#geógrafos
Explore tagged Tumblr posts
Text
Mapa Argentina - sin fronteras 1937
Mapa Argentina - sin fronteras 1937Riquezas nacionales Argentina es un vasto país ubicado en el extremo sur de América del Sur. Su mapa revela una extensión territorial impresionante, con una superficie de aproximadamente 2.780.400 kilómetros cuadrados. Limita al norte con Bolivia y Paraguay, al este con Brasil, Uruguay y el Océano Atlántico, al sur con el Estrecho de Magallanes y Chile, y al oeste con Chile. La geografía de Argentina es diversa y variada. En el noroeste del país se encuentra la región de las sierras y los valles, que incluye las famosas montañas de la Cordillera de los Andes. Aquí se encuentran imponentes picos como el Aconcagua, el más alto de América, y se extienden extensas llanuras que son ideales para la agricultura. Hacia el centro de Argentina se encuentra la famosa llanura pampeana, una vasta extensión de tierras fértiles que es considerada el corazón agrícola del país. Aquí se cultivan cereales, oleaginosas y se crían ganado. La llanura pampeana también alberga importantes ciudades como Buenos Aires, la capital del país, que se destaca como un importante centro cultural y económico. Hacia el sur, el paisaje cambia drásticamente, dando paso a la región de la Patagonia. Aquí se encuentran vastas estepas, mesetas y altas montañas, así como impresionantes glaciares como el famoso Perito Moreno. La Patagonia también alberga una gran variedad de vida silvestre, como guanacos, pumas y cóndores, y es un destino popular para el turismo de aventura y la observación de la naturaleza. En la región norte de Argentina, cerca de la frontera con Brasil y Paraguay, se encuentra la selva tropical del Gran Chaco. Esta área cuenta con una gran biodiversidad y es hogar de numerosas especies de plantas y animales. También se encuentra la famosa catarata del Iguazú, una de las maravillas naturales más impresionantes del mundo. El mapa de Argentina muestra claramente esta rica variedad geográfica y su estratégica ubicación en América del Sur. Su diversidad de paisajes y recursos naturales, junto con su extensión territorial, hacen de Argentina un país fascinante y con muchas posibilidades tanto para el turismo como para el desarrollo económico.Sello “Mapa de Argentina sin fronteras” - Riquezas nacionalesSi tienes este sello antiguo de Argentina con Mapa de Argentina sin fronteras, y tienes alguna consulta deja un mensaje en este artículo (post), utiliza el enlace “Deja un comentario” al principio del post (al lado de la fecha).Mapa de Argentina sin fronteras Catálogo Sooluciones Nº 03982 - Sello de Argentina. Sello postal emitido el ??/02/1937.
Sello de Argentina Riquezas nacionales
Información del sello: Catálogos: Michel: AR 427X. Yvert et Tellier: AR 386, Stanley Gibbons: AR 660a. Stamp Number AR 446. Cefiloza: AR 505 . Göttig & Jalil: AR 761 . Formato de la pieza Sello. Valor facial del sello 1 m$n - Peso Moneda Nacional Argentino. Tamaño del sello ancho y alto: 26 x 37,5 mm. Dentado: 13 x 13 1/4. Papel: Inglés, granulado vertical. Marca de agua: Sol redondo RA (9,5 mm) de lado a izq/dcha Letras RA unidas . Tipo de impresión de la estampilla Litografía offset. Colores: Azul suave sepia. Serie: Riquezas nacionales. Temáticas: Geógrafos, Mapas, Sellos Argentina 1937. Formato: Sello. Categoría: Definitivo. Variante: RA abajo hacia arriba en marca de agua, mapa sin lineas. Precios de Venta o Compra de sellos aproximado vistos en internet: Precio mínimo estimado: 0,03 € (euros) Precio máximo estimado: 8 € (euros) Datos actualizados julio, 2023 Mapa Argentina - sin fronteras 1937 Comienza tu aventura filatélica hoy mismo: Agrega sellos postales a tu colección. Comienza tu colección de sellos postales con el primer sello y descubre un mundo lleno de cultura y entretenimiento. Si buscas un álbum o catálogo de un sello en particular (país, año, idioma), escríbeme y te avisaré cuando esté disponible. A través del enlace "Deja un comentario" ubicado al principio del post, puedes agregar información para este artículo y mejorar nuestro catálogo. También tenemos fichas para sellos en archivos en formato PDF descargables para imprimir (te ahorras el costo del envío, y el tiempo de espera), en papel normal o papel de 200gr de excelente calidad Para mejorar este catálogo, (número de catálogo, colores, dentado etc), puedes agregar información o informar de un error, para este artículo utilizando el enlace "Deja un comentario" ubicado al principio del post, junto a la fecha. Read the full article
2 notes
·
View notes
Text
Roberto Fernández Balbuena - Bodegón del geógrafo (1928)
157 notes
·
View notes
Text
En el año 240 A.C, se dice que el astrónomo, geógrafo, matemático y bibliotecario griego Eratóstenes calculó la circunferencia de la tierra. Más tarde, se descubrió que sus cifras eran increíblemente precisas. El genio griego notó que al mediodía, en el solsticio de verano, el Sol se encontraba directamente encima de Siena o, en la actualidad, Asuán. En ese momento el reloj de sol no proyectaba sombra.
Pero hacia el norte en Alejandría, el sol no se encontraba directamente encima: un reloj de sol proyectaba sombra incluso al mediodía. De esa forma, propuso que la Tierra debía ser redonda. Además, si el sol se encontraba lo suficientemente lejos para registrar rayos paralelos en Siena y Alejandría, uno podía calcular la circunferencia de la Tierra.
Eratóstenes determinó que la sombra en Alejandría era 1/50 de un círculo de 360 grados, luego estimó la distancia entre las dos ubicaciones y multiplicó por 50 para derivar a la circunferencia de la Tierra. Su cifra final fue de 252.000 estadios, o longitud de estadio, que sería entre 39.691 y 45.008 kilómetros. Hoy en día, la cifra aceptada es de alrededor de 40.075 kilómetros, bastante cerca para un astrónomo de la antigüedad sin utilizar herramientas modernas.
23 notes
·
View notes
Text
“De todos los infortunios que afligen a la humanidad el más amargo es que hemos de tener conciencia de mucho y control de nada”
Heródoto
Fue un historiador y geógrafo griego, nacido en la antigua ciudad griega Jonia en Halicarnaso, famoso por su obra “Historia”, considerada una de las fuentes mas importantes de la descripción del mundo antiguo a gran escala y una de las primeras en prosa griega.
Aunque no se conocen muchos detalles de su vida, parece ser provenía de una familia aristocrática de la Asia Menor, lo cual le permitía pagar su educación, pues sus escritos reflejan un profundo aprendizaje en las mejores escuelas de la época.
Sus continuos viajes al parecer por voluntad, también dan pie a pensar que se trataba de un hombre de recursos.
Se cree que sirvió en el ejército de hoplita, pues sus descripciones de dicha batalla son bastante precisas y siempre se cuentan desde el punto de vista de un soldado de infantería.
Dedica buena parte de su obra a relatar la historia del imperio persa, así como de sus costumbres y gobernantes, y de las guerras que enfrentaron con los griegos.
Dedicó gran parte de su vida a efectuar viajes para obtener la información y los materiales que le permitieron escribir una gran obra de valor histórico y literario.
Se le considera padre de la historiografía, y la primera vez que se le cita de esta manera es en el ciceroniano De legibus, un texto de Marco Tulio Cicerón escrito alrededor del año 52 a.C.
Su obra “Historia”, que se describe literalmente como investigaciones, exploraciones, fue escrita probablemente en Turios, una ciudad de la magna Grecia en el Golfo de Tarento a corta distancia de Sibaris.
El conjunto fue dividido en 9 libros por su editor alejandrino del siglo III a.C. uno por cada musa; Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope, y en ellos narra con detalle Las Guerras médicas entre Grecia y Persia a principios de siglo V a.C., con especial énfasis en aspectos curiosos de los pueblos y personajes, al mismo tiempo que describe la historia, etnografía y geografía de su tiempo.
Para sus obras históricas recurrió a fuentes orales y escritas, aludiendo siempre a sus informadores, es decir, citando el origen de la Fuente de la siguiente forma; “Según los persas…”, o “a decir de los griegos” etc.
Sus libros abarcan temas tales como la historia de Creso, acontecimientos en Babilonia y Persia, geografía de Egipto, costumbres y animales de Egipto, costumbres de los Escitas, la conquista de Persia a Libia, y múltiples relatos de batallas de la época.
Al ser “La Historia” la primera obra griega en prosa, no es de extrañar que su estilo sea simple y con vocablos antiguos. Ya Aristóteles definía su estilo de escribir como “ordenado o concatenado”, y al ser muy concreto, rehuía a las abstracciones, fijándose en lugar de ello en datos perceptibles.
Heródoto muere en el año 425 a.C. a la edad de 59 años, tal vez en Turios o Calabria y hay quien señala Pella o Macedonia.
Fuentes: Wikipedia, worldhistory.org, historianationalgeographic.com.es
#grecia clasica#grecia antigua#grecia#herodotus#herodoto#historiadores#citas de reflexion#frases de reflexion#escritores#frases de escritores#frases celebres
24 notes
·
View notes
Text
The Jews of Spain: A History of the Sephardic Experience
"Migration of Jews throughout the Roman diaspora (c. 200 BCE-200 CE) was so widespread that the ancient Greek geographer Strabo reportedly exclaimed, ‘This people has already made its way into every city, and it is not easy to find any place in the habitable world which has not received this nation and in which it has not made its power felt’ (Josephus, Antiquities, XTV, 115)."
La migración de los judíos a lo largo de la diáspora romana (c. 200 a.C.-200 d.C.) fue tan generalizada que, según se informa, el antiguo geógrafo griego Estrabón exclamó: "Este pueblo ya se ha establecido en cada ciudad, y no es fácil encontrar un lugar en el mundo habitable que no haya recibido a esta nación y en el que no haya hecho sentir su poder" (Josefo, Antigüedades, XIV, 115).
"Jewish merchants and travelers followed the expansion of Phoenician and Syrian trading colonies all along the shores of the Mediterranean, certainly including the Iberian peninsula."
Los comerciantes y viajeros judíos siguieron la expansión de las colonias comerciales fenicias y sirias a lo largo de las costas del Mediterráneo, incluyendo ciertamente la península ibérica.
"Jews in the Roman diaspora flourished in some measure because the Empire recognized Judaism as a legal religion (religio licita)."
Los judíos en la diáspora romana prosperaron en cierta medida porque el Imperio reconoció el judaísmo como una religión legal (religio licita).
"Rome also continued to recognize the Jewish cultural ties to their national homeland in Palestine even after the great Jewish revolts there in the first and second centuries."
Roma también continuó reconociendo los lazos culturales judíos con su patria nacional en Palestina incluso después de las grandes revueltas judías en los siglos I y II.
#The Jews of Spain: A History of the Sephardic Experience#Jane S. Gerber#judaísmo#judaism#jewish#judío#antisemitismo#sephardic#sefardí#cultura sefardí#historia sefardí#roma#cultura judía#palestina#revueltas judías#siglo i#siglo ii#comerciantes judíos#diáspora#españa#ispania#hispania#migración judía#sephardic history#judíos
13 notes
·
View notes
Text
CÓMO ERATÓSTENES CALCULÓ LA CIRCUNFERENCIA DE LA TIERRA" El 19 de junio en el año 240 a.C., se dice que el astrónomo, geógrafo, matemático y bibliotecario griego Eratóstenes calculó la circunferencia de la tierra. Más tarde, se descubrió que sus cifras eran increíblemente precisas. El genio griego notó que al mediodía, en el solsticio de verano, el Sol se encontraba directamente encima de Siena o, en la actualidad, Asuán. En ese momento el reloj de sol no proyectaba sombra. Pero hacia el norte en Alejandría, el sol no se encontraba directamente encima: un reloj de sol proyectaba sombra incluso al mediodía. De esa forma, propuso que la Tierra debía ser redonda. Además, si el sol se encontraba lo suficientemente lejos para registrar rayos paralelos en Siena y Alejandría, uno podía calcular la circunferencia de la Tierra. Eratóstenes determinó que la sombra en Alejandría era 1/50 de un círculo de 360 grados, luego estimó la distancia entre las dos ubicaciones y multiplicó por 50 para derivar a la circunferencia de la Tierra. Su cifra final fue de 250.000 estadios, o longitud de estadio, que sería 40.000 kilómetros. Hoy en día, la cifra aceptada es de alrededor de 40.075 kilómetros, bastante cerca para un astrónomo de la antigüedad sin utilizar herramientas modernas.
9 notes
·
View notes
Text
Marx, el comunismo y el decrecimiento
Por Daniel Tanuro, Jean-Marie Harribey
Fuentes: Viento sur
A propósito del nuevo libro de Kohei Saito ¡Menos! El decrecimiento es una filosofía
Daniel Tanuro
El libro es excelente y particularmente útil en cuatro cuestiones: la naturaleza de clase, fundamentalmente destructiva, de las fuerzas productivas capitalistas; la superioridad social y ecológica de las (llamadas) sociedades primitivas, sin clases; el debate sobre naturaleza y cultura con Bruno Latour y Jason Moore; en fin, el gran error de los aceleracionistas que se apoyan en Marx para negar la imperiosa necesidad de un decrecimiento. Estos cuatro aspectos tienen una gran importancia política hoy, no sólo para las y los marxistas preocupados por estar a la altura del desafío ecosocial planteado por la crisis sistémica del capitalismo, sino también para las y los activistas ecológicos. Este libro tiene las mismas cualidades que el precedente: erudito, bien construído y sutil y clarificador en la presentación de la evolución intelectual de Marx después de 1868. Por desgracia, tiene el mismo defecto: da por sentado lo que sólo es una hipótesis. Una vez más, Saito exagera al querer encontrar en Marx la perfecta anticipación teórica de los combates de hoy 1.
Al comienzo fue la “fractura metabólica”.
La primera parte de Marx en el Antropoceno profundiza en la exploración del concepto marxista de fractura metabólica 2. Saito sigue aquí la estela de John B. Foster y de Paul Burkett, que habían mostrado la inmensa importancia de esta noción 3 Saito enriquece el análisis al resaltar tres manifestaciones del fenómeno –perturbación de los procesos naturales, falla espacial, hiato entre las temporalidades de la naturaleza y del capital– a las que corresponden tres estrategias capitalistas de elusión –las pseudosoluciones tecnológicas, la deslocalización de las catástrofes a los países dominados y el aplazamiento de sus consecuencias a las futuras generaciones (p. 29 y ss.).
El capítulo 1 se ocupa en particular de la contribución al debate del marxista húngaro István Mészáros, que Saito considera decisivo en la reapropiación del concepto de metabolismo a finales del siglo XX. El capítulo 2 se centra en la responsabilidad de Engels al editar los Libros II y III del Capital, difundiendo una definición truncada de la fractura metabólica, sensiblemente distinta de la de Marx. Para Saito, este cambio, lejos de ser fortuito, traduciría una divergencia entre la visión ecológica de Engels –limitada al temor a las “revanchas de la naturaleza”– y la de Marx –centrada en la necesaria “gestión racional del metabolismo” por medio de la reducción del tiempo de trabajo. El capítulo 3, al tiempo que recuerda las ambigüedades de György Lukács, rinde homenaje a su visión del desarrollo histórico del metabolismo humano-naturaleza, como continuidad y a la vez como ruptura. Para Saito, esta dialéctica, inspirada en Hegel (“identidad entre la identidad y la no-identidad”) es indispensable para diferenciarse tanto del dualismo cartesiano –que exagera la discontinuidad entre naturaleza y sociedad– como del constructivismo social –que exagera la continuidad (la identidad) entre estos dos polos y por eso no puede “mostrar el carácter único de la forma capitalista de organizar el metabolismo humano con el entorno” (p. 91).
Dualismo, constructivismo y dialéctica
La segunda parte de la obra dirige una mirada muy (¿demasiado?) crítica sobre otras ecologías de inspiración marxista. Saito se desmarca de David Harvey, al que achaca una “sorprendente reacción negativa ante el giro ecológico en el marxismo”. De hecho, Marx en el Antropoceno incluye algunas citas sorprendentes del geógrafo estadounidense: Harvey parece convencido de “la capacidad del capital para transformar todo límite natural en barrera superable”; confiesa que “hablar de los límites y de la rareza ecológica (…) (le) pone tan nervioso políticamente como desconfiado teóricamente”; “las políticas socialistas basadas en la idea de una catástrofe ambiental inminente” serían para él “un signo de debilidad”. Neil Smith, geógrafo como Harvey, “mostraría la misma vacilación ante el ambientalismo”, que califica de “apocalipsismo”. Smith es conocido por su teoría de “la producción social de naturaleza”. Saito la rechaza ya que considera que incita a negar la existencia de la naturaleza como entidad autónoma, independiente de los humanos: lo deduce de la afirmación de Smith de que “la naturaleza no es nada si no es social” (p. 111). En general, Saito ataca las concepciones constructivistas planteando que “la naturaleza es una presunción objetiva de la producción”. No hay duda alguna de que esta visión era también la de Marx. El hecho incontestable de que la humanidad forma parte de la naturaleza no significa ni que todo lo que hace esté dictado por su naturaleza, ni que todo lo que la naturaleza hace esté construido por la sociedad.
Destrucción ecológica: ¿los “actores” o el beneficio?
En el marco de esta polémica, el autor dedica algunas páginas muy duras a Jason Moore. Admite que la noción de Capitaloceno “supone un avance respecto al concepto de producción social de naturaleza”, porque pone el acento en las interacciones humanidad/entorno. Pero reprocha a Moore agrupar a humanos y no humanos como actores que trabajan en red para producir un conjunto intrincado, “híbrido” según Bruno Latour. Es un tema importante. En efecto, Moore considera que distinguir una fractura metabólica dentro del conjunto-red es un contrasentido, el producto de una visión dualista. Ahora bien, la noción de metabolismo designa la manera como órganos distintos de un mismo organismo contribuyen específicamente al funcionamiento del todo. Es lo contrario del dualismo (como también del monismo) y se vuelve a la fórmula de Hegel: hay “identidad de la identidad y de la no-identidad”. Marx en el Anthropoceno ataca también las tesis de Moore por otro ángulo: el del trabajo. Para Moore, el capitalismo se mueve por la obsesión de la “Cheap Nature” (naturaleza barata), que según él engloba la fuerza de trabajo, la energía, los bienes alimentarios y las materias primas. Moore se reclama de Marx, pero está claro que su Cheap naturez escamotea el papel exclusivo del trabajo abstracto en la creación de plusvalor, así como el papel clave de la carrera por el plusvalor en la destrucción ecológica. Pero el valor no es un actor híbrido entre otros. Como dice Saito,es “puramente social” y por medio de él el capitalismo “domina los procesos metabólicos de la naturaleza” (pp. 121-122).
Está claro que la carrera por el beneficio agudiza la fractura metabólica, al exigir cada vez más energía, fuerza de trabajo, productos agrícolas y materias primas baratas. Evidentemente, de todos los recursos naturales que el capital transforma en mercancías, la fuerza de trabajo antrópica es la única capaz de crear un indice tan puramente antrópico como el valor abstracto. Como dice Saito: “precisamente porque la naturaleza existe independiente y previa a todas las categorías sociales, y sigue manteniendo su no-identidad con la lógica del valor, la maximización del beneficio produce una serie de discordancias en el seno del metabolismo natural”. Por consiguiente, la fractura no es una metáfora, como pretende Moore. “Existe efectivamente una fractura entre el metabolismo social de las mercancías y de la moneda, y el metabolismo universal de la naturaleza” (ibid). “No por dualismo cartesiano, Marx describía de manera dualista la fractura entre el metabolismo social y el metabolismo natural –así como la fractura entre el trabajo productivo y el trabajo improductivo. Lo hizo de forma consciente, porque las relaciones únicamente sociales del capitalismo ejercen un poder extranatural (alien power) en la realidad; un análisis crítico de esta potencia social requiere inevitablemente separar lo social y lo natural en tanto que ámbitos de investigación independientes y analizar después su encaje.” (p. 123)
Incomparable. No hay ninguna duda, una vez más, de que ésta era para Marx la visión del encaje de lo social en lo ambiental.
Aceleracionismo vs. anti-productivismo
El capítulo 5 polemiza con otra variedad de marxistas: los “aceleracionistas de izquierda”. Según estos autores, los desafíos ecológicos sólo pueden ser resueltos multiplicando el desarrollo tecnológico, la automación, etc. Esta estrategia, en su opinión, es conforme al proyecto marxiano: hay que derribar los obstáculos capitalistas al crecimiento de las fuerzas productivas para posibilitar una sociedad de la abundancia. Esta parte del libro es muy interesante porque clarifica la ruptura con el productivismo y el prometeísmo de los años de juventud. La ruptura no es probablemente tan neta como lo pretende Saito 4, pero hubo sin duda un giro. En El Manifiesto comunista, Marx y Engels explicaban que el proletariado debía “tomar el poder para arrancar poco a poco todo el capital a la burguesía, centralizar todos los medios de producción en manos del Estado y aumentar lo más rápido posible la cantidad de fuerzas productivas” 5. Llama la atención que la perspectiva de este texto es muy estatalista y que considera las fuerzas productivas como socialmente neutras; forman un conjunto de cosas que debe cambiar de manos (debe ser “arrancado poco a poco a la burguesía”) para crecer de forma cuantitativa.
Por tanto ¿tienen razón por tanto los aceleracionistas al apoyarse en Marx? No, porque Marx abandonó la concepción expuesta en el Manifiesto. Kohei Saito llama la atención sobre el hecho de que El Capital, su gran obra, ya no trata de las “fuerzas productivas” en general (ahistóricas), sino de fuerzas productivas históricamente determinadas: las fuerzas productivas capitalistas. El largo capítulo XII del Tomo I, Vol. 2 (“Maquinismo y gran industria”) desglosa los efectos destructivos de dichas fuerzas, tanto en el plano social como en el ambiental. Se podría añadir: no es fortuito que este capítulo acabe precisamente con la siguiente frase, digna de un manifiesto ecosocialista moderno: “La producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la combinación del proceso de producción social agotando al mismo tiempo las dos fuentes de las que nace toda riqueza: la tierray el trabajador”. Ya no se trata de neutralidad de las tecnologías. El capital ya no es entendido como una cosa, sino como una relación social de explotación y de destrucción, que debe ser destruido (“negación de la negación”). Señalemos que Marx, después de la Commune de Paris, precisará que romper con el productivismo requiere también romper con el estatalismo.
Es sorprendente que Kohei Saito no recuerde la frase citada del Manifiesto, donde se exhorta al proletariado a tomar el poder para “aumentar lo más rápido posible la cantidad de fuerzas productivas”. Eso habría dado más relieve aún a su demostración del cambio ulterior. Pero poco importa: el hecho es que el giro es real y desemboca en el Libro III de El Capital en una magnífica perspectiva de revolución en permanencia, resueltamente anti-productivista y anti-tecnocrática:
La libertad en este terreno sólo puede consistir en que el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese metabolismo suyo con la naturaleza poniéndolo bajo su control colectivo, en vez de ser dominados por él como por un poder ciego; que lo lleven a cabo con el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su naturaleza humana (El Capital, T. 3, Vol. 8, p. 1044).
La evolución es clara. El paradigma de la emancipación humana ha cambiado: ya no consiste en el crecimiento de las fuerzas productivas sino en la gestión racional de los intercambios con la naturaleza y entre los seres humanos.
Subsunción formal y subsunción real del trabajo.
Las páginas más ricas de Marx en el Antropoceno son, en mi opinión, aquellas en que Saito muestra que el nuevo paradigma marxiano de la emancipación es resultado de un amplio esfuerzo de crítica de las formas sucesivas que el capital ha impuesto al trabajo. Aunque formando parte de los trabajos preparatorios de El Capital, esta crítica no se publicará hasta más tarde (Manuscritos económicos de 1861-1863). Su punto clave es la importante noción de subsunción del trabajo por el capital. Insistimos de paso: la subsunción es más que la sumisión: subsumir implica integrar lo que está sometido a quien lo somete. El capital subsume al trabajo asalariado puesto que integra la fuerza de trabajo como capital variable. Pero, para Marx, hay subsunción y subsunción: el paso de la manufactura al maquinismo y a la gran industria implica el paso de la “subsunción formal” a la “subsunción real”. La primera significa simplemente que el capital toma el control del proceso de trabajo que existía antes, sin aportar cambio ni en su organización ni en su carácter tecnológico. La segunda se instala a partir del momento en que el capital revoluciona completamente y sin parar el proceso de producción –no sólo en el plano tecnológico sino también en el plano de la cooperación–, es decir, de las relaciones productivas entre trabajadores y entre trabajadores y capitalistas. Se crea así un modo de producción específico, sin precedente, por entero adaptado a los imperativos de la acumulación del capital. Un modo en el cual, al contrario que en el precedente, “el mando del capitalista se vuelve indispensable para la realización del propio proceso de trabajo”. (p. 148).
Saito no es el primero en apuntar el carácter de clase de las tecnologías. Daniel Bensaïd destacaba la necesidad de que “las propias fuerzas productivas sean sometidas a un examen crítico” 6. Michaël Löwy defiende que no basta con destruir el aparato de Estado burgués –también el aparato productivo capitalista debe ser desmantelado 7. Pero hay que agradecer a Saito ceñirse lo más posible al texto de Marx para resumir las implicaciones en cascada de la subsunción real del trabajo: “aumenta considerablemente la dependencia de los trabajadores respecto del capital”; “las condiciones objetivas para que los trabajadores realicen sus capacidades les aparecen cada vez más como un poder extranjero, independiente”; “por el hecho de que el capital en tanto que trabajo objetivado –medios de producción– emplea trabajo vivo, la relación del sujeto y del objeto se invierte en el proceso de trabajo”; “al estar el trabajo encarnado en el capital, el papel del trabajador se reduce al de simple portador de la cosa reificada –los medios de preservar y valorizar el capital al lado de las máquinas– mientras que la cosa reificada adquiere la apariencia de la subjetividad, poder extranjero que controla el comportamiento y la voluntad de la persona”; “siendo el aumento de las fuerzas productivas posible sólo a iniciativa del capital y bajo su responsabilidad, las nuevas fuerzas productivas del trabajo social no aparecen como las fuerzas productivas de los mismos trabajadores,sino como las fuerzas productivas del capital”; “el trabajo vivo se convierte (así) en un poder del capital, cualquier desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo es un desarrollo de las fuerzas productivas del capital”. Se imponen dos conclusiones no productivistas y no tecnocráticas: 1°) “el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo no hace sino aumentar el poder exterior del capital,despojando a los trabajadores de sus competencias subjetivas, de su saber y de su visión, no abre automáticamente la posibilidad de un futuro radiante”; 2°) el concepto marxiano de fuerzas productivas es más amplio que el de fuerzas productivas capitalistas –incluye capacidades humanas tales como las competencias, la autonomía, la libertad y la independencia y por tanto es a la vez cuantitativo y cualitativo” (p. 149-150).
¿Qué materialismo histórico? ¿Qué abundancia?
Estos desarrollos llevan a Kohei Saito a preguntarse por el materialismo histórico. Es sabido que el Prefacio a la Crítica de la Economía Política contiene el único resumen que hizo Marx de su teoría. Dice:
En un determinado estadio de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo seno se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en obstáculos. Entonces se abre un período de revolución social 8.
Parece claro que Marx no podía adherirse literalmente a esta formulación –y aún menos a la del Manifiesto sobre el aumento cuantitativo de las fuerzas productivas– desde el momento en que su análisis le llevaba a concluir que el desarrollo de dichas fuerzas refuerza el dominio del capital y mutila la iniciativa de aquellos a quienes explota. Como dice Saito:
No se puede asumir que una revolución socialista pueda simplemente reemplazar las relaciones de producción por otras, una vez alcanzado un cierto nivel de fuerzas productivas. Puesto que las fuerzas productivas del capital engendradas por la subsunción real son materializadas y cristalizadas en el modo capitalista de producción, desaparecerían al mismo tiempo que el modo de producción.
Transferir la propiedad del capital al Estado no cambiaría el problema: al no cambiar las fuerzas productivas, 1°) las tareas de concepción deberían ser aseguradas por una “clase burocrática”, 2°) continuaría la destrucción ecológica. El autor concluye que “la subsunción real plantea un problema difícil de gestión socialista libre. La visión tradicional del materialismo histórico, sintetizada en el Prefacio, no da ninguna pista de solución” y “Marx no ha aportado una respuesta definitiva a estas cuestiones, ni siquiera en El Capital, de manera que debemos ir más allá.” (pp. 157-158).
“Ir más allá” es lo que se propone en la tercera parte de su obra, y lo que suscita más polémica. La cuestión de partida es sencilla: si la emancipación no pasa por el libre crecimiento de las fuerzas productivas, lo que Daniel Bensaid denominaba el “comodín de la abundancia” (op. cit.), ¿por dónde podría pasar? Por “la reducción de escala y la desaceleración de la producción”, responde Saito (p. 166). Para el autor, en resumen, la abundancia debe entenderse no como plétora de bienes materiales privados –según el modelo consumista y a la vez excluyente de la acumulación de mercancías accesibles únicamente para la demanda solvente– sino como profusion de riquezas sociales y naturales comunes. Sin ello, “la opción restante es el control burocrático de la producción social, que ocasionó el fracaso de la vía soviética” (p. 166).
Decrecimiento, economía estacionaria y transición
Marx en el Antropoceno aboga por tanto por un “comunismo decrecentista”, profundamente igualitario, centrado en la satisfacción de las necesidades reales. Según Saito, éste era el comunismo de las llamadas comunidades arcaicas, algunos de cuyos rasgos han subsistido mucho tiempo bajo formas más o menos degradadas en sistemas agrarios basados en la propiedad colectiva de la tierra, sobre todo en Rusia. Para el Marx de madurez, se trataba de mucho más que de supervivencias del pasado: estas comunidades muestran que después de haber “expropiado a los expropiadores”, la sociedad, para abolir toda dominación, deberá progresar hacia una forma más elevada de la comunidad arcaica. Me adhiero plenamente a esta perspectiva, pero con una precisión: Saito fuerza demasiado las cosas al pretender que “14 años de estudio serio de las ciencias naturales y de las sociedades precapitalistas” habrían llevado a Marx en 1881 a avanzar “su idea del comunismo decrecentista” (p. 242).Esta afirmación es excesiva. Tomada literalmente, no se basa en ningún documento conocido. Por ello, para, a pesar de todo, darle una pizca de plausibilidad (y aun en este caso:¡a condición de formularla como hipótesis, no como certidumbre!) Saito se ve obligado a recurrir a una sucesión de amalgamas: tiene que hacer como si la crítica radical de la acumulación capitalista por Marx fuese lo mismo que la economía estacionaria, como si las comunidades arcaicas fuesen estacionarias y como si la economía estacionaria fuese lo mismo que el decrecimiento. Hay mucho si, pasa por alto diferencias esenciales… y no nos hace avanzar en el debate sobre los retos del decrecimiento en el sentido en que se discute hoy entre anticapitalistas, es decir, en el sentido literal de la reducción de la producción impuesta objetivamente por el cambio climático. Veámoslo más de cerca.
Dejemos de lado el PIB y consideremos únicamente la producción material: una sociedad post-capitalista en un país muy pobre rompería con el crecimiento capitalista pero debería aumentar la producción durante un cierto período para poder responder a la enorme masa de necesidades reales insatisfechas; una economía estacionaria utilizaría cada año la misma cantidad de recursos naturales para producir la misma cantidad de valores de uso con las mismas fuerzas productivas; en cuanto a una economía decreciente, reduciría las extracciones y la producción. Poniendo un signo de igualdad entre estas dos formas, Kohei Saito mantiene una lamentable confusión. “Debería quedar claro ahora, escribe, que el socialismo promueve una transición social hacia una economía de decrecimiento” (p.242). Está muy mal formulado, porque el decrecimiento no es un proyecto de sociedad, sino justo una condición que pesa sobre la transición. Una “economía de decrecimiento”, como tal, no quiere decir nada. Algunas producciones deberían crecer y otras disminuir en el seno de una asignación global decreciente. Para ceñirse al diagnóstico científico sobre el cambio climático, hay que decir más o menos esto: planificar democráticamente un decrecimiento justo es el único medio de transitar racionalmente hacia el ecosocialismo. Dado que debe ser construído un nuevo sistema energético 100% renovable con la energía del sistema actual (que es en un 80% fósil, fuente por tanto de CO2), sólo caben en términos generales dos estrategias posibles para suprimir las emisiones: o reducir radicalmente el consumo final de energía (lo que implica producir y transportar globalmente menos) adoptando medidas anticapitalistas fuertes (contra el 10%, y sobre todo el 1% más rico); o apostar por la compensación carbono y el despliegue masivo en el futuro de hipotéticas tecnologías de captura-almacenamiento de carbono, de captura-utilización o de geoingeniería, esto es, por soluciones de aprendices de brujos que implican aún más desposesiones, desigualdades sociales y destrucciones ecológicas. Proponemos la expresión decrecimiento justocomo eje estratégico de los marxistas antiproductivistas de hoy. Hacer del decrecimiento un sinónimo de la economía estacionaria no es una opción porque equivale a reduci rel volumen de la alarma de incendio.
La comuna rural rusa, la revolución y la ecología
La perspectiva de un decrecimiento justo debe mucho al enorme trabajo pionero de Marx, pero no tiene sentido afirmar que él fue su creador, porque Marx nunca abogó explícitamente por una disminución neta de la producción. Para convertirlo en padre del ”comunismo decreciente”, Saito se basa casi exclusivamente en un texto famoso y de una importancia excepcional: la carta a Vera Zasulich 9. En 1881, la populista rusa había pedido a Marx, por correo, su opinión sobre la posibilidad de apoyarse en Rusia en la comuna campesina para construir directamente el socialismo sin pasar por el capitalismo. La traducción rusa de El Capital había desencadenado un debate sobre esta cuestión entre los opositores al zarismo. Marx redactó tres borradores de respuesta. Éstos confirman su ruptura profunda con la visión lineal del desarrollo histórico y, por tanto, también con la idea de que los países capitalistas más avanzados serían los más cercanos al socialismo. Al respecto, la última frase es clara como agua cristalina:
Si la revolución se hace en tiempo oportuno, si concentra todas sus fuerzas para asegurar el libre desarrollo de la comuna rural, ésta evolucionará pronto como un elemento regenerador de la sociedad rusa y como elemento de superioridad sobre los países subyugados por el régimen capitalista.
Para Saito, este texto significa que la degradación capitalista del entorno había conducido a Marx, después de 1868, a “abandonar su esquema de materialismo histórico anterior. No fue una tarea cómoda para él”, dice. “Su visión del mundo estaba en crisis. En este sentido, (sus) investigaciones intensivas de sus últimos años (sobre las ciencias naturales y sobre las sociedades precapitalistas, D.T.) eran un intento desesperado de reconsiderar y de reformular su concepción materialista de la historia a partir de una perspectiva enteramente nueva, derivada de una concepción radicalmente nueva de la sociedad alternativa” (p. 173). “Catorce años de investigaciones” habían llevado a Marx “a concluir que la sostenibilidad y la igualdad basadas en una economía estacionaria son la fuente de la capacidad (power) de resistencia al capitalismo”. Habría comprendido por tanto “la oportunidad de formular una nueva forma de regulación racional del metabolismo humano con la naturaleza en Europa occidental y en EstadosUnidos”: “la economía estacionaria y circular sin crecimiento económico, que antes había rechazado como estabilidad regresiva de las sociedades primitivas sin historia” (pp. 206-207).
¿Qué pensar de esta reconstrucción del itinerario del pensamiento marxista con salsa ecologista? La narrativa puede gustar mucho en algunos medios, es evidente. Pero, ¿por qué esperó Marx hasta 1881 para expresarse sobre esta cuestión clave? ¿Por qué lo hizo solamente a través de una carta? ¿Por qué esta carta requirió tres borradores sucesivos? Si de verdad había comenzado Marx a “revisar su esquema teórico en 1860 como consecuencia de la degradación ecológica” (p.204), y si de verdad el concepto de fractura metabólica había servido de “mediación» en sus esfuerzos de ruptura con el eurocentrismo y el productivismo” (p. 200), ¿cómo explicar que la superioridad ecológica de la comuna rural sólo se cite una vez en la respuesta a Zasulich? Last but not least: aunque no se puede excluir que la última frase de esta respuesta proyecte la visión de una economía post-capitalista estacionaria para Europa occidental y EstadosUnidos, no era el caso de Rusia; Marx insistía mucho en el hecho de que sólo beneficiándose del nivel de desarrollo de los países capitalistas desarrollados podría el socialismo en Rusia “asegurar el libre desarrollo de la comuna rural”. Al final, la intervención de Marx en el debate ruso parece desprenderse mucho más de su admiración por la superioridad de las relaciones sociales en las sociedades “arcaicas” 10 y de su compromiso militante en la internacionalización de la revolución que de la centralidad de la crisis ecológica y de la idea del “comunismo decrecentista”.
“Ofrecer algo positivo”
La afirmación categórica de que Marx habría inventado ese “comunismo decrecentista” para reparar la “fractura metabólica” es tan excesiva que habría que preguntarse por qué Kohei Saito la formula como conclusión de una obra que tiene cosas tan excelentes. La respuesta se da en las primeras páginas del capítulo 6. Ante la urgencia ecológica, el autor plantea la necesidad de una respuesta anticapitalista, considera que las interpretaciones productivistas del marxismo son “insostenibles”, constata que el materialismo histórico es “impopular hoy día” entre los ambientalistas y piensa que es una lástima (a pity), porque éstos tienen “un interés común en criticar el insaciable deseo de acumulación del capital, aunque sea a partir de puntos de vista diferentes” (p. 172). Para Saito, los trabajos que muestran que Marx se apartó de las concepciones lineales del progreso histórico, o que se interesó por la ecología, “no bastan para demostrar a los no marxistas que deben prestar atención hoy al interés de Marx por la ecología. Hay que “tener en cuenta tanto los problemas del eurocentrismo como del productivismo para que se vuelva convincente una interpretación completamente nueva del Marx de la madurez” (p. 199). “Los investigadores deben ofrecer sobre esto algo positivo”, “elaborar sobre su visión positiva de la sociedad post-capitalista” (p. 173). ¿Se trata por tanto de ofrecer de manera convincente esta interpretación “completamente nueva”, describiendo a un Marx que funda sucesivamente, y con algunos años de distancia, el “ecosocialismo” y después el “comunismo del decrecimiento”? Me parece más cercano a la verdad, y por tanto más convincente, considerar que Marx no era ni ecosocialista ni decrecentista, en el sentido contemporáneo de estos términos. Esto no quita nada al hecho de que su penetrante crítica del productivismo capitalista y su concepto de “fractura metabólica” son decisivos para comprender la urgente necesidad actual de un “decrecimiento justo”.
Querer hacer entrar a la fuerza el decrecimiento en el pensamiento de Marx resulta anacrónico. Además, tampoco es necesario. Ciertamente, no se puede defender el decrecimiento justo y mantener en paralelo la versión productivista cuantitativista del materialismo histórico. Por contra, el decrecimiento justo se integra sin dificultad en un materialismo histórico que considera las fuerzas productivas en sus dimensiones cuantitativas y cualitativas. En cualquier caso, no necesitamos el aval de Marx ni para admitir la necesidad de un decrecimiento justo, ni más en general para ampliar y profundizar su “crítica inacabada de la economía política”.
El problema de la apología
Hay que preguntarse por la utilidad de una crítica de las exageraciones de Saito. Se puede decir: lo esencial es que “(este) libro proporciona un alimento útil a los socialistas y a las y los activistas ambientales, independientemente de las opiniones (o del interés mismo de tener una opinión) sobre la cuestión de si Marx era de verdad un comunista decreciente o no” 11. Esto es lo esencial, en efecto, y hay que repetirlo: Marx en el Antropoceno es una obra excelente, sobre todo porque sus desarrollos sobre los cuatro puntos mencionados en la introducción de este artículo son de gran actualidad e importancia. Sin embargo, no hay que subestimar el debate sobre lo que Marx dijo o no porque se refiere a la metodología a emplear en la elaboración de las herramientas intelectuales necesarias para la lucha ecosocialista. Pero esta cuestión concierne también a las y los activistas no marxistas.
El método de Kohei Saito tiene un defecto: es apologético. Este rasgo ya era perceptible en El ecosocialismo de Marx: aunque el subtítulo de la obra señalaba la “crítica inacabada de la economía política”, el autor dedicaba paradójicamente todo un capítulo a hacer como si Marx, después de El Capital, hubiera desarrollado un proyecto ecosocialista completo. Marx en el Antropoceno sigue el mismo camino, pero de manera aún más clara. Tomadas en conjunto, las dos obras dan la impresión de que Marx, en los años 1870, habría acabado por considerar la perturbación del metabolismo humanidad-naturaleza como la contradicción central del capitalismo, que primero habría deducido un proyecto de crecimiento ecosocialista de las fuerzas productivas, que después habría abandonado, hacia 1880-81, para trazar una nueva vía: el “comunismo decrecentista”. He intentado mostrar que esta narración es muy cuestionable.
Uno de los problemas de la apología es sobreestimar mucho la importancia de los textos. Por ejemplo, Saito da una importancia desproporcionada a la modificación por Engels del pasaje de El Capital, Libro III, donde Marx habla de la “fractura metabólica”. La dominación de las interpretaciones productivistas del materialismo histórica durante el siglo XX no se explica sobre todo por esta modificación: deriva principalmente del reformismo de las grandes organizaciones y de la subsunción de proletariado por el capital. Luchar contra esta situación, articular las resistencias sociales para poner en crisis la ideología del progreso en el seno mismo del mundo del trabajo es hoy día la principal tarea estratégica de los ecosocialistas. Las respuestas hay que buscarlas en las luchas y en el análisis de las luchas, más que en los blocs de notas de Marx.
Y lo que es más fundamental, la apología tiende a flirtear con el dogmatismo. “Marx lo dijo” se convierte fácilmente en el mantra que impide ver y pensar como marxista sobre lo que Marx no dijo. Porque, evidentemente, no dijo todo. Si hay alguna lección metodológica a sacar de su monumental obra es que la crítica es fértil y el dogma es estéril. La capacidad del ecosocialismo para responder a los formidables desafíos de la catástrofe ecológica capitalista dependerá no sólo de su fidelidad sino también de su creatividad y su capacidad de romper, incluso con sus propias ideas anteriores, como hizo Marx cuando era necesario. No se trata sólo de pulir cuidadosamente la ecología de Marx, sino también y sobre todo de desarrollarla y radicalizarla.
Publicado en Actuel Marx, 2024 número 76. Reproducido con autorización del autor.. Traducción: viento sur
De la ecología a las luchas sociales y a la revolución: sobre el nuevo libro de Daniel Tanuro
El ingeniero agrónomo Daniel Tanuro, militante ecosocialista y miembro de la IVe Internacional, ha publicado este año Ecologie, luttes sociales et révolution (París, La Dispute, 2024). Es un libro de entrevistas realizadas por Alexis Cukier y Marine Garrisi, y prologado por Timothée Parrique. Autor ya de otros libros 12, Daniel Tanuro propone en éste una bien recibida síntesis sobre el estado de los conocimientos en materia de degradación ecológica, sobre todo en relación con el calentamiento climático, y también sobre la acción a llevar a cabo para superar el modelo de crecimiento capitalista que está en el origen de las múltiples crisis, o como indica el autor: lo que se sabe, lo que se puede hacer.
Lo que se sabe y explica Daniel Tanuro
Tanto los informes del IPCC sobre el clima como los del IPBES sobre la biodiversidad y los daños ecosistémicos no dejan lugar a dudas: vamos hacia la catástrofe, o según Daniel Tanuro al “cataclismo” (p. 25). El diagnóstico es indiscutible si “se considera simultáneamente nueve elementos interdependientes: la biodiversidad, la acidez de los océanos, la concentración atmosférica en partículas, la aparición de nuevas entidades químicas, los cambios de ocupación de los suelos, el estado de la capa de ozono estratosférico, los ciclos del carbono, nitrógenoy fósforo así como del agua” (p. 26) 13. De esta forma pueden definirse “zonas fronterizas” (p. 27) que no se deben traspasar.
En la discusión que opone a algunos expertos, ecomarxistas o no, sobre los orígenes del cambio de era provocado por las actividades humanas, Daniel Tanuro es tajante: para designar un cambio de era geológica, “hay que aplicar los criterios de los geólogos (…) que proporcionan una base sólida para situar el comienzo del Antropoceno después de la Segunda Guerra Mundial” (p. 30): nivel de los océanos, declive brutal de la biodiversidad, nuevas entidades químicas en las rocas. Aunque haya premisas antes de 1950, para el autor se trata de designar la “gran aceleración” producida después de esa fecha (p. 31). En esta cuestión Daniel Tanuro se aleja de otros teóricos marxistas con tendencia a preferir el concepto de capitaloceno al de antropoceno. Pero la distancia no es muy grande porque como Daniel Tanuro precisa: “el cambio ocurre en los años 1950 como resultado de un siglo y medio de acumulación capitalista” (p. 32, énfasis mío): “Hay que oponerse a los intentos de utilizar el Antropoceno contra la historia, como dice con toda razón Andreas Malm. Estos intentos escamotean los determinantes sociales, los disuelven en las leyes de la natualeza. Se borra así la historia, en particular el capitalismo, el colonialismoy el patriarcado.” (p. 33)
En cambio, Daniel Tanuro se separa claramente de Jason Moore, que se inserta en la corriente de Bruno Latour, recusando toda especificidad a la humanidad con respecto a la naturaleza y quitando toda significación al capitalismo (p. 34) 14.
Siguen varias páginas muy interesantes sobre la metodología utilizada para elaborar los informes en el seno del IPCC, cuyo contenido está mediatizado por la síntesis de intenciones de los responsables. Esto es siempre el fruto de un compromiso: por ejemplo, en el VIº informe de 2023, se pusieron en el mismo plano las energías renovables, las fósiles con captura-almacenamiento de carbono y las tecnologías para retirar carbono de la atmósfera (p. 40). ¿Dónde está el problema? Daniel Tanuro explica que el “cero emisiones netas” para responder a los objetivos del Acuerdo de París sería compatible, en el espíritu de los defensores de las energías fósiles, con continuar su utilización gracias a los progresos técnicos (p. 41).
Así se perfila el proyecto del autor: “El consenso pro-crecimiento y pro-capitalismo verde ya no es lo que era.” (p. 44). El crecimiento capitalista ya no es posible porque “esta producción requiere más energías fósiles, y por tanto más emisiones, que hay que reducir satisfaciendo las necesidades básicas, en la justicia social.” (p. 45) El autor da forma a la convergencia entre marxistas et decrecentistas, en favor de la cual argumenta también su prologuista Timothée Parrique 15.
Esta primera parte dedicada a los conocimientos sobre la situación ecológica permite a Daniel Tanuro mostrar la importancia de los saberes populares, porque los saberes científicos pueden estar impregnados de ideología. Por ejemplo, el destino de la Isla de Pascua está siendo hoy reconsiderado. La tesis de Diamond del ecocidio, que sería “el resultado combinado de la sobrepoblación y de la locura de grandeza de jefes tiránicos y crueles” (p. 48), resulta ser falsa: la desaparición del bosque se debió a las ratas llegadas con los polinesios. Daniel Tanuro deduce de ello que el modo de producción capitalista impide que “el trabajo social constituya una mediación simple, transparente entre la colectividad humana y el resto de la naturaleza. (…) Al apropiarse del trabajo, desmenuzándolo y sometiéndolo a su lógica absurda, el capitalismo desconecta esta inteligencia de su objeto principal” (p. 54).
Lo que se puede hacer y propone Daniel Tanuro
Progresivamente, Daniel Tanuro se coloca en el campo de la epistemología que le llevará a una estrategia anticapitalista:
La critica marxiana de la economía política es absolutamente indispensable para la comprensión de la catástrofe. Todas las corrientes de la ecología política coinciden en decir que esta catástrofe es el resultado del crecimiento, de la acumulación. Es exacto. ¿Pero de dónde viene el crecimiento? That’s the question. Para Bruno Latour y sus partidarios, el crecimiento deriva de que los modernos, a partir de la Ilustración, han creado un dualismo entre naturaleza y cultura. Sobre esta base, dicen, la sociedad ha creído poder crecer sin límites y reemplazar a este mundo por otro, como si fuera posible el paraíso en la tierra. Para Latour, debemos abandonar esta ilusión, renunciar a que haya un capitalismo que combatir, comprender que todos somos Terrestres. El eje del conflicto político, en su opinión, separa a los NoTerrestres de los Terrestres (…). Al contrario de esta visión idealista –tanto en el sentido filosófico como en el sentido común del término–, Marx, desde la primera sección de El Capital, ofrece una explicación materialista de la naturaleza crecentista”del sistema. El capital no es una cosa sino una relación social de explotación del trabajo asalariado (p. 63-64).
Daniel Tanuro es prudente: “Marx no era un ecosocialista avant la lettre […], pero su análisis del capital permite comprender la destrucción del entorno como un problema social, de origen social y que exige una respuesta social” (p. 65). Es más comedido que Kohei Saito[16], aunque al igual que este último afirma que
la lógica doblemente destructiva sólo puede ser rota sustituyendo la producción de valor abstracto por la producción de valores de uso para satisfacer las necesidades reales y democráticamente determinadas (…). La crítica científica que hizo Marx del modo de producción capitalista evita algunos patinazos reaccionarios, al articular dos niveles encajados entre sí: de una parte, Homo sapiens participa del metabolismo de la naturaleza; de otra, este metabolismo toma formas históricas quo no son naturales sino sociales (p. 65-67).
Un poco más adelante, Daniel Tanuro precisa:
Marx no era decrecentista, como tampoco era ecosocialista. Denunció la acumulación capitalista, evidentemente, pero no defendió la necesidad de producir menos para gestionar racionalmente el metabolismo humanidad/naturaleza. Pero éste es, hoy día, el sentido del decrecimiento: hay que reducir imperativamente la producción material global para detener la catástrofe. Es una obligación ecológica relativamente reciente. El concepto marxiano de fractura metabólica ayuda a comprenderlo, pero es anacrónico querer hacer entrar a la fuerza el decrecimiento en el pensamiento de Marx” (p. 73).
Daniel Tanuro explica por qué el capitalismo verde, el crecimiento verde, el “greenwashing sistémico” (p. 86), la geoingeniería son vías sin salida. Causan como efecto rebote el saqueo neocolonial de los recursos y las rivalidades interimperialistas, en un contexto en el que no se puede excluir un escenario ecofascista, aunque sea improbable a corto plazo.
El autor concede un lugar determinante a las luchas sociales ancladas en la ecología para construir alternativas. De nuevo condena la pretensión latouriana de superar la división izquierda-derecha, que lleva a negar la lucha de clases. Pero tiene cuidado en decir que el mundo del trabajo debe “romper con la estrategia sindical tradicional del reparto de los frutos del crecimiento que encierra las reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras en un marco productivista y tapona toda perspectiva política” (p. 109).
Para armar una buena estrategia con el fin de “apartar al movimiento obrero del productivismo” (p. 115), Daniel Tanuro observa “tres puntos débiles de la dominación capitalista”. “El primero es la incapacidad del capital para resolver, o incluso atenuar, la crisis que él mismo ha creado. Para decirlo sencillamente, el capital va bien, pero el capitalismo va mal.” (p. 113). La segunda es la amplitud de la regresión causada por las políticas neoliberales” (p. 113), cuyo signo es la debilidad de las ganancias de productividad del trabajo a pesar de la revolución técnica. El tercer punto débil es “una crisis de legitimidad extremadamente profunda de los regímenes políticos y del sistema socio-económico” (p. 114). De ello extrae lo que llama un “hilo rojo de una ruptura obrera con el productivismo”: aplicar a todos los sectores de la reproducción social los “cuidados” (p. 117) de las feministas.
Desde el punto de vista antropológico, transhistórico, ¿qué es el trabajo sino una manera de cuidar la vida? En última instancia, el capitalismo es contrario a la naturaleza humana porque sólo cuida el beneficio, desarticula el trabajo para alcanzar sus fines, y desquicia nuestro metabolismo con el resto de la naturaleza (p. 130).
En concreto,
¿cuál es la clave de la situación objetiva? La imposibilidad de detener la catástrofe climática sin disminuir radicalmente el consumo final de energía a nivel global, y por tanto la transformación y el transporte de las materias. Las condiciones de existencia de más de tres mil millones de seres humanos dependen de un decrecimiento justo, es decir, de un decrecimiento capitalista que ataque esencialmente al 1% más rico a nivel planetario (p. 140-141).
Aunque estoy de acuerdo con la consigna de “ralentizar” (p. 141) –que durante mucho tiempo he opuesto a algunos teóricos del decrecimiento para pensar la fase de transición– y también que “la cuestión no es ¿sí o no al decrecimiento?” sino más bien: “El decrecimiento de qué, dónde, por qué, para quién, cómo… y quién decide?”» (p. 141), lo que he resumido con la noción de decrecimiento selectivo, dudo mucho de que limitarlo sólo al 1% más rico sea suficiente. El modo de vida ostentoso, derrochador y depredador afecta a una capa más extensa que ese solo 1%. Sin duda, habrá que cuestionar el modo de vida de al menos la fracción del 10% más rico 16.
El libro de Daniel Tanuro ofrece un panorama completo de los principales temas para pensar más allá del capitalismo y de su corolario, el crecimiento económico. Escrito en un lenguaje sencillo pero preciso, permite clarificar los conceptos que se debaten en el seno de la ecología política y en el seno del ecomarxismo, cuando se piensa en una convergencia entre una y otro. Como escribe al final de su libro: “Ante la amenaza de una nueva inmersión en la barbarie, no tenemos otra opción que la esperanza. No tenemos otra opción que luchar por un programa rojo y verde, un programa que responda a las necesidades fundamentales de las clases populares tendiendo un puente hacia la transformación revolucionaria de la sociedad. La dificultad es enorme, pero no hay otra vía. No hay fatalidad en ver a la catástrofe convertirse en cataclismo.” (p. 154) El mensaje no tiene pues nada de pesimista; es realista.
Artículo publicado originalmente en el blog de Jean-Marie Harribey, “L’économie par terre ou sur terre?”, con fecha del 13/10/2024.
Texto original: Al’Encontre. Traducción: viento sur
Notas:
1. Ver mi artículo en viento sur “¿Era Marx ecosocialista?”
2. “Con la preponderancia incesantemente creciente de la población urbana, acumulada en grandes centros por la producción capitalista, ésta por una parte acumula la fuerza motriz histórica de la sociedad, y por otra perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra, esto es, el retorno al suelo de aquellos elementos constitutivos del mismo que han sido consumidos por el hombre bajo la forma de alimentos y vestimenta, retorno que es condición natural eterna de la fertilidad permanente del suelo” (El Capital, T 1, Vol. 2, p. 611)
3. Leer en particular Paul Burkett, Marx and Nature. A Red and Green Perspective. Palgrave Macmillan, 1999. John Bellamy Foster, Marx’s Ecology. Materialism and Nature, Monthly Review Press, 2000 [La ecología de Marx, El viejo topo, 2000.
4. Ya en La Ideología alemana (1845-46) se puede leer: “llega un estadio en el desarrollo en que nacen fuerzas productivas y medios de circulación (…) que ya no son fuerzas productivas sino fuerzas destructivas (el maquinismoy el dinero)”. Karl Marx y Friedrich Engels, La Ideología alemana, Grijalbo, 1970.
5. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido comunista.
6. Daniel Bensaïd, «Introducción crítica a Introducción al marxismo» de Ernest Mandel, 2e edición, ed. Formación Lesoil, en línea en contretemps.eu
7. Michael Löwy, Ecosocialisme. L’alternative radicale à la catastrophe écologique capitaliste, Mille et une nuits, 2011, p. 39.
8. Marx-Engels, Œuvres choisies, Tomo 1, p. 525
9. Marx y Engels, Œuvres choisies, op. cit. tomo 3, p. 156
10. Una opinión compartida por Engels: cf. en particular su admiración por los zulús frente a los ingleses, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
11. Diana O’Dwyer, “Was Marx a Degrowth Communist”, https://rupture.ie
12. En particular L’impossible capitalisme vert (El imposible capitalismo verde, viento sur y La oveja roja, 2011), Les empêcheurs de penser en rond, La Découverte, 2012; Trop tard pour être pessimistes, Écosocialisme ou effondrement, (¡Demasiado tarde para ser pesimistas!, Sylone y viento sur, 2020).
13. Estos nueve ámbitos han sido definidos por Johan Rockström and Mathias Klum, Big World, Small Planet, Abundance within Planetary Boundaries, Yale University Press, 2015. Retomados por Kate Raworth, La théorie du donut, L’économie de demain en 7 principes, 2017, Paris, J’ai lu, 2021; y “La théorie du donut: une nouvelle économie est possibl”, Oxfam, 7 de diciembre ee 2020. El esquema del dónut define el espacio de sostenibilidad entre el “techo ecológico” y el “suelo social”.
14. Ver mi artículo «La ecología-mundo de Jason Moore desde el punto de vista del valor«
15. Lo mismo en el libro que publicó Timothée Parrique, Ralentir ou périr, L’économie de la décroissance, Paris, Seuil, 2022. Aquí, en su prólogo a Daniel Tanuro “La décroissance comme transition, l’écosocialisme comme destination”, cita en notas la respuesta a la reseña que había hecho de su libro. Aunque el lector no conozca el contenido de estas observaciones, tanto positivas (comenzaba por decir que era un libro que había que leer) como críticas, en particular sobre lo que es el capitalismo y la búsqueda del beneficio, sustituidos por el pretendido “barómetro” del PIB, en lugar de la tasa de ganancia. Al final de mi texto, se puede encontrar el link con la respuesta de T. Parrique. Referenciar convenientemente las fases de une discusión forma parte de su autenticidad y también de su elegancia…
16. Ver un ensayo de formalización de una reducción drástica de las desigualdades de ingreso sen una perspectiva social y ecológica: «Réduction des inégalités pour que les retraites soient soutenables socialement et écologiquement», 28 de enero de 2023.
Fuente: https://vientosur.info/marx-el-comunismo-y-el-decrecimiento/
3 notes
·
View notes
Text
CANARIA
O
TAMARAN
El Legado: Cultura y Patrimonio.
¿Tamaran/Tameran o Canaria?
Uno de los debates más controvertidos en la historia de la isla de Gran Canaria ha sido sobre cuál era el primigenio nombre de la isla, en cómo llamaban los antiguos canarios a la actual isla de Gran Canaria.
Lo cierto es que ninguno de los antiguos cronistas cita a la isla de Tamaran/Tameran, se trata de un registro muy tardío y todo apunta que los antiguos canarios llamaban a su isla Canaria y no Tamaran/Tameran.
CANARIA
En diversos textos de la Antigüedad se hace referencia a unas islas situadas en el extremo occidental del mundo que bien pudieran relacionarse, en muchas de las ocasiones, de forma directa con el Archipiélago Canario. En todo caso, formarían parte de lo que se ha dado en denominar la “geografía mítica”: “la geografía que acompaña al mito y las
fabulaciones o idealizaciones de lugares reales”(según Cruz Andreotti, G., citado por
Martínez, M.; 1997). Sin embargo, será en el sobradamente conocido relato de la expedición del rey Juba II de Mauritania en el último cuarto del siglo I a.C., y del que no se conserva una versión original, sino que sería transmitido posteriormente por Plinio, ya en el siguiente siglo, donde al hablarse de las Islas Afortunadas, por vez primera aparece reflejado el nombre de Canaria. Juntamente se señalan otra serie de topónimos que corresponderían hasta un total de seis islas más. Lo que Plinio recoge en su Naturalis Historia se basa además en la obra del geógrafo Estacio Seboso, lo que le añade mayor interés documental.
Tradicionalmente se ha venido aceptando que tal denominación responde a lo señalado por Plinio: “... se llama Canaria por la cantidad de canes de enorme tamaño, de los cuales se le trajeron dos a Juba; que en ella aparecen vestigios de edificaciones; que, si bien todas abundan en cantidad de frutas y de aves de todas clases, ésta también abunda en palmeras productoras de dátiles y piñas piñoneras; que hay también abundancia de miel y que se cría también el papiro y esturiones [siluros] en los ríos; ...”. No obstante, autores como Celso Martín de Guzmán o José Juan Jiménez González, asevera en el primer caso o plantea la duda el segundo, acerca de la posibilidad de que lo enviado al rey de Mauritania no fueran dos “canes” sino dos “canarios”, error consecuencia de una confusión del autor latino o de algún copista anterior o posterior. En este sentido, G. Marcy recoge que precisamente el nombre de “Canaria” proviene del etnónimo de los indígenas de Gran Canaria, desde la época del referido Juba. A partir de aquí surge la discusión acerca de si tal denominación, Canaria, tiene que ver con el hecho de ser una isla de grandes perros, cuestión esta última que L. Torriani no parece tener muy clara, o por el contrario procede, como se ha dicho, de los “Canarii”, tribu bereber del Atlas que es citada por vez primera por C. Suetonius Paulinus en el año 42 de la Era (Jiménez, J.J.; 1990).
Lo que parece fuera de toda duda es lo
referido por Abreu Galindo cuando afirma que: “Desde que hay noticia destas islas debajo del título de Fortunadas, siempre ha tenido y conservado esta isla el nombre de Canaria, que jamás lo ha perdido, y las otras comarcanas por ella se llaman las Canarias. Quién se lo haya impuesto, y por qué, no se sabe ni hay autor que lo escriba. Diré acerca desto lo que me parece”.
Entra a considerar Abreu a continuación la relación de dicha denominación y la existencia de grandes canes, e incluso de pobladores que los consumieran: “Y más conveniente a razón es que los canarios se llamen deste nombre por Canaria, la tierra en que viven, que no que se haya ella así llamado por los que en ella vivían, que sería pervertir el orden de lo natural; y así es cierto llamarse siempre Canaria, desde el tiempo de Plinio, del cual se colige no haber en estas islas habitación de gente y se llamaba Canaria; y se colige que
no se dijo Canaria por los naturales que comían canes, pues no estaba la isla poblada”.
Aparte de otras disquisiciones, Abreu termina señalando que “En las faldas del monte Atlas, en África, hay unos pueblos que llaman los naturales de aquella región canarios; y podría ser que el primero que esta isla fuese de aquellos pueblos, y a no contemplación de su tierra la llamase Canaria, como al presente, en nuestros días, lo han hecho los descubridores y pobladores de las partes de las Indias.
«La que está a su lado [de Ninguaria] se llama Canaria, por el gran número de canes de enorme tamaño que allí se crían –dos de los cuales se los ofrecieron a Juba» [Fontán et al. 1998: 412].
«La isla de la que fueron sacados se llama Canaria». [Recco (1341) > Boccaccio ca. 1342: 124r].
«[…] e [fui a] otra [isla] que dizen Canaria […]» [Anónimo LC (ca. 1350) > Bonnet 1944: 218].
[…] quod in Canaria et aliis ei adiacentibus insulis, quae Insulae Fortunatae numcupantur, sunt personae utriusque sexus nullam legem tenentes nec aliquam sectam sequentes, sed dumtaxat solem et lunam adorantes […]» [Urbano V (1369), Ad hoc > Rumeu (1986 (1960): 187-188].
N. B. El fragmento dice: «[…] que en Canaria y otras islas adyacentes, llamadas Islas Afortunadas, hay personas de uno y otro sexo que no tienen leyes ni siguen secta alguna, pero hasta ahora adoran al Sol y la Luna […]». Cf. Álvarez Delgado (1945: 12).
«[…] e a otra [isla decían] de Canaria la Grande» [Crónica de Juan II (ca. 1419) > Carriazo 1946: 6].
TAMARAN
Fue en el año 1844, cuando Manuel Osuna Saviñón publica su Resumen de la Geografía física y política y de la historia natural y civil de las Islas Canarias en la capital santacrucera, como parte de la sección recreativa del periódico El propagador de los conocimientos
útiles, no existe referencia escrita del nombre de “Tamarán”, o más exactamente, “Tamerán”, aplicado a la isla de Gran Canaria. Así, Osuna señala en la página 49 de su trabajo, en relación a Juan de Bethencourt, que arribó éste “por vez primera a la tierra de tantas esperanzas: reconoció las costas y los campos que halló bellísimos pues estaban cultivados en gran parte. Los habitantes eran benévolos y afables, como los ya conocidos, altos de cuerpo y bien formados, y más blancos que los de las otras islas conquistadas. De ellos se supo que la isla se llamaba Tamerán, que quiere decir país de los valientes”.
En una nota de pie de página, Osuna desarrolla las diferentes opiniones acerca del nombre de Canaria, pero no vuelve a hacer referencia a “Tamerán”.
Sin embargo, en ninguna de las versiones de Le Canarien aparece por parte alguna que los canarios llamasen a su isla de dicha forma. Es más, tampoco, como es conocido, se recoge que el normando Bethencourt añadiera el calificativo de “Grande” a la Isla de Canaria, pues ya en la propia relación de la crónica francesa se hace alusión a dicha isla como la “Grant Canare”. Abreu Galindo, que por otra parte no tuvo acceso a Le Canarien es el que por su cuenta atribuye a Bethencourt la calificación de “Grande” a Canaria, en el
año de 1405, tras la derrota sufrida en Arguineguín: “..., por la resistencia que en sus naturales halló y la mucha sangre que derramó de su gente, que la habían herido y la de los naturales, ...”. No obstante, Osuna añade más adelante en su obra, a cuenta de la derrota sufrida por las tropas bethencurianas que “la valentía que mostraron los canarios en aquella acción
mereció a la isla el título de Grande, que desde entonces le dio el conquistador”.
Entre 1860 y 1861, Agustín Millares Torres publica su Historia General de la Gran
Canaria, obra poco conocida. Aquí Millares Torres señala “que los primitivos habitantes de la isla daban el nombre de Tamarán, que en su dialecto significaba, país de los hombres valientes”, sin apuntar de qué fuente se vale para llegar a tal afirmación.
En 1842 se publica en París la Ethnographie et el Annales de la Conquête de Sabino Berthelot, la cual, traducida al castellano saldría a la calle en 1849, en Santa Cruz de Tenerife. Como se ha señalado, Osuna comenzó a publicar su Resumen ... en 1844, pero sin duda tuvo acceso a la obra original de Berthelot, pues de hecho, como el mismo Sabino comenta en su Recuerdos y epistolario (1820-1880), les unía una gran amistad, entablada durante los diez años de estancia, de 1820 a 1830, que pasó en las Islas. De hecho Berthelot comenta, en referencia a Osuna que “su gabinete, sus instrumentos, sus mapas, su biblioteca compuesta por los mejores libros antiguos y modernos, estaban a mi disposición”.
En el Catálogo de los diferentes dialectos de los antiguos habitantes de las Canarias que elabora Berthelot, no aparece por parte alguna el término “Tamerán”. Sí, en cambio, el de “TAMARASAITE”, por Tamaraceite, del que indica que es un “pueblo de la Isla de
Gran Canaria, cuyos alrededores cubiertos antiguamente de olivos salvajes y en donde se ven muchas palmeras”. Añade en la explicación que “pueden encontrarse a la vez varias etimologías para este nombre canario, a saber: 1º BENI-TAMARAH, tribu berberisca que cosechaba muchos dátiles. 2º TAMARAK (dátiles) y EZZEITOUN (aceituna) en árabe (Aceituna y Aceite en castellano). 3º TAMARIRGHT, los libres o los nobles, en bereber".
Moviéndonos en el campo de las hipótesis, que resultan difícilmente confirmables o
contrastables, pudiera ser que Osuna se “inspirara” en alguna de estas referencias apuntadas, con el añadido de su posible significación. Para ello acudiría al nombre actual de la Isla, Gran Canaria, y a la falsa atribución del mismo a Bethencourt, según se desprende de lo escrito también por Viera y Clavijo, de quien Osuna copiara repetidamente, en relación a la ya comentada victoria canaria sobre los franceses en Arguineguín: “función memorable que le adquirió a Canaria el título de Grande y que se le adquirió por boca de sus propios enemigos. En efecto, se dice que desde este día la llamó siempre el señor de Béthencourt la Gran Canaria”. Como ya se ha escrito, tampoco en ningún momento hace referencia Viera a otro nombre para esta Isla.
A pesar de todo lo expuesto, sorprendentemente el término “Tamarán” ha hecho fortuna, quedando introducido incluso en la nomenclatura científica. Pero es que además, y como es de suponer, se ha aceptado sin más su pertenencia a
la lengua aborigen canaria, incluyéndose en las relaciones de palabras indígenas que se conservan, e incluso llevándose a cabo intentos de traducción. Varios de los autores que la han incluido en sus trabajos, dan por cierta su correspondencia con la lengua de los antiguos canarios, citando referencias falsas y presentando posibles traducciones, algunas realmente ingenuas, si bien no dejando de manifestar su extrañeza ante su ignorado origen.
CONCLUSION
La palabra “Tamarán” es una invención de Manuel de Osuna Saviñón, recogida en su
Resumen de la geografía física y política y de la historia natural y civil de las Islas Canarias publicado en 1844. Anteriormente a dicha fecha y publicación, no existe referencia alguna en ningún tipo de fuente documental a que los habitantes de Canaria, los canarios, denominaran a la Isla de otra forma, siendo conocida así desde la descripción que Plinio hiciera del Archipiélago.
La aparición del dicho término en un autor de tanto prestigio como Millares Torres,
así como la referencia a un “país de valientes”, aceptado por todos desde el romanticismo, hizo que el topónimo prosperara, aceptándose sin más.
FUENTE:
●“TAMARÁN”, EL FALSO NOMBRE DE UNA
ISLA LLAMADA CANARIA (Rubén Naranjo Rodríguez)
●https://imeslan.com/2017/10/15/tameran/
IMAGEN:
DIbujo de Gran Canaria por Pedro Agustín del Castillo (1686)
https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=pfbid0BuHBHGrqqvdr4iH8T2LS5E88w4R8G3bRaAznnLLQD5E4rXHAMhdWA6apyn9SHjAql&id=100064538238894&__cft__[0]=AZWSJw1O54GubtaX_j6CUhtLiMfdlznttz01j-ZWXS2LruenRuylcMDrJllhW3y6g8PAxobWlGrtLo8YB0GiYgQ_L7aZqhSNqdD7jfdPKNyLnJGFeIxXLV7cPhJ5nlQzWolbNkaIvN4Fx7rdrbABbuyI1Gu_2oSC2kypvXK8-cM0muEIHEURmNJ08KSAleO4qiB6XamFwwZccPN89tfNyOax&__tn__=%2CO%2CP-R
#canaria#tamaran#tameran#aborigenous#indigenous#culture#history#genocide#native#unesco#united nations#canary islands#cou penal international#international criminal court#corte penal internacional#aborigenes#indigenas#cultura#historia#nativos#naciones unidas#islas canarias#canarias tiene identidad cultural propia#canarias la colonia mas antigua del mundo#descolonizacion de canarias#canarias#onu#icc#cpi#canarias territorio ocupado por las tropas de ocupacion españolas
2 notes
·
View notes
Text
Un día como hoy… (19 de junio)
Un día como hoy... (19 de Junio) #aperturaintelectual #undiacomohoyai
19 DE JUNIO DE 2024 Un día como hoy… LOS DATOS CULTURALES SON: En 240 A.C. en Alejandría, Egipto, el astrónomo, bibliotecario, escritor, filósofo, geógrafo, historiador, matemático y musicólogo griego Eratóstenes de Cirene, calcula la circunferencia de la tierra mediante el uso de un reloj solar con el que midió, en el solsticio de verano, el tiempo que duraban las sombras en puntos como Siena…
View On WordPress
2 notes
·
View notes
Photo
Claudio Ptolomeo
Claudio Ptolomeo (en torno a 100-170 d.C.) fue un matemático, astrónomo y geógrafo alejandrino. Sus obras permanecieron intactas durante la Antigüedad y la Edad Media, y sus teorías, en especial la del modelo geocéntrico del universo según la cual los planetas seguían órbitas dentro de órbitas, tuvieron una gran influencia hasta que fueron reemplazadas por el modelo heliocéntrico del universo propuesto por Copérnico y Galileo.
Sigue leyendo...
8 notes
·
View notes
Photo
Ángel Terencio Lo Celso nació en Buenos Aires en 1900, aunque vivió su infancia y adolescencia en Rosario, donde se recibió de Técnico Constructor en 1917. Luego se mudó a Córdoba y estudió en la UNC, donde en un par de años obtuvo varios títulos: ingeniero geógrafo, ingeniero civil, arquitecto y por último, a sus 42 años, licenciado en filosofía.
En su obra abarcó muchos estilos, pero sin dudas fue uno de los pioneros de la arquitectura moderna en Córdoba. Lo Celso desarrolló su lenguaje durante tres décadas principalmente en viviendas y comercios. Atravesó diversos estilos pero su producción Art Decó es la más llamativa. Por ejemplo, en la cuadra de Humberto 1º al 200 tenemos algunos ejemplos de esta etapa: en 1931 proyectó la bellísima agencia Ford para los hermanos Feigin. La fachada está decorada con ruedas de autos que emulan a las del dios Hermes pero con ruedas de autos de la empresa. Originalmente estaba destinada a agencia y taller para la venta y reparación de automóviles. La puerta de entrada, el salón exposición y la sección repuestos, ocupaban la planta baja. La planta alta funcionaba como taller de pintura de coches y depósitos de los mismos.
En la otra esquina, la de Humberto 1º y Sucre, actualmente encontramos una confitería, donde originalmente se hallaba el salón de ventas de la concesionaria. Ese año Lo Celso se destacó realizando las puertas futuristas de ingreso para la Exposición de la Industria y Comercio en el Parque Sarmiento, como también diferentes stands de la muestra.
Durante la segunda mitad de la década de 1930 Lo Celso llevó su producción hacia el racionalismo. Realizó casas familiares para una clientela burguesa en Nueva y Alta Córdoba, principalmente. También incursionó en la realización de hoteles en la ciudad y en las zonas serranas como el antiguo Hotel Carena y el Palace, hoy Municipalidades de Villa Carlos Paz y Villa María, respectivamente.
La capilla de Santa Cruz (1936), a pocas cuadras de la Cañada, se trata de una de las primeras iglesias modernas en nuestro país. La cruz de la fachada nos expresa claramente la función para la cual fue creado el edificio, algo que vemos con frecuencia en las obras de su compañero en la UNC, Francisco Salamone, quien en ese año recién estaba comenzando su serie bonaerense.
A lo largo de la década del 40, Lo Celso inició otra etapa en la que retomó ciertas influencias coloniales hispánicas. En esta época realizó numerosas viviendas individuales y en especial un ejemplo en altura en el centro de la ciudad: el edificio Stabio (1949) de varios pisos con detalles neocoloniales.
Algunos años mas tarde, alejado de la construcción, propuso la transformación de la Escuela de Arquitectura de la UNC en Facultad. También cumplió una incansable labor como docente de Arquitectura y de Historia del Arte, además de ser pintor y violinista, constructor y teórico del arte, la arquitectura y el urbanismo.
Lo Celso fue, claramente, un espíritu renacentista que dialogó sobre el arte, la arquitectura y el pensamiento en sus libros y artículos. En ellos reflexionó sobre la filosofía, la búsqueda de raíces nacionales en oposición a la Arquitectura Moderna y también realizó estudios teóricos y técnicos sobre la arquitectura y la construcción.
A principios de los 1970s, publicó “50 años de arte plástico en Córdoba desde el año 1920 al 1970”, un libro de más de 800 páginas. El 16 de agosto de 1974, falleció en la Ciudad de Córdoba.
Fuentes
Diccionario de Arquitectura en la Argentina, Editorial Clarín, Buenos Aires, 2004.
@cordobadeantano
Semblanza del arquitecto Ángel T. Lo Celso. El Diario de Carlos Paz
Revista de arquitectura
Quién es quién en la Argentina, Editorial Kraft, Buenos Aires, 1947.
Angel Lo Celso. Introducción a la Modernidad. B. de la Rúa, A.M. de Ortega y L. de Pupich. 1998
40 notes
·
View notes
Text
Ciudad grande, soledad grande.
Estrabón de Amasia
(63 AC-19) Geógrafo e historiador griego.
Fotografia urbana. 2023
7 notes
·
View notes
Photo
moradores de ruševac, croácia, posam em frente a uma oficina de costura. na extrema direita, vê-se o geógrafo francês jean brunhes. foto de auguste léon, abril de 1913.
9 notes
·
View notes
Text
Hace 2200 años calculó la circunferencia de la tierra, con solo mirar la sombra que proyectaba dos postes colocados a 800 km uno del otro .
"En una época que algunos humanos llaman siglo tercero A.C., en la mayor metrópolis de aquel tiempo, la ciudad egipcia de Alejandría. Vivía allí un hombre llamado Eratóstenes.
Uno de sus envidiosos contemporáneos le apodó Beta, la segunda letra del alfabeto griego, porque según decía Eratóstenes era en todo el segundo mejor del mundo. Pero parece claro que Eratóstenes era Alfa en casi todo. Fue astrónomo, historiador, geógrafo, filósofo, poeta, crítico teatral y matemático. Los títulos de las obras que escribió van desde Astronomía hasta Sobre la libertad ante el dolor.
Fue también director de la gran Biblioteca de Alejandría, donde un día leyó en un libro de papiro que en un puesto avanzado de la frontera meridional, en Siena, cerca de la primera catarata del Nilo, en el mediodía del 21 de junio un palo vertical no proyectaba sombra. En el solsticio de verano, el día más largo del año, a medida que avanzaban las horas y se acercaba el mediodía las sombras de las columnas del templo iban acortándose.
En el mediodía habían desaparecido. En aquel momento podía verse el Sol reflejado en el agua en el fondo de un pozo hondo. El Sol estaba directamente encima de las cabezas. *
Era una observación que otros podrían haber ignorado con facilidad. Palos, sombras, reflejos en pozos, la posición del Sol: ¿qué importancia podían tener cosas tan sencillas y cotidianas? Pero Eratóstenes era un científico, y sus conjeturas sobre estos tópicos cambiaron el mundo; en cierto sentido hicieron el mundo.
Eratóstenes tuvo la presencia de ánimo de hacer un experimento, de observar realmente si en Alejandría los palos verticales proyectaban sombras hacia el mediodía del 21 de junio. Y descubrió que sí lo hacían. Eratóstenes se preguntó entonces a qué se debía que en el mismo instante un bastón no proyectara en Siena ninguna sombra mientras que en Alejandría, a gran distancia hacia el norte, proyectaba una sombra pronunciada.
Veamos un mapa del antiguo Egipto con dos palos verticales de igual longitud, uno clavado en Alejandría y el otro en Siena. Supongamos que en un momento dado cada palo no proyectara sombra alguna. El hecho se explica de modo muy fácil: basta suponer que la tierra es plana.
El Sol se encontrará entonces encima mismo de nuestras cabezas. Si los dos palos proyectan sombras de longitud igual, la cosa también se explica en una Tierra plana: los rayos del Sol tienen la misma inclinación y forman el mismo ángulo con los dos palos.
Pero ¿cómo explicarse que en Siena no había sombra y al mismo tiempo en Alejandría la sombra era considerable? Eratóstenes comprendió que la única respuesta posible es que la superficie de la Tierra está curvada.
Y no sólo esto: cuanto mayor sea la curvatura, mayor será la diferencia entre las longitudes de las sombras. El Sol está tan lejos que sus rayos son paralelos cuando llegan a la Tierra. Los palos situados formando ángulos diferentes con respecto a los rayos del Sol proyectan sombras de longitudes diferentes.
La diferencia observada en las longitudes de las sombras hacía necesario que la distancia entre Alejandría y Siena fuera de unos siete grados a lo largo de la superficie de la Tierra; es decir que si imaginamos los palos prolongados hasta llegar al centro de la Tierra, formarán allí un ángulo de siete grados.
Siete grados es aproximadamente una cincuentava parte de los trescientos sesenta grados que contiene la circunferencia entera de la Tierra. Eratóstenes sabía que la distancia entre Alejandría y Siena era de unos 800 kilómetros, porque contrató a un hombre para que lo midiera a pasos.
Ochocientos kilómetros por 50 dan 40 000 kilómetros: ésta debía ser pues la circunferencia de la Tierra. Ésta es la respuesta correcta. Las únicas herramientas de Eratóstenes fueron palos, ojos, pies y cerebros, y además el gusto por la experimentación. Con estos elementos dedujo la circunferencia de la Tierra con un error de sólo unas partes por ciento, lo que constituye un logro notable hace 2200 años.
Fue la primera persona que midió con precisión el tamaño de un planeta."
-Carl Sagan
astrofísico, cosmólogo y divulgador científico estadounidense (1934–1996)
9 notes
·
View notes
Quote
“Las cosas se originan por la separación de los contrarios”
Anaximandro
Fue un filósofo y geógrafo griego, nacido en Mileto, (actual provincia de Aydin en Turquía) en el año 610 a.C.
Fue discípulo y continuador de Tales, el filósofo y matemático y de Anaximenes.
Se le atribuye sólo un libro conocido con el título de “Sobre la Naturaleza”, y según menciona el filósofo Temistio, fue uno de los primeros griegos conocidos en publicar una obra escrita sobre la naturaleza y aunque dicha obra se ha perdido, su palabra a llegado a la actualidad mediante comentarios de otros autores como Aristóteles, Teofastro y a varios otros doxógrafos que sus fragmentos han sido conservados.
Anaximandro fue considerado como el primer pensador en adoptar una visión naturalista de las cosas. Fue el primero en llamar “Mundo” al universo y sus contribuciones abrieron el camino a la física, la geografía, la metereología o la biología tal como la conocemos.
Anaximandro buscó encontrar una explicación al problema del cambio, y para él, el primer principio que da razón de la estabilidad de la realidad no es el agua, sino el “ apeirón” o “ lo indefinido”, y esto lo convierte para algunos el primer metafísico.
De acuerdo con la interpretación de Teofastro y Aristoteles, los primeros filósofos intentaron descubrir el principio u origen de todas las cosas (arché), y es probable que Anaximandro haya sido el primero en utilizar el término arché para referirse a ese principio.
Según algunas fuentes, Anaximandro identificó este primer principio como “indefinido”, “ilimitado” o “apeiron “ en griego, es decir aquello que no tiene límites, aunque es difícil precisar inclusive por sus contemporáneos exactamente a qué se refería, y en tiempos recientes, los expertos han discutido si el apeirón de Anaximandro ha de ser considerado como algo que carece de límites espaciales, temporales o cualitativos.
Aunque Anaximandro atribuye al apeirón las prerrogativas de los dioses homéricos, cuestión que podría llegar de la continuidad del pensamiento de Aristóteles, al parecer añade una nota original, en el sentido de que el apeirón es un principio ilimitado, y como tal ingenerable, es decir, el apeirón no solo es inmortal, indestructible e imperecedero, sino que tampoco ha sido engendrado por nadie, pues argumenta que “aquello que no tiene fin, no puede tampoco tener un principio”
Anaximandro debate la teoría de Tales de que el agua es el origen de todas las cosas con un argumento lógico, ya que si el agua es el origen de todo, como es posible que este elemento no se haya impuesto a los demás elementos?. Pues si alguno de ellos fuera infinito los demás quedarían ya destruidos. Por tanto, argumenta Anaximandro, el primer principio debe ser algo aparte, anterior y origen de los elementos. Es algo ni caliente ni húmedo ni frío, sino indeterminado, algo intermedio entre el agua y el aire, o el aire y el fuego, más denso que el agua y el fuego y más sutil que estos. Una mezcla de todos los elementos.
Fuentes Wikipedia y philosophica.info
#frases#citas filosoficas#notasfilosoficas#filosofia#frases filosoficas#anaximandro#grecia#citas filosóficas
8 notes
·
View notes
Text
Biodiversidad y glaciares: peligros y consecuencias del cambio climático
La alerta climática hace volver la mirada hacia los gigantes de hielo y su rica biodiversidad que vemos desvanecerse ante nuestros ojos. Greenpeace alienta la lucha por su conservación y salvaguarda, que una vez más, está en manos de cada acción de cuidado llevada adelante por cada actor social.
Es una triste noticia saber, de modo científico, que los bellos e imponentes glaciares de todo el planeta están menguando de modo alarmante año tras año. Esto no sólo es triste desde el punto de vista contemplativo, ya que los glaciares son estéticamente admirables y majestuosos, sino que además, ellos desempeñan un papel crucial en la vida de toda la humanidad.
La función natural principal de los glaciares es la de actuar como reservorios de agua monumentales . Estas moles de hielo son las que guardan y atrapan el agua que cae sobre su estructura en forma de nieve durante las estaciones húmedas y que luego, van liberando poco a poco como agua de deshielo en las temporadas más secas. Al proceder de este modo, los glaciares abastecen de agua a los ríos que, por ellos, pueden regalar en su cauce abundante y constante suministro de agua a lo largo de todo el año.
Muchas personas ignoran que los glaciares, además de ser bellos y alegrar el alma de quien los contempla, son parte integral de la actividad industrial, de los medios de vida, de la naturaleza y del clima en todos los continentes del planeta en donde se encuentran. Y,sobre todo,que son cruciales a la hora de sustentar la vida en algunas de las regiones del planeta más densamente pobladas y con un ritmo rápido de expansión.
La vida del hombre y su dependencia de los glaciares
Las personas que habitamos esta tierra dependemos más de lo que nos imaginamos del agua que proviene de los glaciares. Por ejemplo, esto se da de modo vital en el caso de la producción de energía hidroeléctrica para el riego,para las actividades ganaderas, y también para la producción y el sector del transporte.
Pero , ocurre que el delicado equilibrio que ha mantenido en pie a los glaciares ha entrado en crisis a nivel global desde hace ya un largo tiempo .Este desbalance o desajuste ha provocado la disminución de su volumen a una velocidad que , lamentablemente, va en progresivo aumento.
Ahondar en esta problemática y comprender la celeridad con la que el planeta se está quedando sin sus glaciares, posibilitará en gran medida su protección y ayudará en el futuro, a las personas que dependen de ellos para la vida de un modo más estrecho a tomar medidas de ajuste en sus actividades y estilos de vida.
Índice de vulnerabilidad de los glaciares
Si se evalúan datos, como ser, el grosor de los glaciares, su precipitación o rompimiento, la capa de nieve que cubre su superficie y, en conjunto, todo ello vinculado a las demandas de agua requeridas por parte de la agricultura,las poblaciones cercanas, las industrias y la que necesita la naturaleza aledaña para subsistir se lleva a un índice evaluador muy útil. Arthur Lutz, geógrafo , físico e investigador de la Universidad de Utrecht en Holanda, creó con todas estas variables un índice de vulnerabilidad de los glaciares.
A este índice de vulnerabilidad se lo asoció a una región del planeta puntual, pudiendo individualizar así, cada índice o “torre de agua”, con una región particular. De este modo, los científicos identificaron 78 “ torres de agua” en la que cada “torre” se identifica con un conjunto de glaciares,ríos y cadenas montañosas que se consideran como un grupo compacto de estudio . También cada “torre de agua” recibe el nombre de un río del planeta para su identificación.
Así, los científicos pudieron demostrar la importancia vital de cada torre de agua para su particular región del planeta. Luego, utilizando sistemas de predicciones sobre las poblaciónes y las industrias, y su curva a futuro, se pudo llegar a conocer qué tan vulnerables serían al cambio climático en el corto y largo plazo.
Las torres de agua del Ganges y del Asia Central
Algunas regiones del mundo, por ejemplo donde se ubican las torres de agua del Ganges y del Indo y , en Asia Central, las torres de Amu Daria y de el Sir Daria obtienen puntuaciones de vulnerabilidad muy altas», indicó Lutz.
«Eso sucede porque estas torres o sistemas poseen grandes cantidades de agua almacenada en formaciones glaciares y también abundantes capas de nieve. Además, la demanda de agua río abajo es muy grande y los valles, la fauna , la flora y las personas que viven en esas regiones dependen en extremo del agua de la montaña».
De modo similar, la región que conforma la torre del Indo en Pakistán y el noroeste de la India, abastecen el sistema de riego más grande e importante del mundo. Poblaciones compuestas por miles de millones de personas necesitan de modo vital de esta cuenca proveedora de agua como sustento para sus fuentes de alimento y para el desarrollo de sus economías.
El valor económico de los glaciares
El Producto Bruto Interno (PBI) que se produce en las cuencas del Ganges-Brahmaputra y del Indo dependen del agua de deshielo de los glaciares que en 2000 alcanzó un valor de alrededor estimado de US$420.000 millones y US$295.000 millones, respectivamente.
Pero, se estima que para el 2050, las poblaciones de Pakistán, India y Bangladesh se expandirán de modo significativo y las economías de estos países se acelerarán de modo veloz. En cifras esto arroja como resultado que el PIB producido en esas cuencas hídricas, aumentará a US$5 billones y US$2,5 billones, lo que representa un aumento de 11 y 8 veces su valor, ubicándose en el primer y tercer lugar en la lista de vulnerabilidad de Lutz y sus equipo.
Estas cifras, sólo dejan ver en ejemplos concretos, cuán necesarios son los glaciares para el desarrollo de la vida de innumerables poblaciones alrededor del mundo. La ventaja de contar con un índice de vulnerabilidad posibilita tomar conciencia y accionar en pos de mayores y significativos cambios para lograr su conservación. Ello implica accionar de modo concreto para evitar el aumento de la temperatura del planeta. También, lo que evidencia el índice de vulnerabilidad de los glaciares es la crucial importancia de comprender de modo cabal la velocidad con la que estamos perdiendo a este maravilloso recurso de la naturaleza y accionar en consecuencia.
Originally published at http://accionbiodiversidadblog.com/ June 29, 2023.
2 notes
·
View notes