#libres de humo
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OPORTUNIDAD
→ Viserys Targaryen x fem!Stark!OC (ft. Daemon Targaryen)
✦ Sinopsis: En un matrimonio arreglado las infidelidades son plato de cada día, aunque jamás consideró tomar aquel camino hasta que entabló relación con el hermano de su esposo.
✦ Advertencias: Matrimonio arreglado / Infidelidad / Angst.
✦ Palabras: 2415
✦ Pedido: Si, de Wattpad.
✦ Gif: ladydostoevsky
Apenas había cumplido quince años cuando en una nubosa mañana de invierno se convirtió en esposa de Daemon Targaryen, ambos brillando de pies a cabeza en un intento de ocultar el fastidio. En retrospectiva, aún no entendía como pensaron que unirla a él era una buena idea, especialmente cuando lo conocía desde pequeña y siempre expresó lo que le disgustaba. A su parecer no era más que un bruto irresponsable que vivía para seguir impulsos, apenas salvándole el hecho de que era un excelente guerrero. Lloró cuando supo que estaban comprometidos, pero las mujeres de la familia Stark ferozmente reprendieron el capricho por ser “una gran oportunidad”.
La primera vez que pensó bien de Daemon fue durante la noche de bodas, donde el joven fue excepcionalmente compresivo con su terror al coito y se encargó de fabricar una elaborada escena para engañar al resto. Arrugó las sabanas, punzó su muslo para dejar sangre como prueba de la penetración y acomodó las ropas de ambos en el suelo, luego de casi dos horas saliendo y dejando que los mayores encontraran la farsa. Numerosas damas la cubrieron con una bata y él permaneció en un rincón junto a Viserys, en solo unos minutos ganándose su profundo agradecimiento.
Desde ese día comenzó a verlo en una nueva luz, de pronto abriéndose y dejando que rompiera la barrera que había creado entre los dos. Halló en él un buen confidente, una persona que la acompañaba en la cama y no la forzaba a cumplir con las reglas de la realeza en el desespero de tener un hijo. Entendió su actitud y la resistencia a la autoridad, el deseo de vivir libre y no permitir que alguien más lo obligara a tomar un camino que no quería.
Por unos cuantos meses pensó que Daemon era mejor de lo que parecía y de a poco cayó por sus encantos, especialmente cuando Aemma Arryn le informó que, según Viserys, él se enamoró apenas la vio bajar del carruaje que la trajo de Invernalia. La idea de formar familia empezó a ser un concepto atractivo y le emocionaba salvarse de tener que vivir infeliz junto un hombre que no la quería, pero la fantasía de cristal pronto se convirtió en añicos.
Bien sabía de la predilección de su esposo por el vino y nunca cuestionó que saliera a beber hasta altas horas, ya que era una actividad que realizaba desde antes de que se casaran. Aún así, a pesar de que debió haberlo imaginado, la noticia de sus frecuentes visitas a la Calle de la Seda le congelaron el corazón. El poco amor que surgió se esfumó y rápidamente recordó porqué nunca debió ignorar el instinto que desde niña le gritó que Daemon no era el indicado.
Los muros crecieron más altos que nunca y el hombre se sumió en los placeres, ni siquiera intentando superar la fría cordialidad con la que lo trataba. Las pocas veces que dormían juntos él caía rendido luego de tanto alcohol y algunos integrantes del Consejo Privado empezaban a agitarse por la falta de embarazo. Aquellos hombres tenían demasiada habilidad en arruinarle el día y más de una vez deseó que los lobos de su familia los destrozaran, pero, como siempre, debió callar y aguantar en silencio.
Soportó rumores y miradas hasta que un inesperado aliado apareció, Viserys siendo una brisa fresca entre tanto humo que la ahogaba. Con sonrisas apenadas y tímidas se acercó en absoluta comprensión, ya que él vivía los mismos disgustos con la presión de tener un sucesor varón. Al oírlo se sintió entendida y con el paso del tiempo aprendió que era alguien de fiar, ya que ninguna confidencia resonó en los pasillos de la Fortaleza Roja.
El vacío de atención y compañía finalmente fue llenado por el Rey, el cual le enviaba cartas cuando no podían pasear por los jardines o ir a la recamara de alguno a conversar. Mentalmente quería controlar la esperanza cuando ambos estaban casados y él tenía una esposa que se desvivía para cumplir las demandas de un heredero, pero el brillo en los ojos de Viserys no lo hacía fácil.
Por su parte, Daemon, seguía igual de perdido en los placeres de la ciudad y apenas hablaba en las pocas mañanas que llegaban a despertar al lado del otro. De todos modos, a años de la boda y sin aún tener sexo, logró dar a luz a un sano y hermoso niño rubio de grandes ojos violeta.
Rhaegar Targaryen existía para enamorar a quien cruzara camino con él, sonrisas de blancas perlas apareciendo entre un aura gentil y brillante. La personalidad distaba mucho de “Lord Lecho de Pulgas”, tanto que los ancianos que llegaron a conocerlo desde la cuna insistían que parecían opuestos, y oír esas declaraciones solo la aliviaban al no querer que Daemon lo influenciara. Sabía que lo mejor era que todos dijeran que se parecía a él, que así la infidelidad pasaría desapercibida, pero siempre podría anunciar que esas diferencias venían de su parte de la familia.
Viserys mantenía la fachada a pesar de saber la verdad, en el inicio amargura llenándolo al tener un hijo que no podía celebrar. Finalmente tenía lo que tanto deseó y estaba obligado a mantenerlo en las sombras, aunque culpabilidad frenó cualquier fantasía cuando Aemma falleció dando a luz. Se suponía que pasarían varios días celebrando, pero cada acto cesó ante la noticia de que el nonato, Baelon Targaryen, tampoco sobrevivió las primeras horas de vida.
Ambas muertes fueron un golpe terrible y, como era de esperar, Daemon no tuvo mejor idea que escapar a la Calle de Seda y nombrar al pequeño como el “Heredero por un Día”. Ebrio y poco cuidadoso no imaginó que la voz correría, y mucho menos pensó que a primer hora del amanecer Otto Hightower comunicara la falta de respeto a un Viserys emocionalmente herido.
—Señorita Stark, el Rey la solicita.
Monótona e impasible, la sirvienta aguardó mientras bajaba la taza de té y asombro pintaba cada músculo facial.
—¿Ha dicho por qué? —preguntó en el proceso de limpiar cualquier resto de desayuno en los labios.
—No, solo que la acercara lo antes posible al Salón del Trono.
Un incomodo sentimiento le cerró el estómago y provocó una breve ráfaga de nauseas, todo de aquella invitación siendo diferente a los encuentros que hasta ese momento tuvieron.
—De acuerdo, iré.
Inspiró profundo en el proceso de levantarse y dejó que los pies la guiaran, en la puerta recibiéndola un guardia y dejando que ingresara. Avanzó por el enorme espacio apreciando al hombre, el cual vestía de negro y se hallaba sentado con expresión tensa.
—Majestad —saludó antes de reverenciar, fielmente ajustándose a las etiquetas al haber personal militar presente—. Vine tan rápido como pude, ¿en qué puedo ayudarle?
Conectando miradas, pudo notar como sus ojos se suavizaban un momento antes de regresar a un sentimiento oscuro.
—Desde que te he conocido has sido alguien de confiar y no planeo someterte a interrogatorio porque sé la clase de persona que eres… —realizó una breve pausa por la incomodidad de tener que actuar tan distante—. Pero me veo en obligación de preguntar, ¿sabes dónde estuvo Daemon anoche?
—Lamento no tener información que sea de ayuda, pero desconozco las actividades de mi esposo —contestó presionando y frotando los labios en un breve gesto de ansiedad.
—Es de común saber que mi hermano escapa a las responsabilidades, así que entiendo la ignorancia.
—¿Ha sucedido algo, señor? —preguntó con piel erizada en anticipación.
Viserys se removió en el trono y encajó la mandíbula en enojo, un gesto que la asustó al ser muy poco usual.
—Bajo el manto de la oscuridad, Daemon, escapó a un burdel a beber y hundirse con gente cuestionable a faltar el respeto de mi hijo fallecido —explicó elevando la voz en cada palabra—. Lo coronó “Heredero por un Día” y pasó cada rato libre lejos de su familia, ¡ni siquiera consolando a Rhaenyra!
Palidez la pintó de la impresión y colocó una mano en el pecho por el grave error, inmediatamente amagando a disculparse hasta que recordó que no fue error suyo.
—Realmente me deja estupefacta… esto es… no sé… —bajó la cabeza con el corazón sumamente acelerado.
—Daemon ha sido llamado y está de camino a recibir castigo —informó en tono normal evitando generarle estrés—. Como dije, sé la clase de persona que eres y tendré consideración por la gran alianza con tu familia, pero debes estar presente para saber cómo quedará la situación.
—Por supuesto.
Claramente preocupada esperó a un costado y sintió fugaces miradas de Viserys, al ceder apreciando que intentaba tranquilizarla con un lenguaje corporal amable. Emitió una pequeña sonrisa y regresó a mirar el suelo, entonces la puerta abriéndose y enseñando al Targaryen en juicio. Brevemente se miraron y luego observaron al Rey, el cual enderezó la espalda e inmediatamente empezó a tratar el desacato.
—Fue mi manera de llevar el infortunio, cada uno actúa de manera distinta —excusó en tono bajo, definitivamente tomándolo desprevenido que lo dicho llegara a la Fortaleza Roja.
Juntando las manos al frente se contuvo de negar ante el carácter de Daemon, especialmente cuando empezó a pelear por su posición en la Corte Real.
—¡Suficiente! He aguantado, he intentado comprenderte y razonar, pero ya no más —gritó Viserys completamente harto—. Toma tu dragón y abandona Desembarco del Rey, vete y busca en otras tierras como ser un hombre decente.
Aquella sentencia de destierro fue inesperada y la femenina los miró intentando dilucidar donde quedaba ella, un tema que el Targaryen menor también consideró.
—¿Harás que deje a mi esposa e hijo?
—Nunca estás con ellos y apenas cumples tus deberes, ¿ahora te preocupa mantener la farsa?
La selección de palabras la congeló de pies a cabeza y por unos momentos dejó de respirar mientras veía al regente con susto.
—¿Te atreves a difamar cuando apenas puedes ser Rey? Es hipócrita señalar cuando tampoco llegas al estándar —frunció el ceño conteniéndose de acercarse, porque sabía que los guardias lo sacarían de la habitación.
Viserys calló un momento e inspiró intentando mantener compostura, entonces mirando a la mujer que secretamente amaba y notando la oportunidad que se presentaba.
—No solo abandonarás estas tierras, Daemon, sino que también anularé tu matrimonio. Te irás y serás libre de revolcarte con cuanta prostituta quieras, pero no ensuciaras más el nombre y la cama de la dama que todos los días ha soportado tu indecencia.
—¿Cómo? —preguntó con un cambio de expresión que erizó los cabellos, los guardias en la habitación preparándose ante la amenaza.
—Una mujer proveniente de la casa Stark no debería vivir en tales condiciones, con un hombre incapaz de valorarla —aseguró al tiempo que inflaba el pecho y elevaba el mentón—. Cuidaré de ella y criaré a Rhaegar como el heredero legitimo al trono que es.
Exponer la verdad le estrujó el corazón en angustia y miedo, inevitablemente soltando un quejido mientras se le humedecían los ojos.
—¿Qué has dicho? —preguntó incrédulo y sin pestañear, al ver la reacción femenina su cuello y nuca tomando color por la furia—. ¿¡No es mi hijo!?
—Lo siento, p-pero nosotros nunca… consumamos el matrimonio —explicó juntando ambas manos en el pecho.
—¡Mientes!
—Las pocas noches que no estabas hasta la mañana en los burdeles llegabas absolutamente ebrio y perdías la conciencia apenas tocabas la almohada —jadeó con el labio inferior temblando.
—¿¡Entonces la solución fue refugiarte en mi hermano!?
—¡Arruinaste el poco amor que te tuve! —defendió exasperada—. Llegué a ver lo bueno en ti hasta que me cambiaste por la Calle de Seda, quise que nos acercáramos y…
—¡Calla! —interrumpió yendo decidido a hacerle quién sabe qué.
—¡Deténganlo! —ordenó Viserys poniéndose de pie, los guardias inmediatamente agarrándolo y alejándolo—. Ya has hecho demasiado daño, no permitiré que lastimes a mi futura esposa.
—¡Desgraciado! —gritó al tiempo que forcejeaba, el movimiento haciendo las armaduras tintinear.
—Sáquenlo, no dejen que siga un día más en Desembarco del Rey.
Asintiendo pequeño, los dos hombres que agarraban al Targaryen empezaron a arrastrarlo fuera del salón. Maldiciones y promesas de retribución retumbaron en las paredes hasta que estuvo lejos, el ambiente siendo pésimo hasta que Rhaenyra apareció con mirada humedecida.
—Crucé a Daemon y dijo… —apretó los labios y tragó intentando no derrumbarse—. ¿Es verdad? —inquirió a pesar de que sabía la respuesta por el aspecto de ambos.
Viserys dudó un momento antes de recordar la confianza que lo llevó a revelar el secreto, firme bajando los escalones del trono.
—Si, Rhaegar es tu hermano.
La noción del parentesco envió un desagradable escalofrío en Rhaenyra, quien tenía la herida de su madre y hermano al rojo vivo. Miró a la mujer y limpió una lagrima rebelde antes de cerrar ambas manos en puños.
—Felicidades, engendraste al próximo Rey —jactó dolida en el proceso de girar y dirigirse a la puerta.
—No fue con ese propósito, ¡amo a tu padre! —declaró desesperada, pero la joven siguió sin mirar atrás.
—Vigilen la entrada —indicó el regente al personal presente, cada uno saliendo y cerrando la puerta para cuidar desde el exterior.
Ambos voltearon al otro y relajaron los hombros, Viserys abriendo los brazos y encerrándola entre ellos.
—Impulsivo, lo que hiciste no tuvo preparación —reclamó contra su pecho, desesperada agarrándolo de la ropa.
—Ciertamente, pero tomé la oportunidad cuando se presentó —explicó al tiempo que la consolaba con delicadas caricias—. Si lo planeábamos habríamos estado mejor mentalizados, pero las reacciones no hubieran cambiado.
—Puede ser… —suspiró insegura, aunque en lo profundo sabía que tenía razón.
—En poco el impacto pasará y podrás disfrutar de finalmente ser libre.
—La gente juzgará por los pasillos —soltó las telas para colocar ambas manos en el pecho de Viserys.
—Nadie es libre de la opinión ajena, pero serás reina y eso te ahorrará varios problemas.
La noción del rol que cumpliría en el futuro le aflojó las rodillas, sin embargo logró aguantar y mirarlo a los ojos.
—¿En serio me harás tu esposa?
—Absolutamente, es momento de elegir con quien compartir mis días —dijo mientras iba a sostenerla de la mejilla—. Te amo, estoy ansioso de vivir contigo y criar en conjunto al pequeño Rhaegar.
—Nuestro hijo —murmuró poniendo una mano sobre la de él.
Cansados y abrumados compartieron un beso amargo por el mal momento vivido, pero un trasfondo dulce otorgaba la fuerza que necesitaban para soportar y luchar por la felicidad.
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"¿Para qué sirven los versos si no es para el rocío?"
Si pudiera llorar de miedo en una casa sola, si pudiera sacarme los ojos y comérmelos, lo haría por tu voz de naranjo enlutado y por tu poesía que sale dando gritos.
Porque por ti pintan de azul los hospitales y crecen las escuelas y los barrios marítimos, y se pueblan de plumas los ángeles heridos, y se cubren de escamas los pescados nupciales, y van volando al cielo los erizos: por ti las sastrerías con sus negras membranas se llenan de cucharas y de sangre y tragan cintas rotas, y se matan a besos, y se visten de blanco.
Cuando vuelas vestido de durazno, cuando ríes con risa de arroz huracanado, cuando para cantar sacudes las arterias y los dientes, la garganta y los dedos, me moriría por lo dulce que eres, me moriría por los lagos rojos en donde en medio del otoño vives con un corcel caído y un dios ensangrentado, me moriría por los cementerios que como cenicientos ríos pasan con agua y tumbas, de noche, entre campanas ahogadas: ríos espesos como dormitorios de soldados enfermos, que de súbito crecen hacia la muerte en ríos con números de mármol y coronas podridas, y aceites funerales: me moriría por verte de noche mirar pasar las cruces anegadas, de pie llorando, porque ante el río de la muerte lloras abandonadamente, heridamente, lloras llorando, con los ojos llenos de lágrimas, de lágrimas, de lágrimas.
Si pudiera de noche, perdidamente solo, acumular olvido y sombra y humo sobre ferrocarriles y vapores, con un embudo negro, mordiendo las cenizas, lo haría por el árbol en que creces, por los nidos de aguas doradas que reúnes, y por la enredadera que te cubre los huesos comunicándote el secreto de la noche.
Ciudades con olor a cebolla mojada esperan que tú pases cantando roncamente, y silenciosos barcos de esperma te persiguen, y golondrinas verdes hacen nido en tu pelo, y además caracoles y semanas, mástiles enrollados y cerezas definitivamente circulan cuando asoman tu pálida cabeza de quince ojos y tu boca de sangre sumergida.
Si pudiera llenar de hollín las alcaldías y, sollozando, derribar relojes, sería para ver cuándo a tu casa llega el verano con los labios rotos, llegan muchas personas de traje agonizante, llegan regiones de triste esplendor, llegan arados muertos y amapolas, llegan enterradores y jinetes, llegan planetas y mapas con sangre, llegan buzos cubiertos de ceniza, llegan enmascarados arrastrando doncellas atravesadas por grandes cuchillos, llegan raíces, venas, hospitales, manantiales, hormigas, llega la noche con la cama en donde muere entre las arañas un húsar solitario, llega una rosa de odio y alfileres, llega una embarcación amarillenta, llega un día de viento con un niño, llego yo con Oliverio, Norah Vicente Aleixandre, Delia, Maruca, Malva Marina, María Luisa y Larco, la Rubia, Rafael Ugarte, Cotapos, Rafael Alberti, Carlos, Bebé, Manolo Altolaguirre, Molinari, Rosales, Concha Méndez, y otros que se me olvidan.
Ven a que te corone, joven de la salud y de la mariposa, joven puro como un negro relámpago perpetuamente libre, y conversando entre nosotros, ahora, cuando no queda nadie entre las rocas, hablemos sencillamente como eres tú y soy yo: para qué sirven los versos si no es para el rocío?
Para qué sirven los versos si no es para esa noche en que un puñal amargo nos averigua, para ese día, para ese crepúsculo, para ese rincón roto donde el golpeado corazón del hombre se dispone a morir?
Sobre todo de noche, de noche hay muchas estrellas, todas dentro de un río como una cinta junto a las ventanas de las casas llenas de pobres gentes.
Alguien se les ha muerto, tal vez han perdido sus colocaciones en las oficinas, en los hospitales, en los ascensores, en las minas, sufren los seres tercamente heridos y hay propósito y llanto en todas partes: mientras las estrellas corren dentro de un río interminable hay mucho llanto en las ventanas, los umbrales están gastados por el llanto, las alcobas están mojadas por el llanto que llega en forma de ola a morder las alfombras.
Federico, tú ves el mundo, las calles, el vinagre, las despedidas en las estaciones cuando el humo levanta sus ruedas decisivas hacia donde no hay nada sino algunas separaciones, piedras, vías férreas.
Hay tantas gentes haciendo preguntas por todas partes. Hay el ciego sangriento, y el iracundo, y el desanimado, y el miserable, el árbol de las uñas, el bandolero con la envidia a cuestas.
Así es la vida, Federico, aquí tienes las cosas que te puede ofrecer mi amistad de melancólico varón varonil. Ya sabes por ti mismo muchas cosas. Y otras irás sabiendo lentamente.
-Oda a Federico García Lorca / Pablo Neruda
#pablo neruda#frases#escritos#pensamientos#fragmentos#poesia#literatura#escritores#libros#poemas#literatura universal
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encuentra soledad en una de las aulas libres, cercanía a una ventana es primordial para que no se encienda la alarma de humo. sonido a sus espaldas provoca sobresalto, al girar espera encontrarse con figura que condene, para su suerte no es así. “mierda, me asustaste.”
#tw drugs#bueno obvio pero por las dudas#está cortito y mediocre así como siempre#cuento todo les tqm
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Relatos de sobriedad
Vivir la vida sin anestesia alguna, solo con la calma embaucadora del humo del cigarrillo, sin nada que embriague, que coloque, que me lleve de viaje.
La evasión es un mecanismo de todos pero evadirse más que vivir la propia vida, me parece la artimaña de un impostor. ¿Soy cruel valorando el hiper consumo y el consumo de sustancias sistemático? Por supuesto, cada uno elige en su vida lo que quiere; yo he tenido consumo ocasional, y no puedo escribir el relato de la abstinencia. Pero el culto a la sobriedad, a la claridad del pensar y del razonar, siempre fue una ambición propia.
La sobriedad depende de muchas cosas, pero siempre, en última esencia, es una cuestión personal, una decisión del individuo, un estilo de vida, una forma de proyectarse.
Somos el Pigmalión de nosotros mismos. Hacemos de nosotros lo que podemos con lo que tenemos. Pero relatar la sobriedad es una apuesta por un yo entero, sin fragmentar; por un yo sin muletilla y libre. Que las mayores esclavitudes nacen de uno mismo. Y fin. Es solo un relato.
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Capítulo 10 (2ª temporada)
(La historia es una adaptación de la obra FINAL FANTASY VII por lo tanto incluye SPOILERS de esta.)
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Región de Cañón Cosmo: El cielo.
Estábamos en el aire, montados en la avioneta y cada vez faltaba menos para llegar a Cañón Cosmo. Cid seguía pilotando el avión de manera perfecta y al final parecia que habíamos hecho una buena distribución del peso.
— Ugh… Qué va…- Dijo Yuffie.
— ¿Qué?- Preguntó Cid.
— Pensé que en las alturas… no tendría problemargh…- Mencionó Yuffie.
— ¡Cagüen!- Exclamó Cid.- ¡La pota fuera!
— Oye, Cid.- Dijo Barret.- ¿Qué pasa si Shinra nos pilla volando así por libre?
— ¡Ni que el cielo tuviera dueño!- Exclamó Cid.- ¡Que le den por saco a Shinra!
— ¡Así se habla!- Exclamó Barret. No pude evitar reir.- ¡Tú eres de los míos, macho!
— Parece que nos vamos acercando.- Mencionó Red XIII.
— ¡Sip! ¡Toca descender!- Dijo Cid.
El avión empezó a descender y sacó sus ruedas para aterrizar de la mejor manera posible. Nos levantamos todos rápidamente y salimos del avión. Había sido un agradable paseo aéreo.
— Tengo que parar aquí.- Mencionó Cid.- No puedo acercaros más, así que tendréis que seguir a pata.
— ¿Cómo contactamos contigo?- Preguntó Barret.
— Hacedme señales de humo.- Respondió Cid.- Iré cagando leches en cuanto las vea. ¡Venga, nos vemooos!
En ese momento Cid se volvió a poner al volante del avión y despegó dejandonos atrás.
— Seguidme; conozco el camino.- Dijo Red XIII.
Empezamos a seguir a Red XIII. Cañón Cosmo era más desierto, nada parecido a Gongaga de donde veníamos. Se hacía hasta un poco pesado andar por los caminos de arena en dirección al pueblo. Varios monstruos se entrometieron en nuestro camino pero realmente nada que un par de golpes no pudiera solucionar.
— Oye.- Dijo de golpe Cait Sith.- Prrr continuar donde lo dejamos… ¿Decíais que Sephiroth es el enemigo? Si el supuesto héroe está vivito y coleando… ¿Qué es lo que se trae entre patas?
— Su objetivo es proteger el planeta.- Respondí.
— Pero eso está la mar de bien, ¿no?- Mencionó Cait Sith.
— El problema es que le traen sin cuidado los seres humanos.- Agregó Cloud.
— ¡Prrr! Ya lo pillo.- Dijo Cait Sith.- No tiene miaucho sentido un planeta sin gente, ¿no?
— ¿Se os ha olvidado que tenemos más enemigos?- Preguntó Barret.- Y hay uno en concreto que pretende quitarnos de en medio para seguir chupando la sangre al planeta. ¡Shinra!
Poco tiempo después llegamos a un puente donde en el final se podía ver la entrada al pueblo. En ese momento Red XIII se puso super contento y empezó a correr hacia los guardias que protegían la entrada.
— ¡Bueeeenas! ¿Me habéis echado de menos?- Preguntó Red XIII con un tono diferente de voz al que usualmente estabamos acostumbrados.
— ¡Nanaki!- Exclamó el guardia.- ¡Bienvenido, Nanaki! ¡Qué alegría verte! Se te nota lozano. Vamos, ¡a saludar al maestro Bugenhagen!
Todos mirábamos sin entender absolutamente la escena. Entre la voz, la reacción de Red XIII y "Nanaki", era todo una incógnita.
— Esta gente me ha ayudado bastante.- Dijo Red XIII refiriéndose a nosotros.- Son unos buenazos. Dejadlos entrar.
En ese momento Red XIII echó a correr hacia dentro del pueblo.
— ¿Nos hemos perdido algo?- Preguntó Barret.- ¿Cómo que "Nanaki"?
— Me estaba preguntando lo mismo… ¿y su voz?- Pregunté yo sin entender nada.
— Me parece una monada.- Dijo Aeris con una sonrisa.
— Disculpad un momento.- Nos dijo el guardia sacando un cartel.- Empezaron a caer del cielo esta mañana… Son los que destrozaron los reactores de Midgar…
Nos miraron fijamente, comparando nuestros físicos con las fotos del cartel.
— Pero veo que no tenéis nada que ver.- Mencionó el guardia de golpe. Nos quedamos sin entender nada.- Además que vais con Nanaki, así que sin problema.
El hombre nos enseñó el cartel y no pude evitar reir un poco. Los nombres coincidían pero no las caras, habían puesto otras imágenes de otras personas.
— Uy…- Dijo Yuffie mirando el cartel.
Cait Sith empezó a saltar y se puso las manos en su cadera con una amplia sonrisa.
— Os doy la bienvenida a Cañón Cosmo, la cuna de la astrobiología.- Agregó el guardia.
Cañón Cosmo: Aldea.
Entramos a la aldea y empezamos a andar más que nada buscando dónde habia ido Red XIII.
— No parecíamos nosotros en los carteles de "Se busca" de AVALANCHA.- Dijo Tifa.
— Qué gracioso, ¿no?- Dije yo con media risa en la boca.
— Algo están tramando.- Mencionó Cloud.
— Me da mala espina…- Añadió Aeris.
Empezamos a subir las escaleras de la aldea y en una de las plataformas vimos finalmente a Red XIII, contemplando las vistas. No tardó demasiado en vernos.
— Yo nací y crié en este hermoso valle.-Dijo Red XIII.- Se suponía que mi labor era defenderlo, pero Shinra me capturó. Creo que ya he pagado mi deuda. Va siendo hora de dejaros. Gracias por todo lo que habéis hecho por mí.
— Te echaremos muchísimo de menos.- Dijo Aeris.
— Calla, calla… Que ya me está costando.- Mencionó Red XIII.- ¡Pero es que tengo que proteger este valle sí o sí!
— Qué bien engañados nos has tenido todo este tiempo, ¿eh?- Dijo Barret acercándose a él.
— La gente suele subestimar a los canes.- Respondió Red XIII.
— ¡Nanakiiii!- Exclamó de golpe una voz desconocida. Miramos hacia arriba y vimos a un abuelo montado encima de una bola.
— ¡Abuuuu!- Exclamó Red XIII.
Aeris le asintió a Red XIII y él se fue corriendo una vez más.
— Pues vaya.- Dije yo, cruzándome de brazos.- Cuántas vueltas da la vida.
— ¿Así que esto es un adiós?- Preguntó Tifa.
— Podemos venir a verle cuando queramos.- Mencionó Barret.- A todo esto, ¿qué hemos venido a hacer aquí? Yo voy a hacer mis pesquisas como astrobiólogo.
— ¡Materias! ¡Materiaaas!- Exclamó Yuffie.
— Pues yo…- Dijo Cait Sith corriendo hacia unas escaleras y sentandose.- ¡Miaulehop! Voy a reposar, con vuestro prrrmiso.
En ese momento solo quedabamos Cloud, Aeris, Tifa y yo.
— ¡Vamos a explorar!- Dijo Aeris.
Asentimos y empezamos a explorar la aldea. Era una aldea muy rústica, antigua, hecha totalmente de madera pero eso le daba un buen toque y más teniendo en cuenta la zona geográfica en la que nos encontrábamos. Nos metimos en un ascensor y subimos para llegar a una de las zonas más altas de la aldea. Delante de lo que parecía una especie de casa se encontraba Red XIII con el viejo encima de una bola.
— ¡Abu! ¡Aquí están!- Exclamó Red XIII.
— Os agradezco que hayáis cuidado de Nanaki todo este tiempo.- Nos dijo el viejo.- Soy Bugenhagen. Enseño astrobiología aquí en Cañón Cosmo. Bueno, lo poco que sé.
— ¡Anda ya!- Dijo Red XIII.- Pero si eres una enciclopedia con patas.
— Desde luego, más que tú sí que sé, jovencito.- Dijo Bugenhagen mirando a Red XIII.
— ¿"Jovencito"?- Preguntó Red XIII.- ¡Ya tengo cuarenta y ocho años!
— ¿Cóóómo?- Exclamó Tifa. Los cuatro parecíamos muy sorprendidos.
— Veréis, el linaje de Nanaki es muy logevo.- Explicó Bugenhagen.- La edad que tiene ahora mismo equivale a unos quince o dieciséis años humanos.
— ¡Ya soy adulto! Puedo defender el valle y a todos yo solito.- Dijo Red XIII.- No haré como mi padre.
— A todo esto, habrás saludado a la gente del valle, ¿no?- Preguntó Bugenhagen.
— Aún no. Ahora voy.- Después de eso Red XIII se fue.
— Perdonadme. Si os parece bien, puedo mostraros las instalaciones.- Nos dijo Bugenhagen.
Observatorio de Cañón Cosmo.
Aeris y Tifa parecían muy emocionadas. Yo también tenía ganas de saber que nos iba a enseñar y contar el señor Bugenhagen. Le seguimos, entrando en la casa, dándonos cuenta que no es una casa cualquiera sinó un observatorio. Todo era impresionante, estaba repleto de libros y de artilugios que no había visto en la vida.
Me acerqué a una gran maqueta de lo que parecía un planeta, era impresionante.
— Esto es una maqueta del planeta en el cosmos.- Me explicó Bugenhagen.- El polvo que se acumula sobre su faz podría representar a la humanidad.
— Vaya…- Expresé yo.
Subí a la segunda planta y allí se encontraba un holograma de Red XIII. Me acerqué a este a mirarlo fijamente.
— Ese es Nanaki de cachorrito.- Mencionó Bugenhagen.- Ni te imaginas lo traviesillo que era…
— Aw que monada.- Dije yo.
Aeris estaba mirando fijamente una máquina y de golpe se escuchó un sonido grave salir de esta.
— A ver qué pasa…- Dijo Bugenhagen acercándose.
El sonido volvió a sonar, pero esta vez más fuerte y claro. Aeris se tapó las orejas y Tifa miró fijamente del cacharro de donde provenía.
— Esa llamada…- Dijo Tifa mirándome a mi.
— Son los lamentos del planeta.- Explicó Bugenhagen.- Una triste melodía que últimamente se escucha mucho. Nos llegan desde las profundidades de la tierra, a través de tubos acústicos.
— Se equivoca.- Me crucé de brazos mirando fijamente a Bugenhagen.- No son lamentos del planeta. Son de las Armas que lo protegen.
— Luces con seguridad mientras lo dices.- Me dijo Bugenhagen.
— Es que las hemos visto.- Mencionó Tifa.- En los reactores de Gongaga y de Corel. Son enormes…
— Qué historia más interesante.- Dijo Bugenhagen.- Inhalar mako tiene una ristra de efectos secundarios. Yo no me fiaría de lo que creíste ver allí.
Mi cara en ese segundo cambió y lo miré fijamente. No estábamos mintiendo.
— Pero…- Dijo Tifa.
— Claro que… es evidente que nunca habéis profundizado en la astrobiología.- Mencionó Bugenhagen.- Pero estáis en el lugar adecuado. Seguidme.
Lo seguimos a otra sala del observatorio. Allí Bugenhagen se puso a tocar una máquina.
— Aquí tenéis el planetario.- Dijo Bugenhagen.- Shinra tiene uno mucho más avanzado, pero este es el original que construí yo mismo. Bueno, comencemos.
En ese momento la máquina de enmedio empezó a girar y la plataforma en la que estábamos se elevó llegando a una parte superior toda oscura. De golpe se iluminó, enseñándonos el cosmo con los planetas y su espacio estrellado. Era increíble de ver.
— Qué bonito…- Dijo Aeris con una sonrisa.
— Aún no has visto nada, joven.- Dijo Bugenhagen.
Los planetas se empezaron a mover alrededor del sol del cosmo. Parecía una especie de proyección pero todo era mecánico.
— Nuestro planeta y el cosmos: formas de vida y misterios.- Dijo Bugenhagen.- La astrobiología se basa en el conocimiento del ciclo de la vida en Gaia. Este planeta, nuestro hogar tan lleno de vida, es la cuna de la humanidad. El ser humano nace y, al cabo de cierto tiempo, muere. Pero ¿qué sucede después de la muerte? El cuerpo se descompone y vuelve al planeta. ¿Y qué ocurre con la conciencia, el alma, el espíritu? Este también vuelve al planeta. Pasa a formar parte de él; fluye como sangre por sus venas. Este fenómeno se conoce como la corriente vital, cuyo caudal acoge nuevas almas y las reparte. La corriente vital, es dicho de otro modo, energía espiritual en perpetuo flujo. Y es indispensable para que continúe la existencia del planeta tal y como lo conocemos. Si dicha energía se agotase…
En ese momento nuestro planeta se destruyó y Aeris lo miró conmocionada. Cloud y Tifa la miraban mientras yo estaba ocupada intentando entender el porqué todo lo que el señor Bugenhagen contaba me sonaba tan extraño. La plataforma bajó y con eso la explicación finalizó.
— Estos son los fundamentos de la astrobiología.- Dijo Bugenhagen.
— Entonces, ¿el uso industrial del mako drena la energía espiritual?- Preguntó Cloud.
— Así es.- Mencionó Bugenhagen.- Una vez extraída y procesada, dicha energía ya no puede cumplir su función original. Se consume como combustible y se pierde para siempre.
— ¿Para siempre…?- Preguntó Tifa.
— No creo que sea para siempre.- Mencioné yo.- ¿No cree que se transforma y vuelve a la corriente vital?
— Hm.- Murmulló Bugenhagen.- ¿Cómo se te ocurren estas teorías?
— Ella… sabe mucho más de lo que puede parecer.- Mencionó Tifa mirándome fijamente. Yo la miré, si sabía cosas pero no sabía exactamente el porqué y parecía que la respuesta había sido encontrada por Tifa en la corriente vital, cuando caímos.
— Interesante…- Dijo Bugenhagen.- ¿Qué tal si participáis las dos en uno de nuestros seminarios?
En ese instante Bugenhagen aplaudió y la puerta se abrió inmediatamente.
— ¿Nos necesita, señor?- Preguntó uno de sus ayudantes.
— Acompañad a las señoritas a la sala de conferencias.- Mencionó Bugenhagen.
— Seguidnos, por favor.- Dijo el ayudante.
— De acuerdo.- Dijo Tifa.
— ¿Os puedo acompañar?- Preguntó Aeris.
Bugenhagen asintió y nos dio la orden de seguir a sus ayudantes. Ya empezaba a caer la noche en Cañón Cosmo y aunque todo era muy agradable de mirar yo no podia parar de pensar en lo que acababan de explicarnos. ¿Por qué una ciencia llamada "astrobiología" respalda sus explicaciones en la espiritualidad? No podia quitarmelo de la cabeza. No tenia lógica ninguna.
Nos sentaron alrededor de una hoguera, varios poblareños también acudían a la sesión. Un moderador daba paso a la sesión y la gestionaba. Todo el mundo escuchaba las historias de los demás pero yo casi que no escuchaba a nadie. Seguía sucumbida en mis pensamientos.
En vez de ciencia… parece una religión.
— Joven.- Dijo el moderador mirando a Tifa.- Adelante, nos gustaría escuchar tu historia.
— Sí, vale…
En ese momento conecté y miré a Tifa quien me miró antes de empezar. Parecía que buscaba mi aprobación para contarlo y yo asentí. Necesitaba saber que había pasado.
— Yo… bueno… Estuve atrapada en la corriente vital. Aquello irradiaba una belleza indescriptible. Además… no estava sola. Pero la única que parecía atrapada era yo… Tuve suerte, la chica que estaba a mi lado parecía saber exactamente dónde nos encontrábamos y como salir de allí…- Las palabras de Tifa solo hacían que mis ojos se abrieran cada vez más. ¿Hablaba de mi?- Para poder avanzar… tenían que asaltarme mis recuerdos. Lo vimos las dos, esa chica y yo. Me sentí rodeada de ternura y recobré momentos que había olvidado. El regazo del planeta es muy acogedor. Pero… no todo era tan bonito. Ese hogar, el hogar de la chica, no era simplemente su hogar. Alguien más lo custodiaba. Una aura maligna y el planeta junto con la chica luchaban contra ese enemigo. Yo… Nosotros… no podemos vivir sin el planeta. Por eso, tenemos que apoyar al planeta en su lucha contra esta amenaza. Creo que… la clave de esa protección del planeta puede ser aquella chica… pero no sé nada más… Pensé que aquí encontraría respuestas, pero no ha sido así. No me malinterpreten. No estoy criticando la astrobiología ni pretendo asustarles. Es que… Lo siento, no logro explicarme bien…
El moderador empezó a aplaudir y todos los oyentes no tardaron en hacerlo también. Yo también aplaudí, mirándola.
— No te preocupes.- Dijo el moderador.- Siempre nos encontrarás aquí, dispuestos a escucharte. Sigue reflexionando y un día encontrarás en tu interior la respuesta que buscas. De acuerdo. Ya casi es la hora de la confluencia de las almas. Las Candelas nos esperan.
Todos se levantaron y Tifa y Aeris no tardaron demasiado en hacerlo también. Yo sin embargo, no podia moverme. No cabía en mi cabeza algo así, eso que había pasado.
— Tifa.- Dije sin desviar la mirada del suelo.- Esa chica… ¿era yo?
— Sil…- Me dijo Tifa ayudandome a levantarme.- Sí…
— ¿Quién soy en verdad? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es mi misión?- Un montón de preguntas empezaron a perforar mi cabeza.
— Tu misión…- Me dijo Aeris, con la mirada preocupada.- creo que lo sabremos más adelante.
— Lo descubriremos, Sil.- Mencionó Tifa.- Estoy segura de ello.
Asentí. Las tres juntas pasamos por al lado de Cloud, quien había estado allí escuchando toda la sesión. Lo miré a los ojos por un momento y parecía preocupado pero no me sentía nada bien. Le medio sonreí como pude y nos fuimos hacia la parte de abajo de Cañón Cosmo, para poder empezar con el ritual de Candelas.
Candelas. Ritual de la confluencia de las almas.
Llegamos al ritual. Una fogata enorme estaba en el centro y la gente se reunía a su alrededor. Agradecí a Tifa y a Aeris con la mirada y me senté en el suelo a mirar el fuego. Los demás del grupo se encontraban allí también, todos esperábamos a que empezara.
— Sil.- Escuché la voz de Cloud detrás de mí y me levanté en ese momento para mirarlo.- ¿Estás bien?
— Podría estar mejor.- Dije yo.- Cada dia me entero de cosas más turbias sobre mi y me da miedo saber quien soy en realidad.
— Parece que tienes un papel importante en este viaje… No tienes por que tener miedo.- Me respondió Cloud.
— Lo intento, de verdad.- Mencioné.
En ese momento le sonreí a Cloud. Estar con él me hacía sentir bien, se paraban los problemas. Era todo lo que necesitaba.
Quizás… si siento algo por él.
El ritual no tardó en empezar. Aeris agarró una antorcha y la encendió con la llama de la hoguera así quemando la madera muerta que rodeaba la fogata, creando más fuego. La gente se empezó a acercar un poco más y miraban fijamente a Aeris.
— Soy una Anciana, descendiente de los Cetra, los primeros habitantes del planeta.- Explicó Aeris.- Y soy la última de su linaje. Debido a mis orígenes… pasé mi infancia encerrada, y me han vigilado toda la vida. Me han tratado con miedo o, a veces, como si no existiera. Mi linaje no me ha traído nada bueno. Incluso cuando me lo estoy pasando bien, si pienso en quién soy, me invaden los malos pensamientos. Es como la pescadilla que se muerde la cola. Aunque sé que nunca podré vivir una vida normal, no paro de desearla… y de desesperar.
Cloud me agarró fuerte la mano mientras Aeris explicaba todo y se soltaba. Yo también se la apreté.
— A pesar de todo, ser quien soy me ha llevado a conocer a personas increíbles.- Dijo Aeris.- Así que todo ha merecido la pena. Hice bien en ser paciente.
Aeris le dio la antorcha a una local y estos se preparaban con unas linternas que iban a lanzar al aire.
— Seguiré dando lo mejor de mí para tenerlas siempre a mi lado…- Mencionó Aeris. Una pequeña lágrima salió de mi.- aunque no pueda tener una vida normal.
Aeris hizo una reverencia y todo el mundo empezó a aplaudir. No me quedé atrás y aplaudí con todas mis fuerzas, sus palabras me habían conmovido muchísimo. Todo el mundo agarró una de las lámparas y las dejaron ir, llenándose el cielo de conos luminosos.
— Woah…- Exclamé mirando a mi alrededor.- Que bonito…
— Ahora… Que crucen el valle.- Dijo una astrobióloga.
Cloud me acercó a él, poniendo su brazo en mi hombro, abrazándome y miramos fijamente las luces, irse por el cielo y así, cerrando un ciclo.
Cuando terminó nos reunimos de nuevo todo el grupo, incluido Red XIII. Nos había llenado el corazón a todos.
— Conque aquí estabas, Nanaki.- Dijo Bugenhagen acercándose a nosotros y mirando a Red XIII.
— ¿Abu?- Preguntó Red XIII.
— Debo hablar contigo de una cosa. Venid vosotros también.- Mencionó Bugenhagen antes de emprender marcha. Empezamos a seguirlo.- ¿Qué tal la confluencia de las almas? Es curioso, pero cada vez vienen más personas solo para verla. Suelen describirla como algo bellísimo, conmovedor, grandioso, emocionante… Nueve de cada diez usan palabras por el estilo. Me parece precioso que el ritual sea capaz de conmover los corazones de tanta gente. Sin embargo, luego nadie se atreve a dar el paso de estudiar astrobiología… Perros, gatos, pájaros, peces, flores…Todo el mundo sabe que son seres sintientes. Cuando nace un bebé, cuando brota una flor… sentimos cómo emerge la vida. Ocurre lo mismo con el planeta. Disculpadme, no hay quien me pare cuando empiezo a hablar. Los viejos siempre con nuestras batallitas.
Puerta del sello.
Nadie respondió, nadie dijo nada. Simplemente le seguíamos hasta que llegamos a una extraña puerta, enorme.
— De acuerdo, podemos proceder.- Dijo Bugenhagen.
— Pero esta puerta…- Mencionó Red XIII.
— La sellé para que nadie pudiese entrar.- Explicó Bugenhagen.- Aunque ha llegado el momento de demostrar tu valía.
— ¿Eh?- Preguntó Red XIII.
— Debes superar una prueba si quieres convertirte en guerrero y defender este valle.- Mencionó Bugenhagen.- ¿Te ves preparado?
— Sí.- Respondió Red XIII.
— Necesitaré vuestra ayuda para la prueba.- Dijo Bugenhagen mirándonos a todos.- Requiere adentrarse en un lugar harto peligroso. Avisadme cuando estéis listos.
— Lo estamos.- Dijo Cloud.
— Adelante, pues.-Bugenhagen abrió la puerta viéndose la entrada a una gran cueva.- Hay que adentrarse en las profundidades de esta cueva.
Cueva de los Gi: Senda del retorno.
Empezamos a bajar las escaleras que conducían a la cueva e incluso tuvimos que subirnos a un ascensor para bajar más.
— ¿Os ha contado Nanaki algo sobre sus padres?- Preguntó Bugenhagen.
— Qué va.- Respondió Cloud.
— Eran los guerreros encargados de proteger el valle.- Explicó Red XIII.- Cuando nos invadieron, mi madre no dudó en lanzarse contra el enemigo. Murió defendiéndonos. En cambio mi padre fue un cobarde… Huyó con el rabo entre las patas.
— Pobre Seto.- Dijo Bugenhagen.- Nunca le perdonarás, ¿verdad?
— Jamás.- Exclamó Red XIII.
Sala del engaño.
— A partir de aquí, solo puede continuar el participante, acompañado de un testigo.- Mencionó Bugenhagen.
— ¿Quién?- Preguntó Red XIII.
— Voy yo.- Dijo Cloud.
— No eres el más indicado para este cometido.- Dijo Bugenhagen mirando a Cloud.- A ver…-Bugenhagen nos hizo una repasada a todos con sus ojos pero se pararon en Barret.- Debes acompañarle tú.
— ¿Yo?- Exclamó Barret.
— Venga ya…- Expresó Red XIII.
— Yo también te quiero, ¿eh?- Exclamó Barret.
— Preparaos bien.- Dijo Bugenhagen.
— Vale…- Respondió Red XIII.
Bugenhagen, Red XIII y Barret se fueron cueva abajo y los demás del grupo nos quedamos al lado del ascensor por órdenes de los ayudantes de Bugenhagen. Me apoyé en la pared y cerré mis ojos. Estaba cansada de todo lo que llevaba viviendo estos días y necesitaba un segundo de pausa.
Pasado un rato los ayudantes de Bugenhagen nos hicieron una señal para que fuéramos con ellos y nos bajaron hasta incluso más abajo en ascensor. Salimos de este y nos indicaron de subir una pequeña cuesta. Allí se encontraba Red XIII junto con Barret y Bugenhagen. Parecía que lo habían logrado. El camino estaba lleno de antorchas que iluminaban y al final de este una estatua de un perro, parecido a Red XIII, custodiaba el pico más alto de la cueva.
— Es el guerrero que luchó él solo para defender el valle.- Dijo Bugenhagen.- Sigue protegiéndonos desde aquí.
— Abu, ¿no será…?- Dijo Red XIII.- ¿Seto? Mi… ¿padre?
— Aunque las flechas envenenadas lo convirtieron en piedra, su coraje salió indemne.- Explicó Bugenhagen.
— Y mamá… ¿Mi madre lo sabía?- Preguntó Red XIII.
— Así es.- Dijo Bugenhagen.- Fueron ellos dos quienes me pidieron sellar la cueva.
— ¿Por qué…?- Preguntó Red XIII.- ¿¡Por qué no me he enterado hasta ahora!?
— Porque te habrías adentrado en este lugar tú solo sin pensarlo dos veces.- Explicó Bugenhagen.- Lo que más ansiaban proteger tus padres… no era otra cosa que a ti, Nanaki.
— ¿Por qué era pequeño y debilucho?- Preguntó Red XIII.
— Hasta los cachorritos pequeños y debiluchos pueden convertirse en espléndidos guerreros.- Mencionó Bugenhagen.- Por eso te he traído aquí, Nanaki. Tu viaje debe continuar.
— ¡Yo soy el guerrero del valle!- Exclamó Red XIII.- Y debo defenderlo como hizo papá…
— Escúchame, Nanki.- Saltó Bugenhagen.- Hice oídos sordos a las historias que contaron tus amigos. Me sonaban a las palabrerías que se cuentan en los seminarios. Teniendo ocasión de ver y oír cosas nuevas, pasé de largo como si fueran pamplinas.
Todos observábamos serios la situación y escuchábamos con atención las palabras de Bugenhagen.
— Soy consciente de que he desdeñado grandes saberes por no querer poner a prueba mis creencias.- Mencionó Bugenhagen.
— Abu…- Dijo Red XIII.
— La juventud no debería sentirse anclada a un solo lugar.- Añadió Bugenhagen.- ¡Vamos, Nanaki! No dejes que este valle te vea envejecer. Mi vista y mis oídos ya no son lo que eran. ¡Así que explora mundo por este anciano! Cuidad de él, ¿de acuerdo?
— Por supuesto.- Respondió Cloud.
— ¡No has pasado la prueba!- Exclamó de golpe Bugenhagen mirando a Red XIII.- Vuelve cuando hayas entrenado más. Seguro que puedes, ¿a que sí?
— No lo dudes.- Respondió Red XIII. En ese momento él echó a correr y se situó en una parte alta de la cueva, mirando la estatua de su padre.- Después de todo, soy Nanaki de Cañón Cosmo. ¡Hijo de Seto el guerrero! ¡Auuuu!
De la estatua de Seto lágrimas salían de su ojo petrificado y Red XIII miraba fijamente la situación, aullando. Barret se puso sus gafas, también le había conmovido. Pero no tardamos demasiado en descolocarnos de la situación al ver un aura roja salir del suelo y dar vueltas en un punto. De golpe, una especie de monstruo con apariencia cadavérica se apareció delante nuestro.
— Hijo del guerrero…- Dijo el monstruo.- Mi nombre es Gi Nattak. Hete aquí, Seto, audaz guerrero… Pues a tu clan le confiamos una vez más nuestras plegarias. Te agradecemos tamaña compasión.
Gi Nattak miró directamente a Aeris y ella se asustó un poco.
— Guerrero Nanaki y… dama de los Cetra. Acompañadme.- Mencionó Gi Nattak.
En ese momento desapareció por donde teníamos que seguir, señalizandonos el camino.
— ¡Abu!- Exclamó Red XIII.
— Esto se pone interesante.- Dijo Bugenhagen.
— Te acompañamos por 2000, ¿eh?- Dijo Barret acercándose a Red XIII con una sonrisa.
Me reí un poco por el comentario de Barret y miré un momento a Cloud quien parecía mirar con miedo hacia adelante. Me giré, viendo su punto y allí estaba: Sephiroth. Nos sonrió a los dos para luego marchar, hacia donde teníamos que ir.
— No, esta es gratis. Vamos.- Dijo Cloud.
Empezamos a avanzar rápidamente por el camino marcado. Cloud parecía muy decidido y eso era porque Sephiroth había aparecido delante de nuestras narices una vez más.
Golfo de exilio.
— ¿Alguien me explica de qué va todo esto?- Preguntó Yuffie.- Es que no sé que hago aquí, la verdad, si mi misión es reunir materias y luchar por Wutai.
— Prrr, deja de maullar.- Dijo Cait Sith.- ¿Y cómo es que no tienes los bigotes como escarpias?
— ¿Qué te pasa?- Exclamó Yuffie.- Si el Gi ese es muy educado.
— Esos son los peores. No bajes la guardia ni un segundo.- Dijo Barret.
Había un lago enorme de lo que parecía ser mako y un pequeño puerto con una barca. Allí se encontraba Gi Nattak, que nos esperaba montado en ella.
— Os mostraré dónde vivimos.- Dijo Gi Nattak.- Subid.
— ¿Qué nos das por subir? ¿Tenéis materias para regalar?- Exclamó Yuffie.
— Da la casualidad de que nosotros también vamos en pos de cierta materia.- Mencionó Gi Nattak.
Yuffie super convencida después de esas palabras se montó contenta en la barca.
— ¡Venga, para dentro!- Exclamó Yuffie.
Todos bajamos a la barca como pudimos y nos sentamos, apañándonos. Gi Nattak empezó a navegar por el mako. Todo esto me daba una extraña sensación en el cuerpo. ¿Dónde nos estábamos metiendo?
— Ya tengo náuseas…- Dijo Yuffie.
— Balancéate al compás de la barca.- Dijo Red XIII.
— Qué fácil decirlo, ¿eh?- Mencionó Yuffie.
— Si te has subido a la barca encantada…- Dijo Tifa mirando a Yuffie.
— Me ha podido el ansia de materias.- Expresó Yuffie.
— Silencio.- Dijo Gi Nattak.- El planeta nos escucha.
— ¿Y eso es malo?- Preguntó Barret.
— Lo será si llega a oídos del planeta. Y llegará, por vía de la joven Cetra.- Explicó Gi Nattak.
— ¿Tanto miedo le tienes?- Pregunté sin pudor.
— Su pueblo no destaca por su espíritu misericordioso.- Respondió Gi Nattak.
— Yo solo soy su descendiente.- Dijo Aeris levantando la mano.
— Quizá solo hayas heredado su sangre.- Mencionó Gi Nattak mirando fijamente a Aeris.- Has olvidado su historia.
— ¿Eso crees?- Preguntó Aeris.
— El sino de los Cetra es el sufrimiento.- Dijo Gi Nattak.- Cuanto menos sepas, más tiempo disfrutarás de tu vida.
En un mundo paralelo (Zack POV)
Me encontraba junto con Biggs en la casa abandonada de la barriada del sector 5. Llegamos y Biggs me empezó a contar su historia, lo que le había pasado.
— Entonces… sentí como si estuviera sangrando por todos los poros.- Explicó Biggs.- El cuerpo no me respondía… Estaba seguro de que iba a palmarla. Pero aquí estoy. Sentí como si se levantara un viento muy fuerte… y me arrancara el alma del cuerpo… Cuando desperté, estaba en una cama del orfanato. Nadie sabe quién me encontró y me llevó allí.
— A mí me pasó algo parecido.- Expliqué yo.- Tenía medio ejército rodeándome… Era de coña. Me dolía todo. Y sentí soplar esa corriente que dices. Cuando, de repente, me di cuenta de que seguía en pie, casi no podía creerlo.
— No cabe en la cabeza, ¿eh?- Dijo Biggs.- Sobrevivimos de chiripa, solo para ver el fin del mundo. Y lo peor de todo… es que me haya tocado sobrevivir justo a mí.
— ¿Qué quieres decir?- Le pregunté.
— No paro de darle vueltas.- Me contestó él.- De todos los que éramos, ¿por qué tuve que ser yo el único que se librara? Si los demás siguieran conmigo, ¿qué esperarían de mí?
— No pienses esas cosas.- Respondí.
— Ven conmigo.- Me dijo Biggs dirigiéndose a la puerta.- Te cuento en el camino.
Agarré mi espada y me la puse en la espalda. Salí de la casa junto con Biggs y empezamos a andar por la barriada.
— ¿Qué tal está Cloud?- Me preguntó Biggs.
— El envenenamiento por mako es mal asunto.- Respondí.- No creo que se recupere de hoy para mañana. Pero yo haré lo que pueda por ayudarle.
— Vaya. Cuando se recupere, seguro que lo cuenta como si hubiera sido un catarro.- Dijo Biggs.- Haciéndose el duro, como si esto no fuera nada del otro jueves.
— ¿Esa es la impresión que tienes de él?- Le pregunté confundido.
— Se comporta como si necesitara demostrar su valía a los demás.- Me respondió.- Y eso que con nosotros no tiene por qué. Sabemos de sobra que es un máquina. Además, se complementaba muy bien con Sil, los dos eran buenísimos en lo suyo.
— Espera… ¿Sil?- Exclamé.- ¿Conoces a Sil?
— ¿Eh? Sí.- Me dijo él.- Se unió a AVALANCHA no mucho antes de que me pasara lo que te he contado. No olvidaré las lágrimas que derramó encima mío cuando estaba apunto de morirme. Me gustaría verla y decirle que sigo vivo, para que se quede tranquila.
— ¿En serio?- No podía creer sus palabras.
— ¿Tú también la conoces?- Me preguntó Biggs.
— Sí…- Expresé.- No sabrás nada de su paradero entonces, ¿no?
— Ni idea… Lo único que se me ocurre es que Shinra la haya atrapado.- Respondió Biggs.
— Dijeron en las noticias que no…- Suspiré, estaba muy preocupado por ella.
Llegamos a un sitio con un tablón de anuncios. Biggs se paró enfrente de inmediato.
— Lee esto.- Me dijo Biggs señalándome uno de los carteles.
— A ver…- Dije yo acercándome.- "La destrucción del sector 7 fue obra de Shinra. No podemos permitir que se laven las manos de tanta sangre. ¡Uníos a AVALANCHA! ¡Hagamos que se enteren de que Midgar ni olvida ni perdona! Nos reuniremos en el descampado". Qué locura.
— ¿Verdad?- Mencionó Biggs.
— Se están tendiendo una trampa ellos mismos.- Dije yo.- Así juntitos será más fácil arrestarlos a todos.
— No creo que se molesten en arrestarlos.- Dijo Biggs.- Llegarán, les dispararán a todos, y problema solucionado.
— Pues mejor me lo pones.- Respondí.
— Pero AVALANCHA.- Agregó Biggs.- necesita gente que esté dispuesta a hacer locuras.
— ¡Eh!- Exclamé al ver que Biggs se iba.- No estarás pensando en ir a esto. ¡Venga, hombre!
Fui hacia Biggs, decidí que lo iba a acompañar y que iba a acudir a la reunión. Solo para no dejarlo solo.
— ¿Tú alguna vez te has planteado qué quieres hacer con tu vida o qué sentido tiene?- Me preguntó Biggs.
— Sí, supongo. Claro que sí, lo pienso a menudo.- Respondí.
— No se te nota.- Mencionó Biggs.
— Es que desde que empecé a trabajar para Shinra, me ha pasado de todo. Ni te imaginas.- Dije.
— Yo no paro de planteármelo desde que desperté en el orfanato. No quiero malgastar ni un solo día.- Me comentó Biggs.
— Oye, Biggs…- Dije.- ¿Hay alguien que se dedique a ser mercenario por aquí?
— Pues Cloud, claro está. ¿Seguro que sois amigos?- Me preguntó Biggs.
— ¿Desde cuándo os conocéis?- Le pregunté. No me cuadraba nada.
— Desde el día anterior a la misión, así que…- Mencionó Biggs.- Y el día de la misión conocí a Sil. ¿Cuánto hace de eso? No sé… He perdido un poco la noción del tiempo.
— Yo también.- Respondí.- ¿Por qué será…?
— Ni idea.- Dijo Biggs.- ¿Sabes que?
— ¿Qué?- Pregunté.
— Más que mandar, prefiero ser la mano derecha de otro. Va más conmigo.- Me dijo Biggs.
— ¿Sí?- Ya casi que no sabía como responder.
— Se me da mejor plantear cómo hacer algo que decidir si hay que hacerlo.- Explicó Biggs.
— No hay nada malo en eso.- Añadí.
— Pero entonces, ¿por qué me han dejado solo a mí? Siempre vuelvo a lo mismo.- Expresó Biggs.
— Seguro que alguien necesita tu apoyo.- Dije.
— ¿Y quién crees que es?- Preguntó Biggs.
— ¿Quienquiera que levantara aquel vendaval?- Respondí, algo inseguro de la respuesta.
— ¿Quién sería capaz de algo así?- Preguntó Biggs.
— ¿Cómo voy a saberlo?- Pregunté de nuevo.
Antes de que nos diéramos cuenta, entre la conversación, llegamos al descampado donde se iba a hacer la reunión de AVALANCHA. Como imaginé, no habia nadie.
— No hay nadie.- Mencioné.
— Ni un alma.- Dijo Biggs.
— Por suerte, los de Shinra tampoco…- Añadí. En ese momento escuchamos un ruido.- ¿¡Quién anda ahí!?
En ese instante una chica de pelo negro salió de detras de unas cajas. Era la chica a la cual le había dado a Cloud cuando fui a rescatar a Aeris.
— ¿Has venido a alistarte?- Pregunté, sorprendido.
— ¡Ja!- Exclamó la chica dirigiéndose a la salida del descampado.- ¡Ya solo me faltaba eso! Solo he venido a ver qué clase de pringaos hacían caso a los carteles. Pero me habeis aguado la diversión. Bueno, me voy.
En ese momento la chica se fue.
— Está claro que liderar una organización no es lo mío.- Dijo Biggs.- No sobreviví por ningún motivo especial. El destino no me ha elegido. Perdona que te haya traído para nada.
Biggs estaba por irse, cabizbajo. Lo vi destrozado después de ese suceso y no pude evitar recordar a Elmyra y a la pequeña Marlene. Todo el mundo estaba tan triste.
— ¡Biggs!- Exclamé.- ¿No hay nada que podamos hacer? ¿Quién dice que se vaya a acabar el mundo? ¿¡Y no te parece muy raro que la gente lo haya aceptado así porque sí!? ¡Yo no estoy dispuesto a rendirme! Tenemos que dar con algo. La cuestión es qué, claro… Ahora no se me ocurre nada, pero, podría ser un sueño, o un deseo.. ¡Algo a lo que merezca la pena aferrarse muy muy fuerte!
— ¿Dos muys?- Me preguntó Biggs.
— ¡Sí, o incluso tres!- Respondí.
— Eres buena gente.- Me dijo Biggs.- Intentaré pensar en algo. Bueno, me voy. Cuando pueda pasaré a ver cómo está Cloud.
— ¡Va!- Exclamé.- ¡Piensa lo que te he dicho!
Biggs me dijo adiós con la mano y yo me quedé pensativo por un momento. No sabia hasta que punto lo que acababa de hacer era lo correcto o no. Pero no tenia mucho más a lo que recurrir.
Ah, Sil, dónde te has metido cuando más te necesito.
Volví rápidamente a casa de Aeris y allí en el comedor se encontraban Elmyra y Marlene.
— ¡He vuelto!- Dije al llegar.
— Bienvenido a casa.- Me dijo Elmyra.
— Bienvenido.- Me dijo Marlene.
— He visto a Biggs, ¿sabes?- Mencioné con una gran sonrisa.
— ¿En serio?- Preguntó Marlene yendo hacia mi.
— Va a venir a visitarnos cuando pueda.- Le dije.
— ¡Bieeen!- Exclamó Marlene.- ¿Y te ha contado algo de mi papá y de Tifa? ¿O de Sil?
— No, perdona…- Respondí.- No ha salido la conversación.
— Jolines…- Dijo Marlene sacándome la lengua.
— Zack.- Dijo Elmyra.- ¿puedes subir a la habitación de Aeris?
— Claro.- Respondí.
— Seguro que los ves pronto, cielo.- Mencionó Elmyra.- Al final, todos acabamos en el mismo sitio.
— ¿Cuándo es pronto?- Preguntó Marlene.
— Más pronto de lo que crees.- Le respondió Elmyra.
Subí a la habitación donde Aeris y Cloud yacían dormidos, aún sin despertar. Me acerqué a Aeris un poco y la miré.
— He vuelto.- Dije.- Aeris, tú levantaste ese vendaval, ¿verdad? ¿Me oyes..?
Le agarré la mano suavemente y cerré mis ojos.
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Mundo original (Sil POV)
Aldea de los Gi.
Poco tiempo después de estar subidos en la barca llegamos a lo que parecía una aldea, todo esto daba un poco de mal rollo y estaba con la tensión por las nubes. Parecíamos todos un poco igual, algo nos olía raro. Bajamos del barco y Yuffie caminaba como si estuviera borrachisima.
— Aguanta, Yuffie…- Se dijo Yuffie a si misma.
— ¡Ah!- Exclamó Tifa al mirar hacia atrás.
Gi Nattak se retiraba con la barca, dejándonos sin rumbo hacia atrás.
— Bienvenidos a la aldea de los Gi.- Dijo Gi Nattak, desapareciendo.
— Uf, esto… me da muy mala espina.- Dije encogiéndome.
Yuffie salió pitando hacia arriba de la montaña, se notaba la emoción que se traia respecto a lo de la materia. En una situación normal, yo también estaria saltando de alegría pero todo me tiraba hacia atrás. Subimos la montaña, siguiendo a Yuffie y de golpe escuchamos la voz de un Gi.
— Bienvenidos, hijos del planeta.- Nos dijo la voz. Solo se podía escuchar.
— ¿Quién ha dicho eso?- Preguntó Barret.
— Las almas de los Gi permanecen aquí aún tras perecer nuestros cuerpos.- Dijo Gi Nattak apareciendo delante nuestro.- Somos seres del más allá, rechazados por el planeta.
— Tiene que ser muy duro…- Dijo Barret.
— Estas estatuas nos acogen al llegar nuestro ocaso.- Mencionó Gi Nattak- Os ruego escuchéis sus voces. Largo tiempo ha que sus palabras se las lleve el viento…
Gi Nattak volvió a desaparecer. Sentía que mientras hablaba me miraba a mi fijamente, me sentía tan intimidada.
— Así que los Gi no pueden volver al planeta…- Dijo Aeris.
— No pueden unirse a la corriente vital…- Mencioné cruzando mis brazos.
— Entonces, ¿eso es que no se mueren nunca? ¿Viven eternamente?- Preguntó Yuffie.
— He visto sardinas asadas con más salero que estos pobres.- Mencionó Cait Sith.- Vagar como almas en pena prrr el limbo es miaucho peor que la muerte.
— ¿Y tú qué sabrás, si nunca te has muerto?- Preguntó Yuffie vacilandole.- Ahora que lo pienso, ¿estás vivo?
— Yo también tengo una patita en el limbo, miau.- Dijo Cait Sith.
— Los Gi vagamos en pos de una materia.- Dijo la voz de un Gi.
— ¡Anda, como yo!- Exclamó Yuffie.
Seguimos avanzando un poco más y se nos pusieron en medio varios espectros Gi que nos empezaron a atacar. Rápidamente carrileamos contra ellos, algo sorprendidos por el ataque.
— Para nosotros, no existen ni la vida ni la muerte.- Dijo un espectro.- Solo existe la eternidad. Los Gi anhelamos nuestra materia.
Los destrozamos y seguimos subiendo, esta vez con más cuidado al paso.
— Expulsados del regazo del planeta, anhelamos una panacea que nos brinde sosiego.- Dijo una voz de un Gi.
— ¿Y hay una materia para eso?- Preguntó Yuffie.
— Una materia que brinda el alivio.- Explicó el Gi.
Poco a poco llegábamos al final de donde nos estaban dirigiendo.
— Los Cetra nos abandonaron.- Dijo un Gi.- Los Cetra nos traicionaron. Los Gi anhelamos la salvación.
— Pero… ¿qué dicen estos?- Pregunté, no entendía nada.
— Llegará una materia de poder supremo que alivie nuestros males…- Dijo otro Gi.
— ¿¡La materia suprema!?- Exclamó Yuffie.- ¿Y dónde está?
— Al final de nuestra ardua búsqueda…- Dijo el Gi.- El alivio absoluto… El vacío. Ansiamos retornar a la nada.
— ¿Cómo va a ser eso un alivio?- Preguntó Yuffie.
— Nuestros corazones anhelan la materia inmaculada…- Mencionó una vez más el Gi.
Finalmente llegamos a lo que parecía ser el final, todos andábamos lentamente.
— Se me está poniendo mal cuerpo…- Dijo Barret.
— No eres el único.- Expresé.
— Este sitio no es lo que se dice acogedor.- Agregó Barret.
— Los Gi creen que el vacío trae la salvación.- Dijo Cait Sith.- Quieren borrarse del planeta… prrr tanto, ¿borrar el prrrpio planeta?
— ¡Qué miedo!- Exclamó Yuffie.
— Sí.- Dijo Red XIII.
— Creo que una materia tan peligrosa debería vigilarla una chica prudente como yo.- Mencionó Yuffie con una sonrisilla.
— Casi miaujor no meter los bigotes en este tema.- Añadió Cait Sith.
— Ya es un poco tarde para eso.- Dijo Cloud mirando a un punto fijamente. Cuando los demás miramos allí estaba Gi Nattak, mirándonos.
— ¿Qué querrán de nosotros…?- Preguntó Red XIII.
— La desesperación de los Gi tiñó de negro la materia inmaculada.- Dijo un Gi.
Un dolor intenso golpeo mi cabeza en ese momento y me apoyé donde pude. Mis ojos no sabían dónde mirar.
— ¿Esto va de una materia negra?- Preguntó Barret.
Delante mío volvió a aparecer Sephiroth, con una gran sonrisa. No aguantaba más el dolor.
— Uno de los grandes momentos se acerca.- Me dijo.
No tardó en desaparecer y Aeris se acercó a mí para comprobar que estuviera bien. Le asentí y le medio sonreí, intentando recomponerme.
— Están obsesionados con esa materia.- Dijo Cloud.- No vamos a hacer lo que ellos quieren. Pero hay que seguirles la corriente, para que crean que sí.
— El planeta que nos vio crecer se debilitó con el paso del tiempo.- Dijo Gi Nattak.- Pareció, y lo absorbió el vuestro. El cielo se desmoronó; la tierra se agrietó; los mares se secaron; hasta el tiempo perdió su sentido… Los pocos Gi que sobrevivimos al cataclismo nos instalamos en vuestro planeta. Pero Gaia nos rechaza, como a extraños… incluso tras nuestra muerte. Nos niega el descanso eterno en su seno; no nos arrastra a su corriente vital. Se contenta con aislarnos aquí, desterrados. Condenados a una vida que no es vida, que no tiene fin, sufriendo por toda la eternidad… Lo único que queremos es liberarnos de este tormento.
Finalmente tuvimos a Gi Nattak en frente nuestro, quien abrió sus ojos y nos miró fijamente, juzgandonos.
— Obtuvimos una materia nacida del seno del planeta y encerramos en ella nuestro deseo.- Dijo Gi Nattak.- Al cabo de largo tiempo… la materia atendió a nuestros ruegos, y se tornó en un orbe capaz de aliviar nuestro sufrimiento. Llegado al fin el anhelado día, a punto de cumplirse nuestro deseo… los abominables Cetra invadieron nuestro hogar y nos arrebataron el orbe. Era nuestro tesoro, aquel orbe azabache… Lo llamamos la materia negra. Os ruego que la halléis y nos la devolváis. Ese es nuestro mayor deseo, que os confío en nuestro nombre. Si una hija de los Cetra prestara su ayuda a esta causa, podría descansar también nuestro odio a ellos.
— ¿Sabéis dónde puede estar?- Pregunté.
— Hemos oído que se ocultó en un templo de los Cetra.- Me respondió Gi Nattak.
— Un templo de los Ancianos…- Dijo Cait Sith.
— ¿Te suena?- Preguntó Barret.
— Estoooo… Creo que sí.- Exclamó Cait Sith.
— Vástago del vacío, ¿podemos confiar en ti?- Preguntó Gi Nattak.
— ¡Holitas!- Dijo Cait Sith.- ¿Qué tal si te leo la patita? A ver ese prrrvenir felinástico…
Barret agarró a Cait Sith por el pescuezo y se lo llevó.
— Si dice que sabe algo, será verdad.- Dijo Cloud.- Podéis confiar en él.
— Nuestros enemigos nos acechan.- Mencionó Gi Nattak.- Hijos del planeta, valerosos guerreros… ¡por favor, recuperad la materia negra!
Cueva de Gi (A la mañana siguiente)
De golpe todo se volvió blanco por un humo extraño y cuando volvimos a abrir los ojos nos encontrábamos delante de la estatua del padre de Red XIII.
— ¿Eh?- Preguntó Aeris.- ¿Hemos vuelto?
— Vaya…- Expresé, mirando a mi alrededor.- Así que la materia negra, eh…
— Vamos a salir de aquí.- Dijo Cloud.
— ¡A la orden!- Exclamó Yuffie.
— Espero que me estés viendo, papá.- Dijo Red XIII, mirando a la estatua antes de marchar.
Cuando empezábamos a irnos de allí uno de los ayudantes de Bugenhagen nos paró.
— Bienvenidos de vuelta.- Nos dijo.- El maestro Bugenhagen les aguarda. Síganme.
Empezamos a seguirlo, él conocía el camino más rápido hacia la superficie, es decir, el ascensor.
— Se han tragado el numerito.- Dijo Yuffie feliz.- Se piensan que vamos a entregar esa materia a un montón de fantasmas.
— Han dicho que les traería el "alivio"...- Mencionó Barret.- pero a mí eso me suena a que es una materia con un poder espantoso. No podemos devolvérsela ni en broma.
— Tenemos que encontrarla antes que él.- Dijo Cloud.
— ¿Que quién?- Preguntó Tifa.
— Sephiroth.- Respondí.- Ha estado con nosotros, habrá escuchado la conversación.
— ¿En serio?- Preguntó Aeris.
— Sí.- Mencionó Cloud.
— Vosotros tenéis un sexto sentido para intuir a Sephiroth. Si decis que estaba, os creo.- Exclamó Barret.
— Entonces, ¿Sephiroth también quiere la materia negra?- Preguntó Yuffie.
— Sí.- Dijo Cloud.- Esa es la conclusión más obvia.
— ¡Qué mal! No podemos permitírselo. ¡La materia negra tiene que ser para mí!- Exclamó Yuffie.
— Oye, Cait… ¿Qué sabes tú del Templo de los Cetra?- Preguntó Aeris.
— Uy… pues… es que…- Dijo Cait Sith, algo nervioso.- Miaucha idea no tengo. Bueno, más o menos…
— ¿Ein?- Preguntó Yuffie.
— Algo leí en unos papeles de la emprrrsa. ¡A ver si averiguamos más en un terminal de Shinra!- Dijo Cait Sith.
— ¿También hay terminales en Cañón Cosmo?- Preguntó Cloud.
— Creo que sí.- Respondió Cait Sith.- Miaujor será prrrguntarle a Bugen.
Finalmente salimos a la superficie. La luz solar nos cegaba mientras regresabamos por fin a donde perteneciamos.
— ¡Me alegra que hayáis vuelto sanos y salvos! Menos mal.- Dijo Bugenhagen al vernos, estaba esperándonos afuera.
— No tenías que haberte preocupado, abu.- Dijo Red XIII.- ¡Soy el hijo del gran guerrero Seto!
— Bugen.- Dijo Cait Sith.- En alguna parrrte de este valle tendría que haber un terminal de Shinra. ¿Te imprrrta decirnos dónde?
— Ah, ¿un terminal, dices?- Preguntó Bugenhagen.- Sí que había uno, sí, pero.. Tenía tanto interés por sus componentes… que lo desmonté para darle mejor uso. Como generador para el cañón, nos ha venido de lujo.
— ¡Nooo!- Exclamó Cait Sith.
— ¿Y sabes dónde hay un templo de los Cetra?- Preguntó Red XIII.
— ¿Cómo que un templo?- Preguntó Bugenhagen.- Los Cetra no tenían más religión que el planeta. No creo que construyeran templos.
— Vaya…- Dijo Aeris.
— Aunque quizá exista un refugio que los humanos denominaran así.- Mencionó Bugenhagen.- Hay una leyenda escrita en numerosas fuentes que habla de una guarida Cetra oculta en algún lugar.
— ¡Cuánto sabes, abu!- Exclamó Red XIII.
— Por desgracia, su ubicación no está clara.- Explicó Bugenhagen.- Recordad que los Cetra vivieron a la sombra del infortunio. Aun suponiendo que hallarais su refugio, estará muy bien defendido. Tened muchísimo cuidado. Lo que allí observéis, escuchéis y toquéis es un tesoro que no se halla en ningún libro. Volved de una pieza y contádmelo todo.
— ¡Maestro!- Exclamó de golpe un guardia que venía en nuestra dirección.
— ¿A qué viene tanto revuelo?- Preguntó Bugenhagen.
— Han vuelto los hombres de las túnicas negras. ¿Qué hacemos?- Dijo el guardia. Cloud de golpe se sobresaltó.
— ¿Son conocidos vuestros?- Mencionó Bugenhagen mirándonos.
— ¿Dónde están ahora?- Preguntó Cloud.
— Ah… En la entrada al valle.- Explicó el guardia.
— Vamos, Cloud.- Dijo Red XIII.
— Sí.- Respondió él.
Fuimos rápidamente a la entrada del valle, de la manera más rápida posible para encontrarnos un hombre de la túnica en el suelo y el guardia intentaba levantarlo.
— ¡Nanaki!- Exclamó el guardia.
— ¿Está bien este hombre?- Preguntó Red XIII.
— Sí, solo está un poco débil.- Dijo el guardia.- Últimamente, se ven muchos así. Hay quien dice que es envenenamiento por mako, pero sus síntomas..
— Nibel… heim…- Dijo de repente el hombre de la túnica.- Nibel… heim…
Cloud y Tifa se miraron muy sorprendidos por las palabras de aquel hombre.
— ¿Nibelheim no es…?- Preguntó Barret.
— Donde crecimos Tifa y yo.- Dijo Cloud.
— ¡Nibelheim!- Exclamó Cait Sith.- ¡Me apuesto el rabito a que allí encontraremos un terminal!
— No sé si seguirá…- Mencionó Tifa algo preocupada.
— Pero Cloud… Antes dijiste que se podía confiar en estos bigotes, ¿nooo?- Mencionó Cait Sith con una gran sonrisa.- ¿O era mentira cochina? Bueno, te voy a demiaustrar que tenías razón.
— Pero es que…- Dijo Cloud, dudoso.
— No tenemos nada que perder.- Dije yo cruzando mis brazos.
— Habrá que comprobarlo, entonces.- Añadió Tifa.
— Entonces… ¿vais a Nibelheim?- Preguntó el guardia.- Siento deciros que a pie es imposible llegar desde aquí.
— Pues habrá que ir…- Dijo Barret.
— ¡Cid!- Exclamé yo.- ¡Volvamos al aeródromo!
— ¡Toca hacer señales!- Exclamó Aeris.
— ¡Venga, tirando!- Dijo Cait Sith.
Salimos de Cañón Cosmo y nos dirigimos lo más rápido que podían nuestras piernas al aeródromo de Cañón Cosmo, donde habiamos aterrizado anteriormente. Allí Cloud se puso a hacer una fogata y por tanto Cid no tardó en aparecer con su avión. Bajo de este y se acercó a nosotros con una sonrisa.
— ¡Muchas gracias por volar con Aerolíneas Potrillo!- Nos dijo Cid con una sonrisa.
— Cid, prrr favor, ¿nos puedes acercar a Nibelheim?- Preguntó Cait Sith.
— A Nibelheim, ¿eh?- Mencionó Cid.- Va, venga, por qué no. ¡Con el Potrillo, la distancia no es problema!
Pagamos el costo del billete y nos subimos al avión de Cid una vez más, usando la misma combinación para mantener correctamente el peso. Al sentarme en la silla, cerré los ojos. Estaba un poco cansada, no habíamos dormido y la misión avanzaba. Eso no me iba a parar pero tenía que aprovechar el viaje para descansar un poco.
La materia negra…
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Esto es una adaptación de la obra original FINAL FANTASY VII (SQUARE ENIX©) sin fines de lucro. Solo tiene fines lúdicos y de comunidad. Prohibida la copia de la adaptación igual que la extracción de personajes propios sin autorización.
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Postales de la culpa
La casa de campo estrena visitas, es un grato reencuentro con amigos y los ánimos están por las nubes. La construcción misma coquetea con los nimbos en los días húmedos, enclavada al pie del cerro hace equilibrio entre la imponencia de la montaña y el paisaje que la altura obsequia a quien gusta columbrar las ciudades desde el atalaya de las sierras.
No me puedo ufanar de mayores destrezas en el arte del asador de carnes, lo mío es cumplir la misión, para lo cual pongo en juego toda mi abnegación, compromiso y responsabilidad. Todo el tiempo me invaden pensamientos que delimitan mi devenir conductual, tales como "la alimentación de toda esta gente depende de mi" o "la dicha momentánea de este conjunto de personas puede desvanecerse por mi causa", una incorrecta ignición, una deficiente manipulación de las brasas, un manejo prepóstero en el volteo de los cortes expuestos al calor pueden ser condenatorios.
Los niños revolotean como mariposas por toda la extensión de la propiedad, las mujeres preparan la mesa imaginando que la comida estaría próxima a servirse. Los hombres no se involucran en el asado fogoneado por otro, es una intromisión inexcusable que por convención no se discute, por lo que se dedican a entorpecer los quehaceres de las mujeres, criticar la manera de condimentar las ensaladas. y otros modos sencillos de molestar jocosamente.
Colindante con la casa hay un terreno desmalezado cuyo cuidador más notorio es un algarrobo adolescente de no menos de treinta años, escoltado por varios espinillos escuálidos aunque envalentonados por la prestancia de su capitán. El terreno contiguo es propiedad de un campesino pequeño ganadero al que todavía le queda optimismo para criar algunas vacas, cabras, cerdos y ovejas, las que cuenta por menor número de una decena de cada animal, aunque tiene sembrado y cosechado un ejército de gallinas ponedoras, con todo y sus gallos y pollitos que las persiguen, cada cual con su pretensión, por toda la extensión de la campaña.
Durante el último año transcurrido el avance en las obras de la casa ha sido continuo, se completaron las instalaciones de agua y de luz, aunque el paraje cuenta con servicio de energía eléctrica domiciliaria no sucede lo propio con el agua corriente, que todavía es provista por camiones cisterna.
Próximo gasto a afrontar: la construcción de un asador de material. Mientras tanto, los costillares y chacinados de hoy se preparan improvisando un espacio en la parte posterior de la casa colocando contra la pared algunas hojas de chapa y otras tantas a nivel del suelo sobre las que se encienden los carbones por el lado izquierdo y se asienta la parrilla a estribor para mejor trasladar las brasas encendidas.
Mi empeño viene dando los resultados esperados, pronto la carne esparcida en la parrilla estará a punto, los cortes de menor espesor están en condiciones de pasar a la fuente que se servirá en la mesa. El transporte de los cortes ya cocinados al salón del comedor implica abandonar la zona de influencia del asador, dejándola libre de todo contralor humano, aunque en todo momento hay animales a la vista que merodean el perímetro.
La primera bandeja con embutidos es celebrada con beneplácito, algunas hurras y bromas divertidas, todo con la brevedad que exige una urgente satisfacción del apetito general. La aceptación extendida al universo de paladares hizo aligerar la presión autoimpuesta, pocas cosas hay más gratificantes que contemplar el producto de nuestra industria siendo causa eficiente del disfrute de los seres queridos. Tuve algunos minutos de ensimismamiento placentero por causa del éxito casi asegurado, luego la materialización de mi buena obra me condujo a ser parte de los festejos, por lo que poco tiempo más transcurrió hasta el momento en que recordé que debía volver para recargar las bandejas con el resto de la carne asada.
Me dirijo de regreso a mi centro de operaciones, caminando en dirección a la parrilla, el humo torna surrealista la imagen que tengo delante de mis ojos: una gallina está literalmente trepada sobre los hierros calientes a la manera de los faquires hindúes, es evidente que el calor bajo sus patas está controlado por un gran poder de concentración, la mente y el cuerpo de la gallina están confabulados, focalizados en perfecta comunión para atrapar con el pico un trozo de vacío cuyo peso probablemente la exceda. A la vista está que deidades aladas han sido convocadas a efectos de proveer una fuerza incomprensible de otro modo, he visto pollos con hambre pero ninguno capaz de esta clase de prodigios.
Atónito, imposibilitado de procesar claramente la combinación de sentimientos hacia la gallina, admiración por una parte, indignación por la otra, emerge triunfante la última al advertir cómo había logrado salirse con la suya bajando al piso con todo y el buen trozo de carne. El riesgo cierto de dejar a los comensales sin uno de los cortes estrella de toda parrillada me hace reaccionar con vehemencia y agilidad.Un certero, furibundo y veloz puntapié aplicado sobre su bajo pecho logra que el vacío, aún jugoso, sea liberado del pico de la amiga de lo ajeno.
La susodicha salió corriendo a todo cacareo emulando una vuelta olímpica que abarca la zona de los corrales, el terreno de algarrobos y espinillos, el pozo de agua, la hamaca paraguaya, el portón de tejido, despertando la solidaridad de todas las criaturas que, siendo o no testigos oculares del incidente, quedaron atrapados por el monstruo de la novedad, cuando se esperaba una siesta como cualquier otra.
La primera circunferencia trazada en el recorrido del ave se cumple a velocidad de atleta, cuando la línea de su órbita pasa cerca de mi posición, la gallina fija su mirada directo a mis ojos, retirándola solamente cuando encuentra algún animal que se hace eco de su drama emitiendo el sonido que le compete a su especie.
La segunda vuelta se realiza al trote, aunque sin disminuir los aspavientos, repitiendo las artimañas y arengas que no tienen otro fin más que forzar la conmiseración generalizada, y sobre todo el de provocar la condena social de toda la flora y fauna comunal hacia mi persona.
Decido no conceder mayor importancia al asunto, si por la plumífera fuera debería detenerse el mundo allí mismo, rescato los cortes de asado que faltan de servir y me dirijo de regreso a interactuar con los humanos. Ellos seguramente comprenderán mi aflicción.
No me toma mucho tiempo comunicar los sucesos a todos los reunidos que se encuentran aún en plena interacción con el banquete puesto a su disposición. Mientras relato a los presentes, asomo mi cabeza por la puerta ventana que me permite observar lo que acontece afuera, la gallina prosigue su marcha elíptica, aunque ahora con paso de caminante, semejante a la disciplina deportiva que consiste en caminar a la mayor velocidad posible, lo que hace apreciar en sus cultores una curiosa manera de posicionar las caderas durante la carrera.
Entretenido por lo cautivante de la historia, al menos el interés de los oyentes así lo indica, ceso entonces de prestar atención a la escena exterior, en la que dicho sea al paso se advierte una tensa calma. Demasiado silencio para tratarse de algo bueno.
La más enardecida de mis amigas me acompaña a verificar la situación, la gallina se quedó parada debajo del algarrobo desde donde me mira con hierática ojeriza. Un séquito de pollos variopintos continúa con las vueltas en c��rculo no pudiendo contener la fuerza centrífuga que los mantiene en el exterior de la elipsis.
La amiga extrovertida vuelve con el grupo para agregar detalles de gracia, es evidente que está fascinada con el avance en tiempo real de esta anécdota, y sospecho que tiene expectativas de sorprendentes aventuras por venir.
Durante los minutos que quedo a solas -es mi sensación - a merced de los insultos en dialecto avícola, un gallo se suma a la intimidación por avistaje, me descubrió, me enjuició y pronunció su sentencia, yo soy el culpable de poner en riesgo su familia y quiquiriquí, quiquiriquí.
Atendiendo las recriminaciones vertidas al batir de cresta, descubro a la gallina sentada en posición de empollar, sin dejar ni un segundo de acusarme con sus pares. La atmósfera condenatoria se me hace difícil de sobrellevar, por lo que respondo al llamado de mis amigos que demandan un reporte actualizado de noticias. Todo lo relatado es motivo de pasmo y regocijo, algunos ya notan cierta turbación de ánimo en mis maneras.
Todos los comensales satisfechos de la comida principal, los niños incontenibles en su deseo de abandonar el lugar cerrado para irse a jugar a campo abierto. Ni la tentación del helado próximo a servirse logra sosegar a los diablillos que bajan con la firme intención de molestar a unos potrillos que andan deambulando en las cercanías.
Ya debería olvidarme del tema de la gallina, no lo consigo, miro mi pie y no concibo contar con un poder suficiente de impacto en la patada que pueda ser causa de daño considerable en ningún ser vivo.
Saboreo el postre con el paladar libre de sugestiones, el gusto del asador ya está inducido por los olores de la cocción, el humo, el fuego, la grasa derritiéndose, el sonido de la carne que brama por la acción de las brasas.
Luego de transcurridos algunos minutos, recuerdo que debo apagar las cenizas para evitar cualquier riesgo de incendio. Mi esposa y mi amiga, con la curiosidad ya instalada, me acompañan menos para ayudar que para enterarse sobre el estado de la gallina. Esta se encuentra donde la última vez, bajo el algarrobo, pero recostada. Mueve sus patas como si soñara caminar. A ciertos intervalos de distancia en su caminata onírica alternaba un movimiento que equivaldría al de un salto con posterior aterrizaje suavizado por el característico aleteo.
Segundos, terceros pollos y siguientes puestos de rezago se desbandan de la pista como respondiendo a un llamado de asamblea. La cosa se puso seria, la pintoresca comicidad de lo acontecido deja paso a la preocupación. La gallina va de mal en peor y todos parecen notarlo. Una congregación de ponedoras indiscretas, doble pechugas santiguadoras, gallos púberes y algunas lechuzas curiosas aparecidas de sabe uno dónde se instalan en las proximidades de la convaleciente.
No atino a desaparecer de esta escena, no puedo decidir si debo retirarme o permanecer en mi lugar siendo testigo de la extrema unción de mi propia víctima siendo practicada por el gallo, a quien ya mi imaginación de duermevela hace aparecer vestido con dalmática rojinegra.
"Si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y échala lejos de ti, es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo vaya a parar al infierno", recordé esta frase del evangelio, y de manera automática miro de reojo la punta de mi pie, miro haciéndolo responsable de todo, luego elucubro alguna manera de exonerarlo, me baso en la literalidad de las escrituras, la mano es más consciente del peligro de pecar que el torpe pie, quiero hacer a este último inimputable e inamputable.
El fatal desenlace no tarda en caer, no hay milagro, no hay justicia en los designios del destino, le pese a quien le pese la gallina paró la pata para no moverla nunca más. El cortejo de animales permanecen junto a la difunta con los ojos entrecerrados, como izando una bandera a media asta. Los humanos presentes salieron de su refugio para asistir con ojos grandes al funeral menos pensado.
El escozor es total, fulminante. Por la noche cuando no queda ningún deudo presente, mi amiga, con la lucidez y el arrojo que la caracteriza, sortea los alambrados que separan el patio con el terreno donde se produce el deceso para rescatar el cadáver e introducirlo en una caja de cartón que luego sella y coloca dentro una bolsa plástica. Decidimos no dejar huellas de la desaparición forzada de uno de los tantos ejemplares que producían frutos al granjero vecino, al que de otra manera habría que darle las explicaciones del caso.
La desazón que me ocasionó esta experiencia todavía carcome mis días. Sin éxito intento deslindar mis culpas, solamente me queda encomendar esperanzadamente al tiempo que se erija en instrumento de mi sanación ética. Cuando poco a poco voy logrando progresos en este sentido, una noticia sacude mi atención: El granjero debió sacrificar a un perro callejero que estaba comiendo sus gallinas. No es una, son dos vidas que me cobrará San Pedro a quien, rogando por su intercesión, ni la vista podré elevar.
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TWST: Historia principal – Episodio 7-155 (traducción español)
Libro 7 - El Líder del Abismo (Diasomnia)
Episodio 7-155 ¡Confrontamiento de ambiciones!
[ ♪ ]
JAMIL: ¿Dónde estoy…?
Está tan oscuro que no veo nada. La luz…
Oigo quejidos… ¿Quién hay ahí?
¿JAMIL?: Mierda, joder… ¿¡por qué solo yo!?
Si tan solo Kalim no estuviese… ¡Yo destacaría más y sería más fuerte y libre!
¿JAMIL?: Miradme bien. Puedo hacerlo mejor… ¡Si tan solo él no estuviese!
Uuh… ¡Uuuh!
JAMIL: ¿Ese soy yo…? Qué patético.
¿JAMIL?: ¿Patético? No es mi culpa haber acabado así.
¡Es culpa de las circunstancias, de mis padres, de Kalim!
JAMIL: … Es verdad, si no hubiese nacido en la familia Viper, habría tenido una vida distinta.
¿JAMIL?: ¡Sí, síi! Eso es, sabía que yo mismo me entendería.
JAMIL: “Todos los demás son estúpidos. Yo soy diferente”... Siempre lo pensé.
Por eso lo apresuraba todo, fracasaba y estallaba… Vergonzoso.
¿JAMIL?: Oye, deja de fingir que eres razonable.
Él tiene toda la culpa de que yo esté atrapado en un lugar tan estrecho y agobiante.
¿¡De verdad piensas así!?
¡Si tan solo lo diese todo…!
JAMIL: No paras de repetir lo mismo.
Esa visión tan cerrada que tienes es precisamente lo que te quita la libertad. ¿Es que no te das cuenta?
Pero… claro. Este soy yo.
¿JAMIL?: Jijiji… ¡¡JUAJAJAJA!!
¡Eso es! Yo soy tú y tú eres yo.
JAMIL: ¿¡Qué!? Mi silueta se está esparciendo como humo. ¿¡Es el genio de la lámpara!?
¿JAMIL?: Estamos atrapados en un lugar estrecho y oscuro como el genio de la lámpara, destinados a ser explotados.
¡Pasamos toda nuestra vida soñando con el día en que alguien nos libere!
JAMIL: Dejar que otra persona cumpla mi deseo por mí… no es lo mío.
He dejado de lamentarme por mi situación y de sentir pena por mí mismo. ¡Ya no voy a dejar de lado mis ambiciones y deseos!
No tengo tiempo para quedarme aquí rezagado.
Vamos, ¡abre paso!
[ ☆ ]
Siguiente → Episodio 7-156 ¡Serpiente de la sumisión! ⏰
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⚠ Por favor, no resubas mis traducciones sin permiso. Puedes usarlas si me das créditos ⚠
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Aegon Targaryen x Reader.
Las llamas aún ardían en algunas partes de la ciudad, un eco del caos que había envuelto a King's Landing hace unos instantes. Aunque la facción verde había vencido en batalla al bando de Rhaenyra, no se sentía como una victoria.
El humo se elevaba hacia el cielo nocturno, ennegrecido por las cenizas que flotaban en el aire como sombras espectrales. Desde la Fortaleza Roja, la ciudad parecía una criatura herida, su vida reducida a un suspiro ahogado mientras las llamas devoraban todo a su paso.
Naella Targaryen, observaba la devastación desde uno de los balcones altos de la Fortaleza Roja. Sus ojos violeta, que normalmente brillaban con una mezcla de astucia y vitalidad, ahora estaban apagados, cansados por lo que había vivido.
El ataque había sido brutal, implacable, las calles estaban llenas de los lamentos de los heridos y el hedor a muerte impregnaba el aire. Se preguntaba cuántas vidas habían sido destrozadas en un solo día, cuántos sueños se habían convertido en cenizas junto con las casas que alguna vez llenaron la ciudad.
Pero lo que más la inquietaba era la ausencia de su hermano. Aegon, el rey, y Naella, la reina, habían liderado el contraataque, su furia ardiendo tan brillante como el fuego de sus dragones.
Sabía que no debía preocuparse, que Aegon era fuerte, indomable, pero no podía evitarlo. La sangre que compartían los unía de una manera que a veces le resultaba difícil de explicar, como si sus corazones latieran al mismo ritmo, como si pudieran sentir el dolor y el temor del otro, incluso a la distancia.
Las puertas del balcón de donde se encontraba se abrieron con un golpe, interrumpiendo sus pensamientos. Naella giró rápidamente, su corazón saltando en su pecho al ver a su Aegon entrar. Él estaba cubierto de polvo y hollín, su cabello plateado enmarañado y su rostro marcado por la fatiga. Pero sus ojos, esos ojos del mismo color que compartían, estaban llenos de una tormenta que ella conocía demasiado bien.
-Naella,- dijo, su voz ronca, cargada de una mezcla de cansancio y alivio al verla ilesa. Sin pensarlo, Naella corrió hacia él, sus brazos rodeando su cuello en un abrazo desesperado. Sentía su corazón latiendo con fuerza contra su pecho, y solo cuando lo sintió, cuando supo que estaba vivo y en casa, pudo permitir que el nudo en su garganta se deshiciera.
No dijo nada; las palabras no eran necesarias entre ellos. En lugar de eso, se aferró a él, sintiendo la dureza de su armadura y el calor de su piel debajo. Aegon la sostuvo con fuerza, como si temiera que ella pudiera desvanecerse en el aire si la soltaba. Podía sentir la tensión en su cuerpo, la carga que llevaba como rey, pero también como hermano, protector y amante de lo que aún quedaba de su hogar.
Finalmente, Naella se separó lo suficiente como para mirarlo a los ojos.
-¿Estás herido?- preguntó, su voz baja y temblorosa. Él negó con la cabeza.
-Solo cansado,- respondió, pero sus palabras eran un eufemismo.- ¿Y tú?
Negó con la cabeza, Naella podía ver el agotamiento en cada línea de su rostro, en la manera en que sus hombros se encorvaban ligeramente. Había visto tanto en tan poco tiempo, y el peso de todo ello lo estaba desgastando.
-Ven,- dijo ella suavemente, tomando su mano. Lo guió hacia una de las sillas junto al fuego que aún ardía en la chimenea, un fuego mucho más amable que el que había consumido la ciudad.
Aegon se dejó caer en la silla con un suspiro pesado, mientras Naella se arrodillaba a su lado, sus manos delicadas trabajando para desabrochar las correas de su armadura.
-No tienes que hacer esto,- murmuró él, tratando de levantarla, observándola con una mezcla de gratitud y culpa.
-Quiero hacerlo,- respondió ella, sus dedos moviéndose con precisión, acostumbrados a la tarea después de tantos años.-Déjame cuidar de ti, esta noche.
Aegon cerró los ojos, dejando que su hermana y esposa lo despojara de la pesada armadura, dejando que el cansancio se apoderara de él por un momento.
Cuando estuvo libre del metal, Naella se levantó y fue hacia la mesa cercana, donde había un jarrón de vino rojo. Sirvió una copa y se la ofreció
-Ten-le dijo, su tono firme pero suave.- Necesitas recuperar tus fuerzas.-Aegon tomó la copa y bebió profundamente, el líquido cálido extendiéndose por su garganta y aliviando algo de la tensión en su cuerpo. Naella lo observó en silencio, sentada frente a él, sus manos reposando sobre su regazo.
Sabía que había algo más detrás de su mirada, algo que él no le estaba diciendo, y decidió no presionarlo. No ahora, el silencio entre ellos era cómodo, casi reconfortante, como un refugio en medio del caos. Pero ese silencio fue roto cuando Aegon dejó la copa vacía a un lado y levantó la mirada hacia su hermana.
-Naella, hoy... hoy he visto cosas que jamás podré olvidar,- confesó, su voz apenas un susurro, como si temiera que al decirlo en voz alta, las imágenes volvieran a él con más fuerza.-La ciudad arde, y con ella la gente.-Por más que intentemos reconstruir, nunca podremos devolverles lo que han perdido.
Naella sintió un nudo en la garganta al escuchar el dolor en su voz. Sabía a lo que se refería, ella había visto la destrucción con sus propios ojos. No sabía qué decir, no había palabras que pudieran consolarlo. Pero su presencia, su amor, era lo único que él necesitaba en ese momento.
Se levantó y se acercó a él, arrodillándose a su lado para tomar sus manos entre las suyas.
-Aegon,- comenzó, buscando sus ojos,- hicimos lo que debíamos. Eres el rey, pero no puedes cargar con todo el peso del mundo en tus hombros. Eres fuerte, pero también eres humano.
Él soltó un suspiro largo, inclinando la cabeza hacia adelante hasta que su frente tocó la de ella.
-No sé cómo seguir adelante, Naella. Todo lo que toco se convierte en cenizas. Todo lo que hago, no importa cuán bien intencionado, acaba en desastre.
Naella sintió su dolor como si fuera suyo, la conexión entre ellos tan fuerte que sus almas parecían entrelazadas.
-No estás solo en esto,- susurró, sus labios rozaron suavemente la piel de su hermano. -Yo estoy contigo. Siempre estaré contigo, Aegon, hasta el final.
Sus palabras parecían darle fuerza, y él levantó la cabeza, mirándola con una intensidad que hizo que su corazón latiera con fuerza. La proximidad entre ellos, la vulnerabilidad en sus ojos, todo contribuyó a ese momento en que el mundo exterior desapareció, y solo quedaron ellos dos, juntos en su dolor, juntos en su amor.Sin pensarlo, Aegon inclinó la cabeza hacia ella, capturando sus labios en un beso que era tanto una súplica como una promesa. Fue un beso lento, cargado de una pasión contenida que crecía entre ellos durante tanto tiempo, una pasión que desde que tenían memoria, los consumía.
Naella respondió el beso con fervor, sus manos subiendo por su cuello para enredarse en su cabello. Sus cuerpos se acercaron más, como si intentaran fundirse el uno en el otro, buscando consuelo, buscando algo que los hiciera sentir vivos en medio de tanta muerte.
Cuando el beso terminó, ambos se quedaron sin aliento, sus frentes aún juntas, respirando el mismo aire, compartiendo el mismo momento de necesidad desesperada.
-Aegon,-murmuró Naella, su voz llena de emoción, -te amo.
Él la miró, sus ojos brillando con la intensidad de su propia confesión.-Naella, tú eres lo único que me mantiene cuerdo, lo único que me da fuerzas para seguir adelante. Sin ti, no soy nada. No puedo... no quiero perderte.
Ella sonrió, una sonrisa pequeña pero sincera, sus manos aún enredadas en su cabello.-No me perderás, Aegon. Pase lo que pase, no te dejaré solo.
El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, lanzando sombras cálidas sobre ellos mientras se abrazaban en ese momento íntimo. Aegon, por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez, solo tal vez, había esperanza en medio de la oscuridad. Con Naella a su lado, podía enfrentarse al mundo, podía soportar la carga de la corona y todo lo que conllevaba.
La noche avanzó lentamente, pero para Aegon y Naella, el tiempo parecía detenerse. Permanecieron juntos, volviéndose en un sólo ser, hablando en susurros, compartiendo sus sueños y los recuerdos de una infancia que ahora parecía tan lejana.
Cada palabra, cada mirada, servía para estrechar aún más el lazo que los unía, un lazo que había sido forjado en fuego y sangre, pero también en los pequeños momentos de ternura y amor.
La cabeza de Naella estaba recostada en el pecho de Aegon, escuchando los latidos de su corazón. Sentía la calidez de su cuerpo contra el suyo, y por un instante, todo lo demás dejó de importar.
En su abrazo, encontraban la paz que tanto anhelaban, un refugio en el que podían olvidar la violencia y el caos que habían visto.
Aegon, se aferraba a Naella como si ella fuera su única ancla en un mundo que se desmoronaba a su alrededor. Acariciaba su cabello suavemente, dejándose llevar por la suavidad de sus mechones plateados, que reflejaban la luz del fuego con un brillo casi etéreo. La sentía tan cerca, tan real, y eso lo confortaba más que cualquier promesa de poder o gloria.
-Recuerdo cuando éramos niños,- murmuró Naella, rompiendo el silencio con una voz cargada de nostalgia.- Solíamos escapar de las lecciones de la septa, para volar juntos. Siempre pensaba que éramos invencibles cuando estábamos en el aire, lejos de todo.- Aegon sonrió débilmente, recordando aquellos días.
-Éramos invencibles,- respondió, su voz teñida de melancolía.- Al menos, así lo sentía cuando estaba contigo. No había nada que temer cuando volábamos tan alto, solo tú y yo, y el cielo infinito.
-Extraño esos días,-confesó ella, sus dedos trazando patrones suaves sobre su pecho.- Extraño la simplicidad de todo, cuando lo único que nos importaba era estar juntos, lejos de las responsabilidades, de las expectativas...
-Las cosas cambiaron,- dijo Aegon, su tono sombrío.- El peso del trono nos separó de esa libertad. Pero aún así, siempre he sentido que... de alguna manera, seguimos siendo los mismos. No importa cuánto cambie el mundo a nuestro alrededor, tú sigues siendo mi Naella. La única persona en la que confío plenamente, la única que me entiende.- Naella levantó la cabeza para mirarlo a los ojos, su expresión seria y llena de una tristeza profunda.
-Aegon, sabes que siempre estaré a tu lado. Pero hay algo que no puedo evitar pensar ¿y si todo esto no es suficiente? ¿Y si nuestro amor es nuestra debilidad? - Aegon frunció el ceño ante sus palabras, pero en el fondo, sabía que tenía razón.
-Nuestro amor es una espada de doble filo,- admitió con amargura.-Nos hace fuertes, pero también nos expone. Y en nuestro mundo, las debilidades son peligrosas.
-Pero aun así,-continuó Naella,- no puedo evitar amarte. Ni quiero hacerlo. Tú eres mi vida, Aegon. Sin ti, todo esto... el trono, el poder, no tiene sentido.- Aegon la miró con una mezcla de admiración y dolor. Sabía que lo que sentían era peligroso, su matrimonio mismo había arrastrado a Naella a que Rhaenyra quisiera la cabeza de ella y de él.
Su amor los exponía a ambos en formas que el resto del mundo no entendería ni perdonaría. Pero también sabía que no podía renunciar a ella. Naella era más que su hermana, más que su reina consorte; era la mitad de su alma.
-Te he necesitado más de lo que te he dicho,- confesó él, bajando la mirada.- Cada día, cada momento, he dependido de ti para mantenerme en pie. No sé qué haría sin ti, Naella. Eres lo único que me queda de todo lo que solía ser importante para mí.
Naella colocó una mano bajo su barbilla, levantando su rostro para que sus miradas se encontraran de nuevo.- No tienes que cargar con todo tú solo, Aegon,- le dijo con suavidad, pero con una firmeza que no permitía dudas.- Deja que te ayude, que comparta esta carga contigo. No solo como tu igual.
Él la observó en silencio durante unos instantes, asimilando sus palabras. Era cierto, siempre había intentado protegerla, mantenerla a salvo de las duras realidades de ser rey y de la crueldad del mundo que los envolvía. Pero ahora entendía que esa protección no era lo que ella necesitaba.
Naella no era una niña asustada que debía ser resguardada. Era una mujer fuerte, era capaz, astuta y sobre todo, era la única persona en la que él podía confiar por completo.
-Lo haremos juntos,- dijo finalmente, su voz cargada de determinación.-Juntos, encontraremos una manera de sobrevivir a todo esto, de construir algo mejor, algo que valga la pena.
Naella sonrió, una sonrisa pequeña pero llena de esperanza.- Juntos,- repitió, y se inclinó para besarlo de nuevo, esta vez con más dulzura, con más promesa de un futuro compartido.
El beso fue largo y tierno, una reafirmación de todo lo que habían compartido y de lo que estaba por venir. Aegon envolvió a Naella en sus brazos y se posicionó sobre ella, teniendo cuidado de no aplastarla
La noche era fría, pero en los brazos del otro, encontraron el calor que tanto necesitaban. Sus cuerpos estaban entrelazados, como si temieran que la distancia entre ellos pudiera deshacer la conexión que tanto valoraban.
Cuando terminaron, Naella descansaba sobre el brazo fuerte de Aegon, el latido constante de su corazón era un recordatorio de que estaba vivo, de que estaban juntos.
-Cuéntame de esos días en que éramos niños,- pidió Aegon, con voz suave, casi un susurro.
Naella cerró los ojos, dejando que los recuerdos la envolvieran.- Recuerdo la primera vez que volamos juntos,- comenzó, su tono soñador.- Tú tenías solo siete años, y yo, cinco. Me convenciste de que montara a lomos de Sunfyre contigo, aunque estaba aterrada. Pero cuando estábamos en el aire, todo miedo desapareció. Era como si el mundo entero estuviera a nuestros pies.
Aegon sonrió ante el recuerdo.- Recuerdo que al aterrizar, mamá estaba furiosa,- añadió, una risa suave escapando de sus labios.- Me castigaron, pero valió la pena.
Naella rió con el, una risa que resonó con el eco de su inocencia perdida.
-Oh, cómo desearía que las cosas fueran tan simples de nuevo.
-Podríamos hacerlas simples,- sugirió Aegon, sus dedos acariciando su cabello. -Podríamos olvidar todo esto, huir juntos, lejos de aquí. Vivir en algún lugar donde nadie nos conozca.
Naella lo miró, sus ojos llenos de deseo y tristeza al mismo tiempo.- Es un sueño hermoso,- dijo,- pero sabes que no podemos escapar de quienes somos. El trono nos persigue, Aegon. Y aunque quisiéramos, nunca podríamos vivir una vida simple.
Él asintió, sabiendo que ella tenía razón. Pero aun así, el deseo de dejarlo todo atrás, de vivir una vida de amor y libertad, permanecía en su corazón.
-Algún día,- dijo, sus palabras llenas de anhelo.- Encontraremos nuestra paz.- Naella se acercó más a él, buscando su calor, su presencia.
-Hasta entonces, Aegon, prometo que estaré contigo. Pase lo que pase, no te dejaré solo en esto.
Se quedaron en silencio después de eso, pero era un silencio lleno de promesas y de un amor que trascendía cualquier vínculo fraternal. En los brazos del otro, encontraron el refugio que tanto anhelaban, un respiro en medio de la tormenta que se cernía sobre ellos.Mientras la noche avanzaba, el cansancio finalmente los venció. Aegon se quedó dormido primero, su respiración lenta y profunda, sus brazos aún rodeando a Naella como si temiera que ella pudiera desaparecer mientras dormía. Naella, aunque agotada, permaneció despierta un poco más, observando el rostro de su hermano, tan pacífico en ese momento. Se preguntó cuántas más de esas noches compartirían, cuántos más momentos podrían robarle al destino antes de que el peso de la corona los consumiera por completo.
Finalmente, Naella cerró los ojos, permitiéndose caer en un sueño profundo, sabiendo que en los brazos de Aegon, estaba segura, al menos por esa noche.
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Incendio
Título: Incendio.
Pareja: Bombero!Steve Rogers X Lectora doble agente.
Palabras: 176 palabras.
Cuadro: C4 “AU: Bombero.”
Clasificación: B.
Sinopsis: Steve te salvó de un incendio.
Advertencias: Incendio.
N/A: Esta es mi entrada para Captain Bottom Bingo round 2. CABB2024.
Links: Wattpad, Ao3, versión en inglés.
Si te gusto por favor vota, comenta y rebloguea.
No doy ningún permiso para que mis fics sean publicados en otra plataforma o idioma (yo traduzco mi propio trabajo) o el uso de mis gráficos (mis separadores de texto también están incluidos), los cuales hice exclusivamente para mis fics, por favor respeta mi trabajo y no lo robes. Aquí en la plataforma hay personas que hacen separadores de texto para que cualquiera los pueda usar, los míos no son públicos, por favor busca los de dichas personas. La única excepción serían los regalos que he hecho ya que ahora pertenecen a alguien más. Si encuentras alguno de mis trabajos en una plataforma diferente y no es alguna de mis cuentas, por favor avísame. Los reblogs y comentarios están bien.
DISCLAIMER: Los personajes de Marvel no me pertenecen (desafortunadamente), exceptuando por los personajes originales y la historia.
Anótate en mi taglist aquí.
Otros lugares donde publico: Ao3, Wattpad, ffnet, TikTok, Instagram, Twitter.
Tags: @sinceimetyou @black23 @unnuevosoltransformalarealidad @azulatodoryuga
La ciudad de Nueva York estaba resplandeciente bajo la luz de un sol anaranjado que filtraba a través de los altos edificios. Steve terminaba su rutina de ejercicios y estaba listo para iniciar su turno en la estación de bomberos.
Apenas Steve había llegado a la estación cuando una alarma sonó, la emergencia era un incendio masivo en la Torre Stark. Steve, al mando de su brigada de bomberos, se abrió paso a través del humo espeso y las llamas ardientes. Sin dudar, guio a su equipo debían de apurarse.
Steve sabía que debían de evacuar rápido al resto de las personas, no obstante, a pesar de que sabías lo que estaba ocurriendo, seguías buscando a tu gato, no te irías sin él.
Steve decidió ayudarte a buscarlo, comprendía la importancia que tenía para ti, lo encontraron escondido en un archivero, de inmediato salieron de la Torre.
Después de asegurarse de que estaban bien y no tenían ningún daño, Steve se acercó a ti y te invitó a la cafetería cerca en su próximo día libre.
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Fin
El ambiente se entornaba con luces esclarecidas pero con algo de obscuridad el son de las mañanas siempre era más tranquilo.
Empezaba a sentir el nerviosismo entrar en mi mientras buscaba que canción poner tanto tenía planeado este momento que de pronto mi mente quedaba e blanco es por eso que decidí escribir muchas cosas así me hacían ponerme al pendiente; Esto se había salido de control.
Tenía que controlarlo jajajaa a veces me doy risa yo misma sobre las cosas que digo, creo que después de todo soy una persona controladora disfrazada de libre.
Entraste a mi cuarto y lo primero que hiciste fue sentarte enfrente de mi ventana yo me senté en la otra orilla, era de nuevo.
Te conté sobre lo que había ido al congreso, y las cosas nuevas que tenía, notaba que no estabas muy interesado pero creo que en realidad era para no ver mis pezones.
Te recostaste y lo hice también a tu lado agarrabas mi mano y la encajabas con la tuya, te seguí el juego.
Tu piel es muy caliente.—mientras acariciabas mi vientre.—Es diferente.—subiste tu mano a mi seno, y lo apretabas. Levantaste mi suéter blanco y empezaste a besar mis senos, te hiciste a un lado y yo te abracé el por el cuello mientras reía, envolviste tu brazo en mi trasero y lo apretaste yo reí parecía un osito cariñosito que lo apretabas y hacía un ruido. Te levantaste en medio y empezaste a jalar mi pijama de cuadros negros, mientras me sonreías.
Yo también empecé a reír, y sentía mis mejillas ardientes.—¿Noo que haces?—mientras me sujetaba los pantalones. Me agarrabas las piernas y jugabas con ellas. Yo reía viéndote fijamente. Te acercaste a mi rozando tus labios por mi vientre hasta mi boca para besarme, te recostaste en mi, sentía como tus manos me sostenían bien, yo deslizaba mis manos en tu rostro. Volviste a bajar tu rostro pegado a mi sentía que lo transpirabas subiste el dobladillo, agarrabas con tus dos manos mis senos. —No le vayas a decir a nadie.
Yo me puse la mano en los ojos, empecé a reír.—No... ¿tu le has dicho a alguien?
—No.—empezaste a succionar
No quería tener una imagen mental de esto, sólo quería concentrarme en el sentir, era delicado al principio y después jugabas con mi pezón.
—¿Quieres coger?
—Sí.—subiste para verme.
—Yo no me beso ni me cojo a mis amigos.
Te me quedaste viendo unos segundos. —Esta bien bajaste a volver hacer lo estabas haciendo.
Yo volteé para la ventana.—Sólo lo he hecho una vez, fue el año pasado con mi novio.
—¡¿Tienes novio?!—paraste en seco y me miraste sorprendido
—No, ya lo terminé
—Ah... que chido que lo puedas tener como algo especial.
—Se....
Te dejaste caer a un lado con los ojos cerrados pusiste tu mano en tu frente y la otra en tu pecho con una sonrisa, te veías satisfecho.
Yo me puse de lado ocultándome con mi muñeca siendo espectadora.—¿A qué saben?
—A gloria.—Te quedaste unos minutos así antes de levantarte y sentarte en la orilla de la cama viendo hacía la ventana.
—¿Que harías si tuviera novio?
—Mmm nada, ósea sería tu problema
Reí para adentro, me levanté y empecé acomodar las flores del florero de mi buro.
—¿Quién te las regalo?—sonreíste de lado
Te miré fijamente.—No eres el único que tiene fans.
—Deberías de ya tener novio
—¿Para qué? ¿para estar regresando cada 2 meses?
Empezamos a reír burlonamente.
Jugaba con las rosas y las olía, también las pasaba por tu nariz para que tu también lo hicieras, no sé como empezamos hablar de tu primer amor, yo sólo acariciaba la flor en mi rostro y sonreía de vez en cuando por una broma que hacías, concluiste en como nunca habías hecho nada con ella, después ella te confesó que le gustabas pero cuando eso paso era demasiado tarde tu ya estabas en una relación, después de eso ella empezó a tener pareja. Eso hizo confundirte.
—Tal vez sólo fue una ilusión todo.—soltaba el humo de mi boca mientras estaba recargada en el borde de la ventana.—¿Quieres?—ofrecí el porro.
—Namas tantita.—señalaste con los dedos sosteniéndolo para llevarlo a tu boca y inhalarlo.—No creo... ella fue como mi...
—¿Imposible?.—Tome el porro y lo guarde, y saqué un cigarrillo.
—No....—No encontraste las palabras para definirlo.—Hace poco la vi, y me tape la verdad no quería que me viera así.
La percepción de imagen de ti mismo era muy mala, ese narcisismo que flotaba en ti era sólo un disfraz, la inseguridad era tu raíz.
—¡¿Te confesaste con ella el ultimo día de clases?! eres un estúpido, a mi me hicieron lo mismo y me molesto tanto.
—No, como quiera no lo hice y la carta que le dí nunca le dije.
—¿Nunca hiciste nada con ella?
—No, con ella no haría esas cosas
Auch.
—Con ella me iba a casar
Reí.—Para estar con alguien así tienes que conocer todo de esa persona, como el lado bueno y el lado malo, y llevarte bien claro, porque vas a estar siempre.
Tienes todo un aire de player, contabas como las mujeres se acercaban a ti para tratar de besarte aveces les seguías la corriente. —Me da mucha risa las viejas que te hablan son bien putas ¿verdad?—empecé a reír burlonamente, y a eso se resumía toda esa plática a mi riéndome de lo patético que eras, era lo único que me quedaba.
—La indiferencia también es una respuesta.—soltaba el humo en la ventana.—¿Ella fue la que te dijo que no sabías lo que querías verdad?—lo miré y sonreí.
No era la primera vez que hablaba de ella, era un buen personaje que fueron los inicios para su desarrollo, pero parece que no hizo ninguna efecto en él, seguía cegado, roto y sin esperanza. Aunque no lo quisieras aceptar era la verdad.
Apagué mi cigarrillo, te levantaste para irte.
—Ya no te voy a volver a ver.
—Tal vez sí
Busque en los cajones de mi buro, saqué un arma y te la apunté.—Aver hijo de tu puta madre ahora si me vas a decir que intensiones tienes conmigo.—reía con los ojos llenos de euforia.
Te asustaste, y luego la guarde. —¿Qué es eso?—dijiste nervioso.—Un zippo
—No, es un arma.
Tomé una libreta de empaste de madera.—Antes de que te vayas ¿a ti te gusta harry potter verdad? a mi no, toma.—La libreta tenía enmarcado "After all this time? Always" y el triángulo de fondo, era una linda libreta, también tomé la carta y la rosa blanca que sostenía
—No me voy a llevar la rosa
La aventé.—Bueno no te la lleves ten.— le entregué las cosas
Las tomaste, serio mirándome. —¿Qué es esto?.— empezaste abrir las hojas.
—Algo que descubrirás después.—le di unas palmaditas en la espalda caminando hacía la salida. —Ya no puedo seguir con esto lo siento.
Tu seguías admirando las cosas.
—No me gusta tener vacaciones te destabilizan mucho
Salió.
—Y cómo ya dije, yo no me beso ni me cojo con mis amigos.— cerré la puerta.—Adiós...—canturreé.
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Carbón vegetal
Este proyecto se inició en la comunidad de Tezoncualpan Cuautepec, Hidalgo.se les da una capacitación por parte de instancias gubernamentales a los pobladores ejidatarios y nace la idea de realizar este proyecto de carbón vegetal.
El proyecto de hornos metálicos para la elaboración de carbón vegetal, este proyecto se lleva a cabo con los Ejidatarios de Tezoncualpan de Cuautepec, adquieren hornos metálicos para la elaboración y comercialización de carbón vegetal, elaborado con encino.
En este respecto quienes realizan este proyecto, son el director de desarrollo económico y empresarial del ayuntamiento de cuautepec de Hinojosa Hidalgo, Sergio Emilio Peza, en coordinación con con la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), así como el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias(INIFAP).
En este rubro quienes reciben capacitación son los ejidatarios del ejido de Tezoncualpan, por parte de Julio Ríos Saucedo, quien es doctor en ciencias forestales e investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN).
De esta manera, Cuautepec de Hinojosa, sería la segunda demarcación en el país, que contaría con el funcionamiento de un equipo de esta naturaleza, ya que el otro opera en el estado de Sinaloa.
De manera objetiva en este proyecto sustentable Se han cumplido con todos requisitos tanto legales y ambientales, uno de los beneficios está diseñado para no contaminar el 80 % es vapor el 20% es humo, buscando un lugar estratégico para su asentamiento, se busca traer fuente de empleo y derrama económica para la localidad y Municipio. Así lo explico el Presidente del Comisariado Ejidal de Tezoncualpan, Javier Martínez. Las presentaciones que se tienen previstas para la comercialización, son de 5kg, 3 kg y 2.5 kg Barrio libre (2024).
Referencias.
Barriolibre(2024)PandaHernandez, https://www.facebook.com/share/iVxbZ5feQ6JBsS93/?mibextid=CTbP7E
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quotes dump
me puse a leer "diarios amorosos" de anais nin y a recolectar frases
¡Qué gran esfuerzo para librarme de la oscuridad y la asfixia, del enorme dolor que me ahoga, de mi propia laceración inquisitiva!
¿De dónde viene este conocimiento oscuro? Del humo, de la locura, del champán, de la intoxicación de las caricias, de los besos y de la exaltación.
—la intimidad me pareció tan terriblemente natural: nada había cambiado—
A veces me duele que ahora haya menos sentimientos y más inteligencia. Como si antes fuera más sincera. Pero si ser sincera consiste en arrojarse por la borda, es que era la sinceridad de la derrota. Suicidarse es fácil. Vivir sin un dios es más difícil. La embriaguez del triunfo es mayor que la embriaguez del sacrificio.
Somos más sanos y más fuertes como honrados adversarios que como amigos.
Pero, cuando llora, siento que merece la felicidad de cualquier ser humano.
Oh, Dios, ¿por qué me entrego a quienes son incapaces de amar? Porque es excesivo el sufrimiento que soporto en mi interior
Antes me había dicho: «Eres una gran mujer y temo que tendré que adorarte».
El mundo entero llorará y me amará cuando vea que mis olímpicas renuncias de amor me han servido para ocultar un gran fracaso humano.
Cuánta lucha para renacer y no tropezar de nuevo con el mismo obstáculo. La victoria siempre es triste. Siempre revela la deformidad de la imaginación, que crea un fantasma con el perverso propósito de atemorizarse. Una vez destruido el fantasma, lo que queda es un montón de cartones, unas plumas de pollo, colle fer, calabazas agrietadas, sábanas y cadenas.
Necesito tener éxito al experimentar las dos clases de actitudes que llevo dentro: la introvertida y, ahora, la extrovertida: «la inclinada a la ternura» y «la inclinada a la dureza» (releyendo dos ensayos sobre psicología analítica de Jung). Hay que incluir ambas porque «no podemos dejar permanentemente que una parte de nuestra personalidad se sienta atraída simbióticamente por la otra» (mi dependencia de Henry).
(dándome cuenta de que nadie me amará nunca de esa manera superabundante, superexpresiva, superreflexiva y sobrehumana con que yo acostumbro a amar a la gente)
¿Orgullo? No lo sé. Una especie de prudente retirada. Necesito demasiado a la gente. Por eso sepulto mi defecto gigantesco, mi desbordamiento de amor, bajo trivialidades, como una niña. Me divierto con mi nuevo sombrero.
Este mundo no está hecho sólo de amor, fe, esperanza, etc. Este mundo refleja una dualidad eterna, la del pensamiento y la acción. Las mayores bajezas se inspiran algunas veces en la bondad. Es inútil que se quiera controlar las vidas, los pensamientos, lo que acaece. Libertad: es el máximo exigible. Y quienquiera que tenga el gran deseo de ser libre, respetará ese deseo en los demás. ¿Y qué de los grandes dramas emocionales humanos? Son innegables. Ocurrirán una y otra vez. Pero ocurren en la medida en que uno se rinde a su yo biológico.
Siempre permanezco en el umbral, siempre, y es sólo el ideal lo que me ahoga.
Me deslizo apresuradamente por superficies, sedienta de profundidades. No tengo mucho éxito como extrovertida, me encuentro dépaysée en la vida extrovertida, pierdo mi alma, mis sueños. Me gustaría reposar en el fondo del mar, vivir allí, au fond des choses, toujours au fond.
Oh, pero hay momentos, cuando mi hipersensibilidad parece insoportable, cuando vacilo entre mis deseos de ser una anarquista sangrienta o una santa, en los que sé que me espera muy poca felicidad amorosa.
Ahora veo claro que no hago trampas a los hombres sino a la vida, porque no me da lo que le pido, por eso acepto estos juegos de manos y mi modo de manipular trapaceramente la vida. Es a la vida a la que guardo rencor, por su falta de perfección, de integridad, de absolución. Viviré mis mentiras con valentía e irónicamente, dual y triplemente. Sólo de esa manera puedo liberar todo el amor que llevo dentro.
¡Al infierno, al infierno con el equilibrio! Rompo vasos; quiero arder, aunque me rompa. Vivo sólo para el éxtasis. Ninguna otra cosa me afecta. Las dosis pequeñas, los amores moderados, todas las demi-teintes me dejan fría. Me gusta lo extravagante, el calor… ¡la sexualidad que revienta el termómetro! Soy neurótica, pervertida, destructiva, ardiente, peligrosa —lava inflamable y desenfrenada—. Me siento como un animal de la jungla que escapa de la cautividad.
Esta imperfección, este enigma, esta oscilación en la vida, es lo que me lleva a una gran amargura, a una formidable rebelión, a una oscura ira. Ira contra mí misma por sentirme atraída, asida, hechizada por hombres que no tienen sobre mí ningún poder físico, ningún poder físico para conquistarme.
Voy como un farolero, encendiendo luces; impulso barcos en alta mar; descubro los objetos preciosos escondidos bajo tierra; quito la pátina de las pinturas oscurecidas; afino, armonizo, moldeo, saco a la luz, enciendo, apoyo, sostengo, inspiro; planto semillas; registro cavernas; descifro jeroglíficos; leo —solitaria— en los ojos de las personas, sola en mi actividad. Marte ataviado con túnica de color sangre y pulsera y collar de acero.
Hay una gran continuidad en mis relaciones con las personas o, mejor dicho, en mis devociones. No me gustan los contactos rápidos, casuales o despreocupados. En esto no hay trazas de Marte, ningún gusto por la interrupción, la guerra o la acción; sólo un esfuerzo paciente, soterrado y delicado para acabar con la soledad de los seres humanos, una preocupación por los detalles, por el acabado total. Pongo en esta creación un cuidado que no pongo en otras. No es casualidad que mis amores y amistades ocupen en mi vida un lugar tan inalterable e importante.
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"Ahora no"
- Hurt/Confort
Volkov daba vueltas en círculos en el living de la mansión,hacia dos horas que Horacio había salido de servicio y por ende debía de llegar a casa en menos de cuarenta minutos, pero aún nada, el moreno no llegaba y le tenía los pelos de punta. Frustrado se deja caer en uno de los sillones mientras deja escapar todo el aire que había estado reteniendo sin saberlo.
Había sido un día, más bien, una semana complicada, empezando por haber discutido muy fuerte con Horacio por culpa del poco tiempo en el cual se veían a causa de sus horarios y de los viajes constantes a los cuales Madisson había estado mandado al director desde hace más de dos semanas, eso sumandole a lo pesada que se había vuelto la ciudad últimamente, teniendo que acudir a cada rato a algún badulaque en proceso de estar siendo robado le tenía los nervios a flor de piel.
Toma la cajetilla de cigarrillos para agarrar uno y prenderlo, deja escapar el humo sintiendose reconfortado de cierta manera ante el amargo sabor invadiendo su boca. "A Horacio no le gusta el olor" piensa para si mismo dándole otra calada, pero no podría hacer nada ahora mismo, y no queriendo admitir su conducta infantil, en cierta medida también lo hace para molestarle por aún no aparecer en casa.
Pasan los minutos y nada, toma su teléfono nuevamente y le marca al número de su pareja, sin respuesta, bufa por lo bajo molesto a la vez que se lleva otro cigarrillo a la boca, repitiendo el mismo proceso de antes; Estaba más que preocupado por el de cresta, sabía que seguía dolido por lo de hace unos días, el también lo estaba, aunque el que se fue de boca fue él, pero eso no significaba que podía preocuparlo de tal manera.
El sonido de la puerta le sobresalta al estar tan metido en sus pensamientos, el conocido sonido de la botas de cuero del moreno chocando contra el suelo de madera se deja escuchar unos segundos antes de que el dueño apareciera en su campo de visión.
Se levanta en el momento que le ve, a la par que el de ojos bicolores se para, manteniendo la distancia entre ambos.
Reina un tenso silencio, ambos manteniendo la mirada contraria a la espera de que el otro actúe. Al pasar los minutos Horacio supira con pesadez relajando sus hombros rígidos — Buenas noches —Es lo único que sale de sus labios mordisqueados mientras camina en dirrección a la escaleras, siendo detenido por el ruso.
— ¿Buenas noches? ¿Es lo único que piensas decir? —La pregunta sale acompañada de un tono brusco y con toques de ironía, mirando fijamente al más bajo — ¿Si? ¿No sé supone que dices eso cuando te vas a dormir? —Rebate el moreno llevando su mano libre a la muñeca del más grande como un pedido silencioso de que suelte su brazo, más Volkov no lo hace — tú y yo tenemos que hablar Horacio —Murmura seriamente poniéndose frente a la escalera, cosa de evitar que el moreno huyese a su habitación compartida.
El pelirrojo ladea la cabeza ligeramente en negación — No ahora Volkov, no quiero —Responde echando su cuerpo así atrás, liberandose de su agarre y creando una distancia entre ambos, una distancia que generó un fuerte dolor en el pecho del ruso, y de Horacio también — Tenemos que hablar en algún momento, Hache —Fue interumpido por la voz ligeramente temblorosa del más joven — No, simplemente no— Murmura dándose la vuelta y caminado hacia la entrada.
El ruso, en pánico, persigue a su pareja queriendo solucionar todo, sabía que no debió de de gritarle cuando el de cresta quiso explicarle toda la situación, e inclusive cuando le contó que había peleado con Madisson para que lo liberará un poco y poder pasar más tiempo juntos, él siguió reclamado una y otra vez no acostumbrado a que el moreno no estuviera junto a él en largos periodos, más encima por estar trabajando; Se sintió como alguna vez Horacio debió sentirse cuando el mismo se enfocaba más en el trabajo que en él — Por favor, hablemos — Pidió ya desesperado tomando las manos del director, evitando que saliera por la puerta.
El cuerpo frente al suyo se tenso visiblemente y su cabeza bajo, mirando hacia el suelo de manera nerviosa — Lo haremos, solo que no ahora —Respondió aún dándole la espalda rechazando los suaves intentos del ruso para que se diera la vuelta y lo mirará — ¿Entonces cuándo? —Pregunto en un susurró aventurando una de sus manos hacia una de las mejillas del moreno y lograr que sus ojos se encontrarán, notando las lágrimas acumuladas en aquellos ojos bicolores que tanto ama — Cuando el dolor de tus palabras ocasionaron sea lo suficientemente soportable cómo para verte a la cara sin querer llorar —Murmuro Horacio dándole rienda libre a qué las lágrimas cayera cómo cascadas de sus ojos.
— Porqué me dolió Volkov, me dolió mucho y aún me duele, en cada momento siento una presión en el pecho que solo tengo ganas de llorar, y no es justo, no lo es, así que no pienso hablar contigo de este tema hasta que pueda hablarte sin querer tírame a tus brazos a llorar —Su voz se escuchaba quebradiza y con una gran tristeza, pero aún así sus palabras fueron firmes— Además no quiero decir cosas con la cabeza caliente y luego arrepentirme —Murmuro bajando la mirada e intentó apartarse del reconfortante tacto del peligris, sin éxito.
Volkov envuelve sus brazos alrededor de la cintura del moreno, acercando sus cuerpos y abrazándolo con fuerza sintiendo como el más bajó se resistía e intenta con, vagos, empujones apartarse de él antes de rindiera, abrazándolo de vuelta a la vez que esconde su rostro en su pecho, sollozando con fuerza. El ruso apoya suavemente si mentón en la cabeza del de cresta dejando escapar algunas lágrimas al escuchar a su pareja así, sabiendo que en su mayor parte era su culpa — Lo siento моя маленькая, lo siento mucho, tenías razón, nada fue tu culpa o la mía —Murmuro comenzando a dejar caricias a lo largo de la espalda del francés, en un intento de consuelo — Tú intentaste buscar alguna solución y yo simplemente te grité y herí tus sentimientos, lo siento mucho querido mío —Llevo una de sus manos al cabello pelirrojo, acariciando suavemente esté, manteniendose así por un largo rato, juntos, disfrutando de la compañía mutua.
Horacio fue el primero en separarse unos pocos centímetros del cuerpo del más alto, aún manteniendo el contacto entre ambos— Uve —Murmura alzando la mirada para mirar a los ojos del ruso, notando que también estaba llorando provocando un dolorcito en su pecho — Tenemos que hablar, lo sé —susurra llevando sus manos las mejillas sonrojadas limpiando suavemente las lágrimas — Pero ahora mismo será mejor descansar, cariño —.
El ruso suspira dándole la razón internamente antes de asentir con sutileza la cabeza cerrando momentáneamente sus ojos disfrutando de las delicadas caricias sobre su mejilla — Está bien, pero...—Acepta en un murmullo deslizando su mano del cabello a la mejilla del moreno — ¿Me permites besarte? Te extrañé mucho estos días —Susurra con dulzura inclinado su cabeza ligeramente. Horacio duda unos segundos antes de sonreír sutilmente, inclinándose y besando los finos labios del peligris, iniciando una dulce danza entre ellos dos, curando lentamente las heridas provocadas en esos días y zanjando momentáneamente la charla pendiente que tenían. Hoy ya habían solucionado la parte más difícil y por fin volvían a estar en los brazos del otro, en su hogar.
FIN
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CURANDO LAS PENAS ...
Doña Chole traía un dolor muy fuerte en el pecho; ciertamente la molestia la había tenido durante años pero últimamente se había hecho insoportable vivir así. Se encaminó entre la maleza y subió cuesta arriba del cerro buscando el hogar de la curandera. Allí estaba ella, afuera de su jacal dando de comer a sus gallinas.
Doña Chole le explicó a grandes rasgos los síntomas de su enfermedad:
-Me duele el pecho y me cuesta respirar, aveces se me atoran los suspiros en la garganta y me dan ganas de llorar.
-¿Desde cuando empezaste con ese dolor?
-Desde muy chamaca, tendría yo unos 12 o 13 años -respondió Doña Chole mientras se sentaba en la banquita de madera-
-A ver cuéntame porque te empezó el dolor, acuérdate bien como fue porque de la enfermedad depende el remedio.
Doña Chole se quedo pensativa mirando hacia los granos que se disputaban las gallinas, luego cerró sus ojos y una lágrima salió de ellos. La curandera la miraba atenta sin decir nada.
-Me empezó el dolor cuando él se fue. Como le dije, yo era una chamaca por aquellos tiempos. Las familias no estaban de acuerdo en que nosotros estuviéramos juntos, entonces me escapé con el y nos fuimos pal monte. Vivimos allí en una casita chiquita unos meses sin que nadie nos molestara pero entonces llegaron los milicos. Nos pegaron a los dos, a mi me violaron y me dejaron tumbada entre la hierba dándome por muerta, a el se lo llevaron y nunca regresó. No pude regresar con mi familia ni a mi pueblo y tuve que buscar otro lugar pa vivir, pero de cuando en cuando me iba a dar una vuelta a la casita que me construyo para ver si había vuelto, pero nunca lo hizo.
-¿No tuviste otro hombre?
-No
La curandera asintió con su cabeza sonriendo dulcemente a Doña Chole, luego entró a su casa y sacó un racimo de hierbas; unas estaban frescas y otras estaban secas. La vida y la muerte estaban entre sus manos arrugadas. Al regresar, la curandera comenzó a cantar una canción que Doña Chole no entendía pero que le sacaba las lágrimas. Luego prendió un cigarro y le aventó el humo del tabaco en el rostro, para terminar dándole una friega con las hierbas que traía en las manos.
El dolor en su pecho desapareció inmediatamente, Doña Chole no recordaba lo que era vivir sin dolor y sentía que algo le faltaba.
-Vas a sentirte así unos días, después estarás bien.
-¿Que tenía?
-Penas viejas en el buche. Quité de tu espíritu las manos de los milicos y le recordé a tu alma que era libre y que nadie la había tocado, por eso chillaste. Te arranque la culpa y la vergüenza que no tenias que sentir y las saqué al aire con el tabaco.
Tu hombre ya no está aquí, pero eso tu lo sabes desde hace mucho. También solté el lazo con el que lo amarraste porque no lo dejabas ir y hacías que también le doliera tu dolor, ahora los dos son libres. Quizá se verán luego, se encontraran en otra vuelta o no, pero ya tienen que seguir con su camino y su camino ya no los lleva juntos en esta vida.
Doña Chole le pagó el favor a la curandera con lechugas y tomates de su tierra, se despidió amablemente y le agradeció curarle las penas. Y aunque nunca más tuvo otro hombre en su vida, ya no sentía tristeza por no estar con aquél que le había sido arrebatado. Doña Chole por fin pudo estar en paz consigo misma cuando ya no deseo estar con sus fantasmas.
Web
Paola Klug
#laespiritualidad #gabyenlaluna🌑🌕🌙
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NO LLORARÉ
Fadwa Tuqan*
A las puertas de Yafa, amigos míos, y entre el caos de escombros de las casas, entre la destrucción y las espinas, dije a los ojos, quieta: Deténgase… Lloremos sobre las ruinas de quienes se han marchado, abandonándolas. La casa está llamando a quien la edificó. La casa está dando el pésame por él. Y el corazón, deshecho, gime y dice: ¿Qué te han hecho los días? ¿Dónde están los que antes te habitaban? ¿Has sabido de ellos? Aquí soñaron, sí, aquí estuvieron, y trazaron los planes del mañana. Más, ¿dónde están los sueños y el mañana? Y, ¿dónde, dónde están ellos? Los restos de la casa no dijeron palabra. Allí, habló sólo la ausencia, el callar del silencio, el abandono. Allí se amontonaban los búhos y los fantasmas, extraños en los rostros, las manos y la lengua; en su entraña metiéndose,
en ellas extendiendo sus orígenes. Allí… Y tantas cosas más… Mientras el corazón se ahogaba de tristezas. ¡Amadísimos míos! Me limpié de los párpados la niebla gris del llanto para ir a nuestro encuentro. En mis ojos había una lumbre de amor y de esperanza en nosotros, el hombre y en la tierra. ¡Ay, vergüenza, si me hubiera acercado a nuestro encuentro con el párpado trémulo, mojado, y el corazón desesperado y roto…! Aquí estoy, amados míos, con nosotros; a coger una brasa de nosotros; a tomaros, ¡candiles de la noche!, una gota de aceite para mi lámpara. Aquí estoy, amados míos, con mi mano tendida hacia la nuestra; bajando mi cabeza, aquí, ante las nuestras; elevando la frente, con ustedes, al sol. Aquí estoy, con ustedes, fuertes como las rocas de nuestros montes, y aquí están ustedes, dulces como las flores de nuestra tierra. ¿Cómo van a aplastarme las heridas? ¿Cómo podrá aplastarme la desesperación? ¿Cómo voy a llorar ante ustedes? Juro, a partir de hoy, no llorar. ¡Amadísimos míos! El alazán del pueblo ha superado el tropiezo de ayer, y, tras el río, los héroes se yerguen. Escuchan muy atentos, que el alazán relincha
confiado en su asalto; que ya escapa al asedio de la oscura desgracia, y corre hacia su puesto sobre el sol; mientras compactos grupos de jinetes le bendicen y le juran devoción, le rocían con humo de limpias cornalinas, con sangre de corales, le dan de sus despojos copiosísima alfalfa, y le aclaman, lanzado: ¡Corre al ojo del sol! ¡Corre, alazán del pueblo! Que tú eres la señal y el estandarte, y nosotros la cohorte que te sigue. Ya no puede pararse la marea, la pasión y la ira; ya no puede caer en nuestras frentes, sin luchar, el cansancio; ni quedaremos quietos, hasta haber expulsado a fantasmas y sombras. ¡Amadísimos míos…! ¡Candiles de la noche! ¡Hermanos en la herida! ¡Oh, semilla del trigo, levadura secreta! Él muere para darnos. Aquí, nos da, y nos da. Yo ando nuestros caminos, y heme aquí, ante ustedes. Junto y lavo las lágrimas de ayer, y me planto, lo mismo que ustedes, en mi tierra y mi patria. Lo mismo que ustedes, voy sembrando mis ojos en la senda del sol y de la luz.
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* Tomado del libro "Poesía Palestina. Mujeres poetas Palestina", Fundación para la Cultura y las Artes: Caracas, 2015.
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Fadwa Tuqan. Poeta que fue conocida en el mundo árabe como la "Poetisa de Palestina". Dedicada inicialmente a la poesía tradicional, fue de las primeras que empleo el verso libre en la poesía árabe, siendo además una de las primeras mujeres árabes en escribir poesía. A partir de 1967 con la ocupación de los territorios palestinos, su obra enfiló hacia una poesía de reivindicación nacionalista. Recibió el Premio Internacional de Poesía de Palermo, Italia; el Premio de Jerusalén de Cultura y Artes otorgado por la OLP; el Premio de Emiratos Árabes Unidos y el Premio Honorífico de Palestina por Poesía.
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Cap 17.2
El viento soplaba llevando las columnas de humo que se levantaban lejos del lugar donde nacían, parecía que un bombardeo estaba ocurriendo en la gran ciudad, aunque claro, con tanto humo y edificios dañado eso es lo que parecía, Tobías veía a los incontables robots desperdigados en las calles
Tobías aterrizó de pie en un parque cerca de la acción, pero que seguía intacto, por supuesto, unos robots que comían metales no entrarían a un lugar libre de ellos, o eso creía, porque no muy lejos vió uno de los centauros
El chico dejó a la ralentizada Helena en el suelo con cuidado y tras acariciar el casco de la chica como si pudiera recoger su pelo detrás de su oreja, nada más hacer esto Tobías se lanzó y cortó en dos el centauro con su espada antes de volver junto a Helena, entonces su muñequera pitó y el mundo volvió a la velocidad que siempre había tenido
Por su lado Helena llevaba un minuto completo viendo cómo el mundo pasaba delante de sus ojos a una velocidad increíble, menos mal que todo lo que había tenido para ver durante ese minuto era el cielo azul y la casual nube que decoraba este, luego, en lo que un parpadeo duraba notó que sus pies tocaban el suelo y lo primero que vió fue a Tobías delante de ella y una explosión detrás del chico, de repente se sintió como si el mundo siguiera moviéndose, notó que se caía pero no pudo hacer nada más que ser abrazada por Tobías, que notó su caída
-Speed, aterrizaje- dijo el chico, dejando a Helena con la espalda en un árbol, Tobías sacó el pequeño compartimento de carne cortada en dados y le dió un par de estos a Speed, que prácticamente los engulló en cuanto los tuvo a su alcance - ¿Estás bien?- preguntó el chico, agachándose para mirar a Helena donde estarían sus ojos, la chica se llevó su mano a la cabeza y asintió
-Perfectamente- dijo ella, levantándose, la cabeza ya no le daba vueltas y sentía que ya se había recuperado del viaje, aunque claro, con un viaje de un minuto a tal velocidad agradecía haber llevado su traje puesto - Primera prueba ha sido un éxito - dijo la chica antes de levantar el vuelo para comprobar que todo funcionaba bien
-Rompe unos cuantos de mi parte - dijo Tobías, la chica levantó sus pulgares y sacó sus dos discos verdes , Helena sonrió antes de salir volando hacia fuera del parque, donde seguramente encontraría tantos robots que necesitaría ayuda para dar a basto
-¿Preparado?- preguntó Tobías a su kwami, este asintió
-Llevo preparado desde que comí - dijo el pequeño halcón, Tobías suspiró antes de gritar las palabras de transformación y volar tras Helena, lo que se encontró no le gustó
Nada más salir del parque la calle estaba llena de centauros, Helena volaba sacando a gente de peligro, otros héroes se entretenían destrozando robots, incluso veía no muchas calles más allá un alarmante número de gorilas gigantes, incluso un robot similar a un escorpión escalaba un edificio, un escalofrío recorrió a Tobías cuando vió que en lugar de un aguijón este modelo de robot llevaba una especie de lanzador láser, y claro, eso lo descubrió porque el insecto mecánico disparó a uno de los héroes, por suerte este se cubrió a sí mismo y a los dos civiles que tenía a su cargo con una barrera púrpura del impacto
Tobías respiró hondo y desenvainó la espada de su espalda "SI VIS PACEM PARA BELLUM" Leyó el chico antes de apretar su agarre en la espada, con un fuerte aleteo de sus alas se encontró decapitando a uno de los centauros, desactivándolo al momento, el chico sonrió bajo su casco antes de lanzarse hacia el siguiente, que ya se había dado cuenta de su presencia, la lanza del centauro chocó con la espada del chico, haciendo que este retrocediera en el aire
Pero Tobías no se iba a rendir, usando la pared de un edificio para impulsarse con sus piernas voló hasta clavar la espada dentro del centauro solo para dejarse caer, partiéndolo en dos verticalmente
El chico se preparó para atacar al siguiente pero uno de los discos verdes de Helena se le adelantó, la chica voló junto a él para colocarse en la trayectoria y recogerlo en el aire solo para volver a lanzarlo, Tobías la miró sonriendo, de verdad parecía una de esas moscas que se movían alrededor de la habitación molestando, y él, por supuesto no se quedaría atrás
Tomando su espada con la mano derecha saltó desde el suelo e impulsado por sus alas voló hasta cortar otro centauro
-Lo llevas bien, Falcon- dijo Helena, lanzando sus dos discos dejando fuera de juego otros tantos de los centauros, el chico entró a combatir contra otro de estos, defendiéndose de la lanza, no entendía como es que podía cortar a los robots tan fácilmente pero no a las malditas lanzas que llevaban
-Tu tampoco estás mal, Tse-Tse - dijo el chico entre dientes, consiguiendo desviar la lanza por el tiempo suficiente para encajar un corte en el centauro, pero claro, no era tiempo de relajarse, tenía que pasar al siguiente en seguida
-Falcon, ¿Porqué no vas a por los gorilas y me dejas a mí a los centauros?- propuso Helena, acabando con sus discos con los centauros que había delante del chico
-Porque ya sabemos lo que pasó la última vez - dijo el chico, volando a cortar al centauro más cercano
-Hoy me tienes aquí - dijo la chica, viendo cómo un héroe capaz de telequinesis partía en mil pedazos a un centauro antes de lanzarlo a la masa de centauros
-Tu eres la que se hace responsable - dijo el chico mirando al frente -Abre camino, prefiero evitar usar mi poder si es posible -Tobías se lanzó para ir adelantando por la calle, a sus lados veía los chakram de Helena volando abriéndole camino e incluso vió a pequeños grupos de héroes de todas las clases rompiendo robots cuando pasó por una intersección de calles, entonces fue que un rayo le golpeó en la espalda
Helena vió como la luz azul golpeó a Tobías mientras volaba al ras del suelo, derribándolo, la chica miró hacia arriba para ver a uno de los escorpiones cargando otro ataque, apretando sus dientes con tanta fuerza que pensó que los rompería la chica voló, agarrando sus discos en el aire y los lanzó, cortando el aguijón de la máquina evitando así un segundo disparo, el segundo chakram se clavó en el cuerpo del escorpión haciéndolo explotar
La chica descendió para recoger a Tobías del suelo y levantarlo en el aire
-¿Estás bien?- preguntó, golpeando los lados del casco con sus palmas abiertas varias veces, Tobías tosió tras recuperar la consciencia
-si- dijo el chico, llevándose la mano a la espalda baja, donde había impactado el rayo- esto va a dejar marca- Helena asintió y soltó al chico antes de comenzar a buscar sus discos
-Tenemos que recoger nuestras armas - dijo ella, encontrando uno de sus discos clavado en la pared del edificio frente a donde el Escorpión había explotado, Tobías asintió mirando hacia abajo, entre la multitud de centauros podía ver el brillo rojizo de su espada
-Voy a robar una lanza- decidió el chico antes de tirarse en mitad del tumulto en el que un grupo de héroes compuesto por tres héroes se encontraban rodeados- Hola- saludó cuando aterrizó sobre la grupa de uno de los centauros
-Hola! - saludó una chica de unos veinte años, tenía la piel casi tan negra como su pelo y su cuerpo estaba envuelto en un gas negro que escondía sus facciones, aunque claro, en eso consistía su poder, la chica rodeó con su niebla negra varios centauros, eliminando a todos los que tocaban el humo- ¿Llegas tarde a la fiesta?- preguntó la chica
-Llevo un rato aquí, en realidad- dijo Tobías, agarrando la lanza del centauro en el que se había montado solo para clavarla en su antiguo dueño
-Bueno ver que haces amigos- un hombre más mayor, de piel negra como la chica y el pelo corto, sus brazos se habían cubierto con una capa metálica y se entretenía aplastando centauros - pero podrías ayudar a tu madre un poco - dijo el hombre, antes de señalar a una mujer
La mujer era muy parecida a la chica, solo que más mayor, su poder también era similar, ya que de sus manos salía una niebla blanca, la mujer se encontraba evitando ser aplastada por las patas de uno de estos centauros mientras llenaba el interior de este de niebla
-Suerte con eso- dijo la chica del humo negro antes de prácticamente desaparecer entre su humo en dirección a su madre
-Gracias- dijo Tobías, saltando para clavar la lanza en otro de los centauros, abriéndose paso a donde brillaba su espada, tras impulsarse con sus alas y hacer un kebab de tres centauros el chico logró llegar hasta su espada y la agarró con la mano izquierda, manteniendo la lanza en su derecha
Con su arma recuperada tomó altura para volver a mirar la situación, había unos veinte héroes o portadores peleando contra robots en las calles que podía ver y el número de centauros se había reducido lo suficiente como para poder ver el asfalto, lo cual era ya una pequeña victoria, lo que pasaba es que los gorilas se dirigían hacia ellos, parecía que habían echado cuenta de lo que sea que los mantenía ocupados
Tobías vio uno de los discos de Helena pasar junto a él y miró hacia atrás para ver a la chica encargándose de los escorpiones que habían aparecido de la nada encaramados a los edificios
Tobías centró su mirada en los gorilas y preparó su lanza, echó su brazo hacia atrás y luego, como tantas veces había practicado en atletismo para el tiro de jabalina la lanzó, la lanza voló recta hasta clavarse en lo que equivaldría a la cuenca ocular de uno de los gorilas, pero como si no hubiera sido nada el gorila la arrancó (aplastándola en el proceso) y la tiró al suelo antes de lanzar lo que Tobías tomo como un rugido mecánico
-Helena, ¿Me escuchas?- preguntó el chico, agarrando firmemente su espada con ambas manos, la chica se encontraba a decenas de metros, lanzando sus discos de nuevo, estos comenzaron a brillar morados cuando el héroe de la telekinesis los aceleró para acabar con grandes cantidades de centauros
-Alto y claro - dijo la chica, agarrando sus discos en la trayectoria que estos seguían solo para lanzarlos de nuevo, no pudo evitar ver como de repente media calle era limpiada de centauros por el mismo héroe telekinético que formó una muralla de centauros rotos bloqueando la calle
-Cuando terminemos con esto te invito a cenar - dijo el chico, lanzándose hacia delante con la espada lista para cortar a los gorilas- ¿Dónde quieres ir? - preguntó, esquivando uno de los brazos del gorila que había convertido en su objetivo
-¿Chino?- preguntó la chica, lanzando sus discos otra vez, la calle ya parecía haberse limpiado de centauros, solo quedaba seguir avanzando hasta que todos los robots de la ciudad estuvieran rotos
-Es una cita - dijo el chico eligiendo a posta esas palabras mientras cercenaba la nuca del gorila, haciendo que el robot cayera con un pesado ruido, el chico suspiró -Es verdad que a estas cosas se les pilla el tranquillo- dijo el chico - ¿Estás ahí?- preguntó tras un rato de silencio, miró hacia atrás para ver a Tse-Tse flotando en el aire con sus discos en las manos, lo que no veía el chico gracias al casco de ella es que la chica se había vuelto más roja que un tomate
-¡CUIDADO!- gritó la chica, tomando consciencia del gorila que atacaba a Tobías, estampando al chico contra el suelo
El chico notó como su consciencia se hundía en un líquido negro y espeso mientras el suelo se acercaba peligrosamente rápido
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