#entre el silencio y tu voz
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Redraw de un viejo fanart que había hecho para @nuvex. 🩵
#sí#ni se ha de acordar de mí#pero aquí estoy yo#entre el amor y el olvido#entre recuerdos y el frío#entre el silencio y tu voz#…souls…#digital art#fanart
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so it goes
pairing. enzo vogrincic x virgin!reader
cw/tw. smut, praise, oral sex (reader y enzo reciben), enzo un poco posesivo, virgin!reader, piv sex, established relationship, unprotected sex, edades no especificadas, afab!reader/pronombres femeninos.
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no es un secreto para nadie que la virginidad es solo un constructo inventado desde el machismo. las mujeres no sufren de ningún tipo de cambio después de tener relaciones sexuales por primera vez. a pesar de saber que el concepto de la virgnidad no tiene ni pies ni cabeza, siempre pensaste que tu primera vez sería con alguien que de verdad significase algo para ti.
con un novio como enzo, sabías que la comodidad y el respeto son cosas con las que puedes contar, ya sea en este tema en específico o en cualquier otro aspecto, el peli negro encaja en tu definición de confianza.
enzo va a ser paciente y amable contigo, te dices a ti misma y sacudes tu cabeza buscando desaparecer de tu mente todo lo que piensas podría salir mal, ¿por qué llenar tu mente de todos los posibles escenarios negativos? todo irá bien y tendrás otro recuerdo precioso con tu novio que llevarás contigo con mucho cariño.
prefieres no darle más vueltas al asunto y buscas en tu armario un outfit para la cita de hoy. el plan era ir al nuevo restaurante frente a la playa, irían un poquito antes de las 7pm para apreciar la puesta del sol en la arena, la ida al restaurante y la cena, por último, volverían hacia el departamento del mayor.
habían hablado del tema la tercera noche que habías pasado en su departamento, discutiendo todo lo que pasaba por tu mente sobre tu falta de experiencia.
“¿te molesta esperar?”
“¿por qué me molestaría esperar?” enzo te había contestado, haciendo latir más rápido tu corazón. ambos acostados en la cama de él, viendo hacia el techo y tomándose de la mano después de una sesión de besos más que intensa.
luego de lo que parecieron horas, decidiste ponerte tu vestido favorito, de color negro, bastante cómodo y ligero. escuchaste la puerta ser tocada y miraste hacia tu reloj, notando que el mayor había llegado un minuto antes de lo acordado.
“ya voy” dices en voz alta y te pones en marcha para abrirle, encarando al pelinegro, que como tu, tenía una cálida sonrisa en su rostro “hola, linda” dice enzo, elimina la distancia entre ambos y pone sus manos tu cintura, miradas encontrándose y diciendo en aquel lenguaje único cuanto se extrañaron y cuánto aman estar en la presencia del otro.
“¿soy linda?” tú dices con una sonrisa llena de diversión.
“tan linda que sos lo único en lo que puedo pensar, sos muy preciosa” contesta, lo que hace calentar tus mejillas. se aleja de ti solo para tomar una de tus manos con una de la suyas. caminan de la mano hacia la salida del edificio, en busca de un taxi.
después de algunos minutos se suben al auto que los conducirá hasta la playa, apoyas tu cabeza en el hombro de enzo, sin soltar su mano en ningún momento, cierras los ojos y hueles el perfume de enzo con una pequeña sonrisa. dos cuerpos apoyados en los asientos del taxi, calentándose y latiendo el uno por el otro.
el tiempo parece volar y pronto llegan a su destino. enzo se aparta de tu lado con gentileza para abrirte la puerta, ocuparse del pago y agradecer al conductor. puedes decir que no está dispuesto a tener las manos lejos de ti por mucho tiempo, ya que te ofrece una vez más su mano, rápidamente volviendo a tener contacto contigo.
caminan hacia la playa mientras tarareas tu canción favorita. “son las 6:40, tiempo perfecto para ver la puesta del sol si me lo preguntas.” dices y jalas de su mano para avanzar más rápido con él hacía la arena. ambos sueltan un pequeño suspiro una vez que están ahí, contemplando la hermosa vista, escuchando las voces de las personas a su alrededor, el mar y las olas contra la arena.
comparten minutos llenos de silencio, llenos de tranquilidad hasta que enzo decide romper el vacío de diálogo;
"viviría feliz en montevideo contigo, en pequeños y grandes roles. sería el hombre más afortunado por toda mi vida", dice, dejando escapar sus pensamientos con la misma franqueza de siempre, sin filtro ni reservas.
"¿qué? ¿estás bromeando?" respondes con evidente confusión, arqueando una ceja mientras lo observas en busca de alguna señal que aclare sus palabras.
"no estoy de joda con vos, nunca lo estoy", responde él, encogiéndose de hombros con sinceridad.
"no te lo permitiría", piensas en cruzar los brazos para reforzar tu punto, pero decides mantener el contacto físico con tu novio, prefiriendo esa conexión.
"¿por qué no?" enzo finge sorpresa, consciente de que esa sería tu reacción.
"¿qué clase de novia sería si te dijera 'sí, enzo, quédate aquí conmigo, no te aventures fuera del país para explorar tu potencial. podríamos ser felices, pero siempre viviríamos con la incertidumbre de lo que podría haber sido'?"
"esperaba ese comentario de vos", responde enzo con calma.
"gracias por esperar lo mínimo de mí. me reconforta saberlo", dices con sarcasmo pero con una sonrisa cómplice. estás en un breve silencio, contemplando el atardecer antes de volver la mirada hacia enzo. "no deberías esperar que sea egoísta contigo y todo lo que puedes lograr. ya te ha ido bien más de una vez, y eso me llevó a conocerte en primer lugar", añades con una tranquilidad reflexiva. "y, aunque me hagas sentir... dios, no sé cómo explicarlo, este sentimiento de ser amada por ti, tú debes ser siempre tu primera prioridad. si estás dispuesto a esperarme, yo también lo estaré", admites, evocando el recuerdo de esa noche y la conversación que marcó un punto de inflexión en su relación.
"son dos cosas distintas", comenta enzo, también recordando claramente aquel diálogo
“¿mi primera vez y tu carrera de actuación? la verdad sí, no es el mejor ejemplo pero se entiende.” ahora es tu turno para encogerte de hombros.
se quitan los zapatos y deciden sentarse en la arena, tú con las piernas estiradas, quizás no fue tu mejor elección el vestido para esta ocasión, pero no importa cuando estás con él.
el silencio los envuelve por unos minutos mientras contemplan la puesta del sol, como si el tiempo se detuviera para permitirles disfrutar de ese momento juntos. enzo acaricia tu mano con delicadeza, voltea para encontrarse con tu rostro y procede a dar inicio a la reunión de sus labios, un beso lleno de ternura y pasión. toma tus mejillas con suavidad, intensificando el contacto, y se sumerge en la profundidad del beso, compartiendo un instante de intimidad que les pertenece solo a ustedes. duran unos preciosos minutos disfrutando del ya no tan delicado roce entre sus bocas, perdidos en el éxtasis del amor compartido.
"me haces muy feliz, siempre", él murmura al romper el toque entre sus labios, su voz cargada de sinceridad y emoción. "más de lo que te podes imaginar."
sus palabras llenan el aire con un sentimiento cálido y reconfortante, confirmando lo que ya sabías en lo más profundo de tu corazón: que este amor es real y todo tuyo. las olas continúan su danza rítmica, chocando contra la arena, mientras la oscuridad de la noche se adueña del entorno, acompañada del inconfundible aroma marino. reposas tu cabeza en el hombro de enzo una vez más, dejando escapar un suave suspiro.
“gracias por amarme tanto.” expresas con gratitud.
“no tenés que agradecer ser amada, gorda, nunca.” responde enzo, manteniendo su mirada en ti. mientras tú sonríes con serenidad, él muestra una sonrisa que refleja comodidad y un toque de diversión, creando un momento impregnado de afecto y complicidad en la brisa nocturna.
"sé que no es necesario, pero aún así, gracias", respondes con una suave risa. tus pies juguetean en la arena, moviendo los dedos mientras te zambulles completamente en el momento. observas cómo los pies de enzo también comienzan a moverse y ríes bajito.
hubo momentos en los que creíste que ser amada era una tarea ardua, que lo mejor de ti se veía eclipsado por tus propias inseguridades. pero entonces, el peli negro irrumpió en tu vida, haciendo que amarte pareciera tan fácil.
se ponen de pie, sacudiendo la arena en su ropa, continúan poniéndose de vuelta el calzado y caminan hacia el restaurante, en pocos minutos están sentados en la mesa, deliberando sobre qué elegir para la cena. decides optar por el mismo plato vegano que el de enzo.
“¿qué querés ver hoy en casa, amor?” pregunta él en el momento en el que el mesero recoge sus pedidos.
“¿ver?” dices, parecía que ya tenías una idea muy clara sobre cómo ibas a pasar la noche con enzo y eso no incluía ver tele. “lo hablamos mientras vamos para allá.”
“dale, igual tengo un par de ideas si no tenés nada pendiente por ver.” asientes ante lo que menciona y no le das mucha importancia por ahora. “hay varias cosas que tengo apuntadas, de hecho.”
los platos de ambos llegan, le dan las gracias al mesero y la cena entre pequeños diálogos da inicio.
“tuve un lindo día en el trabajo, los niños son fenomenales… hicimos algo que vi en internet sobre escribir una reseña de una película al estilo de letterboxd. primero aprendieron sobre las partes de una reseña, sus funciones y bastante de cine, había impreso unas plantillas con el logo de la app. vimos elementos, yo tampoco la había visto así que también escribí mi propia reseña.” hay mucha alegría en tu rostro mientras le cuentas a tu novio tus recuerdos de unas horas antes de ese mismo día. “fue una interesante didáctica, bastante desarrollo de pensamiento analítico y crítico, a parte que se la pasaron muy bien mientras veíamos la película y cuando compartieron sus reseñas con toda la clase. dibujaron y todo para explicar sus puntos.” comentas muy amenamente y das otro bocado a tu plato.
“sos la mejor.” dice enzo, bastante fascinado por tu amor por lo que haces. “ahora yo también quiero conocer las partes de una reseña.”
asientes y con una sonrisa divertida le dices. “aprendes muy rápido, yo te enseño sin problema.”
durante la cena, en medio de una atmósfera serena, comparten entre sí los detalles de lo que hicieron durante el tiempo en que estuvieron separados. enzo relata con entusiasmo las sesiones fotográficas que llevó a cabo antes de la próxima rueda de prensa de su nueva película, mientras que tú detallas cada día como profesora, siempre con una nueva anécdota que contar.
al terminar los platos, pagan la cuenta y emprenden el camino de regreso a casa.mientras caminan en busca del transporte que los lleve a casa tu cabeza está inundada de distintos pensamientos, más que nada sobre lo que pueda suceder en el departamento con tu pareja.
al llegar a la casa del actor, te diriges a la cocina en busca de un vaso. “gracias por la cita, en, la pasé más que bien.” le dedicas una dulce mirada y luego procedes a servirte un poco de agua.
“no sé qué sería de mí si no es así.” dice él, devolviéndote la mirada con mucho cariño. aunque estás enfocada en tu agua. "sobre la peli… ¿vos pensaste en algo o preferís que decida yo?", pregunta, buscando captar tu atención.
giras en su dirección y respondes con voz apenas audible, consciente de que es hora de abordar el tema pero indecisa sobre cómo hacerlo. "um, más o menos." tratando de encontrar la manera correcta de decirlo, pero tu respuesta sólo logra confundir al morocho.
"¿estás bien, gorda?", preguntó él, preocupado por tu actitud.
“¿por qué no lo estaría?” llevas una vez más el vaso a tu boca, tu mente maquina como decírselo, no quieres darle tanta vuelta al asunto que se resumía en algo tan simple como tener sexo.
“conozco esa cara tuya de ‘mi mente está yendo a mil por hora’, amor.” expresa enzo y te observa fijamente.
tomas toda el agua restante en el vaso, lo lavas y lo dejas en su lugar. suspiras, sabes que no hay manera de decirlo con mucho tacto, por lo que terminas soltando “quiero… quiero que tengamos sexo.” dice lo último de manera apresurada, si el uruguayo no estuviera acostumbrado a tu rápido hablar aseguraría que no te hubiera entendido.
enzo no muestra sorpresa en su rostro; en cambio, sólo se percibe preocupación por ti y tu inesperada solicitud. "¿estás segura? amor, ya te dije que no tengo problema con esperar. no tenés que hacerlo si sentís presión", expresa mientras apoya sus manos en uno de los muebles de la cocina.
"lo sé, sé que no te importa, pero realmente es lo que quiero", respondes. enzo simplemente asiente con una sonrisa leve; si estabas segura de tu elección, él está más que encantado.
te diriges hacia él, tomas su mano y lo conduces hacia el sillón. una vez allí, lo haces sentar y luego te acomodas en su regazo, tus piernas chocando suavemente contra los cojines. "considero que tengo experiencia en el juego previo", comentas, gozando de molestarlo y entrando en calor.
“¿quién te enseñó? debería darle las gracias.” enzo acaricia tus piernas, moviendo su atención a tus muslos ya descubiertos por tu vestido algo subido debido a la posición en la que te encontrabas.
“lo conoces muy bien, es un gran tipo, el mejor de todos.”
“¿ah, sí? su novia debe ser muy afortunada.” él respondió, esbozando otra sonrisa, pero esta vez llena de picardía.
asientes con la cabeza, luciendo una sonrisa ingeniosa. "lo es.” el roce de tus manos se desliza suavemente hacia las mejillas de enzo, sosteniéndolas con una delicadeza que parece sostener el tiempo. sus ojos se encuentran, creando un vínculo intenso que se prolonga durante varios segundos, como si el universo entero se detuviera para dar espacio a ese momento. y entonces, en ese instante cargado de anticipación, comienza el encuentro entre sus labios, sellando un pacto silencioso de amor que trasciende las palabras.
el beso inicialmente inocente, se torna en uno completamente intenso. desesperados por sentirse el uno contra el otro. sus boca se mueven con frenesí, enzo no duda en introducir su lengua dentro de tu boca, empezando a jugar con la tuya, sin ninguna preocupación por lo que pueda estar pasando a su alrededor pues ahora todo lo que les importa se reduce a ustedes dos.
rompes el beso recibiendo una mirada juzgadora de enzo, hasta lo que sabe, ya se la está pasando muy bien. te ríes y dices “quiero hacer algo.” te bajas de su regazo, poniéndote de rodillas en el piso frente al sillón y acercándote a las cinturas de su bermuda beige, para empezar a bajarlo ante su intensa mirada, enzo sacude su cabeza intentando volver en sí.
“amor, esta noche se trata de vos.” con suma delicadeza, enzo toma tu mentón con una de sus manos, sosteniéndolo con ternura. en la cara de enzo, se refleja un cálido torrente de cariño y aprecio. un silencioso intercambio de emociones se despliega entre sus miradas.
“pero de verdad quiero hacerlo.” haces un pequeño puchero con la intención, otra vez, de molestarlo.
enzo resopla y culmina cediendo con una pequeña sonrisa cómplice “dale.” sonríes al lograr tu cometido, no es que te haya costado mucho. terminas de sacarle la bermuda, acaricias juguetona y lentamente sus muslos con la yema de tus dedos por un par de segundos, hasta que tus manos llegan a su bóxer, bajándolo de una vez para contar con toda su parte inferior desnuda y a tu disposición. prácticamente babeas al verlo en todo su esplendor y a su pene ya bastante duro, lo único que pasa por tu mente es tenerlo dentro de tu boca.
“estoy empezando a creer que vos tenías todo esto calculado.” dice enzo inquisitivamente, lleva una mano a tu cabello y lo jala sin mucha fuerza “empezá ya que me estás matando, princesa.”
le das una mirada divertida antes de introducir la cabeza de su polla en tu boca. das lamidas pausadas y lentas, sintiendo cada rasgo de su deliciosa punta y disfrutando de su líquido preseminal que comienza a formarse. “vamos amor, no estoy para jodas.” enzo musita y jala una vez más de tu cabello. “vos podés más que eso.” sus ojos ahora te ruegan que dejes los juegos. das una larga lamida en toda su prolongación y esta vez puedes sentir cada vena en su miembro, lo que sólo logra excitarte y mojarte más, tratas de apretar tus muslos en busca de algún tipo de alivio. enzo se da cuenta y ríe con un poco de malicia.
no lo molestas más e introduces su polla en tu boca, o al menos todo lo que esta alcanza abarcar, tus manos van a los centímetros restantes que acaricias gentilmente. con tus labios y lenguas y empiezas el vaivén de su polla dentro de ti, aguantando el reflejo nauseoso y poniendo todas tus habilidades en acción. “sí mi amor, así me gusta, sos tan buena, la mejor, mierda.”
el solo verlo así logra causar un mar entre tus piernas, alcanzas a crear una rica fricción entre tus muslos y jadeas aún con su polla en tu garganta. te separas unos segundos para poder respirar. “dale princesa, sé que podes.” dice enzo que sonríe mientras te observa. suelta lindos jadeos a los que le siguen gemidos de tu nombre en voz alta. “así, carajo, sigue así.”
chupas su polla de manera impaciente, mientras una de tus manos baja a tu coño, al que tocas melosamente encima de tus bragas, gimes en su miembro causando que las vibraciones lo vuelvan loco, trabajando en él de manera profesional. enzo sabe que no durará mucho contigo chupando su pene de ese modo, trata de ordenar sus pensamientos teniendo claro que hoy sólo debe correrse en lo profundo de tu coño. “princesa…”
“qui-quiero que te corras en mi boca.” alcanzas a pronunciar. enzo puede ver tus labios algo hinchados, tu pelo desordenado y tu mano debajo de tu vestido, al ver tu imagen tan descompuesta casi lo hace soltar un jadeo.
“mañana, mañana temprano… hoy quiero venir dentro de ti, ¿sí?” asientes algo decepcionada, te dedica una dulce sonrisa mientras separa su miembro de ti, contempla el hilo de saliva entre tu boca y su duro miembro. y carajo, como deseo hundirse y follarte la boca en ese segundo, le costó toda su voluntad poder pararse, te ayuda en la misma tarea y van a su habitación procede a acostarte en su cama.
comienza quitándote los zapatos los que tira al piso sin mucha importancia, conserva su atención en tu rostro y te preguntas a ti misma cómo es que hace que algo tan simple como quitarte los zapatos se vea lujurioso.
sube la falda de tu vestido hasta la altura de tu pecho, acaricia y deja suaves besos en tus muslos, sus dedos forman círculos y más figuras no identificables en ellos. “¿me permitis tocarte, amor?” pregunta con dulzura.
“sí, en por fa, tócame.” musitas y mueves tu parte inferior buscando su toque.
él asiente “como ordene mi princesa.” empieza a jugar con tu montículo cubierto, sus ojos se abren con un poco de diversión y sorpresa al sentir tu gran humedad. “estás mojadita, ¿tanto te calentó chuparme la pija en el sillón?” susurra para ti y no pasa mucho tiempo hasta que te baja las bragas lentamente “te haré sentir bien.”
“siempre lo haces.” dices de forma perezosa, en este momento dirías lo que fuese para que el peli negro calme tu excitación.
enzo ingresa dolorosamente lento dos de sus dedos en ti, los mete y saca una y otra vez. vuelves a soltar grandes gemidos con el nombre del uruguayo. retira sus dígitos empapados para pasearlos por el contorno de tu clítoris, cierras los ojos rendida ante el placer, no puedes formular ningún tipo de oración, agarras la sábana a tus costados con tus manos, cerrando tus puños contra la tela.
las ansias por finalmente saborearte son demasiadas, no puede soportar ni un minuto más, por lo que acaba deslizando su larga y cálida lengua en tu coño. “deliciosa, mierda… toda hecha para mí.” extensas lamidas son depositadas en ti. conserva los movimientos de sus dedos jugando en tu clítoris.
“tan exquisita y solo mía para probar.” tus ojos se abren para encontrarte con la hermosa vista de enzo comiéndote como si se tratase de su última cena. busca darte el subidón de placer más satisfactorio que jamás hayas tenido y pone en uso todo lo que ha aprendido que sabe te vuelve masilla en sus manos.
gritas su nombre al percibir su cambio de planes ya que sus largos dedos se introducen nuevamente y perfectamente dentro de ti. ahora son tres de sus dígitos en lo profundo de ti, moviéndose a la par de su boca chupando tu clítoris con la gran destreza que lo caracteriza. “sos mi dulce virgen, ¿mmh?”
asientes tontamente, estás tan cerca y el peli negro lo sabe de inmediato, sonríe con picardía y agiliza todos sus esfuerzos por hacerte llegar. “en, estoy tan cerca…” consigues decir.
“lo sé, princesa, déjame saborearte.” envuelves tus muslos con fuerza alrededor de enzo, como si lo instaras a no ir a ninguna parte, como si le suplicaras, por favor, sigue comiéndome hasta que muramos.
es cuestión de segundos para que finalmente te corras gentilmente en sus dedos, los cuales enzo procede a probar. “la más deliciosa.” finaliza ingresando el tercero de sus dedos mojados en tu boca.
por tu mente pasa que si esta no era la noche en la que dejabas de ser virgen, juras que podrías morir.
el uruguayo finalmente te desnuda completamente, pasa el vestido por tus brazos, lo arroja al piso y nota que no llevabas sostén, sonríe hacia sus adentros, confirmando su teoría de que tenías todo planeado pero a quién le importa si luces tan bien toda desnuda debajo suyo. “sos preciosa, la más linda de todas.”
sus labios ahora bajan a tus pechos, los cuales llena de húmedos besos, comienza a chupar y lamer tu pezón izquierdo, se mueve al otro para darle el mismo trato, juega otros pocos minutos en tus muy erectos pezones. “en...”
“decime qué querés y es tuyo.” levanta su cabeza de entre tus pechos para mirarte y espera tu respuesta.
“sabes que quiero” pronuncias, enzo está a punto de llevarse tu virginidad y el solo pensamiento de aquello te da una sensación similar a tu reciente orgasmo.
“esa no es una respuesta, linda, tenés que usar tus palabras.” vuelve a tomar uno de tus senos en su boca. no puedes esperar más, lo necesitas dentro tuyo, tu coño palpita en necesidad
“quiero que me folles.” sueltas de una vez por todas.
él asiente “sos tan hermosa, ¿cómo me podría negar cuándo me lo pedís así?” lleva sus labios a los tuyos, compartiendo un beso lujurioso y muy cargado de amor a la vez, como solo él sabe hacer.
“si duele, decimelo” decide mantener el contacto visual contigo en todo momento, en alerta por si halla cualquier indicio de incomodidad en tu rostro. "pellízcame si es demasiado, ¿entendido?" se hace un recordatorio mental para más tarde sobre acordar una palabra segura. murmuras un rápido sí y enzo deja un beso en tu cuello mientras bombea lentamente dentro de ti, sus piernas sobre el colchón, las tuyas alrededor de sus caderas.
sueltas un suave jadeo ante la nueva sensación, que duele ligeramente. “tan linda y toda para mí, no sabés cuánto deseaba tenerte así.” los recuerdos de las noches en las que enzo usó su mano, pensando que era tu coño lo que lo apretaba, llegaron esporádicamente a su mente.
primero mantiene un ritmo lento, buscando que te adaptes a la nueva sensación, sí bien ya has tenido sus dedos en ti en varias ocasiones, era completamente distinto tener toda su polla hundida en ti. pone sus manos alrededor de tu cintura y sientes pequeños besos en tu cuello mientras tus ojos se cierran con fuerza, el calor del cuerpo de enzo contra el tuyo.
“puedes moverte, en, más rápido.” pides, él asiente ante tus palabras y agarra tu cintura, tu cabeza se echa hacia atrás sobre la almohada, formando un delicioso arco. dejas atrás ese leve ardor y gimes con fuerza, temes que los vecinos de enzo escuchen claramente los ruidos causados por ti y la cama. "por favor, por favor, en" suplicas, él sigue follándote con las rodillas en la cama. cuando mira hacia abajo y ve su polla entrando y saliendo tu coño, brillando con tu humedad, no puede evitar gemir, elevándote al puto espacio mientras muele su polla contra tu entrada.
luces tan hermosa siendo follada contra el colchón y más sudorosa de lo que jamás la haya visto. el sonido del chasquido de tu coño es música literal para los oídos de enzo, vuelve a mirar hacia abajo para ver su polla entrando y saliendo, entrando y saliendo de ti. “carajo, sos tan divina, nadie más te podrá tener así,” dice, más como una afirmación que un simple comentario. “esta vista me pertenece solo a mí.” dice, su lado más posesivo saliendo a la luz.
“m-más, en.” roza su polla entre los labios de tu coño, mojándola con tus jugos. se introduce una vez más en tu profundidad, con un ritmo más duro y rápido.
“sos toda mía.” asientes contra la almohada mientras él repite tu nombre incontables veces. “mierda, te sentis tan bien” tus caderas moviéndose en busca del choque entre ambos cuerpos. “vení conmigo, mi princesa.” bajo una de sus manos que se encontraban en tus caderas hacia tu clítoris, sus dedos se mueven rápidamente en él, busca tu liberación y está a punto por lograrlo. te preguntas sí así es como se siente estar en el cielo.
menos de un minuto después te corres y enzo no necesita de mucho más tiempo para seguir el mismo camino. se viene dentro de ti, pensando que eso ya será una preocupación para mañana. se retira gentilmente y observa tu pecho agitado, todo en tu cara grita que acaban de darte duro.
“¿estás bien, mi amor? enzo arranca con las preguntas para cerciorarse de tu bienestar. solo asientes, tomándote tu tiempo para ordenar tus pensamientos y procesar todo lo que acaba de suceder.
“debimos hacerlo hace mucho.” dices, enzo niega con una sonrisa floreciendo en su rostro.
“todo a su tiempo.” dice con diversión y acaricia tus piernas. “sos la mejor, tenés que saberlo.” tapas tu rostro con tus manos con las mejillas calientes. “¿ahora te hacés la tímida?” te molesta y planta un corto beso en tus labios. “que tal si vamos a darte un baño, hablamos de cómo te sentís y nos acostamos juntitos.”
“suena como un plan que me gustaría.”
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w/n. soy un asco para los finales
casi una semana sin subir nada y me moría por alimentarlas, espero que haya valido la pena la espera 😭 gracias a la hermosa anon que mandó la request, perdón por la demora, realmente espero que te guste 🤍
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Movie Night - Enzo Vogrincic
+18! Friends to lovers, un poco de Dom!Enzo, sexo oral (fem!reader recibe), fingering, sexo sin protección (don´t do that), posible alusión a size kink/size difference, breve orgasm denial, begging, creampie, dirty talk, edades no especificadas, uso de español rioplatense.
Es viernes por la noche y llueve, diluvia, pero Enzo insistió en ver una película.
Es una tradición que mantienen hace tiempo, pero la costumbre se vio interrumpida por el casi interminable rodaje de una película y un sinfín de eventos y premieres. Naturalmente estás feliz por él, por su éxito profesional y personal, pero extrañás a tu mejor amigo y tenerlo cerca.
-¿En qué pensás…?
Su voz te saca de tu ensimismamiento y cuando volteás a verlo notás el atisbo de una sonrisa en sus labios, pero te forzás a mirarlo a los ojos y negás con la cabeza, sin saber qué explicación dar. El silencio se apodera de la habitación pero lejos de ser incómodo, es reconfortante.
-¿Qué querés ver?- pregunta, luego de un rato de ojear las opciones disponibles en Netflix.
-Lo que quieras.
Ambos se acomodan en el sofá, sus cuerpos en sintonía adoptan la posición usual: cada uno en un extremo, tus piernas sobre su regazo y uno de sus brazos aprisionando tus pies cerca de su abdomen. Por un segundo te preguntás cómo es que después de tanto tiempo todo sigue igual, pero te distraen los créditos iniciales de la película y la trama te absorbe en poco tiempo.
Enzo arroja algún que otro comentario, se ríen de escenas que conocen de memoria, y es casi suficiente para olvidar la tormenta y el sonido del viento tras las ventanas. Casi… Cuando te sobresaltás una, dos, tres veces, él decide que intentar calmarte con palabras no basta.
-¿Tomamos algo?
Se ponen de pie al mismo tiempo y se dirigen hacia la pequeña cocina de su departamento. En algún momento entre tu llegada a su hogar y el inicio de la tormenta, la temperatura bajó y Enzo te prestó un suéter, pero ahora tus pies descalzos sufren un poco el frío de la cerámica; esperás a su lado mientras él prepara todo y se distraen repitiendo los diálogos de la película, él imitando las escenas al pie de la letra y vos adorando su interpretación, las muecas que transforman su rostro y cómo se ven las líneas de su cuerpo bajo la tenue iluminación.
El destello de luz proveniente de la ventana pasa desapercibido y segundos más tarde el fuerte estruendo de un trueno provoca que te asustes e intentes cubrir tus oídos. Tu mano golpea una taza (tu taza, esa que él compró exclusivamente para vos) y cae directo al suelo, haciéndose añicos y arrojando sus restos en todas las direcciones. Apretás las labios y comenzás a disculparte, pero Enzo te interrumpe.
-No es nada, nena. Cuidado ahí- te agarra de la muñeca para evitar que te muevas, su mano cálida te provoca escalofríos y un temblor te recorre de pies a cabeza. En un rápido movimiento te sujeta por debajo de los brazos y te sube a la encimera para evitar que te cortes.
-Perdón- susurrás, angustiada, por lo que se acerca para consolarte y te abraza.
-No pasa nada- asegura, masajeando tu espalda con delicadeza. Deshace el abrazo lentamente, acomoda un mechón de cabello tras tu oreja, pero su mano permanece sobre tu mejilla y su mirada se posa sobre tu boca. Su pulgar comienza a delinear tu labio inferior, tira de él casi sin fuerza mientras te sostiene la mirada de manera intensa. Tu respiración se entrecorta y tus pupilas se dilatan, pero aún así él necesita tu confirmación-. ¿Qué querés? Pedímelo.
-Enzo…
-Decime qué querés- repite.
-Besame.
Al principio sólo roza sus labios contra los tuyos de manera delicada y cariñosa, casi inocentemente, pero el beso comienza a tornarse más y más desesperado conforme pasan los segundos. Sujeta tu rostro mientras su lengua se abre paso entre tus labios, asaltando el interior de tu boca y transmitiendo la necesidad y urgencia que lo consumen. Rompe el beso para tomar un poco de aire, no sin antes morderte el labio y robarte un suspiro que te avergüenza un poco.
Aprisiona tus mejillas entre sus dedos para obligarte a mirarlo a los ojos mientras acaricia tu cintura, tu cadera y por último tu pierna, erizándote la piel y provocándote. Tus manos en su cintura lo atraen aún más hacia tu cuerpo y es entonces cuando lo sentís entre tus piernas, duro. Estás a punto de bajar la mirada, curiosa y excitada, pero la fuerza de sus dedos te mantiene estática, volviéndote espectadora de cómo cambia su rostro cuando comienza a rozarse contra tu centro: cierra los ojos, sus cejas se contraen y sus labios entreabiertos dejan escapar una respiración temblorosa.
Sentís el calor emanando de su cuerpo a pesar de las prendas que separan su piel de la tuya y su agarre en tu muslo tornándose cada vez más fuerte, bordando esa línea que te causa más placer que dolor. En el instante en que cerrás los ojos, presa de las sensaciones, sus movimientos se detienen y él se aclara la garganta. Lo mirás, tus ojos suplicando, pero él sólo sonríe.
-¿Qué?
-Sos hermosa- besa la comisura de tus labios-. Pedime lo que quieras.
-Ya sabés lo que quiero- contestás, casi sin aire y un poco molesta-. Por favor.
-Por favor…, ¿qué?- sus besos comienzan a descender por tu mentón hasta llegar a tu cuello y tus clavículas, alternando entre tus puntos más sensibles-. Decilo.
-Cógeme, Enzo, por favor.
Captura la piel de tu cuello entre sus dientes haciéndote gemir con fuerza, su cadera chocando una vez más con la tuya, antes de pasar sus manos por debajo de tus muslos para levantarte y poder llevarte hacia su habitación. Te recuesta en su cama, las sábanas limpias están impregnadas con su perfume y tus sentidos repletos de él, pero nada es suficiente para opacar el rastro ardiente que dejan sus labios en cada centímetro de piel que tocan.
Te despoja de tu short y tu ropa interior en un segundo y se recuesta entre tus piernas, comienza a regar besos en el interior de tus muslos y muerde tu piel hasta dejar una que otra marca, tus gemidos y suspiros incitándolo a continuar con su tortura por un tiempo prolongado. Su rostro es de concentración absoluta o devoción, no lo sabés con exactitud, pero eso deja de importarte cuando sentís su boca cada vez más y más cerca de tu entrepierna.
Uno de sus brazos te inmoviliza al rodear tu cadera, su pulgar traza una línea desde tu entrada mojada hasta tu clítoris para así lubricar la zona antes de comenzar a dibujar círculos sobre este. Observa atentamente tu reacción, casi perdiéndose en la imagen frente a él, y sólo aumenta la velocidad de sus movimientos cuando suplicás por más. Ahogás un grito cuando por fin sentís su lengua en vos, aunque es sólo sobre tus pliegues, y tus dedos se enredan en su cabello sedoso.
-Todavía no…- susurra, cesando sus movimientos.
Estás a punto de reclamarle, pero introduce un dedo en tu entrada y en lugar de una queja, de tu boca escapa un gemido. Sus labios encuentran tu clítoris y comienza a succionar con fuerza, alternando con su lengua, mientras continúa moviendo el dígito hasta sentir la forma en que te contraés. Introduce otro dedo, extasiado por el sonido que producen en contacto con tu humedad, y continúa asaltando tu interior hasta que tus piernas comienzan a temblar.
Tu orgasmo te golpea como una avalancha: cerrás los ojos con fuerza al sentir el placer extendiéndose hasta las puntas de tus dedos, tu espalda se arquea y repetís su nombre una y otra vez. Enzo no separa sus labios de vos y continúa moviendo sus dedos, cada vez con más lentitud, hasta que tu respiración vuelve a la normalidad. Retira sus dedos y observás casi avergonzada la forma obscena en que los introduce en su boca para probar tu esencia.
Comienza a desnudarse y notás, además de su bulto, que su ropa interior está humedecida con líquido preseminal. Se deshace de sus prendas rápidamente, pero incluso así percibís una sombra de inseguridad atravesando sus facciones y tu corazón se encoge por un instante. Cuando vuelve a la cama se posiciona entre tus piernas y entrelazás tus manos en su nuca, acercándolo para poder devorar sus labios frenéticamente: sentís tu rastro en su boca, en su lengua, y la idea te fascina.
Tus dedos se deslizan por su cuerpo ardiente, delineás con lentitud su pecho y su abdomen para luego tomar su miembro caliente con un firme agarre. Su respiración se torna agitada y jadea producto del placer que tus movimientos le otorgan, muerde tu cuello y tu hombro mientras la palma de tu mano y tus dedos se humedecen con su excitación. Tu pulgar juega con su punta, de un rojo furioso y tan tentadora, hasta que echa la cabeza hacia atrás. Una de sus manos se cierra sobre tu muñeca al tiempo que descansa su frente sobre la tuya, su cabello te hace cosquillas.
-¿Qué…?
-Necesito cogerte- deposita un beso en tu sien antes de estirarse para tomar algo de la mesita de noche-. Eso es lo que querías, ¿no?
Asentís enérgicamente y ahogás un gemido cuando ves la forma en que el lubricante cae sobre su miembro, su mano masajéandolo para distribuir el producto, antes de dirigirse hacia tus pliegues y tu entrada para darles el mismo tratamiento. Coloca una de sus manos al lado de tu cabeza y descansa todo su peso en ella, bloquea tu visión del techo con su cuerpo haciéndote sentir pequeña y completamente a su merced, una sensación que adorás.
-Por favor- suplicás-. Metémela.
Desliza la punta de arriba hacia abajo, juega con tu clítoris por unos instantes antes de centrarse en tu entrada y comenzar a introducirse. Su tamaño es mucho mayor al que alguna vez experimentaste y provoca cierto ardor, así como un par de lágrimas que mojan tus pestañas antes de sentir sus besos sobre tus párpados repetidamente.
-Sh, yo sé que vos podés- susurra para calmarte. Sus caderas se mueven casi milimétricamente para permitir que te acostumbres a la intrusión, la sensación es suficiente para hacerte perder la cabeza y hundir las uñas en su piel-. ¿Así te gusta? ¿Sí…?
-Más, Enzo, por favor.
Se adentra por completo y gritás de placer cuando sus embestidas se tornan brutales, abusa de tu interior mientras una de sus manos se cola sutilmente por debajo de su suéter y comienza a jugar con tus pechos: sus dedos se cierran sobre tus pezones, los pellizca, tira de ellos hasta hacerte llorar y pedirle que pare, que siga, suplicando hasta que tus palabras pierden todo sentido.
Se detiene por un segundo para adoptar otra posición y toma tus caderas con fuerza, acercando tu cuerpo al suyo tanto como le es posible y moviéndote completamente a su antojo. El roce de tu centro con su pelvis causa estragos en tu ser y te sentís al borde de otro orgasmo, pero lo que finalmente te lleva al clímax es su mano presionando sobre tu abdomen bajo, justo donde su miembro provoca un bulto. Tus manos encuentran sus muñecas y el placer es tan intenso que por un segundo intentás detenerlo, incapaz de tolerarlo, pero él continúa con sus movimientos.
-Dios, cómo me encanta tu conchita apretada- dice entre dientes, capturando tus muñecas con una mano y tirando de ellas hasta que quedás sentada sobre él-. Me encantás.
Su mano acaricia tu cabello, tu rostro y se desliza fugazmente sobre uno de tus pechos cubierto por su suéter. Se recuesta y colocás tus manos sobre su pecho desnudo para ayudarte, creás un suave vaivén con tus caderas mientras sentís las yemas de sus dedos recorriendo tus muslos y cómo la fricción con su piel amenaza con llevarte al borde de la sobre estimulación. Tus piernas se fatigan rápidamente y tus músculos protestan, pero aún así continuás con tus movimientos hasta perder el equilibrio.
-No puedo…- lamentás, avergonzada, pero su sonrisa es tranquilizadora al igual que sus caricias en tu costado. Incluso en un momento así, sus pupilas dilatadas no impiden que su usual calidez siga reflejándose en sus ojos oscuros y en los gestos que te dirige.
Apoya las plantas de sus pies en el colchón para darse impulso y comienza a embestirte con tanta fuerza que caés sobre su pecho. Besás su cuello, sus clavículas y cada centímetro de piel que encontrás hasta llegar a su boca y confesar entrecortadamente cuánto te encanta, cuán profundo se siente dentro tuyo, le otorgás permiso para hacer con vos lo que él quiera.
Tira de tu cabello para obligarte a mirarlo a los ojos, su mano desciende hasta tu cuello y te besa desesperadamente. Entre besos te ordena que te toques y cuando lo hacés sabés que no vas a durar mucho más: no con la precisión de sus movimientos, dando en tu punto dulce repetidamente, o con la forma en que su mirada busca la tuya constantemente.
-Voy a…- un gemido le impide terminar la oración.
-Adentro, por favor- suplicás.
El ritmo de sus caderas se vuelve errático, ansioso, pero cuando te escucha gemir su nombre y siente tus paredes contrayéndose no puede evitar salpicar tu interior con su semen. El calor de su orgasmo prolonga el tuyo aún más y te movés levemente sobre él, disfrutando la forma en que se queja a causa de la sensibilidad. Tu oído descansa sobre su pecho y oís sus latidos.
-Enzo…- cerrás los ojos por un momento al sentir sus dedos dibujando formas sobre tu espalda, alzás la vista para encontrar sus ojos-. Te quiero.
Una sonrisa se apodera de sus labios, su belleza te hace suspirar.
-Yo también te quiero- besa tu frente-. Muchísimo.
Sentís tus fluidos y los suyos sobre su abdomen, goteando por tus muslos, pero permanecen así durante largo rato mientras repiten te quiero un sinfín de veces.
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@madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia
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꩜ dirty little thing ꩜
enzo vogrincic x reader
tw: +18, phone sex
a/n: mi primera fic, no juzgar 😭pero no doy más de pensar en este chabon, disfruten
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“¿y este milagro?”
sonreíste con los ojos entrecerrados, dándote vuelta en la cama con tu celular en la mano mientras soltabas un quejido. “¿qué milagro?”
“me contestaste el celular, a las–” escuchaste a enzo resoplar a través del altavoz “–¿dos, son allá?”
“dos y media.”
“disculpáme, chiquita. te prometí que te iba a llamar a penas pudiera. ¿te desperté? aún no me acostumbro a la diferencia horaria.”
enzo llevaba varios días viajando al participar de la premiere de su nueva película; premiere a la cual decidiste no asistir por la privacidad de ambos. lo último que querías era que los titulares de los artículos pasaran de habla de la película a prejuicios sobre tu relación con el.
“no, amor.” respondiste suspirando, acomodándote en la cama. “estaba dormitando nada más. yo te extraño el triple, sabés. no es lo mismo sin vos.”
se rió por lo bajo. “yo te dije que vinieras. no era necesario que me acompañaras a los eventos, podrías solo haber–”
“enzo–” interrumpiste.
“pero escucháme, ángel. te podrías haber quedado acá conmigo en la habitación, hasta tarde.”
“¿hasta tarde, hm?” soltaste una risita al escucharlo reír, imaginándotelo agarrandose la cara por tu comentario. “¿haciendo que?”
“no sé, mi amor. ¿que se te ocurre?”
mordiste levemente tu labio inferior, apretando las piernas en el momento que tu cabeza comenzó a imaginar escenarios en los que podrías estar con tu novio si estuviera cerca.
“¿estás solo?”
lo escuchaste reír. “si nena, acabo de llegar a la habitación. ¿por qué?”
“ya sabes porqué.”
“no, ángel.” pusiste los ojos en blanco. “decime.”
“porque te extraño mucho.” exclamaste en voz baja, suspirando.
prácticamente lo podías escuchar sonreír. “¿cuánto?”
“deja de molestarme, enzo.”
“pero si recién estoy empezando, mi amor.” te quejaste al escuchar sus palabras, mientras el se recostaba en su cama de hotel. “¿dónde me extrañas?”
“¿dónde?”
“¿entre tus piernas, será?”
guardaste silencio por unos segundos, estremeciéndote al escuchar sus palabras cerca de tu oído a través del celular, ganándote una suave risa burlesca del otro lado de la llamada.
“¿si, mi amor?”
“sí, enzo. mucho. no es lo mismo tocarme solita.”
gruñó. “yo también extraño estar ahí, chiquita. no hay lugar mejor que entre tus piernas, escuchando los ruidos que hacés. no sabés como extraño comerte.”
te quejaste en voz alta en forma de suplica, acomodándote en la cama una vez más al no poder estarte quieta.
“extraño tocarte,” continuó enzo en voz baja. “besarte, cogerte. un par de días sin vos y me estoy volviendo loco.”
“enzo–”
“tocáte para mi, hermosa.” es como si fuera capaz de leerte los pensamientos. “dejáme escuchar los ruiditos que hacés para mi, ¿si?”
“mhm” fue lo único que fuiste capaz de escupir, bajando tu ropa interior por tus piernas y colocando tu mano entre las mismas, frotando circulitos al ímpetu de sus palabras. “hazlo conmigo, enzo.”
lo escuchaste reír por lo bajo. “si, mí amor. yo te necesito tanto como vos a mi.”
“te necesito acá, conmigo. en serio.” dijiste frustrada, quejándote por lo bajo mientras te lo imaginabas masturbándose en una pieza de hotel en españa.
“¿que querés de mi?”
“c-cualquier cosa.”
“¿cualquier cosa? ¿me dejarías hacerte lo que yo quiera, ángel?”
asentiste con la cabeza, como si te pudiera ver. “sí enzo, sí. lo que vos quieras.”
“hm.” lo escuchaste gruñir a través del altavoz, gimiendo como respuesta. “primero te comería a besos, como siempre..” se interrumpió a sí mismo con un casi inaudible gemido, haciéndote juntar las piernas con tu mano entremedio en respuesta. “.. y luego bajaría por tu cuerpo, pasaría mi lengua por todos lados, mi amor. como siempre.”
“¿y que más?” dijiste con la voz temblorosa.
“te daría besos por los muslos, y pasaría mis dedos para ver lo mojada que estás.” gemiste, interrumpiéndolo. “te dejaría probarte. no sabés como me pones, princesa. lo que más quiero es que te corras en mi boca, y luego me dejes cogerte hasta que no puedas más.”
“quiero que lo hagas como la última vez que nos vimos.”
te ganaste una risa de su parte. “¿ah, sí? ¿en la cocina otra vez, mi amor?” asentiste entre quejidos. “no tardaste nada en acabar mientras te cogía encima de la mesa. ¿o estás hablando de cuando te metí los dedos mientras cocinabas, chiquita?”
“enzo..”
“¿ya, mi amor?”
“mhm..” gemiste, entreabriendo la boca sin poder controlar los sonidos que hacías.
“esperáme.”
“no me puedes hablar así y hacerme esperar.” lloriqueaste, haciéndolo reír. “no aguanto nada escuchando tu voz.”
“ni yo la tuya, chiquita. extrañaba tanto los ruiditos que hacés. no sabes como me tienes.”
“por favor, enzo.”
“¿por favor qué?”
“acaba conmigo.” ocultaba sus gruñidos, pero podías escuchar su respiración agitada y la forma en la que movía su mano. “por favor enzo, te necesito.”
“hazlo.”
tus oídos cesaron por un par de segundos al dejar de esperar, pero logrando escuchar los gemidos y gruñidos que soltaban ambos al mismo tiempo. después de unos segundos, lo único que se escuchaba en ambas líneas eran las respiraciones agitadas de los dos, seguidas de una risa burlesca por parte de enzo.
“un par de días más aguanta, mi amor.”
te quejaste. “no aguanto ni un par de segundos sin ti acá, amor.”
“dios.” suspiró. “me tenés como un idiota, sabelo.”
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Poseedor - Mi mejor amigo
Anteriores partes: El chico del gimnasio, El corredor
Mire a mi mejor amigo quitarse la camisa dejando al aire su increíble y peludo pecho, me lanza una mirada de extrañeza.
─¿Todo bien? ─me cuestiona con una voz firme.
Me limito a mover mi cabeza y desviar la mirada de su torso. Verlo de esa forma siempre ocasiona que me ponga caliente, no importa cuantos años pasemos siendo amigos siempre me derrito cuando me muestra su increíble cuerpo.
─¿Qué quieres hacer primero? ─pregunta mientras desempaca ropa de su maleta.
Nos costó mucho encontrar espacio para tener libre este fin de semana, no quiero arruinarlo por mi calentura, simplemente quiero pasar tiempo con él, extraño mucho la convivencia que teníamos en la escuela.
─¡Hey me escuchas! ─mi amigo mueve su mano frente a mi sacándome del trance.
Se acerca tanto a mí que es inevitable no ver su pecho, sudor frio comienza a resbalar sobre mi espalda, mi temperatura sube y una erección esta más que lista para salir. Lo miro a los ojos y mi impulsividad gana, trato de besarlo.
Inmediatamente el coloca su mano entre los dos y de un movimiento suave me aleja.
─Ni lo pienses ─me regaña con una voz suave y profunda─, quiero pasar tiempo con mi mejor amigo, con su cuerpo, no que compartamos el mismo.
Desde que besé a alguien por primera vez supe de mi habilidad, tomar el cuerpo de otras personas. Mi mejor amigo fue la primera persona a la que le conté, también fue el primero en tirarme de loco, así que tuve que demostrárselo. Aún recuerdo su cara de shock cuando me vio usando su cuerpo.
─Si quieres tomar el cuerpo de alguien que sea el de una señorita linda ─dijo con una sonrisa tonta.
─No me gusta el cuerpo de las mujeres, me siento raro.
Se encogió de hombros y siguió desempacando. Mire hacia abajo para confirmar que la erección seguía allí apretando mi pantalón. Decidido a tomar su cuerpo me acerco a él desde su espalda, situó mis manos en sus hombros para bajarlas despacio hacia su pecho y finalmente tocar sus pezones.
─Recuerdas la escuela ─susurro en su oído─ como nos divertíamos con todos esos chicos, recuerdo que siempre decías que con ellos nunca lo harías, o bueno, eso fue hasta que tome tu cuerpo y lo experimentaste ─La punta de mis dedos jugaban con los pezones, pero mi vista estaba fija, en la cada vez más grande, entrepierna─ si quieres que ambos disfrutemos este viaje me dejaras manejar esto.
Hubo un momento de silencio, esperaba otra negativa de su parte, ya lo ha hecho antes. Para mi sorpresa dio media vuelta y me planto el mejor beso que le he dado. Rápidamente mi alma salió de mi cuerpo para entrar en el suyo, sentí de nuevo la calidez y calentura de ese cuerpo. Primero las piernas anchas, la entrepierna a punto de reventar por la erección completa, su torso formado por años de entrenamiento y finalmente su rostro con el cual ya no me sentía extraño.
En el momento en que mi vista se recupero mi anterior cuerpo se desplomo, con mis nuevo reflejos alcance a tomarlo hasta de que azotara.
─Quiero chicos con un buen culo ─escuche a mis espaldas.
Mi amigo estaba allí de brazos cruzados, esperando que dejara mi cuerpo sobre el sillón, una presencia que solo yo podía ver.
─¡Perfecto! ─exclame entusiasmado─ probemos un poco el producto ─rodee la zona de la entrepierna con mi mano y di pequeños golpes en la punta del pene ─sigue estando allí ─gemí mientras una enorme ola de placer se expandía.
Mire a mi amigo sintiendo la misma satisfacción. No puedo esperar a encontrar un chico que nos guste follar a ambos.
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Dad's Friend?
Hugh jackman x fem!reader
࣪ ⠀ ⠀⠀˒⠀⠀⠀⠀⠀𝅅⠀⠀⠀⠀⠀⠀/⠀⠀⠀ ⠀-⠀⠀ ⠀
summary: ella se encuentra sola con el mejor amigo de su papá. Mientras comparten copas de vino, el aire cálido de la noche, sus palabras en voz baja y el vínculo silencioso que se crea entre ellos crean un momento que ninguno reconoce en voz alta, pero que ambos sienten profundamente.
Categories: Romance, Forbidden Relationship, Age Gap, Family Friend Dynamic, Unspoken Desires, Emotional Comfort, Slow Burn, Mutual Longing, Tension. {TW}: Age difference, family friend relationship, intimate vulnerability, physical touch, hints of forbidden attraction, emotional dependency soft manipulation.
...
Era jueves por la noche, y estaba en mi habitación, sumergida en mis pensamientos mientras escribía en mi diario. Llevaba puestos unos shorts ligeros, ajustados pero cómodos, y una camiseta de tirantes finos. Mi cabello estaba recogido en un moño desordenado, como siempre cuando me quedaba en casa, sin planos más allá de relajarme en la comodidad de mi habitación.
La casa estaba en silencio, y el único sonido era el leve rasgueo de mi bolígrafo sobre el papel. La noche parecía igual a tantas otras, tranquila y sin sobresaltos, hasta que un par de luces atravesaron mi ventana, proyectándose en el techo. Me detuve, curiosa, y caminé hacia la ventana para ver quién estaba afuera.
Ahí, bajo la luz tenue de la calle, vía a Hugh bajándose de su auto. Mi respiración se detuvo por un instante; él, el mejor amigo de mi padre, el hombre que siempre había sido como una presencia familiar, pero que en mi adolescencia había comenzado a despertar en mí algo diferente, algo que apenas entendía.
Sentí mi pulso acelerarse mientras lo observaba desde arriba. Él parecía venir a ver a mi papá, como tantas otras veces. Pero esta vez, papá no estaba en casa.
Bajé las escaleras, manteniendo una sonrisa mientras escuchaba el timbre. Sabía que era Hugh, y algo en mí quería aprovechar la situación. Cuando llegué a la puerta, me apoyé en el marco, dejándome ver con esa misma postura relajada de quien simplemente está en casa.
Abrí lentamente y, con una expresión inocente, lo miré como si no lo reconociera. "¿Puedo ayudarte en algo?" Pregunté, alzando una ceja y poniendo mi mejor cara de indiferencia.
Hugh me observó con una media sonrisa, claramente divertida por mi tono. “¿Así es como recibes a las visitas ahora?” Replicó, sin poder evitar mirarme de pies a cabeza, notando mi atuendo relajado.
"Bueno, depende de la visita", respondió, encogiéndome de hombros. "Pero diez centavos, ¿quién eres y qué buscas en esta casa a estas horas?"
Hugh dejó escapar una risa suave, y por un segundo vi un destello en su mirada, como si percibiera mi pequeño juego. "Vine a ver a tu padre. No sabía que ahora tiene una portera tan estricta". Su tono era casual, pero su sonrisa delataba una complicidad silenciosa.
Abrí la puerta por completo y, sin decir nada más, me acerqué para darle un leve abrazo. Fue algo rápido, pero no pude evitar que se sintiera un poco cargado de emoción. Hugh se quedó un instante quieto, como si la cercanía lo hubiera tomado por sorpresa, y al separarnos, mantuve mi sonrisa mientras le decía: “Papá se fue a ver a la abuela… No anda muy bien últimamente, pero dijo que regresó en unas horas. Puedes pasar si quieres.”
Hugh caminaba lentamente, aunque parecía pensativo. “No quisiera molestar, puedo volver otro día”.
Le sostuve la mirada y con un gesto tranquilo le dije: “Pasa a la casa, de todas formas no tengo nada que hacer, y papá seguro no tardará”.
Él dudó por un segundo, como si estuviera evaluando si era buena idea, pero finalmente dio un paso hacia adentro. Mientras cerraba la puerta detrás de él, sentí cómo el ambiente cambiaba, y un silencio pesado se instalaba, solo roto por el suave crujido de sus botas sobre el suelo.
Lo seguí mientras avanzaba hacia la sala, y antes de adentrarnos más, eché un vistazo rápido en el espejo del pasillo, arreglándome un poco el cabello de forma distraída. Cuando entramos a la cocina, me adelanté hacia el mueble de las bebidas y lo miré de reojo con una sonrisa despreocupada.
“¿Qué quieres para tomar? ¿Cerveza, whisky, agua… o vino?” Pregunté, sin darle realmente tiempo para contestar. Antes de que pudiera responder, ya había sacado una botella de vino blanco y estaba sirviendo en dos copas.
Hugh arqueó una ceja y me observó con una mezcla de sorpresa y diversión. “¿Vino a esta hora?” comentó, con un toque de ironía en la voz, pero tomó la copa de todas las formas. “¿No crees que estás aprovechando mucho la libertad, ahora que tu papá no está?”
Le dediqué una sonrisa juguetona, levantando mi copa. “Que sea un secreto entre nosotros, ¿sí? Además, ya soy grande para que me hagan esas preguntas, Hugh”.
Él soltó una risa baja, negando con la cabeza, como si aún no pudiera creerlo del todo. “Claro… ya eres toda una adulta”, comentó con un toque de sarcasmo en la voz, pero con una sonrisa divertida mientras tomaba su copa.
Con las dos copas en la mano, me dirigí hacia el jardín y él me siguió en silencio. Me acomodé en uno de los sillones al aire libre, y él se sentó a mi lado, tomando su copa con una mano. A pesar de la cercanía, el ambiente era cómodo y tranquilo, como si por un momento se hubieran desvanecido las barreras que solían estar entre nosotros. La noche era fresca, y la luz tenue del jardín le daba un toque especial al momento, haciéndolo casi íntimo en su simplicidad.
Mientras tomaba un sorbo de vino, noté que Hugh miraba a la distancia, con la vista perdida, casi como si estuviera en otro lugar. Había algo en su expresión que no podía pasar por alto, un dejo de cansancio y tal vez… una pizca de tristeza. Sabía que había estado esquivando este tema en sus últimas visitas, pero la curiosidad y la preocupación me ganaron.
“Escuché que las cosas… han sido complicadas últimamente”, comenzó con cautela, mirándolo de reojo. “Con tu divorcio, digo. Sé que es un tema delicado, pero… si necesitas hablar de eso, sabes que estoy aquí.”
Él apartó la mirada hacia su copa, y por un segundo, pensé que no diría nada. Finalmente, soltó un suspiro y giró hacia mí, esbozando una sonrisa cansada.
“Tu padre te contó algo, ¿verdad?” preguntó con un tono resignado, aunque con una ligera sonrisa, como si la situación le resultara irónicamente divertida. “Supongo que ya no hay secretos en este vecindario”.
Sacudí la cabeza, sonriendo mientras lo miraba. “No es así, Hugh. No creas que mi papá anda divulgando tus secretos por ahí. Es solo que... bueno, eres famoso, ¿sabías? Y, además, estamos en el siglo XXI. Las cosas vuelan”, bromee, tratando de aligerar el ambiente.
Hugh soltó una pequeña risa, aunque noté que sus ojos seguían reflejando algo de esa tristeza. “¿Así que soy famoso ahora, eh?” murmuró, con una media sonrisa.
“Digamos que he escuchado algo… en alguna de tus visitas”, admití, sin entrar en demasiados detalles, y miré hacia el jardín para darle algo de espacio. “Y sé que no es fácil. No tienes que hablar de eso si no quieres, pero, ya sabes… estoy aquí.”
Hugh me miró, tomó un sorbo de su vino y, de repente, estiró una mano hacia mí, revolviéndome el cabello con un gesto cariñoso. “Sabía que lo harías, pequeña”, dijo, su voz suave pero cargada de ese tono familiar que siempre me hacía sonreír.
“Las cosas… bueno, están un poco desordenadas”, continuó, mirando la copa en sus manos como si buscara las palabras en el reflejo del vidrio. “No es fácil dejar atrás algo que creíste que duraría. A veces siento que me falla el instinto, ¿sabes? A veces me pregunto si todo esto es solo… cosa mía.”
Asentí en silencio, tomando un sorbo de mi vino antes de mirarlo de nuevo. “¿Y qué hay de Oscar y Ava?” Pregunté, con un nivel de preocupación en mi voz. Sabía lo importantes que eran para él y no quería imaginar cuánto más difícil se volvería todo con ellos en medio de la situación.
Hugh suspir y se le pas una mano por el cabello, claramente cansado. “Supongo que… están bien, o tan bien como se puede estar en medio de todo esto”, murmuró, con una tristeza que se hacía evidente en cada palabra. “Ellos entienden algo, o al menos lo intentan. Pero es complicado… ya sabes, también están los rumores, y trato de mantenerlos lejos de eso, pero…”
Desvió la mirada, como si quisiera esconder algo de lo que sentía en ese momento. Lo sabía lo suficiente para entender que, detrás de esa fachada fuerte, estaba luchando mucho más de lo que dejaba ver.
Asentí despacio, lamiéndome los labios mientras buscaba una forma de alivianar el ambiente, aunque fuera solo un poco. “Sí…” murmuró, mirando hacia el jardín. Después, tomé aire y, con una pequeña sonrisa, cambié de tema. “Pero, ¿sabes? No entiendo cómo es que tú tienes problemas… mientras que yo aquí ni siquiera consigo a alguien.”
Hugh soltó una risa suave, sorprendido por el cambio arrepentido en la conversación. “¿Así que la pequeña está teniendo problemas en el amor, eh?” Bromeó, mirándome con una ceja arqueada y un tono divertido.
“Ni que fuera tan pequeña”, respondí, medio en broma, medio en serio, mientras cruzaba las piernas y volvía a tomar un sorbo de vino, sintiéndome cada vez más cómoda en su compañía.
Solté un suspiro y me reí, apoyando la copa de vino en mi rodilla mientras lo miraba. “Es que no lo entiendo, de verdad. A mis 20 años, todos los hombres que conozco son unos completos imbéciles o actúan como princesas”, dije, rodando los ojos con una mezcla de frustración y humor.
Hugh se rió con fuerza, esa risa genuina que siempre lograba sacar cuando algo realmente lo divertía. “¿Princesas, eh?” Comentando, negando con la cabeza mientras me miraba. “No sé si es la palabra que habría usado… pero parece que los tiempos han cambiado un poco”.
“Bastante, diría yo”, respondió, cruzándome de brazos y mirándolo de reojo, en un tono cómplice.
Él me observó con una sonrisa ligera, aún entretenido. “Bueno, si todos actúan como princesas, supongo que estás buscando algo… distinto”, dijo, con una voz que llevaba un toque de curiosidad.
Mis ojos se alzaron y se encontraron con los suyos, y por un momento, el aire pareció cargarse con algo que no esperaba. Me sonrojé un poco, sin saber bien si responder o simplemente desviar la mirada. Había algo en su última palabra, en cómo la había dicho, que me desarmaba.
Él pareció notarlo, porque su sonrisa se suavizó y, sin romper el contacto visual, llevó su copa a los labios y bebió en silencio. Ese pequeño hizo gesto que mi corazón diera un vuelco. No era solo lo que había dicho, sino cómo lo había dicho... como si entendiera más de lo que quería admitir.
Sonreí y traté de disimular el calor en mis mejillas, intentando no darle demasiada importancia a la forma en que me había mirado. Pero cuando fui a girarme un poco en el asiento, mis dedos rozaron la copa de vino, y antes de darme cuenta, un pequeño chorro de vino blanco aterrizó en su camisa.
“¡Oh, lo siento!” exclamé, llevándome las manos a la boca mientras una risa nerviosa se me escapaba.
Él se miró la mancha en la camisa y luego a mí, con una sonrisa que combinaba exasperación y diversión. “¿Intentando sabotear mi estilo?” Bromeó, alzando una ceja.
Reí y busqué alguna servilleta, sintiéndome aún más torpe. “Eh, no… sólo intento… añadirle un toque de diseño abstracto”, contesté, mordiéndome el labio, sin poder contener la sonrisa. Con cuidado, presioné la servilleta contra la mancha en su pecho, sintiendo de cerca su calor y su respiración, lo que sólo hizo que el rubor en mis mejillas se intensificara.
En un movimiento inesperado, me rodeó con sus brazos y me atrajo hacia él, sin decir una palabra. Mi corazón dio un brinco, y en lugar de alejarme, me permití descansar contra su pecho, sintiendo el ritmo constante de su respiración. Él me acurrucó suavemente, con un gesto que me envolvía en una calidez que no había sentido en mucho tiempo.
El aroma de su colonia mezclado con el vino y su propia esencia era embriagador. Me quedé quieta, cerrando los ojos, dejándome llevar por el momento, sintiéndome extrañamente segura y en paz. Los minutos se deslizaban en silencio, y ninguno de los dos parecía querer romperlo, como si ambos supiéramos que algo importante estaba ocurriendo en ese simple abrazo.
“Sabes”, susurró, rompiendo el silencio con una voz suave, “hace mucho que no me sentía tan... tranquilo. Es lindo poder hablar así, sin preocupaciones.” Su mirada se perdió en algún punto lejano, como si estuviera grabando algo, y luego volvió a encontrar la mía. “Es raro, pero... contigo me siento cómodo, en paz”.
Sus palabras resonaron en mí, y me di cuenta de lo especial que era para él este momento. Sentí un calor inexplicable expandirse en mi pecho, un deseo de seguir allí, de sostener esa calma que compartíamos, de ser parte de ese refugio que él necesitaba.
“Me alegra escucharlo”, respondí en voz baja, apenas un susurro, sin querer romper el encanto que nos envolvía. Nos quedamos en silencio de nuevo, pero ahora, el peso de sus palabras me daba otra perspectiva, algo nuevo y esperanzador que no esperaba sentir.
Hugh me miró de nuevo, sus ojos brillando con una suavidad inesperada. Con un gesto tranquilo, acomodó mis piernas sobre las suyas, y sintió el roce de sus manos en mis piernas, cálido y cuidadoso. Deslizó su mano en una caricia lenta, casi como si quisiera guardar este momento también.
“Esto…” murmuró, con una leve sonrisa en sus labios, “esto también se tiene que mantener en secreto, ¿de acuerdo?”
Mi corazón dio un vuelco mientras asentía, sintiendo cómo una pequeña chispa de complicidad se encendía entre nosotros. Nos quedamos allí, en silencio, en un momento que era solo nuestro.
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Mi sentir🤍
Me haces sentir que mis problemas, pequeños son,
que siempre hay un camino para seguir adelante con fe.
Tu voz, como un susurro, en mi mente resonando,
y tus palabras, claras y dulces, calmando mi ser.
Amo la manera en que me muestras la esperanza,
La mágica forma en que, junto a ti, mi alma avanza.
Es inexplicable todo lo que siento,
solo sé que es inmenso y eterno
Y así, en cada sílaba escrita con cuidado,
intento expresar la admiración,por todo lo que eres.
cada momento a tu lado es como poesía,
en cada verso, canción, en cada palabra,
siento la fuerza del amor que nos guía.
en estas líneas, con amor entrelazadas,
expreso mi gratitud y mi devoción,
porque tu,mi amor, me haces sentir amada.
Tu amor me ilumina, me hace volar,
en tus brazos encuentro mi lugar.
En cada momento, me haces creer,
que no hay obstáculo que no pueda vencer.
Tu presencia me llena de una calma profunda,
como si el universo me susurrara al oído una respuesta rotunda.
Es inexplicable lo que siento por ti,
solo sé que es tan grande que
siempre se puede un poco más contigo
En cada verso, te encuentro, te siento,
tu amor es el poema, la melodía serena,
me inspiras a amar, a creer, a luchar,
contigo, en mis versos, se desvela la pena.
Sensual, evocativa, se vuelve mi voz,
amor, política, mundo natural,
todos mis pensamientos, en uno soy,
equilibrio y unidad, en este baile celestial.
estructura precisa, cada línea une, como en un abrazo sincero,
misterioso, profundo, en cada palabra se atiza,
un poema que evoca un amor sin prisas
Me gusta cómo me alivias en momentos.
Cosas antes vacías, ahora tienen sentido,
cuando tú estás junto a mí, todo es bienvenido.
Adiós a mis penas, a la tristeza y el llanto,
juntos enfrentaremos cualquier quebranto.
Eres la voz que calma mis pesares,
la razón que enfrenta mis temores,
tus palabras abren nuevos horizontes
y hacen pequeños mis problemas mayores.
Canciones que escuchaba sin razón,
al estar contigo cobran significado,
el amor fluye en cada melodía,
lo que antes era opaco, ahora es amado.
En tu mirada, encuentro esperanza,
como si el universo me hablara en secreto,
me transmites un sentimiento eterno,
algo inmenso, indescriptible y completo.
Tu compañía llena mi alma de dicha,
siento que todo en ti está bendecido,
no todo está perdido, me haces ver,
que en cada paso, el amor está unido.
Tus abrazos son como poesía viva,
que me envuelve con su dulce encanto,
haces aflorar los sueños más ocultos,
y despiertas mi ser con un solo canto.
Eres lo que inspira mis versos,
la luz que guía mis letras en vuelo,
en ti encuentro la pasión desbordante,
que acelera mi corazón y es mi anhelo.
Con cada verso, quiero celebrarte,
y rendir homenaje a tu ser especial,
tú, que eres fuente de amor y alegría,
mereces elogios por siempre, sin final.
Gracias por ser mi eterna inspiración,
por regalarme amor sin condición,
en cada paso, en cada verso cantado,
celebro tu existencia con devoción.
Oh, tú que alivianas mi carga,
Tu presencia sofoca mi difícil situación.
Las melodías una vez vacías de profundidad y significado,
Ahora resuenan con propósito.
el universo me susurrara al oído,
asegurándome que estás cerca,
Un sentimiento inexplicable, tan vasto y grandioso,
Un amor que sé que es infinito y valioso.
Es Indescriptible, la profundidad de mis emociones,
Sin embargo, sé que es inmenso y sin limitaciones.
Infinito y eterno, nuestro amor será,
Un testimonio del poder, entre tú y yo.
Tus palabras, tan pocas, pero llenas de significado,
Responden preguntas que me persiguieron durante años
En tu compañía, mi corazón se tambalea,
En la unidad y el equilibrio encontramos la armonía.
Tus palabras desentrañan misterios que he buscado,
Respuestas reveladas, con claridad aportada.
me haces entender en silencio,
que el amor verdadero es eterno y sin igual y que
Mientras esté contigo nada me puede quebrar.
-Pararuby
Esto lo escribí esa vez que fuy a tu trabajo que llegaste a mi casa en carro y escuchamos música todo el camino y que pasemos todo el día después de tu turno recuerdo que hablábamos de lo bonito que sería tener un auto para nosotros y pasear juntos siempre y también recuerdo que decías que sentías tan bonito el estar paseando conmigo y que te sentías muy feliz.
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Una noche compartida
(Enzo Vogrincic & Pipe Otaño x reader)
1/2
tw: +18, diferencia de edad (no especificada), malas palabra.
————
Tu relación con Enzo era lo que siempre habías soñado, él era y será tu chico ideal. Su apariencia tan suave hizo que te llevaras una sorpresa demasiado grande al inicio de su relación. Realmente te volvía loca la dualidad que poseía en el ámbito sexual, era un espectáculo gratificante de ver, podía ser el hombre más vanilla del mundo visualmente, pero estando caliente era irreconocible, le gustaba todo lo que tenía que ver con verte a ti a su completa merced, juego previo, palabras denigrantes durante el acto, hasta fetiches que te daba vergüenza mencionar, todo consensuado claramente. Algo que te gustaba mucho de él era su seguridad en sí mismo, jamás fue alguien celoso, sabe bien lo que vale y lo que merece.
Desde que estás con el uruguayo no podías apartar la mirada de él, y estabas bien con eso, para ti este era el "primer amor de tu vida" y él se encargaba de darte la mejor experiencia de eso. Pensabas que era casi imposible que alguien más acaparara tu atención, y esto fue así, hasta que conociste a Felipe. Un hombre encantador de ojos claros y cabello oscuro, sonrisa cautivadora y personalidad mucho más que coqueta. Desde que lo viste comenzaste a dudar de tus propios criterios, jamás habías sido alguien infiel, y entre tus planes no estaba serlo, simplemente te parecía atractivo, era atractivo.
————
(semanas despues)
Para tu sorpresa, Felipe se había vuelto muy amigo de todo tu grupo, incluido En. Jamás cruzaron palabras estando solos, siempre fue el saludo cordial y uno que otro chiste cuando compartían tiempo juntos. Te gustaba su amistad así, era alguien muy simpático y casi siempre lograba sacarle una sonrisa a todo el grupo.
Estaban todos charlando en el comedor hasta que fuiste a la cocina por un vaso de gaseosa, no te percataste de ese alguien que seguía tus pasos de manera sigilosa hasta estar solos en el otro cuarto. Estando ya ahí, te diste cuenta de quién era; enseguida te ofreciste para servile algo de beber, y él sin decir palabra alguna negó con su cabeza.
El silencio que había entre ustedes dos era agobiante, ninguno decía nada pero mantenían contacto visual. Como veías que no tenía nada para decir, ibas a salir de la cocina, pero su oportuno agarre te detuvo.
Andy espera, nunca hemos tenido la oportunidad de hablar solos y siempre he deseado hacerlo. —Confesó el argentino sujetando de mi brazo suavemente.
Algo sorprendida por sus palabras y sin decir nada aceptaste esa pequeña invitación a conocerse más por lo que te sentaste con cuidado sobre la encimera.
Dale pipe, aprovechemos ahora entonces. —Dijiste tratando de sonar divertida.
Estuve conversando con Enzo, hace cuanto son pareja ustedes? tengo curiosidad —Enunció él soltando una suave carcajada.
Para ti era muy curioso, el argentino dice querer conocerte más y lo primero que hace es preguntarte sobre tu relación con Enzo. De igual forma, lo dejas pasar.
Pues somos pareja hace 9 meses, casi diez. —Le comentaste con voz dulce. Hablar de En no te molestaba en absoluto, al contrario, amabas hablar de su relación, después de todo él ha sido tu pilar durante estos meses, y haz aprendido bastante gracias al uruguayo.
¿A qué se debe tu curiosidad? Si puedo saber claramente. —Preguntaste con cierta intriga.
Pues me intrigaba el saber cuanto tiempo lleva Enzo con una mujer tan guapa y joven como vos. —Expresó mientras se acercaba lentamente a ti, quedando frente a frente, jamás evitó el contacto visual, es más, había algo en su mirada que te impedia despergarte ella, él apoyo sus manos sobre la encimera encerrandote en medio de estos.
Tenías los nervios de punta, esta cercanía tan repentina te tomó por sorpresa, más aun cuando sentías que te había coqueteado descaradamente. No podías alejarte, te era imposible. Su maravilloso aroma te había atrapado y su mirada penetrante recaía sobre ti, lo cual te intimidaba ligeramente y te impedía el habla.
No te hagas la loca, me has devorado con la mirada toda la noche, preciosa. —Dijo él con obviedad acercándose aún más a ti, estando a centímetros de tu rostro, podías sentir como su respiración tibia chocaba contra tus labios. Pero tú no eras tan fácil, y jamás le harías algo así a Enzo.
Discúlpame pipe, no puedo. —Apoyaste tus manos sobre sus hombros alejándolo rápidamente de ti. Enseguida saltaste de la encimera y caminaste hasta la sala para sentarte junto a tu novio. Felipe no tardo mucho en venir detrás de ti, sentándose justo enfrente mientras te miraba fijamente.
Enzo al instante notó que algo no andaba bien, estabas rara.
Acompáñame un segundo a la cocina, corazón. —Habló el uruguayo mientras se levantaba de su lugar buscando tu mano para guiarte nuevamente a ese lugar.
Desentendida lo seguiste tomando de su mano.
¿Qué pasó con Pipe? —Vocalizó el más alto mientras te miraba fijamente. ¿Fue tan evidente tu disgusto?
En, si te cuento lo que sucedió prometes no molestarte? —Enunciaste en tono bajito tratando de mantener la mirada firme. Él asintió esbozando esa sonrisa que te encantaba.
Felipe intentó besarme, y yo casi no puse resistencia. —Confesaste ante él, a pesar de que es algo de lo que no estabas orgullosa, querías ser sincera para evitar problemas a futuro.
Te juro que fue todo muy repentino, de la nada quizo hablar conmigo diciéndome que quiere conocer más y luego estaba ahí mismo donde estás parado queriendo romper el espacio entre nosotros. —Decías con algo de culpa.
Mira ese pendejito. Es obvio que te tiene ganas, nena. Te comía con la mirada y juraba que nadie se daba cuenta. —Comentó divertido.
Y lo entiendo perfectamente, a mí también me cuesta controlarme cuando te tengo cerca, parece que la única que no sabe lo buena que estás eres tú, amor. —Dijo posando una de sus manos sobre mi mejilla acariciándola levemente.
La cosa aquí es, vos también le tienes ganas, amor? —Preguntó con cierta emoción en sus palabras mientras se agachaba un poco para estar justo a tu altura. Su pregunta obviamente te sacó de onda, ¿a dónde quería llegar con ésto?
Nada que ver En, el único que me despierta ganas aquí, eres tú. —Le explicaste con obviedad mientras te pegabas más a él para abrazarlo.
¿Estas segura, amor? porque si queres garchartelo, hacelo, pero yo quiero mirarte. —Expresó él dejándote sin palabras. Claramente Enzo está algo pasado de copas, no está ebrio, pero siempre con un par de tragos se calienta hasta con el mínimo roce.
Decíme si querés hacerlo, yo lo converso con él, corazón. —Insistió.
No estoy segura de hacer eso, En... —La idea sí te llamaba, pero sentías que no era algo correcto, ni aunque él mismo te lo ofreciera. No negabas que el ojiazul sí te calentaba, es algo que habias imaginado en repetidas ocasiones, estando sobre él apoyando tus manos sobre su pecho mientras sentias como susurraba tu nombre en suaves quejidos. Pero siempre pensaste que se quedaría ahí como una simple fantasía.
Dale chiquita, te conozco lo suficiente como para no conocer tus fantasias más oscuras. —Expresó el más alto con voz profunda mientras te atraía hacia a él con uno de sus brazos.
Y no sabés lo mucho que me calentó la idea de verte cogiendo con otro mientras yo te miro. —Posando su mano cerca de tu nuca con un fuerte agarre; atrapó tus labios con los suyos y una apasionada danza entre estos comenzó, su lengua no perdió tiempo para explorar tu cavidad y el grotesco sonido que producían sus bocas chocando era algo que le generaba aún más placer. Su mano libre recorría tu cintura con fascinación, levantando un poco tu blusa para tener mejor acceso. Tu no perdías tiempo, mantenías una de tus manos por debajo de su camiseta y el frío contraste de tu manos con su tibia piel lo erizaba, mientras que con la otra, tímidamente la dirgiste hasta su entrepierna tocandolo suavemente por encima del jean.
Estaban tan hipnotizados el uno con el otro que habían olvidado donde estaban. Entraron en razón y la mejor decisión fue irse. Iban tan desesperados que el ascensor fue el mejor lugar para empezar. Enzo te acorraló contra la esquina apoyando tu espalda sobre el espejo, comenzó a besarte desesperadamente sin querer distanciarse ni un milímetro de ti, tus manos vagaban alrededor de su cuello enredando pequeños mechones de su cabello entre tus dedos, saboreando el exquisito sabor de su boca. Ese sabor amargo por el tabaco pero con suaves toques dulces por alcohol que había bebido. Este hombre realmente era tu perdición. Cuando las puertas del ascensor se abrieron, retomaron la compostura y caminaron normalmente tomados de la mano hasta llegar a tu puerta.
Cerrando la puerta detrás de ustedes, En se pegó a ti de nuevo, quitó tu chaqueta y tu blusa con mucha facilidad, dejándote en brasier; comenzó a desabotonar su camisa mientras caminaban sin cuidado hasta el sofá tirandote de espaldas sobre este. Te acomodaste sobre tus codos para disfrutar de la escena más erótica del mundo, ver como su torso ligeramente marcado quedaba desnudo ante ti era una de tus cosas favoritas en el mundo. Rápidamente se puso con cuidado sobre ti, y si había algo que a él le gustaba, era darte placer y hacerte sentir cosas que nunca antes habías experimentado. Besaba tu cuello con frenesí, dejando pequeñas marcas sobre esa blanquecina zona, adoraba tu sabor, tu olor, cada parte de ti para él era maravillosa. Sus besos mojados comenzaron a bajar por tu abdomen, llegando peligrosamente al borde de tu falda. Enzo cada vez carecía más de cordura, hasta que levantó sin cuidado tu falda, dejándote casi expuesta ante él. Sus dedos masajeaban tu zona por encima de la tela mojandote completamente, lo cual le encantaba.
Mira como estás por mi, toda mojadita. —Dijo observandote fijamente, adoraba lo rápido que te ponías colorada al escucharlo hablar así. Sus dígitos seguían recorriendo el camino sobre la tela mientras que se acercaba a la altura de tu boca para besarte y calmar tus jadeos.
Enzo... por favor... —Decías entre gemidos, recién estaban comenzando y él ya te tenía como quería.
Que boquita tan linda que tenes, mi amor. Úsala, decíme qué querés. —Dijo demandante.
Escucharlo hablarte de esa manera era algo que realmente te enloquecía. Verlo sobre ti, con su cabello ligeramente largo recayendo en sus mejillas algo coloradas era todo un deleite para tu vista. Estabas por contestarle una vulgaridad, pero fuiste interrumpida por un golpe en la puerta el cual te trajo devuelta a la tierra. Enzo esbozó una sonrisa bastante sospechosa y se separó de ti no sin antes besar dulcemente la comisura de tus labios; a paso rápido se dirigió a la puerta para abrirle a quien estuviera del otro lado. Esperabas que él se encargara de hacerle saber a cualquiera que estaba ocupado, pero al contrario, escuchaste como cerró la puerta dejando entrar a alguien más junto a ustedes. Estando aún más confundida cuando viste quién era, una mirada cómplice entre ellos los delató y algo en tu cabeza hizo clic.
no sé de dónde me saqué la fuerza de voluntad para escribir esto, pero en mi mente era una idea genial, y hay parte dos. 🤓
es mi primera vez escribiendo algo así. dont judge me. 🙏🏻
#enzo vogrincic#pipe otaño#la sociedad de la nieve#society of the snow#matias recalt#blas polidori#lsdln x reader#aaaaaa#esteban kukuriczka#x reader
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Llegas…
sin estar vienes,
hablas,
con tu voz ausente,
entre el calor y la brisa,
en medio de un tiempo
que miente,
en ese silencio
en el que la palabra
se vuelve extraña,
anidas entre la gente,
entre las aceras,
te pareces al paisaje,
eres la raíz
que precede al verde,
a veces te vas,
pero no del todo,
como la pausa que espera
entre dos latidos,
o viceversa,
porque nunca se sabe
por cual de las dos
late un corazón.
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Beso.
Beso tus ojos como me pierdo en tus labios, me enredo entre tus pestañas como me enredo en tu lengua, tengo la certeza casi pulcra, casi impía, de que al bajar el sol, cuando la soledad abraza a los hombres, el cielo debería tener el color de tus ojos.
Lo he dicho una y mil veces, en mi estómago no habitan mariposas, estoy llena de avispas asesinas que empujan las paredes de mi cuerpo para salir en medio de los nervios... quizás tu voz tiene el poder de transformar enjambres azules de aguijones en masa, porque vaya, cuando hablas, en mi boca sólo anidan abejas serenas; y ya no volveré a creer en mariposas, pero si tus manos revolotean alrededor de las flores impregnadas en mi piel, créeme que puedo volverlas a ver.
Y no cariño, no soy dulce como el néctar que pueda habitar en un silencio compartido, soy más bien un somnífero, agito la intensidad de la noche hasta que no quede más remedio que apelar la piedad del sueño, pero si puedo tocar tu mano y puedo confiar en las sílabas que yacen a través de tu cuerpo, construiré despacito un nido para evitar los primeros abrazos qué podemos crear, en el silencio limpio de escucharte suspirar.
-danielac1world ~ Interestelar ~
#mi vida#pensamientos#pensamientos nocturnos#pensamientos aleatorios#frases#fragilidad#escape#escritura#escritos#escribir#escribiendo#cosas que pienso#cosas que escribo#cosas de la vida#cosas que siento#cosas sobre mi#cosas que pasan#cosas del alma#mi alma#almas#realidadalterada#realidad#poesia en prosa#una poeta#desolada#desolación#un vacío dentro de mi#un viaje a la vida#sonetos de amor#melancolía
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Cuidarte - S.R
── ☆ spencer reid x bau! reader
Sinopsis: Durante una investigación, la agente de la BAU empieza a cambiar su forma de vestir después de sufrir comentarios inapropiados de un policía local. Spencer Reid, siempre atento, nota la diferencia y no puede evitar preocuparse. Al final del caso, Hotch le revela que el policía fue despedido, pero Spencer sigue cerca de ella, mostrando un apoyo silencioso que comienza a hacerlat sentir algo más que gratitud. Entre miradas y gestos, una conexión inesperada florece.
Advertencias: ninguna
n.a: 925 palabras
Request: si/no
spencer reid masterlist / criminal minds masterlist / masterlist
── ・ 。゚☆: *.☽ .* :☆゚.─── ・ 。゚☆:
El caso en el pequeño pueblo estaba por fin terminado, y el equipo de la BAU ya se preparaba para regresar al avión. Aunque la tensión por la investigación había cesado, algo seguía en el aire, algo que Spencer Reid no lograba sacarse de la cabeza. Desde hacía unos días, había notado algo extraño en tu actitud, algo que no podía dejar de analizar.
No es que se preocupara por ti de manera especial... Bueno, sí lo hacía. Siempre lo había hecho, pero últimamente se sentía un poco más consciente de tus movimientos, de cómo te vestías y de los pequeños cambios que habías hecho. El vestido ajustado que habías usado el primer día ahora había sido sustituido por ropa más holgada, más discreta.
Una tarde, mientras todos estaban ocupados revisando los informes del caso, Spencer decidió acercarse a ti. Se sentó en la silla vacía junto a la tuya, mirando hacia la ventana del avión, pero su mente estaba completamente en ti. Finalmente, no pudo evitarlo más.
—¿Todo bien? —su voz suave cortó el silencio entre ustedes, un tono lleno de preocupación que no intentaba disimular.
T�� levantaste la vista del libro que tenías entre las manos, sorprendida por la cercanía. Al principio, no sabías si querías compartir lo que había estado pesándote, pero cuando viste sus ojos —esos ojos tan atentos, tan empáticos— supiste que no había forma de ocultarlo. El nudo en tu garganta era demasiado grande, y su presencia te brindaba la seguridad que necesitabas para hablar.
—Hay algo… —empezaste, tus palabras un poco titubeantes—. Un policía del pueblo… me hizo algunos comentarios sobre mi ropa, sobre cómo me veía. No me sentí cómoda, así que empecé a cambiar mi estilo, por eso ahora llevo ropa más holgada.
Spencer frunció el ceño, y tú pudiste ver la ira y la preocupación en su rostro, como si esas palabras lo lastimaran a él también. No te gustaba ver esa expresión en él. Sin embargo, sentías que había algo más, algo más profundo en su reacción que solo la molestia por lo que había sucedido.
—¿Y por qué no me lo dijiste antes? —preguntó con suavidad, sus ojos fijos en los tuyos, como si estuviera intentando entender todo lo que habías pasado en ese corto periodo de tiempo.
—No quería que te preocuparas —contestaste rápidamente, sin poder mirar directamente sus ojos—. No quería que Hotch o el resto del equipo se enteraran de esto. No quería llamar más la atención.
Spencer suspiró, pero no de frustración, sino de comprensión. Su mirada se suavizó, y sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa que intentaba ser reconfortante.
—Sabes que puedes hablar conmigo sobre cualquier cosa, ¿verdad? —dijo, su tono más cálido, más cercano—. No tienes que lidiar con esto sola.
El silencio que siguió fue cómodo, pero había algo más flotando en el aire entre ustedes. El murmullo del avión, el sonido de las conversaciones a lo lejos, todo parecía desvanecerse mientras sus ojos se mantenían fijos en los tuyos. Sentías su presencia, más cerca que nunca, como si cada palabra que dijera tuviera el poder de calmarte. En ese momento, te diste cuenta de lo mucho que lo apreciabas, lo mucho que su cercanía significaba para ti.
Finalmente, el equipo se acomodó en sus asientos, y Hotch te hizo un gesto para que te acercaras a él. Spencer te observó con un brillo protector en sus ojos mientras te alejabas. Cuando Hotch te llamó, sentías una mezcla de incomodidad y alivio. Sabías que, de alguna manera, la situación no había terminado aún.
Ya en el avión, Hotch se sentó frente a ti, su tono serio.
—Necesito hablar contigo —dijo, y tú inmediatamente sentiste un nudo en el estómago. Era como si pudieras anticipar lo que venía.
—¿Sobre qué? —preguntaste, intentando parecer lo más tranquila posible.
Hotch no dudó ni un segundo. —El oficial del caso… lo han expulsado de su puesto. Mis jefes ya están al tanto de lo que pasó, y tomaron las medidas necesarias.
Tu respiración se detuvo por un instante, y aunque intentaste esconder tu sorpresa, Hotch notó la incomodidad en tu rostro.
—¿No lo sabías? —preguntó, mirándote con cierta calma.
Negaste rápidamente, aunque sabías que ya no podías ocultar lo que sentías. —No… No tenía idea.
Hotch asintió, un atisbo de comprensión en sus ojos. —No tenías que pasar por eso, no de esa manera —dijo, mirando también a Spencer con un ligero gesto de aprobación. "Gracias por estar ahí," pareció decir con ese gesto silencioso.
Spencer, aunque con una pequeña sonrisa, no dejó de mirarte, casi como si quisiera asegurarse de que estabas bien. Su presencia, más que nunca, te hacía sentir que no estabas sola en esto, que él estaba allí, dispuesto a cuidarte, aunque fuera de la manera más silenciosa y sutil.
El resto del vuelo pasó en un suspiro. El equipo estaba relajado, finalmente libre del peso del caso, pero para ti y Spencer, había algo más que se tejía lentamente entre las palabras no dichas y las miradas cargadas de comprensión.
Antes de que el avión aterrizara, Spencer se inclinó hacia ti una vez más, esta vez de manera más casual, pero todavía cargado con la misma intensidad que no podías ignorar.
—Te prometo que, pase lo que pase, no tienes que cambiar quién eres. Eres perfecta tal y como eres.
Y esa simple afirmación, dicha en el tono más sincero, hizo que una pequeña chispa de emoción recorriera tu pecho, como si finalmente hubieras encontrado la calma en medio de todo el caos.
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He only dates pretty girls. ✰ hwang hyunjin
ー♡̵ pairing. hwang hyunjin x female!reader
��♡̵ género y warnings. smut - sin muchos detalles, fluff, uni!au
ー♡̵ autora original. @leeknow-thoughts
ー♡̵ wc. 0.7 K
MASTERLIST
Fue una comprensión vergonzosa cuando descubriste que te habías enamorado de él. Estaba fuera de tu alcance y lo sabías. Oh, cómo lo sabías.
"Sólo sale con chicas bonitas", parecían decir todos sus amigos.
Como si ellos mismos te recordaran cuál era tu lugar.
Era inteligente, solo necesitaba clases particulares de matemáticas. Todos los martes y viernes ibas a su casa de fraternidad para ayudarlo con trigonometría. Cada vez que ibas, aprendías algo nuevo sobre él. Cada vez que ibas, él también aprendía algo nuevo sobre ti.
La semana pasada ambos hicieron menos matemáticas y hablaron más. Hablaron de todo, desde música hasta exámenes y zapatos.
Era guapo. Hasta un ciego podía ver su belleza, porque su belleza no se limitaba a su apariencia. Era hermoso en su voz, en su pasión, en su bondad.
Su presencia también era hermosa, aunque fugaz. Cada momento con él parecía fugaz, suave como una pluma, pero tan pesado como un ladrillo.
Te encuentras en una de sus fiestas. Sentada en el sofá de su fraternidad, rodeada de cuerpos sudorosos. "Ahí estás! No puedo creer que hayas venido!", escuchaste su voz frente a ti.
Cuando miraste hacia arriba, lo viste. Estaba hermoso, como siempre, con unos sencillos jeans azules y una camiseta negra sin mangas. Sin embargo, lucía elegante.
"Uhm, por supuesto! Gracias por invitarme!", intentas hablar lo suficientemente alto como para poder escuchar las palabras que salen de tu boca por encima de la música.
"¿Quieres volver a mi habitación? Hay un poco de ruido aquí", pregunta.
Por supuesto que accediste. Te tomó del brazo mientras te guiaba por los pasillos de la casa. Subiste por la escalera y llegaste a la primera puerta a la izquierda. Su habitación era así, él.
Estaba limpio y ordenado. "Apuesto a que tienes muchas chicas aquí", el pensamiento se te escapa de la mente antes de que puedas evitar que salga de tu boca.
Él se burla con fingida ofensa "¿Eso es lo que piensas de mí?"
Te encoges de hombros, él se sienta en la cama y da unas palmaditas en el espacio que hay a su lado. Quiere que te sientes a su lado. "Quiero decir que solo sales con chicas bonitas", te ríes entre dientes.
Su rostro se rompe por la sorpresa, "¿Jisung te dijo eso?"
Asientes, recordando cómo el chico te lo dijo después de que le informaste que Hyunjin fue quien te invitó. "Bueno, ¿es cierto?", le preguntas mientras balanceas ligeramente tus pies de un lado a otro sobre la cama.
"Sólo salgo con chicas que me parecen bonitas", responde con sinceridad, "me gustan las chicas que son inteligentes y divertidas y que no suelen salir de fiesta. Me gustan las chicas que son amables y que son buenas en matemáticas, esas son las que me parecen realmente bonitas", tararea.
"Mhm", haces una pausa, "¿te gusta alguna de las chicas de nuestra clase de matemáticas?"
"Oh", su tono baja, "no, estaba hablando de ti, pero sí, también estás en nuestra clase de matemáticas, así que sí"
Todos los pensamientos abandonan tu cabeza en ese instante "¿Crees que soy bonita?"
"¿Por qué crees que es imposible que piense que eres bonita?", cuestiona.
"Tú eres tú", le señalas, "y yo soy yo", te señalas a ti misma.
"Y eres perfecta!" exclama.
Una ola de silencio invade la habitación, no se oye nada más que el latido de tu corazón. Se siente como si te estuvieras viendo golpearte el dedo del pie, pero esperas unos segundos para que el dolor aparezca. Pero el dolor nunca llegó. Tal vez no tenía por qué doler de la forma en que esperabas que dolería. Tal vez nunca hubiera dolido de la forma en que creías que dolería.
Y antes de que puedas pensar, antes de que puedas hablar, sus labios están sobre los tuyos y sus rostros están a centímetros de distancia y él te está besando. Sabe a cerezas y tequila que debió haber bebido antes. Te está besando. Hyunjin te está besando. Te está besan-
"¿Por qué?" suspiras contra sus labios, sin atreverte a separarte de él por completo.
"Porque te necesito, te deseo, por favor", murmura contra tus labios agrietados.
No puedes evitar sonreír contra sus labios cuando dice eso "¿Me deseas?"
"Joder, sí", murmura contra tus labios antes de atraerte hacia otro beso húmedo, "te necesito, joder. Te he necesitado durante tanto tiempo"
No sabes de dónde sacas la confianza para decir, "Entonces tómame"
Y no duele cuando toca fondo dentro de ti. Sus cuerpos se aferran el uno al otro, temerosos del vacío sin el otro. Tus manos recorren suavemente su estómago. Cada una de sus embestidas te acerca cada vez más al borde, te aferras a él cuando te caes sobre él. Y oh es, tan perfecto.
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Until the Ribbon Breaks - Enzo Vogrincic
+18! CNC (E.R). Dom!Enzo. Age gap (implícito), biting, creampie, dacrifilia, (fugaz) degradation, dirty talk, fingering, (menciones de) sangre, sexo oral, sexo sin protección, Virgin!Reader. Aftercare. Español rioplatense.
La desolada sala de espera te hace preguntarte si realmente hay más personas en el edificio: llevás quién-sabe-cuánto hecha un manojo de nervios mientras esperás para realizarte una ecografía y desde que te sentaste no viste pasar enfermeros, doctores, personal de limpieza o personas en lo absoluto.
Y en todo este tiempo la puerta del consultorio permaneció cerrada.
Las luces blancas del corredor son tan brillantes como para provocar dolor de cabeza y permanecés con la cabeza gacha, concentrada en tu teléfono y en la hoja que te entregó la recepcionista, donde se leen tus datos y los inquietantes detalles sobre los estudios a realizarte.
La peor parte es probablemente la recomendación de utilizar falda para mayor comodidad. No hay forma de estar cómoda en una situación como la que te espera. Simplemente no la hay.
El apellido de la persona encargada es interesante y no podés evitar sentir curiosidad sobre el origen del mismo. Parece bastante difícil de pronunciar y practicás cómo decirlo un par de veces hasta sentirte más segura. Los nervios persisten pero descubrís que es mejor concentrarte en algo que no sean los posibles desastrosos desenlaces de la consulta.
Hay una máquina expendedora en el extremo opuesto de la sala. Dejás tus pertenencias sobre la fría silla de metal y caminás casi en puntas de pie, muy lentamente, para no perturbar el extraño silencio del lugar. Estudiás las opciones durante largo rato y luego presionás los botones (el pitido que emiten resulta ensordecedor) para seleccionar un simple…
Un ruido proveniente del consultorio llama tu atención. Volteás y fijás la mirada en la aburrida puerta blanca, pero todavía está cerrada y el ruido no se repite, por lo que suponés que se trata de algún objeto sin importancia. Regresás la vista hacia la máquina expendedora y esta vez seleccionás una opción diferente.
El golpe cuando el producto cae evita que escuches el crujir de la puerta.
-¿Para ecografías…?- pregunta una voz grave a tus espaldas-. Sos la última, ¿no? Vení.
Obvio que sos la última, pensás mientras recogés tus cosas para dirigirte hacia el consultorio, ¿tiene idea de cuánto tiempo estuviste esperando? Pasaste milenios en la recepción y varios siglos en ese corredor, completamente sola y en pánico, temblando no sólo por las bajas temperaturas producto del aire acondicionado.
El contraste entre la penumbra del consultorio y las luces fluorescentes del corredor es doloroso.
El consultorio está desprovisto de personalidad y las paredes, pintadas de un tono gris-depresión, sólo están iluminadas por una lámpara de escritorio que proyecta largas sombras irregulares hacia toda la habitación. En la pared opuesta a la puerta hay una camilla cubierta con papel blanco, impoluto, esperando por vos. Hacés un esfuerzo para no fijarte en la computadora y en los instrumentos conectados a la máquina.
-¿Es la primera vez que te hacés este estudio?- pregunta el doctor. Está mirando la pantalla de la computadora, los músculos de su espalda son evidentes bajo la impecable bata blanca y su largo cabello oscuro se mueve como seda cuando voltea para poder verte de frente-. Sacate la ropa y recostate.
Sus ojos te estudian con una intensidad que no sabés cómo interpretar y en tu estómago bajo se instala esa molesta, pesada e incómoda sensación, reflejando el pánico y el terror que llenan los recovecos de tu mente. Dirigís una mirada hacia la estantería ubicada en una esquina, llena con lo que parece ser batas descartables, pero él no se muestra consciente de ese detalle y no estás segura de poder pedirlas.
Hay un perchero donde dejás tu pequeño bolso y una silla que ocupás para retirar tu calzado. Deslizás tu falda por tus piernas mientras maldecís internamente porque… ¿No se suponía que la falda se quedaba durante la ecografía? ¿No era ese el motivo de la sugerencia? Te retirás la blusa y el sostén y cruzás un brazo sobre tu estómago. Insegura e híper-consciente.
Voltea. La manera en que sus ojos recorren tu cuerpo te hace temblar y no estás muy segura del motivo.
-Recostate en la camilla por favor.
Permanecés en tu lugar, inmóvil por unos largos segundos, intentando controlar el ritmo de tu respiración y tus nervios, para luego caminar con movimientos mecánicos hacia la camilla. Te ayudás del pequeño escalón para sentarte y cuando te recostás mantenés la vista fija en el techo del consultorio; presionás las yemas de tus dedos sobre el cuero de la camilla con la intención de concentrarte en algo que no sea tu cuerpo desnudo y la estresante situación.
El gel frío cayendo sobre tus pechos hace que te sobresaltes.
Girás la cabeza hacia la pantalla, donde esas incomprensibles imágenes en blanco y negro comienzan a aparecer, pero terminás perdiéndote inevitablemente en el perfil del doctor. La línea de su mandíbula, la manera en que muerde su labio en señal de concentración, su nariz y su ceño fruncido. ¿Deberías preocuparte? ¿Hay algo extraño o…?
Cuando sus ojos se cruzan con los tuyos creés ver algo más en ellos: un destello de interés que va más allá de lo estrictamente profesional. Sus pupilas dilatadas detrás de los cristales y sus largas pestañas negras reclaman toda tu atención y olvidás la inquietud que te generó su expresión desconcertada. Humedece sus labios e inconscientemente imitás el gesto.
-Permiso- dice sin romper el contacto visual. Sus manos están cubiertas por los guantes de látex pero igualmente percibís el calor que emana de ellas cuando mueve tu brazo para exponer mejor el área. La firmeza de sus manos es reconfortante-. ¿Podés…? Sí, eso.
El transductor, más pequeño y mucho más extraño de lo que imaginabas, es un dispositivo de plástico y metal que él sostiene con una destreza inquietante entre sus largos dedos. Mientras lo desliza por la curva de tu pecho derecho, con movimientos lentos y circulares, la placentera sensación de presión te hace temblar. Un suspiro escapa de tus labios.
-¿Muy frío?
Es sólo un segundo pero es suficiente para captar la mirada hambrienta que dirige hacia tus pechos. Tus pezones están erectos por la temperatura del gel y el contacto con el transductor –con el que está rozándolos de una forma que pretende ser accidental- sólo empeora la situación. Repite la acción y fingís que tu cuerpo no lo persigue en busca de más.
-Un poco.
El transductor desciende lentamente hacia tu costado, siempre deteniéndose en puntos específicos y permitiéndote sentir el peso de cada pausa, hasta ubicarse sobre una sección más sensible. El calor de la cercanía opaca la sensación fría del gel y cuando su mano roza de manera imperceptible tu brazo otro escalofrío recorre tu espalda.
-Relajate- ordena luego de verte reaccionar. Hay un deje de un algo extraño en su tono y te preguntás si es consciente del cosquilleo que provoca en el costado de tu pecho. Se estira sobre tu cuerpo y reposa parcialmente el peso de su brazo sobre tus costillas mientras repite el procedimiento en tu pecho izquierdo.
Tu respiración se vuelve más lenta. Más profunda. Percibís cada pequeño detalle, desde el leve crujido del papel bajo tu cuerpo hasta el zumbido distante de la máquina y su propia respiración, sincronizándose con el murmullo de tus exhalaciones. Cuando murmura algo entre dientes te perdés en el movimiento de sus labios y no podés descifrar sus palabras.
El sonido de las toallas de papel interrumpe la quietud y sin permitirte procesar la situación comienza a limpiarte. Retira el producto con movimientos expertos y cuidadosos, sutilmente ejerciendo más presión de la necesaria, mientras te dirige alguna que otra mirada y esa sonrisa sugerente que tira de sus labios. La delicadeza de sus manos es cautivadora.
El pánico se instala en tu estómago bajo y en tu estado nervioso rasgás el papel que recubre la camilla. El sonido lo obliga a voltear y en cuanto ve tus ojos vidriosos sus cejas se curvan en un ángulo de compasión. Se inclina sobre tu cuerpo para poder verte mejor.
-¿Estás bien?- pregunta en un susurro-. ¿Es la primera vez que te hacés este estudio?
-¿Va a doler?
-Puede ser incómodo- contesta-. Pero vamos a hacer lo posible para que no duela nada, ¿sí?
-Tengo miedo.
Limpia una lágrima con su pulgar y te sonríe.
-Yo me encargo- intenta calmarte mientras toma los elementos necesarios para continuar. El transductor vaginal es mucho más intimidante de lo que esperabas y cuando ve tu expresión deja de lado el condón y el gel-. Respirá profundo. Flexioná las piernas.
Obedecés sin cuestionar. Captura tu pierna entre su brazo y su cuerpo, seguramente para mantenerte en posición, pero más allá del profesionalismo y su comportamiento metódico la proximidad hace que te resulte imposible ignorar su temperatura corporal o el bulto golpeando tu pierna. Te esforzás por controlar el ritmo de tu respiración.
Desliza el infernal objeto entre tus pliegues y luego presiona sobre tu entrada.
-¿Doctor…?
-Enzo- dice sin más-. Podés decirme Enzo.
-Enzo- repetís sólo para sentir su nombre entre tus labios. Jurás que los músculos de su brazo se contraen-. ¿Podrías hacerlo muy, muy lento? Es que…
-¿Qué?
Entrelazás tus manos sobre tu estómago en un gesto nervioso y cerrás los ojos cuando sentís su cálida mano desnuda en tu muslo. ¿En qué momento sus guantes desaparecieron? No, eso no importa, tenés que decirle que necesitás que sea cuidadoso porque de lo contrario podría…
-Es que… Yo no…
-Me imaginaba- su tono es condescendiente y no tenés idea de cómo se lo imaginaba. Da un apretón a tu pierna y agrega:- ¿Me dejás prepararte?
Parpadeás.
-¿Qué?
-¿Puedo prepararte para hacerte la ecografía?
-¿Prepararme?- preguntás con voz trémula-. Pensé que…
El fantasma de sus dedos sobre tu centro te corta la respiración.
-Estás muy mojada.
Recorre tus pliegues con caricias imperceptibles antes de separarlos y contemplar tu pequeña entrada brillante. Desliza un dígito de arriba abajo antes de llevarlo hacia tu entrada y ejercer sólo un poco de presión, aún sosteniendo tu pierna, frotándose contra tu costado. Suspira.
-No- negás mientras clavás tus uñas en el cuero de la camilla-. ¿Puede ser por el gel…?
El fugaz pero punzante dolor de su dedo colándose en tu interior te hace tensarte y jadear. Terminamos, pensás, liberando todo el aire en tus pulmones mientras tus músculos por fin se relajan. Querés preguntarle qué es lo siguiente, cómo funciona exactamente el gel (llevás toda la eternidad preguntándolo), cuánto tardarán en entregarte los resultados.
No podés hacerlo porque sus movimientos te roban la capacidad del habla.
-No es el gel, no- mueve la cabeza en un lento gesto negativo mientras retira el dígito y vuelve a introducirlo por completo. Cuando roza algo en tu interior, un punto que te hace temblar, cerrás los párpados con fuerza y te reprende pellizcando tu pezón-. Fue por esto, ¿no? ¿Tenés las tetitas sensibles?
Golpeás su mano para que te suelte. En lugar de liberarte tira hasta hacerte gritar.
-Sh, sh, sh- ordena inclinándose sobre tu cuerpo. Su rostro bloquea tu campo visual y cuando habla no sabés si mirar sus ojos o su boca-. Calladita, ¿sí…? Total nadie te va a escuchar.
Reclama tus labios en un beso, muy húmedo y muy desesperado, que correspondés sin pensarlo. Cuando sentís su lengua colándose entre tus labios gemís y le concedés el permiso: explora el interior de tu boca sin controlarse, profundizando el beso hasta que no hay más distancia que llenar, bebiendo de tus suspiros y protestas cuando comienza a mover el dedo en tu interior.
Deslizás tus dedos entre su cabello largo y sedoso, no muy segura de si buscás un ancla o si sólo querés sentirlo, mientras tirás de la bata blanca que lleva sobre el uniforme azul. Enzo no deja de penetrarte una y otra vez con su dedo, curvándolo hacia arriba y presionando ese punto dentro tuyo que te hace jadear, provocando sonidos húmedos con cada movimiento.
Clavás tus uñas en su brazo cuando sentís un segundo dígito posicionándose contra tu entrada y rompés el beso. El hilo de saliva que te conecta con él se rompe cuando hablás:
-No, no, no- lloriqueás-. Me va a doler.
-Tranquila- besa tu frente-. Tengo que hacerlo, princesa, ¿o cómo te voy a hacer el estudio?
El estudio.
¿En qué estabas pensando? Es tu doctor y está preparándote para un examen, ¿por qué lo besaste? ¿Por qué te dejaste llevar por sus caricias? ¿Y por qué te pellizcó como si disfrutara verte retorciéndote? Tus paredes se contraen con el recuerdo y escuchás una pequeña risa de su parte mientras tu mente grita que nada de esto tiene sentido.
Deja caer unas gotas del gel sobre tus pliegues y observa cómo caen hasta tu entrada. Intentás no ceder el control a tu irrefrenable curiosidad pero de todas formas terminás reincorporándote para ver con claridad qué es tan interesante, qué es lo que está haciendo, qué es lo que provoca que muerda su labio mientras lleva su otra mano hacia su bulto para tocarse.
Desliza otro dedo en tu interior y mordés tus nudillos para no gritar por el dolor.
-Qué conchita más linda tenés- y para remarcar sus palabras su pulgar comienza a jugar con tu clítoris mientras sus dedos medio y anular continúan masajeando tu interior. Observás el débil brillo de sus anillos mientras los músculos de tu abdomen se contraen por la sensación-. ¿Te puedo preguntar una cosa?
Fruncís el ceño y levantás la vista.
-¿Tenés novio?
-Sí.
-¿Y nunca te tocó acá?
Sí.
-No.
Tu respuesta parece ser la correcta porque te recompensa ejerciendo más presión sobre tu clítoris. Millones de veces te tocaste pero jamás lo habías hecho con algo en tu interior y el hecho de que sean sus dedos, visiblemente más largos y grandes, te hace delirar. Es un placer nuevo, diferente e intenso, que termina robándose tus fuerzas y haciéndote desplomarte nuevamente sobre la camilla.
-¿Alguna vez se la chupaste?
Intentás contestar pero lo único que deja tu boca son gemidos. Tus mejillas queman.
-Un par de veces- contestás con voz entrecortada luego de un largo rato. El ritmo de sus movimientos crece y la sensación de presión en tu estómago bajo se vuelve intolerable, peligrosa, recordándote que lo que están haciendo está mal-. Basta, no… No puedo…
Deja de tocarte cuando te removés y el gemido que surge en tu garganta, mezcla de reticencia y angustia, lucha por hacerse oír. Intentás empujarlo pero toma tus muñecas con una mano mientras dirige su miembro a tu boca: admirás, inmóvil, su generoso tamaño, la gota brotando en su punta roja y brillante, el hilo que se forma cuando esta cae en la camilla.
Humedecés tus labios y tu lengua se desliza entre ellos instintivamente, con un deje delator de desesperación, esperando lo-que-sea que él esté por ofrecerte. Cuando baña tu lengua con su excitación suspirás y tu respiración –junto con tus ojos todavía fijos en los suyos y la vulnerabilidad en tu mirada- sobre su glande sensible lo hace gemir.
Empuja lentamente hasta introducir varios centímetros que hacen doler las comisuras de tu boca. Tus ojos se llenan de lágrimas pero eso no impide que continúe empujando, utilizando tu cavidad húmeda y caliente sin importarle nada que no sea su placer.
Intentás succionar y Enzo tiene que luchar para no cerrar los ojos, pero es más difícil de lo que él esperaba y cuando el placer lo supera pierde el control, arroja la cabeza hacia atrás y mueve sus caderas. Golpea tu garganta una, dos, tres veces, cesando sus embestidas sólo cuando escucha tus arcadas. Forcejéas inútilmente para liberarte de su agarre.
Se desliza fuera de tu boca para permitirte respirar y delinea tus labios –tu labial dejó un anillo de color en su piel pero tus labios aún brillan por la mezcla de tu saliva y el líquido preseminal- hasta que te considera recuperada. Vuelve a reclamar tu boca, hundiéndose más y más con cada estocada, golpeando tu garganta hasta que un río de lágrimas corre por tus mejillas.
Tus pulmones queman por la falta de oxígeno y tus muñecas duelen. No importa. De alguna extraña y retorcida manera disfrutás que esté utilizándote, haciendo lo que quiere con tu cuerpo, demostrándote su fuerza, el poder que tiene sobre vos y su deseo de poseerte.
El indecente sonido de su asalto crece junto con sus gruñidos y gemidos, cada vez más profundos y sonoros, aunque tu mente no registra nada que no sea la expresión de placer en su rostro y el calor de sus palmas cuando toma tu rostro entre sus manos. Golpea tu garganta una última vez antes de tirar de tu cabello.
Mancha tus mejillas, tus labios, tu mentón y tu cuello con incontables hilos de semen caliente que te marcan como suya. Las últimas gotas caen sobre tu lengua y su pulgar roza tu pómulo cuando dice:
-Tragá.
Obedecés.
El repentino silencio es extraño y evitás mirarlo o dirigirle la palabra mientras limpia sus restos de tu piel. Masajea tus muñecas y después de ayudarte a reincorporarte masajea tus piernas, donde el contacto de sus manos y sus pulgares colándose entre tus muslos despiertan un hormigueo.
Te perdés contemplando las venas que recorren el dorso de sus manos y entonces…
-¿Qué pasa?
Separás las piernas. Tus muslos están manchados con el mismo rojo que decoran sus dedos y cuando levantás la vista, reclamándole con los ojos llenos de lágrimas, su expresión está libre de remordimiento.
-No pasa nada, mi vida- busca tu boca y deposita un corto beso en tus labios-. ¿Seguimos?
-¿Qué?
-Necesito terminar de prepararte.
-No quiero- negás frenéticamente-. No necesito…
Los besos en tu cuello bastan para hacerte callar y no objetás cuando te sujeta por las rodillas para dejarte peligrosamente cerca del borde de la camilla. Lo sentís golpeando tu estómago con su erección, otra vez llena gracias a la imagen entre tus piernas y tu reacción, y gemís por la sensación de placer que su calor envía directo a tu centro.
Te obliga a mirar mientras se desliza entre tus pliegues manchados -con tu humedad y sangre y ahora con líquido preseminal- y temblás de miedo cuando lo sentís presionar contra tu entrada. No pensó en ponerse un condón pero por lo menos tuvo la gentileza de bañar su extensión con el frío gel incoloro. Respirás profundamente, tus manos en su pecho, mientras esperás.
-Mirame- ordena con voz ronca.
Cuando tu mirada encuentra la oscuridad de sus ojos, abrasadora y peligrosa, Enzo captura tus labios en un beso voraz, desesperado, todavía empujándose contra tu pequeña entrada palpitante.
No duele es lo primero que pensás, pero la presión es tanta que por un segundo sentís que te vas a desmayar en sus brazos, desnuda y portando en tus piernas la evidencia de lo sucedido en la consulta.
Realiza pequeños movimientos con su cadera, todos y cada uno de ellos generándote una incómoda sensación punzante, como si fueras una muñeca de trapo y estuviera llenándote de agujas y alfileres. Te esforzás por inhalar y exhalar lentamente para no desvanecerte.
Buscás refugio en su cuello cuando la incomodidad se convierte en un dolor desgarrador y te mordés los labios para no gritar. Su cadera choca con tu centro y gemís.
No estás segura de que el motivo sea sólo el dolor.
-Estás muy apretada- besa tu cabello mientras masajea tu espalda. Ignora que desde tu reconfortante escondite podés ver el hilo rojo en la base de su miembro cuando retrocede unos centímetros. Esta vez se introduce lentamente y repite el movimiento incontables veces hasta que sólo su punta se mantiene en tu interior-. Dios…
Vuelve a penetrarte de una sola estocada y el gemido quebradizo que deja tus labios llama su atención. Te empuja para poder ver tu rostro y tenés que descansar tu peso en tus manos para no caer; la posición le brinda la vista perfecta de tus pechos moviéndose con cada una de sus embestida y le permite ver cómo su miembro te dilata.
Enzo está perdido en tu fragilidad, en tu estado indefenso y en la abstracta delicadeza de este momento, y se deleita con el sinfín de lágrimas que hacen brillar tus pestañas e irritan tus párpados. Lleva una mano a tu pecho y luego de sostenerlo, como si contemplara la manera en que tu cuerpo encaja entre sus manos, comienza a masajearlo hasta que te escucha suspirar y jadear.
Tus paredes se contraen y dificultan sus movimientos.
-¿Sí…? ¿Te gusta?
-Sí, sí, sí- repetís compulsivamente. Un hilo de saliva cae de tu boca y mancha tu mentón-. No pares.
Luego de pellizcar tu pezón lleva sus dedos a tu boca. Observa tu expresión de lujuria cuando succionás y la manera en que rodeás los dígitos con la lengua hace que pierda el ritmo de sus estocadas. Te quejás por la nula estimulación y en un gesto de coraje abrazás su cadera con tus piernas.
Cuando vuelve a hundirse en tu cuerpo su punta besa tu cérvix con un doloroso pero placentero golpe que arranca un gemido desde las profundidades de tu pecho. Enzo sonríe, complacido, estúpido por tu reacción y por la manera en que tus músculos se contraen exquisitamente sobre su extensión.
Llevás una mano a tu abdomen bajo, donde jurás que podés sentirlo llenándote, pero él la reemplaza con la suya. Balbucéas incoherencias y él no deja de embestir con fuerza, sin importarle la desesperación y la confusión en tu rostro, motivado por los obscenos sonidos húmedos y el golpe rítmico de su cadera contra tus muslos.
El placer que recorre tu cuerpo hace que tus ojos se nublen.
-Enzo- intentás advertirle-. Basta, no. Voy a…
-Sí, sí- se arroja sobre vos y muerde tu cuello-. Dale, putita, yo sé que querés.
La línea entre el dolor y el placer se evapora y cuando el calor de tu orgasmo te golpea -con una brutalidad que hasta hoy no conocías y te hace gritar su nombre-, los violentos espasmos que te sacuden no impiden que Enzo continúe abusando de tu cuerpo. Los músculos de tus piernas queman y tus uñas colándose bajo el cuello de su uniforme dejan marcas de fuego en su cuello y espalda.
Las últimas oleadas de placer son imposibles de disfrutar porque Enzo, desesperado y sin medir su fuerza, tira de tus piernas hasta que tus pies tocan el suelo. Permanecés presa entre su cuerpo y la camilla, débil y desorientada, mientras se deshace de su ropa hasta revelar del todo sus brazos musculosos, su pecho y su abdomen tonificados, sus tentadoras piernas.
Toma tus hombros y te obliga a voltear (golpeás tu cadera en el proceso y finge no oír tus quejidos) para luego empujarte, con su pesada mano entre tus omóplatos, hasta que tu mejilla impacta con la camilla. Captura una de tus muñecas y la sostiene contra tu espalda baja como un recordatorio de su poder.
El metal frío de la camilla y el calor que su cuerpo irradia instalan una placentera sensación en tu centro y temblás por la anticipación. Cuando Enzo se desliza entre tus pliegues llorás y suplicás, batallando con su agarre hasta que decide tomar tu mano.
Dirige su miembro hacia tu pequeña entrada brillante y se introduce con un rápido movimiento en tu interior caliente, donde tus paredes imposiblemente estrechas no dejan de succionarlo con hambre, tu cuerpo recibiéndolo y suplicándole.
Contempla con pupilas dilatadas cómo lo recibís, una y otra vez, reclamándole entre lágrimas por el escozor que provoca su tamaño en tu entrada para nada habituada a este maltrato. Los músculos de su abdomen se tensan cuando descubre tu excitación goteando y manchando el suelo del consultorio.
-Te voy a llenar toda- promete-. ¿Querés eso? ¿Querés que te llene toda la conchita?
Entre tus agudos gemidos rotos repetís un hilo de palabras incomprensibles e inconexas que no logra descifrar. Escucha su nombre cayendo de tus labios como un mantra, una súplica o una protesta, empujándolo cada vez más cerca de su orgasmo.
Libera tu muñeca y el calor de su pecho en tu espalda, protector y reconfortante, provoca una fuerte contracción en tu interior. Tus piernas luchan por cerrarse y todas las fuerzas en tu cuerpo se evaporan... pero no importa, porque Enzo te sostiene.
Te cuida.
-Por favor, Enzo- decís luego de tomar una profunda respiración. Estirás tu brazo y tomás su cabello entre tus dedos, tirando fuerte para provocarlo, buscando desesperadamente que cumpla con lo que prometió. Muerde tu hombro para silenciar sus gemidos-. Quiero...
Te interrumpen sus dedos jugando con tu clítoris sensible y el gemido ronco que nace en tu garganta irritada. En cada una de sus profundas y expertas estocadas su miembro roza tu punto dulce y no estás segura de que la sobre estimulación sea el motivo que hace que tu capacidad del habla se esfume.
Volteás para poder verlo y bajo la supervisión de sus ojos te dejás ir. Gemís escandalosamente y te retorcés bajo su cuerpo, sufriendo el constante roce de tus pezones con el cuero de la camilla, rogando con un hilo de voz por más, más, más.
Terminás llorando y Enzo besa tus mejillas cubiertas de lágrimas mientras golpea tu interior de manera salvaje una, dos, tres veces. El palpitar de su miembro y su liberación salpicando tu interior de blanco, llenándote como prometió, prolonga tu orgasmo dolorosamente.
Quema de una manera deliciosa.
-Ya está, ya está- repite en tu oído luego de besar tu hombro, tu cuello y tu espalda-. Ya está, mi vida, ya terminamos.
Dejás escapar un suspiro.
-¿Lo hice bien?
Sentís su sonrisa cuando contesta:
-Lo hiciste muy bien- besa tu cabello mientras masajea tu espalda con movimientos circulares-. Respirá profundo... Eso, sí, muy bien... ¿Estás bien, bebé?
-Sí.
-La voy a sacar, ¿sabés?
Te quejás por la incómoda sensación de vacío y cuando su liberación escapa de tu entrada gemís. Es un gemido de placer, de sorpresa y de incomodidad, pero Enzo intenta concentrarse sólo en la última.
Toma rápidamente unas toallas de papel y se arroja sobre sus rodillas, limpiándote con cuidado, evitando tocar directamente tu centro sensible. Besa tu cadera y tus piernas temblorosas mientras limpia el desastre provocado por la unión de los fluidos de ambos.
Tu voz es un susurro cuando preguntás:
-No te pueden sacar la matrícula por esto, ¿no?
Suelta una carcajada hermosa y escandalosa y te mira sólo para perderse en tus brillantes ojos de párpados pesados. Espera que no sea muy evidente lo mucho que te quiere, la devoción y reverencia que siente por tu persona, lo orgulloso que está de vos.
-Sabías que sos hermosa, ¿no?- pregunta luego de ponerse de pie y besar tu mejilla. Busca la botella de agua olvidada junto a tu ropa y regresa rápidamente a tu lado-. Lo hiciste espectacular, princesa.
Tu mirada está fija en su miembro flácido y cuando lo rozás con tus dedos intenta no saltar por el susto que le provoca tu inesperada acción. Trazás lentamente el halo rojo que rodea su base.
-Es como un regalo- susurrás mientras intentás contener una risa nerviosa-. Este es el moño, ¿no?
Desliza una mano por tu estómago para hacerte cosquillas y cuando intentás huir te detiene con una mano en tu cintura. Tus piernas todavía tiemblan y te indica que te sientes en la camilla.
Se posiciona entre tus piernas.
-El mejor regalo- contesta con genuina sinceridad mientras te ofrece la botella de agua-. ¿Te gustó?
Cerrás los ojos mientras bebés.
-Muchísimo- admitís luego de reunir el valor-. Pensé que...
-¿Qué?
-Pensé que no iba a poder- arrugás la nariz-. Pensé que en cualquier momento iba a empezar a gritar rojo, rojo, rojo.
Frunce el ceño en señal de preocupación.
-¿Necesitabas hacerlo?
-No- negás con simpleza-. Tenía miedo de tener que hacerlo.
-No tenés que tener miedo- une su frente con la tuya-. Si en algún momento la necesitás, cuando sea, usás la palabra de seguridad y paramos. Sin esperar y sin preguntas, ¿está...?
-Sí, Enzo.
Rodeás su cuello con tus brazos y él captura tus labios en un lento beso que hace que tu corazón palpite con fuerza.
-¿Nos vestimos y vamos a casa?- propone luego de unos minutos en silencio.
-Sí... ¿Enzo?
-¿Qué pasa, princesa?
-Te quiero.
Repite te quiero contra tus labios. Un sinfín de veces.
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Cuento los fracasos en voz baja
porque nadie ventila su frustración
como si fuese motivo de orgullo.
En mis brazos y manos
los nombres de los amores antiguos
se siguen apilando, sangrantes,
sobre cada palabra que escondo;
el silencio nunca ha sabido
corresponder mi fidelidad desmedida.
Esto que ves es un poeta maltrecho,
un poeta al que llorar
nunca le ha causado vergüenza;
un poeta que se sabe frágil,
que está enfermo de sueños,
que nunca se ha rendido
a pesar de ser un cobarde.
Llevo horas contando fracasos,
la mayoría de ellos
tienen nombre,
otros son simples anónimos
cuyos recuerdos conservo
en forma de notas y metas.
Mis pasos me han traído hasta aquí,
donde una vez alguien me dijo
que fui lo mejor que le pasó en la vida
y ya no está.
Así aprendí a amar a pesar del daño
y hoy ya no sé querer sin que me duela,
sin no querer saber que mañana
voy a terminar de nuevo bajo los escombros
de una ciudad que el amor construyó
con las sobras de nuestro orgullo.
Las heridas que tengo
han sido causadas por exceso de sueños,
pero seguí soñando y seguí queriéndote.
Nunca le digas a nadie que amarte
me salió demasiado caro.
No quiero que sepan que esto no es poesía,
que no soy ningún poeta,
que ni siquiera lo único por lo que vivo
me salió hacer bien una vez.
Quédate con este secreto,
de que te quise y que te quiero,
aunque al mirarte vuelva a perderte,
aunque ya nadie se acuerde de mí
y vuelva algún día a contar mis fracasos
y me sorprenda a mí mismo
contando tu nombre entre ellos.
— Heber Snc Nur
Libro: El Rostro del Invierno (próximamente)
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CAPÍTULO 05: EL INICIO DEL FIN PT. 2.
Ambientación: 23 de Octubre, 10:30 a.m.
Clima: Lluvia leve a moderada.
Vestimenta: Lo que encuentren en las tiendas.
Despiertas en la mañana, pero el silencio es total. El sol apenas entra por las rendijas de la ventana de la habitación, y el aire se siente pesado. El pueblo está quieto, desierto, sin rastro de los camiones o los helicópteros que pasaron hace 2 días. Todo lo que queda es la duda, la incertidumbre de si los militares regresarán o no.
Te levantas, aunque el cuerpo está tenso, cansado. La radio está muerta, no hay noticias. El único sonido es el crujido de tus propios pasos al moverte por el refugio. Mirar por la ventana no cambia nada: la calle sigue vacía, los restos de las barricadas todavía ahí. Los infectados, atrapados en la zona residencial, siguen siendo una amenaza, pero no hay nada que puedas hacer al respecto ahora.
Revisas las provisiones: son suficientes para una semana. Todo parece escaso, pero suficiente por ahora. Sabes que no puedes quedarte de brazos cruzados, que la calma es la única manera de mantener el control. Así que comienzas a organizar el refugio, asegurándote de que todo esté cerrado y a salvo.
El reloj avanza lentamente. La quietud del pueblo parece aplastante, pero no puedes dejar que el miedo te domine. Mantén la calma. Eso es lo único que puedes hacer. Mientras tanto, sigues esperando, con la esperanza de que los militares regresen.
[...]
La espera es insoportable, pero no hay más opción que seguir esperando. Sabes que si los militares no regresan pronto, la situación se hará insostenible. Entonces, un murmullo corre por el pueblo. Los militares no están, pero las provisiones comienzan a ser distribuidas entre los refugios. Los más lastimados por los ataques son atendidos por los pocos residentes sobrevivientes. Aunque no es la ayuda que esperabas, al menos hay algo de organización. Al menos, por ahora, el caos se ha detenido un poco.
De repente, el sonido de un altavoz rompe el silencio. La voz de Aiden, el líder de uno de los grupos sobrevivientes, resuena a través de los parlantes de la alcaldía. La decisión que temías escuchar ha llegado:
—Atención, residentes del pueblo —su voz es firme, pero hay una preocupación subyacente—. Han pasado 2 días desde el ataque, y no hemos recibido más noticias de los militares. Tienen 2 opciones: seguir esperando por su rescate, o comenzar a movernos hacia Greenville por nuestra cuenta. La situación aquí no mejora y cada hora que pasa nos pone en mayor peligro. Necesitamos tomar una decisión.
La voz de Luisa se une poco después, reforzando las palabras de Aiden.
—Los infectados no se quedarán atrás, y el tiempo corre en nuestra contra. No podemos quedarnos esperando. Es hora de que decidamos.
Un silencio pesado cae sobre el pueblo. El aire parece volverse aún más denso. ¿Qué hacer? ¿Seguir esperando un rescate incierto o arriesgarse a salir, a caminar hacia un futuro desconocido y lleno de peligros?
La incertidumbre es insoportable. Mientras tanto, sigues esperando. El pueblo sigue quieto, atrapado entre el miedo de lo que vendrá y la necesidad de tomar una decisión.
Archivos anexos: Vecindarios, mapa, daños, preguntas frecuentes.
Tipo de desarrollo: Starters públicos.
Duración: 12 días, 14-27 de Noviembre.
Extra: Toma de decisiones.
𝗔𝗖𝗟𝗔𝗥𝗔𝗖𝗜𝗢𝗡𝗘𝗦
TLDR; Han pasado 2 días desde que los militares lograron contener a los infectados en la zona residencial y se llevaron a un grupo de adultos y niños hacia Greenville. Los residentes ahora deben tomar la decisión de quedarse en el pueblo o jugarse la suerte moviéndose en grupo hacia la ciudad. Mientras tanto deben ser ingeniosos al repartir suministros entre refugios y aprender a racionarlos. Durante esta actividad no habrá ataques sorpresa. Esta actividad es sobre la toma de decisiones y los cambios en la vida de todos.
El código de vestimenta es libre. Se les dio la oportunidad de entrar a las tiendas del pueblo para conseguir mudas de ropa limpia. Los invitamos a subir sus ediciones al blog y etiquetarlos con el nombre de sus personajes y al vecindario al que pertenecen.
¡Bienvenidos al inicio del fin! Esperamos la actividad sea del agrado de todos. Cualquier duda pueden consultarla directamente en el main de forma anónima o con cuenta.
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La Eternidad del Vacío
Te busqué en el temblor de la madrugada, cuando el silencio pesa más que la memoria y las paredes se encogen para no oírme llorar. Te busqué en las esquinas de un tiempo muerto, en los fantasmas que dejaste en mi cama, en los suspiros que guardé como quien guarda un hilo de luz en la tormenta.
A veces me pregunto si alguna vez fuiste real, si tu risa no era más que el eco de un sueño prestado, si tus manos que alguna vez dibujaron mi rostro con amor ahora sólo se dedican a borrar lo que fuimos.
¿Qué hacemos con los días que ya no existen? ¿Dónde se esconden las palabras no dichas, los abrazos que no supimos dar, las promesas que se ahogaron en la última mirada? El pasado se aferra a mí como una sombra que no sabe desaparecer, y yo lo dejo quedarse, porque allí, al menos, todavía estás tú.
Hoy quise escribirte una carta pero olvidé cómo empieza tu nombre. Quise imaginar tu rostro pero mi mente lo llenó de niebla. Solo recordé el color de tu ausencia, ese gris frío que cala los huesos y deja un sabor amargo en cada rincón de mi boca.
¿Recuerdas cuando el amor era una mesa para dos? Cuando el futuro tenía forma de tus ojos y el tiempo parecía un pájaro en vuelo. Ahora el reloj camina despacio, y cada tic-tac es una puñalada suave pero constante, como si quisiera recordarme que el olvido no es un alivio, sino una condena.
Camino entre la multitud, pero nadie tiene tu voz, nadie respira como tú lo hacías. El mundo ha perdido su música, y yo, perdido en un compás vacío, solo intento no desaparecer del todo.
Dicen que la melancolía es el idioma de los que han amado demasiado, y tal vez sea cierto. Porque aquí estoy, escribiéndote otra vez, como si estas palabras fueran puentes que cruzan hacia un lugar donde todavía estamos juntos, donde tu risa aún baila, donde el amor no se desmorona como un castillo de arena bajo la marea.
Y aunque sé que ya no volverás, aunque sé que esta tristeza es mi única compañera, te dejo estas líneas, no para que las leas, sino para que vivas en ellas, como un fantasma amable que nunca aprenderé a dejar ir.
Autor: C.M
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