#correspondencias
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lune-sz · 1 year ago
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Clarice Lispector é engraçada! Ela parece uma árvore. Todas as vezes que ela atravessa a rua bate uma ventania, um automóvel vem, passa por cima dela, e ela morre.
-- Carta de Fernando Sabino para Clarice Lispector.
Depois eu fui a uma cartomante e imaginei... Ela disse várias coisas boas que iam acontecer e imaginei, quando tomei o táxi de volta, que seria muito engraçado se um táxi me pegasse, me atropelasse e eu morresse depois de ter ouvido todas aquelas coisas boas.
-- A última entrevista de Clarice Lispector.
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toappreciatelife · 2 months ago
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Correspondencias - una película de Rita Azevedo Gomes
Algunos títulos son como un brote que le crece al cuerpo de una película, porque tan necesarios resultan y tan íntimamente le están ligados. Correspondencias, en plural, me parece uno de esos títulos, por su capacidad para iluminar y condensar en una palabra la multitud de sentidos que poco a poco se van desplegando en esta película maravillosa de Rita Azevedo Gomes. Podría decirse que toda ella es una exploración de los modos en que seres diferentes entran en relación y se corresponden a través del espacio y el tiempo, no sólo personas a través de cartas, o generaciones por medio de libros, sino también palabras e imágenes en movimiento, sonidos, texturas y temporalidades.
¿Qué hace posible que lo diferente se mantenga unido, resonando y alimentándose precisamente de eso que le es extraño? ¿Qué misterioso arte de las correspondencias es el que logra que una multiplicidad de elementos heterogéneos se ensamble en un todo orgánico, como un ser vivo que se mueve por sí mismo y respira…? Esa es la magia de la película de Rita, una película híbrida por donde se la mire, un collage melancólico y experimental, que nos ejercita en el arte de tejer lazos, aun en medio de todo lo que nos es hostil.
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Una correspondencia es un modo de mantener vivo el lazo entre personas que están lejos, como una llama que sigue ardiendo a pesar de la distancia geográfica y la ausencia. Ese lazo que desde el poder siempre sería preferible cortar o apagar, porque, como es sabido, es más fácil controlar una población atomizada. Sophia de Mello y Jorge de Sena, ambos poetas, ambos portugueses, opondrán a esos afanes del poder un intercambio de cartas que se extenderá durante casi veinte años (1959-1978), sostenido en la fragilidad del papel y en la fuerza de palabras que viajan de un continente a otro. Escriben en medio de la hostilidad de un régimen dictatorial y en medio del desarraigo: Jorge vivirá exiliado hasta su último día (primero en Brasil y después en EEUU); Sophia permanecerá en su Portugal natal, pero alienada de un entorno en el que no se halla: “un mundo tan terriblemente distinto de mí, que no lo entiendo”.
En las cartas, sin embargo, los dos amigos encontrarán un lugar posible donde existir, porque una correspondencia es también el modo de crear un espacio de cobijo y encuentro, un lugar donde conversar con una sensibilidad afín, aunque se disienta sobre tantos temas. Ellos no le temen al desacuerdo, ni temen que por disentir se resentirá su amistad. Entre noticias familiares, relatos de viajes, poemas, pérdidas y el sentimiento de ser extranjeros en el mundo, también compartirán discrepancias. La pregunta sobre su identidad como portugueses se desplazará a la pregunta por el valor de la herencia de los antiguos griegos, a quienes Sophia — filóloga de formación— aprecia por muchas razones, entre ellas por “su fidelidad a la tierra”, por un asombro y alegría que podrían remediar en algo la tristeza apagada de los portugueses; pero que Jorge ve como el inicio de “toda esta docta mierda que nos cubre hace años”, una historia sin fin de esclavismo, racismo, misoginia, etc. que se extiende hasta las opresiones del presente. A pesar de sus diferencias, o gracias a ellas, la palabra poética será para ellos un atisbo de esa comunidad y tierra que les falta, hasta que al final llegue la última carta que, tratándose de seres mortales, no podrá ser otra que la noticia de una muerte —la de Jorge—, ese exilio del que ya nunca se vuelve.   
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Pero una correspondencia es también la conversación que se da entre vivos y muertos a través del tiempo, el modo como las generaciones que vienen después responden ante la herencia que les legaron las anteriores, elaborándola, resignificándola, negándola o directamente olvidándola.
Una generación más tarde, la cineasta portuguesa Rita Azevedo Gomes, que era una niña/adolescente cuando la dictadura de Salazar y que a medias comprendía lo que pasaba —como esa niña de la película que pregunta cándidamente: “¿Dónde queda el exilio?”—, retomará ese material de poemas y cartas entre Sophia y Jorge para explorar sus reverberaciones en el presente y seguir tejiendo lazos. En lugar de pedir a dos actores que lean e interpreten las cartas de los poetas, la cineasta puso en marcha un proyecto mucho más comunitario: eligió multiplicar la palabra de Sophia y Jorge haciéndola pasar por el cuerpo y la voz de docenas de amigxs suyos, a quienes contactó e invitó a leer frente a cámara fragmentos especialmente asignados por ella, en la lengua que cada quien hablara. De manera que lo que fue originalmente el encuentro entre dos voces en portugués, en la película aparece estallado en una multiplicidad de cadencias, cuerpos, idiomas y poses contrastantes; leídas, cantadas y recitadas en los más diversos espacios y situaciones, como una misma luz poética que se refractara en cientos de colores al pasar por el prisma de diferentes sensibilidades.
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¿Pero hubo originalmente nada más que dos voces, dos almas en conversación, la de Jorge y Sophia? La película de Rita ayuda a poner de manifiesto que nunca somos uno, o dos, sino multitudes, pues estamos habitados por una multiplicidad de paisajes, lecturas, viajes, amigxs, casas, experiencias, etc., que constituye la fuente siempre cambiante e inagotable desde donde hablamos y actuamos; porque no hay sujeto de enunciación que no sea, desde el vamos, un ensamblaje colectivo y múltiple de enunciación, aun cuando escriba en la intimidad de su cuarto para un único destinatario. A lo largo de dos horas y media, la película de Rita despliega en el tiempo, como sólo el cine podría hacerlo, esa multiplicidad heterogénea que se condensa y sobrevuela en cada gesto y en cada texto, pero que rara vez vemos, hechizados como estamos por el espejismo de lo individual y lo personal.
En Mil mesetas, dirán Deleuze y Guattari:
No hay enunciados individuales, jamás los hubo. Todo enunciado es el producto de un ensamblaje maquínico, es decir, de agentes colectivos de enunciación (no entender por “agentes colectivos” los pueblos o las sociedades, sino multiplicidades). El nombre propio no designa un individuo: al contrario, es cuando el individuo se abre a las multiplicidades que lo atraviesan totalmente, tras la más severa operación de despersonalización, que ella o él adquiere su verdadero nombre propio. (1)
Y así, entre poemas y cartas que pasan de mano en mano y de voz en voz, una de las operaciones que realiza esta película es la de una despersonalización poética, al abrir la correspondencia personal entre Sophia y Jorge a las multiplicidades que la atraviesan, y gracias a la cual cada uno de ellos puede adquirir un nombre propio. Porque quizás Sophia no es sólo Sophia cuando la vemos leer sus poemas en las imágenes de archivo, con voz solemne y declamatoria, sino también cuando es hablada por la voz de una niña contra el plano de una hamaca vacía en movimiento, o cuando una pianista lee su carta en griego sobre el trasfondo de las ruinas de Delfos. Porque Sophia es también hamaca, niña, ruinas, Grecia, grutas… quizás nunca más propiamente Sophia, nunca más propiamente interior, que cuando existe proliferante y desparramada en el exterior de una pluralidad de paisajes, imágenes y voces, en una película futura que no llegará a conocer.
“Terror de mirar de frente imágenes más interiores a mí que mi propio pensamiento”, exclama la actriz Rita Durão, poniéndole voz y cuerpo al último verso que suena en la película, sentada en un promontorio de piedra al interior de una gruta de aguas verdes y transparentes. Y ese poema en prosa de Sophia, que contiene varios momentos de disolución entre el adentro y el afuera, o de comunión con el paisaje, ilumina las relaciones espaciales que se establecen a lo largo del film, en el que nos vamos desplazando por una multiplicidad de espacios interiores y exteriores, a veces incrustados unos dentro de otros: interiores de las casas de los amigxs de Rita —cocinas, comedores, estudios, oficinas, etc.—, habitados y humanizados, en correspondencia íntima con esos otros espacios que son los paisajes de mar, los ríos cubiertos de bruma, montañas, bosques, campos, grutas… por lo general deshabitados, donde la cámara se desplaza lentamente, como entregada una búsqueda sin fin.
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Una correspondencia es también el modo como entran en relación, se llaman y se responden esas dos dimensiones heterogéneas que son las imágenes en movimiento y las palabras. Las imágenes son imágenes, pero las palabras también, en su articulación sucesiva, van creando imágenes mentales complejas en quienes las leen o escuchan, quizás más ambiguas y borrosas que la especificidad con que nos confrontan las imágenes cinematográficas. Fiel a su búsqueda múltiple, la película ensaya un abanico de correspondencias posibles entre ambas: desde la semejanza de contenido (cuando asocia la imagen de un campo a la palabra “campo”, en un corte que resulta tremendamente efectivo), pasando por la insinuación de atmósferas, la consonancia de ritmos, la disonancia y otros cientos de posibilidades más, siempre sugestivas, porque el montaje de Rita es verdaderamente exquisito —el montaje, ese arte de las correspondencias—.
Y al fin conjeturamos que si esta película sin guión, que se fue haciendo sobre la marcha, pudo componer y aglutinar en un todo orgánico tal diversidad caótica de elementos —a los que hay que sumar imágenes en diferentes formatos, cada una con su dimensión y textura particulares, además de la música y el sonido— fue en parte por la experimentación de Rita, que ensayó 23 montajes alternativos antes de llegar a su versión final (2), pero también por ese foco de consistencia vital que fue la amistad y el lazo epistolar entre Sophia y Jorge, sostenido a través de los años a pesar de todos los desórdenes y violencias del mundo alrededor, y que le aportó al film su propia consistencia.
(1) Deleuze, G., & Guattari, F. (1987). A Thousand Plateaus. Capitalism & Schizophrenia (B. Massumi, Trans.). University of Minnesota Press.
(2) https://www.conlosojosabiertos.com/textos-vivos-rita-azevedo-gomes-habla-la-notable-correspondencias/
Pod��s ver la peli acá:
https://ok.ru/video/2467601451679
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ochoislas · 2 years ago
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CREPÚSCULOS
Las grandes piedras del aljibe tras el establo están embebidas de cal. El rostro de mi abuela es una hojita de arce prensada en un estuche secreto. Langostas rampan al fondo de las grietas verde oscuro de mi infancia. Tenues taques de pestillos en los árboles. Tu pelo es gris.
Las pérgolas de las ciudades se ajaron. Lejos, los centros comerciales se vacían y oscurecen.
Una sombra roja de acererías.
*
TWILIGHTS The big stones of the cistern behind the barn Are soaked in whitewash. My grandmother's face is a small maple leaf Pressed in a secret box. Locusts are climbing down into the dark green crevices Of my childhood. Latches click softly in the trees. Your hair is gray.
The arbors of the cities are withered. Far off, the shopping centers empty and darken.
A red shadow of steel mills.
James Wright
di-versión©ochoislas
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seleccionpoetica · 1 year ago
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Alejandra Pizarnik, Nueva correspondencia.
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las-microfisuras · 6 months ago
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 Lucian Freud to Caroline Blackwood, 1952
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citasconcafe · 1 month ago
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“Pero el amor que te tengo está lleno de gritos. Es mi vida, y fuera de él no soy sino una alma muerta. Sostenme, espéranos, vela por nosotros”.
Jueves, 14 de julio de 1949.
Albert Camus a María Casares, Correspondencia.
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elbiotipo · 2 months ago
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¿Tenes una fursona?
Me guste o no, es el gato Manul (Otocolobus manul) de mí foto de perfil
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Pero yo no lo elegí, él me eligió a mí
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rojosweet · 28 days ago
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*LA PARADOJA DEL AMOR...*
¿Por que querrías estar en una relación con alguien con quien ni siquiera hay buena comunicación, reciprocidad, compatibilidad, sentido de correspondencia, responsabilidad afectiva, ver por el bienestar del otro, ser parejos, tiempo para compartir, ganas de estar juntos?
Eso es lo que implica tener una relación...
Algunos hombres y mujeres quisieran tener todos los beneficios que otorga una relación de pareja, entre las más comunes las sexo-afectivas, pero sin el compromiso y la responsabilidad que implica tener, sostener y mantener una relación...
Por eso es importante que desde el inicio expresen sus condiciones, gustos, motivos e intenciones para que la otra parte sepa a lo que le está apostando...
A una plantita la riegas, le pones abono y vitaminas...
A una mascota la mimas, le alimentas, le cuidas...
Toda relación con un ser vivo, implica una mínima responsabilidad...
No, no se trata de estar ahí 24/7, una relación no es una simbiosis parasitaria, sino simplemente lo que es, respeto, consideración, responsabilidad afectiva, compromiso...
Pero así mismo es importante atender las propias necesidades, ser interdependiente, valerse por si mismo, cultivar el amor propio, el autocuidado, el autorespeto, la consideración por si mismos...
De lo contrario estaremos a expensas que el otro se haga cargo de nosotros...
Cuando hay una carencia afectiva, le exigimos, demandamos al otro que nos lo dé...
Y el otro nos está pidiendo que se lo demos a él o a ella...
Ahora bien, establecemos una relación de "simbiosis", extendiendo sus manos uno al otro y ambos con la esperanza de que el otro lo tenga...
Naturalmente ambos se sienten derrotados y ambos se sienten engañados...
Esta es la paradoja: Aquellos que buscan afanosamente el amor en otros, es por que no pueden concebir el amor que puede haber en sí mismos, ser su propio soporte...
Una persona "inmadura" compagina con otra persona " inmadura", porque sólo ellas pueden comprender el lenguaje de la otra...
Una persona madura ama la libertad de una persona "madura"
Entonces es probable que no te sientas atraído por una relación inmadura, no te atraerá para nada...
Es sencillamente asi...
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lamaracuchaquecuenta · 1 year ago
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Quisiera que me escribieras, que me hablaras de ti, de tu estar allí, de tu no estar y estar aquí, en suma, de la vida.
Alejandra Pizarnik. Nueva correspondencia.
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ritmos-eternos · 6 months ago
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Siempre se espera la novedad de un sentimiento que te indique que te aclare que me muestre, que me acelere el pulso pero lo cierto es que, ya no tengo afecto o sentimiento que me eleve porque, qué escritor escribe sin que le indique el corazón, de que pulso escribo si no me acelera ninguna pasión ningún beso que no venga de sus labios ninguna carta que me describa ni me confiese su amor.
Sin embargo sigo aquí a la espera de un sentimiento que me muestre, que me aclare que siente, porque yo le amo, le amo de manera excesiva superando mi voluntad y mi razón
Royine
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sastrecontraste · 6 months ago
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correspondencia 17/06/24 ¿En qué momento todo se volvió tan grisáceo? Veo el sol, pero no es el mismo, no soy la misma. ¿Cuánto tiempo llevo detestándome? Llevo tantos días odiándome, perdí la cuenta, perdí la fe, lo perdí todo. Ya no soy la misma, ya no. ¿Podrías reconocerme entre todas estás capaz? Mis ojos, mis manos, el sonido de mis palabras, ¿son las mismas para ti? Ven y dime que nada ha cambiado, que todo sigue igual para ti, que todavía piensas en mí, que sigo siendo la misma..., háblame, grítame, susúrrame. ¿En qué momento todo se volvió tan grisáceo? ¿Cuánto tiempo llevas detestándome?
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promethe-a · 1 year ago
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"vi uma mulher linda e estranhíssima num canto, toda de preto, com um clima de tristeza e santidade ao mesmo tempo, absolutamente incrível. era ela. (...)"
caio fernando abreu [sobre clarice lispector] a hilda hilst, 29/12/1970
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qernn · 1 year ago
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Hoy, en un capítulo más de Mirein x Dario:
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Tengo miedo del alcance de su relación: es una amistad (heh) tan hermosa que no se me ocurren dramas suficientemente válidos como para ponerlos en la cuerda floja. Y ESO ES MUY RARO. El modo en que Dario le escribe a Mirein 17 HORAS EXACTAS después de que se despidan tras verse, y se enrolle hablando del tiempo solo por escribirle.
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Bendito seas, Dario, eres un jodido regalo del cielo (@entropiasgift se empeña en hacerme llorar con cada carta).
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proustian-dream · 3 months ago
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1985, Japan, Moon Child, Vinyl.
Lira marina de Heidinasch.
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seleccionpoetica · 1 year ago
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Alejandra Pizarnik, Nueva correspondencia.
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las-microfisuras · 10 months ago
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Carta de Victoria Ocampo a Eduardo Mallea
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Los árboles de Supervielle me gustan sin entusiasmarme. Podrían decirse tantas otras cosas. Esa música de los troncos, de las ramas, de las hojas ha acompañado mi vida de tal modo, la ha iluminado con tanta constancia, que me fastidian los poetas que no saben decirla lo mejor posible.
Cuando yo tenía siete años (o seis) fui por primera vez a un bosque en Francia. Debe de haber sido otoño, a juzgar por el olor que recuerdo, y sé que iba caminando. Mi encantamiento y felicidad, mi sorpresa y mi avidez ante esta cosa inimaginable que me entraba por los ojos, la nariz, los pies, duran todavía. Yo no conocía esta forma de la naturaleza. Sólo sabía de llanuras de agua y de tierra. Pero esto era como si la naturaleza me hubiera encerrado con llave en su propia habitación. Se volvía palpable y concentrada en torno de mi pequeñez. Se estrechaba contra mí y no me dejaba más ese espacio, ese vacío alrededor que me había habituado a considerarla un poco como otro cielo.
Una vez te hablé de esos momentos tan raros en que uno ve, oye y comprende a un nivel por encima del nuestro. Permanecemos entonces inmóviles, casi sin respiración, aunque no nos falte el aire. En una especie de gran silencio interior que semeja la página en blanco, preparada para recibir cualquier palabra imprevisible. Es de ese modo como he sentido el bosque. Como yo si naciera al entrar en él. Como si el uso de mis sentidos me viniera de él. Nunca más lo volví a ver así. Pero ese día se prolonga en mí. Siempre estoy cayendo desde ese día, desde esos instantes, sin encontrar jamás tierra o agua que detenga mi caída. Caigo con una columna de humo (estas palabras, estas explicaciones opacas) que se inscribe y desaparece detrás de mí; testimonio perecedero de un imperecedero incendio.
Mi encuentro con el bosque tuvo lugar, creo, la primera vez que penetré en él.
Pero mi encuentro con el Río de la Plata se ha producido de otro modo, acaso más extraño, porque yo lo veía todos los días sin saber que él me espiaba, que estaba allí, que tenía tantas cosas para decirme y que iba a esperarme todo el tiempo que fuera necesario. ¡Pero el bosque!
Puede ser que sea por eso que la primera frase pronunciada -cantada- en Pelléas y Mélisande por Golaud, cuando el telón se levanta: "¡Nunca podré salir de este bosque!" siempre me ha producido (aparte de la música que la exalta) un efecto hechizante. Yo tampoco saldré jamás de este bosque, porque un día se me apareció de tal manera que tuve que quedarme. Y me quedé porque había desaparecido: desapareció desde el momento en que me fue revelado. Está en mí, pero lo he perdido fuera de mí: no puedo distinguirlo dentro. Es como si no tuviera espejo para mi propio rostro. No es el rostro lo que he perdido, sino la visión del rostro.
El bosque estaba mucho más cerca de mis sentidos, los afectaba mucho más que el Río de la Plata. Era una felicidad más que una alegría. Pero todo eso (los árboles, las flores, las semillitas), todo eso estalla a veces ante nosotros como una palabra que buscábamos para no dejar escapar lo que queríamos decir. Porque la palabra fija y su función -según mi experiencia- es puramente fijadora. Los árboles, las flores, las semillitas son palabras sin Petit Larousse que las explique. A veces uno imagina que las ha comprendido, que ha descubierto el sentido de esos gritos que son el agua que corre, el bosque donde los brotes verdean milagrosamente. A veces no se oye más nada y casi ni siquiera el eco de aquello que se había escuchado.
Victoria Ocampo - Villa Victoria (Mar del Plata).
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