#cruzando dedos desde ahora
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𝐂𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎 𝐃𝐄 𝐁𝐈𝐄𝐍𝐄𝐒𝐓𝐀𝐑. "¿eso es tuyo?"
hábitos de parientes realmente contagiosos. nadó, leyó, meditó. destino turístico ( misión ) cumplía con los elementos soñados de alemán; vincularse a la naturaleza, aspirar distintivo aroma de santorini. además de probar gastronomía local, sus versiones plantbased enamorando paladar en cada bocado. los latinos tienen esa creencia que no hay mejor cura para la gripe que el mar y comer, desde luego sin ignorar porqué viajó hasta allí. paraíso valía la pena, aun con sujeto importunando sesión. lentamente abre hinchados y enrojecidos párpados, de los integrantes de yule, chino es quien debe sostener cámara profesional. bendita suerte la suya. ' sí, es mía. ' asegura casi afónico, tildando cabeza al lugar que suponía había ocupado para guardarla. aprovechó primeras horas para fotografiar hotel, esperando paciente que regrese a él. meditación y propia salud lo han encadenado a la docilidad. evadiendo conexión visual con jintao. ' puedes dejarla ahí. no hay turistas tropezando o niños curiosos. ' @jintaov
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El Hombre de la Navidad Eterna
Capítulo 1: La llegada de Gregorio
En un estudio fotográfico algo modesto, donde el eco de los flashes se confundía con los clics de la cámara, Gregorio se convirtió en el centro de atención. A sus 45 años, su presencia era imponente. Su cuerpo robusto, de barriga prominente y brazos poderosos, reflejaba la imagen de un hombre que no se arrepentía de sus años vividos. Vestía una chaqueta de Papá Noel desabotonada, dejando a la vista el vello espeso de su pecho, símbolo de una virilidad que nunca buscó ocultar. La camiseta había quedado atrás.
—¡Perfecto, Gregorio! ¡Levanta los brazos, detrás de la cabeza! —ordenó el fotógrafo con entusiasmo.
Gregorio obedeció, mostrando una sonrisa entre burlona y confiada. El sudor perlaba su frente debido a las luces intensas del estudio. Los destellos de los flashes rebotaban en su cuerpo, iluminando su piel y generando sombras marcadas en su torso. Él no necesitaba aparentar nada. Era lo que era: el Papá Noel que todos deseaban ver.
Capítulo 2: La oferta inesperada
Tras la sesión de fotos, Gregorio se dirigió al camerino. Se miró en el espejo, pasando una toalla por su calva mientras sus ojos se detenían en su reflejo. Durante años, había sido un hombre común, trabajador de almacén, pero algo había cambiado. Su rostro, antes de apariencia corriente, ahora tenía una fuerza que no podía negar. Desde que comenzó con las sesiones fotográficas para la marca "Papá Noel Sin Fronteras", se convirtió en la figura icónica de la Navidad para adultos. Ya no era solo "Gregorio, el de la bodega", ahora era "Gregorio, el Papá Noel que no olvidas".
—¿Te has visto bien, amigo? —preguntó Martín, el fotógrafo, entrando al camerino con una sonrisa—. Hoy te has superado. Los flashes te amaron.
—No es para tanto, Martín —respondió Gregorio, riendo con una carcajada grave—. Solo soy un tipo con más barriga que paciencia.
—Eso es lo que te hace especial, viejo —contestó Martín, dándole una palmada en la espalda—. Por eso la agencia de marketing quiere hablar contigo. Quieren hacerte su imagen principal esta Navidad.
Gregorio dejó caer la toalla. Miró a Martín con los ojos entrecerrados.
—¿Mi imagen principal? ¿En serio?
—Sí, hermano. Comerciales, carteles, ¡incluso figuras de acción! —dijo Martín, alzando las manos con dramatismo—. Quieren "El Papá Noel Real", y tú eres su mejor candidato.
Capítulo 3: La tentación de Héctor
Días después, Gregorio fue invitado a una mansión en las afueras de la ciudad. Era un lugar aislado, con un ambiente que parecía sacado de una película de suspenso. Lo recibieron dos hombres con trajes negros que no dijeron palabra. Lo llevaron a una habitación oscura, con un fondo verde, como esos que se usan en las producciones de cine. Allí estaba él, Héctor, sentado en una silla de cuero marrón, cruzando una pierna sobre la otra. Su reloj antiguo colgaba de una cadena de plata, que jugueteaba entre sus dedos.
—Gregorio... —dijo Héctor con una voz profunda y calculadora—. He visto tu rostro en todas partes. Me gusta lo que veo.
—Gracias, pero... ¿quién eres tú? —preguntó Gregorio, sin perder su tono de desconfianza.
—Llámame Héctor. Soy el hombre que controla lo que la gente consume. Y tú, Gregorio, estás a punto de ser lo que todos consuman esta Navidad.
Gregorio se cruzó de brazos, observando a Héctor con el ceño fruncido.
—Ya tengo una oferta con la agencia. No necesito más promesas vacías.
—¿Promesas vacías? —Héctor sonrió con una mezcla de condescendencia y frialdad—. No te ofrezco promesas, amigo mío. Te ofrezco eternidad. No serás el Papá Noel de una campaña, serás el Papá Noel definitivo. No serás una cara más, serás una leyenda viviente.
Capítulo 4: La transformación
Esa misma noche, Gregorio firmó el contrato con Héctor. No entendía por qué lo hizo, pero había algo en los ojos de ese hombre que no le permitió negarse. Los días pasaron y Gregorio comenzó a notar cambios. Su cuerpo se sentía más pesado, pero no era fatiga, era poder. Su barriga, antes blanda, ahora se sentía sólida, como si fuera una armadura. Su rostro, aunque el mismo, ahora tenía una expresión constante de autoridad. Las cámaras lo amaban, los focos lo seguían. Ya no necesitaba que le dijeran qué hacer; él era la Navidad.
Martín notó el cambio. En cada sesión de fotos, Gregorio se volvía más serio, más dominante. Ya no pedía indicaciones, simplemente tomaba control.
—¿Todo bien, Gregorio? —le preguntó Martín después de una sesión.
—Todo está bien, Martín —respondió Gregorio, con la voz más grave de lo habitual—. He entendido mi propósito.
—¿Y cuál es ese propósito?
Gregorio lo miró con una sonrisa tranquila.
—Ser eterno.
Capítulo 5: El reinado de Gregorio
La última sesión fue en la plaza central de la ciudad. Miles de personas se congregaron para ver al "Papá Noel Real". Cuando Gregorio apareció, vestido con su chaqueta de Santa Claus, con el pecho descubierto y la barba incipiente, la multitud aplaudió con euforia. Los flashes de las cámaras explotaron, reflejándose en su cuerpo como relámpagos de admiración. Los niños miraban con asombro, pero no eran solo ellos; los adultos también. Había algo magnético en él. Era diferente a todos los demás Papá Noel que habían visto antes.
Héctor observaba desde una esquina, con una ligera sonrisa. Sacó su libreta y escribió una breve anotación:
“Gregorio ya no es solo un hombre. Es la Navidad misma.”
Capítulo 6: La realidad oculta
Con el paso de los días, la agencia de marketing recibió cartas de padres y madres. Todos coincidían en lo mismo: “Mis hijos no quieren otros regalos. Solo quieren ver a Gregorio.” Pero no era solo eso. Había algo más. Los niños no paraban de hablar de él. Sus rostros estaban llenos de devoción.
Una noche, Martín fue a ver a Gregorio. Lo encontró solo en su camerino, mirando su reflejo.
—Gregorio, hermano, ¿estás bien? —preguntó Martín.
—¿Sabes, Martín? —respondió Gregorio sin mirarlo—. Cuando firmé el contrato con Héctor, pensé que iba a ser famoso por un tiempo. Pero ahora lo entiendo. No soy famoso, Martín... soy eterno.
—Hermano, eso suena raro. ¿De qué hablas? —Martín sintió un escalofrío.
Gregorio se giró lentamente, su rostro se había endurecido, pero su sonrisa permanecía cálida. Se acercó a Martín y puso una mano sobre su hombro.
—¿No lo ves, Martín? No soy el Papá Noel que quieren. Soy el Papá Noel que necesitan.
Martín se alejó, con los ojos llenos de temor. Gregorio se quedó allí, rodeado de luces navideñas, los flashes rebotando en su cuerpo mientras su sombra se proyectaba gigante en la pared. No había vuelta atrás. Gregorio ya no era un hombre común. Era el símbolo de la Navidad.
Epílogo: La leyenda de Gregorio
Años después, los niños aún susurraban su nombre. "El Papá Noel Eterno", "El Hombre de la Navidad Eterna", lo llamaban. Ya no era solo un rostro en anuncios o campañas. Había algo más en él, algo que no podían explicar. Cada Navidad, cuando las luces parpadeaban, algunas personas juraban ver su sombra proyectada en la pared. No era Santa Claus. Era Gregorio.
Y Héctor, en la penumbra de su mansión, observaba con una sonrisa de satisfacción. “Eterno”, escribió en su libreta, antes de cerrar el reloj antiguo que siempre llevaba consigo.
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Miles Morales Earth 42 x Male Reader.
Visitas a Miles un día antes de su cumpleaños, las cosas salen mejor de lo que esperabas.
Subiste por las escaleras de incendios con facilidad, llegando a la ventana que ya tienes hasta memorizada. Te tomas un segundo para suspirar y entras.
Al entrar por la ventana lo primero que divisas es a Miles en su cama mirando su teléfono, el chico obviamente había notado tu presencia, pero te ignoró a propósito. Decidiste sentarte de lado en la ventana, quedando con la espalda apoyada en un marco y las piernas apoyadas en el otro.
Miles y tu tenían una amistad algo complicada, él siempre te decía que eras molesto, y tu a propósito lo molestabas para sacarlo de sus casillas, aunque también tenían sus momentos donde pasaban el rato tranquilos, o a veces estaban tus coqueteos en broma los cuales sabías que él disfrutaba en el fondo.
Hacía dos días desde que empezó a ignorarte o a mirarte con el ceño fruncido, y tenía su derecho, al fin y al cabo le gastaste una broma que lo molestó, y aunque te has disculpado miles de veces, él aún no acepta tus disculpas.
Oíste que soltaba un suspiro y dejaba su teléfono a un lado de la cama, obviamente se quedó sin batería. Miles te mira con una expresión seria, y tu no puedes evitar sonreír, tirándole una caja que has llevado en las manos todo este tiempo. La caja cae en la cama, justo en frente de Miles, él te mira con confusión.
“¿Qué es esto?” Pregunta con curiosidad mal ocultada, tu sonríes aún más ante eso.
“Abrelo y verás.” Respondes señalando la pequeña caja envuelta en papel de regalo
Él con el ceño fruncido en confusión empieza a romper el envoltorio, para encontrarse una caja donde dentro había una figura coleccionable que había querido desde hace unos meses.
Miles te mira intentando ocultar su emoción, esperando a que le des una explicación.
“Regalo de cumpleaños.” Dices sin rodeos. “Sé que es mañana, pero no creo que quieras verme el día de tu cumpleaños así que...” Te encoges de hombros dejando la frase sin terminar.
Miles se queda un rato mirandote fijamente, frunciendo otra vez las cejas mientras más te mira. Eso hizo que te preocuparas, ¿lo hiciste enojar? Pero no esperabas que se levantara de un salto de su cama y se acercara a ti, cuando lo viste más de cerca pudiste ver preocupación en su mirada.
“¿Qué te pasó?” Preguntó Miles, agarrandote del mentón.
No entendías a que se refería hasta que pasó su dedo por tus labios, causandote una pequeña mueca de dolor. Se te había olvidado que en el camino hasta aquí, un gato te había rasguñado en la cara, más específicamente el lado izquierdo de tus labios, y ahora tenías un rasguño que pasaba desde la altura de tu nariz hasta cerca de la barbilla.
Evitaste la pregunta y respondiste con otra.
“¿Tienes un boquitín de primeros auxilios?”
Miles asiente.
“En el baño hay uno.”
Te pones en pie y vas al baño, por suerte el boquitín estaba a la vista. Te pusiste frente al espejo y empezaste a tratar con la herida como te habían enseñado.
Miles te siguió y se apoyó en el marco de la puerta, observando como te limpiabas la herida, ma cual sangraba un poco, pero nada preocupante.
“Si se me infecta me quedo sin boca.” Tú bromeas, haciendo que Miles se ría.
“No digas tonterías.” Él responde, mirandote divertido a través del espejo, tu le devuelves la mirada mientras sigues limpiando la herida.
“Pero decir tonterías es mi talento.” Esto hace que Miles ponga los ojos en blanco, haciendo que sonrisas satisfecho.
“Eres tan molesto.” El de trenzas se queja.
“Gracias.” Contestas sin más.
“No era un cumplido”
“Eso lo decido yo.” Le respondes con una sonrisa sacarrona, Miles solo vuelve a poner los ojos en blanco, sin ocultar su sonrisa.
Terminaste de limpiar tu herida, no querías poner una tirita así que guardaste el botiquín donde lo encontraste y te diste la vuelta para poder salir del baño, pero Miles aún seguía parado en medio de la puerta.
“¿Te vas a mover?” Preguntas cruzando los brazos, él sonríe divertido y cruza también los brazos.
Miles niega con la cabeza “Estoy bien aquí.” Responde sin borrar su sonrisa.
“Te voy a patear.” Amenazas, a lo que su sonrisa se ensancha aún más.
“Hazlo.” Contesta encogiéndose de hombros.
“Lo digo en serio.” Respondes frunciendo el ceño.
“Yo también.”
Ahora es tu turno de poner los ojos en blanco.
“¿Tienes un fetiche con eso o algo así?” El de trenzas te mira divertido ante tu pregunta.
“Pateame, o de aquí no sales.”
“¿Esto es una excusa para devolverme el golpe aún más fuerte?” Preguntas confundido, a lo que Miles niega aún con su sonrisa divertida en la cara. “Pero que tengas en mente que tu me lo pediste.” Dices antes de darle una patada en su pantorrilla derecha, normalmente cualquiera se hubiese caído de rodillas, teniendo en cuenta que le diste una pata fuerte, pero sorprendentemente Miles siguió de pie, aunque la mueca de dolor que hizo no la pasaste por alto.
Cuando Miles se recuperó del dolor te dejó pasar.
“Pegas fuerte.” Miles dice aún haciendo muecas de dolor, a lo que tu ríes. “No te rías, estoy sufriendo.” Ríes aún más fuerte, así que él pone los ojos en blanco, no llegaste a ver el cariño en su mirada.
Luego de tu burlarte del más alto y él quejándose de lo molesto que eres con una sonrisa aún en la cara, Miles miró la hora.
“Es hora de irme a dormir, mañana tengo que hacer... cosas.” Él dice sentándose en su cama, tu lo miras con una mueca interrogante.
“¿Qué tienes que hacer mañana temprano un domingo y además tu cumpleaños?” Interrogas, atento a su lenguaje corporal.
“No es nada, solo tengo... cosas que hacer, ya sabes.” Él dice mirando el suelo. Tu te diriges a la ventana para sentarte y mirarlo.
“¿Sabes algo? Cuando mientes hay algo en tu lenguaje corporal que te delata.” Dices, Miles te mira desconcertado.
“¿En serio?” Tu asientes en respuesta.
Miles parece empezar a pensar en algo, algo que lo preocupa, duda en si contártelo o no... él decide confiar en ti.
“Tengo algo que decirte.” El de trenzas dice, mirándote con una expresión seria, podías ver la duda y el miedo en sus ojos.
Te pusiste en pie y te acercaste a la cama, acostandote en esta, quedando detrás de un Miles aún sentado y mirándote confundido.
"Suéltalo.” Dices, mirándolo atentamente.
Él se gira para que sea más fácil mirarte.
“Es algo difícil de contar, incluso de creer, y solo quiero que no me odies o te asustes.” Al no recibir respuesta de tu parte, él inhala, exhala y cierra los ojos. “Soy un villano... más específicamente soy The Prowler”
Segundos de silencio, Miles abre los ojos lentamente y te ve mirándolo con una pequeña sonrisa, consiguiendo que se sienta confundido.
“No pensé que confiarías en mi para contarme un secreto como este.” Dices con una sonrisa.
El de trenzas se rie más relajado y pone los ojos en blanco.
“De verdad eres tan molesto, no se ni porque me gustas.” Miles murmura sin pensar. A este punto tu estabas sonriendo como el gato de <Alicia en el País De Las Maravillas>. Cuando el de trenzas cae en cuenta de lo que dijo, se empieza a sonrojar.
“¿Te gusto?”
Miles te pone una mano en la cara.
“Cállate.” Demandó, apretando tu cara, causandote quejidos, eso lo hizo reír.
Te quitó la mano de la cara, y se acostó a tu lado, mirándote con amor oculto detras de sus ojos. Tu lo miras sin saber si confesarte o no, así que te quedas callado, admirando sus facciones.
"¿No te asusta?” Miles susurra.
Confundido preguntas en el mismo tono. “¿Qué cosa?”
“Que yo sea The Prowler.” Aclara aún susurrando.
Tu niegas con una sonrisa sincera.
“¿Por qué me asustaría?”
“Porque soy malo y podrías salir dañado por mi culpa.” Dice Miles, por fin dejando salir sus verdaderas preocupaciones, el verdadero secreto que tú querías escuchar de él, ya sospechabas que existían tales inseguridades.
“No, eso no me asusta, lo que a mi me asusta es lo que pueda pasarte a ti.”
“¿Por qué? ¿Por qué aún sigues aquí? ¿Por qué aún quieres hablar conmigo?” Pregunta confundido.
“¿Qué esperas Morales? ¿Que salte por la ventana? No me voy a ir a ninguna parte porque eres mi amigo, me gusta molestarte y me gustas tu.” Contestas sin pensar.
Miles queda impresionado con tus palabras, repasandolas en su mente una y otra vez, hasta que se da cuenta y una sonrisa sacarrona asoma por las comisuras de sus labios.
“¿Te gusto?” Él pregunta, con el mismo tono con el que tú le preguntaste antes.
Te da un escalofrío y sientes como se te caliente la cara, así que con tus manos te tapas para que no vea lo sonrojado que estás y murmuras un “Mierda” haciéndolo reír.
Él te abraza, así que aprovechas para esconder tu cara en su pecho. Miles ríe por acción y tu sientes su pecho vibrar, así que te sonrojas aún más.
“Dejame ver tu cara, quiero grabarme una imagen de ti sonrojado en mi cabeza.” Pide intentando quitarte las manos de la cara.
“No te voy a dar la satisfacción.” Respondes, tu voz siendo ahogada por tus manos. Miles vuelve a reír y logra por fin destaparte la cara.
“Eres tan tierno estando todo avergonzado.” Él elogia, con toda la intención de avergonzarte el doble.
“Te voy a patear de nuevo.” Amenazas, intentas volver a taparte la cara pero Miles no te deja.
“Todo rojo y avergonzado te ves tan tierno, eres mi chico bonito y molesto” El de trenzas te elogia, tu sueltas un quejido. Intentas darle una patada pero el consigue agarrate la pierna antes de que lo hagas y te acerca aún más a él, ahora acariciándote el muslo y dejando un beso en tu frente.
Lo miras con el ceño fruncido y el te devuelve la mirada con una sonrisa triunfante. Estaban tan cerca que podías sentir su respiración en tu cara, un movimiento leve y sus labios rozarian con los tuyos. Miles pareció hacerse una idea de lo que pasaba por tu cabeza, ya que se acercó a ti un poco más, sonriendo cuando tragaste saliva nervioso.
“¿Puedo?” Pider permiso, a lo que tu asientes.
No pierde el tiempo y empieza a besar tus labios de forma apasionada, sus labios eran suaves, a diferencia de los tuyos que eran ásperos, pero eso no pareció molestarle, es más, pareció encantarle. El de trenzas parecía que iba a devorarte. Cuando se quedaban sin aire, se separaron, tu encondiste tu cabeza en su cuello, Miles te acarició la espalda pensando que era porque seguías avergonzado, pero cuando empezaste a repartir besos por su cuello él rio, inclinando la cabeza para darte acceso fácil. Al principio eran besos inocentes, hasta que le diste un mordisco con intención de molestarlo un poco.
Miles soltó un quejido, te agarró de la mandíbula y te arrastró de nuevo a sus labios, no te dejaba ni siquiera un segundo para pensar, si intentabas alejarte él mordería tus labios. Volvieron a separarse por falta de aire. Miles se puso encima de ti, empezando a besarte el cuello como tú habías hecho antes, pero él fue un paso más allá. El de trenzas besó, lamió, mordió y absorbió tu cuello, jurarías que su intención era devorarlo. Cada mordida y chupetón te sacaba leves gemidos, la forma en la que mordía tu cuello y luego lamía o besaba como disculpa te estremecía. Empezabas a sentir una neblina en tu mente que no te dejaba pensar ningún comentario ingenioso, y ese al parecer era su objetivo.
Volvió a besarte, esta vez con lengua, él tomaba el control y tu lo dejabas. Lo pillaste desprevenido y cambiaste de posición, ahora tu estabas encima de él. Empezaste a besar y mordisquear su cuello como él hizo contigo, a veces un moco más fuerte para que la marca de tus dientes o de tus chupetones queden visibles más tiempo. Podías escucharlo gemir, y no pasaste por alto como se agarró a las sábanas, eso te hizo sonreír. Miles estaba disfrutando esto tanto como tú, y no había que ser un genio para notarlo. Subiste tus besos por su mandíbula y lo besaste con lujuria, esta vez tu dirigías el beso.
Si al día siguiente amanecieron llenos de chupetones y mordidas y estuvieron 2 horas intentando taparlo todo con maquillaje que le robaron a la mamá de Miles, nadie más tenía que saberlo que la araña que los veía desde el techo del baño.
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El Último Encuentro: El Multiverso en Suspenso
Mark salió del portal con firmeza, su figura envuelta en un aura brillante gracias al núcleo dorado que le había dado Core Gold Charlie. Frente a él, el panorama era sombrío: un universo desolado, donde los restos de mundos destruidos flotaban como islas en un vacío infinito.
Al otro lado, en el centro de esta devastación, se encontraban Fre4k y Dust Mark. Fre4k, con su imponente figura rodeada de energía elemental, emanaba una calma peligrosa. Dust Mark, con su bolígrafo en la mano, tenía una sonrisa torcida que denotaba confianza. Ambos estaban listos para enfrentarse a su oponente una vez más.
Fre4k: (Con tono frío). —Así que volviste, Mark. ¿No aprendiste nada la última vez?
Mark ajustó su postura, sus ojos llenos de determinación.
Mark: —No vine aquí a repetir la historia. Esta vez, las cosas serán diferentes.
Dust Mark lanzó una carcajada sarcástica mientras giraba su bolígrafo entre los dedos.
Dust Mark: —¿Diferentes? Por favor, Mark. Todo lo que hagas ya ha sido escrito. Soy el autor de tu fracaso, y Fre4k es el juez de tu destino.
La Batalla Final
Mark no esperó más. Con una explosión de energía, se lanzó hacia sus enemigos. Su núcleo dorado brillaba intensamente, alimentando sus habilidades al máximo. Las telarañas que lanzaba eran más resistentes que nunca, capaces de contener incluso las fuerzas elementales de Fre4k, aunque solo por momentos.
Fre4k: (Invocando un ciclón de fuego y viento). —¡No subestimes mi poder, insecto!
El ciclón avanzó hacia Mark, pero este lo dividió con un movimiento rápido de sus telarañas reforzadas. Al mismo tiempo, Dust Mark trazó líneas en el aire, desestabilizando el espacio alrededor de Mark, tratando de atraparlo en una prisión de narrativas alteradas.
Dust Mark: (Con una sonrisa de satisfacción). —¿Qué harás ahora, Mark? Estoy reescribiendo el espacio a tu alrededor. No puedes escapar.
Mark se concentró, canalizando la energía del núcleo dorado. Un destello de luz se extendió desde él, deshaciendo temporalmente las alteraciones de Dust Mark.
Mark: —Tus trucos ya no funcionan conmigo. He aprendido a contrarrestar tus manipulaciones.
Dust Mark frunció el ceño, sorprendido, mientras Fre4k avanzaba con un ataque implacable, combinando rayos y tierra para formar un muro de energía pura que se abalanzaba sobre Mark.
Horas de Confrontación
La batalla continuó durante horas. Cada ataque de Fre4k y Dust Mark era contrarrestado por Mark, y viceversa. El espacio mismo parecía romperse y repararse continuamente, incapaz de soportar las fuerzas que chocaban en su interior.
Finalmente, ambos bandos comenzaron a mostrar signos de agotamiento. A pesar de su inmortalidad y energía infinita, Mark sabía que no podía mantener ese nivel de intensidad indefinidamente. Del otro lado, Fre4k y Dust Mark también mostraban grietas en su invulnerabilidad.
Fre4k: (Respirando profundamente). —Esto… no está funcionando.
Dust Mark: (Con una sonrisa cansada). —Admitirlo es el primer paso, jefe.
El Momento de la Decisión
Mark retrocedió unos pasos, limpiándose el sudor de la frente. A pesar de su confianza inicial, empezaba a dudar si realmente podía derrotarlos.
Mark: —Esto es una pérdida de tiempo. Ninguno de nosotros está ganando esta batalla, y mientras seguimos peleando, el multiverso sigue desmoronándose.
Fre4k lo miró, cruzando los brazos mientras su aura de energía disminuía ligeramente.
Fre4k: (Con tono calculador). —¿Y qué propones, Mark? ¿Qué crees que podríamos hacer en lugar de luchar?
Mark respiró hondo, reuniendo toda su fuerza interior.
Mark: —Paz. Trabajemos juntos para reparar el daño que hemos causado.
Dust Mark soltó una carcajada, pero no tan burlona como antes. Había un matiz de curiosidad en su tono.
Dust Mark: —¿Paz? ¿Con nosotros? Mark, siempre me sorprendes con tus ideas absurdas.
El Acuerdo de Paz
Fre4k levantó una mano para silenciar a Dust Mark, observando a Mark con una mirada pensativa.
Fre4k: —Quizás… no sea tan absurdo. Soy el creador de ustedes, después de todo.
Dust Mark arqueó una ceja, esbozando una sonrisa burlona.
Dust Mark: —Sí, claro, creador. Pero ahora, eso ya no importa, ¿verdad?
Fre4k le lanzó una mirada severa, pero luego sonrió levemente.
Fre4k: —Tienes razón, Dust. Ahora no importa. Lo que importa es preservar lo que queda del multiverso.
Mark observó a ambos, sorprendido por el giro de los acontecimientos.
Mark: —¿Eso significa que aceptan?
Fre4k extendió una mano hacia Mark, mientras su aura de poder se desvanecía por completo.
Fre4k: —Sí, pero bajo una condición. Tú también debes renunciar a cualquier intención de enfrentarnos en el futuro.
Mark dudó por un momento, pero finalmente asintió y estrechó la mano de Fre4k.
Un Nuevo Comienzo
El acuerdo de paz se firmó en un gesto simbólico cuando Dust Mark trazó una línea dorada en el aire, sellando el pacto. A partir de ese momento, los tres comenzaron a trabajar juntos para reparar las fracturas del multiverso, combinando sus poderes para revertir los daños causados por sus enfrentamientos.
Dust Mark: (Mientras dibuja un nuevo universo). —Nunca pensé que terminaría trabajando contigo, Mark. Pero supongo que el destino siempre tiene sorpresas.
Mark: (Con una sonrisa). —Supongo que ni siquiera tú puedes prever todo, Dust.
Fre4k observó en silencio, permitiendo que la paz recién encontrada comenzara a tomar forma.
Epílogo: La Restauración del Multiverso
Con el tiempo, el multiverso comenzó a estabilizarse. Fre4k, Dust Mark y Mark se convirtieron en guardianes de este equilibrio, trabajando juntos para protegerlo de futuras amenazas.
Aunque las tensiones entre ellos nunca desaparecieron por completo, el pacto de paz marcó un nuevo capítulo en la historia del multiverso, demostrando que incluso los enemigos más feroces podían encontrar un terreno común cuando el destino de todo estaba en juego.
Mark: (Mirando hacia el horizonte). —Tal vez este no era el final que esperaba, pero es uno que puedo aceptar.
CONTINUARÁ...
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 151. Una pesadilla hecha de realidad
El reloj del buró a un lado de la cama marcaba que era ya para ese momento cerca de la media noche. La lluvia de afuera no había mitigado ni un poco, y las gotas de lluvia golpeaban con fuerza el cristal de la ventana. La habitación se encontraba a una agradable media luz, sólo alumbrada por la lámpara de noche en el mismo buró.
Lisa tenía su mejilla recostada contra el pecho desnudo de su novio; sus ojos abiertos contemplando su piel alumbrada por la luz anaranjada de la lámpara, mientras hacía sobre ésta pequeños círculos con un dedo. Él a su vez la tenía envuelta con un brazo que la mantenía muy cerca de él, casi como si temiera que se alejara si le daba la oportunidad; un sentimiento que ella misma había sentido a la inversa, incluso en ese instante. Sus cuerpos se encontraban cubiertos únicamente de sus cinturas para abajo por las sábanas de un impecable color blanco.
Era la tercera vez que Cody y ella hacían el amor; cada una había sido justo en esa misma cama. No llevaban mucho tiempo como pareja, y en otras circunstancias no se hubiera atrevido a abrirse de tal medida hacia un chico, y menos tan rápido. Siempre había sido muy cuidadosa y reservada en el pasado; algunos dirían que quizás demasiado. Y eso quizás la llevó a tener problemas en sus relaciones pasadas, pero al mismo tiempo también le ayudó a sortear muchas posibles decepciones.
Pero con Cody todo era diferente. Con él las cosas simplemente parecían suceder, fluyendo como la corriente de un río, y ella estaba más que contenta de dejarse llevar por dicha corriente. Nunca se lo había dicho directamente, pero desde su primera conversación en aquella fiesta en donde su profesor los presentó, ella había sentido una fuerte conexión que la llevó de inmediato a sentirse muy cómoda en su presencia. Y no tardó casi nada en sentir que podía ser ella misma con él; decirle y compartirle cualquier cosa…
Hubiera deseado, sin embargo, saber que él se sentía de la misma forma.
Sintió de pronto como la mano de Cody bajaba repentinamente por su espalda, provocándole unas agradables cosquillas.
—¿Te desperté? —preguntó Lisa despacio, susurrando con sus labios pegados a la piel de su pecho.
—No, no estaba dormido en realidad —respondió Cody, sin ningún rastro de sueño en su voz. Esto no le extrañó; ya para ese punto tenía claro que él deliberadamente nunca dormía en su presencia—. ¿Y tú?
—Tampoco. Sólo pensaba.
—¿En qué? —preguntó Cody, percibiéndose de hecho bastante interesado—. Bueno, si puedes decírmelo.
—Nada importante —murmuró Lisa, encogiéndose de hombros—. En el futuro, creo.
Cody dejó escapar una repentina risilla irónica.
—Eso suena bastante importante.
—¿Tú crees? —le respondió ella con tono burlón.
Lisa se alzó y se giró un poco, cruzando sus brazos sobre el pecho de Cody, y apoyando su barbilla sobre estos para poder mirarlo directamente al rostro.
—¿Qué deseas tú para el futuro? —soltó de pronto, tomando vívidamente por sorpresa al joven profesor.
—Wow, ¿ya entramos en el terreno de las preguntas complicadas?
—Tranquilo, no te estoy preguntando si quieres casarte conmigo ni nada —exclamó Lisa entre risas—. Aunque mi padre sí me lo preguntó el otro día.
—¿Si acaso estaba en nuestros planes casarnos? —inquirió Cody, dubitativo, a lo que ella le respondió asintiendo—. ¿No le parece un poco pronto?
—Es un hombre práctico que no se anda con rodeos. Pero eso no importa ahora. ¿Qué respondes? ¿Qué deseas para el futuro?
Cody colocó una mano atrás de su cabeza y fijó su mirada en el techo. Mientras reflexionaba en su respuesta, volvió a recorrer lentamente sus dedos por la espalda de Lisa, provocándole de nuevo esas agradables cosquillas, pero intentando que su reacción no se volviera tan evidente.
—No lo sé —respondió tras un rato—. Pero puedo decir con seguridad que estoy muy feliz con cómo son las cosas en este momento.
Lisa sonrió, en parte divertida por la respuesta, en parte un tanto conmovida.
—¿Hablas de tu trabajo, tu casa, tus amigos y tu novia? ¿O de este preciso momento de tiempo en el que nos encontramos?
—Ambas opciones son bastantes buenas —contestó Cody con tono divertido, girándose de nuevo a mirarla—. Y, ¿qué hay de ti? ¿Qué deseas tú para el futuro?
Lisa esbozó una amplia sonrisa, que no le hizo justicia a todas las emociones que remolineaban en su pecho tras escucharlo hacerle esa pregunta.
Volvió a recostar la cabeza sobre el hombro de su novio, y se acurrucó cómodamente a su lado, pegándose a su costado y rodeando su cuerpo con un brazo. Cerró los ojos, intentando visualizar en su mente la imagen que intentaba evocar. Y entonces le compartió su larga y detallada respuesta…
* * * *
El estruendo provocado por el cohete lanzado por Marsh se asentó, y poco después lo hizo también el polvo levantado. Más de la mitad del pasillo quedó sepultado en los escombros del techo, debajo de los cuales se asomaban las piernas y brazos de algunos de los hombres al mando del Tte. Marsh, que habían tenido la mala suerte de estar justo debajo del punto en el que el cohete se estrelló.
Marsh se paró firme al final del pasillo, observando aquel panorama con indolencia, mientras con una mano se limpiaba el polvo de sus ropas. La explosión le había volado además el cigarrillo de su boca, por lo que no perdió mucho tiempo en sacar otro de su cajetilla y colocarlo en sus labios. A su alrededor se fueron agrupando los miembros de su equipo que seguían de pie e intactos; en esos momentos apenas unos cinco o seis hombres.
—Busquen a la bruja y al ilusionista, y asegúrense de que estén muertos —ordenó con abrumadora calma, mientras encendía su cigarrillo nuevo.
—Señor, algunos de nuestros hombres están sepultados también en los escombros —le informó alarmado uno de los soldados de pie a su lado.
—Preocúpense por eso después —ladró Marsh con severidad—. Nuestra prioridad es acabar con los objetivos. ¡No pierdan tiempo!
Los soldados acataron la orden sin chistar, y comenzaron a avanzar entre los escombros con armas en mano, en dirección a donde se suponía que habían estado Gorrión Blanco, Cody y el Sgto. Schur.
Desde el otro extremo del pasillo, Lisa se asomaba por la esquina, alarmada por el escenario tan catastrófico que se cernía a unos cuantos metros de ella. Su cuerpo temblaba de miedo, y su mente era un revoltijo que no le permitía resolver cuál debía ser su siguiente acción. Sin embargo, Lucy parecía tenerlo bastante claro.
—Tenemos que irnos antes de que noten que seguimos aquí —le susurró despacio cerca su oído, jalándola además de un brazo para alejarla de la vista de los hombres en el pasillo.
—¿Irnos? —masculló Lisa, aturdida—. Pero, ¿y dejarlos ahí solos? ¿No hay nada que tú puedas hacer para ayudarlos? También eres un UP, ¿o no?
—Si con eso te refieres a que tengo poderes, pues sí. Pero ninguno de ellos sirve para pelear, mucho menos con hombres armados. En estas circunstancias soy tan débil e inútil como tú.
—Pero Cody… —susurró Lisa dubitativa, volteando a ver por reflejo de nuevo hacia el pasillo, pero Lucy la volvió a jalar para que mirara hacia ella antes de que lo hiciera.
—No hay nada que puedas hacer por él —sentenció Lucy con dureza—. Vámonos, y quizás una vez que estemos afuera podríamos hacer algo para ayudarlos.
La mentira fue más que evidente en sus palabras; no había logrado ni un poco ocultarla. Ambas sabían muy bien que si ellas dos lograban salir vivas de ese sitio y dejaban a Cody y a los otros atrás, eso sería igual a dejarlos para que murieran.
Lisa se debatió internamente sobre qué hacer. La propuesta de Lucy era la más lógica, y la que cualquier soldado y científico señalaría como la mejor. Sin embargo, ella no se sentía como ninguna de las dos cosas en esos momentos. Si hubiera sido en cualquier otra circunstancia, con cualquier otra persona, de seguro lo hubiera hecho sin chistar demasiado. Pero… era Cody; su Cody. La sola idea de abandonarlo de esa forma, en especial luego de que él había ido hasta ahí justo por ella…
Nadie tendría por qué hacer una elección tan difícil, y menos con tan poco tiempo para pensarlo. Pues en cuanto los hombres en el pasillo notaran su presencia, o alguien más viniera por donde habían llegado, sus oportunidades de escapar desaparecerían.
Sin embargo, antes de que pudiera tomar cualquier decisión, tanto Lucy como ella escucharon una pequeña conmoción en el pasillo, que irremediablemente jaló su atención.
Los escombros en el punto al que los hombres armados se aproximaban comenzaron a moverse, colocándolos en alerta. Pero antes de que cualquiera pudiera reaccionar, los escombros se alzaron y volaron directo hacia ello, golpeando y derribando con fuerza a dos de ellos.
De aquel sitio, Gorrión Blanco comenzó a alzarse lentamente, con una mano alzada hacia el frente, y su brazo herido colgando de un lado. Detrás de ella, Cody y Francis parecían también estar bien, o al menos lo mejor que podían estar. Antes de ser aplastados por los escombros, Gorrión Blanco había logrado usar su telequinesis para proteger a los tres, pero no sin salir ilesos. Cody tenía un fuerte golpe en la cabeza, que le había abierto una herida y dibujado una larga mancha roja por su frente y ojo. Francis, por su parte, yacía boca abajo en el suelo, al parecer ya totalmente inmovilizado por la gravedad de la herida en su costado, empeorada aún más por esa sacudida. Y Gorrión Blanco, ciertamente el disparo de su hombro no había mejorado tampoco con aquello, y ahora incluso levantar su brazo derecho le resultaba horriblemente doloroso. Lo bueno era que en realidad no necesitaba los brazos para usar sus poderes.
Usando su telequinesis, empujó tanto a Cody como a Francis hacia el extremo contrario del pasillo, haciendo que sus cuerpos se deslizaran por el suelo en dirección a Lisa y Lucy. Al mismo tiempo, al lado contrario lanzó más de esos escombros como proyectiles contra los atacantes, incluido uno muy grande que casi aplastó uno de ellos, y eso le dio oportunidad para también huir, aunque fuera casi renqueando.
Lisa y Lucy tomaron a Cody y Francis en cuanto estuvieron cerca de ellas, y los jalaron para ponerlos a cubierto.
—Dios mío, tu cabeza —señaló Lisa alarmada, mirando la sangre en el rostro de Cody.
—¿Se ve tan mal? —masculló el profesor, tomándose incluso la molestia de ponerle un tinte de humor a sus palabras.
Al no contar con nada mejor a la mano, Lisa tomó un extremo de su bata blanca, y lo presionó contra la cabeza de Cody. Éste respingó un poco ante la sacudida de dolor que le causó el contacto, pero resistió. La tela blanca de la bata no tardó en irse impregnando de rojo, pero por suerte no demasiado.
—Eso fue una locura —le reprendió Lisa con ligera molestia—. Eran diez hombres armados, y tú sólo un profesor de escuela que los atacó con mariposas.
—Es lo que puedo crear más rápido sin pensarlo mucho, pero podría haber hecho algo más espectacular —declaró Cody, de nuevo con algo de diversión en su tono, que Lisa no compartió en lo absoluto—. Lo siento. Todo esto es una mierda, ¿cierto?
—Tú lo has dicho —suspiró Lisa con pesar.
Gorrión Blanco llegó hacia donde se ocultaban un segundo después. Se apoyó contra la pared para evitar caer, y aferró firmemente su mano izquierda contra su hombro herido.
—¿Estás bien? —preguntó Lisa en voz baja, aun sabiendo que era una pregunta tonta; sólo mirarla era suficiente para saber la respuesta.
Gorrión Blanco respiró, intentando serenarse, y se volvió a parar derecha lo mejor que pudo.
—Hay que irnos —les indicó con voz dura.
—Es lo que les he dicho desde el inicio —rezongó Lucy con irritación, ganándose un par de miradas de desaprobación de parte de Cody y Lisa.
—Sargento, ¿puede caminar? —preguntó Gorrión Blanco, preocupada, viendo al militar sentado en el suelo a sus pies.
—Lo dudo —respondió Francis; su voz se escuchaba apagada, pero seguía habiendo fuerza en ella. Intentó levantarse, aún a pesar de que era obvio que cada movimiento le causaba un intenso espasmo de dolor, quedando claro rápidamente que no podría hacerlo por su cuenta—. Váyanse, yo intentaré distraerlos.
—De acuerdo —dijo Lucy, más que dispuesta a tomarle la palabra.
—¡No! —exclamó Gorrión Blanco con ímpetu—. Ustedes dos llévenlo, por favor —murmuró casi suplicando, mirando a Lisa y Lucy, que eran las que claramente estaban más intactas de todos ellos.
—¿Dos mujeres pequeñas cargando a un hombrezote como éste? —rezongó Lucy—. No hablarás en serio…
—Cierra la boca, ¿quieres? —le reprendió Lisa con severidad. Sin dudarlo mucho más, se apartó un poco de Cody para agacharse a lado del Sgto. Schur, e intentar entonces ayudarlo a ponerse de pie pasando uno de los brazos de él por sus hombros—. Ven y ayúdame —exclamó con molestia, mirando a Lucy. Ésta resopló, y más resignada que otra cosa se agachó al otro lado del hombre herido.
Francis se encontraba al parecer bastante débil como para oponer resistencia, y en su lugar intentó cooperar lo mejor posible para no ser una carga tan pesada para las dos chicas.
—¡Muévanse! —escucharon como vociferaba la voz de Marsh desde el pasillo—. ¡No dejen que ninguno se escape! ¡¿Qué esperan?!
Esos gritos, acompañados de los inminentes pasos que se aproximaban en su dirección, fue lo que les bastó para apurar su escape.
—¡Avancen! Yo voy detrás de ustedes —les indicó Gorrión Blanco, caminando en efecto detrás de ellos, pero con su atención puesta en la dirección de la que venían Marsh y los otros, y con sus poderes más que listos para repeler lo que viniera.
El grupo comenzó a avanzar, Lucy y Lisa al frente ayudando a Francis; Cody detrás de ellas, con un ojo puesto en el camino, y otro más a sus espaldas, en donde venía Gorrión Blanco, aunque algunos pasos más detrás.
Cody se maldijo por dentro, debido a la enorme impotencia que sentía. Estaban heridos, cansados, perdidos y en absoluta desventaja para ese punto. No sabían cuántos más de esos atacantes había por la base, y ni siquiera tenían claro en qué dirección tenían que ir.
«Si tan sólo fuera más fuerte, si tan sólo pudiera hacer más…»
A sus espaldas, escuchó como los disparos comenzaban a suscitarse, haciendo que todos se detuvieran un instante. Ninguna bala de sus perseguidores los alcanzó, pues Gorrión Blanco aún tenía las energías suficientes para desviarlas.
—¡No se detengan! —les gritó la joven con voz de mando, sin mirarlos pues toda su atención estaba fija en la tarea de repeler.
El grupo reanudó su marcha, lo más rápido que les fue posible. Avanzaron más y más por el pasillo, en la dirección que habían llegado. Al final del pasillo vislumbraron la misma sala amplia y abierta por la habían pasado hace un momento. Pero no alcanzaron a llegar tan lejos.
Estando a un par de metros del final del pasillo, su andar fue cortado de pronto cuando escucharon nuevos pasos aproximándose, pero ahora justo en esa dirección. Y un instante después, vieron con espanto como otro grupo de hombres, todos vestidos de negro y armados, aparecía justo delante de ellos, cortándoles el camino.
Todos pararon en seco, y miraron a aquel nuevo grupo con sus ojos bien abiertos, llenos de asombro y miedo. Igual no les dieron mucha oportunidad de procesar por completo lo que ocurría, pues de inmediato los hombres alzaron sus armas en su dirección, y jalaron los gatillos de sus rifles sin la menor vacilación.
El estruendo de los disparos a sólo unos cuántos metros de ello resonó en el pasillo entero. Francis, a pesar de su estado, intentó reaccionar antes del primer disparo, y jalar a las dos chicas con él hacia el suelo para cubrirlas. Sin embargo, en su debilidad su movimiento fue torpe, y sólo logró precipitarse al suelo con una de ella. La otra, por otro lado, quedó de pie a medio camino al suelo, justo al frente de los inminentes disparos, totalmente a la merced de estos…
Las balas atravesaron por completo su cuerpo una detrás de otra, brotando por su espalda, creado en un segundo grotescos agujeros en su alguna vez impecable bata blanca. Cody, detrás de ella, sólo pudo observar aquello con intenso e inmovilizador horror…
—¡¡Lisa!! —gritó el profesor con voz desgarrada, un instante antes de que una de esas balas que había brotado de la espalda de su novia le diera a él justo en el brazo, lanzándolo hacia atrás.
Para cuando los disparos cesaron, ambos se precipitaban juntos al piso.
— — — —
Mabel no sabía qué era lo que la tenía más sorprendida: encontrar a su amiga perdida justo en ese sitio, su lamentable estado, o el hecho de que pudiera reconocerla aún pese a éste. Estaba horriblemente delgada, sólo sostenida en pie por las gruesas correas en sus extremidades. Su cabello oscuro estaba considerablemente más largo que la última vez que la había visto, aunque se veía débil y sucio. Pero estaba segura de que era ella; era Annie la Mandiles, su compañera y hermana del Nudo Verdadero.
Pero, ¿entonces no había muerto junto con el Diésel y el Sucio? ¿Cómo es que había llegado hasta ese lugar? Y lo más importante… ¿por qué se encontraba en ese estado tan lamentable?
Y entonces logró sobreponerse lo suficiente a su impresión inicial, para así darse cuenta de una verdad que estaba pasando por alto: no podía ser una coincidencia que Annie estuviera ahí, justo en el mismo sitio y en la misma sala a donde esa paleta la había enviado. Ella sabía que Annie estaba ahí, sabía que ese ataque ocurriría; lo sabía todo…
¿Quién era en realidad la tal Verónica? ¿A qué clase de juego estaba jugando en el cual ella claramente era sólo una pieza más? Y, lo más importante, ¿contra quién jugaba…?
Mabel se quedó profundamente ensimismada por todos aquellos pensamientos, y esto no pasó desapercibido para Russel. Aprovechando su momento de distracción, se sobrepuso lo mejor que pudo a su miedo, para así intentar salvar a sus subordinados.
—¡Pronto! —exclamó con fuerza, llamando la atención de los demás miembros del equipo científico—. ¡Salgan!, ¡salgan de aquí ahora! —les insistió, señalando con sus manos hacia la puerta.
Los tres hombres y las dos mujeres vacilaron unos instantes, pero en cuanto pudieron reaccionar, corrieron despavoridos hacia la puerta. Si al menos uno de ellos lograba salvarse, Russel podría estar en paz.
Lamentablemente, su deseo no se cumplió.
Antes de que cualquiera de ellos pudiera poner un pie afuera de la sala, Mabel se giró con asombrosa rapidez hacia ellos, con sus armas en mano. Y sin el menor miramiento jaló el gatillo de ambas. Las balas volaron una detrás de otra, acribillándolos frente al mero marco de la puerta. Atravesaron sus batas blancas por la espalda, llenándolas de agujeros, y uno a uno fueron desplomándose al suelo, incluso unos encima de otros.
—¡No! —exclamó Russel, horrorizado. Los cuerpos de los cinco yacieron a unos cuantos metros de él, y sus batas blancas se fueron impregnando poco a poco de rojo.
La imagen de su equipo muerto y manchando el suelo de sangre fue demasiado para Shepherd; su cuerpo ya no pudo soportarlo más, y de inmediato se inclinó sobre sí, vomitando con fuerza en una esquina lo poco que le quedaba en el estómago. Respiró agitado, con sus manos apoyadas contra sus rodillas, y su rostro perlado por el sudor que lo cubría.
Escuchó entonces los pasos pesados y contundentes aproximándose en su dirección. Al alzar la mirada, notó a Mabel que se aproximaba presurosa a su encuentro, y el cañón de su arma apuntando directo hacia él. Pero lo más aterrador fue por lejos la furia casi asesina que se había apoderado de su semblante entero.
—¡¿Qué le hicieron?! —le gritó exigiendo una respuesta inmediata, y con su dedo más que listo para presionar una vez más el gatillo, importándole muy poco la instrucción que le habían dado de sacarlo de ahí con vida.
—La… la hemos mantenido con vida —fue lo único que Russel pudo responder de momento, y por supuesto no fue suficiente para calmarla.
—Desgraciados... malditos… ¡bastardos! —exclamó Mabel con fuerza, mientras se aproximaba beligerante hacia Russel. Éste retrocedió tembloroso, hasta que su espalda quedó contra la pared, y la verdadera no tuvo reparó en pegar el cañón de su arma contra su cuello, estando a nada de encajárselo a través de su piel.
Russel cerró sus ojos con fuerzas, esperando tembloroso el disparo que al fin terminaría con él, y en parte deseándolo. Aunque lo cierto era que la mayoría de su ser seguía aferrado al deseo de salir con vida, convenciéndose de que aún había mucho trabajo por hacer.
El dedo de Mabel se mantuvo firme contra el gatillo, ansioso por presionarlo y dejar salir la ráfaga de muerte que ese sujeto, y todos en esa base, se merecían. Por suerte para Russel, la verdadera logró al final sobreponerse a toda su ira, y jalar su arma rápidamente hacia un lado, haciendo que en su lugar los tres disparos que salieron del cañón agujeraran las baldosas del suelo. Russel cayó al piso de sentón en cuanto sus piernas no lograron sujetarlo más, temblando y sollozando. Mabel miró además con desagrado como había mojado sus pantalones.
Esa apariencia patética le ayudó a mitigar su enojo lo suficiente para recordar que aquello ante ella no era más que un paleto cualquiera; nada que mereciera dejar salir su coraje más de la cuenta.
—Sácala de ahí, ¡ahora! —le ordenó con voz beligerante.
Russel tuvo problemas para sobreponerse a la impresión, y ella tuvo que ayudarlo a pararse, a costa de empujones y jaloneos. El científico avanzó tambaleándose hacia una de las computadoras, y con dedos temblorosos comenzó a introducir los comandos necesarios para hacer justo lo que le habían ordenado. Tras unos segundos de tortuosa espera, Mabel miró como el tubo de cristal que rodeaba a Annie se elevaba y se ocultaba en el techo, dejando ninguna obstrucción entre ellos y la mujer en la camilla.
—Desátala —ordenó a continuación, levantando a Russel de su silla de un tirón de su brazo.
Russel se aproximó hacia la plataforma elevada donde reposaba la camilla de Annie, y activando una palanca ésta comenzó a cambiar su posición hasta quedar por completo de forma horizontal. Le retiró entonces las correas de sus brazos y piernas, dejándola libre, aunque la mujer permaneció recostada, inmóvil y con sus ojos cerrados. Apenas y respiraba.
Mabel se aproximó apresurada a la camilla, e hizo a Russel a un lado con algo de violencia, para poder pararse a lado del cuerpo de su amiga.
—Annie, ¿me escuchas? —le susurró despacio, tomándola con delicadeza entre sus brazos para levantarla. Notó en ese momento lo anormalmente ligero que se sentía su cuerpo. También se percató de los tubos que tenía conectados a sus brazos, y que de inmediato retiró de un jalón. El dolor que le causó esto pareció ser suficiente para que Annie reaccionara, o al menos soltara un quejido al aire y se estremeciera—. Reacciona, cariño, por favor. Dime algo.
Los párpados de Annie se abrieron muy lentamente, como si le pesaran una tonelada. Sus ojos se veían nebulosos, y se enfocaron cómo pudieron en la persona que la sujetaba. Su mente confusa y nublada por los medicamentos y el cansancio, no logró enfocar por completo su rostro. Pero la calidez con la que la sujetaba, y la que acompañaba además sus palabras, sí le resultó bastante familiar de alguna forma.
—¿Rose…? —susurró la Mandiles con un hilo de voz apenas apreciable.
—No, Annie. Soy Mabel, la Doncella. Mírame, por favor.
La tomó de su rostro con una mano y la obligó a girar por completo en su dirección. Los pesados párpados de Annie se abrieron una vez más, se volvieron a cerrar, y luego lo hicieron una segunda vez. Su visión borrosa y confusa se fue aclarando a duras penas, hasta poder apreciar escuetamente las facciones de su compañera.
—¿Mabel…? —susurró despacio, claramente desconcertada—. ¿Al fin estoy muerta…?
—No, cariño —respondió la Doncella, negando frenética con la cabeza—. Estás viva; ambas lo estamos. Te sacaré de aquí, ¿de acuerdo? Sólo resiste un poco más.
Si acaso Annie comprendió lo que le dijo, no dio seña alguna de ello, ni tampoco dijo nada como respuesta. Solamente volvió a dejar que sus ojos se cerraran, y se sumió de nuevo en ese doloroso pero reconfortante letargo.
Mabel la recostó con cuidado de regreso en la camilla.
—Si es por ella por quien viniste, sólo tómala y vete —dejó salir Russel, desde su posición a un costado de la habitación.
—Nada de eso, doctor —sentenció Mabel con severidad—. Ya lo dije: tú vendrá conmigo. Y nos llevaremos todo eso con nosotros.
Al decir eso último, apuntó con su rifle directo hacia uno de los armarios refrigerados con puertas de cristal templado, colocado contra la pared de un lado. El sitio en donde almacenaban las muestras del Lote Diez, y del VPX-01 en su estado puro que extraían de Annie. Russel se puso lívido al escuchar tal orden.
—¿El químico…? —titubeó en voz baja—. ¿Cómo sabes de eso?
—No le interesa —le respondió con dureza—. Meta todo lo que quepa ahí, rápido —añadió justo después, señalando ahora a una de las cajas transportadoras apiladas a un costado del refrigerador—. Y en cuanto lo haga, nos iremos de aquí; los tres.
— — — —
Gorrión Blanco había hecho para esos momentos retroceder a Marsh y a sus hombres de regreso al cubierto del pasillo, y por un momento se sintió vencedora. No fue consciente de lo que ocurría justo a sus espaldas, hasta que a sus oídos llegaron de golpe los estruendos de aquellos nuevos disparos, acompañados del desesperado grito de Cody. Se giró rápidamente sobre su hombro al momento justo para ver cómo el cuerpo de la Dra. Mathews se desplomaba de espaldas al suelo, al igual que el de su novio. A unos metros de ellos, el Sgto. Schur yacía también tirado, cubriendo con su cuerpo a la otra mujer. El nuevo grupo de atacantes se aproximaba a ellos, listos para terminar el trabajo de forma limpia.
—No —susurró despacio con un pequeño hilo de voz. Sin embargo, lo que comenzó como una pequeña chispa, fue creciendo de un segundo a otro como una enorme flama—. ¡¡No!! —gritó con más fuerza, y al instante todos aquellos hombres armados salieron disparados en la dirección contraria a gran velocidad, empujados por un choque de energía provocado por su telequinesis.
Con el camino un poco más despejado, Gorrión Blanco corrió presurosa hacia ellos, pero se detuvo en seco a unos pasos de Lisa, horrorizada ante lo que vio.
Los ojos desorbitados y perdidos de la bioquímica contemplaban atónita el techo blanco sobre ella. Pequeñas lágrimas comenzaron a recorrerle las mejillas, mientras su pecho subía y bajaba con desesperación, intentando jalar aire a su cuerpo. Cada respiración, cada pequeño movimiento, voluntario o no, se traducía en un agudo y punzante dolor en alguna parte de su cuerpo. Una sensación fría no tardó en acompañar al dolor, pero era extraña; venía de dentro de ella y se abría paso hacia afuera, y no al revés.
Cinco balas le habían atravesado en el torso, a la altura de su vientre y pecho; una más le había dado en el brazo derecho, otra en el muslo izquierdo y una más en la pantorrilla derecha. La sangre comenzó a formar un charco en el suelo debajo de ella, haciéndose más y más grande con los segundos. Ella, por supuesto, no lograba ser consciente de esto, o al menos no a tal detalle. Pero no lo necesitaba para comprender la gravedad de lo que había ocurrido, y el irremediable fin al que se aceraba con cada dolorosa inhalación.
Y era por eso, y no por el dolor, por lo que lloraba.
—Lisa... —masculló Cody despacio, su voz un tanto opacada por el dolor de su brazo herido, y por ello siendo incapaz de exteriorizar la gran angustia que lo invadía en ese momento.
Ni siquiera hizo el intento de pararse; sólo se arrastró por el suelo ayudado de su brazo sano, aproximándose hacia ella con ferviente desesperación. Se sentó a su lado, y la tomó con cuidado en entre sus brazos, alzándola un poco. El cuello de Lisa colgó hacia atrás sin mucha oposición, y su mirada siguió fija en el techo, como si no le fuera posible ordenarle a su cuerpo hacer cualquier otra cosa.
—Lisa, Lisa, ¿me escuchas? —masculló Cody, su voz impregnada de pánico. La sostuvo fuerte contra sí, y recorrió sus dedos por sus mejillas, limpiándole las lágrimas. Sus ropas se impregnaron rápidamente de su sangre, pero ni siquiera lo notó—. Vas a estar bien, ¿sí? Var a estar bien. Te sacaré de aquí en un momento. Yo te salvaré… yo…
Lisa no reaccionó en lo absoluto a sus palabras; no se movió, y mucho menos dijo algo. Sólo siguió mirando al techo, y respirando agitadamente, aunque cada segundo un poco menos.
Gorrión Blanco contempló atónita aquella escena. Percibió por completo la desesperación en las palabras de Cody, y el miedo impregnado en los ojos de Lisa. Y la sangre… toda esa sangre pintando el piso bajo sus pies. Sangre roja… roja… Todo era rojo. Todo a su alrededor se impregnó de rojo.
Desde ambos flancos, los atacantes se recuperaban y se preparaban para volver al ataque. Pero ella seguía con su atención fija en Lisa, en la Dra. Mathews… en su amiga.
Algo en el semblante de Gorrión Blanco, o en toda su postura entera, cambió por completo en ese momento. Algo brotó desde lo más hondo de su ser, y se abrió paso entre las capas de confusión y miedo. Y ese algo nubló por completo cualquier pensamiento, cualquier dolor, y cualquier duda. Todo lo que existía en su mente en esos momentos se transformó en ira, enojo, y odio… Sentimientos que le resultaron no sólo conocidos sino, de cierta forma, reconfortantes.
Los soldados se pararon a cada lado del pasillo, y apuntaron sus armas directo hacia ella.
—¡Gorrión Blanco! —gritó Francis desde donde yacía para advertirle. Ella sólo lo captó como una voz lejana e inentendible, pero eso no importaba. Ella ya se había dado cuenta de la amenaza; de hecho, era de lo único que se daba cuenta por completo.
—¡Disparen! —ordenó con ímpetu la voz de Marsh, y todos abrieron fuego al instante. Las balas volaron directo hacia Gorrión Blanco, pero éstas no la tocaron. De hecho, todas y cada una se detuvieron en el aire antes de hacerlo, algunas incluso a escasos centímetros de su cuerpo, como si una barrera invisible la rodeara. Los proyectiles de plomo se quedaron suspendidos en torno a ella como pequeños insectos.
Los soldados observaron aquello con asombro, pero no por mucho tiempo, pues al instante siguiente que dejaron de disparar, Gorrión Blanco giró su rostro iracundo hacia ellos, y las balas salieron disparadas en su contra con increíble fuerza. Los proyectiles lograron golpear a algunos de ellos, y aunque no iban con la misma fuerza de haber sido disparadas por un arma de fuego, ciertamente logró herirlos un poco.
Pero no se detuvo ahí. La joven avanzó con paso firme hacia ellos, alimentada por la ira que la consumía. Esto la hizo sobreponerse a cualquier debilidad y dolor, incluida la herida de su brazo. Su cuerpo físico en realidad no era más que un vehículo insignificante de lo que se guardaba en el interior de su ser y que ahora tomaba por completo el control; y ella no lo detendría en lo absoluto.
—Gorrión Blanco, ¡no! —pronunció Francis alarmado, pero ella no lo escuchó.
La muchacha se lanzó con todo en contra de los atacantes, y estos abrieron fuego de nuevo sin dudarlo. Las balas se desviaban hacia todos lados, algunas incluso de regreso hacia la persona que la había lanzado. En un momento, uno de los soldados sintió como su cuerpo entero era apresado por aquella extraña energía que emanaba de la joven mujer, como si hubiera sido fuertemente atado con cadenas. Imponente, sintió como sus pies se separaban del suelo, y su cuerpo era elevado en el aire, para luego ser sacudido de un lado a otro, golpeándose contra sus demás compañeros con fuerza, derribando a varios de ellos, mientras que otros lo lograron esquivar a duras penas.
El soldado apresado, mareado y golpeado, fue jalado al frente, elevado en el aire con rapidez hasta estrellarse contra el techo, y luego de nuevo hacia abajo hasta precipitarse contra el suelo, golpeándose fuertemente el cuerpo entero, pero en especial su cara que se cubrió de sangre tras ese primer impacto. Pero no fue el único, pues comenzó en ese momento a subir y bajar, repetidas veces, chocando una y otra vez contra el piso, y en cada uno de esos choques dejando una mancha roja más grande. Todo ante la mirada fría de Gorrión Blanco, y la de espanto de los demás soldados, incluido el Tte. Marsh.
Para cuando terminó con él, el cuerpo del soldado era más una plasta de huesos rotos y carne magullada, misma que Gorrión Blanco lanzó como un proyectil en contra del resto, derribando a uno de ellos al suelo. No tardó mucho en aprisionar ahora a otro más, y estrellarlo de espaldas contra un muro, y luego contra el otro como si fuera una pelota.
Esto bastó para que al menos uno saliera lo suficiente de su estupor.
—¡¿Qué están haciendo?! —gritó Marsh—. ¡Mátenla maldita sea!
Los soldados se sobrepusieron, y comenzaron a disparar de nuevo. Gorrión Blanco colocó al hombre que tenía sujeto con sus poderes justo delante de ella para usarlo como escudo, y las balas terminaron acribillándolo a él. Luego lo volvió a lanzar hacia sus compañeros, y siguió avanzado hacia ellos, desviando balas, azotándolos contra el piso, las paredes y el techo. Incluso algunos decidieron optar por atacarla de frente y ya no disparar, pero terminaron siendo empujados hacia un lado ante el mero pensamiento de la joven, y como mínimo rompiéndose un hueso.
En algún momento, una de las balas que desvió dirigida a su pecho, subió en ángulo ascendente rozando un costado superior de su cabeza, e hiriéndola. Gorrión Blanco gimió, retrocedió, y llevó una mano a esa área. Por un segundo los soldados pensaron que había sido una herida más grave, pero ese alivio se esfumó cuando retiró su mano y los miró de nuevo. La sangre bajó por su rostro, manchándolo de rojo. Pero seguía de pie, y eso era lo más preocupante.
Gorrión Blanco soltó en ese momento un intenso grito, similar al rugido de una bestia, y al menos tres de ellos fueron ahora las marionetas sin hilo que les tocó bailar a su merced.
Francis y Lucy observaban atónitos desde el suelo todo aquel grotesco espectáculo. Para la rastreadora, tal despliegue de violencia utilizando la telequinesis era algo totalmente nuevo, y la tenía profundamente aterrada. Para Francis, sin embargo, aquello era casi un Déjà vu de lo que había presenciado en aquel quirófano, el día en que Gorrión Blanco despertó. La indiferencia en su mirada mientras acababa con la vida de todas esas personas, la brutalidad con la que los rompía con tan sólo desearlo… Esa era justo el arma asesina que el Dir. Sinclair tanto ambicionaba controlar, sin entender que había fuerzas en ese mundo que simplemente no se podían controlar.
Pero Francis había aprendido en su tiempo conviviendo, que esa muchacha era más que eso. Más que una UP, más que una asesina, más que Gorrión Blanco, e incluso más que la infame Carrie White. En el fondo, era sólo una joven de corazón puro y noble que deseaba ser buena... pero el mundo entero se lo impidió desde el mero día de su nacimiento. Y esa sangrienta demostración que hacía en esos momentos, no era más que el inevitable resultado de todo el daño que le habían hecho en su vida; y eso los incluía a ellos mismos.
Uno a uno, los soldados fueron cayendo ante la aplastadora ira de Gorrión Blanco. El último de ellos, más empujado por el miedo que otra cosa, intentó lanzarse hacia ella con cuchillo en mano, al tiempo que gritaba con todas sus fuerzas. No logró acercarse demasiado a ella, antes de que Gorrión Blanco lo empujara con fuerza hacia un lado, estrellándolo contra el muro. Teniendo una mano alzada hacia él, empujó aún más cuerpo, aprisionándolo contra éste. El cuchillo que sostenía en su mano fue arrancado de sus dedos, y comenzó a flotar en el aire delante de él. El hombre miró aterrorizado como el arma se posicionaba justo frente a su rostro. Y antes de que pudiera volver a gritar, el cuchillo se precipitó hacia el frente como un proyectil, encajándose entre sus ojos hasta la empuñadura.
El cuerpo sin vida del soldado se precipitó al piso una vez que Gorrión Blanco lo liberó, uniéndose al resto de cadáveres que cubrían el suelo del pasillo.
—Dios mío —susurró Lucy, incrédula, cubriéndose la boca con ambas manos. Francis no tuvo nada más que agregar a su exclamación.
Y, sin embargo, no había terminado aún.
Gorrión Blanco se giró rápidamente hacia el extremo contrario del pasillo, en donde aún quedaba alguien de pie. Marsh se encontraba con su espalda totalmente pegada contra la pared, sus ojos desorbitados mirándola con horror, su rostro pálido como nieve, y su mano temblorosa sujetaba su pistola delante de él. Hacía ya un rato que había vaciado su cartucho, y por más que presionaba el gatillo una y otra vez, nada salía del cañón.
Gorrión Blanco comenzó entonces a caminar con paso firme hacia él.
—¡No te me acerques! —exclamó Marsh con alarma, y presionó el gatillo de su arma con aún más rapidez. Parecía tan perdido que no parecía poder darse cuenta de lo inútil que era.
Con un simplemente movimiento de la cabeza de Gorrión Blanco, el arma salió disparada de los dedos de Marsh, y voló como bólido hacia un lado. Luego, la muchacha alzó su mano izquierda hacia él, y Marsh sintió igual como había ocurrido con sus hombres, como esa energía invisible lo aprisionaba, lo separaba del muro y lo jalaba hacia Gorrión Blanco, sus pies arrastrándose por el suelo, hasta quedar justo delante de ella.
Ella lo miró fijamente, su semblante convertido en una máscara de odio absoluto.
—Tú… nos traicionaste —masculló Gorrión Blanco con voz rasposa—. Tú… provocaste todo esto…
—No sabes nada, niña idiota —exclamó Marsh, desafiante, siendo su boca la única parte de su cuerpo que era capaz de mover—. Tu lealtad está con las personas equivocadas. Yo le sirvo a un poder mucho mayor que esta insu…
No pudo decir nada más, pues en ese momento sintió como su garganta era apretada, como comprimida por dos grandes y fuertes tenazas. De su boca sólo surgieron inentendibles quejidos de dolor, y sus ojos se abrieron muy grandes, llenos de confusión y miedo. Seguía sin poder mover ni un sólo dedo, mientras sentía cómo se iba ahogando poco a poco. Todo ante la letal mirada de esa chiquilla.
—¡Cállate! —espetó Gorrión Blanco, iracunda—. ¡No quiero oírte! Vas a morir, todos ustedes van a morir… Esto es lo que… lo que…
Y de pronto, ella tampoco fue capaz de completar su frase, aunque por un motivo muy distinto. En su cabeza, de pronto comenzó a resultar complicado darle forma a las palabras que deseaba usar, y sus ideas se fueron nublando, al mismo tiempo que lo hacía su vista. Comenzó a ver borroso, y todo su cuerpo le hormigueaba
—No… —susurró despacio, aunque no tenía seguro si acaso lo había dicho realmente.
Su nariz había comenzado a sangrar de nuevo, pero también lo hizo su ojo izquierdo, derramándose por su mejilla como una lágrima roja. El brazo que tenía alzado hacia Marsh cayó precipitadamente al ya no poder sostenerlo debido a la debilidad que la invadió, y el dolor de su hombro volvió de golpe, incapaz ahora de seguirlo ignorando.
Marsh fue liberado de su poder, y al no ser sostenido por éste se precipitó al suelo. Comenzó a toser con fuerza, al tiempo que intentaba jalar desesperadamente aire de regreso a sus pulmones. Gorrión Blanco no tardó en seguirle en el piso, cayendo primero de rodillas contra éste. Se quedó unos segundos en esa posición, mirando perdida la nada misma. Luego sus ojos se fueron hacia atrás, y su cuerpo se derrumbó entero hacia un costado, totalmente inconsciente.
La sangre siguió brotando de su nariz y ojo.
Francis observó atónito como Gorrión Blanco caía al suelo, inmóvil. Por reflejo hizo un primer intento de ponerse en pie, pero el dolor agudo de su herida lo hizo caer de sentón al suelo casi al instante.
—¿Qué le pasó? —masculló Lucy a su lado, exaltada.
Francis lo sabía: era lo mismo que le había ocurrido hace unos momentos en el otro pasillo, e igual en aquel pent-house de Los Ángeles. El uso excesivo de sus poderes, resultaba irremediablemente en eso. Y ese día, y en especial en esa última oleada de ira, había abusado de estos más que nunca desde que despertó.
—Corre… —susurró Francis de pronto, despacio. Lucy se giró a verlo, sin comprender—. ¡Corre! —le gritó con más fuerza, incluso empujándola con un brazo lejos de ella—. ¡Vete ahora!
Lucy se hizo hacia atrás por reflejo ante su grito, ayudada además por el empujón. Cayó sentada al suelo, y lo observó un instante, desconcertada. Pero en cuanto le fue posible, se forzó a pararse con la intención de irse, justo como le había indicado.
Francis fijó su atención de nuevo a donde Gorrión Blanco yacía inconsciente. Marsh comenzaba a incorporarse de nuevo, al parecer ya recuperado tras estar a unos cuantos segundos de que le destrozaran la garganta. Parecía aún aturdido, pero no lo suficiente para no tomar la iniciativa.
—Maldita peste —escupió Marsh con molestia, ya parado. Sin miramiento alguno, jaló su pie hacia atrás, y lo estampó con fuerza contra el costado de Gorrión Blanco. El cuerpo de la joven rodó por el suelo sin oposición tras esa fuerte patada, quedando boca abajo contra el piso. Siguió además sin dar seña alguna de consciencia—. Definitivamente no podemos dejar a ninguno de ustedes con vida…
Marsh se agachó a lado del cuerpo de uno de sus soldados caídos, tomando el rifle de éste. Jaló el seguro, dejó escapar el casquillo en la recamara, y apuntó el cañón hacia el cuerpo inerte de la UP, listo para llenarlo de agujeros de los pies a la cabeza.
Para ese punto, sin embargo, Francis se las había arreglado para ponerse de pie, haciendo un esfuerzo casi sobrehumano para que el dolor de su herida no lo contuviera. Y antes de que Marsh pudiera disparar, se lanzó en su contra, tacleándolo con el cuerpo entero, provocando que ambos cayeran al piso. El rifle se escapó de las manos del teniente, deslizándose por el suelo lejos de él. Francis se le colocó encima, intentando someterlo, pero se encontraba demasiado débil. Marsh le dio un codazo con fuerza a un costado de su cabeza para quitárselo de encima, y aún en el suelo extendió una pierna hacia el sargento, plantándole una fuerte patada justo en su costado herido.
Francis ni siquiera fue capaz de gritar por el dolor. Sólo se retorció en el suelo, agarrándose fuertemente el vientre, que comenzó a sangrar abundantemente una vez más. Marsh se paró de nuevo, y comenzó a patearlo repetidas veces con cizaña.
—¡Debiste haber aceptado mi propuesta desde el maldito inicio!, ¡alemán estúpido! —gritó Marsh entre pisotón y pisotón—. ¡Ahora muere como el insecto patético que eres…!
Luego de recibir varios golpes sin defenderse, Francis logró sujetar su pie justo antes de que lo volviera a tocar, y de un fuerte jalón lo derribó de espaldas. Luego se arrastró con rapidez hacia él antes de que pudiera incorporarse, dándole un fuerte puñetazo en la cara. Lamentablemente éste no fue tan fuerte como para dejarlo inconsciente, y Marsh no tardó en regresárselo.
Lucy apenas se había alejado unos pasos, cuando por mero reflejo se detuvo y centró su atención en Francis y en el otro hombre. Ambos comenzaron a forcejar en el suelo, pero era claro para ella quién tenía la desventaja.
Algo más captó su atención de pronto: un quejido ahogado, seguido un chillido:
—No, Lisa… por favor...
Lucy se giró a mirar a Cody, que seguía sentado en el suelo, con la ensangrentada Lisa entre sus brazos. Pareció totalmente ajeno a todo lo que había ocurrido a su alrededor los últimos minutos; desde la matanza que Gorrión Blanco había provocado, pasando por el desvanecimiento de ésta, hasta el combate que continuaba a unos cuantos metros de él. Todo lo que ocupaba su mente era el rostro moribundo de Lisa, pálido, con sus ojos nublados, y un hilo rojo de sangre que resbalaba de la comisura de su boca.
—Mírame, mírame, mi amor —insistía Cody con desesperación, mientras intentaba acomodar el cuello de Lisa para que lograra voltear su rostro hacia él, pero sin mucho éxito—. ¡Yo también te amo, Lisa! —gritó con voz desagarrada, en cuanto cayó en cuenta de que él no le había dicho lo mismo cuando ella se lo dijo en la sala de interrogatorios—. Te amo, te amo con todo mis ser… Por favor, resiste…
Lisa siguió sin reaccionar, y desde su posición Lucy tenía claro que no lo haría. Se apresuró entonces hacia su compañero.
—Cody, tenemos que irnos —insistió Lucy, tomando al muchacho de un brazo para jalarlo y obligarlo a pararse, pero éste no se movió—. Maldita sea, Cody… ¡hazme caso!
Él no la escuchó; seguía igual o más ensimismado y desconectado de todo lo que lo rodeaba.
De pronto, notó como los ojos llorosos de Lisa se movían. Fue apenas un poco, pero lo suficiente para que estos se fijaran en su rostro, y supo que lo estaba mirando.
—Lisa —pronunció Cody, esbozando una amplia y esperanzada sonrisa.
Ella abrió apenas un poco los labios para intentar decir algo, pero de ellos sólo brotó otro de esos dolorosos quejidos, que no lograron tomar la forma de ninguna palabra clara. Su mano derecha se alzó un poco, agitándose ligeramente en el aire, quizás en un vago intento de alcanzar el rostro de Cody. Una lágrima más se escapó de su ojo derecho, resbalando por su mejilla hasta precipitarse al suelo.
La mano que había alzado se dejó caer de golpe un instante después, y su cabeza quedó colgada hacia un lado, con su rostro inerte mirando hacia la nada. Los sonidos de dolor de su boca, los movimientos de su pecho mientras intentaba jalar aire con desesperación… todo se detuvo de un segundo a otro.
—¿Lisa? —masculló Cody, despacio. Volvió a intentar girar su rostro hacia él, pero aunque lo hiciera sus ojos ya no lo miraban; ya no miraban nada en lo absoluto—. No, no, no… —repitió varias veces, exasperado.
Lucy se quedó lívida a su lado, observando también el semblante apagado de la joven bioquímica. En ella no existió duda alguna.
—Cody —masculló despacio, su voz al límite del llanto—. Tenemos que irnos. Por favor, párate y…
—¡No! —gritó Cody de pronto con gran fuerza, incluso espantando tanto a Lucy y que se hizo rápidamente hacia atrás—. ¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡No!! —soltó con aún más desgarradora potencia al aire, mientras aferraba con todas sus fuerzas el cuerpo de Lisa contra él.
Y entonces, algo en su interior simplemente se rompió. Su mente, su ser, todo lo que era Cody Hobson simplemente se apagó, como se apaga la luz con un interruptor, dejando que la habitación sea gobernada únicamente por la oscuridad. Y eso mismo que se ocultaba en su interior, eso mismo que había sentido en el bosque que tomaba el control, surgió de nuevo de lo más profundo de su inconsciencia, y se apoderó enteramente de todo.
La diferencia es que en ese momento, similar a como le había ocurrido a Gorrión Blanco en aquel ataque de ira, Cody tampoco hizo absolutamente nada para detener que aquello, fuera lo que fuera, hiciera lo que le diera en gana…
—¡¡NOOOO!! —dejó escapar al aire, y su voz resonó con tanta potencia en el pasillo entero, que todos sintieron como incluso el suelo debajo de ellos se estremecía.
Marsh para ese momento tenía a Francis sometido en el suelo, con su puño alzado listo para propinarle otro más de una serie de golpes en la cara. Sin embargo, se detuvo en cuanto escuchó aquel grito, que asemejaba más a un extraño rugido chillantes, y el temblor de las paredes y el suelo a su alrededor. Se giró entonces en la dirección en donde yacían Cody y Lisa, sólo para ser testigo de algo que simplemente no fue capaz de comprender.
Las paredes, el techo y el piso comenzaron a tornarse opacos, como si los comenzara a cubrir una extraña capa de polvo o moho surgida de la nada. Largas grietas se abrieron de la nada en el concreto, y de estas aberturas comenzaron a surgir virutas oscuras como nieve negra, que comenzaron a cubrir poco a poco el aire. Sonidos extraños comenzaron a brotar también de las grietas; siseos chillantes, miles de ellos. Eran como cascabeles combinados con aullidos de animales, muy difíciles de describir.
—¿Qué es esto? —susurró Marsh azorado.
La respuesta inmediata que recibiría, sería aún más extraña y grotesca. Algo comenzó a abrirse paso por las grietas; algo grande, y eran decenas de ellas.
Marsh se puso de pie rápidamente, y retrocedió con aprensión. Francis, se intentó sentar, y contempló también tan bizarro escenario. Lucy se había alejado varios pasos de Cody, hasta quedar prácticamente en el umbral del pasillo.
Los tres miraron entonces con asombro como esas cosas salían de los agujeros de las paredes, y ocupaban rápidamente el espacio del pasillo. Eran alrededor de cinco, pero había más en las grietas esperando su turno para salir. Eran criaturas opacas, deformes, con muchas patas, cuerpos alargados, alas transparentes, y ojos grandes y negros… Parecían insectos gigantes, pero de formas que simplemente no parecían tener sentido; similares, quizás, a como un niño dibujaría torpemente a una polilla…
—Santo Cielo… —fue lo único que Lucy pudo pronunciar, atónita y aterrada ante lo que veían sus ojos.
Una de esas criaturas se paró con todas sus patas en el suelo, y se giró directo hacia Marsh. Fijó sus grandes y brillantes ojos redondos y negros en él, y entonces abrió lo que al parecer era algún tipo de boca, muy, muy grande, adornada con cientos de afilados colmillos como ganchos. Y dejó escapar un desgarrador chillido que perforó los oídos de los tres espectadores mudos.
Y un instante después, se lanzó volando con notable velocidad, directo como una flecha hacia donde Marsh se encontraba parado.
—¡¿Qué es esa co…?! —fue lo único que el teniente alcanzó a exclamar, antes de que aquella criatura atrapara su cabeza entera en el interior de su fauces, y la arrancara de tajo de su cuerpo. La sangre brotó con un chorro de su cuello cercenado, y su cuerpo no tardó en precipitarse al piso, inerte.
Lucy soltó un chillido agudo al ver tan horripilante escena. Su chillido fue seguido de otros cientos más que fueron brotando de las bocas de más de esas criaturas insectiles, similares al que había soltado el primero. Todas comenzaron a batir sus alas, a elevarse en el aire, y comenzar a abrirse paso, incluso atravesando puertas y paredes en el proceso.
Lucy se tiró al suelo, cubriéndose su cabeza con ambas manos. Las criaturas pasaron sobre ella, al parecer sin prestarle mayor atención, y siguieron de largo en su recorrido. Alzó su cabeza sólo un poco hacia atrás. Alcanzó a ver a Cody, fuertemente aferrado a Lisa, con su rostro pegado al pecho de ésta, totalmente inmóvil, e indiferente ante el despliegue de horror que revoloteaba a su alrededor.
Más criaturas iguales a las anteriores se abrían paso por las grietas, listas para invadir toda esa base. Lucy supo de inmediato lo que estaba presenciado: era una pesadilla, una pesadilla de Cody, materializándose en su mundo. La peor de todas…
No necesitó de más para ponerse de pie, y obligar a sus piernas a moverse y salir corriendo despavorida, sin ningún rumbo en específico. Los sonidos de las criaturas a sus espaldas, no tardaron en ser acompañados con el estruendo de algunos disparos a lo lejos.
FIN DEL CAPÍTULO 151
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"¡DESCUBRE el MAZDA DEPORTIVO con MOTOR ROTATIVO que LLEGARÁ en 2026! ¡NO puedes perdértelo!" - "Rumor: ¡El esperado deportivo Mazda con motor rotativo podría llegar en 2026! ¡Esto es muy emocionante, aunque algo lejano! 🏁 ¡Vamos! #Mazda #FutureCars En el mundo automotriz, hay noticias que hacen vibrar a los amantes de los coches y esta definitivamente es una de ellas. Los motores rotativos tienen algo especial, una especie de encanto que los fanáticos de los motores clásicos no pueden rechazar. Volver a ver uno en acción sería una maravilla y dan ganas de que ocurra pronto, pero lamentablemente tendremos que esperar varios años. Algo muy interesante a mencionar es que Mazda lleva varias décadas jugando con la idea de traer de vuelta los motores rotativos. Ha habido rumores sobre un sucesor del RX-8 desde que salió de producción en 2012 y hasta han mencionado que un RX-9 puede estar en marcha. Ahora, al parecer, finalmente estamos viendo los primeros signos concretos de un coche con motor rotativo en el horizonte. Sin embargo, hay quienes argumentan que un motor rotativo simplemente no es práctico en la actualidad. Ahí es donde quiero avivar un poco la conversación con algo de controversia: ¿No sería maravilloso sacar a relucir la experiencia de manejo nostálgica y única que un motor rotativo puede ofrecer? ¿Por qué Mazda tiene que seguir las reglas? ¿Por qué no pueden simplemente fabricar un coche para los verdaderos amantes de los coches sin tener que preocuparse por la 'practicidad'? Aparte, si hay algo que nos ha enseñado la historia del automovilismo es que los coches que desafían las convenciones y se atreven a ser diferentes suelen ser los más recordados y los más valorados. ¡Sólo pregunta al DeLorean! Y Mazda tiene una larga tradición de ser diferente, entonces ¿por qué parar ahora? Quizás lo más desafiente sería que el motor rotativo de Mazda cumpla con las leyes de consumo y emisiones. El Mazda RX-8 de 2004, por ejemplo, fue criticado por sus malos números de mpg, a pesar de su increíble desempeño en la carretera y su diseño único. Pero ¿qué tal si se combinara con la tecnología híbrida o eléctrica? Eso podría suplir el consumo de combustible y las emisiones al mismo tiempo que proporciona la nostalgia y la diversión del motor rotativo. ¡Yo diría que eso sería muy emocionante! Bueno, eso es todo por ahora, amigos. Por supuesto, esto es sólo una especulación en este punto, pero estoy cruzando los dedos para que en el futuro veamos un Mazda con motor rotativo que nos haga recordar los buenos tiempos. ¡Nos vemos en el camino! #ZoomZoom" Nota: Este caótico thrill de emoción es lo que crea debate en nuestra tan amada comunidad del automóvil. ¿Qué opinan ustedes? ¿Es práctico un motor rotativo en 2026 o es Mazda simplemente un soñador?
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no le sorprende escuchar a veera hablar así, el halago que va destinado a los seres acuáticos que poco han estado en la mente del menor en el pasado. ahora y por su culpa, le tiene fascinado por esa supuesta sonrisa que crean los orificios, tan fácil de mimetizar sin percatarse, que teme que sean sus pétalos los que se vean risueños para siempre. o, al menos, en presencia de él. ‘ está pasándoselo súper bien ’ suelta, entretenido por esos pequeños detalles que, seguro, recordará. ‘ qué fiasco de peces, veera, si ni sabemos nadar ’ lo suelta en toque gracioso, entretenido, pero vaya que sabe bien a qué se refiere el escocés.
poco espera que, al dirigir los iris hacia foráneos, los hallaría ya posados sobre sí y que procedería a darle una bienvenida tan nerviosa, que le derrite el alma. las comisuras toman un cincelado ladino, ¿veera está siendo ultra consciente de su presencia? no lo asume, en realidad, poco pensamiento está cruzando su mente. lo único que reconoce es la sensación efervescente que le atonta; le hace sentir confianza, le anima a cruzar cada línea que él le de permiso. cómo le gusta al surcoreano sentirse así, consciente de que no todos los nervios son negativos.
mientras él habla, ivan alterna con cuidado su posición para ponerse de costado. deja que el codo sirva de soporte al erguirse un poquito, y la palma sostiene la mitad de su rostro. desde ahí, tiene una mejor visión de las facciones, y los iris, sin quererlo, insisten en conectar con impropios. como su anatomía, quizá. o como el corazón que late desbocado. está seguro de que ni en un millón de años, lograría hallar las palabras para describirlo. así que, como si estuviera imantado, las yemas se dedican a reordenar las hebras del otro flequillo castaño. poco a poco. lo que escucha le deja pensativo, aprieta pétalos en un simple pero alargado hmm de consideración.
no se sentiría raro, le dice. pero, ¿cómo es la normalidad entre los dos?
quizá, está un poco presente en la forma en la que desliza la palma entre las hebras del mayor, tan cuidadosamente que le provoca sensación de escalofrío al mero contacto. ¿no es sí mismo el que está demasiado consciente de él?
‘ ¿el viaje? bien, mandu está más lindo que nunca … y rechoncho, creo que lo están consintiendo demasiado ’ aprieta los labios con algo de gracia, mientras deja que los decibelios bajen en pos de la intimidad compartida. ‘ lo que más hice fue estar con mis amigues, ya superaron la fase de odiarme por dejar sinclair and thorne ’ está exagerando, como elles, la suave risita que deja salir ha de ser el principal síntoma. ahora, la palma se desplaza hacia la mejilla, donde va ofreciéndole caricias suaves, acordes a su tono de voz y expresión serena. ‘ todes piensan que eres demasiado lindo ’ chasquea la lengua porque finge que le pesa. para nada. cuando les habló de él, escuchó una serie de consejos (algunos mejores que otros) a los que ahora, no hace más que hacer oídos sordos. ‘ ¿y tú? ¿cómo estuvieron las cosas en casa? ’
en lo que toca las yemas se posan en la mandíbula foránea, va dejando caricias con el pulgar allá donde roza: en lo blando de su mejilla, en las proximidades a las comisuras, en el inicio del cuello. y baja, termina descendiendo un poco más hasta la clavícula. ‘ oye ’ murmura. veera, que no había dejado de darle pedazos de su honestidad, merecía un poco de la suya. ‘ ¿quieres saber por qué no me incomodó? ’ como veera temía en un inicio. los dígitos cambian de rumbo, se posan en las palmas que juguetean sobre el abdomen foráneo y traza el dorso de dicha mano, lento, delicado al buscar sumarse al movimiento de los otros dedos, entrelazándose y perdiéndose, una y otra vez. se inclina un poco, la corriente interna le traiciona al incendiar los pómulos. le da algo de vergüenza, así que susurra: ‘ me siento conectado a ti de una forma ... que ¿no sé? no puedo explicar ’
La mano libre del agarre todavía sostiene el folleto, admirándolo y no precisamente por la información detallada de las exposiciones. El conflicto de guardarlo y que sea arrugado inevitablemente en uno de sus bolsillos le hace sopesar qué hacer con él. Decantándose por el método con el que cree que mejor podría cuidarlo, decide plegar el papel a la mitad y meterlo con cuidado dentro de su billetera. Esta regresa al fondo de uno de sus bolsillos y su mano busca la de su amigo, prácticamente por inercia. Como en su núcleo supiera que estaría listo para cogerle de nuevo.
"¿Tu fuente principal siempre es tiktok?" Intenta fastidiarlo, suavecito y empujando su hombro contra el ajeno, lo que resultaba un poco irónico porque él también había dado con lugares asombrosos en esa aplicación.
Más tarde, el nuevo espacio en el que ingresan se siente extraído de un auténtico sueño. Veera echa la cabeza hacia atrás con maravilla, girando de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, ojos barriendo las paredes en silenciosa estupefacción mientras animales parecían flotar encima de sus cabezas. La suave danza de luces azules creaba un filtro de tonalidades frías les trasportara hasta el océano— si ese ha sido el propósito de los diseñadores, tendría que felicitarlos. Al mismo tiempo, sus pies siguen los de Ivan hasta que ya no hay dedos que lo guían. Sólo entonces se detiene y mira hacia abajo, con el otro adelantándose a reclamar un asiento. El escocés no tarda en hacer lo mismo cuando se acomoda de rodillas a su lado.
"Son preciosas... ¿No te parece como si sonrieran también?" Murmura con las comisuras de sus labios hacia arriba mientras uno de sus dedos señala en la dirección de la que había llamado su atención. ¡Los orificios que asemejaban un auténtico rostro feliz! "No pienses en el cristal, déjate llevar por la magia del momento... Ahora, no somos Jinhwan y Veera, sino dos peces en el fondo del mar," va dejando caer su cuerpo hacia atrás. Primero un codo, luego el otro, y eventualmente su espalda tocando la textura acolchada del cojín. Sin embargo, a los pocos segundos sus ojos vuelan al perfil contrario. Tiene los ojos cerrados y una respiración leve que sube y baja su pecho a ritmo lento. Mira las mejillas, el perfil de la nariz, la curvatura de los labios que podrían aventurarse hacia los suyos en la promesa de su próxima elección. Desmenuza cada retazo de aquella imagen con una curiosidad que crece y se extiende en oleadas de cosquilleos sobre su piel. Piel que ha tocado Ivan, piel que no ha tocado también.
Sin embargo, como atraído por sus propios pensamientos, giran hacia él y lo dejan sintiéndolo al descubierto, cual cervatillo que ha sido atrapado por las luces altas de un auto cortando la tranquilidad de la noche. Sin darse cuenta, Ivan le obliga a apartar la vista, con las manos jugueteando sobre su abdomen, dedos que se pellizcan y tironean en el proceso.
"Mnh, eso," mordisquea el interior de la mejilla. "En primer lugar, no estás saliendo con nadie," pestañea rápido. Al menos eso cree, seguro Ivan le habría informado de lo contrario. "En segundo lugar, tienes experiencia, muy importante porque— no tendría mucho sentido si no lo tuvieras, ¿cierto?" Una risita espontánea y nerviosa le interrumpe. "Por último—" le mira por el rabillo del ojo tanteando la posibilidad de una expresión favorecedora. "Creo que— eres el único con el que no me sentiría raro."
Si pudiera elaborar mejor en el último punto, agregaría lo mucho que le fascina escucharlo hablar, verlo sonreír, tocar canciones, hablar de conejos, consentirlo— ¡Oh, dios! ¡Podría haberse vuelto adicto a su atención sin siquiera darse cuenta! Pero nada de eso se escuchaba lógico y la mente le chirría en un torbellino de pensamientos nerviosos que todavía le cuesta ordenar. Así que: next!
"¡Y-Y qué hiciste en tu viaje! Cuéntamelo todo, todavía no hemos podido ponernos al día con el otro."
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ARENA Y METAL
→ Seth x Diosa!OC [Habibah]
✦ Sinopsis: Hathor genera su primer descendiente y Seth es el último en enterarse.
✦ Palabras: 5.2k
✦ Advertencias: Incesto / Smut + Asfixia erótica.
✦ English Version: Sand and Metal
—¿Qué le sucede a Hathor?
Los presentes voltearon ante la nueva voz, y algunos rostros mostraron desagrado al ver quién era el nuevo integrante de la habitación. Seth alzó una ceja por las reacciones, mientras Sekhmet sonreía ampliamente, dispuesta a dar respuestas.
—Al parecer, su hija está causando problemas —rió con malicia.
—¿Desde cuándo ella tiene descendientes? ¿Quién de ustedes fue? —preguntó, ligeramente agresivo por la confusión.
—Ninguno —suspiró Maat, cruzando los brazos—. Hace tiempo tuvo una aventura y...
Seth hizo un sonido que manifestaba su opinión sobre lo idiota que era por caer en embarazo, y luego los observó con desconfianza, preguntándose si esto había sido un secreto que habían guardado solo para él.
—¿Qué hizo para que Hathor corriera por los pasillos entre sollozos?
—Nació con la belleza propia de su madre. Le gusta bailar y viaja con un grupo a distintas ciudades para dar espectáculos, pero su rostro está llamando bastante la atención —explicó Bastet.
—¿En serio, el problema es que tiene muchos pretendientes? —burló con un bufido.
—Va más allá de eso; algunos son divinidades que están comenzando a pelear y a generar caos —dijo Maat, marcando la importancia del asunto—. Pedimos que Hathor pusiera orden y exigiera que su hija actuara acorde a su título de diosa, pero...
—¿Diosa? ¿Su hija ascendió? —preguntó con menos simpatía.
—Es la Diosa de las Piedras Preciosas y Metales. Todo lo que usamos fue confeccionado por ella —dijo Thoth, señalando el impresionante collar que lo adornaba.
Isis sonrió con burla, pero Seth desechó la situación como una pérdida de tiempo y abandonó el lugar, dirigiéndose a su templo. Al llegar, contrariamente a lo que había dicho, ordenó a sus sirvientes más leales que buscaran a la joven que cautivaba a todos. Sin embargo, la información llegó varios meses después y, para entonces, cualquier interés había desaparecido.
Aún así, Hathor no dudó en enfrentarlo cuando se enteró de que él sabía que su preciada hija vendría a la ciudad. Nerviosa y alterada, no ayudó en absoluto que el hombre evitara minimizarla.
—¡No te metas con mi bebé! ¡Me encargaré de los pretendientes, eliminaré cada rastro de afecto y nada sucederá! —gruñó, frunciendo el ceño.
—¿Ahora decides actuar? Batallas y conflictos se han originado por su culpa, y ese es mi territorio.
—¡Ella es la víctima, no la responsabilices! Si le haces algo…
—¿Qué? —Seth enarcó una ceja, sonriendo desafiante—. ¿Crees que puedes enfrentarte a mí?
Hathor se puso bordó y la pupila de sus violáceos ojos se volvieron verticales, el aura que la rodeaba siendo sumamente amenazante.
—Haré lo que sea necesario para acabar contigo si te metes con ella, no me importa si debo cambiar los sentimientos de cada ser viviente para que la protejan y vayan contra ti —aseguró, mientras chispas surgían de la punta de sus dedos. Luego dio la vuelta y salió del salón.
—¿Desde cuándo se atreve a hablarme así? —murmuró molesto, golpeando con las uñas el trono que ocupaba.
Eligiendo ir sin importar las circunstancias, indicó que prepararan ropa menos llamativa y que cubriera bien su cabello rojo para pasar desapercibido. Se envolvió en lino y partió al anochecer hacia la zona indicada, donde frunció el ceño al ver la gran cantidad de gente que ya ocupaba los lugares delanteros.
—Señor, venga por aquí —avisó una joven con fina joyería y amplia sonrisa.
—No me toques —gruñó al sentir que lo sostenía del brazo.
—Por favor, tengo instrucciones de la intérprete principal para llevarlo a la primera fila —explicó sin perder la gracia.
Seth entrecerró los ojos y avanzó, notando que varios mortales vestidos como ella organizaban a los espectadores. Mujeres y hombres lo observaron pasar, preguntándose quién era para evitar quedarse atrás. Al detenerse, lo colocaron en un área con almohadones a pocos metros del escenario desmontable.
Con la puesta del sol, las antorchas fueron encendidas y los músicos se acomodaron en sus bancos, comentando en voz baja entre sí. Pasó un tiempo antes de que el espectáculo comenzara y, al cabo de un rato, un hombre finalmente dio la bienvenida y anunció el inicio de la interpretación. Los primeros en salir fueron un grupo mixto que danzaba en parejas o pequeños conjuntos, antes de romper formación para interactuar con los presentes. Seth admiró la presentación, preguntándose dónde habían encontrado a tanta gente hermosa y talentosa, mientras el público reía y aplaudía al contagioso buen ánimo de los artistas.
Los minutos fluyeron en una actividad diferente para él, el acto final arribando y levantándose una tela que reveló varias siluetas femeninas que acapararon toda la atención. Un ritmo diferente empezó a sonar, y el paño fue soltado por los hombres que se sostenían en escaleras. Nueve mujeres mostraron sus espaldas, con una destacándose en la punta de la formación en V. Poco a poco giraron, y finalmente apareció el rostro de la chica que Seth había venido a conocer, su boca quedando entreabierta en asombro.
Con una sonrisa confiada y seductora, y labios rojos como rubíes, la diosa levantó los párpados y reveló irises de un púrpura oscuro, con largas pestañas heredadas de su madre. Caminó lentamente mientras las demás mujeres se dispersaban por el escenario. En sincronía, comenzaron su coreografía con una actitud increíble. Cristales y cuentas doradas se entrelazaban y volaban al girar, las decoraciones brillando tanto como ella, mientras quitaba el aliento de todos los presentes.
Los rojos ojos de Seth siguieron cada movimiento, admirando las curvas que se ondulaban con picardía y lo ignoraron hasta que decidió aproximarse a la zona privilegiada. Se agachó con aire depredador y avanzó al borde del tablón apoyándose en manos y rodillas. La gente gritaba emocionada mientras ella mantenía el contacto visual, en un punto levantándose y meneando despacio las caderas. Recorrió sus piernas, muslos, cintura y cuello en un espectáculo sumamente sensual, antes de dar media vuelta y llamar a uno de los hombres que danzaban cerca.
La euforia se desató ante lo que podría suceder, con Seth apretando los dientes y observando casi sin pestañear mientras ella colocaba ambas manos en los hombros del masculino y comenzaba a rozarlo. Él la sostuvo y la hizo girar, reconociendo sus intenciones, y acarició el expuesto vientre, manteniendo una mirada desafiante hacia el dios. En ese punto, gracias al calor de las grandes antorchas y el baile, ella brillaba en leve sudor y poseía las mejillas sonrosadas como bellos granates.
—Te esperaré —indicó, la voz perdiéndose entre la música y el bullicio.
Seth entendió lo dicho por el movimiento de labios y observó cómo tiraba una pulsera a sus pies. Algunos intentaron estirarse para recogerla, pero él la cubrió con una mano y los miró con tal severidad que retrocedieron.
Una vez que el evento terminó decidió esperar alguna señal, de golpe el accesorio comenzando a calentarse y enseñar cierta fuerza que lo impulsaba a seguir una dirección. Se dejó guiar a través de un par de calles concurridas hasta doblar en un callejón, donde la mujer lo esperaba apoyada contra una pared, mirándose las uñas.
—Supe de tu existencia hace poco, a diferencia del resto —explicó con cierta recriminación.
—Es entendible. Según me dijeron, tu ánimo es bastante volátil y agresivo —dijo, encogiendo los hombros como si no le importara demasiado—. ¿A qué se debe tu visita? —inclinó la cabeza, acortando la distancia, pero pronto se vio incapacitada al arena envolver sus piernas.
—Como Dios de la Guerra y el Desierto, he venido a encargarme de los problemas que generas con tus conquistas.
Ella desvió la mirada y rodó los ojos en silencio, lo que llevó a Seth a emitir un sonido de advertencia que la instó a hablar.
—¿Tienes algún lugar más privado?
Seth consideró la pregunta entrecerrando los ojos, antes de tomarla del brazo y desaparecer en un torbellino.
—Esto es… —dudó al ver lo que la rodeaba.
—Mi templo —terminó la frase mientras se despojaba del lino innecesario, el colorado cabello quedando libre y adornándole los hombros.
—Wow —exclamó tocando suavemente un mechón—. Podría crear tantas cosas para realzar este color, es tan bello…
Seth la tomó alto por la muñeca en señal de advertencia, permitiendo que ella sonriera y le lamiera la mano sin desviar la mirada.
—Cuidado o te cortaré la lengua.
Bufando, se liberó del agarre y le dio la espalda, avanzando con elegancia hacia las enormes escaleras que llevaban a la edificación principal. Las joyas y hilos de gemas que colgaban de ella resonaban armónicamente en cada paso, brillando intensamente al acercarse a las antorchas.
—Es enorme, no me importaría pasar algunas semanas aquí —rió traviesa rozando una de las paredes.
Seth la seguía a una distancia prudente, sus pupilas distinguiendo cada movimiento y admirando todo lo que era. Desde que la vio por primera vez, una necesidad de origen desconocido crecía sin frenos en él, y ciertamente resultaba frustrante.
—¿Acaso ofrecí que te quedaras?
—¿No quieres? Soy buena compañía —volteó, retrocediendo de espaldas—. ¿Por qué crees que quienes me conocen pelean por tenerme? —guiñó un ojo.
—Sexo.
—Si fuera solo eso, ¿por qué no se olvidan de mí cuando me voy? ¿Qué los hace apegarse tanto? —aminoró la velocidad para quedar cerca—. Hoy mismo lo has visto, el público se excita al verme… Incluso tú.
Seth apretó los dientes en descontento, y ella sacó la lengua en burla.
—¿Tienes el permiso de tu madre para relacionarte con dioses?
—Hace siglos que no necesito su aprobación —rió—. Hoy le dije que intentaría evitar causar caos. Quién sabe, tal vez acercarme al Dios de la Guerra sea la solución.
—Serás más un dolor que placer.
La frase hizo que ella carcajeara antes de fingir una profunda reflexión.
—¿Tienes músicos? Tal vez un baile privado te cambie de opinión.
—Primero debemos resolver ciertas cuestiones —dijo indiferente, pero ella sabía bien que con un empujón caería—. ¿Cuál es tu nombre?
—Te lo diré dependiendo de lo que decidas luego de mi danza.
Él apretó la mandíbula, detestando la ligereza con la que hablaba y el brillo malicioso en sus ojos. La sonrisa permanente le ponía los nervios de punta, haciéndola lucir como si estuviera en control de la situación.
—¿Por qué vives como nómada haciendo espectáculos?
—Mortales o inmortales, cada ser nace con una familia a la que puede apreciar, o no. Mi madre es una de las mejores cosas que me han sucedido y siempre estará en mi corazón, pero el resto realmente no importa mucho. Conocí a personas con intereses compartidos, con quienes disfruto pasar los días. Confían en mí y yo confío en ellos, así que los escogí —explicó, un nuevo aire rodeándola—. No abandonaré esa caravana, no cuando todos los que aprecio tienen fecha de caducidad.
—Tienes sentimientos poco propios de una divinidad.
—¿Qué es un dios sin humanidad? Si no entiendes a la gente que debes proteger, representar y servir, ¿cómo puedes ser un soberano empático y respetable? —preguntó con pura seriedad en los ojos—. Sé que nunca reinaré Egipto, pero eso no me hace indiferente a quienes me rezan.
—Por cómo hablas, no me quedan dudas de que eres cercana a Osiris e Isis.
—Bien pensado, ambos participaron mucho en mi crianza —respondió, cruzando los brazos y poniendo peso en una cadera.
—Como sea —imitó su postura, observándola de arriba a abajo—. ¿Eres incapaz de ordenar a tus amantes que dejen de pelear por ti?
—La mayoría ni siquiera ha podido tocarme un pelo; solo luchan por el mero deseo de hacerlo. He intervenido, pero quien realmente debería ponerse a trabajar aquí es Nephthys y fomentar la paz.
—No cuestiono eso. Deberían haber recurrido a ella desde el principio.
—Es tu hermana. Si no actúa, podrías pedírselo.
—¿Quién crees que soy, un mensajero? —enarcó una ceja.
—Vaya —suspiró, inclinando la cabeza—. ¿Entonces qué, nos acostamos y dejamos que el rumor corra para asustar a los dioses?
—Realmente eres insistente. ¿Tanto me deseas? —chasqueó la lengua, sonriendo socarrón.
La pregunta arrancó un ruido seco de la chica, quien se acercó.
—No voy a negar que eres sumamente atractivo, pero desde antes de que asistieras al espectáculo sabía que esta noche tenías ganas de pasarla bien. Si no me acompañas, iré a buscar a alguien más que me complazca.
Seth inspiró y le sostuvo la mirada, su corazón acelerándose y debiendo contenerse de desviar la vista por como parecía acercarlo al abismo.
—Creo que ofreciste bailar para cambiar mi opinión, ¿o no?
—Al fin pasamos a lo importante —dijo complacida, retrocediendo un poco—. Guíame hacia tus músicos.
Inmediatamente tomó la delantera y le hizo esperar mientras ingresaba a una habitación. Desde el exterior, ella escuchó cómo hombres y mujeres lo saludaban apresurados, acatando sus órdenes y generando algunas notas accidentales mientras se movían. Una considerable fila de personas salió y la miró, ella sonriendo y disfrutando al ver cómo varios dejaban caer la mandíbula en sorpresa.
—¿Con qué se distraen? —preguntó Seth desde el fondo, su voz haciendo que todos abandonaran la estupefacción y aceleraran el paso.
—Si decides no tener sexo conmigo, me alegra saber que no tendré que buscar lejos.
Él le lanzó una mirada de reojo, apretó los dientes y luego sacudió el cabello hacia atrás.
—Vamos.
Caminaron con calma, y Seth entró primero en una enorme habitación donde un inmenso colchón reposaba casi a nivel del suelo. Postes con enormes cortinas estaban dispuestos para cubrir la cama del exterior, mientras cuatro sirvientas encendían incienso y preparaban alcohol.
—Suelten las telas laterales.
Otro pequeño grupo se apresuró a cumplir, liberando los nudos y dejando solo un sector descubierto.
—Interesante —comentó la diosa, dando algunos pasos por el ambiente.
Los músicos llevaron sus instrumentos y se acomodaron en lugares donde los gruesos paños los cubrieran, dejando claro la intención de solo observar a la invitada.
—Prepárate como desees —dijo Seth, haciendo un gesto indiferente antes de dirigirse a la cama y recostarse contra una gran montaña de almohadas.
Dos mujeres se acercaron con copas doradas llenas de vino, que ambos aceptaron antes de que el dueño del templo ordenara que se retiraran.
Mientras bebía con calma, la femenina se acercó a los músicos para discutir que deseaba. Ellos siguieron cada indicación e intercambiaron opiniones hasta llegar a un acuerdo. Satisfecha con el resultado, se colocó a varios metros del lecho, justo frente a la sección abierta.
—¿Listo? —preguntó.
—¿Tú lo estás? —respondió ella, enarcando una ceja mientras el incienso comenzaba a llenar el ambiente.
Guiñando un ojo, vació su copa de un solo trago y la levantó en el aire. Al recibir la señal, los artistas comenzaron a tocar mientras ella le daba la espalda, manteniendo el brazo extendido sobre su cabeza.
Meciendo despacio las caderas, el oro que sostenía empezó a derretirse y cambiar de forma. Chorreó por su brazo, formando primero una pequeña cabeza y luego un alargado cuerpo, la serpiente recién nacida enrollándose y descendiendo hasta posarse en su cuello. Con ambas manos sobre esta sensible zona, giró lentamente y sonrió con los ojos cerrados, dejándose llevar por el sonido. Acarició las clavículas y los hombros antes de extender los brazos, mientras el ficticio animal se movía por su pecho y la rodeaba. De repente, un trozo de lino cayó, revelando un seno.
Como si nada hubiera sucedido, continuó con su danza, el metal acariciando y abrazando cada parte de su cuerpo en el descenso. Sus decoradas muñecas y dedos rozaban la piel y creaban movimientos perfectos en el aire, fascinando a los presentes, quienes contuvieron el aliento cuando la serpiente llegó a la prenda que cubría su mayor intimidad.
Sin importarle nada, ella giró y colocó ambas manos en la zona posterior de sus piernas, levantando cuidadosamente un poco del paño. El reptil ató una de sus palmas al muslo para evitar que la retirara, aprovechando la oportunidad para deslizarse bajo la falda.
Un murmullo se escuchó desde el lado izquierdo y la femenina volvió la vista sobre el hombro para observar cómo Seth no despegaba la mirada, aunque una de sus cejas se contrajo involuntariamente al comentario que ella no llegó a descifrar. Con una sonrisa, lanzó la cabeza hacia atrás y s dobló el cuerpo hasta el punto de casi poder verlo, sus dedos libres acariciando desde el vientre hasta el seno expuesto, apretándolo con deleite.
La cola del animal la liberó de a poco y ella giró para mostrar como ésta emergía por el frente y empezaba a subir, así arrastrando la tela hasta el borde de revelar su entrepierna. De todos modos, no daría tal panorama e hizo que ligeramente cambiara de dirección y fuera de una forma donde no enseñara de más. Rotó sobre un pie, preparándose para el inminente golpe de tambor, y en ese instante cayó de rodillas con las manos extendidas y todo el cabello desparramado hacia adelante.
Lentamente fue irguiéndose y los músicos apreciaron los movimientos para acomodar el ritmo, al sentarse separando las piernas y acomodándose entre ellas. Conectó miradas y sintió cómo el rojo de los iris contrarios ardía, lo que le provocó una sonrisa antes de volver el rostro para observar a una de las mujeres que previamente había llamado su atención. Era bonita y toda una tentación si Seth decidía dejarla ir, y en menos de un segundo pensó en qué decirle para seducirla, hasta que la voz del dios resonó.
Todos salieron del trance y detuvieron sus acciones, los músicos apresurándose a recoger los instrumentos y abandonar la habitación. En unos minutos, quedaron a solas, y la mujer se acercó al pie de la cama, inclinando la cabeza con curiosidad.
—¿No te gustó la presentación?
Seth respiró hondo y bebió hasta la última gota de vino, descartando la copa fuera de la cama con un fuerte sonido. Se acomodó mejor y movió el dedo índice en un gesto que indicaba que se acercara. Ella sonrió y dio unos pasos en la cama antes de ponerse en cuatro, gateando hacia él hasta quedar encima. La serpiente, erguida con curiosidad, avanzó sobre el cuerpo del pelirrojo mientras ellos se observaban.
—Fue irrespetuoso que observaras a otra persona cuando debías convencerme a mí.
—¿Por eso cortaste el baile? Solo analizaba la mejor opción si decidías pasar de tal increíble oportunidad —justificó antes de acercarse más, dejando sus rostros a pocos centímetros—. ¿Cuál es tu respuesta?
Manteniendo silencio unos momentos, colocó la mano derecha en su cabeza para cerrar la distancia. Sus labios se encontraron y se enredaron rápidamente, los del masculino sintiéndose increíblemente suaves mezclados con el aroma del vino que habían bebido.
—Cuando decidiste conocerme, ¿habías planeado esto? —preguntó al separarse, él acariciándole la parte baja de la espalda.
—Eres la primera descendiente de Hathor y ella te había ocultado celosamente de mí. Solo fue curiosidad —respondió—. ¿Y tú? ¿Por qué me diste la pulsera?
—¿No es obvio? Me atrajiste desde el momento en que te vi. Definitivamente quería que compartiéramos la cama.
Seth esbozó una pequeña sonrisa de costado y le pasó el cabello hacia atrás, las líneas de gemas entrelazadas brillando en su mano mientras lo recogía.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó, deslumbrado aún más por su increíble aspecto desde cerca.
Ella sonrió e inclinó la cabeza hacia una de las cortinas, como si estuviera decidiendo si debía revelar la información. Finalmente, se volvió y besó la palma que reposaba en su mejilla.
—Habibah, que significa “aquella que es amada” —confesó, con una mirada que denotaba complicidad.
—Tu madre realmente sabía lo que hacía, porque es lo que todos parecen sentir al conocerte.
—¿Incluso el Dios de la Guerra y el Desierto?
—No soy como los demás. ¿Crees que podrás hacer lo mismo conmigo? —dijo con un toque de desafío, pero sonando más como una invitación a continuar lo que habían comenzado.
Aceptando el reto y todo lo que implicada, lo besó introduciendo la lengua y Seth tensó el agarre para enseguida tomarla de la cintura. Acarició la caliente piel y luego empujó hacia abajo, de esa forma ambas entrepiernas encontrándose y ella logrando sentir la erección. Con ninguna duda empezó a mover las caderas y el masculino soltó un pequeño suspiro complacido, sus dedos aventurándose a sostenerla del trasero.
Habibah pasó una mano entre los mechones rojos y descendió lentamente, recorriendo el pecho hasta centrarse en uno de los pezones. Seth apretó los dientes, deshizo el prendedor de la tela superior, y comenzó a acariciar lo que estaba a su alcance, ordenando que ella se acostara.
Sin cuestionar, movió algunas almohadas y se recostó contra el mullido colchón, observando cómo la serpiente se enrollaba en el brazo del hombre como un perfecto y hermoso accesorio. Él apenas tomó conciencia del oro y se enfocó en devolver las atenciones, Habibah cerrando e inspirando profundo cuando arribó a sus senos con los labios. Le acarició hombros y espalda, apenas arañando mientras lo sentía arder como el desierto bajo el sol y se concentraba en consumir cada cosa que tocaba.
El incienso comenzaba a hacer efecto, aligerando sus mentes y abriendo paso a un deseo intenso que los impulsaba a sostenerse con urgencia. Ambas caderas se buscaban frenéticamente hasta que jadeaban contra el otro en besos entrecortados, con piernas y brazos entrelazados en una conexión sin principio ni fin. Ambas caderas se buscaban frenéticamente hasta el punto de que jadeaban contra el otro en besos rotos, piernas y brazos entrelazándose en una conexión sin inicio o fin.
Habibah filtró una mano entre ambos y buscó con gran necesidad la erección, a la cual atendió con hábiles movimientos hasta que levantó la tela que tapaba su intimidad. Seth puso distancia y se apoyó en las rodillas deshaciendo la escasa vestidura y dejándola a un lado antes de encargarse de ella. Completamente desnudos y adornados solo con joyas, la femenina se acomodó mientras él la tomaba de las piernas y la arrastraba sobre sus muslos. El movimiento arrancó una pequeño sonido sorprendido de Habibah y él le miró expectante en el proceso de acariciarle la cara exterior de las piernas.
—Hazlo —animó ella, rozándole el estómago con una mano.
Seth apretó el agarre, dejando marcas momentáneas antes de soltarla y tomar su erección. Con un solo movimiento, introdujo la cabeza y luego empujó a buen ritmo hasta el fondo. Ambos gimieron, y la femenina inclinó la cabeza hacia atrás con una gran sonrisa, su espalda despegándose del colchón mientras tiraba de las sábanas.
—Sí que estás húmeda —gruñó, con los pómulos enrojecidos por la satisfacción.
—L-Lo dices como si fuera algo extraño. ¿Acaso las mujeres no se excitan contigo?
Ella tembló de emoción y placer cuando una mirada roja y afilada emergió entre los cabellos ardientes. La sensación de intenso cosquilleo la hizo reír divertida, hasta que casi gritó cuando él comenzó a embestir con fuerza. Quedó sin aliento y trató de recomponerse entre sonidos de puro impacto, el calor y el placer expandiéndose como olas desde el centro a cada rincón de su cuerpo.
—No deberías competir con el Dios de la Guerra —dijo, mostrando una expresión orgullosa.
—No me importa perder —respondió sinceramente, aunque sabía que eso solo avivaría más la llama.
Seth entrecerró los ojos y pronto recuperó la compostura, con falsa calma colocando ambas manos en el colchón mientras ella rodeaba sus caderas con las piernas. Ondeó las caderas sintiendo el falo pesar y el masculino reanudó el movimiento con gran potencia después de un siseo. Habibah lo atrajo hacia ella desde la nuca para besarlo, temblando al sentir cómo la lengua ingresaba y tomaba el control. Las embestidas eran constantes, con una resistencia propia de una persona que batalló incontables veces para defender Egipto.
Con ojos llorosos, admiró al hombre que se movía sobre ella y le apartó los mechones con ganas de verlo mejor, en ese instante notando los aros que se movían violentos al compás de su dueño.
—Te haré unos más lindos —dijo, rozando la fina y rectangular placa de oro.
—¿Cómo puedes pensar en eso en medio del sexo?
—Tal vez deberías esforzarte —presionó, notando cómo el ambiente cambiaba en un parpadeo.
La habitación cayó en silencio, y la piel de Habibah se erizó al darse cuenta de que había cometido un error.
—Date la vuelta —ordenó mientras salía de ella, aunque no esperó a que se moviera y la agarró del brazo empezando a acomodarla.
Cualquier duda desapareció cuando perdió nuevamente la capacidad de respirar, al sentir a Seth penetrándola de golpe y sosteniéndola del cuello con una fuerza considerable. Quedó como pez fuera del agua e intentó agarrarle la muñeca, pero la arena hizo que dejara las manos pegadas a la cama.
—Tal actitud con alguien que ha nacido mucho antes que tú es muy inadecuado —gruñó, con sus abdominales tensos y cambiando gradualmente el ángulo para rozar el punto que la volvería loca—. Hablar menos y aprender te haría mucho bien.
Involuntariamente, los ojos de Habibah se pusieron en blanco cuando él encontró el área más sensible, las piernas queriendo ceder pero sin poder hacerlo gracias a la fuerza con la que la sostenía.
—Se… th… —llamó, al tiempo que sus músculos se sacudían de una forma que nunca antes había experimentado.
—¿Hm? —preguntó, dejando de cortar la circulación de sangre.
Un poco de conciencia regresó a la femenina e intentó pedir un respiro por como estaba reaccionando a las perfectas administraciones. Sin embargo, Seth intensificó su empeño, impidiendo que pudiera hablar.
Maldiciendo internamente, dejó caer la cabeza mientras humedad escurría por los muslos, manchando ligeramente las sábanas. Seth la sostuvo de las caderas para mayor estabilidad, y le enrolló arena en el cuello, la picazón intensificando el efecto del placer y la estrangulación. Cualquier grito y gemido quedó ahogado o salió cortado, algunos jadeos logrando abandonarla mientras él respiraba pesado y ocasionalmente gruñía en profunda satisfacción.
Luchando por tragar y adorando el desafío, Habibah se concentró brevemente y puso en movimiento a la serpiente. Las caderas del dios perdieron ritmo, y ella miró sobre su hombro cómo la dorada criatura se mantenía firme alrededor de la garganta del pelirrojo.
—D-Dos… —trató de decir, y a propósito él aflojó las grava—. Dos pueden jugar… este juego —sonrió orgullosa, aunque pronto rodó los ojos y se apoyó en ambos codos.
Él respiró con dificultad, el metal sin ceder ni un poco y aumentando sus propias sensaciones.
—Sabía que serías un dolor si t-te traía al templo —gruñó con el ceño fruncido.
Habibah intentó reír, pero un sonido extraño escapó mientras veía cómo el orgasmo comenzaba a formarse.
—Pero tam… también te doy... placer —defendió, sintiendo los pulmones arder y forzando el oro para que sufriera lo mismo que ella.
Una queja desesperada y frustrada emergió del hombre, quien notó cómo la constricción enviaba ondas eléctricas a su erección. Apretó la mandíbula y echó la cabeza hacia atrás, con nueva urgencia arremetiendo contra ella para provocar el éxtasis que empezaba a asomar como una explosión.
Ambos parecían haber perdido el control de sus conciencias y cuerpos mientras se movían, abrumados por la necesidad de liberarse del placer que los consumía. Estaban al borde del desmayo, permitiendo breves momentos de calma en los cuellos antes de regresar rápidamente a la privación.
Los espasmos de Habibah se intensificaron, alcanzando un clímax que abrió un nuevo mundo de goce. Las piernas temblaban incontrolables, emitiendo sonidos lascivos mientras la humedad aumentaba considerablemente con la liberación. El exceso era tal que Seth no pudo soportar la presión de esas paredes, y el estímulo lo llevó al límite, culminando dentro de ella. Tembló y gimió en voz alta, dando las últimas estocadas con cierta dificultad hasta que la estimulación se volvió abrumadora y se detuvo.
Tanto el metal como la arena se aflojaron y los dos respiraron acelerado y pesado, con parpados bajos dejándose caer en el colchón y apreciando la comodidad. Habibah, boca abajo, giró lentamente para mirar al hombre, que tenía un brazo cruzado sobre la frente mientras se estabilizaba. Él lucía igual o incluso más hermoso que antes, con un perfil envidiable y un color de ojos y cabello que amaría destacar con varias creaciones.
—Eso estuvo bien —suspiró la joven mientras levantaba los brazos y se estiraba.
Seth le observó y sin saberlo hizo lo mismo que ella, en silencio admirando la belleza que con un solo vistazo logró capturarlo. Conversaron un poco y decidieron que esa sería la única ronda, aunque sus bocas no se salvaron de enredarse con algunos roces extras hasta que se rindieron al sueño.
Cuando el sol estaba en lo alto, el dios entreabrió los ojos y somnoliento tardó unos minutos en tomar conciencia de su entorno. Las esencias florales llenaban el aire, y ninguna era familiar, así que miró a su alrededor notando la ausencia de Habibah. Frunció el ceño y se sentó, dispuesto a levantarse para averiguar si ella se había ido, pero entonces escuchó un ruido en la habitación y, con cautela, corrió las cortinas.
De espaldas a la ventana, la diosa se miraba en el espejo mientras aplicaba un tipo de aceite a su rostro. El cabello lo tenía mojado y tirado hacia atrás, el sol que entraba y la iluminaba dándole de lleno para exitosamente eliminar la humedad con rapidez. Se hallaba visiblemente concentrada y no tomó conciencia de que Seth despertó hasta que sus descalzos pies hicieron leve ruido en el suelo.
—Buenos días —sonrió Habibah mientras se aplicaba perfume.
—Veo que encontraste los baños.
—Sí, después del espectáculo y nuestro enredo, necesitaba asearme.
—Aún tengo la pulsera que me lanzaste.
—Es tuya —dijo, mirando el objeto—. Con ella, si algún día estás aburrido y me extrañas, podrás encontrarme donde sea que esté y repetir lo de anoche —guiñó un ojo con aire pícaro.
Seth chasqueó la lengua y observó el accesorio, sintiendo cómo se le retorcía el estómago. Las piedras brillaban tanto como ella al sol.
—Lo tendré en cuenta.
—Aún así, deberás estar preparado para cuando mi madre te vea usando algo mío —advirtió, estirando el cuello para observar las marcas que él había dejado.
—No podrá hacer mucho —restó importancia, colocando una mano en su cadera—. ¿Te irás a la caravana?
—Sí, debo avisar que estoy bien y lista para la presentación de esta noche.
—¿Cuánto tiempo permanecerán en la ciudad?
—Hasta la próxima luna llena.
Guardaron silencio por un momento, y Seth cruzó los brazos, mirando hacia la ventana y el claro cielo.
—Quédate.
—¿Cómo? —Habibah alzó ambas cejas, admirando su cincelado rostro.
—Durante la noche, no duermas en la caravana. Ven aquí.
—¿Todos los días? —preguntó, sorprendida.
Seth asintió, y ella pestañeó consternada antes de asentir rápidamente.
—Me encantaría, gracias.
—Iré a bañarme. Haz lo que desees en el templo.
—¿Los problemas están incluidos? —inquirió con malicia, y él inclinó la cabeza.
—No.
—Pero…
—En caso contrario, te castigaré.
—De alguna forma, eso suena muy prometedor. Tal vez deberías darme una lección —rió, divertida y seductora.
—Recién me levanto —dijo entre un bostezo, con el rezago de la noche anterior aún presente—. Nos vemos después.
—Por supuesto, te despediré antes de irme.
Mientras veía su espalda, Habibah abandonó cualquier fachada y sonrió con astucia, sabiendo que el hombre estaba cayendo por ella. No era diferente a cualquier otro humano o divinidad, pero sin duda Seth era el que realmente deseaba y al que le daría todo si se rendía a sus pies.
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He trasnochado tantas veces, mirando esa mancha en el techo hecha por la humedad, escuchando el tiktak del reloj, escuchando el profundo silencio de la noche.
Estoy acostada en varios sofás, de varios recuerdos, los pensamientos no me dejan dormir, igual no he tenido sueño en horas y me siento más despierta que nunca. Siento cansancio, pero eso no es algo nuevo, aún habiendo dormido mi cuerpo pesa varios kilos más, como si llevará 15 kilos a la espalda, tampoco es un problema, "el tiempo lo cura todo", ¿no? Me levanto del sofá, camino por la habitación hacia la ventana, tengo calor, abro la ventana despacio y noto el aire frío, se está agusto fuera. Tengo hambre, mi cuerpo consume mucha energía sin dormir, voy a la nevera cruzando los dedos, a veces hay comida, hay veces que no hay nada, por suerte cojo lo más azucarado que hay. Me siento en una silla de la cocina, haciendo tiempo, viendo los minutos pasar, que minutos tan eternos, son unos traidores, cuando quiero que pase más lento se hacen súper cortos, evitan la libertad, disfrutan torturandome y haciendo que me desespere. Pero siempre parezco tranquila, sufriendo en el silencio más tranquilo que puedan ver, ¿para qué mostrarme a mundanos humanos? Una sonrisa falsa siempre queda bien para los ignorantes, ahora que lo pienso, ¿cuándo podré ser libre?¿Cuándo dejaré de ser falsa y ser de verdad?¿Cuánto tiempo tendré que esperar? Siento agua correr por mis cachetes, no puedo parar de llorar, pero no se porqué, no sé si es el sufrimiento que me acompaña desde que tengo memoria o las ganas que tengo de librarme de este cuerpo, no sé cuántas veces he cogido un cuchillo y lo he puesto en mi cuello, temblando, sintiéndome la peor persona del mundo al ser tan egoísta, cortándome los brazos o las piernas para calmar mi dolor mental, ¡ese dolor es tan jodidamente inhumano! Solo quiero librarme de él. Mientras pensaba caminaba por el salón, siempre hay pastillas de cualquier cosa por ahí, si tomo unas cuantas lo más seguro es que me desmaye y deje de sentir un par de horas, es una buena idea, pero más de cinco se vuelve adicción. Todavía quedan dos horas para salir el sol, esa brillante estrella que hace que quiera clavarme algo en los ojos... mmm no puedo dejar de pensar en cosas malas, sangrientas, y no le puedo hablar de esto a nadie, tampoco se que pasaría si lo supieran, tal vez me ayudarían. No creo que merezca la pena, revelar nada por tan poco, igual no quiero vivir mucho, hasta los veinte estaría bien, es apenas cuando empieza la vida, viendola tan vacía y sin vida me dan menos ganas de vivir, pero hice una promesa con ella, aunque solo haya sido una alucinación, son tan reales. Suspiro con desgana, viendo los cristales empañados por el contraste de frío y calor. Quiero ver la nieve otra vez, blanca, fría y con esa sensación como si te quemaras la piel, perfecta, pero no va a nevar apenas empezando noviembre. Mirando a la calle me preguntaba de cuántos metros hay que saltar para morir del impacto, me golpee ambos lados de la cara y dije en voz baja "¡así no hay que pensar ********!". Camino hasta el sofá, me acuesto mirando al techo, tapo con mi brazo mis ojos deseando dormir un rato y descansar de mi, no me soporto más. "Dormir, dormir, dormir, dormir, dormir, por favor duermete". En qué más puedo pensar para aguantar los minutos... mmm... La gente habla mucho de amor, yo no se lo que es eso, se lo qué es el falso amor, pero algo que se sienta real, qué sea real... más de diez años existiendo y nunca he visto el amor, ¿no es gracioso? Una sonrisa vacía me sale de la nada. Tampoco creo que lo llegue a ver, sentirlo me da un poco igual, tampoco es algo tan bueno, ¿verdad? Suspiro por segunda vez, quiero estampar mi cara contra esa pared, hasta que sangre, que actitud de mierda tengo últimamente, supongo que empeorará con los años. Lo que daría por sentirme bien un mes entero, te vendo mi alma y mi cuerpo, Satán, total yo no los quiero.
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Relato
Un día muy estresante en la oficina mi único consuelo es el poder verte, desde la mañana cruzando la calle al escuchar el carro subir, veo ese mallon negro que marca tus piernas a la perfección, cada detalle, finura, cada línea, cada musculo resalta y hacen que castigue mis labios para calmar mis ansias de verte embobado como cualquiera lo haría. Pero no puedo, no debo, pero me atrae tanto tu manera de hablar, de ser, de pensar. En la oficina lo de siempre, pero esta vez tuvimos que quedarnos a terminar cosas. Todos a las 6 se fueron, sin excepción, y la presión estaba sobre nosotros, imprimir y encarpetar, solo eso faltaba. Estas por terminar lo ultimo para poder plotear y doblar, estamos tensos, pero terminamos, como siempre los mejores. No me gusta verte preocupada, te acaricio el pelo y rasco tu cabeza con mis dos manos y noto como bajas tus hombros, señal de victoria para mis manos. Sigo y te molestas, no te dejo terminar y ya quieres irte, pero no puedo, cada que cierro mis manos para rascarte también jalo un poco tu pelo y me enloquece tener ese cabello tan largo entre mis dedos, el sentir como relajas tu cuerpo, como alojas los brazos y las piernas, como dejas que tu cuello se deje llevar por el movimiento de mis manos. Me encanta tocarte, sentir tu piel siempre cálida, como si tu sangre fuera más rápido que la el resto, tu piel siempre esta cálida. Bajo mis manos por tu cuello y te masajeo los hombros, de los hombros al cuello, del cuello a los hombros, de los hombros al pecho, a lo hombros, al cuello, a tu cabeza y jalo un poco tu cabello. Terminas el plano que faltaba, sacas la memoria, te levantas y apagas tu maquina, y yo te veo frente a mi, como tu blusa queda arriba de tu cintura por estar sentada mucho tiempo, es algo que siempre me encanta ver cuando caminas, tus bonitas pompis, pero esta vez, lo veo con mejor definición, y si con tu pantalón negro se ven preciosas, con el mallón es un deleite, un gozo y la lotería, poder ver ese trasero en forma de durazno, como si tuvieras tacones permanentes, es muy bello, muy sexy, me encanta verte caminar, ver tus piernas contonearse junto a tus caderas, como se marca una pompi cuando das un paso y asi sucesivamente. Por eso te dejo pasar, aunque vamos a mi lugar. Me encanta verte caminar, bajarte y subirte del carro, verte sentada con tu rectutid de espalda como si tuvieras una camisa de fuerza, y se nota. Llegamos, solo falta lo mio y nos podemos ir, libres, ahora la preción está en mi porque no nos iremos hasta que plote, y doble ese plano. Lo empiezo a editar y siento como tus manos tan suaves se entrelazan en mis cabellos lisos, pasan como si metieras las manos al agua, se resvala, pero entre tus dedos y el exceso e cabello jalas poco a poco, lo haces repetidas veces, y se me escapa un gemido. Porque? No lo se, porque hace un momento te admiraba las pompis con ese mallon tan revelador. Sigo trabajando como si no hubiera pasado, estas apunto e quitar tus manos y te sostengo de la muñeca, te pido que no pares, y sin mucha insistencia lo vuelves a hacer, lo sabes, me gusta, y no solo me gusta, me eloquece. Vas cerrando tus dedos poco a poco mientras paseas tus manos como en una pequeña tina con agua, jalas mas y mas fuerte, y mis ojos se desconectan de mi cerebro y no veo lo que hago, me preguntas si lo voy a mandar a tamaño carta, y regreso en mi, me fui por unos segundos, sigo mientras no dejas de jugar y jalar, y al mandar a imprimir, te pido que me jales fuerte, muy fuerte, lo haces una, dos, tres veces, y me mueves de lado a lado, me preguntas si me gustó, y entiendo que piensas que era broma, pero te pido que lo hagas de nuevo, sigo sin voltear, no se como reaccionaras, solo espero unos segundos y siento tu mano en mi cuello, en mi oreja, ahí esta, la segunda mano, de nuevo en mi cabello, jalando muy fuerte y muy pegado a mi cabeza. Se me sale un gemido muy fuerte y te ries, de nervios, lo se, se que esta mal, que lo tomamos de juego pero sabemos que pasa, que queremos.
Me levanto por el plano pero me ganas a llegar al ploter. Te veo de nuevo, agachada por el plano, y no lo resisto, mi cabeza esta tan agitada por los jalones que, sin pensarlo, solo lo sentí, mi cuerpo reaccionó a un deseo despertado por mis hormonas liberadas al jalar fuerte mi cabello, Tomo el tuyo y lo jalo, pero al estar agachada pierdes un poco el equilibrio y tu nalguitas se pegan a mi, mientras sigo jalándote el cabello. Fue un despertar instantáneo, casi una erupción, mi miembro se endurece como si lo único que le faltara era entrar en contacto con algo para tener una erección, y el destino coincidió que fueran tus pompis, de inmediato, estando muy juntitos, pudiste sentir como poco a poco mi pene se endurecía en tus nalgas, nos quedamos paralizados, yo no sabía que hacer, solo sabía que estaba sintiendo muy rico, que era lo que había deseado desde tiempo atrás, que lo había soñado muchas veces, mi cabeza recordó todas esas fantasías, esas fotos tuyas, esos días que solo iba a oler tu perfume para animarme, y tuve una increíble erección, y como instinto, lo endurecía y lo ponía flojo, lo hice muchas veces, sentía mucho placer, un pequeño gemido, casi como un suspiro, salió e ti, y lo único que se me ocurrió fue tomarte de la cintura y levantarte, te recargo en el escritorio junto al ploter, y muevo mi cadera mientras con mi mano en tu cintura jalo tu cuerpo hacia el mío, mi otra mano se encarga de tu cabello, lo enrollo poco a poco en mi mano y lo jalo con fuerza. Veo tu rostro, unos ojitos cerrados, tu rostro chapeado, y el climax, mordiéndote los labios, tus labios que tanto me excitan, que quiero que recorran mi cuerpo, cada centímetro, cada línea de expresión, cada rincón, quiero tapizar mi cuerpo con tus labios. Lo sé, tenía miedo que fuera un error, que viera una expresión de sufrimiento o de incomodidad, pero esos labios no me mienten, sienten como yo, como mi cuerpo, los dos reaccionamos ante este momento.
Mis manos están como locas, tu rostro excitado prendió esa chispa que necesitaba, fue la detonación, el ruido que empieza la avalancha. Te beso el cuello mientras poco a poco, mi mano sobre tu cintura empieza a avanzar poco a poco por tu espalda, tus caderas, y toco aquel tesoro que solo imaginaba en sueños, en fantasías, pero lo hago por debajo de la ropa, meto mi mano y puedo sentir tu piel, incluso esquive tus cacheteros, aprieto la pompi mas perfecta, intento agarrar lo mas que se pueda y la aprieto un poco, y siento como se abre un pequeño espacio entre ellas, y aun con pantalón, siento como mi mientro esta entre ellas mientras mi boca saborea las delicias de tus orejas, mientras tu cerebro escucha mi agitada respiración, mi gadeo, mejor dicho. mi aliento es caliente, mordisqueo tu oreja, jaloneo tu cabello pero también bajo a tu cuello, tu espalda, mis manos están desatadas, te volteas con una gran fuerza y me besas, un beso por mucho esperado y deseado, un beso con mucha pasión, mucha fuerza, mucha chispa sueltan nuestros labios al besarnos, y tus manos me atacan, un ataque del cual no estaba preparado, no había planeado mi reacción al sentirte sobre mi como lo estoy yo de ti. Siento como sin perder tiempo tomas mi cabello, fuerte y firme, instantáneo, sin juegos porque esta vez sabemos lo que queremos, sentirnos, disfrutarnos. Mientras nos besamos mis manos juegan en tus caderas, vuelven a tus pompis, suben por tu espalda y en una acción digna de un ninja desabrocho tu bra, Fue un segundo, el segundo mas largo de toda mi vida, un segundo en el cual un trillón de cosas pasaron por nuestras cabezas, un segundo en el cual todas las hormonas se congelaron, nos vimos a los ojos, y sabíamos que era un punto de no retorno, y continuamos. Te quito la blusa junto lo que queda de tu bra, y te veo, te admiro, mis pupilas se dilatan, mis manos sudan, mi corazón pierde el sentido del ritmo, y me avalanzo sobre ti, te beso sin cesar, por el cuello, el pecho, los labios, las orejas, tus bubis, tus pezones, los muerdo, los succiono, mis manos sin rumbo jalan tu cuerpo mientras la otra masajea tu otra bubi, me encantan, como se levantan poco a poco en mi boca, se endurecen, y mi mordida es un poco mas fuerte, siento el botonsito de tu pezón entre mis labios y mi lengua lo masajea, primero solo tu botón, depsues todo el pezón, despues todo lo que puedo de tu bubi, y paso a la suigiente
Estoy muy exitado, pero me percato depsues de unos minutos pensano que estoy cumpliendo mi fantasía de tenerte, que eres tu la que me tiene, jalándome el cabello tu mano me lleva de bubi a bubi en repetidas ocaciones, me aplastas cuando succiono lo mas que puedo contra tu pecho, y me jalas fuerte y enérgica para no dejar atrás la otra. Siento como de mi pene gotea un poco, tomo tu mano y lo pongo sobre mi pantalón, aprieto tu mano para sentir rico, sigues haciéndolo por tu cuenta, y eso reacciona que me ponga aun mas loco, te volteo de nuevo, bajo tu mallón hasta tus rodillas, y con un deseo extremo, tan extremo que mis manos tiemblan, me es difícil desabrochar mi pantalón, asi que solo lo bajo con todo y bóxer dejando al aire mi miembro, duro, húmedo, deseoso de participar en la fiesta. No te quito el cachetero, aún, froto mi pene entre tus piernas al mismo tiempo que mis manos masajean tus bubis, beso tu espalda, tu cuello, tus caderas, muerdo tus orejas, tus hombros, te deseo tanto, mi piel y tu piel, juntos, rosandose, humedeciéndose con cada rose de mi pene con tu cachetero, te escucho gemir mas y mas fuert, un gemido mas contundente que esperaba con ansias, porque mientras mas rápido sea el ritmo de ese gemido significa que voy por buen camino. Te beso el cuello de nuevo y bajo por su espalda, en caída libre, derecho a un solo destino, entre tus pompis. Bajo poco a poco y al llegar al limite de tu piel con tu panty, lo muerdo y poco a poco lo bajo, y frente a mi, como exclusiva ante mis ojos, poco a poco veo como se descrubre tu hermosa vagina, ni la luz pudo verla antes, mis ojos fueron los primeros, asi que, al admirar la belleza de tus labios, de tu clítoris, y ver como tu panty estaba un poco humeda, y al retirar un poco mi cara veo como pequeños rastros de camino de gotitas en tus pompis.
Te pregunto si puedo hacerlo, pero no me salen las palabras de la boca, mi garganta se seca al querer pronunciar sexo oral, pero siento de nuevo tu mano firme y fuerte sobre mi cabello empujar mi cara hacia ti, y entiendo, tengo autorziación. Mi lengua recorre tus labios dentro y fuera, primero te ayudo a limpiar lo humeda que estas, pero conforme mi lengua recorre toda esa zona se va humedeciendo mas, entonces voy directo a la fuente, meto mi lengua en tu vagina y siento tu interior, húmedo pero caliente, palpitante, mi lengua siente como se abre paso poco a poco dentro de ti, como al entrar siento mas humedad en mis labios. Separo tus pompis, lado a lado, para que mi lengua pueda entrar mas profundo, la muevo de arriba abajo, de lado a lado, y la hago como cuchara como si bebiera agua de un plato. Te escucho gemir tanto que como por sexto sentido, encuentro tu cabello hecho trensa de la pura intercia de mi fuerza, y lo jalo fuerte, haciéndote levantar la mirada y gemir aun más, me levantas con fuerza del cabello pero al no desabrocharme el pantalón, caego al suelo. Me ves, en el piso con mi pene erecto, y yo te admiro, desnuda con fuego en la mirada, estaba por levantarme al recibir la señal de mi cerebro de necesitar mas de ti, de querer mas, de saciarme de ti, pero me impides levantarme, quedas sobre mi y me besas el cuello y bajas por mi abdoumen, intento agarrar tu cabello para que no te estorbe pero con una mano, agarras mis dos muñecas y las juntas, dejándome inmóvil, es algo muy exitante, sigues bajando hasta llegar a mi miembro, lo ves, con tu otra mano lo agarras firme, y lo besas, primero un beso tierno, despues un beso ingles, y despues un beso de lengua, pero solo tu lengua era la involucrada, metes completa la cabeza en tu boca y aprietas con tus labios, tus manos con fuerza aprietan todo, mis muñecas y el tronco de mi mientro, siento esa gran fuerza mientras tu lengua me hace retorcer en el piso al lamer por completo mi frenillo, me pones eufórico, pero me dejo llevar, me dejo consentir, esos labios tan pronunciados y sexys que deseaba tanto poder sentir en mi cuerpo estaban en mi pene. Siento como un poco de liquido me sale, y tengo un pequeño susto al pensar que no te agradaría pero no le tomas importancia, lo lames y sigues asi un poco.
Sacas un condon de tu bolsa y me lo pones, con una bonita y tierna delicadeza, acomodándote el cabello, mirándome a los ojos, conectándonos con cada caricia. Lo pones hasta abajo, te das la vuelta, y pones tu vagina sobre mi pene, estando acostados, en nuestra oficina, la oficina que al día suigiente iríamos y trabajaríamos de nuevo. Mueves tus caderas un poco mientras bajas lentamente, siento como la punta de mi pene tiene contacto con tus labios, y empieza a sentirte húmedo, siento la primera presión por entrar, poco a poco, lento, va briendose paso, la sensación de tu vagina, su humedad, como penetra despacio, a tu ritmo, siento poco a poco como tus pompis se van encontrando con mi abdomen, y al sentarte en el, sueltas un gemido de mucho placer, pero placer comodo, placer mas que de exitación es de tranquilidad, de comodidad, sentimos el uno al otro. Despues de ese pequeño momento, mueves tus caderas mientras jalo tu cabello, siento como entra y sale mi pene, como rosa tus labios y un pequeño botón que va poniéndose un poco mas durito, consistente. Levanto mi tronco para poder besar tu espalda, tu cuello, que mis manos alcancen tus senos, y también puedan pasajear tu clítoris mientras mueves tus caderas. No puedo dejar de jadear, de decir tu nombre una y otra vez, de decirte que es increíble la sensación, siento tu humedad en mi abdomen, como aumenta el sonido de tus pompis con mi abdomen por esa hermosa humedad nuestra, combinada con nuestro sudor y nuestro pudor. Nos ponemos de pie, me quito por completo el pantalón y tu el mallón y las botas, nos besamos y nos recorremos el cuerpo uno al otro, cada quien elige la parte que mas le gusta del cuerpo del otro y nos concentramos ahí, yo en tus pompis y piernas, tu en mi cabello y jugueteando por todo mi cuerpo.
Te volteo de nuevo, es mi fantasía, me preguntas si tanto me gusta así y es claro, me encanta tenerte asi en esa posición, porque tengo el control total de tus caderas y de tu cabello, y me encanta. Con mis dos manos jalo tu cabello al mismo tiempo que te penetro, el ritmo es una orquesta entre el sonido de mi abdomen chocando con tus pompis, tus gemidos cada que entra mi miembro, mis gemidos incontrolables al ver tu espalda, tu cuerpo desnudo frente ami, mis piernas tiemblan pero no puedo parar, no quiero, estoy apunto de llegar, jalo mas tu cabello y tu rostro me queda como al principio e esta historia, puedo observarte ahora con tus ojitos abiertos, tu boquita cerrada, y te beso mientras la electricidad mas satisfactoria del universo recorre mi cuerpo molecula por molecula, y justo al besarte, siento como rápido mi semen va a salir, trato de contenerme un poco y siento como tus caderas se ponen muy duras, casi inmovibles, y dejo ir todo, estando dentro de ti eyaculo y tengo el mejor orgasmo. Me quedo un poco asi, saco mi pene y me aseguro que el condon no se salga, y retiro. Te beso la mejilla y en los labios, nos ponemos frente a frente y nos abrazamos, soltano una cargajada muy bonita, al saber que por fin cumplimos una fantasía.
Lo comparto porque sí me gustó 🤭 Si quieren entretenerse un poco esta madrugada.
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Clases de Seducción, parte 24: Hornitos
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22, Parte 23.
Rubén despertó cuando estaban llegando a Hornitos. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de Felipe, y al levantar la mirada, vio que su pololo también estaba durmiendo.
—Por eso, si quieres podemos ir juntos algún día —alcanzó a escuchar Rubén, que decía Marco.
—Ya po —aceptó Catalina con su voz dulce, sonriendo encantada.
—¿Ir a dónde? —preguntó adormecido Rubén.
—Al Museo de las Ruinas de Huanchaca —respondió Catalina—. Dice Marco que le gusta ir regularmente.
—¿Tú al museo?, ¿y desde cuándo? —a Rubén se le quitó de inmediato el sueño al escuchar eso.
—Desde siempre po Rubencio, ¿acaso eres el único que puede ser inteligente aquí? —respondió ofendido Marco.
—No soy inteligente, pero me refería a…
—Sí lo eres —intervino la voz ronca de Felipe.
Rubén se volteó a mirar a su pololo, que seguía con los ojos cerrados, pero sonreía, como si supiera que lo estaba mirando, y olvidó por completo lo que estaban conversando. Se volvió a apoyar en el hombro de Felipe y éste levantó la cabeza para besarlo en la frente.
—Oye, devuélvenos al Rubencio, inmundo animal. Estábamos conversando —le gritó bromeando Marco, y Felipe le mostró amablemente su dedo medio.
—Pipe, por favor, hay una dama —lo regañó Roberto, que mantenía las dos manos en el volante, y se enteraba de lo que pasaba mirando intermitentemente por el retrovisor.
—Perdón, Catalina —se disculpó Felipe, más monótono que nunca.
—No te preocupes, no me molesta —respondió Catalina—. No asuman que por ser mujer me va a molestar que hagan esas cosas.
—¿Escuchaste conchetumare? —le dijo Marco a Roberto, provocando las risas de todos.
Un par de minutos después llegaron a Hornitos, y siguiendo las indicaciones de Ingrid, lograron dar con la casa donde se alojarían.
Era una bonita casa blanca de dos pisos, pequeña, pero acogedora. Roberto estacionó el jeep en la vereda, ya que el auto de Ingrid estaba guardado ya dentro del pequeño estacionamiento de la casa.
Las muchachas salieron a saludar, sonrientes y luciendo sus mejores atuendos veraniegos. Detrás de ellas, con las manos en los bolsillos, salió Sebastian, que sonreía tímidamente.
Rubén se bajó del jeep y saludó a Anita e Ingrid con un fuerte abrazo. Al tener que saludar a Daniela, se detuvo por un momento, como esperando la reacción de ella.
Pensó que por lo que le había contado Sebastian, no estaría muy contenta de verlo, pero Daniela lo saludó sonriendo, y le dio un abrazo y un beso en la mejilla.
—¡Qué rico verte! —le dijo ella, pasando sus manos por la espalda de Rubén.
—¡Si!, tanto tiempo sin vernos —respondió él, un tanto aturdido por el sorpresivo recibimiento.
“¿Cómo puede ser tan cínica?”, pensó.
Rubén se quedó mirándola mientras ella saludaba a Felipe, cruzando sus brazos alrededor del cuello del muchacho, y dejando que éste la levantara abrazándola por la cintura.
—¿Por qué esa cara? —le preguntó Sebastian, trayéndolo de vuelta al mundo real.
Rubén sonrió, y dejó ir toda tensión concentrada en su frente.
—¿Por qué tan solo? —contrapreguntó Rubén, notando que su amigo había permanecido atrás cuando salieron las chicas.
—¿Por qué le contaste a mi vieja que eres gay? —disparó Sebastian, enfriándole la sangre a Rubén.
—Disculpa, se me salió —Rubén bajó la mirada, extrañamente avergonzado, aunque sabía que no tenía por qué sentirse así—. Después me di cuenta que quizás la pude haber cagado. ¿Te dijo algo?
—Me preguntó si sabía que eras “huequito”, y que por qué no te había ayudado a enderezarte —Sebastian levantó las cejas en señal de decepción, y Rubén sintió cierta pena al saber los comentarios de la mamá de Sebastian con respecto a él—. Mi viejo me dijo que no debería seguir viéndote, ahora que sabemos que eres… bueno, eso en resumen.
Rubén miró a Sebastian y sintió como si la opinión de los padres afectaba más a su amigo que a él mismo.
—¿Tu mamá no te dijo nada más?, ¿ningún detalle de cómo fue la conversación? —Rubén quería saber si le había dicho que estaba pololeando.
Sebastian negó con la cabeza.
—La verdad no quise ahondar en el tema, así que me paré y me fui a mi pieza —explicó su amigo.
—Bueno, como sea, tenemos que conversar muchas cosas.
—¿Sobre qué? —Sebastian estaba confundido.
—¿Cómo que sobre qué? Sobre ti, sobre mi, sobre nosotros —respondió Rubén, abriendo los ojos ampliamente por el entusiasmo.
Sebastian comenzó a sonreir lentamente, y Rubén notó que se le iluminó la mirada.
La interacción de los dos amigos se vio interrumpida por Marco y Roberto, que se acercaron a saludar a Sebastian, quien los saludó con un entusiasmo que hace tiempo no le veía. Luego se acercó Catalina, y Rubén los presentó.
Su amiga fue bastante cortés y disimulada pensó Rubén, sabiendo que, al menos por lo que él le había contado, quizás no tenía una muy buena opinión de Sebastian.
Finalmente cuando se acercó Felipe a saludar, puso su brazo alrededor de los hombros de Rubén, y le extendió la otra mano a Sebastian.
—¿Cómo estay? —le preguntó con seriedad, a modo de saludo.
—Bien, ¿y tu? —respondió Sebastian, con su amabilidad característica.
—Bien —respondió Felipe secamente.
Si bien Felipe era cortante y serio para hablar, a Rubén le pareció que lo estaba siendo un poco más con Sebastian.
—Bienvenido al grupo —agregó con seriedad.
—Gracias —Sebastian sonrió tímidamente.
A Rubén le pareció que su amigo se sentía intimidado por Felipe, algo muy raro en él, que por lo general manejaba una confianza característica.
—¡Oye ya po, suelta al pobre Rube un rato! —le dijo Roberto a Felipe mientras se acercaba para saludar a Sebastian—, si no porque estén pololeando van a tener que estar pegados todo el día.
—Cállate hueón —respondió Felipe, con una sonrisa socarrona. Le dio un beso en la sien a Rubén y se fue a molestar a Roberto.
Rubén se quedó a solas con Sebastian, y notó que su amigo bajó la mirada.
—¿Están pololeando? —quiso confirmar lo que había escuchado, intentando sonar lo más casual posible.
—Si, de hecho quería contártelo, pero con más detalles —Rubén se rió nervioso, como si lo hubiesen pillado en una mentira.
—Te felicito, Rube —Sebastian lo miró a los ojos por un breve segundo al decir eso, y luego desvió la mirada.
—Gracias.
Sebastian se acercó y le dio un abrazo a Rubén, y le acarició el cabello por largos segundos.
—¿Qué se siente estar pololeando por primera vez? —le preguntó Sebastian al separarse de Rubén.
—No sé, es raro —respondió Rubén, notando que tras el abrazo su amigo se veía más compuesto.
—Estoy orgulloso de ti.
—¿Y por qué? —Rubén se rió por las palabras de su amigo.
—Porque si, porque encuentro que eres súper valiente. Te atreves a ser feliz —respondió Sebastian, con una sonrisa.
—Gracias Seba. Ojalá tú te atrevieras también a ser feliz —Rubén esperó alguna reacción de su amigo a sus palabras.
Sebastian simplemente se rió.
—Lo intento cada día, amigo —Sebastian le indicó con la cabeza que entraran—, de verdad que sí.
—Más tarde hablemos sobre eso, ¿te parece?
—Como tu quieras Rube —respondió su amigo, exagerando un poco su actitud despreocupada—, tenemos todo el día para conversar.
Adentro los demás chicos se estaban distribuyendo las habitaciones: Ingrid y Anita se quedarían en la habitación matrimonial, que no era muy grande, pero tenía una cama de dos plazas. En las otras dos habitaciones, con dos camas de plaza y media cada una, se repartirían el resto: Rubén, Felipe, Roberto y Marco en una, y Sebastian, Daniela, Macarena y Catalina en la otra.
Luego de decidir eso rápidamente, de pusieron a organizar las provisiones. Ingrid guardaba la comida en los estantes de la cocina, Roberto metía la carne en el refrigerador, y Marco lavaba los platos y servicios de la casa para poder usarlos después. Catalina estaba sentada a su lado, en el mesón de la cocina, escuchando su historia de cómo había sido el goleador en un campeonato inter escolar de fútbol.
—No le creas, Cata —le dijo Daniela, interviniendo en la historia—. Fue el goleador solo porque el Pipe se lesionó ese año y no pudo terminar el campeonato. Aun así, solo lo superó por un gol.
—Gracias por tu aporte, que nadie pidió, Dani —le respondió Marco tirándole agua con la esponja.
—De nada, es un gusto ayudar.
Los dos rieron con complicidad, mientras Catalina los miraba entretenida.
—Igual fui el goleador, para que sepas —concluyó Marco, para asegurarse que Catalina no perdiera el punto de la conversación.
—No le creas nada de lo que dice —le dijo Rubén a su amiga, acercándose al lugar donde estaban.
Rubén sentía que estaba siendo un pésimo amigo y anfitrión, ya que no estaba acompañando mucho a Catalina frente a un grupo de completos extraños para ella. Se sentó junto a ella en el mesón de la cocina.
—Rubén, silencio —le respondió Marco—, esta es una conversación de adultos.
—Todo porque tú eres el más viejo —Rubén le dijo con acidez.
—Por supuesto —aceptó Marco—, lo que me da derecho a mandarte a acostar.
—Oye el Rube no es tan pendejo —intervino Catalina, riéndose—, de hecho, yo soy menor que él.
—Hazte el lindo ahora —le enrostró Rubén, riendo.
—No importa Cata, tú puedes hacer lo que quieras —retrucó con coquetería Marco, cerrando la llave del agua, se dio la media vuelta y fue a hablar con Felipe.
Rubén y Catalina quedaron solos por unos segundos, sentados en el mesón de la cocina.
—¿Cómo te has sentido?, ¿te agradan? —le preguntó Rubén, preocupado por la comodidad de su amiga.
—Bien, me agradan todos —respondió ella con su suave voz—, incluso Sebastian —agregó en un susurro, con una risita—. Tu amigo Marco me hace mucho reir.
—Cuidado con él —le advirtió—. No es mala persona, pero es súper poncio.
—Ay, Rube, si sé. Tonta no soy —Catalina soltó una risita—. Se nota que es ultra mujeriego, pero me cae bien. Oye a propósito, ¿qué haces aquí conmigo?
—¿Qué tiene? —Rubén no entendía a qué se refería Catalina.
—¿Cómo que qué tiene?, tienes un pololo recién estrenado y lo dejas botado por venir a hablar conmigo —respondió ella—, ¡anda a estar con él!, abrázalo, bésalo, disfrútalo.
—Cata, tenemos todos los días para estar juntos con el Felipe —la tranquilizó—. me preocupa que estés cómoda.
—Rube, estoy bien. Anda y disfruta de tu amor —le recomendó, mientras se puso de pie y se acercó a hablar con Anita e Ingrid.
Rubén se quedó sentado a solas, mientras veía que todos conversaban y se reían animadamente: Felipe hablaba con Catalina, Anita e Ingrid, mientras Sebastian conversaba con Marco, Daniela y Roberto.
En ese momento, Rubén se dio cuenta que faltaba Macarena, quien era parte del grupo de la infancia de Daniela, Anita y Felipe.
—Oigan, ¿y la Maca? —preguntó Rubén, a nadie en particular, mientras se acercaba a Felipe.
—La Maca va a llegar más tarde, tenía hora con el médico ahora a las 3, pero después de eso se viene —le informó Daniela.
—¿Y cómo se va a venir?, ¿viene en auto? —preguntó Rubén, preocupado de que su compañera llegara a salvo.
—Se va a venir con el Alan, un amigo de nosotros, de cuando éramos chicos —respondió Anita, y Rubén sintió algo extraño en su respuesta.
Miró a Felipe, y su pololo le devolvió la mirada con una sonrisa.
—¿Qué pasa Rubén? —le preguntó Felipe.
—Nada —dijo simplemente Rubén.
Ver a su pololo sonreir le hizo pasar por alto la situación.
El grupete de amigos comieron un poco de papas fritas, ramitas y cheetos, junto con una cerveza, y luego se dirigieron a la playa a darse un baño, mientras esperaban a Macarena y al tal Alan, para hacer un buen asado al atardecer.
El sol brillaba sobre el agua, dando un resplandor dorado a toda la playa. Rubén estaba muy feliz de estar ahí, junto a su pololo y sus mejores amigos.
Sebastian echaba carreras con Marco para ver quien nadaba más lejos, mientras Anita con Ingrid nadaban tranquilamente, disfrutando de su compañía mutua.
Felipe y Roberto peloteaban en la arena, mientras Rubén los miraba sentado en la arena bajo el quitasol, junto a Anita y Daniela que congeniaron muy bien para sorpresa de Rubén.
—¿No te quieres bañar? —le preguntó Felipe a Rubén, sentándose a su lado y sacándose la polera.
—Si, pero más rato —respondió Rubén—. Estaba esperándote.
—Ya —dijo simplemente Felipe, contento por la respuesta de Rubén—. Toma, ponme bloqueador, por favor —le pidió, entregándole el tubo con el protector solar.
Rubén aceptó de inmediato y con gusto pasó sus manos por todo el torso de su pololo, con el propósito de esparcir bien el bloqueador.
—¿Te echaste tu? —le preguntó Felipe, una vez Rubén había terminado.
—No.
Felipe no esperó que Rubén le pidiera que le pusiera el bloqueador, y con un simple gesto le indicó que se sacara la polera y se volteara para devolverle el favor.
Rubén obedeció, y dejó que su pololo se acomodara detrás suyo para esparcirle el bloqueador.
Felipe recorrió con sus manos cada centímetro de la espalda y hombros de Rubén, con una mezcla de fuerza y cariño, y finalmente cruzó sus brazos por la cintura de Rubén, y apoyó el mentón en su hombro derecho.
—¿Acompáñame a buscar mi celular? —le dijo Felipe al oído, con un muy particular entusiasmo en la voz—, se me quedó en la mochila.
Rubén asintió con una amplia sonrisa, y ambos se pusieron de pie.
—Vamos a buscar mi celu, ¿quieren que traigamos algo? —les comunicó Felipe a las chicas que estaban junto a ellos.
Daniela y Catalina negaron con la cabeza, y Rubén notó que su amiga lo miraba con complicidad.
—Tráiganse unas chelas —les dijo Roberto, y la pareja de pololos asintió.
Rubén y Felipe caminaron con dificultad por la arena rumbo a la cabaña, en completo silencio, pero para nada incómodos. Rubén estaba ansioso por llegar.
—¿Dónde dejaste tu mochila? —le preguntó Rubén a Felipe, apenas entraron a la casa.
—Aquí en la pieza—respondió Felipe, dirigiéndose a la habitación donde había dejado sus cosas.
Rubén lo siguió al dormitorio, y lo vio justo cuando encontró el artefacto.
—Ya, vamos —le dijo Rubén, entendiendo que habían encontrado lo que buscaban, y se dio media vuelta.
—Espera, Rubén —Felipe se acercó a la puerta con rapidez para evitar que Rubén saliera, y la cerró—, quedémonos un rato, aprovechemos que no hay nadie.
Rubén se sintió estúpido por no haber pensado en eso antes.
—Bueno —aceptó ruborizado—. Creo que es lo más sensato, considerando que debemos esperar al menos treinta minutos para exponernos al sol luego de aplicarnos el bloqueador.
—¿Qué? —Felipe soltó una risita, muy inusual en él.
—Nada —la vergüenza que sintió Rubén desapareció con el beso apasionado que le dio su pololo de improviso.
Felipe tomó a Rubén de la mano e hizo que lo acompañara hasta donde estaba la cama designada para ellos. Se sentó sobre el colchón, quedando con la cara a la altura del ombligo de Rubén. Le desabrochó el traje de baño y lo dejó completamente desnudo.
Rubén, a esas alturas ya sin problemas para mostrarse desnudo frente a su pololo, se entregó al placer que Felipe le entregaba con su boca.
Felipe por su cuenta se quitó él mismo su traje de baño mientras continuaba haciéndole sexo oral a Rubén. Luego, sin perder el foco, buscó entre los bolsillos de su mochila un condón, lo abrió, se lo puso, y le indicó a Rubén que se sentara en sus piernas.
Rubén obedeció, y cabalgó a Felipe como sabía que él lo deseaba.
Era la primera vez que tenían sexo como pololos oficiales, y si bien Rubén sabía que no hacía ninguna diferencia real en la conexión y confianza que se tenían, sentía que era algo especial.
—Te amo —le dijo Rubén, recostado sobre la cama, mientras miraba a Felipe ponerse nuevamente el traje de baño.
Felipe no alcanzó a cerrarse bien el short, que se mantenía a duras penas en su pelvis, sostenido por las tiras, dejando ver su púbis.
—Tu sabes que yo también, ¿cierto? —preguntó Felipe, acercándose a la cama y recostándose junto a Rubén.
—Lo sé —Rubén se dejó abrazar por Felipe—. Gracias.
—¿Por qué? —Felipe no supo a qué se refería Rubén.
—Por ayudarme a sentirme cómodo con cómo soy. Con quién soy.
—Eso lo lograste tu solo, yo no tuve nada que ver ahí —le dijo, pretendiendo subirle el auto estima y la confianza.
Felipe acarició la cintura y la cadera de Rubén con su mano, y se acercó a besarlo con pasión.
—Ya, vamos —le dijo, separando levemente sus labios, y dándole unas palmaditas en el muslo desnudo—, antes que les parezca raro tanta demora.
Ambos se vistieron con la poca ropa que llevaban, se asearon rápidamente, tomaron un cooler con cervezas y se devolvieron a la playa, a compartir con el gran grupete de amigos.
—Hablé con la Maca y me dijo que aún no se desocupa del médico, pero que como a las seis va a estar lista, cree ella —les comentó Daniela cuando llegaron a la playa—, así que lo más probable es que llegue en la noche.
—Tendremos listo el asado para cuando lleguen entonces —respondió Felipe, sonriendo ampliamente.
Rubén pensó en decirle a su pololo que no sonriera tanto o sino todos adivinarían que acababan de tener sexo, pero nadie comentó nada. Al rato junto a Felipe fueron a darse un chapuzón al agua.
Nunca pensó que podría estar alguna vez en una playa bañándose, abrazado con su pareja, besándose y sintiéndose mutuamente. Creía que eso solo era algo que se veía en las películas, pero se sintió completamente feliz y realizado de poder estar en ese lugar, en ese momento, siendo libre.
—¿Cómo lo has pasado hasta ahora? —le preguntó Felipe, mientras nadaban tranquilamente.
—Excelente —respondió de inmediato Rubén, sin dudarlo—. Lo estoy pasando mejor que nunca. Contigo. Y con tus amigos.
—Y los tuyos —le recordó Felipe.
—Bueno, también —recordó Rubén.
—Me caen bien tus amigos. Catalina y Sebastian —comentó Felipe, pero Rubén no estuvo seguro de si lo decía cien porciento en serio.
—Sabía que te agradarían —respondió Rubén, aunque después de pensarlo bien, recordó que Felipe ya los conocía a ambos.
Continuaron bañándose por varias horas más, hasta que comenzó a bajar el sol, y decidieron volver a la casa para preparar las cosas para cuando estuvieran todos juntos.
Rubén se duchó de los últimos, y al terminar se vistió, y salió al patio.
Felipe, Marco y Roberto conversaban alrededor de la parrilla, sin ponerse de acuerdo en quién sería el encargado de prender el carbón, mientras que las chicas estaban sentadas en los sillones del living, conversando, con canciones de Wisin y Yandell de fondo.
—¿Qué pasó?, ¿las marginaron del proceso de prender el carbón? —les preguntó con ironía Rubén.
—Si, Roberto dijo que no nos preocupáramos de eso, que nos podíamos hacer daño —respondió Ingrid, blanqueando los ojos.
—Que es ahueonao —se rió Rubén—. ¿Y el Marco y el Felipe dijeron algo?
—Marco dijo que Roberto tenía razón —respondió Catalina.
—Uy, mostró la hilacha el príncipe azul —Rubén quiso molestar a su amiga.
—Y el Felipe no dijo nada, como siempre —comentó Daniela con sorna.
—Se ponen tan hueones los hombres con una parrilla —exclamó Anita, y Rubén entendió que era momento de seguir su camino.
Por alguna razón no les quiso preguntar si habían visto a Sebastian. Quizás no quería que pensaran que estaba más pendiente de él que de su pololo, aunque eso no tendría nada de malo, considerando que era su mejor amigo, pero la mente de Rubén era experta en darle muchas vueltas innecesarias a las cosas.
Por suerte, no le costó mucho encontrarlo. Miró por la ventana y vio que estaba sentado en la pequeña escalinata de la entrada de la casa, tomándose una cerveza directo de la botella.
—¿Qué hace un chico como tú tan solo en un lugar como este? —le preguntó Rubén, sentándose junto a su amigo.
Sebastian lo miró fugazmente, y sonrió. Rubén notó que trató de no hacerlo.
—Pensando, estoy —respondió torpemente, como si estuviera nervioso.
—¿Y por qué estás hablando como Yoda? —se rió Rubén.
Sebastian también se rió, derramando un poco de cerveza mientras tomaba de la botella.
—Estoy pensando —repitió, haciendo énfasis en el correcto orden de las palabras.
—¿En qué piensas? —quiso saber Rubén.
—Hueás —respondió sucintamente.
—Qué profundo —ironizó Rubén.
—No sé en qué pensaba en verdad —retrucó Sebastian—. ¿Cómo has estado, Rube?, con tu nuevo pololeo y todo eso —cambió de tema.
—Excelente —respondió con sinceridad Rubén—. Me siento más feliz que nunca. Como que aún no me lo creo que estoy pololeando —se rió con inocencia.
—Me alegro mucho por ti, Rube —le dijo Sebastian, poniendo su mano en el hombro de Rubén y dándole unas palmaditas—. Ahora cuéntame, cuándo te pidió pololeo, cómo fue y todo eso.
—Bueno, me pidió pololeo el sábado —comenzó relatando Rubén, para ponerlo al tanto de sus últimos días, y los pormenores de aquella salida con Felipe, donde habían formalizado su relación.
Se sentía un poco incómodo, contándole todas esas cosas maravillosas que le estaban pasando, mientras lo veía algo apagado.
—Rube, sé que le pusiste todo el color que pudiste, pero súper fome para pedir pololeo el caballero —comentó Sebastian, exhalando una risita sin ganas.
—No seas pesado —Rubén le dio un golpecito en el brazo, aunque sabía que tenía razón, a pesar de que a él no le importaba que Felipe no fuera estrafalario. De hecho, eso le gustaba de él—. Fue lindo.
—No sé yo —Sebastian levantó las cejas con gesto irónico—. Una declaración en una sala de clases de un pueblo fantasma le gana a esa fomedad.
Rubén sabía que lo había dicho en broma, pero eso no evitó que se quedara sin palabras por unos segundos.
—A mi me pareció bonito —insistió, sin notar que usó un tono muy duro.
—Ya, Rube, si era una broma nomas —se retractó Sebastian, borrando su tímida sonrisa del rostro, como si lo hubieran retado—. De verdad me alegro por ti, y en realidad no estuvo tan mala la forma.
—Bueno, tu sabrás. Tienes más experiencia con eso.
—Ni tanta, pero gracias por la fe que tienes en mi —le dijo Sebastian, sonriendo levemente, mirándolo a los ojos.
—¿Cómo has estado tu, Seba? —quiso saber Rubén, cambiando de tema.
—Yo bien po —exhaló nuevamente una risita, intentando verse despreocupado—, como siempre.
—Siento que últimamente he estado muy preocupado de mi, de cuando salí del closet, ahora con lo de Felipe, y no me he dado el tiempo de saber cómo estas.
—Tranquilo, Rube, no pasa nada —lo tranquilizó Sebastian—. Estoy bien.
—¿Estás seguro? —insistió Rubén—. El otro día me dijiste que no podrías ser feliz nunca.
—Ah eso —recordó Sebastian—. Lo dije en broma.
—No me pareció que lo dijeras en broma, Seba —Rubén se puso serio, y buscó la mirada de su amigo—. Cuéntame qué te pasa.
—Rube, si tu estás feliz, yo estoy feliz…
—¡Córtala con esa mierda! —Rubén perdió la paciencia con su amigo—. Cuéntame qué te pasa.
Rubén se dio cuenta que quizás había gritado muy fuerte, y echó un vistazo al interior de la casa para ver si alguien se asomaba para descubrir la razón de los gritos, pero nadie apareció.
La mirada de Sebastian evidenciaba su sorpresa por la vehemencia en las palabras de Rubén.
Después de unos segundos de silencio, y de mirar alternadamente el suelo y los ojos de Rubén, Sebastian por fin respondió.
—Estoy hecho mierda por dentro, Rube —admitió finalmente, con la voz temblorosa.
—¿Por qué, Seba? —preguntó Rubén dándole un fuerte abrazo.
—Porque ya mi vida no tiene sentido —respondió entre sollozos—. Me voy a hacer el servicio, obligado, voy a perder un año de vida, voy a perderlos a todos, te voy a perder a ti…
—Seba, no. No me vas a perder —lo interrumpió rápidamente Rubén—. Eso nunca va a pasar, así que bórrate eso de la cabeza.
—Si sé, Rube —Sebastian dio un largo suspiro y se limpió la cara con el dorso de la mano—, a lo que me refiero… es que voy a perder todo un año, lejos de ustedes, lejos de poder ser joven, y libre, y feliz.
Rubén no sabía qué decir. Entendía cómo se podía sentir su amigo, sabiendo cómo él mismo se sentía respecto a que hiciera el servicio militar, pero al mismo tiempo no sabía cómo subirle el ánimo, cómo evitar que se sintiera así tan derrotado.
—Seba… tu sabes que odio esto que está haciendo tu viejo —Sebastian asintió con la cabeza—, pero no te vas a dar ni cuenta cuando ya haya terminado el año y estés de vuelta con nosotros… y ojalá que entremedio no haya ninguna guerra… —bromeó, pero luego se puso serio y admitió—. No quiero que te vayas.
—¿Qué pasa si no me voy?, ¿si dejo botado el servicio, me voy de la casa y me pongo a trabajar nomas? —le preguntó Sebastian, como buscando una alternativa de último minuto.
—No sé qué pasa si no vas —respondió sinceramente Rubén—. Quizás te meten preso, o en volá les da lo mismo y te reemplazan con algún voluntario.
—¿Cuál es más probable que pase?
—No sé, creo que debemos ponernos siempre en el peor escenario.
—Bueno, sería terrible que me reemplazaran con un voluntario —respondió en broma Sebastian.
—Idiota —Rubén se rió, y le dio un fuerte abrazo—. Te quiero mucho, hueon
—El otro día dijiste que me amabas —bromeó nuevamente Sebastian, aunque esta vez bajó la mirada de inmediato, avergonzado.
—Bueno, te amo —aceptó Rubén entre risas, sintiendo una oleada de euforia en su interior.
—Yo también te amo, Rube —coincidió Sebastian, sonriendo con sinceridad, incluso con su mirada.
Cuando el sol desapareció en el horizonte, Rubén y Sebastian se pusieron de pie e ingresaron a la casa a seguir compartiendo con el resto del grupo.
—Acaban de pasar el cruce de Mejillones, así que van a llegar como en quince minutos —les anunció Daniela, acercándose a la pareja de amigos y tomándole la mano a Sebastian.
—Buena —respondieron ambos al unísono.
—Extraño a la Maca —comentó ella.
—Pero Dani, si la viste ayer —le dijo Sebastian.
—Si sé, pero estar con los chiquillos y sin ella es raro —respondió Daniela—, aunque la Cata me cayó súper bien, Rube —agregó.
—Así he visto —dijo Rubén.
El living de la casa estaba vacío, así que los tres salieron directo al patio. En el luga,r Rubén divisó a Felipe junto a Roberto y Anita conversando al fondo, mientras que más cerca de la puerta estaba Ingrid y Marco viendo a Catalina prendiendo el carbón.
—¿Qué pasó con eso de “no hagas el fuego porque te puedes hacer daño”? —le preguntó Rubén a Marco, burlándose ante la mirada orgullosa de Catalina e Ingrid.
—Estos hueones más inútiles —respondió simulando el enojo—. Yo sé que es tu pololo y todo, pero al menos para prender una parrilla, no sirve.
—No te preocupes, no lo necesito para prender parrillas —dijo Rubén—. Aparte, si mal no recuerdo, tu también estabas ahí dándotelas de Señor del Fuego.
—Ay Rubencio, si yo nunca he prendido estas hueás. Yo como nomas —respondió con cierto orgullo—. Menos mal vino la Cata a salvar el día.
—Pero cuidado Catita, no te vayas a hacer daño —intervino Ingrid, burlándose de la condescendencia de Marco y Roberto.
—¿Cuántas veces tengo que disculparme por decir esa tontera? —preguntó Marco, cansado.
—Unas dos mil —respondió Catalina, y junto a Ingrid se rieron con ganas.
Rubén se acercó al fondo del patio, y abrazó a Felipe.
—¿De qué hablan? —les preguntó.
—Estábamos haciendo un ranking de los hueones más tontos, y el Pipe lleva la delantera —respondió Roberto.
—¿Por qué? —Rubén no entendió a qué se debía esa respuesta.
—No lo pesques —le dijo Felipe con su habitual monótona voz, lo abrazó y le dio un beso en los labios—, ya está borracho.
—No es el alcohol —se defendió Roberto—. Es el hambre. Cuando tengo hambre me pongo hueón.
Anita, Rubén y Felipe se rieron por las palabras de Roberto, y luego continuaron conversando por un largo rato más, hasta que escucharon a la Dani gritar desde la puerta.
—¡Ya llegaron! —anunció entusiasmada, y entró corriendo para ir a saludar a su mejor amiga.
Todos los demás la siguieron, ansiosos por saludar a los recién llegados.
Rubén, Sebastian y Catalina se quedaron mirando desde la puerta de entrada, viendo como el grupo saludaba a Macarena, y en especial al desconocido Alan.
Daniela abrazó con entusiasmo a Macarena apenas salió del auto, mientras que Anita se acercó al lado del piloto, donde se estaba bajando Alan, un muchacho de piel blanca y cabello rubio planchado. Usaba una polera manga corta de color rojo que contrastaba con sus pálidos brazos, además de un jeans negro razgado. Anita le dio un abrazo fraternal e intercambiaron un par de palabras que Rubén no logró escuchar.
El muchacho, Alan, luego de saludar a Anita, sacó del asiento trasero una gitarra, lo que provocó la alegría inmediata de Marco.
—¡Amigo! —exclamó Marco al ver la guitarra de Alan—, ¿quieres ser mi amigo?, lo siento Robe, la guitarra le gana al jeep —agregó dirigiéndose a su mejor amigo.
—¿En qué mundo? —preguntó extrañado Roberto.
—En el mundo de las emociones, cerdo insensible —respondió Marco, provocando el enojo de su amigo—. Perdónalo, no entiende de arte —se dirigió nuevamente hacia Alan, y procedió a presentarse.
El resto del grupo saludaba a Macarena, y Rubén junto a sus amigos se acercaron a hacer lo mismo.
—¿Cómo has estado, Rube? —le preguntó Macarena con amabilidad al saludarla.
—Bien, ¿y tu? —respondió Rubén.
—Bien, algo ansiosa por la U, pero todo bien —la dulce voz de Macarena era hipnotizante.
Luego Rubén presentó a Macarena con Catalina, y mientras se saludaban ambas, y luego Sebastian hacía lo suyo, Rubén se quedó pegado mirando como su pololo saludaba al recién llegado.
Alan le extendió la mano a Felipe, con una sonrisa tímida. Felipe se la estrechó con cortesía, pero luego le dio un fuerte abrazo que el muchacho no vio venir. Le dijo un par de cosas al oído, y luego se separaron, hablando aún demasiado cerca para el gusto de Rubén.
Rubén no pudo evitar sentir cierto calor dentro suyo, como si alguien hubiese prendido un motor en su interior. ¿Así se sentían los celos?
Después de Felipe, Alan saludó a Roberto, quien le dio un frío apretón de manos, y luego se fue a hablar con Ingrid.
—Hola, soy Alan —lo saludó el muchacho con una voz suave, extendiéndole la mano a Rubén.
—Hola, soy Rubén —respondió con una sonrisa amable, dispuesto a dejar de lado esos pensamientos que le invadieron segundos antes—. Veo que te gusta la música —comentó genéricamente Rubén, haciendo referencia a la guitarra.
—Si, me gusta mucho —admitió Alan, con tono simpático—. ¿Sabes tocar?
—¿Jugar Guitar Hero cuenta como saber tocar guitarra? —bromeó Rubén.
—Lo dudo —respondió Alan, con una pequeña risita.
—Entonces no —dijo Rubén, sonriendo.
—Hace tiempo no veía a los chicos, que bacán que se hayan juntado —comentó Alan—, ¿tú de donde los conoces?
—Fui compañero de la Maca y la Dani. Conocí a la Anita por Felipe, que es mi pololo —respondió Rubén.
—Ah, eres el pololo de Felipe —Alan intentó disimular su sorpresa, pero no lo logró—. Yo conozco a los chiquillos desde que éramos niños. Vivíamos todos en el mismo barrio y crecimos juntos —cambió levemente de tema.
Alan luego saludó a Catalina y Sebastian, aunque no habló con ellos mucho más allá de la presentación de rigor.
Felipe y Marco ayudaron a bajar las cosas del auto, mientras los demás entraron a la casa a continuar conversando y conociéndose.
—¿Todo bien, Rubén? —le preguntó Felipe al entrar por la puerta con unas bolsas grandes de mercadería.
—Si, todo bien —respondió Rubén, recibiendo un beso en la frente de parte de Felipe.
Rubén se tomó el tiempo de observar a todo el grupo. Sebastian conversaba animadamente con Macarena y Daniela, mientras que Catalina hablaba con Marco y las demás chicas. Felipe volvió de la habitación con las manos vacías, y le indicó a Alan que había dejado las mochilas en el dormitorio, o al menos eso supuso Rubén.
Se dio cuenta, eso si, que al otro lado de la habitación, en el mesón de la cocina, estaba apoyado Roberto, mirando serio un punto fijo de la pared, con una botella de cerveza en la mano.
—¿Tanto es el hambre que tienes? —le preguntó Rubén en broma al acercarse a él para saber por qué estaba tan serio.
Roberto no dijo nada, y simplemente negó con la cabeza.
—¿Pasó algo? —quiso saber Rubén, preocupado por la actitud del muchacho.
—No tienes idea quién es ese hueón, ¿cierto? —le preguntó, y Rubén pudo sentir en cada palabra la rabia contenida.
—Es un amigo de los niños, ¿o no?, eso dijeron —respondió Rubén, ya no tan convencido.
—Ese hueón es el ex del Pipe. El conchesumadre que lo abandonó cuando más lo necesitaba.
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Imagina Loki
No pertenezco a ningún sitio. No soy nada, sólo una mota de polvo que flota en la atmósfera anhelando un hogar que nunca podrá encontrar...
Me tumbé en mi cama pensando en estos oscuros pensamientos... mi mente era un abismo que amenazaba con tragarme. Mis rodillas estaban acurrucadas contra mi pecho, mis brazos envueltos, temblando como un tímido vicio alrededor de ellos. Apenas podía respirar. Respiraba profundamente tratando de calmarme, pero en lugar de eso, se me atascaba en la garganta, doliéndome el pecho. Sentía que me ahogaba, o me hundía, o me ahogaba, o las tres cosas.
Lágrimas de desesperación y soledad rodaban por mis mejillas, y mis ojos ardían de un rojo intenso por la sal de mis lágrimas... un océano en cada gota.
Llamaron a la puerta, un suave golpecito, y la voz apagada de Loki flotó a través de la puerta hacia mí: "Amor mío, ¿estás bien? ¿Puedo entrar?"
No estaba bien, y aunque cada fibra de mi ser anhelaba que me abrazara, no quería que me viera así: débil y rota.
"Por favor, no lo hagas". Me ahogué, mi voz vaciló, traicionándome.
Oí el pomo sonar cuando sus elegantes dedos se cerraron alrededor de él, la puerta crujió al abrirse.
Resoplé, tratando de contener el flujo de lágrimas que caía por mis mejillas.
Loki se acercó a mí, en silencio, y los muelles del colchón chirriaron cuando se desplazó a la cama que estaba a mi lado.
"Teresa, háblame, por favor, cuéntame qué ha pasado. ¿Quién ha hecho daño a mi palomita?", preguntó, con su voz como una suave y delicada caricia... una fría compresa en los nervios expuestos. Quería apoyarme en ese consuelo.
"Loki..." Me quedé en blanco, incapaz de hablar. Me ardía la garganta por las palabras que había retenido y por las emociones que amenazaban con consumirme.
Loki no me presionó más, sino que me rodeó con sus brazos, con su cuerpo pegado al mío, con el calor que irradiaba. Su cabeza se apoyó en el pliegue de mi cuello y me respiró lentamente.
"Ya estoy aquí, Teresa. Tienes que contarme lo que ha pasado, palomita". Su mano apartó el pelo de mi cara y lo alisó detrás de mi oreja.
Besó la tierna carne detrás de mi oreja, y susurró, sus labios rozando mi sensible piel: "Cuéntame, quiero ayudar".
"Loki... yo... me siento tan rota, tan rechazada y tan sola". Sollozaba, las lágrimas caían frescas por mi cara.
"Shhh, shhh", su áspera mano ahuecó suavemente mi cara como si fuera una delicada muñequita de porcelana, hermosa pero rompible. Volvió mi cara hacia él, y yo cerré los ojos como una niña pequeña, pensando que tal vez no sería capaz de ver el dolor y la sombra rota de una persona frente a él.
El pulgar de Loki frotó mi mejilla, limpiando mis lágrimas.
"Mírame, Teresa", hizo una pausa, "por favor".
Mis labios temblaron y abrí los ojos vidriosos, asomando a través de las pestañas húmedas y saladas.
"Te veo. Veo el dolor que te desangra, cada día, consumiéndote. Veo el dolor que amenaza con ahogarte y hundirte. Veo las emociones que anhelan volcarte para hacerte naufragar y estrellarte contra rocas afiladas y ominosas. Sé que deseas rendirte, pero no podría soportar vivir sin ti. Quédate por mí". Sus ojos me atravesaron, escudriñaron en lo más profundo de mi alma. Pude ver la pequeña criatura asustada y triste que era, reflejada en sus ojos. No había mentido, me vio.
"Palomita, qué resistente eres, ni siquiera lo sabes", me instó, convincente. "¿Has oído alguna vez la historia de la serpiente cornuda?", me miró momentáneamente antes de continuar. "La serpiente cornuda es una bestia mitológica muy popular en muchas culturas nativas americanas, que me parece formidable y cautivadora a la vez. A primera vista, es un villano, un presagio de muerte y destrucción.
"Curiosamente, la serpiente cornuda nació de una figura de la oscuridad que violó a su propia madre..."
Le miré con horror en la cara, su mano se levantó haciéndome callar, "espera un momento, palomita, paciencia".
"La serpiente cornuda odiaba su existencia, sintiendo que era un bicho raro, una bestia, un monstruo no querible, y por supuesto, sus habilidades de muerte y destrucción validaban lo que sentía de sí mismo.
"Pero lo que es evidente para mí, es que él no eligió cómo vino a este mundo. No eligió su creación ni el método de su concepción. No tuvo ningún control sobre ello.
"Ahora déjame decirte cómo es; está enjoyado, es una serpiente gigante hermosa y temible de contemplar, colmillos del tamaño de mi brazo, ojos que amenazan con hipnotizarte y controlarte... como los tuyos", dijo, su dedo se deslizó sobre mi ceja.
"Tiene unos cuernos gigantescos en forma de espiral, un medio de defensa contra el peligro y las amenazas percibidas. De hecho, la característica más fascinante de su apariencia, son sus alas.
"Ahora bien, algunas tribus nativas americanas creían que hay un inframundo, un mundo medio y un mundo celeste.
"Cada bestia de la creación tiene su lugar en uno de estos reinos, pero no la serpiente con cuernos. La serpiente cornuda es especial, ya que puede viajar a cualquiera de los reinos.
"¿Lo entiendes?", preguntó, sus dedos encontraron los míos y se enlazaron con ellos.
Asentí, "creo que sí".
Y continuó, "porque la serpiente con cuernos puede tener su hogar en cualquier lugar.... Realmente no pertenece a ninguna parte.
"¿Pero puedes entender lo crítica y crucial que es su vida? Puede hacer lo que le plazca. Puede ver a los muertos, ayudar a los vivos, comunicarse con ambos... Es realmente una criatura de resistencia y poder..."
Su mirada volvió a mi rostro, escudriñándolo, "igual que tú, pequeña paloma. Eres mucho más fuerte de lo que crees, me mantienes con los pies en la tierra y completa.
"Ahora, sécate las lágrimas, y sabe que eres mía", sonrió.
El talón de mi mano limpió los océanos, y respiré profundamente, mi cuerpo se giró para mirarlo completamente. Enterré la cara en su pecho, respirando su olor a cuero y a pino, con una sonrisa surgiendo en mis labios. Me abrazó, y mientras hablaba, escuché sus palabras retumbando en su pecho, "tienes mi corazón en la mano, tú no ves tus alas pero yo sí, palomita... yo sí".
Levanté los ojos, buscando su rostro familiar y reconfortante, y mi pequeña mano subió lentamente por su pecho hasta acariciar su escultural mandíbula.
"Loki", su nombre escapó de mi boca como un susurro.
En respuesta, me miró, con la preocupación grabada en su rostro.
"Necesito sentirte... Por favor", le supliqué, con las lágrimas amenazando con salir de mis ojos.
Él sonrió, con conocimiento de causa, y asintió.
Me quitó la ropa, sosteniendo mi mirada mientras la desabrochaba.
Cuando me liberé de la ropa, entrecerré los ojos y me cubrí los pechos con los brazos, cruzando las piernas.
Su mano recorrió ligeramente mi brazo, haciéndome cosquillas en la piel.
"No te escondas de mí, palomita", me susurró al oído.
Mi propia agitación emocional no me hacía sentir muy atractiva, aunque deseaba estar con él por completo.
"No me siento atractiva ahora mismo, Loki, lo siento". Dije en voz baja.
"Hmm..." una pausa, "quiero mostrarte algo, Teresa. Cómo te veo". Retiró mis manos, sacando mi piel de su escondite.
"Abre los ojos, mira cómo toma forma tu mundo, pequeña paloma". Hice lo que me pedía, observándole, mientras sus ojos se cerraban y su ceño se fruncía de concentración.
Y allí, nacido de su concentración, un mundo de colores voló desde él. Al principio se extendió lentamente, hasta que se extendió a nuestro alrededor: un campo siempre verde, un mar de hierba y altos árboles de aspecto solitario que se balanceaban en lo alto. Los pájaros volaban desde sus ramas, entonando sus lúgubres cantos, y el sol brillaba a través de las hojas, filtrándose hasta el suelo del bosque en un brillo dorado e hipnotizante.
Era increíble y demasiado real. Mi pelo estaba enredado y jugaba a algún juego íntimo con la hierba que coronaba mi cabeza.
Solté una risita, mis dedos agarraron las briznas de hierba y se sumergieron en el suelo húmedo, zumbando con vida.
"¿Qué te parece, Teresa?" preguntó Loki, estudiando mi rostro con atención, tratando de leer mis pensamientos.
"Nunca he visto un lugar tan puro y lleno de vida". Mis dedos se enroscaron en la tierra, "tan lleno de vida".
"¿Así es, Teresa?... De todos los lugares en los que he estado, mientras he vivido, este es mi lugar favorito para estar. Nunca he estado en un lugar tan cautivador en toda la creación". Terminó, sus ojos revoloteando a su alrededor y asimilando todo.
"¿Dónde estamos?" Pregunté, con curiosidad.
"Teresa, esto no es un lugar, en realidad, es lo que veo cuando te miro a los ojos". Me miró, inocentemente, como un niño que dice la única verdad que ha conocido.
Me quedé sin palabras, "Loki..."
Su mano se cerró alrededor de la mía y tiró de ella hacia arriba, estirándola hacia las copas de los árboles. Abrí los dedos mientras los rayos de sol coquetos bailaban con las yemas de mis dedos, calentándolas y bañándolas en su brillo mágico.
"¿Ves lo hermosa que eres, palomita?"
La risa brotó de mí y giré la cabeza para mirar a Loki. Me había observado con una pequeña sonrisa en los labios. Me mordí el labio, mis manos agarraron el cuello de Loki mientras lo atraía hacia mí. Cuando cayó en mi abrazo, mis manos peinaron su pelo, calentado por los rayos del sol.
Respiré contra sus labios: "Te quiero, Loki", y él sonrió mientras me besaba.
Deslicé mis manos hacia abajo, por debajo del cuello de su camisa, para posarlas sobre su piel. Quería que su piel estuviera tan desnuda y libre como la mía.
Leyó mi señal y continuó besándome mientras se quitaba la ropa.
Puse mi pierna sobre su cadera y me puse encima de él, a horcajadas.
Me observó atentamente, apenas respirando, mientras yo agarraba su dura longitud, dirigiéndola hacia mis empapados labios.
Cuando entró en mí, un suspiro escapó de sus labios, y su pecho se levantó del suelo de hierba del bosque.
Empecé a mover mis caderas eróticamente, mis labios empapados tirando de su longitud, y de vez en cuando el aire siseaba entre sus dientes.
Me senté a horcajadas sobre él, separando más las rodillas para poder abarcar más. A medida que subía y bajaba, mi líquido empezó a cubrir su saco hasta que también se mojó.
Puse mis manos detrás de mí, para que descansaran sobre sus rodillas, soportando mi peso.
Sus dedos alrededor de mi cintura comenzaron a apretarme, podía sentir la excitación burbujeando dentro de él, y podía sentir su longitud creciendo dentro de mí.
Sonreí, complacida por cómo respondía a mi cuerpo.
Loki se rió, negando ligeramente con la cabeza.
Entonces me levantó de las rodillas y me hizo girar para que quedara tumbada debajo de él.
Él tenía el control entonces, pero en mi apuro seguí moviendo mis caderas contra él, mis dedos arañándolo con necesidad.
El ritmo con el que se movían sus caderas empezó a provocar un orgasmo en mi interior. Mi cuerpo era suyo y los cantos que salían de mis labios eran sólo para él.
Cerré los ojos, concentrándome en el placer que se acumulaba y brotaba entre mis caderas, una sensación arremolinada que crecía en mi interior.
Cuando mi orgasmo amenazaba con su dulce liberación, Loki bombeó más profundamente dentro de mí. Con una mueca de determinación en su rostro, su cuerpo comenzó a sufrir espasmos mientras el orgasmo lo desgarraba, y verlo en su éxtasis me llevó al límite para unirme a él.
Mientras yacíamos entrelazados y embrujados el uno con el otro, el paraíso que Loki había creado retrocedió en un lento goteo, hasta que las paredes, el mobiliario y la cama fueron lo único que quedó a nuestro alrededor.
Su voz penetró en el silencio. "Teresa, he vivido toda mi vida y no he encontrado a alguien como tú. Tú, palomita, eres el amor de mi vida. Cuando nací no pasé por el sol y gané aliento. No, pasé junto a tu estrella, me acerqué demasiado y fui maldecido con un anhelo y una nostalgia que nunca pudo ser satisfecha hasta que estuve en tus brazos. Nunca he amado hasta ti".
Le sonreí, mis brazos rodeando su cuello mientras suspiraba contenta: "Loki". Su nombre sería para siempre un aliento anhelante en mis labios.
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He trasnochado tantas veces, mirando el corazón azul que me regalaste colgado en la pared ,escuchando el tik tak del reloj, escuchando el profundo silencio de la noche que me consume a veces rapida y lentamente .
Estoy acostada en varios sillones, de varios recuerdos, los pensamientos no me dejan dormir, igual no he tenido sueño en horas y me siento más despierta que nunca. Siento cansancio, pero eso no es algo nuevo, aún habiendo dormido mi cuerpo pesa varios kilos más, como si llevará 15 kilos a la espalda, tampoco es un problema, "el tiempo lo cura todo", ¿no? Me levanto del sillón, camino por la habitación hacia la ventana, tengo calor, abro la ventana despacio y noto el aire frío, se siente como un puñal por la espalda .Tengo hambre, mi cuerpo consume mucha energía sin dormir, voy a la heladera cruzando los dedos, a veces hay comida que me gusta, hay veces que no hay nada, por suerte agarro lo más salado que hay. Me siento en una silla de la cocina, haciendo tiempo, viendo los minutos pasar, que minutos tan eternos, son unos traidores, cuando quiero que pase más lento se hacen súper cortos, evitan la libertad, disfrutan torturandome y haciendo que me desespere. Pero siempre parezco tranquila, sufriendo en el silencio más tranquilo que puedan ver, ¿para qué mostrarme a ridículos humanos? Una sonrisa falsa siempre queda bien para los ignorantes, ahora que lo pienso, ¿cuándo podré ser libre?,¿Cuándo dejaré de ser falsa y ser de verdad?,¿Cuánto tiempo tendré que esperar?.
Siento agua correr por mis cachetes, no puedo parar de llorar, pero no se por qué, no sé si es el sufrimiento que me acompaña desde que tengo memoria o las ganas que tengo de librarme de este cuerpo, no sé cuántas veces tuve elementos cortantes en mi cuello, jeringas en mis venas , temblando, sintiéndome la peor persona del mundo al ser tan egoísta, cortándome los brazos o las piernas para calmar mi dolor mental, ¡ese dolor es tan jodidamente inhumano! Solo quiero librarme de él.
Mientras pensaba caminaba por el salón, siempre hay pastillas de cualquier cosa por ahí,desde risperidona , clonazepam , morfina , lorazepam... si tomo unas cuantas lo más seguro es que me desmaye y deje de sentir un par de horas, es una buena idea, pero más de cinco se vuelve adicción.
Todavía quedan dos horas para que salga el sol, esa brillante estrella que hace que quiera clavarme algo en los ojos... mmm no puedo dejar de pensar en cosas malas, sangrientas, y no le puedo hablar de esto a nadie, tampoco se que pasaría si lo supieran, tal vez me ayudarían. No creo que merezca la pena, revelar nada por tan poco, igual no quiero vivir mucho, hasta los diecisiete estaría bien, es apenas cuando empieza la vida, viendola tan vacía y sin vida me dan menos ganas de vivir, pero hice una promesa con ella, aunque solo haya sido una alucinación, son tan reales.
Suspiro con desgana, viendo los cristales empañados por el contraste de frío y calor. Quiero ver la nieve otra vez, blanca, fría y con esa sensación como si te quemaras la piel, perfecta, pero no va a nevar.
Mirando a la calle me preguntaba de cuántos metros hay que saltar para morir del impacto, me golpee ambos lados de la cara y dije en voz baja "¡así no hay que pensar !". Camino hasta el sillon,me acuesto mirando al techo, tapo con mi brazo mis ojos deseando dormir un rato y descansar de mi, no me soporto más. "Dormir, dormir, dormir, dormir, dormir, por favor duermete".
En qué más puedo pensar para aguantar los minutos... mmm...
La gente habla mucho de amor, yo no se lo que es eso, se lo qué es el falso amor, pero algo que se sienta real, qué sea real... más de catorce años existiendo y nunca he visto el amor, ¿no es gracioso?
Una sonrisa vacía me sale de la nada. Tampoco creo que lo llegue a ver, sentirlo me da un poco igual, tampoco es algo tan bueno, ¿verdad? .Suspiro por segunda vez, quiero estampar mi cara contra esa pared, hasta que sangre, que actitud de mierda tengo últimamente, supongo que empeorará con los años.
Lo que daría por sentirme bien un mes entero, te vendo mi alma y mi cuerpo, Satán, total yo no los quiero.
Por favor , necesito que pare
me consume , me consume
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‘ al final del día las palabras son necesarias. ’ como el afecto, su función era esencial a la hora de profundizar vínculos y resolver malentendidos. había cosas que a través del lenguaje verbal sólo podías cumplir, algún rayo de esperanza que precisó más que apoyo y contacto corporal. se negó a minimizarlo a un método, mostrando los primeros vestigios de prematura sonrisa. ‘ sí, pero su tonalidad va más a lo pálido. podría considerarse todavía en la escala semi-neutral. ’ un color que inspira serenidad, despejando invasivos pensamientos para sembrar algunos menos aprensivos, como armar un regalo para alexa de tono galaxia. pronto vendrá el otoño e invierno, usará su creatividad a favor, admirándola de soslayo con cariñosa expresión. ‘ mh, no es necesario. ya me diste uno por adelantado. ’ levanta su muñeca, modelando el accesorio que ganó amplia curvatura, la cual termina concluyendo en cómica mueca. su cumpleaños había pasado, regresando manos al lugar previo, ladeando barbilla con los ojos llenos de comprensión. no agrega nada al respecto. el suyo es y seguirá siendo un enigma. un día que tolera y ya, sin darle demasiada importancia. claro, aprecia compartirlo con seres queridos y amistades, pero el abrumador manto de la melancolía recobra fuerza durante fecha, humedeciendo carnosidades con la vista al frente. escuchar sobre los colores que les gustan y artistas, extendiéndose por su rostro palpable gracia. ‘ conozco canciones de hozier menos del segundo. ’ tal vez porque no le ha prestado debido atención, sumergiéndose un poco en el mar de sus propias preferencias. ‘ la verdad es que no me interesan los que han invitado. en mi playlist tengo casi todo; desde niki hasta wave to earth. soy más de la escena indie, rock y balada pop. no puedo decidirme por uno o dos. ’ con un movimiento sigiloso truena sus dedos, caminando al compás de pasos contrarios, exhalando profundo. su pregunta retorna ceño a facciones, mordiendo carne interna de mejillas. ‘ no, definitivamente no. ’ enfatiza cruzando brazos en señal de cruz. ‘ es imposible hacerlo cuando hay tantos que me encantan. ’ esboza cual chiquillo petulante, frotando inclusos sus párpados. el bullicio penetra audición con mayor ahínco a medida que avanzan, inclinando la cabeza en dirección foránea. ‘ espera, no deberías estar conmigo ahora. tengo entendido que harry se presentará en unos minutos. ’ y le toma de los hombros, cambiando el trayecto de caminata. la zona de concierto no está lejos de ellos, apretando y aflojando dígitos contra área tocada. ‘ puedo acompañarte siempre y cuando la multitud no sea intimidante. ’ la resolución del varón fallará en cualquier momento, después de todos los artistas son populares con los jóvenes y adultos, suspirando. ‘ debes disfrutarlo o me sentiré mal. ’
su cabello alborotado por el viento y, la camiseta recogida hasta los codos muestra cada curva de sus bíceps como contraste a la aplastante ola de emociones que ilumina semblante. la misma que inunda sus iris comprobando los elementales pasos que saltaron. sus comisuras continúan imperturbables porque así como él, acompañante tampoco agregó mucho a la mesa. exhala hondo, cambiando las posiciones de sus piernas con la mirada todavía en interlocutora, comprendiendo más o menos su propósito. ‘ existen numerosas maneras de demostrar cuánto nos importan los demás, sería desalentador basarlo sólo en palabras. ’ en ocasiones también falla a la hora de enunciar afecto o simpatía. curioso porque es alguien abierto y sin temor para expresase, pero supone que las heridas del pasado no han cicatrizado por completo. sin dudarlo comienza a levantarse, sacudiendo el polvo imaginario de sus rodillas y muslos, encontrándola de soslayo. ‘ vamos, me interesa ver qué tienen para nosotros. ’ como platicar desde cero, enderezándose parsimonioso. sus ojos en medialunas debido al bosquejo estampado en rasgos. ‘ no soy de accesorios, sin embargo los relojes y pulseras me gustan. elegiste bien. ’ mas énfasis que podrá repetirse agudiza su mirada, caminando con las manos hacía atrás. nunca es sencillo contar detalles de su vida, aferrándose a la confianza que ha nacido entre los dos. ‘ colores en sí, pues lo resumiría a blanco, negro y gris. pero la verdad es que amo los tonos galaxia, beige e ivory. cuando estás en esto del arte desde pequeño, te cuesta la vía convencional. ’ echa la cabeza hacía arriba, dejando salir ligera carcajada. ‘ mientras que mi cumpleaños es el cuatro de octubre y, pesándolo bien… falta un mes y algo. ’ amarga la mueca que divide níveas facciones, metiendo manos dentro de bolsillos. no es tan fanático de los cumpleaños, especialmente el suyo. ‘ entonces, ¿cuándo es el tuyo? ¿tus colores favoritos? ¿artistas? ’
#alexxv#no te disculpes por la falta de gif#no pasa nada#sí#estaba pensando lo mismo#han hablado de todo menos lo básico#son dos tontos#lo confirmo
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[MiniFic! Watolock]
Smut desvergonzado.
Mi primer smut FemSlash.
R18.
Relación establecida.
Romance.
(Mis nervios no me dejan escribir demasiado, solo diré de nuevo que este es mi primer smut femslash y que por favor ten compasión de mi, prometo hacerlo mejor la próxima vez >///<)
* * *
Cuando el primer rayo golpeó tierra en alguna parte, el sonido estremecedor sacó de sus pensamientos a Sherlock. El repentino frío del ambiente la golpeó en un segundo, preguntándose desde cuándo comenzó a llover o qué hora de la noche transcurría, bajó del sofá y caminó despacio a su habitación, apagando la luz antes de salir de la sala.
Se golpeó mentalmente por su enorme descuido, ¿no se había prometido acaso intentar ser una mejor persona que mereciera el perdón y el amor de Wato? Su pobre amante se agitaba entre las sábanas, los hermosos ojos cerrados con fuerza, su adorable rostro contraído en una mueca de angustia. Acercándose de a poco, en silencio, Sherlock colocó las mantas sobre ellas mientras se acomodaba a su espalda.
La tomó de la cintura y la encerró entre sus brazos, dejando castos besos en su nuca o acariciándola con la nariz, Wato fue calmándose. Sus piernas terminaron enredadas, el calor compartido subió la temperatura esparcida en las paredes, la detective sintió los latidos, tanto suyos como los de su compañera, tranquilizándose lentamente. Ojalá le hubiera tomado un par de intentos averiguar la forma correcta de calmarla, pensó, luego de haber errado una docena de veces, parecía que por fin ahora sabía lo que necesitaba hacer. Siendo que la doctora se avergonzaba del asunto y se negaba a hablar de él, le resultó todavía más complicado.
—Lo siento —murmuró Wato, la voz atrofiada por los gritos contenidos. Sherlock extrañó un segundo a su antiguo yo, a ella no le habría dolido el pecho de solo escuchar ese tono. ¿Pero quién pretendería desear que las cosas se mantuvieran en un único lugar? El mundo cambiaba, quién no lo sigue perece en el intento. Además, sería aburrido y tedioso luchar contra la corriente.
—¿Por qué? Esta vez no me tiraste de la cama —sonrió al escuchar una suave risa, inhalando el aroma del nuevo acondicionador de Wato, afirmó su agarre—.¿Quieres hablar de eso? —Recibió una negativa, dada la situación, Sherlock no insistiría. Contuvo un suspiro, aún se sorprendía de lo mucho que había cambiado por esa mujer. Como si no fuera consciente, le faltaba todavía.
—Solo… ¿podrías quedarte un poco más?
—No voy a irme, esa roca azul ya tomó demasiado de mi tiempo —la escuchó reír de nuevo. Wato se giró entre su abrazo hasta que estuvieron rostro contra rostro. La detective no dudó en atraerla, lo que provocó una nueva risita. Sintió cálidos dedos acariciando su mejilla, el aliento mentolado rozó sus labios antes de que un pequeño beso los asaltara.
—Pero aun así, estoy segura que será la entrada a un caso lleno de aventura y enredos. —Sherlock resopló, divertida. Sin ver lejos de un par de líneas gracias a la casi luna llena, dejó otro pequeño beso en la doctora, esta vez en la punta de su nariz. Se estremecía al pensar en lo cursi que estaba siendo, sin embargo, si eso era lo que su amante necesitaba, se lo daría sin dudar.
—Deberíamos hacer una apuesta —le respondió, besando ahora las tersas y suaves mejillas, fue correspondida al instante, dos apacibles toques en su mentón.
—Tal vez acepte, pero tengo que pensar lo quiero cuando gane. —La detective devolvió los besos haciendo un tranquilo camino desde el pómulo izquierdo hasta el cuello. Sonrió contra la piel de Wato.
—Ah, no puedo derrotar toda esa confianza, empezarás a convencerme. — Riendo en voz baja su amante regresó a sus labios, el contacto no obstante fue más profundo. Sherlock le dio la bienvenida. Ninguna se detuvo o intentó mantener el nivel inocente y adormilado, cuando la doctora le enredó los brazos alrededor del cuello, la empujó hacia atrás, sin ofrecer resistencia, al contrario soltando un leve suspiro, su compañera se recostó casi completamente sobre ella.
Sus lenguas juguetearon dentro de la boca de Wato, sus labios moviéndose a un ritmo ensayado infinidad de veces, iniciando desde cero y hacia arriba. Sherlock arrastró sus manos en la delicada silueta, marcando las curvas, los montes, las cordilleras, registrando el calor acumulándose dentro de las mantas. Pronto tendría que hacerlas a un lado. Se abrió paso por debajo del pijama de su doctora, quien extendió los deliciosos muslos para dejarle acomodarse entre ellos. La encerraron al instante.
—¿Supongo que no debo preguntar si quieres que me detenga? —Traviesos dientes mordisquearon su labio inferior. Recargada ahora sobre sus codos, despacio levantó la fina tela.
—No si quieres conservar tu título de detective. —Sherlock no podía permitirse perderlo, así que evitando añadir nada, se sumergió bajo las mantas. Pretendiendo en todo momento estar al tanto de que su mujer necesitaba un descanso adecuado y que no podía tomar mucho de ella luego de ese mal sueño.
El aroma de Wato la absorbió al instante, no existía otro perfume que le hiciera reaccionar de ese modo. Deslizó su lengua desde el vientre hasta las costillas, mientras se divertía con los dedos sobre la piel, mordisqueó la cintura de su amante, trazando líneas hacia sus caderas, su vientre y de regreso. Lamió su obligo, chupando cuanto estuviera al alcance antes de llegar a donde la tela se lo permitió.
—Quítatelo —susurró, su orden atendida de inmediato. Cruzando los brazos tras la espalda de la doctora, la atrajo a sus labios.
Imprimió sus labios en los cálidos senos, besándolos con la misma pasión que sentía al tomar su boca. La sintió removerse, sonrió, esa era su señal. La punta de su lengua trazó el círculo castaño claro del pezón izquierdo, no necesitaba luz para recordar el color, sabía a su mujer desde la cabeza a la punta de los pies. Hablando de puntas… Sherlock jugueteó en el endurecido botón, succionando en la presión exacta para provocar a Wato. La reacción fue instantánea.
Su doctora comenzó un seductor baile en sus caderas, con las piernas sujetando a la detective y estando sobre ella, a Wato no le costó hacer notar la calidez de su entrepierna en el vientre de Sherlock, quien aumento la fuerza al tomar el pezón entre su boca.
—��Ngh!... Shelly… —gimió al sentir como Sherlock viajaba su otro pecho. La detective sonrió, orgullosa, halagada en mil maneras diferentes al ver a facilidad con la que podía desarmar a esa preciosa mujer.
Unió a su trabajo la mano derecha, ocupándose ahora de ambos pechos, retorciendo el botón y masajeando la firme carne contra su palma se regocijaba de los hermosos sonidos. El calor de Wato la llamaba en cruda necesidad, ¿y de dónde sacaría la fuerza para negarse? Con una última lamida se apartó, echó a un lado las mantas, al tomar las bragas y el pantalón del pijama su doctora entendió la señal, soltándola durante el instante que se ocupaba de quitárselas. Puede que no necesitara la luz para detallar a la diosa acostada frente a ella, pero moría por ver el hermoso rojo, su pecho bajando y subiendo agitadamente y toda la disposición marcada en sus gestos.
Arrojó las prendas a donde fuera, regresó de inmediato a robar el aliento de los labios ya hinchados de Wato luego de desnudarse ella misma. Piel caliente contra piel caliente, el roce provocó un choque eléctrico que la estremeció de la cabeza a los pies. Elevó las manos de su compañera hasta dejarlas sobre su cabeza, afirmándolas con una mano, consumiendo todavía sus labios, llevó la mano libre hacia el húmedo sexo.
Era fuego, lava, una llamarada que aceleró sus latidos. Teniendo su doctora las piernas completamente abiertas, el acceso fue inmediato. Bebió cada uno de los sollozos, dibujando lentas formas dispares, durante un par de minutos se dedicó a torturarla, aunque se detenía en advertencia si Wato intentaba apresurar el movimiento. Siendo que ella no se rendiría, Sherlock abanó el beso dirigiéndose de inmediato al hermoso cuello. Marcándolo, imprimiendo sus dientes, descendió a las clavículas, despacio hacia los hombros, se encontró una vez más con los precisos pechos que no dudó en devorar.
Desde luego, eso solo provocó a Wato.
—¡Ah! She-Shelly… por favor… —Y Sherlock se recordó que no era tiempo de hacer las cosas lentamente, su mujer había tenido un mal sueño y debía dejarla descansar adecuadamente.
Aumentó la velocidad. Frotó el clítoris de Wato de la manera en que sabía la haría terminar pronto, la sintió retorcerse, invocando su nombre en dulces gemidos colmados de pasión y éxtasis. Admiró la oscilación de sus senos, recordó la forma en que mostraba su vientre al flexionar la espalda, inhaló la esencia de su amante impregnando la habitación, no lo soportó más.
Hizo que la soltara y llevó los suaves muslos hacia atrás, la doctora los tomó de inmediato, en un santiamén dejó su rostro a la altura correcta. Wato gritó cuando su lengua trazó el camino desde el clítoris hasta su vagina, donde sin problemas su dedo medio e índice fueron aceptados. El sabor explotó en su boca, lo que aunado a la forma en que los pequeños dedos de los pies de su mujer se contraían y el agarre alrededor de sus falanges, se dirigieron directamente a su propia excitación.
Su doctora intentaba callar su voz, pero en cuanto inició el movimiento en su interior húmedo y delicioso, logró contener apenas una pequeña parte, a la detective no le importaba si la escuchaban hasta el Polo Norte, ¿qué mejor manera de hacerle saber a los demás que esa hermosa mujer la había escogido a ella por encima de tantas otras personas? Mimando con su lengua en torno a la zona de la sensible punta, el dominio de su Wato decayó todavía más. Ah, cómo amaba hacerle perder su cetro, no importaba si era por su desorden o el control en su cuerpo, cada pequeño detalle, cada pequeña expresión, voz, grito y gemido, Sherlock las amaba a todas por igual.
La detective tuvo que controlar el movimiento de sus propias malditas piernas, el menor roce ponía en evidencia lo mucho que su amante controlaba su libido, el orgasmo se construía en su vientre mientras hacía perder el sentido a la doctora. La obligaba a apresurarse y terminar con todo, como si se le pudiera olvidar otra vez el motivo por el que Wato estaba despierta, esto no se trataba de ella… o no del todo, considerando el nombre de quién estaba en los preciosos labios.
—¡Y-yo… Shelly! Voy a… —Sherlock apresuró el ritmo, tomando entre sus labios el clítoris de su amante lo besó y chupó rápido pero suavemente, todo lo contrario a sus dedos, que follaron la caliente entrada hasta el momento en que su mujer llegó a su clímax. La dulce voz extendiéndose hacia las paredes, su cuerpo retorciéndose en convulsiones del más impuro de los placeres que ahogó en ese instante cualquier otro que jamás nadie haya sentido.
Sherlock extendió el orgasmo de Wato lamiéndola de arriaba hacia abajo, disfrutando de cada pequeña replica y sollozo. De ser el tiempo correcto, pensó, lo alargaría hasta hacerla correr dos veces más, sin embargo, de nuevo, no era el tiempo para eso. Por lo que cuando su mujer emitió un pequeño suspiro, la detective se alejó.
—Ven aquí, Shelly, me haré cargo de ti…
Bien, se dijo Sherlock antes de lanzarse a los brazos extendidos y romper su ideal de dejar descansar a su compañera, su resistencia contra Wato, en definitiva, estaba descompuesta.
(¡Kyaaaaa~! >/////<)
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Todo al tiempo
Anime: Hungry Heart
Rating: M
Pareja: Kyosuke & Miki
Sinopsis: Después de esto, no podrían soportar un romance a larga distancia. Estaban desesperados. Pero ya pensarían en algo, por ahora estaban juntos... Ya después el tiempo diría.
Advertencia: Lemon (NSFW)
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Por: Maeda Ai.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
.
Sus miradas se cruzaron por unos instantes en los que el mundo pareció detenerse y los sonidos extinguirse.
Habían conversado por horas; todo un año sin verse, bueno. . . había mucho que contar. Más de pronto se quedaron sin palabras; ambos tenían algo importante que compartir con el otro, más no se atrevían.
* ¿Y qué tanto mejoraste tu Holandés?. *
Una pregunta cualquiera escapó de los labios de la chica, quien sonrió feliz, pero ocultando su nerviosismo.
* Oh, muy bien, he aprendido muchas palabras nuevas. . . aunque ahora no recuerdo ninguna. *
El pelinaranja se rascó la cabeza mientras la chica casi se va de espaldas al escucharlo, e incrédula miraba cómo él parecía no preocuparse mucho por eso.
Así que después de todo, Kyosuke seguía siendo el mismo holgazán de siempre.
* Espero que tu fútbol sea mejor que tu Holandés. *
El muchacho sonrió, aunque ahora su rostro mostraba una mayor seriedad. Sentía que había avanzado en su técnica, sin embrago aun le faltaba muchísimo.
* Solo espera y verás. *
Y de nuevo el silencio se interpuso entre ellos; sus miradas que antes parecían no poderse apartar, ahora temían encontrarse.
* ¿I-Irás a la ceremonia de mañana?. *
Miki se sonrojó al hacer tan simple pregunta, más luego se reprendió mentalmente. Tonta, si esa era la razón por la que él había venido de visita, para estar presente en la graduación de sus amigos de la preparatoria . . . luego volvería a Holanda. Así que solo podría verlo por un par de días. . . nada más.
Caminaron en silencio hasta llegar a la habitación que fuese del joven cuando estuvo en la Jyoyo.
Se miraron por un instante. . .
* Entonces, te veo mañana. *
Miki le sonrió de forma dulce y jovial, para luego dar media vuelta, dispuesta a marcharse, más no pudo dar más de dos pasos, pues inesperadamente Kanou la abrazó desde atrás, rodeando su pequeña cintura con sus fuertes brazos.
*No te vayas, no aun. Me... me gustaría seguir conversando.*
Lo escuchó decirle, su cabeza recargada entre su cuello y su hombro.
* Pero. . . *
* Por favor. *
La chica no pudo negarse, después de todo, ella igual deseaba aprovechar esas pocas horas al máximo. . . quería estar con él.
Así que entraron a la habitación del muchacho, más solo el silencio los acompañó en esas cuatro paredes.
Evitaron mirarse a los ojos sin embargo sus miradas se cruzaron en algún momento. . . y se besaron. . .
Todo fue tan espontáneo; se acercaron hasta que sus labios se tocaron, atraídos cómo por un extraño magnetismo.
No era el primer beso, al menos el tercero o el cuarto, pero en ese día. No habían hablado de ello, sabían lo que estaba pasando, pero. . . lo que menos necesitaban en ese momento era un resumen de lo que se había dicho en las últimas cinco horas.
Así, Kyosuke la recostó lentamente sobre la cama, acomodándose sobre el pequeño cuerpo de su amiga.
Sus grandes manos se habían colado bajo la blusa escolar de Miki, palpando sus senos por encima de los encajes del sostén. Los besos, ahora más profundos y largos mientras sus lenguas jugaban a entrelazarse con tranquila pasión.
Pero el aire les faltó en algún momento y se vieron obligados a separar sus labios.
* Dime que no te arrepentirás. *
La voz del futbolista se escuchó en un susurro agitado, su mirada bien clavada en los dulces y suaves labios de su compañera, quien se preguntaba: ¿qué había hecho mal para que el pelinaranja se detuviese de pronto y le hiciese esa pregunta?.
* Pero yo quiero !. *
Kyosuke la miró entusiasmado. Sí, él también lo deseaba.
Y si quiso detenerse fue solo por ella, pero ahora que sabía que Miki igual lo deseaba. . . terminó besándola con fuerte pasión mientras sus grandes manos buscaban las curvas de la chica.
Suaves, pero acentuadas, Tsujiwaki era una mujercita que lo había cautivado.
Kyosuke comenzó a despojarla de sus ropas, mientras lo hacía pudo darse cuenta de lo pequeña y delicada que ella era en comparación con él.
El cuerpo de Miki era pequeño, tanto que se perdía bajo el suyo, pesado, grande y musculoso.
Su suave piel había un extraño contraste con la suya casi tosca, incluso no pareciera que tuviesen la misma edad.
* Eres muy linda, Miki. *
Le susurró él mientras sus oscuros ojos se clavaban en la delicada figura de la mujer, su piel blanca y por supuesto sus firmes senos cuyos pezones se erguían por el sutil frío de la noche y por la excitación del momento.
Un nuevo beso surgió entre los enamorados y se dieron cuenta de que sus manos parecían moverse por si mismas, buscándose mutuamente.
De forma torpe y nerviosa, las manos de la joven trataban de quitarle la ropa a su compañero mientras que una de las grandes manos del muchacho ya exploraba tierras intimas en la figura femenina.
* Ahhh, Kyosuke !!. *
* ¿No te gusta?. *
Ella solo se abrazó a él, besándolo con ansiedad. Esa noche, Kyosuke estaba haciendo demasiadas preguntas.
* Me encanta !. *
Ante estas palabras, los muchachos compartieron una pequeña sonrisa y el pelinaranja no pudo reprimir el deseo de tocar a la mujercita entre sus brazos.
Un par de sus dedos se alojaron en la flor de la chica, frotando su delicado y ya duro clítoris, llenándola de placer y haciéndola gemir suavemente.
Pero fue mucho mejor sentir como los grandes dedos entraban y salían de su intimidad. Era delicioso, esa era la palabra para describir la sensación que el futbolista estaba provocando en ella.
Miki estaba disfrutando y estaba apunto de desbordar todo ese gozo, más Kanou se detuvo, dejándola insatisfecha.
Ella comenzó a mecer las caderas, buscando aquel placer que Kyosuke le estaba negando, más su compañero, un poco más tranquilo que ella por ahora, buscó sus labios, colmándolos con los propios.
Ella le correspondió, pero él había encendido la lujuria y la pasión en ella, así que ansiosa, se aventuró a besar cada rincón del cuerpo del futbolista. Su cuello, sus grandes hombros, su ancho y musculoso pecho y un poco más allá. . .
Miki estaba desatada y no lo pensó dos veces. Apenas contempló un par de segundos el pene grande y ancho de Kyosuke, que se erguía imponente, ansioso por entrar en ella y conocer su calidez.
““Un día de estos lo mediré.””
Pensaba la chica antes de introducirlo en su boca, completamente segura de que ese tamaño estaba fuera de lo normal, prueba de ello fue que apenas pudo degustar un poco más de la punta mientras acariciaba y apretaba las esferas que descansaban en la base de aquel miembro varonil, mismas que besó y lamió desesperada.
El muchacho tuvo que apretar los dientes para soportar el placer que la jovencita le estaba dando y de no ser porque ella se detuvo de pronto, seguramente él abría derramado su esencia en su dulce boca, llenándola de semen.
* ¿Q- qué haces?. *
* Nada, solo desquitándome un poco. *
Una traviesa sonrisa cruzó el rostro de la joven, quien se sentó sobre las caderas de su compañero, cruzando los brazos alrededor de su cuello.
* ¿Segura qué. . . puedo?. *
Miki sonrió y le acarició una de sus mejillas. Esta era la segunda vez en la noche que le preguntaba eso. Pero es que él estaba consciente de que la iba a lastimar; ella era pequeña y frágil, en cambio él era grande y tosco.
* Ya te dije. . . que yo quiero. *
Con esas palabras y manteniendo una linda sonrisa, Tsujiwaki tomó el pene del muchacho y lo guio a su intimidad, sentándose sobre este que penetraba poco a poco en ella.
Era delicioso, peor doloroso al mismo tiempo.
Miki sollozo, abrazándose al futbolista.
Dolía un poco y eso que solo tenía la punta dentro suyo; se estaba abriendo demasiado para recibir ese miembro duro, grande y ancho.
Kyosuke apretó fuertemente los dientes, ella era tan estrecha y su piel lo aferraba con fuerza.
* Aahhh. . . *
Un pequeño grito escapó de los labios de la chica y Kanou la besó tratando de silenciarla.
Sería un milagro que los demás en los dormitorios no los hayan escuchado ya.
* Está bien, ya pasó. *
El pelinaranja llenaba de pequeños besos el lindo rostro de la chica entre sus brazos, quien lloraba en silencio.
““Siento como si me hubiesen roto, pero no importa. . .””
Le bastaba con ver la preocupación por parte de Kyosuke y esa sutil sonrisa suya.
Esos eran sus pensamientos y ni siquiera se había dado cuenta que ya compartía un tranquilo baile con su amante. Era un ir y venir de sus caderas que buscaban sentirse mutuamente.
Era lento y suave y aunque el poco dolor que le quedaba no la dejaba disfrutarlo totalmente, débiles murmullos compartían los muchachos, palabras de amor, de lo mucho que se habían extrañado.
Más la lujuria los envolvió por completo, haciéndolos moverse más rápido y fuerte. El pene del futbolista entraba y salía con más facilidad de la adolorida vagina de la chica.
Miki se aferró al muchacho, correspondiendo a sus frenéticas embestidas, alzando las caderas y prácticamente saltando sobre su pene, logrando una sincronización que para ellos fue perfecta y deliciosa.
* Kyosuke. . . mi Kyosuke. *
Su voz entrecortada por su esfuerzo y el cansancio en su entrega total. El joven sonrió al recordar la primera vez que la escuchó decir esas palabras.
Pronto, el cansancio se apoderó de ellos y el calor los sofocó de forma insoportable. El ir y venir de sus caderas se tornó rápido, casi desesperado y el roce entre sus sexos fue tan intenso que ya no pudieron prolongar esto y terminaron rendidos y deleitándose con el éxtasis que parecieron recibir al mismo tiempo.
Miki arqueó la espalda, gritando el nombre de su amado, su piel interna palpitando con fuerza oprimiendo sin reserva el pene de su amado, quien lleno de gozo, dejó escapar un ronco gemido junto con un liquido caliente que hizo estremecer a su compañera, satisfecha al sentir como la esencia de ese hombre la llenaba para luego escurrir entre sus piernas.
Él abandono el cuerpo de su amante, para luego abrazarla con fuerza mientras compartían largos y tranquilos besos.
* Y ahora, ¿qué vamos a hacer, Kyosuke?. *
* ¿De qué hablas?. *
Ella giró el rostro, incapaz de sostener la tierna mirada que el futbolista le dedicaba en ese momento.
¿Qué no era obvio?, después de esto, Miki no podría soportar un romance a larga distancia.
* Te necesito. Tal vez. . . hubiese sido mejor que no hiciéramos esto. *
* No, no, no digas eso, yo. . . *
* Pero es que yo. . . *
Kyosuke la abrazó con fuerza, colmando aquella frágil y pequeña figura de mujer con su pesado y musculoso cuerpo.
* ¿Cómo crees que me siento yo?. *
Ella lo miró sorprendida. No es que fuese egoísta y no pensara en él, es solo que. . . estaba desesperada.
Las lagrimas amenazaron con salir de sus lindos ojos. Él la abrazó con fuerza, esta bien, ya pensaría en algo, aun eran jóvenes, además aun tenían un par de días y debían aprovecharlos al máximo.
Había pensado en invitarla a salir, pero. . .
* Quiero quedarme encerrado contigo, ¿qué dices?. *
* Baka !!. *
Ella le sonrió, besándolo fugazmente y conversaron un rato más antes de quedarse dormidos. Habían acordado dejarle todo al tiempo, por ahora estaban juntos y eso era lo único que importaba. . .
Ya después el tiempo diría.
Finalizado.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
Mi primer, único y último fic de Hungry Heart.
La verdad es que me sentí muy presionada para escribir esta historia, quería hacerlo, pero no encontré la inspiración, total que casi no me gustó cómo quedó el fanfic.
Lo siento un tanto ligerito T-T.
~*~
Este fanfiction fue escrito por MAEDA Ai y es material de “Fallen Angel”.
Totalizado el 06 de Noviembre de 2006.
La dama del Hentai: Maeda Ai.
*~*~*~*~*~*~*~*~*~*
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