Antes del Yoga
Me ha resultado un poco difícil empezar a escribir las primeras líneas en este “blog” de yoga. Sobre todo porque estoy en un proceso intenso de auto descubrimiento y creo que si quiero empezar a aportar a la vida de alguien, primero debo encontrar esa seguridad y confianza en mí.
Antes del yoga… uff… si me pongo a pensar en mi vida antes del yoga, de corazón les puedo decir que no me acuerdo. No recuerdo cómo era, quién era o qué sentía. Tal vez porque era una niña. Con 17 años creo que la mayoría de nosotros tenemos muchos sentimientos encontrados y estamos empezando a conocernos, a descubrir cómo somos, y quiénes somos. Pero en realidad, al menos en mi caso, esa sed por querer descubrir más de lo que se oculta en este universo que llevo dentro, crece más y más.
Creo que mientras más años tengo, más curiosa me siento.
Empecé a experimentar con la fuerza y flexibilidad de mi cuerpo por ahí de los 17 o 18 años. Estaba en el último año de colegio, una época que detestaba en todo sentido: me odiaba, odiaba a todos, odiaba todo.
Una buena amiga en ese entonces me comentó que había un estudio de Yoga justo al lado de nuestro colegio, es más, del otro lado del gimnasio del cole estaba un salón mágico. Sí. Mágico.
Jime (mi amiga), me propuso ir a clases de danza aérea en telas en ese estudio tan cercano a nosotras. Yo, con toda la duda del mundo pregunté qué era eso y si es que era como los espectáculos del Circo del Sol (Cirque du Soleil). Cuando ella me dijo que era exactamente como eso, yo no sé ni qué cara puse, pero inmediatamente le di un SI, VAMOS, a esa propuesta que en ese entonces era rarísima (todas las chicas iban a clases de danza, como ballet, jazz, hip hop, etc).
Así empezó entonces la travesía. Fuimos a nuestra clase de prueba y fue algo increíblemente DECEPCIONANTE. En hora y media de clase no logré hacer nada. Todas las chicas subían y hacían formas locas con sus cuerpos esbeltos. Yo, una muchacha de estatura promedio, medio rellenita y sin nada de fuerza, no pude subir, ni siquiera saltar a la tela. Me sentía como la más inútil en el universo. Cuando la maestra se dio cuenta de mi frustración me dijo que me quedara tranquila y que poco a poco lo lograría. Después de darme sus palabras de motivación, hizo un nudo en la tela, en donde podía meter el pie fácilmente y encaramarme sin esfuerzo alguno.
Desmotivada, triste y sintiéndome como el ser humano más patético del planeta, regresé a mi casa a pensar y a dejar que unas cuantas lágrimas corrieran.
No sé en qué momento decidí que quería volver a pasar por esa humillación, pero seguí asistiendo a clases con mi amiga. Matriculamos en un lugar que se llamaba “Krama Yoga Center”, que era una bodega donde el fuerte, en realidad, eran las clases de yoga. No tenía idea en lo que me estaba metiendo, y cuando empezó a pasar el tiempo, me di cuenta de la pasión que sentía cada vez que iba a ahí, ya no a humillarme, sino a crecer, a aprender, a quererme. En ese lugar, esa bodega, ese salón, se inició lo que podría llamar ahora, lo mejor que me ha pasado en la vida.
Seguí con la práctica de danza aérea por un gran rato, estaba completamente cautivada y enamorada, hasta que un día me entró esa curiosidad rara por querer probar una clase de yoga.
Yo pensaba que era aburridísimo, que solo era estar ahí meditando por casi dos horas; y ni hablar del OMMMMMMMM que hacía la gente, me moría de risa de solo escucharlos. Aún así, con todas esas creencias, decidí entrar a una clase y vencer ese miedo de hacerla… completa.
No les puedo explicar el ataque de risa que me dio al momento de la invocación, no podía mantener cerrados los ojos y definitivamente no podía respirar de manera “calma” durante las posturas.
Si bien en danza aérea se practica mucho la fuerza y la flexibilidad, estas posturas eran completamente nuevas para mí, no entendía nada y mi cuerpo simplemente no quería conectar con mi cerebro. Sin embargo, a pesar de que la pasé un poco mal, me quedó una chispa encendidas después de esa primera clase. Necesitaba seguir y conocer más y más posturas. Necesitaba que mi cuerpo aprendiera a controlarse y a entenderse. Uno de mis profesores siempre me corregía y me pegaba en los pies porque estaba acostumbrada a tenerlos siempre en “punta”, como las bailarinas o las gimnastas. En el yoga, al menos en la escuela de Anusara, aprendí que los dedos de los pies están siempre activos, porque ayudan a activar los músculos y así se pueden prevenir lesiones en ligamentos.
Poco a poco fui adentrándome más en el yoga, además que no solo me daba paz interior, sino que cada vez me ponía más fuerte y ágil en las telas, me sentía tan bien conmigo misma, empecé a quererme, a valorarme, a querer y a entender mi cuerpo y su forma. Cuando esto empezó a suceder, mi cuerpo empezó a cambiar, también. Estaba más fuerte, más tonificado. Tengo que admitir que nunca tuve (ni tendré) el tan deseado “six-pack”. Pero ya nada de eso importa. Porque llegué a un punto en que mi consciencia estaba tranquila. Ya el físico empezó a entrar en un segundo plano y mi amor por mí en un primerísimo plano.
Hoy, tengo ya siete años de practicar yoga y danza aérea. Ambas han tenido sus pausas respectivas, sin embargo, a pesar de que me dediqué a estudiar otras cosas, siempre se han mantenido dentro de mí como una pasión. Cada vez que me alejo, encuentro la manera de volver. No traiciono, le soy fiel, aunque a veces inconstante.
Hace un año hice el entrenamiento para profesores bajo el método Krama; creado por mis maestros Esteban Salazar y Juan Carlos Sánchez. Creo que ha sido de las mejores experiencias que he tenido, porque a parte de aprender sobre el yoga, su filosofía y práctica, conocí a un grupo de mujeres espectaculares, con las que todavía mantengo relación, aunque varias de ellas eran extranjeras. Este entrenamiento me cambió de varias formas:
1. Dejar de Juzgar: Dejar de juzgarME y dejar de juzgar a los demás.
2. Respirar: Inhalar siempre lo lindo de la vida y exhalar lo negativo, lo que me roba la paz.
3. Fluir: Con mi cuerpo y con lo externo. Hay cosas en nuestras vidas que simplemente no podemos cambiar, pero podemos cambiar nuestra actitud hacia eso y fluir, continuar, avanzar, progresar
4. AmarME: No puedo amar profundamente a alguien si no me amo profundamente a mí misma, como soy, como actúo, como reacciono, como amo. Primero estoy yo, y todo eso lindo que yo recibo, lo comparto al mundo, para ayudar a hacerlo mejor, para ser mejor persona.
5. Ser feliz: Ser feliz. Punto.
Y eso. Tengo siete años de haber entrado a este hermoso universo del yoga y siete meses de haber renunciado a un trabajo, a una carrera y a un estilo de vida donde dejé de darle importancia a mi salud mental y espiritual. Nunca es bueno depender de trabajos que nos roban el tiempo y la paz. Y no quiero que me mal entiendan. Yo amaba mi trabajo, ejercía justamente lo que había estudiado, otra de mis pasiones: la producción audiovisual. Pero como lo mencioné antes, al dar todo por ese trabajo al que tanto amor le tenía, dejé de darme amor a mí misma. No era un alma, era básicamente un cuerpo. El yoga nos devuelve al presente y al interior. El yoga es magia, es luz, aceptación, compasión. Es AMOR y eso es lo que verdaderamente importa.
Sí, extraño mi trabajo y no me arrepiento de haberlo dejado, porque de esta experiencia he aprendido a arriesgarme, a ser libre y a ser agradecida. Hoy agradezco por todas las cosas que se han dado, porque han ido armando el camino hacia mi presente. Un presente lleno de aprendizaje, de cariño, de cuidado, de compartir.
Soy profesora de yoga en el mejor estudio que hay en Costa Rica, KRAMA YOGA, y sobre todo, en el estudio que me vio crecer, y convertirme en quien soy ahora. Krama es mi hogar, soy fan de sus maestros, sus clases y sus estudiantes.
Antes del yoga mi vida era simple.
Después del yoga mi vida es un Universo de posibilidades.
Namasté.
0 notes
Episodio #8. Un Té Para el Alma. Invitado: Esteban Salazar Krama Yoga
Un espacio audiovisual para compartir perspectivas sobre el yoga más allá del tapete o mat, mientras compartimos un delicioso té acortando distancias.En el episodio de hoy tendremos a Esteban Salazar @estebankrama (en instagram) desde Costa Rica y estará compartiendo un poco no sólo acerca del método del cual es co-creador Krama yoga, sino de su experiencia en general como aprendiz, como practicante y como formador de instructores de yoga.
Esteban Salazar
Maestro internacional de Yoga Con 22 años de práctica y 18 años de enseñanza, economista y administrador de empresas con énfasis en mercadeo, además de surfista apasionado. tanto el yoga, como el surf los visualiza como en una conexión constante con los elementos. Sus clases según el mismo describe son como montarse en una ola y entrar en un viaje de rico fluir lleno de creatividad y expresión desde el corazón.Esteban es uno de los creadores del método Krama Yoga el cual se basa en honrar el orden secuencial si dejar de lado la parte filosófica, todo los que hace que sus clases lleven una sincronía biomecánica creando una armonía entre el conocimiento, la experiencia y haciendo que el flujo pránico o de la respiración y energía sea óptima.
Gracias por tu presencia y tu amor en este mundo compartido!Apreciamos profundamente el apoyo de tod@s a través de Paypal.me/SKBYogaNo te lo pierdas! Subscríbete a nuestro canal y página y sigue la historia de cada Sábado EN VIVO!!!Un par de días luego de los EN VIVO, podrás escuchar los podcast "SukhaBija Yoga Online" a través de Spotify, Public Radio o Google Podcast. Espero lo disfruten tanto como nosotr@s.
0 notes