#el cosito del clima
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uraniumbunny · 1 year ago
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OMG YEES that's genius.
Aziraphale would love Santa-Teresita-colour-changing dolphins because BIG BRAINS.
These are typical souvenirs (and Crowley likes giving souvenirs, apparently!) from when you go on vacation to the Atlantic coast, where there are several touristic cities one after the other.
And they turn blue when it'll be sunny, and pink if it's about to rain (and purple when it's unstable).
Like, imagine a scene where Crowley gives Aziraphale one of these dolphins as a gift. And later in another episode a scene with a close-up of the dolphins thingy turning from blue to purple to pink, and outside the window it starts raining. And then, another scene, VAVOOM Crowley and Azi kissing under the rain.
I need an artist to draw this, please, thank you.
I wonder if Neil should know about these? 🤔
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in argentina we have these cute little objects that change their color according to weather conditions, idk why but I think aziraphale would love them
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elmarcodelcuadro · 5 years ago
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Tornamesa
Como cualquier otra mañana con mi café sello rojo en la cocina mientras la caja de Belmont estaba en el cosito donde uno pone las llaves del carro. Mis ojos como cualquier otra mañana, entre la quinta dimensión y las baldosas de la casa, tratando de despertar de una buena vez. Tal vez me guste exagerar las cosas, siento que todo tiene mucho sentido si tan sólo se presta atención. Veía por la ventana los árboles de mi jardín moverse, como si las brisas de Diciembre hubiesen llegado pero era Agosto. Saqué mi pocillo que tenía una foto de Todd Rundgren, música como para tomar café en las mañanas, y me serví un poco de ese líquido caliente. Me llevo mi pocillo al sofá de la sala, doy un sorbito para no quemarme el alma y reposo el pocillo en la mesa de café, que tiene mi cuaderno lleno de garabatos y del nombre de cierta chica. Si le dijera que “no la extraño” no sería verdad para ser sinceros. Una mente tan caótica como la de ella era lo que buscaba sin darme cuenta. Jugué en sus jardines venenosos y bebí de su miel hasta quedar borracho de ella. Y bien borracho quedé, que estoy tomándome mi pocillo de café a ver si doy para comenzar el día. El dolor es tan físico, la oscuridad de esos pensamientos que cuelgan de la yema de los dedos, aferrándose a la delicada cuerda del recuerdo.
No es una tragedia, es la vida siendo vida. Recuerda muy bien que los amantes fueron desconocidos que se conocieron mucho y que ahora son un nombre más de algún lindo recuerdo y uno que otro amargo. A mí me pasan unas cosas que ni tienen explicación, sólo ocurren porque sí, porque la vida es vida supongo. ¿Qué pasó entre cierta chica y yo? Que el tiempo juega con distintas reglas esto que teníamos los dos. Nunca es suficiente, ¿verdad? Siempre queda un sin sabor de que pudo haber sido más pero que el tiempo hizo de las suyas, no aceptó ninguna excusa y ningún reclamo y nos mandó derechito a la incertidumbre. Mi cuerpo se movía, el de ella se quedaba. Sus labios perdían brillo y los míos la llamaban. Sus abrazos no existían y nuestras miradas se esquivaban. Nos comió ese virus que se pega muy a seguido, la virosis del olvido.
Recuerdo salir por las calles frías de la ciudad, agarrar nuestras chaquetas favoritas y caminar a tomarnos un café mientras fumábamos un cigarro. Era una tarde de esas grises, donde se asoma el sol y después se va porque se aburrió, como el clima. Ella y yo teníamos nuestras gafas de sol y los pensamientos en orden. Hace tiempo quería pasar tiempo conmigo y yo también, era sentido común porque los sábados por la tarde hay que darles alegría. Tenía un guayabo del día anterior, los tragos y las amistades siempre se pasan de la coletera y la cabeza tiene flashbacks que tengo que recordar con un café en la mano. Mila, ese era su nombre, se preguntaba mucho sobre mi vida y qué estaba haciendo con ella, que a donde estaba yendo y a dónde quería ir. Yo vivía en una extraña porción de soledad que me correspondió por aceptar la vida que tenía. No es que me moría de la tristeza pero ella hacía que no me acordara de eso en el momento. No todas las tristezas son malas, siempre he pensado que hay que sufrir un poco para poder apreciar un poco los pequeños detalles. Aún así no dejaba que me quitaran el sueño esa clase de ideas que ella disipaba con su sonrisa de piano y sus ojos eléctricos que me miraban a mí.  
— Te vi feliz y distraido — dice ella con respecto a volvernos a ver.
— ¿Y? — no entendía.
— Y no quería molestarte, estabas como ido.
— Y por qué no hiciste nada al respecto? — le respondo.
— No quería molestarte. — me dice
— ¿Molestar? Lo dudo, eres tú.
— Acá estamos igual, con tu café favorito — dice
— Para terminar siempre acá, ah? Pasan los años y terminamos acá siempre.
— No aprendemos eh
— Tal vez es lo que quiere la vida.
— Como siempre exagerando todo.
— No creo que pueda llamar exageración al espacio que nos une a los dos. — le digo
— ¿Por qué eres así chico? Siempre con tus palabras
— Tal vez porque exagero mucho cuando sé que es verdad.
Nos tomamos el café y lo que queda se enfría, era una tarde de esas donde llovía así que hacía frío en todos lados. Salimos y el sol nos dio un poco de luz, así que nos vamos caminando a una librería en un algún rincón de la ciudad. Ella estaba emocionada, decía que era un lugar que le gustaba bastante donde vendían libros, discos y cómics. Se llamaba Tornamesa y que tal vez ahí pudiese encontrar las ideas que buscaba esa mañana que decidí verme con ella. Abrimos la puerta y hay un silencio agradable, de esos que te hacen sentir en casa y te acomodan mientras organizas tus soledades o pensamientos. Me limpié los zapatos en la alfombra de la entrada mientras veía los afiches de Morrissey y Leonard Cohen. Ella se queda mirando unos pocillos de distintos artistas y cómics mientras yo veo los tornamesas que exhiben. Hay una mesa con el periódico de hoy y una cafetera que me dice la hora en su reloj de palitos. Mila se queda en su pared de pocillos y yo empiezo a ver los distintos libros de distintos escritores, era una librería así que variedad no era un problema. Caminando me tropecé con un muro de escritores colombianos y encontré un libro que me había recomendando un amigo poeta que se llamaba Amón. Ese libro me lo recomendó en unos carnavales donde nos conocimos jugando ajedrez fumando piel roja. El libro se llama En Diciembre llegaban las brisas de la barranquillera Marvel Moreno. Me recordaba mucho a la canción de Moises Angulo, que personaje más bizarro de la música colombiana. En fin, ese libro estaba ahí y lo agarro con mis manos. Mila lo reconoce y recuerda que le han hablado de ese libro pero que nunca se lo ha leído. No lo pienso ni dos veces, lo tomo por ella y le prometo escribirle un poema en su hoja en blanco del frente, antes del epílogo. Ella me dice que me tiene también una sorpresa y me da un pocillo de Todd Rundgren para que me tome mi cafecito por las mañanas.
— Deberías volver a escribir chico —  me dice ojeando la parte de atrás del libro.
— Las ideas no aparecen, no las encuentro, es la rutina…
— Siempre con lo de la rutina, cambia de guión —  me interrumpe con una cruda verdad.
— Pues sí, he leído este guión que me he vivido como por diez veces.
— ¿Hay algo que buscas? —  me dice preocupada.
— Una copia de Canto General de Pablo Neruda —  le respondo, a lo que una chica que trabaja me pregunta con voz alta
— ¿Cuál buscas? —  dice la chica
— Canto General de Pablo Neruda, que la colección de Alturas de Machu Pichu me llega como la espuma de los cóndores —  le digo
— Mira que lo tengo, ¿te lo traigo? —  me dice
— Claro, por favor —  a lo que ella va corriendo a buscar una copia. Mila y yo nos quedamos mirando mientras una clase de Chet Baker suena de fondo tratando de entender la conversación.
La chica vuelve y dice
— Miremos que piensas.
— Por favor —  le respondo mientras abre el libro recitando un poema muy bello que se llama Minerales.
— Veo porque le gusta, es muy bonito.
— Es denso, como las vibraciones que sentía Neruda al pisar la cuna del relámpago y del hombre, el alto arrecife de la gloria humana y caminar en las piedras de muchas vidas que se convirtieron en roca para sostener esos ásperos muros. Ojalá pudiese escribir así Mila —  digo suspirando mi decepción con mi mediocridad.
— Discúlpelo, él es escritor —  dice Mila
— No, sólo escribo —  respondo indignado.
— Bueno, él escribe también pero no encuentra ideas
— Te tengo otro cuento que te puedo leer si quieres, es de niños con ilustraciones pero te será de ayuda.
— Está bien, la lluvia no se deja molestar.
La chica vuelve y lee sobre la historia de una chica que no tenía sobre que escribir y decidió dar un paseo con su perro (que vi en sus dibujos), uno muy bonito, y le pasaron tantas cosas que cuando volvió a casa ya tenía la historia que quería escribir y me imagino que la escribió porque la chica de los libros nos la leyó.
— ¿cómo te llamas? —  le pregunto.
— Lisa —  dice.
— Gracias Lisa por este regalo tan lindo, créeme que me diste un buen concejo. Gracias —  las doy.
— Gracias a ti —  y se va corriendo a un rincón de la librería a hacer cualquier cosa que estaba haciendo en ese momento.
Mila y yo vamos a la caja y pago los libros que nos llevaremos. Salimos y el día empezó a mejorar, no quería caminar más y ella quería dormir. Eran las cinco de la tarde pero el cuerpo seguía destruido de la boletera de la noche anterior. Le doy un beso en la mejilla y le digo que a dónde vamos.
— Vamos a tu apartamento, quiero dormir —  me dice
— Está bien pero nos fumamos un porro y escuchamos música.
— Está bien chico.
Fuimos a mi apartamento a descansar y a escuchar música supongo. Subimos al 204 y se quitó sus zapatos y pidió una de mis camisetas. Le doy una de Jim Morrison y me acuesto a su lado. Le sobo sus pelos de fuego mientras escuchamos Sigur Rós de fondo. Ojalá la vida pudiese detenerse y quedarse entre los porros que nos fumamos, los libros que leemos y las historias que escribimos pero uno se queda, la vida sigue y no hay aviso alguno. Le sobo su pelo y la veo dormir hasta que simulé un sueño que me atrapó entre sus sábanas. El alma enguayabada, un amor que no expira y una tristeza que recupera su azul. Me levanto y ella ya no está, su libro se fue sin jamás haberle escrito el poema que quería que escribirle. Y el pocillo de café tratará de no quemarme el alma y tal vez hará que las brisas de diciembre soplen mi corazón de fuego que aún arde por ella.
Piensa en mí,
Sabes que estaría contigo si pudiese.
Tú me has enseñado el sueño,        
yo quiero la realidad.
Sabemos que el amor está pero algo nos divide,
la primera vez de ciertas cosas puede ser la última
y aparecen amores que quedan sin resolver,
Pero sólo recuerda algo:
Eres tuya y de nadie más. Que quede bien claro
Los espectadores no pueden comprender
que ustedes no son ella.
Por: El Marco del Cuadro
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diariodelverano · 6 years ago
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SIESTA, II
Es dos de enero y ningún pronóstico acierta nada. 
Antes de comer se largó el primer chaparrón e inmediatamente salió el sol. Mi hermanita, desde la cama, tuiteó que la estabilidad del clima es como su estabilidad emocional y yo, desde la mesa, le puse corazoncito. Después de comer siguieron alternándose chaparrón y solazo. Mi mamá estaba con la presión baja (es que está re pesado, ma) y se fue a acostar. 
Mi hermanita y sus amigxs se fueron a vagar por el sauna que debe ser el centro en estos momentos. Mi hermanita -o mi hermanita ampliada en forma de algunx de sus amgixs con o sin ella- entraron y salieron varias veces antes de irse definitivamente. Se fumaron un pucho en el patio, el humo difundía lento. Volvieron al baño, a buscar una malla, a dejar un casco, a buscar a mi hermanita que e había ido y se la podía divisar casi cruzando la plaza.
-Allá van, ¿los ves? -le dije al último que cayó re a destiempo.
-Al toque, gracias.
La voz coreana del parlante portátil comprado en algún transporte público que a pesar de todo se la banca bastante dice en un inglés precario que "the bluetooth device has been disconnected". Desde la pieza donde reposa mi mamá me pide que apague, por favor, el cosito. Y yo quedé sola en el comedor con Axel, que es un ventilador de pie blanco y estilizado que limpiamos más temprano, en un intervalo de sol, porque estaba lleno de polvo.
Ahora está tronando otra vez. Por chat le pregunto a mi otra hermana qué hace, para ir a lo de lxs tatas a llevarles una porción de torta vegana que me salió con gusto a léicaj. La desmoldé anoche tardísimo, después de esperar una hora a fuego bajo con la essen, destapando para chequear -como dicen las viejas, después de los veinte minutos- porque fui instada a no prender el horno. En la essen quedaron pegados restos de mascabo derretido, que raspé con la espátula. Le convidé uno a mi mamá y me dijo que le daban ganas de chuparlo.
Hoy temprano me escribió el Churro, que arregla celulares, para decirme que el arreglo salía dosmilqui y automáticamente después de eso mi celular empezó a decaer. A veces pienso que las cosas se dan cuenta, como en noviembre de 2k17 que tiré mi celular anterior al piso en un arrebato de ansiedad después de hacerme varios cortes en el brazo con una regla de plástico (mi amor...). Los días siguientes, hasta que se le acabó la batería, estuvo con la pantalla rota sobre la mesa, haciendo luces y vibrando ocasionalmente pero sobre todo cuando le pasaba cerca. Pensé que capaz los sensores... algo de eso, no sé. Fue un alivio cuando se apagó.
Bueno, y lo de hoy fue como hablar de su inminente obsolescencia como si no estuviera ahí, mediando la conversación misma, re cruel, y al toque empezó a glitchearse mucho, ilegible y críptico. Seleccioné dos chats de whatsapp que me importan (uno de ellos conmigo misma) y me los mandé por mail. Al rato releí un poco de una y reconstruí escenas del año pasado. Un día de lluvia y chaparrones que nos encontramos por 60 y fumamos uno en la plaza que antes se llamaba Máximo Paz y ahora nunca me acuerdo. Hacía un re frío y yo temblaba, pero me encantaba estar ahí y además tenía trencitas. Después fuimos a casa, chapamos, te eché porque tenía una cita, te fuiste, me dijiste qué ganas de agarrarte de las trencitas, me preguntaste a quién tenía que ver, no te respondí, me estaban por cancelar, estabas re caliente, yo también, me cancelaron, volviste, zarpado que volviste y me agarraste de las trencitas.
Ahora que es dos de enero me parece que había un tema de La oreja de Van Gogh que hablaba del dos de enero pero en realidad es del viente, y cuando googleo aparece uno de Spinetta y los socios del desierto. Muchos comentarios de hoy dicen “2019 y estoy escuchando este tema”. Le doy play como leyendo una efeméride. No envejeció bien y con las primeras guitarras me sobreviene un malestar latoso. La letra habla de cielos, vacíos, libros, rosas, barcos.
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