#caer en tu sonrisa
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i love you, i’m sorry
pairing: daniela avanzini x 7th member fem!reader
summary: dani never expected the outcome of your friendship— or when she accidentally confess and mess it all up.
warnings: spanglish talk, friends with benefits, angst (shitty angst i’m sorry), use of y/n, cursing, top!reader, bottom!dani, strap-on use (dani receiving), make up sex, both r and d use the word ‘mami’ (i swear it’s so hot)
a/n: y’all!! so many things to say because.. me posting after a long time? with a katseye smut? IN SPANISH? insane. i’ve been wanting to write a spanish fic for so long now that i just saw the opportunity when i met katseye (hi jade thank you). i was also very scared to do it but my friends have been so supportive about it that i finally did it. a full spanish fic is crazy here so i’m sorry for those who will need to translate this.
daniela jamás habría pensado llegar a esta situación. claro que el vínculo tan fuerte entre las dos era palpable hasta en el aire, aún si no las conocías, todos sabían lo cercanas que eran, sin poder encontrar a dani sin y/n y a y/n sin dani, cada una pegada a la otra como si separarse fuera lo peor que les podría ocurrir. y/n no podía evitarlo, era evidente que la energía magnética de daniela producía una sensación extraña en ella, acercándola más y más, a veces sin razón aparente. una necesidad inexplicable de seguirla a donde fuera la rubia y tenerla lo más cerca que se pudiera, y si no era así, saber en donde se encontraba.
tal vez fue así como empezó, daniela intentaba adivinar cuando había sido el comienzo exactamente, su mente solo recordaba con exactitud y seguridad el día donde tus manos fueron más allá de lo imaginado, guiándose solas por el mismo deseo —inconsciente– de caer en su cuerpo; posándose en sus caderas y luego más abajo, suspiraste en fascinación al ver cómo el pantalón se ajustaba tan majestuosamente alrededor de sus curvas. ella no quitó tus manos, la comisura de sus labios amenazaba en delatar la sonrisa del goce de sentir tus manos.
“you always look so good, mami.”
si, ese quizás había sido el comienzo de todo. pero vamos, ¿quién podría culparla? hacía un buen tiempo que la rubia te miraba con otros ojos, otras intenciones detrás de esa dulce mirada de ojitos de cachorro. tus palabras fueron lo que dani necesitaba para terminar con lo que que sea que ustedes dos venían jugando hasta ahora. sabía que también la mirabas de otra forma.
volteó, quedando frente a frente contigo, pasando sus manos por detrás de tu cuello y rascando con suavidad, sintiendo como tus manos no abandonaban su cuerpo, de hecho, aseguraban su posición justo en su culo.
“yeah? can’t keep the hands to yourself, can you?”
levantó una ceja mientras empujaba su mejilla con la lengua, el coqueteo evidente en su tono de voz.
“no con esa vista.”
fue entonces cuando dani no dudó en arriesgarlo todo, lanzándose a tus labios sin pensar en consecuencias ni en los alrededores. tú, ella, y el acalorado momento que había surgido en el camarín. enganchaba sus dedos entre mechones de tu cabello, como si así se asegurara de que no ibas a escaparte, mientras tu agarre solo se hacía más fuerte, provocando que dani empujara sus caderas contra las tuyas. el beso era lento como los movimientos de ambos cuerpos, daniela tenia un sabor inexplicable y no encontrabas forma de entender lo afortunada que estabas siendo al probar esos labios tan suaves y tentadores.
lo que tendría que haber sido una ocasión especial (según ambas partes acordaron) pronto volvería a repetirse. una, dos, incluso más veces de las que quisieran confesar, todas terminaban con un “una última vez” entre suspiros y besos que ambas sabían que no iban a cumplir. daniela no podía escaparse. en días súper ajetreados y en sus días más tranquilos no podía quitarte de su cabeza. quería entender por qué, ¿cómo era posible que haya permitido todo aquello? y, ¿por qué no podía negarse ante ti?
no pasó mucho tiempo para que katseye se diera cuenta que su rayito de sol se encontraba fuera de sí, la relación tan cercana que ambas mantenían ya no parecía tan cálida como siempre, habían notado la distancia que tomaron repentinamente y todas sabían que había algo dentro de la cabecita de daniela que la preocupaba hasta no poder dormir. manon comenzó a preocuparse desde aquella noche donde al pisar la sala de estar, encontró luces desde la tv y un cuerpo en el sofá que la había asustado hasta insultar al aire. daniela no tenía descanso de sus propios pensamientos y manon fue su lugar seguro para compartir el pequeño secreto.
“dani, hate to say this but you do realize that you might be in love with her, right?” le dijo, poniendo una mano en su muslo, dejando suaves caricias que le brindaban –aunque sea un poco– de consuelo. “shit, i can’t believe you’re fuck buddies.”
“manon!” dani golpeó su brazo, tratando de ser lo más cuidadosa posible en el volumen de su voz. aunque fueran las únicas en la sala, las chicas seguían estando por sus habitaciones y no podía asegurarse de que alguna no interrumpiera. “i guess not anymore.”
“i’m sorry. this is shocking.”
“yeah, well, tell me about it. look at how far it got me.”
y es que daniela no podía pasar un día más sin desear que fueras suya. realmente suya. si, lo habías dicho entre gemidos varias veces, pero daniela deseaba más que eso. todo en ti la ansiaba a quererte por completo, no por unos cortos 40 minutos antes de irse o por 2 horas cuando eran las únicas que se quedaban en casa con la excusa de que “estaban muy cansadas para salir”. daniela necesitaba despertarse contigo, caminar mano a mano contigo a donde fuera, sentarse contigo al final del día y contarte de ese perrito que se cruzó por la mañana y le pareció tan tierno que le hizo desear tener uno. quería ser ella la que te hiciera reír todos los días, que sea ella la que pudiera decir que era tu novia. dani se moría de celos al verte con las demás chicas, siendo tan cariñosa y encantadora como siempre, sin siquiera voltear a ella. en parte odiaba ser solo un poco de tu atención pero por otro lado amaba la exclusividad que tenían, aunque fuera por poco tiempo.
se echaba la culpa y se preguntaba cómo podría haberlo estropeado todo. dani gruñó y escondió su cara entre sus manos, sintiéndose derrotada. solo podía recordar la expresión muerta de tu cara cuando se le escapó un inocente “te quiero” que arruinaría el vínculo del momento. no estabas lista– ¡mucho menos lo estaba ella! su tonto desliz las había traído hasta aquí.
“listen, i really think you should talk to her.”
“like, for what? for her to turn me down immediately? again.” entonces, levantó la cabeza y miró a su compañera, suspirando.
“hey, maybe just take some time, okay? take this week off and just… clear your mind.”
quizás manon no se equivocaba allí. después de todo, katseye tenía una buena semana sin agenda para descansar. la única forma que daniela tenía de aprovecharla y meditar sobre el asunto era pasar la semana sola, sin y/n. fruncía sus labios, disgustada ante la sola idea, pero entendiendo que era lo mejor.
“do you think she’s gonna notice?” pausó un segundo antes de volver a hablar, “will she even care about it?”
“well, one thing i’m sure about is that y/n really adores you. i don’t think you’re just a toy to her, y’know?” daniela se sonrojaba, quedándose en silencio. tenía sus dudas.
así fue como la semana de descanso de katseye llegó, cada una aprovechándolo a su forma, aunque sabías que iban a tomarse su tiempo individual, te sentías inquieta al estar distanciada de dani, la repentina necesidad de hablar con ella en un intento de arreglar las cosas no hacía más que ponerte nerviosa, sin embargo no veías venir el amable rechazo de la latina, anunciando que iba a descansar por su cuenta; podría variar entre su familia y un par de amigos, pero la sensación ardiente formándose en tu estómago no se iría tan fácil. su único mensaje de vuelta fue “have fun :)” a lo que apagaste el celular y suspiraste. no podías reclamar algo aún si quisieras, sabiendo muy bien que inicialmente a la distancia la habías marcado tu.
al pasar de los días y al ver cómo no había señales de su parte, tu descanso pasó a sentirse pesado. el miedo ya no seguía siendo miedo y te sentías la más tonta del mundo por haberlo sentido en aquel momento donde dani se había confesado por accidente. te sentías culpable, la extrañabas y no solo en esa forma de tenerla abajo de tu cuerpo— temblando mientras arañaba tu espalda con sus largas uñas. extrañabas su cálida presencia, su tierna risa y la manera en la que sus ojos podían sonreír al verte. para este entonces, sabías que no podía haber vuelta atrás, y sufriendo tanto su ausencia, no podías sentirte más segura de que aquel te quiero estaba más que correspondido.
el día antes del reencuentro en la casa, caíste derrotada al enviarle un mensaje. dani, del otro lado de la pantalla, sentía su corazón al borde de detenerse.
“hey, can we meet tmr? i wanna talk please”
se mordía el labio pensando en una respuesta, pero no batalló contra sus deseos y rápidamente escribió un “si”. si quisiera terminar con esto, tendría que hacerlo rápido, ¿verdad?
y/n por el contrario solo podía caminar de un lado a otro por su habitación, ansiosa de cómo podrían resultar las cosas cuando por fin tuviera a la latina de frente. aquella única regla de no mezclar los sentimientos ya se había quebrado hace bastante tiempo, mucho más del que quisiera admitir, pero ¿cómo no hacerlo? daniela era tan buena. tan genuina, tan dulce. incluso teniendo las noches más rudas en donde sus cuerpos estaban marcados con chupetones y rasguños, donde dani temblaba y tenía lágrimas en los ojos mientras se aferraba a tus hombros en el entrar y salir de tus dedos sin parar, era tan hermosa. no hubo un día en el que la rubia no pasara por tu mente, y esta semana sin saber de ella no había sido más que una tortura.
[…]
daniela jugaba con los bordes de su campera intentando distraer sus manos de los nervios. sentía que el corazón podría salirse de su pecho con cada paso que daba más cerca a la puerta principal de la casa. estaba desorientada y todas las palabras se atascaron en su garganta al momento de cerrar la puerta detrás de ella, encontrándose con tu presencia, esperándola.
“hi, uhm..”
no tomó más para que te acercaras a ella y la envolvieras en un abrazo, sintiendo que tal vez las palabras podrían arruinarlo todo.
“dani, i’m so sorry.” rompiste el abrazo para mirarla a los ojos y buscar sus manos, sosteniéndolas entre las tuyas. “please forgive me. i was scared and— i was so dumb.” pero ella no podía responderte. te miraba con atención, quería escucharte. “i— i love you, dani. and i’m sorry we had to go through this because of me, because i could not accept it the first time you said it.”
la rubia se mordía el labio y antes de que alguna lágrima pudiera escaparse de sus ojos brillantes, se lanzó a tus brazos, abrazándote por el cuello con fuerza.
“i love you too y/n.” dijo mientras te soltaba con delicadeza.
“god— i missed you so much.” dijiste riendo, contagiando a daniela, quien después de reír se cruzó de brazos.
“y/n… don’t ever do this again.”
“i won’t, i promise.” tomando una de sus manos otra vez, trajiste su cuerpo hacia ti. “let me make it up to you?”
daniela rodó los ojos pero no tardó en capturarte con un beso. a comparación del resto, era diferente. claro que lo era. parecían querer sellar las promesas en ese beso, queriendo transmitirle a la otra la seguridad de que ya nada podría separarlas otra vez. era un beso con posesión, con lujuria y con la amargura de la distancia que habían superado.
tus manos bajaron a sus muslos, donde con fuerza lograste levantar a daniela del piso, sus piernas enganchándose alrededor de tu cadera mientras hacías tu camino hacia la habitación. no tardaron en encontrar la cama, quedando dani abajo tuyo, como casi todas las veces. la ropa comenzaba a ser molestia y su paradero no importaba, tus manos lanzando cada prenda por algún lugar aleatorio, haciendo que daniela ría.
“looks like someone has been waiting for this, huh?” se burló.
“no sabes cuanto, mami.”
dani no podía con la calentura que sentía por todo el cuerpo, frotándose contra tus caderas mientras gemía despacio. tus labios atacaron su cuello, tan tentador a la vista. no tenías piedad alguna al llenarlo de mordidas y chupetones, dani se quejaba y protestaba, regañándote por el problema que sería tapar las marcas después, pero muy en el fondo, no le importaba. la sensación eléctrica que le recorría por dentro la nublaba de cualquier pensamiento coherente. mientras tus manos acariciaban sus abdominales tonificados, tu boca no perdió tiempo en atrapar sus pezones, robando suspiros de daniela quien comenzaba a sentirse impaciente ante la lentitud con la que actuabas.
“y/n please…” fue lo único que podía decir, ahora uno de sus pezones siendo molestado por tus dedos mientras el otro recibía la dulce atención de tu lengua. al intercambiarlos, dani agarraba tu cabello y tiraba suavemente de él ante la sensación de tu boca jugando sobre ella.
no vio venir el momento donde tu mano bajaba traviesamente hasta su centro, pasando un dedo por encima de la única tela que lo cubría, molestándola.
“fuck, y/n don’t tease. fuck me with the strap already.” soltó con molestia, sin paciencia para tus juegos.
su honestidad tan directa te hizo mojar, desde ya lamiéndote los labios antes de buscar el strap que a daniela tanto le gustaba.
sin perder el tiempo, dani sacó su última prenda, su cuerpo al desnudo reluciente ante tus ojos, mientras te posicionabas entre sus piernas, acariciabas sus muslos y paseabas con la mirada, dani realmente tenía un cuerpo de morirse y aunque lo sabía bien, se sonrojaba igual al notar tus ojos hambrientos.
tomaste la longitud de juguete con una mano, frotando la punta contra el clitoris de daniela de arriba hacia abajo, su espalda arqueándose ante la sensación electrica que le emitía por el cuerpo, sintiendo escalofríos mientras se aferraba a tus hombros con fuerza.
la miraste buscando una luz verde y entendió, asintiendo con la cabeza para darte permiso de por fin introducir el strap en ella. jadeó fuerte, dejando salir todo el aire en un gemido que solo empeoraba tu calentura.
“god— you look so fucking hot mami.”
sostenías su cuerpo desde su cintura a la vez que te introducías toda en ella, permaneciendo quieta hasta que se acostumbrara, después de todo había pasado un buen tiempo desde la última vez que follaron. liberando una mano, dejaste unos círculos pequeños en su clitoris como estimulación extra, provocandándole unos fuertes escalofríos. ver su cuerpo temblar era jodidamente atractivo.
sin dejar de mover tu dedo sobre su punto más sensible, comenzaste a mover tus caderas, tomando un ritmo lento pero seguro, sin salir completamente de ella. dani te tomó por sorpresa al sostener tus brazos de tal forma que te detuvo.
“wait, baby, i— i wanna change positions.” pestañeaste en confusión pero rápidamente obedeciendo a la princesa, sacaste el jueguete con cuidado, dani suspirando ante la pérdida de contacto.
“which one?” preguntas pero daniela se adelanta y antes de responderte, la vez girarse y sostenerse en sus rodillas y manos.
acomoda su pelo para un costado mientras mira hacia atrás— hacia ti. sentías que tu boca se secaba al ver a dani en cuatro, con manos torpes ayudándote a ti misma a sostenerla de sus caderas para volver a meterte dentro de ella.
“oh… fuck” es todo lo que puedes decir.
la punta de tu miembro tocaba la pared interna de daniela, quien solo pudo gemir y apoyar su cabeza en la almohada. pronto, ella misma te ayudaba a juntar ambas caderas, creando un ritmo chocante.
la rubia era un manojo de gemidos y lloriqueos cuando la punta tocaba el lugar perfecto, se aferraba de las sábanas, enganchándolas en sus puños y sus nudillos volviéndose un poco blancos de la fuerza, siendo tus choques muy rudos para ella, pero aunque dani tuviera la cara más angelical de la tierra, nada le gustaba más que fueras ruda con ella.
“y/n please… i’m— i’m close.”
“yeah? you wanna cum already?”
“por favor mami— it’s been so— so long...”
dani no podía ver la sonrisa que sus palabras habían provocado. la habías extrañado tanto como ella a ti.
“it’s okay mi amor, you can cum.”
su propio ritmo había acelerado, ahora siendo incluso más fuerte que antes. tus labios estaban rojos de tanto morderlos y dani sentía dolor de garganta con tantos gemidos. agradecía a todos los cielos haber vuelto antes que el resto o realmente estaría avergonzada de lo ruidosa que había sido esa tarde.
para ayudarla a llegar, llevaste una mano a su clitoris y no tardó mucho en derrumbarse en tu agarre. sentía como sus rodillas se debilitan y como el peso de su propio cuerpo comenzaba a ser mucho para ella sola. mientras le murmurabas elogios por lo bien que lo había hecho, dabas los últimos empujones dentro de ella hasta salir por completo, observando cómo su propio líquido acompañaba todo tu miembro a salir.
quitándote el arnés con agilidad, te acostaste a su lado, pasando una mano por su cara, limpiando un poco de sudor de su frente. estaba cansada, sí, pero le diste un último beso en los labios antes de dejarla descansar.
“y/n please stay with me.” murmuró con delicadeza, abriendo despacio sus ojos.
“i will.” dijiste con certeza, sin sacar tu mano de su cara. acariciabas con amor su mejilla.
“no— be with me.”
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Hello :3 can I request a Lyney x female reader who is a mechanic, and Lyney flirts with her while shes working in hopes to make her flustered, but she ends up flirting back and makes him flustered instead, which leads to Lyney finding out he likes being topped by a girl in bed so, a sub lyney x dom female reader :3 Thank you!
💖~ I had a lot of fun with this, I won't deny it. I have never felt like this in my life heeeelp
Warning: Smut, Fem!Reader | English is not my native language, so if I have made any mistakes in the translation, I am open to corrections | Content in spanish and english!
Spanish:
Una sonrisa se dibujó en su rostro al escuchar el tintineo de la campana que dió el aviso de su llegada. El ruido del reloj constante entraba por uno de sus oídos y le salía por el otro mientras pasaba a través de los estantes de la tienda repleta de artefactos y cachivaches que, para el ojo de los desconocidos e incultos en tu tipo de arte, pensarían que era producto de un huracán que tiró todos los tubos y los engranajes alrededor de los estantes desorganizados.
Lyney había escuchado tu voz dándole la bienvenida a tu tienda, una frase que repetías casi de manera mecánica cuando la alerta en forma de campana sonaba. Tu entera concentración no estaba en el mago, cosa que lo molestó en algún lugar de su profundo corazón, sino que tu mirada estaba más interesada en el intercambio de los engranajes de lo que parecía un reloj en su más puro estado de metal y agujas desnudas sobre tu mesa empolvada, brochas, llaves y destornilladores te rodeaban como si solo hubieran sido tiradas sobre la mesa para esperar su turno de ser usadas por tus manos que jugaban con las partes del reloj, descubriendo poco a poco el rompecabezas que habías armado y cuyas piezas fallaban de alguna manera para caer en tus manos.
“Parece que ni siquiera tienes tiempo para saludarme correctamente, cher.” El mago, tan dramático como solía ser, se puso una mano en su corazón dolido por tu frialdad. Tus dedos se detuvieron al escuchar su voz, la sombra de una sonrisa en tus labios se formó mientras te quitabas los anteojos y los dejabas sobre la mesa.
La parte de atrás de la tienda es donde solías trabajar, era tu taller, no sé suponía que alguien entrara a tu rincón privado, pero Lyney siempre tuvo este pase de entrada, incluso si nunca se lo dijiste, él sabía que podía pasearse por dónde le diera la gana en tu tienda y tu taller. Ese era su privilegio. Solo suyo.
“Pensé que tenías una práctica para tu show de mañana.” Lyney no soportó un minuto más para tomar tu mano y quitarte tus guantes grasientos antes de entrelazar sus dedos con los tuyos y levantarte para fundirse a sí mismo en tu abrazo. Un sonido de satisfacción, como dejar salir sus preocupaciones desde sus pulmones, te calentó el pecho junto a su otra mano sobre tu cintura.
“Tengo un problema muy urgente y solo tú puedes ayudarme.” El mago sonrió, la misma sonrisa de un zorro astuto a punto de robar algo, la sonrisa que te hizo imitarlo con diversión. “Siento mis extremidades entumecidas cuando trató de subir al escenario, cher. Necesito que engrases mis articulaciones para que pueda volver a mi puesto como el gran mago que Fontaine conoce.”
El chico parecía obsesionado con soltar las peores frases para ligar referente a la mecánica, te habías enterado por Freminet que incluso llegó a pedirle explicaciones a él para planear sus avances al inicio de su cortejo, y parecía que no tenía planes de terminar con sus movimientos. Te sorprendió que no se le cruzara por la cabeza la idea de usar alambres y tuercas como serpentina un día de estos. Aunque no niegas que tal vez sí lo hizo y lo descartó para no hacerte daño.
La sonrisa victoriosa y orgullosa del mago te calentó el corazón, no importaba si querías meterle un trapo en la boca para que se calle mientras seguía soltando una gran cantidad de basura romántica mientras te hacía bailar con él en el pequeño taller. Su corazón bombeaba como el fuego de una maquinaria a vapor, estaba seguro de que necesitaría que le ayudes a transformar ese anticuado mecanismo en uno totalmente nuevo y moderno, así podría amarte mejor también. Tal vez podrías hacer algo como una fuente y jugar con la energía hidráulica para que sus circuitos te den pequeñas descargas eléctricas a distancia cuando pensara en ti.
Sus intentos de ponerte ese precioso color colorado en tus mejillas fue humilde, podrías clasificarlo en uno de los mejores solo porque su voz es preciosa mientras cerca de tus labios y acariciaba tu mejilla con la esperanza de que su magia haga aparecer tu sonrojo. Lyney era un buen hombre y merecía que lo reconocieran.
“Si es así, creo que debo abrirte y revisar qué está mal contigo.” Tu juego pudo haberse quedado en eso solamente, pero no te echarías para atrás, mucho menos cuando el propio Lyney casi se atraganta cuando le quitaste su capa y lo tomaste por los hombros para besarlo. Dio un grito interno junto a un reseteo de su propio cerebro mientras te sujetaba por la cadera y trataba de seguir tu ritmo, pero ya lo habías sentado en tu mesa de trabajo y los botones de su camisa se estaban desabotonando. Su sombrero y su camisa blanca quedaron en tu mesa, el lugar más limpio del taller en el que trabajaban normalmente arreglando guardias robots, ahora estabas aplastando el miembro de Lyney en tu mano mientras lo obligabas a no apartar la mirada.
Sus ojos casi se nublaron cuando tu mano lo agarró por el mentón y le abriste la boca con tus dedos, provocando que un nuevo jadeo se escuche dentro del pequeño taller.
“Tu caja de voz parece que funciona bien, por desgracia. Pero esperemos que una sobrecarga te arregle lo que tienes en la cabeza, amor.” Tu dedo pulgar acarició la punta del falo de Lyney, tus demás dedos parecían recordar las diferentes venas que eran parte de su carne, tu mano empezó a moverse más rápido gracias al líquido preseminal que brotaba desde la punta. “Parece que está parte de ti funciona excelentemente. Felicidades, parece que no estás lo suficientemente dañado como para tener que hacerte un análisis completo.”
Las manos de Lyney se aferraron a la mesa, tratando de arañar la madera debajo de sus dedos mientras sus piernas simplemente caían frente a él, sentía que su cuerpo caliente era arrasado por el espacio pequeño en el que estaba siendo jodido, pero poco le pudo haber importado en dónde iba a soltar su semen para cuando tus labios ya estaban dejando marcas en su cuello expuesto. Sus pezones eran muy sensibles, tanto que solo bastó que los lamiera para que manchara patéticamente tu ropa con su eyaculación.
“Ahí debería estar mejor.” Tu tono lo martirizó cuando tu mano no se detuvo, lo llevaste a través de su orgasmo hasta que prácticamente jadeó como una pasiva contra tu aliento. “Parece que aún no estás totalmente bien. Creo que necesitaré ser un poco más paciente contigo, ¿verdad?”
No pudo evitar gemir un patético “sí” contra tus labios, aceptando cualquier cosa que planearas hacerle en ese momento.
English:
A smile appeared on his face as he heard the tinkling of the bell that announced his arrival. The constant noise of the clock entered one of his ears and left the other as he passed through the shelves of the store full of artifacts and bric-a-brac that, to the eye of the unknown and uneducated in your type of art, would think that It was the product of a hurricane that knocked all the tubes and gears around on the shelves in disarray.
Lyney had heard your voice welcoming him to your store, a phrase you repeated almost mechanically when the bell-shaped alert rang. Your entire concentration was not on the magician, which bothered him somewhere deep in his heart, but your gaze was more interested in the exchange of the gears of what looked like a clock in its purest state of metal and bare hands. On your dusty table, brushes, keys and screwdrivers surrounded you as if they had only been thrown on the table to wait their turn to be used by your hands that played with the parts of the clock, discovering little by little the puzzle that you had put together and whose pieces failed somehow to fall into your hands.
“Looks like you don't even have time to greet me properly, cher.” The magician, as dramatic as he usually was, placed a hand on his heart, hurt by your coldness. Your fingers stopped when you heard his voice, the shadow of a smile forming on your lips as you took off your glasses and left them on the table.
The back of the store is where you used to work, it was your workshop, I don't know that someone was supposed to come into your private corner, but Lyney always had this entrance pass, even if you never told him, he knew he could wander around where would like in your store and your workshop. That was his privilege. Only his.
“I thought you had practice for your show tomorrow.” Lyney couldn't stand another minute to take your hand and remove your greasy gloves before intertwining his fingers with yours and lifting you up to melt himself into your embrace. A sound of satisfaction, like letting his worries out of his lungs, warmed your chest along with his other hand on your waist.
“I have a very urgent problem and only you can help me.” The wizard smiled, the same smile of a cunning fox about to steal something, the smile that made you imitate him with amusement. “My limbs feel numb when he tried to go on stage, cher. I need you to grease my joints so he can return to my position as the great magician Fontaine knows.”
The man seemed obsessed with saying the worst pickup lines regarding mechanics, you had found out from Freminet that he even asked him for explanations to plan his advances at the beginning of their courtship, and it seemed that he had no plans to end his movements. He surprised you that the idea of using wires and nuts as a streamer didn't cross his mind one of these days. Although you don't deny that maybe he did do it and he ruled it out so as not to hurt you.
The magician's victorious and proud smile warmed your heart, it didn't matter if you wanted to shove a rag in his mouth to shut him up as he continued spouting a lot of romantic garbage while making you dance with him in the small workshop. His heart was pumping like the fire of a steam engine, he was sure that he would need you to help him transform that antiquated mechanism into a totally new and modern one, so he could love you better too. Maybe you could make something like a fountain and play with water power so that his circuits would give you little electric shocks from a distance when he thought of you.
His attempts to put that beautiful blush on your cheeks was humbling, you could classify him as one of the best just because his voice is beautiful as he nears your lips and caresses your cheek in the hope that his magic will bring out your blush. Lyney was a good man, and he deserved to be recognized.
“If so, I think I should open you up and check what's wrong with you.” Your game could have stopped at just that, but you wouldn't back down, much less when Lyney himself almost choked when you took his cloak off of him and took him by the shoulders to kiss him. He gave an internal scream along with a reset of his own brain as he held you by the hip and tried to keep up with your pace, but you had already sat him down at your work table and the buttons on his shirt were unbuttoning. His hat and his white shirt were left on your table, the cleanest place in the workshop where they normally worked fixing robot guards, now you were crushing Lyney's cock in your hand while forcing him not to look away.
His eyes almost blurred when your hand grabbed him by the chin and you opened his mouth with your fingers, causing a new gasp to be heard inside the small workshop.
“Your voice box seems to be working fine, unfortunately. But let's hope an overload fixes what's in your head, love.” Your thumb caressed the tip of Lyney's cock, your other fingers seemed to remember the different veins that were part of his flesh, your hand began to move faster thanks to the precum oozing from the tip. “It seems like this part of you is working excellently. Congratulations, it looks like you are not damaged enough to need a full analysis.”
Lyney's hands gripped the table, trying to claw at the wood beneath his fingers as his legs simply fell in front of him, he felt his hot body being ravaged by the small space he was being fucked up, but little could he do having cared where he was going to release his cum by the time your lips were already leaving marks on his exposed neck. His nipples were very sensitive, so much so that it was enough for him to lick them for him to pathetically stain your clothes with his ejaculate.
“It should be better there.” Your tone tormented him when your hand didn't stop, you carried him through his orgasm until he was practically panting passively against your breath. “It seems like you're not totally fine yet. I think I’ll need to be a little more patient with you, right?”
He couldn’t help but moan a pathetic “yes” against your lips, accepting whatever you planned to do to him at that moment.
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Creep - Enzo Vogrincic
+18! Dark/Non-Con. Stalker!Enzo. Age Gap, anal fingering, biting, (mentions of) blood, breeding kink, choking, creampie, dacrifilia, dirty talk, fingering, (muy fugaz) foot fetish, knife play, masturbation, sexo oral, sexo sin protección, subspace, uso no consensuado de somníferos. Aftercare. Español rioplatense.
12/11/2024
El jarrón cayó con la suavidad de una tragedia anunciada.
El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llenó la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores que contrastaban con el color oscuro de la madera llamaron tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resonaba entre las paredes.
Y luego un silencio inquietante se instaló en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentabas regular tu respiración observaste tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorrió.
Corriste en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire repentinamente espeso y viscoso dificultaba tus movimientos. Por un segundo pensaste que estabas nadando en éter, esforzándote hasta el límite en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de poder alcanzarla.
Un sonido débil dejó tu garganta cuando sentiste sus dedos cerrándose sobre tu muñeca con precisión, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre movió tu cuerpo como un látigo y tropezaste, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio su cuerpo te embistió contra la pared más cercana. Golpeaste el muro con un sonido seco y te quedaste inmóvil, aturdida, desorientada, intentando procesar la situación mientras tus ojos se llenaban de lágrimas. Su mano sobre tu boca parecía un veredicto y sentiste el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- juró Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Te preguntaste –y no por primera vez- cómo terminaste en una situación así.
20/6, 23:47 h.
Enzo sólo quería fumar en silencio.
Cuando buscó refugio en el balcón te encontró sola, sumida en tus pensamientos, con una expresión que oscilaba entre el aburrimiento y la molestia. Desde un rincón observabas las luces de la ciudad, los autos, la avenida, estirándote sobre la fría barandilla de metal, ignorando su presencia hasta que borró esa distancia que los separaba.
Carraspeó y tu postura, que sugería hasta entonces una evidente desconexión con el entorno, se tornó rígida por un breve instante. Te mostraste sorprendida, como si no esperaras que alguien te acompañara allí, sobre todo por la temperatura y las esporádicas ráfagas de viento helado.
En un involuntario gesto de complicidad le sonreíste y él no pudo evitar devolverte la sonrisa.
-Mucho ruido, ¿no?- preguntó mientras señalaba las puertas cerradas.
-Y mucha gente.
Tu voz, más que hacer una observación, sonaba como un lamento.
Enzo notó que estabas temblando, rodeándote con tus brazos en un intento de protegerte del frío, pero esto no parecía ser razón para regresar a la fiesta. Se preguntó qué motivo te llevó a esconderte de la multitud, de la música, de las luces, el alcohol y las drogas -que parecían ser los principales atractivos de la velada-. Tomó un cigarrillo del paquete.
-¿Te molesta…?- preguntó mientras buscaba su encendedor. Luego de que negaras encendió el cigarrillo lentamente para permitir (consciente de que estabas mirándolo fijo) que la llama iluminara su rostro, todavía analizando la situación, pensando cómo proceder-. ¿Estabas aburrida?
-No- te encogiste de hombros. Indiferente-. Bueno, en realidad sí, es que no soy de venir a estos lugares.
-Yo tampoco.
-¿Sos amigo de…?
Hizo una pausa para inhalar profundamente, saboreando el tabaco y también el tiempo que le otorgó esa simple acción, para luego exhalar y esperar que el humo se desvaneciera con el viento. Seguiste la espiral con la mirada, casi en trance, antes de volver a mirarlo.
-No, me invitaron unos compañeros de teatro… ¿La verdad? No sé ni quién vive acá.
Soltaste una pequeña risa tímida y volviste la vista hacia el horizonte.
-¿Sos actor?
-Entre otras cosas, sí.
-Siempre me pareció interesante el teatro- dijiste repentinamente. Cuando ocupó el lugar a tu lado, imitándote e inclinándose sobre la barandilla, lo miraste de reojo y no hiciste un esfuerzo por poner distancia con él. Continuaste:- Nunca intenté.
-¿Por qué?
-Me da vergüenza.
-Es una buena manera de sacarse la vergüenza- susurró-. No tenés otra opción.
Arrugaste la nariz y el gesto le pareció extremadamente tierno.
Enzo intentó fingir que la serenidad del balcón y el suave resplandor de la luna llamaban su atención más que la manera en que jugabas con tus manos, cómoda pero sin desprenderte de esa timidez que parecía caracterizarte; permitió que el silencio ocupara el espacio entre sus cuerpos, temeroso de abrumarte con más palabras de las necesarias, pero consciente de que aún podían hallar una conexión en el tiempo compartido en quietud.
Minutos más tarde apagó el cigarrillo en el metal y juntos contemplaron la espiral de humo extinguiéndose. No intentó tirar la colilla por el balcón, convencido de que ese sería un gesto que le reprocharías o desaprobarías, y también fingió que no buscaba una maceta para deshacerse de los vestigios de su adicción.
-Bueno- suspiró sonoramente para que lo oyeras, como si la despedida le pesara horrores, extendiendo una mano en tu dirección-. Fue un gusto.
Dudaste sólo un segundo antes de sonreír y estrechar su mano. El contraste entre su temperatura corporal y la tuya, producto de tu tiempo en el balcón, le pareció divino. Tentador.
Una provocación.
-Igualmente.
No preguntaste su nombre, no lo seguiste con la mirada mientras dejaba el reducido espacio que compartieron, sólo volteaste para seguir con tu meditación. Eso no impidió que notara cómo tu cuerpo permanecía en ese ángulo que habías adoptado mientras hablaban. Dejó el balcón, la fiesta y los desconocidos en ella, sin detenerse.
Bajó once pisos por las escaleras, estrechas y oscuras, esforzándose por respirar y reprochándose por ser incapaz de dejar el horrible hábito de fumar. Cuando lo recibió el exterior, mucho más frío e imposiblemente más oscuro que cuando llegó, no le pareció que esperar en esas condiciones fuera un sacrificio y –justo como tenía planeado- cruzó para poder esconderse del otro lado de la calle.
Oculto en la penumbra de un callejón se recostó contra una pared y se llevó ambas manos hacia el rostro. Sonreía como un maniático y sentía su sangre corriendo fervientemente, pulsando en sus muñecas y en su cuello, llenando su erección hasta que su ropa en tensión le generó dolor.
Llevaba semanas esperando para poder hablarte. Años. Toda una vida.
Consideró reprimir el deseo y la necesidad, ignorar el dolor, pero ya no podía seguir esperando: liberó su miembro, completamente erecto y goteando, sin importarle el frío o la posibilidad de ser visto. Unos escasos y vergonzosos minutos más tarde tuvo que morder con fuerza su bufanda para no gemir cuando salpicó sus botas, su ropa y su mano.
Esperó en el mismo lugar hasta verte salir.
22/10, 18:45 h.
La tarde se terminaba, entre sombras largas y los tonos naranjas en el cielo, cuando Enzo escuchó tu puerta. Observó por la mirilla la forma en que caminabas, con ritmo ligero y una expresión de emoción, con tus tacones resonando por el corredor. Repasó de memoria todas las fechas de tu calendario, todos los eventos importantes y cumpleaños, sin comprender hacia dónde te dirigías.
Siempre hablabas con él sobre tus actividades. Sobre todo. Siempre. ¿Por qué ese día no?
Pensó en la manera en que la blusa de seda brillaba bajo los últimos rayos del sol, el movimiento del pantalón de lino que resaltaba la curva de tu cadera, las uñas de tus pies pintadas con tu color favorito, tu cabello perfectamente peinado y el sutil maquillaje. Pensar en la probabilidad de que estuvieras camino a una cita lo molestó, incluso sabiendo que no tenía derecho alguno, porque… ¿Y si tu cita era con alguien peligroso?
La falta de información en tus redes sociales lo escandalizó todavía más y cuando chequeó –con ese perfil que creó específicamente para seguir a tus conocidos más cercanos- los perfiles de tus amigas, justo como temía, no había en ellos nada que considerara útil. Intentó concentrarse en su lectura, sus ojos viajando por las páginas del libro que sostenía cuando escuchó tu puerta, pero no podía evitar tomar su teléfono cada cinco minutos y refrescar tu perfil.
Observó fijamente la ventana durante un muy largo rato, mientras los últimos vestigios de la tarde se desvanecían, experimentando la sensación de un algo que lo invadía lentamente. Enzo no podía precisar qué le molestaba más: ¿era el hecho de que no compartiste con él ningún detalle sobre la velada o la posibilidad de que fueras a regresar acompañada y tener que presenciarlo?
“¿Y si no volvías?” pensó repentinamente. Conociéndote, era poco probable, porque no saldrías con un desconocido y permitirías que te lleve a su casa en la primera cita, ¿no? ¿No…? Fue en ese instante –con la misma pregunta parpadeando, con luces de neón, en cada recoveco de su mente- que decidió, sin pensar, que tenía que hacer lo necesario para saber en dónde y en compañía de quién estabas. Quería estar seguro de que no corrías peligro.
Lo necesitaba.
No tenía un plan concreto, sólo sabía que necesitaba entrar en tu casa, hacerse con tu computadora o con esa libreta que vio en tu habitación cuando lo invitaste hace unas semanas. Recordaba todas las notas, algunas con letra desastrosa y otras más cuidadas, que encontró allí: tus compromisos, las fechas en que te reunirías con amigos, citas médicas. Todo.
Mantuvo una mano sobre su pecho mientras regaba las plantas del corredor, intentando calmar sus pulsaciones, repitiéndose como un mantra que era imposible que los vecinos sospecharan que tenía dobles intenciones mientras regaba las plantas en tu entrada. Estaban mucho mejor, sobre todo por sus cuidados secretos, pero aún así quería felicitarte por tu trabajo.
Tomó de su bolsillo la copia de tu llave (que tomó del escritorio del encargo sólo por precaución) antes de voltear una última vez y corroborar que nadie estuviera vigilando. En un rápido y ágil movimiento, mientras contenía la respiración, se coló en el interior de tu hogar y cerró la puerta con cuidado.
Escuchaba el latir de su corazón en sus oídos, irritante, molesto, opacando el resto de los sonidos: esperaba oír una alarma, una respiración, lo que fuera. Nada. Dejó salir todo el aire en sus pulmones antes de inspirar profundamente.
El espacio estaba plagado con tu esencia, un pequeño detalle que no contempló lo suficiente la primera vez que lo invitaste, ya que estaba muy concentrado en vos y en todo lo que hacías para él. Por él. La libertad lo consumió como un fuego, voraz e incontenible, cuando entendió que podía hacer lo que deseara.
Recorrió lentamente la sala de estar y deslizó sus dedos sobre el terciopelo del sofá, inspeccionó todos los libros sobre la reluciente mesa de cristal y los de tu estantería, jugó con ese extraño colgante musical que tenías en el ventanal que llevaba a tu balcón. Se maravilló con esos infinitos detalles que no había notado, como el cuenco de cerámica con accesorios.
Tomó un objeto extraño, de seda, impregnado con el aroma de tu cabello.
En la mesa de la cocina se encontró con fotografías tuyas, de tus amigas, de tu familia, de personas que no conocía, pero también recibos de diversas tiendas con múltiples anotaciones incomprensibles en una letra que no era la tuya. Tomó sólo uno, ya que los globos seguramente eran insignificantes y pasaría desapercibido, preguntándose si realmente le serviría.
Se dirigió hacia tu habitación. Estaba nervioso.
Tu cama estaba tendida pero con un enorme caos, imposible de ignorar, sobre el edredón. Enzo tomó el dobladillo de una camisa entre sus dedos y se permitió sentir la suavidad del material antes de llevarse la prenda hacia el rostro para poder sentir el aroma de tu perfume, el de la crema corporal que te gustaba, el suavizante de telas que utilizabas en tu ropa. Suspiró.
Entre blusas, faldas y pantalones, divisó un conjunto de lencería rojo. Intentó ignorarlo.
Tomó una de tus almohadas y estaba por enterrar su rostro en ella cuando un sonido seco llamó su atención. Un objeto rodó sobre la alfombra y en su desesperación lo tomó, ignorando durante unos pocos segundos que era un pequeño vibrador, con la intención de devolverlo a su lugar. No podía darse el lujo de…
Se detuvo en cuanto comprendió de qué se trataba y tuvo que esforzarse, con el objeto aún en su palma, para no deshacerse de su ropa en ese mismo instante. Masajeó su creciente erección por sobre sus prendas, irritado por no poder liberarse, recordándose el único objetivo de su visita.
Examinó el contenido de tu mesita de noche. Allí estaba la libreta.
La abrió rápidamente y comenzó a hojear las páginas: recibos, notas sin mucha importancia, alguna lista de cosas que tenías pendientes y luego, entre las últimas páginas desnudas, algo que lo sorprendió: era el pétalo de una flor. Él lo reconocía a la perfección, ya que era una de las flores en sus macetas, pero… ¿En qué momento lo tomaste? ¿Por qué lo conservabas? La inesperada y grata sorpresa hizo palpitar su miembro.
No. No podía.
Sonriente, devolvió el pétalo a su lugar entre las páginas, pero su expresión cambió en cuanto escuchó el sonido de las llaves y la puerta de entrada. Presa del pánico, miró su reloj y se preguntó en qué momento había pasado más de una hora; regresó la libreta y pensó, desesperadamente y con el cuerpo en llamas, dónde esconderse.
El único lugar –un tanto estrecho y sofocante, comprobó- era bajo tu cama.
Se arrojó contra la pared y esperó mientras cubría su boca con ambas manos. Empezó a rezar. La posición era incómoda y él respiraba con dificultad, reprochándose mentalmente por perder la noción del tiempo, por dejarse llevar, por estar tan obsesionado y por ser incapaz de calmarse. Respiró. Escuchó. Esperó. Respiró nuevamente.
Enzo no necesitaba ver tu rostro para saber que estabas molesta. El sonido de tus pasos y tus resoplidos, junto con la fuerza y la violencia empleada para deshacerte de tus zapatos en la penumbra del corredor, era suficiente. No esperaba que los lanzaras como un misil en su dirección y que estuvieras a punto de golpear su rostro.
Cerró los ojos y sólo volvió a abrirlos cuando escuchó el agua de la ducha. Empujó el zapato lejos, para que no estuviera bajo la cama y mucho menos cerca de su persona, porque lo último que necesitaba era que lo encontraras a él mientras buscabas otra cosa.
Esperó unos minutos, sólo para estar seguro, antes de reunir fuerzas y tomar impulso para salir de su escondite. Movió su cuerpo con cuidado, evitando quejarse o hacer cualquier sonido que lo delatara, pero en el intento de reincorporarse el espacio estrecho y la fuerza de sus movimientos terminaron jugándole en contra.
Un dolor punzante lo desorientó y se mordió la lengua para no gritar.
Fue incapaz de reprimir un gruñido y sólo pudo pensar en morder su mano para guardar silencio. No estaba seguro de si la razón de sus ojos nublados era el pánico, las lágrimas o el golpe, pero no podía permitirse ser descubierto sólo por no saber controlarse en una situación de estrés. Tenía que recomponerse y huir antes de…
El cuarto se oscureció todavía más. Enzo juró que la temperatura de la habitación cambió. Podía sentir que todo giraba y se preguntó cómo era posible. Sólo era una golpe en la ceja, ¿no? Era ilógico que fuera más grave que el pequeño corte sangrante. No podía ser algo muy serio.
Colocó sus pálidas y temblorosas manos sobre la alfombra y logró concentrarse por un breve instante. Aún tenía la vista borrosa, pero sus oídos captaron el silencio, absoluto y escalofriante. Respiró hondo, luchando para no perder la cordura, cuando escuchó tus pasos; en un principio pensó que era el eco de sus latidos, pero luego comprendió que regresabas a tu habitación.
Hacia él.
Enzo, paralizado, comprendió que ya no tenía tiempo. Sólo restaba esperar.
Te llevó unos minutos ordenar el desastre que habías dejado antes de marcharte y mientras lo hacías te escuchó maldecir múltiples veces. Sospechaba que algo había salido mal durante tu cita, que el hombre en cuestión no cumplía con tus expectativas, pero no podía negar que en lugar de sentir lástima sentía alivio. Sabía que sólo él podía darte todo lo que merecías.
Sólo tenía que esperar. Y tenía tiempo de sobra para hacerlo.
Cuando por fin te arrojaste sobre el colchón te escuchó moviéndote en busca de una posición más cómoda. Suspiraste incontables veces mientras lo hacías. Luego el sonido de tu teléfono, irritante para su condición actual, llegó a sus oídos junto con tu risa. Imaginó cómo te veías, imaginó que mordías tu labio mientras reías, imaginó que reías pensando en algún recuerdo divertido sobre su persona.
Con extremo cuidado, procurando que sus movimientos resultaran menos torpes de lo que sospechaba, desbloqueó su teléfono. Era difícil leer y comprender los números en la pantalla. ¿Cuánto tiempo llevaba en tu casa? ¿Cuánto tiempo llevaba bajo tu cama? Llevó sus dedos hacia su ceja y descubrió la zona hinchada, sangrando, sensible.
Esperó oír tu respiración ralentizarse mientras él mismo batallaba contra el sueño, más que probablemente producto del golpe, esforzándose para no dejarse ir… Y en su lugar escuchó un suspiro, agudo y prolongado, seguido por el sonido de tu ropa y las sábanas.
No, pensó horrorizado, no me hagas esto. Oculto bajo tu cama, con una erección que se negaba a desaparecer desde que encontró tu vibrador, comprendió que estabas más que dispuesta a empeorar su estado. Era imposible que hicieras esto sólo porque sí. Intentabas provocarlo.
Y él siempre fue débil.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y capturó el encaje rojo entre sus dedos, pensando en qué tan terrible sería masturbarse bajo tu cama, manchar esa delicada prenda que te había robado, impulsado únicamente por el sonido de tu voz y tu evidente humedad, imaginando cómo te verías bajo su cuerpo y bajo su control.
Bajó la cremallera de su pantalón y liberó su miembro, desesperadamente duro y mojado con la absurda cantidad de líquido brotando de su punta, de los confines de su ropa interior. Sostuvo la prenda robada entre sus dientes para silenciar hasta el mínimo suspiro, gemido o jadeo, pero sólo porque quería escucharte sin interrupción alguna. Tus gemidos en aumento eran una bendición para sus oídos. No podía detener sus caricias.
-Enzo…
Frenó en seco. Cerró los ojos.
El orgasmo lo golpeó y se cubrió la boca, luego de retirar tu ropa interior, para silenciar sus sollozos y su respiración temblorosa. Llevó la prenda hacia su miembro y su liberación manchó el rojo hasta oscurecer por completo el encaje; continuó moviendo su mano, jugando con su erección cada vez más débil, hasta que la sobre estimulación lo obligó a detenerse. Sonrió.
Pensabas en él.
27/06/2024, 08:39 h.
“Es el fin del mundo” es lo primero que viene a tu mente cuando despertás. El retumbar constante de la tormenta, el repiqueteo de las gotas sobre las ventanas y el viento aullando en cada ráfaga te hacen sentirte inquieta, pero aún así cerrás los ojos con la esperanza de poder dormir nuevamente. No sucede.
Cambiás de posición varias veces antes de llegar a la conclusión de que es en vano, sobre todo porque esa sensación de estar olvidando algo persiste, y es así como terminás sentada sobre el colchón mientras estudiás tu nueva habitación. Todo está donde debe estar, exceptuando las cosas que permanecen en sus cajas, rogándote que termines de desempacar de una vez.
Las luces apagadas no te permiten ver todos los detalles de este nuevo lugar, un espacio que todavía no sentís como propio y (para tu horror) mucho menos como un hogar, pero reconocés todos los objetos que llegaron con vos. Los cuadros sobre la cómoda, la lámpara, ese móvil que colocaste en tu ventana aunque la ubicación no te convence, los libros y…
Las plantas.
Saltás de la cama, deslizándote con rápidez –y tropezando con las varias cajas desperdigadas por la sala en el proceso- hacia la puerta principal. El sonido de la tormenta es ensordecedor y cuando cruzás el umbral el exterior te recibe con gotas de lluvia salpicando tu rostro y el viento, gritando con violencia, colándose entre tus prendas hasta hacerte temblar.
La primera maceta está volcada y las hojas de una suculenta, que ya parecía estar en sus últimos minutos de vida la noche previa, regadas por el suelo de la galería. Rescatás la improvisada maceta con ramas de un jazmín, cortesía de una vecina de la primera planta, y la abrazás fuertemente mientras te estirás para tomar el cactus. Tenía una flor hace unas horas.
Tenía.
La puerta cerrándose de un golpe hace que te sobresaltes y una espina traicionera se hunde en tu piel. El dolor te roba un grito y las macetas en tus manos caen en cámara lenta; el recipiente con el jazmín (que podría haber sido en un futuro, en una realidad paralela, pero ya no será) cae en el suelo con un ruido sordo y el agua del mismo salpica tu pijama, mientras que el cactus impacta escandalosamente en las cerámicas.
Los restos de la maceta viajan como estrellas fugaces.
Intentás ignorar el elefante en la habitación. Imposible. Pensás en cómo se supone que vas a comunicarte con el encargado del edificio mientras contemplás el desastre: estás en pijama, sin sostén, despeinada, descalzada, no podés dirigirte hacia el vestíbulo en estas condiciones, pero considerando que tu teléfono todavía está en tu habitación… ¿Qué otra opción tenés?
Un sonido y el movimiento de la puerta contigua llaman tu atención. Es…
El vecino, hasta ahora desconocido, te observa desde su puerta con una expresión de confusión. Probablemente escuchó el escándalo y salió en busca de una explicación, seguro no esperaba ver a la vecina recién mudada encerrada fuera de su hogar, empapada y sucia con tierra, presionando con fuerza una herida superficial en su dedo.
“Tragame, tierra” se repite en tu mente.
-¿Todo bien?- pregunta sólo para romper el hielo. Mientras recorre la distancia que separa su puerta de la tuya, cubriéndose el rostro para no mojarse, no podés evitar fijarte en cómo el viento mueve su cabello mientras la lluvia salpica su camiseta.
Intentás explicar, entre balbuceos producto de la conmoción del momento, el problema de las plantas y la puerta. Escucha con atención, su cabello y su ropa mojándose cada vez más, pero permanece en calma. Inamovible. Sereno. Lucía igual cuando lo conociste en ese otro balcón.
¿Es esta la manera en que están destinados a encontrarse?
-Te ayudo- dice con expresión amable-. Puedo ir a hablar con el encargado y ver si tiene una copia de la llave, ¿querés?
Una mezcla de pánico y vergüenza te recorre mientras jugás con el dobladillo de tu camisa, cada vez más húmeda y próximamente traslúcida, pero sabés que no tenés muchas más opciones y… No lo conocés, no te conoce, sólo hablaron cinco minutos, pero quiere ayudarte. Seguramente poco le importa tu estado y estás segura de que el resto de los vecinos también lo ignoraría.
-Te lo agradecería mucho- respondés con un suspiro-. Mi teléfono está en mi cuarto y no sé qué hacer.
-No hay problema- señala su puerta-. ¿Te parece si…? Y podemos llamar.
La intensidad en sus ojos oscuros te hace desviar la mirada.
Tus ojos recorren las macetas restantes hasta que encontrás una ilesa. En el rincón más lejano, protegida por el techo, está esa planta cuyo nombre desconocés pero que tiene hojas que te fascinan: un verde oscuro en el borde, con el centro más claro y un patrón llamativo. La sostenés con firmeza contra tu pecho mientras seguís a Enzo.
Caminan por el pasillo en silencio y cuando entran en su hogar notás que deja la puerta entreabierta unos pocos centímetros. No estás segura de qué motivos tiene para hacerlo, si pretende hacerte sentir menos vulnerable o si es que con suerte no tardarán lo suficiente, pero aún así agradecés el gesto. Te señala el sofá y desaparece.
Tu ropa mojada te hace dudar y permanecés de pie. Esperás no arruinar la duela.
-Sentate- insiste cuando regresa-. No pasa nada.
-Nunca nos presentamos.
Levanta la mirada de la pantalla de su teléfono.
-¿Qué…?
-Nunca nos presentamos- extendés tu mano, susurrando tu nombre, temblando por el frío y por los nervios-. ¿Vos sos…?
El calor de su mano es reconfortante. Su sonrisa también.
-Enzo.
-Gracias, Enzo.
-No, por favor- contesta con una mueca de vergüenza mientras intenta ocultar una sonrisa. Segundos más tarde, todavía mirándote a los ojos y con el teléfono contra la oreja, frunce el ceño-. Qué raro. No contesta.
-¿Estará dormido?
-Le mando un mensaje- decide-. Lo verá cuando se levante, no sé, es raro que…
El resto de la oración muere en sus labios mientras su mirada te recorre. Reafirmás el agarre en la maceta, más nerviosa que antes y sin saber exactamente cómo sentirte, pero no pronunciás palabra alguna hasta que lo ves separar los labios nuevamente.
-¿Qué?
-Estás toda mojada.
Suspirás, entre resignada y derrotada, ignorando el escalofrío que te recorre.
-No importa- mirás tus pies-. Seguro que en unos minutos ya…
-Te podés resfriar- insiste-. ¿Te parece si te presto ropa? Sé que puede ser raro porque no nos conocemos, pero…
Esperás que el calor quemando tu rostro no sea obvio.
-Está bien.
Vuelve a desaparecer. El silencio en la habitación es palpable.
Observás desde tu lugar las fotografías en la pared, los incontables vinilos, el proyector, las plantas bien cuidadas, la caja de cigarrillos a medio terminar esperando sobre la mesita de cristal. El cuaderno con un extraño patrón de colores y los lápices de colores te resultan llamativos. No estás segura de querer preguntar. No querés invadirlo todavía más.
Enzo no parece poseer muchas pertenencias triviales y todo en su hogar parece tener una ubicación exacta, un propósito, una razón lógica. Lo único que parece fuera de lugar, pensás luego de un rato de contemplar el espacio, sos vos. Sos una extraña en la casa de un extraño. Un extraño muy amable, muy comprensivo, muy…
-Esto seguro te va a quedar bien… Y es re cómodo- sonríe, como si intentara convencerte para que no vuelvas a negarte, antes de entregarte la ropa-. Y acá tenés un par de medias para que no te me mueras de hipotermia- señala el corredor-. ¿Te ofrezco un té? ¿Café? ¿Agua?
Te mordés el labio.
-No, gracias, no es necesario. Ya hiciste mucho por mí.
Finge indignación y sólo borra la expresión de su rostro luego de oírte reír.
El baño es justo como esperabas, porque parece que todas las unidades de este edificio son iguales, pero tiene pequeños detalles que delatan quién es el dueño. Aún no lo conocés, claro, pero te parece que tiene todo el sentido que Enzo tenga un jazmín junto a su perfume. También hallás una colonia y loción, de la misma marca, cuando examinás el estante del espejo.
Mientras te vestís, permitiéndote sentir el algodón bajo tus yemas, notás en la ducha el shampoo y el acondicionador. Era obvio, te decís, porque es imposible que una persona tenga el cabello así de majestuoso sin el cuidado básico –ese que la mayoría de los hombres no sabe ejercer-.
Doblás cuidadosamente tu pijama mientras pensás en si utilizará algo más o si sólo es genética.
Cuando volvés a la sala Enzo te ofrece una taza de té.
-Perdón- susurra. Es obvio que no está en lo absoluto arrepentido-. No quiero que te enfermes.
-Gracias, Enzo, de verdad- aceptás la taza y te sentás junto a él-. Sos un ángel.
La tormenta, cada vez más intensa, opaca el sonido de su risa cuando sorbe de su propia taza. Permanecen en silencio durante unos minutos en los que jugás con el asa de la taza caliente en tus manos, preguntándote cuándo comenzará a sentirse cansado de tu presencia y cuánto tiempo le llevará decidir que tenés que marcharte, sin importar que tengas que esperar en la lluvia.
Su voz grave te saca de tus cavilaciones.
-¿Hace cuánto te mudaste?
-¿Dos semanas? ¿Tres…?- intentás recordar la fecha-. Dejémoslo en tres.
Gira sobre el sofá – su brazo izquierdo descansa sobre el respaldo, estirado en tu dirección, y por un breve instante te perdés en las venas que resaltan en su piel bronceada- para poder verte de frente. No oculta su curiosidad y te sorprende la fugacidad con la que sus ojos, magnéticos y llenos de un algo que te genera intriga, dejaron de hacerte sentir incómoda.
Lo imitás y sonríe.
-¿Cómo es que no te había cruzado antes de…?
-Raro, ¿no?
-¿Te gusta el té?- pregunta luego de verte probar la bebida.
-Sí, es rico, ¿qué tiene?
Con los dedos, enumera:
-Canela, cardamomo, jengibre y… más cosas con nombres complejos que no recuerdo- confiesa-. Es la primera vez que lo pruebo.
-Y yo arruinándote la experiencia.
-Nada que ver.
-Seguro estabas dormido y te desperté con el quilombo que armé.
-Estaba despierto- insiste-. Imposible dormir con semejante tormenta, ¿no…?
-Y…
Suelta una carcajada estrepitosa cuando comprende el significado de tu expresión. Hacés un esfuerzo por no mirar fijamente, hipnotizada por la manera en que sus ojos se cierran cuando ríe, pero de todas formas terminás siguiendo con la mirada la línea fuerte de su mandíbula, el movimiento de su cabello y la tensión en su cuello.
-Perdón.
-No, está bien, me lo merezco- le concedés-. Fue estúpido de mi parte.
-¿Te gustan mucho las plantas? Porque para salir a buscarlas con esta lluvia…
-Las odio- contestás rápidamente, recordando el dolor provocado por la espina del cactus, y ante su confusión agregás:- Quería intentar.
-Te puedo enseñar- ofrece en voz baja-. Es bastante fácil.
-Ya maté un cactus, Enzo.
-Vamos lento, ¿sí?- propone mientras contiene la risa. Deja la taza sobre la mesa y señala la planta que trajiste-. ¿Esta que tenés acá? Es de interior. Cero sol, ¿está…? ¿Tenés mascotas?
-No, ¿por?
-Es tóxica.
-Oh.
-Y purifica el aire.
-¿Cómo puede ser?- preguntas con la voz teñida de escepticismo.
4/11/2024, 20:11 h.
El golpe en tu puerta te hace resoplar.
Tuviste un día horrible y lo último que necesitás son visitas inesperadas. Te dirigís hacia la entrada con pasos pesados, sin molestarte en cambiar tu expresión mientras tomás las llaves, pero ver a la persona en el corredor es suficiente para que tus músculos se relajen. Le sonreís.
-¿Molesto?- pregunta Enzo, con una sonrisa que intenta ocultar, dejándose caer contra la barandilla y cruzándose de brazos-. ¿Mal día?
-Sí… No- te corregís cuando recordás su primera pregunta-. Tuve un mal día, sí. No molestás.
Su rostro comprensivo y su evidente preocupación hacen que tu corazón palpite con fuerza.
Desde que lo conociste Enzo muestra un genuino interés por tu bienestar. No tenés idea de cómo, por qué o en qué momento exacto sucedió, pero desarrollaron una amistad que parece destinada a ser. Siempre te preguntás si la conexión entre ambos comenzó a gestarse el día de la fiesta, durante la tormenta o cuando comenzó a dejarte notas sobre el cuidado de tus plantas.
Enzo es una buena persona y un excelente amigo, siempre te lo repetís, sobre todo cuando intentás ser mejor con él de lo que es con vos. Intentaste retribuir los consejos sobre plantas con café de especialidad, consciente de lo mucho que le gusta esta bebida, pero entonces te ayudó desinteresadamente con la instalación de unas lámparas y te sentiste en deuda nuevamente.
“No, de verdad, no es nada” insiste cada vez que le agradecés por otro inmenso favor. Luego finge molestarse cuando dejás un pequeño presente en su puerta, en sus manos, oculto entre sus plantas, esperando en su buzón en la planta baja… Y de alguna forma vuelve a superarte: invitaciones a museos o para obras de teatro (jamás en las que actúa él), este libro que extrañamente le recordó una conversación que tuvieron, esta canción, esta película.
Enzo es especial. Y es imposible no enamorarse de alguien como él.
Puede que comenzaras a verlo bajo una luz diferente luego de esa primera obra de teatro, cuando caminaban en busca de un bar, escuchándolo hablar sobre lo que lo llevó a refugiarse en la actuación y la comodidad que sentía en el escenario. Quizás ocurrió cuando recordó, tiempo después de la conversación en cuestión, ese gramo de información que le regalaste.
¿Qué fue lo que dijo? ¿”Obvio que lo recuerdo”? Y cuando vio tu expresión estupefacta, incrédula, desconcertada, se esforzó para convencerte de que nadie en el mundo podría olvidar nada de lo que dijeras. Nadie que merezca escucharte dijo mientras te servía más té, cambiando el tema de conversación cuando comprendió que estabas ligeramente abrumada, cuidándote como siempre.
-Sentite con completa libertad de rechazarme- comienza con cautela-, pero…
-¿Sí…?
La anticipación hace que descanses todo tu peso sobre las puntas de tus pies. Es un extraño reflejo del que sólo tomaste consciencia luego de conocerlo y no estás segura de si se originó a causa de su persona o si sólo se volvió más recurrente, más común, más evidente. Siempre tenés que corregir tu postura para no tropezar y caer sobre su pecho.
Te sentís como un girasol persiguiendo el sol.
-¿Noche de películas?- pregunta con expresión de ilusión, sus cejas arqueadas en ese particular ángulo y sus dientes capturando su labio inferior. Ante tu silencio agrega:- Mis amigos me cancelaron a último momento y yo ya tenía todo listo. Se me ocurrió que, no sé, si no es incómodo para vos, podríamos… Y no es que seas mi segunda opción, pero…
-Está bien.
La sorpresa transforma su rostro. Te resultaría ofensivo de no ser porque se ve tierno.
-No esperabas que dijera que sí, ¿no?- soltás una risa-. ¿Tan antisocial te parezco?
-No, para nada, pero…- se encoge de hombros-. Pensé que era muy atrevido de mi parte.
-Nada que ver.
-Bueno, entonces…
-¿Llevo algo?
-No, nada, está todo. En serio- te señala con una expresión seria-. ¿Pizza para cenar te parece bien?
-Perfecto.
-Buenísimo. Era el menú original- comenta con tono divertido-. ¿Te espero o…?
-Dame cinco minutos, ¿sí? Termino con algo acá y voy.
-Dale.
Utilizás los cinco minutos para respirar y mentalizarte. No querés hacer el ridículo.
Cuando cruzás el corredor, temblando con anticipación, te encontrás con su puerta abierta. El lugar parece sumido en el silencio y la quietud, sólo interrumpida por tus pasos sobre la duela, es tangible. Cerrás la puerta y sólo entonces te percatás de su figura cerca del sofá.
-¿Todo bien?- preguntás luego de quitarte los zapatos y dejarlos en la entrada.
Justo como le gusta.
-Sí, se me cayó un… ¡No, cuidado!
Es tarde. El punzante dolor en tu pie te hace gritar y terminás cayendo de espaldas sobre el sofá. Enzo se arroja sobre vos para inspeccionar tu herida: la cercanía con él no es incómoda pero sí es extraña, con su figura cubriéndote y el cabello suelto arrojando una sombra sobre su rostro. Se ve intimidante, pensás, aunque la herida ardiente no te deja pensar mucho tiempo en eso.
-Perdón, no…
-Sh, sh, sh- ordena-. Está bien. Dejame ver.
-Me duele.
-Quedate sentada. Ya vengo.
Mientras esperás su regreso observás el desastre: era un jarrón, sin lugar a dudas, porque con los restos del mismo hay flores y agua por todo el lugar. Enzo regresa, ocupa el extremo opuesto del sofá y lentamente, con todo el cuidado del mundo, toma tu pierna y la coloca sobre su regazo para examinar tu pie.
-¿Por qué siempre estás descalza?- pregunta, entre molesto y frustrado, inspeccionando la profundidad de la herida. Sin mediar palabra retira el cristal y gemís de dolor. Da un apretón a tu tobillo-. Qué costumbre horrible.
-Vos no sos muy diferente, Enzo.
-No, tenés razón- admite con una pequeña risa-. Te va a arder.
Antes de poder procesar sus palabras sentís el líquido frío corriendo por tu piel y el insufrible ardor de la herida. Sujetás su brazo con fuerza, clavando tus uñas en la prenda de algodón que lleva –la misma que te prestó el día de la tormenta-, intentando reprimir tus quejidos y el llanto. Masajea tu tobillo para consolarte.
-Ya está, ya está- susurra. Sus cálidos dedos descansan sobre tu pierna-. Te voy a vendar.
-¿Hace falta?
-Sí.
La delicadeza de sus manos es imposible de ignorar. Está más que concentrado, con los labios apretados y el ceño fruncido, el cabello le cae sobre el rostro y tenés que luchar con todas tus fuerzas contra el deseo de estirarte y acomodar esos mechones rebeldes. Todavía sujetás su brazo –sentís sus músculos cada vez que se mueve- con fuerza y eso no parece importarle.
-¿Qué película vamos a ver?
-La que quieras.
-No sé- arrugás la nariz-. ¿Qué tenías en mente vos?
-No sé, ¿terror?- propone. Levantás la pierna para permitirle ponerse de pie-. Quieta, ¿sí? Junto esto y…
Te dirige una única mirada de advertencia antes de ponerse en cuclillas para limpiar el desastre, ignorando que el movimiento provoca que su camiseta se levante y revele una franja de su espalda, donde una larga y sin lugar a dudas profunda cicatriz recorre su piel.
-¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
-Ah, ¿no te conté? Fue con uno de los taburetes que…
-La de la ceja no- lo interrumpís-. En la espalda.
Cuando voltea percibís en su semblante una oscuridad que jamás habías visto en él. Está molesto, terriblemente molesto, la mandíbula tensa mientras captura el interior de su mejilla con sus dientes. Te reincorporás, preparada para disculparte, cuando contesta:
-Un accidente cuando era chico.
-Perdón, no quería incomodarte, es que…
-Sí, ya sé, es fea.
-¡No! No es eso- negás-. Pregunté porque parece muy profunda y… ¿Dolió mucho?
-Muchísimo.
-¿Cuántos años tenías?
-¿Siete? ¿Ocho? No estoy seguro.
Por su expresión, la edad en que haya sucedido –aunque sospechás que fue algo grave- le resulta insignificante, pero cuando desaparece en dirección a la cocina sin ofrecer más explicaciones sabés que es su forma de dar por finalizada la conversación.
Esperás en tu lugar mientras el remordimiento y la vergüenza por tu falta de tacto hacen un hueco en tu pecho. Su voz te saca de tus cavilaciones. Deja sobre la mesa varios snacks.
-¿Ya decidiste?
-No. Elegí vos- le sonreís y bajás la pierna del sofá para permitirle sentarse-. Seguro tenés mejor gusto que yo.
El silencio, incómodo y tenso, impide que te muevas y hables. Enzo hojea las diversas opciones disponibles en diferentes plataformas, mirándote de reojo, puede que en busca de aprobación o alguna sugerencia. O esperando que le ofrezcas una disculpa.
Cuando voltea cerrás los ojos.
-No me molesta, ¿sabés?
-¿Qué…?
-No me molesta que preguntes- y mientras te sostiene la mirada toma tu pierna para volverla a colocar sobre su regazo-. Y estás más cómoda así, ¿no?
-Sí.
Sonríe.
-¿Me vas a ayudar?- señala el televisor con un movimiento de su cabeza-. No soy bueno eligiendo bajo presión. Me da miedo decepcionarte.
-¿Cómo me vas a decepcionar?
Ignora la pregunta. Suponés que es más inseguro de lo que pensaste.
Tomás el vaso que te ofrece y cuando señala la lata de refresco asentís. El sonido del gas es escandaloso y Enzo chequea, mientras sirve la bebida, que ninguna gota rebelde escape y manche tu ropa. Ocultás tu sonrisa con tu mano. Sabés que incluso así sos muy obvia.
-Podemos ver una serie- sugerís luego de ver los resultados en la pantalla-. Hacemos una mini maratón, ¿qué decís?
-¿Tenés algo en mente…?
5/11, 00:06 h.
En cuanto tu respiración lenta y profunda llega a sus oídos Enzo deja de ver la película -comenzó hace unos veinte minutos y esta es una de las mejores escenas- porque no puede concentrarse en nada que no sea la necesidad que corre por sus venas. El pantalón gris que está usando hace poco y nada para ocultar su erección. La tela ya está húmeda con su excitación.
No importa, por supuesto, porque estás dormida. No vas a despertar. No vas a asustarte.
Acaricia tus pies durante un largo rato, luego tus tobillos y tus piernas, mordiéndose el labio en un inútil intento de controlar sus impulsos. No puede evitar deslizar una mano sobre la venda, manchada con tu sangre, recordando tu expresión de vulnerabilidad y la total confianza que tuviste en él cuando se ocupó de tu herida.
Controla tus pulsaciones. Tiene tiempo.
Desliza una mano bajo su ropa interior y comienza a masturbarse lentamente. Juega distraídamente con los dedos de tus pies mientras contempla tus uñas, pintadas de manera prolija con tu color favorito, imaginando cómo se sentiría tu suave y cuidada piel si lo tocaras. Un débil y patético gemido escapa de sus labios cuando te imagina sorprendiéndote por su orgasmo salpicándote.
Escapa con cuidado de su lugar en el sofá y luego de manipular tu figura, recostándote por completo y colocando tu cabeza sobre un cojín para lograr ese ángulo perfecto, se posiciona sobre tu cuerpo. Entre sus piernas, presa de su voluntad y soñando quién sabe qué, parecés un ángel. Pura y perfecta.
Derrama cantidades absurdas de líquido preseminal sobre tus labios hasta hacerlos brillar. Utiliza su glande, muy caliente y sensible, para esparcir su humedad por tus mejillas, tu mentón y tu mandíbula, antes de empujarlo hacia tus labios entreabiertos. Es sólo un centímetro pero la sensación basta para hacerlo gemir.
Te sujeta con delicadeza mientras el calor de tu respiración lo golpea. Realiza pequeños movimientos con su cadera, imperceptibles pero suficientes para que él pueda sentir tu calidez, maravillándose cuando separás los labios en busca de más.
Logra introducirse hasta sentir tu lengua.
¿Cuántas veces imaginó esto? ¿Cuántos orgasmos tuvo pensando en cómo te verías tomándolo en tu boca y llorando por no poder con su tamaño? No está seguro y no le importa; ninguna fantasía puede compararse con tenerte en su poder, aceptando que le pertenecés, inconscientemente suplicándole por más.
Golpea tus labios una, dos, tres veces con su miembro, grabándose la imagen en la memoria y pensando en todas las fotos que podría tomarte. Intenta contenerse pero la situación lo desborda y no puede detener el frenético movimiento de su mano. Derrama unas pocas gotas en tu boca antes de deslizarse fuera, recordándose los límites, manchando tu rostro con su restante liberación.
El placer es intolerable. Quiere llorar.
Respira con dificultad mientras las últimas gotas caen en cámara lenta sobre tu labio inferior y sonríe, en trance, perdido en tu belleza. Imagina que en otro momento le suplicarías para que te permita probarlo, que le rogarías que marque todo tu cuerpo, sin importar la humillación o todos los posibles efectos. Limpia con su pulgar un poco de semen de tus pestañas.
Se pregunta cuánto te llevaría quedar embarazada.
Un suspiro tembloroso resuena por toda la habitación.
Evita mirar su reflejo en el espejo del baño cuando busca una toalla para limpiarte y una vez que desaparece sus rastros –con un cuidado extremo, porque teme irritar tu piel y despertarte, un riesgo que no puede correr- de tu rostro roza tus labios con las yemas de sus dedos. Arrastra dos dígitos hacia tu cuello para controlar tus pulsaciones y espera.
Era la dosis correcta, se felicita mentalmente. Espera tener tiempo para...
-¿Enzo?- sujetás su muñeca con fuerza y él se deja caer-. ¿Qué hacés?
-Perdón- susurra mientras te observa reincorporándote como un rayo. Teme que sus latidos descontrolados lleguen a tus oídos-. Te dormiste y quería sacarte el maquillaje.
-¿Qué maquillaje?- soltás una risa encantadora, pero sólo dura unos segundos y él comienza a preocuparse, porque inmediatamente fruncís el ceño y te llevás una mano a la cabeza-. ¿Qué…?
-¿Qué pasa? ¿Qué tenés?
-Se me parte la cabeza.
El pánico hace temblar sus labios y titubea. No tenía idea sobre posibles efectos adversos.
-¿Querés un…?
-Por favor- te escucha murmurar cuando ya está buscando un comprimido de Paracetamol. Te observa de reojo mientras sirve agua helada en un vaso y se pregunta si su actitud fue muy sospechosa-. Perdón.
-¿Por qué?
-Por quedarme dormida. Qué vergüenza.
Aceptás el comprimido sin comprobar de qué se trata y bebés desesperadamente.
Una mueca de disgusto -no, de confusión, estás confundida- transforma tu rostro y cuando relamés tus labios Enzo sabe que el motivo son esas gotas de semen que derramó en tu boca. Muerde su lengua para combatir la angustia que le provoca verte en este estado, pagando las consecuencias de sus acciones, ignorando lo sucedido.
-No me molesta.
Suspirás. Su miembro palpita.
-¿Ya te dije que sos un ángel?
-Callate- suplica mientras se cubre el rostro con una mano. Siempre finge no ser capaz de tolerar tus cumplidos-. ¿Querés terminar de ver la película?
-Es tarde- lamentás-. No puedo seguir molestándote.
-Molestame todo lo que quieras.
Es tu turno de ocultar tu rostro entre tus manos y él suelta una carcajada. Comparten un momento de silencio mientras contempla la hipnótica sonrisa que le dirigís, mordiéndote el labio de manera tentadora, sin esforzarte en esconder el efecto que sus palabras tienen en vos.
-Gracias por la invitación- decís cuando se despiden en su puerta-. Lo necesitaba.
-Cuando quieras repetimos- ofrece mientras te ve caminar por el oscuro corredor-. De verdad.
Le regalás una última sonrisa y un tímido pero prometedor gesto antes de cerrar tu puerta.
De regreso en la sala su sonrisa desaparece y deja caer sus hombros. Derrotado y con los músculos aún cargados de tensión se encarga de ordenar, recogiendo los paquetes de snacks (ya sabe con exactitud cuáles son tus favoritos) y las latas de refresco vacías.
Estudia el fondo de tu vaso reviviendo en su mente la imagen del somnífero, incoloro pero de una consistencia espesa, reposando en ese mismo lugar. La próxima va a tener que doblar la dosis.
Minutos más tarde se refugia en la seguridad de su habitación. Embiste contra el colchón mientras reproduce infinitamente el video donde desliza su pulgar por tus labios, manchándolos de blanco, para luego repetir el proceso con su miembro; muerde su brazo para silenciar sus patéticos gemidos cuando el orgasmo lo desborda. Repite tu nombre un centenar de veces.
Guarda el video en una carpeta segura. Y las fotografías también.
12/11/2024, 00:01 h.
Evitás todo contacto con Enzo hace días.
Silenciaste sus historias, ignorás sus mensajes, esperás pacientemente hasta que se marcha (últimamente parece salir más tarde y no sabés si es intencional o si sólo es pura coincidencia) cada mañana para no tener que hablar con él. Después de todos estos meses conocés su rutina de memoria y sabes qué hacer para evitarlo.
El recuerdo te invade, sin importar dónde o con quién estés, volviéndose más y más insoportable, torturándote. Cada vez que pensás en eso sentís que todo en tu interior se hunde, la cabeza te da vueltas, tropezás con tus palabras, un sudor frío corre por tu espalda, paralizándote como ningún otro recuerdo lo hizo jamás.
Tenés miedo. Y vergüenza. Muchísima vergüenza.
Nunca habías tenido un sueño húmedo, ¿por qué tenía que suceder justo en su sofá? ¿Y por qué tenías que despertarte y asustarlo con tu exagerada reacción producto de la culpa que el sueño te provocó? Todavía recordás el pánico en su mirada desconcertada.
Cada vez que lo recordás esperás… no, suplicás no haber hecho ningún ruido o haber pronunciado palabra alguna mientras sucedía. Enzo te odiaría de saber lo que soñaste, con él sentado a unos pocos centímetros, cuando amablemente te dejó dormir durante lo que se suponía debía ser una corta pero divertida noche de películas.
El ardor en tus ojos es cada vez más recurrente.
El dolor de tener que evitarlo no se compara con el dolor de saber que probablemente se siente herido por la falta de explicaciones y el desconsiderado trato que estás teniendo con él. No merece tu silencio sólo porque no controlás tus palabras, lo sabés, pero enfrentarlo significaría terminar confensándole todo.
Dejar un regalo en su puerta luego de medianoche, ocultándote como un criminal y confiando en que no va a destrozarlo en cuanto salga de su casa mañana por la mañana, no es suficiente para reparar tu error. Sin embargo, repetís mientras seleccionás las flores, eso es todo lo que podés hacer de momento para ganar tiempo.
Es todo, sí, hasta reunir el valor necesario para confesarle todo (y perder su amistad) o hasta que tus sentimientos por él se evaporen.
Y también es la única manera que tenés para comprobar que su puerta esté bien cerrada. Cuando regresaste hace un par de horas, y aunque corriste para no regalarle la oportunidad de interceptarte en el corredor (es una costumbre suya que te fascina), juraste que su puerta estaba entreabierta. Las luces estaban apagadas.
Mantuviste tus propias luces apagadas desde que llegaste, como hiciste durante la última semana, para que en cuanto regresara no tuviera forma de saber que estabas en casa. Todavía ignorándolo, completa tu mente. Parcialmente, decís para librarte de cargas.
La tenue luz de la lámpara siempre arroja largas sombras extrañas y cuando volteás, lista para comenzar con tu misión de redención, un movimiento en la puerta de tu habitación llama tu atención. No parece ser tu sombra. No parece ser una sombra.
Es una persona. Es...
El jarrón cae con la suavidad de una tragedia anunciada. El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llena por completo la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores, contrastando con el color oscuro de la madera, llaman tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resuena entre las paredes.
Un silencio inquietante se instala en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentás regular tu respiración mirás tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorre.
Corrés en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire es espeso y viscoso y dificulta tus movimientos. Por un segundo pensás que estás nadando en éter, esforzándote en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de alcanzarla.
Un sonido débil deja tu garganta cuando sentís sus dedos cerrándose sobre tu muñeca, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre sacude tu cuerpo como un látigo y tropezás, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio Enzo te empuja contra la pared más cercana. Golpeás el muro con un sonido seco y quedás inmóvil, desorientada, intentando procesar la situación. Su mano en tu boca parece un veredicto y sentís el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- jura Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Bajás la mirada y en la penumbra divisás el brillo del objeto que sostiene Enzo. Es un cuchillo. Gritás contra su palma y forcejéas, pero él ejerce más presión, ignorando el dolor que te provoca, suplicándote con la mirada para que guardes silencio.
Luce horrorizado.
-No, no, no- niega frenéticamente-. No te voy a lastimar. Tranquila.
Alzás ambas cejas y las lágrimas caen de tus ojos. Mira el cuchillo, vuelve a mirarte, mira el cuchillo nuevamente y sólo entonces los engranajes de su mente parecen comprender tu predicamento.
Deja caer el cuchillo y este impacta de punta en el suelo.
-No es mío- jura como si fuera explicación o consuelo suficiente-. No grites, ¿sí? Prometeme que no vas a gritar cuando te suelte.
Intentás asentir pero la fuerza con la que te sujeta contra la pared dificulta cualquier movimiento. Parpadeás dos veces y comprende automáticamente.
-No grites- ordena con voz letal-. ¿Está bien?
Tomás una respiración, profunda y temblorosa, cuando te libera. Balbucéas incoherencias hasta que el pánico y el horror te permiten recordar cómo hablar, escoger tus palabras, pensar cuidadosamente qué decir y cómo. No querés que se enoje. No sabés qué podría hacerte.
Tu voz te traiciona.
-¿Qué hacés acá? ¿Cómo entraste?- preguntás casi en un susurro-. ¿Por qué…?
-No entendés- presiona su cuerpo todavía más contra el tuyo-. Todavía no entendés.
Y entonces lo sentís. Duro. Caliente. Palpitando. Húmedo. Temblás.
-¿Qué es lo que no entiendo?
-Quiero cuidarte- jura-. Quiero que estés bien. Feliz. Segura. Sólo eso.
Parpadéas con fuerza y sin reparar en tus acciones sujetás su muñeca cuando toma tu mejilla. Roza tu pómulo con su pulgar en una caricia extrañamente íntima, suave, delicada, con su boca peligrosamente cerca de la tuya; evitás moverte y te convencés de que el motivo es el pánico que sentís. No sabés cómo podría reaccionar. No sabés qué podría hacerte si se enoja.
-Esta no es la forma, Enzo, está mal.
Frunce el ceño. La cicatriz en su ceja derecha reclama tu atención.
-¿Por qué?
-¿Cómo te hiciste eso?- preguntás-. No fue con el taburete, ¿no? ¿Qué hiciste?
-Contestame- dice entre dientes-. ¿Por qué está mal? No hice nada malo.
-Esto está mal, ¿no te das cuenta?- clavás tus uñas en su piel-. No estoy feliz. No estoy segura.
-¿Cómo qué no? ¿Qué te pensás?- acerca su rostro aún más. Sentís el tabaco en su respiración-. ¿Vos pensás que te voy a lastimar?
-¡No!
-¡Callate!- ordena-. Silencio.
-Perdón, perdón, es que…
-No entendés nada- reniega-. Todo lo que hago es por vos.
Las náuseas invaden tu cuerpo. Recordás haber oído esa misma frase en la película de terror que viste en su sala, con tus piernas sobre su regazo, compartiendo snacks y fingiendo que el repetitivo contacto con su mano era sólo un accidente… Y ya conocés las implicaciones de esa perturbadora línea. Las consecuencias.
-¿Qué es todo, Enzo?- preguntás entre lágrimas. El calor de su erección contra tu cuerpo hace que tus mejillas quemen y relamés tus labios en busca de las palabras correctas-. ¿Qué hiciste?
-Nada malo.
-¿Qué hiciste?
-Nada. Todo- niega, confundido-. Desde la primera vez que te vi, cuando te estabas por mudar, yo…
-¿Cuando me mudé…?
La cabeza te da vueltas. De repente todo tiene sentido.
En realidad no tenías posibilidad alguna de mudarte a este sitio.
La inmobiliaria sólo te enseñó el edificio porque la cita estaba pactada con anterioridad, pero se suponía que alguien más estaba por cerrar el contrato, que estaban por hacer el depósito, pero… Lo que sea que haya hecho Enzo, porque esa es la única explicación posible, posibilitó que te llamaran en el último momento.
-Después de que te mudaste- intenta corregirse-. Durante la tormenta.
-No me mientas- suplicás-. Cuando nos conocimos, ¿vos ya sabías que yo vivía acá?
-No.
-Sí. Lo sabías- forcejéas y vuelve a empujarte. Parece que quiere dejarte claro que no estás en condiciones de luchar y, considerando el doloroso pálpito martillando en tu cabeza, puede que esté en lo correcto. Entrecerrás los ojos para ver con más claridad su rostro-. ¿Quién te invitó a la fiesta? Decime la verdad, Enzo.
-Un amigo.
-¡Dijiste que fueron tus compañeros de teatro!- se lleva un dedo a los labios-. ¿Me seguiste?
-No, yo…
La expresión de vulnerabilidad en su rostro no se corresponde con el control que tiene sobre la situación. Sobre vos. Sus ojos entrecerrados y brillantes por las lágrimas, sus cejas en un ángulo de angustia pura y desgarradora, los labios entreabiertos como si respirar le fuera difícil.
Sus hombros caen en señal de derrota.
-¿Fuiste vos?- sollozás cuando recordás los pequeños objetos faltantes en tu hogar y el mensaje del encargado del edificio-. ¿La llave que desapareció de...?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque tenía que ser así- dice como si fuera obvio-. No entendés, ¿no? Vos sos mía.
-No, Enzo, no. Estás confundido.
-Y yo soy tuyo.
Temblás violentamente. Tragás saliva.
-¿Estoy confundido?- pregunta, escéptico-. ¿De verdad?
-Sí.
-Entonces no tenés problema con que lo compruebe, ¿no?
Un gemido de desesperación deja tus labios cuando sentís su mano recorriendo tu cuerpo.
Desabotona tu pantalón de un tirón, baja la cremallera igual de rápido, deslizando sus uñas sobre tu piel antes de dirigir sus dedos hacia tu centro húmedo y caliente: en cuanto sentís sus dígitos rozándote arrojás la cabeza hacia atrás y cerrás los ojos. Reprimís un suspiro, profundo y potencialmente delator, sin comprender por qué disfrutás el contacto.
-Mirá cómo estás- te enseña sus dedos brillantes con tu excitación antes de llevarse sólo uno a la boca-. Y me decís que estoy confundido.
-Porque lo estás- insistís-. No está…
Te interrumpe deslizando sus dígitos húmedos entre tus labios. Sentís el sabor de tu esencia invadiendo tus papilas gustativas y mientras le sostenés la mirada, aunque con el ceño fruncido en una clara señal de ira, no podés evitar el gemido que nace en tu garganta. Tus muslos se contraen con fuerza y él mueve su pierna para estimular tu centro.
Succionás. La oscuridad de sus pupilas consume sus ojos.
-¿Qué dijiste?- pregunta con tono burlón. Besa tu mejilla-. Vos querés esto tanto como yo.
Negás, incapaz de pronunciar palabra con sus dedos aún sobre tu lengua, pero te ignora. Continúa rozándote con su pierna, ejerciendo cada vez más presión, sujetándote por la cintura con su otra mano para obligarte a descansar todo tu peso sobre su muslo. Entierra sus dedos cada vez más profundo, provocándote una que otra arcada, deteniéndose sólo cuando tirás insistentemente de su muñeca.
-Enzo- tu voz es una mezcla entre una súplica y una orden. Tus manos están acalambradas y la extraña sensación en tu estómago no te permite pensar coherentemente-. No.
-No seas así- dice contra tu boca-. Mirá cómo me tenés.
Lleva tu mano hacia su bulto cada vez más prominente, caliente y palpitante, obligándote a sentirlo en todo su esplendor. Observás la tela de su pantalón oscurecida por su excitación y la forma en que tu mano parece encajar justo sobre su erección. En sus ojos hay un fuego que sólo se compara con el que sentís entre las piernas y bajo la palma de tu mano.
-Te gusta, ¿no?- negás y él sonríe con arrogancia-. Sí, te gusta. Te encanta.
-No…
-Te vuelve loca saber lo que me hacés, ¿no?- roza tus labios-. ¿Querés que te muestre?
-No- esquivás el beso y mantenés los ojos cerrados para no ver su reacción-. Basta, Enzo.
-Mirá, dale. Es toda tuya.
Obedecés. ¿Por qué obedecés?
Bajás la mirada y tu respiración se corta. De alguna escalofriante manera predice tus pensamientos y te sostiene por el cabello, evitando con relativa facilidad que te muevas, forzándote a ver cómo masajea lentamente su miembro mientras gotea sobre tu ropa. Cuando negás frenéticamente para zafar de su agarre tu cuero cabelludo quema.
-Basta, Enzo, por favor.
-¿Por qué? ¿No te gusta?
Humedecés tus labios. Querés contestar pero en lugar de hacerlo permanecés en silencio.
Vuelve a tomar tu mano para guiarla hacia su miembro y jadeás cuando lo sentís entre tus dedos. Comenzás a masturbarlo con movimientos tímidos, procurando seguir el ritmo que él mantenía, evitando moverte más de lo necesario para no delatar tu necesidad o los irrefrenables pensamientos revoloteando en tu mente. Enzo suspira.
-Muy bien, bebé, seguí así- toma tu mejilla para llamar tu atención y te roba un corto beso que te hace desear más. Desliza sus dedos por tu cabello mientras pregunta:- ¿Me vas a dejar cogerte toda? ¿Sí…?
Cerrás los ojos.
-No, mirame- ordena rápidamente-. Mirame. Contestá.
-Sí, Enzo.
-Sí, ¿qué?
Una lágrima se desliza por tu mejilla y él moja sus labios con ella.
-Cogeme.
-Arrodillate.
Te dejás caer sobre tus rodillas, presa entre su cuerpo y la pared, sin romper el contacto visual. Enzo guía su miembro hacia tu boca y separás los labios para recibirlo en cuanto sentís el calor que irradia, ganándote una sonrisa de satisfacción de su parte, sujetándote de sus muslos mientras su pulgar desaparece el rastro de cada nueva lágrima que escapa.
Es justo como en tu sueño, pensás mientras separás los labios todavía más para poder tomar su glande. El sabor del líquido preseminal te hace suspirar y de su pecho surge un eco –tentador, muy grave y prolongado- de tu suspiro, provocado por la sensación de tu respiración en su miembro. Cerrás los ojos y comenzás a succionar con suavidad.
-Dios…- dice en un gemido-. ¿Te gusta?
Respondés con un sonido débil, roto y agudo, pero es suficiente. Enzo realiza pequeños movimientos con su cadera hasta que la mitad de su miembro desaparece entre tus labios, ignorando tus protestas y el brillo en tus ojos, desesperado por utilizar tu boca hasta dejarte hecha un incoherente desastre.
El cuchillo no está muy lejos de sus pies. Evitás mirarlo.
Enreda sus dedos en tu cabello para mantenerte firme y comienza a golpear tu garganta despiadadamente sin importarle tus arcadas, tus manos golpeando sus piernas para suplicarle que se detenga, tus uñas rasgando el material de su pantalón y clavándose en su piel. La mezcla entre tu saliva y sus fluidos produce en cada cruel embestida un sonido obsceno que causa estragos en tu interior.
Llevás una mano a tu centro en busca de alivio y comenzás a jugar con tu clítoris.
-¿Sabés cuántas veces soñé con tenerte así?- negás y una estocada particularmente fuerte hace que tu cabeza impacte con la pared; cuando te quejás Enzo se disculpa en voz baja, utilizando su mano para protegerte de más daño, pero jamás deja de abusar de tu boca-. Perdón, mi amor.
Un hilo brillante une tus labios con su miembro cuando te libera para dejarte respirar. Exasperación es lo que se lee en su expresión cuando te llevás las manos a la garganta, padeciendo cada profunda respiración, intentando recuperar minutos de oxígeno robado mientras sentís la huella que su asalto dejó en toda tu boca.
Retrocede un par de pasos y en cuestión de milisegundos recupera el cuchillo. Te señala.
-¿Te pensás que soy pelotudo?- pregunta con una ceja arqueada. Comenzás a negar, intentando prevenir la confrontación y sus posibles desenlaces –que se suceden en tu mente como ráfagas-, pero Enzo no te permite explicar antes de arrojarse sobre sus rodillas y posicionar el cuchillo contra tu cuello-. No querés que te lastime, ¿no…?
Te golpea su miembro -pulsando violentamente con deseo- cuando ve el pánico en tus ojos.
-Vos no me lastimarías. Lo sé.
-¿Estás segura?
No.
-Sí.
Presiona la punta de la hoja sobre tu pecho mientras sus labios recorren tu cuello y tus clavículas. El calor de sus labios y sus dedos en tu cintura son el único consuelo que recibís mientras la presión aumenta, obligándote a permanecer inmóvil y sin respirar, completamente a su merced mientras se frota contra tu estómago.
-Enzo.
Jadea. Un sollozo sacude tu cuerpo.
-¿Qué pasa, mi vida?
-No me vas a lastimar, ¿no?
-Obvio que no.
Es mentira, descubrís un parpadeo más tarde, cuando en un fugaz movimiento rasga tu blusa, simultáneamente dejando una línea de fuego que llega hasta tu ombligo. Observás horrorizada la herida y balbuceás, con labios temblorosos, más lágrimas cayendo en cascada por tus mejillas.
-Dejate de joder- reniega mientras te posiciona sobre su regazo-. Eso no es nada.
-Dijiste que…
-¡Callate!- grita justo en tu oído-. Y quedate quieta.
Te despoja de tus prendas y sentís que traza tu columna con los dedos antes de llevarlos hacia tu centro. Explora tus pliegues, vergonzosamente húmedos y muy calientes, mientras masajea tu espalda en un intento de consolarte y frenar los espasmos de angustia que sacuden tu cuerpo.
Presiona sobre tu entrada y gemís. Repite el movimiento hasta que dejás de llorar.
.¿Querés más?
-Sí- confesás con un hilo de voz-. Más, Enzo, por favor.
Desliza un único dígito en tu interior y una protesta desesperada deja tus labios. Los dedos de Enzo son más largos y más grandes y no estás familiarizada con la sensación de plenitud que te brinda, pero aún así el ardor en tu entrada es exquisito y empujás contra su mano para suplicarle por más. Tira de tu cabello para poder ver tu rostro.
-Estás muy apretada- dice en un falso lamento-. ¿Cómo te la voy a meter? No va a entrar.
Tus paredes se tensan y Enzo introduce un segundo dedo. El lastimero gemido que surge en tu garganta se prolonga cuando roza tu punto dulce expertamente, ignorando la bruma en tus ojos y el imparable temblor de tus labios. Lo sentís pulsando contra tu costado cada vez que un escalofrío te hace contraerte sobre sus dedos.
Te suelta bruscamente y colocás tus manos en la alfombra para frenar el impacto. El sonido de tu abundante humedad y el constante movimiento de sus dedos explorando tu interior, llegando a los lugares más profundos de tu cuerpo y rozando todos los puntos justos, te hacen delirar; balbucéas un sinfín de palabras incoherentes, entre ellas su nombre, alguna que otra súplica desesperada, suspirando que se siente muy bien.
-¿Sí? ¿Te gusta?- asentís-. Yo sabía que eras una putita.
Te llevás una mano a la boca para que no escuche tu reacción. Es en vano.
-Sos una putita, ¿no?- y para dejar en claro que lo sos, quieras o no, te escupe-. Sos mi putita.
Un dedo húmedo –con su saliva o tu excitación, no estás segura, no importa- presiona sobre tu otra entrada y te sobresaltás. Es extraño, ligeramente incómodo, pero Enzo parece disfrutarlo porque luego de unos segundos sentís que salpica tu cuerpo con su liberación. El calor de su semen te empuja hacia tu propio orgasmo y sus respiraciones se sincronizan por un instante.
-Así, muy bien, sí- continúa torturándote con sus dedos hasta que te quejás por la sensibilidad y cuando los retira, brillantes por tu liberación, los dirige hacia tu otro agujero-. Me vas a dejar, ¿no? Porque sos mía.
Introduce la primer falange y cuando te escucha gemir, entre excitada y horrorizada, su erección vuelve a llenarse. Juega con tu diminuta entrada y vos te refugiás en tus brazos, ocultándote de su mirada hambrienta y de la vergüenza que sentís, mordiéndote los labios para no delatar lo mucho que te fascina sentirlo explorando tu cuerpo. Sentís tu excitación goteando sin parar.
-¿Va a doler?
-Sí.
Emitís un sonido de pura angustia y su expresión se suaviza.
-Hoy no- dice en un intento de consolarte-. Otro día, ¿sí?
Te recuesta sobre la alfombra. Pensás que es el fin hasta que se sienta sobre tus muslos.
-Tenés una conchita tan linda- comenta mientras recorre tus pliegues con su punta-. Y es toda mía, ¿no…? ¿De quién es esta conchita? Decime, dale.
-Tuya, Enzo.
Deja caer su cuerpo sobre el tuyo y el calor de su pecho desnudo contra tu espalda te roba un suspiro. Te sentís protegida y segura, contenida por su figura mientras desliza su miembro entre tus pliegues, estimulando tu clítoris y presionando sobre tu pequeña entrada antes de empujar y llenar tu estrecho interior. Tu cuerpo no tiene más opción que hacer lugar para él.
Mordés tu brazo para silenciar tus gritos. Enzo muerde tu hombro hasta dejar una marca.
-Dios- recuesta su frente en tu espalda y comienza a mover sus caderas lentamente. Jurás que cada vez que retrocede y vuelve a enterrarse sentís cada centímetro de su miembro y cada vena rozando dolorosamente tus sensibles paredes, pero el dolor te resulta exquisito cuando comienza a confundirse con el placer-. ¿En esto pensabas cuando te tocabas?
-¿Qué…?
-Cuando te tocaste pensando en mí, ¿pensabas en esto?- repite y muerde tu oreja.
No, querés decir, preguntándote cómo sabe que te tocaste pensando en él. La respuesta es obvia. Querés decirle que pensabas en él besándote, mordiendo tus labios y obligándote a probar los restos de tu esencia en su lengua, que imaginaste que se detendría para memorizar cada insignificante detalle de tu cuerpo, pero...
En su lugar besa tus párpados para beber de tus lágrimas y muerde tu mejilla hasta verte golpear el suelo con tu palma, ignorando que tus uñas duelen por enterrarlas en su brazo cuando rodea tu cuello para inmovilizarte y que la posición hace difícil el respirar. El ritmo de sus movimientos crece, el impacto de su cuerpo y el tuyo reverbera por toda la sala, su punta empuja tu cérvix mientras gritás porque el placer es intolerable.
El roce de tu mejilla y tus pezones sobre la alfombra es horrible.
-No, no, no- golpea tu mejilla para llamar tu atención-. Respirá.
Llorás cuando sentís tu interior vacío y Enzo te toma en brazos para llevarte hacia el sofá. Recorre tu espalda con sus cálidas manos, guiándote para que respires lenta y profundamente, indicándote cuándo y cómo exhalar. Toma tu mejilla en su palma (no te molestás en fingir que la manera en que te toca no es reconfortante) y su pulgar juega con tu labio inferior.
Tus pulmones queman por el esfuerzo y en un intento de hacerte comprender Enzo toma tus manos para colocarlas sobre su pecho. Está cubierto de sudor y te gustaría besarlo. Podés sentir sus latidos descontrolados y sospechás que tus pulsaciones, que él controla con sus dedos en tu cuello y en tu muñeca, siguen el mismo ritmo que las suyas.
Tus párpados pesan y tus pestañas brillan por tu llanto. Tu visión es borrosa.
-¿Mejor?- pregunta mientras acomoda un mechón de cabello. Besa tu nariz-. ¿Te sentís mejor?
-Mejor.
Reclamás sus labios, sujetándolo con una mano en su cuello y otra en su cabello, en un beso húmedo y voraz que refleja la necesidad que te invade. Enzo gruñe contra tu boca cuando lo guías hacia tu entrada y muerde tu labio cuando te dejás caer sobre su miembro; el sabor metálico de la sangre te es fácil de ignorar cuando sus pupilas dilatadas te hipnotizan.
La profundidad de la penetración te hace gemir de una manera que Enzo sólo puede describir como pornográfica y sus músculos se tensan cuando ve el hilo de saliva cayendo por tu mentón. Controla el ritmo de tus movimientos y sabe, por tu expresión de éxtasis y por la tortuosa contracción de tus paredes, que el ángulo estimula tu clítoris justo como te gusta.
Toma tus pechos entre sus manos y los masajea, pellizca, golpea con su palma hasta verte rehuir del contacto. Siempre imaginó cómo se sentiría tenerlos en la boca, dejar marcas permanentes, morderte hasta hacerte llorar y suplicarle que te deje en paz. Sos consciente de todas sus fantasías con sólo ver cómo te mira, con posesividad y locura, todavía tocándote.
-Enzo- repetís su nombre como un mantra. Es lo único que distingue junto con lo que suena como llena y profundo, cuando comenzás a hablarle, prácticamente delirando entre sus brazos. Buscás refugio en su cuello y cuando te rodea con sus brazos temblás por la sensación de entrega que el abrazo parece transmitir-. Más, más, más.
El ritmo de sus movimientos se torna brutal y cuando ya nada es suficiente opta por cambiar la posición. Te recuesta sobre el sofá, ignorando tus reproches y tu insoportable llanto por sentirte vacía, llevando tus piernas hacia tu pecho hasta dejarte por completo expuesta. Vulnerable. A su merced. Sólo para él.
Cuando se desliza en tu interior te llevás las manos a la boca para no gritar. Fracasás miserablemente.
El placer es indescriptible y la sensación en tu abdomen bajo, intolerable. Llevás una mano hacia el sitio donde sentís cada una de sus estocadas y Enzo la reemplaza, ejerciendo presión sin importarle las posibles consecuencias, respirando deficientemente (sus jadeos son lo único que lográs escuchar junto con el resto de sonidos obscenos) por lo irreal de la situación pero sin ocultar su sonrisa arrogante.
-Acá estoy- susurra-. ¿Te gusta?
-Sí- contestás con voz entrecortada. La promesa de un orgasmo se intensifica bajo la intensidad de su mirada expectante-. Sí, mucho.
-¿Querés que te llene?
Fruncís el ceño. Ya estás llena.
-No…- negás en cuanto comprendés-. No, Enzo, no puedo… Yo...
Te ignora.
Recuesta su frente sobre la tuya y la cercanía te permite contemplar el largo de sus pestañas. Buscás sus labios y él silencia tus gritos con un beso cuando comienza a embestirte de manera frenética, con movimientos descontrolados que bordan lo errático, profundizando imposiblemente la penetración hasta que corta tu respiración.
No. Sus dedos cerrándose en torno a tu garganta son los que no te dejan respirar.
Y vos lo permitís. Dejás que te utilice.
Tu cuerpo se sacude por la fuerza de sus estocadas y él se pierde en el movimiento de tus pechos, en la saliva que moja tu mentón luego de romperse el hilo que conectaba su boca con la tuya, en las lágrimas que hacen brillar tus pestañas como si de cristales se tratasen, en tus pupilas lejanas, en tus nudillos volviéndose blancos cuando sujetás su muñeca.
Cuando te libera te reincorporás y descansás tu peso sobre tus codos para ver la imagen entre tus piernas. Una aflicción ínfima e imperceptible hace nido en tu mente cuando notás que la línea que recorre tu torso –resultado del cuchillo- es del mismo color que el hilo rojo en la base de su miembro. Mentirías si dijeras que no te encanta saber que Enzo es muy grande para vos.
No obtenés más advertencia que un gemido ronco antes de sentir sus dedos en tu boca y los hilos de semen caliente salpicando tu interior. Tus paredes se contraen con el rítmico pulsar de su miembro y un orgasmo, más débil y más corto, te hace gemir con sus dedos todavía entre tus labios. Succionás involuntariamente y él te observa, con los párpados caídos y la boca semiabierta, disfrutando el espectáculo.
Cuando abandona tu interior continúa derramando su liberación sobre tus pliegues y el sofá.
-Sos mía- sentencia con sus ojos fijos en tu entrada y en su semen escapando de ella con cada contracción de tus músculos-. Y me vas a dejar cuidarte, ¿no?
-Estoy bien.
-No, no estás…- acaricia tus piernas-. Dejame cuidarte.
Tu respiración es irregular, tus extremidades duelen, un río de lágrimas nace en tus ojos y no podés dejar de temblar. Enzo te toma por debajo de los brazos para que te reincorpores y hacés una mueca de incomodidad cuando el terciopelo del sofá -siempre suave pero en este momento irritante para tus terminaciones nerviosas todavía sensibles- entra en contacto con tu centro.
El resto de sus palabras jamás llegan a tus oídos y cuando cubrís tus orejas con tus manos, convencida de que hay algo dificultando tu audición, Enzo sólo sonríe de manera estúpida y toma tus muñecas. Masajea tus manos, tus brazos, tu cadera y tu cintura –sobre todo los rincones que sus manos maltrataron- antes de guiarte hacia el baño.
-¿Te duele algo?- pregunta mientras comprueba la temperatura del agua. Su expresión preocupada y la delicadeza con la que te empuja hacia la ducha te provocan náuseas.
Todo, querés decir. Negás porque no tenés voz.
Intentás vigilar sus movimientos pero tu cerebro procesa sus acciones y el significado de sus palabras tarde. Muy tarde.
Es imposible negarte a la minuciosa inspección que realiza -en busca de más heridas de su autoría- palpando cada centímetro de tu cuerpo hasta el cansancio y, cuando escoge tu ropa para dormir, no estás segura del motivo por el cual esta no incluye ropa interior o un pantalón para abrigarte.
Aún así no te resistís cuando desliza una vieja y desgastada camiseta de Radiohead sobre tu figura. ¿Es tuya? ¿Cuándo la compraste? ¿Cuántas veces la utilizaste para desgastarla de esta manera? Las preguntas se arremolinan en tu cabeza mientras Enzo masajea tus piernas desnudas.
-¿Tenés sueño?
-Mucho.
-Ah, ¿sabés hablar?- pregunta con tono burlón-. Vamos a dormir.
Dejás que se escurra bajo las mantas para acompañarte y cuando rodea tu cintura con un brazo, dejándote sin más opción que descansar tu espalda sobre su pecho expuesto, no objetás. La oscuridad y tu estado mental no son buena combinación, suponés, cuando en lugar de concentrarte en su respiración terminás pensando en cómo escaparte de sus garras.
Estás segura de que la puerta no tiene seguro.
Sólo tenés que esperar. Y tenés tiempo.
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Mi dulce perdición: mi musa, mi reina y la dueña del bosque oscuro
~
Musa del bosque oscuro, quien llama y atrae mi alma con dulce seducción. Sin pronunciar palabra alguna, solo con su imponente presencia, me embruja cual sirena, y me atrae hacia ella para mi inevitable y perfecta perdición. Y yo, sin oponer resistencia, recorro el sendero que sus ojos me trazan, con el corazón enloquecido y la mente colmada de ilusiones. Sé que estoy perdido, pero también sé que avanzo hacia un paraíso colmado de fervor. Me entrego, pues, a esta sutil tentación, a este poderoso magnetismo que tu mirada, tus labios y tu sonrisa provocan en este caótico escritor, dispuesto a ser todo lo que desees, sin medida ni temor. Mi alma, mi mente y mi arte en letras, todo te pertenece, pues eres tú quien lo inspira y lo provoca, allí, en ese bosque que es tu reino de oscuridad. Musa del bosque oscuro, quien atrae mi ser hacia sí, quien llama incansablemente a mi alma y ofrece un camino a mi corazón. Aquí estoy, recorriendo tu sendero despacio, pues deseo observar, sin prisa, cada detalle en ti. Quiero que, al tomar tus manos y caer preso en tu eternidad, pueda relatar en prosa y elevar en oda cada fino lunar, cada peca de tu piel, cada ínfimo detalle tuyo, que te hace perfecta ante estos ojos que no pueden mirar en otra dirección. Así que mi supuesta perdición me espera, aunque sé que será más mi cielo y el hogar al que pertenezco, pues no puedo concebir que estar junto a ti sea una completa oscuridad. Más bien, es hallar la luz donde nadie la puede ver. Sí, soy consciente de que eres musa, reina del bosque y dueña de la penumbra, pero también eres un ser de luz oculto, solo visible para aquellos que comprenden la verdadera belleza, la nobleza y la dulce perdición de un corazón que sabe amar con complicidad y entrega total.
— Cuentos y relatos cortos || @jorgema
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literally in love with the idea of juani & reader just making out on set of lsdln before he’s about to get his hair & makeup done >3<
café y caramelo | juani caruso
summary: un pequeño vistazo a la rutina con juani en las mañanas de set, o mejor dicho, la razón por la que siempre llegan atrasados. 1.4k
fue muy rápido, una hora estabas caminando tranquilamente por los camerinos en dirección al trabajo y a la siguiente te metían en una habitación, sin avisar, sin sospechar, y de repente te encontrabas contra la puerta y unos ojos azules profundos muy familiares se clavaban en los tuyos, con un brillo travieso en la mirada.
"¡ai juani!", exclamaste, llevándote la mano al pecho, sintiendo cómo el corazón se te aceleraba contra las costillas. la sensación del susto reverberaba en los latidos de tu corazón, que oías resonar en tus oídos. "¡no puedes seguir asustándome así!".
fingiendo una falsa frustración, una mueca permanecía en su rostro mientras la sonrisa de juani no hacía más que aumentar. el chico, tratando de esquivar su ceño fruncido, rodeó sus caderas con los brazos, abrazándola fuertemente contra la puerta y le dio un tierno beso, luego apartó la cara para poder mirarla. estaba prácticamente vestido con su disfraz, aún tenía que maquillarse y peluquearse, y sabía que ya había pasado la hora de que estuviera allí.
"estás preciosa con esa cara de enojada", juan tenía una amplia y tonta sonrisa en la cara, que se reflejaba en su expresión boba y apasionada mientras te miraba. era una visión a la que ya estabas acostumbrada y que siempre te llenaba el pecho de una sensación cálida y deliciosa.
"te odio" lo intentó, pero no pudo contener la risa, así que tuvo que morderse el labio. tus manos se dirigieron hacia el pecho del actor en un intento sin esfuerzo de alejarte de él.
juani, aprovechando su guardia baja, no perdió el tiempo y llevó sus labios a su cuello, debilitando todo su cuerpo, como una maldita táctica, para luego dirigirse a su barbilla y finalmente, a sus labios. no satisfecho, continuó plantando tiernos besos por todo el resto de su cara, provocando auténticas risas en usted. para él, era como escuchar una melodía suave y agradable, que siempre hacía mucho más ligeras las agotadoras y largas jornadas de grabación.
tenerte cerca durante las grabaciones fue una bendición absoluta para juani. os conocisteis en el set, os hicisteis íntimos en la primera semana y desde entonces no os habéis separado. de hecho, le fue muy difícil mantenerse alejado contigo como asistente de maquillaje.
"¿todavía me odias?", preguntó el hombre de pelo ondulado con tono divertido y un brillo en los ojos, tomándose un respiro por un momento tras una sesión apreciando tu rostro.
"un poco menos, un muy poco menos", dejaste caer tu rostro a un lado y deslizaste tus manos por los hombros del chico, que tomó tus palabras como un desafío.
los ojos de juani se abrieron de par en par, indignado, y te puso la mano en el pecho, haciéndose el ofendido. nunca deja de hacerte reír, y con tu forma de actuar con él es como si no tuvieras control sobre ninguno de los músculos de su cara que esbozan una sonrisa.
"yo sé cómo resolver esto", dice, con expresión decidida y las cejas levantadas. tú le imitas, alzándole las cejas y, naturalmente, vuestras caras se acercan cada vez más hasta que vuestras frentes se presionan.
"¿sabes?", le preguntas mientras tu nariz roza suavemente la suya, provocativamente. tu voz sale más como un susurro debido a la cercanía, soplada sobre los labios de juan, que ahora te sujeta la cintura un poco más fuerte, hundiendo sus dedos en el espacio de piel que hay entre tu camiseta y tus pantalones.
un pequeño escalofrío te recorre la espalda al contacto de sus dedos fríos sobre tu piel, y no te cuesta demasiado ablandarte entre los brazos de tu novio, sobre todo cuando sus labios, cálidos y suaves, chocan con los tuyos tan lenta y suavemente que jadeas. los besos eran siempre suaves y dulces, besarle era como saciar una sed infinita en tu interior que te hacía anhelar más cada vez.
"vas a tardar" murmuras entre besos, un poco sin aliento y mareada "vamos a tardar".
sueltas una risita mientras intentas ser racional, pero el chico se limita a rodar los ojos, haciendo un gesto de que no le importa.
"sólo cinco minutos más", dice socarronamente, atrapando tus labios de nuevo, pero sin ninguna prisa. cinco minutos podrían haberse convertido fácilmente en diez, pero ambos eran demasiado ajenos al tiempo.
los dedos de juani se deslizaron dentro de tu camisa y acariciaron suavemente la base de tu espalda, añadiendo algo más al beso que te hizo querer derretirte contra su cuerpo. apenas te diste cuenta de que estabas de puntillas hasta que te tiró al brazo del sofá, sentándote entre sus piernas. sus manos encontraron tu cara, sujetándola suavemente, ayudando a intensificar el beso. las yemas de sus dedos ejercen poca presión sobre sus mejillas, pero mantienen su cara lo suficientemente cerca como para que él pueda ordenar hábilmente el movimiento de sus labios.
el desliza su lengua bajo la tuya y pequeñas centellas recorren tu cuerpo como chispas, suficientes para hacerte suspirar entre beso y beso. juani sabe a café y caramelo, y disfrutas explorando cada rincón de su boca mientras sus lenguas bailan en armonía. es fácil perderse en esa sensación, en la calidez de sus labios y la suavidad de su mano sujetando tu cara, y con los ojos cerrados, pareces bucear en busca de más.
tus manos recorren los brazos de juani hasta llegar a sus rizos, y el chico se estremece bajo tu tacto cuando siente tus dedos recorrer su cuero cabelludo. respira hondo por un momento, sintiéndose embriagado por su aroma y la sensación de sus labios suaves y adictivos. ese no sería el único beso del día, por supuesto, juani volvería a besarte a escondidas entre cortes de grabación, cuando vengas a retocarle el maquillaje, o después de comer, mientras los chicos se distraen viendo algún partido en la tele, y seguro que te besaría un millón de veces más en el hotel, pero aun así, teme perderte ni un segundo en esa rutina.
el ruido fuera, en el pasillo, empieza a acercarse cada vez más, reconoces la risa de pipe y la voz de enzo, y sabes que te estás quedando cada vez más atrás, ya que se dirigen a maquillarse. esto te ayuda a recuperar la cordura, y empujas ligeramente a juani, tan resistente como él a deshacerse el uno del otro. él también sabe lo mucho que te gustaría pasar el día así, pero el trabajo llama.
con besos lentos, te suelta la cara, como si le costara soltarte. es como intentar salir de la cama en una mañana fría cuando estás bajo las cubiertas calentitas. tortuoso.
luego, en un último besito, te atrapa el labio inferior con el diente y te lo muerde suavemente, sólo para burlarse de ti, anticipándose a la sonrisa coja que tendrás poco después. en respuesta, tu mano le da una palmada en el trasero al chico, que gruñe y se aparta completamente de ti.
"¿cómo tratas a tu novio? que te ha traído café". juani devuelve ese tono de falsa ofensa, retrocediendo hasta la estantería y cogiendo el vaso caliente para entregártela.
todas las mañanas se empeña en recogerte el café de la cafetería que te gusta, porque juani sabe cuánto odias el café amargo y fuerte que tienen en el set. con una sonrisa de agradecimiento, coges el café y le das un sorbo, sintiendo cómo el sabor a canela se extiende por tu lengua y calienta todo tu cuerpo.
"sabes que no puedes usar eso como excusa, ¿no?", le dices, mirándole por debajo de las pestañas mientras bebes otro sorbo.
"¿qué?", pregunta juani, como si no lo supiera. saltas del brazo del sofá al mismo tiempo que él abre la puerta del camerino y se asegura de que no hay nadie en el pasillo.
"que llegas tarde por qué fue buscar café, esa mentira se está quedando un poco vieja", bromeas de pie en el umbral de la puerta, entre él y el pasillo.
el de los ojos azules sonríe, baja la cabeza y la sacude negativamente. "bueno, no soy un mentiroso total, ¿eh? al menos miento mejor que tú".
camináis por el pasillo, mientras juani se ajusta el cuello de su traje, tú intentas alisar la arruga de su ropa. se os escapa una risa cómplice mientras os miráis furtivamente, es difícil resistir el impulso de arrastrarle de nuevo a ese camerino, o de no cogerle de la mano mientras camináis, pero vuestras manos chocan entre sí dos o tres veces. podrías acostumbrarte, eso seguro. todas esas mañanas de momentos robados y besos con sabor a café.
"oye", te llama juani, justo cuando estás a punto de entrar en la sala de maquillaje. te roba otro besito rápido y luego desliza el pulgar por la comisura de tu labio, limpiando los restos de espuma del capuchino. " nos vemos luego, ¿eh?"
espero que lo hayan gostado! feliz san valentin atrasado, mis amores <3
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En qué hueso del poema
sonará la nota dulce que oíste ?
será a caso en las primeras costillas
un poco a la izquierda
bajo el hombro
dónde alguna vez hubo
un corazón que cantaba
en cada ruido algún nombre
será eso bello que advierten?
tus ojos y tu oído aquí
o tal vez sea ese sonido tan solo
que producen estrellas
al caer de sueño sobre la tierra y tú
les confundes con poema
ahora me dirijo a ti siempre
sin tu nombre en la boca
tal vez la dulce premonición
de tus oidos te haga una certeza
y sabrás que te hablo bonito
desde detrás de mi miedo
ese miedo que me persigue
hasta que amanece
es entonces que mi afán descansa
de decirte que aún te quiero
a cada que vienes
a hacer ese gesto antiguo en mi
llamado sonrisa
y es entonces que se hace
conjugación tu promesa
de no irte nunca de mi
aunque no diga como cada vez
tu nombre
eres anonima mente tu
mi hermosa y flaquita línea
siguiente
.
.
.
Sin remitente
Noviembre de 2024
Patas de gato
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shut up, ¡please!
viktor modern au - academic rivals
genero neutral - drabble en español
viktor, quien es conocido en la academia como alguien de gran intelecto.
viktor, quien es el pupilo y ayudante del profesor.
viktor, quien simplemente asumía que sería la persona por encima del resto en la lista de notas.
claro, hasta que tu presencia se hizo notar de la forma más molesta posible.
no sociabilizaba con el resto, se la pasaba estudiando lo máximo que las horas del día le alcanzarán, no fallaba en sus proyectos y era quien se llevaba los puntos al momento de atravesar debates durante las clases. ¿cómo podía ser que alguien tan contrario a el tuviera los mismos resultados? le molestaba tu voz, tan alegre y llena de energía.
hace relativamente poco habías llegado, pero ya te habías ganado el cariño de tus compañeros, profesores e incluso aquellos que no coincidian en clases con tu persona. para rematar, tu habitación estando a dos paredes de la suya, lo que causaba que pudiera escuchar cuando ponías música alta durante tus periodos de estudio. ¿quien en su sano juicio estudiaba con música?
la primera vez que hablaron, no fue como esperabas. lo conocías, todos hablaban de él y de como nunca habían visto a alguien llevar su nivel, por lo que imaginabas que podrían incluso ser amigos y estudiar juntos.
no era muy tarde, tal vez las siete y tantas de la tarde. aún sin entender cómo, lograste escuchar un leve golpe en tu puerta, por lo que aún con la manta puesta sobre tu cabeza, la cual protegía tus mejillas del frío que se asomaba a medida que el invierno se acercaba, te apuraste a abrir ésta.
viktor juro que pudo oír un tropezón previo a ver tu cara aparecer con las mejillas completamente coloradas. desconocía si era debido al frío o la posibilidad de que hubiera oído la caída. tomo unos segundos en hablar, pues verte de una forma no "arreglada" lo tomaba por sorpresa. quien era su par, tan sociable, tan arreglado, siempre dando una buena impresión frente al resto, completamente desalineado.
soltó un bufido, ¿la gente los comparaba? no eran para nada iguales, e incluso comenzaba a creer que por cada día que pasaba las similitudes se dispersaban cada vez más, si es que siquiera existían. acomodo su corbata, tosiendo un poco en búsqueda de que su voz apareciera luego de caer en que tal vez se había quedando observando tu figura más de lo debido. no que fuera de manera indecente, pero no era lo planeado.
— me parece que alguien estudia con el volumen algo... alto, ¿me equivoco?
pestañeaste una. dos. tres veces.
debía haberte tomado por sorpresa, pues no parecías consciente de que otros tal vez oían lo mismo a la hora de tus sesiones de estudio. nadie se había quejado antes, ni siquiera sabías que el se encontraba tan cerca.
— ¡oh! cuánto lo lamento, viktor. juro por dios que no era mí intención, en absoluto.
sabía que no era tu intención, en realidad y para ser sincero, ni siquiera le molestaba. la distancia hacia que fuera un zumbido con letras casi indistinguibles, pero el simple hecho de que fueras tu quien estaba en esa situación lo molestaba de alguna forma, por lo que decidió devolver el favor e interrumpir.
— ¿en serio? pensé que lo hacías adrede, que bueno saber que no es así.
sonrió con una falsa simpatía la cual no te fue difícil distinguir. ¿que le pasaba? tal vez lo que decían de el realmente era verdad. sarcástico, fanfarrón y mal compañero. tu ceño se frunció al instante arqueando una ceja ante tal actitud.
— si, claro, bueno... bajaré el volumen entonces, mis más sinceras disculpas nuevamente, viktor, bonito día.
y con eso cerraste la puerta, imitando la sonrisa tan simpática que te había ofrecido segundos atrás. percibiste que tardo un poco en volver por dónde vino, pero no bien escuchaste a la lejanía el portazo de su habitación, volviste a encender la música, acercándote al parlante para poder bajar el volumen.
que lástima que no fue lo que hiciste.
si antes viktor no entendía las letras, ahora las había con completa claridad. ¿que demonios? era a propósito, por supuesto que lo era. se dio una bofetada a si mismo en su cabeza, insultandose por haber creído que serías la amabilidad en persona sin el serlo. estaba errado, odiaba equivocarse, pero esa personalidad que no mostrabas con el resto se lo recordaba cada segundo, complicando el estudio.
así fue por meses, riña iba, riña venía.
debates, proyectos, exámenes. se palpaba la tensión en el aire cuando ambos entraban en un argumento denso del cual ninguno pensaba soltar la cuerda. viktor conoció algo que al resto no le habías mostrado, una competitividad feroz junto al desagrado por su desdén. te odiaba, le resultaba insoportable, si pudiera te haría callar para no tener que oírte nunca más. pero no podía, porque así como te quería lejos, no podía evitar sentirse atraído a la idea de discutir contigo.
te buscaba, eso era obvio a la vista de varios. la competencia que se generaba ante la mínima tarea iba fogueada por pequeños comentarios que terminaban escalando en conversaciones intensas sobre lo que cada uno creía. en cierto punto, le entretenía.
no sabe en qué momento dejo de parecerle una molestia y en cambio algo necesario de su día a día. te odiaba, si, pero la necesidad de ver tu cara contraerse en enojo cuando te superaba en algo le era más gratificante que no verte en todo el día.
por tu lado, dicho comportamiento no se alejaba demasiado de tus ideas. sabías que trataba de pincharte en cada oportunidad que tenía, y te exponias al peligro que significaba recibir un comentario de doble filo por su parte.
tal vez respondías incorrectamente a algo, y su respuesta sería "que considerado de tu parte dar siempre el ejemplo de la respuesta errónea". ambos se sentaban delante, por lo que dichas proclamaciones no eran necesarias hacerlas en voz alta, llegaban a tus oídos de manera perfecta sin necesidad de que el resto lo oyera, excluyendo a quienes estaban cerca, rodando los ojos y soltando bufidos, algún que otro comentario de "deberían resolver esa tensión de otra forma", cosa que claramente ambos ignoraban.
aún así, las dagas no las lanzaba el solamente, puesto que ante la mínima oportunidad de molestarlo la aprovechabas al máximo. debía ser más sutil, tenías una imagen que mantener, lo que resultaba en disculpas y pequeñas risas sin mucho sentimiento cada que pasabas por su lado y tiranas sus lápices al suelo. o pateando su silla, aunque nunca su bastón, había límites. viktor agradecía eso internamente, sería un decepción que incluso tu te metieran con eso.
era divertido para ambos, esperaban que dichas situaciones se dieran durante el transcurso del día, sin temer a alimentarlas o crearlas por qué si, ninguno lo admitía, pero se convertía en una necesidad por la atención del otro.
aunque claro, no era divertido para los profesores quienes notaban como esto entorpecia el desarrollo de ambos, no que sus notas se vieran afectadas, pero la atención puesta en clase era nula, podían contar las veces que viktor miraba el pizarrón, pues eran escasas en comparación a las miradas que te dirigía.
¿le sorprendió a alguno de los dos ser juntados en un proyecto? no, ¿les incomodaba la idea? en lo absoluto. fingir que no les agradaba era sencillo, y tampoco pusieron mucha resistencia ante la situación, intentaron, claro, ¿pero realmente se opondrian a algo que los dejaba tan expuestos a las discusiones? para nada.
viktor optó por que fuera en su cuarto, insististe en llevar tu parlante pues trabajabas mejor de esa forma. no le agrado la idea, pero sabía que luego podría hacertelo saber, cosa que no se hizo esperar mientras ágilmente resolvían los problemas que al resto se le complicaban más.
— que música tan molesta.
— ¿ah sí? me alegra que así te parezca.
intercambiaron una mirada llena de intensidad, eso no quedaría ahí, pero por el momento lo haría.
minuto tras minuto, la tensión se hacía palpable en tan pequeño espacio, no tardó en haber otro encontronazo.
— esto es realmente ridículo, deberías callar ese parlante.
espero ahora si, irritado. ¿realmente lo estaba, o le irritaba que no le hubieras seguido el juego?
tu respuesta no decepcionó.
— creo que en realidad tu deberías callarte, viktor.
cuánto le encantaba que dijeras su nombre, podría haber suspirado en ese preciso instante. dejo su lápiz y apoyo su mentón sobre su mano, mirándote fijamente. no tardaste en devolverle la mirada, se encontraban enfrentados y a poco de distancia, una mesa sobre la que trabajaban los mantenía con la suficiente distancia para no sentir la respiración del otro.
te cruzaste de brazos sobre la silla que te había prestado, observándolo con la misma intensidad que te dedicaba. el estaba sobre su cama, pierna estirada sobre una almohada y hojas desparramadas sobre las sábanas de color azulado.
ambos se quedaron en silencio unos momentos, el pensando su siguiente movimiento, o más bien dicho respuesta. por tu lado, expectante a qué respondería, esperando que aquella cabeza que tanto se parecía a la tuya a la hora de pensar inteligentemente respondiera lo que tanto querías oír.
— ¿te molesta mí voz? encuentran la forma de callarme entonces.
¿como definir lo que sentiste? comencemos por tu reacción, completamente perpleja ante tal seguridad en dicha afirmación. ¿era lo que esperabas? completamente, ¿lo esperabas aún así? para nada. tu sorpresa se hizo notar, pues viktor comenzaba a sentir la inseguridad de que tal vez lo había llevado muy lejos, demasiado lejos.
— sabes que no... no me refería a-
y no, no sabías, pues estabas con la seguridad suficiente de que si se refería a eso, y cumpliendo su pedido lo callaste antes de que pudiera seguir de la forma que tanto ansiabas hace tiempo. viktor solo oyó como lápices caían al suelo viendo tu rodilla se hizo espacio en la pequeña mesa que los separaba, abalanzandose a su figura y tomandolo por las mejillas para plantar un beso torpe en sus labios. tardo en reaccionar, por lo que te separaste pero sin dejar mucha distancia de por medio.
— cállate, por dios. si no era a lo que te referias, al menos déjame disfrutarlo unos segu-
y está vez fue su turno de callarte, tomandote por la nuca para acercarte a el nuevamente, retomando lo que habías dejado momentos antes. era torpe, la necesidad de tal suceso mostrándose en cada movimiento que ambos daban. era incómodo con la mesa de por medio, pero ninguno pensaba soltar al otro, no cuando el deseo había escalado día a día hasta la fecha.
labios inexpertos se movían sobre otros, tratando de dar un balance a la desesperación y la necesidad. tus manos pronto llegaron a su cabello, aferrándose a este como si tu vida dependiera de ello. su otra mano pronto encontró tu antebrazo, al cual se sostenía con la suficiente fuerza para no permitir que te alejaras.
volvieron a abrir los ojos y verse cara a cara cuando el aire no fue suficiente para continuar. agitados, con las pupilas dilatadas, viktor fue el primero en hablar.
— ¿cómo no me iba a referir a eso? las grandes mentes piensan igual, ¿no?
— claro, aunque no catalogaria la tuya como una gran mente.
un simple beso no haría que la relación cambiase, y de aquello viktor se sentía agradecido. las risas no tardaron en hacerse un espacio en el intercambio, volviendo a retomar lo que habían dejado segundos antes en busca de que el otro no logrará decir algo más inteligente que el contrario.
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holaa, podrías hacer fluff con Juani? me encanta tus fics que tengas un buen día bebé 💖
Good Days | Juani Caruso
tw: súper fluff, algo de Juani y reader angst, inseguro y triste, cursilería.
Narración latina. Diálogos Juani argentinos.
Salí de la ducha nocturna de siempre. Me encantaba el olor que elegí hoy, rosas.
Coloque mi pijama favorito de ositos rosas con cafés, me gustaba ponérmela y pensar que esos dos éramos Juani y yo.
Justamente salí del baño para ir por unos pañuelos ya que había manchado de jabón en la pared.
Yo podría jurar con todo lo que amo y aprecio en este mundo que ver a Juani acostado recién bañadito era lo mejor que le podía pasar a mi sentido de observación.
Estaba con los ojos cerrados y solo se podía apreciar la mitad de su rostro alumbrado por la lámpara a un lado de él. Podía ver desde aquí su posición cómoda, con las piernas dobladas y pegadas a su abdomen, haciéndose “conchita” debajo de las mantas y sus manos aferradas a esta.
Mi corazón empezó a latir fuerte al verlo así, estoy más que enamorada de él.
Quite la vista en cuanto abrió sus ojos y captó mi atención hacia él.
Caminé al baño para evitar la vergüenza que paso en estos momentos.
Dejé la puerta abierta y me senté en el tocador de mi baño, frente al espejo, tomé mi cepillo y mi cabello para fundirlos en un intento de desenredarlo. Debo ser sincera, siempre tardo demasiado haciendo esto, mi cabello es largo y me gusta ser cuidadosa con el en este paso.
“Puedo pasar?” Juani recuesta su peso en la puerta de mi baño, cruzándose de brazos y mirándome con una sonrisa brillante, haciéndome soltar una sonrisa cuando lo veo entrecerrando sus ojitos por la luz del baño.
“Todavía me falta, Juani.” Supuse que querría usar el baño ocupado por mi.
“No, puedo hacerlo yo?” Se acerca lentamente a mi sin dejar de verme para posicionarse detrás de mi. Seguido con mi mirada a través del espejo.
“Hacer qué?” Juani toma mi mano con el cepillo aún y lo despega de mis manos, acomoda mi cabello hacia atrás con una delicadeza hermosa y empieza a cepillarlo.
El baño quedó en completo silencio, eran solo nuestras respiraciones adueñandose de este.
Apostaría que de mis ojos están apunto de desprender corazones rojos enormes, causados por la imagen que veía en mi espejo iluminado.
Juani cepillaba mechón por mechón con paciencia y una sonrisa plasmada en su cara, aunque sus manos fueran realmente grandes, sus toques siempre fueron suaves y tiernos.
A medida de que avanzaba el cepillo bajaba con más fluidez y mi corazón con más rapidez.
Juani se giró y acercó sus manos a lo que parecía ser una crema, pero al regresar a mi fue rodeado con mis brazos y mi cabeza apoyándose en su pecho, evitando sus movimientos.
“Te ves tan hermosa, me encantas” Vuelve a acariciar mi cabello largo, pasando sus dedos para alejarlo de mi rostro.
“Te amo.” Dije, sintiendo a Juani detener sus movimientos.
Juani y yo llevábamos exactamente 1 año y dos meses conociéndonos, nos conocimos en argentina cuando yo pase vacaciones allí.
Me pidió que aceptara ser su novia hace dos meses, precisamente el día que cumplimos un año de conocernos, viajó a México para pedírmelo. Fue tan atento y tierno como siempre. Eso es lo que más me enamoró de él, seguro.
Y hoy día, era el primer “te amo” que le decía, ambos sabemos que nos amamos ya que nos lo habíamos dicho a través de canciones que nos dedicábamos, cartas, notitas, uno que otro mensaje, ya sabes, el típico “tamoo” o “lov u.”
Pero nunca había salido de la boca de alguno.
“Decimelo de nuevo.” No podría describir la expresión de Juani en este momento, parecía una mezcla de todas. Asustado, feliz, triste, enamorado, nervioso.
“Que te amo, Juan” Sus brazos me rodearon completa y con una facilidad logró cargarme y llevarme hasta la cama, apoyando mi espalda en el respaldo de nuestro colchón.
“Decime ya que esto es un sueño” Tomó mis manos cuando estaba ya encima de mis piernas, claramente sin dejar todo su peso caer en mi.
Sus rodillas estaban apoyadas de lado a lado, dejando a mis piernas en medio de las suyas.
“Que no lo es, Juani, te amo mucho”
Mi rostro fue aferrado por sus manos y bañado de besos suyos, cubriéndome por completo con la sensación de sus labios.
“Basta, amor, bésame” Rodeé mis brazos en su cuello con el intento de pegarlo más a mi.
Sus labios azotaron los míos, y se sentía todo diferente, no era como ese beso alterado y desesperado por sentir algo. Nuestro beso era buscando expresarnos todo ese amor que sentíamos por los dos, ese cariño y pasión que acumulaba en todo nuestro ser. Y estaba funcionando, no había otra manera de que alguien me pudiera hacer sentir así, tendrías que ser Juani para provocarme todos estos sentimientos que vienen desde el fondo de mi corazón.
Explosiones y terremotos de amor me venían cuando él me daba sus besos, pero la manera en la que me estaba besando ahora, me hacía sentir protegida y sin miedo a nada. Sus manos nunca propasaron mi cuerpo, tocaba suavemente mis mejillas y cabello, jugaba con este y sus dedos bajaban a mi cuello poniéndome nerviosa, agregándome los pelos de punta cuando lo sentía acercarse lo más que podía.
Mis labios se acostumbraron a Juani en tan poco tiempo, haciéndome dar cuenta que eso era lo que me faltaba, su amor, su toque, sus besos.
¿Alguna vez te has sentido reconfortado por el delicioso aroma del pan recién horneado?, pues, así se sentía estar en los brazos de Juani. Se sentía como ese sábado frío por la mañana en la casa de tu abuela, impregnada de un olor a pan y chocolate caliente. Se sentía como la brisa de la noche cuando te dirigías a la cena después de un día de playa. Como la sensación acogedora cuando te pones esa sudadera que solo tu entiendes cómo te hace sentir.
Juani me hace sentir como la niña más afortunada del planeta.
Mis emociones crecían más, hasta que sentí a sus labios abandonando los míos.
“Tengo miedo, amor.” Dice después de juntar su frente con la mía.
“Qué? qué pasa?” Intento despegar mi frente de la suya para verlo a los ojos, pero el me lo impide.
“De no ser suficiente para vos”
Sabía que Juani tenía problemas de autoestima y no le era fácil aceptarse a si mismo, todo por cosas del pasado y aún más por la fama que estaba recibiendo y los comentarios negativos de la gente, las cosas se juntaban causándole días abrumadores y desesperantes.
Siempre me tenía a mí y el lo sabe, pero nunca me dijo que se sentía de esa forma.
Sentí que había hecho algo mal, pues, creía siempre demostrar mi amor hacia él de todas maneras y que me dijera eso me hacía dudar si estaba haciendo algo mal con él.
“De qué hablas, Juan?” Hice una pausa alejando mi frente de él para tomarlo del mentón y atrapar su cara sosteniéndola con mis manos.
“Mira, amor, quiero que sepas que para mí, eres más que suficiente en todos los sentidos. Entiendo que a veces puedas sentirte inseguro, pero quiero que sepas que en mis ojos, eres perfecto tal como eres. Tu amor, tu atención, tu personalidad, son lo que me enamoraron de ti desde el principio, y nada ni nadie puede cambiar eso.”
Hago una pausa para tomarlo de las muñecas y hacer que su mirada se dirija a mi, quería decírselo mirándolo a los ojos.
“Juani, no necesitas ser nada más que tú mismo, porque en tus abrazos y besos encuentro todo lo que necesito.
Te amo más de lo que las palabras pueden expresar, y siempre estaré aquí para apoyarte, amarte y recordarte lo increíble que eres.”
Noté los ojos llorosos de Juani rogando por derramar una lágrima. Jale sus brazos hacia mí y lo abracé con todo mi amor. Mi corazón se partió al escuchar sollozos de su parte.
Juani se apartó de mi y me vio a los ojos con lo que parecía ser un intento de sonrisa.
“amor, gracias, de verdad, gracias por tus palabras y por ser vos, sos la niña más bonita y preciosa que mis ojos han visto. No puedo evitar querer llenarte de besos cada vez que me hacés sentir así.”
Sus dedos frotan mi cabello dejándolo caer sobre mis hombros y pecho, mostrando nerviosismo. Y no me sorprende, Juani nunca ha sido de expresarse mediante palabras, cosa que me gusta, para él son más importantes las acciones. Así que, scucharlo decirme esas palabras provocan un revoltijo en mi vientre, el mismo que sentí cuando nos dimos el primer beso, cuando me pidió ser su novia, cuando dormimos juntos por primera vez.
“Tu eres el niño más bonito que he visto” Recibo un beso tierno, sintiendo aún cómo no deja quieto mi cabello.
“Me haces sentir completo” Juani deja escapar esa frase entre besos.
Provocándome de nuevo, miles de mariposas en mi estomago.
Cansándose de la posición, se aleja de mi para acostarse a mi lado y jalarme hacia él. Con sus manos, cubre mi cuerpo con las cobijas blancas, enrollando sus piernas con las mías y pasando su mano por mi cintura sin dejar de verme.
Ojalá así se sintiera el cielo, estar en los brazos del niño más precioso, mirándome como si fuese su escena favorita, permitiendo que aprecie aún más sus azules ojos escaneando mi rostro.
Vuelve a acercar sus labios a los míos, uniéndolos en un beso largo lleno de amor, su mano recorriendo mi cintura y pasando de vez en cuando a una caricia en mi espalda, suave y sin prisa, devolviéndole la sensación en sus brazos, tocados por mi.
Juani manejaba mis labios con tranquilidad, a su gusto, convirtiéndolos en uno solo.
Recibiendo una sonrisa de mi parte por sentir a sus rulos caer por mi frente, levemente desplazándose junto al movimiento de su rostro para besarme más.
Juega con mi labio inferior, besándolo y rozándolo con sus labios.
Poco a poco despega los suyos de mi para regresar y dar tiernos besos pequeños.
Suelto una risa y abro los ojos para encontrarme con los suyos y a su bonita sonrisa transmitiéndome calidez y cariño.
Su mano aleja el fleco de mi cabello que intenta cubrir mis ojos, lo intenta sin parar de sonreír, sus dedos acarician mis hombros regalándome escalofríos nerviosos, bajando a mis manos por sentir a las suyas entrelazando sus dedos con los míos, añadiéndole más ternura y emoción al momento. El cual nunca olvidaré.
“Sos el sueño del que nunca quiero despertar.” Dice Juani con sus manos al rededor de mis mejillas, sus acciones hacen que pueda escuchar los latidos de mi corazón a mil por hora.
Sus brazos me rodean nuevamente como todas las noches, pegándome a él y escondiendo mi rostro en su pecho abrazándolo por la cintura, inhalando su cálido olor con el dulce toque de aroma masculino.
Pero ahora es distinto, siento su agarre como si fuera esa cobija con la que minutos antes estaba aferrado, impidiendo separarse, como si no quisiera alejarse de ella nunca más.
“Ah, y..” Hace una breve pausa buscando conectar su mirada con la mía.
“Yo te amo mucho más, mi amor.” Finalmente sus ojos se cierran, soltando un suspiro con una sonrisa apoderándose de él por la noche inolvidable que acabamos de pasar, convirtiéndose en la primera de muchas más.
….
HOLAA, oigan coméntenme porque m gustaría interactuar con ustedes.
este fluff lo tenía guardado hace ya varios días solo q me faltaba modificar palabras y así, tmb tengo pendiente un smut d pipe buenísimo jeje ojalá les haya gustado este fluff m encanta escribir d estos😭
PD: HÁGANME MAS ASK PORFA DENME IDEAS D TODO HAJJAAJJSJS
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Hijo desconocido (Lando / Charles / Lewis)
Resumen: años después de una relación fallida, descubren la existencia de un hijo.
Nota: uso de ____ (tu nombre).
Masterlist de mi autoría.
Shot de Lewis Shot de Charles
Lando
Cuando el piloto conoció a la diseñadora de moda en cierta fiesta de Mónaco años atrás, no tardó en caer profundamente enamorado de ella. Y fue correspondido. Se amaron con locura y una intensidad tan maravillosa que cualquiera que los veía pensaría que eran la pareja perfecta. Pero entonces Lando cometió un error, uno que la mujer no pudo perdonar.
Lando cenaba en casa de sus padres cuando una noticia proveniente del televisor llamó su atención.
~ La reconocida diseñadora de moda ____ Romano, que lleva más de 4 años fuera de los focos, volverá a la escena este viernes. El sorpresivo anuncio de una nueva colección acaba de explotar en Mónaco. Se hará un gran y exclusivo desfile, además de una cena benéfica. Lo recaudado será... ~
—¿Estás bien?—
Cisca miró a su hijo preocupada, pues sabía lo importante que era la mujer en la vida de Lando.
—... Es como si no hubiesen pasado 4 años... Esta igual de hermosa que la última vez que la vi.—Lando tragó en seco, sintiendo como si una roca bajara por su garganta.
La mujer hablaba emocionada en el programa, con un brillo y emoción que Lando creyó haber olvidado ver de ella.
No hubo nada de eso en los últimos días que la vio.
—¿Irás a ese desfile?—su padre lo miró, mientras se llevaba un bocadillo a la boca.
—¿Por qué lo invitaría?—Cisca intervino—. Lo último que esa chica querría ver es la cara de este tonto.—
—Gracias por el aliento, ma.—
—Me hiciste perder a la nuera más linda y amable del mundo.—la mujer suspiró frustrada—. La tristeza que le causaste la hizo desaparecer por años ¿Crees que verte en su evento de regreso será sano para ella?—
Cisca tenía un punto, y Lando lo entendía.
Pero aún así...
—Tienes razón, no me invitará al desfile de ninguna forma... Pero podemos pagar el asiento en la cena, y ayudar en su causa ¿No crees, mamá?—Cisca no se veía muy segura—. Solo iremos a cenar, prometo no meterme en problemas.—
—No sé si quiero avalar tu actitud acosadora pero... Quiero volver a ver a esa niña.—
El evento finalmente había llegado, y a pesar de que no asistieron al desfile, madre e hijo Norris pudieron ver a las modelos usar los vestidos en una pequeña presentación antes de la cena.
Y entonces ella apareció.
____ se paró en el centro del enorme comedor, agradeciendo a los presentes por su ayuda y explicando a dónde iría lo recaudado. Pero Lando no estaba asimilando nada de aquello. Su mente solo podía concentrarse en algunas cosas específicas de ese momento.
Su voz...
Su sonrisa...
Los pequeños holluelos en sus mejillas...
Lando entendió algo.
Aún la amaba. Amaba todo eso. La amaba por completo.
—Hijo ¿Estás bien?—
—... Pensé que ya la había superado pero no, mamá... Quiero hablar con ella.—
—Prometiste no hacerlo.—Lando la miró con cierta desesperación—. Ah, ni se porqué te creí la primera vez... Si vas a hacer una escena, espera al final del evento. No hagas un desastre antes, no arruines la noche.—
El piloto decidió obedecer el pedido de su madre, y solo se limitó a comer y observar a la mujer que comía en la mesa principal acompañada de un grupo de personas que Lando reconoció como colegas del ámbito. Él había estado muy presente en el mundillo del diseño por la mujer, asi que conocía a sus amigos, colegas, mentores... ____ quería que él fuera parte de su vida, lo presentaba a todo el mundo como su novio.
Y él destruyó eso...
—Iré al sanitario, querido. Quédate aqui y no hagas nada raro.—Cisca bajó a Lando de su burbuja—. Ya casi termina el evento, no lo arruines.—
—Si, ma...—
Cisca caminaba algo desorientada por los inmensos pasillos del elegante lugar. Ya ni siquiera tenía tantas ganas de ir al baño, pues había quedado encantada por toda la edificación.
Comenzaba a creer que estaba llegando a un ala del edificio ajena a la fiesta cuando una vocecita llamó su atención.
—¡Abu Cici!—
Cisca se llevó una grata sorpresa al ver a la pequeña Danah correr hacia ella.
Durante el noviazgo de Lando y ____, la pequeña sobrina de la diseñadora la acompañaba cual koala a todos lados, razón por la cual Cisca la veía seguido en reuniones familiares. Y llegó a tomarle un gran afecto. Verla años después ya más grande, y ser recordada hizo que su corazón se entibiara. Pero mientras la niña la abrazaba con fuerzas, habia otra cuestión por atender.
—Me alegra verte, princesa... ¿Tu amiguito quién es?—
En cuanto el pequeño levantó la mirada y Cisca vio la carita oculta con aquel gorrito de pescador, casi se desmaya.
Lando caminaba a paso apresurado por todo el lugar, intentando encontrar a su madre. El evento había terminado, y la gente comenzaba a irse. No quería perder la oportunidad de hablar con ____, pero tampoco quería perder a su madre en aquel inmenso lugar.
Caminaba algo perdido por el área de sanitarios cuando su celular sonó.
"estoy en el jardín interno, tras las escaleras. Ven ahora."
Le extrañó lo corto y directo del mensaje de su madre, pero decidió no darle muchas vueltas y acercarse al lugar señalado.
—¿dónde estabas? Llevo casi media hora buscándote... ¿Estás bien?—
Lando se acercó a su mamá, quien no se veía nada bien. Estaba pálida, sentada en un banco junto a un árbol.
—Cici dijo que le dolía la cabeza asi que la trajimos aquí y fuimos por agua.—
—... ¿Danah?—
Lando no llegó a asimilar aquello, cuando le dedicó mayor atención al niño que le extendía una botellita de agua a su mamá. Y lo notó.
Hasta el más tonto en la faz de la tierra notaría el inmenso parecido de aquel pequeño de gorrito con Lando. Era su viva imagen de pequeño.
—¿... Es tu amigo?—Lando se agachó frente al par de niños, y por un segundo se olvidó de su madre.
—Valentino es mi primo, hijo de tía ____.—la pequeña se llevó las manos a la boca, arrepentida por lo que acababa de decir—. Pero no debía decirlo... Creo que debemos irnos.—
Danah tomó al niño de la mano y juntos comenzaron a alejarse.
Lando se sentó junto a su madre, en un silencio extraño pero impaciente.
—Se llama Valentino... Supongo que es el último dejo de aprecio para ti ¿No crees?—Cisca miró a Lando, quien no parecía estar asimilando nada de aquello—. Ahora... Creo que sí debes hablar con ella.—se levantó—. Porque a esa pequeña cosita hermosa la quiero volver a ver ¿Viste sus ojitos? Sus mejillas regordetas... Eres tú, diablos. Ni ADN se necesita...—
Lando no la estaba escuchando.
—��A dónde fueron? Me dijo la nana que fue al baño y cuando volvió ya no estaban en la sala.—____ miró preocupada al par de niños sentados en el sofá.
Mientras la mujer atendía el evento, los pequeños estaban en un ala no concurrida del predio. ____ no quería exponerlos, mucho menos a su hijo. Después de todo, no mucha gente sabía de su existencia. Sería una noticia de primera plana, un escándalo. Uno que ____ no quería enfrentar.
Se llevó un buen susto al despedir a todos, volver con ellos y encontrarse con que no estaban.
—Vimos fuegos artificiales por la ventana y quisimos ir al patio a verlo mejor.—explicó Danah—. Volvimos enseguida después de eso.—
—Abu Cici.—Valentino tiró apenas de la falda de la mujer, quien sintió enseguida un pinchazo en el pecho por el nombre.
—¡Shh! No hablas nunca y si lo haces nos metes en problemas.—Danah lo señaló indignada.
—... ¿Vieron a Cisca?—____ se desesperó un poco—. Dime qué pasó.—
La pequeña le explicó de forma torpe y apresurada qué había pasado. Como Cisca se alegró de verla, y como se sorprendió por Valen. Pero antes de poder mencionar a Lando, la niñera de los pequeños llamó a la mujer. Alguien quería verla.
—Cici.—
Cisca casi se derrite al ver al pequeño acercarse a ella. Intentó enseguida tomarlo en brazos, pero se detuvo y miró a ____.
—¿Puedo...?—
—Adelante, Cisca... Es su nieto después de todo... ¿Puede llevarse a Danah también? Quiero hablar con Lando un momento.—
La mujer no se hizo rogar, atrapó al niño entre sus manos, estrujándolo con cariño. Lo acomodó en un brazo, y con su mano libre tomó la de Danah y juntos salieron del lugar.
Lando no sabía qué hacer.
Durante toda la travesía de encontrar a la mujer, pensó en mil situaciones.
Él enojado reclamándole por el niño.
Él arrepentido pidiendo perdón.
Ella dándole una cachetada.
El niño no queriendo conocerlo...
Pero ahora ahí estaba, y no sabía qué hacer.
—... Si quieres tener trato con él, yo no me opondré. O si quieres solo hacerte a un lado, tampoco habrá problemas. No me interesa..—
—... ¿Esa es tu solución a todo esto?—Lando no podía creer lo que escuchaba—. Para empezar, debiste decirme que ibamos a ser padres.—
—Oh, iba a hacerlo, de hecho.—por la expresión eufórica de la mujer, Lando supo que estaba acabado—. Pero ¿sabes qué? El día que lo supe fui emocionada a casa, para contarte la noticia ¡Y tú te estabas cogiendo a otra en nuestra puta cama!—
—____, no
—¿Debía decirlo ahí o después, cuando intentabas justificarte?—soltó con ironía venenosa—. Vete a la mierda, Lando... Valentino es mio, mi hijo, a quien crié y cuidé SOLA. No te necesitamos... pero no te negaré nada si quieres estar presente. Hablaré con mi abogada para que arregle todo. No quiero problemas.—
Lando se sorprendió -para mal- del inmenso cascarón defensivo que la mujer armó a su alrededor. Se estaba descargando un enorme peso que seguramente llevaba años aguantando.
Lo odiaba, lo había borrado de su vida.
Y él no podía culparla.
—... Lo último que quería era que pensaras que iba a atarte con un hijo. Decidí seguir adelante con el embarazo pese a tus mierdas... Y no me arrepiento.—
—Lo entiendo... Y yo... Realmente no termino de procesar todo esto, ____.—Lando no sabía cómo continuar—. Quiero estar presente para el niño... Y por si no fue obvio, mamá ya no lo soltará.—la mujer se relajó un poco con eso último.
—Cisca siempre pidió un nieto... Danah era el alivio para ello.—resopló con cierta gracia—. Valentino tendrá una gran abuela.—La mujer revisó su celular en cuanto sonó—. Es tarde... Me pondré en contacto con mi abogada, ella arreglará con tu abogado una cita... Tal vez mañana en la tarde ya esté todo acomodado.—Lando asintió—... Y lamento si no lo dije antes, no gue correcto... Pero creo que entiendes la complicada situación ¿no?—
Te engañé, te rompí el corazón... Por supuesto que entiendo la mierda que te hice pasar...
~ Tres meses después ~
—¿Y qué tal?—
—Es el peor cuarto infantil que vi en mi vida... Debiste contratar a un diseñador de interiores. Que horror.—Lando miró decepcionado la expresión de desaprobación en el rostro de su madre—. Tino tiene 4 años ¿Qué es esta cama de universitario? Y este color de pared... es un espanto.—
—Ya ya, entendí... Devolveré todo y compraré otras cosas.—
—Y no olvides la ropita, que tenga sus propias cosas aquí. Éste también tiene que ser su hogar.—
—Lo gracioso es que si no hubiese sido una mierda hace 5 años, éste SI sería su hogar... Y también el de ____.—
—Bueno, hijo. Asi son las cosas... Al menos agradece tener buen trato ahora.—
—____ apenas y me saluda...—
—Conociendo a ____, es demasiado bueno. Podria ser peor...—Lando suspiró.
El hombre comenzaba a pensar en qué diablos hacer con el cuarto, cuando su celular sonó. Era ____. Aquello lo preocupó, pues no era dia de visita, y tampoco era un horario muy regular.
—Hola, ____.—contestó enseguida—. Es raro que me llames ¡No es que me moleste ni nada! Pero... Me sorprendió...—
~Hola, Lando. Escucha, eh... No es muy importante pero...~suspiró~. De la guardería de Valen piden una foto familiar, para armar un árbol con las familias de cada niño y... No voy a negar que solo iba a mandar una del enano y yo pero... Creo que deberías estar en la foto. Para que el niño sepa que ambos estamos para él... ¿Te parece bien?~
Cisca se dio un pequeño susto al ver que Lando alzaba las manos emocionado.
—¡Sí sí, por supuesto! Gracias por tenerme en cuenta.—sonrió emocionado contra el celular—. ¿Cuándo tomamos la foto?—
~En la tarde vendrá un fotógrafo a casa... Vístete con ropa clara.~
—Imagino que planeaste toda una escenografía.—
~Ya lo sabes. O lo hacemos bien-
—O no hacemos nada, sí... solías decírmelo todo el tiempo, cuándo hacíamos cualquier cosa.—un silencio raro los rodeó, y Lando se arrepintió del comentario—... Estaré a las 5 ¿bien?—
~Bien, si...~
La mujer cortó, pero Lando se quedó un segundo más con el celular en la mano. Se sintió bien.
—Tomaremos una foto familiar para la guardería de Tino.—el piloto miró emocionado a su madre—. Ella me tuvo en cuenta, me quiere presente.—
—Pero es lo que corresponde, hijo... No te ilusiones con cosas que no están ahí...—
—Tarde, ya me emocioné.—Lando sonrió—. Bueno, iré a alistarme... Debo vestirme bien o se arruinará la foto.—
—¿Qué tal? La diseñadora lo aprueba?—
—... Después de tanto tiempo juntos, algo de estilo tenías que aprender... Quítate esa chaqueta y abróchate esos botones.—Lando negó divertido antes de obedecer.
Valentino se acomodó en un pequeño sofá, y sus padres se acomodaron detrás.
—¿Es mucho pedir un abrazo?—el fotógrafo se paró frente al par.
—¿A padres divorciados? Cómo cree.—Lando supo que era en tono burlón, pero al fotógrafo lo incomodó.
—Tal vez... Tengo una idea ¿Te parece?—____ asintió enseguida.
—Perfecta. Seguro será la mejor del salón.—
____ tomó la foto emocionada.
—No quieras competir con otros niños por una foto.—
—Con los niños no, con sus papás.—____ le sonrió divertida, olvidando por un segundo esa postura fría que intentaba mantener con él. Lando disfrutó ello.
—¿Hacen... Algo ahora? Pensé que podríamos ir de compras.—Lando se apresuró antes de que la mujer lo rechazara—. Quiero comprar cosas para que Valen tenga en casa. Ropa y muebles. Lo de tonterías y juguetes ya lo cubrí.—
—... No sé qué tan buena idea sea, Lando.—
—Solo será un rato. Compramos ropa, vemos algunos muebles... Para que tenga un cuarto lindo en casa.—La mujer suspiró.
—Bien... Pero si algún periodista se acerca a preguntar, lo mandaré al diablo.—la mujer comenzó a juntar algunas cosas de la sesión de fotos—. Si hay algo que no extraño es tener que ser amable con todo el mundo por miedo a que la FIA te sancione.—
—Evita los insultos y estaremos bien.—
—Ah, no evitaré nada. "estoy comprando una maldita cajonera de mierda, váyanse al diablo, ustedes y el idiota de Lawson. Debían subir a Tsunoda.—Lando no pudo evitar reír por eso.
—Eso fue muy personal... No pensé que siguieras las carreras.—la ayudó a mover el sofá.
—No te creas tan importante como para arruinarme mi deporte favorito...—
Auch...
—¿Sabes...? Nunca me dijiste porqué escogiste Valentino.—
____ terminó de acomodar el sofá y volteó a mirarlo.
—¿No es evidente?—
—Un poco... Pero quiero saber bien la decisión.—
La mujer se sentó en el sofá, mirando pensativa al niño que jugaba con unos autitos en la alfombra de la sala.
—"Valentino Rossi es mi idolo supremo y es el mejor de todos... El número 1".—volteó hacia Lando—. Eso me dijiste la primera vez que nos conocimos ¿Recuerdas?—Lando asintió, sintiendo un nudo en la garganta de solo rememorar esa primera charla. La única necesaria para entender que quería a la mujer a su lado—. Iba a llamarlo Ayrton... El que SÍ es el mejor piloto, ídolo supremo, número 1...—
—No compares-
—"Peras con manzanas, autos y motos no son lo mismo" sisi, dijiste eso aquella vez también. Te ofendiste como un niño cuando los comparé.—____ sonrió apenas—. ¿Que porqué le puse Valen?... Pues no lo sé con exactitud... Al tenerlo en brazos, pensé en ti... En si sería importante para ti... Si llegarías a quererlo en algún momento... En lo mucho que amaría que él también fuera tu número 1.—lo miró—. Tal vez yo no lo fui, pero Valen creo que podría serlo ¿No?—
Lando sintió que se derrumbaba con eso último.
El hombre se acercó enseguida a la mujer que se levantó del sofá, atrapando sus manos y mirándola con una desesperación pocas veces vista en él.
—Tú eres mi número 1, siempre lo has sido.—presionó apenas sus manos, acercándose aún más—. Y sé que me equivoqué y que soy una mierda por ello... Pero estoy dispuesto a hacer lo que sea para arreglarlo... No quiero hacer un hogar solo para Valentino y para mi... Quiero un hogar para los 3, hacer una familia.—la miró suplicante—. Por favor... Solo una oportunidad.—
____ no pudo mantener su postura defensiva, pues las manos de Lando atrapando las suyas le trajeron sentimientos antiguos nuevamente. Quería abrazarlo. Toda esa frustración y soledad que había sentido en todos esos años quiso pasársela a él, compartir ese peso que tanto la había acompañado. Pero no lo hizo.
—... Fueron muchos años, Lando.—
—Recuperaremos el tiempo perdido, lo prometo. Tengo dos meses de vacaciones, podemos irnos los tres juntos a algún lado, a Hawái que tanto te gusta.—se emocionó de su propia idea.
—Yo no puedo hacer de cuenta que nada de esto pasó y jugar a los padres perfectos, como si en realidad no hubiera estado sola.—
—Empecemos de cero entonces, de a poco... Haré que vuelvas a enamorarte de mi... Yo te sigo amando igual que siempre, asi que esa parte ya esta solucionada.—
La mujer rió apenas, abrazándolo finalmente. Y Lando se derritió en sus brazos. La estrechó con necesidad, temeroso de que aquello se tratara de una ilusión.
—Hawái entonces... Tú pagarás y organizarás todo.—la mujer se separó finalmente.
—Será nuestra primera cita, le pondré el máximo esfuerzo...—
Tal vez las cosas aún se sentían algo extrañas entre el par de padres, tal vez aún tenían inseguridades sobre cómo recomponer la relación.
Pero Lando estaba dispuesto a mover cielo y tierra para recomponer su pequeña familia y recuperar al amor de su vida.
Y ____ pensaba dejarlo intentar.
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Sesión de Fotos (Felipe Otaño)
—˚ ˖ ୧ CREO que es obvio de dónde saque la idea para hacer este fic, ya que juro que amé haciéndolo. Además de que me sentí como niña chiquita chillando mientras lo hacía y veía la fuente de inspiración JAJAJA
Espero que les guste, especialmente a las piperas, mwak <3
Te sentías más que afortunada de tener al novio que toda niña chiquita (o adolescente) querría en su infancia.
Uno de ojos azules, con pecas, pelo sedoso, labios carnosos y con una sonrisa que podría conquistar a más de una con tan solo una mirada.
Ah, y no olvidemos su pecho, con el que te podrías quedar todo un día completo embobada mirándolo y especialmente con esos abdominales que se traía..
Estabas informada completamente de la fama que se había ganado tu novio a los meses de que se estrenara la película en la que participaba (LSDLN) y estabas también agradecida de que le fuera así de bien.
Además de que, una vez más, estabas informada de su participación de la próxima película en la que participaría que era Meteorito.
Inclusive, en una de las entrevistas que hizo para promoción de la película, la entrevistadora le había preguntado a los dos protagonistas de la película que si habían tenido a su "meteorito" en la vida. En lo que Pipe no respondió abiertamente, simplemente un sonrojo apareció en sus mejillas junto una sonrisa bastante cariñosa.
Después de esa entrevista las piperas (fans de Pipe) habían estado como locas haciendo suposiciones de que Pipe tenía o tuvo pareja en algún momento y por eso la reacción que tuvo ante la pregunta.
Por supuesto que tú estabas al tanto de aquellas suposiciones de las fans, especialmente porque abundaban más en Twitter que en alguna otra red social.
Al momento en que Pipe llegó a casa luego de esa entrevista, ahí te encontrabas tú, con una sonrisa engatusada en tus labios viéndolo desde la cocina.
El peli castaño te miraba de manera confusa pero con una sonrisa en su rostro, acercándose a ti mientras rodeaba sus brazos en tu cintura y escondía su rostro en la curvatura de tu cuello.
—¿Qué te pasa a vos ahora? Andás con esa mirada toda extraña. — Te preguntó, su respiración chocando contra tu piel, cosa que te provocaba cosquillas.
Te reíste un poco antes de soltar un corto y divertido "nada".
—Estuviste increíble en la entrevista de hoy, ¿tienes alguna otra para mañana? — Le preguntaste, girándote un poco para dejar un casto beso en su sien.
—Tengo una sesión de fotos con el otro protagonista de la película, pero me dijeron que podés venir vos también a la sesión como acompañante. — Te respondió, levantando la cabeza para dejarte un beso en la mejilla de manera algo adormilada.
Tus ojos brillaron por un momento ante la idea de acompañarlo a su sesión de fotos que haría promoción a su película. Además de que querías ver en persona como serían las fotos que le tomarían a tu novio.
Le tomaste de las manos, las cuales al fijarte que encajaban perfectamente como dos piezas de rompecabezas provocó un ligero sonrojo en tus mejillas. Lo guíaste hacía la habitación de ambos, ayudándolo a desvestirse y vestirse para colocarse el pijama.
Normalmente dormiría con unos bóxers y una camisa cualquiera, pero habían quedado en hacer un match en pijamas esa vez.
Cuando ya ambos se acostaron, Felipe rodeó sus brazos alrededor de tu figura, cayendo en los brazos de Morfeo de inmediato. Mientras tú lo veías caer rendido, le seguiste acariciando sus mejillas en dónde se encontraban las pecas que tanto amabas.
Ya te preocuparías por lo que pasaría mañana y de las increíbles fotos que serían tomadas para la película.
De acuerdo, cuando pensaste que sería una sesión de fotos completamente normal y que no pasaría nada raro, estabas completamente equivocada.
Sentías que podrías morir de un derrame nasal en ese mismo momento. DIOS, ¿por qué tenías que tener un novio tan perfecto como pareja? Te estaba haciendo sentir demasiadas emociones encontradas en una sola con solo verlo.
Tomaste entre sorbos rápidos y cortos de tu café, intentando aligerar un poco ese torrente de emociones que te provocaba tu novio.
Las miradas fugaces que te sabe Felipe cuando tenía que mirar directamente hacía la cámara te provocaba un sentimiento de ardor en el estómago.
Además de que en la sesión le habían pedido tomarse las fotos sin camisa y con una parte de los bóxers a la vista.
No hiciste ninguna queja ante eso ya que sabías que era parte de su trabajo y demás. Pero te estaba matando el simple hecho de que pareciera que te estaba comiendo con esos ojos marinos suyos con tan solo verte un milisegundo.
¿Cómo que hacía algo de calor acá, no?
—¡Listo! Pueden darse un descanso hasta que verifiquemos que ninguna haya salido mal y no tengamos que repetir ninguna. — Les había dicho la fotógrafa, agradeciéndole a Felipe y al otro chico por la colaboración.
Fingiste demencia cuando Felipe se acercó a ti, tratando de disimular las mejillas sonrojadas y la punta de tus oídos rojas como una manzana.
—¿Qué te pareció, amor? — Te preguntó Felipe.
—Estuviste fantástico Pipe, de seguro las fotos salieron excelentes. — Le contestaste.
Estabas intentando con todas tus fuerzas que tus ojos no se desviaran hacía la parte de sus abdominales y la parte que de sus bóxers que se encontraba a la vista. No querías morir más de vergüenza frente a Pipe, ya sentías que parecías un tomate con tan solo estar frente a él.
Felipe en cambio, miró un momento hacía el estudio que ya se encontraba vacío -a excepción de ustedes dos- y sonrió al ver que no había nadie más.
—Ah, andás segura de eso? — Se acercó más a ti, inclinándose hasta que sus rostros solo estuvieran a pocos centímetros de distancia, los dos sintiendo las respiraciones del otro.
No respondiste al segundo, te tomaste tu tiempo para procesar todo y que con tan solo acercar tus manos un poco hacía su pecho podrías tocar esos abdominales que tanto te traían embobada.
Además de que esos ojos azules que te parecían también tener enganchada por cada segundo los veías. Podrías ahogarte en ellos si pudieras.
—Felipe.. — Con tan solo decir su nombre fue suficiente para que se cerrara la brecha entre ustedes dos.
Agradecidas profundamente la sesión de fotos.
—˚ ˖ ୧ Creo que es obvio de dónde viene la idea de este mini fic, pero para las que no sepan pues..
¡Espero que les haya gustado! Ya saben que las solicitudes se encuentran abiertas y pueden pedir a cualquiera del cast de lsdln y como les gustaría que fuera
¡Bye!
#lsdln cast#lsdln fanfic#lsdln x reader#lsdln cast x reader#felipe otaño x reader#felipe otaño#pipe otaño#pipe otaño x reader#Pipe lsdln#enzo vogrincic#matias recalt#juani caruso#fran romero#x fem!reader
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Destinadas a encontrarse pero no a estar juntas.
[¿Por el momento?]
-Carta abierta-
Siento que llegaste a mi vida para recordarme que existen personas maravillosas como tú ahí afuera. Eres como una ventana desde la cual aprecio un lindo paisaje, un bello mundo que se despliega ante mí, recordándome que todo eso también podría estar disponible para mí. Me brindaste el trato amable, cuidadoso, cariñoso y pasional que merezco, y por eso, te estoy profundamente agradecida.
En lo personal, me ayudaste a dar ese cierre que me faltaba con mi ex, algo que necesitaba para seguir adelante. Practiqué contigo el arte de escucharme y mantener mis límites, a pesar de los sentimientos que surgen inevitablemente. Aunque había una semilla de afecto creciendo hacia ti que podría llevarme a enamorarme, entendí que debía ser inteligente y firme respecto a lo que quiero en este momento: no deseo una relación a distancia. Busco la cercanía, el calor de conocer a alguien en persona y enamorarme en ese espacio tangible.
No podría soportar el extrañar a alguien con quien he conectado tanto y estoy sintiendo de nuevo amor. No puedo permitirme caer en eso nuevamente; debía detenerme antes de que fuera demasiado tarde. Además, en este momento tú estás viviendo un proceso y enfoque particular, mientras que yo tengo varias metas personales que quiero alcanzar y vivir profundamente. Las circunstancias y nuestros intereses son motivos que me restringen.
Si en el futuro decidimos reunirnos y conocernos en persona, créeme que estaría muy dispuesta. Pero en este momento, mi intuición me dice que lo correcto para mí es hacerlo así. Debo cuidarme; la cicatriz de mi pasado está aún sensible. Por experiencia, sé que entre poetas, el enamoramiento puede ser una experiencia muy intensa. Me conozco: podría ser impulsiva y arriesgarme, pero necesito ser prudente, tanto para cuidarme como para cuidarte. Prometí ocuparme de ciertas cosas en mí antes de compartir mi ser con seguridad, y esos son algunos de los motivos detrás de esta decisión. Hay otro aspecto que me pone vulnerable y prefiero reservarlo para mí en este momento.
No tienes idea de cuánto me costó tomar esta decisión. Una parte de mí se aferra y solo quiere ir hacia ti, pero al final, esa parte cedió. Han pasado días y extraño nuestro chat diario, tus audios de buenos días, esos momentos en los que me cuentas de tu día. Echo de menos tu voz, tan energética y dulce, las videollamadas y sentir tu compañía, aunque sea a través de una pantalla. Realmente extraño esa sonrisa mágica y esos ojos esmeralda que hipnotizan.
Sabía que ser firme con mi decisión significaría decir adiós a ciertas cosas que me brindabas. Intenté ser tu amiga, pero tengo otro interés contigo, y los sentimientos surgen al convivir, por lo que debía detenerlo. Días como estos, te pienso y te recuerdo con cariño, bonita🌻.
Con afecto y gratitud, by Yls.
#notas#cosas que escribo#pensamientos#sentimientos#escritos del alma#frases#amor#destino#escritos#Spotify#wlw#by yls#alquimista literaria#carta abierta
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fem reader cuddling w freminet maybe? pls and thank you 🤲💙
💖~ Your wish is my command! Loving Freminet here!
Warning: Nope now💖, Fem!Reader | Google Translate sponsors me (it's a lie) If I made any mistakes in the english translation, I would be happy to read your comments! | Content in spanish and english
Spanish:
A Freminet le costó bastante aprender a aceptar el afecto físico de tu parte. Al inicio de la relación le parecía aún muy extraño tomar tu mano y no avergonzarse por ello, o recibir besos en su mejilla como muestra de cariño. Siempre se volvía más tímido de lo normal, no se movía y te dejaba bañarlo con todo el amor que quisieras darle. Fue cuestión de tiempo que descubriera los placeres de tenerte para él.
Un día entero en la playa era divertido, jugaban en la arena y buceaban, bailaban en el mar y saltaban hasta la superficie haciendo carreras, era de las pocas ocasiones en las que podrías ver a Freminet sonriendo sin timidez. Pero la mejor parte, su favorita incluso, era cuando recogían sus cosas de la arena, limpiaban sus zapatos y se tomaban de la mano para regresar a casa. El trayecto era emocionante, con un silencio acogedor o una plática tranquila, cualquier cosa le ayudaba, pero siempre recordaba lo que le esperaba en casa.
Se bañarían y comerían algo, habrían más risas mientras ambos ya vestían sus ropas para dormir, y finalmente el corazón de Freminet se calentaría entre las sábanas, ambos escondidos de la luna que entraba por la ventana, leyendo un cuento con la ayuda de una linterna como un par de niños que se quedan hasta tarde despiertos. Sus brazos sobre ti, los tuyos abrazándolo, él estaría bien con eso y las piernas que se enredan hasta caer dormidos, el libro se queda en algún lado junto a ustedes y Freminet intenta tenerte lo más cerca posible. Siente la calidez de tu cuerpo junto al suyo, el aroma de tu shampoo lo arrulla y la suavidad de la cama lo ínsita a dormir, pero ambos se mantienen despiertos, de vez en cuando acercándose más y rozando sus extremidades con cariño. Nunca falta algún beso robado que da fruto a una sonrisa cansada. Nunca falta que Freminet se sienta tan a gusto contigo que su respiración se relentiza y sus latidos te llaman para que duermas con él, y sientes un último apretón en tu espalda antes de que ambos caigan dormidos entre los brazos del otro.
English:
It took a lot for Freminet to learn to accept physical affection from you. At the beginning of the relationship it still seemed very strange to him to hold your hand and not be embarrassed by it, or to receive kisses on his cheek as a sign of affection. He always became shyer than normal, he wouldn't move and let you shower him with all the love you wanted to give him. It was a matter of time before he discovered the places to have you to himself.
A whole day at the beach was fun, you played in the sand and dived, danced in the sea and jumped to the surface doing races, it was one of the few occasions when you could see Freminet smiling without shyness. But the best part, his favorite even, was when you picked your things from the sand, cleaned your shoes and held hands to return home. The journey was exciting, with a cozy silence or a calm conversation, anything helped him, but he always remembered what awaited him at home.
You would bathe and eat something, would be more laughter while both were already dressed in your sleeping clothes, and finally Freminet's heart would warm between the sheets, both hiding from the moon that came through the window, reading a story with the help of a flashlight, like a couple of kids who stay up late. His arms on you, yours hugging him, he would be fine with that and your legs tangled until you fall asleep, the book stays somewhere next to you and Freminet tries to keep you as close as possible. He feels the warmth of your body next to his, the aroma of your shampoo lulls him and the softness of the bed urges him to sleep, but you both stay awake, from time to time getting closer and touching his limbs affectionately. There is never missing a stolen kiss that gives fruit to a tired smile. Is never missing that Freminet feels so comfortable with you that his breathing slows and his heartbeat calls you to sleep with him, and you feel one last press on your back before you both fall asleep in each other's arms.
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Mmmm quien sera, no?
Deaf!Enzo x reader smut donde Enzo se frusta al no ser capaz de escuchar a la lectora gemir y ella sin avisarle le pones sus manos en su garganta y el queda fascinado porque nunca se le ocurrió semejante idea
Kinktober, Día 28: Choking
Cuando conociste a tu novio lo primero que te llamó la atención fue su lenguaje corporal y sus expresiones faciales. Lo segundo, por supuesto, fue su voz y el hecho de que no la utilizaba porque se comunica casi exclusivamente mediante lengua de señas.
En unas pocas ocasiones intentó utilizar su discapacidad para rechazarte, argumentando (luego de derramar una que otra lágrima cuando tuvieron una conversación completa en lengua de señas) que no podrías sentirte plena a su lado, pero dejó de negarse la oportunidad de tenerte cuando entendió lo comprometida que estabas con comprenderlo.
Cuando llegaste a conocerlo descubriste que es fanático de las sonatas para contrabajo y que le encantan las tormentas eléctricas, ya que son frecuencias e intensidades que sí puede oír, aunque estas últimas pueden estar acompañadas de cambios en la presión atmosférica que invocan ese irritante y esporádico sonido que lo atormenta desde los siete años.
Es en esos momentos que te permite ver cuánto lo irrita su condición... Y en momentos como este también, cuando sus embestidas rápidas y profundas te cortan la respiración y te hacen gritar, pero él sólo puede ver las expresiones de placer que transforman tu rostro y te hacen morderte el labio.
Finge refugiarse en tu cuello, pero en realidad sólo busca estar más cerca de tu boca, porque tiene la esperanza de captar alguna frecuencia aguda con su oído derecho (el mejor, según múltiples estudios y especialistas). Tus uñas dibujando en su espalda y tus piernas abrazando su cintura logran distraerlo parcialmente de su objetivo, pero unos minutos más tarde se da por vencido y cesa sus movimientos.
Lo observás, entre preocupada y sorprendida, cuando se deja caer sobre el colchón. "¿Qué?" preguntás, pero en lugar de contestar cubre su rostro con su brazo y niega, dejando salir un interminable suspiro de frustración. Tomás su mentón entre tus dedos para llamar su atención y te mira con ojos vidriosos.
Con un gesto de furia señala su oreja. No es difícil descifrar qué intenta decirte.
Permanecen en silencio por unos segundos. Recordás la primera vez que escuchaste su risa, esa carcajada que se puede reconocer a kilómetros, también la primera vez que dijo tu nombre con esa voz grave y ronca por la falta de costumbre -veintitrés veces desde que se conocen, veintiún veces desde que son novios-, por no mencionar el desgarrador gemido de la primera vez que tuvieron sexo.
Enzo no puede compartir esos recuerdos, ya lo sabías, pero jamás pensaste en ese detalle desde esta perspectiva. Probablemente no recuerda cómo era su voz, porque la última vez que se oyó a sí mismo tenía siete años, y tampoco puede compartir esa sensación que te regala cuando oís tu nombre en sus labios: se siente especial, más valioso, como un tesoro.
Luego de reincorporarte te sentás sobre su regazo, tomás su muñeca y bajo su mirada curiosa llevás su mano hacia tu cuello. El calor de su palma contrasta con el frío de sus anillos, pero no te importa el escalofrío que provoca e incluso lo disfrutás, ya que podés ver sus ojos oscureciéndose nuevamente por la sombra del deseo.
Guiás su miembro nuevamente hacia tu entrada y cuando te dejás caer sentís la manera en que sus dedos se contraen. Enzo jadea cuando la calidez y humedad de tus paredes lo rodean por completo, pero no se deja llevar por el placer, mantiene los ojos abiertos para poder apreciar cómo se ve su mano en tu cuello.
En cuanto percibe las vibraciones de tus gemidos su abdomen se tensa. Sonreís -una sonrisa que sólo puede catalogarse como obscena- y él quiere halagarte por ser tan increíble, tan inteligente, tan ingeniosa, pero para hacerlo necesitaría de ambas manos y no está dispuesto a dejar de sentirte. No puede.
Movés tu cadera lentamente y gemís con fuerza por la sensación que provoca con su tamaño. Disfrutás sentirlo en los lugares más profundos de tu cuerpo, el placer que se vuelve más extremo con cada minuto que pasa, la manera en que el roce con su pelvis estimula tu clítoris y amenaza con desbordarte, pero...
Disfrutás más verlo arrojar la cabeza hacia atrás, con su cabello cayendo en todas direcciones sobre la almohada, mientras su mano -decorada con las venas que tanto te gusta sentir bajo las yemas de tus dedos- permanece en tu cuello y sus dedos presionan en los lados.
Es nuevo y peligroso, sí, pero lo desconocido y sus implicaciones dejan de importarte cuando Enzo, luego de sentir tus gemidos prolongándose y convirtiéndose en gritos, comienza a mover sus caderas para embestirte. El sonido del impacto entre su cuerpo y el tuyo es adictivo.
Perdés el equilibrio por la fuerza de sus estocadas pero te sujetás de su muñeca: podés sentir su pulso descontrolado bajo tus dedos y en ese preciso instante en el que comprendés cómo él percibe tu placer, te perdés en el orgasmo. En un principio intentás no gritar, pero la incoherencia propia del clímax y la falta de oxígeno no son suficientes para olvidar que él necesita ruido.
Cuando Enzo llena tu interior, manchando con su semen tus paredes sensibles y aún pulsantes, el sonido de sus respiraciones se sincroniza y resuena entre las paredes de la habitación. Por un instante lamentás que tampoco pueda oír esto, pero su mano en tu pecho te hace olvidar ese absurdo pensamiento, porque recordás que sí puede saber cómo se siente.
-Te amo- dice con voz quebradiza.
Sonreís. "Te amo" contestás con una seña.
#letters to enzo#deep in thought#deep answers#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic x reader#lsdln cast#lsdln smut#lsdln x reader#kinktober#kinktober 2024
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high infidelity (Enzo Vogrincic x Fem! reader)
Capítulo 1: https://www.tumblr.com/analisword/742694471701037056/high-infidelity-enzo-vogrinc-x-fem-reader?source=share
Capítulo 2:
Para cuando Alana llegó a casa, alrededor de las dos de la mañana, el alcohol ya había desaparecido por completo de su sistema, sin embargo, aún se sentía intoxicada, no pudo hablar mucho con Enzo después de la ronda de fotografías y toda la farándula que el actor invocó con su mera presencia, sin embargo, el chico se encargó de hacerle saber que seguirían en contacto.
—Tenemos que terminar esta conversación eventualmente por teléfono—había bromeado en su oído mientras algunas personas grababan la interacción—. Tenés que avisarme cuando escribas algo nuevo, muero por leer cualquier cosa que salga de tu mente.
Así que ahora se encontraba parada en medio de su departamento, con el corazón latiendo a mil por hora y con el número telefónico de su actor favorito en su lista de contactos, Alana miró la pantalla de su celular y lo dejó en la mesa, no había manera en la que ella fuera a mandarle un mensaje a Enzo, ¿qué se supone que le diría?
Pero sabía que si por cosas del destino él llegara a llamarle o mandarle un mensaje, ella no pensaría dos veces en responder.
Alana se quitó los pendientes y corrió emocionada hacia el estudio para platicarle a su novio sobre cómo había conocido a Enzo (claro, evitando ciertos detalles, como todos los que delataban la manera en la que el chico había despertado cosas en ella que no sabía que existían) Sebastián era consciente de lo mucho que Alana admiraba a Enzo como actor, irónicamente, la primera película que habían visto juntos había sido protagonizada por el mismo uruguayo.
Cuando abrió la puerta del estudio no se encontró con más que el monitor encendido, un escritorio repleto de tazas de café a medio terminar y un olor a cigarrillo, ¿desde cuándo Sebastián había vuelto a fumar? Alana se recordó a sí misma que a la mañana siguiente, después de su entrevista, limpiaría el lugar.
Se encaminó hacia la habitación que compartía con su novio, la puerta del baño se encontraba abierta y ahí encontró a Sebastián de espaldas lavándose la cara.
El chico levantó la mirada para verla tras el espejo, el regaló una sonrisa y una vista cansada, Alana olvidó por un instante los acontecimientos de las horas anteriores, no podía evitar sentir una calidez en su pecho cada que veía a Sebastián, siempre se encontraría eternamente agradecida con él, pues Sebastián había aceptado editar su obra cuando nadie había confiado en ella, en ese entonces ella apenas había escrito un par de relatos cortos para concursos de la universidad y sitios web, Alana era consciente que sin Sebastián, no estaría parada en esta preciosa ciudad.
—¿Cómo te fue?—preguntó él secándose la cara y dándose vuelta para verla frente a frente.
Alana arqueó las cejas, la sonrisa de Enzo volviendo a sus pensamientos.
—Conocí a Enzo—hasta su propia declaración le sorprendió.
—¿Enzo?
—Enzo Vogrincic, charlamos un poco y todo—dijo emocionada.
—Genial—dijo él protruyendo el labio inferior, Alana parpadeó varias veces, acababa de decirle a su novio que había conocido a su jodido ídolo y él sólo decía genial.
Actuaba como si Alana se hubiera topado con el vecino de la puerta de alado.
—Me dijo que le gustó bastante la saga de arco de sangre—mencionó.
—Todo mundo que hable español y sepa leer dice eso, cariño—dijo él con tono de obviedad y hasta rodó los ojos—. Seguramente te lo dijo para caer bien, ¿le mencionaste que la primera película que vimos de él fue aquella…la de las montañas?
Alana parpadeó varias veces incrédula, años atrás, cuando había visto La sociedad de la nieve con Sebastián, sintió que su vida había cambiado por completo, ella no había vuelto a ser la misma.
Había sido un error creer que Sebastián se había sentido de la misma manera.
—¿Podrías estar aunque sea un poco emocionado por mí?—preguntó dolida, le pesaban los ojos del sueño y la idea de aún tener que desmaquillarse le agobiaba, lo único que pedía era un poco de tacto por parte de su pareja.
—Estoy emocionado por ti—replicó él con la voz más plana de todas—. ¿Quieres que te haga una fiesta y te compre globos?
—Jódete—dijo ella dándose vuelta.
—Ya, Alana, perdón—se disculpó caminando detrás de ella—. Claro que me entusiasma, te mereces más que nadie conocerlo, lo digo en serio—dijo tomándola del rostro, Alana lo miró fijamente intentando conectar con los ojos azules de su novio, claro que sentía esa calidez en su pecho, pero desde tiempo atrás no sentía esos fuegos artificiales que le habían hecho mudarse a otro continente por él, tragó saliva bruscamente, su padre le había dicho cientos de veces que no se mudara de su hogar por un hombre, y ahora estaba acá, a miles de kilómetros lejos de casa casi rogándole al que creía ser el amor de su vida por un poco de atención.
Qué patética situación.
Se encontraba cansada y con sueño, ni siquiera tenía ganas de que Sebastián la tocara, meses atrás que no lo hacía, Alana podría decir que había olvidado cómo se sentía el tacto del chico, aún así, por la mera razón de querer pasar aunque sea un poco de tiempo con él, se desabrochó el botón del vestido de seda, este se resbaló por su cuerpo e hizo un charco en sus pies, Sebastián bajó su mirada por un instante.
—Está carísimo ese vestido, si lo estropeas lo vamos a tener que pagar—dijo él apartando el vestido de sus pies y yendo a colgarlo al closet, Alana quedó petrificada en su lugar.
—Iré a escribir—dijo él sonriendo débilmente, depositó un seco beso en su mejilla y le palmeó el hombro.
Alana sintió la humillación llenarla por completo, se había desnudado enfrente de su jodido novio y de cambio había obtenido un par de palmadas en el hombro.
No estaba sorprendida, pero sí decepcionada, no permitió que la vergüenza la atormentara, por lo que se desmaquilló rápidamente, se puso la pijama y comenzó a buscar la reseña que Enzo le había dejado al segundo libro de la saga en su perfil de GoodReads.
Cuarenta minutos después, con el dedo adormecido de tanto dar hacia abajo en en la pantalla y con los ojos secos de sueño, se topó con la reseña de un perfil llamado en_vgc al principio no estaba segura si se trataba de él, pero vio que de foto de perfil tenía un gato exactamente igual al que había posteado en su Instagram días atrás.
Se sentía tan sola y patética.
Como cada que estaba apunto de leer una reseña, sentía que su corazón quería salirse de su caja torácica, se incorporó mejor en la cama, se talló los ojos y comenzó a leer la dichosa reseña.
˖⁺‧₊˚♡˚₊‧⁺˖
Habían pasado días desde que Alana conoció a Enzo la premier y que corrió a casa a leer lo que él había dicho de su libro, se sentía avergonzada, pero más de una vez cada tantos días se sorprendía a sí misma releyendo una y otra vez lo que el chico había dicho sobre el segundo libro de arco de sangre.
Alana lo había embellecido y hechizado por completo, había tomado su alma, la había golpeado, besado y la había regresado a su pecho (palabras de Enzo) o bueno, Alana no, más bien el libro.
Ahora se encontraba en el escritorio de su oficina, comprobando su aspecto por última vez antes de encender la cámara web, desde que se le había visto con Enzo, Alana había captado la atención en redes, algunas personas ya la conocían, otros estaban sorprendidos de que la chica fuera la creadora del mundo de fantasía de la saga, mientras que otros se reían de ella por como se había comportado con Enzo (se le notaba claramente extraña en cada vídeo y estúpidamente nerviosa) en este instante estaba por hacer una entrevista vía Zoom para un programa de espectáculos.
—Alana, ¿cómo estáis?—preguntó la entrevistadora desde el otro lado de la pantalla, Alana se acomodó sus audífonos y carraspeó.
—Bien, bien, gracias.
La entrevista siguió tranquila, con las típicas preguntas de siempre: qué le había inspirado para escribir la saga (su depresión y cierto actor) si había presentado choques culturales entre Sevilla y México (un montón, pero nada grave) si actualmente se encontraba escribiendo algo más (por el momento no, pero no podía esperar por retomar la escritura) con el paso de minutos comenzó a desenvolverse más y a contestar las preguntas elocuentemente.
—Hace un par de días te vimos en un evento con Enzo Vogrincic, ¿cuál fue tu experiencia con el actor uruguayo?
—Fascinante—respondió rápidamente—. Enzo es una persona totalmente comprometida a su trabajo, lo vengo admirando desde años atrás y me considero completamente afortunada de poder haberlo encontrado en un evento así, se nota que es un apasionado por la actuación y que se siente en casa en ese tipo de lugares—comenzó a decir—. Y no sólo eso, como persona es bastante amable, humilde y con los pies en la tierra.
La entrevistadora sonrió al escucharla, claramente encantada por la respuesta tan elaborada que ella había dado, tal vez un ‘’muy buena’’ hubiera sido más que suficiente, pero llevaba días pensando en lo amigable que Enzo se había comportado con ella y las cosas tan hermosas que había escrito sobre el libro.
—Habláis de él como si lo conocieras de mucho, ¿ya se habían encontrado en un evento como ese?
—No, no realmente—rió avergonzada—. Como dije, llevo tiempo siguiendo su trayectoria pero no había tenido oportunidad de conocerlo hasta la premier, simplemente digo lo que todos ya saben sobre él.
—Vale, vale—rió—. Supongamos que hicieran una película de tus libros, ¿te gustaría ver a Enzo en la pantalla grande?
—Ah no bueno—respondió Alana bastante emocionada—. Primeramente es un sueño muy grande y loco pensar que lleven a carne y hueso uno de mis libros, yo creo que estaría en la cima del mundo si hicieran eso, cuanto más tener a Enzo como el protagonista, sería un verdadero sueño hecho realidad. Entonces si alguna vez se presenta la oportunidad, probablemente me verán persuadiendo al encargado del casting para que considere a Enzo—bromeó.
La entrevistadora le hizo un par de preguntas más ya no referentes al actor, aún así, Alana estuvo el resto de la hora pensando en él y fantaseando con un Enzo caracterizado como Luther.
Después de la entrevista, Alana se cambió por una ropa más cómoda y procedió a limpiar el estudio de Sebastián aprovechando que el chico había salido a comprar unas cosas, el escritorio estaba repleto de colillas de cigarros y manuscritos corregidos a mano por la misma Alana, tomó el bonche de hojas y las observó rápidamente, cada una de ellas con anotaciones, correcciones y sugerencias para el libro que Sebastián llevaba tiempo escribiendo, no pudo evitar acordarse en Enzo diciéndole que le avisara si volvía a escribir algo, Alana se mordió el interior de la mejilla, ¿no estaba escribiendo porque estaba de vacaciones o no lo hacía por el desgaste que tomaba corregir el libro de Sebastián?
Se sentía hasta inútil, estaba en una ciudad hermosa que le inspiraba en cada esquina y calle y ella dedicaba todo su tiempo a llenar los vacíos de trama de la historia de Sebastián, no le agradaron sus pensamientos, así que se dedicó a terminar de limpiar, estaba por sacar la última bolsa de basura cuando sintió su celular vibrar en el bolsillo de la pijama, Alana y leyó el mensaje que mostró la pantalla.
''Vi tu entrevista, gracias por tus palabras, estaré aquí hasta que termine de rodar la peli, si algún día quieres ir por un café, llámame, Enzo x''
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Recuerda siempre esto;
Las preocupaciones no deben pesarte más que una simple pluma al caer al suelo. Siempre son pasajeras, nunca se quedan.
Las enfermedades no te gasten el tiempo de tu vida, más bien gasta el tiempo de ellas para que su existencia dure poco.
Nadie te quite la sonrisa de tu cara, a no ser que una paloma te haya hecho encima tuyo.( lo eh comprobado yo mismo).
Nunca permitas que tus logros sean la razón de tu felicidad, si no, la Felicidad sea el mayor logro de tu vida.
No te olvides, que la vida y la muerte van de la mano siempre, no trates de quedar bien con alguna de ellas.
Si fracasaste mil y una vez porque ponerse mal?, de seguro en esas mil y una vez, el futuro aun no estaba listo para vos! Y decidió a que aguantes un tiempo mas.
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Me gustaría que reposes tu mano sobre mis hombros, mi cuerpo, mi corazón, mi alma; sabrás que te pertenezco y, sin dudar, me entregaría a ti porque a través de tu amor existe la suficiente confianza - la que por mucho tiempo he estado buscando -, para caer y saber que estaré a salvo por la certeza de ser atrapado.
Me volvería adicto a tu esencia, como si fueras una droga que me haría vivir un sueño mágico, sempiterno y paradisiaco, del cual nunca anhelaría despertar.
Y que tu comprensión, tu mirada, el destello en tus ojos, la suavidad con la que cargas mis piezas fragmentadas, sean quienes le devuelvan la vida a mis sonrisas, los astros a mi universo, las estrellas a mis noches.
Ahuyenta los miedos que me persiguen con tus caricias. Se mi refugio con la calidez del tiempo que me dedicas.
Seré sincero, eres la única que puede sacudir mis pisos, mis paredes, sin llegar a romper nada.
Hazme sentir que este amor es único, correspondido, etéreo más que placentero.
Dame razones que confirmen que tomé la mejor decisión al convertirte en mis sentimientos y pensamientos.
Y también prométeme que aceptarás mi cuerpo independientemente de las inseguridades, imperfecciones, y cicatrices bélicas que puedas encontrar en él.
Con tu amor, haz que me enamore de mí mismo. Ayúdame a recuperar mis propias fortalezas.
Quiero que seas la única habitante en la tierra de mi corazón, pero recuerda que no es suficiente con tan sólo vivir allí.
Construye ciudades en mí. Cuida mi naturaleza. Aviva mis jardines muertos.
Con tu presencia, conviérteme en un país en el que ames vivir.
-Dark prince
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