#es casi un fanfic
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Part 3, Headcons Tf one Sentinel Prime.
• Cuando finge reirse tiende a entrecerar los ojos.
• Le gustan las modificaciones, (esto mas que nada por los fanfics que he visto).
• Una versión de Holermeen o como se llame ese idiota de The boys.
• Le gusta el poder, y todo lo relacionado con él.
• Puede que una o dos veces haya fantaseado con los tentáculos de los Quintessons.
• El hombre esta estresado, no lo jusguen por darse un buen polvo en su oficina.
• Puedo jurar que sabia de las "investigaciones" de Orion, y le daban cierta risa la forma en la que se escapaba.
• Si se acosto con Arachind, pero la actitud fria y casi sin emociones de la femmen no le exitaban.
____
• When he pretends to laugh he tends to squint his eyes.
• He likes modifications, (this more than anything because of the fanfics I've seen).
• A version of Holermeen or whatever that idiot's name is from The Boys.
• He likes power, and everything related to it.
• You may have fantasized about the Quintessons' tentacles once or twice.
• The man is stressed, don't judge him for having a good fuck in his office.
• I can swear he knew about Orion's "research", and the way he ran away made him laugh.
• Yes, she slept with Arachind, but the woman's cold and almost emotionless attitude did not excite her.
#sentinel prime#tf one#transformers#transformers one#arachind#tf one sentinel prime#headcons#tf one headcons
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Amistades, solo para recordarles que Rooibos Lives son una recopilación de pequeñas historias de mis personajes en diferentes situaciones. No siguen en si una historia lineal. Lo lineal seria como la historia de fondo de cada personaje que los hacen lo que son (su personalidad,infancia,etc...)
Pero En si las historias son como oneshots de fanfics (igualmente los audios, los audios son historias en diferentes situaciones, por ejemplo "Amor agridulce" es una historia "El sustituto" es otra, no tienen nada que ver la una con la otra.
Expectativas de Amor, es al igual una de las muchas Mini historias de mis personajes. Un Oneshot donde Doppio y William están en una relación y tienen un problema como pareja. Mi objetivo es hacer una mini historia con un mensaje positivo sobre las relaciones sentimentales.
Que ya casi se acabe esa mini historia no significa que Todo Rooibos lives acabará. Eso nunca.
Tal vez Rooibos Lives sería mejor si fuese una sola historia lineal pero Para serles sincera, eso me limita mucho y prefiero la libertad de decidir y crear muchas historias que una sola.
Además es mejor para mi tomando en cuenta mi vida como adulta y todo lo que tengo que hacer.
Ojalá entiendan. Gracias x seguir mis historias y mi arte!
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Lo más dulce
Enzo Vogringic x female oc +18
Este es mi primer fanfic, he intentado muchas veces pero esta es la primera que logro terminarlo. Seguramente tenga muchos errores, pero ahí les va. Les pido que me digan qué les pareció y si quieren una segunda parte, sí? Disfruten :)
warnings: sexo oral, todo muy explícito
Era un hermoso día de primavera, de esos en los que de repente te das cuenta de que el viento ya no es frío. Un dulce olor a flores inundaba las calles empedradas del pequeño pueblo de montaña en el que el cast de La sociedad de la nieve se había instalado durante el rodaje.
Tenían el día libre, así que Enzo había decidido dar una vuelta al mediodía. Su bicicleta rodaba por las calles bajo el sol, había olvidado lo agradable que es pasear de esa manera. Tan sólo el sonido de la cadena de la bici y de las cigarras llenaban el aire, al fin y al cabo, era la hora de comer y la gente se encontraba en sus casas protegiéndose del sol.
Hablando de eso, Enzo notó un pequeño gruñido en su estómago, el hambre comenzaba a formarse, sería mejor que encontrase un sitio donde comer.
Dejaba que la bicicleta le llevase pasivamente, sin pedalear, aprovechando una ligera cuesta hacia abajo.
Al doblar una esquina, no podía creer sus ojos: ¡un restaurante vegetariano! En un pueblo tan pequeño no esperaba algo como eso. No se lo pensó dos veces. Apoyó su delgada bicicleta en la puerta del humilde establecimiento, sin sentir la necesidad de atarla, ya que la honestidad y amabilidad de la gente no habían hecho más que acompañarlos durante su estadía allí. De todas formas, no había nadie a la vista.
Nada más entrar al pequeño restaurante, sintió el alivio inmediato de la sombra en su piel, caliente por el sol. Dentro se estaba fresco, y un maravilloso olor a comida le enamoró, no podía creer su suerte.
Tan sólo había cuatro mesitas de madera en ese local tan lindamente decorado. Junto a la barra, una vitrina albergaba deliciosos postres caseros: lo que parecía ser una tarta de zanahoria, una de chocolate y pequeños pasteles de manzana y crema. Los ojos de Enzo brillaban devorando los manjares ante él.
Una dulce voz le sacó de sus pensamientos.
¿Hola, puedo ayudarte?
Una hermosa chica de melena larga y negra le miraba con ojos curiosos, sonriendo. Llevaba una camiseta de tirantes y una falda debajo de un pequeño delantal. Ella debía ser la dueña del local, pensó Enzo.
Buenas, sí, eh…
¿Qué le pasaba? ¿Desde cuando era así de tímido frente a una mujer? Las palabras no le salían, lo que le hizo patearse a sí mismo mentalmente por que tenía que estar quedando como un tonto ante ella.
Ella se rio ante la falta de palabras del moreno.
¿Tienes hambre?
Soltó una risa.
Sí, sí… muchísima, vengo de pasear con la bici…yo… - explicó casi tartamudeando, con media sonrisa.
Bien, ¿por qué no tomas asiento y te traigo una carta y algo de beber?
Enzo tragó duro, y asintió mirándola fijamente. Ella, se dio la vuelta grácilmente provocando un soplo de aire perfumado con su melena. El olor a coco y mango de su champú no hizo si no despertar aún más su hambre, aunque quizás no tanto la que aquejaba su estómago.
Cuando se sentó, el uruguayo dejó su mochilita de tela en el asiento libre que tenía al lado. Sacó su móvil y comprobó sin mucha sorpresa que no tenía nada de cobertura y apenas batería, pero tampoco le importó, no tardaría en comer y volvería con los chicos a su residencia.
Antes de que se diera cuenta, la chica había regresado con un menú y un vaso de agua helada, lo cual él agradeció profusamente. Si bien no había muchos platos entre los cuales elegir, todos sonaban estupendamente para su estómago vacío, con el plus de que no tenía que limitarse entre una o dos opciones como normalmente, ya que casi todos los platillos eran veganos o vegetarianos. Se decidió por lo que más le apetecía: Wok de noodles con vegetales, salsa teriyaki y aceite de chile tostado. “Suena bárbaro”, pensó.
Enzo observaba discretamente a la que parecía ser la dueña, la camarera y la cocinera, todo en la misma persona. La chica danzaba en la cocina entre los fogones, manejando con soltura los utensilios; alguna llamarada ocasional salía de debajo del wok, alarmándole, pero ella parecía esgrimirlas como una hechicera, sin miedo.
No puede evitar reparar en como sus caderas y su trasero se contonean con los movimientos. “Quizá esté escuchando música” se dijo Enzo, no comprendiendo si no, el ritmo hipnótico de su cuerpo.
Y aquí está – dijo ella depositando el plato humeante frente a él.
Muchas gracias, tiene una pinta buenísima…
La camarera volvió detrás de la barra tras desearle buen apetito a su único comensal y él comenzó a devorar el plato con gusto.
Las miradas entre ambos no eran directas, si no veladas e intermitentes. Ella fingía no prestarle atención y dedicarse a sus tareas, mientras que él trataba de limpiarse constantemente la boca con la servilleta para no tener además de todo, pinta de boludo con la cara manchada de salsa.
¿Estaba loco o ese era el mejor plato que había comido en su vida? Quizás tan solo estaba hambriento… ¿O era porque ella lo había preparado?
Cuando hubo terminado el plato se levantó tomándolo y lo llevó a la barra junto con su vaso, también vacío, para ahorrarle a la chica el viaje hasta la mesa, siempre tan galante.
Ella sonrío y sacó el ticket de la caja registradora. Él le devolvió la sonrisa y le sostenía la mirada mientras buscaba su billetera en la pequeña mochila de tela.
Más pronto que tarde, su rostro se tornó preocupado. No puede ser. Su cartera no estaba más ahí. Un pensamiento le cruzó la mente como un rayo. Esa misma mañana la había cambiado de sitio a una riñonera nueva. Lo había olvidado completamente. ¿Qué carajo iba a hacer ahora?
No era muy difícil adivinar qué estaba sucediendo, él dirigía su mirada al fondo de la maldita mochila y después a los ojos de la chica, frenéticamente.
Te juro que no sabía, yo… A-ahora mismo voy a buscar mi bille-
Es que estaba por cerrar -dice la camarera sin perder la sonrisa, como divertida por la situación.
Entonces esta noche, y-yo … mierda, lo siento mucho- Enzo notaba sus mejillas y todo su rostro ardiendo por la vergüenza, se sentía como un idiota.
¿No se te ocurre otra forma de pagarme? - ronroneó ella.
Enzo se quedó congelado, aunque a decir verdad estaba totalmente acalorado. No podía ser que estuviera escuchando lo que acababa de escuchar. Pero tampoco cabía la posibilidad de que se estuviera refiriendo a ninguna otra cosa, ¿no?
Todas sus dudas se derritieron cuando ella paseó su mano por el pecho de él, acariciando el borde de su camisa.
¿Eso querés? -trató de sonar confiado.
Ella se mordió el labio, respirando el aliento cálido de él.
Enzo no esperó a que ella respondiera, pues sus ojos ya le estaban dando la respuesta que buscaba, y que en el fondo había anhelado desde que entró en el pequeño restaurante.
La verdad que me he quedado con ganas de algo dulce… ¿sabés, chiquita?, como con hambre de algo vegano ¿entendés?
En ese momento él lanza una rapidisima mirada por la ventana del local para comprobar que no haya nadie cerca que vaya a interrumpirles. No hay nadie. Entonces, como si algo en su cuerpo y mente hubieran mutado repentinamente, Enzo toma su rostro entre las manos con una firmeza que ella había intuido, pero que no había experimentado hasta ahora. Se lanza a besarla sin ambajes, como si no fuera la primera vez que lo hace con ella, como si ya supiera qué es lo que le gusta, qué tiene que hacer para derretirla. Su lengua entra en su boca de forma imparable, la diferencia de tamaños entre sus cuerpos cobra importancia desde ese mismo momento, siente que la va a devorar. Si bien hasta ese momento ella había llevado la voz cantante con su actitud de femme fatale, eso ahora no le servía más. Él era el que estaba al control, sus labios guiaban a los suyos, contenía su mandíbula como una pequeña jaula donde introducir su lengua como una serpiente. Lo único que ella podía hacer era intentar seguir su ritmo y disimular lo muchísimo que le costaba no empezar a gemir.
Sin casi darse cuenta, él la había ido empujando hacia el interior de la cocina, habían caminado al unísono enredados en un nudo de cuerpos en el que ya casi no quedaba ninguna pena.
Pasó sus grandes manos por su cintura mientras seguía besándola, redondeando sus formas. Agarró sus gluteos por debajo de la falda. Ella se felicitó a sí misma por haber escogido sus braguitas negras de encaje para ese día, por ninguna razón en especial. Enzo metió sus dedos por debajo del elástico que abrazaba sus caderas, amenazando con bajarlas en cualquier momento.
Me estabas poniendo malo, nena, ¿sabías?
Ella aprovechó el pequeño respiro que le dio a su boca para contestar un leve “sí”
Ah, sí, eh? Mirá vos… - sonaba divertido, pero también desafiado.
Sin ningún esfuerzo colocó sus brazos debajo de sus muslos y la subió a la encimera, junto a los fogones. Ante eso, ella no pudo contenerse más y gimió sin poder evitarlo, mientras clavaba sus uñas bien cuidadas en la nuca de él, de donde se estaba agarrando.
Me vas a dar algún dulce, gatita? Mirá que tengo mucha hambre…
Ella asintió rápidamente, como una niña obediente.
Sí…? - Decía mientras depositaba besos húmedos por su cuello, ¿qué me vas a dar? – ronrroneaba entre cada lamida.
Ahh…yo…
No podía parar de gemir, ninguna palabra, y mucho menos frase coherente iba a salir de su boca, simplemente no podía pensar, no mientras su lengua caliente recorría su cuello, no mientas sus manos invadieran el interior de sus muslos como si fuera el pan que ella misma había amasado esa mañana, sobre esa misma superficie. Sentía que estaba arruinando su ropa interior, no recordaba haber estado así de húmeda jamás.
¿Y? ¿qué me vas a dar? -comenzó a bajarle las bragas por la cintura ¿Una frutilla? ¿Eso tenés? – en lugar de pedirle que se levantara para poder sacarle la ropa interior la recostó en la encimera, tumbándola ligeramente, deslizando la prenda ya empapada por sus piernas.
Sin pedir permiso, abrió sus piernas para contemplar lo que sus bragas, ya tiradas por el suelo escondían. Enzo tragó saliva, provocando que su nuez se moviera por su garganta deliciosamente. De forma involuntaria apretó la mandíbula, había encontrado el postre más rico del restaurante.
¿Esta frutilla es tuya?- la miró a los ojos mientras un pulgar delíneaba sus labios ahora expuestos, como si nada.
Ella atinó a asentir con ojos suplicantes.
No,… no es tuya, es mía, chiquita. Es mía y me la voy a comer, ta? – nunca una corrección le había parecido tan bien.
Sin más preámbulos bajó su cabeza hasta enfrentar su centro, que estaba húmedo estaba claro, pero es que además emanaba calor, parecía palpitar con deseo.
Y entonces empezó a comer.
Empezó a comer, comer y comer.
Abría la boca y manejaba su lengua como si en realidad le estuviera dando un beso francés, solo que en una boca distinta. Se introducía en ella como si no dispusiera de nada más que esa parte de su cuerpo para satisfacerla, con avidez.
Ella se deshacía en gemidos, no se retenía más, le daba igual gritar, sabía que nadie podía oirla, a esas horas no había nadie en la calle, no bajo ese sol abrasador. Pero, si así fuera, ¿sería capaz de parar?
Claro que no, aunque quisiera no podría pararle. Su boca mamaba de ella como un cachorro hambriento, no podría apartarle. Y sinceramente no querría por nada del mundo.
Qué rica que estás nena, sabes a miel … - dijo mientras introducía su dedo corazón en su vagina, con maestría, sin parar de lamer, en perfecta sincronía, como si su lengua y su mano fueran entes separados que sabían actuar de forma perfecta e independiente.
No faltaba mucho tiempo para que llegara a su clímax, lo notaba formándose en su bajo vientre, si seguía así no iba a durar nada.
Me voy a…!
A venir? Venite, princesa, vamos…- paró dolorosamente un par de segundos para pronunciar esas palabras, y al volver a tocarla con su lengua ella no pudó más y explotó en su boca como un fuego artificial. Grandes oleadas de placer arrasaban en ella, que gritaba y gemía. Él notaba como el único dedo que le había introducido quedaba aprisionado y recibía apretones entre sus paredes que pulsaban en su orgasmo. No lo sacó hasta que ella le hizo un gesto, recostándose ,agotada y sudorosa en la superficie donde normalmente trabajaba.
Aún le costaba recuperar el ritmo normal de su respiración, y por una vez, su mente no se encontraba preocupada por tonterías como si estaba despeinada, o qué le había parecido al otro su ropa interior o si había gemido suficientemente sexy. Esta vez su cuerpo simplemente estaba anegado por el placer tan animal que Enzo le había provocado. Todo lo demás no importaba.
Él se había parado y se estaba echando el pelo hacia atrás, también estaba sudando. Gracias a Dios que un pequeño ventilador metálico les estaba apuntando a los dos, de lo contrario habrían muerto de calor.
Qué linda que sos, muñeca.
#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic fanfic#la sociedad de la nieve#society of the snow#sociedad de la nieve fanfic
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Ficción no tan ficción (Tom Glynn-Carney x lectora)
Masterlist de mi autoría
Sinopsis: en una de las tantas reuniones que se hacían entre los actores de la serie, el hombre se acercó con curiosidad al ver que le sonreías muy divertida a tu celular.
—Estamos en una fiesta, milady. La idea es socializar.—____ levantó la mirada de su celular, mirando a Tom aún divertida.
—Oh, lo siento, majestad. Me trajeron obligada. Hace frío, quería ir a dormir.—
—¿Qué tienes? ¿60?—
—No. Tengo 6 horas de sueño, 8 de grabaciones y 2 aquí clavada... Déjame ser feliz y asocial un rato.—
—... ¿Qué lees entonces que te hace tan feliz?—Tom se sentó en el sofá frente al que la chica estaba tumbada.
—Un fanfic horrendo.—
—¿Y qué es eso?—La mujer bajó su celular, mirándolo casi ofendida.
—... ¿Eres un actor y no sabes qué es eso?—lo vio fruncir los labios tontamente—. Pobre inocente inculto.—
—¿Piensas decirme qué es o te seguirás burlando?—La mujer empezó a explicarle vagamente qué era todo ese mundillo raro y profundo que eran los relatos de fans. Y Tom quedó intrigado—. ¿y tú cómo sabes todo eso?—
—Porque antes de ser ____ la actriz, era ____ la escritora de tonterías... estas son mis raices humildes.—
—... ¿Y de qué era la historia que leías entonces?—
A esas alturas, la fiesta del fondo pasó a segundo plano. El par de actores estaba en sus respectivos sofás, relajados hablando de aquellas tonterías.
—Era una historia tuya.—
—¿¡Mia!?—
—No tuya tuya, de Aegon.—____ sonrió de solo recordarlo—. Pero era muy tonta, una amiga me la envió justo por eso y es... Una joya incomprendida.—
—¿Puedo leerla?—
—Ah, esta en español, no lo entenderías.—
—Léela para mi entonces.—____ miró a Tom, quien ya había subido sus pies al apoyabrazos del sofá, bebiendo un poco de vino.
—... Tengo otra idea.—
—¿Y yo qué leo?—
—Lo que esta en... Es como un guión, tonto.—
____ le había pasado al hombre el archivo del texto tras traducirlo de forma tosca con un traductor de internet. Lo convenció de actuar el relato, ya que se trataba de Aegon. Ambos estaban algo ebrios, aburridos. Les pareció divertido.
—Bueno, pero siéntate aquí. Por si no entiendo algo.—Tom rió apenas ____ levantó sus piernas y se sentó en el sofá, acomodando las piernas sobre sus muslos.
—Tómatelo en serio.—
—Tú ya te estás riendo.—____ rió tontamente, y Tom la imitó.
Después de un buen rato intentando controlar su risa, ____ comenzó a narrar la historia. No era nada complejo, pero sí muy exagerado. Todo fue divertido, al menos hasta que el vino se acabó, y el relato se puso más intenso.
—Aegon, sabes que esto no puede seguir adelante.—____ descansaba la mejilla en su mano, apoyada en el apoyabrazos—. No soy de noble cuna, no podemos estar juntos.—
—____... No me importa. Eres la mujer más maravillosa que he conocido.—Tom miró por encima de su celular a la mujer, quien sonreía mirándolo de reojo. Ya estaba algo adormilada—. Cuando llego al castillo... Eres a la primera que busco, y cuando me voy a dormir, eres lo último que mis ojos buscan ver...—Tom se sintió raro al leer eso, pues podía reflejarlo a la realidad. Cuando llegaba a los sets, ____ era por quien preguntaba primero, con quién almorzaba, tonteaba y adoraba salir después de filmar. Siguió leyendo—... Adoro tu sonrisa, y tu risa alegra mis oidos.—
—Que cursi...—
—Y si esa sonrisa tuya va dirigida a otra persona, los celos me atormentan.—
Ah, ése sería Clinton...
—Quiero que tus sonrisas sean solo para mi, querida... Que tú seas mía.—Tom miró a la chica, que bostezaba bajito—. Te amo, ____.—La chica espabiló un poco con aquello.
—Y yo te amo a ti, Aegon...—____ le dio unas palmaditas en las piernas que aún descansaban en sus muslos—. Fin... Fue divertido.—
—... ¿Leemos otro?—
—Quiero dormir, Tommy... ¿Crees que los demás se molesten si me voy temprano?—
—No dijeron nada porque desaparecimos y estuvimos aquí una hora leyendo esto.—la vio reír bajito—. Vamos, yo te llevo.—
—¿A dónde? Estamos en el hotel.—
—Cierto, sí... Bueno, te acompaño.—
El par salió del salón de reuniones y fiestas, subiendo hasta el piso designado para los actores.
—Tengo el 305 ¿Y tú?—
—312.—
El par se detuvo en la puerta de la chica, quien ingresó un código y se abrió.
—Bueno... buenas noches, Tommy.—
—¿Ya te irás a dormir?—ella enarcó una ceja.
—Subimos por eso, genio.—
—¿No quieres beber algo más? ¿O pedir algo de comer? Un helado... ¿Sushi?—alzó las cejas sonriente.
—... ¿Quieres que te invite a pasar?—
—Ah, me encantaría.—entró sin más.
—Tom... ¿Puedo preguntarte algo?—
—Claro, querida. Dime.—____ se acercó al hombre que se subió a la isla de la cocina, tomando unos bombones del centro. Se apoyó en la barra frente a él, cruzándose de brazos.
—... ¿Tú no sientes que algo más está pasando aquí?—Tom frunció el ceño confundido.
—¿Aquí en la cocina?—
—Aqui entre nosotros, Tom...—lo miró seria, pues era un asunto que venía ignorando hace tiempo—. No creas que no lo he notado... Cada vez estás más cerca y yo... No sé si lo estoy confundiendo o... Creo que es mejor que lo aclaremos ahora.—
—Diablos... Te hubiese dejado dormir.—suspiró nervioso. Tom movía apenas las piernas que colgaban de la isla de la cocina, y sus manos se aferraban al borde del mármol con firmeza—. Si digo algo que tú no quieres escuchar... Temo arruinar las buenas, hermosas y maravillosas energías que tenemos.—
—Sincérate. Hazlo y luego pedimos helado.—____ se relajó un poco—... ¿Quieres que lo haga yo primero? No soy cobarde.—
—Yo lo soy. Asi que si, te escucho.—sonrió enseguida—. Pero cuidado, me ofendo fácil.—
—... No te lo estás tomando en serio.—la mujer se marchó de la cocina, y Tom no tardó en seguirla a la sala.
—¡Estoy ebrio, y tú me estás pidiendo más de lo que mi cabeza confundida puede darte!—
—... ¿Te gusto, Tom? Di sí o no.—se detuvo de golpe, volteando a mirarlo.
—Si... No me odies.—
—¿Ves? No era tan dificil.—
—¿Y yo te gusto? ¿Si o si?—
—... Leo los fanfics de Aegon mentalizándonos a nosotros dos, Tom ¿Qué te parece?—
—Ah~ fantaseas conmigo... Yo también lo hago.—____ rió apenas, sintiendo como Tom la tomaba de las caderas, acercándola más—. ¿Pedimos ese helado entonces y tenemos una primera cita leyendo fanfics hasta que finalmente te duermas?—sonrió con ternura—. ¿Y puedo dormir aquí en ese caso?—
—Eso sería mucho para una primer cita.—
—En mi imaginación, cada momento a tu lado es una cita. Esta es como la número cien...—tomó sus mejillas—. Un beso es aceptable entonces.—
____ tomó la iniciativa, besándolo de forma lenta, tranquila. Como si quisiera tomarse todo el tiempo del mundo.
—... ¿Nos salteamos la cita?—Tom sonrió contra sus labios.
#español#hotd#house of the dragon#hotd fandom#tom glynn carney#tom glynn carney x reader#aegon targaryen x reader
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Viendo que los dibujos de Bodoque y Juanin pasan de dos corazones, vengo a promocionar con los dos fans del ship aparte de mi un pinche fanfic que me saque de la cola.
Me perdonaran, me gustan los nombres ridículamente largos, aunque eso (y en realidad, casi todo lo que rodea este fic) es un WIP propenso a cambios. Tengo una idea un sueño y una nueva hiper fijación, nada puede malir sal.
#31 minutos#puffysmoke#juan carlos bodoque#juanin juan harry#31 minutos juanin#31 minutos bodoque#también perdonaran que no se usar AO3 lmao soy un wattpad kid#ahora que lo pienso también lo voy a subir en wattpad uhhhhhh#lo que uno hace por la audiencis
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Rocma:("es de mi talla...¿como supo esa orca mis medidas?es tan espeluznante...") <-[tiene mucho calor][usa un traje de baño comprado por idate]
Un oso polar en hawai
Rocma:"¡NI SE TE OCURRA ACERCARTE A MI!"
Idate<-[está muy caliente][compro un helado para la shirokuma-chan♥︎]
¿que hace rocma en hawai?
es un larga história...pero para resumir...
[Hubieron dardos tranquilizantes]
[tambien hubo un secuestro♥︎]
[y un oso polar que casi muere por insolación...]
Idate:" te amo tanto....no me dejes..porfavor....quedate conmigo shirokuma-chan"
Rocma:"Callate"<-[tratando de dormir]
Rocma:"¿¡DONDE ESTA MI PUTA ROPA!?"
Idate:"mejor ponte uno de estos!resaltan el color de tus ojos~"
[y para empeorar las cosas...]
[los trajes de baño que idate compro para rocma no eran trajes de baños...¡eran lencería!]
////////////
Garabato basado en una idea chistosa que tuve para un fanfic donde idate llevaba a rocma a hawai¿por que?man,Él pobre hombre es tan tonto que intento hacer el juego del pocky con ella en un arte oficial ¿encerio creen que no la llevaria a hawai?🗿
#fanart#shipp#okegom#deep sea prisoner#funamusea#rocmate#ice scream#rocma#rocma x idate#rocma/idate#idate#icescream
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Feliz Navidad // Oneshot - Ghost x König (CoD) -- ESP
[ Oneshot basado en la OTP entre Ghost y König de Call Of Duty. Este Oneshot completo en patreon tiene contenido +18, leer bajo su propia responsabilidad. ] Es un texto exclusivo de Patreon, ¡échale un vistazo a las diferentes membresías y lo que cada una te pueden ofrecer!
La cabaña reposaba en el corazón de un bosque sepultado bajo un manto blanco, donde el silencio se estiraba como un susurro eterno. Alexander había elegido ese rincón perdido para pasar la Navidad, insistiendo con la misma terquedad con la que enfrentaba las órdenes en el campo de batalla. Sabía que Simon, de quien a veces solo podía intuir los pensamientos tras aquella máscara impenetrable, detestaba las multitudes tanto como él. Pero más allá de las palabras que nunca se decían, había una verdad latente: ambos anhelaban la quietud como un oasis después del infierno, aunque rara vez se permitieran confesarlo, ni siquiera a sí mismos.
El bosque, cubierto de nieve que caía sin prisa, parecía envolverlos en una burbuja, aislándolos del tiempo y del mundo. La cabaña, rústica y modesta, era un refugio que olía a madera vieja y a la calidez del fuego recién encendido. Dentro, la chimenea rugía con suavidad, llenando el aire con destellos naranjas y el leve crujido de la leña. Alexander se mantenía de pie junto a la ventana, su altura casi devorando el marco, mientras sus ojos claros seguían el vaivén de los copos de nieve que danzaban con el viento. Había algo hipnótico en esa escena, como si el invierno hablara un idioma que él entendía mejor que cualquier palabra humana.
La habitación, austera pero acogedora, tenía la simplicidad de quien vive sin pretensiones. Los muebles de madera, toscos y llenos de historia, compartían el espacio con un pequeño árbol de Navidad que Alexander había decorado esa misma mañana. Las luces, parpadeando como estrellas temblorosas, arrojaban sombras juguetonas sobre las paredes desnudas. Había intentado envolver un par de regalos, y aunque sus manos torpes apenas lograron domar el papel y la cinta, el esfuerzo impregnaba la estancia de algo genuino, casi vulnerable.
Simon estaba en el sofá, una figura estoica incluso en la quietud. Su máscara seguía puesta, como una extensión de su piel, un recordatorio de que algunas cosas nunca se dejan atrás. Pero su ropa, un suéter negro sencillo y pantalones de lana, traicionaba un atisbo de comodidad. Sus manos, grandes y callosas, sostenían una taza de té que humeaba entre sus dedos, aunque sus ojos no miraban el líquido caliente. Estaban fijos en Alexander, atentos, como si buscaran algo más allá de la figura del hombre que contemplaba la nieve.
Finalmente, Alexander se giró. La luz del fuego jugueteaba en su rostro, destacando los surcos de sus facciones y el brillo melancólico de sus ojos. Caminó hacia el sofá con pasos pesados, pero medidos, y al sentarse junto a Simon, el mueble gimió bajo su peso, aunque ninguno de los dos pareció notarlo.
—Pensaba —dijo en voz baja, casi como si hablara para sí mismo—. Lo extraño que es estar aquí. Tan… tranquilo.
Su mirada se desvió al árbol, donde los regalos mal envueltos y un tanto desiguales esperaban pacientemente. Las luces del árbol rebotaban en los paquetes, dando a la escena una intimidad cálida, casi infantil, que contrastaba con las cicatrices visibles e invisibles que ambos hombres cargaban. Alexander hizo un gesto con la cabeza, señalando los regalos.
—¿Quieres abrirlos ahora? —preguntó señalando los paquetes con el mentón, su voz profunda pero extrañamente suave, como si temiera romper la quietud del momento.
Simon no respondió de inmediato. Sus ojos oscuros, inalterables bajo la sombra de la máscara, recorrieron primero los regalos, luego el árbol, y finalmente regresaron a Alexander. Había algo en su postura, en la forma en que sus hombros parecían relajarse solo un poco, que decía más de lo que cualquier palabra podría expresar.
En esa cabaña perdida, entre la nieve que lo cubría todo y el fuego que prometía calor en un mundo frío, el tiempo pareció detenerse. Dos hombres, marcados por un pasado compartido de guerra y muerte, encontraron en el silencio del invierno algo que nunca esperaron hallar: un atisbo de paz.
El mayor se sentía extrañamente sereno en aquella atmósfera. Había algo en el aire frío del invierno, en el susurro de la nieve al caer y en la calidez que envolvía la cabaña, que le hacía sentir como si el mundo se hubiera detenido. Todo parecía en su lugar, como si cada elemento, desde el rugir suave de la chimenea hasta el tenue resplandor de las luces del árbol, hubiera sido dispuesto para ofrecerles este momento de calma.
Era consciente de que no era un hombre joven, no del todo, pero tampoco viejo. Aun así, las cicatrices —las visibles y las que llevaba dentro— a veces le recordaban que había cosas más importantes que perseguir la lucha constante. Y en fechas como esta, se daba cuenta de que había algo profundamente reconfortante en estar lejos de todo. Lejos del ruido, lejos de las luces deslumbrantes y de la presión de la civilización. Aquí, con él, todo era diferente.
Miró al chico que estaba sentado frente a él, cuya energía solía ser un contraste a su propia sombra, pero que en este instante reflejaba la misma paz. Lo conocía lo suficiente para saber que disfrutaba tanto como él de estos momentos de sencillez. La decoración de la cabaña, aunque humilde y un tanto desordenada, hablaba de un esfuerzo genuino por su parte, un esfuerzo por hacer que se sintiera cómodo, tranquilo, en casa. Y lo había conseguido. Vaya si lo había conseguido.
—Hm.
El sonido apenas fue un murmullo, un pensamiento que se escapó de sus labios más que una palabra. Pero el chico, siempre atento, lo percibió. Giró la cabeza y sus ojos claros brillaron con un destello de curiosidad. El enmascarado siguió la dirección de su mirada, donde los paquetes envueltos y desiguales descansaban bajo el árbol.
Sonrió, aunque esa sonrisa quedó oculta bajo su máscara. Era extraño, pensó, cómo un gesto tan pequeño podía tener tanto peso en un momento como este. No estaba acostumbrado a estas cosas, a estas tradiciones que parecían pertenecer a otra vida, a otro mundo. Pero aquí estaba, sentado frente a un árbol decorado, con regalos esperando ser abiertos, y la presencia cálida de alguien que, de alguna manera, había conseguido penetrar sus defensas.
—¿Es hora ya de ello? —preguntó al fin, su voz grave pero suave, cargada de una mezcla de curiosidad y torpeza que rara vez mostraba.
El chico no respondió de inmediato. Sus ojos vagaron entre el árbol, los regalos y la figura de él, como si considerara la pregunta con más seriedad de la que realmente requería. Pero en esa pausa, en el silencio que compartían, había algo más profundo, algo que hablaba de una comprensión mutua que no necesitaba palabras.
El invierno continuaba afuera, cubriendo el bosque en un abrazo de hielo y nieve. Pero dentro de la cabaña, entre el calor del fuego y la conexión silenciosa que compartían, se gestaba un momento que quedaría grabado en ambos. No se trataba de los regalos ni de la decoración, sino de la simple pero poderosa verdad de estar juntos, lejos de todo, pero lo suficientemente cerca el uno del otro.
Alexander dejó escapar una risa suave, apenas un susurro que se perdió entre el crepitar de la chimenea y el murmullo del viento afuera. Era un sonido extraño, íntimo, que apenas parecía encajar con la figura imponente que proyectaba. Había algo casi mágico en esa cabaña; tal vez era el calor del fuego o la tranquilidad que envolvía el bosque nevado, pero en ese momento, incluso un hombre como Alexander podía permitirse bajar la guardia.
Sus ojos se detuvieron en Simon, como solían hacerlo más de lo que él mismo admitiría. La máscara seguía puesta, un escudo infranqueable, pero Alexander ya había aprendido a leer los pequeños matices que Simon dejaba escapar sin darse cuenta. Un leve cambio en la inclinación de su cabeza, una relajación apenas perceptible en la tensión de sus hombros, o incluso el sutil ritmo de su respiración. Y esta vez, lo sentía: Simon estaba cómodo. Quizá no feliz en el sentido pleno de la palabra, pero cómodo, y eso era suficiente para Alexander.
—Bueno —dijo al fin, su voz cálida, con ese acento suave que hacía que las palabras parecieran rodar con cierta torpeza encantadora—. No creo que haya un "momento correcto" para abrir regalos aquí.
Era raro para él sentirse tan relajado, tan humano. Pero había algo en la presencia de Simon que siempre conseguía desarmarlo de una forma que el campo de batalla jamás había logrado. Le hacía querer ser algo más que un soldado, aunque fuera solo por una noche.
...
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HAUNTED
Qimir × F!OC
Resumen: Un lazo invisible que los unía desde que eran padawans. Qimir era el verdadero significado de ser seducido por el laso oacuro. Un poder, secretos, deseo y su amor que parecía un hechizo inquebrantable.
Advertencias: Ninguna en realidad.
Especificaciones: PadawanJediQimir×PadawanJediOC.
Este fanfic será únicamente escrito en español y también será publicado en Ao3.
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Haunted en Ao3
Tumblr: Part 1 Part 2 Part3 Part4 Interlude
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Akemi Kyo fue encontrada por los jedi en un aquelarre de hermanas de la noche. Nunca supieron si era hija directa o había sido sustraída de su verdadera familia.
Al principio su entrenamiento como padawan estaba dando frutos y resultados esperados. De cierta forma era querida, sus ojos miel y cabello oscuro que contrastaba con su piel pálida eran características que nadie olvidaba. Sin embargo, una sola noche bastó para que todo se desmoronara.
Tenía 16 años y se estaba preparando para meditar en uno de los jardines del templo. Colocó en el suelo un pocillo alargado y circular que había hecho en su tiempo libre, sacó ramas secas que recolectó durante el día y finalmente dejó caer un fósforo para hacer fuego. No había nada detrás de esa pequeña costumbre, solo la ayudaba a meditar y controlar la llama. Se sentó en el suelo, pero sintió el impacto de una pequeña roca contra su cabeza. Giró rápidamente y no vio a nadie.
Llevaba días sin poder dormir, se convenció de que esa era la causa de empezar a sentir cosas que no eran reales. Hasta que nuevamente sintió el impacto, esta vez en su espalda. Entre la poca luz, por fin logró visualizar una figura humana a unos cuantos metros de ella.
Nunca olvidaría esa noche, una padawan de rango superior la atacó porque leyó sus archivos y descubrió las circunstancias en las que Akemi fue encontrada.
—¡Ya suéltame! —suplicó tratando de escapar del agarre que la otra ponía en sus brazos.
—Las brujas no deben estar en la Orden Jedi.
—¡Pero yo no lo soy!
Casi gritó del dolor cuando las uñas de la desconocida empezaron a clavarse en su piel por la fuerza del agarre.
—Las brujas como tú deben arder.
Con un movimiento rápido, la desconocida la tomó del cabello y cuello para acercar el rostro de Akemi al fuego.
—¡Basta! —gritó con tanta fuerza, que su garganta dolió.
De pronto todo se detuvo y quedó en silencio. El fuego se apagó de repente. Cuando Akemi abrió los ojos, se encontró con la desconocida suspendida en el aire, rodeada de una extraña neblina roja. Akemi se levantó del suelo y notó que aquella neblina emanaba de ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas y miró su cuerpo aterrada y confundida. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo lo detenía?
—Eso sí es fascinante —dijo una voz detrás suyo.
Cuando se giró, un padawan de su misma edad observaba la escena de cerca. Tampoco olvidaría ese cabello negro que le recordó a una noche sin estrellas y esos ojos pequeños pero llenos de brillo por lo que veía.
—¡Ayúdame! ¿Cómo detengo esto?
Antes de que el padawan pudiera responder, se escucharon pasos apresurados bajando las escaleras del jardín.
—¡Padawan, no se mueva!
Akemi no sabía para quién de los dos fue esa orden. Era la maestra Vernestra. Con eso, la joven se resigno a que estaría en graves problemas. De un momento a otro, sus piernas perdieron fuerza y su respiración se sentía cada vez más pesada. Lo último que recuerda es que cayó al suelo, mientras el padawan la miraba con intensidad.
°•°•°⋆✩⋆°•°•°
—Hasta que no encontremos el origen y la manera de controlar esa habilidad, no tendrás un maestro asignado.
Esas palabras le rompieron el corazón y confianza que tenía en sí misma. Lo único que deseaba era tener un maestro y ser guiada como todos los padawans antes de convertirse en Caballeros Jedi. Cuando la reunión terminó, salió corriendo al único lugar donde se sentía segura, su habitación. Se encerró y tan pronto como lo hizo, empezó a llorar de forma descontrolada, si alguien más la hubiera visto así, pensarían que se estaba volviendo loca.
No le importó que fuera de madrugada y otros padawans lograban oír su llanto del otro lado de las pareces. Necesitaba desahogarse.
Estuvo así por lo que pareció una eternidad. Ya solo estaba ella, pareciendo un bulto tembloroso, tumbada en su cama mirando la pared, abrazando sus piernas contra su pecho.
—¿Ya estás mejor?
El corazón casi sale de su pecho y su cuerpo salió disparado de la cama para ponerse de piel, tanto que se sintió mareada. Encendió la luz con la fuerza y se quedó fría.
El padawan de hace dos días estaba ahí.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —pregunto Akemi con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
—Quería saber cómo estabas —respondió el joven—. Deberías tener más cuidado con tú habitación, ¿siempre la dejas abierta?
Akemi estaba avergonzada por su descuido. Siempre cerraba su habitación con código, pero su mente se sentía como una laguna por los acontecimientos recientes. El joven le dio una sonrisa rápida al notar que Akemi no estaba del todo con los pies en la tierra.
—Soy Qimir, padawan de la maestra Vernestra —se presentó.
No esperó a que la joven le extendiera la mano, Qimir la tomó y estrechó con tanto ánimo que sin querer la apretó demasiado.
—Y bien ¿Cómo estás? —preguntó mientras sonreía. Ese detalle terminó de irritar a la joven.
—¿Cómo estoy? Pues ¡¿tú cómo crees que voy a estar?! Me acaban de decir que no tendré un maestro y todo por culpa de una habilidad que ni siquiera sabía que tenía.
No supo en qué momento tomó su almohada y la lanzó del otro lado de la habitación. Qimir esquivó el objeto y eso lo hizo sonreír aún más.
—Bueno, es una lástima —dijo Qimir mientras se acercó a ella para acomodar uno de sus mechones de cabello detrás de la oreja—. Toda habilidad tiene un por qué y debe ser apreciada y perfeccionada.
—El consejo no lo ve así —respondió Akemi apartando la mirada—. Estaré desamparada hasta que busquen su origen y manera de controlarlo.
—Pero… podrías practicar.
—No puedo hacerlo, debo mantener esto oculto, no quiero ocasionar otro desastre.
Akemi se recostó en su cama hasta tener la espalda recargada contra la pared. Qimir solo se sentó en el borde
—Hagamos un trato —propuso Qimir—. Vas a practicar aquí, solo los dos. Nadie tendrá que enterarse.
—¿Sin un maestro que me guíe?
—Nos tendremos a nosotros, eso será más que suficiente.
Y ahí fue cuando Akemi le regaló la primera sonrisa. Un momento que Qimir guardaría por siempre en su alma.
☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆*:..
Las siguientes partes estarán próximamente disponibles ♡
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Ojos azules
Ok, porque ustedes lo pidieron, fanfic de Gojo Satoru.
Advertencias: Acoso, secuestro, denigración, violencia, machismo, dime si me perdí de alguna. Nota: Espero les guste mucho, si crees que podría mejorar en algo, por favor dímelo acepto cualquier crítica constructiva.
Gojo Satoru, un chico que realmente solo se acostaba con una chica y la dejaba, un chico con mucho dinero, muy poderoso y guapísimo, el hechicero más poderoso, un tipo gracioso y despreocupado... Era perfecto, ¿no? Tenía todo lo que necesitaba, ¿verdad? Nadie tiene todo lo que quiere siempre, solo Satoru, pero aún él necesitaba algo... algo que nunca encontró hasta que te conoció: Amor maternal. Si en una pareja puede ser raro, pero aunque no lo creas puede que allá chicas que cuiden de todos, que les den ese lindo amor maternal que necesitaban, esa comprensión, cuidado, atención, empatía, amor, afecto, eso que solo una buena madre te puede dar (Una madre ya sabes a lo que la gente dice por qué hay mamas que no son así y no está mal.) Desafortunadamente tú tuviste que ver a Satoru como un niño necesitado de amor, parecía que la única que lo notaba eras tú lo cual le encanto.
Al principio Satoru solo quería follar contigo y botarte, pero... Algo en ti lo atrajo, algo que quería solo fuera para él, tu empatía y afecto incondicional, eso hizo que te quisiera conservar para siempre, solo para él y talvez con tu mamá que lo trataba igual de bien que tú.
Vas caminando a tu casa tranquilamente, una noche hermosa con el cielo lleno de estrellas que adornaban preciosamente la luna, el aire era fresco con una brisa relajante, tenías un café que Satoru te compro, pero lo tiraste, pues estabas muy molesta, pues habías descubierto que él solo te quería para tener sexo contigo, además el café tenía mucho azúcar.
Cuando llegaste a tu casa casi te da un infarto, viste a Satoru Gojo sentado en tu sillón comiendo galletas y chocolate, que le preparó tu mamá. Su sonrisa estúpida cambio cuando vio que no traías el café, no había botes de basura cercanos para cuando lo hubieras terminado y tú no tirabas basura en la calle. Le hablaste en un tono de molestia y odio.
T/N: ¿Qué demonios haces en mi casa? Satoru: Solo... vine porque soy tu novio... T/N: JA... No, ahora lárgate de mi casa
Tu madre se extrañó ante este comportamiento poco usual entre tú y Satoru, pelo lo entendió después de todo, los problemas de pareja pueden ser usuales en parejas jóvenes como tú y Satoru. Ella solo sacó a Satoru mientras él te mira con furia y obsesión, algo que hace recorrer un escalofrío en todo tu cuerpo, solo viste esa mirada cuando tu mejor amiga te estaba coqueteando, **extrañamente** ella desapareció unos días después. Lo mismo que pasaría contigo, pero no lo sabías
Subiste a tu cuarto y te dispusiste a dormir. Cuando despertaste, dios, deseaste no haberlo hecho. Estaba Satoru frente a tu cuerpo encadenado y semidesnudo, él te miraba peligrosamente, con celos, odio, obsesión y crueldad. (Parte 1/3)
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La heredera del Infierno
Avisos: Durante estos meses estuve terminando el cuatrimestre y gracias a dios ya pude aprobar las materias que me quedaban. Ahora voy a escribir mayoritariamente el fanfic.
El capítulo transita la misión que Liu Kang les da a Kenshi, Johnny y Kung Lao, pero desde la perspectiva de Mariano. También, durante estos acontecimientos ocurren varios días desde su llegada y regreso a la Tierra.
La canción que canta Mariano es Spaceman de Electric Callboy. El CBC (Ciclo Básico Común) es un curso de ingreso obligatorio que se hace en la Universidad de Buenos Aires para poder comenzar a estudiar allí. Por último, la tortilla santiagueña es un tipo de pan que se hace a la plancha y está hecho con grasa y harina.
La misión
Daniela continuó reuniéndose con Shang Tsung las semanas siguientes a su primer encuentro. Ella siempre llevó algún postre para pasar la noche con él y hablaban de muchas cosas. Se besaban cerca de un árbol que estaba en los límites del bosque hasta que llegaba el momento de volver a la Academia Wu Shi. Se prometían verse en cuanto pudieran.
En cada reunión, ambos se abrieron más y más en sus vidas pasadas. Shang Tsung le contó su vida en las calles, cómo con el pasar del tiempo logró ser un médico ambulante atendiendo a los necesitados y luego, ayudar a la familia imperial. Por el lado de Daniela, se abrió sobre su estancia en el orfanato, su huida y algunas anécdotas en la crianza con el Viejo Mario.
Daniela le escribió cartas a Adelina y esperaba con ansias sus respuestas. La extrañaba mucho y quería planear una salida con ella en cuanto volviera de Arctika. Quizás, podría contarle las reuniones en secreto que tenía con Shang Tsung, probablemente hasta presentarlo a sus amigos. Esa idea invadía su mente en algunas noches.
Por otro lado, veía a Mariano seguir con su idea de hacer una torre de radio. Todas las noches lo escuchaba con la música apenas perceptible al pasar por la puerta unido a los chisporroteos y sus maldiciones. A veces, le dejaba algunas tortas fritas u otras facturas en la puerta y al día siguiente, no quedaban ni una sola migaja.
Cuando terminaban los arduos entrenamientos, todos se sentaban a las afueras de las habitaciones y pasaban la tarde charlando hasta que las campanadas de la cena sonaran. Muchas veces, Mariano o Daniela hacían mates y los compartían con el resto de luchadores.
La muchacha se le dificultaba el equilibrio en los entrenamientos, pero lentamente los mejoraba. También, el grupo practicaba con los postes de madera golpeándolos hasta que los puños de todos sonaban como uno y le ayudaban a Daniela acallar las expectativas de una nueva carta o reunión con Shang Tsung.
Una noche, cuando iba a reunirse con el hechicero, Daniela casi fue descubierta por uno de los monjes. Se ocultó detrás de los árboles del bosque conteniendo el aliento y rezando para que no la atraparan a altas horas. Para su alivio, los pasos del monje se alejaban y Daniela escuchó cerrarse las puertas de la academia cerrarse. Se hundió entre las profundidades del bosque chocando con ramas y pisando hojas secas.
Llegó a la colina donde siempre lo esperaba llevando una tortilla santiagueña para compartir. Se sentó en una roca con una sonrisa soñadora y admiró el cielo estrellado. El viento sopló levemente besando su rostro y sus nervios lograron calmarse.
De repente, un destello blanco familiar reveló poco a poco la figura de Shang Tsung. Daniela no supo si estaba sonriendo más de lo que podía, se abalanzó hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas transfiriendo todas sus emociones.
–Buenas noches, Daniela.
–Hola, Shang Tsung.
Se miraron momentáneamente, el hechicero enredó una de sus manos en su cabello acercándola y la otra, se ubicó en su cintura. La besó con pasión sorprendiéndola y aceptó con alegría el gesto. Sus brazos se cruzaron detrás del cuello de Shang Tsung e intensificó más el momemnto. Daniela no quiso separarse ni un solo milímetro de él, lo extrañó demasiado en esas semanas separados.
Los labios de Shang Tsung seguían sabiendo algo exquisito, pero desconocido para Daniela. Sin darse cuenta, la mano que estaba enredada en su cabello bajó hacia su cintura y la acercó más. El aire comenzó a faltarle y se separó, pero Shang Tsung no quiso apartarse. Se miraron por unos minutos sonriendo y olvidándose de todo lo que los rodeaba.
Se sentaron en el pasto, Daniela le ofreció un poco de la tortilla santiagueña que había hecho y empezaron a comerla de a pedacitos disfrutando la compañía del otro. El sonido de los grillos y las titilantes luces de las luciérnagas aquí y allá los acompañaron en la noche. A veces, se miraban y se tomaron las manos apreciando el tacto del otro. Daniela recostó su cabeza en el hombro cálido de Shang Tsung y observó el cielo estrellado.
–Te extrañé, Daniela.
–Yo también –la mano del hechicero acunó el rostro de la muchacha–. Me gusta hablar con vos.
–El sentimiento es mutuo.
–Contame de tu día.
–Fue ajetreado –soltó Shang Tsung en un suspiro–. Fueron más que nada huesos rotos de niños juguetones y algunas heridas del ejército imperial. Después, me refugié en mi laboratorio para mejorar mis pociones.
–¿Descubriste algo nuevo?
–No, por ahora –contestó el hechicero con una sonrisa tranquila–. Es un proceso lento, pero traerá sus frutos ¿cómo fue en el tuyo?
–Entrenamiento de equilibrio. Siento que algún día me voy a romper algo –soltó la joven mirando a la nada y el brujo rio–. De enserio, no sé cómo lograr el equilibrio. Me caigo y el pelotudo de Mariano no para de reírse como una foca con asma.
–Es una comparación bastante peculiar –dijo el hechicero–. Burda, diría yo.
–Encima, para empeorar más las cosas, cada vez que lo intento hago posiciones raras antes de caer al piso.
Shang Tsung vpolvió a reir y la rodeó con el brazo estrechándola aún más de su cuerpo. Daniela disfrutó el momento y sintió que las mariposas revoloteaban en su estómago. El hechicero acarició suavemente la piel expuesta de su brazo y una electricidad la recorrió por todo el cuerpo.
La luna fue subiendo más y más con el pasar de las horas, mientras que la pareja continuaba hablando hasta que el sueño inundó a Daniela. Se levantaron del frio pasto y se aproximaron a los límites del bosque. Daniela despidió al hechicero con un beso apasionado y le tomó las caderas sin intenciones de apartarla, pero el momento tristemente tuvo que parar.
Shang Tsung se esfumó en un resplandor blanco y Daniela se sumergió en el bosque hasta llegar a las puertas de la academia. Pasó entre los caminos de piedra repletos de hojas anaranjadas y diferentes flores coloridas hasta llegar al recinto de estudiantes iluminados por faroles chinos antiguos. Entró con cuidado a sus aposentos y se preparó para dormir.
El niño rubio caminaba por las calles mugrosas del barrio Lugano. Había llegado a lo que parecía una pequeña casa con un portón de chapa que daba a un galpón. No encontraba un lugar donde pasar la noche y sin darse cuenta sus pies lo llevaron a esa humilde casa.
El frío lo estaba haciendo temblar como una hoja. Fue uno de los inviernos más crudos que su corta vida había presenciado y no tenía intenciones de volver a su antiguo hogar para pasar la noche. Miraba hacia la ventana, que desprendía una luz anaranjada y el niño rubio se acercaba más al portón de chapa. Al costado, había una puerta desprendiendo un calor reconfortante y sin dudarlo, se sentó.
Se daba calor en los brazos sobre la gastada campera y el vaho salía de su boca divirtiéndolo e imaginando formas extrañas por momentos. Sin darse cuenta que soltaba una risotada, se tapó la boca y deseaba que el dueño de la casa no lo haya escuchado.
Unos pasos fuertes se acercaban y la puerta se abría revelando a un anciano con bigote en una bata antigua y una linterna en mano. Movía la linterna buscándolo y cuando la luz iluminaba el rostro del pequeño, su mente quedó paralizada. El anciano lo miraba con curiosidad y parecía que detrás suyo tenía algo metálico y pesado.
–Por poco creí que era una laucha, pendejo –exclamaba el anciano bajando la linterna del rostro del niño–. Casi hacés que te meta un tiro, salamin.
El apodo había hecho que el niño soltara una sonrisa, pero luego se maldecía por haber hecho eso. El anciano lo seguía observando y preguntó:
–¿Por qué no estás en tu casa, nene?
–Soy Mariano.
–Bueno, Mariano, ¿qué hacés afuera con este frío de mierda?
No se atrevía a responder ni una sola pregunta y guardaba silencio.
–Entra a mi casa, antes de que te agarre gripe –decía el anciano dándole la espalda y el pequeño se dio cuenta de que cargaba con un rifle de francotirador–. No quiero mañana hacerme cargo de un nene muerto por frío.
Mariano dudaba de si aceptar la oferta, pero la casa acogedora y maravillosamente cálida, sus pies lo llevaban con el anciano.
–Soy Mario ¿querés algo de comer?
Mariano Baldor se enfocó en el pequeño prototipo de radio que tenía frente. A veces, soltaban chispazos haciendo que maldijera de todas las formas posibles acompañado con la fuerte música que reproducía su celular. Otro chispazo surgió de entre los cables haciendo que Mariano soltara más improperios.
–¿No deberías salir un rato, Mariano? –la voz de Daniela se escuchó detrás de la espalda del muchacho–. Pobre Kung Lao, lo estás dejando electrocutado.
–En realidad, siento que quedaré sordo –espetó el granjero sosteniendo los claves–. La música de Mariano está haciendo que me piten los oídos.
–Hice tortilla santiagueña.
–Oh, que bien –dijo Mariano dejando todo lo que hacía y fue con Daniela sin antes apagar la música.
El sol estaba posicionándose para el atardecer, mientras los campeones de la Tierra se sentaron alrededor del recinto para pasar un momento de calidad. Daniela preparó los mates y los compartió con la tortilla. Mariano comió con emoción y se permitió pensar en cómo organizar la torre de radio. Los cables quizás no eran los indicados o cambiar su ubicación, también buscar más materiales para construirla.
Entre risa y risa, las campanadas de la cena llegaron y fue entre los primeros en llegar al comedor. Cuando se trataba de comida, era el más hambriento de los tres, seguido de Daniela y Adelina. Se sentó con gusto en la basta mesa y esperó ansioso la comida. Al recibir el cuenco de comida, lo devoró tan rápido como la luz y, como siempre, excepto Daniela, lo miraron sorprendidos por su velocidad en comer.
Pidió otro plato y un monje shaolin se lo concedió. Mariano devoró el contenido del cuenco tan rápido en cuanto estuvo en sus manos y soltó un eructo generando que Daniela le diera un golpe detrás de la cabeza.
–¡Puerco!
Kung Lao y Johnny imitaron la acción, el rostro de Daniela mostró más asco y los hombres soltaron risas, mientras que Kenshi y Raiden negaban con la cabeza. Poco a poco, el resto de monjes y maestros terminaron sus platos y anunciaron la hora de dormir.
Mariano y el resto se pusieron de pie y dejaron el basto salón para ir al recinto de estudiantes. Los faroles comenzaron a iluminar los caminos de piedra con verdín y hojas anaranjadas desperdigadas y los monjes marcharon a sus aposentos.
Mariano entró con alivio a su cuarto, tras la ducha que se había dado, y caminó entre las migajas de comida, metales y cables tirados de un lado al otro. Encendió varias velas y continuó construyendo la torre de radio con una música baja hasta que la cera de las velas estaba derretida y los párpados le pesaban. Dejó todo y se sumergió en el cómodo futón aceptando con gusto los brazos del sueño.
Al día siguiente, el gong sonó y Mariano maldijo mentalmente con todas sus almas el puto sonido. Detestaba levantarse temprano, más los fines de semana, pero debía admitir que pudo despertarse a un horario decente y hacía tiempo que tenía una rutina de sueño desordenada. Se levantó con quejas del futón y caminó bostezando hacia la puerta.
Escuchó el sonido de otra puerta abrirse y Daniela apareció al lado suyo con un pijama de "Attack on Titan". Tras lavarse la cara, se vistió con el uniforme anaranjado de la Academia Wu Shi y cargó con su equipo de mate hacia el gran salón. Lo preparó entre el barullo de los maestros y monjes y sorbió el agua caliente de la bombilla. Luego, compartió con el resto de sus compañeros hasta que el gong anunció el inicio de los entrenamientos.
Durante el resto de la mañana, Mariano y los demás entrenaron sus técnicas de combate y aprendían el uso de armas antiguas enloqueciendo al muchacho por las tantas posturas que había. Cuando llegó la hora del almuerzo, Mariano cayó al suelo, como tantas veces previas, y dijo:
–Dejame en el frío suelo, Daniela. Es reconfortante y cómodo.
–Vamos. Levantate.
La mano de su amiga estuvo frente a sus ojos y la aceptó. Tras terminar el almuerzo, los entrenamientos siguieron con meditación y lo más odiado por Daniela, equilibrio. Clases que para Mariano le resultaban lo más cercano a ver estupideces del celular, por las caídas de su amiga. El equilibrio era mayormente su fuerte junto a Kenshi estuvieron bastante bien posicionados en los postes más altos. Le entretuvo mirar un punto fijo y pensar en cualquier cosa que su mente le proporcionara.
El hilo de sus divagaciones se esfumó con el grito de Daniela y el sonido sorde de su cuerpo chocando con el suelo. Estaba en posición fetal sosteniendo su pierna izquierda y Raiden se acercó a verla. Mariano bajó lo más rápido que pudo del poste y le preguntó:
–¿Qué te pasó, Dani?
–¡Mi pierna, pajero! ¡La puta que lo parió! –gritó la muchacha sin soltar la extremidad–. ¡Duele mucho!
–Lo sé, Dani…
–¡NO LO SABÉS!
–Daniela, necesitamos ver tu pierna para que se lo podamos explicar a los médicos –dijo Raiden calmadamente.
La muchacha con lágrimas en los ojos, retiró con cuidado las manos de su pierna y quedaron perplejos por lo que veían. En la parte de la fractura estaba rojo y morado y el hueso sobresalía queriendo ser visto por todos. El rostro de Daniela quedó horrorizado y con la boca abierta en una gran o soltando quejidos bajos.
–En el espectáculo siempre pasa –soltó Johnny con una leve sonrisa–. Te dolerá, pero después te acostumbras.
–Vamos con los médicos –dijo Kenshi y entre todos quisieron cargarla.
–¡No me toquen! –soltó la chica temblando.
En lo que llevaban juntos habían tenido heridas desde la infancia, pero nunca el nivel de huesos rotos. Esperaron a que Daniela procesara lo ocurrido y su respiración lograra estabilizarse.
–Dale cárgame, Mariano –dijo, pero alzó el dedo índice–. Pero no me toquen la pierna… Ni se les ocurra tocarla, porque si no los mato. Lo juro.
El rubio pasó un brazo de la joven sobre su hombro y Raiden lo imitó, mientras que Kenshi, Kung Lao y Johnny quedaron detrás siguiéndoles el paso. Daniela siguió soltando pequeños quejidos y Mariano intentaba hacerla reír sin éxito. Cuando estuvieron cerca de la enfermería, gritaron para que la ayudaran. Un par de monjes acudieron velozmente cargando a Daniela y la colocaron en una camilla.
Cuando quisieron avanzar, les negaron la entrada y les informarían cuando visitarla, pero por ahora debían atenderla. Desilusionado, Mariano se fue con el resto de sus compañeros a sus entrenamientos hasta que el atardecer dio sus últimos rayos de sol para dejar pasar a la noche estrellada. Al terminar la última clase, Mariano cayó nuevamente al suelo sintiendo su frialdad como una anestesia a sus músculos cansados.
Con la ayuda de Kenshi para ponerse de pie, fue hacia la enfermería para ver el estado de Daniela, pero los doctores le negaron la entrada y le confirmarían cuando podría verla. Volvió al recinto de estudiantes a continuar con la torre de radio.
La pequeña caja cuadrada ya estaba casi lista, tenía espacios donde se podía ver los cables sueltos. Solo le faltaba una forma de poder unir los últimos enchufes para el micrófono e instalar correctamente la pequeña antena en los techos del recinto. Se perdió en la música que había puesto y entonó algunas letras de las canciones que escuchaba.
–My name is Tekkno, I am travelling space/I got a rocket on my back fueled with big bang bass –gritó Mariano fuertemente sin remordimientos–. I am Tekkno, my religion is rave/And I bring it to the outerworld, so let me hear you say…
–¡Mariano! Es hora de cenar –llamó Kenshi–. Es la tercera vez que te llamo. Baja el volumen a la música
–Nunca.
Se puso de pie y fue con el resto del grupo. Antes de que pudiera sentarse en la mesa, Raiden le dio un golpe en la cabeza haciendo que su cabellera rubio bloqueara su visión e iba maldecirlo cuando se percató del por qué de su regañada. En la gran mesa, había entrado Liu Kang y los presentes se inclinaron ante él recibiéndolo con halagos y agradecimientos.
La cena para Mariano fue basta, pero se preocupó por el estado de Daniela e incluso de Adelina. Nunca habían estado separados tanto tiempo, le resultó extraño. Mientras divagó entre plato y plato, una parte de su mente pensaba en los siguientes pasos para la torre de radio y la otra, en cómo todo había cambiado en tan poco tiempo.
Sin darse cuenta, terminó con el quinto plato que le habían dado y los presentes se inclinaron ante la deidad para luego retirarse del comedor. Mariano y los demás caminaron lentamente hacia su recinto entre los caminos apedreados e iluminados con faroles.
Al entrar a su habitación, buscó su pijama y fue a bañarse. El agua caliente le relejó los músculos y la mente del ajetreado día. Se preguntó por qué la venida de Liu Kang, seguramente para ver cómo se encontraban las cosas en la Academia Wu Shi o si Adelina había finalizado su entrenamiento en Arctika.
Volvió a su habitación y soltó un suspiro al acostarse en el futón. Una alegría lo invadió al envolverse entre sábanas y colchas y deseó no salir de la cama nunca más. Sus párpados se cerraron esperando con dicha que el sueño le trajera más comodidades.
–Cuentenos más, Viejo Mario –exclamaba Daniela en su cama–. ¿Qué pasó luego con usted y sus amigos?
–Volamos hasta llegar a tierra. Cuando me bajé, unas nauseas me dieron… Tuve que alejarme de mis compañeros para vaciar el estómago –reía el anciano–. Ese primer vuelo fue tan malo, pero me hizo sentir tan vivo que inmediatamente fui a inscribirme en las Fuerzas Aéreas.
–¿Tiene otra historia, Viejo Mario? –preguntaba Adelina.
–Para otro momento. Ahora vayan a dormir.
Apagaba las luces y Mariano podía escuchar los ronquidos de Adelina antes de que el sueño lo consumiera y lo recibía con dicha.
Un ruido despertaba Mariano, vio que la puerta estaba entreabierta y revelaba una luz en la cocina. Mariano se levantaba silenciosamente tratando de que Adelina y Daniela no despertaran, caminaba hacia la cocina frotándose los ojos y bostezando y veía a el Viejo Mario colocando la pava en la hornalla. La mesa estaba repleta de galletitas y pan a medio cortar y el anciano preparaba el mate en el silencio de la noche.
Mariano notaba las pequeñas aspiraciones calladas del anciano, también sus moqueos. Se acercaba a él y lo sigueía observando en silencio. El Viejo Mario se enfocaba en el la pava en el fuego, luego tomaba una galletita y se la comía.
–¿Qué pasa, Viejo Mario?
–Nada, Mariano. Anda a dormir, es tarde.
–¿Seguro?
El anciano asentía sentándose en la mesa y Mariano lo imitaba. El Viejo Mario se limpiaba las lágrimas y empezaba a comer galletitas con tranquilidad. El niño lo observaba un rato más y se acercaba a él.
–Pesadillas, Mariano. Son solo eso.
–¿Son horribles?
–No valen la pena contarlas.
–Pero sería bueno que las cuente a alguien –dijo Mariano–. Para que no se las guarde y le hagan mal.
–No quiero que las escuches –contrarrestó el anciano–. Son cosas que debo afrontar solo.
–Pero necesita hablarlo con alguien…
–Anda a dormir, Mariano.
El niño sabía que era por la Guerra de Malvinas. Había muchas noches previas que lo escuchaba levantarse y el anciano se quedaba despierto para evitar conciliar el sueño por los horrores que vivió. Cuando Mariano era más niño, aceptaba sin discusión lo que le ordenaba el Viejo Mario, pero con el pasar del tiempo empezó a preguntar teniendo siempre las mismas respuestas.
Se quedaba con el veterano dándole compañía hasta que el sueño le era imposible de disimular. Mariano se levantaba, abrazaba al anciano y lo estrechaba con fuerza.
–Los extraño mucho. Los perdí a todos.
–Lo sé, Viejo Mario.
Se quedaba abrazando por mucho tiempo al anciano que no podía recordar cómo lo habían llevado a la cama. Pero le alegraba poder estar ayudando, aunque sea un poco al Viejo Mario.
A la mañana siguiente, Mariano, Kenshi, Kung Lao y Johnny fueron llamados por Liu Kang. Le fue extraño para el muchacho que el dios los necesitara para algo. Un maestro los guio hasta un recinto apartado de la academia y se marchó para notificar a la deidad.
–¿Para qué nos habrá llamado Lord Liu Kang? ¿Por qué no solicitó la presencia de Raiden? –preguntó Kenshi.
–Para felicitarnos por como avanzamos los entrenamientos –respondió Johnny orgullosamente.
–Sería la visita más boluda del universo –argumentó Mariano–. Un gasto de tiempo al pedo.
–Lord Liu Kang no nos llamaría solo por eso –espetó Kung Lao–. Debe ser por algo importante.
–Quizás sí, quizás no.
El maestro que los había llevado les permitió pasar y llegaron a un área despejada repleta de árboles y columnas chinas con faroles. Le transmitió tranquilidad a Mariano y se ajustó mejor la cola de caballo.
El dios apareció observando con sus ojos blancuzcos al cuarteto. Su silencio le ocasionó una incomodidad a Mariano que le recordaba sus tiempos en el colegio.
Cuando el maestro miraba a los alumnos para ver quién respondía la pregunta del cuestionario. Momentos de tensión para el joven Mariano de ese entonces, porque había hecho la mitad de las tareas y buscaba la siguiente forma de molestar a Adelina y Daniela.
–Gracias por aceptarme un poco de su tiempo.
–No hay de que –soltó Mariano y los tres guerreros lo miraron–. ¿Qué? Es educación.
–Les encomiendo una misión en el Mundo Exterior –dijo el dios seriamente–. Les daré más detalles en cuanto se preparen. Partirán cuanto antes.
Los cuatros campeones se inclinaron en silencio y fueron a vestirse. Los pantalones holgados negros le quedaban bastante cómodos a Mariano junto con la remera manga corta blanca con la camisa negra china, pero el calzado le fue molesto. Salió a buscar sus botas militares, recogió su mochila, metralletas y el rifle antiguo que el Viejo Mario le había regalado.
Al reunirse con Kenshi, Johnny y Kung Lao, un maestro le notificó que Daniela estaba despierta y que podía visitarla antes de partir al Mundo Exterior. Mariano llegó a la enfermería con la cara roja, por su loca carrera, y vio la pierna de la muchacha elevada con la cicatriz roja y cocida. Sonrió al verlo y se acomodó mejor en la cama.
–¿Cómo anda esa pierna rota? –cuestionó Mariano con una vaga sonrisa.
–Duele como la mierda.
–Me lo imagino.
–¿Por qué tan bien vestido? –preguntó Daniela–. ¿Adónde vas?
–Al Mundo Exterior.
El rostro de Daniela mostró sorpresa y Mariano detectó algo más en sus ojos cafés… Una expectativa perdida. Desde la partida de Adelina, algunos días, mostraba nervios y miradas a la nada pensando en algo o alguien y preguntó:
–¿Qué van hacer?
–Liu Kang nos dio una misión.
–Raro.
–Nos va a dar más detalles en cuanto nos vayamos.
–¿Viniste a darme un saludo, entonces? –preguntó Daniela con una sonrisa melancólica.
–No, vine a buscar mis armas y mis botas, porque el calzado chino me mató los pies.
–Oh… –dijo la muchacha observando lo que llevada detrás de su espalda–. Estás llevando el rifle del Viejo Mario.
–Es el arma de repuesto.
–Te acordaste de él ¿verdad?
–Sí –La afirmación le salió inmediatamente y sin titubear. Mariano quiso demasiado al anciano en vida–. Me va a servir y de paso, le doy mayor uso.
–Está bien.
–Quería avisarte que agarré tus silenciadores.
Daniela le revoleó una almohada furiosa.
–¡¿Cuántas veces te dijimos con Adelina que no entres sin preguntar?! –el muchacho rio por el arrebato–. Comprate tus propios silenciadores, puta que te parió.
–Porque me olvido, por eso.
–Después, no vengas pidiendo que alguno de los muchachos y te salve de la patada en el ojete que te vamos a dar –espetó la pelirroja indignada.
–No quiero repetir el incidente.
–Entonces pregunta antes, boludo.
El silencio se hizo presente, Mariano la abrazó fuertemente riendo y la chica aceptó el gesto.
–Volvemos en un rato. Mejorate de la pierna.
–No hagan nada estúpido.
Se hicieron una última mirada de aliento y, antes de partir al portal, Mariano fue a la cocina a tomar todo lo que encontraba.
El sol estaba saliendo, algunos faroles seguían encendidos y moviéndose con el leve viento que se había levantado. Las hojas de los árboles se balancearon levemente y crujían por las pisadas de Mariano.
Kung Lao llevaba su sombrero con cuchillas y tanto Kenshi como Johnny portaban katanas. Liu Kang le entregó al ex mafioso un retrato, que pudo visibilizar Mariano. Era de un hombre de cabello largo hasta los hombros y rasgos bien definidos. Poseía una mirada misteriosa e inteligente como si analizara su entorno por más que fuera un retrato bien hecho.
–¿Qué hay que hacer con él? –preguntó Mariano.
–Debemos buscarlo en el Mundo Exterior y traerlo para interrogarlo –explicó Kenshi.
–Sí –afirmó el dios firmemente–. Si sucedió lo que temo, él es una grave amenaza para los reinos.
–¿Algo más? –cuestionó Kenshi enrollando el retrato.
–Shang Tsung es un maestro del engaño –argumentó Liu Kang con calma–. No crean ni una palabra de lo que dice.
–Ah, está bien –soltó Mariano.
–Me recuera a mi primer representante –agregó Johnny.
–Es una misión compleja. Preferiría ir con Raiden que con este –la voz de seria de Kenshi se hizo presente enfatizando en el actor.
–¡Oye! –los ojos de Johnny mostraron ira–. “Este” hará el trabajo.
–Seguro y yo soy Luffy –exclamó Mariano en una risotada.
–Esta misión requiere discreción –el tono del dios hizo que la pequeña riña se apagara–. Falto a mi palabra de enviarlos al Mundo Exterior sin que la emperatriz Sindel lo sepa. Tras el torneo, Raiden ya es una cara conocida allí. Enviarlo solo aumentará la probabilidad de que los descubran.
Liu Kang buscó de entre sus bolsillos y sacó lo que parecía una brújula bastante peculiar. Les explicó que era un talismán para llevarlos hacia el hechicero. Mariano detectó que los ojos blancos de Liu Kang reflejaban severidad y determinación.
Tras desearles una buena suerte para su búsqueda, el portal de fuego surgió y el cuarteto pasó sin titubear. El vuelco del estómago se hizo presente en Mariano y sin darse cuenta, cayó en una zona desértica. Se levantó maldiciendo por el peso de su mochila y las armas y vio que Kenshi ya estaba ubicándose en la dirección que guiaba el talismán. Johnny y Kung Lao fueron los últimos en ponerse de pie.
–Es por aquí –dijo el ex mafioso.
Mariano caminó detrás de él acomodándose la cola de caballo recibiendo el calor abrasador del sol. La caminata hizo que el rubio se cansara del silencio y cantó una melodía medieval de aventura. Cuando se hizo repetitiva, comenzó a cantar canciones de Rata Blanca y Megadeth. Algunas veces, Johnny lo acompañó en los estribillos que recordaban, para que luego Mariano siguiera por su cuenta.
Poco a poco, el sol se fue ocultando dando paso a la noche y el estómago de Mariano empezó a rugirle por el hambre junto con el de sus compañeros. Sacó unos aperitivos para calmar el apetito y el de los otros. Comió tranquilamente la manzana verde sintiendo su sabor ácido en su boca y al terminarla, la tiró lejos.
La caminata continuó en el calor de la noche y Mariano compartió linternas para iluminar el desierto. Kenshi siguió liderando al grupo y soportando la pregunta repetitiva de Johnny sobre cuánto faltaba para encontrar a Shang Tsung y Mariano tuvo que acumular muchísima fuerza de voluntad para no amordazarlo. Al poco tiempo, el actor volvió a preguntar:
–Agh ¿Ya llegamos?
–¿De nuevo? ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? –repreguntó Kenshi enojado.
–¿Qué puedo decir? Estas botas no se hicieron para caminar.
–Qué pedazo de pelotudo –exclamó Mariano–. ¿Por qué no te pusiste otras?
–Si ese es el máximo dolor que sientes hoy, tienes suerte –soltó Kung Lao sonriente.
–Ya tengo suerte –dijo Johnny con sorna–. Llevo a Sento a la espalda.
–Será mía, Cage –afirmó Kenshi.
–¿Tienes tres millones? Es tuya.
–Y dale con eso –soltó Mariano cansado por sus disputas por la espada.
Presenció diversos insultos y hasta peleas entre ambos por el arma. A veces, en las cenas guardaban el silencio o hacían comentarios pasivo-agresivos constantemente y Mariano estrellaba su frente sobre la mesa cada vez que las disputas surgían. Daniela los frenaba siempre y el rubio se unía en ocasiones.
–Sabes que no los tengo –continuó Kenshi con desdén.
–Seguro tus amigos yakuza los conseguirían –soltó Johnny burlonamente–. Ah, es cierto, que los abandonaste.
Cuando no estaba el actor, Kenshi se abría un poco de su pasado oscuro y Mariano escuchaba junto a los demás. A veces, todos le daban algún pequeño consejo en esas charlas y los ojos marrón claro de Kenshi reflejaban agradecimiento. Mariano supo que Johnny estaba tocando una fibra sensible y se guardó la contestación que iba hacerle. Detectó cómo Kenshi sostenía con fuerza la linterna y su postura se volvió más rígida.
–Si algo aprendí de Hollywood, es a no quemar las naves –continuó–. Nunca sabes quién te puede ayudar.
En ese instante, Kenshi se detuvo y se volteó con brusquedad. Mariano vio furia en sus ojos marrones y tenía una mueca de disgusto en el rostro.
–Los yakuza son sanguijuelas que absorben la sangre de quienes son débiles –Kenshi se aproximó abruptamente iluminando la cara del actor con ira en los ojos–. Crecí viviendo así y nunca entendí por qué, para ganar, otros debían sufrir –confesó enojado–. Me salí y necesito que mi clan lo haga. No podemos seguir participando en sus crímenes.
De repente, el talismán comenzó a hacer ruidos extraños y Kenshi retomó la atención al camino de arenas y rocas dándole la espalda a los tres. Johnny se quedó de pie en silencio viendo pasar a Kung Lao con una mirada de disgusto y detrás, Mariano.
–Te lo buscaste, aguántate –dijo el rubio enojado.
El actor soltó un suspiro exagerado y los cuatro siguieron con la tortuosa caminata nocturna. Las piernas de Mariano le pesaron como plomo y se sintió tentado de hacer la misma pregunta de Johnny, pero se abstuvo. No soportó más el paisaje vacío, las linternas iluminaban arena, rocas y huesos desperdigados.
Los cuatro llegaron a un cañón que dejaba cerca un acantilado. Mariano se sintió un poco feliz por el cambio de paisaje e incluso pensó que allí, seguramente, estaría Shang Tsung. Las rocas del cañón mostraban sus relieves y poca vegetación seca. El muchacho avanzó detrás de Kenshi con la esperanza de ser el primero en ver que el talismán cambiara de dirección. Al mismo tiempo, escucharon lo que parecía gritos y espadas, se miraron entre ellos y avanzaron con cuidado hacia el acantilado.
Al llegar, vieron casas de barro entre las rocas mostrando iluminación en las ventanas. Mariano pudo visualizar algunas escaleras improvisadas entre los techos de las casas para poder conectarlas, pero lo que más lo sorprendió fue lo que ocurría cerca de la entrada de la colonia.
Soldados estaban conteniendo a los habitantes con lanzas. Estos, soltaban gruñidos y rugidos como animales salvajes. La mayoría eran calvos, con heridas y dientes puntiagudos como alfileres. Mariano miró a sus compañeros, Johnny sacó su celular para grabar lo que ocurría abajo y preguntó:
–¿Qué dice tu precioso?
–Que Shang Tsung está entre esas… cosas –respondió Kenshi.
–Son las provincias del Norte, solo que más desérticas –soltó Mariano abruptamente.
–Ah, mis fans enloquecerán disfrazándose de ellos en la Cage-Con.
Por el celular de Johnny, Mariano, Kenshi y Kung Lao vieron que unos soldados tomaban a uno de los habitantes y lo llevaban cerca de la persona que buscaban… Shang Tsung. Tenía en sus manos una gran jeringa.
–Ese es Shang Tsung –exclamó Kung Lao.
–Entremos cuando haya terminado –dijo Johnny emocionado–. En “Puños de Acero” hicimos eso de…
–No haremos estrategias con tus películas, Cage –negó Kenshi severamente.
–Yo no quiero que Johnny me humille –dijo Mariano–. Me basta y sobra que me humillo borracho y sin estarlo.
Los soldados obligaron a que el habitante se pusiera de rodillas a espaldas del hechicero y pudo hacerle inyección. Inmediatamente, mató a los soldados y se enfrentó a Shang Tsung. Seguido de eso, el resto de la colonia comenzaba a luchar con los otros soldados.
–Pensándolo mejor, la escena está bien sin nosotros –dijo Johnny bostezando–. Dejemos que la terminen.
–Debemos salvar a Shang Tsung. Liu Kang lo necesita con vida –dijo Kenshi.
–Menos mal que tengo ambas balas –soltó Mariano alegre–. Las de goma les va a doler como la concha de la lora.
Las cuatro bajaron del acantilado deslizándose entre las piedras y corrieron hacia la colonia. El habitante desplegó sus cuchillas y, al aproximarse lo suficiente, Kenshi retuvo al habitante para alejarlo de Shang Tsung. El extraño comenzó a forcejear dándoles patadas a Kung Lao y Johnny, mientras Mariano trataba de atrapar al hechicero. Se alejó de la riña e instantáneamente, su apariencia cambió al de un miembro de la colonia para perderse entre el polvo.
–¡¿Cómo hizo eso?! –preguntó Kung Lao abriendo los ojos como platos.
–Ni la más puta idea –susurró Mariano.
Volteó la cabeza para ver cómo estaba Kenshi. El habitante se había soltado del agarre preparándose para pelear, mientras que Mariano, Kung Lao y Johnny vieron al resto de la colonia acercarse lentamente. El rubio sostuvo sus armas, pero se percató que los superaban en número y los masacrarían en un abrir y cerrar de ojos. Los rodearon un pequeño círculo que se achicaba con cada miembro de la colonia que aparecía.
Escuchó el choque de los puños y metales entre Kenshi y el habitante del Mundo Exterior. Mariano volteó la cabeza y vio al habitante caer al suelo. El ex mafioso enfundó su katana, se puso en postura firme y dijo:
–Por favor, déjame explicarte.
–Tu nos metiste en esto –dijo Johnny–. ¿Qué te parece si nos sacas?
–Que la explicación sea rápida. Lo único que te pido, Kenshi –dijo Mariano. Los gruñidos y rugidos de los habitantes se hicieron más fuertes.
–Sé cómo se ve esto, pero no trabajamos para Shang Tsung –aclaró. Mariano, Kung Lao y Johnny se voltearon hacia él y al habitante.
Mariano le sorprendió más su aspecto de cerca que visto de lejos. El habitante era calvo con algunas heridas abiertas y con formación de costras. Sus dientes mostraban filo como agujas y sus brazos exhibían algunas escamas. Las manos del habitante relucían uñas filosas y las cuchillas retraídas en los antebrazos. Sus ropas estaban sucias por el polvo y la tierra.
–Si no –dijo el habitante con agresividad–. ¿Por qué salvarlo?
–Porque Liu Kang, el protector de la Tierra, quiere interrogarlo –respondió el ex mafioso–. Cree que Shang Tsung puede ser una amenaza para nuestros reinos.
–Soy Kenshi Takahashi. Soy… –el japonés extendió su mano, pero el habitante se alejó.
–Nuestra raza no estrecha las manos.
–Perdón. No quise ofenderte.
–¿Acaso no sabes lo que somos? –preguntó el habitante.
Los cuatro negaron con la cabeza como respuesta.
–Somos víctimas de tarkat –explicó–. No te contagiamos con facilidad, pero no puedes arriesgarte a exponerte más.
Inmediatamente, Johnny se pasó las manos por el traje, Mariano sacó una botella de alcohol y se bañó las manos completamente. El penetrante olor invadió la nariz del rubio y se sintió un poco más seguro de no contagiarse.
–Te desfigura y luego te debilita –continuó–. Con el tiempo, nos convertirá en monstruos sedientos de sangre. Solo la muerte nos liberará.
–Lo lamentamos mucho –dijo Mariano y los ojos del habitante reflejaron apenas amabilidad.
–Entonces ¿no siempre fuiste así? –preguntó Kung Lao.
–Solía ser un comerciante rico, pero cuando me enfermé, me desterraron –respondió el habitante–. Ahora dirijo esta colonia. Soy Baraka.
–¿Qué pretende hacer Shang Tsung con tu médula ósea, Baraka? –preguntó Kenshi.
–No lo sé. Pero viene aquí todos los meses a extraerla –contestó Baraka.
–Libéranos y lo capturaremos –ofreció Kenshi–. Y descubriremos por qué ha estado viniendo aquí. Lo prometo.
Baraka miró a sus compañeros decisivamente y luego puso sus ojos en el cuarteto.
–Dejen que se vayan –ordenó.
–Gracias. No te decepcionaremos.
Kenshi y el resto miraron lo que quedaba del talismán. Su cristal estaba roto y su luz roja se marchó.
–Mierda –maldijo–. Nos guiaba hacia Shang Tsung. Ahora no podemos hallarlo.
–Qué cagada –dijo Mariano.
–Su laboratorio está cerca –soltó Baraka–. Te llevaré.
En ese instante, Mariano quiso morir. Amaba las caminatas, pero su amor tenía un límite. Baraka habló en su idioma natal con los miembros de la colonia y no paraban de observar con ojos curiosos al cuarteto. Mariano mantuvo su distancia de cualquier infectado teniendo el alcohol cerca.
Los ojos de Baraka observaron a los hombres y con un gesto de cabeza, lo siguieron. Las botas de combate comenzaron a generarle calor y las plantas de los pies le dolieron como nunca antes. De su mochila tomó un poco de agua y compartió con el resto de sus compañeros.
Durante su caminata, estudió a Baraka y lo que había dicho antes. Le resultó extraño que no se haya visto ningún infectado en la capital, Sun Do. Podrían haber sido contagiados y transmitirla a la Tierra sin enterarse absolutamente nada. Notó una mirada de aflicción e ira en Baraka, por más que esté demacrada por las heridas del tarkat. Mariano se compadeció del habitante del Mundo Exterior.
Las arenas siguieron alrededor con rocas desperdigadas y huesos de animales desconocidos. Para la alegría del rubio, lentamente, se desvanecieron reemplazadas por los colores verdes. Los árboles camuflaron la vista de la luna y estrellas y las plantas chocaron contra Mariano. Cuanto más se sumergían, más hojas se metieron en su boca sintiendo su sabor asqueroso. El calor del desierto cambió por la humedad del bosque haciendo que el cuerpo del muchacho sudara como si no hubiera un mañana.
–Descansemos aquí –dijo Kenshi–. Durmamos por unas horas y luego continuemos.
–Me parece lo más adecuado –dijo Baraka manteniendo distancia del grupo.
Mariano junto a Kung Lao y Johnny buscaron ramas secas y armaron una pequeña fogata. Las llamas comenzaron a dar calor y desesperó más al muchacho. Detestaba con todas sus fuerzas ese clima y nunca logró entender como a sus amigas les gustaba. Sacó de su mochila bocados matando el hambre y también el de sus amigos. Tomó otra manzana verde y su sabor ácido y reconfortante inundó su boca apagando los rugidos de su estómago. Tuvo que tener un gran autocontrol de no devorarse lo que había en la mochila.
–¿Querés algo de comer, Baraka? –preguntó Mariano–. Para que no te quedes con hambre.
–Agradezco tu amabilidad, habitante de la Tierra.
Mariano buscó entre las profundidades de su mochila y le dio carne seca. Baraka la aceptó con gusto y volvió a su sitio alejado de los demás. Mariano continuó comiendo la manzana y notó el silencio entre sus amigos, sobre todo de Johnny y Kenshi.
Decidieron turnarse la vigilancia y Kung Lao fue el primero en ofrecerse. Mariano se acomodó en un árbol y cargó una ametralladora en sus manos pegada a su pecho. Los ojos del muchacho se cerraron y su cabeza se apoyó en el duro tronco.
Despertó con los leves golpes en el hombro de Kenshi y se levantó bostezando. Continuaron la caminata con el sueño agobiándolo y la visión borrosa. Se frotó los ojos sintiendo los párpados pesados como plomo e intentó despejarse el sueño con pellizcos en los brazos.
Baraka estuvo detrás del cuarteto y a veces, Mariano le preguntaba si quería algo para comer, pero se negó en todas las ocasiones. Poco a poco, escuchó el ruido del agua y sus pisadas se hundían en el barro. Soltó un bostezo exagerado y observó el cielo que mostraba sus primeros indicios del amanecer. El color amarillo, rosa y anaranjado se hicieron presentes acompañados del sol, pero este era tapado por la densidad de los árboles.
Se detuvieron a unos metros de la salida del bosque esperando a Baraka. Un río se hallaba frente a ellos y del otro extremo una rueda hidráulica unida a una pequeña torre. La única conexión que había era un puente de madera y detrás, varias casas y algunas no terminadas.
–¿Y sabes qué esperamos? –preguntó Johnny.
–No –respondió Baraka–. Nunca estuve adentro.
–Quédate aquí –dijo Kenshi–. Entraremos.
–Gracias por la ayuda –dijo Mariano con una sonrisa.
Los cuatro fueron hacia el puente y la madera crujió con cada paso que daban. Las aguas chocaban contra los postes, pero mostraron ser lo suficientemente resistentes. A Mariano le sorprendió la poca vigilancia que había en el sitio, pero tampoco le disgustó.
Llegaron a una gran puerta de madera bloqueada y la abrieron sigilosamente con el sombrero de cuchillas de Kung Lao. Soltó una risa orgullosa y entraron. Lo primero que vieron fue escaleras espiraladas y tapices antiguos. Kenshi siguió liderando la marcha y Mariano contuvo sus ganas de soltar respiraciones fuertes con cada escalón que pisaba. Detestó las escaleras, cada vez que creía que habían llegado, otro tramo aparecía y Mariano quería llorar. Cada uno de estos tramos estaba decorado con diferentes trajes de combates, armas antiguas, muebles sofisticados, jarrones delicados, retratos de extraños y más tapices antiguos.
Milagrosamente a sus plegarias, Kenshi abrió la última puerta y escucharon la voz de un hombre. Se agacharon con cuidado y pisaron el suelo como si fuera vidrio. Alzaron la cabeza del barandal de piedra viendo lo que ocurría.
En una silla, estaba recostada la princesa Mileena, a su lado había una Umbgadi. Del otro lado, la observaban un brujo de trajes violetas y a la persona que buscaban, Shang Tsung sosteniendo una inyección. Tenía una sonrisa orgullosa en la cara y Mariano tuvo la inexplicable necesidad de sacársela a tiros.
Shang Tsung hablaba con la soldado y el brujo. Por lo poco que escucharon, parecía que querían inyectarle un suero que contenía la médula de Baraka.
–Va infectar a Mileena con el tarkat –soltó Kung Lao.
–Tiene mucha soberbia –dijo Mariano–. Y ego. Es un golpista.
–Y dos de los jefes de Sindel están con él –siguió Johnny seriamente–. No me extraña que Liu Kang se preocupe por este sujeto.
–Debemos detenerlo –afirmó Kenshi.
–¿Salvar a una doncella angustiada? Dalo por hecho –afirmó Johnny con júbilo.
–Odio a los fascistas –dijo Mariano–. Que se cague.
Los cuatro salieron de su escondite y Mariano alzó sus ametralladoras. La Umbgadi y los hechiceros se sorprendieron
–¡Aléjate de ella! –gruñó Kenshi.
–¡Maldita! –dijo Johnny.
–¡¿Perdón?! –exclamó Kung Lao indignado.
–Ya sabes, la película –explicó Johnny– con la niña y la alienígena gigante ¡Ripley!
Tanto Kenshi como Kung Lao se quedaron confundidos por los dichos del actor.
–¿No? –preguntó sorprendido–. ¿En serio?
–¡Dale, Kenshi! –soltó Mariano bajando las armas–. Me lo puedo tragar de Kung Lao, porque vive en el campo, pero de vos no. Mira que yo vivo en un país con quinientos problemas, pero sé de Alien.
–¿Habitantes de la Tierra? –preguntó el brujo de trajes violetas–. ¿Cómo nos encontraron?
–Ya vieron demasiado –afirmó la Umbgadi furiosamente.
Arremetió rápidamente hacia los cuatro y Kung Lao y Johnny la bloquearon, mientras que Mariano y Kenshi fueron hacia Shang Tsung. El ex mafioso le dio una patada giratoria ocasionando que la inyección y su contenido se perdieran.
–Necesito tiempo –dijo Shang Tsung al brujo de ropas violetas–. Consíguemelo.
–Tiempo las pelotas –contestó Mariano–. Vos no vas a hacer ni un golpe de Estado.
Mariano alzó sus ametralladoras y Shang Tsung se posicionó para la pelea. Se abalanzó contra el muchacho y disparó sin dudar, pero el hechicero esquivó las balas y en un forcejeo arduo le quitó las ametralladoras. Mariano tomó el rifle antiguo de sus espaldas e intentó atacarlo con la culata, pero Shang Tsung volvió a evitar el golpe.
Creó una llamarada de sus manos dirigiéndola a Mariano y se aproximó para darle un puñetazo. Pero en la parte superior de su puño se desplegaron tres cuchillas afiladas como garras y Mariano se alejó del rango de golpe con la camisa negra rota. Antes de que pudiera bloquearlo, le asestó un golpe directo a la cara seguido de una patada. El rubio notó el dolor en su estómago y mejilla y se reincorporó tambaleante.
Mariano arremetió con un golpe directo usando sus puños y Shang Tsung no pudo desviarlo. Ante esa desprevención, el rubio volvió a usar el rifle antiguo para golpearlo con la culata y la dura madera chocó con el rostro del hechicero. Mariano sonrió victorioso, pero Shang Tsung se incorporó y lo miró con odio. Antes de que pudiera reaccionar, lo empujó con una oleada de llamaradas y Mariano sintió el vidrio de las ventanas en su espalda.
Soltó un quejido y cayó al suelo viendo el techo borroso y escuchando un pitido en sus oídos. Su mente no había reaccionado cuando vio a Kung Lao y a Johnny llamándolo y este le tendió la mano. La cabeza le dio vueltas al ponerse de pie y agradeció en un susurro la ayuda. Quitó de su mente las incomodidades y fue con sus amigos.
–Aléjate de la mesa –gruñó Kenshi alzando su katana hacia el hechicero.
–Es la segunda vez me molestas –espetó entre dientes–. Los habitantes de la Tierra tienen costumbres malsanas.
–Ya lo oíste –dijo Johnny con un dedo acusador–. No la vas a infectar con el tarkat.
–Intento protegerla, no infectarla –argumentó Shang Tsung.
–Nos enteramos de que mientes. Disculpa nuestro escepticismo –contestó Kenshi y les dio la espalda–. Cúbranlo.
Mariano alzó sus ametralladoras, mientras que Johnny y Kung Lao se posicionaron en postura defensiva. Los ojos del hechicero irradiaron ira y lo que además creyó el rubio, secretos. La voz tranquilizadora de Kenshi se hizo presente junto a los susurros de la princesa e inmediatamente, escucharon gritos. El muchacho apretó con fuerza sus ametralladoras y Kung Lao habló:
–¡¿Qué le hiciste, brujo?!
–¡Fue tu culpa, tonto! –espetó Shang Tsung–. Déjame ayudarla antes de que sea tarde.
Los gritos angustiosos de la princesa Mileena se volvieron más fuertes transformándose en rugidos de un animal. Mariano miró sorprendido la escena, la boca de la princesa ya no era normal, sino que estaba cubierta con dientes filosos desplegando una fina lengua como de una víbora. Se soltó de sus ataduras como si fueran plástico y miró a Kenshi salvajemente.
–¿Ahora me creen, habitantes de la Tierra? –cuestionó el hechicero.
–¿Qué hacemos? –repreguntó Kenshi, la princesa acercarse más y más a él como si fuera un depredador.
–Manténganla ocupada –respondió Shang Tsung y se dio la vuelta mirando su mesa de trabajo–. Necesito tiempo para hacer más suero.
–¡Johnny! ¡Mariano! –llamó Kenshi–. ¿Me ayudan?
–Ahí vamos –respondió el rubio.
–¿Tenemos un guion? –preguntó el actor–. ¿O solo estamos improvisando?
–Hagan lo que hagan, no podemos herirla.
–¿A ella? –cuestionó el actor–. Más bien ella a nosotros.
–Nos va a matar –dijo Mariano.
La princesa saltó como un puma y rasguñó a Johnny, pero su traje impidió que sufriera heridas profundas o peor… el contagio. Luego, arremetió contra Mariano y la esquivó de puro milagro cayendo de espaldas. Escuchó unas palabras sin sentido y la espada resonando en los oídos de Mariano y se levantó rápidamente para ayudar a Johnny. En cuanto lo encontró y ayudó a levantarse, el ex mafioso logró contener a la princesa Mileena.
–¡Johnny! ¡Kung Lao! ¡Mariano! –llamó–. ¡Ayuden a sujetarla!
Johnny y Kung Lao sostuvieron ambos brazos de la princesa, mientras Mariano la retenía por la espalda. A pesar de la fuerza de los tres, el rubio creyó que la superaba de manera olímpica por todo el forcejeo y gruñidos que hacía.
–¡Es ahora o nunca, Shang Tsung! –dijo Kenshi.
–¡Agiliza el trámite, hijo de puta! –gritó Mariano.
Inmediatamente, la princesa Mileena le dio un fuerte cabezazo enviándolo hacia atrás, recuperó el equilibrio y fue a ayudar a Johnny porque la joven iba a matarlo. Antes de poder hacer algo, Kenshi la tomó por detrás alejándola. La mente de Mariano no pudo procesar lo que había ocurrido después. Solo sintió las salpicaduras de sangre y los gritos aterrorizantes de...
–¡KENSHI! –gritaron Johnny y Mariano al mismo tiempo.
La princesa le había clavado un par de cuchillas en los ojos. Rápidamente, Mariano se sacó la mochila de los hombros y buscó los primeros auxilios. Los ojos de Kenshi estaban cubiertos de sangre y mancharon la remera blanca de Mariano. Los quejidos del ex mafioso invadieron el lugar e intentó calmarlo, mientras pasaba gaza con desinfectante alrededor de los ojos. Fue un milagro que siguiera con vida.
Se enfocó tanto en su tarea, que no escuchó los gritos de la hermana de la princesa, Kitana y al verla, tenía detrás a la guardia imperial y al General Shao. Kung Lao y Johnny los miraron con firmeza y Mariano siguió tratando las heridas de Kenshi, mientras escuchaba las mentiras de Shang Tsung. Una historia trazada en base por culpar al cuarteto de querer revelar la enfermedad de la princesa Mileena y generar un escándalo para la familia imperial.
–¡Mentiroso de mierda! –gritó Mariano enojado–. ¡Es un golpista!
–¡¿Qué?! –soltó Johnny indignado y Mariano alzó la vista–. ¡Eso es totalmente falso! Princesa, nosotros…
Inmediatamente, Johnny fue golpeado por un shokkan y Kung Lao se preparó para combatirlo, pero fue noqueado. Mariano se puso de pie lo más rápido posible y se posicionó para pelear, pero un fuerte dolor invadió su nuca, soltó un grito y cayó al suelo en un sonido sordo.
Un Mariano de diecisiete años llevaba su mejor traje de egreso. Un chaleco y pantalones elegantes de color azul marino, una remera de Goku y un par de zapatillas recién compradas. El cabello rubio le llegaba a los hombros haciéndole recordar a Ozzy Osbourne. Estaba sentado cerca del escenario junto a sus compañeros.
La directora estaba dirigiendo sus últimas palabras a los alumnos y luego de que todos aplaudieran, llamaba a cada estudiante para darle el diploma. Cuando había llegado el turno de Mariano, miraba hacia los diferentes padres hasta ver al Viejo Mario con su uniforme militar y a Adelina y Daniela en vestidos de verano. Sonrió al verlos y seguía manteniendo esa sonrisa cuando se sacaba la foto.
Tras terminar el acto, fue hacia el anciano y lo abrazó con todas sus fuerzas. El fotógrafo los llamaba para la foto, los cuatro sonrieron y Mariano dijo:
–Gracias por todo, Viejo Mario.
El anciano no podía contener sus lágrimas y los abrazó como si fueran sus hijos. Salieron del colegio y fueron a comer en un restaurante cercano pidiendo toda la comida que pudieran ver en el menú. En la noche, el Viejo Mario y Mariano había hecho un asado lo suficientemente abundante para que sobrase toda la semana.
Pasado un año, el anciano se encontraba débil por la edad y en su cama, miró a Mariano, Adelina y Daniela. Su mirada reflejaba tristeza, por lo poco que el rubio aprendió del CBC en la facultad. Las muchachas habían ido a prepararle algo caliente para beber, mientras que Mariano acompañaba al Viejo Mario.
–Dejame contarte una historia, Mariano –había dicho el anciano.
–Descansa, sino te va a hacer mal –espetaba Mariano.
–No me importa –argumentaba el Viejo Mario con orgullo en su débil voz–. Es sobre mi rifle.
Mariano lo miraba expectante sintiéndose nuevamente como un niño.
–Cuando estaba en Malvinas –decía seriamente–. Me hice amigo de un chico, Victor y nos juntábamos a descansar después de la colimba. Hicimos muchas cosas alguna broma pequeña, escondernos de los altos mandos cuando bebíamos. También, me contaba de querer ver a su novia, a sus hermanas y nos hicimos la idea de viajar siendo mochileros por todo el país. Pero le tocó ir a la parte terrestre y yo me quedé en las fuerzas aéreas.
Mariano se quedó en silencio mirándolo seriamente. Pocas veces, fue serio en su vida.
–Pero entre mis luchas –continuó el anciano con tristeza–. Victor falleció en combate a pocos días de que la guerra terminara. Nadie lo ayudó –las lágrimas del anciano se hicieron presentes–. Cuando fui a ver a su familia, no quisieron el rifle y me lo dejaron a mí –Mariano sintió las lágrimas derramarse por sus mejillas–. No querían ver nada de guerra y yo lo conservé como parte de su memoria… De la buena amistad que tuvimos –el Viejo Mario tomó el rifle de guerra entre sus débiles manos–. Por eso, te lo doy. Cuidalo como una extensión de Victor y de mí. Como también cuidas como tus hermanas a Adelina y Daniela.
Mariano quiso contestarle que no podía aceptar tal objeto patrio, pero sacó el pensamiento intrusivo y sostuvo el arma con firmeza. Vio la sonrisa triste del anciano y escucharon a Adelina y Daniela cargando un matecocido con galletitas.
Mariano recuperó la conciencia sintiendo un dolor espantoso en la nuca y escuchando golpeteos de algo metálico y quejidos. Abrió con todas sus fuerzas los ojos y su nariz fue invadida por el olor a carne descompuesta, químicos y eses.
–Llevas horas con eso –dijo Kenshi con voz queda.
Recordó todo lo que había pasado antes de llegar aquí. La misión de Liu Kang, el enfrentamiento con Shang Tsung, la sangre y las heridas de Kenshi. Inmediatamente, intentó levantarse e ir hacia él.
–Si pudieras ver, sabrías por qué –espetó Baraka.
–Kenshi –dijo Mariano acercándose a él–. ¿Estás bien?
–Mis ojos me duelen.
Mariano los examinó, estaban rojos y si no se apresuraban podrían acabar infectados. Observó por los alrededores algún rastro de su mochila, pero solo vio horrores. Lo que parecía un habitante del Mundo Exterior desgarrado de pies a cabeza y, aun así, continuaba vivo gimiendo y moviendo sus extremidades deformes. Otras celdas habían infectados por el tarkat y en el pasillo abundaba en carne estirada como masa de juguetes. Tanques de laboratorio repletos de líquido de un verdoso amarillo se ubicaban aquí y allá y dentro había cuerpos flotando entre las burbujas.
–Eso no va a pasar o sí. Sigue hablando. Así me distraigo. Cuéntame sobre tu vida antes de enfermarte –dijo Kenshi dirigiéndose a Baraka.
–Me estaba yendo bien comerciando artículos por la costa de Fartakh. Mi familia estaba cómoda y feliz –Baraka soltó un suspiro desalentador–. Luego llegó el tarkat. Terminó con la vida de mi esposa y después con la de mis hijos. Pero tuvo la crueldad de perdonarme la mía, por ahora. Creo que disfruta de consumirme el cuerpo de a poco.
–¿Y tú, Mariano? –preguntó Kenshi–. ¿Qué hacías además de ser piloto?
–No voy hablar de eso. Tus ojos están mal y necesito mi puta mochila. Ahí tenía todo y no quiero comprar otra.
–Por favor, Mariano –pidió el ex mafioso–. ¿Y por qué no quieres comprar otra?
–Porque es la cuarta mochila que me compro este año.
–¡¿La cuarta?! –exclamó Kenshi sorprendido–. ¿Qué hiciste para perder las otras tres?
–Me las robaron.
–¿Cómo? –cuestionó Baraka
–La primera me quedé dormido en el colectivo y aprovecharon para manoteármela –respondió Mariano alzando el dedo índice–. Por eso, tuve que batallar para hacerme el DNI. La segunda caí en una marcha y cuando quise salir me la robaron. La tercera fue cuando me noqueé en la avioneta por hacer volteretas y dejé las puertas abiertas –soltó una risa–. Lo bueno es que guardé mi billetera y el DNI en el bolsillo.
–¿Y antes de ser piloto? –preguntó Kenshi.
–Quería ser psicólogo –respondió el rubio–. Pasé el puto CBC y apenas un año de la facultad. Me fui porque no lo aguanté. Mucha presión y desastres.
–¿Por qué?
–Primero, el CBC es una mierda –contestó Mariano–. Segundo, no me alegraba el primer año y detestaban a mis compañeros.
–¿Qué hicieron?
–Todo el puto rato entrando a mis salones de clase creyéndose el centro del mundo –siguió el rubio–. Las ganas de mandarlos a cagar eran monumentales. Además de las marchas y las votaciones, fue una pesadilla. No sé cómo Daniela pudo soportar eso y conseguir el título.
–¿Fue la única en graduarse?
–Mas o menos. Adelina pagó muchos cursos de dibujo de terciarios y le dio títulos –respondió Mariano mirando al ex mafioso–. También, hizo la carrera para ser arqueóloga e incluso haciendo investigaciones pagadas. Yo solo hice cursos rápidos de primeros auxilios.
–Son bastante unidos.
–El Viejo Mario nos crio juntos.
–Son raros ustedes tres –dijo Kenshi.
–Vivo en el mejor país del mundo –afirmó Mariano–. Es divertido vivir en Argentina.
–¿Cómo que divertido? –cuestionó Baraka.
–No nos tomamos en serio ni nuestras propias desgracias –respondió–. Ni las de los otros. Podemos ver que el país se va al carajo, pero nos vamos a reír de la estupidez que dijo un político y burlarnos hasta el cansancio. Nuestra mejor anestesia a todo son los memes.
–¿De enserio? –preguntó Kenshi.
–Sí, cuando era niño recuerdo que nos burlamos de un jugador francés –respondió Mariano–. Y después de todos los franceses. Valió la pena –la risa lo invadió–. El país puede arder y seguramente nos vamos a burlar de cómo ardemos. Nos reímos de nuestras propias provincias, pero incluso nuestras risas tienen un límite y podemos enojarnos. Aunque eso desencadena que nos burlemos de los que se enojan.
–Debe ser una locura.
–Somos un manicomio, pero eso lo hace divertido –dijo Mariano riendo.
De pronto, escuchó los quejidos de Johnny y Kung Lao y los observó.
–Agh. Qué resaca –exclamó el actor y se acercó al ex mafioso–. ¡Kenshi! ¡Maldición! ¿El dolor es muy fuerte?
–Terrible.
–Me salvaste. No lo olvidaré.
–Pero puede que te arrepientas –dijo Baraka.
–¿Qué…?
De repente, otro grito famélico se oyó por los calabozos y no le inspiró confianza a Mariano.
–¿Qué rayos? –preguntó Johnny–. ¿En qué momento pasamos a un terror de supervivencia?
–Este es el verdadero laboratorio de Shang Tsung –respondió Baraka.
–Estamos debajo del lugar de antes –agregó Kenshi–. Era una fachada falsa.
–Me recuerda una película de bajo presupuesto que vi hace mucho: “Los Fosos de Carne” –dijo Johnny–. Vaya porquería.
–Es un psiquiátrico abandonado –afirmó Mariano.
Unas puertas se abrieron y el rubio escuchó pisadas entre los gritos agónicos y quejidos de los infectados.
–¿Quién es? –preguntó Johnny.
–Nuestro carcelero –respondió Baraka.
Vio a un hombre encapuchado y con la mitad de la cara cubierta por una máscara verde. Sus ropajes eran entre ese color y negros y llevaba sandalias. Mariano pudo ver que un brazo tenía tatuajes y llegaban hacia un lado de su rostro cubierto. De una mesa repleta de sangre, tomó un pedazo de carne y se la tiró a unos infectados que la comieron en un santiamén. El extraño se dio la vuelta y caminó lentamente hacia la celda del grupo y preguntó:
–¿Cómo está?
–Le arrancaron los ojos –dijo Johnny con desdén–. Adivina.
El carcelero se mantuvo callado y extendió la mano hacia una mesa que tenía al lado. Sostuvo un recipiente, se lo dio a Johnny y dijo:
–Eso aliviará el dolor.
–Es una vileza ser parte de esto –argumentó Baraka.
–Eres prisionero de Shang Tsung… –explicó el carcelero– y yo soy su esclavo. Tiene a mi familia. Los matará si no le obedezco.
Johnny sacó una venda roja de su cinturón y velozmente le pasó el ungüento, se lo ató a Kenshi y soltó un suspiro de alivio. Mariano luego revisaría las heridas al pasar unos minutos, por ahora solo quedaría esperar e ingeniar una estrategia para escapar de los laboratorios.
–¿Por qué te eligió? –preguntó Baraka al carcelero.
–Para descubrir cómo cambio de forma.
–¿Qué carajo? –soltó Mariano.
–¿Lo aprendió de ti? –preguntó Kung Lao–. Lo vimos hacerlo. Fue irreal.
–¿Cómo funciona? –cuestionó Johnny–. ¿Adoptas la forma que quieres sin más?
–Solo puedo cambiar entre esta forma y mi estado natural.
Inmediatamente, el carcelero dejó su aspecto humano y pasó al de un reptil. Parecía una lagartija humana repleta de escamas y uñas como garras. Mostró de su boca dientes como agujas filosas y Johnny soltó una exclamación.
–Eres de Zaterra –afirmó Baraka–. ¿Tu raza puede cambiar de forma?
–Nadie puede, excepto yo.
En ese instante, un resplandor blancuzco con arenas tomó la forma de Shang Tsung e inmediatamente el carcelero recobró su forma humana. Sus ojos fueron invadidos por el pánico y el miedo. El hechicero mostró una sonrisa maliciosa y orgullosa y Mariano le invadió nuevamente la necesidad de sacársela a golpes.
–¿Están listos? –preguntó maliciosamente–. Llegó la hora.
–¿Para qué, brujo? –cuestionó Baraka.
–Experimentos de replicación –respondió Shang Tsung orgullosamente ocultando una mano detrás de su espalda–. Comenzaremos por la vivisección. Usaré las partes que extraiga de tu cuerpo para nuevas creaciones. El proceso es letal, claro.
–Seguí participando –dijo Mariano entre risas falsas.
–Liu Kang no te dejará salirte con la tuya –soltó Johnny con furia y Shang Tsung rio maliciosamente.
–Solo si llega a enterarse de lo que ocurrió –dijo el brujo orgullosamente–. Una vez que termine, no quedarán rastros de ustedes. Volveré pronto a ver los avances. Ahora debo ocuparme de otros asuntos.
En ese instante, Shang Tsung desapareció con una sonrisa maliciosa y misteriosa. El carcelero se dio la vuelta y Baraka intentó razonar en vano con el carcelero. El carcelero caminó hacia una celda repleta de infectados, pero no parecían enfermos sino copias deformes y macabras.
Tiró cadenas oxidadas y las rejas de metal subieron chirriando lentamente. Los rugidos y gruñidos de los clones se hicieron más fuertes y las celdas se abrieron. Se acercaban velozmente hacia ellos y el grupo se posicionó para pelear. Baraka desplegó sus cuchillas y Johhny fue el primero en atacar usando los barrotes como columpios. Se balanceó y cayó frente a un infectado dándole un puñetazo a la cara.
Mariano se quedó cerca de Kenshi repeliendo con patadas a los clones. Entre el alboroto, encontró un fierro y golpeó a cada atacante que se aproximaba, pero alguien lo tomó por la espalda y forcejeó.
–¡Soltame, forro! –gritó Mariano furiosamente.
Vio que Kenshi cayó en la misma situación y peleaba por soltarse de los clones. Fueron tirados como perros a jaulas oxidadas y sangre seca y Mariano golpeó con todas sus fuerzas. Vio a Kung Lao y Baraka luchando contra los clones y rápidamente el granjero tomó de una mesa su sombrero decapitando a los enemigos que aparecían.
Entre los golpes hacia la jaula, Mariano se percató que Johnny acabó en la misma situación y que a la vez las jaulas comenzaron a soltar chispas y electricidad. Desesperado, Mariano siguió golpeando los barrotes y se detuvo inmediatamente al notar pasos más pesados.
Una celda se abrió revelando un clon obeso superando el tamaño de todos, cuchillas más gigantes a las de Baraka, cara deforme y repleta de heridas. Mariano siguió forcejeando con la jaula, mientras escuchaba el choque de los filos una y otra vez, al mismo tiempo, de los puños de Kung Lao y su sombrero. Baraka terminó de pelear con el clon y corrió hacia las jaulas donde estaban encerrados. Con una fuerza titánica, quebró los barrotes de los tres y cuando liberó a Kenshi, Johnny y Kung Lao lo sostuvieron antes de que cayera al suelo. Mariano estuvo adelante para buscar una salida, pero el carcelero dijo:
–¡Estoy acabado! ¡Shang Tsung torturará a mi familia para castigarme! ¡Pagarás por su sufrimiento!
Todos se voltearon, Baraka y Kung Lao se encargaron de él, mientras Johnny y Mariano cuidaban de Kenshi. El rubio con cuidado elevó la venda y se dio cuenta que el ungüento se había acabado. Necesitaba con urgencia los primeros auxilios.
Baraka y Kung Lao siguieron combatiendo con el carcelero transformado en su aspecto reptil. El sombrero del granjero y las cuchillas del enfermo lograron hacer un gran ataque hacia el enemigo y este solo retrocedía más y más. Escupió ácido en varias ocasiones, pero el dúo logró esquivarlo y contraatacaron más fuerte hasta que el carcelero cayó al suelo.
–Nos marchamos –afirmó Baraka.
Mariano pudo ver el terror en los ojos verdes del carcelero y se quitó la máscara revelando completamente su rostro exhibiendo el resto de su tatuaje.
–Entonces, mátame –dijo desesperado–. Si muero, tal vez deje en paz a mi familia.
–No –negó Baraka firmemente sorprendiendo a Mariano–. No te mataré.
–Es misericordia, no homicidio. Aunque, por lo que hice, no la merezco.
–Protegías a tu familia –contrarrestó Baraka–. Yo habría hecho lo mismo.
Los ojos del carcelero se suavizaron y se puso de pie. De pronto, el resplandor blancuzco reveló a Shang Tsung y el rostro del carcelero fueron invadidos nuevamente por el terror. El hechicero observó consumido por la ira sus creaciones derrotadas y mutiladas.
–¿Qué pasó aquí? –cuestionó.
Mariano alarmado buscó sus armas y mochila y los encontró en una mesa junto a la katana, Sento. Tanto él como Johnny tomaron sus pertenencias, les sacó el seguro y las sostuvo sosteniéndolas firmemente.
–Syzoth, ¡idiota! –exclamó Shang Tsung señalando con el índice–. ¡Permitiste que arruinaran todo!
–Nos vamos, brujo –dijo Baraka.
–Y te llevaremos con nosotros –continuó Johnny–. Liu Kang quisiera hablar contigo.
–No me pueden atrapar tan fácilmente –gruñó Shang Tsung.
Soltó un conjuro soltando un vapor verde y Mariano instintivamente disparó, pero las balas solo atravesaron los ladrillos sucios.
–Sí, esto me da mala espina –soltó Johnny.
–No veo un carajo –espetó Mariano–. Fallé.
–Me despido de todos ustedes –dijo Shang Tsung sonriendo con orgullo–. Alégrate, Syzoth. Voy a reunirte con tu familia.
–¿Están muertos? –recriminó colérico–. ¿Los mataste?
–Hace varias lunas. Odio los cabos sueltos.
Mariano volvió a disparar a lo que parecía la silueta de Shang Tsung entre el humo verde y Syzoth se abalanzó contra él. Pero desapareció entre las arenas y el resplandor blanco. El rubio tosió sintiendo su garganta apretada y la desesperación por el aire lo invadió. El maldito lanzó veneno.
–Tenemos que salir de aquí –dijo Johnny.
Syzoth corrió hacia la puerta y la golpeó varias veces. Las respiraciones pesadas y las toses se volvieron más frecuentes. El cerebro de Mariano dio vueltas, los mareos se volvieron náuseas y su garganta se apretaba cada vez más y más. Los puños de Syzoth no pudieron contra la fuerte puerta de madera. Mariano intentó apuntar, pero las ametralladoras, el rifle del Viejo Mario y la mochila le parecieron plomo y concreto.
–¿Qué sucede? –preguntó Kenshi.
–La puerta se debe de haber cerrado cuando se liberó el gas –respondió Syzoth.
–Hazte un lado –dijo Baraka guardando sus cuchillas.
Mariano, con la vista borrosa, vio como el infectado golpeaba la puerta un golpe, dos y tres hasta romperse como si fuera cristal. El veneno fue disipándose y el rubio sintió cómo sus pulmones recibían oxígeno limpio. Avanzó junto a los demás, con Baraka a la delantera y detrás de él Syzoth.
–Síganme –dijo el zaterrano–. Por aquí.
Mariano estuvo cerca Johnny y Kung Lao, que sostenían a Kenshi. El rubio cargó con mejor fuerza las armas y caminó unos pasos delante de ellos.
–Déjenme –dijo Kenshi entre jadeos–. Solos los retrasaré.
–Ni en pedo te dejamos –argumentó Mariano seriamente, pero notó su voz atrofiada–. Todos vinimos, todos nos vamos.
–¿Qué? –exclamó Johnny incrédulo–. Si Shang Tsung te encuentra, te mata.
–¡Mírame, Cage! Sólo estorbo. No arriesguen sus vidas por la mía.
–Oye. No te vas a rendir –dijo el actor–. Los Taira te necesitan ¿recuerdas? Volveremos a casa y veremos cómo ayudarte ¿Entendido?
Syzoth los guio entre pasillos de ladrillo repletos de suciedad, cadenas colgantes y celdas sin prisioneros con los barrotes hechos añicos y torcidos. El olor a carne podrida y eses continuó agobiando su nariz y deseó que el laberintico camino llegara a su fin. Los faroles destrozados iluminaron apenas y Mariano se preparó para cualquier ataque sorpresa de entre los calabozos o pasillos con menos luminosidad.
Poco a poco, el aire se convirtió en puro dejando la podredumbre y Mariano vio la luz del sol al final de los bastos pasillos. La salida del laboratorio de Shang Tsung quedó apartada del pueblo. El pasto le llegó hasta las rodillas y una dicha indescriptible lo invadió al sentir el calor en el cuerpo. Pasaron por una bajada chocando contra las ramas de algunos arbustos verdes. Los árboles pequeños se volvieron gigantes con troncos del grosor del cuerpo de Mariano y las ramas empezaron a medir metros teniendo miles de hojas.
–Si nos demoramos, nos capturarán –dijo Syzoth.
–Necesitamos ayuda para llevar a Kenshi al portal en Sun Do –afirmó Kung Lao.
–Tengo los primeros auxilios, pero no sé si pueden durar mucho –informó Mariano–. Necesita un mejor tratamiento.
–Solo puedo llevarlos hasta la puerta de la ciudad –afirmó Baraka–. Los tarkatanos tenemos prohibido entrar.
–Los acompañaré el resto del camino –ofreció Syzoth–. Es lo menos que puedo hacer para compensarlos.
Los árboles cubrieron toda la vista del grupo, rocas se desperdigaron aquí y allá invadidas por el musgo y un arroyo recorría una parte del paisaje. Las flores de colores irreales decoraron la tierra desplegando aromas desconocidos para Mariano, recordándole los aromatizantes y perfumes para las casas. El sol se posicionó en su más alto punto generando un calor desquiciante, pero gracias a las vastas hojas y ramas, la sombra hizo que no fuera un infierno.
En un momento, Mariano pidió detener la caminata y atendió las heridas de Kenshi. Con cuidado, le subió la venda roja y sacó las pocas gasas que tenía. Los ojos de Kenshi seguían rojos y Mariano les pasó delicadamente las gasas repletas de desinfectante. El ex mafioso hizo una mueca de disgusto por el ardor, pero no emitió ni un sonido. Johnny se quedó cerca de ellos y ayudó en todo lo que podía a Mariano. Una vez terminado su corto tratamiento, continuaron caminando por el gran bosque.
Lentamente los troncos de los árboles cambiaron drásticamente a rostros emitiendo llamas verdes claras. A veces movían sus bocas en palabras silenciosas y en otras ocasiones se escucharon el sonido de aves y animales del alrededor correteando por los árboles.
–Vaya, esto me recuerda a Planeta malvado –soltó Johnny–. Había un bosque en el segundo acto…
–¿La batalla de la mantícora? –preguntó Kenshi.
–¡Sí! –respondió Johnny emocionado–. Fue muy difícil de filmar, pero el resultado fue épico.
–Me imagino con detalles.
–Ni vi esa película –dijo Mariano mirando el alrededor–. Lo que sí vi con las chicas fue puro terror y anime.
–¿De enserio? –preguntó Johnny–. ¿Cuáles?
–La saga de Alien es una –respondió Mariano sonriente–. Algunas de Jason, Freddy e Evil Dead, pero lo que más asustaba a Daniela eran las de metraje encontrado.
–¿Cuál es ese género? –preguntó Kenshi.
–Son las que se hacen con cámara en mano y con bajo costo –respondió Johnny.
–Sip, La bruja de Blair es una y Gonjiam –dijo Mariano entre risas–. Daniela estuvo gritando como una niña chillona. Juro que ese día pensé que me quedé sordo.
–¿Qué otras películas vieron? –preguntó el actor–. ¿Las mías debieron cautivarles?
–Las miraba para hacer la siesta –respondió Mariano–. Prefiero mirar One Piece o Jojo. Incluso Daniela me apoyó en mirar un anime que tus películas y Adelina quería ver una película clásica.
–Eso duele, Mariano –dijo el actor en tono dramático.
–Mejor las verdades crueles que las mentiras –dijo el rubio sonriente.
–Esto es el Bosque Viviente –afirmó el enfermo.
–¿Hay algún bosque que no esté vivo, Baraka? –preguntó Kung Lao.
–Ningún otro tiene árboles que albergan las almas de los muertos.
–Espera un segundito –pidió Johnny confundido–. ¿Hablas de fantasmas?
–Buenos, no malignos –calmó Baraka–. Una deidad lo creó, tiempo atrás haciendo un trato con el emperador Jerrod y la emperatriz Sindel.
Mariano recordó lo que le había dicho Adelina después de entrevistar a la emperatriz. La diosa era Hela y lo que memorizaba era que tenía una guardia personal.
–¿Ustedes conocen a alguien aquí? –preguntó el actor.
–Algunos parientes lejanos –respondió Baraka.
–No encontrarás zaterranos –espetó Syzoth.
–¿Por qué no? –preguntó Kenshi.
–A los de sangre caliente no les agradamos –contestó Syzoth con severidad–. Así que mantenemos la distancia y vivimos bajo tierra en la provincia de Zikandur.
–Entonces ¿cómo conociste a Shang Tsung? –preguntó Kung Lao.
–Mi capacidad de adoptar una forma humana hizo que mi gente me viera como un bicho raro –contestó Syzoth–. Me intimidaban y escapé. Hambriento y sin dinero, me uní a una feria ambulante. Resultó que había muchas personas dispuestas a pagar bien por ver mi “don”. En aquel entonces, Shang Tsung era un vendedor ambulante. Nuestros caminos se cruzaron y vio mis habilidades. Cuando empezó a aprender brujería de verdad, quiso estudiarme. Y como me negué, capturó a mi familia.
–Vaya –soltó Johnny–. Una oferta que no se puede rechazar.
–Es peligroso… –advirtió Syzoth– y tiene planes. El General Shao, Rain y él están conspirando.
–¿Para hacer qué? –preguntó Kenshi.
–No lo sé con certeza, pues apenas oí fragmentos –respondió Syzoth.
–Es posible que quiera hacer un golpe de Estado –pensó Mariano en voz alta–. Si no ¿por qué aferrarse a la familia real con mentiras?
De repente, se escucharon rugidos salvajes y todos se detuvieron. Baraka desplegó sus cuchillas y Syzoth se transformó en su estado natural. Los rugidos siguieron oyéndose por el bosque y los habitantes del Mundo Exterior salieron a la carrera a una velocidad imposible para el cuarteto. Los rugidos continuaron e inmediatamente se detuvieron.
Mariano y Kung Lao estuvieron delante y preparados para cualquier ataque sorpresa, mientras que Johnny se quedó con Kenshi caminando velozmente. Cada poco tiempo, Mariano volteaba la cabeza para ver cómo estaban y Johnny alzaba el pulgar positivamente.
Caminaron lo más rápido que podían y con cada paso escucharon los rugidos de Syzoth, las filosas cuchillas de Baraka y una voz femenina. Las ramas chocaron contra ellos y Mariano preparó los cartuchos de las armas. Al llegar, la batalla de los habitantes del Mundo Exterior y encontraron a una mujer muy peculiar.
Sus ojos eran negros como la tinta igual a su cabello atado en una cola de caballo. Sus prendas eran blancas, la parte superior tenían mangas cortas estilo capa y parte del contorno parecían alas de ángel. En sus manos portaba una espada filosa y alrededor de sus ojos tenía tatuajes de líneas diagonales.
Mariano miró impactado los cuerpos de los alrededores. Eran monstruos con orejas puntiagudas y colmillos gigantescos. Sus rostros no parecían del todo humanos, pero tampoco eran infectados por el tarkat. Mariano y el resto pasaron al costado de una cabeza decapitada hasta estar cerca de Baraka y Syzoth.
–¿Qué es eso? –preguntó Kenshi mirando alrededor y olfateando.
–Mejor viví en la ignorancia –dijo Mariano.
–Solo sigue nadando –respondió Johnny–. Y… ¿quién es nuestra femme fatale?
–Soy Ashrah, demonio del Infierno.
–¿Demonio? –preguntó Johnny–. Te ves humana, o casi ¿Y qué es el Infierno?
–Los monjes lo explicaron –respondió Kenshi–. ¿Te dormiste en todas las clases?
Johnny hizo una mueca de enojo y contestó:
–Parece que sí en esa.
–El Infierno es la encarnación del tormento –informó Kung Lao.
–No me digas –dijo Johnny sarcásticamente.
–Parezco casi humana porque purgué la mayor parte de la maldad de mi alma –explicó Ashrah–. Cuando termine, habrán desaparecido los últimos vestigios de mi forma demoniaca.
–¿Por qué te perseguían esos demonios? –preguntó Kung Lao.
–Los envió Quan Chi, mi ex maestro –respondió –. Yo era parte de la Hermandad de la Sombra. Su intención era y es dominar los reinos. Me aparté de él cuando me di cuenta de que no podía ayudarlo a corromperlos.
–Y ahora quiere matarme –finalizó Syzoth.
–Exacto –afirmó–. Seguí a Quan Chi desde el Infierno hasta aquí. Está construyendo dispositivos que roban almas a gran escala. Primero los esta está probando con los muertos que residen en el bosque.
–¿Por qué robar almas, Ashrah? –preguntó Baraka.
–Quiere usar su poder ¿Para qué? No lo sé –respondió–. Pero sí sé que su intención es contribuir a los planes de otro brujo, Shang Tsung.
–¿Se conocen? –cuestionó Mariano boquiabierto–. ¿Cómo?
–Maldita sea –maldijo Johnny–. Está en todos lados.
–¿Seguro que Quan Chi está aquí? –preguntó Kenshi.
–Mi kris lo percibe. Está cerca.
–No, no –dijo Johnny firmemente a el ex mafioso–. Irás a casa.
–Tenemos trabajo que hacer –espetó Kenshi–. Quan Chi nos puede llevar hasta Shang Tsung.
–Liu Kang tiene razón –dijo Baraka–. Shang Tsung es un peligro al que debemos enfrentar. Les ayudaré.
–Yo igual –se unió Syzoth.
–Los votos a favor mandan –dijo Johnny en un suspiro–. Moción aprobada. Ashrah, guíanos.
La demonio alzó su kris y guio el camino entre la abundante vegetación. Siguieron caminando por unos minutos y todos estaban al pendiente. En un momento, la espada comenzó a reaccionar en la hoja en un destello blancuzco.
–Quan Chi se aproxima –dijo Ashrah–. Las emanaciones de su maldad se intensifican.
–Esa es un arma poderosa –comentó Baraka.
–Y eso me sirve mucho –agregó–. A medida que destruyo el mal que encuentra, me purifico cada vez más.
–He ido a terapia y estoy a favor de la autoayuda –dijo Johnny–. Pero ¿desde cuándo un demonio quiere tener menos maldad?
–Pasé una eternidad condenada en el Infierno –respondió Ashrah–. Había asumido que no existía ninguna otra cosa. Pero luego conocí la Tierra y el Mundo Exterior. Vi que había una mejor manera de vivir. Pero, para tener algo así, debía limpiar mi alma. Mis hermanas demonios se enfurecieron cuando cambié de parecer. Kia y Jataaka fueron las primeras en perseguirme.
–¿Quan Chi también es un demonio? –preguntó Syzoth.
–En realidad, es el del Mundo Exterior –contestó Ashrah–. Pero dominó la magia negra necesaria para viajar sin restricciones hasta mi reino.
–¿Alguna idea sobre cómo se alió con Shang Tsung? –cuestionó Johnny mirando con asco al zaterrano tras comerse un insecto.
–Comparten una benefactora –respondió Ashrah–. Ella sacó a ambos seres de la oscuridad y les enseño lo que saben. No la conozco, pero no hay duda de que es una hechicera incomparable. Quizás más poderosa que la gobernante que hubo en el Infierno.
La curiosidad de Mariano despertó recordando la investigación de Adelina con la interacción que acaban de tener. Quizás podría ayudarle sacando un poco de información para ella. Si salían del Mundo Exterior podría escribírselo en las cartas.
–¿Cómo que una gobernante? –preguntó Mariano.
–Fue una diosa que estableció un orden.
–¿Qué le pasó?
–Una revuelta fue lo que la hizo caer –contestó Ashrah–. A pesar de eso, muy pocos demonios le siguen siendo leales y esperan su regreso. También, muchas almas de guerreros caídos aguardan su retorno.
–¿No murió? –preguntó Kenshi.
–Algunos demonios dicen que sí –contestó Ashrah mirando la vegetación–. Otros rumorean que quedó en un sueño sin fin. Su poder fue bastante imponente y logró ser una líder bastante temida y respetada.
–Debió ser una diosa con mucho carácter –agregó Kung Lao.
En ese instante, la kris de Ashrah volvió a emitir sonidos y su luz más brillante y dijo:
–Quan Chi está cerca.
Llegaron a un conjunto de arbustos y árboles lo suficientemente bastos para ocultarlos a todos. Mariano visualizó a cinco personas frente a una gran maquinaria extraña y terrorífica. Tenía rostros esqueléticos y un par de columnas espiraladas del color cobre hacia el cielo emitiendo un resplandor verde.
Cada uno del grupo era más peculiar que el anterior. Una chica pelirroja con alas como gárgolas llevaba en sus manos una especie de rubí al igual que un hombre con vendajes en los brazos y heridas por todo el pecho. El brujo las colocó en un orificio como si fuera una boda con colmillos y empezó a conjurar en un idioma extraño.
–Vaya, la trama se complicó –soltó Johnny.
–¿Qué mierda es eso? –preguntó Mariano sorprendido.
–La tierra corre grave peligro –dijo Ashrah–. Un solo ladrón de almas basta para matar a cientos de miles. Si despliega muchos…
–Morirán millones –terminó Baraka con firmeza.
Ashrah alzó su espada. Sus ojos negros como la brea destilaron furia y dijo:
–Yo me encargaré de Quan Chi. Ustedes cuatro, contengan a los demás.
Todos avanzaron, pero Mariano se percató que Johnny y Kenshi se quedaron atrás por unos minutos. Mariano volteó la cabeza y vio que ambos intercambiaban las katanas. Junto a los demás, salieron a la carga de los secuaces de Quan Chi alertando a la pelirroja con alas. El brujo detuvo su encantamiento y dijo:
–Una vez más, evitaste que te capturaran, Ashrah. Y parece que tienes aliados.
–Te enfrentaremos en grupo, brujo –espetó–. ¡No robarás ni un alma!
Se prepararon para arremeter y la chica con alas de gárgolas se abalanzó hacia Ashrah. Mientras, Mariano junto a Johnny se enfrentaron a un hombre de color calvo de vestimenta negra y naranja. El hombre le dio una patada en la cara al actor y el rubio quiso golpearlo con las ametralladoras, pero lo esquivó y le respondió con un puñetazo.
Johnny volvió a contraatacar con un combo de golpes que fueron casi todos bloqueados, Mariano se reincorporó con una patada en las costillas al hombre calvo. Se desestabilizó, el rubio aprovechó para intentar darle un golpe con la culata del rifle viejo y luego, Johnny le dio un puñetazo a la cara. El hombre calvo se reincorporó, atacó a Mariano con una patada voladora y un golpe directo al pecho. Su espalda chocó contra los árboles y se levantó rápidamente con mareos y la vista borrosa.
Golpeó al hombre calvo con la culata del rifle y luego, Johnny le asestó un combo de golpes que no pudo esquivar. El contrincante quedó tambaleante, ambos aprovecharon y le dieron una patada haciendo que cayera entre uno de los arbustos.
En ese instante, Quan Chi terminó su encantamiento y el resplandor verde se desplegó con ferocidad a los cielos…pero, desencadenó algo mucho peor. El grito de una mujer se escuchó por todo el bosque seguido de aullidos y chillidos de lobos. Mariano se tapó los oídos tratando de bloquearlos, aunque sus manos fueron inútiles. Como si la mujer quisiera que todos sufrieran como ella lo está haciendo. Creyó que perdería la conciencia y luego comenzó a escuchar en su mente palabras de la voz femenina.
” ¡Ladrones! ¡Ladrón! ¡Los maldigo! ¡Mi creación! ¡Ladrón!”
El bosque perdió su vida. Los troncos con rostros humanos mostraron su dolor y el destello de sus ojos se esfumaban. Las almas de un color verde oscuro se dirigían hacia el ladrón de almas girando a su alrededor y perderse dentro de su resplandor macabro. Los árboles perdieron sus hojas y el pasto se volvió seco y quebradizo. Poco a poco, sus oídos comenzaron a soportar los gritos femeninos y los aullidos.
–Dios mío. Es un… –dijo Johnny mirando al cielo–. Tornado de almas.
–Megadeth… –agregó Mariano imitando su acción.
Los rostros de los troncos se transformaron lentamente en cráneos y Quan Chi volvió a conjurar un hechizo sobre el ladrón de almas. Del resplandor verde de la maquinaria surgió una figura casi humana. Estaba encapuchado, su piel grisácea mostraba sus venas y sus ojos eran completamente verdes haciendo que su mirada fuera amenazante. Pareció que la presencia de este ente fue mucho peor, porque los gritos se volvieron más fuertes e imposibles de contener y una vez más comenzó a hablar en la mente de Mariano:
” ¡Mi balance! ¡Ladrón!”
–¿Qué tipo de magia oscura es esa? –preguntó Ashrah en vos alta.
–Somos Ermac. Un conjunto de almas unidas por la magia de Quan Chi. Vivimos para obedecer sus órdenes.
–Mátalos –ordenó el brujo señalando con el dedo.
Ermac salió del tornado de almas y disparó un halo verde hacia los compañeros de Mariano. Pero no pareció mostrar un ápice de dolor y lo alejó con su magia oscura. Mariano sintió el dolor al chocar contra un árbol y su vista se volvió borrosa.
Recobró la conciencia escuchando gritos de batalla. El rubio se levantó a trompicones y pudo ver a Kenshi atacando a Ermac, pero lo lanzó atrás con su magia. Mariano intentó ayudarlo, mientras recargaba sus ametralladoras escondido en un tronco tirado y Ermac le disparó con su halo verde. Una vez recargado, vació todos sus cargadores en la creación de Quan Chi, pero lo lanzó por los aires.
Mariano se levantó y Kenshi atacó usando su katana contra Ermac. Intentó darle estocadas y esquivó con agilidad cada ataque como si pudiera ver al enemigo. En un momento, Kenshi logró encestarle su katana y Ermac gritó. Sus ojos y boca emitieron un aura celeste y Ermac expulsó al ex mafioso, pero se sostuvo con su espada evitando un impacto. Los gritos de la mujer se debilitaron, pero su agonía todavía no.
Mariano quedó boquiabierto cuando vio a la katana de Kenshi moverse sola. Evadió cada ataque de Ermac de la forma más natural posible y al terminar, retornó a la mano de su portador. Se unió a Ashrah a pelear contra Ermac, Mariano tomó el rifle y corrió a ayudarlos. Si no pudo usar las balas, usaría la culata y los puños.
–La pelea no terminó –dijo Ashrah–. Derrotaré a todos los secuaces de Quan Chi.
–Nosotros somos muchos –dijo Ermac con fiereza–. Tú eres una. Te destruiremos.
Ashrah y Kenshi atacaron con estocadas, pero esquivó los esquivó y Mariano aprovechó para darle un golpe con la culata del rifle. Al mismo tiempo, el demonio usó su espada para emitir un halo blanco haciendo que Ermac retrocediera y Kenshi le propició una patada directo al rostro. Mariano quiso darle un puñetazo, pero Ermac usó su poder generando una presión indescriptible y lo alejó. Luego, lo hizo levitar por los aires y lo tiró más lejos haciendo que Mariano soltara un quejido.
Al levantarse, vio a Ashrah moverse tan rápido como la luz haciendo un corte limpio al pecho de Ermac y como contraataque generó la hizo levitar. Al mismo tiempo, Mariano corrió lo más rápido que pudo e hizo una patada voladora. El enemigo volvió arremeter, pero la katana de Kenshi se movió en el aire cortando cada intento de ataque. Ashrah aprovechó para darle un golpe final con una estocada con un resplandor blanco y Ermac cayó al suelo.
–La resistencia nunca es inútil –proclamó victoriosa.
–Nosotros somos muchos. Tú eres una. Te destruiremos –repitió Ermac como una radio vieja y se arrastró por el suelo.
–¿Qué le sucede? –preguntó Kenshi.
–El combate debe haber debilitado la magia que mantiene sus almas unidas.
–¡Sindel! –exclamó Ermac–. ¡Te encontraré!
El aura celeste volvió a salir de su boca y ojos y cayó al suelo. Se miraron confundidos y Kenshi preguntó:
–¿Qué fue eso?
–Vigílenlo –ordenó Ashrah–. Yo apagaré el ladrón de almas.
Mientras ambos se encargaban de Quan Chi, Ashrah con la espada en mano, intentó sacar la gema carmesí de la maquinaria, pero al hacerlo fue expulsada por una explosión. Las almas salieron del resplandor verde perdiéndose en el cielo… excepto una. Voló hasta Quan Chi tirado en el suelo y lo tomó por la cara. El brujo intentó evitar el fuerte agarre, fue en vano y Mariano pudo escuchar al alma decir:
–Nuestra diosa y señora sufre por tu culpa. Te haré sentir su dolor.
La piel aceitunada de Quan Chi pasó a ser blanca como la nieve en cuestión de segundos. Sus gritos se escucharon por todo el bosque, volvió a desmayarse con un ruido sordo y el alma se evaporó. En ese instante, Mariano se percató de que los gritos de la mujer y aullidos de lobos pararon. Sus oídos pitaron fuertemente y no pudo percatarse de que Ashrah caminaba desenvainando su espada.
–Ya que eso no te mató, yo lo haré –dijo alzando su kris.
–¡Para! –gritó Mariano–. No hay que matarlo.
–¡No, Ashrah! –exclamó Kenshi.
–Es muy peligroso para dejarlo vivir.
–Liu Kang debe interrogarlo. Él conoce los planes de Shang Tsung –explicó el ex mafioso.
Ashrah bajó su espada soltando un suspiro de derrota y con resentimiento en su voz aceptó. Los demás se pudieron reincorporar con lentitud y se acercaron hacia ellos.
–Bueno, está claro que pagué muy poco por ella –soltó Johnny refiriéndose a la katana, Sento–. ¿Sabías lo que podía hacer?
–En la leyenda no se menciona poderes místicos –respondió Kenshi–. Las almas de mis ancestros viven en su interior. Intentan guiarme.
–Bueno, solo no olvides quién te la dio, Takahashi –dijo Johnny orgulloso.
–Nunca, Cage. Ahora, llevémoslo a la Tierra –habló el ex mafioso enfatizando en el brujo.
–Sé que para ti este es tu lugar, Baraka… –empezó el actor–. Pero Syzoth, Ashrah; ustedes pueden venir si quieren. Seguro Liu Kang los recibirá.
–Nunca tuve un hogar –dijo la mujer con una sonrisa esperanzadora–. Eso sería maravilloso.
–Lamento cagar el momento emotivo –dijo Mariano–. Tratenme de esquizofrénico, aunque creo que todos lo escuchamos había una mujer sufriendo cuando Quan Chi activó el ladrón de almas. Literalmente, un alma dejó así al forro este porque supuestamente la lastimó. Segundo, tenemos que agilizar el trámite porque va venir el ejército y nos van a matar.
–Fue muy terrorífico lo que pasó –dijo Kung Lao–. Todavía puedo escuchar sus gritos y lo que decía.
–Lo veremos en cuanto lleguemos a la Tierra –dijo Ashrah con seriedad–. Tenemos que cargar a Quan Chi.
Johnny y Kung Lao cargaron al brujo por los hombros y continuaron caminando hacia la capital, Sun do. Pasaron por lo que quedaba del Bosque Viviente repleto de los árboles con rostro transformados en calaveras y otras plantas invadidas por llamas verdes. El pasto crujió con cada paso que daban y Mariano sintió el vacío del ambiente.
Alejado de los horrores del bosque, el grupo llegó a un pequeño río y se sentaron a descansar. Mariano se refrescó un poco y lo despejó de la loca carrera. El reflejo del agua mostró su rostro cuadrado con moretones por los combates, se enjuagó la cara y pasó el agua fresca por la nuca. Hizo una mueca al tocar la herida cicatrizada del golpe que le hicieron en el laboratorio de Shang Tsung. Luego, se remojó parte de la cabeza y el cabello y un alivio lo recorrió al disfrutar el agua fresca recorriendo su piel sudorosa.
Invitó a comer a Ashrah, Syzoth y Baraka, pero el único que se negó fue el zaterrano. Repartió lo último que tenía de comida y empezó a comer la carne seca soñando despierto en las comidas que ansiaba probar nuevamente y saciar su infinito apetito. Después, revisó las heridas de Kenshi con los últimos suministros que le quedaban. La inflamación en los ojos había disminuido considerablemente, pero seguía estando y cualquier indicio de infección desapareció gracias al ungüento de Syzoth y los primeros auxilios.
Durante el descanso, todos escucharon a Quan Chi removerse y quejarse en sueños. Mariano mantuvo cerca el rifle del Viejo Mario para golpearlo en caso de que despertara. Ashrah destiló su mirada de odio hacia el brujo inconsciente y volvía a comer en silencio sumida en sus misteriosos pensamientos.
El día dio paso a la noche y llegaron a la entrada de la capital del Mundo Exterior. Todos se despidieron de Baraka y le agradecieron con mucho su ayuda en batalla. Lo vieron marcharse entre los arbustos y árboles hasta no escuchar sus pisadas y choques con las ramas.
El grupo logró infiltrarse entre los guardias hasta llegar al mercado. Syzoth se había ido a los techos a ver cuánto faltaba para el portal y si había vigilancia. Mientras, Mariano y Johnny lograron robar un poco de ropa y máscaras para camuflarse entre la basta multitud. El rubio encontró un poncho lo suficientemente grande para esconder su mochila y armas sin problemas.
Johnny y Kung Lao intentaban ponerle los atuendos a Quan Chi, mientras Mariano vigiló el callejón oscuro y mugroso en el que estaban. Los ciudadanos pasaron y se apelotonaron en las grandes calles. Los puestos de comida desprendieron sus exquisitos de carne desconocida y de las masas fritas. Los músicos tocaron sus instrumentos y algunos habitantes del Mundo Exterior se agruparon a bailar y otros, lanzaron fuegos artificiales soltando risas al ver el cielo iluminado. Mariano se escondió cuando pasaron guardias del General Shao y notó que las calles estaban repletas de ellos.
–Buenas noches, Príncipe de la Oscuridad –dijo Johnny a Quan Chi inconsciente y miró a sus compañeros–. Perfecto. Encajarán a la perfección.
–¿No podías robar un sombrero más práctico? –preguntó Ashrah y Mariano contuvo una risa.
–Pareces un mariachi –dijo el rubio.
–¿Qué? Te oculta la cara –espetó Johnny–. Y, a decir, verdad te queda bien.
Ashrah sonrió por el comentario y Kenshi dijo:
–Todavía me quedan mis dudas. Llevarlo llama la atención, y no queremos eso.
–Además, para cagarla aún más hay bocha de guardias –agregó Mariano señalando con el pulgar a la salida del callejón–. Cada cuadra hay como dos y creo que son del General Shao.
–Miren allá afuera. Me recuerda a los carnavales –espetó Johnny–. La gente pensará que la fiesta estuvo buena.
En ese instante, Syzoth bajó de los tejados y el actor preguntó:
–¿Qué pasa?
–Vayan hacia el escenario, luego a la derecha y hasta el portal. Pero hay soldados y oficiales por todas partes.
–¿Seguro que es suficiente? Si alguien nos ve estamos muertos –dijo Kung Lao.
–Por eso mismo crearé una distracción –espetó el zaterrano.
–También te buscan a ti, Syzoth –agregó Kenshi.
–Si no ve me ven no podrán atraparme.
Inmediatamente, desapareció de la vista de todos y dejó a Mariano boquiabierto.
–Maldición –soltó Johnny–. No me contaste que eres como el depredador.
Mariano oyó levemente las pisadas de Syzoth perderse en la multitud y los demás salieron con lentitud del callejón mugriento. Los ciudadanos de Sun Do fueron de un lado al otro con risas alegres y bailaban al compás de la música. Mariano se quedó atrás de Johnny y Kung Lao que cargaban a Quan Chi, mientras que Kenshi y Ashrah iban a la delantera.
En un momento, caminaron más lento y Mariano vislumbró a un par de guardias imperiales. El pánico lo inundó, pero el sonido de una explosión y los gritos de la multitud hizo que su corazón no explotara. Volteó para ver un fuego en los techos de las casas hecho por los faroles. El grupo apresuró el paso entre la gente que se apelotonaba y corría despavorida.
Mariano no tenía balas para pelear con los soldados y solamente preparó el rifle del Viejo Mario. Entre la carrera, se percató de que Kenshi no estaba y le invadió la preocupación, pero quedó opacado con las pisadas fuertes y al girar la cabeza, el General Shao y sus soldados estaban encima de ellos.
–Están detrás nuestro –dijo Mariano y Johnny y Kung Lao se detuvieron.
El brujo pareció recomponerse de su sueño y se soltó de ellos. Se tambaleó y Johnny y Kung Lao le dieron una pequeña paliza por turno. Antes de que Quan Chi cayera al suelo, Mariano le pegó con la culata del rifle y se arrastró por el suelo hasta perderse en la multitud. El General Shao no le dio importancia y se prepararon para pelear.
–Si fuera una de mis películas, nos salvaría un personaje cómico e intrépido –dijo Johnny.
–Prefiero a Adelina o a Daniela, muchas gracias –espetó Mariano.
A lo lejos, Mariano le pareció escuchar una risa y cuando giró la cabeza, vio a Kenshi y Syzoth bajar por una soga.
–Si hoy morimos será juntos –dijo el zaterrano.
–No sé si cómico, pero intrépido, seguro –soltó Johnny.
Inmediatamente pateó al shokkan que tenía enfrente y Mariano golpeó con la culata del rifle a un soldado dejándolo noqueado. Se abalanzó a otro y bloqueó el ataque con su espada. Mariano retrocedió a la embestida y aprovechó para darle al soldado un puñetazo en la cara seguido de una patada en la espalda. Sonriente, lo golpeó en la nuca con la culata y rápidamente, esquivó la estocada de un enemigo cercano. Mariano lo empujó con todas sus fuerzas haciendo que chocara contra un puesto de comida. Cuando todos los soldados cayeron, la multitud dejó pasar a los refuerzos liderados por un centauro y Syzoth gritó:
–Debemos irnos ¡Ahora!
El grupo corrió entre los habitantes del Mundo Exterior con el soldado centauro pisándole los talones. Algunos transeúntes les dejaron el paso libre y Mariano se alivió al ver el portal. Junto al resto, corrieron hasta pasar por este y el vuelvo en el estómago alivió a Mariano. Los oleajes violetas se volvieron naranjas y llegaron a la reconfortante Academia Wu Shi.
El aire fresco del lugar reconfortó al rubio, junto al sonido de los pájaros. Las respiraciones agitadas quedaron opacadas y Mariano se posicionó con los demás viendo si del portal salía un enemigo. Milagrosamente, el portal se cerró y el corazón de Mariano se tranquilizó más. Cayó al suelo de madera y soltó una risotada alegre. Sus ojos miraron por arriba el calzado del dios Liu Kang y algunos monjes.
–Hola, Liu Kang ¿todo bien?
–Johnny, Kenshi, Kung Lao, Mariano. Volvieron a salvo –el dios miró a cada uno del grupo y sus ojos blancuzcos se posaron en el ex mafioso–. ¡Por los Dioses Antiguos!
–Tuvimos un encontronazo con los demonios internos de la princesa Mileena –aclaró Johnny.
–Me quitó la vista. Pero Sento, a su manera, me la devolvió.
–Me alegra que Sento y tú se unieran –dijo Liu Kang con una sonrisa triste–. Aunque tenía la esperanza de que esta vez los medios fueran distintos.
¿Esta vez? ¿De qué hablaba el dios? La curiosidad de Mariano despertó rápidamente y lo miró como pudo desde donde estaba.
–¿Esta vez? –cuestionó el ex mafioso.
–Perdón, Kenshi. Me confundí. Ve, los monjes atenderán tus heridas.
Mariano vio como el ex mafioso se marchaba del lugar y dejó de oír sus pasos. Kung Lao decidió acompañarlo dejando a Syzoth, Ashrah, Mariano y Johnny con el dios.
–Encontramos a Shang Tsung, pero se nos escapó –explicó el actor–. Entiendo por qué te preocupa. Está hasta el cuello en cosas muy serias.
–Sospechamos que quizás quiera hacer un golpe de Estado… –agregó Mariano.
–Descansen y coman. Luego hablaremos.
–¿Me pueden traer un martini también? –preguntó Johnny–. Batido, no mezclado.
–Yo quiero un choripán y empanadas de jamón y queso fritas, por favor.
El rostro del dios mostró una pequeña sonrisa. Luego, miró a Syzoth y Ashrah y el actor soltó un suspiro.
–Perdón –dijo–. Estos son los nuevos jugadores de la Tierra. No habríamos logrado volver sin ellos.
–Son buena gente y pelean bien –dijo Mariano alzando el brazo con el pulgar arriba.
El dios se acercó al par y los llamó por sus nombres. Eso hizo que Mariano levantara la cabeza y abriera más los ojos de la curiosidad y sorpresa.
–¿Nos conoces? –cuestionó Syzoth.
–Como protector de la Tierra, sé muchas cosas.
–¿También conoces a mi exmaestro Quan Chi? –preguntó Ashrah–. Conspira junto con Shang Tsung,
–¿Una nueva alianza letal? –repreguntó el dios–. Vengan, todos. Díganme todo lo que saben.
Mariano vio desde el suelo a Ashrah y Syzoth marcharse con el dios y se quedó con Johnny.
–Vaya. Adiós al martini –dijo.
–Y a mi choripán y empanadas –agregó Mariano–. Che, ¿me ayudas a levantarme?
Johnny le extendió la mano y el rubio la aceptó con gusto. Siguieron a los tres y le contaron al dios todo lo que había pasado en el Mundo Exterior. Sobre todo, los gritos y aullidos en el Bosque Viviente. La mirada del dios era seria y sin exponer ni una emoción. Tras contarle cada pedacito de la información, el dios les dio permiso para irse a sus aposentos.
Antes de marcharse, Mariano le preguntó por el estado de Daniela. La amenaza de Shang Tsung opacó sus preocupaciones por su amiga. Deseó que su pierna haya mejorado e incluso, pudiera caminar con normalidad. El dios solo le otorgó con una sonrisa tranquila y le dijo:
–Creo que ella está cerca de los jardines. Se alegrará de tu regreso.
Mariano se retiró dejando a Ashrah y Syzoth a manos del dios. Corrió desesperadamente hacia los jardines y no la vio por ningún lado, fue hacia la enfermería, el recinto de estudiantes y luego, a las cercanías de los entrenamientos. Sonrió al ver a Daniela con muletas tratando de caminar y alzar la cabeza su rostro mostró sorpresa. Mariano corrió y la abrazó con fuerza. Le besó la mejilla y Daniela lo imitó entre risas.
–¿Cuándo volvieron? –preguntó sonriente.
–¿Cuándo pudiste caminar? –repreguntó Mariano alegre.
–Primero contéstame a mí.
–Más o menos –dijo Mariano mirando la herida de su pierna cicatrizada–. No pudimos atrapar al hechicero, pero conseguimos algo de información de él. Ahora vos.
–Los monjes hicieron algo mágico y puedo caminar un poco. Me enteré de lo que le pasó a Kenshi –dijo Daniela con tristeza.
–Sí, fue un duro golpe, pero lo importante es que estamos acá. También, tenemos nuevos compañeros.
–Uh, que bien –soltó Daniela con un brillo en sus ojos cafés–. Los quiero conocer ¿cómo son?
–Una es un demonio del Infierno y el otro es medio un furro, pero simpático. Y quiero comer tengo mucha hambre.
Daniela sonrió y fue con Mariano para ver a Ashrah y Syzoth y luego saquear lo que pudiera de las cocinas hasta llenar su estómago.
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Fanfic-trolls
Solo quiero publicar las ideas que tengo para futuros fanfics, todavía no tengo portada de ninguno pero si decido escribirlos la habrá.
Solo escribiré lo que podría ser la futura reseña ya que lo mas probable es que si escriba algo de esto y no quisiera entrar mucho en la trama.
LOBOTOMIA
Clay esta harto del comportamiento desastroso y testarudo de su hermano mayor, John Dory, lo único que quiere es que de alguna manera deje de ser así y pueda tranquilizarse y dejarlo en paz aunque sea un poco.
Clay es el encargado de la biblioteca en Pop Village y se encarga de administrar casi todo lo que sucede ahí y en la villa, un día llegan libros nuevos y como siempre, el se encarga de asegurarse que todo este en orden, así encontrándose con un libro bastante viejo.
La curiosidad le gana y decide leerlo, parece que este libro le da la solución que estaba buscando para su problema, un método para hacer que las personas puedan ser mejores.
Sin dudarlo le aplica este procedimiento a John.
Funciona, pero....no de la manera que esperaba, y ahora tiene que afrontar las consecuencias.
INOCENCIA INTERRUMPIDA
Todos sabemos que el Rey Peppy guarda muchos secretos y no sabemos casi nada acerca de su vida.
Poppy y Viva desean mas que nada saber mas sobre su padre, pero el nunca les dirá nada sin desviar el tema o decir que no tiene importancia.
Los otros lideres no tienen mucho conocimiento acerca de el, solo saben que no les ha contado muchas cosas a sus hijas y al pueblo en general, cosas que se supone son importantes de saber para todos, como las cuerdas, pero solo eso.
Pero, ¿Qué pasa si una entidad desconocida decide mostrarles el pasado de Peppy?, mostrarles su infancia, la vida que tuvo antes y después de tomar el reinado, ¿Qué tantos secretos puede ocultar y porque?.
La vida del ex rey del pop no pudo ser tan mala, ¿verdad?....¿verdad?.
LO SIENTO, NO TE CONOSCO
Los hermanos de John no pudieron encontrarlo para el rescate de Floyd, a pesar de haberlo buscado por todos lados no lo hallaron y tuvieron que ir sin el, afortunadamente pudieron sacar a Floyd y llevarlo a Pop Village.
Pasaron algunas semanas antes de que retomaran nuevamente la búsqueda de su hermano gracias a Floyd.
Logran encontrarlo después de un tiempo, pero John parece bastante confundido, ¿Por qué dice no conocerlos?.
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Esas son todas las ideas que he tenido, es muy probable que si las escriba en algún momento pero primero quiero terminar una de mis historias para poder empezar a escribir una de estas ideas.
La historia de Peppy me emociona bastante escribirla, he visto historias con esa temática donde un ser les hace ver la vida de una persona en particular y quise hacer lo mismo con Peppy porque creo que quedaría genial.
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Radioapple Fanfic "Eres Mio, Three Shot"
Capítulo 2: Consecuencias.
Al día siguiente Alastor estaba muy relajado durmiendo junto a Lucifer, a quien tiene abrazado con posesividad pues Alastor ya había aceptado sus sentimientos por el rubio, pero el rey demonio despierta sobresaltado al encontrar en su cama al demonio de la radio dormitando junto a el plácidamente por lo que lo empuja al suelo haciendo que este se despierte enojado y la defensiva interrogando a su contraparte:
¡¿Qué te sucede?! – dice Alastor aún aturdido por el sueño, sin entender la actitud de Lucifer ¡Quiero que te largues de mi cuarto! – Dice Lucifer aún en negación Esta bien … – Expresa el pelirrojo, de manera cabizbaja y triste – me ire…
Amaba profundamente a Lucifer, y su actitud de rechazo fue como una puñalada en el pecho, pero respetaría el espacio del hombre que amaba.
Los siguientes días Alastor y Lucifer se evitaron mutuamente, Alastor porque se sentía herido y lastimado por el más bajo y Lucifer por vergüenza, negación y culpa pues sabía que había estropeado su relación.
Pasaron las semanas y la pena que sintió Alastor se transformo en rabia y rencor hacia Lucifer, por lo que decidió olvidar lo que sentía por el rey, concentrarse en sus cosas, aún que no podía negar la influencia que tenía Lucifer en sus actos, pues durante ese periodo de tiempo, Alastor estuvo más agresivo e insoportable que en muchos años, incluso yendo al mundo humano a cometer asesinatos para descargar su enojo, y sus transmisiones de radio se volvieron nuevamente frecuentes en el infierno, todo parecía presagiar que el viejo Alastor estaba devuelta.
Incluso el demonio de la radio pensaba eso de si mismo, ya que había vuelto a poner el foco en liberarse de su contrato con Lilith, solo para después vengarse del rechazo de Lucifer, de modo que le cobro a Charlie el favor que esta le debía, y por fin logro liberarse de las cadenas que lo mantenían atado la reina del inframundo. Después de ello solo debía pensar como desquitarse con su rubia perdición.
Por su parte Lucifer uso todo ese tiempo para reflexionar sobre sus sentimientos por el pelirrojo venado, y a pesar de que en un principio le costó mucho aceptarlo entendió que estaba enamorado del más alto, eso solo cuando se sentía bien, pues durante esas fechas el monarca del infierno había estado encerrado en su cuarto, más que en cualquier otra parte del hotel, era una forma efectiva de evitar a Alastor por lo apenado que sentía al arruinar las cosas entre ambos, quería pedirle disculpas por lo que había hecho, pero no se atrevía, pero la verdadera razón era que no estaba bien de salud, vomitaba mucho y estaba muy cansado todo el tiempo por lo que para no preocupar a Charlie y los demás fingió estar molesto y salir de ese lugar lo menos posible
Pasaron algunos días y Alastor se estaba volviendo más loco incluso que en las últimas semanas quería matar a Lucifer por rechazarlo, pero sus estúpidos sentimientos no lo dejaban, sabía que amaba a Lucifer con locura, pero quería hacerlo sufrir, torturarlo y que le suplicara piedad, quería hacerlo sentir el mismo dolor y desesperación que el sentía por lo ocurrido entre ellos.
Pero Lucifer aún era más poderoso que él, por lo que, decidió que debía drogarlo para conseguir su objetivo… sin embargo eso solo quedo en una idea o pensamiento fugaz pues Alastor se dio cuenta de algo que ni el mismo Lucifer noto, Lucifer estaba embarazado, estaba esperando a su hijo.
Lo noto al fijarse detenidamente en la figura del rubio mientras estaban en el vestíbulo del hotel, y a pesar de que Lucifer estaba a más de 2 metros de distancia y se encontraba vestido pudo fijarse que su cintura no era tan estrecha como de costumbre, su pecho era más grande de lo que lo recordaba, y el no era alguien que se alteraran sus recuerdos pues poseía una memoria vivida y privilegiada recordaba de manera casi perfecta esa cintura del hermafrodita que lo volvía loco, también recordaba su pálido pequeño busto, eso sumado a que si se entero que el rey del infierno se mareaba y se desmayaba con facilidad últimamente, fueron la confirmación que necesitaba de su hipótesis.
Lo anteriormente descubierto por el venado hizo que la poca conciencia que tenía sintiera arrepentimiento y culpa por lo que planeaba hacer contra el otro hombre, por lo que desecho ese plan y esos sentimientos de odio e ira que habían aflorado en él, logrando hacerlos desaparecer por completo pues el amor que sentía hacia el contrario era mucho más fuerte que todos sus sentimientos negativos algo completamente desconocido hasta ese entonces para él.
Además, ya amaba a ese bebe que aún no nacía, que se estaba desarrollando en el cuerpo de su amor.
Continuara: ....
Notas de la Autora: Se que originalmente iba a ser un "Two - Shot", pero quiero hacerlo un poco más largo así que a partir de ahora es un Three - Shot.
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Make you feel better
Enzo vogrincic x reader Primera parte de mi segundo fanfic 💕Enzo es tu mejor amigo y entiende que necesitas sentirte mejor con la regla ❤️🔥warnings: de momento el smut es leve, pero la segunda parte será explícita. 💬Agradecería mucho vuestras opiniones. Os leo!
Make you feel better
Nunca te había dado tan fuerte. Es decir, sí, la regla normalmente te daba más hambre de lo normal o náuseas, según el mes. Algunas veces también experimentabas dolores de cabeza muy profundos, que te tenían en la cama durante tardes o días enteros.
Otros meses sin embargo…los síntomas eran otros.
Una especie de celo, de heat, se apoderaba de tu cuerpo; a menudo te despertabas con una sobreestimulación que había transcendido de un sueño y te había hecho meter tu mano entre tus piernas. Después de trabajar, a veces incluso antes de prepararte la cena te tumbabas en tu cama para aliviar la calentura que habías arrastrado durante el día.
Aquel día habías tenido que cumplir con varios mandados desde por la mañana: que fuera tu día libre en el trabajo no quería decir que pudieras descansar, al fin y al cabo, vivías sola y tú eras la única que se iba a encargar de las tareas de la casa como limpiar, cocinar e ir a la compra.
Muy para tu desgracia tu healthy you era quien había ido al supermercado, comprando todo tipo de comida sana, que, además, implicaba una elaboración, la cual no estabas dispuesta a realizar en ese momento. Matarías por un poco de tu chocolate favorito.
Te apresuraste a meterte a la ducha, debías estar algo presentable: tu mejor amigo, Enzo, vendría a pasar el rato contigo y quizá ver una película.
Ya tenías puesta ropa cómoda para andar por casa: una camiseta que te quedaba gigante y unos shorts. Te habías puesto un sostén al salir de la ducha, pero tus pechos se notaban tan hinchados que decidiste quitártelo, dolorida.
Te estabas peinando tu largo cabello mojado hacia atrás cuando el ruido del timbre te sobresaltó.
-Cómo vas, chiquita? -Enzo te saludó con dos besos.
- Podría estar mejor… - te lamentaste.
- Y eso? – Enzo pasó a tu lado y colgó su chaqueta en el colgador de detrás de la puerta.
-No es nada…
-Ah, bueno, mira lo que te traje – Enzo sacó del bolsillo un par de kit-kats de fresa-tus favoritos-y los agitó delante de ti.
Si fueras un dibujo animado se verían estrellas brillantes sobresaliendo de tus ojos.
Sin mediar palabra se los arrebataste de las manos y le abrazaste.
- ¿Che, qué bicho te picó? - dijo Enzo divertido.
Ignorándole corriste hasta tu cuarto con la chocolatina en la mano dispuesta a sentarte en tu cama. Estaba anocheciendo, así que iluminaste la habitación con la guirnalda de lucecitas que colgaba en el cabecero de tu cama, en adición con la lámpara de lava que casi siempre estaba encendida.
Era viernes de películas: el mejor día de la semana. Desde hacía un tiempo, os habíais propuesto ver una película de terror cada fin de semana. A veces de horror clásico, como El exorcista o La Matanza de Texas, y otras, sobre todo cuando las eligías tú, de terror ‘elevado’, como Hereditary o Babadook. Enzo era, como siempre le decías para molestarle “un viejito en cuerpo joven”, y tenía debilidad por el cine del siglo pasado. Ambos cedíais en vuestros gustos con el fin de pasar un buen rato. Aunque os gustase joder, en realidad erais muy buenos amigos.
¿Amigos? “Sí, amigos”- te tenías que recordar a ti misma de vez en cuando, cuando te despertabas totalmente excitada por haber soñado que hacíais todas esas cosas que no hacen los amigos. Enzo era innegablemente atractivo, sobre todo cuando le mirabas con esa sopa de hormonas que era tu cuerpo en esos días. Pero atractivo o no era tu amigo, y eso se respetaba. Además, ¿qué pasaría si un día hicieras un comentario o un movimiento fuera de tono? Toda vuestra amistad se vería arruinada por algo tan mundano. Ni hablar.
Enzo no era el único que había traído un detalle. Esa misma mañana, en la universidad habías ido a hablar con el “proveedor” oficial de vuestro grupo de amigos y te había dado hierba de la mejor calidad.
La tarde transcurría entre el humo del porro que os estabais pasando mientras veíais la película Déjame salir de Jordan Peele.
-Ese chabón está muerto- comentó Enzo intentando adivinar el destino del pobre protagonista.
Tú apenas le estabas prestando atención a lo que dijo, ni a la película, tu mente se estaba perdiendo por unos lugares absurdos de los que nada bueno podía salir. Te sorprendiste a ti misma saboreando la boquilla del pucho, por el simple motivo de que se encontraba mojado con su saliva. De repente estabas visualizando su boca, sus labios. Despierta, pendeja, ¿qué te pasa?. Te pateaste a ti misma mentalmente por si quiera atreverte a explorar esos terrenos.
Tal y como si fuera un castigo divino por tus pensamientos impuros una tremenda punzada te atravesó el bajo vientre haciendo que contrajeses la expresión de tu rostro y gimieras de dolor por lo bajo. Aunque trataste de disimularlo, tu amigo se dio cuenta mirando un par de veces para cerciorarse de que te había visto retorcerte por el rabillo del ojo. Rápidamente alcanzó el control remoto de la televisión y paró la película.
-Bo, qué tenés? -su expresión contenía más gravedad que la que el asunto requería, por la cara que su amiga ponía podría estar sufriendo un ataque al corazón- Habláme!
Hiciste un gesto con la mano y negaste con la cabeza, dándole a entender que no sucedía nada y que ibas a estar bien, pero su cara decía todo lo contrario, a juzgar por sus ojos aún fuertemente cerrados.
-Contáme qué tenés, boluda, me estás asustando!
-Es solo un…calambre- gruñiste tú luchando por mantener la compostura. Si no lograbas recomponerte le tendría que explicar en detalle lo que le pasaba y, además de la pena que te daba, no tenías ningunas ganas de hablar con aquel dolor apuñalándote.
-¿Comiste algo malo? -se alarmó- ¿fueron mis chocolates?- Sus ojos se habían encendido como dos alarmas de incendio, era hasta adorable el repentino miedo que su amigo estaba sintiendo por ella.
¿Qué te pasa, tarada? ¿Cómo puedes estar disfrutando que tu mejor amigo se preocupe por ti y la pase mal? - te mortificaste.
-Che, Enzo, tranquilízate, sólo es mi periodo … - trataste de sonreír.
Él pegó un resoplido digno de un caballo de carreras, aliviado. Sólo era eso.
-Dale, mirá que sos dramática nena, por un poco de sangre de nada El moreno se rio sin ser consciente de la mirada asesina con la que le estabas fulminando. Si tuvieras poderes ahora mismo tu amigo habría estallado en llamas y estaría corriendo en círculos por tu pieza.
-No…voy a opinar. Seguí con la peli- trataste de respirar profundo como te había enseñado tu terapeuta, no había caso de comenzar una pelea con tu amigo, y menos en esa situación. Tu apartamento podría convertirse en La casa de las dagas voladoras.
-No, dale, chiquita, no podemos seguir viendo la peli como si no pasase nada, no soy tan así, te estaba jodiendo.
Buscaste un atisbo de diversión en su mirada, anticipando que se fuese a burlar de ti una vez más. Algo que en realidad te hubiera dolido. Pero no lo encontraste, parecía hablar en serio.
-Lo que te duele es la panza, ¿no?
Bajaste la mirada y asentiste.
-Mirá, no tienes que avergonzarte ni preocuparte, me he criado con mi madre y mi hermana, y también he tenido novia, sé de qué va
-No me digas -respondes sarcástica. Como si haberlo contemplado le pudiera hacer entender qué era lo que carajo sentías.
-Bueno, a ver, nunca lo podré saber, soy un varón, pero si que puedo intentar ayudarte. – al decirle esto le puso una mano en su bajo vientre, el cual notaba arder por dentro. Al notar su mano grande y cálida te estremeciste, cosa que pareció asombrarle. No le había sonado exactamente a un sonido de dolor por tu parte – ¿qué más te duele, chiquita?
Estaba claro que Enzo no era consciente del impacto que un solo roce y un solo nombre podía significar para ti viniendo de él, especialmente en ese momento tan hormonal del mes. Sentías que tu aliento era tan cálido que te quemaría la garganta y qué él notaría esa temperatura saliendo de tu interior si llegabas a exhalar cerca de él.
-Y bueno, los senos – dijiste en un tono bajo, aunque intentabas sonar confiada. Con lo que no habías contado es con que ese comentario habías dirigido su mirada directa hacia Tus pechos, que, para más inri estaban desprotegidos de una capa protectora extra de un sostén. ¿Se adivinarían demasiado tus pezones a través de la gastada camiseta que estaba vistiendo?
-E-eso es normal- Enzo tampoco estaba haciendo un gran trabajo sonando casual- ¿querés que te traiga una infusión o algo?
-No, eres muy dulce, pero eso no me ayudaría. ¿¿Qué?? Ahora le llamás dulce a tu mejor amigo. No, nena, estás perdida. Además, ¿para que le dijiste que te dolían las tetas?
-Está bien, pues no se me ocurren más ideas, nena.
-Sigamos viendo la peli, de veras que estoy… casi bien.
-Si vos decís…
Pasaron unos minutos, quizá una media hora y continuaste viendo la película, que estaba llegando a su punto más álgido de tensión, aunque eso poco te importaba.
Otra oleada de dolor inevitable te inundó nuevamente, y, aunque trataste de disimular, esta vez había sido un pinchazo aún más fuerte que el anterior. Sentiste como si alguien hubiera logrado meter la mano en tu vientre y estuviera estrujando tu útero con el puño como quien escurre una esponja. Además, podías jurar que notabas tus pechos como dos globos a punto de estallar, y, a la vez como si la superficie de estos se encontrase cubierto de hematomas, como si realmente te hubieran dado una paliza.
Enzo, sin apartar demasiado la mirada de la pantalla – al menos que tú hubieras visto- pasó uno de sus brazos por tus hombros, acercándose más a ti, para después empezar a acariciar tu panza con una mano y tu hombro derecho con la otra. Tras un par de caricias de tanteo, su diestra comenzó su arriesgado viaje hacia tu pecho. No podías creerlo, te habías congelado y no querías hacer ningún movimiento, por leve que fuera, que pudiera ser malinterpretado, no querías parecer ofendida y que parase. Lo que más deseabas que sucediera estaba ocurriendo. Un deseo nublado por las hormonas revolucionadas que parecían salir de tus poros y por el dolor, sí, puede ser, pero en ese momento no se te ocurría ninguna buena razón para pedirle que parase.
Sin mayores miramientos, su manó abarcó tu pecho con cuidado, su pulgar y su índice rozaban tu pezón con delicadeza, mientras que el resto de sus dedos masajeaban el resto de tu seno.
-Enzo… -comenzaste por lo bajo
-Shh…- te mandó callar como si la película fuera lo más importante de ese momento.
De alguna forma que no supiste explicar, el calor de tu entrepierna estaba sustituyendo más pronto que tarde al dolor que hasta hace unos minutos estabas sintiendo, lo cual te avergonzó, ¿no era que te dolía tanto?
Continuó ejerciendo la presión necesaria para que tu sufrimiento se suavizara. Estabas usando todas tus fuerzas para no gemir de placer, el volumen de la televisión no sería la suficiente para tapar el sonido que luchaba por salir de tu garganta.
La película termina.
Enzo se aparta de ti suavemente para volver a alcanzar el control remoto y parar la reproducción automática de Netflix.
-Y, ¿qué querés hacer ahora? – preguntó como si nada.
-La puta madre, Enzo, ¿¿cómo que qué quiero hacer ahora?? – estabas entre divertida e indignada
-Sí, ¿querés ver otra peli? Nos queda pendiente Midsommar, eh.
-Enzo, ¿vos me estás jodiendo? ¿Hace dos segundos me estabas tocando una teta y ahora me decís que quiero hacer? – intentabas que no te temblase la voz.
-Y, sólo quería ayudarte, vi que te estaba doliendo.
Eso te desarmó parcialmente, ¿qué podías responder a eso? Guardaste silencio.
-Nena, yo no quiero que estés mal, y si te puedo ayudar, ¿qué tiene?
-…
-Yo sé que hay ciertas cosas que pueden ayudar a las mujeres cuando se sienten así – dijo mirándote a la cara, clavando sus ojos negros en los tuyos. Ahora, por fin, podías notas un ligero tinte en sus mejillas, al menos un atisbo de igualdad de condiciones.
-¿Ciertas cosas? -Sí, bo, seguro que tus ex noviecitos te intentaban hacer sentir mejor, ¿no?
Ouch. Eso había escocido. No, ni mucho menos tus anteriores parejas habían movido nunca un dedo por hacerte sentir mejor acerca de eso (ni acerca de nada en general). ¿Y por qué ese tonito burlesco y eso de decir “ex noviecitos”?
Enzo pudo adivinar por tu expresión que no había sido así, pero decidió no hurgar más en la herida.
-¿Querés que te haga sentir mejor?
Notabas tus mejillas y todo tu cuerpo arder, notabas tu pulsación tan fuerte que creíste que se podía advertir a simple vista en tu piel, que todo tu calor y excitación era visible, pero no se lo querías dejar ver.
-¿Y qué pasa con nuestra amistad? Se arruinará todo y yo no quie-
Enzo te calló posando su dedo índice estirado en tus labios.
-A mí no me vas a perder nunca.
Suficiente. Eso fue suficiente para romperte y que se formaran lágrimas en tus ojos. Bastante sensible estabas ya como para que se le ocurriese ser así de lindo. A Enzo siempre le había gustado molestarte. En honor a la verdad, tú también le molestabas a él, pero siempre habías sabido que te quería a su manera, después de todo, eran muchos años los que habías compartido juntos.
Él se dio cuenta de que tus ojos estaban vidriosos y se acercó para abrazarte en la cama.
-Hey, no… no llores
En ese momento te liberaste de su abrazo para besarle. No en la boca, aún no tenías el coraje, si no en su perfecta mandíbula, entre otras cosas, para hacerle saber que aceptabas su oferta.
Él entendió el mensaje y acarició tu cara, limpiando tus lágrimas con delicadeza.
-Te voy a hacer sentir bien, chiquita.
Entonces, te dio un beso en la frente y separándose levemente puso sus manos en tus hombros y te presionó hacia atrás, para indicarte que te recostaras.
Tú obedeciste y miraste al techo que estaba iluminado por tus luces azules de ambiente, era vuestro cielo particular.
Díganme si tienen ganas de que suceda!!
Parte 2
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Corazón ajeno (Cregan Stark x lectora)
Masterlist de mi autoría
Nota: tiene finales alternativos. Al final dejo link.
Nota 2: desde anoche que tengo problemas con este fanfic. No me guarda borradores, o me descarta avances. Asi que lo odio. Ya ni ganas de escribir sinopsis xd. Lean. Ta lindo.
Cuando Aegon y Aemond fueron derrotados y Rhaenyra recuperó su legítimo lugar en el trono, todo comenzó poco a poco a acomodarse en Westeros.
Las pérdidas fueron enormes, y la reina quería compensar a todos los que siempre le fueron leales. Cregan Stark fue uno de ellos.
Sabía que tierras o riquezas era algo que no le interesaba como tal, por lo que pensó en algo más personal. Una alianza. Una venida de un matrimonio.
—¿Es en serio, madre?—
____ miraba a la reina sorprendida por la repentina decisión.
—Pensaba que lord Stark era tu enamorado de pequeña.—la miró con cierta burla, haciendo que la joven se avergonzara.
La verdad era que la hija mayor de Rhaenyra había conocido a Cregan años atrás, en la celebración del decimoquinto año de Aegon. Ella apenas tenía doce, pero el Cregan adolescente que vio en aquella fiesta se mantuvo en sus pensamientos todos esos años. Era apuesto, con pesada presencia y tan educado...
Verlo firme por el reclamo de su madre terminó de hacer que su corazón lo reclamara como dueño de sus anhelos y sentimientos.
Y ahora su madre le ofrecía casarla con él.
¿Cómo podría negarse?
—... ¿Puedo llevar a Sunny conmigo a Winterfell?—
—Bienvenida a Winterfell, princesa... Es suyo ahora.—
____ miró a Cregan con total fascinación cuando la recibió en las afueras de la fortaleza.
Era imponente, atractivo y feroz...
La incomodó un poco el tono tan formal y desligado que tenía con ella, pero no le dio mucha importancia.
La primer semana en Winterfell fue simplemente de acostumbramiento. No era sencillo para un dragón aclimatarse en el frío. Y no solo aplicaba a Sunfyre.
La gente en Winterfell era muy amable, todos la recibieron y se encargaron de hacerla sentir como en casa. ____ parecía ser apreciada por todos. Todos menos una persona.
—Pensé que había muerto.—Sarah Snow miraba como Rickon reía al abrazarse al cuello del enorme dragón.
—Casi muere, pero lo mantuvieron oculto hasta que se recuperó.—explicó ____ a su cuñada—. Mi tío y yo siempre tuvimos buen trato... Y antes de que todo terminara me hizo jurar que protegería a Sunfyre.— alzó a Rickon, acomodándolo sobre la montura—. Fue decisión del destino que Sunny me eligiera cuando Aegon murió... O tal vez fue su voluntad.—
—Mamá, sube.—La pequeña Mariah alzó las manos hacia ____, quien antes de poder alzarla, escuchó la voz de Cregan a sus espaldas
—Ella no es tu madre, Mariah.—alzó a la pequeña, para luego mirar a ____—. Agradecería que corrigieras esos malentendidos, esposa.—
—No me molesta, Cregan. Yo sé que-
—A mi me molesta... No quiero que se confundan y olviden a sus verdaderas madres.—
Auch...
Pero tenía un punto.
—Entiendo. Lo lamento. La próxima vez lo corregiré.—
Cregan asintió apenas, volteando hacia Rickon.
—Bájate de ahi, hijo. Es hora de entrenar con espadas.—
—Pero, padre...—
—Mas tarde podrás ayudarme a alimentar a Sunny, Rickon.—____ intervino al ver que el pequeño iba a hacer molestar a su padre—. Si tu padre lo permite...—
Rickon bajó del lomo de Sunfyre, acariciando su hocico una última vez antes de acercarse a su padre.
—La cena estará servida pronto... Vuelvan a la fortaleza.—
Cregan se despidió de ambas mujeres y se marchó con el par de niños.
—... ¿Estoy haciendo algo mal, Sarah?—____ volteó hacia la mujer, a quien consideraba la única amiga y confidente del lugar.
—No es eso, querida... Cregan aún sigue aferrado a Alys Blackwood... Y creo que incluso antes que ella, su primer esposa aún está en sus pensamientos.—Sarah miró a Sunfyre alzar vuelo hacia lugares más cálidos—. Los del norte amamos con toda la intensidad y significado de la palabra... Y mi hermano es alguien difícil de abrirse, pero con ellas lo hizo.—
—¿Y yo? ¿Seré capaz de abrirme a alguien por primera vez?—la miró preocupada—. ¿A alguien que ya se abrió a otras con anterioridad?—
—No voy a decirte algo con certeza, yo no sé nada... Pero si él te aceptó por esposa, es porque te tiene cierto aprecio.—
—... Aprecio no es amor.—
____ comenzaba a preocuparse.
Sabía que en Westeros las bodas por acuerdo y sin amor de por medio eran normales, pero ella no quería eso. Ella quería un esposo que la amara de la misma manera que ella lo amara a él. Un hogar cálido, una familia unida por lazos reales y no por simples obligaciones.
Ella amaba a Cregan, adoraba a los niños y veía en Sarah a una hermana.
Pero Cregan...
Sentía que estaba en un plano ajeno.
Cuando la boda se celebró, Cregan indicó que los "deberes maritales" no serían obligatorios. ____ pasó su noche de bodas sola en su cuarto, intentando controlar el profundo dolor en su corazón.
Pero lejos de lo que la princesa creía, Cregan la quería mucho. Pero la culpa pesaba sobre él.
Adoraba la forma tan dulce y amorosa con la que la mujer trataba a sus hijos, a la gente de su pueblo. Verla practicar tiro al blanco con Rickon, o bordados con Mariah llenaban su pecho de felicidad.
Pero entonces recordaba a Alys, y la idea de que estaba reemplazando su lugar no le gustaba nada. Rickon era más consiente, sabía que la mujer no era su madre. Aún asi la amaba a su manera. Pero Mariah... detestaba la idea de que la pequeña olvidara a Alys y viera a ____ como su mamá.
Estaba fallándole a Alys, a su memoria.
Pero por desgracia, Cregan procuraba tanto cuidar la imagen de su fallecida esposa que descuidaba a la actual. La cual poco a poco comenzaba a dudar de su compromiso.
—¿Puedo pedir otro regalo?—
—Estoy segura de que tu cumpleaños ya ha terminado, corazón.—
____ terminó de arropar a Mariah, enfocándose en Rickon.
Ese día fue el cumpleaños numero 10 del pequeño, y algo preocupada por el ambiente alborotado del salón -resultado del vino y descontrol de ebrios tontos-, ____ decidió que era hora de llevar a los niños a la cama.
—Uno más... por favor, ____.—la mujer sonrió.
—Bien ¿de qué se trata?—
—¿Sabes alguna historia de dragones? ¿Alguna canción para nosotros?—
—Ahora que lo mencionas... Mi madre me cantaba cada noche una canción muy bonita sobre un dragón que buscaba un hogar...—____ le cantó al par de niños aquella melodía que recordaba con tanto cariño, sin saber que alguien más escuchaba todo desde la puerta entreabierta del cuarto.
Apenas corroboró que ambos estaban dormidos, salió del cuarto. Grande fue el susto que se llevó al ver a Cregan ahí de pie, cortándole el paso.
—Por los dioses, Cregan...—se llevó la mano al pecho.
—Esa canción... fue muy hermosa.—
Por el tono de su voz, ____ supo que estaba algo ebrio.
—¿Lo es? Pues gracias.—
—No pensé que eras de las que cantaban.—la mujer cerró la puerta del cuarto, comenzando a caminar.
—Nunca me preguntaste...—
—Yo sé todo de ti, eres mi esposa... y eso no lo sabía.—____ lo miró divertida.
Tal vez un Cregan ebrio terminaría siendo mejor conversador que uno sobrio.
—¿Y qué sabes de mi, eh?—
____ se llevó una gran sorpresa al sentir que Cregan la atrapaba entre sus grandes brazos, pegándola a él. Su rechazo por el vino la hizo alejar un poco el rostro, pero aún asi no se separó. La situación era más que estimulante.
¿finalmente Cregan la besaría?
Llevaba meses viviendo en Winterfell, y hasta ese momento, nunca la había tocado. Sin contar tomar su mano, o presionar su hombro en una que otra ocasión.
Ahora sentía la calidez de sus brazos atraparla, y comenzaba a creer que las cosas podrían mejorar.
Pero no, harían justo lo contrario.
—Ya te lo dije, yo lo sé todo de ti, Alysanne.—
Para cuando Cregan besó su cuello y se aferró a su cintura, ____ ya se había bloqueado. Lo apartó enseguida, mirándolo sin terminar de creerse lo que había escuchado.
Cregan se veía desorientado, sin parecer asimilar que aquella mujer no era Alysanne.
____ comenzó a llorar, pero no tardó en huir del lugar. Se refugió en su cuarto, sepultándose enseguida entre las sábanas de su cuarto.
Se había decidido.
En la mañana volvería a King's Landing.
Apenas era media mañana cuando la estridente voz de Sarah despertó a Cregan.
La jaqueca hacía que los ruidos se multiplicaran y molestaran por diez, sin mencionar el griterío de la mujer.
—¿Qué quieres, Sarah? ¿Por qué entras así?—
—¡Los sirvientes dicen que ____ tomó sus cosas y se fue!—Sarah destapó a su hermano de un tirón—. La mucama dijo que ella parecía haber estado llorando ¿Qué diablos le hiciste?—
—¿Cómo piensas que le pude hacer algo?—Cregan hizo un esfuerzo por espabilar.
—Cierto... tú no haces nada, tú no dices nada. Por eso esa mujer cree que no la amas.—Sarah miró por la ventana, no había rastros de la mujer en el patio interno.
—¿De qué diablos hablas?—
Sarah volteó a mirarlo más que indignada.
—Vas a perder a tu tercer esposa... Y esta no está muerta, la perderás por idiota. Tal vez sea lo mejor... ____ es demasiado buena para ti.—
Cregan miró a su hermana salir del cuarto, y ahora sí se estaba preocupando.
No recordaba mucho de la noche anterior, pero mientras terminaba de abrigarse, una simple imagen llegó a su mente. Él la llamaba Alysanne.
—Diablos...—
—¡Sunny!—____ cruzaba aquella arboleda con dificultad. No tanto por la nieve que apenas se acumulaba en el suelo, sino por el frío que le carcomía los huesos. Tendría que haberse llevado un mejor abrigo. Aún así, la sangre de dragón la mantenía estable. Y estaba tan molesta que incluso le hervía bajo la piel. El dragón dorado emergió de una cueva, gorgoteando con cariño al ver a la mujer—. Māzigon naejot lenton (volveremos a casa).—Sunfyre se inclinó enseguida, gustoso de poder dejar el helado lugar.
____ amarró su única bolsa con las cosas que consideró importantes a la silla del dragón, y mientras se acomodaba los guantes, el trote apurado de un caballo la hizo voltear.
—... ¿Podemos hablar?—
—No quisiste hacerlo en 4 meses y ahora quieres...—____ terminó de acomodar sus guantes, y revisó las riendas del dragón.
—Lo siento mucho, esposa mia.—
—No me llames asi.—
—Volvamos, hace mucho frío... Ten, déjame darte-
—¡Aléjate!—____ le dio un manotazo a la capa que Cregan quiso colocar en su espalda. Y Sunfyre rugió al sentir la hostilidad de su jinete—. Volveré a casa, a MI casa. Y le pediré a madre que rompa el compromiso... Esto no debió pasar nunca.—____ ajustó la rienda algo histérica, sintiendo que las lágrimas enfriaban aún más sus mejillas.
—Déjame explicártelo, ____... Lo lamento mucho. Lo de anoche fue... Lo siento mucho.—
—Aún amas a tu esposa muerta, Cregan... Han pasado 6 años y aún la lloras.—ella lo miró finalmente—. No lo juzgo, pero si aún no la superabas, no me hubieses tomado como tu esposa.—
Ver que aquella mujer que tan risueña y amable era todo el tiempo ahora estaba tan rota... Cregan se sintió una mierda.
—Es cierto que aún amo a Alysanne pero-
—Esta muerta. Yo era tu esposa.—
Era...
—¿Crees que tus sentimientos valen más que los míos, Cregan? ¿Que yo no sufría?—lo increpó—. Crees que Alysanne merecía más tu amor que yo... Los muertos no necesitan amor, los vivos sí. Y creo que fui una esposa y señora más que digna de un mísero abrazo al menos... Y nunca me lo diste.—____ se quitó aquel collar que Cregan le dio el día de su boda, lanzándolo al suelo.
—No seas precipitada, volvamos y-
—¡Soy ____ Targaryen, maldita sea! ¡La primera con el nombre, conciliadora de Vale, princesa de Westeros y jinete de Sunfyre. No debería estar aquí rogando por el amor a una muerta!—Subió al dragón enseguida, y después de que Sunfyre le rugiera en la cara, ____ ascendió a los cielos, perdiéndose entre el nublado cielo.
—Tienes suerte de que esa mujer aprecia a tus hijos y quiero creer que a mi también... o ya tendríamos a cinco dragones reduciendo Winterfell a cenizas.—Sarah miró a su hermano, quien sujetaba su rostro frustrado entre ambas manos.
—No estaba siendo consciente de lo mucho que ella estaba sufriendo, Sarah... He sido un cretino.—
—Si, lo fuiste. Mira lo que has ocasionado.—
Apenas la mujer dejó Winterfell, Cregan envió cuervo tras cuervo para solicitar su regreso. Ninguno fue respondido.
El pueblo comenzaba a cuestionar la ausencia de su señora, y aún peor, Rickon y Mariah querían a la mujer de vuelta. Cregan también. Pero comenzaba a creer que eso no pasaría.
—¿Dónde está ____?—Rickon entró a la sala acompañado de Mariah.
—____ volvió a casa por unos asuntos familiares.—respondió Sarah al ver que su padre no parecía tener idea de que decir.
—Se fue sin decir adiós... ¿Ella está bien?—Rickon no era tonto, sabía que algo pasaba. Extrañaba a la mujer, quería que volviera. Era su pilar ahora, y Cregan quiera o no, ella era su mamá. La necesitaban.
—... Tia Sarah ¿Irá ____ a la celebración de Riverlands?—
Cregan miró de inmediato a su hijo. Sintió una repentina oleada de esperanza.
Medio año había pasado desde el regreso de Rhaenyra al trono, y para celebrar la reconstrucción definitiva de Harrenhal y su entrega oficial a la próxima casa guardiana, celebrarían un gran festín. ____ fue la que puso fin a la disputa Blackwood - Bracken, por lo que su presencia debía ser casi obligatoria. Cregan contaba con eso.
—Él va a ir... Lo sé.—cargaba a su hermano más pequeño en brazos, hamacándolo vagamente mientras miraba a su madre.
—¿Quieres que corte su cabeza?—____ enarcó una ceja ante el comentario de Jace, quien sonrió apenas.
—Ya hemos roto el compromiso, no podrá reclamar nada... Y dudo que lo haga, no tiene derecho.—Rhaenyra la miró con calma—. Son una casa aliada, con la cual fracasó una boda... Dejémoslo en solo eso para no ocasionar problemas.—
La joven asintió no muy convencida, estrechando a su hermano con cariño...
Extrañaba a los pequeños Stark.
La pequeña caravana de Stark apenas llegaba a Riverlands cuando un rugido conocido por los pequeños resonó sobre sus cabezas.
—¡Sunny!—El pequeño Rickon casi y brinca del carruaje al ver al dragón dorado danzar en los cielos acompañado de Vermax y Moondancer.
—Son los dragones de Jacaerys, el hermano de ____. Y Baela.—Sarah llamó la atención del pequeño.
—¿____ me dejará montarlo? Extrañé mucho a Sunny también.—Rickon miró a su padre, quien no tenía respuesta a ello.
Apenas llegaron al castillo, Rickon y Mariah se escaparon de su padre, buscando a la mujer. No tardaron en encontrarla.
—¡Mamá!—____ sintió que su corazón se partía en mil pedazos al ver a Mariah en un mar de lágrimas abrazarla con desesperación.
Rickon se acercó también, aferrándose a su cintura y llorando en silencio.
Los estrechó con fuerzas, haciendo un gran esfuerzo por no llorar también.
—Hola, lobitos. Me alegra mucho verlos... Los extrañé mucho.—
—¿Por qué no volviste entonces?—
La mujer no supo bien qué responder, cuando vio a Cregan aparecer en el salón.
Respiró profundo, intentando mantener la compostura. Trató bajar a Mariah de sus brazos, pero la pequeña se aferró cual koala a sus hombros. Soltarla no era una opción.
—¿Podemos ver a Sunny?—Rickon llamó la atención de la mujer, quien asintió enseguida.
Cregan miró desde lejos como la mujer dejaba el lugar con sus hijos, y no tardó en seguirla a través de la multitud de invitados.
—Sunny se lleva muy bien con Vermax, se han hecho buenos amigos.—
—Eso es porque nosotros somos familia.—
____ sonreía con ternura al ver como Rickon se volvía loco con las enormes criaturas, y como Jace lo alentaba con sus tonterías.
—¿Puedo dar un paseo con Jace?—Rickon miró al príncipe—. ¿Me llevas, por favor?—
—No puede hacerlo sin permiso de tu padre.—____ intervino al ver que Jace estaba por acceder.
—Nunca pediste permiso para que volara antes ¿Por qué lo necesitarías ahora?—
____ volteó al escuchar la voz de Cregan, notando cómo se detenía a su lado.
—Porque antes era su tutora, lord Stark... ya no lo soy.—
Ah... Cregan se sintió horrible.
—Pueden volar si quieren, tienen mi permiso.—Cregan miró a Jace, quien no tenía problemas en mostrarle su peor cara.
—... No pienso dejarte a solas con ella.—
—Esta bien, Jace.—____ llamó su atención—. Necesito hablar con él.—El castaño asintió, invitando a los pequeños a seguirlo.
—... Te han extrañado mucho.—habló Cregan al ver que estaban lo suficientemente lejos—. Esperaban que los arroparas cada noche... Y me temo que yo no sé cantarles.—
—Yo les cantaba cada noche desde mi cuarto en King's Landing, deseándoles buenos sueños.—____ lo miró—. Yo también los extrañé mucho a ellos.—
Cregan se removió incómodo, sin saber cómo avanzar.
—____, yo-
—Rompí el compromiso, Cregan. Apenas llegué a King's Landing semanas atrás.—eso no le gustó a Cregan—. Ya nada nos ata... Pero si te parece correcto, me gustaría que Rickon y Mariah aún mantengan lazos conmigo.—
—Mantendrás lazos si reanudamos el casamiento... Yo no deseo cortar nada. Quiero recomponerlo, darte lo que mereces.—
—Tuviste 5 meses para hacerlo, para reforzar los lazos... Pero los fuiste gastando, y tuve que cortarlo definitivamente.—lo miró—. En una semana, comenzaré a buscar un nuevo esposo.—
No...
—Me presentaré entonces, pediré tu mano otra vez.—la miró con cierta desesperación.
—Que la pidas no significa que te la dé.—
Cregan se paró frente a ella, ya sin saber muy bien cómo arreglar el asunto.
—Dijiste que los muertos no necesitan amor, yo creía que si y por ello te fallé... Por favor, princesa... Solo una oportunidad más.—miró por un segundo el dragón que los sobrevolaba—. Ellos esperan que tú vuelvas con nosotros hoy, esperan que los arropes en la noche... Y yo espero que me acompañes también, para recuperar todo el tiempo perdido.—
____ sintió que su corazón flaqueaba al ver la desesperación que Cregan demostraba. Aquel hombre estoico que tantos días la mantuvo en la completa soledad ahora estaba ahí, rogando por otra oportunidad.
No supo qué responder.
—... Preséntate si quieres a la ceremonia de selección, será dentro de 6 días... Pero no prometo nada.—vio como sus ojos se iluminaban con esperanza—. En cuanto a los niños, me gustaría que les permitas quedarse hoy conmigo aquí... Puedo devolverlos en la mañana.—
—Eso los haría muy felices... Agradezco que a pesar de todo quieras seguir siendo parte de su vida.—
—Ellos y Sarah fueron la calidez que necesité para no perder la cabeza en Winterfell... Nunca les daría la espalda.—La mujer comenzó a alejarse—. Disfruta el resto de la celebración, Cregan... Dejando de lado nuestros asuntos, estamos en una fiesta.—
Cregan la vio descender la colina a paso tranquilo, más no la siguió.
Se quedó solo, esperando que Jace le devolviera a sus hijos. Aprovechó para ver cómo podría recuperar la mano de la princesa.
—¿Pero cómo es el juego entonces? ¿Me llevo el conejo?—
—Si gana, se lo lleva.—
—Es que ganaré, pero necesito saber si será vivo... Mariah no quiere que lo maten.—
—Esa es mucha confianza.—____ había estado mirando preocupada al animal en la jaula, cuando aquel lord se acercó con una leve sonrisa.
—Por supuesto, ganaré. La niña quiere el conejo y yo se lo daré... Por cierto, ¿usted es?—
—Benjicot Blackwood, milady... Usted trató con mi tío durante las reconciliaciones, ahora asumí mi lugar.—
—Oh, no estaba al tanto. Felicidades por el ascenso.—lo vio sonreír, para luego pasar la mirada al pequeño animal.
—Bueno, prometo que si gano, no lo mataré... ¿Lo aceptaría como regalo?—
—No, porque yo lo ganaré.—Ben sonrió incluso más, y ____ vio en esa sonrisa extraña cierto atractivo—. Pero, en el imposible caso de que usted gane... El regalo sería para la pequeña.—miró a Mariah, quien estaba a un costado.
—Si gano la competencia y el conejo... ¿Tendría algún tipo de ventaja durante la ceremonia de pretendientes?—
—¿Pedirá mi mano?—
—Ganaré su mano.—
—Esa es mucha confianza.—lo vio encogerse de hombros—. Pero eso ya lo veremos... Ahora enfóquese en el conejo.—
La competencia de punteria dio inicio, y al final solo llegaron ____ y Ben. El hombre ganó por poco.
—Una magnífica y hermosa criatura de finos rasgos y cabello tan banco como la nieve... adorable y con un encanto casi mágico, de fácil querer...—Ben tomó el animal en brazos, pero nunca despegó la mirada de la mujer.
—... ¿Habla de mi o el conejo?—El lord rió bajito, alcanzándole el animal a Mariah, quien no tardó en estrecharlo con cuidado entre sus manos—. Felicidades, milord... Posee una gran habilidad con el arco.—
—Se agradece la estima... ¿Gusta dar un paseo conmigo?—____ sonrió enseguida.
—Entonces ella era tu tía...—____ miraba pensativa como Mariah jugaba a unos metros con Nieve, su nueva mascota.
—No supe que era hija de Alysanne... Me temo que ha pasado tiempo, no recuerdo mucho su rostro.—Ben volteó hacia la mujer—. ¿Ella tuvo algo que ver con el fallido compromiso?—
—Algo no. Todo. Me temo que Lord Stark nunca superó a Alysanne, y mi estadía en Winterfell no fue tan llevadera.—
—Bueno... le prometo que cuando venga a Riverlands, la recibiremos como una reina... Princesa.—le sonrió—. No tuve ninguna ex esposa que me genere traumas, asi que no se preocupe.—
—¿Sigue creyendo que ganará?—
—Usted me elegirá porque yo de verdad la deseo a usted. No busco beneficios, tierras o riquezas... Quiero a ____ Targaryen.—sonrió emocionado—. Una hermosa mujer, valiente guerrera y con una gracia digna de dioses... no puedo permitirme perder la mano de tan maravillosa posible compañera.—
—¿Compañera?—
—Gobernaremos Raventree juntos, lado a lado... Y no es que desee una guerra pero la idea de luchar a tu lado me resulta increíble... Asi que por favor, dame una oportunidad... Lucharé a muerte con quien sea por tu mano.—
—No, por favor. No quiero sangre en el salón.—____ sonrió divertida—. Esta bien, Benjicot... Tienes mi curiosidad, esperemos que en la ceremonia des un buen discurso.—
—Si se trata de ti, daré todo de mi.—
No fue necesario.
Esa misma noche, muchos lores dejaron la fortaleza, pero otros tantos pasarían la noche ahí. Benjicot fue uno de ellos. Después de que ____ arropara a los niños, un poco de hambre la llevó a husmear la cocina. Ahí se topó con Ben, y lo que empezó como una simple charla casual, pasó a un disimulado coqueteo mutuo. Uno que escaló enseguida a algo más, y terminó con ambos compartiendo un paseo nocturno... y luego una cama.
La mañana siguiente, ____ llevó al par de niños de vuelta a Winterfell. Pidió poder llevarlos a King's Landing en unos días, para compartir más tiempo juntos. Cregan aceptó sin problemas, y enseguida aconsejó algo que le costaría la mínima felicidad que estaba guardando en su ansioso corazón.
—Puedes llevarlos, y yo los recogeré cuando vaya a la ceremonia de selección.—
—Respecto a eso...—____ le indicó a los niños que se adelantaran—. No habrá selección. Se canceló.—
—¿por qué...?—
—Porque ya elegí.—Cregan suspiró con cierto alivio, pero en cuanto quiso acercarse, ella alzó la mano—. Benjicot Blackwood es mi prometido ahora.—lo miró con seriedad—. Tal parece que la gente de Riverlands tiene cierto encanto... ¿No te parece? El amor lo demuestran sin tapujos o limitaciones.—El hombre sintió un punzante dolor en el pecho.
—Dijiste que me darías una oportunidad...—
—Nunca prometí nada.—____ hizo un gran esfuerzo por no llorar—. Y la verdad, tampoco creía ser capaz de elegirte de nuevo... Te miro a la cara y solo... Recuerdo el hedor a vino... Y como el nombre de ella salía de tus labios.—ladeó la cabeza con cierta frustración—. Solo... Olvídalo. Tengamos buen trato por los pequeños, aún quiero ser su tutora.—
—Quieren que seas su madre, no una simple tutora.—
—... Fuiste tú quien me recalcaba una y otra vez que no lo era y nunca lo sería... ni madre ni digna de tu aprecio.—Sunfyre se inclinó ante la mujer, dejándola subir a su lomo—. Serán invitados de la boda... Si no quieres ir, al menos deja que ellos y Sarah asistan.—
—Lo nuestro podría haber funcionado, ____...—
—Tal vez sí, tal vez no... Pero ambos aprendimos algo de esto.—Cregan la miró expectante—. El amor o es blanco o es negro... Tú me diste un gris. Y por eso no funcionó... Ten una buena tarde.—
El dragón alzó vuelo finalmente. Y Cregan miró desde el suelo y por segunda vez como la mujer dejaba aquellas tierras que él tanto anhelaba ella considerara su hogar.
Cuando la boda llegó, Cregan asistió a King's Landing. Y al ver a la mujer en un hermoso vestido negro y rojo, sonriendo como nunca la había visto hacerlo, en brazos de un hombre que no desaprovechaba ni una sola oportunidad para abrazarla...
Entendió lo mucho que había perdido.
Y por tercera vez, se quedaba solo.
Esta vez por algo que fue completamente su culpa.
Finales alternos
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OCs F1 Fanfic
Sinopsis: Enemies to lovers, forced proximity entre una nueva actriz de Hollywood y el piloto de Ferrari al que no le gusta su película. Su pelea se vuelve viral y les obligan a fingir llevarse bien mientras trabajan juntos en un proyecto.
Palabras: 3.5k
Smooth Operator
Capítulo 1— @
En el vídeo salgo yo. Me habrán etiquetado al menos doscientas veces y lo han subido hace menos de tres horas. Es mi escena. Subida sobre un escenario de un cabaret como en los años 20, vestido verde de coctel, guantes blancos, los ojos pintados de negro y los labios de rojo. Unas dulces notas de saxofón y un ritmo de maracas se van extendiendo poco a poco. Levanto la vista a través de mis pestañas, el zoom se centra en mi mirada, mil veces ensayada y una docena de veces repetida, que tanto me costó conseguir. Sujeto el micrófono con suavidad y acerco los labios, como si le susurrara a un amante. Y ahí empiezo a cantar. Me pierdo en la música. Una triste historia sobre un amor que se marchó.
Es mi escena favorita y parece que también la del público. Brillo y la gente parece comprenderlo. La película ya lleva una semana en cartelera y está siendo un éxito, esta escena es viral en internet, es la que me ha lanzado de golpe a probar el estrellato, a que a la gente al fin le suene mi nombre, a firmar otro contrato para una super producción. Pero eso no es lo interesante del vídeo. No, hay doscientos como este. Pero no me etiquetan. La gente quería que yo viera este en concreto.
El misterio no se hace de rogar. La escena se vuelve pequeña hasta quedar relevada a una esquina de la pantalla. En primer plano aparece una entrevistadora muy mona sujetando un micrófono frente a la boca de Álex Da Silva, a la vez que le enseña el vídeo en su teléfono. Lleva la camiseta roja de Ferrari, el pelo revuelto y una toalla colgada de un hombro. Lo mira atentamente, aún sin decir una palabra.
—En el entrenamiento de hoy estabas cantando esta canción —comenta la chica y a mí se me acelera el corazón—. Últimamente solo se habla de Laura Nazario, no hay muchas españolas por Hollywood. Así que supongo que tú, como compatriota, habrás visto la película.
—Sí, claro que la he visto —contesta él, aún sin separar los ojos de la pantalla, como si quisiera terminar de ver la escena.
—¿Y qué te pareció?
El latir en mis oídos no deja de coger fuerza, casi no escucho el vídeo.
—No me ha gustado, siendo sinceros. La música está bien. Pero la actuación… —Creo que se me ha parado el corazón de golpe, puede que también me haya quedado sorda. Un creciente pitido se instala en mi cabeza.
Apago el móvil y lo lanzo lejos de mí.
La pantalla se rompe. Veo cómo los cortes se iluminan con la llamada entrante de mi representante, seguro que ella también ha visto el vídeo.
Pero no contesto. No. Estoy ocupada, me doy cuenta, porque cuando recupero el oído soy consciente de que he empezado a gritar.
—¡¿Que no le ha gustado?! ¡¿Pero qué cojones tiene que opinar él en esto?! ¡Ahora resulta que es crítico de cine! Que se dedique a lo suyo que no le está yendo nada bien, hace dos años que no hace un puto podio. No está como para decirle a los demás si hacen bien o mal las cosas. Joder, menos mal que somos compatriotas. Será gilipollas.
Tengo que calmarme, tengo que calmarme. No puedo. Tengo que respirar. Uno, dos, uno dos. No funciona.
Mi canción vuelve a sonar. Es mi maldito tono de llamada. Es la quinta vez que aparece el nombre de mi agente. Creo que las paredes se están cerrando, mi habitación nunca había parecido tan pequeña. Boqueo intentando llenar los pulmones de aire. Abro una ventana y corro para descolgar el teléfono a la sexta vez.
Isa no me deja ni hablar.
—No pasa nada, en serio. Seguro que a nadie le va a importar. Mañana nadie se acordará de esto. —Su voz tranquila y reafirmante tiene un efecto en mí. Es tan buena hablando que consigue convencerme.
El problema es que mañana la gente se sigue acordando.
No puedo abrir Instagram o Tiktok o Youtube sin que me salga ese puñetero clip de la entrevista. Lo paso lo más deprisa que puedo.
Isa me dice que espere. Y yo lo hago. Pero nadie se olvida.
Mis amigas no han dejado de llamarme, no he contestado ni una vez, me he limitado a mandar un mensaje a nuestro grupo: no quiero escuchar ni una palabra al respecto.
Para pasado mañana está declarado, se ha hecho viral. Me he leído todos los putos comentarios habidos y por haber. Ya nadie está hablando de la película o de la escena. ¡No! Están hablando de la entrevista, de lo conciso que ha sido en su opinión, de si nos conoceremos ya de antes, de lo que pasará si nos encontramos. Si lo viera, lo estrangularía, lo tengo claro.
Nuestro hastag es trending topic y yo estoy que echo humo. No puedo abrir mi teléfono sin ver su estúpida cara. Por. Todas. Partes.
No ha vuelto a hacer ningún comentario al respecto y todos esperan que yo haga una declaración, cosa que me niego a hacer. No sé qué intenciones tenía al decir eso, pero desde luego, no voy a darle la satisfacción de hacerle saber que he visto la entrevista, mucho menos que me ha molestado.
Para la semana siguiente he borrado todas las aplicaciones de mi móvil, no me hace bien seguir torturándome de esta manera. Tengo que pasar página y esperar a que esta popularidad muera, como lo hace todo en internet. Además, hoy tengo que trabajar.
Me visto, me maquillo y salgo de casa, todo por primera vez desde el “incidente” que es como llamaré a partir de ahora a la funesta entrevista del idiota, a quien también me dirigiré de esa forma de ahora en adelante.
Isa pasa a recogerme. Le dedico un escueto hola antes de cerrar la puerta del copiloto.
No se atreve a dirigirme la mirada, así que yo la estudio de reojo cavilando si aunará el valor para decirme algo o nos sumiremos en un silencio total durante este trayecto. Lleva el pelo rubio anaranjado en una trenza apretada y acicalada con sumo cuidado, el maquillaje impoluto y la blusa recién planchada. Solo tiene unos pocos años más que yo. Ha luchado con dientes y garras por su posición y su lista de contactos. Es un amor pero está hecha de acero, por eso la elegí. Por eso y porque también habla español, así que cuando me enfado es la única que me entiende.
Al no ver indicios de conversación, saco mi teléfono para distraerme. Entonces recuerdo que he inutilizado tanto el aparato que lo he convertido en una especie de Nokia, así que no hay mucho que pueda hacer.
—¿Qué le ha pasado? —pregunta Isa haciendo un gesto con la barbilla, sin soltar el volante, hacia mí pantalla reventada.
Me encojo de hombros y vuelvo a guardarme el aparato en el bolsillo.
—Ninguno de los dos hemos tenido una buena semana.
—Ya te he dicho que no es para tanto…
—Isa —la corto—, he dicho que no quiero oír nada al respecto. Esperaremos el olvido, ¿sí?
—Eres una cabezota.
Lo soy.
…
La reunión va bien. Director, productores y equipo de dirección. El contrato ya está firmado así que es una reunión sin más. Me limito a contestar las preguntas que van hacia mi persona y me permito desconectar el resto del tiempo, dejo que Isa se encargue de lo demás, que para eso cobra.
Se habla sobre el proyecto, ya está casi todo organizado. La película cuenta unas historias entrelazadas, entre ellas la vida de Bertha Benz y la mía, una actual piloto que intenta abrirse paso en el complicado mundo de la Formula 1, un guión maravilloso, yo misma lo leí. Se ultiman unos detalles, se rodará este verano, el casting está casi cerrado, hay que buscar localizaciones y la escudería que va a colaborar en el proyecto es Ferrari…
Despierto de golpe, me atraganto con mi café de 11 dólares, por ese precio me esfuerzo en volver a tragarlo. Por desgracia y pese a que no he derramado ni una gota, he llamado la atención, todos los ojos se posan sobre mí. Sonrió quitándole importancia y cuando retoman la conversación lanzó mis ojos como un dardo sobre Isa. La muy malvada finge estar inmersa en sus papeles, lo que me deja bien claro que ella ya lo sabía y que la lista de gente que tengo que matar no deja de crecer.
Jugueteo con mi boli. Si da la casualidad de que me encuentro a ese idiota, aunque solo sea un minuto…
—¿Qué te parece, Laura?
Joder, tengo que empezar a prestar atención a estas cosas. Es que no tengo ni idea de lo que me tiene que parecer lo que sea que han dicho pero todos me miran expectantes.
Fuerzo una sonrisa y busco ayuda, una que Isa no me da. Intento leer el ambiente, sonrisas amabilidad…
—Pues estupendo… —me tomo la libertad de soltar una mínima risa.
—Fabuloso, nos vemos esta tarde. —¿Qué?— Mandaremos un coche a buscarte.
Vamos, no me jodas. ¿A que acabo de aceptar para que me líen la tarde del domingo?
Todos empiezan a recoger la mesa y a levantarse. Isa y yo hacemos lo mismo. Despedidas, apretones de manos, deseos de suerte.
En cuanto ponemos un pie en la calle la sujeto del brazo.
—Dime qué tengo que hacer esta tarde.
Me mira, mira al suelo, se muerde el labio. Y yo me temo lo peor. Tendré que ir a cenar con la mafia o a beber te al infierno.
—Bueno…
…
Hubiera preferido al diablo o a Al Capone. Hubiera preferido ir a nadar con hipopótamos. Hubiera preferido tumbarme en la carretera al atardecer y rezar para que pasara un miope.
Pero no pudo ser.
Por el contrario, me pongo un vestido precioso, elegante y azul; me plancho el pelo; me pongo los tacones negros más altos que tengo y me preparo para estar espectacular para cualquier foto “robada”, que será la primera tras el incidente. Debo aparentar que no me ha afectado nada, no, aparentar no, tengo que conseguir que no me afecte nada, eso es.
Un elegante mercedes me recoge de mi casa y me deposita en el circuito de Long Beach, al sur de Los Ángeles. Me encargo de llegar tarde. Finjo que he olvidado el bolso antes de montarme en el coche, que tengo que ir un segundo al tocador y me paro a hacer un par de fotos para colgar luego. Lo retraso todo hasta que la carrera está a punto de empezar. Todo según mi plan porque me niego a dirigirle la palabra al idiota si me topo con él.
Enseguida me llevan con el equipo de Ferrari, me saludan efusivamente bromeando sobre que soy su nuevo fichaje, yo finjo que me río y que me encanta estar allí y me buscan un fantástico sitio para disfrutar de la carrera. Poso disimuladamente para un par de fotos y rehúyo de forma muy poco disimulada a dos periodistas que tenían la clara intención de hablar conmigo.
Isa viene poco después a sentarse a mi lado, ofreciéndome un refresco.
Lo cojo gustosa.
—Lo estás llevando mejor de lo que pensaba —me dice, ninguna de las dos apartamos los ojos de la carrera que acaba de comenzar, como si no estuviéramos hablando en realidad.
—¿Qué esperabas? ¿Qué le rayara el coche delante de todos sus mecánicos?
—La tarde aún es muy larga…
—Por desgracia. Mi único consuelo será verle perder.
Esta temporada lleva fiasco tras fiasco, apenas ha conseguido rascar un par de puntos.
La carrera está interesante. Es un circuito urbano, lo llaman el Mónaco de EEUU. Hay un choque en las 10 primeras vueltas, dos pilotos se retiran. Es un circuito complicado, curvas muy cerradas. El idiota va décimo así que estoy contenta. En la vuelta 38 la cosa está muy reñida, casi todos los 8 primeros van pegados, luchando por ganar posiciones hasta que llega una curva en forma de herradura y el otro piloto de Ferrari choca contra una esquina de un edificio, en ese momento se desata el caos. Tres coches se unen en el choque y otros dos se salen del circuito para evitar a los demás. Una humarada de polvo se eleva y los alientos se contienen. De pronto, un morro asoma a través de la nube… un morro rojo…
—No puede ser.
Pasa esquivando los obstáculos y no se detiene ante nada, acelera y acelera hasta que alcanza al primero en una recta, su rueda de atrás tocada por el otro piloto de Ferrari antes de chocar. Menos de un segundo de ventaja…
—Qué hijo de puta, tiene DRS. —Me pongo de pie sin dar crédito a mis ojos, mirando la pantalla embobada.
—No sabía que te interesaras por las carreras. –A Isa no le podría dar más igual lo que está pasando, lleva un rato contestando emails.
—A mi padre le encanta, a algunas de mis amigas también. Me han suplicado que los traiga.
Pero eso da igual ahora mismo porque el idiota se pega y se pega, una curva y otra y otra. 40 vueltas. 41. Esto está acabando. Busca un hueco, un despiste. Delante de él está otro piloto español, le aprieta las tuercas, intenta defender todo lo posible, pero no puede cerrarse bien en una curva y eso es todo lo que le hace falta al idiota. Se pone en cabeza. El público está eufórico. Yo me desplomo en mi silla.
—No me jodas, Alonso. Te has dejado adelantar por un niñato.
…
Cada segundo es doloroso. Cuando cruza la meta. Cuando sube al podio. Cuando le dan el trofeo. Todo.
Tengo que tragarme todas las palmaditas, todos los vítores y todos los elogios.
Le suplico a Isa que me saque de allí o que me mate, lo que le apetezca, pero que lo haga rápido.
Se niega en rotundo, me suelta un rapapolvo sobre que no puedo ser tan infantil y que me aguante, que todavía tenemos que saludar al director y que tengo que poner una bonita sonrisa para que todo el mundo piense que estoy feliz. Y más me vale que todo el mundo lo piense.
Me arrastra a cenar. Todo el equipo está celebrando, el champán corre por doquier.
El jefe de equipo, sentado bastante lejos de nosotras se levanta en un momento.
—¡Un brindis por la primera victoria de la temporada!
—Desde luego ese no es su primer brindis de la noche… ¡Ay! —Isa me da un fuerte puntapié por debajo de la mesa.
Me vuelto como un látigo hacia ella, me señala efusivamente que coja mi copa y la alce como ella. Lo hago a regañadientes y murmurando y solo para que no me dé otra patada, cosa que haría seguro.
Hay por lo menos otros tres brindis antes del postre y juro por Marylin Monroe que si hay uno más se me van a caer las cejas de tanto fruncir el ceño.
Mientras remuevo mi copa de helado de chocolate transformada en sopa marrón, suena un ritmo de marimba. Isa coge rápidamente la llamada y cuchichea rápido y furiosa.
Me mira fijamente, colocándose el pelo por detrás de la oreja y el bolso en el hombro, como si fuera una niña pequeña dando instrucciones a su hija.
—Tengo que irme. —Un coro de ángeles canta a mi alrededor. ¿Es acaso la salvación lo que oigo?— Tú te quedas. —¿Lo cualo?— Tienes que saludar al director y tomarte una copa.
—Pero…
—¡Pero nada! —me ladra, poniéndose de pie—. Volveré pronto a buscarte. Puedes coger un taxi si tardo mucho, solo y exclusivamente si la fiesta se te hace tediosa e inhumanamente insoportable. Ni un segundo antes. —Me clava la mirada, con una promesa de muerte si la desobedezco.— ¿Estamos?
—Sí, mamá…
Me da un capirotazo en la cabeza. Le enseño los dientes, frotándome el pelo.
—Casi, casi. Sonríe. —Remarca la palabra alargando su propia sonrisa con los dedos.
…
Me duele la cara de sonreír. Creo que para este punto se me ha olvidado y que en la cara no tengo más que una especie de mueca torcida. Me han arrastrado hasta una especie de bar. Luz morada y oscura, música para bailar pero al volumen justo para poder hablar también, gente, alcohol. El alcohol fue lo primero de lo que me percaté. Voy por mi segundo mojito para soportar esta mierda. Me han presentado a tantísima gente que ya todas las caras me parecen igual. Y, ahora, ¡al fin!, he cogido por banda al director. Me está contando cosas del proyecto, ropa, escenas, giros. No sé, desconecto entre sorbo y sorbo de ron. Y sonrío, ¿sonrío? Sí, creo que sonrío… o algo así.
Hasta que veo un pelo negro entrar en la sala. Ahí ya no sonrío. Todos se giran hacia él, le dan palmaditas en la espalda y lo felicitan.
—¡El campeón de la noche!
—¡A disfrutar que te lo has ganado!
Mi director, John, escucha el alboroto y centra su atención en él.
—Pero si es Álex, vamos a saludarlo.
Que majo y que educado. Creo que soy buena actriz, pero no sé si tan buena. Titubeo, buscando una excusa muy rápido porque me da la impresión de que el idiota se está acercando a nuestra órbita y si me cruzo con él vamos a colisionar.
—Ve tú primero, yo voy a por algo de beber. –Le doy un suave toque en el brazo y saco mi expresión más dulce. Asiente convencido.
Y yo huyo.
Me refugio en la barra, hay bastante gente concentrada, es más fácil camuflarse. Me refugio en un lateral, algo más vacío y apoyo la espalda contra la encimera de metal.
—Buenas. —Me sorprende escuchar español bien pronunciado y por un segundo me temo lo peor. Por suerte, es el otro español de por aquí. Rozando la cuarentena por arriba ya peina canas pero la sonrisa sigue siendo la misma que cuando levantaba la copa del mundo que emocionó a toda España. Parece amable.– Solo quería decirte que me gustó mucho tu película. —Es amable. Ya me cae bien. Vale, puede que sea fácil de encandilar.
Creo que me sonrojo, pero el mojito no me deja pensarlo mucho.
—Te lo agradezco, significa mucho para mí.
—Hay que apoyar el producto nacional. —Se ríe de su propia broma y yo lo acompaño. “Hay quien no piensa igual…”
—Enhorabuena a ti también por el podio. —También hacía mucho que no quedaba segundo.— Mi padre es fan tuyo desde siempre y te aseguro que está muy contento.
—Me alegro de no decepcionarle. Laura, ¿verdad?
—Eso es.
—¿Tu primera vez por aquí?
—Así es pero creo que a partir de ahora me vas a ver mucho…
—¡Alonso! —Nos interrumpe una voz un poco más para allá. Y yo solita me he encerrado en una esquina. ¿Y si finjo que me desmayo? Quizá podría hacerlo creíble.— ¡Qué bien que estés aquí! —Ha llegado. Apoya el codo sobre el hombro de Alonso y lo zarandea un poco. Entonces, fija sus ojos castaños en mí y tiene la desvergüenza de mirarme de arriba abajo con una pasada rápida. Rechino los dientes.— Y con buena compañía.
Alonso pasa su mirada de uno a otro.
—Laura, Álex —nos presenta—. ¿Os conocíais?
—Por desgracia —dice él. Por suerte, pienso yo–, no.
—No nos habían presentado oficialmente —concuerdo yo.
—Vi tu película.
—Algo he oído…
Parece reflexionar.
—Oh… has visto el vídeo.
—Así es.
—No te habrá parecido mal, ¿verdad? —Retira su codo y se acerca un paso a mí con una sonrisa apaciguadora.
—No, claro que no. Me encanta que digan que mi trabajo es una mierda.
Mi respuesta le pilla desprevenido. Duda por un segundo antes de recomponerse.
—Eh, yo no dije eso.
—De hecho, sí.
—Solo daba mi opinión.
—No pasa nada, al parecer eres entendido en todo. Bueno, supongo que en todo menos en lo tuyo, ya que has llegado último en las tres últimas carreras.
Parpadea una, dos veces y frunce el ceño.
—¿Intentas molestarme?
—Solo daba mi opinión. —Me encojo de hombros con expresión inocente.
—Los 15 minutos de fama se te han subido a la cabeza. —El calor pesado sí que me está llegando a la cabeza.
—Ya veremos a quién le duran más los 15 minutos. Al menos, la gente viene al cine a verme a mí. —Un paso. Otro paso.
—Al menos, el final de mis carreras se entiende.
Se acabó.
Le lanzo en contenido de mi copa a la cara. Está empapado y decorado con hojas verdes.
Las cabezas empiezan a girarse hacia nosotros.
—Que te follen, a ti y a tus carreras.
Y me marcho. Rápidamente. Furiosa.
Cojo un taxi. Me voy a mi casa. Y me meto en la cama.
Dedico solo un pequeño rato a pensar en mi enfado y me duermo.
Por la mañana, mi canción consigue despertarme. Medio dormida aún, estiro la mano hasta coger el teléfono.
—¿Sí?
—La has jodido pero bien.
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Recuerden que pueden dejar sus peticones si quieren
(Si ven que pongo menos carácteres es que aveces escribo estos fanfics en mi Computadora)
Ahora sí!
Título: Tickle MuiTan: Fuegos Artificiales
Sipnosis: Tanjiro y Muichiro van a ver fuegos artificiales a un pueblo, pero se divierten más de lo que tenían planeado(◕‿◕)
—Aguanta Tokito, ya casi llegamos—Promete Tanjiro mientras corrían en medio de un bosque al atardecer
—Tenemos corriendo todo el día,¿Y qué son esos tales fuegos artificiales?—Preguntaba Muichiro mientras corría junto a Tanjiro
—Es algo muy hermoso que se ve mucho en los pueblos, así que quería venir a verlos contigo—
—Vamos a llegar tarde ya es de tarde y se está poniendo el sol—
—Mejor, los fuegos artificiales se ven mejor de noche, así que si nos tardamos mejor. Para no durar todo el día en el distrito esperando a que oscurezca—Mencionó Tanjiro buscando entre los árboles.
—Veo un pequeño pueblo entre esos árboles—
—AH SÍ?? Dónde??—
—Allá Tanjiro—Respondía Muichiro mientras apuntaba a unos árboles que tenían unos arbustos en frente
—Es ahí!!!!—Dijo Tanjiro emocionado mientras abría los arbustos
Cuando ambos pasaron entre estos vieron un pueblo nocturno poblado de mucha gente, estaban encima de un risco alto que dividía la ciudad del resto del bosque. Las luces de la ciudad eran brillantes y hermosas, daban un lindo ambiente en la ciudad.
—Es bonito el pueblo, debo admitirlo— Dijo Muichiro mientras veía toda la ciudad desde lo más arriba del risco
—Espera a que los fuegos artificiales aparezcan en el cielo!!iiiih— Mencionó Tanjiro intentando ilusionar a Muichiro, pero Muichiro no hacía señal.—Estás bien Tokito??—
—Estoy bien. Esta es mi cara normal, no te preocupes Tanjiro—Respondió Muichiro con una leve sonrisa, intentando calmar a Tanjiro
—Ok..... Bajaré al distrito a preguntar cuando van a lanzar los fuegos ok??
—Esta bien, Tanjiro. Te espero—
Después de que Tanjiro durara casi 20 minutos abajo en medio de toda la ciudad, volvió subiendo el risco para encontrarse con Muichiro que estaba sentado en la orilla del risco
—Ya llegué!! Los lanzarán en 1 minuto—
—Lanzar qué??—
—Los fuegos artificiales—
—Ah sí, verdad. Buenos, vamos a prepararnos—
Tanjiro le sonrió una última vez antes de sentarse al lado suyo para esperar el evento
—¿Y no será algo peligroso que haya fuego en el aire? ¿Una persona se podrá lastimar no?
—Si explotan en tierra obviamente, por eso los lanzan al cielo, para que todos puedan apreciar su belleza—
—Ah. Ya entendí....— Muichiro empezó a mirar al cielo, esperando a que suceda lo esperado.
Tanjiro empezó a notar que Muichiro estaba muy serio, pero no daba mucha importancia ahora, no tiene por qué estar feliz si todavía no sabe de lo que Tanjiro habla.
Si, son exactamente esos— Respondía Tanjiro mientras miraba los fuegos artificiales como si se tratara de la primera vez
seguía viendo los fuegos artificiales con la expresión en blanco, no reaccionaba. Parecía que no lo disfrutaba (Lo estaba disfrutando)
Y cómo ustedes saben cómo es Tanjiro, se preocupó de que Muichiro no esté diciendo ni haciendo nada, solo los veía con neutralidad. Miró a Muichiro pensando en cómo puede hacer para emocionarlo hasta que se le ocurrió una idea! Se empezó a acordar de ese día que estaba hablando con las chicas...
<<FlashBack de hace una semana atrás>>
—Pobre Tokito, está muy cansado y todavía no cede— Decía Shinobu mientras miraba como Tokito entrenaba aún envuelto en sudor y con las piernas pesadas de tanto tiempo SIN descansar.
—Tienes razón Kocho, será mejor dejarlo solo—Decía Mitsuri mientras se iba caminando a la salida de la finca junto a Tanjiro y Kocho
Los 3 (Kocho, Kanroji y Tanjiro) se fueron a la finca de Kanroji por la noche, fueron a un cuarto que tenía unos tatamis para los 3. Se quitaron sus haoris y se sentaron en los tatamis a hablar.
—Oigan ¿¿Señorita Kocho??¿¿Señorita Kanroji??¿¿No les preocupa que Tokito no piense en descansar teniendo todo el día ocupado en el entrenamiento??—Preguntaba Tanjiro amablemente mientras jugaba nerviosamente con sus manos.
—Si verdad? Tokito se ha vuelto muy atento después de recibir el puesto de Pilar.—Respondía Kocho mientras miraba al suelo pensativa
—Si, es cierto! Pero no te acuerdas Kocho?? Qué antes de ser Pilar el siempre dormía?? Según cómo me dijiste..—Mencionaba Mitsuri mientras veía a Kocho
Kocho empezó a soltar unas ligeras carcajadas, recordando todo—Es cierto, siempre dormía y le tubimos que enseñar a que sea cauteloso—Respondió con una sonrisa
—En serio??—Preguntó Tanjiro con las cejas ligeramente levantadas
—Si, hubo un tiempo en que para despertarlo teníamos que hacerle cosquillas. Era lo único que lo convencía de levantarse—Respondió Shinobu con una sonrisa fingida.
—Jejej!¿En serio?— Preguntó Tanjiro entre risas mientras que a su lado estaba Kanroji aguantándose la risa.
—Sihh... Lo peor es que seguía negándose y siempre teníamos que hacer lo mismo, pero bueno... Por esa razón está en este puesto de Pilar—
—Probablemente seguía con el fastidio porque se le olvidaba al otro día que hacías eso para despertarlo—Supuso Kanroji
—Aygh no! Tampoco es tán olvidadiso— Respondió Kocho
—¿¿Qué pasa si es que le gustaba que usted hiciera eso??— Supuso Tanjiro
—Puede ser!!— Respondía Kanroji— Me lo espero de él, después de todo era y ES un niño—
—Puede ser, hasta algunas veces lo hacíamos para que se durmiera o nos hiciera caso, era un niño muy terco ¿Castigo o Premio?— Mencionó Kocho
—Jeje, creo que debería intetar usarlo amenudo para convencerlo—Propuso Tanjiro en modo de broma.
—Ohh si, puede ser. Eres muy inteligente Tanjiro— Respondió Kanroji mientras volteaba a ver a Tanjiro—
—Gracias por el apoyo señorita Kanroji. Pero lo decía en broma. De hecho, da algo de pena hacerlo con alguien ajeno—
—Bueno, estabién como quieras. Pero recuerda que siempre eres bienvenido a pedirnos ayuda. De hecho, puedes practicar conmigo—Decía Kanroji con una sonrisa
—¿Qué te pasa?—Preguntó Kocho mientras le daba un ligero empujón a Mitsuri.
—¿CON USTED? No, no tranquila señorita, no hace falta.
—¿Por qué? No soy buena para la práctica?
—No es eso. Si lo hago con usted sería "un abuso" en otras palabras. Porque usted es mujer y yo soy un niño—
—A, ok, entiendo jeje—
<<Fin del FlashBack>>
Muichiro seguía viendo al cielo con cara neutral, observando los fuegos artificiales mientras que Tanjiro se acordaba de lo que Habló con Kocho y Kanroji, puede que la broma que hizo ya no lo sea...
—Tokito, pon una sonrisa, por más mínima que sea—Insistió Tanjiro con voz graciosa mientras miraba a Tokito
Muichiro lo que hizo fue voltear a ver a Tanjiro con cara de pizarra en blanco, luego volteó su cara y siguió viendo los fuegos artificiales
Tanjiro empezó a respirar ondo, preparándose para lo que va a hacer, lo que hizo que Muichiro lo viera con cara rara.
—Jejejejejej, Tanjiro que haces?!!—Preguntó Muichiro entre risas mientras volteaba su cara a otro lado para ocultar su rostro enrojecido, mientras que con su brazo agarraba a Tanjiro por su brazo para intentar detener las cosquillas
Tanjiro no respondió ni nada, solo empezó a usar sus 2 manos para hacerle cosquillas en sus costados mientras Muichiro intentaba irse hacia atras. Había mucha gente en el risco así que no llamaban mucho la atención.
—TE AGARRÉ!! ÑACA, ÑACA, ÑACA—Decía Tanjiro mientras se tiraba encima de Muichiro y seguía haciendole cosquillas mientras que este reía sin control.
—Jejejejejejejejejeje!!! Tahanjiro!!—Intentaba Muichiro hablar entre risas mientras agarraba con fuerza las muñecas de Tanjiro intentando parar la sensación.
Así siguieron los 2 un rato hasta que Muichiro asomó un poco su pie por el risco de forma que casi se resvalara por él. Obviamente Tanjiro le ayudó a no caerse y lo jaló hacia atrás para estar las lejos de la orilla
Cuando lo subió ambos estaban asustados pero todavía Muichiro estaba soltando algunas carcajadas nerviosas—Ufff, casi te caes....... Mejor será detenerme aquí—Dijo Tanjiro mientras se acomodaba con Muichiro para ver los fuegos artificiales.
—Uff que bién, pensaba que ibas a seguir, Jeje—
—Puedo oler un ligero aire de felicidad en tí, así que para mí ya es suficiente.— Mencionaba Tanjiro con una sonrisa mientras volteaba su cabeza a Muichiro
Ambos siguieron viendos los últimos minutos que quedaban de los fuegos artificiales hasta qeu Muichiro preguntó:
—Oye ¿Y qué te dió la idea de hacerme eso?—
—La señorita Kocho y Kanroji—
—Si son crueles, JAJAJA—
—Me alegra que ahora estés más de ánimo—
Cuando Muichiro escuchó lo que Tanjiro le dijo le salió un leve sonroje en su rostro, lo que hizo que volteara su mirada avergonzado de la razón por la que está alegre.
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