#dialéctica descendente
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bocadosdefilosofia · 1 year ago
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«Ahora bien, la verdadera misión del método dialéctico consiste en demoler todos los conceptos adquiridos y cristalizados para impedir su momificación —la cual es debida a la incapacidad para captar las totalidades en movimiento— y también en tener en cuenta simultáneamente los conjuntos y sus partes. Por esta razón la dialéctica, para dar fruto, deberá ser esencialmente antidogmática, es decir, deberá eliminar toda toma de posición filosófica o científica previa. La dialéctica virulenta y fiel a su vocación, no puede ser ascendente ni descendente, ni las dos cosas a la vez. No pude conducir a la salvación ni a la desesperación, ni a la primera a través de esta última.»
Georges Gurvitch: Dialéctica y sociología. Alianza Editorial, págs. 20-21. Madrid, 1992
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josegarsan · 4 years ago
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De Las Crisis
25 de Febrero del 2021, Torreón, Coahuila.
DE LAS CRISIS, Y DE CÓMO SE DAN Y DESARROLLAN ALGUNOS PROCESOS CRÍTICOS. (UN ENSAYO)
Pido a mi paciente lector que continúe leyendo el presente escrito, a pesar de los escollos y enredos verbales y conceptuales, y le puedo asegurar que después de apisonar el terreno, aparentemente  escabroso, se deslizará con suavidad en la dialéctica de los conceptos que pongo a su consideración. Considero que caminando con seguridad y gusto por el sendero que indico, cualquier fenómeno que entre en el marco conceptual que denota la palabra crisis, será de extrema obviedad
Si la damos una repasada somera  a la historia de la humanidad relatada por los historiadores egregios y otros de poca monta, todos de múltiples formas, nos narran crisis de toda índole que se han dado en los pueblos de los distintos continentes. La palabra crisis en todas las narraciones históricas aparece una y otra vez en forma tenaz. Igualmente, si revisamos los libros y textos de poesía épica y novela heroica podremos encontrar el término muchas veces escrito. El historiador de todas las edades de la historia tiene gusto por narrar las crisis por las que pasa la humanidad de tiempo en tiempo; ni se diga de los yutubers ni de los reporteros de medios de comunicación tremendistas.  
Hablan de crisis causadas por enfermedades, pandemias y grandes hambrunas en las ciudades más destacadas de la época que narran; de crisis armadas y diplomáticas entre principados y pequeñas naciones por disputas territoriales; de crisis nacionales como las que provocaron las ingenierías sociales de José Stalin en Rusia con el resultado fatal de 40 millones de muertos, y la de Mao Tse Tung con más de 55; de crisis mundiales del 1917/1939-1945; de crisis regionales como las de Oriente Medio salpicadas de religión, de fanatismos, intereses geopolíticos estratégicos y petróleo, que hacen estallar conflagraciones que arrojan millares y hasta millones de desplazados y muertos con la secuela de hambre enfermedad y miseria. Hablan de crisis  religiosas como la que prendió el fanatismo de Matín Lutero y la corrupta obstinación del clero católico y los papas; La crisis o Guerra de los Cien Años entre Francia e Inglaterra 1337/1453; Las crisis, en la Europa de Erasmo de Rotterdam, de ideológicas que desbocaron en herejías que provocaron cismas y anatemas. Por subrayar algunas con nombre y apellido. De crisis institucionales, de crisis en los gobiernos y gabinetes de los estados, de crisis políticas y sociales, de crisis económicas y financieras, de crisis de alimentos, de crisis históricas, de crisis personales, de crisis grupales y partidistas, crisis de pareja. La lista es grande, aunque en muchas ocasiones vaya substituido el vocablo por algún sinónimo que  acentúe el grado de intensidad de la crisis. Pero, esa fase hacia el hervor de los miedos, las pasiones, las emociones y las ambiciones, está allí; la codicia por el dinero, la disputa por el poder y la lucha por la sobrevivencia del más apto como distintivo de lo bestial de lo humano, siempre está en continuo fermento de menos a más y a la inversa.
Se aplica el término crisis en una comprensión y extensión tan relativa y a la vez tan absoluta. Si abrimos nuestras computadoras y la televisión para ver y escuchar alguna noticia regional, nacional o internacional oímos el término crisis aplicado a un sin número de objetos, sujetos individuales y colectivos, que se dan en el acontecer humano cotidiano. Si leemos la prensa escrita , revistas científicas y sociales, o de cualquier índole, encontramos muchas veces el término o concepto de crisis, Los periodistas y escritores  aplican la palabra lo mismo a una persona, a un conglomerado, a un grupo social lo mismo que a un estado o nación. Lo usan indistintamente a todos los sucesos y procesos que se dan en la vida de los humanos o de cosas, que de muchas maneras, los conectan, impactan y tocan y trastocan con efectos colaterales.
Hoy mismo, y desde octubre del 2019, se vive cotidianamente en una lucha pertinaz en contra del Corona virus o -COVID-19. La  numerología de la prensa mundial y las estadística de los estados nacionales, de la Organización Mundial de la Salud y de las instituciones equivalentes en cada una de las naciones, están refrescando, día a día, la información del avance de esta pandemia por el mundo: 113 millones de infectados y 2.5 millones de muertos, hasta hoy 24 de febrero del 2021. La cifras de muertes dadas a conocer en esta crisis de salud que promete ser una enorme crisis económica y financiera mundial, que según los teóricos de la salud pública, de la economía y las finanzas, arrastrará a la bancarrota y difícil recuperación a los estados nacionales ricos y pobres: Muertes en Estados Unidos (USA) 500,000, en Brasil 247,270,en México 180,536, en India 156,500, en  Reino Unido 120,457,etc. Ofrezco Estos datos sólo para señalar el proceso crítico y el alcance mundial de la pandemia, y mostrar cómo se viene dando una crisis de salud a consecuencia de un virus corona en esta época tan comunicada.
Crisis es una especie de palabra omnipresente en el inmenso mundo del ser, del parecer, del pensar, del decir y del actuar. Es una palabra clave en la lucha por ser, por parecer, por el poder y en la lucha por sobrevivir. La crisis es un fenómeno que aparece  en un momento y en un espacio determinados que se debe a causas naturales y/o artificiales que le hicieron surgir irremediablemente…
¿Se puede dar una definición aceptable de crisis como fenómeno? Pero,  ¿cómo podríamos, ante un fenómeno así, dejar asentada una definición aceptable sin precipitarnos en un abismo, aun recurriendo a los mejores instrumentos del raciocinio?
Me niego a aventurar una definición o algo que se le parezca, sólo me concretaré a emprender una línea de pensamiento dialéctico simple, ya que ni soy filósofo ni científico, sobre este fenómeno contemplando las diversas facetas o vistas que me ofrece en el proceso de su movimiento rotativo y de traslación en el marco de su natural entorno
Observando el proceso del movimiento de los sujetos y objetos envueltos en  un proceso de crisis (sociales o económicos por ejemplo), puedo ver que su movimiento no es lineal, que fluya siempre del punto A  y se desplace al punto B, y así en infinito. Un principio y un fin acotados bien localizados y perfectamente sincronizados. Esta visión  de algunas facetas de esos, los procesos críticos, es incompleta porque si bien es cierto que proceden aparentemente en línea y se van acumulando; sin embargo se curvan cuando están describiendo un círculo para volver a B, pero B prima, y después, otra vuelta para volver a B, pero  segunda, y después a B, pero tercia…, y así continuamente hasta formar un cúmulo de vueltas en espiral ascendente o descendente , pero la circulación del movimiento de esos ciclos nunca se da por el mismo espacio-tiempo es decir, nunca por el mismo camino y jamás en el mismo tiempo.
Se pueden distinguir crisis elementales, crisis de conjuntos, de contextos, de subsistemas, de sistemas, de conjuntos de sistemas, de contextos de sistemas, de sistemas de sistemas y así hasta el absurdo, dependiendo de la unidad en la que concentramos nuestra visión. En el caso del cerebro y de muchos otros fenómenos como el mismo universo podemos también encontrar crisis en las interconexiones neuronales, y en las crisis de aquellas interconexiones de los astros en las galaxias y de éstas en relación a los conjuntos de galaxias y en general del universo. En donde todo está interconectado de muchas maneras por redes de energía que nuestros sentidos no tienen capacidad para percibir y nuestra mente, en infinitos casos, no ha podido descubrir.
Parece ser, que cuando surge y está a vistas el proceso  crítico, es porque viene de haberse provocado una ruptura de alguno de los elementos o de alguna de sus interconexiones, o de varios o varias que componen la estructura y función de un objeto o sujeto integrado como sistema. Pero…, los procesos críticos, toda vez que son por excelencia, movimiento, se dan siempre, y los elementos que los componen, desde el inicio emprenden el camino del proceso de crisis sin retorno al mismo lugar ni al mismo tiempo; al menos en las dimensiones de nuestro actual humano vivir; sin embargo, más allá de nuestra limitadísima concepción geométrica, es posible que ya no haya movimiento, ni espacio, ni tiempo, ni luz y por tanto la crisis ya no tenga más sentido.
Cualquier entidad elemental, desde su surgimiento comienza a estar en un permanente proceso de crisis, ésta es la esencia misma del movimiento de todo lo que existe, véanoslo o no. No obstante algunos procesos críticos de mediano aliento, de transcurso relativamente corto, dejan ver o captar aquello que puede ser el fin de un movimiento, y podría parecer y afirmarse que el proceso ya ha sido consumando; sin embargo, desde el inicio de esta línea de acción-reacción, cada crisis en su interior lleva ya incorporado, la ruptura y el desprendimiento; y llegado el momento, su tránsito a otro proceso de igual forma o quizás de otra, que a su vez lleva ya el infección de la próxima crisis que vendrá manifestada en su momento y en su tiempo. Así en un continuo bregar y navegar de los sujetos y objetos de nuestro entorno, incluyéndonos a nosotros mismos como sistemas críticos que somos y que observamos el entorno de sistemas en crisis, que nos explica, nos complica, nos implica, nos construye y nos destruye. Examínense, aun  someramente, algunos fenómenos de la física, de la qu��mica, de la sociedad, de la economía, de las finanzas, de la astronomía, del derecho, de la medicina, de la constitución del cerebro, de la biología etc.
Los aspectos de los procesos críticos le van presentando al observador el perfil y el tipo de crisis de que se trata.
La crisis como fenómeno, es siempre un ordenamiento, es la expresión de una realidad, el enunciado de un hecho perceptible por un observador avisado.
Si existe un fenómeno, ahí también coexiste y se constata el proceso critico.
El movimiento de las crisis se da como progresivo, pero también y en la misma medida, se da como regresivo, según sea el punto de alcance, o el de terminación, dándose procesos evolutivos e  involutivos.
Las crisis tienen un antes, un ahora y un después , y aunque sus movimientos son cíclicos , no obstante esos ciclos jamás se realizan sobre sí mismos, dan el aspecto de que dichos ciclos nos acusan una especie de espiral que tiene su principio desde un punto, en el ciclo de menor dimensión hasta llegar a los de mayor tamaño, y de allí su caída en reversa, repitiendo los de los ciclos aumentativos hacia abajo en decreciendo hasta el nuevo punto de inicio, y después  del punto minus, comienza la circulación de menos a más en la ruta del espiral en creciendo, pero hacia abajo. Y así sucesivamente hasta el absurdo.
Los procesos críticos cuando van surgiendo parecen estar en una permanente ruptura de los estados anteriores, parecen estar en ebullición constante  en que se van dando las modificaciones de los elementos de la estructura, de sus interconexiones y de sus direcciones. Aquí para entender esta serie de facetas y/o de manifestaciones, el ejemplo más a la mano, es el agua cuando se sujeta a la presión del calor partiendo del frío.
Las crisis que se van sucintado unas son iguales en forma y otras no, unas son parejas en la velocidad de su desarrollo, otras no, unas son paralelas en tiempo, en espacio y en dirección; otras no. Todo parece indicar que el proceso crítico tiene un origen o nacimiento; una extensión, ramificación y ensanchamiento; un afianzamiento y vigorización, y un desenlace, un término en el cual dejan de ser de una manera para ser de otra.
Aunque en apariencia haya similitud (Ejem. liquidez) de sistema a sistema en crisis, en los ámbitos cualquiera que estos sean, siempre las tenciones que rigen las crisis en una instancia anterior, tienen connotaciones diferentes como diferente es la esencia de su naturaleza y diferente la forma de su estructura, como diferente es la interconexión entre las partes y diferente su  función y su dirección.  
La crisis puede tener el sentido de descomposición y recomposición, de madurez y retroceso, de cenit y ocaso; es decir, cuando  un elemento o sistema en proceso critico, llega a tener el grado máximo de su perfección en sí mismo, inmediatamente después de ese desenlace culminante, en el inmediato segundo después, viene el retroceso, la descomposición, el ocaso. Y después  de ese ocaso, espacio temporalmente marcado, recomienza otro proceso crítico desde ese punto crítico terminal del ser de una forma hasta su desintegración e integración en otro.
Se puede afirmar que los procesos críticos son acumuladores básicos de los sistemas, cualquiera que sea su naturaleza, que también son una especie de pivote para resortear e ir sacando presión natural que se acumula en su  organización. Además, las crisis son un puente natural entre el ser y no ser de una forma determinada y ser de otra.
Desde otro ángulo vemos que hay procesos críticos que podríamos llamar de substancia, de fondo, esenciales que se dan en la constitución intrínseca de la naturaleza de las cosas…, para usar los términos aristotélico-tomistas. También aparecen procesos críticos accidentales  es decir crisis de forma como el color, tamaño, calor- frio, duro- blando, sólido-líquido, etc. Hay otros procesos, sin embargo en donde se dan cambios en la substancia y en la forma, a la vez.
De las reacciones que se dan en los sistemas
La Química es la ciencia por antonomasia de las crisis, de las reacciones, porque siempre una reacción hace crisis, y en ella podemos observar, de manera muy gráfica, la intromisión de substancias a otras substancias, que una vez que han sido tocadas, se provocan reacciones que conllevan procesos críticos que se trasladan a substancias diferentes…, Son los reactivos los modos más descriptivos de  como se alcanzan los cambios de substancias a través de entrometer, mezclar substancias a otras substancias o productos.
En una  Reacción Química, los Reactivos o Reactantes son las sustancias (elementos, moléculas, iones...) que se unen o dividen entre sí para transformarse en nuevas sustancias llamadas Productos.
De las tensiones que se dan en los sistemas.
Toda crisis es tensión permanente, o conjunto de tensiones. Las tensiones que se dan al interior de un sistema tienen múltiples resistencias, orígenes y direcciones. Las tensiones sustentan, sostienen la existencia, dirección y movimiento relativo de las otras tensiones, pero además esa red de tensiones sustenta los elementos esenciales que  definen la naturaleza del sistema contemplado. La cantidad y calidad de las tenciones que se dan en la periferia del sistema, dependen normalmente de la cantidad y calidad de la tensión que provoca el núcleo y a la inversa.
El núcleo y la tensión que provoca éste, son, algunas veces el punto medular del sistema en crisis, dependiendo de la composición del núcleo y la naturaleza de sus tensiones; otras veces la carga de la tención que afecta al núcleo depende de la naturaleza de las tensiones de sus partículas periféricas. Es claro que hay simetría y sincronía de todo el sistema, porque de alterarse estas cualidades, el proceso crítico, también se alteraría e iría de inmediato a la explosión en conflicto antes de completar su ciclo natural de su movimiento per se.
Ambas relaciones o tensiones provocaran caos, o equilibrio, según sea el caso. En una fotografía, pareciera que el núcleo es sustentador de toda la estructura del sistema, pero también desde otra perspectiva, parecería que la red de las tensiones e influencias de las partículas externas al núcleo hacen depender y dar equilibrio al núcleo mismo. Sin embargo desde una perspectiva en donde el movimiento es el tirano, es de suponer en simple lógica, que nada está realmente quieto, que todas las partículas están en movimiento alrededor del núcleo, que el movimiento se da en un espacio y un tiempo determinado  y que el movimiento y la velocidad en ese espacio tiempo son las que de muchas maneras impactan sobre el acontecer de ese sistema y le dan equilibrio,  o caos. Pero siempre están en proceso crítico.
Desde la misma línea de razonamiento,  pero con otra expresión: Dinámicamente, la tensión nuclear se alimenta de la totalidad de las  tensiones de los elementos de la estructura del sistema dado, ya que desde la perspectiva del funcionamiento, la buena marcha del todo conjunto, depende del total funcionamiento del todo de cada una de las tensiones que se mueven en el sistema en cuestión.
Así bajo esta visión, el todo y las partes deberán tener una congruencia totalizadora, de acción-reacción sincronizadas y simétricas, en donde, teóricamente, todo sería orden correspondiente, consecuente y concomitante.
Desde este punto de vista parecen existir también otras fuerzas externas, que de hecho, como se observan en muchos sistemas, vienen a tensar los elementos y movimientos internos que constituyen la estructura y función de estos. Esas fuerzas parecen provenir de múltiples causas en tal forma que parecen conformar un círculo permanente que da vuelta sobre sí mismo. El efecto circular acumulativo del movimiento de la energía, o fuerzas, pero siempre causas, dejan ver que provienen de dos fuentes iniciales, muy genéricas: La causación interna y la causación externa, que en la interna corresponden a las tensiones micrométricas hacia y desde adentro, y en el interior del sistema contemplado; o macrométricas desde fuera o hacia fuera del sistema contemplado. Así, ambas esferas de causación entran en crisis al ponerse en contacto de cualquier manera. Unas crisis más agresivas que otras, que parecen imperceptibles.     Me disculpo por esta visión aproximada y sumamente esquematizada del átomo y la célula, de los grupos sociales y otros colectivos gregarios. Se ve también así en la arquitectura, en el derecho, o en algunos compuestos institucionalizados. etc.
Fases del movimiento y direcciones del los procesos críticos.
Parece ser que las tensiones pueden a su vez generarse en varios puntos del sistema que se contempla, siendo de la misma clase, complementarías, subordinadas o de cualquier otro tipo dado en cierto momento de su avance. Parece ser también que las facetas del proceso crítico como tal, abarcan la tensión que obedece a la misma crisis, y al conflicto, ambas como movimientos generales que se dan en la conformación de su estructura también general. Sin embargo, para anotar una distinción de razón, diferenciaremos: Llamaremos tensión a una especie de etapa previa a la crisis como tal. La tensión, por supuesto, es ya crisis en acción; crisis, cuando toma cuerpo el proceso critico como tal y, conflicto cuando el proceso crítico está ya en el clímax del proceso. Ésta es una distinción para tipificar, de alguna manera, los pasos en el cuerpo del proceso crítico, y afirmo que tensión, crisis y conflicto son crisis en sí mismos, ya que cada uno, de por sí, es un proceso critico.
Los pasos de tensión a crisis, y de crisis a conflicto, se dan en el contexto mismo de la dinámica de la crisis con diferencias de espacio y tiempo. Considero que esta visión de la crisis como proceso, nos representa una alternativa de óptica para la explicación de los aspectos y el dinamismo del proceso critico. Siendo esto así, podemos afirmar que un proceso crítico tiene un número indeterminado de direcciones: arriba, abajo, adelante, a la izquierda, a la derecha, al centro o a la periferia, de la periferia al centro, pero nunca quieto; Igualmente  tiene grados en ascenso o en descenso, en velocidad, en intensidad, etc.
La frecuencia en el movimiento de los procesos críticos.
La cantidad de veces que se repiten los componentes de la crisis y la misma crisis, en tiempos y formas; el número de veces que se repiten en una unidad de tiempo, el movimiento de los elementos, de los conjuntos y contextos que componen la estructura del sistema; la cantidad de veces que se repiten en unidad de tiempo las tensiones de los elementos, constituyen la frecuencia, es decir, La frecuencia es el número de repeticiones por unidad de tiempo de un proceso crítico que también es evento periódico. El período es la duración de tiempo de cada crisis repetitiva, por lo que el período de la crisis, es el recíproco de la frecuencia de la crisis.
La modulación e intensidad del movimiento de los procesos críticos.
Cando analizamos la faceta de la modulación como una aspecto esencial de la crisis como proceso, no podemos dejar de lado las consideraciones que hicimos sobre la frecuencia, ya que los conceptos de ésta, conllevan en su misma naturaleza las características de la modulación.
Si hay movimiento, puede haber frecuencia; si hay estos dos más tiempo, puede haber modulación, siempre y cuando haya cantidad de repeticiones del proceso crítico, y cierta variación de modos que siendo finos, suaves, fáciles, lentos, bruscos o rápidos ofrecen un tamaño y longitud de picos que se denominan onda. La frecuencia y modulación da el tamaño y longitud de la onda del proceso crítico.
Puede hablarse de modulación de frecuencia, modulación de amplitud, modulación de base y modulación por longitud de onda, entre otros tipos que se dan en la mayoría de los procesos críticos.
La intensidad del movimiento de los procesos críticos nos dice también de la cantidad y calidad de la energía, que se aplican entre sí los elementos componentes de la estructura del sistema contemplado. Así como de la cantidad y calidad de la energía que se aplican y comunican las tensiones entres sí, como de la cantidad y calidad de la energía  que en su totalidad los elementos y tensiones comunican y replican al exterior y las que el exterior les regresa en reciprocidad o aleatoriamente.
El posible origen de los procesos críticos y su maduración
El hasta ahora reconocido origen de los procesos críticos pudiera ser el gran estallido (Big Bang) y la fatalidad irremediable del movimiento perene, constante, incesante que engendró esa cadena inmensa, en la que se encuentran inmersos, estrechamente vinculados  todos los fenómenos de la naturaleza que por antonomasia son de por sí, procesos críticos.
Esa gran crisis generadora, que hasta ahora se reconoce como la primera crisis, difunde los procesos críticos por el espacio-tiempo, y por supuesto, no está suficientemente realizada, completa; siempre se está extendiendo, siempre se divide, siempre está sumando, siempre se va expandiendo.
Voltear al pasado para conocer el origen de las crisis siempre lleva en ese acto retrovisor la posibilidad de encontrar las facetas bien dibujadas de lo que, sin lugar a dudas, vendrá en el futuro de las próximas crisis. Observar una crisis presente, aunque el presente constituya una pared muy delgada entre el pasado de las crisis y el futuro, es ya, la mejor ventana de observación de cómo se desarrollarán las crisis en el futuro, dado que las crisis presentes contienen íntegramente la misma naturaleza del pasado crítico, y también la del futuro crítico que en ese preciso instante se inicia.
Una crisis del pasado vista con acuciosidad, observada con profundidad, nos da los criterios básicos, las facetas esenciales para compararlas con una crisis desarrollada en el presente y, también, nos ofrece cantidad de detalles de diferentes órdenes para configurar, para concordar el porvenir crítico.
Las crisis no se dan en solitario; están ligadas  unas con otras. Una crisis aparece como surgiendo de otra anterior porque no es sino la complicación de algo que ya estaba en ésta implícito. Así, la primera crisis implica la segunda. Además, las crisis están yuxtapuestas y complican el espacio-tiempo, implican el espacio en torno.
Las crisis tienen para  ser y expresarse, la necesidad de ubicación, y como todos los fenómenos que se dan en la naturaleza requiere la circunstancia y la expresión como tales, circunstancias que abren la posibilidad a ser vistas y observadas desde algún punto de vista algún punto de vista por algún espectador. La crisis no es un efecto espontaneo del ser o del no ser de un sistema dado, no brotan espontáneamente, irrumpiendo en el ser desde ninguna causa. Los procesos críticos son provocados a causa de tensiones acumuladas naturales o artificiales de dentro o de fuera de dicho sistema, después de un largo o corto periodo de maduración o corrupción.
Al tratar de recorrer a través de la observación y del pensamiento las crisis y las grandes avenidas por donde se desahogan los procesos críticos, inmediatamente se nos presenta una panorámica del pasado crítico. El primer aspecto que se ofrece a nuestra mirada es de una muchedumbre de procesos críticos: unos envueltos en una vorágine de  apariencia caótica, otros resumidos en una nube de crisis regresivas,  y otras, en un panteón que dan la impresión de estar desechas, muertas.  
Un proceso critico viene de movimientos permanentes que realizan los elementos en sí mismos y entre sí , de las tensiones en sí mismas y entre sí, que de muchas formas se relacionan para darle personalidad y definición al sistema en sus relaciones hacia dentro y en las del exterior. La crisis sigue una ruta que desde su origen hasta su manifestación atraviesa por diversas etapas de maduración.
La crisis se genera también a causa de fuerzas  muy variadas de energía contraria o coincidente, definida o indefinida, tácita o expresa, etc., que se  acumula y provoca la tensión de los elementos que integran la estructura de un sistema dado. Es decir, se friccionan las partículas que constituyen dicho elemento al grado de la explosión- conflicto. Esta explosión vuelve a emitir tensión sobre los elementos constitutivos del sistema contemplado, expandiendo la conflagración a su entorno, se acumula de nueva cuenta la tensión de forma cuantitativa y cualitativa en una etapa anterior a un nuevo conflicto de las realimentadas fuerzas en fricción.
A partir de este estadio prosigue el movimiento con nuevo ímpetu, toma velocidad y nueva expansión, al grado de hacer resurgir una nueva cadena de contradicciones, (reacción básica que está presente en todas las partes del proceso) a partir de ésto se inicia una nueva acumulación  de las tensiones que se convierte en reserva cualitativa de las tensiones, y así de las demás.
Cuando una crisis va teniendo sentido de permanencia, a partir de ese momento se vuelve conflicto, es decir el punto clímax que provoca la explosión de la crisis. El conflicto es momentáneo, siempre transitorio ya que marca el final del proceso crítico y el principio de otro. Se termina una dirección y comienza otra. El conflicto es el final de un espacio-tiempo y el principio de otro.
En este momento el conflicto (visto como detonación o pivote de la presión) toma cuerpo y expresión, a partir de este instante, la crisis es operable, si se trata de crisis naturales y artificiales, humanas o de otras que se dan en el planeta tierra.
Si seguimos observando los procesos críticos nos damos cuenta, según sea el punto en que fijemos nuestra vista, que hay conflictos  parciales y son aquellos que se  generan en algunas de las partes que integran el sistema, o también en una sola parte. Se dan conflictos elementales, conflictos de conjunto, conflictos contextuales. Los conflictos totales son los que se generan en el todo de un sistema contemplado. Cabe afirmar que se dan conflictos totales también en cada uno de los elementos, en los conjuntos, en los contextos que integran un sistema determinado, toda vez que se les contemple como un sistema unitario por más simple que sea. (El conflicto total de un elemento, el conflicto total de un conjunto, el conflicto total de un contexto)La totalidad o parcialidad de los conflictos es relativa ya que depende del alcance de la visión y del punto desde donde sea plica la visión.
En el momento del conflicto la crisis puede administrarse dado que es más fácil detectar, diseccionar, analizar y estudiar el cuerpo del sistema en donde se da el proceso, pero también el mismo proceso crítico. El paso siguiente es resolver la encrucijada: o hacer tronar, explotar, detonar el conflicto, o distenderlo, aflojarlo, relajarlo, diluirlo.
La dirección de una crisis o del proceso crítico, será en todo momento la que rija la explosión hacia el conflicto, o en su caso, la distensión. Algunas veces se busca el desequilibrio otras el equilibrio, y en ambos casos, el encuentro con un nuevo orden del proceso critico que deberá iniciarse.
Algunas categorías muy generales de los procesos críticos: Hegemónicos, coordinados y subordinados.
Cuando se está en contemplación de los procesos críticos notamos que hay universos de crisis bastante amplios y complejos en su forma, y  algo que aparece de inmediato, es su configuración que los tipifica, la ubicación  y su relación con las demás.
En este marco general de los procesos críticos vemos que se dan en un cierto tipo de procesos cuyas características implican hegemonía, su predomino es soberano y tienen una gruesa gama de sistemas supeditados a su imperio. Otros hay en un cierto tipo de procesos cuyas características implican coordinación entre otros semejantes, su colaboración es de auxilio y servicio, de asistencia y ayuda, siempre recíproca. Hay otros cuyas características implican subordinación en diversos grados, su inferioridad los lleva a la extrema dependencia, supeditándose a una ilimitada sumisión.
Es interesante anotar, viendo el presente y el pasado de los procesos críticos, que de todas las facetas que impactan a nuestra contemplación, hay un aspecto hegemónico, fundamental y supremo que rige el origen, desarrollo y decadencia de dichos procesos: En el Universo-Cosmos, en los seres humanos, en los animales, en las plantas como en las cosas, lo que da esencialmente origen, fuerza y consistencia a las crisis, es la contradicción que surge de la lucha por permanecer en la existencia, y la lucha por el poder de los sistemas más aptos, frente a otros sistemas con contextura de menor aptitud.
El aspecto de mayor peso específico de los procesos críticos, es la aptitud para vivir, la capacidad, innata o adquirida, para estar en la existencia, la disposición para estar viviendo de una forma o de otra, la idoneidad para seguir siendo.
José García Sánchez
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dando-la-nota-tormentito · 5 years ago
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MÚSICA Y  MATEMÁTICAS
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Resulta consustancial la interrelación de la Música con las Matemáticas, dado que en ambas ciencias coexisten, en ajustado y perfecto equilibrio, los principios consustanciales del tiempo y del espacio. Si Isaac Newton o Albert Einstein no hubiesen tenido conocimientos musicales partiendo de los planteamientos del saber transmitido desde Aristóteles, Platón, Pitágoras o Sócrates, amén de su pasión por la saber matemático, es posible que sus respectivas teorías de la gravedad y de la relatividad no hubiesen visto la luz en sus momentos de la historia o hubieren sido otros quienes las descubrieren con posterioridad.
No obstante, en materias tan delicadas y en las que brillan tantas mentes preclaras, es aconsejable caminar en modo pausado y con la debida concisión, dado que estamos ante una temática amplísima, discutida y discutible, amén de resultar limitado el espacio otorgado a estas líneas y las grandes carencias de conocimiento por parte de quien escribe.
Ya en el siglo VI a.C. Pitágoras y sus discípulos desarrollaron el currículum del conocimiento humano de las ciencias en el que fue llamado 'Quadribium' (que permaneció vigente durante toda la Edad Media y luego fue desterrado por el Enciclopedismo) en el que eran de obligada sapiencia la geometría, la aritmética, la música y la astronomía, como saberes exactos, y en el 'Trívium', donde la gramática, la dialéctica y la retórica eran los pilares racionales del saber humano. De estas siete artes liberales se ha llegado, hoy en día, a los más amplios conocimientos del ser humano, a pesar de quienes desarrollan nuestra gobernanza, mutilen el desarrollo intelectual, con la supresión del estudio de la música, de la dialéctica y de la retórica. ¡Así nos va a todos!
Pitágoras de Samos (568-475 a.C.) concibió la música como el 'discreto cuántico relativo de lo inmutable'. Su gran pasión vital fue el estudio sobre el intervalo del tiempo acústico entre los armónicos sonoros que configuran, a la fecha, las siete notas musicales -en escala ascendente o descendente- y que podrían ser representadas mediante números, creando, consiguientemente, una armonía musical consonante, ya que la asonancia -para su concepto filosófico- no tenía sentido, pues el mundo carecía de razón sin sonoridad, dada su concepción de la inexistencia del silencio absoluto. Escuchando, una vez, el trabajo de los herreros de una fragua se dio cuenta de que los sonidos, provenientes de los golpes que aquellos hombres descargaban sobre los hierros incandescentes, eran distintos según el grosor o tamaño de los martillos empleados.
Mozart, en 1777, recién cumplidos los 21 años, creó un "Juego de Dados Musical para escribir valses con la ayuda de dos dados sin ser músico ni saber nada de composición" (K 294). Escribió 176 compases adecuadamente y los colocó en dos tablas de 88 elementos cada una, numeradas en horizontal del I al VIII y en vertical del 1 al 12, con lo que tirando los dos dados a la vez se obtienen 11 números posibles (del 2 al 12), lo que ofrecería la friolera de 1114 valses diferentes en cálculos algebraicos, es decir 3.797498335832 (10 a la potencia de 14). Ello supondría que un estreno mundial de cada vals, a razón de 30 segundos, ¡llegaría a pasmosa suma 361 millones de años! De tal modo el genial músico, gran aficionado a las matemáticas, mediante tal sencillo juego, creó la imposibilidad de que ningún intérprete pudiera ejecutar jamás su música completa.
El llamado "Canon del Cangrejo", es una pieza musical escrita por Johan Sebastián Bach en 1747 (BWV 1079), que se interpreta, generalmente, utilizando el clave. Si el nombre de esta composición musical ya de por sí resulta curiosa, más lo es por su particularidad en la forma de ser compuesta. Estamos ante una obra que se interpreta con asiduidad, cuya característica estriba en que el acompañamiento que de la misma se hace con la mano izquierda y sus notas se tocan al revés que las de la melodía que se ejecuta con la mano derecha. Estamos ante lo que se conoce como un palíndromo musical, al igual que un palíndromo lingüístico, cual es el caso de la palabra Amor que si se lee al revés se pronuncia Roma.  Con esta conformación de composición bachiana se formó la llamada Banda de Moebius.
Pero lo que causa verdadero interés es saber que la banda o cinta de Moebius no fue descubierta hasta 1818 por los físicos alemanes August Ferdinand Möbius (léase Moebius) y Johan Benedit Listing, ¡111 años después de que ya Bach la pusiera en música! Con lo cual, en este caso, estamos ante otra prueba más de que la música se ha adelantado a las matemáticas, o al menos ante un descubrimiento matemático que Bach, en su concepción métrica de los sonidos, como la consecuencia de una necesaria interrelación entre el tiempo y el espacio, ya había captado, a partir de una sólida base matemática tenida en su juventud y de haber estudiado a los clásicos de la Grecia antigua, como Aristóteles y Pitágoras, quienes entendieron que el conocimiento humano debía de estar basado en la geometría, la aritmética, la música y la astronomía (el famoso Quadribium), como ciencias que están relacionadas, de forma plena, entre sí.
Tan solo me cabe recordar ahora a mi admirado Eduardo Chillida -de quien podría darse un enfoque como creador de una filosofía de desarrollo tridimensional (espacio, tiempo y materia)-, pues para este genio universal el tiempo y el espacio fueron las fuentes inspiradoras de su creación artística sobre metal, tierra y madera. El propio escultor, apasionado de Bach y de los silencios místicos de San Juan de la Cruz, dejó escrito que el día en que, acompañado por su familia, entró en la mezquita de Santa Sofía de Estambul y alzó la mirada creyó "que estaba penetrando en los pulmones de Bach".
Manuel Cabrera
N.B.
Este articulo fue publicado en la registra digital “BECKMESSER” en fecha 18 de junio de 2020
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revistazunai · 6 years ago
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Periscópio 4: Luís Serguilha: o onomaturgo
Fernando de Castro Branco 
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Kalahari, último livro de Luís Serguilha, dá continuidade a uma das poéticas mais heterodoxas, radicais e solitárias da literatura portuguesa. Preside à sua criação a dádiva absoluta a uma causa, a convicção e a crença num caminho escolhido e trilhado por entre cepticismos e rejeições, uma atitude estóica que suporta uma poética rude, num corpo a corpo com a linguagem que lhe serve de meio vital e de obstáculo a transpor. Em cerca de meio milhar de páginas compactas, sob a mancha gráfica da prosa, o poeta, dando sequência ao livro anterior, KOA’E, empreende um intenso exercício estético que parece bastar-se a si mesmo, ignorando ostensivamente o leitor, com a excepção do poeta enquanto leitor de si mesmo, leitor primeiro e decisivo desta obra que aposta tudo na expressão hiperbólica do “eu” profundo em seu cruzamento vital com o mundo em sua dinâmica absoluta. O único leitor ideal desta poesia é pois o seu próprio criador, visto que ela imana do que há de mais interno da sua visão do real. Exprimir-se, exprimindo a heterogeneidade existencial, recorrendo a todos os materiais literários e extra-literários que lhe permitam fazer de cada sua obra uma amostra do mundo, um emblema da existência, é a sua meta e o seu método. Claro que estamos, antes dos fundamentos gnosiológicos que enformam esta poesia, perante um poeta e, por conseguinte, como qualquer verdadeiro poeta, ele procura antes de tudo o mais criar uma linguagem nova ou introduzir uma novidade na linguagem; a marca da sua personalidade criadora. Há pois uma infinita fala energética que perpassa por estas formas poéticas construídas sob o signo da expressão torrencial, cuja imagem primeira é realmente a vastidão do deserto como poderia ser a vastidão do mar, como assinala E. M. Melo e Castro sobre a poesia do nosso autor. Sendo a escrita de Luís Serguilha um poema contínuo, tendencialmente ilimitado, que avança regularmente em expansão e profundidade, eu, enquanto seu leitor, entro no livro frequentemente ao acaso e, assim, cada contacto com esta poesia revela-se uma experiência única de leitura, colhendo dela uma sensação aleatória de surpresa e revelação, nos planos da linguagem e da realidade que ela convoca. Neste caso, seguir o fio da ordenação habitual não me levaria literalmente a lado nenhum, porque é essa precisamente a intenção do escritor, deixar o seu leitor algures num ponto incerto entre o espaço e o tempo, recriando pela escrita poética uma experiência híbrida do espaço-tempo.
O poeta rejeita a ordem pragmática da comunicação, expressa-se em transe, onirismo, delírio e vertigem, irrompendo a sua linguagem entre manchas de claridade e uma luminosidade alucinada pelo sol a pino do deserto, onde a visão e o visto se fundem numa ordem que decompõe o real e o dá a ver segundo uma subjetividade inventiva e recriadora. Expressionismo, Futurismo, Surrealismo, Cubismo, Simultaneismo, Neo-Barroco, Neo-Gótico, parecem ser matrizes, e matizes, plausíveis para compor esta arquitectura verbal, formas estéticas de que o poeta se socorre para dar corpo ao seu poema gigantesco e proteiforme, subordinado a uma acção criativa que balança entre o épico e o agónico, entre o excesso e a perda. Da lição modernista interioriza o desregramento do sentido e dos sentidos, da voz e da fala, embora se possa considerar, globalmente, que se contém dentro da circunscrição lábil de uma semântica e de uma sintaxe vistas em obliquidade e perda. Ainda assim, atrás do irrepresentável e da aparente recusa da mimesis do real, podemos entrever uma shopenhaueriana vontade de representação, subordinada a uma proliferação das formas barrocas e góticas espiraladas, cuja rosácea gótica parece suportar a ordem emblemática que o inspira e orienta. O livro torna-se assim infindo e labiríntico, biblioteca e mundo, onde se pode notar a marca inexaurível de criadores como Mallarmé ou Jorge Luís Borges; a discursividade torna-se centrífuga e o sentido do texto parece sistematicamente alucinar, extravasar das suas margens semânticas e dos horizontes experienciais do leitor, demonstrando que Luís Serguilha pretende nas suas obras indiciar a dimensão profunda e multímoda do real, numa recusa sistemática do poema enquanto objecto descritivo, diegético ou micro-narrativa. O texto, na lição de Ovídio, aparece ante nós enquanto elemento metamórfico por excelência, e de Fernando Pessoa privilegia, para além do primado da sensação como forma primeira de ligação ao mundo, a técnica interseccionista de planos, que faz com que as suas imagens se apresentem como movimentos fílmicos, segundo uma ordem gradativa ascendente e descendente, uma fonografia em movimentos contínuos e sobrepostos que parecem continuar para além do fim material das frases e do poema, numa vibração ondulada, em ecos e estremecimentos.
O poema é outrossim encarado enquanto cosmogonia, ele próprio se dá enquanto miniatura do mundo que visa alegorizar e simbolizar, e para isso o poeta socorre-se de todos os saberes que a humanidade lhe foi oferecendo ao longo da sua viagem civilizacional: Dos pré-socráticos como Heráclito, Parménides, Anaxímenes, Anaximandro, Epicuro, Zenão, Lucrécio ou Empédocles até à Física Quântica, dos clássicos, filósofos e poetas, como Platão, Aristóteles ou Horácio até às mais modernas experiências dos fractais (“o uivo amplia o fractal do mundo”[1]), tudo isto absorvido pela sua peculiar linguagem poética, que na sua abrangência totalizante procura suportar dentro de si a infinda diversidade da existência, em excertos de uma dicção hiperbólica e idiossincrática, como se pode ver: “Um arco de garras embrionárias satura-se nos HOLOFOTES […], feixes de laser, ondas-partículas […]”[2]. Dos poetas modernos, para além dos já referidos, procura aqueles cujas poéticas mais se aproximam da arquitectónica da sua composição, os poetas (ou ficcionistas poéticos como Joyce) da vasta respiração, da frase de longo fôlego, do verso amplo, do tom maior, do poema enquanto estrutura viva, orgânica: de Ezra Pound a Eliot, de Walt Whitman a Allen Ginsberg, do Baudelaire dos Pequenos Poemas em Prosa ao Álvaro de Campos das Grandes Odes.
Como referimos, o poeta capta os materiais da referência em todos os campos do saber: ciência, cultura, literatura, arte. A sua escrita poliédrica, multifacetada, verdadeira “aventura caleidoscópica”[3], como lhe chama Fernando Segolin, apresenta-se como uma enorme tela verbal cuja composição passa muito pelos ensinamentos da música e da pintura. A vertente fortemente auditiva remete-nos para a imagem alegórica de uma complexa e longa sinfonia em seus andamentos, ritmos, modulações, sonoridades, harmonias, gradações, intensidades, abrandamentos, silêncios, arranques, cuja compreensão viva só pode ser captada plenamente quando passamos pela experiência de ouvir o poeta dizer excertos das suas composições, também elas espécie de “congeminações das gigantescas harmónicas de Villa-Lobos”[4], “nos faróis SINFÓNICOS dos contrários”[5].
A construção cinematográfica a que já fizemos referência é igualmente uma lição fecunda desta visualidade textual, mas parece-nos ser a pintura o elemento mais vivo que preside à sua visão poética. As pinceladas agrestes de Van Gogh são a primeira imagem analógica que nos surge, perante a sua escrita intensa, pastosa, saturada, de manchas e tonalidades pesadamente carregadas, verdadeira “paleta cromática”, interpelando o leitor pela consistência rugosa do traço, da luz, da coloração. Esta equivalência estética é complementada e confirmada por uma imensa galeria de grandes pintores que perpassam pelos textos: para além de Van Gohg, acima referido, são convocados, Caravaggio, El Greco, Dali, Kandinsky, Klint, Paul Klee, Miro, Picasso, Mondrian, Munch, Magritte entre tantos outros, que parecem conferir à massa poemática a base cromática, pictórica e geométrica que lhe subjaz, construindo a “poesia-tela”[6] de que fala Daniel de Oliveira Gomes. Estes pintores, sobretudo os modernos, concorrem para a abstração do sentido que percorre os livros de Luís Serguilha, a que se associa este espaço-tempo alegorizado pelo deserto, lugar de encontro e de perda, de escassez e de excesso, de distância e de intimidade, lugar aberto mas fechado por ausência do Outro, território de desterro e de regresso a si mesmo. Assim, estamos perante a extensa página nua onde tudo é dito e nada é representado, pois o poeta constata na sua laboração uma absoluta impossibilidade de representação de um real sempre em deslocamento, transfiguração e metamorfose.
O poema de Luís Serguilha assenta pois numa estrutura dialéctica entre o racionalizado e o impensado, entre uma interioridade alucinada e uma exterioridade solar, entre o subterrâneo do sentido e o horizonte da construção estética. A corrente poética assume-se como um ser movente, dinâmico, em travessia; o deserto, como o poema, é pois um lugar de passagem, de errância do ser e da linguagem. O poeta tem consciência desse “corpo em instabilidade. Corpo movediço”[7], em simultâneo construído meticulosamente enquanto teia que se expande, irradiante pelo infindo horizonte de Kalahari. Daí que o poema recuse o constrangimento do verso e desemboque na sua origem primeira, a prosa, como nos indica Agamben[8]; a vasta página do deserto é a matriz adequada para a irrupção dessa prosa em extensão e alargamento, rumando por caminhos à sorte como se ora mesmo abertos pelo nomadismo babélico. Poesia por conseguinte que mergulha as suas raízes na prosa, prosa que recorre aos materiais e às técnicas da poesia, lugar indiviso onde a palavra vale por si mesma. Perante esta longa hesitação, onde cedem a semântica normativa, a lógica, a verosimilhança mimética, parece que a incomensurabilidade do deserto prefigura a agonia da linguagem comunicativa, e é aqui que Luís Serguilha instala o seu texto híbrido, hiper-género, nesse lugar silente e germinativo, porque “onde acaba a linguagem, come��a, não o indizível, mas a mat��ria da palavra”[9]. Estamos, para nos socorrermos também dos ensinamentos de Gérard Genette e do proême de Francis Ponge, perante um estado poético que é antes de mais um estado prosético, onde se conjugam dois planos habitualmente opostos: “a polissemia do poema e a polimorfia da prosa”[10]. Há na escrita de Luís Serguilha uma indissolubilidade entre poesia e prosa que assenta numa exímia técnica compositiva onde um aparente automatismo de escrita é suportado por uma poderosa capacidade de construção. Os materiais requerem esta forma, o texto apresenta-se segundo a sua necessidade interna, respira segundo a sua vívida organicidade.
Outra das marcas mais impressivas da sua escrita é a invenção de uma multímoda nominalização, como se essa obsessão de transpor o mundo para os seus livros passasse por uma essencial necessidade de dar nome ao inominável ou ao ainda não nomeado. De certa forma, assistimos a uma técnica cratilista de correspondência entre o nome e a coisa nomeada e essa palavra no texto ocupa o lugar da coisa, criando assim uma sensação cinemática no leitor: “um transferidor cinemático repleto de alvenarias e de policristais ressurge”[11], dá-se conta o poeta. Ele é então o onomaturgo que em arrebatamento verbal levanta da página uma renovada nomeação, que é uma criação paralela ao mundo e à linguagem habituais. Na senda de Mallarmé, também ele tem a secreta esperança de corrigir a social imperfeição da língua, dar-lhe uma renovada fisionomia. Frequentemente, ultrapassa a habitual relação entre o objecto e a palavra que o identifica para erguer a palavra enquanto objecto autónomo, o que como se sabe é uma das traves mestras da condição poética. Construir nomes, como refere Gennete no seu Mimologiques, não é um acto fácil, “é um trabalho, é portanto uma profissão”[12]. Sob a aparência do caos semântico, ergue-se no texto de Luís Serguilha uma ordem peculiar, necessária ao tipo de criação, ao tipo de linguagem. Em pensamento emotivo, o poeta procura a vastidão despojada do deserto para instalar o seu mundo paralelo, em derramamento e êxtase. Por alargamento, analogia, associação, injunção, conjunção e aproximação vai o poeta levantando o seu prosema, infindo ou não contável como os infinitos grão de areia do Kalahari; também a sua uma “língua do deserto”[13].
Desprende-se da obra de Serguilha uma espécie de mecânica gravitacional, procura atrair ao livro a densidade do mundo e este parece ressurgir aí, em espessas e palimpsésticas camadas, estruturas sobrepostas de sentido, em desdobramento, complementaridade e obliquidade. Na leitura destes textos alegoriza-se de certa forma ante nós a penalização babélica, entre o mito e esta escrita parece verificar-se uma homologia profunda, que se sente no entrechoque das palavras em tropel, na ânsia desmedida de exprimir-se, no paradoxal e dramático impulso de dizer, em simultâneo com o fechamento do sentido.
Este texto deixa pois o leitor em sua solidão primeira, quebra-lhe o fio da inferência e da elucubração, frente a frente uma linguagem que pelo excesso decai no silêncio e um silêncio que não integra no seu arco esta palavra escrita. Luís Serguilha questiona assim implicitamente todo o horizonte da recepção, os seus longos livros-poema ou poemas-livro partem do silêncio do deserto e nesse mesmo silêncio desembocam; literalmente kantiana essa finalidade sem fim: linguagem enquanto forma de mudez e incomunicabilidade: por excesso, por desmesura.
Que resposta para a questão colocada por Daniel de Oliveira Gomes no seu posfácio?: “o livro que não se lê, o que é?”[14]. Blanchot, citado pelo ensaísta brasileiro, diria que é algo que ainda não foi escrito. Mas os livros de Luís Serguilha estão aí, escritos, vivos, incessantes; plenos em suas ressonâncias, em seus silêncios, em seus sentidos circulares, a rasar o incomunicável.
Fernando de Castro Branco, Duas Igrejas (1959). Doutor em Literaturas e Culturas Românicas, Especialidade de Estética Literária, com a Dissertação de Doutoramento Adolfo Casais Monteiro e a Doutrina Estética da Presença, pela Faculdade de Letras da Universidade do Porto. Publicou o ensaio Poética do Sensível em Albano Martins e vários livros de poesia: Alquimia das Constelações (2005), Nome dos Mortos (2006), Estrelas Mínimas (2008), Plantas Hidropónicas (2008), A Caminho de Avoriaz (2010), Assinatura Irreconhecível (2011), Carta a Mim Mesmo (2016) e Desde Portugal (2016). Em 2009 reuniu a poesia até aí trazida a público no volume A Carvão. Publicou também poemas, contos e ensaios em revistas literárias portuguesas e estrangeiras. Está representado em múltiplas antologias poéticas. 
[1] Luís Serguilha, Kalahari, São Paulo, Ofício das Palavras Editora, 2013, p. 32.
[2] Luís Serguilha, Kalahari, ob. cit., p. 33.
[3] Fernando Segolin, “A Poética Rizomático-Holográfica de Luís Serguilha”, Prefácio a Kalahari, São Paulo, Ofício das Palavras, 2013, p. 12.
[4] Luís Serguilha, Kalahari, ob. cit., p. 388.
[5] Idem, p. 33.
[6] Daniel de Oliveira Gomes, “Ser (PELO MAR DESERTO) Guilha, Posfácio à 2º edição de Kahalari, Edições Esgotadas, 2015, p. 465.
[7] Luís Serguilha, Kalahari, ob. cit., p. 35.
[8] Cf., Giorgio Agamben, Ideia da Prosa, Lisboa, Edições Cotovia, 1999.
[9] Idem, ob. cit., p. 29.
[10] Gérard Genette, Mimologiques, Paris, Éditions du Seuil, 1976, p. 332.
[11] Luís Serguilha, Kalahari, ob. cit., pp. 32 e 33.
[12] Gérard Genette, Mimologiques, ob. cit., p. 15.
[13] Idem, p. 275.
[14] Daniel de Oliveira Gomes, “Ser (PELO MAR DESERTO) Guilha, ob. cit., p. 504.
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