#enfundada
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vaniinh · 4 months ago
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Y lo seguiré afirmando. En algún lugar recóndito de la memoria aún habita esa niña. Aún habito yo. Enfundada en el canto de jilgueros, embalsamada en las mieles y los perfumes más dulces, aún existe la flor más prístina y pura que mi ser haya podido crear. Sé que sigo siendo ella. Sé que sigo siendo todo eso.
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mariadelrefugioquintana · 6 months ago
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Preciosa historia de las que el mundo necesita.
John Blanchard acudía a la biblioteca a ver los estantes de los libros de diferentes temas.
Era un hombre muy culto. Y en cierta ocasión al acudir en su búsqueda habitual de libros, se encuentra uno que le llamo mucho la atención. No por su contenido, sino por las notas que tenía escritas con lápiz... percibió en ellas una mente reflexiva, un gran corazón y un alma sensible. En la contratapa se encontraba el nombre de la anterior dueña del libro, "Holliz Meiner"
Algo le produjo una incontenible necesidad , y con mucho tiempo y esfuerzo, se dió a la tarea de localizarla...
Parecia imposible, pero después de un buen tiempo...encuentra su dirección en Nueva York y le envía una carta
Se presenta y la invita a corresponderle.
Pero al siguiente día, John fue enviado a servir al otro lado del océano. Esto fue, en tiempo de la segunda guerra mundial.
Durante 13 meses se enviaron mucha correspondencia, y asi se fueron conociendo. Esas cartas eran semillas que caían en corazones fértiles!...Y empezó a florecer un precioso romance.
En varias ocasiones, él le pidió que le enviara una foto...a lo cual ella contesto una y otra vez.. que si estaba interesado de verdad, no tenía que importarle su apariencia... Recalcando "A mí me interesa que conozcas mi corazón, mi alma, lo demás no interesa. Después de ese año aJohn lo dan de alta. El preparó su regreso, arreglando su primer encuentro entre ellos... Sería a las 7:00 de la tarde, en la estación situada en Nueva York.
Y ella le escribe: me reconocerás por una orquídea que llevaré en la solapa de mi vestido.
Y ese día John a las 7:00 busca al corazón que amaba, pero que no conocía.
Era una cita a ciegas!
Y este es su relato:
Llegué a la estación... vi que una mujer se acercaba a mi...
Era mucho más bella de lo que me había imaginado...
delgada, con una figura armoniosa, tez blanca, ojos bien grandes y expresivos, una sonrisa que enamoraba, cabello dorado recogido impecablemente debajo de un sombrero adornado con flores, y unos labios muy sensuales.. Estaba enfundada en un maravilloso vestido verde. Me acerque a ella lentamente olvidando el detalle de la orquídea que no llevaba así que cuando estaba cara a cara la dama lanzo una sonrisa provocativa...y me dice:
-Mira por dónde caminas marinero... y acto seguido siguió su camino. Entonces tras ella aparece una dama... con un vestido viejo, en él estaba una orquídea.. Se notaba que pasaba no por sus mejores años... Su pelo estaba desprolijo y llevaba un viejo sombrero. Era más bien retacona y con pies y tobillos gruesos... Tenia unos zapatos de tacón bajo, maltratados por el tiempo...
Mientras miraba este cuadro, la hermosa dama de vestido verde se alejaba cada vez más.
En ese momento estaba tentado de escapar...salir corriendo, perderme entre los marineros...
Ella jamás sabría si fui a la cita o no... Pero a la vez, me sentí un canalla, porque a pesar de todo esta mujer me habia levantado el espíritu durante la guerra y tiene un alma muy sensible y un buen corazón.
La desilusión fue tremenda... no era lo que yo esperaba.
Pero era un caballero, así que
respiré profundo y me acerque..
Me presenté:
-Yo soy John Blanchard
Me permite invitarla a cenar?... Me alegró que finalmente nos conociéramos personalmente!
La mujer me sonrió tiernamente y me dijo:
-Mire, no se de que se trata...pero la mujer que acaba de pasar, la de vestido verde, me dijo que llevara esta orquídea en mi abrigo.Y dijo que si me invitaba a cenar, yo le debía decir que ella lo estará esperando en el restaurante que está al otro lado de la calle.
Me dijo que esto era una prueba muy importante para ella...porque necesitaba que ud amara lo que nadie más...su esencia. 💕
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craz-insanity · 1 year ago
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Con una figura y un vestido que cortaba la respiración, Gaïa Greengrass celebra el inicio de su tercera década en el mundo. La prenda confeccionada con dientes de diamantes reales colgando, fue totalmente creada a la medida de la cumpleañera que lo lució con un atractivo largo a medio muslo y escote de infarto. La lluvia platinada de exquisitos cristales caminaba enfundada en unos exclusivos y únicos tacones endiamantados y joyería delicada a la medida de la ocasión. Sí, con diamantes ¡verdaderos! No todos los días se cumplen 20 años y no todos los días se es rica, bella y exitosa.
Corazón de Bruja, edición septiembre 2025
@homenumrevelio-rpg
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las-microfisuras · 1 year ago
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Richard investiga el amor de materiales incompatibles, casa cosas incasables, en una almohada blanca, enfundada en un almohadón del mejor y más exquisito lino, pone una ruda pala de albañil. Bajo una alfombra suave, Richard mete una ruda barra de metal, a menudo mima la hojalata con seda.
_ Me gustaría poder hacer lo mismo _digo.
_ No sé cómo se hace esto con palabras _responde.
- Dubravka Ugrešić, El museo de la Rendición Incondicional. Impedimenta, traducción de M. Ángeles Alonso y Dragana Bajić.
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missannetropic · 4 months ago
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Camino a Melide
El camino a Melide fue diferente al resto, finalmente nos encontró la lluvia. Enfundadas en ponchos impermeables y cubiertas bajo la protección de un paraguas, supimos capear el temporal.
Nuevamente surgió la idea del desierto. Pensé en que el costo de habitar ambientes fértiles es justamente soportar estas tormentas. También me pregunté de qué modo el clima influye en la idiosincrasia de un pueblo y hasta qué punto. En este pasatiempo de teorizar sin mucho fundamento, imaginé que quien habita el desierto se ve constantemente tentado a creer que su subsistencia es fruto de su capacidad de adaptación, de su inteligencia en el aprovechamiento de los recursos, de la tecnología que diseñe (como acequias y diques). Por el contrario, quien habita terrenos fértiles, donde las frutas y hortalizas crecen con o sin su intervención y el agua dulce no escasea, posiblemente adopte cierta actitud de mansedumbre frente a la naturaleza y, por qué no, frente a la existencia. Pensé en el control y la docilidad, en la soberbia y el agradecimiento. Pensé también en las energías del universo, en los dioses Shiva y Vishnu del hunduismo, en el Yin y el Yang del Tao, en la conservación y la transformación, la búsqueda y la atracción, Marte y Venus, energía masculina y energía femenina. Pensé en lo mucho que me cuesta pensarme desde la fertilidad, confiar en que mi destino me va a encontrar, dejarme llevar, recibir. Pensé también que quizás eso tenga que ver con las expectativas de las que hablaba al comienzo del viaje, con esperar una pera de un olmo o una fresa de un cactus. Quizás la clave esté en aprender a disfrutar de las tunas o a soportar las tormentas. Pensé en mi hermana Machi, quien, en respuesta a mi comentario sobre la belleza de esta vegetación me dijo -con la acidez y sabiduría que la caracterizan- "eso es porque en Mendoza estamos obsesionados con los parques europeos, el césped y las palmeras. Si en lugar de aparentar ser París o Miami, invertieramos en estudiar y potenciar la flora autóctona, podríamos tener hermosos jardines xerófilos". Maldita genia, me pongo el poncho porque me cabe. Pero al mismo tiempo me pregunto: ¿prefiero vivir comiendo tunas bajo un sol resplandeciente, o las más variadas frutas bajo la lluvia? ¿Realmente no hay una opción diferente y superadora? ¿Aceptar implica siempre renunciar? Y en ese caso, ¿qué es aquello que estoy dispuesta a aceptar?
Incómoda por el agua que chorreaba por mi cara y con algo de frío, caminé junto con mis compañeras un largo trayecto. En un momento, divisamos a un hombre parado al reparo de una rama frondosa al final de un túnel de árboles, que esperaba que amainara la tormenta. Mi madre se acercó y le preguntó si quería compartir el paraguas. Tras un breve momento de recelo, accedió. Se llamaba Sergio, era de Malaga. Serio al punto que parecía que a su nombre le sobraba una letra. Circunspecto. Distante. Nos acompañó hasta la próxima fonda, donde entró a repararse. Nosotras nos detuvimos un momento (teníamos que sellar nuestros pasaportes de peregrinas, claro), y seguimos camino.
Al llegar a la entrada del pueblo de Melide, encontramos un mesón muy concurrido por lugareños. "Buena señal" dijo Frau Valdiviesen, "quedemonos acá". Pedimos una mesa, una paila de fideua, una de arroz con setas, una ración de jamón serrano y dos jarras de cerveza. Al cabo de un rato vimos entrar a nuestro amigo Sergio. Como antes le habíamos ofrecimos resguardo, ahora le ofrecimos compañía; había algo en él que parecía necesitarlos. Esta vez con menos recelo que antes, accedió rapidamente. Se sentó con nosotras y charlamos un rato largo, sobre todo de política. Sus opiniones eran moderadas y respetuosas, por lo que pudimos conversar amenamente. Nos contó sobre su vida, el deporte y sus lesiones: dos rodillas desgastadas que en esta aventura le estaban pasando factura. En su cara se adivinaba un dolor que más abajo confirmaban dos rodilleras.
Al terminar de comer llamó al mozo para que trajera la cuenta. Mientras esperaba para pagar la Euge le preguntó si quería que le realizara una práctica de sanación. Accedió con docilidad y se entregó. Su problema no estaba en las rodillas sino en aquello que no podía decir; estaba somatizando algún dolor del alma. Al finalizar la práctica la Euge le dijo algo al oido que hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas. Luego se incorporó y se dispuso a partir rumbo a Arzua, pues el camino que había elegido exigía hacer dos estapas en una. Nos despedimos y se marchó conmovido y lleno de agradecimiento.
El resto del día nos quedamos pensando en Sergio, en lo inexorable del encuentro, en lo necesario -quizás- para él y en lo importante para nosotras, en su dolor. Ojalá pueda encontrar el alivio que busca, ojalá el camino lo ayude a sanar.
Y volvió a mí una vez más las ideas de aceptación y transformación. ¿Son realmente contrarias o una implica a la otra? Aceptar y fluir con lo que nos envía el Ser no nos lleva, en cierta medida, a transformarnos? ¿Al aceptar nuestro encuentro, no comenzó Sergio a transformarse? ¿Al aceptar un dolor, no es acaso como se comienza a sanar? Y lo nuevo que trae consigo la transformación, ¿no requiere sino una grandísima aceptación? ¿Es acaso posible transformar sin prever cierto grado de aceptación?
Quizás se trate encontrar en esa energía principal que nos domina, la contracara que la compone y profundizarla. A fin de cuentas, detrás de una gran energía de transformación hay un igualmente gran potencial de aceptación (en mi caso, ese que utilizo con cada nuevo resultado, el que hace que me cuesten menos los principios que los finales). Del mismo modo, detrás de una gran energía de aceptación, hay un enorme potencial transformador que permite conectar con los finales, con lo que cumplió su ciclo, con lo que ya no aporta, y así gestar poco a poco las transformaciones que se vuelven, como el encuentro con Sergio, inexorables.
Buen camino!
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Juego de claroscuros sobre las tres dimensiones de este salón...
Expectativas ansiosas...
Respiración agitada....
Sudor que emana de tus poros presa de la incertidumbre...
Ebria de deseo, sobria en tus decisiones ...
Humedad que decora tus labios, brillos lascivos que a su paso riegan tus muslos obligados por la impertérrita ley de la gravedad...
Tacones que sustentan tu cuerpo angelical, curvas que tu mente recubre con un manto de perversión...
Devoción por estos momentos que son únicos e irrepetibles...
Enfundada en negra lencería y vestida de cuero y metal, ropajes y complementos que te otorgan un aura de pecado y tentación...
Ángulo de inclinación en tus caderas en señal de ofrenda a mi persona, de entrega incondicional a mis deseos y de devoción por esa energía invisible que nos une a ti y a mí...
Tan bella... te necesito!
Tan inmóvil... cuantas ganas te tengo!
Tan salvaje... toda mía!
Tan atractiva... te deseo!
©Navegandoportumente
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princeoedipus · 1 year ago
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Festejo
Sucedió el día de ayer... al entrar a nuestra casa las luces estaban apagadas, un silencio hueco se hacía notar en los oídos como un leve zumbido, -mi esposa me había llamado previamente por teléfono, dando sus instrucciones claramente-: al entrar debes tomar el antifaz negro que usamos para nuestros juegos eróticos, lo podrás encontrar en su lugar de siempre, (segundo cajón a la izquierda de la cómoda central), "colócalo en tus ojos y apriétalo fuerte" -recuerdo que dijo-, yo seguí esa sencilla instrucción, como tantas veces antes lo habíamos realizado en aquellas noches dónde mi traviesa esposa se le ocurrían ideas nuevas para saciar su sed de momentos excitantes en diversas ocasiones cada mes.
Una vez colocado el pequeño aditamento y cubiertos mis ojos por completo, la oscuridad se hizo más profunda aún -si eso fuese posible- , ¿cariño? pronuncié claramente, y la palabra viajó de inmediato hasta los oídos de esa criatura infantil enfundada en cuerpo de mujer que emocionada se encontraba en algún lugar de la casa, -escuché los tacones de sus zapatillas bajar lentamente por la escalera- pasos suaves, cuidadosos, -nerviosos- ¿amor? ¡tengo una sorpresa para tí! -la escuché balbucear emocionada- ¡esta bien mi cielo! ¡hoy es sábado y sabes que es día de portarse mal! contesté complaciente.
Ella apresuró el paso como si esas palabras hubieran terminado de encender la flama de la pasión que a punto de explotar estaba en todo su ser. Me tomó de la mano y sin decir más, me condujo a la parte superior de la casa, sus manos sudorosas: temblaban, y casi se podía escuchar el latido de su corazón golpear ferozmente dentro de su pecho.
Al llegar a nuestra recámara me giró para dejarme de espaldas a la cama y sin decir más: ¡me dio un fuerte empujón que me llevó de nalgas hasta nuestro lecho marital! ¡Hey hey hey, tranquila mamita! sólo alcancé a decir divertido y algo intrigado por la intempestiva acción.
¡No te muevas! -balbuceó ella de manera entrecortada- y todavía más nerviosa -si es que eso era posible- al mismo tiempo que empezó a desabrocharme la camisa ansiosamente, una vez suelto el último botón, me sacó la prenda y pude adivinar que la arrojó a un lado de la cama solamente para darse a la tarea de quitarme el cinturón, bajarme el cierre del pantalón y deshacerse de la prenda de la misma manera que hizo con la camisa. ¡Acuéstate y abre los brazos y piernas! ordenó - yo lo hice como tantas otras veces lo habíamos practicado antes, me puse con los brazos y piernas abiertos formando una perfecta X, -sabiendo de antemano que lo siguiente era ser atado a cada una de las esquinas de nuestro lecho para ser inmovilizado- y ¡quedar a merced de aquel hermoso y perverso ser!
Una vez atado, ella salió dejando nuevamente en silencio la habitación, sólo para regresar un par de minutos después, ahora se escuchaba su respiración jadeante y estoy seguro que en ese silencio y oscuridad absoluta, ¡pude escuchar cada uno de los golpes de su corazón como si quisiera salir de su pecho que ahora no era sino una prisión insuficiente para ese músculo vibrante y anhelante!
Lentamente sus manos empezaron a recorrerme, primero por la cara, tocando el antifaz oscuro como si quisiera asegurarse que yo no podía ver nada, después fue bajando por mi cuello, por mi pecho, mi abdomen, los costados de mi cintura - donde no pude evitar un pequeño salto reflejo al ser una parte de mi cuerpo muy sensible a las cosquillas- ella lo advirtió y continuó su camino, cada vez más atrevido, cada vez menos nervioso - ¿Por qué parecía que estaba alterada y sus movimientos eran un tanto torpes? ¿por qué si había recorrido ese mismo cuerpo todos los días desde hacía poco más de dos años?.
Una sombra de duda empezó a mostrarse en mi conforme las manos seguían acariciando, apretando, recorriendo como queriendo grabar cada centímetro de piel en esos dedos ansiosos.
Finalmente sus manos llegaron a mi bóxer,... por unos instantes las caricias cesaron, me imagino que en ese momento ella estaría viendo extasiada el enorme bulto que se moría por salir de ese encierro, mi verga dura y babosa estaba tan cerca y a unos cuantos centímetros de su cara asombrada - que yo pude adivinar por el calor de su aliento y el sonido de su respiración- lentamente la punta de sus dedos se introdujo por la parte superior del bóxer y lo empezó bajar, despacio, tímida, callada,... hasta que llegó el punto donde mi ropa interior no pudo bajar más debido al pedazo de carne que parecía se negaba a salir, ella hizo un movimiento más fuerte y ¡por fín! ¡MI VERGA SE ASOMO COMO IMPULSADA POR UN RESORTE! ¡alcancé a escuchar un pequeño gritito como de sorpresa! y luego otra vez silencio... respiración agitada... aliento cálido... dedos temblorosos... suavemente esos dedos empezaron a rodear a "mi muchacho" (como cariñosamente mi mujer se refería a su trozo de carne favorito) la acariciaban, la rodeaban con sus dedos, la mano subía y bajaba despacio, descubriendo la cabeza cuando el prepucio bajaba completo, y nuevamente cubriéndola cuando la mano volvía a subir.. ¡esos dedos!, se sentían diferentes... se sentían más delgados, más temblorosos, ¡mas violentos en algún movimiento!, mi mente empezaba a dudar cuando ¡de repente! unos labios apretaron mi verga, la rodearon, la empezaron a tragar como si se tratara de un naufrago que finalmente encuentra algo de comida y agua, ¡mi verga entraba y salía de esa boca hambrienta!, ¡llena de saliva!, ¡su lengua acariciaba, sus labios apretaban, sus dientes mordían de repente a lo que yo reaccionaba con algún gesto de dolor!... esa boca... esos labios ... esos movimientos, ¡esa desesperación! definitivamente ¡NO ERAN DE MI ESPOSA!...
Acto seguido escuché, -ahora si la voz de mi esposa- que con una perversidad y lujuria nunca antes conocida decía:
¡FELICIDADES VECINA! ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! ¡ÉSTE ES MI ESPOSO! ¡MI MACHO! ¡MI VERGA! ¡Y ES TUYO, SOLO EN ÉSTE DÍA! ¡APROVECHALO!
Y así empezó todo...
CONTINUARÁ...
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rubimoon45 · 1 year ago
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SANGRE Y FUEGO
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CAPÍTULO 6: Los dragones se reúnen
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*Es un capítulo largo*
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-Princesa, el príncipe Aemond solicita poder veros. ¿Lo dejo pasar?
Naerys estaba al lado de la chimenea, sentada en una de las butacas mullidas y con un cojín tanto en la espalda como en los pies, sobre un taburete traído especialmente para su comodidad. Tenía un libro en el regazo, Historia de los Rhoynar, al que no le estaba haciendo realmente caso más que acariciar los dibujos y los relieves que en la Ciudadela se había esforzado en detallar.
Sir Harrold Westerling sujetaba el casco de su armadura contra su costado, el rostro en alto y los ojos clavados en cualquier otro lugar que no fuera ella. Tal vez porque pese a la manta que le habían echado sobre los hombros, el camisón aún asomaba y quedaba a la vista. Y eso que los Capas Blancas estaban juramentados a nunca tener hijos y casarse.
-Déjele pasar.
El príncipe entró en el dormitorio compartido poco después. Seguía inmaculado como hacía unas horas en la Sala del Trono, pero ahora una espada adornaba su cinturón, enfundada y con la empuñadura a la vista,
-Por tu estado, puedo intuir que el maestre no mentía en lo que dijo -comenzó diciendo-. Solo unos mareos y malestares femeninos.
-Y por tu estado puedo decir que estar con sir Criston en el patio de entrenamiento es mejor que compartir espacio con cualquier otro. Pobre caballero al que le haya tocado enfrentarse a ti.
-Solo un pobre desgraciado que en vez de llevar la espada debería llevar el escudo de un verdadero caballero.
Por los pasos pudo saber que se acercaba. El rastro de un casto beso rápido en su cabeza la dejó meditando unos segundos. Cerró el libro, la mano en el interior para señalar la página y no perderse. Aemond se estaba quitando la espada del cinto.
-Apestas a dragón, mi señor.
-Algunos ven eso como una señal de valentía y honor. Lamento que mi señora no pueda decir lo mismo.
-Sabes que no lo digo por eso -depositó el libro en la mesilla auxiliar, y sin apartar los ojos en su ancha pero delgada espalda continuó-. ¿Para qué has ido a Pozo Dragón? ¿Has ido a ver a los dragones de la princesa? Sabes que no han venido más que en barco.
-La deformidad de esos dragones enanos me da igual -le respondió sin volverse-. Me interesaba más saber cómo está el diminuto dragón de vuestra hermana, mi señora, la misma que de joven me empujó. Y el de vuestra abuela la cual ha desprestigiado la autoridad de mi señora madre.
Se le escuchaba más molesto que iracundo, que ya era raro de por sí. Quien solía perder los estribos era Aegon cuando se le intentaba contener, o simplemente se burlaba e ignoraba los consejos puritanos de su madre. Quien acababa pagando todo eso luego era la princesa con la que estaba casado. Así que a ella, a Naerys, le tocaba pagar los platos todos de la recepción de ese día.
-Si el Rey ha querido acudir estaba en su derecho como monarca, mi príncipe Aemond, y no podemos discutir su decisión. El asunto está zanjado.
-Curioso que no lo haya hecho antes.
Naerys se acarició el vientre, sintiendo las nauseas regresar. Tuvo que hacer un esfuerzo y varis respiraciones profundas para no acabar echando lo poco que había comido en ese margen de horas.
-Sir Harrold, ¿podría dejarnos a solas?
El caballero se mantuvo en silencio unos segundos, mirando al vacío extraña, solo para acabar asintiendo con la cabeza y retirarse al exterior de la sala. Una vez solos ambos, la tensión de la sala podía liberarse sin necesidad de retenerse. Ni de crear una escena innecesaria frente a otros.
-Hoy podrías venir conmigo a ver al Rey, a leerle antes de que se duerma.
-Me temo que pierdes el tiempo leyendo historias de justas y caballeros a un hombre moribundo -ni siquiera le hizo falta que se diera la vuelta para saber la pizca de sarcasmo y la picardía que adornaba su rostro-. Pero quién seré yo para decirte lo que hacer, princesa.
Solo podía ver el movimiento de sus músculos en su espalda, el cuero moviéndose, pero nada más. La rigidez de sus hombros denotaba la tensión de su cuerpo, la melena plateada moviéndose con cada gesto que hacía. La correa del pache iba por encima de la pequeña coleta que ataba su caballera, envolviendo el cráneo y manteniendo el parche bien amarrado donde debía estar. Uno de sus mayores complejos era que alguien indeseado viera el contenido detrás de él, y a veces discutían por él. Sabía que podía quitárselo en su presencia, que no iba a asustarse como el resto de las damas o a lanzar comentarios desafortunados sobre su pérdida.
-Estás siendo injusto.
-¿Injusto, yo? No soy quien ha tenido que aceptar en contra de su voluntad una alianza que no le placía, esposa. A no ser que la princesa Rhaenys deseara desde siempre prometer a sus nietas con esos niños.
Naerys abrazó la manta sobre sus hombros, sujetándola en la unión de su pecho, al mismo tiempo que bajaba los pies del taburete acolchado y lanzaba una profunda respiración.
-Ese asunto no nos incumbe -reprendió-. E incluso si pudiéramos decir algo, ya está hecho. Nosotros ignoramos la aprobación del Rey y de la Reina y nos casamos en Rocadragón sin su permiso.
-Y sin embargo llevan un asunto claro a la capital a sabiendas de que iban a ganar la discusión con el apoyo del Rey. Los críos de mi hermano son más inteligentes que ellos -lanzó el jubón de cuero con rabia contra el suelo. Naerys se asustó con la agresividad que estaba tomando aquella discusión-. Y por si fuera poco habrá que verlos en la cena.
-¿Qué cena? -preguntó Naerys, sorprendida y confundida a la par.
Aemond se dio la vuelta. Tenía la mandíbula apretada y se apresuraba a desamarrarse los botones de las muñecas. Ya estaba caminando en otra dirección. Ni siquiera hizo contacto visual con ella.
-Ninguna. No vamos a ir.
-Eso ya se verá dependiendo de la gravedad del asunto, Aemond -le respondió-. ¿Qué cena?
-El Rey quiere cenar con toda su familia reunida aprovechando que todos estamos en la Fortaleza Roja. Preferiría limpiar las cuevas de los dragones y sus mierdas antes de reunirme con alguno de ellos tras esa humillación.
Naerys, sin embargo, lo vio como una oportunidad para estar con su familia todos unidos al menos una única vez sin crear instigaciones. Por el bien del Rey. Lo habían visto aquella mañana; ya no era un hombre que pudiera sostenerse por sí mismo sin ayuda y mucho menos capaz de soportar un disgusto más. Ese hombre estaba a puerta del Extraño, y este esperaba para darle su brazo. La princesa Naerys miró a su esposo con seriedad.
-Dudo que vuestra madre permite que no acudamos cuando se espera de nosotros que vayamos. Sigues siendo hijo del Rey y yo su sobrina. ¿De verdad crees que será feliz sabiendo de nuestra ausencia?
Se giró en su dirección, retándola con la mirada
-No me importa -en ese momento, una chispa pasó corriendo por sus ojos que hizo que las arrugas de su frente desaparecieran y su expresión se suavizase-. Espero que al menos tu malestar físico esté mejor que el del Rey.
Si era una broma, solo le hizo gracia a él. De hecho, le sorprendía la capacidad que tenía para concentrarse en otros asuntos más que prestarle atención a ella que literalmente había salido de la Sala del Trono por su petición y ni siquiera había aparecido en las horas posteriores por ir a Pozo Dragón.
-Gracias por preguntar. Pero antes te habrías percatado nada más entrar de mi estado. Supongo que las cosas cambian, incluso para nosotros -recogió la mitad de la manta, que caía cuan larga era-. Dorothea -la sirvienta entró casi a la carrera en el dormitorio-. Prepara la bañera para el príncipe. Sus sentidos han nublado su olfato y está apestando el dormitorio.
La doncella obedeció y fue a llamar a los sirvientes corriendo. Naerys aprovechó para acercarse a la cama, recogiendo la falda del camisón y abrazándose a la manta. El canto de los pájaros en el exterior sonaban cercanos, seguramente porque estuvieran apoyados en la barandilla del exterior. El dormitorio no tenía un balcón, pero los ventanales podían abrirse y daban a uno de los torreones de la Fortaleza que miraban hacia el mar. Era una de las cosas que más le gustaban de ese dormitorio y que la habían pillado por sorpresa; su cercanía al océano, la llegada del olor del mar y el agua que desembocaba en este desde el Aguasnegras.
-¿A dónde vas?
-A intentar hablar con mi padre antes de la cena. Solucionar unos problemas que vienen de antes -se dejó caer sobre el colchón de plumas, estirando las piernas. La daga, un regalo de la Mano, descansaba en la mesita al lado de unos gruesos libros y un candelabro a medio consumir.
El corazón golpeando en su pecho martilleaba con fuerza. Naerys se acarició el cuello, empapado en sudor y con algunos mechones pegados a su nuca.
-¿Para qué ir cuando puedes atender otras cosas?
Su doncella entró seguida de dos sirvientes que cargaban una bañera de metal. Los dos la pusieron en medio del dormitorio, al lado de la chimenea, moviendo los muebles que estaban ahí dispuestos contra las paredes.
-¿Bordar flores y dragones, gestionar fiestas de té y pasear con otras damas que deben morirse de ganas de cotillear sobre lo que ha pasado hoy en la Sala del Trono? Estoy demasiado débil como para soportar a algunas de ellas en estos momentos.
-Malestares femeninos -lo escuchó mascullar.
Naerys se tocó el collar. Nunca se lo quitaba. Ni para dormir ni para bañarse. El metal era resistente, y de la mejor calidad. Y que los dioses la castigasen si alguien pensaba que iba a deshacerse del último recuerdo que tenía de su madre. Alejó el recuerdo de su madre y sus últimos momentos, cuando le acarició la cabeza y le dio una de sus mejores sonrisas mientras se agarraba el vientre abultado.
-No eres el único defraudado con ellos.
Los sirvientes se marcharon de la habitación tras colocar y llenar la bañera. Avivando las llamas del fuego estaba la doncella, arrodillada frente a la chimenea cuidando de las llamas. Aemond había conseguido quitarse la camisa, exponiendo su pecho pálido y en el cual se dibujaban sombras con la iluminación. Mantenía los pantalones puestos, pero estaba descalzo. Parte de su melena estaba todavía recogida, y se tocaba las hebillas del parche con la atención fija en donde estaba la bañera. O donde estaba la doncella, de rodillas y con la atención en su tarea. Naerys vio algo extraño cruzar su ojo, como una especie de movimiento en el orbe que lo hacía...deslumbrar.
La doncella dejó lo que estaba haciendo, dejando el artefacto al lado de la chimenea, y se levantó limpiándose las manos en el delantal blanco del uniforme. Despreocupada, se dio la vuelta dispuesta a irse. Su tarea ya había terminado, ¿qué más daba su presencia ahora? Hasta que notó la presencia de ambos sobre ella, y se paró en rotundo.
-¿Quiere que le ayude, mi príncipe?
Naerys mantuvo los ojos fijos en ella mientras se acercaba a recoger las prendas arrancadas antes. Intentó no verlo de la peor forma posible, de la misma forma en la que las damas de la Corte solían quejarse a ella porque sus maridos les prestaban más atención a las sirvientas que los atendían o a otras damas y ella las escuchaba en silencio sin saber qué clase de consejo darles. Había escuchado rumores, además, sobre los gustos que el hermano de su esposo tenía cuando se despertaba de una noche de fiesta y su esposa la princesa no estaba cerca. La clase de barbaridades que hacía con las sirvientas y doncellas a su servicio, el rumor sobre las decenas de niñeras que habían pasado en los últimos meses porque el príncipe se hartaba de ellas y no le complacían; nada que ver con el cuidado a sus hijos, por supuesto.
Incluso los votos se rompían. Así lo hacían todos los hombres protegidos y seguidores de la Fe de los Siete, y también los que no la seguían. Los hombres eran hombres, tenían sus necesidades y las pagaban con cualquier.
Desde las esclavas traídas a la fuerza y como motín de alguna guerra hasta prostitutas que así lo querían de los burdeles más exclusivos de la capital o las ciudades de los Siete Reinos. Hombres que llevaban a sus hijos a ver esa clase de espectáculos...y hermanos que llevaban a sus hermanos pequeños a hacerlo. Aemond varios meses después de boda le había contado lo ocurrido en algún burdel de Desembarco del Rey, en la Calle de la Seda, cuando era su onomástico. Cómo su hermano lo había llevado a estrenarse como hombre y había acabado acostándose con la mujer que pronto se convertiría en la jefa de todo aquello. Y le había jurado por lo más sagrado, por dioses en los que sí creía de acuerdo a los esfuerzos de la Reina y los Hightower en educarlo de esa manera, que jamás volvería a pisar ese sitio, ni estando borracho. O que se convertiría en clase de hombre que es su hermano.
Pero si incluso el más fiel de los hombres prometía eso a su prometida y posterior esposa, seguía siendo un hombre. Sus necesidades y antojos. Y siempre conseguían lo que quería. Cualquier excusa servía. Una esposa no complaciente, deseos que superaban su fe, impulsos que surgían de repente... Cualquier cosa. Incluso el de una esposa incapaz de servirle como debía, enferma. Como ella.
-Dorothea -la cabeza morena de su doncella se volvió hacia ella al escucharla, sujetando las prendas bajo sus brazos-. Llama al maestre y pídele que me prepare unas compresas tan pronto como pueda.
La doncella se marchó corriendo. Naerys se limpió el sudor contra la tela caliente del camisón, y se apuró a levantarse. El suelo frío de la misma piedra lisa de la que estaba hecho el resto de la fortaleza contrató con la calidez que desprendía su piel, casi podría haber salido humo.
-Una vez la Reina dijo que nuestro papel ahora en la Corte era representar de forma honrada el orgullo y poder de la Casa Targaryen -inspiró por la nariz, llegándole los aceites que habían echado en el agua de la bañera, y se volvió a mirar a su esposo duramente-. Una disputa familiar no va a ser la causante de su ruptura.
Dorothea se encargó de vestirla de acuerdo a las órdenes de la cena que había recibido. El Rey quería hacer las paces con su familia, solucionar los problemas que llevaban arrastrando años y años. Si incluso la princesa heredera y su familia y la Reina habían aceptado, aunque no les quedase otro remedio, entonces los demás solo eran meros peones que seguían las indicaciones. Ella iba a seguir las instrucciones del Rey, fuesen cual fueran. A Aemond no le hizo gracia, y se atrevió a amenazarla con no acudir a la cena alegando cualquier excusa, pero no puso pegas cuando en el baño estuvieron hablando en alto valyrio y practicando nuevas palabras.
Un hermoso vestido negro que enseñaba los hombros y se abría por los brazos para revelar la tierna piel adornada con joyas blancas y azules, un guiño a su casa materna. El rojo caía en su falda en un tejido diferente, más suave y con el símbolo de los Targaryen grabado. La melena plateada recogida en una trenza a la mitad del amarre. El collar, como siempre, con ella. A Aemond se le vistió como habituaba. Ropa de cuero ajustado, el pelo lacio peinado hacia atrás y ajustado a una correa de cuero del mismo color -negro- unida a los broches del parches para evitar accidentes.
La cena iba a ser en una sala privada, fuera de la vista de cualquier noble o sirviente enviado a cotillear. No en la Sala del Trono. Una sala amplia e iluminada con velas, de dos alturas y en la más alta estaban la mesa y un amplio hueco en el que Baela, Rhaena, Jace y Luke estaban hablando. La princesa Rhaenyra y su padre estaban cercanos a la mesa, con ella sentada y sujetándose el vientre hinchado por el tercer embarazo con su padre. La Reina y la Mano también estaban sentados, y la princesa Helaena estaba inclinada sobre la mesa para hablar con él. Aemond y Aegon estaban en una de las esquinas hablando en voz baja.
Acababa de regresar de la sala donde las Hermanas estaban atendiendo el cuerpo de su tío Vaemond, bajo la supervisión de su abuela. Le había dado sus condolencias, y había defendido la postura de su padre como se esperaba de ella. Vaemond se había pasado de listo, desde insultar el parentesco de los hijos de la princesa hasta llamarla golfa solo por negarse a aceptar la decisión del Rey.
Su padre se acercó nada más verla aparecer. También vestía de negro, y tenía el pelo lacio echado hacia atrás aunque suelto.
-¿Has ido a ver a la princesa Rhaenys? -le preguntó al lado de la oreja. Naerys lo abrazó de vuelta.
-Lo suficiente como para que haya criticado mi matrimonio y me haya expresado su opinión antes de la recepción -se separaron, y la sonrisa pícara de su padre acentuaba sus rasgos. Era igual a las que le daba cuando era una niña y sabía que sus respuestas le divertían-. Me gustaría haberos saludado antes.
Su padre la mantuvo a su lado incluso cuando Baela y Jace no estaban tan lejos y le interesaba saber de lo que hablaban. Cosas de prometidos, se dijo, y además debían de llevarse muy bien para ya estar comportándose de esa forma.
-Los niños crecen, pero incluso a esa edad dudo que alguno recuerde a otra persona que no sea quienes los cuidan.
-Temo no conocer eso, más los días en los que Baela y Rhaena lloraban. Me atrevo a decir que incluso las añoro.
No hubo una respuesta, pero sí una indirecta. Sabía que la muerte de su madre había sido traumática para todos, pero más para su padre, que había visto los restos calcinados antes de ser devueltos a Marcaderiva para el funeral. Los días que la siguieron fueron de los peores que recordaba. Una orden a su dragón, se dijo. A veces le sorprendía que los dragones siguieran esa clase de órdenes de sus propios amos, y que no sintieran nada tras eso. Vhagar se dignó a seguirlos hasta la isla de sus abuelos, el hogar de los Velaryon, sin montura. Hasta que la noche del funeral Aemond la reclamó en contra de lo que se esperaba y ganó un dragón.
-Siguen siendo mocosos después de todo.
Naerys le dio la razón, sin saber bien qué decir, y ya fue algo con lo que se contentó. Le dejó un beso en la frente, de la misma manera que había recibido el último en su boda, antes de entregarla a manos de otro hombre.
Las puertas se abrieron tomando a todos por sorpresa. La Guardia del Rey llevaba al Rey en una silla en lo alto, sin la corona y con el mismo atuendo de aquella mañana. Su padre le dio un golpecito en el brazo.
Cuando a todos se les permitió reclamar su asiento, el sirviente la ayudó a mover la silla que le permitió sentarse y a empujarla cerca de la mesa. Estaba sentada entre ambos hermanos, Aemond y Aegon, con la princesa Helaena a un suspiro y la Mano del Rey frente a ella con una mirada indescifrable. Aemond estaba sentado en una de las puntas de la mesa. No había mezcla, solo bandos, de nuevo.
Aemond tomó asiento después, dejando que su mano se deslizara hacia tu muslo en señal de invitación. Naerys se dio cuenta de que sus dos hermanas ahora estaban sentados con sus prometidos, que eran las hijas de Daemon Targaryen igual que ella con Lady Laena. También había visto cómo se casaban la princesa Rhaenyra y él en una ceremonia íntima en Rocadragón, cogida de la mano del maestre que se encargaba de los cuidados de los príncipes. Una ceremonia igual de hermosa como de extraña.
Alrededor de la mesa, todos los miembros de la familia Targaryen-Velaryon-Hightower reclamaron sus asientos mientras el rey Viserys Targaryen, el primero de su nombre, se sentaba en el enorme espacio que separa a la Reina y a la princesa heredera.
Cuando los guardias se retiraron, el Rey comenzó a hablar. Su tono era suave y variaba dependiendo de la posición que tomase:
-Qué bueno es...poder verlos a todos esta noche...juntos.
La tensión en la mesa era casi palpable, fina, lo que hizo que la Reina le preguntara a su esposo a modo de intermediaria.
-¿Una oración antes de comenzar?
-Sí -estuvo de acuerdo Viserys.
Todos tomaron la forma apropiada de oración, ella mirando a la princesa Rhaenyra aparentemente confundida por un momento antes de juntar las manos pese a su negativa relación con los Siete.
-Que la Madre sonría en esta reunión con amor. Que el Extraño se ocupe de los lazos que se han roto durante demasiado tiempo -Naerys al menos pudo compartir ese sentimiento-. Y a Vaemond Velaryon, que los dioses le den descanso.
Si bien nadie dijo nada acerca de eso último, dicho por la Reina Alicent deseando descansar sobre un hombre asesinado en la corte esa mañana, una risa rompió ese espacio. Naerys la habría reconocido en cualquier lado. No dijo nada. Simplemente se quedó asintiendo con la cabeza cuando terminó la oración y levantando la cabeza para reclamar la mano de su esposo en la suya.
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-Parece que esta es una ocasión para celebrar. Mis nietos, Jace y Luke, se casarán con sus primos, Baela y Rhaena, lo que fortalecerá aún más el vínculo entre nuestras Casas ¡Un brindis por los jóvenes príncipes y sus prometidas!
Daemon se burló y aplaudió mientras tomaba su copa, su esposo Aemond espiando su ligera sonrisa de diversión. Jace dejó que su copa cayera sobre la mesa con fuerza, lo que llamó su atención.
-Brindemos también, príncipe Lucerys... El futuro Señor de las Mareas.
Naerys alzó su copa y bebió. Un suspiro tuvo que contenerse para sus adentros, sintiendo la mano de Aemond acariciando la carne de la parte interna de muñeca descubierta. Un toque que consiguió ponerle los pelos de punta. Pero todo se detuvo cuando el Rey gruñó y se puso de pie inquieto, inclinándose hacia adelante sobre la mesa para sostenerse. Sus palabras fueron pronunciadas entre jadeos:
-Me alegra el corazón y me llena de tristeza ver estos rostros alrededor de la mesa -miró a su alrededor con sentido-. Los rostros más queridos para mí en todo el mundo... Sin embargo, se han distanciado tanto el uno del otro... En los últimos años.
Aemond parpadeó una vez, luego dos veces, y bajó la mirada hacia la mesa antes de mirarte. Solo pudo devolverle las caricias silenciosas y los apretones. Su intento de sonrisa se desvaneció, junto con la de todos, cuando volvieron a levantar la vista, viendo a Su Majestad alcanzar el pestillo que mantenía la máscara dorada en su lugar. Estaba acostumbrada a la herida y la cicatriz de Aemond, a sus dolores y continuos cuidados pese a que ya no pudiera hacerse nada para sanarla, pero la del Rey era algo completamente diferente.
El gesto de consuelo que su marido hizo fue apretarle la mano, pasando el pulgar sobre el dorso despejado, cuando el Rey dejó caer su mascara y les dio una vista directa a su decadente rostro. Aegon y Helaena se negaron a mirar, sus ojos sobre la tabla mientras su padre miraba a toda la mesa y se aseguraba de que lo viesen. Incluso él se dio cuenta de los rostros consternados
-Mi propia cara...ya no es atractiva —resopló levemente ante su propia broma—, si es que alguna vez lo fue. Pero esta noche... Deseo que me veáis...como yo soy.
La Mano miraba al rey directamente, con audacia, y sus ojos solo podían soportar pequeñas miradas, centrándose en la forma en que Aemond te distraía con sus dedos subiendo y bajando por tu muslo en tu regazo
-No solo el Rey -continuó el Rey, con la respiración demacrada-, ¡sino tu padre! ¡tu hermano! ¡tu esposo! -y luego miró hacia el centro de la mesa-: Su abuelo. Parece que no...-golpeó la máscara dorada para enfatizar su punto, todos los ojos mirándolo ahora-. No tengamos más malos sentimientos en nuestros corazones. La Corona no puede mantenerse fuerte si la Casa del Dragón permanece dividida. Dejad a un lado vuestras quejas. Si no fuera por el bien de la Corona... ¡Entonces, por el bien de este anciano! ¡Quién los ama tanto a todos!
El silencio incómodo se extendió por la mesa. Algunos, rezagados, no se atrevieron ni a respirar con más fuerza de la debida. El Rey jadeó exhausto mientras volvía a caer en su asiento con la ayuda de la Reina; volviendo a colocar la máscara sobre la mitad putrefacta de su rostro.
De repente, la princesa heredera Rhaenyra se levantó de su asiento con la copa en la mano, haciéndola sentar más derecho casi inconscientemente. Después de un momento, la princesa habló:
-Deseo levantar mi copa a Su Gracia, la Reina -cuando esta ayudó a ponerse la máscara de oro, levantó la vista con curiosidad-. Amo a mi padre -continuó, dirigiéndose a la Reina-. Pero debo admitir que nadie se ha puesto de pie...más lealmente a su lado que su buena esposa -tras una mirada significativa, la esposa de su padre habló con el resto de la mesa-. Ella lo ha atendido con...devoción, amor y honor inagotables. Y por eso, tiene mi gratitud. Y mis disculpas.
Cuando sus se cruzaron con los suyos, mientras se sentaba, la copa de Naerys se alzó en apoyo a la princesa heredera y su nueva madre.
-Por la Reina Madre.
Los demás se hicieron eco de sus palabras y tomaron su sorbo de vino, viendo que la Reina aceptaba las palabras de tu madre, y por consiguiente las suyas.
-Tu gentileza me conmueve profundamente, princesa.
Daemon se sentó hacia adelante ante las palabras de la Reina, Rhaenyra la observaba mientras Aemond parecía quedarse quieto para observar el tenso intercambio.
-Las dos somos madres...y amamos a nuestros hijos. Tenemos más en común de lo que a veces permitimos -Rhaenyra aceptó sus palabras, a su vez, y la Reina Alicent Hightower se puso en pie y alzó su copa en alto-. Levanto mi copa a ti y a tu Casa. Serás una buena reina".
El resto de la mesa hizo lo mismo y, con el Rey Viserys, tomó sus tragos de vino. Aemond sonrió con dificultad, más una expresión de decoro que sincera. Naerys apretó los dedos en sus mano, mientras que con la otra apuraba el trago. El tacto metálico del anillo de boda la sorprendió; pensaba que se lo había dejado en el dormitorio tras el baño. Pero su atención se desvió cuando Aegon vació su copa, se aclaró la garganta y se levantó de su asiento.
Suspiró y vigiló de cerca mientras ella también dirigía la atención en silencio. No podía entender las palabras que Aegon murmuraba a su ahora hermano, Jace, pero sabía que al muchacho le gustaba instigar y ser el centro de atención de algún conflicto; su farsa de servirse una nueva copa de vino solo lo llevó hasta cierto punto.
Lo que se dijo molestó al príncipe lo suficiente como para que sus manos golpearan la mesa mientras estaba de pie. La sonrisa de Aegon le aseguró que se refería a esta reacción. Escuchó cómo su hermana le llamaba la atención.
Pero cuando Aegon se dirigió a su asiento, fue el momento de Aemond de ponerse en pie, y con toda su altura puesta en advertencia miró a Jace como si quisiera decir algo. La mesa se quedó quieta, e incluso Viserys, que había sido testigo de la ferocidad de su marido, esperó con la respiración contenida.
-Mi amor —susurró, alcanzando la manga de Aemond para dar un simple tirón-. Por favor —le suplicó en voz baja, rogándole que volviera a sentarse. Pero cuando se formó un puño ahí donde ella tocó, Naerys se estiró para ponerse casi en pie, incluso a sabiendas del dolor que iba a esperarle después levantaste. Le miró a los ojos-. Aemond, por favor, no hagas esto, te lo ruego.
Su brazo se tensó hasta puntos en los que no supo si era parte de la reacción. Sin ni una sola mirada de por medio, Aemond se sentó lentamente Mientras Jace solo golpeaba con su puño el hombro de Aegon en una muestra de buena fe, notando la forma en que Aemond se puso rígido incluso bajo tu toque relajante.
Jace brindó con su propia copa:
-Al príncipe Aegon y al príncipe Aemond. Hace años que no nos vemos -Jace apartó la mirada de Luke y la miró a ella y a Aemond-, pero tengo buenos recuerdos de nuestra juventud, momentos compartidos. Y es obvio el amor, la devoción y el respeto que le muestras a mi nueva hermana, príncipe, y por eso, te doy gratitud y agradecimiento
Hizo una pausa para mirar a Aegon, que parecía amargado ante la muestra de responsabilidad y lengua educada, con la boca entre las manos.
-Y como hombres, espero que aún podamos ser amigos y aliados. A ustedes y a sus familias, buena salud, queridos tíos. O, mejor dicho, querido tío y hermano.
La mano de Aemond sobre la suya se tenso, movimiento que acabo inadvertido cuando dio la vuelta a ambas y puso la suya encima, los dedos entrelazados en una sola.
Pensando que se habían terminado los brindis de la noche, le pilló la sorpresa cuando Helaena, una chica generalmente callada y en sus asuntos, se levantó de su asiento como si ardiera en llamas, alzando su copa en alto y con las cabezas de todos los miembros en la mesa atendiendo.
-Me gustaría brindar por Baela y Rhaena. Se casarán pronto -les dio una sonrisa que podría clasificar como encantadora, que fue respondida con otras y una mirada de orgullo por parte de Baela-. No está tan mal. Sobre todo, si simplemente te ignora... -entonces, se le ocurrió un pensamiento-. Excepto a veces cuando está borracho.
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No era su intención, pero Naerys se rió un poco, los ojos se abrieron de par en par mientras intentaba no mirar a la mesa. Cuando finalizó su repentino ataque, pudo jurar que la Mano, abuelo de Helanea, soltaba una risita singular ante las palabras de su nieta y aprobaba su comentario como cualquier otro. De hecho, afirmó que lo hacía, cuando Helaena volvió a encontrar su asiento y él asintió con la cabeza, murmurando: «Bien».
-Vamos a tener algo de música -dijo su tío, y un momento después, los músicos en vivo tocaron una melodía.
La curiosidad le ardió cuando Jace se levantó de su asiento, murmuró a su prometido y luego rodeó la mesa para acercarse a Helaena con una mano tendida.
-Jace -advertiste a tu hermano cuando se detuvo a su lado. Pero mirando en dirección a la princesa Helaena. Aegon no podía apartar la vista de su esposa cuando ella aceptó, y dejó que el Príncipe la llevara a un amplio hueco delante de la mesa para bailar.
Aegon se giró como si no comprendiera nada y compartió una mirada endurecida con su hermano. Aemond dejó que su silla retrocediera un poco para tener una visión adecuada de su entorno, sin romper el contacto de sus mano y animándola a acercarte. Naerys suspiró por esa reacción.
-Gracias -le agradeció. El ojo fue directamente hacia ella, consiguiendo llamar su atención.
-Es lo mínimo que puedo hacer para que la salud de mi esposa no se marchite.
-Independientemente de eso -apretó sus manos, y se atrevió a poner la mano en la que llevaba su propio anillo de casada encima-. Está siendo una velada muy agradable.
Él carraspeó.
Pasaron unos minutos, en los que la escena se desarrolló con total naturalidad para lo que eran todos ellos en familia y compañía. Incluso en algún momento llegó a reírse de un comentario que la Reina le hizo, ganándose el asentimiento de la Mano. En medio de todo eso, ella picoteaba de su plato mientras atendía a la llamada que le hacía. Su hermana Baela, al otro lado, le pasó de buena gana la cesta del pan cuando se la pidió directamente, y la princesa Rhaenyra alabó el buen color de su piel esa noche. También le prometió a su tío ir a leerle esa noche. En algún momento, Aegon se atrevió a intentarle darle conversación, pero al ver que no llevaba al término que deseaba acabó ignorándola.
El plato de Aemond estaba casi intacto. Miraba a su hermana y a Jace bailar consumido en el silencio, mientras que a su lado su hermano daba pequeños mordiscos a su plato y de tanto en tanto se llevaba la copa a la boca.
-¿No quieres comer algo, mi amor?
Parecía que fuera a decirle algo, una respuesta a su pregunta, cuando de repente su atención se centró en otra cosa que levantó sus instintos y armadura. Fue entonces cuando ella al girarse, puesto que Aemond miraba por encima de su hombro, descubrió al joven Lucerys Velaryon, con sus mejillas redondeadas pero con algún que otro rasgos que comenzaba a transformarse, a sus espaldas y mirando en su dirección. Con la mano tendida, igual a como Jacearys había hecho con la princesa Helaena para invitarla a bailar.
-Mi señora -el tono le vaciló unos instantes, hasta que consiguió recuperarse y controlarlo. Naerys lo miraba a los ojos de acuerdo a la proposición que le estaba haciendo-, ¿un baile conmigo?
El maestre había sido claro al decirle que debía descansar y tomarse las cosas con calma. Pero en ningún momento había dicho que no podía hacer un esfuerzo para salvar la reputación de su familia frente a la mirada atenta y desesperada del Rey. Y eso, por encima de su salud, estaba su deber para con la Corona. Naerys miró a Aemond de reojo, que la miraba en silencio y con el rostro pétreo. Su cicatriz nunca había parecido tan grande, y todo por la presencia de aquel chico que ni le llegaba al pecho.
-Por supuesto.
Naerys hizo un esfuerzo mental y físico para levantarse del asiento, ayudada por un sirviente que rápidamente la atendió, y fue cogida de la mano de Luke hacia la improvisada pista de baile donde su hermano y la princesa Helaena continuaban danzando. Jace se percató de sus intenciones, y se movió con su acompañante para dejarles espacio.
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Lucerys mantuvo las distancias todo el rato que estuvieron bailando, si es que era una norma. A diferencia de su hermano, algunos de sus pasos eran torpes pero se esforzaban por mantener el ritmo. Ella incluso se atrevió a relajar el ritmo, alejándose del patrón que los músicos marcaban con sus instrumentos y melodías. Helaena reía entre salto y salto, las carcajadas de Jacearys acompañándola y en uno de esos abrazó la espalda de ella riendo como jamás la había visto divertirse. También escuchaba las risas de sus hermanas, incluso si habían pasado años sin escucharlas a ambas.
Lo que sí distinguía bien era la risa de su padre, acompañada de lo que parecía ser la voz de la princesa Rhaenyra. La voz de la Mano también sonaba, más grave y menos intensa que ambas anteriores. Todos en armonía, cumpliendo los deseos de un moribundo que había tenido que salir de la cama y de su medicación, que controlaba sus continuos dolores, para acabar siendo lo que en su momento tendrían que haber sido. Luke se disculpó varias veces por pisarla, alegando que era malo bailando y que nunca había aprendido bien, pero ella también se disculpó al no estar en su mejor momento.
Hasta que el ruido de un golpe repentino los calló y obligó a los músicos a detenerse. La sonrisa de Lucerys desapareció tan pronto como las voces de la estancia decayeron. Naerys y él miraron en dirección a donde procedía. La mesa estaba como la había dejado, cada uno ocupando su respectivo asiento, Jacearys y Helaena con ellos bailando... y su esposo Aemond de pie con una copa alzada.
-Tributo final. Alcemos nuestras copas -un silencio en la mesa y en la improvisada pista de baile en la que estaban.
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Hizo que Lucerys se acercara a la mesa con ella, a su correspondiente lado, y tomó la copa mirando a su marido. Escuchó el ruido de la silla de Aegon arrastrarse hacia atrás para dejarle espacio.
-Por la salud de mis sobrinos. Jace -dirigió una vaga mirada hacia donde el chicho estaba, que hizo un gesto en su dirección para indicarle con la copa-, Luke -no supo describir qué clase de mirada se dieron-, Joffrey. Cada uno de ellos guapos, inteligentes -una pausa tensa hizo que varias cabezas se volvieran confusas entre ellas. La Mano del Rey entrecerró los ojos, tamborileando los dedos sobre la copa dorada- y fuertes.
-Aemond -la Reina le lanzó una mirada de advertencia.
A su lado, Aegon agachó la cabeza. El espacio cálido que el Rey había dejado a su marcha comenzó a mezclarse con la nueva aura oscura que se cernía sobre ellos, amenazante. Naerys intentó buscar un punto de inflexión en los ojos de su marido, pero estos no dejaban de mirar al frente, como si rechazase cualquier intento de detenerlo.
-¡Ven! -su gritó resonó en toda la sala, consiguiendo que algunas de las cabezas de los siervos a sus espaldas se levantasen de donde estaban-. Con mi dulce esposa, alcemos nuestras copas por estos tres chicos fuertes*.
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*En la versión original, strong no es solo un adjetivo, sino también el apellido de la supuesta Casa de la que se teoriza que los hijos de la princesa pertenecerían por su paternidad.
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escritosporunpoeta · 1 year ago
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No quiero ser solo tu sueño…¡quiero ser tu mejor realidad!, pensé en el momento que me enviaste el mensaje de texto a mi celular, pidi��ndome que pasara a recogerte a tu trabajo.
Al momento que te vi, enfundada en ese traje blanco de falda entallada, que hace resaltar tus piernas, tu cintura, toda tu figura, ciertamente te ves muy seductora y hermosa, dispuesta a enloquecerme. Inmediatamente mi mente imagina como te quitaré tu ropa.
Entramos en el auto y te beso apasionadamente. Deslizo mi lengua por tus labios, recorro tu cuello, siento tu respiración empezando agitarse, me excita y me enloquece. Me pides que pare, que no siga, que mejor nos vayamos a mi departamento a saciar estas ganas que nos consumen.
Pongo en marcha el auto, corremos con suerte, casi no hay trafico en la ciudad, llegamos sin contratiempos a mi departamento. Al entrar te percatas que tengo todo preparado para un encuentro especial, una cita que no olvidaras en mucho tiempo. Ves el camino de pétalos de rosas que conducen a la recamara, donde haré vibrar tu cuerpo y te arrancaré los gemidos más intensos que tu boca ha emitido.  Cruzamos la puerta de la recamara y en ese instante te das vuelta y te prendes a mi boca, me besas con una intensidad que me hace perder la cordura, comienzo a despojarte de tu saco rápidamente, mis manos buscan tus senos que ya se encuentran totalmente duros, suplicando salir de las ataduras del sujetador, mi boca se prende a tu cuello, lo recorro  disfrutado cada parte de tu piel,  buscando encenderte, excitarte,  más de lo que ya estas, mis manos te despojan de tu falda, quedas en tu fina lencería, es negra con encaje, sabes que son las que más me gustan, me aproximo para besarte de nuevo, para luchar apasionadamente con tu lengua que empieza a jugar al escondite y asomarse para lamer mis labios, mis manos te quitan el sujetador, se hacen dueños de tus senos, los aprietan buscando ponerlos más duros de lo que ya están, mi boca los besa, los muerde, me propongo hacer que te derritas, que vibres con cada lamida, con cada caricia. Me levantas y me vuelves a besar, me desabrochas el pantalón, metes tu mano y te apoderas de mi miembro, me excita sentir tu mano jugando con mi pene. Nos quedamos así, de pie, mirándonos, hablando con los ojos, traspasándonos uno al otro con la mirada, con tu mano escondida en mi pantalón. Me excitas mucho, me quitas mi camisa, te arrodillas ante mí, bajas mi pantalón, salta mi miembro totalmente duro, firme y colocado perfectamente a escasos centímetros de tu boca, tan cerca que siento tu aliento, tu respiración, tus manos se aferran a mis muslos, te acercas, abres la boca y colocas tus labios en mi glande, lo aprietas con ellos y con la punta de tu lengua acaricias el inicio, lo introduces en tu boca, yo siento tus labios por todo lo largo de mi pene, me enloqueces, te tomo de tu cabello, gimo y exclamo lo delicioso que lo haces, me haces sentir que soy tuyo…para siempre, lames mi miembro, recorres con tu lengua cada milímetro de mi pene hasta llegar a su final antes de introducirlo nuevamente en tu boca, veo como entra y sale de ella, te digo que pares, que me vas hacer acabar y todavía no quiero hacerlo, tú te detienes aunque me cuesta que lo hagas, te pones de pie y me besas…me encanta cómo me besas…te tomó de la mano y te llevo a la cama, nos terminamos de desnudar y contemplo tu cuerpo magnífico, delicioso, que invita a pecar, acaricio tu piel, tu melena yace sobre mi almohada, tus pechos dicen que me esperan, tu sexo con sus labios recién rasurados aclaman mi atención, tus piernas las abres para comenzar el pecado, doblas las rodillas y me dices…¡ven!, yo te obedezco, me acerco a tu vagina y la beso igual como lo hacia con tu boca, deslizo mi lengua entre tus labios, los acaricio, los lamo, los saboreo probando lo exquisito que son, me pierdo dentro de ti, tú estas tan excitada que cierras los ojos, siento como se arquea tu espalda, aprietas con tus manos tus senos, me pides que no pare, gimes, gritas mi nombre y me encanta que lo hagas, yo sigo introduciendo mi lengua en tu vagina, me ayudo  con mis dedos, siento la humedad de tu sexo confundida con la saliva de mi boca, quiero dejarte claro que ahora eres mía…sólo mía, te introduzco un dedo, luego dos, entran y salen sin parar, tú gimes cada vez más fuerte, te retuerces sobre las sabanas blancas de mi cama, cierras tus piernas y gritas con fuerza al momento que me regalas tu primer orgasmo de la noche.  
Me acerco a tu boca y te beso, abres tus piernas y mi cuerpo se acomoda para penetrarte, para empezar un viaje al paraíso del placer, mi pene se acopla cabalmente a tu vagina, entra de golpe haciéndote gritar, entierras tus uñas en mis nalgas, empiezo a moverme en un vaivén primero suave, después más rápido, veo tu cara llena de placer, me dice que estas disfrutando cada embestida, te hago mía con pasión, con la convicción de hacerte saber que eres mi mujer, empujo mi  pene dentro de ti con frenesí, mis manos recorren tu cuerpo, aprietan tus senos, mi boca busca la tuya, nos besamos, gemimos juntos, las gotas de sudor de nuestros cuerpos se juntan, se confunden. Me miras con tus ojos llenos de satisfacción, te giras y me pides que me ponga atrás de ti, tomo tu pierna y la levanto, mientras mi pene penetra en tu vagina lentamente…muy lentamente…tan despacio que siento cómo se abren tus labios, cómo se introduce cada milímetro hasta el fondo de tu ser, mi mano busca tu clítoris, mis dedos juegan con él, lo aprietan y lo acarician, me acerco a tu oído y te susurro cómo me gustas, cómo me enciendes, cómo me gusta sentir desaparecer mi miembro entre tus nalgas. Comienzas a moverte encajada en mí, con locura, con pasión, con la furia de hacerme sentir que te pertenezco…cómo tú me perteneces…mi pene, entra y sale de tu vagina cada vez más rápido, hasta que nuestros gritos hacen de nuestros gemidos se confundan en uno sólo, llegando  al orgasmo juntos, sudando y demostrándonos que somos uno, que somos hechos para pertenecernos.
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arieeag · 1 year ago
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Hijos del este
El libro Perdido
Capítulo 6: Las Jaulas Omegas
Por donde sea que Izuku mirara, estaba lleno de personas de todas las castas y razas. Sus rasgos son tan diversos y como únicos, formando un verdadero arcoíris de colores. Hay gente de piel oliva con cabello rubio, mujeres blancas de cabello crespo y azul cielo, ojos rasgados y miradas almendradas, hombres pequeños de rasgos extraños, jóvenes guerreros y soldados experimentados. Y lo único que comparten es su forma de vestir, un uniforme militar compuesto por camisas de diversos colores enfundada por un peto de cuero con correas, botas de batalla y brazaletes de metal.
Izuku intenta disimular su sorpresa cuando descubre rasgos que nunca ha visto, pero no puede evitar preguntarse qué tan lejos han llegado en sus viajes, o cuantos lugares en el mundo existen que ni siquiera sospecha o puede imaginar.
En su pueblo, todos se parecen entre sí, muchos de echo son primos o están conectados en alguna rama genealógica porque no viajan ni visitan otras regiones. Por lo mismo todos se conocen, al punto de saber hasta las rutinas de trabajo de cada uno, la única época del año en que se veía más diversidad, era durante la visita al templo, por los peregrinos de los pueblos vecinos, pero incluso entonces, no existían otros rasgos que no fueran la piel blanca y pelo negro o castaño.
Por su puesto, los Midoriya eran la excepción a la regla. Cuando Izuku nació siendo omega, con cabello y ojos verdes, su madre tuvo todo tipo de reparos para evitar que nadie tocara a su cachorro peculiar, pero al cabo de un año, el caluroso verano obligo a que Inko descubriera al bebé mientras estaba en él pueblo. Dos vecinas inmediatamente fueron a saludar, querían ver al receloso matrimonio y su bebé, pero tan pronto tuvieron al niño en frente jadearon y palidecieron antes de salir corriendo. Inko estaba furiosa, Hisashi también, así que ninguno dijo nada cuando todo mundo corrió al mercado a comprar hierbas y porotos negros para no contagiarse de viruela.
Hasta ahora, todo lo que saben ambos hermanos es lo que pueden llegar a recordar en las festividades por la guerra del exterminio. Su abuelo entonces se sentaba en la cabecera de la mesa para relatar las glorias del ejército y contar porque el imperio los había expulsado de los páramos…. “Son gente sin raíces propias, linaje o valores, esas bestias destruyen y saquean las mismas tierras que los alimentan ¡Peores que perros!” …
Los libros confirmaban las duras palabras del anciano, describían a cada tribu como verdaderos salvajes ignorantes, que no saben lo que es la justicia o un sistema de leyes, criaturas sin ningún tipo de respeto o civilidad…Alguna vez escuchó advertir que sólo un mal oscuro podría mantenerlos unidos tras tantos siglos de existencia. “Sangre maldita”, decía con dureza el abuelo mientras la abuela asintía agachando la cabeza.
Y hasta donde sabe y ha visto, parecer ser toda la verdad.
Pero los pueblos nómades son tribus hermanas unidas por: la creencia en el dios Aodht, las costumbres de guerra basadas en una poderosa caballería y una compleja sociedad cosmopolita que es capaz de absorber lo mejor de otras culturas, en especial si éstas significan una ventaja en batalla.
Cada tribu sólo se distingue por sus orígenes divinos. Donde el mito cuenta la fabulosa historia de como el dios Aodht se enamoró de un mortal y los sacrificios que hizo para dar vida a los tres hijos que engendró con ella, así mismo también se relata cómo estos semidioses dieron origen a los 3 pueblos nómadas y como compartieron los conocimientos para domesticar al caballo salvaje de los páramos.
Los nómades también viajan en grandes grupos compuestos a su vez por pequeñas manadas de guerreros que se hacen cargo de distintas funciones. Van a donde las tierras fértiles los cobijen, ya sea en la estepa, los oasis del desierto o las costas lejanas a las que ningún hombre del imperio de Dagoba a soñado con llegar.  Por donde van, la gente hinca la rodilla al Kahn de la región y si acaso alguien se niega a jurar lealtad, no viven para contar la historia.
Sin embargo, la mayoría de las gentes del desierto y la estepa acepta sus formas, e incluso los esperan con ansias porque su presencia es suficiente para ahuyentar a enemigos mucho más difíciles de manejar, después de todo, a los nómadas solo deben soportarlos unos pocos meses, mientras que a un rey toda la vida.
En su mayoría, transitan por sus tierras sin tener que desenfundar la espada o disparar una flecha, salvo para cazar criaturas salvajes como lobos, Felinos de Manul, bestias nomu, osos y jabalíes, las cuales rondan los pueblos aislados de las estepas para alimentarse del ganado y los niños. Pero, aunque esto es conocido, muchos todavía los llaman salvajes.
Si lo tienen merecido o no, es difícil juzgar para quien sabe de historia, pues no tratan a sus enemigos peor a como fueron tratados ellos mismos. En su concepto de justicia cobran una vida por otra vida, comida por protección, una mano por un robo, latigazos por una calumnia, y una muerte deshonrosa para quien mate o robe un caballo de sus arcas. Ninguno de esos castigos es agradable a la vista, especialmente el último, pero ni siquiera la historia, o sus leyes severas generaron tanto desconcierto, recelo y escándalo, como la forma en que contraen matrimonio, el rapto.
Cada año, trazan una ruta nueva en sus bastos territorios, y cuando alguna caravana o pueblo nuevo se cruza en sus caminos con omegas o betas mujeres, les dan a escoger, un tributo o la vida. A esto lo llaman, guerra florida. El por qué o desde cuando lo hacen no es algo que compartan, pero se dice que la sangre nómada no produce omegas o los que nacen, difícilmente pueden ser considerados como uno. Sus portes no distan demasiado al de las otras castas, además, visten igual a como lo hacen las alfas o betas, cabalgan como ellos, usan la espada el arco o el hacha, pelean, beben y toman decisiones como el que más, ocupando los mismos cargos políticos.
Entonces sí, no tienen raíces que los aten a una sola tierra, sino un lazo de sangre y hierro con el que forman manadas para protegerse del mundo. Su amabilidad no se muestra con palabras sino con gestos, su justicia es firme y práctica, pero tienen un ideal de libertad e igualdad entre las castas que nadie más comparte. Mitsuki y Masaru Bakugo, son una prueba de ello, juntos no solo consiguieron imponerse como los lideres máximos entre las 3 tribus, sino que lograron convocarlos para cobrar justicia por la guerra del exterminio y así recuperar la soberanía sobre las tierras sagradas de Yuei.
Pese a todo lo que sabe y teme, todos los nómades que reparan en la presencia de los dos forasteros, se detienen para observarlos de pies a cabeza, tomando nota de la ropa sencilla, la juventud en el omega y la presencia del cachorro que los mira con un mohín enojado y ojos húmedos. Por su parte, los nómades no se molestan en ocultar sus emociones, pero prima la curiosidad antes que otra cosa, algunos incluso los siguen por el camino haciendo preguntas a Tokoyami y luego a Mina, cuando el macho rodó los ojos y los mandó a trabajar.
Izuku se hunde ante el tono duro. Tokoyami es un omega mayor que él, según puede adivinar en unos 5 o 7 años. Por otro lado, Izuku sospecha que este hombre debe ser alguien importante o cuanto menos reconocido, a juzgar por forma en que lo saludan los soldados.
No está seguro, porque el hombre emite una vibra misteriosa e inquietante por dónde camina, al punto que alfas y betas se apartan de su camino incluso sin haberlo visto…Ahora que las tinieblas del bosque no pueden disimular la presencia de Tokoyami, no le cabe duda de que las sombras al su alrededor se mueven de formas extrañas, acentúan sus facciones, envuelven los pasos por donde transita o se achican contra sus pies cuando un rayo de sol las sorprende. Es un portador de magia, pero al mismo tiempo es diferente a los alardes que hacen los charlatanes del pueblo y a la magia que enseñan en la capital.
Mientras tanto, Mina destaca como un ramo de flores en invierno, su apariencia y vestimentas vivas atrae miradas, su carácter amistoso y jovial hacen que sea fácil hablar con ella, los omegas sonríen cuando la ven y le hacen cumplidos como si fueran grandes amigos, entonces resulta difícil juzgar que rol ocupa ella.
Sin embargo, pese a la diferencia entre ambos, es claro que son respetados y reconocidos como superiores, y no puede evitar preguntarse qué hará falta para que alfas y betas te miren como los miran a ellos…
De pronto se detienen frente a una carpa de cuero ancha donde una alfa los recibe con una sonrisa. La mujer era alta y voluptuosa, portando casi como insignia la sonrisa coqueta delineada por un par de labios rojos, su cabello azabache cae sobre sus hombros delicadamente, cubriendo parte del pecho generoso, apenas cubierto por la camisa desabrochada. Izuku se cohíbe cuando nota el escote profundo sin el menor atisbo de un vendaje para sostener sus senos.
- Vaya, un niño besado por el sol…- susurra mientras rodea a los visitantes.
- Lo encontramos en nuestro viaje aquí- interrumpe Tokoyami tras saludarla con un árido asentimiento de cabeza. – revísalo para que podamos enviarlo a las jaulas
La mujer asiente sin abandonar la sonrisa para luego centrar sus ojos celestes en Izuku. El joven omega, se tensa tras notar que la carpa está llena de catres y mantas, su miedo vuelve con fuerza, sin que pueda evitar retroceder, sin embargo, la mujer no intenta invadirlo con preguntas o acercarse más allá de los dos metros que los separan, sino que le ofrecerle sentarse en uno de los tantos catres para luego darle la espalda.
Sorprendido Izuku observa cada movimiento, pero ella solo toma una jarra desde una de las mesas y sirve un poco de agua. En silencio, ella se acerca a Kota, quien se mantiene firme contra la cama con el ceño fruncido mientras tiembla ligeramente. Ella sonríe suavemente mientras se agacha a su altura antes de ofrecer el vaso al niño, inmediatamente kota abre los ojos y mira hacia Izuku.
-Preferiría beberlo yo antes. -dijo Izuku sin quitarle los ojos de encima a la mujer y ella asiente con un gesto extraño, como si tomara nota mental de la situación.
-Por su puesto cariño. Y, por cierto, mi nombre es Nemuri Kayama, soy una matrona y curandera. -  informa tranquilamente.
Izuku recibe el vaso con un ligero asentimiento, y lo inspecciona, luego bebe apenas un sorbo en busca de cualquier sabor extraño, pero al no encontrar nada, le entrega el resto a Kota. Ella sigue observándolos profundamente, lo hace sentir como si estuviera en una exhibición, más guarda su incomodidad para sí mismo. – Yo, soy Izuku y él es Kota.
- ¿Puedo saber qué edad tienen?
-Diecinueve y cuatro años. – miente, dispuesto a seguir con la mentira aún si sabe que la mujer sabrá muy rápido que es virgen si lo inspecciona a fondo.
-No representas esa edad – admite la mujer mientras estrecha la mirada para observar mejor la fisionomía del omega- diría incluso que rondas los 15 años y poco más… ¿No es una bendición? - agrega encogiéndose de hombros- es una buena cualidad para cualquier omega, envidiable inclusive.
-No estoy tan seguro. -repuso Izuku, la mente trabajando rápido para sostener su mentira más tiempo- la gente me subestima, me asumen demasiado joven para cualquier responsabilidad- le cuenta con sinceridad oportuna, eso es con lo que ha lidiado toda su vida desde que se hizo cargo de Kota, nadie más podía hacerlo, pero todos hablaban de como lo hacía.
-De cualquier forma, te trajeron nada menos que los chicos de Katsuki, ¿A puesto que uso su voz para amedrentarte? Pobre criatura- dice con fingida preocupación al tiempo que rodea la cama para mirar todo el cuerpo de la omega. Memoriza cada marca de cortejo que encuentra visibles en su rostro y cuello, entonces una sonrisa astuta se escapa, no falta mucho tiempo más para que el celo de este chico llegue.
-Es …rudo, supongo- dice incomodo por el repentino silencio y la incapacidad de seguir los ojos escudriñadores de la mujer.
-Áspero en los bordes- concuerda ella y ahora su atención se fija en el niño- aunque muchos dirían que por dentro también, pero si te envió aquí, antes que, a las jaulas, significa que algo de amabilidad aprendió de su padre. – reflexiona, pero el omega guarda silencio sin confirmar nada.
La mujer entonces camina hasta una mesa y toma un estuche que alberga una pila de herramientas extrañas. Para alarma del ojiverde algunas se parecen a las herramientas de la matrona del pueblo. “No puedo dejar que me toque”, piensa alarmado, “solo dejaron vivir a Kota porque pensaron que era mi hijo…se lo llevará…No, ella es alta pero no tiene la constitución de los otros”. Entonces se desliza suavemente por el borde del catre, pero en la puerta y lejos de la vista, alguien ríe. Es la voz de Mina, lo que significa que están esperando que ella termine de revisarlo…
-Tranquilo, no estoy usando nada de esto…-susurra la mujer cuando se da vuelta y ve los ojos negros del omega- Solo necesito descartar que estes enfermo como dijeron - agrega la alfa mientras se lava las manos en una fuente con agua. - Miraré dentro de tu boca, revisare tu cuello, nada más…
Izuku la mira con sospecha, hundiéndose en el camastro, sintiéndose inútil. Aunque tuviera la habilidad para superar a esta mujer, otros están esperando a fuera en caso de que quiera escapar.
Nemuri sonríe y espera con calma a que el chico se relaje. Sabe que es mejor no presionar a un omega asustado. Cuando el joven por fin la deja acercarse, ella revisa su cabello, ojos y boca, que es lo menos amenazante, luego palpa la barbilla, la piel bajo sus orejas y desciende haciendo pequeñas presiones hasta encontrar los músculos del cuello. En todo momento evita acercarse demasiado a las glándulas de olor situadas en la parte posterior de su cuello.
-Necesito tocarlas un poco- advierte mientras envuelve su mano con un paño blanco.
Izuku toma un respiro antes de inclinarse ligeramente, la marea de nervios regresa, contiene el aire cuando siente una ligera presión sobre sus glándulas de olor, pero el toque es muy suave, tanto que siente un ligero cosquilleo cuando ella restriega un poco el pañuelo.
La mujer inspecciona el retorno rápido del flujo de sangre en la piel, signo de un omega joven. Toma nota de la falta de cicatrices o raspaduras, lo que significa que nadie ha tocado esta parte en la intimidad, lo que aumenta aún más sus sospechas sobre él chico y el niño. Luego huele los aceites y sus cejas se unen ligeramente.
- ¿Puedo saber quién es el niño que te mira con tanto cariño? – pregunta tomando asiento frente a ellos.
-Es mi hijo
Nemuri guarda silencio un breve momento antes de asentir, con el gesto en blanco, clínico en realidad. Intuye que el chico miente, porque carece de muchas señales que las madres desarrollan tras un embarazo en sus glándulas de olor. Por otro lado, los aceites que logro desprender con el pañuelo son como los de un omega adulto y no alguien que está terminando su maduración…. Sin embargo, ahora que puede verlos de cerca, tal parece que existe algo que apremia más.
- ¿Qué es eso? - inquiere la mujer al descubrir la presencia de vendas bajo la ropa.
- Esta cauterizado- contesta Izuku, los sentidos reactivándose más rápido luego de permitir que ella tocara su cuello.
- Esos idiotas debieron empezar por ahí – espetó la mujer mientras se aleja para tomar botellas con diversos elixires, una venda nueva y otra jarra con agua cocida.
Izuku intenta convencerla de que está bien, pero la mujer lo recuesta en la cama y finalmente lo convence de quitarse la camisa sucia. Todo su torso queda desnudo, pero de alguna forma la exuberante mujer no lo intimida demasiado y al cabo de un tiempo se relaja ante sus hábiles manos.
Ella suspira cuando ve la fea cicatriz en el hombro rodeada por ampollas en los bordes. Si no trata eso, se infectará y el chico podría morir por una estupidez.  Mientras se ocupa de eliminar el tejido muerto, aplicar aceites medicinales y una nueva compresa, observa lo último que necesitaba ver en el pecho de Izuku para reforzar sus sospechas.
-No imagino cuanto debió doler- susurra, pero no hablaba de la cauterización. Algo semejante a la simpatía se refleja en sus ojos negros mientras venda el hombro para proteger todo su trabajo. Luego sale de la carpa para advertirle a Mina, la única que todavía está esperando fuera, que el omega debe quedarse 4 días ahí o al menos una noche bajo supervisión para verificar la evolución de la quemadura y rehidratarlo.
-Katsuki me despellejará – se quejó Mina, sin embargo, ayuda a amarrar a Izuku al catre junto al cachorro antes de abandonar el lugar.
Nemuri la despide y luego se apresura a tomar notas en un pergamino sobre este paciente y la oportunidad de conocer de primera mano, un caso tan raro de maternidad subrogada. Ella no tuvo que olerlos dos veces para reconocer el fuerte lazo que los unía, pero si bien las feromonas decían que eran madre e hijo, la presencia de glándulas de olor tan pequeñas como esas eran signo de involución por desapego o ausencia de celo, luego confirmo sus sospechas cuando revisó su torso desnudo ausente de estrías y pezones sin madurar.
El joven solo era un omega en pleno florecimiento y el olor había madurado a la fuerza para solventar las necesidades del cachorro. Este lazo tan especial se creó tras la muerte de la madre de ambos y un duelo difícil en el padre…
Abstraída en las implicancias que envuelven este fenómeno, la mujer comenzó a liberar parte de su esencia somnífera. Sólo lo nota cuando ella misma bosteza tras terminar de tomar notas de los dos hermanos, y al darse la vuelta nota como Izuku navega los efectos de su perfume, negándose a perder la conciencia todavía.
La mujer se pregunta que estará pasando por la mente del hijo Bakugo, o que decidirá Masaru una vez sepa que estos dos fueron tomados como prisioneros…El hombre es amable, pero también ha demostrado ser fiel a las costumbres, los separará si hace falta.
Nemuri se acerca a Izuku y se arrodilla a su lado, mientras echa un rápido vistazo hacia la entrada. - Por qué no estoy segura de que sucederá con el niño, es que voy a dar esta advertencia- los ojos se Izuku se abren lentamente, poniendo toda su atención en la mujer que susurra cerca de su rostro- pase lo que pase, asegúrate de ser el último en salir de la jaula ¿Entendiste?
- sí… ¿ya lo sabe verdad?
- ¿Que es tu cachorro? Sí, eso es todo lo que necesitan saber.
Izuku se muerde los labios tras escucharla, no cree que pueda confiar en ella, pero no sabe que más pueda hacer para protegerlo. Con cuidado pasa una mano por la cabeza dormida de Kota, ordenando el cabello negro azabache y besando su frente. Nemuri cierra los ojos ante el gesto protector, deseándoles la mejor de las suertes.
Temprano esa mañana alguien se presenta a buscarlos. Izuku no reconoce al hombre castaño frente a él, pero tampoco es que importe. Justo antes de que este hombre llegara, Nemuri le explica al término de la guerra será emparejado con uno de las alfas...
Una sonrisa irónica se forma en sus labios, ante el recuerdo. Porque él había pedido por un alfa y de cierta forma, si se quedan aquí se cumplirán todos sus deseos…Si tan solo tuviera 19 años, tendría menos miedo puede que en realidad nunca estuvo listo para esto, él quería un cortejo largo como el que habían tenido sus padres, para conocerse y hacerse a la idea de que será una esposa y madre antes de que pueda disfrutar de su independencia y adultez.
Ahora se atará a un alfa que no conoce y que lo llevará tan lejos de su hogar que quizás nunca vuelva a ver su antigua casa…
O podría navegar en torno a estos conocimientos como ella dijo.
Se boca se seca cuando saborea las dos posibilidades que se presentaron: aparearse o escapar. Nemuri no había sido muy clara al respecto, pero si ella lo sugirió, entonces es porque puede hacer cualquiera de ambas. Solo que debe descubrir cómo.
Por el camino, intenta memorizar la disposición de las carpas, los nombres que logra escuchar a todo su alrededor, las insignias que podrían delatar cargos o posiciones militares, observan las armas que usan y sobre todo como ninguno de ellos piensa que pueda ser una amenaza. Algunos incluso los miran con lástima.
Su corazón se entristece al recordar la amenaza del alfa rubio, pues de ser cierto su pueblo será arrasado en poco tiempo o, en otras palabras, ya no le queda nada, salvo Kota. Sus pasos sin quererlo se volvieron lentos, nublados por las lágrimas que corrían por sus mejillas, pero no por perder a sus seres queridos, si no por la idea oscura que se cruza por su mente...
Un jadeo especialmente fuerte detiene los pasos del hombre castaño que conduce a las jaulas. El hombre mira por encima del hombro al prisionero que se cubre la boca con una mano mientras aprieta con la otra al niño que arrastra consigo.
La cuerda tira e Izuku se fuerza a caminar, su cabeza se sacude mientras empuja las lágrimas fuera de su rostro, muerde sus labios para callarse, y aunque Kota lo llama asustado por saber que le pasa esta vez, Izuku no puede mirarlo a los ojos después de haberse preguntado si acaso no habría sido mejor que lo dejara atrás en el bosque cuando tuvo la oportunidad.
Izuku logra calmarse tras un tiempo, convenciéndose que solo es su histeria omega hablando por él, entonces se distrae organizando las ideas y los fragmentos de información que logró recabar. La campaña está lista para partir en cualquier momento, la guerra ocurrirá y solo puede esperar a que pase.
Si pierden la guerra, Izuku tendrá que resignarse a su destino, porque si lograra escapar, no hay forma de que llegue al próximo castillo antes de que sean capturados de nuevo. Pero si ganan, los salvajes huirán y entonces…entonces el podrá regresar a casa. Hasta un campesino sin educación como él sabe que las jaulas de los prisioneros franquean el perímetro más externo para disuadir cualquier intento de ataque del enemigo, además los salvajes no serán tan estúpidos para secuestrarlos durante la retirada, los abandonarán ahí y deberá huir al bosque.
Mas temprano que tarde, las jaulas aparecen. Se ven como enormes trampas de ratones hechas de madera y metal, son vigiladas por beta. De cerca se ven incluso peor, tienen astillas sobresaliendo desde la madera y el olor que desprenden refleja el miedo de los pocos ocupantes que hay dentro.
Resultan ser 4 omegas de unos 17 a 20 años y tan pronto reparan en su presencia se alejan lo más que pueden de la puerta de acceso.
Una vez adentro, Izuku se espabila un poco más, planta los pies firmes por delante de Kota para tantear el carácter de los omegas extraños, mientras el cachorro se aferra a su ropa inquieto por el olor fuerte a ansiedad y angustia. Se miran fijamente, tazando su carácter, pero ninguno parece hostil o frenético, en cambio, tal parece que todos comparten la misma resignación.
- Nos dan dos comidas al día- soltó una omega de cabello verde oscuro de pronto - ya recibimos la primera, pero la otra es hasta la noche. - Advirtió a lo que Izuku contestó con un asentimiento.
- No hagan ruido - refunfuño un Beta grande y rubio pateando la jaula, pero nadie se inmuta. Ya todos saben porque están ahí y no temen que algo peor les ocurra.
Izuku se arrima contra una esquina y mete a Kota entre sus piernas. Allí el niño bosteza y se acurruca para dormir otro poco aprovechando que la mañana recién empieza. Izuku lo abraza oliendo su cabello de bebé grande y lo envuelve con feromonas maternales.
Sus miradas se cruzan e Izuku suspira contra su oído, tan silencioso como puede ser- soy mamá, ahora. -le recuerda y el niño asiente mientras un nudo se forma en su garganta…necesita decirle a Izuku que en realidad nunca pensó que fuera otra cosa.
De pronto se escucha un jadeo e Izuku levanta la cabeza para saber que sucede, pero todos están mirándolo a él, primero con asombro luego con desdén. Sin quererlo se ruboriza, ellos piensan que Kota es un hijo fuera del matrimonio, pero, así como esa emoción viene otra se sobrepone, sus cejas se fruncen en ira, la mirada dura hacia ellos, esperando, a ver si alguno se atreve a decir algo.
No es problema de nadie si Kota es su cría o no, nadie nunca preguntó si podía cuidarlo o si quería hacerlo, tampoco nunca pidió nada prestado para criarlo, entonces ahora nadie tiene derecho a juzgar como lo hace y porqué.
Su olor se arisca de golpe, Kota abre los ojos y se tensa, sorprendido porque casi nunca ha visto a Izuku enojado. Por un momento piensa que es por él, pero la mirada apunta hacia los otros omegas y eso si resulta un poco mas normal. Izuku tiene pocas fibras sensibles, pero cuando las tocan…parece hasta peligroso.
Los otros hacen una mueca en cuanto les llega el olor y retroceden ladeando un poco la cabeza. Izuku se sorprende, notando lo fuerte que es esencia territorial. Normalmente emitir esas feromonas es difícil para él, porque no ha madurado, o más bien porque siempre le han dicho que es un error muy grande que pueda liberar feromonas maternales.
Pero desde que le dijo al salvaje que es la madre Kota, se siente libre y menos sucio por haber adquirido esa habilidad. Quizás solo sea el hecho de que ahora la vida de Kota depende de esto, pero sospecha que también es el echo de que ahora no hay nadie que pueda reprenderlo por usarlas, a pesar de que no lo hace apropósito (no todo el tiempo), sino que solo salen y ya.
Ya entrada la noche, los otros todavía rechazan su presencia. Se apiñan juntos en la otra esquina para protegerse del frío, pero, aunque quisiera hacer lo mismo, Izuku intuye que no será bienvenido.
La misma chica de antes se aleja del grupo y pide permiso para dormir junto a ellos. Izuku se sorprende, pero acepta, así pueden poner a Kota al medio y protegerlo del frío.
- ¿No quieres saber cómo paso? – susurró Izuku compartiendo la capa entre los tres.
-Sé cómo paso…- dijo con el gesto en blanco- los demás harían bien en recordar que no hay omega que pueda imponer su voluntad a la de un alfa.
-Gracias…Yo soy Izuku ¿y tú?
-Mi nombre es Tsuyu- susurra e Izuku asiente, entre los dos abrazan a Kota para que no pase frío mientras pasan la noche.
Kota por su parte apega su rostro contra el pecho de Izuku para respirar su olor a leche, completamente ajeno a lo que pasaba por su culpa. El nudo en su garganta no se va, pero también hay una emoción nueva y cálida que lo hace apegarse más a su mamá “Ahora es mi mamá y ya no vamos volver a casa…” piensa mientras se duerme abrazando a Izuku.
Por la mañana, fueron despertados por fuertes golpes contra la jaula y los gritos de los betas que corrían de un lado a otro dando órdenes en un idioma extraño y gutural. Sin embargo, más allá de la planicie que los separa del campamento, todavía podían distinguir las figuras de los soldados que se apiñan en tandas de varios hombres para marchar hacia la fortaleza de Yukai.
Izuku se levantó y caminó hasta la pared de la jaula, mientras se concentraba en sentir el temblor de la tierra a medida que el ejército iniciaba la marcha hacia la guerra. Una beta le grita y amenaza con la espada para que retroceda, Izuku regresa a su posición frustrado.
- ¿Qué es eso? - pregunta Kota restregando un pie encima del otro mientras observa el ligero temblor en los barrotes de la jaula.
-Es el viento -miente Izuku tomándolo en brazos para que ya no tuviera que sentir las vibraciones. - es la gente que ha salido a pasear- insistió mientras las lágrimas de nueva cuenta amenazaban con caer.
- ¿Por qué lloras? ¿Sigues enfermo?
-No - susurró antes de forzar una sonrisa- estoy cansado porque no dejas de crecer bebé grande- le espeto y luego le hizo cosquillas.
Ese día el atardecer se tiño de rojo intenso con nubes de humo gris. El silencio apenas interrumpido por la brisa que acaricia los campos de pasto y las pisadas de las betas que siguen montando guardia, manteniendo una extraña forma de calma sin paz. Todos los omegas cautivos se sienten obstruidos con pensamientos funestos.
Ya casi llega la noche cuando lo ven, el humo negro en el cielo y al vigía que grita las noticias a viva voz en el idioma grueso y enfadado que sólo los nómades conocen. No lo entienden pero tampoco hace falta, los gritos son potentes y claros, las palabras se repiten sin cesar, hasta que terminan por aprenderlos, “¡bid daind yalsan!...bid daind yalsan”
Los vigías detienen la marcha, algunos corrieron hacia el campamento, otros se limpian las lágrimas silenciosas, unos pocos se llevan una mano al pecho en un largo suspiro, y los demás…Saltan de júbilo.
Izuku llora contra sus rodillas cuando los oye gritar y reír porque su peor pesadilla se ha cumplido, incluso si no ha logrado entender una palabra. Alguien lo empuja levemente, al levantar la vista Kota lo observa con los ojos igual de llorosos, pero él no sabe porque todos en la jaula están llorando, solo esta asustado de que Izuku tenga miedo y porque no soporta verlo triste. La otra omega se limpia las lágrimas y se sienta junto a Izuku para abrazarlo, luego ambos se reconfortan uniendo sus cabezas.
Aquella noche, se duermen todos juntos en la misma esquina.
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awsteen · 2 years ago
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' luces fatal ' - @toxxuki​
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al momento de oírla despega la mirada del frente para verla, sin siquiera molestarse en quitarse los auriculares que trae puestos. “no jodas” es directa y concisa con su respuesta. no tiene energía para lidiar con ella. pero isabella no mentía, su aspecto era completamente opuesto a lo que usualmente aparenta. sin una gota de maquillaje, enfundada en una sudadera con capucha y con bolsas debajo de los ojos. deplorable. “si viniste a burlarte, piérdete”
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ae-conic · 14 days ago
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ㅤ 겨울이라는 내 인생의 영원한 사랑을 향한 다양하고 기발하고 재미있는 메시지로 가득 차 있습니다 #사막뒤에 @WINTER < DOING CRAZY THINGS > SEPTEMBER 20, 2024 ㅤ­ El aspecto cansado en Karina resultaba visible si los rastros de maquillaje eran nulos. Sin un ápice de producto en los pómulos, labios y menos en los ojos, su mirada lucía mate. Poco brillo en ellos, y su cabello desañilado lo tenía recogido casi en su totalidad salvo mechones delgados que se escapaban de la atadura de la coleta. Era un medio desastre en sí misma, aunque MinJeong solía matizar en la intimidad que era un bello desastre. En realidad, su mejor amiga solía ser más amorosa de lo que los fans pudieran creer; pero imposible culparlos cuando las fanbases tenían como única captura de sus interacciones, puños alzados en dirección hacia la otra. Era esa su dinámica de amor: pegarse juguetonamente. Un cariño que se fraguó desde el mismo instante que la vio enfundada en ese aura de diciplina y belleza interna. MinJeong era una persona grandiosa, con un control de la vida impresionante; y eso a Karina le generaba la tranquilidad que perdía a consecuencia de sus arrebatos. A veces impulsiva, llena de mañas, y por otra parte bromista como nadie; una de sus prácticas comunes era mensajear a MinJeong con fotos suyas y, aunque podría pensarse que tal vez se tratarían estas de tomas en las que ella visitaba algún lugar especial, en realidad eran todas selfies de carácter aniñado.
En su casa familiar, el silencio brindaba la amplitud para despatarrarse a su antojo en el sofá. Si Yoo Chul, su padre, la viera en esa extrema comodidad poco educada la reprendería. Aunque amoroso, era estricto por gajes del oficio como militar. A veces MinJeong y él sugerían cierto parecido. Peleones los dos como nadie. Rio de imaginar a ese par al lado el uno del otro, pero enmascaró su semblante alegre al instante. Para la sesión de fotos que tenía provista necesitaba mostrarte triste ante la cámara. Karina procuró evocar momentos infelices que dieran luz a sus lágrimas: cuando Juyeon, su amor platónico de adolescencia anunció su compromiso, cuando de parte de China le llovieron acribillantes comentarios por ser seguidora del anime My Hero Academia o la falsa relación suya con el actor Lee Jae Wook y que SM entertainment propuso a Dispatch para evitar un escándalo mayor en cuanto a rumores de salidas con Sungchan y quien en realidad era su amigo.
Sus ojos comenzaron a mojarse, su vida había sido complicada a riendas de un transcurso de acontecimientos que la hacían separarse del concepto del amor. ¿Podría formar una familia después de dejar la música por completo? ㅤ ㅤ
[ 11:14 AM ] 나의 겨울: MinJeong-ah... [ 11:14 AM ] 나의 겨울: ¿Ves mis lágrimas? Lloro por ti. [ 11:15 AM ] 나의 겨울: No me rompas el corazón, ¿por qué me rechazas? [ 11:15 AM ] 나의 겨울: ¿Ya no me amas? [ 11:15 AM ] 나의 겨울: ¡Yo te amo! [ 11:15 AM ] 나의 겨울: Mira mi ojo derecho, ¿ves cómo corre mi lágrima? ㅤ ㅤ
La idol envió a fuego cada uno de los mensajes. Cuando alcanzó el último, una risita gamberra rompió con el llanto inducido. Amaba armarle drama a consecuencia de esa carita suya de ojos rodados que le mostraba. De hecho, solía devolverle una respuesta fotográfica de rostro capricorniano serio de pura cepa, y eso era lo que más la incitaba a diseñar esas bromas para con ella.
WINTER
La imagen que tenían todos acerca de su relación con Karina podía llegar a ser abstracta, mientras los fans veían esos clips engañosos donde parecía que Winter estaba por darle un ultimatum a la hermosa Líder, la realidad es que cuando estaban solas Minjeong se aseguraba de hacerle sentir como la persona más especial de su vida, porque lo es, su mejor amiga y compañera de aventuras por un largo tiempo mientras la vida lo permita. Karina siempre ha sido un ser tan lleno de energía desde que recuerda, desde que la conoció en los pasillos de ensayos, estaba siempre con una sonrisa y dispuesta a dejar hasta los huesos en su pasión por la música, misma razón por la que Minjeong llegó a ser aprendiz, con la diferencia que la última siempre fue y ha sido un poco más reservada con sus anhelos. Pero todas esas capas debajo de su personalidad tímida fueron eliminadas por Jimin, con la excepción de que para con ella únicamente, el grado de confianza que existe actualmente es más que un lazo, para Winter va más allá que cualquier otra relación cercana que haya tenido anteriormente.
Poco a poco ha ido desmenuzando dentro del sentido común de la mayor, la misma que siempre estaba dispuesta a hacerle alguna broma sin previo aviso, Winter a veces se hacia la ofendida pero realmente son esas pequeñas cosas la que le hacen amarla un poco más cada día que pasa, sea como sea Yoo Jimin siempre le saca una (son)risa.
Se encontraba comprando algunos comestibles cuando su celular vibró unas cuantas veces, esperó hasta pagar en caja para luego ir a un lugar más apropiado y revisar sus notificaciones, apenas desbloqueó el móvil visualizó de pasada algunos de los mensajes de Karina, usualmente no le hacía esperar así que entró de un saz a la aplicación. Comenzó a leer todo y vio las imágenes que le envió, no era la primera vez que le enviaba algo así pero ella definitivamente siempre encontraba algo que hacer cuando se aburría, simplemente Jimin siendo Jimin.
ㅤㅤ
[ 11:28 AM ] 카리나: ㅋㅋㅋㅋㅋㅋㅋㅋㅋㅋ
[ 11:28 AM ] 카리나: ¡Aigoo!
[ 11:29 AM ] 카리나: ¿Pero que fue lo que hice? ㅎㅎ
[ 11:29 AM ] 카리나: ¡Jimin-ah! claro que te amo y mucho, ¿haces alusión a nuestra canción?
[ 11:29 AM ] 카리나: Llevo algunas cosas para ti, salí de compras.
[ 11:30 AM ] 카리나: Señora Yoo, no más lágrimas, llegaré pronto. *sticker*
Minjeong andaba de muy buen humor y estaba deseosa por ver a Karina ese día, usualmente le seguiría el Drama hasta el fin pero por excepción de hoy lo único que buscaba era consentirla en compensación a las últimas amenazas públicas que sus dos puños le habían hecho a la mayor.
KARINA
Sonrisa juguetona y triunfal, esa misma se expandió en el rostro de Karina cuando oyó el sonido de pato escogido en su kakaotalk particularmente para el chat de MinJeong. La primera vez que la había visto ataviada de cabello rubio, fue antes de formalizarse aespa; y le había asegurado que se parecía a un patito pequeño. Desde entonces el tono de mensaje había sido el mismo. Karina abrió el chat al completo y reafirmó su sonrisa.
ㅤ ㅤ [ 11:30 AM ] 나의 겨울: Quiero que me des amor. [ 11:30 AM ] 나의 겨울: ¡No pido mucho! ㅠㅠ [ 11:31 AM ] 나의 겨울: Olvidé tomar las pastillas para no ovular... [ 11:32 AM ] 나의 겨울: Son esos días del mes de pura maña. [ 11:32 AM ] 나의 겨울: Sigo en casa de mis padres, pero mi hermana me llevará al apartamento ahora. [ 11:32 AM ] 나의 겨울: MinJeong-ah, tengo mucho sueño 💤 ㅤ
ㅤ Ni la euforia de descubrir qué había comprado MinJeong para ella, pudo destrabarla del agotamiento fatal. Karina había estado el día anterior en Milán como embajadora de Prada para Spring Summer 2025 Womenswear Show. Tan solo horas escasas transcurrieron desde su llegada hacia su hogar familiar. La maleta yacía a medio abrir en el suelo de su habitación; ropa y neceser tirados. La líder de aespa se abrumaba en desesperación por adquirir un tiempo de tregua para el verdadero descanso, pero, la agenda a finales de año estaba programada de tal manera, que inducirse un coma sonaba como una solución viable. La puerta de la entrada se abrió y, junto a este hecho, la presencia de su hermana la acompañó. Karina se levantó igual que un resorte. Con el miedo a ser reprendida por su desobediencia —había acordado estar lista—, guardó sin orden, ni cuidado, todas sus prendas otra vez en la maleta. Su hermana dirigió una fulminante mirada que originó un temblor de cuerpo y piel erizada al instante. Igualita a MinJeong, pensó. Todo le recordaba a ella, pero... ¿cómo no? La amaba con locura, era por encima de todas las amigas que tenía, la mejor y su más grande devoción. Logró terminar entre tanto miedo, ajetreo e ilusión por volver al apartamento. El pijama lo mantuvo puesto, después de todo seguiría durmiendo cuando llegara. Sabía con certeza de lo alborotado que luciría el piso y, lejos de ser únicamente por el desorden, también a consecuencia de las voces exclamando el nerviosismo que suponía estar próximas a presentar nueva música y que en realidad prepararon con la antelación de un año. Aun así, dormiría aunque fuese tiempo de vendavales, truenos y batallas. Y por fin, con todo a cuestas, Karina partió con su hermana. Unos treinta y dos minutos después ya estaba estacionada en el interior de los aparcamientos rumbo al ascensor. Se despidió de su hermana y subió hasta el piso. MinJeong ya estaba allí cuando entró; su primer acto instintivo la condujo directo por detrás. Sus brazos la rodearon por la espalda baja. Achuchón fuerte y lleno de todo el cariño del mundo. Como la adoraba. —Ya estoy aquí. ¿Compraste mis golosinas favoritas? ¿Pringles? Quiero un bollo dulce y dormir una eternidad —dijo lamentándose, pero de pronto de buen ánimo.
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yukalipaginaliteraria · 25 days ago
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LUCES, MÚSICA Y AQUELLA BARRA DE LABIOS, AUTORA: Ana Melgosa
Último toque, los labios. Es una costumbre, siempre deja para el final pintarse los labios. Enfundada en esos pantalones negros, con las botas de tacón y esa blusa granate que sabe la favorece especialmente, sale de casa dispuesta a comerse el mundo. Bajando las escaleras hacia el portal, se mira en el espejo que está al lado de los buzones. De frente, de perfil, a la cara … Está guapa y lo sabe.…
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caminocopalita · 28 days ago
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La zona de confort
29 de marzo de 2024
Todavía caminamos otra media hora por la arena para llegar a un restaurante playero en La Bocana donde me tomé la mejor michelada de mi vida: una Victoria bien muerta con hielo y limón, escarchada con chamoy. El transporte que nos llevaría al centro de Huatulco donde cada quién tomaría un taxi para llegar a su hotel todavía no llegaba, por lo que intentamos conseguir un taxi, Uber o transporte privado que nos llevara directo al Quinta Real. En pleno Viernes Santo fue imposible. Nos relajamos y pedimos otra michelada. 
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Media hora después, nos avisó Emilio que el transporte había llegado. Pagué la cuenta de todos y caminamos a una esquina donde nos recogió un camioncito tipo safari que nos llevó al Chedraui de Huatulco. Fue un triunfo conseguir dos taxis pero por fin llegamos al Quinta Real. 
Preguntamos dónde tenían guardadas nuestras maletas. “¿Cuáles maletas?” inquirió el jefe de los maleteros, “¿Ya estaban hospedados con nosotros?” “No, las mandamos de Oaxaca por paquetería,” le contestó Ana que había hecho todo el trámite de envío. “¿Puedo preguntar qué paquetería usaron?” preguntó pidiendo permiso el maletero. “La que nos recomendaron,” contestó Ana, “una que tiene un conejito, creo que se llama Aragal.” “Uuyy señorita,” dijo el maletero haciendo una mueca que enseñaba los dientes, “los del conejito sólo manejan ocurre.”  “¿Manejan ocurre?” preguntó Ana confundida. “¿Qué es eso?” “Pues que usté lo tiene que recoger en la sucursal,” contestó enseñando más dientes. “¡¿Pero cómo?!” exclamó retóricamente Ana, “¡¿Entonces para qué me pidieron que escribiera con el mayor detalle posible la dirección de entrega y la pegara en una etiqueta grande y visible en cada uno de los paquetes asegurándome que quedara por fuera del embalaje?!” 
“¿Qué ocurre?” preguntó el Basave que regresaba del baño. “Exacto,” le dije. “¿Qué?” contestó confundido. “Que es ocurre,” le dije. “¿Qué es eso que ocurre?” volvió a preguntar. “Sí, carajo,” contesté, “estos güeyes están cañones.” “¡¿Qué güeyes, dónde están nuestras maletas?!” “Que te estoy diciendo que es ocurre,” le volví a explicar.
“Pues ya chequé y están cerrados, no contestan el teléfono,” dijo Ana que se había apartado para llamar a los ineptos de Aragal. “¡¿Quién está cerrado?!” preguntó el Basave empezándose a exasperar. “La sucursal de la paquetería donde se supone están nuestras maletas,” contestó Ana, “dice el señor que no entregan a domicilio.”
“¡¿Y entonces para qué pidieron que pusiéramos la dirección de entrega grande, precisa y clara por fuera de cada uno de los paquetes?!” preguntó retóricamente el Basave. “¡En la madre! ¿Qué vamos a hacer con las computadoras?” “Bueno,” continuó siempre optimista, “mañana pasamos por ellas después del masaje.” “Hoy están cerrados por Viernes Santo… mañana es Sábado de Gloria y pasado Domingo de Resurrección,” dije siempre pesimista. “Ya valimos madre.”
Resignados, entramos a la tienda del hotel para ver si comprábamos algo limpio que ponernos para cenar y para bajar a la playa al día siguiente. Limpiados quedamos cuando pagamos. La tienda del hotel era una boutique de Ermenegildo Zegna. El pinche Ermenegildo nos sableó peor que Sandokán.
Pilar y Jimena se adelantaron al cuarto en lo que yo acababa de hacer el check-in. “No sé cómo nos vamos a acomodar, pero este cuarto está increíble,” suspiró Jimena. Pilar se metió inmediatamente a la regadera mientras Jimena se tumbó en la hamaca de la terraza del cuarto que tenía una vista espectacular a la bahía. Cuando entré al cuarto, Pilar ya estaba tirada en la cama, enfundada en la bata del hotel, con una toalla en la cabeza y una gran sonrisa en el rostro. “Pues éste era el cuarto de Jimena,” le dije, “pero por lo visto ya nos quedamos aquí.” “¡¿Cada quien tiene su cuarto?! gritó Jimena desde la terraza. “Obvio microbio,” le dije. “¿Y dónde está el mío?” preguntó bajándose de la hamaca. “Es el 201. Está bajando las escaleras,” le contesté mientras me arrebataba la llave y bajaba corriendo. “¡Nos vemos en 45 minutos para cenar!” le alcancé a gritar.
“Se van a salir de su zona de confort,” pensaba en lo que nos había dicho el Biólogo en la charla introductoria en Ciudadanía, mientras me caía el chorro de agua caliente sobre la cabeza.
“¡¿Zona de confort?!” pensé. “¡¡NO MAMES MIÓLOGO!!” retumbó mi grito en la cúpula del baño.
Te sales de tu zona de confort cuando haces un trayecto medio largo en un Uber que no está muy limpio, en donde el conductor viene oyendo cumbias, a un volumen un poco por arriba de lo razonable. Te sales un poco más si vienes en shorts después de correr y tienes que apoyar las puntas de los tenis en el piso para que tus muslos no toquen ese tapete puerco, tejido con cintas de colores pastel, que ponen los taxistas encima de sus desvencijados asientos que están aún más puercos. Te sales un poco más todavía, si el conductor te quiere hacer plática. 
Lo de caminar 10 horas diarias durante cinco días seguidos durmiendo en tiendas de campaña es una madriza mundial.
Te sales de tu zona de confort cuando te agarra la cagalera en un baño público y tienes que poner tiras de papel de baño para que nachas y muslos no entren en contacto con la taza porque no hay un dispensador de donas de papel encerado para tal efecto. Lo de intentar zurrar en un baño seco con hormigas rojas y una torre de caca que te queda a centímetros del ortega es –literalmente– arriesgar el pellejo. “¡¡NO PINCHEMAMES MIÓLOGO!!” volví a gritar entre carcajadas mientras me enjabonaba el periférico.
Seguí recordando aquella charla en Ciudadanía como si hubiera sucedido hace años. “Cuando caminas,” nos había dicho el Biólogo, “el esqueleto vibra.” La vibración del esqueleto estimula al hipotálamo y libera endorfinas. Caminamos para divagar. Divagamos para dialogar. Dialogamos para constelar. Cinco días de hacer vibrar el esqueleto tendría un efecto sanador. 
“Pa que veas… esa sí te la doy, pinche Miólogo,” pensaba mientras caminaba lentamente en círculo debajo de la cúpula del baño, clavando el talón de un pie mientras el metatarso primero y después el pulgar del otro me impulsaban hacia adelante en un movimiento equilibrado y perfecto en el que rara vez nos detenemos a pensar. Rebecca Solnit nos dice en Wanderlust, su libro sobre el andar, que caminar es el acto intencional más cercano a las funciones autónomas del cuerpo, como son el respirar y el latir del corazón. Caminar es una actividad que no ha experimentado una mejora tecnológica desde el inicio de los tiempos cuando nuestros ancestros primates se irguieron para mirar el horizonte mientras andaban.  
Resulta que la marcha sí provoca la estimulación bilateral del cerebro y aumenta la oxigenación neuronal. Esto produce una mejor circulación del líquido cefalorraquídeo, que a su vez resulta en nuevas conexiones sinápticas. Las nuevas sinapsis se traducen en aprendizaje. Caminamos para conocer y para conocernos. 
El proceso no se detiene ahí. Al organizarse mejor las ondas cerebrales, se experimenta un estado de armonía. Se producen ondas alfa, que son las que surgen en estados meditativos. Los estados meditativos tranquilizan, y ponen en orden los pensamientos, las emociones y los sentimientos. La caminata consciente es meditación en movimiento. 
Caminar, pues, es conducente al conocimiento profundo: a la filosofía. Por algo Aristóteles y los Peripatéticos enseñaban y aprendían mientras caminaban, mientras paseaban. Lo hacían también los estoicos y muchos filósofos posteriores. Por algo los monasterios medievales tienen un atrio en el que los monjes caminaban durante horas enteras buscando la oración y la contemplación.  
Rousseau dijo en sus Confesiones que sólo podía meditar mientras caminaba. “Mi mente sólo funciona con mis piernas,” cita Solnit al filósofo francés a partir de Las ensoñaciones del paseante solitario, un libro póstumo de ensayos inspirados en sus caminatas, y nos dice que para Rousseau caminar era un ejercicio de simplicidad y un medio de contemplación. 
Otros filósofos también pensaban mientras andaban, o andaban para mejor pensar. En Europa hay lugares como el Philosophenweg en Heidelberg donde se supone caminaba Hegel, y el Philosophen-damm en Königsberg donde se supone lo hacía Kant. 
Jeremy Bentham, John Stuar Mill y Soren Kierkegaard eran otros filósofos caminadores. Thomas Hobbes usaba un bastón al que le había adaptado un tintero que le servía para tomar notas durante sus caminatas. Nietzsche decía que le gustaba dedicar su tiempo libre a tres actividades: leer a Schopenhauer, escuchar música de Schumann y tomar caminatas solitarias. 
Caminar sí permite la digresión y la asociación. Cuando James Joyce y Virginia Woolf introducen el fluir de la consciencia como técnica narrativa, ésta frecuentemente se da en los monólogos interiores que tienen sus personajes mientras caminan. Algunos años más tarde Jack Kerouac lleva el fluir de la consciencia al viaje. Y aunque On the Road es principalmente un viaje en automóvil –el proverbial roadtrip– sus libros de poemas Mexico City Blues y Orizaba 210 Blues Cerrada de Medellín Blues, los escribe en una azotea en la calle de Orizaba después de perderse caminando por la colonia Roma de la Ciudad de México… y ahí… se encuentra.
La caminata consciente alinea la mente con el cuerpo y ambos con el entorno. Es en el entorno donde la mente transita –o más bien divaga– entre los recuerdos del pasado, los planes para el futuro y las observaciones del presente. El caminar y el pensar, descubre Solnit, se sincronizan a una velocidad aproximada de cinco kilómetros por hora. 
El Camino Copalita fue un ejercicio de paciencia, perseverancia y tolerancia. Fuimos viajeros –no turistas. Fuimos invitados –no visitantes. Nuestro periplo llegó a su fin un Viernes Santo con una luna de sangre suspendida sobre la Bahía de Tangolunda mientras brindábamos con una botella de vino. Cuando te entregas a un lugar, nos dice Solnit, ese lugar te devuelve a ti mismo. ¿Nos encontramos? No lo sé… pero dimos un paso en esa dirección.
............................................................FIN...........................................................
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haroldharrisoncollege-rpg · 2 months ago
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hey, (heart) sister.
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Hace 23 años, la recién coronada Miss Nevada celebraba su triunfo en un casino cualquiera de Las Vegas, entre champán y lentejuelas. Allí conoció a un camarero tan guapo como sinvergüenza, y ella decidió que aquel día se llevaría dos trofeos a casa. Esa misma noche, víctimas de las burbujas y la inocencia, se casaron. Un año después, embarazada pero guapa, todavía tenía resaca. Las hermanas Darling son un dúo galáctico, enfundadas en sus chándales de leopardo, viviendo la vida como si fuera un videoclip de reggaeton viejo, y cambiándose los ligues como se cambian los tops. Qué te digo, cari, si las han enseñado a compartir. 
Con las ganas de fiesta de un concursante de JerseyShore.Con el carisma de un finalista de BigBrother.Con la fogosidad de un participante de TooHotToHandle. Con el brillo de un buen gloss de cereza.Con la destreza de un eye-liner bien hecho con unas uñas acrílicas del nº 6.Con la intelectualidad de un libro (de colorear, eso sí). 
Se busca a la Melliza nº 1 (porque es la mayor) de mi personaje. A la Kim de mi Paris, a la Thelma de mi Louise, a la Wisin de mi Yandel. La idea es ir a lo cutre, a lo extra, a lo bolso de imitación lleno de charms y pompones rosas. A reírnos lo que podamos y a ser, sobre todo, tontas de remate y carne de reality mamarracho.Tengo una idea general (más extensa que esto para que no sea mucho texto, con sugerencias de pb incluída -para que combine con el mío-) pero me gustaría que fuese algo que construyésemos de la manita. Así que, si te pica, nos texteamos <3
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mary-k-latina · 2 months ago
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Todos estaban reunidos en la Escuela de Tigre esa noche para festejar el casamiento de Adrián y Natalia.
Lali y Peter no se despegaban
"Esa va a ser mi mujer"_murmuró al ver a Lali enfundada en un vestido de lentejuelas.
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Paloma y Diego se reencontraron esa noche y estuvieron juntos también.
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Toto y Chino estaban distantes y China aprovecho para acercarse a él.
"¿Que pasa que Toto y vos están como...enojados...?"_preguntó "ya no andan...mariconeando?
"Yo nunca tuve nada...especial con él..."
"Vamos, Chino, no me mientas..."
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"No te miento, de hecho conocí a una piba bárbara en Mar Azul"_le respondió él.
"Jaja, no te creo ni ahí"_respondió China.
"Creeme..."_dijo él. Dio media vuelta y se fue.
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Toto, que había estado escuchando toda la conversación se acercó a China.
"Creele"_le sugirió Toto. "La chica de la que habla...es mi hermana"
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