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Chucky De Ipola estrena “De a 2″
Luego del éxito de su primer single titulado “Que me importa”, realizado junto a Pity Álvarez, Chucky de Ípola sube la apuesta y estrena un nuevo videoclip diferente e inclusivo de su último sencillo “De a 2” con Rolo Sartorio, cantante de La Beriso, como invitado especial.
Al respecto de que estrena el 12 de Octubre, Día del Respeto por la Diversidad Cultural, Chucky De Ipola sostiene que “la diversidad es lo auténtico, ser como uno quiere ser, es lo más lindo del mundo vivir la vida sintiéndose como uno es y ser libre”.
En su nuevo clip, que se filmó en estudio con la dirección de Octavio Lovisolo, y producción de Antonella Schiavoni y Lucas Piccininose, el histórico tecladista de Los Piojos eligió poner el foco en la imagen y en la cantidad de personas convocadas para el rodaje.
Es un clip en el que todos son protagonistas, el cantante intenta darle visibilidad a todas las identidades presentes en conjuntos mixtos de individuos: “Es un video en el que realmente fuimos buscando otra cosa, en lugar de tener una idea básica o con la forma típica. El resultado representa lo mismo que representa el tema. La música, la letra, la composición, todo se conjuga con el video. Hay un trabajo de producción importantísimo y una cantidad de actores, de personas hermosas, que se brindaron en todo sentido actuando frente a una cámara para un video de una canción mía, no tiene precio”.
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Sobre la realización, Octavio Lovisolo, director del clip explicó: “Lo que hablamos desde un principio con Chucky fue llevar el video a una claridad, un clip con luz. Hoy abundan los videos oscuros y nos gustó ir más por la idea de hacer un video claro, donde participe mucha gente, donde haya diversidad de géneros, de culturas, de estéticas. Nos apoyamos en esa idea, y usamos una sola puesta de cámara donde los actores se mostraban tal cual son”.
Este año ha sido uno repleto de desafíos para Chucky De Ipola. Poco a poco, su sonido como solista empieza a encontrar un lugar en la escena nacional, apostando a mucho más que dos colaboraciones de peso como las del Pity Álvarez y Rolo Sartorio.
Escuchá “De A 2″: http://bit.ly/Dea2_Spotify
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#MejorÁlbumArtistaDeCuarteto @soyulisesbueno @ulisesbuenosoy #UlisesEnVivoConAmigos (@abelpintos @dreadmari #KesitoPavon de @labandadecarlitosok @rolosartorio @rubendariocastineiras ) @premiosgardel #PremiosGardel2019 Visit more: http://bit.ly/2YzdyW3
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"Eso es el éxito amor, pararte y dar pelea"
#laberiso #rock #argentina #nacional #éxito #música #rock&roll #rolosartorio #beriso #beriseros #pasion #vida #ritmo
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Desde #vorterix presenciando al gran @rolosartorio en el @cosquinrock vamos La beriso viejaa
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Algunos ríen, algunos lloran algunos aman, pero muchos mas odian
La beriso
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Cuanto más - La Beriso
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Festival Nuestro 2018: Persistencia y renovación
La nueva edición del Festival Nuestro tuvo una variedad impresionante en cuanto a géneros musicales. Con cuatro escenarios temáticos, el predio central de Tecnópolis se vio pleno con una multitud que disfrutó de una jornada en la que, al mismo tiempo, se celebró la persistencia y la lenta renovación de nuestra música. En Trastornados te contamos todo lo que sucedió a lo largo de una jornada que será difícil de olvidar.
El retraso de una hora y media debido a una molesta lluvia mañanera no impidió que las personas que llegaron bien temprano a Tecnópolis se divirtiesen un buen rato con la gran oferta de actividades extra musicales como los cortes de pelo, los tatuajes temporales y los breves shows de stand up. Cuando el reloj marcó las 14:00 horas, el Festival Nuestro edición 2018 se puso en marcha y mostró una gran mejoría respecto del realizado el año pasado.
La sucesión de artistas que alternó entre el Escenario Rock (principal) y el Escenario Churro (secundario) tuvo en la cordobesa Sol Pereyra a su primer exponente. Con una mezcla lograda entre el candombe y el cuarteto, consiguió contagiar a las personas que poco a poco se iban acercando a la nave central del predio. Su voz se mostró cálida, acompañada por una banda muy afilada —sobre todo los vientos— que estuvo a la altura de la energía que ella mostró a todo momento.
Le siguió Rocco Posca, hijo de Favio Posca, que paso a paso va enseñándole al público que tiene mucho más para mostrar que un apellido famoso. Su Pop/Rock es muy cercano al de Virus, algo que muy pocos en la escena nacional rescatan de nuestro rock nacional originario. Su habilidad en la guitarra eléctrica es innegable y su voz tiene varios puntos para mejorar —más que nada el hecho de que la desgarra demasiado para llegar a los graves— pero es lógico que a los 18 años todavía se encuentre en proceso de cambio y consolidación en ese aspecto.
Su banda estuvo muy precisa a lo largo de todo el setlist, uno que lo encontró transitando por momentos géneros hermanos como el rock clásico y el blues, ampliando su paleta de influencias un poco más. La mayor distorsión llegó sobre el final, sazonada con una serie de efectos interesantes desde la pedalera que le hicieron ganarse una respetable cantidad de aplausos por parte de un público reducido y variado.
Algunos metros del otro lado, mientras los plomos comenzaban a retirar los instrumentos a toda velocidad, La Maruja planteó un escenario completamente inverso. Compuesta por músicos de varios países, entregó una dosis extrema de ska, ska-punk y música tradicional mexicana, con los vientos disparando sin cesar sobre la multitud. El baile se armó tanto arriba como abajo del Escenario Churro, haciendo que lo que por momentos fue algo repetitivo, sea el motor de una verdadera fiesta.
No se trata de considerar esto como una falencia de la banda, ya que es algo normal dentro de los géneros en los que se manejan y se nota que saben cómo combinarlos entre sí para generar impacto. Con su versión de “Bella Ciao” lograron que la conexión con el sector bajo sea absoluta y el cierre con la muy bien concebida “Noche Tramposa” arrancó muchas sonrisas, mientras las nubes bien cargadas seguían amenazando desde las alturas.
En la continuidad de la grilla, sobre el Escenario Rock, Bicicletas fue una más que grata sorpresa. De a poco, más personas fueron ingresando al predio, más allá de que estaba estipulado que el grueso llegase ya pasada la mitad del día. Julio César Crivelli, guitarrista y cantante, se plantó con su parche y vestido con un estilo bien biker para luego bañar a todos con un cruce estelar entre el rock más barrial, el pop viajero y una importante cantidad de glam rock. De la mano del uso del sintetizador, junto a las bases grabadas y los efectos desde la pedalera en la guitarra principal, crearon una atmósfera envolvente que transportó a todos hacia el nacimiento de la música disco varias décadas atrás.
Fueron los primeros en aprovechar con eficacia el tremendo juego de luces y las pantallas, acoplando esos recursos al clima techno-disco que reinó a lo largo de su presentación. En un momento en el que costaba instalar la onda festivalera, Bicicletas entendió que era lo que había que hacer y puso todos sus recursos al servicio de una causa mucho más grande que ellos.
Sin que pase más de un minuto entre cada show, Perota Chingó se trepó al segundo escenario para mostrar su sonido rioplatense. El predominio de los bajos tal vez haya sido lo más destacado de su labor, mostrando mucha calidez y acercándose en varios momentos a lo más chamánico. Esto no evitó que hubiese algo de aceleración cuando el ambiente lo pedía, encontrando en la gente una excelente respuesta.
Todas las voces compartieron la cualidad de ser agradables y potentes, más allá de ser un estilo musical para un nicho muy específico que crece a diario. El contraste con sus colegas de La Maruja fue bastante marcado, pero a pesar de ello fue notorio el hecho de que compartiesen fanáticos, algo que habla de la creciente amplitud que existe en nuestro país.
Apenas finalizaron, todos corrieron literalmente para llegar al otro lado del predio y quedar bien cerca del escenario. En medio de sus festejos por su primera década como banda, Eruca Sativa detonó el Festival Nuestro y lo puso verdaderamente en marcha merced de una lista pensada para que todos salten sin parar durante poco menos de una hora. Brenda Martín atacó directamente desde el bajo para que con “Para Que Sigamos Siendo” todos deliren, siendo notable como jugó con variadas fintas sobre la melodía principal de la canción.
Un juego de luces demencial acompañó a la poderosa “Inercia”, con Lula Bertoldi perforando el cielo con su alarido y el bajo montándose a su riff a la perfección. El golpeo de Gaby Pedernera agilizó todo, mientras la frontwoman se movía por las tablas soleando y agitando su larga cabellera sin parar en un guiño siempre bienvenido al rock pesado de los años ochenta.
La faena continuó con “Abrepuertas”, donde las bases electrónicas pre grabadas ganaron lugares y se mostraron como parte de la siempre en renovación identidad de Eruca Sativa. Tras divertirse un poco con el rock de garaje, el recorrido por Barro y Fauna (2016) siguió con la más sinfónica “Confundiste”, la más melancólica “Justo Al Partir” y la extraña dulzura de “Haku Malvin: El Visitante”.
Durante “Japón” pudieron dejar testimoniada su cara mucho más rutera, aunque sin romper un esquema general en el que se encuentran muy cómodos hace un buen rato. Lula voló con cada acorde, pero no pudo evitar que este grupo de canciones quede demasiado homogéneo, algo contra lo que deberían luchar a todo momento.
La presencia de Sol Pereyra —vieja amiga de las dos líderes del grupo— sobre las tablas le sumó muchos matices a la presentación, primero fraseando sin cuartel y mostrando que el cruce con la música urbana es algo que Eruca debería explorar mucho más en el estudio. Empuñando una trompeta con el pañuelo por el “Aborto Libre, Legal y Gratuito”, la invitada se lució con un breve solo en medio de “El Balcón”, canción con raíz metalera a la que se acopló sin ningún problema.
Para el final quedó el lado más brutal y directo del power trío, encadenando “Armas Gemelas”, “Magoo”, “Queloquepasa” y “Nada Salvaje”, sincronizando a la perfección cada una de ellas con los videos oficiales que se pasaron en las pantallas. La sonrisa de Lula mirando como todos pogueaban sin cesar fue un detalle a rescatar, la señal de que una vez más, todo se encontraba en su lugar.
Mientras la cola en el Outlet de Rock (venta a muy buen precio del remanente de merchandising oficial viejo) se hacía cada vez más larga, en el Escenario Churro se vivió un momento similar al que protagonizó el Chango Spasiuk en la pasada edición. Esta vez le toco a Los Huayra representar al folklore nacional, con un sonido y una puesta en escena épica que tuvo también a la chacarera como parte central del hilo conductor.
La voz de Juan Fuentes pareció desde el primer segundo hecha para el género, llegando a un pico emocional muy alto cuando se fundió con las de sus compañeros y colegas formando un paño tan parejo como perfecto. En cuanto al sonido, la calidad fue impecable, mezclando los formatos eléctrico y acústico con mucha picardía, destacándose el bajo y los elementos de percusión.
Apuntando al ATP, a la familia completa bailando sin parar, lograron que fuese una experiencia muy divertida y agradable el escucharlos aún para los outsiders de nuestras raíces musicales. Diferenciándose con claridad de los que habían pasado previamente por ese mismo lugar, consiguieron poner a todos en puntas de pie durante 50 minutos para despedirse ovacionados a las seis de la tarde.
Casi a la misma hora que ellos, en el Escenario Urbano, Emanero realizaba una intensa muestra de que es uno de los mejores MC que posee la ascendente nueva generación de artistas salidos de El Quinto Escalón y la Pelea de Gallos. Un fraseo veloz y picante, cruzando al hip hop con el trap, con mezcla en vivo por parte de su DJ y un guitarrista que siempre estuvo a punto caramelo. Antes había pasado Dakillah, una de las nuevas artistas locales que sabe cómo poner en la misma bandeja al trap, al hip hop y al rap con mucha eficacia e inteligencia. Desafiando a varios de sus colegas, apostando a la autenticidad y el sonido de la calle, deslumbró hasta a quienes no son habitués de un género que día a día pisa más fuerte. Pero quien generó más locura y saltos fue Malajunta, quien con su relato vivo, frontal y honesto —y por sobre todo propio, sin ningún retoque de la industria— de lo que se vive en cada rincón de Buenos Aires, puso todo patas para arriba al punto de convertirse en una de las grandes presentaciones de la jornada.
El turno de El Bordo en el main stage dejó en claro que la banda liderada por Ale Kurz tiene una muy buena base de canciones, pero que la elección sonora lejos está de cualquier tipo de evolución o cambio brusco. La distorsión mostrada en los primeros momentos de un show repleto de riffs directos, adrenalina y algunos momentos de melancolía pura. Sin momento para tomarse un respiro, Kurz entonó los versos de las aceleradas “En La Vereda”, “Metafísica Suburbana” y de las más calmas “Tesoro” y “El Traje”.
Mientras un gran trapo rojo cubría a todas las personas que agitaban sin cesar delante del escenario, el frontman agradeció la presencia de todos y recordó lo valioso que es el aguante en un momento de crisis económica. Con una sentida interpretación de “Lejos” hicieron lagrimear a varias personas, para luego levantar el ambiente con “Silbando Una Ilusión” y “Humano”, donde el candombe tuvo algo de lugar entre tanta guitarra y viento.
Sin dudas que el momento más emotivo fue durante “¿A Dónde Vas?”, dedicada a un amigo de ellos que se fue antes de tiempo. Se los notó a todos afectados profundamente durante esos minutos, apoyándose en su gente para llegar verdaderamente hasta el cielo en un grito de dolor. Fue oportuna la llegada de “Soñando Despierto” y de “Corazones Olvidados”, dos tema que cerraron a la perfección el círculo del recuerdo iniciado anteriormente.
Para el toque final eligieron “Cansado De Ser”, “Instinto” y “El Regreso”, no sin antes anunciar que para festejar sus 20 años de carrera tocarán sus primeros tres discos en el Teatro Flores el cuatro de agosto y los siguientes tres en Groove el once del mismo mes. Sin salirse de un guión siempre eficiente, El Bordo dio señales de continuidad en una noche en la que nada falló, aunque siempre quedará flotando en el aire la pregunta de que podría ser de ellos si decidiesen virar un poco la dirección fija que eligieron en sus inicios como banda.
Acelerando un poco los tiempos, El Kuelgue salió a escena dispuesto a demostrar una vez más que no es casualidad lo que están viviendo hace ya muchos años. Esperados por una porción importante del público, mostraron que su propuesta ecléctica sigue teniendo efecto, trazando una larga línea que comenzó con el reggae y el funk y finalizó en los ritmos más latinos y la cumbia. Muchos podrán decir que Julián Kartun es quien se queda con todos los méritos y miradas, pero lo cierto es que su fenomenal big band es el sostén de las payasadas y juegos que realiza sobre las tablas a lo largo del setlist.
Lo que debería ser normal termina siendo muy bueno en lo sonoro, en gran parte debido al trabajo de Pablo Vidal en el saxofón, dándole a cada canción una muy necesaria dosis de magia y pasión. Su presentación fue compacta e incluyó varios de sus hits como “Circunvalación”, “Cariño Reptil”, “La Fama”, “Bossa & People”, “Por Ahora” y “Dele Tiempo”, algo que sus fanáticos agradecieron con absoluta devoción. El anuncio de su primer show en el estadio de Obras Sanitarias el próximo 4 de agosto y un cover de “Fanky” de Charly García fueron el cierre ideal para uno de los conjuntos del momento.
Mientras la agujas marcaban las ocho de la noche, Los Ratones Paranóicos se subieron al Escenario Rock para dar la última estocada en esta primera etapa tras su regreso. Con Juanse buscando concentrarse por el resto del 2018 en su carrera solista, la histórica banda que supo fundar el rock stone en nuestro país, repasó lo mejor de su extensa discografía con un formato —en la mayoría de canciones— bastante más voluminoso que lo habitual.
La presencia de los vientos, los coros de Las Boconas y el teclado es algo a lo que los espectadores ya vienen acostumbrados desde aquel retorno en el Hipódromo de Palermo. Pero lo cierto es que con el correr de los ensayos y presentaciones, el concepto fue afilado por Juanse, Roy, Sarco y Memi, consiguiendo mezclar en cantidades justas el viejo sonido más crudo y directo con el actual que los encuentra más concentrados en la espectacularidad.
El comienzo con “Ceremonia”, “El Vampiro” —en clave rockabilly, algo poco imaginado— y “Juana De Arco” marcó lo gigante que es el nombre de Los Ratones Paranóicos en la escena local. Todos estuvieron muy precisos y ágiles, algo que se notó mucho durante “El Centauro” que con los vientos se transformó en un tema mucho más bailable y movedizo que en su primera versión.
La faena continuó con “Damas Negras”, donde Sarco demostró ser mucho más que un guitarrista de base, y la más cercana al sonido original, “Isabel” con Memi llevando el ritmo a pura finta. Con “La Nave” todos fueron transportados hacia otra dimensión, mientras el líder agitaba las caderas y extendía junto a sus amigos el jam previo al cierre a pura potencia y velocidad.
La visita correspondiente al dance llegó en “Ella Está De Mi Lado” y la crudeza total apareció con el tridente “Sucia Estrella”, “Rock Del Pedazo” y “Destruida Roll”. Dos clásicos inolvidables como “Rock Del Gato” y “Cowboy” fueron enlazados, condimento ideal para que luego llegue el estallido más popero de “Sigue Girando”, con ese riff que al día de hoy sigue siendo una verdadera intriga.
El grito de “VIVA EL ROCK AND ROLL” lanzado por Juanse cobró mucho más sentido cuando sonaron en fila “Pesado Burdel” y “El Hada Violada”. Tal vez el momento más apagado de una noche inolvidable haya sido “Los Verdaderos”, tema nuevo que en su esencia tiene a los vientos y los coros a la par de las guitarras. Es la señal de partida de una nueva etapa, una que posiblemente tenga un disco dentro de algunos meses y que encontrará a la banda en una sintonía diferente a la que estamos habituados.
Amagaron la despedida con “Ya Morí” y una versión furiosa de “Enlace”, pero regresaron al escenario —luego de que enfrente la música haya comenzado a sonar por algunos segundos— para irse a todo trapo con la emoción de “Para Siempre”. Tras una hora y media de show, quedó claro que Juanse ya no tiene más ansiedad, que ahora solo tiene religión y que la deidad a la que le es fiel se llama Los Ratones Paranóicos.
Una breve presentación de Onda Vaga en el Escenario Churro fue el preludio al desembarco de La Beriso, la banda que la mayoría de los presentes se había acercado a ver. Pero antes, Ignacio Rodríguez, Marcelo Blanco, Marcos Orellana, Tomás Justo Gaggero y Germán Cohen demostraron gran capacidad para manejar varios climas a lo largo de una lista muy variada en lo que refiere a influencias y géneros musicales.
Con vientos estridentes y tres voces muy poderosas, pasearon por la murga, el candombe, el folk, el ska y hasta la canción tradicional española, entreteniendo a cientos de personas que se mantuvieron pegados al segundo escenario durante todo el show de Los Ratones Paranóicos. Si bien lidiaron con algunos problemas en el sonido, no tuvieron mayores problemas para llevar adelante la complicada tarea de también sostener la atención de un público ajeno y ansioso por lo que se venía.
A las diez en punto, habiéndose reducido la lista de Onda Vaga por cuestiones de tiempo, Rolo Sartorio y sus compañeros se subieron a las tablas para dejar en claro que hoy por hoy no hay banda nacional que convoque más gente que ellos. Se podrá debatir acerca de la música, de si gusta o no lo que hace La Beriso, pero lo mínimo que debería generar tanta devoción por parte de la gente es respeto y al mismo tiempo un intento de entender este fenómeno.
Con más de la mitad del predio repleto, iniciaron el recorrido a puro hit con “Mañana”, “Legui” y “Mi Banda De Rock”, mostrándose el conjunto muy preciso y el frontman bastante canchero en lo que refiere al manejo del escenario y el ida y vuelta con sus seguidores.
La fórmula de los oriundos de Avellaneda es bastante simple, pero ha logrado un sinfín de canciones radiales que tienen estribillos muy pegadizos, un sonido amigable y la dosis necesaria de rock barrial. Habiendo agregado detalles con el paso del tiempo, es evidente que La Beriso siempre quiso mantenerse en la misma vereda —quedando en mayoría de sus temas hundida en lo monótono y plano—, sin cambiar demasiado aún en momentos de explosión absoluta como lo fueron el Estadio Único de La Plata y el Estadio Monumental hace no demasiado tiempo.
Dentro de una lista balanceada, entraron infaltables como “Tiros”, “Otra Noche Más”, “Sin Tu Amor”, “Miradas”, “Risas De Pobre”, “Cómo Olvidarme” y “Vicios”, que sirvieron para manejar a gusto el termómetro de un público lleno de fervor. La presencia de Néstor Ramljak de Nonpalidece para cantar en “Madrugada” fue un gran gesto por parte de Sartorio y sus muchachos, homenajeando a una de las bandas más emblemáticas de nuestro país y también la amistad que los une.
El gran final con “No Me Olvides”, “Ella” y “Traicionero” fue tan ideal como habitual para todos los presentes, pero lamentablemente algunas declaraciones de Rolo empañaron lo que venía siendo una presentación más que aceptable en el marco de un festival que a cada año celebra el gen argentino y su diversidad.
Promediando el recital, Rolo generó mucha polémica con sus dichos: “Nosotros trajimos a la familia de vuelta a los recitales. Hoy la revolución es el respeto. No es cortar calles, no es tirar piedras. Eso quedó en los ’70. Lo importante es el respeto”, disparó el líder de La Beriso, generando reacciones divididas entre la gente. Muchos lo aplaudieron, pero un grupo importante eligió el silencio o los silbidos ante una nueva declaración que levanta polvo (“Contra los chorros armaría un escuadrón”, año 2016) de Sartorio.
Ni hablar del hecho de que arrogarse el retorno de la familia a un recital masivo sea una falacia pura, pero lo cierto es que Rolo jamás se vendió ante la opinión pública como un progresista ni mucho menos. Por ende, analizando sus declaraciones desde la objetividad — esa que no existe ni aunque la busquemos— se puede afirmar que no traicionó ninguno de sus ideales. Las reacciones en redes sociales fueron en su mayoría lapidarias, más allá de que también recibió algunas (mínimas) muestras de apoyo por parte de ciudadanos que se encuentran hartos de que las calles de Buenos Aires sean un constante desorden.
Los dos números finales, ya superando entrada la madrugada del domingo en Tecnópolis, fueron los de Dancing Mood y Nonpalidece, ambos entregando una prueba de su vigencia y capacidad para sostenerse en la escena a pesar de no haber introducido cambios significativos en lo sonoro a lo largo de sus carreras. El baile y la relajación se vieron unificados en el cierre de una grilla que tuvo todo lo necesario como para volver a consolidar al Festival Nuestro en el país y también para plantear el hecho de que es hora de una renovación en lo más alto de nuestra música.
Crónica: Rodrigo López Vázquez
Fotografía: Brian Rappaport
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"Quiero que lleguemos junto al precipicio de tu paraiso"
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