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"Te amé imprudentemente desde el momento en que te conocí. Nunca me preocupé por las consecuencias. Me decía que lo hacía, me dije que tú querías que lo hiciera, lo intenté, pero nunca me importó. Te quería más de lo que me importaba."
Ciudad de Fuego Celestial - Los Instrumentos Mortales 6 - Cassandra Claire
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Títulos y orden de lectura... Ya tenemos todos los títulos de la saga y posibles fechas de lanzamiento.
2007 Ciudad de Hueso. Los Instrumentos mortales; libro 1
2008 Ciudad de Cenizas. Los Instrumentos mortales; libro 2
2009 Ciudad de Cristal. Los Instrumentos mortales; libro 3
2010 Ángel mecánico. Cazadores de sombras: los origenes (The Infernal Devices) libro 1
2011 Ciudad de los Ángeles Caídos. Los instrumentos mortales, libro 4
2011 Príncipe Mecánico. Cazadores de sombras: los origenes (The Infernal Devices) libro 2
2012 Ciudad de las Almas Perdidas, Los instrumentos mortales; libro 5
2013 El Códice de los Cazadores de sombras
2013 Princesa Mecánica, Cazadores de sombras: los origenes (The Infernal Devices) libro 3
2014 Ciudad de Fuego Celestial, Los instrumentos mortales; libro 6
2014 Las Crónicas de Magnus Bane
2016 La historia de los notables cazadores de sombras y habitantes del submundo: Contado en el lenguaje de las flores
2016 Lady Midnight, Cazadores de sombras: Renacimiento (The Dark Artifices), libro 1
2016 Cuentos de la Academia de los Cazadores de Sombras
2017 Lord of Shadows, Cazadores de sombras: Renacimiento (The Dark Artifices), libro 1
2018 Queen of Air and Darkness, Cazadores de sombras: Renacimiento (The Dark Artifices), libro 3
2019 The red scroll of Magic, Las maldiciones más antiguas (The eldest curses), libro 1
2019 Ghost of the Shadow Market
2020 Chain of Gold, Las últimas horas (The last hours), libro 1
2020 The Lost Book of the White, Las maldiciones más antiguas (The eldest curses), libro 2
2021 Chain of Iron, Las últimas horas (The last hours), libro 2
2023 Chain of Thorn, Las últimas horas (The last hours), libro 3
2024 Secrets of the Blackthorn Hall (Formato fisico) Seasons of Shadowhunters, libro 1
2024 Careful of Books Novellas, Seasons of Shadowhunters, libro 2
2024 La historia de los notables Cazadores de Sombras y habitantes del submundo: contada en el lenguaje de las flores NUEVA VERSIÓN, Seasons of the Shadowhunters, libro 3
2024 Seasons of Shadowhunters, libro 4
2024 POR CONFIRMAR The Last King of Faerie, The Wicked Powers (Los poderes malignos), libro 1
2024 - 2025 POR CONFIRMAR The Black Volume of the Dead, Las maldiciones más antiguas ( The eldest curses), libro 3
2025? POR CONFIRMAR The Last Prince of Hell, The Wicked Powers (Los poderes malignos), libro 2
2026? POR CONFIRMAR The Last Shadowhunter, The Wicked Powers (Los poderes malignos), libro 3
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¿Cómo restaurar su pasión por Dios?
Si su caminar con Dios se ha vuelto monótono, no tiene que seguir así.
1 Timoteo 4.13-16
Así como las personas se sienten atraídas por el calor del fuego en la chimenea, los no creyentes se sentirán atraídos por los cristianos apasionados por Cristo. El Señor quiere que sus seguidores sean una “ciudad asentada sobre un monte” y la “luz del mundo”, brillando intensamente en la oscuridad con su amor y su mensaje de redención (Mt 5.14, 15; Mt 28.19).
Sin embargo, como vimos ayer, es posible que nuestro “fuego” se enfríe, lo que afecta nuestro testimonio. Si esto le sucediera a usted, dé los pasos para reavivar la llama de su relación con Dios.
Primero, sea consciente de dónde se encuentra, recuerde su vida anterior: piense en cómo era su relación con el Señor. Después, reconozca que se ha alejado. Pídale a Dios que le hable, y lea su Palabra con expectación. Dedique tiempo cada día a la oración y exprese el deseo de conocer realmente al Señor. Pídale al Espíritu Santo que le ayude a volver a enfocar su atención.
El apóstol Pablo dio instrucciones a Timoteo sobre cómo agradar al Padre celestial. Luego añadió el recordatorio de “entregarse de lleno” a esas cosas. Nosotros también debemos saturar nuestras mentes con los preceptos de Dios. El Señor desea que su fe sea entusiasta. Él usará su fervor para atraer a otros hacia Él, y para bendecirle a usted en el proceso.
(Ps. Charles Stanley).
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“Aullido” Allen Ginsberg
I
Vi las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, hambrientas histéricas desnudas, arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo, hipsters con cabezas de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial con el estrellado dínamo de la maquinaria nocturna, que pobres y harapientos y ojerosos y drogados pasaron la noche fumando en la oscuridad sobrenatural de apartamentos de agua fría, flotando sobre las cimas de las ciudades contemplando jazz, que desnudaron sus cerebros ante el cielo bajo el El y vieron ángeles mahometanos tambaleándose sobre techos iluminados, que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre los maestros de la guerra, que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar odas obscenas en las ventanas de la calavera, que se acurrucaron en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando al Terror a través del muro, que fueron arrestados por sus barbas p��bicas regresando por Laredo con un cinturón de marihuana hacia Nueva York, que comieron fuego en hoteles de pintura o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o sometieron sus torsos a un purgatorio noche tras noche, con sueños, con drogas, con pesadillas que despiertan, alcohol y verga y bailes sin fin, incomparables callejones de temblorosa nube y relámpago en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo, realidades de salones de Peyote, amaneceres de cementerio de árbol verde en el patio trasero, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparate de paseos drogados luz de tráfico de neón parpadeante, vibraciones de sol, luna y árbol en los rugientes atardeceres invernales de Brooklyn, desvaríos de cenicero y bondadosa luz reina de la mente, que se encadenaron a los subterráneos para el interminable viaje desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños los hizo caer temblando con la boca desvencijada y golpeados yermos de cerebro completamente drenados de brillo bajo la lúgubre luz del Zoológico, que se hundieron toda la noche en la submarina luz de Bickford salían flotando y se sentaban a lo largo de tardes de cerveza desvanecida en el desolado Fugazzi’s, escuchando el crujir del Apocalipsis en el jukebox de hidrógeno, que hablaron sin parar por setenta horas del parque al departamento al bar a Bellevue al museo al puente de Brooklyn, un batallón perdido de conversadores platónicos saltando desde las barandas de salidas de incendio desde ventanas desde el Empire State desde la luna, parloteando gritando vomitando susurrando hechos y memorias y anécdotas y excitaciones del globo ocular y shocks de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros expulsados en recuerdo de todo por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la sinagoga arrojada en el pavimento, que se desvanecieron en la nada Zen Nueva Jersey dejando un rastro de ambiguas postales del Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y crujidos de huesos tangerinos y migrañas de la china con síndrome de abstinencia en un pobremente amoblado cuarto de Newark, que vagaron por ahí y por ahí a medianoche en los patios de ferrocarriles preguntándose dónde ir, y se iban, sin dejar corazones rotos, que encendieron cigarrillos en furgones furgones furgones haciendo ruido a través de la nieve hacia granjas solitarias en la abuela noche, que estudiaron a Plotino Poe San Juan de la Cruz telepatía bop kabbalah porque el cosmos instintivamente vibraba a sus pies en Kansas, que vagaron solos por las calles de Idaho buscando ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios, que pensaron que tan sólo estaban locos cuando Baltimore refulgió en un éxtasis sobrenatural, que subieron en limosinas con el chino de Oklahoma impulsados por la lluvia de pueblo luz de calle en la medianoche invernal, que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África, que desaparecieron en los volcanes de México dejando atrás nada sino la sombra de jeans y la lava y la ceniza de la poesía esparcida en la chimenea Chicago, que reaparecieron en la costa oeste investigando al F.B.I. con barba y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas sensuales en su oscura piel repartiendo incomprensibles panfletos, que se quemaron los brazos con cigarrillos protestando por la neblina narcótica del tabaco del Capitalismo, que distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desnudándose mientras las sirenas de Los Álamos aullaban por ellos y aullaban por la calle Wall, y el ferry de Staten Island también aullaba, que se derrumbaron llorando en gimnasios blancos desnudos y temblando ante la maquinaria de otros esqueletos, que mordieron detectives en el cuello y chillaron con deleite en autos de policías por no cometer más crimen que su propia salvaje pederastia e intoxicación, que aullaron de rodillas en el subterráneo y eran arrastrados por los tejados blandiendo genitales y manuscritos, que se dejaron follar por el culo por santos motociclistas, y gritaban de gozo, que mamaron y fueron mamados por esos serafines humanos, los marinos, caricias de amor Atlántico y Caribeño, que follaron en la mañana en las tardes en rosales y en el pasto de parques públicos y cementerios repartiendo su semen libremente a quien quisiera venir, que hiparon interminablemente tratando de reír pero terminaron con un llanto tras la partición de un baño turco cuando el blanco y desnudo ángel vino para atravesarlos con una espada, que perdieron sus efebos por las tres viejas arpías del destino la arpía tuerta del dólar heterosexual la arpía tuerta que guiña el ojo fuera del vientre y la arpía tuerta que no hace más que sentarse en su culo y cortar las hebras intelectuales doradas del telar del artesano, que copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza un amorcito un paquete de cigarrillos una vela y se cayeron de la cama, y continuaron por el suelo y por el pasillo y terminaron desmayándose en el muro con una visión del coño supremo y eyacularon eludiendo el último hálito de conciencia, que endulzaron los coños de un millón de muchachas estremeciéndose en el crepúsculo, y tenían los ojos rojos en las mañanas pero estaban preparados para endulzar el coño del amanecer, resplandecientes nalgas bajo graneros y desnudos en el lago, que salieron de putas por Colorado en miríadas de autos robados por una noche, N.C. héroe secreto de estos poemas, follador y Adonis de Denver -regocijémonos con el recuerdo de sus innumerables jodiendas de muchachas en solares vacíos y patios traseros de restaurantes, en desvencijados asientos de cines, en cimas de montañas, en cuevas o con demacradas camareras en familiares solitarios levantamientos de enaguas y especialmente secretos solipsismos en baños de gasolineras y también en callejones de la ciudad natal, que se desvanecieron en vastas y sórdidas películas, eran cambiados en sueños, despertaban en un súbito Manhattan y se levantaron en sótanos con resacas de despiadado Tokai y horrores de sueños de hierro de la tercera avenida y se tambalearon hacia las oficinas de desempleo, que caminaron toda la noche con los zapatos llenos de sangre sobre los bancos de nieve en los muelles esperando que una puerta se abriera en el East River hacia una habitación llena de vapor caliente y opio, que crearon grandes dramas suicidas en los farellones de los departamentos del Hudson bajo el foco azul de la luna durante la guerra y sus cabezas serán coronadas de laurel y olvido, que comieron estofado de cordero de la imaginación o digirieron el cangrejo en el lodoso fondo de los ríos de Bowery, que lloraron ante el romance de las calles con sus carritos llenos de cebollas y mala música,
que se sentaron sobre cajas respirando en la oscuridad bajo el puente y se levantaron para construir clavicordios en sus áticos, que tosieron en el sexto piso de Harlem coronados de fuego bajo el cielo tubercular rodeados por cajas naranjas de Teología, que escribieron frenéticos toda la noche balanceándose y rodando sobre sublimes encantamientos que en el amarillo amanecer eran estrofas incoherentes, que cocinaron animales podridos pulmón corazón pié cola borsht & tortillas soñando con el puro reino vegetal, que se arrojaron bajo camiones de carne en busca de un huevo, que tiraron sus relojes desde el techo para emitir su voto por una eternidad fuera del tiempo, & cayeron despertadores en sus cabezas cada día por toda la década siguiente, que cortaron sus muñecas tres veces sucesivamente sin éxito, desistieron y fueron forzados a abrir tiendas de antigüedades donde pensaron que estaban envejeciendo y lloraron, que fueron quemados vivos en sus inocentes trajes de franela en Madison Avenue entre explosiones de versos plúmbeos & el enlatado martilleo de los férreos regimientos de la moda & los gritos de nitroglicerina de maricas de la publicidad & el gas mostaza de inteligentes editores siniestros, o fueron atropellados por los taxis ebrios de la realidad absoluta, que saltaron del puente de Brooklyn esto realmente ocurrió y se alejaron desconocidos y olvidados dentro de la fantasmal niebla de los callejones de sopa y carros de bomba del barrio Chino, ni siquiera una cerveza gratis, que cantaron desesperados desde sus ventanas, se cayeron por la ventana del metro, saltaron en el sucio Passaic, se abalanzaron sobre negros, lloraron por toda la calle, bailaron descalzos sobre vasos de vino rotos y discos de fonógrafo destrozados de nostálgico Europeo jazz Alemán de los años 30 se acabaron el whisky y vomitaron gimiendo en el baño sangriento, con lamentos en sus oídos y la explosión de colosales silbatos de vapor, que se lanzaron por las autopistas del pasado viajando hacia la cárcel del gólgota -solitario mirar- autos preparados de cada uno de ellos o Encarnación de Jazz de Birmingham, que condujeron campo traviesa por 72 horas para averiguar si yo había tenido una visión o tú habías tenido una visión o él había tenido una visión para conocer la eternidad, que viajaron a Denver, murieron en Denver, que volvían a Denver; que velaron por Denver y meditaron y andaban solos en Denver y finalmente se fueron lejos para averiguar el tiempo, y ahora Denver extraña a sus héroes, que cayeron de rodillas en desesperanzadas catedrales rezando por la salvación de cada uno y la luz y los pechos, hasta que al alma se le iluminó el cabello por un segundo, que chocaron a través de su mente en la cárcel esperando por imposibles criminales de cabeza dorada y el encanto de la realidad en sus corazones que cantaba dulces blues a Alcatraz, que se retiraron a México a cultivar un hábito o a Rocky Mount hacia el tierno Buda o a Tánger en busca de muchachos o a la Southern Pacific hacia la negra locomotora o de Harvard a Narciso a Woodland hacia la guirnalda de margaritas o a la tumba, que exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron abandonados con su locura y sus manos y un jurado indeciso, que tiraron ensalada de papas a los lectores de la CCNY sobre dadaísmo y subsiguientemente se presentan en los escalones de granito del manicomio con las cabezas afeitadas y un arlequinesco discurso de suicidio, exigiendo una lobotomía al instante, y recibieron a cambio el concreto vacío de la insulina Metrazol electricidad hidroterapia psicoterapia terapia ocupacional ping pong y amnesia, que en una protesta sin humor volcaron sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después realmente calvos excepto por una peluca de sangre, y de lágrimas y dedos, a la visible condenación del loco de los barrios de las locas ciudades del Este, los fétidos salones del Pilgrim State Rockland y Greystones, discutiendo con los ecos del alma, balanceándose y rodando en la banca de la soledad de medianoche reinos dolmen del amor, sueño de la vida una pesadilla, cuerpos convertidos en piedra tan pesada como la luna, con la madre finalmente y el último fantástico libro arrojado por la ventana de la habitación, y a la última puerta cerrada a las 4 AM y el último teléfono golpeado contra el muro en protesta y el último cuarto amoblado vaciado hasta la última pieza de mueblería mental, un papel amarillo se irguió torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un esperanzado poco de alucinación-
ah, Carl, mientras no estés a salvo yo no voy a estar a salvo, y ahora estás realmente en la total sopa animal del tiempo y que por lo tanto corrió a través de las heladas calles obsesionado con una súbita inspiración sobre la alquimia del uso de la elipse el catálogo del medidor y el plano vibratorio, que soñaron e hicieron aberturas encarnadas en el tiempo y el espacio a través de imágenes yuxtapuestas y atraparon al Arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y pusieron el nombre y una pieza de conciencia saltando juntos con una sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y pararse frente a ti mudos e inteligentes y temblorosos de vergüenza, rechazados y no obstante confesando el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda cabeza sin fin, el vagabundo demente y el ángel beat en el tiempo, desconocido, y no obstante escribiendo aquí lo que podría quedar por decir en el tiempo después de la muerte, y se alzaron reencarnando en las fantasmales ropas del jazz en la sombra de cuerno dorado de la banda y soplaron el sufrimiento de la mente desnuda de América por el amor en un llanto de saxofón eli eli lamma lamma sabacthani que estremeció las ciudades hasta la última radio con el absoluto corazón del poema sanguinariamente arrancado de sus cuerpos bueno para alimentarse mil años.
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Víctor Vasnetsov (1848-1926) ARCÁNGEL MIGUEL 1914-1915 Tamaño - 292,5 x 129 Material - lienzo Técnica - óleo Número de inventario - DMV Zh-225 Recibido de la familia del V.M. Vasnetsov. 1951
En 1915, el artista completó la pintura "Arcángel Miguel", una obra religiosa, nunca destinada a decorar el templo.
La trama de la imagen se remonta al texto del último libro de la Biblia: "La revelación de Juan el teólogo", que describe la batalla entre ángeles y demonios: "Y hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón, y el dragón y sus ángeles peleaban contra ellos, pero no resistieron, y no se halló lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero, fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apocalipsis 12:8-9).
A la cabeza del ejército celestial se encuentra el Arcángel Miguel, venerado en la Rus como el santo patrón de los guerreros. En su mano derecha hay una espada de fuego, en su izquierda hay una lanza en forma de rayo, con la que sumerge al ejército demoníaco en el abismo. El arcángel pisotea a la bestia apocalíptica de siete cabezas, cada una de cuyas siete cabezas está adornada con una corona, de acuerdo con el texto bíblico. La iconografía de la serpiente coincide con la imagen de la serpiente emergiendo del infierno en los iconos del Juicio Final. El diablo está vestido con un traje rojo, en su mano derecha tiene una espada ensangrentada, en su mano izquierda una corona, como símbolo de la derrota consumada de los demonios.
A primera vista, la ciudad representada en la parte inferior de la imagen es sorprendente. Los edificios altos, la abundancia de luz eléctrica que ilumina todo a su alrededor, crean la impresión de una ciudad del futuro. Sin embargo, ya a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, comenzaron a aparecer los primeros rascacielos en América, se construyeron edificios de gran altura en Europa y el Imperio Ruso. Al mismo tiempo, se produjo la electrificación de las ciudades. Vasnetsov no presentó la ciudad del futuro, sino la ciudad del presente, enfatizando que la batalla no tuvo lugar una vez en el pasado, sino todos los días de la vida real.
El contexto histórico otorga una importancia particular a esta imagen: Vasnetsov trabajó en el lienzo durante la Primera Guerra Mundial, reflexionando sobre cuestiones espirituales, la naturaleza del mal y las guerras destructivas.
Información e imagen de la web de la Galería Tretyakov.
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Recordó a Tessa llorando en sus brazos en París, y haber pensado que nunca había experimentado una pérdida como la que ella sentía por su amor mortal, lo cual, lo condujo a pensar en la posibilidad de que algún día le pasaría, y como Tessa, amara con el alma. Fue ahí cuando entendió que era mejor ser el que moría que el que seguía viviendo.
- Cassandra Clare, Ciudad del Fuego Celestial.
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Alguien más que no duerme
Escucho el taconeo firme de pasos que suben o bajan escaleras, pisadas que van y vienen. No escucho voces, solo murmullos y zumbidos. El ruido se va desvaneciendo pero jamás se termina; es como un coro en el que las voces se van superponiendo en distintos matices de armonías. Son las primeras horas de la noche y hace calor. Camino por la calle 37 desde la avenida 9 hasta Broadway. Son pocas cuadras pero oscuras; no hay bares ni restaurantes en esa parte de Chelsea, solo basura y hombres durmiendo en la calle. Algunos se masturban y el sonido es como el de dos manos débiles intentando aplaudir. Escucho mis pasos por la calle 37: son largos y rigurosos. A veces me prendo un cigarrillo, a veces prefiero no evidenciar mi presencia y camino mordiéndome la comisura de los dedos hasta sentir que sangran y encontrar el sabor a herrumbre, que es el mismo que hay en la escalera de la parada de subway de Greenpoint Avenue. Sigo mi camino, doblo en Broadway. Atravieso Union Square. Podría entrar a la estación, sentarme en paz en algún vagón parcialmente vacío de la línea L, cerrar los ojos hasta Lorimer St y ahí cambiar a la G hasta Metropolitan Avenue, mientras escucho los timbres, las puertas que se cierran y se abren, la voz encantadora del señor que dice «stand clear of the closing doors, please». Podría, pero prefiero caminar unas cuadras más y pasar por Astor Place. Me gusta esa callecita tomada por personas vociferando y mozos apilando platos y cubiertos. Todo se vuelve una especie de música. No es propiamente música, son ruidos. La noche está llena de ellos y son, en términos de sonidos permanentemente evocables, únicos y a la vez iguales. Por ejemplo, el paso apremiante de ratas o comadrejas en apuros, que cruzan pastizales en el campo y corren detrás de —o escapando de— quién sabe qué alimaña no es muy distinto al de aquellos bichos en la ciudad. Aunque esas zancadas en el campo se sientan por el mullido ruido del fardo o los pastizales y acá sobre charcos de agua y cemento, hay algo que los reúne: la urgencia, la huída. Hay dos recuerdos que tengo de la noche cuando era niña. Uno es en el campo, cuando me atemorizaba el fantasma del farol, una luz que, decían los lugareños, aparecía de noche flotando en el campo. También decían que no debíamos temerle, porque el fantasma estaba atrapado entre los vidrios de un candil. Pero las veces que la vi, a lo lejos, tuve tanto miedo que no pude dormir. Y en esas noches de insomnio recordé siempre una misa del padre Gabriel a la que había ido con mi madre, que decía:
Entonces San Francisco de Asís dijo: Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche, y es bello y alegre y vigoroso y fuerte. Y es por esto que debemos alabar a nuestro Señor con humildad: por haber creado la lumbre; por habernos dado el amanecer después de la oscuridad. Por sus llamas que, con pasión y vehemencia iluminan Su creación.
Pensé, entonces, que el fantasma del farol era una creación de Dios para alumbrar la oscuridad. Pero ahí vino mi padre a explicarme que esa fosforescencia no era ni un fantasma ni algo celestial: era un efecto producido por la descomposición de materias orgánicas sobre el suelo, es decir, cuerpos de animales muertos. Aquella interpretación me resultó mucho más repulsiva. Recuerdo haber tenido la sensación de haber llegado a mi primer descubrimiento, pero a mi padre no le gustaban esas ideas, entonces prefirió que pensara, ya no que creyera sino que, efectivamente, supiera, viera, entendiera que se trataba de carne en descomposición. La espera de la línea G en Court Sq. es verdaderamente penosa. Un hombre se pone a blasfemar pero no lo entiendo porque está borracho, aunque distingo perfectamente las palabras God, fuck y shit. Señala las vías del tren. No hay nada en las vías, salvo ratas que, a esta hora, pueden caminar por los tirantes sin arriesgar ni un pelo de su bigote. Me subo al tren. El hombre golpea la puerta y grita algo ininteligible que luego, como si se presentara ante mí una revelación, resultó ser «screw you, bitch». Me pregunto si logré escapar a tiempo o si la borrachera lo había acobardado tanto como para insultarme desde la plataforma de la estación mientras mi tren se iba. Es solo una parada hasta Greenpoint Ave El calor agobiante, el viento que arde, el olor a herrumbre (¿o será sangre?) me saludan como una hilera de marineros al capitán. El edificio en el que vivo tiene tres pisos y no tiene ascensor. Se puede subir al techo si tenemos cuidado y caminamos por las vigas. Subo al techo bastante seguido y veo, frente a mí, del otro lado del East River, una infinidad de luces. Pienso en que hay alguien más que no duerme. Muchos más no duermen. Imagino qué pensarán o si estarán pensando en lo que hay de mi lado, aunque yo dejé las luces apagadas. Entonces me enciendo un cigarrillo. La brasa parece ser lo único que ilumina cerca de mí. No hay luces en este barrio, solo las de neón de la pizzería Triangolo, en la esquina. Levanto el cigarro y lo pongo a la altura de las luces de la gran ciudad. Entrecierro un ojo para enfocar, acerco y alejo el cigarrillo hasta que la brasa tiene el mismo tamaño que una ventana de las del otro lado. En ese momento pienso que algo me incomoda de lo cercano y algo de lo remoto. Algo sobre lo luminoso y la fe.
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Lecturas del Martes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario
Lecturas del día 26 de Noviembre de 2024
Primera lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 14,14-19
Yo, Juan, tuve otra visión: Vi una nube blanca y en ella a alguien que parecía un ser humano, con una corona de oro en la cabeza y una hoz afilada en la mano. Entonces un ángel salió del templo y le gritó con potente voz al que estaba sentado en la nube: “Empuña la hoz y ponte a segar; el tiempo de la cosecha ha llegado ya; la mies de la tierra está madura”. El que estaba sentado en la nube pasó su hoz sobre la tierra y recogió la cosecha de la tierra.
Salió otro ángel del templo celestial, también él con una afilada hoz en su mano. Y salió del templo otro más, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó con potente voz al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz afilada y corta los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas ya están maduras”.
El ángel acercó su hoz a la tierra, cosechó la viña de la tierra y echó los racimos en el gran lagar de la cólera de Dios. Pisaron las uvas en el lagar, fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los frenos de los caballos, en una extensión de unos trescientos kilómetros.
Palabra de Dios
Salmo Responsorial
Sal 96 (95), 10.11-12.13 R./ Que todo se alegre ante el Señor.
“Reina el Señor”, digamos a los pueblos. El afianzó con su poder el orbe, gobierna a las naciones con justicia. R./ Que todo se alegre ante el Señor.
Alégrese los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino; salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo. R./ Que todo se alegre ante el Señor.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones. R./ Que todo se alegre ante el Señor.
Evangelio
Lectura del santo evangelio según San Lucas 21,5-11
En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.
Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?”
Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.
Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles”.
Palabra del Señor
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Pasaron los años, y el grupo que alguna vez había comenzado como un equipo improbable de aventureros se había transformado en una fuerza imparable. Las misiones, los entrenamientos constantes y las innumerables aventuras los habían llevado a lo más alto de sus potenciales. Cada miembro había alcanzado un nivel de perfección y poder que no solo los hacía respetados, sino casi legendarios en el mundo que habitaban.
Fre4k ya no era el aventurero inadaptado que fue lanzado a este mundo por accidente. Su conexión con su espada mágica había crecido más allá de lo que cualquiera podía imaginar. Ahora, la espada no solo era un arma que canalizaba energías de otros mundos; había evolucionado hasta convertirse en una extensión de su propia alma, amplificando cada uno de sus movimientos. En combate, Fre4k era imparable: su habilidad para absorber la magia de otros lo convertía en un adversario temido, y su velocidad y precisión eran más rápidas de lo que el ojo podía seguir. Cada golpe que daba era un despliegue de táctica y poder, perfeccionado por años de práctica. Ahora no solo luchaba, sino que su presencia en el campo de batalla era la de un guerrero sobrenatural, un maestro del combate que movía su espada con una gracia letal.
Amelia, por su parte, había forjado una armadura que desafiaba cualquier ataque. Su cuerpo inmortal ya era resistente, pero con la nueva armadura indestructible, se había convertido en una fortaleza impenetrable. Sus guantes, equipados con garras afiladas, y su guadaña de filo mortal la hacían temible en combate cuerpo a cuerpo. Su velocidad y agilidad sobrehumanas la hacían imposible de alcanzar, mientras que su fuerza y resistencia le permitían soportar cualquier embate. Ahora, era más que una simple zombie inmortal: era una guerrera imparable, una sombra que aparecía y desaparecía entre las filas enemigas, eliminando a sus oponentes con una destreza espeluznante.
Hope, la diosa de la armonía, había abrazado completamente su divinidad. Como omnimancer, sus poderes eran ilimitados. Su conexión con todo lo que existe —pasado, presente y futuro— la hacía omnipotente y omnisciente. No había hechizo, habilidad o conocimiento que estuviera fuera de su alcance. Con un simple pensamiento, podía manipular la realidad, alterando el destino mismo del universo. Sus alas brillaban con un fulgor celestial, y su presencia inspiraba un respeto silencioso y una reverencia profunda en todos los que la rodeaban. Ahora, como una deidad completamente realizada, era la protectora del equilibrio en el mundo, capaz de destruir y crear con un parpadeo.
Hank se había convertido en un mago de fuego inigualable, su dominio sobre las llamas era total. Su mascota, un ave fénix inmortal, se clonaba infinitamente, formando ejércitos de fénixes que respondían a su llamado. Hank podía invocar una legión de estas criaturas en cuestión de segundos, y ningún ejército en el mundo podía soportar el poder de un ejército de fénixes inmortales. Además, él mismo había alcanzado un estado de inmortalidad, renaciendo como un fénix cada vez que caía. Ahora, no solo era un maestro del fuego, sino un ser eterno, cuya llama nunca se extinguiría. Su báculo, con su orbe cósmico en la punta, canalizaba el poder de los astros y las estrellas, aumentando su ya vasta reserva de maná. Nada ni nadie podía detenerlo, y en el campo de batalla, Hank era una fuerza destructiva y controlada, capaz de reducir ciudades a cenizas si así lo deseaba.
Nox, el enigmático vendedor de pociones, había revelado su verdadera naturaleza como el rey del vacío. Su poder sobre las sombras y la oscuridad era absoluto. Como una entidad inmortal, Nox existía en cada rincón del universo, dondequiera que hubiera oscuridad. No importaba cuántas veces intentaran destruirlo, él siempre volvía, reformándose desde las sombras más profundas. Su presencia era omnipresente, y su habilidad para controlar la oscuridad lo hacía una de las fuerzas más poderosas y temidas del universo. Además de sus poderes paranormales, su control elemental sobre la oscuridad y su capacidad para manipular las leyes naturales y sobrenaturales lo convertían en un ser antinatural y casi invencible. Dondequiera que él estuviera, la sombra lo seguía, y su figura etérea se movía entre dimensiones, siempre al acecho.
La última gran misión los había llevado al borde del mundo conocido, a las tierras del Caos Primigenio, donde una antigua entidad que había permanecido dormida por eones había comenzado a despertar. Solo un equipo de élite como el suyo podría enfrentarse a algo tan colosal y desconocido. Las tierras del Caos eran un lugar de constante cambio, donde las leyes de la física no siempre se aplicaban y el tiempo podía retorcerse y fragmentarse. Sin embargo, Fre4k, Hank, Hope, Amelia y Nox avanzaban con confianza.
Fre4k lideraba al grupo, su mirada afilada escaneando el terreno, mientras su espada brillaba con una luz espectral. Cada paso lo acercaba más a su objetivo: enfrentarse a la entidad más poderosa que jamás hubiera visto.
—Nos estamos acercando —dijo Fre4k, su voz calmada pero tensa—. Puedo sentir el cambio en la energía del lugar.
—Sí, yo también lo siento —respondió Hope, quien tenía los ojos cerrados, concentrada en los hilos de energía que vibraban en el aire—. No es solo una entidad, sino algo más profundo. Está más allá del tiempo y el espacio.
Amelia, quien caminaba a su lado, sonrió de lado mientras afilaba sus garras. —Espero que sea tan fuerte como dicen, porque estoy lista para una verdadera pelea.
Hank, montado en uno de sus fénixes clonados, soltó una pequeña risa mientras miraba el paisaje. Su visor mostró una imagen de llamas, simbolizando su entusiasmo por lo que se avecinaba.
—Si es tan fuerte como parece, tendremos la oportunidad de probar nuestros límites —dijo Hank, su báculo brillando con una energía cósmica—. Estoy listo para lo que venga.
Nox, quien flotaba entre las sombras, permanecía en silencio, pero su presencia emanaba una calma aterradora. Las sombras se arremolinaban a su alrededor, y su forma nebulosa apenas era visible entre el caos. Sin embargo, sus ojos brillaban con determinación. Él sabía que este sería un enfrentamiento sin precedentes.
Finalmente, llegaron al corazón del Caos Primigenio. La entidad frente a ellos era una masa colosal de energía pura, una forma sin forma, cuyos tentáculos se extendían más allá de la percepción humana. Era una fuerza que había existido desde el comienzo del universo, un ser de proporciones incomprensibles.
Fre4k, sin perder tiempo, alzó su espada hacia la criatura. —Aquí es donde todo termina —murmuró, su voz cargada de una determinación inquebrantable.
La batalla que siguió fue un despliegue de poder nunca antes visto. Fre4k movía su espada con una velocidad sobrenatural, cortando los tentáculos de energía mientras absorbía la magia de la entidad para potenciar sus propios ataques. Amelia, con su guadaña resplandeciente, se movía con una velocidad imposible, deslizándose entre los ataques del Caos Primigenio, sus golpes precisos y devastadores. Hope, con sus poderes infinitos, tejía hechizos que alteraban la realidad misma, protegiendo al grupo mientras desataba oleadas de energía cósmica contra su enemigo.
Hank, por su parte, comandaba su ejército de fénixes con maestría, creando legiones de criaturas inmortales que atacaban al Caos Primigenio desde todas las direcciones. Las llamas del fénix eran inextinguibles, y Hank canalizaba el poder de su orbe cósmico para amplificar sus ataques. Nox, como una sombra en movimiento, envolvía la criatura con su oscuridad, absorbiendo su energía y distorsionando su percepción del entorno.
La batalla se extendió durante días, pero finalmente, tras un último y devastador ataque conjunto, la entidad colapsó, disipándose en la nada. El Caos Primigenio había sido derrotado.
El grupo, agotado pero victorioso, se reunió en el centro del campo de batalla, el silencio envolviéndolos mientras contemplaban su triunfo. Fre4k, con la espada aún en su mano, miró a sus amigos y sonrió.
—Lo logramos —dijo, con una mezcla de satisfacción y alivio.
—Nunca lo dudé —respondió Amelia, mientras se ajustaba la armadura.
Hank soltó una carcajada ligera, mientras su visor mostraba una imagen de una pequeña llama danzante. —Sabía que podríamos hacerlo.
Hope, con su aura brillante, los miró con orgullo. —Este es solo el comienzo de algo más grande. Siempre habrá más desafíos, pero juntos, podemos enfrentarlos todos.
Nox, envolviéndose en las sombras, asintió en silencio. El rey del vacío sabía que su viaje estaba lejos de terminar.
El grupo se había vuelto no solo leyendas, sino fuerzas que trascendían el tiempo y el espacio. Y aunque su última batalla había concluido, sabían que el universo siempre les tendría nuevos retos. Pero, como siempre, estaban preparados para lo que viniera.
El grupo se había vuelto no solo leyendas, sino guardianes del equilibrio universal. Donde hubiera caos, ellos estarían allí, listos para enfrentarlo, imbatibles, inmortales y unidos
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Aullido, Allen Ginsberg, por Carl Solomon.
He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos, arrastrándose de madrugada por las calles de los negros en busca de un colérico picotazo, pasotas de cabeza de ángel consumiéndose por la primigenia conexión celestial con la estrellada dinamo de la maquinaria de la noche, que, encarnación de la pobreza envuelta en harapos, drogados y con vacías miradas, velaban fumando en la sobrenatural oscuridad de los pisos de agua fría flotando sobre las crestas de la ciudad en contemplación del jazz, que desnudaron sus cerebros ante el Cielo bajo el El* y vieron tambalearse iluminados ángeles mahometanos sobre los tejados de las casas de alquiler, que atravesaron las universidades con radiantes ojos tranquilos, alucinando Arkansas y tragedias de luz-Blake entre los escolásticos de la guerra, que fueron expulsados de las academias por dementes & por publicar odas obscenas sobre las ventanas de la calavera, juergas continuas que se acurrucaban amedrentados en ropa interior en habitaciones sin afeitar, quemando su dinero en papeleras y escuchando el sonido del Terror a través de la pared, que fueron aferrados por sus barbas púbicas al regresar por Laredo a Nueva York con un cinturón de marihuana, que devoraron fuego en hoteluchos o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o hacían sufrir a sus torsos los tormentos del purgatorio noche tras noche por medio de sueños, drogas, pesadillas de la consciencia, alcohol y verga y juergas continuas, incomparables callejones sin salida de trémula nube y relámpago en la mente abalanzándose hacia los polos de Canadá & Paterson, iluminando todo el inmóvil mundo del intertiempo, solideces de salones en Peyote, albas de cementerio de árbol verde en el patio de detrás, borrachera de vino sobre los tejados, barrios de escaparates de locuras automovilísticas en marihuana parpadeo de neón luz de tráfico, vibraciones de sol y luna y árbol en los rugientes atardeceres de invierno en Brooklyn, desvaríos de lata de basura y bondadosa soberana luz de la mente, que se encadenaron a los ferrocarriles subterráneos para el interminable trayecto entre Battery y el sagrado Bronx colgados en benzedrina hasta que el ruido de ruedas y niños les . . hacía caer temblorosos, con la boca como un erial y bataneados, yermos mentalmente, despojados de toda brillantez bajo la lúgubre luz de zoológico, que se sumergían la noche entera en la submarina luz de Bickford's, salían flotando y desgranaban la tarde de cerveza rancia en el desolado Fugazzi's, escuchando el estallido del apocalipsis en el jukebox de hidrógeno....
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"Rutas Místicas: Un Viaje a lo Desconocido"
En el vasto tapiz del mundo, hay senderos que llevan a rincones mágicos, impregnados de historia y leyenda. Estos son los lugares donde la realidad se entrelaza con la fantasía, donde cada paso es una página de un libro antiguo. Este relato nos sumerge en estas rutas místicas, revelando destinos que despiertan la imaginación y ofrecen experiencias únicas.
El Camino de las Lágrimas, México
Empezamos nuestro viaje en México, siguiendo el "Camino de las Lágrimas", un sendero que atraviesa la selva y conecta antiguas ciudades mayas. Su nombre proviene de la leyenda que cuenta cómo la diosa de las lágrimas lloró al ver la decadencia de su civilización. Entre templos cubiertos por la selva y ruinas que susurran historias olvidadas, los viajeros se sumergen en un pasado místico que aún respira en la arquitectura de piedra.
El Bosque de los Cuentos, Escocia
Nuestro siguiente destino nos lleva a Escocia, al enigmático "Bosque de los Cuentos". Rodeado de mitos y leyendas, este bosque es hogar de árboles antiguos y senderos cubiertos por una neblina perpetua. Cada rincón parece inspirar historias de hadas y criaturas místicas. Los viajeros intrépidos pueden explorar ruinas de castillos perdidos en el tiempo y sumergirse en la rica tradición oral que ha dado vida a estos cuentos durante siglos.
Montañas del Dragón, Bután
Continuamos hacia el pequeño reino de Bután, donde las imponentes "Montañas del Dragón" dominan el paisaje. Estas montañas, consideradas sagradas, están impregnadas de mitología local que involucra a dragones protectores y antiguos monasterios empotrados en acantilados. Los viajeros que se aventuran por estos caminos escarpados son recompensados con vistas majestuosas y la sensación de estar en un lugar donde lo divino y lo natural se entrelazan.
La Ciudad de los Espejismos, Marruecos
En el norte de África, encontramos la "Ciudad de los Espejismos" en Marruecos. Este lugar mágico, también conocido como Chefchaouen, está anidado en las montañas del Rif y es famoso por sus calles pintadas de azul. Se cree que esta paleta de colores vibrantes tiene propiedades espirituales, protegiendo a la ciudad y sus habitantes de malas energías. Entre callejones estrechos y mercados llenos de tesoros, los viajeros se encuentran inmersos en una realidad que parece surgir de un sueño.
El Sendero de las Luces del Norte, Islandia
Nuestra última parada nos lleva al norte helado de Islandia, donde el "Sendero de las Luces del Norte" espera a aquellos que buscan la aurora boreal. En esta tierra de hielo y fuego, los cielos se iluminan con danzas místicas de luces multicolores. Los aventureros que siguen este sendero experimentan la maravilla de lo cósmico, sintiendo la conexión entre la tierra y el cielo en un espectáculo celestial que parece sacado de la mitología nórdica.
En cada uno de estos destinos, la realidad se fusiona con la fantasía, creando experiencias que van más allá de los límites de lo ordinario. Estas rutas místicas no solo ofrecen paisajes impresionantes, sino también una conexión profunda con la rica herencia cultural y espiritual que define a cada lugar. En cada paso, los viajeros se convierten en narradores de historias antiguas, llevando consigo la magia de estos lugares a medida que continúan explorando lo desconocido.
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✨ Eight years of this masterpiece ✨
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Así que tendrá que aprender lo mismo que tú: que la familia no la da la sangre. Es la gente que te quiere; la gente que te guarda la espalda.
‐ Cassandra Clare, Ciudad de fuego celestial
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Ciudad de Hueso pág.260
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"Sus pestañas inferiores dispersaron la luz; su sonrisa era una promesa de cosas terribles."
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"Somos todos los fragmentos de lo que recordamos. Tenemos en nuestro interior las esperanzas y los temores de aquellos que nos aman. Mientras haya amor y memoria, no existe la auténtica pérdida."
Hermano Zachariah - Ciudad del fuego celestial
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