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VIKTOR - Capítulo 15. Todo fue por Nada

VIKTOR
Por WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 15. Todo fue por Nada
El jefe Strauss y el fiscal Bertold citaron esa tarde a la nueva baronesa Montallo en la oficina del primero, para comunicarle directamente el penoso resultado de su operativo. La joven mujer Spekerus llegó en un taxi a la hora acordada, y un oficial la escoltó cordialmente hacia la oficina del Jefe de Policía Distrital. El fiscal ya la esperaba ahí, ocupando una de las sillas delante del escritorio de Strauss, y ambos le ofrecieron la otra. La baronesa la aceptó y tomó asiento.
Strauss le describió a la baronesa lo sucedido, intentando a su modo adornar lo mejor posible la noticia. No obstante, la realidad era que no había mucho que pudiera añadir para amortiguar los hechos. Por más vueltas que le daba, el resultado final era el mismo: su sierva había muerto, apuñalada y desangrada por los mismos asesinos que (presuntamente) habían asesinado a su padre.
La reacción de Illia Montallo a la pérdida de su sierva resultó incluso peor de lo que los dos hombres habían previsto. Sus ojos se abrieron grandes y desorbitados, y su rostro incluso palideció un poco. Tardó unos momentos en reaccionar, recorriendo su mirada hacia un lado y hacia el otro de la habitación, como si esperara ver algo que le diera más información, o una versión diferente, o incluso que se trataba de un error. Pero los rostros pétreos y sombríos de Strauss y Bertold le dejaron aún más claro que no era en lo absoluto el caso.
Las cosas eran tal cual cómo se las decían, y nada más.
—Esto… esto es inaudito, ¡inaudito! —exclamó la baronesa, con voz exaltada—. ¿Cómo pudieron permitir que esto pasara? ¡Ustedes me prometieron que la protegerían! ¡Dijeron que estaría segura!
—Entendemos su enojo, señorita —carraspeó Harold, entrecruzando sus dedos sobre el escritorio—. Pero quiero que entienda que nuestros hombres hicieron todo lo que estaba en sus manos para proteger a su sierva. Tres oficiales fallecieron en el lugar, y cinco más resultaron gravemente heridos.
—¡Saber tal tragedia no me tranquiliza en lo más mínimo, señor! —sentenció Illia con voz tajante, levantándose abruptamente de su silla, y parándose frente al escritorio con postura imponente—. ¡Sólo hace que toda esta catástrofe sea aún…!
Las palabras se ahogaron en su garganta, y tuvo que tomarse un momento. Llevó una mano a su boca y apretó los ojos. Harold le ofreció rápidamente un pañuelo, pero la baronesa lo rechazó.
Tras unos segundos, pareció tranquilizarse lo suficiente para seguir hablando con mayor soltura.
—Mi padre luchó fervientemente para proteger y mejorar la vida de los Siervos de esta ciudad. Esa lucha fue su mayor propósito, y su más valioso legado. Y ahora, yo provoqué que su muerte fuera el fin de más vidas… incluida la de Melissa, a la que él apreciaba tanto. Por Alzama Molak, esto nunca me lo perdonará. ¡Jamás debí de haber confiado en ninguno de ustedes!
Harold se mostró aún más nervioso por las duras palabras de la baronesa, tanto así que tuvo que usar el pañuelo que le había ofrecido para secar el sudor de su propia frente. Abrió la boca con la intención de pronunciar algunas palabras reconfortantes, pero Bertold se le adelantó.
—No le quedaba de otra, baronesa —sentenció el fiscal Spekerus con voz fría y calmada—. Si quería atrapar al asesino de su padre, su única opción era precisamente confiar en estos oficiales de policía, y en su plan.
—¿Y qué tal resultó eso? —sentenció Illia con irritación—. ¿Lograron atraparlo? ¿Lograron identificarlo? ¿Obtuvieron al menos algo que les diera alguna pista para proseguir con el caso?
Strauss y Bertold intercambiaron una mirada rápida. El Jefe de Policía Distrital dejó escapar un largo suspiro, y recorrió un poco más el pañuelo por su frente y su calva.
—Ese es justo el otro tema que necesitábamos informarle, excelencia. Me temo que los asesinos lograron escapar, y no pudimos obtener ninguna pista relevante que no guíe hacia alguna aprehensión o sospechoso. Y sin ninguna pista u otro testigo, me temo que no contamos con nada para seguir investigando el caso de su padre. Al menos no hasta que surja algo más.
—Hasta que surja algo más —repitió Illia de forma mecánica, su mirada afligida puesta en la alfombra bajo sus pies—. Así que todo fue por nada. Melissa murió, y fue por nada…
—Se le comunicó con anticipación de los riesgos —informó Bertold, su voz igual de inmutable y calmada como siempre—. Desde el inicio existía una posibilidad de que este plan no diera los frutos que esperábamos, pero era una opción por la que valía la pena apostar. E igualmente se le explicó los riesgos que su propiedad podía sufrir si accedía a participar. Todo venía detallado en la responsiva que nos firmó…
—¿Apostar? ¿Propiedad? ¡¿Responsiva?! —exclamó Illia, totalmente colérica—. ¿Cómo se atreve a decirme esas cosas? ¡Mi sierva está muerta!
—Franz, por favor —masculló Harold entre dientes, intentando decirle que mejor no dijera más. Bertold, sin embargo, permaneció apacible ante los reclamos de la baronesa, observándola fijamente sin mutarse ni un poco.
—No es propio de un Spekerus, y mucho menos de una baronesa, perder los estribos de esa forma, excelencia —pronunció Bertold, con voz fría. Por un momento pareció que la baronesa estaba a punto de plantarle una fuerte bofetada por tales palabras, pero Bertold siguió hablando—. Tres oficiales murieron en la operación, baronesa; no sólo su sierva, como bien el Jefe Strauss le acaba de informar. Y cinco más resultaron heridos, además de una civil. Una propiedad del estado fue totalmente destruida, sea dicho de paso, aunque por supuesto eso es irrelevante en comparación con las vidas Nuitsens perdidas. Usted es libre de darle el valor que prefiera a la vida de sus Siervos, que la propiedad de estos se lo permite. Pero si cree por un momento que alguno de nosotros está contento o conforme con cómo resultaron las cosas, está muy equivocada. Apostamos, y sí en efecto fue una apuesta, a este plan arriesgado, y perdimos. Todos nosotros, no sólo usted.
Illia se quedó en silencio, mirando con intensidad al fiscal. Éste esperó paciente su réplica, pero conforme los segundos pasaban, fue evidente que no habría una como tal. Poco a poco los hombros de la baronesa se fueron relajando, pero la expresión de su rostro no se suavizó ni un poco. No era que el enojo se le hubiera pasado en lo absoluto, sino que simplemente había perdido fuerzas e interés en seguir discutiendo.
¿Qué iba a hacer? ¿Demandarlos? Les había firmado su dichosa responsiva, y no podía decir que no le comunicaron los riesgos.
Podía seguirles gritando todo el día sobre lo inútiles e idiotas que eran, pero de seguro no obtendría nada por ello. Eso no los acercaría ni un poco más a atrapar al asesino de su padre o al de Melissa.
Y tampoco reviviría a ninguno de los dos.
Illia respiró hondo por su nariz y cerró lentamente sus ojos.
—¿Cuándo podrían entregarme el cuerpo de Melissa? —susurró con voz mucho más calmada.
—En un par de horas, a lo mucho —le informó Harold.
Illia asintió.
—Si me disculpan, entonces, tengo que hacer los preparativos para su apropiado entierro. Manténganme informada de cualquier novedad en el caso.
—Por supuesto —respondió Bertold, asintiendo.
Sin esperar a que ninguno le dijera que su conversación estaba terminada, la baronesa se giró hacia la puerta y comenzó a caminar con paso firme hacia ésta. Se detuvo a último momento, sin embargo, cuando la puerta se abrió de golpe, sin que la persona al otro lado se detuviera a tocar primero siquiera.
—¿Romani? —pronunció el jefe Strauss, parándose de su silla con sus ojos puestos en la figura alta y fornida de Klauss Romani, cubriendo casi por completo el marco de la puerta—. ¿Qué rayos haces aquí?
Klauss escuchó la pregunta del jefe Strauss, pero su atención estaba puesta de momento en la baronesa que iba de salida.
La apariencia del detective no era tan impecable como siempre, pues llevaba parte de su cabeza vendada, un apósito contra su mejilla derecha, y su brazo izquierdo vendado en un cabestrillo que colgaba de su cuello. Y eso era sólo lo que se podía apreciar a simple vista, pues debajo de su ropa llevaba algunas vendas más ocultas.
—Baronesa —le saludó Klauss, inclinando un poco la cabeza. El acto le causó un pinchazo de dolor en la cabeza, pero lo disimuló bien.
—Detective —susurró Illia, frunciendo el ceño—. ¿Se encuentra bien?
—Se ve peor de lo que realmente es —respondió Klauss, elocuente—. Supongo que ya le informaron de lo sucedido.
—Sí, lo hicieron —respondió con sequedad, aunque su voz se suavizó un poco después—. ¿Fue usted uno de los cinco oficiales gravemente heridos?
—Yo corrí con mejor suerte —susurró Klauss con seriedad.
—Ese otro detective Nosferatis, su compañero… y la oficial Corleone, ¿ambos están bien?
Klauss asintió.
—Sobrevivirán.
—Me alegra. Dígales, y también a los otros, que agradezco sus esfuerzos.
—De su parte, excelencia.
Klauss se hizo a un lado para dejarle el camino libre, y la baronesa se retiró al fin sin decir nada más, y sin mirar atrás. Kaluss cerró la puerta con cuidado detrás de ella.
—¿Escuché mal o acaba de decir algo de una oficial Corleone? —cuestionó el fiscal, arqueando una ceja.
—No me molestes, Bertold —fue la respuesta cortante de Klauss—. No estoy en este momento para eso.
—Ni para eso, ni para nada —sentenció Strauss, tajante—. Deberías estar descansando.
—Estoy bien —respondió Klauss con firmeza, y avanzó hacia el escritorio—. Necesito saber de inmediato cuál fue su decisión final de este asunto.
—¿Nuestra decisión final? —preguntó Bertold, sonando confundido ante tal pregunta—. ¿Es necesario en serio que lo pregunte siquiera? Por supuesto que tras este fiasco, el caso del asesinato del Barón Montallo será archivado, hasta que alguna otra evidencia surja. De la opinión pública, la prensa, lidiar con las familias de los fallecidos, limar las perezas que esto pudiera causar con el Distrito Cuatro, y el daño a la propiedad incautada… Todo eso nos toca a nosotros arreglarlo, como siempre. En cuanto a ustedes cinco, tendrán licencia unos días hasta que se recuperen por completo, y cando vuelvan se les asignará algún otro caso. Pese a tan catastrófico resultado, y aunque me fascinaría poder echar la cabeza de alguno de ustedes a los lobos, en sentido figurado, tras revisar los reportes de lo sucedido, el jefe Strauss y yo concordamos en que no hay nada de parte de alguno de ustedes que requiera alguna acción disciplinaria. Quizás a lo mucho se le aplique a usted, Det. Romani, una pequeña suspensión sin goce de sueldo, para guardar las apariencias, al ser el oficial al mando de la operación. Pero, fuera de eso, no creo que esto pase a mayores.
—A los infiernos con eso —exclamó Klauss de forma agresiva—. Suspéndanme lo que quieran, pero no archiven este caso así como así. Aún debe haber algo que podamos hacer para atrapar a esos bastardos, y que paguen por todo lo que nos hicieron. ¡Mírenme! —indicó alzando su brazo herido—. Ese par de dementes se atrevieron a dejarme en este estado. ¡Atacaron a mi prometida!
—Que no debería haber estado ahí en primer lugar —masculló Bertold por lo bajo, pero Klauss lo ignoró y siguió hablando.
—Mataron a tres oficiales, casi despedazan a Suzane y a los otros. ¿Me están diciendo que los dejaremos salirse con la suya? Hacen tal demostración de arrogancia bajo nuestras narices, ¿y quedarán libres sin más para seguir asesinando a sus anchas?
—Klauss, se acabó —sentenció Harold con firmeza—. No tenemos nada con qué proceder, y tú lo sabes. No lograste identificar a ninguno de los atacantes, u obtener algo que vinculara a alguno de ellos con Karllone, o con cualquier otro. Y si somos estrictos, tampoco los puedes vincular directamente con el asesinato del barón Montallo, en especial ahora que no tenemos el testimonio de la sierva para ponerlos en la escena. Lo único que obtuviste de todo esto, fue confirmar que la leyenda urbana no es una leyenda, y que en efecto sí existe el asesino a sueldo apodado Cráneo. Y que no se trata de una persona, sino de dos… Y nada más, siendo sinceros. Pasamos de tener a un asesino desconocido en las calles, a tener dos, si acaso eso pudiera contar como un progreso. Pero no tenemos nada que dé alguna dirección para encontrarlos, o ligarlos con Karllone.
—Es verdad —aceptó Klauss a regañadientes—. Pero sí obtuvimos algo más, y no lo pueden simplemente ignorar.
—¿Ah sí? —masculló Bertold, casi irónico—. ¿Omitió algo en su reporte acaso, detective? Porque lo he leído una y otra vez, y no encuentro nada que contradiga lo que Strauss acaba de decir.
—No jueguen conmigo, ambos saben de lo que habló —musitó Klauss, mirando a los dos hombres con severidad—. Se los dije: la forma en la que esos dos peleaban y se movían era superior a cualquier que haya visto. No es posible que fueran Nuitsens cualquiera; tienen que haber sido Miravists, no hay otra explicación.
Harold se puso tenso al escucharlo. Bertold, por su parte, soltó una sonora carcajada sarcástica.
—Esperaba que ese delirio fuera un efecto secundario de los medicamentos, detective —indicó el fiscal con voz hiriente.
—¡Hablo muy en serio! Usted no los vio, así que no lo entiende. Pero yo estoy totalmente seguro de lo que hablo: esos sujetos eran dos Miravists.
—O simplemente dos Nuitsens entrenados para hacer acrobacias de circo, usando alguna de esas drogas que aumentan la fuerza, o simplemente muy buenos para hacer trucos de manos y engañar a policías incautos. Cualquier alternativa que se le ocurra, por fantasiosa e inverosímil que suene, resultaría más creíble que afirmar que un par de Lores Miravists pasan las noches trabajando como matones de la mafia.
—Será mejor que le baje un par de niveles a su actitud, fiscal —espetó Klauss, casi amenazante—. ¿Cree que no sé lo demente y estrafalario que esto suena? No soy un tonto que se deja impresionar tan fácil, y usted lo sabe, jefe —replicó mirando el Jefe Strauss—. Si les estoy diciendo esto, es porque genuinamente lo creo. Y no soy el único; Suzane y Helsung también opinan igual que yo. ¡Pregúnteles a ellos!, y verán que les dicen justo lo mismo.
Bertold y Strauss volvieron a intercambiar una mirada rápida. El jefe no dijo nada, pero negó lentamente con su cabeza. Bertold se acomodó sus anteojos, y se giró de nuevo hacia Klauss.
—¿Tiene alguna evidencia tangible de esto, detective? —masculló el fiscal con estoicidad—. ¿Usted o alguno de sus compañeros logró verle el rostro a alguno de los atacantes? ¿Cualquier signo que lo identificara con plena seguridad como un Miravist? ¿Los vieron usar cualquier tipo de Miravencia, por ejemplo? ¿O alguna habilidad fuera de lo común más allá de su velocidad o fuerza?
Klauss apretó los labios y miró con ojos centellantes al fiscal, pero no pronunció ningún tipo de respuesta.
—Eso pensé —concluyó Bertold, girándose hacia otro lado—. ¿Y aun así espera que…? ¿Espera qué exactamente, detective? ¿Qué vayamos ante el príncipe Nishnael a decirle que, tal vez, dos parientes suyos están por ahí asesinando personas, armados únicamente con los presentimientos de un par de oficiales? Volvemos a lo mismo de antes: no tienen evidencia alguna que sostenga nada de nada.
Sin esperar réplica, Bertold se puso de pie y se abotonó su saco, en una clara preparación para retirarse de una buena vez.
—Si acaso en algún momento surge evidencia suficiente para realizar cualquier tipo de acusación, prometo ser el primero en darles mi total apoyo, como siempre; incluso si el acusado es un Miravist. Hasta entonces, el caso será archivado, y ya no deberán molestar a la familia Montallo, ni a Karllone, y mucho menos considerar siquiera poner un pie cerca de Su Alteza. Nadie quiere hacer más ruido sobre este monumental fracaso, ¿o sí?
—No puede obligarnos a simplemente olvidarnos de esto y ya —indicó Klauss.
—Por supuesto que sí podemos —sentenció Bertold con dureza—. Todo esto que le he dicho es una orden directa del comisionado Williams, detective. Sí, incluso él tiene sus ojos puestos en esto. Pero, ¿cómo no hacerlo?, si usted tuvo la gran idea de involucrar a su hija menor en este asunto.
Klauss bufó con molestia, y se giró de reojo hacia un lado.
—Jolly es una oficial de policía tan capaz como cualquier otro —señaló con firmeza—. Y es gracias a que estuvo ahí que algunos de nosotros salimos con vida. El comisionado debería estar orgulloso de ella, ¿no le parece?
—Eso no me corresponde decirlo —respondió Bertold, encogiéndose de hombros. Tomó justo después su maletín de encima del escritorio, y se viró hacia la puerta—. Pero usted sí el obedecer las órdenes. Strauss, nos vemos más tarde para preparar la declaración oficial. La prensa se muere por saber qué pasó en esa granja, y no podremos tenerlos sin información por mucho.
—Te veo en tu oficina —respondió Harold, sonando un tanto cansado.
Bertold se despidió de ambos con un último asentimiento de su cabeza, y se dirigió sin más a la salida. Klauss y Harold permanecieron en silencio, hasta que el fiscal se hubo retirado.
—Estúpido cara de sapo —musitó Klauss por lo bajo, desbordante de frustración.
—Pero tiene razón en todo lo que dijo, Romani —suspiró Harold, apoyándose sobre su silla—. El asunto es grave, y sólo con su ayuda y de la fiscalía es como saldremos bien librados.
—No intento minimizar esto, y aceptaré la responsabilidad de todo sin chistar, pues fue mi idea y mi operativo. ¡Pero me niego a creer que hayamos pasado por todo esto sin obtener nada!
—Cosas que pasan —indicó Harold con simplicidad, encogiéndose de hombros—. Así es este trabajo. La buena noticia es que los jefes de la mafia nunca se quedan mucho tiempo quietos. Tarde o temprano, Karllone cometerá otro error, o sus asesinos lo harán. Y cuando eso pase, estaremos listos. Mientras tanto, sólo queda seguir adelante.
Mientras decir todo eso, el jefe Strauss abrió su caja de puros, y sacó uno. Le cortó la punta, lo colocó en sus labios, y lo encendió con un cerillo. La oficina no tardó en comenzar a impregnarse con aquel humo tan intenso y denso.
—Yo sé que Constantine y tú tienen suficiente experiencia para comprenderlo —comentó justo después de exhalar una densa nube de humo gris al aire—. Pero me preocupan los novatos. Todo esto debió ser duro de afrontar para ellos. ¿Cómo se encuentran?
Klauss suspiró y se cruzó de brazos.
—Luke está menos herido; es probable que lo den de alta hoy mismo. Y ya sabe cómo es ese chico; todo se le resbala muy fácil. Estará bien. Jolly es más sensible, pero su padre fue policía, y sabe cómo son estas cosas.
—Saberlo y experimentarlo por su cuenta son cosas distintas —replicó Harold con seriedad.
—Esto le servirá como una dura y directa experiencia de campo —añadió Klauss, encogiéndose de hombro—. Es una chica fuerte, lo superará rápido. Y en un par de días la tendremos por aquí sonriendo y saludando a todo el mundo otra vez.
Harold asintió, al parecer de acuerdo con su afirmación. Dirigió de nuevo el puro a su boca, dio una larga calada de éste, y dejó escapar todo el humo un segundo después.
—¿Qué hay de Helsung?
Klauss se tensó al escuchar esa pregunta, pero intentó que no se notara tanto en su rostro.
Tal y como había compartido con Vermillia ese día, mucho antes de que todo explotara, de Cedric Helsung, su nuevo supuesto compañero, sí que tenía muchas cosas que podía decir. Podía comentarle al jefe sobre su actitud demasiado estirada y recta para su gusto; podía quejarse de su falta de disposición a acatar sus órdenes sin tener que replicar alguna cosa primero; podía señalarle que, desde su perspectiva, le parecía bastante sensible y sin el temple suficiente para su trabajo.
Y lo más importante de todo: podía contarle al jefe Strauss sobre su conducta poco apropiada con la sierva de la baronesa, y ese apego que claramente desarrolló por ella en tan sólo unos días. Y que de todos ellos, el chico ex noble parecía claramente ser el más afectado por el fallo de la misión. Pero no por el fallo en sí en realidad, eso era claro. Y no podía predecir qué tanto esto pudiera afectarle a futuro.
Pero no dijo nada de eso.
A pesar de los roces y de la opinión negativa que pudiera tener hacia el flacucho de Helsung, para bien o para mal era su compañero; y los compañeros tenían que cuidarse entre ellos. Y él y los demás así lo demostraron, protegiendo a la sierva y, en especial, a Vermillia cuando él no estaba ahí para hacerlo.
Se lo debía, aunque eso lo corroyera por dentro.
—También estará bien —declaró con voz firme y segura.
—¿Estás seguro?
—Sí, claro. Es más duro de lo que parece.
Harold lo observó, un tanto inquisitivo. Volvió a tomar una calada de su puro, mientras reflexionaba en lo que había dicho.
—Espero que así sea —suspiró con ligera preocupación—. Sería penoso que un chico tan prometedor echara a perder su carrera por un primer caso como éste.
— — — —
La tarde del segundo día luego de aquella trágica noche, Suzane Constantine seguía reposando en la misma cama de hospital en la que había despertado, y de la que apenas se había levantado. La mayor parte del tiempo la tenían con medicamentos para el dolor de sus heridas, que la hacían querer dormir. Pero cuando estaba despierta, el estar ahí recostada sin poder hacer mucho más, se volvía casi un suplicio para ella.
Sus heridas eran graves, pero estaban curándose rápido; aunque no tan rápido como a ella le gustaría.
Esa tarde estaba nublado, y caía una llovizna ligera que repiqueteaba contra las ventanas del cuarto compartido en el que se encontraba su camilla. Suzane contemplaba pensativa hacia una de las ventanas, observando las gotas golpear el cristal y resbalarse por éste.
En su mente repasaba lo sucedido una y otra vez. Ya habían ido a tomarle su declaración para el reporte, y describió con lujo de detalle todo lo que su prodigiosa mente pudo recordar. Se recriminaba, aunque en silencio, por haber perdido el conocimiento de esa forma, y no haber podido presenciar los hechos finales. Y, en especial, no haber podido hacer algo para atrapar a los malditos asesinos que los dejaron en ese estado.
Le dolía el orgullo, tanto como le dolían las heridas.
Pero Suzane era una mujer práctica. Sabía bien que centrarse demasiado en eso no la llevaría a ningún lado. Lo que tenía que hacer era recuperarse, salir de ese sitio, y seguir trabajando. Los chicos malos no iban a tomarse el día libre únicamente porque ella estaba convaleciente.
Había seis camas en aquella habitación, cuatro de ellas ocupadas, incluyendo la suya. Y la cama a lado izquierdo de la suya era ocupada por una joven mujer Lycanis de cabello rubio rizado, con su cabeza casi totalmente vendada. El daño más grave que Vermillia había recibido fue la contusión causada por el golpe que el Cráneo le había dado en la cabeza, y una costilla rota por la patada posterior. Pero aun así seguían en mejor estado que ella, y de seguro saldría primero.
No la envidiaba, aun así.
—Buenas tardes, Det. Constantine —pronunció de pronto en alto la destellante y ruidosa voz de Luke al ingresar, rompiendo de tajo la quietud. Las otras dos pacientes lo voltearon a ver con mala cara, pero ninguna dijo nada—. Le traigo su almuerzo: roast beef marinado con queso extra, como le gusta.
Luke cargaba en sus brazos una bolsa de papel, de la cual sacó un emparedado envuelto en papel una vez que estuvo al lado de la cama de Suzane.
—Gracias, chico —masculló la Lycanis, aceptando el emparedado con mucho gusto—. No sé qué haría sin ti. Un día más de comida de hospital, y saltaré por esa ventana.
—Sólo lleva apenas dos días aquí, detective —indicó Luke, seguido de una risa divertida.
Luke fue de los cinco el que se podría decir que salió más entero de aquella noche. Su herida más grave fue la de su brazo, en donde el Cráneo lo había apuñalado con su arma. Había sido afortunado, si es que algo de todo lo ocurrido esa noche podría nombrarse de esa forma.
—¿Y tú cómo estás? —preguntó Suzane, tras dar la primera mordida de su emparedado.
—Muy bien —respondió Luke con optimismo—. El brazo ya sólo me duele cuando lo toco.
Y como si considerara que era necesaria una demostración, acercó los dedos de su otra mano al área afectada, y la presionó. Soltó justo después un quejido de agudo de dolor, y… decidió hacerlo una segunda vez.
—Mejor no lo toques —le reprendió Suzane, y su compañero optó al instante por hacerle caso.
Si la visita inesperada de Luke no era ya suficiente, alguien más hizo acto de presencia un momento después; bajando desde el privilegio de su habitación más privada que el ser hija del Comisionado de Justicia le daba, hasta ahí a las camas de los mundanos comunes como ellos.
—Hola Luke, Suzane —saludó Jolly con tono animado (aunque no tanto como el acostumbrado). Ingresó al cuarto apoyándose de un lado con una muleta para no poner demasiado peso en su pierna herida, aunque era evidente que ya podía moverse con bastante más libertad—. ¿Cómo están, chicos?
—Jolly Molly Solly, te ves muy bien —exclamó Luke, quizás un poco más alto de lo que debería por cómo el enojo se reflejó en los rostros de las otras dos pacientes.
—Sí, los doctores dijeron que ya estoy mucho mejor —indicó Jolly, esbozando una pequeña sonrisa—. Parece que ya me darán de alta hoy. Mi hermana, que es enfermera, aceptó cuidar de mí en casa.
Suzane dejó escapar un abrupto, y nada disimulado, murmullo de queja.
—Maldita curación Nosferatis —masculló mirando al techo—. En cambio yo me tengo que quedar al menos dos días más, supuestamente para observación. Pero creo que más bien me quieren tener quieta.
—De seguro estarás como nueva muy pronto, Suzane —indicó Jolly con completa convicción—. Así que aprovecha este tiempo para descansar.
—¿Descansar? —bufó Suzane, casi ofendida—. ¿Quién tiene tiempo para eso? Maldición, la idea de Romani de darse de alta él mismo se siente cada vez más tentadora.
Al oír que mencionaban a Klauss, la atención de Jolly se desvió hacia la cama de junto, y hacia la joven Lycanis que dormía en ella. Su respiración era lenta, y su ostro se veía muy tranquilo, salvo claro por las vendas que rodeaban su cabeza.
—¿Cómo sigue Vermillia? —preguntó con curiosidad, mirando de nuevo hacia Suzane.
—Mientras duerme, todo es excelente —suspiró la detective, encogiéndose de hombros—. Pero en cuanto se despierta comienza a quejarse de todo. Pero creo que también la darán de alta pronto.
—Fue muy valiente —declaró Jolly, sonriendo con gentileza mientras contemplaba el rostro dormido de Vermillia—. Se arriesgó para protegerme, y… —Hizo una pequeña pausa, y la sonrisa se desvaneció de sus labios—. También a Melissa…
—No quita el hecho de que no tendría que haberse arriesgado, si no hubiera estado ahí —soltó Suzane sin miramiento, con un ligero toque de veneno en su tono—. Me gustaría pensar que aprenderá de esto, pero lo veo poco probable.
Luke soltó una pequeña risotada divertida, aunque no estaba muy claro si era porque realmente el comentario le divertía, o simplemente era lo que creía que debía de responder. Como fuera, ese último atentado a la quietud del hospital se ganó al fin un agresivo chistido por parte de otra de las pacientes, para exigirle silencio.
—Espero que ambas se recuperen y salgan pronto también —declaró Jolly con sinceros deseos.
El semblante de la oficial Nosferatis se tornó un tanto más formal al instante siguiente, antes de volver a hablar.
—Suzane, sobre el caso…
—Supongo que ya te lo habrán dicho, ¿no? —respondió Suzane, cortante. Jolly no respondió, pero en su mirada se volvió evidente la respuesta—. No hay nada que hacer —añadió la detective con firmeza—. Aunque no nos guste, los jefes tienen la razón; no hay con qué proceder. Karllone nos ganó esta jugada. Nuestro único consuelo es que al menos sus pequeños asesinos no salieron tampoco tan bien librados.
—Poco consuelo —susurró Jolly con voz apagada, su mirada agachada fija en el suelo—. Entonces, todo fue por nada…
—Sí, lo fue —declaró Suzane sin el menor intento de suavizarlo—. Pero así es este trabajo. Será mejor que te vayas acostumbrando, si en serio quieres ser detective.
Jolly permaneció en silencio, con toda esa maraña de pensamientos y sentimientos dando vueltas en su cabeza.
Pero no podía permitir que aquello la hiciera decaer. Por lo que, usando todas esas fuerzas positivas que siempre la caracterizaron, o al menos las que le quedaban en ese momento, se forzó a dibujar otra sonrisa optimista y alzar su mirada.
—Creo que debería moverme de una vez. Mi hermana debe estar esperándome afuera en el vehículo.
Dicho eso, comenzó a encaminarse de regreso a la puerta, apoyada sólo lo necesario en su muleta.
—Si me disculpan, iré a ver cómo está Cedric antes de irme.
—Cedric ya no está —mencionó Luke de repente, haciendo que Jolly detuviera de golpe su marcha, y la atención de éste y de Suzanne se fijara en él.
—¿Qué? —exclamó Jolly, sorprendida.
—Hace rato fui a llevarle algo de comer, pero me dijeron que ya se había ido —respondió Luke con tranquilidad, encogiéndose de hombros, y el movimiento claramente le causó un respingo de dolor en el brazo. Al parecer no sólo le dolía si lo tocaba.
—¿Lo dieron de alta? —inquirió Suzane, sonando de hecho casi molesta—. Nosferati o no, sus heridas eran más serias que las de Jolly.
—Creo que se dio de alta a sí mismo, igual que el Det. Romani —señaló Luke con un pequeño susurro de complicidad—. Le dijo a las enfermeras que tenía algo importante que hacer hoy.
Aquella afirmación impresionó bastante a Jolly. Sus ojos se abrieron grandes, y una pequeña pero notoria opresión en el pecho no tardó en hacerse presente. Miró pensativa hacia la ventana, contemplando también por un instante las gotas que resbalaban por el vidrio.
—¿Importante de qué? ¿De trabajo? —cuestionó Suzane, escéptica—. ¿No le dijeron que estamos en licencia forzada? Una bonita forma de decir suspensión, si me lo preguntan.
—No —musitó Jolly de pronto en voz baja y seria. Los dos policías la voltearon a ver, y no les pasó desapercibida la expresión melancólica de su rostro, mientras seguía mirando a la ventana—. Creo que yo sé a dónde fue.
Sin dar más explicación, ni tampoco esperar a que se la pidieran, Jolly siguió avanzando hacia la puerta, ahora con un poco más de apuro, aunque no más del que su pierna herida le permitiera.
— — — —
No había muchos cementerios para siervos en CourtRaven. Uno de los más importantes y grandes se encontraba en el Distrito Ocho, justamente a las afueras del barrio para siervos sin dueño. Era el lugar predilecto para que los dueños de siervos los enterraran al fallecer. Claro, aquellos que decidían tomarse la molestia. Y la baronesa Illia Montallo era una de esas personas.
Pese a la promesa del fiscal y del jefe Strauss, no pudieron entregarle el cuerpo de Melissa hasta el día siguiente de su visita a la jefatura, y no pudo realizar el entierro hasta ese día en la tarde, bajo la llovizna ligera que cubría toda la ciudad.
Cedric nunca había estado en un cementerio para siervos antes, pero no le sorprendió demasiado ver que, como podría uno imaginarse, era un sitio… sencillo, por decirlo de forma amable. No había lápidas, ni losas, ni jarrones para flores, ni ningún otro aditamento o decorado que pudiera hacer la vista más agradable. Era, en pocas palabras, un terreno llano como bultos de tierra, y apenas una pequeña placa de madera a la cabecera de cada tumba que indicaba el nombre del siervo, la familia a la que pertenecía, y su número de registro. En algunas secciones del terreno crecía una maleza alta que evidentemente hacía un tiempo nadie se encargaba de cortar, y algunos árboles ya muertos esparcidos por ahí y por allá.
La lluvia hacía que no fuera tan sencillo moverse por el terreno enlodado, pero al menos no hacía sol. Aunque claro, igual era necesario para él llevar su sombrero y gafas oscuras. Debajo de su largo saco negro, ocultaba los vendajes de sus heridas, que apenas habían comenzado a sanar. Había decidido dejar el hospital completamente en contra de la recomendación de sus médicos. Pero debía que hacerlo; al menos uno de ellos debía estar ahí presente,
Era lo mínimo, y quizás ahora lo único que podía hacer.
Llegó justo cuando la ceremonia estaba comenzando, aunque quizás llamarlo ceremonia era decir mucho. Protegiéndose de la lluvia bajo algunas sombrillas, divisó a la baronesa, y un grupo de al menos unos siete siervos, cuatro chicas y tres chicos. No había nadie más cerca, salvo dos trabajadores Lycanis que en ese momento bajaban con sogas el largo cajón hecho de madera, sin acabado alguno, en el agujero reciente entorno al cual el grupo de asistentes estaba reunido.
Cedric decidió permanecer a una respetuosa distancia, bajo la sombra inexistente de uno de esos árboles sin hojas. Y ahí observó, en silencio. El grupo de siervos, todos de apariencia joven, y ataviados con uniformes de sirvientes, debían de ser compañeros de Melissa en la residencia Montallo. Los siete se veían en menor o mayor medida afligidos, aunque en general mantenían el porte y la rectitud en sus posturas. La baronesa, parada a un lado de sus siervos, tenía el rostro sereno y estoico, como el de una estatua, mientras observaba atenta como bajaban el cajón. Era difícil para Cedric descifrar qué era lo que pasaba por su mente.
Una vez que los trabajadores terminaron de bajar el cajón, tomaron sus palas y comenzaron a echar tierra al agujero. Una de las siervas, quizás la más joven de ellos, se aproximó y se permitió arrojar al interior del agujero una flor blanca que sujetaba entre sus manos. Todos los demás, incluida la baronesa, permanecieron callados y quietos en sus lugares. La tierra continuó cayendo contra el cajón, junto con las pequeñas gotas de lluvia.
Era una escena demasiado sobria, apagada, como una pintura en la que el tiempo y la luz hicieron estragos sobre sus colores y formas. A Cedric le causaba un malestar en el estómago presenciarlo. No sabía bien cómo se esperaba que fuera aquello, pero la sensación que le causaba no se comparaba a ningún otro ritual parecido que hubiera visto antes.
La presencia de Cedric no pasó desapercibida. En un momento, la baronesa movió su atención del agujero hacia él, y un unos segundos después alzó sólo un poco la falda de su vestido para evitar arrastrarla en el lodo al caminar, y se le aproximó. Cedric se paró derecho, e intentó demostrar más entereza de la que realmente sentía.
—Detective —le saludó la baronesa con voz neutra—. Lo siento, me temo he olvidado su apellido.
—Helsung, madame —le respondió el Nosferatis, retirándose el sombrero como señal de respeto—. Detective de tercer grado Cedric Helsung.
Illia asintió.
—¿Viene a informarme algo del caso de mi padre? Había entendido por lo que me dijeron su jefe y su fiscal que ya no había nada más que hacer.
—No —respondió Cedric con voz apagada—. Lo siento, me temo que no. Sólo viene… a… —su mirada se desvió en dirección a la reciente tumba—. Presentar mis respetos. Y también mis disculpar, por no haber podido…
Creyó que estando ya ahí las palabras surgirían por sí solas, pero resultó una tarea más difícil de completar de lo que se esperaba. Había tanto que quería decir, pero lo cierto era que no era precisamente a la baronesa a la que deseaba decírselas.
—No hace falta —respondió Illia con severidad, y se cruzó de brazos—. Sus superiores fueron bastante claros. La idea de que el asesinato de mi padre, y ahora el de Melissa, queden sin pagar no me hace feliz ni un poco. Pero —dejó escapar un largo suspiro de resignación—, estoy muy cansada de todo esto. Si no hay más que hacer, sólo quisiera dejarlo de lado y continuar.
—La entiendo —indicó Cedric con seriedad, y luego guardó silencio.
Podría haberle dicho que no perdiera la fe; que él estaba seguro de que algún día las personas responsables de ambos crímenes pagarían por lo que habían hecho; que confiara en la justicia, y que confiara en él; que no descansaría hasta resolver ese caso, hasta las últimas consecuencias. Podría haberle dicho cualquiera de esas frases enérgicas y seguras que los héroes de las novelas de su primo siempre decían, y te convencían de que todo saldría bien al final.
Pero habrían sido sólo mentiras.
Él y todos sabían que no había ninguna seguridad de que algún día ese caso pudiera retomarse, o de que si lo hiciera encontrarían algo que los llevaría inequívocamente a la aprehensión de los dos Cráneos, o de Serge Karllone.
Aquello no era una novela.
Y él no era un héroe.
La baronesa se quedó un rato más ahí a su lado, como si en efecto esperara que le fuera a decir algo más. Cuando fue más que evidente que no sería así, alzó de nuevo la falda de su vestido, y se dispuso a moverse.
—Gracias por venir, detective —le indicó Illia, despidiéndose con un pequeño asentimiento de su cabeza—. Creo que es hora de que volvamos a casa.
—¿El funeral… ya terminó? —preguntó Cedric, un poco desconcertado. Illia lo miró de regreso, y en su expresión se notó que no comprendía bien el porqué de esa pregunta—. Es que… en la casa de campo, Melissa dio las gracias por la comida rezándole a Alzama Molak. Supuse que era practicante de la fe. Pensé que quizás un clérigo daría algunas plegarias por su alma, o…
—¿Conoce algún clérigo que dé plegarias por los siervos, detective? —le cuestionó Illia, con tono severo. Cedric no respondió—. Eso pensé. Usted de seguro sabe bien que existen muchas cosas que deben mejorar en lo que respecta a trato a los siervos. Sólo mire este sitio, por ejemplo —indicó mirando a su alrededor el terreno en el que se encontraban—. Y éste es un cementerio para siervos con dueño; ¿quiere imaginarse como es en dónde entierran a los que no lo tienen?
Dejó escapar un pequeño suspiro de agotamiento, antes de proseguir.
—Había mucho que mi padre quería lograr a largo plazo; muchas ideas que lamentablemente murieron con él.
—Pero usted piensa seguir con sus planes, ¿o no? —preguntó Cedric, esperanzado.
—Me temo que carezco de su pasión y fortaleza —confesó Illia, como un lamento—. Los hombres y mujeres como mi padre, dispuestos a dedicar su vida a un ideal, ya son muy escasos en esta época.
Cedric no respondió nada a aquel comentario, pues ciertamente no podía contradecir dicha afirmación. Y en especial, no podría afirmar que él, un débil y un cobarde, fuera uno de esos hombres.
—Cuídese, detective —murmuró la baronesa como despedida, ofreciéndole un rápido asentimiento de su cabeza, mismo que Cedric le devolvió del mismo modo.
Illia caminó de regreso a donde sus siervos aguardaban, y les dio una rápida instrucción. Comenzaron sin más a avanzar hacia la salida del cementerio; uno de los siervos varones sostuvo su sombrilla sobre la cabeza de su señora.
Cedric aguardó hasta que la baronesa y sus siervos se alejaran una distancia prudente, antes de aproximarse a la tumba. Se paró delante de ésta, mientras los trabajadores terminaban de llenar el agujero. Mientras lo hacían, la lluvia fue arreciando un poco, así que los dos Lycanis se apresuraron. El detective aguardó, inmóvil en su sitio, con el cristal de sus gafas húmedo por las gotas de lluvia, al igual que su abrigo. Aún sujetaba su sombrero en una mano.
Cuando terminaron su labor en ese sitio, los dos trabajadores clavaron sus palas en la tierra, y se apresuraron a alejarse para buscar un sitio para protegerse de la lluvia. Pasaron corriendo a lado de Cedric, pero él ni siquiera los vio. Su atención estaba puesta en la tumba, si es que acaso podía llamarse de esa forma. Como las demás, sólo era un pedazo de tierra recién removida, con una placa a la cabeza en donde se leía el nombre de MELISSA, seguido del escudo de la familia Montallo, y el número de identificación de diez dígitos de un siervo con amo.
Y eso era todo; todo lo que quedaba de Melissa, todo testimonio de que alguna vez aquella joven sierva existiese siquiera, destinado a ser olvidado con la erosión del tiempo. Podría engañarse a sí mismo y decir que la baronesa y sus demás compañeros vendrían a visitarla, le dejarían flores, hablarían con ella y la recordarían. Pero en el fondo estaba seguro de que no sería así. Más pronto que tarde, todos seguirían con sus vidas, y se olvidarían de esa chica de corazón noble llamada Melissa; incluidos él mismo.
No era justo, ni correcto, y alguien debería de notarlo. Cuando una persona buena, Siervo o Nuitsen, dejaba este mundo, las personas deberían llorarlo, deberían lamentarlo; deberían darse cuenta de lo que habían perdido. No deberían simplemente pasar de largo…
No deberían olvidar tan fácil.
Cedric estaba tan sumido en su vorágine de pensamientos, y su atención tan puesta en la placa de la tumba, que no sintió los pasos de la persona que se aproximaba por su costado, pisando los charcos de lluvia a su paso, y con su muleta. Sólo se percató de su presencia cuando las gotas de lluvia dejaron de golpearle su cabeza, en cuanto el amplio paraguas que traía consigo se colocó sobre él.
El detective se sobresaltó un poco, y se giró en ese instante hacia un lado. Lo primero que contemplaron sus ojos, entre todo ese paisaje oscuro y húmero, fue el rostro radiante de Jolly, asomándose como el sol entre nubes grises.
—¿Oficial Williams? —masculló Cedric, un tanto confundido.
—Hola, Cedric —le saludó Jolly con voz suave y cauta—. Lo siento, ¿llegué tarde al funeral?
—No sé si llamarlo de esa forma —masculló Cedric con pesar, y al instante dirigió su atención de nuevo hacia la tumba—. ¿Cómo supo que estaría aquí?
—Fue sólo un presentimiento.
Jolly se giró también a contemplar la modesta tumba. De lado sujetaba su muleta, y del otro sostenía su sombrilla entre ambos.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó de pronto tras unos segundos de silencio—. Me dijeron que deberías haberte quedado en el hospital un poco más.
—Me encuentro mejor —susurró Cedric como escueta respuesta, pero no sonaba en realidad del todo sincero—. ¿Y usted?
Cedric miró de soslayo hacia la muleta que la Nosferatis traía consigo, y en su pierna herida.
—¡Estoy bien! Recuperándome —exclamó Jolly, intentando de alguna manera emular su habitual optimismo, pero su sonrisa y su expresión entera se ensombrecieron al instante—. ¿Te… comunicaron la decisión del jefe y dl fiscal?
—No, pero me la puedo imaginar —respondió Cedric con amargura—. Sin ninguna pista o testimonio que nos pueda llevar a la identidad de los Cráneos, o a Serge Karllone, no les quedará más que archivar el caso. ¿No es cierto?
Jolly agachó la cabeza, y guardó silencio. Eso resultaba suficiente confirmación.
—El asesinato de Melissa y el barón Montallo quedará sin castigo —declaró Cedric con voz severa.
—No podemos perder la esperanza —insistió Jolly—. Quizás no obtuvimos mucho, pero ahora sabemos más que antes. Si algo nuevo surge, estaremos listos y abriremos de nuevo el caso. Esos dos aún están ahí afuera, y los atraparemos. Tarde o temprano cometerán un error, ¿no lo crees?
Jolly sonaba optimista, o al menos se notaba que intentaba sonar así. Pero fue obvio casi de inmediato que nada de aquel sentimiento se le contagió a su compañero. Cedric seguía totalmente apagado, ajeno a cualquier cosa que la joven oficial pudiera decir o hacer.
—Ella ni siquiera tendría que haber estado ahí, ¿sabe? —soltó Cedric de pronto, tomando a Jolly por sorpresa—. Su testimonio de lo que vio la noche en que mataron a su amo no daba ninguna pista sólida. Aunque hubiera declarado, nada hubiera pasado. Karllone no estaba amenazado, ni tampoco sus asesinos. Romani, el jefe Strauss y el Sr. Bertold lo sabían bien, y aun así decidieron exponerla. La usaron como una simple carnada, para que Karllone “cometiera un error”. Pero el único error fue nuestro… La pusimos en peligro por nada, y Karllone la mandó a matar también por nada. Todos somos tan culpables como él de esto; la colocamos en el centro del campo de tiro, y prácticamente pusimos un arma en la mano de Karllone para que le disparara. Pero, al final da igual, ¿no es cierto?
Se giró lentamente mirarla. A través del cristal oscuro de sus anteojos, Jolly pudo percibir la tristeza, pero en especial la rabia que emanaba de sus ojos.
—Sólo era una sierva, ¿no? No es como si se hubiera perdido algo realmente importante…
—¡No es así! —exclamó Jolly rápidamente con ferviente convicción—. Por favor, no vuelvas a decir eso. Ella no era sólo una sierva más. Era una persona valiosa y linda, y el mundo es un poco más gris ahora que ella no está. Y Karllone no se saldrá con la suya por siempre. Lo atraparemos, a él y a sus asesinos. Y cuando eso pase, Melissa podrá descansar en paz. Así que por favor, no te dejes caer de esa forma.
La Nosferatis se aproximó un paso más hacia él, y posó una mano sobre su hombro. Le sonrió, la sonrisa más alegre que le fue posible esbozar, alimentada por el fuego interno de sus propios anhelos de justicia.
Cedric la contempló del otro lado de sus lentes oscuros, con un rostro indescifrable. Tras unos segundos desvió de nuevo su atención a otro lado. Jolly no supo si acaso sus palabras le habían llegado o no. Estar de pie a su lado, era como estar junto con un gran bloque de hielo.
—Cedric… —masculló Jolly, deseosa de poder decir algo más, pero sin tener muy claro qué.
—Será mejor que nos vayamos, oficial —indicó el detective de pronto, colocándose en ese momento de regreso su sombrero—. Hay trabajo que hacer.
Y dichas esas únicas palabras, se giró por el camino en dirección a la salida y comenzó a caminar, apartando su hombro de la mano que Jolly había posado en él.
La joven oficial se quedó en silencio unos momentos, observando la espalda de su compañero mientras se alejaba entre las tumbas; como un espectro sin alma deambulando. Respiró hondo por su nariz, y dejó escapar el aire lentamente por su boca. Comenzó a avanzar detrás de él, ya no apoyándose tanto en su muleta como antes para poder alcanzarlo más rápido.
Ambos se dirigieron lado a lado hacia la salida.
En efecto, había trabajo que hacer. Siempre lo había.
#viktor#denisse chan#original novel#original story#original#original character#original art#historia original#wingzemonx
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2024 The ICE Aichi
(📷 Yoshiki Kogaito)
#figure skating#2024 the ice#the ice#deniss vasiljevs#sato miyahara#jean luc baker#guillaume cizeron#gabriella papadakis#madison chock#evan bates#emily chan#spencer howe#sport
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Shoma is announced for The Ice 2024
20th July 2024 - 21st July 2024 in Aichi
27th July 2024 - 28th July 2024 in Tokyo
It's going to be an all male cast this year plus two ice dance teams (Papadakis/Cizeron and Chock/Bates) and one Pairs team (Chan/Howe)
Satoko Miyahara and Jean-Luc Baker will present the show as hosts.
Cast includes: Shoma Uno, Deniss Vasiljevs, Jumhwan Cha, Kao Miura, Ilia Malinin, Aleksandr Selevko, Nikolaj Memola, Kevin Aymoz, Mikhail Shaidorow and Nika Egadze
Live music act: Kodo
#shoma uno#figure skating#ice show#the ice 2024#ilia malinin#junhwan cha#great cast just why nika???#interesting to try a new concept#and no females is a bit strange especially when you have satoko but won't let her skate
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Coronita como dama de honor en la boda de mi amiga y compañera Denisse-Chan :D
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part 2 of my beginners olympic figure skating guides. have a silly, meme-filled field slideshow of the hell-scape that is men's singles at pyeongchang
full list of entries
ijs - mens - ladies - pairs - ice dance cross posted on twitter
#figure skating#long post#olympics#pyeongchang 2018#yuzuru hanyu#nathan chen#shoma uno#javier fernandez#patrick chan#boyang jin#adam rippon#mikhail kolyada#misha ge#deniss vasilijevs#han yan#vincent zhou
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Men Single Skating - Short Program Starting Order & Time Schedule
#羽生結弦#Yuzuru Hanyu#宇野昌磨#Shoma Uno#Ice Skating#Men Segment#Short Program#PyeongChang#Pyeongchang Olympics#Olympic Winter Games 2018#Javier Fernandez#Misha Ge#Nathan Chen#mikhail kolyada#jin boyang#Tanaka Keiji#Deniss Vasiljevs#Alexei Bychenko#Patrick Chan#dmitri aliev#adam rippon#daniel samohin#Michal Brezina#Jun Hwan Cha#Han Yan#Starting Order#time schedule
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is anyone else so fucking nervous for the short program tonight that they could scream? bc same
#FFFFFBFKFJDJDE#not yoi#nia talks#figure skating#yuzuru hanyu#nathan chen#boyang jin#shoma uno#adam rippon#patrick chan#javier fernández#mikhail kolyada#deniss vasiljevs#keiji tanaka
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Dmitry Aliyev - 98.98 The 4Lz+3T was so solid it was amazing. The jumps along with the music work well. He’s really got the character of the music down.
Patrick Chan - you are more than dust in the wind! 3A his mortal enemy. But the edges were so buttery smooth. And his opening 4T was gorgeous.
Keiji Tanaka - 80.05 - 4S bad fall sliding into the boards. He landed the 3Lz+3T, and landed the 3A. No pops, so I’ll take it!
Alexei Bychenko - 84.13 - 3A was beautiful, 4T was a bit off on the landing but held on well, 3Lz+3T good. It was such a spirited program.
Deniss Vasiljevs- 79.52 - 3Lz+3T, 3A rough fall. That last spin is such a trip I love the positions so much.
#dmitry aliyev#patrick chan#keiji tanaka#alexei bychenko#deniss vasiljevs#pyeongchang2018#figure skating#i think my live blogging is getting more and more sparse in words?#one more group to go
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Figure skating - Something just like this Music: Coldplay - Something just like this Figure skaters: 1.Yuzuru Hanyu 2.Shoma Uno 3.Javier Fernandez 4.Patrick Chan 5.Misha Ge 6.Boyang Jin 7.Nathan Chen 8.Deniss Vasiljevs 9.Evgenia Medvedeva 10.Satoko Miyahara 11.And kids
#figure skating#kids#so cute#Yuzuru Hanyu#Shoma Uno#Patrick Chan#javier fernandez#Misha Ge#boyang jin#nathan chen#deniss vasiljevs#evgenia medvedeva#Satoko Miyahara#宇野 昌磨#羽生結弦
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A goodbye
After almost 12 (!) years, it’s time for me to say goodbye to this blog. It will not be deleted though.
Here’s a (pretty rough and I’m sure not full) list of skaters featured here. They’re listed in alphabetical order by the first name (so “Ashley Wagner” is under “A” and not “W”). I know it’s not the correct way to do this thing but it was easier for me. Also, if you can’t find someone, try searching within the blog or just general Tumblr search.
Thank you for the company and bye!
Women
Adelina Sotnikova
Akiko Suzuki
Alaine Chartrand
Alena Kostornaia
Alena Leonova
Alexandra Trusova
Alexia Paganini
Alina Zagitova
Alissa Czisny
Alysa Liu
Amber Glenn
Amelie Lacoste
Anna Pogorilaya
Anna Shcherbakova
Ashley Wagner
Audrey Shin
Bradie Tennell
Carolina Kostner
Christina Gao
Cynthia Phaneuf
Ekaterina Gordeeva
Elena Radionova
Elene Gedevanishvili
Elizabet Tursynbaeva
Elizaveta Nugumanova
Elizaveta Tuktamysheva
Emmi Peltonen
Eunsoo Lim
Evgenia Medvedeva
Gabrielle Daleman
Gracie Gold
Haein Lee
Irina Slutskaya
Jenna McCorkell
Jenni Saarinen
Joannie Rochette
Josefin Taljegard
Joshi Helgesson
Julia Lipnitskaya
Kaetlyn Osmond
Kailani Craine
Kanako Murakami
Kaori Sakamoto
Karen Chen
Kiira Korpi
Kristi Yamaguchi
Ksenia Makarova
Lara Naki Gutmann
Laura Lepisto
Laurine Lecavelier
Loena Hendrickx
Madeline Schizas
Mae Berenice Meite
Mai Mihara
Mao Asada
Maria Artemieva
Maria Sotskova
Mariah Bell
Marin Honda
Michelle Kwan
Miki Ando
Mirai Nagasu
Polina Edmunds
Polina Korobeynikova
Pooja Kalyan
Rachael Flatt
Roberta Rodeghiero
Rika Hongo
Rika Kihira
Samantha Cesario
Sarah Meier
Sasha Cohen
Satoko Miyahara
Shizuka Arakawa
Sofia Samodurova
Stanislava Konstantinova
Viktoria Helgesson
Yelim Kim
Yu-Na Kim
Wakaba Higuchi
Zijun Li
Men
Adam Rippon
Adian Pitkeev
Alban Preaubert
Alexei Bychenko
Alexei Yagudin
Artur Gachinski
Brendan Kerry
Boyang Jin
Brian Joubert
Brian Orser
Chafik Besseghier
Daisuke Takahashi
Daniel Samohin
Denis Ten
Deniss Vasiljevs
Dmitri Aliev
Evan Lysacek
Evgeni Plushenko
Florent Amodio
Han Yan
Ilia Kulik
Jason Brown
Javier Fernandez
Jeffrey Buttle
Jeremy Abbott
Jeremy Ten
Johnny Weir
Joshua Farris
Jun-Hwan Cha
Max Aaron
Ryan Bradley
Michal Brezina
Keegan Messing
Keiji Tanaka
Kevin Aymoz
Kevin Reynolds
Kevin Van Der Perren
Kurt Browning
Matteo Rizzo
Mikhail Kolyada
Maxim Kovtun
Misha Ge
Moris Kvitelashvili
Nam Nguyen
Nan Song
Nathan Chen
Nobunari Oda
Patrcik Chan
Richard Dornbush
Sergei Voronov
Shawn Sawyer
Shoma Uno
Stephane Lambiel
Stephen Carriere
Takahiko Kozuka
Takahito Mura
Tatsuki Machida
Tomas Verner
Vincent Zhou
Yuma Kagiyama
Yuzuru Hanyu
Pairs
Alexa Scimeca Knierim and Chris Knierim
Alexandra Boikova and Dmitri Kozlovski
Alexandra Paul and Mitchell Islam
Aljona Savchenko and Robin Szolkowy/Bruno Massot
Amanda Evora and Mark Ladwig
Anabelle Langlois and Cody Hey
Anastasia Mishina and Alexander Galliamov
Ashley Cain and Timothy Leduc
Caitlin Yankowskas and John Coughlin/Joshua Reagan/Hamash Gaman
Caydee Denney and Jeremy Barrett/John Coughlin
Dan Zhang and Hao Zhang
Deanna Stellato and Nate Bartholomay / Maxime Deschamps
Ekaterina Alexandrovskaya and Harley Windsor
Ekaterina Gordeeva and Sergei Grinkov
Elena Berezhnaya and Anton Sikharulidze
Evgenia Tarasova and Vladimir Morozov
Felicia Zhang and Nate Bartolomay
Gretchen Donlan and Andrew Sperroff/Nate Bartolomay
Haven Denney and Brendan Frazier
Jamie Sale and David Pelletier
Jessica Dube and Bryce Davison/Sebastien Wolfe
Julianne Seguin and Charlie Bilodeau
Katarina Gerboldt and Alexander Enbert
Keauna McLaughlin and Rockne Brubaker
Kirsten Moore-Towers and Dylan Moscovitch/Michael Marinaro
Kristina Astakhova and Alexei Rogonov
Ksenia Stolbova and Fedor Klimov
Lubov Iliushechkina and Nodari Mausiradze/Dylan Moscovitch
Maria Mukhortova and Maxim Trankov
Maria Petrova and Alexei Tikhonov
Marissa Castelli and Simon Shnapir/Mervin Tran
Mary Beth Marley and Rockne Brubaker
Meagan Duhamel and Eric Radford
Miriam Ziegler and Severin Kiefer
Narumi Takahashi and Mervin Tran/Ryuichi Kihara
Natalia Zabijako and Alexander Enbert
Nicole Della Monica and Matteo Guarise
Paige Lawrence and Rudi Swiegers
Peng Cheng and Hao Zhang/Yang Jin
Qing Pang and Jian Tong
Rena Inoue and John Baldwin
Riku Mihura and Ryuichi Kihara
Stefania Berton and Ondrej Hotarek
Tae-Ok Ryom and Ju-Sik Kim
Tarah Kayne and Denny O'Shea
Tatiana Totmianina and Maxim Marinin
Tatiana Volosozhar and Stanislav Morozov/Maxim Trankov
Valentina Marchei and Ondrej Hotarek
Vanessa James and Morgan Cipres
Vera Bazarova and Yuri Larionov/Andrei Deputat
Wenjing Sui and Cong Han
Xiaoyu Yu and Yang Jin/Hao Zhang
Xue Shen and Hongbo Zhao
Xuehan Wang and Lei Wang
Yuko Kavaguti and Alexaner Smirnov
Ice Dance
Albena Denkova and Maxim Staviski
Alisa Agafonova and Alper Ucar
Alexandra Aldridge and Daniel Eaton / Matthew Blackmer
Alexandra Nazarova and Maxim Nikitin
Alexandra Stepanova and Ivan Bukin
Anna Cappellini and Luca Lanotte
Anna Yanovskaya and Sergei Mozgov
Carolane Soucisse and Shane Firus
Cecilia Torn and Jussiville Partanen
Charlene Guignard and Marco Fabbri
Ekaterina Bobrova and Dmitri Soloviev
Ekaterina Riazanova and Ilia Tkachenko
Elena Ilinykh and Nikita Katsalapov/Ruslan Zhiganshin
Elisabeth Paradis and Francois-Xavier Ouellette
Emily Samuelson and Evan Bates
Federica Faiella and Massimo Scali
Federica Testa and Lucas Csolley
Gabriella Papadakis and Guillaume Cizeron
Isabella Tobias and Deividas Stagniunas/Ilia Tkachenko
Isabelle Delobel and Olivier Schoenfelder
Kaitlin Hawayek and Jean-Luc Baker
Kaitlyn Weaver and Andrew Poje
Kana Muramoto and Chris Reed / Daisuke Takahashi
Kavita Lorenz and Panagiotis Polizoakis
Kharis Ralph and Asher Hill
Ksenia Monko and Kirill Khaliavin
Laurence Fournier Beaudry and Nikolaj Sorensen
Lilah Fear and Lewis Gibson
Madison Chock and Greg Zuerlein / Evan Bates
Madison Hubbell and Kiefer Hubbell/Zachary Donohue
Maia Shibutani and Alex Shibutani
Mari-Jade Lauriault and Romain Le Gac
Marie-France Dubreuil and Patrice Lauzon
Marina Anissina and Gwendal Peizerat
Margarita Drobiazko and Povilas Vanagas
Meryl Davis and Charlie White
Misato Komatsubara and Tim Koleto
Nelli Zhiganshina and Alexander Gazsi
Natalia Kaliszek and Maksim Spodyrev
Nathalie Pechalat and Fabian Bourzat
Nicole Orford and Thomas Williams/Asher Hill
Nora Hoffmann and Maxim Zavozin
Oksana Domnina and Maxim Shabalin
Olivia Smart and Adria Diaz
Penny Coomes and Nicholas Buckland
Pernelle Carron and Lloyd Jones
Piper Gilles and Paul Poirier
Sara Hurtado and Adria Diaz
Sinead Kerr and John Kerr
Shiyue Wang and Xinyu Liu
Tanith Belbin and Benjamin Agosto
Tatiana Navka and Roman Kostomarov
Tessa Virtue and Scott Moir
Tiffany Zahorski and Jonathan Guerreiro
Vanessa Crone and Paul Poirier
Viktoria Sinitsina and Nikita Katsalapov
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VIKTOR - Capítulo 11. La Noche Más Oscura

VIKTOR
Por WingzemonX & Denisse-chan
Capítulo 11. La Noche Más Oscura
Los ojos de Suzane se abrieron de golpe en cuanto sus sensibles oídos captaron los primeros vestigios de la explosión. De inmediato sus reflejos reaccionaron, y rodó del sillón, tirándose pecho a tierra al suelo. Centró su mirada desde su posición hacia la ventana de la sala, a través de la cual fue capaz de notar el fogonazo que cubrió el aire por un instante.
Llegó casi de inmediato a la misma conclusión que Cedric.
—El granero —susurró despacio para sí misma—. ¡Maldición! ¡¿Cómo no lo vi antes?!
Eso que le estuvo ocasionando estornudos en la tarde no había sido sólo coincidencia, sino algo premeditado para distraer su olfato. Era un truco simple, y había caído directo en él.
Dio un manotazo con frustración al suelo, pero eso fue todo lo que se permitió dejarse llevar por sus emociones. Ahora era momento de actuar.
Rápidamente alcanzó sus botas, y comenzó a calzarse. Tomó su revólver, su rifle, y se dirigió sin vacilación a la puerta de la cocina.
— — — —
Casi al mismo tiempo, en el piso de arriba, la reacción de los otros ocupantes se daba de forma similar. Al ser sacado de esa forma tan abrupta de su sueño, Klauss Romani saltó de inmediato de su cama, vestido únicamente con su ropa interior, y se asomó hacia afuera. Entre la oscuridad, distinguió el fuego consumiendo los escombros de lo que alguna vez fue el granero de la propiedad.
—¿Pero qué demonios…? —exclamó aturdido.
—¡Klaussie! —espetó Vermillia alarmada desde la cama. Igualmente se había despertado, y cubría su cuerpo desnudo con las sábanas blancas—. ¿Qué ocurre? ¿Nos atacan? —preguntó con voz temblorosa.
—¡Es lo más seguro! —respondió el detective en alto, y rápidamente buscó sus pantalones en el suelo y se enfundó en ellos—. ¡Quédate aquí!, no salgas por nada, ¿oíste?
Dada esa instrucción, corrió con rapidez hacia la puerta.
—¡Klaussie!, ¡ten cuidado! —le suplicó Vermillia a sus espaldas mientras él salía al pasillo.
— — — —
A diferencia de los dos detectives Lycanis, Jolly no fue despertada por la explosión; no tuvo el privilegio de siquiera tener oportunidad de conciliar el sueño antes del repentino suceso. El estruendo la sacudió de su cama, y la hizo ponerse al instante de pie de un salto, y correr hacia donde había reposado a su cañón Holy Molly. Tomó su arma firmemente entre sus manos, y pegó la espalda contra la pared a lado de la cama, temerosa de que hubiera algún disparo.
Aguardó, hasta que el escándalo de la explosión se disipó, y quedó en su lugar un preocupante silencio. Se asomó por la ventana sólo lo suficiente para poder mirar al exterior, pero lo adecuado para ponerse de nuevo a cubierto si percibía algo fuera del lugar. Desde el ángulo de esa ventana no tenía una vista directa al granero, pero si alcanzaba a percibir el fulgor anaranjado del fuego alumbrando el panorama.
Miró apremiante a su alrededor, con la esperanza de que Melissa hubiera vuelto mientras intentaba dormir, pero lamentablemente no era así; la cama de Melissa seguía vacía.
Encontrar a la testigo era lo más importante. Así que sin siquiera tomarse un momento para calzarse sus botines, se dirigió presurosa hacia la puerta del cuarto.
— — — —
Cedric siguió protegiendo a Melissa con su cuerpo un rato más, antes de atreverse a alzarse y mirar en dirección a la zona de desastre. El brillo del fuego era captado sin problema por sus agudos ojos, pero sus sentidos parecían más agobiados por la aguda, casi dolorosa, respiración de Melissa debajo de él.
—¿Qué está… pasando…? —exclamó la sierva entre inhalaciones profundas, provocadas de seguro por el miedo. Y no podía culparla.
Cedric se puso de pie, y ayudó a Melissa a pararse también, aunque ésta necesitó apoyarse contra el marco de la puerta para no caerse, pues sus piernas flaquearon al instante.
—Aguarda aquí —le indicó Cedric, y se aproximó hacia el barandal de la terraza, parándose sobre éste con firmeza. El viento frío, combinado con el humo, le golpeó la cara.
Agudizó su mirada. Los restos del granero habían volado en todas direcciones, y el fuego amenazaba por extenderse por la maleza seca del campo. Escuchó el resonar de los silbatos de alerta, y desvió su atención hacia un lado. Distinguió tres siluetas que se movían rápidamente por el campo en dirección al área de la explosión, mientras uno de ellos hacía sonar su silbato para alertar. Eran los tres oficiales del Distrito Cuatro que habían ido a apoyarlos. Habían recibido la instrucción de igualmente sonar sus silbatos si algo ocurría, y era admirable que acataran la orden entre tanto caos. Aunque resultaba un poco de más, pues sería imposible que alguien no hubiera notado tal desastre.
—¡Det. Helsung! —escuchó la voz de Luke debajo de él. El detective Spekerus no tardó en aparecer en su rango de visión, desde detrás de la casa—. ¡¿Están bien?!
—¡Sí! —le respondió Cedric rápidamente—. Melissa está bien. Los oficiales del Distrito Cuatro se dirigen al área de la explosión. Puede que necesiten apoyo.
—Entendido —respondió Luke, asintiendo, y a Cedric le sorprendió un poco notar una expresión firme y seria en su mirada que no recordaba haberle visto en el corto tiempo que llevaba de conocerlo—. Ponga a la testigo a cubierto. Yo iré a investigar.
Sin esperar respuesta, Luke comenzó a correr con rapidez en la misma dirección que los otros oficiales.
Cedric no ocupaba que se lo dijeran dos veces. Se bajó rápidamente del barandal, y corrió hacia Melissa. Ésta apenas y pudo reaccionar cuando el detective la tomó de la muñeca, y comenzó a jalarla hacia el interior de la casa.
—¡Te llevaré con la oficial Williams! —le explicó en alto para que lo escuchara entre todo el ajetreo que debe estar recorriéndole la cabeza—. ¡Ella te cuidará y te mantendrá segura!
Melissa no dijo nada, ni dio señal de haberle escuchado siquiera. Se limitó a únicamente correr detrás de él, dejando que él la guiara sin oposición alguna.
— — — —
En cuanto Jolly salió al pasillo, se encontró casi de frente con Klauss, que salía corriendo de la habitación contigua. El detective Lycanis apenas y reparó en ella, pues prácticamente la pasó por alto y se asomó presuroso al interior del cuarto de las chicas.
—¡¿Dónde está la sierva?! —exclamó frenético, girándose hacia ella una vez que se dio cuenta que la habitación estaba vacía.
—Bajó por agua y aún no ha vuelto…
—¡¿Qué dices?! —exclamó Klauss en alto, y de inmediato se puso en marcha hacia las escaleras—. ¡Tenías un sólo trabajo, Williams!
Aquellas palabras estremecieron de sobremanera el interior de la oficial, provocándole una pequeña punzada de dolor, pero también de culpa en el pecho. Por más que quisiera responderle algo a Klauss, la verdad era que tenía razón; era su responsabilidad cuidar de la testigo. Debería de haberla acompañado a la cocina, no dejarla sola en ningún momento. Pero, ¿cómo sabría que algo como eso pasaría? Y, en realidad, ¿qué había pasado? ¿Y si Melissa estaba cerca de aquel sitio…?
Jolly sacudió su cabeza con fuerza, y se obligó a apartar esos pensamientos. No era momento para paralizarse, sino de actuar como la oficial de policía que era. Aferró una mano fuerte a la correa de su cañón, y siguió presurosa al detective por el pasillo.
No tuvieron que avanzar mucho en realidad, pues antes de llegar a la escalera, ambos casi chocaron contra Cedric y Melissa, que entraban desde las puertas de la terraza. Jolly suspiró aliviada en cuanto la vio a salvo, pero Klauss parecía mucho menos contento.
—¡¿En dónde estabas, tonta?! —exclamó con enojo, fijando su mirada como cuchillos sobre la sierva—. ¡¿Quién te dijo que podías ir sola por ahí cómo te plazca?!
Melissa se encogió, abrumada por los gritos del Lycanis. Ya de por sí la situación de afuera claramente la había alterado demasiado, como para ahora tener que recibir los regaños enfurecidos de aquel hombre.
—No hay tiempo para eso —intervino Cedric, colocando medio cuerpo delante de Melissa—. El granero ha explotado. Es probable que estemos bajo ataque.
—¡No me digas! —espetó Klauss, sarcástico—. Jolly, llévate a la sierva contigo. Vayan al cuarto con Vermillia y enciérrense ahí. No le abran a nadie que no sea yo; a cualquier otro, dispararle con ese cañón tuyo. ¿Entendido?
—Sí, señor —susurró Jolly con la mayor firmeza que le fue posible—. Ven, Melissa.
Jolly tomó rápidamente a la sierva de su muñeca, y comenzó a guiarla de regreso por el pasillo en dirección a la otra habitación. Melissa, similar a cómo había ocurrido con Cedric, no le quedó más que dejarse llevar.
—¡Tengan cuidado! —les gritó Cedric desde atrás con fuerza—. Oficial Williams, se la encargo.
—¡Sí!, ¡no te preocupes! —le respondió Jolly con mayor optimismo mientras se alejaba por el pasillo—. Déjamelo a mí…
—Tú ven conmigo —le indicó Klauss a su compañero, dirigiéndose entonces hacia la terraza—. Necesito que me des un panorama completo de la situación con tu visión nocturna.
Cedric permaneció un poco más en el pasillo, viendo como las chicas se alejaban, pero al final se giró sobre sus pies y siguió a Klauss hacia afuera.
El Detective de Primer Grado se paró frente al barandal, y volteó desesperado hacia un lado y hacia el otro, aunque lo único que alcanzaba a captar con sus ojos eran las llamas del granero a lo lejos y lo que éstas alumbraban, mientras que con su nariz sólo percibía el humo de la explosión, además de un olor amargo que le provocaba comezón y molestia.
—Raíz de Luna Nueva —susurró con fastidio, mientras se cubría la boca y nariz con una mano. Era una vieja hierba que antiguamente se creía que tenía la propiedad mágica de ahuyentar a los Lycanis, aunque en realidad luego se descubrió que el verdadero problema era que muchos de su especie eran alérgicos a ella, en diferentes niveles—. Esa cosa está prohibida. Pero no debería esperar menos de Serge Karllone.
Por suerte para Klauss era más una molestia ligera, pero tolerable.
—¡Novato!, ¡dime lo que ves! —le exigió con apuro, señalando al frente—. El Cráneo está por aquí, lo puedo sentir.
Cedric se paró a su lado, y obedeciendo a su instrucción comenzó a recorrer el campo con la ayuda de su vista agudizada, intentando detectar cualquier movimiento sospechoso. Pero bajo esas circunstancias, lo difícil sería identificar qué no era sospechoso.
—De momento sólo visualizo al Det. Stillion y los oficiales del Distrito Cuatro —informó, apuntando con su dedo hacia el campo, donde las figuras de los oficiales ya estaban cerca del fuego, pero mantenían su distancia. Luke iba entre ellos.
—¿Algo más? ¡Vamos! —insistió Klauss, impaciente—. Eso no explotó solo. El perpetrador debe seguir en los alrededores.
Cedric estaba de acuerdo con su afirmación, pero bajo esas circunstancias era difícil proporcionarle el dato que su compañero tanto requería…
Pero de pronto, detectó algo más: unas siluetas moviéndose entre los árboles, muy cerca del granero, y de la posición de los oficiales. Y para su horror, por un momento logró captar el brillo anaranjado del fuego, reflejado en los cañones largos de sus escopetas.
—¡Oh no! —exclamó alarmado—. ¡Están ahí! ¡Es una emboscada…!
No se detuvo a dar más explicaciones, y de inmediato tomó su silbato y comenzó a soplar con fuerza con él para alertarlos. El sonido cruzó el aire hacia los oídos de los oficiales, que alzaron al mismo tiempo sus miradas en dirección a la casa y se pusieron alerta.
Pero fue tarde.
— — — —
Los primeros disparos que salieron de entre los árboles tomaron por sorpresa a los oficiales. Uno de ellos, un Spekerus de pie a unos cuantos metros de Luke, recibió de lleno una bala en el cuello que le atravesó de lado a lado, y se desplomó a sus pies. Aquello tomó por sorpresa al detective novato, pero no dejó que lo le paralizara. En su lugar, se giró en la dirección que venían los disparos y, por mero instinto y guiado por el sonido, disparó uno de sus revólveres hacia la oscuridad, repetidas veces mientras retrocedía en dirección a los escombros.
Sus disparos lo cubrieron lo suficiente a él y a los demás oficiales, para poder buscar resguardo detrás de los escombros en llamas, o al menos no estar tan expuestos. Luke se tiró al suelo de sentón, justo detrás de lo que quedaba de una las paredes del granero. Rápidamente, y sin que su mano le temblara ni un poco, abrió la recamara de su arma, y comenzó a reemplazar las balas que había disparado.
—¡¿Quiénes son?! —escuchó que preguntaba lleno de pánico uno de los oficiales del Distrito Cuatro, otro joven Spekerus de seguro no más de veinte, tirado en la tierra a su lado, aferrado a su rifle y con su cuerpo temblando por completo.
—Hombres de Serge Karllone, supongo —respondió Luke con una sorpresiva calma. Cerró de nuevo la recamara de su arma, y la tomó con fuerza con una mano, mientras con la otra sujetaba su rifle—. Creo que la Det. Constantine diría en una situación así que estamos muy expuestos si nos quedamos en este sitio. Que deberíamos movernos a la casa y ahí reagruparnos… Sí, creo que eso debemos hacer.
Asintió con firmeza, como una confirmación hacia sí mismo.
—Debemos disparar en dirección a aquellos árboles para cubrir nuestra marcha, y correr hacia la casa.
—¡Al demonio! —exclamó en alto el oficial Spekerus que temblaba a su lado—. ¡Esto es un jodido campo de guerra! ¡No me enlisté para esto!
Empujado por el miedo, en especial luego de ver a su otro compañero caído hace sólo unos segundos atrás, aquel oficial comenzó a correr despavorido en dirección a donde habían aparcado su vehículo, sin darse cuenta que lo hacía directo hacia campo abierto.
—¡Jimmy!, ¡no! —gritó su otro compañero al ver lo que hacía. El joven Spekerus no avanzó mucho, antes de que un disparo desde la posición de sus enemigos le volara la cabeza por un costado, y se desplomara en el suelo—. Oh, por Alzama Molak… —susurró el último oficial del Distrito Cuatro, horrorizado.
Luke, por su parte, dejó escapar un pequeño silbido, que era difícil decir qué tipo de emoción intentaba transmitir con aquello. Parpadeó una vez mientras miraba en dirección al segundo oficial caído.
—Bueno, ni hablar —concluyó sin más, incluso sonando un poco frío al hacerlo. Se puso de pie entonces con rapidez, con sus armas en alto—. ¡Andando! —le indicó al tercer oficial, y sin darle tiempo a recomponerse, comenzó a correr hacia la casa, disparando rápidamente en dirección a los árboles.
El último oficial, un Lycanis un poco mayor que los otros dos, se obligó a pararse lo más pronto posible y correr detrás de él, disparando hacia atrás lo mejor que pudo.
El trayecto hacia la casa, sin embargo, se sentía aún más largo de regreso que como se había percibido de ida. A mitad del camino, una bala le dio directo en la espalda al oficial de apoyo, que sólo dejó escapar un largo gruñido de dolor.
Luke miró de reojo un instante hacia atrás, en el momento justo para ver al oficial caer hacia el frente y perderse entre la maleza. Pero no se detuvo, y fijó de inmediato su atención al frente y siguió corriendo.
Se movió hacia un lado y hacia el otro para esquivar los disparos que se abalanzaban contra él. Uno de ellos dio contra el suelo a milímetros de su pie, levantando una pequeña nube de polvo, y parte de éste, terminó entrándole en el ojo. Aquello irremediablemente lo destanteó, y lo hizo casi caer al suelo, aunque pudo sostenerse para sólo plantar una rodilla en tierra.
—Vaya, esto es mala suerte —susurró para sí mismo, mientras intentaba limpiarse el ojo con su antebrazo, sin soltar ninguna de sus armas. Quizás no tuviera la vista de un Nosferatis, ni ojos detrás de la cabeza, pero juraría que podía sentir los cañones de todas esas armas, apuntándole desde la distancia y preparándose para acribillarlo en cualquier momento. Era como un cosquilleo en la parte trasera de su cabeza que, de hecho, no era del todo desagradable—. Creo que hasta aquí llegamos, Chica.
Su pequeña compañera, aún dormida en el interior de su camisa, no le respondió nada.
Un largo y estridente aullido cruzó en ese momento la noche, distrayendo por completo al detective de la sensación que se cernía detrás de él. En el momento en el que alzó su mirada, sólo alcanzó a ver como una enorme figura negra se dirigía hacia él entre la penumbra, un instante antes que las detonaciones comenzaran de nuevo.
Aquel ser oscuro se lanzó contra Luke, lo tomó con su hocico del cuello de su camisa, y lo jaló con rapidez consigo, justo antes de que los disparos golpearan la tierra en el lugar exacto en el que él había estado.
Aunque, no todos, en realidad. Uno de ellos logró conectar justo en una de las patas traseras de aquel animal oscuro, pero éste se limitó a sólo soltar un pequeño gruñido, y no frenó ni un poco su larga carrera hacia la casa.
Mientras era jalado por aquella criatura, Luke miró hacia atrás con su ojo bueno. No tardó en reconocer los ojos verdosos de mirada aguda, asomándose entre aquel rostro de lobo de pelaje negro como la noche.
—¡Oh!, ¡Det. Constantine! —exclamó Luke, contento—. ¡Vino a salvarme!
—¡Cállate! —exclamó la voz de Suzane, proveniente de aquel lobo—. ¡Intento concentrarme!
Luke no tardó en notar el ligero renqueo en el trotar del lobo, mientras seguía moviéndose con agilidad para escurrirse y esquivar los disparos.
—¡Detective!, ¡está herida!
—No me digas —respondió Suzane con ironía.
El lobo siguió avanzando con sobresaliente agilidad por el campo, hasta llegar a la sombra de la casa, la cual rodeó hasta ponerse a cubierto, y con ello lejos de la mira de sus atacantes ocultos.
— — — —
—Maldita sea —exclamó uno de los hombres oculto entre los árboles en los límites de la propiedad, en cuanto el lobo negro se alejó lo suficiente y desapareció de su vista. Era un matón Nosferatis de orejas grandes y rostro alargado. Bajó su arma con frustración, tomó el cigarrillo de entre sus labios con su mano libre, y dejó escapar una densa nube de humo espeso frente a su rostro—. Ese se nos escapó.
—No importa —añadió uno de sus acompañantes de pie a su lado, apoyando su respectiva arma larga sobre su hombro. Era otro Nosferatis, de estatura baja, pero fornido—. Nos despachamos a tres, y ese otro va herido.
—Pero ahora saben que estamos aquí.
—Era lo planeado, tonto —añadió un tercero, con la mitad de su oreja arrancada de su cabeza por el disparo de alguno de esos oficiales, pero poco parecía importarle. Todos eran Nosferatis; sólo pistoleros de dicha raza podrían disparar con tanta precisión en la noche—. Bien o mal, somos el señuelo.
El primero de ellos volvió a dar una larga calada de su cigarrillo, y volvió a dejar escapar el humo, ahora dejándolo flotando sobre su rostro.
—Tanto alboroto por una estúpida sierva —exclamó con molestia—. Espero que al menos ese idiota pueda cumplir con su parte.
—Claro que lo hará —comentó otro más del grupo con tono burlón—. Está a prueba su reputación, y su vida de paso. Si falla, el jefe se asegurará de que tenga una muerte dolorosa.
—¿A uno de sus consentidos? Lo dudo —indicó el hombre del cigarrillo con desdén. Sus ojos contemplaban aún hacia el firmamento estrellado sobre ellos—. Pero algo tengo seguro: no me gustaría cruzarme con ese sujeto en una noche como ésta. Que Alzama Molak tenga piedad de las pobres almas en esa casa…
— — — —
—¿Esos fueron disparos? —inquirió Melissa, con dejo nervioso, asomando apenas un poco sus ojos por encima del borde de la cama, detrás de la cual se había refugiado.
—Descuida, aún se escuchan lejos —le informó Jolly desde un lado de la ventana, sujetando firmemente a Holy Molly entre sus manos. Intentaba tranquilizarla, pero al verla de soslayo y notar el brillo apagado de sus ojos, supo que no lo había logrado.
No podía culparla por estar asustada; la situación ciertamente lo ameritaba. Incluso ella misma, tras todo su entrenamiento y práctica de tiro, era la primera vez que se encontraba en el centro de una situación tan complicada y peligrosa como esa. Hasta ese momento, lo más peligroso que había hecho era participar en la persecución de un ladrón que escapaba de la escena del crimen, pero ni siquiera entonces había tenido que disparar ni una sola bala. Y claro, no tenía tampoco a Holy Molly con ella en aquella otra ocasión.
—Deja de lloriquear —le reprendió Vermillia desde el otro lado de la habitación, mientras terminaba de colocarse de nuevo su vestido. Ambas la habían encontrado desnuda en la cama en cuanto entraron presurosas al cuarto, situación que a Melissa le había hecho casi desmayarse de la impresión—. Klaussie se encargará de esos idiotas en un instante, siempre lo hace. Y si acaso alguno de ellos se atreve a llegar hasta acá…
—Yo las defenderé —declaró Jolly con voz ferviente, apretando aún más su arma entre sus dedos—. Tendrán que pasar sobre mi cadáver antes de tocar a cualquiera de ustedes.
—Yo no vengo tan indefensa cómo crees, Williams…
Hecha aquella afirmación, Vermillia se dirigió hacia su bolso de viaje, esculcó entre las cosas que ahí traía, y extrajo un pequeño revólver de bolsillo, color plateado. Jolly contempló el arma, un poco alarmada.
—¿Por qué traes eso contigo, Vermillia?
—Una mujer debe de poder defenderse a sí misma en este mundo tan peligroso —explicó con tono de jactancia, mientras posaba sujetando su arma hacia arriba.
—¿Tienes licencia para portarla?
—¿Qué acaso eres poli…? —Vermillia calló antes de terminar su frase, al darse cuenta rápidamente de con quién hablaba—. Bueno, da igual. Es sólo apuntar y jalar el gatillo, después de todo.
Dicho aquello, realizó una demostración, alzando su arma al frente, y deliberadamente apuntando a Jolly con ella, incluso cerrando un ojo aparentando que intentaba apuntarle con mayor precisión. Aquello no le hizo mucha gracia a la oficial.
—Por favor, baja eso. Y aléjate de la ventana, que algún disparo podría alcanzarte desde ahí.
—Ya, ya —exclamó Vermillia con fastidio, y retrocedió unos pasos hasta ponerse a cubierto—. Relájate, Williams. Ya te dije: Klaussie se encargará de todo. Sólo tenemos que quedarnos aquí y aguardar.
Jolly guardó silencio, sin deseos de responderle nada más de momento. Se giró entonces a mirar con precaución hacia la ventana. Esperaba en serio que Vermillia tuviera razón, y que los superiores pudieran encargarse de todo ese asunto por su cuenta. Pero si no, lo que había declarado hace un momento por supuesto no lo había dicho en serio: defendería a esas dos chicas, como dictaba su deber.
De la forma en la que su padre estaría orgulloso de ella.
— — — —
Una vez que los disparos comenzaron, Klauss y Cedric por igual tuvieron el impulso de tirarse pecho a tierra en la terraza, y cubrir sus cabezas, a la espera de que cualquier disparo desviado pudiera alcanzarlos. Una vez que cesaron, ambos se levantaron sólo lo suficiente para echar un vistazo, Cedric apenas asomando un poco sus ojos por encima del barandal.
El detective de tercer grado detectó con horror los cuerpos de los tres oficiales abatidos en el campo abierto; pero ninguno era el Det. Stillion, al menos. Alzó más su mirada a lo lejos, en la dirección en la que había visto a los hombres armados entre los árboles. Distinguió sus siluetas moviéndose hacia otra dirección, quizás con la intención de acercarse más a la casa.
—Son unos cinco —informó Cedric con seriedad—. Todos deben ser Nosferatis, para poder disparar con tanta precisión de noche.
—¿Alguno de ellos es el Cráneo? —cuestionó Klauss apremiante, de cuclillas a su lado.
—Difícil decirlo —respondió Cedric, dubitativo—. ¿Todo esto no va totalmente en contra de su modo usual de operar? Todos los expedientes al respecto mencionan que el Cráneo siempre trabaja solo, y ataca a sus víctimas con la mayor discreción posible; esto es lo contrario a eso.
—Tendrás que aprender a sacar tu nariz más seguido de los expedientes, novato —le respondió Klauss, sonando casi como una reprimenda—. No estamos hablando de un asesino en serie que mata mujeres en un callejón oscuro, sino de un maldito matón de la mafia. Lo que les importa es cumplir su encargo, sea como sea.
Cedric no podía más que darle la razón en ello. Lo más seguro era que usualmente el Cráneo contara con el factor sorpresa como una ventaja, además del control y conocimiento del terreno. Pero en esta situación debió de dar por hecho que lo esperarían, y tendría que enfrentarse con más de un oficial armado y entrenado. Así que su estrategia debía cambiar.
Pero de ser así, ¿cuál era esa estrategia exactamente? Volar el granero para llamar su atención, aniquilar a aquellos que se acercaran para reducir sus números… ¿y luego? ¿Cuál sería su siguiente paso? ¿Hacer que se atrincheraran en la casa? ¿Algún ataque frontal? Cedric se había preparado mentalmente para otro tipo de encuentro, y ahora estaba pisando terreno desconocido. Y eso lo desconcertaba demasiado…
Fue sacado de sus pensamientos en cuanto detectó el rabillo del ojo la figura grande y negra que se movía desde detrás de la casa, y se colocaba justo debajo la terraza en la que se encontraban. Tanto Cedric como Klauss reaccionaron, tomando sus armas en alto.
—¡Tranquilos!, ¡somos nosotros! —pronunció rápidamente la voz de Luke, agitando una mano en el aire. No tardaron en darse cuenta que efectivamente se trataba de Luke; y Cedric reconoció también al enorme lobo negro a su lado.
—Det. Constantine, ¿está bien? —le preguntó Cedric, preocupado al verla como respiraba con agitación, además que su nariz percibió el rastro de sangre que provenía de una de sus patas traseras.
—Fue herida mientras me rescataba —informó Luke, con bastante normalidad al decirlo—. Fue muy heroico, en realidad.
—Mejor guarda silencio si no vas a decir algo importante —le reprendió Suzane, acompañada además de un gruñido amenazante de lobo—. Y véndame la herida, ¡rápido!
Luke asintió, guardó su pistola en su funda, dejó el rifle en el suelo un momento, y desgarró al instante parte de su camisa para poder vendarle con el pedazo de tela la herida de bala.
—¿Herida, Suzane? —masculló Klauss, algo burlón al hacerlo, pero también con cierta preocupación impregnada—. Eso fue muy descuidado de tu parte.
—Tú también ahórrate tus comentarios, Romani —protestó Suzane, alzando su rostro de lobo hacia él—. Esto fue sólo un señuelo para llamar nuestra atención. Escondieron los explosivos en el granero, ocultando su olor con Raíz de Luna Nueva. Debieron hacerlo la noche anterior, pero no entiendo cómo pudieron hacerlo bajo nuestras narices sin que nos diéramos cuenta.
Esa era una buena pregunta, y Cedric también se lo preguntó. Lo único que se le ocurría era que pudieron haber contado con la complicidad de los oficiales del Distrito Cuatro que tuvieron la guardia la noche anterior, pero aquello sería una acusación muy seria, en especial si no tenía pruebas que la respaldaran.
—No importa —añadió Suzane con voz más calmada, parándose firmemente en sus cuatro patas una vez que Luke terminó de vendarla—. Es casi seguro que el verdadero ataque viene en camino. ¿Y la sierva?
—Está en el cuarto con Vermillia y Jolly —respondió Klauss—. Está a salvo, por ahora.
—Vendrán por ella, y por todos nosotros de paso. Debemos evitar que se acerquen a la casa, y abatir y someter a los que podamos. Con algo de suerte, el fuego y el humo llamarán la atención de las autoridades del Distrito Cuatro, y vendrán algunos refuerzos.
—Aprehender al Cráneo es nuestra prioridad, que no se les olvide —les recordó Klauss con severidad—. Helsung, señálame en qué dirección están los tiradores.
Cedric se sobresaltó un poco al escuchar aquella repentina petición.
—Por ahí —indicó señalando al frente—. Los cinco se están moviendo. Creo que vienen para acá…
—Bien —susurró Klauss con seriedad. Le pasó en ese momento su rifle a Cedric para que lo tomara—. Ustedes quédense aquí y protejan la casa, ¡que nadie entre ni salga! Suzane, quedas a cargo. Cuida que ninguno de los novatos meta la pata, incluida Williams.
Los ojos del Lycanis comenzaron a brillar de un fuerte fulgor dorado, y Cedric, que estaba de pie a un lado sujetando su rifle, notó como los músculos de su cara se tensaban, igual que los de sus brazos, y poco después igual los de su espalda y torso descubierto. Comenzó a encorvarse, hasta plantar sus manos contra el barandal, y dejó escapar un largo gruñido. El cuerpo se fue cubriendo rápidamente de un grueso pelaje rubio, y a cambiar de forma hasta convertirse en un enorme lobo, casi tan grande como un león, fuerte e imponente.
Cedric dio instintivamente un paso hacia atrás. Aunque por supuesto sabía bien de la transformación de los Lycanis y había escuchado descripciones de éstas, era la primera vez que le tocaba ver una de cerca. Y ciertamente era algo impresionante, en especial en el caso de Klauss, cuya transformación se veía más grande e intimidante que la de la Det. Constantine.
Klauss, ya por completo en su forma de lobo, saltó rápidamente por encima del barandal, cayó con firmeza con sus cuatro patas a menos de un metro de Suzane y Luke, y comenzó a correr con increíble velocidad por el campo, en la dirección que Cedric le había indicado. Sólo hasta ese momento Cedric fue capaz de salir de estupor.
—¡Espere! —gritó en alto, acercándose al barandal, pero para ese momento Klauss ya iba bastante lejos—. ¿Va a enfrentarse él solo contra los cinco tiradores? ¡Es muy imprudente!
—Así es ese sujeto —gruñó Suzane, aunque sonando más frustrada que molesta—. Si no fuera por esta herida, podría haberlo cubierto; maldición. Pero descuida, novato. Aunque no parezca, él sabe lo que hace.
Cedric miró con preocupación hacia el campo, observando con su visión de Nosferatis como aquel enorme lobo se alejaba y se internaba entre los árboles. Esperaba que la Det. Constantine tuviera razón.
— — — —
No tardó mucho tiempo antes de que uno de los Nosferatis que se movían entre los árboles notara igualmente la enorme criatura peluda que se lanzaba a toda velocidad por el campo, directo hacia ellos
—¡Viene alguien! —le advirtió rápidamente a sus demás compañeros, señalando en la dirección del lobo dorado. Los cinco se giraron, alzaron sus armas, y abrieron fuego al instante, liberando una ráfaga de disparos, cuyos estruendos retumbaron en el aire.
Para sorpresa de los cinco, un segundo antes de que comenzaran a disparar, la enorme criatura a la que apuntaban comenzó a moverse de lado a lado por el campo en largos y precisos saltos, esquivando con asombrosa agilidad su oleada de disparos, y dejando a cada uno atónito.
Ninguno había visto algo así antes. Todos sabían que los Lycanis se volvían fuertes y ágiles al transformarse en su forma de lobo, en especial en las noches de luna llena. Pero esa no era una de esas noches. ¿Quién era ese lobo?
Aquellos pensamientos y su ensimismamiento en ellos terminó siendo su perdición, pues para cuando alguno pudo lograr reaccionar, el lobo ya se encontraba subiendo la colina a escasos metros de ellos. Para cuando el primero logró volver a disparar, la criatura ya se había lanzado al frente, no sólo haciendo que la bala sólo golpeara la tierra, sino que precipitando todo su peso contra el primero de ellos. Lo empujó a tierra con sus patas delanteras, estrellándolo con fuerza contra el suelo, azotándolo.
Lo siguiente ocurrió en cuestión de unos cuantos segundos. Los hombres alzaron sus armas, y al instante siguiente el lobo se lanzó contra el más cercano de ellos, alargando su zarpa derecha contra él. El movimiento no sólo desarmó al Nosferatis, sino que además le provocó tres cortes profundos en su torso, de los cuales surgieron largos rastros de sangres que impregnaron el aire delante de él. Uno de los matones disparó al instante, pero el lobo se movió hacia un lado, haciendo que el disparo terminara impactando contra otro de sus compañeros en el lado izquierdo de su pecho. Aquello lo dejó impactado por un instante, lo suficiente para que el lobo se le aproximara por un costado, y lo tomara del brazo entre sus fuertes fauces, clavando sus colmillos en su piel. El hombre gritó de dolor, pero no por mucho pues rápidamente el lobo sacudió su cabeza, alzándolo del suelo, y lo lanzó como un mero muñeco por los aires, haciéndolo estrellarse contra el tronco de un árbol.
El último de los matones de pie, aquel que había sido alcanzado en una oreja por un disparo, retrocedió al ver todo esto, pero no flaqueó. En cuanto arrojó a su compañero hacia un lado, alzó su rifle y disparó una y otra vez. El lobo se volvió a mover una vez más, cubriéndose detrás de los árboles y haciendo que estos recibieran los impactos. Corrió en un largo círculo, hasta colocarse detrás del Nosferatis. Éste intentó girarse rápidamente para encararlo, pero no fue lo suficientemente rápido, antes de que el lobo lo empujara con todo su peso al suelo, precipitándolo contra el primero de sus compañeros que había caído, y que apenas comenzaba a intentar alzarse, sin mucho éxito gracias a esto. Ambos terminaron contra la tierra uno encima del otro. El lobo no tardó en pararse sobre ellos, aprisionándolos con sus patas contra la tierra, provocando que ninguno fuera capaz de alzarse ni un centímetro. Encima la presión lo aplastaba sólo lo suficiente los pulmones para sentir que no podían respirar con normalidad.
Klauss recorrió su mirada rápidamente a su alrededor. El de la herida de garra seguía en el suelo, sujetándose el torso sollozando. El de la herida de bala igualmente estaba tirado, y la sangre le escapaba entre los dedos mientras presionaba su propia herida. Y el que había arrojado por los aires estaba claramente inconsciente, y quizás con un par de huesos rotos. Ninguno de ellos iría a ningún lado, pero no podía quitarles los ojos de encima.
Gruñó con ferocidad, y acercó su hocico hacia los dos que tenía sometidos, enseñando sus filosos colmillos, y exhalando su aliento caliente y amenazante sobre ellos.
—¡Hablen, escorias! —les gritó con ferocidad—. ¡¿Quién los envió?! ¿Fue Serge Karllone?
—Púdrete, imbécil —le respondió el matón de la oreja herida, volteándolo a ver sobre su hombro como le fue posible.
—Si fuera tú cuidaría mejor lo que digo —le advirtió Klauss—. Mataron a tres policías e hirieron a una detective condecorada. Nadie me reprocharía si los hiciera pedazos en este mismo instante.
Los dos hombres sabían que aquello no era una simple amenaza al aire: ese sujeto era totalmente capaz de matarlos ahí mismo si se le daba la gana. Pero también sabían que la información que podía sacarles era lo único que lo impedía.
—No te diremos nada —declaró el matón de la oreja herida, manteniéndose firme—. Y quiero un abogado.
—Aquí no hay abogados, idiota —espetó Klauss, y presionó en ese momento más su pata, aplastándolo aún más fuerte contra el suelo. El matón dejó escapar un largo quejido de dolor—. Ni Alzama Molak tiene sus ojos aquí esta noche. Sólo estamos ustedes y yo. ¡Así que hablen! ¿Los envió Serge Karllone? ¿Y el Cráneo? ¿Está aquí con ustedes? ¿Saben quién es?
A pesar de la presión, literal y metafórica, el matón de la oreja herida seguía firme en mantener su boca cerrada. Pero no era precisamente el caso de su otro compañero, aplastado justo debajo de él.
—¡Está bien!, ¡está bien! —exclamó en alto el otro matón, con su voz apenas logrando salir de su boca por la falta de aire—. Te lo diré, ¡por favor!
—¡Cállate! —le advirtió el matón de la oreja herida, pero su compañero no lo escuchó.
—Sí, nos enviaron por la sierva… Nos envió el señor…
Sus palabras murieron al instante, opacadas por el estruendo de un disparo en la noche. Un estallido de sangre brotó de un costado de su cabeza, manchando por completo la cara del matón de la oreja herida, y también el rostro canino de Klauss. El hombre quedó flácido en el suelo, muerto.
El detective reaccionó, saltando hacia atrás para alejarse, y alzó su mirada rápidamente hacia los demás hombres, intentando identificar cuál había disparado. Pero, para su sorpresa, los tres seguían justo igual que antes.
Pero eso tampoco duró mucho más.
Tres disparos consecutivos cruzaron el aire en ese momento, haciendo que Klauss reaccionara para moverse y esquivar. No obstante, ninguno de ellos iba dirigido hacia él, y pudo apreciar cómo cada uno impactaba las cabezas de los tres hombres caídos: primero el de la herida de bala en el pecho, segundo el de la herida de garra, y por último el que había impactado contra el árbol. Los tres murieron al instante de un disparo directo y preciso.
«¿Pero qué carajos…?» pensó Klauss atónito, incapaz de articular palabra alguna en voz alta.
¿Quién había hecho eso?
—Oye, no —la voz del último de los matones con vida lo alertó. Al girarse a mirar en su dirección, vio cómo éste se había sentado en el suelo, y miraba abrumado hacia las sombras que los rodeaban—. Espera, ¡¿qué estás haciendo?! —exclamó con fuerza, extendiendo sus brazos de manera protectora delante de él.
Klauss se puso en alerta, y observó atento hacia donde él miraba. Con sus ojos de lobo no lograba ver lo mismo que él con sus ojos de Nosferatis, pero alzó su hocico y aspiró profundamente el aire y… no percibió nada, más que el olor de la pólvora y el humo de los disparos.
—Les advertimos qué pasaría si se volvían una carga —masculló de pronto para su asombro una nueva voz, calmada y fría, proveniente justo de las sombras entre los árboles circundantes. Klauss retrocedió un poco, y se puso en posición de ataque—. No pueden decir que no se los dijimos —añadió la misma voz, y el sonido de sus pisadas contra la hierba se hizo presente un instante después.
«¿Había alguien más? ¿Cómo es que no lo percibí?» se cuestionó Klauss, en parte como un reproche, en parte escéptico.
Una figura comenzó a hacerse visible en cuanto la escasa luz de la luna y las estrellas lo alumbraron. Caminó con paso bastante tranquilo hacia ese estrecho claro en el que habían tenido su encuentro, aunque sus pesadas botas negras pisaban firme la hierba debajo de él. Klauss lo observó con atención, y aunque en parte deseaba verlo al fin, su apariencia ciertamente lo desconcertó un poco.
Era un hombre alto, complexión media, ataviado con una larga y algo roída gabardina azul oscuro que le llegaba hasta casi los tobillos, pantalones y camisa negra, y un chaleco a juego con la gabardina. Las manos las tenía totalmente cubiertas con guantes de piel negros. Y lo más importante, por supuesto: una máscara en forma de cráneo, color gris con algunas manchas marrones en ella como si se tratara de óxido. La máscara le cubría el rostro entero, e incluso en la oscuridad de la noche no alcanzaba a ver siquiera los ojos que se asomaban a través de esas dos cuencas redondas. Algo de cabello rubio muy claro y corto, se asomaba por la parte de atrás de su cabeza, pero era lo único de su cuerpo que alcanzaba realmente a apreciar.
«¿Es él…?» se cuestionó Klauss, un tanto reticente. La descripción que la gente daba concordaba, al menos en su mayoría. Pero más allá de su apariencia, lo más desconcertante era su presencia: no parecía tener una como tal, ni siquiera un olor. Era como si no estuviera ahí realmente; como un verdadero fantasma surgido de las sombras de la noche.
—Yo no… iba a decir nada —masculló tembloroso el matón de la oreja herida, aún en el suelo—. ¡En verdad no!
—Yo lo sé —respondió el hombre de máscara con indiferencia. Al instante siguiente alzó su mano derecha hacia el frente, y Klauss notó al fin el revólver oscuro de cañón alargado que sujetaba en ésta—. Pero si no ato todos los cabos, él se enojará conmigo.
Antes de que el último Nosferatis pudiera decir algo, o siquiera hacer el intento de ponerse de pie y correr, el Cráneo jaló el gatillo, propinándole un disparo directo entre los ojos, que hizo estallar la parte trasera de su cabeza. Su cuerpo cayó hacia atrás de espaldas, y sus ojos vacíos miraron mórbidamente en dirección a Klauss.
El detective se mantuvo quieto y sereno en su posición. Aunque hubiera querido intentarlo, no habría podido hacer nada para evitar aquello. El disparo fue rápido y certero, sin la menor vacilación. Además de efectivo, pues cualquier conocedor de la materia sabía que los Nosferatis eran difíciles de matar a disparos, a menos que apuntaras directo a la cabeza, cosa que ese sujeto había hecho de forma efectiva con los cinco que ahora yacían en el suelo, manchando éste con su sangre.
«Asesinó a todos sus hombres sólo porque uno abriría la boca. ¿Qué clase de demente es…?»
Alguien con menor temple que Klauss de seguro se hubiera horrorizado o paralizado por el miedo tras ver algo como eso. Pero él no era como otros, incluso no como otros detectives. Además de que estaba muy consciente de que paralizarse en ese momento y lugar sería su perdición. Y lo tuvo más claro cuando aquel sujeto alzó su rostro, y aunque seguía sin alcanzar a ver sus ojos, supo que los había posado justo en él.
Ambos se quedaron quietos y en silencio por un tiempo que pareció muy largo, pero que de seguro fueron sólo un par de segundos. Aquella pequeña tranquilidad se rompió cuando Klauss notó que el otro movía la mano que sujetaba el revólver, y se preparó para esquivar el inminente disparo. Para su sorpresa, sin embargo, lo que el extraño hizo fue abrir la recamara del arma, ladear un poco ésta, y dejar caer al suelo siete casquillos vacíos de bala, que tintinearon contra las piedras.
Siete disparos, de los cuales Klauss sólo había visto cinco. ¿Había quizás disparado contra los otros oficiales? ¿Quizás contra Suzane? Con un arma pequeña como esa era poco probable, pero viendo la buena puntería que tenía…
—Det. Klauss Romani, me imagino —dijo de pronto el extraño de la máscara, haciéndolo sobresaltarse—. Un placer conocerlo, al fin.
—¿Sabes quién soy? —cuestionó Klauss con precaución.
—Lo crea o no, mi jefe lo tiene en alta estima.
—¿Tu jefe? ¿No querrás decir Serge Karllone?
Él no respondió nada a aquella pregunta, y en su lugar metió una mano en el bolsillo interno de su gabardina, y extrajo de ésta siete balas que comenzó a introducir en las recamaras de su arma una a una, con toda la calma y paciencia posible. Eso resultaba increíblemente molesto para Klauss; sólo se estaba burlando de él.
—Bien, Sr. Cráneo, supongo —masculló el Lycanis, con su habitual actitud confiada para así intentar marcar un poco de dominio en la situación—. También es un placer conocerte al fin, pero admito que estoy un poco decepcionado. Las leyendas decían que usabas una gabardina color carmesí, y un cuchillo en forma de oz.
—Yo prefiero el azul —aclaró el hombre de la máscara con simpleza. De un movimiento de su muñeca cerró la recamara de su arma, ya cargada—. Pero también tengo uno de estos, si le sirve de algo.
Llevó su otra mano libre hacia su espalda, por debajo de la gabardina, y extrajo de aquel sitio un objeto, mismo que alzó en alto para que pudiera verlo. Era justo como los rumores decían, y como la sierva había descrito: un cuchillo grande, o una guadaña pequeña. Algo similar a una herramienta de cultivo, pero por su diseño era claro que esa en específico no había sido creada con ningún fin similar a ese.
—Bien, cómo sea —masculló Klauss con seriedad—. Cráneo, o cualquiera que sea tu nombre real, estás bajo arresto por el asesinato del Barón Karl Montallo, y de al menos otras diez personas en los que se te implica. Si vienes conmigo sin oponer resistencia, eso hablará bien de ti, y te podré ayudar a conseguir un trato que te libre de la horca.
—Es una propuesta muy amable, detective —respondió el Cráneo, apacible—. Pero se equivoca: yo no maté al Barón Montallo.
—No digas tonterías —le reprendió Klauss—. Sabemos que fuiste tú, tenemos a una testigo que te reconoció, y sabes que es cierto. No estarías aquí si no fuera así.
—¿Y está seguro de lo que su testigo vio? —soltó de pronto el hombre de la máscara, tomando un poco por sorpresa al oficial. ¿A qué se refería con eso?
Aquella pregunta apenas estaba tomando forma en la cabeza del Lycanis, cuando se vio forzado a tener dejarla de lado y reaccionar, pues aquel individuo acababa de alzar el arma de fuego directo en su dirección. Klauss saltó rápidamente, hacia un lado, esquivando el disparo por los pelos, y comenzó a moverse rápidamente alrededor para evitar ponerse de nuevo en su línea de tiro.
«Por la manera en la que disparó a los otros, tiene que ser un Nosferatis» concluyó mientras seguía moviéndose entre los árboles.
Cráneo se quedó de pie en su lugar, girando lentamente su brazo en la dirección por la que Klauss se movía. Se atrevió a dar dos disparos más, pero el primero impactó contra un tronco, y el segundo cruzó el aire en el espacio en donde Klauss había pasado a gran velocidad.
Klauss siguió moviéndose a su alrededor, hasta colocarse detrás de él. Cuando estuvo en la posición correcta, giró sobre sus patas traseras, y se impulsó con fuerza hacia adelante en contra de su atacante por la espalda. Él se giró sobre su hombro a mirarlo de reojo, pero Klauss estuvo seguro de que ya lo tenía. No había forma de que lo esquivara…
¿…O sí?
Antes de que sus patas pudieran tocarlo, para su sorpresa Cráneo desapareció de un parpadeo a otro de su posición. Por el rabillo del ojo, pudo notar como se había lanzado hacia su diestra, dando un largo salto y una maroma en el aire, esquivándolo. Pero mientras se encontraba suspendido en el aire dando su giro, al mismo tiempo había aprovechado para estirar su mano con la que sujetaba su chillo en su dirección.
Klauss se ladeó intentando esquivar el peligroso filo, aunque igual éste terminó alcanzándolo en su hombro derecho. Por suerte fue sólo una herida superficial, de la que apenas surgió sangre, y la adrenalina se encargó de opacar cualquier ápice de dolor.
«¿Cómo puede moverse con tanta agilidad? ¿No es un Nosferatis?»
Quizás era uno más atlético de lo normal. Pero, ¿tanto como para igualar su velocidad?
Tras esquivar, Cráneo cayó de pie contra la tierra con asombrosa precisión en su salto. No se había incorporado de nuevo, cuando volvió a alzar su arma al frente y dar un disparo más que obligó a Klauss a reaccionar y marcar más distancia entre ellos. Fue evidente para el lobo que esa había sido su intención y no herirlo de verdad, pues esa distancia le permitió a Cráneo retroceder rápidamente con libertad, internándose entre las sombras.
Klauss se paró firme, y alzó su rostro, olfateando el aire. De nuevo, a él sólo llegó el aroma natural del bosque, junto con el de la pólvora y la sangre de los caídos, pero nada más. Seguía sin poder captar el olor de aquel individuo. Y ahora que había desaparecido de su vista, no podía ubicarlo con seguridad a su alrededor.
«Su gabardina debe estar impregnada con una esencia que se mezcla con el aroma natural de estos árboles».
Era una idea un poco descabellada, pero no se le ocurría alguna otra. Y tampoco podía detenerse mucho a buscarla, pues ese maldito estaba ahí a su alrededor, listo para atacarlo y acabar con él a la primera oportunidad.
Tenía que estar alerta.
—Detective —resonó la voz del asesino de golpe, haciendo que Klauss se sobresaltara, mirando atento a todas direcciones, pues no logró identificar de dónde venía con exactitud. Era casi como un eco que resonaba y vibraba entre los árboles—. ¿No cree que ya han muerto suficientes personas por este asunto tan irrelevante? ¿Por qué no considera simplemente entregarnos a la sierva? De esa forma usted y sus compañeros podrán irse tranquilos a proteger a los buenos ciudadanos de CourtRaven que sí necesitan de ustedes.
—¿Y en serio quieres que crea que nos dejarás ir sin más? —exclamó Klauss en alto con escepticismo.
—No soy un monstruo, detective —aclaró la misma voz, de nuevo resonando desde ninguna dirección específica—. A diferencia de lo que puede llegar a pensar, no encuentro placer en matar a aquellos a los que no necesito hacerlo. Pero no puedo decir lo mismo de él.
—¿Él? —murmuró Klauss, confundido.
No era la primera vez que hacía mención a otro individuo; dijo algo parecido al justificar por qué mataba al último de los secuaces. ¿Se refería a Karllone? Eso fue lo primero que Klauss pensó. Sin embargo, la siguiente advertencia que surgió de los labios del Cráneo, lo dejó helado, y le dejó claro además que no se trataba de eso.
—Si deja que él haga lo que quiera, nadie saldrá de esa casa con vida.
«¿La casa?» pensó azorado.
Su cerebro no tardó mucho en procesar aquello y entender a qué se refería. Se giró rápidamente en sus cuatro patas, y miró en dirección a la casa de campo.
FIN DEL CAPÍTULO 11
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2024 The ICE Tokyo
Madison Chock / Evan Bates / Gabriella Papadakis / Guillaume Cizeron / Emily Chan / Spencer Howe / Satoko Miyahara / Jean-Luc Baker / Deniss Vasiljevs
"Experience"
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English:
When you think you shave properly
But there is one leg that’s still hairy
Español: Hace mucho que no subo algo <3 ya era hora de seguir con mis gifs :D
#rasurar#piernas#falda corta#comic#denisse-chan#mi vida#mi vida sin chibi#shave#legs#mini skirts#gif
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ISU GPF 2017-2018 Schedule
#yuzuru hanyu#figure skating#my post#nhk to nobody's surprise#no SC though wow#nathan chen#shoma uno#patrick chan#javier fernández#boyang jin#tanaka keiji#deniss vasiljevs#yan han#adam rippon#mikhail kolyada#takahito mura
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"Look if Jason wouldn’t be from the US he wouldn’t even receive those PCS and that’s all I am saying and it’s the truth, not a myth." Aaaaand that's an immediate sign that nothing else you say is worth my time or energy to consider. I know Hanyu fans are hung up on "he has to be the best and we will consider nothing else even when he screws up", but the fact that you can be so blind as to believe this really doesn't say anything good, buddy.
Lol "buddy" get your ego down...yeah I am a Fanyu, what about it? "It doesn't say anything good" Lol 😂 What makes you superior as a Jason uber?
I think you anon got a full analysis on why Jason Brown is no Olympic medal contender, but you are hung up on my personal opinion that Yuzu is better in PCS than Jason and my sidekick that he wouldn't even be relevant without his federation. Don't you have anything else to say about the rest of the arguments? I guess not and this says more about your blindness than mine.
Let me explain my two points you got so mad about, that you decided to go off in my anon ask - again.
If you truly believe this sport isn't influenced by politics of the big federations like USA and Russia, I congratulate you on ignoring all issues that have been brought to light (Sochi scandal, Salt Lake City 2002 etc) Go to @skatingscores (Twitter) and you can clearly see the bias the judges have towards Russian and American skaters on the big stages and how judges back up their own skaters (US judges were already suspended over the years for judging too "nationalistic") No top level skater wins without backup of their federation, no not even Yuzu (even if you will also see Fanyus claim the opposite). Japan may not be the US, but it is relevant in this sport. And if you look at what content Jason has and what other top level skater deliver there arouses the question what makes him deserving of highest GOEs and PCS when no one else without quads gets them? Don't say he is so much better and deserves all of that, he has an edge problem that is never marked and still keeps getting high GOEs while other skaters of no name countries don't get the pass. The ppl getting a pass are from the political powerhouses in this sport. Why doesn't get someone like Deniss Vasilijews higher PCS for his interesting programs and fine jumps? Because he is from a no name country(not to say he is the same level as Jason just for showing how passports and federations matter) Why doesn't Yan Han get higher PCS when experts say his skating skills match Patrick Chan's? Because wrong passport. (I am ofc talking if the skaters deliver solid programs) (Yeah quads aren't everything and quads should not come massively into play when judging PCS, but I think for complexity of a program it should be relevant if you do quads or not as it needs more time for quads than triples and also if doing only triples leads Jason to good PCS, I don't see how the same can't be applied to other skaters with only triples?) It isn't Jason's fault which country he is representing, but don't dare to believe his passport has no value. Do you really think Jason would be where he is right now when he wouldn't be from the US? Do you think the same Jason representing Latvia like Deniss would get the same points he has now? I don't.
"he (Yuzuru) has to be the best and we will consider nothing else even if he screws up" - where did I say that? First Yuzu's or anyone's PCS should have nothing to do with Yuzu or anyone screwing up or not - it shouldn't affect PCS this severely and the PCS cap rule is one of the dumbest sh*t ever - if all it should influence only in the performance part. Why I think Yuzu is better? Technically Yuzu still has the WR in PCS which makes him the best in the judges eyes like it or not. He is the only skater to reach 98/100 PCS and 49/50 PCS. But even if I think ISU is corrupt as hell all I did was disagree with you. You think Jason is the best, I think Yuzu, Shoma, Kevin are all at least on same or better level performance and interpretation wise and also have good intricate programs (CO) deserving of superb 9s, also other lower level skaters would deserve 9s in PE and IN just that the judges don't use the components as they could to differ much more in each categories, which judges don't do. If we talk about transitions (TR) no one can deny that Yuzu has one of the most complex programs and with quads btw. I think more skaters could do better transitions and have more complex programs if they only skate with triples. I would like to see all skaters skate with triples to really make a call on who is better. Considering quads and the complexity of the program Yuzu should win this department against Jason. Let's look at skating skills (admittedly not my best knowing field) but let us look at the rules:

I don't say Jason doesn't fullfill any of those things, so I just mention two things I think he covers up well but isn't as precise as some others 1. rhythmic knee actions no one is better than the Japanese skaters (all 3 Shoma, Yuzu, Yuma) - their natural knee bend is a trademark without compare - 2. speed - he is comparably slow. Yuzu, also Shoma accelerate speed without effort (yeah I know Shoma and his damn many crossovers, but it doesn't reduce the fact he doesn't need them for speed.) So for me Jason imo isn't even the best in this department also I mentioned Yan Han, he is better too. Look Jason is a superb skater, I generally like his programs and imo he is among the best skaters PCS wise, but not the best. (And btw PCS are judged like categories nowadays. The difference between the top skaters is so marginal it doesn't make much differences in the end with placements. You cannot win on PCS alone, but on TES)
So that's my many reasons why I think Jason is not the best PCS skater. And I also said I didn't mention other skaters only Yuzu, but now I did, so it's not about me only seeing Yuzu 😉
Also just for the record I may have started the argument about Jason not being a medal contender here, but you were the one to chose to go off in my anon ask and I answered. Also you still didn't share your analysis, but hide behind anon ask, so what do you want from me? Come talk to me and discuss openly?
____
FYI: I don't have anything against Jason, I wish him well. My intention with my analysis and post before wasn't to make Jason look bad in any way, just to put the predictions I have seen in perspective. I would be super happy for him if he would consistently land a quad. I love Jason's lines and his spins are one of the best, I admire his flexibility and also admire that he has programs true to himself. I may not be the biggest Jason stan, but I like him as a skater and especially what I see from him as a person.
To everyone you can ask me anything and I will answer with my opinion and my knowledge on this sport, if you don't like it, that's your problem. 🤷♀️
Again a long post - sorry not sorry.
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Men Single Skating - Free Skating Starting Order & Time Schedule
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