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El vivir no admite bromas. Nazim Hikmet
El vivir no admite bromas. Has de vivir con toda seriedad, como una ardilla, por ejemplo; es decir, sin esperar nada fuera y más allá del vivir; es decir, toda tu tarea se resume en una palabra: VIVIR Has de tomar en serio el vivir. Es decir, hasta tal punto y de tal manera que aun teniendo los brazos atados a la espalda, y la espalda pegada al paredón, o bien llevando grandes gafas y luciendo bata blanca en un laboratorio, has de saber morir por los hombres. Y además por hombres que quizás nunca viste, y además sin que nadie te obligue a hacerlo, y además sabiendo que la cosa más real y bella es VIVIR. Es decir: has de tomar tan en serio el vivir que a los setenta años, por ejemplo, si fuera necesario plantarías olivos sin pensar que algún día serían para tus hijos; debes hacerlo, amigo, debes hacerlo, no porque, aunque la temas, no creas en la muerte, sino porque vivir es tu tarea. II Sucede, por ejemplo, que estamos muy enfermos; que hemos de soportar una difícil operación; que cabe la posibilidad
de que no volvamos a levantarnos de la blanca mesa. aunque sea imposible no sentir la tristeza de partir antes de tiempo, seguiremos riendo con el último chiste, mirando por la ventana para ver si el tiempo sigue lluvioso, esperando con impaciencia las últimas noticias de prensa. Sucede, por ejemplo, que estamos en el frente, por algo, por ejemplo, que vale la pena que se luche. Nada más comenzar el ataque, al primer movimiento, puede caerse cara a tierra y morir. Todo esto hemos de aceptarlo con singular valor, y a pesar de todo, preocuparnos apasionadamente por esa guerra que puede durar años y años. Sucede que estamos en la cárcel. Sucede que nos acercamos a los cincuenta años, y que falten dieciocho más para ver abrirse las puertas de hierro. Sin embargo, hemos de seguir viviendo con los de fuera, con los hombres, los animales, los conflictos y los vientos, es decir, con todo el mundo exterior que se halla tras el muro de nuestros sufrimientos; es decir: estemos donde estemos hemos de vivir como si nunca hubiésemos de morir.
Se enfriará este mundo, una estrella entre las estrellas;
por otra parte una de las más pequeñas del universo, es decir, una gota brillante en el terciopelo azul, es decir, este inmenso mundo nuestro. Se enfriará este mundo un día, algún día se deslizará en la ciega tiniebla del infinito -no como una bola de nieve, no como una nube muerta-, como una nuez vacía. Desde ahora mismo se ha de sufrir por todo esto, ha de sentirse su tristeza desde ahora, tanto ha de amarse el mundo en todo instante, se le ha de amar tan conscientemente que se pueda decir: “HE VIVIDO”.
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The Joy of creation (Welcome Home - fanfic)
Capítulo/chapter 9.
Incluso si Wally estuvo ahí para secar sus lágrimas y ser una fuente de consuelo en momentos de desesperación, puso en tela de juicio ciertas decisiones suyas. Y si mostraba cuánto resentimiento poseía, iba a perder el estoicismo. Su único aliado en esta situación para no perder la cordura. Ella pasó por un largo camino para construir su vida, no era tan tonta para rendirse y no luchar por volver a su normalidad.
Cuando (Y/N) volvió a su cuarto, volvió a sujetar la frágil flor que Wally le había regalado. ¿Un símbolo de respeto, para comprar su afecto o solo por otros motivos ocultos? Balancea desde el tallo, recordando el momento donde el pintor fue cuidadoso. Tal vez él la veía como una amiga, y ella no sabía en qué posición ponerlo; porque algo platónico sería difícil si Wally sigue anteponiendo lo demás antes que sus necesidades humanas. Sus pensamientos se limitan al oír unos golpes en su puerta. Seguido, un trozo de papel se desliza bajo este. (Y/N) se acerca curiosa a leerlo. Era una carta de Wally... Gran parte en mayúsculas, de color rojo y con alguna que otra carita feliz.
Querida (Y/N) Te espero esta noche en la sala. Casa y yo tenemos algo especial que mostrarte. Por favor, acepta. Te queremos mucho, atte: WALLY :) y CASA
Vaya giro de acontecimientos.
La carta del emisor no era la más pulcra o estética, pero se notaba el esfuerzo. Con un suspiro leve, fue a su cama de nuevo. Aún seguía cansada después de este día movido. Y si bien, tenía conflictos internos con su autoproclamado amigo, necesitaba respuestas. Y es por eso que aceptará. Lentamente, sus párpados se cierran ante la melodía de los grillos de afuera. Su cuerpo pedía a gritos otra siesta...
Esta escena fue familiar para ella. Era el mismo vecindario, oscuro y con la luna brillando apenas. Sin embargo, ya era suficiente para que sus ojos humanos perciban algo. Caminó similar a un venado atrapado en la carretera. La diferencia de esta ocasión, es el coraje corriendo por sus venas. Y es ahí, donde ve otra vez las pisadas de Barnabay. Grandes y monstruosas. A su lado, había un par de pisadas más pequeñas con un diseño de corazón pequeño en las suelas.
La humana suspiró, se centró en su respiración e intentó dominar sus voces, su miedo interior y todo aquello que le impedía desplazarse a aquel bosque oscuro. Cuando su corazón latía asustado y su mente tenía convicción en avanzar, movió sus pies hacia el bosque. Donde anteriormente había corrido. Y fue ahí, donde (Y/N) volvió a oír unos alaridos ásperos. La tierra bajo sus pies temblaron un poco, dando anuncio de la venida de aquel Barnabay falso y totalmente adulterado por Wally.
El perro azul se veía muy aterrador. De vuelta, no podía distinguir si estaba decapitado o su cabeza entera estaba de un color negro, pero eso no importaba ahora. No cuando él vino corriendo con sus cuatro patas. Es ahí que (Y/N) sintió sus ojos picar, amenazando con llorar. No se permitió ese lujo, en cambio, alzó una mano y como reflejo empujó hacia un costado. Con fuerza. Justo cuando las garras del perro alzarse listas para matar.
No obstante, el impacto nunca llegó.
La pata del Barnabay adulterado estaba a unos centímetros de su rostro. Sorprendentemente, unas cuerdas trascendente y finos como un cristal agarraron a tiempo la pata del agresor.
La humana abrió uno de sus ojos y luego el otro. Sin entender qué acaba de ocurrir. Sus preguntas y respuestas nacen al mismo tiempo cuando ve que en la punta de sus dedos, nacían dichos hilos. Atados a la punta. Como la de un manejador, como un titiritero pero minimalista. Sale de su aturdimiento cuando nota que el perro lucha por zafarse, todo esfuerzo fue en vano pues esas cuerdas, tan frágiles como parecen, en realidad tenían un control de hierro.
"¿Qué es esto?" Extrañada intenta mover su mano, aunque eso solo alertó a Barnabay porque al instante cae como si fuese un cuerpo sin fuerza. Ella solo observa consternada.
Toc-Toc-Toc.
Abre sus ojos. Volviendo a su presente y alejándose del mundo de los sueños.
"La comida ya está lista, querida amiga. Te estaré esperando en el comedor. No tardes".
La voz de Wally se escucha detrás de la puerta. Extrañamente muy cantarín. Como si tuviera la mejor de las sorpresas. Finalmente, sus pasos se alejaron de la puerta cuando recibió la confirmación de la mujer.
"¿Qué demonios acabo de soñar?" Murmura abrumada de poder. La humana juró sentirse distinta cuando entró a este mundo, ahora se sentía el doble. Bajó su mirada a sus manos. Sin saber si era producto de demencia cuando sintió un extraño calor nacer de sus dedos.
¿Tal vez es por la falta de alimentación? Será eso, porque quiere creer que solo alucina.
(Y/N) arregla su apariencia antes de bajar, sin atreverse a mirarse en el espejo. Hizo lo posible para oler bien y estar presentable con la ropa nueva que Wally había conseguido hace poco. Justo a su gusto y medida. Este, conparado al anterior, era un poco más formal. Se preguntó seriamente por qué estaba siguiendo el juego de todo esto. Oh, ya recuerda, por las respuestas...
Ya lista, fue al comedor. En donde presencia al peli-azul sentado con una buena postura. Sus ojos oscuros y profundos, no se apartaron de la decoración de la mesa y la comida puesta en él. Como si fuese recién salido del horno. La humana dio créditos extra al elegante ente por portar una ropa de ocasión formal. Este era rojo. Una corbata azul rompió el esquema pero solo recordó uno de los colores más utilizados por el anfitrión.
Por un momento, se sintió un poco fuera de lugar al no estar tan elegante como él.
"¿Wally?" Cuestionó sin entender qué sucedía. "¿Qué es todo esto?"
"¡Sorpresa!" El mismo hizo un elegante gesto con las manos. Casa aportó con el momento haciendo algunos juegos de luces en el comedor. "Queríamos hacerte una cena especial, vecina. Hemos notado tu desánimo y terminé planeando esta noche entre amigos, con Casa".
Cuando (Y/N) dudaba de las intenciones de Wally, él siempre tenía algo para hacerle creer lo contrario.
"Vaya, no se hubieran molesta--"
"Ja, Ja, Ja, no digas eso, vecina. Ven, siéntate aquí". Él interrumpe riendo abruptamente. Atrae una silla hacia su ser para que la humana se siente. Ella no tuvo de otra que corresponder, y como un caballero, el artista empuja la silla cerca de la mesa.
La humana no podía creer lo que sus ojos veían. ¿Era eso espaguetis?... ¿Y una tarta dulce para el postre? Por un momento, su boca se abrió de la sorpresa. Víctima del hambre.
"No hay una manera más divertida en pasar con amigos como esta. ¿Te gusta? Hice con mucho amor la comida". Sus ojos estaban bien abiertos, en ningún momento rompió el contacto visual. En todo caso, su sonrisa creció cuando la mujer asiente con la cabeza, perpleja.
"Está bien, Wally- agradezco que hayas hecho todo esto para mí-"
"Casa también ayudó". Murmuró tranquilo, con un tono manso.
"-También agradezco a casa por ser detallista. Pero tengo curiosidad, ¿todo esto es por lo de esta mañana?" Consultó con sospecha, sin apartar la mirada de Wally.
Sus ojos permanecen firmes en él, quien tenía las manos en la mesa y los dedos entrelazados. En ningún momento respondió a su pregunta, en todo caso, únicamente la miró silencioso.
"Está bien, ¿no quieres comer ya? Es hora de tu cena". Exclamó tranquilamente, alzando su sonrisa. Como si una pregunta sería no se ha puesto en la mesa anteriormente. Era muy bueno para fingir que nada malo o serio pasó.
"Bueno, vas a ignorar mi pregunta, entiendo". Resopló, sin darle más caso al asunto. En todo caso, se resigna con el trato atento que le daba. Como si estuviese hablando con una niña... Ella solo cerró sus labios para no echar a perder el ambiente.
También notó que Wally había puesto la flor que ella le regaló en su bolsillo de pecho. Bueno, encontró tierno esta decisión.
Ambos se sirvieron de una porción justa. La humana tardó más en terminar su plato, estaba tan ocupada disfrutando sin darse cuenta de Wally. Quien con unas miradas anchas y parpadeos ocasionales, devoró la comida de su plato. Cuando ella ya había terminado recientemente su platillo, alzó la vista. Notando el suspiro satisfecho del peli-azul. De vez en cuando, él narraba sus días con Julie, Frank y Barnabay -la humana solo conocía a los primeros dos por la serie, en cuanto al perro, deseó verlo de vuelta- con mucho entusiasmo.
El Sr. Darling, galante por naturaleza, daba sus risas tontas. Angelicales por fuera y peligrosas de fondo. (Y/N) halló cautivador sus intentos por hacerla reír. Parecía genuino... Incluso si horas atrás pasó lo contrario con el primer sueño que tuvo y con la escena en el bosque de esa mañana.
La humana encontraría atractivo aquello si no la tuviera tanto tiempo encerrada... Y si fuera más abierto con ella en cuanto a la historia detrás de este mundo.
"Julie y tú se llevarán muy bien, estoy ansioso de verlas juntas algún día".
(Y/N) no podía opinar tanto. Las marionetas de este mundo pueden ser más susceptibles a la presencia de un ser humano.
"Eso espero..." Murmuró, disfrutando de su tarta dulce de a poco. "Caso contrario, siempre te tengo a ti, ¿verdad?" La humana podría arrepentirse de decir aquello más tarde, era consciente del peso de sus palabras; era como un voto de fidelidad camuflada a los ojos de alguien tan sanguíneo/emotivo como Wally. Y como era de esperarse, el pintor suelta una risa casi robótica.
"Por supuesto, querida. Para eso están los amigos". Exclamó sin perder el tiempo. Él mismo entregó su corazón en aquella sentencia. Sea de muerte o de vida. En ningún momento, los ojos del dúo se alejó de la competencia de miradas.
Era irónico, Wally parecía ser el tipo de hombre que preguntaría caballeroso si puede besar tu palma; paralelo a su otra versión, que puede dominar todo su alrededor como si se tratase de un líder de culto. Mantener la cercanía y paz en el vecindario siempre fue sospechoso a los ojos de la humana, después de todo...
El que es amigo de todos, no es amigo de nadie, en realidad.
"¿Estás seguro?" Preguntó extrañamente tranquila. Queriendo explorar los horizontes.
Ante esto, Wally se levanta de su asiento para dirigirse hacia ella. En todo momento, observó los orbes de la humana. Con una intención oculta en su accionar.
"Con todo mi corazón". Extendió su mano, sin borrar aquella sonrisa. Era una invitación de baile, una correspondida por la humana. ¿Su motivación? La curiosidad mató al gato.
Es así, que el Sr. Darling le enseñó dónde deben ir las manos. No fue complicado para ella aprender, de hecho, agarró rápido la teoría. Aunque la praxis era otro asunto...
Wally se encargó de explicar todo, antes de que la verdadera magia comience. En todo momento, Casa jugaba con las luces. Mientras un hilo de la luz de la luna se cuela en la pista de baile improvisada.
Ella aún recuerda su pesadilla...
Y aquí estaba, aprendiendo a bailar con él.
Aún recuerda su agarre de hierro...
Y aquí estaba, siendo sostenida con cuidado.
Y por último, aún recuerda la mirada esotérica de Wally, vigilando sus movimientos en todo momento...
Y aquí estaba, perdiéndose en sus ojos anochecer.
__Fin del capítulo.
¡Espera a leer el siguiente! Prometo continuar la escena.
Recuerden que YN está a vuestra imaginación. Así sean los pronombres, la ropa, etc.
Ahora me gustaría agradecer a todos los lectores que apoyan mi historia. Así hablen en español, inglés, portugués, ruso, coreano, etc. Siempre son bienvenidos a mi perfil. Todos ustedes son importantes.
#wally darling#Welcome home#wally darling x reader#Reader#wally darling x y/n#Self aware#partycoffin#welcome home wally#Terror
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EL PRIMER ZAR PSICÓPATA, IVÁN EL TERRIBLERUSIATorturó a sus súbditos y mató a su hijo y heredero
Lo encerraron y humillaron de niño y se vengó con un sadismo desbocado. Se hizo coronar como Zar, el título de los césares, y levantó un imperio a sangre y fuego, torturando sin piedad a sus súbditos. Uno de sus últimos actos de crueldad: matar a su propio hijo y heredero.
POR JOSÉ SEGOVIACompartir
Tiempo de lectura: 7 min
No le tembló el pulso cuando ordenó que escaldaran a sus enemigos en agua hirviendo o que inscribieran a fuego en su piel la frase: «Sin un terror semejante, no es posible la justicia en el mundo». El zar Iván IV se jactaba de haber violado a mil vírgenes y de haber sacrificado a los hijos que tuvo con ellas. Después de una pequeña siesta solía visitar las mazmorras para asistir al suplicio de algunos presos. Sentía un placer inmenso en la visión de la agonía.
En una ocasión se encontró en palacio con su nuera Elena, a la que golpeó por vestir de manera inapropiada. Las protestas de su hijo enfurecieron tanto a su padre que lo mató de un brutal golpe en la cabeza con su bastón de hierro. Aunque era un monstruo sin remordimientos, nunca se sobrepuso al asesinato de su propio heredero.
Encerrado y perseguido en la infancia
Años después, en una carta dirigida al príncipe Kurbski, el zar recordaba sus aciagos años de infancia: «Muchas fueron las ocasiones en que no me trajeron la comida a su hora. ¿Y qué decir del tesoro paterno, que me correspondía por derecho? Lo saquearon… ¡Los hijos de los boyardos robaron el tesoro, lo fundieron para hacer vajilla de oro y plata y grabaron en ella el apellido de sus padres como si se tratara de un bien hereditario!».
Iván IV Vasílievich, más conocido como Iván el Terrible, era hijo de Basilio III, príncipe de Moscú, y de Elena Glínskaya. Antes de morir, su padre lo nombró su sucesor en el trono cuando solo tenía 3 años y lo puso bajo la tutela de su madre, quien falleció un lustro después, probablemente envenenada por los boyardos.
La desaparición de Elena dejó sin autoridad al país y avivó las intrigas entre los grandes clanes boyardos, los Glinski, Shuiski, Belski y Obolenski, que siguieron considerando al pequeño príncipe como un estorbo. Cuando cumplió 13 años, el joven urdió un plan para vengarse. Convocó a palacio a los miembros de la familia Shuiski, a los que reprendió por haber abusado de él cuando apenas tenía 3 y 4 años.
Con solo 13 años, ordenó que una jauría de perros hambrientos devorara a su gran enemigo, el príncipe Andréi, ante la mirada horrorizada de los nobles
El odio acumulado le infundió valor para hacer lo que se proponía. A una señal suya, los guardias atraparon al líder de la familia Shuiski, el príncipe Andréi, y lo arrastraron a la calle, donde habían dispuesto una jauría de perros hambrientos que lo devoraron ante la mirada horrorizada de los nobles. Pese a todo, los boyardos siguieron acosando a Iván hasta que cumplió 17 años.
En sus aposentos del Kremlin, el joven príncipe había leído libros sagrados que daban el título de zar a los reyes de Babilonia y a los grandes líderes y emperadores romanos, como Julio César y Augusto. Para Iván, la palabra 'zar' gozaba del prestigio de la Biblia y de los grandes Imperios antiguos, como el babilónico y el bizantino. Pensaba que el que fuera coronado con ese título sería el heredero de esos emperadores y el forjador de la Gran Rusia moderna.
El cabeza de la Iglesia moscovita, Macario, conocía el sueño imperialista del joven Iván y apoyó sin fisuras su ceremonia de coronación como zar, que tuvo lugar en la catedral de la Asunción en Moscú el 16 de enero de 1547. Poco después se casó con Anastasia Románovna, quien influyó en muchas de las decisiones de su marido en los años venideros.
Unos ojos azules penetrantes
Iván era un tipo alto, con nariz aguileña y la cara prolongada por una barba pelirroja. «Fascinaba a sus interlocutores con sus ojillos azules y penetrantes, hundidos en sus órbitas», señala Henri Troyat. Este miembro de la Academia Francesa y biógrafo del monarca ruso desvela que «bebía demasiado y que el alcohol le alteraba los nervios, ya destrozados por una infancia desdichada y constantemente amenazada». Pese a su carácter violento y sus constantes paranoias, el joven zar potenció las artes y las letras, introdujo la imprenta en su país. Además, era un cristiano devoto que cumplía escrupulosamente con los rituales de la Iglesia ortodoxa, aunque no le temblaba el pulso cuando ordenaba ejecutar a algún clérigo que le había sido desleal.
El año de su coronación como zar, un incendio destruyó buena parte de Moscú. La ciudad estaba casi completamente construida en madera, por lo que era muy vulnerable a las llamas. Por sus calles corrió el rumor de que los culpables habían sido los boyardos. El zar aprovechó el caos para consolidar la administración central y reducir el poder de los grandes nobles.
Su entrada triunfal en Moscú
Su reino, el principado de Moscovia, tal y como entonces se llamaba Rusia, estaba rodeado por una serie de estados tártaros (kanatos) que frenaban su expansión y constituían una amenaza permanente. Los más importantes eran Kazán, en el curso medio del Volga, Astrakán, en el curso bajo de ese mismo río, y Crimea, al norte del mar Negro.
Cuando hizo su entrada triunfal en Moscú, Iván IV lucía una indumentaria azul sobre la que portaba una brillante armadura plateada. Tras llevar tres siglos subyugados por los tártaros, los rusos mostraron su agradecimiento a su señor, cuyos ejércitos habían «destruido al dragón en su madriguera», tal y como destacó el arzobispo Macario.
Algunos historiadores señalan que fue a partir de entonces cuando el zar comenzó a ser conocido como Iván el Terrible, un sobrenombre que se ganó a pulso. Dos años después de su gran gesta contra los tártaros de Kazán, lanzó a sus ejércitos contra el kanato de Astrakán, cuyos líderes se rindieron tras una breve campaña militar. Aquellas victorias añadieron casi un millón de kilómetros a los dominios de Rusia, un país que comenzaba a transformarse en una gran potencia.
Enardecido con la idea de construir un inmenso Imperio, el zar invadió Livonia, una pequeña y rica nación ubicada en la costa del mar Báltico (parte de cuyos territorios corresponden a las actuales Letonia y Estonia). Pero aquella aventura le salió bastante cara, ya que tuvo que soportar una larga guerra de 25 años contra Lituania, Polonia y Suecia que quedó en tablas y mermó sus arcas.
La construcción de un imperio y el primer KGB
En aquellos años murió su amada esposa, Anastasia, lo que le sumió en una profunda paranoia. Estaba convencido de que nobles boyardos y sus propios consejeros la habían envenenado. Pensó que, si Dios había permitido que sus enemigos le arrebatasen a su mujer, tenía derecho a comportarse de nuevo como un loco sanguinario. Creía que por horribles que fueran sus excesos serían bien vistos por Dios, que en su infinita sabiduría apreciaba las naturalezas violentas frente a tibios y timoratos.
Creó la Opríchnina, una policía que sembró el terror y fulminó el poder de los boyardos, cuyas posesiones pasaron a la Corona
Movido por su afán de venganza, creó la Opríchnina, una policía que sembró el terror y fulminó el poder de los boyardos, cuyas posesiones pasaron a la Corona. De aquella depuración surgió una nueva burocracia y grandes latifundios que quedaron en manos del zar. El pueblo comprendió que ya no gobernaban los altaneros boyardos, sino el propio zar a través de sus agentes.
Los rusos comenzaron a temer la violencia extrema y el sadismo de los 6000 miembros de la Opríchnina, cuya represión en Nóvgorod, donde mutilaron hasta la muerte a centenares de personas, fue recordada durante siglos. Gracias a esa guardia pretoriana, Iván el Terrible se deshizo de sus enemigos, incluida la Iglesia, a la que metió en cintura para frenar su vertiginoso enriquecimiento.
Se instauraron tribunales que ordenaban torturar sin piedad a los sospechosos. «El mero rumor permitía al juez comenzar la desarticulación y rotura de los huesos, lacerar el cuerpo con latigazos y quemar a la víctima», afirma el escritor ruso Benson Bobrick.
En sus últimos años, Iván IV envió expediciones militares para conquistar Siberia. Murió el 18 de marzo de 1584, se creía que de sífilis. Pero analizaron sus restos en 1960 y encontraron altas dosis de mercurio, por lo que no se descarta que fuera envenenado. Fue enterrado al lado del hijo al que había matado en un ataque de furia demente. Su otro vástago, Teodoro, de mente perdida y constitución débil, se apoyó en su ambicioso cuñado Borís Godunov, quien pronto gobernaría Rusia en su lugar.
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Se tornan mis dedos como dos claveles en el algodón..
se tornan mis ojos como dos lirios intenso de azul y tormenta,
se tornan mi piel como rosal atado a la lluvia,
me sé terca como el refran en los labios de un niño,
caótica y vehemente al tacto del hierro.
Soñaba una grulla blanca mientras el mar rojo la vestia,
soñaba decían las nubes al ver que la grulla moría tras un disparo mientras volaba,
y tan grulla y ave prefiero que la devora el mar a morir sobre la tierra.
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Inmortal - Dioses de los Condenados.
«Con esto se equilibra la balanza». Esta frase, que resonó a través de la extraña luz azul, no tardará en llegar a oídos de los portadores de los Dioses de los Condenados. Tras alzarse victorioso después de la guerra, Iván Udodelig gobierna Frigia desde hace más de medio siglo con mano de hierro. Pocos a día de hoy saben que siempre ha jugado con ventaja. Por su parte, Koi, un joven sin recursos ni esperanzas, es acusado de un crimen que no ha cometido tras el acoso de las autoridades. Beth es solo una niña que fue separada de sus padres para iniciar una nueva vida con una extraña familia, pero su historia, contada hace tiempo, se ha olvidado y nadie sabe qué ha sido de ella a día de hoy. Finalmente, Damia, una joven periodista extranjera, es invitada a Frigia para realizar un informe sobre la hermética nación. El secreto que oculta pondrá su vida en peligro. Los caminos de Damia y Koi se cruzarán, ambos se verán envueltos en una revolución que les obligará a luchar por la libertad de todos los habitantes de la nación y les llevará a descubrir qué le ha ocurrido a Beth. Los Dioses de los Condenados han observado durante años cómo la balanza entre el bien y el mal oscilaba en el planeta Kondaria, pero ha llegado el día en el que han decidido equilibrarla. La revolución no ha hecho más que empezar.
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Armadura de un soldado francés, caído durante la batalla de Waterloo, 18 de junio de 1815.
Esta armadura perteneció a François-Antoine Fauveau, de 23 años, un coracero que luchaba en el ejército de Napoleón Bonaparte durante la batalla de Waterloo. El acolchado de la armadura tenía un libro de pago, que describió al recluta como de "1,79 metros de altura" y poseedor de una "cara larga y pecosa con una frente grande, ojos azules, nariz aguileña y una boca pequeña". También decía que era mantequero de profesión y que estaba a punto de casarse.
El 21 de mayo lo encuadraron en el 2º regimiento de fusileros, 4º escuadrón, 4ª compañía. Y debió sentirse muy orgulloso, ya que los dos regimientos de fusileros eran la élite del cuerpo. Ellos llevaban unas deslumbrantes corazas de grueso latón dorado sobre hierro, mucho más airosas y espectaculares que las de hierro pulido del resto de los coraceros.
La coraza, de 6.96 kg de peso, que portaba la tarde de esa batalla sangrienta, era capaz de protegerlo de puñaladas, estocadas de espada o sable, incluso de contener el impacto de una bala de pistola, pero jamás podría haberlo protegido de una bala de cañón, como se evidencia claramente por los efectos devastadores que se evidencian en la coraza perforada violentamente en el lado derecho del pecho del joven François-Antoine, el orificio fue de entrada y salida por la espalda, es claro que su muerte fue instantánea, y es muy posible que ni siquiera supiera que fue lo que lo golpeó.
La armadura se conserva en el Museo del Ejército de París.
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10 de marzo del año de Nuestro Señor de 1884.
Todavía siento dolor al tragar. Y eso que cerró la herida con... con su lengua. Ha sido una experiencia aterradora. Por un momento pensé que ése era mi final.
La oscuridad en el interior de la iglesia se incrementó misteriosamente. Casi parecía viva, arrastrándose hacia el hombre canoso de ojos azules penetrantes vestido de negro. Por un segundo creí que esa negrura formaba parte de él... Retrocedí, hasta que topé con el altar, mis manos tocaron la carne que ocupaba su superficie y noté su viscosidad y la sangre que manaba sutilmente al tacto. Me sobresalté. Miré al altar, intentando ver a la mujer de los 6 dedos rematados en garras negruzcas en cada mano, pero no la vi. No vi nada. De repente la oscuridad me envolvió. No era tan fría como la de la sombra que me trajo hasta allí, pero se acercaba bastante...
"¿Sabes qué viene ahora?" escuché la voz de Mr. Shade pero no pude fijar de dónde venía. Era como si sonara a la vez en todas partes de aquella viscosa falta de luz. De repente recuperé mis sentidos, sentí su aliento en mi nuca, intenté darme la vuelta pero unas manos fuertes me agarraron por la cintura y los hombros inmovilizándome. Era una presa de hierro, no podía moverme ni escapar. Temí lo peor...
Sentí sus dientes afilados en mi cuello, de manera sutil. Casi no dolió, y experimenté una sensación placentera, como estar bañada en agua caliente. Sin duda mi vida se estaba escapando mientras bebía mi sangre y yo no podía hacer nada más que quedarme allí disfrutándolo. Tras unos segundos que me parecieron horas, sentí como lamía la herida de mi cuello rápidamente. El dolor que sentí durante unos segundos tras dejar de beber cesó de golpe. Estaba un poco mareada, pero aún me podía tener en pie.
"¿Qué... qué me has hecho?" le pregunté mientras me llevaba la mano al cuello, asombrada de que no estuviera sangrando ni hubiera heridas en mi piel.
"Probar tu sangre, querida. Y hacerte experimentar algo que jamás los Giovanni te podrán dar... Su mordisco no es como el m��o. Sufrirás un dolor inenarrable cuando lo hagan." Se acercó a donde estaba la hechicera Koldun, se inclinó hacia ella (Shade mediría un metro ochenta y tres y ella probablemente un metro setenta) y ella usó su lengua para lamer la sangre que aún tenía en sus labios.
"Oh, hay poder en ella..." dijo Erzebeth Basarab mientras saboreaba la sangre que Shade acababa de tomar de mí.
El hombre de negro regresó a donde yo estaba. "Bien, querida Moira. Dinos. ¿Por qué era importante que vinieras a buscar al tal Antonio Giovanni aquí? ¿Por qué tú y no otros miembros con más experiencia o poder dentro del clan Giovanni?" Sus ojos azules seguían fijos en los míos verdes. De nuevo no pude evitar contestarle con suma franqueza.
"Antonio tenía que conseguir de un anciano judío, Moses, varios grilletes... objetos que sirven para poder invocar, comunicar y controlar a espíritus sin reposo, Wraiths... Son muy importantes para los Giovanni... no sé porqué..." le dije sin casi darme cuenta. "Me mandaron a mí porque tengo afinidad para buscar esos objetos... si no encontraba a Antonio al menos debía encontrar cuantos más grilletes mejor..."
"Interesante. Así que grilletes. He oído hablar de ellos a otros nigromantes cainitas en el pasado. Y tus amos entre los Giovanni buscan esos objetos con ahínco, hasta el punto de poner en peligro un valor tan curioso e importante como puedes ser tú, una maga de las Tradiciones... Por cierto, ¿a qué Tradición perteneces?" me preguntó Shade mientras se llevaba el dedo índice a los labios en actitud pensativa.
"Yo... no lo sé... No pertenezco a ninguna..." Era cierto. No tenía ningún maestro que me enseñara a usar mi magia ni a entenderla. Tan solo lo poco que Maeve me había instruido desde el punto de vista de sus conocimientos sobre hechicería y lo que había encontrado en algunos libros tanto en Venecia como en Londres. Mi experiencia con otros magos de las Tradiciones se limitaba a aquella Verbena que conocí en el culto Bahari de Edimburgo y acabó con mi sombra perdida...
"Una maga huérfana... Le auguro poco tiempo de vida. La Paradoja la devorará..." dijo Erzebeth, atenta a nuestra conversación mientras seguía modelando la carne del altar. Poco a poco aquello se iba pareciendo a... ¿una puerta?
La hechicera Koldun Tzimisce Erzebeth Basarab, compañera de manada Sabbat de Mr. Shade...
"Quizás deba ahorrarte el dolor de pasar por todas esas funestas experiencias, querida niña." Shade se acercó de nuevo hacia mí. La oscuridad a su alrededor se solidificó hasta crear cuatro enormes tentáculos de negrura sólida que con una velocidad inhumana me agarraron con fuerza. Estaba indefensa. A su merced...
"O quizás puedas ayudarme... ¿Puedes buscar grilletes? Tal vez necesite que busques uno para mí. Un objeto que preciso encontrar. Creo que actualmente está en los fondos del Museo Británico... Se trata de una estela de piedra, con grabados cuneiformes. Se dice que fue encontrada en Nínive en la década de 1840 pero que no ha sido expuesta por motivos... complejos. Supongo que eso no te resultará un problema, ¿verdad? Digamos que yo podría encontrarla y conseguirla por mis propios medios pero no quiero poner en alerta a la corte de Mithras, el señor de la Baronía de Avalon en la que nos encontramos... La Camarilla puede ponerse nerviosa si supiera que estamos en su territorio." Las palabras de Shade se estaban grabando en mi mente, a fuego. Por mucho que quisiera decirle que no, sería imposible.
"Lo haré... pero a cambio quiero que dejéis libre a ese hombre también..." y señalé al hombre que estaba malherido tras el altar. No iba a dejar que acabara como un tentempié para Erzebeth o parte de aquella extraña estructura de carne que la hechicera Koldun Tzimisce estaba moldeando.
"No estás en posición de exigir nada, niña..." añadió Erzebeth, mirandome de nuevo. "¿Y por qué ese interés en encontrar los grilletes para tus amos venecianos? ¿Es que no saben que tú podrías hacer cualquier cosa con los espíritus con tan solo desearlo? Incluso entrar en el mundo espiritual a voluntad..."
Me quedé boquiabierta, no tenía ni idea de que pudiera hacer algo así... Shade negó con la cabeza. "Está claro que necesitas aprendizaje o tus amos prescindirán de ti pronto... De acuerdo, puedes llevarte a ese tipo. Seguiremos en contacto, Moira Eritrea Dunsirn. Hemos probado tu sangre, sabemos cómo encontrarte. Y no te preocupes por contar lo que te ha ocurrido a tus amos, no podrías hacerlo aunque quisieras." El hombre canoso vestido de negro se acercó hasta donde estaba el hombre malherido, lo cogió con facilidad de su brazo derecho y lo arrastró hasta donde estaba yo, dejándolo a mis pies.
"¿Cómo... cómo podría contactar contigo si lo necesitara...?" me atreví a decir mientras miraba al hombre que acababa de dejar frente a mí.
"Muy fácil, querida Moira. A partir de ahora te estaremos vigilando. Si tienes que hablar conmigo, busca el lugar más oscuro donde estés y dirige tu voz hacia allí llamándome. Sabré que me buscas..." Tras esto, gesticuló con su mano derecha y de nuevo me vi rodeada por aquella negrura impenetrable y gélida. No podía ver nada ni oír nada, solo sentía el frío mordiéndome cada poro de mi piel.
Mr. Shade se despidió de mí...
Había sobrevivido a mi primer encuentro con dos cainitas ajenos a los Giovanni. Pero a qué precio...
#25ª entrada#Diario de Moira#Dunsirn#Hecata#Giovanni#Bahari#Despertada#Maga Huérfana#Sin sombra#Muse: Moira Eritrea Dunsirn#Un trato a cambio de mi vida#La estela mesopotámica
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CUANDO NIEVA, CUANDO NIEVA Y NIEVA…
Un poema de Mircea Cărtărescu, de Poesía Esencial (Impedimenta, 2021)
Mañanas felices junto al hornillo, contemplando cómo las flores de hielo
se funden lentamente… mañanas felices
cuando la nieve cuaja, cuaja, cuaja
entre los bloques. Señor,
¿por qué me das mañanas felices? Mañanas felices
abriendo la ventana, tragando el frío
y contemplando cómo la nieve cae entre los bloques. Podría ser
Canadá, Siberia…
Nadie me atosiga.
Mi máquina de escribir zurea.
Me he abrigado bien.
He tomado el café.
He escrito mis libros.
He vivido mi vida.
He encendido el hornillo con el mechero azul, de plástico transparente.
He soñado algo, pero no recuerdo qué.
Qué raro, los copos vuelan hacia arriba, hay tanta soledad,
cuánta soledad feliz me has dado, Dios mío,
cuánta soledad, como en ningún otro otoño
por dorado que fuera,
como en ningún verano… mírame, un egomaníaco
un hombre solo escribiendo en su cocina y que no quiere
salir a una Colentina nevada.
Cómo debe nevar ahí fuera… y los raíles del tranvía
cubiertos de nieve, y la nieve aventada de nuevo
de su hierro brillante… Y entre la bruma de copos
el tranvía viene… es lo único que se mueve
bajo las ráfagas, en Colentina.
Pero aquí estoy solo.
No lavo. No plancho. No hago las compras.
No me sueno la nariz.
Soy un hombre solo, sano, descansado,
acultural, apolítico.
Mi cabello está muy muy largo.
Pero mi poesía está calva como Sinead O’Connor
Y a mí me da igual.
Mañanas de duro invierno, de febrero cubierto de nieve
de un invierno duro y dichoso, lleno de luz blanca.
Mañanas, tardes, noches —en las que nieva y nieva y nieva
y nieva— y el viento brama
por el sistema de ventilación del bloque, y algo
golpea en el hueco del ascensor.
Me afanaba en otra época por escribir mis versos repletos de imágenes
por darles coherencia, por ordenarlos, por buscar la simetría
explotaban antaño mis labios, mis mejillas y dientes
de tanta droga, de tanta alucinación.
Y aquí estoy ahora: estéril, feliz
egomaníaco, devorando la nieve con los ojos. ¡Ay, Señor,
regálame este febrero, regálamelo tú!
Haz esto, haz lo otro… se acabó.
Piensa, siente, imagina… no tengo ganas.
Enzárzate con Dios… ¡Ja!
¡Ja! Todo me da igual.
No viviré eternamente.
No resolveré yo el misterio.
Me quedo aquí, calentito, viendo cómo nieva.
He aquí mi definición: estoy aquí, junto al hornillo
con la felicidad en el alma, contemplando la nieve —la que se ve
por el cristal ondulado— un individuo melenudo
que solo quiere una cosa: estar aquí
junto al hornillo, con la felicidad en el alma, contemplando la nieve.
Los copos vuelan hacia arriba, luego titubean en el aire blanco
caen oblicuos, en la profundidad de los bloques
y vuelven a subir… ¡qué curioso! ¡qué extraño!
Sí, qué curioso, Señor: estoy solo y vivo mañanas felices.
(Ayer: saqué fotos desde el balcón con mi Polaroid: primero a Kitty
sonriendo sobre el fondo de la nevada y del bloque mugriento de enfrente
después a Miri, sonriendo sobre el fondo de la nieve
y del bloque mugriento de enfrente. Y miramos fijamente los cuadrados blancos escupidos por la cámara hasta que las imágenes empezaron a salir, y luego
las pusimos en la librería, junto a mi cadenita de oro
y de esta forma dimos con El Levante
y lo leímos un rato, y luego ella dice (ya no sé qué decía),
y yo digo (¿qué le diría?), y fuera la nieve caía y caía, y la colada tiesa en la cuerda
llena de pelusa de nieve…
Anteayer: escribí un poema idiota, pero en él
había algo bueno: en el lejano norte
en Rusia, se combaban bajo el hielo los ríos Yeniséi y Lena
por los bosques vagaban presos prófugos
en una isba un joven melenudo
comía blinis, y el cierzo azotaba los postigos, era por la mañana
pero el joven tenía una vela, y el viento que silbaba entre las grietas de la isba
agitaba la llama de la vela, mientras el joven escribía con una pluma de oca:
«Oh, Nastia,
querida Nastia, si tú supieras…» Y la leña crepitaba en la estufa
y el rostro encendido del joven…
Requeteanteayer: estuve en la reunión del consejo
y durante la reunión, mientras se trataba
la situación de las revistas, yo soñaba
con escribir otra vez un libro esencial, estar otra vez con la máquina de escribir en brazos, con mi Erika
que me insulten de nuevo los viejos y los críos, y que las lectoras anónimas
modestas profesoras, doctores, pensionistas, alumnos de instituto
me lean debajo del edredón, bostezando al calor del hornillo,
levantando un instante los ojos de la página luminosa
para contemplar por la ventana la luz intensa de la nieve���
Qué decepcionados estarán con este libro,
este libro sin fotos
este libro…)
Pero a mí me da igual.
Nadie me atosiga.
El apartamento es mío.
El silencio es mío. Mi vida es mía.
Abro la ventana y cojo un puñado
de nieve blanca, esponjosa.
Abajo los coches aparcados están nevados,
los contenedores de basura nevados,
la barra de sacudir nevada.
¿Por qué me concedes mañanas felices? ¿Por qué las merezco?
Estoy arropado y tengo calor en este febrero cubierto de nieve… y estoy solo,
solo en todo Bucarest, quizá a excepción de los que
se hielan en las paradas… o solo…
y la nieve cae
y en el hornillo arde una llamita, y soy libre
y febrero, febrero, febrero
febrero, febrero… mañanas felices, Señor, cuando yo,
un egomaníaco, escribo a máquina
y me siento tan, tan…
BONUS (para el lector que ha recorrido este poema hasta el final): cuando nieva, cuando nieva
nieva, nieva, nieva, nieva
y nieva, nieva, nieva,
nieva, nieva, nieva, cuando nieva,
nieva y nieva, y nieva y
nieva y nieva, nieva, nieva, nieva y
nieva, cuando nieva, nieva,
nieva, nieva y nieva y
nieva y
nieva y
nieva y
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•𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 1: el accidente
the accident
|NARRADOR OMNISCIENTE|
━━━UN NUEVO DÍA COMENZABA en new York, la vida de la ciudad se podía escuchar claramente; los murmullos de las personas, sus vehículos... muchos de ellos iban directo a su trabajo. y nuestra protagonista no era la excepción.
La C/P abría su puesto en el centro de la ciudad, dejando ver varios pasteles extravagantes hechos de chocolate, arandanos, entre otras especies. aquella era una de las pocas veces que se le veía en el lugar, llevaba años viviendo en el lugar y, por su bien, evitaba resaltar entre las personas, por lo que era poco común que se le viera ahí.
Pasaron al menos unas tres horas, ya habían comprado alguna que otra cosa en su puesto, aliviando un poco a la joven, al menos tendría con qué comprar cosas nuevas.
La pequeña campana del local sonó cuando se abrió la puerta, dando a entender que llegó un cliente. La joven mujer dejo de acomodar los pasteles en la estantería para ir a atender, al llegar se encontró con un joven de estatura alta y delgado, cabello rubio con franjas rosadas atados en una trenza alargada, poseía unos ojos azules como el cielo, bastante atractivo. Pero no se dejaba ver mucho ya que traía un tapabocas que le impedían ver el resto de la cara, igual no le dió mucha importancia y se acercó para preparar el pedido.
━━━ Muy buenas tardes, joven. ¿qué le puedo servir hoy? ━━━ pregunto con una sonrisa, el chico se le quedó viendo por un largo rato directo a los ojos de la fémina, algo que le incómodo un poco.
━━━ Ah, si. Me gustaría llevar cuatro pasteles rellenos y un cupcake, por favor ━━━ pidio amablemente señalando dichos pasteles, la fémina los coloco en una bolsa con servilletas adentro y se los entregó al chico.
El varón agradeció y dejo el pago antes de irse, la chica guardo el dinero en la caja. El resto del día transcurrió con normalidad luego de la incómoda presencia del chico.
Luego de que el último cliente fuera atendido, observó la hora en el reloj de la pared y ya casi heran las 09:00, la hora exacta en la que cerraba el local como todos los dias, mientras se ocupaba de guardar los pasteles y otras cosas sentía la extraña sensación de que alguien la observaba, se dió la vuelta encontrándose con absolutamente nadie. Creía que era su mente que le estaba jugando en su contra por el apuro de cerrar.
Cerro la puerta con llave y bajo la persiana de hierro asegurando mejor la tienda, dándole un último vistazo de que todo estubiera bien cerrado se subió a su coche y dió marcha hacia su casa.
El camino era tranquilo, los pájaros todavía seguían cantando, las luces de la calle se empezaban a encender al igual que las de los edificios y casas. Mientras seguía conduciendo su mente no paraba de reflectar la mirada extraña que le había dado el chico rubio de esta mañana, no era normal mirar por mucho tiempo a una persona y después actuar como si nada.
Salió de sus pensamientos al escuchar la melodía musical proveniente de su celular, lo saco de la guantera y vio que era un número desconocido, igualmente atendió aún concentrada en el camino.
━━━ ¿Hola?
Espero unos minutos hasta que la persona del otro lado de la llamada empezar a hablar.
━━━ Hola preciosa, ¿Cómo te encuentras el día de hoy? ━━━ reconocía esa irritante voz donde fuera, ¿Cómo había encontrado su número de nuevo? Con la poca paciencia que le quedaba contesto.
━━━ lo sentimos, pero el número que usted marco no está disponible en este momento. Por favor deje su mensaje después del tono ━━━ trato de hacer como puedo la voz de una contestadora mientras se aguantaba una carcajada de su propia broma.
━━━ ja, ja, ja. Eres muy graciosa pequeña, pero a mí no me engañas. Ahora volviendo a lo de antes ━━━ lo cortó en medio de la oración antes de que siguiera.
━━━ escucha idiota porque no lo volveré a repetir, no quiero volver a recibir una de tus putas llamadas o alguna de tus cartas. Es la cuarta vez en este mes que me cambio el número por tu culpa y si sigues insistiendo te haré una maldita denuncia ━━━ escupió con todo el veneno de su ser, en verdad lo odiaba. Aún seguia sin creer que hace tres años tuvo una relación con él.
━━━ awww cariño, ¿aún sigues resentida por "eso"? Ya te dije que fue un pequeño error, solo perdóname ━━━ el mencionar aquello le traía malos recuerdos, y al sacar ese tema solo la hizo enojar más.
━━━ ¡Un pequeño error que casi me cuesta la vida maldito idiota!.
━━━ okey, solo. Vamos a hablar bien las cosas, ¿Que tal si un día de estos nos reunimos para tratar de arreglar el tema? ━━━ propuso él, tenía un leve tono de esperanza en su voz.
━━━ uuuy, no lo creó, mi agenda está muy apretada estos últimos días y me temo que no se puede, bye ━━━ se despidió cortando la llamada en seguida volviendo a guardar el teléfono en la guantera, pero este seguía sonando por la misma persona.
El irritante sonido y vibraciones del teléfono solo hacian que apretara el volante con furia y por poco tira el aparato por la ventana.
No podía esperar para llegar a casa, cambiar de nuevo su número, comer algo rápido e irse a dormir con nerón, su perro San Bernardo que era prácticamente más grande que ella en tamaño pero entraba perfectamente en su cama.
De repente y con brusquedad, sintió como si su auto se estrellara contra una gran roca, la bolsa de aire se abrió al instante antes de que su cabeza se golpeara contra el volante, por suerte traía el cinturon de seguridad pero eso no impidió que quedará desmayada por el impactó.
Había chocado a alguien por accidente a causa de la frustración por las llamada que no puedo concentrarse en el camino.
Abrió los ojos lentamente y un dolor rápidamente se instalo en su cabeza y sintió como un líquido se escurría de su frente, aún aturdida por el golpe como pudo salió del auto para confirmar que había pasado. Ahogó un grito cuando vio que justo enfrente de su auto había un joven alto y musculoso. Tenía la piel ligeramente bronceada y el cabello púrpura bastante entrecortado peinado con un prominente mohawk rojo en el centro, con un solo mechón que cae entre sus ojos; su cabello está adornado con adornos de estilo tribal adornados con cuentas verdes, rojas y amarillas y plumas blancas y rojas. Al otro lado del puente de su nariz hay una cicatriz gruesa e irregular y Sus uñas son moradas.
¡Acababa de chocar a alguien! ¿que se supone que deba hacer ahora? Fue un accidente. El pánico y terror se adueñaron de su cuerpo al ver que el cuerpo del chico no despertaba por más que lo moviera o le diera cachetadas, estaba realmente asustada.
Una parte le decía que debería llevarlo a su casa y sanarle las heridas ella misma ya que el hospital ahora se encontraba muy lejos de donde estaba, pero Por otra parte le decía que tenía que dejarlo ahi y huir lo más rápido que podia porque quizás era un hombre peligroso.
Así que optó por elegir la opción más razonable desde su perspectiva.
No podía creer lo que acababa de hacer, había terminado por meter al grandulón en su auto en la parte trasera y condució de nuevo a su casa, estaba haciendo la cosa más loca y estúpida que había hecho en su vida pero no podía dejarlo tirado ahí, su lado amable no se lo permitiría y su conciencia no la dejaría tranquila solo por ayudarlo.
Por el retrovisor observó como el chico aún estaba inconsciente recostado sobre los asientos con una frazada sobre su cuerpo mientras su respiración era lenta y tranquila. La tierna imagen le recordó a su perro nerón como cuando se queda dormido en los sillones Por jugar todo el día, era demaciado adorable.
Con una sonrisa plasmada en su cara ante su comparación volvió su mirada al camino, tratando de no cometer el mismo error dos veces.
Quien diría la llegada inesperada del chico ha su vida le daría un giro inexplicable.
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¿Ya? ¿Ya soy cómo tú?
El viento soplaba con fuerza moviendo mi pelo y haciendo que entrecerrara los ojos. Podia notar la sal del mismo, podia percibir el sonido de las olas y el olor a mar. Logré ver entrecerrando aún más los ojos dos barcos que se cruzaron y desaparecieron lentamente del horizonte, tenía todo el mar para ellos solos sin ataduras que les hiciera parar hasta llegar a su destino.
Me acerqué a la orilla con los pies descalzos. El agua toco mis piecedillos, no estaba caliente y ni tampoco fría, era agradable. Las olas volvían a mí invitándome a entrar y sin pensarlo me sumergí en el agua. Tumbado boca arriba observaba el cielo azul como el fluido en el que flotaba; sin formas ni límites una alma libre cosa que...yo no podía decir.
Metí mi cabeza dentro del mar. Una masa se posó encima de mí impidiendome salir, braceaba, luchaba y nada seguía ahí sintiendo como mis pulmones se llenaban de agua y como mi energía se disolvia y desaparecía. Debería dejar que el destino fluya... Sí este es el desenlace que quiere no voy a ser yo quien se lo impida.
«¿Dónde estoy» dije al visualizar aquel paisaje de mar azul y arena suave y color vainilla. Moví la cabeza y a un costado había unas cadenas rotas y oxidadas «¿Ya está? ¿Soy como tú, sin límites ni cadenas que no me dejen ser yo?».
Caminé hasta unas dunas próximas de donde había despertado. Esperando una respuesta, comencé tocar mi pelo estaba un poco mojado y gaspeado de tierra en ese momento alce la mirada... Unas gaviotas de un blanco traslúcido alzaban en vuelo con unos hilos de hierro entrelazados entre sí «¿Eso no son...¡Las cadenas!».
—Asier Cuesta Donás
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Édouard Manet
El ferrocarril, 1873 oil on canvas 93,3 x 111,5 cm Impresionismo
Meurent está representada sentada en el lado izquierdo de la composición delante de una verja de hierro cerca de la estación Saint-Lazare en París. La mujer pensativa lleva un sombrero negro y un vestido azul profundo con ribetes en blanco, y mira hacia el espectador, mientras un cachorro dormido, un abanico y un libro abierto descansan en su regazo.
Junto a ella hay una niña de pie, la figura contrastante con un vestido corto blanco con un gran lazo azul de espaldas al espectador, agarrada a la verja mirando con admiración a través de las barandillas mientras un tren pasa por debajo de ellas camino a la estación. La cinta negra en el cabello de la niña hace eco de la cinta negra alrededor del cuello de la mujer. La viva curiosidad de la niña contrasta con la melancolía de la mujer, consciente de su propia madurez, a quien no interesa la llegada de la locomotora, aunque interrumpa un momento su lectura.
Sobre el parapeto de piedra a la derecha hay un racimo de uvas, lo que quizás indique que el cuadro fue realizado en otoño.
📍National Gallery of Art West Building
⭐Favorite Painting
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En el desgarrador caos de mis pensamientos, los intrusivos delirios y la paranoia se entremezclan, susurros inhumanos que invaden mi cabeza, sumiéndose en siniestras manías.
¿Soy el monstruo que acecha en mi ser, o es el entorno un bucle de tormentos y castigos?
La dulce sensación de dolor me seduce, mientras la sangre carmesí brota en un baile macabro.
Me deleito con las cicatrices, con los tatuajes en mi piel, el roce que acaricia la dermis y el vino caliente que fluye en el hierro.
Soy un lienzo con vivencias y recuerdos encarnados, salmonado de pies a cabeza; llorando por el tatuaje que me deformó por ambición, por esa voracidad de cortar y triturar los cabellos azules que recorren mis miembros. Esas raíces que van y vienen, transportando el numen de mis palabras.
El desencadenante rencor y envidia hacia mí misma, son aguas salobres que afloran sin control. El templo de mi alma se derrumba por su propia culpa, un hospital clandestino de ruina y caos.
- Alisson Piccioni
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Este azul volumen
De impecable, limpia y afiladísima hechura formal, el nuevo libro de Noelia Illán Conesa —Torno subito— es verdaderamente fabuloso. Rudo y a rabiar bello, rebosante y restallante de elegíaca fuerza. Le di una primera lectura anoche y me quedé impresionado. Voy por otra parte a volver a la Odisea (en la que se basa este azul volumen de la poeta) y leerla como Dios manda, porque ando más que flojo y oxidado en antiguos —¡y tan modernos!— griegos. Yo de la epopeya homérica tengo una versión inglesa muy antigua, en prosa, que a Ulises lo llama Odiseo. Me hice con ella cuando tenía unos quince años. Pero creo que Agustín García Calvo pergeñó una traducción española, en verso rítmico, que buscaré.(*) Estaba en esa editorial del aragonés en la que sacaba él mismo todos sus libros: Lucina. Como García Calvo, soy yo también obseso del ritmo, y la Odisea solo puede leerse (al igual que Shakespeare) en rutilantes renglones medidos y puestos en columna.
Este poemario sabe a sal silvestre y arena batida por el viento. Si se me permite una frivolidad (virtud por mí hondamente valorada; ya se sabe que no hay nada más profundo que la epidermis), repescaré para aquellos que tengan edad para recordarlo aquel televisivo anuncio que hablaba, en relación con no sé qué artículo de higiene personal, del «frescor salvaje de los limones del Caribe». En este caso, el Caribe habrá de sustituirse por el Mare Nostrum (aunque pensando en Derek Walcott, y en las épicas odiseas del santalucense, bien podría trasladarse a las Antillas el asunto de este libro). Los limones, fieros de dulce acidez mediterránea, son los del Levante.
Torno subito contiene imágenes gloriosas («… cuando el cielo / es blanco como el semen, / los cuerpos se encuentran»; «Perdiendo toda autonomía, / yo seré tu / perra»; «Grita su nombre / con el hambre del tigre de bengala»). Noelia Illán, plena de poderío, ha devenido maestra del verso en esta su cuarta entrega poética.
La edición, con sus ecos de los años treinta y de aquella famosa colección Sudeste (en la que Miguel Hernández publicó su Perito en lunas), es preciosa. He oído el canto atroz de las sirenas en sus páginas, llamando a Nadie, en esta primera lectura. Y en su título —en español, «Vuelvo enseguida»— he vislumbrado también la máquina vertiginosa (el «torno súbito») del mundo y la poesía: el rodar inexorable de los hierros engranados del universo.
(*) García Calvo hizo una memorable versión rítmica de la Ilíada.
ROGER WOLFE · 1 de noviembre de 2023
EL SUDARIO
Ha pasado mucho tiempo: lo demuestran las huellas de sus manos, la aridez de sus muslos. Lo demuestra el recuerdo de un verano que ya no es ni será, cuando la sombra de ambos se fundía sobre las rocas de la playa. Lo demuestra ese hilo que teje y desteje cada noche, a la espera de que alguien la descubra.
NOELIA ILLÁN CONESA
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Cuando algo me quema como el hierro, cuando se agrupan la lluvia en mis ojos. Solo sé escribir pequeños poemas sin sol, con alas de cal, con un tornasol titilando entre el amarillo y el azul del mar.
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Cap 15
13/3/2018, 9:47, Alicante
El coche azul se detuvo frente a una iglesia, hacía sol, pero el ambiente seguía frío, Cristian vestía un traje negro y una camisa blanca debajo, el hombre se arregló en el espejo del parasol del asiento del conductor un pasador de corbata dorado que mostraba la cruz de los templarios en un rojo intenso que resaltaba en el traje oscuro, con el rabillo de su ojo vió una forma moverse a su lado
-¿Me repites lo que hacemos aquí?- preguntó Faistos, el kwami llevaba todo el viaje de más de una hora metido en la guantera del coche para evitar miradas indiscretas
-Antonio es amigo mío - dijo el hombre, poniendo un reloj sobre la pulsera que siempre adornaba su muñeca derecha -Si su hija muere tengo que acompañarlo
-Llevas 45 años sin verlo, ¿se acordará de tí?- preguntó Faistos, haciendo que Cristian suspirara
-Se que no nos despedimos en los mejores términos, Faistos, pero hay que hacer lo que se debe, es mi cuñado después de todo-dijo el hombre
-El no fue tan considerado cuando te echó, ¿O sí?- inquirió el kwami, y Cristian asintió dándole la razón, era verdad que la relación no había sido la mejor al final, pero la gente cambiaba con los años, eso era lo que la vida le había enseñado
-Todos estaban asustados para entonces- dijo el hombre - sus acciones no eran suyas y se sentían traicionados
-¿Y tú no?- preguntó Faistos - Hablamos de tu padre aquí, los humanos siempre son rápidos a la hora de señalar dedos a aquellos que les conviene
-Los humanos - corrigió Cristian - somos lo que el mundo hace de nosotros, fin de la conversación - el hombre abrió la puerta del Kia Río y salió, cerrando la puerta tras de sí mismo
Miró su reloj, el reloj que le decía que faltaban 10 minutos para la misa, Cristian entró a la puerta de San Vicente Ferrer, la parroquia era pequeña, con las paredes interiores cubiertas de mármol blanco, cuatro columnas que separaban la cámara principal de las secundarias, la iglesia apenas tenía espacio para veinte filas de dos bancos, indudablemente era más una iglesia a la que solo las viejas del barrio asistirían los domingos a misa
Y ahí, frente al altar, dos apoyos de hierro negro estaban en pie, esperando pacientemente al ataúd que deberían sostener, había gente en la iglesia, unas cincuenta personas por el momento y seguían entrando, había de todas las edades y géneros, amigos de la familia, amigos de la difunta, etc..., notó algunas miradas de confusión dirigidas hacia él así que decidió irse a un lugar apartado
Cristian se apartó de la entrada y fue a apoyarse en una de las columnas, en la nave secundaria junto a un pequeño altar que mostraba la estatua ya entrada en años del arcángel San Miguel con una espada en llamas en sus manos, entonces notó dos toques ligeros en el hombro derecho
El hombre se giró para ver quién era el que se dignaba a acercarse a él por la espalda, reconoció la calva al instante
-¿Que tal, Cristian?- preguntó el hombre, unos años más joven que él
-Muy bien, ¿Cómo es que el ocupado presidente de la OH se digna a aparecer en un pueblucho como este?- Pablo Emilio sonrió y miró al altar
-Cuando la hija de tu compañero de barraca muere en acción tienes un deber social y moral para acudir - dijo el hombre, metiendo sus manos en los bolsillos de sus pantalones, Cristian levantó
-¿Es por eso que apareciste en Yecla para el funeral de mi hijo?- preguntó el hombre
-Lo de tu hijo era especial - dijo el hombre - Ambos fuisteis amigos míos que me ayudaron en situaciones muy difíciles, sabes que eso no cambiará nunca
-Dios te oiga- murmuró Cristian, viendo cómo por la gran puerta de la iglesia empezaba a entrar una pequeña procesión, un total de ocho hombres avanzaban por el centro del pasillo formado por los bancos
Iban lentos, seis de ellos caminaban portando en sus hombros el ataúd, los otros dos eran el cura y el padre de la difunta, Antonio Villalba, habían pasado 45 años desde la última vez que lo había visto
"está gordo" pensó, viendo al hombre de lado, también había perdido mucho pelo, pero su piel seguía tan pálida como siempre lo había sido, parecía un guiri recién llegado con esa piel, su mente lo llevó a los viejos tiempos cuando iban en verano a la playa y su amigo siempre acababa más rojo que una langosta con mantequilla, el hombre parecía triste, normal, después de todo, su única hija había fallecido, pero aún así, ni una sola lágrima escapaba de sus ojos
La misa pasó, ominosa, llena de sentimiento, muchas personas lloraban sentadas en los bancos, pero Cristian y Pablo Emilio no, no habían conocido a la mujer personalmente, así que no tenían mucho por lo que llorar, y así, cuando la misa terminó, los seis hombres cargaron el ataúd fuera de la iglesia para cargarlo al coche fúnebre aparcado frente a la iglesia
La gente comenzó a procesionar a la primera fila de bancos, donde la familia y amigos cercanos se encontraban, un total de cinco personas se encontraban ahí, de pie y recibiendo las condolencias, vestidos de negro, primero, un hombre pelirrojo y de estatura media, arreglado pero con ojeras, su brazo izquierdo en cabestrillo y señales de quemado en su cuello y cara, así como pequeños vendajes que cubrían heridas leves en la cara y Cristian estaba seguro de que su brazo derecho también estaba vendado bajo la manga del traje
Junto a él se encontraban un hombre más musculoso y alto, de pelo rubio con mechas azules y una mujer de pelo castaño, bastante baja en comparación al titán que tenía a su lado, además de ellos tres, que Cristian pudo reconocer como Foc, Aigua y Terra, también se encontraban Antonio y, en sus brazos, una niña pequeña, no mayor de 10 años y pelo plateado, se parecía mucho a María Dolores cuando era joven, aunque tenía el color de pelo de su hermana, parecía que era la hija de su sobrina
La fila de gente dando el pésame llegaba a su fin y Cristian comenzó a notar la mirada de la gente en su nuca, y entonces llegó su turno
-Lo siento mucho- dijo, dando la mano a los dos miembros masculinos de Elementals, su voz hizo que Antonio, más preocupado en recibir el pésame de otra persona, girará automáticamente su mirada hacia el, con una mezcla de confusión, miedo, angustia y tristeza... Y entonces llegó hasta él, Cristian miró a los ojos marrones del hombre frente a él - Lo siento mucho Antonio - dijo Cristian, recibiendo la mirada de las personas mayores de la sala
Una vez salió de la multitud, Cristian miró hacia atrás para ver qué Pablo Emilio lo había seguido después de dar el pésame de forma ensayada y perfecta, tanto que había parecido que él mismo se encontraba roto por la pérdida de la superheroína
-No quiero saber todos los funerales a los que has asistido para llegar a tal perfección- dijo Cristian, saliendo de la iglesia, el coche fúnebre seguía ahí, esperando a la familia para acompañarlo al cementerio
-La mía es una línea de trabajo muy peligrosa- comentó Pablo Emilio- ¿Vas a venir al cementerio? Antonio lo necesitaría- Cristian sonrió tristemente ante la proposición
-Cuando mi cuñada y su mujer murió no apareció, ¿Crees que de verdad querrá verme ahora?- preguntó el hombre
-En lo absoluto, pero creo que es lo que necesita- dijo Pablo Emilio, cruzando la acera junto a Cristian- después de todo, el también tiene que hacerse cargo de su nieta ahora, ya tenéis algo en común
-¿Que hay del padre de la niña? - preguntó Cristian
-No se sabe quién es - contestó Pablo, mirando a la gente salir de la iglesia
-Iré- dijo Cristian- ¿quieres venir en mi coche?- preguntó, señalando al coche no muy lejos de donde estaban
-¿Quieres llevar al presidente de una organización que acaba con los villanos en un coche sin blindaje y con ventanas claras?- preguntó el hombre, levantando una oreja
-Ese es el plan- contestó Cristian
-Entonces a que esperamos, vamos antes de que mis guardaespaldas se den cuenta de que ya he salido- dijo el hombre
-¿Que clase de guardaespaldas dejan que su contratante se escabulla sin darse cuenta?- Preguntó Cristian, Pablo solo levantó su mano derecha y se la mostró a Cristian, antes de que esta, junto al resto del brazo y la manga del traje desapareciera -Se me olvidaba que podías hacer eso- dijo el hombre, antes de andar hacia el coche
.............................................................................................................
El resto del entierro fue como debería, de las personas que habían asistido a la iglesia solo cerca de dos docenas siguieron al coche fúnebre hasta el cementerio
El sol se había ocultado tras una nube volviendo el cementerio oscuro a pesar de que apenas eran las 11 de la mañana, mientras los enterradores sellaban el nicho con la tapadera blanca que servía de placa temporal la gente empezó a irse, hasta que el número de personas frente a la recién terminada tumba se redujo solo a siete, esto incluía a los miembros de elementals, la familia de la chica, Cristian y Pablo
Cristian se acercó a Antonio lentamente pero sin parar, hasta que estaba justo en frente de él, sabía que lo había visto, notaba su mirada enrojecida por contener las lágrimas dirigida hacia él, hacia su traje negro, hacia su bigote y hacia su gorro
-Lo siento mucho Antonio - dijo Cristian, tendiendo la mano a su más antiguo amigo, Antonio golpeó el pecho de Cristian con todas sus fuerzas
-¿Cómo te atreves?- preguntó el hombre, su voz inundada de tristeza e ira a partes iguales -I'm mujer murió, la hermana de tu mujer y no vi ni un pelo de tu cabeza - dijo Antonio, su puño aún seguía apoyando en el pecho de Cristian
-Lo sé, lo siento - se disculpó Cristian, poniendo su mano en el hombro de su amigo -Pero ahora estoy aquí- dijo - puedes desahogarte por estos cuarenta años
-Eres un idiota- dijo el hombre, golpeando el hombro de su amigo, lágrimas comenzando a caer de sus ojos, lágrimas tanto por su hija como por todos los sentimientos reprimidos a lo largo de los años -te fuiste - dijo- te largaste como un cobarde - las palabras se intercambiaban puestos con suspiros y respiraciones fuertes - no te defendiste, no hiciste nada
-No había nada con lo que defenderme- dijo Cristian - lo que hizo mi padre... Fue imperdonable- Antonio negó con la cabeza
-Tu padre no hizo nada - dijo, sonriendo entre las lágrimas -Siempre nos trató bien, a mí, a Pablo, a todos en el pueblo, todos sabíamos en el fondo... Que no fue él- era el turno de Cristian para sentirse confundido
-Salva vino hace unos años - explicó Antonio- dijo que tenía algo para tí, quería... Quería que te lo diera - Antonio se secó las lágrimas -Creí que nunca podría dártelo- dijo
-¿Y donde está?- preguntó Cristian mirando a su amigo en los ojos
-Está en el Saint Anthony- dijo el hombre más grande - lo guardé ahí para tí
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Dragones 2:44
Qué locura pensar que a veces nos encontramos entre la ficción y la realidad y tal vez, no nos damos cuenta que esa pequeña línea delgada que separa estas dos circunstancias es, nada más y nada menos que nuestra forma de ver cada situación. Hoy me siento la princesa, pero no por estar rodeada de lujos, ni tener todos los caprichos, ni mucho menos los mejores atuendos. Me considero la princesa porque estoy encerrada en esa torre en el castillo, en la cima de la colina, donde nadie me escucha gritar, donde nadie me ve, donde todo parece noche. No he visto salir el sol ¿Por qué me siento así? Será un conflicto entre mi cabeza y mi corazón o simplemente un hecho como tantos. Esos sentimientos psicosomáticos que recorren mi cabeza… y si, BINGO es la última opción, soy su princesa, porque estoy rodeada de dragones, de demonios, esos que te gruñen cada vez que te asomas por la ventana sabes que te miran al espejo, que largan fuego y te queman si te quieres escapar, de esos que no. Que no es fácil librarse pero que al fin y al cabo cuando realmente cae la noche, sos vos quien termina por darles de comer. Los alimentas con palabras, con textos, con el latido de tu corazón acelerándose cada vez que piensas en todas esas cosas que te hicieron doler, con el pasado. Y si, te desangras y tu sangre le sirve de alimento, el olor a tu carne quemada y las lágrimas que recorren tu cara son la verdadera señal, de que sos vos, la que los mantiene vivos. Pero en el fondo también sabes que no necesitas un príncipe azul o un caballero con una armadura de hierro, que venga a librarte de tus demonios, ja. Sos vos la que le da de comer al final del día. Pero también sos vos, la que los adiestra y sabe en qué momento puede bajar de la torre, aunque te vayas y corras, te alejes y te sientas feliz, plena, libre, en paz. Siempre va a haber algo o alguien que te lleve acurrucarte de nuevo en esa torre a lo alto de la colina, porque al fin y al cabo esos dragones, esos demonios son los que te acurrucan en la noche, los que te arropan antes de que te vayas a dormir y esa seguridad muchas veces no te la da el mundo real.
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