#borde Espejo
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lacetrimss · 4 months ago
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deepinsideyourbeing · 4 months ago
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enzo + safeword
+18!
Siempre llorás, repite la voz en tu cabeza en busca de una explicación lógica para las sábanas humedecidas bajo tu rostro. Recordás tus peores castigos y tus mejores orgasmos, todos de la mano de Enzo, todos acompañados por tus lágrimas.
Y esto es diferente, muy diferente.
-Enzo- intentás llamar su atención entre gemidos y sollozos. Siempre practican, incluso antes de las escenas más leves, para tener en mente las diferentes palabras clave, pero ahora no podés recordar ninguna-. Basta, no...
Continúa con sus estocadas, increíblemente profundas y deliciosas, mientras observa el hipnótico rebote de tu cuerpo cada vez que sus caderas golpean tus muslos. El constante roce de su miembro con tus paredes calientes y estrechas es exquisito, así como la sensación de sus dedos llenando tu otra entrada.
Y también es mucho. Es mucho.
Una sensación de vértigo te hace temblar e intentás no perder el equilibrio cuando volteás para mirar a Enzo. Tus rodillas duelen por permanecer tanto tiempo en una misma posición y sentís terror de tan sólo pensar en hacer un mal movimiento y caer, estando peligrosamente cerca del borde del colchón, pero...
-Enzo- repetís débilmente. Sus ojos oscuros adquieren ese algo particular cuando su mente procesa tu mirada vidriosa. Golpeás el colchón tres veces-. Rojo.
En una fracción de segundo abandona tu interior.
-¿Qué pasó?- pregunta con voz temblorosa. Te observa desplomarte sobre el colchón, preocupado por tu respiración irregular producto del llanto, pero le toma otro segundo reaccionar-. Arriba, arriba. Sentate.
No te movés.
Desliza un brazo bajo tu cuerpo para obligarte a reincorporarte. Acaricia tus brazos y tu espalda con fuerza para lograr mantenerte presente, esforzándose por hacer que conectes con tus sentidos en lugar de seguir el camino distante que ve en tu mirada.
-Hey- toma tu mejilla. Cuando lo mirás tus ojos vuelven a derramar infinidad de lágrimas-. Respirá conmigo.
Incontables minutos y respiraciones se van mientras intenta recuperarte. Comenzás a llorar nuevamente cada vez que logra que te calmes, intentás esconderte y tiene que batallar para alejar tus manos de tu rostro, consciente de las marcas que tus uñas dejan en tu frente, pero lo más difícil es lograr que dejes de disculparte.
-No pasa nada- insiste mientras el agua caliente corre por tu cuerpo, el vapor llenando el baño y empañando el espejo. Funciona mejor que sus otras técnicas, reconoce-. Vos ya sabés que cuando uno necesita parar, paramos y listo. No tenés que pedirme perdón.
-Me dolían las rodillas- explicás más tarde, mientras seca tu cabello. Él sabe que hay algo más-. Y me molestaban las sábanas mojadas.
Besa tu frente.
-Ahora las cambio.
-¿Mis rodillas?
-Ya te sentís mejor, ¿no?- pregunta-. Porque para hacer ese chiste tan malo...
Intenta no reír cuando ve tu expresión de indignación en el espejo, pero no puede ocultar la sonrisa de alivio que tira de sus labios.
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silvertice · 2 months ago
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You Idiot.
[halloween especial]
Eddie Alden x fem!reader
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Summary: Ella ha estado enamorada de su compañero de cuarto durante años, pero con cada desprecio, su paciencia se agota. Una fiesta de Halloween ofrece la oportunidad perfecta para intentar seguir adelante, pero él no está dispuesto a dejarla ir tan fácilmente. Entre disfraces y juegos, la tensión se transforma en algo más.
Category: Slow Burn Romance, Friends to Lovers, Halloween Vibes, 2000s, Jealousy, Emotional Turmoil, Unrequited Love, Misunderstandings {TW: Light Humor, Emotional Moments, Friendship Dynamics, Flirting}
...
Me miro en el espejo, terminando de ajustar los últimos detalles de mi disfraz. No puedo negar que esta noche me veo increíble; algo en la luz tenue del cuarto, el maquillaje, el disfraz... todo parece estar en su lugar. Incluso mi confianza, que siempre tambalea cuando estoy cerca de él, parece haberse reforzado esta vez.
Eddie aparece detrás de mí, preparándose en su estilo despreocupado de siempre. Su disfraz le queda sorprendentemente bien, resaltando justo lo suficiente para que todas en la fiesta se den cuenta de su presencia. No es nada nuevo, claro; Eddie siempre ha sido de los que dominan la atención sin siquiera intentarlo. Me atrevo a lanzar un cumplido, un comentario ligero, esperando quizá un gesto que me demuestre algo más. “Vas a dejar a muchas chicas suspirando esta noche, ¿eh?” le digo, medio en broma y medio esperando algo más.
Él solo sonríe de esa forma suya, como si nada le importara demasiado, y responde con algún comentario casual. Una broma, un guiño, todo lo que dice sin comprometerse nunca. Siento el orgullo revolverse en mi interior; no puedo dejar que esta sensación se repita más. Y entonces se me ocurre una idea. Lo miro de reojo, y con una sonrisa casi indiferente, suelto: “Bueno, probablemente yo no vuelva esta noche... Un amigo me va a pasar a buscar más tarde, por si quieres traer alguien esta noche.”
La reacción de Eddie es casi imperceptible, apenas un pequeño cambio en su expresión que trato de no leer demasiado, pero está ahí. Y aunque mantengo la mirada en el espejo, noto que su postura se tensa un poco. Por un segundo, me permito disfrutar del poder de haberle dado una pizca de su propia medicina.
De repente, Eddie se inclina hacia mí, tan cerca que casi siento su respiración en mi cuello. Sus manos encuentran mi cintura con la familiaridad de quien sabe exactamente cómo afectarme, incluso sin proponérselo. Su toque es suave, apenas una presión en la piel que me quema de una forma que odio admitir.
Me mira a través del espejo con una sonrisa que tiene algo de desafío y algo de burla. “¿De verdad vas a dejar que otro te lleve esta noche?” Su tono es ligero, como si la pregunta fuera inofensiva, pero sus dedos se ajustan un poco más en mi cintura, manteniéndome firmemente en mi lugar. La tensión entre nosotros es palpable, como si ese simple contacto fuera suficiente para que todo mi plan de olvidarlo se tambaleara.
Mis manos se tensan en el borde del tocador, y me obligo a no mirarlo directamente, a mantener la mirada en mi reflejo. No voy a ceder tan fácil… o al menos, eso me repito en la cabeza mientras intento ignorar el torrente de emociones que él desata en mí con tan solo un roce.
Pero él, como siempre, parece saberlo. Su sonrisa se ensancha, y con esa confianza arrolladora de quien siempre obtiene lo que quiere, añade en voz baja: “¿Por qué buscar en otro lado cuando sabes que aquí tienes todo lo que quieres?”
Siento cómo algo se rompe y algo se despierta dentro de mí al mismo tiempo. Maldigo internamente, odiando la forma en que tiene de hacerme replantear todo. Justo cuando creo que puedo seguir adelante, aparece con esa actitud suya que me hace dudar, que me recuerda por qué me enamoré de él en primer lugar.
“Estúpido Eddie…” murmuro para mí misma, aunque no sé si intento convencérmelo a mí o a él.
Suspiro, tratando de mantener la compostura, y retoco mi labial en el espejo, aprovechando cada segundo para calmarme. Él sigue ahí, observándome como si disfrutara de cada una de mis reacciones. Cuando finalmente termino, me doy la vuelta para verlo y sacudo la cabeza, reprimiendo una sonrisa.
“¿De verdad no había otro disfraz?” le digo, cruzándome de brazos. Lo miro de arriba abajo, notando cómo su disfraz es una versión bastante similar al mío, pero con esos detalles que sólo él podría agregar para hacerlo único… y provocativo.
Él se encoge de hombros con una sonrisa burlona. “¿Qué? Pensé que haríamos buena pareja vampiresca.”
Ruedo los ojos y le doy un ligero empujón en el pecho. “No necesitamos ir a juego.”
Pero por dentro, esa parte de mí que todavía alberga algo de esperanza se pregunta si realmente eligió ese disfraz por casualidad o si, en algún rincón de su mente, quiso hacerme saber que le importa un poco más de lo que está dispuesto a admitir.
Eddie suelta una risa suave y se inclina hacia mí otra vez, con esa cercanía que hace que cada célula de mi cuerpo se ponga en alerta. “No podía dejar que te divirtieras sola, ¿verdad?”
Y ahí está otra vez, haciendo que una chispa de ilusión crezca dentro de mí, aunque sé que no debería. Me muerdo el labio y niego con la cabeza, porque a estas alturas, no puedo dejar que vuelva a quebrar mi orgullo… no de nuevo.
Finalmente, salimos del departamento que compartíamos, y la brisa fresca de la noche de Halloween me envolvió al instante. Eddie seguía haciendo comentarios juguetones mientras caminábamos hacia el auto. Una vez dentro, me acomodé en el asiento del pasajero, pero no podía dejar de pensar en lo que había estado sintiendo últimamente.
Mientras él encendía el motor, miré mi teléfono y vi un mensaje de mi amigo que decía que vendría a la fiesta mas tarde y que nos podiamos encontrar allí. Una mezcla de emoción y nervios me invadió. “Parece que esta noche podría ser más interesante de lo que esperaba,” murmuré para mí misma, pero Eddie lo escuchó.
Sin darme cuenta, él frenó de golpe, y el movimiento me hizo inclinarme hacia adelante, golpeando el cinturón de seguridad. “¿Qué carajos te pasa, Eddie?” le reclamé, irritada y sorprendida.
“Oh, nada, solo asegurándome de que no vayas a volar por la ventana si alguien decide buscarte un poco antes de tiempo,” respondió con una sonrisa que no ocultaba un toque de celos.
Lo miré, confundida. “¿Qué quieres decir con eso?” pregunté, sintiendo una chispa de tensión en el aire. Pero el no respondió.
La incomodidad se instaló entre nosotros mientras me debatía entre sentirme frustrada por sus comentarios y emocionada por la forma en que, incluso en su tono casual, dejaba entrever lo que realmente sentía.
Mientras continuábamos conduciendo, me resultaba cada vez más difícil entender qué le pasaba a Eddie esa noche. Estaba demasiado juguetón con sus comentarios, como si disfrutara de picarme. Aquella mezcla de humor y celos era nueva, y no podía evitar pensar que había algo más detrás de sus palabras.
“¿Por qué estás tan…?” empecé a decir, pero decidí callar. No quería profundizar en eso. La última cosa que necesitaba era complicar más nuestras dinámicas. Me obligué a sacar esos pensamientos de mi mente y concentrarme en la noche que tenía por delante.
“Solo relájate y disfruta, estamos a punto de ir a una fiesta, ¿recuerdas?” murmuré para mí misma, intentando hacer que la emoción del momento opacara cualquier otra inquietud. Había pasado demasiado tiempo deseando que Eddie me prestara atención, y ahora que lo hacía, no sabía cómo manejarlo.
Finalmente, llegamos al lugar de la fiesta, y la música ya resonaba en el aire. Abrí la puerta del auto y respiré hondo, tratando de despejar mi mente. “Vamos, no podemos llegar tarde,” le dije, forzando una sonrisa mientras bajaba del coche, decidida a disfrutar de la noche y dejar atrás cualquier confusión.
La fiesta era un caos encantador. La casa de dos pisos estaba completamente decorada para Halloween: telarañas falsas colgaban de las esquinas, calabazas iluminadas adornaban cada mesita y luces parpadeantes creaban una atmósfera espeluznante pero festiva. La música retumbaba en las paredes mientras la multitud se movía al ritmo de la canción, todos disfrutando de la noche disfrazados de criaturas de la noche y personajes de películas.
Me perdí en el mar de gente, saludando a amigos y conocidos. La noche era justo lo que necesitaba: risas, bailes y un momento para olvidarme de las complejidades. Disfruté de la libertad de dejarme llevar, riendo con amigas y compartiendo anécdotas sobre los disfraces que llevábamos. Pero a pesar de la diversión, había una parte de mí que no podía evitar buscarlo en la multitud.
Era difícil no notarlo. Eddie, con su disfraz de vampiro, se movía con una confianza que atraía las miradas de todos. Cada vez que pasaba cerca, una energía palpable me envolvía. Había algo en su forma de actuar que todavia me hacía dudar.
Más tarde, mientras estaba en la sala, rodeada de amigos, vi a un chico que se acercaba a mí. Era el que había mencionado antes, aquel que iba a pasar a buscarme. Tenía una sonrisa encantadora y una mirada que me hizo sentir emocionada. “¡Hey! Te estaba buscando,” dijo, acercándose y ofreciéndome su mano.
“¡Hola! Perdona, estaba en medio de la fiesta,” respondí, sintiendo que mi corazón se aceleraba un poco al verlo. La química entre nosotros era evidente, y me sentí aliviada al darme cuenta de que él también estaba disfrutando de la noche.
El chico comenzó a hablarme sobre lo que había hecho en la fiesta, y mientras intercambiábamos risas, sentí que Eddie me observaba desde un rincón de la sala. Era una sensación extraña, como si ambos estuviéramos conectados a pesar de la distancia. Sin embargo, decidí concentrarme en el momento y disfrutar de la compañía del chico.
Nos movimos por la fiesta, bailando y riendo.
Mientras charlábamos y reíamos, el chico me sonrió con una expresión cómplice. “¿Te gustaría ir a la cocina a buscar un trago? Escuché que tienen un ponche de Halloween que está increíble,” sugirió, su tono era casual pero atractivo.
“Claro, suena bien,” respondí, sintiendo una chispa de emoción al saber que tendríamos un momento a solas. Me dejé llevar por la idea de disfrutar de la noche y la compañía del chico, dejando de lado mis pensamientos.
Nos dirigimos hacia la cocina, donde la música sonaba más tenue y la iluminación era un poco más cálida. El ambiente era perfecto, y el aroma de las bebidas mezcladas flotaba en el aire. Él se movió hacia la mesa de la cocina, sirviendo dos vasos con el ponche.
“Aquí tienes,” dijo mientras me pasaba uno, sus dedos rozando los míos. El contacto me hizo sonreír, y por un instante, me sentí liviana y despreocupada.
Empezamos a charlar más relajados, compartiendo historias sobre los disfraces que habíamos elegido para la noche. “Me encanta tu disfraz de vampiro.” comentó, mirándome con una sonrisa genuina que hizo que me sintiera bien.
“Gracias, pero creo que tú te ves bastante bien también,” respondí, riendo mientras lo miraba a los ojos. Estaba empezando a olvidarme del caos emocional que había traído a la fiesta, y la química entre nosotros era evidente.
Mientras tomábamos un trago, el chico hizo un gesto hacia el jardín. “¿Te gustaría salir a ver la decoración afuera? Escuché que hay una fogata,” sugirió, y sin pensarlo mucho, asentí.
“si, claro.” exclamé, emocionada por la idea. Quería disfrutar de la noche y dejar que el momento me llevara, al menos por un tiempo.
Salimos juntos al jardín, riendo y disfrutando de la brisa fresca. A lo lejos, la fogata iluminaba el área y creaba un ambiente acogedor. Me sentía libre, y por un momento, olvidé todo sobre Eddie y las complicaciones que solía traer.
Mientras disfrutábamos del aire fresco y reíamos, compartiendo historias sobre nuestras aventuras pasadas, la atmósfera se sentía cada vez más relajada y divertida. La fogata chisporroteaba suavemente, y el calor del fuego contrastaba con la brisa de la noche.
“No puedo creer que viniste a esta fiesta,” dije entre risas, mientras él me contaba sobre una experiencia cómica que había tenido en otra fiesta de Halloween. Su risa era contagiosa, y me encontraba cada vez más cómoda en su compañía.
Justo cuando me preparaba para decir algo más, un grupo de chicos pasaron junto a nosotros, riendo y bromeando. Uno de ellos, evidentemente borracho, perdió el equilibrio y me empujó accidentalmente. “¡Hey!” exclamé, pero antes de que pudiera caer, el chico a mi lado me agarró de la cintura con firmeza, manteniéndome en pie.
Nos encontramos cara a cara, el espacio entre nosotros se redujo drásticamente. Su aliento era cálido y su mirada, intensa. Aquel breve momento me hizo sentir una conexión inesperada, pero decidí mantenerme enfocada en la diversión de la noche.
“Cuidado,” dijo él, una sonrisa juguetona asomando en sus labios, “no quiero que te caigas por culpa de estos locos.”
Reí, tratando de disimular la chispa de tensión que había surgido. “No te preocupes, creo que tengo un buen equilibrio,” respondí, alejándome un poco, aunque su mano aún permanecía en mi cintura.
“¿Quieres salir de aquí? La gente se está poniendo un poco densa,” sugirió él, lanzando una mirada hacia el grupo cercano que comenzaba a reírse más ruidosamente y a acercarse al borde de lo molesto. “Podríamos encontrar un lugar más tranquilo.”
Un alivio recorrió mi cuerpo al escuchar su propuesta. “Sí, eso suena bien,” respondí, y antes de que me diera cuenta, él tomó mi mano y comenzamos a abrirnos camino a través de la multitud.
La música resonaba a nuestro alrededor mientras la gente reía y bailaba. Pero había algo en su presencia que hacía que me sintiera más segura. La idea de intentar algo nuevo me llenaba de emoción.
Sin embargo, justo cuando estábamos a punto de salir, noté una figura familiar en el centro de la sala. Eddie, medio borracho, había levantado la vista y nos estaba mirando con una expresión que no podía descifrar. Su mirada pasó de la diversión a una mezcla de sorpresa y algo más, y en un instante, se acercó rápidamente.
“Ey, ey, ey ¿A dónde crees que vas?” preguntó Eddie, tomando mi brazo con firmeza y deteniéndome en seco. La intensidad en su mirada me hizo detenerme, y sentí un pequeño tirón en mi estómago. “¿No te quedas un rato más?”
El chico a mi lado me soltó, confundido, mientras yo intentaba procesar lo que estaba sucediendo mientras soltaba una risa nerviosa. “Solo íbamos a buscar un lugar más tranquilo,” respondí, tratando de sonar despreocupada, aunque mi corazón latía con fuerza.
Eddie me miró de nuevo, esta vez con una mezcla de celos y preocupación. “¿Por qué no me dijiste que te ibas con él?” su tono era un poco más intenso de lo que esperaba, y podía sentir la tensión en el aire.
“Si te dije que me iba con el, pero estás tan borracho que no te acuerda, solo... vete a casa, Eddie,” le dije, sintiendo que la situación se complicaba cada vez más.
El chico, aún a mi lado, parecía no saber qué hacer con la situación. Eddie, con su agarre en mi brazo, no me dejaba mover. La multitud seguía bailando a nuestro alrededor, pero en ese momento, solo había espacio para nosotros tres.
“No, estoy bien” respondió él, su tono firme aunque un poco tambaleante. “Solo quédate un rato más. No tienes que irte con él.”
El chico a mi lado, confundido por la tensión, miraba de uno a otro sin saber qué hacer. “¿Todo bien aquí?” preguntó, tratando de romper el hielo.
“Sí, todo bien,” respondí rápidamente, sintiendo la incomodidad en el aire. Pero la mirada de Eddie no se apartaba de mí, llena de frustración y algo más profundo que no podía descifrar.
“Vamos, solo un rato más,” insistió Eddie, dando un paso más cerca, ignorando al chico que estaba a mi lado. “No estoy tan borracho, ¿verdad?” trató de hacer una broma, pero su risa sonó más nerviosa que divertida.
“No sé, Eddie,” dije, sintiendo que cada palabra se volvía más difícil de pronunciar. “Quizás deberías pensarlo. De verdad, vete a casa.”
El chico se rascó la nuca, claramente sin saber cómo ayudar. “No quiero interrumpir…” dijo, mirando de reojo entre los dos.
“No es eso, solo… solo estoy tratando de aclarar las cosas,” respondí, intentando evitar el caos que estaba surgiendo.
Eddie se cruzó de brazos, la frustración visible en su rostro. “No quiero que te vayas, eso es todo. ¿Por qué no podemos quedarnos un rato más y disfrutar de la noche?”
La tensión creció, y la mezcla de emociones en el aire era casi palpable. Era como si Eddie intentara aferrarse a algo que ya estaba escapándose de su alcance.
Pero antes de que pudiera dar un paso más, sus pies tropezaron con el suelo y se desplomó, cayendo de espaldas. El golpe resonó en el suelo de la casa, y la gente a nuestro alrededor se giró, algunos riéndose y otros mirándolo con preocupación.
“¡Eddie!” grité, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación. Me agaché a su lado mientras algunos amigos se acercaban para ayudarlo. “Dios mio. No puedo creerlo, ¡eres un idiota!” lo maldije entre dientes, sintiendo que la rabia crecía dentro de mí.
El chico a mi lado miraba la escena con sorpresa. “¿Está bien?” preguntó, tratando de contener la risa.
“Claro, solo es un borracho que no sabe cuándo parar,” respondí, sintiendo que mi corazón latía con fuerza. La situación que había intentado evitar se tornaba más complicada de lo que había imaginado.
Mientras ayudaba a Eddie a incorporarse, no podía evitar pensar en lo absurdo de todo esto. ¿Cómo podía seguir sintiendo algo por alguien tan imprudente?
El chico se acercó, preocupado por Eddie. “Déjame ayudarlo. Puedo llevarlo a casa,” ofreció, mirando de reojo a Eddie, que seguía tambaleándose.
“Sí, por favor. Eso sería genial,” respondí, sintiendo que esta era la mejor solución en medio del caos. No tenía ganas de lidiar con sus tonterías ni un segundo más.
Eddie murmuró algo incomprensible, pero el chico lo rodeó con un brazo por sus hombros, guiándolo hacia la salida. A medida que caminábamos hacia el auto, el aire fresco de la noche me despejó un poco la mente. Sabía que no podía dejar que Eddie arruinara mi noche.
Cuando llegamos al departamento, el chico y yo ayudamos a Eddie a entrar. Él se dejó caer en el sillón, y aunque trataba de mantenerse consciente, sus ojos se cerraron lentamente.
“Te dije que no debías beber tanto,” le dije, sintiendo una mezcla de frustración y preocupación mientras me aseguraba de que estuviera cómodo.
El chico me miró después de acomodar a Eddie en el sillón. “¿Te llevo a casa o quieres quedarte un rato más?” preguntó, con una sonrisa amistosa.
“Vivo con él,” respondí, señalando a Eddie, lo que hizo que la atmósfera se tornara un poco incómoda. “Así que tecnicamente estoy en casa.”
“Oh, claro...,” dijo el chico, su sonrisa desvaneciéndose un poco. “No sabía que eran compañeros de cuarto. Es... un poco raro.”
Me encogí de hombros, intentando mantener la conversación ligera. “Sí, bueno, es mas barato pagar la renta.” Sentí que tenía que defender la situación, pero la incomodidad entre nosotros se hacía palpable, dibujando una sonrisa algo nerviosa.
La atmósfera se tornó tensa tras el comentario del chico. “Es... un poco raro,” repitió, mirando a Eddie como si esperara alguna reacción. Yo me sentía atrapada entre querer aclarar las cosas y el deseo de salir de esa incomodidad.
“No es tan raro, solo es un compañero de cuarto,” dije, tratando de restarle importancia. “No pasa nada entre nosotros.”
Él me observó, y pude ver la duda en su mirada. “Ya, claro... pero, ¿no es un poco complicado vivir con alguien así?” cuestionó, frunciendo el ceño.
“Complicado o no, es...simplemente Eddie” respondí, un poco más defensiva de lo que pretendía. La frustración comenzaba a aflorar en mí, y podía sentir que las cosas no se estaban desarrollando como esperaba.
Finalmente, el chico dio un paso atrás, alzando las manos en señal de rendición. “Está bien, no quiero hacerte sentir incómoda,” dijo con un susurro. “Quizás debería irme.”
“No, no es eso,” intenté tranquilizarlo, pero era demasiado tarde. Él dio un paso atrás, murmurando algo sobre que era mejor dejar las cosas así.
“Está bien. Cuídate,” dijo antes de alejarse, dejándome sola en el departamento con Eddie.
Suspiré, sintiéndome frustrada y decepcionada. Había querido que la noche fuera diferente, pero aquí estaba, de nuevo lidiando con los efectos del alcohol en Eddie y la incomodidad que había creado. Me quedé mirando a Eddie en el sillón, preguntándome si alguna vez entendería lo que realmente quería.
Eddie se movió en el sillón y, como si despertara de un profundo letargo, se incorporó con una expresión clara en el rostro. “Era un completo idiota,” murmuró, frotándose los ojos. “Menos mal que no te fuiste con ese tipo.”
Mi indignación creció al escuchar su tono tan lucido. “No me jodas ¿Así que todo esto era un juego para ti?” respondí, cruzando los brazos con fuerza. “¿Estabas fingiendo estar borracho?”
Él se echó a reír, como si fuera la cosa más graciosa del mundo. “Vamos, no es tan grave. Solo estaba probando tus límites.”
La rabia se apoderó de mí. No podía creer lo infantil que era su actitud. “No es una broma, Eddie. No tienes idea de lo que siento, y te comportas como un tonto. ¿Por qué siempre tienes que jugar así?” Mi voz se quebró ligeramente mientras hablaba, la frustración acumulándose en mis palabras.
Eddie se detuvo, su risa se desvaneció. Se acercó un poco más, su expresión cambió a una de seriedad. “Espera... ¿qué quieres decir?” Su mirada se volvió intensa, como si realmente comenzara a entender la profundidad de mis palabras.
“No sé por qué siempre tengo que estar aquí rogando que te des cuenta de lo que hay entre nosotros,” seguí, sintiéndome vulnerable pero decidida. “Es como si no pudieras tomarte nada en serio. Eres tan estúpido a veces.”
Su rostro se suavizó, y la broma que había querido lanzar se desvaneció. Sentí el aire cargado entre nosotros, la tensión palpable. Estaba claro que ambos habíamos llegado a un punto crítico. La pregunta ahora era si estaríamos dispuestos a dar el paso hacia lo que realmente queríamos.
Sentí que las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos mientras la frustración y el dolor se desbordaban. Me dejé caer en el sillón, sintiéndome atrapada entre la ira y la tristeza. “Siempre he estado aquí, Eddie. Siempre. Pero parece que nunca te das cuenta de lo que siento, simplemente lo ignoras y te comportas como un verdadero imbecil. He estado tratando de ser fuerte, de hacer como si no me doliera, pero no puedo más,” solté, mi voz temblando mientras hablaba.
“Me esfuerzo por seguir adelante, por no esperar nada de ti, pero siempre termino esperando, deseando que alguna vez reconozcas lo que hay entre nosotros. Me haces sentir como si estuviera persiguiendo sombras, como si mis sentimientos no importaran en absoluto.” Las palabras se deslizaban fuera de mí, un torrente de emociones que no podía controlar.
“Siempre eres el primero en divertirte, el que se ríe y juega. Siempre es ‘solo una noche’ o ‘solo diversión’ para ti, pero yo no puedo seguir pretendiendo que eso no me afecta. Quiero más que eso, y es tan frustrante porque sé que tú sientes algo, pero no lo admites. ¿Por qué no puedes simplemente ser sincero conmigo?” Mis ojos se llenaron de lágrimas, y sentí cómo una de ellas se deslizaba por mi mejilla.
Eddie se quedó en silencio, su mirada fija en mí, tratando de absorber cada palabra. Se acercó, y aunque la distancia entre nosotros era corta, me sentía más vulnerable que nunca. “No sabía que te sentías así,” dijo, su voz apenas un susurro.
“Claro, como si no fuera obvio, Ed. Pero estoy cansada. Estoy cansada de estar aquí, esperando que te des cuenta de que soy más que una amiga para ti.” La presión en mi pecho era abrumadora, y la realidad de mis sentimientos se hacía más clara.
“No quiero ser solo una opción para ti.” terminé, sintiéndome expuesta y al borde de las lágrimas. La combinación de la tristeza y la rabia me envolvió, y lo último que quería era que mis sentimientos lo asustaran o lo alejaran aún más.
Eddie se inclinó hacia mí, su expresión cambiando a una de sinceridad profunda. “Yo lo siento mucho, no quería que te sintieras así.”
Mis lágrimas comenzaron a caer libremente, y mientras los sentía deslizarse por mi rostro, comprendí que tal vez, solo tal vez, esta noche podría cambiar todo.
Se acercó lentamente, como si temiera romper la atmósfera delicada que nos rodeaba. Con cuidado, rodeó mi cintura con sus brazos, atrayéndome hacia él. Sentí el calor de su cuerpo, una sensación de protección que me reconfortó en medio de mi tormenta emocional. El silencio se alargó entre nosotros, un espacio en el que mis sollozos comenzaron a calmarse poco a poco, mientras él simplemente me sostenía.
Finalmente, rompió el silencio con su voz suave. “Lo siento de verdad,” dijo, su mirada profunda y sincera. “A veces soy un completo idiota, y no sé cómo reaccionar ante lo que siento. Pero no quiero que pienses que no me importas. Es justo lo contrario.”
Me miró fijamente a los ojos, y en su expresión había una mezcla de juguetonería y seriedad. “La verdad es que tengo miedo, ¿sabes? Miedo de que algo salga mal, de que nuestras risas se conviertan en lágrimas, de que si me atrevo a dar un paso adelante, no sea capaz de manejarlo. No creo que te merezca, pero quiero que sepas que te quiero con todo mi corazón.”
Mientras hablaba, acarició mi rostro con las yemas de sus dedos, secando mis lágrimas con un gesto tierno. Su toque era suave, casi reverente, y sentí cómo la calidez de su cariño comenzaba a calmar mi angustia.
“Lamento ser tan complicado y no saber cómo hacer las cosas bien,” continuó, su voz ahora llena de sinceridad. “No sé cómo manejar lo que siento, pero lo que más deseo es que no me pierdas. No quiero que te vayas.”
Las palabras de Eddie me envolvieron como un manto cálido, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que tal vez, solo tal vez, estaba en el camino correcto.
“Ed…” susurré, tratando de procesar todo lo que me estaba diciendo. Su cercanía me llenaba de esperanza, y aunque sabía que había un largo camino por recorrer, su sinceridad me hizo creer que tal vez podríamos enfrentarlo junto
Eddie me abrazó con más fuerza, y, de repente, me sentí vulnerable, atrapada entre sus brazos y el sillón. Antes de que pudiera reaccionar, me tumbó, quedando él encima de mí, mirándome con una sinceridad que me desarmaba. Los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos mientras lo observaba, buscando en su mirada alguna pista de lo que realmente sentía.
“Shh,” dijo suavemente, acercándose más. Su rostro estaba tan cerca que podía sentir su aliento cálido sobre mi piel. La luz tenue del departamento jugaba con las sombras, acentuando la intensidad de su mirada. Era un momento tan íntimo que casi podía olvidar lo que había pasado antes, las risas, los celos y la confusión.
“Solo escúchame,” continuó, y sentí que se me aceleraba la respiración. Cada palabra suya era un hilo que tejía un nuevo camino entre nosotros, un camino que temía recorrer, pero que a la vez deseaba con todas mis fuerzas.
Lo miré a los ojos, buscando respuestas. Era difícil ignorar el calor que emanaba de su cuerpo, la forma en que su mirada se posaba en mí como si estuviera intentando grabar cada detalle. “Eddie, ¿qué estás haciendo?” pregunté, mi voz temblorosa.
“No quiero perderte,” dijo, y esas palabras resonaron en mí como un eco. “Sé que he sido un idiota, pero, ¿podríamos intentar ser algo más que amigos esta vez?”
Su sinceridad me golpeó.
“No lo sé, Eddie,” respondí, sintiendo las lágrimas amenazando con escapar nuevamente. “Siempre estás en la cuerda floja entre el chico que me gusta y el que parece no importarle nada.” Mi voz se quebró, y, en un momento de vulnerabilidad, dejé caer mi guardia.
Eddie se acercó un poco más, sus ojos fijos en mí, como si cada palabra que decía contara. “No quiero que te vayas con el primero que se cruce en tu camino solo para olvidarme, y sé que esto es raro, vestidos de vampiros y todo, se que tarde un poco en darme cuenta pero...” bromeó, tratando de aligerar el ambiente, y por un momento, me hizo sonreír a pesar de la tensión.
Era una locura lo que estaba pasando, pero, mientras lo miraba, sabía que había algo real entre nosotros, algo que merecía ser explorado.
Nos miramos en silencio, el mundo exterior desvaneciéndose mientras nuestras miradas se entrelazaban. Era como si el tiempo se detuviera, cada segundo estirándose hasta el infinito, lleno de significado. La habitación se llenó de una energía palpable, y pude sentir el latido de mi corazón resonando en mi pecho.
Eddie, aún inclinado sobre mí, mantuvo su mirada fija en la mía. Sus ojos, llenos de sinceridad, parecían decirme todo lo que nunca había podido expresar. Sentí cómo la distancia entre nosotros se acortaba, un imán invisible atrayéndonos el uno hacia el otro. Era un momento cargado de promesas y posibilidades, de todo lo que podríamos ser.
Finalmente, sus labios se acercaron a los míos, lentos y deliberados, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera romper el hechizo. Cerré los ojos, sintiendo su aliento cálido acariciar mi piel, y me dejé llevar por la magia del momento. Cuando nuestros labios se encontraron, fue como si todo cobrara vida de nuevo.
El beso fue honesto, lleno de la vulnerabilidad que ambos compartíamos. Sus labios eran suaves, exploratorios, y había una dulzura en su toque que me hizo sentir segura. Me devolvió todo lo que había sentido por él, y en ese instante, todas mis dudas se desvanecieron. Era solo nosotros, envueltos en un mundo que parecía pertenecer únicamente a nosotros dos.
Eddie inclinó un poco su cabeza, profundizando el beso, y la calidez que se expandía en mi pecho me hizo sentir viva. Era un beso lleno de amor, de esa conexión que había anhelado por tanto tiempo. La tensión que había existido entre nosotros se transformó en un sentimiento reconfortante, como si finalmente hubiéramos encontrado nuestro camino de regreso a casa.
Cuando nos separamos, nuestras frentes se tocaron, y sentí su respiración entrecortada mezclándose con la mía. Los ojos de Eddie estaban brillantes, y por un momento, el mundo exterior volvió a existir, pero esta vez, me sentí lista para enfrentar lo que viniera, porque sabía que, a su lado, podría ser quien realmente era.
“¿Qué hacemos ahora?” murmuré, una sonrisa tímida asomándose en mis labios, sabiendo que había dado el primer paso hacia algo nuevo y emocionante.
“Lo que sea que tú quieras,” respondió él, y en su voz, escuché la promesa de un futuro lleno de posibilidades y juguetón.
Lo miré a los ojos, una mezcla de risa y frustración burbujeando en mi interior. “Eres un idiota,” le dije con una sonrisa. “Podrías ser un gran actor con lo que hiciste para parecer tan borracho.”
Eddie soltó una risa baja, intentando mantener la seriedad. “Siempre he sido bueno para hacer teatro. Pero la verdad solo quería asegurarme de que no te fueras con ese tipo.”
Su sonrisa se amplió, y en ese instante, todo lo que nos había separado pareció desvanecerse. Nos miramos, y él se inclinó hacia mí, robándome un beso suave y tierno. Me reí entre los labios de él. “Eres un idiota,” murmuré, mientras él seguía robándome besos, cada uno lleno de cariño y complicidad.
“Quizás debiera seguir actuando así más a menudo,” bromeó, y ambos estallamos en risas, dejando atrás cualquier duda que nos hubiera atormentado.
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sinfonia-relativa · 8 months ago
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Soy un ser sin mucha ciencia, soy simplemente una mezcla de fascinantes complicaciones a las que nadie se atreve a acercarse demasiado. Soy un ser que desborda en deseos lejanos, e inclinada al lugar seguro de la soledad, un extraño ser que se disfraza de sonrisas y buena actitud más que debajo de toda esa máscara se encuentra la más agonizante tristeza. Un ser que sueña con maravillosos momentos a pesar de que su vida diaria es similar a una pesadilla. Soy un alma que vibra con una canción, un ser que encuentra paz a sus tormentos con un par de letras escritas. Un ser que se fascina con las miradas encontrando sentimientos y verdades ocultas en los orbes ajenos, más que no termina de encontrar los propios al mirarse al espejo. Un ser lleno de tanto que cada tanto debe sacar mediante lágrimas o gritos airados lo mucho que guarda dentro. Soy un ser sin mucha ciencia, solo soy sobrepensante y sensible a mi entorno, tanto que al terminar el día me encuentro tan agotada. Un ser que vive a punto de un colapso, a borde del abismo pero se mantiene en el mismo sitio. Un alma vagando por rumbos profundos de cambios y transformaciones que sufre en la soledad de ser diferente a todo lo demás.
Moongirl
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dakota-zen · 1 year ago
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Me instalo frente a ti, miro tus ojos
y vigilo el espacio donde tu voz me busca.
Me estremece el dolor del encuentro imprevisto,
la sed con que te acercas al borde de mi sombra,
el hueco que descubres en la luz de mi espejo.
La soledad me arropa. Sólo en la noche existo.
Y nunca me detengo sobre el mismo minuto
en el que tú te apoyas para seguir llamándome.
Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste
del idioma heredado. Cuéntale a las palabras
las historias oscuras que sólo tú conoces;
diles cómo te asusta mi presencia y mi odio,
cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida.
A veces, en el centro mismo de tu pregunta,
me reconozco y corro hacia otra oscuridad:
es amargo encontrar al final de un abrazo
mi propio grito erguido y mi propio deseo.
Por eso me divido, me desdoblo y me hundo
en heridas distintas: me da miedo encontrarte.
Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas
saben a mí, y me escuece el recuerdo adherido
al tiempo conciliado, al tiempo único
en que la conjunción habitó nuestras sangres.
Eloy Sánchez Rosillo
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jinetacromada43 · 14 days ago
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Cascos de la Amistad | Franco Colapinto
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summary: Franco y Agus comparten un momento íntimo en un hotel en Las Vegas, cuando ella le regala un casco personalizado con sus iniciales, despertando emociones profundas en ambos.
pairing: franco colapinto x (fem)! teammate
wattpad: jinetacromadette
masterlist
En la habitación de Agus, en un hotel que parecía apenas contener el caos de Las Vegas afuera, ella revolvía con ansias una bolsa sobre la cama. Franco la observaba desde un costado, apoyado contra el marco de la puerta. Había algo casi hipnótico en la concentración con la que buscaba, como si se tratara de un ritual importante.
—Como tenemos una gran conexión, yo sé que te va a gustar —dijo ella, segura de sus palabras, pero con una chispa de emoción en los ojos.
Cuando al fin lo encontró, alzó el casco con una sonrisa tan grande que pareció iluminar toda la habitación.
—¡Es este! —exclamó, alzándolo frente a él.
Franco dio un paso adelante, intrigado. El casco era blanco con detalles azules, elegante y sofisticado, pero lo que más llamó su atención fue la bandera argentina en los costados y la frase que coronaba la parte trasera: “Coronados de gloria.” Sin embargo, lo que lo descolocó fueron las iniciales grabadas debajo de la bandera: “AL.”
—Pero mirá lo que es eso… —murmuró, tomando el casco entre sus manos con cuidado, como si fuese un objeto sagrado. Sus dedos recorrieron las superficies lisas y brillantes, sintiendo cada detalle. La combinación de colores, los acabados, todo era perfecto—. Es muy lindo, en serio —dijo al fin, con una sonrisa que parecía iluminar su rostro—. Me hace acordar a uno que solía tener… pero este es más lindo.
—Obvio que es más lindo —respondió Agus, mirándolo con ese toque de orgullo que le calentaba el pecho.
Franco asintió con una sonrisa amplia, esa que rara vez mostraba, y siguió inspeccionando el casco como un niño que acaba de ver su juguete en la vidriera de una tienda.
—¿Es para vos? —preguntó, aunque en su interior ya conocía la respuesta.
—Sí, ¿te gusta? —dijo Agus, mirándolo en busca de su aprobación.
—Me encanta. Es hermoso.
Sus dedos recorrieron el diseño, notando cada detalle, cada textura. Algo en él quería decir más, expresar lo que estaba sintiendo, pero las palabras se quedaban cortas.
Ella estaba acostumbrada a verlo emocionarse, a que su pasión por las carreras dominara cada pequeño momento, pero algo en esta escena era distinto. Quizás era porque no se trataba solo de un casco. Era de ella. Llevaba sus iniciales.
—Creo que me tengo que pedir uno —dijo Franco, y su voz sonó honesta, casi urgente. La necesidad no era tanto el objeto, sino lo que representaba.
—Probátelo —lo animó Agus, acercándose un poco más.
Él la miró, dudando por un segundo.
—¿Decís?
—¡Sí! —respondió ella con entusiasmo, y la manera en que sus ojos brillaban al mirarlo lo hizo sonreír.
Con cuidado, se colocó el casco. Mientras caminaba hacia el espejo, sintió el peso sobre su cabeza, un peso que, lejos de incomodarlo, lo hacía sentirse protegido, conectado con algo más grande. Cuando se vio reflejado, soltó un suspiro y no pudo evitar reír suavemente. Le quedaba perfecto, como si hubiese sido hecho para él.
—Es… hermoso… —murmuró, más para él mismo que para ella—. Está buenísimo, definitivamente me voy a pedir uno.
Agus, detrás de él, sacaba algo más de la bolsa. Aunque él no podía verla, ella lo observaba a través del reflejo en el espejo, sonriendo de manera sutil. Había algo en su expresión que la hacía sentir ligera, como si todo en ese momento tuviera sentido. Pero al mismo tiempo, esa sensación de vértigo, de estar en un borde que no podían describir, seguía presente.
—Y eso que soy austero con estas cosas —comentó Franco, girándose un poco para mirarla—. Yo uso los que me dan. Tengo uno solo mío y está en las últimas.
—Sí, es verdad —respondió ella, sacando otro casco de la bolsa—. Siempre usás el mismo. ¿No creés que es momento de cambiarlo?
Él la observó, intrigado, cuando ella le extendió el nuevo casco. Frunció el ceño, notando que era igual al anterior. Pero cuando sus ojos se fijaron en el detalle, lo entendió.
Las iniciales habían cambiado. Ahora no eran “AL”. Ahora eran “FC”.
—Me estás jodiendo… —murmuró, sus ojos yendo del casco a Agus, que sonreía con picardía.
—Lo pedí para vos. Pensé que te iba a gustar.
Las palabras lo golpearon con una calidez inesperada. Franco apretó el casco contra su pecho mientras una sonrisa enorme y sincera se extendía por su rostro.
—Probalo —susurró ella, y algo en su tono lo hizo sonreír de manera involuntaria.
La emoción lo invadió, y antes de pensarlo demasiado, la abrazó, apretándola con fuerza mientras el casco descansaba entre ellos.
—¡Es hermoso! —exclamó, cerrando los ojos mientras la sentía entre sus brazos—. Vos sos hermosa.
El susurro quedó suspendido en el aire. Ella se rió, nerviosa pero cálida, como siempre.
—¡Bueno, pero probátelo! —replicó Agus, separándose un poco mientras lo miraba con ojos brillantes.
Franco le hizo caso. Se colocó el casco y volvió al espejo. Esta vez, cuando se miró, el impacto fue distinto. Ahora llevaba algo que lo representaba completamente. Era suyo. Y, al mismo tiempo, no podía evitar pensar que de alguna manera también seguía siendo de ella.
Como su corazón.
Cuando se giró hacia Agus, su decisión estaba tomada.
—Está muy lindo, pero quiero el otro.
Ella frunció el ceño, aunque su sonrisa no desapareció.
—Es el mismo, ¿eh? No cambia nada —dijo, acercándose mientras repasaba el casco con las yemas de los dedos.
La distancia entre ellos era mínima ahora. Su mano, que había estado tocando el casco, bajó hasta su hombro, descansando allí con una suavidad que le hizo estremecer. Ambos se miraron, sostenidos en esa tensión que nunca terminaba de resolverse. No era algo nuevo; llevaban tiempo en ese juego de provocaciones, ese ir y venir que parecían dominar con naturalidad. Pero en ese instante, algo era diferente.
Había algo magnético en la forma en que ella se movía, con ese aire entre seguridad y dulzura que tanto lo desarmaba.
—No, no son iguales —repitió él con firmeza, devolviéndole la mirada. Había algo íntimo y vulnerable en ese instante, como si ambos se estuvieran diciendo algo que no terminaban de verbalizar. —El otro tiene tus iniciales, Agus. Yo lo quiero para mí, así voy a estar más lindo.
Ella entrecerró los ojos, divertida, como evaluando cuánto de broma y cuánto de verdad había en su comentario. Al final, sonrió y subió ambas manos hasta sus hombros, rodeándolo en un abrazo que a Franco lo dejó sin palabras.
—¿Así vas a estar más lindo? —murmuró cerca de su oído.
Él asintió, sintiendo que cualquier respuesta coherente lo eludía, y la envolvió entre sus brazos. Se sentía un idiota, pero ¿qué podía hacer? Ella tenía ese efecto en él, lo hacía bajar la guardia, lo desarmaba por completo.
—Chi —susurró, como si con eso pudiera explicar lo que pasaba por su cabeza. Y se quiso pegar mentalmente por la forma en que dijo esas palabras, ya demasiado era para manejar todo y ahora reaccionaba como un bobo frente a una mujer.
Agus se rió suavemente, tan cerca de su cara que Franco sintió cómo el calor subía por su cuello. Ella dejó un beso en su mejilla, y él cerró los ojos por un breve segundo. La mente le jugaba una mala pasada; cada uno de esos gestos le parecía un mensaje cifrado que solo él podía escuchar.
—Sos muy lindo —dijo Agus, en ese tono de voz suave, casi un susurro, que a Franco le hacía sentir un vértigo desconocido.
Franco abrió los ojos y se encontró con los de ella. En ese instante, se dio cuenta de que no solo estaba sobrepensando. No, definitivamente no. Había algo en la manera en que lo miraba, en la cercanía que ahora se sentía tan natural, que no podía ignorar.
Pero mas allá de esa tensión obvia, el momento tenía una ligereza casi familiar, una comodidad que no siempre estuvo allí. Porque todo había empezado de manera muy distinta.
La primera vez que lo vio, Agus estaba en el baño de la sede de Williams, frotando desesperada la mancha de café que decoraba su camisa blanca. La misma que había elegido con tanto cuidado para su primer día como piloto oficial de Fórmula 1.
—Perfecto, Agus. Tu debut triunfal y ya das la nota —se murmuró al espejo.
El desastre había comenzado cuando, en medio de los nervios, no logró esquivar a Franco en el pasillo. Él, con reflejos impecables, trató de sostenerla antes de que se cayera, pero no pudo salvar el vaso de café.
—¿Estás bien? —le preguntó, su voz un balance perfecto entre preocupación y diversión.
Ella apenas pudo asentir, señalando su camisa arruinada.
—Tu café no sobrevivió.
Él se rio, una risa breve pero tan genuina que a Agus no le quedó más opción que unirse.
—Creo que la camisa tampoco sobrevivió. Perdón, Agus. Te juro que no fue mi intención arruinar tu debut triunfal.
Ese momento, incómodo y torpe, había marcado el inicio de su amistad. Lo que en ese instante era solo un intercambio gracioso se transformó rápidamente en una conexión que Agus no había anticipado.
Ahora, la distancia que antes parecía lejana era inexistente. Agus estaba tan cerca que podía sentir su aliento, y no solo eso: lo abrazaba con esa confianza que solo se construye cuando alguien ocupa un lugar especial.
—Vos sos la más linda del mundo, Agus —dijo Franco, en un tono bajo, cargado de honestidad. Sentía sus manos en su nuca, jugueteando con el cabello corto de la base de su cuello, y esa caricia lo hacía sentir algo inexplicable. —Realmente me encantó, la pegaste.
Ella sonrió, y en ese gesto había algo más que orgullo por haber acertado con el regalo. Dejó otro beso suave en su piel, tan breve como significativo. Era un gesto que no solía hacer, pero desde hace unas semanas Franco la sentía más cercana, más demostrativa.
—Sos un poco demandante a veces —murmuró Agus, con esa voz suya que siempre sonaba cálida—, pero si querés el otro casco, te lo cedo.
Franco sonrió, casi embobado, y dejó salir una risa baja y maliciosa.
—Siempre consigo lo que quiero —afirmó, alzando una ceja con falsa seguridad.
Agus no se apartó; al contrario, lo miró con los ojos entrecerrados, cargados de una chispa juguetona.
—Eso es una habilidad que me gusta mucho de vos —dijo en un murmullo. Entonces, con un gesto lento, llevó su dedo índice a su mejilla y le apretó la piel con ternura—. Ojo que hay que bancarse mis iniciales en un casco, eh.
—Vos tranquila —respondió finalmente, en un tono que intentaba igualar el suyo, mientras sus ojos recorrían el rostro de Agus con descaro contenido—. Yo nervioso, amor.
Se miraron en silencio, como si se estuvieran midiendo. Franco no sabía cuándo había comenzado a sentir ese vértigo cada vez que estaba con ella, pero ahí estaba, haciendo que todo pareciera distinto.
—Gracias —dijo finalmente, rompiendo la tensión con un susurro. Sentía que necesitaba decir algo para no quedar atrapado en ese intercambio sin fin—. Estoy muy contento, en serio.
Agus pareció volver a la realidad, y su expresión se suavizó.
—Me alegra mucho que te haya gustado —dijo con gentileza—. Sabía que te iba a encantar, lástima que le erré con la inicial, pero… tenemos gustos muy similares.
Franco rió, relajándose un poco.
—Míralo como… cascos compartidos.
—¿Cómo cascos de la amistad? —preguntó ella inocente, y él bajó la vista con una sonrisa.
—Algo así… —respondió, tragando saliva. Qué le iba a decir, ¿que no?
Agus se rió, y esa risa tenía algo que siempre lo hacía sentir en casa.
—Me gusta pensar que vamos a compartir todas nuestras carreras juntos, ahora —agregó ella, ladeando la cabeza.
—Soy un genio, lo sé —bromeó Franco, pretendiendo creérsela, y ella volvió a reír.
—Sí, mi amor. Sos un genio —respondió Agus, separándose tranquila. La forma en que el apodo salió tan natural lo desarmó de nuevo. Ella no parecía siquiera haberlo notado, pero Franco exhaló un suspiro.
¿Cómo habíamos llegado hasta acá? pensó él mientras guardaba el casco en la bolsita y se sentaba en la cama.
En ese momento, no había palabras que pudieran capturar lo que sentían. No porque no quisieran explicarlo, sino porque no sabían cómo. Y quizás, en el fondo, aún no era necesario
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danielac1world · 29 days ago
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Llueve.
Me pregunto en qué momento la soledad me abraza por la espalda y me pregunta que quiero cenar. Quizás es a las dos de la tarde cuando el silencio vuelve a dormir, y las estrellas son solo espejos que la luna usa para sonreír.
Pero son las diez de la noche, los mosquitos sobrevuelan como aeroplanos en el espacio amplio de los azulejos, de lejos la cena burbujea lentamente y la compañía ronronea encima de una prenda, que usaré más tarde. El reloj me asesina comodamente, con sus agujas escarba en las heridas que yo mismo cultivé, y no sé ahora, si confiar en el pasado o pedirle al presente un poco más.
Vivo a los sobresaltos y al mismo tiempo, no vi llegar el auto que se llevó los sueños; quizás más tarde mientras me quemo con el aceite y miro el borde de la sartén inerte, se me venga una imagen idealizada de un no, que me bese la piel y recorra mi espalda.
Quizás los adultos de ayer tenían razón, si vuelas tan alto con los pies, después no sabrás qué hacer cuando las goteras inunden la casa, la cena se queme, y el gato se vaya.
-danielac1world ~Rutinaria razón en amarillo~
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besos-sin-besar · 8 months ago
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Mi chica tiene casi 25, se hace la fuerte, es enemiga de la injusticia, diseña esquemas, invierte en mí su tiempo y me compra cosas.
Mi chica tiene un perfume descatalogado, como jamás me había gustado.
Mi chica es valiente, pero yo me preocupo cuando se va sola a casa y no me avisa, cundo pasea por bordes de un acantilado, cuando vuela en la carretera a 180, cuando está enferma y no se medica, cuando me habla de manifestaciones, de revoluciones, de romperlo todo, de marcharse.
Yo me preocupo, pero ella es libre y por eso la quiero. Es normal que se juegue la vida en un precipicio, es su vida.
Ella es sudor, tornado y hielo. Ella es jardín, espejo, cielo.
Mi chica no es ninguna heroína de cómics. No desfila en pasarelas y vive en clase común .
Ella es pared, río, lobo. Ella es ventana, mar, es oro.
Ella es la dinamita de mis días de bomba. Ella es domingo cómodo, mi canción a capela, mi año nuevo sin grieta, mis llaves colgando en su puerta.
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lacavernablog · 6 months ago
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Poema, Julio Cortázar
Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
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te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.
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rhaenysaemma22 · 4 months ago
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*Aemma estaba acostada en la cama cantándole una canción de cuna al bebé en alto Valyrio mientras acariciaba su vientre sintiendo como su bebé se calmaba, hasta que escucho la voz de su esposa gritándole a alguien.*
Aemma: Parece que tú Kepa está de mal humor, que te parece si la calmamos dándole unos mimos. *Le habla a su vientre.*
*Rhaenys abre las puertas fuertemente, volteandose furiosa hacia los guardias que estaban detrás de las puertas.*
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Rhaenys: ¡LARGO, LARGENSE AHORA! *Les gritó cerrando las puertas fuertemente.* Largo. *Susurra con la voz quebrada sintiendo un nudo en su garganta, callendo de rodillas dándole la espalda a su esposa.*
*Aemma al ver el estado de su esposa se levanta con difícultad poniendo una mano en su espalda baja, camina hacia su esposa.*
Aemma: Cariño, ¿Estás bien? *Le pregunta al llegar a su lado, escuchando como solloza.* ¿Rhaenys? *Su esposa al escuchar que la llama por su nombre, la abraza por las piernas colocando su cabeza en su vientre.* ¿Rhaenys que sucede?
*Rhaenys llora fuerte preocupando a Aemma, entonces con la poca fuerza que tiene levanta a su esposa por los hombros para mirarla a la cara pero lo que ve le rompe el corazón. Rhaenys con los ojos rojos, con una tristeza y furia a la vez, tanto que parece un cachorro sin el amor de su manada.*
Rhaenys: Lo siento. *La abraza con cuidado de no lastimar a su bebé.*
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Aemma: Rhaenys por favor, por favor mírame a la cara y dime qué sucedió en la reunión. *La aleja por los brazos para agarrar su rostro con ambas manos quitándole las lágrimas mientras caían más.* Mi dragona por favor.
Rhaenys: ¿Crees que soy una bastarda? *La mira con tristeza en los ojos, tomando a Aemma por sorpresa.*
Aemma: No, no, nunca pensaría eso de ti, me has dado a los mejores hijos y tambien al que llevo conmigo. *Le toma ambas manos para colocarlas en su vientre hinchado mientras la mira con una sonrisa.* Este al igual que los demás es tu hijo Rhaenys, son de sangre Targaryen, Baratheon y Arryn. *Deja soltar las lágrimas qué estaba conteniendo.* No pienses que eres una bastarda solamente por tener el cabello negro, eres hija de Aemon Targaryen y por qué tu madre fue Jocelyn Baratheon, la última hija de Alyssa Velaryon, tu abuela mi amor. *La besa.* Ambas tenemos otra sangre pero eso no demuestra que tú eres una bastarda, no lo eres.
*Rhaenys llora dejando salir su enojo, abrazandola fuerte agarrando su vestido con fuerza, Aemma al sentir como solloza y hipea, la lleva a la cama poco a poco donde la sienta en el borde y le empieza a quitar las prendas una por una del pequeño traje que tiene, al ver qué su esposa se calma un poco la suelta lentamente para quitarle el camisón para cambiarlo por uno limpio.*
Rhaenys: Soy una mierd... *Se queda callada al mirar a Aemma quien le sonríe y le toma el rostro con cariño.*
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Aemma: No lo eres amor, eres fuerte, más que el tonto de Viserys. *Junta sus frentes.* Eres mejor que el, no por nada nuestra hija quien es de tu sangre es la jinete del dragón más grande de los 7 reinos. *La besa.* Vamos a descansar, te lo mereces, ya has hecho mucho por hoy y tú dragoncito no quiere estar lejos de ti ahora que te ha escuchado.
*Rhaenys le da una pequeña sonrisa y asiente, Aemma al ver el estado mejorado de su esposa busca dos camisones para ambas mientras se limpia las lágrimas, le entrega uno a ella mientras se intenta quitar el vestido pero al no poder quitarse los cordones de la espalda, voltea a mirar a Rhaenys.*
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Rhaenys: ¿Sucede algo? ¿Estás bien? *La mira preocupada.*
Aemma: ¿Puedes quitarme los cordones del vestido? *Le pregunta mirando sus ojos.*
Rhaenys: Si, voltea hacia el espejo. *Se levanta caminando hacia ella.*
*Aemma hace lo que le dice, se voltea mirándose en el espejo sintiendo los dedos de su esposa tocar su piel por momento antes de desarmar los cordones sintiendo que el vestido se afloja.*
Aemma: Gracias. *Le da una sonrisa a través del espejo.* ¿Cómo te sientes? *Le pregunta sintiendo como se recuesta en su espalda.*
Rhaenys: Estoy bien aunque me siento cansada. *Murmura soltando un bostezo detrás de Aemma.*
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Aemma: Está bien, déjame cambiarme el vestido para ir a descansar. *Se voltea a mirarla.* ¿Que te parece si me esperas en la cama? *Le besa la mejilla izquierda.*
*Rhaenys asiente dejando un beso en su cuello antes de caminar hacia la cama y acostarse, Aemma se quita el vestido dejandolo a un lado para colocarse el camisón e irse a acostar con su esposa quien la abraza colocando sus manos en su vientre.*
Rhaenys: Gracias por todo. *Le susurra en el oído soñolienta.*
Aemma: Sabes que nada me hará dejarte. *Coloca su cabeza en su pecho mientras le rodea la cintura con el brazo.* Descansa me quedaré aquí contigo. *Le acaricia el cabello sintiendo como Rhaenys se relaja bajo su toque.*
Rhaenys: Está bien, solo despiertame si algo sucede con ambos. *Le toca el vientre sonriendo.*
Aemma: Tranquila, eso pasara si entró en labor de parto más tarde, además no creo que suceda por qué el bebe está muy tranquilo. *Le da un beso en los labios.*
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Rhaenys: Te amo. *Susurra antes de quedarse dormida.*
Aemma: Yo también te amo. *Sonríe al verla relajada.*
PARTE EXTRA.
*Aemma se despertó por los golpes en la puerta, sintiendo como Rhaenys de movía a su lado.*
Aemma: Un momento. *Dice levantándose para colocarse la bata encima del camisón, le da una última mirada a su esposa verificando que esté completamente dormida, para luego caminar y abrir la puerta encontrándose con Daemon.* ¿Que sucede?
Daemon: ¿Cómo se encuentra Rhaenys? *Pregunta al ver a su hermana dormida en la cama.*
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Aemma: Logre calmarla hasta que se sintió cansada. *Mira a su esposa.* ¿Quién le dijo que era una bastarda?
Daemon: El maldito de Otto y el imbécil de Viserys. *Habla apretando los dientes.* Cuando lo dijeron sin sentido Rhaenys decidió dejar el consejo, me tomo un tiempo entenderlo pero después me enoje tanto que casi decido llevarlos a ambos a Pozo Dragon para que se los comieran los dragones.
Aemma: Si la hubieras visto Daemon, era como un cachorro sin su manada.
Daemon: Si algo así ocurre de nuevo, no me importara matar a quien le diga eso a mi hermana. *Susurra mirando a Rhaenys moverse.* Mejor te dejo descansar, buenas noches hermana. *Dice caminando hacia el pasillo.*
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Aemma: Buenas noches Daemon. *Dice para cerrar la puerta y volver a acostarse con su esposa quedándose dormida en sus brazos.*
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victormalonso · 1 year ago
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ultramundos | araña negra de mis noches | © víctor m. alonso
Alejandra Pizarnik | CAMINOS DEL ESPEJO
I Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto. II Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche. ------ I And above all look innocently. Like nothing happen, that is true. II But I want to look at you until your face moves away from my fear like a bird from the sharp edge of the night.
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roytrouble · 6 days ago
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¿Y como les digo que lo intenté?
Esa noche, en una fiesta que parecía más un cuadro descompuesto de risas y luces sucias, decidí que no tenía sentido seguir aquí. Me sentía un estorbo, un error flotando entre conversaciones ajenas y canciones que no entendía. Mientras otros bailaban como si fueran inmortales, yo buscaba el final en el fondo de un vaso, en el filo de una línea, en las pequeñas cápsulas que prometían silencio.
No fue dramático. No hubo lágrimas ni despedidas. Solo estaba yo, sentado en un rincón, dejando que las sustancias tomaran el control, sintiendo cómo el peso de existir se diluía con cada trago, con cada respiro cargado de humo. En mi cabeza, la decisión estaba tomada: desaparecer, disolverme en el olvido como si nunca hubiera estado aquí.
Pero entonces, algo. Una mano, un rostro borroso, alguien que ni siquiera recuerdo bien. Un desconocido que no pidió permiso, que me sacó de ese rincón donde ya no era nadie. No dijo nada, no me dio tiempo de resistirme. Solo actuó, como si mi vida valiera más de lo que yo jamás imaginé. Me llevó lejos de la música, lejos de las luces, lejos del final que ya estaba casi aquí.
Desperté en un lugar extraño, con el cuerpo roto y la cabeza llena de un ruido que no entendía. El mundo seguía girando, indiferente a mi fracaso. Porque fallé, incluso en eso. Ni siquiera pude desaparecer correctamente. Y ahora estoy aquí, atrapado entre el resentimiento por haber sobrevivido y la extraña gratitud hacia esa sombra que decidió salvarme.
No quiero volver a ser esa persona, pero a veces me persigue en los espejos, en los días más grises, en las noches donde el silencio se convierte en un abismo. Lucho cada día por mantenerme lejos de ese borde, por no recaer en la tentación de la nada. Pero no sé si estoy ganando, no sé si estoy construyendo algo o simplemente evitando caer otra vez.
Quiero ser alguien de valor, alguien que no tenga que justificar su existencia con palabras rotas. Pero ese valor sigue siendo un misterio, algo que no sé definir, algo que se escapa cada vez que intento alcanzarlo. Solo sé que sigo aquí, y por ahora, eso es lo único que tengo. Una vida prestada por un desconocido, una batalla que no pedí, y una búsqueda interminable de algo que aún no logro entender.
-Roy Trouble
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deepinsideyourbeing · 2 months ago
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Okay no se si a alguien se le ocurrió, pero UN ESCENARIO CON ENZO EN UN ELEVADOR
Sería el peak de la literatura 🚬
Parte I ♡ Kinktober, Día 23: Mirror Sex
-Callada- repite Enzo y retoma el movimiento rítmico de sus caderas. Mantiene su mano sobre tu boca para impedir que tus gemidos sean audibles, pero el ángulo de la penetración y el tamaño de su miembro hacen que reprimir cualquier sonido sea prácticamente imposible-. ¿Qué querés? ¿Que te escuchen?
Estás segura -por la fuerza de sus embestidas y la oscuridad en su mirada- de que él sí quiere que escuchen. Negás frenéticamente y cerrás los ojos, incapaz de tolerar la sobre estimulación (por no mencionar el contraste entre el calor emanando de su cuerpo y la fría pared contra tu espalda) y la intensidad con la que te observa.
Claramente no le gusta. Golpea tu mejilla para llamar tu atención y que lo mires.
Sujeta tu rostro entre sus dedos, presionando hasta que tus labios se fruncen en una mueca, sin ofrecer una advertencia o explicación alguna antes de escupir en tu boca. Un poco de saliva cae sobre tu mentón y corre por tu piel, deslizándose por tu cuerpo hasta dejar un rastro húmedo entre tus pechos.
-Tragá- ordena. Obedecés sin romper el contacto visual y él te sonríe, como si estuvieran compartiendo un momento tierno, antes de agregar:- Qué putita que sos.
Detiene sus movimientos, ignorando tus protestas mientras murmura algo entre dientes, para luego bajarte (cuando te suelta sus uñas rozan tu piel de una forma exquisitamente dolorosa) y guiarte hacia el espejo. Su miembro, húmedo con la mezcla de su excitación y la tuya, deja un rastro brillante en los sitios donde entra en contacto con tu cuerpo.
Cuando presiona tu rostro contra el vidrio no objetás, lo dejás manipular tu cuerpo y disfrutás el proceso: su respiración rápida resonando entre las paredes del ascensor, la manera en que sujeta tu cadera para posicionarte como quiere, sus dedos dejando ese rastro de dolor. Desliza su punta entre tus pliegues y vuelve a enterrarse con una sola estocada que te deja sin respiración.
Gemís sin importarte que puedan oírlos y recostás tu frente en el espejo. No estás segura de si resulta más adictivo el placer, el sonido de su cuerpo colisionando con el tuyo, la forma en que te llena por completo o sus suspiros y las palabras entrecortadas que brotan de sus labios.
-Mirate- ordena con voz ronca-. Mirá cómo estás, dale.
La imagen que te devuelve el espejo es pornográfica, pensás, pero el término no basta para describirla. Tus pupilas dilatadas, tus ojos nublados por las lágrimas, tus párpados luchando para cerrarse con cada nueva embestida, la hinchazón de tus labios como consecuencia de sus besos y mordidas. El sudor hace brillar tu piel, también la de Enzo, pero no parece importarles.
Cuando bajás la mirada podés ver tus muslos brillando por los fluidos de ambos y un hilo traslúcido que cae desde tu entrada. Tus paredes se contraen y hacen gemir a Enzo, provocando que redoble el ritmo de sus movimientos. Estás a punto de suplicarle, rogarle que te llene de una vez, pero te interrumpen sus acciones.
Sujeta tus brazos en tu espalda y rodea tu cuello con su mano: la posición expone tus pechos, que no dejan de moverse por la brutalidad de sus movimientos, profundiza la penetración y te lleva hacia el borde de otro orgasmo. Mantenés la mirada fija sobre el reflejo, hipnotizada por las venas en su mano, por su expresión de éxtasis y el poder prácticamente tangible que tiene sobre vos.
Silencia tus gemidos capturando tus labios en un beso húmedo y sonoro, gime en tu boca, evidenciando su desesperación en sus movimientos. Cuando rompe el beso y jadea, con el ceño fruncido y sus dedos contrayéndose sobre tu cuello, un segundo orgasmo sacude tu cuerpo.
La sensación de su liberación salpicando tu interior te hace llorar y él te sujeta en una especie de abrazo, cubriendo tus pechos con su brazo e ignorando que también sollozás por la estimulación que provoca sobre tus pezones erectos. Deposita algunos besos en tu cabello, en tu sien, en tu mejilla y uno en tu boca.
-¿Estás bien?- pregunta en un susurro y asentís. Las lágrimas en tus ojos brillan bajo la luz blanca-. ¿Querés que la saque...?
-Tenés que hacerlo- contestás con un hilo de voz-. En cualquier momento pueden...
Suspira, frustrado por tener que interrumpir el momento, antes de dirigir una mirada hacia el techo.
-Tenés razón- vuelve a besar tu mejilla y se desliza fuera de tu interior. Las pulsaciones de tus paredes provocan que una cantidad considerable de su semen escape de tu entrada. Enzo observa el suelo manchado de blanco con una sonrisa-. Igual seguro escucharon todo...
Golpeás su pecho y suelta una carcajada. No entedés cómo puede estar tan relajado.
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poetamaria · 1 month ago
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Yo no te amo, ni te amé, ni pretendí hacerlo.
Amistad, compañerismo y colaboración literaria era todo lo ofrecido de mí para ti.
Tuve la claridad desde el primer verso que leí. Supe quién eras, en todo momento, incluso cuando pensabas que podías ocultarte detrás de tus palabras.
Fuiste un espejo más que intentó reflejarme, pero tus bordes eran demasiado pequeños, delgados, como para contener a quien soy.
Entendí tu juego antes de que tú mismo lo comprendieras, y aunque tus palabras creían tocar el alma, solo rozaban la superficie de mi pensar. A mi alma nunca la tocaste, por más que te quisieras engañar.
Creaste para mí un espacio en el que tú no cabías, y al descubrirlo, elegiste juzgarme para no enfrentar lo que temías en ti mismo.
Me mediste, me pesaste y, al final, me apartaste porque sabías que no podías competir con la verdad de quien soy. No fui yo quien falló; fuiste tú quien no estuvo a la altura de la situación.
No te busco, porque no hay nada que encontrar. No me pesa tu ausencia, porque nunca estuviste presente en realidad. Eres una inspiración pasajera, una historia que no tendrá continuación.
Ahora, soy yo quien cierro este fragmento de mi libro con su punto y su final. En el que tú quedarás solo como un personaje que creyó ser más de lo que podía ofrecer de verdad.
Que el pequeño mundo que elegiste te brinde la paz que necesitas, aunque nunca sea lo suficientemente amplio para contener lo que soy.
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besosconsal · 1 month ago
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Angustia existencial
'Joel, estás al borde de la angustia existencial. Esa desesperada necesidad de compañía, ese empeño en llenar tu tiempo con algo… Estás mirando tu propia tumba. No lo quieres admitir, pero es así. Mírate al espejo. ¿Qué es lo que ves? Un extraño. Nada. Porque allí no hay nada. Eres un árbol sin sombra, un pozo vacío, un grito silencioso. La mayoría del tiempo puedes negarlo, pero no cuando estás solo, sin distracciones.
Es en esos momentos cuando te ves forzado a enfrentarte a la cuestión. No puedes escapar de ella, Joel. Se te lanza a la cara y te lo tragas: ¿Cuál es el significado de mi existencia? Y no puedes huir, Joel. No puedes evitar la respuesta, porque tu existencia no tiene significado alguno. Si no eres capaz de asumirlo, vas a seguir llevando una vida incompleta, frustrada y totalmente neurótica.
No te estoy dando un consejo, pero, si yo fuera tú, aprendería a quedarme quieto frente al abismo. A abrazarlo. A no hacer nada'.
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89words · 9 months ago
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Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz, te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz, voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y cintas que dormían en la lluvia. No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano, porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fábula, y los gestos, esa arquitectura de la nada, encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro. Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo, pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa. Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo, busco esa línea que hace temblar a un hombre en una galería de museo. Además te quiero, y hace tiempo y frío.
Julio Cortázar
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