#barbara stiegler
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“Comment continuer à digérer à l'âge du télé-graphe? Et comment continuer à évoluer, c'est-à-dire à se transformer et à transformer le monde autour de soi, si les vivants humains ne sont plus capables d'incorporer ce qui leur arrive ?”
— Barbara Stiegler, Nietzsche et la vie.
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“Leurs yachts échoueront sur nos grèves” (sus yates encallarán en nuestras huelgas).
"Los yates son el símbolo de la depredación neoliberal del mundo, de su obscenidad."
"En nuestros países el pueblo no gobierna, el pueblo vota a los gobernantes que se supone son más capaces. Y el pueblo, al votar, delega, le da el poder a los elegidos. El pueblo no decide. Así que la democracia como tal no la conocemos. "
#2023#202305#20230519#el pais#ideas#filosofia#barbara stiegler#nietzsche#friedrich nietzsche#nietzche#frederick nietzsche
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Per tutti coloro che in Italia, di fronte alla potenza degli scioperi, dell’opposizione popolare e dell’espressione del dissenso, ribattono che, anziché manifestare, i francesi (ovvero meno del 40% dei votanti) in fin dei conti hanno scelto di votare nuovamente Macron, laddove avrebbero potuto scegliere diversamente votando Marin Le Pen, Barbara Stiegler mostra come la democrazia non possa essere ridotta al solo ed esclusivo momento del voto. Questa critica, condensata nella formula “votare serve”, espressa in Italia da chi ritiene che il lepenismo rappresenti una reale alternativa al macronismo, è cioè figlia di quella stessa logica macronista per cui l’unica legittimità politica è incarnata dagli eletti, e che la partecipazione democratica tramite l’espressione del dissenso e le manifestazioni non siano altro che una forma di inutile folclore, dato che la soluzione ai problemi può essere esclusivamente rappresentata da un voto parlamentare. Questo logica rivela piuttosto un’incapacità a costruire un’opposizione forte e organizzata, extraparlamentare, che sia capace di raccogliere e costruire consenso, da cui storicamente sono giunti i maggiori cambiamenti sociali; nonché un’incomprensione della realtà francese, profondamente diversa in questo da quella italiana. Se certamente “votare serve”, tuttavia un voto parziale esercitato in una fase di crisi profonda della rappresentanza, connotato da una fortissima astensione e da una concreta assenza di reali proposte alternative, non è l’unico condensato dell’espressione democratica. Quest’ultima continua, invece, a essere incarnata da un popolo, unica fonte della sovranità, quando esso si riconosce e si manifesta come tale.
Il sovversivismo delle élites tecnocratiche: il caso francese
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SAISIR CET OBJET QU’EST LA DÉMOCRATIE … POUR LA RÉTABLIR
ÉMISSION – La démocratie avec Barbara Stiegler et Christophe Pébarthe Publié le vendredi 15 novembre 2024 RADIO FRANCE La philosophe Barbara Stiegler et l’historien Christophe Pébarthe rappellent la singularité de la démocratie dans “Démocratie ! Manifeste” chez Le Bord de l’Eau édition. Avec Barbara Stiegler Philosophe française Christophe Pébarthe Maître de conférences en histoire ancienne…
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Le Juste Bistrot #318 : Barbara Stiegler et le néo-libéralisme (2/2) + i...
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El liberalismo ha terminado siendo una forma de «anticonservadurismo» III

Pierre Le Vigan
De un totalitarismo al otro
Von Mises está a la vanguardia. Autor de un libro sobre el socialismo y de numerosos libros de posguerra como El caos de la planificación o La mentalidad anticapitalista, critica el nacionalismo económico, el socialismo y la escuela histórica alemana (la antigua, inspirado en Friedrich List, y en la joven escuela histórica alemana, cuyo representante más eminente es Werner Sombart, autor de numerosas obras importantes, entre ellas Socialismo alemán). Después de la derrota de los regímenes de la tercera vía, fue nuevamente en torno a Ludwig von Mises donde se creó en 1947 la Sociedad Mont Pèlerin. Las tesis de estos liberales llegaron muy lejos. Parten de una crítica al totalitarismo. Su análisis, sin embargo, conducirá a un totalitarismo diferente al de los años treinta. El neoliberalismo conduce al neototalitarismo. Veremos cómo.
Walter Lippmann observa que los primeros en situarnos en un cosmos fueron los griegos. Entonces, nos vimos habitantes de un mundo creado por Dios, en estado de dependencia de una ley que nos sobrepasa. Entonces, y esta es la era actual, nos vemos como creadores de nosotros mismos. Sin embargo, nuestra especie no está adaptada al entorno que nosotros mismos hemos creado, el mundo de la competencia de todos con todos, el mundo de la competencia global. En este mundo, debemos aspirar a la máxima eficiencia. Problema: Walter Lippmann cree que esto sólo es posible mediante un gobierno de expertos. Todo lo contrario de la democracia. Aquí es donde reside la génesis del liberalismo tipo II.
Socialismo, economía controlada, existencia de sindicatos, avances sociales colectivos, todos estos fenómenos abarcaron la Segunda Guerra Mundial y crecieron después de 1945. A esto se suma el impacto de la existencia de países “socialistas” en el este de Europa (aunque sus la capacidad de seducción pronto resulta limitada, o incluso repelente (Berlín en 1953, Budapest en 1956 y Praga en 1968). En cualquier caso, esto demuestra que la gente no está preparada para una sociedad sana, verdaderamente liberal, sin muletas sociales, que seleccione a los mejores sin escrúpulos sobre el destino de los menos eficientes. La gente quiere una sociedad más unida. Esto tendrá que cambiar.
Así, el liberalismo de tipo I creía que bastaba actuar como si el hombre estuviera impulsado por sus intereses para que la sociedad evolucionara en la dirección correcta. Pero los reflejos colectivos resurgen. El hombre es incorregible. Además, la noción misma de pueblo es antiliberal. El liberal dice: no hay pueblo, hay gente que contrata libremente entre sí. Así razonan los liberales. Por tanto, debemos cambiar al hombre. El hombre debe convertirse estrictamente en un individuo y dejar de ser una persona inmersa en un mundo común. Debemos liberar la economía de la sociedad y hacer lo contrario de lo que recomienda Karl Polanyi.
La «sociedad» debe convertirse en un mercado. Lo que se despliega entonces, en nombre del liberalismo, es un proyecto de transformación antropológica. El hombre debe convertirse en «empresario de sí mismo». Esto es lo que vio claramente Michel Foucault en 1979 (El nacimiento de la biopolítica). Este proyecto va más allá de la mercantilización del mundo, señala Foucault de manera tanto más convincente cuanto que no es un crítico feroz de esta evolución que le parece, en ciertos aspectos y bajo ciertas condiciones, emancipadora. Se trata de hacer crecer el «capital humano», como explica Gary Becker. Las habilidades de cada uno son vistas como capital, al igual que el capital relacional de cada uno (Bourdieu no diría lo contrario). Requerida optimización de nuestro capital humano, de nuestro tiempo (más tiempo para pasear y meditar), de nuestras relaciones. Tenemos que adaptarnos (Barbara Stiegler) «en un mundo cambiante». Debemos «avanzar» (¿hacia atrás?) y no quedarnos estancados en «viejos patrones». Hay que ser competitivo «a nivel internacional».
La individualización de todas las cuestiones
Esta evolución, que significa que debemos destacarnos y vendernos en el mercado, incluido el mercado de los deseos (Michel Clouscard), Michel Foucault la llama nueva «gubernamentalidad». Es gobierno a través de la individualización de todas las cuestiones. Esto explica por qué todo se traduce al lenguaje de los derechos. El aborto, que es una cuestión moral, pero también demográfica porque afecta a la natalidad de la nación, se considera únicamente desde el ángulo de un derecho individual y de la mujer, como si al hombre nunca le preocupara (¿y el aborto en un país?). ¿Pareja casada?). Asimismo, la sociedad de la vigilancia, la instalación de cámaras y el reconocimiento facial se presentan no como medidas totalitarias sino como un «derecho a la seguridad». Hábil proceso de reversión.
El liberalismo clásico, tipo I, consistía en explotar lo que el trabajador tiene, lo que posee, su fuerza de trabajo con un determinado nivel de calificación y energía, el liberalismo tipo II consiste en explotar y transformar esto que es el trabajador. Hemos pasado del dominio del capital sobre el tener al dominio sobre el ser. Por tanto, el liberalismo clásico se ha convertido en un liberalismo de transformación antropológica. La alienación a través de la mercancía es el vector de esta transformación, cuyo objetivo es transformar al hombre en un autoempresario que se vende a sí mismo como mercancía. «Con el neoliberalismo, se trata de transformar quiénes somos», señala Barbara Stiegler. Trabajador autónomo que busca comprador. Transformar lo que somos significa hacernos cada vez más líquidos y cada vez más intercambiables. Se trata de transformar la relación que el individuo mantiene consigo mismo, indica Pierre Dardot. Pero este «neoliberalismo» no es más que un liberalismo que retoma su proyecto, viendo la resistencia del hombre a la individualización total y elevando sus ambiciones hasta el punto de querer cambiar al hombre mismo para hacerlo conforme a la teoría.
Así debemos ver el proyecto wokista de eliminar todas las esencias (hecceidad, es decir, lo que hace que una cosa sea lo que es y no otra) de género, etnia, profesión, etc. Por eso el wokismo, con la cultura de la cancelación, es un marcador del liberalismo tipo II. Hacer líquido al hombre, fluidificarlo, es explicar que el hombre de Auvernia puede convertirse en una mujer birmana, o incluso en algo más vago, ya que no existe ninguna frontera entre el hombre y los animales. Desde esta perspectiva, las nociones de origen, de raíces, de identidad ya no tienen ningún significado y, evidentemente, resulta inimaginable encontrar un argumento único contra la inmigración masiva y, en general, contra la estandarización del mundo. ¿Un desarraigo? Pero ya os dicen que el hombre es aquello que no tiene raíz ni sustancia (lo que los griegos llaman ousia). El neoliberalismo aísla y empodera al mismo tiempo. Por eso no conduce a la pertenencia a una comunidad nacional, a un compartir de significado, a un horizonte de proyecto, sino a comunitarismos replegados sobre sí mismos.
El liberalismo definitivo
Se trata, pues, de neoliberalismo o más bien de liberalismo tipo II. También podemos hablar de liberalismo último. Es el liberalismo del «último hombre» (Nietzsche). No es sólo una doctrina económica destinada a eliminar los servicios públicos y el sector público. No es sólo una doctrina destinada a reducir la intervención estatal en la economía. Además, el Estado sigue interviniendo en la economía para apoyar a empresas y bancos muy grandes. Lo que ha desaparecido es el Estado estratégico al servicio de objetivos nacionales y, más en general, de una determinada idea del bien común. La única estrategia del Estado consiste en salvar un capitalismo cada vez más financiero (fusión de capital bancario y capital industrial, este último bajo el dominio del primero), y aumentar su tasa de ganancia. Se trata de una operación vital porque el capitalismo está cada vez menos vinculado a las actividades productivas y depende cada vez más de actividades parasitarias (producción de vacunas inútiles e incluso peligrosas, carne artificial, etc.).
En este sentido, el capitalismo se ha convertido en un obstáculo para otra orientación, para otro posible desarrollo de las fuerzas productivas (una contradicción que Marx vio en términos amplios). Es para salir de esta contradicción de un sistema que se ha vuelto cada vez más parasitario (de ahí el declive de la industria en la «riqueza», una «riqueza» cada vez más artificial) que el liberalismo último, tipo II, ha emprendido, hasta ahora con éxito, una revolución antropológica perfectamente diagnosticada por Jean-Claude Michéa, lo deploró, en un registro más sensible y estético, Pier Paolo Pasolini (Écrits corsaires) desde finales de los años 1960, aunque, sin embargo, la operación neoliberal de mutación del hombre estaba sólo en sus inicios.
El Estado, fuerte en sus funciones soberanas, desaparece, y es menos una impotencia sufrida que una estrategia. Porque, como parte de su deseo de revolución antropológica, el Estado nunca ha estado tan presente y, para ser precisos, tan inquisitivo. Como vio claramente Carl Schmitt (en Legalidad y legitimidad), sólo un Estado fuerte puede evitar un Estado total. Es el Estado débil que se extiende a todos los ámbitos de la vida, elimina la distinción entre vida pública y privada y se convierte en un Estado total. Este estado total también puede denominarse estado totalitario. Las recientes leyes del Estado francés y los discursos oficiales de paralizar a las oposiciones (discursos que desgraciadamente no funcionan tan mal) lo demuestran: se trata de instaurar un régimen de miedo unido a un régimen de denuncia de todos por todos (hacia los supuestos pro-Putin, los no vacunados y aquellos que, aunque rechazan el racismo, no lo llevan al odio a sí mismos, que es un autoracismo, etc.).
Intervencionismo estatal e inseguridad cultural
El estado del liberalismo es, por tanto, más intervencionista que nunca . Si no es un estratega en el buen sentido del término, en el sentido que sostienen Henri Guaino o Jacques Sapir en el ámbito económico, el Estado del liberalismo último sí tiene una metaestrategia. Es la transformación del hombre en un individuo líquido, en una sociedad que es ella misma líquida (Zygmunt Bauman), totalmente manipulable por el capital. Un individuo también sujeto a perpetuas aceleraciones sociales. El individuo así formado es lo opuesto a la persona humana considerada en sus afiliaciones y herencia cultural. Uno de los medios de esta revolución antropológica liberal es la colonización de la imaginación (Naomi Klein, Serge Latouche). Además, esta revolución liberal es un anticonservadurismo radical. Impuesto de manera totalitaria.
La inseguridad cultural es el método del liberalismo para atrapar al hombre en sus faros cegadores, como un conejo al costado de la carretera. Debemos oponernos a la empresa neoliberal no con un imposible «liberalismo conservador» sino con una revolución conservadora. Esto, para ser eficaz, no puede sólo ser antiliberal. Debe ser anticapitalista y, por tanto, apuntar a la socialización de los principales medios de producción e intercambio. Habremos observado que la lógica de la sociedad actual es hacer imposible cualquier propiedad privada (de la propia casa, del coche, del terreno, etc.). Aparte de los bienes muebles de la oligarquía, el objetivo del liberalismo último es retener sólo la propiedad privada de los medios de producción y de intercambio. Esta es, por supuesto, la manera de impedir que las clases trabajadoras accedan a la clase media y de destruir esta misma clase media.
Debemos hacer todo lo contrario. Permitir el acceso a la propiedad de aquello que permite la transmisión cultural (casas, viviendas, libros en papel y no tablets digitales, etc.) y socializar los principales medios de producción e intercambio. Si el poder pertenece actualmente al estado de liquidación del liberalismo, se debe hacer todo lo posible para que el pueblo comprenda que el poder le pertenece. La fuente duradera de todo poder es el poder popular. Si el Estado es legal, sólo el poder popular es legítimo. Pero una revolución económica, social y política, por necesaria que sea, toma toda su fuerza a partir de una visión del mundo. Es también el sentido de la belleza el que debe guiarnos. La belleza puede tener muchas caras, pero ciertamente no cualquier cara.
Konrad Lorenz observó: «El deber vital de la educación es proporcionar al ser en desarrollo una base suficiente de datos factuales que le permitan juzgar los valores de la belleza y la fealdad, el bien y el mal, lo sano y lo patológico y percibir a ellos. La mejor escuela donde un niño puede aprender que el mundo tiene significado es el contacto directo con la naturaleza. No puedo imaginar que un niño de constitución normal, que tiene la suerte de estar en contacto cercano y familiar con los seres vivos, es decir, con las grandes armonías de la naturaleza, pueda experimentar el mundo como si no tuviera sentido». No podemos decirlo mejor.
Fuente: https://adaraga.com
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Viol - Université de Bordeaux - Barbara Stiegler accuse un professeur de philosophie.
Parmi eux, Barbara Stiegler, enseignante-chercheuse en philosophie, qui l'accuse de l'avoir violée, en 2020.
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Regardez "Le Juste Bistrot #151 : la chute en direct de Raphaël Enthoven vs. Barbara Stiegler" sur YouTube
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En meeting à Paris le 5 décembre, Jean-Luc Mélenchon a présenté son parlement de l’Union populaire. Cette structure présidée par Aurélie Trouvé doit fournir au candidat insoumis des propositions et conseils stratégiques provenant de la société civile engagée.
#Jean-Luc Mélenchon#politique#France#France insoumise#FI#Union populaire#LFI#Aurélie Trouvé#Annie Ernaux#Barbara Stiegler
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Démondialiser la cible et miniaturiser nos luttes dans ce qui se joue ici et maintenant, sur les rivages où l’on a détruit nos barques et où il faudrait les réparer à la main, voilà l’issue. Car (...) notre premier adversaire n’est ni ailleurs ni lointain, et il ne sera pas plus combattu plus tard, dans un hypothétique grand soir. Il est devant nous et il est même en nous, et c’est maintenant, dès aujourd’hui, qu’il s’agit de le bloquer pour lui imposer une chose. Ce qui fait écran ici, ce qui sans cesse renvoie la lutte à un adversaire lointain et qui indéfiniment fait différer la victoire, au point que plus personne, comme au loup de l’histoire, n’y croit plus désormais, c’est d’abord un contresens massif sur le néolibéralisme que nous avons tous véhiculé. C’est la croyance (...) que le néolibéralisme serait conduit depuis les grandes entreprises et les places financières, avec leur logique de privatisation. La réalité, c’est que le néolibéralisme se joue d’abord en nous et par nous, dans nos propres manières de vivre. Que qui est en cause, c’est bien nous-mêmes et notre intime transformation, dans notre rapport au travail, à l’éducation et à la santé, dans notre rapport intime à l’espace et au temps. Et que cette transformation est conduite par l’État et par le bataillon de ses agents, qui entendent tout cadrer et réguler, autant que par tous ceux qui leur obéissent, croyant faire tellement mieux que « le privé » ou « le marché ». Telle est la première erreur qui conduit nos révolutionnaires à regarder très loin et ailleurs, et à nous donner des cibles hors de portée, quand elles sont en réalité juste là, sous nos yeux, dans nos locaux, nos présidents, nos responsables et nos collègues et dans nos propres manières de faire. Cette première erreur d’analyse les conduit à une seconde erreur stratégique, qui renvoie nécessairement l’issue à plus tard.
Barbara Stiegler, Du cap aux grèves, Verdier
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De la Démocratie en Pandémie - Barbara Stiegler.
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« Il faut s'adapter » : sur un nouvel impératif politique de Barbara Stiegler Description D’où vient ce sentiment diffus, de plus en plus oppressant et de mieux en mieux partagé, d’un retard généralisé, lui-même renforcé par l’injonction permanente à s’adapter au rythme des mutations d’un monde complexe ? Comment expliquer cette colonisation progressive du champ économique, social et politique par le lexique biologique de l’évolution? La généalogie de cet impératif nous conduit dans les années 1930 aux sources d’une pensée politique, puissante et structurée, qui propose un récit très articulé sur le retard de l’espèce humaine par rapport à son environnement et sur son avenir. Elle a reçu le nom de «néolibéralisme» : néo car, contrairement à l’ancien qui comptait sur la libre régulation du marché pour stabiliser l’ordre des choses, le nouveau en appelle aux artifices de l’État (droit, éducation, protection sociale) afin de transformer l’espèce humaine et construire ainsi artificiellement le marché : une biopolitique en quelque sorte. Il ne fait aucun doute pour Walter Lippmann, théoricien américain de ce nouveau libéralisme, que les masses sont rivées à la stabilité de l’état social (la stase, en termes biologiques), face aux flux qui les bousculent. Seul un gouvernement d’experts peut tracer la voie de l’évolution des sociétés engoncées dans le conservatisme des statuts. Lippmann se heurte alors à John Dewey, grande figure du pragmatisme américain, qui, à partir d’un même constat, appelle à mobiliser l’intelligence collective des publics, à multiplier les initiatives démocratiques, à inventer par le bas l’avenir collectif. Un débat sur une autre interprétation possible du sens de la vie et de ses évolutions au cœur duquel nous sommes plus que jamais. (Présentation de l'éditeur) « Il faut s'adapter » : sur un nouvel impératif politique - France Culture "S'adapter", nouvel horizon du libéralisme ? avec la philosophe ... S'adapter : le nouvel horizon du libéralisme ? Par Barbara ... - Les Crises
#Barbara Stiegler#néolibéralisme#france culture#Il faut s'adapter#Walter Lippmann#John Dewey#philosophie politique#Les crises#Libéralisme#France info#politique#économie
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« HAINE BIEN ORDONNÉE DE LA DÉMOCRATIE « ? POINT DE VUE
« Un homme « qui s’est rendu ivre de son pouvoir » La philosophe Barbara Stiegler évoque l’exercice du pouvoir d’Emmanuel Macron, un homme « qui s’est rendu ivre de son pouvoir, jusqu’à plonger tout le pays dans une crise sans retour ». ARTICLE « Le macronisme : une haine bien ordonnée de la démocratie » Hugo Boursier • 21 mars 2023. POLITIS C’est depuis un lycée de Bordeaux, en direct d’un…

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Dans un essai stimulant, la philosophe* analyse la vision du monde qui sous-tend cette injonction. C'est une véritable pensée, le néolibéralisme, en rupture avec le libéralisme classique, argumente-t-elle.

LE FIGARO. - Votre livre est consacré à l'impératif «il faut s'adapter». Pourquoi vous êtes-vous intéressée à ce sujet?
Barbara STIEGLER. - On entend cette injonction depuis plusieurs décennies dans le champ politique, social, économique, éducatif et sanitaire: «il faut s'adapter» dans un monde en constante «évolution», en pleine «mutation», où la «compétition» fait rage. C'est le signe d'une colonisation du champ politique par le vocabulaire de la biologie. Or, en Europe, pour des raisons historiques liées à la Seconde Guerre mondiale et au discrédit brutal du biologisme, on sépare habituellement le biologique du politique. Mais cette prudence n'a pas effleuré l'Amérique, qui a continué d'hybrider ces deux champs.
Vous opposez le libéralisme classique au néolibéralisme. Quelle est la différence?
Il y a beaucoup de confusion intellectuelle sur ce sujet. C'est un terme très connoté idéologiquement, qui déclenche des réflexes pavloviens. Le néolibéralisme est aujourd'hui le mode de pensée dominant, hégémonique, pour reprendre la catégorie gramscienne. Il naît dans les années 1930, après l'échec constaté du libéralisme classique où le «laisser-faire» a été discrédité par la crise de 1929. L'idée est que l'État reprenne la main pour imposer les règles du jeu. Le courant néolibéral n'est pas un complot d'odieux capitalistes, mais une philosophie à part entière qu'il faut prendre au sérieux. C'est l'idée d'une compétition loyale où les populations modestes sont remises «en selle» ou «en marche». D'où le discours omniprésent sur l'égalité des chances, et le vocabulaire de la «réforme».
«Le néolibéralisme a lui aussi un agenda de réformes et une conception de la révolution qui entend imposer ses propres fins à toute l'espèce humaine, au nom du sens de l'évolution de la vie»
Les libéraux classiques vilipendaient le marxisme à cause de sa vision téléologique de l'histoire, ils critiquaient les «grands récits» au nom de la neutralité axiologique de l'État. Or, loin d'être neutre, le néolibéralisme a lui aussi un agenda de réformes et une conception de la révolution qui entend imposer ses propres fins à toute l'espèce humaine, au nom du sens de l'évolution de la vie. Cette conception téléologique de l'histoire de la vie trahit complètement le darwinisme, pour qui l'évolution du vivant est au contraire multidirectionnelle. Autre différence majeure avec le libéralisme classique: le pessimisme anthropologique. L'homme n'a pas comme chez Adam Smith (1723-1790) des dispositions naturelles pour le marché, mais il doit être «rééduqué» pour s'y «adapter».
On peut distinguer trois grands courants au sein du néolibéralisme: le courant austro-américain, qui, avec Friedrich Hayek (1899-1992), insiste sur la nécessité de l'artifice du droit pour établir les règles du jeu du marché. Le deuxième courant est celui de l'ordo-libéralisme allemand, l'une des sources d'inspiration de la construction européenne (notamment le vocabulaire de la «concurrence libre et non faussée»). Enfin, il y a la version lippmannienne du néolibéralisme, celle qui a donné sa matrice théorique au colloque Lippmann de 1938, et que je mets au jour dans ce livre.
» LIRE AUSSI - Pourquoi une crise économique américaine en 2019 pourrait signifier la fin du néolibéralisme
Comment résumer la théorie et l'influence de Walter Lippmann?
Pour Lippmann (1889-1974), il n'y a pas de peuple constitué qui soit souverain, contrairement à ce que prétend la théorie de la souveraineté populaire. On a affaire à des masses, apathiques, hétérogènes, atomisées. Au lieu de le déplorer, il faut l'accepter et adapter notre manière de faire la démocratie à cette nouvelle donne. Il ne faut donc plus recueillir le consentement des masses, mais le fabriquer avec l'aide des médias (au sens large). D'où l'idée d'une place centrale de la communication et de la «pédagogie des réformes» pour faire accepter le «cap». Le citoyen d'un monde mondialisé extrêmement complexe est forcément dépassé. Il doit donc laisser place à l'expert. Il faut entraîner l'opinion publique dans la bonne direction. Comme dans le libéralisme classique, il y a, chez Lippmann, une hiérarchie entre l'opinion publique et les représentants, mais ce qui est nouveau, c'est l'alliance des représentants avec les experts dans l'objectif de «rééduquer» ces masses et les adapter à leur nouvel environnement. Derrière cette conception de la démocratie, il y a une thèse évolutionniste: celle d'un décalage entre l'avancée technologique et l'accélération des flux et notre équipement psychique et affectif, attaché à la stase, au ralentissement des flux. C'est le «retard culturel» de l'espèce humaine sur son propre environnement.
Quelles sont les implications de la philosophie néolibérale sur la santé et l'éducation?
Dans l'éducation, c'est l'accent mis sur la formation, pour que les individus soient polyvalents, pour améliorer leurs facultés d'adaptabilité ou d'employabilité, pour être mobile sur le marché. L'école ne fournit plus de savoir, mais des compétences à la mobilité. Dans le domaine de la santé, le patient doit augmenter ses compétences et ses performances. Puisqu'il s'agit d'augmenter les capacités de notre espèce, il y a aussi une dimension eugéniste. S'il condamne l'eugénisme raciste et s'il critique les tests de QI, Lippmann prône un «eugénisme bienveillant» qui vise à augmenter les compétences de tous les individus à la compétition.
À quoi faut-il s'adapter, selon les partisans de cette philosophie?
Pour le néolibéralisme, il convient de s'adapter à ce qu'il considère être la fin de l'évolution, qui lui donne son sens. L'horizon eschatologique du néolibéralisme, c'est un monde entièrement mondialisé dans lequel la division du travail sera parfaitement répartie, où l'explosion des échanges et l'accélération des flux seront à leur maximum et la concurrence entièrement «loyale».
«Ce qu'on appelle abusivement le “macronisme” n'existe pas (...). C'est un avatar, peut-être pas le dernier, d'une philosophie qui a presque un siècle et dont l'hégémonie a au moins cinquante ans»
Retrouvez-vous dans le macronisme et le mouvement En marche! la synthèse du néolibéralisme que vous décrivez?
Faire la «pédagogie des réformes», libérer les individus de leurs déterminismes pour les rendre plus aptes à survivre à la mondialisation, remettre en marche les populations, l'accent porté sur la formation, sur l'égalité des chances dans la compétition… tout y est. Cela montre que ce qu'on appelle abusivement le «macronisme» n'existe pas, que ce nouveau mouvement politique n'a rien inventé de nouveau. C'est un avatar, peut-être pas le dernier, d'une philosophie qui a presque un siècle et dont l'hégémonie a au moins cinquante ans.
Le clivage entre «conservateurs» et «progressistes» ne participe-t-il pas de cette idéologie néolibérale?
- Crédits photo : Gallimard
Le discours néolibéral n'admet qu'un cap unique, qui annihile l'agon politique (la joute oratoire où s'affrontent des thèses opposées dans l'Antiquité grecque, NDLR). Il faut nous adapter, sinon nous allons disparaître, sinon la France sera balayée. Ça n'est même pas discutable: nous sommes soumis à une injonction morale qui renoue avec une forme de transcendance. Lippmann le dit: dans une démocratie mûre, il n'y a plus de conflits de valeurs, il n'y a que des phénomènes de consentement ou de résistance. D'où l'opposition conservateurs-progressistes qui vient remplacer le clivage droite-gauche. D'où l'idée, surtout, qu'il n'y aurait qu'une seule fin de l'histoire et que toute tentative de la discuter nous ferait prendre du retard. Or mon livre raconte aussi comment l'une des plus grandes figures de la philosophie américaine, John Dewey (1859-1952), a déconstruit un à un les ingrédients de ce «nouveau» libéralisme. Peut-être que l'heure est venue de redécouvrir ses contre-propositions.
* Professeur de philosophie politique à l'université Bordeaux-Montaigne.
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