#Santiago cae
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beatainfernaluz · 4 months ago
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"Aquelarre" {detail}by Santiago Caruso
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elbiotipo · 1 year ago
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A ver recién me estoy poniendo al día con esto pero es un papelón, tengo entendido que lo que pasó fue lo siguiente:
La ley en general fue aprobada. Milei, que vive en una galaxia de pedos, pensaba que sus aliados le iban a votar todos los artículos (o capaz que ya estaba aprobada, parece que no entiende bien como funciona el congreso)
Se empezó a votar artículo por artículo, y TODOS los artículos empezaron a caer (incluido el importante de las facultades delegadas)
Los "dialoguistas" aliados pedían más concesiones, los de LLA no sabían si darselás o no, porque no saben nada de política
Pichetto dice que si le dan todo lo que quieren la aprueban, como para boludearlos (posible trolleada épica que no lo redime pero banco)
Finalmente algunos libertarios se avispan y lo llaman a Milei que está teniendo experiencias religiosas en Tierra Santa. Atiende la hermana y les dice "me estoy yendo a dormir, hagan lo que quieran"
Santiago Caputo (no Toto Caputo, ese sigue sin aparecer) baja al congreso y reacciona que esa ley no sirve para nada si no aprueban un solo artículo y les pide a los diputados de LLA que la retiren
Es inaudito que esto pase, pero lo hacen
La ley vuelve a comisión
El segundo mayor proyecto del gobierno cae ahí nomás (dudo que salga después de esto)
Los trolls libertarios mandan un mensaje echando la culpa a los gobernadores y a los diputados, que obviamente calienta más a los "aliados dialoguistas"
Recién se levanta Milei tirando discursos contra LA CASHTAAAAAA
Los kirchneristas y la izquierda (y yo) festejan, no sé bien que pasó pero a alguien menos boludo no le pasaría
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deepinsideyourbeing · 1 year ago
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Con toda devoción - Matías Recalt & Enzo Vogrincic
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Cap I. Cap II. Cap III. +18! Threesome, MeanDom!Mati & SoftDom!Enzo. Age gap, begging, dirty talk, fingering, nipple play, (breve alusión a) sexo anal, sexo oral, sexo con protección, (no tan breve alusión a un leve) subspace, voyeurismo implícito. Uso de español rioplatense.
El jardín está ahora casi desierto y la casa sumida en un silencio espectral.
Cuando rechazaste la ayuda para lavar y secar los platos fue porque no creíste que te arrepentirías tanto… Pero el arrepentimiento es porque negarte a ella significó dejar a todos los invitados en libertad y ver cómo se despedían, recibiendo y repartiendo abrazos por doquier, y abandonándote con la gravedad de cierta situación cuando la puerta se cerró a espaldas del último en marcharse.
La ventana de la cocina te permite ver a Matías y Enzo, de pie en el patio con una botella de cerveza y un cigarrillo en sus respectivas manos. Tu novio te da la espalda pero percibís por sus movimientos que está hablando de manera relajada, balanceando su peso sobre sus pies como si bailara al ritmo de una melodía que sólo él puede oír, y por su parte Enzo sólo asiente con una expresión de concentración y seriedad no tan inusual en él.
Observás con horror a Matías interrumpiendo sus movimientos y acercándose al uruguayo para hablarle al oído: cuando Enzo desvía su mirada hacia la ventana y encuentra tus ojos fijos en él el plato en tus manos cae sobre el fregadero y se hace pedazos, cobrándose también unos vasos. Intentás apartar los restos de vajilla destrozada para deshacerte de ella más tarde, pero tu corazón acelerado y la espuma en tus manos temblorosas dificultan la tarea.
Un pequeño grito deja tus labios cuando el cristal roto corta la piel de tus dedos.
-La puta que me parió…
-Qué boquita- reprocha Matías, observándote desde la puerta antes de acercarse-. A ver...
-No es nada- intentás zafarte de su agarre pero tira de tu muñeca con fuerza y te dirige una mirada a modo de advertencia, en su rostro una mueca de disgusto ante tu actitud-. Perdón.
-¿Qué pasó?- deja correr el agua sobre tu mano y siseás.
-Se me cayó un plato, nada más.
-No, pregunto qué pasó con vos.
-¿Por qué?
-Porque hoy te estabas portando re bien y ahora…- encoge los hombros en un gesto que significa molestia y decepción, su lado más estricto tirando de las cuerdas de su humor-. ¿Necesitás hablar de algo?
-No.
-Entonces portate bien, que hay gente.
-Pero él ya vio todo- susurrás, temiendo que Enzo logre oírlos desde el jardín.
Matías voltea lentamente y su expresión causa que un escalofrío recorra tu columna vertebral. Dirige su mirada hacia el techo y lo imitás, tu concentración permitiéndote oír los pasos en la planta superior de la casa. Tu novio hace que regreses tu atención a él besando tus heridas.
-Pero Santiago no- y la mano que no sostiene la tuya se dirige hacia el dobladillo de tu vestido, colándose por debajo de la tela para rozar tu ropa interior impregnada con los fluidos de ambos-. No querés que él también sepa que sos una putita, ¿o sí?
Te mordés el labio y negás: tu mente aún se encuentra en una especie de estado febril resultante de las actividades previas, por lo que se te dificulta comprender si en verdad está amenazando con castigarte y, por consecuente, con permitir que quienes pasarán la noche en la casa oigan tus gritos. Tus ojos vidriosos encuentran su mirada y te sonríe como si la situación fuera divertida.
-Andá arriba y esperame- besa tu pómulo-. Termino con los platos y voy.
Lo mirás confundida, pero obedecés y corrés hacia las escaleras. Ignorás la silueta en la puerta que da al jardín, por supuesto, y cuando te cruzás con Santiago en el corredor forzás una sonrisa que pretende lucir natural y amable, como si su presencia en la casa no fuera un inconveniente -y no lo es, pero eso sólo lo sabe la ahora ausente parte lógica de tu mente-.
Cerrás la puerta del baño a tus espaldas y te arrojás sobre el lavabo para refrescar tus mejillas ardientes, pero no es suficiente porque tus muslos manchados también comienzan a molestarte. Arrojás tu vestido sobre el cesto de la ropa sucia y también tu ropa interior arruinada y permitís que el agua tibia de la ducha se lleve cualquier remanente de la velada de tu cabello y tu piel, ya sea el aroma de la comida o los restos de tu novio.
Antes de dirigirte hacia la habitación borrás los rastros de maquillaje de tu rostro y una vez allí tomás una camiseta cualquiera, ya que tenés la seguridad de que no permanecerás vestida por mucho tiempo. La voz de Matías estaba lejos de ser amenazante; por el contrario, parecía ser la promesa de una recompensa cuya idea hace que te muerdas los labios y roces tus muslos.
Y es así como los ojos de Matías te encuentran en cuanto abre la puerta, con tu labio inferior enrojecido por la acción de tus dientes y tus piernas moviéndose de esa particular forma que delata tu necesidad. Se acerca con pasos cautelosos, como si temiera asustarte, y te enseña dos pequeñas tiras de vendaje adhesivas.
-¿Te acordás…- comienza mientras cubre tus heridas- cuando te pregunté a cuál de mis amigos te cogerías? ¿Qué fue lo que me dijiste…?
-Enzo- susurrás-. Pero…
-Y ahora sabemos que Enzo también te quiere coger- apretás los párpados con fuerza-. Con lo linda que sos, ¿cómo no va a querer?
Estás a punto de contestar, aunque no sabés muy bien qué decir, pero su voz te interrumpe.
-¿Qué decís vos? ¿Qué te parece si lo dejo cogerse esa conchita tan linda que tenés?
El temblor en tu cuerpo es confirmación suficiente, pero Matías sabe que no estás precisamente lúcida y que es su culpa: horas atrás deseaba arruinarte y hacer evidente que sólo le pertenecés a él, quería que la bruma en tus ojos y el letargo en los movimientos de tu cuerpo aturdido sirvieran para hacer comprender a Enzo el lugar que le corresponde.
Ahora sabe que disfrutaría más permitir que el mayor tenga el privilegio de probarte, ya que de esa forma sólo le quedarán los recuerdos y no poseerte dolerá aún más, pero primero necesita saber que sos consciente de lo que involucra su sugerencia y de que das tu consentimiento. Se arrodilla junto a tus piernas y toma tus manos, acariciando tus nudillos cuando ve que tus ojos permanecen fijos en la persona aguardando junto a la puerta.
Tus pupilas están dilatadas y tu respiración se acelera cuando le devolvés la mirada.
-Pero sólo si estás muy segura, ¿sí? Si no estás segura Enzo se va y mañana nadie habla de esto- besa tus manos y te sonríe-. Y si querés yo no me voy a enojar… Además te voy a estar cuidando todo el tiempo.
Respirás profundamente y cerrás los ojos antes de contestar.
-Sí, quiero- asegurás.
Los pasos de Enzo resuenan sobre la duela y cierra la puerta con delicadeza, distrayéndote y dándole a Matías una oportunidad para subir a la cama y arrastrarte para recostarte contra su pecho, arrugando tu camiseta en el proceso y dejando al descubierto tu centro desprovisto de ropa interior. Enzo no emite palabra alguna, sólo se limita a acompañarlos en la cama y sus dedos acarician la piel de tu tobillo antes de ascender y recorrer tu pierna hasta tu muslo.
-¿Puedo?
Te mordés el labio y asentís.
-Te vas a lastimar- dice, estirándose y utilizando su pulgar para liberar tu labio-. Y necesito palabras, ¿sí?
-Sí- contestás-. Sí, podés.
-Eso- te sonríe cómplice y separa tus piernas con suavidad-. Sos muy linda, ¿sabías? En todos lados…
Arrojás la cabeza hacia atrás en busca de consuelo, abrumada por la atención del mayor y la forma en que sus dedos erizan tu piel. Matías suelta una risa casi silenciosa contra tu cabello antes de besarlo, sus manos acariciando tus brazos con fuerza en contraste con los roces prácticamente imperceptibles que el otro deja sobre tu piel.
Un gemido mudo separa tus labios cuando sin previo aviso el pulgar del uruguayo se desliza sobre tus pliegues, traza una línea desde tu entrada hasta tu clítoris y comienza a dibujar suaves círculos allí. La mirada atenta de Matías sobre ambos es algo que Enzo escoge ignorar para concentrarse en cómo tu rostro se contrae en una mueca de placer cuando comienza a presionar más y más fuerte tu punto más sensible, gemido tras gemido surgiendo en tu garganta.
Y recién comienza…
-¿Querés que le cuente a Enzo cómo me apretaste la pija cuando lo viste?- negás-. ¿No? ¿Por qué no…?
-Me da vergüenza- admitís entre gemidos, cerrando los ojos para no tener que enfrentar sus miradas.
-¿Te da vergüenza?- pregunta Matías, fingiendo sorpresa-. Pero no te da vergüenza que…
-Dejala, Mati, pobrecita.
Dirige un dedo hacia tu entrada brillante y desliza el dígito de arriba abajo para esparcir la humedad sobre tus pliegues antes de introducir en tu interior la primera falange. Sólo eso basta para hacerte gemir con fuerza y tus piernas amenazan con cerrarse, pero Matías cubre tu boca con una mano y te sostiene por el muslo con la otra, restringiendo los movimientos de tu cadera y ahogando con su palma cualquier sonido que pueda delatarlos.
El intercambio de miradas entre ambos hombres es breve, casi fugaz, pero comprendés el significado que oculta cuando tu novio comienza a besar tu mejilla al tiempo que un dedo vuelve a deslizarse en tu interior y es recibido por tus paredes cálidas. Enzo no pierde el tiempo, curva el dígito en busca de tu punto dulce y cuando lo encuentra comienza a abusar de la sensibilidad que encuentra allí, complacido por tu respuesta y humedad.
Por si las caricias del hombre entre tus piernas no fueran suficiente, sentís la creciente erección de tu pareja contra tu espalda, palpitante e irradiando el calor suficiente para sentirlo a través de las prendas de ambos. Le dirigís una mirada suplicante, su mano aún cubriendo tu boca, y en sus ojos encontrás nada más que fascinación por la escena que se desarrolla frente a él: sólo cuando comenzás a sacudir la cabeza una sonrisa se apodera de sus labios y te permite hablar.
-Por favor, por favor, por favor- suplicás-. Voy a…
-Preguntale a Enzo.
Tus mejillas no arden, queman.
-Enzo, ¿puedo…?
-Sí, bebé, cuando vos quieras.
Cuando vos quieras es una expresión de amabilidad, porque Enzo separa aún más tus piernas para poder acercarse a tu centro y sus labios se adhieren a tu clítoris para succionar con una fuerza experta. La sensación basta para hacerte delirar y casi te distrae lo suficiente para no notar el breve instante en que retira el dedo de tu interior... para luego introducir dos.
El escozor que nace de la súbita dilatación de tu interior sensible te estimula aún más, aunque lo que finalmente te arroja hacia el precipicio son los gemidos de Enzo contra tu intimidad, la vibración de los mismos recorriéndote. Tus gritos no tienen oportunidad de llegar a oídos ajenos: Matías invade con sus dedos el interior de tu boca y provoca que las contracciones de tu garganta sean simultáneas a las de tu interior.
Enzo continúa con sus movimientos, estos volviéndose  cada vez más lentos, y sólo se detiene al verte abrir los ojos. Tirás de la muñeca de tu novio y un hilo de saliva conecta tus labios con sus manos, pero este se corta cuando intentás hablar y el líquido mancha tu mentón. Tus lengua delinea tus labios resecos y te aclarás la garganta en un gesto que no debería resultarle tan tierno, pero tus brillantes ojos de párpados pesados están causando estragos en su mente.
-Gracias- susurrás.
-A vos- besa tu muslo y, tras un breve gesto de afirmación por parte de Matías, pregunta:- ¿Querés más?
-Sí, por favor- jadeás.
Matías, tan oportuno como siempre, le arroja el lubricante y un preservativo. Enzo los atrapa entre risas, como si la situación fuera algo cotidiano, y el verlos interactuar de una manera tan distendida mientras tu sanidad pende de un hilo hace que te sumerjas aún más en un estado mental de desesperación y necesidad, dispuesta a hacer lo que fuera por y para ellos.
Te resistís cuando Matías abandona su lugar, pero te tranquiliza el ver que comienza a desnudarse y regresa inmediatamente a la cama, arrodillándose junto a las almohadas sobre las cuales te dejó recostada. Tira de tu camiseta para dejarte completamente desnuda y masajea tus pechos mientras ambos observan con atención a Enzo, que se desnuda con fingida calma y se toma el tiempo necesario para doblar su ropa y luego dejarla acomodada sobre el escritorio.
Reprimís un gemido al apreciar las diferencias entre tus acompañantes. El contraste entre sus cuerpos –la varonil delicadeza de los rasgos de Matías y su tez blanquecina, la línea fuerte de la mandíbula de Enzo y sus músculos- y el saber que ambos están allí para darte placer hace que tu excitación manche las sábanas en tan sólo unos minutos. Tu novio golpea tus labios con dos dedos y abrís la boca lista para abrazar con tu calor su punta rosada, pero tus ojos están fijos sobre las venas en las manos de Enzo, que acaricia su miembro viendo tal imagen.
El colchón se hunde bajo el peso del mayor cuando regresa a la cama para reclamar nuevamente su lugar entre tus piernas, aferrándose a tu cuerpo como si temiera que te arrepientas. Desliza el látex sobre su extensión con cuidado y tras aplicar un poco de lubricante tira de su miembro una, dos, tres veces, arrojando la cabeza hacia atrás antes de recomponerse. Tus gemidos pueden deberse al gusto familiar que recorre tus lengua o al espectáculo que acabás de presenciar, no lo sabés, pero provocan que Matías comience a mover sus caderas.
Enzo deja caer unas gotas de lubricante en tu centro y utiliza su glande para esparcir el producto sobre tu entrada, la piel que la rodea y tus pliegues, manchando también tus muslos. El frío del producto te hace temblar y él se disculpa, sea el motivo el contraste entre temperaturas o el dolor que hace que te sobresaltes cuando comienza a penetrarte.
Un gemido resuena en toda la habitación cuando tu estrecha entrada y tu interior ardiente lo rodean. Te regala unos segundos para acostumbrarte a la sensación, segundos en los cuales se deleita viendo la desesperación y profundidad con que tomás el miembro en tu boca, tu cadera moviéndose en busca de mayor contacto con su cuerpo. Por un segundo se pregunta si acaso sería capaz de resistirse, pero considerando que se tocó oculto tras un árbol sólo por vos…
Sentís a Enzo rozando tu cérvix con cada gentil embestida y la sensación acompañada de los sonidos indecentes te hacen succionar con más fuerza, pero para Matías parece no ser suficiente la atención que le estás otorgando y tira fuertemente de tus pezones hasta que te estremecés de manera casi violenta. Las lágrimas que caen de tus ojos humedecen tus mejillas y la almohada bajo tu cabeza, pero tus gemidos no dejan de ser una constante entre las cuatro paredes.
Los movimientos de Enzo aumentan en intensidad y velocidad y su mano se cierra sobre tu cintura para poder ejercer cierto control sobre tu cuerpo. Decide también encargarse de tu clítoris y los pequeños círculos que sus dedos trazan hacen que te contraigas hasta hacerlo delirar: sabe que su mano o un juguete no podrán compararse jamás con tu interior y la manera divina en que parece succionarlo, así que decide prolongar el momento.
Protestás al sentirte vacía unos pocos minutos más tarde, pero te silencia deslizándose entre tus piernas una y otra vez y penetra tu entrada –que se contrae alrededor de nada- sólo con su punta durante un segundo o dos en cada ocasión. La fricción en combinación con el ardor de tus pezones te orilla hacia otro orgasmo y no recordás advertirles antes de que este se desate, pero entonces Matías se desliza fuera de tu boca y golpea tu mejilla, provocando con el impacto que una cantidad considerable de saliva brote de entre tus labios.
Enzo se detiene abruptamente -sin saber que así arruina aun más tu clímax- y estudia la situación para comprender si debe intervenir. Se siente fatal cuando su miembro palpita al ver que te llevás una mano a la mejilla para acariciar tu piel enrojecida.
-No pediste permiso- señala Matías-. ¿No te dije que te portaras bien?
-Sí, pero…
-Callate- ordena, haciéndole una seña a Enzo.
-Pero Enzo dijo…
Tanteás un terreno peligroso, lo sabés, pero sólo cerrás la boca cuando el rostro de tu novio se acerca peligrosamente al tuyo y ves brillando en sus ojos la segunda advertencia de la noche. Matías es más que capaz de interrumpir toda actividad para castigarte, por lo que suspirás de alivio cuando se aleja y Enzo te toma por debajo de los brazos para cambiar de posiciones. Coloca tu cuerpo sobre el suyo en un rápido movimiento, tu espalda contra su pecho y sus labios besando tu cuello y el lóbulo de tu oreja.
-Perdón- susurra y volteás a verlo-. No sabía que…
Le sonreís para librarlo de cualquier culpa y él no puede creer que incluso en tal estado, con las mejillas ardiendo y todo tipo de fluidos manchando tu rostro, aún te veas igual de tierna y dulce como lo hacías la tarde en que te conoció. En ese momento no imaginaba que algún día tendría el lujo de tocar tu cuerpo o sorprenderse por la dinámica que mantenés con Matías, pero... bueno, ignora cualquier recuerdo y apoya sus pies firmemente sobre el colchón.
Matías se coloca entre tus piernas y baña tu intimidad con lubricante, dejando que este gotee más allá de tu entrada suplicante. Su dedo se desliza desde tu clítoris hacia tu apertura siempre tan tentadora, separando tus pliegues antes de continuar su trayecto y presionar en otro pequeño agujero. La sorpresa te hace jadear y Enzo intenta consolarte masajeando tu cadera, pero es imposible cuando Matías comienza a jugar con tu cuerpo.
-Tenemos que probar algún día, ¿no?- susurra, arqueando una ceja-. ¿Te gustaría que te cojamos los dos al mismo tiempo…?
Asentís y dejás salir un grito cuando tus músculos ceden para permitir su entrada. Se limita a torturarte con la punta de su dedo, introduciéndolo y retirándolo una y otra vez hasta que ve la forma en que apretás tus párpados y las manos de Enzo sobre tu abdomen. La idea es más que tentadora, Matías sabe que serías un desastre y que en pocos minutos quedarías reducida a la nada misma, pero para ciertas cosas prefiere esperar un momento que sea sólo de los dos.
Toma el miembro de Enzo, sacándole un gemido que parece ser producto del placer y no sólo por haberlo tomado desprevenido, y lo dirige hacia tu interior. Tu desesperación no es algo que intentes ocultar y tampoco lo son tus gemidos cuando tomás toda la extensión del mayor, cuyas manos se cierran nuevamente sobre tu cadera para controlar tus más que erráticos movimientos.
El dulce sin sentido que el uruguayo susurra sólo para tus oídos se entremezcla con las palabras degradantes de tu novio, quien se encuentra masturbándose entre tus piernas y frotando casi distraídamente tu clítoris antes de llevar su mano hacia tu abdomen bajo y ejercer presión.
Sólo podés gritar.
Debería ser vergonzosa la sensibilidad de tu cuerpo, la facilidad y el control que ambos tienen sobre todas y cada una de tus terminaciones nerviosas, pero no podés pensar en ello mientras sentís el cuerpo de Enzo fusionándose con el tuyo y las manos de Matías estimulándote para acercarte más hacia esa confusa línea entre el placer y el dolor.
Los dedos de tus pies se contraen y cuando buscás algo o alguien para aferrarte tus manos acaban sobre tus pechos que suben y bajan a cada movimiento. Arrojás la cabeza hacia atrás y Enzo acaricia tu mejilla con la suya, desesperado como nunca antes lo habías visto. Besa tu rostro y luego encuentra tus labios, su lengua recorriendo el interior de tu boca de manera obscena y silenciando por un instante tus gemidos y gritos pornográficos.
-Mati...- te quejás cuando los dedos en tu cadera reafirman su agarre-. Mati, ¿puedo? ¿Enzo…?
-Sí.
Tu cuerpo es víctima de los espasmos que tu orgasmo provoca y el placer abrumador que te recorre de pies a cabeza es suficiente para perder por completo la razón. Los movimientos de tus acompañantes no cesan y de tu boca sale un hilo de palabras incomprensibles y agudos sonidos patéticos cuando tu liberación moja tus pliegues y el miembro de Enzo. También recorre su pelvis y el interior de sus muslos y humedece las sábanas hasta oscurecerlas.
El calor del líquido blanquecino que mancha tu piel y salpica tus pechos –alguna que otra gota cayendo sobre tu centro, el miembro de Enzo arrastrándolas hacia tu interior- hace que los músculos de tu abdomen se contraigan al igual que tus paredes... y entonces lo sentís: el palpitar del miembro en tu interior mientras los dientes de Enzo rozan tu hombro y sus palabras se enredan en la punta de su lengua, tu cerebro registrando algún que otro tierno apodo.
Una respiración temblorosa deja tus labios.
-Bebé…
Aún en tu estado de agotamiento y desorientación reconocés la voz de Matías y te forzás a abrir los ojos. Te sonríe y cuando acaricia tu mejilla perseguís el contacto y confort de su mano.
-Estoy bien.
-¿Segura?- cuestiona Enzo. Se aparta con cuidado y te recuesta sobre el colchón-. Por un momento pareció que…
El familiar sonido de la madera llama tu atención y mirás en dirección hacia la puerta: Enzo no podía saber que tiene que asegurarse de cerrarla bien, por lo que no te sorprende encontrar una apertura milimétrica y que la tenue luz del corredor te permita distinguir la silueta que se aleja.  
La voz de los tres se tiñe de horror cuando intercambian una mirada y dicen al unísono:
-Santiago.
Notas de Lu: Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... creo. taglist: @madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia @delusionalgirlplace ♡
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latinotiktok · 2 years ago
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Propaganda: (SPOILER WARNING)
Gojo Satoru
-gojo satoru es chileno. por el memorial en santiago.
-Gojo es argentino porque es insoportable pero igual lo quiero
-Gojo porque simplemente tiene (tenia 😔) la perfecta personalidad de un argentino osea su carisma y virguez no lo conseguís en ningún otro lugar del mundo
-Hola yo pondría al gojo ese de jujutsu kaisen como chileno por todo ese altar que le pusieron en el metro hace poco(? Nunca he visto la serie pero mi humilde aporte u_u Saludos!
-Vengo a pedir que le den a Gojo nacionalidad chilena y/o argentina porque si es. Además sigue en pie el memorial en el metro de santiago ES NUESTRO GEGE
-Gojo Satoru por El altar el Chile gjgjj
-Gojo Satoru. Tiene la personalidad y yo quiero ver el mundo arder
Koby
Koby/Coby de one piece, el compa tenia fe en el mundo hasta que se enteró de la corrupción
Koby de One Piece, me da las vibes
Koby One Pice, ya sea anime o el live action, lo ponían a trapear y le pegaban si no
Koby o Coby como se escriba, el de pelo rosa de juan piz, ese wey es policía amigo de un criminal y trata de que no lo arresten
Koby One Piece, le pegaban en su casa
Koby One Piece, se escapó de su casa con su amigo cholo para después unirse al ejercito y hacerse amigo (o novio) del hijo del patrón
Koby Juan Piz, se escapo con su amigo el cholo
Koby One Pice, nomás míralo wey
Koby, ta convenciendo al abuelo de su mejor amigo que no lo mate alv
Koby One Piece, me cayó bien el compa, tiene daddy issues
Koby One Piece, quedó atrapado en medio de un conflicto familiar
Koby One Piece, míralo, se parece a mi en prepa
Koby One Piece, me cae bien
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santiclaus · 6 months ago
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día 4.
soy mucho de relacionar, como te habrás dado cuenta. disfruto el hallar coincidencias y adueñarme de ellas, al punto de encerrarme en la idea de que existe por y para mí. de igual forma, habrás notado mi fijación por ti, por pensarte y extrañarte. por extrapolarte a cada cosa que me rodea y conforma, y hoy vengo a evidenciar un poquito de ello.
a mí me gusta mucho Yamada-kun lvl. 999. me apropié de Akane en cuanto lo vi, porque su torpeza, su cerrazón y su frustración era algo que podía entender, aunque claro, yo no soy una universitaria japonesa en 2D, pero entiendes mi punto (es amenaza). ese anime lo vi meses antes de conocerte, por lo que no le había dado vueltas realmente al asunto de su relación más allá de que me parecían muy lindos.
es gracioso porque tú desde el principio has tenido cierto efecto en mí que me hace querer hallarte en todo lo que es especial para mí.
de repente, era cómico hallarme pensando ‘Akane es mayor que Yamada y es algo tarada para llamar su atención, pero es feliz cuando está cerca a pesar de casi no conocerle. muy yo, muy yo, muy yo cuando él’. o cierta vez en la que dije ‘si a Akane le funcionó el compartir tiempo en línea para romper un poquito la formalidad en su [inicio de] relación con Yamada, seguro que si Santiago y yo pasamos tiempo juntos también podría suceder algo’. me haces sentir como una adolescente desquiciándose por la atención del chico del salón al lado que le gusta y me caes mal por eso, pero te amo porque es un cosquilleo lindo en el corazón el poder experimentar esto.
aunque hoy no venga como Akane, sino a reiterar lo dicho alguna vez por Yamada: ‘para alguien como yo, tú eres una flor inalcanzable. de haber sido así [que yo te interesase], habría sido todo un honor’. meses atrás te anhelaba con tanta fuerza, pero una partecita de mí creía que no sucedería nada entre nosotros. no es que te haya idealizado en su momento, pero lo que conocía de ti me parecía tan deslumbrante que me cuestionaba si realmente tú, el sol, estarías dispuesto a iluminarme únicamente a mí, o siquiera si deseabas participar en algunos de mis días. para mí era un honor el que me desearas buenos días, que me alegraras con tus bromas e incluso cuando te hacías el molestoso, no tienes idea de cuán feliz me sentía. era un honor que quisieras pasar tiempo conmigo, que te interesaras por la música que escuchaba o que me invitaras a ver películas. y sí, pueeede que yo haya sido algo lenta para entender que sentías algo por mí, pero eso es normal cuando alguien se abre paso en tu corazón, ¿no? tu cerebro se apaga y tu confianza te traiciona, y de repente eres una bola de nervios haciendo anotaciones mentales para ver si hay progreso, si hay oportunidad o, como mínimo, si tu amor será recibido aunque no sea correspondido. aunque la persona que soy no se habría confesado si tenía por seguro que me rechazarías, pero okay, ése no es el punto ahora.
lo que intento decir es que hace meses eras un sueño que deseaba rozar aunque sea con la punta de mis dedos, pero te volviste realidad. tal como le sucedió a Yamada, la persona que me gustaba me hizo bajar tanto la guardia que en algún momento mis sentimientos por él fueron más grandes que mi estado de alerta. de un momento yo ya era más suya que mía y me fascinó.
te anhelo cada día más, pero ahora soy privilegiada al experimentar este amor tan nuestro.
te amo con todo lo que soy. y sí, en efecto, tal como Akane (debo retomar mis raíces) tontearía todo el día en un juego para fingir que es pura coincidencia si nos encontramos, porque ser tonta no es algo malo si se trata de ser parte de la rutina de quien amo.
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mechaprimaverablog · 2 years ago
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Montar un caballo es hermoso
Un cuerpo cabalga en el vacío. 
La cabeza contra el viento es hermosa. 
La lluvia cae sobre el jinete, no toca las ancas del caballo. 
Todo es velocidad, pero todo está inmovil. 
Es extraño si hablamos de un lugar al cual debemos ir. 
La lluvia es una extraña, la cerviz es noble. 
El paisaje pasa veloz. 
El jinete recuerda en su soledad a la mujer que ama. 
El caballo va en el aire, no requiere alas. 
Toda forma de naturaleza es hermosa porque cambia. 
Siente el latido de otro tiempo, 
el caballo no se detendrá si no llega al paraíso. 
José María Memet, Años en el cuerpo. Antología personal 1974- 2005. Chile Poesía Editorial, Santiago, 2005. Pág. 161.
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luismartinpress · 2 years ago
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El legado de Roberto Bolaño
«De lo perdido, de lo irremediablemente perdido, solo deseo recuperar la disponibilidad cotidiana de mi escritura, líneas capaces de cogerme del pelo y levantarme cuando mi cuerpo ya no quiera aguantar más. (Significativo, dijo el extranjero). A lo humano y a lo divino. Como esos versos de Leopardi que Daniel Biga recitaba en un puente nórdico para armarse de coraje, así sea mi escritura». (Fragmento de «Post scriptum», último capítulo de la novela Amberes, Anagrama, Barcelona, 2002).
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Hay escritores que a uno fascinan por su obra, y que pese a ello, su personalidad, vida pública o posturas políticas no animan a querer tomarse una copa con ellos. Luego los hay, que además de su obra, sus vidas y trayectoria invitan a querer poder pasar horas conversando con ellos. Esto me ocurre con Roberto Bolaño (28 de abril de 1953, Santiago, Chile - 15 de julio de 2003, Barcelona, España).
Hoy, con motivo del aniversario de su muerte, recomiendo la lectura de un trabajo de Germán Barltolomé Cerdà, titulado «El legado de Roberto Bolaño» sobre la trayectoria del autor chileno.
«En aquella época yo tenía veintitantos años y era más pobre que una rata. Vivía en Gerona, en una casa en ruinas que me habían dejado mi hermana y mi cuñado tras marcharse a México y acababa de perder un trabajo de vigilante nocturno en un cámping de Barcelona, el cual había acentuado mi disposición a no dormir durante la noche. Casi no tenía amigos y lo único que hacía era escribir y dar largos paseos que comenzaban a las siete de la tarde, tras despertar». (Bolaño, Roberto. «Sensini». Llamadas telefónicas. 1ªed. Barcelona: Anagrama, 1997).
Sus años en México, su condición de emigrante permanente, padecer el anonimato y la ruina económica durante la mayor parte de su vida, su pasión por la lectura y su sueño de escribir como único propósito vital por encima de todo resuenan; me resultan familiares.
Un par de poemas que lo retratan bien:
«Mi carrera literaria» Rechazos de Anagrama, Grijalbo, Planeta, con toda seguridad también de Alfaguara, Mondadori. Un no de Muchnik, Seix Barral, Destino… Todas las editoriales… Todos los lectores… Todos los gerentes de ventas… Bajo el puente, mientras llueve, una oportunidad de oro para verme a mí mismo: como una culebra en el Polo Norte, pero escribiendo. Escribiendo poesía en el país de los imbéciles. Escribiendo con mi hijo en las rodillas. Escribiendo hasta que cae la noche con un estruendo de los mil demonios. Los demonios que han de llevarme al infierno, pero escribiendo. —Roberto Bolaño (La Universidad Desconocida, 1990)
«Ahora tu cuerpo es sacudido por pesadillas. Ya no eres el mismo: el que amó, que se arriesgó. Ya no eres el mismo, aunque tal vez mañana todo se desvanezca como un mal sueño y empieces de nuevo. Tal vez mañana empieces de nuevo» (Fragmento del poema «Te alejarás» del libro La Universidad Desconocida, publicado de manera póstuma).
-@luismartinpress
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nanacamille · 26 days ago
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Devocional Santiago
9 El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10 pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.
Hoy esta mañana cuando leí esto lo primero que pensé fue... yo que se o en que categoría estoy, y entonces hablándolo con mi esposo le pregunte tú en qué Categoría crees que estoy.
entonces él me dijo, tú tienes comida y techo todos los días? y le respondí si, te hace falta algo? volví a responder si me dijo solo el 1% de la población Colombiana se gana lo que yo me gano entonces somos ricos y si se me abrió la cabeza por que este Capitulo en Santiago me habla de que los ricos. siento que en estos días Dios en ha estado hablando mucho acerca del dinero, entonces pensé hablando de la prueba, de pedir sabiduría, de enfrentarlo con gozo, de pedir a Dios que me de corazón entendido, acá en Santiago en este punto habla de dos tipos de personas que pasan por la prueba.
1 El pobre que siempre esta luchando (humilde condición) Gloríese en su exaltación. cómo puede ser esto posible ?
Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. (Lucas 6:20)
Santiago 2:5 Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?
2 pero en lo que a mí me compete, pero el que es rico, en su humillación; cómo glorificar al Señor en estos momentos en donde me siento humillada.
y pensar en esto si me devuelvo me hablaba
de gozo en la prueba
de sabiduria en la prueba
paciencia en la prueba
gloriarme en la humillación
y no se solo puedo pensar en el ejemplo de Jesús, el le decía a todos que era el hijo de Dios, va a la cruz, lo escupen y lo menos precian pero el siendo el mas rico de todos glorifico al padre siendo humillado.
Colosenses 1:27-28 (Reina-Valera 1960)
a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
El me ha humillado para que yo sea perfeccionada, hoy le pedí a mi esposo un secador de pelo que costaba 69.700 había bajado, valía el doble me pareció una buena oportunidad, entonces le dije mira que bajo de precio etc etc, justo antes de comenzar el devo, entonces Oscar me miro y me dijo, es que no se si lo podemos comprar por que hace falta comprar otras cosas. y sinceramente, me dio tristeza no me sentí humillado por que lo hizo con amor, pero no es fácil ir a pedirle plata a tu esposo para comprar algo que quieres ahora bien no tengo trabajo , el Señor lo sabe.
sabes por que el Señor decidió Humillarse a tal punto, de ser como uno de nosotros, solo para enseñarme en estas situaciones a estar feliz a entender que la verdadera riqueza proviene solo viene de el.
Filipenses 2: 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Padre desde que soy muy peque, he visto esta realidad y la he vivido, hoy tomo la decisión de despojarme de mi, yo no quiero ser mas yo, ese yo que me ata a un ego, a un nombre, a una carrera, solo quiero ser tu hija y obedecerte que es la manera mas grande de glorificarte, para que tu te encargues de hacer tu obra en mi, te amo y te bendigo y hoy te agradezco por que esto, por que en realidad no quiero aferrarme a cosas que se queman o que marchitan, te necesito.
y que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria
Para mi familia, amigos, hermanos, si hay una posición al lado del Señor. y si hay una esperanza en Él, que Él esta conmigo.
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f-a-k-e-love · 1 month ago
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Todo cae por su propio peso
Santi sí salía con alguien, incluso era su novia. Lo vi con ella el siguiente finde que salimos. Pensé que era su amiga. Pero mintió el día que nos vimos. Me vengo enterando después de dos meses que tuvimos ese par de encuentros.
Aún así se fue con la Miss. Cómo sospechar de una novia. Si se fue con Camila y luego su fama, y después con la Miss. Relaciones abiertas supongo, o no. Si fuera su novia estaría muy enojada.
El tiene en sus redes sociales estado: soltero.
Cuando lo conocí, lo primero que hice fue preguntarle si salía con alguien, me dijo que hace un tiempo sí. "Pero ya nada, nada."
Ese cambio radical de pasarla bien a una ausencia total inmediata, inesperada y rotunda al otro día, siempre es el síndrome del infiel o del mujeriego. Vamos, hasta mis historias silenció. Fue bastante extraño pasar de la cercanía al desconocimiento total.
Cuánta confusión me dan a veces los hombres. Te buscan generan una falsa cercanía, te ilusionan o te dan expectativas de algo, pero es mentira, solo es para saciar su ego de forma perversa.
Yo creo que a las mujeres no nos duele tanto que nos ignoren, lo que duele es cómo nos ven. Como una cosa para usarse, para aprovecharla, para tomar ventaja.
Dicen, paciencia y al tiempo encontrarás la verdad. Pues sí.
Me alivia haberme mostrado como una chica que se ríe y habla con facilidad pero incrédula a sus palabras y poco accesible a un plan de contacto físico. ¡Entonces como le haces con tus novios! Dijo exasperado Santiago al intentar abrazarme en la cena y que yo me mostrara inmóvil, suspicaz, lejana y con cara de ¿Qué haces?. Sin importar que es obvio que me gustaba.
Una sabe que los hombres, la mayoría no tiene intenciones de respeto con las mujeres. Hoy en día no tienen valores. Los hombres guapos y con poder económico siempre es imperativo dudar de ellos.
Me duele que tengo que dejarlo en mis redes sociales, para no afectar a mi hermana.
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columnavipcolombia · 1 month ago
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Sube Fico cae Petro y Paisas aspirando a Presidencia Este viernes el Podcast 49 de la nueva temporada con la actualidad política, periodismo y análisis con la Encuesta Datexco que ubica al Alcalde de Medellín Federico Gutiérrez Zuluaga como el mejor mandatario del país, al tiempo que la desfavorabilidad del presidente Gustavo Petro alcanzó el 64% negativo, en el análisis de los expertos Juan Carlos Velásquez y Rubén Benjumea. El abanico de precandidatos liberales, donde Antioquia tiene a Paola Holguín, Andrés Guerra y Santiago Botero en la derecha; en el centro hay 2: Sergio Fajardo y Aníbal Gaviria y en la izquierda Daniel Quintero. Además, los aranceles hasta del 145% de Estados Unidos a los productos chinos y las políticas de Donald Trump. https://youtu.be/qpNMCIedvbQ
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deepinsideyourbeing · 11 months ago
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Delirio de Condenados
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Cap I. Cap II. Cap III. +18! MeanDom!Mati, SoftDom!Enzo, Sub!Santi & Sub! Reader. Age gap, begging, biting, choking, degradation, face slapping, fingering, penetración doble, (hints of) Possessive!Mati, sexo anal, sexo oral, sexo con/sin protección, (alusión a) subspace. Uso de español rioplatense.
Matías coloca el plato de medialunas frente al rostro de Santiago y juega con sus rulos dorados para molestarlo. No podés precisar si el movimiento que percibís es producto de los dedos de tu novio tirando del cabello del rubio o si este último persigue el contacto físico.
-Dale, agarrá que no estás comiendo nada.
-Matías- decís entre dientes-. Santi, ¿querés otra cosa? Te puedo preparar…
-No- dice rápidamente-. No, está bien, gracias.
Matías hace una mueca a sus espaldas y deja el plato sobre la mesa. Toma asiento junto a Santiago –en su rostro una sonrisa para nada inocente que no se molesta en ocultar- y cuando enciende la televisión comienza a cambiar de canal con rapidez, bebiendo de su taza y fingiendo no notar el nerviosismo de su amigo.
Intentás concentrarte en tu propio desayuno e ignorás las miradas furtivas que te dirige Santiago o la forma en que Matías se aclara la garganta cada cinco minutos, consciente de que el sonido sólo empeora la tensión en el aire. Ignorás también los pasos de Enzo y el ritmo dubitativo de estos cuando llega a la habitación y contempla el panorama que le espera.
-Buen día- dice con voz ronca, sentándose en la silla ubicada junto a la tuya.
Los secretos son un peligro, ¿no? Enzo escondiéndose detrás del árbol, el semen de tu novio escapando de tu interior cuando ambos regresaron al jardín, el intento de ambos hombres por calmarte cuando llorabas desconsolada en las cerámicas frías del baño, con la mente alterada por las endorfinas y la adrenalina y angustiada luego de saber que Santiago los había visto.
Una sucesión de imágenes de la noche previa cruza tu mente y un escalofrío sacude tu cuerpo con fuerza; tus dedos se vuelven débiles y la pequeña taza de porcelana que sostenías cae sobre la mesa, rompiéndose y permitiendo que el líquido caliente en su interior se escape. Tu cerebro tarda en procesar la situación y tu reacción parece desarrollarse casi en cámara lenta.
-La concha de la lora.
-La boca- advierte tu novio cuando se pone de pie, molesto por tu lenguaje-. No lo agarres con la mano, boluda, ¿te querés volver a cortar…?
-Matías- interrumpe Enzo-. Traeme algo para limpiar la mesa, por favor… ¿Vos estás bien?
Intentás ignorar la mirada en los ojos de Matías cuando abandona la habitación y observás los labios del mayor cuando repite esa pregunta que no estás segura de comprender. ¿Habla de la taza, de la noche que compartieron, de Santiago, de Matías corrigiéndote frente a ellos? ¿No preguntó lo mismo hace menos de ocho horas, cuando se quedaron solos unos minutos?
-Estoy bien.
Tus palabras no son convincentes y aunque Enzo sabe que hay algo molestándote, también sabe que no sería correcto cuestionarte o dirigirse a Matías –porque él debería saber cómo y cuándo actuar si sus sospechas son ciertas, ¿no?- para tratar el asunto. Decide centrarse en Santiago, quien jamás le devolvió el saludo y no se atreve a mirarlo, sólo para encontrarlo inmóvil.
-Maleducado- bromea para sacarlo de su trance-. No me dijiste ni hola y ahora no ayudás.
Santiago ríe  y ese simple gesto basta para cortar la tensión. Coloca el resto de tazas y la comida en el extremo opuesto de la mesa, ayudándose de unas servilletas de papel para tomar los trozos de porcelana rota y ofreciéndote –todavía sin hacer contacto visual- un par de las mismas para que puedas contener el líquido que amenaza con caer de la mesa.
Matías regresa y te aleja del desastre.
-Buscate otra taza- señala la puerta como si desconocieras el camino y, para mayor humillación, agrega:- Y no la rompas.
Tu rostro se transforma en cuanto volteás -sólo porque sabés que no puede verte- y te dirigís hacia la cocina en silencio para encontrar allí la cafetera de nuevo encendida y esperándote. Tu taza, esa que Matías te regaló cuando te mudaste con él, está aún sepultada bajo tantas otras en el fregadero: permanecen allí desde la tarde del día anterior y creés recordar cuál utilizó Rafael y cuál peligró en manos de Felipe, así como tantos otros detalles de la velada.
Tomás otra taza que jamás habías visto, completamente negra por fuera y blanca por dentro, y esperás que el café esté listo para servirte más. Mientras oís la conversación que llega desde el comedor y la carcajada estrepitosa de Enzo, provocada por algún chiste que no captaste, el líquido caliente ayuda a revelar la imagen oculta en la taza. ¿Es una foto? ¿Es lo que creés?
Te mordés el labio, molesta por pensar que Matías todavía conserva un objeto relacionado con su ex y también molesta por sentirte celosa por algo tan insignificante. Es sólo una taza, ¿no? Beber de ella no debería generarte tanto conflicto, repetís una y otra vez para convencerte, aunque de todas formas tomás otra del fregadero para llenarla con tu bebida.
Unas gotas queman tu mano y en un movimiento más que calculado dejás caer la taza con la foto al suelo, deshaciéndote de la imagen en ella. No debería tener importancia, ¿no? Quién sabe cuántos años tenía y nadie la habría encontrado de no ser porque no había más opciones secas.
Los pasos de tu novio y de los invitados no tardan en llegar a tus oídos y por un momento planeás fingir que fue otro accidente, pero en cuanto los ojos de Matías encuentran los tuyos tomás un sorbo de café y alzás ambas cejas. Sus ojos van de tu rostro hacia el desastre en las cerámicas y su mandíbula se tensa tanto o más que sus labios apretados.
-Arriba. Ya.
-Todavía no desayuné.
-No te lo voy a decir dos veces.
Cuando pasás a su lado no esquivás su cuerpo y lo golpeás, molesta y sin importarte las miradas que los otros presentes en la habitación te dirigen. Te gustaría fingir que tu enojo es más grande que el temor que sentís y que tu cuerpo no se sacude cuando cerrás la puerta de la habitación.
Ignorás qué explicaciones estarán oyendo los invitados y no estás segura de querer saber, solamente pensás en cómo vas a disfrazar tus gritos cuando tu castigo tenga lugar.
Esperás a Matías de pie junto a la cama con tus manos entrelazas en tu espalda y cuando abre la puerta te sobresaltás más que cuando la cierra de un golpe. Tu mirada permanece fija en el suelo mientras se acerca a tu figura inquieta y tus ojos arden cuando comienza a estudiarte; una única lágrima cae por tu mejilla cuando se agacha para quedar a la altura de tu rostro.
-¿Me vas a decir qué pasó?
-Fue un accidente.
-Ayer, seguro- toma tu mandíbula entre sus dedos-. Y en la mesa fue un descuido, ¿pero esto último…?
-No sé por qué lo hice.
-No sabés…- repite y te suelta de manera brusca, haciéndote retroceder un par de pasos-. ¿Estás segura?
-Sí.
-Cuidadito con mentirme.
-No te…
Te interrumpen sus dedos cerrándose sobre tu garganta y presionando para privarte del oxígeno. Tomás su muñeca y tirás de su brazo para que te libere pero no cede, como era de esperarse, porque espera sacarte la verdad y es así como lo logra cuando es necesario. Mirás la puerta, todavía cerrada y sin rastros de oyentes del otro lado, y sabés que no tenés salida.
-Tenías una foto con…- tosés-. ¿Por qué la tenías?
-No sabía que estaba ahí.
-¿Te pensás que soy boluda?
-¿Y vos te pensás que porque hay gente no voy a hacer nada?- su rostro está a milímetros del tuyo y sus ojos son más oscuros de lo usual-. ¿Te pensás que podés romper todo y que no te voy a hacer nada?
-Ah, entonces te importaba…
-No, pelotuda- con su otra mano golpea tu mejilla-. ¿Qué te pasa?
Sólo cuando lo empujás te deja ir y permite que te recuperes un poco. Espera oír cualquier explicación que tengas para ofrecerle y ruega porque la palabra que le permita comprender tu comportamiento no sea celos, porque eso significaría que es él quien merece un castigo por hacerte sentir insegura.
-Te fuiste a la mierda- reclamás- Me trataste como una pelotuda en frente de…
-Si necesitás usar una palabra de seguridad lo vas a hacer ahora- cruza sus brazos-. Porque ya sabés lo que va a pasar si esto es un berrinche, ¿no?
Tus labios permanecen sellados y cuando Matías deshace la distancia entre ambos el pánico se apodera de tu cuerpo e intentás retroceder, aterrada, pero él es mucho más rápido que vos y te atrapa sujetando tu cabello.
Tira de tu ropa y te esforzás por permanecer quieta, respirando lenta y profundamente mientras sus dedos se adentran en tu ropa interior para acariciarte. Sentís las yemas de sus dedos deslizándose entre tus pliegues húmedos y evitás sus ojos cuando escanean tu rostro.
-Matías, no…
-Yo sabía- te empuja contra la cama-. ¿Cómo era eso que dijiste anoche? ¿Qué no querías que Santiago piense que hiciste algo malo?
Rebusca en los cajones de la cómoda y te preguntás cuál será el objeto que escogerá para tu castigo: pueden ser las cuerdas, con suerte alguna mordaza, tal vez utilice el vibrador que detestás por la intensidad y los patrones que siguen las vibraciones o el pesado cepillo de madera.
Cuando por fin voltea, revelando nada más que el lubricante en su mano, arrugás las sábanas entre tus palmas.
Ocupa el espacio libre en la cama y con un gesto señala su regazo para indicarte que te recuestes. Obedecés inmediatamente, ya que lo último que querés es empeorar las consecuencias de tu mal comportamiento, pero cuando acomodarte sobre sus piernas se te dificulta sus dedos se enredan en tu cabello para facilitarte el trabajo.
-Ya sé que hablamos muy poco de esto- se deshace de tu ropa y acaricia la parte posterior de tus muslos-, así que si tenés miedo podemos hacer otra cosa.
-¿Va a doler?
-Es un castigo.
-No me digas.
Te sacude por el cabello.
-No va a doler más de lo necesario- promete-. ¿Confiás en mí?
-Sí, pero…- volteás a verlo-. Van a escuchar.
Presiona tu rostro contra el colchón y escuchás el sonido del lubricante cuando lo abre.
-Sí- deja caer el producto frío sobre tu piel y temblás cuando cae hasta tus pliegues-. Ese va a ser tu castigo.
Te llevás una mano a la boca cuando sentís sus caricias sobre tu intimidad, mezclando tu excitación con el lubricante y manchando también tus muslos. Convencida de que Matías va a ser compasivo suspirás, entre aliviada y agradecida, cuando traza círculos sobre tu clítoris y posiciona su pulgar sobre tu entrada, pero el alivio y placer duran sólo unos segundos.
Deja atrás tu centro y se dirige hacia tu otra entrada sin vacilación, rodeándola delicadamente y ejerciendo una presión casi inexistente con su pulgar. Suspirás, recordando aquella conversación que tuvieron hace tiempo y en la cual recalcó la importancia de estar relajada en este preciso momento, pero resulta más sencillo decirlo que hacerlo.
Confiás en tu novio, por supuesto que sí, porque sabés que ya conoce tu cuerpo mejor que vos. Sabe cuando detenerse en caso de que seas incapaz de comunicarlo, sabe cuánto dolor podés soportar y jamás toma el riesgo de cruzar esa línea, es consciente de hasta qué punto puede humillarte, con qué hacerlo, y también sabe cómo cuidarte para evitar que esas hirientes palabras no permanezcan en tu cerebro más de lo necesario.
Su pulgar juega sobre tu pequeño agujero mientras sus dedos medio y anular se deslizan entre tus pliegues, sin otorgarte alivio y mucho menos placer. Intentás mover tu cadera en busca de más contacto y sólo comprendés que es un error cuando su otra mano golpea tu piel con fuerza, haciéndote ahogar un grito en la palma de tu mano.
Continúa con su juego durante largo rato y aumenta la presión sobre tu entrada de manera progresiva, entreteniéndose con tus suspiros y tu cuerpo tembloroso, deleitándose también cuando baja un poco más la mirada y ve tus pliegues brillando más y más. Tus músculos comienzan a relajarse luego de muchos minutos y es entonces que susurra:
-Respirá.
Tomás aire hasta que continuar haciéndolo te es imposible y cuando exhalás la punta de su pulgar logra penetrar en tu interior sin mucha dificultad. La ausencia de dolor te sorprende y volteás a verlo con una pequeña sonrisa de satisfacción, contenta por estar recibiendo tu castigo con tanta facilidad. Cuando Matías imita tu expresión no parece compartir del todo tu entusiasmo y creés que le molesta tu falta de lágrimas.
-No duele- decís sólo para restregar tu victoria en su rostro.
No habla pero aún así su voz resuena en tu cabeza (“Vos no aprendés nunca, ¿no?”) cuando en un arrebato introduce el resto del dígito entre tus músculos, tensos por la incertidumbre que provocó su súbita acción. La sensación es extraña, ligeramente incómoda, pero aún no hay indicio de dolor y de tus labios escapa un gran suspiro de alivio.
Mueve su pulgar con lentitud mientras ambos fingen que su erección no golpea tu costado y cuando un particular sonido resuena en tu garganta en su rostro se dibuja una sonrisa. No es exactamente un gemido y vos no estás segura de sentir placer, pero… ¿Por qué de repente necesitás descansar tu frente en tus brazos y cerrar los ojos? ¿Y qué es eso que está deslizándose más allá de tus pliegues y mojando tu piel? Seguro es sólo el lubricante.
-Así, ¿no?
Tu respuesta es un sí debilitado por las reacciones involuntarias de tu cuerpo, las cuales empeoran cuando Matías decide ocupar tu otra entrada –que resplandece con tu excitación- con sus largos dedos. Tu gemido es escandaloso y sentís tu rostro en llamas por la vergüenza que te genera pensar que Enzo o Santiago, sobre todo Santiago, pudieron haberlo oído.
Mordés tu brazo para evitar que los sonidos de tu boca sean todavía más evidentes que los sonidos de tu cuerpo y a tu novio parece no agradarle del todo: tira de tu cabello hasta que tu espalda se arquea en un ángulo doloroso y se inclina sobre vos lo suficiente para poder ver todas las expresiones que transforman tu rostro. El placer y la vergüenza que encuentra en tus facciones, combinados con el pánico, no hacen más que empeorar su erección.
Sus dedos comienzan a atacarte con mucha menos suavidad que antes, en movimientos rápidos y cortos que te roban la respiración y amenazan con hacerte gritar. Matías te suelta y caés sobre el colchón de manera brusca, quejándote y luego jadeando con fuerza. Te aferrás a las sábanas en un intento de contenerte pero, Dios, ¿cómo podrías cuando todo tu interior quema?
-Es mucho.
-¿Color?- pregunta sin dejar de abusar de tu cuerpo.
-Verde, pero…
-Callate entonces.
Tu lamento se mezcla con un gemido y cuando este último se prolonga como resultado de las acciones de Matías, morder tu brazo vuelve a ser tu única opción para apagar tus gritos… pero es inútil, porque no hay nada que pueda amortiguar todos esos sonidos indecentes que surgen en tu boca y tampoco detener la saliva que corre por tu piel.
Tu respiración agitada es ruidosa y tu cuerpo se mueve en busca de más, ignorando que tu cerebro parece rehusarse a tolerar tanto placer y que tu mente quiere obligarte a batallar con el autor del mismo: en algún lugar de tu ser todavía hay algún pequeño remanente de coherencia y te permite saber que estás hecha un desastre, completamente a merced de Matías, pero tu orgullo aún no te permite admitirlo.
Cuando su pulgar se libera de tu interior la sensación de vacío te hace suspirar y te esforzás por recuperarte mientras podés. Sólo un par de pulsaciones más tarde tu novio decide conducir sus otros dedos, que hasta entonces habían permanecido enterrados en tus paredes imposiblemente húmedas, hacia tu entrada.
Esta vez sí duele y aunque intentás disimular para no darle la satisfacción, tu cuerpo tensándose te delata.
El sonido de la puerta los distrae a ambos.
-¿Quién es?- pregunta Matías.
Es innecesario oír la voz del otro lado para saber de quién se trata y pronto te encontrás sacudiendo la cabeza en negación, volteando para ver a Matías y hacerle saber que estás en contra de que alguien te observe en este catastrófico estado. Su sonrisa de satisfacción, ya sea por tu vulnerabilidad o por la imagen que le regalás, te hace temblar más que la confirmación de tus miedos cuando oís:
-Enzo.
Matías está dándole la espalda a la ventana y es por eso que no encontrás explicación a la luz que ilumina sus ojos, resaltando el color miel en ellos y también la malicia que oculta su mirada cuando mueve los labios –junto con sus dedos- para contestar.
-Pasá.
Evita que abandones tu posición y cuando Enzo abre la puerta ocultás tu rostro entre tus brazos, avergonzada por los sollozos y los espasmos que recorren tu cuerpo cuando tu novio logra que tu entrada ceda para dar más lugar a sus dedos. Pateás el colchón cuando continúa presionando, deteniéndose sólo cuando sus segundas falanges están por desaparecer dentro tuyo.
-¿Qué querés?
-Santiago…- es lo único que contesta el otro.
Ante la mención del rubio dejás tu escondite y centrás tu visión nublada en Enzo. No parece sorprendido en lo absoluto por la escena que lo recibió cuando abrió la puerta, aunque sí se ve afectado, pero es un detalle que ignorás para concentrarte en su palma, la cual mantiene extendida hacia Matías para permitirle apreciar lo-que-sea que brilla en ella.
-Qué pibe- reniega tu novio- Andá, decile.
Está a punto de marcharse para comunicar quién-sabe-qué al cordobés, pero se detiene antes de cerrar la puerta.
-¿Y acá cómo estamos?- pregunta, deslizándose dentro de la habitación y acercándose a la cama. Se arrodilla para quedar cerca de tu rostro y toma tu brazo cuando nota las marcas de tus dientes, acariciándolas con su pulgar para calmar la irritación-. Mirá cómo te marcaste.
-No fue mi culpa, no…- te interrumpen tus propios gemidos-. Enzo, no fue…
-¿Por qué rompiste la taza? ¿Y si te lastimabas otra vez?
-Tenía una foto…- otro gemido y la brutalidad de los dedos de Matías entorpecen tus palabras-. Por favor, Enzo.
-¿Qué querés? ¿Qué necesitás?
-¿Me besás?
Antes de que tenga oportunidad de tocarte Matías te aleja de él, arrojándote sobre tu espalda contra las almohadas y posicionándose entre tus piernas: sus labios se adhieren a tu piel y sus dedos regresan a su lugar para continuar preparando tu entrada. Se deslizan en tu interior, ignorando la resistencia de tus músculos y haciéndote gritar.
Tus lágrimas caen libremente mientras Matías curva sus dígitos y muerde tus muslos sin piedad. Ante tu desesperación Enzo decide recostarse a tu lado y te entretiene rozando tu labio inferior con su pulgar, tirando suavemente hasta que permitís que lo introduzca en tu boca y lo deslice sobre tu lengua. Notás un sabor particular y lo mirás, entre confundida y curiosa.
-De Santi- explica.
Tu gemido oscila entre la excitación y la sorpresa. Succionás con entusiasmo y tu lengua acaricia descaradamente su yema poder probar mejor la esencia del otro, pero esto molesta a Matías y vuelve a morderte con más fuerza que antes, sin limitarse a un solo lugar para hundir sus dientes: tus muslos tiemblan por el dolor y cuando se contraen son tus pliegues los que se transforman en el blanco de sus mordidas.
-Duele.
-No pasa nada- intenta convencerte Enzo. Te ofrece su palma aún manchada por la excitación de Santiago y no hace comentarios cuando tus manos aprisionan su muñeca o cuando tu lengua humedece aún más su piel-. ¿Qué decís? ¿Querés que él también suba?
-Sí, sí, sí.
Otra mordida, otra falange y otro grito.
Los contornos de tu mente se desdibujan más y más y tu sensibilidad en aumento, combinación de todas tus terminaciones nerviosas encendiéndose gracias a tu novio, te lleva a buscar consuelo en el mayor: sostiene tu mano con firmeza y besa tu frente para contrarrestar el agresivo ataque de Matías.
Tu piel sufre con otra mordida y cuando te quejás notás en el rostro de Enzo una mueca de hartazgo, breve pero lo suficiente obvia para que aún en tu alterado estado te preguntes: “¿Es por vos?” y “¿Le molesta que grites?”. Tus ojos se llenan de lágrimas y no estás muy segura de cuál es el motivo que hace que acompañes tu renaciente llanto con un puchero en tus labios.
Cerrás los ojos con fuerza cuando Enzo toma tu rostro y te sorprenden sus labios rozando los tuyos con algo muy similar al cariño antes de besarte, las palabras que susurra para calmarte y el calor de su piel cuando descansa su frente sobre la tuya. Acomoda tu cabello despeinado y acaricia tus mejillas ardientes con sus nudillos una y otra vez para distraerte del dolor.
-Tranquila- dice sin dejar de mirarte a los ojos-. Ya va a terminar, ¿sí?
La risa del otro presente en la habitación llama la atención de ambos y voltean a verlo. Como si no fueran suficientes la burla y la mirada en sus ojos para dejar en claro lo que Matías quiere comunicarles, se asegura de acentuar sus intenciones mordiendo peligrosamente cerca de tu clítoris.
Negás y el miedo en tus ojos es la única motivación que le hace falta para arrojarse sobre tu punto más sensible, sin dejar de mover sus dedos con rapidez. El sonido que deja tu garganta es indescriptible.
Entrás en pánico cuando las manos que te ofrecían contención abandonan tu cuerpo y llorás con fuerza cuando Enzo se aleja de vos, pero tu inquietud no tarda en disiparse una vez que entendés el motivo por el cual se dirige hacia Matias. Lo aleja de tu centro tirando de su cabello, acerca su rostro al suyo y tu novio, sin palabras, lo mira a los ojos con una actitud desafiante.
-¿No te cansás de ser tan forro, pendejo?- pregunta Enzo.
-¿No te dije que traigas a Santiago?
La insolencia de Matías es retribuida con un golpe en la mejilla que resuena por toda la habitación y hace arder tu piel por pura simpatía. Te llevás una mano a la boca y mordés tus uñas, confundida y también ansiosa por la escena desarrollándose frente a vos.
-¿Y yo no te dije que seas más delicado, pelotudito? Mirá como la tenés.
-Para que aprenda.
Otro golpe, esta vez más fuerte. Matías masajea su mejilla adolorida.
-Vos tenés que aprender- asegura Enzo-. Voy a ir a buscar a Santiago y cuando vuelva no te quiero ver haciéndola llorar, ¿está?
-Seh, andá.
-Contestame bien- ordena tomándolo del cuello-. ¿Estamos?
-Sí, Enzo.
La puerta se cierra a espaldas del mayor y soltás una risa nerviosa que se desvanece en el aire cuando Matías fija sus ojos en tu rostro, sus cejas arqueadas mientras espera otra reacción de tu parte y sus dientes capturando el interior de sus mejillas como señal de ira reprimida. Temblás y estás a punto de disculparte, ofrecer alguna explicación, pero sus movimientos no lo permiten.
Intentás escapar pero es más rápido que vos y sus dedos capturan tus tobillos: te arrastra sobre el colchón y aprisiona tu cuerpo con el propio, dirigiendo sus dedos nuevamente hacia tu entrada para continuar con su trabajo. Tus gritos no son producto del dolor pero sí del sorpresivo y abrumador placer que logra cegar el resto de tus sentidos por unos instantes.
Matías muerde con fuerza tu hombro y esta vez tu grito es agudo, propio de una presa.
-Duele.
-Callate- ordena-. Esto no es nada comparado con lo que te voy a hacer cuando estemos solos otra vez.
-No es mi culpa que...
-¿No? ¿Y de quién es?- pregunta mientras deja caer más y más lubricante. Contenés la respiración cuando sentís tres dedos entrar en tu cuerpo y tus párpados se cierran con fuerza por el ardor-. Ya vas a ver cuando se vayan.
Lo mirás por un segundo y sabés muy en lo profundo de tu ser que tu siguiente acción sólo va a empeorar la situación. Los invitados se marcharán y tendrás que enfrentarte a uno, dos o tres mil castigos para compensar la humillación que vivió tu novio a manos del uruguayo, pero hasta entonces tenés un protector y no hay motivo para desaprovecharlo.
-¡Enzo!
Es una tormenta de emociones la que cruza los ojos de Matías.
-Qué puta que sos- se posiciona sobre tu cuerpo y escupe entre tus glúteos sólo para humillarte. La lubricación extra le permite alcanzar más profundidad en tu interior y ahogás un grito contra las sábanas arrugadas-. Dale, llamalo ahora.
Todo lo que lográs es balbucear un hilo de palabras rotas e inconexas que sólo interrumpís cuando la puerta vuelve a abrirse. Enzo arrastra a Santiago dentro de la habitación y el rubio, con las mejillas rojas y una mancha de humedad en los pantalones, no suelta su mano en ningún momento. Gemís por todo y por nada a la vez y ocultás tu rostro, pero Matías tira de tu cabello para evitar que te escondas.
-Andá- ordena Enzo antes de conducir a Santiago hacia la cama y hacer un gesto en tu dirección. Luego toma a Matías por la ropa y sin dar importancia a sus protestas agrega:- Vení vos, serví para algo.
Contemplás, en extremo aturdida, la nula dificultad con que maneja su cuerpo y lo deja sobre sus rodillas mientras se deshace de su cinturón para arrojarlo no muy lejos. Matías permanece en el suelo, para sorpresa de todos, y cuando Enzo toma su mentón entre sus dedos lo mira fijamente y sin hacer ningún comentario.
Buscás apoyo en Santiago y sujetás con fuerza su mano mientras tu novio acepta que el otro guíe su erección a sus labios, golpeándolos y delinéandolos con su punta goteante y desesperada por atención hasta hacerlos brillar bajo las luces de la habitación. Matías no parece sorprenderse por las acciones de Enzo y tampoco muestra duda alguna cuando lo recibe en su boca, ambos aún sosteniéndose la mirada.
Santiago tira de tu brazo para llamar tu atención y, cuando por fin apartás la mirada del espectáculo protagonizado por los otros dos hombres, te encontrás con su sonrisa casi p��cara y sus ojos resplandecientes. Acariciás su mejilla y él imita tu acción, explorándote de manera tímida y temerosa.
Te ayuda a recostarte sobre las almohadas y aún sin mediar palabra se arroja sobre el colchón para situarse entre tus piernas, separándolas de manera delicada y tomando una muy profunda respiración cuando divisa  tu intimidad brillante. Te mira provocativamente y cuando su lengua entra en contacto con tu clítoris gemís, permitiéndole ver una de las muchas expresiones que también presenció desde su escondite durante la madrugada.
Tus dedos se pierden entre sus rulos dorados y sin ser consciente de ello comenzás a tirar de su cabello para obtener más contacto con su boca, que pronto cubre por completo tu centro: sus gemidos desesperados, que son una mezcla entre placer y el dolor provocado por tus manos, estimulan aún más tus nervios y en pocos minutos ya estás jadeando.
Santiago se ve y también es un ángel, estás segura desde que lo conociste, pero lo confirmás luego de sentir que uno de sus dedos recorriéndote suavemente para luego deslizarse por tu entrada húmeda. Estudia tus reacciones y cuando tus labios se separan para dar paso a un suspiro sonríe contra tus pliegues, feliz de poder complacerte con tanta facilidad.
En algún lugar de la habitación la boca de tu novio está aún ocupada y sólo lo recordás cuando  una voz grave resuena entre las cuatro paredes. Matías parece perdido en su tarea, con su saliva corriendo por su mentón y sus pestañas brillando con lágrimas que sólo pueden ser resultado de la humillación que siente o del ardor que los dedos del mayor generan en su cuero cabelludo.
-¿Por qué vos no te portás así con tu novia?- pregunta Enzo-. ¿Por qué siempre la hacés llorar?
Mueve sus caderas sin consideración, golpeando repetidamente con la punta de su miembro la garganta de Matías, ignorando cuando este araña sus muslos para rogarle que se detenga y su piel enrojeciéndose por la falta de oxigeno. Jamás habías visto a tu novio tan indefenso y vulnerable, pero mentirías si dijeras que no te excita verlo doblegarse ante Enzo.
Regresás tu atención al cordobés entre tus piernas y él te premia con otro de sus dedos. Su lengua dibuja figuras rápidas en tu clítoris y sus yemas acarician tu interior con movimientos circulares, rozando una y otra vez el punto que te hace arquear la espalda y sacudir la cabeza por lo intolerable del placer, magnificado por la espera y la tortura previa.
-¿Mati…?
-Sí- contesta Enzo en su lugar-, podés.
Esperar otro segundo o buscar en el rostro de tu novio más confirmación te resulta imposible. No estás segura de cuál es la última imagen que te empuja hacia tu orgasmo: los ojos azules de Santiago y su devoción hacia tu cuerpo evidente en sus embestidas contra el colchón o Enzo apartando los cabellos del rostro de Matías y las lágrimas de sus ojos mientras aún está utilizando su boca despiadadamente.
Tu visión se nubla por el placer y Santiago, en un intento de prolongar tu orgasmo, te inmoviliza rodeando tu pierna con un brazo: sus movimientos no fallan ni por un segundo y sólo se da el lujo de bajar el ritmo una vez que tus uñas arañan sus hombros en señal de advertencia. Está tentado a continuar y Dios, adoraría hacerlo sólo para verte luchar contra el placer, pero conoce a la perfección lo desesperante que es la sobre estimulación y no quiere someterte a algo así.
Cuando las últimas lágrimas que inundaban tus ojos caen, humedeciendo tus mejillas y todo lo que encuentran en su camino, te permitís respirar lentamente para calmar tus pulsaciones. Te llevás una mano al pecho y por unos instantes jurás que en lugar de sentir tus latidos los oís, pero se trata del sonido r��tmico producido por otro cuerpo.
Otros, mejor dicho.
Matías golpea las piernas de su amigo hasta que este se detiene para permitirle respirar y cuando lo libera ambos permanecen conectado por varios hilos de saliva. En un gesto casi dramático, ante el cual el otro pone los ojos en blanco, tu novio se deja caer y se lleva ambas manos al cuello mientras tose y respira de manera agitada.
Preocupada y también menos coherente de lo que te gustaría admitir saltás de la cama para auxiliar a Matías. Tus piernas carecen de la fuerza necesaria y cuando caes a su lado él te atrapa entre sus brazos, permitiendo (y disfrutando, aunque no va a decirlo en voz alta) que tus manos recorran su rostro para asegurarte de que se encuentra bien.
-No pasa nada- intenta calmarte e ignorar el sonido de las prendas ajenas cayendo sobre el suelo-. Andá a la cama, dale.
-Pero…
-Estoy bien, de verdad.
Creerle es difícil porque su respiración todavía suena rápida y superficial, pero cuando Enzo te toma por los brazos y te lleva de nuevo hacia la cama no tenés más opción que permanecer allí. Regresa por Matías y su trato más es delicado cuando lo ayuda a ponerse de pie, sosteniéndolo por la cintura e ignorando todos los fluidos en su ropa cuando la retira para descubrir su cuerpo.
Una extraña sensación de celos te ataca cuando observás que se toma el atrevimiento de tocar a tu novio, llenando su cuello de besos húmedos y masajeando su miembro con una lentitud que hace temblar sus rodillas. Matías se muerde los labios para contener algún que otro suspiro, aferrándose a los hombros del más alto para no desmoronarse y permitiéndole continuar su recorrido hasta que este último decide que es suficiente.
El hormigueo entre tus piernas se reaviva con la escena y también tu excitación manchando tus muslos. Las manos de Santiago se aventuran nuevamente sobre tu figura, acariciando tus pechos sobre tu camiseta mientras frota su bulto contra tu espalda baja y sus dientes rozan tu oreja, sacándote un gemido que llama la atención de tu novio.
Cuando se separan Matías sonríe, estúpido por la situación, y se dirige hacia la mesita de luz para buscar algo. Es un momento que Enzo decide aprovechar mimándote, besando tus labios hasta que ambos se quedan sin oxígeno, acariciando tus mejillas y peinando tu cabello como si intentara así recomponer tu apariencia desaliñada. Luego juega con los rulos de Santiago y le regala, sumados  a unos besos en la mejilla, varios cumplidos sobre su buen comportamiento.
Te acomoda sobre su regazo y su erección más que húmeda roza tu centro, sensible por tu interminable necesidad y por la estimulación que recibió hasta hace algunos minutos: gemís y él sonríe, luciendo calmado e inamovible como siempre, mientras una de sus manos acaricia tu cadera y la otra el bulto de Santiago, que comienza a gemir con la primera caricia.
El colchón se hunde con el peso de Matías, que se posiciona a tus espaldas y besa tu hombro mientras le arroja –entre divertido y un poco molesto por tener que compartirte otra vez- los preservativos a los otros dos.
-Acordate- dice contra tu piel:- si tenés que parar, paramos.
-Y vos acordate también- tocás el envoltorio sobre su palma-. Soy tuya y de nadie más.
Su erección palpitante te golpea y es la única orden que necesitás para dejarte caer sobre Enzo. Buscás apoyo en su pecho mientras él sostiene tu cintura y guía su miembro hacia tu centro, su punta jugando con tu clitorís y deslizándose repetidamente entre tus pliegues antes de hallar su lugar definitivo en tu entrada. Su tamaño te hace gemir y arañar su piel.
Santiago se acerca a tu rostro, tocando la comisura de tus labios y dejando un rastro tráslucido de líquido preseminal en tu mejilla, y estás a punto de recibirlo en tu boca cuando la mano del mayor los detiene a ambos.
-No querés que te muerda, ¿no? Aguantá un poco.
Santiago suelta una risa tan encantadora como su expresión y pronto Enzo también comienza a reírse. Por su parte Matías, que está aislado de los otros dos pero siempre en contacto con vos, intenta contenerse al ver la forma en que tu entrada trasera se contrae sobre la nada misma con cada nuevo centímetro de Enzo que tu interior acepta. No comprende cómo puede encantarle tanto verte de esta manera con su amigo, pero…
-Respirá.
Masajea tu cadera con una mano mientras con la otra conduce su erección desnuda hacia tu entrada. Sentís su glande ardiendo contra tu piel y te esforzás por dejar de lado el terror y los nervios que desestabilizan tu cuerpo y tu respiración, pero el arduo trabajo deja de ser necesario cuando los primeros centímetros son muy bien recibidos y te relajás.
Luego de unos segundos la figura temblando bajo la tuya llama tu atención y abrís los ojos: Enzo se muerde el labio con fuerza, tiene los párpados cerrados y su expresión cuando arroja la cabeza hacia atrás parece ser ocasionada por un dolor inexplicable. Estás a punto de gritarle a Matías para que se detenga pero te interrumpe un gemido gutural y grave, claramente de placer.
Un par de centímetros más y en tu cuerpo también se desata un tremor incontrolable. Matías es cuidadoso y los movimientos de su cadera son lentos, prácticamente imperceptibles, pero eso no evita que te estremezcas violentamente cuando la mezcla de placer y dolor comienza a superarte. Tus dedos comienzan a jugar con tu clítoris para aliviar tu desesperación.
Matías jadea a tus espaldas y arranca el mismo sonido de tu boca cuando arroja más lubricante sobre su miembro, permitiendo con sus embestidas que el producto se deslice por tu entrada y hacia las profundidades de tu cuerpo. Tus labios se separan para dar paso a una infinidad de sonidos y también al hilo de saliva que cae por tu mentón hasta llegar al pecho de Enzo.
Santiago, que hasta entonces esperaba pacientemente y recibía las ocasionales caricias del Enzo como una bendición, emite un sonido de protesta para llamar la atención de quien sea que esté dispuesto a escucharlo. Lo mirás sin dejar de gemir y resulta ser un error, ya que toma tu mentón y penetra tu última entrada disponible.
Un río de lágrimas corre por tu piel y la esencia de Santiago por tu boca, sus ojos se mantienen firmes sobre los tuyos y no comprendes el origen de la sonrisa que adorna sus labios. ¿Disfruta verte en esta posición, con tu cuerpo a merced de todos ellos y tu consciencia resquebrajándose? ¿Es un tierno intento de calmarte, pretende transmitirte un poco de su usual serenidad? No podés saberlo.
Es una locura. Todo esto es una completa locura, todos están locos, pero eso no detiene a ninguno de tus acompañantes. Tampoco a vos.
Santiago utiliza tu boca, deleitándose cuando tus gemidos vibran en torno a su extensión y sosteniéndote por la mejilla para mantenerte firme en tu lugar; Matías continúa empujándose hacia tus profundidades, llenándote hasta que jurás no poder tomar más, y volviendo loco a Enzo en el proceso, cuyas uñas dibujan formas en tu cadera.
Para cuando tu novio se detiene, regalándote un momento para permitirte acostumbrarte a la sensación, ya es tarde: no podés controlar los gemidos que mueren en tu boca y estos provocan que te ahogues con el miembro de Santiago, tu garganta contrayéndose sobre él hasta que lo llevás imposiblemente cerca de su orgasmo.
Tus músculos se contraen con tu clímax, arrancando maldiciones de todo tipo de los labios ajenos y especialmente de los de Matías, para quien tu entrada hasta ahora desconocida e imposiblemente apretada resultaba ya demasiado. Intenta darte el tiempo y la quietud que necesitás para disfrutar de tu inesperado orgasmo, de verdad lo intenta, pero su cuerpo lo traiciona.
El primero en ordenarle detenerse es Enzo, abrumado por el placer que siente cada vez que Matías se desliza en tu interior, y cuando te separás de Santiago también se suman tus gritos, mezclados con gemidos rotos y sollozos desesperados. Matías los ignora se y ríe, disfrutando utilizar tu cuerpo y también de poder vengarse de ambos.
Tus brazos pierden la fuerza y te derrumbás: el nuevo ángulo, muy lejos de traer alivio para tu cuerpo o para tu mente cada vez más nublada, provoca que ambos te penetren con mayor profundidad y rocen todos los puntos necesarios para hacerte delirar.
Gritás con los movimientos de Enzo, que siguen un ritmo opuesto a los de Matías, y llorás sobre su pecho mientras él besa tu frente. Sus palabras pueden ser tranquilizadoras o alentadoras, no lo sabés ya que jamás llegan a tus oídos y todo lo que percibís es tu llanto descontrolado junto con los quejidos de Santiago.
Cuando estirás tu brazo para consolarlo cierra la boca, satisfecho, pero es un silencio efímero. Lo masturbás con movimientos rítmicos y girás tu muñeca de vez en cuando, no tenés dudas de que le brindás el placer que merece, pero lo que en realidad logra hacerlo suspirar y gemir es la mano de Enzo ubicada entre sus piernas, más específicamente su dedo medio deslizándose dentro y fuera de su entrada.
Te girás para poder observar a Matías y la visión que encontrás te deslumbra: está luchando para no dejar caer sus párpados, pesados por el placer que lo ahoga, porque no quiere perderse ni un segundo del show que estás protagonizando. No sos consciente de cómo se ven tus pequeños agujeros, brillantes y en extremo dilatados, tampoco de cómo se ven en esta posición los ángulos y las curvas de tu cuerpo, así que sólo te dedicás a tomar lo que te ofrecen.
No cree que haya una palabra para describir cuánto ama poder verte de esta manera, completamente ida y presa del placer, la coherencia abandonando tu mirada y tu cuerpo entregándose más y más a la condena que te fue impuesta.
Sin dejar de mirarte lleva su pulgar a sus labios y lo humedece con su lengua para luego acercarlo a tu entrada en un gesto amenazante.
-Sos una putita, ¿no?
Tu respuesta es un gemido, patético y desesperado, propio del porno.
-Decilo.
-No…
Ejerce presión con su pulgar y gritás, aterrada; sabés que da igual si tu cuerpo no resiste más, Matías va a encontrar la forma de hacer que eso que él desea suceda de todas formas.
-Decilo- te sorprende la voz de Enzo y su respiración golpeando tu piel-. Decí que sos una putita.
Escondés tu rostro en su pecho, empapado con tu saliva y tus lágrimas, y cumplís con lo que te piden. Tu voz es apenas audible y estás segura de que Matías -tan sádico como siempre- te ordenará que lo repitas, pero en su lugar hace otra pregunta que acentúa con una fuerte embestida:
-¿De quién sos?
-Tuya.
-¿Sí?- y golpea tus entrañas.
-Sí, tuya y de nadie más- asentís-. Por favor, amor, por favor.
-¿Qué querés?
-Llename toda.
No se molesta en ocultar el efecto que tienen en él tus palabras y tampoco oculta el sonido animal que brota de su pecho cuando se derrama en tu interior. Su miembro palpita con fuerza y su semen caliente que te marca, reclamando el último lugar intacto de tu cuerpo, te arroja hacia otro desgarrador orgasmo que llena tus ojos de cristales. Cubrís tu boca con tus manos, creyendo que servirá de algo, pero todos te oyen caer de ese precipicio.
Los espasmos de tu cuerpo son incontrolables, crueles e intensos, tan agresivos que provocan también el orgasmo de Enzo. Busca tus labios desesperado, los movimientos de sus caderas empujándote dificultándole el besarte, y cuando logra llegar a tu boca te muerde hasta que ambos saborean en sus lenguas tu sangre.
No se detiene hasta que tus paredes reclaman la última gota de su liberación ardiente… y luego se da el lujo de continuar abusando de tu entrada con movimientos lentos que sólo se extinguen cuando sus respiraciones se estabilizan.
-Nos olvidamos de un detallito, ¿no?- dice Matías, ya recuperado de su orgasmo, con un tono despiadado. Se posiciona detrás de Santiago, que no deja de tocarse con movimientos frenéticos y desacertados, y aparta su mano de un golpe para encargarse del rubio-. Te gustó ver a mi novia, ¿no? Te gustó que te la chupe y que te toque.
Santiago arroja la cabeza contra el hombro de Matías. Sus mejillas están rojas y muerde sus labios con fuerza, pero lo que más te impresiona es ver cómo entierra sus dedos en la carne de sus muslos para no desfallecer por el súbito placer que los movimientos expertos de tu novio le hacen sentir.
Estás rodeada por el cálido y reconfortante abrazo del uruguayo, tus músculos protestan y tu mente todavía le pertenece a alguien más, pero eso no impide que estires un brazo y dirijas tus dedos cuidadosamente hacia la entrada del rubio. Su gemido de sorpresa y sus ojos azules mirándote con una intensidad sofocante son tu recompensa.
Su entrada cálida no opone resistencia alguna y sospechás que la lubricación que encontrás allí son tus propios fluidos. Deslizás un único dígito en su interior para no abrumarlo o herirlo, sin saber hasta dónde llegó Enzo, y su reacción es inmediata. Tiembla entre los brazos de Matías antes de llevar sus dedos hacia su cabello.
Una mano bronceada toma tu muñeca y gira tu brazo.
-Así- explica Enzo-. Ahora con la punta del dedo hacé…
Santiago grita, incapaz de tolerar el placer que vos y tu novio provocan con sus manos, y en un parpadeo los hilos de semen que brotan de su punta caen sobre tu rostro y tu cabello. Continuás moviendo tu dedo contra su próstata hasta que se queja por la sobre estimulación y tus dedos lo abandonan junto con las manos de Matías.
-La próxima lo tenemos que tratar mejor, ¿no?- sugiere tu novio, plantando besos húmedos en el hombro del rubio y deslizando sus dedos por sus rulos despeinados. La carcajada de Enzo resuena entre las cuatro paredes y se lleva una mano al rostro-. No te rías, boludo, es verdad…
Abandonás tu lugar sobre el mayor y te sentás en el colchón, desorientada, con una expresión que hace sonar las alarmas en el cerebro de Matías. Toma asiento a tu lado y acaricia tus muslos con fuerza, estudiando tus reacciones.
-¿Qué pasa?- sigue tus movimientos cuando bajás la mirada, observando los fluidos que caen desde tus entradas y oscurecen las sábanas-. No pasa nada, ¿sí? Ahora nos bañamos y después limpiamos todo.
-Sí.
Matías le dirige una mirada a sus amigos, haciéndoles saber que necesita unos minutos sólo con vos, por lo que ambos abandonan la cama rápidamente y toman la ropa que arrojaron por ahí muchos minutos atrás. Santiago besa tu mejilla cariñosamente antes de dirigirse hacia la puerta.
Enzo intenta no entrometerse, sabe que no le corresponde, pero aún así no puede evitar tomar tu mentón y buscar tu mirada. Te sonríe y cuando le devolvés el gesto besa tu frente, susurrando:
-Lo hiciste bien.
Ambos abandonan la habitación y una vez en el pasillo el mayor arrastra a Santiago en dirección al baño, ignorando sus protestas y explicándole que tiene que asegurarse de que también se encuentra bien.
-Estás bien, ¿no?- pregunta Matías.
-Sí, tonto.
-Y Enzo tiene razón, ¿sabés?- besa tus labios-. Lo hiciste bien, muy bien.
-¿De verdad?
-De verdad.
Jugás con sus dedos y sonreís.
-No fue un castigo.
-No- te sonríe con dulzura-. Para castigarte voy a esperar a que no haya nadie que pueda ayudarte.
Me hace inmensamente feliz haber concluido la historia de esta forma y... nada, no sé qué decirles, vayan todas a la iglesia el domingo porque seguramente después de leer esta película porno lo necesitan más que nunca. Muchísimas gracias por leer este capítulo y también los otros si es que vienen siguiendo toda la historia, soy extremadamente feliz sabiendo que pude entretenerlas un ratito 🫶🏻❤️
Mención honorífica a @recaltiente porque sin ella no habría encontrado la hermosa foto de los chicos para la portada y además soportó leerme con mis millones de ideas para la historia y todos mis desvaríos. Te adoro infinitamente nena.
taglist: @madame-fear @creative-heart @chiquititamia @delusionalgirlplace @llorented @lastflowrr. Si alguien quiere que la agregue a la lista me avisa ♡
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dunenamorado · 2 months ago
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10 Marzo (2025)
El tiempo me atormenta con su tic-tac implacable, como un verdugo invisible que dosifica la espera con precisión milimétrica. Cada minuto que cae es un grano de arena que resbala entre mis dedos, acercándome (sí, pero desesperadamente lento)... al instante en que por fin la veré. Irene. Su nombre resuena en mi pecho como un eco persistente, un mantra que acompaña cada gesto, cada respiro, cada segundo que se me escurre en esta vigilia febril.
Hoy todo ha sido un torbellino: preparar, revisar, asegurarme de que nada falte, como si algo tan nimio como olvidar un detalle pudiera interponerse entre nosotros.
Pero lo cierto es que, aunque mi maleta estuviera vacía, aunque el mundo entero se derrumbara a mis espaldas, nada me detendría. Santiago me espera, pero más que la ciudad, más que sus calles empedradas y su aire húmedo, es ella quien me aguarda. Y yo voy a su encuentro con el ansia de quien ha esperado demasiado.
No sé si alguna vez había querido así. No sé si alguna vez había necesitado así. Mi alma entera se ha rendido a su existencia, y aunque me repita hasta el delirio, no encuentro otras palabras que no sean estas: la quiero.
La quiero con una intensidad que me deja sin aliento, con una certeza que no admite dudas. La quiero en mis brazos, en mi boca, en mis días y mis noches, en cada resquicio de mi ser.
Mañana, cuando la vea por primera vez, el mundo tendrá que detenerse, porque no habrá más verdad que su piel en la mía, sus labios en los míos, su voz pronunciando mi nombre no a través de una pantalla, sino en el aire tangible que compartiremos al fin.
Mañana, por fin, nos veremos la primera vez.
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moonisewe77 · 3 months ago
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Los miserables - Cae la noche sobre santiago - SoundCloud
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tetha1950 · 3 months ago
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El camino a la perfección y a la plenitud...
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Hoy quiero dirigir nuestra atención a Santiago 1:2–4:
Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.
Lo que me gustaría ver hoy es cómo Dios busca llevarnos a la madurez desarrollando la paciencia en nuestras vidas. Si hay una cosa que he aprendido en mi caminar cristiano es que Dios no tiene la misma prisa que yo.
Ahora bien, ¿qué es la paciencia? La paciencia es la cualidad duradera de su fe. Si suelta su paciencia, su fe se cae al suelo.
El resultado final que Dios está buscando es “que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada” (Santiago 1:4). La palabra perfectos aquí significa madurez. Dios está desarrollando madurez en nosotros al poner a trabajar nuestra paciencia.
Tengo un amigo muy querido que tiene una gran iglesia. Se esforzaron para construir otro edificio en su propiedad pero resultó ser un tarea demasiado difícil. De hecho, resultó ser la situación más difícil con la que jamás se había enfrentado. Por poco le cuesta la misma vida.
Finalmente, terminaron construyéndolo pero, ¿sabe lo que mi amigo dice al respecto? Él dice: “¿Ves ese edificio?” Yo no construí ese edificio, el edificio me construyó a mí.
Pasar por esas pruebas, enfrentar las dificultades, haber probado su fe, haber tenido que confiar en Dios cuando parecía que hacían falta las finanzas, haber tenido que sostenerse de la Palabra de Dios cuando era ridiculizado por algunos, todo eso desarrolló su carácter al aguantar la prueba.
Tengo una pregunta para usted: ¿últimamente ha habido algo que le esté construyendo? Si es así, regocíjese porque Dios está trabajando la madurez en usted.
(Ps. Bayless Conley).
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emwhoo · 5 months ago
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pensamientos de persona normal
yo yo y yo
este domingo pesaba como hacía un tiempo ya no lo hacía, me palpitaba el corazón fuerte que no me dejaba dormir a causa de tanta red bull y ansiedad, que intento que se vaya viendo tiktoks sin sentido. la mañana no avanza nunca, prendo una vela blanca y escribo en un papel manifestando que el día pase rápido esperando un lunes para una nueva oportunidad, el inicio de otra semana más de intentarlo nuevamente, ser mejor, saber mejor y lo peor de todo hacer mejor.
me devolví temprano de una casa ajena con un par de mentiras en mi bolsillo, al llegar intenté ducharme para dejar la culpa, pero no había suficiente agua ni jabón que pudiera hacerme sentir como si no estuviese en lo incorrecto.
hace meses que venía con un pequeño patrón con mis relaciones y con la más importante; la conmigo mismo. en la última sesión que tuve con mi psicóloga (la psicóloga a la que volví al darme cuenta de estos patrones) hablé de esta frustración que sentía. pude hablar durante una hora por cuarenta mil pesos donde ella se sienta a escuchar cómo armo y desarmo mi propia psiquis casi preguntándome retóricamente si se tan bien mis problemas y mis sentimientos porque estoy ahí?, pero ella se sienta y sostiene la conversación, hay gente que dice que los psicólogos no hacen nada y solo eres tú hablándole al vacío, pero ella me cae bien, así que elijo confiar en sus palabras y muchas veces, en su silencio.
le contaba sobre una entidad que veo y vive cerca mío que me acompaña casi a diario. cuando era chico tenía un compañero que tenía un papá alto con guata, gracioso y un deje al viejito pascuero (en ropa de civil), su mamá tenía el pelo color café chocolate ocupaba vestidos y tacones, y a sus espaldas un hermano gemelo con los dientes chuecos que se reía conmigo. a esa edad algo nuevo nació en mí, empecé a usar su nombre para hacerme cuentas en club penguin, habbo y neopets, porque él tenía un nombre común perfecto, un apellido y nombres que aparecen en los top de nombres más usados en chile y siempre tienen una pulsera con su nombre en los puestos de las ferias artesanales de algarrobo.
él jugaba futbol, pero también sabía matemáticas, lenguaje e incluso religión, su sonrisa iluminaba los días de la semana, sus ojos claros y flaco al punto de ser esos niños con calugas. nunca fui gordo cuando niño, pero nunca llegué a tener ese físico, que a los 8 años no sé porque ya existía eso en mí, yo no solo quería las calugas, pero también como se veía, como actuaba y su familia.
pero yo no entendía que no quería exactamente eso, yo amo a mis papás y mi familia extendida, no me gustaría tener un gemelo y el futbol no me divertía, pero había una soltura con la que él se desenvolvía que yo no tenía, una calma al hablar y por sobre todo las cosas una normalidad que lo rodeaba. pienso constantemente en mi deseo que le pediría a oz, el sueño que mi corazón más desea, y ahí nació querer ser la persona normal.
ahora por definición, no soy anormal y creo que mucho de esto que escribo es equivalente al meme de la mujer en el supermercado con una bolsa en la cabeza “she’s so crazyyy” porque en efecto lo que me diferencia del resto de las personas que viven con envidia, es tal vez que soy vocal al respecto. más bien esta persona normal, es el reflejo de todo aquello que deseo interiormente que duele mucho decirlo en voz alta.
he contado esta anécdota anteriormente, pero una vez en un starbucks dije que mi nombre era matías (un nombre normal) que se pidió un café normal, la barista se confunde y me solicita repetir mi nombre, matías dije fuerte, “como los otros 8000 matías en santiago” y me reí. recibí mi café y me fui pensando en lo que había hecho, por un segundo me apoderé sobre este personaje, ese nombre que usaba solamente para evitar tener confusiones con el mío ya no era solo algo escrito en un vaso de plástico, lo había habitado y ella piensa que SOY matías que toma leche sin lactosa.
fui ese matías e imaginé como ese matías no cruza santiago con estos pensamientos y el lee por la pasión de hacerlo, se saca la polera en las piscinas con confianza, él contesta con asertividad y cree en jesús. el escucha música en spotify y a veces sale a carretear. ocupa polerones hoodies sin amarrarlos para cambiar su forma, no piensa en marni ni en phoebe philo, incluso no las conoce. él le han terminado y ha empezado relaciones sin malas intenciones, ha crecido a unos cómodos 1,78 metros y quiere mucho a su abuela. porque eso hacen las personas normales, son buenas.
es iluso de mi parte creer que el vecino no tiene problemas, que la muerte le es imposible, el desamor y la depresión solo me afecta a mí. pero esta persona normal sabe manejarlo o intenta hacerlo.
falte de nuevo a la pega el otro día, bajo mi irresponsabilidad pensé en mi amigo de la universidad, él tiene una barba cuidada pelo con rulos y músculos, una polola con la que van a la playa y comen helado. el me hace reír, me acompaña con mis trabajos y puedo creer de cierta forma que lo acompaño también. en la construcción de esta persona normal aspiracional, no puedo evitar pensar en él, a veces con frases simples logra solucionar y me hace reflexionar en algunas decisiones que tomo en el diario. él no hubiese faltado a la pega, pero por otro lado el no estaría en la posición donde tendría que trabajar en una tienda retail en lo que es posiblemente el peor mall de chile (tengo una vendetta personal). esta dualidad entre tener el sentimiento de envidia por algo que no puedo tener y la realidad de darme cuenta de que no es culpa de él, ni que mi realidad no es la película de terror que he querido pintar, es la dualidad que más me cuesta alejar.
como yo mismo me doy cuenta de que mucho o bien la totalidad de este sentimiento recae en la falta de amor propio, la poca convicción en mí mismo. y es a este punto un disco rayado, cuantas veces
más caer en el mismo hábito? ¿cómo salir de este horrible rol auto asignado de víctima cuando si sientes que estás siendo la víctima del destino? pero soy cómplice de mi mente, soy quien carga el arma y la dispara. el otro lado que se encarga de poner mis pies a tierra es acordarme que tengo comida en el refrigerador, un par de tops lindos en mi clóset y que no estoy viviendo una guerra o una sequía, hambruna o lo que si afecta a mi papá; cáncer. pensar en que alguien que está tan cerca (y ojalá alejándose) de la muerte puede levantarse y lograr soltar una carcajada sincera y yo que estoy ahogándome en un vaso de agua solo logro dejar salir de mi lágrimas y largos textos donde me pinto como un artista torturado cuando soy solo un hombre que tiene que empezar a ir más seguido a terapia.
pero este anhelo descontrolado de ser alguien que no soy que llevo dentro de mi hace tantos años que dice de mí? ¿es la seguridad que siento cuando escucho los tacos de mis botas sonar contra el concreto de la calle con mi cara cubierta en cosméticos que, coleccionado por años, es falsa? tanto tiempo cultivando la fachada y la interioridad, ¿tanta frase inspiracional libros leídos traumas contados que pasa con eso? quien soy cuando solo quiero ser alguien más?
en si no creo que tenga cualidades terribles, no soy un criminal ni un santo, creo que muchas veces esta introspectiva constante es lo que me amarra de poder avanzar de forma ligera, siento de forma que estoy tan aferrado a analizar cada momento del pasado para evitar repetirlo que no me centro en aplicarlas en tiempo real para ver los efectos que estos cambios pueden tener en mi vida.
la verdad es la que más duele y por eso creo que busco en este personaje normal ficticio es poder extender mis frustraciones personales donde sea más fácil apuntar con un dedo con la mentalidad de “yo debería tener eso, porque lo merezco” más allá de intentar cambiar mi realidad con la convicción de que no solo lo merezco, sino que lo quiero genuinamente. pero ese querer tiene que estar bajado a la realidad.
flotar entre la realidad y la ficción todos los días puede matar el espíritu y así siento que a veces brillo menos que antes, hay días donde me veo al espejo y pienso en el adolescente que anhelaba las cosas que tengo hoy, tantos sueños cumplidos, batallas ganadas y más sorpresas de las que podría escribir. que diría el niño si me viera carcomiendo mi cabeza porque la persona al lado mío es más delgada o tiene más de cuatro mil pesos en la cuenta del banco. me tengo que recordar que fuera del papel creo en el amor porque lo he experimentado y por eso se sobre su magia. el camino a la felicidad es largo y más complicado de lo que esperaba, los primeros años de adultez están probando ser todo un desafío más difícil de lo anunciado, pero si algo aprendí de la fábula de la tortura y la liebre, es que la calma paciencia y perseverancia es la que gana al final día. (y también la diferencia entre liebre y conejo).
así que escribo para intentar entender, para perdonarme un poco, para dejar registro de mi pensamiento. tal vez no es que esté loco, aunque si puede que sufra un poco de narcisismo, pero hay algo en mí que tiene que cambiar, no necesariamente a ser esa persona normal, ojalá a ser una persona feliz.
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cartagenapost · 5 months ago
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Los pobres en América Latina son más urbanos y más vulnerables
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Por Humberto Márquez CARACAS – La pobreza, aunque se ha reducido en América Latina y el Caribe en lo que va de siglo, muestra una nueva cara, la de la amenazante vulnerabilidad de la población en esa situación a medida que se hace menos rural y más urbana, expone en un nuevo análisis el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud). “No solo hay más pobreza urbana, sino que también un mayor porcentaje de la población es altamente vulnerable, es decir, que está muy cerca de caer, y cualquier pequeño choque los hace caer, por debajo de la línea de pobreza”, observó a IPS la economista jefe del Pnud en la región, Almudena Fernández. De ese modo, “hay una franja de la población que se mantiene por encima del umbral de pobreza, pero a la que una enfermedad, o la pérdida de un ingreso en el hogar, la empuja por debajo de la línea”, abundó Fernández, desde Nueva York. «Ya no es suficiente con sacar a las personas de la pobreza; hay que pensar en el siguiente paso, continuar ese camino, que la población se pueda consolidar, con una clase media estable que tenga mecanismos para que en momentos de estrés o choque su consumo no tenga caídas fuertes”: Almudena Fernández. Rosa Meleán, de 47 años, quien fue docente durante 20 años en Maracaibo, la capital del Zulia, en el noroeste petrolero de Venezuela, dijo a IPS que “ese caer otra vez en la pobreza es como los toboganes donde juegan los niños en el patio de la escuela: continuamente suben, pero con el más pequeño empujón de nuevo se deslizan y caen”. Varias veces lo ha vivido en persona Meleán, apoyando con su salario a sus padres, hermanos y sobrinos, cayendo en la pobreza cuando murió el padre obrero, mejorando con un nuevo empleo, licuado su sueldo por la hiperinflación (2017-2020), dejando la docencia para asumir la búsqueda de otros ingresos. “Hay qué ver lo que es ser pobre en Maracaibo, caminar con 40 grados (centígrados) para buscar un transporte, sin electricidad, agua racionada y ganando 25 dólares”, el último salario mensual que tuvo como maestra antes de retirarse hace cinco años. Y entonces llegó la pandemia de covid-19 limitando sus nuevas ocupaciones como oficinista o de clases particulares a domicilio. De ese golpe apenas se ha repuesto. “Vivimos en una época en que los choques son más comunes -por eventos climáticos extremos, por ejemplo- y vemos mucha volatilidad económica, financiera, somos un mundo mucho más interconectado. Cualquier golpe en cualquier parte del mundo produce un contagio muy directo, son la nueva normalidad”, apunta Fernández.
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Compradores se agolpan en busca de los mejores precios en el mercado callejero de Lo Valledor en Santiago de Chile. Los hogares urbanos que cabalgan la línea de pobreza son particularmente sensibles a la inflación en el rubro alimentos, y un choque como la pérdida de un empleo o un caso serio de salud puede devolverlos a una situación precaria que ya hubiesen superado. Imagen: Max Valencia / FAO La pobreza cae en números A partir de la década de los años 50 del siglo pasado, América Latina y el Caribe experimentó un rápido proceso de urbanización, convirtiéndose en una de las regiones más urbanizadas del mundo. Actualmente, 82 % de la población vive en áreas urbanas, en comparación con el promedio mundial de 58 %, según el Pnud. En las últimas dos décadas, la región avanzó en la reducción de la pobreza extrema y la pobreza en general. Aun con retrocesos desde 2014, se registró en el año 2022 su tasa de pobreza más baja (26 %), con ligeros descensos estimados para 2023 (25,2 %) y 2024 (25 %). La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indica en su más reciente informe que la pobreza abarcaba en 2023 a 27,3 % de la población de la región, que sitúa este año en 663 millones de personas. Eso significa, precisa, que “todavía 172 millones de personas en la región no cuentan con ingresos suficientes para cubrir sus necesidades elementales (pobreza general)”. Entre ellas, 66 millones no pueden adquirir una canasta básica de alimentos (pobreza extrema). Pero son cifras mejores, hasta en cinco puntos porcentuales, con respecto a 2020, el peor año de la pandemia, y 80 % del progreso se atribuye a los avances en Brasil, donde fueron determinantes las transferencias de recursos a los pobres. La Cepal precisa que la pobreza es mayor en las zonas rurales (39,1 %) que en las urbanas (24,6 %), y que afecta más a las mujeres que a los hombres en edad laboral. Pese a los avances “lo que también observamos es que la velocidad de reducción de la pobreza empieza a desacelerarse, disminuye a una velocidad mucho más baja. Es una primera preocupación, porque la región está creciendo menos”, dijo Fernández. Recordó que las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntan a un crecimiento económico promedio en la región de dos por ciento anual, “muy por debajo del promedio mundial. Así, seguir reduciendo la pobreza va a ser más difícil”.
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Un cerro atestado de viviendas informales en el populoso barrio de Petare, en el este de Caracas. La concentración de la pobreza en esos aglomerados de las grandes ciudades latinoamericanas representa a la vez una oportunidad de concentrar programas para favorecer su superación, pero también un desafío en temas como inserción rápida en el mercado laboral o para la salud a causa del hacinamiento. Imagen: Humberto Márquez / IPS Cambio de rostro La proporción de personas pobres que viven en las áreas urbanas de la región aumentó de 66 % en el año 2000 a 73 % en 2022, y el cambio es más dramático entre quienes viven en situación de pobreza extrema, pues la proporción de los pobres extremos urbanos pasó de 48 a 68 % en el mismo período. Con la traza anual de ese cambio, un análisis del Pnud constató que la pobreza urbana aumentó notablemente durante la crisis de las materias primas de 2014, -y también durante la pandemia-, “revelando que la pobreza urbana es más propensa a aumentar en tiempos de recesión económica que la pobreza rural”. Se expone que el aumento del costo de vida tras la pandemia afectó más a los hogares urbanos, empujando a hogares hacia la pobreza y empeorando las condiciones de vida de aquellos que ya eran pobres. Los hogares urbanos están más vinculados a la economía de mercado que los rurales, lo que los hace más vulnerables a las fluctuaciones económicas y a los cambios en el empleo que las acompañan. Por contraste, los medios de vida rurales permiten a los hogares estrategias como la agricultura de subsistencia, la reasignación de trabajo, el apoyo de la comunidad o la venta de activos como el ganado, para hacer frente a los choques. Son opciones que los residentes urbanos generalmente no poseen. Otro rasgo destacado en el nuevo rostro de la pobreza urbana es que suele concentrarse en asentamientos informales en las periferias de las ciudades, donde el hacinamiento y el acceso limitado a servicios básicos crean desafíos adicionales. Así, en el caso venezolano, “los rasgos de pobreza y vulnerabilidad que destacan en la pobreza urbana tienen que ver con la precariedad de los servicios públicos y con la falta de oportunidades”, observó a IPS Roberto Patiño, fundador de la organización Convive, de promoción comunitaria, y de la asistencial Alimenta la Solidaridad. Patiño considera que “el peso del costo de la vida y de la inflación es difícil que sea soportado por personas en situación de pobreza en las zonas urbanas como en las rurales, aun cuando en estas últimas el tema de alimentación puede ser menos grave”. Ello porque en el medio rural “la gente tiene acceso al conuco (minifundio), a su propia siembra, y también, como son zonas productoras, los costos de los alimentos suelen ser menos altos que en la ciudad, pero los temas de salud y otros servicios como transporte, salud o educación, son muy precarios”, señaló el activista. Patiño mencionó otra marca en el nuevo rostro de la pobreza, la de los millones de venezolanos que en la última década han migrado a otros países de América del Sur y los cuales “no se han recuperado de la pandemia, desde el punto de vista económico, con muchos de los migrantes viviendo en una situación precaria”.
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Un adolescente prepara su tarea escolar al aire libre en la barriada Delmas 32 de Puerto Príncipe. La educación en América Latina y el Caribe ha logrado una gran cobertura, pero la superación de la pobreza exigen un salto de calidad, formando a los estudiantes para la transición digital y capacitando más a los trabajadores para posibilitar una mayor productividad. Imagen: Dominic Chávez / BM Buscando soluciones El Pnud plantea que abordar la pobreza en áreas urbanas y rurales requiere estrategias diferenciadas, pues políticas que funcionan en áreas rurales, como promover la productividad agrícola y mejorar el acceso a activos y mercados, no calzan poco con los apremios de los pobres urbanos. Para ellos, en cambio, son preocupaciones relevantes el costo de la vivienda y la inflación en los alimentos. Fernández dijo que “mucho de la política social que en la región se implementó hace décadas, y que continúa, se diseñó con la cara de una pobreza muy rural, de cómo se ayuda al sector agro, cómo se logra mayor productividad en el agro, cómo se cumplen necesidades insatisfechas básicas en lo rural”. “Ahora lo que debemos transitar es una política social que se enfoque un poco más en las necesidades insatisfechas de lo que es la pobreza urbana”, apuntó. Considera que “la urbanización permite otra serie de oportunidades. Al haber mayor aglomeración de personas permite por ejemplo más facilidad de acceso a servicios”, aunque puede haber también efectos negativos como una más difícil inserción en el mercado laboral o problemas de salud asociados al hacinamiento. Entre las soluciones, Fernández colocó en primer lugar la necesidad de mayor crecimiento económico “pues no vamos a poder reducir pobreza si no crecemos”. Luego ubicó a la educación, buena en cantidad (cobertura), pero que ahora debe centrarse en la calidad, según la economista, para abordar la transición digital que está en marcha y la necesidad de mayor capacitación para los trabajadores. Finalmente, en protección social -y pese al menor crecimiento y a una balanza fiscal más apretada en toda la región, reconoce Fernández- se debe invertir en proteger más a las personas, con políticas y medidas que incluyan por ejemplo temas de cuidados, empleabilidad, productividad y seguros. “Ya no es suficiente con sacar a las personas de la pobreza; hay que pensar en el siguiente paso, continuar ese camino, que la población se pueda consolidar, con una clase media estable que tenga mecanismos para que en momentos de estrés o choque su consumo no tenga caídas fuertes”, dijo Fernández. Es decir, para que quien ingrese al área de necesidades básicas cubiertas no tenga que deslizarse de nuevo, ante cada choque económico o de salud, por el tobogán de la pobreza. ED: EG Read the full article
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