Tumgik
#maricaditas
natillaconcoco · 11 months
Text
— ¿Te acordaste de mí estando allá?
(Conocí a un ecuatoriano que viajó para alentar a su escuadra favorita de F1, la misma tuya. Conversé con una inglesa originaria de la ciudad del equipo de fútbol del que eres hincha. El guía en los panteones era tu tocayo. En el Museo de las culturas, había hierros para marcar ganado con tus iniciales. Tú, como el poema, siempre vives, nunca mueres)
— Sí. Te compré esta maricadita.
3 notes · View notes
Text
Una guitarra llamada Stella
Stella se llama mi guitarra y ayer casi pasa a mejor vida. Su nombre es en honor a mi Tata - mi abuela- quien será siempre uno de mis seres favoritos de toda la humanidad y dada la función que la guitarra ha cumplido en mi vida, bautizarla así resultó perfecto. La compré en Providence en la primavera de 2015 cuando estaba en el doctorado en Brown. Iba a cumplir 35 y llevaba un rato imaginándome que cuando cumpliera 40 iba a celebrarlos haciendo un concierto con mis amigos más cercanos, quienes también debían aprender algún instrumento pues la idea era que fuera un jamming con base en el cariño y no en la calidad musical (obviamente). Tenía 5 años para aprender y seguro no iba a ser tan difícil. No contaba con que la guitarra me iba a quedar un poco grande dada mi altura y mis manos de niña de 9 años (a veces pienso que he debido comenzar con el ukelele).
A pesar de las dificultades ergonómicas, tomaba clases dos veces por semana con el esposo de una amiga del doctorado, y practicaba 45 minutos cada día entre copias impresas de lecturas pendientes y el decimoquinto esqueleto del proyecto de tesis escrito sobre el espejo de pared entera que decoraba mi cuarto. ¿Qué si avancé mucho? No. Ni en las lecturas, ni en el proyecto de tesis, ni en las canciones de Bob Dylan que Elad, mi profesor, insistía en enseñarme. Eso no quiere decir que no hubiera sido importante, pues el tiempo que pasaba en clase y practicando con Stella (de primer apellido Fender y segundo apellido Barata) era el único momento del día en que podía descansar del tormento de pensarme buena para nada y particularmente mala para el doctorado. Cada nuevo acorde que aprendía, cada nota representada en una letra que lograba hacer sonar bonito (G siendo mi favorita), eran triunfos pequeños que hacía rato otras letras - las que uno teje sobre papel tratando de parecer inteligente- me negaban. O al menos así lo sentí en ese momento. Stella era mi terapeuta y los callos en mis dedos el pago. Recuerdo estar en Nueva Orleans en una conferencia y haber parado en un parque a que una gitana me leyera la mano y escucharla decir que la música era muy importante para mi y que siguiera tocando. Casi le respondo "¡Señora! Soy muy mala en guitarra, hágame el favor de replantear su designio" pero no lo hice. Así como los callos de mis dedos servían para tocar con menos dolor la guitarra, a ella le habían servido como pista para poder dar la impresión de tener poderes clarividentes y ganarse un par de dólares.
Cuando me fui de Providence en la navidad del mismo año, sin tener muy claro si iba a volver (spoiler: no volví), me llevé la guitarra en un estuche casi tan alto y gruesito como yo. Llevaba también dos maletas enormes, de rueditas, pero enormes, pues al no tener claro si regresaría decidí llevarme toda mi ropa, los libros y otras maricaditas que va acumulando uno con los años. Mi vuelo salía de Nueva York, pero no hasta el 30 de diciembre, así que el plan que habíamos acordado con mis papás era que iba a pasar la nochebuena en Nueva Jersey con mi tía científica genio y su familia. Para llegar a NJ debía primero llegar a Nueva York y de ahí salir en bus hasta allá. Me subí al bus en el Kennedy Plaza de Providence rumbo a NY y me pidió el conductor poner a Stella en la bodega a lo cual me negué. "¡Pero no hay tanta gente!", le reclamé al chofer y le pedí dejarme viajar con la guitarra a mi lado. Mi argumento sobre la cantidad de humanos alrededor era bastante chimbo, pues era navidad y todo el mundo viaja en navidad, pero creo que el señor vio un toque de desesperanza en mis ojos y accedió a dejarme llevar la guitarra y su magno estuche en el bus, como una especie de mascota de apoyo emocional. Y estuvo al pelo porque la desesperanza se convirtió en lágrimas las 4 horas que duró el viaje y habría sido incómodo para cualquier extraño hipotéticamente sentado a mi lado.
A los pocos días de haber regresado a Colombia me fui a vivir a San José del Guaviare. Había conseguido un trabajo como profesora de inglés en un colegio para pasar mi año de licencia del doctorado y ver si los espíritus de la selva escribían el proyecto de tesis por mí (spoiler: no lo hicieron). Allá llegué con un morral enorme y el estuche de la guitarra, pues Stella, casi como un amuleto, debía acompañarme en el comienzo de esta nueva vida que técnicamente no iba a ser más que un refugio mientras me pasaban los winter blues, pero que terminó siendo una de las experiencias más lindas y gratificantes de mi vida. Y más que un ansiolítico, como en Providence, Stella fungió de wingman para levantar manes en el Guaviare. Particularmente uno, quien de día era peluquero y de noche era cantante de un grupo (el único grupo) de rock de San José. El joven (tenía como ventitantos) iba a visitarme en las noches a mi apartamento y tocaba canciones de soda stereo (y posiblemente de Maná, pero who cares?) y me pareció buena compañía mientras estuve allá.
Cuando regresé a Bogotá del todo, año y medio después, retomé las clases de guitarra juiciosamente. Desafortunadamente esta vez las clases no tuvieron el mismo poder que cuando estaba en Brown y no pudieron evitar que cayera en un hoyo negro (con toquesitos de color, pero mayoritariamente negro) del que escribiré algún día, cuando esté lista. Cuando pienso en esa época, me cuesta trabajo entender cómo puede uno sostener tanta tristeza por tanto tiempo y sin embargo respirar (y estudiar, y ganar premios, y cantar, y bailar, y viajar) como si nada. Menos mal existen las familias, los amigos e incluso los colegas que no te dejan ahogar y que a punta de amor te devuelven el aire (gracias <3). Entre esos, doña Stella Fender B., la guitarra providenciana y providencial.
Llevaba casi un año sin volver a tocarla porque sufrió un pequeño daño que en mi ignorancia sobre cómo funcionan los instrumentos, podía arreglarse con algo de pegante y ya. Pero antes de comprar el colbón madera con el que pensé Stella podría volver a las canchas, pasé por una carpintería que hace cosas bonitas y pensé, ellos son expertos en madera, Stella es madera con forma de guitarra, seguro harán un mejor trabajo que yo pegando el tris de puente levantado. El man me dijo que sí, que podía arreglarla y yo me fui contenta pensando que al otro día podría tener a mi guitarra funcionando de nuevo. Ayer, un día después de dejarla, fui a ver cómo iba el arreglo y cuando llegué a la carpintería el señor que me había atendido no estaba. Le dije al ayudante que regresaría en media hora y cuando caminaba de vuelta vi un letrero que decía "Luthier" frente a un local que estaba a tres casas de la carpintería, es decir, aún más cerca de mi apartamento. Me asomé y vi que en efecto, como anunciaba el letrero, era un taller de guitarras. Y se me hundió el corazón porque qué clase de universo es ese que permite que la ironía te cachetée con tanto ahínco? El señor Luthier tiene ese taller hace 6 años en ese local. Yo llevo viviendo en mi casa tres años, voy pa cuatro y nunca (¡¡nunca!!) lo había visto. Pero sí había visto la carpintería, y gracias a ese ver y no ver simultáneo, Ms. Fender terminó en manos del señor que hace muebles y no en las del señor que hace guitarras.
Llegué a mi casa con taquicardia envuelta en rabia y angustia por la ironía, y mientras esperaba la media hora, el carpintero me dejó un mensaje de voz diciéndome que listo, que se podía arreglar con un poco de pegante epóxico y que costaría 60 mil el arreglo. Le respondí afanada pidiéndole que no hiciera nada, que iba a cotizar en otro lugar. Mi mensaje se quedó en un solo chulito gris, así que salí corriendo tratando de detener cualquier acción no guíada por el conocimiento experto. Cuando llegué me entregaron la guitarra en su estuche y suspiré con alivio pensando que estaba igual que ayer. Cuando lo agarré, escuché que algo rebotaba adentro, un clack clack que presagiaba la muerte prematura de la señorita Stella (ella, como yo, es una soltera perpetua). Pasé por enfrente del Luthier y su puerta estaba cerrada. Golpié tímidamente un par de veces, pero la puerta continuó cerrada. Volví a mi casa derrotada, con un estuche negro enorme y pesado que hacía clack clack con cada paso, y que más que guardador de guitarra, se sentía ahora como el féretro de una compañera cómplice de lo bueno y de lo malo que ha acontecido en mi vida los últimos 8 años.
Crucé la puerta de mi edificio y apenas pude abrí el estuche aún pensando que podría tratarse de un pick o algo que tenía en el cajoncito de adentro, y no de una parte de la guitarra. Pero era una parte de la guitarra. Más exactamente, el puente de la guitarra. Ya no estaba un tris levantado, sino que había sido completamente arrancado aun con las cuerdas colgando de sí, como ligamentos de una pierna desgarrada en alguna película frívola de terror que sucede en un campamento de verano gringo en los años ochenta. Solo que el Jason de mi historia (porque literalmente se llama Jason el señor que me atendió) no es un asesino de adolescentes, sino un carpintero de barrio (aunque seguramente también sabe usar una sierra eléctrica como el Jason del campamento de verano).
Al despegar el puente por completo, la guitarra quedó astillada y con más huecos de los que técnicamente debe poseer una guitarra. Stella "la mutilada", sería su sobrenombre si el señor Luthier no me hubiera asegurado que era posible arreglarla cuando volví a su local y lo encontré abierto. Debe pasar por una cirugia seria - una especie de face-off- pues debe removerle toda la tapa y volver a hacerla por completo. Stella Travolta Cage Fender Barata, será su nuevo nombre, pues tendrá una nueva cara, quizás más guapa, como Travolta en esa época, quizás con gesto de angustia, como Nicolas Cage toda su vida.
Luego de hablarme de Jesús, de leerme un párrafo de un libro de autoayuda, de mostrarme una guitarra que está arreglando que, dice él, es de Fonseca el gran cantante tropipop, de contarme que le da yagé a su hijo de 7 años, y de darme una serenata de Pink Floyd (todo esto en la media hora que estuve en su taller), el señor Luthier me dijo que no me preocupara. En dos semanas y por la módica suma de 300.000 pesos, podré tener a mi parcera de nuevo.
Volví un poco atolondrada a mi casa, un poco por el suceso, y un poco más por la serenata improvisada de Pink Floyd, pero como dice el dicho que no me sé porque soy un poco chapulina pero que da a entender que no todo es malo en la vida, cuando entré a mi apartamento y revisé mi teléfono tenía una canción hermosa esperándome en un chat, enviada por alguien de corazón enorme con la intención de subirme el ánimo por el casi aniquilamiento de mi BFF musical. Además, en dos semanas volverá Stella renovada, viéndose más joven que yo y quizás sonando mejor que cuando la tocaba sin saber tocar. Bueno, aún no la sé tocar, siendo honesta. Mis manos siguen siendo chiquitas y no crezco en estatura desde que tenía 11 años, así que el problema de ergonomía se mantiene intacto.
Pero, a pesar del destemple, Stella siempre ha sonado brillante. Solo espero que no me guarde rencor por el homicidio culposo que casi le propino a través de Jason el carpintero. Solo espero que cuando vuelvas, Stella, quieras seguir viajando por el mundo acumulando aventuras, desasosiegos, amores y desamores hasta que ya no tengamos más historias por contar.
6 notes · View notes
no-name-fornow · 1 year
Text
8:57pm
Qué rico encontrar a alguien que me ayude a resolver mis maricaditas. Uff. No que no pueda sola, pero sería lindo tener a alguien que quiera ayudarte a resolver sólo porque le nace.
0 notes
Text
Me gusta salir y entrar a ver maricaditas.
0 notes
fraaatz · 7 years
Photo
Tumblr media Tumblr media
Maricaditas Conocedoras https://www.facebook.com/MaricaditasDiarias/
3 notes · View notes
lx-ser · 3 years
Text
Sentir celos por cualquier maricadita, es como mi mayor talento
142 notes · View notes
desorbitad0 · 7 years
Quote
Me encantaría que estuvieses aquí conmigo o yo allá contigo, para abrazarte y decirte lo hermosa que eres.
Steveen.
95 notes · View notes
parasiempre2008 · 3 years
Text
Qué pensaderaaaaaa, ¡Ehhggg que maricadita! 🥰
3 notes · View notes
Text
Sería rico (así, rico, como un helado)
un domingo a esta ahora tener tu boca muy cerca que me respires en la espalda mientras el mundo suena quedarnos dormidos con el tv prendido levantarnos a apagarlo y a repetirto que la semana nos encuentre con muchas ganas
2 notes · View notes
ultranoisick · 4 years
Text
RITMO, CONCENTRACIÓN Y MUCHO TIEMPO: ansiedad y piernas moviéndose.
Empezar siempre es difícil.
Hay días como hoy que desde las primeras horas me pregunto si voy a ser capaz, ya sea de cumplir con todos los deberes del día, o al menos llevar a cabo uno, o simplemente llegar al final sin colapsar.
Los martes siempre me generaron ansiedad. Usualmente ha sido uno de los días más agitados en la U durante varios semestres.                                                                                                      
Podría decir que mi semana oficialmente comienza un martes.
La sensación de martes se manifiesta desde el día anterior, cuando a sabiendas de que se espera entregue varios resultados, no tengo ni uno terminado. (Siento que me preparo tanto para empezar, para al final salir con un chorro de babas, y esto aplica para todo)
A sabiendas de que tengo compromisos, prefiero obligarme a dormir casi inmediato de haber llegado tarde de la U y terminado la cena, porque lo que no hice en todo el día, no lo resolveré en par de horas y aunque podría hacer uso de varios métodos de todo tipo, comunes entre estudiantes en estos días para mantenerse despiertos y lograr culminar sus trabajos, mi cuerpo ya no responde, ni le interesa mantenerse despierto.
Además creo que me saturé después de varios años de inhalarme dosis de ansiedad, irritabilidad y calambres. Quiero decir, aún lo hago pero de manera recreativa, como alguna vez empezó todo. Ya no tengo esa necesidad de sentir mi corazón latiendo a mil, al menos no por estos motivos. Ahora usualmente me encuentro deseando más que felicidad, a mi parecer una palabra de adorno, paz y tranquilidad.
 Los martes Casas se acercaba un poco más de lo usual, examinando muy de cerca las líneas que apenas medio lograban insinuar lo que más tarde daría forma a un cuerpo. Siempre se me hacía imposible no compararme con los demás, porque mientras mi línea era un poco tensa, fría y  lucía como si fuese pensada milimétricamente y de un avance poco evidente, las personas que me acompañaban en el salón fluían con rapidez y aparente tranquilidad en sus trabajos. El sentimiento y resultado era el mismo ya fuese limpia o en compañía de sus efectos que me mantenían de pie el tiempo necesario para poder llegar al final de día.
 Un par de veces Casas me manifestó que no me exigía el terminar en un mismo día un dibujo como estaba previsto en el programa porque se daba cuenta que cuando me enfrentaba a una duda, dificultad o desafío en él, insistía y no lo dejaba sin resolver, podría irme y fijar mi atención en otra cosa pero al final regresaría al punto y lo resolvería... Muchas veces sentí esto como una maldición, pero siempre fue mi decisión volver.
No sé por qué traje ese recuerdo al caso.
Una vez más he decidido ignorar la clase de proyectos, y tratar de avanzar en otras materias... ¿método o escape?
No lo sé.
Todo el tiempo me encuentro en el dilema entre resolver lo académico, o llevar a cabo mis proyectos, algunos petrificados en su cuna, o concentrarme en resolver mis asuntos personales, intentar tener una tregua conmigo misma y sentirme tranquila. Al parecer realizarlos todos al mismo tiempo es una tarea imposible, al menos yo no he podido y sí que lo he intentado.  Obtengo como resultado que no culmino ninguna de las opciones anteriores lo cual me lleva a un profundo desespero, irritabilidad, sentimientos de incapacidad, miserabilidad y reiteración de que hay muchas cosas que no funcionan bien en mí.
No sé exactamente en qué día previo a semana santa decidí empezar a centrarme en lo que queda del semestre, intento cada día hacer una parte, así sea pequeña, de los trabajos que debo. Estar ocupada me mantiene dispersa de algunas de mis preocupaciones. Este tiempo me ha hecho dar cuenta que mi capacidad de concentración está al punto del volverse nula, por eso cuando logro centrarme y trabajar por más de una hora en algo específico, es todo un logro para mí.  Esto aplica en todo, como un trabajo o clase de la U, como escuchar un disco completo, como ver una película, como mantener una simple y básica conversación por chat para no perder el contacto.
 Tomar la decisión de empezar es duro y es algo de cada día, pero me doy cuenta que más complejo es mantenerse y ser constante.
Las primeras horas del día siempre parecen inocentes, inofensivas, es muy temprano para colapsar, sin embargo son muy tensas y más cuando te das cuenta que encender el computador no significa empezar a trabajar. Una vez he organizado mi habitación (algo que durante esta cuarentena se convirtió de carácter obligatorio para poder seguir con el día), paso por la estación de los espejos y puedo invertir horas mirando cada aspecto de mi cuerpo, lo que me gusta, lo que no y pellizcando poritos obstruidos como si de eso dependiese sacar todo lo que me molesta de mí, siendo consiente de todo el daño que le hago a mi piel llena de maricaditas y problemas dermatológicos.
 Odio hacer eso, de verdad lo odio, pero es como algo automático en mí, por más que intento parar, diariamente me veo repitiendo el ritual que deja mi cara incluso más roja que el aburrido y enfermizo decolorado de mi cabello… No veo la hora de poderlo pintar.
Mi pierna derecha siempre está en constante movimiento, no para ni en el momento de almorzar, mi madre se estresa y cree que la puedo controlar. Creo que tanto tiempo haciéndolo me ha ayudado a generar una resistencia que sería muy útil en el momento de marcar el ritmo con una batería, instrumento que parece llamarme más la atención ahora que el mismo bajo.
 Más allá de la cantidad de tiempo que puedo llegar a perder debido a procrastinar y esperar las mejores condiciones para llevar a cabo algo, hay asuntos que me preocupan mucho como esa poca capacidad y eficiencia  que parece tomar lugar en la ejecución de tareas normales que no requerirían la cantidad de tiempo y mente que me tomo. Siento que me demoro mucho, que sobreanalizo las cosas, que lo más simple es como todo un desafío, ya no sé qué significa hacer algo con confianza y certera seguridad.
Varias veces en estas semanas me ha tocado consolarme a mí misma, repitiéndome que voy a mi ritmo, y que de alguna u otra manera, así sea a pasos de caracol, me estoy moviendo, ya no estoy paralizada sin saber qué hacer.
Me canso más rápido y lo mínimo pareciera requerir horas de descanso o incentivos para continuar, no sé si es personal o algo cerebral.
Algunas vitaminas que tomo hace unos meses y quizá un poco la disminución de la weed parecen ayudarme a resistir un poco más y no sentir tanto decaimiento, constante protagonista de mi vida hace poco tiempo atrás.
Hace un tiempo me he sentido en la necesidad de darme pequeños premios como a un niño por haber logrado lo más básico, esto puede ser un día libre sin hacer nada relacionado con la carrera o el arte porque este último también siento que me asfixia, comer doble pastel, publicar algo que hace rato quería, darme una vuelta en bici por el barrio, un vino, un plon, o como cada martes después de salir de clase ir a las batallas de rap y buscarte entre las sombras de bajos de central.
Esta situación no me genera comodidad, pero son formas que he ido encontrando para lidiar conmigo misma y no estancarme por completo.
Hoy, una vez más, parezco dejar en otro plano lo personal, lo que se supone debería brindarme más satisfacción, una vez más lo silencio, así como tengo silenciado wpp y gmail con el objetivo de ir resolviendo lo académico paso a paso y no dejarme abrumar por lo que se suma a mi lista de cosas por hacer.
 En algún momento me cuestionaron si acaso pretendiendo hacerme cargo de lo externo evitaba hacerme cargo de lo personal, que en qué momento decidiría darme mi tiempo…
 Hay días como hoy en los que me pregunto si valdrá la pena el empezar de nuevo un día más,  hay días como hoy en los que la llegada masiva de situaciones por resolver se asoma por el horizonte, el que preferiblemente ignoro ya que significa pensar en un mañana, en un futuro y en lo que podría ser un colapso venidero.
 ¡NO HABRÁ TIEMPO PARA RESOLVER TODO!
21 de Abril del 2020 
1 note · View note
loheintentado · 7 years
Text
Empacar(se) en cajas y cajitas
Llegamos. Nos quedamos un rato, unos meses o unos años en un mismo lugar. Nos movemos de un espacio a otro y con eso se cambia un poco la vida, cerramos unas puertas tras de nosotros –literal y no literalmente-, y abrimos otras.
Es de los seres humanos mudar-se, cambiar de escenario, de decisiones, de lugar (de ciudad o de país, de trabajo, de casa, de hábitos, de expectativas o prioridades). Se trata de estar en una situación o en un lugar por un momento, por un tiempo específico, o incluso llegar a sorprendernos al darnos cuenta de que nos hemos quedado más de lo previsto. Querer irnos, ya no estar ahí, experimentar, y buscar otro espacio, otras motivaciones, hasta que vuelva a ocurrir que necesitemos movernos de nuevo.
Y cuando finalmente lo hacemos, metemos todo en cajas y cajitas, en maletas grandes y pequeñas, para ir de un lugar a otro, intentando clasificar todo lo mejor (o lo más rápido) posible. Están las cosas útiles o prácticas que llevas contigo y que acomodarás en algún lugar, porque cumplen con la función de facilitarte la vida (electrodomésticos, muebles, organizadores). Están también las cosas inútiles que tienen una enorme carga afectiva, por lo que ni siquiera te preguntas si quieres llevarlas o dejarlas; solo las tomas con el mayor cuidado, las miras por un rato, te conmueves o emocionas un poco, y las empacas en cajas que no perderás de vista (fotografías, postales, cartas, notas en fechas especiales, dibujos de los sobrinos, tarjetas que han llegado por correo postal, objetos que te traen algún recuerdo).
Esta la basura que has guardado por años (consciente o inconscientemente), con la mentira de que serán cosas que retomarás (fotocopias de artículos o de capítulos de libros, o una que otra revista) y que están en rincones o cajas medio abiertas desde la última vez que un tema te interesó temporalmente. En mi caso algunos textos sobre sociología y uno que otro artículo bajado de internet sobre el país y sus distintos momentos de caos.
Está lo que decides donar o regalar (algunos libros –la gran mayoría por supuesto siguen conmigo!-, algunos muebles o implementos de cocina). Está lo que no alcanzaste a revisar y que te llevas tal cual como lo encontraste, con la tarea pendiente de seleccionar luego lo que conservarás y lo que no.
Está lo que cuidas y llevas muy a la mano porque no quieres que se dañe o se pierda: cámaras, computadores, cargadores, cables, documentos personales, más fotos de hace años, ediciones especiales de publicaciones, que se vuelven de colección por haberse dado en momentos significativos (como cuando murió Gabriel García Márquez, en 2014).
Tumblr media
Están tus cosas, tus recuerdos, tus chécheres, tus “maricaditas” (como decidió marcar mi hermana algunas de las cajas), que van contigo, o de las que te desprendes porque ya no las necesitas o ya no son importantes; y está todo aquello a lo que terminas dándole más valor porque aunque ya no eras muy consciente de tener, te dio gusto reencontrarlo. Al final, irse o quedarse tiene que ver con cajas grandes y pequeñas en las que te empacas a ti misma para llevarte a otro lugar. Es un momento –de nuevo literal y no literal- en el que eliges qué llevas, qué dejas, qué cambias, qué buscas, qué quieres (necesitas) o no, qué guardas, qué cuidas, qué dejas atrás. 
0 notes
sinfonia-de-versos · 6 years
Text
Siempre la misma cosa con este man... - Loco, suelta eso, déjalo en la mesa;      - Me siento el dueño del mundo, no molestes, nena.  Me lo decía en la discoteca Gatos Tristes, mientras sostenía su revolver con ambas manos, y fantaseaba apuntando a todos los maricas drogados que saltaban al ritmo del rock pesado.  - Les voy a volar la cabeza a todos estos hijos de puta, y luego me voy a orinar en sus cuerpos fríos; Jajaja. - Qué traba tan seria. Este man es cosa seria, y yo aquí como una pendeja, presa de sus malparidos aires de macho y rebelde sin causa; lo que no sabe es que parece más un niño estrenando su juguete de mierda y creyendo que lo tiene todo en esta jodida tierra.
Me voy al baño un instante porque la puta cerveza fría me ha helado la cabeza que ya está que se me estalla de tanto grito, y esa canción que parece bucle The only time i'm easy's when i'm killed by death, killed by death, me destruye lentamente con vibraciones que se transmiten por mi cuerpo al unísono, y se clavan en mis sentidos ya un poco tambaleantes por el licor. Estoy ebria, joder. Ya no soporto estar más aquí, mucho menos con ese desgraciado que si pudiera se follaría a su revolver más que a mí; qué asco. Poca luz. Muchos gritos. Música por todos lados. Olor a mierda estancada en los baños, a orines regados en el piso y a vomito concentrado. ¿Gatos Tristes? Qué nombre más marica, Gatos Hijueputas más bien... Sí. Qué ebria estoy, joder. Quiero follar. Quiero que me cojan en este malparido baño. Que me azoten y me agarren del cuello. Que me tiren contra el piso y me den duro. Joder. Qué asco. Bebé, sí, vos. Ven. Fóllame. Házme tuya aquí y ahora. No lo pienses. Márcame con tu semen. Dime que me deseas mientras me penetras. ¡Oh, sí! ¡Más, más! Qué rico. Tírate al piso. Déjame montarte. ¡Sí, sí, sí! ¡Pum, pum, pum! ¡HIJUEPUTA! Deje de gritar remalparido, que ahora le toca a usted. Y así tiré del gatillo, dos balas justo entremedio de sus desgraciadas cejas del asco, mientras tenía el pene duro corriéndose dentro de la vagina de mi perra novia asquerosa. Jajaja. Qué traba tan seria. The only time i'm easy's when i'm killed by death, killed by death, voy a orinar estas perras inexistencias, cuerpos fríos insolentes de mierda. Muy contentos follando en el piso asqueroso de un baño, sentados en el vomito y los orines, chorreando semen y fluidos fusionados con cerveza negra y hierba. Qué hija de puta. Yo la amaba. Jajaja. Al final terminó siendo ella la que probara el arma; terminó por sentir la polvora en su lengua mojada. Una bala que rozó el placer desde la nuca hacia su garganta. Otra que le rozó alguna teta, y la última que le estalló los testículos al marica miedoso de mierda. Jajaja. Qué asco de vida. Ah... Orines concentrados para este par de muertos. Besitos en el infierno...   The only time i'm easy's when i'm killed by death, killed by death; creo que mi amada será al final el revolver, y parece que me habla mientras giro el tambor; cinco balas gastadas, y una restante, quizá este sea el desenlace; pondré en la balanza mi suerte, aunque nah, para una vida en la que el azar me ha jodido todo, mejor que sea esto último por decisión propia; será así entonces que en los Gatos Tristes me despido, de esta puta vida sin sentido. ¡Pum!
... Estos humanos y sus mierdas. Mucha bobadita. Mucha maricadita. Nada de sorpresitas esta vez. The only time i'm easy's when i'm killed by death, killed by death...
... (Fragmento de un cuento de mierda que pudiera o no continuar).
- Mr. Cat
28 notes · View notes
cowboei · 6 years
Text
38. Lo último en guaracha.
—No no no, yo estaba demasiado cómoda ese miércoles cuando de repente sentí que ya algo me perseguía los pies como esperando la caída o que me desacomodara. Aunque es bueno, una que se va a pensar todo como en un mismo lugar, con la misma gente criticona y sonriendo como si la vida no se sintiera, como si estar tranquila fuera nada más la espera de un sismo mayor, qué cosa tan berraca. Lo peor no es esto, es este noviecito que me mando; lo adoran mis amigas, lo adora mi mamá, la gente de la calle, la lluvia le corre y yo como que ese cuento no me lo trago entero. ¿Qué tiene él que no tenga una que tan acostumbrada está a la derrota? No me da prestigio, es un man que no me reprocha absolutamente nada y yo no quiero ser la que equilibre la balanza y después todas me digan “vos si sos güevona” güevona no, no me gusta estar acomodada con un solapado de estos que se gana primero mi entorno y después me chantajea, se da cuenta de la mentira o al menos la sospecha. Me va a dejar como una boba llevándose el prestigio y haciéndome otra vez buscar un pelado bueno y decirle a mis amigas que estoy mamada de sufrir y que su respuesta sea, “ya sabe por qué sufre” y no sea por el muchacho sinó porque los atraigo por la falta de bondad, demás que me veo como muy desnutrida de la vida, como si me faltara un redentor, una luz, un palito pa’ andar contenta, con la sonrisa de lado a lado, que después se repita el mismo ciclo y ah que qué muchacho tan lindo, que cómo hago y yo me ría creyendo que tengo la condena de ser siempre el mal que equilibra la balanza y todo el mundo la coja contra mí. Por eso es que ya una no cree en el amor; dizque obligada a mostrar y aceptar la bondad del otro como si fuera lo último en guaracha. Que una no puede estar triste que porque ya se quiere echar a morir, que la más triste de América latina y me traigan flores, como si estuviera enferma o muerta ya. Yo no sé qué es el amor porque no me han hecho sufrir y si no es este es el otro, aunque hay otras que si se dejan ver la cara de estúpidas definitivamente, dizque me quiere, que salgamos que vamos por allí. Todo esto se tiene que inventar de otra manera, como cambiar de vagón nada más palterar el sentido del viaje, a ver si una de las combas llega y le acomoda el caminado o el bailado a una. Ah… el amor debe ser algo más que la bondad o los detalles. Se me ha parecido muchas veces nada más a una mirada, como que vé, es que te sigo mirando no más y a una la cara colorada, rojísima como un tomate podrido, o asomándose contenta escuchando ya los ecos que dan los dedos en la puerta. Que no sean tan buenos conmigo, que me dejen sufrir a ver por dónde se me acomoda no más la vida. Pa’ qué un amor que salve, más fácil uno que esté ahí mientras le va creciendo a una la nostalgia por la casa, por la mamá, porque hoy no pasaron pájaros… Si no sé nadar pataleo, si no sé qué horas son pregunto, si me está doliendo mucho pido una pastilla o un abrazo, pero que estén, que no me obliguen a nada, que yo los quiero solita sin ayuda, sin tanta maricadita.
4 notes · View notes
mrcatwriter · 6 years
Text
Otra vez está trabado este negro; tiene esos ojos perdidos y esa sonrisa de porquería que es más falsa que los gemidos de la vecina cuando se la folla el marido; ah, pero cuando se la come el panadero ahí sí disfruta la muy zorra. Gente de mierda. Mucho sexo, mucha bobadita. A toda hora sufriendo por maricaditas. Como este negro que me habla y me tira un aliento con olor a pescado podrido, de esos que se encuentran en la basura en alguna calle llena de jíbaros y putas; ah, pero no cualquier puta, sino de esas que guardan su sorprecita en medio de las piernas. Mucho humo, mucho sexo, muchas sorprecitas. Y va ocultando esa jodida obsesión que guarda con ese blanquito que le da duro por el culo, pero que no soporta que se la meta a todas las viejas con las que mantiene; este negro está en la mierda. Yo estoy en la mierda viviendo con este negro marica. Debería irme con la gata del vecino a rondar los techos de esta ciudad perdida, de calles escondidas con olor a orines y a semen de puta con sorprecita entre las piernas. ¿Qué más da? Mejor me quedo a ver si se calma y me da esa comida que sabe del asco pero que no puedo dejar de comer. Mera basurita, mucha maricadita, mientras suena It feels like i only go backwards, baby, y me habla con aliento a pescado podrido diciéndome que todo va estar bien, que deje de caminar en la luna, que me voy a caer, que porqué soy azul… Negro marica está en la mierda.
… (Fragmento de un cuento que pudiera o no continuar).
- Mr. Cat
11 notes · View notes
fraaatz · 7 years
Photo
Tumblr media
Introducing Cain! https://www.facebook.com/MaricaditasDiarias/
7 notes · View notes
involucion-1602 · 2 years
Text
Metas: Cuarta parte
¡Esoooo, entré a gastronomía!
Eso pensaba en ese momento, pensando en que ya había resuelto mi vida, ya era dedicarme a esa profesión y dejar que el mundo haga lo suyo, que me consiga una buena pareja, que salga del colegio y estudie otro poquito, y luego me gradue y trabaje de mi profesión para toda la vida hasta que me pensione. Obviamente no fue así, pues el profesor de gastronomía, que era el chef me decía a menudo que yo no servía para esta profesión, que algo se lo decía, que era mejor que no perdiera el tiempo. Maricaaa, parece el nudo de una película motivacional y todo pero no es así, esto no es Hollywood, esto es la realidad.
Bueno, el tiempo pasaba y pues a mí me gustaba mucho lo que hacía, las poquitas cosas que hacía porque el presupuesto del colegio no daba para mucho y todos querían aprender, entonces... Que cagada. Mientras estudiaba gastronomía, aprendiendo poquito y nada descubrí otra cosa. La música.
Me gustaba mucho, en realidad la disfrutaba, cada vez que descubría una canción que me agradaba me atrapaba en una fantasía, en un mundo, una ambientación, una paleta de colores, un tipo de mundo que no sabía explicar muy bien, pero que me apasionaba como pocas cosas lo hacían. Pero a la hora de practicarla... UFFFF, con decir que en esos días mi hermano mayor con intenciones de que yo aprendiera para que tocaramos canciones juntos me compro una guitarra de mala muerte. Pobre, se quedó con las ganas porque nada más al saber lo mucho que me tallaban los dedos esas putas cuerdas ahí fue que lo abandone, además era tarea imposible hacer acordes y cambiar de posición tan rápido como lo hacían. Que vuelta... Así que ni modo, ¡A seguir con la cocina!
Pasó el tiempo de nuevo y yo tampoco avanzaba mucho en la cocina, creía que con estudiar ahí me bastaba, que ya hacía algo, pero ¡por favor! No hacía caso ni mierda, medio aprendí a hacer pancakes con fresas y ya me creía todo un chef, entonces por ese tiempo conocí mi primer amor y seis meses después lo perdí, y yo seguía haciendo los mismos pancakes desabridos de siempre jajajajaja, si que era un fracaso... En medio de ese duelo hablando con mi mejor amigo, que por cierto tambien enfrentaba su primera ruptura amorosa recordamos la música, y llevados por un resentimiento injustificado porque ambos fuimos los que provocamos la ruptura de nuestras relaciones nos prometimos volvernos unas estrellas del rock, crearíamos una banda y conquistariamos Colombia y luego el mundo entero, me satisfacía el mero hecho de que le volviera famoso y ver cómo mi ex se arrepentiría de verme inalcanzable y no poder tenerme ahora que quisiera. JAJAJAJA putos pensamientos tan irracionales.
El caso es que intenté aprender guitarra ahora sí más enserio y... Volví y la dejé. Pasó otro tiempo y me gradué, ¡casi que no! Ahora sí a seguir mi camino hacia la fama maldita sea, pues enviaba hojas de vida por internet y nada de nada, las enviaba para cocina, pero tenía un problemita, no había hecho prácticas no pasantías en ningún lugar, solo me dieron el certificado de técnico de cocina sin nada de experiencia en el campo laboral. ¡Que estupidez! Por eso critico con tanta rabia este puto país con déficit de educación. El caso es que pedían mínimo seis meses de experiencia y nada, yo iba perdiendo ahí 20-0 por lo que no es como que fuera a conseguir ni chimba enviando maricaditas por internet. Luego fue que me fui de la casa por culpa de mi rebeldia y ahí si me empute a pasearme todo el sector de restaurantes enviando hojas de vida, ya que no dependía de mi mamá económicamente, dependía de mi mismo, así que si o si debía de conseguir empleo.
Y lo conseguí, pero como repetí antes, esto no es una historia motivacional hollywoodense. Esto es la vida real.
0 notes