#happycracia
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Según el doctor en psicología Edgar Cabanas, autor del libro Happycracia, es importante enfrentar la vida de manera realista y madura. En su opinión, la felicidad se ha convertido en una elección personal, y por lo tanto, el sufrimiento también. En la sociedad actual, no ser feliz es visto como un fracaso personal y motivo de vergüenza, ya que se asume que la infelicidad es resultado de no tomar las decisiones correctas.
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Happycracia: Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas.
“Al establecer la felicidad como un objetivo imperativo y universal pero cambiante, difuso y sin un fin claro, la felicidad se convierte en una meta insaciable e incierta que genera una nueva variedad de «buscadores de la felicidad» y de «hipocondríacos emocionales» constantemente preocupados por cómo ser más felices, continuamente pendientes de sí mismos, ansiosos por corregir sus deficiencias psicológicas, por gestionar sus sentimientos y por encontrar la mejor forma de florecer o crecer personalmente. Eso, a su vez, convierte la felicidad en una mercancía perfecta para un mercado que se nutre de normalizar esta obsesión con uno mismo y con el propio bienestar psicológico.”
― Edgar Cabanas.
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"El poder requiere cuerpos tristes. El poder necesita tristeza porque puede dominarla. La alegría, por lo tanto, es resistencia, porque no se rinde. La alegría como potencia de vida nos lleva a lugares donde la tristeza nunca nos llevaría."
–Gilles Deleuze
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Happycracia.
Edgar Cabañas y Eva Illouz.
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Desde el blog Christian Paiz: Resiliencia, el arte de soportar el hastío.
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Felicidade como meta
Muitos já devem ter lido ou ouvido em algum lugar que a felicidade só depende de nós mesmos. Assim como a meritocracia tem estado em moda, a ideia de que se você se dedicar muito conseguirá o que pretende, a chamada “happycracia” também tem sido usada em muitos momentos como um estilo de vida no qual devemos sempre buscar a felicidade para alcançá-la.
Cursos, livros, filmes, teorias e exercício são propostos e indicados para que busquemos a tão sonhada e propagada felicidade. Esta proposta tem sido muito disseminada pelo que chamam de pensamento ou psicologia positiva. Esta linha de trabalho incentiva a valorização do lado positivo de momentos que, em geral, consideraríamos como negativos ou não favoráveis para nosso desenvolvimento pessoal.
Com o intuito de colaborar com a discussão sobre o tema, o psicólogo Edgar Cabanas e a socióloga Eva Illouz acabam de lançar o livro Happycracia, contando sobre o desenvolvimento da “psicologia positiva”, responsável pela ideia de que a felicidade é o maior objetivo da vida, e que basta força de vontade para conquista-la.
Os autores tentam desvendar a ideologia por trás do sucesso financeiro e midiático de alguns profissionais que dizem usá-la. Eles ainda provocam a reflexão sobre muitos considerarem a felicidade como um sinônimo de “uma atitude passível de ser engendrada pela força de vontade; resultado do treino de nossa força interior e nosso eu autêntico; única meta que faz a vida valer a pena…” Um certo tipo de “fábrica de felicidade”.
Alegria, tristeza, felicidade, saudade, arrependimento, decepção, conquistas, entre outras sensações e sentimentos, fazem parte da nossa vida. Obviamente que não queremos ficar tristes todos os dias de nossa vida, assim como não conseguimos estar felizes todo o tempo, pois o dia a dia e nossa natureza humana não nos permitem termos um comportamento único para tudo que acontece em nossas vidas.
Temos experiências, vivências, valores, hábitos, habilidades e possibilidades diferentes que nos tornam únicos, indivíduos que são desafiados a viver e conviver coletivamente. Por isto, é difícil termos uma receita que possa funcionar para todos. O que me faz feliz pode não ser o que te cause esta mesma sensação. E é justamente esta diversidade que nos define.
** Se precisar conversar ligue para o fone 188 ou acesse www.cvv.org.br
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De mí no vas a estar hablando.
—Edgar Cabanas y Eva Illouz, en Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas
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Céu, sol, mar, casa e Meg ☀️🌊 📚 🐕 Whatcha reading? Relendo o genial “samurai” Paulo Leminski em Vidas: Cruz e Souza, Bashô, Jesus e Tróstski, intercalando com Happycracia, do Edgar Cabanas e Eva Illouz #zen #zazen #sotoshu #sotoshu_official #bodhicitta #bodaimind #despertar #mentedesperta #buddhism #budismo #zenbuddhism #zenbudismo #medicinadoestilodevida #meditação #autoconhecimento #sabedoria #compaixão #compassion #espiritualidade #spirituality #ética #ethics #sotozen #monjacoen #estilodevida #lifestylemedicine #budismoengajado #yakusan #mongeyakusan #omédicoeomonge (em Atlântida Sul- Osório) https://www.instagram.com/p/Ck_SY_Ougnk/?igshid=NGJjMDIxMWI=
#zen#zazen#sotoshu#sotoshu_official#bodhicitta#bodaimind#despertar#mentedesperta#buddhism#budismo#zenbuddhism#zenbudismo#medicinadoestilodevida#meditação#autoconhecimento#sabedoria#compaixão#compassion#espiritualidade#spirituality#ética#ethics#sotozen#monjacoen#estilodevida#lifestylemedicine#budismoengajado#yakusan#mongeyakusan#omédicoeomonge
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El telón de fondo que nos pusieron al nacer dice “ser feliz”. Desde la teta al aguinaldo todo se resume en tratar de alcanzar esa meta. Asumida como imposible de obtener, nos sugirieron que se trata de mordiscones pequeños. De encontrar esos detallitos cotidianos que componen la gragea de felicidad de la jornada. Mientras la pandemia impuso un espejo retrovisor a lo vivido, emergieron cuestionamientos a la doctrina de la felicidad. Aquí es donde Edgar Cabanas, doctor en psicología, especialista en psicología de las emociones, se animó a asaltar el mundo acusándolo de happycracia, un término que acuñó para uno de sus libros, coautoreado por la socióloga Eva Illouz. Allí pone en debate a la felicidad como fin último de las personas y enarbola frases como “no es verdad que si uno quiere, puede”. Entonces, si no debemos dejarnos manejar por la industria de la felicidad, ¿sólo nos queda el pesimismo? Con Cabanas charlo para mi última columna de #opinión en @Clarin de los #domingos. #reportaje #periodismo #cronica #journalism #entrevista #FlaviaTomaello
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Puro disfrute
Imagen de la portada del ensayo, mi nómina de julio de 2019 cuando trabajaba en Vips
Figura 1. Chapa del uniforme de Vips
Figura 2. Pie izquierdo, la flecha señala un callo
Callos y callosidades
Son capas de piel engrosadas. Estas son causadas por la repetitiva presión o fricción en el punto donde el callo o la callosidad se presenta.
MedlinePlus
En 2019 trabajé unos meses en la cadena Vips. Tenía un contrato de 12 horas a la semana y ganaba unos 300 euros al mes, aproximadamente 6 euros la hora.
Como buena empresa neoliberal, Vips no vende solo comida, vende experiencias. Cuando comes una hamburguesa no es solo un trozo de pan con carne (o sucedáneo) y cosas, estás consumiendo alcanzando la “hamburguelicidad[2]”. La figura 1 es una fotografía de la chapa promocional que tenía que llevar en el uniforme.
El uniforme, a pesar de que Vips es una empresa millonaria, lo tuve que pagar yo. Los zapatos me quedaban pequeños, pero como había pagado 27€ de mi bolsillo por ellos decidí aguantarme y no comprar otros. Como consecuencia, acabó saliéndome un callo en el pie (Figura 2).
Así, mientras yo repartía “hamburguelicidad”, caminaba retorciendo los dedos de los pies para aliviar un poco el dolor insoportable de los zapatos: el disfrute de nuestrxs clientxs se apoyaba en nuestros dolores, callos, agujetas, hernias, quemaduras, cojeras, en los 6 euros de mis horas y las de mis compañerxs, en nuestra precariedad. (Figura 3)
Figura 3. Página del cómic Esclavos del trabajo, de Daria Bogdanska[3]
“Típica noche de viernes. Unos trabajan para que otros se vayan de farra… La separación entre unos y otros es bastante evidente. Y se dice que la esclavitud acabó hace cien años…”
En una primera mirada podemos concluir que la causa directa de mi callo fue el uso continuado de unos zapatos pequeños. Causa-efecto. Pero si lo leemos en todo su contexto, entonces podemos entenderlo como un síntoma[4] sobredeterminado[5], en conjunto con todos esos otros síntomas corporales, sociales y económicos que nos atravesaban.
Continuando desde un conocimiento situado[6], y usando mi propio cuerpo y experiencia como mapa, encuentro dos callos en mi mano derecha que captan especialmente mi atención (Figuras 4 y 5):
Figura 4.
Figura 5.
El callo del dedo corazón es el callo del colegio de coger el bolígrafo. El callo en formación del meñique se está produciendo al sujetar el móvil y apoyarlo en ese dedo. Al igual que con el del pie, las causas en una primera instancia parecen evidentes.
Los tres callos juntos, recordemos presentes en la misma piel, inician un diálogo interesante sobre el trabajo, desde ámbitos distintos, que sin embargo se interrelacionan y responden al modelo de sociedad en que vivimos. En el callo del pie se evidencia un punto de presión de un trabajo físico y precario, en el que se comercia con experiencias culinarias que te llevan a alcanzar la felicidad; en el del dedo corazón, el legado disciplinario del colegio con una lógica concentracionaria; y en el del meñique se evidencia el trabajo cognitivo, el acceso continuo a la matrix comunicacional[7].
<<Tiburones: depredadores frágiles>>
La aparición de callos en la piel implica la constancia de un punto de presión, de su ejercicio repetido en el tiempo. Quisiera centrarme en esa idea de temporalidad. Para ello, pensemos por un momento en los tiburones. Pese a ser considerados los temibles depredadores del mar, muchas especies requieren de un movimiento constante para su oxigenación y flotabilidad debido a la constitución de su sistema respiratorio. Podemos pensarlos entonces como animales frágiles: si no nadan, si no se mueven constantemente, mueren. ¿No se parece esto en cierto modo a nuestra propia realidad? Si queremos sobrevivir, no ser devoradas por otrxs, debemos estar en constante movimiento, reinventándonos, construyéndonos, manteniéndonos conectadxs[8].
La relación entre felicidad, escuela e hiperconexión quedan muy bien reflejadas en la idea de “hedonia depresiva” que plantea Fisher en Realismo capitalista[9]: estudiantes incapaces de hacer otra cosa que no sea buscar placer, entre medias de un régimen semicarcelario y su nueva posición como consumidores-adictos.
En la sociedad de control por rendimiento[10], y bajo el mandato de responsabilidad individual, los discursos sobre el éxito se construyen en torno a la constancia, el esfuerzo o la motivación. Tú eres responsable de tus propias circunstancias[11]. La felicidad se convierte en un elemento esencial para el sistema, tanto el trabajo como nuestras vidas se organizan en torno a ella.
La figura de la escuela continúa así mismo presente durante toda la vida, pues en el mercado laboral se exige una formación continua, frente al peligro siempre inminente de quedar obsoletx y ser reemplazadx por una persona más formada o cualificada, o mucho peor, más motivada que tú.
Pensadores como Bifo[12], Fisher[13] o Han[14] estudian la relación entre elementos característicos de nuestro tiempo, como puedan ser la sobresaturación de información, la autoexplotación, la aceleración, etc., y las patologías y afecciones mentales que proliferan desde hace años ya en nuestra época, evidenciándose éstos, al igual que los callos, como síntomas sobredeterminados.
Mientras acudimos a nuestrx terapeuta para que nos ayude a aguantar las consecuencias de este sistema, observamos que el trabajo penetra en todas las esferas de nuestras vidas, con ejemplos perversos como la rentabilización de las relaciones en Snapchat: se genera un estatus con cada usuarix con el que interaccionas basado en la cantidad y constancia de las interacciones: cuantas más haya por ambas partes, mejores amigxs sois. (Figura 5)
Figura 5
Para concluir, y volviendo a la imagen de los callos, podemos entenderlos como la consecuencia directa de la presión constante ejercida por un zapato pequeño, usar un boli para hacer dictados en el cole, o de estar enganchada al móvil; o como síntomas que nos conducen a esos puntos de presión que el sistema ejerce sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Ante nuestros malestares, el sistema ofrece medicalización y psicología positiva para poder anestesiar las injusticias, la presión, la precariedad, para mantenernos constantemente productivas, dando el callo.
[1] Definición sacada de la entrada “Callos y callosidades” de la web MedlinePlus. Véase la web (consultada el 12 de febrero de 2021): https://medlineplus.gov/spanish/ency/article/001232.htm
[2] La campaña de “hamburguelicidad” de Vips nos brinda la siguiente definición:
“Hamburguelicidad:
1.f. Sensación de felicidad plena y absoluta producto del disfrute de las hamburguesas del restaurante VIPS.
2. f. Capacidad atribuida a las hamburguesas elaboradas en los restaurantes VIPS de elevar el espíritu y provocar una sensación de plenitud y felicidad a quien las ingiere.
¡Disfruta de la hamburguelicidad!”
Véase la web (consultada el 15 de febrero de 2021): https://www.vips.es/novedades/hamburguelicidad
[3] La autora de este cómic es polaca, emigró a Suecia a estudiar cómic. Allí se encontró con grandes desigualdades entre unxs trabajadorxs y otrxs en función de sus nacionalidades. En el cómic se cuenta su historia. Véase Daria Bogdanska, Esclavos del trabajo, Astiberri Ediciones, Bilbao, 2019
[4] Véase la entrevista de Pedro G. Romero con Georges Didi-Huberman: Un conocimiento por el montaje, véase la web (consultada el 15 de febrero): https://cbamadrid.es/revistaminerva/articulo.php?id=141
[5] Con respecto a la “sobredeterminación del síntoma”, he elegido como cita la definición de Wikipedia, pues era la que mejor entendía. Véase la web (consultada el 12 de febrero): https://es.wikipedia.org/wiki/Sobredeterminaci%C3%B3n#:~:text=Sobredeterminaci%C3%B3n%20se%20refiere%20a%20la,necesarias%20para%20determinar%20el%20efecto.
[6] Véase Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres: la reinvención de la naturaleza, Editorial Cátedra, Madrid, 1991
[7] Véase Mark Fisher, Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, Caja Negra, Buenos Aires, 2016
[8]Como afirma Franco Berardi “Bifo”: “Si quieres sobrevivir debes ser competitivo, y si quieres ser competitivo tienes que estar conectado, tienes que recibir y elaborar continuamente una inmensa y creciente masa de datos”. Véase Franco Berardi Bifo, La fábrica de la infelicidad, Traficantes de sueños, Madrid, 2003, 24.
[9] Mark Fisher, Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, op. cit, 50.
[10] Véase Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, Herder Editorial, Barcelona, 2012
[11]Véase en el libro Happycracia el análisis de la película The Pursuit of Happyness, basada en la historia de Christopher Gardner. Eva Illouz, Edgar Cabanas, Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas, Editorial Planeta, Barcelona, 2019
[12] Franco Berardi Bifo, La fábrica de la infelicidad, op. cit.
[13] Mark Fisher, Realismo capitalista. ¿No hay alternativa?, op. cit.
[14] Byung-Chul Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder Editorial, Barcelona, 2017
Cris Aguadé, ensayo corto realizado para la asignatura Teorías del Arte Contemporáneo,
Febrero 2021
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Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas.
Durante las dos últimas décadas, la psicología positiva ha sido objeto de numerosas críticas. Importantes analistas han puesto en duda sus postulados fundamentales, aspiraciones universalistas, simplificaciones, tautologías y contradicciones conceptuales, problemas metodológicos, falta de replicabilidad de sus estudios, sobre generalizaciones abusivas, y hasta su eficacia terapéutica y su estatus científico. Está claro que la psicología positiva no habría podido desarrollarse únicamente por sus méritos como «ciencia». Se caracteriza, en efecto, tanto por su gran popularidad como por sus carencias teóricas y la exageración de sus logros y resultados científicos. Tras casi veinte años de esfuerzos y más de sesenta y cuatro mil investigaciones dedicadas al estudio «científico» de «lo que hace que la vida merezca ser vivida», las disciplina, de hecho, ha logrado poco más que resultados dispares, ambiguos, poco concluyentes y hasta contradictorios. No parece, pues, que a día de hoy la psicología positiva haya conseguido revelar los secretos de la felicidad humana , tal y como prometían. Lo que estos estudios sí han revelado con mayor claridad, sin embargo, es el sesgo ideológico de esta ciencia, así como el de aquellos que la financian, la promueven y la ponen en práctica en las empresas, los colegios, los hospitales, el ejército, las familias y en los gobiernos y demás instituciones políticas. Muchos han afirmado que bajo su apariencia científica se esconde una psicología popular pensada por y para el mercado.
Edgar Cabanas y Eva lllouz.
#happycracia#cosas que no le importan a casi nadie#psicologia#sociología#felicidad#emociones#positivismo#vendehumos#libros
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Los auténticos eruditos nunca fueron felices; la felicidad es una categoría de esclavo.
~ Slavoj Žižek.
#slavoj žižek#felicidad#happiness#happycracia#happy#sociedad#bienestar#desarrollo humano#dignidad#pensamiento#vida#frases
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https://www.xlsemanal.com/conocer/psicologia-conocer/20190419/happycracia-felicidad-coaching-motivacion-autoayuda-obsesion-postureo.html
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3ª sesión. Sobre felicidad, nueva suavidad y jardines perdidos.
Roberto Herrero presenta Happycracia
El término Happycracia parte de cómo las lógicas del mercado neoliberal, por medio de los economistas de la felicidad, han terminado unidas a lo psicológico. La felicidad se toma ahora como un criterio político.
Remontándonos a la crisis del 2008, en la que se produjo un declive de todos los niveles de calidad de vida, el cientifismo de la felicidad tuvo la oportunidad de establecer esta como prioridad, ignorando los datos objetivos de hundimiento de los índices de bienestar. La felicidad queda impuesta como indicador fiable del progreso político y social.
Así, Roberto expone tres fragmentos y los relaciona con la necesidad de ser feliz a toda costa, incluso en tiempos de cuarentena. Uno de ellos viene a explicar la regla del 40%, según la cual cada persona es responsable, en esa cantidad, de su felicidad. Traducido en una actitud vital, esto permitiría estimar como algo menor las condiciones, el modo de vida y la clase a la que cada una pertenece.
Cuando David Cameron anunció los recortes en presupuestos para su país, este discurso de la felicidad le sirvió como sustituto a la definición de riqueza. A pesar de los datos del crecimiento de la desigualdad social en todo el Reino Unido, este relato daba la oportunidad de pensar en ellos como determinantes personales que nos impedían acceder a la verdadera riqueza emocional. De este modo, los economistas de la felicidad proponían como solución a problemas estructurales soluciones individuales como la gestión del estrés, de las emociones negativas y, obviamente, no pensar mucho. Como si, por el simple hecho de ignorar tus condiciones de vida y las causas de las mismas a nivel social, tus problemas económicos pudieran quedar resueltos.
Esto nos ha servido para poner sobre la mesa algunas dudas que nos surgen en la situación actual, como las de Selina: la intelectualización de esta situación (crisis COVID19), el cómo comportarnos desde nuestra posición intelectual, cuál es el umbral de privilegio, cómo tratar la posibilidad de denuncia en todo este embrollo. La casa, nuestras casas, aparecían entonces como un indicador de esos privilegios (el tamaño, con quién vives, la presencia de jardín, de balcones, de espacios comunes…).
No menos importantes son las que mencionó Arantxa Romero sobre la utilización de la cultura como “entretenimiento para no pensar” y las consecuencias que sufrirá la economía cultural tras la explosión de cultura gratis (así como lo que se conoce como contenido en rrss), que ocurrió sin que hubiera una pausa para pensar qué papel tiene el mundo de la cultura y sus agentes en esta situación, y todo ello se ve empeorado por la circulación voraz que ponen a disposición las redes sociales.
Aurora recordaba cómo, durante nuestra crisis de 2008, se daba a nivel político un mensaje de esperanza, de “todo va a salir bien” cuando esto acabara y, sin embargo, si no nos dejamos distraer, nos damos cuenta de que todo sigue igual desde entonces.
No debemos olvidar, contra esta felicidad individualizante, puramente anestesiante, las prácticas de la solidaridad y la empatía. En la situación actual de confinamiento, mientras el ritmo de trabajo trata de imponer una especie de “seguir con lo que siempre hemos hecho”, nuestra tarea es precisamente cuestionarlo, pararnos a reflexionar sobre nuestra función como investigadoras y artistas y, sobre todo, protegernos mutuamente de la angustia que nos desanima, en el sentido de anular nuestra necesidad de mantenernos juntos y críticos ante lo que ocurre y vendrá.
Víctor Sánchez de la Peña presenta “Amor, territorios del deseo y una nueva suavidad”
La suavidad vuelve consciente una superficie, es una interrupción, una invitación a responder, a replantear nuestra relación con el entorno.
Cuando hablamos de suavidad, el hecho de acariciar sirve de punto de partida o como metáfora para proponer otros modos de vida que tienen que ver con estar juntas, con lo simbiótico y con un trabajo de generar otros imaginarios más suaves ―de cara al futuro―, sostenibles también en términos ecosociales.
Para que esto sea posible serían necesarias estas mutaciones del deseo que Suely Rolnik deja bastante claras en este capítulo. Ella habla de que hay un tratamiento serial y universalizante del deseo que lo reduce a un sentimiento amoroso de apropiación del otro, del poder sobre el cuerpo del otro y sobre el sentir del otro. Esto generaría una especie de territorios que son cerrados y opacos, que son inaccesibles a un proceso de emancipación o de singularización y que, por lo tanto, no se abrirían a un cambio del orden social o de la invención de otros modos de relaciones sociales, culturales, de trabajo etc…
También decía que la suavidad no sería, por lo tanto, sólo esa experiencia sensible sino también una forma de posibilitar cambios en nuestras formas de entender nuestros cuerpos y mentes en relación con las otras No solo desde un nivel micro sino también macro, como sería el caso de nuestra inserción en el entramado económico-político de las relaciones laborales.
Victor conecta esto con lo que escribe Julia Morandeira de las políticas del descanso (un texto que fue presentado en la primera sesión). Ella hace un reclamo: la fatiga tiene que salir también de esa individualización y patologización individual para circular entre los cuerpos y poder replantear esas temporalidades del trabajo físico e intelectual.
Continúa vinculando, esta vez, con aquello que decía Félix Guattari en un capítulo de Micropolítica. Cartografías del deseo: la nueva suavidad tiene que ver con otros modos de subjetivación que pueden administrar la sociedad inventando nuevos órdenes sociales que no se guien por valores falocráticos, competitivos o brutales.
Esto es interesante para hablar de otros haceres ―que son lentos, que se han considerado menores―, no tratando de encajarlos en los paradigmas heterosexistas, sino abriendo estos mismos. A Víctor le gusta cómo Suely Rolnik acababa (en su texto) con los replicantes de Blade Runner, proponiéndolos como una especie de Cyborg: un sujeto que no es ni hombre ni mujer, ni totalmente Ulises ni Penélope, ni totalmente máquina célibe, ni totalmente un binarismo delineado por el contorno del otro…
De esta manera, estaríamos hablando de un devenir que necesita tiempo de gestión emocional, de diálogos, de relaciones que no fueran sólo interpersonales, sino que también se vieran afectadas por nuestros diferentes contextos, aquellos por los cuales transitamos. Así, también es necesaria una especie de aclimatación que tampoco suponga la conformación de territorios opacos, ni, a su vez, se base en la total ausencia de éstos.
“Las franjas de frecuencia de este inusitado viaje aún no están bien sintonizadas. Hay ruidos, sonidos inarticulados y muchas veces no soportamos la espera de que una composición se cree: en nuestra prisa por oírla, corremos el riesgo de componer esos sonidos con viejos clichés. Es difícil no caer en el sentimentalismo de un final feliz. De nuevo la trampa del espejo[...]
En realidad, lo que no soportamos es la estridencia de esos sonidos inarticulados. Es el nada más de aquel todo. Lo que no soportamos es que somos un poco Penélope, un poco Ulises, un poco máquinas célibes, un poco replicantes... y no solamente eso.
E incluso, en los momentos en que, desavisados, conseguimos soportarlo, descubrimos con cierto alivio que, de la convivencia desencantada de esas figuras, se destila ya una nueva suavidad.” (Micropolítica. Cartografías del deseo, p. 336)
Javi Pérez Iglesias presenta El Jardín perdido de Jorn de Précy
Javier comienza declarando: cuando todas seamos jardineras tendremos una sociedad más justa.
Ser jardinera debe partir de una necesidad de escuchar al locus. La filosofía del jardín es aquella que asume que trabajar con el genio del lugar es trabajar con el lugar mismo: comprender el lugar, interrogarlo, entender su vegetación, “de qué manera los árboles se elevan hacia el cielo”.
Si queremos ser buenas jardineras tenemos que aprender a mirar, entrenar nuestra paciencia, a escuchar al jardín. No es el lugar el que se tiene que adaptar a nosotras, sino nosotras a él. Nuestros sueños deben conciliarse con los del terreno.
Javier, desde su trabajo en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la UCM, piensa y lee sobre jardines como forma de tener otros acercamientos a sus tareas laborales. Él mismo tiene que hacer un ejercicio de escuchar a la biblioteca, de convocar a lo que no hay. Afirma que, cuando se trabaja con estos archivos, la forma de mirarlos debe implicar el mismo cuidado con el que queremos mirar (cuidar) a las personas.
Jorn de Précy, cuyo texto supuestamente está datado en 1912 en su edición original, no existe en realidad, fue una invención de Marco Martella, editor de la revista Jardins. Greystone, la obra maestra de nuestro jardinero, que dejó atónitos a artistas como Monet, tampoco existió.
Las formas de entrenar la escucha de los lugares son formas de aprender a cuidar otros seres, así como de activar imaginarios de lentitud.
Selina Blasco comenta que los cuadros de paisaje en el museo podrían servirnos como evocaciones del exterior en el interior, así como el viaje de ida y vuelta entre Land Art-museo. O pensando, por ejemplo, en los frescos de la Villa de Livia, cuya ubicación evocaba toda una frondosidad del afuera desde los subterráneos de la casa. De nuevo, volviendo a nuestra situación de confinamiento, que nos ha hecho llevar a cabo la reunión por videollamada, esto nos sirve para no dejar de imaginar, desde el interior de nuestros cuartos, otras posibilidades de cambio, otros modos de hacer, que se puedan dar a partir de ahora en el exterior, interrogando el lugar y activando imaginarios de la lentitud.
Post Víctor Sánchez de la Peña y Clara Pérez Delgado
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