Carolina, sintiendo infinitos orgasmos producidos por algún pinchazo, algún tiro, alguna mezcla de pastillas y siempre mucho, pero mucho, pero mucho sexo.
Con el tiempo logró convencerla de que se mude a su casa. Un departamento luminoso bien ubicado en Villa Del Parque, lugar que los primeros meses pareció el escenario ideal para la historia de amor que estaban escribiendo. O al menos Arabella así lo sentía.
Por eso, también, esa carta con unos pocos renglones escritos a las corridas y puros eufemismos indescifrables la había hecho bajar peor que cualquier prueba piloto de sustancias que hubiera tenido nunca.
…
Se miró fijo en el espejo. Ya habían pasado 6 meses desde que Carolina la había dejado y otros 2 desde aquel episodio con el gato en la terraza del bar.
Las ojeras se encontraban en su rostro como una parte imborrable de su ADN, pero sentía que esta vez ya no había nada que perdonarse, ya no había nada que pudiera hacerla sufrir. Incluso las voces de su cerebro parecían haber encontrado un dejo de paz.
Llegó al trabajo temprano, como siempre. Le sonrió a Sebastián. Hacía ya algunos días que se la notaba de mejor ánimo. De hecho, hasta algunos chistes tontos, que le decían los clientes algo borrachos mientras esperaban su pedido, la hacían reír de manera sincera.
Le había dado muchas vueltas al tema de Carolina hasta que por fin había abrazado su amor, su fascinación, y la había aceptado. Ya no se sentía usada, ni dejada, ni tonta.
Era como si de un momento a otro, en un sueño, en una fantasía, los planetas hubieran tomado una nueva alineación aclarando todo.
Dejó limpia la cocina y le preguntó a Sebastián si podía subir unos minutos a la terraza antes de que empezara la noche. Era sábado y el verano asomaba, de modo que los turnos se volvían algo eternos. Sebastián, con la sonrisa siempre impregnada a la cara como si fuera un óleo, le dijo que sí.
Subió e inmediatamente su amigo de cuatro patas acudió a saludarla. Le gustaba estar con él y a la vez estaba segura de que esa sombra negra, que la acompañaba en los atardeceres, era la razón de haber mejorado.
Había subido leche de la cocina y le sirvió un poquito en un plato, solo que esta vez agregó un brebaje que había tomado esa mañana del botiquín de su baño.
Lo miró beberlo fijo durante unos segundos, hasta que se le nubló la vista y cayó desmayada sobre la membrana.
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Diario/ mi yo que nadie más conoce
17/02/2021
Por donde empiezo más que el hecho de que a los ocho años nos cambiamos de casa de una casa de dos pisos a una de uno solo, esa casa de dos pisos era mi paraíso como niña de tan solo 8 años mi cuarto era grande, cómodo de pareces blancas y un ventanal enorme que da a las escaleras al primer piso en las noches mamá le colocaba una sabana porque tenía miedo a la oscuridad en la ventana alta que se podía abrir debajo había un hueco o más bien un espacio no sabíamos el motivo pero allí estaba en fin solo tenía mi cama, una mesita de noche y una cómoda con espejo diría yo el resto del cuarto estaba lleno de cajas y el coladero de trajes de mamá y papá era de tubos de metal era el lugar perfecto para esconderte mientras colgabas y te perdías casi como en Narnia pero era mi lugar para evitar los regaños de mamá al frente estaba el cuarto de mamá y papá solo tenían una gran cama dos mesitas de noche y un televisor de caja viejo y pesado de paredes blancas las ventanas de pare a pare como la mía y al frente de las escaleras una mini ventanita que mamá tapaba con mi vieja cobijita de bebé era para que los vecinos no miraran pa dentro, las escaleras eran de madera cuando bajabas al primer piso estas resonaban en toda la casa de manera escalofriante, pero era otro escondite debajo de ella estaba la nevera y un hueco donde estaba unas cajas más abajo era divertido meterse y asustar a mamá o a papá cogiéndole los tobillos era divertido y más en las tardes, en frente de las escaleras la casa tenía un ancho pasillo el perfecto para jugar fútbol con mi hermano mayor el siempre pateaba la pelota y yo siempre tapaba y siempre usaba mi pijama de Clifford cuando jugábamos, la cancha siempre era el hueco debajo de las escaleras y la nevera donde estaban todas esas cajas viejas en fin estaba la cocina y el patio a la izquierda no era muy amplia la cocina y no tenía ventana sino hasta que pasas al patio era grande y muy húmedo según como lo recuerdo estaban todas las bicicletas de mamá y de papá también el de mi hermano y yo no tenía a mi me llevaba mamá atrás en fin al lado de la cocina estaba el estudio de papá era un poco pequeño y de casi poca luz tenía un escritorio con un computador de los viejos con CPU y esa pantalla gris fea también una biblioteca donde dejaba todos sus libros me acuerdo que un día saque un librito de eso pequeños de pocas páginas y no entendía las imágenes en ese entonces cuando fui creciendo lo entendí y me sonroje como tomate pero bueno al lado de él estudio estaba el comedor en teoría era mi cuarto cuando llegamos a esa casa pero no me gustaba así que lloraba mucho y me pasaron arriba, solo estaba la mesa que era redonda y las cuatro sillas cuadradas de madera y dos ventanas con cortinas blancas transparente como le gustan a mamá, hablamos del pasillo ancho enfrente de las escaleras si bueno más allá enfrente estaba el baño el único en la casa era terrible con una ventanita muy pequeña una ducha con cortina plástica de esa casi transparente el lavamanos enfrente de la puerta y la tasa al lado era más oscuro de lo que parecía la puerta era blanca igual que sus azulejos al lado derecho ya estaba el cuarto enorme de mi hermano con una linda ventana y la vista a la calle ya que esta casa era en un 3 piso claramente el tenía su cama justo en la ventana si no me falla el recuerdo tenía muchos carritos y muñecos de héroes pelotas y cosas que yo nunca tuve ya que solo tenía 2 muñecas de trapo y un bebé de plástico que era muy feo la verdad al lado del cuarto de mi hermano estaba la sala grande y ancha como el pasillo con un ventanal del techo al piso y era el sillón y dos sillas más la mesita de centro que era de vidrios cuadrados la ventana tenía unas cortinas igual de largas a ella y eran oscuras grises creo y luego esta la puerta de salida donde más frío hacía esa era mi casa perfecta, mi paraíso mi más gran recuerdo de mi ñiñes allí vi por primera ves pollitos en fuga la mejor película en ese entonces.
Otra de mis fotos esa plantita es la única que me escucha yo la llamo cellen
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Gota 2. ¿Y la novia para cuando?
– gracias por su compra – despide Luna con una dulce sonrisa al joven cliente.
El chico apenas da una respuesta clara y agarra la bolsa con su libro para salir con grandes pasos de la tienda; y cuando estaba en el vidrio del exhibidor, Luna aprovechó para despedirlo también con la mano. Se pintó de un rojo intenso toda la cara del chico y ahora sí se fue corriendo de ahí.
Hasta que el chico se fue, ahora sí pudo devolverle la mirada a Mavro; quién hace rato tiene la mirada clavada en la nuca de la morena, y de seguir así va hacerle un hoyo en el cráneo.
– ¿Que? – cuestionó ella con confusión.
– ¿No te parece que es un cliente muy frecuente? Es su quinto libro en esta semana.
– pues debe ser un ratón de biblioteca como tú.
Cómo reemplazo a una ceja levantada, los ojos vidriosos del chico se tornaron a los de una punta de lápiz.
– ¿Y es completamente normal que parezca semáforo cada que viene, no, cada que Tú lo atiendes?
– exposición excesiva al sol – respondió Luna con una amplia sonrisa.
Mavro soltó risitas y volvió a retomar su libro, y Luna volvió a acomodar la estantería enfrente de ellos. Solo leyó unos párrafos para finalmente agregar.
– eso se llama aprovecharse de un pobre humano que no tiene idea que quiere andar con un esqueleto de la edad de los dinosaurios.
Dejó de hacer lo que hacía, se bajó de la silla pequeña de metal y se plantó enfrente de su amigo, con ceja pronunciada y vena casi a punto de explotar.
– repite lo que no te escuché bien – quitó el libro del camino y puso sus brazos en los brazos de la silla giratoria – esqueleto, ¿De qué época?
– dije dinosaurios, pero tú fuiste creada con los primeros seres vivos en la tierra.
Y con esas palabras, Mavro había firmado su sentencia de muerte.
Pero una dulce voz de niño lo salvó de morir.
– ¡MAMI! – exclamó con gran alegría el pequeño Mike, quien fue corriendo a los brazos de su madre.
Luna se había agachado y con el impulso de sus piernas levantó a su pequeño de 5 años hasta que sus piernas quedaron colgando en el aire, dieron giros y ella lo llenaba con muchos besos en su rostro y en su cabeza.
– ¿Cómo le fue hoy a mi hombrecito favorito?
– ¡FUE GENIAL! – volvió a exclamar entre risas en los brazos de su madre.
Ambos adultos rieron, pero vieron mejor la sonrisa del pequeño. Sus ojos quedaron como platos, en el caso de Mavro se tornaron de un morado tan oscuro que estaba a un paso de volverse negro; cuando vieron un gran agujero en los dientes traseros izquierdos del niño.
– volvimos – aviso Leo cerrando la puerta de cristal.
El pequeño dió pequeños empujones a su mamá para que lo soltara y ahora fuera a los brazos de su padre, quien lo subió a sus hombros.
– mmm, hijo – llamó Luna a su pequeño, quien volteo a ver a su mamá – ¿Y tus dientes?
Luna se atrevió a pluralizar a ver semejante hoyo que ahora tiene su niño, dónde mínimo le caben tres de sus pequeños dedos.
– ¡CIERTO!
Mike le pidió a su padre ponerlo encima del mostrador de madera y ahí empezó su relato.
– bueno, estábamos mis amigos y yo en el recreo, habías terminado de comer nuestros almuerzos y estábamos pensando que podíamos jugar. Pensamos y pensamos – el pequeño se cruzó de brazos – pero nada se nos ocurrió.
Levantó sus delgados brazos, y de un puño antes hecho, ahora solo tenía el dedo índice de cada mano.
– ¡Boris dijo: "si somos bestias, ¿Podremos llegar al techo de un salto?"
Ahora puso sus manos en la cadera.
– nadie se atrevió, y solo yo lo intente – dijo el niño con tanto orgullo que inflaba su pequeño pecho.
Pero esto solo hacía a su madre plantearse el tipo de educación y vigilancia que tenían con los niños, los ojos del mitad bestias ya habían tenido dos tipos de verde, uno normal y el otro chocando con el azul, naranja desde el tono más pálido hasta el más oscuro, y el morado oscuro se transformó en lila, y todo en esos escasos minutos; y Leo, estaba aguando la risa desde lo más profundo del diafragma y espera con ansias su parte favorita de esta historia.
– entonces, imaginen que está esta es la mesa del patio de mi escuela – dijo agitando con mucha velocidad sus pequeños brazos y con sus palmas extendidas hacia el mostrador que tiene a sus pies – entonces me prepare, lo calculé en mi cabeza, y ¡Salte!
Flexionó sus piernas igual que hizo en la mesa del patio, y tan buena fue la actuación que si salto; pero ahí tenía la ventaja de caer en brazos de cualquiera de sus padres o en los de su tío. Y como el más cercano, Leo fue el que sirvió de lugar cómodo para caer del pequeño niño.
– gracias papá – dijo para poner sus pies en la segura tierra – y así pasó – terminó con una amplia sonrisa.
Los ojos de Mavro se mantuvieron lilas y Luna tenía ojos llenos de confusión, pero en su rostro mantuvo su sonrisa dulce hacia su niño.
– entonces mi niño, ¿Te caiste de cara…?
– no, no, no, no, no – interrumpió él a su madre, negando también con la cabeza – se me cayó mi diente cuando termine estampado con la columna.
En instantes de explicarse los ojos del mitad bestia se transformaron en un verde oscuro y su boca empezó a notarse cada vez más. Pero un codazo y una mirada fulminante después, lo hizo regresar sus ojos de cristal blanco y su boca ya era inexistente.
– y por eso perdiste tus dientitos y ahora tu ojito está morado.
Y una vez más, el niño empezó a negarse.
– no, solo fue uno. El otro fue después de mi caída, cuando estábamos viendo mi diente mis amigos y yo el timbre sonó, la maestras llegó antes, no me vio y me estampo la puerta en la cara – dijo otra vez con su sonrisa amplia – creo que se había aflojado después de la caída – dijo mientras lamía uno de los dos agujeros donde antes estaban los dos dientes.
Mostró con alegría sus dos dientes que guardó en una de las bolsas del costado de su pantalón de deportes de los colores cálidos de la escuela. Ambos hombres tenían una mano en la boca y ya varias carcajadas habían salido.
Luna suspiro, para no matar a esos dos antes de tiempo, y se agachó para mirar mejor los pequeños dientes de leche.
– wuaw, mira esos dos dientes. Apuesto que el ratón te traerá mucho dinero.
Los ojos del pequeño empezaron a brillar.
– ¡¿De verdad?! – dijo emocionado.
– por supuesto – aseguró Luna – lo suficiente para completar lo que te falta para ese carro tan bonito que quieres a control remoto.
Las risas de ambos pararon cuando Luna los miró con una mirada cómplice y una sonrisa maliciosa; esa sonrisa maliciosa con la que siempre ella podía salirse con la suya.
– ¿No es así? – fue tan descarada que incluso lo hizo notar en su voz.
– si cielo, el ratón es muy generoso – sonrió Leo dolido.
Ahora sus billeteras son las que lloran mientras el niño da brincos cual saltamontes, agradeciendo en gritos alegres al ratón y su gran imaginación explotó en tan solo pensar en tener ese hermoso carro en sus manos. Horas y horas de juego sin fin.
– iré a limpiar mis dientes y ya los pondré en mi almohada – dijo con gran entusiasmo, y con ese mismo iba corriendo hacia la planta de arriba.
Cuando los adultos ya estaban solos, Luna empezó a repartir golpes a diestra y siniestra.
– y yo pensé que el único niño era Mike – dijo furiosa, para ir con un paso marcado al mostrador.
Ambos compartieron una risa cómplice, con Mavro sus ojos se tornaron de un verde llegando al amarillo, pero se apagó en cuanto Luna volvió hablar; pero esta vez fue diferente.
– y espero el dinero muy pronto, señores.
Su expresión molesta se volvió en su sonrisa malévola de villana de cuento de niños, incluso el tono llegaba ser tan aterrador como si el mismo demonio viniera por tu alma, pidiendo la con la mano extendida. Y por la inocencia del niño más adorado, con mucho dolor en sus codos, le dieron el dinero suficiente para el costoso carro de juguete que tanto ansía el pequeño Mike.
Recordatorio para ambos, Luna es muy aterradora y malévola.
– por cierto, Mavro – el mencionado volteo con ojos en un azul llegando al verde muy pálido – ¿Cómo va mi paciente?
Luna mira a su mejor amigo con una sonrisa y con ojos expectantes por la respuesta, mientras Leo mira al mitad bestia con una media sonrisa.
– bien – respondió con sequedad.
Leo ríe con libertad y Luna mira a su amigo con una mueca de descontento total; boca abierta, ojos muy abiertos y cejas muy inclinadas.
– debes de estar bromeando.
Ahora los cristales se tornaron de un gris grafito y soltó un largo suspiro, tanto que incluso varias gotas de su saliva cayeron esparcidas en el piso.
– Luna – dijo el chico con cansancio extremo – no vamos a tener esta conversación otra vez.
Ahora, para evitar por completo el sermón e ignorarlo mejor, empezó a acomodar los libros; pero Luna no se rindió. Salió del mostrador y confrontó a su mejor amigo.
– Mavro, es una chica sexy.
– además es amable y gentil – agregó Leo.
Sus ojos volvieron hacer de un cristal blanco, agarró su libro y dió inicio al plan de escape. Luna y Leo lo hubieran seguido de no ser por la pila de cajas que aún los esperan dentro y fuera del demostrador, todas llenas de libros y artículos que hay que acomodar para la venta.
Pero no se quedaron con las palabras en la garganta.
– aunque sea invitala a una salida casual – dijo Luna encogiéndose de hombros.
A estas alturas se conformaba con que Mavro saliera un rato con alguien más que no sean ellos dos.
– o un rato divertido – agregó Leo con picardía.
Cómo antiguo casanova, quería quitarle lo amargado a su mejor amigo con una hermosa y sensual chica.
Los ojos volvieron hacer grafito, volvió a suspirar, esta vez en su interior, y se fue lejos de ambos “cupidos” que quieren desesperadamente verlo con una persona; hombre o mujer, se conforman con cualquier género mientras sea otro individuo, humano y bestia, tampoco importa mucho.
Evitó a sus amigos hasta que ya estaban muy cansados por la mercancía para seguir siendo sus “cupidos personales” y ahora sí los ayudo con las montañas de libros que tenían que acomodar. Cuando terminaron ya era hora de cerrar, y el pequeño Mike había terminado rendido por Morfeo, por eso en esta ocasión cada quien se fue a su casa.
Cuando llegó lo recibió la escena normal, la señora Cook saludando y dando la bienvenida al edificio, el regresando el saludo, darle un vistazo rápido al correo antes de abrir lo cómodamente en casa y contando su día con rápidas palabras a la señora Cook como ella siempre lo hace con él.
Hasta ahí era normal.
Pero la rutina se rompió cuando la vieja Cook la llamó para que bajara, apenas había pasado las primeras escaleras.
– casi lo olvido. Hijo no te voy a mentir, nunca voy a entender a los cazarrecompensas; pero puedes pedirle a tus amigos que no hagan tanto ruido. Sé que los Miller están de luna de miel, pero aún así pueden molestar a los demás inquilinos.
La señora Cook es del tipo de personas que explican con detalle las cosas, no es del tipo de dejan un halo de misterio, es directa y por eso es de las pocas personas que Mavro habla con ella sin necesidad de utilizar la libreta. Además de la cercanía de 5 años ha hecho que ella identifique cada color en los ojos del mitad bestia; y por eso, no se atrevió agregar más.
Las palabras dejaron de fluir, su garganta se había cerrado, y no era para menos. Solo ha visto el rojo intenso en los ojos del mitad bestia unas cuantas veces en el tiempo que lleva conociendo lo, y jamás ha sido buena señal.
– señora Cook – Mavro abre ligeramente su boca y se quita los guantes, dejando ver la placa de metal y las cuchillas filosas que tiene como dedos – escóndase en el almacén, llame a cada inquilino y dígales que ninguno salga. No importa que puedan escuchar. No. Salgan.
Con esas últimas palabras Mavro se fue disparado hacías las escaleras, corriendo con velocidad las pasillos donde cada pared cuenta con un par de puertas, y brinca como gato las escaleras para ir corriendo otra vez en los pasillos; llegó el punto que el mitad bestia dejó de caminar en dos pies y empezó a caminar en cuatro para ahorrar mucho más tiempo. Hasta que en minutos llegó al séptimo piso, segunda puerta en la derecha, está colgando de un lado, unida únicamente con uno de los seguros de la pared.
Y adentro era peor.
La gran mayoría de su vajilla había sido destruida, sus muebles estaban volteados y su mesa había sido privada de una de sus patas traseras. La puerta de su cuarto estaba tirada, sus cosas no habían sido tocadas al menos no a grandes rasgos; y la segunda puerta del cuarto, estaba semi cerrada y un agradable olor a rosas provenía de él.
QUE! YA EMPEZAMOS CON LA ACCIÓN!? Pues si nun 💜
Y ahora las preguntas que deben de correr en tu mente loquita.
¿QUE PASO AQUI, SEÑOR GARCÍA?
¿Quien va a limpiar esto? Mavro por supuesto.
¿Esto tiene que ver con la llamada de antes? ✨👀
Averigüe lo, lean lo que sigue ✨
Y ya sin más que decir
MUCHAS GRACIAS POR LEER 💖💜💙
NOS LEEMOS LUEGO. BYE BYE 💖
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FELIZ DÍA MADRE
Me di cuenta lo importante que era mi MADRE hace unos momentos, mientras cocinaba la carne del domingo, aunque siempre comemos asado, pero esta vez me preguntaba a mis mismo
- Hoy no somos muchos ¿Para qué prender la parrilla? -
Entonces me dije ¿porque no unas carnes al horno?
Mi esposa dormía junto con mis 3 hijos, ya en la madrugada festejamos el día de la MADRE después de las 12, todos juntos la abrazamos y le dimos su regalo, unas hermosas ROSAS, conjunto a un popurrí de ropa y besos.
Me desperté muy temprano para poder comprar todo y asegurarme que no falte NADA en la reunión familiar, Vino, gaseosas, pan, muchos condimentos y lo más importante el POSTRE
- Como amo cocinar, obviamente hasta que tuvimos a los chicos, eso me cago la vida, ahora que ya están grandes puedo volver de a poco, pero viste, el tiempo pasa para todos – Mientras habla se coloca el traje blanco de cocinero
- Mira esto por ejemplo – Se señala cerca de la entre pierna con un cuchillo gigante – Acá boluda – GRITA- Esta mancha de vino fue el pelotudo del mas chiquito en una cena, venia corriendo y me tiro la copa de vino arriba de mi ropa de cocina, el vino no sale más, ES COMO LA SANGRE aunque quieras quitarla siempre queda algo-
El hombre para unos momentos de hablar, destapa una botella de vino añeja, agarra una copa, se sirve hasta la mitad, le ofrece a su AGASAJADA, aunque ella se niega con un pequeño movimiento de cabeza, por ahora estaba muy entretenida escuchándolo, el cocinero prueba el vino, cierra los ojos por 3 segundo y suspira, con eso le alcanza para seguir hablando.
- Sabes que más me acuerdo – Clava el cuchillo en el plato de madera
- De las gemelas, que lindas que quedan con la ropa nueva, las dos iguales, tan chiquitas, casi que entran en el horno, jajajajajaja, No te pongas mal es un chiste – Sigue hablando
- La promesa de “Mi amor tu vida no va a cambiar yo voy a hacer lo posible para eso” y mira que lo hiciste, pero así y todo tuve que dejar mi laburo en la cocina que tanto amaba, vender mi auto, mudarme del barrio en donde nos criamos porque las casas en ese lugar tan grandes eran incomparables para nosotros, a la loma del orto me tuve que venir “HIJA DE PUTA” –
- Tin Ton – Al fin llego no podía esperar para servir todo
El Cocinero agarra el cuchillo y corta un pedazo de carne jugoso antes de ir a abrir la puerta y lo mete directamente en una fuente de vidrio al HORNO con PAPAS que ya tenía preparado
- Hola MAMÀ- El Cocinero llora al darle un abrazo
- Hijo mío tantos SOLES sin verte como te extrañe, tengo tantas cosas para contarte-
- Esperá esperá, no me cuentes nada, sácate tu abrigo, déjalo en cualquier lado y anda a la mesa que llevo la comida –
La madre sonrojada y con lágrimas de felicidad hace todo lo que el hijo le pide
En la cocina solo queda sacar del horno el pedazo de carne recién cortado con papas, esto es porque a la madre le gustan BIEN JUGOSAS LA CARNE, y después el acompañamiento pequeños dedos salteados con vino tinto, con una SALSA ROJA
- Mirá todo lo que hice MADRE solo para vos, solo para FESTEJAR TU DÌA- y el hijo se dirige a la mesa para dejar todos los platos y comenzar la celebración
La madre desesperada agarra un pedazo el pedazo de carne con las manos y comienza a devorarlo sin parar
- Nooooooooooooooo MADRE – Grita el Chico – Se levanta y sale corriendo a la cocina.
Vuelve con una silla de ruedas y en ella el cuerpo de su mujer aún caliente, sin cabeza, y chorreando sangre como si fuera una cascada.
- No vas a comer sin la salsa especial MAMÀ, mira que la hice caliente como te gusta, pero no va a durar mucho – Él acerca un vaso y lo llena con la SANGRE que chorrea del cuerpo, se lo lleva a su madre y le da tomar como si ella fuera una BEBÈ.
- Gracias hijo mío, al final pudimos pasar un día de la madre al medio día y no en la noche –
- Hay MADRE esta noche festejamos de verdad, tengo ganas de comerme a los vecinos, siempre me están molestando creo que se dieron cuenta que soy UN VAMPIRO –
- Bueno hijo ahora disfrutemos de 5 familia, y mañana te me cambias te pones pitucon pitucon y salís a buscar a otra, trata de que esta chica tenga hijos grandes, no me gusta esperar tanto mi amor – Mientras La Madre vampiro seguía comiendo devorando todo, al terminar se acercó al plato pequeño y cogió los ojos de las gemelas y empezó a chuparlos como 2 caramelos…
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Me cayo el vidrio de la mesa encima se rompio
Eran las 7:00 cuando paso...
Yo levante una mesa de madera con cristal que tenemos y la levante por arriba de mi cabeza,entonces mi mano derecha empezo a dolerme y deje caer la mesa sobre mi cabeza por lo cual rompio el vidrio,no me corte (Bueno si,pero fue una cortadita cualquiera en el dedo),estaba sola en casa con mis sobrinos los cuales fueron hacia mi cuato cuando escucharon el ruido y tranquilamente los mande al cuarto de mi mama para ver la tele en lo que yo limpiaba...
A las 7:08 llego mi mama y mi padrastro y me encontraron toda temblorosa sentada en el mueble de la sala con una servilleta en la mano y me preguntaron que paso y yo les explique,mi mama pregunto por mi medicamento para los nervios por la cual yo conteste que ya se me habia acabado
Final,me compraron un pan :”v
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Glee «The Cayuga Lake» Part IV
Mayo de 2040
-¿Sabes lo que pienso?... —dijo Blaine poniendo voz sexy. -No… -Pienso que si no estuvieran nuestros hijos aquí… arrojaría mi cuerpo sobre el tuyo… —agregó moviendo sus cejas. -Vaya… ha pasado bastante tiempo desde que no me hacía una propuesta así, y cerca de un auto y todo Señor Anders… -¡Oigan!... —interrumpió Lizzie sacando toda la cabeza por la ventana— ¡basta de tanto arrumaco!... ¡algunos tenemos hambre!... ¡hola!... —termino por decir la chica agregando a su reclamo un par de toques al claxon. -¿Recuerdas cuando te dije que no quería tener hijos?...—dijo Kurt en tono divertido. -Nunca has dicho eso… no mientas —respondió Blaine sonriendo. -Bueno, en vista y considerando el comportamiento actual de uno de ellos… créeme y me lo estoy replanteando… -Bueno, yo creo que esta vez estoy con Lizzie… también tengo un poco de hambre… —agregó su esposo sobándose el estómago, Kurt blanqueo los ojos y rodeo el auto para subirse por la puerta contraria.
-La persona de la aplicación de transito acaba de decir que gires a la derecha… —advirtió Kurt al ver que su hija hacía caso omiso a las indicaciones del teléfono móvil. -Papá, ya se donde vamos, lo vi cuando vinimos más temprano… y ese camino nada que ver, ¡hola!... —dijo Lizzie siguiendo la ruta de manera recta, Kurt miro a su esposo con los ojos bien abiertos como para que interviniera diciendo algo. -¿Estas segura Princesa?... —pregunto Blaine mirando hacia la calle. -¡Confíen en mí!... —exclamó la aludida pasando los cambios. -¡Yo confio en ti Lizzie Anderson-Hummel!... —dijo Noah levantando una mano. -Gracias «Goblin»… como te dije, eres el único hombre que vale la pena en esta familia… —insistió Lizzie haciendo un desprecio a todos incluido Henry a quien le llegó el manotazo respectivo -¡Pero si yo no he dicho nada!... —reclamo Henry levantando su manos en señal de inocencia. -¡Pero ibas a decir!, ¡estoy super segura!… ¡y vean!.. —advirtió la chica soltando el volante para señalar el restaurante, Henry se apresuró a tomarlo para que el auto no terminara estrellándose. -¿No sirven carne de esa animal aquí?, ¿o si?...—quiso saber Kurt señalando el letrero y el alce bien cornudo que había sobre el nombre del local. -No lo se… —respondió Blaine también mirando— tu elegiste el restaurante… —agregó mirando como su hija se estacionaba al tercer intento. -El estilo de la construcción al menos es super interesante… —añadió Henry mirando el edificio estilo inglés de dos pisos de ladrillo a la vista y con balcón y galería de madera pintado de blanco. -¡Ay Henry!, deja de hablar de las casas… ¡hola!... —reclamo Lizzie poniendo el freno de mano— yo estoy feliz pensando en el trozo de carne que me comeré… —agregó quitando las llaves para bajarse de inmediato. -¿Te gusta el lugar bebé?... —pregunto Kurt mientras quitaba los cinturones de la silla de seguridad de su pequeño hijo. -Me parece muy limpio… —opinó Noah agachándose un poco para mirar por el vidrio delantero. -Apuesto y si lo es… ¿y ya sabes lo que ordenaras?... —agregó su Papá acomodándole la ropa. -No, porque debo ver el menú para saber… —respondió Noah encogiéndose de hombros. -Muy sabio de tu parte cariño… el «Papáblen» te ayudar a bajar… —terminó por decir Kurt señalando a su esposo, Blaine sonrió y lo tomó de las manos para que bajara dando un salto. -¡Famila!… ¡quiero carne!… ¡hola!... —exclamó Lizzie haciendo un baile como de desesperación -De verdad y si dejaste de ser vegetariana, ¿no «Rizzie»?... -Si, pero comeré sintiéndome culpable… ¿entremos? -Unas reglas antes… —dijo Kurt llegando a donde estaban todos. -¡Papá!... -Solo tomara un segundo cariño… —advirtió mirando a su hija que volvía a lo del baile de desespero— ¿que hacemos si hay gente que nos reconoce al «Papáblen» o a mi? -Tratarlos con respeto… —respondieron Lizzie y Henry al unísono. -¿Excepto…? -¡Si alguien se quiere subir arriba del «Papáblen»!,... —exclamó Noah levantando su mano. -Muy bien bebé… pueden entrar hijos… —dijo Kurt haciendo una seña que indicaba aquello. -Papá, ¿puedo entrar con mis hermanos? -Por supuesto bebé… ¿Henry? -Obvio… ven hermanito… —dijo el aludido tomando a Noah de la mano, Lizzie partió dando unos brincos que trataron de ser imitados por el menor de los tres hermanos Anderson Hummel. .¿Si alguien se sube arriba mio?... —dijo Blaine tomando la mano a su esposo. -Bueno, hay que ponerse en todas las circunstancias… ¿o no? -Muy sabio de su parte Señor Hummel-Anderson… —respondió Blaine, Kurt concordó con él haciendo un gesto engreído con la ceja levantada y todo, su esposo respondió a ello dándole un beso tanto o más apasionado del que le había dado en el muelle. -Te lo dije… esta noche tendremos acción… —murmuró Lizzie antes de comenzar a subir las escaleras de la entrada, Henry se tomó la frente e indico la presencia de su hermano menor, Lizzie movió sus manos con desinterés y terminó subiendo de tres zancadas. -¿Viste eso?... —dijo Kurt notando la actitud de sus hijos. -La verdad es que estaba ocupado besándote, así que… no… -Juro y lo volvieron a hacer… -¿Quien volvió a hacer que?... —pregunto Blaine caminando hacia el restaurante. -¡Los chicos!, están ocultando algo… y algo grande.. —agregó señalando hacia adelante. -Ok, ¿que tal si ahora en la cena eres directo y les preguntas?… si hay algo que debamos saber, lo sabremos… si no.. tu te quedarás más tranquilo porque lo averiguaste… —dijo Blaine subiendo los dos primeros peldaños, Kurt lo miro de vuelta con el entrecejo fruncido sin saber muy bien de qué parte se ponía su esposo con aquella conclusión.
-¡Papá!, ¡hay un «buffet»... ¿puedo ir primero?... ¿por favor?... ¿por favor?... —dijo Lizzie en cuanto sus padres traspasaron la puerta del restaurante. -Espera un segundo Princesa, primero nos instalamos y luego… -Buenas tardes… —saludo una mujer tomando cinco menús desde una pequeña mesa que hacia las veces de recibidor— bienvenidos a «Fargo, Bar & Grill», mi nombre es… Blaine Anderson… -¿Se llama Blaine Anderson?... —repitió Lizzie poniendo cara divertida. -¿Que?... ¡no!… ¡por supuesto que no!… —respondió la mujer arreglándose el cabello con nerviosismo— me confundi… al verlo a usted… ya sabe… —agregó soltando un suspiro mirando a Blaine, todos la miraron como esperando la continuación de aquella frase— es decir… no hay muchas celebridades que vengan aquí, creo que usted debe ser… -Necesitamos una mesa para cinco por favor, una que esté cerca del «buffet» y una que tenga una silla alta para mi hijo más pequeño… —interrumpió Kurt con una amplia sonrisa en su cara. -Claro… por aqui por favor… —respondió la mujer arreglando las cartas entre sus manos a medida que avanzaba en busca de la mesa adecuada— estas de aquí están… -Están perfectas… gracias… —agrego Kurt cortando de una las pretensiones de mayor confianza por parte de la empleada, la mujer miró a todos como con nerviosismo y espero que todo el grupo se sentara para comenzar a repartir los menús, cada quien tomó el suyo incluido Kurt que se quedó mirándola fijo hasta que la mujer hizo una especie de reverencia y murmuró algo como «luego vendrán a por su orden» o algo parecido.. -Muy bien… —dijo Kurt abriendo su carta como si nada fuera de lo común hubiese pasado— ¿quien quiere del menú y quien del «buffet»? -¡«Buffet»!... —exclamo Lizzie levantándose de su asiento. -«Buffet»... —repitió Blaine alzando su mano. -¿Henry? -Yo me quedo con la carta Papá… —contestó su hijo comenzando a leer. -¿Noah?... -También me quedo con la carta… tiene muchas páginas… —agrego el pequeño mirándola de atrás para delante. -Pues yo estoy con mis hijos, me quedo con lo de la carta también… -Vamos entonces «Papáblen», no saben de los que se pierden… —alcanzó a decir Lizzie antes de prácticamente arrastrar a Blaine a la barra de comida. -No se como esta niña tiene al figura que tiene… —murmuró Kurt mirando a su hija tomar un plato de los más grandes. -Creo que son los genes tuyos y los del «Papáblen» que hacen que todos seamos extra esbeltos… —opino Henry mirando a su hermana. -Tal vez, pero con tu «Papáblen» hemos tenido nuestras cuitas con las calorías, no creas que no… -¿Papá?, ¿dónde están los «epspaguetis»? —pregunto Noah cambiando las páginas. -Aquí cariño…—respondió Kurt buscando la hoja correspondiente— puedes elegir la que mas te guste. -Gracias Papá...—dijo el pequeño comenzando a mirar los platos de a uno… -Cariño… —dijo Kurt dejando su menú a un lado— ¿puedo preguntarte algo? —agregó mirando a Henry, -Obvio Papá… ¿que paso?... —contestó el chico cruzando sus manos sobre la mesa. -Cuando llegamos y ustedes estaban guardando las cosas que compramos… tuve la sensación que estaban ocultando algo… igual que hace segundos en la entrada del restaurante... -¿Que?... —dijo Henry echándose hacia atrás en la silla mientras cruzaba y descruzaba sus brazos unas cuatro veces— ¿por que…?, ¿por que dices algo así?... —agrego tocándose la cabeza. -Porque te vi nervioso, tal y como estas ahora… además ese suspiro que soltaste fue como si te hubiesen quitado un peso gigante de encima... ¿no estarás metido en algún problema? -No Papá… por supuesto que no… -Hijo… cualquier cosa que necesites o que te haya sucedido, con el «Papáblen» podemos… -Papá… tranquilo… no es nada relacionado conmigo, yo estoy bien, ni tampoco con «Rizzie», ella también esta bien… es solo… —Henry tomó un poco de aire y miró de reojo a su hermano pequeño que miraba los tipos de pasta como si fueran lo más interesante del mundo— verás… «Rizzie» hizo un comentario… -¿Un comentario?... —repitió Kurt mirando a su hija que ya llevaba tres comidas diferentes en el mismo plato. -Si, un comentario… ya sabes, adulto… sobre tú y el… «Papáblen»… —agrego Henry mirando otra vez de soslayo a Noah que parecía que nada ni nadie lo podría distraer de su menú, Kurt trago saliva y se tomó el botón del cuello de su camisa— y bueno, le dije que era inapropiado que hablara de eso… .-Cariño, cuando hablas de «eso»… estás hablando efectivamente de…«eso»… —dijo Kurt sintiendo que su cara estaba más caliente de lo normal. -Sí… —respondió Henry aun mas incomodo— cuando dijo que iba a decir algo y dijo lo de salir a bailar en vez de lo otro… sentí un alivio enorme de ahí el suspiro que pudiste notar… -Ok, creo que ahora desearía haber escuchado a Blaine y no haber preguntado nada… hijo… -Papá, no tienes que decir nada… se que tocar el tema te pone incómodo… como a mi… un poco… o mucho... ¿que? —dijo Henry al ver que su Papá lo miraba con más ternura que nada. -Nada cariño, es solo que… cuando estábamos en el muelle, Blaine dijo que tu eras igual a mi… y es verdad… hasta en el más pequeño de los detalles… —respondió sonriendo, Henry sonrió también como orgulloso de ser igual que su Papá. -Y no hagas caso a «Rizzie»… es «Rizzie»… ¿verdad? -Muy verdad cariño… -¡Papá!, ya se que cual sera mi «elepson»… —dijo Noah señalando el plato de pasta que había elegido.
-Uy todo se ve extremadamente delicioso… ¡hola!... —dijo Lizzie tomando uno de los platos más grandes. -Así parece por el plato que escogiste Princesa… -Pero «Papáblen», tengo super hambre… —respondió echándose una porción extra grande. -Como quieras… Princesa… ¿puedo preguntarte algo? -Obvio… ¡hola!... uy camarones… —agrego sirviéndose cinco. -Con tu Papá estábamos hablando de lo que pasó cuando llegamos del muelle… -¿Que paso con quien? -Con ustedes, tú y tu hermano parecía que escondían un secreto o algo… y déjame decirte que el Papá sacó como 28 conclusiones como mínimo… —advirtió Blaine mientras avanzaba junto a ella por la barra de «buffet» -Pues conociendo al Papá creo y fueron como 28 millones… —dijo Lizzie blanqueando los ojos. -¿Entonces?.. -Entonces… lo que pasa es por culpa de ustedes, por criar a Henry tan santurrón… —agrego la chica haciendo ademanes que describían a alguien bien mojigato. -¿Como?... -Eso… mira, lo que pasó es que los vi en el muelle bailando y besándose y le dije a Henry que parecía que tendríamos acción esta noche, y ahí empezamos a hablar de sexo y Henry se puso todo… uy... —explico la chica agudizando su voz en el «uy» -¿Que?... ¿acaso… hablaste de… la intimidad de tus padres?... —pregunto Blaine tomándose una oreja. -¡Ay «Papáblen» tengo 18!… ¡hola! -Se cuanto tienes Princesa.. pero hay cosas que aunque tengas 50 y algo, no deberías de tratar, menos con tu Papá, que creo que en este momento esta hablando lo mismo con tu hermano… —dijo Blaine mirando como su esposo se tomaba el botón superior de su camisa. -Pues no se qué conversación va a resultar allí, si ninguno de los dos puede ni decir la palabra con «s»… —agrego Lizzie volviendo a lo de blanquear los ojos. -Siempre ha sido incómodo para tu Papá, y como Henry es su copia fiel… era imposible que actuara de otra forma. -Pero es ridículo, es algo normal y parte de la vida, la gente que se ama tiene sexo… fin… —sentencio Lizzie gesticulando un término con plato y todo— ¿que?... —agrego al ver que Blaine la miraba sonriente. -Eres la persona mas honesta y franca que he conocido… y me encanta que seas asi… no cambies nunca por favor… —pidió Blaine besandole la frente. -No lo haré… —agregó Lizzie haciendo ademanes coquetos. -Pero no digas eso en frente de Kurt o terminaremos en la urgencia de Aurora… —agregó riendo a la par con su hija que, entre risas, hacía gestos de que guardaría silencio.
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Dia 3 Writober
Religión
Dia 3
La ciudad estaba totalmente contaminado, la peste había arrasado con todo: granjas, ríos, los pueblos a la cercanía que entre ellos estaba el suyo; lo único que parecía algo intacto era el bosque, y era algo porque los primeros veinte metros toda forma de vida está perdida, y si antes al mirar dentro del bosque se veía rayos esperanzadores de luz solar, ciervos tan confiados que entraban a la ciudad, si antes se escuchaban todos los pájaros cantando, el agua de los ríos correr y zorros jugar de aquí a haya, ahora lo que se veía eran sombras que volvían más oscuro su interior, arboles deformes pero vivos, ahora lo que se escuchaba era el viento rompiendo algunas hojas secas y los muy pocos animales llorando pidiendo misericordia de su dolor.
El bien podría ir y adentrarse al bosque y buscar lo necesario pero su labor como médico se lo impedía de tantas personas enfermas, siendo tratadas, algunas por ser tratadas y no decir de aquellas que fallecían; por eso siempre le confiaba la tarea a un joven cazador que de no ser por su carácter ya formado de hombre, por su rostro y verdadera edad no pasaba de los dieciséis años: Jason Todd, hijo del reconocido cazador Willis Todd, y un reciente huérfano gracias a la plaga.
Slade como buen médico y amigo de la familia siempre que el menor iba al bosque le daba un trozo de pan con algo de miel en un frasco de vidrio y claramente todo lo necesario para que el menor le ayudara con su trabajo: Una canasta con varias bolsas pequeñas de cuero, más frascos de vidrio, dos cajas de madera del tamaño de un alhajero y obviamente la lista de los materiales necesarios.
Cuando Jason llego a su cabaña el mayor pudo apreciar la gran cantidad de cosas que traía colgando él y su fiel caballo, solo fue necesario un movimiento de cejas para preguntarle el porqué.
— No eres el único que me encarga cosas del bosque— Jason tomo las cosas en sus manos para dirigirse a su caballo y acomodarlo en las canastas que usaba para el equipaje.
— Necesito las cosas lo más antes posible, los Allen están muy enfermos y—
— Los Allen fallecieron durante la noche Slade… sus cuerpos están siendo llevados en la carroza en estos momentos… fue el padre Kent quien lo dijo— El menor se quedó mirando a los ojos del mayor, muy pocas veces este dejaba su máscara de médico, antes de apretarle el hombro en forma de apoyo— Según él, el señor Barry estaba inquieto por la salud de su esposa y termino abriendo las ventanas… En si no murieron por la plaga, lo siento. — Jason se despidió con un ligero golpe otra vez en el hombro antes de subir al caballo. — Regresare dentro de dos noches, los Wayne y Al’Ghul me dieron provisiones suficientes. — dijo antes de partir.
Slade solo miro frustrado como el menor se adentraba el bosque y se perdía en la oscuridad de este.
Cuando regreso a su cabaña golpeo la puerta furioso por la noticia, pero ¿Qué podía hacer más que regresar a su trabajo?
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Tal y como Jason había prometido había regresado a las dos noches siguientes pero esta vez sin caballo pero con un sacerdote ayudándole con todas las cosas, parecía que si había tenido suerte.
Como era costumbre los sobrevivientes esperaban a Jason en la plaza principal, con mesas para poner todas sus cosas, cuál fue su sorpresa que hasta carne había conseguido, totalmente limpia, nadie pregunto de donde venía, pero la mirada de tristeza mientras repartía la carne a los ancianos y niños sobrevivientes a Slade le dijo muchas cosas.
— ¿Por qué trajiste a esa persona? —Pregunto Damian, el menor de los Wayne.
— Anda, diles tu plan— Gruño Jason empujando al sacerdote hacia enfrente mientras que llegaba el turno de atender a Slade.
— El vaticano me envió a mí y a otros quinientos sacerdotes a repartir un mensaje: Las brujas son causantes de esta situación, envenenaron el mundo, nuestro mundo, el mundo de sus hijos, y la única forma en la que pueden ser curados son orando a nuestro padre Dios ¡Orando que deje caer su castigo hacia las brujas y no hacia nosotros los inocentes!
— ¿Inocentes?... no me digas—Susurro el medico solo para que escuchara Jason — ¿Lo trajiste para lo que creo que lo trajiste?
— ¿Para qué otra cosa lo traería? — Contesto el menor mientras terminaba de acomodar las cosas en la mesa más grande y decirle cada cosa. — Enfoquémonos en esto: Ginseng, diecisiete raíces intactas, sanas, sin hongos. Cinco tarros de arcilla negra y tres de arcilla verde. Dos frascos de valeriana surtida. Un saco de soja. Dos de Equinacea. Tres cabezas de ajo silvestre y lo mejor de todo — El menor saco un nuevo saco de piel, más pequeño pero lo suficientemente grande para guardar algo de pan y carne, y del que saco otros cuatro frascos— Dos frascos de acónito, uno y medio de miel nueva, un gran trozo de carne para compartirlo conmigo y este pequeño bolso.
— Cada vez tus sorpresas mejoran.
— No, cada vez mi cacería mejora.
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Ambos hombres estaban en la cabaña del mayor, uno preparando toda la medicina necesaria y el otro terminando de comer
— No me has dicho porque mataste a tu caballo— Dijo Slade, aun trabajando sus manos.
— … Yo no lo mate— Contesto Jason mientras terminaba de pasar el trozo de carne con ayuda de algo de vino. — Un lobo lo ataco mientras estaba arriba de un cedro buscando la miel, simplemente aproveché la carne que no se contamino.
— ¿Qué no se contamino? — El medico dejo su trabajo en la mesa de madera para girarse y ver confundido al menor. — ¿A qué te refieres?
— El lobo estaba enfermo, algunas de las ampollas se reventaron mientras comía y contaminó gran parte de la carne, la bolsa que te regale fue de lo única piel buena que saque del lobo.
— ¿Dónde encontraste al sacerdote?
— En el puente de cedro, estaba tratando de pasar, empezó a agradecer a Dios de haber encontrado alguien limpio cuando me vio, de hecho ya venía de regreso, le dije que lo traería a la aldea a dar su mensaje si me ayudaba, de no haberlo traído hubiera traído menos cosas.
— ¿Realmente solo lo trajiste para que te ayudara?
— ¿En serio preguntas eso? Sabes perfectamente para que…
Slade solo sonrió y asintió la cabeza para regresar a su trabajo y dejar a Jason continuar.
— Tienes razón, tu cacería mejoro.
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— ¡Ella, ella es una de las brujas que trajo aquí la maldición!— Grito el sacerdote, el cual conocían su actual nombre era Lex Luthor, hijo de Lionel Luthor, uno de los tantos sacerdotes que había participado para ser el papa, y al cual se le culpaba de la muerte y desaparición de muchos niños y mujeres, y el cual se encontraba en el pequeño mercado del pueblo con Talía Al’Ghul en el piso recién golpeada por él.
— ¡Mi madre no es ninguna bruja! — Damian trato de ir hasta su maltratada madre la cual se encontraba agazapada en el suelo después de la tremenda golpiza que el sacerdote le había dado.
— Claro que lo es, una mujer que en primer lugar es madre sin estar casada, una mujer que siempre se la pasa llenando frascos con liquido espeso y rojo. ¡Claramente sangre!, es una maldita bruja— el sacerdote tomo la mediana hacha del hijo de Hal Jordán, el leñador de la ciudad para intentar matarla.
Pero justo cuando había levantado el brazo una flecha rompió el aire y atravesó la canilla de aquel loco hombre logrando que soltara el hacha mientras gritaba de dolor.
— Lamento que la comida te hiciera daño Talía— Gruño Jason colérico acercándose hasta la mujer y ayudarla a levantarla para dársela a su anciano padre.
— ¿Comida?, ¡Ninguno de ustedes lo ve, pero yo sí! ¡Esa mujer los volvió locos, la única forma que se libren de ella y la enfermedad es matándola! —Un golpe en la mejilla le hizo callar, Slade le había dado un buen puñetazo.
— ¡En este pueblo no existe ninguna bruja! En este pueblo no existe el bien, no existe el mal, solo existen tiempos fáciles y difíciles. — Hablo el padre Kent
— Un padre diciendo que el bien y el mal no existe… ¡es una herejía, también usted debe ser asesinado!
— Un padre que dejo de creer en Dios cuando dejo de ayudar a los inocentes, un padre que antes juzgaba a las mujer… un padre que antes creía que la religión era la única manera de encontrar la felicidad— Luthor lo miro con ojos tan abiertos, con el rosto enrojecido de la ira y justo cuando iba a hablar Jason le arranco la flecha, el calvo solo gruño aún más enojado intentando golpearlo pero simplemente una pedrada en la cabeza por parte de Damian lo tumbo nuevamente al suelo.
— Si quieres saber la religión que tenemos aquí…: Matamos a quien intente o lastime a nuestra gente— Hablo nuevamente el padre Kent esta vez estaba a dos pasos de distancia — Cosa que vamos a hacer contigo.
— No, no, no, no, no, no ¡No! — Lex intento de zafarse cuando Bruce Wayne y Hal Jordán lo tomaron de los brazos y lo arrastraron hasta la plaza principal.
El pueblo estaba celebrando como si fuera un festival, las antorchas se concentraban en el centro, un par de hombres sanos habían puesto un tronco seco para ahí atar al sacerdote, los niños portaban pequeños cuchillos, espadas o hachas, en cambio los únicos que traía un arco eran Jason y Slade.
Cuando tenían a Luthor frente al tronco lo ataron con sogas y cadenas.
— Se pudrirán en el infierno todos ustedes, ¡Herejes de mierda!, Brujas y brujos, asesinos, ¡Paganos!
— ¡Cállate! — Damian le apuñalo el muslo y giro el cuchillo hasta sacarlo. Y eso solo fue el principio de lo que Kent le había nombrado un festival religioso.
Una vez Lex Luthor estuvo muerto, eso no basto para los ciudadanos, no, un festín de aquella fresca carne sí que lo era, porque en los tiempos que Dios te abandona, no queda de otra más que aprovechar el momento para dejar de un lado tanto sufrimiento.
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sabina urraca, las niñas prodigio
“los días se me van en paseos por el bosque, baños en la alberca, conversaciones esporádicas con los habitantes del valle y gruñidos de jabalí al anochecer. hay mucha belleza, aunque la soledad oprime a ratos. la vida entera me parece un gran propósito de año nuevo: hay una ilusión y una confianza plenas, pero al mismo tiempo, día tras día, la falta de voluntad y el acostumbrado caos mental me impiden hacer nada productivo”
“cuando ya llevo un mes, me doy cuenta de que la neurosis va por dentro. da igual el campo, dan igual los pájaros. no importa que estés en una playa paradisíaca: si eres un neurótico, te angustiará la idea de no estar sacándole el suficiente jugo al paraíso, y eso empañará tu paraíso”
“por primera vez en estos meses, veo que la puerta de la ermita que hay junto a la carretera está abierta. la ermita del padre eterno es una construcción mínima y humilde que no atrae a ningún turista, a pesar de mi insistencia en presentarla a cualquier visitante que me encuentro como algo único. es una de las tres únicas figuras católicas que hay en el mundo que representan al propio dios. la ermita es una casita blanca con sillas desparejadas y una mesa de conglomerado de madera que hace de altar. sobre ella reposa el mismo dios, con su triángulo polifemo en medio de la frente y una balanza en la mano. me quito la camiseta de espaldas a la figura. abro la mochila. de pronto, con mis ansias por vivir momentos espiritualmente potentes, dejo caer la camiseta al suelo y me acerco a la figura por el pasillo central. permanezco un rato así, quieta, con las tetas al aire, mirando al ojo dentro del triángulo. me viene a la cabeza la frase: «la vida es un regalo». tengo la cabeza disparada, deseosa de que cada momento sea solemne y determinante, y por eso produce estas frases de señora recién salida del mar, que se toma una caña en el paseo marítimo, cierra los ojos y suspira de gusto”
“hasta entonces, la última temporada de mi vida había estado llena de días iguales entre sí. la cabeza del bebé saliendo del coño tensado al límite, la sangre y los gritos, rasgan el tedio con la fuerza brutal con la que irrumpen siempre en mi vida los objetos preciosos. aun así, me doy cuenta de que nada tiene la potencia transformadora de convertirme en otra persona. nunca, viva lo que viva, aprenderé a vivir en calma. al menos, me concedo, encuentro estos estallidos de belleza en el camino”
“pero el parecido es tan brutal que llegué a vivir con el miedo a que una emoción demasiado intensa me raptase para siempre. cerraba los ojos ante la visión de cosas espantosas, y también lo hacía ante las cosas bellas. la intensidad zarandeando el alma era lo que hacía peligrar la vida, lo que había que evitar. y podía estar en cualquier lugar. piedras de colores en la playa, vidrios limados por el desgaste del mar. mi tía los toma entre sus manos y me los muestra. cierro los ojos. solo el resplandor azul y ámbar me ha hecho ver el borde del agujero. hay raptos tan definitivos que te roban el alma de una sola vez. hay otros que son más leves... pero funcionan por desgaste: punky brewster enseñando los pulgares. shirley temple zapateando escaleras arriba y abajo con un criado negro, christina ricci enfundada en un traje antiguo de natación y sentada en una bañera, marisol sonriendo vestida de gitana, drew barrymore ceceando. viéndolas me temblaban las manos. la boca se me abría sola, creando una expresión que era todo lo contrario a la de ellas, siempre sonrientes, los hoyuelos marcándose en las mejillas duras. no sufrí el rapto definitivo, pero sí un goteo constante de momentos que se fueron quedando conmigo”
“me figuro que mi miedo a dormir provenía de mi aún enorme cercanía a la no existencia. tenía cinco años, así que hacía cinco años no existía. era casi lo mismo que estar muerta, un estadio intermedio entre vida y no vida. hacía muy poco que había conocido lo que era no estar viva y ahora había algo, una enzima, una hormona, que me llevaba a hundir con fuerza los tiernos dedos en la vida que me acababa de tocar y gritarle a la noche no me llevase. porque dormir era lo más parecido a ese no existir que aún latía en algún sitio de mi cerebro blando y pequeño. a veces, en mitad del sueño, saltaba asustada en la cama. a mi mente venían imágenes de la no vida, del oscuro latido previo a la formación del cigoto, al espermatozoide entrando a empujones en el óvulo como una lombriz nerviosa. así hasta caer rendida”
“esa noche, metida entre las sábanas, alcé las manos sobre mi rostro en la oscuridad de la habitación. cada vez que un coche pasaba rugiendo, la luz las iluminaba de golpe. con cada nueva aparición luminosa de mis manos sentía un golpe en el pecho, como una niña de fátima que ve de pronto la cara de la virgen entre unas peñas”
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