#capicúa
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— Out of context Spain (@oocSpain) December 17, 2024
Me encantaban los clips que sacaban de los concursos de la TV vasca de Sobera.
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Palindromía.
Estos goznes del lenguaje, que sorprenden al pensamiento. Fragmento abajo tomado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-43964081 Irene Hernández Velasco Título del autor,Especial para Hay Querétaro @BBC Mundo 6 septiembre 2018 “El juego es parte fundamental del ser humano, algo inherente a las personas. Se juega en todas las culturas, en todos los rincones del mundo. Y desde tiempos…
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- THANK YOU SO MUCH -
1001 is a capicúa number - good LUCK!
Still remember that horrible quarantine day playing this game, when entered the Shop and Sam "HEY~ Little Imp! What do you want??"- and me "QUIEN FUERA CEMENTO PARA SOSTENER ESE MONUMENTOOO". And well, later started this blog because there wasn't that much Sam content on the internet NEVER DO THIS FOR ANY OTHER CHARACTER FEEL HONORED SAM-
There is an event coming up on this blog as a celebration, most likely a drawing giveaway but I'm open to hearing other ideas I'll put the details of that later...
Still drawing the requests TOO- the plan is post them all together.
#THANK YOU AGAIN#love Sam more please he deserves more love#he would say “nono! I want YOUR money” BUT IT'S A LIE-
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sea en lo que sea no importa la cifra que me toque as long as sea capicúa
pequeños placeres de la vida: tengo número capicúa de seguidores✨
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Capicúa y ya cierro. Espero a la próxima canción. Ahora ya son solo dos. No me entiendas ahora si en mis arrugas no vas a querer entenderme. En la ducha, mi cuerpo ahora joven goza; en el baño caliente que me reconfortará, ¿me seguirás queriendo? ¿cómo se quiere con la piel arrugada? Me lo pregunto realmente en esta quietud nueva.
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Entrevista a Marce Falcone, creadora de Stellium
Hoy conversamos con el alma detrás de 11:11 Mensajes Universales.
¿Cómo surgió Stellium? ¿Cómo lo definirías para quienes aún no conocen el proyecto?
Siento que Stellium es el resultado de mi necesidad personal de ordenar toda la información que fui reuniendo en el camino, materializar ese recorrido hasta ahora. Compartirles mi universo, creando contenido y jugando... Me gusta transmitir herramientas que me sirvieron a mi.
¿Qué es la numerología? ¿Por qué elegiste esta herramienta como medio para tu trabajo?
Los números para mi, son uno de los lenguajes del Universo, los números están en todo! Y en realidad, siento que la herramienta me eligió a mi. Cuando comencé a adentrarme en temáticas como tarot, energía, leyes universales... Algo completamente nuevo se abrió ante mí, lleno de señales, números repetidos constantemente en la vida cotidiana. además, las repeticiones de números están presentes en mi vida desde que tengo uso de razón: Nací un 19 de Noviembre de 1991; una fecha de combinación de números 1 y 9; y a su vez capicúa (19-11-91). Esto siempre llamó mi atención... Constantemente estoy buscando respuestas que superen la realidad material, cuestionando, trascendiendo todo hacia una explicación desde el plano superior... Y Todo me fue llevando a formarme en en muchas áreas artísticas y esotéricas como: Tarot, Astrología, Numerología, Registros Akáshicos, Constelaciones Familiares, entre otros conocimientos con los que hoy puedo interpretar los mensajes cotidianos que podemos recibir a través de los números o secuencias repetidas.
Contanos un poco sobre el oráculo Mensajes Universales.
Esté oráculo fué diseñado para interpretar 𝘀𝗲𝗰𝘂𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗿𝗲𝗽𝗲𝘁𝗶𝗱𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗻𝘂𝗺𝗲𝗿𝗼𝘀. En la medida que tu conciencia se expande, comenzamos a ver números como 𝟏𝟏𝟏𝟏 con mayor frecuencia, experimentando lo que se denomina 𝐬𝐢𝐧𝐜𝐫𝐨𝐧𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝. En general, suelen sorprendernos en el reloj, patentes de vehículos, la dirección de una casa, un ticket de compra, etc.. Estas secuencias son mágicas, son códigos del Universo interpretados para que tus guías puedan comunicarse o responder alguna inquietud. En el momento que ves números repetidos, en ese mismo instante te invito a preguntarte: ¿Qué estás sintiendo? ¿Qué venías pensando? ¿Cuáles son las circunstancias o preocupaciones que estás viviendo? Y podes utilizar el mazo para decodificar y leer mensaje. También te invita a crear y establecer tus propias reglas; jugar y aprender a interpretar las señales de forma intuitiva, que en cada momento además, son expresadas de diferente manera, lo importante es saber reconocer cuando ocurren. La única forma de detectar cual es el camino correcto es conectar con tu interior y el mensaje resonará. Surge de forma muy natural, viendo estas señales todos los días... comencé a escribir su interpretación en un anotador y mi entorno me preguntaba el significado. Hasta que un día, dije "tengo que hacer algo con esto" y pensé en un libro... luego creí que un oráculo sería más lúdico, divertido y también funciona por sincronicidad.
Y me gusta la idea de que cualquiera puede utilizar este mazo, no es necesario tener conocimientos previos! Lo primero que necesitas, es tener tu mente abierta y estar dispuesto a recibir e interpretar. Eliminar la idea de que hablar con nuestros Guías es algo difícil, o se necesita ser un ser iluminado con años de experiencias, o tenes que tener poderes sobrenaturales.... Todos estamos aquí para co-crear con el Universo..
¿Qué parte del proceso de creación disfrutas más?
Lo que más me gusta es el intercambio con las personas, la reacción que genera la interacción con la baraja. Sin querer, jugando a sacar una carta, llevarlos a que conecten con su mundo interior.. es muy fuerte lo que sucede allí. Es una llave, a conocer muchos espacio, personas, que están en sintonia... Y En general, amo profundamente cada parte del proceso de este proyecto, es muy genuino.. Actualmente me encargo de todas las áreas que se podrías imaginar... desde la producción-fabricación-armado, embalajes, distribución, redes sociales, contenido, respondo e-mails, etc etc...
¿Cuál es el desafío más grande que te trajo este proyecto?
Todos los días hay desafíos, intentó analizar la situaciones con mucha calma e introspección, creciendo y expandiendo un paso a la vez... Siento que a veces soy inocente, o extremadamente optimista... Veo todo como un aprendizaje. "El universo conspira a mi favor" es una de mis frases célebres jajaja - Incluso en los desafíos, todo lo que va sucediendo, en el transcurso entender que es PERFECTO.
- ¿Qué novedades nos traera Stellium?
Queda mucho camino por recorrer, es un proyecto que va creciendo a la par de mi aprendizaje personal...Estoy trabajando en varias ideas que por el momento me voy a reservar, el fin es continuar expandiendo conocimiento e invitarnos a bailar con el ritmo cósmico!
Si estás en Barcelona puedes conseguir Mensajes Universales en nuestra tienda en El Raval (Jovellanos 1). ¡También hacemos envíos a todo el mundo! Visita nuestra tienda on line.
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Listen/purchase: Sys Malakian feat. Los Atascados - Capicúa by Sys Malakian
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Roger Fucking O'Donnell -- sending shivers down spines since 1989. (3.6%) -- "Plainsong," The Cure
It'd be a sin to ignore PSB's most explosive 80s banger. (4.8%) -- "It's a Sin," Pet Shop Boys
Come for the cumbia, stay for the Sandstorm (5.5%) -- "Capicúa," Animal Chuki
Like a good evening gown: slinky and shimmery. (5.6%) -- "Insônia," Anaritzz
Crying in the club over Martin Gore's divorce, as you do. (6.1%) -- "Precious," Depeche Mode
Mamman and his electric organ bring you traditional tunes from space. (6.1%) -- "Ci Da Dy," Mamman Sani
Ecstatic (and magic) synthesized symphonies (6.2%) -- "Rydeen," Yellow Magic Orchestra (warning: flashing lights in video)
Sensual electropop (and throat singing!) from the extremely frozen north (7.9%) -- "qaumajuapik," Riit
It's just that modular synths are the sound of the universe unfolding, or whatev (9.7%) -- "Ceremony," Hélène Vogelsinger
Those three little words every girl wants to hear: Turkish. Folk. Disco. (12.6%) -- "Gel Bana Gel," Yeşim
When your electronic side meets your demonic side. (14.2%) -- "Run," Zeal & Ardor (Geiz Remix)
It's disco, it's psychedelic, it's music, it's medicine. (17.7%) -- "Sweet Florence," Jacob F. Desvarieux
Tagging @setmeatopthepyre, @strangerfandomfiascos, @stubbornasacat, @zwergenmaedchen, @kanosei77, and @key-lime-lies. Hope you enjoy the playlist!
I'm still working on getting the long one in order the way I want it, but I should have it up sometime today. I'll reblog with it when I do.
IT'S TIME
(again)
Pick a song from a bad description! You do not have to recognize the song to choose it (although, tbh, at least one of these should be instantly recognizable to the new wavers). Go with what is funniest or what sparks curiosity or just makes you feel some type of a way. Go with your gut.
At the end of the week, I will take all the songs and put them into a playlist, from the song with the least votes to the song with the most votes. If you would like to listen to the playlist when I'm done, and don't feel like finding the post again, please leave a comment or put it in the tags, and I'll tag you when the playlist is up. If you really can't wait a week to find out just what that mix of cumbia and Sandstorm is all about, shoot me an ask and I'll answer.
And please reblog! I like sharing the cool music I find with other people because I am extremely enthusiastic about it! But if you guys don't reblog, it's very difficult for me to find people to share things with. So if you have buddies who live for the synth, please reblog and have them see the poll.
(Also, there will probably be an expanded version of the playlist that comes out around the same time, because it was the only way I could a) cut songs off the original list and b) stop myself continuing down the rabbit hole of finding more music to actually do the poll. So it'll be like, twice the synths at least.)
(Also also, every song is a legit banger, so you will want that playlist, I'm just saying.)
#polls#music#playlists#synth music#honestly as a cure fan i kind of appreciate 'plainsong' being the first on the playlist even if it means it got the least votes#they just opened shows with it for so long you know?#anyway have fun enjoy listen to some new music today#Spotify
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Él y Él
Alex se abrochó el cinturón en el asiento del copiloto. No estaba acostumbrado a dejar su coche en manos de otra persona, pero llevaba varias noches sin dormir por culpa del examen hacia el que se dirigía.
—¿Seguro que puedes?
Le preguntó a Nicolás, que justo en ese momento hacía ronronear el motor.
—Llevo unos cuantos años conduciendo mi moto. Esto no puede ser muy diferente.
Le dijo y movió el coche hacia atrás para salir del aparcamiento.
—¿Le acabas de dar un golpe?
Preguntó Alex, mirando hacia atrás con temor.
—Vale, pensaba que tenía detectores. Pero ahora sé que no.
Salieron del aparcamiento y la ruta hacia la Universidad dio comienzo. Alex se mordía las uñas sin parar. Nicolás sabía conducir un coche, eso tenía que admitirlo, pero no se llevaba bien con los intermitentes.
—¿Puedes poner uno la próxima vez que vayas a salir de una rotonda? Casi nos estrellamos con otro coche varias veces.
—¡Toma! —Le lanzó una libretita vieja y un bolígrafo de gel que había sacado de su bolsillo—. Apunta: 73… ¡Mierda! ¡Lo pierdo!
Y entonces aceleró. Alex clavaba las uñas en el asiento, comprimiendo todas las partículas de aire que antes flotaban entre el respaldo y él.
—¡Semáforo en rojo! ¡En rojo! ¡En rojo! ¡Nico, en rojo!
No supo cómo, un segundo antes de cometer una infracción, se puso en verde y pudieron pasar sin problemas.
—¡Ahí está! Corre, apunta: 738…
Alex buscaba una hoja de la libreta que no estuviera rallada de números y letras.
—¿Qué es todo esto?
Preguntó pasando las hojas como podía, puesto que algunas se revelaban.
—Cuando cojo el coche de mi madre, anoto a todos los gilipollas que se saltan los ceda el paso, los semáforos en rojo, van a más velocidad de la recomendada… esas cosas. Y ahora, anota.
Alex anotó los números y letras que Nicolás le dictaba, teniendo que achinar los ojos para diferenciar un 6 de un 8.
—¿te das cuenta de lo hipócrita que es eso?
—¿El que?
—¡Esto! —Alzó la libretita—. Estás culpando a otros de lo que tú mismo haces.
—Esto es diferente.
—¿Por qué?
—Mi tía es poli, ¿sabes? Yo le mando todas estas matrículas y ella me quita posibles multas que pueda tener.
—Eso es soborno.
—No lo es.
—¿Por qué?
—Porque soborno sería si se lo hubiera propuesto yo. Mira… cuando era pequeño, para no aburrirme en los viajes, mi madre se inventó un juego: tenía que anotar todas las matrículas que viera y si conseguía anotar alguna que fuera capicúa, ganaba puntos.
El silencio parecía solidificar el aire que respiraban dentro del vehículo, haciéndolo cada vez más denso. Nicolás no era el hombre más legal del mundo pero, probablemente, tampoco sería el más delicuente de Barcelona.
—¿Y cómo acabaste haciendo esto?
—Tenía que aprobar el examen teórico, así que, así estudiaba. ¿No dicen que hay que aprender de los errores?
Alex rompió a reir. No era fácil hacerle reír, pero con Nicolás le era muy sencillo. Con él, podía desprenderse de todos sus miedos.
—Si algún día acabo en la cárcel, podrías defenderme en el juicio.
—Hay demasiadas pruebas en contra.
—Bueno, siempre puedes mover hilos.
—No voy a ser un corrupto por salvarte el culo.
—Qué mal abogado.
—Es que tengo un cliente penoso. ¡Oh! ¡Ahí está la universidad!
Nicolás aparcó en la puerta y ambos salieron del coche. Un abrazo y un beso fueron los culpables de que las mejillas de Alex se encendieran como el fuego.
—Suerte en el examen, abogado.
Alex no pudo evitar sonreír de oreja a oreja.
—Cuida de mi coche mientras estoy en el examen. ¿Puedo dejártelo 2 horas?
—¿2 horas? ¿Pero qué examen es ese?
—Uno sobre el código penal.
—¿Estás tranquilo?
—Tendré que estarlo para defenderte ante un tribunal.
—Ese es mi chico.
“Ese es mi chico”. Es toda la certeza que necesitaba saber antes de adentrarse en el edificio.
No necesitaba saber que la tierra era redonda, que los pájaros que surcaban el cielo habían salido de huevos. No necesitaba saber que la almohada de su cama era azul o que el color de su jersey era marrón. No necesitaba saber que las fresas eran dulces y los limones, ácidos. No necesitaba saber que vivía en un sistema solar o que el planeta más pequeño era Plutón.
Solo necesitaba saber, que era su chico. Y que él era el suyo.
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El hilo que lo conecta todo.
Eres el hilo que lo conecta todo, me hilvana a la música, al color, a las palabras, a los sentimientos, a la naturaleza, al pensamiento, al deseo, al espíritu.
Antes de encontrarte, yo era un ramo de cosas entremezcladas, ahora soy una luz única en la que todo está fundido, aglutinado, amasado sin grumos, procesado, unificado en el sentido literal del término. Diste vuelta el cielo para volcarme las estrellas. Ovillaste el canto para atármelo al alma. Aunque me quede quieta pongo en movimiento todo lo que construye al mundo: ternura, alegría, amor. Y lo que lo transforma: mareas, huracanes, hielos, fuegos, sequías…
Me voy abriendo. Y al abrirme, me expando, crezco, llego a los confines, vuelvo y entro en mí. En todas partes estás, precediéndome o esperándome. Eso es lo que más amo en ti: tu puntualidad para vencer mi soledad. Tu perseverancia para pulverizar mi pena y echarla al aire. Tu fuerza para ocupar los espacios ambiguos que existen en un ser: el espacio de la duda, el de la indecisión el de la inquietud, el del desgano… Los transformaste en depósitos de vida, latidos de reserva, semillas de tumbergias rosadas. No te voy a decir que es la primera vez que me enamoro, porque no es verdad. Pero sí es la primera vez que “me enamoran”. Que no elegí, que no ejercí el control desde el principio. Que sucedió sin que me diera cuenta. Que cuando supe, ya lo habías resuelto. Y empecé, entonces, a desatarme.
A abrir todas las puertas. A deshacer los nudos. A tirar las piedras a los costados del camino. A respirar llenando los pulmones. A desprenderme culpas y dolores, resentimientos y rencores y dejarlos en papeleros amarillos. Me gusta tu nombre estereofónico, tu voz vibrante y áspera… ¡bah, todo me gustas!
De pe a pa. Tu risa un poco tímida. Tus manos sensitivas. La forma en que entornas los ojos con un movimiento casi infantil, como si los párpados pudieran defender todo lo que se lee en ellos. Y tu mirada rápida, directa, que se adelanta siempre a tus palabras, como si les fuera abriendo paso. Me gusta que te importe lo que digo, lo que pienso, lo que siento. Que tengas curiosidad por todo lo que tiene que ver conmigo. Que estés constantemente tratando de asomarte a mi corazón. Para que puedas espiarlo, lo dejo descubierto. Quiero que sepas de mí más de lo que yo misma sé. Que por una vez en mi vida alguien me explique por qué hago o digo, alguien me dé un consejo acertado, me haga razonar, me brinde un poco de paz, alguien me saque del torbellino cotidiano, de la envidia de los inútiles, del orgullo de los ínfimos y del desagradecimiento de los mendicantes. Alguien que puede mirar de frente el rostro de los ángeles y que hasta los conoce por sus nombres. Alguien que guarde boletos capicúa, programas de cine, servilletas con el nombre de las confiterías, cajitas de fósforos, sobrecitos de azúcar de todos los lugares por donde viaja. Alguien que conoce el nombre de las estrellas y puede señalar las constelaciones. El hilo que lo conecta todo: cuerpo, mente y espíritu, con la fuerza del cosmos y la vitalidad de la naturaleza. Un hilo que me envuelve, que me hilvana al diamante y a la flor, a la espuma del mar, al granizo, al vuelo del cóndor, al aletear mágico del colibrí, a tu voz, a tu abrazo, a las esquirlas de tu amor cayéndome en el.
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Neuquén mi bestie capicúa que escucha rock argentino
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| Tir |
Mi colectivo
Godofredo Suárez
En el año 1993 algo había empezado a cambiar en nuestra forma de viajar. Los colectiveros con superpoderes arácnidos ya habían empezaron a decaer.
Hasta ese momento, los choferes de micro tenían que levantar gente en las esquinas esquivando el tráfico, vender los boletos cortándolos para que quede un número en cada pedazo, dar el cambio exacto a cada pasajero y seguir el recorrido en el cronograma programado. Debían escuchar el timbre, acordarse de que alguien le había pedido por favor que le avisara al llegar al Club Abástense y respondían cualquier consulta de turismo. Iban charlando con los de la primera fila y hasta fumando. Definitivamente siempre fueron superhéroes muy infravalorados.
De un día para otro algo cambió. Ahora, al subir a los micros debíamos ir al primer asiento y pedirle a un chofer oficinista nuestro boleto. Este cambio no fue el más disruptivo de esos tiempos ya que aún podíamos seguir coleccionando los famosos boletos capicúa. Simplemente había un chofer más, un lugar menos para sentarse y eso era todo. Lo raro vino después, en 1994.
Era una época en donde aun siendo muy chicos caminábamos diez cuadras solos en plena madrugada y esperábamos en una parada sin techo ni refugio a que viniera el colectivo.
En el micro en que yo viajaba había gente que no conocía, pero si reconocía. El chofer era siempre el mismo y en el fondo siempre estaban Rodrigo y Javier, mis amigos de la vida.
Siempre nos sentábamos en los mismos asientos. Los reservaba Javier, porque era el que primero subía. Unas paradas después se sumaba Rodrigo, que se sentaba al lado. Y yo, cuando llegaba, me ponía en el asiento de adelante. Solíamos mirar los números de los boletos para ver si alguno era capicúa.
Ese día en particular, el hombre que vendía los boletos en el primer asiento ya no estaba. Desconcertado, le pregunté al chofer.
—Hola, ¿Cómo hago para sacar boleto?
—¿Escolar? —me preguntó, aunque con mi guardapolvo blanco era una obviedad.
Sin esperar respuesta, tocó un botón en una consola donde antes estaban los boletos y me dijo que pusiera las monedas en la máquina.
Ahí, donde me había señalado, se encontraba ahora un calefón digital con ranuras y cositos. Me quedé mirando eso sin saber qué hacer hasta que tuve que agarrarme de un pasamanos porque el colectivo arrancaba otra vez. Atiné a mirar a mis amigos para que me dieran una mano, pero solo reían desde allá atrás disfrutando el espectáculo.
Una señora de verde, que siempre estaba en el primer asiento se apiadó y decidió ayudarme. Tomó mi moneda, la puso en una especie de embudo en la parte de arriba y se escuchó un ruido a licuadora muy raro. El armatoste ese me dio un boleto impreso en un pedacito demasiado simétrico de papel y nada más. La señora se sentó y yo me quedé esperando.
—¿Y mi vuelto? —le estiré la mano a la de verde como pidiéndoselo a ella.
—¿Te tenía que dar vuelto? —me dijo asombrada.
—Sí, era escolar.
La señora, asumiendo su nueva labor de intermediaria, le transfirió mi pregunta al chofer.
—¿Cuánto pusiste, nene? —me dijo sin dejar de mirar la calle.
—10 centavos, me tiene que devolver 5 —le contesté.
—¿Y no te dio nada?
—No.
La señora, aunque ya no tenía nada más que hacer, fiscalizaba todo. Yo, de reojo podía ver a los chicos riéndose sin disimular.
El chofer se orilló en una calle cualquiera, se levantó de su asiento, se acercó a la maquina y la empezó a golpear. Le tiro un jab de derecha, un revés, un cortito y hasta un apercaut como si fuera una mezcla bizarra de boxeador y de técnico electrónico experto, hasta que sentenció:
—Se rompió la máquina, no hacemos más paradas. Tomá, nene, andá a sentarte —.
Me dio el vuelto de su bolsillo y me fui a sentar con los chicos que empezaron a echarme la culpa de haber roto la máquina, que era yeta y cosas así.
Hasta ayer teníamos los boletos más lindos y artísticos del mundo. Eran obras de arte únicas y hoy, un pedazo de chatarra nos da un papel en blanco y negro incoleccionable. Yo atesoraba todos los boletos capicúas o con números que llamaban mi atención; como fechas especiales o progresiones.
Coleccionaba de todo, cajitas de fósforo, almanaques, marquillas de cigarrillos y cosas así, pero esa mañana estaba siendo testigo de que ya no iba a poder coleccionar más boletos.
—Che, esto no tiene número — les dije mirando el ticket nuevo.
Los tres nos pusimos a mirar nuestros boletos, el de Rodrigo ya estaba hecho un bollito y, si bien tenía cosas escritas, lo único que diferenciaba un boleto de otro era la fecha y la hora exacta. El de ellos difería en pocos minutos, pero el mío era raro; se los mostré porque no figuraba ninguna fecha en donde el de ellos la tenía.
—¿A ver? —me dijo Rodri pidiéndomelo —. Acá debería estar, pero esto no es la fecha —me dijo sintiéndose ya un experto boletólogo.
—Dejame ver —me pidió Javier —Acá esta la fecha, es esta, dice claramente 26/03/2074 23:20.
—Ahhh, sacaste un boleto del futuro, Gus —me dijo Rodri, riéndose —. Por eso se rompió la máquina.
—Noventaidós años vamos a tener —se apuró a aclarar Javier habiendo hecho un cálculo muy rápido.
Nos quedamos pensando, seguramente los tres al mismo tiempo, que aún faltaban ochenta años. Era una eternidad. En ese momento me sentí mirando a un precipicio; fue una sensación extraña, como si delante de mí tuviera un abismo infinito y si daba un paso más, caería al vacío. Una frenada brusca nos sacó de nuestra abstracción.
—Yo seguro que llego impecable a los noventa, ustedes dos van a estar hechos mierda o cultivando flores desde abajo —les dije haciéndome el gracioso, pero ellos debieron haber estado haciendo sus propias cuentas también, porque la broma no fue tan festejada.
Seguimos en el colectivo sin pararle a nadie más en el trayecto, y llegamos demasiado rápido a la escuela. Al boleto lo guardé en mi billetera.
Ese año fuimos a Córdoba de viaje de egresados. Mis mejores amigos eran Rodri y Javi, pero en general entre todos conformábamos un grupo excelente y muy unido. A ese viaje lo vivimos como si todos los del curso fuéramos una gran banda de rock en su gira de despedida. Nos prometimos juntarnos una vez al año para no perder nunca nuestra amistad. Al final de ese verano me preparaba para empezar una nueva etapa: el secundario.
****
Me puse a guardar todo lo viejo en una caja. Guardapolvos, carpetas, banderines, el trofeo de una carrera que había ganado y algunos recuerdos, entre ellos el cuadrito con la foto del viaje de egresados.
También iba a empezar esta nueva etapa con una billetera de cuero más acorde a mi edad. Dejaría atrás la que tenía, que era muy colorida e infantil. Pero decidí revisarla bien antes de archivarla y ahí estaba: el boleto, el del futuro, en su inmaculado papel blanco simétrico con letras negras. Reflexioné en que ese boleto le pertenecía a alguien del futuro. Uno tan lejano que quizás, allí en ese futuro ya no serían necesarias las carreteras.
Contemplé el papel con cierta melancolía recordando los días de los colectiveros superhéroes y mis viajes al colegio con amigos. Decidí guardar el boleto detrás del cuadrito enganchándolo en una madera, ahí se iba a quedar. No clasificaba para guardarlo entre mi colección de boletos artesanales, aunque me daba cierta pena tirarlo.
El tiempo, como es de esperar, siguió pasando inexorablemente.
Con muchos compañeros del primario seguimos juntos en el secundario.
Nos graduamos casi todos los mismos que ingresamos, pero no todos. Analía, por ejemplo, se había mudado con la familia a Mercedes lo que hizo que nos distanciáramos un poco.
Durante esos cinco hermosos años continuamos haciendo asados y juntadas anualmente. Pero no con todos nos veíamos fuera de la escuela.
***
La facultad fue una hermosa época. Ingresamos juntos con Juliana, pero la perdí de vista al poco tiempo porque ella siguió otro camino. Con Rodrigo y Javier seguimos siendo inseparables y nos juntábamos a cenar todos los viernes.
Las carreras de cada uno, las nuevas amistades, las novias, los novios, las responsabilidades hicieron que en las cenas anuales fuésemos cada vez menos. Recuerdo que a una reunión vino Gisella diciendo que estaba embarazada. En esa época fue cuando empezó la etapa de los bebés, los pañales y los divorcios para algunos. Fueron tiempos en los que trabajábamos incansablemente, perdíamos pelo, hacíamos, rehacíamos o ensamblábamos familias y, de vez en cuando, nos juntábamos todos, o los que podíamos, que éramos cada vez menos.
Yo encontré el amor mucho más tarde que el resto y mi familia empezó a crecer cuando algunos ya eran abuelos. Nos fuimos riendo de nuestras panzas, de las arrugas y de los sueños cumplidos o que aún queríamos cumplir. Parecíamos estar muy distintos a cuando éramos chicos, pero cada vez que nos reuníamos nos dábamos cuenta de que nuestra esencia era la misma.
***
Nuestros hijos empezaron a ir al secundario y la facultad. Ellos tenían novias, novios, trabajos, hijos y responsabilidades.
Nosotros ya éramos jefes en nuestros trabajos y cada vez teníamos menos tiempo libre. Pero de vez en cuando volvíamos a juntarnos para charlar y ponernos al día.
Una noche, sin ser invitado, vino el cáncer a sentarse en nuestra mesa y nunca más dejó de asistir a nuestras reuniones. Nuestras familias se fueron reduciendo, algunos ya estaban solos, otros cuidando de sus nietos y los más suertudos aún acompañados.
A mí siempre me decían que era un afortunado por haber empezado tarde una familia, que mi casa siempre estaba viva y llena de colores. Siempre tuvieron razón, he sido una persona con mucha suerte. Hoy puedo decir que tuve a mi lado a una mujer de fierro, bella en todas sus formas y que fuimos muy felices.
***
Hoy vino a verme mi hijo, el más grande, con su esposa y mis dos nietos. Me trajeron una caja que encontraron en el garaje de casa, que se está por alquilar, y pensaron que, quizás, a esos recuerdos los quería tener acá, en el hogar, conmigo.
Son las 10 y media de la noche y hace días que las pastillas no me están haciendo efecto.
Revolviendo la vieja caja de vetustos recuerdos me encontré con ese cuadrito. El del viaje de egresados, con esa foto hermosa a la que hoy encuentro tan llena de juventud ausente. Cerré los ojos y los vi a todos, llenos de luz y saludándome. Reviví tantos momentos hermosos que no pude hacer más que sonreír. Me sentí en paz.
Una lágrima cayó sobre el cuadrito que aún sostenía entre mis manos y parecía estar iluminado del lado de atrás. Al darle vuelta vi un pedazo de papel, enganchado a una maderita. Era el boleto. El que una vez fue del futuro pero que esta noche sería puntual. Recordé hasta el perfume de la señora de verde que me había ayudado a poner mi moneda en esa máquina nueva. Y entendí que ese había sido siempre mi boleto. Y faltaban quince minutos para que pasara mi colectivo.
Me puse la bata, mis pantuflas más cómodas y me escapé. Caminé hasta la parada, la misma de siempre, en la que subía y me encontraba con mis amigos, los que me acompañaron toda mi vida. Llegué a esa esquina sin saber bien lo que estaba haciendo, pero seguro de que era ahí a donde tenía que estar. No había refugio ni lugar donde sentarse. Eran las 23:19 de un 26 de marzo del 2074, hacía poco que había cumplido mis 92 años. Miré el boleto nuevamente y ya brillaba con intensidad.
Me invadió una paz tan profunda que me hizo acordar al calor maternal justo antes de nacer.
La puerta se abrió y el chofer, sonriéndome, me invitó a subir.
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