#la fonda del sol
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Camino a Melide
El camino a Melide fue diferente al resto, finalmente nos encontró la lluvia. Enfundadas en ponchos impermeables y cubiertas bajo la protección de un paraguas, supimos capear el temporal.
Nuevamente surgió la idea del desierto. Pensé en que el costo de habitar ambientes fértiles es justamente soportar estas tormentas. También me pregunté de qué modo el clima influye en la idiosincrasia de un pueblo y hasta qué punto. En este pasatiempo de teorizar sin mucho fundamento, imaginé que quien habita el desierto se ve constantemente tentado a creer que su subsistencia es fruto de su capacidad de adaptación, de su inteligencia en el aprovechamiento de los recursos, de la tecnología que diseñe (como acequias y diques). Por el contrario, quien habita terrenos fértiles, donde las frutas y hortalizas crecen con o sin su intervención y el agua dulce no escasea, posiblemente adopte cierta actitud de mansedumbre frente a la naturaleza y, por qué no, frente a la existencia. Pensé en el control y la docilidad, en la soberbia y el agradecimiento. Pensé también en las energías del universo, en los dioses Shiva y Vishnu del hunduismo, en el Yin y el Yang del Tao, en la conservación y la transformación, la búsqueda y la atracción, Marte y Venus, energía masculina y energía femenina. Pensé en lo mucho que me cuesta pensarme desde la fertilidad, confiar en que mi destino me va a encontrar, dejarme llevar, recibir. Pensé también que quizás eso tenga que ver con las expectativas de las que hablaba al comienzo del viaje, con esperar una pera de un olmo o una fresa de un cactus. Quizás la clave esté en aprender a disfrutar de las tunas o a soportar las tormentas. Pensé en mi hermana Machi, quien, en respuesta a mi comentario sobre la belleza de esta vegetación me dijo -con la acidez y sabiduría que la caracterizan- "eso es porque en Mendoza estamos obsesionados con los parques europeos, el césped y las palmeras. Si en lugar de aparentar ser París o Miami, invertieramos en estudiar y potenciar la flora autóctona, podríamos tener hermosos jardines xerófilos". Maldita genia, me pongo el poncho porque me cabe. Pero al mismo tiempo me pregunto: ¿prefiero vivir comiendo tunas bajo un sol resplandeciente, o las más variadas frutas bajo la lluvia? ¿Realmente no hay una opción diferente y superadora? ¿Aceptar implica siempre renunciar? Y en ese caso, ¿qué es aquello que estoy dispuesta a aceptar?
Incómoda por el agua que chorreaba por mi cara y con algo de frío, caminé junto con mis compañeras un largo trayecto. En un momento, divisamos a un hombre parado al reparo de una rama frondosa al final de un túnel de árboles, que esperaba que amainara la tormenta. Mi madre se acercó y le preguntó si quería compartir el paraguas. Tras un breve momento de recelo, accedió. Se llamaba Sergio, era de Malaga. Serio al punto que parecía que a su nombre le sobraba una letra. Circunspecto. Distante. Nos acompañó hasta la próxima fonda, donde entró a repararse. Nosotras nos detuvimos un momento (teníamos que sellar nuestros pasaportes de peregrinas, claro), y seguimos camino.
Al llegar a la entrada del pueblo de Melide, encontramos un mesón muy concurrido por lugareños. "Buena señal" dijo Frau Valdiviesen, "quedemonos acá". Pedimos una mesa, una paila de fideua, una de arroz con setas, una ración de jamón serrano y dos jarras de cerveza. Al cabo de un rato vimos entrar a nuestro amigo Sergio. Como antes le habíamos ofrecimos resguardo, ahora le ofrecimos compañía; había algo en él que parecía necesitarlos. Esta vez con menos recelo que antes, accedió rapidamente. Se sentó con nosotras y charlamos un rato largo, sobre todo de política. Sus opiniones eran moderadas y respetuosas, por lo que pudimos conversar amenamente. Nos contó sobre su vida, el deporte y sus lesiones: dos rodillas desgastadas que en esta aventura le estaban pasando factura. En su cara se adivinaba un dolor que más abajo confirmaban dos rodilleras.
Al terminar de comer llamó al mozo para que trajera la cuenta. Mientras esperaba para pagar la Euge le preguntó si quería que le realizara una práctica de sanación. Accedió con docilidad y se entregó. Su problema no estaba en las rodillas sino en aquello que no podía decir; estaba somatizando algún dolor del alma. Al finalizar la práctica la Euge le dijo algo al oido que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Luego se incorporó y se dispuso a partir rumbo a Arzua, pues el camino que había elegido exigía hacer dos estapas en una. Nos despedimos y se marchó conmovido y lleno de agradecimiento.
El resto del día nos quedamos pensando en Sergio, en lo inexorable del encuentro, en lo necesario -quizás- para él y en lo importante para nosotras, en su dolor. Ojalá pueda encontrar el alivio que busca, ojalá el camino lo ayude a sanar.
Y volvió a mí una vez más las ideas de aceptación y transformación. ¿Son realmente contrarias o una implica a la otra? Aceptar y fluir con lo que nos envía el Ser no nos lleva, en cierta medida, a transformarnos? ¿Al aceptar nuestro encuentro, no comenzó Sergio a transformarse? ¿Al aceptar un dolor, no es acaso como se comienza a sanar? Y lo nuevo que trae consigo la transformación, ¿no requiere sino una grandísima aceptación? ¿Es acaso posible transformar sin prever cierto grado de aceptación?
Quizás se trate encontrar en esa energía principal que nos domina, la contracara que la compone y profundizarla. A fin de cuentas, detrás de una gran energía de transformación hay un igualmente gran potencial de aceptación (en mi caso, ese que utilizo con cada nuevo resultado, el que hace que me cuesten menos los principios que los finales). Del mismo modo, detrás de una gran energía de aceptación, hay un enorme potencial transformador que permite conectar con los finales, con lo que cumplió su ciclo, con lo que ya no aporta, y así gestar poco a poco las transformaciones que se vuelven, como el encuentro con Sergio, inexorables.
Buen camino!
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Menus and matchboxes for La Fonda del Sol, New York. Alexander Girard, ca. 1960.
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azúcar, flores y muchos colores
I
Si quieren, se pueden ir —La señora nos recibe. Llovizna a las catorce horas y hace calor, pero no hará nunca en todos los días que pasemos en la cabaña el calor apocalíptico de los dos o tres últimos días de enero, cuando ya estemos de vuelta en casa.
La noche anterior hubo una tormenta muy fuerte y un rayo liquidó la cocina eléctrica, de eso nos enteramos recién cuando estamos estacionando el auto, luego de haber viajado cinco horas desde Rosario. Es raro que nos quedemos en hotel; alquilamos casa o departamento para, justamente, cocinar, comer mejor y gastar menos. Donde sea que estemos nos gusta hacer las compras, ver qué hay, probar cosas. Pero esta vez, como sabíamos que en el pueblo solo se conseguía lo mínimo y, además, por ser el primer viaje que hacíamos con el auto, fuimos súperprovistos con quesos, frutas, tomates, huevos, pastas secas, arroz, aceitunas, latas, galletitas, en fin, hasta masa de pizza llevé y también llevé mi aceite, mis especias, mi cuchillo, mi tabla. No tener cocina es la ruina de nuestras vacaciones en las sierras.
Al rato de habernos instalado, la hermana del dueño ausente, hija también de la señora Josefina que nos recibió, nos trae una hornalla a gas, pero aun así no hay horno y es solo una hornalla, y tampoco hay estacionamiento cubierto, y en el anuncio decía que sí. La cabaña queda a media hora de caminata insegura, bordeando una ruta de curva y contracurva, de la zona comercial de la villa—dos proveedurías, una fonda, dos bares pelados y una heladería Grido— y a mí me aterroriza volver a manejar, después de haber derrapado y no haber sabido maniobrar en una calle con mucha pendiente un par de horas atrás y de haber reñido, después, enajenada ya, contra piedras y barranquitas por el sádico camino de entrada al lugar. Ánimos sombríos que intentamos disimular por la nena, aunque sabemos que a ella nada se le escapa, que no hay chance de disfraz.
Sorpresa: a no más de veinte pasos queda la casa de la señora Josefina y su compañero: estaremos sin cocina y sin privacidad. La cabaña me parece sucia. Las camas son incómodas; en el baño hay un inodoro adefesio con bidet incorporado. El repasador tiene olor. Inspecciono las sábanas, sacudo el acolchado, cubro las almohadas con nuestras toallas. Lavo toda la vajilla que vamos a usar. Realmente, nos convendría dormir esa noche y afrontar la vuelta a la mañana temprano.
Pero el entorno es encantador, precioso, un edén de cinco hectáreas. Pasa un arroyito de agua yodada a metros de la cabaña; del otro lado, una montañita; por todas partes, juncos, pequeñas flores y plantas silvestres, yuyos, árboles, verdor, una hamaca. Los vecinos incómodos tienen un perro hermoso, Vim, que se instala en nuestra galería. Deja de lloviznar y sale el sol, la nena chapucea en un charco cristalino que se forma entre las rocas. Se va con el perro a explorar. Se hamaca largo rato fuera de mi alcance. Esto me inquieta: no soporté el libro, pero quedé traumada con la «distancia de rescate». Cuando no verla se me hace imposible, la voy a mirar: irradia alegría. Está en una aventura, está en su mundo ensoñado. Tal vez esté jugando a ser Anne de Amphibia, el último dibujito del que se hizo fan. Respiro hondo, me siento bien por primera vez en un par de días.
A la noche, las luciérnagas calan la oscuridad con destellos fosforescentes. Nunca vimos tantas ni tan grandes. A la madrugada, hay una tormenta feroz; no puedo dormir temiendo que nos quedemos sin electricidad o que el granizo, que nunca cae, destruya el auto. Sufro hasta que amaina el temporal. Esto se repetirá todas las noches menos una.
No nos vamos. Por la nena, decidimos quedarnos al menos un día más. De hecho, la hija es el único motivo por el que yo estoy allí. Si hubiera sido por mí, no hubiésemos viajado, pero ella estaba tan entusiasmada que no ir hubiera sido una crueldad. Yo había alimentado su entusiasmo, hablándole de lo que haríamos en las vacaciones, el idilio de la naturaleza, estar en otra geografía y demás. Una ilusión genuinamente compartida que se desmoronó el domingo del ballotage. (El cross del knockout para una pugilista que ya se tambaleaba antes de subir al ring). Desde entonces, un espanto del que no me sé recuperar.
Las vacaciones en la cabaña, a pesar de que la hostilidad ambiente aminoró a partir de la segunda jornada, fueron una guerra de desgaste entre el deseo candoroso de disfrutar con lxs que más quiero y el hecho de estar pasándola como el culo, pendiente del pronóstico del tiempo y presintiendo catástrofes de todo género y color. Y el bitter del cóctel, la culpa, señalándome siempre el desperdicio de no poder contentarme, anticipando el sufrimiento futuro por no haber estado en el presente: ¿Dios le da pan?
Cuando por fin estuvimos a salvo en casa, con nuestros michis y nuestras almohadas, escribí mi primer poema. No sé si titularlo Vacaciones o Gratitud:
Agradezco que no nos hayamos enfermado. Que no se haya desbarrancado el auto. Que nos nos haya picado ni una víbora ni un alacrán ni una araña. Que no haya granizado. Que, en nuestra ausencia, no se hayan escapado ni Peppa ni George. Que no se hayan muerto ni Peppa ni George. Que no le haya pasado nada malo a nadie querido. Que no hayamos chocado en la autopista. Que no hayamos muerto por una fuga de gas. Que no se haya desplomado un árbol sobre el auto. Que no se haya incendiado mi casa, en Rosario, ni hayan entrado a robar. Que no se haya perdido el perro Vim. Que no se haya muerto el perro Vim. Que no nos hayamos ahogado con una crecida del río. Que no hayamos pinchado. Que no nos hayamos resbalado y desnucado con una piedra en el río. Que no me haya dado una embolia por tomar pastillas para evitar la menstruación. Que no nos hayan echado de la cabaña a mitad de la noche. Que no se haya incendiado la cabaña. Que no nos haya fulminado un rayo de Zeus.
En septiembre, para nuestro aniversario, Matías me regaló Enero. Pobre, él todo contento porque sabe que me gusta mucho Sara Gallardo, y yo sabiendo que no la iba a leer. «No tengo resto para sufrir gratuitamente», decreté, convencida de estar cuidando mi salud mental.
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La Fonda del Sol matchbooks designed by Alexander Girard
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HAEN mc - Il nuovo singolo “Trann Tranquillo”
Il brano del poliedrico artista sugli stores digitali e dal 5 gennaio nelle radio
“Trann Tranquillo” è il nuovo singolo dell’eclettico rapper HAEN mc, sui principali stores digitali e dal 5 gennaio nelle radio in promozione nazionale. Produzione impeccabile dagli arrangiamenti attuali e di tendenza, ma che evidenziano la forte personalità dell’artista, una profonda maturità artistica raggiunta dopo tanti anni di musica tra pubblicazioni e live in giro per lo stivale. “Trann Tranquillo”, ovvero “Tutto Tranne Tranquillo”, descrive le varie motivazioni per la quale non si riesce a stare tranquilli, avvalendo la tesi del detto che dice: “Che fine ha fatto Tranquillo…”.
Sul brano è cucito un testo sarcastico, ma attenzione perché nulla è come sembra. Una mente poco allenata potrà interpretare le strofe appunto in maniera veloce e superficiale, una mente aperta, allenata e profonda, noterà significati importanti dietro ogni rima, solo due esempi per intenderci:
“Nun trov mai nu' parcheggi” (Non trovo mai un parcheggio), c'è chi pensa all'auto, come c'è chi percepisce che ancora non si è trovata la propria dimensione. O anche: “Sta' o' Sol e m mor e fridd!” (C'è il sole ma ho freddo), c'è chi pensa ad una semplice battuta partenopea, come c'è chi capirà che l’artista pensa troppo sbagliando (La mente domina su tutto, e se c'è il sole caldo, ma riesci a concentrarti, sapendo come farlo, avrai freddo), e così via per tutto il testo...
“Per il sound, Dottor Testo, il mio produttore, ha capito subito di cosa avessi bisogno, un beat che fonde tre movimenti: Hip-Hop, Club e Reggaeton. Nel video noterete inoltre riferimenti buddisti, perché lo sono o, meglio, sposo appieno il buddismo, anche se poco praticante.” HAEN mc
Storia dell’artista
Alberto Di Domenico Riquetti, in arte HAEN mc (acronimo di Hardcore, Alberto, E, Napoli) e l’aggiunta di “mc” dai fan in Piazza del Gesù a Napoli, data la spiccata teatralità nei freestyle. Rapper cresciuto tra Volla e Ponticelli (Periferia orientale di Napoli). Nei testi, la voglia di rivalsa delle periferie: “La legge nel quartiere la facciamo noi”. Pubblica nel 2001 il primo disco interamente prodotto da G. Carbone, in Radio Marte Stereo. Trasferito a Roma, fonda il gruppo C$$ (Centro Sud System) con “Gotte Banditos” e Dj “Assassin Scratch”. Tra il 2005 e il 2011, pubblica 2 album di 8 e 10 tracce: “Tutto in Nero” e “Non Ascoltare”, l’unione Roma/Napoli piace e porta il gruppo in svariati live e jam in tutto il centro sud Italia. Nel 2012 ritorna solista sciogliendo il crew. Oltre 20 featuring e collaborazioni in dischi di collettivo hip hop fino al 2015. Tra il 2020 e 2022 pubblica 3 singoli: “Aoh” (feat. Aurel, Zapata J, Strikkiboy su produzione di White Noise del Quadraro Basement), “Dalla Giungla” con “Zapata J e Solofra (stessa produzione) e “Tu…”, stessi feat. e stessa produzione (tracce tutte reperibili su Spotify e YouTube). Nel 2022, in collaborazione con Zapata J e Strikkiboy nasce il progetto “Project 205” e nel novembre 2022 pubblica per la Time2Rap il disco “Exit”.
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I SETTE PRINCIPI ERMETICI DEL KYBALION
I SETTE PRINCIPI ERMETICI DEL KYBALION
a cura dell’associazione internazionale SOL COSMICUS La Filosofia Ermetica, proveniente dall’antico Egitto e poi ripresa dai Greci,rappresenta una delle principali fonti di conoscenza esoterica nel nostroOccidente. Il Kybalion è uno dei testi fondamentali dell’Ermetismo ed enunciasette princìpi che costituiscono le leggi di base su cui si fonda la vitadell’Universo e delle sue creature. I sette…
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§ 3.070. Fiebre en la sangre (Delmer Daves, 1953)
Una singular película que, a mi modesto juicio, no casa bien en la trayectoria de Daves. Aunque está ambientada en el Oeste, no es una película de vaqueros. No es realmente una comedia aunque tiene algun punto de gracia. Tampoco es exactamente una película familiar. Da igual el género, en realidad, pero está muy indefinida en sus roles y eso dificulta mucho el seguimiento.
El afán por conseguir tus sueños y la capacidad de renunciar por el bien de los propios hijos es un tema universal, que creo que afecta a cualquier humano en cualquier época o lugar. Alto trascendente a uno mismo. El título de la película tampoco ayuda mucho, parece una historia de venganza, de redención mediante las pistolas, no mediante el trabajo.
Es una película totalmente blanca. Y extraña en un director como Daves, que ya había rodado: La casa roja (1947), La senda tenebrosa (1947), Puente de mando (1949) y Flecha rota (1950), y que más tarde rodaría Demetrius y los gladiadores (1954), Tambores de guerra (1954), Jubal (1956), La ley del talión (1956), El tren de las 3:10 (1957), Cowboy (1958), Arizona, prisión federal (1958), Cenizas bajo el sol (1958) y El árbol del ahorcado (1959). Es decir, un director duro, seco, sin concesiones. Que se embarca en una historia casi familiar, que por momentos parece la Casa de la Pradera, sin especial sustancia, larga, pausada y algo tediosa.
No me parece ni si tipo de cine, ni la forma de narrar más adecuada a su estilo.
Henry Fonda y Maureen O´Hara funciona, cómo no, pero tampoco es que tengan un espacio de gran lucimiento.
La música sí me ha parecido espléndida, a cargo de Max Steiner. Un aire clásico y relajado.
Quizá otro director le hubiera dado otro aire, pero tal y como la cuenta Daves se convierte en una historia insustancial, sin emoción, sin drama pero sin comedia. Una historia normal y corriente de personas normales y corrientes. Y para vidas vulgares y corrientes, la mía. Soy muy de Garci y su máxima de que el cine es una vida de repuesto, una vida sustitutiva con la que poder escapar de la propia hacia otras emociones y lugares.
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Alexander Girard, La Fonda del Sol, 1960.
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Alexander Girard / La fonda del sol, 1960
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Alexander Girard - La Fonda del Sol (1960)
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Alexander Girard - Matchbook designs for his La Fonda del Sol restaurant
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Dinner menu for La Fonda Del Sol - Alexander Girard, 1960
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In 1960, notable textile artist and interior designer Alexander Girard brought to life La Fonda del Sol, a Latin-American-themed restaurant located on the ground floor of the Time & Life Building in New York City. Commissioned by innovative restaurateur Joseph Baum, Girard designed the opulent interior, evocative of a contemporary branded space, to transport guests to an imagined world through extraordinary decoration and attention to detail.
He drew inspiration from personal interest in Latin culture and history, and his passion for the art and ritual of dining. In collaboration with Girard, Charles and Ray Eames designed the La Fonda pedestal chairs for the space with a shorter seat height to allow direct view of the tableware.
The restaurant featured a melding of cultures represented through elements including a Mexican ceramic tile fountain, marble from Cuba, carved wooden doorways from Brazil, and a Pre-Columbian stylized sun motif that hung above the adobe-enclosed cocktail lounge. Objects from his extensive personal collection of Central and South American folk art adorned the walls and he insured great care was taken to represent the cultures with detail and respect.
Reference: Wright Auction
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