#cómo estas querida??
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Hola yu♡
El mejor comentario
Hola amor🥰
Claramente Andrés es uno de los pocos privilegiados que entendió realmente lo que pasó en el partido! Me gustaría agregar que en los últimos minutos del alargue compraron la pierna izquierda del Dibu y así es como evitamos que nos hagan el cuarto gol, es un dato que muchos ignoran pero que afectó completamente el resultado final
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Querida como te llames,
Ha pasado muchas cosas desde que no hablamos, al parecer las personas que quería no eran lo que aparentaba ser; muchos se vinieron en mi contra y aún no sé cuál sería la razón de ser, llegué pensar que era brujería o que el universo estaba en mi contra otra vez.
Hubo alguien que me hizo estremecer después de mucho tiempo de no sentir, pero así como mágicamente todo empezó rápidamente todo acabó, la verdad todos los días me cuestiono el porqué del cierre abrupto de este cariño tan profundo y fugaz, solo un día a otro vino y me dijo “Te vi y ya no me siento igual” cuando hacía una semana atrás me decía que me adoraba, no sé qué hice para ocasionarlo y todos los días repaso en mi cabeza aquella última conversación, tal vez nunca tenga respuesta para ello. No me malinterpretes, no volvería estar ahí, pero no me dejo de cuestionar, ¿por qué todos se van de mi lado?
Volví a los malos hábitos, tú sabes, esos desordenes alimenticios que tanto te mencionaba cuando me obligabas comer, alcoholizarme hasta no sentir mis pies, dormir en horarios inadecuados, desvelarme sin motivo aparente, dejar de tomar mis medicamentos, no controlar mis ataques de ira e impulsividad, desaparecerme del psicólogo, imaginar una vida si estuviera muerta, sí, esa clase de cosas.
Volvieron personas del pasado y parecen que más tristes que antes, no sé cómo ayudarlos porque no sé ni cómo ayudarme.
¿Recuerdas mi amor de verano pasado? No el de inicio de verano, sino el de final de este, adivina, se irá no solo de la ciudad, ni del país, también del continente y fui la última en saber, claro, me dolió, antes nos contábamos todo y en este último verano qué pasó perdimos la conexión, se suponía que me quería y era importante para él hace poco, ¿cómo cambio en cuestiones de semanas?, no lo sé, la gente es rara.
Volví a ver a mi primer novio, sí, ya sé lo que me dirás, pero no tenía más que hacer, me hizo recordar cuando tenía 14 años, bien sabes que fue la peor época de mi vida gracias a él, me recordó porqué no quiero volver estar nunca junto a él; mi mejor amigo estaba que lo molía a golpes porque se estaba comportando como el imbécil inmaduro que siempre ha sido y me juraba haber cambiado para bien, veo que a pesar de que pasen los años hay cosas que nunca cambiarán.
El otro año me voy del país, a probar mi suerte en un lugar lejos de aquí, donde las personas no me conozcan y crean una nueva percepción de mí, creo que te mandaré una postal, no prometo nada.
La vida ha estado más complicada y dolorosa que de costumbre, me he decepcionado más veces de las que puedo contar y me siento sola aunque a mi alrededor haya gente; he estado buscando entretenerme con relaciones sin sentido que no irán a ningún lado, pero nada funciona. Mi mejor amiga me dice que está mal ese ritmo de vida y la forma de afrontar las cosas pero, le hago caso omiso porque no sé otra manera de ignorar que estoy volviendo a caer a este terrible vacío donde no siento nada más que dolor.
Deseo a veces acabar con todo, pero me siento amarrada a personas que me impiden hacerlo y no es agradable el sentimiento; a veces siento que la enfermedad metal me llevará a mí y todos los que me rodean y realmente eso me aterra.
Ya esta carta se está poniendo depresiva, así que mejor es acabarla.
Te hablaré en otra ocasión si sobrevivo a tanto dolor.
Att: -Ay, Carolina.
#solxs#escritos#notas#frases#citas#pensamientos#textos#escrituras#amor#tumblr#aycarolina#agosto 2023
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Querida yo:
He decidido escribirte esta carta porque creo que es necesario pedirte disculpas. De hecho te las mereces, pero no sabía ya cómo hacerlo. Te he descuidado a tal grado de no preguntarte qué puedo hacer para que te sientas mejor y calmar el dolor de tu alma. O quizás a veces sí sé lo que hacer, pero sé que tu cansancio pueden más que tus ganas y lo siento. Lo siento tanto...
He permitido que te menosprecien y te hagan creer que no puedes. Que te dañen, te pisen y te hagan el vacío cuando siempre has tenido el corazón abierto entre lágrimas. He permitido que des más amor y atención de la que recibes. He permitido incluso que llores por las noches antes de dormir, sin consolarte al menos un poco. Y ya últimamente te dejo llorar para que te limpies, te desahogues y grites en silencio porque sé que el daño es tan grande que de nada valen las disculpas.
Ya fue suficiente ¿no crees? Ambas sabemos el potencial que tienes y lo que vales y la energía escondida en tu corazón. Aquello que supuras y vibras allá por donde pasas y eso que no reconoces a tu yo de siempre. Sé que notas tu mirada triste y apagada y te cuesta sonreír. Ambas sabemos que mereces más de lo que aceptas, incluso más de lo que podrías alcanzar y que no debes agachar la cabeza cada que alguien te lastima, no lo hagas. Pero, ya tampoco sigas haciéndote daño tú misma. Basta ya!
Hagamos un trato: a partir de hoy volveremos a avanzar, no importa si empezamos un poco lento, pero no se vale parar. Aunque sea un poquito cada día, mirar a lo positivo y dejar lo que reste atrás, vale?, ¿Lo aceptas?.
Quita la pesadez de tu espalda comenzando por despedirte de quienes no tienen buenas intenciones contigo, tú sabes muy bien quiénes son. Y cuando sospeches de alguien, hazlo también porque bien sabes que quien te quiere regresa. Quita las inseguridades, arregla lo que no te gusta de ti y acepta lo que no puedes cambiar, siempre con respeto y amor a tu cuerpo. Es el que tienes, es ese que aguantó más de lo que merecía, abrázalo y quierelo porque ha pasado mucho mal.
Abraza tus errores, esos que te hacen crecer...No, no te has equivocado tanto, has aprendido mucho y lo que te queda por aprender.
Baila con los ojos cerrados, siente tus pies descalzos sobre el suelo, saborea algo que te encanta, canta a todo pulmón aunque lo hagas mal, termina aquello que empezaste le pese a quien le pese y no te regocijes en lo malo que sabes que el sol siempre sale, lo sabes, verdad?.
Ten buenos detalles con tu entorno, agradece lo que tienes y ve siempre por más. Pero no dejes que te pisen, no dejes que lo hagan porque es lo que hacen desde antaño y son muchos años ya.
Quizá sea difícil al principio, pero necesitamos ser perseverantes, porque valdrá mucho la pena. El día de mañana despertaremos con nuevos retos, es cierto, pero para entonces seremos más fuertes y más sabias. Y fíjate más aún de lo que lo somos, porque echa por un momento vista atrás a unos años, mírate y mírate ahora, ¿de verdad crees que ésto iba a pasar?.
No olvides quién eres y no olvides que te amo. Y por favor, no te rindas jamás.
Patri G.
Me enviaron esto y quería compartirselo🥹
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Calmar tu sed - parte 4
Buenaaaas chicas, por fin les puedo traer la cuarta parte de Calmar tu sed, y no hubiera sido posible sin que mi querida @deepinsideyourbeing me hubiera sacado con cariño de mi bloqueo creativo (Gracias preciosa!)
Esta vez vamos a intentar disciplinar un poquito a conejito Blas 🐇
💕Sub!Blas Polidori x f!reader
❤️🔥+18 sexo explícito, blas es insaciable y desobediente, masturbación, mommy kink, age gap, soft dom, edging...
En principio habías quedado con dos amigas a la que salieras del trabajo, hacía ya semanas que no os veíais ya que todas andabais muy ocupadas, así que ese viernes era el día perfecto para poder reuniros de una vez.
No le prestaste mucha atención al móvil esa tarde; querías resolver todos los asuntos con los que tu jefe tan amablemente te había sepultado, por lo que no debías distraerte con nada.
Fue un día muy cansado en la oficina, suspiraste y soltaste tu coleta para volver a hacértela esta vez más floja y fuiste caminando hasta la parada del metro.
Cuando sacaste el celular de tu bolso para ponerte música en el camino, decidiste revisar el grupo de whatsapp que tenían para ver cómo iban las demás y si había algún cambio en los planes. 20 mensajes sin leer, decía la pantalla. Malo.
Los últimos mensajes recibidos que leíste por encima decían:
“La próxima vez será”
“Lo siento chicas”
Muy malo.
Por lo que se ve, una de tus amigas se había quedado sin canguro para su bebé en el último momento y la otra tenía que quedarse en su trabajo hasta tarde por un cambio de turno que no había recordado hasta hoy. Joder. Y para esto te habías organizado la tarde. Bueno, ya qué, te dijiste. Tomaste el camino que llevaba a tu casa en lugar del que llevaba al centro.
Cuando entraste al piso, Blas tenía la música puesta y no te escuchó llegar.
Al caminar por el pasillo, pensaste brevemente en hacer una broma en la que le avisabas de haber llegado para no descubrirle en ninguna situación comprometida. Pero antes de que pudieras hacerlo la situación comprometida saltó a tus ojos.
Blas se encontraba tendido en vuestra cama, vestido únicamente con unos pantalones cortos de deporte. En una mano, su teléfono, delante de su cara, más que probablemente mirando fotos tuyas provocativas que de vez en cuando te divertía enviarle. La otra mano no sólo sostenía y masajeaba su miembro duro, si no que, enredadas entre sus dedos, distinguiste unas braguitas tuyas que llevabas unos días buscando. Blas gemía y cerraba los ojos.
Ya estabas frente a él, pero como con la música aún no se había dado cuenta de tu presencia decidiste aclararte la garganta para llamar su atención. A juzgar por el ritmo de su mano estaba muy cerca del final; notaste como tu propio sexo comenzaba a humedecerse y tu pulso se aceleraba. Te excitaba tanto lo insaciable que era tu novio…
-Amor! – se sobresaltó al verte, sin embargo, su cuerpo ya había entrado en un punto del que no podía retornar, aunque su mente se lo ordenase. El ceño del chico se frunció, sus ojos se entrecerraron. Con un pequeño gemido, Blas miró hacia abajo, como para intentar controlar lo que ahí estaba sucediendo, pero era inútil. Eyaculó sobre su pecho y su abdomen mientras suspiraba e intentaba pararlo, apenas moviendo su mano – Mi amor…yo…lo siento, no pensaba que llegases tan pronto… - intentando recuperar su respiración normal, Blas se disculpaba mirándote con esa carita con la que realmente no te podías enfadar.
-Me cancelaron en el último momento – soltaste tu bolso y adoptaste una posición de femme fatale que sabías que a él le volvía loco – Yo te había dicho que nada de masturbarte, ¿o sólo lo imaginé? – mientras bajabas de tus tacones, Blas hacía lo posible por limpiarse con una de las pequeñas toallas que guardabais en la mesilla de noche.
-Ya sé, amor, pero yo sabía que llegabas tarde y qué se yo…
-Ah, así que querías engañarme porque pensabas que no te iba a pillar…ya veo.
-No, no, ¡no! – exclamó – Es solo que sabía que llegabas de noche y no podía esperar… -dijo formando un puchero que estaba seguro de que le libraría de posibles represalias.
Mientras te desvestías y te ponías la ropa cómoda que llevabas en casa ante su atenta mirada, sopesaste qué castigo sería el adecuado para el comportamiento rebelde de tu joven novio.
-Y con mis bragas, además… - añadiste. Tch, tch, tch…- negaste con la cabeza con la decepción impostada de una profesora que ha pillado a su alumno favorito copiando.
-Y sí… eso no estuvo bien – rio de forma inocente, aunque su sonrisa se desvaneció cuando vio el gesto grave que estabas esforzándote en poner.
-Yo te voy a tener que buscar un castigo, conejito…
Blas caminó hacia ti y rodeó tus hombros con sus largos brazos, apoyando su barbilla en tu hombro, buscando aplacarte con cariños.
-Te preparo hoy tu cena favorita, gatita… no te enojés…
-Eso no es suficiente, pero … puedes empezar por ahí.
Más tarde, después de una ducha reconstituyente, habías decidido encender unas velas con aroma a canela y vainilla y escuchar tu pódcast favorito en el sofá. Fuera llovía, y el olor que comenzaba a salir de la cocina te embriagaba. Blas te estaba preparando lasaña de verduras.
De vez en cuando, le veías a través del marco de la puerta de la cocina, tan guapo con su delantal manchado de tomate. Estaba escuchando Tu geografía del grupo Indios, y le escuchabas cantar si pausabas tu programa.
Blas se esforzó no solo por cocinar a la perfección tu plato predilecto, sino que además decoró la mesa con un bonito mantel con motivos vegetales, un jarrón de flores secas y pequeñas velitas con forma de corazón.
-Sé muy bien lo que estás haciendo, nene.
-¿Mmm? – se hizo el loco mientras cortaba el pan en rodajas encima de una tablita de madera. Ni siquiera quería manchar con migas la mesa. Insólito.
-Dejá de hacerme buena letra– sonreíste satisfecha de haber infundido ese terror en él.
-Nah, amor, ¿es que no puedo ser detallista? – se defiende indignado.
Tú ríes por lo bajo y observas como te sirve una porción de la humeante lasaña en tu plato con todo el cuidado del mundo.
Esta vez Blas se había superado, definitivamente había perfeccionado su receta y había logrado algo excepcional.
Saboreaste un bocado y, después de tragar besaste las yemas de tus dedos para enfatizar tu felicitación.
-Increíble, nene, la rompiste.
-Gracias, nena, esta vez le puse un- ahhh… - su frase se vio interrumpida por un amago de gemido que murió en su garganta. Tu pie descalzo, había empezado a masajear su entrepierna por debajo de la mesa. No mucha tela os separaba, ya que, normalmente, Blas sólo llevaba un pantalón deportivo sin ropa interior cuando estaban en casa.
-Le pusiste qué? -preguntaste con una mezcla de diversión y malicia en tu rostro mientras insistías en acariciar su creciente bulto con los dedos de tu pie.
-Uhh…u-un poco de albahaca fresca… - Blas cerraba los ojos y se aferraba al mantel – nena… qué hacés?
-Yo? Cenar… - alcanzaste su erección con tu otra extremidad, recorriéndola con cuidado y manteniéndote al borde de tu silla.
-Nena, pero me vas …a volver loco – echó la cabeza hacia atrás.
Cuando tu novio se empezó a entregar relajadamente al placer que le estabas proporcionando viste tu oportunidad de parar en seco, apoyando de nuevo los pies en el suelo. Esto solo era el principio del juego. Como era de esperar, él abrió los ojos como platos y su expresión pasó del horror a la realización y después a la súplica.
-Nahhh me estás jodiendo, boluda.
Le miraste como una leona, en tus ojos, advertencia.
-No te escuché bien, ¿qué dijiste?
Él cerró los ojos un momento y tomó aire con el objetivo de volverse más diplomático.
-Mi amor, …- calibró sus palabras - cariño… ¿me vas a dejar así?
Tú te levantaste de la mesa con agilidad, apoyando las puntas de tus dedos en el piso como si fueras una bailarina, recogiste tu plato vacío y te dirigiste a la cocina para llevarlo a la pila.
-Me acordé de que hay helado, ¿querés? -sonreíste sin que te viese.
-La puta madre…-murmuraba él por lo bajo mirando el desastre que le habías provocado y que tanto le costaría bajar sin un alivio real.
-Blas? – llamaste nuevamente desde la otra habitación
-Sí, dale! – contestó con resignación.
Para cuando os sentasteis en el sofá del salón, el cuerpo del muchacho ya se había tranquilizado un poco, gracias a Dios. Como siempre, tardasteis más en seleccionar lo que ibais a ver que en el propio visionado.
El ya familiar sonido de la intro de Netflix resonaba cuando, muy para su desgracia, Blas dirigió su mirada hacia ti. En concreto hacia tu boca, que lamía el dichoso helado como si de verdad tu principal objetivo en la vida fuese hacer que perdiese la cabeza.
Tu lengua se paseaba desde la base de este hasta la punta a un ritmo demasiado lento y cuidado como para que no lo estuvieses haciendo a propósito. Las gotas de vainilla se deslizaban por tu boca hacia tu garganta tal como él desearía que sucediese con su corrida, lo cuál le hizo tragar saliva. Basta, no tenía sentido torturase imaginando tales cosas. Ya habría oportunidad de ponerte carita de corderito degollado cuando os metieseis en la cama más tarde, seguro que ahí cedías, pensó.
Intentó concentrar su atención en saborear su propio helado – el suyo de chocolate – y prestar atención a la película que estabais viendo.
Ya habiendo terminado vuestros postres, tú te reclinaste en su hombro. El aroma de su perfume emanando de su cuello y su pecho te encendía sin excepción.
Para colmo, una escena de sexo lésbico empezó a desarrollarse en la pantalla, suavemente con unos besos, y luego con las protagonistas deshaciéndose de su ropa. Blas la seguía con atención.
-Sabés? Yo en la uni me lié con mi amiga Camila…
Él dirigió la mirada hacia ti brevemente.
-Sí? – trató de sonar casual.
-Sí, vaya, hace mil años, pero aún me acuerdo.
-Mirá…
-Tenía unas tetas esa piba… -comentaste, tratando de sonar desinteresada también – me encantó comérselas…
Blas ya ni siquiera le estaba prestando atención a la película ni a sus protagonistas. En su cabeza, solo tú en brazos de tu amiga, a la que por cierto conocía en persona. En realidad, todo tipo de pensamientos cruzaban su mente como si se tratase de una carretera muy transitada. Debajo de la suave manta gris que os cubría, tu cuerpo cálido encajaba a la perfección con el suyo. No supo decidir si que tu mano comenzara a acariciar su muslo sutilmente era una nueva condena o un premio.
No tardaste en llegar a su miembro, ya totalmente duro, palpitando sobre su muslo; con tu pulgar, rodeaste su glande y trazaste lentos círculos que provocaron que su líquido preseminal atravesase la tela de sus pantaloncitos de Adidas, humedeciendo tus dedos deliciosamente.
Cuando lo tomaste por completo en tu mano, Blas cerró los ojos y suspiró. Aunque no sabía si debía entregarse esta vez, decidió que el hecho de que ya le estuvieras masturbando, aunque fuera de forma perezosa, era buena señal.
No es que tú fueses una máquina ni una mujer sin corazón. Por supuesto que tú también estabas disfrutando e incluso notabas tu propia humedad al sentir a tu novio de esa manera. Pero ese pibe necesitaba un castigo o no iba a aprender. Te perdiste en tus propios pensamientos mientras masajeabas lentamente la hombría de tu novio; tanto te distrajiste que tus alarmas no sonaron cuando una de las manos de Blas, empezó a acariciar tus senos, sosteniéndolos de forma delicada, mimando tus pezones rosados por encima de la camiseta de pijama que llevabas puesta. Lo cierto es que se sentía maravillosamente. Quizás castigar a tu niño era más duro de lo que parecía.
Pareciera que Blas no quería decir nada, ni tan siquiera gemir por si acaso el sonido de su voz te sacaba de tu estado de generosidad. Como si pudiera distraerte lo suficiente para que por fin le aliviaras.
Casi sin detenerte a pensarlo, te deslizaste por su pecho y bajaste tu cabeza hasta tener la boca a la altura de sus caderas. Besaste su punta, asegurándote de que tu aliento calentase aún más su piel a través de la tela, causándole un escalofrío electrizante que le hizo apretar nuevamente los párpados.
Tu saliva bajaba por tu lengua hasta humedecer aún más la mancha que delataba su excitación. Cerraste tus labios en torno a él y ejerciste un poco de presión con ellos. Él no se atrevía a moverse, así que fuiste tú la que se encargó de bajar la prenda hasta que su pija quedó al descubierto, palpitando dolorosamente.
Dejaste que se posase en el interior de tu boca, y, con cuidado de no arañarle con los dientes comenzaste a chupar como habías hecho hacía un rato con aquel helado de vainilla.
Él acarició tu pelo con cuidado una vez más de no provocar que cambiases de opinión.
Blas no podía estar más duro, la sangre bombeaba a través de sus venas cada vez más fuerte, la piel de sus testículos se tensó sutilmente, y tú sabías lo que eso significaba. Estaba muy cerca.
Por mucho que te molestase detener tu tarea, sabías que era ahora o nunca. Así que sacaste su longitud de tu boca y le diste una lamida de despedida, desde la base hasta la punta, plantando un beso al final. Con el dorso de tu mano limpiaste la saliva de tus labios y volviste a recostar tu cabeza contra su pecho.
No hacía falta ser muy listo para saber que ibas a continuar castigándolo cada vez que tuvieses ocasión. Esta vez no ibas de farol.
Blas soltó un quejido lastimero y se llevó las manos a la cara frustrado.
-Pará, ¿por qué me hacés esto, nenita…? Yo no soy tan malo con vos.
-Nunca hacés caso – le reprendiste mirando a la pantalla para que sus ojitos oscuros no te afectasen cual hechizo.
-Pero cielo… es que a veces no puedo evitar desobedecer – intentó justificarse sin demasiado éxito.
-No es excusa – pretendiste sonar autoritaria – lo de la playa fue imperdonable, señor Polidori.
-Ya te pedí perdón por eso…- se giró hacia ti y te obligó a mirarle invadiendo tu campo de visión; necesitaba que vieras su expresión apenada para infundir un poco de compasión en ti. Tomó tu cara entre sus grandes manos y te besó – es que tenés unas tetitas tan ricas – bajó sus besos por tu mandíbula, trazando un camino por tu cuello y después tu pecho – que yo no me puedo resistir, mami…
El muy cabrón sabía muy bien cuando utilizar ese nombre y cuando no. En el momento justo.
-¿Pero si vos te portás bien mami te da todo lo que necesitás… - suspiraste a causa de sus besos y de sus palabras – es que no tenés suficiente, conejito?
La boca de Blas ya se hallaba totalmente inmersa en tu cuello, lamiéndolo con hambre, e incluso succionando con cuidado de no dejar marcas demasiado grandes. Conocía tus puntos débiles.
-Que hacías con mis bragas, eh? – no tuviste otra que gemir y soltar el aire que estabas conteniendo con tanto esfuerzo – se estaba tocando mi chico?
-Sí, mami, lo siento…-Bien, el primer paso era mostrar verdadero arrepentimiento, razonaste entre la niebla de tus nada cristianos pensamientos en ese momento – te prometo que iba a ser una muy rápida para no molestarte hasta la noche…
-No me molestás, pequeño… pero tenés que hacer caso… ser obediente… ¿es que no te gusta ser mi buen chico?
-Sí… sí! – A Blas le encantaba ser tu chico bueno.
-Pues entonces portáte bien y yo te daré premios ¿sí? – con toda la fuerza de voluntad que quedaba en tu ser – que no era mucha – te levantaste suavemente y, de camino a vuestro dormitorio apagaste la televisión, la cual preguntaba desde hacía rato si alguien seguía allí.
Te preparaste para ir a dormir, tratando muy fuerte de ignorar lo absurdamente húmeda que estaba tu ropa interior. Cepillaste tus dientes y te metiste en la cama.
Ya a oscuras, Blas entró en el dormitorio y se tendió junto a ti, de costado, tal y como estabas tú. Apoyó su erección a tus nalgas. Te abrazó por detrás, y, aunque no dijo nada, atrapó el lóbulo de tu oreja entre sus dientes y comenzó a lamer, provocando un incendio en tu interior. Definitivamente conocía todos tus puntos débiles y estaba dispuesto a atacarlos todos.
Al abrigo de la oscuridad dejaste que algunos gemidos cayeran de tu boca. ¿Tan pronto ibas a ceder?
-Mami, levantame el castigo… no lo volveré a hacer…
-No te creo nada…-suspiraste poniendo tu mano en su mejilla.
Encontró consuelo en frotarse contra tus glúteos y agarrar tus tetas; sentías que ni podías ni querías pararle. Su lengua te atacaba por todas partes, incluyendo tu cuello, tu oreja, tu mandíbula, mordía tu hombro y embestía contra ti de forma animal, desesperado por tu roce.
No ibas aguantar mucho más sin bajar tus shorts y dejar que hiciera contigo lo que él quisiera.
-Mami… nena… si no me dejas entrar voy a correrme en los pantalones como un gil, por favor… -suplicó jadeando.
La imagen de Blas viniéndose sin ni siquiera penetrarte provocó que el último hilo de autoridad que quedaba en ti se rompiese.
-Está bien, cogéme - soltaste todo el aire que te quemaba la garganta, toda tú estabas ardiendo.
Blas no necesitó que se lo dijeras dos veces, con las manos temblorosas bajó su pantalón y por poco arranca el tuyo. No pudo esperar a poder bajar tus bragas, simplemente las hizo a un lado y se introdujo en ti de un solo movimiento. Ambos estabais tan húmedos que no hizo falta mucha ayuda, aunque su tamaño te arrancó un grito, no existía más profundidad que la que estaba tocando él. En un par de segundos ya se movía dentro de ti, estirando tus músculos y gimiendo de alivio.
-Gracias, mi flor, te amo…te amo tanto…
-Mi conejito… -al decir esto, Blas empezó a penetrarte de forma más frenética, como si quisiera darte la razón en lo de que era un animalito desesperado.
De repente, muy para tu desgracia, el aguante de tu novio llegó a su fin, lo cual resultaba comprensible, pero deseabas tanto que siguiese dentro de ti…
Clavó sus dedos en tu cadera, y, con la otra mano llevó tu muslo hacia atrás para abrirte aún más y darle mejor acceso.
-Me voy a venir, ¡me voy a venir! – gritó desesperado.
-¡Veníte, amor,…. Dios!!
Blas encajó la punta de su miembro en lo más profundo de ti, y una vez allí, dejó salir toda su excitación, la notabas ardiendo, lamiendo tus paredes. Las últimas palpitaciones enfatizaron más lo muy a presión que salía, llenándote por completo.
Se derrumbó a tu lado, pero sin salir de ti. Siguió acariciando tus pechos y besando tu cuello, murmurando palabras de amor a tu oído.
-Mi niña… cómo te adoro…
-Soy demasiado buena contigo -dejaste salir una risa.
- Y sí… no te merezco…-continuó plantando besos adorablemente.
Su mano bajó desde tu torso hasta tu pubis. Uno de sus largos dedos comenzó a trazar círculos de búsqueda hasta encontrar tu clítoris entre tus pliegues. Presionó suavemente e inicio ese patrón de movimientos que sabía que funcionaba tan bien en ti.
Te aferraste a su brazo como si fuera un ancla a tu propia cordura. Su miembro aún duro reaccionaba a cómo tus contracciones le apretaban. Si aún no habías alcanzado el orgasmo es porque tratabas de alargar la sensación, pero pronto no pudiste más y te deshiciste sobre él, manchando aún más su cuerpo y vuestras sábanas.
-Esa es mi buena nena…así mejor ��verdad?
No conseguías hablar, así que Blas se tomó tu silencio como un ‘sí’ y, cuando recuperaste tu respiración normal, dejó un beso rápido en tu mejilla antes de levantarse a prepararte un baño caliente.
Te sonreía apoyado su espalda en el marco de la puerta, tan alto, tan hermoso, mientras el sonido del agua llenando la bañera ya parecía reconfortarte.
-No tenés remedio vos – dijiste negando con la cabeza.
-¿Yo?
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Parte 3
Parte 2
Parte 1
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(como siempre, díganme si quieren que las incluya en la taglist o las borre <3)
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La heredera del Infierno
Aviso: La información sobre los días de la semana la saqué de esta página y sobre Hela aquí.
La canción que canta Adelina al principio es Shinig Light de Mono Inc.
Por último, mucho de lo que dice Adelina en su charla con Tomas se basa en las teorias de @evilbihan y le agradezco por dejarme usarlas en la historia. Espero haberlas desarrollado como era debido. Las pueden encontrar aqui y aqui.
Sentimientos
Los entrenamientos de Adelina con Bi Han retomaron con más fiereza, pero no hubo resultados positivos. Con cada golpe del Gran Maestro, Adelina le dificultaba usar su poder, ya que no pudo crear armas o escarcha de proporciones abundantes. Cubrían solamente una pequeña parte de sus manos y molestaba a Bi Han como nunca antes.
El resto de clases seguían su curso normal, pero con la presión del Gran Maestro, rezaba no ser entre las primeras en los combates de práctica. Los músculos le dolían de las golpizas y esperaba que, en algún momento, pudiera usar su criomancia con mayor naturalidad. Adelina seguía intentando de comprender el chino sin avanzar mucho. A veces, lograba entender insultos que decían sus compañeros, aunque fingía no saberlos.
Las limpiezas en los templos eran tranquilas, por más que le quitaran las mejores herramientas, se tranquilizaba con la tarea, perdiéndose en su mente. Cantaba canciones que recordaba y terminaba más relajada.
En las noches, cuando no tenía que hacer vigilancia, Adelina leía y dibujaba. Su mano había perdido agilidad por los entrenamientos, pero en unas horas logró perfeccionarla haciendo diferentes bocetos de los elementos de su habitación. La mesa, el futón con su almohada, las armas desperdigadas, los templos del lugar (como los recordaba en su memoria), entre otras cosas.
A veces, en las vigilancias de las murallas, se topaba con Tomas, pero por la presencia de aprendices se mantenían formales. Aunque, no podía negar que a veces, cruzaban miradas y la desviaban velozmente. Las mejillas de la joven se calentaban y sentía que el estómago le daba vueltas.
Por otro lado, las cartas con sus amigos no habían sido contestadas y se sentía bastante sola y desconectada. Seguramente los entrenamientos se incrementaron. Intentaba seguir escribiendo, pero sin respuesta alguna. Hasta que un día, llegó una respuesta y Adelina abrió el sobre con alegría e impaciencia.
Querida Adelina:
Lamentamos no poder escribirte. Estuvimos teniendo días bastantes bizarros… cuando vengas te lo contaremos. Además, Daniela se rompió una pierna en los entrenamientos. Está todo complicado y al revés.
Esperemos que te encuentres bien y queremos desearte lo mejor en los entrenamientos. Quisiéramos darte mayor presencia, pero no nos dejan salir hasta nuevo aviso de Liu Kang.
Por ahora, es todo lo que podemos hacer. Intentaremos seguir en contacto, pero con lo que ocurre se nos va a dificultar.
Mariano y Daniela.
Corrió hacia su habitación buscando birome y papel. Escribió apuradamente la respuesta. Le causaba dudas y curiosidad lo que le habían escrito ¿qué ocurrió durante su ausencia? ¿por qué Liu Kang restringió el envío de cartas?
Queridos Daniela y Mariano:
¿Está bien Daniela? ¿Cómo ocurrió? No sé si podré estar allá en poco tiempo, creo que voy a seguir aquí. Mi criomancia es bastante débil.
Por favor, cuéntenme lo que está pasando de a poco.
Espero su respuesta,
Adelina.
Entregó la carta a la paloma y la vio alejarse de Arctika. Adelina se dirigió hacia el gran salón para comer, preocupada por lo que ocurría en la Academia Wu Shi.
Adelina se enfocó en el entrenamiento con Bi Han. Cada golpe que le dio, lo esquivó con todas sus fuerzas y su criomancia apenas ayudaba. Una leve capa de escarcha protegía sus antebrazos, pero Bi Han lo rompió como si fuera vidrio.
–Tienes que neutralizar tus emociones, Acosta –espetó rompiendo la escarcha de sus manos y las débiles púas que creaba–. Sino no lo haces, tu destino será trágico en el combate.
Adelina no contestó y eludió los ataques hasta que Bi Han le asestó un puñetazo terminando el combate. La chica se levantó con dificultad del frío suelo y meditó con el Gran Maestro tratando de neutralizar sus emociones… crear hielo como lo había hecho al despertar de su pesadilla con Hela. Pero lo único que salía era una escarcha tan fina, que con solo tocarla se quebraba.
Bi Han la corrigió una y otra vez, pero la criomancia de Adelina seguía sin desarrollarse. Parecía no querer florecer del todo, más con el ataque de pánico que tanto Bi Han como sus hermanos le dijeron y ella no tenía recuerdo de eso.
Cuando las campanadas sonaron, se dirigió tambaleante a la siguiente clase, con los músculos adoloridos y una parte del labio roto. Fue ardua y tortuosa, pero mantuvo su firmeza y cualquier gesto de incomodidad lo ocultó. No importara cuanto costara, no dejó mostrar alguna inconformidad y se mantendría en pie.
Continuaron los entrenamientos hasta el sonido de las campanadas, Adelina se dirigió a la biblioteca en busca de respuestas sobre Hela o Kolbein. Entre los pasillos, repletos de muebles con diversas armas y antigüedades chinas, llegó a la biblioteca de los Lin Kuei. La entrada, decorada con dragones orientales, recibió a Adelina mirándola con fiereza y abrió las puertas.
El olor a hojas viejas invadió su nariz y se maravilló por los diversos estantes abundantes de libros de historia del clan Lin Kuei. Caminó por los pasillos e intentó entender las letras del abecedario chino. Cada carácter le fue más complicado que el anterior haciendo que Adelina se confundiera y perdiera en los pasillos. Harta, buscó runas en las estanterías volviendo a la entrada y reiniciar su búsqueda.
–¿Qué haces aquí? –preguntó una voz conocida.
Adelina se asustó y se volteó para ver a Tomas con los brazos cruzados y una mirada tranquila.
–Carajo, deja de hacer eso –exclamó Adelina en susurros–. ¿Por qué me seguís ahora, acosador?
–No te vi en el gran salón –dijo Tomas señalando la entrada con el pulgar–. Creí que habías ido a las ruinas de la entrada de Arctika. Pero los guardias me dijeron que estabas aquí.
–Acosador.
–Técnicamente, soy tu maestro y, por ende, tengo que saber dónde se encuentran los estudiantes –explicó Tomas con una sonrisa tímida.
–Touché, pero sigue siendo de acosador que nos encontremos en los mismos lugares.
–¿Qué estás buscando en la biblioteca? –preguntó Tomas acercándose a ella.
–Libros sobre mitología nórdica –contestó Adelina observando los estantes.
–No es posible que los encuentres. Solamente hay historia del clan.
–Eso mismo dijiste cuando vos y tus hermanos vieron las ruinas.
Siguió buscando entre los estantes, pérdida en los diferentes títulos. Suspiró frustrada y pasó los delicados dedos por los lomos de los libros rápidamente tratando de encontrar runas o algo parecido.
–¿Qué buscas específicamente? –preguntó Tomas acercándose a los estantes–. Esta parte habla de las batallas del Lin Kuei con otros clanes.
–Necesito encontrar algo sobre Hela o Kolbein –dijo Adelina alzando la vista a las repisas más altas–. Pueden que tengan runas o inglés.
–¿Inglés? –cuestionó el muchacho.
–Sí, es un idioma que deriva de los nórdicos –explicó Adelina observando las repisas elevadas–. Thursday viene de Thor, “Día de Thor”. Lo mismo en el latín, viernes corresponde a Venus o sea Afrodita, “Día de Venus”, según la cultura romana.
Ambos siguieron investigando en la biblioteca, en cada estante Tomas le mostraba a Adelina algún libro para ver si cumplía con lo que buscaba. Quedaba poco tiempo para que finalizara la hora del almuerzo y no encontraron nada sobre Hela o su hijo.
–Creo que encontré algo, Adelina.
Se acercó a donde estaba Tomas mirando uno de estantes más altos de la biblioteca y vislumbró lo que parecían runas nórdicas en un lomo.
–Sí, creo que debe serlo –la chica se puso de puntillas tratando de alcanzar el libro con la punta de sus dedos–. ¿Me ayudas a bajarlo?
Tomas tampoco pudo tomarlo y buscaron por todo el sitio algunas escaleras o incluso bancos pequeños, pero sin éxito.
–¿Cómo lo alcanzaremos? –preguntó Tomas mirando por todo el alrededor–. No hay nada que podamos usar como escalera.
–Súbeme –soltó Adelina abruptamente.
–¿Qué? ¿Cómo?
–Sí, eso. Me vas a subir –dijo la muchacha–. Cuando salte, me alzas para tomar el libro.
Las mejillas de Tomas se tornaron rojas como las de un tomate y Adelina sintió lo mismo.
–Será rápido.
El chico asintió, se posicionaron y Adelina brincó. Rápidamente, las manos de Tomas tomaron sus caderas y su rostro llegó a las repisas repletas de libros viejos. Sus manos tomaron el libro nórdico y buscó alguna pista de otro tomo.
Adelina no se percató hasta ese momento de que las manos de Tomas. Eran cálidas, bastante fuertes, reconfortantes y con varias cicatrices. Volvió a enfocarse y sus dedos pasaron ágilmente por cada libro sin encontrar otro con runas nórdicas.
–¿Ya lo tienes?
–Sí, ya está –contestó Adelina–. Podes bajarme, Tomas.
Con cuidado, la dejó en el suelo, pero sus manos seguían posicionadas en sus caderas y el corazón de la chica bombeó con mayor intensidad sintiendo que salía de su pecho. Se volteó con el libro en el pecho y se sorprendió ante la proximidad en la que estaban. Los hermosos ojos de Tomas la estudiaron y admiró los pequeños detalles de su rostro. Incluso vio con precisión la cicatriz arriba de su ojo atravesando la ceja. Quiso tocar, pero se contuvo.
–Deberíamos ver lo que dice el libro –dijo Adelina–. Antes de que el almuerzo termine.
–Sí.
Se separaron y se sentaron en una de las mesas de madera con un apoya libros. La cubierta era marrón, por el pasar de los años, con la runa Ear negra, junto a otras pequeñas inscripciones. Abrió con cuidado el libro escuchando el crujido de las hojas. Había ilustraciones nórdicas de demonios y Hela, de la unión con su esposo, Alarik y de su hijo, Kolbein.
–¿Qué dice el libro?
–Habla de la vida de Hela –respondió Adelina pasando hoja tras hoja con delicadeza–. Su ascenso y caída, lo que creó y amó.
–¿Qué hizo Hela?
–“Los seguidores de la diosa de los muertos han de dejar registro, antes de ser exterminados… –recitó Adelina, absorta en las runas y los dibujos–… Hela estableció el balance del Infierno, la balanza para los justos. Creó sus más bellas y terroríficas creaciones… –miró el dibujo de la diosa. Extendía las manos, la derecha putrefacta, una calavera y la izquierda, un corazón. Adelina pasó a la siguiente hoja–… Con la intención de crear orden en el Infierno, convenció a demonios a unirse a su ejército. Creció de centenares a miles hasta ser fuerte y conquistaron el Infierno… –la hoja estaba ilustrada con la deidad guiando a sus soldados. Adelina, nuevamente, pasó a la siguiente página–… El poder del reino le otorgó un estatus indiscutible, pero supo que no debía caer en manos equivocadas. Por eso, lo estudió y lo volvió algo de su ser. Con los dones de muerte que ya tenía, estableció el orden…”
–Tuvo mucho valor y convicción para hacerlo –dijo Tomas respirando en la cabeza de Adelina.
–Tenes razón –coincidió la muchacha–. “…Para concentrar su dominio, nosotros, sus leales sirvientes, construimos su palacio, Eliud, rodeado por rejas y enredaderas de hierro, con su puerta, Falanda Forad. Su vestíbulo, Bilkanda, hecho con huesos de criminales e iluminado con el fuego del Infierno y la mesa, Hungour… –recitó Adelina, observando la ilustración del palacio de Hela y pasó a la siguiente página–… Sus leales sirvientas, Ganglate y Gangleura, la vestían y mantenían el orden en el palacio, mientras que los lobos de Armenia, eran su guardia personal…”
–Qué nombres tan raros a los objetos –exclamó Tomas.
–Eliud, significa “la miseria”, Falanda Forad es “el principio” –explicó Adelina enfocada en las hojas–. Bilkanda se traduce como “la maldición” y Hungour significa “el hambre”.
–Qué macabro.
–“…Para llegar al palacio, Hela creó El Camino de los Muertos…”–recitó Adelina y su mirada se tornó de confusión cuando pasó a la siguiente página. No había nada, el papel estaba rasgado, pero quedaron unas hojas pequeñas–. Qué raro. Arrancaron la hoja.
–Ese libro no estuvo en nuestros estudios, ni tampoco se conocían –dijo Tomas–. Debió ser antes de que Bi Han se convirtiera en Gran Maestro, tal vez incluso mucho tiempo atrás.
–“…La diosa se aisló del resto de los reinos, resolviendo por su cuenta las adversidades…” –prosiguió Adelina–. “… Pocas veces, se reunía con los representantes del resto de los reinos, como el emperador Jerrod y su esposa, Sindel. Hicieron un trato para que las almas del Mundo Exterior descansarán allí…”
–El Bosque Viviente –soltó Tomas.
–“…Pero algo pasó en ese aislamiento…” –contó Adelina y se asustó– “…Demonios se alzaron en contra de Su Majestad. Con la idea de corromper su balance, invadieron el palacio con un poder desconocido… imposible a los ojos de Hela y nosotros… La diosa salvó a su esposo e hijo enviándolos a la Tierra y que vivieran ocultos…”
–¿Cómo que una revuelta en el Infierno? ¿No dice nada más? –cuestionó Tomas.
–Solo eso ¿a qué se refiere con balance? Esta hoja tiene agujeros –Adelina siguió con su lectura– “…Hela fue encadenada y encerrada en un lugar desconocido. Nosotros, sus más fieles seguidores, no pudimos rastrear sus últimos pasos. Lo único que sabemos es su hijo, Kolbein, estaba luchando por encontrar a su madre. Nadie ha podido encontrar al Príncipe de los Muertos… Dejaremos caminos con el poder de nuestra diosa para que lo encuentre y podamos reunir las fuerzas necesarias… Nuestros enemigos serán marcados y perseguidos por la locura y el dolor hasta el final…”
Adelina pasó a la siguiente hoja, pero el libro tenía más hojas rasgadas. Tocó con cuidado el papel roto y los pocos fragmentos que quedaban.
–Las páginas vuelven a estar rotas –soltó Adelina y buscó hojas del libro desesperada por encontrar respuestas. Se levantó y fue hacia el estante para corroborar–. No hay respuestas.
–¿Sobre qué respuestas? –cuestionó Tomas mirándola–. ¿No estás buscando sobre Hela?
–Sí, pero también algo más –respondió Adelina.
–¿Es sobre lo que no quisiste contarme hace unos días?
La chica dudó y se arremangó la manga derecha mostrando el tatuaje de los huesos. El frío agobió su brazo y quiso cubrirlo. Le explicó todo lo que sospechaba cuando tocó la daga de Hela, Sultin. Las visiones, los sueños que recordaba y cuando aparecía Hela frente a sus ojos para luego desaparecer.
–¿Crees que vas a morir?
Los ojos de Tomas la estudiaron con insistencia, pero había una mirada cálida en ellos y a la vez perturbada por algo más. Adelina no sabía lo que decían esas visiones, menos si eran respuestas a sus preguntas. Al mismo tiempo, quiso saber qué era lo que agobiaba al ninja.
–No lo sé, sinceramente –soltó la chica cruzada de brazos y cabizbaja–. Pensé que encontraría mejores respuestas, pero creo que las tendré en la siguiente ubicación de los objetos.
Tomas se acercó con cuidado a Adelina y tomó una de sus manos suavemente. El calor de sus dedos hizo que le recorriera una electricidad familiar. Se sorprendió por el pequeño gesto de Tomas, pero no quiso que acabara el momento.
–Enfócate en lo que tienes primero. Controla tu criomancia y luego sigues con tu investigación.
Los ojos de Tomas captaron los de ella y mariposas revoletearon por su estómago. Se acercó a Adelina y sus mejillas se calentaron.
–Gracias por el consejo, Tomas.
Se aproximaba a Adelina, pero el momento fue interrumpido por las campanadas dando por terminado el almuerzo. Disgustada, soltó lentamente la mano de Tomas y se pusieron firmes. Salieron de la biblioteca y volvieron a sus respectivos puestos.
Los días continuaron con su ritmo habitual. Los entrenamientos con Bi Han se volvían más brutales llevando a caminos bloqueados para la criomancia de Adelina. Se esforzaba el doble en los entrenamientos con los hermanos de Bi Han y los superiores. Cuando terminaba su jornada quería meterse a la cama y no volver a salir nunca, pero la mandaban junto a otros superiores a hacer limpieza o vigilancia.
Buscaba en la biblioteca más respuestas sobre Hela con cero resultados positivos. También, le costaba dibujar un poco por su falta de costumbre, aun así, le ayudaba bastante. Esbozaba objetos de su habitación, paisajes de su memoria y personas. Entre ellos, había hecho un boceto de Tomas y se sonrojaba perfeccionando los delineados en lápiz en cada parte del rostro del ninja. Terminaba con los párpados pesados y con la vela casi acabada. A pesar de eso, lograba mantenerse en las clases, pero las cosas cambiaron.
Un día, horas antes de que fuera la hora de la cena, Adelina le tocó prepararla por primera vez para todo el clan. Se fue con un pequeño grupo de principiantes, que conocía por rostros ya que estaban cerca de su habitación. Se apartaron de ella, mientras eran guiados por un superior hacia las cocinas.
Él abrió las puertas de madera y Adelina se sorprendió por lo inmensa que era. Ollas colgaban cerca de las hornallas, cucharones y cuchillos en las vastas mesas de maderas de años de cortar alimentos. Tablas para picar escondidas a los costados de los hornos y los platos se veían arriba de repisas junto a armarios con las puertas abiertas exhibiendo condimentos y especias de todo tipo. Adelina vislumbró una puerta abierta, mostrando los diferentes quesos, carnes y verduras.
Todos los estudiantes se posicionaron en algún área de la basta cocina, mientras el superior los dejaba hacer sus labores, yéndose por la puerta de madera. Pero en cuanto se marchó, Adelina escuchó hablar a sus compañeros entre risas y voces bajas. Uno de los estudiantes, un chico de cabello negro, corto y ojos color nuez, salió por la puerta con sigilo, seguido de otras chicas y luego el resto del grupo dejando a Adelina sola.
–¡Ustedes! Tenemos que hacer la cena –gritó desde la puerta, pero solamente oyó palabras en chino perdiéndose en los pasillos.
Adelina, resignada, buscó entre las repisas más altas libros de cocina china y sacó el primero que tocó. Por varios minutos, leyó una y otra vez el texto, sin comprender ni una palabra de lo escrito, solamente las viejas ilustraciones le daban una vaga indicación de los platillos.
Después de unos minutos de taladrarse la cabeza en comprender chino, se hartó cerrando el libro bruscamente y lo puso en su sitio polvoriento. Se ató mejor el cabello negro, se lavó las manos y comenzó a preparar lo que conocía. Mariano y Daniela tenían agujeros negros por estómago y ella hacia la comida cuando requería el momento, así que podía hacer la cena para todo un clan y su Gran Maestro.
Sacó de su uniforme su celular dejando que reprodujera música, mientras Adelina buscaba los ingredientes necesarios para preparar la cena. Tomó de la gran bodega nalga, peceto y cuadrada de carne de vaca, pan duro, harina, huevos, tomates, papas, zanahorias y muchos más.
Acompañada por la música, metió el pan duro en una bolsa de tela y lo golpeó con un martillo que encontró cerca de los cucharones hasta dejarlo bien molido, sin ninguna migaja dura desperdigada en la bolsa. Luego, la puso en un molde redondo, dejándolo en el horno sin encender, tomó un cuchillo grande y las partes de carne vacuna y empezó a cortarlas finamente.
La música pasó por los oídos de Adelina entonando algunas letras, mientras cortaba la carne, poniéndola en un plato hasta formar una pila bastante alta. Tras terminar, rompió varios huevos en un bol gigante, mezcló las yemas con algunas especias y lo dejó de lado para aplastar la carne con el martillo. Se perdió en la lenta labor calmada y lejos de las presiones del clan o miradas juzgonas. Se sintió libre y casi en casa, con las milanesas que preparaba.
Luego, buscó una olla, le colocó agua y tiró las verduras. Con un tenedor pinchó con fuerza las papas y zanahorias y, rápidamente, las tapó para que el calor las cocinara. Tras terminar, se enfocó en hacer las milanesas.
Una vez más, Tomas y sus hermanos tuvieron otra discusión sobre el manejo del clan. Tomas creyó que cualquier ninja que pasara cerca del complejo del Gran Maestro escucharía los gritos entre ellos. No le gustaba pelear con Bi Han, pero no quería que destruyera la tradición que su padre mantuvo en vida.
Para calmar las aguas, se separaron, seguramente Bi Han volvería a sumergirse en su trabajo como Gran Maestro, pensó el muchacho. Caminó entre los tantos ninjas que le hacían inclinaciones respetuosas, perdiéndose en los reconocidos pasillos que recorría desde que había llegado hace quince años. Le enojaba que Bi Han fuera tan obstinado en dejar las tradiciones y códigos que tenía el Lin Kuei para perseguir algo imposible… no le cabía en la cabeza.
Sus pensamientos fueron callados cuando escuchó una voz femenina familiar… la voz de Adelina. Tomas se percató de que había llegado a la cocina del clan y le sorprendió el poco ruido que había. Recordaba que ese sitio estaba atestado de ninjas corriendo de un lugar a otro buscando los ingredientes para preparar las comidas. Le resultó anormal no escuchar órdenes y platos sobre las mesas de la cocina.
Tomas se acercó a la puerta y vislumbró por una pequeña hendidura a Adelina cocinar. Estuvo enfocada en la olla que tenía en el fuego entonando letras de canciones desconocidas a ojos de Tomas. Después, se centró en la pila de carne cortada, la puso en lo que parecía un molde repleto de pan y comenzó a aplastar con su puño.
– I am the scream inside your head/I am the silence/The fear of your spirit…–entonó la muchacha enfocada en la comida. Tomas le sorprendió que no hubiera nadie en la cocina. Adelina no podía hacer sola la cena para todo un clan–. The lie and the loss of your grandeur/The lack of power and rage of your heartstrings/I'm the void that one day you'll be…
–¿Por qué no están el resto de los estudiantes?
Adelina maldijo en español y se volteó para encararlo. Sus ojos heterocromáticos volvieron a maravillarlo, eran preciosos y distintivos. Lo hipnotizaron queriendo analizar cada detalle de él, como si quisieran descubrir sus secretos más profundos. Las mejillas de la chica se volvieron rosadas, cubriendo las hermosas pecas que tenía.
–¡Deja de aparecerte a mis espaldas, acosador!
–¿Dónde están el resto de los estudiantes? –volvió a cuestionar Tomas con insistencia y Adelina siguió preparando la cena, mientras él la miraba con curiosidad.
–Responde, Adelina –pidió Tomas con furia oculta.
–Me dejaron sola. Eso pasó.
–¿Por qué?
–No sé ni me importa –Adelina se volvió a enfocar en lo que preparaba–. Te pido que no tomes acciones.
–Sí, lo haré –espetó Tomas mientras le daba la espalda–. Es una falta a nuestros juramentos y principios dejar un compañero solo. Eres Lin Kuei y mereces que te traten con respeto. Ya vengo.
Tomas caminó rápidamente, enfurecido. Lo que había dicho fue verdad, nunca dejaban solos a los compañeros. Por más que no hayan crecido juntos, se los trataban como hermanos. Sus pasos fuertes se escucharon en cada pasillo hasta llegar al complejo de estudiantes.
Muchos, se inclinaron ante Tomas y siguieron sus tareas. La mayoría de las habitaciones estaban vacías y silenciosas, pero vislumbró a un pequeño grupo de estudiantes pasando el rato. Se acercó a ellos furiosamente y se pusieron firmes. Sus miradas reflejaron pánico, pero lo ocultaron con seriedad.
–¿Por qué dejaron a Acosta sola? –cuestionó Tomas y los estudiantes guardaron silencio–. ¡Respondan!
–No lo sabíamos, maestro Smoke –respondió un chico de ojos color nuez–. Nadie nos avisó que la estudiante Acosta estaba en las cocinas.
–¡No mientan! –gritó Tomas–. Es una falta a sus juramentos como Lin Kuei. Deben ayudarse entre ustedes, porque son compañeros de lucha.
–No nos habíamos enterado, maestro –explicó el muchacho y sus compañeros mantuvieron la cabeza gacha–. Nadie nos dio una orden específica de ir a la cocina.
–Veremos lo que dice sus superiores –argumentó Tomas. Se dio media vuelta y llamó a los superiores–. Si lo que dicen es cierto ¿no habrá problema que lo corrobore, verdad?
Los estudiantes se miraron entre ellos con temor en sus ojos, revelándole la verdad a Tomas. Después de hablar con los superiores, le confirmaron lo que sospechaba y miró a los estudiantes con furia.
–Maestro Smoke… nosotros…
–Serán castigados –dijo Tomas sin titubear y observó a cada uno–. Harán la limpieza, guardia por varias semanas y lo que a usted se le ocurra, superior. Que vuelvan a aprender e incorporar los principios y juramentos del Lin Kuei.
Adelina se sintió confundida por lo que había hecho, pero no era momento para preocuparse por problemas futuros, debía hacer la cena para todo un clan. Se concentró en las milanesas aplastando la carne bañada en pan y huevo, para luego ponerla en la gran fila que tenía. Revisó las verduras brincaron destapando la olla. El calor invadió su rostro y las pinchó con el tenedor para ver si estaban blandas.
–Te conseguiré más compañeros –dijo Tomas, haciendo que la chica lo mirara fijamente.
–No los quiero ni los necesito –espetó Adelina volviendo a enfocarse en las milanesas–. Puedo hacerlo sola.
Tomas soltó una risa falsa.
–No puedes hacer la cena para todo un clan, Adelina –espetó el chico acercándose–. Terminarás muy tarde y Bi Han te castigará. No solo por no hacer la cena, sino porque no hiciste algo tradicional.
–Primero, viví con Daniela y Mariano que son la personificación de Goku y Luffy, así que tuve que hacer comida para un ejército –respondió Adelina–. Segundo, intenté leer libros de cocina china y no salió bien. Si tu hermano me quiere castigar que sea por no preparar la cena a tiempo, porque puse un plato en la mesa para todos. Tercero, el cocinero elige lo que se va a comer y si no le gusta puede hacerse él solito la comida. Yo no soy cocinera personal de nadie.
–Necesitas ayuda, Adelina –volvió a insistir el muchacho–. Lo digo de verdad.
La chica lo miró y sus ojos grises como la bruma la atraparon. Recordó el casi momento de la biblioteca y sintió que el estómago le daba vueltas.
–Si querés, podés ayudarme –dijo Adelina–. Lávate las manos y te enseño cómo hacer una milanesa. Espero que seas de los que aprenden rápido.
Tomas se fue hacia un balde de agua limpia, se quitó los antebrazos y vendas, colocándolas en una repisa, y se lavó las manos con el jabón en barra. Luego de secárselas, se puso al lado de Adelina y esperó las nuevas instrucciones.
–Bien, lo que tenes que hacer es aplastar la milanesa con el pan rallado –explicó la muchacha usando su milanesa como ejemplo–. La aplastas usando el puño con fuerza, pero evita romper la carne. Después, la pasas por el huevo y el pan rallado ¿entendés?
El chico asintió, imitó los pasos de Adelina y poco a poco le siguió el ritmo. La música los acompañó y quedó hipnotizada por las melodías, pero cuando miró a Tomas supo que no estaba bien. Sus ojos mostraron incertidumbre y perdido en sus pensamientos.
–Si no te molesta la pregunta ¿cómo fue tu infancia y adolescencia? –preguntó Adelina–. Me preocupan.
–Entrenar, cazar, convivir con mis hermanos y ver pocas veces a Harumi ¿la tuya?
Adelina quedó sorprendida ante esa respuesta tan corta. Ella pocas veces salía de la casa, pero incluso tenía algo de vida con Mariano y Daniela y recordaba haber hecho bastantes actividades en su infancia.
–Jugar, mirar Dragon Ball, ir a clases, aprobar las materias, salir y más cosas –respondió la chica con duda en su rostro.
–¿Dragon Ball?
–¿No conoces Dragon Ball? –Tomas negó la cabeza y una sonrisa adornó su rostro. Adelina cantó–: “…Un gran hombre sé que pronto serás/Algo en ti veo que es especial, un poder real/Te convertirás en un gran rival/Aventuras podrás disfrutar…”
–No, lo lamento.
–Tenés que mirarlo –afirmó Adelina sonriente y volvió a enfocarse en la milanesa–. Además de escuchar música y salir.
–Es muy exagerado de tu parte.
–No tuviste una infancia, pero lo que sí vas a tener es una vida joven –afirmó Adelina alegremente, mientras ponía la milanesa en la pila–. Vamos a ir de salida a ver lugares en Argentina y comer.
“…Once crucified, you forgave it all/But my own life condemned to fall/Where's the glory in your name?/My twisted soul still burns in flame/Hark, you angels; hear my call/Father witness to my fall/Between the lines of sin and pain/I walk the earth now doomed again…”
–Está bien –aceptó el ninja. Retornó un silencio, mientras se escuchaba la canción. Adelina percibió que Tomas guardaba cosas. Sus ojos lo decían, estaban brumosos y había incertidumbre–. ¿Cómo se llama la canción?
–Days of Future Past –contestó la muchacha. La canción siguió reproduciéndose en el celular llegando al intermedio musical acompañando con el sordo golpeteo de los puños en las milanesas. Adelina soltó una risita–. Cada vez que la escuchaba, siempre creía que hablaba de un rey malvado que había perdido a su reina por su codicia y lo castigaron para que sea inmortal.
–¿De enserio?
–Sí –contestó la chica y colocó la milanesa en la pila. Tomó otra y la cubrió con el pan rallado–. El Viejo Mario me decía que debía trabajar siendo cantante en el extranjero, pero no tengo madera de eso. Tampoco lo vi como algo posible para mi vida.
–Cantas bien –las mejillas de Tomas se tornaron rojas–. Lo poco que te escuché me lo confirma.
“…The days of future past to wander on the shore/A king without a queen to die forevermore/To wander in the wasteland/Immortal to the end/Waiting for the judgement/But the judgement never ends…”
Adelina sintió que su estómago dio un vuelco y sus mejillas se calentaron. No esperó esa respuesta. Pasó la milanesa por el huevo y tras sacarle las últimas gotas, lo colocó devuelta en el molde. La canción terminó y pasó a otra. À Tout le Monde de Megadeth.
–El Viejo Mario intentó que fuera a clases de canto, pero duré solo unas semanas ���explicó Adelina nostálgica–. Escuchar toda la teoría me desesperó y no quise volver. Lo que sí me gusto fue dibujar, no me enloqueció tanto las perspectivas, las sombras y la anatomía.
–¿Dibujas? –preguntó Tomas con sorpresa.
–Es más un pasatiempo y tengo algo dinero –explicó Adelina y puso la milanesa en la gran pila–. Me gusta hacerlo, me relaja y aclara mis pensamientos.
“…So, as you read this, know my Friends/I'd love to stay with you all/Smile when you think of me/My body's gone, that's all…”
La música siguió con el silencio del dúo. Poco a poco, las milanesas se acumularon haciendo más grandes las columnas, se percató de que se le acababa el huevo y maldijo.
–Carajo. Se acabó el huevo –Adelina se agachó buscando más–. ¿Podrías sacar más especias de arriba?
–Está bien ¿Cuáles necesitas?
–Pimienta –Adelina se puso de pie y colocó con cuidado los huevos en la mesa.
–Ya lo tengo.
En el despiste un frasco con polvo negro cayó sobre Tomas haciendo que su pelo grisáceo se volviera negro junto a una parte su rostro. Adelina abrió la boca sorprendida y casi sonriente, soltó una risa. Tomas se limpió los ojos y se revolvió el cabello polvoriento.
–Ay, perdón –dijo Adelina entre risas–. Ya te busco un repasador.
–No te preocupes –sonrió el chico y se apartó del lugar de trabajo para limpiarse–. Sigue. Cuando termine de quitarme esto, te ayudo.
Adelina rompió los huevos y metió las especias en el bol. Mezcló lo más rápido que pudo los ingredientes y siguió preparando las milanesas, mientras Tomas seguía quitándose las últimas partes de polvo. La música siguió reproduciéndose alegrando el ambiente.
“…Moving on is a simple thing/What it leaves behind is hard/You know the sleeping feel no more pain/And the living all are scarred…”
–Es triste la canción.
–Oh, algo así –Tomas se acercó devuelta a Adelina y continuó ayudándola–. Dave Mustaine dice que para escribirla soñó con su madre. Bajó del cielo y le dijo “te amo”.
–El Viejo Mario decía que muchas de las cosas que hacen los artistas surgen de cosas pequeñas e insignificantes –continuó Adelina, mientras miraba a Tomas–. Creo que algo de razón tenía. Muchos de sus amigos hicieron algunas cosas para desahogarse.
–Mi madre también nos decía a mi hermana y a mí que de cosas pequeñas algo grande surgía.
–Debe ser una gran persona ¿dónde está?
El silencio de Tomas hizo evidente la respuesta y Adelina quiso que la tierra se la tragara. Recordó que durante su exploración en las ruinas le había comentado sobre ellas.
“…So, as you read, know my Friends/I'd love to stay with you all/Please smile, smile when you think about me/My body's gone, that's all…”
–Oh, perdón, Tomas.
–No, está bien –dijo el chico con una sonrisa triste–. Ella y mi hermana… ya sus fantasmas no me afectan. El clan creyó que eran enemigos y las mataron por accidente –Adelina se sorprendió por esa confesión tan abrupta–. El padre de Bi Han y Kuai Liang me adoptó por su honor y estuve con ellos desde entonces. Ahora, mi familia son los Lin Kuei.
–Está bien –Adelina quiso decir algo más y sus labios reaccionaron antes que su cerebro–. Mis padres también murieron.
–¿Qué les pasó?
–Los mataron narcos –Tomas la miró con desconcierto–. Cuando tenía cuatros años, vivía en Rosario, una ciudad portuaria de la provincia de Santa Fe. Hace tiempo, criminales querían establecer el narcotráfico, drogas básicamente –la música siguió su curso tranquilamente–. La ciudad se volvió insegura, jóvenes y políticos se metían en ese negocio y hubo muchos muertos. Cuando el gobierno combatió contra los criminales, no lo tomaron bien y para que cesen sus medidas. Comenzaron a asesinar civiles, entre ellos mis padres.
–¿Los vengaste?
–La policía encarceló a uno y al otro lo mataron en un tiroteo –explicó Adelina–. Yo estaba en el orfanato. Ahí, conocí a Daniela y unos años después, nos escapamos a Buenos Aires. El Viejo Mario nos crío, junto a Mariano. Fue un buen hombre.
–¿Murió?
–Sí, de viejo. Pasó por mucho, merecía un descanso.
–¿Qué le ocurrió? –dijo Tomas mirando a Adelina con curiosidad.
–Fue veterano de Malvinas –respondió–. Fue una guerra de finales del siglo XX, para recuperar unas islas pequeñas del poder ingles que están al sur de Argentina, cerca de Tierra del Fuego. El Viejo Mario, junto a otros soldados, eran jóvenes con poca experiencia, muy pocos sobrevivieron. Fue piloto y siempre nos contaba sus historias de cómo maniobraba su avión para derrotar los ingleses. Era como escuchar un narrador de cuentos, pero sufrió y perdió a muchos. Creo que por eso Mariano dejó la carrera de psicología para ser piloto y la curiosidad que tenía Daniela por todo lo que le contaba la llevó a ser periodista.
–Debió ser una maravillosa persona.
–Lo fue –Adelina sintió un cosquilleo en el estómago. Hacía tiempo que no hablaba del Viejo Mario y le causó nostalgia por los viejos tiempos–. ¿Cuánto falta para la hora cena?
Tomas volvió a su realidad, pero parecía seguir perdido en sus pensamientos. Terminaron de hacer las milanesas y Adelina le costó creer que lo hayan hecho los dos. Podrían terminarlo justo a tiempo si se apresuraban.
–Dos horas –dijo el chico–. No vamos a llegar.
–Sí, lo haremos –contradijo Adelina–. Tenemos las milanesas hechas. Falta calentar las sartenes de aceite, ver las verduras y hacer las mesas.
–Está bien.
–Lamento preguntarte, pero ¿qué te ocurre?
–No pasa nada, Adelina.
–¿Seguro?
Tomas pareció debatir por responder. Sus cautivantes ojos grises lo delataban y Adelina esperaba que quizás quisiera hablarle como lo había hecho con su asunto de la daga. Aunque, le hizo revolver el estómago y sintió mariposas.
–Tuvimos una discusión con Bi Han por el rumbo del clan –soltó Tomas, mientras Adelina encendía hornallas. Puso sartenes gigantes con la cantidad de aceite suficiente para muchas milanesas–. Sobre si deberíamos ser una nación y dedicarnos a otra cosa. Me es una locura.
–¿Por qué te parece una locura?
–Va en contra de la tradición –contestó Tomas secamente–. Todo lo que padre creó.
–¿Qué opina el resto del clan? ¿Están de acuerdo?
Esas dos preguntas dejaron confundido al ninja. Adelina lo miró esperando la respuesta y quedó fascinada por sus ojos grises.
–La mayoría del clan lo está –contestó Tomas–. Kuai Liang y yo, quizás otros más estamos en contra.
–Entonces, creo que tu hermano tiene un punto.
–¿A qué te refieres? Todo lo que quiere hacer va en contra de nuestros principios –argumentó Tomas con tranquilidad, pero Adelina detectó furia–. En contra de la tradición.
–Hay tradiciones, donde las nenas de diez años se tienen que casar con hombres de cuarenta años para empezar a ser fábrica de niños, Tomas. Si se atreven a opinar les pegan, ni hablemos si quieren divorciarse. Esas tradiciones siguen estando en países de Medio Oriente. Agradezco ser occidental y elegir cuando casarme –contraargumentó Adelina, mientras revisaba las ollas repletas de verduras que seguían sin ablandarse–. Hay tradiciones que deben quedarse, pero hay otras que tienen que irse, Tomas. Mira que no me cae bien tu hermano, pero tiene algo de razón. Solo un poquito.
–Pero nuestro clan no está dedicado a liderar, menos a ser una nación –explicó Tomas, a la vez, ayudaba a Adelina a sacar las sartenes suficientes para poner al fuego–. Servimos a la Tierra, pero lo que quiere hacer Bi Han va a terminar condenándonos.
–Tomas, ¿te molesta si te doy mi sincera opinión del tema?
–Dilo.
–Tu clan necesita modernizarse –soltó la chica con la mirada fija en el muchacho–. Necesita una mejora de armamento y de medicina. La sociedad avanzó mucho y si se siguen aislando, va acabar mal. En medicina se hicieron muchos avances, lo que antes parecía algo mortal, ahora nos parece miserable. Los ayudaría bastante. Con el armamento, si ustedes son la defensa de la Tierra necesitan actualizarse. No pueden estar con espadas, una bomba puede arrasar este lugar. Incluso si yo me lo propusiera, podría dejarte sin la mitad de soldados con el rifle y las pistolas que llevo.
–Pero el clan no ve que eso va en contra de nuestras costumbres.
–Si la mayoría decidió eso, tenes que aceptarlo. Se llama democracia –Adelina siguió pinchando las verduras para ver si se ablandaron–. Lo que puedes hacer es que reconsidere tus ideas y a la vez, escuchar las de él. Convencerlo, no atacar. Lo que no pueden ser con Kuai Liang, es un palo de la rueda porque eso va hacer que la mayoría tenga una fe ciega a Bi Han.
–Kuai Liang es el más habilidoso de nosotros. Deberían respetarlo y escucharlo por eso –argumentó Tomas.
–Que sea bueno en el combate no significa que lo sea en política –espetó Adelina–. Pero te digo esto, dejen que Bi Han pruebe su idea. Pongan límites para que los escuche, pero obviamente a quienes más va a prestar atención es a la mayoría.
–Pero está mal.
–La idea no es errónea, a menos que sea aniquilar a los que se oponen a él. Ahí, sí hay que preocuparse –explicó Adelina–. Porque querés poner tu idea la fuerza y créeme que cuando te digo que eso traerá problemas. También, recae en el método.
–¿Cómo lo harías, si fueras tú el Gran Maestro?
–No tengo madera de líder, pero sería como abrir la economía –respondió Adelina–. Lento y paulatino, porque si es abrupto explota. Además, si Bi Han quiere usar la fuerza para su idea, ya me opondría a él. Porque no escuchas un segundo punto de vista y con el pretexto de una buena intención, muchas personas hicieron desastres. Lo dice alguien que lo vivió.
El silencio inundó la cocina, solamente la música se escuchaba con el sonido burbujeante del aceite y Adelina colocó un pedacito de milanesa en una de las sartenes. Tras ver que burbujeaba, colocó el resto de la milanesa en la sarten y otra más. Luego hizo lo mismo en el resto de sartenes con la ayuda de Tomas.
–Gracias, por escucharme, Adelina.
–No hay de que, Tomas.
Las verduras saltaron de las ollas, Adelina revisó si estaban blandas con el tenedor y el vapor azotó su rostro. Les faltaba poco para que estén listas y revisó las milanesas. El olor a frituras le dio nostalgia, llevándola a viejos recuerdos y momentos. Se le hizo agua en la boca por la idea de volver a comer comidas de su patria. Extrañó el crocante sabor del pan y la carne, también las ensaladas sencillas.
Volteó las milanesas y Tomas la imitó, pero con algo de inexperiencia haciendo que saltaran gotas de aceite por doquier. Adelina rio y habló:
–Lo estás haciendo mal. Dejame que te enseño.
Adelina tomó la mano de Tomas y sintió el calor de su mano. Las mejillas se le calentaron más de lo que imaginaba, pero intentó mantener la calma.
–No tenes que tirar la milanesa –continuó y guio su mano–, porque si no el aceite va a salpicar y te quemas. Lo que tenes que hacer es deslizarla y pincharla desde las puntas, así evitas que se te caiga.
Sus miradas cruzaron y las mejillas se tornaron rojas, pero siguió enfocando sus ojos en Adelina. Todavía sintió el calor de su mano y la textura de las cicatrices. Era rígida y callosa, aunque a la vez suave y confortante. Se alejó de él y volvió a enfocarse en sus tareas con el corazón retumbándole en el pecho como si quisiera ser escuchado.
El burbujeo del aceite y el agua abundaba por la cocina. Tomas y Adelina se pudieron relajar un poco, pero siguieron vigilando la comida. Al mismo tiempo, empezaron a ordenar y colocar los platos sucios en la bacha, luego sacaron fuentes de vidrio y aluminio para las ensaladas y milanesas. La música cambió de tema en tema y calmó las ansiedades de Adelina.
–Ya está por salir la primera milanesa –informó la muchacha–. Esperemos que salgan las demás igual de rápido.
–¿Te ayudo con las ensaladas?
–Sí, coloca todas las verduras en las fuentes de vidrio, así luego les pongo sal y aceite.
Adelina sacó la milanesa la puso en la fuente de aluminio y le escurrió bien el aceite con papel de cocina. Después de quitarle, notó que Tomas miraba el alimento con hambre como si fuera un niño impaciente. Ella cortó la mitad de la milanesa haciendo que saliera vapor y desprendió el exquisito aroma a carne cocinada que tanto extrañaba. Tomó una mitad con la punta de sus dedos sintiendo el calor del pan cocinado y se la extendió a Tomas, mientras Adelina sostuvo su mitad.
–¿Querés probar?
–No, no sería justo.
–Tenemos lo suficiente para el clan. No habrá problema en comer una entre los dos –explicó Adelina y le tendió la mitad de la milanesa.
Tomas tomó el pedazo y maldijo por lo caliente que estaba. Antes de que se callera, Adelina sostuvo la mitad de la milanesa rápidamente y se la dio a Tomas. Con una sonrisa, Tomas se la aceptó y comió, mientras Adelina lo imitaba. Sintió el sabor del pan frito y la carne cocinada en su boca y se alegró como nunca antes en su vida.
Ambos sonrieron por el momento y siguieron preparando la cena con la música pasando por diversas canciones. El corazón de Adelina bombeaba como nunca antes lo había hecho y creyó que se escuchaba por sobre la música. Tomas la ayudó con poner las fuentes de las verduras y Adelina cuidaba que las milanesas no se quemaran. Al mismo tiempo, hicieron las ensaladas y sin darse cuenta, sus manos tocaron la misma fuente de vidrio.
La mano de Tomas seguía siendo cálida y cuando iba apartar la suya del contacto, él no se lo permitió. No fue fuerte ni brusco como la sostenía, sino tierno.
–Gracias, Adelina.
–¿Por qué?
–Por escucharme por el asunto de mi hermano… –los ojos de Tomas parecían no querer desviarse de la mirada de Adelina y se acercó a ella con cuidado–… También por exponer tu punto de vista sin miedo.
–Las mentiras tienen patas cortas, Tomas –dijo la chica–. Es preferible las verdades crueles. Duelen, pero son necesarias.
El muchacho se aproximó más a ella y sintió que el corazón le daba un vuelco al igual que su estómago. Tomas continuó mirándola queriendo capturar cada pedacito de ella a través de sus ojos grises como la bruma. Sin darse cuenta, su rostro estuvo cerca del de ella y no supo quién inició primero.
Adelina sintió que iba a explotar por lo tímido que fue ese primer beso. Percibió un té chino desconocido, pero dulce y curioso y, a la vez, la esencia del humo en los labios de Tomas combinado con el sabor de la milanesa de hace unos minutos. Se miraron mutuamente y Adelina lo acercó devuelta sin importarle lo que pasara y quien viera. Sus alientos se mezclaron y sus labios se juntaron en un beso más largo.
Tomas le tomó la cintura y ella enredó las manos en su cabello grisáceo, perdiéndose en el maravilloso momento. Siguieron aproximándose por más que ya estuvieran cerca e hizo que mariposas revoleteen por el estómago de Adelina. Se separó buscando aire, pero Tomas la acercó queriendo más aproximación y sus ojos grises la observaron.
Rápidamente, Tomas quitó sus manos de la cintura de Adelina y se enredó en su basto cabello negro y lacio. La tomó por sorpresa, pero aceptó dichosa el beso y siguió profundizándose hasta que tuvieron que respirar. Se miraron mutuamente y sonrieron soltando risitas silenciosas. Tomas apartó un mechón de cabello suelto de la muchacha y siguió mirándola con fascinación. Tocó sus mejillas con pecas y le daba pequeños besos en los labios.
Se apartaron lentamente, Adelina sintió el aroma de la comida y se apresuró a dar vuelta las milanesas con Tomas ayudándola. La chica sonrió por el momento previo y retornó a la realidad que tenía en frente. Sacó las milanesas de las sartenes haciendo que el aceite burbujeara y escurrió bien el líquido. Tomas la imitó y se enfocaron en condimentar todas fuentes de vidrio.
Algunas veces, Adelina percibía la mirada de Tomas mientras hacía sus tareas, sonrojándola más de lo que podía creer. Volvió a centrarse en las milanesas viendo que faltaban pocas y decidió hacer que las haría napolitanas. Tomó unos tomates y queso, los cortó con cuidadosa y finamente ocasionando que el jugo del tomate se escurriera en cada corte del cuchillo que tenía en mano. Condimentó las rodajas con un poco de orégano y las colocó en las últimas milanesas y encima el queso derritiéndose al instante por el calor.
–¿Por qué les agregaste tomate y queso?
–Porque vos y tus hermanos sabrán lo que es una milanesa napolitana –respondió Adelina, mientras alzaba su mirada a Tomas–. Me hubiera gustado hacer salsa de tomate, pero no hay tiempo. Espero que te gusten, Tomas.
–Ya quiero comerlas.
Adelina miró el reloj y vio que faltaba poco para que sonaran las campanadas anunciando la cena. Rápidamente, sacó todos los platos y vasos posibles y cubiertos que sus manos pudieran cargar y los dejó en la mesa. Apagó todo fuego que estuviera encendido y se lavó bien las manos.
–¿Segura que no necesitas ayuda en algo más, Adelina? –cuestionó Tomas tratando de sostener los platos–. No me molesta ayudarte.
–Gracias, pero ya hiciste suficiente –dijo Adelina sonriente–. Soy rápida haciendo la mesa. Anda con tus hermanos antes de que se den cuenta que no estás con ellos.
Tomas estaba a punto de marcharse y Adelina vio que sus antebrazos y vendas colgadas en la repisa. Las tomó y decidió hacer algo arriesgado.
–Tomas.
El chico se detuvo ante la mención de su nombre y Adelina le dio un pequeño y rápido beso en la mejilla. Luego le dio sus antebrazos y el muchacho sonrió.
–Gracias por ayudarme, de verdad.
Tomas se marchó colocándose los vendajes en sus puños. El rostro de Adelina adornaba una sonrisa y volvió a la cocina tomando todos los platos que pudiera cargar y caminó los rápido posible hacia el gran salón. Colocó los platos y retornó a la cocina para ubicar los restantes, luego siguió con los vasos y terminó con los cubiertos.
Poco a poco el barullo se acrecentaba en la entrada del gran salón y Adelina apresuró el paso cargando con las fuentes de vidrio repartiéndolas en las diferentes mesas y las que quedaban las dejó en del Gran Maestro. Por último, llevó las fuentes de acero repletas de milanesas y las napolitanas repartiéndolas velozmente. Las campanadas anunciaron la cena y entraron todos los estudiantes y superiores.
Adelina vio al grupo que se había marchado de la cocina con algunos moretones y miradas irradiantes de ira enfocadas en ella. Todos miraron con curiosidad la comida y se susurraron entre ellos observándola. Unos minutos después, Bi Han, Kuai Liang y Tomas llegaron con Cyrax y Sektor detrás mirando confundidos. Tomas, por su parte, mostró más tranquilidad y regocijo.
–¿Qué es esto? –preguntó Kuai Liang con indignación–. ¿Quién hizo la cena?
–Yo lo hice, maestro Scorpion.
La voz de Adelina sonó en el comedor y todos los ojos se posaron en ella. Kuai Liang, Bi Han, Cyrax y Sektor la miraron con incriminación generando que el corazón de la joven bombeara más rápido de lo usual. Mantuvo la cabeza alta ante ellos y vio que el grupo que la abandonó estaba frente a ella.
–Son milanesas con tomate papa, zanahoria y zapallo hervido –continuó con voz firme–. Para ustedes hice milanesa napolitana.
–¿Por qué no hiciste algunos de nuestras comidas, Acosta? –preguntó Bi Han y posó sus ojos gélidos en ella–. Pasaste mucho tiempo aquí, deberías saber cómo hacemos la comida.
–Mi chino no es del todo bueno, Gran Maestro –espetó Adelina firmemente y con tranquilidad–. Tampoco lo es en la comprensión de textos, así que decidí hacer comida de mi patria. Preferí eso a que no tuvieran un plato en la mesa.
–Está bien, Acosta. Siéntate y disfrutemos de tu comida.
Cuando Adelina empezó a caminar hacia su asiento, el líder del grupo que la abandonó alejó el plato y sus amigos lo imitaron.
–Yo no comeré esto, estudiante Acosta –espetó con orgullo–. Prepara algo de nuestra costumbre, por favor.
Todos callaron y Bi Han y Tomas miraron de la peor forma al estudiante. Adelina lo enfrentó posicionándose al costado de él y cruzaron miradas hostiles.
–Si pudiste hacer todo esto, Acosta ¿puedes preparar algo más nuestro? –preguntó su compañera.
–No hay otra cosa, es milanesa o milanesa –contestó Adelina de forma mordaz sin pensar en el tono que lo dijo haciendo que se sorprendiera.
–No queremos comer esto –comentó el chico de ojos color nuez y alejó más el plato.
Sin conciencia de lo hacía, Adelina le estampó la cabeza contra la mesa con un fuerte ruido y el crujido de la nariz rota del estudiante sonó emanando a borbotones sangre manchando su uniforme Lin Kuei. Los platos, cubiertos y vasos tintinearon por el movimiento brusco y rápidamente su compañera quiso levantarse, pero Adelina le tiró el cabello e imitó la acción. Esta vez le rompió el labio y la frente y el líquido carmesí escurrió de forma lenta por el rostro de la desconocida.
Todos se conmocionaron soltando exclamaciones de sorpresa, pero Adelina ni los escuchó. Las maldiciones en chino de sus compañeros sí que las oyó mejor que nunca. No le importó que Bi Han la estuviera mirando tampoco Tomas, pero esto era una total falta de respeto.
–Escuchen una cosa par de abortos de la naturaleza mal cogidos, yo no soy su puta cocinera personal –gruñó Adelina entre dientes, lo suficiente para que todos la escucharan–. Ni ustedes son chetos de Palermo. Son unos putos ninjas que se conforman con lo que tienen y lo que comen. Si esta noche decido hacer milanesa, todos comemos milanesa. Si quieren otra cosa, se lo preparan ustedes o se cagan de hambre. Pero no voy a tolerar que me desprecien la comida, es un lujo que no todos tienen. Lo dice alguien que pasó hambre –Adelina siguió sosteniendo el cabello del muchacho y no se dio cuenta que el comedor se estaba enfriando–. ¿Entendieron, manga de pelotudos infradotados?
Sin pensarlo dos veces, volvió a estamparles las cabezas contra la mesa y ambos emitieron quejidos de dolor y cayeron al suelo.
–¡Suficiente, Acosta! –gritó Bi Han soltando una ráfaga de escarcha delgada por la mesa y todo el mundo contuvo el aliento.
Adelina se alejó del par de estudiante y caminó velozmente hacia su asiento donde sus compañeros la miraron sorprendidos por su arrebato. Incluso, vislumbró la cara perpleja de Tomas.
Bi Han se sentó y empezó a comer con tranquilidad seguido de sus hermanos, luego Cyrax y Sektor. Poco a poco, el tintineo de los cubiertos se hizo presentes en todo el salón con el barullo de los estudiantes. Adelina mantuvo su silencio y disfrutó de la cena que había hecho. Aunque, detectó las miradas asesinas del dúo y las ignoró enfocándose en terminar su plato.
Se alegró de sentir la comida en su boca y calmó sus nervios y pensamientos procesando lo que acababa de ocurrir. Nunca pensó tener esa reacción tan violenta hacía unos extraños, tampoco del nivel de fuerza que tenía para poder estampar la cabeza de dos personas. Le resultó irreal y casi terrorífico. Recordó tener fuerza para pelearse con Mariano en su infancia, pero nunca el nivel de lo que había hecho hace unos instantes.
A veces, cruzaba miradas con Tomas y Adelina notó su preocupación y sorpresa por lo ocurrido, pero la desviaban lo mejor que podía. Recordó el beso que tuvieron y sintió las mariposas de su estómago revolotear con lo que había comido.
Tras terminar la cena, Adelina se fue a dar una ducha con el resto de las pocas mujeres que se encontraban en el clan y siguió escuchando los susurros, comentarios y miradas de desprecio y respeto que hacían. Vio al par que le despreciaron la comida metiéndose a sus respectivos cuartos y Adelina los imitó lo más rápido que pudo.
Soltó un suspiro, aliviada, de que el día llegara finalizara. Se colocó óleo para el cabello pasando sus dedos entre los mechones negros como la tinta y se lo peinó con cuidado rememorando lo que había pasado con Tomas. Recordó sus labios y su sonrisa, las manos en sus caderas y cómo se enredaron en su cabello. Sonrió mientras se acomodaba en las vastas colchas regocijándose en el calor que la abrazaban. Poco a poco, el sueño la atrapaba y sus párpados se cerraron completamente.
Adelina estaba en las puertas de una cabaña rústica y antigua y podía escuchar el alboroto dentro. El ruido de platos rotos y de los golpes se hacían más fuertes con cada paso que daba ella y al entrar vio a Kolbein. Estaba en posición de lucha enfrentándose a una mujer y logró tomarla desprevenida para sentarla a la fuerza en la mesa.
–¿DÓNDE ESTÁ? –preguntó Kolbein a una mujer, rápidamente le tomó el cabello y le estrelló la cabeza contra la mesa de madera–. ¿DÓNDE ESTÁ HELA, DEMONIO? ¡RESPONDE!
Adelina se acercó y vio que los ojos de la mujer eran negros sin un ápice de otro color. El demonio femenino se recompuso riendo con tranquilidad mientras Kolbein la miraba con furia en sus ojos heterocromáticos.
–No te diré nada, Príncipe de los Muertos –sonrió el demonio y se irguió en su asiento–. Tu madre debe estar pudriéndose en su tumba. Me alegro que su orden esté arruinado.
–Me encargaré de restaurar lo que mi madre creó –Kolbein acercó su rostro a la del demonio y mostró sus dientes–. Si tengo que hacerlo toda mi vida encontrar los artefactos que le arrebataron a mi madre, lo haré.
–No lo lograrás, Príncipe de los Muertos –el demonio femenino mantuvo su mirada seria e impasible en Kolbein–. No encontrarás nunca a nuestro líder.
–Nunca me pruebes, demonio.
Kolbein vio la funda de una daga y sus ojos mostraron sorpresa. Adelina mejoró su visión sobre lo que miraba el hijo de Hela y se dio cuenta que era la daga de su madre. Durante el encadenamiento de la deidad, seguramente el demonio femenino tomó la daga como trofeo.
Kolbein desenvainó su espada y sin titubear, le cortó la cabeza al demonio. La sangre brotó sin cesar manchando al muchacho por el rostro y una parte de su ropa vikinga. Tomó la daga de su madre y dejó la cabaña con un fuerte portazo.
–Por lo menos encontré tu daga, mamá. Te la daré cuando estes de vuelta.
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HAUNTED
Qimir × F!OC
Resumen: Un lazo invisible que los unía desde que eran padawans. Qimir era el verdadero significado de ser seducido por el laso oacuro. Un poder, secretos, deseo y su amor que parecía un hechizo inquebrantable.
Advertencias: Ninguna en realidad.
Especificaciones: PadawanJediQimir×PadawanJediOC.
Este fanfic será únicamente escrito en español y también será publicado en Ao3.
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Haunted en Ao3
Tumblr: Part 1 Part 2 Part3 Part4 Interlude
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Akemi Kyo fue encontrada por los jedi en un aquelarre de hermanas de la noche. Nunca supieron si era hija directa o había sido sustraída de su verdadera familia.
Al principio su entrenamiento como padawan estaba dando frutos y resultados esperados. De cierta forma era querida, sus ojos miel y cabello oscuro que contrastaba con su piel pálida eran características que nadie olvidaba. Sin embargo, una sola noche bastó para que todo se desmoronara.
Tenía 16 años y se estaba preparando para meditar en uno de los jardines del templo. Colocó en el suelo un pocillo alargado y circular que había hecho en su tiempo libre, sacó ramas secas que recolectó durante el día y finalmente dejó caer un fósforo para hacer fuego. No había nada detrás de esa pequeña costumbre, solo la ayudaba a meditar y controlar la llama. Se sentó en el suelo, pero sintió el impacto de una pequeña roca contra su cabeza. Giró rápidamente y no vio a nadie.
Llevaba días sin poder dormir, se convenció de que esa era la causa de empezar a sentir cosas que no eran reales. Hasta que nuevamente sintió el impacto, esta vez en su espalda. Entre la poca luz, por fin logró visualizar una figura humana a unos cuantos metros de ella.
Nunca olvidaría esa noche, una padawan de rango superior la atacó porque leyó sus archivos y descubrió las circunstancias en las que Akemi fue encontrada.
—¡Ya suéltame! —suplicó tratando de escapar del agarre que la otra ponía en sus brazos.
—Las brujas no deben estar en la Orden Jedi.
—¡Pero yo no lo soy!
Casi gritó del dolor cuando las uñas de la desconocida empezaron a clavarse en su piel por la fuerza del agarre.
—Las brujas como tú deben arder.
Con un movimiento rápido, la desconocida la tomó del cabello y cuello para acercar el rostro de Akemi al fuego.
—¡Basta! —gritó con tanta fuerza, que su garganta dolió.
De pronto todo se detuvo y quedó en silencio. El fuego se apagó de repente. Cuando Akemi abrió los ojos, se encontró con la desconocida suspendida en el aire, rodeada de una extraña neblina roja. Akemi se levantó del suelo y notó que aquella neblina emanaba de ella. Sus ojos se llenaron de lágrimas y miró su cuerpo aterrada y confundida. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo lo detenía?
—Eso sí es fascinante —dijo una voz detrás suyo.
Cuando se giró, un padawan de su misma edad observaba la escena de cerca. Tampoco olvidaría ese cabello negro que le recordó a una noche sin estrellas y esos ojos pequeños pero llenos de brillo por lo que veía.
—¡Ayúdame! ¿Cómo detengo esto?
Antes de que el padawan pudiera responder, se escucharon pasos apresurados bajando las escaleras del jardín.
—¡Padawan, no se mueva!
Akemi no sabía para quién de los dos fue esa orden. Era la maestra Vernestra. Con eso, la joven se resigno a que estaría en graves problemas. De un momento a otro, sus piernas perdieron fuerza y su respiración se sentía cada vez más pesada. Lo último que recuerda es que cayó al suelo, mientras el padawan la miraba con intensidad.
°•°•°⋆✩⋆°•°•°
—Hasta que no encontremos el origen y la manera de controlar esa habilidad, no tendrás un maestro asignado.
Esas palabras le rompieron el corazón y confianza que tenía en sí misma. Lo único que deseaba era tener un maestro y ser guiada como todos los padawans antes de convertirse en Caballeros Jedi. Cuando la reunión terminó, salió corriendo al único lugar donde se sentía segura, su habitación. Se encerró y tan pronto como lo hizo, empezó a llorar de forma descontrolada, si alguien más la hubiera visto así, pensarían que se estaba volviendo loca.
No le importó que fuera de madrugada y otros padawans lograban oír su llanto del otro lado de las pareces. Necesitaba desahogarse.
Estuvo así por lo que pareció una eternidad. Ya solo estaba ella, pareciendo un bulto tembloroso, tumbada en su cama mirando la pared, abrazando sus piernas contra su pecho.
—¿Ya estás mejor?
El corazón casi sale de su pecho y su cuerpo salió disparado de la cama para ponerse de piel, tanto que se sintió mareada. Encendió la luz con la fuerza y se quedó fría.
El padawan de hace dos días estaba ahí.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —pregunto Akemi con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
—Quería saber cómo estabas —respondió el joven—. Deberías tener más cuidado con tú habitación, ¿siempre la dejas abierta?
Akemi estaba avergonzada por su descuido. Siempre cerraba su habitación con código, pero su mente se sentía como una laguna por los acontecimientos recientes. El joven le dio una sonrisa rápida al notar que Akemi no estaba del todo con los pies en la tierra.
—Soy Qimir, padawan de la maestra Vernestra —se presentó.
No esperó a que la joven le extendiera la mano, Qimir la tomó y estrechó con tanto ánimo que sin querer la apretó demasiado.
—Y bien ¿Cómo estás? —preguntó mientras sonreía. Ese detalle terminó de irritar a la joven.
—¿Cómo estoy? Pues ¡¿tú cómo crees que voy a estar?! Me acaban de decir que no tendré un maestro y todo por culpa de una habilidad que ni siquiera sabía que tenía.
No supo en qué momento tomó su almohada y la lanzó del otro lado de la habitación. Qimir esquivó el objeto y eso lo hizo sonreír aún más.
—Bueno, es una lástima —dijo Qimir mientras se acercó a ella para acomodar uno de sus mechones de cabello detrás de la oreja—. Toda habilidad tiene un por qué y debe ser apreciada y perfeccionada.
—El consejo no lo ve así —respondió Akemi apartando la mirada—. Estaré desamparada hasta que busquen su origen y manera de controlarlo.
—Pero… podrías practicar.
—No puedo hacerlo, debo mantener esto oculto, no quiero ocasionar otro desastre.
Akemi se recostó en su cama hasta tener la espalda recargada contra la pared. Qimir solo se sentó en el borde
—Hagamos un trato —propuso Qimir—. Vas a practicar aquí, solo los dos. Nadie tendrá que enterarse.
—¿Sin un maestro que me guíe?
—Nos tendremos a nosotros, eso será más que suficiente.
Y ahí fue cuando Akemi le regaló la primera sonrisa. Un momento que Qimir guardaría por siempre en su alma.
☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆.。.:*・°☆*:..
Las siguientes partes estarán próximamente disponibles ♡
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Amor condicional
La ví a ella, ahí sentada. Esa silla estuvo mucho tiempo vacía y parecía que ella encajaba a la perfección, o tal vez... Yo la hice encajar.
Utilicé mi entrenamiento militar, psicológico y emocional con mis años de experiencia y me senté a hablarle.
- Hola, hermosa.
Su pelo, sus ojos, su sonrisa... Todo se detenía por un momento mientras ella simplemente existía.
Me miró y me respondió.
- ��Sabes? Eres una persona muy importante para mí.
- Oh, quieres hacerme ver que nuestra relación es importante para ti, que bonito.
- Siempre estaré aqui para ti si me necesitas.
- Dejarme claro que no estoy solo en esta vida, que dificilmente puede uno navegar por su cuenta es muy valioso.
- Siempre que me trates igual, porque las relaciones son dar y recibir.
- Vale, establecer una amistad sana, en la que ambas partes nos apoyamos con mutuo cariño y respeto ¿no?
- O sea, mientras no hagas algo que me haga sentir mal y me moleste ¿ok?
- ¿Ok? O sea puedo contar contigo pero mientras yo no comenta ningún error, que haga que no estés...
Me interrumpió como si no me escuchase
- Bueno un error, o sea quiero decir, no me digas ni hagas ninguna cosa que no me guste. Porque entonces yo te vería de otra forma y como diríamos coloquialmente "¿cómo te voy a querer?"
- O sea que ¿Tú me quieres contigo mientras yo sea la persona que tú quieres que yo sea para ti?
- No. Solo te estoy diciendo que no me hagas daño, porque yo tengo una forma de ver las cosas y lo único que te pido, es que lo respetes.
- Vale, o sea que para disfrutar de nuestra relación yo tengo que modular mi honestidad, para que se adapte a tu forma de ver las cosas, para que tú estés bien conmigo.
- Debería ser natural que tú quieras tratarme bien y yo te estoy diciendo cómo.
- Pero yo te quiero tanto, que quiero poder decirte cuando me estás haciendo sentir mal. Porque a todos nos pasa.
- Si te estoy ofreciendo mi amor y mi apoyo, lo mínimo que puedes hacer, es hacerme feliz.
- Déjame ver si entendí. Entonces, en vez de regalarme tu amor por ser quién soy, lo que pasa es que si yo te hago sentir bien yo recibo un premio por ser quién tú quieres que yo sea.
- Solo estoy intentando decirte que te quiero.
- Claro siempre y cuando gane al juego de quererte que te has inventado, porque si pierdo...
- Y si no me tratas bien según lo que yo considero que es eso, por mi te puedes ir a la mierda.
- Si pierdo me castigas, efectivamente.
- Es una carretera de doble sentido.
- Si... Yo creo que es más una carretera de doble vía, en el mismo sentido, mientras yo voy a campo travessa con una motocross en un campo de minas que tú has puesto sin avisar.
Querida te quiero, pero esta silla, no te queda.
Procedí a levantarme con ella, la abrace, le dije cuánto la quería y la acompañe a la salida de mi vida...
Arkham
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Molesto (Tom Taylor)
Masterlist de mi autoría
Sinopsis: Todo lo contrario a su personaje, Tom era la persona más divertida y molesta que podía existir. Aunque su semblante serio disimulaba sus intenciones burlonas, su boca no tardaba en decir tonterías. Y a pesar de que en un inicio era divertido, Tom encontró en molestarte un gran placer. Y eso solo te sacaba de quicio.
—... ¿Vieron el jugo que guardaba en la nevera? No lo encuentro.—____ miró la mesa del centro del comedor donde Tom y Harry almorzaban, pero su mirada no tardó en clavarse en Tom—... Te lo tomaste tú, hijo de puta.—
—Ah... Una dama no debería hablar así. Y menos con acusaciones tan descaradas.—
—Era el último juguito de mango y naranja, Taylor... Si tú te lo tomaste...—vio la pequeña sonrisa que comenzaba a nacer en su rostro.
—No tenía tu nombre...—la mujer frunció el ceño.
—Vamos, amigo. Dime que no lo tomaste.—Harry lo miró cansado—. Treinta veces al día nos dice que no tomemos esa cosa. No seas idiota.—
—Bueno, puede que tenga una botella extra de tu jugo en mi remolque... ¿Qué harás para que te lo dé?—
____ no era de las personas que tuviesen mucha paciencia, y su temperamento no era el mejor. Las personas como Tom eran la pesadilla de las personas como ____. El problema no era el jugo, el problema era la necesidad constante de molestarla. Y ella se había cansado.
—... Le pediré a Ewan que me lleve al mercado más cercano.—caminó hacia la entrada del comedor.
—Esta a una hora de aquí, querida.—
—Prefiero eso a rogarte a ti por un maldito jugo, idiota...—
La chica dejó el lugar, y entonces Harry miró a Tom con cierta incredulidad.
—... Si sabes que solo lograste que te odie más ¿No?—Tom sonrió.
—Su cara se pone toda roja ¿Te diste cuenta?—
—Roja se pondrá la tuya cuando te dé un puñetazo por idiota. Si quieres llamar su atención, esta no es la manera.—
—No quiero llamar su atención, me gusta molestarla y ya... Bromeamos con eso.—
—Tú bromeas, ella solo se enoja.—Harry abrió su tuppercito de ensalada—. Pero bueno, es divertido ver cómo tú solo arruinas cada mínima chance que tienes con ella.—
Tom sintió un pinchecito de preocupación.
Era divertido molestarla, sí. Pero también adoraba cada mínimo detallito que iba descubriendo de ella.
Como sus mejillas se enrojecían, y ese rubor iba a sus orejas.
Como esa ternura y amor de personita lo insultaba con tal facilidad era adorable.
Como lo miraba desde abajo por la cabeza que le llevaba de altura, y como no se acomplejaba para nada porr esa diferencia...
Le daban ganas de rodear su cintura y alzarla...
Besarla con necesidad.
—... ¿Ya es muy tarde para darle el jugo?—
—No era necesario tanto, Ewan...—
—Prefiero que tomes eso y dejes de consumir tanta Coca-Cola, cariño.—El chico bajó del maletero de su auto un pack de 10 botellas de jugo, y ____ lo siguió más que feliz por detrás.
Ewan solo le llevaba 4 años a la mujer, pero la había adoptado como a su hermana menor.
No había chance de que otro actor del set manejara tanto por jugos...
—¡____!—Un Tom se acercó emocionado a la chica, trayendo aquella botella que tanto le había mezquinado—. Te traje el jugo, sin nada a cambio. De nada.—se lo alcanzó, pero ella lo miró a ceja alzada.
—Métete tu botella por donde no te llega el sol, querido. Ewan me compró muchos. Vete al diablo.—
Tom miró con cierta decepción como ____ se aferró al brazo del rubio que cargaba aquella caja llena de botellas.
Bueno, tal vez Harry tenía razón...
El resto de la semana de grabaciones, ____ ignoró a Tom. Los papeles se habían invertido, y la chica entendió el gustito de Tom por ser tan molesto.
—¿Vas a seguir con eso?—
—...—
—Vamos, querida. Habla conmigo.—
—...—
—Esto es muy infantil de tu parte.—
—... ¿Qué tal las grabaciones hoy?—
En cuanto ____ levantó la mirada, Tom se ilusionó, pero sintió el golpe directo al ver que le hablaba a Ewan. Acababa de entrar en la sala.
—Muy bien, corazón ¿Ya almorzaste?—
—Te estaba esperando. Yo invito las pizzas.—le sonrió.
Ah... Tom estaba molesto.
—¿Quieres acompañarnos, Tom?—Ewan llamó su atención.
—Te invitaré a ti, no a... Otros.—____ no volteó a mirarlo—. Yo no almuerzo con idiotas.—
Ewan no tardó en notar la rara situación. Tanteó con cuidado las razones.
—¿Pelearon?—los miró a ambos, ninguno dijo nada—. Seré intermediario si quieren, suena divertido.—
—Es un imbécil.—____ lo señaló enseguida—. Un imbécil molesto y... Y no me agrada, me ha cansado.—
—Lo siento ¿Si? Me excedi... Pero solo estaba bromeando, no te aguantas nada.—
—¿Te aguantarás un puñetazo?—
—No seas violenta, corazón.—Ewan le indicó que se calmara—. Se esta disculpando.—
—Si eso es una disculpa, es una mierda. No la quiero.—
Tom la miró, ya algo preocupado por lo lejos que había llegado con sus tonterías.
—... Te invito a comer una pizza en la noche. Empecemos de cero... Será mi disculpa.—
____ sintió, por primera vez desde que lo conocía, que Tom estaba siendo sincero. Bajó la guardia.
—... Ven a almorzar ahora con nosotros, será mi disculpa... Aunque no haya hecho nada malo.—
—Si, bueno... Pero que no esté Ewan. Es nuestra disculpa mutua. Cita de reinicio, él no puede estar.—
—No es una cita.—
—Si, lo es.—
—... Ewan vamos a almorzar.—
—¡Bien bien, voy con ustedes!—
—No, ya no quiero.—
Ewan miró como Tom miraba desde arriba a la mujer que le cortaba el paso, insistiendo en que no iría con ellos. La miraba con tal fascinación que no tardó en comprender el origen de todo aquel asunto.
Tom era molesto.
____ se enojaba fácil.
Y ya se veía venir las mil y un vueltas que tendrían que dar para que finalmente algo serio surja de eso.
Yo también quiero un pololo que me saque una cabeza de altura y-y me agarre la cara y me dé docenas de besos todos melosos 🥺✨
#español#hotd#house of the dragon#hotd fandom#tom taylor#tom Taylor x reader#hotd cregan#cregan stark fanfic#cregan stark x you#cregan x reader
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Reentrada
Fantastic Four (1961) #279 John Byrne (Escritor, dibujante)
— Reed Richards: Tu campo de fuerza es nuestra única esperanza, querida. Ahora, primero abre un agujero diminuto en este lado. ¡Deprisa! — Susan Storm: Pero eso hará que nuestro aire… ¡Oh, por supuesto! ¡Entiendo lo que estás planeando! ¡Ya está! — Johnny Storm: ¡Eh, funciona! ¡Nos movemos hacia la Tierra! ¡Pero esta burbuja tiene el aerodinamismo de un ladrillo! ¿Cómo controlamos el descenso? — Reed Richards: Todo está calculado en mi plan, Johnny. No te preocupes. Sue, cierra el agujero. Ahora relaja la tensión de tu campo de fuerza. Voy a darle a mi cuerpo una forma concreta. Deja que tu campo de fuerza la imite. ¡Eso es, querida! ¡Lo conseguimos! Empieza a aumentar la rigidez del campo en la parte delantera. ¡Perfecto! Una configuración aerodinámica perfecta. Ahora, Sue, conserva esa forma mientras yo recupero mi forma humana. — Johnny Storm: Pero… ¡Empezamos a calentarnos!
— Reed Richards: Ahí es donde entras tú, muchacho. La fricción de nuestra reentrada va a generar una tremenda cantidad de calor. Solo la Antorcha Humana puede protegernos de ello… ¡Absorbiéndolo en su propio cuerpo! — Johnny Storm: Me pongo, cuñado. ¡Pero será mejor que este viaje no sea muy largo! No podré absorber demasiado antes de tener que liberarlo… y si eso ocurre dentro del campo… — Reed Richards: No te preocupes, Johnny. La reentrada solo llevará unos ocho minutos desde aquí. Puedes hacerlo. ¡Debes hacerlo! — Johnny Storm: Haré… cuanto pueda. — Reed Richards: ¡Eso es, Johnny! ¡Eso es! Solo unos minutos más, hijo. ¡Unos pocos más! Máximo calor ahora, Johnny. ¡Aguanta! ¡Aguanta!
— Susan Storm: ¡Oh, Reed! ¡Johnny parece sufrir mucho! ¿Y si se está forzando demasiado? — Reed Richards: Lo conseguirá, Sue. Es un buen chico… ¡Un buen hombre! Ahora tú tienes que hacer otra cosa. — Susan Storm: ¿Otra…? Espero que no sea demasiado, Reed. Prácticamente, estoy atada solo con mantener este campo de fuerza contra la presión de la reentrada. — Reed Richards: Entonces esto debería facilitarte un poco el trabajo, cariño. Quiero que empieces a ajustar los contornos del campo. Vamos a usar el flujo de aire en lugar de luchar contra él. ¡Vamos a intentar dirigirlo! Empieza levantando el morro. Necesitamos hacer una entrada más directa. Eso es. ¡Lo estás consiguiendo! Ahora, gira la superficie de estribor… ¡Con cuidado! ¡Sí! ¡Funciona! Ahora… un giro de la parte de babor… ¡Excelente! ¡Justo siguiendo el curso! — Susan Storm: Pero… ¿Siguiendo el curso hacia dónde, Reed? ¿Dónde vamos? ¿A casa? — Reed Richards: No, Susan. Estamos sobre Europa Central. Aunque no estoy totalmente convencido de que el Doctor Doom esté detrás de esto, el mensaje amenazador que recibimos sí se originó en su país, Latveria. Ahí es donde vamos. ¡Vamos directos al castillo de Doom!
— Johnny Storm: ¡Reed! ¡No… puedo contenerlo más! ¡Tengo que soltarlo! — Reed Richards: No pasa nada, Johnny. ¡Tu trabajo ha terminado! Sue, abre el campo de fuerza para dejarlo salir. She-Hulk, ahora necesitaremos tu fuerza y casi invulnerabilidad… ¡Como ariete vivo! — Johnny Storm: ¡Ahhh! ¡Justo a tiempo! — Reed Richards: Muy bien, She-Hulk, prepárate. Sue, deja que tu campo de fuerza se ablande y nos cubra a todos… para amortiguar el impacto. — She-Hulk: ¿“Impacto”? Eso no parece una palabra lo bastante fuerte para describir la potencia con la que vamos a chocar, Reed. Preferiría decir… ¡Es la hora de las tortas!
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La ley del más mínimo esfuerzo.
Mi venganza querida mía es tu propia confianza, no nacerá de mi despecho, ni vendrá de mi orgullo herido, no recurriré a un plan sofisticado ni estrategias maquiavélicas, todo saldrá de ti misma, de tus labios engañosos, de tus actos titiriteros, de la conveniencia de tu afecto improvisado. Diste por sentada mi completa ingenuidad, me creíste tan bobo y sin carácter, pero vamos cariño, subestimaste mi silencio, diste por hecho mi ignorancia, y quizá no soy tan idiota como lo evidencio. Me construiste un laberinto y te perdiste en él, pusiste tantas trampas y te acorralaste con las mismas, tantas redes tendidas y tropiezas con tu propio cebo, tantas emboscadas para apresarme y eres tú la que no sabe ahora cómo salir, no tienes la más remota idea de qué cable cortar de esta bomba de tiempo que esparcirá tu vergüenza, como una implosión será esta revancha, crujirás por dentro, no me ensuciaré las manos, aunque el corazón este manchado, serán los tuyos, tu propia sangre, quienes te exijan saber lo que has ocultado. Memoria Selectiva.
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Enchanted to meet you- Part 1 (repost)
Pairing: Pedro Pascal x Spanish f!reader Contents: slow burn, strangers to friends to lovers, reader is in her mid-late 20s, sometimes a little strong language, not that many yet. Word count: 1,8k A/N: reposting because apparently I messed with something on my acc and it got deleted :') Part 1 - Part 2 - Part 3 - Part 4
In days like this, moving to New York seemed like the wrong idea. You were late to one of your deadlines, your boss just yelled at you, you were missing your family an awful lot, and everything seemed like it was against you. That's why you were on your way to the small cafeteria you went regularly. The café/bar almost felt like one of those you had back home, and it made you feel at ease when you felt like everything was falling out of your reach. Walking in, you saw a few people seated on the chairs, and you smiled as you made your way into the counter to the lovely old Spanish man that had become your friend.
“Hola Ernesto. ¿Cómo estás hoy?” you asked him. (Hello Ernesto. How are you today?)
“¡y/n, querida! Bien, ahora que te he visto” he smiled sweetly. “¿Estas bien? Se te ve cansada, cielo” (y/n, dear! Good, now that I've seen you. / Are you alright? You look tired, darling.)
You sighed.
“I'm good. Tired. That's why I came here. You know your café con leche always cheers me up. The best in all the city” you said, taking your jacket off and leaving it one of the tables beside the counter.
„Ah, eres la única que lo aprecia. The others just like the café solo or black coffee, anyways” he chuckled, and started preparing one right away. (Ah, you're the only one that appreciates it.)
The two of you made small talk until another customer came in, and you sat at your usual table. You took out your laptop and started working on that damned deadline you had. After a while, you had finished the work you were behind, and after stretching yourself on the chair, you took the last sip of your coffee.
“Anita! Hola, querida” you heard Ernesto say. You turned around, curious, and you met with a woman that often visited the shop. (Anita! Hello, dear. btw, -ita/-ito is used as a diminutive, in names often lovingly.)
“¡Hola Ernesto! Lo de siempre, para llevar, por favor. And a croissant” she said, smiling. Then when she turned around to reach her purse, she saw you. “Hey, y/n! Long time no see” (Hello Ernesto! The usual, to take away, please)
After paying, she sat next to you on the table while she waited for her order. You knew Ana from a while back, since you first met in Ernesto's shop. It was quite a spot for Hispanic people, honestly, since a lot of them longed for a piece of familiarity in this big city. You two made small talk about your lives, and then Ernesto called her name.
“Well, it's always nice seeing you, y/n, we really have to go out like old times. I miss getting drunk with you!” she laughed.
“I could really use a little fun, honestly. So I might take up on your offer, Ana” you smiled.
“Well, I might be going out this weekend, if I don't end up dead because of workload. I'll text you!” she said while taking her order and heading out. “Bye, cielo. Hasta luego, Ernesto!” (See you later, Ernesto!)
The old man waved her goodbye, and you stood up to take another coffee. Then you sat back and scrolled a little through TikTok. The page was flooding with new Pedro Pascal edits, and you welcomed each and every one of them. How can a man be so fine without even trying?
You heard another person entering the shop, but kept your eyes on yet another video of your 'for you' page.
“Ah, Pedrito! Cuanto tiempo sin verte, mijo” you heard Ernesto say cheerfully. (Ah, Pedrito! It has been a while without seeing you, son.)
You snorted, a bit too loud, and without looking into their direction, you quietly apologized.
“Igualmente, ya sabes que me gusta pasarme a verte cuando estoy en la ciudad” you heard the man say. Funny, because you came a lot, and his voice sounded familiar, but not from hearing it around here. (Same, you know I like to come around and see you when I'm in the city.)
“¿Te pongo lo de siempre?” Ernesto asked. (Do I get you the usual?)
“Sí, por favor. Si tienes, ese café colombiano tan rico” the other man answered, and you almost felt him smile. Oh, that coffee was good. He had a good taste. (Yes, please. If you have some, that tasty Colombian coffee.)
You didn't hear their small talk, but your attention chimed in again when Ernesto talked.
“Aquí tienes, Pedrito. Si quieres algo más ya sabes donde encontrarme.” (Here you go, Pedrito. If you want anything else, you know where to find me.)
“Grac-”
You unconciously snorted again when hearing the nickname, and you felt their eyes on you again.
“Do I know you?”
“No, sorry, I just know someone called like that. I'm really sorry. Promise I'm not laughing at you” you said, again not tearing your eyes from the screen. Funny enough, another Pedro Pascal edit popped up in your phone. You smiled to yourself. After a bit, you saw someone approaching you sideways.
“Can I sit here?”
You stopped the video and looked up to answer.
“Yeah su-”
Your eyes met another coffee coloured ones, and your mouth stopped mid sentence. You blinked. Wait... What? This can't be happening. You frowned and looked down at the paused video on your screen. Then again at his face. The same face.
“Uh...”
“Can I still sit? If you don't mind. I'm a little tired”
“Ye-yeah. Sure” you made a little space on the table by scooting your things to you, still a little dumbfounded.
You watched him as he sat down, took his jacket and scarf off, and put his hands around the cup to warm them. You were at loss of words. Was this a joke? Were you hallucinating from a coffee overdose? Where you the only one seeing Pedro motherfucking Pascal sat in front of you? Your eyes scanned the shop, no one turned around to watch your table or made any move to come to you. You moved your eyes back to him, and he was already looking at you.
“You alright?“
“Yeah”
“I'm guessing you finally recognized me” he said, a small side smirk creeping on his lips.
“Yeah”
“And you're fine?”
“Yeah”
“Do you know more words than that?”
“Yeah” you answered without thinking. He laughed at that. “Wait- I mean-”
“‘S alright. I can leave if I'm making you uncomfortable or something.”
“I should be the one telling you that” you huffed, now smiling a bit.
“Ah, so the lady knows how to speak properly” he said mockingly.
“Oye! You're making it a little hard for me. Just let me process it. I'm having kind of a weird moment now.”
He chuckled, and took a sip of his coffee. You two sat there for a couple minutes, just sipping your coffees and occasionally glancing at each other.
“Are you freaking out?”
“Surprisingly? Not much. I thought it would be different. That you would be different.”
He gasped dramatically, taking a hand to his chest. “Ouch. That offends me. Am I not enough for you?”
“What? I didn't say that! Just- If I ever met you, I thought I would feel different. More excited, I guess? I don't know. Maybe it's just the stress knocking me out.”
“Oof. Know that one. I have just returned from filming, and I finally have some free time in my hands. I'm guessing you know what I do for a living, so... What do you do?”
“I work in an editorial. I'm kind of a translator. And everyone's recadera, honestly” you scoffed. (Gofer? aka basically the person that runs around doing what everyone wants or needs, I think lol)
You both sat there for hours, just talking to each other and enjoying your company. That was until Ernesto came up to you.
“Hey, I don't want to interrupt, parejita, but I already closed for the day. If you don't mind closing up the doors, y/n, you can stay here if you'd like” he said.
You both then looked around and realized that he had, in fact, closed everything and you two were the only ones left.
“You should have said something! No te preocupes, yo cierro. Go rest, I'll see you next day” you said almost lovingly scolding him. When he left, you sighed. “I swear this man reminds me of my grandpa. He goes every day to la huerta. And he's in his 90s!” (Don't worry, I'll close up)
“Damn, that abuelo of yours sounds like he's made of steel” he said chuckling.
“If only you knew” you said, laughing back.
The two of you started picking up your things and putting your jackets and scarfs. Ugh, sometimes you hated New York's cold. When you got out of the shop, you took out your keys and closed the cristal door, and then the blinds. When you turned to Pedro, he was looking at you funny.
“What?”
“Nothing. Just thinking of how a young girl has an old man's keys to his establishment” he said, and you rolled your eyes at the comment.
“I've know Ernesto for years, and sometimes I've helped him with the shop. He's like my grandpa, you idiot! I like older men, but it's not that bad” you laughed, but froze while putting your keys into your bag. You did not just say that to him. Your eyes widened and you felt the heat in your cheeks. “I didn't-”
He was looking at you with a raised brow, smiling. “So you think I'm old, huh?”
“So you think I like you?” you answered him without thinking.
He raised both of his brows, and then laughed. “Fair enough.”
You both stood there, looking at each other, not knowing what to say. You wanted to tell him that you wanted to see him again, but without seeming like a stalker. You genuinely had a good time with him.
“So... I guess this is goodbye. It was nice meeting you, Pedro” you said with a small smile. “I'd say see you around, but New York is big, and I don't think you'd had that good of a time.”
“I actually like to come to Ernesto's a bit often when I'm here, so maybe I will. I mean, if that's okay with you. I wouldn't want to disturb or anything” he said, and you almost forgot he was international celebrity. He stood there, looking like a big cuddly thing with his scarf and beanie, with his hand on his pockets and his adorable little smile.
“Why would you? He seems to like you, and any sale is good for the business anyway” you told him.
“Then I'll come back. Maybe see you around. I had fun today, thanks for the chatting and all.”
Oh god, why was he so adorable? You wanted to squish his face into your hands.
“Yeah... That would be great. See you, Pedro.”
“See ya’, kid.”
With a small wave, he turned around, and you watched him leave. You then started walking your way into your apartment, still not knowing how to process what just happened. You took out your phone and opened your sister's chat.
“Nora, you won't believe what the fuck just happened.”
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ULTIMA CARTA DE PIZARNIK A SILVINA OCAMPO.
Tristísimo día en que te telefoneé para no escuchar sino voces espúreas, indignas, originarias de criaturas que los hacedores de golems hacían frente a los espejos.
Pero vos, mi amor, no me desmemories. Vos sabés cuánto y sobre todo sufro. Acaso las dos sepamos que te estoy buscando. Sea como fuere, aquí hay un bosque musical para dos niñas fieles: S. y A.
Escribime, la muy querida. Necesito de la bella certidumbre de tu estar aquí, aquí abajo; sin embargo, yo traduzco sin ganas, mi asma es impresionante (para festejarme descubrí que a Martha le molesta el ruido de mi respiración de enferma). ¿Por qué, Silvina adorada, cualquier mierda respira bien y yo me quedo encerrada y soy Fedra y soy Ana Frank?
El sábado, en Bécquar, corrí en moto y choqué. Me duele todo (no me dolería si me tocaras –y esto no es una frase zalamera). Como no quise alarmar a los de la casa, nada dije. Me eché al sol. Me desmayé pero por suerte nadie lo supo. Me gusta contarte estas gansadas porque sólo vos me las escuchás. ¿Y tu libro? El mío acaba de salir. Formato precioso. Te lo envío a Posadas 1650, quien, por ser amante de Quintana, se lo transmitirá entre escogencia y escogencia.
Les envié así un cuaderniyo venezolano con un no sé qué de degutante [desagradable] (como dicen Ellos). Pero que te editen en 15 días.
Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y tus manos que llevan a la casa del recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero.
Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. A él lo amo pero es distinto, vos sabés, ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y simple. Pero no es vos. Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. Sylvette, pronto te escribiré. Sylv, yo sé lo que es esta carta. Pero te tengo confianza mística. Además la muerte tan cercana a mí, tan lozana, me oprime. Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves lo sexual es un “tercero” por añadidura. En fin, no sigo. Les mando los 2 librejos de poemas póstumos –cosa seria—. Te beso como yo sé, a la rusa (con variantes francesas y de Córcega). O no te beso sino que te saludo, según tus gustos, como quieras.
Me someto. Siempre dije no para un día decir mejor sí.
Sylvette, sos la única. Pero es necesario decirlo: nunca encontrarás a nadie como yo. Y eso lo sabés (todo). Y ahora estoy llorando. Sylvette, curame, ayudame, no es posible ser tamaña supliciada, Sylvette, curame, no hagas que tenga que morir, ya…
Tuya:
Alejandra.
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◈ A la chica que nunca amé ◈
Querida ████ ██████ M̳̳̼̟̮ͨ́ͫ͜͠͠͞͞E̳̳̼̟̮ͨ́ͫ͜͠͠͞͞I̳̳̼̟̮ͨ́ͫ͜͠͠͞͞J̳̳̼̟̮ͨ́ͫ͜͠͠͞͞A̳̳̼̟̮ͨ́ͫ͜͠͠͞͞,
Podía recordar la pluma goteando en mi sangre, con mi nombre pegado al pie de la página. El acuerdo, aunque engañosamente simple, era el vínculo entre tú y yo. Era peculiar, cómo un heredero como tú tenía una letra terriblemente aborrecible. Hasta el día de hoy, nunca encontraré una letra tan abismal como la tuya.
Pero comparada con tu supuesta "belleza" que todos mencionaban, era mediocre, mundana. Tomaban tus tropiezos como un juego de niños, cuando en realidad se trataba de una enorme laguna en la educación de tus familias. Tenías mucho que aprender. No estabas preparado, por mucho que quisieras estarlo. Fue una pena que tuvieras que comprometerte conmigo.
Bueno, independientemente de ese hecho, la posesión es la posesión, ¿no? No importaba si era mi hermano, mi familia, o tú - todos ustedes eran ollas a presión; anhelando el pico de la perfección.
Especialmente esa cosa llamada mi hermano. Es lo que más recuerdas, ¿verdad? La forma en que protestaba y ladraba como un chucho codicioso, la mirada cariñosa pero repugnante que me dirigía y la forma en que sus piernas temblaban de lujuria incontrolada. Era como si se mantuviera a sí mismo como un amante con el corazón roto. Fue más que vergonzoso, y el hecho de que tuvieras que tolerar semejante decepción, es digno de felicitación.
Bueno, veamos el lado bueno. Mi T'Abuelo disfrutó de tu complacencia. Aunque tu familia era nueva, inexperta y estaba en ruinas, le sacabas un buen partido: hacerle quedar bien, que pareciera que tenía corazón. En particular, ése era uno de los rasgos definitorios de esta familia: fingir bondad a cambio de dinero. Considéralo una bendición disfrazada por no saber nada mejor, ████. Como dicen, la ignorancia es felicidad.
Pero como todo el mundo, querías saber más. Al principio te enamoraste de una máscara, pero más tarde, trataste de encontrarme por mí. Bastante estúpido de tu parte, impresionantemente. Comparado con la mayoría, eras humano. Más humano que cualquiera en esa maldita familia. Si tan sólo nunca me hubieras conocido. Si tan sólo nunca me hubieras buscado.
Sí...
A la chica que nunca amé, ojalá nunca me hubieras amado.
En todo y lazos sangrientos,
Ƙɑɾʍɑ վՏɑҍҽӀօ Տɑղցɾҽ
<>
NOTAS:
T'Abuelo = Apodo dado al abuelo de Karma. Su nombre comienza con T. Chucho = Significa perro en el argot salvadoreño. Se refiere a los perros sucios, que se portan mal y que son callejeros. También puede referirse a personas codiciosas. sɪ ᴛɪᴇɴᴇs ᴀʟɢᴜɴᴀ ᴘʀᴇɢᴜɴᴛᴀ sᴏʙʀᴇ ᴋᴀʀᴍᴀ, ɴᴏ ᴅᴜᴅᴇs ᴇɴ ᴄᴏɴsᴜʟᴛᴀʀ ᴍɪ ʙᴀɴᴅᴇᴊᴀ ᴅᴇ ᴇɴᴛʀᴀᴅᴀ.
NOTES:
T'Abuelo = Nickname given to Karma's grandfather. His name starts with a T. Chucho = Means dog in Salvadorian slang. It refers to dirty, misbehaving, or stray dogs. Can also refer to persons who are greedy. ɪғ ʏᴏᴜ ʜᴀᴠᴇ ᴀɴʏ qᴜᴇsᴛɪᴏɴs ᴀʙᴏᴜᴛ ᴋᴀʀᴍᴀ, ғᴇᴇʟ ғʀᴇᴇ ᴛᴏ ᴄʜᴇᴄᴋ ᴍʏ ɪɴʙᴏx.
#karma#karma lore#lc#if you wanna find more...go back to the bio.#to all the theorists...do your best!!!#yandere boy#yandere oc#male yandere#yandere#yandere x reader#yandere x you#yandere blog#yancore#yandere male#yande.re#yandere mafia#yandere x male darling#yandere x darling#yandere drabble#yandere writing
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Querida Dolia,
Desde que hablamos por primera vez, detecté algo maravilloso en ti, aunque no sabía exactamente qué era. Pasé tiempo reflexionando al respecto, pero luego decidí que solo era cosa mía y que me resultabas interesante por tu forma de ser y por la amabilidad con la que me tratabas. Así que dejé pasar el asunto durante un tiempo y no hice nada al respecto.
Con el paso del tiempo, y después de haber dejado de contestar tus mensajes, ese pequeño sentimiento que mencioné comenzó a crecer en mí. Aunque no hablábamos como antes, no podía dejar de observarte desde lejos. Siempre buscaba tu perfil para saber más de ti, de cómo estabas y, en general, cómo iba tu vida. Realmente nunca me cuestioné el porqué de mis acciones; simplemente era algo que hacía y se volvió parte de mi rutina diaria.
Sin embargo, tras nuestro reencuentro, supe de verdad de qué se trataba lo que sentía: amor. Y sí, tal vez la forma en que he narrado esta carta suene cliché, pero es indiscutiblemente la verdad. Sentí amor y, además, alivio. ¿Por qué alivio? La respuesta es sencilla: por fin descifré esa "pequeña" obsesión que tenía —y que aún tengo— contigo. Comprendí mis sentimientos y me hice consciente de la persona tan hermosa que eres y de lo mucho que vales.
Puedo decir, sin titubear, que eres un amor totalmente inesperado. Me arrebataste el corazón desde nuestra primera interacción, y has estado presente en mi mente desde el día uno. Eso nunca me había sucedido antes, lo digo en serio.
Agradezco enormemente al destino, la vida, Dios, o a cualquier ser eminente que haya hecho posible que nuestros caminos se cruzaran y que ahora nos hallemos dentro de un vínculo que está completo de mucho cariño y reciprocidad.
He descubierto tantas cosas que admiro de ti durante este periodo de tiempo: tu amabilidad, tu atención hacia mí, la comprensividad que has manejado hasta estos días y tus maneras tan preciosas de demostrarme amor. Cada una de estas cualidades me ha orillado a ser sincero contigo sobre mi sentir y, actualmente, a realizarte una confesión más.
Nada me haría más feliz que fortalecer nuestra relación y que nuestro futuro sea uno en donde estemos juntos, siendo alegres y construyendo nuevos momentos íntimos y únicos que quedarán por siempre registrados en nuestros corazones. Por estas razones, Dolia, te pregunto: ¿te gustaría ser mi pareja? ♥︎
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Lamento profundamente que hayas llegado a sentir que la única salida era poner fin a tu vida.
[Te recordaré en cada atardecer.]
-Carta abierta-
Querida Anto,
Hoy me siento llena de una tristeza profunda al saber, a través de tu hermana, que has tomado la decisión de dejar este mundo. Fue una noticia impactante y trágica. El dolor y la lucha que llevabas dentro de ti fueron demasiado para ti, y lamento profundamente que hayas llegado a sentir que la única salida fue poner fin a tu vida. Espero que ahora encuentres la paz que tanto deseabas y estés en el lugar donde realmente perteneces.
Sé que te has ido, sin embargo, hay un rincón de mi corazón que se niega a creerlo.
Durante estos últimos meses, tuve la oportunidad de hablar contigo, y aunque la distancia nos separaba, te sentía increíblemente cercana. Tenía un interés genuino en conocerte más, y lo poco que compartiste conmigo fue realmente significativo para mí. Siempre me pareciste una chica con un corazón hermoso, con una esencia intrigante. Me encantaba la forma en que te expresabas, tu sinceridad y el nivel de conciencia que mostrabas; realmente iluminabas nuestras conversaciones.
Aunque nuestro tiempo juntas fue breve, quiero que sepas que eras especial para mi. La abrupta interrupción de la relación que estábamos construyendo es dolorosa, y me encuentro en un lugar complicado, llorando por la amiga que llegué a querer y que ya no está.
Me habría gustado que ese viaje a Colombia se hubiera realizado y haber tenido la oportunidad de conocerte en persona, de compartir momentos juntas, y más que nada, de darte ese abrazo chiple de nutria que tanto deseaba compartir contigo. Al igual que las cartas que tenía para ti, quién diría que escribiría esta triste carta expresándote estas palabras y que ya no estarías más aquí.
Gracias por brindarme un espacio agradable y seguro donde pudieron fluir conversaciones sinceras. Te agradezco profundamente por la compañía a la distancia. Desarrolle un cariño enorme hacia ti. Eras fácil de querer. Y sobre todo gracias porque me hiciste ver que hay personas hermosas como tú allá afuera, con las cuales se coincide de manera inesperada.
Hice todo lo que estuvo en mis manos para estar presente, para ofrecerte apoyo y compañía hasta donde me lo permitiste. Me alegra haber compartido lo lindo y amoroso de mi en tus últimos días.
Tu ausencia deja un vacío que se siente profundamente, y siempre guardaré con cariño. Te extrañaré, sin duda. Espero estés donde tu alma es libre y ahí donde ya no existe el sufrimiento.
Quiero que recibas ese abrazo que tanto anhelamos darnos, lleno de amor y compasivo. Nunca serás olvidada, y siempre ocuparás un lugar especial en mi corazón. Fuiste alguien muy especial y tu vida era tan valiosa, ve en paz y sigue tu camino, lo hiciste increíble en esta vida.
Con amor,
By, Yls.
-Reflexión-
Muchas veces, quienes luchan con el dolor interno se sienten atrapados en la oscuridad, sintiendo que la salida es el silencio eterno.
Es vital que entendamos que la lucha con la salud mental no es un signo de debilidad, sino un reto que puede ser abrumador. Cada vida es valiosa, y debemos dedicar tiempo y esfuerzo a fomentar un espacio donde podamos hablar abierta y honestamente sobre el dolor, la tristeza y la esperanza. Honremos a quienes hemos perdido al comprometernos a ser más compasivos y a estar más atentos a quienes nos rodean. Recordemos que incluso un pequeño gesto de amor puede marcar la diferencia en la vida de alguien que lucha en silencio, y que realmente no quiere morir solo busca acabar con su sufrimiento. Recordemos que las decisiones de una persona, especialmente en situaciones de crisis, son complejas.
Aprende sobre la salud mental es fundamental, Informarnos puede proporcionarnos una mejor comprensión de lo que pueden estar enfrentando y cómo ayudar a otros en el futuro.
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Reeditado.
La Historia Oculta de Blancanieves: Ese famoso Cuento, que Casualmente Nació de la Vida Real.
Los cuentos de hadas pueden parecer fantasiosos, pero algunos tienen profundas raíces en la vida real. Tal es el caso de Blancanieves, una historia que ha fascinado a tantas generaciones. ¿Pero sabías que la trama, está inspirada en la vida de María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, una princesa alemana del siglo XVIII?
Adentrémonos en este curioso enigma, para descubrir cómo una princesa en Lohr, (Alemania), se convirtió en el icono mundial que conocemos hoy como Blancanieves.
Nacida en 1729 en la ciudad alemana de Lohr, María Sofía no vivió una vida de cuento de hadas. Estuvo afectada por la viruela en su infancia, esa enfermedad la dejó parcialmente ciega. A los 12 años, en 1741, sufre otro golpe emocional: la muerte de su madre. Su padre, el príncipe Philipp Christoph von Erthal, se casó de nuevo dos años después con Claudia Elisabeth María von Venningen, la condesa de Reichenstein, que se convirtió en su “madrastra malvada.”
Lohr, la ciudad donde se crió María Sofía, era muy famosa por la manufactura de espejos de calidad excepcional. Claudia Elisabeth, la madrastra, era la dueña de un espejo especialmente intrigante: se trataba de un “espejo parlante” que producía un efecto de eco al hablar delante de él.
Este especial elemento, se conserva incluso hoy día en el castillo familiar, y se cree que inspiró al famoso espejo que consultaba la Reina Malvada del cuento.
María Sofía, era adorada por las personas humildes de su pueblo, especialmente los trabajadores de las minas cercanas. Estas minas, diseñadas en terrenos blandos y peligrosos, requerían trabajadores de baja estatura, incluidos niños.
El vestuario de estos mineros, (largos abrigos y gorros), posiblemente inspiró la apariencia de los siete enanos que aparecen en el cuento y que todos conocemos.
Contrario a esa historia que ha llegado hasta nosotros, María Sofía nunca fue víctima de una manzana envenenada. Pues falleció a una edad temprana, alrededor de los 21 años, debido a una enfermedad no especificada que la mantuvo postrada en cama. Aunque no tuvo un ataúd de cristal, en su funeral los trabajadores del pueblo cubrieron su ataúd con pequeños fragmentos de cristal, como una muestra de cariño y afecto.
Pero fue la perfecta habilidad narrativa de los Hermanos Grima, la que transformó la vida de María Sofía en el Cuento de Blancanieves, que ha capturado toda la imaginación del mundo.
No obstante, la base de la historia estuvo siempre allí, en la vida y las experiencias de una joven princesa alemana, que fue muy querida y siempre recordada por su comunidad.
Blancanieves es mucho más que un personaje de ficción; es un legado que captura las complejidades de la vida real. Su historia, aunque embellecida por la gran imaginación de los narradores, se fundamenta en una realidad, que es tanto trágica como hermosa.
Así, la famosa leyenda de Blancanieves se convierte en un fascinante mosaico, donde la historia y la mitología, se entrelazan de manera real e inolvidable.
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