#aconquija
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Donde viven las Nubes ♥
#clouds#cloudlovers#nubes#catamarca#argentina#aconquija#viaje#trip#valle#valley#arbolitos#little trees#shadows#sombras#nature#naturaleza#paisaje#landscape
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#parqueNacional #aconquija #Argentina #viajerosargentinos #viajerosArgentina https://www.instagram.com/carlos.german.carreno.romano/p/CYmXn_FBb1F/?utm_medium=tumblr
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La contemplación divina. Aconquija, Catamarca. Argentina.
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#Andalgalá Otra vez represión para que avance la megaminería
Está tarde, Infantería atacó el acampé de los y las vecinas de Choya en defensa del agua para garantizar que lleguen insumos para el emprendimiento del proyecto MARA-Agua Rica.
"Cada quince días reprimen es común ya. Osea que llegue el material a la empresa", explico una vecina. Y está es una nueva represión contra los pobladores de Andalgalá que denuncian la ilegalidad de las explotaciones en la nevado del Aconquija.
Cómo informó Revista Cítrica "Las bondades del modelo extractivo: otro episodio represivo hacia la vecindad de Choya (Andalgalá, Catamarca). En el piso Raúl Barrionuevo, 78 años, no vidente. La Policía defiende a una minera que sube máquinas ilegalmente para saquear el territorio. ¿Hasta cuándo?"
#ConcienciaSolidariaONG
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Vista hacia Tafi del Valle, desde las Cumbres del Aconquija (5420msnm), Tucuman, Argentina.
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“Mi vuelo de Pájaro”
- Cabalgando por las Sendas de Tafí del Valle -
(Segundo episodio)
Siguiendo con mi bilocación permanente volando por el mundo con personajes que transformaron el planeta me siento como Saturno con mis sueños hechos anillos orbitando siempre y viviendo en un eterno solsticio. Soy como un satélite girando al rededor desde todos los ángulos y perspectivas en un desfile de soles, lunas y estrellas con sus luces y sombras. Siempre orbitando en busca de la paz y el amor. Ese amor es mi Nido y Mi madre la estrella radiante que nunca se apagará. Y estoy de nuevo en mi Tafí del Valle, que no es del pasado ni del futuro sino que es perenne, que es eterno y que se mantiene vivo. Valle fértil rodeada por los imponentes picos del Aconquija, me ha concedido una vez más el milagro de volar y cabalgar con mi Madre. Lo primero que vi al despertarme en mi visión astral, fue un pedazo de cielo azul entre las mechas del techo de la casa en donde dormía mi madre en su primera parada en la Mula Muerta cerca de la Ollada. El grupo se despierta bajo el manto azulado de un cielo teñido por pequeñas nubecillas que hacían presagiar un viaje despejado. Una alegría afectiva y profunda domina al grupo que se mueve excitante ante la posibilidad de seguir adelante. Mi madre a viva voz grita hacia el silencio ¡El viaje está salvado! con su emoción a flor de piel de volver por esa senda mojada y lograr la cumbre su objetivo. El grupo sigue en esa casa de alta montaña, donde pasaron la noche con una precariedad notable pero en un avanzado confort humano. Tenían un solo baño; un excusado limpio y adecuado a las circunstancias. Desayunan con notable apetito pese al asadito de la noche anterior a su llegada. Preparan los caballos juntados y traído por los muchachos de la casa. Finalmente salen rumbo a Piedras Blancas a las diez de la mañana con el sol recién salido porque a las seis de la mañana todavía lloviznaba. Toman la senda que parte de una loma verde donde hay unos perfectos, redondos carapuncos, los últimos de la región. Bajan y suben por laderas muy sombrías, algunas resguardadas por altísimos árboles, en su mayoría alisos. La futura bióloga hacía notar que las arboledas crecen sobre todo en las laderas que dan al sur y al este. Cruzan las sonoras corrientes de los arroyos que corren por las quebradas, entre dos montañas. Pedregosos, ruidosos, con señas de haber traído hace poco tiempo gran correntada, a juzgar por los árboles caídos junto a su cauce. Acomodan varias veces las monturas en ese bajar y subir. Por tramos, los caballos se enterraban bastante en el barro, y hacían ese ruido como de ventosa, que es el sonido de un placer inigualable que siempre tenía mi madre a todo cambio de la naturaleza. Desde su caballo, saluda, al pasar, a su querida y vieja queñua, con la que se fotografiara ya en una subida anterior y plantó un retoño de la misma en su casa de Tafí. Antes de partir a Piedras Blancas, se acaba la arboleda. Estaba despejado con una visión completa del Cabra Horco, de Chaquivil, San José, y todo el lado oriental del Mala Mala. Allí no hay casi pastos, solo piedras, blancas, casi transparentes, con incrustaciones negras en su interior. Se apean y almuerzan, no muy cómodos en los asientos de piedra, disfrutando a pleno de la maravilla del paisaje, no por conocido menos admirable. Cuando salen del pico, bajan a San José sobre piedras chicas y filosas. De tanto en tanto, un hilo de agua serpenteaba montaña abajo, hacia el naciente. Siempre fresca y cantarina. Al bajar, reconozco que cambia otra vez el paisaje y el verde que se ensancha en sus distintos matices con algunos grupos de árboles conforman un cuadro majestuoso que enciende el alma. Pasan frente a algunas casas, prolijas limpias, que parecían no estar habitadas más que por los perros que aprovechaban su paso para despabilarse y mostrar sus habilidades. Llegan a la casa de doña Adelina, en San José. Es una señora mayor, con edad indefinida, como suele ser esta gente. Doña Adela, vive con su yerno Daniel Rasgido y los tres hijos de éste. El hombre estaba en el patio, cargando leña en una mula. Los chicos se divertían contemplando la escena. La casa está bien cercada, con postes y alambres. Construida con piedra y adobe, ostentaba en su parte superior un prolijo trabajo artesanal que el grupo se detuvo atónito a contemplarlo. Mi madre toma nota de la casa y de sus moradores para después contar minuciosamente los detalles. En la subida escabrosa al llegar a un descampado desmontan un rato y toman mate con bollo. Descansan un poco. También los caballos. Noto que como gentileza propia de la gente de la zona un baquiano con alpargatas y una honda en su cintura acompaña al grupo un largo trecho para indicarle el camino. Se llamaba Walter. Bajan por altos matorrales, y por sendas flanqueadas por piedras monumentales de increíbles porte como los milenarios menhires. En lo alto de una loma, se alza una casa almacén, con palenque en el patio, al que estaban atados varios caballos de parroquianos. En una pequeña galería delantera, colgaban, como ristras de colores, las lanas, que después de teñidas son puestas a secar. Una casa distinta, de varios cuerpos, con aspecto de pertenecer a gente más acomodada. Había flores en el patio, eso sí, siempre cercadas por murallas de cañas, para protegerlas de las cabras y de las ovejas. Dos chicas jóvenes, de negro pelo largo trajinaban en un dormitorio. El grupo se da el lujo de tomar una naranjada en el almacén. Es cuando uno se pregunta - aún en estado de turbación astral - cómo se aprovisiona un almacén a esa altura y me acuerdo de inmediato la historia de los turcos trashumantes que con sus paquetes al hombro recorrían todos nuestros cerros. Los de hoy, por lo menos, tienen mulas cargueras. El sol de la tarde ponía su oro sobre las laderas iluminando la cumbre del Cabra Horco. A esa hora mágica en la que se esfuman las aristas y todo parece de terciopelo, baja, el tropel con mi madre a la cabeza rumbo a Chaquivil. Río abajo, sobresale la casona. Dan un gran rodeo, por pastizales, apremiados por el crepúsculo, que enfriaba rápidamente el ambiente, y convertía a las montañas, en enormes moles azules. Cruzan el río que da en ese lugar una amplia curva alrededor de la morada, y entran al patio por una tranquera de grandes troncos, pasados por el ojal del poste que la protege. Es una antigua y hermosa edificación, la Sala de San José, de Chaquivil. Pertenece, desde hace muchos años, a Catáneo Wilde, quien se aventura, junto a su familia, año tras año, siete horas a caballo, desde Raco para disfrutar del verano allí. Al grupo lo recibe don Bustos, un albañil de Yerba Buena que está viviendo en la casa mientras hace arreglos en la misma. La casa-sala en sí, son dos cuerpos enfrentados, con sendas galerías. La cocina cierra el espacio hacia un lado. El comedor, y dos cuartos, que serían living y dormitorio están hacia el oeste. La posada está en obra. En el comedor, existe una enorme abertura sin ventana. Platos, jarros, y cacerolas guardados prolijamente para ser usada por el huésped de tránsito. El cuarto del lado oeste con chimenea, era más acogedor. Observo al grupo deleitarse al ver apiladas, como esperándolos una docena de camas, con sus colchones y frazadas de gran colorido. Encienden la chimenea. Por el ventanal, diviso como enormes rocas poderosas, temibles, parecían custodiar o amenazar la casa. En el bloque de enfrente estaban dos baños instalados. Había que traer el agua desde el río que corre y zigzaguea cerca. Para cortar camino, es característico subirse a una gran piedra que se asemeja a un tobogán enjabonado y una vez que se cruza la misma se desmonta en una cerca de palos rústicos junto a la construcción. Vacas, ovejas y caballos salvajes desde la orilla, contemplan mansamente la operación. Ya de noche, sacan las camas y las alinean con la cabecera para el lado de la chimenea. Calientan sopa de sobre y la toman con queso. Abren unas latas que acompañan con pan. A la luz de la vela el grupo charla un rato. Arrullados por el rio se van a dormir. Puedo ver como desde la ventana, mi madre semidormida contempla las rocas del jardín que con el resplandor de la luna parecían agigantarse. Por la mañana, un amanecer radiante de sol, avivan el fuego y desayunan un exquisito mate cocido. Se lavan con agua helada del río y preparan el programa. La futura Bióloga debía hacer su trabajo sobre los alisos. Para eso la veo medir y estudiar no menos de ochenta de ellos. Con todos los elementos en sus manos montadas en su caballo con sus bártulos, portadora de varias cajas de plástico guarda sus tesoros. Nuevamente rumbean hacia el norte por una verde cañada donde se sumaban como vagones de tren varias casas, todas de parientes entre sí. Se bajan a saludar a Basilio Velárdez, a su mujer, Daniela Pistan, y a sus hijas Juana y Romelia. El hombre, joven y fuerte, lindo muchacho, ella, una criollita de facciones suaves que me hizo acordar a Benito Linch y al Inglés de los Huesos. Rodeados de un ambiente de pobreza que sobrecoge. Tenían flores bien cercadas. El factor común de esos chicos del cerro es la agricultura primitiva. Uno piensa si realmente tendrán tanto que hacer que no puedan sembrar una huerta. Es una vida tan natural y sencilla que asusta; sobre todo porque han perdido las antiguas habilidades del telar y la rueca, sin conseguir nada a cambio. Basilio, dueño de casa le propone al grupo una visita a la casa de don Pedro Olivares, ahí cerquita nomás, y parten. Él montaba un caballo a medio domar, que todavía no usaba freno o " bocado" de metal. En el camino, los flanqueaban, el negrito, el cerro bayo, y el alto de las minas. Pasan por la cuchilla de las águilas a la cuchilla de los duraznos, laderas totalmente cubiertas de alisos. Trepan esquivando ramas y rodeados de montes, con la caricantina al aire que los libraba de ásperos chicotazos y filosas espinas. La cuesta se empina aún más, haciéndose peligrosa. Cruzan por sendas arropadas por las raíces de los grandes árboles, que formaban como escalones de barro. Llegan por fin a la cima. La meta de mi Madre. La casa del herrero don Pedro Olivares y de su mujer doña Berta. Después de apearse o desmontar en una ancha franja de roca lisa, ascienden a la casa. Prolija, con un telar de herrería bastante completo, cosa no común en estas regiones donde la habilidad de los hombres se termina generalmente en el trenzado y el picapedrero. Les sirvieron uvas y se sientan al sol, junto a la casa. Desde esa atalaya, en la cima de los cerros, como en una nube mirando al frente, se contempla la ciudad de Tucumán en todo su esplendor, con la sombra gigante del Cabra Horco se elevan los Planchones, cerca de la ciudad de Raco. Mi vuelo encendido por la compañía de mi madre empieza a apagarse. La trasformación mística regresa hacia mi cuerpo físico. El grupo se aleja dejando una huella de cielo. Mi Madre me saluda y seguramente la volveré a reencontrar en otro episodio.
Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón
#Argentina #Tucumán #España
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Cuesta de Singuil /Aconquija - Catamarca - Argentina
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La gran salina - Ricardo Zelarayán
La locomotora ilumina la sal inmensa, los bloques de sal de los costados, yuyos mezclados con sal que crecen entre las vías. Yo vacilo.... y callo.... porque estoy pensando en los trenes de carga que pasan de noche por la Gran Salina. La palabra misterio hay que aplastarla como se aplasta una pulga, entre los dos pulgares. La palabra misterio ya no explica nada. (El misterio es nada y la nada no se explica por sí misma.) Habría que reemplazar la palabra misterio (al menos por hoy, al menos por este "poema") por lo que yo siento cuando pienso en los trenes de carga que pasan de noche por la Gran Salina. La pera trepida en el plato. La miel se despereza en el frasco cerrado, para desesperación de las moscas que la acechan posadas en el vidrio. Pero yo no me explico y hasta ahora nadie ha podido explicarme por qué me sorprendo pensando en la Gran Salina. El hombre de chaleco del salón comedor se ha quitado los anteojos. Los anteojos trepidan sobre el mantel de la mesa tendida. Todo trepida, todo se estremece, en el tren que pasa a mediodía por la Gran Salina. Yo me he sorprendido mirando la sombra del avión que pasa por la Gran Salina. Pero eso no explica nada. Es como una gota que se evapora enseguida. Hay que distraerse, dicen. Hay que distraerse mirando y recordando para tapar el sueño de la Gran Salina. Un piano colgado como una araña del hilo se ha detenido entre los pisos doce y trece... Un camión pasa cargado de ventiladores de pie que mueven alegremente sus hélices. En 1948, en Salta, fuimos de noche a cazar vizcachas y ranas, y la conversación se apagó con el fuego del asado, abrumados como estábamos por el cielo negro y estrellado. Nerviosamente encendíamos y apagábamos las linternas hasta quedarnos sin pilas. Tampoco puedo explicarme por qué sueño con pilas de linternas, con pilas para radios a transistores. Ni por qué sueño con lamparitas de luz, delicadamente guardadas en sus cajas respectivas. Ni por qué me sorprendo mirando el filamento roto de una lamparita quemada. Nunca he visto... nunca he podido imaginarme la lluvia cayendo sobre la Gran Salina. Yo no tengo objetivos pero me gusta objetivar. Desde chico intenté cortar una gota de agua en dos (con una tijera). Aún hoy intento, apartando las cosas de la mesa o ahuyentando amigos, imitar, imaginarme, la lluvia sobre la Gran Salina. Tomo una plancha caliente y le salpico gotas de agua. Pero aunque pueda imaginarme todo, nunca podré imaginarme el olor a salina mojada. Anoche llegué a mi casa a las tres de la mañana. En la oscuridad, tropecé con un mueble... y allí nomás me quedé pensando en lo que no quería pensar... en lo que creía bien olvidado! Pero en realidad me estaba escapando del sueño estremecedor de la Gran Salina. Y ahora me interrogo a mí mismo como si estuviera preso y declarara: La Gran Salina o Salina Grande está situada al norte de Córdoba, cerca (o dentro, no recuerdo) del límite con Santiago del Estero. Estoy mirando el mapa... pero esto no explica nada. La caja de fósforos queda vacía a las cuatro de la mañana y yo me palpo a mí mismo, desesperado, con el cigarrillo en la boca... Habría que inventar el fuego, pensarían algunos. Yo en cambio pienso en los reflejos del tren que pasa de noche junto al río Salado. No puedo dormir cuando viajando de noche sé que tengo a mi derecha el río Salado. Paro aún así sigo escapando del gran misterio... del misterio de la sal inagotable de la Gran Salina. Recuerdo cuando arrojábamos impunemente naranjas chupadas al espejo ciego y enceguecedor de la Gran Salina. (A la siesta, cuando la resolana enceguece más que el sol). Esperábamos llegar a Tucumán a las siete y a las dos de la tarde tuvimos que cambiar una rueda junto a la Gran Salina. Un diario volaba por el aire... el sol calcinaba las arrugadas noticias del mundo del diario que caía sobre la Gran Salina. Y vi pasar varios trenes y hasta un jet... Los pasajeros de los Caravelle o de los Bac One-Eleven, no saben que esa mancha azulada, que a lo mejor están viendo en este mismo momento, desde ocho mil metros de altura, esa mancha azulada que permanece durante escasos minutos, es la Gran Salina, la Salina Grande. Pero el jet anda muy alto. La Gran Salina no conoce su sombra que pasa. Los pasajeros del jet duermen... se sienten muy seguros. En el jet no hay paracaídas. Los jets no caen. Explotan. Hace unos años, un avión que no era un jet volaba, creo, sobre Santa Fe. De pronto se abrió una puerta y una camarera tuvo que obedecer calladita a las sagradas leyes de la física, y demostrar su inequívoco apego a la ley de la gravedad. Una ley dura como las piedras metidas en la boca de Demóstenes que, según dicen, hablaba mucho. Aquí hay que hacer un minuto de silencio. Primero, por la dócil camarera sin cama del avión. Después, por las palabras muertas, muertas por no decir nada... misterio, por ejemplo, que sirve para no explicar lo inexplicable, lo que yo siento cuando pienso en la Gran Salina, lo que traté de no pensar un día que caminaba por la Gran Salina tratando de distraerme y de no pensar dónde estaba, escuchando una canción de Leo Dan que pasaba LV12 Radio Aconquija y el Concierto en sol de Ravel por la filial de Radio Nacional. ¿Qué pensaría Ravel, el finado, si caminara como yo en ese momento por la Gran Salina…? Ravel, púdico sentimental, te imagino tocando el piano que hoy vi colgado entre el piso 12 y el piso 13. Sí, pobre Ravel de 1932 con un tumor en la cabeza que ya no lo dejaba componer. Ravel tocando solo, de noche (pero eso sí, absolutamente solo) los "Valses nobles y sentimentales" en medio de la Gran Salina. Estoy seguro que se hubiera interrumpido al escuchar el silbato lejano de la locomotora, para ver el haz de luz a la distancia y la penumbra sobre la Gran Salina. Días pasados fui al Hospital. Hace años yo andaba por allí, despreocupado y con mi guardapolvo blanco. Pero ahora, de simple paciente, sentí el ruidito angustioso ¡Trank! de la máquina de sacar radiografías. ¡Y que pase otro! gritó el enfermero. Pero el otro no podrá explicarme por qué tengo sed, por qué voy detrás del agua cautiva de la botella y de la sal capturada en el salero, yo, tan luego yo, capturado en el sueño de la Gran Salina. Un amigo, alto funcionario estatal, me ofreció su pase libre para viajar por todo el país. Total, me dijo, es un pase innominado, cualquiera lo puede usar... si se lo presto. El pase sin nombre me deslumbró como la marca de la cubierta que leí y releí cuando cambiábamos la rueda junto a la Gran Salina. Pero después pensé en Tucumán (mi segunda provincia) y en las vértebras azules del Aconquija horadando las nubes blancas. Ahora me entero que mi amigo, el del pase sin nombre, se separó de la mujer. Aquí me callo... Pero el silencio me hace pensar ahora en lo que no quise pensar cuando miré el pase sin nombre/que me ofrecían, en lo que dejé de pensar hace un momento... cuando vi pasar el ascensor con una mujer silenciosa que no me quiso llevar. Olvidemos el ascensor perdido y pensemos de nuevo, de frente, en la sal (cloruro de sodio) y en el misterio... Pero como nada es misterio hagamos una traducción de apuro: miss Terio o miss Tedio o chica rodeada de teros asustados o algo por el estilo. Pero no hay distracción que valga. El ayudante de cocina del vagón comedor se rasca la cabeza de tanto en tanto pero sigue pelando papas sin distraerse en el tren que se acerca a la Gran Salina. Y el ascensor perdido con la mujer silenciosa sigue recorriendo kilómetros entre la planta baja y el piso quince. El sastre de enfrente que ya comió se asoma a tomar aire con el metro colgado en el cuello. Yo pienso en comer, como se ve... Son exactamente las 14 horas, 8 minutos, 30 segundos. Y también, no sé por qué, pienso en el acorazado de bolsillo Graf Spee que en los comienzos de la última guerra se suicidó antes que su capitán frente a Punta del Este. El Graf Spee yace a treinta metros de profundidad. Ya nadie se acuerda de él. Ni siquiera los hombres-rana que bajaron a explorar sus entrañas. Pero hasta los hombre-rana salen a comer a mediodía. Y a veces, para comer, sólo se quitan las antiparras y los tubos de oxígeno. Todavía hay gente que se asombra viendo comer a esos hombres... con patas de rana. ¡Los hombres-rana reclaman al mozo la sal que se olvidó! Dale!... Dale! Hoy almuerzo con amigos (si es que no se fueron). Miraré de costado la sal y pediré pimienta en vez, porque tengo miedo de quedarme callado, ya se sabe por qué. No quiero quedarme callado ni distraerme, ya se sabe por qué. En realidad no se sabe nada del sueño de la pilas, de la lluvia sobre la sal, de la chica del ascensor, del sastre asomado con el metro colgado o del tren que pasa de noche indiferente junto a lo que ya se sabe y no se sabe. Hace años creía que "después del almuerzo es otra cosa"... es decir que las cosas son otras después del almuerzo. Este poema (llamémoslo así), partido en dos por el almuerzo y reanudado después, me contradice. No comí postre. ¡Siento la boca salada! Pero no voy a insistir. El domingo pasado, en casa de un amigo poeta, conocí a un chileno novelista e izquierdista que se fue a Pekín y que, posiblemente, no vuelva a ver en mi vida. Tímidamente, entre cinco porteños y un chileno izquierdista metí una frase de Lautréamont que como buen franchute es uruguayo y si es uruguayo es entrerriano. Una frase (salada) para terminar (o interrumpir) este poema: "Toda el agua del mar no bastaría para lavar/una mancha de sangre intelectual".
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Vivir regidxs por su energía, poderosa e imponente. Vive acariciado por nubes que pasan sin cesar, que lo protegen. Son sus propias nubes también, su compañía en las alturas. Duerme y respira hielos eternos, azules como el cielo. Duerme abrazado a la nieve y a la luna. Se dejó ver solo un rato, una mañana de sol. Cerré los ojos y respire tu aire, tu cielo, tu hielo. Te respiré. Nevados del Aconquija 5500 mts. Catamarca/Tucumán
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#aconquija#nevado#pico#altura#nieve#snow#energía#cieloazul#bluesky#highmountain#hielo#eterno#luna#moon#catamarca#sky#ice#powerfull#poderoso
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Nevados del Aconquija. Catamarca. Argentina
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Choya, Catamarca.
27 de julio de 2022
Los vecinos de Choya acampan en el cerro Nevados del Aconquija para tratar de impedir el paso ilegal de las máquinas perforadoras de la minera MARA que busca hacer megaminería.
Los vecinos denuncian una patota paga por la minera, para enfrentar a los defensores el agua de todos.
#ConcienciaSolidariaONG
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el aconquija da los buenos días!!! #naturaleza #turismoactivo (en Las Estancias- Catamarca) https://www.instagram.com/p/CJwBCJfHcuU/?igshid=1ajfi5pjwugyo
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“Solamente te pido un BESO” (Navidad) Esta noche solo te pido un beso que este mes será Navidad. Es que través del milagro del nacimiento eterno, deseo revalidar una vez más, que estoy con vida. Alzo la mirada desde un caballo zaino y desde mi nido ancestral, los valles del Aconquija, rodeado de montañas que se extienden entre laderas, vertientes y quebradas, advierto la espesa briza bajar. Percibo impetuoso el verdor de las montañas, el color de las flores, el aroma de la tierra mojada, el baile de los árboles, y el aire entre la roca que se hace sentir vivamente. Sentado en mi montura criolla, desde la loma alta, logro captar la música del viento y contemplar la danza de los halcones revoloteando en búsqueda de su presa. Así, como los pastores en aquella noche eterna, puedo en la sombra profunda de la naturaleza, escuchar en mi interior, la sublime melodía de un Gloria a Dios en las alturas. Siento al entorno que me envuelve, interactuar, activo, enérgico, en una armonía infinita con todos los hombres de buena voluntad, entonada en lo más secreto de mi corazón. Frente a la Navidad mayúscula que se adviene, única verdadera, olvidamos que el pino, el nacimiento y los adornos tienen un sentido cristiano profundo, de gran recuerdo y enseñanza. Con el “muérdago” de la paz entre mis manos, de baya blanquecina con troncos y ramas de árboles, deseo trasmitir a todos mis lectores y quienes editaron mis opiniones un saludo renovado de navidad en este año tan especial. En esa noche de paz mi querido lector, cierra los ojos y pide un deseo. Sentirás entre luces de colores un repique navideño. Esa nochebuena se quedara conmigo para siempre, porque tú lector, eres el mejor regalo que me puede llegar. Esa noche única solo hazme un favor, dame un tierno beso debajo del muérdago y del cielo universal. Con tu color amarillo, rama de amor, ayúdame descubrir con mi pluma los tesoros enterrados del universo. Arbusto predestinado te invito a volar para ofrecer, junto con el pino o el abeto, de robles, encinas y álamos un toque de color a las fiestas de Navidad. Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón [email protected] https://www.instagram.com/p/CIqQBkEpa9k/?igshid=19qatpsuhrvyy
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Habrá otro corte de energía este jueves y viernes
Habrá otro corte de energía este jueves y viernes
La empresa EdeLaR confirmó que interrumpirá el servicio por diversos trabajos de mantenimiento correctivo en línea de media tensión y subestación transformadora aérea.
Es por eso que este jueves, interrumpirá el servicio eléctrico en algunos sectores de la Capital a partir de las 8 a 9, será afectado los siguientes sectores: Calles: Aconquija, Costanera, Chubut, Juramento, Misiones, Santa…
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#SanMartinTuc Gonzalo Rodríguez: “No soy de hacer muchos goles. Pero hice goles importantes. Si me quedo con uno, es en Andalgala. La estábamos pasando muy mal, Unión Aconquija se nos venía encima y nosotros no pasábamos de mitad de cancha”. #DeporLiga #PrimeraNacional @DeporLiga , Twitter https://www.instagram.com/p/CExu9-yBpD7/?igshid=5wygzltdpuxg
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