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CASTELAR, ARGENTINA.
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La Mansión Seré: de un hogar a un centro de torturas y sitio de memoria
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¡Comenzamos con el taller de Manga/Historieta! 🗯️ El 10 de Marzo volvemos con el taller de Manga/Historieta en la Biblioteca popular 9 de julio, en Castelar @bp9dejuliocast1 Llamá y anotate al 7705-6648 de 10 a 18hs. o cualquier cosa me preguntas. ¡Sumate! #JahProducciones #Ludicamania #Biblioteca9DeJulio #Manga #Historieta #Dibujo #Arte #Taller #Castelar #TallerDeManga #TallerDeHistorieta #Cultura https://www.instagram.com/p/CpePWk3uGFz/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Camilo Desmoulins!
#I will find out more about this book#french revolution#frev#frev art#camille desmoulins#robespierre#Marat#historia de europa emilio castelar
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Odeurs de beurre chaud, de sucre cuit,
Promesse de délices et de réconfort.
J’entends les bruits du fournil,
Des ombres s’agitent derrière les stores.
Et je murmure : Sésame, ouvre toi !
Le café attend, mais aujourd’hui
Je veux mon croissant.
Avant le labeur, une sucrée caresse.
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So, my boyfriend is in Northern Ireland and I wanted to send him and his family a few Portuguese Christmas sweets since I won't be able to go there for a visit myself. But guess what? I can't! Because even dry cakes are considered perishable items and are regulated. Any solution that would allow me to send it legally would be more expensive than flying there myself to deliver the package.
Then I thought, there are Portuguese communities everywhere, I could order from a Portuguese supermarket and have it delivered to their place. And, yes, there are a few in the UK but apparently, none is in Northern Ireland and they don't deliver there.
Brexit is already ruining my love life because I can't get a visa being self-employed, but now I can't even send some treats! I've never been more in favour of a united Ireland as now!
#I just wanted to give my man a bolo rei#some broas castelares#some homemade honey and ginger cakes#and a chouriço#just a basic Christmas care package#fuck brexit
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Linea 410 Moreno General Paz Horarios y Recorrido del colectivo que va por Ruta 8
#ruta 8#metrobus san martin#metrobus ruta 8#metrobus buenos aires#camino del buen ayre#san martin#unsam#cruce castelar#metro bus tres de febrero#linea 410#linea 57#dota#empresa atlantida
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Marat’s matching ensemble from Historia de Europa
ARE WE EVER GONNA TALK ABOUT SJ GETTING CAUGHT IN A DRESSING GOWN AND “ELEGANT TURKISH SLIPPERS”
THIS IS THE ENSEMBLE I’M IMAGINING AND IM LOOOOSIN IT
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Palacio Conde de la Maza
These days I accidentally found images of this beautiful house that existed in Madrid and belonged to Leopoldo Sáinz de la Maza y Gutiérrez-Solana y Gómez de la Puente, first Count of la Maza. It was built in 1908 by architects Antonio Palacios and Julián Otamendi. It was located at the top of a slope that had not been modified by the architects, who thus achieved a great perspective.
The house was located at Paseo de la Castellana, 50. Currently, in its place, stands the old Banca Catalana building, today called Edifício Castelar, built in 1987.
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José Garnelo y Alda (Spanish, 1866-1944) La muerte de Lucano, 1887 Museo Nacional del Prado
The work is based on the speech that Emilio Castelar dedicated in 1857 to the great Roman poet Lucano (Córdoba, 39-Rome, 65). It represents his suicide, induced by Nero like that of his uncle Seneca (see the painting by Manuel Domínguez, P004688, which inspired its composition). The presence of his wife, Pola Argentaria, and her friends conveys the emotion of the scene, as do the cut roses, chains, and the poet's manuscripts.
#José Garnelo y Alda#Jose Gernelo y Alda#spanish art#spanish#neoclassical#hispanic#latin#art#fine art#european art#classical art#europe#european#oil painting#fine arts#europa#mediterranean#southern europe#la muerte de lucano#the death of lucano#roman empire#cradle of civilization#1800s#emilio castelar#cordoba#painting#neoclassical art#neoclassical painting#world history
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La entrevista
Había una vez un hombre que murió. El hombre había sido muy importante. Había tenido fama, poder, dinero, etcétera. Había trabajado mucho y había cosechado triunfos. Por lo tanto, no temió presentarse ante Dios. Así que se presentó ante Dios y dijo:
—Isidoro Passini, encantado.
—Tome asiento —le contestó Dios.
Y el hombre se sentó.
—Su vida, si es tan amable —le dijo Dios.
—¿Mi vida? —dijo el hombre ligeramente sorprendido.
Su vida, sí, por favor.
—Bien —dijo el hombre, y se dispuso a hablar de su vida.
Naturalmente se había enfrentado con muchas situaciones difíciles. De modo que no se amilanó. Al contrario: se compuso el pecho, sonrió compulsivamente, y ordenó sus fuerzas como para sacar el mejor partido posible de la entrevista.
—Señor —empezó, con esa su manera discreta y cordial que tantos triunfos le había deparado—. Señor —dijo— he trabajado mucho. He llegado a ocupar un cargo de gran responsabilidad.
—¿Responsabilidad? —dijo Dios, como si no entendiera bien el significado de la palabra.
—Sí, de gran responsabilidad —repitió el hombre, seguro de sí mismo, confiando plenamente en su natural simpatía, decidido a ganar la situación desde el primer momento—. Jefe de producción, exactamente. En Brunes & Mathew S.A. Diecisiete hectáreas cubiertas en Castelar. Sucursales en veinticuatro países.
—Uh… —dijo Dios, aprobando seriamente con la cabeza, como compenetrándose de la importancia de su recién llegado.
El hombre sonrió afablemente, pensó algo así como “el primer round es mío”, y prosiguió:
—Puede decirse que he llegado solo. Por mi propio esfuerzo. ¿Mis virtudes? Concentración, trabajo, dinamismo, capacidad para resolver rápidamente cualquier problema. En fin, esas cosas que distinguen al hombre hecho para vencer. Usted perdonará mi inmodestia, pero debemos ser francos, ¿no le parece?
—Pero por supuesto —le contestó muy gentilmente Dios.
—Recuerdo —prosiguió el hombre— cuando ingresé en Bruñes & Mathew Argentina S.A. Tenía dieciocho años. Mi familia era muy pobre, Señor. Para ahorrar las monedas del ómnibus, me hacía a pie veinticinco cuadras. Con ese dinero me compraba libros. De noche estudiaba. Fui perito contable a los veintiún años. Cuando me recibí…
—¿Veinticinco cuadras? —preguntó Dios.
—¿Eh? Ah, sí, veinticinco cuadras. Con excepción de los días de lluvia, claro.
—Había una plaza, ¿no es cierto?
—¿Una plaza?
—En el trayecto, quiero decir. ¿No había una plaza?
—Este… sí. Sí, efectivamente, había una plaza. Me parece —contestó el hombre algo desconcertado y pensando tal vez Dios empezaba a chochear un poco con los años.
—Y en la plaza, ¿había un banco?
—Bueno, había muchos bancos, supongo.
—No, no. Un banco. Yo me refiero a un banco. ¿Había un banco?
—Claro… naturalmente había un banco. Si había muchos bancos, había un banco —dijo el hombre, conteniendo a duras penas su malhumor.
—Ajá. ¿Y cómo era ese banco? —preguntó Dios.
—¡Ese banco era un banco! ¡Un banco como todos los bancos! ¿Qué se puede decir? —contestó el hombre con muchas ganas de terminar de una vez con esas preguntas estúpidas.
—¿Eso es todo?
—Eso es todo lo que se puede decir de un banco, ¿no? —dijo, convencidísimo de que la edad le había reblandecido por completo los sesos a Dios.
—En fin —dijo Dios, suspirando con visible contrariedad—, continúe, por favor.
—Continúo —dijo el hombre con energía, decidido a poner un poco de orden en esa conversación que le parecía disparatada—. Con mi diploma conseguí que me cambiaran de sección y me aumentaran el sueldo. Tenía veinticuatro años y ya era todo un subjefe. La sección se transformó en mis manos. Llevé cosas nuevas. Impuse mi ritmo, mi manera de trabajar. Llegó a ser la sección más eficiente de la casa. Fue mi primer triunfo importante.
—Oh, importante —dijo Dios con un tono bastante ambiguo.
—A los veintiocho años me casé —prosiguió el hombre como si no lo hubiera oído—. A mi mujer, Mónica Juárez, creo haberle dado todo lo que se merecía. Hijos, cariño y, demás está decirlo, bienestar. Ella vive aún. Usted, Señor, debe conocerla.
—Conozco, conozco —dijo secamente Dios.
—Tuvimos cuatro hijos —continuó el hombre levemente intrigado y sospechando por primera vez que a su mujer no habría de resultarle tan fácil la entrevista— Armando, Luis María, Clara y Angélica. Angélica era mi debilidad. Tenía… tiene unos hermosos ojos azules, como la madre. Es un encanto de criatura.
—Ah, ojos azules —dijo Dios—. ¿Y Alicia?
—¿Cómo? —dijo el hombre.
—Sí, sí, le pregunto el color de ojos de Alicia.
—Pero, ¿Alicia?, perdón, ¿usted dijo Alicia?
—Naturalmente, Alicia. Usted me habló del color de ojos de Angélica, y yo le pregunto del color de ojos de Alicia. Está claro, ¿no?
—Pero… Usted no se referirá… a aquella muchacha… a aquella Alicia que yo conocí cuando tenía qué sé yo, diecisiete años…
—Por supuesto que me refiero a ella. El color de sus ojos, entonces…
—Bueno, caramba, pasaron tantos años. Además, hemos podido estar solos tan pocas veces, que francamente…
—No lo recuerda.
—No, no me acuerdo, es la verdad —contestó el hombre, sin darle demasiada importancia a esas interrupciones, y deseando seguir adelante con el relato de su vida.
—Es una lástima —dijo Dios.
—¡Bueno, caramba, supongo que no será tan grave!
—Es grave —dijo Dios—. Continúe.
—Ejem… —dijo el hombre, ya bastante molesto y desconcertado—. Estaba hablando de mis hijos. Quería decirle… Quería decirle que ellos dieron un verdadero sentido a mi esfuerzo, a mi lucha. Fue por ellos, Señor…
—Digresiones no, le ruego —dijo Dios.
—Bien —dijo el hombre algo corrido y empezando a dudar un tanto del éxito de la entrevista—. Seguí trabajando duro. Comprendí lo que se esperaba de mí, y me di entero a eso. Fui, debo decirlo, un ejemplo y un modelo para muchos hombres. Cuando me hice cargo de la jefatura de producción…
—5 de junio de 1954 —dijo Dios.
—Efectivamente, 5 de junio de 1954 —dijo el hombre con nuevos bríos. Coincidió con el cincuentenario de la empresa. Una fiesta enorme en el Palace Hotel, recuerdo. Son esos momentos que no se olvidan nunca, que le sirven a uno de empuje, de incentivo. Hablaron de mí en los discursos. Me felicitaron. Confiaban un capital enorme solo a mi capacidad. El mismo gerente general me estrechó la mano, conmovido y, ¿por qué no?, esperanzado. Eran momentos muy graves. Se esperaba mucho de mí. Ahora puedo decir que no los he defraudado, más aún, que he superado los proyectos más optimistas. Cuando nos retirábamos de la fiesta, ya en la puerta del hotel, el gerente general se acercó a mí y me dijo: “Señor Passini…”
—Perdón —dijo Dios—, su sombrero y su sobretodo.
—¿Cómo?
—Sí, su sombrero y su sobretodo ya los había retirado del guardarropa, ¿es así?
—Este… sí, lógico. Era una noche de junio. Hacía frío. Llevaba sombrero y sobretodo —dijo el hombre—. Bufanda también, me imagino, ¡je, je! —agregó, tratando de hacerse el gracioso y pensando que tal vez era la forma de comportarse ante la irremediable chochera de Dios.
—Se los entregó en sus manos una mujer, ¿verdad?
—Bueno, sí, la encargada del guardarropa me entregó el sombrero, el sobretodo y la bufanda. Me los puse inmediatamente porque, como dije, era una noche de frío, y me acerqué a la puerta. Fue entonces cuando el gerente general me dijo…
—Los ojos, por favor.
—¿Pero qué ojos? —dijo el hombre, a un paso de la desesperación.
—De la encargada del guardarropa. El color de los ojos, si es tan amable.
—¡Pero ¡cómo me puedo acordar del color de los ojos de la encargada del guardarropa! Es absurdo, ¿no? ¡Yo estoy hablando de un acontecimiento importante!
—No es absurdo —dijo Dios.
—Ah, ¿no es absurdo? ¿Y por qué no es absurdo? Vamos a ver.
—No es absurdo. Eran los mismos ojos de Alicia.
—Pero usted… pretende decirme que Alicia… que la encargada del guardarropa era… ¿era Alicia?
—Oh, no, ¿quién dijo eso? Además, eso es secundario. Podía ser o no ser. Lo importante eran los ojos. Eran los mismos ojos.
—¿Tan iguales eran? ¿Tan parecidos?
—Eran los mismos ojos.
—Bueno, está bien, eran los mismos ojos. ¿Y qué? Yo, ¿qué hubiera podido hacer? ¿Mi vida hubiera cambiado por eso? ¿Hubiera dejado de hacer lo que hice?
—Eso es otro asunto —dijo Dios—. Continúe.
—¡Pero por favor, Señor! ¡Yo necesito entender! —dijo el hombre, creyendo volverse loco, viendo como su entrevista, de una manera incomprensible y estúpida, se precipitaba irremediablemente al fracaso—. ¡Yo necesito saber! ¡Saber de qué se trata!
—Circuitos —dijo Dios.
—¡Cómo circuitos! ¿Qué quiere decir circuitos? ¡No entiendo nada!
—Puntos. Puntos fundamentales. Deben hacer contacto, simplemente no se preocupe, continúe.
—Entonces… los ojos de Alicia… y aquellos otros ojos eran… así, ¿puntos fundamentales?
—Eran puntos fundamentales —dijo Dios.
—¡Puntos fundamentales! ¿Quiere decir que yo hubiera sido otro, que yo hubiera hecho otras cosas si los hubiera mirado, si los recordara ahora?
—Continúe, por favor —dijo Dios.
—¡De modo que ojos, entonces! ¡Que la misión de un hombre en la vida es mirar unos ojos! ¡Mirar dos veces unos mismos ojos!
—No de un hombre. De usted —dijo Dios—. Puntos distintos para cada hombre. Generalmente muy pocos. Deben unirse, eso es todo. Continúe.
—Entonces mi vida, mi larga, mi fecunda vida, Señor, ¿se justificaba con solo mirar esos ojos?
—Sí —dijo Dios.
—Pero, ¿y el banco? Usted me preguntó por un banco. ¿Qué tenía que ver el banco?
—Ah, sí, el banco —dijo Dios, un tanto aburrido—. Había que sentarse en el banco.
—¿Sentarse en el banco?
—Sí, era necesario. Horas y horas tal vez. Sobre todo, cierta tarde de otoño. Pero no se preocupe ahora. Continúe, hágame el obsequio.
—Sí… sí, continúo —dijo el hombre, lleno de pavor, inseguro de todo lo que decía, buscando desesperadamente en su memoria algo distinto, algo que lo congraciara definitivamente con Dios, algo humano pensó sin saber bien qué quería decir; o tierno, o emotivo, o piadoso. Porque evidentemente esos eran los puntos que había que tocar. Las cosas que se esperaba que él tocara.
—Lo escucho —dijo Dios, porque el hombre se demoraba demasiado en contestar.
—Sí, bueno… Recuerdo… recuerdo un amigo. Un amigo querido —dijo el hombre con vacilación—. Lo encontré por la calle. Hacía muchos años que no lo veía.
—Fernando Carrera —dijo Dios.
—¡Sí, sí! ¡Fernando Carrera, precisamente! —contestó el hombre casi jubiloso, vislumbrado al fin su posibilidad—. Fernando Carrera. Estaba muy solo, muy pobre, además. Me quedé con él. Hablamos, hablamos mucho. Lo ayudé. Creo que le hice bien. Cuando nos separamos eran las siete de la tarde. Había faltado al trabajo por él. Estábamos parados en una esquina, en la plaza, y nos abrazábamos. Era hermoso, Señor. Cuando nos despedimos, Fernando se quedó apoyado contra un árbol y me saludaba con la mano.
—¿Cómo era? —preguntó Dios.
—¿Fernando? Era alto, flaco, un poco desgarbado. Los ojos grises, grandes, llenos de ternura. Me acuerdo muy bien de sus ojos.
—No, no, el árbol —dijo Dios.
—¿Cómo?
—El árbol donde estaba apoyado Fernando. Eran exactamente las siete de la tarde. ¿No recuerda?
—¡Cómo podía mirar el árbol! ¿Para qué podía mirar el árbol?
—Era otoño. La plaza —dijo Dios—. Desde cierto banco se veía bien el árbol.
—Sí, era otoño —dijo el hombre, desolado, temblando, con una angustia que le impedía articular las palabras—. Entonces el árbol…
—¿No recuerda? —volvió a preguntar Dios, porque el hombre se había quedado callado.
—No, no recuerdo —dijo el hombre, bajando la cabeza.
—Es una lástima. Era el cuarto punto —dijo Dios.
—¿Puedo… puedo continuar? —preguntó el hombre con la voz entrecortada.
—Era el último punto —dijo Dios—. Lo siento. Su entrevista ha terminado.
Humberto Costantini | Del libro «Una vieja historia de caminantes», 1967.
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Picnic Al Costado Del Camino - Tironeo
El grupo argentino Picnic Al Costado Del Camino ha publicado el vídeo oficial de Tironeo, el primero de los dos sencillos que, junto con Indie Mamón adelantan lo que será su segundo álbum Primer Día.
Picnic Al Costado Del Camino es un grupo de indie pop-rock de Castelar, Argentina, formado en 2016. Sus integrantes son Juan Pablo Guilenía (voz y guitarra), Camila Vinet (guitarra y coros), Julieta Ferrari (saxofón, sintetizadores), Agustín Benech (bajo) y Santiago Manzi (batería y coros).
Letra:
Quiero vaciar mi cabeza Y no te puedo explicar Lo que me atormenta Ay, sé como padecer Y no lo vas a entender Cómo desespera Ay, no te puedo explicar Y no lo vas a entender Cómo desespera Cómo desespera
Prefiero darme cuenta por mí Por mi cuenta, por mí Que me pise un camión Con flores
Por mí, qué me espera Por mí Que me enseñe algo mejor Infinito soy
Quiero vaciar mi cabeza Y no te puedo explicar Lo que me atormenta Ay, sé como padecer Y no lo vas a entender Cómo desespera Ay, no te puedo explicar Y no lo vas a entender Cómo desespera Cómo desespera
Prefiero darme cuenta por mí Por mi cuenta, por mí Que me pise un camión Con flores
Por mí, qué me espera Por mí Que me enseñe algo mejor Infinito soy
Por mí Con flores Por mí Por mí Por mí
Enlaces: Bandcamp | Facebook | Instagram
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¡Comenzamos con el taller de Manga/Historieta! 🗯️ El 10 de Marzo volvemos con el taller de Manga/Historieta en la Biblioteca popular 9 de julio, en Castelar @bp9dejuliocast1 Llamá y anotate al 7705-6648 de 10 a 18hs. o cualquier cosa me preguntas. ¡Sumate! #JahProducciones #Ludicamania #Biblioteca9DeJulio #Manga #Historieta #Dibujo #Arte #Taller #Castelar #TallerDeManga #TallerDeHistorieta https://www.instagram.com/p/Cofs6qLvpt8/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Robespierre en su casa de la Calle de San Honorato
Historia de Europa by D. Emilio Castelar, 1895
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"Razonar y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido y barato!"
Santiago Ramón y Cajal
Fue un médico español, nacido en Petilla de Aragón en la provincia de Zaragoza en mayo de 1852, especializado en histología y anatomía patológica, es considerado como el padre de la neurociencia.
Compartió el premio Nobel de medicina en 1906 con Camilo Golgi, el médico y citólogo italiano, quienes conjuntamente realizaron trabajos importantes sobre la estructura del sistema nervioso.
Su padre era un médico cirujano de profesión, quien cambiaba de residencia constantemente, por lo que Ramón vivió en Larrés, Luna en 1855, Valpalmas en 1856 y Ayerbe en 1860.
En 1870, cursó la carrera de medicina en donde toda su familia se trasladó a Zaragoza, licenciándose en medicina en 1873, a los 21 años fue llamado a filas en donde el servicio militar era una disciplina obligatoria según una ley que había impuesto el presidente Emilio Castelar presidente de la primera república.
Cuando llevaba unos meses en la milicia, fue destinado como médico segundo (teniente) y es acuartelado en Lérida en el regimiento de Burgos. En 1874, Ramón y Cajal es destinado a Cuba, todavía provincia española, la cual libraba una guerra por su independencia conocida como La guerra de los diez años, lo cual le conlleva el ascenso a un empleo militar inmediato.
Las experiencias militares vividas por Ramón y Cajal tan amargas como las enfermedades ahi contraídas lo llevaron a solicitar una licencia para abandonar Cuba, tras ser diagnosticado con un grado extremo de desnutrición palúdica grave en junio de 1875.
Ramon y Cajal regresa a su actividad científica iniciando su doctorado, y terminándolo en 1877 a la edad de 25 años en la actual Universidad Complutense de Madrid.
En 1882, ganó la cátedra de Anatomía descriptiva en la Facultad de Medicina de Valencia, en donde pudo estudiar la epidemia de cólera que azotó la ciudad en 1885.
En 1887 se trasladó a Barcelona, en donde ocupó la cátedra de histología creada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, y fue un año después, en donde según sus propias palabras, fue su “año cumbre”, cuando descubrió los mecanismos que gobiernan los procesos conectivos de las células nerviosas de la materia gris del sistema nervioso cerebro espinal.
En mayo de 1888, publicó su descubrimiento, en donde afirmaba que los tejidos cerebrales no eran compuestos de conexiones continuas como se creía hasta la fecha derivado de las investigaciones del científico italiano Camilo Gogli, y en 1889, su teoría fue aceptada en el congreso de la Sociedad Anatómica Alemana celebrada en Berlin.
Derivado de estas investigaciones, fue el analista y patólogo alemán Wilhelm Waldeyer, quien acuñó la palabra “Neurona” a la anatomía de la célula nerviosa, colocando a las neuronas como la unidad elemental del sistema nervioso y publicado por este en 1891.
Gracias a los detallados exámenes histológicos de Ramón y Cajal, se descubrió la hendidura sináptica, un diminuto espacio de entre 20 y 40 nanómetros que separan a las neuronas, en donde típicamente se produce la sinápsis con un botón axonal de otra neurona.
Después de crear excelentes descripciones de las estructuras neuronales y su conectividad, descubrió un nuevo tipo de célula, la denominada célula intersticial de Cajal (ICC).
Derivado de sus trabajos y aportaciones al campo de la neurociencia, Ramón y Cajal recibió multiples reconocimientos a lo largo de todo Europa, y en 1906 fue reconocido con el Premio Nobel de Medicina junto con el investigador italiano Camilo Gogli, con quien curiosamente no compartían del todo algunas teorías.
Ramón y Cajal muere en octubre de 1934, por el agravamiento de una dolencia intestinal que debilitó su corazón, y fue objeto de multiples reconocimientos póstumos, reconociéndolo aparte de como científico y personalidad humana, como un insólito ejemplo de honestidad y patriotismo bien entendido.
Fuentes: Wikipedia y cervantes.es
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