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musicaelectronica · 5 months ago
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trastornadosrevista · 5 years ago
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Ca7riel & Paco Amoroso en Obras: el ascenso de los outsiders
Ca7riel & Paco Amoroso confirmaron su ascenso meteórico con un show sold out en Estadio Obras Sanitarias. Motorizados por una pulsión sonora mutante, estos dos (muy jóvenes) amigos de toda la vida se dieron el lujo de combinar la esencia de una rave con la agresividad y la potencia de un recital de heavy metal, resultando todo en una inolvidable presentación que volvió a dejar inquietos a los rancios defensores de la tradición. 
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Apenas un día después del segundo show de su amigo WOS en el Luna Park, Ca7riel & Paco Amoroso debutaron en el Estadio Obras Sanitarias con cartelito de sold out colgado poco más de un día antes. Dándole forma a una sucesión que confirma el predominio de la esa flexible unidad llamada “Música Urbana” dentro de las escenas mainstream y emergente de nuestro país, estos dos muy peculiares y decididos alquimistas del sonido cerraron a toda velocidad un año que también fue consagratorio para ellos.
La fila que se extendía por la Avenida Del Libertador era francamente impactante: si hace poco más de un año, tanto a Catriel Guerreiro como a Ulises Guerriero –hasta en el apellido hay una simbiosis plena– les costaba asentarse dentro de la salvaje y competitiva escena local, la actualidad los encuentra disfrutando las mieles que traen las alturas. De llevar una base reducida de seguidores y conocedores a un show gratuito en el Centro Cultural Recoleta a quemar por completo todos los papeles sin escalas: tres Niceto Club agotados, una gira por España que incluyó un show en el Sonar de Barcelona, uno de los mejores momentos del Buenos Aires Trap 2019 y el honor de poder homenajear a Gustavo Cerati con una acertadísima versión de “Crimen” en el Teatro Colón. Todo ello potenciado por el hecho de estar siempre en movimiento, por nunca conformarse ni con lo establecido ni con lo desconocido: su música puede ser descripta como una mutación anti-formalismos constante en la que no existen los límites género-estilísticos y donde lo audiovisual y lo físico/performático son tan elementales como lo sonoro.
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Siguiendo esta prerrogativa, la previa en el Templo del Rock estuvo sazonada e impulsada por un DJ set muy acido que recordó a las viejas fiestas del Segundo Verano del Amor. Claro que tres cuartos de los presentes no superaba el promedio de los 24 años de edad, por lo que tal afirmación quedó reducida a simplemente dejar que el cuerpo se mueva al ritmo de los beats incisivos y repetitivos disparados desde la bandeja central. Su irrupción en el escenario se dio cerca de las diez de la noche, abriéndose hacia arriba la rampa que haría las veces de pantalla gigante e ingresando con ellos la siempre infalible ATR Band.
Si sus shows en Niceto Club y en el Hipódromo de Palermo –por nombrar a los más grandes– se habían caracterizado por un interesante equilibrio entre una esencia jazz-funk y una serie de explosiones incontrolables, lo que sucedió en Obras puede ser descripto como “la presentación más agresiva y punk que hayan tenido”. Distorsión pura, estética vaporwave y un viaje a lo profundo de la Londres de los ’70, “Ola mina XD” fue el delirio nuclear que tanta ansiedad colectiva necesitaba como para quedar con las piernas liquidadas en apenas cuestión de minutos.
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Enfundados los dos en pieles –Ca7riel como una pantera negra, siempre saltando y agitando a la gente, y Paco Amoroso como una estrella de la nouvelle vague, deslizándose por las tablas como gacela y saltando hasta el punto justo–, los protagonistas se regodearon ante tamaña euforia e inyectaron funk, EDM y acid house en el sistema circulatorio de la mano de una versión ‘hecha a mano’ de “Antiyuta”. Bajo un beat bien hip hopero y la suavidad de un teclado en modo vangelis, la sesión de Bizarrap protagonizada por Paco los encontró muy cómodos dentro de la canción tradicional, sacando a relucir esa formación clásica y rockera de la que jamás han renegado.
El pujante binomio entre ‘bella’ y ‘bestia’ se acentuó durante “Terrible Kiko”, un dark pop capaz de agujerear cualquier estómago que creó un clima oscuro y auto-destructivo en el que las voces se perdieron y deshicieron hasta convertirse en lejanos alaridos llenos de dolor. Puro flow, hija del funk y del hip hop clásico, “A Mí No” los encontró luciendo sus voces sin ninguna pizca de auto-tune, dialogando a la perfección con un público que no dejó de cantar en ningún momento y eligiendo los momentos en los que subir la velocidad para mostrar que el freestyle también es terreno fértil para ellos.
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La vibra entre tropical y distópica de “Piola” fue un punto más que elevado, llevándose la ATR Band una merecida ovación tras dejar tras de sí a un tendal de músicos que no saben cómo tocar en vivo sin atarse a las programaciones. Referencias retro ineludibles y un tempo invencible, dos características que hicieron que el paso hacia la angustiante y nostálgica psicodelia –acompañada por una base techno-disco consistente– de “Mi Sombra” no sea en absoluto incómodo. Luego de quedar al borde de la pasarela, acechando a su presa, Ca7riel tuvo su momento en solitario y no lo desaprovechó: dos movimientos en los que unificó al hip hop y a la cumbia villera con el rock industrial (“No Aterrizó”) y, ya con la guitarra colgada a puro riff metalero (“Gatxs” y “Vibra Alta”), en donde profundizó ese camino pero aprovechando la versatilidad mutante y la consecuente velocidad en el cambio de cuadros de la ATR Band.
Paco Amoroso regresó de pantalones cortos para ponerle un poco de funk rock a la ya de por sí ridícula “Picky” de Joey Montana, gesto por completo desafiante hacia el canon tradicional, para luego liderar desde la pureza del flow una versión de “OUKE” que incluyó a Esteban Lamothe sobre las tablas para recrear un segmento del video oficial. Tiñendo de negro pesadilla al estadio, la sesión de Bizarrap de un Ca7riel más gutural que nunca trajo el pogo más violento de todos y puso sobre la mesa el gusto todavía vigente en los más jóvenes por el thrash metal y sus diversas ramas.
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“¡Cómo se picó papaaaaaaaaa!” gritó el espigado frontman desde atrás de todo, para luego dar pie al enlace entre “McFly” y “Todo El Día”; sus dos más recientes temas solistas mostraron una poderosa conexión que va mucho más allá de los videoclips oficiales: convirtiendo al recinto en un sótano húmedo y sucio, desataron una rave extremadamente ácida que encontró en el galope de la batería y en la monumental potencia física de Ca7riel y Paco su principal fuente de combustión.
La introducción a puro headbanging con un riff clásico bien thrash fue más que suficiente como para tenderle la alfombra roja a Dillom -otro de esos músicos criados en la suciedad del punk- con quien llevaron la propuesta hacia el metal más oscuro y brutal, justificando y enalteciendo la famosa (y poco respetada, cuestión de capacidades) esencia deforme y sangrante del trap. Luces prendidas, momento para agradecer y marcar el camino a seguir para triunfar: “Siempre con los pibes loco, nunca solos” exclamaron casi al unísono luego de nombrar a todos los integrantes de la banda y de su crew; pura sangre callejera, WOS devolvió el favor de las noches anteriores a su amigo Ca7riel para que el lugar se venga abajo de la mano del vaporwave asesino y candente de “Klapaucius”.
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Después de jugar un poco con el estribillo de “Qué Calor” de Los Pibes Chorros –otra particularidad que trae a colación el viejo concepto de “plebeyización”–, estos dos inefables amigos detonaron la casa estrenando ese experimento house mitad paródico, mitad auto-consciente, llamado “Cono Hielo”. Tema del verano sin duda alguna, lejos está de ser una rendición: allí donde muchos ven un estilo de vida, un aspiracional absoluto, ellos ven algo para esquivar, burlar y (¿Por qué no?) aprovechar. Como bien explica Ca7riel en una entrevista realizada por Mariano Del Águila en la Revista Anfibia: “Después llegó Paquito al mic y las necesidades cambiaron, fueron otras ¿Ganar dinero? ¿Por qué no? ¿Por qué no meternos en este ambiente, y ganar dinero?”. Si uno de los pilares del trap es la autenticidad, nadie podrá decir que ambos no dejaron en claro las razones por las que decidieron meterse de lleno en la escena.  
Y de eso se trata, pues los purismos nunca son buenos, sin importar para que lado del espectro ideológico apunten. Catriel y Ulises quieren hacer dinero, pero respetan profundamente al trap al punto de buscarle las mil y una vueltas de tuerca con el objetivo de hacer evolucionar su sonido. Como si fuese una especie de reafirmación de todo esto, el cierre con el heavy metal y el rock industrial de “Jala Jala” fue un fiel reflejo de la oscuridad que reside en su interior y que los impulsa día a día. Fuego a sus espaldas, el corazón de una fábrica metalúrgica en pleno funcionamiento, quedando derretidas las estructuras metálicas del recinto mientras los dos artistas del momento se repartían entre las onomatopeyas selváticas y el mosh más enloquecido posible.
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Exhibiéndose como los grandes outsiders del trap, Ca7riel & Paco Amoroso brillaron en una noche que estuvo marcada por la oscuridad conceptual, la agresividad sonora y el total desparpajo escénico. Cultores de la deformidad género-estilística, lo cierto es que pusieron sobre la mesa grande el hecho de que, dentro de la nueva generación, también hay lugar para el disfrute del rock pesado y del punk originario ¿Y saben qué? Eso está mucho más que bien. Lo entendemos por completo.
Por Rodrigo López Vázquez
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belleingenioartesanal · 6 years ago
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hsx-0808 · 4 years ago
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musicaelectronica · 5 months ago
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trastornadosrevista · 5 years ago
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Nicki Nicole en el Buenos Aires Trap 2019: la dictadura de las expectativas
La presentación de Nicki Nicole en el Buenos Aires Trap 2019 fue una de las más exquisitas y acertadas de toda la jornada. Sin temerle al horario central, esta artista oriunda de Rosario, Santa Fe, dejó en claro que tiene todas las herramientas para escaparle a la repetición y poder vencer a la infame dictadura de las expectativas.
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Posicionada en un horario estelar dentro de la grilla del Buenos Aires Trap 2019 –algo sorprendente cuando se analiza su explosiva pero breve trayectoria– Nicki Nicole dio uno de los shows más comentados de la segunda edición del junte de trap más grande del país. Sin importar la opinión particular de cada espectador respecto de su trabajo, lo cierto es que esta joven de 19 años nacida en Rosario, Santa Fe, ha llegado para luchar por el trono. Un sensacional single (“Wapo Traketero”) lanzado en abril de este año, una sesión récord con Bizarrap y un muy parejo disco debut lanzado hace un mes (‘Recuerdos’), fueron más que suficientes como para llamar la atención y permitirle conquistar trofeos tanto en los charts como en las plataformas de streaming.
Y he aquí el embrollo de la cuestión: tener éxito de forma repentina detrás de una pantalla –más cuando se tiene poca experiencia previa en el vivo, caso opuesto al de Cazzu, por ejemplo– no garantiza que, una vez arriba del escenario, esos clicks se conviertan en halagos y ovaciones. No fueron pocos los que sostuvieron que su estilo realmente no se corresponde con lo que se conoce como “trap”, más allá de que el verdadero fanático sabe que este sub-género del rap tiene como base una identidad sonora y cultural en constante transformación. Tampoco escasearon quienes dijeron que su voz no es la misma sin el maquillaje del estudio, dejando de lado del hecho de que, debido al esfuerzo físico realizado (uno al que tendrá que acostumbrarse velozmente), Nicki Nicole no pudo alcanzar los finales de cada estrofa con la misma contundencia y estridencia que lo hace en la mayoría de sus canciones grabadas.
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Si bien es cierto que mostró algunos mínimos problemas de afinación y de timing en algunos estribillos donde requería menos fuerza de lo normal –algo estrictamente relacionado con el muy potente sonido general–, lo hecho por Nicki Nicole en la noche del pasado sábado 30 de noviembre estuvo muy por encima de la mayoría del resto de las performances. Si la esencia del trap es utilizar una base sonora fija y sobre ella hacer pivotear e interactuar a un sinfín de géneros y estilos musicales, la rosarina se ha destapado como una de las principales referentes del movimiento: enfundada en un traje púrpura customizado con imágenes de billetes de cien dólares, abarcó a puro flow una extensa frontera sónica que incluyó al neo soul, al R&B, al pop, al rock, al jazz y hasta al funk.
En un ambiente cuasi opuesto al vivido en el Festival La Nueva Generación quince días atrás, Nicki saltó al escenario con una puesta en escena entre futurista y neo-punk y con una sólida banda a sus espaldas. Disimulando con bastante éxito su evidente nerviosismo, rompió el hielo con a puro funk y R&B de la mano de la suavidad de “7 Lunas” y de la sensualidad de “Fucking Diablo”, para luego bajar a las profundidades con la doliente y poderosa “Recuerdos”, balada con una estética y concepción noir por demás impactante. Portadora de una actitud difícil de igualar, la frontwoman nunca echó mano al auto-tune, utilizó la pista solamente para dialogar con las voces colaboradoras ausentes y se animó a desatarse por completo aún ante el riesgo de perder precisión en algunas notas.
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Fue al ritmo de “Cuando Te Veo” –con la presencia de Bizarrap sobre las tablas– y de “Años Luz” cuando Nicki Nicole sacó a relucir sin fisuras su voz, regalándole al público varios de sus habituales y muy estridentes agudos. Durante “Plegarias” se pudo ver a una artista por completo liberada, navegando en una tormenta oscura a pura crudeza y dejando tras de sí una estela vintage por completo intrigante. El empuje de la voz de Cazzu le dio mucho cuerpo a “Dímelo”, acercamiento más concreto a la música urbana tradicional, pero con un grand finale en clave rockera bajo el régimen de la guitarra eléctrica. Camino profundizado y ampliado hacia el funk y la música disco originarios a puro baile y agite en la punta de la pasarela con “Diva”, para luego ponerle el broche a su primera noche bajo los grandes focos con una versión muy soulera, abierta y delicada de su primer gran hit, “Wapo Traketero”. 
Nicki Nicole salió triunfal del Buenos Aires Trap 2019 porque mostró algo muy diferente y porque se expuso con mucho valor a la dictadura de las expectativas: hace mucho más tiempo del que imaginamos, nuestra sociedad se rige por retorcidos principios que son capaces de entronizar y de derrumbar a un artista en un mismo movimiento; en mayoría de casos, la transición del elogio desmedido al entierro innecesario suele ser a máxima velocidad, siendo muy difícil para muchos de estos jóvenes protagonistas –sin importar cuan mainstream sean– el sostener un equilibrio emocional y artístico que tenga coherencia y consistencia.
Entonces decimos: bienvenida sea Nicki Nicole a las grandes ligas. Un lugar que se ha ganado en muy poco tiempo con algo más que el también a veces desmedido impulso de las redes sociales. Allí donde muchos apuestan por el binomio “imitación-repetición”, ella eligió utilizar la base musical predominante de la actualidad para comenzar a desarrollar un sonido muy crudo que navega entre el rescate de la black music originaria y su combinación con las ramas más modernas del pop y de la música urbana global. El tiempo dirá si este voto de confianza fue un error, pero si hay que apostar a pleno, Nicki Nicole parece ser el verdadero caballo ganador del 2020.
Por Rodrigo López Vázquez
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trastornadosrevista · 5 years ago
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Duki en el Buenos Aires Trap 2019: ya llegó la jefatura
Duki fue el encargado de cerrar la segunda edición del Buenos Aires Trap y lo hizo de la mano de un show ambivalente en el que se mostró como el líder de la nueva etapa del trap en la Argentina. Todavía acomodándose a este nuevo rol, su presentación no fue arrolladora, pero lo encontró explorando nuevos sonidos y texturas. Crónica de una noche en la que el futuro finalmente llegó. 
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El cierre de la segunda edición del Buenos Aires Trap a cargo de Duki fue otro de los momentos del festival que dejó mucho para reflexionar. Sin haber entregado su mejor actuación, el trapero número uno del país marcó la cancha con mucha contundencia: la etapa de consolidación en la escena local y regional ha quedado lejos, enfrentando Mauro Ezequiel Lombardo un desafío del que muy posiblemente salga triunfal. Si la salida de su primer disco de estudio –el versátil y ecléctico ‘Súper Sangre Joven’– ya había dado todas las pistas necesarias, su performance sobre el escenario del Hipódromo de Palermo abrió la puerta hacia un nuevo universo que lo encontrará en un plano mucho más elevado que lo habitual.
Más allá del insólito retraso de más de una hora y media, la mayoría del público mantuvo sus posiciones en el corazón de Palermo para poder ver a su gran ídolo. Encandilando por igual a niños, adolescentes y adultos, Duki ingresó con mucha parsimonia para intentar combatir el frío viento con una versión reducida de “Rockstar” que incluyó un paso en falso al comienzo y menos potencia que lo que suele habituar un músico que ha hizo su nombre en base a la locura, la velocidad y la intensidad. Es por esto que no hay que pasar por alto la cuidada escenografía (con un auto vandalizado como trasfondo, al mejor estilo A$ap Rocky) y una postura mucho más sobria que contrastó con la euforia y el desquicio de casi todos sus invitados.
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Mostrando una cara muy madura, sin usar demasiado el auto-tune ni el playback, la versión bien latina de “Te Traje Flores” aceleró el trámite, aunque sin conseguir que el público se compenetrase por completo con la propuesta. Acercándose más a un show clásico de rap antes que a uno de trap, Duki manejó a placer el beat y no se apuró demasiado por conformar a sus fanáticos: “Sigo Fresh” fue un descenso a la oscuridad más profunda, mientras que “Piensa En Mí” sorprendió por su esencia electro-pop y consiguió el primer estallido de la noche en el estribillo.
La balada trap 3.0 se hizo cuerpo durante “Si Te Sentís Sola”, hit que fue coreado por todos y que tuvo su contraste en la más caribeña –con ribetes de vangelis, algo también celebrable– “Señorita”, momento en el que se hizo evidente que ‘Súper Sangre Joven’ debe ser puesto a prueba en vivo durante un buen rato antes de poder internalizarse en sus seguidores. Más allá de esto, la tensa calma le permitió al hitboy lucirse en modo crooner, desnudando por completo su voz y exigiendo al escucha algo más que puro descontrol.
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El fino acompañamiento de Alemán impulsó la cruza entre el hip hop clásico y gangsta latino de “Me Gusta Lo Simple”, siendo notable la diferencia entre el fraseo veloz y ácido del mexicano y el más relajado del argentino. Esto intentó ser compensado desde el quiebre vocal durante “Perdón”, pero todo pareció encajar en su lugar recién durante el intenso tramo en el que el dembow bien picante de “La Jefatura” (junto a un frenético Lucho SSJ) y de “It’s A Vibe” (con C Tangana y Khea como invitados); luego de que el madrileño iniciase “5 Stars” a capella, la entrada a toda velocidad de Neo Pistea y Polima Westcoast fue más que suficiente para cerrar calentar los pies de todos los presentes.
Tras disculparse por el retraso general, Duki volvió a buscar la conexión regional con el reggaetón de “Sin Culpa”, para de inmediato invitar primero a We$t Dubai y C.R.O para pasar, respectivamente, sin escalas al trap lisérgico de “Sake” y de “Vampiros”. Gran parte de la gente se activó de forma definitiva, pero lo que se pudo notar fue el intento de agregarle mucho más a la fórmula tradicional de base, arenga y salto; una misión que Lombardo se ha tomado con mucha seriedad y que también seguramente tenga que ver con su pública decepción con el estado actual de una escena que se ha comercializado demasiado.  
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Sangrante como nunca, “Hijo De La Noche” fue un showcase de dos voces muy claras y potentes que no usaron el auto-tune y plantearon el debate acerca de cuan necesario es a esta altura de las cosas. Sensual y misteriosa, bastante cercana al soul y al R&B, “Shorty” encontró a Nicki Nicole liderando la carga, aprovechando un beat muy texturado e intentando bajar las revoluciones en el momento justo. Sin perder tiempo, Duki volvió a lucirse haciendo contrastar el fuego de “Hello Cotto” y el dolor de “She Don’t Give A Fo”, pero el gran pogo de la jornada se produjo a lo largo y ancho de su éxito más reciente: combinando la versión instrumental y la de estudio, el frontman maravilló en “Goteo”, desatándose sin restricción alguna y haciendo saltar a tres generaciones diferentes al ritmo de “me puse las Gucci con un short de Nike, buzo y cadenas, estoy que goteo” ¿Poco? En absoluto, más bien todo lo contrario.
Golpeando el patrullero junto a Khea, ese delirio industrial llamado “Hitboy” abrió las puertas del infierno, quedando apenas tiempo para un remix de “Tumbando El Club” en el que Duki bailó y miró desde las alturas como Neo Pistea, Lucho SSJ, Khea y C.R.O repartían al público píldoras de locura. Sin dudas un resumen acertado de la primera etapa del trap local y la señal del advenimiento de una evolución que es inevitable: sin importar cuando comience, es claro que la nueva era se moverá al ritmo de un nombre tan grande que hasta puede darse el lujo de marcar el camino utilizando como plataforma de despegue una noche apenas regular sobre las tablas.  
Por Rodrigo López Vázquez
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trastornadosrevista · 5 years ago
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Buenos Aires Trap 2019: los dilemas de la intensidad y de la expansión
La segunda edición del Buenos Aires Trap trajo a la mesa una serie de interesantes reflexiones. Ya asentado el movimiento en nuestro país, la vara continúa creciendo y la exigencia hacia los mejores artistas también. Crónica -sin los shows de Duki y Nicki Nicole, reseñados aparte- de una jornada en la que la intensidad física y la profundidad sonora compitieron mano a mano por el trono.
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Si la primera edición del Buenos Aires Trap había sido la confirmación de que este nuevo movimiento musical y cultural iniciado en las plazas de Buenos Aires había llegado para quedarse, la segunda edición del junte de trap –y otras yerbas– más grande del país fue un contundente primer paso hacia una nueva etapa. Partiendo desde una mejor distribución general dentro del Hipódromo de Palermo (se unificó el largo corredor vertical frente al escenario), de un sonido global muchísimo más potente, de un escenario de verdadero primer nivel y de una apertura hacia otros géneros y estilos musicales, este muy intenso festival terminó por consolidar su lugar dentro de la escena masiva argentina.
La elección de la palabra “intensidad” no es azarosa, ya que fue la característica principal de una larga jornada que se extendió desde las doce del mediodía del sábado hasta casi las dos de la mañana del domingo. Con el camino hacia el escenario pavimentado de activaciones por parte de los grandes sponsors y de stands con merchandising oficial –marca de crecimiento exponencial y también señal de alerta–, los primeros en llegar tuvieron la posibilidad de entrar en calor con el eclecticismo sonoro de Sofía Hervier, el clasicismo minimalista de Lautaro LR, el alma cien por cien latina de La Queen y el rap crudo traído a la mesa por los desfachatados Dillom + Muere Joven.
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Con la nave central del Hipódromo de Palermo ya repleta, un Seven Kayne con un severo malestar estomacal dejó literalmente el cuerpo en una de las mejores presentaciones del día. Mostrando una elevada capacidad tanto de agite como de contemplación, Joaquín Cordovero agregó a la mezcla original de trap y rap pizcas de pop post-2000, música electrónica y hasta de rock. El hecho de que haya dedicado una gran porción de su show a colgarse la guitarra y tocar canciones por completo acústicas marcó una diferencia importante respecto de casi todos sus colegas, dejando en claro que los géneros y estilos más clásicos pueden combinarse sin mayores problemas con los sonidos que dominan la actualidad.
Directo desde el corazón profundo de Chile, aunque sin muchos conocedores de su música entre el grueso del público, Polima West Coast & Young Cister encendieron de forma definitiva al recinto de la mano de beats muy ácidos y de un empuje físico que dejó en un segundo plano a las insólitas fallas en ambos micrófonos. Los Brokeboyz hicieron gala de una amplia gama de recursos, apoyándose en el hip hop ochentoso, en el gangsta rap y –estructuralmente– en la combinación entre analógico y digital que planteó en su momento el nü metal. Con la plataforma prendida fuego, Dak1llah saltó directo a las llamas sin ni una pizca de auto-tune y acompañada por guitarra, batería y bajo; aunque la faceta latina poco a poco comienza a ganar un lugar central dentro de su universo sónico, Morena Jabulij sostuvo la bandera del soul y el R&B muy alta en el cielo y también se acercó con muchísima naturalidad al pop más radial. En uno de los pocos shows en los que el agite y el vértigo no fueron las características principales, Dak1llah hasta se dio el lujo de lanzar un breve freestyle en el que probó que alcanzarla es una tarea más que compleja.  
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Luego de que Facu Ballve –uno de los creadores de la escena, prócer absoluto– saludase al público a pedido del siempre incansable Coscu y hasta regalase algunas remeras de su productora, Anestesia Audiovisual, el uruguayo Pekeño 77 tomó por asalto el Buenos Aires Trap haciendo de la palabra “intensidad” una forma de vida. Si existen carencias técnicas (algo excusable, pues el trap va mucho más allá de eso), no hay nada mejor que dar un recital que entienda y refleje por completo la esencia del festival en el que se encuentra insertado. Beats filosos y pesados, un flow lisérgico y un manejo supremo del escenario que tapó cualquier consideración estrictamente musical: una inyección de locura en estado puro, que incluyó un intercambio letal con el infalible Homer El Mero Mero (“Detenido”) y dos épicas zambullidas que ayudaron a consolidar el ambiente de cara a la segunda mitad del día.
Tal como la presencia de Malajunta Malandro el año pasado, la presencia de Sara Hebe marcó algo por completo diferente a la norma: luego de manifestarse en contra de la represión en Chile y del golpe de estado en Bolivia, Sara Hebe Merino trajo mucha potencia bailable con su peculiar cruza entre cumbia y hip hop, aunque sin descuidar los flancos del reggaetón, el rock y el sonido originario de América Latina. Sin que mediase mucho tiempo, Alemán salió enfundado en un traje de piloto (edición especial de Supreme, claro) al grito de “llegó El Patrón” para traer el barrio profundo de México directo al gran escenario; a puro hip hop clásico con pinceladas de rap, boombap y mucho scratch, puso a la multitud a saltar en otra demostración de corporalidad absoluta. La química plena, ágil y artera con MC King marcó el ritmo de su setlist y definió uno de los grandes momentos del Buenos Aires Trap, siendo muy destacable el hecho de que en ningún tramo utilizó ni el voice over ni el auto-tune para impulsar un sonido que superó con creces el límite del decibel.
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Bizarrap tuvo la posibilidad de probarse en vivo con un híbrido entre DJ set y performance con invitados, algo que generó euforia más que nada entre la franja que va de los 15 y 18 años, pero que exhibió las grietas de un proyecto que funciona mejor en el estudio. Los invitados no estuvieron en su mejor forma salvo un muy jugado Alemán y un aceleradísimo Kiddo Toto, hecho que desperdició por completo la telaraña de texturas digitales (trap, rap, EDM, acid house y dubstep a la orden del día) y la caótica pared sonora construida con mucho cuidado por Gonzalo Conde. Mientras el sol seguía brillando, Lucho SSJ demostró todo lo que ha avanzado en estos primeros años dentro de la escena; un flow siempre cadencioso, sobriedad sobre el beat y un timing interesante más allá de algunos baches que surgieron en los momentos de mayor vértigo. Orillando entre el gangsta trap y el trap latino, esta vez no se apoyó en los nombres de peso que lo han apadrinado, comenzando de a poco una nueva etapa que seguramente lo catapulte aún más alto.
La presencia de Delaossa tal vez haya sido la más desaprovechada del festival, pues el nulo conocimiento entre el público de sus canciones hizo que su paso fuese menos contundente de lo imaginado. Representante del hip hop y el trap más clásicos de España –contracara del estilo visual e ideológico más banal y superficial de compatriotas como, por ejemplo, C Tangana– repartió una buena cantidad de rimas filosas y una sucesión de beats artesanales muy pesados, fríos y oscuros que agitaron el avispero. Fiel a la calle donde se crió, El Joven De Niro siempre puso al barrio y a la clase obrera por delante de todo, probando que la autenticidad y el apego a las raíces son todo lo que se necesita para ser el verdadero rey de reyes. Por su parte, Bhavi resultó ser otro de los distintos de la jornada: sin perder un pulso frenético, colocó en su gran olla al emo pop, al dark pop, al dubstep, a la electrónica y al dembow, destacándose también por un muy fino uso de las pantallas. La explosión de bajos y la distorsión presentes en “Mojaa” generaron un delirio colectivo que bien puede servir como explicación de por qué la escena del trap ha reemplazado simbólicamente al rock en el imaginario colectivo de los más jóvenes.
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El show de Ca7riel y Paco Amoroso fue otro de los puntos más elevados del Buenos Aires Trap y no solamente por el maximizado nivel de intensidad que se vivió de principio a fin. Aún con ciertos momentos de tensión –Paco miró fijo a un espectador que le lanzó un botellazo y por poco no se tira a buscarlo– lo hecho por uno de los duetos más calientes del mercado fue impresionante: la introducción al mejor estilo big band de jazz por parte de la ATR Band sirvió como preludio perfecto para un show donde lo analógico venci�� casi por completo a lo digital. Más allá de lo que generaron con su constante y desquiciado movimiento sobre las tablas, fue muy interesante el hecho de que pudiesen hacer fundir con tanta eficacia al rap con géneros hermanos y primos como el rock clásico e industrial, el funk, el blues, la psicodelia sesentosa y el heavy metal. Los alaridos de Ca7riel oscilaron entre lo hardcore y lo tribal, condimento ideal para un Paco Amoroso deluxe que se encargó de llevar adelante los momentos más melódicos de cada canción; del neo soul de “Ouke” a la muy perturbadora y profunda oscuridad pesadillesca de “Ola Mina XD”, el paso de estos outsiders por el Buenos Aires Trap los definió como los líderes de la próxima revolución y como los dueños de ese marcador que hoy por hoy dibuja y des-dibuja  los límites sonoros.
Neo Pistea no le sacó demasiado jugo a una noche que, a pesar de todo, fue consagratoria por varias cuestiones específicas. Merecedor de un horario central, utilizó uno de los mejores juegos de visuales y volvió a mostrar que pocos se mueven sobre las tablas y manejan al público como él. Durante poco menos de media hora, disparó casi sin pausa una andada de hits con predominio de pista y en los que lo físico volvió a ser el eje: “Messi” llegó entre imágenes del homenajeado, mientras que el reggaetón de “Otra Botella”, el gangsta latino de “Uh” y el espíritu de Atlanta de “Medusa” alcanzaron para calentar el ambiente ¿Está mal esto? No, pero alguien con los quilates de Neo Pistea tiene que poder ir más allá del clásico show de trap, algo que queda para esos nombres con más intensidad que talento ¿Cómo justificar esta afirmación? La tríada compuesta por “Verte”, “Karma” y “Criminal” lo encontró navegando con acierto entre el pop, el rap y los ritmos latinos originarios; en definitiva, un muy buen segmento que dejó en un segundo plano la genuina locura generada con una versión muy poguera de “Tumbando El Club” (antecedida por el himno nacional argentino) con más arengas que canto junto a Lucho SSJ y ObieWanShot.
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De la primera presentación grande de Nicki Nicole hablaremos aparte, pues dejó tantos puntos de análisis que su síntesis en un párrafo sería injusta. Con el retraso de casi una hora y media que regía desde el comienzo, la salida de C Tangana fue excesivamente tardía; más si se considera la preparación del escenario tuvo como elementos adicionales solamente un octapad y un kit de percusión. Sea como fuere, el nacido en Madrid apareció con la potencia de un pura sangre de la mano de la oscura “Caballo Ganador”, impactando a un público que, mayoritaria y sorpresivamente, no conocía gran parte de sus canciones. Erigiéndose en lo estético y aspiracional como un paria del rap y el hip hop ibéricos de la vieja escuela, Antón Álvarez Alfaro se paseó por Buenos Aires a puro oficio y pivoteando –prueba de la centralidad de nuestro continente– sobre el trap norteamericano (“Baile de Lluvia”), el dembow (“Bien Duro”), el reggaetón (“Onta” y “Booty”) y los típicos ritmos latinos europeizados (“Pa’ Llamar Tu Atención”). Logrando por momentos desatar el delirio (“Still Rapping”), y a pesar de no recibir la respuesta merecida, el español regaló una actuación clínica guiada por una serie de beats ascendentes en lo referido a su profundidad, ritmo y estridencia.
En un solo movimiento, C.R.O consiguió pasar de una performance bastante monótona, empujada por caballos de fuerza pero caracterizada por el mal uso de las pistas, a un rescate emotivo del hip hop clásico de los ’80 junto a su socio, Homer El Mero Mero, durante seis minutos en los que brilló como ninguno en el Hipódromo de Palermo. Escalonadas, “Tengo Sed”, “Unidad 9” y “Esperanza” –todas de Bardero$–fueron el ejemplo cabal de que muchos de estos artistas no necesitan del auto-tune y de que por debajo de la inevitable pátina comercial proporcionada por la industria, yace una enorme cantidad de talento que debe seguir siendo trabajado. El cierre con “Arriba Las Manos” (junto a Pekeño 77), “Keta” y “Afterhouse” volvió a encontrarlo en modo “agente del caos”, pero cantando mucho más que en la primera parte y mostrando mucha audacia para hacer dialogar al trap con el reggaetón y la música disco.
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Previo al cierre de Duki, en lo que fue una réplica del orden de la pasada edición, Khea volvió a pisar muy fuerte en el momento indicado. Mientras los láser cruzaban el cielo de Buenos Aires, el argentino puso a girar la rueda con el remix caliente de “Mi Cubana” y la potencia estridente de “Empresario”. El estreno de “Me Desmayo”, en la que conversó a la perfección con la pista, y el flow denso de “Tengo 30” fueron la antesala ideal para el gangsta de “Nivel” junto a Lucho SSJ y para la explosión mainstream de la mano de “B.U.H.O” y “Ánimo” junto a Midel. Sorpresa absoluta, “Mía” llegó en versión semi-analógica con la guitarra eléctrica en las virtuosas manos de su sensacional DJ y compañero de ruta, Chino, quedando en sus manos todos los planos del futuro; “Sad” hizo aún más visible el cruce con lo electrónico, sumando un teclado a la mezcla y quedándole perfecto a Khea el traje de crooner bajo el cielo estrellado. La tensa y doliente calma se sostuvo al ritmo de “Cómo Le Digo” y de “Vete” –con descenso al vallado incluido–, para sellar su lugar en el olimpo del trap regional con una versión llena de distorsión y punteos de “Loca”.
El Buenos Aires Trap 2019 finalizó bien entrada la madrugada del domingo, dejando tras de sí una buena cantidad de reflexiones respecto del estado actual de la escena del trap en nuestro país. Siendo el momento de la consolidación uno ya superado, también es hora de que sus máximos referentes logren llevar la propuesta mucho más allá de la pura intensidad sobre el escenario. Si ellos han subido la vara, también lo ha hecho la mayoría de su público, pues ya no alcanza con la combinación entre pogo, arenga y pista. Sobrevivirán los que puedan superar este dilema; como queda claro en esta crónica, algunos ya lo han hecho más allá de sostener esa esencia anárquica sobre las tablas. El otro punto saliente fue la incorporación de otras ramas de la música urbana, accionar que respeta por completo la esencia de este sub-género del rap: su híbrido universo sonoro se encuentra en constante expansión, redefiniendo fronteras, fusionando lo impensado y mutando su identidad sin prejuicios. 
Por Rodrigo López Vázquez
Fotografía: Pablo Timo
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trastornadosrevista · 6 years ago
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Buenos Aires Trap, Parte I: confirmación, evolución y masivización
La primera edición del Buenos Aires Trap celebrada el pasado sábado en el Hipódromo de Palermo confirmó el gran momento que vive este sub-género del rap en la Argentina. En esta primera parte, hablamos a fondo de las performances de los artistas previos al cierre estelar a cargo de Duki y Bad Bunny.  
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Desde su irrupción hace algunos años, y siempre luchando contra prejuicios infundados y una agresividad insólita, una de las escenas musicales más jóvenes y frescas de nuestra historia musical se ha consolidado en base a dos principios básicos: la unidad del conjunto por sobre todo y la absoluta rebeldía frente a los (cuadrados) lineamientos de la industria musical.
Una generación de artistas sub-25 nacidos en la era de los singles y los algoritmos que ingresó al mundo de la música utilizando El Quinto Escalón como escuela autogestionada, siempre mirando con atención las batallas de freestyle norteamericanas, curtiéndose y perfeccionándose en el barro. La expresión “dormirse en los laureles” no aplica ni siquiera a los nombres más consagrados dentro de la escena local. Tal cual las redes sociales, elemento clave para su crecimiento en nuestro país, el trap es un tipo de música que se encuentra en constante renovación y en el que no hay lugar para los débiles.
Lo que sucedió durante la lluviosa jornada de sábado no fue, como se dijo en muchos lados, una mera “consagración” para el trap. Esa etapa ya ha sido superada con creces, pues alcanza con mirar cómo estos beats cadenciosos, oscuros y profundos han colmado recintos históricos como el Luna Park, el Teatro Gran Rex y el Teatro Opera. Es por ello que, a la hora de describir el Buenos Aires Trap, son mucho más importantes los conceptos de “confirmación” y “evolución”, quedando más que probada la capacidad de sus principales exponentes para manejar los parámetros de la escala masiva en vivo.
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Cerca de veinte mil personas  de todas las edades se acercaron a Palermo para disfrutar de una jornada que comenzó temprano, con centenares de personas desafiando desde el vamos la amenaza de lluvias torrenciales sobre Buenos Aires. Dicho esto, lo negativo: la innecesaria presencia del Campo Vip fue en contra de la esencia misma del trap, siendo el agite mucho más concentrado e intenso en el sector más alejado del escenario.
Luego de algunos minutos en los que la gente se fue acomodando al ritmo de la DJ Aleja Mami y sobre las rimas de Under MC y FMK, la tarde comenzó a encenderse de la mano de DrefQuila. El chileno se plantó en solitario, apenas ayudado por su programador, entregando puro flow latino y mostrándose como un pariente mucho más cercano del reggaetón y la bachata que del trap puro. Luego de un breve intervalo, la presencia de Bardero$ sobre las tablas hizo que el público de más adelante se despabile un poco: C.R.O y Homer El Mero Mero pusieron a todos a saltar, centrando su sonido en la vieja escuela, atacando siempre con rimas filosas y perfectamente coordinadas. Los relatos de la calle, esa forma de afirmar su identidad, encontraron apoyo en un claro desafío a quienes desautorizan al género: “esto no es música”, repitieron varias veces antes de retirarse velozmente bajo una ovación y el pedido de varias canciones más.
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Mientras el cielo se oscurecía cada vez más, uno de los números más esperados del Buenos Aires Trap tomó por asalto el escenario: Ysy-A salió a comerse a cualquiera que se le pusiese enfrente, tal cual viene haciendo desde sus 13 años, edad con la que fundó y desarrolló El Quinto Escalón. Aprovechando las pausas entre cada uno de sus temas, se dio el gusto de repartir entre la gente los mismos anteojos que tenía puestos, mostrando en cada uno de sus movimientos una vocación absoluta como showman.
Referente de la escena, parte junto a Duki y Neo Pistea de Modo Diablo, aprovechó cada segundo para demostrar que lo suyo no es casualidad. A contramano de sus colegas, apostó por lanzar un disco de larga duración, Antezana 247 (2018), trabajo sobre el que pivoteó durante poco más de quince minutos donde la adrenalina corrió en grandes cantidades. Mientras la multitud coreaba su nombre, Ysy-A saltó hacía la pasarela y dejó en claro que la mente maestra es él: rimas extremadamente veloces, un desgaste físico al límite y una espalda impresionante para manejar los tiempos. Se sucedieron “Dame Droga”, “Salgo A Cazar”, “Hidro”, “Linaje”, “Vamo’ A Darle” y “Tamo’ Loco”, canciones en las que estableció contacto directo con el trap de Atlanta, la música electrónica dance/house y gran parte de los ritmos latinos clásicos. Experimental y revolucionario, se retiró con la certeza de ser quien vio el camino mucho antes y de que se puede ser un rockstar sin tener una guitarra colgada sobre los hombros.
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Siendo tal vez el menos conocido por el grueso de los asistentes, Malajunta Malandro dio uno de esos shows que merecen una mención especial. Exponente nacional del género, el más añejo, el que abrió las puertas hace muchos años, el más genuino de todos sin lugar a dudas. Este caso modelo dentro del rap y el hip hop argentinos, ingresó tranquilo con una lata de cerveza en la mano y saludó tanto a las nuevas generaciones de fanáticos como a los que están desde el principio.
Líder de una guerra santa contra el auto-tune, referente de la calle sin hipocresía de por medio (“esto es trap, pero no el que conocés, no hay putas ni oro, pero hay barrio al cien por cien”), el Mala realizó un importante rescate de nuestra cultura popular, poniendo el eje en la figura de Sandro, mezclando la clásica balada romántica de aquellos años con el hip hop más crudo y frontal que puede existir. El día a día en los suburbios, eso reflejaron sus letras  –además de pivotar sobre símbolos populares y torear a los exponentes más jóvenes constantemente– plantándose como el indiscutido rey del trap local.
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Vestido con un chaleco anti balas, Big Soto dedicó mucho tiempo de su presentación –a puro gangsta trap latino– a mandar fuerzas para su Venezuela natal y a despotricar Nicolás Maduro. Ya bajo un diluvio torrencial, Neo Pistea sacó a relucir sus credenciales, tirando la casa por la ventana desde el primer segundo de la mano del flow aceleradísimo de “Messi”. La tercera pata de Modo Diablo, el que aporta la locura y velocidad puras, estuvo perfectamente acompañado por la segunda voz, utilizó las pistas con picardía y triplicó el nivel normal de auto-tune para sonar casi como un robot. Recorriendo todos los estilos posibles dentro del trap, dejó todo su físico en escena y generó el gran momento de la tarde cuando interpretó junto a Ysy-A una versión épica de “Uh!”. Teñido de celeste y blanco, mostró los galones necesarios con una performance que se destacó por la brutalidad escénica y una desfachatez plena.
Lit Killah no tardó en tomar por asalto el lugar y, enfundado en una campera vintage de los Toronto Raptors, recorrió la esencia de la Batalla de Gallos con sutiles toques de romanticismo. Pero a no confundirse: hizo saltar a todos sin parar, siendo su fuerte el freestyle, improvisando a toda velocidad antes de cerrar la faena con “Apagá El Celular” y “Bufón”. Fuera de la grilla anunciada, fue una sorpresa grata la presencia de Dak1llah, quien vestida con totalidad de brillos dio un espectáculo visual y sonoro superador, apostando por la agresividad pero con una conciencia entre pop, soul y R&B que la acercó a lo más clásico de la música negra. Tras los pasos del reggaetón y la balada tradicional, “Otra Vez Flashé” puso sobre las tablas al melodrama latinoamericano en un inesperado e inconsciente (pero celebrado) homenaje.
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Desde la cuna del trap hispano, Kidd Keo descendió vestido con una mochila de cuero y un espeso pasamontañas, mostrando en muy poco tiempo por qué está un escalón por encima del promedio. Los bajos profundos y el concepto sonoro (y físico) de guerrilla dominaron un extenso recital, sabiendo el español poner a dialogar el sonido más batallador con lo más minimalista en cuanto a estructura. El mestizaje, parte inherente de España, se hizo notar en algunas de sus melodías, sobre todo en las vibrantes “One Million” y “I Got My Gang”, dos temas en los que resignificó el concepto de gangster. Pasional, sobreactuando la ferocidad con éxito, conquistó a todos con su lengua de fuego, agitó a lo loco pegado al vallado en “Me La Suda” y dijo “hasta luego” con la satírica “Dracukeo”.
La estética marera de Ecko fue de la mano de su total sentido caribeño, haciendo de sus minutos sobre el escenario los más bailables de la jornada. Su flow sensual y suave como la seda fue la superficie sobre la que desarrolló su conexión con el fútbol (“Motta”), mostró brevemente los dientes (“ICE”) y desafío sin más al viejo establishment rockero (“Rolling Stone”).
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Otro de los puntos más altos del Buenos Aires Trap fue el show de Cazzu, quien desde su ingreso con “N.A.V.E” se mostró en modo emo-trap, aunque sin abandonar el sentido festivo que recorre su ADN. Jugando con los agudos como nunca, adueñándose del melodrama como ninguna y divirtiéndose a lo grande de la mano de un empoderante ida y vuelta con el público masculino, se plantó como la representante más ecléctica de la escena local: trap, rap, cumbia y reggaetón fueron mechados en su lista, cerrando el círculo de fuego con un muy buen cover de “Mi Cubana” junto a Khea y Ecko y una versión muy brumosa de “Chapiadora”.
A la hora de hablar de referentes, es imposible eludir a Khea, encargado de dar el último show de la noche antes de los dos platos fuertes que cerrarían el festival. En clave rupturista, aprovechó la amplitud del escenario al máximo y se mostró muy flexible en lo que refiere a estilos. Buscó impactar de la mano de lo más visceral y directo, sin por ello despreciar ni a la cumbia ni al reggaetón. La suya es una fórmula que oscila entre la oscuridad de una rave subterránea y la sesión de trance con el sol cayendo en la playa, haciendo lugar para encontrarse con Neo Pistea en “Otra Botella” y con Big Soto en “Ave María”. La grata sorpresa llegó al final: mientras interpretaba junto a Midel su hit  “B.U.H.O”, Duki –que forma parte de la grabación original– entró corriendo desde el backstage para patear todos los tableros y fundirse en un abrazo con otro de los pesos pesados originarios del ring nacional del trap.
Por Rodrigo López Vázquez
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